RESEÑA é DE LAS OL.ORIAS ADQUIRIDAS por el JW#» tfry^a (t^v^v^» EJERCITO DE LOS ANDES CON LA BANDERA C^ue deposité ©n manos de tS. JE Sr. Gobernador del Estado Doctor don Valentín alsína IMPUESTA IHUIIIt DE "El. NACIOS.U", CALLE SOLIVAIt NI?, JJuonoe AireaEl Brigadier que suscribe Buonoa Aires, Febrero 23 de 1650. Al Exmo. Sr. Gobernador del Estado, Dr. D. Valentín Alsincv. Habiéndose servido V. E. significarme por conducto del Sr. Ministro Secretario de Guerra, la resolución en que estaba do conservar en una caja que habia mandado construir al efecto, la insigne bandera del Ejército do los Andes que tuvo el honor do poner solemnemente en manos de V. E. el 11 de Seticmbro último, y que con tal motivo se complacería mucho de poder depositar en ella un rápido compendio de su historia, es decir, de los hechos mas notables que con ella se ligan, el cual podri» yo formar, como bien instruido de ellos; acepto con placer, Exmo. Señor, el noble encargo con que se me favorece, no obs— tante mi insuficiencia como escritor. A pesar do mis mas vivos deseos, varios accidentes me han impedido terminar antes este pequeño trabajo, pero auuquo pequeño, croo quo es un medio de hacer conocer á los que so acerquen á contemplar ese viejo monumento de nuestras glorias militares, todo lo quo él representa y simboliza para los hijos de la República Argentina. Siento haber perdido, en el naufragio que sufrí en una de misi emigraciones, mis apuntes y otros document js curiosos quo mucho me hubieran servido hoy para señalar con entera puntua- lidad las fechas do los diferentes encuentros que el Ejército tuvo qne sostener. Pero V. E. debe tener la certid Jinbro de quo la narración que voy á hacer, si bien puede adolecer de alguna omisión subalterna, nada contiene que no sea de una rigurosa exactitud. Habiendo resuelto en 1815 el Supremo Director de las Pro- vincias Unidas del Rio de la Plata, la formación de un Ejercito con la mira de libertar á Chile de la dominación esj añola. fué:— 4 — nombrado para organizarlo y mandarlo el General D. José do San Martin á la sazón Gobernador de la Provincia de Cuyo. Sirvieron do base á dicho ejército, una fuerza que y» habia estado en Chile en clase do auxiliar a las órdenes del Teniente Coronel D. Juan Gregorio de las Heras, la cual habia podido retirarle a Mendoza después del desastre do Rancagun, quo puso a los españoles en posesión de Chile; dos compañías del Regimiento N° 8, á las ordenes del Teniente Coronel D. Juan Rodríguez, siendo Mayor de ellas el autor do estos apuntes, una compañía do artillería, mandada por el Capitán graduado do Sargento Mayor D. Pedro R. do la Plaza y una pequeña maes- tranza dirigida por el Capitán Beltran. El Supremo Director mandó parí» aumentar las fuerzas: prime- ro el 3° y 4o Escuadrón do Granaderos á caballo, al mando del Teniente Coronel graduado de Coronel D. José Matías Zapiola, Comandante del 4o escuadrón D. José Melian y Sargento Ma- yor!). Manuel Medina, cuyas fuerzas llegaron á Mendoza el 5 de Agosto de 1815, y después el Io y 2o Escuadrón del mismo Regimiento a las órdenes del Comandante D. Mariano Neeo- chea, que se incorporó á él. Esto cuerpo fué remontado con re- clutas mendocinos, de San Luis, y algunos emíg-rados de Chile. Ultimamente el Gobierno destinó al completo del ejército al Re- gimiento N° 8 que seincorporó á las órdenes del Brigadier So- ler, nombrado gefe del Estado Mayor General. Del Regimiento N. 8 y do la esclavatura de la Provínole do de Cuyo, se formaron dos batallones con los números 7 y 8. El primero fué puesto á las órdenes del Teniente Coronel Don Pedro Conde, teniendo de Sargento Mayor á Don Cirilo Cor- rea, y el segundo al de igual clase Don Ambrosio Cramer, te- niendo por Sargento Mayor & Don Joaquín Nazar. En San Juan se formo un Batallón de blancos con el nom- bre de Cazadores, y se dió a mandar al Teniente Coronel Don Rudecindo Alvarado, siendo su mayor Don José Sequeira. El cuerpo que mandaba el Teniente Coronel Las Heras, fué remontado y tomó elnúmero 11, teniendo entonces do Mayor íi Don Ramón G¡ tierreros. La Artillería y el Parque fueron también aumentados; y por último se incorporaron al Ejército el Brigradicr O'Higgins y una fuerza perteneciente á Chile, que mandaba el Teniente Coronel Ereire. Organizado el Ejército, el General en Gefe juzgó indispen- sable que éste tuviese una bandera, y encargó su construc- ción a algunas damas de Mendoza, entre las que se encontra— — 5 — ban otras emigradas do Chile. Tengo un verdadero pesar en no recordar sus nombres para consignarlos en esta Me- moria. Labandoraquedó concluida en pocos días, y el General en Gofo dispuso entonces una función para su bendición quo tuvo lugar en la Iglesia Matriz de Mendoza. Al efecto formaron todos los cuerpos el día señalado que fué en el mesde Diciembre do 1810. Concluido el acto do la bendición, el Ejército prestó el jura- mento de ordenanza y tomó el título de Ejkrctto de los Andes. Olvidaba decir quo después que so separó de San Juan el Batallón quo mandaba Alvarado, se formó una nueva división cuyo mando so dió al Teniente Coronel D. Juan Manuel Cabot y con la cual ocupó después este Gefe a Coquimbo. El 10 do Enero do 1817 se puso el Ejército en movimiento, dividido en la forma siguiente : Una división compuesta del Batallón núm. 11, treinta Granaderos & caballo mandados por D. José Aldao, y dos piezas de Artillería, y mandada toda la fuerza por el Coronel Graduado Las Heras, llevando de su segundo al Sargento Mayor D. Enrique Martinoz, entró por el camino da Uspallutu: otra división al mando del Teniente Coro- nel Freiré, se dirijió é internó por el Planchón; la División Ca- bot por el que desembocaba en Coquimbo, y el grueso del Ejér- cito por el camino do los Patos. La división do Uspallata y el grueso del ejército debían reunirse en un dia dado en el valle de Aconcagua. Ksa división tuvo que sostener tres combates: uno en los Po- trerillos, en que perdió el enemigo algunos hombres, pero pudo retirarse, y otro en la (¡uardia Vieja, en que después do una vigorosa resistencia fué tomada la fuerza enemiga, compuesta do ÍOG hombres, habiendo muerto 40; siguiendo su marcha tuvo un nuevo encuentro en el valle de Aconcagua, donde después do haber muerto al enemigo muchos hombres, lo tomó las muni- ciones y l'iO caballos. Esas tres acciones fueron mandadas ó dirijidas por el Sargen- to Mayor Enrique Martínez, destinado al efecto por su Gefe in- mediato superior el Coronel Las Heras. El Ejércitopenetró el mismo dia en Aconcagua, y el Coman- dante Necoehea con el Escuadrón de su mando, batió una fuer- za de COO caballos dispersándola completamente. Reunido todo el Ejército al pié déla cuesta do Chacabuco, el Ge- neral en Gefe hizo un reconocimien to de las fuerzas enemigas quo ocupaban el valle de ese nombre, y en seguida formó el dispo- sitivo del ataque del modo siguiente: El Brigadier Soler con elnúm. 11 y las compaiiias de Granaderos y Cazadores del 7 y 8 á las órdenes del Teniente Coronel D. Anacleto Martínez, el Batallón núm. 1 de Cazadores, dos piezas de Artillería y un es- cuadrón de Granaderos á caballo, mandado por Necochca, debían penetrar por la derecha de la cuesta de Chacabuco y caer á. re- taguardia del enemigo. Los batallones 7 y 8 mandados por el Brigadier O'Higgins con el resto de los Granaderos á caballo, debían avanzar y pe- netrar por el camino real. En esta disposición se movieron las fuerzas tan pronto como los Granaderos a caballo llegaron a la cumbre de Chacabuco, pues llevaban la vanguardia del grueso del ejército, ordenó el General San Martin al Coronel Zapiola que cayese rápidamente sobre 200 hombres enemigos que veria al frente, así lo ejecutó; pero al doblar la parte del Cerro se encontró con quo toda la fuerza enemiga se hallaba en aquel punto, y haciendo alto dió aviso al General en Gefe. En este intermedio tuvo quo sufrir mucho el Regimiento de Granaderos, pero su sufrimiento fue glorioso, por que con él dió lugar ú. que llegasen los batallo- nes 7 y 8 á las órdenes del brigadier O'Higgins, y después do un tiroteo fuerte, cargaron estos á la bayoneta á la infantería y la caballería lo hizo sobre la enemiga, pronunciándose la derro- ta que fué completa, pues fueron muy pocos los enemigos quo lograron escaparse. De la División del General Soler solo alcan- zó á tener un pequeño encuentro, en guerrilla, el Capitán del Batallón de Cazadores D. Lucio Salvadores y el Comandante do Granaderos á caballo D. Mariano Necoehea dió una última carga. I'J] cü;i siguiente el l'jcrcito ocupó ú Santiago de donde hwtrñi salido el Ayudante D. Mariano Merlo y D. José Aldao con (iO Granaderos á caballo, y á estos se reunió un patriota Ramiroz, con muchos ciudadanos, y ayudaron á tomar prisionero al Presi- dente Marcó del Pont, su secretario, asesor etc. etc., y a mas los caudales; Merlo volvió con todo lo tomado y los ciudadanos ocuparon á Valparaíso. Cinco dias después fué destinado el Coronel Las Heras, con su Batallón y un Escuadrón de caballería mandado por Molían, la división Freiré y cuatro piezas de artillería á ocupar la Pro- vincia de Concepción; en su tránsito, y como á ocho leguas do distancia de la capital de dicha Provincia, en un paraje deno- minado "Curapaligüe," tuvo un encuentro en que derrotó al enemigo, aunque sin poder perseguirlo por ser de noche y en. un terreno lleno de cerros y escabrosidades. So siguió la marcha y ocupó la capital, allí se trabó un nuevo combate, en que el enemigo fué completamente derrotado, ha- llándose en dicha División el autor do esta memoria. En la tar- de de ese dia so presentó en Concepción el Brigadier General O'Higgins con el batallón 7, pero la acción habiaya terminado, habiendo tenido lugar el 5 de Mayo de 1817. Lluvias copiosísimas paralizaron por mucho tiempo las ope- raciones de una y otra parte, quedando las fuerzas españolas en- cerradas en Talcahuano, mientras las nuestras ocupaban la Con- cepción: sin embargo habia frecuentes encuentros, aunque par- ciales, con la caballería enemiga que eolia avanzar hasta un lu- gar llamado la Puntilla. El General San Martin le mandó al Brigadier O'Higgins, pa- ra Gefe del Estado Mayor al General Brayer y este preparó un ataque sobre las fortalezas, pero nuestras fuerzas fueron rechazadas. Habiendo recibido el General en Gefe en Santiago, la noti- cia do quo el Virrey Abascal habia embarcado tres mil hom- bres para socorrer á Concepción, dió orden á las fuerzas que teníamos en eso punto para quo se retirasen, y al mismo tiem- po ordenó al Brigadier General Don Antonio Balcarce, que se hallaba en la Costa de San Antonio con el resto del Ejérci- to, que so pusiese en marcha para "San Fernando", punto de- signado para la reunión de todo el ejército. El General Balcar- ce era el .General sostituyente del ejército. Efectuada la reunión en San Fernando, supo el General en Gefe que el Ejército Real habia vadeado el rio Maule y en- tonces se puso on movimiento sobro él. En la hacienda llamada la Quechereguas se encontró nues- tra_ caballería con la enemiga y mas de 800 hombros de infan- tería bajo el mando superior del Coronel Primo Rivero. La caballería realista fué batida; pero la infantería pudo retirarse K!n. ^ar tu;nlP° á quo la nuestra pasase el rio llamado Fingui- ririca. El ejército enemigo emprendió la retirada, pero perseguido y hostilizado de cerca por el patrio, hizo alto en Talca. Nuestra caballería se habia adelantado bastante y tuvo un fuerte choque con la enemiga que sufrió una dispersión; pero recien al ponerse el sol, llegó nuestra infantería al campo: in- mediatamente se provocó al enemigo á una batalla quo no fué aceptada. El General San Martin, ordenó al General Brayer, Gefe de Estado Mayor, que hiciese cambiar de posición á los cuerpos delEjército, á fin de ocupar una posición ventajosa durante la no- che, quo nos pusiese al abrigo do un golpe de mano; pero la or- den no fue ejecutada con la debida prontitud y las consecuencias fueron mas que desagradables para nosotros. El enemigo estaba completamente perdido si esperaba el día, porque á mas de tener la conciencia de que seria batido, tenia á su espalda el rio Maule, que es muy caudaloso.-Así fué que so resolvió á tentar un golpe de sorpresa y al efecto emprendió su movimiento en momentos que la División de la izquierda se po- nía en marcha para colocarse en su nueva posición. Sorpren- dida esta fué dispersa, pero felizmente la División de la derecha que estaba ya en su puesto rechazó al enemigo con un fuerte es- copeteo y se puso después en retirada, pasando el rio Lircay, quo tenia á su derecha, y sobre esta fuerza empozaron á reunirse los dispersos de la otra División, continuando la retirada hasta el llano do Maypú, donde el General en Gefe dió con su presencia y serenidnd do ánimo, nuevo vigor al Ejército: tal fué el con- traste de Cancha Rayada que bien pudo convertirse en una completa y desastrosa derrota. La entereza y la actividad del General San Martin, y la coo- peración que encontró en el patriotismo de los chilenos y en la decisión de sus compañeros de armas, obraron prodijios, y res- tablecieron bien pronto las pérdidas sufridas en aquella infaus- ta noche, como con tanta razón la llamó después uno de nues- tros primeros poetas. Retirándose el Ejército quedó en* avanza- da el Capitán Cajaravilla con ochenta Granaderos á caballo, yon el camino de la Hacienda de Valdivieso acuchilló á una fuerza enemiga compuesta de dos escuadrones y derrotándolos, los per- siguió hasta el mismo cuartel general, retirándose después sin. ser molestado. Diez y seis dias después do la noche del 19 de Marzo, el 5 de Abril, tuvo lugar la batalla do Maypú, en que los realistas espiaron el atentado de Cancha-Rajada. La victoria de nues- tras armas fué tan espléndida, y tan completa la derrota del enemigo, que el General español escapó con solo cinco hombres, quedando todo el ejército muerto ó prisionero. Cúpole al Coronel Zapiola ser destinado con 200 hombros do caballería para ocupar la Provincia de Concepción y marchó en la noche del 5 de Abril y en su tránsito fué tomando algunos dispersos, hasta ocupar la ciudad do Talca, en donde por falta de caballos detuvo su marcha, pues no tenia sinó los montados con que salió del campo de batalla. En este punto se le orde- nó quo quedase para formar el cuerpo do vanguardia que de- bía invadir á Concepción. El General Balcarce ordenó se le in- corporase el resto del Regimiento de Granaderos á caballo, así como el batallón de Coquimbo y el batallón N° 3, cuya fuerza no pudo reunirse sino en el resto del invierno. En la primavera después de haber ocupado varios puntos del otro lado del Maule, hasta el Parral y Cauquenes, abrió la cam- paña, y llegó con las fuerzas á tomar la ciudad de Chillan, quo la guarnecía el Coronel Lantaño con 700 hombres. En aquol punto recibió orden de no continuar sus operacio- nes y retirarse al Parral, y si allí creía que pudiese ser atacado, repasaso el'Maule, pues que el General Balcarco había sido nom- brado para continuar la campaña con un aumento de fuerzas, co- mo así se efectuó. El General Balcarce continuó después la campañaen laque batió álosenemigos que habian quedado á las órdenes do un Coronel Sánchez, ocupando la Provincia de Concepción hasta el pueblo de los Angeles. Poco antes de ocupar á Concepción fué tomada en el puerto de Talcahuano.la fragata de guerra "María Isabel" y con ella un convoy conductor de dos mil hombros que venían de refuerzo para Lima; esta operación so hizo con unos traquea mercantes quo so armaron en el puerto de Valparaíso. Esta fuerza la mandaba ol Coronel Blanco Encalada y entro los Co- mandantes do los buques recuerdo solo ol nombro del Sargento Mayor D. Francisco Díaz. A principios del año 19 se presentó en Chile (á consecuencia de haberlo invitado á ello en Inglaterra, Alvaroz Condarco), el lord Cokrann, bajo cuya dirección se formó una Escuadra compuesta de la fragata "Isabel", "Lautaro", navio "San Mar- tin", Corbetas "Chacabuco" é "Independencia", y algunos ber- gantines y goletas. Esta escuadra concibió el pensamiento de crearla el General San Martin, con el objeto de dominar el Pacífico y poder asi emprender sobre el Perú como lo había meditado. Cokrann hizo diforontcs incursiones sobro ol Callao, y llevo en ellas de Secretario al Dr. Alvarez Jontes: do regreso de una de ellas fondeó en el puerto de Talcahuano y encontró al Coronel Freiré que estaba de Gobernador de la Provincia de Concepción, estele dió á Cokrann una fuerza como de 300 hombres y c on olla se hizo á la vela, y después de haber da- do varios combates ocupó á Valdivia. En este intermedio el General San Martin trabajaba on los aprestos do la esp udicion en la que servían con sumo desinterés y patriotismo D- Nico- lás Rodríguez Peña y D. Juan José Sarratea; pero e*» tantolo que habia que hacer, que los aprestos bo retardaron hasta el año de 1820. En este intermedio se mandó á San Juan el Batallón de Cazadores, y á Mendoza el Regimiento de Grana- deros; pero por desgracia estaba en voga ese afio 20, fértil en disoluciones, la federación de Articas y López. El Batallón de Cazadores se sublevó capitaneado por el Capitán Mendizábal y por unos oficiales españoles destinados á. ese cuerpo y que pertenecían á la fragata "Trinidad" que llegó á Buenos Ai- res sublevada del convoy que se habia tomado en Chile, estos infames gritaron federación y con ella su primer acto fué ase- sinar al Mayor Sequeira y seis oficiales mas, entre estos esta- ba Salvadores, de quien hablé en la Batalla de Chacabuco. El Coronel Graduado Necochea que estaba al cargo del Regi- miento Granaderos á caballo de acuerdo con el Coronel Alva— rado, que era Gefo de todas las fuerzas, pudieron salvar al Regimiento por la gran firmeza del primero, asi es que el Re- gimiento pudo regresar a Chile y cuando salió de Mendoza, ya la federación estaba en camino también en aquel pueblo. Listos todos los artículos destinados á la espediciony pronta la escuadra y buques de trasporte, empezó a embarcarse el Ejército en Valparaíso el 20 de Agosto de 1820. El Almirante Cokrann tuvo una parte muy activa en estos aprestos y con el acuerdo del General San Martin, señaló el derrotero de los buques y puso en manos de cada Comandante un pliego para que en caso de sufrir una separación, se conociera el pun- to de reunión. A mas del Ejército de lo« Andes, se embarca- ron los batallones número 1 y 3 de Chile, aquel mandado por el Teniente Coronel Don Santiago Aldunate y este por el de igual clase Don Francisco Sánchez. La escuadra y el convoy dieron ála vela, no recuerdo el di a, y el 20 do Setiem- bre anclaron todos en el puerto de Paracas, próximo al pueblo do Pisco. Antes de embarcarse el Ejército, el General San Martin, nombró sus Secretarios al señor Coronel entóuces Don To- mas Guido, que se hallaba de Ministro Plenipontenciario del Gobierno Argentino, cerca del de Chile, y al Doctor D. Berna - do Monteagudo, asi como de Auditor de Guerra al Dr. Alvarez. Jonte. Cuando después ocupó á Lima, y tomó el título de Protector, esos dos señores, fueron nombrados, el primero, de Ministro de Guerra y Marina y el segundo de Gobierno y Relaciones Esteriores. De Paracas marchó el Ejército 6, Pisco como á legua y me- dia de distancia, siendo de arena todo el camino: en este pun— — 11 — to se remontaron los dos batallones de negros á una fuerza es— traord i naria. _ Luego que el General en Gefe consideró que el Ejército ha- bia descansado, dispuso que el Brigadier Arenales penetrase si la sierra con una división que se componía de compañías de varios cuerpos y treinta Granaderos á caballo mandados por el Capitán Lavalle, llevando de Gefe de E. M. al Teniento Co- ronel Rojas: no recuerdo el día que se separó del ejército. Dias después de haber salido la división, se reembarcó el Ejército y a pocos dias fondearon en el puerto del Callao. Es- ta operación so ejecutó porque el General en Gefe se habia puesto en comunicación con algunos oficiales del Batallón Nu- mancia, que debian estar de guarnición en el castillo del Real Felipe y levantar el grito de libertad; mas una casualidad habia hecho que ese Batallón hubiese salido para Chancay, asi fué que veinte y cuatro horas después dimos la vela y fondea- mos en un puerto al Norte de Lima, ocho leguas, que se llama Ancón. El almirante Cokrann se habia quedado en el puerto del Callao con el objeto de sacar lafragata "Esmeralda," como efectivamente lo hizo noches después, habiendo tomado también algunas lanchas cañoneras. En esa empresa se distinguió su segundo el Capitán de navio Guisse. Cokrann y Guisse eran riva- les en valor y en conocimientos: Cokrann era superior. El Ejercito desembarcó en Ancón y tomó diferentes posiciones-. En ese campo se recibió el parto del General Arenales, avisan- do haber derrotado la División que mandaba el General Espa- ñol Orreli, en Pasco, tomándolo prisionero con el resto de su fuerza. En ese combate el Capitán La valí c tomó prisionero al hoy Gran Mariscal Santa Cruz, que mandaba un escuadrón de caballería de las milicias de Carabaujo. Esta era la segunda vez que era prisionero; lo había sido la primera en Tucuman el 24 de Setiembre de 1812 y habia fugado de las Tuscas. El General Arenales después de ese triunfo se incorporó al Ejér- cito. El General Sucre, Colombiano, habia sido destinado con al- guna fuerza por el General Boliviano para que viese de ocu- par á Quito. El General San Martin, creyó que debia auxiliar á. Sucre, y al efecto destinó un Batallón de nueva creación que es- taba en Trujillo a las órdenes del Comandante D. Félix Olazabal y también marchó el Capitán Lavalle con una fuerza de Grana- deros y Santa Cruz fué el Gefe encargado del mando, pues que ya se habia incorporado al Ejército. Cosa singular! Lavalle lo> habia tomado prisionero y ahora marchaba bajo sus órdenes.* — 12 — Estas fuerzas se reunieron á Sucre y en Rio Bamba tuvieron, los Granaderos mandados por Lavalle, ese hecho glorioso; mas tarde so acabó de coronar con la batalla de Pichincha, en la que se rindió el Gefe Español Aymeri. El Regimiento de Granaderos á caballo y el de Cazadores &. caballo, mandados por Alvarado y Necochea, fueron situados en Chancay en observación del enemigo que so hallaba en las líneas que habia formado en un lugar distante seis leguas da Chancay-El Batallón Numancia que Rehallaba a vanguardia, combinado el Capitán Heres con los mas de los oficiales se su- blevaron y se incorporaron á los Regimientos de Caballería y de allí al Ejército. En este punto tuvo la Caballería en pequeñas fracciones al- gunos encuentros pero honrosos. El Capitán Brandzen, con treinta Granaderosá caballo, fué acometido por trescientos ene- migos de esta arma; Brandzen logró meterse en un largo calle- jón de tapiales en donde podia marchar con su fuerza en bata- lla y en retirada: los enemigos no cuidándose del lugar pene- traron en él persiguiéndolo; mas Brandzen, tan pronto como observó que la fuerza enemiga se habia encajonado, llevando solamente el frente de la suya, volvió caras, y no solo destrozo el frente, sino que habría concluido con toda la fuerza enemiga, sino hubieran adelantado un cuerpo de infantería que lo con- tuvo; pero Brandzen se retiró al paso y sin ser perseguido. Un hecho casi igual en el mismo Chancay, tuvo lugar por el Capitán de Cazadores a caballo, D. Paulino Rojas. La Caballería se replegó á una distancia de Chancay y que- dó de avanzada el Capitán Pringles, con veinte y cinco Grana- deros a caballo: fué atacado por tres Escuadrones enemigos, y se defendió de ellos en retirada, para lo que tomó la costa del mar; pero tanto habia combatido que habia perdido una tercera parte de su fuerza y sus caballos estaban ya cansados: entonces tomó la resolución de meterse al mar. El gefe enemigo viendo tanta bizarria, le ofreció una capitulación que aceptó, porque ya no podia resistir mas. El virrey Pezuelas mandó dar á la tropa una gratificación, y el General San Martin les decretó un es- cudo en el que se leia "A los vencidos en Chancay" El virrey en Lima conoció que su posición era mala y se re- tiro con todas las fuerzas á la sierra; pero dejó los Castillos del Callao guarnecidos y & las órdenes del Mariscal de Campo Lá- mar, el General en Gefe ocupó entonces á Lima y sitió el Callao. El General Las Heras mandaba el asedio y concibió el pen.—Buenos Aire», Julio 5 de 1850. Kxmo. Señor: Tengo la honra ríe presentar a V. E. con el ad- junto oficio, la bandera del regimiento del Rio de la Plata, que a mi salid.* de Lima el Sr. Coronel Es- tomba puso en mis manos. Esta bandera- testigo del honor y de las glorias de los hijos de asta Rapú- l>lica, fué ocultada por un sargento en la f.ita' su- blevación de las tropas de los Ardes en las forta- lezas del Callao, quien en su muerte la legó á su esposa para que la entregase al gefe de su batallón luego que so rindiese la plaza. Héame permitido Kxmo Señor, anticiparme la satisfacción de que ese precioso resto de nuestro ejército, merecerá del Supremo Gefe do nuestra pa- tria tanta estimación, cuanta ha sido la ingratitud de la fortuna a los heroicos sacrificios de los solda- dos argentinos, vencedores algún dia bajo ese pa- bellón hasta los moutes del Ecuador. Sírvase V. E. aceptar el respeto del que se sus- cribo su muy atento y servidor. Exmo, Sr, Miniltro de la Guerra, D. Cárlos Al- vear.. Ministerio do Guerra y Marina. Huenos Aires, 12 de julio de 1820. El ministro secretario de la Guerra y Marinaque suscribe, al acusar el recibo de la nota del Sr. Ge- neral D. Tomás (¡uiilo, con la que acompaña la del Sr. Coronel Estoniba. dirigiendo la bandera del re- gimiento del RSd s de los Andes fueron negros se distinguieron allí por su lealtad heroica y por su imperterrrito valor. En su fanatismo por nuestra causa victoreaban a la Patria, y no pocos perecieron bajo el látigo ó el plomo, antes que so- meterse al silencio que les imponía la austera dis- ciplina de sus nuevos gefes. Deshecho el ejército enemigo en las dos célebres batallas de .Tnnin y Ayacucho, en las que la sangre Argentina corrió a la par de la de Colombia y el Perú, y en la q' se cubrieron de gloria nuestros compatriotas, el bravo entre los bravos General Necochea, el valiente Coronel Suarez, y otros no menos dignos de la gratitud de la Patria, púsose sitio al Callao, defendido por el General Rodil, al mando de tres mil soldados. El General Salón, co- lombiano, al frente de una parte del ejército vence- dor, recibió la orden de llevar las obras de ataque, hasta apoderarse de los castillos. Trece meses de combates casi diarios, por las sa- lidas continuas de la plaza; trece meses de trabajos nocturnos para practicar los caminos cubiertos y adelantar las paralelas, bajo una lluvia de proyec- tiles arrojados de los baluartes y de las baterías exteriores, no fueron bastantes para fatigar a los soldados de.la independencia, y nada podria riva- lizar con su perseverancia y arrojo, sino la perse- verancia indomable del General sitiado. Rindióse al lin este español émulo de los de Nu- matieia, proponiendo y aceptando uua honrosa ea.- p itnlacion. En la hora en que las tropas rea-listas, reducidas á seiscientos hombres, debían salir formadas ñ ren- dir las armas, tuvo la honra de ser invitado ñor el < leñera! Salón, para pasar con él 6> saludar al Gene- ral Hodil, antes que los puertos fuesen relevados, y era la segunda vez que tenia la satislaccion de en- trar bajo los auspicios de la victoria en el mismo Castillo del Real Felipe: la primera a tomar pose- sión do él a nombre del. General San Martin y reemplazar en el mando al General Lámar: la se- gunda á presenciar la ocupación, tan gloriosa para el virtuoso y valiente General sitiador. Omito detalles que alguna vea referiré a mis hi- jos para que veneren ciertos nombres y ciertos he- chos, oscurecidos todavía entre el humo de nues- tras guerras fratricidas, y voy al descubrimiento de la bandera. No bien rindieron las armas las tropas prisione- ras, con los honores de la guerra, y pasaron del orden de columna al de batalla, para ser distribui- dos a los respectivos depósitos, pedí al General Sa- lón me permitiese entresacar de las filas, los sol- dados de los Andes, si algunos hubiesen salvado de la mortandad causada por la peste, y por las bombas y balas de nuestras baterías. Obtuve des- detluego el permiso; pero infelizmente eran pocos, muy pocos, los que aun quedaban en pié! Acababa de pasar revista, cuando acercóseme una morena viuda de un sargento negro, muerto en la plana, y reí 'osando en alogria por verse entre los suyos, como dijo; tomándome ambas manos ea clamó con entusiasmo iudescriptihle; "mi amo: 1 tengo guardada la bandera, del ejército- Mi viejo la escondió en el dia de la revolución eu el fondo de mi petaca y lé puso un forro enci- ma, y poco antes de morir me previno que cuando se rindiese la plaza, la entregase al primer gefe del ejército de Buenos Aires con quien liabtase." Ksta nejara modelo de fidelidad, oliza toda una epopeya, no fué colocada en el santuario, do- minando los honrosos trofeos de la guerra de nuestra independencia? ¿Porqué s.- relega al olvido, ariinooiiaudo asi el Ídolo de nuestros bravos soldados? No es tiempo «le ««aplicarle la cansa: basta que sepas que el nombre del General San Martin, como el de los héroes «l« La. guerra.. tiUtuiun t|uei nipr.-inli- mos para la euí^ncipaciou y libertad, de América, no han sido grandes ni acreedores á ¡«.plausos ante los rivales de su fortuna ó de sii nierito, sino cufch- do do ellos solo ha quejado -el T^wurr»!*». * La bandera qnuló depositada en el Ministerio-de Guerra:y euaiiito á fines do lH'lt acopté la cartera «le ese Departamento bajo laadministraWon «i*»i-*Íe- neral Vinmont, proouré desouiirir eu paradero: pe- ro fué inútil, hasta (pie despu«'s de retirado del ministerio, se me aseguró que el Brigadi r General 1). Enrique Martínez la había llevada H su casa. Sin que me perteneciese ai [mi especialmente el reclamarla, y persuadido de qne el General respe- taría siempre el patrimonio histórico do nuestro país, lian corrido los años, ljítüta, «pie e-stt: ¿u uig< > siguiente; nueve años que uncontré Andes. La lio n una conser- "Ilaeo veinte, y chimenea la bandera do los Andes. Ln vado, porque quería que no se perdiese; y hoy voy h recordar con ella esas glorias que adquirió el ejército mandado por ese hombre, el < ¿eneral San Martin,f eminente en todo sentido." A este av'Sci alude el párrafo de mi Carta publi- cada por el General, y combinando épocas y otros incidentes, no me cabe la mas mitin: la duda de que la bandera presentada por él, os l»i> misma qne desplegada en Mendoza «leíante «leí ejército, cruz«> los Añiles, flameó en la capital do Litiga y al pie del Chimborazo. • Acepta como fiel y estrictamente verídica .esta narración, y detente íi reflexionar sobre estos he- chos, que entre tantos otrosde los tiempos qne fin - ron, merecen el jstudio de la juventud destinada a reemplazarnos, estudio «pie te recomienda. Tu i>adre.— 13 — samionto de sorprender el Castillo: al efecto el Batallón N° 11 conducido en las ancas de la caballería, debia hacer un movi- miento violento sobre las avanzadas enemigas, y desmontando entonces elN° 11, forzar la entrada del Castillo ántes que pudiera levantarse el puente: el Batallón Numancia seguía el movimiento de la caballería y el N° 8 quedaba en reserva,. El ataque fué dado con la mayor resolución, pero el puente fué levantado momentos antes de que los soldados del I>í0 11 lo pisaran. Luego que el General Las Horas tuvo conocimiento de lo sucedido al N° 11, ordenó se replegaran las tropas á sus puestos: esta operación tuvo por resultado haber sido acuchi- lladas todas las avanzadas enemigas. Pasado mas de un mes, el virrey Laserna destinó al General Canterac para que hiciera un movimiento sobre Lima; poro por las hábiles maniobras del General San Martin, tuvo que encerrarse en el Callao con su fuerza. Al momento compren- dió Canterac su difícil posición y cuatro días despucs aprove- chó la oscuridad de una noche y vadeando el Apurima, rio fuerte, y tomando la izquierda, pudo alcanzar pronto la boca de la quebrada que entra á, la sierra. Luego que tuvo conoci- miento de su movimiento el General en Gefe dió sus órde- nes para perseguirlo y el Comandante Miller, fué encargado de la vanguardia, mas esto fué batido por demasiado confiado, y fué por ello que ya no pud . darle alcance el General Las Heras que había sido destinado con el resto del Ejército para perseguir al enemigo. El General San Martín quedó al frente del Callao, con al- guna fuerza, y las fortalezas se rindieron, entregándolas bajo una capitulación el Mariscal de Campo Lámar. El General en Gefe empezó nuevamente á prepararse para abrir su campana sobre el Alto Perú. En esos momentos se su- po que habia llegado á Guayaquil el General Bolívar, y el Ge- neral San Martin, consideró necesario tener con él una con- ferencia; al efecto se embarcó en el Callao, y luego que so vió con Bolívar le propuso que auxiliase al Ejército con seis mil hombres: que Bolívar tomase el mando y el General San Martin serviría de su segundo; Bolívar no tuvo por convenien- te admitir la proposición y San Martin regresó haciendo tam- bién se embarcasen las fuerzas con que habia auxiliado á. Sacr» -Cuando llegó á Lima so encontró que se habia consentido en un cabildo abierto, por el cual se separó y desterró al Doctor Monteagudo su Ministro de Gobierno, y que los áni- mos estaban ya mal dispuestos, y resolvió dejar el pais on li—— 14 — Tuertad. Convocó un Congreso, depositó en él el poder de que estaba investido, dejó el mando del Ejército do los Andes al Coronel Mayor Alvarado, el del Perú al General Are- nales y se embarcó haciéndose á las vela el buque cara Chile. El Congreso creó un Gobierno compuesto de tres personas, que solo recuerdo el nombro de una, que se titulaba el Mar- qués de "Vista Florida, y esto consideró que era preciso llevar adelanto la empresa de batir al enemigo según el plan quo habia formado el General San Martin.—Al electo el Ejército de los Andes debia embarcarse en el Callao y desembarcar en Ari ca al mismo tiempo que el General Arenales marchara con el del Perú a ocupar Jauja, para que amagado el enemigo por esa parte, pudiera el General Alvarado penetrar hasta Arequipa. Al embarcarse el Ejercito de]los Andes fui nombrado Gefo del E. M. General; esto nombramiento lo recibí en Tru- jillo donde me encontraba do Presidente de ese Departamento. Después de haber entregado el mando, me puse en marcha para Lima, por tierra, y ya no encontré el Ejército: fué preciso embarcarme y después de una navegación do diez y siete días, llegue á Arica. Lo que desembarqué y me vi con Alvarado, su- ■ pe quo el Ejército estaba bastante dividido; pero como la van- guardia estaba en Tacna no habia mas recurso quo trabajar para calmar los ánimos. El principal disgusto era porque el Coronel Pinto habia sido nombrado Gefo del E. M. de todo el Ejercito, y era una cosa injusta, porque el Coronel Pinto, á mas do ser un Gefe do capacidad, era un gofe que so habia forma- do en el Ejército del Alto Perú á las órdenes del General Bel- grano. El General Alvarado me indicó que seria útil pasase yo á ocupar la vanguardia, no tuvo dificultad do hacerlo, llevé con- migo el Batallón N° 11 que lo mandaba el Coronel Dehesa, y el N° 3 de Chile, Sánchez; después de una marcha penosa desde el vallo de Asapa, por un arenal muerto y cuya marcha fué pre- ciso hacer de noche: á las once del dia siguiente recibí aviso dol General Correa que mandábala vanguardia, que los enemi- gos se lo acercaban y que era preciso apresurase mi marcha: contesté que sin comprometerse so mantuviese ' donde se halla- ba y si era obligado á un combate tratase antes do replegarse sobre las fuerzas que yo conducía, las que era preciso llevase yo desde aquel momento en disposición de batirse, pero que apresuraría mi marcha todo lo quo me fuera posible. A las dos de la tarde me incorporé á la vanguardia y entonces después — 15 — de una guerrilla para reconocer al enemigo, porque el terreno era la continuación de una serranía, luego que pude conocer su movimiento me puse en mareta con los cuerpos en columnas paralelas para poder desplegar en caso preciso; pero entóneos el Brigadier Valdés que mandaba la División Española se puso en retirada. Al Coronel Lavalle se le destinó á perseguirlo, y el enemigo no quiso admitir el combate que se le ofreció á toda su fuerza, se metió rápidamente Valdés en una quebrada qu j lla- man de Candarabe, y que os do difícil entrada; esto también, ocurria ni ponerse el sol, hice hacer alto y acampé. Al dia siguiente volví á ocupar á Tacna, allí esperé la llegada del General en Gefe, quo se sabia, venia ya en marcha. Reunido el General en Gefe Alvarado, se puso en movimien- to el Ejército con inmenso trabajo, porque es una serranía sumamente áspera. Llegaron las fuerzas al pueblo do Moque- gua, allí Be supo que el Brigadier Valdés habia salido do eso pueblo en osa misma mañana- Al siguiente dia continuó su marcha el TCjército ocupando la vanguardia el General Cor- rea con el Batallón núm. 7 y á la legua de su marcha mandó avisar que habia encontrado al enemigo y habia empezado & guerrillarlo; se le ordenó que lo detuviese cuanto le fuera posi- ble á ver si pudiese conseguir dar tiempo á que el Ejército lle- gase; pero la Cordillera era tan áspera quo la tropa marchaba desfilando, así fué que Valdés pudo retirarse de posesión en pose- sión pero siempre batido. Cuando llegó al Pueblo de Torata, em- pezó á hacer subir una cuesta inmensa á sus bagajes; pero en oso momento en que todo era pe rdido para Valdés, se presentó con cuatro mil hombres el General Canterac y restableció el combate: este fué sangriento pues cuando llegó la noche, habia perdido el Ejército de los Andes, veinte y dos oficiales y 500 hombros de tropa, la pérdida dol enemigo fué también fuerte. Luego que se reunió el Ejército en los altos, se hizo una junta de los Gefes del Ejército y se resolvió ponerse en retira- da. Las municiones se habian consumido en un escopeteo desde las seis de la mañana hasta puesto el sol y los repues- tos estaban en Sama á bordo. A la madrugada del dia siguiente llegamos á Moouegua y debiendo continuar como era necesario hacerlo,so paso ese día; al dia siguiente se nos presentaron los enemigos, fué pues pre- ciso batirse con una desventaja inmensa, pero con resolución. La infantería se formó en columna cerrada con órden de solo echar algunas guerrillas y mantenerse firme, hasta quo el enemigo se aproximase para cargarlo á la bayoneta. A la íz—— 16 - quierda de esta infantería se colocó en una altura que era la que cubria el camino real, el Batallón núm. 11-y la artilleria por cuya posision estaba dominado el llano en donde estaba formada la caballería enemiga; nuestro flanco derecho estaba cubierto por una grande serranía y el frente de nuestra línea tenia una colina suave en cuyo intermedio do nuestra posición había un pequeño valle libre de obstáculos. El enemigo hizo descender toda su infantería por nuestro frente y conservó su caballería amagando el camino; uno do los batallones so adelantó de su línea en momentos que yo recorría la nuestra, y en esas circunstancias el General Alvarado man- dó á nuestra caballería que cargase al batallón que so había des- plegado en guerrillas; el Coronel D. Eugenio Necochea que mandaba el Regimiento de Granaderos, única fuerza de caba- llería, dió la carga, pero por desgracia antes de llegar al ene- migo fué herido y el Regimiento retrogradó. Entonces los ene- migos cargaron con todas sus fuerzas y faltando las municiones las guerrillas y los cuerpos puestos á la carga, no pudieron con- seguir ningún resultado y por consiguiente se pronunció la der- rota. Kn ella se perdió la mayor parte de la infantería, mas la caballería se salvo. Aquí debo manifestar que nuestra fuerza en este último suce- so.no era mas que dos m il quinientos hombres.entre estos trescien- tos caballos, cuando el enemigo contaba con cuatro mil infantes, mil doscientos caballos y una inmensa artillería. Las fuerzas dispersas llegaron en la madrugada al Puerto de Sama, y en los buques que había se embarcaron. En un solo buque iba la caballería, el cual dió la vela ántcs de recibir la Orden pnra ello, y el General Alvarado marchó en una goleta á Tquique, en donde se encontraba una fuerza que estaba en ob- servasion en ese punto. Los buques con los restos del Ejército que había dejado Alvarado á mis órdenes llegaron á Pisco y allí supimos que el que conducía los Granaderos ó caballo se ha- bía perdido y que la tropa y oficiales que todos desembarca- ron con inmensos trabajos se habian dirijido a Lima; entóneos fué preciso seguir y en dos días fondeamos en el Puerto del Callao. Nuestra derrota fué efecto de que no habiendo el Ge- neral Arenales cumplido con la parte que lo tocaba del plan que se habia formado, quedó el ejército enemigo en libertad de disponer de las fuerzas que quisiese y así lo hizo. Los restos del Ejército á mis órdenes se situaron en la Mag dalena y desde entonces empezó á pedir lo que me era indis- pensable para volver á organizar esos restos desgraciados del Ejército; pero en lugar de dárseme lo que pedia.^reeibí una nota del Ministro de la Guerra del Gobierno del Perú, que me decía que habiendo dejado de existir el Gobierno General de la Repú- blica Argentina, el Ejército de lo» Andes debía mudar de escarapela. Contesté, entonces, que aun cuando el Gobierno de la Re- pública Argentina había desaparecido, existia la Nación y por tanto el Ejército pertenecía á ella, y que pues el Gobierno del Perú por el paso que habia dado, me hacia concebir que para nada me necesitaba, pedia que de los cuatrocientos mil pesos que so le adeudaban al Ejército, se me diera lo preciso para fle- tar buques y prepararlos para regresar á la República Argen- tina. Después de esa contestación reuní á los Gefes y Oficiales del Ejercito y les propuse levantar un acta por la que nos pusiéra- mos bajo la protección del Gobierno de Buenos Aires, mientras no so creaba el Gobierno General. Esta acta fué firmada por todos y recibida en Buenos Aires por el Ministro de Guerra y Marina entonces, General I). Francisco de la Cruz. Poco tiempo después se recibió aviso do que el ejército ene- migo habia cruzado la Cordillera y se dirijia á Lima. El Gobierno del Perú por medio do una nota mn hizo cono- cer el movimiento que hacia el enemigo, pidiéndome cpvio suspendiera mi petición do retirarme para ayudar al Perú á completar su libertad. A esa nota contesté que dejaba por ahora en suspenso mi solicitud, pero que la reiteraría tan pronto como cesase el peligro, que por lo tanto el gobierno podia disponer de las fuerzas á mis órdenes. El General Sucre habia llegado de Guayaquil con algunas fuerzas y el Congreso lo nombró General en Gefe; yo me puse á sus órdenes. Los enemigos descendieron de la sierra con el General Cán- teme á su cabeza y ocuparon á Lima. El General Suero con todas las fuerzas de su mando se reti- ró al Callao; el ejército enemigo ' solo estuvo un mes ocupando 6. Lima y se retiró. El Cuerpo Legislativo que se hallaba en Trujillo volvió á Lima y allí nombró Presidente de la Repú- blica á Torres Taglo en lugar do Riva Agüero que estaba en Trujillo. El General Bolívar llegó en esos momentos y fue nombrado Generalísimo. Este dispuso que el General Sucre se embarcara con una División de tres mil hombres y fuera &. to- mar á Arequipa para proteger las operaciones del General San-— 18 — ta Cruz; pero hallando derrotado & este, se embarcó y volvió fe Lima. Cuando fondeó el convoy, era precisamente en momentos en que Riva Agüero habia desobedecido la disposición del Congreso y el General Bolívar con las tropas que había condu- cido Sucre y otras mas, salió para Santa al Norte de Lima, para sofocar la revolución de Riva Agüero. A su salida me dejó el mando de todas las fuerzas que ha- bía en Lima, pero dependía do Torres Tagle, como Presi- dente de la República. El Ejército do los Andes estaba careciendo de vestuarios, de paga y lleno en todo sentido de necesidades. Empezó por perdir lo que me hacia falta y nada se me daba. Recurrí al señor Alzaga que se hallaba á la sazón con el carácter do Ministro de Buenos Aires, cerca del Gobierno del Perú, para hacerlo conocer mi estado y que vieso que podría hacerse; po- ro ese señor mo contestó que no tenia facultades para nada, insistí para que me proporcionase buques y víveres para mar- char íí Buenos Aires y también se negó a ello. Yo conocía hacia tiempo que el General Correa, quo habia sido en Arica el alma de la anarquía, trabajaba con los oficiales para desti- tuirme. Todos los meses so relovaba la guarnición del Callao, y en uno do ellos que no recuerdo cual fué, poro n el año, que fué el 23, tocó al Ejercito de los Andes ocupar los Castillos: el General Alvarado era Gobernador y yo mo conservaba en Lima porque las demás fuerzas así Colombianas como Peruanas estaban ba- jo mis órdenes. Luego quo se alojaron, empezaron tí tener los oficiales reuniones, para llevar sí cabo su petición de mi separación del mando, para que lo recibiera el General Correa, que era el alma de la intriga. Pastas reuniones se hacían sin embargo de- lante de la tropa, y la víspera del dia en que los gefes y oficia- les presentarían sus escritos, unos sargentos sedujeron la tro- pa, bajo el protesto de pedir sus haberes y vestuarios y so anti- ciparon a los oficiales prendiéndolos y alzando el rastrillo "del Real Felipe donde estaban. Inmediatamente que lo supe me di- rijí al Callao con los Generales Necochea, Cuido y el mismo General Correa y el señor Alzaga con varios otros Gefes, y man- dé al Coronol D. Félix Olazabal de requerir de ellos qué pedían; me dijeron quo sus sueldos y se les ofreció, para lo que volvió el mismo Olazabal, pero tí la tercera vez ya no quisieron oír nada. — 19 Unos oficiales prisioneros que eBtaban en las Casas Matas, so habían insinuado con ellos y hécholes conocer su crimen, di- ciéndoles que sí accedían, serían diezmados y entonces los sa- caron do la prisión y los pusieron á sn frente. Después de eso asedié con la fuerza que tenia a los tastillos; pero advirtiendo quo continuaba Correa en pus intrigas y a mas teniendo también sospechas do quo Taglo estaba en comunica- ción con los enemigos, dejé el mando y marché fe v er al General Bolívar que estaba en Patcvilco. Tagle so pasó después a los enemigos con sus ministros yol Ejército quedo reducido á cien- to treinta granaderos que no estaban en Lima. I,a bandera del Ejército la salvóel Sargento de la música del batallón número 8, no recuerdo su nombre. Después de la batalla de Ayaeucho, so la dió al Coronel ha- ,.„,|m, esto se la dió al C.oneral Guido, quien la entrego al pré- ndente de la República Argentina, el año do 1829. Cuando en 1829 fui nombrado Inspector y Comandante Uo- neral de Amias, mo empeñé en saber el paradero do la bandera V todo fué vano: unaíio después, limpiando unos soldados una chimenea de la oficina de la Inspección, entro unos restos do vestuarios, me trajeron un objeto quo me llamó la atención, por quo brillaba en algunas partes, lo desdoblé y me encontré con la bandera. , . . , . Kstuve meditando si lo haría conocer á Rosas el deacubri- mjuuto do la bandera, mas recordé quo eso Sr. Gobernador, habia sido enemigo do la Independencia, y por consiguiente lo debia ser de los monumentos de sus glorias: potar, pues, la bandera en sus manos, era lo mismo que echarla al fuego, por ello fué que resolví conservarla y esperar una oportunidad para «pie ese monumento ao colocase de modo quo no volviese h «lin dar en olvido. , . _ Luego que el Brigadier Don J. Ramón Balcarce, fue elegido (i.-bornador de Buenos Airo, consideré que órala oportunidad qne deseaba, y al efecto lo hablé sobre ello, y convinimos en que era preciso hacer una demostración publica con olla, y OQ- tocmxta entonces de modo quo ya no pudieru quedar en olvido; ni,.s la posición que tomó desde el principio do su Gobierno, retardó mi pensamiento y viniendo la revolución do 183 $, tuvo cine emigrar y llevé conmigo la bandera, pero resuelto a d.-vol- verla, toda vez que reunida la Nación so creaco un Gobierno Ut^tieral. , . He esperado esto hace muchos años y aun habría espe- rado mas si mi edad y mis achaques, no íuo hicieran cono-— 20 — cer que debía poner en otras manos ese sagrado depósito. Penetrado de lo que acabo de decir, he juzgado que no podría ser un momento mas aparente para llenar mi pensamiento quo el do encontrarse al frente del Estado de Dueños Aires, un ciudadano lleno do patriotismo, y por lo tanto, quo sabrá con- servar ese deposito como el lo merece. He concluido, Exmo. Señor, y solo me resta tomarme la li- bertad de manifestar cuan grato seria quo V. JE. y sus Minis- tros, como los Señores Gofes quo sirvieron de custodia á la ban- dera, al ponerla el 11 do Setiembre en manos de V. E., con- signaran al pié de este documento sus nombres, V. E. y sus Ministros como sus primeros depositarios y los Señores Gefes como sus primeras custodias. Quiera el Sr. Gobernador, admitir el alto aprecio y respe- to con que le saluda. Bxmo. Señor. Enrique Martínez. Valentín Ais ¿na-Bartolomé Mitre-Norberto de la Risstrct-J. Matian ¡tapióla-Julián Martínez— Itamon Rodríguez-José Ma.ria- Albariño-Do- mingo Sosa-F. Rufino Zab-Antonio Toll- Alejandro Danel -Julián Oairiedes - Mae'ii¿ 1 , i " •■-Manuel A. Córdoba-(1regorio Safrn- doretf-Hilario Ascnsuhi-i'éii.e (Jr/iz Alcalde- Junto TI. Oiiaty-Juan Angel Micliel, na- Ví- rente Tfubles- J. Domingo Martínez-Antonio Halda rria-ga. Abril 12 de 1859. Acúsese recibo, manifestando al Brigadier Martínez la ínti- ma complacencia con que el Gobierno so ha instruido de esto interesante relato, que viene- :i constituir un documento de pri- mera importancia, con cuya hábil redacción ha hecho sin duda un gran servicio al pai s y á su historia; y aceptándose la in— dicac.ion con que lo termina, se resuelve sea él firmado por to- dos los miembros del Gobierno, y pasado á la Comandancia General de Armas, paro que invite á hacer otro tanto á todos los Gefes quo el 11 de Setiembre último custodiaron la BAN- DERA DE LOS ANDES; y fecho, y devuelto, deposítese en la caja preparada prn-a aquella, y la cual será conservada en la Casa de Gobierno, en lugar especial y adecuado, y pu- blíquese. Hay una rúbrica—Mjtke—RliSSTBA—-Zapiola. DISCURSO EL MINISTRO DE INSTRUCCION P V B I, I C A NUHI «STII OT8H DEL 0RSERV4TORIO ASTRONOMICO VERIFICADA EN LA CU DAD DE CÓRDOBA EL 25 DE OCTUBRESS 13 CÓRDOBA imprenta del ECO Olí COKDOlü