PROPOSICIONES ACCESORIAS. Ia Las leyes que castigan la tentativa con la misma pena del delito consumado, están en pugna con las exijeneias de la justicia. 2a Cuando el agento ha terminado por su parto el acto ten- dente & producir el delito, pero, cuyo resultado lo impide volun- tariamente, debe sufrir una pena menor, que si el resultado do su acción criminal se hubiera producido. 3* La ley que prohibe mejorar á las hijas por razón de casa- miento, no debe ser un obstáculo para que sea válida la promesa hecha á su favor y al tiempo de casarse, de no mejorar á los de- más hijos. 4 DEL APÓSTOL SAN PEDRO, PBKDIOAnO POR EL CANÓNIGO PINERO tm la Iglesia lateural ti» Buenos Aires el «lia 20 de Junio «le 1850. la m impresión por el Sr. Canónigo Honorario, Cura Rector de la JJai ,■■:■■>uia ion Miguel de esta Capital, Presbítero Don Gabriel Fuentes, Municipal y Diputado A la presente legislatura. BUENOS URES ÍMFBENTA AMKKICAXA, CAIXE POTOSÍ, 106. --»»«*SÍ3K>3Í£*«-J«e-- 18 5 9.I A¿ Señor Canónigo Honorario, ©ura Rector de la Parroquia de San Miguel de esta Capital, Presbítero JD. Gabriel Fuen- tes, municipal y Diputado á la presente legislatura. l > uiv tVt'ot de avalúud cottcAjiondci. afc («NofietO. ^1X>>, í/ciíov imo, tue Iva- UNO imiij- ovante dandi; |tiiCfici cute 0* iiaaia.it lanío ma.v, cuanto nm i©* Jvoieió Am Itctociíoi [ixccuiadcj , imtij- |i\ineijiaíniento; |i 0100:10 me fo fiaceiA ¿uv inctó- m6|n - la de i-ite*tiu. agencie.stda.d ij, cu. ct momento imimo de mi ■ u¡ii!t'uc¡o-i. Ciu cMc vaAur e.>|ioutáucc de intealia. bondad u de ouc.v- eíto en ai deX utfjie cuie ííaGia- . ñ&tdc noóc htrt yfr ^í). «doro enlode á 6a ^/^touidcitcitt u. aoa- to leOftobtOOO a (a atitoudad. <£ Ua. hwu et devecílo de caatiqvux u- de Jitobai. no no Icikjo auto ef de Acntiv y MMJpMMMMj lemiucmrvdo e6 de i!>4cu>av. ívtlcjo c¿ iveceAa-uo davt it lí2)io.>j á fa Ji-ar ij, ó. fa ■dtnoeMMMVa ■•'t «iciiexeAidad lía- teoaiitudo del Aueto iw. |i ai a b va u fa fia elevado lla*- ! a Niwim con á i'iie>tixt ibuAtixtda jtatua, ceutto fio la OMNwhMMIOM i'J Mi 'li«curso fu<5 interrumpido por el £3r. Obispo, entonando S. S. el Crctio en el pu- ■ ta |i.atíal> a-iancie cerno luieótva, ctcu.cn, ij, tan culta,, üc&eo». 0N0 dudo i'iieAtia, (>onc\ttcV Pa. acccjrta-vá,. ©ípPmak como i>u,cí>tta. no ie ( laivt^ en, cP d-orv, ctianto cit eP eA|n'utu, con íj,ue 66 (lace. <§»6lc eéju no Ae oA- oculta^ ívaft-ciS- m.u,ij, 0MW 6* * ^e ^ uxaUtutl. bUVMCa luwilto tcconocirerogativas usurpadas al poder eclesiástico, menoscabando los derechos pontificios, con su declaración do 1GS2, sostenida por uno de los hombrea mas grandes de la Francia, Voltaire. y sus prosélitos, que decla- rando guerra al infame, hace escarnio debido lo mas religioso y divino: Jeté II, emperador de Alemania, que, imbuido en las ideas hostiles á la Iglesia, introduce, ¡í pesar de los reclamos de los Papas, las innovaciones aas escandalosas en la disciplina eclesiástica, por parecerse en algo á Federico JTdePrusia: la revolución francesa, que. firmando c:>n una ma- BO hproclamación de los derechos imajñiarios del hombre, borra con la otra la sanción de los derechos positivos do Dios y de la Iglesia: los ra- cionalistas, que, con su rebelión del entendimiento contra la fé, emancipan í la razón humana de la razón divina: los Francmasones en fin, que, para corromper impunemente alhagando á los incautos, predican fraternidad, puridad, libertad, al mismo tiempo que establecen la mas abyecta escla- ritud á sus gefes, que sancionan la jerarquía mas ridicula entre sus adep- tos y que lanzan la tea iucendiaria de la desunión entre los hijos de la fa- milia católica: todos estos elementos disolventes de la sociedad cristiana, y de amenaza terrible ú la suprema autoridad de S. Pedro en sus su- 1 sores, desarrollándose é invadiendo toda la Europa, cual fuego atizado por los vientos, cuando nuestra emancipación política, vinieron á germinar también en el seno virgen de estas parles de la América y á apoderarse de i » pocos de nuestros hombros de la revolución, que animados por el espi- rita de insubordinación, bebido en las fuentes de las sociedades secretas, ea que habían sido iniciados de diferentes modos yon distintas circuns- tancias, propendían á pasar de la emancipación de España á la de Roma, como s¡ no se pudiera ser republicano sin dejar de ser cismático; tenden- cia funesta qué se ha hecho hereditaria casi en todos los gobiernos del continente americano y que, impidiendo Inacción al elemento católico, ha trizado la educación, descuidado la juventud en el orden religioso, degradado el clero, dilapidado sus bienes, destruido las comunidades reli- giosas, sembrado la ignorancia de la religión de nuestros padres, popula- '""1) los libros malos, propagado la anarquía, confundido los poderes y ^'ablecidoen mucha parle el paganismo practico entre nosotros, el pa- 2— 10 — ganismo que divinizaba el poder de los Césares. Sí, el paganismo práctico en este sentido, ó, eomo lo llama el sábio Gran me, el Cesarismo. Qrave inenlpaciori, señores, que me es necesario justificar antes de proceder í probaros directamente la ostensión de la suprema autoridad espirituald« S. Pedro. Escuchadme con atención. Esta misma justificación será una observa- ción eminentemente filosófica, que contribuirá sobre manera á hacernos profundizar mejor la materia, pues que nos mostraráque no siendo los ene migos de la suprema autoridad de la Iglesia sino los restauradores de jas ideas del paganismo, nos abrirá los ojos para que conozcamos, detestemos rechazemos su doctrina, como una doctrina funesta que sanciónala usurpa- ción, la usurpación de mas consecuencia, cual es la de los derechos, de dere- chos inalienables, imprescriptibles, sagrados; como una doctrina que atácala verdadera libertad, la libertad propia de pueblos cultos, la libertad basada en la ley, en la ley emanada déla voluntad suprema del Criador, en la ley di- vina, que, como ordena dar al César loque es del César, prescribe también en dar á Dios lo que es de Dio.sj; en la ley natural, qne, considerando al hombre un compuesto de alma y de cuerpo, de una alma espiritual, perfec- tísima, iinágen de la divinidad y de un cuerpo que, por su organización y mecanismo, es una maravilla, le impone dos autoridades especiales, una que mire directamente por su espíritu é indirectamente por su cuerpo, y otra que mire directamente por su parte material é indirectamente por la espi- ritual, á fin de proporcionar ambas, llenando los designios de la Providen- cia, la felicidad temporal y eterna de la humanidad. Qué es pues el Oesaritmo ? Su sintésis se contiene en la inscripción que todavía se lee al rededor de las medallas en que está grabado el bus- to de los Césares con estas palabras ¡ DIVUS CCESAR, IMPERATOK ET SUMMUS PONTTFEX: el Divino César, Emperador y Soberet* Pontífice. El análisis del Guarismo está comprendido en estos conceptos del ilustrado autor contemporáneo <¿ue acabo de citar : u De hécho, el Cesa risino, dice Gaume, es la reunión de la soberanía temporal y de la sobera- nía espiritual en la mano de un hombre, ya se llame este hombre pueblo ya se llame senado, emperador ó rey. De derecho, ol Cesarismo es líl doctrina que pretende fandar un órden de cosas sobre esta base. " En este sistema, el hombre social, emancipado déla tutela de leyes divinas, reina á su arbitrio sobre las almas y los cuerpo?. ^" ra' — li- na M iíl '"fol*1 t'c '° verdadero, como su voluntad la fuente del derecho. El fia supremo de su política es el bienestar material, sin relación con el ,tar moral. Dos destinos futuros de la humanidad para nada entran m >us edículos. Da religión no es para él sino un instrumento del poder, [¡¡lia está en su mano y él la rige como cualquier otro ramo de la adminis- tración, por sacerdotes, sus funcionarios y agentes. Según sus intereses lo demandan, y en los límites en que lo demandan, él la hace respetar, y sino I*abandona, y aun la persigue. Desde que garantan la seguridad del bien pstar material y que mantengan al pueblo en el deber, todas las religio- nes, por contradictorias que sean, son buenas á sus ojos; él protege á todas lin'oreer en ninguna. •En el órden social, todo, hasta la supremacía, viene del hombre y teda vuelve al hombre. El es quien, por medio de un contrato formado y firmado por sí mismo, funda las sociedades. El poder, él lo crea y lo de lega con derecho de volverlo á tomar; la libertad, él la mide á cada uno; b propiedad, él la hace; la familia, él Ja constituye ; la educación, él la dá ; In fortuna, éljla gobierna: nada se escapa á^su soberanía. "Corno se vé, el Cesarismo delineado á grandes rasgos, es la apoteó- BS BOaíal dol hombre En principio, es la proclamación de los derechos del hombre contra los derechos de Dios, y en el hecho, es el despotismo elevado á su última potencia. (1). " Ahora bien, señores, si considerando este análisis y meditando sobre nuestro modo de ser, sobre el modo de ser de las repúblicas de Sud Amé- rica, sobre el espíritu de nuestra prensa, sobre las doctrinas de nuestros publicistas y sobre nuestras leyes y decretos relativos á las cosas eclesiás- üens; sí, reflexionando sobre todo esto, digo, interrogamos con lealtad á nuestra conciencia, nó nos dice ella que realmente existe el Cesarismo en. tre nosotros ? nó nos muestra que en el fondo de nuestra legislación y de ■■'uestra administración política, se lee esa inscripción pagana que manifes- taba, el doble ejercicio de la soberanía temporal y espiritual por los Césa- res, ese Divus Ctesar imperador et summus pontifex ? Qué otra cosa sino w Caaritmo puro es el patronato, heredado del despotismo de los reyes »n la Iglesia, ese patronato, que en vez de ser el amigo y protector de la «pota de Jesucristo, que tantas veces ha salvado á los gobiernos, siendo "J Qautar, HexxUutiofijrtutQuiie, v. l. o.— i¿ — siempre su garantía, es quien mus la cautiva y hostiliza? Quién ha dk. puesto, corno verdadero dueño,de los bienes do nuestra Iglesia ! Quitin im secularizado lo* beneficios esolesiásticos, declarándolos empleos civílet! Quién lia coactado la libre comunicación dos rnc pareció el único so' — 13 — protestantismo sin la Uiblia, como lo clasifica justamente Iiohrbacher ; el lvsr-fi>,is>HO por el anatema pronunciado por Clemente XIII en 1764 •n #l breve dirigido al príncipe Clemente de Sajonia y por Clemente XlVcn 1771 y 177íi Contra el Febroniu», libro quo fué el maestro y con- mforodeJosá II y por la retractación que su autor, Juan Nicolás de Hontheino, presentó á Pió VI en 1778; el racionalismo por no ser otra MM que una modificación del filosofismo y por la prohibición de los el cual todos tenían razón. Triunfantes cuando atacan, no tienen vigor en su defensa. Si pesan las razónos, ellas no tienen fuerza sino para destruir, s¡ se cuentan las voces, uno está reducido & las suyas; no están conformes sino para disputar. " Aun cuando los filósofos estuviesen en estado de defender la verdad, quién de entreoías tomaría interés por ella ? cada uno sabe bien quo su sistema no está mejor fun- ladoqneel de los otros ; poro 61 lo sostiene porque es el suyo. No hay ni uno solo que riñiendo á encontrar lo verdadero y lo falso, no prefiera la mentira que él lia encontrado á la verdad descubierta por cualquiera de los otros. ESn dónde está el filósofo que, por su ¿loria, nj engañaría gustoso al género humano) cuál hay hombres respetan, quitan á los afligidos el ÚMimo consuelo de su miseria, ú los poderosos y á los ricos el único freno do sus pasiones; ellos arrancan del fondo délos corazones el remordimiento del crimen, la esperanza de la virtud, y sin embargo se glorían de ser los bienhechores del género humano. Jamás, dicen ellos, es perjudicial la verdad & los hombres. Yo también así lo creo, y esto es á mi juicio ■na grao prueba do que lo que ellos enseñan no es la verdad. " En un discurso sobre esta cuestión : " Si el restablecimiento de las ciencias y de las artes, lia contribuido á mejorar las costumbres, " este mismo filósofo so pronuncia por egativa. [le aquí una de las causas en que se funda : '• Qué es la filosofía ? Qué Gootieneo los escritos de los filósofos mas conocidos ? Cuáles son las lecciones do estos ami- gos de la subid u ría? Al oirlos no se lea tomaría por una tropa do charlatanes gritando taoa uno por su parte en una plaza pública : venid á mí, yo soy el único que no engaño ? i ■ pretende que no hay cuerpos, y que todo es apariencia ; el otro que no hay otra ■ubstancia que la materia, ni otro Dios que el mundo. Este se avanza á decir que no hay W vicios ni virtudes, y que el bien y el mal moral no son sino quimeras; aquel, que los tomaras aon otros tantos lobos y que pueden devorarse con toda seguridad de conciencia." , El mismo Rousseau, "en su discurso sobre el origen do la desigualdad entre los "<>ures", establece como principio que ol hombre nace bueno, y que la sociedad es 'jUi^en lo corrompe : llega hasta decir " que el hombro que piensa, es un animal deprava- rlo I J donde se concluye que, para volver al hombre ;« su bondad natural, esnecesu- rn¡t*j ':l soc'edad, tanto civil como doméstica, abolir la propiedad y aun el pensa- bas f ^l.lo^° 'os corifeos del filosofismo, Voltaico, dice las mismas cosas aunque en estilo tamiliar. Escribiendo á su aml' ha dado el nombre de hombre grande, á un charlatán que no es conocido sino por pi jaa ridíoulus, y por una conducta criminal. El autor de la ''nu.iva Eloísa", dico el inism1 Voltaire en otro lugar, no es sino un pillo malvado ; este loeo de remate, escribe contri W teatros después de haber hecho una mala comedio. Escribe contra la Francia que» de comer. Encuentra cuatro ó cinco tablillas dol tonel de Diógenes, y se mete '*> para ladrar, En fin, Juan Jacobo hace ver bien loque es un loco, y un mal loeo; pellf y perjudicial, no cicvendo en la virtud de nadie, por que no encuentra el sentimiento <■ ella en su corazón, no obstante el grnnde entusiasmo con que haco resonar su nombre- ingrato, y, lo que es peor, aborreciendo á sus bienhechores (lo que él mismo ha ooowN mas de una vez), y no buscando sino un protesto para desagradarse con ellos, á fin 0* . pensarse de el reconocimiento. Juan Jacobo es una bestia feroz, quo no puede s>' sino en una jaula, y no ser tocada sino con un palo Tal es el retruto que hace Voltaire de Rousseau, mny parecido por cierto alfl'j1 el mismo Juan Jacobo hace de sí. Escribiendo á un amigo el M'.i de Diciembre dB • le dice: "loque me humilla y aflige es un fio tan pac 1 'li,e,no, me atrevo á decirlo, villa, ó al menos de mis sentimientos. Seis semanas há que yo no hago sino iniq,,1'Jl' — 15 — aóliio«Otnbrei que se precian de cultos y católicos, enseñen y profesen las ¡,|e¡i3 y doctrinas contra la autoridad suprema de tí. Pedro y sus suceso- res sobre los fieles, sobre los obispos y sóbrelos príncipes cristianos. Pero las prohibiciones y auatemas contra los adversarios de la su- . , in.i autoridad de S. Podro, si bien constituyen una prueba poderosa, m embargo, no son sino un argumento negativo en mi favor. Voy á presentaros también los argumentos positivo-*, que h uí de probar mi proposición hasta evidenciarla. El voto do la tradición dogmática universal escrita, el de los princi- ¡ s, el de los mismos corifeos cismático-!, aunque a su pesar, el de los so- beranos pontífices, el de los mismos protestantes ilustrados y el de la ra- ■oti también, me suministraran estos argumentos. Recordad, sefiores, que debo demostraros la suprema autoridad de S.Pedro sóbrelos fieles, sóbrelos obispos, distributiva y colectivamente considerados y sobre los príncipes cristianos, Sobre los primeros coutra los republicanos exagerados, que pretenden introducir la democrácia has- ta en la Iglesia, sin reflexionar que si las formas de los gobiernos civiles las ha dejado Dios á la voluntad de I03 hombres, la de la Iglesia está de- termioada por el mismo Jesucristo, su divino fundador ; sobre los segun- des, contra los Jansenistas y sus secuaces, que sostienen la igualdad de derechos y de jurisdicción entre los Obispos y los Papas, y entre el clero ) los obispos; sobre lo3 últimos, contra los Galicanos y áulicos, que tra- t .ti de sustraer á los soberanos de la acción del papado. Reuovadme nuestra atención. Dudáis de la suprema autoridad de S. Pedro sobre los príncipes, obispos y fieles? Por qué? Porque los sectarios del despotismo de Luis XTV, deJansenio y de Lutero, dicen que no existe tal autoridad? "Pues >i damos crédito A los hombres, mayor es el testimonio de Dios :'' Si tes- yaoimagino ¡-¡no calumnias contra dos honrados libreros, de los cuales el uno no tiene lito que algunos,retardos involuntarios, y el otro un celo lleno de generosidad y "'"ínteres, que yo le he pagado, por todo reconocimiento, con una acusación de estufa. Yo ; <|>!o ceguedad, que humor sombrío, inspirado en la soledad por un mal espantoso, JN M ¡locho inventar, para perjuicio de mi vida y del honor de otros, este tisú de horro- convierten casi en certidumbre las sospechas en mi espíritu prevenido, y que no «trazan mejoró otros que lo que lo hago con vos. Yo advierto no obstante, que el prin- ' sta locura, no ha existido jamás en mi corazón. El delirio del dolor me ha he- peroer ¡a razón antes que la vida ; haciendo acciones de un malvado, no soy sino un— 16 — iinu>nium hominum accipitnus, testimonium J>e¿ mijusest [1 ]. Dios; asegura fior S. Juan que dijo á Pedro: Apascienta mis corderos . . apascienta mis ovejas: " Pasee agnos mros .... pasee oves meas [•_>'. y que quieren decir estas e.spresíones figuradas ? Kn los corderos no ■ simbolizados los príncipes y los fieles, y en las ovejas los Obispos .¡ue han de ser apascentados por el pastor de. los pastores ? Así lo atestig los encargados de esplicar los libros santos, así lo enseña S, Atnbrooq cuando afirma de la manera mas esplícita que en los cordero*, están de- signados los pueblos y sus gefes, y en las ovejas los Obispos, para ser to- dos apascentados por el universal pastor de la grey de Cristo. Et jo» non turnos, dice el santo Doctor, ut primo quodam lacte vescendot; m oviculas, ut secundo ; sed oves poseeré juhetur, perfect [ores ut per/ectiot gnbernaret (3). Así lo confirma S. Bernardo, cuando dirigiéndose á Eu genio III, le dice: "Todos los Obispos tienen sus rebaños résped» vos; á tí te se han confiado todos, formando todos uno solo, por*M todos dirigidos por uno. Tú eres el pastor no solo de las ovejas, sino también de todos los pastores. Y si quieres saber de donde lo deduzco, te digo que de las palabras [del Señor: pasee oves meas (4).' A-i también el concilio Lateranense IV, cuando declaró que "la Iglesia Ronmiifl, como madre y maestra de todos los fieles de Cristo, tiene el principado do la potestad ordinaria, sobre t odas las otras Iglesias por dis- posición del Señor (5)." Así en fin el concilio Florentino definiendo solemnemente que la "piona potestad de apascentar, regir y gobernar á la Iglesia universal [sin distinción ni de pueblos, ni de príncipes, ni ™ Obispos] ha sido dada al Romano Pontífice en el bienaventurado Pe- dro (6) ". Pero pensáis que solo en estos testimonios de la tradición es que fundo la suprema autoridad espirit ual de San Pedro sobre los fieles, 0"li- pas y príncipes cristianos? Aunque de tanto peso, señores, no son ell^s sino una parte muy diminuta de mi prueba. No citaré las palabra» de todos los Padres y escritores sagrados que corroboran esto mismo. |'or ,[1] Kpisi. 1.a de S. Juan, O. 5, v. 0. 2] Evanj. lio S. Juan, o. ¿\ 3] Lil). 10 in Luc, num. I7G, editionis Sii. Mauri. 4] He Considerat. lili. 2. ° c. 8. ° num. 15. oiiit. Su. Mam i. 5] In Colleotiono conoil. ftenet&Coleti, voium. 18, ¡iá¿;. U.'iT. f»j In Aut. Cono. Hard. volum. B. ° col. 4ralo: y S. Gregorio Niceuo en su oración 2*> ; y S. Gerónimo sobre el capítulo 1G de S. Mateo, en su carta o7 á S. Dámaso, y en otra ;í Santa Marcela contra los Montañistas ; y S. Agustín en su libro V? de fas /«'• 'sactaciones; y S. Cirilo de Alejandría en el capítulo IV del libro 2? so!>re 8. Juan; y S. León el Grande en su carta 75 ú León Augusto: y lo mismo otros muchos Padres citados por el sabio Latinajo en su 7? carta á Voelío. Y si consultáis, señores, ¡í S. Ireneo en el libro 3'.' contra las He- rejíaft, á S. Optato en el libro 7? contra Parineniano, á Paciano en la (.¡listóla 8* á Simpronio, a S. Gregorio Nazianzeno in Carmine vitce sute. S. Juan Crisóstomo en la homilía 3" sobre los Hechos Apostólicos, ú '■ fano Dórense dirigiéndose á Martino ; á S. Euquerio en su homilía sobre S. Pedro y S. Pablo, á S. Máximo en la homilía í>? sobre el naci- miento de estos Apóstoles, á S. Gelacio en su epístola 5? á Honorio, :í Feofilato sobre el capítulo 21 de S. Juan y :í S. Pedro Crisólogo en su «tola a Eutiques, hallareis también lo mismo, como lo hallareis igual- ante si consultáis tí toda la Iglesia Oriental en su carta al Papa simaco. Ademas, ¡ cuantos de estos escritores sagrados, como S. Gerónimo, Hilario, S. LeOn magno y otros, llaman por esto ri S. Pedro cabeza. Principe, cumbre y órgano de los Apóstoles, y hasta primer ge fe del mun- ■ ¿Cuantos como S. Agustiu sobre el salmo 1 (>8 y en el tratado 124 so- l"e X. Juan, dicen testualmente que S. Pedro teniaelprimado sobre todos °sdiscípulos y Apóstoles. [Cuántos como Orijenes y el Crisóstomo, 11a- "Wn&S. Pedro piedra imítstructible dsla lglesit, piedra fundamental de 1 se podría decir con verdad todo esto de nuestro santo, si no tuviera ejercicio de la suprema autorida I espiritual sobre todos los hijos de la iglesia ?— 18 — No hay iluda, señores, "Todos, como esclama Bossuet en su .-, rm sóbrela unidad de la Iglesia, todos, los reyes y los pueblos, los pastora los rebaños están sujetos ¡í las llaves do S. Pedro. " Y no podía ser por menos que los Santos Padres y Concilios bal . .. de este modo sobre la suprema autoridad di- 8. Pedro, cuando las sa escrituras, que son la base de su doctrina, claramente nos ensenan lo ni — mo. Y sino decidme, quién sino S. Pedro, aunque no el primero en h vocación al Apostolado, es siempre el primero cuando se habla del cole- gio apostólico, como lo vemos en el capítulo 10. .V. 2 de S. Mateo, en el capítulo 3'.' Y. 10 de S. Marcos y en el capítulo 0? X. í 4 de S. Lucas? Q ij sino S. Pedro fué el primero que vió resucitado" al Salvador, como nuc dice S. Lucas en el .V. 34 de! capítulo 24? Quién sino S. Pedro, fué primero en promover el reemplazo de Judas, corno lo vemos en el .V. 1j del capítulo 1? de los Hechos Apostólicos 1 Quién sino S. Pedro foé < primero por quien -Jesucristo fué anunciado á los Judíos, según consta • los mismos Hechos Apostólicos en el .V. 3 4 del capítulo 2? ? Quién sino 8. Pedro, según este mismo libro en el capítulo 10 y 15, fué el primero que admitió en la Iglesia :í los Judíos y gentiles, el primero que dio el voto en el Concilio de Jerus-dcn, el primero que visitó todas las Iglesias, el primero que aprobó los escritos de S. Pablo? A quien sino únicamente á S. Pedro fué que Jesucristo encargó que confirmase á sus hermanos los Apóstoles, segun el capítulo i-'J de S. Lucas ? Por quién sino solo por S. Pedro fue* que oró de una manera especial el divino maestro,se- gún el mismo S. Lacas? A quién sino á S. Pedro fué que Jesucristo en- tregó primero Jas simbólicas llaves, como lo habernos visto en el exordio' En quién sino únicamente en S. Pedro fué que Jesucristo fundó su '- sia, como consta de las palabras de mi tema ? ¡Oh Pedro! privilegiado apóstol, tú solo éres el fundamento incon- movible del catolicismo, tu primacía en todo nos muestra también la de tu autoridad suprema. Que todos los reyes, que todos lo.s monarcas, r|1"' todas las repúblicas, que el mundo todo te reconozca, te acate, te reveren- cie, A la pat ria de los Argentinos que le cabe la dicha de tributarte SUi cultos, que le quepa también el signo de predestinación en sostener w poder, tu soberanía, fu independencia: el poder, la soberanía, la iodo*] pendencia, que recibiste inmediatamente de Dios: el poder, la soberanía, la independencia de la Iglesia de Jesucristo, que te fué dada para gober* lí» — á los pueblos y 6 sus goles, A lo.s rebaños y sus pastores, á Un de con- ,. irnos á todos á los apriscos del cielo. ¡Roma! ciudad eterna, misteriosa ciudad, símbolo de la verdadera Sion asiento perennodoi príncipe de los Apóstoles, que lasólas agitadas (iel error y de la heregía, que bis borrascas del orgullo humano mueran liempre humilladas á tus plantas; que partan así mismo de tu seno lu- minoso radiantes rayos do divina luz que todo lo ilustren, que todo k>4c- Inden! " Habéis visto, señores, ¿cómo el voto de la tradición se pronuncia por la suprema autoridad de 8- Pedro sobre loa monarcas, obispos y fieles? •aenos esplícito es el de los príncipes verdaderamente cristianos, que; reconociendo la suprema autoridad de los sumos Pontífices y su indepen- dencia absoluta del poder civil, confiesan implícitamente la de S. Pedro, quien los Papas no son sino sus sucesores así en el carácter, como en la dignidad y jurisdicción. Sé muy bien, como lo sabéis todos los que leis las refutaciones de los • enemigos de la Iglesia, que el contumaz Vigil, (Dios de misericordia que con una mirada convertiste ¡i Pedro, convertid también á ese infiel minis- té muy bien, decia, que este desgraciado sacerdote en su funesta ensade la autoridad de los gobiernos y de los obispos contra las preten- i de la Curia romana, defensa impía, condenada en 1861 por nuestro tal Poiitítice Pió XI, como que " contiene doctrinas y proposiciones escandalosas, temerarias, falsas, cismáticas, injuriosas á los romanos pon- Bces 3 ;í los concilios ecuménicos ; eversivas de la potestad, libertad y nrisdiccion de la Iglesia''; sé muy bien, vuelvo á decir, que ese degene- rado Americano, descarriado hijo del catolicismo, presenta en su obra i largasérie de hechos de varios emperadores y reyes católicos que Ejercieron la soberanía de S. Pedro, usurpando la de sus sucesores. Pero, r s, vosotros que os jactáis de combatir por los principios liberales, de- ' el despotismo y t iranía de gobiernos arbitrarios menoscaba en lerecho de los pueblos? El abuso del poder acaba jamás con los weehosl ¡Nunca! esclamareis, y con razón, ¡nunca! atacarlos puede, tiostihzarlos. puede, pero jamás destruirlos: cual simiente Rigorosa reapa- VC0!1 luego al través de las borrascas y embates. Y con los derechos "e un poder materialmente mas débil, % no acontece también lo mismo espeoto de un poder mas fuerte.' Si los derechos de Aquel pueden ser 'tacados, -i pueden ser hostilizados, serán nunca anonadados? No torna-rán A ostentarse aun con mas vigor y lozanía i Sin duda, testigo es la iiistoria. Pero qué digo la historia, un torrente represado, rompiendo en fii los diques, no se lanza por su cauce ? Los tiranos mueren, los deic siempre viven. Por inas que los tiranos de la Iglesia la ataquen y ho lezen, ella y sus derechos son inmortales, como es inmortal la razón, como es inmortal la justicia. Decía*pues señores, que el voto de los príncipes viene en apoyo del di la tradición para, probar la suprema autoridad de San Pedro, reconocida! en la de sus sucesores y en la de los concilios de la Iglesia sobre todo* los fieles, inclusas las testas coronadas. Recordáis la célebre respuesta que el religioso Constantino dió ú Los Padres «le Nieea en una solemne circunstancia? Permitidme reproducírosla, -'Dios os ha constituido Sa- certlotes, dijo el piadoso príncipe, y os ha dado á nosotros para que seáis nuestros jueces; no puede el hombre juzgará los que le han sido «huios co como «lioses en la tierra [1] ". Y cuando ciertos donatistas apelaron á él «leí Concilio de Arles, tenéis presente sus palabras? "Piden mi juicio, decía, á mí, que aguardo el juicio «le Cristo. Confieso la verdad como es en si. El juicio sacerdotal «lebe ser respetado como si el mismo Jesucristo hu- biese dado el fallo. No les es lícito, pues, sentir ó juzgar otra cosa fuera de lo que los unjidos, adoctrinados por el magisterio de Cristo, pronunciaron. Qué es lo que piensan esos hombres malignos que hacen los oficios del demonio? Pillen el juicio secular, dejando el eclesiástico que viene «leí cielo. ¡Oh desenfrenada audacia «le furor! como suelen hacer los gestóles sin fé, han apelado «leí concilio ;i mí (2)", es «lecir, apelan de ese con- cilio que recibía toda su fuerza de la sanción dada por los sucesores deS. Pedro en virtud de su autoridad suprema, recibida «le Jesucristo sobre lodos los fieles, principes y obispos, á mi que no soy sino un subdito, á quien solo t«>ca obedecer. Tales eran también los sentimientos del emperador Teodosio el jó' ven, dirigiéndose al concilio de Efeso [3 |, tales los del emperador Hono- rio, «pie decían'» espresamenle que respecto do las decisiones de los P'"1 tíficos y obispos, á él no le pertenecía sino prestar un religioso obse [!j BttSeb., Va.. Con*., lib. 8. ° o. 27. Uuün. I¡1>. 1. ■ hiftt nrUlit. u.l Btiaeb.C - Soaom. Iiist- eocl. Iil>. t. ° c. 17. ra] V|>- I>¡ibl>ú t. i. ° Concil. etep. DurneaoÜ. t. I. 3 lib. o. £ r>i. |aj A|>.. Adrián. Pu|>. Bpiat. ad Miulniel. Ini|>. el BpUt. Theed. md i>yi». (¿i'liu-- L' ap. Lubbé. — 21 — qaio [l]¡ tales los «lo Valentíníano III [2] y «leí emperador Marciano, ¡¿ deoia «pie tudas las sanciones de las pragmático» imperiales que fuesen Ins cánones, como que son aprobados por los sucesores «le S. Pedro, niaa fuerza ni'firmeza al gana [3]; tales los «leí emperador Basilio, que Boslisdejado consignado en su alocución al octavo concilio general estas me- morables palabras: "A vosotros, decía, dirigiéndose á los jueces secula- « de ningún modo os es lícito ingeriros en las causas eclesiásticas, listas pertenecen solamente & los patriarcas, pontífices y sacerdotes, á quienes incumbe el oficio del régimen, y quienes tienen la potestad de santificar. ,-, atarv desatar; y han obtenido las llaves eclesiásticas y sacerdotales : jo i nosotros, que debemos ser regidos [ 4 | " Do una manera semejante se espresaron Justiniano [0], Cario Mag- • [5], Graciano, Teodorico, Ludovico, Fernando, Alfonso de Castilla • otros príncipes «jue confesaron y respetaron la suprema autoridad «le 8. Pedro en la de sus sucesores y la intlependoncia «le su soberanía, some- tiéndose á sus fallos. Pero si el voto «le los príncipes nos patentiza la suprema autoridrwl de S. Pedro sobre todos los fieles, sin escepcion ninguna, el «lelos mismos i»ri¡eos cismático-3 nos ofrece otra prueba todavía «le mayor fuerza por ser el testimonio del contrario: Saluleni ex inimicis nostri, et de ?nanu < nium qui oderunt nos ; prueba tanto mas elocuente;, cuanto «pie la con- fesión de es«>s espíritus revoltosos es la es presión «le sus convicciones In- tonsa del reconocimiento universal que profesa el catolicismo sobre el dogma de la suprema autoridad espiritual de S. Pedro, sobre este dogma Fundamental «le la Iglesia, basado en la entrega mística de las llaves y en el poder divino de ligar y desligar al hombre en la tierra y en el cielo. La conducta sola «leí cismático Focio, señores, sus mismas intrigas á ':l de ganar en su favor á los comisionados «leí sucesor «le S. Pedro, en- viadas para arrojarlo de la silla do Constan ti nopla y hacer justicia á S. Ig- nacio, bu verdadero pastor, es la confesión mas solemne y, por con- l'l B|>(st. Ilonorú ■«] Aroadiuni ,'¡>uil Labbé Conuil. tOTO. 2. col. 1311. [2] Soz«mentta Ub. 6. Ilist. 21. ••I 1^. 13, Cod. lib. l.tit. 2. de Sacroaane. lítelos. Eo la ulocMicion del emperador Basilio referida por Serio en lus nulas del octavo Concilio general, ' Justiniano I*eg. aaneimua 20 § Ha* auiem. ' '.' Carlea Magno, np. <_} rntinn. iti i- Mi»t. o.siguiente !a prueba mas concluyente de tó que me propongo denjtsstsd No penséis q«a cata sea una idua exclusiva mia, no, ¡a he concebido hm las inspiraciones del primer historiógrafo eclesiástico de la época. lí»hr. bacher, al terminar la historia del cisma de Focio, hace una reflexión llena «le filosofía y de verdad: "Así es. dice, como acabó el cisnaáj Focio, después uo los maniqueos, se imaginen tíos principios, lo que nosotros juz- gamos UU error y una heregía. Por eso Moisés atestigua que en el prin- cipio, y 110 etl ^os principios, crió Dios el cielo y la tierra. " Así pues toda criatura humana (es decir, principes, a obispo* y fie- > ; debe estar su jeta al pontífice «romano, (al sucesor de S. Pedro) y no- sotros declaramos, afirmamos, definimos y pronunciamos, que esta sumisión ta absolutamente necesaria para la salvación ". Qué magnífica declaración, señores, de los Romanos Pontífices en favor de la suprema autoridad de S. Pedro sobre los príncipes, sobre los obispos, sobre todos los fieles. Qué solemne! qué esplícita! qué filosó- fica! Es imposible prueba mas luminosa. .Sin embargo, por si alguno pudiera considerar apasionado esta voto, a testa de la autoridad divina y de la gran filosofía en que está fundado, •infestaré también el de algunos de los mismos oráculos del pro- I stantismo. Respecto de la soberanía délos sucesores de S. Pedro sobre el clero ylosobispos, el sabio Leilmitz nos ha legado en sus obras un juicio, digno ■ cierto de vuestra consideración: "A la jerarquía de los pastores de [aIglesia, dice, pertenece no solo el sacerdocio y los grados que le sirven le preparación, sino también el episcopado y el primado del soberano Pontífice. Se deben mirar todas estas instituciones como de derecho divi- no, pues que los sacerdotes son ordenados por el obispo, y el obispo, so- bre todo aquel á quien está confiado el cuidado de la Iglesia universal, puede, en virtud de su autoridad, dirijir y restrinjirel poder del sacerdote, de suerte que no pueda ni lícita, ni aun válidementc ejercer el derecho de wa¡laves en ciertos casos reservadas. Ademas, el obispo, y sobre todos los obispas, el que es llamado ecuménico y que representa toda la Iglesia, nene el poder de excomulgar y de privar de la gracia de los sacramentos, de ligar y de retener los pecados, de ligar en seguida, y de admitir de nue- ,:' a su comunión......" Y en otro lugar añade: Como poruña par- e no puede la Iglesia permanecer reunida en concilio, y por otra es nece- ■no que su persona moral viva y subsista siempre, á fin de hacer cono- ' r*u voluntad, era una precisa consecuencia y de derecho divino, según " " ¡"eusefian las palabras de .Jesucristo á Pedro, que uno de los apósto- y después uno de los obispos que le 8 a cediera, estuviese investido de 1 poder mayor, puraque por él. como centro visible de la unidad, el cuer-— 2<> — jk> de la Iglesia formase un solo todo y encontrase un recurso en , cesidadea ordinarias, que pudiese convocar el concilio, sí Fuese necesaric dirijirlo reunido.....Por esto es necesario admitir como cierto, al n,,. nos á este respecto, que en todas las cosas q uo no permiten los retardoj de la convocación de un concilio general, oque no merecen ser tra con tal solemnidad, el príncipe de los obispo* ó el soberano Poniifia : el niismopoder r/ue la Iglesia toda entera (1") ':. Notad de piso, señores, esta última proposición, que, ademas de bar mi aserto, echa completamente por tiera la paradoja «leí galicanums de la supremacía de los concilios ecuménicos sobre el Papa, Como «i todi la fuerza délas decisiones de estas asambleas no consistiera esencialmente en la aprobación de los sucesores de S. Pedro. Continuemos con el céle- bre Leibnitz. Si tal es el juicio de este gran pensador protestante sobre la supremi autoridad de S. Pedro ea sus sucesores respecto de los fieles, del clero, y de los obispos, no menos interesante y lógico es el que, en breves pala bras, emite sobre la misma suprema autoridad respecto de los príncipe .' gobiernos civiles, si fijamos la atención. "Nuestros abuelos dice, conside- raban la Iglesia universal como formando una especie de república, g - bernada por el Papa, vicario de Dios en lo espiritual, y por el e Hipe ra' dor, [ógobierno civil] vicario de Dios en lo temporal". ¿Y se ocultarán á vuestra ilustración, señores, las consecuencias qoe necesariamente se deducen de esta doctrina, establecida previamente '"■ supremacía de lo espiritual sóbrelo temporal y sancionada por el ilustre escritor, como lo acabáis de oír, la unidad, base fundamental > Iglesia ? Escuchad ahora á Ilurter, tan sincero y esplícito como Leibuitz. y protestante como él. "A la verdad, dice en su Cuadro de las UotU* done» y de las costumbres di la Iglesia de la edad media, á la verdad, la tri- ple corona es el emblema de la Iglesia paciente» militante y tiiunfaute, do un imperio que se estiende sobre el cielo, la tierra y los infiernos i M penor á todas Jas coronas del mundo; y la bandera de la Iglesia Ilota solía todas las otras banderas, penque ella es la de Jesucristo crucificado, y i es á quien se dirijen todos los homenajes, todos lo* honores, todos los»C | l ] ttr/iosaioii de Id dactrhir de la razón. En electo, (2) la razón teológica y la razón filosófica están conformes iordar así mismo su voto á esta grande autoridad ecuménica sobro 9 los hijos de la Iglesia. Sí, la razón teolójica. Escuchadme. Qué es la Iglesia? Jesucristo nos la presenta como un edificio, por [*] HurterM la obra mi iBOÍOMda, ¡<ñg. 75, 78 y 77. del tomo 1. ° edición do París lo 1S13 en frunces. 1*1 Aquí fué donde •! Señor Obispo entonó el credo, cortándome id discurso.— 28 — las palabras de mi tema: Super hanc jxtram mli.fi.rabo ecrlesiam Hay pues edificios morales como los hay materiales. Estos tienen p„r fundamento las piedras reales y verdaderas. Aquellos tienen por futid* mentó otra especie de piedras que no son reales, sino metafóricas, p, ( como el edificio material, cual este templo por ejemplo, no puede ser l* vnntado ni subsistir sin su fundamento propio, tampoco el edificio moral, como las sociedades, pueden levantarse ni subsistir sin el suyo propio. La Iglesia es una sociedad espiritual por sus fines, tiene pues su fundamen- to propio, peculiar. Cual sea este fundamento, ya lo dice Jesucris es >S. Pedro: Et ego dico tibi quia tu es Pet.ius, et ntper hmme petrtm (edijicabo ecclesiam tneam. Que importe ser fundamento de la Iglesia, lo sabemos redexionándolo que es el fundamento de toda sociedad. }]\ fundamento de toda sociedad es aquello sin lo cual no puede levantan ni subsistir el edificio social. Este elemento necesario para el ser del ficio social es la autoridad. La autoridad es la soberanía. La sobei ¡im es el ejercicio de los tres poderes kjislativo, judicial y ejecutivo bajo m forma determinada. Establecido esto, señores, ya sabemos que siendo S. Pedro el funda- mento de la Iglesia, es el soberano de esta gran sociedad espiritual, coatí ejercicio de los tres poderes, según la naturaleza de esta misma BOCÚ bajo la forma que Jesucristo, su fundador, le ha dado, esto es, bajo la for- ma monárquica, que por mas que hagan los hombres, jamás podrá» iüu- darla [1J. [1] Establecida, según estos principios inconcusos, la soberanía de S. Pedro que osa misma de los Papas y do la Iglesia; Soberanía á todas luces conocida y unánimeme: Cesada aun por los mas celosos partidarios de Tas prerogativas de los gobiernos civil gamos algunas observaciones prácticas, para ver si la soberanía de S. Pedro en «na sores es realmente un hecho entre las naciones, en nuestra ¿poca doluces.de liberal!! y do progreso; en nuestra época en que tanto se invocan los derechos, en que imito • -' so hace dé combatir el despotismo y tiranía, jurando garantirse la libertad é independéis■ universal. ¿Pistaría en posesión de su soberanía la autoridad civil do un Estado quo dependí) ' ' la de otro hasta para sus rentas, para sus leyes, para sus juicios y que aun alguna»* fuese juzgada y condena por él ? Estaría en posesión do su soberanía, si, paranom5' sus empleados, tuviese que esperar la presentación da las personas por parle déla auto"' dad del Otro Estado, so pena de no ser reconocidos? Lejos do estar en posesión de-'"1" beronía, no estaría bajo la presión de una verdadera esclavitud, do un verdadero d tismo, de una verdadera tiranía? Y no os este precisamente el caso en que actualmente* lia la autoridad eclesiástica por los gofos temporales de los puebios en las sociedades cris ñas? De hecho, fuera del con Cesonarioy el altar, cuál es el poder do ¡os Obispos sabré rebaños y el de los ['upas sobre el cristianismo? Tienen los Pontífices plana-libertad hacer circular una bula, es decir, una disposición que tiene por único objeto el > dineral, atribución inherente á la potestad espiritual? Pueden elejir libremente s1 picados, por aapIIÓr 'me así, los Obispos y altos funcionarios ? Si esto hacen lossu< Ahora bien, siendo esto S. Pedro, según la voluntad del árbitro del mondo, siendo el soberano absoluto de la Iglesia universal, ¿ no sería ■aa implicancia su ecuménica soberanía, si los príncipes ó los obispos . hubieran fuera de su acción, ó con igual autoridad ? ¿ No se destruiría completamente la unidad esencial á la Iglesia, la unidad establecida por Jesacristo, basada en la subordinación de todos á uno solo, en la subor- dinación de todos los miembros de la Iglesia á la cabeza? Luego la razón teolójiea, es decir, la razón fundada en la autoridad divina nos com- prueba también la suprema autoridad de S. Pedro así sobre los fieles, como sobre I03 príncipes y obispos. Y si esto nos prueba la razón teolojica, ¿no nos prueba lo mismo la moB filosófica, es decir, la razón fundada en la uaturaleza del asunto ? Yo creo que sí, porque ella nos muestra que es absolutamente necesario ¡vira e! buen orden del mundo racional, que exista un poder superior en la sociedad universal, uu poder soberano que dirima sin apelación, un po- der accesible á quieu fácilmente se pueda recurrir, un poder único que su! ve a la humanidad del espíritu de anarquía que nos legó la rebelión del primer hombre contra Dios, de ese espíritu funesto, germen de insu- bordinación, con que todos abrimos los ojos á la luz ; un poder divino, que modere el orgullo humano, que contenga al poderoso en los límites de la ley y que vuelva por el débil ; un poder fuerte que equilibre entre sí los derechos de los que mandan y que haga respetar el derecho de los pueblos ; un poder justo que nivele respectivamente á todos los hombres, :i los ¡pie gobiernan y a los que obedecen ; en fin, uu poder providen fia! que vijile sobre la gran familia del Cristo, sobre la sociedad uni- versal. res de S. Pedro, no se presentan luego los gobierno . civiles reclamando contra la ofensa irrogada ú lo que ellos llaman derecho de patronato, que no es sino un verdadero abuso y uu verdadero depotismo del mas fuerte ma/er/almente contra el mas débil? ¡Peregrino entrón ato, quo si no se usa do él persigue ! En dónde se ha visto un patronato mas raro, (Jt! ataque la soberanía, esto es, la libertad, la independencia y los derechos del mismo á qiiion proteje. ;¡ quien protejo por gratitud ? Qué diriamos, sí, entre nosotros, por ejem- plo, el Brasil, 6 los listados Unidos, 6 la Francia, 6 la Inglaterra, ó cualquiera otra na- ción, declarándose nuestro amigo, nuestro protector, para corresponderá grandes servicios los por nosotros, llegase 6 tanto su reconocimiento y amor, que no nos permitiese • '» libre elección de nueatroa gobernadores, sin la previa presentación del sujeto de su prado I No diríamos que tal amistad, que t-il protececion era una hipocresía y una cruo. '¡•Una ironía ? No renunciaríamos una y mil veces ñ tal protectorado ? No protestaríamo.-. °ootr» semejante injusticia, contra tal infamia '? No procuraríamos sacudir tan pesado > ugo? Pocas guerras mas justas Pero'.la Iglesia, no teniendo mas armas quo las del espí- r,t", no puede hacer respetar sus derechos atoo sufriendo y protestando continuamente "■Hra aui hipócritas € Irónicos amigos.— 30 — Unzan es esta de tanto peso, sefiores, que hasta l,w mismos pro ta tantos la reconocen, á pesar de sus prevenciones contra la íglesi ]¡ca. El diside-uto Sismondi en su Historiad» las repúblicas Italia¡ reprobando las libertades galicanas, dice : " .Hubiera sido una gran ,.];,.;. para los pueblos que los soberanos despóticos reconociesen también e sí un poder venido del cielo, que los detuviese en la rota del cri Y Mullerse espresa en estos términos: '"Sin los Papas, [sin los ; res de S. Pedro") Roma ya no existiera ¡ Gregorio, Alejandro, Inoceuci opusieron un dique al torrente que amenazaba toda la tierra; sus mam paternales elevaron lajerar [nía, y al lado de ella la libertad de todos ta Estados (2). Ved pues, señores, la suprema autoridad de S. Pedro sobre la-, ciedad universal, sin e3Cepcion ninguna, proclamada por el voto de li razón, por el voto de lo 3 protestante-, por el voto de los pou tífices, por el voto de los cismáticos, p >r el voto de los príncipes y por el voto la tradición dogmática universal escrita; y, por consiguiente, ved tam- bién probada la primera parte de mi discurso, según os lo habia pro- metido. Dispensadme un momento mas vuestra benévola atención, yon;, ré mi obra, demostrándoos la perpetuidad de la suprema autoridad do S. Pedro, que es la materia de la segunda parte. Seré muy breve, pon que me he estendido tanto en la primera.. 11] Tomo 4. ° cap. 84, pñg. 141 y siguientes. K«ta obra salo puede sor («ida, poi - que tienen c! competente permiso eclesiástico; pues está prohibida por un de< ele 22 de Diciembre de 1S17. I 3 j Vbyage sm interrupción ninguna ? Quién ignora que, mientras todas las "arquías, imperios y repúblicas han sucumbido A la acción del tiempo'suoediéndosr; las diUM por las otras, solo la suprema autoridad do 8, paJJ se presenta lozana y vigorosa, conservada por el espíritu divino que laaninj ¡Quién ignora que la suprema autoridad de 8. Pedro es la ánica qj cual arca indestructible, flota imperturbable en el ma r borrascoso universal anarquía de los pueblos, de las malas pasiones y de his abena ciones de los hombres ? Quién ignora que la suprema autoridad del Pedro, es la única eme. sin mas armas ni mas fuerzas que el sufrimiento v la humildad, se ha paseado por do quiera, cual gigante poderoso cu su can rera? Quién ignora que la suprema autoridad de S. Pedro es la única que Uniólo ha vencido, quetodo lo ha conquistado, que todo lo ha dominadas! mas s ingre que la heroica de sus mártires, sin mas sacrificios que lo.-v luntarios de sus hijos ? Quién ignora que la suprema autoridad de S, dro .... Pero, señores, este es un hecho demasiado notorio, para que M oculto á vuestra observación. Si las puertas del infierno, abriéndose de par en par, lanzan del abismo, cual terribles huestes, á los Siraoniacoi Helehitas, Fbionistr.s, Nicolaitas, y Mcnandritas en el siglo primero, k autoridad suprema de S. Pedro como la Iglesia misma, ¿no permanea siempre incontrastable, cual roca firme combatida por las tempestades! Sin duda, y si en el segundo siglo lanza el infernal furor á los Basilidiano* Socratistas, Elelistas, Isidorianos y Milenarios con las otras veintisiete rejías ele esa época | 1 J. permanece también lo mismo; y si en el ligfa tercero lanza á los Apostólicos, Tertulianitas, Patropasianos, Hermojénit» Noeoianos y Orijenistas con las otras once herejías de esa época ("2), per- manece también lo mismo: y si en el siglo cuarto lanza á los Meleciano» Donatistas, May orí nos y Arríanos con las otras treinta herejías d< ■ época (3), permanece también lo mismo; y si en el siglo quinto lanas ákl Petuianos, Semi—Pelajianos y Nestorianos con las otras cinco herejías ile (1) Cirpoeracianos, A da m it as, Eferadeonítas, Valentinianos, Secondianos, Marco* nos, Ccrdonitas, Quatordeeimanos, Colabraaianoa, Bardesiuianos, Marci Tauianiataa, Proponitas, ApdlUtea, Montañistas, Melquised olíanos, 0 Severianos, Tasoodrojistas, Cainitas, Catarjijinianos, QtiintiUnianos. ArtOiiriW Prjaoi dadistas, Coreitas, ¡Seteisí.as. y Artemonitas. (8) Novas iones, Sa bóllanos, A pul cines, Paulianitas, Manto, usos, Matsrialos, H¡ ■' pitas, M' tan jimoriitas, Orijenistas Impuro* y Roeulillas. (:}) ftxuoontaa, Dolíanos, AroontM, Civitiniences, Audenses, B>udaxi«nos» Listas, Maoedonianoa, Semi - Arríanos, Bótanos, Fotinianos, Eunoinianos, T«°l distas, Botseianos, A «ríanos, Teotroníanos, Aguoitas, Eupslquianos, Apoi- ins, Pueumá l ieos. Maaalianos, Parmenianlstas, Prisuillanistas, Putcnuiai"1' A midicomai ianitas, Proeliunistus, Satán lo ¡anos, Ciieouseliononcs, Abulist»» > la ¡¡anos. — 33 — g¡¡ época [ljt permanece también lo mismo; y si en el siglo sesto lanzan los Severianos. L>amnianistas y Tetrardistas con las otras cinco herejías de esa época [2], permanece también lo mismo; y si en el siglo séptimo lanza ;¡ los Monotelitas, Sergistas, Ktonopnonenses, Patcrmenentas, Maca- rienses, Eicetas, y al heresiarca Mahoma, permanece también lo mismo; v si en el siglo octavo lanza ¡í los Iconoclastas, Cristianicatores y Búlga- ros, permanece también lo mismo; y si en el siglo nono lanza A los Foci- aisnos y Erijenistas, permanece también lo mismo; y si en el siglo once ¡nizíiá los Maniqueos y Nomiales, permanece también lo mismo; y si en el siglo doce lanza á los Borigotniales y Arnoldistas con las otras siete sec- tas de esa época [3], permanece también lo mismo; y si en el siglo trece lanza á los Pastorales, Silejienses, Flagelantes y Fratricelos, permanece también lo mismo; y si en el siglo catorce lanza á los líeguardos y Duici- nianos con las otras nueve herejías de esa época [ t], permanece también lo mismo; y de igual modo se conserva, señores, la suprema ecuménica au- toridad de S. Pedro en los siglos (punce, diez y seis, diez y siete, diez y ocho y diez y nueve, hasta nuestros días, 6 pesar de las grandes heregías de cada una de estas épocas [f»J. Y si millones do anos hubiera de durar el mando, millones de afioé duraré también esta divina autoridad, por mas ejias y adversarios que contra ella vomite el infierno, porque antes de- jaran ile existir los cielos y la tierra que dejar do cumplirse la palabra eterna que lo ha dicho: el ¡>ortw inferí non prcevalebunt adversus ettm. (1) EutiqUlanos, JVIonofi.siti.s, Piedestinaciuuos, Leonilas y Teopasiniunos. 11) Incorruptibles, Jacobitas, Coptos. Tritc-istas y Armcniunos. (3) IVtrobrusiatios, Iioni-stas, Albijenses, Valdonses, Búlgaros, Conuoiviitas y Gaza- ritns- ^1) <\ rnoldistas, Loliardos, Qtlielistas, Tusbipinlstas, YV'iole.'istas, Cismáticos da Oriente, Atlatisias, Boliomenses y Husitas. (5) Las principales herejias del siglo quince so reducen á los Pieunlenses, Jncoben- sea, Tababaritns, Horcbitas, Hermanos do la Cruz roja y Posarienses. Las del siglo diez y seis son estas' Iconoclastas de Pedro de Siria, Luteranos, ''ninglianos, Melunctoniunos, Anabaptistas, üu\id—Jcorjianow, Libertinos, Meta- ¡.iritas, lisven^ucfildiauos, Ambratinianos, Antirnetaforistas, Campatiitas, Calvi- nistas, Servccianos, A nglioanos, Ubiquitai ios, [íiblistas, Amsdoiiinianos, Monon- i>.¡us, Protestantes, Luteio—Zuingliaoos, Kstancurienscs, Antinomianos, Hutis- las, Lucianistas, Anticstanonses, Deístas, Puritanos, Antipuritanos, Socinisnos, Iluminados, Monasterianus, Sanguinarios, Coinasti&tas y Confesionistus. Los del sif^lo dios y siete son estas: A rminienses, Coulra raforinistas, Osiandrien- ses, Lulero—Papistas, Brovnistas, Jameuistas, Q u uq u e ros, Motinistas, Boiclilas, Pietistas Itevolucioriistas, Mtisoues y Caibinarios. Las del siglo actual son ias siguientes: Itacionalistus, Panteisla-., Furrierista*, Comunistas y Sansiinonianos. 5— r.4 L»o habéis oido, señores? Queda pues demostrada la suprema mi- dad de San Pedro y la perpetuidad de su soberanía espiritual no solo los fieles, sino también sobre los principes y obispos: Et ego dico tibí tu es JPetrus, et tuper Turne petram cedi/trabo Ecclesiam tneam, et pori inferí ?ion pravalebunt adrersus eam, Sabedlo bien, racionalistas, panteistas y socialistas, sabedlo. hen ' la época, vosotros que tratáis do echar por tierra toda otra autoriti.nl no sea la de vuestros delirios: sabedlo impíos, sabedlo plumas detractor de los Papas; sabedlo sociedades secretas, que trabajáis con tanto empeOo por desquiciar y arruinar la gran familia católica, introduciendo con vues- tras doctrinas subversivas la insubordinación entre los fieles y Ja caben de la Iglesia [1], sabed que, por mas esfuerzos que hagáis nunca con» rcis acabar con ese gran poder, contra el cual nada puede ni el mismo fierno ; sabedlo, porque antes dejará el sol de alumbrar, como dice Sa Juan Crísóstomo, que desaparecer la Iglesia: facilius ese* solem eíctii quiuu Ecclesiam deleri; sabedlo para que os persuadáis que si los minis- tros del Señor refutamos y combatimos vuestros errores, no es por que temamos que escaléis el trono pontificio y que reduzcáis á cenizas el divino templo do la Iglesia, sino porque no os perdáis eternamente v arrastréis en vuestra ruina ¡i algunos otros incautes. ¡Dios de misericor- dia, compadeceos de los descarriados, iluminadlos, volvcdlos al camino di la verdad ! ; Ah ! ellos son vuestros hijos, son nuestros hermanos, dadles la mano como á Pedro cuando fluctuaba .' Sabedlo también, hijos fieles tlel Catolicismo, sabedlo, para que os deis razón de vuestra ié y para que os confirméis cada vez mas en la que profesáis. Vuestra sumisión á la palabra infalible de Dios antes que 6 engañosa del hombre, os proporcionará el premio de los verdaderos hu- mildes: la paz del alma y la exaltación á una gloria inmortal. Nosotros igualmente, amados colegas y colaboradores cu el ministe rio sacerdotal, grabémoslo asi mismo en nuestro corazón; defendamos sostengamos la suprema autoridad de S. Pedro, dando el ejemplo Je una completa subordinación á las órdenes de los jefes de la república cristiai porque si cu donde estd Pedro, está la Iglesia, según S. Ambrosio, en doi (1) frederico IJ escribía á Volt*¡re en 1776: "La barca de Pedro iiuco afína ¡ BC U parto*: Iodo cedo á la luz da la filosofía". Y Muzzini en el prefacio á un escrito de P ' oier, dice : El papado está extinguido, no es sino una forma usada reservada por alg* tiempo todavía ú la veneración da los amantes de anticüedadea. egtan los Papas, está S. Pedro; defendamos y sostengamos esta supre- ¡ autoridad, sometiéndonos y observando las disposiciones de nuestros ici .'.nos. pues que lo epie es S. Pedro respecto dé la Iglesia universal, «obispos respecto de su grey, aunque con la subordinación debida a* supremo, cooao lo exije la unidad: defendamos y sostengamos esta su- prema autoridad, procurando la virtud é ilustración que son su apoyo, la tud .-ilustración que la hacen respetar, la virtud é ilustración, calidades inherentes al sacerdócio católico, calidades que en nadie resplandecieron orno en los Apóstoles, por la ciencia infusa que recibieron y por la . •acia en í f'a> corno la de la autoridad civil, sino también por las rrotablea Ventajas socialesque raaolu- lian del lincho do la existencia real de lal independencia en las naciones católicas. Qui.n puede cuestionar los magníficos resultados que provienen de la posesión do un clero virtuo- so, ilustrado y culto, como los funestísimos malea que también se siguen do la existencia'K' un clero vicioso £ ignorante? Y, si alguna ve/, la Religión y los pueblos han deplorado «M fatalidad cu sus ministros, rio ha sido siempre que lu Iglesia no ha gozado do su cr>ln¡>^,'•' independencia? No ha sido siempre que Jos gobiernos civiles se lian mezclado en lnsc- sas eclesiásticas, hasta llegar á disponer do ir..Aforas y de toda clase de benefi lioet lo dice la luttoria y asi lo comprueba la experiencia. En la edad media, el derecho d iiiveslidurai produjo este mal, y en la época moderna y contemporánea, el derecho de y1' tronato lo ha reproducido. Los principas, en eso tiempo, llenaron do plata con las ¡ners" duras á los obispos y si clero, por piedad al principio, y luego para enriquecerse por I' rimonia, para poner si altará los pies del trono y para anexar por el cetro y la corona e> báculo y el anillo, símbolo d< I episcopado, á la autoridad civil, confundiendo de este poder espiritual y temporal. La demasiad8 riqueza necesariamente corrompe á la ljr ga, como sucedió entonces, siendo preciso que la Providencia deparase todo el celo y ei"'1" jia de un Gregorio VII y de un Ioooenoio III para contener los escándalos que esa BU*' riqueza y «•! abuso de los príncipes pro duj-i aunen el claustro. Después, los I"'1""1 — 37 — ,.ne tantas veces ha salvado la vuestra y que siempre ha sido y sení la ga- rantía de vuestro poder. Ahora tvi, oh Pedro, fundamento de. la Iglesia de Jesucristo y deposi- tario de las llaves celestiales, dígnate presentar al Verbo eterno el liome- Mge de nuestra sumisión á su infalible palabra, y hoy que, con tanta re- ferencia v religioso júbilo, celebra moa la suprema autoridad espiritual de ue fu:.~te investido por Dios y que acatamos siempre en los Romanos Pon- tífices, tus sucesores, alcánzanos del dador de todo bien que, compadecién- dote de tantos inocentes y mostrándose propicio á los votos de tantas al- nas justas, aleje de nosotros el cruel azote de la guerra: alcánzanos, pode- rosa intercesor, del que vino del cielo á traer la paz á los hombres de bue- na voluntad y que la legó á tí y tus cooperadores en el apostolado, cuando os dijo: pacer» relitjuo oobis, pacem ?neam do robis, alcánzanos para noso- para la República toda la paz, la fecunda paz; esa paz hermosa que Lis pasiones de los hombres no pueden dar, esa paz suspirada que trae con- sigo la moral, la ilustración, el progreso, esa paz encantadora que hace de k loa que la disfrutan otros tantos hermanos queridos, ¡oh y cuan dul- ce f cuan grato es vivir los hermanos en uno! quaui dulce, el qVam juzttn- • fj^caiiplacor á los gofos de la Iglesia, distin- m por la eienoia y la virtud, único Mérito que deba conducir a su posesión, sino ojeando ú los gofos seculares, aprobando sus abusos, plegándose íí sus partidos y aun oombatieodo directa 6 indirectamente en favor de sus banderas. ISsto no puede traer s¡- • ''loralización, precisa menta en la clase que debiera ser la mas ejemplar, la mas '■oiio, la mas santa. Resultado que es.muy natural, porque asi como si los Tapas se ;'"■'<■-'. i » dar capitanes á los gobiernos civiles, rio podría ser sino muy perjudicial á los Pueblos; del mismo modo, no puede ser sino muy funesto á la Iglesia y á las sociedades si "* gobiernos temporales forman Obispos y prebendados. La Iglesia solo se fija en los !,"as 'Irluosoa y sabios para confiarles los'puestos: lo» gobiernos civiles on los mas exalta- '">" |>or sus causas.