DEFENSA DEL SEÑOR DOCTOR D. FRANCISCO DE P, VIGIL Á QUIEN SE LE NEGÓ LA SEPULTURA ECLESIÁSTICA l'OU EL FANATICO CLERO DE LIMA. POR UN AMIGO DE LA VICTIMA. BOSTON. . 1 8 77.DEFENSA DEL S, YIGIL § i RAZON DE ESTE ESCRITO. El clero secular, en miu ha parte, y casi todo el regular, se or usieron á que el virtuoso Vjgjl fuese enterrado en el panteón, y á quo en la Iglesia se le hiciesen la» exequias como á cualquier otro. Vigil escribió una obra titulada 'Defensa de la autoridad de lo¡ Gobiernos y de los Obispos contra los ttbtuot de Roma.» Mostró en ella los avanors de los Papas contra sus hermanos, arrebatándolo lo* derechos quo como sucesores de los apóstoles tienen, y que ejercie- ron durante muchos siglos; y defendió á los Monarca-i y Gobiernos á quienes se quiere arrebatar los que les compe- ten, como mandatarios supremos de los pueblos, cuyos des- tinos rijen. La publicación de esta obra es to¿ > el crimen de Vigil, crimen de hombres grandes, de hombres que se sacrifican por la verdad, por el orden, por la justicia. De e"ta publicación le vino todo el odio de la cleroe.racia. Ale- garon' sue enemigos: 1° Que Pió IX había prohibido esta obra-. 2? Se alegó también que estaba excomulgado. De- fender al ilustre Vigil de las inicuas acusaciones de sus éaeinigoa es el objeto de esta obra,OBJETO DE ESTE ESCRITO. Emprendo este trabajo para ver si los letrados que pa- gan por hombres de Estado, estudian efrtaa materias, y adoptan la verdadera doctrina; para ver si el Rector :le la Universidad abro los. ojos y hace desaparecer el texto por donde se enseña el Derecho Canónico. Si existen el Van Espen, el Cabalario, el Fl<-uri ¿por qué. se adopta eorao texto la ridicula y despreciable obra do Donoso tan plaga- da de errores y tan desacreditada? Por los primeros auto- res so estudió siempre en San Carlos. 8 ni DIVISION DEL TRABAJO. Para mayor claridad, y para que la división do las mate- rias baga mas perceptible lo q«e voy á tratar, divido mis labores en tres artículos. En el primero mostrará que lo que hoy se enseña por el clero no es lo que dos enseñan Jesucristo, sus discípulos y los primeros cristianos: que ia doctrina moderna es enteramente contraria á la primitiva; de donde se deduce, que no es criminal, y por el contrario, muy cristiano, tratar de <)ue los Papas y Obispos sean lo que fueron en los tres primeivs siglos de la Iglesia. Pro- baré- 1.° Que que la prohibición de uua obra no es causa para negar la sepultura: &f Que Vigil no está excomulga- do. En el segundo trataré de la prohibición de libros, y que el haber Pío IX prohibido la obra, fué nn pretexto del clero atrazado, pura negarle la sepultura. Trataré en un tercer articulo de la excomunión, y probaré con la doctrina de los Papas, de muchos Obispos y Santos, que la excomu- nión injusta, lanzada contra las reglas, uo se d< be temer ni daña. Probaré quo el fundamento de la excoinunicion alegada, es falso; y quo aun cuando fuese cierto, permaue- oió Vigil en la comunión do los fieles.ARTICULO PRIMERO. H DOCTRINA ULTRAMONTANA. Es doctrina ultramontana, que el Papa es ol Señor da todo el mundo en lo espiritual y temporal; que directa 6 indirectamente tieno autoridad sobre toda la tierra; que puede valerse de cuantos medios le &»n posibles, espiritua- les 6 temporales, para lograr »u objeto; que puede imponer penas de multas, cárceles, de destierro, do fuego ó de la hoguera; finalmente que todo h, puede. No dirás los ultra- montanos que se les imputa Una falsedad. Sostienen tara- bien que los Emperadores, Reyes, Supremos Magistrados, les están sometidos aun en lo temporal: de manera que si el Papa dá una orden, los Gobiernos y los pueblos están obligados a obedecerla, porque e3te poder les viene do Dios, que 89 lo lia concedido, lie oído á un Reverendo, venido de Ultramar, semejantes proposiciones, y para probarlas» citó el ceremonial Pontificio en el libro 1? titulo 7o en el que se asegura que la espada bendecida por el Papa on la noche de Navidad, será dada después & un Príncipe en se- ñal del poder que por Dios se ha dado á los Pupas, seguu el texto, se me ha dado todo poder tanto en el ciclo coma en la tierra, atribuyendo el Papa lo que Jesucristo dijo de si propio á sus Apóstoles. Deducen do esta máxima errada y falsa que el Pontífice tiene potestad para deponer á los M marcas, á los Gobier- nos; para obligar a los pueblos á que' los desobedezcan; para dispensarlos del juramento do fidelidad qne los prea-¿aron; para declarar que los gobernados no deben pagarlo» derechos que se lea cobran, las gabelas que seles imponen, si Ruma no los ha autorizado para que lo hagan.'El Papa puede quitar el Imperio al que lo obtiene y regalarlo á otro; dar las islas descubiertas y per descubrir. Los Monarcas no pueden otorgar a ios pueblos constituciones ni la menor garantía: las palabras garantía, constitución y dereehosde los pueblos suenan mal á los oidosde Roma. Por esto des- aprobó la conducta de, los Barones ingleses que exijieron la Carta de sus libertades, y la del Rey Juan Sin Tierra quo la concedió. . Otra consecuencia de estas máximas, es que el Papa es St ñor del Imperio de Occidente; que el Etnperador lo debe jurauiento de fidelidad y prestarle el homena- je feudal. La fórmula del juramento se lee eD Graciano- Los Papaa exigían ese júrame.ito de Alemania, de Ingla- terra, de Francia, do España, de Escocia, de Sicilia, de Ñapóles, de Hungría, de Poionia, de Dinamarca y de la Dalmacia. Si faltamos a la verdad histórica, que-nos des- mientan. Sostenedores de estas máximas son ios siguientes autores que citan en su apoyo los ultramontanos. San Antouino de Florencia en la parte 3* título 22 de bu obra ensi ña, que el Papa tiene facultad no Solo en la tierra, sino también en el Purgatorio y en los Infiernos, y que si quiere usar de su poder puede sacar á los qna pade- oen en ambos lugares, concediéndoles indulgencias; y man- darlos al Cielo, colocándolos en la silla de los bienaventu- rados. No ba faltado quien hubiese dicho: si me preguntan si el Papa puede hacer desaparecer el Purgatorio, respondería que si. Del mismo modo respondería si se me hiciese esta otra pregunta. ¿Es el Papa mas clemente que Jesucri to cuando de él no leo qne hubiese sacado almas del Purgato- rio? Coniei.tartu también que la esperiencia me enseña, que el Papa no solo es clemente, sino cUi.nentisimo; pues con sus indulgencias «ta t-.otas atinas del Purgatorio. Espían.uido ej Canon sí Papa, distinción 40 dice Ebno; que asi como el Papa puede vaciar el Infierno sacando ¿i loa que en él padecen, pnudo tanibien llenailo echando a los Infiernos á loa que quiera, sin que nadie pueda atreverse k preguntarle ¿por qaé haces cato? ;por qué obras así? jQui corazón tan bondadosa!Disputan también si el Para puede mandar u Ioh Auge- Jen, y responden que sí, porque se le ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. El autor del tratado de la canonización de lns Sanios nos enseña que el Papa tiene tanta potestad en el cielo, que puede canonizar á cualquier difunto, aun oponiéndose los Obispos y Cardenales Gregorio VII fué canonizado, y se prescindió de los peendillos que siendo monje de Cluní cometió, de sus relaciones con la condesa Matilde, de que nos hablan autores acreditados de ese tiempo. La historia nos enseña que otros Pontífices fueron obra de Hildcbran- do, que los dominó a su antojo, y no ha faltado quien ase- vere que se deshizo de ellos. Hildebrando para profesar esGojió el monasterio de Cluní, en el que los monjes eran de malas costumbres. Quiso reformarlo, lo emprendió y suspendió la reforma. Escritores dicen el por qué: yo lo callo. Materia de escándalo fué su mandato para obligar & los sacerdotes casados ;í que abandonasen á sus esposas, y la razón que para semejante orden alegó, fué decir que el matrimonio es causa de que el clero, por razón de su familia, sea de su nación, yde que so separe de la Iglesia A la que debe sacrificarlo todo.» Copiaré la contestación del clero francés: esois un hereje, Samo Padre, porque enseñáis una moral insensata, contraria á Ja palabra de Cristo y á la doctrina del Apóstol, cuando Jiee, que aquel de vosotros que no puede vivir en la continencia se case, porque es mejor casarse que abrasarse. Un cuanto á vo?, Pontífice Sacrilego, cuya prostitución con los j...... monjes, y los adulterios cou la3 casadas comprendemos, ¿por que nos queréis forzar á Regule vuestros desórdenes, quitándonos nuestras mujeres.a Prescindamos de todo esto; Líildebrando monje y Gregorio VII pontífice fué un monstruo de ambi- ción, causa de muchas guerras y do millones de muertos: todo puf el si.-itema que adoptó y consolidó, encargando A sus sucesores que lo imitasen en el uso de la potestad pon- tificia: monstruo que por es'ragos qu> causó mereció que al rimer Bonaparte lo llamase Quiuet el Gregorio VII dol mperio. Benedicto XIII lo canonizó y lo hizo en el siglo XVIII. Eii la lección del Breviario 6e lee, que «son virtu- des heroicas inspiradis per Dio* el haber depuesto á Enri- que IV privándolo del reino, el haber absuelto á les súb- ditos de? juratiwwto que le habian prestado.» Quier» elPapa hacer que los pueblos entendiesen que podían hacer- lo, y que BÓS máximas fresen recibidas como dogmas de la Ig!«sÍH. No <1' be cansar admiración la conducta del Papa Benedicto XIII, porque durante los seia años de su Go- bierno fueron ios Jesuítas loa que dominaron. LamennaÍ3 les iltfloe b¡en. «Los Jesuítas son nna banda organizada de hipóVritas. de malvados, sin moral ni iey, e:i coaspira• cion permanente contra ei género humano. Otro ultramontano pregunta si el Papa es solo hombre ó un cuasi Dios: y responde que «como Jesucristo, partici- , pa de las dos naturaleza*; él decide con las glosadores de las Clemeutinas, qu« el Pipa no en Dios, no es hombre, que es neutro entre Dios y el hombre. Otro nos dic: que el Papa no es hombre sino vicario de Dios, y se funda en la ilimitada facultad que ejerce, y en rio estar sometido á otro. Para apoyo de su doctrina, cita él capitulo Fwi&ntnentál inserto en la colección de. Graciano, que dice: «El Pupa no es hombre sino viee-Dios.» Otro, mas atrevido, mas adulón, Agustín Stenco Eug.ubino, bi- bliotecario del Piipa, lo llama Dios ¡qué blasfemia! Iletíere que Constantino, llamó asi al Sumo i'onüíicey lo tuvo por Dios, cuando lo dijo en un escrito: «que Lo adoraba &tmo á Dios y lo confería los honores divinos como á verdadera imagen de Cristo que se debia venerar.» Baldo dice: «que el Papa es Dios en la tierra; que es la cansa de las causas: que uo se ha de investigar da adonde le viene este poder.» Felino sostiene «que el Papa y Cristo forman un consisto- rio; do modo que exceptuando el pecado, que- no puede co- meter Cristo, y si el Papa, puede éste hacer todo lo que hace Dios, y que ni.die puede preguntarle, como no pued» preguntar á Dios, por qué lo hace: que lo que hace el Papa, lo hace Dios.» El cardenal París sostiene que el Papa es nna divinidad casi visible, y que es alejo creado por si mis- ino. No hay deeretalista qoe no diga, que dudar de la potestad del Papa es un sacrilegio, como lo es preguntarle ¿por qné obráis asi? El Papa, dicen otros, puede hacer lo tnalo bueno, y lo bueno malo; la injusticia, justicia y al revez; la virtud vició y el vicio virtud; lo redondo cuadra- do y lo cuadrado redondo, que el Papa, es sobre toda ley, y que está fuera de toda 1 >y. do todo derecho, aun del natural y apostólico. Barchi, en su historia do Florencia, refiere .quo el Papa puede derogar lo que está, mandado en los escritos Apostólicos; que puede esta- blecer nuevos dogmas, y agregarlos al Símbolo; que puedo establecer lo que pugna con la doctrina evageliea: es decir, que | ftvde enint-uda r la palabra de Cristo; que ttene mas P'it ..-t.i.i que L'i dio; que un pii'-de errar.» El cardenal B.lar- íniuo dice: tmand&qdn el Pontífice algún vicio ó prohibien- do alguna virtud, está obligaJa la Iglesia á creer que los vicios son buenos y las virtudes malas, á rio ser que quiera obrar contra conciencia! está obligado ú, creer buouo lo que él mauda y malo lo que él prohibe.» §11 DOCTRINA DE JESUCRISTO Y DE LOS APOSTOLES. Hornos indicado los principales errores de los ultramon- tanos. Vamos & discurrir ahora sobro la doctrina do Cristo y de sus apóstoles, tomándola de las Santa3 Escrituras, á fin do que todos lleguen á comprender que la doctrina que se propaga por Roma, no os la enseñada por Jesucristo y los primeros cristianos. Acusaron a Cristo sus enemigos de que so llamaba Rey de los JuJios. Ilación oslo pa*a mié Pilatos lo condenase. Esto le interrogó: ¿ores tú el Ry\l#los Judíos? J sus res- pondió: ¿dices t ú eso de mí ó te lo hon enseñado otros? Pi- latos repuso: ¿Soy acaso yo Judio? Sus Pontífices y ta Nación ten han puesto en mis manes, iqué has hecLo? Respondió Jesús: mi reino lio es de este mundo; si lo fuera, mis ministros pelearían por mi pura que no fuese entrega- do; mas, mi reino no es de este rrnn lo. (1) Y bien ¿qué qvteria enseñar con tan nobles y sentenciosas .palabras» Ninguna otra cosa, sino que el poder de la Iglesia y di- sus pastores, es todo espiritual, cuino lo fué el de Jesucristo. ¿Y qué dice el Papa? Que es 6eñor de la tierra, del purga- torio, del infierno y de los ciólos. [l¡ Evanjelio do San Juan cap. 16, v. 86,5III DOCTRINA DE SAN CIPRIANO. El clero no dobe mezclarse en negocios seculares, ni en querer reformar o derogar las leyes civiles. Sus tareas deben causagrarse exclisivaniente al servicio de Jesucristo, no á las cosas mundanas. Debe trabajar como buen solda- do del Redentor. Ninguno que milita por Dios, se emba- raza con las cosas dol siglo, para agradar de este modo á Aquel en cuyas filas se alisto. (I) Con tanto esmero y tau santa rijidez observaron los primeros clérigos esta doctrina, que el Santo Obispo de Cartazo, en su carta al elero y pueblo de los Furuitanos, se admira de que se hubiese en- comendado á un presbítero, Geniinio Faustino, la tutela y curaduria de un menor, sosteniendo que según la enseñan- za del Apóstol, se habia determinado en una reunión de Obispos: que ningún miembro del clero se encargase de la tutela de los menores; porque está escrito que nadie que sirve en la milicia de Dios ao mezcle en los neg>icios del siglo. Al recordar tan austera doctrina, debe tenerse pre- sente que la noble misión del guardador, es una gran obra do candad; que el cargo no es apetecible, siendo esta cau- sa la que debió tener presento el legislador para consti- tuirlo obligatorio. Compárese esta doctrina con la quo observan los papas y el clero. Aquellos todo los hacían por Dios; éstos, todo lo anhelan y quieren para sí, y on todo mezclarse, arrebatando á los seglaree todas sus funciones y á los imperantes y magistrados sus facultades. § iv COMO SE ENTIENDE LA OBEDIENCIA. La obediencia al Papa y Obispos no olliga cuando en- señan ó mandan algo contrario a la ley divina. (2) Esta doctrina apostólica, es racional y justa; y fiin embargo, el 1 Carta al Clero y Tirabitanog. Véase también la carta do Saa Pablo & Timoteo. 2 San Pablo episl. 1? á los TwalonicenebS cap. II v. 14.Papa pretende, y quiere quo se le obedezca, cuando pres- cribe algo, sea lo que fuere. La potestad suprema viene de Dios, y no se lo puede re- „ sistir sin oponerse al precepto de Dios. Todos, sean ecle- siásticos, sean seglares daban someterse sinceramente al poder del gobierno. (1) El primer deber de los ciudadanos para con el que manda, es la fidelidad. (?) El Papa y loa Obispos, cu vez de rotr.ier al pueblo do la sumisión debida al mandatario, deben instruirlo sobre este deber, con todo el esmero y cuidado posibles, enseñándole que obedezca sus preceptos. (8) Apesar de esto, ya so ha observado lo que hace el Papa, lo que manda, cómo quita y dá reinos, como enseña á desobedecer ¿ los monarcas y cómo absuel- ve del juramento que les lian prestado los ciudadanos. En- séñase también: que solo se puede obedecer á ios que man- dan por el temor del castigo, pero quo no existe obligación de hacerlo; y mientras so propaga tan disolvente dootriua, se dispone que es obligotorio obedecer á cuanto so ordene y mande por los sacerdotes. Todos, sin excepción de personas, deben al imperante los trihutos, las contribuciones, las gavelas. Las pagó el mismo Salvador obteniendo la moneda de un modo mila- groso. "Mas para que no los escandalicemos, vé á la mar « y echa el anzuelo: el primer pez que viniere tómalo, y « abrióndele la boca hallarás un estatero: tómalo, y so lo « darás por mí y por tí.» (4) San Pablo los manda pagaf y enseña: que es nn deber de todos erogar las contribuciones 6 impuestos. Y ¿qué enseña Roma? Que no es pecado dejar de pagarlos y que si es preciso, hasta se puede robarlos. Saben todos que uno del pueblo dijo á Jesús: "maestro: di á mi hermano que parta conmigo la herencia: Jesús res- pondió: hombre! ¿Quién me ha puesto por juez ó partidor entre vosotros"? Jesucristo no se creyó con derecho para exijir que nn hermano diese a otro su parte. (8) >Que doc- trina predica el clero? No hay cosa de que no quiera cono- cer: de los testamentos, porque siendo la última voluntad 1 San Pedro á los romauos cap XIH v. 1 y 2. . 2 Epiotola de San redro cap. LXXVII t. 13. 3 San Pablo i. Timoteo cap. III v. 1. 4 Sao Pablo á los romanos cap. XII/ y. H y T—San Mateo cap. XVIIv. 26. 5 San Lucas cap. XI v. 13.(lo los hombres, el muerto solo á Dios está sujeto, y sus bie- nes á los eclesiásticos: do la dote, ile los gananciales, de todo lo relativo al matrimonio, porque siendo ésto un sa- cramento, debe el clero conocer do todo lo que tiene rela- ción con ¿1. En toda causa, dicen, hay uno que litiga do mala fé, con injusticia, que peca; y como de. todo pecado el clero es el único juez, reclaman esas" causas. Estas injustas pretcnsiones han dado lugar á ruidosas competencias y lian sido el origen de funestas y escandalosas consecuencias. Las armas del clero, son todas espirituales. (I) La igle- sia no puedo condenar á penas corporales ni aflictivas; mu- cho menos a la muerte y al fuego. (2) Jesucristo ¿lió á sus apóstoles y á sus sucesores toda potestad para edificación do los fieles, no para su destrucción; do manera que. tal po- der no pueden ejercerlo contra la verdad, sino en favor do la verdad. (3) Habiendo dispuesto Jcsua su vuelta á Jcrusalon, ordenó que dos do sus discípulos so lo adelantaran para preparar lo necesario. Elijieron por itinerario una ciudad do Sama- ría, cuyos habitantes no quisieron recibirlos. Esta negativa fué preciso ponerla en conocimiento del Maestro. Santiago y Juan lo dijeron: Señor, ¿queréis que digamos que des- cionda fuego del cielo que los acabo? Mas él volviendo ha- cia ellos les respondió y los dijo: "No sabéis do qué espíritu sois». (4) Y, ¿qué hace el clero? Condena á muerte y entre- ga a los condenados al juez seglar para que los haga que- mar. Los fariceos convertidos al cristianismo, croian que los gentiles cristianos debían ser circuncidados, y con tal mo- tivo, reprendían á Pedro porque no lo hacia. El apóstol no se croyó ofendido por esta esijencia: tuvo que defenderse, y fué escuchado. Se le oyeron sus razonamientos, y des- pués, todos emitieron su dictamen. Santiago sostuvo á Pe- dro; y la multitud después do oírles, calló. (5) Esto elo- cuente suceso nos enseña que aquellos que han do ser juz- gados por sus hechos ú opiniones, pueden hablar ante la Iglesia y alegar todas las rabones convenientes. Es nece- saria la audiencia para resolver con acierto la cuestión do 1 Han Pablo Ep. II á los ooriniios cap. X v. 3 y -1. '¿ San lincas cap. X v. 51 y 55. 3 San Pablo Ep. II á los «oríntíos cap. X v. 8 y cap. -1 Han Lncas cap. IX v. >1 y 55. 5 Hechos apostólicos cap. XV. XIII v.\¡no Be trata, y examinar con atención los argumentos que se alegan para conocer la doctrina y juzgar de ella. El parecer solo del Papa no ba^ta para formar desirion: también son jueces todos los Obispos, y osta es la doctrina que siempre se ha practicado en la primitiva Iglesia. Eu el primer Concilio no se dijo: vitum rst ppirVtq snnto et Pe- tra, shio, visun cst spirilu santo et novis. No resolvió, pues, el Concilio porque le pareció bien al Espíritu Santo y á Pedro, sino al Espíritu Snnto y á nosotros. Tan cierta es la doctrina que sostenemos que muchos santos Obis- pos resistieron a las órdenes do los Papas, aunque justas, solo porque no eran conformes a la disciplina de sus Igle- sias. Loa Obispos africanos con San Cipriano, resistieron ú Estevan cuando decidió sobro la rebautizaeion. (1) San Agustín enseñó que procediendo asi, no obraron mal porque el punto no estaba decidido por la Iglesia en un Concilio Ecuménico. (2) Cuando Víctor excomulgó á los Obispos de Asia, porque celebraban la Pascua en distinto dia que Roma, no se tuvieron por excomulgados los asiáticos, ni los tuvieron por tales los domas Obispos de Occidente. San Polícatres Obispo de Éfeso, estuvo á la cabeza do los opo- sitores. (8) Los franceses reprendieron ¡í Víctor su arbi- trariedad, y el Concilio Romano lo exhortó para que so ab- tuviese de intimar la excomunión. Otro tanto hizo el de León que procidió San lrcuco. Para los asiáticos, para todos los orientales, para los de occidente, no deben obede- cerse órdenes injustas de los Pontífices. (4) Los decretos y resoluciones de los Papas, son invaria- bles; lo que mandan se debe obedecer; el desobedecerles, e3 un gran pecado que merece !a excomunión. Entonces ¿para qué sirven los Concilios? ¿Para qué se reúnen? ¿Pa- ra qué se separan los Obispos de su Grey, emprenden lar- gos viajes y gastan cuantiosas sumas? La historia nos en- seña quo en sus reuniones examinaron las deciciones pon- tificias, y que después do una madura deliberación, apro- baron unas veces, y desaprobaron otras las deciciones de los Papas, hasta declararlo, una vez hereje. Los Papas que sometieron sus determinaciones á las asambleas con- ciliares con el objeto de que fuesen examinadas, y que les 1 Carta de San Cipriano ni Tupa Eatevan. 2 San AguBtiu du üautismo lib, XI cap. J. ■i Ensebio historia ocle.siátitica lili, 5 cap. ~í. * El minino Ensebio lnp¡(ii citndo.pidieron su aprobación ¿no sabían acaso lo que lucieron'? ¿Los legados en esos Concilios no supieron sostener los derechos y prerogativas del que los mandaba? Las cues- tiones rebautizacion y celebración de la Puhcna, fueron de- cididas por Papas: y sin embargo, el primer concilio dé Nicea las examinó, las discutió y las aprobó después. Para la escuela ultramontana, esto seria sin duda un atentado; pero es el hecho que el citado Concilio no impusn penas í Jos africanos, ni á loa asifdlcos que desobedecieron á los Papas: no los excomulgó, ni les acousejó siquiera que en lo sucesivo fuesen mas sumisos á Boma. Y. ¿por qué no lo hizu? Porque no habían obrado maliciosamente; porque desobedecer imperiosas órdenes de Roma, no es una falta, puesto que el Papa no es la Iglesia única infalible. El ter- cer Concilio general, f-e ocupó de la decjeien del Papa Ce- lestino, que escribió á-Cirilo, aprobando lo que este habia, resuelto con respecto á Nestoríb, Pairiarca de Constantino- pía. En la primera sesión, Cirilo solicitó la aprobación de la desicion Papal, y en la segunda la propusieron los Lega- dos. Los Padres aprobaron la carta y ratificaron la conde- nación después de un juicio, en el que examinaron la mala doctrina da Nestoiio y su justa condenación por Cirilo y por el Papa. Lo resuelto por ente no fué definitivo, fué necesaria la confirmación dd Concilio ele Éfeso. Los Pa- dres del Calcedonia, cuarto Concibo general, tomaron co- nocimiento de la carta de San León á Faviano contra Diós- coro. En la segunda sesión, fué leída la carta, y habiendo encontrado en ella espesiones que no les acomodaban, juz- garon conveniente no aprobarla por aclamación, como lo habian hecho en otros casos. H-ihbvron £sio y Teodoreto y esplicaron lo que en tal carta desagradaba. Oidos, com- prendieron los pudres, que en ella nada había de malo, la aprobarou exclamando: «Es la fé de nuestros antecesores, « es la nuestra.» Anatema al que enseña lo contrario. En el quiuto Concilio general, fueron examinados el Conslitu- itittt eljudicatum del Papa Vigilio; escritos en que anatema- tizaba, con Antonio de Constanúnopla y con Teodorico de Alejandría, lo resuelto en Calcedonia, sobre la epístola de San LeoD, que desaprobaba loa tres capítulos, en que ae sostenían les errores delbus de Éfesn, de Teodoreto, de Ci- ro y Teodoio deMonsaet. Estos escritos fueron condenados y aprobada la carta del Papa. El Concilio examinó los es- critos de Martin, de Agatan y de Honorio: aprobó loa delos doí primeros y condonó el del tercero, agregaudo: ana- tema á Honorio, porque aprobaba la herejía de los Mono- telifas. En el séptimo Concilio general, fué examinada h cuestión sobro el culto do las imágenes, y 1:011 e;"tH motivo las cartas del Papa. Adriano I esplicó el culto que se los daba y debia dar, y 6u resolución, íue examinada y apro- bada. Focio, hombre de gran saber, pero ambicioso y as- tuto, cometió el error de contribuir ¡í la deposioion do Ig- nacio, Patriarca de Constantinopla á íiu de sentarse en la silla del difunto. Miguel III envió á Roma una comisión, para que el Papa examinase la deposición de Ignacio y la exaltación de Focio. Nicolás I nombró comisionados para que en Constantinopla lo examinaran todo profundamen- te. El Emperador y Focio, corrompieron á los comisiona- dos, los hicieron comunicar con el intruso y declararon bien depuesto á Ignacio. El Papa Be enfureció, desaprobó la conducta do sus venales comisionados, los hizo condo- nar en un Concilio y excomulgó d Focio. Enviados de Constantinopla vinieron á Roma para sostener al intrnso, quien en un Concilio fue condenado de nuevo. Estos acon- tecimientos, tuvieron lugar en el pontificado de Adriano II. Munido el octavo Concilio general, fué examinada y apro- bada la conducta del Papa: lo que prueba que la desicion pontificia, aun que tomada á pedimento del Emperador, no era válida, si los orientales en Concilio no la aprobaban. Veamos abora, las opiniones de los primeros Papas y se verá que estaban sujetos a los Cánones y obedecían las le- yes civiles. Esto sostuvo siempre el Dr. Yigil y esta es la doctrina racional y cristiana. Y, ¿qué hombre de juicio, de honradez é instrucción no sostendrá igual enseñanza? DESICIGNES DE LOS PAPAS. Julio 1 escribió á los Orientales: «Obramos en todo con- « forme á los cánones, no contra ellos.» Celestino I á los Obispos de Liria: «Debemos sujetarnos á los cánones, « los que guardamos los preceptos de loa cánones.» San León á Anatolio: «son improbas y malas aquellas cosas« que se encuentren contrarias á los sagrados cánones......! « que las cosas instituidas para utilidad do los fíelos, no su- • íran la menor variación.» Simplicio en su epístola ú Aea- sio: «nada puede retractarse de lo que ha sido establecido « para todos los sacerdotes.» Los Papas de los primeros si- glos, reputaban á los primeros Concilios generales, como á la Iglesia; y sostenian «que sus desiciones eran como las del Evangelio.» Jesucristo no quiso la muerto del pecador, sino que so convirtiese y viviese. Keprendió a los que quisieron que- mar un pueblo de Samaría. Los Papas modernos y sus agentes los inquisidores, condenan á muerte y entregan á ios reos al brazo secular para que so cumpla la ley civil que impone esta pona. Hipócritas, ruegan al juez que no queme á los reos, sabiendo que el infeliz debe ser quemado unas veces vivo y otras después de muerto. ¡Infeliz del juez que no ejecutase la sentencia! Tendría que vérselas con el clero, quien desde luego le reputaría sospechoso y le baria esperimeutar lo que son las venganzas clericales. Y liorna, en presencia de la historia de los siglos, en presen- cia de lo que lia sufrido, de los cismas que por su causa se han realizado en la cristiandad ¿se ha emendado? Vamos á verlo. § vi ERROR DE ALGUNOS DE IOS NUESTROS—DIGRESION- Hubo un tiempo en que se creia que Roma podia ennicr- darse: incurrieron en este error, cuando vieron a Pió IX emprender reformas, conformes con el espíritu del siglo. Al ver esta credulidad y la del virtuoso Dr. "Vigil y de varias otras personas instruidas que diariamente visitaban al res- petable doctor don Alejo Abadía, bb sonreía este cscblenta americano y nos decia: no creáis jamas,en un Papa liberal. Esto es un imposible. El tiempo desengañó á los crédulos bien pronto. No tardo en aparecer la represión y el famo- so non possumits.— 15 § VII INTOLERANCIA- Este epigafo nos haco recordar una dcsicion moderna que también consiguió alucinar incautos. Algunos cató- licos ingleses fueron perseguidos por sus creencias cuan- do Jorge III quiso introducir la tolerancia. Cedido el Canadá á Inglaterra, el rey pactó con el francés que los canadenses serian mantenidos en todos sus derechos, que profesarían el catolicismo y que podrían obtener totl o empleo y todo honor. Sea que Jorgo fuera ganado por mi- ras políticas, sea que estuviese persuadido de la necesidad do la tolerancia, el hecho os que trato de cumplir lo pacta- do. Esto causó un disgusto que fué aumentando A conse- cuencia de una ley que dio el Parlamento en tiempo ya de Guillermo III. Faetón en ella revocadas las inhabilidades que sufrían los católicos. So les declaró libros de las penas impuestas á los desidentps do la Iglesia Angücana. Esta medida prudente y justa, no pudo obtener la extensión que 8o lo daba por el disgusto que causó. Protestantes fanáti- cos, capitaneados por Jorge Gordon so levautaron en masa fritando: no hay papismo. El contenerse esto desorden, tra- jo consigo muertes, y muertes en el patíbulo: la sufrirou G-ordon y diez y nueve de sus cómplices. Con este motivo, tuvo el Parlamento la necesidad de decretar una enmienda á la ley. Se declaró quo no invalidaba, en manera alguna, los decretos dados contra la Iglesia Ilomana, que no se que- ría conceder al Papa el menor poder sobro Iuglaterra, y concluyó disponiendo: que los magistrados continuasen pro- tejiendo con toda autoridad la religión dominante, y man- dó fuese juzgada como feriminal toda tentativa para atraer á la juventud inglesa 4 la profesión del culto católico. La precaución que se tomaba era prudente y necesaria. Los ca- tólicos entonces quisieron obtener el favor del gobierno y formaron una súplica que redactó una comisión para hacer entender que no eran hostiles á la autoridad. Redactaron una fórmula de juramento que debían prestar. Esto dos- agradó á bs clérigos escrúpulos,'quienes retractaron sus fir- mas, habiendo obtenido la aprobación Romana tal procedi- miento. Esta corte tuvo eu 1814 el desoo de arreglar el juramento, y para ello dieron pasos reiterados MoaseñorCreárrafcati y ul Cardeoíísl Litía pero uo fue posible que lle- garan a entenderse el Papa coa el Monarca ingésl.' § VIH HÜMA CAMBIA EL JURAMENTA QUE LE PRESTAN LOS OBISPOS- En 1791 los Irlandeses habian dirijido una representa- ción ai Papa, exponiéndolo, que se Íes oxijia, obligándoles á perseguir a los hereges, loa indisponia .con Inglaterra y les atraía persecuciones. El 23 de Junio les contestó el Car- denal ministro, a nombro de la Congregación reunida al efecto, que la Santa Sedo jamas habia permitido quebran- brantar la fe jurada á loa herejes, ni el juramento becho ú loa reyes, que jamas habia enseñado que se pudieran usur- par los dereohos temporales y los territorios de los princi- pes: que por el contrario: el Pontifico miraba el atentado de la vida de los Soberanos, aun bajo el pretexto de reli- gión, como horrible y detestable. Ordenó sustituir el jura- mfnto de los Obispos al que presta el Arzobispo de Matri- den, en el cual ostt omitida la clausula contra los herejes. Apcsar de las falsas aserciones de esta respuesta, vemos que Eoma retira,ea el juramento, la obligación de perseguir a \03 herejes. MAS EJEMPLOS DE PAPAS QUE IMITAR- Pió I, á quien veneramos como Balito, dá un ejemplo que debí- recordarse. Marcion do Sinope en la provincia del P'.nt), fué hijo de un Obispo. Educado cristianamente qui- so retirarse al yermo y se propuso vivir en continencia. Pasado ulgun tiempo, estrupó á uua doncella, y el padre per esto lo excolmugó. El reo se humilló, pidió perdón, ro- gó: el padre fué inexorable. Avergonzado Marcion ocurrió a Eoma. Solicitó del Papa serabsuelto y buscó por interce- sores a los presbíteros romanos; pero estos y Pió respondie- ron- que no estaban facultados para absolver al condenado por un Obispo, sin que privadamente ss obtuviese el con-sentimiento de éste. (1) Asi lo refieren Tertuliano y Epifa- nio. El Emporador Constantino, sometió á Melquíades la causa de los Donatistas. que á él ocurrieron, cuando fueron condenados. El Papa reunió en 313 un Concilio en Roma y en él absolvió Melquíades á Ciriliano, Obispo de Carta- go, de la acusación contra él intentada por los Donatistas. Tratábasé de saber quienes eran los Obispos verdaderos, si los ordenados por Cieiliano, ó los Donatistas por Ma- yorino. El Papa y el Concilio resolvieron: que los de am- bos partidos fuesen tenidos po'r verdaderos Obispos: que el Obispado fuese rejido por el Obispo mas antiguo de los que había en la diócesis, fuese de uno ó de otro partido, queriendo de este modo lograr la paz, sin recurrir á me- didas de rigor. (2) , §:X . ... LOS PAPAS OBEDECIAN LAS LEYES DE LOS EMPERADORES. En tiempo de Ciricio sancionó Valentiuiano II una ley en que se expresó asi: «es mi voluntad qu3 la elección del Papa so baga por el pueblo Itomano como le pertenece porderecbo antiguo.» Ni el Papa, ni otros Obispos se atre- vieron a llamar esto rescripto, usurpación de derecbo; ni di- jeron que el monarca metía la hoz en mies agena. Por el contrario todos obedecieron el mandato imperial. Los Emperadores Valentiniano, Valente y Graciano, publicaron, en 830, una ley memorable, por la cual se pro- hibía á los eclesiásticos visitar las casas do las viudas y do las doncellas que vivian solas, por haber perdido á sus pa- dres; y oxijiau que los parientes y aliados denunciasen la falta ii loá tribunales. Prohibió ¿ los clérigos recibir dona- ciones, legados ó herencias, á no ser que fuesen herederos legitimo?, ó mas claro, que tuviesen derecho de heredar. Esta ley justa y necesaria, debia ser luida todos los domin- gos en el pulpito. El Papa Dámaso y sus sucosores la cum- plieron y obedecieron, sin alegar lo monor contra ella. San . 1 i.órente-, Historiit da los Papas.— Historia del ori»- tKimsmo, tomo III pág. 19. 2 Fteury, HUt. Eeles.. L X uútn. U.—Gloviui, Historia da l«e Papus, hb. 1 800- 4# ,Gerónimo, reconociendo la justicia de la ley eselama: «¡que « vergüenza! Los ministroapaganos, los histriones, los co- « clieros, las mujeres públicas, pueden heredar sin obstácu- «lo, mientras que el clero y los mooges no lo pueden. Es- « ta prohibición, no es obra de príucipes paganos, ni perse- • guidores, sino de emperadores muy buenos cristianos. No « me quejo de la ley, pero mi alma está profundamente « conmovida, entristecida, al verme en la necesidad de con- « fesar que lo hemos merecido; que sacerdotes codiciosos é « insaciables, han obligado a nuestros principes á aplioar- « nos un remedio tan violento.» (1) §xi LOS CONCILIOS RESISTIERON A LOS PAPAS. Reunido en Africa un Concilio, oondenó los errores de Pelagio y dio A Inocencio I aviso de lo que había resuelto. Alabó este Pontífice la conducta de los africanos y agre- gó: que se habían sujetado á las leyes de la Iglesia, que ordenan someter á los sucesores do San Pedro toda causa eclesiástica antes de resolverla en la provincia. Indigna- dos los africanos con esta inaudita pretensión, le respon- dieron que no habían dado aviso de lo que tenían acorda- do, para que lo aprobase ó desaprobase, sino para que so conformase con su determinación, lo que no podía dejar de hacer, para que no se le tuviera por sospechoso de herejía. (2) A esto se expuso por haber pretendido hacerse árbitro absoluto, como lo hacen hoy loa Papas, do los destinos de la cristiandad. Muerto Inocencio, quisieron los Pelagianos aprovechar- se del nuevo Papa, para ver si lograban la aprobación de su doctrina. Celestino, rechazado en Constantinopla, vino á Occidente para procurarse el favor papal en beneficio de los Pelagianos. Zozimo, recibió benévolamente á Celestino, y consintió en admitir su justificación. Esperó del atrevi- miento y carácter emprendedor de este monje acusado en Occidente, que le sorviese para vengarse de los africanos á 1 S. Gerónimo Eplst a Nepociano. a D» Putei- Hist. Eclea. tomo III Epoca 1? Libro 10.—Espíritu de la Igli sia tomo I pág. 171—Giovini Historia d« los Papas lib. I eap. 'Mi.— Historia de los Papas. Vida de lnccentio I.— lí) — quienes dosoaba humillar. Declaró á Celestino buon cató- lico, y condenó á sus aousadores Lázaro y Héros. Loa africanos resistieron la apasionada decisión dol Papa y lo hicieron con tal fuerza y vigor que Zoz-imo tuvo que re- tractar su fallo y declarar hereje al monje. (I) El Papa Gelasio escribió una carta á Honorio, Obispo de Daluiacia, en términos bastante duros. Indignado éste, respondió fríamente, manifestando: que so admiraba del exceso de su 00I0 para con los Obispos da Dalmaeia, quie- nes no teuian necesidad de que se le recordaran sus debe- ros. Gelasio reprendido, mostró sentimientos de humildad, y sestavo en su contestación, que si tomaba cuidado délas Iglesias, lo hacia para conservar la pureza de la fé, paro que no tenia la pretensión de imponer su voluntad. (2) Em- bajadores do Teodorico obligaron a este Papa á que escri- briesc al Emperador á quien no había dado parte de su elección. Gelasio, enténeea, escribió una carta desvsrgon- da en que sostenía y manifestaba llevar adelante sus ab- surdas pretensiones. En ella, sin embargo, se lo escaparon estas verdades: «Los pontífices obedeoemos las órdenes de « los Emperadores para las cosas temporales; servidores de « Dios no nos mezclamos en las cosas dol siglo.» (8) No di- cen hoy semejanto cosa los modernos curialistas de Roma, y si no lóase la Bula in cena y el famoso Syllabu&. Enemigo el Papa Hornúdas do los Patriarcas de Cons- tantinopla, encontró una oportunidad para demostrar su odio contra Aoasio. No valió á éste su dootrina, su celo por la Religión, ni las virtudes que le adornaban: fué ex- comulgado, porque trató con los Eutiquianos, no sobre puntos de Roligion, ni menos porque estuviese con ellos en comunicación espiritual. La excomunión no fué obedeci- da ni por Acasio, ni por los Obispos, ni tampoco por el Em- perador. Muerto ej Patriarca y reconciliado el Papa con los orientales, exijió que Acasio fuese borrado del catálago de los Patriarcas. El Papa lo excomulgó, porque, en materia civil, había tenido trato con hereges. (4) ¿Por qué trató él 1 D ■ejemplares pudo las Décadas de Tito Libio, á lo que se de- be no tener completas las obras de este autor. Destruyó las de Africano, de Venecio, de Enruo, poetas latinos, de quienes la literatura solo conserva fracmentos. Ojalá que en vez de los escritos de estos clásicos, hubiese desaparecido la carta que el Papa escribió á Focas; á ese tirano execra- ble que después de usurpar el trono, hizo sacar los ojos k los hijos de Mauricio y entre ellos á su ahijado. Hizo otro tanto con la Emperatriz Constantina y con sus tres hijos. Pues bien: á este monstruo de crueldad escribió, entre otras cosas, que era enviado de Dios como ministro de su eter- na justicia... .por este motivo, dice, celebramos con gusto que hayáis subido al trono del Imperio. Alégrense los cie- los, regocíjese la tierra, llénese de placer el pueblo é im- plore para ti la bendición divina. ¡Que carta tan indigna de este gran Papa! (1) El Obispo de Constantinopla no quiso entregar á Focas la esposa de Mauricio, que habiendo fugado logró asilarse en la Iglesia. La entregó después que el tirano juró respe- tar la vida de la infeliz. Perjuró, porque el cruel tirano asesinó á la viuda y sus tres hijos. Por este atentado, el Patriarca le negó su entrada al templo, y el emperador es- cribió a liorna, concediendo al Papa el dictado de Obispo universal. Bonofacm III que recibió este decreto, convocó un concilio para que en él so confirmase el título que se lo daba. (2) El Papa Agathon recibió órdenes del Emperador Cons- tantino, y en contestación le dijo: «cumpliendo vuestros « mandatos, como obligados que somos a obedecerlos, os « enviamos los Lepados que pedís.» Agathon, pues, recibió los mandatos del Imperio, y los obedecía, aseverando: que estaba obligado á hacerlo. ¿Haria otro tanto Pió IX ai Vistor Manuel le mandase algo? (3) Elejido León III remitió al Rey de Francia el Estandar- te de Roma y las llaves de la ciudad en reconocimiento de la soberanía, acompañando esto con magníficos presentes ó . 1 Epíetolo 3G.—VéaiC la RíbI. de lo» Papas, tomo 2? N. 2, vida de can Grf g.jrio.—Flenri Hist. Eelcs. lib. 36,—De Potar época l* lib. J2.—Juan de Saliíbury en su libra de 2 Fleari HJít Ecles. libro. 36 N. 62—Htst. de loe Papa», vida de fionil'auio.—Lorente, vida do Bonifacio. 8 Kleuri Hiot. Edes, lib. 4".~HÍ6tor¡a do los Papan Loreute vida do Agathon.regalos. El mismo Papa, después de coronar Rey de Roma á Carlos Augusto, so posternó en el templo, y do rodillas le reeonooió como á soberano, haoiendo el Pontífice cris- tiano- á un príncipe de la cristiandad, lo que sacerdotes paganos, hacían á Césares paganos. (1) Aprovechando el Abad de Tarzo de la presencia de los comisionados del Rey Luis en Roma, obtuvo una orden del Monarca para que conociesen de la demanda que tenia que interponer contra el Papa Gregorio IV, quien retenía unas tierras que por Didier fueron dadas á un monasterio. Citado el Papa por los Comisarios, le intimaron que debia comparecer para-responder de lo que se reclamaba contra él. Gregorio nombró á un abogado, quien sostuvo en la audiencia, que las tierras reclamadas jamás batían perte- necido al monasterio. El Abad se IeTantó entonces de su asiento, y después de llamar al Papa un mentiroso, asi co- mo á su defensor, exhibió los títulos de las donaciones he- chas á su convento. A vista de tales documentos^ Roma fué condenada a restituir. El abogado ocurrió á Francia y el Monarca confirmó lo hecho por sus agentes. (2) Véase, asi, íi un Papa del siglo IX sometido á juicio por loa tri- bunales comunes. Juan XII juró á Othom, p*>r el cuerpo de San Pedro, no renunciar jamás á la obediencia quo como á soberano le debia; ni socorrer á Berenger. (8) León IX escribió al Emperador Constantino Monamoco que quería obtener por medio del Papa, auxilio de los ita- lianos y alemanes contra los mahometanos. Entre otras cosas le dijo: «no faltaremos á la santa misión que Dios « nos ha confiado: no cesaremos de excitar á los pueblos • contra esa raza maldita: no imitaremos á nuestros prede- « cesores, Obispos mercenarios, que estuvieron mas ocupa- « dos de sus pretensiones quo de los interesep de la Igle- « sia Romana. Trataremos de restablecer la Santa Sede « en su antiguo esplendor.» (4) jQue juicio tan terrible de Papa contra sus antecesores! 1 Fleuri Hist. Ecles. lib. 45 N. '¿0. 2 Hist. <1é Iob Papan—Vida de Gregorio IV.—Fleuri Hist. Ecl*B. M>. 47 N. 18. 3 Hist. do los Papat en la vida do Juau XII. 1 Epíst. 7? de este Papa al Emperador de Oriente.24 — § XIII CONTRA LOS ABOGADOS ULTRAMONTANOS. Pjregtfntwftbs «hora á los jurioonsultos do buena fé ¿Bus- cáis la• verdad; deseáis encontrarla? Pues entonces dedi- cad alguna parte de vuestro tiempo al estudio de las obras de donde hemos sacado las nuevas doetinas de Roma y comparadlas con las del Nuevo Testamento. Si las ocupa- ciones de vuestra profesión os impiden consagraros á esta importante labor, interrogad á loa hombres instruidos c imparciales, y no deis completo y servil ascenso ¿sa- cerdotes ignorantes, de quo sé hallan por desgracia placa- das nuestras poblaciones, debido á la siagular importación de ultramar, protejida por gcute sin patriotismo y sin fé. Los primeros os darán buenos consejos: los segundos os dirán, la doctrina ultramontana es la verdadera. Compa- rando á ambos, veréis la quo debéis abrazar: si la de Cris- to y los Apóstoles ó la de los hombres, la de Gregorio Magno 6 la de Hildebrando-Gregorio VII. Si sois de bue- na fe, si deseáis la verdad.y la justicia, me responderéis quo estáis por los primeros y mas puros siglos de la Iglesia. Si os • declaráis por el error, se os dirá buena pro os haga, os toloramos. §'XIV' ¿QUE HA HECHO EL DOCTOR VIGIL? He emprendido este trabajo a} ver las diatrivas de la •Sociedad», y las sandeces vertidas contra el hourado y virtuoso Vigil; trabajo que si croo perdido para vosotros, creemos que aprovechará «■ alguno, y nos contentamos. El señor Vigil, en su notable obra, no hizo otra cosa que refutar errores; que enseñar la verdadera doctrina do la iglesia; que defender á los gobiernos y a los obispos con- tra las injustas pretensiones de los Papas, desconocidas en la primitiva Iglesia. Suponiendo quo hubiese errado, erró con Bossuet, con el clero galicano, con Melchor Oano, con el arzobispo de G-ranada y el de Cádiz, que tan buen nom- bro dejaron en Trento. Erró cou el arzobispo San Julián, y— 25 — con todos los obispos españoles que asistieron al Concilio de Tolodo. Bossuet está reputado como el último padre de la Iglesia y siempre so mantuvo en relaciones con los Pa- pas, a pesar de que no ignoraban quu fué oí mas ardiente defensor da la doctrina establecida en la Asamblea del Clero de 1682. No lo reputaron hereje, cuando su sobrino publicó la defensa del clero galicano, obra excelente que nos hacían leer cuando cursábamos en el Colegio, el de- recho canónico. Bossuet fué enterrado en la Iglesia, co- mo lo fueron los demás obispos y los prelados españo- les de quienes hemos hecho mención. En presencia da estos hachos, preguntamos jpor qué ae ha negado la se- pultura al virtuoso y sabio Vigil ? Porque estuvo exco- mulgado, nos responderán algunos. Nosotros os decimos que sostenéis una p*rfida y torpe impostura: que sostenéis una mentira. Si la decís faltando á vuestra creencia y á vuestras convicciones, sois unos [>érfidos ó sois unos incau- tos si seguis á sacerdotes ignorantes, directores vuestros sin conciencia, sin examinar si hay ó no excomunión. ¿Estuvo el Dr. Vigil excomulgado? Pues bien: que sei nos muestre la Bula en que esto consta; que la forjen, s »e atreven. COMO SE EXCOMULGA. Pero aun cuando Pió IX olvidando lo que se mandó por Cristo, lo que se practicó en la Iglesia y lo mandado por el Concilio de Trento, hubiese excomulgado al esclarecido Dr. Vigil, tal excomunión, en semejanta caso, era absolu- tamente nula é inváiida. E*ta puna se itnpoue, como en- seña Gersson, por la contumacia, esto es, por el desprecio de las llaves, pues la ley evaugéliua declara expresamente, que para excomulg r á alguno, deb m preoeder los tres monitoria. Juw Gersson, tloligo y. canciller de la Uni- versidad de Paris, fué por su santidad y su eminente doc- trina, digno de eterna memoria, como que fué el alma del Concilio de Constanza. San Mateo nos enseña cómo se debe proceder en el asun- to de la excomunión. Si tu hermano pacare contra tí, tó yeornjele entro ti y el solo. Si te oyere habrás ganado a fcir hermano. Primer monitorio. Si no te oyere, toma Contigo uno ó dos, para que por boca de dos ó tres testigos conste toda palabra.' Segundo monitorio. Y si no los oye, dilfl k la Iglesia. Tercer monitorio. Si no oye a la Iglesia, tenlo por un gentil y pubiicano. (1) Ahora bien, expuesta como está la verdadera doctrina du la Iglesia, preguntarnos ¿se ha procedido asi con el señar doctor Vigíl? Nadie se atre- verá, á afirmarlo. Ko estuvo, por consiguiente, excomulga- do. Ni se diga que la práctica de los monitorios, no está en nso. El Concilio de Tiento los mandó observar. § XVI EVASIVAS ULTRAMONTANAS. Alegaron algunos que esas citaciones, solo son necesa- rias, para hacer efectivas las excomuniones ordinarias: no para las llamadas latee sententice, sino para las de feremlce saiteiiiiee. Esta distinción, es «na moderna inven- ción de los famosos casuistas, no fué conocida en la anti- güedad: la introdojeror losseeolástieoa para cohonestar sus nuevas máximas, sus tirados conceptos, sus preteacionea usurpadoras. Si muñiros curial»"**»* tratasen do contradecir la verdad da este aserto, los pondrían en el caso do copiar- les á Van Speo. Para sostener el error, no fcjltará quien aligúela con- ducta observada por San Pablo Son el incestuoso de Oorin- to. Se nos dirá que el Apóstol dispuso que la Iglesia lo excomulgase de hecho y sin citación. Nosotros d -eimos: que este mandato se entiende bajo la condición de cumplir el precepto evangélico y no de otra manera. Pablo fué fiel discipnlo de Jesús, y no se desvió jamás de sus niaiiíiaraien- tos. Asi, entre otros, entienda el texto el famoso Covarru - hias. (2) 1 San Mamo cap. 28 r. Í8 fc. 19- •í Puedf oirae, el capítulo alma, vane I* pírrate Uiitímero 6.§ XVII COMO EXCOMULGAN LOS CONCILIOS. Los Concilios a nadie excomulgan sin oir y citar pre- viamente. El de Eíeso, dando cuenta al Emperador do la pina qué irapiHo á Xcstorio, asevera: que obró asi des- pués de los tres monitorios, expedidos contra el reo. El de Calcedonia, pala excomulgar á Dkíseoro lo llamó por tres veces, dantlol-j tiempo papa que compareciese. Por su con- tumacia, y por la notoriedad <'a los delitos, se le impuso la pena, después de haberla guardado todas 1 is consideracio- nes posibles. En ei Laleranerise, presidido por Iuoeeneio EQj'PonEtñoe que no fué parco en sostener usurpaciones, do solo se mandó cumplir lo dispuesto y enseñado por Cris- to, sino que agiegó penas fuertes contra los infractores, y atiéndase que el canon fué absoluto'y sin restricciones, co- mo absoluto y sin restricciones fué ei precepto evangélico. El Concilio de T rento, cu la sesión 25, canon 48, cap. 8o mando se observase y cumpliese la primitiva disciplina de la Iglesia, inculcando en que *>iü U?8 monitorios no se ful- minarían censuras; decreto que contiene, ademas, puntos y disposiciones que no pueden ¿Emitirse. Quien desee ins- truirse mas a fondo sobre este particular, puede consultar el Van Spcr, la historia dei Concilio de Trento por el pa- dre Sarpi, y si se lo reptfta sospechoso, la ucl Cardenal Pailaviciao. Eu ol Pontifical romano, so halla, ademas, la fórmula de la excomunión, y en él se prescriben los moni- torios. Puede verlo el estudioso lector, en la pagina, 879, edición do Yeneoia, en la cláusula que empieza can cgo. Véase, pues, que los monitorios ó citaciones son de absolu- ta necesidad. Y bien: quo el honrado, que el virtuoso Vigil fuese citado ú oído, no podra sostenerse, ni aun por sus mas gratuitos enemigos. § XVIII CONSECUENCIA DE LO EXPUESTO. El clero regular y una parte del secular obraron muy mal; procedieron con impiedad, con mezquino é inmoral— 38 — fanatismo, oponiéndose al entierro del señor Vigil. Obra- ron con barbarie, con cruel ignorancia y atrevimiento, bur- lando el respeto que toda la sociedad se apresuró á mani- festar á tr.n venerables cenizas. El clero atrazado azuza- da por el impío fanatismo, quiso todavía poner su mano ruin en el nicho en que descanzan aquellos restos, orgullo del Perú y do la América civilizada. ¡Adonde, Dios santo, pretende llevarnos la cruel pasión del fanatismo! Tratado como dejamos el punto de la excomunión, pa- samos al segundo, que tiene por objeto la prohibición do libros: advirtiendo que sus autores son reputados buenos eatdlicos, no solo por las naciones, sino también por la cu- ria, apeear de las censuras de sus obras.ARTICULO SEGUNDO. § 1 INTRODUCION. Al tratar la materia de que varaos á ocupamos., prescin- diremos del odio de los déspotas á los escritores que no los adulan, de las usurpaciones quo se arrogan los Obispos í pretesto de protejer la Religión, la facultad de prohibir li- bros que jamas tuvieron ni pudieron tener, y en fin, de lo que se hizo en el Concilio de '£rento. §n CONGREGACION DEL INDICE. Existe en Boma, una Congregación del Indice. Compe- te á ésta, según la doctrina ultramontana, censurar y prohibir la lectura de los libros. Copiaremos lo que de ella escribe un célebre teólogo de nuestros dias: «Hasta « fines del siglo XIII había sembrado Inocencio III los « gérmenes del Tribunal de la Inquisición, que cultivados « por Gregorio IX, Inocencio IV, Pablo III y lJio V, en- « tre mil obstáculos puestos P°r los Obispos y principest llegó por último, gracias ai esmero de Sixto V á su oom- « pleta madurez y desarrollo. Toctos suben las visieitudes • de este Tribunal, no ráenos contrario á los principios de i la Religión, que á los de la humanidad. L \s Iglesias mas « ilustradas repelieron hasta »u sombra, y actualmente de- « bemos á la piedad y celo de algunos soberanos, su ab-so- « luta extinsion. Considerada la Congregación del Indice, « como hija y vicaria de la íuquisicion romana, fué agre- « gada á esta por Sixto V para auxiliarla en la multitud de « sus ocupaciones y trabajos.» (1) Como procedía ol Santo Oficio, asi procede la Congregación del Indice. § III CONDUCTA DE LOS ULTRAMONTANOS EN LOS PAISES CATOLICOS. Tan luego como en algún pueblo ó ciudad de Europa ó América, se intenta publicar ó se publica un libro, cuyo con- tenido directa ó indirectamente, se juzga puede atacar lo que Roma llama libertades do la Iglesia, y ios hombres de juicio recto, usurpaciones, avisan a Roma loa Jesuítas lo que se ba publicado 6 trata do dar á luz. Por jesuítas entendemos y debe euteuderso todo el clero ultramontano. No quieren es- tos que los obispos califiquen la doctrina contenida en la obra ó libro, sino que lo haga Roma, porque para ellos nada existe bueno y estable, sino aquello que se luce en la Curia. No quieren, tampoco esponerse á encentrar algún mitrado que sepa su obligación, qu" se oponga á sus exigencias indebidas ó que prefiera ser bastante honrado, negándose á darles gusto en calificar los escritos como ellos quieren, ni poner notas que inventaron los modernos y desconoció la antigüedad. No quieren tampoco exponerse á desengaños Como el que sufrió el muy reverendo Arrieta, al prohibir ios prolegómenos del derecho canónica escritos por Vidaurre. Prohibida ¡a pbra después de censurada, por don Mateo Af.'uilar y por el paire Seminario, nadie hizo caso de la prohibición, todos la leían y íiaiJio se curó déla censura. Defendida tanto por el señor doctor don Melchor 1 Tamburiui verdadera idea de 1» Santa Sade, cap. IV par. X.— Sí — Vjdaurro, cuantos por otros y publicadas las defensas, Ioh censores,}' el mismo Arzobispo, guardaran silencio. Un ami- go del condenado salió á la palestra, bajo ol nombre de «Mar- ca Martillos,» y publicó un trabajo mas fuerte que la obra prohibida, por la calidad de sus argumentos y la autoridad do sus citas. Los censores callaron. So coatentaron con remitirlo a Boma para que alli fuese prohibido el opúsculo, como en efecto sucedió. Loa Obispos tampoco quieran prohibir los libros; temen el peso de lu usurpación, y se contentan con buscar cier- ta clase de asalariados y menguados escritores, que en sus inmundos ataques hieren >' tratan de infamar el pais que loa soporta. Así procedió ol M. 11. Luna Pi¿arro. Buscó á un fraile descalzo, lo excitó á escribir, le costeó ia impresión de una obra, pobre de argumentas, pero rica, riquísima en dicterios, y con tal recomendación remitió a liorna la obra del señor Yigil á fin de que se prohibiese. La Curia la prohibió, r-n efecto, pero esa prohibición no obtuvo el respectivo pase del gobierno, apesar de las me- didas que tomó el clérigo ministro, obispo en germen, que so convirtió en el más dilijento porta-pliegos. § IV LO QUE HICIERON LOS OBISPOS. Aunque ol Breve no tuvo el pase, por lo que fué un verdadero papel muerto; din embarga Luna Pizarro lo hi- zo circular, haciendo alarde del gran desprecio con que se atrovia á quebrantar las leyes del execuatur. Este modo sioiestro y desleal, es uno de ¡os medio.i de que siempre se valen los dí3cí¡>ulosdfi Loyola, asegurándoles un triunfo tan efímero y tan mezquino, que hoy no puede contrarestar el vigor y fortaleza de las ideas que sostienen los pueblos. No tardará en llcgarel dia en que un gobierno cnérjico y progresista, haga prevalecer los dertchos de la Nación, poniendo en evidencia la mala conducta del clero, su atrevimiento y su escandaloso modo de infrinjir las le- yes. Ese gobierno prescribiendo la obediencia, se llenará de gloria. Los pueblos han llegado á conocer quienes son ¿>us crueles enemigos y sobre ellos tienen el ojo abierto, tra- tado siempre de eocudriñar sus mas indgnificantss accio-— 32 — nes. La conducta del Pnneño, su enerjia y dignidad, con mo tivo del entredicho y del entierro del señor Virgü, no tarda- ra en sor imitida por todos los pueblos, quienes sostendrán y apojaran á los gobiernos que contengan las demacias del olero. Volvamos ahora, á la cuestión ¿le los prohibiciones. i-v CONTINUACION DEL PARRAFO TERCERO. Recibida en Roma una obra sospechosa, se remite á la Congregación del Indice. Sus miembros, sino tan ignoran - es como los Inquisidores españoles, son al menos tan ocio- sos y tan enemigos del trabajo ponió aquellos. Entre nos- otros se decia, quo componían el Tribunal de la inquision un crusifijo, dos enndeleros y tres majaderos. La Congre- gación del Indice, pasa la obra denunciada á examinadores que llama consultores. Estos la estudian, analizan é infor- man sobro su mérito. Los consultores hacen en Roma el oficio que en la In- quisición los calificadores. ¿Y quienes son estos persona- jes? ¿Serán, sin duda, hombres sabios, dotados de una sa- na critica y profundamente instruidos, en los escritos de los Santos Padres y de los primeros fundadores de la Igle- sia? De ninguna manera. Lorente los pinta tale» cuales son, en estos términos. «El mayor mal de los juicios do la In- « quisicion, consiste en que por lo común, son los califica- « dores unos frailes, teólogos escDhisticos, ignorantes de la « verdadera teología dogmática, imbuidos de falsas ideas, « y muchos de ellos fanáticos y superticiosits hasta lo sumo: « que ven herejías ó peligro da «¡las en todo lo que igno- « ran: por lo que infinitas veces han dado censura teológi- « ca á preposiciones que 6e hallan en los Santos padres de « los primeros y mas puros siglos de la Religión Cristiana. « De aqui resulta que con facilidad y conciencia serena, * califican de hereje ó sospechoso de herejía al católico sá- « bio que por tener una lectura mil veces mas vasta, mas « critioa y mejor dijerida que ellos, pronuncian proposi- « cione3 contrarias á la doctrina de los siglos modernos, ■ aunque sostenida en los padres y Concilios antiguos, (1) 1 Hist. de ¡a inquisición, eap. IX. art. Til.— 83 — Antes que el escritor español que llevamos citado, ol italiano Pedro Ginnoni los habia retratado perfectamente. « Los consultores son por lo regular frailes que siguiendo « los principios de sus escuelas, arreglan las csnsuras se- « g'in su» propios juicios. Los casuistas que se In.n hecho « una moni a su modo, juzgan según sus ideas preconce- • bidas y reputan novedad lo que no es conforme con sus « máximas y lo condenan como opinión herética. Pero ma- « yor es el daño, cuando so eucerga el negocio á los Curia- • les y á los oficiales y prelados de la Curia, cuando los li- « hros tratan de jurisdicción. Puede comprenderse cuanto • dominarán en la censura sus prejuicios, por el gran con- t oepto qna tienen do la eclesiástica, y tan poco de la ju- « risciiccion temporal. Saben todos cómo se exalta por ellos » la autoridad del Pontifico Romano sobro los príncipes, « hasta decir que el Pupa lo puede todo, y que su voluntad « es la norm i y la ley en todas las cosas, que los monarcas • y kis magistrados, son invenciones humanas á quienes « solo por la fuerza se debe obedeeer; qu¿ el quubrantar sus < leyes, defraudarle» las gabelas ó contribuciones y las on- « tradas públicas, no es pecado; que solo obligan por la pe- « na. de la cual se pueden librar por la fuga; pero que no < son responsables á Dios por esa falta compensada por el < peligro que s« corre por no obedecer, Que por el eontra- « rio, toda orden do los eclesiásticos se debe obedecer cie- t gañiente, porque son preceptos divinos que obligan en « conciencia. Son los clérigo* unos Argos muy cuidadosos t y muy vigilantes par í que no se derogue lo menor contra t sus mal couetbidas opiniones. Todos hoy por larga espe- « riencia conocen, que la Corte de Roma de nada trata con e mas cuidadado que do proscribir los libros que sostienen »los derechos de los príncipes, sus prerogativas y preemi- « Deneias, los estatutos y costumbres do ios lugares y los f derechos de los ciudadanos que se oponen á eiitas nuevas • máximas y perniciosas doctrinas.» (1) Los miembros de la Congregación, se conforman con la censura de estos consultores; de innnera que las prohibicio- nes tienen que seguir á sus pasiones y á su ignorancia. Y kq'né pueden esperar los pueblos y los gobiernos dese- mejantes censuras y fallos? ¿Qué los escritores? Nada bueno y provechoso. Conocieron muy bien los primeros 1 Defensa de la Hint. Civil d y furor contra los escritores. Para esto se inven- tó la censura, que no es otra cosa que un fraude, un engaño y una iniquidad de los curialistas. La segunda, es la de ofensiva á los oidos piadosos. ¿Y qué llaman oidos piadosos? Los de aquellos que opinan co- mo ellos, pues loa quo de otro modo piensan, loa llaman impíos. Resulta, pues, que una proposición es ofensiva á los oidos piadosos, cuando es contraria a lo que han ense- ñado á las beatas y rústicos. Nos lo hace creer a>í, lo quo presenciamos en una ocasión: estábamos en casa de una señora, cuando se presentó una anciana á darle las gracias por ciertos actos de caridad hacia ella. Nos impusimos do todo lo que ocurría y manifestamos nuestras ideas, aseve- rando: que era mas grato á Dios ser caritativo con gen- tes necesitadas, incapaces de trabajar, y con nietos me- nores y pobres, como lo hacia la anciana, que dar algo á los revenados descalzos. No faltó quien contase lo ocur- rido á uno de ideas atrazadas, á un clérigo amigo y apoyo do loa frailes. El clérigo se enfureció, no se atrevió ;i lla- mar hereje al que tal doctrina enseñó; sostuvo que era uu error que sabia a herejía y que tal doctrina era ofensiva á los oídos piarfasos; porque se daba á entender que no se de- bía socorrer a los que trabajan para conseguir la vida eter- na, mil veoús mejor que la vida terrestre, como trabajan los reverendos ociosos. A mas de las censuras indicadas, agregan la tercer a, de— 87 — errónea; cuarta, la de cismática; quinta, la de im¿. [os iioujes y frailes, están corrompidos; que lo.-. Obispos no ton lo que deben ser; que hnho Fapft* ■ sean i.dosos, (ionio los amantes e Lijos Üo Teodora y de Maroeia, Alejandro VI y otros. Hirtoria in- fernal dioen los censores: es injuriosa á la Igleaia, como si los ministros del altar fuesen la Iglesias como si los vi- cios imputados á los Papas, no fuesen crímenes. § IX PROHIBICIONES EN ROMA. Demos abora una muestra de las prohibiciones inquisi- toriales y romanas para que se conozca su ridiculez y hasta donrle ILvan los curiales su arrogancia. Empezaremos por Cardenales condenados y terminaremos por los particula- res. No seguiremos el urden cronológico, porque escribire- mos conformo vayamos recordando los nombres de los escri- tores censurados. Omitiremos muchos, I d vez los princi- pales, pero esta Hcrá siinplementH f.dta de erudición. El Cardenal Belarmíno fué muy curial, y se propuso en sus obras defender cuanto enseñaba Roma. Hombre ins- truido, no creyó que. podida so.'tener el poder temporal de los Papas, sobre lo temporal, y para conservar la cosa, mu- dando solo las palabras, inventó una distinción ridicula, que nada variaba en sustancia lo que hacían y querían los Papas. Asttveró que los Pontífices Romanos no tenian po- testad directa sobre las cosas temporales, que la tenian in- directa, lo que vale tanto. Disgustó á Roma esta distin- ción, y Sixto V prohibió la obra. Vivió el cardenal cen el desconsuelo de verse censurado por el Papa. IVí-pnes de 80 mu rto conoció R >uni que la niedid i adoptada por'el Cardenal jesuíta era sabia y su doctrina fué aprobada. (1) La obra iH Cardenal Norria, intitulada Historia del Pe- lagi mismo, y la disertación sobre el 6? Concilio general, estuvieron prohibidas. (2) 1 El tratido dal Romano Poatífioe. !2 Véiise la carta del padre Ccsneros.—Vida literaria de Villanuev» cap. 13.—Júrente Hist.de la Ingatáciw cnp. 13.El Cardenal Polo descendiente de la familia real ingle- sa, muy católico, pero querido de todos por sus buenas cualidades, tuvo la desgracia de obtener voto9 en el Cón- clave de elección de Pontífice. Bastó esto para que Pablo IV lo odiase, cuando solo era cardenal Carraña. Este lo calumniaba, y siendo Papa, lo declaró sospechoso como adicto á la iglesia Anglicana, sacando esto por solo induc- ciones. Lo quiso encerrar eir. el castillo de San Angelo, y no pudiendo lograrlo, lo degradó y privó de la dignidad •cardenalicia. Pablo IV condenó, no los escritos de Polo, sino sus pensamientos. Y este hecho, sino es una prohibi- ción de libros, es al menos una condenación do Roma, por solo sospechas de herejía. Y ¿qué no hará Roma contra los escritores? (1) Natal Alejandro sostuvo en sus obras la doctrina do la Iglesia galicana y los cuatro artículos de la declaración del clero en 1682. Por este gran delito, Clemente XI pro- hibió todas sus obras y no permitió la lectura ni aun á los que tenían licencia para leer libros prohibidos, lectura que se compra en Roma. (2) El tratado del derecho de la Paz y de la Guerra, por Grocio, esta prohibido. Y ¿qué hay en él contra la Reli- gión? Nada. Prohibidos están los escritos de Galüeo, por que sostiene que el Sol, es el centro del sistema planeta- rio, y que la tierra como los demás planetas, dan vueltas en rededor del Sol. Las obras históricas del presidente Thou, están prohibidas. Lo están las obras de Descartes, porque enseña que el hombre, e3 pura materia, que lo que en él piensa no es el cuerpo. Y esta razón para prohibirla no fué inventada por un filósofo. La alegó un clérigo muy ca- tólico, hijo de Ñapóles, que denunció en Roma el poema de Lucrecio que por aquel tiempo corría eo su patria. De- dujo la consecuencia al ver que contra la obra de Lucre- cio guardaba la Curia un profundo silencio, mientras que prohibía á Descartes, autorizando la lectura del poeta Ro- mano. (8) Prohibidas estuvieron las obras de Arnaldo, de Nicole y de Duguet. Está prohibida, por consiguiente, la perpetui- dad de la fe en la eucaristía. Deduce ei padre Cisncroa de 1 Quien castiga los pensamientos ¿dejara pasar dicho* escrito»? 2 Puede verB¿ el índice do libros prohibidos. 3 Gianoni, obra y lugar citado.— 80 — esta prohibición, que lo«i que- censuraron la ubra, no tuvie- ron la fe de la Iglesia sobro tan augusto sacramento; Los li- bros se prohiben, porquo en «'líos hay mala doctrina, y pa- ra que por esta causa no se lean. Juzgaron, pues, los cen- sores que el libro ile la perpetuidad do la fe, es herético. Esta misma prohibición la liemos visto renovada eu la obra del señor Vigil: los diálogos sobro la existencia de Dios y la vida futura. Prueba el autor que existe Dios y que hay otra vida en !a que la virtud e* premiada y caéti- gac'o el vicio. No hay en toda la obra, una sola linea que pueda ser tomada en mal sentido, quo no sea muy católi- ca. Sin embargo, está prohibida. Puede deducirse de la prohibición que para los censores no hay Dios, ni vida fu- tura. M. Nicole escribió sus ensallos morales: prohibidos están; un tratado de la oración, prohibido. Prohibidas se encuentran las cartas provinciales de Pascal. ¿Y por qué? Porque copiando trozos do los escritos do los jesuítas, des- cubre la moral relajada de estos padres, omnipotentes hoy en Roma y eu el Perú. El padre Oisueros, en su justamen- te apreciada carta, al Inquisidor general, escrita desdo esta capital, se expresa asi: ..Parece que la Inquisición ha de- « clarado la guerra á la caridad. En el momento de publi- * carse una obra que trata del amor de Dios la prohibe.» Por esta causa prohibió el libro de la frecuente comunión. Sí San Carlos Borromeo no buoiese sido sobrino de un Pa- pa y tenido primos cardeuales, hubieran corrido la misma suerte sus instrucciones sobre la penitencia. Amba? obras respiran caridad. La Inquisición prohibió las siguientes obras de san Agustín: Io lo que escribió contra Juliano traducido al francés; 2.° de la corrupción y de hi gracia; 8? el libro so- bre el libre albedri©; 1.° las meditaciones y soliloquios del santo. Todo esto fué obra de los jesuítas en odio á los jan- senistas. Están prohibidas varias obras de san Bernarda. El misal en latin y francés, y o! Evaugelio en lengua vul- gar. La Inquisición española prohibió el reo convicto del padre Senaul, el Lrttero convicto de Guiber y.el catecismo de Pouget. Las inncituoiories del derecho eclesiástico do Fleury y las costumbres do los Isrraelitas y de los primeros cristianos, cuando estas obras fueron traducidas del fran- oés. Prohibidos están varios eperitos de Erasmo, y lo es- tan las obras del venerable Palafox, Obispo de Puebla, y después Arzobispo y Virey de Méjico. Continuarían pro-40 — hilúdcvs, si la Congregación de Ritos no hubiese declarado que í 11 las obras de este buen prelado no había cofa al«nna digna de censura, y que la proh.hioion injusta no poñin impudor el qu.i se procediese en la causa de su can< ntza- CÍón. El In t uido!-tuvo qu" retractar su [ rohibic'on ape- sar de »n atraso. Tan éétúbido era, qn« se lamentaba de los calamitosos tieinp >s en que vivía. Tiempos, exclama- ba, :n que tantos quieren itror la .Bíbia en idioma vulgar y pfooc licencia pura- t»n g^au crimen. Prohibida está la cien- cia da la lejixlaoiot) Por Filanjiere. El libro de los delitos y penas por Bevana y el espíritu de las leyes por Montes*- quieu y otras muchas de tsta clase. Pío II prohibió lo que había escrito Eneas Silvio, sien- do Julio y Er>eas una misma é idéntica persona, llevando el cinismo hasta el eetremo de decir en upa Bula, no creáis á Eneas Silvio, creed al Pontífice Julio. Oirc tanto hizo Pablo IV, quien prohibió 'ó que babia sustenido, cuan- do solo era el cardenal Carraff"- Creed con esto á loa infa- libles. (1) Alonso Verues, monje benedictino, fué juzgado por la Inquisición. Consistía su delit» en haber escrito que ora mas seguro para la salvación el matrimonio que e! c« liba- to. Segundo, que se salva mayor número de pfrson>8 ca- sadas, que de tü'los los utp>s estados y condiciones. Ter- cero, que la vida activa era mas meritoria qu« !a contem- plativa. Por estas proposiciones, que se reputan hoy de eterna verdad, sufrió tres añ '5 de cárcel y otros faftttoi da duroa tratamientos. (2) El celebre Obispo de Chii¡»<, Fray Bartolomé do las Casas, tuvo que ver también con k In- quisición. Publicó una obra para convencer á ¡os Reyes de que no son dueños de los ciudadanos, de que no pueden disponer de elios, de sus bienes, do su libertad, ni traspa- sarlos á otros monarcas por c¿«ion de territorio, por feu- do, por encomienda, ni de cualquier otro modo. La obra fué delatada y condenada como contraria á las doctrinas de Pedro y Pablo, quienes declaran quí se debe obedecer á los que mandan. Se trató también de censurar lo que 1 Flenry Hist. Eclep. Iib. \\1 núra. 101.—Historia ríe lo» Papas.— Vida de Pió II—Lorente, retratos de ios Papas, vida tle Pío II. 2 Lorente, Hisiorin de ¡a Inquisición cap. 11 itrt. 29 ao'.'ie Carraña Pablo IV.—Véase á Fieurr )¡b. WT núm. 36.—L» historia de lo» Pap»s vida de Adriano IV y ría Paulo III. La vida de Vtllannev» c»pítu!o 33.— 41 — escribió á favor de loa indios. (1) ü. Luis Caniuelo, aboga- do, en el periódico publicado en Madrid, titulado el «Cen- sor»; lo misino que Fray Podro Centeno, en otro periódico, el apologista de los escritores malaventurados, escribie- ron artículos que disgustaron a los inquisidores, y por esto fueron juzgados por el Santo Oficio. Trataban bus escri- tos de los abusos del clero, mala conducta do los frailes y usurpaciones de Roma. El Fray Gerundio do Campasas del padre Isla, obra graciosísima contra malos predicado- res, está prohibida. (2) Fray Juan de Santa Maria escri- bió una obra, con el titulo de República Cristiana y Poli- tica, en la que hablando del destronamiento de Chilperico por Pepino protejido por el Papa Zacarías , agregó: «Aquí « tuvo origen la autorización de los Papas para deponer a « los reyes y dar los reinos.» Mandó la inquisición de Boma que el autor la sostituyese con esta otra: «Aquí « tuvo uso la facultad y autoridad que los Papas tienen pa- « ra quitar y poner reyes.» (3) Seria no acabar referir todas las obras que liorna tiene condenadas, porque no es- tán escritas según sus máximas. Bástenos decir que la Religión fué el pretexto, la verdadera causa para que no se descubriesen los fraudes de la Curia. ESTOS ESCRITORES HAN SIDO ENTERRADOS EN LA IGLESIA. Casi todos los Obispos españoles que lucieron en Tren- to, fueron victimas de la Inquisición romana y española, pero ¿ tu muerte todos fueron enterrados en la Iglesia y ninguno rechazado. Eso se quedó para el Perú, y en uu tiempo en que todos somos republicanos y liberales, en que se han dado pruebas de que el clero no domina en todos. La procesión del entierro del señor Vigil, acredita nues- tro acertó. Todas las clases se levantaron contra el despo- 1 Villanueva vida literaria tora 1 cap 13, 2 Villanueva vida literaria tomo I cap. 8 y 10. ;i Vfase la vida literaria de Villnnueva tomo I cap. III. 6— 42 — tisoio clerical, todos reprobaron la conducta del Provisor, débil anciano, que nada sabe, ni nada tiene de hombre do ciencia. Todos en fin, disputándose el honor do cargar los nobles restos del virtuoso apóstol americano, portestaron contra los frayles españoles y de otras naciones que hipó- critamente obraron. § XI EXCEPCION EN ESPAÑA. Solo encontramos un caso en la historia do España ue negación de sepultura eclesiástica. En el reinado do Feli- pe II excomulgó la Inquisición á los ocho diputados del reino de Aragón, encargados de ta conservación y defensa de los fileros. Muerto uno de ellos so le negó la sepultura. Sus compañeros no pudinndo lograr nada en España, ocur- rieron ¡i Roma, la que nada resolvió. El monarca que odia- ba toda libertad y todo futro y los Inquisidores que lo se- cundaban, y que son el apoyo y sosten de todo despotismo, no quisieron otorgar la petición de los diputados aragone- ses. La curia imitó al monarca español. De guerra cansa- da y cuando el rey vio la tenacidad aragonesa, permitió, pa- sado el año, cu que se enterarse el cadáver. Alguna razón obró en el ánimo de Felipe II, do que la historia no nos habla. § XII LO QUE SE HIZO CON LOS ESCRiTOflES FRANCESES CUYAS OBRAS FUERON PROHIBIDAS. Niiíguno de les escritores franceses, cuyas obras prohi- bió Roma, fué molestado ni perseguido, y esto á pesar del poder de los jesuítas que dominaban á Luis XIV, enemigo tan feroz do los herejes. A nadie se negó Ja sepultura en esc pais, en que no se enterraba á los protestantes, conoci- dos con el nombre de Hugonotes. Si esto no es exacto, que nos desmientan las R6verendoa y la tSocicdadi. El es-— 48 — tai- prohibida una obr¿ por Roma, no es declarar heieja al autor, ni e*eamnlgJd&. De otr i manera no habría faltado en Francia aigtíü aún, algon oñjiii de Obispado, algan Obispe tto bubieSe levantado la voz. ¿Y, por q¿ó obra- ron de otro nudo nuestros frailo* en el Perú? ¿Por que tanto encarnizamiento contra Vljil? Porque creian atrasa- dísima a Lima al versa protejidos y miniados por las bea- tas y tolerados por el gobierno, contra las leyes, tanto* clérigos y tantos frailes que de Ultramar uos vienen. § XIII VOLVEMOS A LOS ESPAÑOLES- Concluiremos esta triste materia con lo ocurrido en Es- paña; porque para muohos lo que en la Península se haoe, os de mucho peso. Por esto vamos abura á contraernos a esoritores españoles, cuyas obras prohibió Roma en oposi- ción á los Reyes de España. Estos escritores en obras lu- minosas defendieron los derechos do la nación y del Mo- narca contra las usurpaciones do Roma. El propio Felipe II, si bien era un hipócrita que liase. No habiéndolo logrado el qne se supone contra el se- ñor Vigil, y ni aun existido, el doctor Vigil no estuvo ex- comulgado. La necesidad del paso está reconooida por to- dos los autores que tratan el punto. Ni uun el breve para la prohibición do la obra obtuvo el pase: la obra, pues, no está prohibida en el Perú. Contrayendoucs á la excomu- nión, la injusta no debe ser temida. § TU DOCTRINA DE LOS PAPAS SOBRE ESTE PUNTO, fe El primero que esto nos enseña, es el Papa Gelacio en el Cánon Cui lllata, capítulo XI, Cuestión 3", Canon lü. Sus palabras son torminnntes. No puede darse decisión mas clara. Enseña este Pontífice que la excomunión in- justa no vale, que el sentenciado no debe cuidarse do ella, que permanece en la comunión de ios fieles y que no debe tratar de que lo absuelvan. Sabemos bien qua Gregorio Magno en la homilia 2f> sujier evangelio, dice: que ae debe temer la excomunión sea justa ó injusta. Pero debe notarse, que no dice, quesea 1 "Ls Courier fran5ft¡*" virrnís "26 Noviembre 18& N. 381.— 48 válida: lo que no se opone á lo otro. Esto es conformo á lo que después agrega: decimos esto por exceso y fuera de propósito. El mismo pontífice, en la misma homilía explica su pensamiento do este modo: «que lis excomuniones in- « justas se deben temer no delante da Dios, sino da la Igle- « sia visible ó de los hombres, por ej escándalo de quepue- «. fien S9r causa, y abroga: de aquí proviene que se priva do « la potestad üe atar ó desatar al que ejorce esta facultad « por su voluntad y no por mejorar las costumbres de los « fieles.» Graciano insertó en su colección esta máxima. El propio Gregorio, escribió á un sacerdote de Milán: «he- « mos sabido que Lorenzo, vuestro hermano, os ha exco- « mulgado injustamente; y os escribimos para quo no ten- •i gais cuidado por esa excomunión y para que continuéis « como antes en la comunión de lotf fieles.» (1) Aquí puede decirse á Jos deeretalistas que tan enfáticamente nos citan d juste vel injiiste de San Gregorio: ó h abéis leído la homi- lía entera y la cana del santo ó no. Si lo primero, sois impostores y obráis de mala fé: si lo segundo, a ma3 ae atrevidos, sois ignorantes, porque en mataría tan grave resolvéis magístralmeute y os metéis á declararos maes- tros cuando no lo sois. No s¿ lo que podrían contestar á este dilema. Creo que algunos obraron di mala fé para sostener una mala doctrina y que otros no han hecho mas que copiarlos. Debe adrertirse que San Geiacío, Papa del siglo V, no fué nada franco, que quiso sostener, y quo sos- tuvo las ambiciosas máximas que después prevalecieron. Explicando el célebre Gersson el juste vd itljuSU de Grego- rio, dice: quo «si el Papa hubiese sostenido do un modo « absoluto su fraco, se habría hecho sospechoso de herejía.» (2r) San Nicon en una de sus cartas escribía: «que la ex- « comunión lanzada injusta é inconsideradamente, no daña « á aquel contra quien se libra, sino por el contrario «1 ex- « comulgador.» De la misma opinión son: Aurelio, Loren- zo, Justmiano, Cristiano Lupo, San Antonino do Fioren- ri¿t y el Navarro. 1 Obras de! Sant», tomo 4?, pí j. 642, epístola 26, lib. III. 2 Biblioteca Patrom tomo 35 paj 327.§rv DOCTRINAS DE OTROS SANTOS- El arzobispo San Edmundo, decia ásu discípulo Severo: «es un martirio tolerar injustas excomuniones, y tu debes «morir en esto mai tirio.» So lo decia porque temia que Alejando IV lo excomulgase como sucedió. Si temia Seve- ro la excomunión injusta, como no la temia San Edmundo, no la creyeron los que lo inscribieron en el catálago de los bienaventurados. Memorables son las palabras que al tiem- po de morir pronunció, y que nos trasmite Mateo de Paris. (1) Cristiano Lupo lo refiere del mismo modo, expresando que San Edmundo sostenia, que'la excomunión injusta no liga. Los canonistas mas acreditados son de la opiniou que sostenemos. Las razones que alegan son muy cristianas, muy racionales. Oigámoslos. Ninguno debe temer las ex- comuniones injustas; debo sufrirlas con paciencia, recibirlas con moderación, con modos honestos y respetuosos; y asi conocerán todos la injusticia y la nulidad del fallo, no se atribuirá á faltas verdaderas del condenudo, sino á una equivocación, a un error; siendo la equivocación y el error inherentes a la naturaliza humana. Solo Dios es inerrable é infalible. Dios no ha dado á los pastores de su grey un poder absoluto y sin reglas, ni sin los debi- dos limites. Deben servirse del poder que se les ha confe- rido para edificar no para destruir. Lo onstíña San Pa- blo: «nada podemos contra la verdad, sino por la verdad.» « El poder que Dios me ha dado es para la edificación no « para la destrucción. Lo quo es justo para con Dios, no < pueden los hombres hacerlo injusto, j haciéndolo se hacen « abominables para con el Supremo Hacedor.» Comentan- do S. Gerónimo el capitulo 4? de San Mateo, y las palabras /* daré las llares de los cielos, escribe: tObüpos y clérigos puco « instruidos asumen para si el orf/ullo de los Fariseos, y con- « denan ¿inocentes, cuando para con Dios no se debe aten- • der á la sentencia de los sacerdotes sino íi la vida de los acusados.» (2) San Agustín enseña, que la excomunión in- justa cae sobre el que la lanza y no sobre el condenado. En 1 Mateo d« Pztis afio de 1288. 2 Comentario ¿obro Í5a«i Mateo cap. 6'.' 7otro hi0 nabia mostrado que las excomuniones injttsitts fiufridas con paciencia son merecedoras de premios para con Dios. Escribiendo á los de Híponalea dice: «que el fiel « que fuese excomulgado injustamente nada tiene que te- « mer^y que la excomunión dañara mas bien al quo la lan- « za, que aquel que con paciencia la sufre.» Graciano inser- tó esta máxima en su decreto, (l) § v CONDENADOS INJUSTAMENTE HICIERON MILAGROS DES- PUES DE SU MUERTE. Las excomuniones injustas sufridas con paciencia, son de tanto tuérito delante de Dios, que la historia refiere que muertos algunos, fué su muerte tan gloriosa que se hicie- ron notables por los milagros que obraron, como muertos en martirios. Pnladio, Obispo de Hellenopolis, en el diála- go que compuso de los actos de San Juan Crisóstomo con Teodoro, diácono de la Iglesia Romana, y con motivo de la excomunión injusta, librada contra algunos Obispos y monjes por el patriarca de Alejandría, dice: «que muertos « excomulgados resplandecieron mas claros y luminosos « por los muchos milagros que hicieron.» La obra l¿jos de ser mal mirada y reputada fabulosa hizo tal efecto, que Cris- tiano Lupo en sus escolios y notas á Tertuliano las cita y copia sus palabras. (2) No faltará alguno que diga que esta doctrina debe pro- ducir males; y que es de mal ejemplo el que cada uno se haga justicia á si propio, por que se creerán autorizados los particulares para proceder cmtra sus superiores atri- buyendo á odio, a capricho ó á ignorancia lo que contra ellos se hace. Agregarán que asi como los príncipes no permiten que los gobernantes se nieguen ¿obedecer al ma- gistrado y dejen de cumplir sus órdenes y sentencias; tara- poco debe consentirse en que por el dictamen de un teólogo ó jurisconsulto se sostenga quo no deba cumplirse lo qua prescriben los pastores de la iglesia. 1 San Agustín, tratado de Vera reliRione cap. 6. En H fráemejt» de la carta á Clasiniano. En su e«rta k los de Hipona 78 Ñ. 4. 2 Cristiano Lupo in scholis et noti* ad Gracianum.— 51 — Fácil es responder á esto argumento. No hay compara- ción entro lo que los hombres mandan, como autoridad temporal, y los pastores de la iglesia" como encargados por Dios para el gobierno do la iglesia. Lo quo la escritura ha- bla de la una, no se pareoo á lo que dice de la otra. Si manda obedecer á los que imperan, aun díscolos, es porque tienen derecho de mandar como quieren y para que no su- fran el castigo como desobedientes: mientras que la obe- diencia que exijo de los fieles á los mandatos de sus supe- riores no es ciega, estólida ó insensata, y el poder de los pastores no es arbitrario. La sujeción y obediencia y el juicio pastoral deben ser arreglados íí la ley divina, como se espresa claramente en el Deuteronomio. La obediencia al sacerdote no ha de ser absoluta smo conforme a la ley. Solo Dios es regla infalible, á El solo debemos obedecer en silencio y sin la menor tergiversación. Los sacerdotes no : opinión ventajosa de sus virtudes. Cualquiera que corn- « paro lo ocurrido en Troves con la escena interesante que « han presenciado los habitantes de Mont Vernon en los « Estados Unidos bendiciendo la tolerancia, miraran con • horror á los ilusos que sacrificau la religión, el honor y i la deseucia á sus mezquinas pasiones.»FE DE ERRATAS. PAG. ■ LlS. DICE. LEASE. 2 29 excomuniciou excomunión 8 4 exclisivauiente exclusivamente 11 22 abtuvieso abstuviese 12 3 prerogativas prerrogativas 12 43 Agatan Agaton 14 22 emendado enmendado 14 25 enmerdarse enmendarse 15 21 sufriron sufrieron 16 C que se les exijia que el juramento que se les exijia 17 6 Oniliano Ciciliano 21 24 me •22 1 pudo las pudo de líis 24 24 liouraclo honrado 25 16 Si la decís ¡51 lo decís 26 18 los secolástieos los escolásticos 28 4 azuzada azuzado 29 0 Congoegacion Congregación 32 4 apojaron apoyaron 82 5 de los de las 28 29 preposiciones proposiciones 38 82 prerogativas prerrogativas 36 13 do este tenor de este tenor 38 30 La alego La alegó 47 8 justa sausa justa causa 53 1 el entierro á los el entierro en los 53 7 comprendidas comprendidos