forma usual de proceder, es cosa accesoria que varía ó puedo, variir todos los dias, sin quo pueda invocarse como lei de las naciones, desde que cada pueblo es dueño de adoptar lo quo mejor convenga. / Tengo la honra de reiterar a V. E. las seguridades de mi dis- tinguida consideración. Carlos de Castuo. A S. E. I). Alvaro Covarrubias, Ministro Secretario dt Estado en el Depar- tamento da Relaciones Esteriores de la República de lile. fJt AGRESION ui; Vi »u Qfhtñk publiad» fii tonca tt París, cu diriembre de íftS. I SANTIAGO. ISIPRENXA I>Kt ri.rutOC.lKKIl.. CAUl L»l¿ LA BAXDEKi KVJMl.RO 39, J — IStíG 3 AGRESION DE ESPAÑA COSTRA CHILE. 1H)U .-k _ Opúsculo' publicado en france? on Taris, el diciembre de 1S6*». SANTIAGO. UIFUENTA PEL l'EEKOCABKIL, CALLIÍ PE LA BANDEBA NUMJEF.O 39^ — 1866—AGRESION DE ESPAÍA CONTRA CHILE. La Europa ha sabido de repente hace algunas semanas que la guerra acababa de sor declarada entre España i Chile. Aun no so han podido comprender las causas de un acontecimiento qui amonaza desdo aho- ra mui considerables intereses comerciales i puede tener antes de mucho tiempo la in- ílucucia man deplorable sobre las relaciones de negocios entre la Europa i la America del sur. Se ba comprendido solamente que el gobierno español habia buscado una que- rella; i la opinión de los pueblos civilizados se ha levantado contra él con una enerjía i una unanimidad que raras veces provocan los intereses lejanos. Sin embargo, el gobierno español ha pre- tendido dar otro jiro a la opinión por una circular del señor Bermudez do Castro, ministro do relaciones esteriores do Espa- ña, que presenta a Chile como si hubiera provocado una ruptura. Voi a esponer en pocas palabras los incidentes que han pro ducido esta guerra i a probar con los mismos documentos españoles quo Chile ha sido insultado, provocado, atacado con propósi- to deliberado i sin motivos razonables. Tra- taré también de establecer que la España ha sido arrastrada por su gobierno a una guerra soberanamente impolítica, de la cual no puede en ningún caso, i ocurra lo que ocurriere, sacar ni honra ni provecho i que no podria ser útil mas que a los intereses privados do algunos ofioialcs o personajes encumbrados. Trataré, en fin, do demostrar que los pueblos comerciales i los neutrales on jencral tienen un interés mui grande en uontencr esta guerra i estinguirla lo mas pronto posible. I. No se ignora que Chile es uno de los paí- ses hispano-americanos que tomó la parte mas activa en la guerra que separó las co- lonias españolas de la metrópoli. Esta gue- rra habia dejado en el espíritu de los chi- lenos recuerdos vivos: los odios, consecuen- cia natural de las discordias civiles, fueron lentos para desaparecer, i las fiestas ani- versarias de la independencia fueron siem- pre mui populares. Sin embargo, algunos españoles inteli- jentes comprendieron, después de algún tiempo, que una reconciliación completa do Chile con su antigua metrópoli era mui útil al interés de ámbos países; i por medio de un trabajo sostenido de veinticinco años lograron conseguirla. No solamente se anu- daron entre los dos países relaciones diplo- máticas i de cortesía oficial, sino que tam- bién los españoles fueron aoojidos en las familias; i su nacionalidad, lejos de ser pa- ra ellos un obstáculo, fué un titulo de re- comendación. Esta aoojida acordada a los españoles no era quizá mui favorable al progreso de Chile; poro ella existia sin duda alguna. Entre las personas que mas han contri- buido a perfeccionar esta obra de reconci- liación, seria injusto no mencionar al señor de Tavira, hombre de mundo, de carácter conciliador, i cuyas cualidades personales han añadido muoho a la influencia que le daba el destino de encargado de negocios do España, que ha desempeñado dos ve oes en Chile. Las cosas estaban en este estado cuando— 4 — España emprendió su espedicion al Perú i se apoderó de las islas de Chincha. Al ver que se motivaba esta espedicion eu un de- recho de reivindicación; al ver declarar por el ájente español que la paz que Labia exis- tido de hecho desde 1824 entre su pais i el Perú no habia sido mas que una tregua, el patriotismo chileno se conmovió. España, ¿pretendía reconquistar la América del Sur . ¿Pretendía poner otra vez bajo su dominio sus antiguas colonias? Estas preguntas aji- taron a todo Chile i lo conmovieron a tal estremo, que despertaron en parte los re- cuerdos i odios de la guerra de la indepen- dencia. De aquí una intervención diplomá- tica del gobierno chileno i una esplosion de la opinión, manifestada por la prensa i en reuniones públicas. La obra de reconci- liación se hallaba comprometida. lia España podia sentir el resultado de su espedicion al Perú: no tenia derecho de quejarse. Los españoles son mu i suscepti- bles en ouanto toca a su dignidad e inde- pendencia. ¿Pueden con justicia encontrar raro que los hijos de españoles tengan la mi^mn, susceptibilidad? Nó por cierto. En la situación en que se hallaban convenia tanto al gobierno de España como a los re- sidentes españoles en Chile tener pruden- cia, aun paciencia, i dejar pasar la tempes- tad sin buscar nuevos pleitos. No fué esa la conducta de los residentes españoles en jeneral. En las conversaciones a que daba lugar cada dia la espedicion del Perú tomaron una actitud provocante, que ooncluyó en poco tiempo con sus relaciones de sociedad, e introdujo en el interior de las familias, en que ellos habían entrado, una especie de guerra civil. Sin embargo, fué guerra que no pasó de palabra, i los es- pañoles siguieron gozando de toda la segu- ridad que las leyes i las costumbres de Chi- le garantizan a la propiedad i personas de los estranjeros, sin escepoion de naciona- lidad. Pero los residentes no se conformaban con aceptar la situación que les habían aca- rreado los acontecimientos del Perú i su propia oonduota: reclamaban cerca de su {jobierno, de su encargado de negocios i de os comandantes de las fuerzas españolas en el Pacífico, i pretendían conseguir por la fuerza lo que no podían esperar sino de su conducta personal i del tiempo. El señor de Tavira oontuvo cuanto le fué posible este ardor; pero fué encargado por su gobierno de presentar al de Chile una lista du agra- vios i de pedir declaraciones que pudiesen satisfacer la dignidad castellana. Ninguno de esos agravios, que eran on- ce, tenia mucha gravedad; ninguno daba lugar a una petición de reparación pecu- niaria; ningún súbdito español habia sufri- do ni en su persona ni en sus bienes; no se trataba mas que de ofensas a la dignidad de la corona de España. En casos semejan- tes, cuando el reclamante quiere la paz, so contenta con la declaración de que no se le ha ofendido ni se le quiere ofender; si él quie- re la guerra, no se contenta con ninguna espli- cacion, i trata do hastiar con humillaciones al gobierno a quien se dirijo. El señor de Tavira queria la paz, i se dice que el ministerio del cual habia recibi- do instrucciones la queria también. Desde luego el señor de Tavira aceptó las espli- caoiones del gobierno chileno i reconooió que habría injusticia en pretender que los magistrados do un pais libre fuesen respon- sables de los escritos i gritos de los parti- culares; i, en arbolando su bandera, que ha- bia retirado desde el principio de las ne- gociaciones, se declaró satisfecho. Pero al- gunos do los residentes españoles, a quienes la paz importaba mas que a cualquiera otros, sobrepusieron su orgullo a su interés i protestaron, pretendiendo así fallar sobre la conducta del representante de España en Santiago en un negocio en que solo la corona estaba interesada. Es difícil para aquellos que no conocen personalmente la América española i el carácter español comprender por una parte el vivo interés que Chile i las repúblicas hispano americanas en jeneral han tomado en el conflicto entre España i el Perú, i por otra el encarnizamiento de los residen- tes españoles para pedir reparaoion de ul- trajes imajinarios i que en último resultado no les interesaban personalmente. Algunas explicaciones a este respecto pueden ser de alguna utilidad. Los habitantes do las antiguas colonias españolas tienen por la España una des- confianza mui viva, que la conduota del gobierno actual de este pais no disipará — 6 — monumentos desde la independencia, la España no habia elevado mas en el mismo tiempo; que ademas los monumentos de Chile eran los del siglo: escuelas, ferroca- rriles, bancos, monumentos de que no eran por cierto. La España es la única nación con la cual heyan tenido guerra, la única por consiguiente que les haya hecho mal. Ellos han aprendido en las luchas de la in- dependencia que sus intereses eran solida- rios i que teman el mismo enemigo. De en manera alguna deudores a los españoles, ahí su susceptibilidad respecto de la Espa- Estas comparaciones desagradables entre ña i el sentimiento do solidaridad que los Chile i España unidas a algunas palabras une. Digamos de paso que la América en- picantes en recuerdo de las victorias cin- tera siente vivamente los aires do superio- lonas de Chaoabuoo i de Maipo, bastaban ridad que la Europa i loa europeos en je- para exasperar a los españoles, hasta el neral toman para con ella, i que esto senti- punto de hacerles olvidar toda prudencia, miento, debilitado en el norte por la con- Agreguemos que los españoles han sido ciencia de un poder superior, es mui vivo ajitados, trabajados, descarriados, en fin, por aun desde el estrecho de Behring hasta el las exitaciones de algunos empleados su bal- de Magallanes. tornos de su gobierno. La conducta de los residentes españoles Estos empleados han sido los instrumen- cn Chile es menos fácil de comprender para tos de una intriga que ha ooneluido por quien no conoce las pretensiones cstrañas triunfar i arrastrar a la guerra actual al que llevan a América. El derecho común, gobierno español, que quizá no lo ha que- la seguridad de las personas i de las pro- rido jamas, i que, ciertamente, no la que- piedades no les bastan: quiren ademas que ria en su oríjen. Esta intriga ha sido ma- se tenga por ellos i sus opiniones la defe nejada por los oficiales superiores de la rencia i el respeto del nieto para el abuelo, marina española, i principalmente por el Cada uno de ellos se figura que debo ser almirante Pareja. tratado como se trataría a Pizarro o a Val- Este almirante, como es natural, desea- divia, si viviesen aun, i hallan quo so les ba la guerra de la cual podia sacar hono- falta al respeto si se les trata como a todo res, ascenso, provecho, i como lo comprue- cl mundo. La proclama del almirante Pa- ba él mismo en su proclama, sin peligro; reja espresa con mucha exaotitud a este no es estraordinario que sus oficiales la respecto los sentimientos del español vul- hayan deseado como él, puesto que tenían gar. "Los americanosnos deben todo ino nos en ella el mismo interés. Así el almirante tienen respeto, dioe; son unos ingratos" (l). Pareja que no habia cesado de acusar de Se comprende que los americanos, sean timidez al encargado de negocios de Espa- cuales fueren los sentimientos que tengan ña en Santiago, ha oonoluido por denun- sobre las obligaciones de sus padres para ciarlo como traidor, ni mas ni menos, con la España, oomprenden mui bien que no Antes de llegar a esta ostremidad, el al- deben nada a los españoles de hoi dia i sa- mirante Pareja habia enviado a Santiago a ben deoírselo. Si alguien pudiera lisonjear un oficial de su confianza, don Cecilio Lora, so de descender de los conquistadores, que, "con un celo superior a todo elojio, le serian en definitiva los americanos mas ha tenido al corriente de todo lo que pasa- bien que los españoles. Cuando éstos en- ba en este negocio, tanto de parte del go- salzaban a la España en Chile, se les res- bierno chileno como de la del señor Taví- pondia que la administración chilena no ra" (-J). Este inspeccionador (3) del encarga - era corrompida como la suya, que Chile-------------■ (2) Carta de Pareja del 11 de junio de 1865, publicada en la Gaceta de Madrid del 23 de noviembre. (3) El orijinal dioe turveillant en lugar pagabi sus deudas, lo que la España no hacia; que la seguridad de las personas i do las propiedades era mayor on el terri torio de la República que en la península; que si los americanos habían elevado pocos de deoir claramente espía. El teniente M\ t>-1 i I ™ '■ TT- Lora, que tiene entre los oficiales déla iJa¿f5ftf5! *!• Plrejai d?d£= 011 Val" e»°«adra española la reputación de hombre paraíso ol 24 de setiembre de 1865. de moralidad sospechosa, se hospedó en— G — do de negocios español desplegaba su celo trasmitiendo noticias talos que el almiran- te Pareja no ha creido que pudiera tras- mitirlas en una carta, i ajitaba de todos modos a los residentes españoles. El denuncio formulado por el almirante Pareja oontra el encargado de negocios de España es violento. Esperando las es- plicaciones que sin duda dará, el señor de Tavira, no lo creo fundado, porque este El almirante Paroja se espresa mui cla- ramente en la carta ya citada, en donde denuncia al señor de Tavira al ministro de Estado, i espone su propia política. "Comprendiendo, dice, desde que este conflicto (el del Perú) ha sido terminado la necesidad de concluir el que ha suscitado Chile, de modo que manifestando a esta república nuestra virilidad dejemos en señor ha sido siempre conocido por un hombre de honor i porque, como lo avanza el gobierno español mismo, la acusación formulada por el almirante Pareja reposa únicamente sobre los informes de don Ce cilio Lora. Sea oomo fuere, del denuncio mismo resulta que el gobierno español ha enviado sucesivamente, sobre los mismos hechos, dos series de instrucciones diferentes. ■ El señor de Tavira, terminando la cuestión, se habia conformado a las primeras. Se le • acusa de no haber observado las segundas, siendo que las habia recibido. Como estas segundas instrucciones, con trarias a las primeras, han sido redactadas, firmadas i al mismo tiempo atenuadas o mas bien anuladas, es lo que todo el mundo sabe en Madrid. Hai aquí una historieta poco edificante, cuya narración no ilustra ria en nada la cuestión, porque también la cuestión comienza mas tarde, por la desa- probación del arreglo Tavira i por el nom- bramiento del almirante Pareja de ministro plenipotenciario. Importa poco saber cómo se ha operado este cambio repentino en la política del gobierno, español, i qué resortes se han puesto en juego. Lo que importa es compro bar el cambio i el carácter de la política nuevamente adoptada para con Chile. Es claro que en ese momento el gobierno español ha abandonado toda iniciativa propia para someterse a las determinaciones del almi- rante Pareja. Es, pues, en las correspon- dencias de este almirante en donde debe buscarse el sentido de esta política. Santiago en casa del señor Tavira, comia a su mesa, i desde allí pasaba al almirante Pareja los informes calumniosos contra el ministro residente de España. (Nota del traductor). ella bien establecido para el porvenir el respeto a nuestro pabellón......... He sido conducido a esta insistenoia^ porque esta república (la de Chile) so considera co- mo la primera de las hipano-amerieanas del Pacífico, tanto en fuerza como en inte- lijenoia, i bajo el imperio de esta preten- sión ha tomado, i conservado háoia la - Es- paña una actitud verdaderamente hostil.... Era absolutamente indispensable que el arreglo de las dificultades oreadas por el gobierno ohileno fuese precedido, de par- te de éste, de las satisfacciones mas solemnes i completas, porque solamente así podia que- dar establecido sólidamente en todo este litoral el respeto debido a nuestro pabe- llón"......... "Chile, dice en seguida el almirante, se considera como la gran república por exe- lencia entre todas las de raza latina en América, i tiene por nuestro pais una ma- levolencia mezclada de desprecio. "No solamente por estos motivos, sino también porque en las otras repúblicas del Pacífico se tiene la conciencia de la superioridad de Chile, era indispensable exijir de este las satisfacciones que_ nos debian...... No exijir estas satisfacciones del gobierno de Santiago, era hacer estéril el tratado concluido con el Perú." Hé aquí, pues, la política adoptada por el gobierno español. Es preciso exijir sa- tisfacciones solemnes do Chile tintes de to- do arreglo, es decir humillarlo, i ¿porqué? ¿Es por causa de la gravedad de ios agra- vios formulados por la España? Nú. Es porque ChUe es orgulloso, porque tiene por la España un Odio mezclado de des - precio, porque su actitud neutraliza el efec- a^a uvivj | * *j * •' v' v v« v « —— —- — —— — - -------— to de intimidación producido por la pre- sencia de la escuadra española. Lo que se quiere en definitiva es violentar con el aparato de los cañones los sentimientos ín- timos i la opinión independiente de Chile. Esto es lo que el almirante Paroja llamalgun oostumbre, el presidente do la ropú- "mostrar su virilidad." De esto modo prc- blica do Chile tenia reunido en un banque- tende conquistarla ostimacion i el afecto te el ouerpo diplomático, de los pueblos. En su nota al ministro del Habia en esta conducta un gran despre- relaciones esteriores de España no se tra-leio do todas las prácticas de loa países ci- ta ni de derecho, ni de justicia, ni do hu- vilizados, una falta respecto al presidente inanidad, ni de sentido común: en ella ha- de la república i una falta también res- blan solo el orgullo do la fuerza presente ilpecto de los miembros del cuerpo diplo- cl oaprioho. _ Imático. Pareja se cuidaba poco de todo ¿Qué ha respucsto el ministro español esto: orgulloso con mandar seis naves de a esta singular exposición de principios? guerra, presentaba desde luego un ultima- "Vuestros procedimientos, dice, han obte- tum en el cual exijia, antes de todo arre- nido la mas completa aprobación del go- glo, un saludo de 21 cañonazos, dando al bierno do su majestad. El gobierno, agre- efecto al gobierno do Chile un plazo de fa el ministro, está obligado a probar los I cuatro días para responderle, echos de que aousais al señor de Tavira, Se sabe cómo el gobierno i el pueblo de hechos sentados únicamente en vuestras Chile han contestado a esta arrogante pro- notas: tratad do obtener sobre este asuntoI vocación. Aunque desarmados, aunque te- Sruebas judiciales." En cuanto a las me- niendo en perspectiva sacrificios cuya gra- idas quo debían tomarse, el ministro in-1 vedad no desconocían, colocados entre la dica algunas, i agrega: "Persuadido del humillación i la guerra, han preferido la celo i del patriotismo que animan a V. E., guerra. ¿Quién se atrevería a vituperarlos el gobierno os deja en libertad de obrar por esto? según la convenioneia do los altos intere Hai alguien quo se lia atrevido: eso es ses quo os están confiados." Ningún go- el señor Bcrmudcz de Castro, ministro do bierno podría abdicar en manos de un mi-1 relaciones esteriores de España, i los do3 litar con mas modestia i abandono! diarios que defienden su política, el uno Fortalecido con esta aprobación i con Ion Madrid i el otro cu Paris. Acusan al sus plenos poderes, el almirante procede a gobierno de Chile de haber provocado i su antojo no en el fondo de la cuestión, precipitado la guerra. Veamos si podia puesto que tenía las instrucciones que en prooeder de otro modo que como ha pro- cierto modo habían sido diotadas por éllcedido. ¿Cómo podia el gobierno de Chile mismo, sino en cuanto a la manera de pro- apreciar' la conducta del plenipotenciario ceder. Podia ir a Chile sin armas, presen- español? Habia dirijido en el mes do mayo tar en persona sus credenciales al gobicrnolal encargado do negocios do España espli- ehlleno, hacer las visitas do uso a loslcaoiones testualmente conformes a las ins- miembros del cuerpo diplomático i ver mo- truociones dadas a éste: todas las satisfac- do de obtener amistosamente lo que pedia, oiones convenidas habían sido dadas por Sus buques habrían podido seguirlo una Chil-, cuando el 18 do setiembre el almi- semana después. Pero esto modo de pro-Irán te Pareja venia a manifestar de repen- ceder, conforme a la práctica i a la con ve- te exijenoias nuevas, i lo qne era peor, in- niencia, no estaba conforme ni oon los sen- determinadas. ¿No es verdad que habia timientos ni con los propósitos del almi- duplicidad i traioion departe del gobierno rante Pareja. Sale del Callao calculando I español cuando después de haber obtenido llegar a Valparaíso, con todo el aparato todo lo que habia reclamado, enviaba un militar, el 17 de setiembre, víspera de la oficial que señalando sus cañones oon el fiesta con quo se celebra el aniversario de dedo, deeia: "Saludadme ante todo i des- la independencia nacional. En lugar de pues os haré conocer lo que quiero de voso- desembarcarso i do pasar a Santiago, aun- tros?" ¿Qué rosponderiais, amigo lector, a que no fuese mas quo a hacer las visitas de un caballero quo después do haber concluido etiijueta, envía sus credenciales i tiene oui un arreglo so presentase armado con es- dado do hacerlas presentar el 18 de se U actitud i cuu este lcnguajo el día do tiembre, en el momento mismo en que, se I vuestra fiesta, a la puerta do vuestro oo-— 8 de sentaros a la medor, en el momento mesa? "Sin duda, dicen ciertas personas, tal procedimiento es desagradable, i "basta falto de urbanidad;" pero en fin si el que tiene muchos cañones a su disposición se presenta así, ¿por qué os obstináis en no saludarlo? ¿Por qué no le dais vuestro re- loj, vuestro paltó, los zarcillos de vuestra mujer, en una palabra, todo lo que os pi- da?" Este es un lenguajo que oonoeemos por haberlo oido frecuentemente. No es ese el lenguaje de los valientes; pero aun cuando lo hubiese querido, ¿habría podido el gobier- no de Chile seguir estos cobardes consejos? ¿No habría sido derribado inmediatamente por una revoluoion si siquiera hubiese va- cilado? ¿No habria mereoido la roproba oion de la poblaoion entera? La unanimi- dad con que ha sido acoptada la guerra por el pueblo chileno responde demasiado alto a estas preguntas. La guerra era exijida de tal modo por la actitud del almirante español, que el go- bierno de Chile no ha podido ni siquiera diferirla por algunos meses, como le habria convenido para hacer algunos aprestos mui indispensables; ha sido necesario declarar- la inmediatamente, aun antes do haber to- mado las medidas indispensables para di- rijirla con alguna eficacia. El señor Bermudez de Castro acusa, sin embargo, al gobierno chileno de haberse preparado desde el 12 de setiembre En efecto, en esa fcoha, un vapor fletado por el enviado chileno en Lima, llevó a Vafpa- raiso las noticias del Callao. Los oficiales españoles deoian altamente en esta ciudad que iban a Valparaíso, que se presentarían el 18 de setiembre a fin de humillar mas a Chile i que bombardearían la ciudad si el gobierno no cedía. Estas arrogantes ame- nazas han resonado en Europa quince dias antes de la noticia de la guerra. No es sor- prendente que el Gobierno chileno haya sido informado de ellas i haya heeho los pre- farativos que se pueden hacer en cinco dias. ¡s menester tener mucho desplante para haeer de esto un reprocho a Chile oomo también para decir que el arribo del almi- rante Pareja a Valparaíso el 17 de setiem- bre ha sido un hecha accidental. Si así hu- biese sido, ¿oómo habria podido saberse en Europa que llegaría precisamente este día cuando aun no se tenia noticia de su parti- da del Callao? Cuando vemos sostener por el órgano del gobierno español en Paris la tésis in- creíble de que Chile ha buscado I* guerra, no podemos alejar de nuestra imajma"i )B una historieta mui popular. Un cazador atravesaba una chacra en la cual su_ perro mató un conejo doméstico. El propietario corrió encolerizado i seguido de los suyos i amenazó al cazador con un litijio. Entónces se acercó a éste un muchacho i le dijo en voz baja: "Señor, déme Ud. diez centavos i yo diré que el conejo es el que ha co- menzado la lucha." Basta considerar el tono, las formas, los procedimientos del almirante Pareja para no tener ninguna duda sobre las causas de la guerra; i si alguien no las conociese to- davía, no tieno mas que leer su nota del 11 de junio. Era menester que Chile aceptase la guerra o humillaciones gratuitas e inde- finidas para la mayor satifacoion de los oficiales i de los residentes españoles i de no sabemos qué cólera. Era menester que, para satifaccr a sus enemigos, Chile fuese, después de las humillaciones, a caer en la guerra civil. El señor Bermudez de Castro censura al cuerpo diplomático residente en Santiago de haber aousado al almirante Pareja por que obraba de una manera contraria a sus instrucciones, cuando los miembros de ese cuerpo no conocían sus instrucciones sino únicamente las credenciales redactadas en la fórmula ordinari >. La censura es funda- da; pero la escusa es mui fácil. El cuerpo diplomático no podía suponer quo las ins- trucciones autorizasen al almirante a ale- jarse de los deberes indioados por la fórmu- la ordinari« de las credenciales, es decir, por el uso constante de los pueblos civilizados. Las credenciales deoian: "Os nombro para quo, revestido con el caráoter de mi pleni- potenciario, conferenciéis i convengáis oon el plenipotenciario que nombro el presiden- te de Chile lo que sea mas oportuno i mas conveniente;" i el almirante Pareja, antes de toda conferencia o negociación, había presentado un ultimátum. Si las instrucuiu- uos de este almirante autorizaban la con- — 9 — duota quo ha seguido, el ministro español debía a lo ménos dar órden a su redactor de credenciales para que cambiase la fór- mula, a fin de evitar la contradicción que existe entre esos documentos i las instruc- ciones. Pero no siempre so piensa en todo. Pi la guerra ha sido deolarada, ha sido porque el almirante Pareja lo ha querido. Chile no la esperaba, no la quería, no tenia ínteres ninguno en hacerla, ni estaba prepa- rado para ella. ¿A quién se hará creer que este pais haya renunciado por puro gusto a todas las ventajas de la paz para echarse en las aventuras de la guerra, sin estar for- zado por una neocsidad que ha considera- do como imprescindible? Los estranjeros residentes en Chile, cual- quiera que fuese su nacionalidad, bien han comprendido esta situación, i así mismo la ha comprendido el cuerpo diplomático. El señor Bermudez de Castro ha censurado la intervención en este asunto de los minis- tros estranjeros residentes en Santiago. Les ha criticado no haber tratado de obte- ner concesiones del gobierno de Chilo. ¿Pe- ro qué podían pedir a este gobierno? ¿Oono cían acaso de un modo exacto hasta dónde iban las exijencias del almirante Pareja? Este almirante, ¿las habia hecho conocer a alguien? ¿Daba tiempo i facilidad de negó oiar? Aconsejar concesiones al gobierno de Chilo en tales circunstancias, era aconse- jarle una sumisión pura i sencilla a capri- chos indefinidos. El cuerpo diplomático no podia pensar en tal cosa. El señor Bermudez de Castro ha critica- do igualmente al cuerpo diplomático por no haberse puesto en comunicación perso- nal oon el almirante Pareja. Si este almi- rante hubiese deseado hacer posibles estas comunicaciones, ¿no habria ido a Santiago? ¿No habria hecho a sus colegas las visitas do costumbre? ¿No habria empleado mejor los dias de las fiestas nacionales de Chile en hacer estas visitas, quo en turbar por un ultimátum amenazante las fiestas i hasta el banquete dado al cuerpo diplomático? ¡Que! Los representantes do los Estndos übidos, de Inglaterra, de Francia ¿habrían hecho en cuerpo o por diputado*, el viaje de San tiago a Valparaíso? ¿So habrían embareado cu un botecito para ir humildemente a so licitar una audiencia al señor almirante Pareja al pié de la escalera de su buque? Tales pretensiones no se discuten. El cuerpo diplomático residente en San- tiago ha intervenido en las solas formas compatibles oon las conveniencias i la dig- nidad. Si ha sido unánime, es porque nin- guno do sus miembros ha tenido escrúpulo ni duda: tan clara era la situación i tan manifiesto el deber. Todas las esplicaciones que so dan en el día de hoi para hacer creer quo el pleni- potenciario español ha sido comedido i mo- derado, miéntras Chile ha sido agresivo i atrevido, han sido imajiuadas después de los hechos i no resisten al mas lijero exá- men. Puede ser que el almirante español no quisiese la guerra, que esperase imponer al gobierno de Chile i hacerle aceptar por el miedo una humillación; puede ser que, en- gañado por falsos informes, no esperase la esplosion que ha tenido lugar, i la abnega- ción con la cual un pueblo desarmado ha aceptado sin vacilar todos los males de la guerra. Sea lo que fuere, si este almirante no quería la guerra, es preciso oonfesar que ha hecho cuanto ha sido necesario para hacerla inevitable. II. Ya está, pues, la guerra deolarada. ¿Por qué? Por una simple ouestion de amor pro • pió. Supongamos por un momento que to- dos los agravios formulados por el almiran- te Pareja sean completamente fundados: consideremos si so quiere como no dadas las esplicaciones mui concluyentcs del go- bierno chileno; ¿quedarán todavía motivos suficientes para justificar la guerra? Va- mos a verlo. So han dado gritos indecentes delante de la casa del encargado de negocios de España; i la fuerza publica no ha reprimi- do al populacho que los proforia.—Conve- nido. - Se ha publicado un diario titulado el San Martin, en el cual la reina de Espa- ña ha sido groseramente insultada: el go- bierno de Chile no ha desaprobado este diario. — Convenido también.—Después de haber proporcionado carbón i dejado re- clutar hombres al buque peruano £er*undi, so ha rehusado carbón al buque español Vencedora.-— Concedido.—Se ha declarado el carbón de piedra artículo de contraban- 2— 10- do de guerra.—¿Por quó nó?—So ha ven- dido carbón a un buque de guerra francos.— Convenido.—Haien todo esto motivos para quejarse, para entibiar las relaciones, o ouando mas para suspenderlas; no puedo haber motivo de guerra. Si la guerra puede ser declarada por mo- tivos tan fútiles, es mas ventajoso para los Estados débiles volver al derecho de j entes de ahora tres mil años, i concluir mas bien treguas que tratados de paz. La tregua permite saber con muchos meses de anti- cipacion cuando vendrá la guerra, mién- tras que con los procedimientos españoles hai siempre el peligro, a pesar de los tra- tados, de verla aparecer el dia ménos pen- sado por medio de un ultimátum con un plazo de cuatro dias. No hai motivos justos do guerra sino cuando la independencia de un pais o sus lejítimos intereses están amenazados de un modo sério i permanente. Desde que las diferencias entre el Perú i la España están concluidas, los incidentes que so refieren a ellas pierden la mayor parte de su Ínteres i pasan al ostado de historia antigua. Que- da el agravio que creemos sea el mas sen- sible: el de los improperios contra la roina do España. ¿Quién ha podido imajinar jamas que esos improperios, publicados bajo el impe- rio de la libertad de la prensa por un indi- viduo mui aislado, hayan podido atentar on lo mas mínimo a la consideración de una persona tan altamente colocada como la reina de España? Nadie por cierto ¿Casti- gará la guerra al autor de estos imprope- rios? De ningún modo: la guerra dañará a personas que jamas han pensado en vitupe rar a España ni su roina; dañará también n España misma sin conseguir el objeto que se desea. Como las naciones i las personas alta- mente colocadas ocupan con frecuencia el pensamiento de los hombres, están espues- tas a toda especie de apreciaciones, de ala- banzas i de injurias. Esta es una do las oondioiones de la grandeza, i no quererla soportar es mostrar que no se está a la al- tura de la situación que so ooupa ¿Qué no se escribe todos los dias en España contra Francia i los franceses o contra tal sobera- no? ¿Quién ha pensado jamas en formular por esto una queja contra el gobierno de ose pais o contra el pais mismo? Los documentos españoles reproohan a los habitantes de Chile una disposición malé- vola, mas bien que agravios sérios. Si esa disposición malévola, que por cierto no existia ántes de la espedicion al Perú, ha existido después, ¿se creo que la guerra pueda disminuiría? ¿So cree que cuando so cuente en el seno de la familia cómo ha si- do declarada esta guerra de improviso, sin causa séria i en la forma do un lazo, cuan- do se recuerde la prosperidad quo el pais habria gozado durante 35 años, el orden de la hacienda pública, ol acrecentamiento de las fortunas particulares; cuando so se- ñalen las ruinas públicas i privadas produ- cidas por la guerra, los empréstitos legados a las jeneraciones futuras para la defensa del pais, se cree que esas jeneraciones apren- derán a amar a la España i a los españo- les o siquiera a estimarlos? No persistirán en ose sentimiento de odio mezclado do desprecio que el almirante Pareja repro- cha a los chilenos de ahora? Ah! La guerra agríalos pueblos i los individuos; cria odios i no los cstinguc. La paz, al oontrario, la pa- ciencia, el tiempo i los buenos procedimien- tos podian borrar impresiones exajeradatu mal fundadas, si se quiero; poro respetables porque eran sinceras. Con mas razón, cualquiera que sea el éxito de la guerra, ella no puede devolver a los residentes españoles la benevolencia, la consideración i el influjo que por su cul- pa han perdido. La amistad i el respeto uo se imponen con cañonazos. Miéntras mayo- res fueran los triunfos de España sobre Chile i las humillaciones que a ésta impu- siera, mayores serian los rencores contra los residentes españoles, i se hallarían ni fin como esoomulgados en una sociedad cuyos sentimientos mas caros habian ofen- dido. ¿Con qué objeto España persistiría en hacer la guerra a Chile? Ella no piensa en conquistar una pulgada de terreno, so com- prendo: el buen sentido lo indica, i las declaraciones del gobierno español son ter- minantes a eso respecto. ¿Qué quiere enton- ces? ¿Quiére atentar a la independencia do Chile e intervenir on los negocios interio- rca de esa república? Tampoco. ¿Quiere — 11 salvar intereses amenazados? Chile no I esto caballero so haya apartado algo do amenaza ni la independencia de España, ni su territorio, ni su comeroio, ni sus inte roses, cualesquiera que sean, en ninguna parto del mundo. ¡Ah! si fuese verdad, como se cree Santiago, que la España alimenta el pro yeoto de una nueva conquista de lu Am.; rica del sur; si fuese verdad quo ella qui so comenzar por apoderarse definitivamen te do las islas Chinchas i do allí suscitar guorras civiles en las repúblicas del Pacífi co, provocar traiciones como la quo lo había entregado la república dominicana, la gue rra do Chile tendría una razón de ser. Se- ria lójioo desorganizar una república que de seguro resistiría a una política de usurpa- ción. Poro si el gobierno español alimenta- se proyectos tan criminales i tan insensatos, en el momento mismo en que protesta con- tra todo designio de conquista, incurriría en la execración universal; seria reprobado por la España i por ol mundo entero. No queremos creer que el gobierno de un pue blo civilizado i cristiano pueda meditar a sangro fría la ruina do todo un continente, sin ningún provecho para su pais, ni que mienta desvergonzadamente a la faz de toda la tierra. ¿Quó puedo sacar la España de la guerra contra Chile, aun suponiendo quo consiguie- se el triunfo mas pronto i mas completo? Un saludo de un número mayor o menor de ca ñonazos, satisfacciones mas o ménos humi- llantes como el envió do un ministro a Ma- drid para pedir perdón a la reina de Ks- paña. ¡I bien! ¿Qué probaria todo esto, i cual seria el resultado moral o material do ese gran triunfo? Quedaria probado sola- mente que Kspaña es mas poderosa que Chile, i que lo ha domado por la fuerza. Nos parece que este resultado no añadiría nada a la gloria de la corona de Castilla, i no pagaría los sacrificios que habria costado. El triunfo mas completo i el mas pronto no podria indemnizar a la España lo que tiene ya perdido en Chile: la benevolencia i la consideración do que gozaban su go- bierno i sus nacionales. Era un intores con- siderable i mui positivo quo el señor de Tavira, con mucha razón, quería salvar a toda costa. Si es cierto, como se dice, que sus instrueeionos, será probablemente para no perder a la España una situación, al sosten de la cual había consagrado una par- te do su vida. Esa situación, única ventaja quo la Es- paña pueda sacar de sus relaoiones con Chile, está en el dia mui comprometida. Con una larga guerra se pierde para siem- pre. Hai talvcz personas que oreen que bajo pretcsto de indemnizaoion do guerra, Es- paña pueda sacar algún dinero de Chilo; pero ese motivo, indigno del gobierno es- pañol, no ha sido causa de la guerra. La guerra no puede tener jamas un resultado pecuniario ventajoso, i aunque produjese algo costaría siempre, como todas las gue- rras, mucho mas que lo que podía produ- cir. Pero España no puede esperar de Chi- le indemnización ninguna. Miéntras esa república tenga recursos hará la guerra, i si fuese reducida a ooder seria cuando no tuviera ya ni plata ni crédito, i se hallase en la imposibilidad de pagar una cantidad cualquiera. Se debo esperar una resistencia porfiada eon un pueblo que ha sido unánime para aoeptar la guerra, i donde ninguna voz la propuesto humillarse. Así, ninguna necesidad apremiante pre- cisa a la Kspaña a hacer una guerra que, aun con el mejor éxito, no puede darle glo- ria ni provecho de ningún jénero. ¿Qué se busca ontónecs? ¿Será preciso quo examine- mos suposiciones imposibles, i supongamos, por ejemplo, a España animada del deseo do dañar a Chile aun con riesgo de dañarse así misma? Por cierto, si pudiese existir tal deseo él deboria estar mui satisfecho. Chile ha sufrido i sufre cruelmente ya los males de la guerra con el trastorno de su crédito interior, con sacrificios que cada familia se impone para reclutar, pagar i mantener buques, marineros i soldados. Esa guerra, que por ahora es poca oosa pa- ra España, grava sobre Chile con todo el peso de una lucha donde se trata de la exis- tencia, i quo no puede sostenerse sino eon grandes sacrificios. Pero dejemos esta suposición inadmisi- ble do un deseo ciego de venganza, i pues quo para esta guerra uo podemos hallar un motivo fundado i sério, busquemos otro.— 12 — Supongamos que la guerra tiene lugar por- que el almirante Par aja, i tal vez el gobier- no español, cstraviados por malos informes, lian creído que intimidarían fácilmente a (!hile, i se han hallado con guerra declara da antes de haberlo pensado bien. Proba- blemente han sido engañados por informes apasionados, i también por la pacienoia con la cual el Perú aguantó, sin declarar la guerra, la ocupación de las islas de Chin- cha. Talvez han oreido poder bloquear los puertos chilenos sin hallarse en estado de guerra efectiva, i han sido sorprendidos por la pronta enerjía, con la cual el gobier- no do Chile se ha apresurado a hacerse una situaoion dolorosa, pero siquiera clara, fran- ca i digna. La suposición de un errror de S>J recia cion de parte del gobierno i del almirante español, es talvez inexacta; pero es la mas conforme a la razón; la mas benévola i la nías benigna que nos sea dable imajinar. III. En las consideraciones que antecedon he- nios tomado por fundados todos los reclamos dol gobierno español, i demostrado que los agravios formulados no valian la pena que se hiciera la guerra. Hemos supuesto en seguida que Espaiia concluyese esta guerra del modo mas satis- factorio para ella, i hemos demostrado que, aun en este caso, la guerra no podia procu- rarle ninguna ventaja. Pero nuestras supo sieiones son mui lejanas de la verdad: la g uerra en que aeaban de empeñarse E sp a - Sai Chile puede ser larga, difícil, i traer consigo gravísimas consecuencias. ¿Cómo puede la España hacer con algu- na efioaeia la guerra en Chile? El medio mas directo i mas seguro seria el de mandar a ese pais un ejército de 30 a 40,000 hom- bres. Pero conviene pensar en los enormes gastos i sacrificios de toda clase que se necesitan para reunir, equipar, trasportar i sostener este ejército a 3,000 leguas de distancia. ¡Emprender una espedicion de tunta importancia para conseguir un saludo «lo 25 cañonazos, seria pagar mui caro el humo de la pólvora! Dejemos, pues, esta su- posición, i considerémosla como irrealizable. Queda la guerra marítima. Chile no tiene ahora, se puede decir, ni marina mi- litar ni marina mercante: se le han toma- do algunos buques: los que quedan han onarbolado bandera neutral. No se puede mas que bloquear, insultar i bombardear sus puertos. El almirante Pareja ha declarado blo- queados todos los puertos de Chile; pero sin tener losmedios de bloquearlos efectiva- mente. Por consiguiente, no es probable que los neutrales que hacen con Chile un comercio mui activo, reconozcan un blo- queo sobre papel. Si so persiste en ese blo- queo, seria violado: habrán capturas segui- das de reclamos, dificultades sin fio. Un bloqueo, cualquiera que sea dañai ofende a los neutrales: no lo aceptan sino mui a pesar suyo, iouando pueden ser preoisados por la fuerza de la nación bloqueadora. Se sabe que la última guerra entre los Estados Unidos e Inglaterra tuvo por orijen un bloqueo sobre papel i visitas de buques. Los neutrales ¿respetarán mas a España que los Estados-Unidos respetaron a In- glaterra cuando eran débiles, i ella en toda su fuerza? Es una pregunta a la que el tiempo contestará; miéntras tanto, convie- ne hacérsela i refleocionar sobre ella. La España puede, es cierto, hacer su situaoion mas regular, limitando el bloqueo a uno o dos puertos, o mandando fuerzas navales suficientes para bloquear do un modo efectivo toda la costa chilena. En el primer caso, el bloqueo tiene poco efecto, pues que el comercio continúa i paga dere- cho de aduana; en el segundo oaso es pre- ciso mantener en el Paoifieo 20 o 30 bu- ques de guerra, lo que es mui earo. Es mas eorto, sin ninguna duda, bom- bardearlos puertos chilenos. El bombardeo haria, sin duda ninguna, mucha sensación i numerosas víctimas. ¿Pero sobre quién recaería el daño? Sobre algunos chilenos i un número muoho mayor de ingleses, de norte-americanos, do franceses, do alemanes, do italianos, i aun de españoles; se arrui- naría probablemente a alguno de esos resi- dentes que han hecho tanta oposición a un pacífico arreglo. ¿Es ese el fin que quiere España? Nó; pues con una violación tan enorme del derecho de jentos provocaría la indignación del mundo entero sin herir de un modo sório al gobierno i al pueblo do Chile. — 13 — En realidad, cuando se examinan las cosas con sangre fría, se vé que la España puede declarar i ofrecer guerra a Chile, pero que no puede hacerla eficazmente. Sin duda la guerra es mui dañina para Chile, pero los sacrificios mas grandes i mas dolorosos que trae consigo ya están verificados. Chile podría contentarse con cuidar su hacienda, i esperar con brazos cruzados que España hubiese conclui- do con la paciencia de los neutrales por blo uueos, amenazas de bombardeo o bom bárdeos efeotivos, i en esa actitud podría esperar años. Pero Chile puede todavía obrar. No le es imposible conseguir fuerzas marítimas respetables, tentar golpes de mano contra buques aislados por las exijencias de un bloqueo. Con algunos buques de guerra, Chile podia tener en zozobra en todos los mares a la marina mercante española, i aun averiguar hasta qué punto los puertos de España en las Filipinas, en Cuba, en Puerto-Rico, i aun en la Península misma, están bien resguardados. Chile puede también emplear contra España medios menos costosos i mas segu ros. Merced al desprecio deplorable de la propiedad privada que el derecho de jentes autoriza en las guerras marítimas, cada armador do un pueblo cu estado de guerra puede temer ver sus buques o cargamen- tos heohos presas por buques militares o corsarios. Chile puede ofrecer una bandera i patente de corso a los aventureros de toda nacionalidad que tengan alguna gana de hacerse corsarios. ¿Faltarán estos aven tureros? ¿Descuidarán una oportunidad de apoderarse de los ricos cargamentos que llevan las naves del comercio español? Es otro punto que merece sérias reflexiones, pues la última guerra do los Estados-Uni dos ha demostrado lo que podian contra un comercio estenso dos o tres vapores lijeros tripulados por un puñado de hombres re sueltos. En definitiva, Chile, que parece desarma- do i en efecto lo es en frente de la escua- dra española, puedo hacer mucho mas da- no a la España que lo que él puede sufrir de ella, porque España tiene lo que aho- ra no tiene Chile: una marina mercante. Los dos paiaes están en la posición res- pectiva del rico i dol pobre: ésto no puede perder gran oosa; mientras que aquel pue- do esperimentar pérdidas mui importantes. Así, aun en una guerra directa, Chile tiene mas medios de defensa que España medios de ataque. Pero las eventualidades mas peligrosas de esa guerra so hallan en >tra parte: en la intervención de los neu- trales. Entre los neutrales que pueden inter- venir figuran en primera línea Francia, Inglaterra i Estados-Unidos. Es posible que Francia, ligada con España por rela- ciones amistosas, no intervenga mas que por consejos i advertencias. Puede ser que Inglaterra, que no tiene ganas de ponerse mal con España, no sea intratable, sin de- jar, sin embargo, de sostener con enerjía los inmensos intereses que sus súbditos tienen en Chile. ¿Pero qué harán los Esta- dos-Unidos? No tienen interés en hacer concesiones a España; son bastante pode- rosos para no temer a nadie, i su política constante es combatir una intervención cualquiera de Europa en América. Añá- dase que están saliendo de una guerra civil que los ha irritado i durante la cual han aguantado de Europa lo que en otro tiem- po no habrían aguantado. ¿Observarán una neutralidad exacta? Es una pregunta que no trataremos de responder, pero que me- rece mucha atención. En todo caso, no se puede negar que la guerra actual da ma- teria i protesto a -un conflicto muoho mas gravo