e hallan en venta en la Librería OBRAS DE D. MARCOS ¿ASIRE: amento r.nr'.badas por el Conspjo do fnstru -tup.no:--Aires, j upfoVtid■•■•> w MimUivi'.lco u üítruccion Pública, para las psc«..]:,,; 1e l¡ ! ilcl Ufn¿u«ay. i V.é'ase <.-l Catálogo al principio de eiste , 0RH4S DE R MARIANO lAP.StN , pro>>: l&tina y c.astdBwa; » iVHistoria Antigua, al lisp río los c&fegrOS,) fiimti...... ••r.-ü¡ KU-clí Carmín vn liú iv. cum sosrolaíi cucMptc ti •; \. SARRAT: ¿stema Métrico Decimal, dividido eu 3 partes püiv TtWftt lid.S¡atenía Métrico, l (wdtM'Ou.............. osrtc. Solmdori E CÓRDOBA, SEC1IDA DF. LA COXTJMU'ION DE SU BOSQUEJO HISTÓRICO HASTA L A BATALLA DE 3>I A I P U TRADUCIDO DLL ÍNÍ.LÉS Y ANOTADO roa ANTONIO Z I N N Ir. BUENOS AIRES. 24 t—I.VPKI»TJV DS Hlffi, UAL» .M'.raK.-.'O—-J-IS. MONOBIBLIOGRAFIA II e t. D." D. GREGORIO FUNES, k. DEAN I)E LA SANTA IGLESIA CATEDRAL DE CÓRDOBA, fH\«¿JlKtC*£ St'GL'lflA BE LA CONTJXL'ACKKY DE SU BOSQUEJO HISTÓRICO HASTA L A BATALLA DE M A I P U TRABVCIDO DEL INGLÚS Y ANOTADO / POR ANTONIO ZI\!VY. BUENOS AIRES. 241—Itiriic.-.r.'. de Mayo, cai.i.b If QBKXO—213. 18G8.7IOIVOBIBLIOGRAFIA I) V. t, Dean ile la Santa Ig lefia Catedral (le C. r* b». PROEMIO. Según lo prometido en eln, ° 128 déla Efeméridogrc.fia de Buenos Aires, cumpüiaoe con presentar á. nuestroftÜecto- i't'sel monógr.ifo de todo lo que sabemos fué escrito ¿publi- cado por e] deán don Gregorio Funes, considerado en su ('¡>'»ca, com;> uno de los sabios mas ilustres de la República Argentina. Este señor nació en la ciudad de Córdoba del Tucuman H 25 de mayo de 1749. Sus padres, de una familia rica, res- petable por su antigüedad y por los cargos honoríficos que labia desempeñado, bajo el gobierno de los reyes de España,— 4 — fueron don Juan José Funes y doña María Josefa Bustos- de La ra; (i) recibió una educación, por los mejores precep- tores de aquella época, y siendo alumno de la Universidad, 1. Esta respetable señora de una virtud eminente, murió el 2o de agosto de 1796. Fué honrada después de su muerte, como había sido venerada de todos en vida, por su mérito. Asistieron á su entierro los Prebendados del Cabildo Eclesiástico de la Catedral de Córdoba. Su hijo mayor don Gregorio Funes, entónces Arceiiiano, Provisor y Gobernador del obispado de Tucuman, practicó todas las funciunrs de! funeral. El ilmo.señor obispo doctor don Juan Angel Moscoso hizo los i'licios interiores del Monasterio de Santa Teresa. Su elogio fúnebre se i ¡oprimió en Roma, en noviembre de 1797, en 31 páginas en cuarto, cuyo Ululo es "Elogio de la Señora María Josefa Bustos, americana, por don Gaspar Xuarez, americano. A los tres nobles señores hermanos Gregorio, Ambrosio y Domingo Funes, hijos de la esclarecida y virtuosa señora María Josefa Bustos, ofrece, dedica y consagra este Elogio, de su dignísima madre en señal de gratitud y obsequio- G. X." Este jesuíta argentino (Gaspar Xuarez) nació en Santiago del Estero, cuando aun formaba parte de la provincia de Córdoba del Tucuman, el 11 de julio de 1731. Entró en la compañía el 1.° de setiembre de 1748, enseñó la filosofía y la teología en su patria. Habiéndole hecho abandonar el suelo natal el decreto de Carlos 111, se retiró á Italia y se ocupó sobre todo del estudio de la botáuica. Murió en Roma el 3 de enero de 180Zi. He aquí sus publicaciones : I. Osservazinni filologiche sopra alcune piante esoliche inlrodotte id liorna, fatte nell' Anno 1788. Da gli abatí Fílippo Luígi Gilii, e Gaspjr Xuarez. In Roma MDCCLXXXIK. Nella stamperia di Arcangelo Casa- le.íi. Con licenza de' Superiori, in tx. c, pp. 6¿t y 10 planchas. Los nombres de las plantas que se describen, losdá en las diferentes lenguas americanas. II. Osservazioni id., id., nell'Anno 1789. Id. id. In Roma MDCCXC id. id. pp. VII. 70 y 10 p'.auchas. III. Osservazioni id. id- tu II'Auno 1790. Id. id. in R raaí79-» Gililiclli. t — 5 — desempeñó eon lucimiento variosaetos literarios. Un 1775 se ordenó de Presbítero, y al año siguiente obtuvo la burla de doctor. Fué Rector del Colegio Conciliar de Loreto, colector general de rentas eclesiásticas y cura escusador del Beño- íiciode la Puniila. Obtuvo el grado de Bachiller en el dere- cho civil, en la Universidad de Alcalá de Henares en 1778, y al año siguiente se recibió de abogado de los Reales Con- sejos, provisto ya de canónigo de gracia para la Catedral do Córdoba, su patria. lie aquí su — M O N O B I B L 1 O G R A FI A . I 1 7 9 0. Ora; ion fúnebre que en las exequias del católico Rey Don Cárlos III, celebradas en esta Santa Iglesia Catedral de Córdoba del Tucuman, dijo el doctor don Gregorio Funes, canónigo de Merced de la misma Santa Iglesia — Buenos IV. Elogio de la señora María Josepha Bustos, americana. Roma 1797, en la imprenta de M. Puccinelli, in 8. • pp. 31. V. Vida iconológica del Apóstol de las Indias S. Francisco Xavier. Ro- ma. M. Puccinelli, 1798, in 8. • VI. "Prelo para la ni reliquil historiam naturalem editionis Bonaeren- se; et dissertationes de lege naturale, juri gentium, et de jure pacis et belli, 2 tom. in íi. ° " (Caballero). Bibliotheque des écrivalns de la Compagníe de Jesús ou notices lñ~ hliographiques par les PP. Augustin et Alois Backer de la me me compag- níe. Quatriéme série, pág. 745. Debemos agregar á lo que antecede unos Elementos de Gramática Quichua, escritos por el padre Juárez, quien los comunicó al abate Gilii, los cuales fueron traducidos del italiano al español, por el señor don An- drés Lamas, que los conserva aun inéditos.Aires—mdccxc—-con el Superior permiso. En la Real Im- prenta de los Niños Expósitos—81 págs. in 4. c , inclusa la que contiene la Fe de erratas. Pieza ostimable por su estilo y los valientes pensamien- tos, en que se arrojó la primera centella de la revolución .-itnericano, reconociendo la existencia del contrato social. La ra re/a como la importancia de esta Oración nos obliga para con los bibliófilos á hacerles notar y dar á continua* ei_>n lo que se omitió al imprimirla, tomado del autógrafo por el doctor Carranza y añadido por el autor al ejemplar que fué de su uso: el mismo que tenemos á la vista. En la página II, después délas palabras—la dicha de vengarlo—debe seguir ; « La infeliz suerte de unos soldados sin estimula, la vida molle y afeminada de unas tropas acostumbradas al descanso, las evoluciones perezosas Je un grosero arte mi- litar, un armamento inutilizado con el molió y la herrum- bre, unas murallas desmoronadas, unos navios roídos de carcoma; ved aquí los objetos, á que desde el Trono esten- dió sus primeras miradas, y los que creyó debia remediar, pára hacer que respirase la Nación y sacudiese el yugo dees- tos Archelaos y Diomedes. < Cuando yo observo........ ■ Pág. 53. Después de - Oid y Juzgad—sigue : « Escuchar la voz de la conciencia contra los mayores estímulos del amor propio, cuando este puede cubrir su pretensión con todo el estertor de la verdad ¡ traer aprisio- nado á los pies de la razón aquello que mas se ama, y por no displacer á Dios constituirse verdugo de su propio cora- zón ¿qué os parece, señores, no es dar pruebas solemnes de amor y fidelidad? Pues aquí está Carlos, cuando los inte- reses del Estado piden que trate como á estraño un hermano sin duda mas suyo por afecto, que por naturaleza: Ah ! qué contrariedad de afectos batallaron en su corazón: la carne y sangre de una parte; de la otra el bien de la Nación: aquí la ternura; allí la conciencia: por Luis sentimientos, por Carlos riesgos; Carlos contra Carlos. Señor ¿qué que- réis de este Rey que solo al lado de este hermano podia des- nudarse de las pesadas vestiduras del Trono, para gozar de igual á igual las delicias inocentes de la vida particular? ¿Qué ha de hacer Carlos contra un hermano, y compañero, y familiar, y amigo, y confidente, y buen subdito: y mejor Tasallo? Su casamiento con una señora, aunque ilustre, pero de órden muy inferior al suyo exije el divorcio de la familia real: la razón de estado lo pide, la decencia lo orde- na; Dios lo manda; basla. Olvídase Carlos que era herma- no, y solo se acuerda que era Rey. La sentencia de su se- paración está firmada, desheredada su descendencia, y vacio en Palacio el lugar del caro Infante: ¡qué congojas con todo, cuando vuelve á si mismo; y no le encuentra! cuando lo llama y no le responde, cuando quisiera acercársele, y se lo estorba la distancia! Se contrista, se duele, se levanta pero esto aun es poco, acerquémonos á su persona y admi- raremos su fidelidad entre 6ules mas irritantes. • No hay para que ponderar ••• • » Y en la fe d« erratas faltan las siguientes: Pág. 22 linea H dice: agrias por por agrarias. " 23 - 20 falta: ¿Pero Carlos que supo levantarnos, ignoraba el sistema de mantener- nos? ah! etc. » 23 » 24 ■ tener antes de piés. » 28 » 31 dice: nuestros por nuevos. ■ 9 » 8 sobriedad por sonoridad ó soporidad.u. 4790. Oracíq/í congratulatoria al advenimiento feliz de Cir- ios IV. En España la ceremonia tuvo lugar el 2" de setiembre do 1789. Nd la hemos tenido á la vist-i, pero el señor Sa- rniento (a cita en sus Recuerdos de Provincia. III. 1801. Sus célebres Carlas publicadas.en el Telégrafo hi jo el nombre de Patricio Saliano. Véase el núm. 259 de la Efemeridografij, de Buenos Aires. IV. Informe dirigido á S. M. C. sobre lo material y formal del obispado del Tucuman, por el Mimo, señor don Angel Mariano Moscoso (arcquipeño). (Muy raro.) Este fué publicado en la Biblioteca de la Revista de Rueños Aires, púg. 19, tomado de los mss. del canónigo Se- guróla, quien asevera ser redacción del Dean Funes. V. 1802. Lvri'GNAciON en defensa del mismo Prelado, publicada en el N. ° 8, tomo IV del Telégrafo Mercantil, bajo el pseu- dónimo de Patricio Saliano, á ciertas alusiones ofensivas, que se hicieron en el n. ° 4 del tomo 111 del mismo perió- dico, ürmadaspor un escribano Bartolomé Matos de Azebe- do y cuya redacción se atribuye al Dean doctor don Nicolás — 9 - Videla del Pino, obispo electo del Paraguay; según lo afirmó el mismo Funes en una correspondencia particular; y no lo dudamos, puesto que el señor Sarmiento lo asevera en la páj. 77 de sus Recuerdos de Provincia, ya citados. VI. 1802. Cauta crítica sobre la relación histórica de la ciuJjd de Córdoba que hizo S. M. I. Ayuntamiento, y se publicó en el Telégrafo Argentino n. ° 4, tom. III. (V n. • 8, tomo IV del referido periódico). VII. 1 80 6. Para inmortalizar la memoria del mismo Prelado (t1 sriior Moscoso, finado en la ciudad de Córdoba , por quien hnbia sido nombrado, en 1793, Provisor y vicario general del obispado, así como por dar una prueba de su reconoci- miento, publicó una— Oricion fúnebre que en las solemnes exéquias colebríi- dasel 23 de Mirzo de 1803, en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba del Tucuman, por el ilmo. señor doctor don Angel Mariano Moscoso, del consejo de S. 31., dignísimo obispo "leí Tucuman, dijo el señor doctor don Gregorio Funes, Dean de la misma iglesia, vicario capitular y gobernador (ielobispado Sede vacante—Eima. En la Imprenta de los ^iños Expósitos—Año de 180G— 3í págs. en 4. 9 VIII. 1809. Proclama al clero del obispado de Córdoba del Tueu- nian, de su Provisor gobernador el señor doctor don Gre-gorio Funes, Dean de la misma iglesia—Buenos Aires- Imprenta de Ni ños Expósitos—7 págs. 4.° IX. 1810. Relación délos exámenes de matemáticas de esta Real Universidad de San Carlos, celebrados (en los dias 18» i\) de diciembre de 1809) en la Iglesia del Real Colejio de Nues- tra Señora de Monserrat, en la ciudad de Córdoba del lam- inan—Imprenta de los Espósitos—8 págs. en A. ° X. 18 11. Dictamen sobre la revolución de 1&I0, publicado en la Gacela de Buenos Aires, y reproducido con algún encomio en El Español, periódico de Londres por el español Blanco White. X I. 4 8 11. Discurso sobre la libertad de la prensa presentado á la Junta Superior de Gobierno, y Reglamento sobre la misma aprobado por decreto de dieba Junta; publicado en la Es- iraordinaria de 22 de abril de la mencionada Gaceta. X1J. 18 11. Cauta de un individuo residente en Buenos Aires á un amigo amigo—Imprenta de los Expósitos—8 pág. fol. me- nor. Es atribtiida á Tunes. XIII. 1811 . Artículos publicados en la Gaceta de Buenos Aires. XIV. 1811. Cautas suscritas por Cives, Un ciudadano, y publicadas en la misma Gaceta y algunas por separado, como podrá verseen nuestra Gramateo(jrafiade\ mismo año. XV. 18 12. Defensa en la causa que se le siguió, impreca, según su biógrafo el doctor don Mariano Lozano:—ñola conoce- mos pero liemos visto el autógrafo en p:>.ler del doctor Olaguer. XVI. 1812. Abril G-Papel que da al público el Dean de Córdoba, (lector don Gregorio Funes, con ocasión de la retirada de 1 oyeneche—Imp. de N. Espósitos—4 pág. in íol. sin nume- ración. XV!I. 1815. 31aizo¿9- La Voz de la libertad levantada por un pa- l'ipta, con ocasión de la victoria ganada per las armas de la patria contra las tropas del parricida Goyeneche en las cer- i'ania* de Salta—Marzo 29—El Ciudadano —Imp. de N. Esp- - 1 pág. in fol., sin numeración.— 12 — XVIII. 1815. Abril 6—PirFxqueda al público \?1 Dean de Córdoba, •doctor don Gregorio Funes, con ocasión de la retiñida du Goyeneche—Abril G—Imp. de N. Esp. —4 pág. fol. MX. 1814. Oración patriótica que por el feliz aniversario de la regeneración política de la América Meridional, dijo el doc- tor don Gregorio Funes, Dean de la Iglesia Catedral de Cór- doba del Tueuman, en la de Buenos Aires, el dia 2í> de mavo de 1814 -Imp. de N. Esp.—: 0 pág. 4. ° Fué reimpresa en la 2. a edición del Ensayo Histórico etc. y en la Biblioteca del Estandarte Católico (186i). XX. 1 8 1 (3 . Ensato de la historia civil, etc. Siendo esta obra el fundamento de la celebridad del persona ge que nos ocupa, la hemos colocado al fin de su monobibliografia, para dedicarle un poco de mas aten- ción. XXI. 1819. Manifiesto que hace á las naciones el Gongreso geuen l constituyente délas Provincias Unidas en Sud-Araérica, so- bre el tratamiento y crueldad que han sufrido de los es- pañoles y motivado la declaración de su independencia— Jmp. de la Independencia—19 pág. i. ° — 15 — Este interesante documento se halla generalmente pre- cedido del Acta de Independencia y seguido de la Constitu- ción, sancionada y mandada publicar por el mismo sobera- no Congreso el 22 de abril de 1819. XXII. 1 820. Carta dirigida al embajador español en el Brasil, en contestación á un manifiesto del Bey de España, á los juntamientos de América. Tenemos noticia de que corre impresa, pero no la co- nocemos. XXIII. 18r>0. El grito de la razón y de la ley sobre el proceso for- mado á los congresales, suscrito Los partidarios de la ra- zón y amantes de la ley. íu fecha es 12 junio—13 pág, A. ° Con fecha 21 del mismo mes y año se dió por la Im- prenta de Phociou un pequeño folleto de 1G págs., de igual Formato que el anterior, bajo el titulo de Algunas cortas observaciones que hace un joven sobre el grito de los con- désales, titulado el o m í o etc. El autor de esta publicación fué don Fortunato Lemoy- "p, agrimensor, conocido después con el apodo de El joven ■« cortas observaciones. Las impugnaciones que este hace no dejan al Dean muy bien parado en la opinión pública, a punto de hacernos creer que de aqui dala su decadencia completa en la política de su pais.— i4 — XXIV. 1820. Colección de popeles relativos á la introducción de ne- gros en la América. En ella se encuentra una carta de I¡¡ vadavia, diríjida á Funes, desde Paris el 13 de setiembre da 1818; su Bespuestn: la apología de Jas Casas, obispo de Chiapa, por ei ciudadano Enrique Gregoire, antiguo obispo de Bioif; la traducción de un artículo que se encuentra en la Hiografia moderna sobre dicho prelado, y por último la carta disertación de Tunes, fecha 1. ° de abril do 1819, so- bre si Las Casas tuvo ó no algún influjo en que se hiciera pol- los españoles en América el comercio de negros africanos, reproducida en la colección de las obras de Las Casas, beeha por el doctor donjuán Antonio Llórente en ÍS±2, seguida de un Apéndice, por el autor, en que nace el de-bido home- nage á las luces del ilustre cordobés. XXV. 182 1. Breve discurso sobre la provisión de obispados en las iglesias vacantes de América; escrito por el ciudadano doc- tor don Gregorio Funes, á solicitud del Exmo. señor don Alarlin Rodríguez, gobernador y capitán general de esta provincia. Ese es el titulo estertor; el del interior es como siguí': Breve discurso sobre la provisión de obispados en las iglesias Tacantes de la América insurreccionada, á propues ta del Rey de España.—Imprenta déla Independencia - (¡ páginasfol. menor. El Padre Fr. Pedro Pacheco dió á luz el 10 de febrero t — 15 — <]el mismo año, por la Imprenta de los Espósitos, un Mieto de it págs. fol., con el titulo de «Contestación al Breve dis- curso del muy honorable Dean de Córdoba, doctor don Gregorio Funes, formada provisionalmente y con reserva para lo sucesivo, por el Defensor Mendicante.» La carta del gobernador en que este invita al Dean á ejercitar «la ilustración de su pluma», y la contestación del ultimo tienen la misma fecha—50 de enero— Pero el P. Pa- tueco aclara la cosa diciendo que «el papel ha sustraído mas de 24 dias á la carrera mortalde la preciosa vida del vene- rable Dean.» «También sé,» agrega Fr. Pedro,» que por unos godos, sus apreciadores, subió en consulla para una mitra, término tan fugitivo como precioso de sus aspiracio- nes.....Los enemigos de nuestra causa son «los que á es- pensas de negras tramoyas han logrado al fln que Buenos Aires y sus hijos solo esperen y solo reciban detestaciones y anatemas de los pueblos del interior;----los que satisfechos de su eslerioridad y vocinglería gritan: viva la patria que deshonramos, viva esa patria que desangra nuestra avaricia, viva esa patria que, sin merecerlo, nos ha distinguido, sa- eindonos de la pocilga para que pueda figurar nuestra sober- bia, viva esa patria que, por él mas estupendo prodigio de la Omnipotencia, aun vive, apesar de nuestro desastroso ma- nejo. » XXVI. 1822. Contestación joco-seria al libelo publicado en el Janei- i<) por el marqués de Casares, ex-ministro del virey Abas- ad.- Corre impresa, pero nosotros solo hemos visto el ma- nuscrito autógrafo en poder de nuestro amigo el doctor Olaguer.— 16 — XXVII. 1 822. Prólogo y iíí notas eruditas originales sobre las garan- tias individuales de la sociedad. Por P. C. F. Daunou miembro del Instituto de Francia, y entre otras, autor déla célebre obra del gobierno pontificio, (traducido del origi- nal)—Imprenta de los Espósitos XI—210 págs 4. c . Este Ensayo está enriquecido con notas del traductor, al cual se halla agregado otro opúsculo titulado «De la Amé- rica Meridional», con algunas observaciones acerca de ese importante objeto, escrito en francés por diclio Daunou y traducido del manuscrito autógrafo por D. O. (D. Domingo Olivera—Buenos Aires, Imprenta de Niños Espósitos— VII —16 págs. 4.°. Fué escrita esta obra por Mr. Daunou á indicación dd Enviado de esta República, con motivo de haber recibido el Reglamento Provisorio, sancionado en 1817, y traducida por Funes, por encargo del SeYior Rivadavia, que ocupaba entonces la cartera de gobierno. La nota 8.53 tiene el sin- gular mérito de sostener abiertamente la libertad de cultos. El presbítero doctor don Ramón Eduardo de Anchoris, propietario de la Imprenta de la Independencia, conocida vulgarmente por de Anchoris, (finado en esta ciudad de Bue- nos Aires, el 25 de enero de 1851) hizo una segunda edi- ción de esta traducción. Se aseguró que Daunou aprobara las notas de Funes, en que se relata algunas de las doctri- nas desarrolladas en el fondo de ella, y las que sirvieron pa- ra rectificar su juicio. En la p'igina 5)2 de la Abeja Argentina, número 8, hay un articulo encomiástico de este Ensayo, tomado del Cons- — 17 — tiíutionnel de París de 17 de mayo de este mismo ano (1822). En el referido año se publicó una tercera edición. xxvni. [1822—1823. Artículos publicados en el Centinela de 1822 y en la Abeja, y también en el Argos de 1823. XXIX. 182 3. Las Cartas suscritas por El Amigo de la Paz, son de don Francisco Antonio Ocampo, y las anotaciones, de Funes. CMS. Olaguer, in íol.) * XXX. 1 82 4. Biografía del Gran Mariscal Sucre —Impresa en Buenos Aires. XXXI. 182 5. Arenga pronunciada con motivo de la victoria de Aya- cucho—Imprenta de N. Espósitos—Hoja suelta. XXXII. 1 825. Defensa de la constitución boliviana, contra los ata- ques del Conciliador. XXXIII. 1 825. Examen critico de los discursos sobre una constituciónReligiosa, considerada como parte de la civil, por el doctor don Gregorio Funes, etc.—Buenos Aire3: impreso en la im- prenta dcHallet—1825—XV—406 páginas 4. ° . Este Eximen está precedido de una carta dirigida al Libertador don Simón Bolívar, á quien dedica esta obra.. Los autógrafos que sirvieron para la impresión de esta obra, forman un volumen en cuarto, el cual se baila en po- der del doctor Olaguer. XXXIV. i 828. Noticia cronológica de los historiadores que componen la República Argentina^ Es atribuida ú Funes. XXXV. 1852. Plan de estudios para la Universidad mayor de Córdo- ba, que ha trabajado el doctor don Gregorio Funes, Dean de esta Iglesia Catedral, por comisión del ilustre claustro, a qaion se lo presentó el año de 1813. Obra postuma, impresa en Córdoba y reproducida en El Lucero de Buenos Aires, del mismo año. (V. dicho diario número 901 y siguien- tes.; Los estudios de la Real Universidad de Córdoba princi- piaron años antes de su erección en el Colejio Máximo délos Jesuitas, á instancias del ilustrisimo señor don Fernando Trejo yZanabria, el año 1G22. Se erigieron en Universi- dad, en virtud do Bula del señor Gregorio XV, en 8 de agos- to de 1621, á instancias del Rey Felipe III, y en la que S.S. oncedió facultad para que pudiesen conferirse los grados de — 19 — Bachiller, Licenciado, Maestro y Doctor, lo que aprobó S. M., en cédula do 2 de febrero y 2G de marzo de 1622. Pero como esta facultad se limitase á diez años, el señor don Fe- lipe IV, hizo nueva súplica al señor Urbano VIII, quien hizo perpetuo este privilegio, por bula de 29 demarzo de 1G~Í, reconocida y admitida en el Real y Supremo Consejo de In- dias, en 8 de agosto de 1659. Desde su fundación estuvo á cargo de los Regulares es- pulsos, quienes regenteaban las cátedras, los empleos de Rector y Cancelario. En 1805 se puso á cargo de los relíjiosos de San Fran- cisco, en virtud de haberla encomendado á esta cofradía el señor don Francisco Bucareli, entonces gobernador de Bue- nos Aires. El Rector interino que tenia en ese citado año, lo era el R. P. doctor fray Pantaleon García, siendo cancelario también. Catedráticos de Teología lo eran de Prima, el R. P. Rector; de Vísperas el P. fray Nicolás Lacunza ; de Cánones, el P. fray Luis Pacheco ; de Moral, el P. fray Fernando Bra- co ; la cátedra de Escritura estaba ligada al Rectorado. De derecho civil do Prima, el doctor don Victorino Rodríguez ; (1) de Vísperas, el doctor don José Dámaso Gí- gena. 1. El doctor don Victorino Rodríguez, después Oidor Fiscal, fué ar- cabuceado en 1810, en las inmediaciones de la "Cruz Alta", provincia de Córdoba, juntamente con el ex-VIrey don Santiago Liniers, ex-gobernador de la misma provincia don Juan Concha, Coronel don Santiago Allende y el «-Tesorero don H. Moreno, cuyos restos mortales fueron solicitados en 1862, por el encargado ad koc, y Cónsul de S. M. C. en el Rosario de Santa Fé, don Joaquín Filio!, para su exhumación y traslación á la Pe- nínsula. El Gobierno Argentino, no hizo ninguna objeción al cumplimien- to de los deseos manifestados por S. M. la Reina de España, y en conse- cuencia se dictaron las órdenes al efecto.— 20 — De filosofía, el P. fray Francisco Castañeda de primer año; de segundo elP. fray Hipólito Soler (1). El señor Funes, era en ese año, Arcediano del Ilustri- simo Cabildo de la Santa Iglesia de Córdoba de Tucuman, Hacedor de diezmos, Provisor de la curia eclesiástica, y Co- misario del Santo Oficio.' Poco después, el Dean fué comisionado para confeccio- nar un plan de estudios, y es el que presentó en 4813, por el cual se rejia aquella Universidad, hasta el año de 1832, en que su ilustre claustro lo mandó imprimir y distribuir éntrelos amigos y admiradores de los talentos del Dean, acompañado de una circular que lleva la fecha de 28 de agosto del referido año (1832), dirijida desde Córdoba por el Licenciado don José Bruno de la Cerda, á nombre del mis- mo Claustro. XXXVI. Relación que da José Manuel de la Vega, de la literatu- ra, grados y méritos del doctor don Gregorio Funes, del Obis- pado del Tucuman. Interesante documento dado en Espa- ña por el Consejo de Indias y publicado en la pájina 74 de los Recuerdos de Provincia del señor Sarmiento, en 1850, en cuya obra se encuentra un rasgo biográfico del historia- dor que nos ocupa, formado sobre apuntes de su amigo el doctor don Facundo Zuviria, cuyo orijinal completo, sabe- mos, se halla en poder del señor Ceneral Mitre. 1. Guia de Forasteros del Vireinato de Buenos Aires, para el año de 1803, por don José Joaquín de Araujo, (Oficial de Contaduría), pájina 125. El Eco de Córdoba de 5 de Julio de 1867, trascribe la misma noticia, pero con algunas omisiones y errores de fechas. — 21 — XXXVII. Memorial del clero de Córdoba, dirijido al virey mar- qués de Aviles, pidiendo el cumplimiento de las Reales cé- dulas, en que se ordenaba reemplazaran en las cátedras de la misma Universidad al distinguido cuerpo Jesuítico. M. S.j En fin, existen actualmente en poder del doctor Olaguer, cuatro volúmenes manuscritos, dos conteniendo correspondencia epistolar; uno de documentos, borrado- res de asuntos históricos y políticos, y el cuarto conteniendo varios fragmentos sobre diversas materias, algunos de los cuales son inéditos. Existe otro volumen, en folio, de sus dictámenes y defensas ante la Real Audiencia, que conserva el doctor don Luis Velez, de Córdoba ; en la Biblioteca de cuya Universidad se encuentran sus obras completas. Ensayo de la Historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucuman, escrito por el doctor don Gregorio Funes, Dean de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba—Buenos Aires, imprenta de M. J. Gandarillasy socios—1816, el primero y segundo tomos, y el tercero por la imprenta de Benavente y compañía en 1817, pájinas XI, 377, 421, 538, sin incluir la fé de erratas de cada tomo ni la lista de suscritores (3 pá- jinasj del tercer tomo. En la pájina que sigue á la del título del tomo primero delaedicion que nos ocupa hay la siguiente—« Nota—Este Ensayo comprende la célebre revolución del Perú por José Gabriel Cóndor kanki, conocido con el nombre de Inca Tu- pac—Amaru,» cuya Oración Fúnebre, añadiremos, fué pu- blicada por Melchor Equazini, en Buenos Aires : imprenta— 22 — del Sol—18iG —(15 pajinas cuarto) ; dedicada: «Al Ho- norable ciudadano José de San Martin, Rompe cadenas di- sida errores — Une á los hembres que el rencor divide—Tal es tu augusto destino » (i). Por último este mismo tomo va acompañado de un magnifico retrato del autor, de medio cuerpo en óvalo, gra- bado por el pintor Simplicio y por el escultor M. N. Bate. El Prospecto está publicado en la Gacela de Buenos Ai- res de 29 de julio de 1815. En 1856, el señor don Justo Maeso, Gefe entonces de la Oficina de Estadística de esta ciudad, publicó por la Im- prenta Bonaerense, de su propiedad, una segunda edición de esta obra, en 12 entregas, de mayor formato que la primera, en dos columnas, con retrato litografiado por Lange y Beer. Esta edición va precedida de una lijera biografía (2) del autor, escrita por su amigo y comprovinciano doctor don 1. Respecto al origen de este raro folleto, registra la siguiente— " Advertencia :— Entre los manuscritos del Rev. N., cura de M., se en- contró uno intitulado : Razonamiento pronunciado en una junta secreta de amigos de la patria después del suplicio horrendo y alrbz de José Ga- briel Tupac-Amaru. Este papel interesante y curioso es el que ahora se publica " (C. Carranza.) 2. El biógrafo omitió hacer mención del entredicho en que el Dean habia estado y que obtuvo del señor Obispo le fuese alzado. También ol- vidó sin duda el puesto de Encargado de Negocios de Colivia, cerca déla República Argentina, en cuyo carácter, vencidos algunos inconvenientes, se recibió el 7 de noviembre de 1827 ; como así mismo la medalla de oro coa el busto del Libertador Bolívar, con que fue agraciado por el Consejo de Gobierno del Peni, por los importantes servicios que el Dean prestara — 23 - ilariano Lozano (4), publicada en la Gacela Mercantil del 30 de abril al 27 de mayo de 1830, con algunas variantes cir- cni)6tanciales, y reproducida en la presente, en que además añadió el editor al final de la misma la Oración, pronuncia- da en 1814, antes citada, el Manifiesto del Congreso de 22 de abril de 1819, la Constitución de estas Provincias del pro- pio año, el Apéndice á la misma, el Acta de Independencia de esta República y la déla fundación de la ciudad del Tu- cuman. 31a Independencia y libertad de aquella República. lié aquí los documen- tos relativos á esto último : Palacio del Gobierno en la Capital de Lima n 10 de octubre de 1825. (lugar de un sello.) " Al señor doctor don Gregorio Funes, Dean de la Santa Iglesia de Córdoba. "Tengo el honor de acompañar á V. S. el diploma y medalla de oro del busto de S. E. el Libertador, con que S. E. el Consejo de Gobierno se ba servido agraciar á V. S. en pequeño testimonio del aprecio que le merecen los importantes servicios que ha prestado ó esta República en la cansa de su independencia y libertad. ,V. S. tendrá la bondad de aceptar esta demostración de mi Gobierno y las particulares consideraciones con que tengo el honor de ser de V. S. muy atento y muy obsecuente servi- dor. Hipólito Unánue." DIPLOMA. W El Consejo de Gobierno i M Deseoso de llevar & efecto la soberana disposición del Congreso Constituyente de 12 de febrero de este año, ha hecho abrir la medalla que en ella se previene, con el busto del hombre clásico del nuevo mundo-» la Gaceta de 1810, y en las Memorias de su hermano (don Manuel), y « aun sin economía en el Ensayo Histórico del Dean Funes. » Mas adelante, el señor Nnñez agrega : Ape- sar de iodo, Liniers y sus cómplices hubieran escapado á la muerte, si el Gobierno hubiera podido salvarlos sin peligro para la revolución, porque es incierto que él hubiese resuel- to cimentarla sobre su sangre, como lo asegura ol Dean Fu- iK'sen lo pajina 490 del tercer tomo, (primera edición y 57| tomo segundo de la segunda1, de su Ensayo. » En los momentos en que Elio declaraba á la Junio de Buenos Aires una guerra á muerte y hacia mas necesario que en el país no se o^ese la voz del gobierno, sino la de un general, «el Dean Funes redondeó su pensamiento de in- nuudurlocon juntas de gobierno: el 10 de febrero íde 181F, dosdias antes de la declaración de guerra, se promulgó un decreto, mandando que se estableciesen en las capitales de todas las provincias, con las atribuciones monárquicos, ¡.cordadas por las leyes coloniales ü los gobernadores in- lendenles; y es menesler que se sepa que esta medida que privaba al gobierno de las ventajas de una voluntad y de una acción concentradas, sin poder producir en los pueblos sino los efectos desastrosos de las aspiraciones y rivalidades, que las Juntas debían provocar, la ha colocado su autor entre los lu chos escojidos, con que ha adornado la biografía que ha 'tejado escrita de su vida.» He ahí el primer cimiento de aquella federación, origeu de tanta sangre vertida, á su nombre, por el crecidísimo nu- mero de aspirantes que ella engendrara. Después de la revolución del 5 y 6 de abril, el Dean, no pudtendo llenar su aspiración, se ocupó con otros dos doc- — 29 — tores «en sembrar, por las provincias, las mas agrias preven- ciones contra la bandera que acababan de derrocar, esten- diendo sus maniobras hasta el ejército del Perú.» El 1,'i del mismo mes se publicó en la Gaceta elManifiesto del go- bierno redactado por el Dean, «no con tinta,» dice Nuñer, «sino con veneno.» Este documento, en que el Dean es- plicaba que los sediciosos habian adoptado una divisa blan- ca y celeste para reunirse en la mas bárbara conspiración, y la representación del pueblo, innundaron las provincias y los ejércitos. Sobre este grave acontecimiento, origen de las calami- dades, que todavia se lloran, el Dean, en la página 374 del Ensayo, dice: Las detractaciones continuaban, cuando un sacudimiento volcánico, en que el gobierno no tuvo el me- nor influjo, causó la revolución conocida por la del fi1 y G de abril. Este acontecimiento ninguna complacencia dejó á la Junta. Fila advertía que en la marcha ordinaria de las pa- siones, una primera revolución engendra otra de su especie; porque, una vez formados los partidos, cada cual arregla su justicia para su propio interés* > El Dean cantó la palinodia, como tres años después. «Por un error de opinión,» decia él en hoja suelta con fe- cha 24 de febrero de 1814—«que no estuvo á mis alcances precaver, me cupo la desgracia de haber incidido en esta fal- ta, con la (¡aceta del lo de abril de 1811, referente á los su- cesos del 5 y 6. Mejor instruido, agrega, «en los aconte- cimientos de aquella época, reformo mis conceptos y resti- tuyo su reputación ú todas las personas que ella hubiese ofendido. No me avergüenzo de esta confesión.» El Dean olvida esta vindicación en su Ensayo publicado como seis «ños después.- 30- Deseosos de deshacerse del representante Castelli, co- mo so habían desliedlo del representante Belgrano, pop 1)na acusación, el Dean y otros anarquizaban no solo en la Gac- ta que este redactaba, sino también en sus enrías á Igi nqe* blos y en los anónimos que iniiundaron el ejército del Perú, para disponer la opinión en pro de las medidas que combi- naban. Todo esto produjo su amargo fruto de que el mis- mo Funes participó en los últimos años de su vida, llegando so desengaño baria el punto de renunciar su ciudadanía ar- gentina, con tal de obtener la agencia de Colombia que lauto Je preocupó f por que tanto trabajo* por medio de cartas al Libertador Bolívar, que poco se acordaba de contestárselas, y al señor Aíiralla (1), á On de que este hiciese valer su rela- ción con Bolívar, para su suspirado fln. Desde que puso los pies en Buenos Aires, el Dean no hizo otra cosa que introducirla desiutelijeucia entre unos y otros, predominando en él siempre el sentimiento de ler oido cual oráculo, so pena de dislocación de la máquina gu- bernativa, si esta dejaba de ser manejada por una Junta de que él no formase pai te. De aquí nació aquella división que se llamó porteñismo y provincialismo, que tanto cun- dió y se arraigó hasta en los huesos de todos los argentinos, y de que tanto provecho sacaron, para sus miras de ruina y devastación, los Artigas, Ra mí res, etc. Esta es la verdad histórica, por mas doloroso que sea el producirla. Mucho mas se podría decir, pero como nuestro objeto principal es presentar la Bibliografía del Rio 1. El dbclor don Juan María Gutiérrez conserva en su poder, entre otros autógrafos importantes, una carta del Dean Funes al señor Miralla, en la cual decía que si su ciudadanía pudiese ser nn inconveniente para conseguir la-agencia de Colombia, la renunciaría. — 31 — de la Plata y no sn Historia, tratamos de circunscribirnos á él en cuanto sea posible. El lector comprenderá que no se puede prescindir, por mas que so quiera, de apreciar ciertos hechos en combinación con otros y que forman con- traste entre si. Por otra parte, el bibliógrafo debe espe- rimentar en la clasificación de los trabajos del espíritu hu- mano, mas dificultades que las que encuentra el naturalista en la clasificación de los seres. Si entramos en estos breves detalles es porque no fal- ta quien crea que la bibliografía consiste en Ja simple enu- meración de (dirás, viniendo á confundirse con lo que se llama simplemente Catálogo. Esta misma denominación abarca algo mas que lo que generalmente se cree. Juan Fa- bricio, consejero del duque de Brunswick—Lonebourg, pu- blicó en Wolffenbuttel el catálogo ratonado de los libros de su biblioteca, en 6 volúmenes en 4., ° el cual contiene no- ticias bien hechas sobre los autores, editores y comentado- res de cada obra, la indicación de las traducciones; críticas ó apologías que se han hecho, observaciones sobre las mis- mas, los nombres de los autores anónimos, etc. (1) Hechas esas hreves reflexiones, reasumimos nuestro asunto. Don Vicente Pazos Kanki (2J en sus «cartas á Henry r'lay, Presidente de la Cámara de Representantes de los Es- tados Unidos,» traducidas ul inglés por Platt II. Crosby, edi- ción deNuevu York y Londres, año 181Í), al hablar de los Jesuítas, dice: «Es ciertamente sorprendente que el Dean Funes, que escribió cerca de un siglo después de Charlevoix 1. Didot, Encyclopédie Moderne, articulo Catalogue. 2. Bracktnbridgt, página 247, tomo 1. ° edición de Baltímore. cita una obra de Pazos sobrt Sud América, publicada en los Estados Unidos!— 32 — (1), siglo de luces y libertad, siguiera sin critica y con tan aparente servilidad, todo lo queencontró'en los escritos de este Jesuito. Esta circunstancia solo puede atribuirse á aquella veneración que sin duda conserva, en su vegez, por los jesuítas, en cuyo colegio de Córdoba fué educado y á los hábitos y predilecciones que allí adquirió,—triste prueba, en verdad, de la fuerza de hábito sobre la independencia é integridad del espiritu humano. Para evitar los errores de estos escritores (Charlevoix y Funes.) •• '-etc.» En las «Memorias Secretas de América por Jorje Juan y Antonio de Ulloa, sacadas á luz por don David Barry,» y publicadas en Londres en 18*26, al hablar de la espulsion de los miembros de aquella Sociedad, se cita á Funes, como un testimonio valedero, por haberle este «presenciado en Bue- nos Aires.» Hay en este aserto una inexactitud que debemos salvar. El hecho de la espulsion de los jesuitas, como es bien sa- hido, tuvo cumplimiento en Buenos Aires en la noche del 2 al 5 de julio de 1767, {1} en cuyo mes y año el señor Funes se hallaba en la Universidad de Córdoba cursando física. Funes estuvo efectivamente en Buenos Aires de paso para España, en donde estudió jurisprudencia: pero fué como ocho años después, es decir, en 1775. (3.! En el número 128 de la E [cmer ido g rafia de Buenos Ai- res, antes citada, digimos algo con referencia á una carta suscrita por Un miembro honorario del Instituto Histórico de 1. Charlevoix, principal historiador de este país, era, como todos saben, Jesuíta, y por consiguiente parcial de aquella sociedad religiosa que se componía de sus compañeros y hermanos. 2. En el mismo au\, (1767) tuvo lugar su espulsion eu España. 3. Biografía del doctor don Gregorio Funes, ya citada. - 33 - Buenos Aires, queloes el actual Rector de la Universidad doctor don Juan Maria Gutiérrez, quien la había dirigido al señor Vou Gülich, ministro de Prusia. El señor Gutiérrez, (()distinguido literato argentino, reconocido como tal en uno y otro hemisferio, por hombres muy competentes, y cuya opinión, por consiguiente merece consideración entre los eruditos, la ha emitido de un modo severo pero recto, con respecto á la obra del autor que nos ocupa. «El Dean,» dice este literato, «es un autor muy de la escuela opuesta al historiador Prescott. Este deja en pié los andamios que le sirvieron para levantar su fábrica histórica; aquel quisiera pasar por único testigo de los sucesos que relata: aborrece las citas y poco se ocupa de las datas.» (2) El hijo del benemérito general Arenales, refiriéndose á las Memorias del general Miiler, sobre los defectos que se advierten en ellas en lo relativo á los sucesos del Alto Perú en 1814 y 1815, con referencia á Warnes, Padilla y Carnar- io, se espresa así: «Es fácil conocer que el general Miller no ha hecho mas que reproducir al Dean Funes en lo res- pectivo á su historia general de esta parte de la América. No es por lo tanto estraño, que sin hacerse de otros infor- mes ó conocimientos, se haya envuelto éntrelas frecuentes inexactitudes y omisiones que se notan en el interesante En- sayo del historiador argentino.» (3) Por último, esceptuando á don Ambrosio Funes, cuya 1. Tenemos sobre este distinguido escritor etc. un trabajo biográ- fico que oportunamente verá la luz. 2. Gutiérrez. Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de Estado de la República Argentina, tomo 6. ° de la Biblioteca Ame- ricana, pág. 122. 3. Segunda campaña del general Arenales, página 168.— 34 — colaboración (1) no agradece, ni siquiera menciona, por olvi- do quizá, su hermano el Dean, este no defrauda el mérito de las demás personas que le prestaron servicio en la con- fección de su trabajo histórico, pasando sus nombres en si- lencio. No; se muestra muy reconocido al «sin. segundo doctor don Saturnino Seguróla > (2), como él le llama: quien le auxilió con sus manuscritos raros y escojidos, así como en la revisión de los archivos públicos. 1. Tenemos á la vista una carta de fecha muy moderna, dirijidaí un amigo nuestro, en la cual se lee lo siguiente: "Mi abuelo don Am- brosio Funes tuvo no pequeña parte en el Ensayo Histórico del Dean, según él mismo lo declara eu cartas que conservamos, pero que no tengo íi la mano." 2. El venerable sacerdote y distinguido patriota, Canónigo Dignidad, doctor don Saturnino Seguróla, falleció eu Buenos Aires, el '2íi de abril de 1854, y sus restos fueron depositados en el panteón de la Iglesia Catedral, boy Metropolitana. El Gobierno, justo apreciador de los relevantes méritos del finado, y deseoso de manifestar de un modo público el respeto que le merecían sus virtudes, invitó al pueblo de Buenos Aires para acompañar y conducir- los restos del que el Dean Funes, llamó "Sin segundo". El dia 25 á las 5 de la tarde, un acompañamiento numerosísimo cus- todió esas venerables reliquias bástala (entonces) catedral, boy metropo- litana. La selecta biblioteca americana que tanto habia servido para la gran- de obra del señor de Angelis, como este mismo lo afirma, reconocido, se remató el 24 de octubre del mismo año, y todos sus valiosos manuscritos fueron obsequiados íi la Biblioteca Pública, donde actualmente se hallan, por su hermano el señor don Romualdo. ( V. el periódico La Retijion, ds la época, en donde se encuentra una noticia biográfica de este distingui- do secundador de Jenner entre nosotros, escrita por el doctor don Fede- rico Aneiros.) Reconoce también los servicios que le prestara el nutor de la Guia de Forasteros correspondiente al año 1803, y ds otras obras, don José Joaquín de Araujo. Y por fin no olvida la cooperación del Presbítero don Bartolomé Doroteo Muñoz (1), en levantarle carias geográ- ficas, ni á su comprovinciano y amigo don Gregorio Tadeo de |h Cerda, (2), por sus luces y noticias, y por el interés que le manifestara en el buen éxito de su ensayo. El doctor don Miguel Olaguer Felití, poscé, á mas de los borradores del Ensayo Histórico del Dean Funes, y de los autógrafos del mismo autor, antes citados, los siguientes manuscritos: Documentos históricos, políticos y biográficos (autó- grafos), \ vól. fol. Correspondencia diplomática y privada con el Liberta- dor Simón Bolívar, y con el gran Mariscal de Ayaeuclio don Antonio José de Sucre, 1 vol. fol. Correspondencia epistolar, 1 vol, 4 ° . Correspondencia oficial y particular, 1 vol. fol. Espedientes, borradores y otros papeles relacionados con asuntos de interés particular. Otros relativos al Dean, como negociante, i vol. fol. Documentos históricos y polilicos í rol. í 3 . 1. El apreciable Presbítero Muñoz, trabajó, según se afirma, en la redacción y compilación de Leyes y Decretos patrios, de 1810 á 1823, obra qoe sirvió al señorAngelis, para continuar la colecciou que todos cono- cen. 5. El doctor don Luis Velez, de Córdoba, es poseedor en la actuali- nde un vól. en fol. de las Vistas FiscaUs del Dean, (aun inéditas) la ct»l perteneció al señor Cerda, iADVERTENCIA. Después de impreso lo que antecede, liemos notado una omisión de alguna importancia bibliográfica, que debemos llenar en este lugar. La primera edición del Ensayo está dividida en seis li- bros; el reimpresor la divide en siete, es decir, el tomo pri- mero consta de cuatro libros, y el segundo, del modo si- guiente: libro primero, libro quinto y libro sesto. Hacemos, pues, notar la diferencia entre una y otra edi- ción por lo que pueda importar. i BOSQUEJO HISTÓRICO Continuado hasta la Batalla de Maipú, por el doctor don Gregorio Funes, Dean de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, traducido del inglés y anotado por A. Zinny. EL TRADUCTOa. Desde que tuvimos conocimiento de la existencia de la continuación de la historia del Dean Funes (I), nosotros, á ln par de otros bibliófilos, no descansamos hasta que la ca- sualidad quiso favorecer á uno de los mas afortunados—el doctor Carra lira—con la adquisición, no solo, del libro cita- do por el doctor Navarro Viola (2j, sino también con la de utro, de fecha anterior, que este señor probablemente no habia conocido. Esta circunstancia colmó nuestras esperanzas, y tan grande fué el júbilo que manifestó el citado doctor Carran- za con su brillante adquisición, y su deseo de ver revertida 11 su idioma natal aquella parte que, sin el noble interés del A 1. Orackenbridge, tomo I, pág. 319, edición de Baltimore, año 1819. 2. Revista de Buenos Aires, tomo I, ° páj. 234.— 38 — distinguido americano, Mr. César A. Rodney, ese trabajo del historiógrafo cordobés, habria quizá quedado sepultado en la oscuridad. Tanto mas cuanto que los sucesos del año 20 y otras circunstancias pusieron al señor Funes en el caso de prescindir de la política do su pais. Asi es que, con escep- cion de la parte que tuvo en la redacción literaria y ecle- siástica de algunos periódicos de 1820 á 3825, puede decir- se no volvió á ser ya aquel Funes de los años anteriores, cuya influencia y consejos solicitados ó no, tuvieron tanto peso y trascendencia en los acontecimientos políticos de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Nosotros, anhelosos también de contribuir algún tanto en no dejar pasar inapercibidos escritos de la naturaleza del que nos ocupa; ver realizado el deseo manifestado por algunos bibliófilos y en la creencia de que la conclusión del Eínsayo del Dean Funes no existe original ni traducido, nos hemos apresurado á revertiría al idioma originario, en la esperanza de que nuestro trabajo alcanzará la aprobación de los Argentinos. Pero antes de pasar adelante, nos vamos á permitir decir algunas palabras sobre el distinguido personage á quien debemos la continuación del Bosquejo del Dean Funes, sin cuyo empeño é interés por este pais, esa parte del trabajo del referido Dean se habria perdido ó inutilizado. CÉSAR ACGUSTO BODNEY. Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos. El honorable César Augusto Rodney fué hijo del coro- nel Tomás Rodney, uno de los valientes militares que, arros- trando todos los peligros, se puso al frente de los primeros ejércitos que aparecieron en América para conquistar su in- dependencia. Su tio fué César Rodney uno de los que sella- ron con su nombre ese documento que honra tanto a su pais y desde cuya fecha sédala la libertad de América. Lle- gado apenas á la edad de 22 «ños, que es un año después de los que las leyes inglesas y americanas exigen para entrar en la mayoridad, fué llamado á ocupar el cargo de representan- te en el cuerpo legislativo de su Estado. Desde entonces dió á conocer las virtudes que debían distinguirle en la clase de hombre público. Sus virtudes morales no pudieron menos que hacerle merecedor del aprecio de todos sus conciudada- nos; en su virtud fué llamado á la representación iracional, en cuyo puesto acreditó el amor á su patria, de que estaba animado. Colocado en ese distinguido cargo en circuns- tancias en que el vértigo de las pasiones apenas daba lugar á la razón, en que los partidos ocupaban el puesto que corres- pondía á los verdaderos intereses de su patria, se convenció de que el deber sagrado de un representante era representar á su pueblo ilustrándolo. Se mostró, pues, con un carácter üeno de moderación, sin pretensión al brillo, sin adherirse á partido alguno, y huyendo siempre de todo lo personal y de toda idea que pertenecieseá una faecion;siguió tan solo la sen- da que rectamente conducía al bien general. Usando enton- tes del espíritu de conciliación con que le había adornado la naturaleza,y aprovechándose de lasideasy del celo de unos y otros, supo obtener siempre un resultado útil á jos intere- ses generales del pais; llegando á ser de ese modo el ma- gistrado natural de su patria. Tal conducta le hizo acreedor » las consideraciones de su gobierno, quien le llamó á ser- vir en el gabinete, donde desempeñó ct importante car- go de fiscal del Estado. En oste destino manifestó sus pro- sudos conocimientos; y ejerciendo la justicia hizo lucir el— 40 — carácter de humanidad que le distinguía en todas sus accio- nes. Desempeñó este cargo por el espacio de cuatro años, y conociendo que no podia continuar prestan- do á su pais todo el servicio que deseaba, hizo de él espon- tánea renuncia, volviendo otra vez á la representación na- cional', á esperar una oportunidad que le hiciese distinguir por el amor d su especie. Notó que las circunstancias en que se hallaba la causa de las Provincias Unidas de Sud-América no podían ser mira- das con indiferencia por un gobierno, cuyos principios se identilicaban con los que las habían puesto en tan glorioso empeño. Poropara proceder al renonocimiento de su in- dependencia con la circunspección que correspondía y que demandaban los propios intereses de ese pais, era necesario tomar un conocimiento práctico del estado en que se halla- ban estos provincias. A osle efecío se nombró una comisión compuesta del distinguido ciudadano que nos ocupa, Jaime Granara, del Departamento de Estado, Teodoro Bland, uno de los jueces de Caltimore y 11. M. Brackenbridge en calidad de secreta- rio. Llegaron á Norfolk ( Virginia) el 28 de noviembre de 1817. Se embarcaron en la fragata Congreso, al mando del comodoro Sinclair, el 5 de diciembre, la cual se hizo al mar el día 14. Esta llegó á Rio Janeiro el 27 de enero de 1818 (1), de donde salió el 9 de febrero, llegando á .Monte- video el 20 á las 10 de la noche. Alli, los comisionados se vieron con don José Miguel Carrera, á quien ya conocían 1. Hallábase á la sazón de agente de este gobierno, en aquella corte, el señor doctor don Manuel José García, con quien los comisionados toma- ron relación, y obtuvieron alguno* conocimientos sobre el estad" de c*l<¡ pais. — 41 — algunos de ellos y con quien dieron un paseo á caballo por invitación de aquel. Salieron de allí el 2G y llegaron el 28 de febrero á Buenos Aires. El secretario Brackenbridge hizo la primera visita ai ministro Tagle el 2 de marzo, anunciando la déla Comisión para el día 4, en que fué reci- bida por el Supremo Director Pueyrredon, presentada por el doctor Tagle, con asistencia de los generales y gefes militares de la nación. Los ciudadanos de todas las clases manifestaron á los comisionados las pruebas de afecto mas inequívocas. Ellos traían por objeto, obtener noticia exacta de todo negocio en que hubieran podido interesarse los E. U.; hacer formar una justa idea de los sentimientos de su nación y de las amigables disposiciones de aquel gobierno respecto de las dos partes contendentes—España con estas Provincias — y asegurar el respeto conveniente á su comercio y todo puerto y de toda bandera. Después de haber llenado su cometido y como á los dos meses do residencia en Buenos Aires, donde recogieron, oOcial y exlra-oficíalmenle, todos los datos que consideraron de interés, se marcharon á flnes de abril con dirección á Montevideo. De allí pasaron, el 29, á Maldonado, de don- de partieron, el 4 de mayo, de regreso á los Estados-Unidos, llegando a ¡lampión lioads el 24 de junio de 1818. Los señores Rodney y Graham, presentaron cada uno su informe respectivo el 5 de noviembre 1818 , los que tueron incluidos por el Presidente de los Estados Unidos, en su fttensage al Congreso, el 47. Sin embargo, el gobierno norte-americano había tenido ya conocimiento del estado de este país, como Di) año antes que los comisionados enviados al efecto, pero con la diferencia de haber sido estos espresa-— 42 — mente nombrados de oGcio y portadores de documentos au- toritativos que el Americano anónimo, de que mas adelante se hablará, no había podido presentar, por carccerde aquel requisito. Mr. Bland, que habia ido por tierra de Buenos Aires á Chile, llegó mas tarde á Filadelfla en la «América-, proce- dente de Valparaíso, habiendo llegado pues, á buen tiempo •para preparar la memoria que fué presentada al Congre. so. (1) Esos informes fueron incluidos en el Mensaje del Pre- sidente de los Estados Unidos, al principiar la sesión del XV Congreso, el 17 del citado raes y año—sometido á la Cáma- ra constituida en comisión. El título que lleva el libro is: « Message from the President of the United States, at the commencement of the sccond Session of the fifteenth Con- gress—November \7, 1818—Uead, and committed to a com- mittee of the whole House, on the state of the Union—Was- hington- printed by E. de Krafít—Í818.» Su contenido es: el Mensaje referido y los documentos ú que en él se hace referencia, á saber, la nota de remision,del señor Rodney, y su informe con un Apéndice conteniendo las piezas siguientes: Bosquejo de Funes; el Manifiesto del C. G. Ccnstituyente de las Provincias Unidas del Rio de la Plat.i, á las naciones; declaración de independencia de Chi- le; traducción de varios documentos dados por el Gobierno de Buenos Aires; correspondencia entre Alvarez y losagentes de Artigas; carta de este á Pueyrredon (2); correspondencia con el general portugués. Arreglos de los ingleses con Arti- 1. V. El Sal de Chile de * de febrero di 1219— 2. Está publicada en El Iris, periódico qui cenal de literatura d¿¡ Monlevidto, número 7. pág. 97—Año de 186:1. — 45 — gas; código sobre presas, informe de Teodorico Bland, sobre Sud América y otro sobre Cbile; un estado general del año 1817; un cuadro estadíslico del antiguo vininato de Bue- nos Aires; carta del ministro Adams al señor Poinsétt, pi- diéndole á nombre del Presidente de los Estados Unidos, presente un informo con respecto(t los negocios de la Améri- ca del Sur. para lo cual le consideraba en aptitud de poderlo hacer, á causa de su larga residencia en estos países; contes- tación de este y su informe solicitado, que Poinselt presenta, hasta diciembre de 181G. Los referidos informes fueron publicados en la mayor parte délos periódicos de los listados Unidos; ¡uro tanto es- tos como los que fueron impresos por orden del Congreso, contenían muchos errores en la ortografía de los nombres y aun omisiones é inexactitudes, basta el punto de hacer algu- nos pasages, casi ininteligibles. Esta circunstancia movió á otros á hacer una nueva edición en 181Í), corregida de al- gunos errores, de que también se hizo una impresionen Londres, en el mismo año. Antes que el Gobierno de los Estados Unidos, enviara aquella Comisión á la América del Sur, un humilde dudada- no de esa República, habia ya visitado estos paises, escrilo bajo el anónimo é impreso á su costa, en un folleto de 52. pajinas en 4. ° , la Carla que se halla en el Apéndice de la obra de Brackenbridge (I1, cuyo verdadero titulo es: « South 1. La Abeja Argentina, en la píg. 375, tom. 1.° registra lo si- guiente: «Una persona corrompida, que por desgracia vino anexa a la comisión, en calidad de Secretario, Brackenbridge, se lomó la libertad de formar un largo romance en dos tomos, no para el gobierno, que no !e pedia sus informes, sino para el público ignorante; y en esta publicación miserable, con el privilegio de viajero á este otro lado de la linca, vació cuanta especie le sugirió un partido astuto • • •» — v— 44 — América — A Letter on the present state of lliat conntrv toJamos Monroc, Presiden! of the United States—By ¡m American -Washington: Printed and published, at the offi- ce of the National Kegisler—Oclobre lo, 1817. » A esta carta sigue un Postcript—(de 2 pajinas), que es un estrado dtl .Mensajero Semanal de Bell (Rell's Wtékly Mcssenger , publicado cuando la carta estaba ya en prensa, y que el autor probija por coincidir completamente con si:< ideas, agregándolo a ella para darles mas peso. El lector comprenderá fácilmente el objeto que nos proponemos, de entraren los breves detalles del itinerario de los comisionados americanos, y aun nos permitimos lla- mar la atención sobre ellos, para que no so o&lraviola ver- dad histórica sobre el motivo real que pudo haber traído esa misión, á estos países. Mucho mas, si se tiene en cuenta el rumor difundido á la sazón sobre la llegada de otras comi- siones de varios puntos del globo, con objeto ignorado. (Juizá el resultado de la misión aliólo-americana, conoci- do inmediatamente en Inglaterra por la estensa publicidad duda á los documentos de estas provincias, en lu prensa de aquellos dos países, habrá hecho renunciar al envió de las anunciadas comisiones. Agregúese á esa circunstancia otro hecho no menos atendible para esos gobiernos, que tenían la vista lija sabré estos paires y cuva tranquilidad y prosperidad les interesal);!, por el inmenso bien que de ello provenia para la propaga- uno de su comercio. Ya la Inglaterra había tentado otros medios en años anteriores con el mismo objeto, aun que sin fruto, auxiliando al partido revolucionario en la América española, y costeando expediciones, como la do Jlirandaá Venezuela, en 180C, y la do ^'hilelocko á Buenos Aires, en — 45 — 1807. Por otra parte, la Inglaterra no ignoraba el estado de estos países: antes de la misión norte-americana: ya te- nia conocimiento de él; como lo prueba una publicación he- día en Londres, en 1817, conteniendo los hechos principa- les que han tenido lugar durante la guerra de la independen- cia, hasta la batalla de Chacabuco. El título del libro á que nos referimos es: « Outline of the Revolution in Spanish America; or an Account of the origin, progress, and actual state of the war carried on between Spain and Spanish Ameri- ca,conlaining the principa/ faets ichich have marked lite Strug- gle. By a South—xVmerican.—London- printed for Long- ruan, Hurst, Rees, Orme, and Brown- Paternóster—Rovo— 1817—(Printed by A. Straharn, Printers—Street, London.) (362 pajinas 4. ° ) El autor de este libro se limita á la simple relación de Ids hechos presenciados por él, en su mayor parte y á los que le fueron referidos por personas de crédito y bien informa- das, y todo su contenido está fundado en documentos oficia- les ó auténticos. Ha consultado además los periódicos pu- blicados en todas las partes de América; los boletines de los gefes militares; la Historia de la Revolución de Méjico, por el doctor don Servando Teresa Mier y Noriega, bajo el pseu- dónimo de José Guerra; el Exposé to the Prince Regent ofEn- gland, por Mr. W. Walton; los artículos insertos en El Es- pañol, por don J. M. Blanco White y la obra Des Colonies et de l'Amérique, por Mr. de Pradt. Las observaciones filosóficas que el señor Rodney, de- ducía en su informe, de ciertas tendencias y predisposiciones que había notado en los habitantes de este país por asegurar su libertad, fueron las que produjeron la consideración del gobierno de los Estados Unidos, preparando el actodejus-— 46 — licia que hizo, reconociendo la independencia de las Provin- cias Unidas. Este ilustrado ciudadano, pues, empleó todos los esfuerzos que estaban en su capacidad; para que ese acto se realizase cuanto antes; y apesar del mal estado de sn fisico, y arrostrando los peligros del mar, se prestó gustoso á vol- verlo á repasar, para satisfacer de este modo sus sentimien- tos y ser el rniMF.no que rindiese un homenaje tal á la sobe- ranía de este puis. La segunda vez que arritió á estas playas, (\) investido con el carácter público de ministro plenipotenciario, volvió i acreditar sus sentimie;;to¿ porel bien de la humanidad y la distinción con que miraba este suelo. La última vez que habló en público, no fué sino para elogiar el pais, para de- mostrar cuanto le amaba, hasta el grado de desear el con- tarse en el número de los ciudadanos argentinos. El señor Uodney, se hallaba ocupado de esos sentimientos cuando la muerte le hizo desaparecer de entre los que le amaron por sus virtudes, por sus consejos y por sus luces. El señor Rodney, talleció ea Buenos Aires, á las 6 de la mañana del día 10 de junio de 1824. A las once y media del dia 12, el cadáver fué conducido al cementerio protestan- te (2), precedido de un batallón de infantería con cuatro piezas volantes; en cuyo acto la Fortaleza hizo una salva nacional, [ofxfeMMia por el Gobierno. Cerraba el acom- pañamiento una escoltado húsares. En la plaza del Retiro, dos cuadras antes del cementerio, situado al lado de la igle- 1. El 23 de mayo de 1824, Rodney fué obsequiado con un espléndido banquete olicial de 500 cubiertos, segun una curiosa "Relación" del mis- mo, que corre ms. 2. Rodney peí tenocia al Rito presbiteriano — — 47 — sia del Socorro, la comitiva que iba en coche bajó y se in- corporó á la que marchaba á pié, y al entrar el cuerpo al cementerio hubo una segunda salva, hasta el momento en que el cadáver fué puesto en la huesa destinada. EISr. don Bernardino Rivadavia,acompañado de Mr For- bes, cónsul de los Estados Unidos, se colocó al borde del sepul ero, y en presencia de una reunión de las mas respetables v numerosas que hasta entonces habia conocido el pais, pro- nunció un discurso lleno de sentimiento y elocuencia, con- cluyendo con las notables palabras siguientes: «¡Alma ilustre de Augusto César Rodney! volved al se- no de vuestro Creador con la elevación y confianza á que os da derecho el haber sido exactamente su imagen acá en la tierra, y no separéis vuestra vista compasiva de este pais que tanto se honra con conservar vuestros restos. Si, nosotros los conservaremos como el mas precioso tesoro que pudo recibir este suelo.» Luego, tomando en la mano una porción de tierra, dijo: iY tú, tierra que vas á tener la gloria de cubrir estos venerandos restos, recibe también el honor do henchirte con la semilla mas fecunda de virtudes, y haz que se reproduz- can iguales héroes que inmortalicen el nombre america- no.» (1) El mismo dia del fallecimiento del señor Rodney, el Gobierno Argentino, decretó la erección de un monumento sepulcral, costeado por el Estado, como una memoria de gratitud. I, Véase la Gaceta Mercantil del 12 y el Argos del 16 de Junio de 1824.BOSQUEJO DE LA REVOLUCION ARGENTINA, Continuado hasta la Batalla de Maipo por el Dean Funes, A petición del señor Rodney, uno de los comisionados que el gobierno de los Estados-Unidos de Norte-América envió á BuenosAires en 1818. 1816. Un momento de calma era lo que deseaban muchos otros, para poder depositar la suprema autoridad en manos hábiles; pero en circunstancias en que el congreso nacional deliberaba sobre este asunto, se oyó rugir la tempestad con la mayor violencia. La renuncia del coronel Alvarez,(l) de director interino, movió a la Junta de Observación, en unión con el Cabildo de la capital, á elevar á ese rango al brigadier general don Antonio Balcarce. Este remedio fué momentáneo: la me- dida de ningún modo correspondía con el deseo del pueblo, y, por una especie de fatalidad que casi siempro acontece, no tardó mucho en estallar una esplosion producida por ma- teriales tan bien preparados. Pronto se vió figurar en e\ teatro de la discordia á electores y elegidos. Entre tanto, el nuevo director interino ponia en juego todos sus esfuerzos, para destruir el germen de la discordia, que ya habia producido tanta oposición entre los Orientales y la Capital, y para hacer sentir á todos los partidos las Tentajas de vivir bajo la misma ley. Apesar del favorable resultado que prorae tia la primera tentativa del director con este laudable objeto, todos los medios resultaron al fin inú- tiles para una reconciliación. Esta discordia se habia propagado á manera de un con- tagio, y los remedios que se aplicaron para paralizar sus de- li Elevad* y aceptada el 16 de abril de 1816—Z.vastaciones no presentaban eficacia alguna. La ciudad de Santa-Fe (1), apesar de que acababa de salvarse de una san- grienta lucha y que estaba amenazada de mas serios peligros, continuaba aun con sus ideas de independencia, pudiéndose decir no sin propiedad, con mas obstinación que constan- cia. Córdoba, siempre adicta a las máximas de federalismo, si bien habia enviado sus diputados al congreso general, consideraba su absoluta sumisión á la capital como indigna de un pueblo libre, y apn sostenia la idea de que esta su- misión debia ser temporaria. • Las demás provincias, según sus respectivas situacio- nes y caracteres, manifestaban mas ó menos su desagrado á loque ellas consideraban una especie de sugecion. Sise buscan las causas de este fenómeno político, no será difícil encontrarlas. La opinión que mas prevalecía en las provincias era decididamente en favor del sistema federal, el que deseaban ver realizado aun con preferencia á los roas esenciales y primeros objetos de su nueva carrera. Ese,ha- bía sido el deseo favorito de las provincias, casi desde el principio de la revolución;—y con el que mas simpatizaron desde que lo habían visto realizado con tanta gloria en los Estados Unidos de Norte América. Sin embargo, los go- biernos, la capital y no pocos de los ciudadanos mas inteli- gentes eran entonces opuestos á esta idea. Cada uno de es- tos partidos sostenia su opinión con razones poderosas. Por la relación que de ella voy á hacer, el lector ilustrado po- drá juzgar. Los que estaban en favor del gobierno ya establecido 1. El general Díaz Velei, con un cuerpo de tropas, estaba sitiado en San Meóla». — M — eran de opinión que el sistema federal no podía sostituirse legalmente, hasta ser sancionado por un congreso general, sentando como principio que la constitución de un es- tado debe recibir su existencia de manos de la nación mis- ma, y no de parcial concurrencia y por actos sin conexión entre si; que, cuando la nación recuperó al principio su libertad y todas las provincias se hallaban unidas bajo el mismo gobierno, habían adoptado la forma actual, y fué bajo esta forma que la existencia de la República se habia conservado, en medio de los mayores desastres; que, mientras todas las provincias no estuviesen unidas otra vez, cosa asaz factible, impropio seria desviarse mas de lo absolutamente indispensable que lo que antes habia existido; y que, de todos modos, si la preponderancia de la capital era un mal, se podría corregir, cuando ella de- jara de ser necesaria para la seguridad común. Se agregaban otras razones, fundadas en vistas políticas. Según el siste- ma federal, decian ellas, cada estado es soberano é indepen- diente con respecto á los demás; cada uno puede poseer y en realidad posee intereses separados: es de temerse, pues, que cada uno busque mas lo que conciba ser sus propios intereses, que el interés común á todos; y verse envueltos en una ruina común en consecuencia de ese egoísmo é infundados celos. Que en medio de los peligros alarmantes que amenazan á este naciente Estado, la necesidad de una completa unión de todas las partes, bajo la dirección de una cabeza, para la me- jor concentración y dirección de sus fuerzas, es dictada por las máximas mas claras de la prudencia; ¿y dónde, se pre- guntaba, puede colocarse esto con mas propiedad que en la capital, en donde la revolución misma recibió su origen, de donde ha emanado todo esfuerzo grande en la causa gcueral,y que, por su posición, su empresa y su inteligencia, puede manejar los intereses comunes de la nación, á lo menos por ahora, para conseguir la mayor ventaja posible? Lo pri- mero que se debe bacer, continuaban, es colocar nuestra independencia fuera de peligro: realícese esto antes que nos veamos disconformes en el modo de llevarlo. Insistían ade- mas en que no era muy seguro confiar en el ejemplo de los Estados Unidos de Norte América, que habían sido siempre educados en las virtudes republicanas, y á quienes no de- bíamos compararnos, atrasados como liemos estado, bajo la férula del despotismo y que seria poco cuerdo confiar la suerte de la nación, en época tan peligrosa, á virtudes que aun no habian sido puestas lo suficiente á Ja prueba. Que seria mas prudente dejar al tiempo y ú la educación, bajo la influencia de un gobierno libre,producir el mismo carácter de ilustrado patriotismo. Los del partido federal disputaban sobre principios diferentes. Estos sostenían que Buenos Ai- res, capital del antiguo vireinato, habia sido la primera en sacudir el yugo español, y por su influencia inducía á las provincias á seguir su ejemplo; al mismo tiempo alegaban las repetidas protestas por parte de este gobierno.., que su preponderancia no debia ser sino momentánea; que debia convocarse sin demora un congreso con el fin de fijar el gobierno general sobre una base permanente. Fu* en virtud de estas protestas que las provincias habian sido inducidas á entrar en las vistas de la capital y colocar sus recursos á disposición de ella. Se quejaban de que se había pasado tanto tiempo sin cumplir este compromiso, que su situación era hasta ahora, muy poco diferente que la que tenían bajo la monarquía española, que solo habian conse- guido poco mas que un cambio de amos. No negaban la di- — 55 — ficultad de reunir un congreso nacional durante el borras- coso periodo de la revolución; pero á falla de un congreso, decían, el gobierno general de la capital debia haber cesado, y que las provincias dejaban de estar sometidas á él, en atención á que la voz general estaba en favor del sistema federal. Lejos de ser inadecuado á las exigencias de la época y á los objetos de la revolución, manifestaban que los actos in- dividuales de las provincias habian contribuido mas á le- vantar el carácter de la república y á bacer progresar la causa general. Si nuestras disensiones, decían, ñus desacreditaron con las naciones estrángeráS, debe atribuirse al choque del go- bierno do la capital con los sentimientos y deseos délas pro- vincias. Que como no puede haber efecto sin causa, po- niendo fin á estas odiosas rivalidades y celos, el sistema fe- deral impediría la repetición de escenas tan deshonrosas. Verdad es, decían, que los procedimientos turnuliuarios de la Capítol, provenían por lo general de otras causas: princi- palmente de la empleomanía en muchos de sus habitantes; los ambiciosos cambios en su favor, hasta los celos estrema- dos de sus libertades por parte del pueblo; ¿era justo, se preguntaba, que las provincias se viesen obligadas á seguir estos frecuentes y caprichosos cambios, en que ellas no te- nían ninguna parte? Pero ¿estos males no habrían cesado li;ce mucho tiempo, estableciéndose el sistema federal? ¿Qué tentaciones podría haber en seducirá los aspirantes, en los poderes limitados y definidos que presentaría el siste- ma federal? Por el contrario, ¿que podría ser mas tenta- dor, para los ambiciosos que un sistema que facilitaba á los que estaban en el poder el ser señores y arbitros de la re-— M — pública? Sistema que les facilitaría el preferir á sus adu- ladores y favoritos, y á los que no eran ni lo uno ni lo otro, sino simplemente del eírculo, á ciudadanos hábiles y meri- torios: y el consultar sus deseos particulares mas que el bien público. Alegaban que, en efecto, la capital babia, hasta ahora, prestado mucha mas atención á sus intereses particulares que á los derechos de las provincias; que ella habia satisfe- cho la ambición y avaricia de muchas de ellas, á fin deque, atrayéndose á sí las frajilidades y pasiones humanas, sem- brasen las semillas de la discordia y desunión en otras par- tes de la confederación; comprometiéndose estas personas á reprimir los sentimientos del pueblo, y á atraerlo á una subordinación que solo convenia á sus vistas interesadas. Decian que cuando estas cosas se consideran con imparcia- lidad ¿cómo podemos estrechar mas los vínculos de unión bajo un gobierno como el presente? el cual, tanto por sus opresiones cuanto por sus favores, debilita aquel amor pa- trio queel sistema federal tiende á nutrir; sistema queal mismo tiempo que deja al ciudadano en el pleno goce de la porción de libertad que el bien de la sociedad no le exije dar, produce Jo bastante para todos los propósitos déla seguri- dad y felicidad general. Pero no se diga, continuaban, que no hay virtudes republicanas entre nosotros; ¿á que otra cosa se ha de atribuir lo noble resolución que hemos adoptado y sancionado con nuestros juramentos, de morir antes que no vivir libres é independientes? ¿\ qué, esa enérjica y heroi- ca resistencia que ha dado tantos dias de gloria á nuestra patria? Y aun cuando se admitiera que no poseemos esas virtudes ¿se han de inculcar por el ejemplo de un gobierno que no enseña mas que egoísmo y corrupción? — 55 — De ese modo razonaban los partidos opuestos. Por lo que toca á nuestra opinión, debemos decir que, por la im- posibilidad de alcanzar este fin, sin tropezar con los males de la anarquía y quizá de la guerra civil, á causa de la prepon- derante influencia de la capital, la medida mas acertada, por parte de las provincias, seria hacer un sacrificio de su obe- diencia por ahora á esa unidad de acción, sin la cual nues- tra esperanza definitiva debe ser dudosa. Es de esperar que nuestros enemigos trabajen sin cesar para recuperar su per- dido dominio, y lisongeados con nuestras disenciones, con- tinúen ocupándose de formar nuevos proyectos para escla- vizarnos, mecidos con la esperanza de que nosotros no lle- varemos sino débiles y divididos esfuerzos en sosten de nues- tras libertades. He trazado asi sin disimulo el triste cuadro de nuestras discordias domésticas. Algunos ciudadanos de Buenos Aires, tocados de la desgraciada antipatía de las provincias para unirse de cora- zón á la causa de su patria común, se unieron á sus deseos, temiendo que nuestras disensiones formaran un puente por el que pudiese pasar el enemigo para reducirnos á la suje- ción, y confesando de buena fé que la balanza de la opinión pública se inclinaba al federalismo, solicitaron del goberna- dor intendente de la Provincia que d( spojase á Buenos Ai- res de su preroga ti va igualándola á las demás provincias. Creyeron que esta medida pondría fin á sus irritados celos y que sucedería un sentimiento fraternal que les habilitase á completar el edificio que tan gloriosamente habian comen- zado. En un asunto de tanta importancia, el intendente, con el fin de averiguar con exactitud los sentimientos del pueblo, decretó se tomara en consideración la solicitud en una asamblea general ó Cabildo convocado al efecto, y con-— 'oG — siguientemente se ordenó la reunión el 19 de junio de I8lf, Este inesperado acontecimiento encendió de nuevo el fuego de la discordia aun no apagado del lodo. La Junta de Ob- servación, si bien convenia con el Intendente en cuanto á la oportunidad de averiguar el sentimiento del pueblo, no se conformaba con que esto se hiciese por el sufrajio general, temiendo peligrosas y tumultuarias ajitaciones; juzgaba que seria mas acertado inquirir su voluntad, por medio de di- putados elej idos con ese objeto. Esta divergencia de opinio- nes dividió al Kstado en partidos, cuyas disputas se llevaron con tanto calor y violencia que se temia seriamente no pararían sin apelar á las armas. Si se hubiera considerado este asunto destituido de sentimientos particulares y perso- nales, apenas habría dado origen á divergencia de pensa- mientos. Esta contienda, aunquejquedó^'mslalo quo, dejólos áni- mos de los partidos demasiado lacerados ó agitados, para que pudieran arreglar la cosa en paz y armonía. Al mismo tiempo, tanto su agravó á consecuencia de otra disputa que, tomando la Junta de Observación, de acuerdo con et Cabildo, un tono de autoridad, procedió á deponer al Director inte- rino. Este fué sostituido (1) por una Comisión Gubernati- va, compuesta de don Eranciseo Antonio Escalada y de don Miguel Irigoyen. * Mientras tenia lugar esto, las tropas de Buenos Aires, al mando del coronel don Eustaquio Díaz Velez, se acerca- ban á la ciudad de Santa-Eé, al mismo tiempo que la blo- queaba una escuadrilla, al mando del coronel don Matías Irigoyen. Las armas-de estas dos ciudades rivalizaban cn- 1. El 11 Uc julio de 1810, {Cácela No. 63, fecha 13 de Julio) -Z. — 57 — tre sí. en intrepidez y valor. Dejaríamos de ser francos si ocultáramos nuestra admiración al ver una pequeña ciudad como Santa-Ké, sin tropas disciplinadas y con pocos recur- sos, hacerse respetar de su enemigo, y bajo la dirección de su gefe, sostener la causa de su independencia. Verdad es que los santafecinos abandonaron su ciudad, creyendo que la llevaban consigo, á donde quiera que pudieran vivir li- bres. No tardaron mucho en sitiará los mismos invasores, haciéndoles esperimentar los padecimientos del hambre; y habiéndose enseñoreado, por una feliz casualidad, de varios buques enemigos incluso el comandante de la escuadra, pa- recía muy poco probable que sucumbieran á sus invaso- res. Dos acontecimientos importantes, ocurridos en la ciu- dad de Tucuman, parecian capaces á desviar la corriente de la disensión. El primero fué la elección del coronel don Juan Martin Puyrredon para Supremo Director; pero estando amenazadas por el enemigo las ciudades de Salta yJujui, las exigencias de la guerra reclamaban la primera atención del Director; esto demoró por consiguiente su regreso á la ca- pital. El otro fué la solemne declaración de nuestra indepen- dependencia, hecba por el Congreso el memorable 9 de ju- lio de 1SIG. Seis años habían trascurrido desde aquel pe- riodo oscuro, en que no éramos considerados sino como un rebaño mansamente obediente á la voluntad de su amo, en que éramos tranquilos espectadores; mientras los estrañosdirijian la economía de "nuestra casa, en Ja que nuestras manos se empleaban en levantar fortalezas desti- nadas á esclavizarnos; seis años del mas profundo y univer- sal interés, que se sentían, casi pod:ia decir, hasta por elr.íño en los brazos de su madre, habían despertado una íuullilud de nuevas ideas por todas las clases de la sociedad, é inspiraban un deseo general de elevarse al estado que la naturaleza misma parecía indicarnos. Avergonzadas estas provincias de haber demorado tanto tiempo el declarar su emancipación, levantaron por último el sublime grito de libertad. Se creia bastante probable que esos importantes acon- tecimientos habrían aquietado á la vez que convencido á las provincias de la necesidad de un todo bien organizado. Por desgracia no sucedió asi. «Desde Córdoba,» decia el Director en su Esposic'ton, ¡«con qué sobresalto cstendia mis mira- das hacia el ajitado pueblo de Buenos Aires!» Y no sin mo- tivo; puesto que al tomar posesión del gobierno, estuvo es- puesto á colocarse sobre el cráter de un volcan. No obs- tante, tuvo la suerte de lograr el vencer las antipatías de sus mas inveterados enemigos. ¡Ojalá hubiéramos tenido igual felicidad en hallar los medios do restaurar la perfecta tran- quilidad del Est.do. Los desenfrenados é indómitos orien- tales y santafesinos insistían aun en sus desasosegadas é in- consideradas correrías. Además de las numerosas causas que tornaron tan calamitoso su rompimiento, se siguieron otras que parecían hacer á aquellas» mas duraderas. Por esta época. la corte del Brasil se quitó la máscara, que babia ocultado basta entonces el perfecto proyecto que, desde mu- clio tiempo antes, habia formado, de apoderarse de los deli- ciosos países de la Banda Oriental del rio. La corte del Brasil hizo frecuentes tentativas, para conseguir ese territorio, que hacia mas de cien años co- diciaba con tanta ansia, pero siempre se veía obligada á abandonar su presa, hasta que nuestras lamentables disen- siones parecían al fin favorecer el éxito de una invasión. Ll Director aprovechó esta oportunidad para reavivar cou — 69 — el general Artigas aquella antigua amistad, cuya fuerza com- binada habia frustrado otras veces los vergonzosos desig- nios de los portugueses. Se le despachó un diputado con provisión de armas y municiones de guerra, y rogándole manifestase con franqueza cuales eran sus necesidades, pa- ra llenarlas á su entera satisfacción. Pero hablar de reconciliación con Artigas era lo mismo que predicar en desierto. Su obcecación no podia ablan- darse por medio de concesiones, ni su orgullo humillarse por los peligros. Si bien recibió las donaciones, oyó las propuestas con desagrado, prefiriendo que la historia le acuse de haber sacrificadado la oportunidad á su odio par- ticular, sus deberes á su capricho y su pais á sus intere- ses. Por lo que toca á los santafesinos, el Directorio no es- taba mas animado del deseo de impedir que por las desa- gradables ocurrencias de esta ciudad, permaneciesen en un estado distinto y separado de todos los demás miembros de la República, pero sí ansioso de colocar las fuerzas, á las ór- denes del general Diaz Velez, por mas garantía. Con este fin despachó diputados llevando proposiciones muy ventajosas para ellos, que hubieran bastado para restaurar la antigua armonía y fraternidad. Antes que aquellos llegasen á Santa Fé, ya nuestro ejército habia evacuado la plaza y bajado el rio. La última invasión de ningún modo fué calculada pa- ra disponer los ánimos á la reconciliación. Y aun cuando los santafesinos hubieran dado esta prueba de su amor al orden, es probable que pronto se habrían arrepentido de un acto que los hubiese hecho desmerecer en la estimación do su protector el general Artigis: de lodos modos, la ne- gociación terminó sin efecto.— 00 — La ciudad de Córdoba, aunque con sus diputados al Congreso y sometida á la Capital; se inclinaba del lado délos orientales y santafesinos; su carácter no le permitiría aban- donar á estos en el periodo de la adversidad; los peligros que amenazaban á sus vecinos solo sirvieron para estrechar mas los vínculos de amistad, que se aumentaron en proporción del mismo riesgo. .Un cuerpo de tropas cordobesas en número de cuatro- cientos hombres, al mando de don Juan Pablo Bulues, mar- chó precipitadamente hasta la ciudad del Rosario, en ausilio de los santafesinos; pero no encontrando enemigos, regre- saron á su provincia sin ninguna ocurrencia de importan- cia. La espedicion de Bulnes, no fué emprendida con la aprobación del gobernador de Córdoba, coronel don José Diaz; no porque este gefe dejase de estar inclinado del lado de los santafesinos y de la causa del federalismo, sino porque convenia al curso político que se habia resuelto seguir, de dar solamente un consentimiento negativo; ó talvez viendo á Bulnes á la cabeza de una fuerza mas considerable que la uue él podia dominar, no juzgó prudente oponérsele- Sea como fuese, esto dió origen á una animosidad reciproca, tan indiscreta como mal llevada. Mientras Bulnes regresaba para Córdoba, Diaz reunía una fuerza para recibirle. Este temía que su rival tuviese la intención de deponerle y colo- carse á la cabeza del gobierno. Estos dos cuerpos pronto se vieron uno en frente del otro, y después de ejecutar un saí- nete militar,—disparar unos cuantos tiros al aire,—Bullios quedo dueño del campo de batalla, entrando triunfante á la ciudad. Estas agitaciones y desórdenes eran en directa ?iola- — 61 — cion de la autoridad pública. Procedían do una fuerza ac- tiva, sostenida por Ja opinión que mas prevalecía; en sus consecuencias eran de temerse tanto para el presente como para el porvenir, puesto que presentaban los ejemplos mas peligrosos. Los derechos reclamados por el gobierno y el congreso eran pesados en distintas balanzas, que las de ellos mismos. El único remedio que el congreso aplicó á estos males era apelar al buen sentido de estos pueblos. Se publi- có un manifiesto, que respiraba en lenguaje elocuente el sentimiento del amor á ¡a patria, lamentando y censurando con severidad los desórdenes públicos, lanzando anatemas contra los perturbadores del repcuo público y exhortando á todosá la obediencia y sumisión á la suprema autoridad, que tenia por objeto únicamente Ajar la seguridad y felici- dad de la República. Esta publicación, como se podia es- perar, produjo poca impresión, entre unos pueblos que se consideraban traicionados, cuando se les negaba la forma de gobierno que ellos preferían. En efecto, miraron el ma- nifiesto como una de aquellas nubes de otoño, —muchos re- lámpagos, pero nada de agua. Se adoptó una medida demás felices resultados con res- pecto á la provincia de Córdoba, fué la de colocar su gobierno en manos de don Ambrosio Eunes,(hermano del autor de este Ensayo) nacido y avecindado en la ciudad de Córdoba. Este nombramiento,ya sea que se considere con respecto á la capa- cidad y virtudes del individuo ó á lo acertado de la elección, fué digno de aplauso. Era este un ciudadano que poseia ta- lentos nada comunes; un espíritu retinado, por su aplicación á las bellas letras, y elevado, por el estudio de las ciencias, se le consideraba como un honor á la literatura. Hombre de nervio poco común, de un carácter severo sin austeridad,— G2 — amante mas déla virtud que de su fortuna, su familia ó su t¡- da. Ejemplar en el cumplimiento de sus deberes sociales, su casa presentaba el aspecto de un santuario, á que los des- graciados podían ocurrir en busca de consuelo y protección. De su política estaban escluidaslas intrigas oscuras, el ma- nejo de la astucia y todas las prácticas de la perfidia. Una noble franqueza caracterizaba su porte; detestaba el artifi- cio, era prudente y cauto en sus discursos, y en todo tiempo, amigo del orden social. Nuestra revolución, sobre la cual babia puesto su sello la justicia, no podia dejar de bailarle de su lado; abrazó su causa con sinceridad y la propagaba con discreción; pero el estado incierto de cosas que sucedió le babia inducido á sepultarse en el retiro, en el cual, sin esponerse al cboque de los partidos contendores, pudiese seguir la severidad estoica de su vida y entregarse á los es- tudios literarios. Con una firmeza superior á los reveses de la fortuna, sopoi taba sin murmurarla pérdida (i) de ca- si lodo lo que poseía, la de sus créditos á una suma crecida, y lo que era mas duro, la de sus dos bijos de mueba espe- ranza, en la flor de la juventud, cuando el congreso nacional echó la vista sobre él, como la persona mas apropósito para vencer el torrente de los desórdenes, cuyo teatro se babia hecho Córdoba. Para una inteligencia común, la situación en que se co- locaba el gobernador habría presentado dificultades casi in- vencibles; bailándose la ciudad de Córdoba ocupada por Bulnes, su yerno, sobre quien debia dar el primer paso, le habría sido necesario armarse de una severidad que uo co- 1. Este hombre estimable poseía em el Perú una gran fortuna e« propiedades, las que fueron confiscadas por los realistas cuando estalló la revolución. — 63 — nociese más parentezco que el de la razón y el de la ley. En el curso de la revolución, él no sehabia declarado en favor de ninguna de las formas de gobierno que esta república juzgaba conveniente adoptar. Su opinión era en favor de la que sancionase la voluntad de la nación, solemnemente manifestada en el congreso; y hasta que esto no su- cediese, él juzgaba que nadie, sin violar las leyes del orden y de la justa subordinación, podría resistirse por la i'uerza a las autoridades establecidas. En oposición á estos sen- timientos, Bulnes hacia gala déla fuerza que tenia á la vista, y su conducta daba pocas ó ningunas indicaciones de un sen- timiento de honor, respeto ci deferencia. El gobernador ocultó prudentemente su determinación, hasta verso sos- tenido por una fuerza suficiente para poderla llevar á cabo. No tardó mucho en bajar de Tucuman, en su ausilío, un cuerpo de línea, al mando del coronel (1) D. Francisco Sa- yos. Bulnes tuvo la arrogancia de presentarle batalla, pero Sayos en presencia del mismo gobernador, le derrotó com- pletamente, y Bulnes tuvo que fugar. (2) Un hombre de una disposición común se habría complacido de una fuga que hubiese ahorrado el doloroso conflicto entre los vin» culos del parentezco y las exigencias de la justicia. Pero este caso solo sirvió para que el nuevo gobernador pusiese en juego su firmeza y energía. Mandó se le hiciese una per- secución activa, hasta que, capturado, fuese sometido á to- 1. Solo era sargento moyor graduado ("Gac^a" de Buenos Aires de 21 de Diciembre de 1816".) 2. La batalla tuvo lugar en las inmediaciones de Córdoba el 8 de noviembre de (1816) y á los vencedores el gobierno .concedió un escudo de distinción en paño celeste sobre el brazo izquierdo con letras de oro en la inscripción siguiente. Honor á (es restauradores del urden. (Gaceta antes citada.)— CA — da la severidad do la ley. La fortaleza que se requiere en semejantes casos no admite mezcla de debilidad humana; y como ha dicho un celebre orador, el magistrado que no i s un héroe apenas merece ser considerado como un hom- bre honrado. La provincia quedaba tranquila por el mo- mento, y la causa de Bulncs se sometió á las formas legales pul* orden del congreso. De las volcánicas erupciones de las provincias, que por este tiempo eran felizmente menos frecuentes, dirijamos ta atención hacia los negocios esteriores. La política de ata- car el comercio enemigo se halló ser un poderoso ausiliodu nuestra causa: fué llevado á efecto entonces con gran suceso. Los puertos enemigos del Pacifico eran asaz molestados por la escuadrilla del comandante Brown—Nada podia manifes- tar, de un modo mas completo, la sugecion á que el pueblo se veia reducido por la tiranía de España;—bajo su vil do- minación, parecía como si todos los resortes del espíritu humano se hubiesen aniquilado y en lugar de un sentimien- to nacional solo existia el interés personal. Brown captaré cinco presas de la isla de las Hormigas; aun tuvo el atrevi- miento de hacer frente á los castillos del puerto del Callao y desafiar los buques españoles armados. Encontró el puerto de Guayaquil en un estado de abandano mayor aun; entró en él triunfante y sustrajo como setecientos mil pesos en valores. N Mientras el vi rey de Lima era asi molestado por mar, sus ejércitos del Perú y Salta esperimentaban una serie de desastres casi sin interrupción. El coronel don Manuel Asencio Padilla sostuvo con mucha gloria la bandera de — 65 — nuestro patria contra el inhumano Tacón (1). El valor y pa- triotismo de ese gefe se habia traido un número considerable de patriotas, á quienes inspiraba confianza, actividad y va- lor. Con el fin dé oponer algunos obstáculos á sus triunfos, se ordenó marchase un cuerpo como de mil hombres hacia la Laguna. Aqui le esperaba Padilla, que habia confiado la defensa de varios puertos á sus capitanes (2), y uno de ellos, que le parecerá al lector algo raro, al mando de su es- posa, mujer muy estraordinaria, doña Juana Azurduy. El enemigo fué completamente rechazado, después de haber dado un furioso ataque; y esta mujer heroica tuvo la satis- facción de presentar á su marido la bandera enemiga, toma- da con sus propias manos (5). Padilla no descansó bajo sus 1. El Partí! del coronel Padilla, pasado al Supremo Director del Estado, puede verse en el núm. 08 de la Gaceta de Buenos Aires de 17 de agosto de 1816. El coronel Padilla, cochabambino, fué el compañero de don Saturni- no Peña y su hermano en la fuga del general ingles Beresford, de Ja Villa de Lujan,en 1806. (Nuñez, píig. 274.) 2. Padilla se situó con su división en San Julián, una legua dis- tante de la Laguna, donde el enemigo tenia su cuartel general, situado en el Oriente, en la parte del Sad, que es el Villar, colocó á su esposa doña Juana Azurduy coa 30 fusileros y 200 naturales con toda arma; en Sopacliyú, entre el sud y occidente, al capitán don .lacinto Oueto, con UO fusílelos, 30 lanceros y 600 naturales de toda arma, en el Tarabuco, al occidente, al comandante don José Serna con 30 fusileros y con todos los naturales que pasaban de 2000 hombres. (Gaceta núm. 68 de 17 de agosto (le 1816.) Z. 3. Esa fué la célebre bandera reconquistadora de la Paz, Perd, Arequipa y Cuzco, por cuya causa fué distinguida con un magnifico bor- dado. Por esta acción, la señora fué premiada por el gobierno con el grado y sueldo de teniente coronel. Esta señora salió al encuentro del enemigo por el punto del Villar, donde el enemigo intentaba cortar la retirada á Padilla, su marido, lo re- pelió completamente matándoles 15 hombres. (Gaceta antes citada). Z.— 6C — laureles; sin dar tiempo á que el enemigo volviese á reunir sus fuerzas, lo persiguió en tudas direcciones, encerrando el resto en la ciudad de Chuquisaca. No fué menos gloriosa la victoria alcanzada por Warnes, que destruyó otra fuerza de cerca de mil hombres, al mando de Tacón en persona. Los azares de la guerra en el distrito de Jujuí y Salta hi- cieron que los habitantes manifestasen pruebas de lieroismo, en sosten de su independencia, análogas á las que exhibieron al declararla. El general Güemez, igualmente formidable por su constancia y valor, continuamente se le. presentaba de frente á Pezuela, y, con su actividad, le privaba de sus conquistas tan luego como aquel las conseguía. Pezuela, que habia abandonado á Jujuí precipitadamente, osperimentó pérdidas de consideración. Las guerrillas encabezadas por don Agustin Rivera, don Diego Cala, don Dionisio Falai>ia- ni, don Justo González, don José Miguel Valdivieso, don Francisco Guerreros, don Francisco Pérez de Uriondo con- tribuyeron no poco á disminuir su crédito y el peso de su autoridad. 18 17. Estas ventajas sirvieron algún tanto para repararla mortificación de ver las tropas de los portugueses en el terri- torio del Estado. Desde que se supo que el principe regente de Portugal habia elevado las colonias del Brasil á la catego- ría de metrópoli, mucho se temió que tratada de agrandarla con la ocupación de estos paises. Las poderosas tentaciones que continuamente atraían á los portugueses á nuestros ter- ritorios, casi se hicieron uno de los principios lijos de su política; no era de estrañar, pues, que aprovecharan la oportunidad que consideraban ser la mas favorable pai\i — 67 — colmar su ambición. Pero como la mera ambición no jus- tifica la invasión del territorio de otras naciones, el Director consideró de su deber el hacer ver al general Lecor, coman- dante en gefe de las fuerzas portuguesas el paso que iba á dar, previniéndole sobre las consecuencias de la agresión. Al mismo tiempo que daba eáe paso, el Director lo comuni- có al general Artigas y al cabildo de Montevideo, manifes- tándoles que en momentos d^ peligro común, que exigiaa la combinación de todas sus fuerzas, debían olvidar sus ren- cillas; y á fin de fijar los principios de reconciliación, comi- sionaba con plenos poderes, en calidad de representantes suyos, á los alcaldes don Juan José Duran y don Juan Giró. En las conferencias que tuvieron lugar, se hicieron presen- tes en términos los mas acalorados, los errores de la dis- cordia y los beneficios de Ja armonía entre ambos paises, conviniéndose por último en que la Banda Orientol recono- cería la soberanía del Congreso y la autoridad del Supremo Director del Estado: que se enviarían diputados con arreglo á su población y que el gobierno proporcionaría inmediata- mente todos los auxilios necesarios para su defensa (1), Se celebró con pompa y magnificencia la alegría produ- cida por tal acontecimiento, que, poniendo fin á las des- graciadas disputas que dividían el pais, parecía devolverle su primitiva fuerza y gloria. Empero, en el mismo momen- to en que el pueblo estaba entretenido en sus regocijos, escítados al punto de poderse considerar casi inmoderados, se recibió la noticia de que los orientales se negaban á rati- ficar la couveucion, sin duda influenciados por su gefe. Ar- 1. Véase el "Acta de la incorporación del territorio oriental del Rio de la Plata al Estado de las Provincias Unidas de Sud-América" fecha 8 dt diciembre de 1816. Z.ligas consideraba la tendencia natural de la unión y depen- dencia de la Banda Oriental, como destructiva del mando ab- soluto que, por tanto tiempo, estaba acostumbrado á ejercer; según su opinión, los peligros y desvastaciones de una guerra con los portugueses debían preferirse á la influencia de la capital. La amonestación del Supremo Directoral general Lecor no produjo el efecto que, á su entender, merecía. Este gefc se limitó á declarar que, para salvar la frontera portuguesa fuera de peligro del contagio de la anarquía que la amenazaba, se hacia necesario tomar posesión de uu pais que, al hacerse independiente, se habia entregado á toda clase de desórdenes y confusión. La futilidad de este pretesto fué manifestada es- tensamente por el Director en sus notas subsiguientes, y lo fué también por la elocuencia del Editor de la Gacela Ministe- rial, don Julián Alvarez; nada se poiia agregar á la fuerza de sus razonamientos. Concediendo que un soberano tenga el derecho de intervenir en las querellas domésticas de sus ve- cinos, siempre que las juzgare capaces de perturbar In tran- quilidad de sus estados, es un principio indudable del dere- cho de gentes que primero haga convenientes representacio- nes á la parte ofensora, antesque recurrir al uso de la fuer- za. El ocupar un pais por la fuerza, bajo la máscara de la paz, solo puede aprenderse en la escuela de Maquíavelo. Hay ciertamente alguna diferencia entre hacer el papel de centinela, para vigilar por su propia conservación, yelde introducirse de este modo en el pais ageno, hospitc insalu- talo, con ningún otro objeto en realidad que el de conquista. La disputa de los orientales con la capital era una querella de familia, querella que no disolvía el vinculo de aquellos con la nación. Ese pueblo, tanto por su propia voluntad — 69 — como por la constitución del Estado, era parte integrante ds la confederación americana. La común decencia, no menos que el respeto por las leyes de las naciones habría prohibido el recurrirá Ja violencia, antes de haberse toma- do todas las medidas convenientes sin producir efecto, para colocaren estado de segundada la nación que se declaraba cu peligre; de otro modo el inundo estaría continuamente espuesto á ser presa del primero que quisiera sostener su causa por la fuerza; nunca dejaría de haber pretesto para invadir, parecido á la ambición de los portugueses. La dirección déla guerra á la par de las demás impor- tantes ntenciones de gobierno hicieron necesario que el con- greso y directorio estuviesen mas próximos uno de otro, á fin deque, por sus luces combinadas, los negocios del Estado fuesen manejados con mayor prontitud y tino. Su remoción á la capital fué, empero, un paso algo peligroso. Aun se oia el sonido de la discordia, semejante al sordo murmullo de Jas aguas una vez pasada la tormenta. Era muy de temer en las agitaciones que pudieran sobrevenir, que esta corpo- ración nacional, considerada por muchos de los amigos del orden ramo el último resorte, abortaría del mismo modo que las tentativas de igual género que antes se liabian hecho. Ademas de eso, las provincias deseaban que el congreso tu- viese sus sesiones lejos de la capital, para que, libre de la in- fluencia indebida y del temor que las bayonetas pudieran in- fundir, continuase sus tareas con la mas perfecta indepen- dencia. Después de discutir mucho, y dr> presentar impor- tantes razones sobre ambas faces de la cuestión, cedió al fin á lo solicitado por el directorio, que pedia con instancia su remoción ú la capital; en consecuencia, la rescJucíon se— 70 — llevó ó efecto en medio de nuevas conmociones y perturba- ciones. Una de ellas tuvo su origen en la audaz resolución do un vecino de Santiago del Estero, llamado don Francisco Borges. Este hombre indiscreto se ocupaba, de algún tiem- po atrás, en escitar secretamente los ánimos de los que con- servan aversión á las autoridades constituidas. Sus intri- gas atrajeron á su lado no pocos de sus conciudadanos, que. juntamente con otros de las ciudades circunvecinas, levanta- ron el estandarte de la re' elion, bajo sus órdenes. Inmedia- tamente se despachó contra ellos un cuerpo de linea, deTu- euman. Burges, mas hábil en fraguar facciones que en apro- vecharlas, una vez formadas, no pudo sostenerse firme; ba- lido, perseguido y tomado prisionero, pagó con la vida el precio de su temeridad. El gobernador de Córdoba, aunque poseía mas pruden- cia y previsión que su predecesor, no pudo contener una conspiración, que le sorprendió en su propia casa. Bulaos, cortigándose desde su prisión con algunos de esos misera- bles que, en un estado de dislocación social, se encuentran por todas partes, pudo, por este medio, corromperla guar- nición; y no contenío*con obtener su libertad, atacó la casa del gobernador, 6quien prendió y puso en arresto, jauta- mente con el comandante militar Sayos. El cabecilla de este complot no poseía el talento sufi- ciente para dirijir ningún asunto de importancia, ni los soldados que había corrompido se interesaban mucho en servirle. Estos, con pocas ó ningunas escepciones, eran veteranos españoles, que se habían pasado á nosotros y que fueron colocados al mando de un europeo llamado Quintana pero que de buena gana se venderían al que mas les ofreciera. — 71 — Bulncs fué depuesto, y elegido en su lugar un tal Urtuber. persona en quien los conspiradores se imaginaban poder depositar su confianza con mayor seguridad. La situación dé los conspiradores era crítica; sabían que su indecente y deshonrada conducta era detestada délos vecinos de Cór- doba y su fuerza inadecuada para sostenerlos; por con- siguiente temieron con razón el castigo que el congreso y el director les aplicaría por sus crímenes. En este apuro, adoptaron el plan de obligará D. Juan Andrés de Puyrredon, hermano del Director, á aceptar el puesto de gobernador de la provincia en Cabildo abierto, compuesto principalmente do facciosos. Todos los que directamente tomaron parto en este negocio, no tá rdaron cu verse obligados á mendigar un asilo en Santa-Fé, adonde se retiraron. El coronel Sayos, que, con sus oficiales, fué mandado llevar á algún lugar re- moto, consiguió ganarse la custodia, después de unos cunó- los dias de marcha. En ese momento se reunió á él ca- sualmente el gobernador Funes, 'que iba en camino» para Buenos Aires, con permiso de Bulnes. Inmediatamente se pusieron á reunir gente con el objeto de volver y derrocar la insurrección. Esta consistía sinembargo de milicia muy insignificante, con la que poco ó nada se podría contar. A pesar de eso y de los obstáculos opuestos por un puñado de hombres vícíojos é indisciplinados, el gobernador con- siguió restablecer el orden y volver á ocupar su puesto. El gefe déla insurrección fué arrestado y remitido á Unenos Aires, en donde, con varios de los soldados europeos fué juzgado, condenado yejecutade. Estas discordias en el este, oeste y norte contribuyeron no poco á lísongear las esperanzas de nuestros enemigos, animándolos á formar nuevos planes para subyugarnos— 72 — Diez mil portugueses, al mundo del general Lecor, en tres divisiones, fueron enviados al territorio de la Banda Orien- tal. La primera que se componía de cinco mil hombres bajo sus inmediatas órdenes, se dirijia por el camino de Santa Teresa; la segunda, compuesta de mil seis cien- to.*! hombres a! mando del general Silveira, por el ca- mino de Cerro Largo; la tercera, que formaba la de- recha del enemigo, al de Curao, se dirijia hacia la villa recién fundada por Arligas, en las inmediaciones del Uru- guay. Le era absolutamente imposible al g.Mieral Artigas oponerse á ese torrente. Aunque los orientales estaban do- tados dé gran foiialcze de cuerpo é intrepidez de ánimo, con todo, ni su número, ni la naturaleza desús armas, ni su disciplina, ni su subordinación podían hacerles entrar abiertamente en campaña contra invasores tan superiores á este respecto. Muy pronlo se dejó ver esa superioridad. Ll General Pinto, con novecientos hombres, avanzó hasla India* Muerta, donde fué atacado por el general Rivera, con mil cien hombres; y aunque sostuvo un vigoroso choque, se vió obligado á retirarse con menos de la mitad de su di- visión; conservando sinembargo aquella frialdad que carac- teriza á los valientes en situaciones criticas, no se descuido de desprender una partéele su fuerza para observar las ope- raciones del enemigo. Poco después, un destacamento, compuesto de cien hombres tuvo un encuentro con igual número de portugueses, que salian de Maldonado: corridos de vergüenza y dados á la desesperación, por el oprobio de la última refriega, se lanzaron «:on irresistible furia sobre sus enemigos, que fueron materialmente hechos trizas. El General Otorgués (1) hizo frente al general Silveira, 1. El nombre verdadero de este gefe era Otorgues, pero se le cono- cía mas con el nombre de Torguíis, seguu su correspondencia con Rivera que liemos tenido á la vista. á la cabeza de ochocientos hombres, pero aquel so distinguió mas por su estratagema y astucia que por la empresa. Im- portaba mucho impedir la marcha de Silveira, cuyo objeto era operar su incorporación á Lecor. Habiéndose reunido la fuerza de Rivera con la de Otorgués, estos gefes resolvie- ron atacar, pero por algún accidente inesplicable, aquel se retiró al Rio Negro. Aunque molestado continuamente por Rivera, el ejército portugués pudo llegar ú la Barra de Carupá, en Santa Lucia la Grande. No desesperó Rivera al ver que no podia derrotar al enemigo; pero, consideran- do lo reducido de su fuerza, solicitó de la ciudad de Mon- tevideo le enviase al delegado Barreiro, con un refuerzo de cuatrocientos hombres. La única fuerza disponible era el cuerpo de Libertos, mandado por el coronal Bauza; pero, por un espíritu de rivalidad, muy inoportuno, ese gefe no quiso servir bajo las órdenes de Rivera. Habiéndose, pues, ne- gado este refuerzo, el general Silveira efectuó su incorpora- ción al general Lecor; procediendo acto continuo á apo- derarse de Montevideo, el 19 de enero de 1817, después de haberla abandonado Barreiro en el mayor desorden. La fortuna que antes acompañaba á los orientales les dió la espalda. Huían á la presencia de aquellos á quienes estaban acostumbrados á rechazar, ó si manifestaban re- solución, degeneraba esta por lo regular en temeridad. El ala derecha del ejército portugués, á las órdenes de Curao, dirijió su marcha hácia el punto donde estaba estacionado el gefe de los orientales, llegando al Arroyo de los Catalanes. El general La Torre, con tres rail hombres, defendía aquella frontera. Este, con una arrogante confianza que no le per- mitió calcular el riesgo, resolvió atacar al enemigo. Mon-— 74 — dragón, que mandaba la caballería, ron mas prudencia, se opuso á este paso, alegando que.no habiendo tenido la suerte de privar al enemigo de sus caballos, bueyes y carretas, cosa que debia haberse asegurado primero, no era prudente es- ponersede nuevo á las contingencias de una batalla, lo que era muy dudoso, considerando la posición de los portugueses. Ya sea que esta razón no convenciese, ó por que la despre- ciara, La Torre hizo uso de su autoridad, é imprudente- mente se lanzó sobre el enemigo con toda su fuerza. La acción fué reñida y sangrienta, terminando del modo mas desastroso; el general Artigas ocupaba una posición á corta distancia de la retaguardia con una pequeña fuerza de cien hombres. Las consecuencias de esta desgraciada refriega alcanzaron hasta su campamento, donde Artigas fue sorpren- dido por cuatrocientos hombres, pudiendo escapar solo por el auxilio de un indio Charrúa, pero con la pérdida de todo su equipaje. En medio del progreso de Lecor, de repente se en- contró encerrado dentro de Montevideo, sufriendo el ham- bre y todas las privaciones do un sitio: y no pudiendo sobre- llevar su situación, marchó con dos mil hombres en busca de ganado y otras provisiones. El infatigable Rivera, que observaba sus movimientos de cerca, preparó una embosca- da con mucha sagacidad en el Paso del Santa Lucia, y cau- sando al enemigo bastante pérdida, logró su objeto por el momento. No obstante, el general Lecor no se vió obliga- do á abandonar su empresa sino que siguió hasta el paso de Pinto, donde fué nuevamente atacado por Rivera, espe- rimentando la pérdida de doscientos hombres. Estas ven- tajas eran de una naturaleza demasiado parcial para que los orientales pudiesen sacar provecho de ellas, en vista de — 75 — un enemigo ian poderoso; pero mucho contribuyeron á le- vantar la reputación de Rivera. El grito se jencralizaba por parte de los orientales co- mo por la de sus gefes, pidiendo el restablecimiento de su unión con Buenos Aires, único medio de salvarse de aquella tempestad asoladora. En vista de ese estado de los espíri- tus, entablóse una correspondencia con el Director, quien inmediatamente aceptó una proposición que tatito deseaba, remitiendo acto continuo provisión de armas y municiones de guerra por la via de la Colonia—Rivera, si bien daba su consentimiento á la unión, estipuló que lo retiraria en caso de no obtener la aprobación de Artigas - Para este fin, co- municó á aquel gefe el tratado que habia estipulado en su ausencia. Poco le importaba á Artigas que un aconteci- miento semejante fuese ó no ventajoso para la república; solo veia en él una diminución de su importancia y poder. Para prevenir el descontento que su denegación produciría, al mismo tiempo que bajaba con cien hombres á disuadir á Rivera, hacia circular entre sus partidarios el abuso mas escandaloso de la capital y sus intenciones; proclamando que la unión con la capital lo seria con perfidia y robo, y que seria trocar su libertad por una servidumbre vengonzosa y atroz. No podían esas odiosas imputaciones dejar de pro- ducir efecto sobre la gente sencilla y bien intencionada que tenia en Artigas una ciega confianza, como tampoco en el ánimo de los que, en otras ocasiones, habían sido tratados mal por el gobierno de Buenos Aires, entre cuyo número se contaba Rivera. El partido favorable á la unión era, no obstante, demasiado fuerte para poderle disuadir de su pro- pósito con facilidad. En efecto, Barreño, Baosá, coronel de los Libertos, Ramo?, comandante de la arÜUcrirt, un— 76 — caerpo de cazadores y algunos de niilicia, al mando de don Tomás Garcia, á quien pusieron de comandante en gefe, hicieron un tratado de unión con Buenos Aires. Ofendido Rivera por ese acto, que era poco menos que una revolución contra él, corrió con trescientos hombres elegidos de entre las tropas que tenia bajo su mando, á pedirles cuenta de su proceder. Después de una acalorada altercación, Garcia, que era el mas fuerte, quedó con el mando; y enviando Ri- vera copia de los artículos ofensivos á Artigas, pidió un des- tacamento de quinientos hombres, con el objeto de atacar á sus contrarios. Bien sabido era que Artigas destruiría sin misericordia á los que trataran de disminuir su autoridad. En verdad, este hombre que no tenia mas consejero que su ambición y un perverso fraile franciscano (1), por quien ha- bia sido dominado durante mucho tiempo, resolvió satisfa- cer el pedido de Rivera con toda la prontitud posible. El general Otorgues, de la mayor reputación éntrelos orienta- les, se opuso enérgicamente á esa medida que iba á desper- tar los horrores de la guerra civil, declarándose por la unión con la capital. De los quinientos, solo se despacharon cin- cuenta á la Colonia, so pretesto de defender aquella plaza que estaba amenazada por una escuadrilla portuguesa; pero la verdadera intención era unirse á Rivera, y hacer la guerra á los que estuviesen en favor de la unión. Prevaleció el partido de Artigas. El Director abrigaba la esperanza de que, ganados los Orientales por su comportacion amigable, declinarían de sus pretensiones; pero tanta obstinación le hizo apurar la paciencia. Mientras el Oriente se hallaba oscurecido con estas nu- bes, el occidente parecía mas sereno. Hacia mucho tiempo 1. Monterroso. que el gobernador de Cuyo, coronel don José de San Mar- tin, hombre bastante atrevido para concebir grandes planes, muy amante de la gloria para dedicarse á ellos, sin carecer de buena fortuna en su egecucion, meditaba en silencio la reconquista de Chile. Este pais estaba completamente do- minado por los españoles; mas de cien personas de las mas influyentes estaban desterradas á la isla de Juan Fernandez; los ciudadanos completamente desarmados y tenidos bajo la mas rígida sujeción; sin embargo, según se puede suponer fácilmente, sus secretos deseos eran en favor de la indepen- dencia, y San Martin tenia muchos motivos para creer que si él pudiera cruzar los Andes con un ejército respetable, no tendría mas enemigo que combatir que á los españoles, y hallaría un pueblo dispuesto, en cuanto estuviese á su al- cance, á cooperar con él. La situación de las Provincias Unidas, continuamente amenazadas por Chile y el Perú, indicaba claramente cuanto importaba espulsar á los españo- les del primero, por cuyo medio, á la vez que se daba un gran golpe al enemigo, se ganaba un poderoso aliado. Un senti- miento de deber también inducia á los ciudadanos de las Provincias Unidas, á ausiliar á sus hermanos, que, en otra ocasión en que Buenos Aires estuvo amenazada por el gene- ral español Elío, habían contribuido á socorrerla con hom- bres y dinero. Pero la principal dificultad consistía en pro- porcionar los medios de levantar un ejército adecuado á tamaña empresa. El Estado, apesar de la reciente declara- ción de su independencia, jamás estuvo, desde el principio de la guerra, en una condición tan deplorable; casi se po- dría decir que era impelido á merced de los vientos y las olas. La provincia de Cuyo parecia. á primera vista, que era la que menos prometió; su suelo muy insignificante, su— 78 — ^ouiuciun reducida, sus productos, de algún tiempo atrás, de poco valor, y como frontera, espucsta continuamente á la invasión de los españoles. Pero San Martin poseía el talento de ganar los corazones de los que le trataban, de avivar las mas elevadas pasiones y de atraerlos, no á medias sino entera- mente ú sus planes. Se había grangeado tan por completo el cariño de los pueblos de Cuyo, que pusieron á su disposi- ción, sin ninguna reserva, todo lo que tenían. Cedieron espontáneamente sus esclavos, basta el número de seiscien- tos; proporcionaron tres mil caballos, diez mil muías, y contribuyeron con su servicio personóla la construcción de cuarteles, campamentos, armerías, y conducir tropas y mu- niciones desde Buenos Aires. Sin duda, mucho de esto de- be atribuirse á la moderación y abnegación, en la vida pú blica como privada, del gefe que mandaba, que es la mayor seguridad para la confianza del pueblo; mas también debe atribuirse á la causa que hace mucho honor á la provincia, es decir, á su uniforme patriotismo y buena conducta. La sana moral es la que mas conduce al amor de la patria, y este no menos á la buena moral. Si hubieran sido menos puros, ese patriotismo habría sido menor, y menor también habría sido la influencia de San Martin. Después de emplear un año en reclutar, organizar y disciplinar su ejército, lo que proporcionaba á Marcó al mismo tiempo la oportunidad de hacer los preparativos necesarios para hacerle frente, San Martin puso en ejecución su atrevida tentativa de trepar los Andes. La sola idea de semejante empresa basta para dejar atónito al mundo, puesto que ella equivalia á una violación de las leyes de la naturaleza. Solo se podrá formar una débil idea de esa empresa, si se considera que babia que atrave- sar cien leguas de montañas las mas elevadas del globo, con — 79 — desflladeros tan angostos que no admitían dos personas de frente, por vertiginosos bordes de aterrantes precipicios, á la vez que la inclemencia del clima parecía luchar con la escabrosidad de la senda. Agregúese a eso la dificultad de trasportar artillería, embarazada al mismo tiempo con el equipaje y provisiones para un mes, y confiando, después de todo, en las continjencias del buen éxito, una vez termina- dos esos trabajos y fatigas. A la verdad, considerado todo con calma, esa hazaña puede equipararse con razonólas mas célebres que registra la historia. Kl ejercito efecfuó su pasaje en trece días, perdiendo como cinco mil caballos y muías, y un corto número de hombres, principalmente ne- gros, que no podían sufrir el Trio; y después do algunas lije- ras escaramuzas, tomó posición en Aconcagua. El pasaje de la Cordillera, por sí solo, era una hazaña capaz de asegurar el resultado. El heroico ejército que sal- vó los Andes, combatiendo bajo el estandarte de la libertad y de la patria, se hizo invencible cual un torrente de las montañas. El espléndido triunfo de Cbacabuco (1) realiza- do poco después, elevó á San Martin, al pináculo de la glo- ria, dando nuevo aspecto á los negocios de la America del Sud, M En veinte y cuatro días, decia este general, hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras mes elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad á Chi- le. " (2) El presidente Marcó fué hecho prisionero, tomado por el capitán [muerto de general) Aldao y el ienicnte Ramí- rez, y los restos de su fuerza se refujiaron en la fortaleza de 1. Véase el Aditamento al Bosquejo del Dean Funes al fio. 2. P.artc detallado del general San Martín, publicado en la Gaceta cslrc.ordi'iaria de 11 de marzo de 1817. Z.— 80 — TalcaLuano. Se convocó una junta de chilenos {cabildo abierto) en Santiago,—la cual, por gratitud a San Martin, ofreció investirle con el directorio que no aceptó, elijiendo en seguida á don Bernardo O'Higgins. (1) Después, los chi- lenos trataron de cspi'eaar, de varios modos, su gratitud al general de los Andes, nombre con que en adelante se distin- guió poruña especie de combinación involuntaria; pero con- siderando estos ofrecimientos como incompatibles con las ideas de grandeza que poseia rehusó aceptarlos de un mo- do indeclinable. No será fuera de lugar mencionar aquí la restitución de los desterrados chilenos á sus familias, que fué uno de los primeros actos del gobierno. San Martin ro- gresó á Buenos Aires, para recibir nuevas órdenes y con- certar nuevos planes con el gobierno, porque la vista de lo- dos estaba fija en el Perú, por ser el punto en que debia se- llarse su suspirada paz y libertad. Al acercarse a Mendoza, Capital de Cuyo, sus habitantes salieron á recibirle; las jóve- nes sembraron el camino de rosas, haciendo todas las mas espresivas demostraciones de simpatía. También los de Buenos Aires, deseaban dar una prueba de veneración á este héroe; pero advertido San Martin de tales preparativos, en- tró a la ciudad furtivamente. No faltan personas dispues- tas a condenar lo que creen ser una nimiedad afectada y una delicadeza finjida, en declinar así los honores que, como to- 1. El 6 de abril (1S17), los individuos del Cabildo dieron en el salón del Consulado un convite al general San Martin. Fué uno de los mas brillantes que se dieron en Buencs Aires. Asistió el Supremo Dircc- rector (Pucyrredon) y las personas mas distinguidas, nacionales y cstra ti- jeras. Duró desde las 3 y media de la tarde hasta las 10 déla noche. (Id 82 del Censor fecha 9 á¿ abril de 1817.) — 81 — pos saben, son por lo general gratos al corazón humano; mas por la misma razón, en mi opinión, es grande y no- ble rehusarlos ó despreciarlos. Se vió de nuevo avivarse la causa del Estado en el Perú, la que fué dirijida por las virtudes, csperienc.a y habilidad de Belgrano, quien, al regres ir de su importante misión á Eu- ropa, volvió á tomar el mando. En los encuentros ya re- feridos, hemos visto que la victoria volvía á nuestras filas. El General La Serna, que sucedió á Pezuela, no poseia la capacidad de su predecesor: aunque los famosos gefes Pa- dilla y Muñecas habían muerto, Warnes, Gandarillas y Fer- nandez sostuvieron la cansa de su patria. Estos llevaron al sanguinario Tacón hasta el mismo borde del precipicio; pe- ro esta victima quedaba reservada para otra mano: un ra- yo, enviado del cielo, puso fin á sus (lias y á sus crueldades. Su ejército quedó reducido casia la nada. El general La Serna, solo dió pruebas de una vana y arrogante confianza en su capacidad. Apenas tomó el man- do, concibió la idea de tentar la reconquista de Salla y Ju- jui, y aún de Tucuman. La historia de su predecesor de- bia haberle abierto los ojos. Esos lugares habían servido de sepulcro para los españoles, y La Serna podia hacer que lo fuesen de nuevo. Avisos que fueron despreciados por es- te, que, mas altanero que el caballero de La Mancha, entró ú Jtijui, á la cabeza de un ejércilo de mas dedos mil hombres. El gobernador Güemez, hizo de modo que la posesión de aquel panto fuese semejante á una trampa. Id y sus va- lientes compañeros le sitiaron tan estrechamente, que pron- to empezó á arrepentirse de su locura. Sos fuerzas fueron incesantemente molestadas por numerosas guerrillas, que- dando muy reducidas por las acciones de San Pedrito, Hu-— 82 mahuaca, Tarija y otras. Por los desertores que continua- mente se pasaban, trayendo la miseria pintada en sus ros- tros, se sabia que perecían de hambre en sus atrinchera- mientos. Güemez, con sus valientes oficiales, sárjente ma- yor don José Antonio Rojas, capitán don Vicente Torino. comandante don Gregorio A. La Madrid, sárjenlo mayor don Anjel Mariano Zerda, etc. (1) obligaron por último á La Serna á retirarse con gran pérdida yá renunciar sus pre- tcnsiones sobre las ciudades ya mencionadas. Estos lisonjeros acontecimientos fueron interrumpidos por la lamentable rivalidad de los orientales con la capital. Aunque Artigas, por medio de sus gefes, logró ganarse la mayor parte de aquellos cuyo afecto se habia enagenado por su conducta, permanecían muchos aun, firmes en su reso- lución de separarse de su obediencia, proceder que consi- deraban necesario para la seguridad de la República. De estos, varios que eran de la provincia de Entro-Rios, cam- biando de tono,confesaron por medio de susgcfes.don Euse- bio Iíereñú.y don Gregorio Samaoiego que habían hecho mal. solicitaron la amistad del Direetor. No debia considerarse una circunstancia que podía producir quizá la caída de un ambi- cioso y asegurarla libertad del paja. El resentimiento por in- sultos personales también había Mlizá influido para con el D¡- r< ctor, que acababa de recibir Je. Artigas una caria concebi- da en términos los mas declamatorios ó insultantes (S); en la 1. La traducción inglesa no da mas que los apellidos horriblemente estropeados, nosotros hemos ame-puesto los nombra ¿e pila corrijieudo aquellos con la «Gaceta» a. la vista. z% '2. Esta carta á que autes hicimos referencia, publicada en el núm. 7 de El Iris de Montevideo, de lSOi, está fechada en Purificación á 13 de noviembre de 1817 y publicada en la Vida de Cualeguay a !23 del mismo mes y año, por don Gervasio Correa. Conservamos una cópia de ilc ella, con alguna* pequeñas variaciones, que damos después de la tra- ducción de este Bosquejo can otros documentos curiosos i; inéditos refe- rentes á la misma cuestión de! {jefe Ue los oiiental'S (Artigas). — 83 — cual le acusaba de no prestar atención á sus ofrecimientos por escrito, de enviar diputados á la unión, le hacia cargos de estar en connivencia con los portugueses por quienes se interesaba, suministrándoles provisiones, y le amenazaba con que le perseguiría hasta la misma capital. 1818. Con el objeto de asegurar la Rajada de Sanla-Fé, que domina la campaña interior de Buenos Aires, y al mismo tiempo con el de proporcionar recursos ú los habitantes de Entre Rio*, el Director despachó (i) una fuerza, al mando de don Luciano Montes de Oca, la que fué vigorosamente atacada y completamente derrotada por otra de Artigas. Ks- te contraste no hizo variar de resolución al Director; des- pachó al coronel don Má reos Bal caree con refuerzos para en- trar de nuevo en campaña. Inflamados cor. aquella rabia ca- racterística de la guerra civil y tanto masen esta ocasión cuan- to que se consideraba jin generosidad por pus compatriotas, en momentos en que combatían ú los enemigos de la repúbli- ca, los orientóles, con tina impetuosidad que tocaba en de- sesperación, se lanzaron sóbrela fuerza de Balcaree, y des- pués de una breve pero bizarra resistencia por parte de es- te, la victoria se pronunció por aquellos. Lamentemos pro- fundamente la fatal política ó necesidad de postergar con nuestras manos el progreso de Jos acontecimientos con que hornos de afianzar nuestra independencia, y(volviendo unos contra otros las armas que solo debiau reservarse para nuestro enemigo común. 1. El 15 de diciembre de 1617.— 84 — Por esta misma época llegó ú la capital una noticia de un carácter mucho mas sério, la que produjo las sensaciones mas dolorosas. Mientras San Martin y O'IIiggins trataban de reducir el último baluarte de los españoles en Chile—la fortaleza de Talcahuano—el virey de Lima lanzó con la po- sible celeridad, mil quinientos hombres en aquella plaza, casi tan inespugnable como la de Gibraltar. El ejército de Chile al mando de San Martin, fué remontado hasta doblar su número con nuevos reclutamientos de chilenos; pero ne- cesitaba tiempo para egercitarlos y disciplinarlos. O'IIiggins se apoderó de la ciudad de Concepción, tuyo puerto de mar es Talcahuano. Se pasó aquí una gran parte del verano en escaramuzas, en que el enemigo era siempre vencido. No obstante, San Martin se ocupaba de pla- nes de mas alta importancia; su pensamiento constante era prepararse para dar en el Perú un golpe igual al que, con tac buen éxito, aniquiló el poder de la España en Chi- le. La causa principal de la demora fué la falta de tras- portes; pues una marcha por.tl desierto de Atacama se- ria iir.practicable. El virey, temiendo la empresa de Sun Martin, y conociendo los recursos con que este contaba, juzgó mas prudente arriesgar en Chile la suerte del Perú. En consecuencia, después de un esfuerzo, que en el actual estado de decadencia del poder español, podría llamarse grande, reunió como cinco mil hombres, que embarcó apresurada- mente con dirección á Talcahuano, al mando de Osorio, dejando el Perú enteramente indefenso. Apenas hubo lle- gado este á dicha plaza, empezó á prepararse para seguir inmediatamente á la capital de Chile. Tenia plena confian- za de que sus tropas eran superiores á las que aun no había espertmentado; se lisongeaba también de poder atacar al — 85 — egércitode O'Higgins, antes que este so incorporase á San Martin. Llevando consigo casi toda la guarnición de Tal- cahuano, juntamente con dos mil chilenos, marchó Osorio rápidamente por la provincia de Concepción, cun un egér- cito de cerca de ocho mil hombres. Antes que él pudiese pa- sar el Maule, ya se hallaba reunido elegército patriota, que se componía de igual número de tropas regulares, sin contar los numerosos cuerpos de milicia del pais. En pocos dias quedó este completamente organizado y listo; pero un cuer- po de tropas tan crecido, estando reunido, empezó muy lue- go á esperimentar grandes necesidades. La capital de Chi- le confiaba con razón en la habilidad y valor de San Martin, á la vez que las circunstancias de las necesidades de su egér- cito, asi que fueron conocidas, ofrecieron la oportunidad de desplegar una magnanimidad que injustamente hemos su- puesto haber quedado sepultada bajo las ruinas de Crecía y Roma. San Martin anunció quo su egército estaba ya listo para entrar en campaña contra los enemigos de la patria, y que todos estaban gustosos de sacrificar la vida en su de- fensa, pero que carecía de pan y de otras provisiones. El efecto que esta insinuación produjo en la nobleza de alma del pueblo chileno, está mejor manifestada en la cortes.a- cion dada por conduelo de los diferentes empleados de la municipalidad y demás corporaciones. « Exmo. Señor : •< V. E. nos acaba de prevenir que nuestros hermanos, puestos en el campo de batalla, aguardan por horas el ataque del enemigo para derramar su sangre y sacrificar sus vidas por nuestra conservación. V. E. nos presenta Ja triále ima- gen de Chile destrozada por dos años y medio con una atro-ciclad verdaderamente española, y á nuestros Lijos, padres, y esposas que horrorizados del cadalso y las cadenas que les preparan las Ceras que marchan por los campos de Talca, convierten sus lágrimas hacia los valientes que en las orillas de Tingiriea han jurado morir antes que ver nuestra desola- ción; pero al mismo tiempo nos advierte V. E. que á estos valientes les falta el pan y los auxilios con que han de soste- ner el vigoroso brazo que extermine al enemigo, y que ago- tados ios recursos públicos no alcanzan aun para formar el hospital donde deben cutirse las heridas que reciban por nuestra salvación. « ¿ Y qué espera V. E. que contesten los chilenos á tan dolorosas como interesantes imágenes? Que todas nuestras fortunas sin reserva, son de la patria. Qué por ahora se dig- ne admitir V. E. la oblación expontánca que le hacemos de cuantas especies de plata labrada existen en nuesiro poder y la protesta con que aseguramos á la patria y al universo entero que, entre tanto subsista la guerra y las urgencias de Chile, no se verá en nuestras casas una sola alhaja de plata. •< E\ pueblo de Chile no quiere que se toquen las alhajas de las iglesias, hasta que, habiendo consumido todas las par- ticulares, digamos humillados ante el Ser Supremo: para conservar los preciosos dones de la existencia y libertad que nos habéis concedido tíos presentamos desnudos á implorar vuestra protección y á sostener vuestras órdenes con auxilio de lo que habíamos destinado para adornar vuestro culto. Nuestros votos y nuestras ardientes adoraciones, serán ahora ti decoro y homenage mas puro que presentaremos. « Entretanto admita V. E. la ofrenda que le hace el clero secular y regular por su gobernador, cabildo y prela- dos de cuantas alhajas poseen en particular, ó no entran en — 87 — el decoro del culto; todas cuantas poseen las megístrahi] l; cuerpos públicos, y las que como representantes de ambos estado», gremios y corporaciones ofrecemos ai Estado en particular, y las aseguramos en general cerciorados de la voluntad pública y á nombre del pueblo de Santiago. « Por consiguiente, dígnese V. E. nombrar una comi- sión que reciba estas oblaciones, y avisará nuestros herma- nos que deben contar con los últimos esfuerzos de nuestra gratitud. » (1) Esta inesperada pero sublime manifestación de gratitud fs- tante, un rico y perfecto retrato de medio cuerpo de este héroe (San Mar- tin) adornaba la sala de la Sociedad. Z. f. El coronel Formas se halló en esta gloriosa acción, en ladeCu- rapaligüe (abril 5 de 1817) en la de Concepción (mayo IGj, en ios dos sitios de Talcahuano y en el asalto (diciembre 6). En Cancha Rayada (1818), Maipo, etc. obluvo las medallas acordada:* á todos los que se hallaron en aquellas acciones. Fué diputado en la asamblea provincial de Santiago, elector para sen dores de la misma, senador por la provincia de Colcha- gua, presidente de la administración de la Caja de Crédito Público, dipu- tado por Copiapó. Concepción, Colchagua y Chillan, elector de senadores por el departamento de la Victoria y para presidente de la república (1861). Actualmente es edecán honorario del gobierno de Chile. Hemos visto un honroso informe del general Las lleras, otro del teniente coronel don Ferrando Rosas, otro del coronel (',on Mateo Corbalan, etc. Estos úl- timos de 18'Jl y el p.imero de 1861. Z.— 98 — los cuales (julio de 1825), recibió su pasaporte, con el que se dirijió al Perú, paisque él habia elejido para su destierro y que el cielo le destinaba también para su sepulcro. Chile no hizo todavía con O'Higgins, lo que con los Car- rrera. Después de treinta años de ingratitud y de olvidóse trató, en 18G6, de dar cumplimiento á la ley que ordenó la traslación á Chile de los restos del general O'Higgins. Cree- mos que la corbeta Esmeralda, debia salir para el Callao, conduciendo á su bordo á la comisión encargada de exhu- mar aquellos restos y acompañarlos hasta Chile, y compues- ta del presidente del Senado don Rafael Larrain Moxó, el Vice-Presiden te de la Cámara de Diputados, don Domingo Santa María, un general del ejército chileno, un represen- tanto del poder ejecutivo y los edecanes y secretarios, lil dia de la recepción de las cenizas en Santiago, debia ser el 2 de octubre, conmemorativo del famoso combate dePauca- gua, uno de los hechos mas gloriosos de O'Higgins. Paralizada aquella traslación durante el gobierno del general Pezet, el señor Vicuña Mackenna, escribió al gene- ral Prado, manifestándole la oportunidad de realizarla y cumplir la ley nacional. El ex-Dictador del Perú, dio la contestación siguiente: Señor don Benjamín Vicuña Makenna: Callao, setiembre U de 1806. Mi querido amigo: Después de escrita mi anterior de esta fecha, he reci- bido su apreeiable del 24 del pasado, en momentos de zar- par el vapor, lia hecho vd. muy bien en asegurar al señor Covarrubias, que ninguna época mas oportuna que la pie- — 99 — senté, y ningún gobierno mas interesado que el mió para solemnizar grandemente la augusta ceremonia de la estrac- cion y entrega de los venerandos restos del ilustre O'Hig- gins. Aunque es deber de todo gobierno hacer el di bido ce- remonial en casos do esta naturaleza, mucho mayor es el mió, desde que soy el mas decidido amigo de su país, y estoy y estaré siempre dispuesto á darle esta y cuantas prue- bas de amistad se me presenten. Le saluda con el íntimo afecto que profeso á usted su muy amigo y seguro servidor Mariano I. Prado. El señor Vicuña Mackenna, conocido escritor chileno, en su publicación "Diez años de misión á los Estados Uni- dos de Norte América", dice Jo siguiente: Et Pago do Chile----durante la República, ha sido otra cosa, y para ilustrar mejor la trasposición de épocas y significados, pue- den citarse algunos casos. Por ejemplo: los tres Catreras fusilados en Mendoza; Manuel Rodríguez, asesinado^en Tiltil; don Juan Martínez de Rosas, muerto de melancolía en Men- doza; Camilo Henriques, muerto de miseria y desengaños en Santiago; Portales, asesinado en el Barón; O'Higgins, en- cerrado en una bóveda de lodo en Lima y su sepulcro do mármol (regalo de su hijo,) vacio en Santiago;San Martin, viviendo de las migajas del banquero Aguado, un español; Freiré [1] desterrado á la Oceania; Zenteno, Gandhriltas y Kcnjifo, muertos todos en la última pobreza y acusados de ladrones----" jAh! Basta. 1. Nació en 1783 y murió el 9 de diciembre de 1851. Sobreesté personaje, v¿ase el folleto publicado en Santiago de Chile en 1852 titula- do, El cencral Freiré, por Diego Hart os Arana.— 100 — 3°. El general San Martin, después de un raes de la ocupación de Santiago, el 14 de marzo, se puso en marcha para Buenos Aires, no sin dirigir antes al ejército una pro- clama de despedida en que les decía estas notables palabras: «Vuestro bien y el de la América me obligan á separarme de vosotros por muy pocos dias.» Durante los pocos diasque pormanecióen Buenos Aires, los aprovechó allanando con el Director Pueyrredon todas las dificultades que se le presen- taban sobre varios puntos del servicio público. Comisionó al capitán de artillería é ingenieros don José Antonio Alva- rez Con da reo se embarcase inmediatamente pasando á In- glaterra con el objeto de comprar buques y contratar oficia- les de marina por cuentu del gobierno de Chile. En virtud de los amplios poderes que este le babia con- ferido, el 17 de abril San Martin confió á don Manuel Her- menegildo Aguirre, una comisión semejante á la de Alvarez Condarco, á los Estados Unidos, entregándole 200,000 í> por cuenta del misino gobierno y letras por 500,000 á cuenta del tesoro Argentino que el Director Pueyrredon le babia dado. Con ese flinero Aguirre debia traer cuatro buques de guerra, artillados, tripulados y dirijidos basta Chile. Todas las conferencias de San Martin-con Pueyrredon fueron secretas con escepcion délos primeros mandatarios de Buenos Aires y Chile y el general San Martín. Esta re- serva fué interpretada de un modo nada favorable á la hidal- guía de los que estaban iniciados en ella y á la dignidad de los altos caraos que investían. Los que asi pensaban no eran otros que los encarnizados enemigos de esas tres entidades- San Marliu, O'IIiggins y Pueyrredon—que realizaron lo que los pueblos querían—la independencia de América,—y por recompensa tuvieron lo que á todos les espera—la ingra- - 101 — titud- 4. 53 El desierto de Atacama es una región árida y de- solada, llamada con alguna propiedad La Sahara de Amé- rica. Está situado entre la Cordillera de los Andes y el Pa- cifico y se. estiende desde 21° 30' hasta 25° 50' lat. La li- nea que divide á Chile deBolivia pasa por el Desierto de Ata- cama á los 24° de lat. S., en conformidad al tratado conclui- do enlre ambos países el 10 de agosto de 180G. Antes de esta fecha, la cuestión de límites había dado origen á serias disputas entre las dos Repúblicas; Chile reclamaba hasta el 25. ° La superficie es quebrada y destituida de vegetación, salvo en algunos parajes cerca de la base de los Andes y en la inmediata proximidad de los estensos depósitos salinos, en donde se encuentra una especie de junco duro. El temperamento de Atacama es muy caloroso de día, y de noche suele bajar hasta 0 centígrado. A causa de la eleva- ción del terreno, el aire se pone rarificado y seco, y rara vez se ven las nubes sino próximo á la costa. La lluvia no se conoce, y por todo el largo y ancho del Desierto solo se encuentran unos cuantos depósitos de agua de mala eolidad. Valdivia atravesó á Atacama en 1540 con la división con que comenzó la conquista y civilización de Chile. Valparaíso and West Coast Mail. 5. a Cancba-Bayada es una llanura contigua al costa- do norte de la ciudad de Talca y que se estien je desde la ala meda de dicha ciudad bácia Lircai. Antiguamente servia de hipódromo, de donde deriva su nombre, pero ahora está cubierta por una parte de la ciudad de Talca. Es célebre por dos episodios que ocurrieron en ella durante la guerra de la independencia; ambos desastrosos para los patriotas. El 4 de mayo de 1814, el comandante español, Elorreaga, que— 102 — obedecia al brigadier, español también, Gabino Gainza, tomó- la ciudad de Talca, apesar de la heroica resistencia de las fuerzas patiiotas. El gobierno de Santiago, luego que se apercibió de la importancia de esa pérdida, envió una fuer- za para recuperar la ciudad, peroesperimentó una completa derrota en la llanura de Cancha-Rayada. A mediados de enero de 1818, Osorio, que acababa de ser nombrado gene- ral de las fuerzas realistas en Chile por el virey del Perú, desembarcó en Talcahuano "con un ejército que se componía de 3,407 soldados de linea. Al recibir la noticia de esta nueva invasión se convino entre San Martin, que acababa de formar un ejército en las inmediaciones de Valparaíso, y O'Higgius, que sitiaba á Talcahuano, en que este levantaría el sitio y se uniese inmediatamente al de aquel, con el fin de atacar á los realistas. Se efectuó la incorporación en San remando, á principios de marzo (1818), presentándolos dos ejércitos 6000 hombres. Entre tanto, Osorio avanzaba sobre Talca á la cabeza de 5000 hombres. El 19 de marzo, los ejércitos enemigos se avistaron serca de Talca. La vic- toria lisongeaba á los pat riotas. porque poseían dos inmensas ventajas—la unión y superioridad numéricas mientras que en el campo realista se había enseñoreado la discordia, lo que no era un pronóstico para obtener el triunfo. Y sin embargo lo obtuvieron. En pocas horas el brillante ejército de San Martin se dispersó y se puso en fuga para Santiago. Los patrio- tas estaban acampados sobre la fatal llanura de Cancha-Raya- da, cuando á eso de las 8 de la noche del 19 de marzo de 1818, mientras estaban para cambiar sus lineas, los realistas en si- lencio y de repente cayeron sobre ellos. Todo fué desor- den. Los patriotas se haciau fuego; á la confusión siguió el t error y la causa de chile parecía perdida. El ejército de . — 103 — las numerosas y bien disciplinadas tropas sobre que reposaba la esperanza de la nación, quedó quebrado y según parecía, completamente disperso. La noticia del desastre llegó á Santiago el 21, á lo que siguió un terror pánico. Los espa- ñoles iban á ejercer su venganza sobre la ciudad y sus mora- dores. Solo en la fuga estaba la salvación, por consiguien- te se hicieron los necesarios preparativos con la mayor acti- vidad para cruzar los Andes con dirección á Mendoza. Pe- ro la estrella de la libertad, aunque nublada, no habia desa- parecido del todo. D. Manuel Rodríguez, el tribuno del pueblo apareció en la escena, y á sus patrióticas palabras: Aun leñemos patria, se formó un rejimiento, reemplazando asi el heroísmo al terror. Osorio continuaba avanzando sobre Santiago. El ejército patriota, aunque disperso, no estaba aniquilado. El 26 de marzo este contaba ya 4000 hombres armados y listos para volver á entrar en la lid. (Valparaíso and West Coast Mail.) 6.a Esodió ocasión á los generales O'Higgins y San Martin áque diesen las proclamas siguientes: «Chilenos:—Una porción de soldados de la Patria per- suadidos en la batalla de Talca, con la confusión de la nochi?, que todos los cuerpos habían sufrido una derrota, ha tran- sitado los pueblos y campos esparciendo ideas melancólicas, que también han exagerado unos tantos cobardes, que nun- ca faltan. Pero ya el desengaño habrá reanimado á los unos y confundido la vileza de los otros. Cerca de4000 vetera- nos existen todavía en campaña, y se han burlado del ene- migo, que por mil circunstancias favorables ha sufrido una pérdida, que no le permite avanzar un paso. El orden, la subordinación y la confianza serán la base fundamental de nuestras operaciones interiores. Con estas— 104 — virtudes toda dificultad será vencida, y la Patria salva. Ciu- dadanos, firmeza, fé. ¿Vosotros os espantáis de fantasmas? Alas armas, bravos soldados, y ahoguemos «se puñado de vándalos que viene á profanar nuestro suelo. O'Higgins. «Ya estaréis persuadidos, que el contraste del ejército de la Patria en la nocas del 19 es una sombra del horrible aparato con que algunos cobardes consternaron los Pueblos. Es verdad, que por un accidente imposible de prevenir, el resultado no fué afortunado; pero la dispersión de las tro- pas, principal desgracia de aquella jornada, está en gran parte remediada. Cerca de 4000 hombres se replegauála margen derecha delMaipú, y otros cuerpos de linea y mili- cias se preparan para incorporárseles. La capital de San- tiago será fortificada para hacer la última resistencia, pero el ejército de mi mando dará otra batalla antes de volver á sus líneas. Yo os veo interesados en vuestra suerte, y no hay peligro para la Patria, si os consagráis de buena fé á de- fenderla. Corramos á las armas, que yo os aseguro de la re- solución de mis soldados. Escarmentemos á los tiranos, y la vida sea sacrificada, si fuere necesario, por la libertad de la Patria. José de San Martin. 7. a Al amanecer del dia 5, el general San Martin, acompañado de su ayudante O'Brien y del oficial de ingenie- ros Baclcr D' Alve, recorrió las inmediaciones de su cam- pamento para imponerse por si mismo de los movimientos del enemigo. Tanto él como sus compañeros habian tenido la precaución de cubrirse con sombreros y ponchos de cam- pecinos para no despertar los recelos de las guerrillas realis- tas, y llevaban anteojos para descubrir sus posiciones á la — 105 — distancia. Con este difraz, San Martin pudo aproximarse basta ouatro cuadras de distancia de la línea enemiga y conocer perfectamente el movimiento que hacia para acercarse al ca- mino de Valparaíso. No se ocultó á su ojo penetrante el propósito que podía abrigar Osorio al tomar aquellas posi- ciones, y lleno de contento y resolución, manifestó á sus compañeros la confianza que abrigaba en la suerte de la jor- nada. «El sol que asoma en la cumbre de los Andes, les di- jo, va á ser testigo del triunfo de nuestras armas. Osorio es mucho mas torpe de lo que yo pensaba,» Historia general de la Independencia de Chile, por Diego Barros Arana, Tom. IV pag, 353.) El sábado 21 de novembre de 1818 se celebraron en laiglesia catedral de Santiago de Chile las exequias de los patriotas que perecieron en el llano de Maipo. El Director O'Higgins, el capitán general San Martin, el Brigadier Gene- ral don Antonio G. Balcarce, el Diputado de las Provincias Unidas general Guido, los secretarios de Estado, etc., asistie- ron á aquella augusta ceremonia» En el frontis del mausoleo se habia puesto la inscrip- ción siguiente: Volad genios que presidís á la opinión, Anunciad al universo, Que aquí yacen Los que hicieron Cuanto pide el honor, Cuanto merece la gloria. El canónigo Dr. don Julián Navarro pronunció la ora- ción fúnebre. Con motivo de las exequias, se compuso á los héroes de Maipú el epitafio siguiente:— 406 — «No es aquí donde yacen las cenizas de los héroes chi- lenos y argentinos: Aquí viven gloriosas, veneradas, pro- duciendo el honor y el heroísmo. Nunca mueren los hé- roes, siempre viven; sus hechos duran mientras haya si- glos». Damos á continuación las publicaciones que, con moti- vo de la gloriosa batalla de Maipo, circularon en aquella época. I. El Estado mayor general de los ejércitos de las Provin- cias Unidas del Rio de la Plata al triunfo de tas armas ame- ricanas en las llanuras de Maipú, el 5 de abril de 1818. Contiene la siguiente:— «Nota.—don Tomas Guido, oficial mayor de la secreta- ria de Estado, en el departamento de guerra y marina y di- putado de esta capital ante el Director supremo de Chile, se ha hecho acreedor al reconocimiento público por su activi- dad, su conducta diplomática y su vasto genio. Ha sido re- comendado por el exmo. señor capitán general de los Andes en oficio de 11 de abril de 1818.» II. Buenos Aires—Los oficiales de la Secretaria de Estado en el departamento de guerra y marina á los valientes de- fensores de la libertad en las llanuras del Maipo el 5 de abril de 1818. Oda. 111. Al exmo. señor supremo director délas Provincias uni- das de Sud América, los oficiales de la Secretraria lie estado en el departamento de guerra y marina por el triunfo de Maipo. IV. Buenos Aires.—Los oficiales de la Secretaria del So- berano congreso á la patria en la victoria de Maipo. Oda; V. A los triunfantes generales de los ejércitos de Chile y de los Andes, don José de San Martin y don Antonio González Balcarce, por Un Amigo. Canto. VI. A la importantísima victoria conseguida en Maipo pol- las huestes de la patria al mando del general don José de San Martin. VIL Rasgo épico descriptivo de la victoria de Maipú, alcan- zada por las armas de la patria al mando del general don José de San Martin sobre el ejército del Rey de España en el Estado de Chile, el dia 5 de abril de 1818. Por M. de B., ciudadano de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, quien lo dedica el exmo. señor don Bernardo O'Higgins, director supremo del Estado de Chile. VIII. La jornada de Maipú por el presbítero doctor don José Agustín Molina, residente en la ciudad de San Miguel delTu- cuman, á espensas de un amigo del país. IX. Sermón predicado en la Santa Iglesia de Córdoba del Tucuman en la solemnísima acción de gracias por la victoria, que consiguieron las armas déla patria, en el Estado de Chile, el 5 de abril de 1818, del general Osorio y ejércitorealista, por el P. Fr. Pantaleon Garrid, del orden de San Francisco. X. Oda en loor del Americano reconquistador del Reino de Chile don José de San Martin, trabajada por el cirujano de marina don Miguel Rabelo. XI. Nuevo parte del capitán general de los Andes al gobierno sobre la batalla de Maipo, 8 de abril. XII Chile defendido. OQcio del exmo. señor capitán gene- ral de los Andes al supremo gobierno.—A la memoria in- mortal de los vencedores de Maipo, Abril 9: xn. Cielito patriótico que compaso Un Gaucho para cantar la acción de Maipú. XIII. Jornada de Maipo. Abril 17. XIV. Las madres capuchinas de Buenos Aires al exmo. señor don José de San Martin, general en gefe del ejército de Chi- le y triunfante en las llanuras del Maipú. Canción enco- miástica gratulatoria. (Ms. Carranza.) XV. Buenos Aires.—La secretaria de Estado en el departa- mento de gobierno al vencedor de Maipo. Canto. — ipo — XVI. La Municipalidad de Buenos Aires al exmo. señor don José de San Martin, general en gefe del ejército unido en Chi- le y triunfante en Maipo.—Canción encomiástica. Existe otro impreso igual de menor formato, con la úni- ca diferencia de tener el encabeza miento siguiente: La Mu- nicipalidad de Buenos Aires al general don José de Sao Martin.» Cincuenta años (I868J hace que el ejército español al mando d. l generai don Mariano Osorio fué vencido en la Lla- nura de Maipo, bajo las órdenes del capitán general don José de San Martin con sus valientes compañeros, que él y la ma- yor parte de ellos descansan ya en el sepulcro, tales como. Antonio Balea ice, Gregorio Las lleras, B. O'IIiggins, If. de la Quintana, M. Freiré, Alcázar, Borgoño, P. Conde, Melian, Juan de D. Rivera, A. López, Bueras, T. Vicuña, Prado, Jara Quemada, José B. Cáceres, C. Correa, N. Rama- J!o, Sequeira. R. Guerrero, J. Lavalle, M. Rodríguez, Bruix, Brandsen, S, Lindsay, Blaye, L, R. de Arellano, E¡. Gola, J. Graves, P. Noailles, S. Diaz, Cajaravilla, 1». Ramallo, Escri- bano, Montes Larrea, J. M. Aguirre, G. Miller, M. Bulnes. S. Puga, Frutos, Mariano Escalada, O'Bríen, J. A. y L. S. Cruz, J. A. Alemparle, Jirón, M. y C. Benavente, M. Quintana, J. Gana, M. y J. Calderón, J, S. Mardones, M. Navarrete» M. Pinto, P, R. Plaza, M. Porto de Meri no, D. Torres, Cuenca, Villa, E. y V. Corvalan, P. Amagada, Maruri, J. M. y A. Sotomayor, J, M. Bivera, Zoloaga, Videlas, T. Guido, J. Thompson Gren, 31. G. Quiroga, L. Pereira, G. Millan, J. M. Soler, J. I. Zenteno, Paz del Castillo, M. Serrano, F. Olaza - bal, E. Suarez, I. Suarez, J. M. Olavarria, F. Crespo, Ca-— 410 — zon, Létan, Baquedano, M. Riquelmc, V. Solar, E. Hidalgo, L. Ríos, J. A. Casanova, R. Cuadra, J. R. Gormaz, A. Al- raanza, A. Arguelles, A. Vega, F. Rosas, Arrióla, J. J. Tor- res, Laprida, F. J. Molina, M. Saavedra, Paroissien, Sagra, R. Márquez Allende, F. Diaz, F. Eliznlde, J. Huerta, Marzal, R. Sepúlveda, A. Merino, Dable, F. Formas, F, Márquez de la Plata, J. A. Buslamante, Lobairy, M. Jordán, Renard, SI. Larenas.JJ. Amunátegui, Millas, P. López, L. Salvadores, I. Arteaga, A. D. Rios, M. Rencoret, Maruti, J. M. Palacios y otros muchos. He aquí los nombres de los sobrevivientes, con distin- ción de los rangos que tenían en ese día (abril 5 de 1818J. puntos donde residen actualmente, y los muertos del año anterior á esta fecha (1808). Coronel don José Matías Deogracias Zapiola, Buenos Aires. Tenientes Coroneles don Manuel Escalada, id. i « Enrique Martínez, id. « « « Rudecindo Alvarado, Rep. Arg. ■ « « Manuel Blanco Encalada, Chile. Sargentos mayores, « Diego Guzman Ibañez, id. *.•■«'« Benjamín Viel, id. « « « Angel Pacheco, Buenos Aires. Capitanes « José María de la Cruz, Chile. « « Román Antonio Dehesa, id. « Eugenio Necochea, id. « Francisco del Rio, id. « Manuel Alvear. id. « « Rufino Guido, Buenos Aires. Ayudan tes mayores « Manuel Olazabal, id. « « « Domingo Urrutia, Chile. Tenientes » Pedro Godov, id. — III — Tenientes « Ramón Navarrete, Chile. « « Manuel Valdez, id. « ■ Domingo Correa de Saa, id. « « Juan de Dios Fernandez Gana; id. « t Pablo Cienfuegos, id. « « Ventura Ruiz, id. « c José María Guerrero, Perú. « « José Antonio Barrenechea, id. « Manuel Pueyrrodon, Rep. Arg, « « Juan de Dios Olleros, id. « Juan Estevan Pedernera, id. « « Francisco H«nriquez, Chile. Alféreces « Juan de D. Correa de Saa, id. « Juan de D. Fernandez, id, c « Carlos Formas, id. <( i José M¡iría Puga, id. « « Francisco Casanueva, id. c Francisco Porras, id. « Manuel Zafiartu, id. c José Antonio Segundo Sánchez, id. ce Manuel Luque, id. « José Antonio Muure, id. c Gerónimo Espejo, Buenos Aires. « Hilarión Plaza, Rep. Arg. « Feliz Correa de Saú. id. «< « José Honorato, Bolivia. « Ventura Laguna, Perú. Cadetes « Gregorio Murillo, Chile. « ■< Manuel García, id. « « José Inojosa, id. « « Manuel Blanco Pareja, id.Muertes del año anterior á la fecha. Tenientes * Pedro Antonio Ramirez, do sar- gento mayor. « « Antonio Vidal, de paisano. El gobierno chileno acostumbra solemnizar el aníver- rio de la batalla de Maipo lodos los años. Damos á conti- nuación la orden general del dia 5 de abr il de 1868. •( Para solemnizar el aniversario de la gloriosa batalla de Maipo el 5 del presente, se hará en la fortaleza de Hi- dalgo, de orden suprema, tres salvas mayores de artillen;], la primera al salir el sol, la segunda á las doce y la tercera al ponerse el sol. A las doce del dia se encontrarán en la plaza de la Independencia las de música del ejército, guardia nacional y municipal á las órdenes del subteniente ayudante de esta comandancia general, don Diego Aurelio Argomedo, para tocar alli todas el himno nacional, retirándole á sus cuerteles ejecutando marchas marciales. •< El mismo dia la banda de música del rejimiento de artillería tocará en la Alameda de las Delicias, desde las seis de la tarde hasta las ocho de la noche, frente á la estatua del jenernldon J. Miguel Carrera, la de cazadores á caballo to- cará durante et mismo tiempo en el tabladillo de fierro, y la del batallón Buin i;-© de linea frente á la estatua del jeneral San Martin. « Las bandas de música de los batallones cívicos núms. 1 y 2 s > situarán, la primera en la parte sur del jardín de la plaza y lo segunda al norte, tocando alli alternativamente desde las seis hasta las ocho de la noche, hora en que todos se retirarán á sus cuarteles » —Santiago de Chile. Damos fin á la Monobibliografia del Dean Funes con las breves observaciones que van á continuación : — 115 — Hablando de la Oración fúnebre de Carlos 111, don Ma- nuel de Lavarden dice: «La oración fúnebre de Carlos III llenó todas las ideas de mi gusto, cualquiera quesea. Yo no tengo voto para graduar su mérito; pero tengo derecho para manisfestar mi agrado y nun para dar razón de él. jNo faltó aquí quien quisiera parangonarla con la oración del señor San Alberto: yo sostuve que habiendo elegido S. S. I. una proposición imposible, no podría conseguir el fin de un orador que es el de persuadir lo que propone. Por el con- trario, el orador de Córdoba probó todo la que propuso, y esto de un modo tan maravilloso como que su proposición pareció á primera vista de muy difícil prueba, por estar el auditorio prevenido contra la felicidad guerrera de Car- los Bl. Todos objetaban la pérdida de la Habana en su in- terior, poro; cuál fué su «admiración al ver refutada y des- vanecida esta objeción! Nadie pudo resistirse á esta de- mostración del gran genio que había ordenado tan admira- ble pieza. «Desde entonces yo he cuidado de roceger todo lo que me parece de la misma mano ••••»> (I) Por último, el capitulo de carta, que damos á continua- ción, escrita por el Dean Funes con fecha lo de agosto de 1802, tomada del tomo 12 de la colección de mss. del doc- tor Seguróla, existente en la Biblioteca Pública de Bueno* 1. Gutiérrez. Esludios biográficos y críticos sobre algunos poetas sud-americanos anteriores al siglo XIX, pag. 118. Nos permitimos lla- mar la atención sobre la "Correspondencia epistolar entre don Manuel de Lavardcn en Buenos Aires y el de don (¡regorioFunes en Córdoba, copia- da de los autógrafos por Juan María Gutiérrez."— 114 — Aires, hará conocer el plan literario del autor que nos ocupa. (1) «Los planes literarios de que bable á usted en rai ante- cedente se reducen o tres ensayos sobre diversas materias. EJ primero es una descripción general de todo este vasto obispado de Córdoba, en que deben recorrerse co i espíritu lüosófico, la ciencia eonómica y las demás facultades que pue- dan contribuir asi á la utilidad como al embellecimiento de este cuadro. Conociendo mi insuficiencia jamás he em- prendido obra ó designio: siempre he dado principio por al- guna casualidad: para esta antecedió que habiendo trabaja- do á nombre de este obispo»;y por su orden, un informe al Rey, tocante á lo material y formal de este obispado, espuse en cuarenta pliegos cuanto rae pareció conducente al asunto. La naturaleza de este escrito no permitía dlslraaerse á otras materias que quedaron en silencio- De aquí provino que teniendo avanzado mucho trabajo, me resolví al fin á formar la descripción general de que he hablado. La continúo con lentitud y mucho afán, así porque las ocupaciones de mis empleos son harto diarias y pesadas, como porque es nece- sario recoger conocimientos y noticias de muy largas distan- cias. —LI otro ensayo tiene por título: (Historia de la última conjuración del Perú, suscitado, por José Gabriel Tupac-Ama- 1 ú y los Cataris.» Para emprender este trabajo no me lia refreído toda la delicadeza con que es preciso caminar por un campo tan erizado de abrojos. El deseo de la corte ¡tara mejorar nuestro gobierno permite oir verdades que en otro tiempo hubieran sido delito el proferirlas: y mas si estas son 1, El doctor don Juan María Gutiérrez tuvo la bondad de permitirnos sacar copia de esc capitulo de carta, sacado por él á su vez del autógrafo que existe, según creemos, en poder del doctor Olaguer Feliú. — 115 — sostenidas de todo el respeto que inspiradla Magestad. Lo que si me desalienta es no tener unos orijinnles sobre que pueda reposar toda mi confianza. Cierto amigo del Perú me regaló una colección de papeles de mucho mérito, pero algunos de ellos me parecen sos, echosos, examinados a la luz de una severa critica. Mil veces lie suspirado por dar unas ojeadas á los autos y espedientes que deben parar en esa. Este debe ser trabajo personal mió. La última de mis tareas es la butoria de los obispos que ha tenido esta iglesia del Tucuman. Voy rceojiendo materiales, y acaso alguna vez la veremos concluida.» El prospecto del Ensayo, para escitar á una suscripción para imprimirlo, apareció.ea la Gaceta Ministerial número 124, del o de octubre de 1814 y el verdadero prospecto fir- mado por el autor se rejistra en la Gaceta número 14, del 29 de julio de 1815. El tomo Io. se puso á disposición de los suscriptores el II de noviembre de 4X1G. En el número XXVII de la Monobibliogrofia del Dean Funes, se ha deslizado un error notable, que no habiéndose podido correjir á tiempo, lo hacemos en este lugar. El lector debe haberse apercibido de é!; tanto .ñas cuanto que mas adelante se hace referencia á un Ensayo, que no aparece * mencionado. El verdadero titulo de dicho numero es, pues, como si- gue:— «Prólogo y 19 notas eruditas originalesal Ensayo sobre tas garandas individuales que reclama el estado actual de la sociedad.» etc. Al concluir, debemos manifestar que, en la coordina cion del monógrafo del Dean Eunes, habíamos om1''__ H4 — Aires, hará conocer el plan literario del autor que nos ocupa. (1) «Los planes literarios de que bable á usted en mi ante- cedente se reducen a tres ensayos sobre diversas materias. El primero es una descripción general de todo este vasto obispado de Córdoba, en que deben recorrerse co i espirita liiosófico, la ciencia conómica y las demás facultades que pue- dan contribuir asi á la utilidad como al embellecimiento de este cuadro. Conociendo mi ¡insuficiencia jamás lie em- prendido obra ó designio: siempre be dado principio por al- guna casualidad: para esta onlecedió que habiendo trabaja- do ú nombre do este obispo, y | Para emprender este trabajo no me ha retraído toda la delicadeza con que es preciso caminar por un « ampo tan erizado de abrojos. El deseo de la corte para mejorar nuestro gobierno permite oír verdades que en otro tiempo hubieran sido delito el proferirlas; y mas si estas son 1, El doctor don Juan María Gutiérrez luvo la bondad de permitirnos sacar copia de esc capitulo de carta, sacado por el á su vez del autógrafo que existe, según creemos, en poder del doctor Olaguer Feliú. sostenidas de todo el respeto que inspira,la Jlagestad. Lo que si me desalienta es no tener unos orijinalcs sobre que pueda reposar toda mi confianza. Cierto amigo del Perú me regaló una colección de papeles de mucho mérito, pero algunos de ellos me parecen sos, ecliosos, (examinados á la luz de una severa critica. Mil vecí>s he suspirado por dar unas ojeadas a los autos y espedientes que deben parar en esa. Este debe ser trabajo personal mió. La última de mis tareas es la historia de los obispos que ha tenido osla iglesia del Tucuman. Voy reeojieudo materiales, y acaso alguna vez la veremos concluida.» El prospecto del Ensayo, para escitar á una suscripción para imprimirlo, apareció en la Gaceta Ministerial número 124-, del ¡i de octubre de 1814 y el verdadero prospecto fir- mado por el atiior se rcjislra en la Gaceta número 1 í, del ¡29 de julio de 1SLJ. El lomo 1 °. se puso á disposición de los suscripto res el 11 de noviembre de 1816. En el número XXVII de la Mouolnl.li'.grofia del Dean Funes, se ha deslizado un error notable, que no habiéndose podido corrojir á tiempo, lo hacemos en este lugar. El lector debe haberse apercibido de él; tanto mus cuanto que mas adelante se hace referencia á un Ensayo, que no aparece * mencionado. El verdadero titulo de dicho número es, pues, cernió si- gue :^- «Prólogo y 19 notas eruditas originales al Ensayo sobre las garandas individuales que reclama el estado actual de la sociedad.» etc. Al concluir, debemos manifestar que, en la coordina- ción del monógrafo del Dean Eunes, habíamos omitido la— 1IG — cooperación qne encella ha tenido nuestro amigo el doctor Carranza, poniendo a nuestra disposición la mayor parte de los materiales deque aquel se compone; y declaramos una vez por todas que liemos encontrado en dicho amigo una constante dilijencia en proporcionarnos y comunicarnos, sin procrastinacion, muchos de los datos y noticias que le he- mos pedido ó que él ha juzgado de alguna utilidad para la consecución de nuestro deseo. DOCUMENTOS Referentes al ge fe de los Orientales, general don José Artigas, y otros de ta época, á que ha:c referencia el autor del DOSQCfJO. No hemos juzgado conveniente intercalar los impor- tantes documentos que van ú leerse á continuación, por no interrumpir la relación del señor Funes en su Bosquejo, cu- ya traducción acaba de verse. Tampoco fué posible ponerlas en formo de nota, á causa de su demasiada estension. Y como dios se refieren á una época tratada por el Dean, creemos que, no habiendo podido consignarse en el cuerpo do su obra, no estarán fue- ra de lugar aquí, tanto mas cuanto que hay contrariedad entre lo que relata Funes y lo que se dico en ellos. Convie- ne, pues, a la historia imparcial se lea lo de una y otra urle. — 117 — / SUMARIO De los documentos que se van á ver d continuación. I. Proclama circular del general Artigas, dada en Purificación a 11 de octubre de 1817—II. Comunicación del gefe de los Oriéntalos, al Supremo Director de Buenos Aires, sobre la ncjtraüdad con los portugueses y negativa de la Union, datada en Purificación á 13 de noviembre de 1817—III. Proel a roa ó alocución del seudónimo "Los Orientales a los Bonaerenses", datada en Paranaguazú a 1. ° de diciembre de 1S17. Creemos que si no es de Artigas, es inspiración suya—IV. Anónimo que da curiosos é interesantes datos sobre los sucesos de la época, con alusión á los precedentes documentos— V. Contestación de los habitantes de la Banda Oriental, con fecha 29 enero de 1813, á la proclama del general Lccor de 29 de diciem- bre de 1817. I. El gefe Supremo Oriental d los Pueblos. Por una vulgaridad inesperado, he trascendido se de- nigra mi conducta por la desunión con Buenos Aires. Los Pueblos han sancionado por justos los motivos, que motivaron esta lid empeñosa, y que nunca mejor que ahora subsisten, sugun ol manifiesto impreso en Norte Amé- rica, por los señores Moreno, Agrelo y Paso—y que he man- darlo circular á los Pueblos para su debido conocimiento. Recordad la historia de nuestras desgracias, Ja sangre derramada, los sacrificios de siete años, de penalidad y mi- seria, y todo convencerá mi empeño por no violar lo sagra- do de aquella voluntad, ni someterla á la menor degrada- ción, que mancillase para siempre la gloria del Pueblo Oriental y sus mas sagrados derechos.— 118 — He adelantado mis pasos con aquel gobierno, ansioso de sellarla sin estrépito, y en cada uno he hallado un nuevo impedimento a realizarla. Si esta idea, no está bien grabada en el corazón de los Pueblos, ruégoles quieran aceptar estos mis votos. Los pueblos son libros á decidir de su suerte —y mi deseo todo, decidido á respetar su suprema resolución. Si la autoridad con que me habéis condecorado, es un obstáculo á este remedio, está en vuestras manos depositar en otro, lo sagrado de la pública confianza que ajuste vuestras ideas á los deberes que os impone la Patria, y el voto de vuestros conciudadanos. Yo me doy por satisfecho, con haberlos llenado hasta el presente con honor, y contribuir por mi parte á concur- rir á sellar la felicidad del Pais. Espero, hará usted inteligible esta mi decesion á todo el Pueblo del Estado de la Provincia Oriental, y me responda abiertamente de su resultado, para adoptar las medidas convenientes. Tengo el honor de saludar á usted con todo mi ros" peto. Purificación, 11 de octubre de 1817. José Artigas. II. Comunicación del gefe de los Orientales, al Supremo director de Buenos Aires, sobre la neutralidad con los Portugue- ses y negativa de la Union. Excelentísimo señor — ¿Hasta cuando pretende V. E. apurar mis sufrimientos? Ocho años de revolución, de — 119 — afanes, de peligros, de contrastes y miserias debieron hnbev bastado á justificar mi decisión y rectificar el juicio de ese gobierno—El ha reconocido en varias épocas la dignidad del pueblo oriental—El debe reeonocer mi delicadeza por la inalienabilidad de sus derechos sagrados. Y V, E. se atrevo á profanarlos? ¿V. E. empeñado en provocar mi modera- ción? ¡Tiemble V. E. solo al considerarlo. Por especiosos que sean los motivos á garantir estu conducta, ella es incompatible con los intereses generales — Promovida la agresión de los portugueses V. E. es criminoso en repetir los insultos con que los enemigos creen asegura- da su empresa.—En vano ser;'i, que V. E. quiera ostentar la generosidad de sus sentimientos—Ella es desmentida por el orden mismo de los sucesos, y estos convencen que V. E. és mas escrupuloso en complicar los momentos, que en promover aquella santa energía, que reánima á los libros contra el poder de los tiranos. De otra suerte ¿como podia V, E. haber publicado en el último diciembre (i) el pretendido reconocimiento déla Banda Oriental? Crimen tan horrendo pudieron solamente cometerlo manos impuras —¿Y V. E. se atreve á firmarlo: Pero es perdonable. Era conforme á los misteriosos planes de T. E. derribar al mejor coloso,[contra la iniquidad de sus miras—Los pueblos entusiasmados por su libertad, debían de ser sorprendidos, los peligros se encarecieron por ins- tantes y el reconocimiento en cuestión era el mejor apoyo á las ideas deV. E.--Y, E. apresuróeste paso, y empezó á des- cubrirse el curso majestuoso de sus reservas, por nuestra común perdición. 1. Gaceta estraordinaria de 1 °. de diciembre de 1810.— 120 — Efectivamente, conocía usted mi dignidad y sabia que UI1 justo reproche era todo el resultado, debido á su peí li- dia—Sin embargo, este era el pedestal en que debia V E. asegurarse contraías invectivas de la neutralidad mas ver- gonzosa. Ella jamás podrá cohonestar delitos tan mani- fiestos; por ella ha permilido Y. E. trillar el paso con la es- partado!) de trigos (1) á Montevideo, al tiempo mismo que nuestras armas afligían con el asedio aquella plaza. V. E. debe confesarlo, aunque pese á su decoro, es uu hecho y lo es igualmente que solo ron lasa y mengua ha per- mitido trasportarlos á los puertos o neníales. Por ella se üutorizó, á V. E. á disponer la escuadrilla y ú promover la insurrección de la Banda Oriental - Por ella formó V. E. el triste proyecto de repetir tercera espedieion sobre Santa Fé, y animar las intrigas del Paraná—Por ella, protejió V. E. á ios portugueses prisioneros que fugaron de Suriano — Se au- torizó para devolverlos al general portugués, ¿y cómo no se ¡ eordó V. E. de practicar igual generosidad conelgefede los orientales, devolviéndotele las armas y úíiles de guerra, que tenia á su bordo el buque en que fugaron? Por (lia, en fin, logró V, E. mezclase á tiempo oportuno para avivarla « hispa de la discordia, para completarse con los portugueses y (ramar la deserción del rejimieuto de libertos á la pinza, franqueándole el paso, recibirlos V. E. en esa, como Un triunfo—üfl hecho de esa trascendencia, no puede indicarse sin oseándolo. Y V. B. es todavía el Direetor de Buenos Aires? Un gefe portugués no hubiera operado tan deseara- I amenté. Cualquier imparcial mirará con indignación unos cs- 1. Véase Gaceta de Buenos /¿res número 24 de \h de junio de 1S17. cosos que, solo pueden merecer aprobación en el descalabro de V. E.; ellos reconocen un origen mas negro que la fria neutralidad. Continuarla, empero, es un crimen—Por mas <{iie se quiera desfigurar el mérilo de nuestras diferencias, la sana razón dicta que su discusión es importuna á presencia del eslranjero ambicioso. Yo mismo he dado á V. E., mas de una vez, el ejemplo. ¿Y V. no se atreve á imitarlo? ¡Oh' ¡qué dulce es el nombre do la patria, y que áspero el camino de la vir- tud! No se ouiltó á la finura de V. E. aquel rasgo de filan- tropía sin traicionar su propió convencimiento, lío podia V. E. ser indiferente á la detestable incursión del general Leeor en nuestro territorio. Lo requirió por conducto del coronel Vedis, y ¿como desconoce ahora V. E. la obra de sus manos? No son los portugueses de este año, los mismos del pasado? ¿Ahora y entonces no subsistían las mismas diferencias? ¿No acababa V. E. de ultrajar la dignidad dr[ pueblo de Santa Fé, yon ella la de las demás? Confiese V. E. >¡ue solo por realizar sus intrigas puede representar ante el público el papel ridículo de un neutral. Por lo demás, el supremo director de R:icnos Aires no debe, ni pue- de serlo. Prefiero esla verdad, para que V. Iv no haga va- na ostentación de su debilidad--V. E. mismo es su mejor acusador. ¿No reconvino V. E. al general portugués por l.i conminatoria proclama contra los orientales? ¿Por qt:é principio tal requerimiento, siendo V. E. un neutral un indife- rente á nuestras desgracitis?--Pero sea V. E. un neutral, un indiferente ó un enemigo, tema justamente la indignación ocasionada por sus desvarios: — tema, y tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que, sucrificados por el amor de— 122 — Ja libertad, nada les acornada tanto, como perder]ti. Desis- ta V. E. de concebir tan pobre pensamiento, que sobre los fragmentos de sus ruinas, podrá cimentarse algún dia.cl alto Capitolio que simbolice nuestra degradación. La grandeza de los orientales, solo es comparable así misma. Ellos saben desafiar los peligros, y superarlos, reviven á la presencia de sus opresores. Yo á su frente, marcharé donde primero se presente el peligro—V. E. ya me conoce, y debe temerla justicia de la reconvención. V. E. no hace mas que repetir insultos, con que ofen- den nuestra dignidad: cada dia se renuevan, con descrédito de la común felicidad, y V. E. no debe creerme insensible. Yo en campaña, y repitiendo las sangrientas escenas de la guerra contra los injustos invasores y V. E. debilitando nuestra energía, con la mezcla de unos negocios que no de- jan de escitar fundadas sospechas—Yo empeñado en el con- traresto de los Portugueses y V. E. en favorecerlos--En mi lugar ¿V. E. mismo hubiera mirado con rostro sereno estas desgracias? Confieso á V. E, que haciendo alarde de toda mi moderación, he tenido que violentarme por no compli- car los preciosos instantes en que la patria reclamaba la re- concentración de sus esfuerzos. Por lo mismo, brindé á V. E, con la paz, y Y. E. provocóme á la guerra. Abrí los puertos que debía mantener cerrados por razones podero- zas; devolví á V. E. los oficiales prisioneros que aun no ha- bían purgado el delito de sus agresiones y violencias sóbrela inocencia de los pueblos. V« E. no puede negarlo ni des- mentir estos actos de mi generosidad, sin que V, E. haya po- dido igualarlos, después de sus continuadas promesas por la reconciliación. Es verdad que V. E. franqueó algún armamento al sitio - 123 — y Paraná, pero sin darme el menor conocimiento--Esa do- ble intención de V. E. descubre el germen fecundo de sus máquinaciones:--Convenia á las ideas de V. E. ponerse á cubierto de la responsabilidad de su inacción ante el tribu- nal severo de los pueblos ¿y cree V. E. eludirla con remi- sión tan rastrera? ¿No acabamos de tocar sus resultados en las conspiraciones del sitio y Paraná? ¿Podrá ocultarse a los pueblos que siendo distribuidas Jas armas sin el cono- cimiento de su gefe, esos debían ser los efectos? Deje V. E. de ser generoso, si han de esperimentarse tan terribles con- secuencias. Deje V. E. de servir á la patria, si ha de oscu- recer su esplendor con tan feos borrones—No, Exmo. señor, no es V. E. quien ha de oponerse á la ambición del trono del Brasil; y de no ¿por que renueva á cada momento nuestras desgracias, debilitando los esfuerzos que debían escarmen- tarla? De suerte que V. E. puede gloriarse, no de haber servido á la patria, sino de haber apurado mi constancia, hasta hacerme tocar el estremo de Ja desesperación—He su- frido ¿y V. E. ha tenido la osadía de acriminar mi compor- tamiento en público y en secreto? ¿Soy yo por ventura, co- mo V. E., que necesita vindicarse con el público y asalariar apologistas en su favor? Hechos incontrastables son el me- jor garante de mi eonducta; ¿y de la de V. E? Los que re- fiere el cronista y otros tantos que deben esperarse. A mí me toca espresar uno solo. V. E. no ha perdo- nado espresion por manifestar sus deseos hacia nuestra re- conciliación: yo, haciendo un paréntesis á nuestras diferen- cias invité á V. E. por el deber de sellarla, ó al menos por la sanción de un ajuste preciso, para multiplicar nuestros es- fuerzos contra el poder de Portugal. Tal fué mi propuesta en junio de este año. Pedí al efecto diputados á V. E. ador-_ i24 — nados con plenos poderes, para estrechar los vínculos de la unión. V. E. no piulo desconocer su importancia, y se com- prometió á remitir los diputados: Obra en mi poder la res- puesta de V. E. datada en 10 del mismo junio—En conse- cuencia, anuncié á los pueblos el feliz resultado de mi pro- puesta. Todos esperábamos con ansia ese iris de paz y concordia.--¡Ni como era posible esperarse que V. E. dejase desairado el objeto de mis votos! Pero es un hecho, sin (pie hfista el presente otro haya sido el resultado, que urtdcs- mayo vergonzoso con que se cubre do ignominia el nombre de V. E. Para eludirla debía escusarse V. E. contra las tentati- vas del pueblo mismo de, Dueños Aires: de aquí la vulgaridad de que yo había ofertado á V. E. diputados que se esperaban con eí propio fin. Es muy poca dignidad en V. E. negarse tan descaradamente á los intereses de la conciliación y acri- minar por ocultar su perfidia: es el último insulto con que V. E. me provoca. ¿Y quiere V. E. que calle? Tal impos- tura es perjudicial á los intereses de una y «¡lia banila. V, E. es un criminal ¿indigno de la menor consideracion--Pe- ••ará á V. E. el oir estas verdades; pero debe pesarle mucho mas haber dado los motivos baslai t 'sásu esclarecimiento: Ellas van estampadas con los caracteres de la sinceridad y de la justicia. —V. E. no ha cesado de irritar mi moderación; y mi honor reclama por su vindicación —Hablaré por esta ve/, v hablaré para siempre—V. E. es responsable ante lasaras de la patria de su inacción, ó de su malicia contra los inte- reses comunes.—Algún dij so levantará esc tribunal severo de la Nación y en él debe administrarse justicia. Entre tanto, desafio á V. E. al frente de les enemigos, — 12:; — para combatir con energía, y ostentar todas las virtudes que deben hacer glorioso el nombre americano. Tengo el honor de saludar á V. E., y reiterarle con toda consideración mis mas cordiales afectos—Purificación y noviembre 15 de 1817—José Artigas —Exnau. señor don Martin de Pueyrredon Supremo director de Buenos Ai- res. Es copia del original— Ramírez. Se publicó en Ja Villa de Gualcguay a 23 de noviembre de 1817. Gervasio Correa. * 111. Los Orientales á sus compatriotas los üonaerensc». Compatriotas: ¡ Es posiblequeentre los orientales y bo- naerenses, siendo todos de una misma familia, de un mismo linaje, de un mismo origen, y de una misma causa, no hade haber, ni se ha de encontrar un medio de reconciliación que dé fin á nuestras domésticas disensiones, dimanadas sida- mente sobre la opinión de la forma de gobierno! ¡Es posi- ble que esta sola política cuestión sea tan trascendental en los ánimos de nuestros £efes que, postergando la felicidad general de nuestra justa independencia se procuren aniqui- lar unosá otros, destruyéndonos miserablemente por partes, para que a su vez, seamos todos presa de nuestros irrecon- ciables enemigos.' ;Es posibleque no hemos de saber la causa oculta de estas animosidades entre los gefes de unas y otras provincias! ¡Es posible que no hemos de saber cuál es la forma de gobierno, porque nos acriminan los bonaeren- ces, ni cuál es la que quieren las otras provincias, incluso el gefe actual que dirige á los orientales!— No, amados com-— i-26 — patriotas bonaerenses, la independencia y causa común que defienden los orientales, santafocinos, cordobeses y paragua- sanos y otros, es una misma, y su misión jamás ha sido di- suelta; lia sido sí una mera descomposición de ánimos, co- mo la que general y naturalmente sucede en unn casa de fa- milia, entre padre y madre, sobre á cuál de los hijos se quie- re mas—y como las disputas que entre padre y madre so suelen originar, el uno por defender al mayor y la otra por defender al menor, porque sucede que,—después de dos ó tres diasde incomodidad se avienen y convencen uno y otro de que aquella disenciou provino del demasiado amor y ca- riño do sus hijos—Asi pues, amados hermanos y compatrio- tas, debemos considerar que las desazones y discordias de nuestros gefes. á quienes miramos nosotros, como pa- dre y ellos como hijos de la patria, proviene del dema- siado amor que nos tienen—y que cada uno da ellos piensa que su opinión es la mejor y la mas segura pa- ra acabar de consolidar nuestra justa independencia y libertad. Si, queridos hermanos, esto es lo que piensa el Oriental Guaraní, y lo mismo que cree pensarán usíedes, ¿Y cómo, pues, podremos entre lodos nosotros reconciliar á nuestros padres, á que conozcan el evidente peligro á que por su demasiado amor, nos esponen y tienen ya espueslos y envueltos entre una serie de males y fatalidades que nues- tros enemigos, aprovechándose de esía oportunidad, nos es- tán devorando, robando y matando con la mayor inhumani- dad,.que basta ahora han conocido los hombres? Ya me pa- rece que oigo la respuesta que me dais; ¿cómo? de esta ma- nera, postrándonos todos á los pies de ese soberano Con- greso, pidiéndole encarecidamente mire por todos nosotros. Que como representantes de nuestia Patria Indiana, libre — i 27 — desde la creación del mundo, sobre la que jamás tuvo, ni pudo tener dominio alguno, el continente ultra-marino, avengan y convenzan á nuestros gefes bonaerenses y orien- tales, de que su desazón y disgustos provienen del demasiado amor que cada uno tiene á sus Provincianos, y que todos ellos y nosotros, por este demasiado amor, nos vamos per- diendo miserablemente, basta nuestro total esterminio, nuestros hijos, nuestros bienes y nuestras vidas van todos, todos á perecer en las manos de nuestros enemigos, si ese Soberano Congreso, no pone remedio éinterpone su media- ción suplicatoria éntrelos Gefcs Bonaerenses y Orientales y los demás ProviHcianos. Cuántas reflexiones pudiera ha- ceros sobre este particular; pero estoy persuadido que vo- sotros los tenéis muy presentes y muy á la vista, pues ya tampoco estáis muy lejos de esperimenlar las nuevas cade- nas con que os van hostilizando, y cerrándola puerta de es- te hermoso Rio de la Piala, los huéspedes que á la rauda y á la sordina, para que lo entendáis mejor, los Portugueses, operan unidos y acordes con la nación española. Pues ya están apoderados de la isla de Lobos, con los productos de su pesca y de la isla de Flores, delineada para formar un torreón de vigía, y no tardarán en apoderarse do la isla de San Gabriel, islas de Hornos y Martin García, y enseguida pasarán á los demás puntos de los Entre liios y Parana- ses. Os he hablado siempre, queridos hermanos compatrio- tas, con el amor y la unión de nuestra alianza y federación, pero nada hemos podido conseguir, y asi os pronostica y pronostican los Orientales Guaraníes, que la suerte de los Bonaerenses será la misma que tuvieron en la conquista los— 123 — mejicanos con los Tlazcaltecas—Dios no lo permita--Para- n&gunzú, diciembre 1° Je 1817. Los Orientales á los Bonaerenses, (i) IV. Señor Censor de la Ciudad de Buenos Aires—San Sulvado'r. Mi estimado amigo y señor; Yo no sé porque no refie- re usted, en estrado las diferentes noticias que llegan á sus manos, las ciertas como ciertas, y las dudosas como dudo- sas. Aqui corre la noticia que el señor Director de Buenos Aires, lia cedido la Banda Oriental á los Portugueses, como soberano del Poder Ejecutivo, Representante de las Provin- cias, que se dicen Unidas del Rio de la Plata, sin haberse v isto hasta ahora los pactos y condiciones de esta unión (pues toda unión tiene pactos y condiciones), ni las demar- caciones de esta Provincia. Dígame usted si es verdad, pa- ra liar todas mis cosas, v pasarme ;;! Paraguay, como lam- inen, de si ese santísimo Congreso, que parece se compone de curas, canónigos y frailes, en su mayor número, que se- gún dicen, juró la integridad de las Provincias Independien- tes del Rio de la Plata, ha discutido este interesante punto- bien que como es asunto de sangre, no querrá meterse. Aquí lo tenemos casi por cierto, por cuanto los Portu- gueses so han apoderado de la isla de Lobos, y del producto y 1. La felicidad que ofrecía Artigas, no está en consonancia con ia escena que presentaba Entremos en aquel año, cuya población renun- ciaba á ella emigrando á Buenos Aires. Mas de quinientas personas en- tre hombres, uiugeres y niños fueron alojados por el gobierno y alimen- nicntados de los fondos del Estado. (Xiasc la Ga«í« numero 54 de fecha 17 de enero de 1818,) — 129 — fondo de su pesca, para su real Erario, según los ultimas cartas que se han recibido, y sabemos también, por una lancha que vino de la Colonia, que habion pasado á la isla de Flores, y delineado un torreón en ella para sus vigías, y que por instantes se esperaba en Montevideo una escuadra sutil de lanchas cañoneras que debia venir del Rio Janeiro, ¡tara engrosar la que habia en aquel, en el cual también se armaban dos bombarderasque, reunidas entre chicas y ma- yores, llegarán á treinta buques. También trajo la noticia de que las tropas portuguesas, que ocupan Montevideo, hasta el Miguelcte únicamente, ha- bían suspendido su salida á la campanal contra el General Artigas, por la noticia que tuvieron de que las tropas del señor Pueyrredonen Buenos Aires habian pasado á la Ban- da Oriental para batirse contra los Orientales, ó mejor di- remos, contra el Gefe de ellos, el General Artigas, que de- fiende los derechos del Sur-América y su independencia, contra los Españoles y Portugueses y que de consiguiente, escusaba el General Portugués marchar con sus tropas con- tra la Banda Oriental, respecto á que, la generosidad del Gobierno de Buenos Aires, se empeñaba en evitarles perder su gente en el posesionamiento de esta Provincia Oriental, á nombre del Rey de Portugal y del Brasil. Pero, amigo, aqui entre los dos, ¿que habrá adelantado Buenos Aires, cuando haya generosamente destruido á los paisanos de la Banda Oriental, y cuando toda ella esté do- minada por los Portugueses? Yo no alcanzo á ver otro re- sultado, sino su decadencia total; y á los pocos años hallarse reducida la opulenta Buenos Aires, á la situación de una triste aldea. Son muy obvias la multitud de razones que lo persuaden, porque ¿de qué comercio disfrutará? ¿Qué de- i— 130 — róenos percibirá, siendo la navegación del Rio do la Plata y decstn Banda Oriental y Entro Ríos, comun de los Portu- gueses? ¿Qué corambres exportará? Es regular que la na- vegación de este Rio sea [irerogotiva esclusiva de los Portu- gueses y otros eslrangeros. yon este caso ¿que competencia podrá tener Buenos Aires (que no tiene buques de navega- ción esterior), con los Portugueses, que cuentan sobre cua- tro mil empleados en su comeroiu? ¿Quién, pues, llegará á disfrutar esclusivamente del imporfante comercio del Pa- raguay en su importación? La cuestión no admite duda. Después de lodo ¡qué contrabando! ¡Qué manantial de con- tinuas discordias! ¡Qué desprecios y mortificaciones no tendrá que sufrir Buenos Aires! ¡Cu ín menos mal hubiera sido, en lugar de aniquilarse mutuamente, reconocer la Banda Oriental independiente y confederarse con ella, á imi- tación de las Provincias do Norte-América ó adherir politi- camente diodo lo que el General Artigas hubiese querido con respecto á su Provincia. Esto al fin hubiese sido un mal momentáneo, y no hubiera comenzado la existencia política y comercial de Buenos Aires, porque ¿á quien se le podrá oscurecer, que aunque se le hubiese atribuido al ge- neral Artigas el atribulo de bárbaro y despótico su gobierno, (que aun está esto en problema, porque desde 1811, hasta el presente, ha estado la provincia con las armas en la mano, y con la guerra mas feróz dentro de su lerritorioj y de ineptos sus satélites y delegados, y otras mil circunstan- cias que hubieran precedido, hubieran conducido, por su propia virtud, esta provincia, bajo la influencia y mando del mejor orden y unión pacificamente con Buenos Aires y fus mas amables relaciones mercantiles, y ademas la hubie- ra siempre tenido como un antemural contra cualquiera — 151 — Potencia estrangera, que hubiese intentado la invasión de la Banda Oriental y Occidental. En fin, yo espero que, como patriota y hombre de sobresalientes talentos, recti- fique usted mis ideas, sisón erradas, porque la!\ez el amor que tengo á mi pais, y el cruel dolor que me atormenta ni considerar, la preciosa sangre que se va á derramar (/y pa- ra qué/ ¡gran DiosDJfl priva de las faculta-Jes de mis sentidos. Hemos visto, y usted ha visto, la copia del oficio que pasó el general Artigas, al exmo. señor Pueyrredon, con fecha 13 de noviembre último, que inc supongo i.o será muy público en Buenos Aires, y al cual, dicho señor excelentísi- mo, contestó al instante, mandando tropas para batirlo, pa- reciendo, sin duda, que son pocos diez mil Portugueses que invaden oda Provincia, ó porque supo la acción gloriosa que acaba de tener Lavaücja s<>brc los Portugueses en las Fron- teras—Este modo de argumentar y de desengañar al públi- co, acercado las dudas que la lectura de aquel oficio ha in- fundido en el ánimo de la Provincia, y aun de estrangeros, con respecto á las intenciones y virtudes patrióticas del se- ñor Director puedo ser muy bueno, pero no es siempre el mas conveniente ni el mas seguro. He dicho á usted mis sentimientos, y quedo á recibir los suyos-!L:oy patriota liberal independiente. Sau Salvador, Enero 15 de 1S13. El Patricio se lo avisa. P. D.—Acabamos de saber que las tropas de Buenos Aires, mandadas por el señor Pueyrredon, contra las tro- pas patriotas del general Artigas, se han balido nnas contra otras, y «mío el general portugués Lecor las estaba mirando desde Montevideo con lodo su ejército - y luego que vió la. — Í5-2 — destrucción de unos y otros americanos, dijo: — Que'no creia tener tan buenos amigos; pues unos y otros á porfía se mataban para acabarle de entregar estos dominios, y que ya tenia el paso franco, para pasar a los Entre Ríos, tanto por mar como por tierra, y que ya no/necesitaba que viniese por la Frontera mas fuerza, pues mejor era conducir por mar todo su ejército, con sus buques de guerra, al Arroyo de la China, y acampado en los Entre Rios, hasta la prima- vera, comenzaría á operar en aquella provincia, para el mes de octubre ó noviembre—El general Artigas tendrá una fuerza de C000 hombres, si yo lo ataco, para deslruirlone- cesito perder otro tanto número de gente, y quedo yo muy débil; con que mas vale que me esté quieto y que las tropas del amigo Pueyrrcdon k) ataquen, que, aunque no lo venza puede quitarle siquiera 2000 hombres, y otros tantos que pierda el ejército de Pueyrredon que es lo mas que pueda oponerlo, ya son cuatro ó cinco mil americanos despedaza- dos y destruidos, y la mayor ventaja mia es la destrucción de otras tantas familias, compuestas de mujfres y niños, que disminuirán la población de la Banda Oriental y En- tre Rios y Buenos Aires; con que asi (les dijo á su Plana ma- yor) vamos en calma, que para entrar en Buenos Aires y Entre Rios ya casi no necesitamos gente, mayormente si ba- jamos por Santa Fé á quien Buenos Aires también destruye. Dijo bien el general Artigas; y así, mi amigo, ya no pienso irme al Paraguay, me voy á embarcar para Guinea, quieromus bien estar entre los negros que entre mis paisa- nos los americanos. — 153 — V. Conleslacion que dan los habitantes de la Banda Orien tal á (a proclama que, con fecha 29 del próximo pasado diciem- bre, les dirigió el señor don Cárlos Federico Lecor, gene- ral en gefe del Ejército Lucitano, á nombre de su sobe' rano, en que ofrece toda protección y amparo á los cita- dos habitantes. Nosotros estamos penetrados hasta la evidencia, de su prudencia, moderación y consideraciones que generalmente lia dispensado á toda clase de individuos que ha caido en sus manos, cuyas relevantes prendas merecen todo nuestro res- peto—y seguramente no dudaríamos un momento délas generosas ofertas con que nos brinda, sino estuviésemos pal- pando los escandalosos hechos que diariamente seesperi- metan en toda la Frontera, internándose los habitantes del continente, nusiliados de algunas tropas de milicias y vete- ranos mas de 50 leguas en nuestro territorio, arrasando completamente todo cuanto encuentran, llevándose todas las baciendas, tanto vacunas como caballares y lanares—cargan- do de las estancias cueros, sebo, carretas, bueyes, muebles y hasta las ollas con indecencia inesplicablc, quebrando y des- haciendo lo que no pueden llevar; y lo que es mas, asesinan- do impunemente á los indefensos y pacíficos moradores de esta campaña, lo que han egecutado en diferentes puntos, de los que nombraré uno por mas público—cuyo hecho atroz ha horrorizado hasta lo infinito —el que fué egecutado por una reunión de hombres al mando del oficial de milicias Es- truxiído - cual es lo acaecido en la estancia del pacifico veci- no Romualdo de la Vega—asesinándolo y á su hermano Francisco yá Pedro el gordo, dejando á su hijo con dos ba-— )54 — lazos; pasada la cara de una á otra parte y roto un brazo; á que se siguió el saqueo de toda la casa, y después de todas sus haciendas, dejando en el mayor desampuro á una e$po sacón siete hijas, todas a su cargo, y reducida á Ja mayor es- casez, y otros pormenores que por decencia se reservan — En otros varios puntos han h. cho otro lauto, añadiendo el vil y bajojprocedimionlo de llevarse una porción de niñas, arrancándolas de su casa á la fuerza, habiendo precedido el saqueo, con lo lo lo demás que queda dicho- Estos hechos tan abominables como públicos, han paralizado los efectos que podían causar las ofertas que en la eü ida proclama se nos anuncia, y deduceu completamente el buen nombre de S. E. Pregunto ¿bajo estos principios podremos resolvernos á fi- jar nuestras esperanzas, confiados en esas promesas, máxi- me Cuando estamos perfectamente orientados, que de lodos estos hechos tiene conocimiento y da permiso para ellos e! señor teniente general don Manuel Marques, gobernador de la frontera? Tanto es mas difícil contestar ó estos hechos, cuanto se vé que esperimentan igual desolación, ¡as hacien- das que pertenecen á muchos de los mismos que están en la Plaza, sus estancias son igualmente saqueadas, arra- sadas, y destruidas, y su suerte en el particular no sa dife- rencia de la délos demás en manera alguna. No hay medio: estos desórdenes, ó los ignora el general Lecor, ó no puede remediarlos; esto segundo parece imposible, si se considera que sus tropas son arregladas, que pertenecen á un gobierno establecido, á un gobierno que por lo mismo de ser monár- quico reúne en si todo lo preciso al mejor orden, en cuanto le concierne, y á un gobierno cuyo objeto sobre esta pro- vincia jura ser protección, pacificación ó impedir á todo costo la progresión del desorden. ¿Acaso será preciso per- — 135 — pctuarlo por su parte para contenerlo por la nuestra? To- dos convenimos y al fin bajo todo aspecto, vendrán á cesar los robos, porque no habrá en qué ejercerlos. Las pro»i- dencias del general Lecor, después de estos avisos, serán las únicas que harán conocer, si las cualidades que le hacen es- tima-ble, por su personaje acompañan ó no, al mirarlo con iío gi fe, y si los fines proclamados para ocupar este terri- íorio, no están en contradicción con las intenciones. Banda Oriental, 29 de enero de 1818. Antonio Zinny VX UNT 33 I CE. r Ajinas. Proemio.................•................................ 3 Monobibliografía del Dean Funes............................. 5 Bosquejo histórico—Introducción.............................. 37 Bosquejo de la revolución argentina............................ 49 Aditamento—Notas: 1.10 Cliacabuco.......................... 94 2. 19 O'HIggins........................................ 97 3. w San Martin........................................ 100 4.18 Desierto de Atacama................................ 101 5.10 Cancha-najada.......................•............ 101 6. " Proclamas sobre idem »•»........................... 103 7. ra Maipo............................................ 104 Publicaciones referentes á idem.............................. 106 Gefes de id........•....................................... 110 Documentos—Proclama circular del general Artigas.............. 110 Comunicación del gefe de los Orientales, al Supremo Director de Buenos Aires, sobre la neutralidad con los portugueses, etc- • ■ ■ US Proclama de los Orientales á los Bonaerenses........>........... 125 Anónimo sobre los sucesos de la ¿poca.......................... 128 Contestación de los habitantes'de la Banda Oriental á la proclama del general Lecor.......................................... 133