. I i MEMORIAS Mis li^mD ID1B: 'vDlHlíiliJi I DKMEMORIAS DEL REINO 13 E CHILE I DE KS( l! I tt I ALA tí EL P. Fr. Jl^VN^DE JESUS MARIA RELIJIOSO DE LA OBSERVANCIA DE N. P. BAN^RANO SCG I LA» ,•>.!•.•«• « Al Kxeleiiti&imo Hefior l»ou Pe«lro Kevmiuclez «le Cantro i A udvacle. Conde le Laaot, de Castro Andnult i Villalva, Alargues de Sarria, DnqM de J MMtfkÓO, Virrei. f*Hf Ii»lllailÉII de S. M.. Gobernador i Capitn.ii .Teneral «le lo» Rehuís 'leí Perú, Tierra Firme i Chile rriHtnrai con ij»a onoHiioiM i auh'x*» notas POR LIMA, IMPRENTA LIBERAL DE "EL CORREO DEL PERU." 1I INTRODUCCION. Por roas que se observen detenidamente los documentos" que de la era colonial nos restan imposible es hallar el menor indicio del padr- recoleto Fr. Juan de Jesús Alaria i de su libro Afeint>riaa >> tle C'/iiie i tlr Dr»>i Francisco Meifur*. Aun los dato* biográficos que no es raro enoontrar diseminados por los autores en su." obras, fallan aquí casi del todo. Fr. Juan solo hn cuidado de proclamar mui alto <^ue Chile es su patria; foro fuera de esa ooufesion, hasta el iipellido ios i de la patria i yoQcluyondo por pedir « a aquel Señor do los ejércitos que con su palabra encendió en luz el sol, que sus frases vayan de- sembarazadas de los odios presentes i que los ejemplos que de ellas se sacaren, sirvan al escarmiento i no a la imitación. » Si estos propósitos jenerales habían de animar B Fr. Juau de de- sús María en la realización de su empresa, existían, sin duda, es peciales consideraciones que lo inducían a escribir. Kl gobierno do Chile se vió entonces sucesivamente desempeñado por dos jefes de tendencias i caracteres enteramente opuowtoa Don Anjel de Pere- f Kxiste un lihro titulado I >¡<í h>yo*-Jf látiro» i Morulf» *,,!>,■> tu Puvttinn Cristinna, su -lutur el ¿i. I'. h'i . Juun de Jentis .ifuria, del Orden de O*»- ra/2»». Pamplona, 171*.«, i|Uf, como se vé, pudiera p«rtCW del HHlUni nnflawo Sin emlmrgo, ftOBqiM tío puede formarse {rran caudal del lun»1' de la impresión i de lo fetlin. oreemos .píela omisión sotana, i don Francisco de Meneas*, espíritu beli- coso, turbulento, ansioso de goces. carácter d<; una orijinalidad in- cuestionable i cuya figura so destaca en el libro de Fr. Juan como una sombra de los autiguos emperadores romanos. Apareció por aquel tiempo en Uses una relación do los sucesos acaecidos en los primeros tiempos de la administración de Muñe- ses, en que se lo pintaba con brillantes coloros. Peredo. por el con- trario, se veía desdeñado de la fortuna i seriamente perseguido por su sucesor. Fué entonces cuando ol fraile chileno resolvió trabajar .-US Memoria*, eslampando en su frente que escribía «de goberna- dores i para gobernadores.» N*.. necesita lo primero comentario al- guno; mas ¿ cómo enteridercmo.-> esta frase « para gobernadores »? Será, que si como Fr. .Juan pretende, Menoscs se había buscado cronista que recordase sus acciones, él a su vez iba a do-empeñar iguales funciones respecto do Peredo? íío admite duda que desempeñó abiertamente ul oficio do apo- lojista de aquel rezador incansable; pues si promete ocuparse solo de MeiMteH. sabe siempre contraponerle los hechos de su predece- sor: jamas ic escasee epítetos que su imparcialidad debía rechazar, resumiendo en ultimo resultado sus intenciones en aquella chi- iloua eSprcsion del •injel i del mal ladrón Barrabás que tan sé- riamente nos trasmite. Viene así a asumir su trabajo bis líneas de un parálalo, que solo abandona al tirar la pluma cuando eu globo recorre los antecedentes de ambos majistrados. Naco aquí la cuestión do saber eu qué íortuu realizó el padre la redacción del libro. ¿Escribió sin detenerse cuando ya los he- chos pertenecían al pasado, o iba dando forma a sus notas coetá- neamente con ellos? Dyo el autor al principio que ignoraba si el ' ** cielo le concedería vida par» concluir las Memoria*; en lo que, —- >• discurriendo con sensatez, pudiéramos entender que no se referia al trabajo de la redacción, puesto que su corta ostensión baria mi- rar como forzada la interpretación contraria. Mas juicioso será, pues:, creer en vista de esas palabras oue dudaba concluir a] libro porque ante su vista so ofrecia no ya una simple cuestión de de- dicación, sino la lejítima incertidumbre de alcanzar a presenciar sucesos cuya verificación ora di fiel adiviuar. Resuelto en esto sentido el problema, llevaría ci historiador en su apoyo la persuasión de quo procedía con toda honradez, sin pro- pósito alguno previo, i como un hombre que miraba las cosas des- de la altura que su aislamiento do los actores le proporcionaba. La •\splicacion de sus tendencias en favor de Peredo vendría en tal caso s encontrarse en sius simpatías por un personaje a quien bue- namente casi podía lluuiar un colega. ~* VIII INTROIU < i ■ r< I N T en verdad que, prescindiendo de la declaración espresada, huí frraves circunstancias que conspiran u liaoeroos pensar de este mo- do. Kccarriendo las pajina- <(uc Fr. Juan nos ha dejado, fáoil es convencerse que, al través de las uumerosas i prolijas incidencias en que impone al lector, se trasluce algo como las impresiones de lo un motivo de temor .' Sí, es verdad que riimruria «'poca mejor quo la elegido por su variedad do incidentes i por los hechos tínicos en su jénero, po- dríamos decir, que los do la administración do Monesca Su fiso- nomía llena de o.sccntrieidnd. las peripecias de su matrimonio, sus prodigalidades i sus gustos, las competencias on rjue M envolvió con otras autoridades, la confesión que hizo, especialmente sus proyectos de indopendizarse en Chile, aunque so ■Orptflil solo co- mo vaguedades, hacen que su historia sea la de toda un:- centuria de la colonia; porque no bai nada que no BOfl veamos obligados a pasar en revista leyéndola. Modo do ser social i* Sistema político? J„a guerra araucana I 101 comercio i Los situados V. .. Es el reflejo fiel obediente, así como no dá un paso sin traer a colación su doctrina del premio i castigo qiíc aguardan al hom- bre i al aaajistrado bajo el doblo aspecto de criatura i do subor- dinado. ' íío reciben estas tendencias otra modificación que la que le oca- siona su estudio de algunos testos latinos, Tácito, especialmente, a «juicn parece hubiese <|uerido tomar por modelo; i por esoesqin. no so olvida de recordar do cuando en cuando algunos aconteci- mientos do la historia romana, cuyos héroes presenta a la admira- ción del vulgo. A juzgar por sus palabras, Kr. .Juan de Jesús Maria fue un re- lijioso amanto de su país i un decidido adorador de- la libertad: que al estimarlo por su obra no olviden, pues, estas dos circunstan- cias los hijos de Chile. Místanos espresar aquí que el orijinal paraba tn poder del jone- ral Don Maanael do Mendiburu. quien lo obsequió al editor: i el que, u su voz, lo destina a la Biblioteca Nacional de Santiago. Lima, Diciembre 17 do lsTO. — ~Dor\ Pedro FeraaadeB 'iliftira, Jtffrr&tfcs tic ¿fer/'i-itr, AlfWI fíe m/int»'(^IW, K/>rí/, Jfctfr/ttfferi/tttfe fie Ste ¿Mtffcs/fffi, Gobef/ifttiof t CkfpéÉmm *7~e/ie*-fzt fie ios Zr2ctsiOS tie¿ ylvv/, JMt atawt* OMfc. Exelentisimo SisSeOR: Consagrar a la exelsa protección de V. E. estas Me- morias del Reino de Chile, no es sacrificio sino restitu- ción; 2lorrJue Sí í> restauración de C7iile se debe al cora- son lieroico de V. E., obligarle con lo que es sugo, mas que lisonja de la voluntad, parecería estelionato del en- tendimiento. Digo otra vez que \r. E. ha restituido al Rei ^Vuestro Señor este Reino de Chile, i 2>ruébolo sin afectación ninguna; que la verdad no ha menester ali- ñarse, si bien la razón se debe esj'orzar. Estríbase cagendo de la corona de nuestro gran mo- narca el mejor gajo i mas hermoso de ella, que es Chile, i V. E. se le ha ajírmado en la cabeza, enviando tan a tiei??po el remedio, que parece se lo dictó a V. E. algún anj'el, o los dos1 que le asisten. Luego cuanto hai en este corto volumen toca a V. E., no solo por agasajo, sino por Justicia. Acreditaron a V. E. en su primera edad esperanzas desempeñadas; i con las esperiencias del mun- do le acaeció a V. E. lo mismo que en sus tiemj?os a Scipion (después Africamf con el senado de Roma, que dudó de cometerle obras arduas por verle de poca edad. Jilas ga nos ha mostrado la esperiencia en V. E. (como en Scipion) que la prudencia, razonadora de otras vir- tudes, se ha anticipado a las canas, i que las acciones deV. E. corresponden a, las de sus insignes i gloriosos pro- genitores, que tanto esplendor han dado a la monarquía de España con admiración del mundo, donde está, es- parcida la inmortalidad de su fama. Callaré ahora los insignes progresos que el valor i 2>rudencia de V. E. Jian ejecutado en esos Reinos del Perú, habiéndolos hallado en estado tan resbaladizo i peligroso con la sublevación de los indios, con la rebelión de los españoles de las minas de Puno: que todo lo ha vencido i allanado V. E., infatigable en el trabajo i los aciertos del servicio de Su Maj'cstad, con otras acciones qloriosas que necesitan de particular historia i de otra pluma mas bien cortada que la mia, \_quc~\ solo se pudo atrever a escribir cosas de Chile, donde ha hecho V. E. su fama inmortal i donde todos reconocen a V. E. su alivio. 1 t/o desde esta humilde celda desearé siempre prospere el cielo la vida de V. E. eternos anos, con los aumentos de grandeza que merece i que le desean todos cuantos o/jen su nombre, por la eminencia de su calidad, ¡tor la opinión de su gran talento i por la inj'enuidad de su bizarría. Exelentísimo Señor. B. L.. M. de V. K. Su humilde siervo i capellán, MEMORIAS DEL REINO DE CHILE I DE Don Francisco Meneses. Escribo de gobernadores y para gobernadores, de los que ya fueron para los que serán. Peligroso es escribir de los modernos. Todos los hombres come- ten errores; pocos después de habei-los cometido los quieren oir: conviene adularlos o callar. Los hechos i acciones de los que viven ni se cuentan con segu- ridad, ni se oyen sin peligro. Los que tratan de dar- los a la luz pública buscan una gloria vana, una glo- ria incierta que se acaba con el mundo; i para nos- otros el mundo se acaba con la vida. Pensar solo en el provecho de lo porvenir, si no es ambición, suena a capricho, o toca en vanidad: en ésta se enciende el fuego de la envidia i de la emulación; áspero y dificultoso es el camino. No pudiéndose negar que las acciones de los antiguos si se malician no se exa- minan, óyense con gusto las alabanzas de aquellos que, ya apartados de la envidia i del comercio de los vivos, con sus grandes hechos realzaron la fla- queza del ser humano; i si algún vituperio se dá a las acciones de los que ya pasaron, no desagrada mientras disminuye la fama la mala opinión de lo presente. Empero, como los casos de los presentes corren por4 MEMORIAS DEL. instantes i los futuros se ignoran, es fuerza que la prudencia alguna vez se valga de los pasados para que aprendamos en las esperiencias propias o en las ajenas, haciendo una política anatomía en las accio- nes i hechos de los que fueron para que se anime la virtud o se desengañe el vicio. - Pero en este exa- men es menester aplicar todo el juicio, considerando bien las circunstancias i accidentes, las personas i el tiempo; porque, como esas segundas causas de los cielos siempre jiran i co.i ellos se van mudando los aspectos de los astros que, si no mueven inclinan, se mudan también los efectos, mudadas las causas i los accidentes. Háme parecido después de haber considerado la dificultad de la empresa, no defraudar a la posteri- dad de los sucesos en que ya comienzo a discurrir, por ser la historia un espejo en que las naciones pro- pias o estrañas se han de mirar para componer sus acciones, i pecan contra el público bien los que con la lisonja o la pasión empañan el cristal puyo de la verdad, líien; empero debe procurar el esci-itor las- timar lo menos que fuere posible, que no es propio de los sabios afrentar con injurias a los superiores aunque lo merezcan, ni es calidad de las historias di- vulgar lo que privadamente errasen sin daño del pú- blico, ^.tienda solo el que escribe a hacer algún ser- vicio a Dios i a la patria, libre de afectos, imitando a las abejas que aún de las hoja amargas saben sa- car miel. Aquel Señor Dios de los ejércitos que con su palabra encendió en luz el sol, permita que mis palabras vayan desembarazadas de los odios presen- tes, i que los ejemplos que de ellas se sacaren sir- van al escarmiento i no a la imitación. -— De este asunto será el sujeto principal Don Francisco Mene- ses, 3 gobernador de Chile, estupendo en las memo- REINO DE CHILE. 5 rías de este Reino por muchas edades. ¡O teatro del mundo, o Chile! ¿qué trajedias pudo figurar la imajinacion que en ti no la haya representado el tiempo? Aun no estaban enjutas las lágrimas, ni seca la sangre que vimos correr entre funestos y atroces es- pectáculos en la palestra militar de Chile, donde a porfía corrían con fiero furor i fatal desesperación los rebeldes enemigos a construir fúnebre pira de sus habitadores en aquel infausto alzamiento jeneral: calamida.d que se continuó tiempo de seis años, des- de el de seiscientos i cincuenta i cinco, a que si- guieron pestes, guerras, terremotos, hambres i otras miserias, donde vimos representado un teatro lasti- moso de trajedias, hasta el año de 661, fen] que mas benigno el divino sol de justicia dispuso en el ánimo del C onde de Santisteban, Virrei del Perú, enviase a gobernar este Reino a Don Anjel de Peredo 4 que, a semejanza de la paloma que anunció la paz al mun- do con el ramo de olivo en la boca; le trajo Don An- jel en la mano, serenando aquellas nubes de horror i de confusión que arrojaban diluvios de trabajos. Al entó los ánimos, puso en reputación las armas de Su Majestad; retiradas y vencidas, adelantólas con nuevas poblaciones a la vanguardia: las del tercio de San Felipe ó Yumbel en aquel su antiguo cuartel de donde las habían sacado las injurias del tiempo; las del estado de Arauco, que habian padecido la mis- ma afrenta, si no las puso en el lugar de su anciana población, las adelantó muy cerca de ella a los lares que habian dejado. Reedificó la ciudad antigua de Chillan, invadida i hollada de los enemigos; restitu- yó a sus vecinos i moradores con nuevos muros pa- ra su defensa i seguridad; fabricó fuertes en distin-6 MEMORIAS DEL tas partes de las fronteras de guerra; i ya con la fuerza, ya con el arte, trajo de la melena a todos los rebeldes, obligándolos a doblar las cervices i que diesen la obediencia a su rey y señor natural, gober- nando en la paz i la guerra con el premio i el cas- tigo. "Viéronse autorizados los tribunales, respetados sus ministros, premiadti la virtud i castigado el vicio. Estas i otras empresas comenzadas con gloria i ter- minadas con felicidad, hicieron glorioso el gobierno de Don Anjel de Peredo. Alabábanle amigos y ene- migos; pero no necesitó de sus encomios porque él fué pregonero de sí mismo, i sus obras le granjearon nombre inmortal. Tal era el estado de Chile i tal el deleitoso receso de que gozaban sus habitadores con universal ale- gría del beneficio de la paz, sin acordarse de la gue- rra ni de las calamidades precedentes; i según los efectos que presto se esperimentaron, ménos se acor- daban de reconocer a Dios los beneficios de que go- zaban. ¡Tan deleznable es nuestra frajilidad i flaque- za que cuando Dios tiene levantado el azote pedi- mos misericordia i en bajándole irritamos su justicia volviendo al vómito de las ofensas! Oh! inmenso Dios, ¿adónde llegará el pensamiento que no encuen- tre con la admiración? Al mismo tiempo que se co- metían las culpas en Chile armaba en España sus iras la divina justicia con un nuevo rayo que las cas- tigase ! El cielo, pues, irritado contra Chile, permitió su nueva ruina. Oyéronse inopinadamente a los prin- cipios de Octubre del año de 6G3 unas, confusas vo- ces de haber desembarcado en el puerto de Buenos Aires Don Francisco Meneses que venia a gober- nara Chile con título de jeneral deartilleria. Y no fué REINO ©E CHILE. 7 vano el título, pues desde allí comenzó a dispararla contra Chile, contra Don Anjel de Peredo, su ante- cesor, contra, la real audiencia, el obispo, i contra todos los que por su representación, dignidad i pues- to, pudiesen oponerse a sus desmedidos intentos. Desde allí, finalmente, comenzó a fulminar rayos de ira i de confusión con tan ruidosa fama que causaba horror a todos los que le aguardaban superior. Son las nuevas como los rios que cuanto mas se dilata el curso de sus corrientes se estienden mas. Ponderá- banse, entre otras cosas, los escandalosos disturbios que el Meneses ocasionó en Buenos Aires con el pre- sidente i audiencia real que allí reside; que traia nu- meroso séquito de capitanes de Flandes, tropas de jente de guerra, muchos hábitos militares para be- neméritos; carrozas de cristal; ■ i un galgo con collar i cadena de inestimable precio; i que venia a acabar la guerra; publicando, finalmente, a imitación de Ar- químedes, habia de desencajar el mundo de su cen- tro, se hallase parte donde afirmar los piés. Y no fal- taron muchos que esci'ibieron se llamaba Barrabás, de cuyo nombre vaticinaban los ignorantes presajios infelices, i los discretos hacían misterio i cotejo de la diferencia de nombres entre Anjel i Barrabás. Estas voces, publicadas déla fama i del asenso uni- versal,ya falsas, ya verdaderas, causaban admiración i espanto á todos los que las oian; pero lo que se pu- blicó por infalible, [fué] que ti*aia gran cantidad de gri- llos, esposas i otros jéneros de prisiones para todos los indios caciques de la guerra, a quienes habia destina- do para sacar oro i plata de las minas i hacer tribu- tarios a todos los indios. Son estos rebeldes de Chile sumamente recelosos i sospechosos: oian éstas nuevas con gusano en el co- razón i trataron de asegurarse previniendo muchas8 MEMORIAS DEL cuerdas al arco para servirse de ellas conforme a la necesidad de la ocasión, pensando en su defensa to- dos los partidos que pudiese hacer posibles el caso, cuando aún con menores motivos suele obrar este vulgo vagabundo i enemigo de la paz, lleno de su- persticiones. I no hai que negar que en este tiem- po anunciaban los prodíjios del cielo mudanza en la república,6 pareciendo en el aire señales i cometas co- mo las que se vieron en Roma en las muertes de Augusto i de Jermánico. En este tiempo, pues, ya Don Francisco Mene- ses se venía acercando a los confines de su gobier- no i a la provincia de Cuyo que es de su jurisdic- ción, una parte de este todo, que yace dividida de la Cordillera nevada; i en la primera población que en- contró, lugar de cuatro casas pajizas con nombre de ciudad, se hizo recibir de gobernador, ambicioso del mando, i a largas jornadas llegó a la ciudad de Men- doza, cabeza de la misma provincia. Allí, provocado de las estrellas violentas de su jénio i de sus pensa- mientos, descubrió de todo punto el ánimo dañado que traia contra su antecesor. Congojábanle las in- sólitas alabanzas que en todas aquellas rejiones se publicaban de Don Anjel de Peredo, i la gloria mi- litar que habia ganado en la guerra parecíale se la había quitado de las manos, i brotaba el veneno que traia concebido en el pecho. Concurrian allí muchos que llevados de la novedad del nuevo gobierno, ó a sus pretensiones, atentos a conseguir aumentos, se iban con el corriente. No piense quien pierde la for- tuna hallar amigos, porque son dos correlativos que no andan desunidos sino por milagro. Solo en Don Anjel de Peredo ha tenido escepcion esta regla, co- mo se verificó después en los sucesos que se síguie- REISTO DE CHILE. ron, de que quedará ejemplo en el contesto de este discurso por muchos siglos en Chile. Poco importa que dos hombres 7 de baja calidad i vida manchada li- sonjeasen el oido al Meneses si allí mismo hubo mu- chos que, llevados tanto de la verdad como del afec- to, hablasen con libertad cristiana; pero reconocien- do que aplicar remedios a los humores crudos era imitarlos, suspendieron el ánimo; porque es loco el que pudiendo escapar de los rayos no se aparta de Júpiter. .Aquí se verificó el axioma vulgar qué el ti- rano comienza con odios, gobierna con impiedades i muere con escarmientos. Así corrían las cosas en la provincia de Cuyo cuan- do recibió el Meneses carta de Don Anjel de Pere- do, sumisa y atenta, con advertida relación del esta- do del Reino i de la guerra. Esta carta que debía estimar el Meneses por ser toda encaminada al ser- vicio del reí i a los aciertos de la provincia que ve- nia a gobernar, le inflamó de todo punto el ánimo i esclamó diciendo que no necesitaba de consejos sino de dineros. Hallábase Don Anjel en las fronteras de guerra i entre los soldados del ejército, solo atento i codicioso de lo que importaba al servicio del reí i crédito de sus armas, tan ajeno de intereses propios como el mundo publica. Ni siquiera pudiera pensar hubiese gobernador que aun antes de llegar a ejer- cer el mando manifestase los estímulos de su codicia; pero como sucedió al rayo detenido entre las nubes que salió con mayor ímpetu i comenzó a abrasar, así el Meneses, destemplado e imprudente en sus afec- tos, hallándose ya en tiempo de tirar las líneas pro- porcionadas a sus designios, prorrumpió en ira con- tra su predecesor. Es la ira un velo que se interpo- ne entre el entendimiento i la razón. Resolvió pron-10 MEMORIAS DEL REINO 1>E CHILE. 11 tamente desde allí nombrar un gobernador de armas en el ejército que suspendiese el mando a Don An- jel quitándole el bastón de la mano (desacato inau- dito!) Informóse de los sujetos que había en la ciu- dad de Santiago, i elijió* a Don Ignacio de Carrera que habia ocupado el puesto de maestre de campo jeneral; remitiósele órden que luego al punto partie- se a las fronteras i tomase posesión del cargo, como lo ejecutó, con amplísimas órdenes i comisiones para hacer i deshacer, obrando en todo sin limitación. Pu- do Don Anjel, con justificados pretestos, escusarse i resistir hasta la llegada de su sucesor, o por lo me- nos, hasta que se hubiese recibido en la ciudad de Santiago, metrópoli del Reino; pero el Don Anjel, como hombre que con larga esperiencia i fatiga ha- bía conseguido grandísima fama de prudencia, vien- do su fortuna tan resbaladiza i que los vientos ve- nían por la proa, amainó las velas i entregó el pues- to al gobernador de armas, tolerando con templanza loable el rigor del estado presente que amenazaba sangrientos los medios i los fines. ¡Bien cierto es que no hai cosa entre las acciones humanas que el inje- nio no las apruebe con apariencia de razón! Algunos culparon a Don Anjel de haberse mostrado tan fle- xible: otros alabaron la acción, a mi parecer con m is sólidos fundamentos. Saber colorir las injurias i pa- siones del ánimo con la quietud publica, es de hom- bre mui advertido i sagaz; pero esta elección de go- bernador de armas no solo tuvo fin desdichado, como de ordinario suelen las acciones malvadas i sutiles, que por nuevas i falaces sendas de invenciones van fuera del camino real, sino que permitió el cielo fue- se la ruina fatal del Meneses, 8 siendo estilo de la di- vina justicia en sus castigos disponer las cosas de suerte que se hiera con su misma espada quien le ofende, que entre sus manos se le rompa el arco i peligre en sus obras, i que ciega la prudencia se con- funda en sus consejos, sin que en esto fuerce Dios el librealbedrio, porque basta dejarle en poder de sus pasiones para que en nada acierte: verálo el que le- yere en el contesto de estas 3femorias, si el cielo nos concede la vida para acabarlas. 9 Por este tiempo, que era a los fines de Diciembre de mil i seiscientos i sesenta i tres, habia Don Fran- cisco Meneses montado el encumbrado promontorio de la Cordillera, con que tenemos ya a este mentido Aníbal al pié de los Alpes i a los umbrales de la ciu- dad de Santiago, corte de Chile, donde le veremos presto anegado en delicias, como al otro en Cápua.10 Fué recibido en esto, diócesis con aquellos aplausos que se hacen a todos los que entran a gobernar. Es la nobleza de Chile mui obsequiosa en estas demos- traciones; pero los hombres virtuosos i prudentes, atentísimos a las acciones del nuevo jefe, se penetra- ron, perspicaces, que tenia pensamientos desmedidos i que necesitaba del eléboro i sangrías de la cabeza: injenio demasiadamente vivo i altivo, ánimo fraudu- lento i lleno de perfidia, dispuesto a usar de cual- quiera execrable infidelidad, que es lo que hoi se celebra por agudeza i sabiduría. Nadie ignora que los sujetos de estas calidades son poco aptos para go- bernar a otros, i la misma esperiencia ha hecho co- nocer que estos tales con sus injenios demasiadamen- te resueltos, sirven mas de inquietudes que de bue- nos instrumentos para conservar la paz, que debe ser el fin principal de los que gobiernan provincias; i es máxima irrefragable que en el gobierno aquel aprueba mejor que, siendo de injenio i ánimo reposa- do, sabe mas prudentemente conservar la paz, por- que el mundo que por sí se gobierna con acierto, sue- le inquietarse con las quimeras de algunos inje—12 MEMORIAS DEL nios agudos que quieren saber i discurrir demasiado. Comenzaba ya a gobernar el Meneses con ruido- sos estrépitos, con espiritosa vanidad de sus gran- des prendas, lisonjeándose en este delirio, como !Pig- malion con su estatua, i Narciso con su sombra, des- preciando por inútiles a todos los que habian admi- nistrado el mismo cargo, dando oído a los malsines i soplones para que con la espada de sus embustes pudiese bacerse a todos formidable, tendiendo todas las velas al viento de la prosperidad. Su misma pre- sunción le llenaba los oidos de tanto viento que no podía penetrar el sonido de la verdad, i sin respeto de lo justo iba abrazando todos los partidos de que esperaba utilidad, previniendo mucbas cuerdas al ar- co para servirse de ellas en los medios de atesorar, dando todo el vuelo a la balanza de los intereses con increible i precipitado desenfrenamiento. Tras esto, la entrada en su cámara era fácil i manual a todos; pero esta virtud, que dejeneraba en estremo, la te- nían por vicio i se le reconoció encaminarse a mayo- res fines. Holgaba de hablar con todos, precisado de facundia, calidad mui dañosa en un sujeto inquieto i revoltoso, porque con ella obra mas la malicia. Así pasaba el Meneses engolfado en delicias, cau- sando con su ardimiento disturbios, chocando con la real.audiencia, tribunales i relijiones, rocas de diaman- teen lo puro. Fué mui escandaloso el encuentro 11 con el obispo Don Fr. Diego de Umansoro 12 el día de su entrada i recibimiento, pi'etendiendo saliese el obispo vestido de pontifical a recibirle en las gradas de la iglesia catedral, con la adoración de la cruz; materia impracticable i que solo se debe ejecutar con el reí o príncipe heredero. 3?ero el Meneses, lleno de ira i pasión contra el obispo, pasó al convento de Santo Domingo, i este fué el fundamento de los disgustos REINO DE CHILE. 13 que fueron sucediendo entre estas cabezas; pero de este suceso i de los que se fueron siguiendo, se infe- rirá por constante, que este gobernador entraba go- bernando a Chile con mas hondos pensamientos de los que tocan a unjeneral ministro subordinado. Pero en medio de esto se entretenía el Meneses en pasatiempos viciosos i en ir a bailar en todos los fes- tines i casamientos que se ofrecían, aunque fuese a casa de hombres plebeyos i mecánicos, con escánda- lo público i admiración de todos los que veían acción tan contraria i desusada en un m ijistrado, acordán- dose de la entereza i seriedad de aquellos grandes i respetables varones que habian administrado el mis- mo cargo; pero de estas fiestas hacia el Meneses tan- ta estimación, como de la que en otro tiempo se ha- cia en Grecia de las victorias alcanzadas en los jue- gos olímpicos. Entre sus desvanecimientos ostenta- ba la elección de muchos caballos i mui jenerosos, manchando su fama con el estremo en frecuentarlos i la codicia en adquirirlos; sus caballerizas parecían reales, i se engreía tanto en este delirio que imaji- naba exeder en valentía i lijereza a los celebrados antiguos que el jurisconsulto Budeo, no sin pasmo, refiere que corrían en una carrera dos caballos, mu- dándose del uno al otro con precipitada destreza. Empero, ni por esto se olvidaba de la ruina de Don Anjel de Peredo con nunca vista propensión 13 a su nombre i a sus virtudes. Hallábase Don Anjel en las fronteras, procurando con la modestia i el retiro templar el odio que contra él ardia. Sabia el Mene- ses la estimación, amor i benevolencia con que la Audiencia respetaba a Don A_njel por su cristiana prudencia, i que el doctor Don Gaspar de Cuba i Ar- ce, oidor de la misma Audiencia, grande amante de14 MEMORIAS DEL la virtud, era singular amigo suyo. Trató el Morie- ses de matar a este ministro; pero como esto no era mui fácil, se contentó con desterrarle a la provincia de Cuyo, como lo consiguió con frájiles protestos de visitas i otras comisiones aparentes. Pero el Morie- ses, con mas vehementes espíritus de venganza que con algún fundamento de razón, despachó rigurosas órdenes al gobernador de armas Don Ignacio de Ca- rrera para que prendiese a Don Anjel, le secuestra- se los bienes i le encerrase en un fuerte (caso raro!) Si consideramos que el Meneses no traia comisión, ni órden alguna para residenciar a Don Anjel, ni con- tra su persona habia en todo el Reino la menor que- ja del mundo, ántes infinitas aclamaciones de amor i fineza por su cristiano proceder; 14 esto era lo que mas le irritaba al Meneses. Corrian confusas las noticias de estas órdenes en la ciudad de la Concepción, i como la distancia hace las cosas mayores, llegaron a decir le habia para qui- tarle a Don Anjel la vida. No habia quien no se es- candalizase de semejante tirania, teniéndola por cier- ta: no se oia otra cosa en la ciudad sino un jeneral lamento de lágrimas i suspiros. Hallábase el gober- nador de armas atormentado entre la obediencia i el agravio que se le hacia a Don Anjel de Peredo; con gojábase de ver inculpable a este caballero i que fue- se victima sacrificada en las aras de un gobernador injusto i temerario. Las dudas del acierto le tenían perplejo; pero, espoleado de estos agudos i encontra- dos estímulos, resolvió manifestar las órdenes a Don Anjel, callando lo mas ágrio de ellas, ofreciéndose ablandar con templados consejos la furia de aquel natural, de cuyo sangriento apetito se iba ya recono- ciendo habia venido a Chile por azote de la indigna- ción divina. Pero los amigos i confidentes de Don REINO DE CHILE. 15 Anjel desde la ciudad de Santiago le intimaban el mortal aborrecimiento del Meneses i el peligro que corría en las fronteras; que en todo caso procurase ganar la ciudad de Santiago, asilo mas acomodado para librarse de los rigores de un tirano. Tales eran las cartas i tales sus aprietos que redujeron la ino- cencia de Don Anjel a desesperación: acabósele el sufrimiento, porque es el corazón como una mina que con mayor estruendo i destrozo revienta cuanto es mayor la resistencia. Elijió [JparaJ la fuga cuatro ca- ballos i un solo criado; sin otro aparato partió en el silencio de la noche i en solo tres dias corrió cien le- guas i llegó a la ciudad de Santiago, donde le deja- remos por ser forzoso ocurrir a la sublevación de los indios que sucedió en estos dias. Dejamos tocado cómo los indios de guerra que es- taban de paz, vivian asombrados con las primeras no- ticias que se publicaron del Meneses, i ahora mas atentos a las cosas que iba obrando en la ciudad de Santiago, donde tenian cuidadosas centinelas, trata- ron de sublevarse los de la costa de Arauco. Un in- dio Caniulevi, de inquieto natural i ánimo voltario, a quien no faltaba osadía para emprender, ni vivaci- dad para ejecutar, se hizo cabeza de la rebelión, i en congreso de muchos, es constante les habló en éste sentido:13-«No puedo sin tiernas lágrimas hablar de la causa que nos ha juntado aquí. Ya sabéis que des- pués de tantas guerras, calamidades i miserias pade- cidas, dimos nuevamente la obediencia a nuestro rei, solicitados i agasajados de un gobernador cristiano como Don Anjel de Peredo, que nos trataba como a hijos i nos estimaba como hermanos; i cuando está- bamos quietos i gozosos en nuestras tierras con nues- tras mujeres i familias, ha venido el nuevo goberna-16 MEMORIAS DEL dor Don Francisco Meneses, publicando guerra, en- cubriendo su codicia con títulos magníficos, preveni- do de muchos jéneros de prisiones para los caciques a quienes pretende meter en las minas para que le saquen oro i plata de ellas. Esperiencia tenemos de cuán odioso ha sido siempre nuestro valor a los es- pañoles, i que el nombre de libertad le convierten en rebeldía. El tiempo es oportuno para tomar las armas, sin aguardar a que el nuevo gobernador nos oprima. Tened, pues, todos en memoria, así los que os prometéis gloria, como los que salud-que ningu- na cosa se alcanza sin libertad, ni ésta sin guerra, ni la guerra sin brios i sin conformidad; pues, ¿quién habrá que no se disponga a probar la última fortuna para conseguir el ultimo de los bienes humanos, la li- bertad? ?Quién desconfía de la victoria, i quién no deseará morir por ella?» A. estas razones responden todos enfurecidos con las mismas demostraciones; i, habiendo dado órden a los principios de la guerra, se apartaron, no dando lugar al ócio ni a la tardanza, porque sabían bien a cuán manifiesto peligro está espuesto un designio grande repartido en muchos corazones. Estos provo- caron a todos los de aquella rejion de Arauco, que con facilidad concurrieron con el asenso i con la obra, llevados de su inclinación a la guerra o codiciosos de las presas i despojos, objeto único de los de esta na- ción. Tomaron las armas, feroces, i feroces dieron principio a ejecutar sangrientas hostilidades, muer- tes, incendios i robos. Aumentado, pues, el Caniu- levi de fuerzas, se puso sobre la cuesta de Villagran, provocando al gobernador de armas a la batalla, i Don Ignacio no la rehusó, ántes resolvió remitir al arbitrio de la fortuna el suceso. Llegaron al conflic- to de la batalla i ambos campos combatieron con REINO DE CHILE. 17 igual fortaleza de ánimo algunas horas. En ellas es- tuvo Marte dudoso, sin que se reconociese ventaja; pero apretando el Don Ignacio sus tropas con tesón inflexible, se declaró por él la victoria10. liecibió Don Francisco Meneses la nueva de este suceso con incomparable gusto por la noticia de la sublevación de los indios, que era. lo que deseaba, teniendo por uno de los principales objetos de su codicia el de las malocas i presas de esclavos, lo que no pudiera conseguir estando de paz. Continuaba su asistencia en la ciudad de Santiago, sumerjido en delicias, con mayor lujo que ántes: éste se iba aumentando a medida de la prosperidad, procedien- do en sus acciones con desalumbrado desenfrenamien- to, tratando de alborotar la república i el Heino. Todo reconocíase de la resolución que tomó de echar fue- ra del mismo Heino al obispo. Eran indecibles las quejas que daba por las calles i plazas este virtuoso prelado. Haciendo juntas de jente para irritar los ánimos de toda la república, procurando hacerle en ella odioso; de calidad que cuando resolviese echarle fue- ra del Reino aprobasen todos la resolución, i para no intimidar al obispo, si por ventura se quisiese de- fender, publicaba que si el obispo tenia escomuniones él tenia mosqueteros. Tan constante estuvo en el intento el Meneses, que juntó en la sala de la Audiencia los cabildos i relijiones i número copioso de personas de todos es- tados, i sentado debajo del solio con el oidor Don Juan de la Peña Salazar i el fiscal Don Manuel Mu- ñoz, hizo una larga i difusa oración contra el obispo, refiriendo tales indignidades de su persona que no las pronunciara un heresiarca; i acabó diciendo que escomulgaba sin causa, como si esta materia estu-18 MEMORIAS DEL viera sujetn a su censura. Persuadió al pueblo no es- trañase cualquiera resolución que tomase; entróse luego con el oidor i fiscal en la sala de acuerdo, per- suadiendo a estos ministros se despachasen provi- siones reales para el destierro del obispo. Resistiólo con valerosa i cristiana entereza el doctor Don Juan de la Peña, Salazar por no hallar causa ni pretesto justo para ello; pero esforzando el Meneses su de- pravado ánimo, hizo se leyesen en el acuerdo diez i nueve capítulos «pie llevaba escritos i apuntados con- tra el obispo: tales eran que aun en Inglaterra te- miera publicarlos un hereje! Pero viendo el Aleneses al Don Juan de la Peña entero, inflexible en su dictúmen, prorumpió en iras, diciendo quitaría cabezas i estinguiria la Audiencia, con otras palabras indignas de un vasallo del rei. Saliendo «le allí, incesante puso en arma la jente de guerra que habia traído de España i la que hai del ejército, que la tenia, a la vista para hacerse formidable, como asimismo las compañías del núme- ro que nombran batallón17. Cercó con escuadras ar- madas la casa dol obispo, la del oulor Don Juan de la Peña Halazar, atemorizando al obispo i amena- zando de muerte al oidoi- si no despachaba provisio- nes para echar al obispo del Reino. Reconocía el Me- neses el peligro de ejecutai'lo por sí solo i quiso va- lerse de la Audiencia; perp viendo por esta parte in- vencible la materia, usó de una oficiosa alevosía de las de su jénio: mudó temperamento, quiso hacerse amigo del obispo i tuvo modo de reconciliarse con él. El, pues, que estaba a la mira i que tenia por cierto que aquel dia so habia de perder la república, reci- bió incomparable alegria de la concordia, viendo ce- sar tan sangrientos i escandalosos disturbios, i se re- picaron las campanas de gozo. REINO DE CHILE. 19 No trataba el Meneses de pasar a las fronteras de guerra, asistencia i receptáculo de gobernadores. Re- mitió órdenes al gobernador de armas amplísimas para que obrase como su misma persona, sin limita- ción; pero todo esto era aniquilarse el Meneses a sí mismo i destruir su reputación, que no puede conser- varse cuando el pueblo vé al superior anegado en festines i deleites i que su principal cuidado i la mas honrosa ocupación suya la trasfiere a un ministro. Hércules hizo que Atlante le dejase su lugar porque se conociese estaba el Olimpo mas seguro sobre sus hombros. liémonos detenido en la narración de este suceso por no confundir la série de los tiempos, i ahora es preciso ocurrir a los de Don Anjel «le Peredo i sus peregrinaciones en la ciudad «le Santiago, que no fueron pocas ni pequeñas. Presentóse Don Anjel intrépido al Meneses, que le recibió con aparentes «lemost.raciones de obsequio i benevolencia i entre alternadas quejas i satisfaccio- nes de uno i otro comieron juntos. Mandó el Mene- ses se le pusiera guarda de soldados por decoro de su persona; pero ésta que en la apariencia parecia honra, se le conoció era mas desconfianza que culto, porque siempre el Meneses tenia secretas i cuidado- sas centinelas a la vista que espiasen todas las ac- ciones de Don Anjel. Los que miraban con ojos de lince las cosas i co- nocían al Meneses falso en las promesas, vário en sus resoluciones i pensamientos, «lecian que el odio quedaba amortiguado pero no estinguido i que ener- vaba1^ Meneses con a«puellos artificios mayores de- signios, porque las sospechas declaradas nunca se curan perfectamente.20 MKMORIAS DEL Este bien fundado capricho salió tan ajustado que, habiendo el Meneses en pocas horas mudado tempe- ramento, resolvió prender a Don Anjel, remitirle con prisiones a las fronteras de guerra i sumerjirle en un fuerte o que le quitasen la vida en el camino, arro- jándole con las mismas prisiones en uno de los cau- dalosos rios que se interponen en aquella distancia. No me atrevería a afirmar esto último por el solo i muchas veces engañoso rumor de la fama, i es ne- cesario acudir a las razones de verosimilitud cuando no se puede hallar probanza concluyente. El mismo capitán destinado para conducir a Don Anjel, a quien se le dió la órden secreta del asesinato, lo declara. Véase ahora si podemos llamar tirano a Don Francis- co Meneses, o si Tiberio, a quien el pincel de Tácito pinta tan sumamente malvado, ejecutara maldad tan execrable! Disponíale, pues, la prisión de Don Anjel con grandísimo silencio i recato; pero como semejantes cosas no se pueden ejecutar tan presto porque la grandeza trae irresolución, el miedo tardanza, i la dilación acrecienta dificultades1"... No tuvieron tanto trabajo en resolverse como en buscar los medios de la ejecución; pero como semejantes acciones no pu- dieron jamas enmascararse i las piedras hablan en tales ocasiones, llegaron a oidos de Don Anjel las noticias, a tiempo que ya estaban prevenidas escua- dras de jente armada para el caso; i sin alterarse sa- lió de su posada i ganó el convento de San Francis- co, adonde los frailes tanto por el amor entrañable que le tenían como por el odio contra el Meneses, le acojieron con demostraciones de fineza i obsequio20. Apenas se habia retirado Don Anjel al sagrado de la iglesia cuando entió en su posada el correjid.or de la ciudad, reforzado de jente, a ejecutar la prisión. REINO DE CHILE. 21 Esta novedad publicada en el pueblo alteró estrafia- mente los ánimos de todos. Buscó el correjidor la casa, rincones i oficina; i corrió voz que a un san o de escultura, bulto grande que estaba en un aposen- to cubierto con un lienzo, le dieron muchas estoca- das pensando era el que iban a prender: tal fué el desatino que se divulgó. Pero el Meneses luego que supo se le habia vola- doi el_pájaro que tenia en la mano, bramando de co- raje i adelantando mas cuerdas ni arco de sus pen- samientos, ordenó al correjidor fuese a San Francis- co i le sacase del sagrado. Revolvió todo el conven- to con esquisitas dilijencias i se retiró sin progreso. Aquí el Meneses a fuer de loco salió de madre en sus furias, i mas reforzado de jente, fué en persona al convento de San Francisco, resuelto a sacar a Don Anjel. Los frailes advertidos le abrieron la puerta, i dejándole entrar solo, echaron el golpe a la llave, quedándose fuera los que le acompañaban. Ninguna ponderación es bastante a encarecer las furias con que prorumpió el Meneses en vituperios contra Don Anjel i los relijiosos; pero el guardián, hombre es- clarecido en virtudes, revestido de otro Elias, le per- suadió se guardase de la ira de Dios i de la deses- perada resolución de los hombres que le anunciaba se habia de ver presto mas acosado i aflijido que aquel inculpable i cristiano caballero a quien tan ti- ránicamente perseguía. A este tiempo que era ya de noche, se habia jun- tado el pueblo en la misma plazuela del convento, los hombres con armas, las mujeres con piedras, i los muchachos con diferentes instrumentos, unos i otros furiosos en favor de Don -Anjel, todos con mal- diciones execrables contra el Meneses, dispuestos a prorumpir i defenderle si le sacaba de la iglesia;22 MEMORIAS DEL pero viendo se retiraba el Meneses sin Haberlo con- seguido, se aquietaron. Es opinión acreditada que si el Meneses saca a Don Anjel de la iglesia, el pueblo irritado de la sin- razón i de otras muchas injusticias i agravios, ejecu- tara cualquiera temeridad en el Meneses. T^a propensión21 que tenia a Don Anjel i a todos aquellos que le tocaban, no es ponderable. Era corre- gidor de la ciudad de Santiago cuando el Meneses llegó a los confines del Reino el maestre 22 de campo Don Pedro de Prado, amigo i hechura de Don An- jel; remitió luego al nuevo gobernador a la provincia de Cuyo, grande i costoso aparato para su avio i el de su comitiva, i no se mostró ménos atento i jene- roso en tenerle dispuesta casa para su morada, ador- nada de cuantas alhajas preciosas pudo pintar la cu- riosidad. Callaré los exesivos gastos espendidos en estas honoríficas demostraciones, porque cuando el corazón bate moneda en el ánimo de un caballero ministro i cortesano, dan mucho de sí los caudales. "Reconoció el Meneses en este sujeto prendas de mayores empleos, i por ventura en su mente lo des- tinaba para las indignaciones de su jénio. Resistíalo el saber era hechura i amigo de Don Anjel. Deseaba hacerle difidente: acariciábale el Meneses astuto, apacentado por ventura de aquella esperanza; i qui- so ser padrino de una hija que le habia nacido. Solem- nizó el acto con asenso plausible: corrió de lazos el Meneses con el concurso de la nobleza en honra de la recien bautizada i de sus padres, i para mayor ce- lebración hizo correr al fiscal de la Audiencia Don Manuel Muñoz que le acompañaba, i corrió con pri- mor, sin embargo déla toga ni de la gualdrapa.23 A es- tas galanterías correspondió Don Pedro jenerosamen- REINO DE CHILE. 23 te con vajilla de plata, preseas i regalos de gusto i es- timación; pero todas estas demostraciones, cubiertas con tan honroso manto, tuvieron fin desdichado en breves dias, porque el Meneses viendo al Don Pe- dro constante en la fe de Don Anjel, o ya porque no se conformaba con sus inclinaciones, le despojó del oficio de correjidor, le quitó el de proveedor del ejér- cito, le prendió i molestó, causándole gravísimas pér- didas i menoscabos de hacienda que como hombre de negocios tenia dispuesta para sus fines i aumentos. Tal fué la liviandad del Meneses i tal la conjetu- ra verosímil que se hizo de su juicio para lo futuro del gobierno que entraba administrando; i éste fué uno de los primeros movimientos de que. como de injuria conocida, quedó la ciudad pasmada; i de aquí se comenzaron a entibiar los ánimos conjeturando lo que de un juicio tan estólido podia aguardar el Iieino. Pero cuando al beneficio recibido se le debe gran reconocimiento, siempre el ánimo ingrato con- vierte su obligación en odio i no se le ofrece objeto tan aborrecible como la persona del bienhechor. Continuaba el Meneses su asistencia en la ciudad de Santiago, corte de Chile, sobradamente envaneci- do i soberbio con la repentina pi-osperidad en que se hallaba, i aumentábase formidable con las finjidas adoraciones que se le hacían. JXejistra el profeta Je- remías por mandado de Dios la ciudad de Jerusalen: entró en casa de un majistrado creyendo hallarle acendrado en virtud por ser noble, por ser rico i juez; pero hallóle engolfado en delicias, celebrado de li- sonjeros i aduladores, cifrando todo su cuidado en la diversión de los gustos, admitiendo agasajos por am- bición, creciendo con ellos en soberbia. Bien pudié-. ......... 24 MEMORIAS DEL. ramos copiar en este majistrado un fiel retrato del que vamos describiendo. ¡Oh infeliz Don Francisco de Meneses! Quién pudiera desengañarte cuando esta- bas en el zenit de tu prosperidad, de cuán cerca te amenazaba el daño i que esas mismas prosperidades que te aseguraban eran el mas evidente peligro de tu ruina! Cuando mas estrechos abrazos dá la yedra al olmo, mas solicita su daño! — Engreíase el Meneses con las finjidas adoraciones que se le hacían, bajísimas sumisiones de temor. Acordábanse los mas antiguos de aquellos valerosos hijos que produjo Chile en su primera edad, que mo- rían por vivir en aquella libertad cristiana que les concedió la naturaleza, lamentándose de que ya no era esta rejion fecunda de hombres jenerosos, como Atenas de filósofos i Esparta de capitanes. Vivían todos oprimidos. El alma aflijida siempre se queja i la mano siempre corre a la herida. Veía la nobleza de esta ciudad, cabeza del Reino, que el Meneses a toda furia trataba de oprimirla para quitarles la li- bertad i echarlos en el piélago de la servidumbre, como piedra que a fuerza de brazos es arrojada al mar sin esperanza de volver jamas arriba. Estaban las cosas tan depravadas, que los amigos engañaban a los amigos, la mas firme amistad no lle- gaba a los altares, los oidos de conocidos i no cono- cidos eran sospechosos. De las paredes i cosas inani- madas so desconfiaba; todo era callar, encojerse o mirar al cielo; no había, cosa segura de los delatores i chismosos, jente cruel que el desórden habia halla- do para asolar a todos, i eran tan bien recibidos que a sus mentiras no se daba castigo sino premio, cuan- to eran mas firmes en sustentar las falsedades i cul- par las inocencias. Perdíase el respeto a lo sagrado, el temor a las leyes, la virtud se castigaba como de- RKIXO DK CHILE. 25 lito i el delito se premiaba como virtud: solamente la hipocresía era despreciada, porque como en otros tiempos se afectaba la apariencia de las virtudes pa- ra merecer los puestos, en éste se afectaban los vi- cios para alcanzarlos. ¿Quién penetrará la causas ocultas que mueven a la Divina Providencia en la distribución de los puestos? Evidente argumento que tal vez se dan por castigo i no por premio! Cedamos, pues, a los decretos soberanos sin investigarlos, ni acusar que haga Dios un tirano médico i un gober- nador estrago de los hombres. L«a Audiencia Real, instituida i fundada para ad- ministrar justicia i desagraviar a los vasallos del reí, se hallaba sin ejercicio, sus ministros sin autoridad, tímidos i aniquilados. Era el decano Don Alonso de Solorzano i Velazco, sujeto de sangre, intejérrimo i docto. Este ministro que parecia tener mas estre- cha familiaridad con el Meneses, vestido de celo, in- tentó persuadirle lo aflijido de la ciudad i que el Reino después de tantas calamidades padecidas de- seaba verse gobernado de un ministro cristiano i apa- cible. Trajo a la memoria ejemplares de hombres ilus- tres que habían gobernado a Chile, que siendo go- bernadores parecían ciudadanos; tocó en los agravios hechos a Don Anjel de Peredo tan injustamente, pa- reciéndole era ya tiempo de que el Meneses se ha- llase arrepentido, porque las cosas grandes suelen mudar semblante en un momento. No tuvo en ésto otro fin Don Alonso de Solorza- no que moderar los caprichos del Meneses i reducir- le al camino de que su ambición i soberbia le habia desviado, que no obliga ménos quien enseña la sen- da al que la pierde que quien muestra por donde se ha de caminar. Bien cierto es que el que desengaña26 MEMORIAS DE ti parece que acusa las acciones i se muestra superior en juicio i en bondad. Sufren mal los superiores que no son atentos, cristianos i prudentes esta superiori- dad, paréceles se les pierde el respeto en hablarles claramente. Estas cordiales advertencias dichas con tanto ce- lo por un ministro cristiano i concolega, irritaron tanto el ánimo del Meneses, hombre de resuelto i vehemente natural, ni de suerte alguna flexible a las quejas de los que parecia se querian oponer a sus in- clinaciones, Cepa®] prendió a Don Alonso de Solorza- no, formó luego causa i fulminó proceso contra él con testigos falsos, que era fácil hallarlos, le desterró i aflijió indignamente, hasta que promovido a la nue- va fundacion24de la A udiencia de Buenos Aires se li- bró de estos peligros. Hemos anticipado este suceso que queda tocado a las escandalosas competencias que Don Francisco Meneses habia formado con el obispo Don Frai Die- go de Umansoro. ilustre i apostólico varón, que lle- gaban a disturbios. Ya se ha tocado cómo a la en- trada de Meneses pretendió le recibiese el obispo vestido de pontifical, materia inusitada. Quedó im- preso en el ánimo del Meneses el veneno de no ha- berlo conseguido, i brotábale continuamente contra este santo prelado. Ninguna cosa debe un goberna- dor venerar i respetar tanto como a los prelados de las iglesias i a la autoridad de la sede apostólica, es- cusando con los obispos disgustos, aunque tengan de su parte a la razón. La impiedad i la imprudencia sue- len hacer reputación de la entereza con los obispos; no es con ellos la humildad flaqueza sino relijion, no es descrédito sino reputación. Los rendimientos msis sumisos de los mayores príncipes son magnanimidad REINO DE CHILE. 27 piadosa: nunca resulta de ellos infamia, antes singu- lar alabanza; son pendencias de que nunca se sale de buen aire. Este inculpable prelado padecia inju- rias indignas de escribirse: llegó a tanto el odio del Meneses que escribió de sus manos un papel con tí- tulo de «El Soldado Chileno», no papel sino libelo in- famatorio, desvergonzado i atrevido contra este san- to obispo i contra Don Anjel de Peredo, que eran los dos objetos mas aborrecidos que él tenia, en que entraron también otras personas de calidad relevan- te. Para que se publicase por el mundo remitió a su auditor jeneral a Lima con otros pretestos. Digo que remitió a Lima a su auditor Don Alvaro Nuñez de Gruzman, ministro suyo i de los forjados en su mis- ma turquesa, para que hiciese imprimir el libelo sin aprobación ni licencia, como lo hizo el impresor, so- bornado del dinero2"'. Son los prelados eclesiásticos los que con su au- toridad se suelen interponer en los comunes disgus- tos que acontecen entre el que gobierna i los súbdi- tos, que como pastores de sus ovejas desean la quie- tud i aumento del rebaño, i el pueblo se desconsola- ba estrañamente de que le faltase este recurso, así para las causas comunes como para las particulares de Don Anjel de Peredo, a quien amaba, i se halla- ba en su retraimiento agasajado de los frailes, queri- do de la nobleza i venerado de todo el común. Pero qué importa que Don Anjel se viese aplaudido del pueblo, si no preguntamos en que estado se hallaba su crédito en el palacio soberano del gran Meneses, en aquella palestra universal donde se esgrimían los ace- ros políticos de la envidia, la lisonja i a mejor librar la fortuna en aquella lucha perpetua de todos vientos? Como a propio Ateneo en aquel mentiroso comba-28 MEMORIAS DEL te que blasfema Tácito, cuando dice que el que fue- re alabado en público se tema calumniado en secre- to; padezca Don Anjel trabajos, que el varón gran- de en naciendo se diferencia: favorécele el cielo, re- gálale la fortuna, i cuando después le fatigan, le en- grandece. Empresa dificultosa parecía hallar medio o cami- no al alivio de Don Anjel, si se habia de regular con el ánimo obstinado del Meneses i con los consejos de" aquellos lisonjeros que tenia a su lado, siendo éstos semejantes a aquellas langostas del Apocalip- sis 3on rostros de hombres i dientes de león con que derriban las espigas del honor. A la espada aguda comparo estas lenguas del Espíritu Santo i también a las saetas que ocultamente hieren a los buenos.. David los perseguía como a enemigos; mas aquella Altísima Providencia superior, fuera de cuya dispo- sición no sucede un mínimo accidente, tomando por medio e instrumento al mismo Meneses, proveyó el remedio por las mismas manos que ofendían a Don Anjel. Reconoció el Meneses que no habia tenido pre- testo ni color aparente que con justificados velos pu- diese encubrir sus desaciertos i los agravios hechos a Don Anjel, i menos ignoraba el dolor i asombro que habían causado en todo el Reino, i las culpas que se le atribuían, que le hacían aborrecible. Trató de medios i reconciliaciones, pero Don Anjel, poco se- guro de sus promesas, procedía recatado; pero bien afianzada la materia por los que se interponían, salió del convento, i quedaron conformes. Obtuvo Don Anjel licencia para el Perú; pero nunca bien satisfe- cho del Meneses, siempre receloso i advertido, par- tió para el puerto20, que dista veinte leguas de la ciu- dad, acompañado de amigos i numeroso séquito de REINO DE CHILE. 29 frailes que no le perdieron de vista hasta dejarle embarcado. Tal fué la peregrinación de Don Anjel de Peredo i tal el afecto i veneración que le tenían en Chile por lo cristiano de su proceder. Habia eltjido Don ^Francisco Meneses por su va- lido i mayor confidente a Don Melchor de Cárdenas27, que habiendo sido criado de Don Martin de Mojica2a se hallaba desacomodado i pobre. Solicitó el Don Melchor industriosamente la introducción para ade- lantar la fortuna corta en que se hallaba; i estable- blecido el valimiento entró ofreciendo arbitrios do juntar dineros. Tienen las ofertas algún veneno oculto; así, desde luego para fortalecer su partido, fué abrazando to- dos los medios de que esperaba, utilidad en que au- mentar a su jefe i aumentarse a sí mismo: penetró el natural «leí Meneses i conformóse tanto con él que pa- recían tener ambos corazones un mismo movimiento. La conformidad conserva la afición, i de aquí na- ció tan entera confianza que el Meneses, desconfiado de todos, no desconfiaba de Don Melchor. Mas, co- mo los superiores no hacen cosa sin algún funda- mento, uno tenia el Meneses en favorecer al Don Melchor, i otro el Don Melchor en serA'ir al Mene- ses: aquel quiso de este valimiento sacar provecho, i éste con su industria adquirir tesoros. Algunos pensaban que no era la del Meneses toda afición sino necesidad, porque conociendo el ánimo del Don Melchor, sujeto a cualquiera maldad, que- ría valerse de sus trazas para adelantar mas la línea de su intención. Hemos suspendido hasta este tiempo hablar del casamiento que ya habia celebrado Don Francisco30 MEMORIAS DEL Metieses de secreto con. la hija de Don Francisco Sai-avia29, dama de ilustres prendas i sangre. No se pudo mejorar la elección si faltara lo irritante de las leyes que prohiben el casarse los majistra- dos en las provincias que dominan3"; pero ¿ qué nos admira si las hermosuras grandes desean ser cele- bradas, i los favores de los poderosos siempre se estiman? Preguntar por qué se quiere bien lo her- moso es cuestión de ciegos; mas, pensar que los go- bernadores de Chile no pueden cuanto quieren, es mayor ceguedad que la primera. Hablábase en el Reino con variedad de este matri- monio por no hallarse probabilidad31, ni que ningún eclesiástico hubiese dado licencia para celebralle; i esto se corroboraba con que el obispo de la diócesis, tan injuriado del Meneses, i una Audiencia tratada con tanto desdoro, que necesariamente habían de pro- curar sacar a luz el secreto, nunca lo pudiesen conse- guir. Divulgóse que un relijioso, tio de la dama, pi- dió cautelosamente licencia al provisor para casar a Francisco Brito con Catalina de Inestroza, nombres propios de los contrayentes, mudados los apellidos de sus varonías. Si el provisor penetró el intento no se sabe, i si le penetró, observó constante el sijilo. Pero el Meneses, así como de los venenos se confec- cionan triacas, pensó que con lo unido de este ma- trimonio, ligado en parentezco recíproco con una fami- lia tan poderosa i estendida, le ofrecía la ocasión mas espacioso campo a su fortuna; tendió todas las velas al viento de su esperanza, abrazando sin respeto de lo justo todos los partidos de que esperaba utilidad. Es el arte de dominar como la óptica que engaña la vista con las sombras i talvez con las mismas lí- neas cadentes puestas en debida medida de luces i REINO DE CHILE. 31 de sitios. Imajinaba el Meneses con hondos pensa- mientos hacerse grande con la ruina de todos. Mu- chos gobernadores se han perdido persuadidos a que es herencia i propiedad las provincias que dominan, que de ellas pueden usar a su modo i que no están sujetos a las leyes sino libres para los apetitos de su voluntad, que es lo que puntualmente se ha ajusta- do en el Meneses. Jlabian llegado las cosas a tal estado, que ni los de baja condición tenian con que vivir, ni los de ma- yor grado podían sustentar su decoro. Era el Meneses indust l ioso i vijilante pai a sus fi- nes; tenia, entendimiento pronto para conocer a los sujetos i olejir los medios necesarios para adquirir, acomodándose a llaneza i severidad conformo a las ocasiones. Ibase aumentando tanto en hacienda que pensaban muchos halda traído consigo la piedra filo- sofal, o la. ciencia química. Valíase para los medios de atesorar de unos hom- bres que en la desenvoltura de sus proposiciones descubrían la bajeza de su nacimiento; pero el único instrumento ei-a Don Melchor de Cárdenas cuyas acciones estaban tan desacreditadas i él tan aborre- cido del pueblo, que será fuerza decir habia empeo- rado con mucho exeso la naturaleza del Meneses, de que se le iba aumentando el odio público; i los hom- bres virtuosos que sin envidia miraban su prosperi- dad, no podían sin dolor ver su arrogancia. No importa que el favor cause a los grandes celos, a los iguales envidia, a los pequeños odio, como el interés particular no ahogue el público, porque si esto pasa, i por enriquecerse se empobrece el Reino, será el superior menospreciado i el valido esperimentará que no hai mas cruel suplicio que ser aborrecido de todos.32 MEMORIAS DEL Hablábase con temeridad en todo el Reino i no faltaban sátiras, que tienen doblada libertad por sel- los autores secretos i ser buscadas con mayor deseo por tener puntas agudas e injeniosas; pero es de ad- mirar que el Meneses con tan vivo injenio, hallándo- se ya casado i con ánimo de vivir en Chile, no trata- se de hacerse bien visto, valiéndose de aquel común axioma vulgar de las Indias, «hablar bien a todos i quitarles las capas», que es la máxima que traen ob- servada los que pasan a ocupar puestos a estas rejio- nes. Pero era tan al contrario, que no habia quien vi- viese seguro de sus rigores ni pasease las calles sin miedos: todo se reducía a destierros, cárceles i pri- siones. Era el Menóses espíritu de venganza, destempla- do en sus afectos; satisfacía mas a la ira que al ho- nor con la autoridad real, que cuanto mas lejos del príncipe de cuya cabeza mana, suele mostrarse mas horrenda: así no habia hombre seguro, todo lo avasa- llaba el Aleneses. Pero en nada tan primoroso como en sembrar odios i discordias entre los poderosos, usando de una oficiosa alevosía pai*a descubrirles el pecho i que brotasen el veneno si le traían concebido los caballeros i vecinos, hombres claros por naci- miento. No hallaban medio en conservarse seguros: asistíanle por temor, i si lo dejaban de hacer, enjen- draba sospechas i los acusaba de mal afectos. Li- sonjear mucho era tan sospechoso como no hacerlo; retirarse a sus haciendas de campo también era sos- pecha de infidelidad. Muchos lo rehusaban aunque conocían que la vida solitaria es mas segura, la civil mas peligrosa, la rústica mas agradable i maestra de templanza. Pero no es ahora tan honrosa i alegre como cuando aquellos grandes capitanes iban del triunfo al arado, del arado a los ejércitos i de la he- REINO I>E CHILE. 33 redad al senado; la tierra misma se recreaba en dar fruto abundante i reconocer la labor de manos victo- riosas que la cultivaban con reja coronada de laureles. "Pasaba, pues, el Aleneses en la corte de su go- bierno, la ciudad de Santiago, entre regalos i place- res, buscando ocasiones de acrecentamientos en las miserias publicas, solo atento a atesorar. Para ello no hubo iniquidad que no intentase; las primeras le animaron a las demás. TLejia el propio interés el curso de todas sus acciones; a nadie parecía mate- ria de duración semejante inodo de proceder. No faltaban políticos discursistas que decían se- guía el Aleneses la doctrina de Alaquiawlo cuando dijo entre sus errores, que se perdían los hombrea porque no sabían ser malos. Engallóse este florenti- no hereje en ésto como en todo lo que escribió. No se pierden los hombres porque no saben ser malos, sino por ser imposible sustentar mucho tiempo on estremo de maldades. Todos los gobiernos desean adquirir buena fama i hurtarle A la posteridad el ceño con que se ha de acordar de sus obras. Lo que importa es gobernar temiendo a Dios, procurar ser amados, reinar en los corazones. El absoluto se ceba en tirano, el remiso declina a menosprecio; conviene un igual tempera- mento, una mediocridad que le haga temido i amado, que es lo mas dificultoso de la sabiduría poseer con medida. Pero no es justo quede solo reducido a misterios lo que por mayor se ha tocado de la avaricia de este gobernador. Referiránse algunos, aunque pocos, de los arbitrios con que adquirió tanta suma de tesoros para inteligencia del que leyere, aunque lo pintado pocas veces escapa de ser injuria de lo vivo.34 MEMORIAS DKL El primer delito fué usurparle al rei su misma re- galía. Mandó publicar bando pata que todos los ve- cinos feudatarios del Reino presentasen sus enco- miendas; i aquellas en que reconocia algún defecto, por leve que fuese, las daba por vacas i las volvía a encomendar a los mismos dueños, concertando el pre- cio i la cantidad conforme al número de los indios; i si la encomienda estaba en sola una vida le acrecen- taba otra porque se acrecentase la suma. Tan im- portante fué este congreso de encomiendas que no quedó oro, plata ni joyas en todo el Reino de Chile que no parase en poder del Meneses. No faltó quien a Don A_njel de Teredo en su gobierno le diese el mismo arbitrio i propusiese el mismo asunto; pero él se inmutó de oirle, pareciéndole la materia no solo injusta sino llena se permite. Pretendía el Meneses parecer tan poderoso que podría cerrar con candados los labios de los hombres i quitarles la libertad de murmurar i que- jarse debajo del yugo de la servidumbre. El no per- donar nada ea propia acción de tiranos. Parecía que aquellos fuertes se hablan plantado solo para desterrar a hombres de méritos. Entre los muchos quedó preso Don Ignacio de Cari cia. En este estado de cosas so acercó el Meneses a la ciudad de la Concepción i entró en ella, como triun- fante, tan lleno de arrogancia i soberbia, que elijió corouista que sacase a luz sus ola-as i escribiese sus fabulosas hazañas. Corre hoi en estampa una rela- cion florida i aseada que visto cautelosamente las fá- bulas con tal artificio que mueven igualmente las verdades, i en este traje es tanto mas peligroso el engaño, cuanto es mas apetecido del pueblo que se deja llevar del blando sonido de las voces, sin el ri- guroso examen de la verdad o la mentira que en ella se envuelven; i así, a ningún veneno se debe ocurrir tan seriamente como a las relaciones falsas que en- gañan con hermosura de estilo, ni hai locura mas lastimosa que sudar con la pluma en la mano para infamar con escritos mentirosos, sin dar honra algu- na a quien pretendió adular. I es dolor que un ta- lento que con largas fatigas había ganado tanta fama de prudente como el del autor con otros escritos que de su lucido injenio corren impresos, haya desacre- ditado su pluma con semejantes pati-añas43. Pero hai48 MEMORIAS DHL, hombres que dejan imperfectas sus acciones, o por flojedad en la fortuna próspera o por cobardia en la adversa. Atribuyámoslo a la malignidad de los tiem- pos para disculparle i recibámosle en cuenta los tra- bajos que después padeció en un fuerte donde le des- terró el Meneses i padeció fatigas merecidas de su facilidad. Entreteníase el Meneses en la ciudad de la Con- cepción haciendo mal a los caballos i a los hombres. Habia tenido unas falsas noticias de que Don Anjel de Peredo en Lima trataba poco favorablemente sus cosas; siendo verdad que vivia con perpetuo olvido de los agravios recibidos. Encendióse el Meneses en sus antiguos rencores i ardiendo en nuevo odio volvió a perseguir a Don TViijel i hticer nuevas informaciones sobre su crédito; solicitó testigos obligándolos a de- clarar contra la candidez de un caballero inculpable. Hoi lo lamentan los mismos testigos, hoi están pi- diendo perdón a Don Anjel, disculpándose con las amenazas que les hizo el tirano: por este termino lo publican. Oh! válgame Dios, qué de ofensas se ejecutaban! Acumulábanse pecados a pecados. Ni por estas dilijencias se olvidaba de la ruina de Don Ignacio de Carrera que, desterrado en el fuerte de San Pedro, sufria con valor i paciencia las aspe- rezas de su fortuna, que es lo que alabó Tácito de su suegro Agrícola contra las tiranías de Domiciano. Fulminó causa el Meneses contra él, acumulándole que habia procedido en su ejercicio como gobernador supremo del Peino, que proveía compañías i decre- taba memoriales, poniendo en los actos públicos si- lla i cojín; cosas todas ridiculas i sin sustancia. Em- pero, para forzar mas el intento le acumuló habia usurpado una suma de hacienda del situado que ha- REINO DE CHILB. 49 bia distribuido por su órden; complicando en este delito a los oficiales reales Don García de "Vallada- res i Don Miguel de Cárcamo, ministros fieles i acre- ditados por su limpieza. Pero para asegurar mas su dañado intento hizo que la veeduría diese certifica- ciones falsas que corroborasen la materia. Ibase acercando el arribo del situado en que tenia el Meneses fundados sus intereses, i pareeiéndole que los oficiales reales propietarios pudiesen hacer alguna oposición por ser ministros enteros e inflexi- bles, los desterró a diferentes fuertes, suspendiéndo- los del uso de sus oficios, i elijió otros a su medida. Todos los hombres ancianos adornados de méri- tos, prendas i virtudes que veían obrar al Meneses con tan absoluto poder, las cosas tan resbaladizas i peligrosas i el Peino en tan fluctúan te estado se en- cojian i amedrentaban creyendo piadosamente que Dios hiibia enviado a este gobernador para castigo de Chile, i dejando las cosas al beneficio del tieuqjo i a las esperanzas futuras aguardaban a que el cie- lo abatiese aquel sangriento apetito de abatir a to- dos i reprimiese la soberbia i ambición con que el Meneses tejia tantas telas de dominar. A este tiempo que era por los fines de Abril de G6-5, llegó el situado i socorro para la jen te de guerra, i [que,] como ya hemos tocado. Lera] uno de los objetos mas importantes del Meneses. El respeto i decoro con que los gobernadores antiguos trataban este jénero de hacienda era tal que la miraban como cosa sa- grada; pero el Meneses luego que surjió el bajel en el puerto i reconoció la suma que venia en ropa i plata, elijió la mayor porción de uno i otro, sin res- peto de lo justo ni de las órdenes reales que dispo- nen la espedicion de este jénero de hacienda. Se 450 MEMORIAS DEL vieron cambiar los fardos del bajel que los condujo a otro que estaba próximo para el puerto de la ciu- dad de Santiago, con tanta libertad i desahogo, que no parecía aquella hacienda del rei sino propia del Meneses i que A'enia destinada solo para sus fines. Así sacó del situado ciento i ocho mil pesos sin con- sentir en las creces (llaman creces a aquel aumento de precios que se hace ordinariamente a los mismos jéneros para llenar las obligaciones de las pagas for- zosas, haciendo un respectivo balance de la suma que se recibe con la que es precisa para satisfacer los débitos). Todo ejecutaba el Meneses con pretes- to de aquellos granos que en los confines de la ciu- dad de Santiago le sombraban i cojian sus malos co- rrejidores, sin costo suyo i con agravio de muchos po- bres. Pero para dar valor a estos granos i fortificar mas aquel asiento que habia celebrado, i necesitar al ejercito i fronteras a valci%se de ellos, desbarató la justa i cristiana prevención quo Don Anjel de Pe- redo habia dispuesto en las mismas fronteras; quitó a los vecinos de ellas los instrumentos de que se les habia proveido para sus labranzas, cosa notable i su- mamente inhumana i sensible, porque no tiene du- da que si se continuara i se alentaran los vecinos de la Concepción pudieran en poco tiempo dar todos los granos necesarios al ejército por la mitad menos del precio que se conducen de Santiago según el asiento. Esta producción de exesos altei'ó grandemente los ánimos de los soldados del ejército i de los vecinos de las fronteras: aquellos tuvieron un socorro mui limitado quedando desnudos i necesitados, i éstos, pobres i sin aquel remedio que ya tenian próximo44. Ha sido preciso alargarnos en esta digresión de los granos porque no es cuerpo de historia escribir la verdad desnuda, sin decir el cómo i por.jué, pro- REINO I>K CHILE. 51 poniendo igualmente al teatro del mundo las causas secretas de los efectos públicos. Ahora ocurriremos a Don Ignacio de Carrera, preso en el fuerte de San Pedro, pasaje común, frecuentado de soldados i pa- sajeros. Algunos, conociendo el humor del Meneses, por lisonjearle le halagaban el oido con algunos cuentos i parlerías que por ventura no le pasaban a Don Ig- nacio por la imajinacion. Todo lo temia el Meneses: solo le faltaba quien le dijese la verdad. I es de ad- mirar que viviendo a su lado aquellas cabezas que pendian de la suya, i no podían permanecer si él caía, no hubiese alguno que le hablase francamente i con verdad para que previniese su ruina. Esta es común desdicha de grandes: todo lo que se les habla ha de ser agradable a sus oidos; creen que la verdad les dá lo que la lisonja les presta. Si hubiese jueces parti- culares para la adulación no tendrían qué hacer, por- que a ninguno le pesa que le lisonjeen. Don Eran- cisco Meneses tuvo este daiio de no tener persona que le dijese libremente que moderase su altivez i no irritase su fortuna. Eos chismes i parlerías que oía le irritaban la cólera, i como ella es el nervio que dá mas áspero movimiento al alma, trató de quitar la vida a Don Ignacio de Carrera i ordenó al capitán Juan Muñoz de Ayala. pi-eboste jeneral del ejérci- to, fuese al fuerte donde estaba preso i le diese ga- rrote. No hubo aquí mas justificación ni ot ra leí que la del gusto del Meneses: quien pasa una vez los confines de la modestia no habrá freno que lo sujete a lo justo! Llegó el preboste e intimó a Don Ignacio la órden i que se previniese para la ejecución. Asom- brado el Don Ignacio de oír tal crueldad, declinó ju- risdicción a. gritos, como caballero de hábito, para el52 MEMORIAS DEL el comisario real, de las órdenes; pero todo importa- ba poco si le faltaba el ánimo en aquel conflicto, porque al tiempo que el preboste prevenía los ins- trumentos con una escuadra de soldados a la puerta del aposento, eojió sus armas Don Ignacio i con de- sesperado coraje rompió por medio de todos i ganó el sagrado de una capilla que hai en el mismo fuer- te donde se celebran los diversos oficios, i allí clamó iglesia, alentado de un sacerdote cura del mismo fuerte que a fuerza de escomuniones puso terror al preboste. I es digno de alabar que los que ejerci- tan oficios teman a Dios i respeten a su iglesia; pero a la verdad, éste procedía violento i con sumo dolor en el caso, i sin pasara otra dilijencía pasó a la ciudad donde dió cuenta al gobernador del suceso. Suspen- dió por entónees el ánimo sin dar nueva orden en Ja materia; pero lo ya sucedido hizo la ruina del acu- sado infalible i redujo su inocencia a desesperación, hallándose reducido de la estrecheza de su fortuna a términos de buscar mayor comodidad de vida, opues- ta resolución de muerte. Pa. eciéndole que aquel sa- grado de la capilla del fuerte no tenia seguridad al- guna de la vida, hizo con sumo secreto prevenir una balsa de paja i saliendo con él mismo a las ocho do la noche del fuerte, se embarcó en ella i se arrojó al rio con solo un criado que le acompañaba i ayudaba a manejar los remos en aquellas rápidas corrientes del Biobio, que por aquella parte se estiende media legua. Así, a fuerza de brazos procuró L>«>u Ignacio ganar la ribera contraria donde ya te>tia caballos prevenidos. Con favorable fortuna ganó la ciudad i el sagrado del colegio de la Compañía de Jesús. Lue- go que lo supo el Meneses, bramando de coi*aje le hizo notificar se volviese al sagrado de la capilla del fuerte que habia dejado. Pretendía Don Ignacio te- REINO DB CHILE. 53 ner por sagrado aquel en que se hallaba; el juez ecle- siástico obraba con temor; no tenían fuerza las leyes. Entraron en el colejio los ministros de guerra, con estruendo de armas sacaron a Don Ignacio i le resti- tuyeron al fu. rte i al sagrado de su capilla. Desea- ba el Meneses que Don Ignacio se le rindiese i hu- millase ¡i' lieudo perdón, no ignorando que lo que habia obrado era injusto. Pero el Don Ignacio, hom- bre entero i de espíritu elevado, se acomodaba mal a pedir perdón a quien no habia ofendido: hallábase sin delito. Empero, se hallaron medios proporciona- dos a reconciliaciones i volvió a la ciudad, donde ha- ciendo de la necesidad virtud, dobl6 la cerviz e hin- có la rodilla1"'. Desde aquí quedaron aparentemente conformes. Era invencible el odio del Meneses contra Don Ignacio. Muchos discurrían que estas amistades ya contraídas habían de correr p trojas en la fortuna con las que celebró en Santiago con Don Anjel de Pe- redo. No erraron el dictámen; ni Don Ignacio dejó de estar renitente en sus recelos, pues el Meneses, inconstante i vário en sus pensamientos i resolucio- nes, le ordenó fuese a Cbillan i estuviese allí hasta nueva órden. ¡Notable pasión i desacierto remitirle a nuevo destierro sin haber precedido causa nueva! Ello es cierto que al Meneses le deslumhraba su misma soberbia i se gloriaba de tener el agua i el fuego de su mano para usar de uno i otro a su vo- luntad. Partió Don Ignacio al nuevo destierro de Chillan, donde le dejaremos para pasar a otras cosas que conducen al argumento de estas jVfemorias. No habian cesado en el Meneses un punto los odios contra el obispo de la metrópoli de Santiago. Tuvo noticia en la Concepción que éste prudente prelado54 MEMORIAS DEL había salido de la ciudad para pasar a la provincia de Cuyo por cumplir su obligación visitando aquellas ovejas i dejai"se mas de las tiranías del Meneses, el cual hizo luego despacho a la A udieneia' instando se despachasen provisiones para impedirle el viaje i de- tenerle, presuponiendo falsa i temerariamente lleva- ba el obispo hurtado todo el dinero de la iglesia des- tinado para sus fábricas, que le iba a emplear en negros a Buenos Aires. La Audiencia mirando el crédito del obispo, constándole lo contrario, redujo la materia a autos. Por ellos i por la declaración del mayordomo de la iglesia se verificó cómo todo el di- nero que tocaba a la fábrica paraba en poder del ma- yordomo i lo tenia en su casa en un arca, ofrecién- dose a entregarlo siempre que la Audiencia lo man- dase. Viendo, pues, el Meneses, defraudado su mal ánimo i que no habia podido lograr aquel sacrilego i depravado intento, prorumpió en ira contra los oido- res, imputándoles estaban confederados con el obis- po contra su presidente i cabeza, sin cesar en repe- tir injurias i amenazas sangrientas contra estos in- culpables ministros que sacrificaban sus vidas en las aras de un gobernador injusto i tirano por el servi- cio del rei en honra i defensa de la justicia. Anhelaba Don Francisco Meneaos por la ciudad •de Santiago, paraíso de sus deleites. Oreia que la ) ^^diatancia en ella era su remedio, i fué su ruina. Tra- taba de dejar, dispuestas las uosas de la guerra de modo que se continuasen las malocas. Los indios de Cayocupil confinantes habían tomado las armas: ofendidos de su agravio, juntaban fuerzas auxiliares para hacerse mas formidables. Preveníanse los de Puren i otras partes, que como son inconstantes i voltarios los ánimos de esta nación, cansados en el es- RKINO DE CHILT2. 55 pació de poco tiempo de vivir ociosos, deseaban otra vez la guerra; i el Aleñes es resolvió reformar a Don Tomas Calderón del cargo de maestre de campo coa pretesto que descansase en su casa o por ventura reconociendo era poco práctico en las cosas de la guerra, i elijió en su lugar a Andrés del Aguila, an- ciano i esperimentado capitán, sujeto corto, desvalí- do, el mas olvidado i ajeno de merecer el cargo de cuantos tenia el ejército. El capricho de esta elec- ción misteriosa causó novedad en las fronteras i en el Reino; no sabían a qué atribuirla, siendo sumamen- te pobre el elejido. Dos causas se discurrían, ambas A'erosímiles: o ya que quisiese el Meneses con esta elección ganar crédito de desinteresado, o ya por te- ner sujeto en el cargo que, reconociendo lo estraor- dinario de su fortuna, le fuese agradecido franqueán- dole sin limitación todas las presas de las esclavos. I para asegurar mas el intento, elijíó en los puestos de la vanguardia que gobiernan los indios amigos aquellos sujetos mas ejercitados en los ejercicios de las malocas, hombres de vida manchada que, sin res- peto de lo justo, ejecutaban con pestilentes i dañosos medios todos los partidos que fuesen de utilidad a su jefe, aflojando de todo punto el freno a la licen- cia militar, con advertencia especial que en todas sus cartas i relaciones disminuyesen las pérdidas i au- mentasen las ganancias. Veíanse cada dia relaciones de estos inicuos mi- nistros llenas de fabulosos sucesos i mentidas victo- rias que las publicaba el Meneses por el mundo, re- mitiéndolas orijinaJes al Perú i si España, en que era primoroso arquitecto el Meneses i el ejecutoi- su Ci- rineo Don Melchor de Cárdenas que, con el viento en favor, adelantaba su partido con poder absoluto sobre los bienes de todos; aumentándose en caudal i ri-56 MEMORIAS DEL quezas se aumentaba también el común aborreci- miento. Es madre de murmuraciones la desigualdad de fortunas, que a ser una en todos cesarían las calum- niiis i amenazas. Las que corrían contra el Don Mel- chor las castigaba dfel Mencses como las suyas pro- pias, persuadiéndose a recibir de resurtida los gol- pes. A.grávianse los seflores cuando se dice naal do sus validos porque les parece es culparlo» de falta de juicio en elejirlos; oféndese el pintor si so echan borrones en su pintura. Pero lo cierto es que la ma- no i autoridad del Don Melchor se había fortalecido con el matrimonio del Meneses con prima hermana de su mujer, siendo testigo instrumental de aquel sijilo. Bien cierto es que no hai camino mas seguro para merecer la gracia de los príncipes i gobernado- res como servirlos en cosas de su gusto i provecho, encaminar sus recreaciones i el aumento de su ha- cienda, en que era el Don Melchor sumamente ma- ñoso e industrioso, reducido de la estrecheza de su fortuna a término de buscar caminos i modos para mejorarla de cualquiera suerte que fuese, juzgando por lícitos para conseguir sus fines, todos los medios que eran útiles, siendo a la verdad injustos i teme- rarios. Apresuraba el Meneses su partida en la ciudad de la Concepción para la ciudad de Santiago i partió a los quince de A-gosto, dejando asoladas las fronte- ras, a los soldados desnudos i a los vecinos pobres, i lo tenían por beneficio como no se les hiciera otro daño. Estaba el siglo tan corrompido que se tenia por gran virtud el no hacer mal i por piedad el no hacer impiedad. Desde las jornadas iba el Metieses despachando pólizas i órdenes para castigos i desterrados. Este REINO DE CHILE. 57 era su mas gustoso manjar i el que le daba salud. No han visto los siglos mas apetito de dominar i castigar. No es mejor gobernador el que mas cas- tiga sino el que con celo i prudencia evita que haya delitos que castigar; bien asi como no acreditan al médico las muchas muertes. El castigo para ejem- plo i enmienda es misericordia; pero el buscar cul- pas con pasión, es ramo de tiranías.Baja Don Francisco Meneses a la ciudad de Santiago. Salió Don Francisco Meneses de las fronteras a los quince de Agosto, como ya quedó tocado, i entró a los fines dél a la ciudad de Santiago, mas obstina- do que nunca en echar del mundo al obispo, abrasar a los oidores i estinguir la Audiencia, quitando las vidas a los que pretendiesen impedirlo i oponerse a las sinrazones de su jénio. Parecia que cada día se iba aumentando mas en soberbia, en desvanecimien- to i tirania; no cabian en el mundo ni ya eran sufri- bles sus rigores. Oh! cuan difícil es en nuestra na- turaleza conservarnos prudentes en la fortuna prós- pera! Aquellos mismos que con valiente ánimo ven- cieron como fácil juego todas las violencias de la for- tuna opuesta, se rindieron después vergonzosamen- te a las lisonjeras manos de su halago! No, pues, de valde vino en provei'bio ser difícil cosa tolerar la prosperidad, ni de valde "Valerio Flaco nos amonesta que aprendamos cuidadosos a llevar con igualdad do REINO DE CHILE. 59 ánimo la fortuna favorable. No así se acomodaba el JVXeneses a seguir estas reglas de prudencia. Ya ha- bía remitido urden a Don Tgnaeio de Carrera que sa- liese «le aquel destierro de Chillan i se fuese a su ca- sa, pero no mucho después otra que se retirase a sus haciendas «le campo i no salióse de ellas hasta otra nueva órden. Ya consultaba consigo mismo, ya con su vali«lo Don Melchor de Cárdenas el modo de obligar al obis- po i echarle fuera «leí Reino, de aniquilar i destruir la Audiencia hasta estinguirla de to«lo punto. Sus fantasías le estimulaban a pronunciar pal:ibras impe- riosas e independientes que loa mas sabios atribuían a una estrema arrogancia, la cual siempre arruina a los que la alojaren en su pecho. Convino al univer- so talvez un tirano; el veneno sirve de medicina, de- rrama el hierro la sangre «le las venas, parece casti- go i es clemencia, consigue el enfermo la salud, no los beneficios «leí «arte. No siempre la Providencia Di- vina obra con los medios naturales, i si los obra, con- sigue con ellos diversos efectos i saca líneas dere- chas por una regla torcida. Prevínose el Meneses «le reforzadas escoltas, a conquista se acabase de todo punto, sin imaj i nación de guerra, necesita el reí sustentar un ti | REINO DE CHILE. 69 cuerpo de ejército en Chile, p« r ilofl c usas que se vienen i.los ojos: la primera pa ra asegurar estas pro- vincias «le enemigos de Europa**, pues es de creer que viéndolas sin fuerzas las habían o!e dominar; la se- gunda para limpiar aquel formidable cuerpo del Pe- rú de los humores gruesos que en él predom nan i le corrompieran si le faltase la evacuación, siendo el cuerpo de una república semejante al cuerpo huma- no, que si no se alivia de humores, enferma i mue- re. Otras muchas razones se pudieran traer para es- forzar la materia que las omito para volver al inten- to principal a que se destinó la pluma. --Segunda salida de Don Francisco Meneses de la ciudad de Santiago para las fronteras. Hemos continuado la narración de los sucesos co- mo iban aconteciendo por no interrumpir la serie de los tiempos. En éste se hallaba Don Francisco jVIe- neses en la ciudad de Santiago, entretenido en distur- bios i deleites, sin que los unos embarazasen a los otros, siendo unos i otros manjares de su jénio. En ésto gastó el tiempo desde los fines de Agosto hasta los fines de febrero, que resolvió hacer segunda jor- nada a las fronteras de guerra, después de haber he- cho aquellas carabanas de apercibimientos a todos los vecinos i mercaderes para que saliesen a la guerra por los medios del año antecedente, reduciéndolo todo a ventas, cohechos i baraterías, sin olvidarse de apercibir como vecino encomendero a Don Ignacio de Carrera, detenido en sus haciendas de campo, donde despachó al preboste jeneral le intimase la órden. Reconoció Don Ignacio su nueva ruina i que era desesperado el achaque del JVIeneses e imposible RKINO DE CHILE. 71 curarle con simples lenitivos, sino purgarle con me- dicamentos resolutivos i fuertes. Dió muestras de obedecer la órden, pero amaestrado de las esperien- cias pensó que no habia mejor triaca que hacerla del propio veneno, por ser ya tiempo de «lar de mano al remedio de la paciencia, la cual es la mas veces la peor de las máximas de estado, porque arguye fla- queza de ánimo. Hallábase en el puerto un bajel cuyo dueño esti- mulado por ventura de muchos agravios recibidos del ]\Ieneses en su detención i del precio exhorbi- tante que le habia llevado por la licencia para bajar al puerto del Callao, temeroso de mayores daños, resolvió irse sin rejistro. deseoso de manifestai* en el Perú las violencias del Meneses, corroborando las que ya se publicaban en aquel reino de sus tiranías, a que le animaba Don Ignacio desde su retiro; i ha- biendo ya salido el Meneses para las fronteras, no se halló dificultad en la materia i se consiguió con fa- vorable fortuna, embarcándose Don Ignacio para el I*erú, donde se libró de JVIeneses, el cual salió de juicio cuando tuvo la nueva de la fuga i pensó des- picarse haciendo despacho al I*erú contra Don Igna- cio, con requisitoria, i papeles supuestos, añadiéndo- le delitos i nuevos crímenes de solevación, i en Chi- le le secuestró todos sus bienes causándole gravísi- mos daños, sin cesar incasable en aflijirle i en aflijir a todos sus dependientes i los de su familia; tan es- tupendo era el JVIeneses en sus iras i venganzas! Aquellos mismos que se finjian sus amigos, a fuerza de adulaciones, le esparcían en el firmamento de su su ambición i soberbia, i finalmente se ha conocido eran cometas i exhalaciones que levantadas fie la tierra se han perdido en el aire de su vanidad.72 MEMORIAS DEL Resolvió, pues, el Meneses por los principios de Marzo entrar en Puren, donde plantó un fuerte de empalizada, dejando en él presidio competente dé es- pañoles. Hiciéronse varios discursos en el ejército i fronteras sobre la conveniencia o desconveniencia de esta población de Puren, cuyos naturales han si- do los de mas dureza desde los principios de esta conquista. Muchos culpaban en el Meneses tan gra- ve empeño i lo atribuían a tener mas próximas las malocas. Confirmábase este juicio con haber puesto en aquella parte por cabo a Luis de Lara, que habia sido comisario jeneral de la caballería, sujeto que se puede contar mas entre los osados que entre los pru- dentes; codicioso de malocas, sin reparo alguno de hacer esclavos, a quienes la naturaleza hizo libres, de que se han esperimentado en este tiempo ejemplares lastimosos, i no hai que negar, según los casos pre- sentes, que estos indios de la guerra de Chile han pa- sado de la lanza a la rueca i que como en las mas partes del mundo se acaban los sujetos insignes i valerosos, les han faltado aquellas cabezas grandes, aquellos hombres hazañosos «que produjo el siglo pa- sado, i también han descaecido mucho en el número de jente i continuación de la guerra, las pestes i otras calamidades que han padecido. l?ei*o el Mene- ses, envanecido con el progreso entró en la ciudad de la Concepción a esperar la llegada del situado, tan próximo que arribó a los quince de abril; i aun- que las delicias de la ciudad de Santiago le eran su- mamente agradables, no le deleitaban ménos los si- tuados por tener en ellos vinculada su avaricia. En éste siguió los mismos pasos que en el pasado i sacó igual suma de dinero i ropa de la mas acendrada. ¿Cómo, pues, no habia de ser rico el Meneses encon- trando tan poderosa mina? ¡Mas de doscientos mil REINO DE CHILE. 73 ducados de dos situados! ¿Qué esperanza queda en los que restan, ni qué alivio a los soldados «leí ejér- cito, donde no so oian sino blasfemias i maldiciones que llegaban a atrevimientos tan declarados que se temía solevación? Tratábase de nombrar maestre de campo del ejér- cito en lugar del Aguila, i puso el Meneses la men- te en Martin de Ilerize, que ya tenia «lados antes dos mil pesos por via de empréstito. Este, pues, fué ele- jido maestre de campo, habiendo capitulado con él que todas las piezas de esclavos que se cautivasen las habia de costear el Herize, tomar para sí el cuar- to i todo lo demás para el Meneses. Tratáronse paces con los indios de guerra i se ce- lebraron con aquella ridicula cláusula de rehenes, que duró poco. A-lgunos caciques entregaron sus hi- jos, otros mas sospechosos lo rehusaron: i 'no hicie- ron mal cuando vemos algunos de estos rehenes ven- didos por esclavos; otros se restituyeron a sus tie- rras. Quedaron finalmente celebradas las paces i el Meneses trató de partir a la ciudad de Santiago, ha- biendo primero cargado un bajel de ropa, esclavos i dinero para entrar mas triunfante. Oh! inmenso Dios! ¿adunde vá a parar este gober- nador con tanta riqueza mal habida? Ni quién habia de osar impedir este torrente de robos, ni quién aun con el pensamiento se habia de atreA'er a censurarlos? Era el !Meneses omnipotente, i su lei la de su gus- to. Admirábanse de que Eutimio fuese nombrado Dios ántes de su muerte i que le ofreciesen sacrifi- cios en vida; pero queda satisfecho con esta sola ra- zón (asi lo quiere Júpiter.) Quitar a un gobernador de Chile, si es injusto, que deje de obrar lo que se le antoja, fuera hacer su autoridad imajinada i apa- gar la luz mas viva de su poder.Sale Don Francisco Meneses de las fronteras para la ciudad de Santiago. Partió Don Francisco Meneses de las fronteras para la ciudad de Santiago a los diez de junio i a los fines entró en ella con espanto de la misma ciudad, a semejanza del que tuvo Roma después de la rota de Trasimeno i de Canas al acercarse Aníbal a las mu- rallas; tan intolerable era el yugo. Deseaban aque- llas cervices algún alivio de tan pesada carga. Lue- go que entró el Meneses en la ciudad, de noche i sin recibimiento, se vieron los ánimos de la plebe tan inquietos i atemorizados que, a semejanza del mar ajitado de varios vientos,[cuando] se levantan opues- tas olas; así se levantaban las pasiones de los agravia- dos i malcontentos con manifiestas señales de pro- rumpir. Traia el Meneses el ánimo inquieto i mas recon- centrados qxie nunca los rencores contra el obispo i la Audiencia. Ocupaban a la sazón este réjio senado cuatro ministros, el Doctor Don Gaspar de Cuba i KEINO DE CHILE. 75 Arce, su decano, el Doctor Don Juan de la Peña Sa- lazar, Don Manuel Muñoz i Don Juan de la Plaza, todos de insigne integridad, letras i virtudes, que atentos al servicio del rei i a la quietud pública de- seaban el remedio de tantos males como amenazaban. Salió el Meneses por la ciudad a caballo otro dia después de su entrada en ella, acompañado de la nobleza, i pasando por las casas del obispo dijo con voces arrogantes (con este bastón i este caballo con- quistaré yo esto). Pero no dejaban de atemorizarle la copia de libelos i pasquines que amanecian en las pla- zas i calles; las voces de los pulpitos incitaban a turba- ciones; los avisos falsos o verdaderos de que se trata- ba de matarlo, le traían sobresaltado. Hallábase con- fuso sin poder averiguar con fundamento la materia; veíase el Meneses atribulado, el pueblo aflijido de su dominación. Bien ciei-to es que aunque el gober- nador sea malo se debe obedecer, que si Dios lo to- lera es por castigo de los pueblos. Pero cuando la dominación es en grave perjuicio del rei i de la re- pública, culpa fuera de aquellos ministros que tiene Su Majestad destinados a la conservación de sus rei- nos no atender próvidos al remedio estantío este tan lejos i dificultoso si se habia de aguardar de Espa- ña, poi-que lástimas llevadas de cinco mil leguas aunque las meditase Demóstenes saldrian tibias de sus labios. Pero el argumento que quitaba lo dudo- so era tener todos comunmente al Meneses por sos- pechoso en la fé. No apruebo ni repruebo la opinión porque en materias de esta calidad debe mostrarse el escritor indiferente. Discurro por el rumor de la fama. A un gobernador aborrecido no hai maldad que no se le atribuya, pero donde se atraviesa el bien público, las cosas mas dudosas no se han de despreciar: lianse de convertir las presunciones en76 MEMORIAS DKL evidencias, las fábulas en verdades i las apariencias en seguridades. La incredulidad en las cosas indi- ferentes no «laña mas que al incrédulo; mas en las cosas «le la fé, en los intereses de estado, por no creer se adelanta la ruina. Por estas consideraciones, la Audiencia real por lo que debift a su representación, por el servicio «leí rei i quietud de sus vasallos, viendo a la república en tan fluctuante estado, con meditación profunda del remedio, materia que se consultaba con el obispo, así por aquel título que tienen todos los prelados de las iglesias de consejeros, como porque de su celo i prudencia se podia esperar el acierto. Ignoraba el Meneses los arcanos de esta consulta, pero nó lo alterado de los ánimos. Pensó en el remedio con su injenio fértilísimo de invenciones i quimeras i al fin se resolvió de irse al obispo a quien tanto aborrecía i tenia injuriado, para A'alerse de su autoridad, obli- gándole con rendimientos, valiéndose de su ordina- ria facundia, con que tieslumbró al obispo i al fin el santo peidado ejercitado en la doctrina de Cristo le perdoné suspendiendo el ánimo en aquello que ya en su acuerdo estaba resuelto. Engi'ióse el Meneses con la victoria de ver rendido al obispo, i con aque- llas confusas noticias que tenia, hizo juntar mas de trescientos hombres del ejército que habia traído i se ocupaban en asolar la tierra con robos, latrocinios i muertes. Junté a los cabos i capitanes vivos que también habían bajado con su compartía; prevínose de armas i municiones para cualquiera fránjente, de que vimos resultar mortales inconvenientes. Que como las injurias son las primeras flechas de la ven- ganza, i en quien tiene el poder sobra el deseo por el ardor de la cólera, viéndose ya el JVTeneses arma- do i guarnecido, reconciliado con el obispo iba eje- REIJÍO DE CHILE. 77 cutando castigos de culpas solo imajinadas. Vimos luego al oidor Don Juan de la Peña Salazar, vili- pendiosamente desterrado, sacarle de su casa con su toga i vara, con estruendo de soldados, injuriada su autoridad i vilipendiada su persona con tanto dolor del pueblo por el amor i respeto que tenia i tiene boi a este cabal i cristiano ministro, que derramando lá- grimas la eíudad se irritaron los ánimos de ella i se aumentó el odio público contra el Meneses. No cesaron el preboste i soldados que lo llevaban en aflijírle por los caminos hasta llegar a Chimbn- rongo, cuarenta leguas de distancia, donde ganó el sagrado «lo un convento «le frailes «pie allí hai, por dar algún resguardo a la vida que temía se la quita- sen; tal era la tenacidad del Meneses i el odio mor- tal que tenia a este ministro por su entereza y cris- tiandad. h.os compañeros viendo a su concolega tan in- justamente injuriado i amenazado de muerte, con- cibieron temor. De los tres que quedaban murieron luego los dos, Don Manuel Muñoz i Don Juan de la Plaza, no se sabe si «le miedo o enfermedad i no fal- taron opiniones que de veneno. Desde este punto se asestó toda la artillería contra el decano Don Gas- par de Cuba i .Arce, único ya en el ejercicio. Esta- ba este ministro bien visto del pueblo por su justifi- cación i modestia i en su «liscreta cortesanía se pon- dera singular el uso de la jurisdicción tan delicada, porque esgrimiendo con brazo cortes los aceros «leí real respeto, hieren solo desde la amenaza las armas. Es tan importante el moilo en las acciones humanas que aun el rigor introducido a cortes obliga i sabe hacer de los castigarlos contentos. A borrecia de muerte el Meneses a este ministro por lo inflexible de su cristiana entereza, por ser78 MEMOBIAS DEL amigo de Don Anjel i por las sospechas concebidas de que le quiso deponer del gobierno, en cuya culpa era también complicado Don Diego González Mon- tero, que habia ocupado los cargos de presidente, go- bernador i capitán jeneral de este Reino de Chile, su patria i gloria de ella, varón fuerte que se puede comparar con los capitanes antiguos e igualarle con los Kabricios, Cincinatos i Fabios que admiró Roma. Este caballero parecia sin duda el mas digno del go- bierno i se creia estaba nominado en primer lugar por el virrei del Perú, i era el sujeto en quien la yVudiencia tenia puestos los ojos para el remedio de tantos males. Pero el Mencses solo con las simples sospechas del accidento, sin otras mas individuales noticias, teniendo al Don Diego por difidente, le ful- minó causa i examinó testigos. Calumniándole de la que el llamaba sublevación, trató de prenderle, pero no hallando bastantes fundamentos suspendió la eje- cución; ni dejó de enfrenarle la veneración i respeto que se tenia en todo el Reino a persona tan vene- rable. En este estado de cosas corría grave tormenta el oidor Don Gaspar de Culta i Arce, i era cosa cons- tante trataba de quitarle la vida; buscábale culpas, i fué milagro no hallarlas en su candidez i pureza, según corrían las cosas. I se juntaban testigos fal- sos obligándolos ya por temor, ya por interés, sin que hubiese honra segura. I?ero es de admirar que nada de esto le embaraza- se al Meneses para divertirle de la atención de ad- quirir. Hallábase con un millón de hacienda, no ha- bia en todo el Reino de Chile oro, plata, alhajas, ni cosa preciosa que ya no parase en su poder. Sa ca- balleriza se valoreaba en cincuenta mil ducados; los frenos i estribos de plata los despreciaba por comu- REINO DE CHILE. 70 nes i los mandaba labrar de oro; sus vajillas eran ines- timables por lo rico i abundante. ¿A. quién, pues, no habia de envanecer el repentino metamorfosis de pa- sar de platos de estaño a tanta grandeza? No se ale- jó el rei -¿Ygatocles de la antigua modestia, engreído con Las lisonjas del cetro, pues en su mesa (aunque real) daba lugar a los simples vasos de Creta para tener uno por despertador de su pasada fortuna. De estas acciones profanas s robos antecedentes, entró en éste con tan absoluto poder i tanta insolencia que era admiración de les que lo miraban. No hai que negar que unido el Don Melchor con los designios del Meneses fué muí proporcionado ministro de su jénio. Cargó un bajel de plata, ropa i esclavos de aquellos aprisiona- dos injusta i temerariamente; partió donde estaba su jefe, dejando a las fronteras pobres i a los soldados desnudos. Agótase el guarismo con la suma que ha sacado el Meneses destos cuatro situados; pero a la verdad, los mismos ministi'os que manejaban la ha- cienda i manejaban los mismos guarismos, dejan pas- mados a los que los entienden. Los que leyeren es- tas JMiemoriaa dirán, por ventura, esto es dar norma a los que sucedieren en el cargo: no lo permita Dios, sino que, corno se dijo al principio, sirva al escar- miento i no a la imitación. El veedor jeneral Don Manuel de Mendoza asis- tía por este tiempo en la ciudad de la Concepción,94 REINO DE CHILE. depuesto de su oficio. Cargaba profundamente la imajinacion en sus agravios i en el estado lastimoso del Reino, cosas que le fatigaban incesantemente el discurso. Solicitó bajar a la ciudad de Santiago a ver al Metieses i alcanzó licencia para ello, en que consistió su fatalidad. .Allí pretendió reducir al Me- neses al conocimiento de sus agravios; pero recono- ciendo desesperado el achaque, cargó mas fuertemen- te el discurso en sus injurias: retiróse a un hospital por pobre o por enfermo. En él se reconoció se le iban depravando los humores con un juicio estólido solo capaz de aquellas impresiones que le alteraban fácilmente. Conviértele en furor la paciencia mu- chas veces ofendida. Acaeció entrar el Metieses en el hospital con ocasión de visitar al prior o con otro protesto que se ignora, i volviendo a salir acompaña- do de los frailes i criados, concurrió también el vee- dor en el acompañamiento, que revestido de aquel furor que le alteraba los sentidos, sacó la espada i dió dos heridas al Meneses aunque lijeras; pero le derribó en el suelo: teniéndole todos por muerto acu- dían a levantarle. ¿Quién negará tan atrevida i loca temeridad i que solo pudo tener algún jénero de dis- culpa la falta de juicio en que se hallaba este deses- perado ministro? Querer quitar a Dios la gloria de acertar el tiro siendo tan celoso de ella, fué un de- satino. Determinado tenia Dios el castigo de Acah, pero no permitió le alcanzase una punta de cuantas le tiraron del campo contrario: solo alcanzó al cora- zón de este rei la saeta que mui QalJ acaso tiró un flechero. Tenia el cielo destinado mui diferente cas- tigo a Don Francisco Meneses, i no quiso le mata- sen las puntas que le tiró el veedor jeneral. Cierto CesJ que hace Dios cosas que aunque no le podamos ver con los ojos corporales, parece que alguna vez MEMORIAS DEL 95 se nos muestra patente en sus obras i maravillas. Reconocidas, pues, las heridas del Meneses i que no eran peligrosas, se trató de buscar al delincuente que también habia quedado herido- i se habia ocul- tado en un vil aposentillo del mismo hospital. Un criado del veedor jeneral, honrado vizcaíno, salió al ruido do la pendencia, sin armas ni prevención, poí- no híiber tenido anticipada noticia del caso: a éste le hiciei'on allí pedazos los criados del Meneses i su ayudante, i muerto le sacaron a azotar por las ca- lles i sucesivamente le colgaron en una horca. Sa- caron al veedor del aposento donde se habia escon- dido i ocultado, lleváronle a la posada del preboste, asegurándole con fuertes prisiones. Temió el Mene- ses solevación i trató de asegurarse persuadido de que habia multiplicidad de cómplices en tamaño de- lito. Hizo publicar bando para que todos los veci- nos i jente acudiese a su casa, pena de la vida i trai- dores al rei; no se ejecutó temiendo mayor daño. Sospechaba el Meneses en todos, sin tener satisfac- ción de ninguno. Encuéntranse los malcontentos rail acaso i de propósito. Ibale faltando el ánimo vién- dose tan aborrecido del pueblo; ya consideraba que en todos tiempos fué mas saludable para curar áni- mos nobles la blandura qüe el horror: acordó tarde! Hallábase embarcado en un mar lleno de bajíos i es- collos, los vientos por la proa i la borrasca en las velas. Pudiera acordarse de sus pecados i delitos, i que la, venganza del cielo amenaza de muerte i rara vez los deja sin castigo. Preso el veedor jeneral en la casa del preboste clamaba por la Inquisición, manifestando que tenia que informar a sus ministros. Ocurrió el comisario de este venerable tribunal, pidiendo por auto la per- nosa del reo i que se restituyese a la cárcel pública96 REINO DE CHILE. que nombraba por cárcel de Inquisición; pero el Me- neses, furioso e iracundo, convocó la milicia con ban- do que todos se quitasen las capas i tomasen armas. Así armado i con estrépito indecible, se entró en las casas del obispo, a quien pretendía hacer cómplice en el delito del veedor. Convocó allí la Audiencia i muchos relijiosos graves i doctos, en cuyo congreso fué mui peligrosíi la conferencia. En ella pretendió el Meneses no solo complicar al obispo sino a la mis- ma Audiencia, reconviniendo al mismo obispo con que le habia dicho haberle consultado los oidores pidiéndole parecer si podían matar al gobernador ti- rano sin incurrir en pecado. Pero el obispo, estraña- mente ofendido, le dijo que se engañaba gravemente el gobernador, aseverando a todos los del congreso no habia pasado tal cosa. Interpusiéronse otras pa- labras de grave empeño, i el Meneses pasó con los oidores a la sala de la Audiencia. Allí con fieras amenazas les pretendió reducir a que desterrasen al obispo i comisario de la Inquisición, en que los oi- dores se mostraron enteros. Viendo, pues, el Meneses desesperada la materia mandó dar rigurosos tormentos al veedor para que descubriese cómplices. Ejecutólos Don Tomas Cal- derón, exediendo gravemente de lo que dispone la lei. Poco aprovecharon estos martirios en el animo invencible deste ministro que, constante en la ver- dad, dijo que ninguna persona del mundo le habia estimulado i que con ninguna habia consultado el in- tento sino consigo mismo, teniendo por cierto no ma- taba al gobernador de Chile sino a un tirano enemi- gs del rei i de la iglesia. Todo esto se ejecutó en la prisión de la casa del preboste jeneral, i el Meneses mandó llevasen al,reo a la cárcel pública, rodeado de armas, cajas i trompetas, con un vestido de loco, ga- REINO DE CHILE. 97 ban colorado i amarillo, birrete de lo mismo, rapada barba i cabello, en una muía con enjalma, tan ex- hausto i desangrado que algunas personas piadosas le iban sirviendo de Cirineos en la pasión de aquel martirio Seguíale innumerable pueblo, llevado de tan lastimoso espectáculo, todos llenos de lágrimas i suspiros de dolor, aumentando el común odio con- tra el Meneses, tan irritado en sus venganzas que hasta la piedad del pueblo le ofendía. En este afren- toso trance, afirmaba el mismo veedor jeneral, se ha- lló tan confortado i alegre como si le sacaran en un triunfo honorífico. Era hombre esclarecido en virtu- des, i sobre todas brillaba en este sujeto la de la castidad. Por ellas le esforzaba el cielo para el mar- tirio que se le prevenía, i si ántes de ejecutar el de- lito se reconoció en él habia delirado en el juicio, despuesse le restituyó Dios tan entero que causaba admiración a todos los que le hablaban, singularmen- te a su confesor Ocurrió, pues, el comisario del Santo Oficio a oír- le, pero no le consintieron obrar los ministros de guerra que tenia allí el Meneses, diciendo era órden suya no pasase el comisario a ninguna dilijencia sin la asistencia de los ministros de justicia. Ofendido el comisario grandemente desta repulsa, hizo notificar auto al Meneses para que llevase el preso a la casa del alguacil mayor del Santo Oficio, asegurando la persona, de cuya exhortación hizo el Meneses poco caso. Hallábase preso en la cárcel un sobrino del mis- mo veedor que de temor de los tormentos que ya estaban para ejecutarse en él, declaró muchas false- dades, i entre ellas cómplice en el delito al doctor Don G-aspar de Cuba. Carearon al sobrino con el tio. Este, inflexible contra aquel, esclamó dicien- 798 MEMORIAS DEL do era hombre infame, indigno de su sangre, afirman- mando era falso todo lo que decia i que ninguna per- sona habia tenido noticia ni parte en el suceso; que el oidor Don Gaspar de Cuba estaba inocente de la calumnia; que jamas comunicó con él la materia poi- que sabia el peligro que corría en participársela, siendo ministro tan recto i cristiano que con severi- dad inexorable se habia de apartar del intento. No dilató un punto mas el Meneses la muerte del veedor. Estaba la ciudad con esperanza de que no se le quitaría la vida, pareciendo verosímil que ha- biéndole sacado en hábito de loco era castigo pro- porcionado según la disposición de las leyes. Pre- sentóse el Meneses sin dilación en la plaza, asistido de aquellos ministros de su jénio Don Tomas Cal- derón, correjidor, Don Melchor de Cárdenas, sarjen- to mayor, Don Pedro de Ugalde, alcalde ordinario, i el auditor Don Alvaro Nuñez. Guarneciéronse las calles i puertas de la cárcel con escuadras déjente armada, cuerdas caladas i balas en boca. Con esta disposición se entraron en la cárcel. La iglesia co- menzó sus clamores de campanas. El obispo con es- comuniones, que no se ejecutara la pena de muerte sin administrai-le al reo los sacramentos de la igle- sia. El comisario de la Inquisición se esforzaba en pedirle; pero aprovechaban poco estos remedios a un enfermo incorrejible que no temia a Dios ni a la igle- sia. Ejecutóse al fin la muerte con tan estrañas cruel- dades que embaraza el dolor a referirlos la plu- ma. Diéronle garrote arrimado a un palo mal dis- puesto para abreviar el sacrificio, i viendo que no acababa de morir, le dispararon con una carabina en la cabeza. Reparóse que aún con esta dilijencia te- nia todavía espíritu, i el mismo Meneses, impacien- te de la dilación, le dió con un cuchillo muchas he. REINO DE CHILE. í>9 ridas. Así le sacaron medio vestido en una manta a la plaza en hombros de cuatro indios infieles de la guerra que se hallaban allí prisioneros. -Arrimáron- le a un^ialo en medio de la misma plaza. Reconoció una persona piadosa que aun no habia despedido el último aliento i que permanecía con vitla después de tantos jéneros de muertes; echóle un cordel a la gar- ganta que en fuerza de su piedad le despeífó de aque- llas congojas. / Fijóse escomunion contra el Meneses i sus minis- tros. Clamaban las campanas entredicho; pero ellos paseaban la plaza sin temor de la iglesia. Enterraron al ya difunto veedor los relijiosos de San Agustin en su misma bóveda, de donde le saca- ron al tercer día a dilijencias del eclesiástico; i fué tanta la sangre que brotó de las heridas, que se em- paparon dos sábanas, circunstancia que se tomó por testimonio. Hízose misterio en la ciudad de ser viernes orí el que el veedor pretendió matar al Meneses; viérnes cuando le sacaron en hábito de loco, i viérnes cuan- do le quitaron la vida por la salud i libertad del pue- blo, i que así en el nombre de Manuel como en la semejanza del dia de su mtterte, imitó a Cristo, Re- dentor Nuestro, sin que le faltase salir del sepulcro al tercero dia, si no para resucitar a lo ménos para testificar con su sangre su muerte inocente. Con este suceso del veedor jeneral quedó la ciu- dad como un mar impelido i ajitado de encontrados vientos. Discurría con temeridad el Meneses en odio del oidor Don Gaspar de Cuba, irritado fieramente de haberse mostrado tan entero e inflexible en no declarar al obispo cómplice en las heridas que le dió el veedor, i porque también quería al mismo oidorlOO MEMORIAS DEL complicado en el delito. No se contentaba con des- tierro ni deposición de plazo, sino que pasaba a qui- tarle la vida de cualquier modo. Tales eran sus dis- cursos i tales sus iras contra este ministro. Ilízole causa i púsole en una estrecha prisión con un capi- tán i reforzada guarda de soldados, sin permitir que nadie le hablase ni le metiese de comer, sustentán- dose solo de lo que el mismo capitán le daba de aque- llo que él comia; i al fin se resolvió el Meneses a darle tormentos con ánimo que muriese en ellos. Publicóse por la ciudad esta deliberación con grave dolor de toda la nobleza; alteráronse los ánimos de la plebe inclinada por naturaleza i costumbre a abra- zar ocasiones de novedades. Pero el Meneses no ig- norando los humores del pueblo i el peligro de ejecu- tar el tormento en un ministro togado, resolvió des- terrarlo veinte leguas de la ciudad, con mucha escol- ta de soldados para su guardia i seguridad, donde le dejaremos para ocurrir a otros sucesos que se fueron siguiendo, por no interrumpir la serie de los tiempos en que acontecieron. Las esperanzas que se tenían en todo el Reino eran todas llenas de la venida de nuevo gobierno; con ellas se alentaban los ánimos. Divulgóse que Don Anjel de Peredo volvía a gobernar a Chile por consulta del Consejo Real de las Indias i elección del real dictámen de la Reina Nuestra Señora. La nueva fué tan presto creída como publicada. ¡Es mui dulce el afecto de la esperanza! i esta esperanza mui dulce para Chile. Venia a esta sazón un poderoso ejéi-cito de ene- migos a invadir nuestras fronteras, i según el esta- do eu que las tenia el Meneses, sin jente ni preven- REINO DE CHILE. 101 cion, fuera sin duda el asolarlas. Tuvieron en el dis- curso de su marcha noticia de que volvia Don Anjel a gobernar, i sin ejecutar el progreso a que venian dispuestos, se volvieron a sus tierras, donde hicieron a su modo grandes regocijos; así sucedía entre los indios de guerra en la paz. No es ponderable el go- zo que causó en todo el Reino; no se pudo templar en la ciudad de Santiago aun teniendo a la vista al Meneses que, irritado en el ánimo de las aclamacio- nes, quería castigar a los que publicaban la nueva; i se vieron estos dias los templos llenos de mucha no- bleza, retraída en ellos, huyendo las furias del Me- neses que, ya de todo punto desatinado i loco, se me- tia en la plaza entre la muchedumbre de negras e indias que allí venden diferentes jéneros de comidas i les preguntaba quien era gobernador i que no cre- yesen que venia Don Anjel; asi corría en Santiago. En la Concepción eran las calles angostas para la multitud qué salía a celebrar la nueva con insólitas aclamaciones; ayudaba la noche, porque el crédito es mas fácil en las tinieblas. Los ministros del Meneses procuraban estorbarlo, pero hallaron por imposible contrastar con tanto pue- blo. Dieron noticia a su jefe, que le irritaron fiera- mente. Dábale el Meneses nombre de sublevación, i enfurecido deseaba llegar a castigarla. Mas, como los consejos demasiadamente injustos i violentos sue- len conducir contrarios i no pensados sucesos; así esta traza causó efeto mui diverso de lo que imaji- naba el autor. Ya se publicaba en la ciudad de la C mcepcion las cabezas que había de destroncar el Meneses; muchos sujetos entre los amenazados tra- taban de defenderse con riesgo de sus vidas; muchos desasegurarse en los montes inaccesibles del mismo pais; otros en las iglesias. Los indios de guerra que102 MEMORIAS DKL estaban de paz i en obediencia se ofrecían salir al camino i quitar la vida al Meneses, tal era el odio i aborrecimiento que le tenían! Asi corrían las cosas en todo el Reino, i el oidor Don Gaspar de Cuba en su rigurosa prisión i destie- rro ya desconfiado de vivir, o por las graves enfer- medades que padecía, o a las manos del Meneses. Reconoció la nobleza de la ciudad el peligro eminen- te en que se hallaba este principal ministro, i alen- tados con las esperanzas de la venida de Don Anjel, deliberaron librar a Don Gaspar de aquel peligro en que se hallaba. La ejecución fué mui a la medida del deseo: sacáronle de la prisión, i haciendo fuga camina- ron en breves horas veinte leguas hasta la ciudad. Metieron en el sagrado del convento de San Francisco al aílijido oidor; pero el Meneses luego que supo la fu- ga se encendió en coraje, brotando llamas de discor- dias. Aumentando culpas, quiso que el fiscal de la Audiencia Don Manuel de León jurase contra el Don Gaspar, i resistiéndose el fiscal, le puso las ma- nos indigna i fieramente. Viéndose, pues, este mi- nistro tan vilipendiosamente ultrajado, huyendo de otros nuevos rayos, se acojió al mismo convento de San Francisco, donde se retrajo i donde estuvo con el compañero hasta que Dios libré a Cbile de tanta calamidad . Perseveraba el Meneses en los odios contra Don Anjel de Peredo, i se habían aumentado con no ha- ber conseguido echarle de la plaza de Valdivia. Estaba cargado un bajel con bastimentos para con- ducirlos a la misma plaza, i el Meneses le hizo des- cargar con resolución de que pei'eciese allí Don An- jel i todos los que servían al reí, a manos de la ne- REINO BE CHILE. 103 cesidad: que fuera, sin duda, a no llegar en el mayor peligro nuevo gobierno a Chile que, informado del aprieto, despachó luego el bajel. A hora es forzoso tocar las escandalosas competen- cias que se ocasionaron con el Tribunal de la Santa Cruzada; i se orijinaron de la oposición entre gober- nador i obispo. Aquel pretendía no se publicase la bula en la iglesia catedral, i éste en que se siguiese la costumbre01. Tenia el obispo a su disposición la del comisario como dignidad de su iglesia i obraba con aquella mano. Emponzoñáronse los ánimos de las dos cabezas, con mas vehementes espíritus que an- tes, i al mismo paso se emponzoñaron las materias cón públicos escándalos. Los ministros que las ma- nejaban procedían con celo cristiano i deseo de la quietud pública, elijiendo los medios proporcionados al intento; pero no podían vencer la oposición i te- nacidad con que procedían i obraban las dos cabezas. Suspendamos el juicio i la pluma en materia tan escrupulosa i llena de circunstancias, remitiéndonos a las relaciones que sobre ella se habrán hecho por los ministros a quien toca. Siguióse a este suceso el de la confesión sacra- mental del Meneses. Era voz pública habia muchos años que no la hacia, de que se hablaba con escán- dalo. En esta atención, el obispo mandó publicar fer- vorosamente aquellas censuras de que usa la iglesia contra los que no cumplen con ella al tiempo que se- ñala en sus mandamientos. No se sabe si el Mene- ses por hallarse comprendido formó escrúpulo, o le hizo de lo que el pueblo murmuraba de su divertida conciencia. Estimulado, finalmente, de estas agudas inflamaciones se fué al colejio de la Compañía de104 MEMORIAS DEL Jesús, entróse inopinadamente en la celda del pa- dre provincial Juan López, varón verdaderamente apostólico, í, sin otras anticipadas palabras, hincó la rodilla, diciendo tenia dos palabras de reconciliación. El padre provincial, asombrado de aquella repentina novedad, levantó al Meneses i le apartó, advirtién- le no podia confesarle, pues para hacerlo era preciso ajustar la conciencia i restituir tanta hacienda como se publicaba había adquirido injustamente i diese sa- tisfacción a tantos agravios. De uno i otro le trajo a la memoria el prudente relijioso todo lo que pudo prevenir según las noticias con que se hallaba. Sa- lióse el ]VIeneses de la celda, diciendo «mucho cadu- ca este santo viejo»; pero hizo otro dia juntar en el mismo Colejio diferentes sujetos de ella i de las otras relijiones, varones doctos i grandes, donde, en una larga i difusa oración, .sofísticamente justificó sus acciones, asegurando que solo un maestre de navio le había enviado un poco de chocolate tan malo que no le quiso recibii*. Allí se acordaron algunos de la junta de «aquel Cai-vajal, tirano del Perú, que estan- do para hacerle cuartos en el Cuzco le persuadieron sus confesores descargase su conciencia i restituyese, a que respondió solo tenia escrúpulo de cuatro ma- ravedís de rábanos que debia a una verdulera de Se- villa. A_sí el Meneses se justificó, do manera que los relijiosos dijeron sanctus, sanctus, i que si no tenia pecado se fuese a comulgar. Disolvióse la junta i el jNIoneses buscó confesor a su modo, que le absolvió i remitió la cédula de confesión al eclesiástico. Dejamos tocado como el Meneses prevenía su via- je para las fronteras de guerra (668) por los pi-inci- pios de marzo, revestido de aquel espíritu suyo de venganzas i de castigai* a todos los que habían cele- REINO DE CHILE. 105 brado la nueva que se publicó de Don Anjel.de Pe- redo. Aguardábase bajel del Perú, donde el gran Conde de Lemus , virrei do aquellos reinos , con acciones gloriosas iba desempeñando su celo i las obligaciones de su esclarecida sangre en servicio de su rei. I^na de sus mayores atenciones, según las noticias individuales con que se hallaba, era redimir a Chile de la opresión en que le tenia el gobierno tiránico de Don Francisco JVIeneses, i asegurar al rei este hermoso gajo de su corona que se le estaba cayendo de ella. Asiste Dios con su providencia a los príncipes i gobernadores que con celo cristiano «lesean su ser- vicio i el de sus reyes, que andan inseparablemente unidos; así el Conde Virrei, con sábio dictamen, con admirable valor resolvió suspender el gobieimo a Don Francisco Meneses i en su lugar elijió al Marques de Navamorquende, i juez visitador que conociese de los delitos i exesos del Meneses a Don Lope An- tonio de Munibe, del Orden de Alcántai-a, oidor de la üeal Audiencia de Lima, conformándose el Conde en esta acertada i justa resolución con las órdenes que traia de la reina Nuestra Señora Doña Mariana de Austria, columna firme de España i gloria del imperio de Alemania, que hoi gobierna la monarquía española por la minoridad del rei nuestro señor Don Cárlos segundo, que crezca i viva muchos años con felice sucesión de su real i gloriosa estirpe. Así en Lima se disponían las cosas de Chile; así en Chile corría el Meneses desalumbrado en pen- sar que jamas habia de llegar el castigo del cielo, ni el poderoso brazo de la justicia del rei. Con esta disposición i desprecio salió 1,2 de la ciu- dad de Santiago pai-a las fronteras a los 19 de mar- zo, i ese mismo dia arribó al puerto de "Valparaíso,106 MEMOBIAS DEL veinte leguas de la misma ciudad, el bajel que con- dujo al Marques nuevo gobernador, al visitador Don Lope Antonio Munibe, asistidos de Don Ignacio de Carrera, muchos capitanes entretenidos que venían sirviendo a la ocasión, con un trozo de infantería no despreciable. Llegó a la ciudad esta nueva en las alas del deseo el mismo dia, i dia en que la iglesia celebra la festividad del glorioso San Felipe. ¿Cómo pensaremos que fué casual esta concurrencia, ni có- mo pudo llegar a Chile cosa tan deseada sino en dia de tan gran santo? No tuvo luego el Marques la noticia de la partida del Meneses, i juzgando se hallaba en la. ciudad, des- pachó desde el puerto con sumo secreto i dilijencía sus poderes al maestre de campo Miguel de Silva para que se recibiese por él. Esto se ejecutó con fa- vorable fortuna i presteza a dilijencia del doctor Don Juan de la Peña Salazar que se hallaba solo en la Audiencia. Estaba el Meneses alojado cuatro leguas solas de la ciudad, i a la media noche del mismo dia recibió la nueva de este no imajinado golpe. Resolvió vol- ver aceleradamente a la ciudad con esperanza de ha- llar en ella séquito que le siguiese para oponerse al Marques i defender su recibimiento; pero hallóse burlado de aquella esperanza, porque ya el Silva se habia recibido, i la Audiencia con vigor, fortalecida la justicia i amparada la causa pública. l?ero fué providencia de Dios que el Meneses se hallase fue- ra de la ciudad, porque si está en ella al tiempo que llegaron los poderes, sucedieran mortales inconve- nientes en la resistencia, i lo mas cierto es le hicie- ran pedazos. Viéndose, pues, el Meneses defraudado de aquella esperanza con la fatalidad de golpe tan sensible, se REINO DE CHILE. 107 encerró en su casa, donde a las puertas de ella la misma noche concurrió mucho pueblo a ultrajarle con vituperios i burlas inoininiosas, mucho número de eclesiásticos a cantarle responsos con aquellos instrumentos fúnebres de que usa la iglesia en los oficios do los difuntos. Dejemos, pues, a la consideración del que leyere cual se hallaría el Meneses con la repentina meta- mórfosis de pasar en un dia de la adoración a las in- jurias i del respeto al menosprecio. Aquella misma noche, desesperado i sin juicio, mandó ensillar eaba- llos i por una puerta escusada que caia u sus jardi- nes salió aceleradamente con poca jen te i criados, animado, por ventura, de llegar a las fronteras de gue- rra i hacerse dueño de las armas (delirio desati- nado.) Estando tan aborrecido de amigos i enemigos, lue- go que se supo en la ciudad la fuga del Meneses se trató de seguirle i prenderle. Ignorábase el camino que pudiese haber tomado, i ocupáronse todos, sin que se debiese paso a la dilijencia. Alejóse el Me- neses aquella noche de su fuga ocho leguas de la ciudad. Los nublados de las voces que corriaia ame- nazaban borrasca: temieron los que le acompañaban. Apartándose de lugar tan amenazado, dejáronle los criados de mayor esfera; huyeron los de menor con- dición: quedó solo en «aquel campo de batalla, bata- llando con sus pensamientos. Trató de volverse a la ciudad i apénas halló caballo en que hacerlo: los criados i jente que le acompañaban habían escapado con los mejores, ejemplo miserable de las cosas hu- manas, que al que tenia tantos i tan jenerosos, le fal- tase uno en aquel conflicto! Montó en un mal rocín que se le cansó en el discurso de la jornada, hallán- dose obligado de pedir como de limosna a un arriero108 MEMORIAS DEL que encontró en el camino una muía de las de su ré- cua. En ella llegó hasta los muros de la ciudad, a tiempo que salia de ella el correjidor maestre de campo Don Pedro de Prado, restituido por la Au- diencia en el mismo oficio de que le habia despojado el Meneses. Con muchos ministros de policía i jen- te, entráronle por la ciudad en aquella ínula de re- cua, cubierto de sudor i de polvo, en estraña figura. Pidió en una casilla que estaba a la entrada del pue- blo un jarro de agua i no hubo mas vaso que uno de cuerno: en él se la ministraron al que bebia en va- sos de oro! Juntóse gran cantidad déjente por ver entrar en aquella miseria i desprecio al que tantas veces ha- bían visto entrar triunfante con real i magnífico apa- rato. El vulgo endurecido en el aborrecimiento que le tenia, le iba gritando i vituperando con variedad de injurias i baldones. De este modo pasó Don Francisco Meneses por las mismas calles que en hábito de loco hizo pasear al veedor, i en dia viernes. Ya parecía que comen- zaba a obrar el dedo de Dios en el castigo de este hombre. ¡Oh! qué espejo tan cristalino se les va apa- rejando a los que le sucedieren para que entiendan cuán profundos son los secretos del cielo i cuán va- rios los efectos de las cosas humanas, i que si bien suele Dios reservar el castigo de los pecados para las penas perdurables i eternas, quiere, empero, tal vez dar muestras con un relámpago de poder de la justicia con que rije el curso de las cosas mortales! Pusieron ¡il Mieneses preso en las casas de cabildo i mandaron se le echasen grillos. Trájolos el algua- cil mayor de la ciudad para ponérselos. Pidió el Me- neses se le permitiese primero mudar unas medias por estar mojadas las que tenia puestas; no lo con- REINO DE CHILE. 109 sintió el alguacil mayor ni quiso suspender un pun- to la ejecución. Allí fuera buena en el Meneses una poca de locura i mui del caso darle al alguacil ma- yor con los grillos: pareciera también a todos, como pareció mal el no hacerlo, i que se perdiese el Me- neses tanto de ánimo, de cuya acción se reconoció era tan cobarde en la adversidad como insolente en la prosperidad. Compadecióse el pueblo, siguiendo las. mudanzas de su naturaleza, que, sin medida vitupera, alaba, se apiada i enfurece. .Así estaba el Meneses cuando llegó el visitador juez pesquisidor a la ciudad, que mandó poner por testimonio el estado en que le hallaba. En esta terrible mudanza de fortuna se veia Don Francisco Meneses despreciado de los que poco an- tes le rendían adoraciones. ¡Tan resbaladizo es el camino de las honras que siempre atraías el paso al que las adelanta! ¿Que fué concederle i solicitarle la fortuna a Don Francisco Meneses tanto cúmulo de tesoros? ¿Qué fué sino añadirle lástimas en su muerte, dándole muchos acreedores en su vida? Oh! como dirá bien conmigo Séneca, que los votos de los mortales se oponen en sí mismos luchando contra sus conveniencias propias, i mejor, a mi ver, dirá há- cia esta parte cuando le escuchamos que los dioses hacen lo que les pedimos de enojados i nos permiten eselamar i jemir por los que nos hacen jemir i escla- mar! No sé si creerá la posteridad lo que vió nuestro Chile mientras Don Francisco Meneses le gobernó: gozó los favores de la fortuna, arrastró tras sí los obsequios i cortejos. Velárnoslo caminar como en ca- rros triunfales, vestidos de oro i de púrpura, i poco después pasear las calles exhausto, desfigurado i sinÍ10 MEMORIAS DEL alifío, envuelto en sudor i polvo, en una infame mu- ía de un arriero, sucediendo oprobios a los triunfos. Asi somos burla de la fortuna! Cayeron con el Meneses todos sus aliados i los de su familia por el vínculo del matrimonio, que no era posible que cayendo tanta maquina dejase de cojer a muchos debajo. ¡Así la tenaz yedra que lame las paredes, cae juntamente con ellas! Sacaron a Don Francisco Meneses de las casas de cabildo, donde estaba preso, para llevarle a su casa, por órden del juez pesquisidor, con cien mil ducados de fianzas en epue se mostró jenerosa la nobleza de la ciudad mas ofendida del JVIeneses, a quien se le intimó el destierro que de mas alta mano se le traia prevenido para la provincia del Tucuman, donde ya se le tenia preparada, cárcel con reparos de seguri- dad, permitiénilosele solos dos criados i aquello pre- ciso i necesario para su sustento. Señaláronse ca- torce hombres con armas para su escolta i por cabo i guarda mayor a Don Julián de Avila, obstinadísi- mo enemigo suyo. Así salió de la ciudad con prisiones el que se las habia puesto a tantos injustamente: así vieron todos aflijido al que aflijió a todos, ejemplo digno de me- moria para que aprendan a sujetar sus personas i moderar sus caprichos los que oprimen la libertad pública: tanto maltrata la conciencia del pecado, que llama siempre la ira de Dios! Quedan tocados en estas Memorias los agravios, desprecios e injurias que Don Francisco Meneses ejecutó con la persona de Don Anjel de Peredo, su predecesor, pretendiendo ultrajarle i aniquilarle has- ta quitarle la vida. REINO 1>E CHILE. 111 Véase ahora lo que hace Dios i lo que puede la virtud, pues luego que salió Don Francisco Meneses de la ciudad desterrado i aprisionado con las inomi- nias i afrentas que quedan tocadas, vimos entrar por las mismas calles a Don Anjel de Peredo, triunfan- do con insólitas aclamaciones de toda la nobleza i de la plebe, apellidándole padre de la patria i restaura- dor de Chile, viniendo de particular solo a dar la re- sidencia. Así premia Dios la virtud a los que Obran temiéndolo, así los. hombres el proceder de quien los gobierna cristiano. Persuádase quien leyere ost.is Jktemorias que ha discurrido el autor en ellas, desnu- do «le aquellos afectos que suelen hacer perder la senda a la pluma de los escritores i que la mia. se ha templado con la mayor moderación que ha sido po- sible, .siendo mucho mas lo que está averiguado i consta de las informaciones, testimonios, autos i otros papeles «pie se han remitido en diferentes ocasiones al lieal Supremo Consejo de las Indias, i que se han «'aliado en esta Historia muchas palabras, obras i ac- ciones indignas de escribirse en ella, pero dignas del juicio de la visita que se está administrando, que se verán a su tiempo, así para castigo de lo presente como para enmienda i ejemplo de lo futuro. Si el que leyere esta Historia fuese curioso, admi- rará las difei entes calidades de los dos principales objetos que han representado los primeros papeles en su traje día i juzgai-á que la foi*tuna jugaba a los i S estreñios con Chile, dándole dos gobernadores, uno en pos de otro, diametralmente opuestos, el uno por la parte de sus virtudes, el otro por la de los vicios. Don Anjel de Peredo sirvió a su rei mas tiempo ' 1 '" de diez i ocho años en el ejército de Badajoz contra Portugal, los diez i siete de ellos compuestos sin in- / g 6> ? - 0 - r f ♦ - s. . - V 112 MEMORIAS DEL terpolacion de tiempo, bien visto de sus jenerales i amado de sus soldados. Pasó a las Indias con el gobernador de Jaén de Bracamoros G3 en la misma ar- marla que condujo al Conde de Santisteban, virrei del Perú. Penetró este príncipe el talento i pren- das de Don Anjel, sus esperiencias militares, te- niéndole por sujeto digno de mayor empleo del a que venia destinado; en esta atención le nombró por gober- nador i capitán jeneral del Reino de Chile, presidente de su Audiencia, en fuerza de cédula real que tenia para ello. Halló Don Anjel perdido a Chile por el alzamien- to jeneral de los indios que habia precedido poco án- tes; recuperó en solos veinte meses lo perdido, que constaba de todo aquello que sus antecesores habían adquirirlo i conservado en el discurso de sesenta años. Rajó a la ciudad de Lima, habiéndole aguardado en ella el Conde Virrei i algunos- para ocuparle en la presidencia de Panamá por muerte de Don Fernan- do de la Riva Agüero, i no habiendo llegado a tiem- po por la dilación que le ocasionó su sucesor con los agravios grandes que le hizo, se le mandó fuese a gobernar a Gfuancavelica. Estando para partir a este gobierno se declararon las peligrosas alteraciones de las minas de Puno, i no hallando el Conde sujeto en todo el Reino mas apropósito para tan ardua empre- sa que la persona de Don Anjel, mudó temperamen- to i le ordenó fuese a gobernar a Puno. Ejecutólo con ciega obediencia. Allí padeció inmensos traba- jos i peligros. Habíanse unido los sediciosos en nú- mero de mil hombres que invadieron el asiento con muertes, estragos i robos, en cuya resistencia por defensa de la autoridad real i crédito de la justicia, recibió Don Anjel cinco balazos. Escapando sobre- natural i milagrosamente llegó a ciudad de Arica REINO DE CHILB. 113 tan destrozado i pobre que allí le dieron dos cami- sas como de limosna. Sin ellas ha salido siempre Don Anjel de todos los puestos que ha ocupado, aún sin ocasión de tamaño accidente como el de Puno'14. Rajó a la ciudad de Lima, en cuyo Real Acuerdo re- sidía el gobierno del Perú por muerte del virrei que, habiendo tomado resolución de suspender del gobier- no a Don Francisco Meneses por sus exesos, le nom- bró segunda vez el mismo Acuerdo por gobernador de Chile; pero algunos motivos que asistieron a aque- llos ministros suspendieron la resolución, mandando a Don Anjel se encargase del gobierno de la plaza de Valdivia con motivos particulares del servicio de Su JMajestad, i para que contuviese los intentos de Don Francisco Meneses en el inter que se tomaba otra resolución. Tomóla el Conde de Lemus, virrei, enviando a Chile nuevo gobernador, como queda advertido en esta Historia. Ordenando a Don Anjel bajase a Li- ma, pasó de camino por la ciudad de Santiago de Chile, donde se hicieron con su persona demostra- ciones i aplausos que no tienen ejemplar. Dió su re- sidencia del tiempo que ocupó estos cargos con el mayor loor i crédito que jamas se ha visto00. No ha conocido Chile jénio mas adecuado al go- bierno de sus provincias que el de Don Anjel, así en la paz como en la guerra. Todos los antiguos i mo- dernos confiesan que ninguno de sus antecesores desde Don Pedro de Valdivia hasta hoi ha sabido penetrar el humor de los indios rebeldes tanto como Don Anjel para conservarlos en paz i obediencia. Así se reconoció en su prudente gobierno i se espe- rimentó en el amor i respeto que los mismos indios le tuvieron, que le conservaran mil años si fuera po- sible vivirlos i gobernarlos. Hoi le están clamando s114 MEMORIAS DKL. i amando, con nunca vistas demostraciones de fine- za venerando su nombre. Este es un breve diseño de las acciones de Don Anjel de Peredo, con que pasaremos a las de Don Francisco Meneses para acabar estas JWemortas. Sirvió al rei Don Francisco Meneses en el estado de Milán, Cataluña, jornada de Burdeos, i en los es- tados de Flandes, últimamente en la campaña de Badajoz cuando el sitio de Yelves. Ocupó los pues- tos de capitán de caballos en Milán, el de teniente de maestre de campo jeneral en Cataluña, el de maestre de campo de tercio en Burdeos, con el cual pasó a Flandes. Graduólo de sarjento mayor de ba- talla ab honore el señor Don Juan de Austria, por cuya merced no quiso pasar el rei su padre. Sirv ió de reformado en la campaña de Yelves, i graduá- ronle de jeneral de artillería para venir a Chile. No es dudable que adquiriría estos puestos por méritos i valor, aunque talvez se consiguen a diligen- cias de la fortuna o por arte i maña, de que era el Meneses primoroso artífice. Ello es cierto que en cuantas partes sirvió fué de natural inquieto i revol- toso, sedicioso e inclinado a discordias: dígalo Cata- luña donde Don Felipe de Silva le tuvo en un carro para quitarle la cabeza por la inobediencia que tuvo con Don Juan de G-aray. Escapó de allí con la fuga i anduvo muchos dias a sombra de tejados, fuera del servicio del rei. En San Sebastian del Pasaje, en la ocasión del viaje de Burdeos, tuvo pesados encuen- tros con el barón de "Vativila i Don Fernando de la Riva Herrera, proveedor jeneral de la armada; i, de vuelta de viaje, en el puerto de Santoria con el mar- ques de Santa Cruz. De Flandes salió huyendo del marques de Carazena; en Madrid se encontró con el REINO DE CHILE. 115 conde de Talara; en el sitio de Yelves con el jeneral de la artillería Don Gaspar de la Cueva, en cuyo lance quedó ajado i con poca reputación. A. este paso caminaba en la Europa el Meneses, tal era el curso de sus acciones en España, i tal la temeridad con que ha obrado en las Indias, como se ha visto en estas 3fernorius. ¿Quién negará que la lealtad de Chile se ha purificado en el crisol de este monstruo? ¿Quién no pondera su paciencia i la fé con que veneran estos vasallos una sombra de su rei, aunque tan espantosa como la de Don Francis- co Meneses? Reconvenir pudiéramos a nuestro gran monarca con este mérito para esperar muchas mer- cedes de su piedad augusta. Sujetóse últimamente el Meneses de los afectos que suelen apartar de la senda directa de la vida a las luces mas perspicaces de la sagacidad humana, injenio estólido i voltario entendimiento, doblado i escuro, incapaz de secreto i de consejos. Rara vez se allanó para evitar el desprecio, cubrióse con os- tentoso disimulo para parecer mayor, afectó poseer a todos, mas con arrogancia que con afabilidad. Si alguna vez fué jeneroao pesó como en balanza el beneficio i recompensó los obsequios con premio an- tes dailo en cara que repartido. Juzgó por indigni- dad sujetarse a los poderosos i por bajeza de ánimo perdonar a los enemigos. Las dobleces i la ficción le eran connaturales en el temperamento de su injenio, atribuyéndolo al desmedido apetito de mandar: hom- bre de engañosa fé, achaque común de todos tiem- pos i mucho mas del siglo que hoi corre. Reconoció- se, finalmente, en este sujeto, que el buscar dema- siadas honras i riquezas no es sino levantar una al- tísima torre sobre arena, cuya caída es mayor i el precipicio de la ruina mas espantoso. Quedará DonMEMORIAS DEL Francisco Meneses para siempre por ejemplo prodi- jioso de gobernadores, i su fin nos muestra que nun- ca paró bien el poder mal adquirido, que no se ha de juzgar de la felicidad hasta la muerte, el dia has- ta la noche, ni el edificio hasta que acabe; que el poder ganado por méritos i por fortuna se conserva con la modestia i se pierde con la insolencia, i que la mas alta fortuna de un vasallo ha de reconocer su grandeza de mano de su príncipe i todo de la de Dios. Etc. FIN. NOTAS. 1 l>e los dos sujetos aludidos en esta espresion, uno de ellos es, sin duda, el padre jesuíta Fr. Francisco del Castillo, i el otro, probablemen- te el arzobispo de Lima Don Pedro de Villagomez. Ver en uno de los dos ánjeles que según el autor usistian en su administración al Conde de Lemos a San Francisco de Borja, su tio, nos parece seria llevar dema- siado lejos la metáfora. Véanse las pajinas 241 i siguientes tle la I'.V/./ Uíhnirahle i jjrodijiosas rirtudes del venerable i apost ólico pattrt- Francisco tlel Castillo, por el P. José de Buendia. tfmttf lir, 1hernadorex,>» en cuyos términos si bien se dá a entender que su propósito era la enseñanza tle futuros íua- jist rados, una sana i no avent uratlu interpretación admite también que esos escritos hayan sido compuestos para un gobernailoi- determinado, que en este caso seria naturalmente l>t»n Anjel de Pertdo. Véase mas adelante la nota '■1 u la pájina 11. Por lo demás, solo hemos «fuerido advertir a<|iií cierta contradicción que se nota en el testo respecto del nombre del gobernador a quien se ha elejido por tema tle estas .Memoria», pues sí en este lugrar se le designa sim- plemente Don Francisco Meneses. ^en otros lugares (pajina :it>, p. ej.) lo llama Don Francisco on Ignacio de Carrera en la determinación superior de separar a Meneses del gobierno, llegada a Lama mientras permanecía aquel en es- ta ciudad, después que disgustado con el gobernador se escapó de Val- paraíso. *.* Debe fijarse el lector en que ueguu estas palabras, puede entender- se que la incertidumbre de concluirlas provenia de que apuntaba los acontecimientos a medida que ocurrían, i en este caso se tornaría a Jefe- mi 11 ¿"ese en su jentiino significado, o bien que solo dudaba de llevar a ter- mino su libro. Véase lo que liemos dicho sobre el particular en la intro- ducción. lo Uamainos la atención sobre esta referencia a la historia de Roma por lo repetidas que son en las .Memorias del Jieino de Chile, aunque, sin embargo, no de estraflar; porque, en verdad, son ellas tan comunes en los escritores chilenos del coloniaje, poeta» o prosadores, que en muchas ocasiones demuestran que hacían de esa historia «u lectura preferid». Notas. 111» así como de sus héroes los tipos que pudieran servir «le modelos a los personajes cuyas vidas o hechos diseñaban: obsérvese, sobretodo, el fu. ren Indómito «le Alvarez de Toledo, U Por una razón análoga a la csprcsaila en la nota anterior, es nece- sario recordemos en este lugar que estos choques entre las primeras au- torñlodes «leí reino no escaseaban en esos tiempos; pero sí de las únicas que con los capítulos para la elección de provincial de las órdenes reli- jiosas, o con las fiestas celebradas en honor del rei o de algún miembro de la familia reinante, venian a turbar la calma letárjica de aquellos lar- gos dias, solo acortados por la siesta. Sin eluda que el mas famoso de todos esos encuentros fué el que acon- teció gobernando Alonso García Ramón, éntrelos oidores de la real audiencia i los canónigos de la cateilral de Santiago, ilisputándose la prio- ridad «le los axjii ri/itrx. Kl batallador obispo Fr. Juan l'erez de Espinosa llegó en tal ocasión ■ poner en entredicho a la ciudad, dándose por sa- tisfechs solo emendo los oidores vencidos fueron a recibirle a los arraba- les de la ciudad «le vuelta «leí retir«i que se halda buscuilo en una <|U<*- brada de los cerros del Salto. Detalles tan estensos como los que Kr. Juan de Jesus María dá so- bre el «pie lo ocupa, traen sobre aquel Don Vicente Carvallo en su Jlislo- ria de C/tile i Don 11. Vicuña Mackenna en el tomo I «le su f/ixturia de Sitjlt i'n/'t. U Se ofrece aensioi> «lebiera leerse aversión. 14 Dejamos al lector discreto supla lo que a sil juicio estime complete el sentido de esta proposición al ligarla con la frase final. 15 Casi inoficioso semeja advertir «pie esta arenga testiialinente atri- buida al jete araucano, no pasa de ser uno do los recursos oratorios a que oc-urria la jeneralidad «le los escritores sobro cosas de los indios pa- ra adornar el estilo, i de los cuales quien mejores muestras nos ha deja- «lo indudablente por su altisonancia e inverosimilitad es el renombrado doctor Don Cristoval Suarez de Figueroa, el autor de los Hechos de Don Cíarcia Hurtado de Mendoza. *■ He aquí como el escritor alu«lido mas arriba (nota ti) refiere este ataque en una Historia de Chile cuyos fragmentos conservamos inéditos: «Estaba con seiscientas lanzas Caniulebi en la cuesta de Villagran, paso angosto i malo para la caballería. Subió con la suya Carrera i presenta- da la batalla acometió con tal coraje la infantería enemiga que hizo re- tirar nuc-tra caballería: púsola en órden Carrera, i embistió con su in- fantería st la de Caniulebi, i cuando iba de venida vino a favorecerle su caballería: acometióle la nuestra, i se peleó mas de dos horas, hasta que derrotados los indios se pusieron en fuga; muertos mas de cincuenta i otros muchos por el camino. Siguióle Carrera hasta el valle «le Chivi- lingo, i corrió todas las tierras de Caniulebi, quemando i talando cam- pos i ranchos, i se volvió a Lota cargado de despojos i muchos prisione- ros, i entre ellos l'ichipil, cacique principal de A rauco.» Creemos por lo que dicen estos dos escritores que erradamente se llama en la Historia de Chile de Gay, Udalebi al jefe araucano de que aquí se hace mención, 17 Aunque la institución de la guardia nacional corresponde propia- mente a la república, hija de la democracia, tuvieron, sin embargo, núes-120 NOTA.". tros antepasados algo parecido. Contraponíase entonces la milicia a loa tercio*, éstos destinados a la guerra de A rauco i aquella a pro tejer la ciu- dad, exactamente como hoi se distingue la fuerza de lfnea de los bata- llónos cívicos. Hé aquí, pues, la aualojia. wo,x K1 Pad«-e (tvallo en su Histórica Relación del Jieino de Chile, (pajina lOO), da sobre el asuntólos siguientes detalles, que se refieren a un tiempo poco anterior [1040] al del testo: «En cuanto a la milicia de es- ta ciudad [Santiago] bal en ella fuera de la compañía de los vecinos en- comenderos i capitanes reformados, fque es la principal i no tiene otro capitán que el mesruo gobernador o su teniente jenerall otras del nume- ro, «ios c. tres «le a caballo i olías tres o cuatro de infantería española. Estos salen frecuentemente por sus turnos los días de fiesta a ejercitarse en el uso de las armas, marchando por la ciudad i algunas veces entre aHo hai suizas i alardes jeiicrales en que salen todas i vú pasando mues- tra cn.ln comp.ima, rejist ran.Io ca.la cual sus armas «leíante «le los oido- res i ..huíales reales que los van escribiendo en los libros para saber que jente i armas hai para la ocasión que M puede ofrecer i multar a los míe tallan o «o tienen sus armas i caballos con el aseo i curiosidad propia de su profesión... Todas estas fuerzas no pasarían, con todo, de 150 a 200 in- divi.Iuos de tropa, de los que solo una tercera parte se hallaba en estado de turnar las¡anuas. [Véase la Historia d, Saatia./,,, en la nota 1 de la pajina 208 del tomo 1, i la 125 del II, que algo deja que desear en el es- tudio de un punto tan curii.su c interesante."] En cuanto a las ocasiones que pudieran ofrecerse, de que se habla en el párrafo trascrito .le Ovalle. no era umi difícil que ocurriesen, pues momento hubo en que la ciudad debió ponerse en estado de defensa con- tra los indios que amenazaron dejarse caer sobre ella por las cordilleras de la provincia de Aconcagua, exactamente como lo que se temió de los Undenas después do la independencia. Ga.v recuerda también [/lista- ra,, tomo III, pajina 1-48J el atisilio prestado por las milicias de Santia- go en K.ol) a la ciudad de Concepción con motivo del asedio del fuerte «le «<>roa por los araucanos; i por último, no hemos olvidado to.lavia que en masa se hallo en el bombardeo de Valparaíso. I* Parece claro que por encerraba se ha puesto cuereaba. »• En esta frase incompleta ha acei tado, sin embargo, el buen padre de Jesús María a vislumbrar con su casual reticencia algo del oportuno i espresivo Qao* effn del poeta de Mantua. ¿y El autor en este lugar «lá ocasión a una verdadera controversia his- tórica. Cuantos se han ocupado de relacionar los sucesos de aquel tiem- po uniformes esponen «pie Feredo, huyendo de M en eses, i encontrando cerradas las puertas «leí convento, se «lejó caer al interior desde lo alto de una tapia, por cuya causase rompió una pierna: i que tan desgraciado acontecimiento previno en gran manera el Animo del pueblo contra el gobernador que recién entraba. Si como puede lejítimamente inferirse, el padre fr. Juan de Jesús Maria, ademas de ser contemporáneo i acaso testigo presencial, ha cuidado de acopiar cuanto pu liera decirse en des- crédito de Meneses i en favor de Peredo, ¿cómo es que cuenta tan de di. verso moJo entrada del último a los claustros de San Francisco? 21 Ea palabra^z-o^e/n/on colocada en este lufrar envuelve un manifies- to °>onJrasenn do> »> a no dudarlo, esta empleada por aversión. ?*" llemoa ceido autorizados para sustituir a maestro acostumbrado en toda ocasión en el orijinal, maestre que es la palabra correspondiente a la idea que se ha querido espresar. SOTAS. 121 23 Sobre las fictas i entretenimiento» del coloniaje, regístrese la tan- tas veces citada Historia de Santiago del «eiTor Vicuña Mnckenna, espe- cialmente en los capítulos VIII i XX del tomo II. Entre otras, fué famo- sa la que tuvo lugar cuando se instaló la Keal Audiencia i cuyos «letolles recuerda el gobernador .Tara Quemada en una «sarta fechada en ltill i publicada por Don Clainlio Gay en la pajina 234 i ■•¡«bidentes «le su tomo II de nacimientos. 2* Erijida por cédula «le 6 de Abril de 1661, «pie es la leí 13, tít. ló, lib. 2 de la Recopilación di- indias. Sin embargo de esta «lisposicion, solo se «lió principio a la fundación en 1G»>:-J, según refiere Funes. Knsai/o de la Historia cicil del /'ara/fttat/, 2°, pajina 118. Kl doctor D«.n Alonso de Kolorzano i Velnzco es autor «le un Informe so/trr las rosas de ('hile [1»>57] que publica Gay en el tomo II de JJocumcn tos, pajina 422. El settor Vi- cuna Mnckenna refiere de él cierto inciilente en la //. de Sont.. tomo I. pajina 2*r>0. nota. Funes cuenta también en este lugar que el sobrenombre de líarra- bas que se d«ba a Meneses era popular en el Perú; así como algunos in- ciilentcs de la permanencia del gobernador de Chile en Unenos Aires. 25 Por T—ir- diligencias «me hemos hecho, nos ha sithi imposible encon- trar en Lima estefolleto del gobernador «le Chile. Prescindiendo del in- terés que despertaría el fondo del escrito, la circunstancia «le haberse publicado sin aprobación ni licencia, faltando a disposiciones prcjhibiti- vos espresns, sobretodo en aquellos tiempos; «lo profundo acatamiento a la aatorMad, bastaría para despertar el «leseo 'le «-onoeer esa pieza. aa l>e.lro de Valdivia habia llamado a Vulpuraiso en el acta «le funda- ción [que r«-jistra Gay entre los Itac.itmentos, tomo 1. pajina .'¡ó, ] «el pnerto para el trato de esta, tierra i ciudad «le Santiago, i «"\ este propia- mente, dice el erudito autor de su /lista, ;,/, t.. m «> I. pajina 2:5. era su nombre casero i doméstico [como entre jetite antigua se usa todavía en la capital i en las provincias] siendo el moderno de \'a/j>araiso una espe- cie do resurrección operada por los navegantes estranjeros que mas tar- de vinieron a estos mares, i gustaron «le su sdnipática asonancia... •¿7 |>e este sujeto, al cual tanta parte atribuye el autor en las orbitra- ri. dades de Meneses. no sabemos que se conserven otras noticias «iue la? consignadas en el testo. El que mas larde I 1 haiga la historia «le este pe- riodo, sin «fu.la no «Icberá olvidarlas. >i Cno «le los precedentes gí.bernadores «le Chile, [1846-—1»:4!»] cuyo nombre escribe ta Jmaeialldad 3fvjica o Miuicu, o «-orno diríamos hoi Mnt- Jica. V«'-nse a Cay, tomo III, pajina 74. en lo. nota. •-i?» |ti>n Francisco Bravo «le Saravia, corregidor «le Santiago en el go- bierno «le Pereda i a quien éste había revest i«lo con el cargo on MeIclior«le Cárdenas, el doctor Don Fernan- do de Tole lo i el tesorero real Don Jerónimo Hurtado «le Mendoza. I,a autoridad eclesiástica de Santiago dijo «le nulidad de este matri- monio antes de la salida de Meneses para el Perú. Seguido el juieb. ante el obispo Huniaozoro. 1«> declar.'.. sin embargo . válhlo por sen-122 SOTA». tencia de ÍO de Mayo de 1670. Para detalles del suceso puede ver- se la Ifimtoriu tle Santiago, en las pájnas 2Ó2 i siguiente-». 3o Por lo que se refiere a las autoridades de Chile, la real cédula de •2 de Noviembre de 1«38. Don Miguel Luis Amunátegui ha dilucidado la materia con la erudición que acostumbra en su obra A«*i I'rttcur- xorex de Iti /nde/tentlenciti tie Chile, capitulo IV", tomo E. La faz relíjio- sa ha si facíHco, parte 2. •i Es decir, por creerse apénns posible. •'2 Por la dirijiila con fecha I "> de Octubre de 1Ó97 al gobernador Dota Martin (Jarcia Ofioz i [.uyola. i por la de 2 de Noviembre de lo38. Interesantes pormenores pueden hallarle sobre este asunto en lo» i're- eiirxoees efe., tomo II, capitulo lili IX. 33 Este sistema de especulación es necesario tener presente no fué solo peculiar a Mencsos. El historiador Uon Vicente Carvallo clasifica a los gobernadores en tres categoría-», especificando que on «la segunda, que permaneció hasta el aiio «punce del siglo presente [XV1IIJ. nin- gún otro espíritu Ies animaba que el de la codicia, i todo el fin era hacerse ricos.» l'na centuria cabal dtMpuail [17<>-J el mismo autor re- fiere, como testigo de vista, que «to los se vendían, i ya parecía no sim- ple venta sino almoneda.» ,-I qué mucho que sucediese así cuan lo a principios del Ultimo siglo [170SJ el reí Felipe V h.ibia vendido en 24 mil pesos el gobierno «le Chile a un mercader de Vizcaya? I'nr* no es- plicarse e-tos hechos, d ¡ce un hombre de estos tiempo-*, es preciso desco- nocer lo que siempre fué la Fspafia i lo (pie era Cnile en aquel entóneos. 341 Este socorro fué ni principio [lMllj solo do 100.00(1 ducados, ele- vándose en breve a 212,000. Véase sobre esta imtiitmcion, como la ha lla- mado uno de los mis populares e-ertores chileno-, el tomo I, püj 2í»!» de la llixturitt ite Santiago. En po-esion Sobre la nuMn como se proveía de víveres, ropa, ote, el ejército de los fronteras, rejístrese un inform * de ia Audiencia de Santiago diri- gido al reí. en 1611, comentado por el seíior Amunátegui en su libro /.«>.* l'rerurxttrex, tomo II. pajina lOti. *• Iteciicrdesc «pie desde Mendoza había escrito Metieses a su antece- sor partí ipte inmediatamente entreg sj el muido al maestre do campo l'nri-era, i que. según advirtió el autor en la pajina 14. posteriormente- le «lió <'>rden «le prender a Percdo. W Vimlvnse s«»bre la nota 3 ■1 Apenas parece necesario ileainpie el autor •] refiere con ésto a los •numerosos indios «pie Valdivia oaupibi cti las minis. cuyo servicio oca- sionó en parte el alzamiento «pie le costó la vida. Al decirde Ercilla. r.trau- <•«;)«, canto III, est. íi J cniciic.it i mil va «al os le ofrecian «lia por día cin- co mil marcos «le oro. Véase A inuii ítejui, I> •leii'trirn riil't i Ctii'/uix- tm tie C'liilc, capítulo IV, número [. Como ilustra -ion a lo qu • so indica c-ti el testo, citamoi a continuación nlgiiti is p il thr is «Id cronista io~- servi«lo i permitió, «jue por aquel camino que quiso ser seílor, por aquel perdiese la vida i estado.» Jíixtnrititlorex tie Chile, tomo II. pajina 3?>. 3o Alusión al larg«i proceso ipie se siguió a Pcrcilo en Lima i del cual al fin salió absuelto en Santiago, pura pasar en seguida ni gobierno do Tucuman. Véuse lo «pie id autor espresa mas afielante f pajinas 43 i 112-3 •O Firmada por Felipe III en 2ii «le Mayo «le lOOG i publicada en /.nx i''eeettrxot-*x, tomo II. piijína 8(«. 41 Esta frase se encuentra en el oi-ijíual tal como ln damos. *- llai cu esta parte cierta falta de ci-otiolojio <*n la esposicioxi del au- Lor, quien p«»r traer a colación el ejemplo «le reredíl adelanta su llegada ti Santiago en mas «le tres ailos. «13 un ejemplar «le este libr«i. ya escasísimo, poseo el convento «le la- Merced i*n Quito. Sentimos no rc«-.o-dai- exactamente su título, pero sa- bemos «pie fu«; su autor el maestre En eete párrafo se dice «pie t'ai-i-era ««ganó la «*iu«In«l '«incepción "¡ i el »ngra«l«» «leí colejio «le la Compañía de Jesús.» en oposición a Cay «pie .ifirutn fué el d«* San Fi-ancisi-o. El mismo historiadoi- [_ l [ <*tt,,-t.t. f«im«> 111. pújinn lili. u»ta] estima iiiver«»síuiil la aiiécd.ifa. «pie se refería dto liaber i«lo Cnrr«'i*a una noche. llegad«i a Santiago, a echarle a. .Molieses en cara su abuso, i que éste, eobrecojido <1<* temor. 1«- repuso: «Ya Babia yo fH era lT. honilire «le honor. ¡ solo he querido asuntarle. Retírese O.»; 1«> «pie está «le ii<-u«»r«lo con lo esprcsa«l«i en el testo. 415 Ra la nota ¡7 hemos «la«lo algunos pormenores sobre el particular. • 7 Bata sujeto era natural «le Cartajei.....n Aiin'-rica. Alcedo cu su tPto domttrio lo cita al hablar «le esta ciudad, i el señor .Men«l¡buril, en el in- teresaiite i erudito libro de cuya publicación se ocupa, trae también «le él algun«»s datos rM)icdai%ario histérico biográfico dkl i*erú, tomo 11. 1874.] El seíí'ir Vicuña Macki-uiia VJTimtoria rtm Santiago, pájín.-i *J I.)] llama a es- te oiilnr («aspar «le (.'iicva, con cuya firma se cnciientra, al parecer, un infortiie solire el estado «le «'hile pwaado al reí por el i aquel su compañe- ro de quien tanto se habla en esta historia. I>«m Juan de la Peña Salazar. con fecha lli «le Agosto de l»iti8. i «pie Cuy publica en la pajina -"i 13 del tomo II «lo I>" La renovación «le l 'N'éasc en l¿t¡x l'ieeuixttrex el iiiteresant ísimn capítulo \"i del foum 1, titllln«lo />'/ ihtKtritei'ttt eit /««-■•• tltnttitiittx Ii ixjxt nti—tt t,t t rieti ttt/x. M 1 liisti-au«l«i este punto ha publicado el Sr. Barros A rana una nota a la. páj . 4 ó «le la Historia ¡te i-, i bm^raHia livares. ■ • Saliido es que ciula vez «pie Bapalla se encontraba en guerra, con 1» Inglaterra o la Holanda, estos países no tardaban en enviar sus vela» en perseguimiento «le los galeones o en hamos «leí liotin d<* las poblaciones «pie asaltaban. •">4 Parece incuestionable «pie los proyectos «le subl<*vacioii que se atri- buían ni gobernador «le < 'liilo. llegaron* hasta inquietar u las autorhladex124 NOTAO. de Lima. Poco uiiis abajo, el autor llama, «calumnia» a esos díceres, pero impropiamente: para convencerse de ello basta leer lo que espresa al fi- nal «le la pajina 8<>. S5 CVifn se Humaba el antiguo catre de madera, de alto respaldar, rele- gado lioi a las antiguas cosas de campo, i lujo ñutes de la indust ria colonial. J>6 Hat mucha variedad en la escritura de este apellido: unos dicen Eri~ xa, otros brizar i hasta Keijttr. 67 Seria muí curioso rejistrar en los archivos «le este tiempo de la Au- diencia de Santiago por ver si ha consignado entre sus acuerdos tales proposiciones. Fl hecho es tan grave que bien vale la pena de una séria i n vest igacion. 68 Ha quedado incompleta la frase en el orijinal. BB i£i suceso del veedor lia sido referido por Córdoba i Figueron \_Otifer- eiort de Historiadores de Chile, tomo II, pajina U8<>, j con incidentes bas- tante diversos. Igual discrepancia se observa en las obras de i orvallo i Pérez Qarcio, pues hasta el nombre lo hacen alternar entre Pacheco i Mendoza. Véase a Gny, tomo III, pajina SÍ-5H, nota. fia Como so ve1, deja sospechar aquí el autor que fu «5 él quien confesó al reo. fii El obispo marchaba en esta ocasión de acuerdo con las doctrinas de la corte de España, <|uc jeneralmente ordenaba se estuviese a la costum- bre en cuestiones sobre competencia. 62 Es corriente hallar confusión en los historiadores respecto a la sa- lida de Metieses de Santiago. I'nos piensan que emprendió su marcha a Concepción después que supo la llegado «le su sucesor; « órdoba i Figue- roa espresa que lo hizo «por motivos que para ello tenia » lo que alguna relación indicarlo con el propósho que Fr. Juan le atribuye de resistirse en el sur a la entrego del mondo. Finalmente, hoi otros que opinan que su vuelta a Santiago solo la hizo cuando fué alcanzado por algunos per- sonas que salieron en su seguimiento. Sin duda que las noticias consig- nadas por nuestro autor llamarán la atención de futuros cronistos sobre estas particularidades. Jaén de Brrcamoros es uno ciudad del Perú situada al norte, inme- diata a Cajamai-t'a. I i o i ha decaido muchísimo. Don Jorjo Juan i Don Antonio de UJloa en la pajina cxxvm del to- mo 4 o de la I¿ :lacio/i Jlisfó'rica del Viaje u la ¿lmé'rica -Meridional dicen lo- que sigue: nF.l o fío de l»«t>5 por el mes de junio comenzaron o experimen- tarse algunas diferencias en la provincia de Paucarcolla......de cuyo de- sórden resultó que los andaluces i criollos diesen muerte al correjidor -Don Anjel de Peredo.» Oay [3o, 217, nota] cree, según esto, que el go- bernador de Chile es un personaje distinto de aquel a que aluden los via- jeros espafloles, como se vé, contra la opinión espresa de Fr. Jutn. El error proviene, ■ no dudarlo, de suponer aquellos autores que Peredo murió en la sublevación. no Puede recordarse lo indicado en la nota 39. «y¿*&} Vi.tori* ! i 1873