MÉJICO Y EL ARCHIDUQUE FERNANDO MAXIMILIANO.París. —Imprenta de Ai. B. Lainé y J. Harard, calle des Sa¡uts-Pereí¡, 19.FERNAN®® KflASMDyMJ® ARCHIDUQUE DE AUSTRIAMÉJICO Y El ARCHIDUQUE FERNANDO MAXIMILIANO DON J.-M. GUTIERREZ OE ESTRADA Antiguo uiiiiUlro de rehpiofisl inlci iurcÁ ; uíteriorei de Kéjfco. PARIS LIBRERIA ESPADOLA DE G.M1.MKH HERMANOS C\LLE DES SAINTS-I'ERES, 6. 1862s9m \ADVERTENCIA. Redactado este escrito desde Noviembre de 1861, y remitido á Méjico para su publicación, no ha podido hacerse hasta ahora, por circuns- tancies imprevistas allí ocurridas, y ya bien sabidas hoy de todos. Si pudo ser entonces conveniente de algún modo dicha publicación, no creemos que deje de serlo enteramente en los momentos actuales ; momentos supremos y decisivos para nosotros, y no de escasa impor- tancia para las naciones de Europa que mas interés tienen en el pronto y satisfactorio de- senlace de la cuestión mejicana que hoy tanto las ocupa. Paris, 30 de Mayo de 1862.A mi regreso á Méjico en i84o , al cabo de algunos años de ausencia, hallé al país en una de esas profundas crisis que está atravesando, casi desde el momento mismo de haberse cons- tituido en República. Discutíase á la sazón la oportunidad y con- veniencia de variar la constitución vigente, por medio de una convención nacional, que había de reunirse con ese objeto. Juzgué yo entonces que, en uso de mi dere- cho , y cumpliendo con los deberes de buen ciudadano, estaba en el caso de declarar leal- mente mi sentir en la materia. Comen/.é por exponer, con toda verdad, el lastimoso estado del país, y recordar que^^a obstante las modificaciones y reí'ormas/rrecl^ii. en diversas épocas, y por todos los paftii^v alCódigo fundamental, adoptado por la nación en i8a4> se hablan ido agravando nuestros ma- les en una alarmante y espantosa progresión. Entonces fué cuando, sobresaltado el ánimo y afligido el corazón, renuncié los cargos de Ministro y Senador, afin de quedar mas de- sembarazado para manifestar mis sentimientos y temores sin pararme en las funestas conse- cuencias personales que tal declaración pudiera ocasionarme, é invoqué en nombre de la razón y de la historia, y en términos los mas pacífi- cos, la monarquía representativa como la única tabla de salvación para el país. Descansando yo en.la facultad que la consti- tución reconocía en todos los ciudadanos de pu- blicar libremente sus pensamientos, en cuanto no se opusiesen á las leyes establecidas, facul- tad aun mas amplia y legítima entonces pues ([lie se trataba abiertamente de cambiar el Pacto fundamental, me resolví á tomar parte en el debate público, dirigiendo mi voz sincera y concienzuda á la nación. Propásele, pues, con la mayor deferencia, que examinara si la forma monárquica, con un Príncipe de estirpe real, no seria mas aco- modada á las tradiciones, á las necesidades— 3 — y ¿i los intereses de un pueblo, que desde su fundación fué gobernado monárquicamente. Como si con este simple consejo ^pues no fué mas que un consejo) hubiera yo cometido el mayor de los crímenes, así se levantaron contra mí las pasiones de partido, juzgándose en peligro; contra mí (pie no era sino el in- térprete de las necesidades y los dolores de aquella sociedad. Olvidadas están ya, empero, y muy desde el principio, las injusticias y \iolencias conmigo usadas, y que me fueron harto mas sensibles por el honor del país que por mí mismo. Así lo atestigua, entre otras cosas, mi silencio, no interrumpido desde entonces, sino para pro- mover el mas vital de sus intereses, siempre que el curso de los acontecimientos parecía serle propicio, con la adopción de los medios que á mi juicio podían salvarnos; jamás para combatir á los que han venido gobernando la República, bastándome la satisfacción de haber cumplido como buen patricio y hombre hon- rado. ¿Ni qué podian hacer aquellos hombres, dado que lo quisieran , teniendo que luchar con un mal cuya raíz no se trataba de extirpar? No era por tanto suya exclusivamente la culpa.No de otra manera entiendo desempeñar hoy una obligación, igualmente imperiosa, diri- giéndome de nuevo á mis conciudadanos, con la misma lealtad y buena fe. II. No es por cierto una vanidad mezquina y egoísta, la que me mueve á reproducir ahora algunos pasajes de mi opúsculo de \S.\o, que los hechos han venido.tristemente á confirmar punto por punto, sino el legítimo deseo de au- torizar mas mis razones, y esto en obsequio solamente de la verdad y la justicia, ya que para desvirtuarlas podría insinuarse, como mas de una vez ha sucedido, que al cabo de una tan larga ausencia de Méjico no podía yo co- nocer su situación actual; como si desde 1840, no hubiera yo puesto el dedo en la llaga, sin quitarlo jamás, y como si hubiese cambiado la naturaleza del mal ó la oportunidad del reme- dio, propuesto por mí entonces. Díganlo sino los hechos, que hoy mismo estamos palpandopor la acción de las grandes potencias maríti- mas de Europa. En i84o, escribiamos lo que sigue (i) : .......«Pero entre nosotros, ¿acierta acaso « á divisar siquiera el patriota honrado algo « que pueda consolarlo? Después de las pasa- ce das desventuras, ¿ que vé sino males presen- « tes agravados por los mas funestos presenti- os mientos? « Por eso, repito, que me parece llegado ya « el momento en que la nación dirija su vista « hácia el principio monárquico como el único « medio de hacer que renazca entre nosotros « la paz por que tan ardientemente anhelamos. « No descubro tampoco otro modo de sal- te var nuestra nacionalidad, inminentemente « amenazada por la raza anglo-sajona, que « trasladada á este continente, se apareja á in- (t vadirlo todo, apoyada en el principio demo- « crático, elemento de vida y de fuerza para « ella, así como germen de debilidad y muerte (i) Carta al E. S. Presidente de la Repiiblica, por Don J.-M. Gutiérrez de Estrada, antiguo ministro de rela- ciones interiores y exteriores. Méjico, impreso por Ignacio Cumplido, calle de los Rebeldes, n° a. 1840.— 6 — <í para nosotros. A su sombra, á la vista está, « han prosperado nuestros vecinos tanto, como « nosotros hemos retrocedido en todos senti- « dos, así en lo moral como en lo material. « bres imparciales y pensadores.« Méjico está desmintiendo del modo mas « patente á los que creen que se .puede carn- ee biar impunemente la constitución de un pue- « blo, y que las formas de gobierno que ha- ce cen próspera y feliz á una nación, pueden « sin peligro imponerse á otra totalmente di- ce ferente en sus tradiciones, su educación re- ce ligicsa y sus costumbres. Hoy se levanta una « nueva bandera, y el partido del orden ten- ce drá ya un centro de unión, cosa que hasta ce ahora le había faltado. Sentadas están va é in- ce disolublemente unidas entre sí, las dos bases e Estrada. Paris, Noviembre de 1861.NOTICIA BIOGRAFICA DEL ARCHIDUQUE FERNANDO J1AXIMILIANO DE AUSTRIA.NOTICIA BIOGRAFICA DEL ARCHIDUQUE FERNANDO MAXIMILIANO DE AUSTRIA. Hijo segundo de S. A. I. el Archiduque Francisco Carlos y de S. A. I. la Archiduquesa Sofía, hermano de S. M. el Emperador rei- nante Francisco José, el Príncipe Fernando Maximiliano nació en el palacio de Schón- brunn el 6 de Julio de i832. Destinósele á la carrera de la marina, como se habia hecho ya con otro individuo de la fa- milia imperial, muerto en la flor de la edad, y fué menester, por lo tanto, que á sus estudios generales añadiera una educación apropiada. Llamado á promover los adelantos de una institución casi nueva en el imperio de Austria, pasó su juventud, ora aplicándose con esmero al estudio de los clásicos, ora adquiriendo no- ciones especiales de la carrera á que con mas— 38 — particularidad debia dedicarse. Para formarse como marino y aun como hombre , hizo el jo- ven Archiduque frecuentes viajes por Europa y por países lejanos, y de este modo, no satis- fecho con la enseñanza de los libros, aprendió á conocer el mundo prácticamente. Sus tem- pranas peregrinaciones aumentaron el caudal de sus conocimientos, dieron solidez á su jui- cio y enriquecieron su imaginación y su me- moria. Apenas contaba diez y ocho años, cuando por primera vez recorría la Grecia con el vivo in- terés que debia inspirarle aquel país, cuna de la civilización del viejo mundo. Visitó después la Italia, la España, el Portugal, la isla de Ma- dera, Tánger y la Argelia. En esta tierra afri- cana, donde Roma dejó impresas sus huellas, el islamismo difundió sus tradiciones, y Francia ha realizado sus recientes conquistas, se pre- sentó al joven Archiduque un vasto campo para útiles y fecundas observaciones, y no la dejó sin haber subido á la cumbre del monte xAtlas y atravesado el país hasta ¡Vledeah. En i854 exploraba el litoral de la Albania y la Dalmacia en la corbeta Minerva de que era comandante, cuando su nombramiento para— 39 — el mando superior de la marina le obligó á trasladarse momentáneamente á Viena. Salió de Trieste en el verano de i855, á bordo del navio almirante Schwarzerriberg, al cual seguía una escuadra de diez y siete velas; diri- gióse á Candía y visitó á Beiruth y el monte Líbano, recorriendo las costas de la Palestina. Muchos ilustres peregrinos le habían precedido en Jerusalen, adonde le llevaron su acendrada piedad y el atractivo de los grandes recuerdos siempre vivos en aquel suelo sagrado, donde dejó abundantes muestras de su munificencia. Todo lo examinó minuciosamente, recogió de todos los Santos Lugares tesoros inestimables para un corazón verdaderamente cristiano; los trajo consigo y los conserva con la veneración de una fe viva y ardiente. En Egipto visitó el Cairo, las Pirámides y Memfis. Dotado de un entendimiento elevado y práctico al mismo tiempo, hizo el viaje á Suez, á Un de apreciar por sí mismo y con exactitud las grandes obras de canalización comenzadas ya. En seguida, atravesando de nuevo el desierto, volvió á Si- cilia. El año i856 lo empleó el infatigable Archi- duque en sus excursiones por la Alemania se-— 40 — tentrional, por Bélgica y Holanda, después de haber visitado la Francia, y recibido durante quince dias la hospitalidad del Emperador en Saint-Cloud, donde se formaron entre ambos Príncipes las mutuas relaciones de estimación y afecto que hasta hoy felizmente subsisten. En 1857 recorrió el Rin, la Lombardía y la Italia central; pasó luego á Inglaterra, y de allí por segunda vez á Bélgica, donde le esperaba el complemento de su felicidad, el enlace con una Princesa tan ilustre como digna de su propio mérito y grandeza. En efecto, el 2 de Julio del mismo año, el Conde Arquinto, embajador imperial, habia pedido para el Archiduque, en audiencia so- lemne, á Leopoldo Io, Rey de los Belgas, la mano de la Princesa María Carlota Amalia, hija suya y de la Princesa Luisa de Orleans, tan distinguida por su rara virtud, como la Reina María Amalia, su excelsa madre. Joya de la corona belga, la Princesa real Carlota iba á ser también la perla de la corona imperial de Austria. Nacida el 7 de Junio de 1848, hallábase en todo el brillo de la juventud, tenia diez y siete años. Si en lo físico le habia prodigado la Pro-— 41 — videncia las gracias mas exquisitas, en lo moral la habia adornado de aquella hermosura ines- ti mable que solo puede dar la virtud. Una suma sencillez unida á una majestad natural; una instrucción acabada, vasta y sólida, junta con todas las dotes de una alma elevada; una cari- dad inagotable, tales eran las prendas que to- dos admiraban ya en la joven esposa. Un mérito tan sobresaliente no pudo ocultarse á la pene- tración de los Italianos : así es que al hacer el Archiduque su entrada solemne en Milán ( el 16 de Setiembre 1857), saludaron llenos del mas vivo entusiasmo á la Princesa, que el cielo les habia deparado. Poco tiempo después partió con el Archidu- que para Sicilia, el mediodía déla España, las islas Canarias y Madera. La Princesa fijó en esta última ciudad su residencia durante el in- vierno , mientras que el jóven Príncipe, ante- poniendo á todo su deber, se embarcaba para el Brasil, tocaba en los puntos de escala mas importantes, y cuando hubo llegado al Nuevo Mundo, hizo en sus espesos bosques excur- siones tan interesantes como arriesgadas. Cuantas luces y experiencia es dado adquirir con el estudiocomparativo de usos y costum bres— 42 — diferentes, de países distintos, de instituciones y leyes diversas, todo lo aprovechó el Archi- duque en sus viajes y fecundas exploraciones, aplicando su inteligencia superior al exámen filosófico de todo lo qué se le presentaba. Así completó su educación de marino y de Prín- cipe, antes de volver á sentarse en las gradas del trono; y así adquirió nociones claras y profun- das sobre el curso de los acontecimientos hu- manos y la marcha de los gobiernos y de las sociedades modernas. El mando superior de la marina, lejos de ser para este Príncipe un mero cargo honorífico, fué mas bien un medio eficaz para acometer arduas empresas y plantear re- formas provechosas, Separar la marina del mando superior del ejército; ponerla bajo la protección de un mi- nisterio independiente; establecer el respectivo número de empleados, disminuir los graváme- nes ya existentes; formar la artillería, la infan- tería, la dotación de capellanes y el cuerpo mé- dico de la marina; edificar un establecimiento hidrográfico y un museo especial; aprovechar la experiencia ya adquirida para someter á los oficiales de la armada á un nuevo sistema de educación, con el cual adquiriesen conocimien-— 43 — tos mas sólidos y mas seguras garantías; in- troducir un sistema de abastos mejor enten- dido; incorporar á la marina las tripulaciones de la flotilla y el antiguo arsenal de Porto-Re; adoptar el uso de la lengua alemana en la cor- respondencia y el mando: tales fueron las me- didas fecundas debidas á la iniciativa del Prín- cipe y que dieron en poco tiempo al imperio una marina que, cuando menos en sus bases, nada tiene que envidiar á las mas adelantadas de Europa. Al mismo Príncipe debió también la ciudad de Pola, enteramente decaida, su renacimiento. Se erigieron en ella varios edificios, se planta- ron semilleros, se construyó un gran dique, un acueducto, un arsenal y tres astilleros, un na- vio de línea, el Kaiser; cuatro fragatas y cor- betas de hélice, siete de coraza, un gran nú- mero de cañoneras y una batería flotante de coraza, proporcionaron al Austria medio de trasporte, presentando su marina con una existencia efectiva. En este momento (Noviem- bre de 1861) se están construyendo, de orden del Archiduque, cinco fragatas de coraza. Por disposición de S. A. I., emprendió la No- vara un viaje de circunnavegación; la corbeta Carolina fué á visitar el litoral de la América— 44 — del Sur, y explorar en seguida las costas del Africa occidental, con el objeto de establecer relaciones internacionales y mercantiles. Fi- nalmente la fragata Racletzky se dirigió á los puertos de España, Francia, Inglaterra, los Países-Bajos, y la Alemania del Norte, con el fin de .hacer estudios especiales y observa- ciones científicas de importancia. Apreciando dignamente el Emperador los distinguidos servicios del Archiduque, y su alta capacidad, le confirió el gobierno político y militar del rey no Lombardo-Véneto, conser- vando al mismo tiempo el mando superior de la marina. El Archiduque desempeñó por espacio dedos años este cargo grande y delicado con tanto celo como feliz éxito. El vastago imperial de los Hapsburgos consiguió,, á pesar de las fu- nestas agitaciones políticas de un tiempo bor- rascoso, captarse el afecto y las simpatías de los Italianos. La historia registrará en sus páginas este gran triunfo del mérito y de la virtud, mién- tras que los mismos enemigos del Austria ha- cen justicia al espíritu ilustrado y eminente- mente conciliador del Archiduque, tributan-— 45 — dolé los homenajes mas sinceros de gratitud y admiración. En efecto, á pesar de las vivas aspiraciones de emancipación y unidad que agitaban al pueblo lombardo-véneto, no pudo resistir á la evidencia de los beneficios que con mano ge- nerosa le prodigaba el Archiduque. Y con so- brada razón, pues cada dia de su gobierno se señalaba con alguna empresa útil, una reforma saludable, la supresión de algún gravamen, ó la abolición de un privilegio. Habíase nom- brado una comisión de catastro para la repar- tición equitativa de las contribuciones; prepa- rado la exoneración de los feudos y diezmos, y suprimido el privilegio fiscal establecido en tiempo del primer Napoleón; un nuevo regla- mento habia mejorado notablemente la condi- ción de los médicos concejales, al paso que al- gunas obras bien concebidas y ejecutadas en el puerto de Venecia, habian facilitado la en- trada de buques de mayor calado. Ya se habia comenzado el ensanche del puerto de Como por medio de un nuevo dique, y la misma ciudad debia ya á los desvelos del Archiduque un gran servicio, el mayor indu- dablemente con que puede un Príncipe favo-— 46 — receráuna población. Tal fué el haber hecho desaparecer la malaria que infestaba la extre- midad del lago : mandó secar, al intento, el pantano llamado Piar\o di Spagna, y con el desagüe del Falle grande Veroncse se obtuvo un terreno extenso y feraz. Se habia encargado igualmente al ingeniero Bucchia la formación de un proyecto para el completo desagüe de los pantanos en las lagunas vénetas, 'y el riego artificial de las llanuras del Friuli, condu- ciendo á ellas el rio Ledra, y todo con la po- sible economía. Durante este mismo período, se hermoseó Venecia con la prolongación de la Ribera hasta el jardín imperial, y en Milán se dio mas ex- tensión á los paseos públicos. Ante la energía constante y generosa del Príncipe hubo de ceder la municipalidad, que largo tiempo se habia resistido á hacer una plaza pública entre el teatro della Scala y el palacio Marino, y se restauró la basílica de San Ambrosio. Pero si es bueno que circulen en una ciudad el aire, la luz y la vida, y ostentar ante los ex- tranjeros suntuosos monumentos, grandes fun- daciones y bellas iglesias; aun hay para el jefe— 47 — de un reino otras obligaciones y deberes mas imperiosos. El joven Archiduque no los des- atendió, haciendo en el sistema de beneficen- cia pública reformas útiles y necesarias. Las poblaciones indigentes de la Valtelina fueron objeto de una asistencia material mas liberal y constante: se hicieron ademas estudios profun- dos para proporcionar los medios mas seguros de combatir la miseria de aquellos pueblos empobrecidos por los estragos del oidium en los viñedos. Innumerables son, por desgracia, las causas de los males que sufre la humanidad. Apenas se consigue acabar con una, cuando surge otra y otra. El Pó salió de madre, causando formi- dables inundaciones, y el Príncipe, siempre ac- tivo y denodado, acudió ¡i los puntos de mayor peligro, salvó á los habitantes y los socorrió en sus necesidades mas imperiosas, implorando en su favor los auxilios del gobierno imperial. La vida intelectual de las naciones, es de- cir, las artes, las ciencias, y la instrucion pú- blica que la constituyen, tuvieron siempre en el Archiduque un ardiente y generoso promo- vedor.— 48 — El Conde Giulini, con la publicación de sus Memorias, habia empezado á levantar un ver- dadero monumento de la historia nacional, y el ilustre Príncipe miró como punto de honra para Italia, su continuación, favoreciéndola cuanto pudo. Se dió igualmente á una comi- sión el encargo de publicar los Monumentos históricos y artísticos de las provincias Lom- bardo-Vénetas (i). No bastan las nobles aspiraciones y los ins- tintos caballerescos á los príncipes llamados por su nacimiento y por la confianza pública al ejercicio de la autoridad; necesitan ade- mas una razón serena y firme. Esta la posee (i) Al. Archiduque Fernando Maximiliano se deben la iglesia votiva de Viena y el palacio de Miramar. La primera fué erigida á consecuencia y en conmemo- ración del odioso atentado cometido contra Su Majestad Imperial Apostólica. Por medio de una excitación al pa- triotismo austriaco, consiguió el joven Príncipe los fondos al efecto necesarios.S. A. I., que habia concebido la idea y promovido su realización, dirigió la empresa ocupándose en todos los pormenores que á ella se referían. El palacio deMiramar, construido por él, se halla situado sobre una roca escarpada á la orilla misma del golfo de Trieste, no léjos del ferrocarril deLaybaeh. Es notable por su bella arquitectura, y por la colección que encierra de cuadros y otros objetos de gran valor y gusto* recogidos por el Príncipe en sus largos viajes.— 49 — en alto grado el Archiduque Fernando Maxi- miliano, como bien lo acreditó, durante su gobierno en Italia. En un despacho dirigido á lord Loftus, representante de la Reina de Inglaterra en la corte de Viena, escribía el Ministro de Negocios extranjeros, lord Mal- mesbury, el 12 de Enero de 1859, poco antes de estallar la guerra contra el Austria, lo si- guiente : « El gobierno de S. M. reconoce, con verdadera satisfacción, el espíritu liberal y con- ciliador que ha presidido al gobierno del reino Lombardo-Véneto, mientras estuvo encomen- dado al Archiduque Fernando Maximiliano. » Se ve, pues, que el Archiduque se distingue por la inapreciable ventaja de haber acredi- tado su aptitud, aun á los ojos de la Ingla- terra, para el gobierno de un pueblo, en cir- cunstancias las mas difíciles. No será por demás añadir que el Archiduque Fernando Maximiliano tiene un personal que previene en su favor, de un modo irresistible. Una frente espaciosa y pura, indicio de una inteligencia superior; ojos azules y vivos en que brillan la penetración, la bondad y la dul- zura : la expresión de su semblante es tal, que nunca se puede olvidar. El alma se refleja en— so — su rostro; y Jo que en él se lee es lealtad, no- bleza, energía, una exquisita distinción y una singular benevolencia. Dotado de una disposición natural para las artes, las ciencias y las letras, las cultiva con ardor y lucimiento. Su actividad y laboriosidad son prodigio- sas : en todas estaciones el dia empieza para él á las 5 de la madrugada. El estudio es, puede decirse, su idea fija. Habla seis lenguas con gran facilidad y corrección. Hermano de un Emperador ilustre, gran almirante del imperio, colocado muy cerca del trono, objeto del respetuoso amor y ad- miración de todas las clases de la sociedad, conocido y estimado en toda Europa, está ro- deado de cuanto puede lisonjear la ambición mas elevada. En medio de tan graves negocios, de tanto esplendor y tanta gloria, ha escrito sus Impre- siones de viaje (i), varias obras científicas (2), 1 (1) Bosquejos de viaje: í. La Italia; lí. La Sicilia, Lisboa y Madera; III. La España; IV. Albania y Argelia. (Viena, imprenta del Estado.) (2) Viajes al Brasil, Aforismos, Objetos de Marina, La Marina de Austria.— 51 — y algunas (i) no publicadas aun, en que ha pagado también su tributo á la poesía. Estos rasgos, que distan mucho de una bio- grafía completa, nos autorizan para presentar al Archiduque Fernando Maximiliano como uno de los hombres mas notables de nuestro tiempo, y el dechado de un Príncipe, que á un gran corazón reúne un gran entendi- miento. (i) Poesías (2 tomos). 1Atendida su íntima conexión con el escrito que antecede, nos ha parecido conveniente re- producir aquí lo mas sustancial de una carta que, hace poco, dirigimos á un distinguido amigo nuestro de Madrid, director de uno de los principales periódicos de aquella corte. «París, 12 de Marzo de 1862. «Señor D. Pedro de la Hoz, « Mi muy estimado amigo : Hace tiempo qne no tengo el gusto de escribir á V?, y esto no ciertamente por falta de deseo ni de materia. El importante movimiento emprendido por Francia , Inglaterra y España para la regene- ración de mi patria, hasta ahora tan desgra- ciada, y sobre la cual Dios parecia al fin dirigiruna mirada compasiva, me hacia desear viva- mente reanudar el hilo de nuestras comuni- caciones ; pero la posición en que yo veia que se habia colocado La Esperanza, me lo im- pidió bien á pesar mió. He visto después con el mayor gusto que aquella fue una cosa pasa- jera , y que La Esperanza ha entrado en otro camino, por lo cual felicito á V?, me felicito á mí mismo, y felicito á mi país. ¡Ojalá pudiera felicitarla igualmente por la conducta de algu- nos mandatarios ó agentes del gobierno espa- ñol en la cuestión del dia! « Esta conducta es para mí verdaderamente incomprensible. No dudo que ese gobierno cree de buena fe servir con ella los intereses de España; pero si en cuanto á la rectitud de su intención en el particular no sea lícito discutir, no sucede lo mismo relativamente al acierto de las medidas que para ello adopta. o Después de firmado el tratado de Londres, había yo creído que, conforme á su espíritu y aun á su letra, cada una de las tres potencias signatarias se abstendría de presentar un can- didato para el trono de Méjico, que le ofreciera ventajas particulares, que todas y cada una ha- l)ian estipulado solemnemente renunciar. Por— 55 — pai te de España, esto era especialmente de de- sear, aun bajo el único punto de vista de sus propios intereses. «.............. Así por este motivo, sobre el cual llamo muy especialmente la atención de V?, como por la situación geográfica del pais próximo inmedia- tamente á los Estados-Unidos, convenia que la trasformacion se hubiese hecho allí bajo con- diciones tales, que su permanencia quedara plenamente asegurada. Dos condiciones eran para esto absolutamente indispensables : la completa aquiescencia y cooperación en el in- terior, con lo cual su justificación y legitimi- dad hubieran quedado plenamente estableci- das ; y el apoyo exterior de una fuerza que los Estados-Unidos jamás hubiesen osado atacar. « Ninguna de estas dos cosas es posible con el candidato español. Por causas que yo no aplaudo, pero que conoce perfectamente cual- quiera que sepa la historia de Méjico, es un hecho evidente que si allí los Españoles son aceptados de preferencia respecto á los demás extranjeros como iguales, serian los últimos en ser aceptados como dominadores. El senti-— Se- miento de independencia está muy arraigado en el pais; peix), entre el pueblo especialmente, el significado verdadero de la palabra « inde- pendencia,» es independencia de España. Y mientras que nadie creeria allí destruida esta independencia estableciéndose una monarquía con un soberano de otra nación cualquiera, to- dos la reputarían como perdida desde el mo- mento en que fuese español ese monarca. Yo no justifico el hecho ni disminuyo su evidente irracionalidad; hago solamente constar su exis- tencia. a Por lo mismo , esa completa aquiescencia y cooperación del país que se debe procurar ante todo como justificación y legitimidad del cambio, y que tan importante ha de ser en lo porvenir para quitar todo pretexto á las resis- tencias y revueltas interiores, y á la interven- ción hostil de los Estados-Unidos, se hace abso- lutamente imposible con un candidato español para el trono. « Por razones que están al alcance de todos, ni la Francia ni la Inglaterra pueden estar conformes con el príncipe que la España pro- pone ; pero, aun dejando á un lado estas razo- nes, ¿como ha de convenir á ninguna potencia— 37 — marítima el que la misma nación, á la cual se considera en un período ascendente de ambi- ción y de fuerza, que tiene ya en la isla de Cuba la llave del seno mejicano, domine igualmente en la mayor parte de su costa? De manera que ni la Francia ni la Inglaterra lian de aceptar el candidato español: sobre esto no caben ilusio- nes. ¿De dónde, pues, ha de venir el apoyo exterior, primero para el establecimiento, y después para la conservación del trono meji- cano, si no viene de estas dos potencias? « Supongamos por un momento que, á pesar de todo esto, España emprende sola la obra, y que despachando allí una fuerza suficiente, y empleando los demás medios en tales casos co- nocidos, logra sentar su candidato sobre aquel trono. En este caso, suponiendo la completa tolerancia de la Francia y la Inglaterra (tole- rancia nada probable, ahora que ya tienen allá sus fuerzas), es claro que seria un delirio supo- ner que podría contarse también con su apoyo para las contingencias futuras. España queda- ria enteramente sola, y sola tendria que soste- ner su obra. Lo que entonces sucedería es bien evidente. Terminada la guerra civil de los Es- tados-Unidos, esta nación, que tendrá entoncesun poder colosal, desarrollado y disciplinado en su gigantesca lucha, con sus intereses en el seno mejicano, con su antipatía tradicional á España, y no infundiéndole esta el respeto que le infunden la Inglaterra y la Francia, fomen- tará en .Méjico el descontento y la revolución, y, cuando esta ocurra, la apoyará con todo su poder. ¿Podrá España, aislada y sola, luchar contra ella con buen éxito? Creo que la sana crítica aconseja anteponer siempre la realidad de las cosas á todo, aun al amor propio. Co- nozco bien lo que valen los Españoles, y que ninguna nación podria sobreponerse á ellos en igualdad de circunstancias; pero esta igual- dad ¿existiría entonces? Aun prescindiendo de la gran diferencia entre España y los Esta- dos-Unidos bajo el punto de vista de población y recursos, para calcular el resultado de una lucha entre ambas en Méjico, basta tener pre- sente su respectiva situación geográfica relati- vamente al teatro de la lucha. Ya hemos visto la facilidad con que los Estados-Unidos arman .y equipan un ejército de 100 ó 300,000 hom- bres. Pues bien; si estando, como están, conti- guos á Méjico atravesasen la f rontera con se- mejante enjambre de soldados , ¿qué podria— 59 — oponerles la España colocada á 2,000 leguas distancia, con una marina de fuerza inferior, y peleando hasta cierto punto en pais enemigo? A mis ojos, el resultado no podria ser dudoso. Los Españoles harían prodigios de valor; pero al cabo no podrían resistir á la fuerza de las circunstancias. A su caida en Méjico, se segui- ría por las mismas razones su pérdida de Cuba, que entonces es claro no podria serles garan- tida por las dos potencias desairadas. « Hé aquí, pues, el resultado que indefecti- blemente traería el colocar en el trono de Mé- jico al Príncipe que la España propone. Par;i ella, una guerra desastrosa y la pérdida de Cuba: para Méjico, el malograrse para siempre sus esperanzas, y la conquista por los Estados- Unidos. « Supongamos ahora , por la inversa , que prevalecen en España mejores consejos, y que, renunciando ella al proyecto de su candidato, se une cordialmente á la Inglaterra y la Francia para colocar sobre el trono de Méjico al Archi- duque Fernando Maximiliano. Todo cambia entonces de aspecto. La aquiescencia y coope- ración del país son inmediatamente posibles v aun fáciles, desde el momento en que se quie-— 60- rau estimular. La nueva monarquía presen- tará, pues, un carácter de legitimidad, bajo el punto de vista moderno, que le dará la mayor robustez en las cuestiones que puedan susci- tarse, así con los Estados-Unidos como con los descontentos interiores que ellos pretendan fomentar. Ademas, el apoyo colectivo déla misma España, la Francia y la Inglaterra, la pondrían á cubierto de toda tentativa decidi- damente hostil, mientras que ella iba consoli- dando y desarrollando sus fuerzas propias. « Así constituida, la nueva monarquía seria una barrera absolutamente insuperable para los Estados-Unidos......... « Todo esto es tan claro como la luz del Sol. Por lo mismo, para empeñarse en realizar á todo trance un pensamiento imposible, seria preciso que en España se presentasen bajo un falso aspecto la situación y la naturaleza de las cosas; seria preciso que se desconociesen los medios de acción y los diversos intereses que están en juego, que se olvidase lo estipulado en una convención solemne y reciente, y hasta que se sacrificasen los verdaderos intereses y el porvenir de la misma España, así como los— 61 — de Méjico. ¡Cuánto daño se ha hecho ya por haberse entrado desde el principio en esa equi- vocada via! El primer efecto ha sido el de dis- minuir la popularidad de los Españoles entre los mismos conservadores de Méjico. « Es preciso no olvidar que esta cuestión es eminentemente mejicana, cualesquiera que sean los intereses que las demás naciones tengan en ella; y los conservadores mejicanos, dentro y fuera del pais, se creen ante todos con el de- recho de designar su candidato, derecho natu- ral y evidente, y que ha sido consagrado en la convención de Londres. Pues bien; el candi- dato de los conservadores es el Archiduque Femando Maximiliano de Austria : ellos son los que lo han designado y los que lo piden. Sobre el particular, sabe V? que debo estar muy al tanto de lo que hay; y aun cuando nada se ha vociferado en el público, crea V? que los hombres de acción del partido están sobre este punto de acuerdo. Por lo mismo, la candida- tura propuesta en España, los contraría; no es suya. Y si no es suya, (; de quién será? En Mé- jico, ademas del conservador, no hay en reali- dad mas partido que el democrático. Si pues esta candidatura no es la del partido conser-— 68 — vador, ¿ podremos decir, sin caer en el absurdo, que es la del partido democrático? Yo no sé si en España se han formado ilusiones sobre este particular; pero en todo caso será bueno se tenga presente que este partido ha sido siem- pre, y es ahora, enemigo de los Españoles. . ...........; y que una gran parte de las persecuciones que cuando se ha hallado en el poder ha hecho sufrir á los conservadores, ha sido á causa de las simpa- tías que estos han tenido siempre por España; - y esto, lejos de disimularse, se ha proclamado en alta voz, confundiéndose á menudo á Espa- ñoles y conservadores con el dictado mismo de gachupines y agacliupinados..... . Seria un absurdo quererse atraer á ese partido; y los pasos que para ello se han dado recientemente en Veracruz y en Méjico no han producido otro fruto que el de aumentar su fuerza y su confianza, á la vez que han enaje- nado á los Españoles las simpatías de un gran número de conservadores. Esto me consta del modo mas completo. Vea V?, pues, el resul- tado que con semejante empeño se va á produ-— 63 — eir: á la vez que los Españoles no lograrán dis- minuir en un ápice el odio que les profesan los demócratas, perderán el decidido afecto que les tenia» los conservadores, que tanto han su- frido de sus enemigos, precisamente por causa de este mismo afecto. « Lo que está pasando hácia Yeracruz, I»> habrá V'.1 visto ya en las noticias que se han publicado; mas seria preciso que V*? supiese « 1^ oposición que en Madrid se está ha- ciendo á la candidatura del Archiduque Fer- nando Maximiliano de Austria, la compren- derla yo si este príncipe fuese personalmente enemigo de España, ó perteneciese á una po- tencia que pudiera ser émula ó rival suya en el hemisferio occidental. Pero es evidente que el Austria no se halla ni puede hallarse en este caso; ven cuanto al príncipe mismo, no solo no tiene contra España prevención ninguna, sino que, al contrario, siente por ella fuertes simpatías. Entre todos los príncipes europeos, él es quizás quien puede mejor considerarse como la encarnación mas perfecta de los prin- cipios á que está indisolublemente ligada la gloria y prosperidad de España, en uno como— 64 — en otro hemisferio. Si se sentase en el trono de Méjico, sostenido eficazmente su imperio por las tres potencias, y robustecido con una abundante colonización alemana y española hasta donde á España le conviniese, pues siem- pre sobrará terreno que poblar, y bien orga- nizado y activamente impulsado todo por ese don particular de gobierno y energía de ca- rácter, de que el príncipe ha dado tan abun- dantes pruebas en su gobierno del reino Lom- bardo-Véneto, seria en breve tiempo el aliado mas firme y poderoso con que la España podría contar allende los mares. « Estas prendas personales del Archiduque lo hacen á los ojos de los conservadores me- jicanos tanto mas precioso, cuanto que en tan alto grado las necesitan para sacar el país del espantoso caos en que se halla. Es preciso para esto un talento claro, unos conocimien- tos vastos, un carácter afable y conciliador, una energía y valor á toda prueba, no solo para el duro y sostenido trabajo de la rege- neración y organización pacífica, sino también en los campos de batalla, si necesario fuese; y al mismo tiempo experiencia de gobierno. En una palabra, se necesita un hombre queen todo descuelle; que sea el primero en la paz y el primero en la guerra; y que no sólo sepa gobernar y haya ciado pruebas de ello, y sepa también combatir, sino que sepa igual- mente ganarse los corazones de sus subditos por su bondad, y hasta por su presencia per- sonal. Pues bien, todo esto se reúne en el Ar- chiduque; y de esto, mi buen amigo, yo le salgo á V? garante; á lo cual se agrega un alma profundamente católica, y una gran exactitud de ideas y rectitud de intención; con la particularidad que de todo esto existen pruebas seguras en los hechos de su vida pú- blica y privada. « Y aquí viene al caso corregir un error en que se ha caido en España. Créese ahí que la candidatura del Archiduque es una combina- ción profunda, concebida por Napoleón para ganar al Austria, y allanar el camino para su cesión de Venecia á la Italia. Permítame V'.1 le diga solemnemente que no hay nada de esto. La candidatura del y\rchiduque es pura y exclusivamente mejicana : fue concebida por Mejicanos; y si la Francia la acepta, y la Inglaterra igualmente, es sólo en vista de su evidente acierto, y porque con ella se— 66 — suelve una cuestión difícil, á saber : la de hal- lar un candidato que, á lo ilustre de su li nage y grandes prendas personales, reuniese las preciosas circunstancias de ser del gusto y aun de la elección de los Mejicanos, sin que pudiese ponérsele reparo justo alguno por parte de ninguna de las tres potencias si- gnatarias de la Convención de Londres. Y por lo que hace al Austria, es claro que al aceptar la propuesta y dar su Archiduque, presta un gran servicio en lugar de recibirlo, como que sin ser una nación marítima, ni te- ner en América intereses que proteger y fo- mentar, facilita el único medio posible de zanjar perfectamente la mayor de las dificul- tades que podia tal vez surgir, cual era la de hallar un candidato que fuese aceptable para todas aquellas potencias, y que les permitiese concluir la obra que han emprendido, y d-e la que no pueden con honor retirarse, dejándola incompleta. « Convencidos como están de todo esto los conservadores mejicanos, así como de que esta es la última oportunidad que les queda para salvar á su patria, comprenderá V? con cuánto sentimiento verán que la consecuciónpara ella de un soberano semejante y con cir- cunstancias tales, se pone en gravísimo riesgo por la oposición que se manifiesta en España : oposición que, si algún fruto produce, será el de hacer á Méjico un gravísimo daño, un daño irreparable y mortal, sin que á España le venga de ello bien ninguno, sino, al con- trario, impidiéndola á ella misma conseguir los grandes bienes que indefectiblemente le deberían resultar del establecimiento en Mé- jico de una monarquía con el Archiduque en el trono. « Me guardaré mucho de establecer una comparación entre este príncipe y el candidato que en España se propone........... '< Si este antagonismo entre los deseos de España y las necesidades de la situación se prolonga mucho, es claro que en la misma proporción se demorará también la solución del asunto. Y mientras este permanezca en statu quo, los sucesos de los Estados-Unidos siguen precipitadamente su marcha, y se acer- can á su desenlace. Una vez lo hayan alcanza- do, habrá terminado para siempre la oportu- nidad favorable que la Providencia nos habiadeparado para la redención de la desventu- rada Méjico. V'.1 comprende muy bien, mi buen amigo, que si la falta de unidad en las miras produce hoy vacilación en los esfuer- zos, cuando mañana venga á complicarse to- davía mas la empresa con la oposición deci- dida de los Estados-Unidos, es muy de temer que aquellos esfuerzos cesen por completo. « Ahí lo tiene V? pues, todo corriendo el mas inminente riesgo de perderse para siem- pre : la causa de la monarquía, la causa del catolicismo, la causa de la raza española en el Nuevo-Mundo, y, para España en particular, el magnífico porvenir que por aquel conti- nente se le presenta ahora, y aun la totalidad de los grandes intereses que tiene allí actual- mente. Porque no hay que alucinarse : Méjico se halla irremisiblemente en la alternativa de ser (y esto muy pronto), ó una monarquía protegida por la Europa, ó parte integrante de los Estados-Unidos. Si no sucede lo pri- mero, lo segundo es inevitable. Entonces, cuando el pabellón de las Estrellas, habiendo recorrido todo el círculo del Seno, venga á fi- jarse y tremole permanentemente en Cabo Ca- toche ; cuando la isla de Cuba se halle entre— 69 — las penínsulas de la Florida y Yucatán, como aprisionada en una inmensa tenaza; cuando el poder colosal de los Estados-Unidos haya adquirido tan asombroso desarrollo, no sólo en su extensión territorial y en su elemento militar, sino también, y muy especialmente, en su marina, y se haya consolidado aun mas con la diminución que actualmente se está verificando del elemento antagonístico de la esclavitud, ¿no se hallará España, relativa- mente á ellos, en la posición desventajosa que antes he señalado? « Yra V! lo ve, amigo mió : España puede ahora, como otro Sansón, derribar las colum- nas del templo que con tanto trabajo y pa- ciencia se había ido levantando, y que la Pro- videncia parecia al fin dispuesta á coronar; pero cual otro Sansón también será ella he- rida por los escombros, y perecerán entre el- los sus proyectos, sus esperanzas, sus intere- ses y su porvenir. « V?, mi estimado amigo, que tanto se ha interesado por la causa santa que va corriendo ahora tanto peligro, ¿no le prestará su auxi- lio en esta hora suprema, en que va á deci- dirse irrevocablemente de su suerte? ¿Será— 70 — posible que mientras los enemigos de esta eausa despliegan una actividad asombrosa para herirla de muerte, los que somos sus amigos, ó, mejor dicho, los que nos hallamos identificados con ella, permanezcamos frios espectadores de su- ruina?