• LECCIONES ELEMENTALES - ECONOMÍA POLÍTICA, DADAS EN LA ESCUELA DE JURISPRUDENCIA DE MÉXICO EN EL CURSO DE 1871, por. GUILLERMO PRIETO. MEXICO. IMPRENTA. DEL GOBIEUNO, EN PALACIO, k oi.Ki)0 si josí uk&ík «iwmt. 1871.-«¿AS lecciones de economía política que ven en este rtomo la luz pública, son las que lie dado á mis dis- cípulos en el presente año de 1871, y que recojo é imprimo para que puedan servir de recuerdo de mis lec- ciones orales. Sin dificultad alguna se percibirá que en materia de doctrina no son las lecciones sino extractos y traduc- ciones de escritores eminentes, coordinados de modo que puedan formar un curso elemental para los estu- diantes. Respecto á la aplicación de los principios en un terre- no tan virgen y fecundo como es México, pude haberme esplayado mas; pero la falta de datos es tan completa, que aunque cada cifra y cada alusión á la estadística me ha costado inmenso trabajo, visitar oficinas y re- currir al favor de ñus amigos, queda mucho por hacer, y mi obrita está plagada de defectos que soy el prime- ro en reconocer y que me dedicaré á corregir. Tal como es esto ensayo el primero en mi concepto de su género, lo considero como un paso en la senda de la buena enseñanza, y con respecto á mí, como un tes- timonio del empeño con que deseo corresponder á la oonfianza del gobierno, y de mi anhelo por los adelan- tos de la juventud. Guillermo Prieto.]0 iIHTRODÜCCM. Discurso leido en la apertura de la cátedra de economía política déla escuela de jurisprudencia de México, por Guillermo Prie to, profesor del ramo en dicha escuela Ainor al estudio, necesidad do creencias, espíritu des- prendido do prevenciones inveteradas, corazón exento de odio, celo de propaganda, individuales simpatías, desin- terés, abnegación, bncna fe, entusiasmo por todo lo que es bueno, bello, simple, grando, honrado, religioso; tales son los preciosos atributos de la juventud. Por esto les dedico mis tareas; son semillas que uo pueden tener en si mismas principios de vida si no germinan en el snelo generoso & que yo las confío. ¡Palabras de Hastial «' l« jurtnttuljranctia]. ¿Cómo dar asilo en este recinto del saber, en este plantel del progreso, á ese conjunto de teorías y de ensueños que se quiere llamar ciencia, siendo tan oscura, tan difícil, tan dis- cutible su utilidad? . .». . lié aquí compendiadas hasta las diatribas contra la economía política. Llámase oscura á la ciencia económica, porque rodeados de su cuna, aun vemos sus esfuerzos por constituirse en una existencia regular, robusta y segura: porque ciencia de ob- servación en edad tan temprana, no ha sido dada á la inteli- gencia del hombre caracterizar con claridad sus fenómenos- ni definirla ni clasificarla con la exactitud que las otras cien, cías que llevan sus teorías triunfales por el riel que les han preparado los siglos; porque nutrida, ligada por inveteradas preocupaciones, al verificar su trasformacion de teoría en práctica, de arte en ciencia, está como describe sus arcángeles Milton: con la frente bañada en luz purísima, mientras el cuer- po apenas bosqueja sus perfiles en las tinieblas.VI En ol orden lógico, en el orden escolástico, la ciencia pre- cede al arte, que no es otra cosa sino la deducción rigorosa de la ciencia, y el arte precede á la práctica, que no es ni de- be ser otra cosa que la aplicación de las reglas del arte; pero en el órden histórico es otra cosa. El hombre está precisado á obrar y se encamina á la prác- tica: después la repetición y la práctica dan nacimiento al ar- te, y el estudio de esas reglas, la observación, la aplicación de las leyes generales contenidas en ellas, ha dado nacimien- to á la ciencia. Así hubo médicos ántes de que existiese la ciencia de curar. Hubo chozas y aparatos para cubrirse de la intemperie án- tes de que la arquitectura nos asombrase con la construcción de sus palacios. Las combinaciones de la alquimia dotaron al mundo de la química. De entre los ensueños del éter vaporoso de la astrología se presenta circundada de estrellas y asentada sobre el zodiaco como sobre una peana, la astronomía. La exactitud de las definiciones solo marea los esfuerzos por sorprender los rasgos característicos do una fisonomía nueva; pero no depende ni la importancia ni la valía intrínseca de una ciencia, de la manera con que se le defina. Smith lia definido la economía política, la ciencia que tra- ta de procurar al pueblo la abundancia, ó mejor dicho, de po- nerlo en aptitud do que se la procure. Say: la ciencia de los intereses de la sociedad. Sismondi: la ciencia que trata del bienestar físico del hombre. Storch: la economía política es la ciencia de las leyes natu- rales que determinan la prosperidad de las naciones; es decir, su riqueza y su civilización. Rossi: la ciencia de la riqueza. Baudrillart, Chevalier, Blariqui, Scialoja, Mili, Maeulloc y Balbi, % quien mas inmediatamente seguiremos, definen la economía política la ciencia q ue trata de la producción, de la circulación, distribución y consumo de las riquezas.♦ VII Al demostrarse al homhre sus necesidades, sujetas á leyes permanentes y fijas; al explicarse el trabajo, su división y re- compensa, al determinarse el capital y su renta, al patentizar los accidentes del cambio, al materializar con la historia en lamanolos errores en materia de contribución, siguiendo siem- pre su orden, ¿no se lian zanjado las bases de la ciencia? ¿no será plantear, extender y consolidar estos cimientos, quita- las sombras á la ciencia económica? ¿Sobre todo, abandonaríamos la física y la química, renegar riamos del progreso porque no nos lian podido aún revelar las ciencias las leyes todas de la creación? ¿Se ha dicho ya la última palabra que sirva de término al fiat lux del Génesis? Ciertamente tiene de ser difícil una ciencia que partiendo del derecho natural, de los elementos constitutivos de la hu- manidad, pide su apoyo á las otras ciencias. Sin la tradición religiosa no se podría explicar cómo el tra- bajo no puede ser una maldición sino en el sentido figurado 6 por la corrupción en la manera de mantener en la oscuridad sus leyes. Sin el análisis de esa tradición religiosa, anatematizariamos el interés del dinero, no comprenderiamos como consejo de cari- dad cristiana la dispensación de todo servicio por amor, siguien- do la exposición hebreay los evangelistas, sino (jue vendríamos hasta la gratuitidad del crédito; es decir, á confundir á los evangelistas y á Prudhom (aberración risible) en una propia categoría. Sin el estudio de la moral la propiedad seria el robo, y no una extensión de las facultades del individuo, la carne de sus derechos, el derecho mismo reclamando la garantía de la ley, porque la propiedad existe ántes que ella y á ella le da vida. Sin ese estudio, la confraternidad es la irrisiorí, y las pala- bras de amor del Cristo la impostura, porque se legitima el antagonismo entre El proletario y el propietario, Entre el capital y el trabajo.VIII Entre el pueblo y los trabajadores, Entre la agricultura y la fábrica, Entre el campo y la ciudad, Entre el regnícola y el extranjero, Entre el productor y el consumidor, Entre la libertad y el orden. Sin nociones del derecho, sin la percepción clara de lo jus- to y de lo injusto, ¿cómo hacer la anatomía de la espoliacion? ¿Cómo combatir al privilegio que absorbe y esteriliza, la reglamentación que engarrota los nervios sociales y .produce la parálisis? ¿Cómo extirpar el interés de los pocos, absorbiendo desde su nacimiento el jugo del trabajo? ¿Cómo vindicar á la nación ante los especuladores que quie- ren sacrificar al pueblo, con tal que "ellos vivan y hagan for- tuna? ¿XJómo combinar la redención del hombre, no solo santifi- cando la abolición de la esclavitud, sino elevando su dignidad sentándolo á la mesa eucarística de los dones de Dios, y rea- lizando su tierna, su sublime máxima de amaos los unos dios otros? ¿Y cómo percibir este conjunto sin la luz de la historia? El Egipto, las creaciones de Babilonia y de Nínive, el po- der mercantil de Cartago, la colonización previsora de Roma, la emancipación comunal naciendo del feudalismo, el afán del Hércules militar del siglo XIX renovando por medio del sis- tema restrictivo la lucha con la hidra que hacia renacer sus cabezas á medida que se las cortaban, ¿no nos suministrarán lecciones? Fijemos los ojos on nuestro suelo privilegiado. ¡Ved nues- tras tierras exuberantes de los climas calientes robosando en dones; pero aun cubiertos de malezas y de reptiles venenosos! ¡Veamos en la propiedad territorial proyectándose las som- bras del feudalismo! Veamos subsistente la alcabala que premia el espionaje y ciega las fuentes de la producción.IX Veamos alucinarse á México con el ferrocarril, sin cuidar- se de la tarifa, es decir, queriendo sacrificar á la celeridad la baratura. Fijémonos en los arbitristas que pretenden establecer el cré- dito sin atender ni á la posibilidad de pago, ni á la probidad, ni á la inteligencia, sin cuyas garantías es quimérico. Oigamos esas censuras de que se llevan el dinero los extran- jeros, y examinemos ese duelo que le da aspecto de convoy fú- nebre a cada salida de caudales. Llamemos la atención á esos rumores que se parecen al ren- cor para perseguir al extranjero, como se perseguía á los ju- díos en los tiempos funestos, en los tiempos, vergüenza de la humanidad, de Felipe II. Veamos esos campos yermos, esas fronteras desiertas, ten- tación perpetua de la ambición y peligro evidente de ia inde- pendencia, y compadezcamos esos afanes por una colonización artificial y por una seguridad adrede, que no hará sino sem- brar vientos para recoger tempestades, y en vista de esto..... dígase si la ciencia que destierra tantos errores es una cien- cia inútil. A estas inútiles teorías, á esta que se llama charla, á esta distracción pueril de la juventud estudiosa, á esta alquimia de las ciencias morales, 'como la consideran sus censores pedagó- gicos, se deben en México las mas importantes innovaciones. Las borlas doctorales, las eminencias universitarias, losada- lides del bárbara celare, los esclavos del Fuero Juzgo y de las Siete Partidas, son los padres del estanco y del diezmo, del monopolio y del fuero privativo, del gremio y el pasaporte, de las prerogativas de la pereza, de la santificación de la explo- tación sacrilega del hombre por el hombre. Y esto que se eleva aún en la memoria de algunos, confun- dido con el sentimiento religioso, que constituye en el país, por desgracia, una bandería de retroceso, subsiste casi desde los primeros dias de la conquista, 6 por lo ménos desde mediados del siglo XVI, á despecho de los eminentes escritores que han combatido esos enjambres de absurdos, especialmente en laX época colonial desde el tiempo de Carlos III; eu tiempo de la libertad, desde los primeros dias de la independencia. ¿Cómo lian podido cobrar raiz y asiento las mas sábias instituciones políticas, cuando viven, y se agitan, y luchan los elementos de perturbación social? ¿Cómo queremos que florezca el trabajo sin garantías sóli- das de propiedad? ¿Cómo queremos que se desarrolle el crédito sin el estudio concienzudo del impuesto, y sin que sea su garantía segura la buena regularizacion del presupuesto? ¿Cómo queremos el aumento de los ingresos del tesoro, ani- quilando la fortuna de los particulares? ¿Cómo tolerarse hoy por hoy la blasfemia de que es mas ri- co y mas floreciente un país mióntras mas contribuciones se le imponen? La ciencia económica demuestra que allí donde goza de mas libertad y de mayores provéenos el trabajo, vive el hombre me- jor; que mióntras mas se acercan las leyes á esas preciosas condiciones son los pueblos mas felices, que mióntras mas se alejen de ellos serán mas desdichados. Así, pues, si la ciencia que vamos á estudiar es de una im- portancia esencial, sean las que fueren las formas de gobier- no que rijan á un pueblo; en las repúblicas democráticas donde todos los ciudadanos deben tener participio en los negocios; donde todos conocen de las funciones públicas, esta ciencia es necesaria, y en esa palabra bien sentida y pesada quiero que concentréis su importancia. Ella debe guiar los primeros pasos del niño pava que no se maleen sus impresiones nativas; debe acompañar al labrador en el campo, á los obreros en la fábrica, á los artesanos en el obrador, paia que amen el ahorro, hijo de la previsión y de la moralidad, para que anhelen por la posesión del capital, lla- ve de oro con que se abren las puertas de la reproducción-, para establecer la reciprocidad humanitaria entre el que pro- cura ese instrumento del trabajo y el trabajador que lo utiliza. Ella, la economía política, cuando ha triunfado bienhecho-XI ra, ha derribado las barreras que dividían á los hombres, los ha hecho dueños á todos de las producciones de la tierra, y les ha cantado el himno de la paz y de la buena voluntad so- bre las ruinas de los rencores y de las agresiones salvajes de nación á nación. El punto de partida de la economía política es considerar al hombre como un sér sujeto d necesidades, libre y responsable, sociable y perfectible. De ahí la necesidad determinando y caracterizando antes de la ley, la propiedad por medio del trabajo.....de ahí la aplicación de ese trabajo á la producción y la exaltación del individuo por la responsabilidad; de ahí la regulación de la conveniencia de los cambios; de ahí las aspiraciones al pro- greso, cuyo vuelo es quime'rico si no le abre paso franco la libertad que en último análisis es la armonía sublime de todas las armonías. Los pueblos antiguos tenían ideas muy confusas sobre eco- nomía. Los egipcios, como observa Blanqui, no sabian sino ordenar que las profesiones de los padres se trasmitieran á los hijos. Los griegos tenían algunas ideas mas extensas. Los romanos despreciaban como indigno el trabajo, ensal- zaban la fuerza bruta, la matanza era su siembra, el botín de guerra su cosecha, su gran recurso de vida, el impuesto ó tributo á los pueblos conquistados...... Los siglos medios son la pluralidad do las tiranías y la multiplicación de las gabelas: á pesar de los destellos lumi- nosos que Vcnccia y GCnova, Flándes y las Ciudades Anseá- ticas dejaron percibir, poco avanzaron» El dinero, al fin, fué considerado la sola riqueza de un pueblo. Quesnay con el tiempo se constituyó en jefe de la escuela fisiócrata 6 sea de la escuela que defendía que la tierra era la fuente única de la riqueza. En fin, Adam Smith zanjó los verdaderos cimientos, esta- bleciendo en su obra inmortal titulada: Indagaciones sobre laXII naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, que la riqueza consiste en el valor cambiable de las cosas que sirven para cubrir nuestras necesidades, aumentando así indefinida- mente las fuentes de la riqueza. Smith proclamó y sostuvo en su precioso libro., como obser- va elocuentemente Rossi, que la semilla fecunda del trabajo no florece sino con el sol de la libertad. Say formula la ciencia, la Italia y la Alemania le dan apli- caciones especiales; en España sirve de escalpelo para inspec- cionar una sociedad que, como la judía, se entregó al culto del becerro de oro, desdeñando los dones con que quiso colmarla pródiga la fortuna. Talentos especiales se ocupan de ramos particulares de la ciencia y atraen las miradas del mundo sabio. Malthua recorre la escala de los séres, buscando el equili- brio entre las subsistencias y la población, y sus mismos ex- travíos son luminosos como la marcha regular de los cometas. Ricard, en el" estudio de la renta bace considerar los rendi- mientos de la tierra bajo un aspecto altamente filosófico. Ciekowski, estudiando en el crédito la metamórfosis de los valores, hace la apología del sistema alemán, y la legislación se inclina y modifica sus prescripciones sobre la hipoteca. ¿Qué quimera, qué charla es esta quo así derrama bienes prácticos y regenera la vida de las naciones? En toda nación medianamente civilizada, los estudios eco- nómicos han tomado el primer rango, porque aunque solo fue- ran motivos de estudio, como nota Balbi, ellos abrazan lo mas vital para una sociedad. Inglaterra y Francia, Italia y Alemania, los Estados-Unidos y las otras Américas tienen sus cátedras y academias: apenas se rinde culto hoy á las ciencias morales cuando la economía política aparece rodeada de prestigio. México hasta hace dos años no ha tenido una cátedra de economía política: honor al Sr. Mariscal que la instituyó. ¡Feliz yo ahora que puedo tributar mi elogio al Sr. Iglesias, su ilustre protector!XIII Antes de terminar, os diré dos palabras sobre el método que lie observado y me propongo seguir. He preferido ante todo las lecciones orales, no obstante los inconvenientes que se les objetan, y son: Que la falta de texto deja aljóvencomo á ciegas, y no tie- ne el arbitrio de fijar en su memoria lo que aprende. Que la atención se divaga fácilmente no teniendo el estu- diante un libro en que concentrarse, y esto es mas cierto en los países en que domina la imaginación, y la sensibilidad de los niños despierta muy temprano. En las lecciones orales, pocas veces, casi nunca, se puede desprender el profesor de su deseo de lucir, y entóneos asiste el jóven á representaciones que le entretienen, mas que á lec- ciones que le instruyen, viniendo á tierra el objeto de la en- señanza. Contestaré brevemente esas reflexiones que confieso me hi- cieron mucha fuerza al comenzar en esta escuela el profeso- rado. La falta absoluta de un texto adecuado á las necesidades de México, pudo haber servido como primera contestación...... Estaba casi trunca ki ciencia sin aplicaciones, ¿y cómo hallar- las en los escritores europeos? Los pocos que han tratado de México, y de estas materias con la sola excepción del barón de Humboldt, que escribió á principios del siglo, hablan de nos- otros como de la luna. ¿A qué atestar las cabezas de los niños de palabras cuasi sin sentido? Es forzoso hablar do la propiedad, para referirla á las en- miendas y á los repartimientos de la conquista. Se necesita explicar las leyes dol trabajo; pero tendrán do- ble utilidad las explicaciones refiriéndonos ásus instrumentos, al indio, á su condición y necesidades.... la esclavitud disfra. zada en que se encuentra, &c., &c. ¿Cómo seguir los accidentes del impuesto sin conocer algo de nuestra tradición colonial y de nuestras convulsiones po- líticas? La lección oral precisa al maestro á escogitar lo mejor yXIV mas conducente para acomodarlo á la inteligencia de sus dis- cípulos, y como un autor trata mejor las cuestiones de crédi- to, y otro las de valor, y otro las de cambio, él asume la res- ponsabilidad de estudiar siempre, y siempre trasmitir á sus discípulos lo mas exacto. Es cierto que el discípulo puede divagarse; pero lo mismo 6 mas se divaga con un libro al frente cuando es abandonado. La lección oral reclama mas imperiosamente la atención del niño y la del hombre. El drama á que asiste del pensamiento y su visibilidad por medio de la palabra, las interrupciones, la acentuación de la mirada y de la gesticulación, hacen que la lección sea un suceso que se tiene de grabar en su memoria. Y si no, ¿por qué en los niños de edad mas temprana se fi- jan los cuentos con todas sus circunstancias? Las trasformaciones de los personajes, los lugares de los acontecimientos, los raciocinios de los actores y su fisonomía, todo se reproduce en ellos con extraordinaria claridad. Sobre todo, en la lección oral se fuerza al que estudia á que se asimile lo que escucha, á que piense por sí, á que se nutra á sí mismo con la idea recibida, volviéndola suya, y esto solo basta para hacer la apología del método que adopto. Ya no es la máquina el discípulo que se pavonea en exa- men, vertiendo letra áletra, tal vez sin entenderlas, las pági- nas que aprendió de memoria; es el hombre que reflexiona y discierne, que discurro y que puede crear con motivo de lo que va aprendiendo...... Sin embargo, teniendo en cuenta la objeción expuesta, en el curso anterior se daba la lección, recogían apuntaciones de ella los discípulos; como un resultado se fijaba una proposi- ción que se*discutia y que reproducía en todas sus aprecia- ciones la doctrina expuesta. Este método ha sido tan eficaz, que no solo se han notado sorprendentes adelantos en las disertaciones que han servido de ejercicio á mis discípulos, sino que los han educado en el uso de la palabra, desembarazándolos, corrigiéndolos y pre- disponiéndolos para el aprovechamiento en su carrera.XV La práctica á que aludo, corrige y mantiene al profesor en sus justos límites, obligándole á aclaraciones precisas, incom- patibles con el deseo pueril de lucir y de olvidar lo que debe & sus discípulos. La pereza y la ignorancia, si fueran razones, serian las úni- cas que se alegarían de cierto contra las lecciones orales. Una última palabra. Aunque tengo aquí prescripciones oficiales que llenar, yo no puedo desprenderme de mi corazón ni dejar de considerar esta como una reunión de amigos. A vdes. mi consecuencia y mis respetos, mi dedicación y mi docilidad á lo mismo que enseñando aprenda: de parte de vosotros el, sacrificio de con- cederme vuestra atención. La ciencia es una matrona que se encubre con un velo oscuro y sin atractivos; cuando una vez se alza la punta de ese velo y se perciben, aunque sea imper- fectamente, sus encantos..... ¡oh! entónces no podemos alejar su recuerdo de nuestro corazón.... Comencemos nuestra tarea. ¡Quiera Dios que cuando el dia de la cosecha llegue, y corone el premio vuestros afanes, yo.... como me ha sucedido los años anteriores..,, sienta pró- digo galardón de mis trabajos en las íntimas satisfacciones de mi ternura.—Dije.LECCION I. • Propiedad.—Derecho do propiedad. Comencemos por definir con la claridad posible. Propiedad es el uso exclusivo de las cosas. Derecho de propiedad.—Es este mismo uso reconocido por los demás. Sus caractéres esenciales deben ser: Inviolable, individual, desigual y trasmisible. Ante todo es indispensable considerar la propiedad respec- to á la economía política con su existencia real y con sus ca- ractéres constitutivos; sin esa base, sus principios todos cae- rían por tierra; sin propiedad no tiene garantías el trabajo, ni existencia la libertad, ni la responsabilidad energía, ni con- sistencia los cambios; por esto, pues, coneiderar la propiedad como necesaria es nuestro punto de partida. Para explicar con toda exactitud el derecho, se ha hecho notar, con razón, que el derecho y la ley difieren; mejor di- cho, que la ley es el reconocimiento del derecho que existe ántes de ella sin el concurso de ella, por la naturaleza misma del hombre. El derecho de propiedad se ha explicado en la escuela ale- mana por la posesión del hombre de sí mismo y de sus facul- tades; por la posesión de su yo, como dicen algunos filósofos,2 que han asentado: « El hombre es incontestablemente propie- tario de sus facultades intelectuales, morales y físicas. La distinción del tú y del yo implica la del tuyo y el mió. Si el hombre es propietario natural de sus facultades, lo es del ejer- cicio de estas; de ahí la libertad del trabajo, primera de todas sus propiedades.)) Como se ve, el principio fundamental de esta escuela es la libertad. La escuela romana, llamada la escuela do los jurisconsul- tos, asigna el derecho de propiedad al primer ocupante, dán- dolo por fundamento la ley civil, porque reconoce que algo debo do tener de preexistente esa misma ley. La escuela economista hace nacer el derecho de la propie- dad del trabajo, que es la aplicación de la inteligencia y de !a fuerza á la producción. Objetando Batbie los inconvenientes do las tres escuelas, confiesa que la alemana contiene un gran progreso. El que invoca el derecho de trabajar, parece que se limita á la satis- facción de las necesidades materiales. El que se apoya en el desarrollo de su libertad, abraza en un conjunto las necesida- des materiales y morales del honrbre, y de ahí nacen la igual- dad y otros preciosos derechos de la humanidad. Poro la réplica poderosa que tiene este sistema es, que si una persona debe ser respetada en ú y en sus manifestaciones exteriores, lo mismo sucede á los demás, y todos deben tener á su alcance los instrumentos para el ejercicio de esas facultades, lié ahí entónces destruidos los caractéres de la propiedad. La teoría del primer ocupante tiene varios inconvenientes gravísimos. En primer lugar, subvierte las nociones mismas del dere- cho, porque como dice Batbie: « Comprendo que se diga: po- seo en virtud de tal derecho; pero no porque poseo tengo tal derecho;» esto es altamente ilógico. Por otra parte, 6 se limitaba la ocupación por el lugar en que pusiera los piés el individuo, y esto seria risible, se diría con Thiers: los cuatro piés do un caballo son los linderos de su propiedad, 6 marcaba su propiedad con un signo exterior,y entdnces pocos hombrea podrán hacerse señores de un gran territorio, &c.....6, en fin, por un solo acto de la voluntad diciendo el primer aventurero como el Satán de Milton: el universo es mió..... Baudrillart- hace notar que no hay el desacuerdo que se cree en las tres escuelas; que la discordancia es ma3 en la for- ma que en el fondo. La libertad ocupa las cosas; pero esta ocupación no se rea- liza sino por el trabajo, que no es mas que la ocupación pro- longada. Para mí es algo mas que la ocupación prolongada que siem- pre seria un hecho: e3 la consagración de la propiedad misma recibiendo cierto sello que equivale á la participación de la personalidad humana, arrancando de las abstracciones meta- físicas el derecho y dotándolo de sus esenciales caractéres. Dando un giro absolutamente nuevo á las demostraciones déla propiedad, Batbie hace notar que la confusión de las apli- caciones todas consiste en que se han invertido los procedi- mientos del raciocinio; dice, y en mi entender con lucidez do percepción, que primero debe procederso á patentizar que la propiedad es necesaria con sus caractdres de inviolable, de in- dividual, de desigual y trasmisible, y luego á explayar los fun- damentos de su justicia, porque de lo uno nacerían los otros, encontrando todos su acuerdo en los principios mas puros de la filosofía. l$n una sociedad en que la apropiación instintiva se dispu- tase, dominaría la fuerza; al primer destello de razón nace la idea del respeto á la propiedad; la rama y la flecha que el sal- vaje se apropian son respetadas y reconocidas como suyas. Faltando el carácter de individual á la propiedad, vinién- dose al comunismo, no tenia identificación para la persona ni estímulos el trabajo, ni cabida la responsabilidad: la inepti- tud y la aptitud, la diligencia y la pereza se confundirían ano- nadándose los elementos de progreso. Pasar un nivel sobre todas las fortunas, distribuir en igua- les porciones un patrimonio, seria opuesto á la naturaleza de4 las necesidades humanas, se produciría el caos en sus mas pre- ciosos intereses. Sin trasmisibilidad no hay ni cambio ni porvenir. Nadie puede dar, ni cambiar, ni vender lo que no es suyo. Tales condiciones son esenciales á la humanidad, á su con- servación y desarrollo en conjunto, á su elevación y perfec- cionamiento; hé ahí los fundamentos de su necesidad y su jus- ticia, la armonía suprema entro la naturaleza y el derecho, que es en su mas sencilla expresión el afianzamiento de las garantías individuales y sociales. Bastiat, que por la elevación filosófica de sus miras y por su precisión analítica ha hecho los mas importantes servicios á la ciencia económica, define así la propiedad: «Propiedad es el derecho de aplicarse á si mismo sus pro- . píos esfuerzos 6 de no cederlos sino mediante la cesión en cam- bio de esfuerzos equivalentes.» Daremos idea de los fundamentos de esta definición, aun- .que con la brevedad que nos impone la naturaleza de estas lecciones. Desde luego está reconocida la posesión del hombre de sí mismo, á la vez que la sujeción á las necesidades: principios claros de derecho natural. Está considerado individualmente en medio do la naturale- za, con el instinto, ante todo, do su conservación. En esta naturaleza hay bienes á su alcance lo mismo que al de todos, es decir, elementos de vida que acceden'á sus ne- cesidades, ríquezá, que no es sino el conjunto do objetos que sirven para cubrir nuestras necesidades, parte de esta rique- za la logra sin esfuerzo, la otra parte la conquista con éli esta es la división de riqueza gratúita y riqueza onerosa de los economistas. Al conquistar con su esfuerzo aquellos objetos para sí, los considero útiles: utilidad es la relación que existe entre la ne- cesidad y el objeto que la cubre..... Estas cosas útiles no las valuó sino cuando necesitó cambiarlas.... Entóncea nació el valor, que no es otra cosa sino la apreciación que hacemos de5 lo que poseemos en cambio de lo que necesitamos. Lu propie- dad consiste en la posesión de valores. - En esta sucesión de ideas hemos podido considerar tres fe- nómenos dominantes: necesidad, esfuerzo, satisfacción. i El esfuerzo es como el puente que nos lleva del primero al tercero: todo lo que tienda á disminuir su extensión será ven- taja, perfeccionamiento, progreso.... todo lo que aumente el esfuerzo, que agrande el obstáculo entre la necesidad y la sa- tisfacción, será retroceso. Ahora vamos á explicar noáotros cómo concebimos la pro- piedad, iniciándoos, discípulos queridos, en las labores de mi inteligencia en esta parte ilustrada con las luminosas ideas de un amigo á quien veo y considero con especial respeto: á Ignacio Ramirez. Leamos primero muy atentamente mi definición. Propiedad es el uso exclusivo de las cosas.—Aquí conside- ramos al hombre en su estado natural, con sus necesidades en su desarrollo enérgico, con sus tendencias á la asimilación, como el vegetal y como el bruto. Desde luego busca y se asimila aquello que necesita, que le es útil, lo usa.....(utilidad, de uti, uso). Nadie, pues, llama una cosa propia sino para usar de ella, y de usar porque la necesita. De aquí naturalmente se sigue la tendencia de hacer exclusiva para di la cosa apropiada. Nótese que hasta aquí se trata de hechos, de necesidades, y necesidades que nos dan cierta comunidad con el bruto mis- mo por sus instintos. El animal del lugar en que pasta, en que se está asimilan- do lo que necesita, no consiente la concurrencia, la excluye para hacerse la apropiación de un modo exclusivo. Repetimos que se vo con toda su claridad el hecho. En el momento que concurren dos 6 mas individuos con las propias necesidades y tendencias,'la exclusividad se exalta; de nada le serviría á uno el uso de una cosa y aun el uso exclu- sivo, si no era reconocido por los demás. La incertidumbre en la posesión, la disputa por la fuerza6 de lo que otro había adquirido, la necesidad de conservar ca- da uno lo suyo abogó por el reconocimiento, condición esen- cial del uso exclusivo. Así, pues, cuando se logra el reconocimiento, es decir, til uso do las cosas reconocido por los demás, nació el derecho. Fijémonos en lo que llevamos expuesto: la necesidad, el uso de la cosa con que la cubrimos y con que tendemos á cubrir- la exclusivamente, se explica por los hechos; puede suponer á la entidad individual aislada, en su estado natural. El reconocimiento, es decir, el afianzamiento de ese uso, el derecho, no se puede suponer sino en el estado social: de ahí me parece viene la confusión que tiene tan embrollada esta cúestion. Por esta causa sin duda se refiere Bastiat á la posesión de valores, es decir, de cambios y no de cosas usuales, porque esas se avienen con el aislamiento como las cosas útiles de Robin- son que no tenían valor cambiable. Acaso por eso se ha he- cho efl el derecho romano depender la propiedad de la ley civil, y esto no porque se negase la necesidad de vivir en el hombre ni por desconocer que el individuo y sus facultades se perteneciese, no; sino porque el reconocimiento tenia que ser de los demás, y estos demás son la sociedad. Esta sociedad, á su vez, para existir tieno necesidad del reconocimiento de esa propiedad, y esa es la verdadera, la sólida base del de- recho. En nuestra manera de ver las cosas hemos puesto salientes y como en relieve, tres elementos esenciales de la propiedad. El uso, la exclusión, el derecho.—Cuanta mayor fijeza ten- gan estos elementos, cuanto meyor desarrollo, debo ser ma- yor el bien para la humanidad. En el uso hemos explicado la libertad, el esfuerzo de vida, la apropiación, el trabajo para hacer irradiar en su eminen- cia la escuela economista. «En la fuerza do la palabra, dice Bastiat, el hombre nace propietario, porque nace con necesidades cuya satisfacción es indispensable á la vida, con órganos y facultades para cuyo7 ejercicio es vital la satisfacción do esas necesidades. Las fa- cultades no son sino la prolongación de la persona, la propie- dad no es sino la prolongación de sus facultades. Separar al hombre de sus facultades, es hacerlo morir; separar al hom- bre del producto de sus facultades, es aun hacerlo morir.» La exclusión se explica desde sus primeros rudimentos tam- bién por la naturaleza del hombre. No era posible que el ho- cado que uno llevase á su boca el otro lo hubiese también, ni que las piezas de su vestido fungiesen en dos cuerpos, ni que mandasen dos en lo que á cada uno le sirviese de abrigo. La propiedad se tuvo que caracterizar de inviolable por la necesidad, de la permanencia individual por la organización del individuo, de desigual por sus diferentes necesidades, de trasmisible porque so trataba de un sér social? En todas estas funciones, siguiéndolas al través de las nie- blas metafísicas, viene en el lieelio el hombre con sus necesi- dades animales, avanza y se espiritualiza, se inclina á sus propensiones sociales en ese mismo círculo, y so dibujan los lincamientos del derecho para aparecer en cuanto aparece la sociedad humana. Quisiera que hubiéseis visto, como yo, los trabajos filosófi- cos del Sr. D. Ignacio Raminez. Notaríais en el estudio de los animales sociables estos hechos de la propiedad. La abeja, el castor, la hormiga, tienen uso do lo'que nece- sitan, y uso exclusivo, sin confundir en el conjunto sino aquo- 11o necesario para la sociedad entera. La Cuestión de derecho presenta aparentemente mas difi- cultades para caber en este sistema que voy desarrollando. Primero, porque se ha radicado en nuestra creencia; y así, lo repetimos, que el derecho es anterior á la ley. Segundo, porque en el eslabonamiento de eso génesis de la propiedad se atiende de una manera muy peculiar á la naturaleza ani- mal del hombre, y este se trunca desde el momento que se quie- ren hacer divisibles las cualidades morales y materiales en él confundidas. Tercero, porque se subordinan al poder civil prerogativas8 humanas que todos los principios modernos colocan en la cu- na del progreso. Confieso que yo mismo he vacilado ante las anteriores con- sideraciones, y he vacilado, porque nada mas difícil que luchar contra la tradición de nuestras ideas, el error mismo que al principio pasa superficial por nuestra inteligencia, una vez consentido se afirma, se arraiga, encarna en nosotros y se asi- mila de la manera mas obstinada. Estas manifestaciones que hemos llamado necesidades son la expresión dúplex de nuestra tendencia á conservarnos, in- divisibles do nuestra voluntad: lo mismo las demás; por esto la posesión del yo es un fundamento indestructible; por eso se ha dicho, la libertad ocupa las cosas. La ciencia no podia perderse en la adivinación; se tuvo que' limitar á lo visible, y en estos primeros hechos encuentra las analogías de la apropiación en la planta y el bruto sirviendo do corroboración á las ideas do la necesidad. Lo que en lo individual fué necesario, fué necesario en Jo colectivo, es decir, el reconocimiento de ese uso exclusivo del individuo dio vida al derecho que en todas las legislaciones está compendiado con mas 6 ménos palabras en esta fórmula: v-No hagas d otro,lo que no quieras que te hagan á tí;» y co- mo se ve, esta es una condición de vida de la sociedad en que el hombre está marcado con sus caractéres todos, tiene su ra- zón inviolable do sor para todos los países y para todos los hombres, lleva en sí los caractéres de la igualdad, calienta y fecunda los gérmenes preciosos de la democracia. Es anterior á la ley porque es la ley de las leyes, porque es la vida social, la atmósfera sin la cual la respiración es imposible en ese cuer- po, los derechos del hombre como hombre, la unción santa de la superioridad humana. La ley es la ordenación, el afianzamiento do esos derechos, como ya he dicho. Pero como quiera que sea, estos derechos no pueden nacer sin la sociedad. Mas ó* ménos confundidos, mas 6 ménos perfeccionados, te-• T nemos dos modos de sér, natural y social. Todo lo dicho refe- rente al uso debe buscar su raiz en el sér natural, todo lo que se caracteriza como propiedad debe explicarse entre las rela- ciones de los hombrea. En la gran clasificación de este derecho de propiedad, no- temos desde las mas remotas legislaciones tres distinciones que descuellan atravesando los siglos. 1° Los que se desprenden do los instintos ó afectos del hombre. 2? Los que so derivan de la violencia. 3° Los que afluyen de los convenios 6 recíprocas conve- niencias. Fundados los primeros en la naturaleza humana como la herencia, la donación espontánea, siendo en último análisis uso do su libertad, se desarrollarán y robustecerán mientras mas se perfeccione el hombre. Los derechos derivados de la violencia son aquellos que por cualquier motivo deprimen la voluntad del hombre, es decir, interviene en esa voluntad para modificarla á su arbitrio otra entidad que merma la libertad. Esto es, amengua su propie- dad como el mayorazgo la donación forzada. Violencia hay en la fundación religiosa siempro que apro- vechando tales 6 cuales circunstancias se encamina ja volun- tad á dádivas redentoras de las penas eternas, con esa coacción invisible del que puedo permitir ó negar la entrada al cielo. El grupo tercero de derechos es ol cambio en su mas pura expresión, el desprendernos do lo que creemos necesitar para adquirir lo que deseamos. En el primero y tercer modo de existir del derecho, vemos con claridad beneficios para la sociedad y para el hombre, ele- mentos de perfección y desarrollo por el acatamiento á la li- bertad. En el segundo, con mejor 6 con peor disfraz está la fuerza, la fuerza desviando do sus canales la riqueza, convirtiendo en instrumento de opresión lo que debe sor para bien general", trasformado en superioridades artificiales y nocivas, secciones 410 de la sociedad que ge vuelven forzosamente motivos de per- turbación de la armonía social. Favorecer las tendencias de la libertad humana, proteger y asegurar los convenios que el hombre celebre para ensan- char los bienes que disfruta 6 para procurar á su manera la felicidad, excluir la fuerza para que el interés y la razón do- minen, esta es la tarea mas augusta y mas digna de la ciencia» y esos serán los objetos preferentes de nuestros trabajos. Las escuelas comunista y socialista se oponen u la econo- nía política, porque en último resultado se fundan en la coac- ción y una serio de raciocinios erróneos las confunde con la tiranía, para nosotros motivo de esterilidad y de atraso. No obstante, las teorías de esas escuelas en lo que excluye la violencia, son dignas de exámen, y nosotros nos detendre- mos á analizarlas. En lo dicho anteriormente so reasume lo que con el nom- bre de utilidad de la propiedad han expuesto otros economis- tas, especialmente Baudrillart, (\ quien hemos seguido en nues- tros anteriores cursos. Desde luego la conservación, el mejoramiento de lo que nos pertenece es mas eficaz con la propiedad indefinida que con la posesión temporal. El que arrienda un campo por tiempo determinado, trata preferentemente de explotarlo y no de de- jar que otro recoja los frutos de su trabajo. El carácter do individual, como también hemos dicho, co- munica personalidad & la propiedad, desarrolla la responsa- bilidad. Este es uno de los fundamentos de evitar quo las corpora- ciones posean. En efecto, la personalidad se pierde en el conjunto: nadie asocia personalmente su individuo, ni su porvenir, ni vínculo alguno al progreso de lo que se posee en común; en la trasmi- sión á séres queridos pocas 6 ningunas veces se piensa, por- que al fin es inmortal la pociedad á que se pertenece.11 En las propiedades de las comunidades religiosas es donde se han visto mas patentemente los inconvenientes que apenas acabo de apuntar. El celibato de los frailes, la predicación del desprecio á to- do lo terreno como motivo de corrupción y como obstáculo para alcanzar la bienaventuranza, la dificultad de guardar unidad en la dirección de los negocios por el cambio de pre- lados, todo arrastraba á la esterilidad y la decadencia esas propiedades. Arrendadores ávidos que explotaban las fincas sin dejarles mejoras; quiebras escandalosas y enriquecimiento inexplica- ble de abogados, apoderados y mayordomos; riñas de los frai- les entre sí, prostitución, mujeres, esos eran los frutos de la propiedad colectiva..... sobre todo, atraso, esterilidad y rui- na por todas partes. Hemos dicho que es estímulo poderoso del ahorro y forma- ción del capital la propiedad, porque por poco que se exami- ne la tendencia del hombre á mejorar y perfeccionarse, se ve en todo el deseo de buscar el bien y de ponerse á cubierto del mal. Esa dotación aí futuro con el trabajo del presente, esa he- rencia tierna legada á las generaciones que vienen por las ge- neraciones que dejan la vida, señala uno de los caracteres constitutivos del progreso indefinido que nos eleva al ideal de la perfección. IjOS derechos que so desprenden do la propiedad son por lo mismo de lo mas trascendentales. La libertad del trabajo, es decir, la aplicación honesta de nuestra inteligencia y de nuestra acción á todo aquello que creamos conveniente, destruye en su raiz el monopolio do la enseñanza, el de las profesiones, el comercial. Comunica un aspecto nuevo á la sociedad, nos llama á todos al participio de todos los bienes do la tierra, mata la espoliacion que con- siste en que vivan los pocos á expensas do los muchos. Así, respecto de la enseñanza, no interesa á la sociedad sa- ber dónde, ni cómo, ni en qué tiempo se aprendo: lo importa12 fS . •. HÓ&tti ÍSttí£i&:J í itsíl BÜÍhí ■-■ji., .-. | ;.<>. BÜi cuando se recurre á sus gerentes certificar que se sabe aque- llo que se dice se ha aprendido. Así, la donación y la herencia tienen su justificación plena. De la misma manera se conquista y se reclama la libertad mercantil, porque no hay derecho para que yo posea una mo- neda y se me prohiba invertirla como quiera, y en lo que de- see, y según me plazca. Cuando este interés del individuo se contrapone al interés general; cuando el cumplimiento de ese deseo y la satisfac- ción de ese capricho hiere otros derechos 6 daña la comuni- dad, entóneos la restricción es justa; pero cuando no, no pue- de justificarse. De ese derecho de propiedad que nace en lo social del inte- rés común, brota de una manera enérgica el derecho del pueblo á que no se le impongan contribuciones sin su consulta y con- sentimiento, ingerirse por ese medio en la discusión del presu- puesto, y en la rendición de cuenta & caracterizar á los gobier- nos de administradores, no dueños do los intereses públicos. Como decia, hace poco dos escuelas se han levantado como revindicando los derechos de la humanidad ultrajada, en con- tra de todos los principios que hemos asentado: la comunista y la socialista. A reserva de explicar, aunque con la brevedad posible, en otra lección los fundamentos.de estas escuelas, basta ahora, para mi objeto, decir que la escuela comunista proclama la comunidad de bienes: es la negación absoluta de la propiedad. La sooialitta reconoce la propiedad en cierta manera; pero quiere que de un modo forzado refluyan en los asociados los frutos de la propiedad, es decir, quiere la propiedad, pero mu- tilando sus caracteres de individual y de desigual. &0 queremos armarnos con la tea del escándalo en la mano en persecución de estas escuelas funestas, de estos herejes de la economía política, porque no estamos organizados para in- quisidores en ninguna materia. Repetiremos, sí, que ambas escuelas hacen con hipocresía la apología de la fuerza.13 Dirémos con algún autor eminente, que las diferencias en- tre esas escuelas y la nuestra dependen en último análisis de que aquellos sectarios consideran á la sociedad, y sobre todo al hombre, mal conformado; á esta "¿nal organizada; en una pa- labra, creen que por medio de reglamentos pueden crearse hombres y sociedades que artificialmente lleguen adonde la previsión del Criador ¡blasfemos! no pudo alcanzar. La escuela economista considera al hombre tal cual es, y cree que la sociedad lleva en su seno los gérmenes do su des- arrollo y progreso; cree que las que parecen contradicciones sociales se concuerdan y armonizan con la libertad, vida del alma, ala de fuego del progreso, que atravesando los siglos y perfeccionando al hombre, exalta su inteligencia, vivifica su sér físico y moral, y lo acerca a Dios.—Dije. APÉNDICE A LA LECCION PRIMERA, Como apéndice de mi primera lección, os diré dos palabras sobre el sistema de propiedad en México. Los indios desconocían la propiedad á nuestra manera. Las tierras las poseía en general el rey, y se dedicaba una parte de ellas al culto de los dioses. Los nobles tenían posesiones debidas á la munificencia real, que se limitaban, no pudiéndose trasferir á los plebeyos. lia masa común cultivaba en común las tierras. No parti- cipaba la mujer de la herencia, y tenia facultad el padre de familia de proteger al hijo que le habia ayudado á trabajar, mejorándolo en su herencia. Habia tierras que se trabajaban en común, ya para subve- nir á las necesidades de la guerra, ya para atender á los po- bres. Al posesionarse por la conquista, los españoles, de lo que14 después se llamó Nueva-España y hoy República Mexicana, proclamaron que las tierras eran del rey, y tierras y hombres que las habitaban fueron declarados botin de guerra. Como tal se repartieron unas y otros, dotando á los solda- dos con distinción especial, entre jefes, soldados de caballería 6 infantería. La masa de los indios, exceptuándose los traidores y favo- ritos1, fué esclava y cayó en lo mas hondo, en lo mas cruel de la pertenencia al vencedor. Cometióse la torpeza de dividir los intereses de los indios do los de los blancos, distinción en la doctrina, en las habita- ciones, en los mercados. Mas que la posesión de tierras, querían los españoles la po- sesión de indios para explotar las minas. La tierra era en sus manos una red para pescar indios...... no consiguiéndolo y dando á su codicia un barniz de fanatismo, solicitaron enco- miendas. Encomienda era un pacto en virtud del cual se comprome- tía el encomendero á hacerse cargo de cierto número de in- dios para doctrinarlos y sustentarlos en cambio de su trabajo. La historia de las encomiendas es la historia de la iniqui- dad do la conquista. Determinado por el rey el establecimiento de pueblos do indígenas con un sinnúmero de restricciones, las tierras se concedieron para el cultivo en común. Los esfuerzos individuales personalizaron, no obstante, la propiedad; pero con limitaciones, como perder todo derecho si el jndio emigraba ó se moría, restituir á la común su po- sesión.; ¡j . « ; . ... Hé aquí marcada una profundísima división entre el indio y el blanco por las propiedades del uno y del otro: para el uno con los caracteres del adelanto, para el otro de la depresión y el retroceso. Las excursiones do los españoles á las fronteras, la mane- ra arbitraria de adquirir y fijar límites, creó aun otras dife- rencias.15 En cuanto al centro, la reciprocidad de intereses contuvo á cada uno en bus límites, la propiedad se subdividió, la vida fué mas regular, el cultivo mas esmerado, la civilización mas rápida. Respecto á la frontera, el señorío no tuvo disputa: nació una especie de foudalismo que no so extingue de raiz; las usur- paciones se hicieron impunemente. Hé ahí elementos do disolución entre el indio y el blanco, entre el centro y las fronteras. La dificultad de las comunicaciones y la circunstancia de ser la base de la alimentación en todas partes la misma (maiz, chile y frijol), y que en todas partes se produce, no daba es- tímulos ningunos al cambio. Las consecuencias de este sistema do propiedad se verán en el curso cíe estas lecciones. Las leyes de reforma, mandando repartir en propiedad ple- na las tierras de comunidad, ha reparado los errores de siglos: el indio tiene el primer elemento do dignidad social; pero loa bienes que de esto deben resultar no se hacen sensibles, por- que la tierra, instrumento do trabajo, carece de la concurren- cia de otros beneficios que fecundan la producción.LECCION II. Producción. Aunque parezca cansada y poco oratoria mi manera de co- menzar, recordemos algo quo es preciso que tengamos siempre presente. Riqueza es la abundancia de cosas que sirven para cubrir nuestras necesidades. Utilidad es la relación que existe entre nuestras necesida- des y las cosas que las satisfacen. Dividen la riqueza algunos economistas en gratúita y one- rosa, haciendo distinciones análogas de la utilidad. Llaman riqueza gratúita á la acumulación de beneficios, sin esfuerzo alguno de nuestra parto ni la intervención siquie- ra de la voluntad; está al alcance, la gozan todos los hombres, como el aire, el clima, la luz..... La onerosa es aquella que necesita nuestro trabajo para po- seer utilidad. Por grandes quo sean los bienes que derivan déla posesión de aquellas riquezas, como no tienen el carácter de propiedad individual, como no son susceptibles de cambio ni de valor, tampoco pueden considerarse en la ciencia económica. La otra sí, porque está dotada de las condiciones expuestas. Los elementos naturales se consideran entre los agentes do la producción, porque ellos son esenciales para el trabajo que no puedo ejercerse sin un objoto sobro quo recaiga, y porque dadas determinadas circunstancias fungen como instrumon-18 tos mismos de trabajo. Pero como no los valoriza sino la ac- ción humana, en cuanto ella los asimila á la necesidad, los valoriza y puede darles el carácter de cambiables. Una caida de agua en un desierto no tiene valor; pero si im- pulsa una rueda motriz, valorizara en cierta manera una ma- quinaria entera. Limitemos ahora nuestra explicación á la idea de la riqueza, debida á la asociación de nuestra fuerza y nuestra inteligen- cia para engendrar la producción.. Producir, en la acepción económica de la palabra, es comu- nicar utilidad á las cosas. Indagar cómo se produce la riqueza, cuáles son los instru- mentos generales que para ello se emplean, y hacer percepti- bles los modos do ser de esa riqueza, tales son los objetos á que debo consagrarme en la presente lección. Mucho tiempo invierten los economistas para probar que- ma es dado al hombre crear á la manera de Dios; que es im- potente para pronunciar el^aí lux, disipando las sombras del caos y coronando con la aureola del dia la frente de la crea- ción. ¡Esfuerzo inútil! En la inteligencia común de la palabra, en su convención etimológica, se sabe que producir no es crear, y que la crea- ción misma es ocupar, conducir, tranformar, dar ó hacer aptas para un servicio útil las cosas. Por esto creo que fijándonos en la definición económica nos desembarazamos de cuestiones inconexas de esta cuestión sen- cilla. La riqueza se produce por la ocupación de una cosa, utili- zándola, bien para nosotros, bien para cambiarla por otra cosa iiue nos sea útil. En esta ocupación están en ejercicio facultades de que ya tenemos idea: la voluntad, referencia visible á nuestro wo, !a acción, hija de esa voluntad y signo inequívoco del deseo de satisfacer nuestra necesidad, la adopción á ella. En último resultado, el trabajo, que no es mas que la aplicación de nues- tra inteligencia y nuestra acción ó fuerza á la producción.Incntible me parece á mí que una sucesión de ideas tan encadenadas y demostrables se haya confundido; ¿ será por in- completa? ¿Pero cómo corresponde tan exactamente á nues- tras percepciones? Yo creo que es porque siendo en compen- dio la ciencia económica, la ciencia del trabajo, se ha querido abrazar toda ella ó á lo ménos iniciar en sus relaciones todas á los oyentes ó lectores, y esto produce siempre la confusión. No es posible saber cómo y por qué funciona de tal manera una máquina sin examinar con detenimiento una por una las piezas que la componen. El hombre que coloca la mano sobre un árbol y la retira después, ocupó el árbol, pero nada produjo: el que puso la mano y arrancó una rama de la quo hizo leña ó un bastón, produjo un valor si lo empleó en su uso personal; fué valor estimado por él si lo cambió por un pan; fué valor en cambio; por esto dice Bastiat que el valor es la relación que hay en el cambio de dos servicios: aquí el pan valió tanto como la leña; por esto nosotros, para mejor percibir la idea de valor, de- cimos: Valor es la apreciación que hacemos del objeto ú objetos que poseemos al darlo en cambio del objeto que necesitamos. De la ausencia de esta distinción entre la utilidad personal de una cosa ó estimativa solo por uno, y de la utilidad ó valor en cambio, nace sin duda la teoría de Adam Smith que se ha considerado como trunca. Smith, en efecto, solo se ocupa de la riqueza cambiable: á esto llama propiamente producción 6 trabajo productivo; al trabajo que no da por resultado la aptitud del cambio, lo lla- ma improductivo. . Acaso por tratar Smith de la riqueza de las naciones hizo esa exclusión; no quiso fijarse en las individualidades tratán- dose del conjunto; ¿pero'cómo segregar lo uno y lo otro? No, las" ideas de trabajo y de improductivo son incompati- bles. No hay trabajo improductivo.....y no lo hay, porque no puede concebirse una sociedad de dementes que aplicasen (fin objeto su inteligencia y su acción á no producir nada útil.20 Por otra parte, no es dado considerar á la ciencia esas apre- ciaciones privativas del trabajo de hombre por hombre: de ahí depende sin duda la manera de explicarse de Smith. La falta de distinción que notamos ántes, ha creado otra especie de clasificación mas sutil todavía, la de la riqueza in- material y la material, es decir, la moral y la física. Smith solo se ocupa de esta última. Cierto es que no es dado al hombre seguir á la mente hu- mana en sus modos varios de adquisición, por las percepcio- nes, por la retención, por la combinación de unas con otras ideas; pero entre esto y negar los tesoros que la inteligencia encierra y derrama, hay una inmensa distancia. En buena hora que en lo físico el que posea unos anteojos los estime según la necesidad que tenga de ellos, ó la persona que se los regaló ó el paraje en que los adquirió; en buena hora que á eso se le niegue el nombre de valor; pero no se su- prima absolutamente basta la idea de la existencia en ese ob- jeto. La valía de una reflexión, de un consejo, del saber en cual- quiera de sus acepciones, está bien que no se estime miéntra's no so haga perceptible ni se recurra á él; pero una vez en ac- ción ese saber, tiene su valor, según la necesidad que otro tenga de su servicio; la demanda de él lo valoriza, bay cam- bio, nace el valor que, como verémos en su última expresión, es el punto de contacto entre la oferta y la demanda, entre ofrecer y pedir..... Comprendo que se haya insistido tanto en la definición de la riqueza haciendo patente que es la abundancia de objetos para cubrir nuestras necesidades. Antes de nacer lo que se llamó la escuela fisiocrdtica, el prestigio do las primeras impresiones, el positivismo de loa hombres y de los pueblos hicieron considerar el oro y la plata como la verdadera riqueza, como la riqueza por excelencia. En vano desmentía'la. historia el absurdo; en vano las eda- des primitivas representaban al Oriente rico, riquísimo, con sus perfumes y con sus perlas, con su púrpura y con sus dia-21 mantés; en vano la preponderancia griega abogaba con su es- plendor por las maravillas del arte y de la ciencia. La improvisación de fortunas, la omnipotencia de que in- vestía instantáneamente á los poderes de ellas el Nueve—Mun- do, vaciando el cuerno de Amaltea en el regazo de la Europa atónita, todo contribuyó á la renovación del culto del dios del siglo, que tan funesto ha sido para las naciones. España, como ninguna otra nación, se entregó á esa idola- tría estúpida: ella explica los crímenes de los conquistadores y su barbarie con los indios; ella explica la fiebre do empleos y distinciones que secan las fuentes del trabajo; explica la corrupción íntima de la administración, de la religión, del fo- ro, del comercio, do todo el cuerpo social. Por desdicha, la dominación de la casa de Austria, que co- mienza por una loca y termina por un imbécil (Juana y Car- los II), absorbe la mayor parte del período colonial; en ese período se ve que esa España opulenta, que esa monarquía en cuyos límites jamas se ponía el sol, dueña de los mayores tesoros metálicos del mundo, gemia en la miseria, roía sus car- nes de hambre, miéntras que á su sombra y por sus desacier- tos absorbían el oro, que caía infecundo de sus manos, la In- glaterra y la Francia, la Holanda y la Italia. Estudiando la filosofía esos fenómenos, se formuló la doc- trina de los fisiócratas, á cuya cabeza so puso el Dr. Quesnay, médico de Luis XV. La doctrina de los fisiócratas so reduce a probar que la tierra es la fuente única de producción: ella vuelve con usura las semillas que se depositan en su seno; ella suministra las materias primeras; ella es, en una palabra, la nodriza de la humanidad, como antes la habia llamado un ministro emi- nente. Según podemos notar, el sistema fisiocrático fué una reac- ción contra el mercantil, ó sea la preponderancia del dinero. Como se ve, el error capital de ese sistema esta en no con- siderar para nada el trabajo ni el capital. La corrección do esos errores fué reservada & la escuela de22 Smitb, llamada industrial, que es la que en lo general siguen los economistas modernos y de que ya os he dado una breve idea. Como veis, era necesaria esta divagación. No sera la últi- ma; son, por mi desgracia, mi defecto capital. Vdes. váyanso acostumbrando á disimularlas y corregirlas. La producción reconoce por origen el trabajo. Al verificarse se observan constantemente tres fenómenos que se refieren á la fuerza, al modo de aplicación, al resultado. Hay economistas que formulan la producción diciendo que se opera por causa del trabajo que se sirve del capital. O en otros términos, que es como yo me lo explico, la inte- ligencia que dispone el instrumento que la auxilia, el obrero que se sirve de ese instrumento bajo la primera dirección. Say, deseando sensibilizar estas ideas, las personalizó ob- servando qué intervienen en la producción el sabio, el empren- dedor, el obrero..... Sean las que fueren las maneras de explicaciones, nosotros percibimos claramente que se habla de la inteligencia, del ca- pital y do la ejecución. Esa observación que fecunda aconsejando, comparando, dis- minuyendo el esfuerzo para acercar á la necesidad la satis- facción, presupone el perfeccionamiento intelectual, se enlaza con la educación y la enseñanza. Miéntras esta sea mejor, ese primer elemento de producción será mas apto. Capital es el ahorro de la riqueza adquirida para aplicarlo á la produacion futura; 6 en otros términos, la riqueza pro- ducente. El capital está representado, 6 por los instrumentos de tra- bajo 6 por los frutos de ese trabajo, aptos para producir nue- vos valores. El dinero, el crédito, las fincas y máquinas en lo privado, en lo público los caminos y canales, los telégrafos, &c, son instrumentos de producción. El obrero es un instrumento pensante que necesita del des- arrollo moral para perfeccionarse, que se asocia con el sabio23 y forma parto del capital, que puede convertirse en capitalis- ta á su vez. De la bondad de los elementos citados y de las favorables 6 desfavorables condiciones en que se encuentren, depende la producción. Nótese atentamente que en la división do Say está expues- ta una distinción muy metafísica: supone la división de fun- ciones entre el sabio, el capitalista y el obrero, que permite á cada una de esas entidades órbitas, aunque distintas, enla- zadas estrecbamente. Esto depende acaso do la sociedad quo el escritor francés tenia delante de sus ojos. Esas diversas funciones anticipan nociones sobre la división de trabajo quo nosotros aun no explicamos y que en general comprendemos mal. En nuestra patria, todos los elementos de que hemos ha- blado, ó han existido y existen muy imperfectamente, ó han existido y existen confundidos de modo que se entorpecen y esterilizan. El propietario ha sido y es, con pocas excepciones, el po- seedor de los conocimientos y del obrero. Esta sabiduría ha sido la practica rutinera; do ahí no solo la limitación de loa cultivos y do las empresas, sino del atraso y la resistencia á las innovaciones. Los propietarios en México casi nunca, sino por distracción, están en sus negociaciones; las manejan administradores y mayordomos. Estos, en contacto con sirvientes y peones, saben quo tal tierra es arenisca, que la otra barrial necesita tales beneficios, y tales otras la de pan llevar; ¿pero adónde los recuerdos de una enseñanza adecuada? ¿dónde el conocimiento déla mejora? Los instrumentos so adaptan á las necesidades de la pro- ducción; en muchas partes hay el arado árabe; las máquinas son hoy patrimonio de los poderosos; en la manufactura y la industria fabril se emplean procedimientos mas atrasados que los de los mismos aztecas. En manos do oso amo emprendedor, sus productos mismos2i lo llevan al monopolio, ála concentración de varias empresas; el hacendado quisiera, ser molinero y tener á la vez panadería y almidonería. El azucarero adhiere la especulación del aguardiente á su industria. El fabricante de mezcal so haccsocio del vinatero 6 pone por sí esa otra negociación. El obrero, en estas manos ávidas que han monopolizado la inteligencia y el capital, es un instmimento servil; su condi- ción se parece & la esclavitud. Esto explica el aprendizaje en el menestral, la prisión del panadero, los empeños y la abyección del jornalero. Como las condiciones de competencia son tan desfavorables para los pocos que se emancipan de la dependencia del pro- pietario, sus industrias viven parásitas, sin raices sólidas, se arrastran en un círculo mezquino, espiran al contacto de la mas vigorosa producción del rico. Sin civilización ni necesidades, como sucede en nuestras clases infelices, no hay idea del ahorro, sin ahorro no hay ca- pital; ¿y qué es, qué vale la simple actividad humana sin ese poderoso auxiliar de la producción ? Los pocos que poseen, 6 dinero ú otros instrumentos de pro- ducción, los encarecen, y apenas nace un esfuerzo cuando el buitre de la usura se apresta para devorar sus entrañas. La clase obrera, pero esencialmente el peonaje, por esas causas de embrutecimiento, no halla similitud con el hombre; máquina 6 fuerza motriz de la máquina, émulo de la acémila y del asno, ni tiene ni puede reclamar participio en las cosas que afectan á la comunidad inteligente y mejor dotada; de ahí la degradación hasta el embrutecimiento en la paz, la bar- barie hasta exceder al salvaje en las perturbaciones del érden y en las guerras de castas. El sistema colonial, como esos insectos que depositan en el cuerpo humano huevecillos venenosos que lo pudren y agu- sanan, contribuyé eficazmente á este malestar. Primero, por el cultivo preferente do estudios poco acomo- pados á las benéficas aplicaciones sociales, como la teología.25 el foro. Segundo, por la ignorancia en que se mantuvo al pue- blo. Tercero, por las restricciones y el odio al extranjero, in- terceptándonos los conocimientos con la Europa misma. La segregación del participio cri los negocios públicos de los hijos del país hizo que de parte de los gobiernos la ciencia se reduce á esquilmar á los pueblos, de parte de estos á sus- traerse á la acción gubernativa. En todo, la falta de confian- za, la desaparición del crédito, el aislamiento. En Europa el sabio y el emprendedor, por su recíproco in- terés, so buscan; si uno La desenvuelto una teoría, el otro, al practicarla, duplica su fortuna. A su vez el obrero inteligente, el doméstico moralizado sir- ven; pero depositan generalmente una parte de sus ahorros que acrecen su fortuna y que le prometen que será un dia ca- pitalista y protector do otros obreros. Hé ahí la producción favoreciéndose, las masas armonizan- do y los intereses equilibrándose, de modo que concurren fá- ciles á procurar la realización del ideal de la perfección hu- mana.—Dije. 8LECCION III. Del trabajo. Así como en otras lecciones el profesor se esfuerza por en- carecer su pensamiento, por comunicar á su doctrina el pres- tigio? y llama en su auxilio á la historia, y pide sus recursos á la dialéctica para persuadir á sus discípulos, y que se opere esa trasmisión de luz y sentimiento que caracteriza tan tier- namente la enseñanza, en la presente lección la dificultad pa- ra mí ha sido desembarazarme de mis recuerdos, cerrar los oidos á las elocuentes citaciones históricas y presentar á vues- tra consideración lo fundamental de una doctrina en que se destaquen con toda claridad los principios. Para el logro del objeto que me propongo, seguiré en esta lección el método adoptado por Baudrillart, es decir, conside- rar al hombre como un sér sujeto á necesidades,' libro y res- ponsable, sociable y perfectible. La definición que hornos adoptado de trabajo es la siguiente: Trabajo es la aplicación de la inteligencia y de la f uerza d la producción. El trabajo es una necesidad y un deber, observan algunos economistas, para derivar de ambos modos de estimarlo, sus consideraciones: quién lo caracteriza como condición de exis- tencia, y quiénes mas sutiles aún, establecen funciones distin- tas, pero armónicas, entre la inteligencia que dirige y la mano que ejecuta. De entre esas teorías, de entre los enlaces que se ha dado28 con ellas al derecho, han brotado, entre otras, las cuestiones de derecho al trabajo y derecho de trabajar, que forman par- te del símbolo de las escuelas economista y socialista. Pero marquemos, como hace Baudrillart, las secciones de la presente lección tratando do El trabajo considerado eu sus relaciones con la libertad y la responsabilidad. El derecho al trabajo no quiere decir otra cosa sino la fa- cultad que tenemos para que, siempre que no perjudiquemos á los demás, ejerzamos nuestras facultades morales y físicas como nos parezca, para nuestro provecho; es el reeonocimien« to de la posesión del hombre de sí mismo. Esta doctrina no exige del Estado, mas que la seguridad del goce de los bienes que el hombre se procure. La teoría del derecho al trabajo supone la obligación del Estado de procurar á cada un« de los individuos ocupación análoga á su aptitud 6 gusto para que cubra sus necesidades y el derecho de ese ciudadano do exigir del Estado tales ele- mentos de subsistencia. He* ahí al Estado convertido en un gran empresario y en un tutor universal con facultades de aumentar ó disminuir las tareas y salarios, fijar procedimien- tos, &c, &c. Esta quimera, proclamada como principio social, tuvo su desarrollo en 1848 en Francia, planteándose lo que se llama- ron talleres nacionales que pusieron en evidencia muchos de los absurdos de tan insostenible teoría. El derecho de traba- jar trae, como consecuencias forzosas, la libertad y la segu- ridad. El derecho al trabajo legitima la insurrección. Un simple paralelo, mejor dicho, dos 6 tres rasgos caracte- rísticos que establezcan la comparación entre el trabajo del hombre libre y el del esclavo, bastan para hacer la apología del primero. El hombro libre escoge la materia sobre que quiero traba-jar, adapta los instrumentos á sus fuerzas, trabaja para sí y su familia, tiene en espectativa la remuneración con todos sus estímulos, el porvenir de dicha y de descanso con todos sus consuelos. Se siente hombre trabajando, y se siente inmortal haciendo participar a sus hijos el fruto de su trabajo. El esclavo no tiene mas estímulo que el temor al castigo sabe que el fruto de su trabajo, será para su opresor; si vive, su condición no mejora, como la del animal que le hace com- pañía; si muere, no deja rastro alguno de su existencia. En las aspiraciones del hombre mismo se ven los gérmenes del ahorro del capital, de la máquina del perfeccionamiento. En el segundo, la supresión del alma, la similitud con la bes- tia y la máquina. Donde la libertad tiene mas acatamiento se ven mas fruc- tuosos los resultados del trabajo. El trabajo por tarea es ge- neralmente superior al trabajo por jornal; los artesanos que tienen un tanto por la pieza que hacen, como por ejemplo, sastres y zapateros, avanzan mas que los que tienen salario de remuneración. En la elección de profesiones se ve también la excelencia de la libertad; el que elige según su aptitud, conforme á sus inclinaciones, sale ma3 diestro, y esto trae la multiplicación de las fuentes de producción y la actividad en los cambios, que es eu consecuencia necesaria. La amplia liza abierta á los esfuerzos de todos los hombres por la naturaleza de las cosas, sin otro móvil mas que el del interés recíproco, los frutos del trabajo expuestos para que elija según su conveniencia el consumidor, hace nacer con to- das sus ventajas la concurrencia, cuyos efectos para el bien general son, entre otros, «Perfección.—Baratura.» Ambos beneficios los explica el sentido común, porque na- die piensa atraer compradores á lo peor y lo mas caro." La concurrencia produce la competencia, y esta el estímulo que engendra la perfección. Cosas análogas se dicen de la baratura. El reglamentarismo del trabajo, las limitaciones, la cabala,30 la sustitución del artificio á la libertad en nada se estudia me- jor que en las corporaciones 6 gremios que quisieron y logra- ron'cstancar por muchos años el ejercicio y los beneficios del trabajo. Nacidas estas asociaciones bajo buenos auspicios y con ele- mentos benéficos á la caida del sistema feudal en Europa, re- presentaron la unión y el derecho resistiendo á la fuerza. Hízolas degenerar la codicia y el espíritu de especulación, quiso explotarlas el estado en Francia ingiriéndose en su or- ganización é hicieron las ordenanzas, elaboradas desde San Luis hasta los Enriques III y IV. Colbert, por otros títulos tan eminente, llevó" á su apogeo el reglamentarismo, los oficios, y las artes tuvieron privile- gios. A los artesanos y obreros se calificaba de oficio de pe- rezosos ó adelantados, &c, &c. Trasmitiéronse á España estas malas simientes, exagerán- dose sus proporciones, y México á poco de la conquista tuvo y conservó sus gremios con tal intolerancia y rapidez, que el mismo llevillagigedo tuvo trabajo inmenso para cortar algu- nas de sus raices mas perjudiciales. La mayor parte de las ordenanzas que yo he visto en el precioso archivo del ayuntamiento, son proclamadas en el si- glo XVII; pero sin duda los gremios existieron ílntes, y la tasa de precios, la cotización del trabajo, las restricciones mil fueron dictadas por el mismo Cortés. El gremio era la sociedad de individuos de un mismo ejer- cicio bajo una presidencia, maestros y veedores, regidos por sus cartas, ordenanzas y reglamentos. Hablaré de cordoneros y jaquimeros. Se ve en ellas prescrito el modo de hacer cabezadas y cin- chas. Estábales prohibido que no compren tales ó cuales mate- rias sin dar el aviso correspondiente, que no construyan sogas de ménos de siete varas, &e., &e. Entre esas prescripciones se hallaba la duración y servicios del aprendizaje, las maneras de comprar y vender, y los re- quisitos y pruebas de los exámenes.31 - Un santo patrón era el jefe de esta reunión, á veces un tem- plo la casa matriz, un ángel que salia magníficamente vestido en la procesión del viérnes santo cada año, el representante oficial. San Emigdio de los plateros, San Homobono de los sastres, el Señor de la Espiración do Santo Domingo, de los mulatos, y no sé cuántos otros mas. Habia grandes formalidades para un exámen, y las prue- bas de sabiduría han llegado á nuestra noticia por la voz de la tradición. Considerábase como sastre experto al que cortaba y cosia una capa redonda con tal perfección y parejura que formase un círculo perfecto extendida en una superficie plana. El zapatero debia saber voltear por el reverso una bota. El carpintero formar una cadena de una pieza. El dulcero hacer pifla cubierta, como lo expresaba su título. No habría descendido á estas puerilidades si ellas no ocul- tasen la tendencia al monpolio y á la opresión, si no fueran una de las manifestaciones de los efectos funestísimos de la supresión de la responsabilidad y si no explicaran elocuente- mente los motivos del atraso y de los vicios do que aun ado- lecen nuestros artesanos. La concentración de un ejercicio en determinadas manos trae consigo la imperfección, la carestía y el atraso; en Mé- xico era doble el efecto de este mal, porque á la vez que las restricciones impuestas por el gremio, habia las prohibicio- nes mercantiles, de lo que resultaban extorsiones por todas partes. Por otra parte, ¿cuál es la responsabilidad del cuerpo co- lectivo? Los esfuerzos del oficial ios absorbía la reputación del maestro, y como este era el que por la superioridad de las condiciones era el solo que podía reunir cubital, se convertía en tiránico para con los oficiales, en carero y desdeñoso para con el público. La responsabilidad, como hornos visto al hablar de las cor- poraciones religiosas, no exilia.32 La repulsión de toda concurrencia traia consigo el atraso y la carestía. Las artes mismas que en la época anterior íi la conquista estaban florecientes, como la platería y la pintura, los oficios que introdujeron los frailes, como la bateojería, la talabarte- ría, la herrería, la sastrería, el bordado y otros, fueron com- batidos por los gremios. La repulsión y el odio al extranjero ee desarrollaban dia por dia con «1 celo de la competencia. La falta de instrumentos para el trabajo 6 su carestía ex- cesiva hacían que los elementos de perfección de las indus- trias se restringiese mas, y ese e3 uno de los motivos que ex- plica el atraso y la abyección de los indios. Restituidos á nuestro objeto después de esa distracción in- dispensable, volvamos al sendero no muy florido por cierto, que me ho trazado en la presente lección. Consideremos ahora la sociabilidad: 19 Bajo la forma de cooperación. 29 Bajo la foi-rna restrictiva. 3"? Bajo la forma do asociación. Asociarse para cooperar íí un trabajo, ha sido con justicia considerado como en extremo ventajoso, y lo comprueba dia á dia la experiencia. Se ha dicho que si un solo individuo se dedicase á la for- mación de un reloj hasta tornear el mas mínimo de sus torni- llos y el mas leve de sus muelles, necesitaría un tiempo, unos procedimientos, un afán muy superior, lo que invertiria ar- mando solo el reloj produciendo otros las piezas de que se compono. Lo mismo bo ha dicho del que deseara construir una tela desdo sembrar el lino 6 trasquilar el carnero. «Los obreros que se viesen obligados para fabricar alfileres, dice Batbie, á estirar el alambre, cortarlo, aguzar bu punta, formar su cabeza, en suma, las diez y ocho operaciones de que se compone esta operación, no harían sino veinte, 6 á lo mas veinticinco alfileres en un dia; al contrario, divididas las ope- raciones entre diez operarios, pueden producir y producencuarenta y ocho mil alfileres, es decir, cuatro mil ochocientos alfileres cada operario. Las operaciones diversas que son ne- cesarias para la fabricación de las barajas son setenta: el ope- rario mas diestro apenas podría fabricar dos cartas al dia, miéntras que treinta operarios, ejerciendo con separación las distintas operaciones, hacen quince mil quinientas cartas, que corresponden á quinientas por individuo.» Adam Smith, que fué quien primero presentó como ejemplo la fabricación de alfileres, atribuye las ventajas de la coope- ración : Primero. A la economía do tiempo, do pasar de una á otra operación. Segundo. La destreza que comunica el ejercicio, motivo también de perfección. Objétanse á tan visibles ventajas, la superabundancia en la producción, el hastío y la restricción do las facultades del hom- bre, que lo asimilan íi la máquina. En cuanto al primer punto, se ha contestado en mi juicio victoriosamente, con las leyes de la oferta y la demanda: el segundo, con que el mismo ahorro de tiempo del obrero y la posesión mas ventajosa le permiten el cultivo de su inteligen- cia y aun otro género ,de ocupaciones. Las excelencias de la subdivisión del trabajo, criando inte- reses recíprocos y buscando el desarrollo de las aptitudes to- das, salen de los estrechos límites del taller, y se adaptan k las mismas funciones de la inteligencia. Vese en los países mas adelantados cuáles son los adelantos en la medicina por ejemplo, por haber convertido algunas es- pecialidades del saber en objeto predilecto de sus estudios, un ramo de la ciencia, una enfermedad cualquiera; las experien- cias se multiplican, las observaciones se agrupan, y allí, donde la mirada superficial nada percibo, el talento ejercitado como un microscopio do rara potencia, percibe y revela secretos que, estando en contacto con nosotros, nos eran descono- cidos. Si del campo y del taller pasamos á las relaciones do lospueblos, encontraremos por todas partes motivos de adelanto y de progreso. Suiza construye muelles de relojes, que aprovechan Ingla- terra y Francia con ventaja. La loza fabricada en Francia se pinta y perfecciona en Bélgica: la piedra que nosotros envia- mos á Alemania, se convierte en riqueza fecunda. Mañana los capullos de seda de Oaxaca podrían venir convertidos en ¡/rosea y moirés, gala de nuestras' bellas y pompa de nuestros salones opulentos. Forma restrictiva.—Hemos expuesto, con cuanta claridad nos ha sido posible, los fundamentos del derecho de trabajo, y hemos visto afluir, sin esfuerzo también, como consecuencia, el libre ejercicio do nuestras facultades y su aplicación espon- tánea á lo que provea á nuestras necesidades. En estas explicaciones estaba subentendido el límite de los otros derechos, y los que tienen esa personalidad colectiva con sus necesidades y derechos, que se llama sociedad. De las restricciones que esta impone, debe encargarse el Estado, representante de aquellos intereses colectivos. La justificación de que se destierren do los focos de la po- blación los establecimientos peligrosos é insalubres, está en aquellas necesidades como lo está la sobrevigilancia de la pu- reza de las aguas, de la limpieza de los mercados, de la solidez de lo» edificios y de todo lo concerniente al bien público. Pero sea la tradición teocrática, consistente en que el Es- tado era el dispensador del poder, de la sabiduría y de la vida social; sea que el estanco de los conocimientos y la superiori- dad ostén en la naturaleza de la aristocracia, se trasladó la intervención del Estado aun á las profesiones literarias, pro- hibiéndose el ejercicio de muchas de estas á los que no tuviesen título de un cuerpo autorizado oficialmente para expedirlo. Como las reglas de criterio para el trabajo son la libertad absoluta y el provecho calificado ante todo por el que ejerce el trabajo, todo reglamento, toda restricción, toda apreciación del ajeno trabajo nos alejan de los sanos principios. Las conveniencias de la generalidad imponen al Estado la:;r> obligación de sobrevigilar sobre ciertas profesiones que inter- vienen en lo mas importante de la vida, tales son: el boticario y el médico, el abogado, el corredor 6 agente de cambio, &c. ¿Cuál es el punto que debe limitar esas conveniencias? Es- to es lo que no se ha decidido con la suficiente claridad. Tan luego como se prescriben para el ejercicio de una pro- fesión por el Estado determinado número de estudios, formas y autores señalados para que se acredite el saber, se coarta la libertad del hombre, y es justo que tenga indemnización en la limitación de la concurrencia: seria muy triste que á unos se les tuviera ocho ó diez años cursando las aulas para que aprendiesen una profesión, y un recien venido lo suplantara sin título ninguno. La limitación anterior engendra lógicamente el privilegio, y este la extorsión y el atraso. En mi juicio, esencialmente sobre la expedición de títulos, se han confundido dos cuestiones muy diversas. Unas que se refieren á las funciones oficiales del Gobierno, como, por ejemplo, la judicatura, el notariado, las fiscalías y asesorías. En este caso no solo debe exigirse el título si se cree conveniente, sino aun exámenes particulares, según el ramo de la administración á que se les dadique. Esos son em- pleados del Gobierno, él asume cierta responsabilidad de sus actos, tiene derecho perfecto y está en las conveniencias que dicte las prescripciones de acierto que le parezcan oportunas. Pero ¿por qué obligarme a mí & que'en mis intereses me conduzca una ajena voluntad ? ¿ Por qué cerrarme las puertas de la justicia, ouando yo quiero abogar por mi causa? ¿Por qué obligar átin tercero á que deposito su confianza en Juan, si la quiero depositar en Diego? Esto me parece incontestable. Lo mismo podría decirso de los médicos. ¿ Cómo se impide que en vez de llamarse al sabio Lucio para una curación, se recurra á un remedio casero ? ¿ Cómo podría ingerirse eLEs- tado en que en una casa prefiriesen á un médico de segundo órden, en vez de pedir auxilio á una lumbrera del saber?S6 ¿Por qué he do llamar precisamente para mis transacciones (i un corredor, si tengo mas confianza en uno que no lo es? La mas leve exageración de ese sistema baria que no ven- dieran zapatos, sino los examinados en el gremio; que no so expendieran los artículos de comercio, sino por mano de los conocedoves; quó no cargase un tercio, sino el que hubiera dado tales garantías de fuerza y moralidad; que no acarrease agua; sino el que diera fianza de no mezclar la delgada con la gorda, ni llevar la de pozo íi no ser artesiano y con certificado de Pane...... Tales abusos los repele no ya la ciencia, sino hasta el sen- tido común, y no hay sino sujetar la limitación de las profe- siones á lo que exija esencialmente el interés general. El punto de que se trata es tanto mas .difícil, cuanto que los artículos 8"? y 4o de nuestra constitución, hablando do los derechos del hombre, dicen así: . «Art. 3"? La enseñanza es libre. La ley determinará qué « profesiones necesitan título para su ejercicio, y con que*, re- tí quisitos se deben expedir. « Art. 49 Todo hombre es libre para abrazar la profesión, «industria ó trabajo que le acomode, siendo útil y honesto, y « para aprovecharse de sus productos. Ni uno ni otro so le « podrá impedir, sino por sentencia judicial cuando ataque los «derechos de tercero, 6 por resolución gubernativa, dictada a en los términos que marque la ley cuando ofenda los do la «sociedad.» La libertad de enseñanza mata la tradición del aula, es un acatamiento precioso al saber, sea el quo fuere su origen, la manera y el lugar de adquirirlo, aniquila el reglamcntarismo y da libre acceso 4 la inteligencia, á todos los tesoros de la sabiduría. Enseñanza libre y claustro de estudiantes, con su reglamento y su campana, y sus horas de estudio y su disci- plina monástica, es un verdadero contrasentido. Las sabias prevenciones de la constitución no requieren pa- ra ol trabajo sino quo sea útil, honesto y quo no perjudique á uri torcero.Los legisladores de 57 sabían bien que la libertad es la luiente sagrada de todas las armonías sociales. Sabian que Iob individuos, en la calificación de sus conveniencias privadas, son siempre mas aptos que los gobiernos; que solo se deben encargar de los intereses generales, y que sean los que fueren los inconvenientes do la libertad, producen siempre mejores efectos que las trabas y ligaduras puestas al cuerpo social, que en últinurresultado le acarrean la parálisis, el embrute- cimiento y la muerte. La comisión de instrucción pública del 4? Congreso consti- tucional (1869 y 70) propuso como conciliación de los varios intereses, que se obligase á los que ejercían determinadas pro- fesiones, á publicar si la ejercían con título ó sin él. En aquel dictámen, si mal no recordamos, habia referencias á nuestra organización política, dignas do tenerse en consi- deración. Tales son, entre otras, las prescripciones de los Estados sobre el ejercicio de esas profesiones, que no concuerdan con lo mandado en el código fundamental. En una sociedad como la nuestra, en que se encuentra tan ex- traordinariamente diseminada la población, en que son tan es- casos los recursos p#ra poder sostener en todas partes profeso- res titulados, no sabemos hasta dónde seria nocivo prohibir que enseñasen las primeras letras los que no tuviesen título 6 supiesen tal sistema, impedir al curandero, siempre mas ci- vilizado que el rosto do la gente de esos pueblos, que diese remedios á los dolientes, multar al dueño de una tienda 6 íí un buhonero porque vendiese tales ó cuales medicinas por no tener título de farmacéutico, &c. &c llepetimos que en todo esto debe haber algo de discrecional en los gobiernos, refiriéndose siempre al interés general y aco- modándose á los principios de la libertad. Asociación. — ¿Para qué repetir en esta parte de un discur- so lo que vosotros conocéis y fecundáis con vuestros claros talentos ? ¿ Para qué detenerme en pintar las excelencias de la asociación, do ese gigante-quo tiene la inteligencia universal38 por guía, y millonea do brazos y de alas con que suprimir obs- táculos, y extiende el dominio del progreso? Esa realización do millones de prodigios, que nos van sien- do familiares ¿ á que* so deben í Abren su seno las montañas! para que despierte los antros de la tierra el resoplar anhelante del vapor; recorro la palabra el alambre eléctico que enlaza al mundo y mantiene on conferencia íntima las naciones. El Atlántico y el Pacífico hacen comunes las riquezas de aparta- dos continentes, y los pueblos todos, en el seno do la confra- ternidad, sonríen al progreso que les traerá la buena nueva de su completa redención. Tenemos que apartar la vista de ese espectáculo que es como una revelación do nuestra inmortalidad sublime, para fijarnos conformo á la exigencia de nuestro curso, en la asociación obrera. Loa objetos justificados de la asociación obrera, son: Sustituir al capitalista con la asociación, para disfrutar sua beneficios. Reemplazar el salario con los beneficios que produzca el trabajo. Nada mas racional ni mas conveniente í la comunidad de artesanos, que asociaciones semejantes; el ejercicio de la vo- luntad para procurarse todo el bion recíproco, el estímulo de tener la remuneración á medida del esfuerzo, la espectativa de un porvenir de comodidad y descanso, bienes son todos muy dignos de seducir al hombre laborioso y honrado. Difiere esencialmente este sistema, del socialismo, en que to- das estas estipulaciones son voluntarias, convencionales, nada es forzado, puede y debe conservarse íntegra la personalidad, sin mas limitaciones que los compromisos que ella desee im- ponerse. El amo no existe, su igual que guarda el orden fué elegido por él. Pero cuanto tiene de benéfica la asociación, puede fracasar y convertirse en daüo, luego que se entronice una voluntad arbi- traria, 6 por la riqueza, 6 por la desviación de sus miras del bien común, ó por ingerencia en negocios ajenos de la asociaoion.Pueden frustrarse sus bienes, convirtiéndose en anárquica. Degenerará en injusta y so precipitará en la disolución, siempre que cada individuo no tenga una remuneración pro- porcionada á su mérito, &c. Por las causas anunciadas, y otras que se detienen en enu- merar los economistas, aconsejan como condiciones de buen éxito para la asociación, las siguientes: 19 Hombres escogidos por su moralidad y dedicación. 2? Unidad de dirección. 39 Proporcionalidad do remuneración. 4? Capital 6 reserva para prevenir las crisis. 5° Espansion, es decir, relaciones que hagan extenso el círculo de la asociación y la enriquezcan con los conocimien- tos y adelantos que la perfeccionen. El olvido casi completo de reglas tan sencillas, lia hecho que hasta ahora entre nosotros las asociaciones no hayan dado resultados satisfactorios. Unas veces un leguleyo despierto y con sus tendencias á la especulación, ha solicitado del Gobierno protección para los artesanos, demandando auxilios extraños en cambio de conver- tir en instrumento político su club. Otras, con los recuerdos del antiguo gremio, epn el odio inspirado por tres 6 cuatro díscolos, la asociación, fuera de su instituto, ha pedido y has- ta con amenazas, exclusión del extranjero, sistema restrictivo en las tarifas, y hasta leyes para que el público eñ general consuma solo los artículos qué produce el país, siendo objeto de sátiras sangrientas y aun do rencores tes que recurren al extranjero para su calzado y vestido. Agencias do privilegios, focos do rencores, mampuestos des- do donde las medianías y los alborotadores han asestado sus tiros contra el negociante, el propietario y el capitalista; be" ahí lo que fueron mucho tiempo las asociaciones. Mas ilustradas ahora las masas, conocedoras de sus verda- deros intereses las asociaciones, buscan la educación y la me- jora en cada ramo, los medios do ahorro para el logro do los capitales y el engrandecimiento lícito ayudado do la educa-40 clon, do la moralidad y del perfeccionamiento de las labores on cada ramo. Las condiciones de nuestra sociedad hacen que el pauperis- mo, tal como se conoce y define en Europa, no exista. No hay grandes ciudades industriales, ni manufactureras, en que una masa do.hombres vaga sin trabajo, y urgida por el clima y por el hambre, acude al niotin como á un recurso do vida. No so coligan grandes masaa de obreros, queriendo locamen- te limitar el monto del salario y aullando contra el capitalis- ta tiránico; no hay socialistas rabiosos que quieran pasar un nivel sobre todas las fortunas. Los elementos funestos que tienen en contra las asociacio- nes son: la tradición, la falta do cohesión en los intereses, el amago de perturbación del érden. Como entro nosotros no solo no tiene significación alguna ol crédito, sino que la presencia de él es cebo para el impuesto, todo capital tiende á ocultarse, y es común la ostentación do escasez y aun de pobreza en las personas mas opulentas. Hay multitud de ricos no capitalistas que viven de présta- mos secretos de dinero, de todo punto improductivos para la sociedad. El propietario que saca frutos pingües de una negociación, atesora, no amplía sus especulaciones, finca su dinero de un modo movible,(y Antes el clérigo, que espiaba desde el confe- sonario la corriente de ese capital, le formaba un resumide- ro en el testamento con dirección al insondable tesoro de la Iglesia.) La tradición de verdadera esclavitud del encomendero, las condiciones del peonaje, ol miedo de que ilustrado el indio 6 merme la fortuna, 6 se convierta en enemigo de su amo, hace que las «ompañías sean raras, que se conserve con celo el staiu quo, y que las instituciones liberales sean combatidas como ba- sadas en la libertad y la igualdad. ¿ Quién en medio do las inquietudes políticas puedo aventu- rar una fortuna, proyectar una mejora, sembrar para prepa- rarse un porvenir; cuando fuera de las ciudades la idea de41 neo, despierta la de plagio, y la de propiedad la de la perse- cución y el saqueo ?...... Los trabajos por participación, aunque en cortísima escala, han producido benéficos efectos, y los producirán mejores á medida que la sociedad tenga mayores garantías. Es común en el comercio dar el beneficio del tanto por cien- to 6 partido al dependiente laborioso, con recíprocas ventajas para él y para el capitalista. En la agricultura, desde tiempo inmemorial, los tnedieron han dado idea de los beneficios de la participación. El mediero es un labrador, con cierta independencia, que re- cibe algunas veces del amo la tierra y los útiles para cultivar- la; él hace el trabajo y parte con su aviador el fruto de la siembra. Aunque por lo común hay abusos en la apreciación de los útiles, valúo de la semilla, &c, siempre la condición del me- diero es superior, le permite hacerse pequeño capitalista, y su condición es mas libre y mejor mil veces que la del jornalero. En la participación se delinean las ventajas de la libertad y de la responsabilidad, se ve algo del futuro que desarrolla la esperanza y se enlaza con lo que el hombre tiene de mas. amado. También antiguamente el minero tenia participio en las nue- vas vetas que él descubría, y esto produjo gran extensión en las exploraciones de las minas y mejoramiento en esa clase obrera, dedicada á trabajos tan rudos. Reasumiendo lo dicho acerca de las condiciones esenciales y á la manera de espansirse y do florecer el trabajo, venimps á dar en estas sencillísimas máximas, repetidas con otro mo- tivo en esta cátedra. El trabajo no es mas que el desarrollo de !a fuerza huma- na, asociada á las fuerzas de la naturaleza. En el trabajo se observan constantemente dos fenómenos. Si el hombre encuentra utilidad, compensación en él, lo fecun- da y perfecciona. En caso contrario, lo desdeña y abandona. Libertad y utilidad: he ahí las dos bases que debe buscar 942 el trabajo; toda industria basada sobre ellas sorá legítima y provechosa; toda la que se aleje de esas condiciones será es- poliadora y nociva. Para concluir esta lección con algún mas provecho pecu- liar respecto do México, demos una rápida ojeada á las con- diciones físicas y morales en que el hombre se encuentra en nuestra sociedad respecto del trabajo. Antes de verificarse la conquista, nuestro territorio estaba habitado por indios que se dividían su dominio en reinos; ha- blábanse en ellos idiomas diferentes; seguíanse leyes diversas, y tenían culto distintos dioses. Los mexicanos tenían mayor extensión de dominio. Ellos, después de una peregrinación que se pierde en las tinieblas de la conjetura y de la fábula, se establecieron á las orillas de oste inmenso vallo, entonces extenso lago, y edificaron en lo que se llamó Tenoxtitlan.- Aventureros audaces, con mayor grado de civilización que los pueblos que los rodeaban, á los que resistían su conquista sangrienta los sojuzgaban cruelmente y solían hacer aliados y aun confundirse con los pueblos que se les sometían sin re- sistencia. Habitantes do las orillas del lago, entregados á una vida inquieta y con una civilización superior & todos sus aliados 6 enemigos; pero siempre civilización envuelta en barbarie, el objeto de la explotación preferente fué el aprovechamiento de las producciones del lago y la caza, que se avenía con sus ins- tintos vagamundos y guerreros. . De ahí nace el refinamiento en los productos del agua, el aprovechamiento de aves, de peces, de insectos, de todo lo que el agua ofrecía, y de ahí la riqueza do la caza. Aunque el engrandecimiento del imperio azteca fué extraor- dinario; aunque sus leyes y sus cantos, sus geroglíficos y pin- turas revelan una civilización á su manera adelantada, los no- bles, los sacerdotes y guerreros pesaban sobre el pueblo, y ninguna do estas clases tienen los caracteres de instrumento productor.Por el contrario, la, esclavitud se conocía con la diferencia esencialísima que era una esclavitud mucho mas humana y re- paradora que la que nos dieron á conocer después los españoles. El esclavo mexicano tenia aucion á redimirse del dominio del amo pagando 61 6 su familia el rescate, y sus hijos no par- ticipaban de su mala suerte, sino que naciau libres y fuera de la tutela del señor de sus padres. Tenemos presente que no so conocía en su verdadero sen- tido la propiedad. Desconocido el hierro, con uso limitadísimo la madera y el cobre, y sin el auxilio de los animales domésticos y do las máquinas, las industrias realmente eran miserables, aunque encanten los primorea que salían de las manos de los plateros, aunque aun hoy" admiremos mosaicos de plumas que emulau al pincel y que las ricas mantas se nos describan con toda la exageración de las telas orientales. Los pueblos se acercaban para guerrear ó para espiarse, los medios de comunicación eran los indios mismos fungiendo co- mo bestias de carga, la canoa era el vehículo único que ali- viaba al hombre de su tarea. A su avenimiento los españoles, se impusieron sobre rui- nas y empapándose en sangre; las riquezas de sus enemigos se declararon botín de guerra; ellos sufrieron la condición de esclavos. Los vínculos que existían con los otros pueblos se destro- caron, porque esos pueblos que se aliaron con el invasor eo tornaron en verdugos. En los repartos de tierras y de hombres hubo motivo de que- el rencor so profundizase. El español apareció con toda la preponderancia del vence- dor, propietario de la tierra, señor de vasallos, árbitro de ellos, disponiendo como do un rebaño el repartimiento de indios que le tocaba como buena presa. Su ahinco mayor era la posesión de estos indios como ins- trumentos para la exploración de las minas, objeto exclusivo do su ambición.■S4 Por su parte los indios resistían, los españoles tuvieron lujo de crueldad y so prolongó verdaderamente la conquista por cincuenta años do exterminio y sangre, de barbarie y horror. En medio de esta lucha, cuando lo que pudiera haber sido elemento civilizador, destruía como llama y chorreaba sangre humana como instrumento de martirio, apareció el sacerdote representado en varones evangélicos, como Fr. Martin de Va- lencia, Fr. Toribio Motolina y otros, y entónces esta sublime personificación del cristianismo se interpuso entre el vencedor y el vencido, abriendo á este dorados horizontes de esperanza en la perfección intelectual. La enseñanza, la predicación de una doctrina quo ensalza la igualdad y sobrepone el espíritu á la fuerza, la educación que les iniciaba en los secretos del cultivo de las tierras, &c, habrían fundido los intereses y operado verdaderos prodigios; pero el fraile apostólico fué suplantado á su vez por el cléri- go especulador, y la religión sustituida por el fanatismo pro- dujo nuevos males. Los primeros vireyes, hombres probos y bien intencionados en lo general, trataron de vivificar aquellos elementos anár- quicos robusteciendo el poder real; pero como chocaban con los intereses creados, lo que existió fué lucha entre el ele- mento conquistador, el crerieal y el real; la preponderancia del uno es la espada y la fuerza, del otro la tiranía sobre la conciencia, del otro la tendencia á la exaltación fiel poder civil. Sea de eso lo que fuere, para explicar la historia del perío- do colonial fijémonos en que los intereses de las dos razas se contrapusieron. El blanco era propietario con los caractéres todos de Ja propiedad, el indio no tenia sino sombra de la pro- piedad en lo común. Para el blanco vinieron animales, semillas, instrumentos; el indio quedo en una esfera infelicísima. El indio se extinguía en el vicio y el embrutecimiento, el propietario hizo cada vez mas sórdida su explotación, el clé- rigo mas absoluto su dominio, el gobierno mas desdeñoso suinflujo entre esos infelices, á pesar do la: ostentosa legislación dé Indias que ^pntiene sapientísimas medidas que jareas as pusieron en práctica. La clasificación de razas y de castas indican las designa- ciones del trabajo, y por poco que se analicen se explica; al propietario retraído y vagamundo, al mestizo aspirando en pequeña escala á las artes y oficios en una condición servil y viciosa, al indio siervo de la gleve siempre, siempre como puro instrumento de trabajo. Aunque nuestras benéficas leyes y los principios con que se proclamó la independencia abren la puerta i todas las liber- tades, fijémonos en que ellos no han podido modificar él modo de ser de la sociedad desde sus hondas raices. Por otra parte, excluidos del participio de los negocios pú- blicos los criollos, colocados & grandes distancias y con inte- reses muy poco homogéneos, la asociación no tenia estímulos, el capital no fungia produciendo, y las operaciones del cré- dito se hubieran visto como especulaciones peligrosas ó como recursos reprobados por la Iglesia. La ausencia del capital y la tutoría en que ^e mantuvieron a los artesanos, unidos á su ignorancia y á sus malos hábitos, hicieron quo se encontrasen débiles para concurrir con sus artefactos al mercado, y de todo lo expuesto nace el ahinco de repeler la concurrencia, ya por medio de leyes restrictivas, ya impidiendo toda competencia al extranjero, ya acusando acremente á los gobiernos porque no dispensan liberal protec- ción al trabajo. Las revoluciones improvisando valiosas fortunas, el agio elevando á la categoría de potentados á, los favoritos do los gobiernos, la empleomanía llamando á las distinciones socia- les, i personas sin instrucción ni otro título que el favor de un précer 6 resortes ménos legítimos, todo ha contribuido á que el trabajo se encuentro en la raza blanca en verdadera postración. Digamos dos palabras sobre los indios. Abyecto y casi desnudo, vendido fintas de nacer por la* tffr46 ponsabilidades contraidas por sus padres á la Iglesia y al amo, abrigándose en una mala choza de carrizo, toncos y hojas de árboles, sin otros muebles que el comal, el metate, unos cuan- tos trastos de barro y unas esteras; aunque á su alrededor se hable de independencia, de libertad y de derechos, es real- mente el esclavo, y ménos que el esclavo el simple instrumen- to de producción, la máquina. Sin cultivo ninguno su inteligencia, sin instrumentos de trabajo, sin capital, y mas que todo con cortísimas necesida- des que cubre sin esfuerzo, las dotes de hombre se rebajan en ¿1 mas y mas con la degradación, haciéndolo lrt debilidad y el vicio inferior á veces á la misma bestia. Por estas causas, las dificultades ligeramente apuntadas nos conducen, ante todo, á elevar el carácter del indio, á comu- nicarle cohesión con la raza blanca, á fundirla para bacerla homogénea. Tal como se encuentra en lo social tiene de ser un obstácu- lo para el desarrollo del progreso, porque no puede perfec- cionarse un pueblo no siendo libre, y no se puede concebir un pueblo libre hundido en la barbarie 6 fluctuando entre la barbarie y la civilización. Antes que todo, es necesario investir al hombre del carác- ter de tal para que puedan comprenderle las leyes de la pro- ducción y del trabajo. Si consideramos al indio como puro instrumento, ¡a civili- zación le daña, porque ella nos conduco á la diminución del esfuerzo en la producción á la máquina, y una máquina hu- mana que corta trigo no puede equipararse con las ventajas de la máquina de hierro que movida por un caballo hace la siega mas perfecta, en ménos tiempo y con mucho menor costo. La educación, la enseñanza ante todo, es lo que lia de re- dimir al indio de su infeliz condición. Necesitan las leyes facilitarle la entrada á la comunidad social, ya como so ha puesto en práctica, haciéndolo propieta- rio, ya despertando su inteligencia con el ejemplo y los ade- lantamientos del extranjero, ya preparándole una mujer que47 ilumine su alma idealizando su amor brutal, ya encomendan- do á la educación la creación de necesidades que la instruc- ción le haga cubrir de una manera legítima. A tan grandiosos y trascendentales objetos nos guían nues- tros estudios. ¡ Qué noble misión, qué tierna y cuán caritativa! Ojalá el entusiasmo patriótico haga germinar en vuestras al- mas las semillas de mi imperfecta enseñanza y que al reprodu- cirse en vuestras inteligencias se hagan sensibles sus adelantos produciendo el bien de nuestros semejantes y el engrandeci- miento de nuestra patria.—DlJB.ILECCION IV. Capital. Señores: Capital, como me parece que os dijo cu una do mis anterio- res lecciones, es el ahorro de la riqueza adquirida que se aplica á la producción futura. Como la palabra ahorro supone la segregación del sobran- te de productos; como algunas veces de los mismos productos en conjunto se bace la, aplicación á los trabajos, y como el pensamiento capital era expresar que la producción do una riqueza suponía constantemente un trabajo anterior, varios economistas creyeron simplificar la definición que bemos asen- tado diciendo que capital es aquella parte do la riqueza que se aplica á la reproducción. Mas sencillo todavía, mas característico es el epíteto de que se sirve mi ilustre maestro el Sr. D. Joaquin Cardoso para definir el capital, llamándolo riqueza producente. Alguna vez, vagando por el espacio de las congeturas, en esas ocasiones en que quisiera uno estar dotado de una segun- da vista para que la inteligencia viajera desde lo alto do la teoría descubra la tierra de la verdad, me be figurado que ex- plicaba bien el fenómeno del capital, considerando como ad- jetivo el capital, es decir, como el calificativo de una riqueza generadora que siempre produce. Buscando analogías, me be diebo: tono magistral, aire ma- gistral, decisión magistral, derivativo todo de maestro, lo mis- 950 mo arzobispal ó colegial, y aunque se sustantive esc adjetivo trae la idea imbíbita de su origen. Riqueza capital, riqueza que produce. Pero esto no ha pasado de una vibración per- dida que aun no halla concordancias ni produce armonías en mi inteligencia. Sin embargo, la cualidad do producente es tan indivisible de la palabra capital, que la simple acumulación de la rique- za no se trasforma en capital mientras no se 1c considera pro- duciendo; los adornos de una casa, los muebles que emplea- mos en nuestro uso inmediato, nos son útiles, pueden atesti- guar nuestra riqueza, no por eso constituirán un capital. ¿Qué mas? El dinero enterrado puede cubrir con lujo nuestras necesidades en el momento que lo cambiemos por los objetos que deseemos obtener; él no puede considerarse como engendrando una nueva producción, sino cambiándose por ella. Esto no es capital. Bastiat, tomando por tipo de sus explicaciones á Robinson, lo describe aislado, apropiándose los elementos naturales que estaban á su alcance con mas ó ménos esfuerzos; arrancaba las ramas con las manos, vid por experiencia que con un ins- trumento cualquiera disminuia el esfuerzo, aumentaba su sa- tisfacción; aquel instrumento fué un capital, como lo fué su ca- noa que le ahorraba atravesar á nado é inseguro la distancia. Así, cuando se proveyó de alimentos y los pudo acumular pa- ra dedicarse á otras ocupaciones, acreció su capital. Instrumontos, materiales, provisiones: hé ahí el capital do aquel hombro aun en su aislamiento. Nótese de paso que miéntras fueron para sí esos artículos, los podia considerar como útiles propiamente, su valor era es- timativo para él, podia preferir uno á otro, según las exigen- cias de su naturaleza, sus gustos ó caprichos. ¿ Cuándo se verificó su trasformacion? Cuando hizo cambio, cuando el ar- tículo de que se trata lo valió recompensa, cuando hubo mu- tualidad de servicios, sociedad. Estas ideas tendrán después mas minucioso desarrollo. En las funciones de la aplicación de la fuerza y la inteli-51 gencia á la producción, hay un objeto sobre el cual se ejerce el trabajo é instrumentos con los cuales se ejeixe. De aquí ha nacido la distinción de capital fijo y capital cir- culante. Llámase capital fijo aquel que produce sin salir de nuestro poder, como nuestra finca, nuestros telares, nuestros buques. La presa, los bordos y las mejoras do la tierra. Los conocimientos que poseemos y nos guían como produc- tores..... Capital circulante es el que necesita de la movilidad, do la circulación para producir, como el dinero, los fondos que ali- mentan las personas y la industria, las materias primeras, los efectos elaborados ya y prontos á lanzarse á la circulación. A esta clasificación, que es de Adam Smith, adoptada por la mayor parte de los economistas y que yo percibo con toda claridad, se han hecho objeciones con motivo délos gastos de alimentación del propietario y los obreros, porque no han po- dido considerar como improductiva una inversión sin la cual morirían; pero como para suponer el sér es indispensable su- ponerlo viviendo, es forzoso tomarlo así y no considerar al hombre desde ántes de nacer, porque desde ííntes necesitaba alimentarse. Esos gastos de entretenimiento y de sustento se han llama- do simples consumos, que mermarán el capital, que influirán en la regulación do la ganancia, pero que no pueden llamar- se capital. Fijos en esta teoría los autores á quienes seguimos, consi- deran & un sastre, por ejemplo, vendiéndonos un vestido; si el sastre gastó en comer el dinero que le dimos, consumió sim- plemente el fruto de su trabajo; si con el dinero compró gé- neros ó útiles, aumentó su capital. Do la propia manera el panadero: el pan que fabrica para alimentarse es simple consumo, el que expone para su venta es un capital; si el precio do ese pan lo invierto en harina, el capital circulante se acrece; si en un horno, aumenta su ca- pital fijo.52 Acuerdo del trabajo y el capital.—Las extorsiones que en todo tiempo lian torcido los poderosos, la manera exagerada é injusta con que se ha querido considerar el capital, y las doctrinas, 6 mejor dicho, las vociferaciones destempladas de la holgazanería y de las pasiones políticas, contra los ricos, han hecho, para adular las masas, que se pinte al capital co- mo tirano del trahajo, que se represente al obrero subyugado siempre por el que tiene tan poderoso elemento de producción, y que el sudor y la sangre do este, miéntras no se organice de otra manera el trabajo, no sirve mas que para robustecer los buitres que viven y se engrandecen 6, expensas de los po- bres. Estos tristes recursos do periodistas saltimbanquis, estos arranques oratorios de tribunos de café, ó mejor dicho, de al- borotadores de industria, están muy distantes de la verdad y de la sana razón. Hemos dicho que el capital es un instrumento; ¿qué vale el instrumento sin el hombro? Por el contrario, hemos perci- bido como con la luz del día el estado de barbarie y do degra- dación del hombre sin esos instrumentos. ¿ Hasta qué abismo no caeria si renunciase á ellos? Si la necesidad es recíproca, si la equivalencia de servicios es patente, ¿ no es la perturba- ción de la armonía, no es el trastorno, la pugna entre el tra- bajo y el capital? Dividir los intereses del capital y del trabajo seria como figurarnos contrarios la semilla y el fruto, la inteligencia y la aceion. Eso es el absurdo, y absurdo que condena enérgica y triunfal la experiencia en todas las sociedades. En Francia especialmente por I03 adelantamientos y.por la justa importancia que se da á la estadística, .se ha podido comprobar en solo 1847 y 1848 el acuerdo perfecto que nos- otros con los economistas sostenemos. En 1847, cuando los capitales tuvieron mayores garantías, el vuelo del trabajo fué inmenso, la cifra total do los negocios fué de 1,403.628,350 francos. En 1848, cuando por la revo- lución los capitales se ocultaron ó emigraron, cayó el movi-53 miento á 677.524,117 francos. La industria, el grabado, el papel, empleaban en 1847 diez y seis mil obreros; en 1848, ocho mil, poco mas. En 1847 tenian trabajo noventa mil se- senta y cuatro sastres; en 1848, cuarenta mil cincuenta y uno. Si nosotros poseyéramos ese instrumento precioso de la-es- tadística, comprobaríamos con guarismos mas expresivos las vicisitudes indicadas; haríamos un paralelo del movimiento industrial do Mdxicb ántes de 1823 y años después, en que emigraron cuantiosos capitales por la expulsión española; án- tes y después de cada una de nuestras revueltas, fijándonos en la influencia de la masa inerte de capitales en manos del clero y en poder de propietarios, que se dedicaban á atesorar fortunas sin que de ello recibiera beneficio alguno la sociedad. Durante el período colonial, el movimiento de la riqueza se fijaba entre los privilegiados de la metrópoli y los favore- cidos por la restricción y el monopolio. La masa de ricos ate- soraba su dinero y aparecía retraida de los negocios. No podia fungir el capital favoreciendo las industrias, por- que estas estaban restringidas por las leyes que excluían & los hijos del país de ejercerlas. No podia tampoco buscarse el nivel ni el acuerdo entre el capital y el salario, porque no habia demanda ni oferta entre el capitalista y el obrero. El capitalista era tirano, no el ca- pital, porque el capitalista disponía del trabajo del siervo. Al estallar la revolución do independencia, el capital se ocultó, no solo por la desconfianza que imprime la perturba- ción de la paz, sino porque so denunciaba al capitalista como verdugo. Los mas ardientes caudillos de la independencia, los mas encarnizados enemigos de la España, se reclutaron de entre esos siervos nutridos con los rencores de tres siglos. El carácter que tomó la guerra haciendo que todo el que tenia que perder sufriese una doblo persecución por realista ó por patriota, retraia las fortunas, hacia que desapareciese el capital que para el poseedor era un peligro, y lié ahí la pre-54 ponderancia de la usura, que es el tráfico de la desconfianza y la riqueza, de las lágrimas. Si se añaden á estos motivos 'de inquietud constante los préstamos forzosos, los embargos y lo irreflexivo del impues- to, venarnos que ha sufrido y sufre una verdadera persecución el capital, y este es uno de los motivos mas poderosos do las malas condiciones en que se encuentra el trabajo, y por con- siguiente de la miseria y el malestar. El labrador que para emprender sus trabajos vende antici- padamente sus frutos, y el dia de la cosecha, después de mil afanes, se encuentra con úna deuda mas en vez de la remu- neración de sus fatigas, nada emprende ni tiene porvenir. El artesano que se atiene á una pésima herramienta, quo compra al fiado artículos caros y de mala clase, no puede com- petir con el que está en mejores condiciones, sea 6 no extran- jero, y de ahí los odios y la repulsa al que hace concurrencia ventajosa. La mala educación, los hábitos viciosos, las ningunas ideas de economía que le hacen disipar en el juego, en la taberna tí en una fiesta reljgiosa el producto de muchos dias do traba- jo, aniquilan las fuentes de producción. La política con sus seducciones y con sus pretextos patrió- ticos, señala el camino de los empleos á toda esa masa ociosa, y con esto se explican otros fenómenos sociales que no tienen analogía ninguna con el comunismo y con el pauperismo, ta- les como se consideran en Europa. El bienestar de las clases trabajadoras y el aumento de sa- larios están en razón directa de la abundancia de capitales. Pueden sacarse también de todo lo expuesto las conclusio- nes siguientes, que son de un notable economista. I"? Mióntras mayor número exista de productos útiles,- mas aucion tenemos de participar de ellos, bajo los auspicios de la igualdad civil. 29 Miéntras mayor es el capital, mayor es la demanda de trabajo y mas elevado es el salario, y en comprobación de esto puede citarse el dicho do Ricardo Cobden: «Cuando dos maes-55 tros corren tras de un obrero, el salario se eleva. Cuando dos obreros van en pos de mi maestro, es porque el salario está abatido.» 39 Cuando los capitales se multiplican y con ellos el nú- mero de capitalistas que se hacen concurrencia, el resultado forzoso es la baja del interés del capital. En otros términos, el instrumento de trabajo, Turgot dice: «(El interés que baja es el mar que se retira y quo abandona á la cultura las pla- yas que inundaba.» Aunque conformes con lo mas profundo de nuestras con- vicciones liemos encarecido las excelencias del capital, nótese que en todo lo consideramos como la representación del tra- bajo,- no como el trabajo mismo; de ahí nace que deba disfru- tar de un beneficio inferior al del trabajo. Para hacer patentes el Sr. D. Ignacio Ramírez la natura- leza y funciones del capital, así como la medida de su interés, se valia de la ficción siguiente, que he copiado en mis cuestio- nes económicas. « Para mí, dice el Sr. Ramírez, las funciones del capital son « tan distintas y claras, que me figuro dos hombres, uno ocu- « pado en cortar tunas, el otro en cortar brevas, ambos se afa- « nan igualmente y ambos tieuen un fruto distinto do su tarea. «Al ver la fatiga de los dos, consistente en ascender, cortar, « acarrear, &c, una tercera persona reflexiona, combina, in- « venta un instrumento (gancho) que alcanza, corta, recoge « y conduce los frutos; esta persona brinda con el instrumento « á los trabajadores 6 estos lo solicitan de él por medio de una «retribución; ¿qué funciones ejerce el gancho? Las de ins- trumento. ¿Cuál deberá ser el alquiler? Ese evidentemente «lo marca la utilidad que saque el trabajador del empleo del «instrumento. Dirá: si con las manos recojo cien tunas en « una hora y con el gancho doscientas, dupliqué mi utilidad; « bien haré en proporcionar á esa utilidad el alquiler del gan- «cho. ¿Pero qué valdrá este inerte? ¿qué producirá sin la « acción del cortador do tunas? Nada; luego aquel instrumen- « to está en una condición inferior al trabajo.»5G Los beneficios que deben sacar los agentes de la produc- ción, los designa de esta manera el Sr. Pastor, economista español: «La remuneración del trabajo personal se llama jornal 6 salario; la tierra percibe una parte alícuota déla producción que se llama renta; el capital fijo en edificios gana otra par- ticipación que se llama arrendamiento; la que gana el capital flotante tiene el nombre de interés.» A su vez trataremos las cuestiones que con esa clasificación se enlazan. Tiempo es do quo hablemos del capital bajo la for- ma de máquinas, invenciones, ftc. MÁQUINAS. Necesidad, esfuerzo, satisfacción, hé ahí descrito al hombre según la preciosa fórmula de Bastiat en sus manifes- taciones económicas. La diminución del esfuerzo para acercar la satisfacción ó la necesidad; he" ahí la tendencia del progreso y el ideal bello de la perfección social. Esta es la razón, en mi juicio, del por qué en economía po- lítica los mas eminentes pensadores se esfuerzan por fijar en la mente de sus discípulos que el trabajo es el medio,,que el fin es la riqueza. La cuestión de máquinas, en su mas sencilla expresión, se reduce & probar que ellas disminuyen el esfuerzo humano y aumentan la producción, y esto es tan obvio que á pocos pasos se toca con la evidencia. ¿ Quién no percíbela diferencia entre empujar ti agua para mover una canoa con la mano, con un remo 6 con un pedazo de lienzo aprovechando el impulso del viento? ¿Quién no distingue la gradación de ventajas entre cortar de un campo espiga por espiga con la mano, y cortar puñados con una hoz y segar con una máquina?57 Pero los enemigos de las máquinas, los que creen aluci- nados, que el trabajo es el gran fin social, pintan la concur- rencia á este como nociva, y hacen la distinción entre útil y máquinas. Util, dicen, es aquella adición de nuestros músculos, y ten- dones, con un instrumento cualquiera, que duplica nuestra fuerza y desarrolla nuestra destreza; así ol martillo, remedo en hierro de nuestro puüo, hace que clavemos un clavo, mejor y en minos tiempo que con nuestra mano; asi la cuchara, imi- tación de esta puesta en hueco, facilita nuestra alimentación; así las pinzas y tenazas, adición do acero de nuestras unas, desempeñan su oficio con muchas mas ventajas. Este es el útil, esta no es la máquina, es la extensión del individuo, no su rival. Se ve que la distinción, no por ser muy ingeniosa, deja de adolecer de puerilidad y sutileza. W La máquina reemplaza al hombre en sus funciones mecáni- cas, es su esclava y se convierte en su rival, haciendo inútiles sus esfuerzos corporales y precipitándolo en la miseria por falta de trabajo, f* Y he* ahí de nuevo en esta argumentación, tomado el me- dio por el fin, oon subversión completa de los mas sanos prin- cipios. De este modo, desdo los hombres mas eminentes hasta los mas ignorantes y vulgares, ven.en las máquinas monstruos de acero y de bronce, que derraman en su alrededor la miseria y la desolación. Colbert, que aunque eminente ministro tenia varias falsas ideas económicas, rechazaba á los que le presentaban una má- quina cualquiera, diciendo: «¡Esto dejará sin ocupación á la gente honrada!» Sismondi ocupa muchas páginas de su Economía política para probar los perjuicios que de la introducción do las má- quinas resultan; y para mengua nuestra, como un triste ejem- plo del atraso de nuestros hombres pííblicos, Batbie, que ha escrito en 1866, refiere, y esto lo dijo ántcs Chevallier, quo 1058 Santa-Arma, cuando se le presentó el primer proyecto de ca- mino do fierro de México á Perote, dijo: «No, señores: ¿ y qué sorá de las recuas, de los carros y de los infelices arrieros ? » El mismo escritor, á quien acabamos de citar, describe las conmociones de 1848 en Francia, y se fija en los grupos que, arremolinándose amenazadores frente á los talleres, gritaban: ¡ Muera la mecánica! La objeción capital en contra de las máquinas está encer- rada en la siguiente argumentación: «Si con la ayuda do una máquina se hace con un operario la tarea que ántes exigía el trabajo de diez, se lanzan nueve á la miseria: estos nueve en vano irian á buscar trabajo en otra parte, siempre se encontrarían con la competencia de la mecá- nica; así es que su suerte seria la desnudez, el hambre y la desesperación.» Chevallier, que afronta esta argumentación en toda su ex- tensión, hace notar que las revoluciones de la mecánica no se efectúan sin transición y á la vez en todas partes. En efecto, no es fácil la improvisación de grandes capitales ni la forma- ción de poderosas compañías; no se da el caso que una induH- tria de esas se plantee sin peligrosos ensayos y sin tener que vencer las resistencias de la rutina y de los intereses creados. En México, sobre todo, el simple trasporte de las grandes ma- quinarias, requiere un caudal superior al invertido en la mis- ma maquinaria. Fijándose Chevallier en los hechos para demostrar que no es cierto que la máquina aniquile el trabajo, dice, hablando de la industria algodonera: «En 1769, cuando Arkwright obtuvo su primer brevete de invención habia 5,200 hilanderos. 2,700 tejedores. «En todo,........... 7,900 personas, que devengaban de sa- larios de 3 á 4 millones de francos. i89 «En 1787 se hizo una requisición, y dió el resultado si- guiente : 105,000 hilanderos. 247,000 empleados en los tejidos. 352,000 personas. «En 1833 los obreros eran 487,000 empleados en esa indus- tria, y en las accesorias so podrá afirmar que elevaban la suma total á 800,000: la cantidad á que se elevaba el precio do la mano de obra, era de 455 millones.» Los mismos datos que se han expuesto respecto de la indus- tria algodonera podrán presentarse en todos los pueblos, pa- seando el estudio por diferentes industrias. Si se fijase la atención entre el número de copistas y el de impresores después del descubrimiento de la imprenta; si se pudiesen valuar los brazos empleados y la riqueza producida por esta última en encuadernadores, libreros, escritores y aun de los mismos copistas, se vería la inmensa ventaja de cual- quiera do las máquinas. Entro nosotros, en la pequeña esfera en que podemos prc- Bentar nuestros ensayos, tropezando siempre con la falta de datos estadísticos, nos asombraría cualquiera cálculo.- Los antiguos mexicanos usaban una especio de telar para sus mantas, que consistía en atar una extremidad de los hilos á un árbol 6 palo cualquiorá, y el otro extremo á la cintura del tejedor; esto ocupaba gran número de brazos. Apenas á pocos dias de la conquista se introdujeron los telares, tomaron vuelo tan rápido, que telares y batanes sufrieron gran perso- cucion por el celo de España. Quedaron en principio del siglo esos telares en varios pun- tos de la República: en Tezcoco, Tlaxcala, Querétaro, Celaya, Guadalajara, y otros muchos pueblos disfrutaban los benefi- cios de esa industria.... Mantas ordinarias, jerguetüla, jerga y lanilla eran los productos. A los seia ú ocho años de verificada la independencia, An-60 tuHano, en Puebla, introduce la maquinaria; y esa industria sin significación emplea hoy cuatriplicado número de brazos y compite, sin esfuerzo ni protección forzada, con la industria extranjera. Si hacemos comparación entre los hombres que ocupaban las recuas y los que se emplean en los carros, y entre estos las líneas aceleradas, diligencias, &c, la comprobación será mas patente y saldrá la teoría do las máquinas mas victoriosa ca- da vez. Todos los ejemplos confirmarán estas proposiciones infali- bles según nuestra convicción: Primero. Que la sociedad considerada en masa, realiza un beneficio. Segundo. Que en tésis general y por la comprobación cons- tante de la experiencia, la misma clase obrera, á la que una máquina perjudica momentáneamente, es compensada después con inmensas ventajas. Bastiat se ha encargado de elevar al rango de demostracio- nes las proposiciones que anteceden, hablando así: «Santiago Bonhome tenia dos francos, que hacia que gana- sen dos obreros. Pero he* aquí que imagina un procedimiento, con el cual reduce el trabajo en una mitad. Obtenida la misma obra, ahorra un franco y despide á un obrero..... Que des- pido, que deja sin trabajo á un obrero.... eso es lo que se ve. Pero esta es la mitad del fenómeno que se ve: hay sin embar- go otra mitad que no se ve. No se ve el franco ahorrado por Bonhome, ni los efectos necesarios del ahorro de ese franco. Por consecuencia do su invención, Bonhome no gastó mas quo un franco en la mano do obra, y buscando una satisfacción determinada, le queda otro franco. He* aquí un capitalista quo ofrece un franco desocupado si hay demanda, los dos elemen- tos se encuentran para el trabajo y para el salario, y nada se ha cambiado. «La invención y un obrero pagado con el primer franco, hacon ahora la obra que ántes cumplían dos obreros. El se- gundo obrero, pagado con el segundo franco, realiza una obra61 nueva. ¿ Qué es lo que se ha cambiado en el mundo ? Hay una satisfacción nacional de mas, ó en otros términos, la invención es una conquista gratuita, un provecho gratuito para la hu- munidad.... Ella da por resultado definitivo un acrecimiento de satisfacción con un trabajo igual.» «¿Quién recoge este excedente do satisfacción? Desde lue- go el inventor, el capitalista, el primero que se sirve con éxito de la máquina, y es la recompensa de su genio y de su auda- cia. En este caso, así como acabamos de verlo, realiza sobre los gastos de producción una economía, la cual, de cualquiera manera que sea gastada y ella lo es siempre, ocupa tantos bra- zos cuantos la máquina dejó desocupados. Pero pronto la con- currencia le forza á bajar su precio á la medida de esta misma economía. Entonces el inventor no recoge ya el beneficio de la invención, sino el comprador del producto, el consumidor, el público, comprendidos en él los obreros, es decir, la huma- nidad. Y lo que no se ve es que el ahorro así procurado á to- dos los consumidores, forma un fondo en que el salario tiene un alimento que reemplaza aquel que agotó la máquina. «Así, pues, continuando con el anterior ejemplo, Santiago Bonhomo obtuvo un producto gastando dos francos en sala- rios. Gracias á su invención, la mano de obra no lo cuesta ya mas que un franco. Miéntras venda el producto al mismo pre- cio, hay un obrero de ménos en hacer este producto especial: esto es lo que se ve; pero hay un obrero de mas ocupado con lo que ahorró Bonhomo, y eso es lo que no se ve. « Guando por la marcha racional do las cosas, Bonhome se ve reducido á bajar en un franco el precio del producto, en- tonces no realiza un ahorro, entonces no dispondrá mas quo do un franco para pedir al trabajo nacional una nueva pro- ducción. Pero en este caso hubo uno que ganó, y esto que ganó es la humanidad. Aunque compra un producto, paga un franco ménos; ahorra un franco, y tieno necesariamente este ahorro al servicio del fondo de los salarios. Esto es aún lo que no se ve.» A pesar do quo el raciocinio anterior tiene el rango, en mi62 juicio, de una verdadera demostración, los enemigos de las má- quinas, armados de la elocuencia del sentimiento, abogando realmente por la esclavitud del hombre, equivocando la valía del esfuerzo con los beneficios de la riqueza, han multiplicado sus argumentos. «La máquina, han dicho, imprime al trabajo un carácter irregular, que perjudica á los trabajadores; á veces se dedica á formar una producción exuberante, á veces se paraliza dd todo.» La insensibilidad, por expresarnos así, de la máquina hace que se prolongue el trabajo de los adheridos á ella, y esto los perjudica en sus tareas y aniquila sus fuerzas. Materializado el obrero por la máquina, pierde las dotes de independencia que dan, por ejemplo, las labores del campo, se embrutece y corrompe. Sobre todo, al introducirse la máquina, la gente queda sin trabajo, empujada necesariamente al vino y la miseria. En esta manera de ver las cosas, ya están prevenidas las anteriores objeciones al encarecerse algunos de los bienes que producen las máquinas; pero puesto que las precisan en fór- mulas que parecen contundentes sus adversarios, vamos á lu- char en su propio terreno. La marcha del trabajo, acelerada 6 lenta, no depende de una manera absoluta del dueño de la fábrica, depende de la demanda de sus efectos, y esta á su vez de otras causas que la determinan; en México, por ejemplo, del buen estado de los caminos, en determinada estación, de ciertas ferias 6 festivi- dades, &c, &c. A la hora de la parálisis de la fábrica, quedaba sin ganar el interés proporcional el capital invertido por el dueño; y aun- que este se pudiera recargar al tiempo de la producción en grande, en México, repetimos, no es fácil proveerse de ope- rarios y ménos de operarios inteligentes, costear sus traspor- tes, dar por perdido lo que adeuden, ni improvisar poblaciones alrededor de las fábricas. En México no se han probado males semejantes, sin dudaC3 por la escasez de brazos, la dificultad de las comunicaciones y otras causas que hacen que en Europa la irregularidad de trabajo sirva de argumento contra las máquinas. La prolongación del trabajo del obrero en México podría verificarse en corta escala por lo muy determinado do las má- quinas que pueden trabajar de nocbe por ejemplo; pero el cor- rectivo está en los mayores costos que esa prolongación de trabajo produce y encarece el efecto. En nuestras tierrascalientes de ninguna manera seria posi- ble esa prolongación de trabajo al sol; y si así fuese, necesi- tándose ménos esfuerzo con la máquina que con el trabajo corporal, siempre aventajaría el obrero y la producción. Una experiencia no desmentida acredita que el obrero de la fábrica es mucho mas inteligente que el peón del campo: su trabajo se aviene mas con la dignidad de hombre y con los hábitos de la civilización. El hombre que pasa dias enteros dormitando bajo un ár- bol, cuidando con su perro los rebaños, el que sigue los tardos pasos del buey con el arado en la mano, el que comunica mo- vimiento á la hoz y la coa, y rendido de fatiga so recoge y duerme después de pasar por la taberna y de golpear á su muger..... ese no nos presumamos que dista mucho de la bestia. La simple reunión de personas en las fábricas, la disposición de sus habitaciones, sus bailes y devociones, la escuola anexa á la fábrica, todo hace que no solo respecto á los habitantes del campo, sino con respecto á los pueblos mismos, sean mas civilizados los obreros. Los enlaces que han contraído muchas mexicanas con her- reros, maquinistas y dependientes extranjeros; los muebles de que estos se sirven, la emulación en el vestir, motivos son to- dos de inmensos beneficios sociales. Compárense en Chihuahua, por ejemplo, el aspecto, los usos, la moralidad de los campesinos, con el espectáculo que ofrece la fábrica de Talamantes. Véase en Coahuila, á las in- mediaciones del Saltillo, el lindo pueblecito de Palomas, ca-lentándose y nutriéndose con los beneficios todos de la civili- zación. Véase cómo en Guadalajara las fábricas de Atemajacydo la Escoba presentan un contraste con las costumbres de los pueblos do los alrededores. Compárese la civilización y la mo- ralidad de la geitfe bumildc que habita la otra banda en Que- rétaro, y la alegre y civilizada reunión de obreros que en la fértil cañada rodea la fábrica del Hércules. ¿Y Puebla? ¿Y el Estado de Guanajuato ?.... No: en la llepública la objeción quo combatimos no tiene fuerza alguna. Aunque el obrero por cierto espacio de tiempo esté como un autómata, en su tiempo libre, que es mayor que el del peón, y en que queda mas apto por la menor fatiga, se educa, lee, aprende á tocar algún instrumento, so mejora y civiliza. La objeción capital, la que á nosotros mismos nos ha herido hondamente, es la de que las crisis producidas por los obreros que quedan sin trabajo son realmente temibles. Supongamos que es momentánea la parálisis; ¿pero es por eso menos cruel lanzar á la miseria y al vicio á la multitud que vivia honradamente con el sudor de su rostro? Es verdad que con el tiempo encuentra compensación para los mismos obreros esa privación; pero entretanto, en un país en que tiene tantos estímulos la revuelta y son tan poderosas las raices del vicio, ¿ no es de pensarse en la introducción da una máquina? . . Si en los pueblos en que está muy esparcida la educación, en que tiene tantos ramos á que dedicarse la industria huma- na, estas crisis son tan peligrosas, ¿ qué será entre nosotros, en que la empleomanía, en quo un ejército que no se relaciona con nuestras poblaciones, en que la revuelta es un modo do vivir? } ¿Qué será de nuestros indios, tan limitados en sus produc- ciones, tan exclusivos en sus trabajos, tan mecánicos en sus hábitos, tan propensos á aislarse y mantenerse con los frutos espontáneos do la tierra,'por carecer casi de necesidades?65 Sin desconocer ni por un momento la gravedad de esas ob- jeciones, sin eludirlas como otros economistas diciendo, que cuando una máquina paraliza un trabajo, la necesidad lleva á la explotación de otras fuentes de riqueza, nos detendrémos en algunas consideraciones que atenúan en mucho los males que con la mayor lealtad, hasta donde alcanza nuestra inte- ligencia acabamos de exponer. En contraposición del mal, así le Uamarémos, de que que- den sin trabajo mil obreros, por ejemplo, hay dos bienes: primero, los brazos que necesariamente demanda la nueva industria; segundo, la baratura del artículo que produce. No hablemos de la perfección ni del ahorro, porque supone- mos al operario mas adelantado contraponiéndolo á una má- quina que no tenga mayor perfección. Antes de plantearse una fábrica, desde el reconocimiento del terreno, es un aviso de que se amenaza, así diréinos, la industria de determinadas personas. Supongamos una fábrica de tejidos. Se buscó el nivel de las aguas, se .construyó una arquería, se levantó un edificio, se abrieron caminos para comunicar á la fábrica con la ciudad. En todo esto se ha activado el trabajo de muchos obreros, se han puesto en circulación algunas riquezas, se han podido crear capitales que protejan otras industrias. Tengo en mi imaginación la fábrica de Hércules de Que- rétaro. La simple comunicación del camino para la Sierra, abriendo un mercado á aquellos productos, disminuyendo la distancia á los transeúntes, es un bien muy digno do considerarse. Después de establecida la fábrica, tres mil operarios están en acción, con mayor bienestar sus familias, con salarios mas altos los obreros. La baratura de la manta extendió los consumos, y esta ex- tensión del consumo trajo el desarrollo y la demanda de bra- zos de esa industria y de otras muchas. El cultivador do algo- don, que tenia ántcs demanda de cien quintales, la tiene ahora de quinientos, y en esa proporción aumenta sus brazos 6 alza 116C sus salarios; lo mismo los conductores, lo propio los que abas- tecen á sus animales de pasturas. Sobre todo, el beneficio de la baratura, los que tuvieron abrigo y entraron, por decirlo así, á la civilización, ¿cuántos fueron? Abora compárense las sumas de operarios, de salarios, ca- pitales, de circulación y beneficios, y dígase si la demostración arrojará sumas que condenen el empleo de las máquinas. La manta que tejia el indio, busca por la naturaleza de las cosas otro mercado en que le sea ventajosa la concurrencia, por lo distante do los lugares, por lo escabroso de las sierras, y así so amplía el beneficio y se procura en mayor escala el bien. Delante de nuestros ojos, tenemos una industria, que en sus vicisitudes nos confirma los principios expuestos en esta lec- ción. La comunicación con Tacubaya. Hace treinta años los viajes á Tacubaya se hacian solicitan- do un coebe de una carrocería con anticipación, y un ajuste de tres pesos lo ménos si era por medio dia y seis por el dia entero. Presentábase el vebículo con sus cuatro muías, el cochero y el sota llevando el tren: en la parte posterior del coche iban las pasturas para los animales. El viaje constituía para una familia una verdadera expe- dición. Andando el tiempo, álguien atinó con poner un guayin para el público, á dos reales el asiento; la asociación abrid una nue- va industria. Multiplicáronse los carruajes, mas 6 ménoa bien servidos; y coches, guayines, carretelas inválidas, con los nom- bres que delataban su malestar, como la babucha-, la guayaba, la ciruela, el mfierno, activaron el tráfico. Plantease el ferrocarril de mulitas; los viajes son en tres cuartos de hora, el precio un real, y medio real, las comodidades extraordinarias; la familia que tenia necesidad de tres pesos para trasportarse, se trasporta por dos reales; ¿ pero y los due- ños de los pequeños carruajes y los consumos que ellos hacían?«7 Desaparecieron los vehículos do Tacubaya; pero se anun- cian coches para los alrededores, y en toda la ribera de San Cosme, en Mixcoac y Guadalupe se despiertan las comunica- ciones. Tacuba, Atzcapotzalco, San Bartolo, las Colonias, los alre- dedores, todos recobran vida. Iniciase ahora después la locomotora hasta Tlalpam, el costo del trasporte son tres centavos; las flores y las frutas de esos pueblecillos cobran precio, la concurrencia mejora los servi- cios, y desde los dueños de los terrenos hasta los humildes cultivadores de fresas, resienten los beneficios. Acaba de instalarse el ferrocarril do la Tlaxpana, los car- ruajes toman la dirección de Belem, de la Villa, del interior de la ciudad. Cuando una industria tiene algo de profesional, es mas pe- ligroso desterrarla, porque el que la ejercia, con dificultad adopta otro ejercicio; pero cuando se trata de labores pura- mente mecánicas, el mal disminuyo mucho. Por otra parte, en Europa el exceso de población y la es- casez do brazos hacen que por todas partes se demande el tra- bajo y que las crisis tengan otra significación. La escasez de brazos, la falta de población, lo malsano y otras circunstancias de nuestras costas, hacen que la máquina sustituya al hombre ventajosamente y haga se aprovechen mil demandas de riqueza. Así las fábricas de azúcar, las máqui- nas de despepitar algodón, y las de manta misma, en nuestras fronteras y nuestras costas, lejos do haber producido esas cri- sis, han llamado al trabajo mil brazos ociosos, derramando el bienestar por todas partes. No obstante la consideración que hace mas persistentes mis escrúpulos, es la que formula Colmeiro, cuando dice: a Si el hombro funciona únicamente como máquina, la máquina le perjudica.» Y como el indio está en este caso, como no tiene propiedad, ni iniciativa, ni estímulos, ni necesidades para su perfeccio- namiento, el ocio le lleva á la barbarie.08 En San Luis y una zona extensísima, gran parte del año se mantiene el indio con tunas y nopales; en la Huasteca con el palmito; en las costas el plátano y la pesca abundantísima lo relevan de todo esfuerzo para vivir; casi no necesita abri- go; la desnudoz es una voluptuosidad en muchas partes. Las industrias á que se dedican los indios, como muebles toscos de madera, bateas, jicaras, trastos de barro, carbón, &c, sufren concurrencia ventajosísima; la civilización es un ana- tema para el indio: ¿qué remedio? Fundirlo en la civilización, abrir delante de él los recursos todos del progreso, por todos los medios, la instrucción, la pro- piedad, las vías de comunicación, la colonización, &c; en una palabra., hacer hombre al indio, y entonces no podrá hacerle concurrencia alguna la máquina. En el estado de escasez de capital, pudiera el que institu- ye una fábrica hacerse el árbitro del precio del trabajo y del efecto; pero eso lo remedian las garantías al capital mismo; y en cuanto al efecto, la concurrencia extranjera corrige y perfecciona, favoreciendo por sí misma la libertad todos los intereses legítimos, deprimiendo y aniquilando los bastardos. Concluiré diciéndoos unas cuantas palabras sobre ferro- carriles. Ensalzar las ventajas de laa vías férreas, describir su in- fluencia, ponderar sus excelencias, haciendo mención de las revoluciones que han efectuado en Inglaterra, en Francia, en Alemania y en América, no puede ser objeto de nuestro es- tudio, limitado en esta lección á representar el capital por me- dio de la máquina y referir los bienes y los males que esta puede producir. Al hablar de la industria locomotiva, caben naturalmente especiales detalles y mas extenso análisis económico. El ferrocarril, en los estrechos límites que ahora lo trata- mos, tiene que encargarse de laa industrias que paraliza y de las que desarrolla, de si es un instrumento que da vuelo al trabajo, 6 si esa cauda blanca quo se percibe en pos de él, es el sudario que se extiende sobre la producción. »69 Las apreciaciones sociales, la influencia política de la vía férrea, la intervención ó no intervención del gobierno como empresario, las tarifas, la incompatibilidad de la vía férrea y la aduana, son de otro lugar. La presencia del ferrocarril suprime la arriería, los carros y hasta los viandantes de ínfimas proporciones, dedicados al pequeño comercio: disminuyó grandes valores representa- dos en parajes de arrieros, mesones y puoblccillos enteros; forzó á la población á afluir en los parajes de las estacio- nes, &c, &c. En cambio, otras industrias se despertaron; multitud de gente se emplea en la construcción, entretenimiento del cami- no y dependencias déla empresa; las semillas de Apam, Tlax- cala, Valle de San^Martiny Cholula, pueden afluir á nuestro mercado; los pulques de Apam pueden con mas pureza y con mayor abundancia hallar compradores, y esto activa las in- dustrias, aumenta los cultivos, abre nuevos canales de riqueza. Conviénese sin dificultad en esas ventajas; pero esa inusi- tada concurrencia de pulque do Apam, por ejemplo, aniquila en los alrededores de México el consumo del tlachique; los trigos que producimos no pueden compararse con los de San Martin y Atlixco; el trigo de México reemplaza al de Chalco y Toluca, y los de estos puntos no tienen salida..... Cierto; pero nuestras azúcares, el tabaco y el algodón tie- nen demanda en puntos adonde ántes no podía llegarse, y una sola de esas industrias desarrollada compensaria ventajosa- mente las otras destruidas. El dia que nuestras harinas de Puebla lleguen á las costas, rechazarán la concurrencia extranjera; México mismo acre- cerá sus cultivos, no habrá comparación entre esta parálisis accidental y los inmensos efectos del establecimiento activo de los cambios. El camino de fierro so presta, como ántes he dicho, á otras elevadas cuestiones; pero aquí lo vemos bajo su aspecto de máquina, y para esto es indispensable no perder do vista la población.70 Mañana, cuando nuestros legisladores busquen la compen- sación debida entre los sacrificios que hace la nación para la vía férrea y los bienes que debe exigir, tendrémos entre otras ventajas la de la traslación de brazos á los puntos en quo lo exija el trabajo. Entonces el indio, que no tiene mas recurso que trabajar casi como esclavo 6 perecer de hambre, irá en busca de ocu- pación á grandes distancias viendo cuál es el mercado para el empleo de sus fuerzas, emancipándose y haciendo fecunda la producción en todas partes. Entonces el salario no se impon- drá por una coacción déspota, y mas dueño de sí, verdadera- mente libre, ingresará á la comunidad social aniquilando uno do los mas poderosos obstáculos quo tiene el desarrollo del progreso en nuestra patria.—Dijk.LECCION V. Industria, clasificación de las industrias. El empleo del trabajo ea una misma producción, se llama industria. La vida industrial supone por lo muy vario de las necesida- des y por la aplicación diversa de la inteligencia y de la fuer- za procedimientos muy complicados; para estudiarlos de un modo analítico se recurre á la clasificación de las industrias. En todas nuestras peregrinaciones por el campo de la pro- ducción hemos visto dominando como las cimas de dos mon- tañas dos elementos constantes: la ciencia y el arte. La cien- cia descubriendo las leyes déla naturaleza; el arte sirviéndose como do un arsenal de las reglas 6 conocimientos trasmitidos de generación en generación para extender, perfeccionar y hacer fecundas las indagaciones de la ciencia. La industria, que desde el aduar hace sensible su presen- cia laboriosa en el hilo que se desprende con rumor impercep- tible del huso, sale como en los siglos medios á las ciudades acompañando los primeros pasos del hombre libre, y en el pre- sente siglo protestando contra la guerra, ahogando las aspira- ciones de destrucción y sangre; la locomotora corriendo con su penacho de humo flotante por el mundo, lleva á los pueblos Mesías de acero, y llama la buena nueva de la libertad, la igualdad y la fraternidad, trinidad simbólica que predice la completa redención de las naciones.72 La industria se ejerce aislada 6 colectivamente, y de ahí nacen las apreciaciones de las grandes y pequeñas industrias, del grande y pequeño cultivo, &c, &c. Cinco son las grandes divisiones de la industria, á saber: Agrícola. Estractiva. Fabril. Comercial. Locomotiva 6 de trasportes. « En vano es, dice Colmeiro, discurrir sobre cuál de estas « ramas de la industria merece la predilección de los econo- « M »r « en M » O a "M ot i- "f ic h o *i h -.r ce x¡ ¡yr. i-ic -y, o r> -.r- - t- o -z r. i- o -r r; r. —i .-. r~ z> » -r -í •-:r:j>c j5 " o o -j : i^a; ■x s¡ r. c c. :i :■; ;-i o ¿¡ a: i? ~ i- í? » o í*eo"*-^¡"erírTt'J'C'í r-Tcí oi -*(C -¡ i-—'(-' ~ J-'tf :*■ c =r* —' i- &c — es cj t~ i - ~. — ~' t- i- i- w o iit-Hc;.xw-»:» ST- I - C w C ' f f 1" t : í :: C' t r- r- í- n « r- n n ^ r- 2 }á í 3 i fe = □ fe & í C ti3¿jflif]«f i?f$*«ij< aja a a M& 3 jf.gj5 allí cS J S J ^515 33 ? i*. "I :'. -T ■ * \ • '/ T. T. — ■ '.i " —t ■". 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Gasto total de las fábricaí i © B 3 o* o o" N se (r £ 5 5 S • £ ic s s —• s o § ILECCION VIH. Industria locomotiva y vías de comunicación* So ha comparado, en mi entender coa exactitud, el canal y el camino á la máquina, porque lo son aplicables sus mismas teorías respecto do los trasportes. Baratura, celeridad, seguri- dad, comodidad, número de hombres y de instrumentos imper- fectos do trabajo que pueden quedar inertes; en una palabra, las cuestiones mismas que suscitan las máquinas, promueven tas vías de-comunicación; y elevándose su escala, tiene una im- portancia relativa en osta cuestión. Bajo dos aspectos esenciales la considera la economía polí- tica. Primero, estableciendo comparación entro las vías de co- municación por tierra ó por agua; y segundo, entre si empresas particulares 6 el Gobierno deben encargarse de su entreteni- miento y explotación. En cuanto al primer punto, es necesario el conocimiento exacto do la topografía do cada país y sus elementos natu- rales. Así, por ejemplo, cita Baudrillart á la Rusia de Europa, pues, acortar esas distancias y proteger eficazmente los Mejores sistemas de caminos conocidos, creando así arterias numerosas para la circulación de productos mineros, fabriles y> sobre todo, de los agrícolas quo son uno de los manantia- les, hasta hoy infecundos, de nuestras inmensas riquezas ter- ritoriales. « La facilidad y baratura de las comunicaciones favorecen la Multiplicidad de las transacciones y el movimiento de los viaje- ros. Podrían concederse subvenciones proporcionales á todas taa empresas de ese género, y al cabo de poco tiempo el go- bierno, por el aumento de actividad que resultaría en los ne- gocios, no solo recobraría sus desembolsos, sino que percibiría suma mayor de rendimientos. Se debe, por la misma ra- zon, disminuir el precio de los telégramas y el porte de la cor- respondencia. o En el estado actual de despoblación que guarda el país, ¿de qué le sirvo al hacendado mexicano poseer centenares de ^guas de terrenos vírgenes y feraces, y de qué le serviría cultivarlos, si para sus frutos no encuentra consumo en el in- terior, y si no puede exportarlos por falta d-e vías y medios de trasporte rápidos y de poco costo ? v México gemirá eu la miseria miéntras no esté poblado y Miéntras sus cereales no puedan competir con los de Odessa; Miéntras sus azúcares no rivalicen con los de Cuba, sus cafés con los de la Martinica, sus algodones con los de la Luisiana, 8us sedas con las de China y del Japón. Los ferrocarriles, y Mas que todo los ferrocarriles, atraerán la inmigración, favo- íccerán la exportación, facilitarán el movimiento de la riqueza Pública y podrán así cambiar en opulencia la actual pobreza del país. « Ellos deben, pues, fijar muy especialmente la atención so- lícita del gobierno; y ya que este no puede consagrar cuan- tiosas subvenciones á varias líneas secundarias, por absorber 23162 muy grandes sumas la de Veracruz, podria reemplazarlas con un valor equivalente, esto es, consignando trabajadores á las empresas. « La mano de obra, que siempre se paga en numerario, im* porta aproximadamente una tercera parte de los gastos gene- rales de construcción de los caminos de fierro. « Se puede calcular, por término medio, en 12,000 el núme- ro de los sentenciados á obras públicas que llenan las cárceles del país, y en vez de remitirlos en parte á Yucatán, podrían emplearse á 10,000 do ellos en terraplenar las vías, reserván- dose los 2,000 restantes para los trabajos locales de los puntos dondo se hallasen detenidos. La custodia de esos 10,000 cri- minales, su alimentación, su alojamiento, la administración de las cárceles y los demás gastos del ramo, que actualmente re- portan las municipalidades 6 el tesoro público, asciende anual- mente, por lo bajo, á $> 1.250,000. Pues bien, las empresas podrían alimentar y vestir á esos hombres, pagando ademas al gobierno 25 centavos por cada jornal. Reduciéndose á 300 por año los dias ordinarios do trabajo de los 10,000 peones, le resultaría al erario una utilidad de $ 750,000, cuya suma uni- da á la anterior de $ 1.250,000, forma un total de $ 2.000,000 anuales. La vigilancia de esos trabajadores podria encomen- darse á las tropas que guarneciesen los lugares mas cercanos á los caminos en construcción y en la proporción de un soldado para diez 6 doce jornaleros. « Existe otro arbitrio práctico por el cual" se aumentaría considerablemente el fondo de las subvenciones y se facilitaría la construcción de las vías férreas: consiste en establecer una contribución especial sobre los terrenos situados á uno y otro lado de la línea: los dueños de ellos serian los primeros en apro- vecharse de esos nuevos medios de comunicación, tanto por el aumento del valor que adquirirían sus fincas, como por la ma- yor facilidad que les proporcionarían para trasportar sus co- sechas y demás productos á los mercados; y si, á pesar de esto, so negasen á pagar ese impuesto excepcional pero á todas luces justo y fundado, se les podria expropiar en favor de las em-1C3 presas por causa de utilidad pública, y previos avalúo y pago al precio que dichas tierras tenían ántes del trazo de la vía. « Este método no es nuevo; de esta manera es como en su ma- yor parte se han construido los caminos de fierro de la ünion Anglo-Americana, y no hay razón para suponer que igual Hedida no produciría en México idénticos resultados. « Por demás está recordar las ventajas que reportaría al go- bierno el dividir los terrenos inmediatos á las líneas férreas en lotes alternados y reservarse la mitad de ellos para venderlos cuando adquieran mayor valor. * Los gastos de construcción y reparación de los caminos son aquí cuantiosos, pues se elevan cada año á cerca de un mi- llón de pesos: si se hacen cálculos comparativos, so verá que habría mas economía en seguir el ejemplo de los americanos eonstruvendo ferrocarriles por todos lados, que en desembol- sar cada año sumas tan crecidas para hacer apenas transitables las pésimas carreteras actuales, sobre todo si se considera que unos cuantos de esos aguaceros diluvianos que son peculiares de México bastan para destruir en muy pocos días reparacio- nes que han costado meses enteros de trabajo. « Al subir de Veracruz, noté con agradable sorpresa que se había abandonado la rutina ilusoria de reparar los caminos con tierra vegetal, y que los ingenieros habían adoptado el siste- ma de Mac-Adam; pero este sistema, tan generalizado hoy en Europa y los Estados-Unidos, es en México, como en todos los países intertropicales, sumamente costoso, pues carecemos de rios y por consiguiente de casquijo, por lo que se tiene que extraer las piedras de las rocas basálticas 6 traquíticas, y des- pués romperlas menudamente, doble operación que es forzosa- mente lenta y dispendiosa. En los países septentrionales se da al revestimiento un espesor de 25 á 30 centímetros para distribuir la presión de una manera homogénea, á fin de pre- caver el casco primitivo de la acción de las lluvias, y con el objeto de evitar que el agua que llegue á infiltrarse entumezca el terreno natural, al cristalizarse bajo la influencia del frió, ? produzca así grietas por la fuerza de expansión: en México164 no existe en general este inconveniente por no haber heladas intensas y prolongadas, y seguramente ha de bastar una capa de 20 centímetros para dar á la superestructura suficientes cohesión, resistencia é impermeabilidad. Asombro me ha cau- sado saber que las calzadas macadamizadas de las inmedia- ciones de la capital, que tienen diez metros de anchura y ban- quetas de tierra de un metro, han costado á razón de 10,000 pesos el kilómetro con terraplenes, cunetas y un lecho de pie- dra quebrada de 2 decímetros. « No cesaré de repetir que un país es rico ó es pobre, no en razón de los recursos naturales que pueda poseer, sino en pro- porción del consumo que haya en él, así como de la mayor ó menor importación de lo que le falta, y de la mayor ó menor exportación de lo que le sobra. « Se ha asentado ya que la agricultura y el comercio no pue- den prosperar entre nosotros, porque carecemos de vías de comunicación, y porque no pueden exportarse los preductos del suelo á causa de la carestía excesiva de los fletes. « Por otra parte, la construcción do los ferrocarriles con tracción de vapor es muy costosa; difícil es que una empresa de esta clase alcance utilidades, si np trasporta anualmente diez mil toneladas de efectos: ¿ corresponderían el consumo y el tráfico actuales á semejante movimiento en alguna de las vías que pudieran construirse en la mesa central ? No cierta- mente. Luego, no es probable que los capitalistas arriesguen sus fondos en el establecimiento de líneas secundarias en el interior del país. « Pero la tracción del vapor puede reemplazarse ventajosa y económicamente con la tracción de animales, gracias á esa raza privilegiada de muías que otros países envidian á Méxi- co.— Con aquel sistema tiene que reducirse la inclinación de los perfiles á dos 6 tres centímetros; las curvas, que han de ser numerosas por ser el terreno montañoso y accidentado, requie- ren un radio de 400 metros por lo ménos, á fin de evitar que el impulso centrífugo haga descarrilar los trenes, y se necesi- tan terraplenes, durmientes y rieles capaces do soportar po-165 derosas locomotrices, cuyo peso varia desde 20 hasta 50,000 Mlógramos: con él sistema de tracción animal, las pendientes pueden casi igualar las que tienen los caminos comunes, pue- de disminuirse el radio de las curvas por ser menor la veloci- dad y no haber trenes do grande extensión, y la fuerza de los rieles puede también reducirse de un 33 por ciento, y de un 20 Por ciento el volumen de los durmientes, pues solo tienen que sostener wagones cuyo peso no excede de 5,000 kilogramos. ■A-demas, las vías no tienen que construirse por completo y ex- presamente, sino que se pueden aprovechar en gran parte las carreteras existentes para colocar en ellas, mediante trabajos relativamente de poca importancia, los carriles y los atrave- sados. «El kilómetro de ferrocarril con tracción de vapor, incluso el costo de las obras de arte, así como el del material rodante y de explotación, cuesta en México, por término medio, 50,000 pesos;,con tracción de animales costaría unos 15,000 pesos * * DEMOSTRACION. COSTO DE UN TRAMO DE 20,km070. Üaitox preparatorios. Reconocimiento, planos y presupuestos.................................$ 1,200 Dirección de las obras 6 instrumentos.................................... 1,850 Terrenot. Su valor ú indemnizaciones (por aprovecharse en parte los cami- nos comunes)................................................................. 4,000 Terracería. Terraplenes....................................................................... 20,000 Escavaciones...................................................•................. 14,000 Albarradas........................................................................ 1,000 Obras de arte. Manipostería..................................................................... 1,000 Fierro...........„*,................................................................ 1,000 Madera............................................................................ 800 A la vuelta..................$ 44,860166 el método mixto de Mac-Adarn ó de Telford, siendo de adver- tir que los gastos de tracción importarían 25 por ciento mé- llerraje. De la vuelta.........$ 44,850 700 toneladas de rieles a $ 109.......................................... 76,300 13,320 empalmes, 3 ton., 202 á % 112..................................... 3,586 40,000 tuercas y tornillos, 1 ton., 200 á $ 125......................... 1,500 50,000 espigas, 20 ton., a $ 130............................................. 2,600 Superestructura. 24,000 metros embalastado á 75 es........................................ 18,000 25,000 durmientes á 70 es................................................... 17,500 Reposición del terraplén.................................................... 2,000 Distribución del material en la línea...................................... 4,000 Armadura de la vía............................................................ 5,500 Dos plataformas de 4 metros, 2 mt. de diámetro y peso de ó to- neladas......................................................................... 2,147 Cambios do vía.................................................................. 1,000 Recalce en el primer mes de explotación...................,.....,...... 2,000 Material rodante. 6 wagones para pasajeros de primera y segunda clase, al precio medio do S 3,500 uno....................................................... 21,000 2 idem de equipaje, á $ 2,000 ............................................... 4,000 2 idem establos, 4 $ 2,000 ................................................... 4,000 8 idem de mercancías, a $ 1,800........................................... 14,400 3 pares de ruedas montadas para refacción, á $ 350................. 1,850 ' TeUgrafo. 20 kilómetros, á $ 160, con dos hilos de alambre...................... 3,200 2 señales, a $ 30..............................................'.................. 60 Mulada. 280 muías, a S 40............................................................... 11,200 Aperos, guarniciones, &c..................................................... 4,260 Gastos accesorios. Estaciones, reserva, rédito del capital al 0 por ciento durante la construcción, talleres, caballerizas, casas de camineros, &c..... 40,000 Cantidades transitorias. Dirección, tesorería, secretaría, impresión de acciones, gastos me- nores 6 imprevistos.................................................................. 12,000 Costo total........$ 206,153 El promedio del costo de 1 kil6mctro resulta, pues, en $ 14,807 60 es.167 nos que en las carreteras comunes; los de conservación no as- cenderían á la décima parte, y se aventajaría 2,000 por ciento en la economía del tiempo. Y es de tenerse presente que Mó- x'Co, en vez de ser tributario del extranjero, podria fabricar, esto es, una tercera parto mas que un camino ordinario, por sus ríeles, sus wagones y demás enseres, fomentando de esta lanera la minería y la industria nacionales. « Por estas razones, que solo me limito á apuntar somera- mente, creo, pues, que el gobierno debería proteger de una numera decidida la construcción de ferrocarriles con tracción de animales, por ser los mas económicos, útiles, expeditivos y apropiados al país, entretanto el aumento de la población, del comercio y del consumo, permita fundar grandes, líneas con locomotivas movidas con el vapor ó tal vez por el petróleo ó la electricidad. ¡ Así han comenzado los americanos, y así han llegado á formar la nación mas próspera del universo, una na- ción que Consagra 130 millones de pesos anuales á la amorti- zación de su deuda! « Hasta aho#a el gobierno mexicano solo ha concedido un privilegio de aquella clase, y ha andado poco acertado en la elección de la empresa que obtuvo sus favores, pues el proyecto del ferrocarril de Veracruz á Puebla, por la vía de Jalapa, ha tenido y tendrá quizá por único resultado el alarmar y retraer con la amenaza de una competencia inútil é importuna á los accionistas de la compañía anglo-mexicana. Con la vigésima parte de lo que ha desembolsado el Estado en los ruinosos ó inacabables caminos de fierro de Veracruz, habría podido cu- brir de rieles el riquísimo Bajío. «¡ Sirva el pasado de advertencia para el porvenir: Oaveant cónsules ' « Eii resumen, cuando tengamos ferrocarriles, estos cam- biarán la faz del país, serán un nuovo elemento de pacifi- cación, y en lugar de ser gravosos para el erario, como los caminos carreteros, le producirán cantidades mucho mas con- siderables que las que importa el rédito del capital de las sub- venciones que se hayan de otorgar, y á mayor abundamiento168 si se pagan estas, en parte, con el trabajo personal de los sen- tenciados á obras públicas. <¡ Los caminos de hierro están predestinados para la salva- ción de este país, cuya configuración topográfica, como se ba dicbo ántes, los reclama de una manera especialísima, y tal vez salvarán á México de la ruina como el vapor salvó á In- glaterra de la bancarota. Alfredo Bablot.*LECCION IX. Industria comercial.—Comercio interior. Los escritores de economía política, al tratar do los dife- rentes ramos de industria, so limitan con razón á hacer visi- bles las aplicaciones de los principios á la producción y leyes del trabajo, sin entrar, sino cuando se trata de cursos espe- ciales, en detalles minuciosos. Tal procedimiento es cuasi indispensable en los cursos como este, que no pueden tener mas que el nombre de elementales, y en los que una prefijación inflexible do estos estudios los li- mita 6 los trunca sin permitir al catedrático hacer aprecia- ciones que deberían ser de su competencia. No obstante, habréis notado que me desvío constantemente de obrar así en esta sección do nuestros estudios; busco siem- pre algún resquicio de instrucción en los antecedentes histé- ricos; quiero que os indique mi mismo trastrabillar por falta de datos, lo importante de esta base de las ciencias sociales que so llama estadística, deseo que tengan su ciudadanía mexi- cana unos conocimientos, hoy objeto predilecto del culto de grandes inteligencias en ol mundo. Pudiera calificarse de divagación tal proceder; pero sírva- me de excusa el anhelo de instruiros en lo que me parece con- veniente á los intereses de nuestra patria. El comercio es el vínculo que une y armoniza todas las de- mas industrias, es el medianero entre la necesidad y la satis- facción de ella. 24170 Estudia los hábitos, escudriña las costumbres, interroga al capricho, al dolor y/ál placer, y salvando la distancia atrave- sando los mares en alas del interés, realiza los cambios, activa la circulación y vivifica el cuerpo social. El trueque, primera transacción de la barbarie con la civi- lización, verifica la confraternidad acercando á los hombres por medio do los servicios recíprocos; la primera regulariza- don de estos da vida al mercado, que es como el punto de cita de la necesidad y la satisfacción, como el llamamiento pacífi- co á las transacciones del que* brinda sus goces al deseo. En estos primeros albores de la sociedad en que se designan sus formas bienhechoras, hay la presencia del que produce y el que consume, los cambios se hacen difíciles, la personalidad del productor no le permite una ocupación constante en su tarca, necesita una previsión para su concurrencia oportuna, una instrucción de lo que falta y lo que abunda en ese mer- cado, una luz peculiar que le guíe y le señale los escollos del engaño. He* ahí el comerciante: palabra activa, inquiere las conve- niencias; moneda animada, da se"r á los valores; vehículo pen- sador, agrupa, retira 6 concentra los efectos siguiendo con la brújula del interés en la mano los accidentes de la ganancia. El comercio es á la vez causa y efecto del desarrollo social, os la expresión de las otras industrias, el termómetro de los adelantos en los ramos todos de la producción. Por mas que el espíritu de partido, por mas que el orgullo nacional adulado nos presenten en la época colonial el comer- cio interior extendiendo sus ramas poderosas bajo el cielo sin nubes de la tranquilidad pública, la aserción es de todo punto inexacta; ni puede ser de otra manera; el comercio, tanto in- terior como exterior, reconoce como condición esencial de vida la libertad y esta se encontraba sistemáticamente perseguida en todas sus manifestaciones. Mutilado el colono en sus derechos mas preciosos, trunca la propiedad del mayor número; irritada la rapacidad de una metrópoli hambrienta por el cebo de nuestra riqueza, nuestra171 existencia fué raquítica y viciosa desde la cuna; el comercio no podia tener jadías el desembarazo, ni la robustez, ni la vi- alidad que en los pueblos libres. Dominaba en Espaüa, como en Europa entera, la idea de que la colonia no tenia derecho do vida sino con la condición de que la explotase la metrópoli. Era la servidumbre en ma- Sa> el señorío de pueblo sobre pueblo, la explotación, no ya del hombre al hombre, sino de unas secciones contra las otras Acciones del globo. Para ejercer este señorío era forzoso incomunicar al pue- blo esclavo del resto del mundo, sin mas relaciones que con el amo, .y aun estas, rodeadas de espías. Tan obstinada era en este punto la política española, que, eomo sabe¡3, Humboldt tuvo necesidad para venir á México °on un objeto puramente científico, do una autorización real, arrancada por el inílujo y nombradía del ilustre viajero. Con este motivo dice Chevalicr lo que vais á escuchar: « Con la mayor buena fé del mundo, el Sr. D. Lúeas Ala- ban, á pesar de su instrucción poco común entre los mexica- nos, permaneció' imbuido hasta el fin de sus dias en las máxi- mas decrépitas do la antigua madro patria, y ha expresado en su vasta publicación sobre la independencia de México, el sen- timiento de que Humboldt haya podido reunir los materiales de su Ensayo político sobre la Nueva-España, obra tan no- table por las reflexiones de que está llena, tocante á la orga- nización do la sociedad en la América española, como por la profusión de indicaciones útiles á los hombres que cultivan las ciencias. Según el Sr. Alaman, este hermoso libro contri- buyó á provocar el movimiento de la independencia de Méxi- co, inspirando á los mexicanos una idea exagerada de la ri- queza del país, de donde vino, según él, que se figurasen que una vez independiente México, seria la nación mas poderosa del universo.» Si á las anteriores bases de opresión y de apocamiento agre- gamos el sistema fiscal con sus monopolios, sus estancos, bu alcabala y sus compañías privilegiadas; si examinamos lasconsecuencias del diezmo y las coacciones del clero, y en una palabra, la espoliacion chupando ávida los jugos todos de la producción, vendrémos en, conocimiento de las funciones tra- bajosas do una sociedad así constituida. Ya expondremos los mas salientes rasgos de esa constitu- ción respecto al comercio exterior. En cuanto al comercio interior, discurramos cuál seria su importancia. La extensión inmensa del país y la falta completa de vías de comunicación aislaba á los pueblos á tal punto que solo en las/m'tfs se veian individuos de toda la República cambiando sus efectos. El pequeño tráfico se hacia por los indios para los artícu- los de pi'imera necesidad; estos á su vez fabricaban la mer- cancía y la conducían al mercado; la producción de estos ar- tefactos era en la escala que permitía la concurrencia con los efectos que venian de España. El comercio interior, íntimamente ligado con el exterior, comunicaba mayor vida á las arterias en que circulaba el pri- mero; de ahí es que Veracruz y tierradentro hasta Guadala- jara, eran centros del gran tráfico, lo mismo que Acapulco en el mar Pacífico, fungiendo imperfectamente como lugares de depósito para ese comercio Jalapa y Puebla, Qucrétaro, San Luis y Guadalajara; pero sobre todo, México, asiento de la corto, arca de las opulentas fortunas, almacén de las mas es- timadas mercancías, templo déla sabiduría, déla civilización y la elegancia. El tráfico, por la naturaleza de las cosas, tenia pocas ma- nos intermedias, no se conocía el comercio interior á la ma- nera de hoy. Hemos expuesto la escasez y abandono de la falta de vías de comunicación; conocéis también la circunstancia de ser unos mismos los productos que forman la baso de la alimen- tación y que nacen abundantemente bajo todos los climas; algo hemos podido decir de que en parto del salario entran esos artículos de primera necesidad; sabéis que & la hacienda178 se adhiere la tienda, que abre su crédito como una quijada para devorar los restos que puede salvar de su raya el operario. Todas estas circunstancias opuestas al tráfico, daban por resultado en el comercio interior, menopolio, usura, ruindad, miseria. Por otra parte, no obstante la seguridad decantada y las compañías feroces de la Acordada, los caminos no brindaban con las mejores garantías. Cada una de las causales expuestas ora motivo de retrai- miento. Los ricos hacendados limitaban el cultivo á muy Pocas semillas; las grandes crias de ganado se hacian en las fronteras, y hasta el Nuevo-México. Las matanzas de chivos para venta de las carnes, los sebos'y las pieles, casi eran ex- clusivas de tierradentro. Esos hacendados poden., os limita- ban, como era natural, sus productos á la demanda y cuando era superabundante la cosecha ó no les convenia el precio del mercado, como no tenian la urgencia de la necesidad, guar- daban sus cosechas para imponer la ley y hacer una alza des- pótica de precios en las épocas de carestía. Los indios tenian reservada la actividad del tráfico para proveer á las necesidades comunes. Esta raza tan mal comprendida, tan calumniada de aban- dono y de indolencia, sostenía el pequeño tráfico y lo sostiene en su mayor actividad. La hortaliza, los muebles de madera ordinaria, las vigas, las duelas, el ixtli y la pita, las gomas y colores, la alfarería, la leña, el carbón, los quesos, la pequeña pesca, los tejidos ordinarios, la jarcia, &c, son aún en el dia trabajos del indio, artículos que cultiva 6 fabrica conduciéndolos á grandes dis- tancias por un lucro verdaderamente insignificante. El grande comercio se hacia por medio de recuas, cuyo ca- mino es de cuatro á seis leguas por dia en tiempo de secas. Los carros estaban destinados en su generalidad para el camino de Veracruz. El pequeño tráfico se hacia y aun se hace por medio de los asnos, vehículo económico, pacífico y sufrido, ó en hombros174 de indio, según vemos todavía en muchos degradantes ejem- plares. Como una prueba de las exiguas proporciones del tráfico, pueden citarse las ferias. En México como en todos los pueblos al arrimo de la devo- ción religiosa, se desarrollaba el comercio; la sombra del tem- plo aquí, como en los tiempos primitivos en Oriente, servia de refugio al mercader. Las grandes festividades religiosas de las vírgenes de La- gos y Zapopam en Guadalajara, la de Nuestra Señora del Pue- blito en Querétaro, la del Señor del Cardonal, la de Chalina y hasta las del Señor de Esquipulas en Guatemala, eran con- vocaciones á los cambios, invitaciones al comercio, al amor, al juego y á la locura; en estas saturnales místico-mercantiles se velaba la severidad del fisco y transigía la moral cristiana con las exigencias de la turbulenta bacanal. Todavía hemos oido de los labios de nuestros padres contar alentados y nerviosos con el colorido de la leyenda las mara- villas de Infería de Lagos. Ese pueblo característico del Bajío con sus rectas calles y portales desiertos, con su elegante santuario coronado de tor- res altísimas, silencioso; ese pueblo muerto miéntras no llega- ba la feria, extendido como una persona cataléptica en un le- cho abandonado, revivía alegre como la esmeralda de Víctor Hugo, danzando aérea y agitando su ruidosa pandereta con cascabeles, al primer ruido de la feria. Cada grupo de negociantes extendía sus mercancías hacien- do ostentación de sus primores. Los rebaños del Nuevo-México se tendian como un manto de armiño en las lomas y colinas que rodean el pueblo; en las llanuras negreaban los ganados y las muladas de Soto la Ma- rina, Durango, y la caballada de Aguascalicntes y de Cié- nega. En el interior del pueblo, á la par de los efectos extranje- ros de China y España, se veian las colchas y zarapes de San Miguel el Grande, los jorongos del Saltillo, los sombreros de175 Puebla, los paños de Querétaro y San Felipe, las mantas de Texcoco, los rebozos de Morelia, Tenancingo, Sultepec, &c. Armábanse mil tiendas, improvisábanse fondas y cantinas, y entre las mil instancias y proclamaciones del tráfico oíanse los cantos provocativos de las sirenas del placer, el ruido del °ro, la embriaguez del tahúr, y los acentos lejanos del órgano del templo acompañando la fervorosa letanía. El filósofo en medio do este ruido tenia que percibir acen- tos de barbarie, predicciones de miseria, llamaradas que lejos de conducir á la nación por buen camino perpetuaban los ele- mentos de atraso y de degradación de la colonia. El tianguis ó mercado semanario tenia mucha mas regula- ridad, pero siempre prueba la falta do necesidades permanen- tes, siempre atrae la atención al fenómeno que presentan in- dividuos y pueblos que se bastan á la vida casi salvaje que llevan, produciendo lo mismo que consumen. Como el hacendado y el indio productor hacían el tráfico, como en un principio las concesiones para el comercio fueron personales y restringidas, se consideró al regatón como un intruso, como haciendo una tercería ilegítima entro la oferta y la demanda: de ahí las proporciones exiguas del comercio. La irracional preocupación en contra de los regatones ha contribuido mucho al atraso del indio y á la limitada exten- sión de sus transacciones. Es casi imposible persuadir al indio quo el tiempo es dine- ro, y que el que le ahorra el regatón conduciendo el efecto, pagando el impuesto y buscando comprador, le da medios de acrecer su fortuna. No es posible aún persuadir su inteligencia de quo una sola persona llevando por un precio ínfimo los productos de un pueblo, dejaba á las gentes en aptitud do aprovechar sus tra- bajos. El regatón existe á cortas distancias, y espiando las nece- sidades dol indio para especular, son pocos los quo se aventu- ran á grandes correrías, y estos son vistos con extrema .des- confianza.176 Después de la independencia mejoró en mucho la situación que hemos bosquejado para el comercio interior. La apertura de los puertos, la exploración de caminos, la abolición sobre todo de las mil trabas del sistema fiscal, dieron desde los primevos dias de nuestra emancipación vigor y ex- tensión á las transacciones comerciales. Hé aquí cómo considera el Sr. Lerdo en su cuadro sinóp- tico el comercio interior de la República. «Aunque por la falta de noticias completas, dice, acerca del movimiento comercial que se opera anualmente en el interior de la República, no es posible detallar con exactitud los di- versos cambios que tienen lugar en ella, ni su valor, fácil es calcular aproximativamente cuál será este si se toman por ba- se los productos de la agricultura, de las artes, de la indus- tria, de la minería y de la ganadería, así como las traslaciones de fincas rústicas y urbanas, y finalmente, el monto de las mercancías, extranjeras, con el valor que tienen en los mer- cados interiores, pues no pudiendo estimarse todas estas su- mas reunidas en ménos de 450.000,000 de pesos al año y su- poniendo que la mitad de los productos nacionales no sea efecto de las especulaciones mercantiles por pasar inmediata- mente de la producción al consumo y que la mitad restante no tenga mas que dos traslaciones ántes de desaparecer de la circulación, parece fuera de toda duda que el valor total del comercio interior de la República procedente de los objetos indicados asciende á mas de 400.000,000 de pesos. « Como una prueba de que no hay exageración en este cálcu- lo, bastará decir, que según las balanzas mercantiles, publi- cadas por las juntas de fomento de México, Queréfcaro, Puebla, Guanajuato, San Luis Potosí y Guadalajara en los anos de 1842 á 1846, el valor de las mercancías nacionales y extran- jeras, incluso el numerario, que se introducían legalmente en solo estas seis poblaciones, calculándolo sobre precios de afo- ros aduanales, siempre inferiores al valor real, ascendía anual- mente á mas de cuarenta millones de pesos. «El giro de cambio por medio de libranzas, á pesar de que177 todavía se halla muy poco extendido en la Repúblca, no na- ciéndose realmente operaciones sino entre la capital, los puer- tos habilitados para el comercio exterior y las poblaciones in- teriores de alguna importancia, parece también indudable, según los mejores informes, que no baja de treinta á cuarenta billones al año. * El giro de banco por préstamos á interés, con hipoteca de bienes ó sin ella, ó por descuento de libranzas d pagarés á cor- . tos términos, es también do'alguna consideración, pues ademas de los cuantiosos fondos del clero y corporaciones anexas que forman realmente muchos años ha un grandioso fondo 'nacio- aal> al que reconoce la propiedad raiz de la República mas de °cheiita o cien millones de pesos, impuestos á rédito; este gé- nero de industria, que mas que otro alguno ofrece á los que lo ejercen, la ventaja de aprovecharse los productos de la in- teligencia y el trabajo ajenos por medio del capital, se ha ge- neralizado mucho en todas las poblaciones donde hay algún Movimiento comercial 6 industrial. El valor total de las ope- raciones de esta clase que se hacen anualmente, en la sola cuidad de México, está calculado con buenos datos en ocho 0 diez millones de pesos, y una suma igual, las que se verifi- Can en los puertos y otras poblaciones de la República.» La habilitación de varios puertos en el Atlántico y el Paci- do, la pérdida inmensa del territorio, y las conquistas mismas del fraude, han descentralizado el comercio interior, disminui- do los efectos del monopolio mercantil y comunicado impor- tancia á polaciones que ántes no la tenian 6 vice versa. Durango y Guadalajara para receptáculo de los efectos del Pacífico, lo mismo que Colima: Monterey, depósito del comer- lo de la frontera, partiendo su importancia con San Luis Po- tosí, que á su vez ha adquirido vigor en su comercio, por las introducciones de Tampico, han destruido la representación de Qierétaro, gran bazar, distribuidor de la riqueza, que tomaba la dirección de tierradentro. Puebla ha perdido en actividad c°n la sola dislocación de su camino de Veracruz. Pero sobre todo, México que ántes era el proveedor univer- 25178 sal, halla por todas partes competencia; y su comercio, calcu- lado para mayor escala, se abate y presenta el aspecto de la decadencia. Respecto á la localidad, esto es cierto; pero con relación á la. nación entera, no; y la masa total de valores del comercio interior es, en nuestro concepto, mas extensa y po- derosa que en el propio año de 1856. La constitución de 1857 elevo al rango de preceptos socia- les muchas verdades económicas, y en los varios artículos en que resplandecen las conquistas de las ciencias se ve la reso- lución de destruir los antiguos abusos y hacer práctica la li- bertad. El artículo 28 de nuestro código dice: «No habrá monopolios, ni estancos de ninguna clase, n1 prohibiciones á título de protección á la industria, exceptuán- dose únicamente los relativos á la acuñación de moneda, á los correos y á los privilegios que, por tiempo limitado, conceda la ley á los inventores ó pcrfeccionadores de alguna mejora." La abreviación de los mas fundamentales principios econó- micos está consignada en ese artículo, que en gran parte ha tenido su cumplimiento exacto, ménos respecto de las tarifas marítimas, en las que aunque vergonzante se ingiere el prin- cipio protector, no obstante ser de las tarifas mas liberales del mundo. « Art. 32. Los mexicanos serán preferidos á los extranje- ros, en igualdad de circunstancias, para todos los empleos, cargos, ó comisiones de nombramiento de las autoridades, en que no sea indispensable la calidad de ciudadano. Se expedi- rán leyes para mejorar la condición de los mexicanos laborio- sos, premiando á los que se distingan en cualquier ciencia ó arte, estimulando al trabajo, y fundando colegios y escuelas prácticas de artes y oficios.» El artículo anterior no ha sido convenientemente comenta- do, y en mi juicio su vaguedad sirve de apoyo á prácticas e» contra del verdadero progreso, por una tergiversación lamen- table. De la mala inteligencia de ese artículo ha partido, en m1179 ¡ juicio, la exclusión del extranjero en las oposiciones para ob- tener cátedras para la enseñanza: provincialismo mezquino, •íue podría Hacernos repeler, con escándalo de la civilización, <* las notabilidades científicas. A la sombra de ese artículo se ha pedido la prima, la dife- rencia de derechos y otros privilegios nocivos de todo punto. Sin embargo, la sola concesión á la enseñanza, la amplitud ^o base á la instrucción, es un adelanto que debe fecundizarse Para comunicar energía á la producción. El arfc. 72, fracción IX, pone entre las facultades del Con- greso la de « Expedir aranceles sobre el comercio extranjero, y Para impedir por medio de bases generales, que en el comercio de Estado d Estado se establezcan restricciones onerosas.» Uno de los mas importantes preceptos de nuestro código es el anterior, y no solo porque pone de manifiesto el principio conservador de la unidad nacional en sus relaciones mas im- portantes con el extranjero, sino porque marca resueltamente un hasta aquí á la anarquía, haciendo que mueran en su gér- *&en las malas tendencias á la guerra, por medio de las dispo- siciones fiscales. En efecto, abusando 6 interpretando los Estados su sobe- ranía, se les vid, al plantearso la Federación, empeñados en hostilidades realmente bárbaras. San Luis recargaba el derecho de extracción á sus sales, perjudicando la minería en Guanajuato y Zacatecas. Toluca prohibía la introducción de cerdos en todo el Estado de Méxi- co. Veracruz rehusaba sus algodones á Puebla fabril. Zaca- tecas últimamente imponía un derecho á la moneda, á su ex- tracción del Estado, entorpeciendo la circulación. La fracción X del mismo artículo uniforma la legislación •iiercantil. La XXIII marca las condiciones de la fabricación de mo- heda; determina el valor de la extranjera; previene la adop- ción de un sistema general de pesos y medidas. La fracción I del art. 112 dice: «No pueden los Estados, 8iu consentimiento del Congreso de la Union, establecer dere-180 chos de tonelaje, ni otro alguno de puerto: ni imponer contri- buciones ó derechos sobre importaciones 6 exportaciones.» Finalmente, el artículo 124 previene la abolición de las al- cabalas, que es, como demostrarémos en su lugar, el mas ab- surdo, el mas inmoral, el mas antieconómico de todos lOB impuestos. ' Ya lo veis, el comercio interior está en mucho mejores condi- ciones, y es mas importante que en la época colonial; la cons- titución garantiza sus libertades, y si no tiene mas vigoroso des- arrollo, depende de otras causas suficientemente indicadas en otras lecciones. Hagamos ahora una breve reseña de nuestro COMERCIO EXTERIOR. Creo que hemos podido adquirir, aunque imperfectamente, idea-del espíritu de explotación codiciosa que dominaba k la colonia; presentes debéis tener las disposiciones aniquilando las industrias similares á las de España; las penas severas contra la producción de los artículos que pudieran hacer som- bra de concurrencia á sus especulaciones; recordaréis sin duda el apartamiento del extranjero; en una palabra, la .política intransigente del amo que incomunica al esclavo y se reserva el derecho de sustentarlo y de explotarlo. Los buques de otras naciones no podían ser admitidos en ninguno de los puertos de América. En España mismo, las casas de Contratación de Sevilla y Cádiz, en épocas determinadas, enviaban sus flotas y galeones para la provisión de la Nueva-España. Limitadas las introducciones al solo puerto de Veracruz, el monopolio fué una consecuencia forzosa, quedando en deter- minadas manos el arbitrio del alza y baja de los precios, al punto que el doscientos y aun el quinientos por ciento fuese ol lucro común de los privilegiados especuladores. Por otra parte, al asomar la concurrencia se coligaban los181 mtereses favorecidos por la munificencia real y producían la ruma infalible del que tenia semejante atrevimiento. Bajo tales auspicios, á mediados del siglo XVII, no llega- ban loa cargamentos de Sevilla á seis mil toneladas, lo que se yeia como insuficiente para proveer las necesidades de la colo- Dla> y de ahí el vuelo que desde entonces tuvo el contrabando, Aculado, si mal no recuerdo en este momento, por el Barón ^e Humboldt, en cuatro millones de pesos. las transacciones eran rapidísimas: llegaba á Veracruz la so trasladaba al entonces cantón de Jalapa, donde liabia Una especie de feria; se apoderaban tres ó cuatro casas pode- rosas del cargamento, y nuevos monopolistas venian al interior & imponer la ley. El sistema prohibitivo se enseñoreaba en toda su deformi- dad de la colonia. En vano para reprimir el fraude se recurrió á la inquisición Por el contacto de los negociantes con los herejes extranjeros; eti vano algunos patviotas propusieron remedios que paliasen la estxípida política de la casa do Austria; fué todo en vano, y la España decaía y se consumía en medio de sus tesoros. Las modas duraban cinco 6 seis años, y trajes y muebles so- brevivían á la moda. La guerra de sucesión sacudió aquel esqueleto de nación, comunicándole nueva vida y se renovó su administración. La Francia, la Inglaterra y la Holanda se pusieron en con- ecto con España. Las tropas de aquellas potencias y los cau- dales vivificaron la entumecida sociedad. Felipe V se vió precisado á hacer algunas concesiones al terminar esa guerra; la reina Ana tuvo el derecho exclusivo de ^troducir esclavos en las colonias, con el nombre de asiento de negros, y mandar un buque anualmente á Portohelo .con efectos de Europa. Los comerciantes ingleses quo so fijaron en Veracruz, Car- mena y Buenos Aires, con objeto do dar cumplimiento á lo Pactado, se convirtieron en poderosos agentes mercantiles, que se relacionaban con los hijos de esos países, inquirían las ne-cesidades'del mercado y abrían facilidades al fraude, que tomó mayores proporciones. Minada de esta manera la incomunicación, las prohibiciones existentes eran un estafermo, que los extranjeros aprovecha- ban para el contrabando: en realidad este pasó á sus manos, y la España, cada vez mas decadente, no hacia sino conservar títulos estériles, que ponian mas en evidencia su miseria. Aun en la condición descrita, la metrópoli se mostró obsti- nada respecto del sistema restrictivo, conformándose con po- ner buques guardacostas, que hicieran presas en los efectos i ingleses. Pero como ántes hemos visto, el mal lo producía la restric- ción, las necesidades crecientes del mercado, la carestía soste- nida por los monopolistas. El contrabando aprovechaba .tales circunstacias: la concurrencia con 61 era imposible al comercio de buena fé: de ahí nuevos motivos de pérdida y atraso. Como las expediciones eran periódicas, en los intervalos las introducciones clandestinas eran mas pingües: entonces se acu- dió d los buques de registro, 6 sea íí expediciones mas libres; pero todo con éxito mezquino. La compañía de Guipúzcoa obtuvo permiso de comerciar con Caracas: los habitantes de Canarias lograron igual favor: Veracruz se acogió á esas franquicias, y pudo al último co- merciar con esos puertos. De este modo se convirtió todo el comercio en comercio de mala fé. Tales medidas quitaron su importancia á las flotas, prepa- rando el terreno para nuevos avances en materias de libertad. Cárlos III, que es una revolución benéfica para España, Cárlos III, expresión do las conquistas de la filosofía y el pro- greso de su época, ensanchó, desde su advenimiento al trono, las proporciones del comercio. Los correos marítimos que él estableció, podían conducir media carga de productos de España y llevar en retorno efec- tos de América. Esta iniciación, en los buenos principios, es de 1764. En 1765 se habilitaron nuevos puertos en España, es decir,183 se arrancó el monopolio de determinadas manos, ampliándose el círculo de las transacciones. Desde esa época datan la ma- yor parte de las franquicias, ó lo que se llamó comercio libre, haciéndose patentes sus benéficos efectos. "Los progresos del comercio, dice el Dr. Mora con este * motivo, fueron tan rápidos y visibles por las innovaciones * hechas, que cuando en 1778 la exportación en mercancías "españolas y extranjeras apenas ascendia á 3.745,292 pesos " dejando de derechos 15,858 pesos, en 1784 la exportación " total fué de 81.520,490, y la de solo el puerto de Cádiz en " 1792 ascendia á 13.600,000 pesos. En 1778 la España toda * Ho tenia quinientos buques mercantes, y sin conocer otra <( causa que la libertad dada al tráfico en 1792, solo en las * costas de Cataluña había mas de mil y en Cádiz pasaban de "ciento los propietarios de buques mercantes. Finalmente, " en 1804, en un solo puerto de México cual es Veracruz, lle- (cgó á ser el comercio de 37.983,624, siendo de importación * 15 millones y el resto de exportación.» El comercio de Acapulco, después tan decaído, tuvo gran- de importancia en tiempo del sistema colonial. Como sabéis, Felipe II, de quien tomaron el nombre las islas que aun lo conservan, impulsó este comercio erigiendo Por su capital Manila. La China acudió al llamamiento del tráfico, se entablaron relaciones entro esta, el Perú y Lima, fijándose al fin en pun- to de reunión para esas transacciones Acapulco quo brindaba con mayores ventajas á la navegación. Un cargamento anual salia de Manila por los meses de Ju- lio ó Agosto, consistente en especería, drogas, porcelanas, Musolinas, sedas y objetos primorosamente trabajados de pla- ta y oro llamados filie/ranas: aunque la concesión era solopa- *a un cargamento importante'quinientos mil pesos, este llegó á importar en 1808 mas de dos millones. «Por este comercio, dice el Dr. Mora, & quien casi hemos « extractado en estamparte, las ventajas c[ue reportaba Méxi- " co respecto de las colonias eran incalculables, no solo por lo« apto que eran para los países templados como los de esta co- tí lonia las manufacturas preciosas y ligeras de Oriente, sino « mas que todo por la ventaja de proporcionarse á, un precio « mas barato que las que se importaban de Europa, sin que « dejasen por esto de ser muy considerables las ganancias que « hacian los negociantes de México y Manila. Como los inte- « reses del introductor y el consumidor concurrían en favor « de este ramo de comercio, llegó á adquirir una extensión « muy superior á la que debía tener por las leyes, no solo en «cuanto á lo que se registraba y vendia públicamente, como « ya liemos advertido, sino aun on las introducciones clandes- «tinas, de las cuales se hacian muchas con el objeto de defrau- « dar los derechos.» Muchos tacharon de inconsecuente al gobierno español por- que permitía y conservaba el comercio con el Asia, tanto mas, cuanto que España no lo mantenía por su parte. Pero los que tales increpaciones hacian, olvidaban la depen- dencia que tuvieron desde su origen las islas Filipinas con México, el envío á ellas de expediciones desde los tiempos mas remotos, los vínculos religiosos, &c, de suerte que España no hizo sino conformarse cuerdamente con hechos que no estaba en su mano modificar para evitar sus rigurosas consecuencias. Los comerciantes monopolistas que veian en las naos de China una terrible concurrencia á sus especulaciones, hicie- ron esfuerzos y lograron por intervalos restringir las conce- siones, pero entónces el contrabando se ponia del lado de los intereses creados y volvia la autoridad á transar con las fran- quicias. De todas maneras, la famosa pragmática de 12 de Octubre de 1778 llamada del comercio libre, habilitó en España cator- ce puertos para el comercio con las Am,érieas, y de esa fecha datan, aunque muy en gérmen,- los progresos respecto del co- mercio exterior.. El fraude continuó haciéndose en grande escala, tanto por la alza de los derechos, cuanto por colusiones de los emplea- dos.185 Dice con este motivo el Dr. Mora: « Las circunstancias particulares de los empleados de la ad- « ministracion española contribuían á sostener esta conducta, ■ pues situados á muchos centenares de leguas del gobierno « que debia vigilarlos, codiciosos'de riquezas, y tanto mas im- * pacientes por adquirirlas cuanto que ellas eran un medio pa- « ra salir da^ugares que miraban como extraños y regresar á " su patria, de la que se consideraban como desterrados; atrai- «dos por tentaciones halagüeñas é irresistibles, y mas queto- ff do, seducidos por los ejemplos y la impunidad do los que los * rodeaban; insensiblemente ensordecían á los clamores del « honor y del deber, de manera que como particulares se en- «tregaban á los mayores desórdenes, y como hombres públi- « eos olvidaban á su soberano y á su patria.» El barón de Humboldt calcula el comercio de importación en tiempo del gobierno español, en 20 millones de pesos anua- les incluso el contrabando y el monto de la exportación en el mismo valor, distinguiendo así: 14 millones plata y oro y 6,000 en productos de la industria mexicana. El cálculo de Zavala, refiriéndose á la misma época, es de 19 millones importación, y exportación 22. De esta última suma se exportaban 6,415 pesos en productos del país, á saber: Añil............ 2,700 Cochinilla......... 1,715 Azúcar........... 1,500 Harina y otros artículos. . 500 $ 6,415 El Sr. D. Miguel Lerdo de Tejada calculaba cu 1856 las importaciones en 26 millones de pesos y en 28 las exportacio- nes, consistiendo la diferencia en aquel tiempo en las canti- dades quo se exportaban como pagos de los dividendos de la deuda exterior, sueldos de embajadas y el dinero que al salir del país llevan consigo los extranjeros. 26186 «Las importaciones consisten, conforme al mismo Sr. Ler- « do, en tejidos de algodón, lino y lana de diversas clases, « de seda en rama y tejidos de la misma materia, algodón en u rama, aguardiente, vinos y licores, aceite, loza, cristalería, « azogue, fierro, acero, armamento, hojas de lata, mercería « fina y ordinaria, relojería, joyería, papel, maquinaria, cera, « cacao, varios instrumentos do música, libros impfesosy otros « objetos diferentes de ménos importancia. «Las exportaciones consisten en 22 ó 23 millones de plata « y oro acuñados 6 en pastas, y cinco ó seis restantes en co- « chinitia, vainilla, tabaco, café, raiz de Jalapa, zarzaparrilla, « hilo de Jenéquen en rama y elaborado, cobre, cueros de res « secos y al pelo, ganado mayor y menor, maderas de cons- «truccion y de ebanistería, palo de tinte, añil, cacao y pimien- «ta de Tabasco, sal, carey, perla y concha nácar, carne y «pescados salados, arroz, frijol, sombreros, galleta, azúcar, « frutos en conserva y otros objetos. « Según los datos mas recientes, el monto total de las mer- « cancías que se importan anualmente en México incluyendo « en su valor todos los gastos hasta su arribo á los puertos, « procede directamente de los países siguientes: «Inglaterra................................ 12.500,000 «Francia............................... ..... 4.500,000 «Alemania................................... 1.850,000 « España..................................... 700,000 «Bélgica..................................... 300,000 «CerdeSa.................................... 90,000 «Estados -Unidos.............i............. 4.500,000 « Guatemala, Nueva-Granada, Ecua- dor y Chile.............................. 250,000 « Cuba......................................... 600,000 «India oriental.............................. 710,000 26.000,000187 Estas introducciones se hacen en gran parte por Veracruz * y Tampico en el golfo de México, y por San Blas y Maza- «tlan en el Pacífico. ' «El número de buques procedentes del extranjero que se * emplearon en este comercio durante el año de 1854 inclu- " yendo los que no conducen mas que pasajeros, correspon- * dencia y metales preciosos, fué como sigue: Puertos. Buques llegado^. Tonelada». «Veracruz................... 156............ 52,513 «Tampico..................... 53............ 7,790 «Tabasco..................... 30............ 4,134 «Isla del Cármen............ 48............ 10,994 « Campeche................... 24............ 2,971 «Sisal......................... 27............ 4,024 «Mazatlan.................... 31............ 7,163 «San Blas.................... 22............ 5,982 «Manzanillo................. 12............ 2,787 «Guaymas..........,......... 12............ 2,883 «La Paz...................... 1............ 131 «Acapulco.................... 68............ 90,351 484 191,723 Voy á procurar daros idea, aunque sea muy superficial- mente, de nuestro comercio con las principales naciones que ta tenemos por el mismo orden que les asigna el Sr. Lerdo, es decir: Inglaterra, Estados-Unidos, Francia, Alemania, España, &c. INGLATERRA. Según los datos publicados en Inglaterra y recogidos en los Anales de comercio desde 1854 á 1862, puede calcularse el comercio inglés en ocho millones, enviando en efectos cinco y recibiendo tres en artículos que no son plata ú oro; los prin-188 cipales productos de parto de México son henequén, palo de Campeche y Cochinilla, y como efectos secundarios se men- cionan el cobre, el añil, la raíz de Jalapa, la vainilla y la zar- zaparrilla. En Febrero de 1864 se escribía de Liverpool: «Las importaciones de plata á Inglaterra procedentes de México y de la América del Sur, han sido los once primeros meses de 1863 de 5.678,913; las importaciones de oro de la misma procedencia y durante el mismo período de 3.493,944. «Las exportaciones de Inglaterra con destino á México consisten principalmente en artículos de Manchester, hilo y tejidos de algodón; ademas, se exporta cristal y porcelana, paños, fierro, máquinas, alguna sedería, géneros de lino, cu- chillería, &c. «Los fundadores del banco de México que se estableció con dos millones de pesos, tenían intención, abriendo una sucur- sal en Valparaiso, de dar mayor vuelo á los cambios.» ESTADOS-UNIDOS. Nuestro comercio con los Estados-Unidos, según los cál- culos ménos falibles, creo que pudiera fijarse en diez millones de pesos, refiriéndonos no tanto á las publicaciones de la adua- na americana que arrojan sumas menores, cuanto á aprecia- ciones personales. La valuación de ese comercio es muy incierta, porque se toma por punto de partida Veracruz, que es donde ménos se nota el movimiento de los pueblos americanos. Las introducciones por Matamoros y la ancha faja de ter- reno que abraza la zona libre, la actividad de cambios en el Pacífico no están calculados. El contacto de los pueblos es tan íntimo, tales las facilidades del fraude, tan varias las ne- cesidades y tantos los efectos que no pueden estar ni están sujetos al pago de derechos, que cuanto se dice sobre esta ma- teria nos parece vago.I 189 El tráfico de ganado, la introducción de máquinas y útiles para la labranza y las artes, el calzado, la ropaza, los licores y artículos de uso doméstico se infiltran por todas partes. Muchas veces las restricciones fiscales en pugna con los in- tereses de los pueblos convierten á estos en contrabandistas, y entonces la manera de considerarse el fraude es distinta á cuando se considera por individualidades. Pero la parte mas difícil para los cálculos sobre este comer- cio es la exportación. Sabemos que una mínima parte del di- nero que se exporta paga derechos en la frontera del Norte, porque la división es imaginaria y en el Pacífico porque ca- balmente la exportación fraudulenta de platas constituye un comercio clandestino de inmensa consideración. Como al tratar de nuestro sistema de aduanas liemos de volver á tocar esta materia, me conformo por ahora con las Hgeras apuntaciones que dejer consignadas. FRANCIA. En 1862 se calculaba nuestro comercio con la Francia en cinco millones de pesos poco ménos, consistiendo nuestras ex- portaciones en maderas exóticas, vainilla, cochinilla, cueros de res, tabaco, vegetales filamentosos, zarzaparrilla y Jalapa, al- godón, lana, afiil y otros artículos. Las importaciones francesas consisten principalmente en tejidos de algodón, seda y lana, mercería, pasamanería y mo- das, vinos, pieles curtidas, papeles, libros y otros artículos. Me ha parecido conveniente traducir la reseña que sobre *48 industrias de México remitió el cónsul de Tampico al mi- nisterio francés en 1864 y constan en la obra magnífica titu- lada Anales de comercio. Como las referencias todas son al comercio de esas dos na- taciones, ellas aclaran la materia de que tratamos visto el cuadro á la luz de los intereses europeos, que en esa época trataban de halagarse.190 «Existen en México tres ramas importantes de industria indígena, á saber: la explotación de las minas, la fabricación de rebozos, especie de tejidos de diversas materias 1 sirviendo á la vez de chai y de velo, la de los jorongos, especie de ves- tido, y las de frazadas ó cobertores de diversas calidades. «A fin de protejer esos dos últimos ramos de industria, to- dos los gobiernos han prohibido la importación de similares extranjeros. Pero es tal el desarrollo que ha tomado esta fa- bricación y el bajo precio de sus productos, que ellos no tie- nen hoy necesidad alguna de protección para sostener su con' currencia con el extranjero. Se cree, por el contrario, que retirada la protección, los efectos semejantes extranjeros se ob- tendrían á mas bajo precio. «La mano de obra en los departamentos del centro de Mé- xico es mas barata que en los lugares mas poblados de Euro- pa. El obrero mexicano es en lo general muy inteligente y lleva una vida verdaderamente frugal. «La lana para los tejidos se produce en México y tiene un costo de 30 por ciento ménos que en Francia. Si á esta dife- rencia de precios de la materia primera se agrega el flete de mar, seguros, trasportes de tierra é interés de los fondos, se- rá necesario convenir en que es muy difícil á la industria ex- tranjera competir con estos artículos especiales. «El comercio de jorongos y frazadas es mas cuantioso en el centro del país que en las costas y litorales, tanto mas, cuanto que en las primeras, el calor excesivo hace ménos necesario el uso de esos abrigos. «Se fabrica también en México, Querétaro y Celaya casi- mires, que aunque inferiores á los.extranjeros, están creán- dole una seria competencia. « Hoy las fábricas francesas no pueden enviar á México sino « efectos muy escogidos, y que solo son buscados porque no «se pueden suplir con otros en el país. Muy léjos están los «efectos comunes de gozar esta preferencia; y una casa de 1 Generalmente de algodón, hilo 6 aeda, 6 mezclas de estos hilos.191 « Paría que envió recientemente un cargamento de tales ar- «tículos, sufrió una pérdida de un 25 por ciento. « Los rebozos de algodón, y de algodón y seda, son de un « tejido mi generis, hecbo con procedimiento é instrumentos «particulares. * Hace poco tiempo un francés quiso establecer una fábrica * de estos rebozos, introduciendo maquinaria moderna, y sus " rebozos resultaron muy inferiores á los del país. « Antes, en 1843 y 44, una poderosa casa inglesa empren- « di ó la fabricación do rebozos, y no obstante la bondad de sus « efectos, no pudo entablar la concurrencia. ti Depende esto en mucha parte de la obstinación con que « dentro del mismo país se apega cada localidad á sus hábitos. « En Tampico, 'por ejemplo, la sal blanca y pura es la única « que tiene salida. En Veracruz por el contrario, se rechaza «la sal blanca y no tiene venta sino la trigueña. « En México, á las mejores pastas italianas, se prefiere el j fideo, pasta muy ordinaria, pero que se fabrica en el país. « Hoy mismo los efectos de ropa, do que hacemos mención, , « ceden el puesto á las efectos del país; pero sin excluirlos, «porque las personas de la clase mas acomodada usan sus « rebozos, sus jorongos y sus frazadas. « En 185G se fabricaron en el Estado do Guanajuato: Frazadas, 285,500; valor...................$ 428,850 Jorongos ó zarapes, 50,500; valor.......... 200,200 Rebozos, 57,200; valor........................ 85,800 « Industria minera. — Se mantiene á la altura de su re- « nombre, produciendo de 22 á 25 millones de pesos. « La explotación del fierro y del-plomo toma vuelo: de este " último hay fundición en Durango, Zimapan, Zacualtipan, &c. « El plomo es tan bueno como el do España. « No obstante tratarse de un suelo tan privilegiado por la u naturaleza en cuanto á metales, el cinabrio no existo de modo * do formalizar explotación alguna. Las minas do México con-192 «sumen sobre 20,000 quintales de*azogue anualmente, queso « vendo á 62 pesos quintal; antiguamente, cuando España úni- « camentc producia esto efecto, el precio era mayor; pero el « descubrimiento de él en California arrancó el monopolio á «la península, y produjo la benéfica rebaja de precios que men- ee cionamos. «En México la mayor parte de,minas son de particulares « y pertenecen á compañías hispano-mexicanas. Los minera- «les mas ricos se encuentran en Guanajuato, Zacatecas, Fres- « nillo, Catorce, Real del Monte y Pachuca. Se habla también « de vetas muy ricas, pero no explotadas en Sonora. Los mi- « nerales de Tasco, Sombrerete, Bolaños y otras que alcanza- « ron gran fama, están abandonados por varias causas, entre « otras por las revoluciones frecuentes que han trastornado « el país. « El valor de los metales preciosos, extraídos de las minas « de México, desde su descubrimiento hasta nuestros dias, se « eleva á una cifra fabulosa. « Según los documentos oficiales, el oro y la plata amoneda- « dos desde 1535 que se estableció la primer casa de moneda «hasta 1852, es de 2,734.704,897. « Calculando por término medio 28 millones, de 1852 á 1863, «se llega á la suma de 2,954.704,897 pesos; por último, la « suma total de lo producido por las minas puede calcularse, « sin exageración, en 3,860.204,897 pesos. « Alíiodon.—Pocos países podrían rivalizar con México pa- « ra el cultivo del algodón: de sus veinticinco Departamentos no « hay sino un corto número en que no se puede lograr ese cultivo. « Aunque hay grande falta de brazos y suma indolencia por « todas partes, la industria de que hablamos ha progresado en « Veracruz, Durango, Coahuila y Guerrero. Cosamaloapam, « Nazas, San Gerónimo y Acapulco se citan como lugares que « producen algodones, tan buenos como los mejores de los Es- atados-Unidos. La península de Yucatán produjo última- « mente 1.200,000 libra3 de algodón, que fueron vendidas á43 « centavos la libra.193 « Faltan datos para calcular la importancia de la industria * do que hablamos; pero puede fijarse en 150,000 quintales, « vendidos de 15 á 22 pesos. « Las máquinas que se usan para despepitar algodón son * americanas, movidas por caballos, 6 por agua ó vapor. « Una cuestión económica, que se refiere al algodón, preocu- " pa hace mucho tiempo en México al gobierno, á los fabrican- «tes y agricultores. « Queremos hablar de la conciliación de los intereses de es- «tos dos últimos, contando, por supuesto, con el interés de los * consumidores. « Los fabricantes pretenden que sean libres do derechos los •algodones y las hilazas, gravándose los tejidos de algodón « para proteger la industria fabril. Los agricultores pretenden * lo contrario, la prohibición al algodón y las franquicias para * los tejidos.» Con respecto á la industria fabril algodonera, dice el autor que extractamos, después de particularizar las fábricas y los husos en movimiento, lo que sigue: « Las fábricas do hilados proveen también & la rebocería. * El precio de venta varia de 3 ps. 50 es., á 4 ps. 50 es., so- •gun la especie. * La cantidad de manta trigueÜa, producida por las fábricas «del país, no basta al consumo y se cubro generalmente con " manta de los Estados-Unidos. « Las fábricas de hilados de Puebla producen 3.391,866 «libras. «Todos los tejidos conocidos con el nombre de manta tri- * güeña, tienen una vara de largo. La pieza es de 32 varas, y «pesa 8 libras. « Comprando el algodón do 21 á 22 pesos el quintal, como * hemos dicho, el valor de la pieza varia de 8 pesos 10 es., á * 3 pesos 50 es. «Una pieza de este tejido de-40 yardas de largo y 36 pul- * gadas de ancho, pesa de 13 á 15 libras españolas: el precio en " Nueva-York e3 de 8$ es. la yarda, con ocho meses de plazo. 27191 « Los derechos que paga la vara de manta son S| es. la yar- « da. Esta manta se vende en el interior á 16 es. la yarda. « La cantidad de mantas importadas por Tampico en 1859, «fué de 733,072 varas cuadradas, de las que 713,607 fueron «de procedencia americana y 19,405 varas, de procedencia «inglesa. i .. « Entre la venta por mayor y la venta al menudeo, hay la « diferencia de un 10 á un 12$ por ciento en favor del pri- «HIWÜO-• ,; 'iL H¡0jÍ3SlíÍ5flOj oí *h tdá*Í f.CiSy'iO;;ji » «lié aquí pormenorizados los gastos de importación: «Diez cargas de muía, 6 sean 20 tercios «de manta americana de 26 pulgadas, «haciendo unidas 16,564 yardas, á pj , «centavos, con ocho meses de plazo... 1,407 94 « Seguros sobre 1,500 ps., á 3§ por ciento., .52 50 « Comisión de venta á 2J por ciento sobro «1,460 ps. 44 es.............,......... 31 51 «Fletes......................................... 64 57 «Acarreo....................................... 7 50 n Derechos de entrada................... 724 71 o Derechos municipales...................... 3 75 Total............... 2,292 48 i OH - « La yarda sale á. 13| centavos, « México consume muchos tejidos de algodón de todas clases- « La Inglaterra ha poseído hasta aquí el monopolio de la im- «portación de estos tejidos, cuyo consumo es tan grande, que « su valor equivale á los j de todas las mercancías que México « saca 4él extranjero. Puede decirse, sin exageración, que los i; | de los artículos de algodón recibidos en México son de ffr « bricas inglesas. Los envíos de estos artículos, cualquiera quo «sea su procedencia, so valúan en 26 millones de pesos. « Después de la monta trigueña, los tejidos, cuyo consumo «es mayor, 8on el Madapollan, indianas ó peroale?, muselinas195 " Je color y blancas, géneros para pantalón, cotonías, cocos « y pañuelos. « No se ha establecido en México basta abora fábrica algu- !111 Je algodón fino. «Cuando los comerciantes franceses trabajen para este mcr- « cado, deben tener en consideración que la generalidad del K pueblo mexicano está acostumbrado á consumir efectos in- gleses de segundo orden, y por consiguiente mas baratos que * los nuestros. * « Si nuestra industria algodonera quiere tener éxito en esto I país, es necesario que se ciña á imitar las telas inglesas, á " fin de competir en igualdad de condiciones. Eso es lo que ha * comprendido la Bélgica, enviando sus efectos de algodón á "México por nuestros puertos.» ALEMANIA. La cifra que asigna el Sr. Lerdo de Tejada al comercio ale- gan ha variado mucho desde el año do 1856 á la fochá. En los puertos del Atlántico y en los del Pacífico se han es- tablecido casas alemanas, al extremo de que en algunos pun- tos dan la ley y reasumen los negocios en gran parte. En Veracruz, el comercio representado por casas inglesas, ge ha restringido demasiado, á la v¿z que el comercio alemán, aunque por casas comisionistas, toma mayores creces cada dia. Erancia so ha encontrado con una competencia tenaz é in- teligente en la mercería y en la ferretería, lo mismo que las °tras naciones; y probaríamos esta idea, si tuviésemos datos Para hablar de detalles. En cuanto al comercio con.España, no obstante el poder de tas antiguas relaciones, á pesar de que los hábitos favorecían tas consumos de todos los efectos de la península, ha decaído visiblemente el comercio. Los vinos españoles conservan preponderancia; poro los 1U «ores franceses avanzan en el merca'do á pesar de 1» nombra-196 día del aguardiente catalán, el vino tinto, el jerez y los vinos dulces. En cuanto á los abarrotes sucede lo mismo: en general el comercio español se restringe al comercio al menudeo, prefe- rentemente en los abarrotes. Respecto de nuestro comercio con las otras Amóricas, los datos son de todo punto insuficientes, no obstante que lo juz- gamos un comercio de gran porvenir y digno de la mayor atención. » Creo no llevarán á mal mis discípulos concluya esta parte de mi discurso para entrar en otro género de observaciones, con las notas que con respecto á nuestras importaciones traen los anales de comercio tantas veces citados. 1856. Los principales artículos de importación han sido los s»* guientes: Joyas, plata, alhajas, $c......... 1.213.310 francos. Francia, por.................. 680,450. Hamburgo, por............... 455,85?. Estados-Unidos, por....... 65,735. Las joyas mexicanas son mas del gusto del país: las alema* ñas, aunque ménos bien trabajadas, se aprecian por ser mas ba- ratas que las francesas. La gente rica prefiere el buen gusto de Paria. Artículos dichos de París. Los mas estimados son los franceses. En cuanto á muebles los americanos compiten por su ligereza en los países calien- tes. En México se perfecciona cada dia mas esta industria. Conservas alimenticias, carnes, comestibles, ¿-c. La Francia representa \ de esta importación: Jos Estados-197 Unidos \: los demás países el resto. Importe tolal, 2.400,000 francos. Algodón, 6 millones de francos. ESTADOS-UNIDOS. Fierro en larras y metales, 8.980,61(5francos. Inglaterra y los Estados-Unidos §; la Francia \, y el resto las otras naciones. Especiería, jabones, aceite de olivo, bujías, 5.036,270 francos. España y la Habana, la mitad de esta importación. Fran- ca, Inglaterra y Cerdeña, el resto. La azúcar, el cacao, el jabón y el aceite los produce México. Mercería, porcelana y cristal. He" aquí la parte que tiene cada país en esta importación, que se valúa en 12 J millones de francos. Francia iz\; Inglaterra jg£; Hamburgo y los Estados-Uni- dos: cada país ¡¡^. Papel de impresiones y para escribir, 1.388,765francos. Francia a95: Cerdeila 585: el resto los otros países. Perfumería, productos químicos y de farmacia, 1,386,765 francos. Por mas do una mitad Francia. HABANA. Tabaco en puros y cigarros.103 Tejidos de seda, lana y algodón, y mezclas, ./¡.G.003,030francos. Esta importación es la mas considerable, y cada dia adquie- re mayor importancia. Francia representa en esa suma una mitad. Tejidos de algodón* Inglaterra la mayor parte, y una parte mínima la Francia. Las importaciones de los Estados-Unidos no se pueden calcu- lar por falta de datos. Tejidos de lana. Francia, Ilamburgo é Inglaterra. Tejidos de seda, $.770,080 francos. La mayor parte Francia: una quinta parte Inglaterra. Vinos y licores, 3.570,900francos. Los líquidos no llegan á ¿$ do la importación general. Mas de los J son españoles y \ franceses: es el único renglón de las importaciones españolas que tiene alguna importancia. Tomemos aliento después de tanta cita, y dignaos prestar vuestra atención ú las ideas que voy á aventurar acerca del comercio exterior. Os leeré las apuntaciones que me servirán de guía. Limitación del comercio con determinadas naciones.—Cam- bios.—La plata como única mercancía cambiable.—Comercio por comisiones.—Contrabando.—¡Sistema financiero. Sea que por las restricciones establecidas por la península se iniciasen únicamente la Inglaterra y la Francia en la com- plicidad del contrabando, adquiriendo respecto de nuestro mer- cado conocimientos especiales, sean las transacciones del go- bierno inglés, qué produjeron el (.siento de negros, las que lo199 pusiesen en contacto anticipadamente con la primera, 6 que «s relaciones de Inglaterra y España despertasen la codicia francesa, estas dos naciones tuvieron y conservaron indispu- table preponderancia en nuestro comercio. Contribuyó á tal preponderancia el reconocimiento de nues- tra independencia, el envío de sus ministros, los negocios y la "¡Cantil jactancia con qne nos enorgullecieron las embajadas, ta etiqueta diplomática y la amistad de los grandes soberanos ■i mundo. La influencia quo ejercieron esas naciones en la formación do nuestros aranceles puede percibirse, haciendo de ellos de- tenido estudio, y tal proceder se convirtió en un monopolio de cierto genero, que excluyó al comercio con otras naciones y las ventajas de la concurrencia. Como la influencia de que hablamos se radicó en el gobier- no, los hombres del agio se arrimaron al comercio inglés y francés. «'•/;> .-r 1 i *~J (.-•.'::«-.T Los negocios solían manifestarse en las aduanas marítimas; do ahí la insistencia de pagarse los derechos, una parto en dinero y la otra en papel, adquirido á ínfimo precio; do aquí nacia un triple mal: para el comercio en general, porque no era *d es posible concurrir en el mercado lo mismo el que pagaba íntegros y en pesos sus derechos, que el que ahorraba ó ahor- ra un treinta,, cuarenta y hasta cincuenta por ciento en eso3 fiogocios. No hahia medio para los que no podian hacer sus pagos en papel: ó se retiraban de la concurrencia, ó acudían &1 fraude. t* >J »:í &• • El fraude fué un elemento necesario parala vida mercantil; pero para equilibrar el del gobierno era forzoso la corrupción del empleado, y hé aquí una competencia entre el poder y sus Servidores ruinosísimo en irkimo resultado para el comercio. La tercera consecuencia do semejante trastorno fué la des- naturalización do los agentes extranjeros convertidos en cor- redores de negocios: de ahí la perversión de las mas triviales reglas del derecho internacional y los costosos conflictos de otro genero para la República, como explicarónios después.200 Las limitaciones que por las causas apenas indicadas tuvo nuestro comercio, restringieron nuestras producciones á lo que esas naciones necesitaban; estacionaron nuestros cambios, pri- vándonos de efectos similares de otras naciones en el mercado de México. De e3te modo la lencería inglesa no encentró rivalidad; los vinos franceses hicieron concurrencia á los españoles; los bu- ques italianos, con muy determinados artículos, visitaron nues- tras costas, y nuestro comercio con el Asia, que pudo haber sido tan fecundo, se nulificó totalmente. En cambio nuestra exportación se hizo muy limitada, so re- dujo & la cortísima demanda de Ja Inglaterra y los Estados- Unidos, a no ser en cuanto a la plata y el oro que no tenia entónces formal concurrencia con los Estados-Unidos y 1» Australia, y se convirtió en objeto poco ménos que exclusivo de todas las transacciones con el exterior. También traíarémos esta materia mas adelante. Es necesario fijarse en que la mayor parte de los efectos que nos traen los extranjeros tienen la condición de consumos definitivos, no reproductivos; y si este es un bien, porque en último resultado la adquisición de un efecto que necesitamos es, precisando el análisis, una forma de producción, es un bien menor cuando las introducciones son motivo de una trasfor- macion, es decir, de motivos de creación, de riqueza. Los algodones que remiten los Estados-Unidos á Inglater- ra tienen este carácter, fungen de materias primeras, excitan el trabaja, amplían la esfera de la riqueza. Eeducido el cambio á la plata por nuestra parte, como y» hemos indicado, los males son para estudiarse bajo diferentes aspectos. El primero es, que siendo uno de los elementos de riqueza, la convierte en riqueza única, dejando casi inertes los otros elementos de producción y estancando en los tenedores do esa mercancía la subsistencia de la vida social. De ahí vemos profundizado el error craso de que la plata es la riqueza por excelencia; de ahí las resistencias á que aban-201 done nuestro suelo, como si se tratase de la-sangre de la co- munidad. Nada impoíta, podrían exclamar algunos economistas osa- dos, que la plata sea el úuico artículo de cambio: ¿no adqui- rimos por su medio todo lo que necesitamos? ¿ Que" importaría lúe todo el país fuese de mineros, si estos podrían hacer la conquista del mundo con su preciosa mercancía ? A esto podría contestarse con diversos raciocinios, en pri- mer lugar, que existen industrias mas valiosas que la plata y °1 oro, y estas quedarían sin explotación. En segundo lugar, que la riqueza minora es ménos civilizadora que la industrial, esencialmente para la clase trabajadora. En tercero, que su adelanto en el estado actual de la explotación de las minas no fomenta en el grado de la concurrencia do varias industrias el desarrollo de las fuerzas todas de una sociedad. La civilización por medio de la industria minera, aunque esta atrae las otras industrias, se hace á trechos, como por 8<os, do un modo inconstante, por las intermitencias á quo está, expuesta la propia explotación. No puede ser remedio de estas circunstancias prohibir la salida de platas; esto serla absurdo, sería querer robustecer ta sociedad, ligándola y entumeciéndola mas y mas. Por el contrario, el remedio radical es ampliar la concurren- cia, dar ventajas & todas las naciones, hacer que fraternicen espontáneamente con nosotros todos los pueblos. Otro de los caracteres sobre que deseo fijoís vuestra aten- ción es el de las comisionas. Son muy contadas las casas que tienen en México arraigo J capital extranjeros: nuestros puertos tienen mas el carácter de factorías, que el de pueblos adheridos por los vínculos na- cionales á nuestro suelo. La casa do México no es sino una sucursal de la alemana, ta francesa, la ospaEola 6 la inglesa: esto comunica á nuestro comercio una fisonomía peculiar. Generalmente el gerente de una de esas eBtá en ella por tiempo muy determinado, dos aJios por ejemplo, á la conclu- 28202 sion de cuyo período es sustituido por otro dependiente que asciende en los propios términos. Varias consecuencias tiene, todas perjudiciales á, México, C3to que ya podríamos llamar sistema. De luego á luego se percibe que ese transitorio negociante procura aprovechar su tiempo para hacer dinero, como dicen, no uniendo su interés al común, comoel quo tiene familia y es nativo de un lugar, sino como quien atesora para restituirse íi su país natal. La cuota de derechos no importa que sea mas 6 ménos alta; eso toca al bien público, no le interesa; por el contrario, mien- tras mas altos sean los derechos, mayores atractivos tiene el fraude, pueden hacerse negocios mas pingües sobre todo: un mal cálculo de los gobiernos abre la puerta á la mas fructuosa de todas las especulaciones en un puerto, al contrabando. Un movimiento revolucionario en un puerto, ó es detsrmi- nado por el comercio, 6 sostenido por él. Hasta ahora los conocedores de esas revoluciones típicas, burlándose de los pretextos políticos han dicho: ¿de quién es la aduana? ¿Qué buque está para llegar ó para descargar? O bien, después de estallar el movimiento y á su sombra so introducen grandes cargamentos que en los negocios que ajus- tan dejan riego fecundo por todas partes y popularizan la re- vuelta como recurso do lucro para muchos. La consecuencia de evte trastornó, de esta tergiversación de toda regla, es que casi desaparecen las individualidades en esta materia para dar lugar al contrabando en masa á pueblos contrabandistas, que revolucionariamente proclaman y sostie- nen tales intereses, haciendo muy trascendentales sus conse- cuencias. La historia de las modificaciones del arancel, la de la zona libre, la de la- tarifa peculiar de Yucatán, los intentos sobre el establecimiento de derecho-3 diferenciales, ejemplos son que podrían probar nuestro aserto y hacer patente lo superficial- mente que so ha estudiado esta materia. Creemos por las razones indicadas apenas y susceptibles de205 mny amplio desarrollo, que nuestro sistema financiero, esen- cialmente en materia de dcreclios marítimos, necesita una reor- ganización total, basada en la más amplia libertad, y teniendo muy en cuenta los rasgos peculiares de nuestro comercio, la configuración de nuestro suelo, la extensión de nuestra fron- tera y los intereses de nuestra sociedad. Respecto á ministros extranjeros, si hubiéramos de juzgar su avidez, y nuestra ignorancia para tratarlos, las consecuen- cias de su ingerencia crt los negocios, la perversión del dere- cho, la desnaturalización de los principios, seria dereducir á esa sola materia nuestro curso. Cuando recorramos la historia de nuestra deuda, cuando veamos la asignación de fondos, cuando analicemos el modo con que un nombre o una estipulación han servido de antifaz ^ exigencias verdaderamente inicuas, tendrémos ocasión de presentaros como lección, y mas aún, como motivo de escar- miento, las relaciones diplomáticas. Después de mucho reflexionar sobre este punto, á riesgo do que llamen bárbaro mi modo do discurrir, me he fijado en mi conciencia este dilema: Los ministros extranjeros en Mé- xico 6 conspiran contra la3 instituciones, ó contra los intere- 8es de nuestro comercio. Si salimos de esta disyuntiva, veremos también que podrían considerarse como inútiles las embajadas y los ricos tesoros de ta diplomacia europea. El comercio en general no necosita do tutela; osos cor- redores investidos con el nombre de cónsules y mantenidos en su carácter, bastan con mucho á las necesidades mercan- tiles. El desarrollo comercial todo lo que requiere es libertad, ga- rantías para todos: dejemos á los demás restos de la comedia antigua que busquen en Europa las especulaciones del aparato 7 del chisme: el siglo quiero quo á las sutilezas de la negocia- ción suceda lo franco de los cambios; que á un intrincado pro- tocolo suceda un buen arancel, y que so concluyan en una lon- ja los grandes negocios, mejor que rodeados de la etiqueta204 financiera ó* bajo el amago mas ó ménos visible de la fuerza de l^poteneiú amiga. Al tratar de aduanas, volveré & insistir sobre los puntos so- bre los que ahora apenas os he podido llamar la atención. Por ahora ved esta parte de mi trabajo como muy poco ori- ginal, y muy imperfecta; consideradlo apuntaciones para pro- vocar discusión, no un trabajo acabado realmente; esta lección es un motivo para encargarnos del estudio de grandes cuestio- nes, se semeja k las primeras tentativas del desmonte de un terreno cubierto de malezas; pero que encierra tesoros pre- ciosos entre sus asperezas y entre sus breñas.—Dije.LECCION X.. Solidaridad de las industrias, oferta y demanda. Una vez habiendo considerado en loa diversos ramos de in- dustria las manifestaciones del trabajo del hombre, es decir, ta misma fuente de producción, fácil es hacer comprender la relación de sus intereses, lo armónico de su étfisten6ia. f Pero ya sea por los encantos que en sí tiene 6 le han comu- nicado "escritores eminentes & la vida del campo, ya porque nacida la economía política en el seno de los fitiócratas con- siderasen estos la tierra como la nodriza del hombre, la fuen- te suprema do la producción y la mina de mas legítimos ren- dimientos, hay muchos qué han presentado como antagónicos los intereses de las industrias contra los mas sencillos racio- cinios del sentido común. Cuando se reflexiona en que la ágrioultura misma tendria que perecer 6 arrastrar una existencia débil y enfermiza sin el auxilio de las demás industrias; cuando se ve que en su es- tado primitivo, atenida á frutos casi espontáneos, con instru- mentos inadecuados, no habría sacado á los pueblos déla bar- barie; cuando se atiendo á que lugares puramente agríeolas Vegetan en el aislamiento, entonces se quiere extender el ho- rizonte do la producción llamando á las demás industrias á Una conveniente fraternidad. La alimentación, el vestido, el abrigo contra la intemperie pudieran haoerse con los frutos primitivos de Iá tierVa; pero206 ese aduar no puede llamarse ni aspirar jamas al título de so- ciedad civilizada. Aun suponiendo que la agricultura sin concurrencia, sin el auxilio de las máquinas, sin mas que sus propios elementos en cada localidad se desarrollase, ¿ de qué le serviria su pro- greso?' ¿Dónde estaba su fomento sin un mercado que diera salida á sus frutos ? La agricultura se levanta y se robustece á la sombra, por decirlo así, de grandes ciudades que constituyen el mercado, el punto de consumo, la valorización y la realización del tra- bajo. La vkla do esas grandes poblaciones, lo que- vivifica sus en- trañas es la industria manufacturera. Ella seBala al. agricultor nuevos y benéficos cultivos; ella comunica forma adecuada á las necesidades del hombre, á pro- ducciones que sin au, socorro serian inútiles; ella ayuda á la «reacio» del •cajdtraldej labrador,, instrumento, sin el cual la iudustria de los,campos,permanecería estacionaria. ¿Y do,qué servidla, producción distante del consumo si» la vía y el vehículo que lo acerca, sin el comercio que inda- ga la necesidad para cubrirla, sin el lenguaje de la moneda, sin la £é;de las.trattsacqípneg simbolizada en- el crédito? En buena hora que los diversos, pueblos ..tengan aptitud** especiales para la .producción; en buena hora que el hombre, aprovechando los elementos naturales de cada suelo, los ex- plote mas, pingüe, y espontáneamente que emprendiendo ¡tra- bajos forzados; esa diversidad de producciones, como observa Sau-.Geráuimc^ .jiiayBC^.concedidas á los distintos climas para que lo»,hombres se.^erquen por. el cambio, cultiven la con- fraternidad, cumplan con una de las' condiciones de su sér, que es l»,sociabilid^4í;a apropiación de las cosas, su trasmisibilidad, su diver- sidad. La apropiación, porque nadie podria cambiar, esto es, dis- poner de lo que no es suyo. La trasmisibilidad, porque hay objetos útiles preciosos que214 no pueden considerarse como objetos de cambio, tales como el talento, la luz, la lluvia, &c. La diversidad, porque si todos produjeran una misma cosa, no babra necesidad de cambio. Entre nosotros bay obstáculos naturales que so oponen o paralizan los cambios, y otros artificiales. Entre los primeros debemos contar la identidad de produc- tos, las pésimas vías de comunicación y la interrupción de estas por varias causas: es forzoso fijar la atención en el apar- tamiento de la clase indígena, la manera con que bace sus cam- bios, y sobre todo, su falta de consumos. Si bubiera una persona que calculara la influencia de al- gunos frutos en los fenómenos económicos, nos quedaríamos realmente asombrados. Los plátanos en nuestras costas y tier- ras calientes; las tunas en una zona que comienza en Querétaro y pasa de San Luis Potosí, y el palmito en la Huasteca; todos estos frutos, realizando una vida mas atrasada que la de Ro- binson, bacen degenerar al bombre basta el orangután, con poca diferencia. Sobre esos inconvenientes, dignos de un especial estudio, están el pasaporte, la alcabala, la leva, el embargo, el saltea- dor, el plagiario, la suspicacia de la policía, los odios locales. La educación colonial, tan influyente aun en el malestar de nuestra sociedad, alimenta preocupaciones sobre los cambios funestísimas, entre otras las relativas al comercio exterior; y aunque este es un punto que debemos tratar especialmente en la lección relativa á la libertad de comercio, buono es tenerlo desdo abora presente, por ser el libre cambio una de las creen- cias fundamentales de la escuela economista. Los agentes mas poderosos del cambio son: la moneda, el crédito y la facilidad de las comunicaciones. Al gobierno no pide la economía política mas que libertad y garantías. No obstante las preciosas indicaciones que sobre la libertad de los cambios os ba becbo en esta lección la ciencia, tenemos la gloria de que nuestra constitución las baya elevado al rango215 de derechos imprescriptibles y de preceptos constitucionales. En cuanto al hombre, el art. 4 y tienen la propiedad de sor fácilmente afinados; de ma- nera que se sabe exactamente la cantidad que se tiene y que todas sus partes son similares, lo que los bace comparables, y Do engendra el temor de que sean de cualidades diferentes. Una vez afinado el oro de California, nada le distingue del del Brasil 6 la Hiberia. La plata de México es igual á la de ^ajonia. Es visible la facilidad del trasporte. Para dar una idea del gran valor comparativo de una mo- neda, reflexiónese en que un kilogramo de oro equivale á vein- te tnil kilogramos de pasto, y que bastan ochenta ó noventa 8ramas de oro pava comprar un buey. Todo el mundo recibe la moneda en cambio, seguro de guar- dar y conservar sin alteración el valor. El oro y la plata tienen los caraotéres que constituyen una Verdadera moneda, independientes de toda convención. Su a y á la plata» y propone seriamente suprimirlos. El autor del Banco de cambio concluye por quitar su carác- ter de moneda á los metales preciosos, y cree con esto supri' mir el culto del becerro de oro. ¿ No es esto volver á caer en lft confusión del dinero y de la riqueza? Que el dinero sea abo- lido para remplazarlo como en España por aquella moneda de fierro tan pesada, que era necesario un carro tirado por cuatro bueyes para trasportar 300 francos, 6 destronado por ese pa' peí tan ligero, que se pueden llevar millares ficticios un u»a239 cartera; ¿este excedente hará que la desigualdad tan temida no se desarrolle relativamente por la posesión de todas las otras especies de capitales ? ¿ La fuente eterna de la desigualdad que está en las facultades del hombre, en el empleo de su libre al- bedrío, en las circunstancias mas ó ménos favorables en que él se encuentra, permanecerá suprimida con la moneda? ¿El cambio por efectos 6 por el intermedio de pedazos de papel, "Bpedirá al capital revestirse de otra forma de tiranía, si está convenido que el capital es un tirano? Pero si no se descubre ei* qué seria provechosa esta supresión, se ve claramente por el contrario lo que todo el mundo perdería en ella. En lugar de facilitarse los cambios, se entorpecerían desde el momento que se sustituyese al valor intrínseco del oro y de ta plata cualquier título destituido de un valor real. El en- vilecimiento del papel nos haria retrogadar al trueque. En el Ormino de todo papel moneda hay una ruina: ¿ para quién ? ■Para quien vive del trabajo. Y es de advertir que los negociantes mas promovedores del PaPel, son las primeras víctimas de su engaño. Intervención del gobierno con relación á la moneda. Ya hemos visto que los gobiernos no pueden comunicar á ta moneda un valor ficticio, ni pueden impedir las variaciones ^ su valor. El papel que tiene que representar el Estado es, ó fabricar Moneda ó dar reglas para su fabricación, sobrevigilándola, y Ajar la relación entre los dos metales circulantes, escogiendo etUre olios el que deba fungir de regla oficial. Pero es forzoso advertir que estas mismas facultades han sido puestas en duda respeeto del Estado, sosteniendo que se debe limitar á garan- tizar, por medio del sello, el peso y la ley do la moneda; y esta °pinion ha sido también combatida, ent'-e otros, por Say, en tas términos siguientes: " El valor de un trono de plata, dice, se arregla de persona240 á persona en las transacciones que ellas celebran entre sí, o que se celebran con los gobiernos: conviene, pues, abandonar la necia preocupación de fijar de antemano este valor, y fijarle arbitrariamente un nombre. ¿ Qué es un peso, una libra ester- lina, un franco? ¿ Queremos ver en todo esto otra cosa que un pedazo de oro y de plata, con cierto peso y cierto título ? « Cinco gramas de plata, nos. dicen, valen un franco; esta frase ne tiene otro sentido mas que este: 5 gramas de plata valen 5 gramas de plata, porque la idea que tenemos de franco no viene sino de las gramas que contiene. ¿El trigo, el choco- late, la cera, toman un nombre diferente luego que se dividen según su peso? ¿Por qué no llamar á las cosas por sus^om- bres ? ¿ Por qué no llamar al franco 5 gramas de plata ? «Si no se diese un valor legal á las monedas en cada mercado, i no será posible contratar por valores nominales: nos veríamos forzados á balancear cierta mercancía real contra otra real igualmente. Cierta cantidad de plata, por ejemplo, por otra de trigo, &c.» La teoría de Say ha sido desmenftda por la experiencia. Se La contestado al Estado que se ocupe de la reglamenta- ción de la moneda, sosteniendo, aunque por corto número, que seria mejor que se dejase esta industria á los particulares, que la barian mejor y mas barata. Que los particulares ni&s vigilantes de las necesidades del mercado lo proveerían con mayor eficacia. Esta práctica, por racional que parezca, adolecería de m^ inconvenientes. ¡Qué desconfianza en las transacciones! ¡Qu¿' moratorias para pesar moneda por moneda! ¡Qué complica- ciones en los cambios! Esto seria volver á la infancia de las sociedades. Nada mas conveniente que el que pertenezca al Estado la fabricación de la moneda. ¿Quiere decir esto que el Estado intervenga, como lo hace en Inglaterra y los Estados-Unidos? La amonedación se hace en Francia en casas pertenecientes al Estado, bajo la inspección de un comisario especial, y nl una sola pioza puede ponerse en circulación, sin que el gobier-241 no dé su asentimiento para ello. Pero bajo esta reserva, los directores de las casas de moneda son empresarios de indus- tria, quo trabajan a pdrdidas y ganancias con las materias que compran. Cuando un capitalista lleva oro ó plata, se le paga en moneda al momento, salvo una pequeñísima suma de ca?n- que fijan escrupulosamente los reglamentos. En Iglaterra la amonedación es gratuita aparentemente; Pero esta gratuitidad es realmente una trampa, por el im- puesto que tiene la moneda. El Estado se encarga en la mayor parte de los pueblos de elegir el metal que debe servir do medida & los valores; siendo así que siempre oro y plata circulan y sirven para los cam- bios, su circulación se arregla por las necesidades del merca- do, siendo en esto á veces poco atendido el voto del gobierno. No obstante, muchos economistas citan la siguiente opinión de Loke en apoyo del señalamiento de un metal que tenga la autorizacion oficial. « Dos metales, dice, tales como el oro y la plata no pueden 8ervir en el mismo momento, en el mismo país de medida en los cambios; porque es necesario que esta medida sea perpe- tuamente la misma y tenga la misma proporción de valor.» Tomar por medida dol valor comercial las cosas materia- les que no tienen entro ellas relación fija y variable, es como si se escogiese por medida de longitud un objeto que se estú- cese alargando y encogiendo sin cesar. ¿Cuál es el mejor metal para servir de medida de valores? A esto responden con variedad las necesidades de los pueblos: en unas partes el oro, en otras la plata; lo único que recomien- da la economía política es que se elija el metal ménos sujeto & variaciones. En qué proporción debe tener el pueblo la moneda y papeles que la suplen. Asignar la proporción en que debe estar en el comercio la Moneda do que puede servirse un pueblo, es tarca quimérica. 832i2 Eso dependo de sus costumbres y del mayor 6 menor uso que hace del crédito. Pero el pensamiento fundamental sobre que es necesario llamar la atención, se encierra en la proposición siguiente: «Luego que supera de cierta proporción el dinero, deja de ser ventajosa su posesión.» A diferencia de los domas bienes, la moneda para ser útil tiene que ser poco abundante. Haced tan vulgares el oro y la plata como las piedras, y se- rán igualmente envilecidos, sin que baste convención alguna á comunicarles valor que no tienen. El pensamiento de que la moneda constituye la riqueza úni- ca de las naciones, ha dejado de reinar entre las personas ver- daderamente ilustradas. Pero no es raro, aún entre profesores, oir decir que el dinero es la riqueza por excelencia, y este es un segundo grado del mismo error. La Inglaterra, que posee apenas la mitad de nuestro nume- rario metálico; los Estados-Unidos que tienen mucho ménos quo España, son los países mas ricos del mundo. El carbón de piedra, el fierro, el algodón, la lana, sobrepasan infinitamente al dinero como medios de producción y como valores valuados en la circulación. Como demostrarémos mas adelante, á propósito do la teoría de I03 mercados, los productos se cambian entre sí y el dinero no aparece sino como agente é intermediario de los cambios. Dirémos mas. La moneda de oro y de plata presenta graves inconve- nientes; si pudiera ser reemplazada por un término de com - paración sin valor se ganaría. Cierto es que tal como se en- cuentra se garantiza á sí misma; pero el esfuerzo que se emplea en su adquisición podría invertirse en satisfacer otra» necesidades. Aunque reducida la moneda á su menor especie, forma siempre un aparato costoso de circulación; ademas se gasWf y esta es una pérdida que influye en el desequilibrio de lo» valores. MM. Dumas y (Joluiont calculan en 4 miligramos por aflo243 las monedas de 5 francos. El oro está sujeto áménos altera- ción. De todas maneras, el valor, mas aún que la materia de los metales preciosos, está sujeto á alterarse, Hé ahí el mal, y muy grande debe haber sido, donde ha ocupado tanto á los* hombres de negocios para buscar el correctivo. Ellos lo han encontrado en el papel de crédito, que no cuesta nada, por de- cirlo así, y que circula á poca costa. El papel sí es verdaderamente un signo, porque representa valores reales, sin tener en sí mismo valor ninguno: este pa- pel no ha debido vulgarizarse sino en un estado muy adelan- tado de la sociedad. Tres fases en la historia de las naciones parecen deber aquí ser notadas, como tres grados do progreso. En el primero, la humanidad se contentó con el'«trueque» o" cambio de efectos por efectos, 6 de una moneda muy imper- fecta, distinta do los metales preciosos, consistente en ganado, tabaco, trigo, &c. , En el segundo grado, el oro y la plata reinan exclusivamen- te casi como medios de cambio. En este estado una sociedad oo es rica porque üeno moneda, sino porque ella es ya rica de productos, que puede dar por los metales preciosos. En la tercera faz aparece el uso de los títulos de crédito que tiene por garantía valores, y que expresa que deben hacerse Pagar en oro 6 plata. Así es cómo en el seno de los grandes bancos, con la ayuda de viremente de partiés, es decir, referencias á las constancias de los libros, se operan prodigiosas transacciones. Los vales y los billetes de banco ahorran cantidades enormes de moneda. La casa do liquidación de Léndres (Clearing-IIouse), con el auxilio de 200,000 libras esterlinas, no siempre en numera- rio arregla negocios por mas do quince millonea. M. Fullarton afirma que, en el estado de perfección de la contabilidad y del respeto religioso que se profesa al crédito, los nueve décimos de las transacciones se arreglan en un banco la intervención de un solo escudo, si no es para muy dé- biles operaciones.244 La palabra de Ricardo, de que se ha abusado tan frecuente- mente, de «la moneda en su estado mas perfecto es el papel,» no significa otra cosa mas que la economía en la producción y en la circulación que imprime tan poderosa actividad á 1» marcha de los negocios. Volvamos, para terminar el capítulo, á la necesidad de con- vertir inmediatamente el papel en metales preciosos; necesidad que es una de las mas grandes verdades de la economía polí- tica, por mas que sistemáticamente se empeñen en negarlo los partidarios del papel. En vano es que so refugien algunos en el célebre discurso de Mirabeau diciendo, cuando los asignados, que ningún valor ca mas sólido quo la tierra, y que ninguna prenda tiene mas estabilidad. A esto se ha respondido perfectamente: « Un pe- dazo de papel no es un campo, y si lo fuese, no seria la mejor moneda.» Nada es mas verdad que esto. Si cada asignado hubiera correspondido á una garantía efec- • tiva en tierras, se habria remediado en gran parte el mal, aun- que no todos los abastecedores del ejército, ni los que con ellos trataban, tuviesen necesidad de tierras, y este seria otro in- conveniente. Se ve por esto cuál es el verdadero carácter de la moneda de papel, y cuáles son los límites en que debo encerrarse, bajo la pena de llegar á una verdadera bancarota. Podemos redu- cir á dos reglas lo que acabamos de decir. Tender á disminuir la masa del numerario proporcional- mente á la masa de negocios para sustituir un mecanismo mé- nos costoso y mas pronto, según las exigencias del país. No admitir en la circulación sino el papel necesario, para que el que lo posee pueda trasportarlo cómodamente en la can- tidad de metales preciosos que el título indica, y esto es lo que prescribo la prudencia. Reasumiendo las anteriores doctrinas, que, como os he di- cho en un principio, son extractadas ó traducidas de Baudri- llart, porque aunque Dupuynode y Chevallier, entre otros, tratan esta materia mas extensamente, no lo hacen con mayof245 claridad ni precisión que el autor que he preferido, terminaré" fijando vuestra atención. Moneda es un valor compuesto que sirve de punto de com- paración á los otros valores. Aunque repugne á la sutileza metafísica la palabra compues- to, presenta con claridad la idea de la distinción de sus funcio- nes, ya como mercancía, ya como agente en los cambios.1 De la primera manera se caracteriza en su calidad de plata, de oi*o y de cobre, porque así circula en el mercado, y sigue el rumbo do todos los productos. Como cualquiera otra mer- cancía, está sujeta á los costos de producción. En efecto, cuando ó por la carestía del azogue y la sal, ó por la alza de los salarios, 6 porque en general los costos de producción exceden del precio de los metales, el trabajo se abandona. Este ejemplo lo presentan los minerales de poca ley 6 los terrenos que se dejan á la boca misma de las minas por no tener cuenta su explotación. Está sujeto á las leyes de la oferta, y la demanda de un modo tan riguroso, que en los minerales se nota. ¿La plata abunda? Es decir, abarata, sube el salario, los artículos todos encarecen en relación de la prosperidad de la mina: por el con- trario, la parálisis de esta abate los precios, aleja la concur- rencia, mata el mercado. La moneda, es decir, el metal-mercancía, reconocido oficial- mente para los cambios, no pierdo su carácter de mercancía, como decia uno de mis discípulos en afios pasados. El sello de la autoridad es el seguro del valor intrínseco del metal, y nada mas. Y para persuadirnos de esta verdad, basta ver la inde- 1 «La función esencial de la moneda es la do facilitar los cambios; se «acepta en toda» partes como una mercancía intermedia y una especie de «prenda (gaje) común. Asi, el hombro que lia entregado un producto en el «increado y no obtiene inmediatamente del comprador los demás produc- «to» qae necesita, recibo mientras tanto una cantidad de moneda, por me- * dio de la cual podra hacerse entregar por otros lo quo le contiene en su •equivalencia; la moneda se interpone éntrelos dos términos del cambio, «J Ucga 6. sor literalmente el medio do la circulación délos productos. » — [ CoquHin. u Del crédito y de los banco», » pág. 89. ]246 pendencia con quo es reconocido el valor de la plata hecha 6 no moneda en ei mercado.1 Sabido es que en los minerales en que los pobres hacen la busca de la plata, no siempre hay casa de moneda ni facul- tad de beneficiarla como en ios grandes establecimientos: allí el pobre hace su tejo, lo pesa y lo cambia por lo que nece- sita, fungiendo de tal moneda su metal. ¿ Quién la autoriza? ¿Cómo funge expedita en las transacciones? ¿Por qué viene á revivir la idea del trueque, como el cuero ruso 6 los clavos egipcios ó el fierro romano? Porque es mercancía indudable- mente. En la pasada crisis de los Estados-Unidos hemos visto mas patente esta verdad; el oro y la plata son nuestros principales artículos'de exportación; las importaciones de oro y plata ja- mas habían figurado en nuestras balanzas. Sin embargo, la guerra americana estalla, el comercio del algodón so paraliza. Inglaterra siente los efectos de la inmo- vilidad de sus fábricas, y lanza á los mares sus navios en bus- ca de algodón. Matamoros abre do par en par sus puertas y acude al lla- mamiento do la demanda..... en el puerto corrían las libras esterlinas en las compras del algodón; las importaciones de numerario fueron fabulosas. ¿ Quién so acordaba de nuestro oro, de nuestra plata ni do la fanfarronería de nuestra pro- tendida riqueza? ¿La mercancía algodón no era mas estima- da que aquellos metales? Al exportarse el dinero se exporta en su calidad de mer- cancía de plata, porque si así no fuese, ¿á qué fundirla para convertirla en reales de vellón, 6 en francos, 6 en pesos ame- 1 «La moneda es una mercadería como otra cualquiera, tiene un valor «real y un precio dependientes de las causas reguladoras del valor real y «de los precios de todos los demás artículos de riqueza. Su destino de agen- ute general de los cambios en nada altera su esencia, como tampoco el fin «que se reserva (i un producto induce la menor novedad en su estimación «corriente. Por eso so consideran como inútiles é inmorales las adultera- «ciones de las monedas por los gobiernos. »— [Colmtiro, iom. 2, p&g. 815.]247 ricanos? Si el sello desnaturaliza aquel valor, ¿á qué admitir nosotros los tostones y los francos en nuestra circulación? 1 Si cambia la naturaleza del valor en cambio el sello del go- bierno, ¿por qué cuando ha querido imponerse por la autori- dad un precio no se ha conseguido? ¿Por qué, no obstante de mandarse que una moneda de cobre valga tres centavos 6 cuartilla en los premios, en la cantidad de efectos dados en Queque se ha seguido la regla del valor intrínseco ? Si la moneda es agente de los cambios, primero es que exis- ta siquiera la posibilidad de los cambios para saberse si el agente puede entrar en acción. ¿No aparece el dinero porque no hay actividad en los cam- bios, 6 no se cambia porque no hay dinero? ■ Esta es una de las gravea cuestiones que deben resolverse ántcs de legislar sobre la exportación de los metales y no de- jarse alucinar con la idea falsa y altamente nociva de que el dinero es la riqueza por excelencia. Ya tendrémos lugar de explayar estas explicaciones. Voy '* terminar haciéndoos una breve reseña de la historia de la Moneda y de la amonedación on México; tomemos ántes unos Brinutos de descanso. 1 uEl oro y la plata son frutos da la nación rica on minas, y no es mas «razonable do impedir la salida de la pasta ó moneda sobranto que prohi- bir la extracción de lo3 granos 6 vinos de su cosecha; impedir el trueque " siguiendo á Colmeiro, tres: 1?—Posibilidad de pago. 2?—Probidad. 3?—Inteligencia. En sí mismas las condiciones que acabo do asentar tienen su mas clara explicación. En efecto, una persona que. tuviese las mas eminentes cua- lidades no podría cumplir sus promesas sin posibilidad para ello. . Existente la posibilidad so haria dudoso el cumplimiento de 'a promesa; si el deudor no respetaba sus compromisos si te- lia en poco sus empeños de honor; y dado caso que así na fue- 8e> la promesa no se haria efectiva si malos cálculos, empeños Reflexivos ú otra torpeza lo envolvía de un momento á otro e&una quiebra quitándolo la posibilidad de cumplir sus com- promisos. t»e las condiciones asentadas nace sin duda la distinción de Crédito personal, cuyas referencias son á las cualidades mo- bles del individuo y crédito real que se entiende cuando el )?ago de un préstamo está garantizado por una prenda ó hi- poteca. En este segundo caso la garantía puede ser falible por las alternat¡vas del valor do la cosa hipotecada. la promesa de pago que dispensa de la intervención del di- n*ro por sus ventajas, por la movilización y traslación do los efectos que so truecan por su mediación, ha dado lugar & que 86 diga por algunos que el crédito aumenta lo3 capitales; esto254 no es exacto. En nuestro ejemplo hemos visto que la misma cantidad que se presta y se ofrece devolver es la que circula. « Cuando un capitalista confia el manejo y dirección de sus « fondos á un empresario, hay una verdadera traslación de n- «queza y nada mas. Cuando un comerciante "recibe géneros « de otro y no se los paga al contado, tanto tiempo como el « primer comerciante gira con ajeno capital, otro tanto su due- «fio carece de él. En este caso no se realizan otras operacio- « nes que una anticipación do fondos y una especie de dele- « gacion de su deuda, que el segundo comerciante hace contra «los futuros consumidores de sus mercaderías. « Regla general: todo documento de crédito equivale á una «libranza sobre los valores probables de una producción fu- «tura. De donde se sigue que si esto documento de crédito, «signo representativo de mil duros, por ejemplo, circula por « veinte manos distintas y á cada una le deja de utilidades mil « reales, al cerrar el círculo habrá producido este capital cien- «to por ciento; pero entretanto uno solo fué el poseedor de «los mil duros ó valores sólidos, y todos los demás especul- aron con valores ficticios, aunque convertidos en verdaderos «después de realizada la operación en ciernes.» Pastor, que se inclina á la idea do que el crédito cria valo- res, corrobora el aserto de algunos economistas de que la le- tra es en sí un valor; pero se detiene ante la consideración de los que sostienen, en mi juicio con fundamento, que la letra es una simple constancia del valor existente; no tiene nove- dad alguna. Sea como fuere, convenimos con él en que el crédito au- menta el número de transacciones y favorece el desarrollo de la producción. Difícil nos seria enumerar los beneficios del crédito, seguir en su vuelo rápido y lleno de peripecias infinitas á ese motor invisible de los cambios que como por arte mágico opera pro- digios en los mercados; esa ficción de que nacen efectos cier- tos, frágil, quebradiza, pero poderosísima fungiendo en-sniu* tegridad bienhechora.255 La simple suplencia del numerario trasladando caudales mmensos en simples tiras de papel 6 en un signo que imprime el telégrafo, es un bien de que nacen otro y otros mil en fe- cundación sorprendente. El crédito es el vínculo de los capitales dispersos en el mun- do todo, ta simple referencia á un billete de los bancos de ^ueva-York 6 de Londres hace que el capital trasponga los ^ares, mueve la mercancía de la Europa á la China, la de este punto á América, la de América á la Alemania 6 á la Rusia; esta sociabilidad de los pueblos, este cosmopolitismo del capital, fecunda en todas partes el desarrollo del trabajo y es como el perfume de la honradez y la economía. El crédito es la confraternidad real entre el pobre y el rico haciendo valedero el primero y aceptando el segundo como prenda real el buen concepto y la conducta prelada del pobre. El rico á su vez fecundiza al dar su confianza, su capital, íue inerte se esterilizaría y-se extinguiría al fin. «Si un fabricante de paños, dice Say escogiendo un ejem- * pío familiar, no vendiese al crédito su efecto al comerciante, "permanecería esto en el almacén esperando salida. La con- " fianza acordada pone el pafio en manos del consumidor. Si * un droguista no vendiese al crédito al tintorero, y si el tin- I torero no tíñese al crédito al fabricante de lienzos, este, falto «do esos avances, se veria obligado á suspender su fabricación * hasta que los primeros productos fuesen vendidos, de donde K resultaría que la porción de su capital que existia en mer- * cancías manufacturadas a medias en instrumentos, en el ta- "Her, &c, se paralizaría en todo 6 en parte. Este crédito im- " pidió la pérdida de tiempo; pero notad bien que todo consiste * en este caso en un avance de drogas materiales, hasta el mo- "tuento en que serán materialmente paga los. En todo esto 'no hay multiplicación de capitales, no hay gjno un empleo " constante de lo que existe, » «Mas claro, añade Baudrillart, el crédito hace pasar el-ca- pital ocioso á manos quo lo fecundan; basta esto para entre- ver toda su extensión.»256 Para dar idea hasta dónde puede suplir el crédito la3 fun- ciones del numerario, copiarémos do Daloz la descripción de (Clearing House) 6 sea casa de liquidaciones de banco en Lóndres. «Entro los diversos banqueros de Londres hay un ejemplo muy notable de lo que hemos dicho del crédito funcionando sin la intervención del numerario. Allí los banqueros son los pagadores y recaudadores de los particulares; la cobranza y los pagos se verifican por medio de bonos (cheks) que se li- bran mutuamente los diferentes banqueros, y al terminar el dia se hace la liquidación ó compensación de los bonos en una casa destinada al efecto llamada casa de liquidación (Clearing House). En una sala están colocadas las mesas por érdeny en cada una hay una caja con el nombre de la casa de giro á que pertenece, en la cual se ecban los bonos que los emplea- dos de las demás casas tienen que cobrar. El empleado que está sentado á la mesa los apunta en un registro. A las cua- tro se cierran las cajas, el empleado suma el total importe de bonos depositados en la caja y que deben ser pagados; recibe al misino tiempo de su casa otro registro en que constan los bonos que la misma ba hecho depositar en las demás cajas J quo deben ser cobrados; forma el balance y lo remite á su principal, el cual envía el saldo en billetes de banco si hay saldo en su contra. A las cinco llega el inspector y cobra de los quo deben y paga á los que tienen créditos á su favor, dando á los primeros su carta de pago y tomando recibo de los segun- dos. Babago ha calculado el término medio de estas operacio- nes en 2.500,000 libras esterlinas, para las cuales se hace uso de 25 millones en billetes de banco y 500,000 libras en dinero- Los signos, ó sean representaciones del crédito, toman dis- tintos nombres entre ellos; en la circulación mas activa pue- den numerarse los siguientes: Letra do cambio. Es el mandato expedido por una persona para que otr» satisfaga una cantidad á un tercero.257 Son tres los que intervienen en la letra de cambio: el libra- dor, el tomador, el aceptante. Las condiciones do la letra son que sea pagadera en distin- to lugar, efectiva y trasmisible por medio del endoso. De esta manera hace visibles Colmeiro los efectos de la le- tra de cambio. " Supongamos, dice, .(jue el comerciante A., de Cádiz, remi- te VíiioíTde Jerez por valor de mil pesos á B., su corresponsal de Londres, miéntras C, comerciante de Lóndres, envía teji- dos de algodón por valor do mil pesos á D., su corresponsal ei* Cádiz. En tal supuesto tenemos dos acreedores, A. C, y dos deudores, B. y D. " Si no hubiera letras de cambio, B. debería de Londres á Cádiz mil pesos en oro ó plata para pagar á A. el importe de 8U8 vinos, y D. deberia enviar igual suma do Cádiz á Londres Para satisfacer á C. el importe de sus algodones. La letra de catnbio ahorra estas diligencias. A. gira contra B., negocia ta letra, la toma D., la ondosa á C, quien la presenta al acep- tante que la paga. Así, el deudor residente en Cádiz, cuyo leedor se halla en Lóndres, paga los mil pesos al acreedor residente en Cádiz, cuyo deudor-se halla en Lóndres, y cu esta plaza pasa lo mismo, de suerte que los créditos y las deu- das equivalentes y distientes se extinguen sin traer ni llevar 1111 solo real á beneficio do una mera compensación.» En la operación que nos acaba do servir de ejemplo se ve, n° solo la letra ó papel autorizado fungiendo como moneda, tolerando la circulación y el cambio, sino prestándose á ope- raciones de operaciones que se verifican realmente por medio de la agencia ficticia, ó mejor dicho, moral, que descansa en ta promesa. El tiempo, que entra como un elemento compononto dol cré- dito, valoriza la promesa con la fijación de los pagos. Cuando esto es á la vista del papel que contiene la obliga- ron, funge como dinero, y mas exactamente si es á la vista y a* Portador, como el Hílete de banco, si es mediante un plazo, entdnces es la circunscricion de la promesa y da lugar á las 86258 operaciones de descuento, que no son sino el valúo del tiempo en que debe realizarse aquella promesa. De los bancos. En la antigüedad era casi desconocido el crédito: el 1816. kos auxilios que se prestan el banco y el tesoro .son recí- procos, como dice Gautier: el banco es una rueda administra- *1Va> y el gobierno para el banco es un socio que solventa su Rédito; pero esto que parece muy ventajoso, adolece, como ve- ^toos, de grandes inconvenientes. "El banco, continúa el autor citado, es el encargado de re- mudar las contribuciones y de hacer pagos á los acreedores ■"del Estado: él suele adelantarle sobre el producto de sus ren- * *W; por su interposición se expiden los bonos del Echiquier. * ^tiende el banco en lo relativo á la deuda, por lo que tiene c°ttsiderable lucro: en 1829 las atribuciones que gozó el ban- *co fueron de 257,238 libras.» Los servicios enumerados no son los únicos que el banco ha°e al Estado. ■Por medio del banco se verificó, de 1823 á 1838, la amor- tlzacion de las pensiones que reportaba el tesoro, aliviando de esa carga onerosísima al Estado. ■A- pesar de las extensas y empeñadas relaciones del banco c°n el gobierno, al comercio lo ha hecho servicios importan- tes» prestándole dinero, verificando descuentos, admitiendo de- Pósitos, y sobre todo, acreciendo la circulación desde 1721, ^yo monto fué de 2.000,000 de libras, hasta 1835 que fué de 18-000,000, después de haber ascendido en 1817 á 28.500,000 llbras. ^s necesario fijar mucho la atención, que de esas grandes ^Hag, ]as qUe 80 creyeron ficticias por no ser reembolsables el fomento, sufrieron un descuento hasta de 20 por ciento;270 y mas, representando por consiguiente un valor efectivo, n>e- ñor que su valor nominal. Las anteriores reminiscencias nos conducen á decir algún3, cosa sobre las crisis que ha tenido el banco de Inglaterra. En 1696 hemos visto, que con motivo de la refundición de las monedas, la apreciación de los billetes sufrió grande alte- ración. Cuando el príncipe Eduardo, en 1745, como presidente d& la Corona, penetró en Inglaterra á la cabeza de un ejército escoces, los tenedores de billetes acudieron en tropel; el pa" nico se difundió y la ruina del comercio habría sido íhevit&" ble, si no se bubieran comprometido con sus firmas mil ciento cuarenta y seis comerciantes á hacer frente á la crisis, adnu1 tiendo los billetes á la circulación. En 1793, la caida de vai"ios bancos provinciales produjo graves conflictos en el banco que en 1797, minado y en medio de embarazos gravísimos, se vid en la necesidad de suspender sus pagos, arrastrando en su caida muchas fortunas y perm*' neciendo en parálisis veintidós años. Antes de la época que hemos referido y con motivo de l*9 necesidades de la guerra, el gobierno habia ocurrido á varios expedientes para dar movilidad á la circulación del banco: uno do ellos fué disminuir el valor representativo de los billetes, que era de 20 libras esterlinas en su mínimum: en 17.09 se cini" tieron billetes de 15 y 10 libras; en 1794 de 5 libras. Pero estos recursos, como vemos, realmente eran ficticios; los pedidos de dinero del gobierno al banco y la situación ¿6 este disminuían la posibilidad de pago: por fin, en 1795 vios sion se perdió, y en 1797 se prohibió al banco que reembol- sase el dinero de los billetes expedidos.271 En esta vez, como en 1745, el patriotismo inglés acudió en auxilio del crédito. Varios negociantes poderosos publicaron avisos, diciendo que seguirían recibiendo billetes de banco. El consejo hizo .una inquisición de los fondos del banco y sus obligaciones, y resultaron solamente tres millones en fa- v°r del banco sobre el montante de sus deudas; pero dudóse Has y mas de la realización; hicieron limitaciones sobre los opósitos; declaróse que de la deuda solo se pagaría una parte en dinero: y á pesar de esfuerzos inauditos, las cosas perma- necieron en tal estado hasta el año do 1822. Como se ve, ni el crédito del gobierno faltaba, ni los fondos del banco eran menores que la emisión; pero sí faltaba la in- mediata realización del billete, y esto bastó para que la depre- cación fuese la inevitable consecuencia. En el ano de 1800 tenían los billetes un descuento de 8 P°r ciento. La depreciación siguió; la emigración del numerario fué la c°nsecuencia, por haberse querido dar curso forzado á los bi- lletes. Dictáronse medidas rigurosísimas; aplicáronse castigos terribles á los exportadores, y nada se logró. Quísose cegar el abismo que se abria con nuevas emisiones de billetes, y el público como que se vengaba despreciándolos ^as; los bancos provinciales á su vez emitían billetes en aquel 8eutido, y sufrían las propias reacciones. Ea depreciación continuaba, el parlamento tomó parte ac- tlva, en los afios de 1810 y 1811, para indagar sus causas, y dictaron una declaración, que todos llaman extraña, por no darle el título do absurda; y fué hacer saber al público, que si había una diferencia en el cambio de 15 por ciento de billetes P°i" moneda, era porque habian encarecido las barras de plata y los tejos do oro depositados en él. Ricardo pulverizó esa declaración y pu>o los cimientos de 8u gran reputación escribiendo el opúsculo titulado: «El alto Precio de la» larras es una prueba de la depreciación de los billetes de banco.» En 1814 la depreciación c. a de 25 por ciento; y ya se deja272 entender cuál seria la incertidumbre, la vaguedad y los peli* gros de todas las operaciones comerciales. No obstante, la acta de restricción, como llaman los ingleses á su suspensión de pagos, ha sido muy debatida: unos han de- fendido que fué benéfica á la nación, por los inmensos recur- sos que procuró al gobierno: otros sostienen que el gobierno pudo haber obtenido esos recursos sin tantos sacrificios. bo& efectos de la acta fueron prorogados por disposiciones suce- sivas. El anhelo de volver á los buenos principios, el patriotismo del comercio inglés y la intervención de un hombre tan privi- legiado como Peel en los negocios, llevaron las cosas al res- tablecimiento de los pagos en especie. En 1823 se hizo al fin la declaración solemne de que se pa- garían á la vista y al contado los billetes en moneda del reino; y como la paz solventeaba al gobierno mismo, el crédito se restableció sólidamente. A las disposiciones enunciadas se agregaron otras; entre ellas la libre exportación de plata amonedada, que contribuyo" no poco á aumentar la circulación y dar mayor valor á los bi- lletes mismos, inspirando la confianza. Conocedores todos de los efectos de la alianza entre el ban- co y el gobierno, lograron los interesados de aquel que no se hiciesen préstamos á este sin autorización del parlamento; sus- traída así lina intervención nociva de operaciones mercantiles* la seguridad dependió del capital en sus libres empeños y del puntual cumplimiento de estos, viniendo á los buenos princi- pios del crédito. «Respecto de los bancos provinciales, dice Gilbert, no ta- imemos detalles auténticos sobre su nacimiento y progresos- «Ellos aparecieron en pequeño número hasta la época de la «guerra americana en que se multiplicaron, quebrando vein- «titres de ellos en 1793.» Tales sacudimientos hicieron que en 1808 se obligase á los bancos provinciales (country banks) á que no pudiesen emitir billetes á la vista y al portador, sino con licencia; y como estas273 debían contener limitación para determinadas relaciones, se "izo muy difícil la existencia de tales establecimientos. Los bancos provinciales, en su conjunto mismo, no tenian k importancia del banco de Lóndres, puesto que se calculan ei* diez millones de libras sus fondos. fungen los bancos, de que nos ocupamos, de depósito, de descuento, de cambio, y como eficaces intermediarios entre los Particulares que gozan rentas del Estado, y el banco de Lon- dres, lo que los hace auxiliares eficaces de su crédito. Como se sabe, estos bancos no son privilegiados, y por el contrario tienen limitado el número de sus socios; sin embargo, Pagando un cortó interés por los depósitos, han favorecido los •diorros y tenido gran regularidad en sus operaciones. En 1826 cayeron en las quiebras ochenta bancos; se pidió y se obtuvo la abolición de la cláusula que restringía los so- Cl0s> y se pudieron establecer bancos con un número indefiu jdo de ellos, como se hacia en Escocía. En efecto, en Escocia se gozaba de la franquicia referida desde 1708; pero no se habia usado de ella, porque formaba Un reino separado de la Inglaterra, y de parte de esta so ener- varon sus efectos. En 1826 se prohibió á los bancos privados expedir billetes Por mas de cinco libras esterlinas. Pero esta disposición no se aPÜcó á la Escocia. Las franquicias mejoraron la inteligencia de que hablamos; en1833 habia treinta y cuatro bancos: en 1837 cerca do ciento, 81n contar mucho número de sucursales. Respecto do los bancos, la restricción verdaderamente fu- nesta es que los socios de una compañía de banco se obligan P°r el mismo hecho, con todos sus bienes habidos y por haber, y si tal condición aumenta las garantías del banco, restringe e^ número de socios á quienes retrae tan dura condición. Generalmente los poseedores do grandes capitales, que tie- nen necesidad de conservar su crédito porsonal, no quieren empeüarso en empresas que presentan al público su responsa- bilidad comprometida por otra parte: de aquí viene que hayan 37274 formado bancos hombres de medianos recursos, que no han dado siempre seguridades; de aquí nació también que cabalé' ros de Industria, aventureros atrevidos, fuesen en general los empresarios de los bancos privados. El buen éxito de estos les dió aliento; los aventureros se volvieron capitalistas; rehusaron entonces la asociación délas pequeñas fortunas, cegándoseles esta fuente de desarrollo- De estos antecedentes se sigue, que en Escocia los depósitos son grandes y muy débil la colocación de capitales. Los tres primeros bancos de Europa (Bank of Scotlan0-)» el banco real de Escocia (Royal bank of Scotland) y la coW* páüía de la línea británica (British linen company), se esta- blecieron los tres en Edimburgo: el 1°, en 1695; el 2°, en 1727, y el 39, en 1747. Vais á ver descrito, en los términos mas claros, cómo funge" los bancos de Escocia. «En primer lugar son constituidos para inspirar al públio0 la mayor confianza por su permanencia y solidez. Por medi° do los productos que sacan de la circulación se ponen en »P' titud de dotar de interés los depósitos, por corta que sea s* duración, y sacan el provecho de un interés superior, valién- dose de las sumas depositadas para prestarlas. «El primer efecto de este sistema es la economía del nume- rario; es así, como siendo las necesidades de la circulación 87.500,000, el movimiento comercial se efectúa con 3.500,000 libras: compréndense en esto billetes de todos valores, des«e una libra. Miéntras la circulación de Inglaterra en lo mén°s que puede valuarse es en sesenta millones de libras. « La población de Inglaterra y del país de Galea es seis ?e' ees mas grande que la de Escocia; en consecuencia, con vein- tiún millones do libras se podvia atender & la circulación.» Otro de los resultados del sistema escoces es la acumulación275 mmeusa de depósitos que les comunican solidez y garantías: constituyendo realmente su fuerza, pueden calcularse en 150 billones de pesos los depósitos de los bancos. Como podéis notar, el banco Inglés, con un capital de 14.500,000 libras y una circulación de 20.000,000, no tiene sino 10.000,000 de libras do depósito; y el escoces con ménos de esa suma de capital, cuenta.^0.000,000 de depósito. Ya calcularéis lo que significan esas cifras en favor del ahor- ro del movimiento de capitales y de riego fecundísimo á todas las semillas de la producción. Pero no hay que alucinarse, todos esos bienes nacen de la libertad de la institución del numero indefinido de socios y do las franquicias que estos disfrutan. Los bancos de Irlanda, que estaban sujetos á las propias Astricciones que los ingleses desde 1826, se han reformado en el sentido de la libertad. Digamos dos palabras sobre los bancos de los Estados - Unidos. En los Estados-Unidos el sistema de crédito tiene inmensa extensión, puesto que descansa en la creencia universal de que ei que pide tiene intención y conveniencia de pagar; así, pues, e& la vasta extensión do la República las ventas á plazo son comunes y se abre crédito algunas veces con débilísimas ga- rantías al labrador, al artesano, al fabricante y al simple cor- redor. La multiplicación de estas instituciones asombra: en solo ^lassachusetts habia en 1811 cuarenta y seis bancos; en 1835 se contaban 106. El medio de los dopósitos á interés era de 1.600,000 pesos, y el de los préstamos de 23.000,000 de pesos. El pálculo del beneficio era el uno por ciento. En 1838 existían en los Estados -Unidos seiscientos seten- ta y siete bancos, con un capital do 378.000,000 de pesos. De este número, treinta y tres fueron establecidos en los Esta- dos de Ohío, Kentuky, Tenessee y Mississipi con un capital de ^0.000,000, de capitalistas de Nueva-York, Filadelfia y Bos-276 ton; al mismo tiempo que I03 capitalistas de Europa ponían sus fondos en manos de estos banqueros. En 1858 se contaban en los Estados-Unidos mil setecien* tos cuarenta y tres bancos de circulación. A pesar de las grandes crisis que han sufrido los bancos, las pérdidas para la nación no han sido tan considerables como el pánico ha hecho creer á visees. En el Massachusetts, por ejemplo, de treinta y cuatro ban- cos quebraron cinco, cuyo capital se elevaba á 700,000 pesos, que fueron pagados religiosamente. En el flujo y reflujo de los bancos se! calcula sobre cuatro veces, renovándose el premio del capital: otros dicen que vein- te; de manera que examinada la pérdida de Massachusetts, no se puede elevar ni á dos por ciento. Para no entrar en detalles, que mas bien pertenecen á un tratado especial, dirémos que las sólidas garantías que disfru- ta la propiedad, son la piedra angular en que descansa ese inmenso crédito; garantizada la propiedad, el trabajo se esti- mula, el capital nace y la riqueza se produce con fecundidad asombrosa. Los bancos de los Estados-Unidos están instituidos bajo 1» base de la responsabilidad limitada de los asociados, y esto es de todo punto diverso á lo que se practica en Inglaterra y en Escocia. Tanto como en estos es exclusivo y aristocrático, en los Estados-Unidos es amplio y popular. En estos bancos entran como accionistas, mujeres, obreros, labradores, médicos, marinos, empleados'del gobierno, estable- cimientos 4® beneficencia y caridad, &c. El banco os el llamamiento á todas las fortunas, la liga da intereses de las profesiones y aptitudes de todo género; el vue- lo es inmenso, la diminución de los depósitos notoria; activí- sima por consecuencia forzosa la circulación. No todos los bancos de los Estados -Unidos gozan de la8 franquicias que hemos indicado; algunos tienen restricciones notables; pero á medida que estas se plantean, disminuye el interés de la institución.El interés que en todos los bancos se paga sobre los depó- sitos es de cuatro por ciento. El do todos los fondos públicos en general, de seis á siete Por ciento. La circulación de billetes est/i muy lejos de ser excesiva: en 1830 ascendía413,992 millones de ps. en los Estados de Nueva Inglaterra, y esa suma bastaba para las necesidades del cambio. Coquelin fija, con justicia, la atención en que el objeto pre- ferente de los bancos no es tanto emitir billetes, como conver- tir en activos los capitales inertes, ó sea la trasformacion en circulantes los capitales ociosos ó improductivos. Las restricciones impuestas á los bancos pueden tenerlos °°jetos esenciales: uno relativo á las seguridades del comer- cio, y ella no se consigue porque la restricción destruye esa geguridad; la otra, el beneficio á determinados particulares; y entóneos, con todos los inconvenientes del monopolio, viene °1 contrasentido de imponer como mandato la confianza que en su expresión mas rudimental es la creencia. La forma de sociedad anónima para la institución de los bancos trae ventajas inmensas, no solo porque la limitación la responsabilidad permita acceso á nuestros accionistas, s*no porque acrece las seguridades del banco por el interés que tienen muebos también en su desarrollo. En los países nuevos, en donde la formación de los capita- les es muy lenta, ó en donde aun cuando existan se ocultan, porque no funge el crédito, la institución de que tratamos pue- de prestarse á procurar capitales de fuera del país, dando así Pábulo á la riqueza un nuevo y vigoroso elemento. El crédito es la acción del capital, y basta solo esto para considerar cuál puede ser su valía en una nación. Rímeos aerícolas, territoriales ó hipotecarios. Do los inmensos beneficios del crédito de la vida que impri- me por medio de la procuración de capitales y del enérgico desarrollo que comunica & las transacciones, estaban privados278 los labradores y propietarios, aun existiendo los bancos de circulación. En primer lugar, por la naturaleza de la garantía, consis- tente en valores realizables con gran dificultad, lo que se opo- ne á la esencia de la institución del banco. En segundo lugar» por la legislación, que dejando en la sombra los compromisos contrarios respecto á pagos privilegiados por las leyes, cam- biaba el prestamista muy frecuentemente un servicio por nB pleito, y esto estaba arraigado profundamente en la legislación hipotecaria. Tal sistema ha producido en abundancia amargos frutos; y ya por la posesión de la mano muerta, ya por la dificultad de dividir las hipotecas, ya por ellas mismas que disminuían la ga- rantía de los préstamos, se ha mantenido inerte una riqueza de cientos ele millones, perjudicándose infinito al país. Lo primero que tenia que hacerse era reformar la legislación hipotecaria para hacerla entrar en los principios económicos, y esta fué la tendencia manifiesta de los autores de la re- forma. Hacer en las transacciones visible con la posibilidad de pa- go la realización del préstamo, hé ahí el grande objeto que se descubre en las variaciones de las leyes hipotecarias desde el señor ministro de justicia, Lic. Ignacio llamirez, hasta los autores del código que desde principios do Marzo del presen- te año rige. Notoriedad de los empeños por medio del registro, facilidad en los procedimientos: hé ahí los fundamentos de la legisla- ción zanjados por el Sr. Iglesias y desarrollados en el código. * Pero, en nuestro juicio, queda aún por aprobar la iniciati- va del propio Sr. Iglesias que amplía con mas audacia y con- vierte en prácticas las teorías del sistema alemán. El proyecto de ley presentado á las cortes españolas en 1860, contenia lo siguiente: 1? Que la inscripción solo principia á tener efecto desde la presentación del título en el registro. 2° Las anotaciones preventivas.279 1 3° Que estén sujetos á inscripción todos I03 actos que tras- mitan, modifiquen ó graven la propiedad. 4" La autenticidad del título para que pueda ser registrado. 6' Que el vendedor no tiene hipoteca sobre el inmueble ven- dido para cobrarse el precio si no lo pacta expresamente. ^° Que la inscripción asegure en los créditos con interés los réditos do dos años. 7° Que todas las hipotecas deben ser inscritas. 8° Que los créditos hipotecarios pueden cederse, si bien por documento auténtico. 9° Que los registros no puedan comunicarse sino á los in- gresados, &o. El proyecto, como se ve, aunque contiene un gran paso so- bre la legislación antigua, deja mucho que desear. México, en la iniciativa del Sr. Iglesias que exige el regis- tr°» que proclama la publicidad, que reduce la hipoteca tácita y legal, nos parece que ha avanzado mas que la España y exaltado los principios filosóficos. Pero estas son indicaciones 8°h> lanzadas aquí con el objeto do despertar vuestra curio- Sldad hacia este estudio de muy benéficas aplicaciones en nues- tfa patria. Colmeiro, con la osadía y con la precisión que diatinguo duchos de sus escritos, dice: «Débese (para organizar el crédito territorial) suprimir to- da hipoteca tácita ó legal y no reconocer otra prueba de los derechos quo se pretende tener en la propiedad ajena que la inscripción en el registro público; y lo segundo, simplificar 1qs trámites del juicio ejecutivo, de modo que quien presta esté Seguro de ser prontamente pagado ó resarcido á costa de los bienes del deudor. Volvamos al banco agrícola ó hipotecario. Su instituto es valorizar las propiedades, determinar el gra- do de crédito que puede otorgarse á cada propietario dándo- le constancias 6 sean billetes de la compañía que forma el banco, que se negocian y activan las transacciones. « Cuando un propietario necesita tomar dinero á préstamo280 «acude al banco agrícola, hipoteca sus bienes obligándose por «lo común á pagar 4 por ciento de interés y 1 por ciento de « amortización, y en cambio recibe un papel hipotecario que « negocia en la plaza y así levanta el empréstito á medida de «su capacidad 6 su deseo.» Os repito que es vasta esta materia y que las mias son sim- ples indicaciones que tendré cuidado de ampliaros en discu- siones especiales. En México la reforma radical del sistema hipotecario y l°s bancos creo que darían movilidad á mas de un mil quinientos millones de pesos, que hoy por su inmovilidad tienen en con- diciones infelices á opulentos hacendados. Cajas de ahorros. La caja de ahorros es el simple lugar de deposito desde las cantidades mas insignificantes hasta sumas de alguna consi- deración. Varios individuos se reúnen á custodiar ese ¿bolo del obre- ro haciendo inviolable su depósito; la operación financiera con- siste en recibir un interés muy médico el dinero y prestarlo con mayor interés, aplicando las utilidades al propio fundo. En Inglaterra y Francia es común que las cajas de ahorro presten al gobierno, pero para esto se han pulsado graves in- convenientes; en otras partes los préstamos son á los montes de piedad, y así el auxilio de los pobres es recíproco. El estudio de las cajas de ahorro, que es la previsión del infeliz, la garantía de la primera educación del niño, el con- suelo del obrero, el báculo del anciano, la instancia viva por la moralidad del operario, debe ser uno de vuestros objetos privilegiados. ¡ Cuán fecundas no serian en los minerales las cajas de ahor- ro ! ¡ Cómo repararían los azares de esas poderosas negocia- ciones ! ¡ Cómo al desaparecer la riqueza, en vez del hondo abismo del ocio se hallarían brotando otras fuentes de tra- bajo!881 El labrador en pequeño, ¡cómo acudiría á sus ahorros en los malos años! El artesano inválido, ¡ cómo viviría de ellos en vez de tener por espectativa la mendicidad y el hospital! ¿ Qué, no os infunde amor una ciencia que os puede condu- cir á estos resultados ? ¿ Qué, no percibís bajo su velo sonrien- do á la caridad y estrechando la confraternidad do los hom- bres? Eos montes de piedad están situados en las fronteras del crédito; un paso mas, dice un economista español, y os encon- traréis en el camino do la oaridad y la beneficencia. •El monte de piedad es la facilitación de recursos al que los solicita, dando una garantía. Son medios para préstamo de dinero...... ¿A qué querer limitar el interés de ese dinero? ¿A. qué poner oficialmente coto ¿los valores? ¿A qué inter- ponerse entre los que verifican un convenio conforme sus ne- cesidades? Si la usura es mas ó ménos crecida, si las seguridades son nías ó ménos tiránicas, ¿qué tiene que ver en esto la auto- ridad? Haga públicas las condiciones de su préstamo el prestamis- ta» no engañe, y déjense libertad á los empeños para conseguir las buenas condiciones que hornos asentado; basta la sobrevi- gdaneia de la autoridad y su energía para reprimir lo que te«ga carácter de fraude. las casas de empeño en que se suelen perpetrar grandes abusos son susceptibles de hacer el bien y aun de fungir como establecimientos caritativos. En los puntos do la República en que no existen las extor- siones de la usura son mas escandalosas y las necesidades de 'a gente infeliz mayores. ¿Por qué escandalizarnos que el tendero lucre por un 12 ó 15 por ciento mensual si ese es el premio del dinero en el mer- cado con buenas garantías? ¿ Cómo al tratarse do ropa, por ejemplo, no hacer cuenta de las depreciaciones consiguientes? El simple establecimiento de sucursales del Monte de Pie- dad en las capitales de los Estados de la República, traería 882m inmenso bien disminuyendo el interés del dinero y acercando el capital al trabajo. Para concluir las apuntaciones sobre esta materia, dirénios dos palabras de las Bolsas de cotización. «Consiste el mecanismo de las bolsas, dice Pastor, en la y la práctica 6 subsistencia de disposiciones que restringen es* libertad. No obstante estar abolidas las alcabalas, subsisten en unos stados y en otros no; de donde se origina una, anarquía cons- ulte que mucho perjudica el tráfico. ^n unos Estados, como por ejemplo el de Morelos, se im- pone un derecho á la extracción de los efectos; en las aduanas ^e exigen justificantes do la llegada de los efectos á su final estino; en todas partes se ve desatendido el espíritu do la fracción IX del artículo 72 de la constitución, que faculta al284 Congreso para impedir que de Estado á Estado se establezcan restricciones onerosas. Aunque en corto número, se dan casos, en los momentos que aflige la carestía, de pretenderse que se fije la tasa de los efec- tos del mercado, como ha sucedido últimamente en la cuestión de los panaderos. No hay derecho para que se obligue á nadie á vender con pérdida; así es que ante el principio tiránico de leyes seme- jantes y _su ruina, no queda mas recurso que matar la produc- ción, y eso es lo que acontece en casos semejantes. En tiempo de carestía se suele también desatar el odio en contra de los eomerciantes en pequeño 6 regatones persiguién- dolos tenazmente, sin considerar los eminentes servicios que prestan en el mercado. Si cada productor se viese en la necesidad de abandonar su aldea para hacer las ventas por sí mismo, la ausencia de su trabajo le perjudicaría al punto de disminuir su producción J encarecerla; no así el que se dedica á poner el efecto al alcance de la demanda, facilita los medios de trasporte, hace anticipoSi colecta pequeñas porciones de producto, disminuye, como dice Smalzs, los costos necesarios para poner el efecto al alcance del consumidor. Supongamos que veinte mujeres de un pueblo, cada una cargada de un manojo de pollos, algunos huevos, mantequilla y quesos, fuesen al mercado. Durante todo el tiempo del viaje, de la venta y el regreso, ¡qué de trabajos no podían ejecutar! ¡Qué de incomodida- des se evitarían! ¡ Qué consecuencias de la vagancia de ellas y del abandono de sus familias! ' ¿No es benéfico el que ahorra todos estos males por un es- tipendio convencional ? Otra de las ventajas que procuran al público esos comer- ciantes, es la conservación de las semillas y otros artículos de consumo, para cuando la necesidad los demanda. Es cierto que entra en esa acumulación el cálculo de su iO' teres; pero también es cierto que sin ese intermedio el labrador285 lie quiere deshacerse de sus frutos para fomento de su indus- tria, tendría que abatir su precio extraordinariamente. Estas y otras manifestaciones, que podrían ponerse a la vis- ta de todos, prueban lo perjudicial y lo odioso de la interven- Clon del Estado en estas materias, justificando el dicho de un escritor de derecho natural, que limita en estos particulares 'a« funciones de los gobiernos á poner las condiciones para el desarrollo de los elementos naturales de los pueblos. Comercio entre las naciones. Razones análogas á las del comercio de pueblo á pueblo Militan en favor de los cambios entre distintas naciones. ¡ Carece, como decia San Gerónimo, que las diversas producc- iones, hijas de los diferentes climas; la desigualdad de dotacio- nes on los artículos que posee espontáneamente cada tierra y sus aptitudes especiales, indican la necesidad de que unos Pueblos recurran á los otros, creándose así vínculos frater- nales. ■La nación que exporta cierto producto en cambio do otras Mercancías, se entrega, por la certeza de la extensión de su Arcado, con mas ardor y habilidad á la producción de aquello 1ue puedo cultivar con mas economía. De aquí la tendencia de cada nación á que cada producto lr»dígena le procure un exótico, para darlo á su vez con mas baratura que los otros. Este es el estímulo mas poderoso de la concurrencia. Si no hubiese mas que un solo pueblo en el mundo, redu- elo á algunos millares de habitantes, bajo la influencia de de- nominados productores, es fácil prever la comodidad con que estos les impondrían la ley. También es evidente que los pro- ductores se cuidarían poco de procurar la perfección de sus P^ductos. La carestía y la rutina malearían todas las ramas del tra- bajo. - Vamos & citar dos ejemplos, entre muchos, para probar que286 la simple concurrencia estimula mas el trabajo que todas l»s leyes protectoras. Las fábricas inglesas de seda trabajaban muy mal en 1825, aunque estaban protegidas por una prohibición absoluta. M. Huskisson cambió la protección por un derecho de 25 por ciento. Los fabricantes pusieron el grito en el cielo. Per0 á poco tiempo se encuentran con que sus consumos subian únicamente, porque el estímulo de competir con las sedas de Lyon los habia obligado a mejorar su industria. Roberto Peel, pocos años después, redujo el derecho pro* tector. Nuevo clamor de los fabricantes, nuevos desengaños- Hoy para los ingleses es indiferente la cuestión de protección á su seda. Lo mismo aconteció en la ruidosa cuestión de cereales, y eso con relación á la tasa de precios. Peel propuso la reform*' y ni se arruinó la agricultura y la ventaja ha sido incalcuhv ble para los consumidores. Querer establecer razones diferentes para el mercado in'6' rior de un pueblo, que las que hay para el comercio entre l»8 demás naciones, es querer el absurdo. Es cierto que abusándose del sentimiento de los pueblos W:¡ ritan la fibra de su nacionalidad determinados monopolistas; \ pero en qué se daña ni se hiere la nacionalidad de un pueblo con aconsejarle que se dedique á sus aptitudes natulares, que es lo que hace la economía política ? ¿ Qué ganaria la nacionalidad inglesa si la Inglaterra tuvic* se la pretensión de producir algodón y vino ? ¿ Qué fuerza ad- quiriría el patriotismo en Francia, si los valles do la Provenz» y de Langüedoc, en lugar de estar cubiertos de viñas estuviese0 plantados de árboles de té? La economía política no es hostil al espíritu de nacionalidad: funda simplemente la alianza de los pueblos en la diferencia de sus facultades y caractéres. Ella no quiere decir que cada gran nación no tenga derecho de apropiarse todas las industrias á que se preste el suelo 7 la índole de sus habitantes.287 Pero esta apropiación tiene sus límites, que es preciso saber conocer. Imponerse sacrificios exorbitantes é incesantes pa- ra asimilarse ciertas producciones, que el extranjero nos puede dar con mayor comodidad, será visto siempre por los econo- mistas como la mas loca de las empresas. Por lo demás, nadie deja de conocer las ventajas de los cam- bios ni acepta la posibilidad de un absoluto aislamiento. No pueden aprobar los economistas que el comercio entre dación y nación se envuelva en enredadas preocupaciones y tenga por base las aduanas, no con un carácter fiscal, sino ba- jo el sistema protector; es decir, como medios de repeler los productos exóticos para pj-oteger los efectos nacionales. Esto es lo que se llama sistema protector ó prohibitivo cuando va üasta impedir la entrada de la producción extranjera y la sa- lida de los efectos nacionales. —DlJELECCION XVI. De las prohibiciones y del sistema protector. Concretemos ante todo los fundamentos con que se lian que- ^do justificar en todo tiempo las trabas del comercio. ■Primera. La exportación indefinida del numerario perju- dica á los pueblos y desequilibra la balanza del comercio. Segunda. Las aduanas deben tener por objeto, á mas de Pr°curar recursos al gobierno, proteger la industria nacional, y con ella asegurar su independencia. ■El primero de estos fundamentos, 6 mas bien sistemas, cons- ^tttye lo que se ha llamado el sistema mercantil. El fundamento radical de este sistema consiste en creer que *0s metales preciosos constituyen la verdadera riqueza do un Pueblo. ■Entro dos pueblos que comercian, hay necesariamente uno ^Uo ha recibido mas dinero que el otro; este pueblo, pues, ha ga- na^o, ha hecho inclinar en favor suyo la balanza del comercio. Si un pueblo exporta mas do lo que importa, gana; si im- puta mas de lo que exporta, pierde. Todo es excluyendo el °r° y la plata. Para que analicemos este sistema, es necesario recordar lo I116 tenemos dicho sobre el cambio y la moneda; lo que es ver- entre dos individuos, os verdad entre dos naciones. Cuando dos personas hacen un cambio, un ínteres recíproco las aproxima. ■Pedro posee uua vara de lienzo. Pablo una moneda. Si Pa-290 blo da la moneda por el lienzo, es prueba que prefirió tener lienzo mas que moneda. Lo mismo sucede á Pedro al dar su lienzo. Si se*verifica el cambio, es que los dos encontraron ventajas en él. El dinero no vale mas que el lienzo para el que se deshace de él, y vice versa. Se trata de equivalencias de valores: la moneda vale el lienzo, el lienzo la moneda.— Así se ve claro que los dos compran y venden á la vez; el uno con lienzo compra plata, el otro al ícves. Vender sin comprar, es una quimera. Importar sin expor- tar, seria una ruina. No permitir importaciones mas que de oro 6 plata, seria una locura igualmente perniciosa. Es nece- sario en todo cambio poner frente á frente, no la moneda y los productos que compra, sino los productos que se cambian. Si la Suecia recibe vinos de Francia, y Francia recibe fier- ro de Suecia, hay de los dos lados cambio ventajoso. Com- prar una nación á otra, no puede llamarse pagar tributo al extranjero. En donde hay reciprocidad, no. hay tributo. Yo no pago tributo á mi sastre al pagarle porque me vista, ni él es mi tributario al vestirme por mi paga. El negociante no tiene por interés convertir su mercancía en dinero para guardarlo, sino para darlo'en cambio de lo que á su vez necesita. Vemos á nuestros comerciantes preferir con justicia la compra de materias primeras y efectos para fomento de su negociación, a toner el dinero ocioso 6 improductivo. La historia y la experiencia atestiguan de consuno que el dinero no sale de un país sino cuando sobra para sus cambios. Esto es lo que se ha visto en los países imbuidos en la idea de que el dinero es la verdadera riqueza: á pesar de todos los reglamentos el dinero ha desertado del suelo en que se envilecía su precio para buscar los lugares en que ha gozado interés. Cuando decimos que el dinero se va al extranjero, comple- temos la frase diciendo que va á traer los artículos que nece- sitamos; y bien se cuidaría un extranjero de dárnoslos si tieue mas necesidad de ellos que de plata. Convenzámonos que no hay ínteres ninguno en un pueblo291 para que sus exportaciones de efectos sobrepujen á sus im- portaciones. Querer mas dinero que satisfacción de necesida- des, es un procedimiento que solo podria justificar la avaricia, economía política es indigna de un pueblo calculador. Querer á todo tranco poner en nuestro favor la balanza de °mercio es querer que no baya comercio, entre otras cosas Porque á nadie se le puede obligar á que dé lo que no tiene, y en este caso están la mayor parte de los pueblos del mundo. -ka balanza de comercio reposa sobre mucbas suposiciones falsas. Supone que la diferencia entre la entrada y la salida de las Mercancías debe pagarse necesariamente en numerario. Para ^sto no se toma en cuenta jamas ni-el contrabando, ni las li- azas, ni otros títulos sobre los que se efectúa una masa c°Ji8Íderable de cambios. ■Los datos oficiales sobre exportaciones tienen también mu- de quimérico, no se cuentan ni los efectos que se pierden en las travesías ni el deficiente que resulta por las quiebras, averías y otras pérdidas. Pero si fuese forzoso buscar alguna razón para discurrir 8°Dre esa balanza de comercio decantada, las razones estarían en favor de las importaciones, aunque no fuese mas sino por- l^e acreditaban mayor número de necesidades satisfechas. Se dicej para justificar la- teoría de la balanza, que las na- Clones no pueden enriquecerse sino á expensas las unas de las otras, lo que es evidentemente falso, porque hoy mas que ha- °e tres siglos son ricas las naciones europeas, y mas que hace treinta años también. El error de este sistema consiste en que no se ven sino su- í3as que partir desigualmente y no el conjunto de intereses Amónicos en bien de la humanidad entera. Sistema impío que supone necesaria la guerra y el odio de Pueblo á pueblo, la conspiración para arruinar al extranjero Para buscar en esto los elementos de nuestra prosperidad. A Quesnay, á Turgot, á Smith, á Say, ha cabido la gloria ^e combatir este sistema bárbaro.292 Say dice en su teoría de los mercados, refutando la balan- za ó sea sistema mercantil: «Probando que con productos se compran productos y que la moneda misma, figurando únicamente á título de interme- diaria y únicamente como complemento ¿5 saldo de los cam- bios internacionales, es un producto que es necesario comprar como cualquier otro, se concluye que cada producto encuen- tra tantos compradores cuantos productos se multiplican.» Todo producto terminado ofrece desde ese instante un mer- cado y otros productos por todo el montante de su valor. En efecto, se ve que luego que un artesano termina un producto, lo que mas ansia es venderlo para hacerse de dinero; pero es cierto también que ve como un mal que el dinero se estanque en sus manos. Vése por esto que la formación de un produc- to da lugar á que se crien otros nuevos. Una buena cosecha impulsa mil industrias. Muchas objeciones se han hecho á este sistema. ¿ De dónde vienen esas mercancías que quedan sin colocación en muchos mercados? ¿Por qué no se dan unas por otras las mercancías en tal caso? ¿Por qué las crisis comerciales? Esto se ve como un caso excepcional, como la absoluta in- utilidad de una mercancía dadas ciertas circunstancias en un país, como el cargamento de patines que trajo á México un comerciante ignorante. Lo que falta a los consumidores mu- chas veces no son las necesidades, son los recursos. Si hay cri- sis sobre los algodones, esto no quiere decir que nuestro pueblo no tenga necesidad de vestirse, sino que tienen medios insufi- cientes de cambio para abastecerse de aquel artículo. El temor del agotamiento del numerario es un temor vano. Los pueblos que tienen interés de exportar encuentran como productores y como consumidores una ventaja, por lo ménos tan grande como en importar. Vender sin comprar es una uto- pia. El cambio aprovecha á las dos partes contratantes y »° hay en las transacciones de nación á nación diferencia de cuando se trata de individuo á individuo. El interés de cada país consiste en el fomento de los artículos que le sirven pa-293 ra multiplicar naturalmente sus cambios. Sustituir á la idea de armonía la de antagonismo, es procurar el mal caminando entre absurdos. Del trabajo nacional. Partamos del supuesto de que los pueblos están libres de los lazos del sistema protector; veamos las razones que se pu- dieran alegar para establecer en cada pueblo semejante sis- tema: Primera. ¿ No es de temerse que el extranjero inunde con 8us productos el mercado nacional? Segunda. Estableciendo las aduanas, ¿no es cierto que se daria gran fomento al trabajo nacional? Tercera. ¿No seria excelente que un pueblo aclimatase en él la diversidad de artes industriales, á fin de satisfacer sus Necesidades mas esenciales y no poner, en caso de guerra, su ^dependencia <5 sus . medios de producción y de consumo al arbitrio de una nación rival? El temor de la inundación de los productos extranjeros en Uri pueblo que no tuviese aduanas protectoras, supone la ig- norancia do los principios que hemos recordado, y sobre todo, el olvido de que so cambian productos por productos. En la hipótesis de la no existencia de las aduanas, cada uno se de- dicaria á las producciones quo pudieran ser explotadas bajo condiciones mas favorables, bajo la doble relación de la cua- lidad y do la cantidad. ¿ Qué inundación se podría temer en- tonces? Al traernos sus productos ningún extranjero tiene Por objeto hacernos una caridad y de dárnoslos en cambio do saludos. Si nos trae una masapie productos es porque se lleva °tra. Si hace este comercio perdiendo él se engaña, nadie se puede meter en tutorearlo. ¿Y á quién daña la abundancia de productos en la nación las fábricas so han multiplicado, el precio do la manta es el de 15| centavos, y el número de gente vestida es superio- rísimo. La industria do casimires se ha desarrollado y se sostiene sin una sola extorsión del público. Cuando subsistian las prohibiciones se vió también que la 40298 falta de materia primitiva impulsaba negocios de otro género para proveer aquella poderosa necesidad. El algodón estaba prohibido; para procurárselo se acudió" á permisos especiales- Estos rolaban en determinadas manos y restringían el mono- polio. Los permisos, aunque rezaban 10 pesos quintal, se con1' praban en cambio de vestuarios y de papeles de crédito que se volvieron como por ensalmo deuda inglesa, y que aun figu" ran en nuestros compromisos con la Inglaterra. Esta especie de protección fué la mas escandalosa en uD principio, y así se efectuaron los ensayos de alguna fábrica de papel, del cultivo de la cera, de la seda y otras industrias que cayeron por su propio peso. Respecto de los obreros, ya los hemos visto excluidos e» tiempo del gobierno español por castas y linajes, ya hemos es- tudiado el carácter peculiar de los gremios, ya hemos hecho indicaciones sobre su falta de capital, de hábitos, de mora»" dad, y sobre todo, de educación 6 instrucción. La organización que se ha pretendido dar á esta clase h* sido semejante al club político en medio de vociferaciones bár- baras explotando instintos desordenados y salvajes contra e' extranjero. El extranjero no obstante, el extranjero trabajador (alfi' man ó francés esencialmente) ha enseñado á muchos de esos artesanos, les ha iufundido ideas de orden y moralidad, les b» elevado el salario pagándoles por piezas, les ha inclinado á 1* formación del capital, les ha visto emanciparse y hacerles con* currencia generalmente sin celo y sin enojo. Clámese contra el extranjero arbitrista que sin mas capita* que su audacia y su falta de fé en todo, se ingiere en las r** vueltas y se ostenta caballero do industria con los títulos m&s pomposos. Pero el extranjero artesano se rodea de mexioa* nos, tiene su familia mexicana, al morir deja sus bienes í* manos mexicanas. El carrocero de la casa de Willson ó Raynaud, el sastre de la casa de Pestrail 6 de Salín, el herrero de la calle de Zule*8' tienen mas elevados salarios, mejor porte, mas puras costum*299 ^ es íue todos los artesanos de los antiguo* gremios á pesar e santo patrón y su ángel representante el Viernes Santo. t as tarifas ó aranceles de aduanas, expresión de todos es- j lntereses, son y serán absurdas iniéntras no se ajusten á netos principios económicos. ¿ Qué razón hay para favo- 1 jCer Con el derecho protector al herrero y tto al zapatero, ni curtidor, ni al sastre? ¿Por qué proteger el algodón y no e olivo ? ¿ por qué el olivo y no el cacao ? ¿ por qué todos es- artículos y no la ganadería ni la cochinilla? ¿Y por qué *^odos estos que siempre son ménos que los consumidores? *^ or qué condenar al hambre ó á la carestía á las costas de eracruz, de Tampico y Matamoros, unos cuantos labradores do1 interior? ^ Sobre todo, esos efectos no pueden concurrir en el inerca- 0 de la costa por la carestía del trasporte, por la falta de ca- ^lri°s; ¿no es mas lógico hacer el camino que proteger al la- cador? ^e abuso en abuso la protección de la industria se convirtió protección del abandono y la pereza: el fabricante prote- jo contaba con la venta forzosa 'de su manta por ejemplo, aUn °Uando fuese mala, y excluida toda concurrencia se esta- Cl0» « Si probáis que el valor de estas cosas no es debido al tra- te bajo, entonces no hay para qué protegerlo; pero si yo pruebo «lo contrario, la consecuencia será que la protección sea para «todos. « En el saco de lana está representado el carnero, el sala" « rio, el trasporte. « En el de trigo, los gastos de siembra, cultivo, cosecha, e11 «una palabra, el trabajo, lo propio que en el tejido...... « Miéntras mas abundan las primeras materias, se dice, maS « deben multiplicarse las manufacturas. « Puesto que ellas son los primeros elementos del trabajo» « protegerlas no es sino comunicar impulso al trabajo; por 1" « mismo deben tener diferente cuota. «Todo esto descansa en una pura ilusión. « Ya hemos visto que todo valor representa trabajo. El tra- « bajo manufacturado centuplica el valor de un producto bruto; « por ejemplo, un quintal de fierro hecho resortes de reloj, da- « ria la diferencia que hay entre seis ú ocho pesos del valor del « fierro, y dos 6 tres mil pesos manufacturado. « Se olvida en lo que acabamos de asentar, que los que se (t cambian son valores por valores, no se cambia lana por lana, « ni resortes por resortes, sino cierto valor do estas cosas contra «un valor igual de otra»: se trueca trabajo igual por trabajo «igual. No es verdad que la nación que da por 100 francos te- « jidos 6 resortes, gane mas que la que da por 100 francos l»Dft u 6 fierro.» He aquí, señores, los claros y poderosos argumentos co» que Bastiat combate los sofismas de la protección: á mí al ménos me parecen incontestables. El derecho diferencial, que consiste en privilegiar á detei-aoo finadas localidades ó determinadas industrias, regulando el Apuesto según tal sistema. La escala movible, ó sea la alza ó baja del impuesto, según a abundaacia 6 escasez del mercado, todas son fases del sis- tema protector que descansa en principios falsos, según hemos visto. Porque limita nuestra propiedad, forzándonos á que invir- tamos nuestros haberes según la ley y no conforme á nuestra v°luntad. Porque nos forzan á comprar tal vez malo y caro, lo que Sm la restricción podríamos obtener bueno y barato. Porque no es justo que contribuya yo únicamente para el Cngrandecimiento de determinada clase, cuando todas ellas tienen los propios derechos. Por regla general: industria que no se puede sostener por 81 misma, no se debe proteger artificialmente. Pudiera haber casos excepcionales en que un corio y tem- poral sacrificio asegurara el bienestar y la riqueza de muchos Cludadanos: pudiera acontecer que para empresas desconocí- as <¡ en que se necesitan grandes capitales, el auxilio del go- bierno fuese indispensable; pudiera reclamar la equidad, aten- Cl°n á los intereses creados para no herir do improviso grandes ^°rtunas; pero os repito, estos son casos muy especiales en que 'a discusión esclareciendo los hechos y la prudencia dictando las leyes, llegarán sin tropiezo al principio, que es la libertad apoyada en los intereses legítimos de todos los miembros de Una sociedad.— Dije. 41DI LA DISTRIBUCION DE LA RIMA, LECCION XVII. SeH ores: íanta importancia han dado los maestros de economía po- lítica á la distribución de la riqueza, que han reducido á dos tas maríeras de considerar la ciencia: la producción y la dis- tribución. Al hablar de la primera de las grandes secciones que acabo de nombrar, es decir, de la producción, mencionamos los agen» wS naturales; y bajo las personificaciones del sabio, del em- prendedor y del obrero, procuramos hacer perceptibles las fun- dones de la inteligencia, del capital y del trabajo, marcando $8 grado de importancia y la remuneración 6 provecho que tas era debido por su ejercicio. En último resultado, creo estará en vuestras convicciones, ;-u:ique no haya tenido formula de creencia, que el fundamento de toda buena doctrina sobre la distribución de la riqueza debe estar basado en la libertad del trabajo. Es honroso para México que principio tan fundamental esté consignado como precepto de la constitución, que dice en su artículo 5?: «Nadie puede ser obligado á prestar trabajos personales sia « ta justa retribución y sin su pleno consentimiento. La leysos « no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la « pérdida 6 el irrevocable sacrificio de la libertad del boinbre, « ya sea por causa de trabajo, de educación 6 de voto religioso." « Tampoco pued;>autorizar convenios en que el hombre pacte « su proscripción 6 destierro.» Algunos escritores han pretendido probar que solo podia considerarse producto distribuible en una nación el beneficio líquido que dejasen las varias ocupaciones del trabajo: pero como se ve, tal teoría no es sostenible, porque las sumas mio- mas destinadas á la compra de las materias primeras, al pago de jornales, &c, han sido alimentos de otras fuentes produc- toras que dejan sus beneficios á quienes los explotan. Coquelin determina la producción, diciendo: que es el resul- tado de tres agentes principales, que son: Primero. La tierra, comprendiendo en ella las aguas, las minas y los agentes naturales. Segundo. El capital, es decir, fincas, naves, instrumentos de trabajo, en una palabra, toda la riqueza adquirida que se aplica á la producción. Tercero. El trabajo, en la extensión que lo hemos conside- rado, es decir, intelectual y físico. Puesto que tales agentes concurren á la producción natural, que de ella tengan su provecho y entre ellos se distribuya. A cada una de esas formas de retribución se le da nombre diferente, adecuado á su manera de existir y de obrar. A los servicios de la tierra se llama renta 6 arrendamiento, incluyéndose en esto la parte que se da por el capital repre- sentado 6 invertido en la tierra. A los servicios del capital corresponde, como remuneracio- nes ordinarias, el producto, cuando el tenedor de ese capital gira por su cuenta y riesgo, ya aislado, ya asociado á otro ca- pital: llámase interés cuando se cede el uso del capital á otro por un tanto fijo. Cuando se trata de un capital inmobiliario, como una casa, una fábrica, se llama al beneficio alquiler. La remuneración del trabajo, como sabéis, toma diferentes309 nombres; salario, jornal, sueldo, honorarios, &c, según se ha- Ña del peón, del empleado particular ó público, del funcio- nario, &c. Cuando un individuo ó una asociación reasume dos ó mas funciones de la producción, como inventar, poner el capital y trabajar......La remuneración, el cálculo de las ventajas, es privativo, inaveriguable para el publico, que solo bace apre- ciaciones en el cambio. La división del trabajo se extiende, se combina, so ramifica, como causa y efecto del desarrollo de los pueblos y de los pro- gresos de los conocimientos humanos. fice Culmciro: « En suma, la cuestión de la riqueza encier- " ra tres cuestiones, á sabor: qué personas son llamadas á par- * tieipar de la producción; qué cosa ó cosas deben repartirse * entre ellas, y qué leyes ó reglas económicas determinan la ft proporción del repartimiento.» Respetando mucho la manera de discurrir de escritor tan distinguido, creo que por sutilizar esta parte de la ciencia, los economistas se han perdido en vaguedades que no tienen solu- ciones satisfactorias. Bien conoció Sbabek estos extravíos, cuando tituló la parte 'le distribución 6 repartición do la riqueza, ganancias, ó pro- ductos, reduciendo sus apreciaciones al capital y al trabajo, y aun así mostrando la falibilidad do los cálculos. « Supangamos, dice, dos fábricas de hilados, con los mismos capitales, los mismos obreros y la misma espera para la rea- lización del efecto en el mercado. Natural es que los produc- tos de los trabajos sean iguales. « Poro supongamos que cerca de una de las fábricas se im- provisa un mercado y que la demanda varia; entóneos esta circunstancia cambia los productos de uno y otro capital, y de una y otra suma de trabajos. «La remuneración de los esfuerzos, que dan por resultado la producción, se regularizan, se convierten en proporcionales 7 justos por la naturaleza de la libertad; el objeto de la cien- cia es promover la supresión de los obstáculos que tenga esa310 libertad; asilo lian entrevisto los economistas, y por esto citen como motivo de la mala repartición do la riqueza, el gremio, las trabas fiscales, las inconveniencias de una contribución mal ca'.culada'y la supresión de una concurrencia desembarazada- « Las escuelas socialistas, dice Baudriliart, tienen un len- « guaje diferente. A creerlas, el trabajo y el capital producen «bastante para cubrir todas las necesidades. Si hay periur- «baciones, es porque los unos tienen mucho y los otros no tie- «nén bastante. La solución do este problema debo ser un ne- « gocio de legislación. Toca al legislador favorecer á los unos « y despojar á los otros: asignarle al trabajo una parte con mas « criterio que el mismo trabajador: poner la sabiduría y la jus- «ticia armadas de la fuerza pública, en el lugar de la sabidu- « ría y la justicia de los contratantes. Creen los socialistas que « este es el bello ideal de la felicidad pública. Según la eco- « nomía política, semejante intervención gubernativa inmola á «la vez la libertad, el orden y la justicia; produce la atonía, « siembra la inquietud y da por resultado de sumergir en mas « honda miseria las clases infelices, haciendo retrogradar al « género humano.» Consultando hace tiempo esta materia, objeto de un estudio especial, con el Sr. Lic. D. Ignacio B.arnirez, á quien saben veles, amo como á hermano, y respeto como á maestro, me es- cribió" una carta, que voy á copiar letra á letra, pasando por algo de la forma, en obsequio de que queden en su extensión grandiosa de miras las ideas de ese notable pensador. Dice la carta: «La economía política, en resumen, no debe ocuparse sino « de la distribución de la riqueza. « La producción, en efecto, es natural ó artificial. Produc- « cion natural significa, científicamente, fínica, química ó cual- « quiera otra ciencia. Producción artificial, tiene sus leyes en «la agricultura, la minería, los tratados sobre comercio y las «obras sobre diversas artes industriales: en todos estos casos «los principios económico-políticos son sencillos y comunes á « todos los procedimientos humanos; aprovechar los frutos de311 * ta naturaleza; especialidad cu las profesiones; libertad en la * ll>stitucioa y en los procedimientos técnicos 6 industriales, y necesidad de proporcionarse modelos y mercados. Es fácil, "Por lo mismo, que los valores naturales y artificiales abun- " den en cualquiera nación, y que á pesar de esto los ciuda- * "aitos vegeten en la miseria. " El gran problema de la economía, tanto política como so- " Clal, consiste, pues, en la distribución de riquezas; la solu- ción se encuentra en la mas amplia libertad. La dificultad, * Por lo mismo, consisto en estudiar como las leyes fundamen- * tales, las civiles, las criminales, los tratados entre las diversas Aciones, la rutina, la ignorancia, el servilismo hereditario, " la religión, se oponen á una distribución equitativa de todos " '°s productos naturales y artificiales de un pueblo determi- nado.»—Dije.LECCION XVIII. SALARIO. Señores: ^os recibe hoy á la entrada de nuestro estudio una de esas bestiones desnaturalizadas acaso por su misma sencillez: nos Sucede con ellas como con ciertos guerreros ó artistas prece- didos de excelsa fama: tanto nos los encarecen, con tal facili- ha suplantado el sér ideal al hombre verdadero en su P°rte, en su lenguaje y en su manera de ser, que cuando les venios como los demás hombres, hay algo que nos desencan- *a> 8i no es que la reacción de nuestro juicio nos hace ver casi diferentes lo que con tanta exageración nos dispusimos á Pairar. En efecto, las animadas descripciones del antagonismo del frabajo y el capital, el estrépito de las colisiones de obreros, escritos sobre caridad legal, los reproches A la economía Política de fría y do inhumana cuando repele la extensión con lúe quiere plantearse aquella, son antecedentes para que por ^° tténos se llame espinosa a esta cuestión y sea objeto de po- línicas apasionadas, de declamaciones ardientes y de lides en l^e el sentimiento toma parte activa mezclándose á los que ^can sinceramente la verdad. ■Recordaréis que en nuestros estudios sobre trabajo reduji- mos á dos solas palabras sus condiciones fundamentales: Lr- Bi¡rtad, utilidad; y también creo recordaréis que al expla- yar mis ideas explicaba por libertad la supresión de todo oba- 42314 tápalo para el desarrollo legítimo de la inteligencia y de la acción humana; y en cuanto á utilidad, mi explicación se re- feria á la apreciación hecha por el interesado mismo, del fruto ó ejercicio de su trabajo. Sirviendo de norma á mi criterio las anteriores reglas, creo que la manera mas clara y mas sencilla de considerar en abs- tracto la cuestión de salario es colocándola sucesivamente bajo estos dos puntos do vista. Primero, el histórico. Segundo, el punto de vista de con- trato. Salario, en la acepción de retribución ó remuneración del trabajo que una persona ejecuta en nuestro provecho, no pue- de referirse, según vorémos, al hombre en el estado de aisla- miento; él no se paga el trabajo que ejecuta; calcula ol esfuer- zo y la ventaja que esto le produce, y así decide. Pero sea una degeneración del estado patriarcal, sea 1* conquista ó cualquiera otra de las manifestaciones de la fuer- za, en los tiempos primitivos hubo esclavos, el esclavo entre las manos del dueño era un simple instrumento de producción» una máquina; la sórdida apreciación de las conveniencias, 1* inteligencia del propietario do ella lo hizo procurar su entre- tenimiento, según su bondad, para funcionar; de ahí la soli- citud después por la alimentación, por el vestido y aun p°r una educación que mejorase el ejercicio de esa máquina, 1° mismo que se alimenta una bestia, de la propia manera que se untan las ruedas de un carro. La concurrencia de otros propietarios de máquinas de est» especie, ha extendido después el cuidado respecto de ellas, y así en la alimentación hubo mas esmero y variedad, así se re- currió ála conservación de aquel capital buscándole módico, alojándolo mas cómodamente y cubriendo otras concesiones forzosas de especulación con el manto de la ternura y de 1* caridad cristiana. Aunque en vista.de los inconvenientes y délas pórdida» que siempre produce el trabajo forzado, so dejó mas holgura en tiempo de lá decadencia del feudalismo al siervo, no era>315 ta^tnUeVa manera ^e explotación que preparaba, no obs- A la revolución benéfica que vino después á restituir al ra° mi fortuna, tú 0 tjenes derecho al tanto estipulado. Esto es el interés. ¿ No Contraía análogo y natural este sistema? ara mi modo do ver las cosas, en esto orden de ideas ea 0 encierro la cuestión hay varias cosas á que atender. El tr)o es una fórmula de emancipación en el hombre, la ex- ^ Slen do un contrato que designa su personalidad digna, li- r m ^r^tra de su propio destino, -"-odo lo que dé soltura á ese contrato; todo lo que coloquo 08 contratantes en aptitud de apreciar por sí sus intereses, tribuirá á la perfección del contrato; todo lo que merme tas condiciones, lo hará inicuo; si la violencia es contra el ca-318 pitalista, se llegará hasta justificar el robo; si es contra 2 obrero, se le forzará cruelmente á retrogradar hasta la escla vitud. Hemos dicho y creído probar, que el trabajo es una í301 eancía; la consecuencia forzosa de esta calificación, á la ^cí que la prueba de su acierto, es su sujeción á la oferta y Ia manda. Cobden, en forma de parábola, ha hecho visible este prlfl cipio, diciendo: «Cuando dos obreros corren tras de un a100' ¿ qué otra co3a son sino capital ? Así, pues, la formación y el engrandecimiento del capital son las condiciones precisas del progreso popular. » y Una vez puestas de manifiesto las bases movibles en que |l0ne qu0 descansar el contrato entro el salario y el capital, a ttias leve ingerencia en la libro transacción es injusta, por- clUe coarta la apreciación espontánea entre lo que se da y lo que 8e recibo, hecha por los interesados. ■^o obstante, la fijación de cuota al salario ha sido uno de ^0s motivos de debate entre los economistas, ya por sí mismos, ^a en sus ardientes lides contra los socialistas. La tasa del salario supone la interpretación do la voluntad ^ trabajador, la previsión del tiempo del trabajo, los instru- ^entos con que se verifica, así como las circunstancias del ca- balista, &c. Es decir, descansa en una serie de quimeras, ^das absurdas. Al vender un hacendado un tercio de trigo, ha calculado su Píecio sobre los costos de producción; es decir, alquiler do Ja tlerra, monto del capital invertido, del trabajo remunerado, ^° conducción, &c; y dice cinco pesos por ejemplo: ¿puedo Reírselo aumenta el salario de modo quo te cueste mas el tvi- §° para que pierdas, dándolo á cinco pesos?320 Lo racional seria una ley que incluyera vendedor y coro prador; es decir, obligar al uno á que aumentase los costes do producción, y al otro á que comprase mas caro: ya se deja en- tender lo absurdo de semejante modo de legislar. Para paliar el erróneo sistema de la tasa de salarios se ba querido dividir el salario en necesario y real: llámase necesa-- rio al que basta para la alimentación de él y de su familia; el real consiste en la cantidad de cosas útiles que puede procu- rarse el obrero en retribución do su trabajo. Tal clasificación, aunque á primera vista es justa, se funda también en puras relaciones; donde los artículos de la alimeI1" tacion son muy caros, un salario alto será insuficiente; por el contrario, por bajo que sea el salario en un país barato ó don™ de el obrero tiene pocas necesidades, será un buen salario. Puede decirse lo propio del salario real, es decir, de aqu^ que á mas de cubrir las necesidades del obrero le procura al- gunos medios que mejoren su porvenir. Nótase en la intrincada senda que vamos recorriendo, ^ través de las teorías económicas, la incertidumbre de nuestros ilustres guías; los unos queriendo marcar reglas á la libertad» los otros queriendo sobreponer la ley al interés individual, si» recordar que lo primero que quiere la libertad es ser libre, J que el segundo buye de toda calificación extraña. Así, por cada regla que quiere sentarse, brotan mil exeep" ciones á destruirla. El salario lo fijarémos en dos reales dia- rios: ¿dónde? ¿En un país frió, en donde el solo costo de Ia leña, para que no perezca una familia, vale una cantidad nía* yor? Esta cuota seria inicua. ¿ En un país tomplado, en donde todo es bienestar y baratura? Seria la prodigalidad. ¿En ufl país caliente, en que necesita el obrero bebidas espirituosa3 para reparar sus fuerzas y la despoblación hace mas caro el trabajo?.....«... Entónces se ha recurrido á otras clasificaciones que dej° consignadas Smith en su obra inmortal; hélas aquí: «Influye en la cuota do los salarios que el trabajo sea C0* modo ó penoso, limpio 6 sucio, honrado ó despreciado.321 "La facilidad y el buen mercado del aprendizaje, los gastos 7 sacrificios que exige. « La certidumbre ó incertidumbre de la ocupación. " ^a mayor ó menor confianza que es necesario acordar al obrero. "Las probabilidades del éxito del trabajo.)) Nótese, tributando nuestro respeto profundo al padre de la ciencia, lo mucho do arbitrario que hay en todas esas aprecia- Clones, por el afán de fijar reglas á ío que no puede tenerlas. ¿Quién califica lo cómodo ó lo incómodo del trabajo? El °brero. Un albañil gordo tendría gran pena y peligro subido en un andamio; si es flaco, el peligro será ménos. Está en el andamio como en una sala; si el amo califica para pagar, verá °tU6 para todos los albañiles estar en un andamio, es cosa na- tural; un juoz compasivo, anciano y que padeciera vahídos, c°tizaria aquel trabajo con la mayor largueza. Sucede lo propio con respecto al aprendizaje; muy penoso era el aprendizaje del bordado; las oscilaciones de la moda ha- Cen que cam];)ie ]a remuneración; hay máquinas que han sus- tituido ese trabajo. ' Lo mismo podemos decir de las otras reflexiones del maes- t0; todo tiene que sujetarse á las conveniencias, todo tiene 1U° ceder á las leyes do l»domanda y la oferta. Eu ninguna de esas apreciaciones se ha contado con la con- jura del individuo, con el clima, con la población, con las Apensiones al ocio, con el estado de civilización, y todas son °osas que alteran, modifican y cambian las cuotas del salario. Es natural que al hombre sano y robusto se busque, de pre- sencia al débil y enfermizo; pero si se trata de un pintor ó ^e Un relojero, la condición expresada será secundaria. El clima es tan influyente, que entre nosotros vemos que 0n las mismas tierras calientes de un modo se paga al quo tra- H)a al sol, que al que trabaja á la sombra. En esos climas, ea ctue el abrigo suele ser el mismo cielo, en que la tierra brin- Qa con una alimentación espontánea, en que la población es c°rta y en que la propensión al ocio es poderosa, este ocio se 43322 vende muy caro, y los jornales no tienen regla: por últini°> el salario sigue la relación de las necesidades del obrero, y donde no hay esas necesidades, ¿qué sigue?...... Chevalier dice con exactitud, en mi juicio incontestable: « ¿ Cuál es la ley, según la cual so arregla el salario, en los « países en que el trabajo es libre? La de la abundancia del « capital, comparada con el número de trabajadores que piden « ocupación. Ahí so encuentra esa eterna ley de relación en- «tre la oferta y la demanda, que sirve de regla á todas la8 «transacciones. Un fabricante no tiene capital mas que par» « ocupar cien obreros, retribuyéndolos á razón de cuatro fran- «eos por cabeza: se le presentan doscientos obreros, que eS « forzoso ocupar; entónces no podrá dar sino dos francos á cad» « uno. Así, míéntras mas se multiplique la población con re- «lacion al capital, mas descenderán los salarios, bajarán co» « detrimento de la salud pública, á despecho de la santa cari' « dad cristiana, á pesar de los gritos de la humanidad herida; « bajarán hasta que los infelices obreros sean reducidos al m1' « nimum do la subsistencia, á los alimentos mas groseros. Ta^ « es la historia de la Irlanda, donde pululando los hombres, á « medida que ha permanecido el capital estacionario, los desdi' « chados campesinos han descendido del uso de la carne al ^ « pan seco, á la patata buena y farinosa; de ahí á una patata « acuosa, detestable. Esto es espantoso, pero do una inexor»' ^ Ya, conocéis el taller nacional, ya habéis recorrido conmigo 3 regiones encantadas de la organización del trabajo, y hemos Vu°^oásentarnos á descansar á la sombra de la libertad, aman- tes como nunca de nuestros principios. Abandonando á la polémica economista y socialista las con- fluencias que de los principios de las dos se desprenden, Seguros mas que nunca del triunfo de nuestras armas, fijemos, COQio es de nuestro deber, la vista en México. ■Para opinar sobre la situación do nuestros obreros, recorde- 1,108 que para juzgar de su bien ó malestar, les aplicamos dos ' ases de reglas: primera, las relativas al trabajo, es decir, la ertad en el ejercicio que mas les cuadre y la utilidad cali- ada por ellos mismos: segunda, las referentes á la tradición, bórica ó íí las condiciones de contrato que debe tener su eJ«?cici0. Encargándonos del primer aspecto de la cuestión, es decir, a hbertad, el indio operario es libre; pero casi lo ignora, y 81 ^° sabe, no halla qué hacer de su libertad, ni atina cómo em- plea^, el arraigo á su suelo, su dependencia total del amo, 8u vida con el dia, hacen que el peón no conciba cómo se puede Agregar de la comunidad que forma sin perecer; es un mueble *te ta hacienda; pasa de unas á otras manos, si hay cambio de ^eno, como cualquiera otro de los aperos. En cuanto á utili- ad no regula, porque no compara; sigue la tradición; recibe Un tanto en dinero y otro tanto en maiz para alimentarse; la "teuda 10 arraiga en la esclavitud; la trasmisión de la deuda *tel padre al hijo hace que nazca con la libertad perdida. En Cuanto á la parte de dinero en recompensa del trabajo, puede 'tecirse que es una ficción; la tienda que ejerce un monopolio324 tiránico, devora esa parte del salario y quita hasta las ilusio- nes de emancipación al obrero, si es que las tiene. El peón acasillado, el de subsistencia permanente en un» hacienda, es verdaderamente el esclavo, no por la ley, sin° por la tradición y el embrutecimiento. Hé ahí descubierto de nuevo nuestro esfuerzo de convertir á la máquina en hombre, de educar á esa masa, á ese conjun- to que no puede llamarse sociedad. ¿ Cómo discurrir dentro de esas tierras feudales sobre Ia oferta y la demanda? ¿ Cómo indicar las ventajas del trabajo por participación? Los peones cuadrilleros que pudieran tener en mas ejercí ció su libertad, que pueden mas atenerse al contrato, se en- cuentran por todas partes con la concurrencia del peón aea sillado, y tal concurrencia, lo temporal de la ocupación, Ia separación de la familia, hacen su existencia aun mas misera ble que la del esclavo mismo. El artesano se acerca mas á las buenas condiciones del hom- bre. Es cierto que el aprendizaje le esclaviza y que la fo'ta de capital le sujeta á una concurrencia desventajosa 6 á una esclavitud inevitable; pero la población, el contacto con la*01" vilizacion le despierta, sigue atento las vicisitudes del mcrcft' do, tiene el ejemplo de artesanos laboriosos que le mejoran J le enseñan á emanciparse; por último, en el trabajo por PlC' zas, en la participación, columbra medios para aprovechar sus esfuerzos y para mejorar su inteligencia. Los pocos capitales que tienen directa aplicación al trab»' jo son tiránicos, porque siguen la tradición, porque no con' vienen sino que se imponen al obrero. El salario de la fábrica es mas pingüe que el del campo, Ia condición del obrero es mejor, puede tener ajuste y sacar par' tido de su aptitud especial; pero como son pocas las fábric»8' como la oferta de ese trabajo es superior á la demanda, b»y una secreta coacción que limita la libertad del obrero, que 1° tasa el trabajo por la férrea ley de la necesidad. Miéntras no se perciba el libre, el inteligente contrato en'325 tre el capitalista y el obrero, la cuestión de salario no será Sln_o un subterfugio de la esclavitud. a naturaleza de las industrias determina á veces el acer- ea|niento a 'a mejora; el comerciante, por ejemplo, por la pe- aridad de su ejercicio so emancipa, acomoda su esfuerzo á 8U utMdad, inquiere la necesidad, acudo á ella, solicita mer- Cado, transa y puede enriquecerse, por corto que haya sido el Principio de su fortuna. El mismo dependiente de la casa de comercio se aviene al salario, pero sueña con el partido, con tanto por las utilidades, con la recompensa y la emancipa- ción, j En la minería, los que no sirven como esclavos al modo de 8 romanos, tienen facultad de esa emancipación; la busca l^ede hacer su fortuna, las franquicias le brindan modos de Ajorar, son un reconocimiento de su libertad. El artesano tiene medio de hacer efectivo su contrato; solo f11 e^ peonaje cae de lleno la sombra y se estaciona bárbara a esclavitud. 10 meJorar 'a condicion popular, para alumbrar á todos °s nombres el camino de su elovacion y de sus propios inte- ^ses, no se insistirá nunca suficientemente on lo indispensa- 6 de la educación, luz del espíritu, guía segura de los pue- 8> sosten de la moral, vivificación del trabajo, alma del Egreso, vía de comunicación sublime entre el hombre y Dios. ^ ^ara que la educación sea fructuosa, es necesario, ante to- ' lio sea universal, que se aprovechen los medios todos pa- j8, derramarla hasta las clases mas ínfimas, adoptando todos s Métodos, adecuándose á todas las necesidades, infiltrán- °8e por cuantos procedimientos sean posibles. ^n la canción popular y en la copla del payaso, en la re- futación dramática y en las pláticas dominicales, en la *Sa de asilo y en la escuela de adultos 6 dominical, mucho se anta en esta materia; pero es necesario combatir á la ig- ^rancia on sus últimos atrincheramientos, en 8 escue^a8 ^e n"*as no están suficientemente propagadas; 11 '°s pueblos de indígenas se deberían proteger do toda pre- 1326 ferencia. ¿ Cómo tener buenos ciudadanos, ha dicho un hoffi" bre ilustre, si descuidáis á la madre de familia? ¿No se sabe que importa una revolución la educación de una sola niña? La propagación de pequeños libros y manuales de extre- mada baratura es un medio que no se ha explotado suficien- tementc. En los colegios los jóvenes, por vía de ejercicios, hacen 6 veces disertaciones luminosas sobre las ciencias mas difíc1' les, ostentando su erudición, creando obras notabilísimas qu" mueren en el olvido; ¿por qué no se alterna con ejercicio9 de esas mismas materias en manuales puestos al alcance de* pueblo ?..... El estímulo de la publicidad seria poderoso, la dedicación á las cuestiones del país infalible, la utilidad para todos w8" nifiesta. Los estudios públicos 6 conferencias semanarias de las es- cuelas 'deberían introducirse y fomentarse. En ellas el niS° aprendiendo enseña; para los padres de familia sería un atra<¡* tivo ir á presenciar los adelantos de sus hijos. Así se ha pi"a°' ticado en otro tiempo á título de explicaciones de la doctri»9 cristiana, y so han podido conocer los benéficos efectos de este sistema. La introducción del dibujo lineal entre los ramos de pref6' rente enseñanza es una de las necesidades de la educación- La pintura en general habla á las inteligencias mas ruda3» es el idioma universal de los ojos; las obras ilustradas tiene0 con razón mucho prestigio en la multitud. En los libros de enseñanza se ha adelantado también mu' cho; pero falta un libro segundo con nociones de geometna> de física, de química, de mecánica, todo con aplicación á Ia9 artes útiles y á la producción. Los manuales, pero dispuestos en otra forma, las publi"8' ciones por el estilo de la ciencia recreativa, los ramos todo9 del saber humano brindan á las inteligencias todas sus flore9 y sus frutos para el ejercicio^de la santa caridad del alma-327 Los jóvenes de los colegios que tanta necesidad tienen de Jar en público, que poseen conocimientos tan adecuados, i por qué en las cárceles, y en los talleres, y en los clubs y las reuniones de amigos no establecen un apostolado de civiliza- ción? ¡Cuántos tesoros"para la oratoria! ¡Cuántas seducciones Para las almas! ¡ Qué generoso galardón para el talento el a °iuo viera fructificar una sola de las preciosas semillas de la enseñanza! La enseñanza debe ser gratúüa, ponerse al alcance de to- dos los individuos, y forzosa, obligando álos padres de fami- Ia & que eduquen á sus hijos.' -Para evitar la cruel explotación que se hace al niño forzán- _ 0 &1 trabajo sin una idea do instrucción y en la edad mas herna, podria prohibirse con multas rigurosas á los amos y CaPitalistas que admitiesen al trabajo niños que no supieran eer y escribir y de ménos de diez años. Leberia también acomodarse las horas de asistencia al cli- ^a> á la distancia de la escuela, á la morada de los padres, á 8118 Necesidades, y sobre todo, no permitirse jamas que en la ei)8eñanza mediase castigo ó violencia, sino ántes bien escon- de1" entre los goces y las ingeniosas formas del placer la savia bienhechora de la educación. Üna vez educado un hombre, incluyéndose en su educación e* conocimiento de sus deberes y derechos, ya puede aspirar a' título de hombre; ya libre de la abyección y del apocamion- to que le invade como la lepra, puedo y sabe aspirar á hacer Wativo su trabajo y á contratar con libertad su remuno- racion. Las asociaciones previsoras, la de socorros mutuos, las de r°tiro para libertar do la usura, del desamparo y de la men- dicidad al obrero, la caja de ahorros sencilla, desprendida de *a especulación y del objeto político, instituciones son todas I11» cuidando amorosas al hombre, elevándole, haciéndole ca- P'talista, corona de flores su trabajo y le presenta en copa de 0ro, después do la fatiga, las satisfacciones sociales.328 Pero para mí, entre todas las innovaciones que necesita- mos descuellan dos, referentes, una con especialidad, al indio, la otra al obrero en general. Estas innovaciones las lie ex- traído, por decirlo así, de mis laboriosas conferencias con m Ignacio Ramírez, y ni como utopias me atrevería á darlas á luz, si no fuese porque después de haber obtenido la aproba- ción de ese para mí profundo pensador, las be sentido dia por dia arraigar en mi conciencia. Una de ellas es el ayuntamiento, el municipio ejercido por el peonaje mismo, luego que la ranchería de la hacienda diese un número de habitantes capaces de gobernarse con indepen- dencia del amo en cuanto á sus intereses privados. El otro la asociación presentando modelos de ella á los obreros, pr°" curándoles tierras, así como pretende hacerse ó se ha preten- dido con los colonos, y haciendo entrar en sus elementos 1* unidad de mando por elección la distribución proporcional del salario, la libre dependencia y la facultad de una emancipa* cion mejorando su antigua condición. Agitado hace algunos años por esta misma cuestión de sa- larios, deseoso de invertir en ella lo que tuviera de mejor n11 inteligencia y de mas puros mis sentimientos, recurrí al con- sejo do varios de mis amigos y escribí á Ramírez consultán- dole, quien me contestó do la manera que vais á ver y he ele- gido como quien quiere rematar con un rico adorno el edificio que fabricó para habitación de los seres mas queridos de su alma. Habla Ramirez: e La filiación del salario comenza en la esclavitud. El sala- « rio en todas las naciones aparece constantemente ántes que « el pueblo se haya emancipado, y tiene por base lo estricta- « mente necesario para que el trabajador no se muera de ham- « bre; ese salario se dispensa del mismo modo á los animales « domésticos. « Emancipado el trabajador continúa el mismo salario, bajo « el pretexto de que proviene de un contrato voluntario:/^" « ut des. Esto es un sofisma, porque no se celebra en forma ose « contrato; y sobre todo, porque el capitalista, atendiendo á329 * su provecho, fija la nueva cuota conservando naturalmente " «i acostumbrada en los tiempos de servidumbre. « Estas observaciones, que pueden verificarse en la historia * todos los pueblos conocidos, resultan incontestables, re- * Cordando los hechos que han fijado el salario en la nación •mexicana. " En la época de los gobiernos indígenas, el asalariado, cuan- " do no era un esclavo, era un liberto, se conformaba con lo °iUe sus señores consideraban bastante para las pequeñas ne- cesidades del proletario. " En la época colonial so siguió esta base con tanta mayor "facilidad y apariencias do justicia, cuanto que los mismos es- Pañoles no conocían otra para pagar los servicios de sus ga- banes. * Consumada la independencia, no hemos cambiado esos prin- * Clpios, ántes bien, los hemos perfeccionado con las máximas * de una economía política, que fácilmente se contradice cuan- " do teme que los resultados lógicos la conduzcan á los tras- " tornos sociales. " Uno de los apotegmas que se respetan por nuestros le- " Saladores y sabios para distribuir el salario con supuesta *e(luidad, se reduce á que se proporcione mayor cantidad de * alimento al trabajador, que gasta en un tiempo dado mayor " sUtna de fuerzas: ¡ obsérvese que esta misma regla "sigue uno " Para sus caballos, sus muías y sus jumentos! ¿ Será racional "suponer que los trabajadores voluntariamente se someten á * esa remuneración infame ? ¿ Los economistas pueden procla- mar como contrato lo que no es sino el resultado de una an- * tigua rutina? El trabajador, siempre que puede, se convierte " en socio, haciendo con esto su primera tentativa de eman- cipación.»—Dije.LECCION XIX. Interes.—Usura. Señores: Algunos economistas lian dividido la cuestión de que vamos & ocuparnos, distinguiendo interés de usura, para designar el lucro que saca de su capital el que cede á otro su uso, como ^strumento de trabajo ó de cualquier otro modo: yo sigo á los °lUe comprenden en una misma explicación el interés y la usu- ra! porque en este caso las clasificaciones me parece que lejos flo esclarecer embrollan, y nada mas peligroso quo escoger un Punto de partida inseguro y confuso, tratándose de ciencias ^orales. Cualquiera de los que han estudiado concienzudamente esta fuidosa materia puede percibir tres épocas, que son como las ^apas naturales, desdo dónde se puede abrazar extensamente 8U estudio, desprendiéndolo de embarazosos accidentes: Primero. Los tiempos antiguos y la Iglesia. Segundo. Los economistas. Tercero. La escuela socialista y la economista en pugna, ó sea la época presente. La ley de Moisés, nota Batbie, prohibía el préstamo con in- terés entre los hebreos y con los extranjeros residentes. La palabra quo designaba este tráfico, significaba mordedura.332 Desde aquí vemos en la etimología calificativa el anatema de esa especulación. Entre los judíos, extranjero no solo denotaba apartado o extraño, sino algo de odioso, que paliaba 6 justificaba la hosti- lidad contra él: prestar á un hebreo, añade el autor que acabo de citar, era especular con un hermano; prestar á un extran- jero, era tratar con un comerciante: en este caso el préstamo tenia la mas completa libertad. . « No darás á tu hermano dinero á usura, y no le exigirá « mas granos que los que le hubieres dado,» dice el Levítico; y el Deuteronomio repite: «No prestarás á usura dinero, gi*a" « nos, ni otra cosa cualquiera á tu hermano, sino al extran- jero. » En Grecia no tenidfcrabas el interés del dinero: hay ejem- plos de que pasaba de un 36 por ciento. El modo con que se hacían los contratos, la natural inclinación á la parte que se considera mas menesterosa 6 mas débil, hacia que la opi" nion rechazase al usurero; pero esta repulsa no se traducía en términos legales: la queja no se exponía como derecho. Cuando Cleon agitaba al pueblo, seduciéndolo con una ley sobre la abolición do las deudas, se trataba propiamente de sa- ber quién tendría 6 á quién se investiría de tal poder en la República, y no quién seria obligado 6 dispensado de pagar tal deuda. La prueba que con justicia se aduce para comprobar el odio con que se veia el interés excesivo, es la unánime reprobación de los escritores de ese tráfico. « La moneda, decia Aristóteles, no es mas que un instrumen- «to de cambio; por su naturaleza misma es estéril. He una «pieza de oro no nace otra pieza de oro; y miéntras no se re- «produzca por un semejante, será de todo punta estéril.» Plutarco secunda la opinión de Aristóteles, la comenta con nervio y la desarrolla en su tratado de los inconvenientes del empréstito. Ya patentizarémos toda la debilidad do esta teoría sofística. Batbie, al exponerla, exclama: «Es cierto que una pieza de333 «moneda no produce otra, las casas no producen casas y pro- aducen alquileres.» * Jeremías Bentham refuta en los siguientes términos el sofisma de Aris- 'óteles. «Sucede, dice, que este gran filósofo con todo su talento y todo supe- " Oración, y & pesar de las muchas piezas de dinero que habían pasado por 0 sus manos (su número puedo ser mayor que el que íintes ó después hayan «pasado por las manos de ningún filósofo), y A. pesar de los trabajos espe- «cíales i. que se dedicó para esclarecerla cuestión déla generación, no pudo " ^escubrir cu su exúmen ¡í las monedas órganos de reproducción. Enorgu- "llecido por una prueba negativa de tal magnitud, se aventuró ú dar al "Hundo el resultado de sus observaciones, bajo la forma de esta pr»posi- |0l0n universal: por su naturaleza la plata es estéril. Aros, amigo mío, so- " Dre quien la razón tieno mas imperio que la antigua filosofía, habréis no- " 'ado sin duda que lo quo habría debido deducirse de esta observación " especiosa, si deducir se puedo alguna cosa, es que se trataría en vano de "sacar cinco por ciento do su dinero, y no que se haria mal en sacar seme- jante provecho. Pero de otro modo fué como juzgaron los sabios. « Otra consideración, que no se presentó al espíritu del gran filósofo, y "que si se hubiese presentado no hubiera sido indigna de su atención, es que "81 bien un darico (moneda persa) no era capaz de engendrar otro darico, " como un carnero á otro, un hombre, sin embargo, podia comprar carneros "y borregas, que dejándose reunidos por algún tiempo produjesen borre- * Suitos: de suerte que esto hombre podia, í la espiración de este término, "hacer el reembolso del darico, dar un borrego por el uso de esta tierra y | que lo quedase utilidad al ménos de otro borrego, que no habría tenido «sin el préstamo del darico. » — [Defensa de la usura]. Antes de Bentham, Calvino había refutado, empleando argumentos aná- logos, el sofisma do Aristóteles: «La plata, so dice, no pare plata: ¿y el mar la produce? ¿ Es ol fruto de "Una caBa por la que se recibe alquiler? ¿El dinero nace hablando del tc- " eho y las paredes ? No; pero la tierra produce, el mar sustenta navios que « sirven para el comeroío productivo, y con una suma de dinoro nos pode- mos procurar una habitación cómoda. Si aoonteoe que se pierda mas en " un préstamo do dinero que en la oultura de un campo, ¿ por qué en un caso " no se permite el intcreB y en el otro se aprueba el arriendo ?£¿ Y cuando se "compra con dinero una tierra, no es porque tí su vez produce? ¿Cuál es "la fuente real do productos para un comerciante? Su industria, su acti- vidad inteligente. ¿Quién duda que ol dinero que no se„emplea os una "ríquezll inútil ? El que pide k un prestamista un capital, es generalmente "Para servirse do él como instrumento de producción. No es del dinero do «doado proviene el beneficio, sino del empleo queso hace de él.» — [Cartas áe Cahino], — [Notan traducidas de JSaudrillart].334 Las grandes agitaciones tienen entre los romanos un carác- ter peculiar. Bajo la república reclaman las tierras, la abolición de las deudas y la reducción del interés. La usura entre ellos tiene un lugar dominante, cuyos rastros se perciben en toda la legislación romana. Las doce tablas hablan de la limitación del interés; los ar- gentara, 6 usureros, son objeto de las diatrivas universales. Plauto los expone en el teatro cubriéndolos de ridículo: laS limitaciones del interés hechas por Justiniano son como los anuncios do las reprobaciones del cristianismo. Pero permitidme que abandone las indagaciones históricas para fijar vuestra atención benévola en algunos textos del Nuevo Testamento, en que se trata del préstamo con interés, con el objeto de hacer palpable, si me fuere posible, que las doctrinas de la Iglesia que emanan de aquella tradición, han sido mal interpretadas; que la prohibición pronunciada por ella no debe ser considerada como una regla de disciplina de la autoridad eclesiástica, no como mandato constante en los m- bros revelados, sino como admoniciones para el perfecciona- miento moral de los cristianos. Oigamos sobre esto á Batbi: « El grande argumento do aquellos que quieren encontrar absolutamente prohibición en el Nuevo Testamento, es sacado de un pasaje de San Lúeas (vers. 34 y 35), en donde el evan- gelista hace decir á Cristo: Mutuum date nihil inde aperantes- u Desde luego podrá responderse, como se ha hecho frecuen- temente, que un consejo de perfección cristiana no es una i»" terdiccion, y que hay mucha distancia entre el mandato de un» ley y un precepto de moral. Pero yo creo que hay para esto una respuesta mas directa. Si tomáis el texto entero, veréis fácilmente que no tiene el sentido que se le da en la citación truncada. Hé aquí el texto: « Si vosotros amáis á los que os aman, ¿ qué mérito hay en esto ? Los pecadores aman á quie- nes los aman. Si hacéis el bien á los que os benefician, ¿qu¿ gracia hacéis ? Los pecadores hacen el bien á los que les ha-335 Cen k*en—Si prestáis á aquellos de quienes esperáis recibir, ¿lüé mérito tenéis? Los pecadores prestan á los pecadores á n de recibir. Amad, haced el bien, prestad, sin esperar nada \ tftil inde aperantes) en cambio, y vuestra recompensa será grande y seréis bijos del Altísimo, porque el Altísimo es bue- no aun con los ingratos y los malos. « Ya veis que las palabras nihil inde aperantes no recaen só- bente sobre mutuum date, sino también sobre düigite y he- 7lefacite. Si tomáis el conjunto y el movimiento do la frase, veréis que el sentido es esto: . ? Para amar á vuestro prójimo y servirlo, no penséis ni en , j*s aficioues, ni en los servicios que podríais esperar do él.— aced el bien por el bien: amad á vuestro prójimo por él misino. " Tomado á, letra y en todo su rigor este texto, haria aún Un deber á aquel que presta de no exigir el reembolso del ca- pital; porque notad que el texto es absoluto, y que dice, sin niüguna distinción, nihil inde aperantes. ¿Por qué se ba de Ver en estos términos la prohibición del interés, miéntras el Capital continúa en ser exigible? " El Cristo tampoco ha prohibido el interés, ántes bien, la P^íibola que sigue parece autorizarlo implícitamente. (San ^ateo, XXV, v. 14 y siguientes, con especialidad el 27). "XIV. En el momento do ponerse en viaje un amo, llamé ^ 8Us servidores y les confió lo que tenia. «XV. A uno le dió cinco talentos, á otro dos y á otro uno, regulando el reparto según la aptitud de cada cual. Después ^e esto partió inmediatamente. " XVI. El quo recibió cinco talentos los hizo valer, y ganó 0tl'08 cinco. * XVII. Lo mismo el que habia recibido dos, los duplicó. * XVIII. Pero el que habia recibido une, solamente hizo u« agujero en la tierra, y allí guardó el dinero de su amo. " XIX. Mucho tiempo después de esto volvió el amo y pi- ^6* cuentas á sus servidores. "XX. El que recibió cinco talentos, lo dió los otros cinco,336 diciéndole: Señor, vos me habéis confiado cinco talentos, y y° he ganado otros cinco. « XXI. El amo le dijo: Está bien, servidor bueno y fiel; tu has sido fiel en las pequeñas cosas, tú serás recompensado en las grandes: entra en el júbilo de tu Sefior. a XXII. El que recibid dos talentos se adelantó, y le dijo: Señor, me habéis dado dos talentos; ved, he ganado dos mas- <( XXIII. El amo dijo al servidor: Está bien, servidor bue- no y fiel; tú. has sido fiel en las pequeñas cosas, tú serás re- compensado en las grandes: entra en el júbilo de tu SeBor. « XXIV. Aquel que no habia recibido mas que un talento, habiéndose adelantado, dijo al fin: Señor, yo os conocia como un amo duro; cosochando sin haber sembrado, recogiendo si» haber esparcido. « XXV. De miedo enterré el talento: hélo aquí, porque os pertenece. « XXVI. El amo le respondió: Servidor malo y perezoso; tú sabias que yo era un amo duro, que cosechaba sin sembraf y recogía sin esparcir. « XXVII. Habría sido mejor llevar el dinero en casa de los banqueros: á mi vuelta habría sacado mi capital, aumentado con el interés.» « Se ve en el riguroso sentido de esta parábola, que el Cristo considera la colocación en casa de los banqueros como un mal; pero no lo prohibe; por el contrario, juzga mejor colocar el dinero con los banqueros, que enterrarlo.» Sea como fuere, la Iglesia primitiva prohibía el préstamo á ínteres. Los judíos y los lombardos, á la sombra de estas restricciones, extendieron la especulación del préstamo, qüe elevaba el ínteres á medida que crecían los riesgos del reem- bolso; los príncipes y los grandes solían liquidar, persiguien- do y expulsando á sus acreedores. Así corrieron los tiempos; la Iglesia tuvo que relajar la ti- rantez de su prohibición; admitió el ínteres cuando se estipu- laba para recompensar un perjuicio (dannum emergens), & cuando representaba el precio de la privación de un beneficio337 {hcrum cessam). lié ahí reconocida la legitimidad del interés, c°mesada á medias, abriendo brecha, por decirlo así, á la es- tela economista, kos economistas lian considerado el capital como el ahorro a riqueza adquirida, que se aplica a la producción; es decir, °ino Una propiedad legítima del poseedor, nacida de su tra- ^aJo, acumulada por él; propiedad que tiene derecho á guar- ar> á no ceder sino por su voluntad y por la remuneración él crea conveniente. El capital funge como instrumento de trabajo: entre el que Pide y el quo ¿ja ege instrumento, hay, por la naturaleza de cosas, contrato, es decir, cambio de servicios. En el primero y .en el segundo caso se ve la legitimidad del lriteres y la libertad que es necesario que presida en la deman- a> y la oferta de ese capital que sigue las leyes del cambio. ■A-sí considerado el préstamo, el dinero es la expresión de ^vicios en todo lo que con él se puede adquirir, como semi- as> útiles, peones, &c, &c. Por medio del préstamo, dice ^'th, el prestador delega, por decirlo así, su derecho para ?Ue disfrute el acreedor de cierta porción de tierra y de traba- ■'° país, para servirse de él como le parezca. ■^enthan, á quien se debe juzgar como un economista emí- tate, dice, hablando de los capitales: « Los que sacrifican el Puente al porvenir, son naturalmente objeto de la envidia e los quo sacrifican su porvenir al presente. Los niños que aQ comido su bizcocho son enemigos naturales de los que con- 8ervan el suyo.» ^liéntras se solicita el favor del prestamista, todos son cuín- cientos y halagos; el dia del pago son las resistencias y las Aciones. El despilfarro cria prosélitos,.es un vicio que se populariza Cl'ttente: la economía tiene pocos amigos. •^oí eso es tan frecuente calificar do avaro al que ahorra: en lo dramático nunca un disipador tendrá el éxito quo un mezquino. ■La imaginación fácilmente dota, con los caractéres de ver- 45338 dugo, al que cobra; pocas veces deja de ver con indulgencia al que se burla de sus acreedores. En los pueblos en que no existen los usureros, es decir, per sonas con quienes se estipula libremente el interés del diner°) que tengan que concurrir con otros capitalistas al mismo coWel ció, &c, las extorsiones de la usura son cruelísimas; enténce» el prestamista no solo valúa su monopolio, no solo es el aprecia dor tiránico de la garantía del reembolso, sino que justipreCia el desden 6 la falsa infamia con que le hiere la opinión. Así, miéntras mas pequeño y mas miserable es un pucblo> ó una persona, mayor es el interés con que consigue diner0, el 12 y el 20 por ciento se paga en muchos pueblos del »P terior: la gente infeliz en nuestro mercado suele consegul1 dinero con un 6 por ciento diario, dando abonos semanari°s para la amortización de su deuda. El préstamo, al fungir como crédito, facilita las transacd0 nes, acelera los cambios. Dice Smith: « A. presta á X. 1,000 libras, con las cuales este compi'a 01 libras de mercancías á B.: este, que no tiene necesidad ini»e(*l!l ta del dinero, las presta á Y., el cual las emplea, comprán^6 á C......y así sucesivamente'una cantidad puso en movii»1611 to grandes valores y activa en varios sentidos el trabajo- * El capital, instrumento de trabajo, tiene que sujetarse í?1 clinablemente á las leyes del mercado, ála oferta y la decaan0"8 la concurrencia de prestamistas tiene que mejorar el tant°^ las condiciones del préstamo, dependiendo en cada caso d° apreciación del reembolso, los peligros de él, las garantías 1 ofrezca el individuo que pide prestado. Antes del descubrimiento de las Indias occidentales, c> ^ teres del dinero en Europa era, por término medio, 10 P°l ciento; después decayó á 6, 5, 4, y 3 por ciento. Todo aumento que sobrevenga en la cantidad de diner°' miéntras que la cantidad de mercancías que haga circular se la misma, no podrá producir otro efecto que el de disffl111 el valor de ese metal. Bentham observa con razón, que sobre ningún otro inte339 s® quiere que se fije la atención mas que sobre el del dinero, ^o ocar el dinero á interés, no es mas que efectuar un cambio e dinero presente contra dinero futuro, luc/ando los que ha- cen el cambio. i Por qué á este comercio lo infama y no al que compra ó vende cualquiera otra cosa? ¿ Por qué no se trata como al usu- rero al que alquila una casa? "Lo que no concibo, continúa, es por qué el legislador pre- veré limitar el interés del dinero fijándole máximum y míni- niUni, por qué se muestra mas bostil con los propietarios de di- nero que con otros, por qué se propone impedir los plazos para Utl beneficio y los concede para otro, por qué no fija penas al 1ue ofrece un interés menor que el 5 por ciento y contra el que acepte mas elevado interés. Abandono á otros la solución de problemas, porque es cosa que yo no puedo hacer.» •En todos los países en que se ha querido poner coto al in- teres del dinero se ban agravado los males y se ha convertido eh ineficaz la ley. La prohibición se ha relacionado con el riesgo y este ha si- nn motivo de la alza indefinida del premio. Por otra parte, e| Creedor ha buscado el subterfugio déla ley dándole una apa- lencia de contrato de otro género al contrato usurario, y el Creedor ha encontrado en esa prohibición motivos de estafa. e todo han resultado transacciones de chicana en que la mala ^ suele descollar con perjuicio inmenso délos intereses sociales. . En un país como el nuestro, agitado por frecuentes convul- lQnes, con la presencia de un deficiente enorme en esos dias ^Tibies de conflictos de la paz pública, el precio que el go- lerno ha dado al dinero ha sido conforme á su necesidad; ¿y ^mo perseguir negocios al 8 y 10 por ciento cuando él cole- aba negocios de 20 6 25? ¿Cómo obligar á que el tipo del nteres fuese el 6 por ciento si el dinero empleado en fincas P^oucia el 12 por ciento? defiriéndome al tercer punto á que quise contraerme en 68t» lección, es decir, á la polémica entablada entre socialis- *as y economistas, creo hacer un verdadero servicio á mis dis-, 340 cípulos copiando en seguida las elocuentes páginas de uno de los mas preciosos opúsculos inéditos de Ignacio Ramírez. D1* cen así: «Los socialistas y los comunistas modernos, sin sospechai- «lo, han resuelto la cuestión sobre la usura, han despejado Ia «incógnita. «Para comprender esta aseveración conviene fijarlas difO" « rencias que caracterizan al socialismo actual del primitivo- « Este, sea que se estudie en la Asia, sea que se ensaye en Ia «Europa, consagra constantemente tres principios: 1° Ia eS" « clavitud, que supone al esclavo una especie de animal y eD a el dueño un propietario; 2? una propiedad individual, aun" « que limitada, por la propiedad común, propiedad que apai6" «ce como prerogativa de ciertas clases; y 3*? diferencia abso' «luta de derechos, legislación y negocios entre los nacional^3 «y extranjeros. Resultaba de todo esto que la caridad, obb' «gacion imperfecta, era necesaria para suplir las faltas o"6* « derecho internacional y del privado; por eso inevitablemeDte «todos los ensayos socialistas y comunistas de los antiguos se « fundan sobre la caridad y sobre los mandatos religiosos; Pa* « ra extirpar la usura se ocurria á la divinidad después que s" « habia visto que las leyes y las costumbres favorecían Ia flí « bertad en los contratos. « Todas las escuelas modernas admiten la libertad y la igufl'' « dad como bases sociales; los economistas proclaman adcn188 « el reinado absoluto de la propiedad privada. Así es que 1°" « socialistas y comunistas modernos difieren de los econou113 «tas prácticos en que, no admitiendo distinciones entro «miembros de una misma sociedad ni entre nacionales y e* «tranjeros, se oponen al mismo tiempo á reconocer como u0 « derecho la propiedad privada. Estos socialistas solo ticiic!j « de común con los antiguos el principio de que todo cap'ta « pertenece al público y de que los particulares únicamoUte « pueden pretender el uso 6 el consumo de los frutos. Los s° « cialistas modernos se aproximan mas á la economía poli1'*38, « actual que los comunistas antiguos; por lo mismo, para341 * escue^as socialistas de nuestro siglo, la comunidad de bienes Hy la supresión de.la usura no son un precepto religioso ni " Una humillante gracia de la caridad, sino una obligación y 8 un derecho para cada uno de los individuos. "Al través de estas premisas se descubre que la legislación * pulgar y la economía aceptada en las escuelas convienen con °s socialistas y comunistas en que no deben existir clases privilegiadas porque estas desequilibrarían los contratos, y en que debo ser una misma la legislación mercantil para na- Clonales y oxtranjeros, para que los ciudadanos no sufran 'tas consecuencias de un desnivel en los negocios y en las "garantías y provechos de los contratos. Luego toda la dife- rcncia, toda la cuestión actual para la usura y para otras "instituciones sociales se reduce á si ha de existir 6 no la pro- Pwdad privada. ¿ Se conserva esta clase de propiedad ? Su °nsecuencia entonces es que cada dueño le ponga precio co- 1510 se le antoje. ¿ Se llega á conseguir el establecimiento de ina sociedad sin vestigios de propiedad privada? Entóneos por la naturaleza de las cosas queda suprimida la usura. Lo ' Verdaderamente difícil es que con las instituciones y tenden- cias actuales lleguen los ciudadanos á consentir en la supre- sión de la propiedad privada á pesar de sus desventajas. La . civilización actual propende & una clase de socialismo que *es enemiga nata del comunismo.» después de estas precisas y luminosas reflexiones debería etltnudecer aunque no fuese sino para evitar el contraste con escritor tan eminente; pero mi deber es sacrificar la belleza á a utilidad de mis lecciones, afrontar ántes la nota de prolijo ^ ^e cansado que pasar fugaz sobre objetos en que es forzosa a sesuda detención. _ Reasumiendo las anteriores doctrinas vemos que la gratui- j^ad del crédito no es sostenible, ni justa, ni conservadora de la ^ciedad. ■El ingenioso Bastiat, que fija sus doctrinas en anécdotas enas de sal y de oportunidad, refiere con pormenores llenos ^e gracia la anécdota que os voy & extractar.342 Guillermo era un carpintero que labraba y pulia tablas sin descanso: atinar con el invento de un cepillo y se encuentra con que impendiendo mucho ménos trabajo produce mas y me- jores tablas. Salta de gusto; su cepillo es un tesoro; lo que ántes hacia sin él en veinte dias de un modo imperfecto lo hace ahora en diez; naturalmente el carpintero se pavonea y valoriza en lo que vale su invento. Saboreándolo está cuando se entra de rondón por su puer- ta. Perico y viene á pedirle por un año su cepillo. —Hombre, tú sabes lo que me pides; ¿ quieres condenarme á mayor trabajo y privarme do mis utilidades? —Guillermo, ¿y la fraternidad? ¿y los sabios preceptos que te dicen que sirvas no solo á tu hermano, sino á tu ene- migo sin remuneración ninguna? —Todo eso es delicioso; ¿ pero no tienes entro tus curiosida- des una regla que te diga que no tomes ío ajeno sin la voluntad de su dueño y otra que no hagas á otro lo que no quisieras que te hicieran á tí? ¿Quién puede querer que sin provecho alguno se le aumente el trabajo y se le quite la utilidad? Por otra parte, chico, la fraternidad no quiere decir que para los unos sean las duras y para los otros las maduras, sino que nos sirvamos mutuamente...... cederte el cepillo un año es casi dártelo, y luego ¡en qué estado me lo devolverás!...... —Entremos en razón: es justo que te devuelva el cepillo en el estado que lo tomé, ó al ménos que te dé su valor; está se- guro que te lo vuelvo bueno y bien afilado. —Solo me ocurre una observación: que el tal cepillo lo hice para mí y no para tí; todo el tiempo que tú 1q uses yo pierdo; ¿ esto es justo ?* —La verdad, no. —I Cuánto me das por usar mi cepillo, ademas de devolvér- meló como hemos dicho ? —Tanto mas cuanto. Entró aquí el acomodamiento y se hizo el negocio sin qu° nadie percibiese rastro de injusticia.• 343 Las consecuencias que do esto saca Bastiat son: 1* Que el interés es de todo punto legítimo. ■ 2? Que el interés no daña al que pide prestado: que no hay 8lno cambio de servicios. * Que la naturaleza del interés no varia porque sea tem- poral ó perpetuo, puesto que el contrato del cepillo, bajo las Cismas bases justas, se pudo repetir indefinidamente. ¿Qué es, en resumen, el interés? Es el servicio hecho después ^e un libre debate por el solicitante del préstamo al prestamis- ta en remuneración del servicio que recibid por el préstamo. Los dos elementos esenciales del interés son: la privación, as contingencias 6 riesgos del reembolso. ¿ Pueden darse bases mas movibles ? ¿ Puede hacerse apre- ciación segura do esos valores, que todos son relaciones? ¿Valdrá el di ñero lo mismo cuando abunda que cuando es- °asea? ¿Cuando tiene demanda para empleos lucrativos que Cuando aparece inerte 'í ¿ Al momento de estallar una revolución cuando se disfruta de imperturbable paz ? ¿ Para el traba- jador solvente que para el vicioso que está en la miseria? Sin embargo, en todas las tentativas de tasa del interés se an querido 6 se subentiende que son fijas bases tan movibles. Cierto es que hay usurero que espía los momentos de aflic- Cl°n de una familia para hacer la alza impía de su especula- Cl°n; cierto que atisba el compromiso de honor de un hombre Para presentarle como tabla salvadora un servicio costosísi- ül°> cierta es, por desgracia, la especulación con el mismo do- *0r y con las lágrimas..... Pero el castigo de semejante por- osidad solo puede serla opinión; de ninguna manera la ley. Por otra parte, generalmente se presenta el cuadro por su ^a(lo mas sombrío; ¿por qué no se representa la fortuna de ^es de famili as formada á la sombra de un préstamo con quo Se utilizaran dos ó tres tantos mas quo lo que se pagaba de rédito? ¿Por qué no se pinta el honor salvado, el alivio con- fuido y la especulación restaurada del que estaba al bordo ^e la miseria y la desesperación ? La alza y la baja del interés dependen de mil accidentes;344 . la alza puede ser un bien cuando la afluencia de negocios pide el empleo de los capitales; será un mal si la ausencia de capi- tales convierte en monopolio el préstamo. La baja del interés se considera como un bien generalmen- te, no solo porque presupone la abundancia de capitales, sino porque pone á estos al alcance cómodo del trabajo. Turgot dice con este motivo 1: «Se puede mirar el precio del interés como una especie de nivel bajo el cual todo traba- jo, toda cultura, todo comercio cesan. Es como un mar derra- mado sobre un vasto país; las cimas de las montañas se elevan sobre las aguas y forman islas fértiles y cultivadas. Si esta mar se retira á medida quo desciende, los terrenos en declive, después los llanos y los valles aparecen y se cubren de toda especio de producciones. Basta que el agua suba 6 se abata un solo pié para inundar 6 para ofrecer á la cultura "playa3 inmensas. La abundancia de capitales es la que reanima to- das las empresas, y la baja del interés es á la vez el hecho y el indicio do la baja de capitales.» Como babréis notado, Turgot babla déla abundancia deca- pitales, no de dinero, es decir, del conjunto inmenso de valo- res que constituyen la riqueza de un pueblo y entre los cuales la moneda, relativamente hablando, ocupa un lugar muy in" significante. El alquiler de la carreta, la renta de la casa, el arrenda- miento de la tierra, no se relacionan con la moneda, existen sin ella dependientes de otras reglas. Pues por qué se replica, si la renta de las casas se abate cuan- do bay oferta de muchas, si los alquileres sufren la misma ley, ¿por qué no será lo mismo la moneda? La razón es obvia, dice Laudrillart, y se saca de la natu- raleza misma de las cosas. « Si á título de suma prestada ella se deprecia, es claro que la depreciación recaerá igualmente sobre la parte que da á título de interés. Suponed que 1^ francos no compren ahora lo que ántes 50, claro es que 5 ñ'6. 1 Tomado de las notas ¿ la obra de Smitb.345 lúe representen el interés no comprarán sino por 2 frs. Lle- nad cuanto queráis el mercado de oro y de plata, la propor- ción de 5 á 100 será la misma. «No cambiando la relación, no se concibe cómo el alquiler de un capital debe ser modificado do un modo cualquiera.» El que pide un tercio do trigo cuando hay carestía y espe- ra para devolverlo á que haya abundancia, no devuelve el mismo valor. La abundancia de productos, la introducción de economías en la producción, los inventos que la multiplican, son cosas que influyen en la alza y baja del interés sin recurrir á la abun- dancia ó* escasez de la moneda. Muchas veces se nota el interés muy bajo donde no hay mu- cha abundancia do dinero y vice versa. Aun ocurramos á las observaciones de Baudrillart. «Miéntras el tanto del interés, dice, no pasa en Lóndres y e& Amsterdam del 4 por ciento, en Jamaica corro con el 10 Por ciento. «La cuota del interés so ha mantenido muy moderada en Inglaterra, donde los metales preciosos figuran relativamente poco en los cambios, y ha sido mas alto en Francia, donde es Uiayor la abundancia de dinero. El ejemplo reciente de Aus- tralia y de la California es aun mas decisivo. En Australia üacc poco tiempo el ínteres era de 15 á 25 por ciento; ¡ en Ca- lifornia á 36 por ciento! Nos parece que este solo ejemplo da °1 golpe de gracia á la proposición que asienta que el interés depende de la cantidad circulante de oro y plata.» Educación y hábitos de previsión y de ahorro que crien ca- pitales, empleo de estos en auxilio del trabajo, garantías por Parte del gobierno para el libro ejercicio y aprovechamiento de este; y los males que hoy se atribuyen á la usura desapa- recerán, quedando el interés del capital revindicado, y este convertido en fuente poderosa de regeneración y de progreso. —Dije. 40LECCION XX. Ganancia (revenu). La designación hecha por los mas acreditados economistas ^e los agentes del trabajo, ha producido como consecuencia, a^ tratarse de la distribución de la riqueza, asignar una par- *e de los productos de esta á cada uno de aquellos agentes ó Motores. Estos beneficios los hemos nombrado retribución ú honora- rios al hablar del sabio; salarios cuando hemos tratado del del J°tnalero y del obrero; interés en nuestras lecciones sobre usu- ía> renta 6 alquiler, tratándoso de tierras 6 fincas, ó de la ce- Sl°n por tiempo determinado de un capital fijo ó mobiliario, aün en forma de instrumento de trabajo. Al ocuparse de ganancias, se ha fijado mas especialmente 'a atención en el que reúne esos elementos, los dirige y com- ^na de modo de entretener y fecundizar la producción: por esto mas especialmente se ha hablado del emprendedor y se ba dicho: Si después de pagados, por ejemplo, semillas y salarios, ren- ta de la tierra é interés del capital que sirve para mi giro, l^eda un remanente, ese remanente será la ganancia. Sucede á veces que el mismo capitalista tiene el trabajo prin- ClPal 6 la dirección del giro, y entonces hay que calcular la Enumeración de su trabajo, los costos del producto y los ac- cidentes del giro para calcular el beneficio. &e no ser así, y regulando en conjunto los beneficios de una348 empresa cualquiera por el producto en bruto, quedarían sin apreciarse costos, salarios é intereses, resultando comprometi- do y destruido el capital, y falibles todos los cálculos. Considerada así la ganancia, se ve sujeta á todas la vicisi- tudes que tiene el valor, á la oferta y la demanda, á los ries- gos ó seguridades del trabajo, á los honores que produzca & lo despreciada que sea la empresa, á la capacidad, el crédito y las eventualidades todas de un negocio. De un boticario so ha dicho, que aunque su ganancia pare- cía exorbitante, atendido al costo de las materias del trabajo, habia que considerarse los costos de la educación del farma- céutico, lo delicado del despacho, la facilidad de perderel cré- dito por la mas simple equivocación, la poca salida de efectos costosísimos, y otras causas que hacen no sean en sí exorbi- tantes las ganancias. Pero la trascendencia real de estas consideraciones se b& fijado en el salario y en el impuesto. Si se consideran en bruto los productos de un negocio cualquiera, y recae sobre ese pí°* ducto, el impuesto, ó convierte en futuro el salario, el capital y la renta misma, 6 hace nula, ó á lo ménos de injustísima apreciación la ganancia. Rossi hace una apreciación particular de las ganancias en varias secciones del tercer tomo de sus obras inmortales: su objeto principal consiste en destruir la creencia de que el au- mento del salario influye en la diminución 6 aumento de laS utilidades líquidas, 6 mejor dicho, en presentar bajo una f*z distinta el antagonismo entre el capitalista y el obrero. En la lección XXI, por ejemplo, hace fungir el capital de la manera siguiente: «Figurémonos una máquina de aserrar madera, movida por una caida de agua; viene uno y pone un tronco hasta convertirlo en tablas, y así llegan otro y otro, sin impender sino muy poco trabajo. «O figurémonos que en la plaza pública se coloca un teles- copio, y paga un tanto por ver las estrellas el curioso que pasa» se ve que en esto no hay trabajo.» Nosotros no vemos en estos ejemplos sino una variante del34D ejemplo del gancho de las tunar, es decir: un instrumento iner- te, miéntras no lo completa el hombre sin el cortador, acarrea- dor de la madera, sin el curioso ó el sabio, que buscaba un Hedió de observar las estrellas, la sierra y el telescopio no podrían caracterizarse de capitales. La cuestión que relaciona el capital con el salario, tiene en nú juicio en otro punto su dificultad. Si por un sombrero que fabrico 6 fabrican mis obreros, me dan solo dos pesos, claro es que tengo que proporcionar á esta suma el costo de las ma- terias primeras: la remuneración del obrero y el interés del capital invertido en pago de casa, deterioro de útiles, &c, &c. Si alza el precio de la mercancía, alzan los precios todos de ta producción, permitiéndome mas pingües ganancias; ó por el contrario, si los costos permanecen altos y el precio 6é es- taciona, mi pérdida será la consecuencia. En las materias primeras, en el salario, en los cambios, en todas las entidades que concurren remuneradas á la produc- ción y que dejan ganancias, en último resultado se ven varia- ciones, oferta y demanda valores; en una palabra, elementos cambiables que combina el interés y que él regula siempre prácticamente con ménos contingencia que la teoría. De esa utilidad líquida, de ese remanente que queda des- pués de todas laís apreciaciones, y que se llama ganancia, con que unos piensan se remunera la aptitud del empresario 6 ca- pitalista, los otros los riesgos de la empresa, los otros la per- sonalidad que representa los elementos de producción, ¿es debido compartir al obrero? ¿Siendo de ménos condición el instrumento ó capital que el hombre, no será justo que este obtenga mayor recompensa? ¿Se hace esta distribución por ta fuerza ó por la intervención de la autoridad? Entonces, en medio de la disputa, avanzamos sin quererlo al desconocimien- to de la propiedad, al comunismo. ¿Se deja que la distribu- ción la verifique la libertad? Esta es la escuela economista; pero según algunos, adoleciendo de las quimeras de la utopia. Nosotros creemos que fuera de la libertad no son posibles las armonías sociales.350 Respecto á que la ganancia sirva de base para la regulación del impuesto, la mira capital ha sido que no destruya la fuente de la riqueza una mala apreciación, que no se repita por malos cálculos financieros la célebre fábula de la gallina de los hue- vos de oro. Para terminar mi lección, voy á traduciros lo que dice el Diccionario de Economía política sobre la palabra revena, con el objeto de que desde ahora tengamos ideas claras sobre este punto, que tenemos que tocar en lo sucesivo con alguna repe- ticion. Un momento de atención. « Revenu. Esta palabra designa la parte que vuelve en el « valor de los productos, á cada uno de aquellos, sea la q«e «fuero su calidad que concurro á la producción. Se cuentan «los revenus (ganancias) por año generalmente, y toman re la prodigalidad y la avaricia. Malthus contestó con su en- Sal/o sobre el principio de población, en que está contenida la teoría de que nos vamos á ocupar.360 Fijémonos ante todo en que era la época en que se conside- raba como el mayor de los bienes la abundancia de población, de que la procuración de tal beneficio todo lo absorbia y & todo se sacrificaba, en que por un extravío se equiparaba la propagación de la especie con una industria cualquiera, y * la esposa fecunda se señalaba un premio y se tenia en alta es- tima el estímulo de la numerosa familia. Maltbus alzó la voz el primero contra ese extravío, procla- mando que no era el mayor bien para una nación una pobla- ción numerosa, sino una población feliz; que era forzoso rela- cionar la población con los medios de subsistencia, y que la propagación indefinida de la especie sepultaría en el vicio J en la miseria á los mismos séres á quienes se saludaba como un elemento de prosperidad y de progreso. Este mismo pe»' Sarniento, aunque confusamente, habia sido enunciado pof Qucsnay, Montesquieu, Franklin y algunos otros pensadores- 116 aquí cómo expone Baudrillart el sistema de Maltbus, extractándolo de la obra que acabamos de mencionar. Todo él está contenido en dos proposiciones: « Primera. Téngase por cierto que cuando la población do « está contenida por ningún obstáculo, se duplica de veinti* a cinco en veinticinco años, y crece do período en período, 8«* «gun una progresión geométrica. « Segunda. Nos bailamos en estado de decir, tomando con10 « punto de partida la situación actual de la tierra babitada, « que los medios de subsistencia, en las circunstancias mas £** « vorables á la industria, no pueden aumentar nunca, sino e° «una proporción aritmética.» Lo que Maltbus traduce por las reglas siguientes: « La raza « humana crecerá como los números 1, 2, 4, 8,16, 32, 64, Í2*> « 256, miéntras que las subsistencias crecerán de este modo: u 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9. Al cabo de dos siglos la poblacio» a será á los medios de subsistencia como 256 es á 9.» . Hé aquí en su quinta esencia la teoría de Maltbus: tan aven* tajado escritor la desarrolla previniendo la objeción de que sU8 cálculos no se realizan jamas. £1 economista inglés lo atribu'361 ye u causas que clasifica en dos categorías; unas que llama preventivas, y otras represivas: las preventivas son las que re- tardan ó frustran los nacimientos; las represivas, las que mul- tiplican la moralidad. Entre los obstáculos preventivos están enumerados los que proceden de los vicios, como la bebida, la prostitución, &c; así como los quo se deben á la sana razón, como el retardo del matrimonio cuando no hay elementos de subsistencia, la economía en los placeres, &c. En los obstáculos represivos se encuentran las epidemias, las guerras, las hambres. La teoría de Malthus pudiera encontrar comprobación res- pecto á los cálculos, sobre el desarrollo de la población, con algunas cifras estadísticas que toma Baudrillart de Morcau ¿e Jones. Resulta de su cuadro que la población se ha dupli- cado en el ducado de Badén en treinta y cuatro arios, en Hun- gría en treinta y ocho, en Bélgica en cuarenta y dos, en Tos- cana en cuarenta y tres, y en Polonia en cincuenta y dos. En loa Estados-Unidos, en Nueva-York, en cincuenta años sep- tuplicada la población: la poblaciou del Ohio se triplicó en veinte años, y se triplicó en cuarenta; y esta alza y baja apa- lee relacionada con las subsistencias. Rossi acepta la teoría respecto al hombre; pero dico que es 'gualmente cierta para con los animales y las plantas; por re- gla general asienta, que siempre que se relaciona una fuerza Productiva con Una capacidad productora, dará por resultado ina propagación geométrica. Si no so contara con elemcuto ninguno destructor, la ticr- r* se llenaria de hombres y animales, el Océano de peces..... " Hé aquí algunas cifras, dice, que pueden dar idea del po- * der virtual de este acrecimiento: un grano de maiz produce * 2,000 granos, uu girasol 4,000, una adormidera 82,000, un *olmo 100,000. Una carpa (pescado de agua dulce) pone " "40,000 huevos. Se ha calculado quo una planta de anabana a cubriria de yerba el globo en ocho anos, y que dos arenques * llenarían con sus renuevos el Océano.» La teoría de Malthus, lo mismo que la de Ricardo, es radi- 48362 cálmente viciosa, porque quiere aplicar el cálculo matemático á la inducción moral; y ya hemos indicado el absurdo á que semejante modo de raciocinar nos puede conducir. Vése por un lado una serie de supuestos para confirmar o destruir la probabilidad del aumento geométrico de la pobla- ción; por otra, apelar á supuestos mas 6 ménos ingeniosos para equilibrar 6 desequilibrar las subsistencias, saliéndose de la regulación aritmética. Impacientes unos argumentadores, van hasta los remedos del terrible cuadro del hambre universal, que con tan patéti- cos colores inmortalizó Byron; los otros ensalzando la previ- sión divina, tranquilizan con cierto fino sarcasmo á sus anta- gonistas. Si este fuera uno de tantos ejercicios pueriles de la inteli- gencia; si en esa esgrima de las disputas del aula se hubiese encerrado esta teoría, tendríamos á lo mas que lamentar 1* frivolidad de tan estéril trabajo. Pero tales quimeras han tomado cuerpo en tiempos no muy remotos: ya hemos visto la concesión de la prima á la cria humana. Veamos los estímulos que se han ensayado para proteger 6 impedir la multiplicación de la especie. Examinemos algunos de ellos: dice Pastor: a Rebaja de contribución á los casados con hijos y aumento « á los célibes. Este recurso sobre injusto en sí mismo y atenta- «torio á la libertad del individuo, ha sido ensayado en algunas «naciones de Alemania, y no ha producido resultado. Hace « disminuir los matrimonios é inclina á contraerlos mas tarde; «t pero en cambio produce un aumento en los hijos ilegítimo5» « que destruye el efecto de aquella restricción, con gran dafio « de la moral pública. « El promover una baratura artificial de las materias alimcn- «ticias, con la de que siendo mas barata la vida, sea mas (&' « cil el mantenimiento de los individuos, y ménos sensible J « peligroso el aumento de la población, ofrece el inconveniente a de ser un medio contraproducente, porque estimula en vez de ♦363 «retraer de la reproducción; y esta población, cuya existencia * está fiada, no á la fuerza propia de sus medios de adquirir, 9 sino á la desproporcionada baratura de la subsistenci a, se cn- * cuentra en una situación precaria, y á la mas insignificante *8ubida de precios por la pérdida de una cosecba no puede i sostenerse y tiene que sucumbir. Para asegurar la subsis- tencia de una población, de manera que pueda arrostrar el * primer ímpetu de aquellas calamidades, que de cuando en * cuando afectan á la humanidad, es preciso que haya la debi- 9 da proporción entre la población y el capital, que la parte * proletaria no sea desproporcionada, ni se encuentre absolu- tamente atenida al jornal para vivir, sino que guardadas 9 aquellas proporciones, existan en la masa total, ó pueda exis- tir un pequeño excedente, para que por medio de la caja de "ahorros, la clase previsora pueda ir aumentando una peque- ra parte con que prevalerse en caso de enfermedad 6 cual- 9 ¿" quina sea hombre, trabajemos porque estos conjuntos de per' sonas funcionen como sociedad civilizada.—Dije.CONSUMO DE LA RIQUEZA, LECCION Xíffl; Señores: Producción y consumo: hó aquí el alfa y el omega de la ri- queza. Cuando por primera vez me fijé en esta cuestión, mejor ^icho, me hicieron fijar las distinciones do los economistas, creí la práctica con que 08 poderes hacen efectivos esos principios. ■Puede decirse, sin exageración, que los principios mas la- 60378 minosos, las mas preciosas conquistas de la razón humana, que haciéndose acatar toman el nombre de derecho, son humo y nada, miéntras la hacienda no las apoya y robustece, miéntras no las encarna y las pone al alcance de todas y cada una de las individualidades quo componen la sociedad. Para un pueblo estudiar su hacienda, es como para un terre- no el exámen de las capas geológicas que lo componen: instru- ye de su formación y de sus accidentes, descubre su origen, sus manantiales, su fecundidad y su esterilidad; las circunstancias todas que como que lo diafanizan y ponen de manifiesto. Tal es para mí la importancia de la ciencia financiera, y en proporción la pena con que hoy me limito á daros las W. geras nociones que permiten la limitación tiránica de nuestro estudio. Desde el momento que cualquiera reunión de hombres ha regularizado su existencia, han aparecido como los lincamien- tos del fruto en una semilla, las necesidades comunes; y luego que han cobrado su sér político, la parte del pueblo 6 el hombre encargado de la conservación de este sér 6 estado de cosas, &a tenido que fungir gobernando. Desde entonces, ya por medio de los servicios personales en el mayor atraso, ya contribuyendo de cualquier manera, se atendía á las necesidades en común: la seguridad, la justicia» el sostenimiento de los que daban y ejecutaban las leyes. Los egipcios ya contaban como recursos de vida los tributos de los pueblos conquistados: la pesca, las minas explotadas por los esclavos, y un impuesto sobre las tierras, de que n0 se tienen pormenores. Los trabajos asombrosos de Egipto mismo, de Babilonia 7 Nínive, son hijos de la esclavitud al servicio de aquellas s0" ciedades semibárbaras. Entre los persas, Darío trató de regularizar el impuesto» y da testimonio de ello su famosa división en sátrapas 6 pr0' vincias. En Grecia, á pesar de la división de las repúblicas, se v« un centro reclamando el mando. En Atenas existían casi tod8^379 las formas del impuesto: se atribuye á Solón el ensayo del im- puesto único sobre las rentas. Los romanos, ademas de las contribuciones que adoptaron de los griegos, prefirieron la imposición de tributos á los pue- blos vencidos, llegando basta nuestros dias los clamores contra aquel sistema fiscal. « En la edad media, dice Comte, en su « Exámen de la ha- I cienda pública de Espafla,» los tributos en dinero eran de * todo punto imposibles; así es que los conquistadores se apo- * ¿eraban do las tierras de los vencidos, y con ellas y con el tra- * bajo de los siervos del terruño, se cobraban el precio de sus "servicios, si tal nombre pudiera darse á sus correrías y que- rellas personales. Los monarcas recompensaban con feudos " & sus sompafleros de armas; tierras y vasallos eran la remu- * neracion de los escasos servicios que á la sociedad se hacian "por sus caudillos. La.corona se mantenía con el producto " de las tierras, que como única propietaria se reservaba, y de " aquí el origen de lo que se conoce por patrimonio real. La " Iglesia recibió asimismo tierras, y ademas se adjudicó la'dé- " cima parte de los productos de las que no le pertenecían, lo * lúe tuvo ya el carácter de una imposición sobre el trabajo. * Las obras públicas so hacian con el sudor de los vasallos, " género de imposición que subsiste aún en algunos países. » El acrecimiento y la civilización del estado llano, la apari- ción del impuesto en moneda que lo regularizaba y redimia al hombro del trabajo personal, y.sobre todo, la fijación resuel- ta del derecho de propiedad, maduraron la reforma profunda °¿ue estalló volcánica en la revolución francesa, iluminando huevos horizontes á los pueblos, revindicando los derechos ^dos de la humanidad. ' , A los economistas se debe, como observa Batbie; la predi- cación de esas doctrinas salvadoras respecto de los impuestos. "La autoridad de la economía política en esta materia, agre- ga el autor á que me refiero, ha sido reconocida tan 'plena- mente, que muchas personas reprochan á nuestra cioncia ha- ber proclamado verdades que todos sabían, rehusando por esto380 reconocer "su mérito. Pero en lo histórico se demuestra que la opinión es ingrata y que sin los escritos de los economistas lo que se desdeña hoy por muy evidente era entónces desco- nocido. A los que niegan los servicios de la ciencia yo les di- ría: «Comparad el sistema anterior á 1789 con el que tene- mos, y decidme: ¿ no es cierto que en el primero hay mas abusos que en el segundo? ¿ Que la justicia ha hecho progresos, que el individuo es mas libre, el contribuyente ménos oprimido, la percepción menos vejatoria y los recaudadores ménos ricos que lo que eran ántes? Si á tal progreso habéis llegado, ¿P°r qué desconocéis á sus iniciadores?......» Según los principios de nuestra sagrada carta, el pueblo gobierna; la propiedad es inviolable, la parte de ella con qu0 contribuye para las necesidades comunes debe ser dada con su consentimiento, discerniendo y ordenando en lo que em- picarse deba para que el que administra se sujete á cumpbr estrictamente con la voluntad de ese pueblo expresada co» números en el presupuesto, que no es sino la patente maní" fes'tacion de la soberanía del pueblo sobre el manejo de-bus intereses. 1 1 «Comencemos, & fin do esclarecer la noción de impuesto, por estable- cer la diferencia que separa la concepción moderna de la idea que 6obr° esto tcniau los antiguos. Hasta el aüo de 1789 el impuesto ha sido consi- derado como un tributo ú homenaje pagado por los subditos ú un soberano que podia exigirlo en virtud de un derecho anterior y superior. El estad" lla.no (tiers ¡ítat) protestó en los Estados generales contra esta teoría do .derecho divino; pero él no pudo hacerse escuchar sino en tiempo de mise- ria, y stfs protestas no fueron escuchadas sino por raros intervalos, nii^D" tras que el rey, la nobleza y el clero no cesaron en hacer crcer'que 1» nft' ciou podia ser gravada sin su consentimiento. Hoy el impuesto no es u° tributo ni una renta; es la parto con que cada uno contribuye íi los gastos públicos; es decir, no es la carga impuesta al subdito por bu seflor, ginol* contribución establecida después de las deliberaciones de loa ciudad»»09 representados por lo» mandatarios para soportar los costos que tiene la °r" ganizacion de la sociedad. Entre las dos nociones hay la distancia q"e se* para al (subdito del ciudadano.» «Se ha hecho observar que este cambio en las ideas no ha modificado Ia práctica. Los ingleses han cortado la cnbeza do un rey para conservar 6. 281 Sentadas estas bases, que con profundo sentimiento no os explayo porque así lo requiere la naturaleza de mis lecciones, pasemos á definir la contribución. Flores Estrada lo define así: Impuesto.—Es la porción de riqueza que la autoridad íw- prenia exige á los asociados para subvenir á los gastos sociales. Mac Cullocii.—Es la porción 6 valor de la porción de la Propiedad 6 trabajo que los gobiernos exigen á los individuos y que estos ponen á su disposición. 'a nucion el derecho de votar el impuesto. Sin embargo, esos mismos ciu- dadanos independientes han votado empréstitos ruinosísimos para su pa- 'r'a. Dudamos mucho que los reyes, percibiendo sus tributos, hubieran Nevado la» cosas por tan mal camino. l'aul-I.ouis Courier tenia razón de ttpo».trofar d los reyes absolutos de su tiempo en estos términos irónicos: "Si teneig necesidad de sacar dinero de vuestros pueblos, dadles el gobier- no constitucional.» "Cierto es que no hemos hecho los progresos que son do desear, que nos 9,Ueda mucho que hacer; pero es cierto también que los impuestos son me- Jor repartidos y mucho mas suave su percepción.» Mas adelanto dico el mismo autor: «Si consideramos los servicios que los contribuyentes deben á los gastos Aciales, encontramos dos elementos: • 1? Cada miembro saca de la protección social un servicio igual, puesto Io» su persona y su vida son guardadas por las fuerzas colectivas, y que uno estima p,u vida tauto como le es posible. Sea uno pobre ó rico, so réc¡bc de la sociedad una utilidad igual bajo la protección acordada ú la Persona. «2? La desigualdad de las fortunas hace, al contrario, que bajo el puuto "° vista do la protección délos bienes, los gastos públicos aprovechen con desigualdad d los contribuyentes. Resulta do esto que, para ser justamente *8tablecido un impuesto, debia componerse do una cuota legal por cabeza, 0 s<¡a capitación é impuestos mas ó ménos considerables según las faculta- des do cada'contribuyente. Habia en nuestro antiguo sistema de irapucs- toa una capitación; pero no era conforme d los principios, porque era pro- porcional, según las veintidós clases eu que so habia dividido la porción e°o¡al y el rango de cada individuo. En nuestro sistema actual la copita- °'°n se Ua fijado en tres dias de trabajo por persona, y este impuesto es el "Hamo para todos los contribuyentes, sea la que fuere su fortuna. La ley Por equidad ordena la excepción dolos indigentes. Todos los otros impues- tos han sido calculaos conformoála desigualdad do fortunas.»—[Dathie, C-»o ¿t Economía poliíica, tom. 2?, pága. S£S, SU y 3*6].382 Impuesto. Dice Comte y acepto yo:—Es el precio de la pro- tección que da el poder á los asociados en nombre de la misma sociedad. Distinguen al impuesto: 19 La base 6 el asiento en que se funda. 29 Modo de repartición. 39 Cobranza. La base es la persona 6 cosa sobre que recae inmediata- mente. «Puede recaer el impuesto, dice Comte, sobre las persona3 como individuos 6 como miembros de la asociación. En el prl' mer caso se llama tributo 6 capitación. En el cegundo, que es cuando busca, no sñ individuo sino al propietario, al capita- lista, al rentista, tomando por base la fortuna, que se estima ya por su valor en capital ó ya por producto 6 renta.» Recae el impuesto sobre la cosa cuando 6e trata de los in8" trumentos de la producción, es decir, de la tierra y el capital dedicado al cultivo, ó bien ciertos productos de general con- sumo ó transacciones privadas, &c. Los hacendistas encarecen las ventajas de gravar preferen- temente la renta, después el trabajo, y en último caso el ca- pital, pero con tales precauciones que no se ciegue la fuente misma de la riqueza queriéndose explotar con demasiad» avidez. Las distintas clasificaciones de los impuestos se refunden en dos: directos é indirectos. «So tiene por directa una contribución, dice Miranda y Eguía, cuando la hacienda la pide á los asociados á quienes ántes matricula directamente en un tiempo dado que se cor- responda con. el anterior, llamándolos á cada uno por su nom- bre. Nuestras contribuciones de inmuebles, cultivo y ganade- ría, el subsidio industrial y de comercio, pertenecen & seme- janto forma. ^ a Son indirectos, dice el mismo autor, cuando gravando el383 consumo ó la circulación" de las cosas que constituyen la vida humana se fijan tarifas para los derechos fiscales, prescindien- do de la persona del contribuyente á quien la hacienda no conoce, ni llama, ni le exige la contribución periódica y regu- larmente. Allí donde la riqueza individual se mueve 6 se con- suma, allí está el fisco reclamando la contribución. Importa poco que las especies consumadas constituyan el alimento ne- cesario del pueblo, » Cuando se estudia el presupuesto do cualquiera nación y 8e reflexiona en la exactitud de las anteriores definiciones, se ve que dejan mucho que desear. Mucho so difunden los economistas en poner en paralelo los impuestos directos y los indirectos para dar la palma ú, los primeros. Hablando de ellos notan como principales excelencias: quo 8o prestan á solo gravar las ganancias sin herir el capital, sin entorpecer los otros instrumentos del trabajo dejando al plan- tel de la riqueza su desarrollo; esta primera consideración es si se cree cada individuo destinado á servir do carga á la 8°ciedad y tener garantías, justicia y seguridad, sin que á na- ^e> como decia el Sr. Ocampo, cueste ni un paso ni un peso;384 si el crédito en vez de verse como fecundo elemento produc- tor se considera como perjudicial porque da pávulo á la avi- dez del fisco; si la estadística, por último, en vez de ser una antorcha que alumbre al impuesto,' es una luz incierta que di- ficulte su camino, entóneos se anulan gran parte de las ven- tajas do la contribución directa. La inquisición de las fortunas es tiránica, la facultad eco- nómico-coactiva cruel, los remates injustos ó insoportables, el aumento de cobranza mayor, las percepciones del fisco nía3 dudosas. ( Cierto en que la complicación del impuesto indirecto es ma- yor^ que la nube de agentes que la rodea entorpece los cam- bios y extorsiona al contribuyente; pero en cambio la nota de desigualdad que el mas leve fraude imprime en el impuesto directo, no existe en los indirectos; porque pagando todos, di- cen Miranda y Hurtado, nadie se exime. Todos compran o gastan, todos Lacen que la riqueza se consuma ó se mueva. Gravando entóneos consumo y circulación, alcanzamos la uni- versalidad en el pago de los productos. No obstante lo expuesto, la iniquidad en que está basado d modo de contribuir indirecto, lo hace inferior bajo todos sen- tidos al primero. No so atiende al lucro ni á la fortuna, sino á la necesidad manifestada, aunque sea una especulación fincada en ella des- póticamente. El hombre opulento, soltero, encerrado en su egoismo, viviendo de sua rentas, pagará mónos que el padre de una numerosa familia, toda ella útil á la sociedad; en sU hogar, al emprender su camino, al ensayar sus fuerzas pal"a cualquiera trabajo, se encontrará con el fisco: la cohorte de esbirros que requiere esc impuesto, no solo entorpecerá 6° camino, sino que le asechará como á delincuente. Las iniquidades fiscales acaban por justificar y hacer popu' lar el fraude; el contrabandista se convierte en el represen- tante del vajor que desafía la tiranía fiscal: desde ese momen- to el fraude es un título de cierta gloria, que no por ser bastarda deja do tener atractivos para ciertas gentes.385 Por último: ¿qué clase do impuesto es esto que eleva al es- pía á la categoría de funcionario, que cuenta entre sus agentes *1 delator infame y autoriza que sea juez y parte el propio que debe enriquecerse con los despojos de su víctima? Desigual, injusta, inmoral la contribución indirecta, en la uiayor parte de sus formas ha sido rechazada con justicia por tos economistas y por todos los hombres interesados en el bien da los pueblos. Re asumiremos con Comte, que aprovechó muy esencialmen- te las doctrinas de Adam Smith, Sismondi, León Faucher y ^roz, las condiciones generales de todo impuesto: * 1° Que no consuma sino una parte de la renta, ó sea del * producto del trabajo, ó del capital de los que lo pagan. * Un impuesto quo consuma todo producto ó renta de los * asociados, 6 quo llegue hasta exigir una parte del capital * mismo, será ruinoso 6 insostenible. La riqueza no se produce * sino por la acción del trabajo, combinada con la del capital. * en la acepción mas lata de la palabra; si este se desmembra * Por la acción del impuesto, se secará la fuente de la produc- * c'on, lo que equivale á arrancar el árbol para coger el fruto. «El impuesto se destina al consumo; seria, pues, un absurdo ".económico y una obra de destrucción irreparable, si la socie- dad consumiera cada año una parte de su capital. * 29 Que no sea inmoral. «Los impuestos que protegen los vicios 6 las malas inclina- * ciones de los asociados, 6 los quo libertan á ciertas industrias * Poco nobles de todo gravamen, con perjuicio de las que son " útiles ó morales, 6 bien los que prestan aliciente al fraude, * acarrean á la sociedad males considerables. * 3? Quo gea general. * Nada cria mas odios y enemistades que la desigualdad en •materias de impuestos. Si el drden social es útil y provecho- so para todos los asociados, todos deben contribuir en pro- porción social al sosten de las cargas públicas. * 4° Que sea uniforme y conocido de antemano. ' El impuesto es un obstáculo entre la producción y el con- . '51 ,386 « sumo, es.decir, en la circulación: si este obstáculo es conocido, « su influencia es ménos perniciosa; si no lo es, si sobreviene «inesperadamente, destruye la circulación; si no es uniforme, * la interrumpe, pues le quita la libertad: todas las provincias «de un mismo país deben soportar las mismas contribuciones, « 6 de lo contrario el impuesto es un obstáculo en las relacio- « nes sociales. « 5? Que su totalidad entre en el erario común. « Los impuestos que exigen grandes gastos de percepción, «perjudican los servicios privados, sin provecbo de los púbh" « eos. Obsérvese, ademas, que los impuestos se pagan en di- «ñero, en pérdida de tiempo y en vejaciones. El dinero y el «tiempo producen riqueza, y las vejaciones solo odio par» e' « que las causa. Se deben, pues, evitar esos gastos que, sin « aprovechar al erario, dañan á los contribuyentes. « 6? Que no perjudique la producción, especialmente la que « estriba solo en el trabajo. « No es justo que las clases que no tienen mas riqueza qne «su trabajo dejen de contribuir como las demás á las carga8 « sociales; pero es de la mas incuestionable evidencia que el tra- «bajo no solo es el elemento mas poderoso para la producción, « sino el mas expuesto á perecer por las perturbaciones soci*' «les; su base es muy frágil, el menor obstáculo lo maltrata y «daña; siendo ademas las clases que de él viven, las mas Du* «merosas, desvalidas y dignas de la atención de los gober* x liantes. «1° Que el impuesto se .cobre, por último, cuando sea v¡»s « cómodo su pago á los contribuyentes. v « Si el impuesto se exige sobre los productos del capital, e» «la acepción mas lata de la palabra, claro es que debe exig'rsC « cuando esos productos estén realizados: si se exi^e ántes,ge « perturban de un modo oneroso las transacciones sociales, J a «su peso naturalmente debe añadirse el de la forzosa reali*8' « cion de los servicios que representa.» En medio de las laboriosas teorías y de los ensayos y est0" dios sobre los diferentes modos de plantear el impuesto d»s'387 cuellan cuatro sistemas, conocidos con los nombres de fijo, Proporcional, progresivo y único. El impuesto fijo, como lo indica su nombre, consiste en 1» dignación de una cuota fija é invariable. Con solo enunciarse esta contribución, se da á conocer que es la mas desigual de todas las contribuciones. " Figurémonos un uno por ciento sobre las tierras, dice Gar- Hier en sus «Elementos do hacienda,» sean los que fueren sus ludimientos; aunque produjesen 8 las de primera clase, 6 las ^e segunda, 5 las de tercera, el impuesto pediría | á las de Pernera, ¡¡ á las de segunda y J á las de tercera.» "¿No os parece, exclama el propio autor, establecido el im- puesto en sentido inverso de lo que debería ser?» La capitación, mas que ningún otro impuesto, hace patente es& iniquidad: no puede creerse justo que lo mismo contribuya Para los gastos del Estado el que con un jornal miserable lu- c"a contra la miseria, que el que se encuentra en medio do la °Pulencia. puede creerse arreglado á lu equidad que lo mismo pa- §ue de derechos al fisco el tercio de trigo en que utiliza el la- cador un 10 por ciento, que el efecto en que él mismo cen- tuplica sus utilidades. Los afectos á embrollar, por medio de la porfía de escuela, ^as cuestiones mas obvias, han querido justificar la teoría de |a contribución fija con razones análogas á las sutilezas, á la baldad legal; pero en la buena inteligencia de esta misma se €acUentran recursos para destruir los sofismas. La versatilidad de las reglas que sigue el valor, haria el im- puesto fijo en extremo injusto; lo convertiría en verdadera- mente irrealizable. El impuesto proporcional es el que se exige á cada contri- u7ente en razón de su riqueza, dándose lugar á que sea sobre 8u8 rentas y á que contribuya, en relación de sus facultades, W necesidades públicas. La constitución francesa de 1848 parece que se-propuso ekvar 4 la categoría de principio el sistema de que hablamos,388 cuando di'ce: « Todo impuesto debe ser establecido para la uti- lidad común, contribuyendo cada uno en razón de sus faculta- des y de su fortuna.» Mientras los datos sobre que se calcula la fortuna del contri- buyente sean exactos, las proporciones tenderán á ser justas, pero cualquiera apreciación equivocada tiene de hacer inicua la contribución. Garnier pone el siguiente ejemplo: Tres tierras producen 4, 8, 12: si non proporcionaltnente cotizadas, darán al fisco 12 3- poro si la renta de las tierras varia como sigue: 8, 12, 16, el impuesto será: , I, i; resultando de todo punto autiproporcional. La teoría del impuesto progresivo se funda en una pc-S'*1 va alucinación: aparentemente nada mas justo que pedir, V°xt ejemplo, al que tiene 20, 1; al que 40, 2; al que 80, 4; y aSl sucesivamente. Pero en la práctica al que tiene una pequ^* fortuna se merma extraordinariamente el capital, miéntras a de la fortuna opulenta no se hace contribuir en proporción' El impuesto progresivo es la ruina de todo capital nacien*6» forza á un procedimiento contrario al que aconseja la raz0"' es decir, ofrecer toda especie de facilidades al trabajo, favOi^ cer su engrandecimiento y desarrollo, y pedir los frutos el do la cosecha, no cuando no esté el fruto ni aun en flor.389 El impuesto, dice muy bien Lamartine, es el alquiler que pagan los asociados por la parte que ocupan en el edificio, y bajo la protección del poder social. Es evidente, observa Com- te> que si el que tiene mil debe pagar por esa protección dies, el que tiene dos mil deberá pagar veinte: ¿pero cuál es la ra- zón con que se le pueda exigir cuarenta ó treinta en vez de veinte? La idea capital que entraña el impuesto progresivo, es re- caer con mayor fuerza sobre el lujo; pero ya se ha hecho ob- servar que en esta idea todas son relaciones. La fuerza de expansión de los grandes capitales afecta, por la naturaleza de las cosas, grandes intereses, al herirlos, no el capicalista, sino los muchos que viven del capital, sufririan. 'La sustracción del impuesto en la progresión por los gran- as capitalistas es muy fácil de ejecutarse, dando por resultado íue la alarma no so relacione con el provecho y que la contri- bución se esterilice en gran parte. Lo m¡\s digno de llamar la atención en este particular es, íue bien pudiera acomodarse el impuesto progresivo á la ri- ^Ueza industrial ó territorial; pero los consumos la rechazan. El impuesto progresivo, como observa Comte, es la ley agra- íla de nuestros dia.s, es un impuesto que mas bien parece dic- tado por la envidia, que por la equidad. ' * "Se ha calculado que una progresión, por moderada que se le supoa- É*> llegaría <í una cifra superior á la renta misma. Supongamos que Be tr&ta de uu impuesto de uno por ciento, contribución muy moderada, puee- 40 1u« no toma en el origen do la progresión sino el céntimo de la renta, ^"litamos que con este punto de partida ol impuesto triplica cuando da- Plica la renta. Veamos los resultados: kksta. • amona: 100........... 1 franco». - 200 . v . . . . '...... 8 - * 400. .. .......... » » 800 :........... 2? » 1,600. ....... 81 » 8,200..........s. • 243 »390 Teniendo presentes algunos economistas los inconvenientes de la multiplicidad de los impuestos, por las vejaciones á qn° han dado lugar todos ellos; buscando y apasionándose por una benéfica simplificación, se dedicaron á la apología de la con- tribución única; y como es un ideal tan bello, cuenta con emi- nentes apologistas.. Formada en general la hacienda de las naciones, arbitrando medios según so manifestaban las necesidades, la multiphca- cion do impuestos fué extraordinaria, como hemos visto desde los primitivos tiempos: apenas apuntaba una manifestación de trabajo, una tendencia, un deseo, un vicio, acudia el fisco & chupar el jugo de esa nueva fuente de exacción: la comida, e' tránsito, la luz, la cortesana, el albañal, todo contribuía en Grecia y Roma á la insaciable voracidad del fisco. La confa" sion de las leyes, la multiplicación de las extorsiones embara- zaban el tráfico, dificultando el desarrollo de la riqueza na'8' ma, y prostituyendo al gobierno y á la sociedad. El error mismo de la escuela de los fisiócratas, haciendo de- pender toda riqueza, mejor dicho, considerando como fuente esencial de la riqueza la tierra, revivió la idea de la contrib8" cion única que, como hemos visto, se encuentra indicada cla- ramente en la legislación de Solón. Vauban, adelantándose á los fisiócratas, proponía una con- tribución uniforme en provecho del Estado. El ilustre man8' cal, observa Garnier, quería el impuesto de un décimo & 0 mas, sobre los productos de la tierra, de las casas, de la in¿u9' tria y pensiones, y aun un impuesto sobre la sal. Por poco que se profundicen las tendencias de Vauban, ¿e RENTA. IMPUKSTO. 6,200............ 729 francos. 12,800 . , . • ....... . 2,187 » 25,600. .....-¡. ..... . 6,661 » 62,200 ............ 19,688 -. » 104,400.....„...... 59,019 » 208,800 ............ 177,147 »^91 Quesnay y do Turgot mismo, al encarecer las ventajas de la contribución única, buscaban la exaltación del principio de 'a igualdad política; querían inclinar los ánimos á que contri- buyesen el clero y la nobleza á los gastos públicos; era uno de tantos medios de aniquilar el privilegio. La asamblea cons- tituyente comprendió el pensamiento, y esto explica su ten- dencia pronunciada de rechazar el impuesto indirecto, aco- giendo y haciendo estribar en el indirecto la hacienda pública. La contribución única, la fincada sobro la renta, tiene por Punto objetivo todo lo que hay de mas racional para la con- servación y desarrollo del capital, y \p que hay de mas justo; en efecto, la contribución de cada individuo, de una parte mo- derada y proporcional de lo que utilice para concurrir con ello « los gastos públicos, es, como se ha dicho por Passy, el ideal del impuesto; debe uno procurar acercarse á él, pero no ha- cerse ilusiones sobre lo obvio de su realización. Cierta sección de economistas de Inglaterra ha pretendido 8ostener que el impuesto único fuese sobre los consumos, no faciendo mas que poner de manifiesto su pensamiento mons- truoso. La contribución única, bajo la forma indirecta, seria k contribución del hambre, la mas ominosa y opresora, según ^ califica Comte. Demostrado como está por los economistas modernos que la Contribución que ofrece menores inconvenientes es la que re- cae sobre la renta, es necesario buscar á esta donde se mani- festé, y la contribución única no es compatible con semejante Multiplicidad. Para la realización de la contribución única, sin la fiscali- zación en que suele degenerar el impuesto directo, sin los es- birros delatores y vejaciones del indirecto, seria necesario un Pueblo de sabios, de patriotas y de santos en que convencidos de la necesidad del impuesto, animados de la pasión generosa del bien público y celosos de complacer en lo mas íntimo la Justicia, hiciesen manifestación á la autoridad de sus utilida- ^ess pusieran en sus manos bu cuota y repelieran de su seno *1 defraudador del fisco; pero este es otro bello ideal cuya rea-392 lizacion no está de acuerdo con el estado que guarda la hu manidad. Si discurriendo conforme á los principios generales de '» ciencia de hacienda, la contribución única, por masque hay» sido proclamada por hombres muy eminentes, no puede p° nerse en la práctica; la dificultad sube de punto en un pa*3 e° que esté planteado el sistema federativo; cntónces la unía» del impuesto, en contraposición con la organización política, seria fuente de trastornos sin cuento, y acabaría, 6 por nuh ficarse, ó por ser un elemento funesto de perturbación del ór- den. Al hablar de la hacienda de nuestra patria en lo parti- cular, me permitiré explayar estas ideas. En laj discusiones hasta aquí empeñadas de parte de l°g financieros, me parece que sobresale por su importancia 1» compai\icion entre las ventajas ó inconvenientes de asentar el impuesto sobre el capital ó sobre la renta y distinguir a parte imponible de las mismas rentas. La generalidad de los economistas han sostenido con razo- nes, en nuestro juicio incontestables, las ventajas del impuc8" to sobre la renta, y aunque no militara otra sino la de deja expedito al capital para que crie nuevas riquezas, me parece- ría esto suficiente apología. Impuesto que afecta el capital tiene que disminuir su Dio" to necesariamente y que destruirlo al fin: de esta naturoleZ* era el diezmo eclesiástico, y ya conocemos sus funestos efecto8' En la percepción de una renta puede haber elementos produc- tores, remuneración de trabajo equiparado con la inteligenC1* y el precio del salario; esta es la razón por que escritores co- mo Batbio han insistido en que se calcule la parte iinponib'9 para el impuesto. En estos últimos tiempos Dupuynode y Girardin han de- fendido la imposición sobre los capitales; pero como en id'1" mo resultado el capital no puede tener justa apreciación 8'n° por lo que produce, lo que se ha hecho es provocar respe* to del impuesto una verdadera confusión entre el capital J la renta.3!)3 Las objeciones todas que se levantan sobre los impuestos dependen en gran parte de las dificultades de la apreciación erando se desciende á la práctica; respecto de las rentas que Parecen mas estables hay que considerar, ya las variaciones del comercio ó las industrias, ya las crisis que paralizan los trabajos, ya los accidentes á que determinadas profesiones es- tán sujetas; pero sobre todo, entre nosotros, á las perturba- ciones del órden, á la inseguridad de los caminos y á otras causas que hacen que el impuesto asentado en mejores bases 8e Convierta repentinamente en oneroso ó insoportable. W mayor parte de los escritores do hacienda se detienen en explicar la incidencia del impuesto, habiendo alguno que, corno Eguía, sostenga quo la superficialidad con que este ne- gocio se ha visto ha influido no poco en los defectos do que adolecen todos los sistemas de contribuciones. So entiendo por incidencia la dirección que toma el impues- to hácia el contribuyente, que en definitiva tieno que sopor- tarlo. Para resolver la cuestión de incidencia es necesario, ante *°do, desentenderse de las apariencias, porque frecuentemen- te quien aparece pagando un impuesto no hace sino anticipar '° ^e definitivamente paga el consumidor. ¿Pero cómo seguir en sus trasformaciones mil el tanto del apuesto imbíbito en el valor y el precio ? Thiers ha dicho que °1 impuesto se semeja A una especie de luz difusa que se der- ruía por todas partes después de baber estallado sobre un Pinto y que pierdo su fuerza dispersándose. Los alemanes ^arrian á ese fenómeno del impuesto revulcion. Say, pareciéndole quo se perdia en apreciaciones vagas res- pecto del impuesto, llegó á considerarlo con total indiferen- Cla, asegurando que la única rogla fija era que el impuesto íeaS ménos lujoso; ¿pero cómo puede observarse reg la semejante al tratarse de artículos de primera necesidad? Franklín decia que el comerciante pone el impuesto en su8 facturas: ya lo sabemos; lo que tiene que averiguarse es, n° que lo ponga, sino que lo acepte el comprador. Los estudios sobre la incidencia del impuesto, hasta hoy» al ménos en lo que yo he estudiado, no dan resultados Batí8 factorios. En el Sr. Miranda y Eguía hay ideas sobre el anticip0 " impuesto y su pago definitivo dignas de llamar la atencio»> quiere establecer entre el comerciante y el consumidor ciert* solidaridad de intereses para que repartido así el impuesto 86 haga la difusión mas extensa y mas ligera y equitativa. Pero lo repetiremos mil veces: en esta materia tenemos que atenernos á indicaciones tan elementales, que á cada wo&en to borramos lo que escribimos temiendo traspasar los lím^eS de nuestro estudio. Garnier consagra, con el mayor tino, el capítulo 6" de 8° importante obra sobre hacienda á la manera de la percepcio» del impuesto y gastos de recaudación, diciendo que la eC°n° mía en este respecto es la expresión del d-rden y la justicií* la hacienda pública de una nación. En Francia, á principios del presente siglo, habia conf1 buciojí, según el propio Garnier, que tenia do costo un 41 P°r395 ciento de recaudación; hoy las mismas contribuciones tienen costo el 5 por ciento. En la época de Necker otras contribuciones tenían de cos- *° U| V01' ciento, y las mismas en 1842 resultaron costando «113| por ciento. En Inglaterra la excise, contribución sobre los consumos, tiene de costo 5| por ciento; en México la alcabala cuesta cer- ca del 14 por ciento. "A los gastos de percepción que tiene consigo un impuesto, ^ce Garnier, es necesario agregar las persecuciones, visitas, embargos, multas, que son otras tantas cargas para el país sin provecho para el tesoro; es necesario agregar el tiempo per- dido, las cabalas, las chicanas y todo lo que hay entre los agen- tes del fisco y el público. «Es en extremo peligroso interesar, como se hace en mu- chos países y en Francia, á los agentes fiscales en las multas lttlpuestas & los causantes, sobre todo permitiendo que las de- salaciones do aquellos hagan fé en juicio.» Con sentimiento de disgusto profundo abandono la cátedra eQ esta vez; yo habría querido, en materia tan importante co- 010 los impuestos, ya que no enseñaros, al inénos estudiar en. ^estra compañía con la profundidad que en esta parte de diestras tareas requiere tan fecundo asunto; al concluir mi t^bajo noto que no está marcada la ingerencia ni la influencia del gobierno por medio del impuesto; noto que la teoría del "apuesto único no está suficientemente desenvuelta; echo de "Senos la comparación de nuestros impuestos con los de otras ^aciones, aunque este mal lo subsanaré en lo posible por apén- dice. ■Pero la ciencia financiera, aunque íntimamente ligada con k economía política, forma una ciencia aparte en que todos problemas que apenas apunto, se discuten y desenvuelven 0011 la filosofía profunda que exigen los mas vitales intereses de una sociedad. Sírvanme como disculpa de lo muy elemental de mi lección 08 consideraciones: primera, que relativamente hablando na-396 die se extiende mas en cursos de esta clase; y segunda, q06 siendo mi designio después de hablar de crédito público decir algo sobre la hacienda pública de México, aunque muy en com- pendio, prefiero para entónces hacer observaciones que «a*11 de mas provechosa aplicación.—Dije.apeiicí A LA LECCION mi Oteada sobre el método tributario de tas principales nacio- nes, tomada de la obra de D. Luis M. Pastor, titulada: • Ciencia de la contribución» {1856). FRANCIA. "Tiene contribuciones que pueden dividirse en siete cate- Soríaa: 1* Contribuciones directas. . 2? Contribuciones indirectas. *^ Contribuciones sobre las trasmisiones de la propiedad. 4* Aduanas. 5? Productos de montes y pesca. 6? Correos. ^ Varios. I^as contribuciones directas se dividen en diferentes espe- Cles> 4 saber: fonciere, que recae sobre los productos 6 renta %uida de la propiedad territorial; 'personaly mobiliaria, que recae -sobre los jornales y sobre el producto do la propiedad ^eble, calculada por el importe de los alquileres do las casas e& que viven los contribuyentes; patentes, que recae sobre las Gerentes clases do profesiones é industrias; puertas y venta-398 ñas, sobre'un tanto por hueco de las puertas y ventanas, so* gun la tarifa aprobada. Las contribuciones llamadas directas importan próxima- mente 440.000,000 de francos, es decir, la tercera parte de los ingresos del presupuesto francés. Las contribuciones indirectas recaen sobre fos consumo») 7 están impuestas en el tabaco que monopoliza el Estado; la sa-> un derecho sobre las bebidas espirituosas, sobre el azúcar y 1* pólvora. Esta especie de impuestos produce sobre 280.000,000, es decir, la quinta parte del total de los ingresos. Las contribuciones sobre la trasmisión de la propiedad con- sisten en un derecho hipotecario, en el registro y en el uso del papel sellado. Produce sobre 280.000,000 de francos, es decir, 16 por 100 del total. Las aduanas, ó el producto de los derechos que pagan los objetos del comercio exterior por arancel, y un impuesto sobro la sal, importan 160.000,000 do francos ú 11£ por 100. El servicio de correos asciende á unos 50.000,000 de francos. Los productos de bosques y pesca llegan á unos ¿0.000,000- Por último, existen otras diferentes imposiciones y produc- tos extraordinarios que importan sobre 250 millones. Por manera que la Francia exige anualmente á sus con*r|' buyentes 1,400.000,000 de francos en las diferentes impo81' ciones detalladas, á saber: Franco*. T,„to por cío» 0 del 1'. clase. Contribuciones directas. 440.000,000 » 280.000,000 20 Timbre, trasmisión de 230.000,000 16 4" ! ■ » ' ' 160.000,000 11 6". J) 50.000,000 3 » 80.000,000 2 250.000,000 IT 1,440.000,000 100 399 Haciendo de estas imposiciones un análisis mas filosófico, n°s dará el siguiente resultado: Recayendo los impuestos de aduanas y los de las indirectas sobre el consumo de diferentes efectos, deben considerarse c°Q3o de una misma índole; por consiguiente ha de unirse su aporte á las contribuciones que recaen sobre los consumi- dores 6 sobre la generalidad de los ciudadanos, considerados como tales. Los productos de los bosques y de la pesca no deben con- sograrse como contribuciones, puesto que consisten en el uso •ta una propiedad del Estado, y lo mismo los correos, que no 80li otra cosa que la retribución voluntaria de un servicio que 86 hace con economía y seguridad por aquel, mejor que por lo8 particulares. Por último, la clase de varios tampoco debe considerarse Como contribuciones, pues consiste, casi en su totalidad, en Rembolso é intereses de préstamos que el Estado ha hecho, y otros de esta naturaleza; por lo tanto podemos reducir los in- gresos de] presupuesto francés á tres clases: Tanto por ciento Tranco*, del total. ^ Imposiciones sobre la renta de ta propiedad mueble é inmueble, 7 sobre las profesiones........... 30,50 440.000,000 9a T 1 • imposiciones sobre los consu- mos.................................. 30,50 440.000,000 ' Timbre 6 trasmisión de la pro- piodad............................... 16,00 230.000,000 77,00 1,110.000,000 r°ductos de los servicios públicos 7 propiedades, reintegro de an- ticipaciones......................... 23,00 830.000,000 100,00 1,440.000,000400 Veamos ahora los gastos que ocasiona la recaudación d° cetas contribuciones: TiuWP°r el produelo «i' . de ead» ramo w__. 1? Las directas ó «obre ren- ta* y proferione» importan. 16.000,000 3,63 M*- 2? SOBRE CONSUMOS. Aduanas. 26.300,000 Indirectas. 21.200,000 n an , qq Tabaco, 33.000;000 84.200,000 19,29 5,89 Pólvora. 3.700,000. S° Bobee timbre.............. 11.000,000 4,78 Costo de la recaudación do contribuciones propiamen- te dichas...................... » » Servicios y productos de bie- nes, y reintegros, &c....... 40.000,000 12,12 De modo que la administra- ción francesa cuesta en total 0,76 INGLATERRA. Las contribuciones del Reino-Unido recaen sóbrelos »118 mos objetos que en Francia, con alguna diferencia; per° encuentran sin duda muy perfeccionadas, ya por la difei'e proporción con quo gravan la riqueza imponible, ya P°r oosto de la recaudación; examinémoslas: 19 Aduanas.......................................^áÍÓ0,000 29 Sisas (excise) 6 consumos.................. 14.500^000 Al frente............ 35.000,000401 Ufaras est«rlÍDfttt. Del frente.................. 35.000,000 Timbro (stamp).............................. 6.400,000 *9 Directas (land, and property taxe)...... 8.800,000 59 Correos........................................ 1.000,000 Propiedades de la corona, varios ingresos y reintegros................................ 800,000 52.000,000 lí- vidos, es decir, deducidos gastos de recaudación y adminis- tración. Las aduanas producen, como so ve, cerca de 40 por 100 del total ingreso. La sisa ó consumos, que consiste en derechos impuestos 8°l>re bebidas espirituosas, como la cerveza y vinos, y sobre artículos varios, como el azúcar, el jabón, papel y ántes los Wrillos y maderas de construcción, y las licencias para ven- ^Cr y fabricar estos objetos, producen el 28 por 100. El timbre 6 papel sellado, que consiste en el pago de un brecho por el uso del mismo, que es obligatorio en escritu- ras de contratos, letras, periódicos, billetes de banco, recibos, Acetas de medicina, pólizas de seguro, anuncios, &c, cuya *ey ha sido reformada en 1850 y arreglada á un tipo propor- cional que no excede de £ por 100, importa 12 por 100. Las contribuciones directas se diferencian también de las francesas, y se dividen cu la forma siguiente: Latid taxe, contribución sobre la tierra y que es do escaso Producto, 1.150,000. Soum taxe, sobre las casas. Antiguamente recaía sobro 'as puertas y ventanas, como en Francia; pero en 1851 se re- unió, haciendo una considerable rebaja 6 imponiendo nueve Güeros esterlines on libra á todas las casas cuyo arrendamien- to exceda de veinte libras esterlinas y sean destinadas á ha- bitación, y seis dineros por libra esterlina en las que sirvan Para tiendas, fondas, cafés y otros objetos semejantes. El de- 58402 recho, pues, viene á resultar á 3£ por 100 en las primeras y 2| en las segundas, con la circunstancia de que la inmensa mayoría de las casas nada paga por no llegar á aquella sum* de interés. Assessed taxe. Consisto en ciertos derechos impuestos so- bre los criados, los carruajes, los caballos, los perros, las p6" lucas empolvadas, los escudos de armas y licencias de caza- Income taxe. Contribución sobre la renta. La ley de 23 de Junio de 1842 estableció esta: la impos1" cion divide la masa contribuyente en cinco categorías. La 1? de 7 peniques por libra, 2,91 por 100, comprende 1» renta do toda la propiedad territorial. La 2? las utilidades obtenidas por los arrendatarios de laS • oí tierras. En Inglaterra paga 1,46 por 100; en Escocia -f por 100. La 3? las rentas de fondos públicos, que satisfacen 2,91 por 100. La 4?.los beneficios comerciales, industriales y profesión»' les, que pagan 2,91 por 100. La 5a y última, los sueldos y pensiones de los función»' rios y empleados del gobierno que pagan los mismos 2,91 por 100. Estas secciones han producido lo siguiente en el ano del^l* Llbru estcrlioM. 2.651,630 300,546 746,184 ' 1.553,615 334,537 5.586,512 1* 2a 3a 4a 5? Los correos y el producto de las propiedades de la coro»» no merecen el nombre de contribuciones, puesto que consi»'403 ten, como vimos en el exámen de las de Francia, en servicios atribuidos y producto do posesiones del Estado. Reuniendo, pues, las imposiciones inglesas y agrupándolas e& la forma que hicimos con las de Francia, resultará: Libras esterlina.. Que sobre la propiedad inmueble y sobre prefesiones, exige la Gran Bretaña... 8.800,000 17 ^ Sobre consumos, incluyendo en ellos las aduanas..................................... 35.000,000 67 Sobre trasmisión de propiedad mueble é inmueble............~...................... 6.400,000 12 50.200,000 96 Obtenido el resto hasta el completo por el producto de servicios y de bienes del Es- tado, reintegros, &c........................ 1.800,000 4 --- 52.000,000 100 Veamos ahora el costo que tiene á la Inglaterra la exac- ta y administración de estos impuestos. 19 CTAS. kand. ■A-ssessed. V Taxe. ^roperty. Ub. Mltrllns"- Gastos ordinarios........... 317,371 Jubilaciones y pensiones... 8,262 Indemnizaciones por em- préstitos abolidos........ 11,065 Tanto Tanto per cien- por cien- to da ca* to *obre da ramo, el total. 336,698 3 0,58 A la vuelta............... 336,698 3 0,58404 TU..O TM» un», i""*'' 2.238,599 5,91 o, De la vuelta............... 336,698 2? Indirectas ó consumos. Aduanas (customs). Sisas (excise). Gastos ordinarios. Aduanas......................... 678,451 Sisas........í................. 658,242 Gastos comunes. Servicio preventivo, res- guardo de tierra y mar. 564,288 Jubilaciones y pensiones. Aduanas...................... 136,760 Sisas................t......... 142,660 Indemnización por empleos suprimidos 6 reducidos. Aduanas...................... 23,839 Sisas........................... 17,514 Pensiones á viudas, "huérfa- nos, $c. Aduanas.................... 6,706 Sisas.......................... 10,139 39 Timbre. (Stanip). Trasmisión de propiedad mueble 6 in- mueble. Gastos ordinarios........... 132,316 Jubilaciones.................. 9,417 Indemnizaciones............ 5,158 3 0,58 3.81 146,891 2,8 Costo de la recaudación de las contribuciones propiamen- te dichas..................... 2.722,188 Al frente............... 2.722,188 0,25 4^ '¿5405 Te.ii lo Tanto per dea- por cien- to de cm- ta sobre ¿tramo, el total* 1.376,458 54 2,40 Del frente............... 2.722,188 4,64 Servicios y productos de propiedades. Correos. Gastos ordinarios.............. 661,054" Jubilaciones y pensiones. ■,.. 25,798 Trasporte de malas, pago do fletes per mar, &c........... 620,628 Otros gastos.................... 6,778 Montes, bosques, gastos de guardas, &c.................. 62,200 J Costo total sobre la recauda- ción general.................. 4.098,646 _7,04 Me he limitado á tomar por punto de exámen y compara- ción á Francia é Inglaterra, por razones de gran fuerza. & Porque son las que se encuentran al frente de la civili- zación del mundo, y las que mas han adelantado en la mejora ^e sus impuestos. 2^ Porque son las dos naciones en que los principios de la economía política, en punto á impuestos, han sido mas con- citados, á excepción de los de aduanas, en que Francia anda Estante rezagada respecto á las domas. 3* Porque los datos de que me he valido para el exámen nan sido auténticos y oficiales, lo cual no es fácil conseguir sino en Bélgica y los Estados-Unidos; porque la publicación de los resultados do la administración-pública está mucho mé- n°s adelantada en otros países: y no he citado á Bélgica y los Estados-Unidos, porque la primera de estas naciones guarda taWa analogía con el sistema francés, que se diferencia po- quísimo en el mecanismo administrativo y sus resultados; y *a segunda es tan excepcional por la organización política y la índole especial de aquel país, que so resiste & la comparación c°n los Estados del continente europeo.406 Sin embargo, para poner completamente en evidencia la aserción que me be propuesto demostrar, pasaré una liger8 revista á los datos que se conocen sobre la manera con que se contribuye en los domas países, por donde se probará que se bailan muy en zaga de los citados, y que si aquellos no son» según mis principios, admisibles, mucho ménos lo serian lo3 demás. BÉLGICA. Como acabo de indicar, guarda grande analogía con la FraB' cia.' Recauda 117.000,000 de francos próximamente, y t>iene asentados sus impuestos en las mismas bases que aquellas y casi en iguales proporciones. pnr'V'0 1? Directas. Sobro la renta de la pro- piedad, profesiones, &c............. 30.800,000 26,32 2? Indirectas 6 consumos, inclusos los derechos de aduanas................ 33.300,000 28,46 39 Trasmisión de propiedad mueble 6 inmueble.............................. 21.700,000 18,55 Retribución por servicios, producto de propiedades, caminos de hierro, &c. 31.200,000 26,67 117.000,000 100,00 Los gastos de recaudación y administración salen, como eD Francia, próximamente íi 10 por 100. AUSTRIA. Los datos sobre los impuestos de esta nación son mócio? exactos y precisos que los de las que he examinado hasta aho- ra. Sus contribuciones son mas en número y de índole dife- rente, aun prescindiendo do la organización d9 su imperio, qu"407 n° Suarda analogía con la de loa Estados de que acabo de ocu- parme. Me hago ligeramente cargo de su presupuesto de ingresos, Para que se vea que ¿jsta mag a¿n qUe jas 0^rag naciones, de 8 principios do los economistas adoptados en toda Europa. El Austria recauda de 148 á 160.000,000 de florines 1 que 8011 1,480 1,600.000.000 de rs. vn. próximamente. Sus contribuciones son ya de índole mas variada que las 6 ^rancia, Inglaterra y Bélgica, de manera que no pueden ^cerrarse dentro del límite de las cuatro categorías en que Se dividon aquellas. . 1' En las directas se comprenden: la territorial, otra sobre Casas, otra sobre las industrias, y ademas hay exacciones es- peciales que pesan sobre el reino Lombardo-véneto, sobre los Judíos, sobre la Dalmacia y sobre la ciudad do Trieste. ^' En las indirectas y consumos existen los derechos de j'duana, las imposiciones sobre ciertos artículos, la sal, el ta- ac° y las imposiciones del reino Lombardo-Véneto. Sobre la trasmisión de propiedad hay un derecho que recae sobro las sucesiones, y es el timbro. 4° De servicios públicos retribuidos y producto de propie- dades del Estado, existen los correos, el arriendo y venta de fincas, el de las minas, el de los caminos do hierro y de las ca- 8as de moneda. ^ Y ademas do estas exacciones se recaudan hasta 10 mi- Nones do florines en loterías é imposiciones de índole especial y diferente. 1 Un florín es igual ú 9 rs., 88 céntimos, porque la ley monetaria do Aus tr'& ob saoar de un kilogramo de plata 85 florines 21 krentzers: la franec- 8&« ®0. Ahora bien, partiendo de esto dato, resulta la siguiento regla con- junta: 10 florines. = 26 francos. 5 francos. = 19 reales. 1 real. =31 maravedises. z . . . florin = 835,02 = 9 rs. 88 céntimos.408 Resumiendo, pues, resulta que 19 Directas, por sus diferentes concep- tos se recaudan en Austria........ 55.120,514 37,25 2? Indirectas 6 consumos........ ........ 61.502,652 .41,8" 3a citación especial. Los Estados-Unidos, & pesar de su ori- Smalidad, han debido mencionarse también: réstame solo des- empeíiar la tarea ménos lisonjera, y es la de presentar el sis- tema vigente en nuestra España, el cual no es por cierto de mas aventajados. España recauda (1854), según el presupuesto vigente, 1,474 .204,552 reales vellón en contribuciones é impuestos de ^versa índole, que reducidos á los cuatro 6 cinco grupos en lio he dividido los de las otras naciones, son como sigue: Directas. Contribuciones de inmue- bles, cultivo y ganade- ría.—Impuesto de 12ir I 412 por 100 sobre el pro- ducto de esta riqueza, sacado por amillara- miento................... 300.000,000" Subsidio industrial y de comercio, que consiste en patentes, licencias y repartos sobre las dife- rentes industrias........ 55.000,000 Minas.—Impuesto sobre ollas....................... 6.500,000 2° Indirectas.—Sóbrelos consumos. Aduanas..................... 176.500,000] Consumos.—Impuesto so- bre carne, vino, aceite, jabón, cerveza y velas. 91.000,000 Derecbos de puertas.— Imposición sobre otros artículos de consumo en poblaciones cerradas... 77.000,000 Estancadas.—Explotación de la sal, el tabaco y la pólvora monopolizadas por el Estado............ 311.654,375 3? Impuesto sobre la trasmi- sión DE LA PROPIEDAD MUEBLE É INMUEBLE. Derechos de hipotecas.... Impuestos sobre las gran- dezas y títulos........... Papel sellado y timbre... Al frente............... 22.000,000 900,000 38.500,000 361.500,000 656 .154,375 61 ,400,000 1,079 054,37*413 Del frente........................ 1,079.054,376 49 Producto de fincas y re- tribución DE SERVI- cios ejecutados por el Estado. Correos..................... 35.500,000 Pósitos....................... 152,770 Imprenta nacional......... 1.550,000 Presidios.................... 1.624,000 Pasaportes y licencias pa- ra la policía.............. 6.400,000 Policía sanitaria............ 1.600,000 Productos diversos......... 191,000 Total del Ministerio de la Gobernación....... 47.017,770 47.017,770 Portazgos, pontazgos, fer- rocarriles, canales, mon- tes y demás recauda- ción del ministerio de fomento...................................... 20.024,500 Fletes de los buques con- ductores do la corres- pondencia á las Anti- llas, almadrabas, obser- vatorio astronómico y demás del ministerio de marina...................................... 2.311,907 Preces á Roma, interpre- 1 tacion de lenguas y de- mas cobrado por el mi- nisterio de Estado........................ 1.144,000 El ministerio de gracia y justicia...................................... 10.525,000 A la vuelta....................... 1,160,077,552414 De la vuelta..................... 1,160.077,552 Pasc3 de Gibraltar y de- mas cobrado por el mi- nisterio de la guerra..................... 167,000 Producto de fincas y mi- nas del Estado y de las casas de moneda........................... 57.050,072 5? Productos diversos. Loterías...................... 90.060,000 Giros de Ultramar y sus remesas.................... 77.408,898 Descuento de sueldos...... 30.000,000 Fondo de sustituciones..... 34.000,000 Varios........................ 942,000 Expedición de títulos...... 300,000 Arbitrios de amortización. 5.300,000 Regalía de aposento........ 300,000 Eventuales................... 1.000,000 Atrasos....................... 4.300,000 Arbitrios de Canarias...... 1.216,000 Presupuestos cerrados..... 550,000 20 por 100 de propios..... 7.000,000 Atrasos de estancadas..... 603,000 10 por 100 de administra- ción de partícipes........ 4.200,000. 257.179,898 1.474.474,522 RESUMEN. 1- co «5 o o" eo 00 «O o co 00 "O co r-T oí o co CO lO CO ccT CO co O» > O co CO oi ÍO o *o CO o* eo i g-a ja a H i» I 1 41 1 1 Ú 1 o m m o o o O O o o O O o t- o o! P- .1 «i a f—i I a § . Oh S -g .2 © i § a * a —■ a j cS O f-.l § © eo o >o to o co tH t—~ eíTco" CO «0 co o 00 0Q ■< B u ja a te 8" c a 53 fe «* : g '3 OS es {j \q 'v oí co o co eo -tfcoco o co co t- CO OJ li> lO t~ CO CO Tjí 00 OI cS •n C3 O B es V 0> nS r—< ea g cu B CU bO a o '3 «3 .3 ^ S o eo o cí t- o o eo t- co co o co eg~of r-Tofo £H ci oj co io o - o « 2 .2 sis B es g '> © s o-o " a S*a s § g T3 r? T3 W O >-i oo to CJ I*! 3 o a .-, o O. o ■si <- o ce « B 5; eso o m S cu416 eo Oí 00 eo (M sil al* o o» so co CO 00 o> co «c Oi -tt a» o" t- eo O 00 «r oo co ai oo C CO C>1 CN ca o ^ a o 'o ^ eí © i) e « a s g s o JP 5LECCION XXV. Empréstito y crédito público. Seguimos en C3ta lección la costumbre de tratar unidas las bestiones de empréstitos y de crédito público, aun violentan- do las palabras, aun conociendo quo esta confusión tiene sus inconvenientes. En los libros puramente didácticos son tan peligrosas las ^novaciones, que el profesor tiene que preferir la aridez de 'a rutina á los encantos de la iniciativa: la claridad, al halago ^e descubrir nuevos horizontes, elevándose sobre el nivel de SUs> antecesores 6 intentándolo al méaos, lo que siempre seduce k inteligencia, por ser uno do sus dotes preciosos la osadía. ■Para las circunstancias normales de una sociedad, para pre- Venirla contra las calamidades del hambre y de la guerra, para at de los pastos sin pagar al fisco la renta de yerbas. Felipe IV instituyó la renta del papel sellado y cuidó de 1ue se exigiese una parte de sueldo de los empleados de nue- Vo ingreso. ^or el honor de que los reyes residiesen en Madrid, paga- a la coronada villa una contribución especial que se llamó re9«tia de aposento; y á pesar de tan multiplicadas exaccio- ^es y de los situados de América, Felipe III hizo alarde de 8 préstamos forzosos, y lo que es mas, del asalto de las cau- dales que remitía el comercio de América á la península. En 88te tiempo comenzaron las percepciones del excusado, que 110 eran sino las mermas que se hacían á las rentas eclesiás- ticas como á excusas. -La administración de la hacienda estaba sumida en el des- den mas grande de que es posible formar idea; desórden que ea todo el siglo XVII fué cada vez á mas, hasta llegar en sus étimos años á un estado increible. Las rentos estaban arren- dadas y los arrendadores solían ser negociantes extranjeros, hombres de negocios llegados de Génova, Alemania, Flándes, 1ue desde la primera venida de Cárlos I á España se lanza- r°*i sobre ella como sobre país conquistado y que siguieron yeldo á celebrar con él y con sus sucesores contratos, ar- ados y empréstitos usurarios, fueron los que de todo estu- Vleron apoderados y se hicieron ricos dejando pobre el tesoro ^e nuestros reyes.» Apenas se hace concebible la serie de contrastes que prc- 8enta el período que vamos recorriendo, el raudal de oro y Plata de las Américas y la miseria de los reyes, la ruindad de 08 «apuestos y la opulencia de los arrendadores, el robo en, 8Us proporciones mas mezquinas, y los saraos, las justas y co- medias, los reyes poetas y galanes, los próceres deslumhran-438 do de lujo, empeñados eíi aventuras amorosas y enseñoreán- dose de un pueblo sumido en el ocio y en los vicios. En principios del siglo XVIII, decíamos (1705), se creó el impuesto de 5 por ciento sobre el alquiler de las casas, se aumentó el tanto del papel sellado (1707), se amplió é hiz° mas sensible la capitación (1710), y lo que se llamó contri^1' cion de Arag¡m (1718) tomó mayores creces. La creación de cuatro secretarías para el despacho de negocios (1714), el consejo de hacienda, y sobre todo, Ia °* gánizaeion en 1718 de intendentes contadores y pagadores provincias y de ejército, no mejoraron sensiblemente los de9 órdenes de la hacienda pública: siempre errores económic"8' siempre pobreza de miras, y robo y miseria. Aunque al avenimiento de la casa de Borbon al trono apu° taron ideas de órden, no so hizo visible un plan administrad vo seguro sino por Fernando VI, y ántes bajo las inspiración03 de Orry y del sabio marques de la Ensenada. Entonces coD mano vigorosa se comenzaron á suprimir los arriendos y se ensayó la contribución única que, aunque quimérica, alu"1 braba el sano principio de que recayese la imposición sobre^9 renta. Alentados muy preclaros ingenios con el ejemplo del flio narca, comenzaron & debatir sobre la política de la monarquía» y economistas eminentes como Jovellanos, Campomanes, C° varrus, Zavala, Ustariz y otros, aunque muy atrasados reS pecto á las libertades del comercio, prepararon el terreno paf9 que fructificaran los bienes del reinado de Cárlos III. Notable es el esfuerzo con que la historia encarece las e% celencias de ese reinado: momentos hay en que el historia^0' se entrega al lirismo de la apología y en que el patriota &eí cía al acento templado de la narración los ecos apasiona^9 del canto del poeta. Para quien tiene que examinar concienzudamente ese p6" ríodo, le e3 necesario esforzarse á distinguir las providencia8 que dictó el sabio monarca con relación á las épocas pasa^8* y con referencia á los adelantamientos en sí mismos.439 En el reinado que nos ocupa, lo que llama ante todo la aten- ción es el anhelo por exaltar el poder civil, por emanciparlo de la tutoría de las clases, renovando la atmósfera en que res- piraba el pueblo. La escuela regalista llevaba en alto radiante la antorcha de la verdad social que fulguró después en los dias de la revolu- ción francesa, y en este sentido la política de Cárlos III tie- °e las simpatías de los hombres pensadores. Respecto de las ideas económicas, es cierto que se honró el trabajo, que se procuraron ensanches á los cambios, que las leyes sobre comercio libre importaron para la América una trascendental y benéfica revolución; pero las preocupaciones «o la balanza mercantil subsistieron, el celo por que se persi- guieran las industrias similares á España se hizo mas inteli- gente, pero no ménos cruel, y medidas como la creación de in- tendencias, arreglo de contabilidad, administración de justicia y otras, no produjeron todos sus efectos en México, porque del % del reinado de Cárlos III á la revolución medio poco tiem- po, y el período de Cárlos IV, léjos de arraigar las medidas uesu antecesor, esterilizó muchas de ellas por su falta de pres- tigio y por la fama irrisoria de que llegó acompañado su nom- bre á nuestra patria. Las ideas que hemos emitido respecto de la casa de Aus- tria, las hallamos corroboradas con estas breves palabras de los Sres. Miranda y Eguía. Hablan de la política de España con América. «El espolio, la granjeria de sus vírgenes comarcas, reali- zados al abrigo de una ley fiscal abrumadora igual á la de la península y un régimen de gobierno absolutista lleno de celos y rivalidades para con las demás naciones, hé aquí la política y la hacienda. El sistema mercantil, ol sistema colonial ab- sorbente, inquisidor: hé aquí el consecutum económico ultra- marino que tuvimos en América durante la casa do Austria y años después.» Los reyes do la casa de Borbon mas notables fueron Feli- pe V, Fernando VI y Cárlos III sobre todo.440 La Francia fué modelo de estos reyes y Luis XIV el bello ideal de los soberanos. Las medidas iniciadas por Orry en la época de Fernando IV, sobre todo las relativas á la supresión de arrendadores que planteó después el marques de la Ensenada, produjeron los mejores efectos. El impulso que recibid el crédito con la ins- titucion del banco de San Carlos, la expedición de vales rea- les hecha para procurarse anticipos en la propia España y en las Américas, sobre todo, el debate sobre la reconstitución económica del gobierno de estas, tuvieron trascendencia bené- fica; pero muy enervada por lo arraigado de los abusos y p°r" que el sacudimiento poderoso de la revolución francesa haci» pensar á los reyes mas en su aseguramiento que en planes de reforma» Los últimos años del reinado de Cárlos III presentan el contraste de aumento considerable de rentas; pero gastos enor- mes por las guerras en que se empeñó la monarquía, tentati- vas de órden como la de la formación del presupuesto introdu- cida por D. Pedro de Llerena; pero acrecimiento de la deuda, fomento á las industrias; pero verdadera disipación en gran- des sueldos y pensiones, impulso fecundo al comercio; pero privilegios y monopolios que no dejaban infiltrar sus benefi- cios en la masa del pueblo. Superficial, incompleta, insuficiente como es la anterior m1* rada retrospectiva á la España, servirá para darnos idea de la situación de la colonia. ¿ Cómo podian los españoles ense- ñarnos lo que no sabían? ¿Cómo inspirarnos ideas de órden cuando ellos eran víctimas de los desórdenes? México era un reflejo de la monarquía; pero con los abusos mas agravados, con la licencia tomando un carácter peculiar como voy á tratar de demostrarlo. Hablando de los primeros dias de la conquista, dice un ma- nuscrito del Sr. Manían que tengo delante, refiriéndose á Cor-441 tés: « Luego que este héroe vio el feliz estado de su gloriosa * empresa, trató de poner un departamento de hacienda. Eli- dió en la villa rica de Veracruz por factor á Bernardino * Vázquez Tapia, por contador á Alonso Dávila y por tesorero " á Gonzalo Mejía, y les hizo entrega de los dos quintos recau * dados, y sucesivamente de mas de veinte mil pesos tributados * al gran Cárlos V por sus nuevos vasallos, siendo los dos ra- * mos, quintos y tributos, los fundadores del real patrimonio "de Nueva-Espafia.» En 1522, el nombramiento de tesorero en México fué del rey> y llegaron en 1524 otros empleados, con los cargos si- guientes: Factor, Gonzalo Salazar. Contador, Rodrigo de Albornoz. Veedor, Pero Almedez Chirinos. Asesor, Lic. Alongó Suazo. México y Veracruz, como se ve, estuvieron sujetos á una Propia dirección, teniendo la facultad los directores de México ^e mandar tenientes al puerto, hasta 1597 que se nombraron contador y tesorero. Conforme se consumaba la conquista en un lugar, so insti- gan las cajas reales, y así se verificó' de la manera siguiente: 1570. —Zacatecas. 1575. —Durango. 1578. — Guadalajara. 1628. — Sari Luis Potosí. 1667. —Pachuca. 1675. —Guanajuato. 1681. —Sombrerete. 1716. — El Cármen. 1721. —Zimapaú. 1768. —San Blas y Chihuahua. 58442 1769. —El Rosario. 1770. —Per ote. 1780.—Arizpe. 1786.—Por la real ordenanza de intendentes, en P"e' bla, Valladolid y Oaxaca. - ' Los ministros de las caja8 eran realmente los administra- dores de la real hacienda, sujetos á la autoridad del virey» quien presidia y so aconsejaba de la junta superior déla real hacienda, compuesta del virey mismo, y fungiendo como voca les el regente de la audiencia, el fiscal de la real hacienda, contador mayor, decano del tribunal de cuentas, y el ofici*' real mas antiguo. El método de cuenta y razón se estableció hasta 1767, pr0" duciendo el resultado, que cada administración tuviera u° procedimiento arbitrario. La contaduría general de India3» en 1785, quiso remediar tanto mal, estableciendo, dice niau, el admirable método de partida doble; pero los abusos estaban tan arraigados y las resistencias fueron tales, quo tes de dos anos se desistió de la mejora, con general sentin»eB to de los que conocieron sus ventajas. En un principio para la glosa de las cuentas se nombraba un contador y un ministro de la audiencia; pero en 1702 que" instituido el tribunal con un personal de sesenta y cuatro i*' dividuos, cuyas dotaciones importaban 84,300 pesos. Tres grandes divisiones tenia lo que se llamaba el erario la Nueva-España: Primera. — Masa común, que representaba los gastos y car gas de las Indias. Segunda.—Fondo particular y piadoso de España y ^ xico. Tercera. — Ramos ajenos que disfrutaban de real protec* cion. El producto total de estos ramos, según el barón de Hu10' buldt, fué:443 En 1712....................................$ 3.068,400 En 1763....................................$ 5.705,876 En 1764.................................... 5.901,706 En 1765..................................... 6.141,981 En 1766.................................... 6.538,941 En 1767.................................... 6.561,316 Total de 1763 á 1767......$ 30.849,820 Término medio de cinco años......$ 6.169,964 De 1767 á 1769, año y medio.........$ 18.000,000 De 1733 á 1776......id.................. 12.000,000 De 1777 á 1779......id.................. 14.500,000 En 1780....................................$ 15.010,974 En 1781.................................... 18.091,639 En 1782.................................... 18.594,492 En 1783.................................... 19.579,718 En 1784.................................... 19.605,574 Total de 1780 á 1784......$ 90.882,397 Término medio de cinco años......$ 18.176,479 En 1785...........................•.......8 18.770,000 En 1789.................................... 19.044,000 En 1792.................................... 19.521,698 En 1802..........................•........ 20.200,000 La diminución del precio del azogue de 82 á 62 pesos quin- ta5, la pragmática del comercio libre, el establecimiento de in- tendencias, la organización do la renta del tabaco y otras me- adas, son las causas á que atribuye el barón de Humboldt el notable aumento que hornos señalado de las rentas públicas.444 Demos primero, por árido que el trabajo parezca, una ojea- da á los ramos que componían el real erario; concentremos des- pués sus cifras, y hagamos en seguida las observaciones que nos sugiera el estado de nuestros estudios. Comencemos, pues, que mucho se adelanta en un trabajo de esta clase, con solo armarse de la resolución de princi- piarlo. Derechos de plata y oro.— Como ya habéis visto, las minas eran del dominio del rey; por la concesión pagaban los vasa- llos un quinto, que en 1548 se redujo á un décimo. Los derechos de plata se redujeron, á mediados del siglo pasado, á 1|- por ciento, y los del oro al 3 por ciento. Las leyes mas notables sobre este ramo son: 9 de Noviembre de 1525. 17 de Setiembre de 1548. 30 de Octubre de 1716. 19 de Junio de 1723. 1? de Marzo de 1777. Tributos.—Este es otro de los mas antiguos impuestos: data desde el homenaje que rindió Moctezuma al rey de España.—" Corrían con la administración los ministros de las cajas reales- En un principio se impuso á los indios por tributo la terce- ra parte de los frutos de sus labranzas, crianzas do ganados y comercios. En 1601 se modificó un tanto este bárbaro impues- to, quedando reducido & 2 pesos medio real anuales, en medio de mil inicuas extorsiones. Tenían I03 tributos de «rendimientos 1.057,715 pesos, y lo8 que los manejaban el 1J por ciento. Almojarifazgo. —Aunque el significado que le da á esta ley la XXV ley de partida, es claramente el de portazgo, como ob- serva Antunez y Acevedo, se aplicó á los derechos marítimos, siendo el origen de nuestro derecho de importación, consisten- te en el 7£ por ciento de derechos á los efectos que se intro- dujesen por Veracrua.445 La cuota, de que hemos hablado, se subió después al 15 y 20 Por ciento en Veracruz, elevándose al 33J para el comercio *lue se hacia por Acapulco. Los productos de este ramo los calcula Revillagigedo en 700,000 pesos; regulando sus deta- lles el Sr. D. Manuel Payno Bustamante (padre) de la ma- cera siguiente: Importación. Introducción en España............... 15 por 100 Internación en idem.................... 5 » Consolidación de vales................. 5 » Subvención de guerra.................. 12 » Almirantazgo: su menor cuota en Es- paña, según el art. 46 do la instruc- ción de 2T de Febrero de 1807..... I » 37| A SU EMBARQUE PARA AMÉRICA. Almojarifazgo........................... 7 por 100 Consulado antiguo y moderno........ 1 » Reemplazos.............................. 1 » Canal de Guadalquivir................. f » 9£ Suma......... 47 A SU ENTRADA EN AMÉRICA. Almojarifazgo...................•...... 7 por 100 Subvención de guerra................. 12 » Alcabala marítima..................... S » Idem de millones........................ 1 » Avería de Veracruz.................... 12 » 35 A la vuelta..................... 35446 Derechos terrestres. De la vuelta..................... 35 Avería del consulado................... 22 por 100 Alcabala por aforo..................... 16 » 38 Suma total......... . ■ 7? listos derechos, cuando se pagó corso y otros títulos, llega- ron al 75 por ciento. 2| por ciento se cobraba á los efectos sujetos á registro. 3 por ciento á los frutos y efectos introducidos en calidad de rancho. 5 por ciento á los efectos que de América se introducían á Veracruz. 7 por ciento á los frutos y efectos extranjeros, en los raí8* mos caso3 que los españoles. , 15 por ciento á los sobrantes de rancho que introducían los correos marítimos. La avería era el impuesto de un tanto por cit :¡to á la en- trada y salida de los efectos destinados para los- haberes del almirantazgo: de ese fondo se tomó para el muelle, pago de ci- rujano, &c. Cuando se volvió mas productivo este fondo, hicieron sobre él imposiciones la inquisición, ol marqués de Guardiola y va- rios particulares........ Este es el origen del fondo destinado hoy al ferrocarril de México á Veracruz. Alcancéis de cuentas, 6 sea producto que se calculaba deja- ba la glosa de las cuentas. Reales novenos. — El papa Alejandro VI concedió á ios re- yes el noveno do los diezmos eclesiásticos. (Jasa de moneda 6 amonedación.—En 1535 se expidió 1» cédula para el establecimiento de la casa do moneda. En 1567 se impuso la cobranza de un real por mareo que se labrase en razón de señoreaje.447 I-as utilidades, dice Maniau, de quien extractamos toda esta Parte, nacen en la plata de la diferencia de 8 pesos 2 mara- vedís á que compra á los mineros (ley de 11 dineros), basta ^ pesos 4 reales que vale amonedada. En el oro la diferencia de 128 pesos 32 maravedís a que se c°mpra el marco de 22 quilates, basta 136 pesos que vale amo- nedada. Comisos.—Del producto de los comisos, ó sean multas ó con- fiscaciones por fraudes al erario, se deducían loa derechos rea- es y costas procesales. De lo restante so aplicaba al juez la Sex-a parte; al denunciante la octava, lo demás se distribuia P°r cuartas partes entre la real hacienda, superintendente ge- neral, consejo de Indias y aprehensores. ■tienen mostrencos.—Así se llamaron los muebles y semo- ventes, que por carecer de dueüo se aplicaban al rey. Alcabala. —Este odioso impuesto tuvo su origen en España, en las cortes do Burgos de 1342. Se estableció en México en 1571 por el virey D. Martin Enr-quez. En México y sus contornos unas veces la ciudad, otras el c°ttsu]ado siempre con desorden, se administraron las aleaba- is» hasta que el Sr. Revillagigedo las incorporó al erario en 1764- En lo general de las ciudades y pueblos de la Nueva-España estUvieron arrendadas las alcabalas, cometiendo los arrenda- res todo género de iniquidades, hasta que en 177(5 se dieron P01" concluidos todos los arriendos y se uniformó este derecho tenia de produto líquido 2.888,355 25. Pólvora.—Desde 1571 se prohibió su fabricación sin per- 18o de los corregidores; después se constituyó en monopolio; 86 -Q fijó para la venta el precio de 6 realos y 6£ libra. Cajilla. — Llamóse así el derecho que pagaban las alhajas **e oro y plata que se presentaban al quinto, para certificar abondad del metal. Esto importaba multitud do restricciones '°8 plateros que constan m su ordenanza de gremio, fecha de1746.448 Salinas.—Este ramo constituía otro monoplio: se pagaba á 6 reáles la carga, y se vendía á 14, lo que importaba un gra- vámen inmenso á la minería. Oficios. — Los oficios se enajenaron por solo una vida en un principio; en 1606 se declararon vendibles y renunciables. Tierras.—Producto de las composiciones con los poseedo- res de tierras, cuyos títulos se ponían en duda. Arrendamiento de realengos.—Producto de los arrenda- mientos en Mérida, Tabasco, el Peñón Blanco, San Blas y «na huerta de Durango. Censos.—Producto de las tierras dadas á censo, entre 1»B que figuraban las confiscadas á los indios sublevados. Cordobanes. — Estanco provocado por el gremio de zapate- ros: consistía el derecho en 2 reales por cada cordobán y 1 re0^ por cada tres pieles, satisfaciéndolo por mitad, comprador y vendedor: primero estuvo arrendado este ramo, y hasta 1^2 se incorporó- á la real hacienda. Donativo. — Así se llamaba este ramo formado de las can- tidades que daban al rey los vasallos espontáneamente, P°r supuesto para las urgencias del tesoro.—Era el préstamo f°r' zoso con otro disfraz. Media ánata.—Formábase este ramo del importe de la D"' tad de los sueldos, pensiones, &c, concedidos por el rey. Se exceptuaron de este derecho á los militares, jubilad03' jueces de residencia, empleados en el tabaco, ménos el directo1* y otros varios, lo que hizo el impuesto mas odioso. Llama la atención, que no habiéndose formalizado este i*"' puesto sino hasta 1631 en España, se cobrase en México ¿eS' de 1625. Lamas. — Llamábase derecho de lanzas el que pagaban 1°8 títulos de Castilla en equivalencia de veinte lanzas, con que debian servir al rey en los presidios do Africa; valuábanse laS veinte lanzas en 450 pesos, y el 18 por ciento del situado eft España, donde se remitía el producto, así como el de la vie^ ánata. La contribución de lanzas también se estableció en paña en 1731 y en México en 1632.449 El papel sellado se introdujo en España en 1636: en Méxi- co comenzó á tener efecto esa contribución en 1640. Se dispusieron cuatro, sellos del modo que sigue: 1?, valor....................................$3 0 2?, » .................................... 0 6 3?, » .................................... 0 1 49, .................................... 0 0£ De España venia el papel sellado por bienios, con las pre- Cauciones convenientes. (Véase la ley 11, título 24, libro 9 de la Novísima Reco- pilación). Pulques. — Cárlos I y Felipe VIII declararon una positiva Persecución á esa bebida regional; no pudiendo extinguirla, la gravaron. Constantemente estuvo arrendada en varias cantidades: el ^tirno asiento fué de 128,000 pesos, y desde 1664 se incor- poré ála hacienda pública, cobrándose 1 real por cada arroba: 611 1767 se aumentó 1^ grano. En 1784 se cobraron 2 tomi- nes y l grano por arroba. * ka distribución del impuesto, ó sea fondos especiales que ^e él salian, eran: \ grano para cuarteles y vestuarios. 1 grano para la sala del crimen y tribunal de la acordada. 2 granos para empedrados, y 1 tomin 9 granos para la real hacienda. Avería y real armada. —Ya hemos hablado de este derecho, ^atándose del almojarifazgo; olvidándosenos decir que una Parte de él estaba destinada al hospital de San Juan de Mon- tes Claros de Veracruz, por real cédula de 1769. Nieve.—Estanco de este ramo, declarado del real patri- 69450 moniq y arrentlado en los últimos tiempos de la colonia en 19,625 pesos. (rallos.—Juego bárbaro, constituido en monopolio del asen- tista de naipes. Tintes.—Verdadero derecho de exportación, exigido áeiei- tos efectos nacionales, en los términos siguientes: Zurrón de grana fina de á 8 arrobas............8 15 Idem silvestre....................................... 3 Millar de vainillas................................... 2 (Jaldos.—Ademas de los derechos de almojarifazgo, paga' ban el aguardiente y vinagre 12 reales por barril y 1 P°r ciento los otros licores. Pulperías. — Contribución directa, consistente en 30 peso3 por cada tienda de este ramo. Anclaje. —En 1762 el marques de Cruillas impuso el dere' cho de 12 reales & todas las embarcaciones que arribasen Veracruz. Las embarcaciones que navegaban después bajo laS reglas de la pragmática de comercio libre, pagaban 2 pesos- Panadería y'bayuca.—producto del arrendamiento del®0' nopolio de la panadería y tienda del castillo de Ulúa. • Lotería.—Esto juego perniciosísimo se estableció en Espa ña por Cárlos IV, y en México se jugó el primer sorteo el de Mayo de 1771. Lastre.—Impuesto para proveer de lastre á las embarcad0 nes, reglamentado por el virey Mayorga en 1780, y que ü° producía tres mil pesos. Alumbre. —Pago por las concesiones para su explota010"' importante 1,250 pesos. Plomo. — Derecho insignificante por la explotación de es° metal. Cobre.—Idem, idem. Extracción de oro y plata.—Por el artículo 44 del Re^a mentó de comercio libre, de 12 de Octubre de 1778, se "¡^ daron cobrar 2 por ciento al oro y 52 á la plata que se ex*1"*451 Je3e para laa otras Ainéricas, y que no tuviese el carácter de pago por la venta de efectos. Ensaye.—El ensaye de metales estuvo encomendado á los ensayadores que compraban sus oficios y cobraban los dere- chos: se incorporó este ramo á la hacienda en 7 de Julio de 1783. ■Aprovechamientos. — Cuando se sacaba utilidad de la venta algunos objetos ya inútiles para el servicio público, se in- tuían las sumas en los ingresos con ese nombre. Poníanse también en ese ramo las restituciones, fletes de tas embarcaciones del rey, y en general lo que se aprovechaba ^e los bienes de la nación. Cancillerías.—Productos do oficios vendibles y renuncia- os, dependientes de la audiencia. Fortificaciones. — Impuestos de 4 reales á cada barril de agUardiente, destinados para las fortificaciones de San Juan ^e Ulúa: carecia de su falúa, útiles de su servicio y pago de Cálidos. ■Buque. — Derecho de 6 pesos, impuesto á cada embarca- ron de las que arribaban á Campeche, de las que no eran del c°mercio libre. Seda. — Contribución á este artículo de 34 maravedís de VeHon, conforme al reglamento do comercio libro. Miel de purga. — Contribución do 20 pesos por cada pipa lta miel de purga, procedente de la Habana.—ítcvillagigedo ^gularizó este impuesto. hospitalidades. — Producto do la quita que se hacia á los enfermos de la parte libro de su haber, por la estan- Cla en el hospital. Servicio de entrada. — Derecho de importación de. 8 reales pieza de lo que se introducía en dvupeche de los efectos Medentes do otros puertos que no disfrutaban los beneficios íel comercio libre. Servicio de salida.—Exportación en los mismos términos * del mismo puerto á 4 rs. por pieza. Varios derechos de mar.— Realmente bajo este nombre se452 comprendía el derecho do práctico y servicio de lanchas en Veracruz. Varios otros ramos se suelen encontrar entre los ingresos ¿e la masa común, pero no se mencionan, porque la mayor pai'te de ellos se incluía en otros por rutina 6 por la poca importan- cia que tenían, como el quinto de perlas, la capitación dene" gros, que se incluía en las alcabalas mas insignificantes. Los egresos de este erario, como le llama el Sr. Maniau, se distribuían en situados á la Habana para sus obras de fortifi- cación marina de la isla de los Mosquitos, &c. Remitíanse, ademas, 500,000 ps. para la compra de taba- cos do aquella isla remisibles á España. Los regimientos de infantería residentes en aquella isla pa' gábanse de este erario. A la Luisiana, la Florida, Fauzacola, Filipinas, Provincia5 Unidas y España remitíanse también gruesas sumas. Los otros artículos del presupuesto de egresos tenían lasl" guiente denominación: ¡Sueldos de justicia. Crautos de guerra. Sueldos varios, entre los que se incluían el de los botd$¿0 alemanes que enseñaban el laborío de minas. Cargas del reino: fletes, gastos de escritorio y otros se*6' jantes. Sueldos de hacienda: consistentes en sueldos de intendeI1' tes, tribunal de cuentas, cajas reales, comisaría de San ^ai' secretaría del gobierno de Veracruz, &c. En tiempo de paz se calculaba un sobrante de 1.400,000 ps' poco mas; pero al mas leve trastorno apareció, un dcficieote enorme, como se ve por las notas del Sr. Maniau. Ramos destinados d España.—Naipes. —Este ramo, ci'e*' do en 1522 por Felipe II, estuvo arrendado hasta 1763, 9ue se incorporó á la real hacienda siempre con el carácter de eS* tanco. Los naipes que veniau á México 6e fabricaban en JíftCB? raviaya, lugar del nacimiento del virey Marquina, y de ,a¡1453 ^ala calidad, que para ponderar una manufactura cliavacana se decia: parece de Maeharaviaya; sin embargo, el precio de c&da baraja era de un pe3o. ■Azogue. —Ya se ha dicho que el útilísimo descubrimiento del beneficio do metales por azogue se debe á Bartolomé de Medina, natural de Pachuca, quien en 1557 publicó su in- tento. ■Entonces solo so conocian tres minas de azogue, que eran ®1 Almadén en España, Guancabclica en el Perú y la de Co- í¡1itia en Alemania. El gobierno se apoderó de la provisión del azogue convir- tiólo en objeto do lucro. El primero (Almadén).se compraba á 63 ps. y se daba al ^ismo precio á los mineros. El segundo (Guancabclica) se compraba á 30 ps. y se ven- m ¿ 41 ps., 2 rs., 11 gs. El tercero (Alemania) se daba íi costo y costas, siendo de c1enta de los interesados el flete. í*ara la adquisición del azogue se situaban 400,000 ps. en la Habana. tabaco.—El estanco de este ramo se hizo en 1764. Pro- téronse las siembras en todo el país, permitiéndose única- mente en Córdoba y Orizava primero y añadiéndose ála gra- Cla después Huatusco y Songolica. Esta renta, la mas importante de todas, producía, según c^eulo, al gobierno español, 137 por ciento do utilidades, rin- ^e»do cerca do tres millones do pesos anuales. Después de Jftfer 100,000 ps. & la Habana, 100,000 ps. para la compra ^ tabacos y 4,500 á la Luisiana, se remitía íntegro (i España s°brante, en dinero y en barras de plata. Ramos destinados d objetos particulares.—Bajo este título, 01)50 vais á ver, eonBtan varias contribuciones consignadas, ^a S. particulares ya á objetos piadosos, que aumentaban car- ps y extorsiones á los pueblos, explotando é ingiriéndose en 0 sias intenso de la conciencia. Rula de la Santa Cruzada.—Tuvo su origen este impues-454 to en las gracias que los Sumos Pontífices concedieron en l»8 siglos XII y XIII á los fieles que sostenían personalmente 6 con limosnas la guerra contra los infieles. Julio II concedió á los reye3 la venta de bulas para aphcar sus productos en el objeto mencionado. Gregorio XIII hiz° extensiva la concesión á México, donde producía 200,000 p»-t según Maniau, y 500,000 conforme á Canga Arguelles. Diezmos.—En las vacantes de los obispados percibía el rey el diezmo en determinados lugares, en compensación de l°s sueldos, de los obispos quo pagaba el erario. Vacantes. —Tiene su explicación, como lo anterior, respeC to á dignidades, prebendas y sacristías menores. El rey ^eS tinaba esto producto á misiones, cubrir el deficiente de l°s montepíos, socorros á viudas y huérfanos, &c. 3Iesadas y medias ánatas.—Parte del sueldo délos eos picados eclesiásticos pagada al rey, que se remitía á'Esp8^9, para fomento de misiones. Subsidio eclesiástico.—Préstamo de dos millones de du<¡&' dos sobre los bienes eclesiásticos, autorizado por los Pap»s Clemente XI y XII, de 1721 á 1740. Penas de cámara, 6 sean multas para el sostenimiento ¿e algunas cargas de justicia y remisiones á España. llamos ajenos. —Estos eran propiamente impuestos que16 caudaba la hacienda pública, pero enajenados á diferentes db jetos de que reclamaban propiedad los interesados. Propios y arbitrios.—Estos eran concesiones de tierras 7 recursos á los municipios y particulares para atender & ncce" sidades comunes. Los indios tenían sus cajas privativas y l°s blancos las suyas; los productos no llegaban á 1,500 ps-, Per° las extorsiones que se hacían á su sombra eran muchas. Bienes de difuntos.—Intervención del gobierno en los ^ nes de los españoles que fallecían en México para remitir sttS caudales á los herederos de España y entender en lo relatlf0 & sus testamentarías. Fondo piadoso de Californias.—El marques de VilbpueI1 te de la Peña dejó en su testamento (1726) para fomentar l*8455 cisiones de' Californias las haciendas de San Pedro Ibarra, -A-rroyozarco, Eeynera de los Amóles, el Buey y la Huaste- ca; primero administraron estos bienes el director y contador de temporalidades, después los religiosos de San Fernando y Santo Domingo, y desde 1782 uno de los oficiales de las ca- jas reales. Depósitos 6 sean cantidades de pertenencia dudosa al era- ri° que quedaban depositadas en las tesorerías reales hasta Werse las correspondientes aclaraciones. Espolios. — Parte do las rentas que percibían los herederos del arzobispo que moria, por correr los diezmos con un año de atraso. Fábrica de palacio. — Sobre la marca que se pone á los ga- rdos, licencias para obrajes y telares, se estableció un im- puesto en 1788 qon el objeto de invertirse en el objeto expre- sado. Inválidos.—A todos los individuos que gozaban sueldo ó gratificación militar se quitaban ocho maravedises de plata C(m objeto de socorrer & los que se inutilizasen en el servicio de las armas; la real cédula de la concesión es de 14 de Ene- r° de 1775. Montepío.—El rey CárlosIII, prestando atención especial & la carrera de las armas, deseoso que las familias de los se- ñores oficiales conservasen el decoro y posición correspondien- tes, dispuso se hiciese una sisa á todos los sueldos y gratifica- eiones militares para formar un fondo de que se diesen pen- dones á las familias de los que falleciesen. Como (l pesar de los descuentos mandados hacer importaba Uü inmenso gravámen al erario la concesión, se dispuso que s°lo de capitanes para arriba se disfrutase el montepío, no Pidiendo gozar esa gracia de los subalternos sino los que mu- riesen en campaña. Se expidió el reglamento de esta conce- da en 1765. A imitación del montepío militar y con el nombre de mon- tepío de ministros, lo solicitaron los de justicia y real hacienda, formando su fondo y reglamentándose en 1785.456 El montepío de oficinas tuvo un origen semejante, y hubo después monte de pilotos, de maestranza, de cirujanos, &c. Muralla. — Consistía en el pago de un real por cada Dw cargada que entrase al puerto de Veracruz. Peaje y larca, — Contribución impuesta en 1772 para el camino de Orizava y Jalapa, consistente en un real y medio por cada carga que pasaba por ese camino, y un real por ca- da bestia ó sobornal. Temporalidades.—En la madrugada del 25 de Junio ¿e 17G7 se verificó en la Nueva-España la expulsión de los je* suitas, dando 100 ps. á cada sacerdote y 90 á los legos. Los colegios se destinaron á objetos piadosos. Los capita" les se impusieron á réditos. En una palabra, desde 1784 in* gresaron todos aquellos bienes al erario, verificándose la ma9 completa desamortización sin reclamos ni anatemas, sin mn' guno de los escándalos que se vieron después. Hemisibles tí .España.—Parte de los comisos de que henws hablado conforme á la pauta de 29 de Julio de 1785. Redención de cautivos.—Limosnas que se depositaban en las tesorerías con el objeto expresado. De particulares. — Situación de dinero en España por con- ducto do las tesorerías. Asignaciones. — Lo mismo que el anterior. Préstamos.—Los que los particulares y cuerpos hacían f la corona. Pensión de catedrales. — Cuarenta mil pesos impuestos & las catedrales en favor de los caballeros de la mayor orden- Gastos de Estrados. — Cortas cantidades que se remití^11 á España de esto ramo de justicia destinado en parte á lo Pr- guíente: capellán de la audiencia, relojero de palacio, capiHa real, aseo de la audiencia, novena de Nuestra Señora de lo3 Remedios y pago al pintor que retrataba á los vireyes. Impuesto de mezcales. — O sea productos de su estanco & lo que se llamó provincias internas. Bebidas ¡prohibidas.—Recargo del impuesto para el juzga' do de la Acordada.457 El impuesto de pulqiies.—Era un recargo sobre dicha be- bida para los gastos de la sala del crimen y tribunal de la Acordada. Noveno y medio de hospital.—Parte de los diezmos ecle- siásticos destinada á los hospitales. Minería.—Fondo especial creado por cédula de Cárlos III de 1? de Julio de 1776 á la extracción do las platas de nues- tras minas, con lo cual se instituyó el tribunal de minería y se mantuvo el colegio del propio nombre. Medio real de ??iinistros.—Parte del tributo de los indios destinado á los que les administraban justicia. Desagüe. — Después de la entrada del ejército de Cortés en México se sufrieron cinco inundaciones peligrosísimas, siendo las mas notables la del ano de 1553 y la de 1580. Se pensó entóneos en la fabricación de un desagüe general y comenzó kobra en 1607. Consignáronse á la obra los derechos de sisa que pagaban las carnes y el vino; pero no siendo bastantes, se aplicaron á el los derechos impuestos á cada pipa que se introdujese en *eracruz; en los-últimos tiempos el derecho se convirtió en Municipal dividiéndose en mitades, una para las fortificacio- nes de Veracruz y la otra para el desagüe. El consulado de México so hizo cargo de la dirección y ad- ministración de los fondos do la obra que se hizo por contra- es y quedó concluida en 1790. Medio real de hospital.—Era un recargo de medio real al tributo que pagaban los indios para el sostenimiento del hos- pital de naturales; ademas, la real hacienda daba de limosna al mismo hospital 1,400 ps. del producto de la casa de come- dias perteneciente á aquella fundación. Habiendo dado razón, como nos ha sido posible, de cada üno de los ramos que constituían la real hacienda, voy á pre- sentároslos en un cuadro general tomado de otra obra mia so- l^e la hacienda pública: 1 1 Pbieto.—Rentas generales. 60458 2V1AS.A. COMUN. RAMOS. PRODUCTOS. 0 o , ,, 1.200,000 0 0 0 0 7 10 5 1 1 Q O 2 5 0 0 0 0 5 0 0 11 Arrendamientos de realengos.... 2 n i 6 5 0 0 4 5 0 1 7 4 3 11 2 7 7 2 45,952 1 9 28,067 3 4 91,777 2 10 1,053 1 1 2 2 2 9 4 8 7 0 9,208 3 0 Al frente.........§ 10.799,910 5 7459 Aprovechamientos Cnancillería........ Buque............... Seda................ Miel de purga..... Del frente $ 10.799,910 5 7 30,516 3 1 29,640 4 4 674 8 0 307 1 7 270 2 3 220 0 0 Suma § 10.861,546 0 10 « Ademas de los ramos expresados, Labia otros muchos que Uo se mencionan, porque sus productos no constan en la obra que extractamos, ó porque enumerados en los ramos produc- tivos al erario, realmente le eran gravosos; pero para la com- probación de lo que ántes hemos asentado, es decir, del pésimo sistema español, basta considerar la multiplicación de ramos sin separadas direcciones, y la independencia de la contabili- dad; basta ver, por ejemplo, la diversidad de los derechos ma- rítimos, como eran el almojarifazgo, la avería, la real armada, el anclaje, el lastre, la fortificación, lo que se llamaba servicio de entrada y salida, y otros cargos conocidos con el hombre de Varios derechos de mar. Nótese también que la mayor par- te de los ingresos procedía de los estancos, y que en la direc- ción de todos estos ramos habia tantos privilegios, tan diversas dignaciones, y una legislación tan vária, que parece imposi- ble cómo se pudo sostener tal sistema, á no ser que se recuerde pl sistema político, y se vea que lo que parece obra del cálculo, lo era mas que el hábito de esclavitud por parte del pueblo y el ejercicio de un poder inmenso por parte del gobierno. El desórden subía de punto, porque con el producto de unos ra- sios se tenia que cubrir el deficiente que resultaba en otros, faciendo de aquí multitud de cuentas particulares, que se com- plicaban cada vez mas con la repartición ó egresos de caudales, que era en los términos siguientes:400 SITUADOS.—HABANA. Para toda atención marítima............$ 700,000 0 0 Para atención de tierra.................... 435,978 0 0 Para obras de fortificación............... 150,000 0 0 Para la marina de la isla de Mosquitos. 40,000 0 0 Para sus atenciones do tierra............. 80,000 0 0 Compra de tabaco remisible á España.. 600,000 0 0 Azogues..;................................... 400,000 0 0 $ 2.405,978 0 0 « Ademas habia otras remesas extraordinarias, como la de 118,863 pesos por mitad para prest y pagos de los regimien- tos de infantería de Nueva-España y México que se hallaban en aquella plaza. La de 119,000 y mas pesos para compra de maderas destinadas á España; y últimamente, 29,407 pesos que se aumentaron al ramo de fortificación. A la Luisiana por asignación..........8 537,869 0 0 Para compra do tabaco con destino á España.................................... 4,500 0 0 Por acuerdo de la junta de hacienda... 151,031 0 0 Panzacola.................................... 5,000 0 O Puerto-Rico...................i............ 376,895 0 0 Santo Domingo............................. 274,892 0 0 Para el regimiento de Cantabria........ 201,097 0 0 Trinidad..................................... 200,000 0 0 Filipinas....................k............... 250 O 0 Para la fábrica do artillería de Jiménez. 124 0 0 Sueldos de justicia.................... 183,038 0 2 Al frente $ 1.884,696 0 2461 Del frente..............$ 1.884,696 O 2 GASTOS DE GUERRA. 1.507,291 2 1 51,264 1 9 291,937 2 6 1.079,571 6 3 53,762 1 7 70,105 5 n O Arsenal de San Blas, expedición de Cali- fornias y gastos de 82,203 2 8 98,988 6 5 Otras cargas de guerra. 369,245 5 G 78,943 0 0 74,310 3 0 Cargas del reino, como 115,830 2 0~ Débito de reinados an- 43,944 4 9 30,434 5 1 1,452 1 5 1.000,968 1 6 Bienes de jesuítas toma- 58,607 2 4 Sueldos de hacienda... 465,460 1 0 % «El Sr. Alaman dice, que después de todos estos gastos, Quedaba un corto sobrante; pero Maniau, con mejores datos, hace notar que esto era en los tiempos de paz, porque en los ^e guerra, que fueron los últimos, resultaba un crecido defi- ciente, que se cubría con préstamos y gravámenes.462 CON DESTINO A ESPAÑA. RAMOS. PRODUCTOS. Naipes.......................................$ 100,571 7 6 Azogue....................................... 535,509 0 0 Tabaco....................................... 3.000,000 0 0 CON DESTINO Á OBJETOS PARTICULARES. Bulas con el objeto de propagar la fé católica.................................... 249,325 0 0 Diezmos para pago de obispos y gastos de iglesias................................ 51,876 3 0 Vacantes para misiones................... 93,379 2 0 Medias ánatas eclesiásticas.............. 30,745 0 0 Subsidio eclesiástico (no hay constancia de sus productos)........................ 000 0 0 Penas de cámara........................... 6,692 0 0 « En esta segunda parte, consecuentes con la opinión que P& mos emitido, haremos notar que los naipes estuvieron mucho tiempo en arrendamiento, que el tabaco se regia por una direc- ción separada, que en las bulas intervenían los gobiernos ecle- siásticos, así como en las penas do cámara el regente de 1* audiencia. «i Cómo estando tan distraida la acción del poder y tan re- cargados con diversos títulos los contribuyentes, se puede lla- mar á esto sistema de hacienda, y se nos puedo presentar por modelo? AJENOS. RAMOS. PRODUCTOS. Propios y arbitrios.......................$ 1,161 1 O Bienes de difuntos en 9 años............ 2^35,227 0 1 Fondo piadoso de Californias en un quin- quenio..........;.......................... 55,157 3 0463 MONTEPIOS. Militar....................................... 390 6 6 De ministros................................. 55,506 5 11 Depósitos.................................... 792,551 5 6 Inválidos.................................... 32,955 2 6 De oficinas.................................. 000 0 0 De pilotos..................s................. 214 2 0 De maestranza.............................. 42 3 6 De cirujanos................................. 44 5 0 Muralla....................................... 00 0 0 Peaje y barcas.............................. 12,588 1 0 Temporalidades............................. 000 0 O Remitidos al consejo y superintendencia general de España...................... 7,000 0 0 Redención de cautivos..................... 15,000 0 0 Asignaciones................................ 000 0 0 Pensión de cátedras........................ 000 0 0 Gastos de Justicia.......................... 000 0 0 Gastos de estrados...............,........ 000 0 0 Impuestos do mescales..................... 1,504 3 0 Bebidas prohibidas........................ 6,320 7 6 Impuestos de pulques..................... 000 0 0 Noveno y medio de hospital.............. 000 0 0 Minería....................................... 32,460 1 6 Medio real de ministros.................. 11,592 0 0 Desagüe...................................... 338,138 0 0 Medio real de hospital..................... 9,820 2 6 Notas de la obka del Sr. Maniau. « Las entradas y salidas anuales do los ramos ajenos no dan luea del estado de sus fondos, porque no se cuenta con la exis- tencia. Los de montepíos de ministros y oficina de desagüe, y algunos otros, van puestos eu esta descripción según el estado464 que tenían en el año de 1792. Los demás carecen de esta cir- cunstancia por falta de noticias.» k El impuesto provisional de tabaco cesó en la tesorería de Veracruz el año de 1791.» « El fondo de marina parece es gasto y no ramo, pues la en- trada so forma de lo que se extrae de la masa común de real hacienda para sus atenciones, y la salida de estas mismas; p°r lo que resulta igual, como se ve en el estado de la contaduría- mayor del año de 1792.» (Hasta aquí el Sr. Maniau.) « Al recorrer la lista de ramos ajenos, se notará desde luego cuán arbitraria era la aplicación de este nombre, y cómo nW" cbos de los que se llaman ramos, realmente son cargas. Otros, no solo son ajenos, sino extraños, y otros consistían en sepa- raciones que había hecho el rey de la masa común del erario, para beneficio de determinados gremios y particulares; asi es que en este es en el que la contabilidad es rna3 confusa, y asi es como algunos de los orígenes bastardos de estos ramos han sido otros tantos títulos con que han reclamado contra el era- rio de la nación los especuladores ávidos. « El Sr. Alaman, en la obra que hemos citado muchas veces, fija el término de estos desórdenes en Revillagigedo, despueS de haber dicho que eran males correspondientes al siglo X"VU> pero esto no es cierto, y los mismos datos históricos en que abunda dicha su obra, tomados del manuscrito de Manían? prueban absolutamente lo contrario de lo que el Sr. Alamau afirma. Dirómos dos palabras acerca de la administración del gobierno de la real hacienda, para dar una idea menos incom- pleta do su conjunto, y conocer después las variaciones que ha tenido hasta nuestros dias. Para conseguir este objeto, se" ría necesario pintar un cuadro del sistema político y adminis- trativo de la Nueva-España; pero nos ceñirémos á dar una idea en lo relativo á la hacienda, sujetándonos en lo posible á nuestro propósito. « El virey era considerado como superintendente general de la real hacienda, y subdelegado de correos. Esta superinten- dencia estuvo algún tiempo separada del vireinato; pero ha-465 biéndoso presentado muchas dificultades por esta separación, se volvió á reunir el encargo al vireinato desde la época del virey D. Manuel Antonio Flores. « Las rentas estaban subdivididas en administraciones parti- culares, y en tal estado de desorden, que el Sr. Reviilagigedo, e& el párrafo 758 de su Instrucción, dice: «Yo creo que el remedio mas efectivo de rectificar y uniformar la administra- ción de rentas, seria la reunión de ellas. Actualmente no hay Jgualdad alguna, ni en el método y orden de su cuenta y ra- zón, ni en las respectivas obligaciones, fatigas y sueldos de sus empleados, sino que cada una recibe mayores o menores productos, según ha sido ménos favorecida en su creación y establecimiento; así han sido las preeminencias y sueldos.» «La junta superior de real hacienda, formaba al virey un consejo que dictaminaba en sus deliberaciones. Un tribunal de cuentas estaba encargado de la revisión y glosa de estas; pero e& tiempo de Reviilagigedo se hallaba en tal grado de desor- den, que consagra muchos párrafos de su i Instrucción»' á in- dicar la organización completa de este tribunal, en que según ni se revisaban las cuentas, ni estaban en órden los archivos, ni cumplían los empleados, ni habia órden ni concierto alguno. « Las cajas reales eran las oficinas de mas importancia, y sus ministros los jefes de hacienda, bajo la sujeción de lo3 inten- dentes y la subordinación al virey. «En cuanto & la cuenta y razón, se puede decir que se seguía ttIi método distinto en cada caja real; la contaduría general de ellas en el afio de 1785 traté de uniformar la contabilidad, y propuso el método de partida doble; pero fueron tantos loa obstáculos que se opusieron, y tal el desorden que se produjo, °jUe el rey se vio obligado á extinguir este método por real frden de 25 de Noviembre de 1787. «La facilidad do comprar loa empleos y el acceso que tenian deudos de nuestros nobles ridículos, hizo sistemático el fa- v°ritismo, improvisó la ineptitud y la ignorancia, creando pre« r°gativas en los empleados, que después se trasmitieron á no- s°tros con un perjuicio muy considerable de la administración ci466 pública. Las circunstancias indicadas anteriormente produ- jeron también el mal de que las dotaciones de los empleados se hacían con relación muchas veces á las personas, mal de que se lamenta Revillagigedo, diciendo: « Que el contador de taba- cos gozaba solo de 3,500 pesos de sueldo, miéntras el de la ha- cienda tenia 4,200 pesos, 1,500 pesos de sobresueldo y casa en que vivia, y el jefe de la moneda tenia 4,800 pesos de sueldo, 400 de gratificación y casa.» «Los fueros y jurisdicciones especiales de las distintas ofici- nas producían inconvenientes de mucha trascendencia, tanto en lo administrativo, como en lo político. Al superintendente de la real casa de moneda se le conservó íntegra la superin- tendencia que tenia, con inhibición de la junta superior. Al administrador de la aduana se conservó también la jurisdic- ción en primera instancia, y en la segunda quedó sujeto a Ia junta. » «Los estancos y otros diversos ramos tenían sus adminis- tradores separados, sus funciones privativas, su jurisdicción independiente, y esto sin comentarios que parezcan hijos de la pasión, da á conocer cuál seria la multitud de empleados, lft confusión administrativa, el favoritismo y todos los males que hoy maliciosamente se dice por algunos que son hijos de nues- tra* incapacidad para gobernarnos y del sistema de gobierno que actualmente nos rige. « Algunos partidarios del gobierno vireinal, con cierto tono de suficiencia, y como quien combate con la seguridad del triunfo, preguntan: «¿Cómo, si era funesto y desordenado aquel gobierno, producia tan felices resultados ? ¿ Cómo ren- dian las rentas entónces cerca de 20 millones de pesos, y hoy con nuestro sistema de libertad y de progreso, no podemos ni cubrir los gastos mas precisos de la administración? Pr"3* guntas son estas que solo pueden aparecer sin respuesta vic- toriosa, entre ciegos partidarios, ó en un corrillo de gente superficial; pero si se considera que esa prosperidad del erario de España se fundaba en las multiplicadas vejaciones á los habitantes de la colonia, en la tiranía del sistema respectivo,4G7 en 3a crueldad inmoral del monopolio, y de todo género de privaciones á que estamos sujetos, se verá que esa prosperidad del erario era para nosotros realmente nociva, que aumentaba Ja desigualdad de fortunas, que obstruía las verdaderas fuen- tes de la riqueza; que ingertaba sociedades dentro de la migma sociedad, con intereses opuestos á ella; que convertía en opre- soras determinadas clases; que alentaba la empleomanía, y que nos dejaba una herencia de males sin cuento que ha caido como un anatema sobre nosotros, y que nos da motivo para maldecir momento á momento la pérfida benignidad, la igno- rancia fatua, y la pretendida superioridad de nuestros opreso- res. Una prueba, en nuestro entender concluyeme, de que el sistema español de hacienda en México era pésimo, es el des- orden y el barullo en que se encuentra aun hoy en este punto la España misma; y nosotros que estamos en una condición muy inferior á la que ellos guardaban, y que habíamos recibido de ellos una á una todas sus instituciones, no podiamos guardar mejor posición que la España, cuyo sistema presentan al mun- do los mismos españoles ilustrados, como un ejemplo escan- daloso de despilfarro y de falta de conocimientos políticos y administrativos. "Pero si C3 cierto que aquellos desórdenes, y aquella falta de sistema nos era funestísima, es cierto también que refor- mas poco calculadas no harían mas que aumentar el cúmulo dé males que existia. El hecho solo de que los ramos produ- cían, debió haberlos hecho respetar y no abolirlos, sino hasta ^nc hubieran estado sustituidos por una contribución tanto ('} mas pingüe ó ventajosa, ya por el modo de recaudarla, ya Por su mayor analogía con el sistema político, 6 con el bien - de las clases productivas.» Esto escribía yo en 1850; ya habéis v'sto la corta modificación de mis opiniones.—Dije.LECCION XXVII. la hacienda pública de México desde la independencia hasta nuestros dias. (Regencia, imperio y primera C-poca do Ja Federación.) Señores : Se me figura, cuando os doy las presentes lecciones, que soy un padre de familia menesteroso, con unos hijos tan tier- namente queridos como necesitados, y á quien un dia provi- dencial un potentado permite tome de sus muebles, de sus tre- ces, de sus tesoros, lo que apetezca para los amados de mi corazón, y que yo, ávido, deslumhrado, cediendo mas & mis afectos que á las conveniencias, mas á mi ahinco por agradar- los y engrandecerlos que á la fria reflexión, elijo un juguete vistoso á un mueble rico, pero inservible; 6 una joya valiosa, pero inadecuada, y que al volver con mi rica cosecha á mi ca- sa reflexiono con tristeza lo insuficiente de mi juicio, lo ciego del afecto, la desproporción entre mi anhelo por el bien de los «dos y la dificultad de elegir entre aquella inmensidad de te- soros. Tal creo que la ciencia hace conmigo; así pienso que es de desacertada mi elección, y no hallo para mí mismo sino la dis- culpa de que mis errores nacen ciertamente del propio anhelo de querer todo lo mejor y lo mas valioso para vosotrps, de- jándome conducir por las inspiraciones de mi corazón. Al presentaros en mi lección anterior el cuadro de la ad- ministración rentística en la época colonial, me abstuve de los470 comentarios de actualidad, por dos razones: primera, por no desnaturalizar los propios datos que deben ser como el arse- nal de donde tome sus armas el raciocinio; en segundo lugar, porque quise dejar lo mas al descubierto que se pudiese aque- llo que se dijo sistema, porque para mí, á pesar de nuestros inmensos adelantos, los vicios todos de nuestra hacienda tie- nen su raiz en aquel sistemático desorden, en donde solo pa- rece haber habido perspicacia para la perpetración del mal, solo astucia para el disimulo del robo, solo autoridad para re- vestir la espoliacion con los atavíos de la ley. En los primeros dias de la conquista, los avances arbitra- rios y tiránicos del soldado victorioso se contrabalanceaban con los esfuerzos heróicos del misionero ardiente, que hacia del Evangelio un escudo para el vencido y tornaba la sombra de la Cruz un asilo para los derechos de la humanidad atro- pellados. Cuando quiso preponderar, corrompiéndose, ese ele- mento, halló su correctivo en el celo del poder civil. La supremacía de cada uno de estos elementos se caracte- riza por épocas durante todo el sistema colonial: permite 1»3 alianzas de los representantes del poder y del clero en contra de los conquistadores, de estos y los clérigos en contra de las audiencias y los vireyes, de estos y los conquistadores en con- tra del clero; pero cuando ménos rudos y mas reflexivos, se avinieron todos, cuando se asignaron para mas cómoda explo- tación determinados abusos; entonces cayó de lleno la tiranía sobro el pueblo, y no quedaba ni el recurso de la discordia pa- ra cambiar de postura el cuerpo atormentado de la sociedad. De la cifra de veinte millones que aparecen de exacciones, lo que realmente constituían los recursos eran diez, porque el resto consistía en productos de comisiones y encargos para ob- jetos especiales: era el alquiler de la tiranía del fisco para atender á necesidades privadas. La mayor parte de las contribuciones, con sola una excep- ción, recaían sobre los consumos: era esencialmente por lo mismo desigual é inicua. El tributo ó capitación recaía sobre el hombre directamen-471 te: era pagar por vivir; era, ademas, como el aseguramiento de su esclavitud, como el sello de su dependencia á sus amos, y jamas en la exacción de ningún impuesto se plantearon mas atroces iniquidades. Obstruidos los cambios por los malos caminos, por el espio- naje de la alcabala y después por la persecución política; au- torizado el monopolio desde los gallos hasta los cordobanes; sustraídos los poderosos á la justicia por las jurisdicciones pri- vativas, y ademas del impuesto, establecidas gabelas sobre el Pan, la carne, el vino, por el abasto, la alhóndiya, la tata, se tace increíble que tanto desorden, que tanta iniquidad haya tenido y aun tenga apologistas. Casi todos nuestros financieros han lamentado que nuestros primeros gobiernos destruyeran lo que existia sin procurar edificar en su lugar, y esta es una opinión que se repite hasta nuestros dias, y de que yo participe- hace veinte años. I Pues qué, al morir el gobierno español, al recobrar cada individualidad política su soberanía y sus funciones, era po- sible esa parsimonia de la reconstrucción ? ¿ Qué, las revolu- ciones se hacen conforme á reglamento ? A muchas de osas contribuciones las abolieron los hechos; el gobierno mostró una forzosa conformidad; no estaba en su toano comunicarles vida. La hacienda en todos los pueblos se ha formado por indica- ciones do sus necesidades, según su índole, su configuración geográfica, su educación y sus accidentes políticos; querer en un dia convertirlo en sistema, en plan, es no saber ni de lo que se trata ni lo que se quiere. Ya lo hemos expuesto otras veces; ¿ se cree que un plan de hacienda es como el plan de un drama? Eso es creer lo absurdo. ¿ Quién exigía el tributo á las chusmas impetuosas de Hi- dalgo ? ¿ Cómo era posible que so restableciera ese impuesto cuando ondeaba sobre el palacio de los vireyes el pabellón de las tres garantías? ¿Quién cuidarse de la bula y sus rendi- mientos, cuando el ridículo se cernía sobre la tumba de ese impuesto á pe3ar de las predicaciones del clero?.....-472 La alcabala, el tabaco, ¿cómo conservar su compactibilidad tiránica si habia pasado sobre esas gabelas el carro triunfal de los derechos del pueblo?...... Muchos impuestos que dizque derogó la junta provisional reconociendo lo hecho por Iturbide en Querétaro en Junio de 1821, estaban mucho ha destruidos. Otros no era posible que se sostuviesen sino disminuyendo sus cuotas, como sucedió con la alcabala. El plan de Iguala, como sabemos, representa una gran tran- sacción de intereses entre las aspiraciones á la independencia y las esperanzas no destruidas de la España. El sentimiento público habia despedazado toda restricción; los tratados de Córdoba no eran sino apelaciones irrisorias al pasado. « La ambición de Iturbide aprovechaba para su engrandeci- miento los elementos monárquicos; pero como esto mismo con- sumaba la separación completa del elemento español, se favo- recia por los patriotas que veian mas fácil el destronamiento de un ambicioso que la lucha con los poderosos elementos que conservaba la España entre nosotros. , . De todos modos, en medio de esa grande trasfiguracion so- cial, con un ejército de ciudadanos victorioso, con los odio3 que se desahogaban contra la opresión, con la desaparición de lo existente ayer y sin fijeza de lo que seria aceptable maña- na, ¿ cómo hacer efectiva esa construcción adrede y meditada de un nuevo órden de cosas? Las plazas se veian convertidas en punto de cita de los hom- bres libres; les cuarteles tornados en salones en que felicita- ban los próceros, las damas, y los ancianos, y los niños, á los héroes; las proclamas eran cánticos; todo estaba bañado con la luz indeficiente del mas puro entusiasmo...... Pero aten- ded: el conjunto producido por las circunstancias era como la superficie de hechos muy trascendentales que se consumaban. En el derrumbamiento del poder supremo habian eaido sus agentes y se habia operado la desorganización administrativa'» la parálisis de todos los ramos de la producción Labia hecho473 Egresar al ejército trigarante y al realista multitud de hom- bres que vieron abiertos extensos horizontes á su ambición; el mayordomo de la hacienda fué caudillo, el clérigo oscuro ceñia los laureles del héroe; la Iglesia, que rain las manos de Hidalgo y Morolos para degradarlos, no era la madre tierna *iue se servia de los Motolinias y de los Gantes para redimir al indio de la tiranía del soldado y mostrarle en lo hondo de s«s penas el cielo azul de la bienaventuranza eterna. ¡ Oh! ¡ cuánto siento tener que abreviar mi palabra y que soltar en torreno tan fecundo solo una que otra semilla dis- persa al dirigirme al objeto de esta lección! La junta provisional descombraba el terreno obstruido por 1^ sangrienta lucha que acababa de pasar. Abolió todas las contribuciones extraordinarias que creó el gobierno español, mandó que se restituyesen los bienes con- fiscados á los patriotas, derogó la ley que impuso un 10 por ciento á los efectos que se extraian de la corte, expidió un arancel provisional para las aduanas marítimas, disminuyó Apuestos á los efectos recargados de ellos, como los pulques 7 las platas, puso en vía de realización los bienes de tempora- lidades, y dispuso al fin que una junta consultiva de arbitrios estudiase el modo de reorganizar la hacienda. Los cambios que se operaron en la dirección do ios negó- los, lo revuelto de la política, la inseguridad en el porvenir, •a afluencia, sobre todo, de hombres que todos con iguales de- rechos y con igual inexperiencia quisieron influir en la cosa Pública, todo convertía en inciertos los primeros pasos, y eran los auspicios ménos a propósito para hacer una regulación concienzuda de la riqueza pública y conseguir que la ciencia y la justicia zanjasen los cimientos de la hacienda. La contenta de los intereses sublevados, la^condescenden- c'a con las aspiraciones de la fuerza, la urgencia de conjurar la necesidad apremiante del momento, fueron el único plan realizable. lié ahí cómo se explica esa sucesión de préstamos forzosos y esas ruinosas explotaciones del crédito que no'es Posible mandar, y ese papel moneda, expresión la mas ine- 62474 quívooa de la impotencia y del delirio, de la miseria de loa go- biernos. Proclamóse al fin la constitución de 1824, que debió haber sido el punto sólido de partida de la administración y de 1» regeneración social. Respecto de este gran acontecimiento me voy á permitir dos palabras. Nuestro modelo en todo fueron los Estados-Unidos; en los dos pueblos tenia su razón de ser la Federación; pero ea uno se verificaba espontánea, como por sí mismo su desarro- llo fué una consecuencia forzosa de sus elementos constituti- vos. En el otro se creaba por un esfuerzo poderoso de la in" toligencia y se quiso hacer descender de las regiones de 1» teoría. Los hijos de Guillermo Pen habían dejado á la madre p&* tria llevando á la tierra hospitalaria que los recíbia con sus lares y penates las aspiraciones á todas las libertades, el co- nocimiento práctico de todos los derechos, la robustez que co- munica la emancipación de la conciencia. Sabios, artistas, antiguos guerreros, simples ciudadanos, se encontraron en el mismo desierto, todos con las mismas nece- sidades; todos fueron trabajadores de la tierra: la igualdad» ese dogma santo que nunca se vio sino por intermitencias en el cielo europeo, fué la guía, el jugo de vida, la naturaleza «e esa nueva sociedad. El trabajo, resorte poderoso de la iu^e" pendencia individual y de la dignidad humana, se convirt'0 en la ley suprema de conservación del naciente pueblo; la pr0" piedad nacia armada, como la Minerva del cerebro de Júpiter' del corazón generoso del trabajo. En México la horda de aventureros quo llegó á nuestras playas, pensó en el oro y su pillaje, en la matanza y el domi- nio del vencido. Aquel conjunto de gente pobrísima que desdeñaba las ocu- paciones tranquilas, se convirtió ett una sociedad de ricos f de esclavos; la explotación del indio fué un recurso de engran- decimiento para el vencedor. Cuando este aseguró su botin y se vió rodeado de famil'a'475 fe pareció que degradaba á sus hijos haciéndolos trabajadores, y fe primero que se le ocurrió fué hacerlos sabios de colegio. ¿No os llama la atención que una de las primeras institucio- nes públicas haya sido la Universidad? Hubo sacerdotes, medios abogados, entidades casi consu- madoras todas, y hubo instrumentos de trabajo en las manos '"as inexpertas. La independencia nos convirtió á nosotros realmente en los 9> Tercero.....id....................... 16 60 » Cuarto......id........................ 14 67j » Quinto......id........................ 12 18¿ » Sexto........id........................ 13 49J Sétimo......id........................ 6 17| * Octavo......id........................ 6 86f » Noveno.....id........................ 7 80 » La administración de 1833 anuló las enajenacioucs hecbi^ en contravención de las leyes de 1822 y 23; retiró la coacción civil al diezmo eclesiástico; redujo el contingente á los Est*' dos; disminuyó los derechos de importación; cedió á los m16' mos Estados los bienes de jesuítas, y concedió al municipio ^e483 Veracruz la facultad de imponer un doce y medio por ciento Por cada bulto de mercancías que introdujese en aquella plaza, lo que era realmente un recargo del derecho marítimo. 'En medio del desórden increíble que se percibe en esa le- gislación, y como si él no bastase para complicar la situación financiera, se dispuso enajenar el cuarenta por ciento de aque- llos productos para el pago íí103 acreedores del erario, esta- bleciendo varias distinciones, quo resistieron admitir. El Congreso ocurrió entonces á la panacea de hm faculta- des extraordinarias para conciliar los intereses de la adminis- tración) contentando la avidez de los acreedores. « Uno de los motivos de abuso en los negocios de agio y de « mayor gravámen para el erario (dice con razón la Memoria «Romero, 1870) consistía en que se estipulaba la entrega de " ciertas cantidades de créditos: los contratistas para no,verse «obligados á pagarlos al precio que tenían en el mercado, sin * embargo de ser muy bajo, generalmente conseguían que se " les diese plazo de seis meses 6 de un año para enterarlos. El •resultado era, pues, por lo contrario, que no se volvía á ha- * Mar de esa entrega, ó que si había algún empleado que la " promoviera, se procuraba la adquisición de los créditos á un * tres 6 cuatro por ciento, y los tenedores de ellos tenian que " sacrificarlos á ese precio, porque sabían que 3a concesión de "un nuevo plazo ponia á los compradores en situación de im- * ponerles condiciones mas gravosas.» En 1834, el Sr. D. Antonio Garay, que era ministro del ''amo, calculaba el deficiente en tres ó cuatro millones de pe- sos, y creia que podría cubrirse con buenas medidas adminis- trativas y prudontes economías. La ley de 2 de Marzo de 1835 se funda en bases generales Para el pago de la deuda pública: pero como estas consistían en- admisión de vales ó créditos en pago de derechos, disminu- yendo la garantía, aumentaban el descrédito y ahondaban el ahjsmo del deficiente. El comerciante que tenia por competidor al que pagaba con Una parte de créditos adquiridos & bajo precio los derechos484 de su mercancía, no tenia mas recurso que ocurrir al agio ó buscar su salvación en el fraude. Como era muy pingüe la ganancia que procuraban los cré- ditos, tenia el comerciante que hacer partícipe de ella á los empleados que quedaban bajo su dependencia; en todo, el trá- fico inmoral tomaba proporciones inmensas; y establecidas las ilícitas relaciones á que se prestaba, era cada oficina, excep- tuando contados individuos, una cueva de ladrones. Los causantes de derechos que no estaban al alcance de los manejos del comercio que hemos indicado, pagaban íntegro; pero entonces el empleado ponía oficiosamente su parte de vales, lucrando con esa busca legal de un modo escandaloso. A los vales de amortización de crédito se unieron los vale* de alcance de sueldos á los acreedores todos del erario, y en" tónces, retirados, viudas y pensionistas de todo género, caye- ron como una parvada de buitres sobre el cuerpo exangüe del tesoro. Agotado el erario, se recurrid al Congreso, y este, con las/* cultades extraordinarias, salió del paso, autorizando al ejecu- tivo para que se proporcionara por seis meses cincuenta n»l pesos en cada uno de ellos, concediendo el interés de 4 por ciento mensual. Al avenimiento del Sr. Blasco al ministerio en 1885, cal- culó el deficiente en 7.042,134 2 0. En 1836 se cambió en central la forma federativa de go- bierno, y ántes de pasar adelante en la árida narración his- tórica que hemos emprendido, os suplico me concedáis vuestra atención sobre algunas consideraciones que no quiero dejar para después; será también mi pausa como un pretexto par» tomar respiro en nuestro fatigoso camino. . Oyese frecuentemente entre personas que gozan la repu- tación de hombres do estado eminentes, que es forzoso »° entregarse á la política; que lo que importa es dedicarse & crear una buena administración y á las mejoras materiales quo reclama el país; y por cierto, si bien se reflexiona, estos hombres acometen una empresa semejante á la de separarlas485 funciones materiales del cuerpo, de la influencia poderosa del espíritu. La consistencia de lás mejoras positivas de un pueblo, cuan- do no hace patente su adelantamiento moral, son allegadizas y efímeras; el menor soplo las destruye, pudieran disimular el infortunio; pero nunca ser la expresión efectiva de la felicidad de un pueblo. En México, para juzgar de los sistemas financieros, es for- zoso hacer un exámen de la política que han seguido las ad- ministraciones encargadas del poder público; y para llegar al conocimiento de sus tendencias y de su influencia, es indispen- sable apreciar iinparcialmente I03 caracteres de los partidos políticos dominantes. En el período que acabamos de recorrer, siguiendo los pasos de la historia financiera de nuestro país, dos partidos se han disputado encarnizadamente la dirección de los negocios: el partido liberal 6 de progreso, el partido servil 6 retrógado. Al primero pertenecieron y pertenecen los intereses del por- venir, la consolidación de la República, la elevación del ele- mento popular, su fuente de vida y su razón de sér. Al segundo, el monopolio y el privilegio, los intereses de las clases privilegiadas, la conservación de las distinciones y prerogativas, secreto de su influencia, título positivo de su su- perioridad. Los hombres del partido liberal ó reformista entraban en la liza política, iluminados por la claridad do sus inteligencias, sin práctica ninguna en los negocios, armados solo de algunas lecturas francesas, de muy pocas inglesas, envidiando como su bello ideal político, el desarrollo del pueblo norteamericano. Inexperto y entusiasta el partido democrático, vertiendo sus labios las palabras de libertad, de derechos, de progreso, eufó- nicas y seductoras para todas las almas generosas, derramó en los vientos el perfume de las mas deslumbradoras teorías: las masas le seguían por instinto, conducidas .por la música que despertaba sus mas nobles sentimientos; pero los directores de los negocios, ó ignorantes 6 temiendo la ignorancia de su séqui-436 to, ensayaban con cobardía visible sus pensamientos de refor- ma, exponían las formas de los pueblos libres á la admiración general y transaban desconfiados, por temor de retroceder en su camino. — El reflejo de esta situación se ve patente en la constitución de 1824. Allí se nota la proclamación de los derechos mas preciosos del hombre y los fueros y privilegios que los anulan; allí se consagra la libertad del pensamiento y se inclina el poder ci- vil ante la intolerancia religiosa...... El partido servil en los primeros dias de la independencia y después, se resentia de una escisión poco visible supcrficia'* mente, pero hondísima en su esencia. El clero y el ejército, aunque han aparecido ostensiblemente como con intereses comunes y prestándose apoyo recíproco, tenían en realidad posiciones muy diversas. La independencia encontró al clero en un estado en real*' dad decadente. El alto clero era la tiranía colonial mas esforzada, mas ren- corosa, mas implacable que el poder civil. Este en el patíbulo saciaba sus furores, aquel formaba sociedad con el enemig0 de las almas para que se encargase del martirio eterno de su adversario. El bajo clero, es decir, curas y vicarios, los que estaban en contacto íntimo con el pueblo, habian abrazado la causa de 1* patria, habian sucumbido luchando y coronando sus sienes con el martirio político. Al alto clero se le percibia entre los restos de la Inqi"131' cion maldecida, con sus instrumentos de tortura en las mano- conservando el ceno terrible con que lanzaron sus exconii1' niones feroces contra los patriotas. La venta de los bienes de temporalidades, la discusión so- bre la supresión de regulares, los escritos de los regalisf-aS españoles que se propagaban por todas partes, minaban i»°" mentó por momento la secular dominación de esa clase, la m»s hondamente arraigada en nuestra sociedad. El ejército aparecia en verdadera privanza ensefloreándí33487 de la situación política: era el poseedor de la fuerza en medio de una sociedad desarmada: en su alrededor todo eran adula- ciónos y halagos: el pueblo que le acababa de ver salir de su seno lo creia j insensato! aliado natural de sus libertades: el clero lo valuaba como un instrumento precioso. Pero estos dos elementos quisieron explotarse: el ejército Por un instinto de conservación buscó el apoyo del clero, aun- que en apariencia pretendía ejercer sin participación el po- der. ¿De quién era el mando? Exclusivamente de nadie: en los negocios, alternativamente de las dos clases. Cuál era el vínculo común de esta pérfida alianza? El di- .nero, y para lograrlo se tenia que caer sobre el sistema tri- butario del país. Aunque la apariencia toda era de libertad, aunque los pro- yectos sobre bancos, sobro protección á la industria, sobre enseñanza y sobre colonización se sucedían, los partidos li- braban a- la hacienda el secreto de su dominación. El clero sabia que su poder estribaba en los bienes tempora- les: los reconocimientos impuesto's en casi todas las fincas agrí- colas, la posesión de las urbanas, las capellanías y legados, los diezmos y otra infinidad de recursos, estaban ligados á la ha- cienda; estremecer sus fundamentos antiguos era aniquilarlos. Por esta causa fué para" el clero un golpe mortal que se re- tirara la coacción civil al pago del diezmo, era como el divorcio que devolvía sus atribuciones al fisco, era como la adverten- cia de lo que seria el dia que el poder civil lograra su eman- cipación completa. El sosten del sit-.ema tributario colonial estaba implantado Perfectamente en el clero, no tanto por lo que en las aparien- cias importaba, cuanto por los avances que tenia que hacer una vez quo emprendiese la reforma de hacienda. Por esto en la época que recorremos se nota que en las com- binaciones ministeriales apenas el gran Zavala funge como reprcsentante genuino del partido progresista, y de ahí pro- viene el injusto renombre con que ha pasado á la posteridad. Puesto que los serviles lo han juzgado.488 El pueblo por su aspiración á la mejora, por sus instintos, era y ^es altamente economista; en esa lucha de las clases se puso del lado que lo llevaban sus conveniencias positivas. Como digo, el partido clerical era el apologista y el con- servador del sistema haeendario de la colonia, esencialmente en su parte de recaudación. El partido militar se cuidó poco de las bases que tenia el impuesto, aspiró á la libre distribución de los caudales que se le confiasen, sabia que cada cuerpo es una mina inagotable cuando se quiere hacer fortuna. ¿ Qué hace vd. ? decia Santa-Anua á uno de sus ministros de hacienda que disputaba con el de guerra. «Busco dinero para que mi compañero lo tire,» dijo con mucho aplomo el hacendis- ta; y en verdad que la respuesta no pudo ser mas concluyente. Recorriendo el caos que ha formado desórden militar en casi todas las épocas, aparecen como puntos luminosos Pedra- za y Arista pugnando por reformar la administración, comen- zando por el ramo de guerra; pero sus esfuerzos fueron poco fructuosos, atendida la inquietud en que se ha encontrado el país: sin duda por esto decia el sabio barón Louis á Napoleón*.- «Dadme paz y yo os daré hacienda.» Los numerosos empleados que requiere el orden de cosas que exigia cada una de las secciones del bando servil, se ad- herían á él, bien por sus recuerdos, bien porque no sabían m conocian mas que la tradición colonial, bien porque aspiran á ser de quien les paga, sin cuidarse, como dicen comunmen- te, de las cosas políticas. Hemos dicho que el clero, por medio de s«s préstamos, ejer- cía influencia poderosísima en los negocios; que el ejército buscaba por tal causa su apoyo; pero cuando los intereses de ambos se contraponían por cualquiera disposición gubernati- va, nacía el conflicto y la parálisis de la marcha política. Estas contraposiciones dieron nacimiento al agio, que e» este período desempeña un papel tan culminante y que por lo mismo merece detenida explicación. El agiotista, que no era sino el sórdido especulador, el ca-489 hal^oro de industria acaso, que espió en lo íntimo del desorden una fuente de especulación en la abstracción de la política, se presentó como neutral, amigo aparente de todos los vence- dores, confidente secreto de todos los vencidos, sin entender de política, asiduo cortesano de todos los gobiernos; al clero le dijo: yo me interpongo entre tú y la avidez de la demagogia; anticipo lo que tú tengas que dar; tongo mas facilidad de re- Cobrar lo que preste que tú mismo; mi intervención te produ- ce y te defiende; extiéndeme la mano, que soy tuyo. Al militar le dijo: no chocarás, al pedir dinero, con las re- gencias del fanatismo; la contabilidad con las oficinas te humilla y te inspecciona; vdes. que han hecho la independen- cia no deben tener tutores para hacer contratos; los buques, d armamento, el vostuario, son otras tantas minas que pode- mos explotar unidos...... yo te pertenezco. f Algunos ricos se agregaron á estos elementos, porque vie- ron en el agiotista el resorte poderoso del lucro, de la marcha Política, de los empleos y de cierta aristocracia naciente que aunque tenia sus raices en el robo, iba á ser considerada en el Primer término social. El agiotista tuvo en la agitación su primer elemento mer- cantil; en cierta influencia en la administración su garantía de pago. Esta es la causa de que se diera caso en una revuelta el año de 1841 de que la misma casa agiotista enviase dinero á los ^Ue estaban atacando al gobierno en los suburbios de la capi- tal y de que la guarnición del gobierno se pagase de aquella toisma caja. Los fondos especiales, como enajenados del gobierno, se prestaban á la seguridad de esos pagos, y por eso se propaga- ron á medida que el agio se enseñoreó de todo. El agiotista, según la profunda expresión de Ignacio Ka- ^irez, quien ha sido mi coolaborador en esta parte de mi tra- bajo, entraba siempre triunfante al lado del vencedor. Era el Tll judío déla edad media que resucitaba en México de guan- te blanco y en carruaje tirado por frisones. 64490 El partido revolucionario fué por instinto el gran partid8" rio de las ideas económicas; si no en el terreno práctico, en el teórico era el partido economista por excelencia. Defendía el comercio libre y la abolición de fondos, patri- monio de determinados agiotistas; ensalzaba la contribución directa, y con el pretexto del arreglo de la; deuda presentaba formulado por la valiente pluma del Dr. Mora, el plan audaz de la desamortización de los bienes que se llamaban del clero- Pero notemos que esto se verificaba en la superficie de la*1 cosas: en el fondo, la Federación solo existia de nombre; l"8 representantes del poder militar ó comandantes generales eran los árbitros de las aduanas, los que determinaban en el inte- rior de la distribución de caudales. Existían las formas federativas; pero Esteva lo mismo que Mangino, Pavón lo propio que Blasco, eran partidarios ciegos del régimen español, y todos, con la sola excepción del Si*- Corral, no tuvieron poder para oponerse á los agiotistas. Esta conspiración tenaz contra el órden político estalló al fin, y en 1836 se aniquilaron las instituciones, se perdió tod» esperanza de reforma y quedaron tan predominantes las cla- ses, que los mismor. patriotas, acobardados, no volvieron de lleno á agitar las reformas iniciadas en 1833, sino hasta d plan de Ayntla, limitándose ese gran partido de progreso ¿ conveniencias de personas y á intrigas en que se buscaban lu" cros individuales. Tres condiciones indispensables bemos fijado para el logr° del arreglo y consolidación de la hacienda pública: 1? La paz. 2? El acuerdo perfecto entre las instituciones políticas y el sistema hacendarlo. 3? La sustitución en todo de la ley á la arbitrariedad. En el período que hemos recorrido vemos la carencia tota' de esas condiciones; sigamos con la historia en su busca, que es una expedición semejante á la que cuenta la fábula del ?e' Hocino de oro.—Dije.LECCION XXVIII. Sistema central. Al establecerse el sistema central por una inconcebible apos- tasía de la mayoría de los representantes de la nación en 1835, luedaron esparcidos los intereses que habia creado tal siste- ma, entre las ruinas del régimen colonial, los avances de las clases y del agio y los obstáculos que se preveían para el futtt- r°i que eran muclios, si so atiende á los gérmenes disolventes ÍUe traia en su seno aquel poder realmente revolucionario. No se organizaba este aún, sino militarmente, cuando apa- reció la guerra llamada de Tejas, y ella vino justificando em- préstitos y extorsiones, el subsidio extraordinario de guerra, ta sisa de la mitad de sus rentas á los Departamentos, .tutes Estados, no habiendo en ese período como tentativa de órden Cas que la serie de disposiciones dictadas por el Sr. D. Igna- ro Alas en 1837 para el arreglo de las aduanas marítimas, se- ñalamiento, funciones de las fronterizas, reorganización de la Wtpeecion de guías, alcabalas y otras de ménos importancia. La cesación en esc tiempo de los años económicos introdujo Cayor embrollo que el que ántes existia en la contabilidad. El Sr. Lebrija, ministro de hacienda en 1837, procuró la Codificación de algunos contratos ruinosos, se esforzó por in- troducir economías, inició tímidamente la contribución sobre Patentes; pero en realidad los efectos de sus disposiciones ape- gas se haeian sensibles en el Distrito. Las aduanas marítimas, que han producido desde la inde-492 pendencia los mas pingües recursos, fueron presa de los agio- tistas desde un principio, y hé ahí el contrabando, los vaivenes espantosos del comercio, la incertidumbre en la administra- ción, la nulidad del crédito. La creación de un banco, sin conocimiento, sin bases, sin estatutos, bajo la dirección heterogénea y ridicula de un em- pleado, un clérigo, un agricultor, y no sé qué individuos mas» ingirió un elemento equívoco, anómalo y extraño en la admi- nistración á la que se autorizó para préstamos, enajenaciones y pagos altamente desordenadores y absurdos. En diez y ocho meses trascurridos de 1836 á 1837, calculó el Sr. Lebrija el deficiente en 25.927,824 7 4, lo que carac- teriza perfectamente la época que tratamos de pintar. Las leyes constitucionales expedidas en Diciembre de 1837, la muy transitoria administración del Sr. Corro, al que pare* ce que su misma nulidad elevó al poder, y los desastres nuestras armas en Tejas al mando de Santa-Anna, agravaron infinitamente el desarreglo de la hacienda. La legislación de 1837 en uso solo para embrollar la anti- gua: la distribución de los caudales públicos en parte amol" dada a las terribles exigencias de momento, en parte confiad* á manos independientes como para dar mayores garantías; 'a deuda en suspenso, el préstamo de seis millones haciendo que la circulación cayera en completa parálisis, los empleados ^ medio sueldo y las clases pasivas en la mas espantosa misen*' tales son algunos perfiles de aquella situación desesperad»- Aun no convalecía el país de los resultados del levanta' miento de Tejas con el apoyo inicuo de los Estados-Unido8» cuando la Francia bloquea nuestros puertos y nos declara 1* guerra bajo los mas fútiles pretextos, y que execraríamos»61 la invasión reciente no convirtiera en pálidas y débiles l»8 mas punzantes calificaciones. Apelóse entóneos á toda clase de recursos y todo se ere?0 bueno para repeler la tan afrentosa como injusta invasión. Autorizóse al ejecutivo para nuevos empréstitos y negocio8 hasta la cantidad de cuatro millones de pesos; facultósele pa"493 r* la venta de los bienes de la propiedad de la nación; por úl- timo, la época se refleja en el célebre negocio de Worrall, que describe con su implacable severidad el Sr. Romero en los tér- minos siguientes: "El subdito inglés Tomás Worrall era acreedor al gobier- f no mexicano por una fuerte suma procedente de un contrato «de armamento, á cuyo pago tenia consignado un 2¿ por cien- * to mensual en el cincuenta y seis por ciento que tenia libre " el gobierno, de los productos de las aduanas marítimas, de- ducidos el 12, 15 y 17 por ciento que estaban aplicados á «diversos créditos. Deseando el ejecutivo desempeñar aquel * fondo para cubrir con él sus atenciones ordinarias, solicitó " del Sr. Worrall la subrogación de su acreencia, ajustando "Con él un contrato en virtud del cual aparecería que Worrall *exliibia ciento treinta mil libras esterlinas, cuyo pago se le *haria^on bonos de la deuda contraída en Londres, expidién- * dolos en su favor por una cantidad igual á cuatro tantos la 'suma de libras referida, ó lo que es lo mismo, por quinientas * veinte mil libras esterlinas, por tener entónces los bonos me- jicanos en el mercado de aquella ciudad el precio de 25 por "ciento. Para-el pago de los intereses y amortización de-los * bonos creados con este motivo, se remitirían mensualmente •diez mil pesos, cinco por cada una de las aduanas de Vera- * cruz y Tampico, á los agentes del gobierno en Londres. "Es decir, que para pagar seisciontos cincuenta mil pesos *8e contraía una deuda de 2.600,000 pesos, venciendo un in- feres anual de 130,000 pesos.» En Junio de 1839, por las muchas irregularidades de que adolecia este contrato, se anuló; pero no por esto dejaron de luedar subsistentes otros igualmente ruinosos para el go- bernó. En un precioso opúsculo publicado en 1845 con el título de Observaciones acerca de la administración financiera del tiem' P° del gobierno, provisional, escrito, según creemos, por el ve- nerable Sr. D. Manuel Payno Bustamante (padre), se atri- to la situación en que so encontraba la hacienda en aquella494 época á la diminución de impuestos y á las pocas innovacio- nes introducidas en el orden financiero. El arancel marítimo, de 45 por ciento en que se calculaba, se aumentó' ántes de esta época en un 5 por ciento, se impuso un 1 por ciento á las mercancías extranjeras y el 2 por ciento de la circulación de moneda se exigió con rigor, disputándose su percepción el gobierno general y los Estados, como suce- día con el 5 por ciento de consumo y el 10 por ciento sobre licores que se llamó de cárceles y hospitales. Pero la diminución en 1837 fué muy notable, según el Sr- Paync- Bustamantc, en muebos ramos; al espirar el sistema federal, el Estado de México abolió impuestos por 400,000 pesos, se extinguieron los derechos de la grama y las traste" ciones de dominio, se disminuyó en 1 por ciento la importa- ción y el sistema prohibitivo escaseó los recursos considera- blemente. • Así se prepara la historia del gobierno que se llamó provi- sional y comenzó á fungir en 1840 después de la caida del Sr. Bustamante. Santa-Anua, que habia aparecido como mediador en el Pr°' nunciamiento de Jalisco, asaltó al último el poder y con élge reinstaló el dominio militar y el agiotaje, el favoritismo y te* trastornos que vamos á referir. A su avenimiento a" la silla presidencial, el general Santa- Anna abolió el 15 por ciento que se cobraba con el nombre de derecho de consumo, y estableció juntas de arbitrios qu® ^e propusieran los medios de regenerar radicalmente la hacie»' da pública. Los financieros de la época llegaron hasta á proyectar te contribución única, pensamiento que se desechó no obstante que Santa-Aíina ejercia el poder omnímodo. El sistema protector desplegó en ese tiempo su bárbara cnoJ' gía: fueron muchas las quemas de tabaco y los comisos; per° un gobierno sin mas plan que la voluntad omnipotente de un hombre ignorante hasta lo inverosímil y flexible al favor co- mo ningún otro, cometió la inconsecuencia de permitir el eS495 tablecimiento tic fábricas de tejidos cerca de las costas y do conceder permisos especiales para la introducción del algodón. Las fábricas se convirtieron en justificación del contraban- do; en algunas todo lo que se bacia era poner el sello del fa- bricante mexicano & la manta extranjera, autorizando un robo mdustrial de los mas desastrosos para la industria misma. El permiso era eñ realidad un privilegio; el que lo obtenía era árbitro del agricultor y del industrial que carecía de él; cuando se repitieron estas concesiones se abrid la puerta á desórdenes que se bacen constantes en guarismos entre las sumas que componen la deuda contraida en Léndres. Desmintiendo las apologías que se bacian del poder cnérgi- co, se recurría (i los préstamos voluntarios y á una suspensión completa de pagos para dar motivo á arreglos con ios acree- dores al erario y á arbitrar la amortización de la moneda de cobre que babia introducido dañosas perturbaciones en el tráfico. El agio se babia infiltrado de tal modo en todos los resqui- cios de la administración, que en las puertas de las tesorerías 8e vendían recibos á ínfimo precio, que eran pagados por em- pleados coludidos con los negociantes, babíéndose acusado á Jefes de categoría de estarse enriqueciendo con semejante trá- fico. A este desorden se trató de poner remedio, pero inefi- cazmente, como veremos después. Entre las fechorías que bizo con el tesoro público el banco Nacional, una de ellas fué el arrendamiento de la renta del ta- baco con pérdida de sumas enormes. Pero sea lo inicuo de la contrata, sea que la avidez de los empresarios exasperara á los pueblos, en 1841 se hizo la reaceion por Santa-Anna, volviendo á ingresar ese ramo en el erario con nuevos quebrantos para la nación. La serie de epúseulos publicados en aquella época, con los nombres de Co- bre, Tabaco y Tejas, darán al investigador curioso motivo para espantarse del cinismo de los especuladores de nuestra alta so- ciedad y de las condescendencias del gobierno absoluto. Eas simpatías creadas por el sistema federativo, las arbitra-496 riedades de los comandantes generales, la corrupción enseño- reándose del palacio, invadido por meretrices, tahúres y galle- ros, nuestro descrédito en el exterior y el prestigio de que se revistió la oposición al gobierno, hacia que los negocios se pre- sentaran embroüadísimos para que se perdiera la huella de las verdaderas iniquidades, que encubrían. Así, en esta rescisión de la contrata se incluyó la suma p*ra auxilios á la guerra y sosten del ejército del Norte, y la amor- tización de la moneda de cobre, y no recordamos qué otros pagos. Para indemnización ó garantía se enajenaron á bajo precie acciones de las minas del Fresnillo, con ultraje de los derecho» de Zacatecas, exaltándose el odio que tenia aquel Estado » Santa-Anna desde la caida de la federación. La exportación de plata fué otra de las especulaciones en que se fincaron el favoritismo y el privilegio. Guaymas, M»' zatlan y la Paz fueron testigos de esos negocios en que tanto sufrieron los derechos del tesoro público. Las crisis que producía la circulación de la moneda de co- bre por la diferencia entre la estimación legal de ella y 90 valor en el mercado, vinieron á refluir en contra de las ren- tas; porque habiéndose mandado que dos terceras partes de derechos se pagasen en cobre, y adquiriéndose este en el mer- cado á ménos de su valor, realmente se disminuyeron las en- tradas del erario, aumentándose en consecuencia el deficiente- La crisis monetaria continuaba: Santa-Anna, por una de esas inspiraciones de su genio, como dice su ministro de ha- cienda, hizo cesar la circulación con la promesa de reembolso» y emitió nueva moneda. Esta inspiración tiene sus enlaces con la deuda francesa? como verémos en su lugar. De esas inspiraciones tienen por desgracia frecuentemente los salteadores de caminos. Desenvuelta á un punto increíble la aspiración á los ne- gocios, insaciables los agiotistas y el genio fácil del primer magistrado, abolió « banco y quedaran sus compromisos sin497 efecto. Arrendó casas de moneda y apartado; autorizó deter- minadas exportaciones de platas, y arreglado cuanto se ve coa respecto al interior, expidió en 1842 un nuevo arancel que consultaba el aumento de derechos, y que en 1843 se elevó mas todavía, siguiendo las inspiraciones de los amigos del sistema protector. Entre las medidas sobre aduanas, se nota la erección en puerto de depósito Acapulco; pero con tanta falta de preme- ditación y con tanta ignorancia, que su simple privilegio in- trodujo gran desnivel en el comercio del Pacífico. Ese funesto ensayo se ha querido después que sirva de argumento en con- tra del establecimiento de los puertos de depósito en general. No contentos los amigos de las industrias con la reforma retrógrada del arancel, obtuvieron la reagravación de las pro- hibiciones y se creó una sección en el ministerio do hacienda para seguir los movimientos de la balanza de comercio, preci- samente cuando la anatematizaban y reducían á polvo sus qui- méricos fundamentos los hombres ilustres de todas las naciones civilizadas. A la dirección de tabacos, creada por la rescisión de la con- trata, se reunieron los estancos de pólvora, naipes y el mono- Polio del papel sellado. La alcabala recibió refuerzo con la pauta de comisos, última expresión de la tiranía fiscal, y en que constaban las confisca- ciones, la diferencia de suelos, el extravío de ruta y todo el refinamiento inquisistorial de la época de los vireyes. Con imponerse derechos al palo de tinte y cerrar varias aduanas fronterizas, se creyó perfeccionada la reforma respec- to del comercio exterior. Las bebidas, las fincas por traspaso y por traslación de do- minio, los giros con el nombre de reforma de patente; y en el Departamento de Puebla el ganado cabrío, con el nombre de derecho de abasto, todo fué gravado, dictándose ademas dis- posiciones terribles para el pago de las deudas activas del erario. Pronunciada la opinión en contra de tanto desacierto, creyó 66498 calmarse dictándose la ley que prohibía d los extranjeros el tomercio al menudeo, anunciándose tal medida como estímulo paternal, como aliciente del tráfico y como título de honra para Santa-Anna. No era posible que en medio de tanto desconcierto dejasen de figurar las ferias, 6 sean privilegios del comercio en favor de determinados pueblos; así es que se concedieron á Morolos, Atlixco, Chimalhuacan, Chalco, Celaya, San Juan en Vera- cruz, Tula en Tamaulipas y no recuerdo qué puntos mas. Después de varios disposiciones sobre el arancel, se crio' e\ fondo del 25 por ciento, reglamentando el modo de hacer los pagos á los diversos acreedores del erario. Los Estados-Unidos hicieron por este tiempo sus indicacio- nes para el pago de algunos créditos; y no obstante el afán de administrar que hemos notado, no hubo sino recurrir á dos préstamos forzosos. En ménos de dos meses se impusieron: uno de 270,000 pesos y otro de 2.500,000 para acudir al religioso cumplimiento de lo convenido con la nación vecina. Contra la designación del fondo del 25 por ciento reclama- ron los Sres. Nicod y Montgomery, cuyo crédito fué conoció" después con el nombre de Convención inglesa, lo que did p°r resultado la separación de un 8 por ciento de los productos i6 importación para la contenta de esta deuda. Reorganizáronse en medio de este movimiento singular l»s loterías y rifas, y hubo de estos juegos para fomento de 1* academia, de la cuna, del hospital de San Lázaro, y para el culto del Señor de Santa Teresa, de la Virgen de Guadalnpe y de Nuestra Señora de los Ángeles. Ala vez que se dictaban talos medidas financieras, se veB" dian las salinas, el colegio de Santos los bienes de témpora lidades que quedaban, y pusieron en circulación sobre seis millones, todo por medio de negocios en que se recibían cré- ditos al arbitrio del gobierno. Creyó Santa-Anna reorganizar las contribuciones direc- tas, y señaló los ramos sobre que debian recaer, de la maner» siguiente:499 1° Fincas urbanas. 2? Rústicas. 3? Establecimientos industriales y giros mercantiles. 49 Sueldos y salarios. 5? Profesiones y ejercicios. "6° Objetos de lujo. 7° Capitación. Tales contribuciones cobraban importancia á pesar de la cruda guerra que les liacian los empleados y amigos de las al- cabalas; pero el descuido de la estadística, no obstante la labo- rjosidad de empleados que como el Sr. D. Ignacio Piquero escribian tomos á título de instrucción, y la fiscalización que hasta en las intimidades del comercio establecieron las leyes hicieron que no diesen el resultado que se esperaba. Aun cuando hubiera habido medidas acertadas, que noso- tros desconocemos; aun cuando la multiplicidad de contribu- Clones, su complicación y sus privilegios no se opusiesen á los sanos principios, bastaba la ingerencia de los jefes militares ei las rentas, ya como inspectores, ya como acreedores, con e^ objeto de hacer preferente el pago del presupuesto militar; bastaba, decimos, para la desaparición de todo elemento de órden. Santa-Anna abandonaba la capital por intervalos, dejando Para cubrir las apariencias un estafermo en el gobierno; y en íe9 empresarios, y de los quince restantes so pagaban las antigu*9 deudas de tabaco, y el resto se daba á la casa de Mackintosb» apoderada de los tenedores de bonos de la deuda contraída eB Lóndres. Oíd los ten linos en que después de la anterior enumera- ción reasume el Sr. Payno la situación de la hacienda públic«;509 « Resulta de estos datos, que estando el erario de la nación < entregado á los acreedores; que no bastando la escasísima " parte libre de las rentas ni aun para los mas perentorios é «indispensables gastos, ha sido necesario vivir del recurso ex- * traordinario de la indemnización americana; pero como este * recurso no puede ser permanente, y como una vez acabado * la ruina del país podría ser indefectible, se ha reconocido <( por las cámaras, por el gobierno, por la prensa y aun por «las gentes que con mas indiferencia miran los negocios pú- « blicos, la necesidad de un arreglo en la deuda interior y ex- S minerales, con una consignación especial para el colegio ¿e minería. 8? Cinco por ciento que debia pagar el arrendatario en to- da la República sobre el monto total de la renta que pagase al propietario. 9? Cinco por ciento pagado por los propietarios sobre l»s fincas rústicas y urbanas de toda la República. 10? Contingente de los Estados calculado en un 10 por ciento de sus rentas. 11? Designa como rentas del Distrito federal la mitad de las contribuciones impuestas á la propiedad raiz y á los ar* rendatarios, á mas del derecho de consumo que impusiere fi- los efectos extranjeros. 12? Establecimiento del derecho de peajes. 13? Creación de una junta de crédito público compuesta de siete individuos, uno nombrado por el Congreso, tres por el gobierno y tres por los acreedores, encargada de la percep- ción, distribución y contabilidad de las rentas.511 14? Distribución de las rentas considerando disminuido el presupuesto en 10.100,000. De las iniciativas anteriores, la junta de crédito público fué tasu contra la opinión pública. Las personas que concurrieron á la junta, presidida por el sefior presidente de la República y su ministerio, fueron: ^- Octaviano Muñoz Ledo....... Gobernador de Guanajuato. ^- Mariano Riva Palacio........ Idem de México. Pomposo Verdugo............. Idem de Sinaloa. ^« Antonio Valdés................ Representante del goberna- dor de Coahüila. ^- Fernando Guerrero........... Idem del de Durango. ^« Ramón Larrainzar............ Idem del de Chiapas. ^ Manuel Zelayeta y D. Jesús López Portillo............... Idem del de Jalisco. ^- Juan B. Cevallos.............. Idem del de Michoacan. ^- Francisco Morales............ Idem del de Nuevo-Leon. ^- José María León y D. Maria- no Zavala.......•.............. Idem del de Oaxaca. ^- Juan M. Fernandez de Jáu- regui........................... Idem del de Querétaro. • Antonio M. Salonio........... Idem del de Veraoruz. *?fi el seno de la junta de gobernadores, instalada con la 67514 solemnidad que hemos visto, hizo cada uno de los secretarios del despacho una exposición circunstanciada del estado del ra- mo que se hallaba íí su cargo, corroborando las aserciones de ministro de hacienda. Los gobernadores ya habían ántes externado sus opiniones respecto de las iniciativas del gobierno. Todos ellos habian levantado la voz en su contra, como aten- tatorias á los derechos de los Estados, repeliendo las entidades intrusas que iban á intervenir en su administración, manifes- tando sus escaseces y desorganización, exaltando la necesidad de que se respetase su independencia en el órden interior. No obstante que los individuos que componían la junta eran personas en su mayor parte liberales moderados, la defensa de los intereses locales los impelia á restringir los avances del gobierno; caracterizaron enérgicamente el papel de este de circunscrito al cuidado do los intereses de la Union; desperta- ron el sentimiento de autonomía en cada Estado, y sembraron las semillas todas que, calentadas por el descontento, diero» sus frutos, como verémos, en la revolución de Ayutla. Con motivo 6 pretexto de las cuestiones de hacienda, se dis- cutían y desentrañaban las cuestiones mas vitales parala s0* ciedad. Parece, decia yo en esa época, en la obra que con otro W0' tivo os he citado, que los enemigos de las instituciones quieren colocarnos en la disyuntiva de centralizar absolutamente elp"' der ó precipitarnos en la mas espantosa anarquía. Las profundas cuestiones sociales que envuelve el inejoi'*' miento de la situación de la raza indígena; la desamortiza01011 de los bienes del clero, revivida por nosotros en el seno de 1* cámara; la independencia do la tutela del extranjero, á títu'0 de tratados y convenciones diplomáticas; las franquicias a comercio que promovíamos, á título de cuestiones de arancel» todo germinaba y todo se desenvolvió con motivo de la reu" nion de los gobernadores. El paso dado por el Sr. Piña y Cuevas era un desafío a 'a federación en que el poder central salió escandalosamente der515 rotado; alumbró la necesidad de convenir con los Estados el arreglo de la hacienda, esto es, la dependencia de la cuestión fi- nanciera y las instituciones; y en cuanto & los avances de los gobiernistas, vieron que se alejaba y mucbo la arbitrariedad" las regiones oficiales. Al Sr. Pilla y Cuevas sucedió en la secretaría de hacienda e* Sr. D. Márcos Esparza, quien hace consistir el deficiente e* 6.345,160 pesos. El Sr. Esparza, después de una tristísima pintura que'hizo del estado que guardaba la hacienda, propuso, como remedio fadical de sus males, el arrendamiento de las aduanas mari- smas. "Esta medida, dice con justicia el Sr. D. Matías Romero, era ^a confesión mas paladina que podia hacerse de la impotencia y Nulidad de la administración. Los males que de ella se hu- bieran seguido & la República, si hubiese sido adoptada, se Pueden calcular aproximativamente, teniendo en cuenta los graves y trascendentales que le han venido del arrenda- miento de las casas de moneda, que forman solo una parte, y len pequeña por cierto, de las rentas federales.» •El Sr. Esparza proponía, ademas, el aumento en un 20 por °l<¡nto del contingente de los Estados. En el seno de las cámaras so robustecía el partido liberal: as discusiones sobre la abolición dol fondo de minería y el de j^ajes suscitaban ardientes diatribas contra los privilegios de *8 antiguas clases; al agio so heria de muerte con persistir eix ios arreglos de ka deudas interior y exterior, apoyando esencialmente, en cuanto á la primera, el decreto de 30 de No- mbre. El partido santanista se arrimaba á la oposición y prepa- ra los combustibles que estallaron al fin en Jalisco & me- lados de 62, y determinaron su caida en los primeros dias ^ 1853. El Sr. Arista conoció, aunque muy tarde, que con sus me- 48 para el arreglo del ejército, con su independencia de las Concias del clero y del agio, 61 mismo se habia colocado del5J6 lado del partido liberal exaltado, y que no era posible que lo llevasen á cabo personas que conspiraban contra él. Esto rebajó la influencia de determinadas personas, que des- pués lian figurado en el partido servil, y trajo al ministerio & Prieto, á Arriga y á otras personas que habían hecho la op°" sicion á los dos últimos ministros del Sr. Arista (Pifia y Cue- vas y Esparza), por los ataques á la federación. Prieto desembarazó el presupuesto de los ramos accidentales con que se embrollaba, separándolo del ingreso; porque aun- que figuraban en él, nada eran sino ramos ajenos los rendi- mientos siguientes: Productos de la lotería de San Cárlos. Papel sellado. Fondo do minería. Fondo de peajes. Ramo do depósitos. En consecuencia, expuso que los ingresos efectivos er»B 8.368,734 pesos. Analizando el presupuesto de egresos encontró, que en e' modo de hacer los pagos se habian introducido y arraigó0 funestísimos abusos. Con el nombre de excedencias estaba introducida la corrup tela de que empleados que tenían por empleos anteriores suol" dos pingües, en el ejército ú otros destinos, figurasen con e»1' pieos inferiores, pagándoseles la diferencia ó excedente de su sueldo en las mismas plantas. Para contontar á los favoritos se había declarado cesan^ á personas que no tenían ese título, figurando tres 6 cuati"0 individuos, y percibiendo sueldos de un mismo empleo. Los pensionistas que alcanzaban favor, eran pagados esp"' cialmente por las oficinas recaudadoras 6 por los cuerpos &6 la guarnicion,%rmando un verdadero caos en la contabiH*81 y estableciendo en el reparto de caudales injusticias ¡nto'e rabies.517 Abstraídas del conocimiento del gobierno la administración 7 pagos de las aduanas marítimas, no podia hacerse cálculo i a'guno sobre el reparto de caudales, y la deuda de pronto pa- g°) mandada satisfacer arbitrariamente, llevaba á su colmo la confusión. Gon tal motivo decia Prieto á las cámaras: * «La deuda de pronto pago, causa funesta do todos los tras- * tornos, quo se confundo con el deficiente ordinario, que des- * arregla la administración, que comunica pávulo al desconten- to, que hará inseguras y odiadas á todas las administraciones * P°r justas y bien intencionadas que sean, es el objeto sobre * y esto dio por resultado la reducción en muchas partes de la9 llamadas convenciones; en cuanto á las deudas de.extranjeros»519 8e pusieron todas en vía de liquidación, y en la española se habian economizado millones cuando la funesta máxima de que entendiera el ministro de hacienda en negocios de que no tiene antecedentes bastantes, ni puede hacer apreciacio- nes diplomáticas, destruyó lo hecho por el Sr. Yañez con el Sr. Zayas, abriendo la puerta á exageradas pretensiones. El ministerio de la guerra producía en ese tiempo los frutos de las reformas del Sr. Arista. E. Juan A. Zambrano, llevando á cabo é ilustrando sus pensamientos, habia logrado liquidar cuerpos que desde 1821 no tenian arreglo en sus cuentas: el sosten á los pagadores y el excelente personal de este ramo, eran barreras contra los despilfarros; el presupuesto de guerra de ocho millones habia descendido á ménos de cinco millones. La publicidad mas escrupulosa se observaba en todos estos actos,.y ella y la destitución numerosa de empleados ineptos ó de conducta equívoca, moralizaron aquella administración co- Eao ninguna otra. Sin un solo contrato, sin anticipos ruinosos, 6Ín arreglos de umgun género que hubiesen producido al erario un centavo do gravámen, en liquidación las deudas interior y exterior, li- quidaciones que hasta hoy sirven de norma, se pudo reducir el presupuesto á minos do tres millones de pesos, respetando los derechos de los Estados, aun cuando ese ministerio ya no dispuso do la indemnización americana. Ea extinción de la junta de crédito público, reemplazada c°n ventaja por una sección del ministerio, reintegró á este ei1 su« funciones, emancipándolo do toda tutela, si bien con descontento de los acreedores, que con esa segregación admi- nistrativa creyeron disfrutar indebidos privilegios. Prieto consagró una sección de su Memoria á marcar la de- pendencia del sistema ■político y el de hacienda, titulando así lúa parte de su trabajo. En esa parte hace notar la incompatibilidad de la legislación eolonial con las instituciones federativas. * No están marcados, decia, con fiel exactitud los límites520 « entre el poder general y el de los Estados, á pesar de las cla- « sificaciones de rentas.. « Los conspiradores contra el sistema actual, decia Prieto á « las cámaras, han proclamado la diminución y aniquilamien- «to de los Estados, la intervención en su régimen interno, «la reducción de sus facultades políticas y la sujeción á un n pupilaje imprudente 6 indebido; por el contrario, los falsos a amigos de la libertad, lo3 que ignoran que no puede existir « esta sino robustecida por el orden, han pretendido tal w*K i tud de facultades para los Estados, que convertirían á estos « en otras tantas naciones pequeñas, sin vínculo alguno y con « intereses contrapuestos. Falto este conjunto de toda acción « reguladora y uniforme, la permanencia de un poder nominal « en medio de estos encontrados intereses, es mas bien perW- « ciosa y justifica los delirios do las personas que creen que « puede existir la sociedad sin gobierno.» Anunciaba Prieto, porque tenia emprendidos los trabajoS) la depuración de toda compensación de derechos en las adua- nas marítimas, la simplificación del presupuesto y la división de la cuenta en legislativa, administrativa y judicial, para que no sea, decia, un sarcasmo como ahora la contabilidad. Como las teorías que se han expuesto se veian en práctica por el buen sentido del Sr. Arista y por la energía con que las realizó el ministerio Yaflez; Prieto, el último de todos I"3 ministros, pero no el ménos celoso en coadyuvar á las patrió"" ticas miras del gobierno, pudo terminar su Memoria diciendo á las cámaras, después do hacer patente la certeza de reducir el presupuesto á dos millones de pesos: « Una nación que puede ofrecer sin estrépito la anterior « espectativa en medio de la conflagración do la guerra civil» « una nación que atiende á sus necesidades, paga sus deudas, « y que ha dado los dividendos de la interior, como no se había « hecho nunca, no se puede llamar en bancarota, no se puede « presentar en desconcierto ante el extranjero, no debe rubo- » rizar su estado actual á los que, como yo, tienen el honor « de llamarse mexicanos, no debe justificar ninguna tutoridi521 "pupilaje, ni intervención, no debe desalentar d los que aman "dsu patria y tengan fe" en las instituciones liberales que nos "rigen.)) Nos hemos extendido en esta parte de nuestro escrito, por- que se trata de un período en que se intentaron verdaderas ^formas: las apologías que ha merecido la administración del Sr. Arista se deben á la última ¿poca de su gobierno, cuando se adoptaron los buenos principios; pero ól ántes y su minis- terio con la junta de gobernadores, habían preparado la revo- lución que lo derribó al fin; aunque cayó modelo de honor, sa- crificándose áutes que romper sus sagrados juramentos. Próhido, recto, inmaculado el Sr. Arista, tampoco le faltó 111 la calumnia para realce do su noble figura histórica. El mal del Sr. Arista fué, que teniendo los instintos de la demócra- ta, luchaba con su mala educación de soldado, y no veia en 1* política una ciencia de principios eternos, sino el arte de 1*8 intrigas palaciegas. La aparición siniestra de D. Juan Bautista Cevallos en el Poder en Enero de 1858, solo tiene celebridad por su odioso dentado contra la representación nacional y por su reforma do arancel. El general Lombardini ejerció el poder en seguida, vivien- do esencialmente de 600,000 pesos que entregó en la tesore- ría general la compañía de Tehuantepec, de los productos de 1* rigurosa liquidación hecha por Prieto á la compañía del tabaco, poniendo en vía de libertad esa explotación, y de los Productos insignificantes de las rentas, que cayeron en el mas e°mpleto desórden. Aunquo según parece con compromisos muy rígidos el ge- neral Santa-Auna á su advenimiento al poder; aunque mate- rialmente custodiado por el Sr. Haro y en contacto con el Sr. -llaman desdo su llegada á la villa de Guadalupe á dar gra- bas á la Virgen por su regreso & la República, ó como para Acordar las prácticas del tiempo do los vireyes, los hombres de negocios lograron introducírsele y amenizar eu camino de ruodo quo llegó á la villa rodeado de ellos y en uno de sus car- 68522 ruaj«s, provocando el profundo descontento de sus protectores clericales. El Sr. D. Lúeas Alaman, prohombre del partido colonial) fué nombrado jefe del gabinete. Declarado dictador Santa-Anna, y después dictador per* petuo; dominado de un odio implacable contra los demaogoh como él llamaba á los liberales, y contra los hombres del 6 de Diciembre, su primer pensamiento fué robustecer su poder au- mentando el ejército. Esto se hizo en términos que el deficiente subid á la enor- me suma de diez y seis millones de pesos. A medida de tal deficiente fueron las necesidades del Jesoro, y la miseria y la inquietud general agravadas por las destitu- ciones de empleos, las persecuciones y los destierros. Los agiotistas propusieron de luego á luego uno de sus em- brollos, en que por medio de un banco se posesionaban de todas las rentas á título de aríiendo, suministrando una cantidad al gobierno. Aunque por las influencias -del clero se desechó de pronto el pensamiento, renació en los momentos de mayor conflicto» como verémos después. En Mayo de 53, es decir, al mes de gobernar Santa-Anna» se expidió la ley de centralización de rontas. Quitáronse en ella hasta los últimos resquicios de libertad local y se pusieron en vigor todas las contribuciones decreta- das ántes, aun las mas repugnantes, con excepción únicamen* te de la capitación. ' A las alcabalas, á los peajes, á los fondos especiales, que n° querían decir otra cosa sino privilegios á determinados acree- dores, se dió mas rigurosa organización y mas servil que en la época vireinal, con la sola excepción, bien insignificante por cierto, de la abolición iniciada ya del estanco de naipes. ¡ ejército so habia hecho subir á 91,000 hombres!!! El Sr. Ilaro y Tamariz, después de detallar minuciosamen- te la situación de la hacienda pública en su estado de ingresos y egresos, presentó un deficiente de 16.994,971 ps., y propu-523 80 como su remedio un proyecto de convenio en que se estipu- laba que el clero emitiría bonos al portador por $17.000,000, á cuyo pago de intereses al 3 por ciento anual y amortización hipotecaria sus bienes; para la amortización de dichos bonos ocupó el ministerio de la guerra. •El general Alvarez, antiguo insurgente, compañero y cola- borador do Guerrero, de claro talento, sin instrucción alguna, muy patrióticos instintos, de muy poca malicia cortesana, aDandonó durante la lueba el prestigio de su nombre y la gran 8uuia de sus facultades al general Comonfort, fino, sagaz, sim- pático, educado por el clero de Puebla, hijo del círculo modo- so de Pedraza y Otero. El uno tenia la fé y la ardentía del partido puro: el otro las esperanzas de la transacción. El Sr. Comonfort fué favorecido en sus proyectos de llegar a* poder por muchas personas de las que rodeaban al Sr. Al-\ 532 varez, que al facilitarle recursos le arrancaron la promesa de que si era favorecido por el voto para la presidencia, renun- ciara á los ocho dias en manos del Sr. Comonfort. Bajo tales auspicios, el poder de Comonfort fué inmenso; á él rodeaban clérigos y militares de los que dejó en orfandad Santa-Anna; á él los agasajos de los agiotistas; á él se ro- dearon los políticos de las medias medidas y los aspirantes al ministerio en perpetua conspiración contra Alvarez y su ga* bínete. Entonces se estableció ese contraste, que consistia en apa- recer del lado de Comonfort todo lo pulcro, todo lo misericor- dioso y afable; pero todo falseamiento de los principios: del lado de Alvarez todo tirantez, brusquedad é intransigencia pero todo verdad y consecuencia con el desarrollo de los pnD' cipios democráticos. El ministerio del Sr. Alvarez se instalé en Cuernavaca, J lo compusieron los Sre3. D. Melchor Ocampo, D. Benito Joa" rez, D. Ignacio Comonfort y D. Guillermo Prieto. El nuevo gabinete^ como explica el Sr. Ocampo en su pre' eioso folleto titulado: Quince dias de ministerio, no obstaIlte regir el sistema central, adopté resueltamente un progra110* en que por los hechos se satisfacieran las exigencias del par' tido democrático. . Ocampo, que según el dicho con que yo lo habia carato1' zado y el adopto, era como el acero que se rompia, pero ^ no se doblaba, apoyaba con energía indomable lo que se pr°' ponia en el sentido de la reforma. De luego á luego inte" en su ramo reducir á dos las legaciones, una en Europa 7 otra en los Estados-Unidos: minoré la exagerada importanc1* de los cónsules dándoles las modestas proporciones quc *e3 asigna «1 derecho de gentes, y puso en vía de depuración l*3 convenciones diplomáticas. Juárez, mas reflexivo en su manera de expresarse, pero tftn resuelto como Ocampo, una vez adoptando una determinacio»' zanjé el primero las bases de la independencia de la Igl^a y el Estado. tó533 Habiendo hecho observaciones el arzobispo á su ley sobre fueros, y díchole que se buscara el acuerdo del papa, contestó Sr. Juárez: * La autoridad suprema, al retirar las gracias ó privilegios * que alguna vez concede, usa de un derecho legítimo que á * nadie le es dado desconocer y mucho rnénos enervar. Re- * cuerdo V. S. I. ol origen del fuero, y penetrado de esta ver- " dad, no encontrará motivo para que el soberano ocurra al * Sumo Pontífice, y acuerde y combine con Su Santidad un * punto que es de su libre atribución, y respecto del cual no " reconoce sobre la tierra superior alguno.» Aunque Ocampo decia á. Comonfort seriamente y aun en lo famil¡ar: abra vd. las puertas de los cuarteles de México para 9We desaparezca ese ejército viciado de Santa-Anna, el minia- do de la guerra tenia en él las esperanzas de su elevación ^tura, y fué sordo á estas indicaciones; sin embargo, se supri- mieron muchos cuerpos del ejército y se volvió á los buenos Principios del Sr. Arista, lo que no dejó de arraigar en lo mas Wdo del corazón de esa clase sus odios á la reforma. Durante el transitorio gobierno del Sr. Vega, el Sr. Silieeo (L\ Manuel) autorizó muchas medidas de órden respectodeha- Clenda, como la libertad de muchos artículos de alcabalas, las vi8itas á varias oficinas que fueron revelación de robos, &c, &c. Al tomar posesión del ministerio, Prieto comenzó por abolir todas las consignaciones especiales de pago, para dar regula- ridad á la marcha que debia emprender la administración. Las mas notables medidas, dictadas en el ramo dc^ hacien fueron las siguientes, llevadas todas ellas á cabo con in- .flexibilidad. Desconocimiento do todo pago fuera del de planta de las oficinas, bajo los nombres de sobresueldos, mejoras, provisio- fc&lidad, interinato, supernumerarios, montepíos, &c. A todos los caudillos de la revolución se quitaron las fa- cultades omnímodas que ejercían en hacienda, prohibiendo toda ingerencia militar en ese ramo. Se extinguieron las direcciones de correos, de rentas y de'534 contribuciones, reasumiendo las facultades directivas el minis- terio de hacienda. Se derogaron las restricciones que habia para la libre m- • troduccion do libros impresos. Se abolieron los derechos de exportación á muchos artículos gravados con él por decreto de 8 de Noviembre de 1853. Quitóse el carácter de tribunal de cuentas á la contaduría mayor. El decreto de 10 de Octubre de 1855 dice: « Art. 1° Se derogan todos los decretos y disposiciones rela- «tivas á los fondos especiales de los ministerios de relaciones, ajusticia, fomento, poder judicial, minería, peajes, instrucción « pública, centavo por peso para inválidos y cualquiera otro «fondo, sea de la naturaleza que fuere, y el objeto ú objetos « á que estén destinados, aun los conocidos hoy con el nombr° « de ajenos.» Extinguióse el fondo de parcialidades y su administración privativa. Igualmente se extinguieron las jefaturas de hacienda. Se dieron bases al administrador de correos, D. Valentín Gómez Farías, para que propusiese la reforma de ese servu»0 público, que fueron las siguientes: Franqueo previo. Uniformidad gradual de portes. Distribución por reparto. Conducción por contratas en pública subasta. Estricta economía de empleados y buenos sueldos. Compra de balijas, carruajes y útiles en los Estados - Unido*- Se nombré una comisión para el arreglo de la contabilidad» dándole las bases siguientes: Ia Suposición de un órden político como en 1851. 2a División de la contabilidad en legislativa y administra* tiva. 8a Una sola oficina (el ministerio de hacienda) directiva; una sola distribuidora (la tesorería general).535 4? Abolición de libros y documentos inútiles, y resumen de la cuenta y sus comprobantes mensualmente, á fin de que cada mes se bagá la glosa y la responsabilidad efectivas. 5? Partida doblo, bajo un método uniforme y con la modi- ficación conveniente, para que quede razón del pago en los asientos y se saque copia de los comprobantes de las cuentas Para que la tesorería pueda dar todos los informes que le.pida el gobierno. Para la contribución directa se dieron las bases siguientes: 1^ Que recaiga sobre la riqueza en sus tres divisiones, de territorial, industrial y mercantil. 2? Que á las localidades las deje en desembarazo de au- mentarlas 6 disminuirlas, siguiendo el sistema del décimo adi- cional francés. BASES l'AKA EL DISTIUTO. 1? Padrón municipal. 2? Ocho recaudadores, correspondientes á los ocho cuar- teles. ." ; 3? Padrones parciales de los recaudadores, confrontados eoii el padrón municipal. 4? Los recaudadores y ol jefe de ellos, con un pequeíio ju- rado, fijan las cuotas. 5? Los causantes tienen derecho de apelar ante un jurado. G? Con su decisión se publican las listas. 7?. A los recaudadores se les señala un tanto por ciento de honorarios. Este es el embrión de la ley quo muy reformada publiqué en 1861, y es la vigente, que necesita también reforma. Los Sres. I). Antonio Morales y D. Francisco Gochicoa, de emi- nentes conocimientos en este ramo, me ayudaron con sus lu- °es para la foímacion de esa ley. El gobierno del Sr. Alvarcz opinó eu contra del estableci- miento de derechos diferenciales y zona libre, en los términos ?Ue habían querido plantearla los gobernadores de Nuevo-Leon536 y Tamaulipas; sin embargo, indica pensamientos sotare la fron- tera que no creo fuera de lugar reproducir. « «Nadie pone en duda, decia yo, que el gobierno actual no, « ve la frontera como el límite de una localidad que debe sa- «tisfacerse á sí misma, sino como la puerta de la. República «toda, como el punto avanzado de su independencia, como el <& c «-3 * o. «i w •o =5 ¡S OOhMnOCO o C) * h tu io ra na ■*^io i-Tico LO tlt IO E3 en «o cn i-i co uj co CD CO (N CO «ÍCO '§ ¡¿i .íf ¡ M o ■#OtO - ^OO - OOCM dOTpOO "00 rt * O Ci «5 W CO ^ Cl <»i 00 CO oo" co" r-T co" hí o" o" t^T uO TÍ< 1-» i* O CO C5 1^- CD je» m rt v i* o co c> t-i ©5 C£> i-oics • _ c ■—. 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B eí m cu o co a c2 a o e cS cu £ o o o o 13 C3 O co CU >* O ■w 00 eo «o G ~ M o o la S oí tí o 13 t>i v O 00. cu to K-. ^ «f o- g (5 * O ~ <= S 2 Si.» I 00 cu w* 13 OJ m e •»*< P co '3 O o cu na 00 CN 00 CO co^ OI co ci <& 01 o 3 o «a C35 o" I- OS es g c os « «Sí «o tí S .o 8 1 M c S m o o o g f 60 CU 2 00 co <3 ti «Sí 8 cu oí 8 * s ^§ § SI G #o 'o p c a ¡o c3 a •- c2 pí «O 'ó? ►o CO «Sí eo O i C1 •S o g. co Jí cf |í Oí OI so o o a o o r~" Vr-Í oí § Sia fe ^ co Oí co t— Cr, CO 03 C3 © 63 60 to o I ** 03 O 5S tt3 tí O G o! 13 ei O a n O) fe J ^ 3 -3 eo O C3 O U * ej- es "g c3 .-¿^ "© £3 t> B3^3 •o ti Íh (5 Oí m 52 C o ra 'y e so 00 8 «"» C¿ 0 5» o es o U vjj o ci eS a § H m O a OJ g O OJ « i ~ 03 Os H ^ J ^ 'S a el rg ña C, ¡*¡ cj m o a .2 '5 cj CJ es O i> 3 0 ai cj M ÍH CJ S d o g 3 O 2 t- 50 eS .P cj oj t3 § a" « r-i 2 m S o 2 * os « fe > V a OJ o •X) el a .S° '¡o oj ¿= O OJ rt cj -T3 h 3 1 t. £ 5 3 O CJ CJ •a 3 « r-H fc 2 o C3 s 3 T3 O m o i CJ «•-» 03 co d O (h '5» -*-» O > CJ CU ose rn Tí OJ a f-l es a 4-» -*-> o aa 00 1 ta ta o h w o 05 a _0J O CJ S-c ■£ 'o es fl "3 0 3 3 eS as, que par ei eS "ai es P. 3 13 o ft, o* 3 ai MU .bD CJ Vi '3 O CS es fe» "cj ta 03 S Ja Ci r-J c cj ts p. ei d OJ d > o CJ ra d g d o m p, ^3 a S § w § -g CJ *^ CJ e3 P^ >— 3 ea 8 - -13 § « 2 cS .2 d 3 es P< d 3 3 u to Ir- QO 0J C5 O « a o ei d 0J T3 'eS u> CJ d cj ta OJ •< 2 O « O H 00LECCION XXX. Tocamos, queridos amigos mios, al fin de nuestro curso; da- tes do entregarnos al descanso, recorramos con la memoria los accidentes de nuestro penoso viaje, como quien hojea el álbum en que consignó sus recuerdos, y por un signo 6 una línea re- produce el conjunto de impresiones" que apetece le sean du- raderas. Al comenzar esta última parte de nuestras indagaciones históricas, hemos visto caer al soplo enérgico del análisis, el mentiroso prestigio del sistema colonial. La propiedad convertida en instrumento odioso de escla- vitud, el trabajo encadonado por la servidumbre y por el gre- mio, el comercio agarrotado por el monopolio, la preponde- rancia del dinero hundiendo en la miseria al pueblo y este entonando loores al fanatismo, y á la tiranía en medio de la desnudez y la barbarie: tal es el cuadro que presenta la colo- nia de la Nueva-España. Recordaréis que do veinte millones de pesos que producía el tesoro, no so invertía una mitad en las necesidades públicas; aquel inmenso gravámen se repartía como botin entre los privi- legiados del poder, entre los cómplices de la opresión inicua. Habia paz, si esta sangrienta ironía puede aplicarse á la resignación con la iufamia; habia paz, si puede jactarse de nuestro silencio el verdugo que sujeta á nuestros labios la mordaza.598 ITabia dinero, sí; dinero que emigraba para Europa, sin producirnos un solo beneficio; dinero que representaba el mo- nopolio, las explotaciones del privilegio, la sangre del pueblo. Se detcnia la admiración del viajero delante de tres ó cuatro capitales inmensos; pero cuando volvia los ojos se encontraba con la población desnuda, sumida en la ignorancia y en el vi- cio, y presenciando, en medio de su barbarie, la prostitución de las clases privilegiadas; el robo de los funcionarios públi- cos, las maldades inauditas de los señores feudales, modelos de nuestros propietarios. Hoy el conjunto de las percepciones para los gastos públi- cos, que ceden todos en beneficio de la nación, pasan en mi juicio de treinta millones, y han desaparecido los monopolios, los estancos, los gremios, la capitación, la bula, y en general todos aquellos impuestos que testificaban la tiranía del gobier- no y la degradación humana. Hay hoy menor número de esas fortunas colosales, que acu- mulaban el favor y el despotismo: en cambio, multitud de peque- fias fortunas descuellan; los campos sonríen al trabajo libre y la democracia recibe en sus altares, para difundirla por medio de la actividad de los cambios, las (5pimas cosechas de nuestro suelo. Basta la comparación de cifras que hemos contrapuesto, para formar un paralelo, que importará en último resultado la glorificación del derecho, de la independencia y de la libertad. En mis anteriores lecciones he fijado como bases indispensa- bles para el arreglo de la hacienda pública, la paz, la armonía entro el sistema político y el hacendarlo, y la preponderancia de la ley. Os quiero explicar, aunque sea muy someramente, mi pen- samiento, encerrado en esos conceptos. La paz la han celebrado los políticos como en un himno; 6 su ritmo sonoro han hecho aparecer todos los encantos y se han vertido en sus notas armoniosas -todos las seducciones do la inteligencia y del corazón. Pero es indispensable, si no al filósofo, al ménos al que599 quiera reflexionar profundamente en los fenómenos sociales, que cada revolución, sea la que fuere su superficie, lleva en sus entrafías palpitando el ahinco para la satisfacion de una grande necesidad social. Así, en el estandarte místico, enarbolado por Hidalgo en medio de alaridos de venganza y de fanatismo salvaje, estaba .concentrado el gran problema de ser ó no ser de toda una sociedad. Así, después, tras de los nombres de determinados ambicio- sos, se lian podido distinguir las luchas de las clases con el pueblo, los esfuerzos por la emancipación de la conciencia, la contienda encarnizada del derecho y la fuerza. En medio de esos vaivenes constantes; en medio de esa na- vegación accidentada, en que la causa del derecho ha atrave- sado por entre mil escollos, en que por unes cuantos momentos de respiro ha tenido dias eternos de ahoguío y de lucha, ¿cómo es posible la prosecución de un plan consecuente y determi- nado? ¿Cómo no abortar los pensamientos mas felices? ¿Quióa estará seguro de la cosecha, cuando avienta la semilla y la ve dispersar al soplo del huracán? ¿ Quién fija en el daguerroti- po las facciones de un hombro que se revuelca con los dolores de la tortura? Las causas radicales de la revolución han desaparecido en mucha parte; pero quedan por indagar motivos que esconden su influencia poderosa en los rovueltos y complicados pliegues do nuestra organización política. Quedan, en fiu, problemas amenazadores que proyectan la sombra de su amenaza al sosiego, en medio de la calma arti- ficial que mantiene la fuerza y que tiene de perturbar con mayores ó menores intervalos la revuelta. La heterogeneidad de las razas, que viven en nuestro suelo 6 importan la segregación de mas de una mitad de nuestra po- blación de la comunidad social, presentando el fenómeno de individualidades que producen como máquinas y que consu- men como animales salvajes, han de ser motivo de sordas in- quietudes, han do trastornar todo cálculo, mientras al indio600 no se le reintegre en su representación de hombre, y no se fon- dan sus intereses en los grandes intereses de la nación. La división de la propiedad, á pesar de los pasos gigantes- cos de la reforma, tiende á la centralización completa y dej*3 flotar en su conjunto, sin apoyo ni enlace, los vínculos que pudieran crear las instituciones políticas. Siempre será, como el señor feudal, el dueño de una propiedad inmensa, en que la ley suprema la dicte su voluntad: siempre será como el sier- vo de la glcve ese indio jornalero, vendido de por vida á su señor, y sin el conocimiento ni la aucion de cobrar los carac- teres que deben distinguir al ciudadano. Cuando se ha querido remover el profundo malestar que producen causas tan poderosas, se ha acudido á los proyectos de la revisión de títulos, del impuesto mayor á los terrenos in- cultos, de la tasa de salarios y otros no ménos peligrosos. La revisión de títulos, á pesar del inicuo derecho de con- quista, de que la mayor parte de ellos deriva; no obstante las usurpaciones y la patente ilegitimidad de algunas propieda- des, seria el incendio de todas las fortunas, seria como la le- gitimación de la matanza, seria azuzar la rabia del rencor de las castas y el aniquilamiento de todo drden. Respecto del impuesto, aunque mas solapada la expropia- ción, aunque mas pérfida en sus procedimientos, daria resul- tados igualmente funestos. ¿Pues qué*, la propiedad no tiene entre bus principales ca- ractéres el de usar y abusar según la voluntad del propietario? ¿Pues qué, depende de este tener mayor ó menor demanda de los efectos que produce? ¿Pues qué, es posible producir inde- finidamente sin tener quien consuma? Si se ejerciese el monopolio de la tierra; si la tierra, ins- trumento precioso de vida, estuviese en determinadas manos que la quisiesen mantener inerte con perjuicio de la comuni- dad, entónces nada mas lícito que la expropiación; ¿pero nos encontramos en semejantes condiciones? ¿No es cierto qu° puede probarse que de nuestro suelo apenas una sexta parte estará cultivada? ¿Es creíble y seria posible que Ia3 otrasG01 partes permaneciesen infecundas por el simple capriclio de los dueños ? En estos momentos, á nuestros ojos se esti verificando un fenómeno muy digno de vuestra atención: en los fértiles valles del Estado de Puebla dos afio3 prósperos han llenado las tro- jes de los labradores, hasta hacerlas rebosar en los mas pre- ciosos frutos de aquellas comarcas, que son el maiz, el trigo, la cebada y el frijol. Ha bastado esta prodigalidad de la naturaleza, para que se haya producido la plétora, la llenura de los mercados y para que se encuentren los labradores al borde de la ruina. ¿Por qué? Porque los frutos que derrama ese suelo se pro- ducen por todas partes con la misma abundancia, y no tiene estímulo alguno el cambio, porque siendo pésimos los caminos y carísimos los fletes, no pueden tener salida esos artículos sino en determinadas condiciones; porque los capitales son escasos y la espera de la realización los encontraría en una miseria espantosa. ¿ Cuál podria ser el remedio do tal situación? Sería la crea- ción do instituciones de crédito quo produjeran cuantiosos ca- pitales. ¿Y cuál seria la garantía de ese crédito? Sobre todo, ¿qué objeto tendría el capital? ¿Producir mas? ¿Para qué? ¿Quién consumía? ¿Buscábamos ¡insensatos! la agravación del mal como remedio del mal mismo ? Si se recurría como han querido algunos, por ejemplo, a" la engorda de ganados, no se hallaría en último término sino trasformado el mal; pero él subsistiría lleno de las mismas amenazas. Acaso podria intentarse la creación" de otras in- dustrias; pero ¿ está en la mano del labrador cambiar los cli- mas, acomodar las condiciones de otras industrias á las que tuvieran sus propiedades? No quedan sino dos remedios radicales: la exportación, la colonización. Así, conducidos de uno en otro problema social, formaría- mos una cadena de roformas para hacer efectivo el progreso y para dar consistencia sólida á los beneficios de la paz. 78Una vez agotadas las fuentes del trabajo, se abren por la naturaleza de las circunstancias dos caminos á las propensio- nes de la población, tal como se encuentra constituida. Uno que conduce á la barbarie: otro á la revuelta y á la política, como ocupación, como elemento de subsistencia. A la barbarie, porque la carencia de vínculos y de necesi- dades, y la facilidad de satisfacer las pocas que existen en la clase indígena, por un clima que bace en muchos puntos in- necesario el abrigo y que brinda artículos de alimentación en abundancia, precipita en el salvajismo pueblos enteros que re- pelen toda cohesión con la comunidad. A la revuelta, porque eso excedente de hombres sin trabajo, mas audaces que la masa bárbara, con grandes necesidades, sin modo lícito de cubrirlas, es como un combustible prepa- rado en contra do todo drdcn: su gran recurso es el tesoro público ó el robo disfrazado con el plan político, que como que lo legitima y le procura la complicidad de los hombres do mas elevada categoría y la impunidad que solo debe tener la opinión. De todos modos, en ese cambio constante de administracio- nes, en ese torbellino de inquietudes en que se coloca el poder público en la necesidad suprema de existir, ¿qué plano3 r.on posibles de organización? Salir del dia, atender á la urgencia del momento, acudir á apagar el incendio del pronunciamien- to, sin atender á mas y sin pararse en los medios de conse- guir la salvación. Concluyo, pues, con afirmar, que sin paz no es posible que se piense siquiera en el arreglo de la hacienda, y que para consolidarla es forzoso remover en lo mas hondo de nuestros elementos constitutivos los gérmenes do inquietud constante que se fermentan en nuestro seno; esto es, los que se relacionan con cuestiones sociales, con cuestiones económico-políticas, objeto de nuestros estudios y apología de esta ciencia, vitupe- rada y escarnecida por los charlatanes de la semi^-ciencia y por los que no so detienen á conocerla ántcs de fallar sobre su importancia.603 Hemos expuesto ya algunas ideas sobre la discordancia en- tre las instituciones políticas y los impuestos: procuraremos demostrar que era imposible gobernar en el sistema federativo con leyes dictadas para el sistema central: varias veces hemo3 indicado, acaso con tenaz insistencia, que 6 se aniquila la Fe- deración 6 se produce la anarquía y la disolución del pacto con medidas no concatenadas, no análogas, no afluentes de la constitución política. Y este, en mi juicio, es un punto de tal manera grave, que bien merece estudios exclusivos: por mi parte, ciñéndome á la naturaleza de esta lección, mo limitaré á algunas indica- ciones. En nuestro código fundamental no se encuentran designa- dos, con la precisión que era de desearse, los objetos con que se celebra el pacto, ni las obligaciones que tienen que llenar los poderes públicos. El artículo 39 hace la declaración solemne de que todo po- der emana del pueblo y se instituye para su beneficio. El pueblo, dice el artículo 11, ejerce su soberanía por me- dio de los poderes de la Union, en caso de su competencia, y por los de los Estados en lo tocante á su régimen interior. Si estuviesen mas precisados, repetimos, los objetos del pac- to, tendrían un punto de partida mas seguro los impuestos. Por inducciones sacadas del mismo texto de la constitución se colige que las obligaciones de los poderes supremos son la representación de los intereses de todos, 6 mejor dicho, la uni- dad do su representación en el exterior, la conservación y afiance de ese mismo pacto y de los derechos que en él se otor- gan á los hombres y los pueblos, la administración de la justi- cia y la promoción de beneficios que interesen á la comunidad de esa asociación do individualidades colectivas que formaron el pacto. Aunque con vaguedad se percibo en esa hipótesis un drden sin encadenamiento que pudiera servir de guía para el im- puesto, es decir, para la adopción do medios adecuados 4 la realización de aquellos objetos.* 604 Pero nuestro punto de partida para el impuesto e3 el pre- supuesto presentado y discutido anualmente en el seno de la cámara, y aunque esto importa un acatamiento á la sobera- nía, un testimonio de respeto á las fortunas de los ciudadanos y un valúo 6 apreciación de las necesidades públicas, la va- guedad sobre las funciones de los poderes se hace patente y se convierten en discutibles las facultades del poder legislati- vo acerca de los impuestos. Repítese en el código con insistencia que los Estados son libres y soberanos en todo lo referente á su régimen interior, con excepción de lo restringido por el pacto mismo (art. 111)) y desde ese punto pueden convertirse en motivos de conflicto las disposiciones sobre impuestos. Supongamos que los rendimientos de las aduanas maríti- mas, contribución que deja en plena libertad á los Estados para marcar la independencia de su administración, ascendie- ran á ocho millones de pesos. Desde el momento que el presupuesto importase mas, el trastorno naceria en proporción del deficiente. Cuando el pre- supuesto de egresos estuviese en 15 millones como ahora, la cifra sola denunciaría la imposilidad de una marcha regular. Si el poder de la Union ha de atender á la seguridad de las fronteras, si ha de tener en sus manos los medios para repri- mir los motines y asonadas con fuerza permanente expensa- da, si ha de atender al pago de las deudas interior y exterior, pensionistas y demás, proporcionados á esos objetos deben ser sus recursos; si no, la depuración del presupuesto debo ser 1» primera tarea del cuerpo legislativo atento siempre al pensa- miento político. Pero si ademas de las atenciones que hemos mencionado, los poderes déla Union prohijan una entidad social como el dis- trito, si se ingieren en la instrucción pública hasta en sus deta- lles, si procuran y expensan mejoras locales, entonces ¿por qué quejarse de la incompatibilidad del impuesto y de la ley' ¿Por qué mostrar asombro de que el sistema hacendarlo cons- pire contra el sistema político?C05 La palabra beneficio del pueblo que marca la constitución es muy vaga: unos creen que el beneficio consiste en la inge- rencia perpetua, en la protección 6 tutela del gobierno en todo, desde la subvención para que viva un Estado hasta el puente 6 la siembra de una planta determinada en una aldea; los otros creen que el beneficio consiste en el libre ejercicio de las facultades de un pueblo; pero sin restricción que les haga ser inconsecuentes con el pacto mismo autorizando su proceder anárquico. Volviendo á la cuestión: valuados los ingresos de las ren- tas federales y las obligaciones del poder en los egresos, fuer- za es buscar el equilibrio por medio del impuesto. ¿Qué par- tido tomar? ¿Qué impuesto podría idearse que no afectara á los Estados? , Hoy el ingroso efectivo apenas podria llegar á catorce mi- llones; el egTeso á diez y ocho. Pero advirtamos que entre los primeros se cuentan las ren- tas del Distrito, la contribución federal, el papel sellado, los productos de la oficina de desamortización, terrenos baldíos, &c; y en los segundos so omite el pago de las deudas interior y exterior, que aun cuando se computase para ellas un rédito de 3 por ciento, importarían mas do tres millones y medio de pesos anuales. La cifra que arrojaría un presupuesto con las quitas y aumentos indicados, podria ser de siete millones de pesos, 6 lo que es lo mismo, demostraría la imposibilidad de constituir cualquiera drden de cosas regular. Hemos mencionado determinadas partidas incluidas en el ingreso, porque tienen que resentirse de ingresos accidenta- les, muchas de ellas por la naturaleza de las cosas. No es posible, por ejemplo, que el distrito continúe sin or- ganización ninguna; pero al dársela, aun cuando esa organi. aacion fuese como territorio, seria necesario designarle medios de subsistencia y volvería por otro camino á presentarse co- mo obstáculo la cuestión de deficiente. Sea lo que fuere de la solución de las cuestiones en lo par- ticular, una vez apareciendo el deficiente, la necesidad mas606 urgente es cubrirlo, y esto no puede hacerse sino recurriendo á los Estados directa ó indirectamente. Para el logro de esta percepción es necesario que los Esta- dos no solo estén en aptitud de cubrir sus necesidades con sus elementos propios do vida, sino que se encuentren capaces de hacer efectiva su alianza concurriendo á las necesidades de la Union. ¿ Cómo será, esto posible cuando hay Estados que apenas pueden cubrir sus atenciones mas precisas? ¿Cómo, cuando se dirigen al gobierno general pidiendo subvenciones, sin la3 cuales seria de todo punto imposible su marcha? Forzosa C3, pues, la regulación de nuevas entidades políti- cas; pero ¿hemos reflexionado suficientemente loque importa la supresión de estas entidades? ¿Nos hemos detenido en con- siderar lo fecundas que son esas propias entidades que no pue- den sostenerse cuando se trate de hacer el mal? Problemas son estos que deben afrontarse por nuestros hom- bres de estado y cuya resolución no me atrevo á presentar. Supongamos existente la necesidad de una derrama para cubrir el deficiente. Esta es, ó directa ó indirecta. Directa, cuotizando las tier- ras ó I03 productos de los Estados y fijándoles un contingen- te, ó bien por un impuesto que tenga por base la capitación- Conocemos ya la historia de los contingentes, lucha de un» soberanía con el representante de las otras, imposibilidad del embargo, peligros de la intervención en las rentas, excepcio- nes de Estados ,que, como los fronterizos, reportan parte de las obligaciones de la Union, y sin embargo, tal sistema per- mitiría .que cada Estado hiciese apreciación do su fortuna, que emplease para ello sus agentes, evitando los del gobierno vistos como intrusos y haciendo estériles £ua fatigas. Así, la capitación requeriría una administración dentro de otra, y esto es siempre fuente inagotable de males. Tratándose de la contribución indirecta, esta solo podría recaer sobre los consumos, y el sistema de inquisición quo tal607 cosa produce y las facilidades para eludir el pago, harían es- tériles en mucha parte y riesgosas tales contribuciones. Como los Estados tienen en gran desorganización su hacien- da, cualquiera gravamen es onerosísimo para ellos, y este es uno de los motivos que convierte en sumamente trascendental y delicada esta cuestión. Tor estas razones y otras, que por la extensión que ha to- mado nuestro trabajo me veo precisado á omitir, reservé co- mo último punto de la presente lección encarecer la prepon- derancia de la ley en estas materias. En efecto, hemos visto que la historia de la hacienda se compone de una suceaion do dictaduras provocadas por las fre- cuentes revueltas. El poder legislativo, guardián de todos los derechos, y que en la votación del impuesto debe reconocer uno de sus orígenes mas gonuinos, al presentarse una dificultad cualquiera ha abdicado en manos del ejecutivo, y como dicta- dura quiere decir ausencia de reglas, la confusión se ha pro- ducido; & su sombra ha tenido poderoso desarrollo la inmorali- dad, y disposiciones contradictorias, pagos inicuos y desórdén en su espantosa trascendencia nos rodean por todas partes con- virtiendo en efímeras las pi-omesas de paz y de progreso. Por malo que haya sido un congreso, por apasionado que se haya creído por una bandería, por sumiso que se haya pre- sentado á las órdenes del poder, jamas en su seno se han au- torizado los despilfarros ni se han perpetrado las iniquidades que con loa facultades extraordinaria». Estas consideraciones, apoyadas en una esperanza jamas desmentida, hacon que en materias de hacienda so recomien- de el presupuesto como la base fundamental de su arreglo, co- mo la condición sine qua non de su existencia regular, como bu necesaria cualidad do existir. El presupuesto es á la ha- cienda lo que la constitución á la sociedad política. Toda facultad del poder que no tenga su nacimiento en el presupuesto, adolecerá de arbitraria y desorganizadora; toda interpretación violenta de ese código ha de tener por raiz una tendencia al desorden.608 Sujeto al análisis, afianzado en la inflexibilidad de los gua- rismos el presupuesto discutible y público es la -autenticidad de la soberanía, la designación inequívoca de los caractéres del pueblo como dueño de sus intereses, del gobierno como administrador de los intereses del pueblo. La alta significación del presupuesto hace que en los pue- blos en que él sistema representativo no tiene todo su desar- rollo, sea secundaria é ineficaz la importancia del presupuesto. Presupuesto, como sabéis, es el cálculo previo, la cuenta anticipada de los recursos y obligaciones del tesoro público. Inglaterra planteó la primera el presupuesto, fruto precio- so del sistema continental. Francia, y á su ejemplo las naciones todas de Europa, 1° observan, siendo mas ó ménos benéfico, según la suma de li- bertades de los pueblos. En España, después de varias tentativas, entre las que fi- gura en primer término D. Pedro de Llerena, ensayó su plan* teacion en 1817 D. Martin Garay, y hasta 1835 no se les vi<$ funcionar con alguna regularidad. Entre nosotros, en 1824 se habló de presupuestos: los do 1S28 tienen ya proporciones regulares; pero no vuelven 9> aparecer sino hasta 1855 por el Sr. Payno, y cuando se han presentado con mayor drden y copia de datos es bajo la rainistracion del actual secretario de hacienda, por los áw* mos congresos. En mi juicio, dependen las dificultades de la presentación» discusión y expedición del presupuesto de la manera con qlie se discute. En Inglaterra, para obviar la discusión minuciosa y monó- tona de todas y cada una de las partidas, muchas de ellas de carácter inamobible y fundamental, se ponen á discusión so- lamente las reformas al último presupuesto aprobado, y est°> & mas de facilitar la discusión, la hace mas concienzuda y tenida. Si álguien quiere presentar reforma, lo hace, pero so evitan detalles que no tienen muchas veces mas que extravia1" las discusiones dirigiéndose á determinados objetos políticos1609 Nuestro presupuesto, como el de Prusia y otros países, se regula por años económicos que comienzan en Julio de un año y terminan en fin de Junio del siguiente; pero como las operaciones de contabilidad no permiten el cierre ó final de las cuentas en el dia dado por la ley, durante un plazo de seis meses se considera abierto ó en «ejercicio» cada ramo y se pa- san sus resultados á la cuenta del afio económico inmediato bajo el rubro de «Resultas de ejercicios cerrados.» Observan varios autores de hacienda, que por minucioso que sea ur. presupuesto, por exquisita que se suponga la previsión, siempre ocurre alguna atención extraordinaria y no prevista en él, á que es necesario acudir; para esto la ley española de- termina que en el caso que tal cosa acontezca, se decrete por el gobierno y bajo su responsabilidad, un gasto extraordina- rio 6 «crédito supletorio» para cubrir la necesidad sin inter- rumpir ni embrollar el órden establecido. Nos hemos detenido con tanta prolijidad en el presupuesto, porque mata todo lo arbitrario, por la convicción profunda de que sin su base toda tentativa de órden es quimérica, y dé- bil é insegura toda organización. Establecido el presupuesto sobre bases sólidas y observado por los agentes de la administración escrupulosamente, la con- tabilidad, conciencia de la administración, se afirma y se ilus- tra, haciendo efectiva la responsabilidad de todos los emplea- dos públicos y moralizando eficazmente la administración. Dividida la contabilidad en legislativa, administrativa y ju- dicial, en la primera parte se ostenta la ley, en la segunda la aplicación y comprobación, en la tercera se verifica el examen y recae el fallo sobre la conducta observada en el manejo de los fondos públicos. Publicidad, sencillez, demostraciones al alcance de todos los ciudadanos, son el afiance de las garantías que deben des- prenderse de toda contabilidad bien comprendida. Habréis notado en el ligerísimo resumen que antecede que ¡a cuestión do hacienda pública es, en concreto, la gran cues- tión social de un pueblo. 79610 Juzgando desde la eminencia de sus destinos, de sus inte-* reses mas preciosos, vemos nacer las cuestiones mas arduas de su constitución social. Así entre nosotros, las cuestiones que ya nos agitan y que rebozan del corazón de nuestro pue- blo, como la de educación, la de propiedad, la de servidumbre de las clases trabajadoras, el desden del trabajo, la empleo- manía, la ausencia del crédito, la de consumos y exportacio- nes, contienen problemas que afectan á las instituciones po- líticas, las malean y desmienten, conspiran en su contra y se hacen incompatibles con su tranquilo desarrollo. ¿ Cómo puede ser robusto y avanzar resuelto el partido po- pular si lo que se llama pueblo no tiene conocimiento íntimo ni hábito del ejercicio de sus derechos? ¿Qué sistema de go- bierno tendrá base sólida si laf entidades sociales se presentan en lucha perpetua y se constituyen una parte de sus elemen- tos de vida, en la masa que se agita sin trabajo, en la inquie- tud y la revuelta? Demostrar las ventajas de la confraternidad de los hombres y de los pueblos, hacer perceptibles las armonías bienhecho- ras de los intereses humanos bajo el imperio de la libertad y de la ley, señalar á la inteligencia horizontes tendidos baña- dos en la luz del progreso haciendo reverberar en su centro la estrella de la esperanza en el bien, alzar de la postración á las clases desheredadas para sentarlas al festín de la vida, dar por bases imperecederas del engrandecimiento de un pue- blo la paz, la libertad y el trabajo, no como ficciones para en- tretener el dolor ni engañar álos que sufren, sino como bienes reales: ensalzar la dignidad humana considerando al hombre libre y responsable, sociable y perfectible: h3 © 03 >—i © i—< 3 © B p—i © © i—i -03 .si S S a) 2 § a B O !i HJ 9 ' ta O O H " 03 o3 O 03 8 u H o O) p) a P? C o 00 . o o oi O) p-, o m 03 O i a n 0J ~ S H3 O SC —i O oo a 2 S lisa c3 tu T3 OI 3 (3 01 o3 CO "J 03 JS 9 d_ O"1 03 3 o u 03 «3 f ta na o "O g - i^í o o © O ©^ cT o o o o o o o o o o o o o o o o «3 t— o CP oí" os CO t— OI 09 SO O 05 CO O OS t- » 01 01 O T3 US o ^ 2 ta o o 00 o 0 d o o 03 O a o f¡ ro o S O do O te *2 +1 'tí tí i g a " Ai a o> i 1:0 Jf? 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O _ 2 C .M "O .2 co §3 c *» o m o H es s /ti -tí p o C o "* O iO OS CM fr- 00^ C5 o rH ©_ co" 03 CO 03 CM O co" O) SO C5 co o fr-^ CO 00 fr- co fr- ío «o co C5 co CD 05 CO OI ©3 C5 C5 o fr- CO oí CO CM o> CO 05 rH ^ 05 O OI fr- 05 «s o 05 U5 C5 CM cT CM O t- fr- o co^ oí co CO co »o CM o of OI ■ 1 LO o co" 00 ■o of 00 o C5 o co fr- CJ ta CM 05 05 iO CM <0 05 CM CO OI CM C5 O fr- CO CM t- CM co co ■o o co" 00 "O «o oí 00 co co Til co CM »o CO CO LO o OI fr- o e3 P CO o -O O O . o p o W ta a o o o o a o o o o- o rH rH 4) O o S- p* Oh O -4-3 co >o "o "o T) ta 'S 00 00 O o O P a O o o -a l p. 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SUCCION LIQÜIDATARIA. Valor de los certificados que ex- pidió" en la expresada época, del núm. 1 al 908 inclusive.........5.356,014 69 1 . 2? SECCION I-IQÜID ATARIA. Valor de los certificados expedi- dos en la misma época, del nú- mero 1 al 1,555 inclusive...... 8.806,774 23 Total valor...... - 7.162,788 92 1? SECCION LIQUIDATARIA. Valor de los que expidió en el mcs.de Julio del presente año fiscal, del núm. 909 al 918..... 7,381 18 Valor de los que expidió en Agos- to, del núm. 919 al 934......... 57,855 49 Valen los expedidos en Julio y Agosto............................. 65,186 67 2? SECCION LIQUIDATABIA. Valor de los que expi- dió en el mes de Ju- lio, del núm. 1,556 al 1,561.............. 9,193 4S Valor de las pértene- c jen tes al mes de Agosto, núm. 1,562 & 1,570...............10,837 12 Valor de los expedi- dos en Julio y Agto.-- 19,530 55 Total valor de los expedidos por las dos secciones.....--- 84,717 22 Suma general............... 7.247,506 14 México, Setiembre 23 do 1871.Gi5 Demostración sobre el movimiento de los bienes nacionalizados. ACTIVO DE LA HACIENDA PUBLICA. gg?* Ifabgr- Por bienes del clero, cuenta de capital........!............ 16.259,004 11 Por bienes del clero, cuenta de réditos..................... 211,550 09 Por recargos.................. 82.536 S3 Parte realizada. En metálico, sin comprender las partidas de préstamos, reintegros, depósitos, do- nativos y remisiones de ofi- cinas foráneas, por no per- tenecer á las redenciones hechas en la oficina, ni tam-x poco las de complemento do pagarés mandados entre- gar y contratos sobre entre- ga de los mismos, cuyas do3 últimas partidas están im-» bíbitas en la de pagarés en- tregados, según se verá mas adelante..........¡........... 1.026,714 41 Descuentos sobre las entra- das en metálico.............. 568,600 95 En créditos amortizados so- bre la parte efectiva de las liquidaciones................. 916,605 49 En créditos y bonos amorti- zados sobre la parte dé pa- pel de las mismas............ 7.441,855 51 A la vuelta.........$ 9.953,776 36 16.553,147 03646 De la vuelta~7...$ 9.953,776 36 16.553,147 03 En créditos y bonos amorti- zados por recargos impues- tos á los morosos............ 82,586 83 En fianzas del 10 por 100 y del 15 por 100, endosadas en virtud de convenios par- ticulares...................... 103,242 23 En órdenes de retención so- bre el 10 y el 15 por 100, ■ suscritas á favor de varias personas....................... 37,165 76 En pagarés que se han entro- gado por contratos 6 por cualquiera otro motivo, no comprendiéndose en dicha entrega la cantidad efecti- va que ha producido,- pues so encuentra imbíbita en el movimiento de caja......... 3.258,071 93 ¿Saldo acreedor ó sea parle pendiente de realización. En pagarés de redenciones. 8^3,407 36 En obligaciones sobre entre- ga de bonos 6 créditos de la deuda interior............... 2.132,854 65 En constancias de créditos sobre obligaciones pendien- tes, relativas á la parte de papel.......................... 91,301 79 En obligaciones pendientes sobre pago en efectivo.'..... 90,740 12 Sumas......... 10.553,147 03 16.553,147 08 México, Diciembre 10 de 1861.—Julio Jiménez.—V? B•••• 828 Segunda convención francesa................................................ 629INDICE. Convención francesa............................................................ 629 Bonos Jectíer...................................................................... id. Bonos Peía....................................................................... 632 Calculo del monto de la deuda pública en el alio cuadragésimosexto. 68o Xotioia do los créditos reconocidos por las secciones liquidatarias. 643 Demostración sobro el movimiento de los bienes nacionalizados.... 645 Ley do presupuestos de ingresos y egresos para el ano económico de 1871 6.1872............................................................... 647