PROPOSICIONES ACCESORIAS La República Argentina en virtud de un derecho que posee' como nación Soberana é independiente puede legislar exclusiva- mente en la navegación de sus rios interiores, prohibiendo ó con' cediendo navegarlos bajo bandera estrangera. Un Gobierno aunque reúna en sí todos los poderes públicos» no tiene derecho, ni estos le conceden la facultad de confiscarlos bienes de los ciudadanos, sin faltar al objeto primordial de su institución. vi GUIA J»JS. V*¡i> wr \ncp Xtrn im ^4á¡i& V¿úff" DEL DQCTOÍ* © fJEKAUV0Y8 í ATIAI'TADA A. LA5 <'iBCr.r?r.«T.*rTCIAS OIILE pon m\a wjx de Jw. Sociedad »er:c.)cü.a de PuWi. i- V i Mí i «A. SANTIAGO IMPRENTA DHL FiiRitOCAItftíL, <- 'He de loé Tcatino», núm. 3¿. 18ó<. ' r •■ > '■A •¡AGUIA DEL TRAUUCiUA DE LA CUARTA EDIUIOH Dt. Iji OBRA DEL DOCTOR DEBEAUVOYS I ADAPTADA A LAS «IBCUNSTANCIAS DE CHILE POR JULIO BELIN Miembro de la Sociedad Sericicola de Paria. Durante el verano nuestras campiñas entan cu- biertas de flores llenas de miel i de cera; perdemos estos productos deliciosos porque no tenemos bas- tnnte abejas, que son las únicas que pueden hacer esa cosecha. Las abejas, en fin, son un ramo de la economía rural moi.precioso, por estar al alcan- ce de los mas pobres habitantes del campo, i no exijir abonos, labranza ni siembra. Es exacto, pues, decir que en el cultivo de las abejas se cose- cha sin sembrar. Iítit'Ht'R. SANTIAGO. IMPRENTA DEL FERROCARRIL, Calle de los Teatinos, núm. 34. 180?.EL TRADUCTOR No hemos podido traducir literalmente la obra tan preciosa del Doctor Debeauvoys, porque las circunstancias climatéricas de Chile son mui di- ferentes de las que le han servido para sus observaciones. Los fenómenos descritos por él tienen lugar en Chile en meses diferentes. Tampoco hemos pensado que seria útil pre- conizar su colmena de marcos a exclusión de las de cajones superpuestos que usan aquí una gran parte de las personas que cultivan la? abe- jas; aunque en nuestra opinión la colmena adop- tada por M. Debeauvoys es mui superior a todas las que se conocen hasta ahora; p.^ro exi- je de parte del apicultor mucho mas cuidado, mas prolijidad. Es verdad que esos cuidados son recompensados ponina reproducción i cosechas mucho mas abundantes. La descripción de las operaciones que exije— IV —i la colmena de M. Debeauvoys i de sus ventajas bastará para decidir a nuestros apilcutores a adoptar su uso. Publicaremos en los diarios, cuando se ofrez- ca, las mejoras que se consigan en Europa en materia de abejas. Para el efecto mantenemos relaciones que nos ponen siempre al corriente de todo lo que se trabaja entre los aficionados a la apicultura. EXPLICACION 1VE IíAS í'lCfclItt&S 1, Una reina............................ 5 2. Organos de la jeneraeion................ 9 « Ovarios en su estado natural.—b Ovarios disecados para mostrar los tubos que los componen.—ec Ovi- ductos.—d Spermatoceia , spermateen. Vesícula eopulatriz, cubierta con la glándula, que secreta la materia que popa lo» huevos en el fundo de la «!elda.—e Varna.—f Vesícula i conducto del vene- no.—g Vesícula cuyas funciones se ignoran.* ■i. Un liuevo sacado de su celda i pegado en una aguja........................... 14 4. Una larva, o gusano de un día........... 21 5. F,arva de dos días» en su celda............. 21 ü. Lanra de tres dias en su celda............ ib. 7. Una ninfa............,................ 23 8. Un zángano cuvo aparato jeuerador empieza a salir......\........................ 18 9. Aparato ¡enerador del macho............. 20 10. Uña ábria obrera....................... 48 11. Una abeja cerera cuyos anillos del abdomen presenten bojites de cera............... 24- TI - 12. tJnn pata representando la escobilla...... .. 24 13. Una pata representando la canasta........ ib. 14. Aparato dijestivo...................... 23 a Esófago.— b El ¡juche.— c El estómago.— 19. Pedazo de panal representando una celda ré- jia artificial, cuyo opérculo esta todavía un poco pegado a la orilla de la abertura por l§ que ha salido la reina................ 41) 20. Fragmento de panal presentando celdas que contienen cria de toda edad i huevos. ... 21 21. Ropaje para preservar al apicultor contra las picaduras............................ 87 22. Ahumador............................ 88 23. Un apicultor recojiendo un enjambre...... 104 24. Co'mena rústica puesta sobre ofra vacía para hacerla mudanza de las abejas a cielo a- bíerto............................... IOS 25. Un cera tomo.......................... 90 26'. El melifieador......................... 9J 27. Colmena de marcos verticales hecha de ma- dera ............................... 83 — tu — p¿j. 28. Marco para la colmena núm. 27......... 84 Colmena de inurco9 puestos de canto para inclinar los panales.................... 85 30. Marco para dicha colmena................ ib. 31. Clavo para afirmar las colmenas.......... ib. 32. Puerta............................... ib. 35. Caja para los marcos................... 92 40. Colmena del naturalista u observador..... 13S 41. Una celda............................. 47 i}. Colmena de cajones superpuestos... ,..... »ADVERTENCIA. Las abejas, apesar de la violencia de su carácter, de los dolores que causan sus picaduras, no han dejado por eso de atraerse en todos tiempos i lugares la atención, la be- nevolencia i los cuidados mas esmerados de parte de los cultivadores. Los poetas, los fisiolojistas, i aun los mora- listas, les han consagrado bus vijilias i sus pajinas mas hermosas.— Cosmopolitas como el hombre, viven bnjo la apariencia de un gobierno tan regular i son dotadas de un instinto que se modifica tan felizmente, en ciertas circuns- tancias, que el hombre asombrado por la atrevidez de sus designios i por el buen éxito de ellos, ha podido creer que habian sido dotadas de una intelijencia superior; en fin, ellas, solas entre los seres criados, saben, como el hombre» proporcionarse calor o refrescarse oportunamente. Tantas relaciones con nuestras propias costumbres Ies merecen indispensablemente toda nuestra simpatía. Las abejas viven en familias aisladas unas de otras i 1_ 2 — cuya existencia se perpetúa indefinidamente por la reno- vación anual de las madres i continua de las obreras. Ellas forman colonias que se establecen en lugares mas o me- nos favorables, escojidos por mensajeras que han mandado al efecto, a donde se transportan en gran número capita- neadas por el jefe que gobernaba el domicilio que aban- donan ; punto mui notable de la semejanza de sus costum- bres con las nuestras. Las abejas acumulan, en las construcciones con que lle- nan su morada, provisiones de varias clases. Previsión ad- mirable que les permite atravesar los inviernos mas largos i alimentar los hijos que nacen en la estación en que ellas no pueden todavia proporcionarse lo que les conviene. Do- tadas del conocimiento de los tiempos malos, cuando se acercan, alfombran el interior de su domicilio, cierran to- das sus entradas inútiles i se preparan a arrostrar así las temperaturas mus rigorosas. Los autores, en los tiempos mas remotos, han distinguí» do cuatro especies de abejas domésticas ; pero no hai real- mente mas que dos que nos sean conocidas. La primera e9 negruzca, de un grosor notable, laborio- sa, fácil de tratar, pero inferior bajo este respecto a la se- gunda especie, que es la cuarta de los autores. Esta segunda especie es conocida bajo el nombre de holandecita; es mas pequeña, amarilla-aurora, viva, ar- diente, activa en el trabajo i mansa (1). Las abejas obreras no tienen todas las mismas dimen- siones i son destinadas a diversas clases de trabajos, se- gún su organización, i jamas las unas pueden ejercer las funciones de las otras. (1) Es la que esplotamos en Chile, introducida de Europa hace diez o doce años. | Cada familia, quese llama emjambre, tiene una madre co- nocida con el nombre de reina, i antiguamente conel de rei. En cierta época del año, nace otra clase de individuos mas o ménos numerosos, mas semejantes a las abejas, i que se designan, en algunos paise?, coa el nombre de machor- ros, empolladoras, zánganos, i que son realmente los ma- chos. Las obreras son del mismo sexo que la reina, pueden serlo cuando es necesario, i forman la masa de la pobla- ción, que asciende a veces, de veinte i cinco a cincuenta mil en una colmena. Estas son las que jeneralmente son conocidas bajo el nombre de abejas.— Los entomolojistas las designan con el nombre de apis mellifera i las comprenden entre los hi- menopteros.GUIA DEL APICULTOR. PBIMERA PARTE. DE LAS ABEJAS. Fisiolojia de las abejas, sn estructura, sus enjambres, sus enfermedades, sns enemigos, sn picadura. CAPITULO PRIMERO. Flslolojta do las abejas. § I. DE U REINA. 1. Sus nombres.—Designada antiguamente con el nom- bre de rei, porque no se conocía su sexo i que se le atri- buían todas las prerogativas de esta alta posición social, ella liarecibido mas tarde el nombre de reina cuando se ha reco- nocido su sexo i sabido que ella renovaba sin cesarla po-6 — (ilación poniendo huevos continuamente, lo que Iiace que ahora se la designe, las mas veces, con el nombre de reina madre, o madre de las abejas. Aunque se le haya quita- do la mayor parte de los atributos del alto poder que se le suponía, le ha quedado todavía uno bastante hermo- so para excitar nuestra admiración. 2. Su desarrollo desde el huevo hasta su nacimiento.— El huevo que produce la reina es depositado en un alvéo- lo (celda, casilla) particular cuando no tiene todavía mas que cuatro a seis milímetros de profundidad, tiene su aber- tura en la parte inferior i es de una forma i tamaños mui diferentes de los en que han de criarse las obreras zán- ganos. Tres días después de puesto el huevo, sale de él un gu- sanito que se llama larva, porque bajo esta forma encier- ra una abeja perfecta. Se la ve acostada en una masa blan- quizca mui abundante que ocupa la parte superior del al- véolo i en que parece nadar. Empieza por tener una forma semi-circular, que se cierra desde el tercer dia, pasando la cabeza del gusano sobre su cola i dii ijida hacia el fon- do de la celda, la que las abejas ensanchan i pio!ongan hacia abajo a medida que se desarrolla. En el octavo dia su desarrollo está completo i las abejas cierran la celda con un opérculo. La alimentación que recibe la larva miéntras que se de- sarrolla es siempre mui abundante, de un sabor acidulado mui pronunciado, del que sobra siempre algo después de su nacimiento. Una vez encerrado, el gusano se hila un capullo que no cubrirá completamente mas que la cabeza i el corselé, el abdomen o vientre de la ninfa, bajo cuya forma va a meta- morfosearse, quedando a descubierto en varios puntos de la cera, el capullo en ese lugar estando dispuesto en for- ma de correas como los dedos de un guante. El undécimo dia la larva abandona su capa i toma la forma de una ninfa (crisálida) que bajo un color mui blan- co presenta a la vista todas las partes esteriores de la abe- ja. En los dias siguientes las partes de su cuerpo que deben ponerse duras se colorean, i hacia el décimo-sétimo dia la futura abeja-madre puede sacar el opérculo que la tiene cautiva.! salir de la ce'da. 3. Sus caracteres físicos en sus diferentes edades.—Al pulir de su cuna esla jóven reina no presenta desde luego los ciractéres distintivos que viste algunos dias después i que conserva hasta su quinto año de edad; asi es morena en su parte superior, el abdomen poco largo, mas encojido, mas ancho que el de las obreras. Sus alas son todavía tan largas como las de estas últimas, i su cabeza parece tan gruesa como la de ellas. Pero ella se distingue de las obre- ras por sus patas mui largas i mui amarillas ya, asi como la parte media debajo del vientre. Este color distintivo, especial, existe en las ninfas de dos o tres dias. Pero después de algunas semanas i un año sobretodo, la reina tiene el talle esbelto, su abdomen mui desenvuelto no esta cubierto por las alas sino hasta el tercer anillo del vientre. Su cabeza parece mas pequeña, sus patas sin escobillas ni canastos son visiblemente mas largas, de un color ama- rillo dorado i transparente; este color se ha estendido también en todo el abdomen, la orilla de los anillos dor- sales está también bien pintada con este color. El aguijón contenido en este anillo sale rara vez, i cuando sale de su vaina, forma un ángulo entrante con la parte inferior del vientre. Cuando lia alcanzado cierta edad, la reina pierde sus be- llos colores i el desarrollo prodijioso de su vientre. En el 5 P año, sus piernas quedan todavía amarillas i bu cuerpo un poco alargado, pero tiende a ponerse mas negro i sus alas están secas i con lasestremidades dentadas ; ella se pare- ce entonces tan poco a una reina del primer año, que se la podría confundir con las obreras cereras, si no fuera el color amarillo de sus patas i sobre todo de sus muslos que queda su signo realmente distintivo en esa edad. La reina no tiene todo el año el vientre tan voluminoso, disminuye notablemente después de puestos los huevos de zánganos i de reinas, o cuando ella pone mas despacio por un motivo cualquiera. He encontrado una reina jovencita— 8 — cuyos anillos no presentaban mas que un lijero tinte ne- gro ; era enorme i se achicó en los dias que siguieron su nacimiento, puso pocos huevos i desapareció. El vientre de las reinas que han empezado tarde a po- ner toma una forma particular; asi los primeros anillos se desenvuelven i no los dos últimos, lo que impide que de- positen sus huevos en el fondo de la celda. 4. Su lonjevidad.—La reina pone durante mas de cua- tro años; desde el quinto pone mui poco. Unos dicen ha- ber visto reinas que vivieron siete años. 6. Sus caracteres morales.—-La madre de las abejas ha recibido el nombre de rei, de reina, a causa del gran in- flujo que ejerce sobre sus hijos. Si quiere salir, todas la si- guen ; si se Ies antoja emigrar i ella no quiere dejar la ca- sa, todas vuelven hacia ella. Es con apoderarse de ella co- mo se puede dirijir el enjambre a donde uno quiera. Si ella no puede volar i que esté atormentada por la necesidad de fundar una colonia, se dirije marchando en el suelo hacia un punto cualquiera, i las abejas siguen sus pasos, pasando por donde ella ha pasado. En sus funciones ellas le hacen un círculo de honor, dándole el alimento i col- mándola de cuidados; herida de muerte ellas la rodean, le forman un sudario con su cuerpo i perecen con ella si es necesario. 6. Su canto.—Algunos dias antes de su salida, la reina deja oir un canto bastante agudo, cuasi semejante al de la chicharra, que cada vez que estalla, sume las abejas en el silencio mas profundo. Es uno de los presajios que anun- cian que vu a salir un enjambre. Estecanto tiene difeientes modulaciones porque está producido por la reina que está r ronta a salir i por las que están en las celdas i que piden tu libertad. Algunos agrictdtores dic.°n que este canto no tiene lu- gar, sino cuando va a salir el segundo enjambre i lo atn- buyen esclusivamente a las reinas cautivas. Pero Hubert, nuestro gran maestro, lo ha oído producirse por la reina en los panales, i visto la posición que ella toma para pro- ducirlo. — 9 — 7. Su casamiento.—Al dia siguiente de su nacimiento i algunas veces cuatro o cinco días después, la joven rei- na sale de la colmena, se lanza en el aire, donde se une con un macho ; i después de una ausencia de 25 a 30 mi- nutos, vuelve trayendo todavía en sí el órgano del macho que la ha fecundado por toda su vida (1). 8. Fecundación.—Se ha ignorado mucho tiempo deque modo podian s r fecundados los huevos de la reina que salian de su cuerpo aun algunos años después de su casa- miento. Existían varias hipótesis a este respecto ; la una queria que el olor de los machos, tan numerosos en la épo- ca de la salida de los enjambres, fuese la causa fe cundan- te; otros pretendían que la reina nacia fecundada i no ne- cesitaba para esto de unirse a un macho; otros asegura- ban haber visto los machos segair a la reina miéntras es- taba poniendo i echar sobre cada huevo la mateiia fecun- dante. Enfin, Hubert mismo admitía la fecundación di- recta de los huevos en los ovarios. 9. Descripción de los órganos de la je ner ación de la rei- na.—El mui reciente descubrimiento del misterio de la fe- cundación de una cantilad tan prodijiosa de huevos i a un tiempo tan posterior al casamiento, nos obliga a entrar en algunos detalles anatómicos para que se nos entienda mejor. Los trabajos mui antiguos ya sobre los demás insectos han debido meternos en el camino, i ayudados por el amor a la ciencia del doctor Auzoux, su consagración sin límites al progreso de las luces i su buena amistad, hemos apartado el velo que cabria tan profundo misterio. En el abdomen de la madre se hallan dos hacecillos de tubos, uno de cada lado ; cada uno de estos tubos, filifor- (1) Este casamiento, presumido desde mediados del si<*lo pasado, i liedlo ii-recusable por lus observnciones de II liberten 1789, no ha si- do visto hfesln iiqui mas que una sola vez; i debemos el ronoeimiento del hecho itl reverendo pudre trapista ¡?nn Juan Ciisóstomo, de la Meilleraye, que, un din, en 1845 o 184G, bailó en el asiento de una de sug colmenas un macho i una reina muertos, i que estaban unidos todavía. 2— 10- me en su estremidad superior, va engrosándose poco a poco i viene a abrirse a cada costado en un tubo mucho mas grueso, que desciende de arriba abajo i de fuera adentro para no formar mas que uno, que baja en línea recta hasta una cavidad que le es común con el último intestino. Esta cavidad ha recibido el nombre de cloaca, i se abre bajo la estremidad del último anillo del vientre en forma de ano. Los dos hacecillos de tubos, separados uno del otro por un saco membranoso cuyas funciones no son bien deter- minadas, lo son por delante i abajo por el buche. En esos tubos se notan abolladuras ovoides blancas, cuyo vo- lumen disminuye poco a poco a medida que se remonta a la cima del ovario, a donde se deja de distinguir; son les huevos que 6e desprenden cuando están maduros para entrar en los oviductos i llegar a la vaina, que es este tu- bo derecho que viene a abrirse en la cloaca. Al punto de reunión de los oviductos i de la vaina, se halla una vesí- cula redondeada que se nbreen ese canal, i que contiene un licor en el que el doctor Auzoux ha visto los animálcu- los o espermatozoides. Esta vesícula lleva a su superficie un recipiente formando varias flexuosidades i que viene a abrirse también -en la vaina. Es durante la unión cuando esta vesícula que se ha lla- mado copulatriz, spermoteca, se llena de la materia fecun- dante i cada vez que pasa un huevo delante de su orificio, qued t fecundado por una mínima partícula de materia que deja escapar el saco fecundador. Cada huevo recibe al mismo tiempo el unto gomoso que debe fijarlo en el fondo de la celda i probablemente mantener la materia fecun- dante en su superficie. Asi el Creador ha provisto a una fecundación innumerable, por uno de esos medios admira- bles que no pueden salir sino de sus manos i que han puesto en defecto tanto tiempo nuestras teorias. (Véase fig. l.) 10. Como la reina se desembaraza de los órganos del macho.—De vuelta a la colmena, lu reina se pone de es- paldas, agarra con los ganchitos de sus patas traseras los — 11 — restos del órgano del macho, los aprieta con sus mandíbu- las i los arranca. 11. Cuando la reina pone regularmente.—Cuarenta i seis horas después de su casamiento, la reina empieza a poner una población innumerable, durante los once pri- meros meses ella no pone mas que huevos de obreras, cuya cantidad puede alcanzar a 60,000 al año. Hacia el fin del undécimo mes, ella empieza a poner huevos de machos, i esto, durante un mes, con la sola interrupción en que po- ne huevos de reina híicia el vijésimo primer dia i vuelve a hacerlo de vez en cuando. Para que sea abundante la postura exije que la colme- na contenga una alimentación copiosa, i se sostiene si las abejas la hallan fácilmente afuera. Por eso debemos guar- darnos antes i durante esta época, de sacar la miel, cuya carencia haria mas lenta o haria cesar la postura. La regularidad de la postura es tan imperiosa, que aun- que la reina haya salido ántes de haber hecho la de los machos, la continúa en su nueva habitaciop, la que al cabo de veinte i cuatro o veinte a cinco dias se encuentra dis- puesta a echar un enjambre. Una reina nacida i casada mu i tarde regularizará siempre su postura de machos aun- que no alcance su undécimo mes sino al fin del otoño, 12. Irregularidad en la postura.—No es mas que en casos mui raros cuando una joven reina pone huevos de zánganos en el primer año, i aun son poco numerosos. Pero sucede a menudo en la postura una irregularidad que es mui grande ; es cuando ella produce mitad de zán- ganos i mitad de obreras. Se dice entonces que la postura está viciada. En estos casos se hallan los huevos deposita- dos en el plano inferior de la celda, a dos líneas de su aber- tura. Eso tiene lugar cuando la unión ha sido retardada demasiado; pues aunque sea la reina mui apresurada para casarse, no le sucede siempre que resulte fecundada desde su primera salida, sea que el mal tiempo se oponga a la salida de los machos, sea que siéndolos zánganos mui jóvenes o mui pocos en el momento de su nacimiento, la reina no pueda hallar el que necesite. Se han visto reina»— 12 — salir veinte veces antes de operar su unión i una de las de Hubertno se casó sino cuatro meses i medio des- pués de nacida. Todas las veces que la unión no tiene lu- gar en los diez i seis primeros días, la reina no da mas ciue machos i obreras en número igual ; si ha habido demora hasta el vijésimo día, ella no producirá, mas que machos. En el curso del quinto año la reina pone bien todavía al- gunos machos, pero ninguna reina, i mui pocas obreras ; entonces la colmena perece insensiblemente. 13. Muerte de la reina.—La reina no alcanza siempre a una edad mui avanzada; ella puede perecer por varias causas; como después de una postura desordenada, de- masiado abundante, o en un combate a que está obligada con una enemiga que invade su dominio. Kn la cosecha de los panales i las mudanzas de una colmena a otra, ella puede quedar aplastada. Hem is adquirido la certitud de que puede perecer |>or causas desconocidas, habiendo ha- llado varias veces rasgos d 2 celdas rejias artificiales en col- menas comunes que est íbamos vaciando. No se conoce su desaparición sino mui tarde, cuando el trabajo de una colmena, hermosa al principio de la temporada, se hace mas lento i que las nodrizas han dejado de traer polen en sus patitas; pues no se debe dar creencia al saqueo, la anarquía, al abandono de una colmena cuya reina no ha perecido. 14. Cada celda no puede servir de cuna sino para un gu- sano ala vez.—Jeneralmente la reina no depone mas que un huevo en cada celda i ella rara vez se equivoca en la naturaleza del que depone. Pero \¿ sucede a veces que sus huevos le escapen i ella deja caer algunos en ciertas cel- das. Esto sucede sobre todo cuando apurada para poner, las abejas no han tenido tiempo suficiente para construir bastantes celdas, o que no encontrando sino panales viejos i mui pocos nuevos, ella no pone sino en los mas aseados. Hemos hallado algunas veces quince o diez i ocho hue- vos en unas celdas, pero de ordinario mucho menos. No estaban pegados en ei fondo de la celda por su estremidad — 13 — delgada, no se parecían a huevos sino por su blancura. Eran largos ¡ pálidos, arrugados lonjitudinalmente, acosta- dos los unos sobre los otros ; lo que proviene necesaria- mente de una enfermedad de la reina; por eso la colmena en que se encuentra^ esta circunstancia perece rápida- mente. 15. Distribución de los huevos en los panales ; época de la grande postura.—De ordinario es en el centro de la col- mena donde se encuentran los huevos. Están depositados en círculos muí regulares, l'ero cuando tiene lugar la gran postura, lo que sucede en setiembre ¡ octubre en los paí- ses de cultivos variados, i en diciembre i enero en los paí- ses de montes, se hallan huevos en todas partes. En algu- nas colmenas todos los panales de un costado están llenos de cria i los del otro llenos de miel. Unos panales tienen sus celdas de cria por una cara i no contiene mas que miel en la otra; circunstancias cuyo conocimiento es impor- tante. 16. Duración de la postura.—La reina pone toda su vida, a toda hora del día i durante todo el año, i nosotros hemos visto colmenas llenas de cria durante los me ¡ ses de junio i julio de inviernos templados ; aun hemos en- contrado machos i una larva de reina en su celda desde los primeros días de agosto. 17. Causas que la suspenden.—Un mal tiempo prolon- gado, la ausencia de alimentos, hacen mas lenta la postu- ra o la suspenden. Unas reinas nueva» nacidas en colme- nas llenas de panales viejos se niegan a veces a poner en ellos; pero que se les haga un lugar, i nuevos panales son construidos, en los que la reina depositará luego sus huevos. 18. Lareina pierde fácilmente sus huevos.—Si en la fuerza de la postura se guarda a la reina cautiva fuera de la colmena, los huevos le escapan, i los encontramos en la tabla donde se la ha detenido. 19. Ella no puede a veces poner huevos de reina.—Hai colmenas mui ricas en población de obreras i de machos, que no echan enjambres porque la reina no pone huevos— 14 — de reinas; aun las abejas no construyen ninguna celda ré- jia. Se ha visto este estado prolongarse algunos años se- guidos. Sin duda que sucede a esas reinas lo mismo que a ciertas hembras de otro urden de animales mas elevados, que no producen masque machos o hembras. 20. Reinas mutiladas.—Las reinas cuyas alas están mutiladas o destruidas, no dejan por eso de seguir po- niendo con mucha regularidad i abundancia huevos de todas clases. La colmena en que se halla semejante rei- na no puede echar enjambre, ano ser que, como se ha visto una vez de una manera excepcional, la reina venga a salir de la colmena i se arrastre híicia algún matorral, a donde la siguen gran número de abejas. Pero si las antenas (son esos dos cuerpos tan movibles que se hallan en la cabeza de las abejas un poco mas aba- jo délos ojos) de la reina se hallan destruidas, ella pierde todo su juicio, no sabe a donde depositar sus huevos, i los deja caer por donde pasa. 21. Forma de los huevos.—Aunque destinados a pro- ducir una reina, machos u obreras, todos los huevos son semejantes i se hallan pegados, de la misma manera, en el fondo de las celdas. Son unos cuerpitos largos, un poco encorvados, teniendo una estremidad menos gruesa que la otra, pero ámbas redondeadas, de un blanco un poco azul, pegados en el fondo de la celda, i algunas ve- ces, pero rara vez, en la pared de ella por su estremidad menor, pero sin que la otra se apoye en ninguna parte, quedando asi colgando en el vacío de la celda. 22. ¿Habrá huevos especiales para cada clase de abejas que pueblan una colmenal—Es mui cierto que hai algunos que no producen sino zánganos, aunque hayan sido de- Eositados en celdas de reina o de obreras ; queda porsa- er si los huevos de que provienen éstos son idénticos con los que dan madres. El cuidado que tienen las abejas, en cierta época, de cons- truir celdas especiales para la cria de las reinas, nos obli- ga a admitir que hai huevos destinados a dar reinas. Lo que no impide de ningún modo que los de donde salen las — 15 — obreras puedan proporcionar reinas en ciertas circunstan- cias i con ciertos cuidados particulares. 23. Cómo gusanos de obreras pueden producir reinas.— Las abejas que provienen de huevos depositados en cel- das de obreras son estériles, porque sus ovarios están comprimidos durante el desarrollo del gusano por las pa- redes de esas celdas demasiado estrechas. Privadas de su madre ordinaria, las abejas, para proporcionarse otra, des- truyen los tabiques de dos celdas vecinas cuyos gusanos sacrifican, para dará espacio al que destinan a la alta dig- nidad de madre, i \o alimentan con una masa de igual clase que la de los gusanos naturales destinados a ser reinas. Estas reinas han recibido el nombre de reinas artifi- ciales. 24. Caracteres físicos de las reinas artificiales.—Ellas se asemejan perfectamente a las demás reinas por cuanto a sus formas esteriores ; pero los autores pretenden que son enteramente mudas. Se ha dicho, pero sin razón, que estaban sujetas a perecer después de haber puesto la pri- mera vez. Esas reinas son lo mas a menudo producidas por la in- dustria del hombre ; pero las abejas crean algunas natu- ralmente, cuando por un accidente cualquiera, ellas vienen a perder su madre ántes que haya puesto huevos de reina. 25. De qué manera deposita la reina sus huevos.—La reina se ocupa sin cesar en poner. Ella visita a cada ins- tante las celdas en que debe depositar sus huevos; cuan- do una de ellas parece a propósito para recibirlos, ella se da vuelta, hace penetrar su abdomen en la celda i se agarra en la orilla con sus patas. Una vez efectuado el de- pósito del huevo, ella se retira con gravedad i sigue visi- tando las demás celdas del panal. Entregada enteramente a esta función, ella no sale de la colmena, cuyo calor le es indispensable para que la cumpla bien, porque sufriría mucho del frió i correría mucho peligro si saliese de la colmena*— 16 — 26. Reemplazo de la madre.—La reina que acaba de salir para fundar una colonia, i es siempre la antigua, no es siempre reemplazada en el acto; a veces no es sino veinte i cuatro h'-ras después i aun mucho mas, cuando saje una de las celdas rujias, i nunca cuando la otra esta todavía en la colmena. 27. La colmena no envejece.—Así la c olmena es siempre joven, en este sentido que la reina, renovada cada año, i las abejas cada dia, su existencia puede durar un tiempo indefinido, lo que hace verdadero decir que la colmena no envejece por lo que toca a la población : se han visto pa- nales durar veinte i ocho, treinta años i aun mas, aunque no se les había renovado. La nías vieja que hayamos vis- to tenia quince años (1). 28. Reclusión de las reinas.—Aunque la joven reina, encerrada en su celda, pueda salir de eila el décimo octavo dia, queda algunas veces cautiva algún tiempo después de esta época. Para alimentarla, las abejas hacen un agujero por el que la joven presa pasa su trompa, i en ella reci- be su comida. Ellas se oponen a su salida por una vijilan- cia continua, soldando con nueva cera el opérculo que es- ta joven reina logra sacar a veces. Pero cuando han sali- do algunos enjambres, las guardianes no quedando bas- tante numerosas para ejercer una vijilancia suficiente, al- gunas jóvenes reinas consiguen escaparse i acompañan el enjambre ; por esto no es raro encontrar algunas en los últimos enjambres. Las reinas, asi cautivas, adquieren toda la fuerza que les es necesaria para volar, por eso es que salen al dia si- guiente para hacerse fecundar. 29. La reina, atormentada por la necesidad de fundar una colonia, de echar un enjambre, ajita i provoca toda la población, lo que desarrolla un calor tal que «le 27 a 28 grados, que es el calor ordinario de la temperatura ordina- (1) El conde de Saint-Marsault, de los alrededores de la Rochelle, ha trasmudado en casa del cura de Salles, unas colmenas que tenían veinte i cinco años de edad. Las tablas de pino estaban completamen- te carcomidas i se despedazaban eu fragmentitos cuando se les tocaba. — 17 — ria de una colmena, sube a 32, lo que la hace insoportable i determina la partida de una gran parte de la población. 30. Destrucción de las ninfas réjias.—Cuando las cir- cunstancias son desfavorables para la enjambrazón, la rei- na visita las celdas téjias, las taladra por un lado, en don- de debe hallar la barriga de la joven reina, i clavándole su lanceta éntrelos anillo-! la mata. Por estola naturaleza no ha querido que la reina cautiva estuviese envuelta en un capullo de seda, como l is demás, porque las mandíbulas de la reina no podría destruirlo, su aguijón se enredaría i ella podría perecer. 31. Destrucción de las reinas nacidas.—Si a pesar de las guardianes una reina sale cuando hai otra en una col- mena , ámbas se buscan i se entregan un combate a muerte. Miéntras que se agarran una a otra, vi¿ntre con- tra vientre, ellas no tratan de picarse, al contrario "se se- paran. Para que haya una víctima es preciso que una se agarre de las alas de la otra o le suba a las espaldas. £1 furor de las reinas unas contra otras es tal que ape- nas salidas ¡ vírjenes todavía, se buscan para combatirse, i las que provienen de gusanos destinados a dar obreras se echan, tan luego como han nacido, sobre las otras cel- das que contienen reinas i las destruyen sin compasión. La presencia, pues, de dos reinas en una clmena es muí corta, a no ser que una de ellas haya perdido sus antenas, pues entonces la otra la desdeña, como si supiera que sus huevos serán inútiles. 32. Carácter inconstante de las reinas.—Jeneralmente mui aficionadas a su habitación, hai reinas sin embargo cuyo jénio es de los mas inconstantes; éstas dejan repeti- das veces i a pocos días de intervalo la colmena en que se las ha establecido. Los romanos, que habinn observado esta inconstancia, cortaban las alas de la reina que abandonaba asi su col- mena. 33. La reina es tímida, una nada la asusta, i lejos de precipitarse, de volar al punto amenazado, ella se retira, se esconde en lo mas profundo de la colmena, donde la 3— 18 — hemos encontrado escondida muchas veces, cuando, ni operar la mudanza de los panales habíamos olvidado de tomarla i apartarla. § 2. DE LOS MACHOS. 34. Denominaciones.—Los machos designados también por el nombre de zánganos, han recibido igualmente el de empoliadoras en algunos países. Ellos son tan distintos de las abejas por su forma, que algunas personas los distin- guen en ciertas rejiones, donde los consideran como ene- migos de la colmena ; su organización no les permite en- tregarse a ningún jénero de trabajo. 35. Su desarrollo.—Los huevos que deben producirlos, una vez depositados en celdas hechas a propósito para ellos, pasan como los de la reina tres dias antes de abrir- se. La larva emplea siete dias i medio en crecer hasta en- cerrarse en la celda, i queda hasta el dia vijésimo cuarto ántes de nacer macho formado, lo que es importante sa- ber cuando se quiere provocar la salida de un enjambre. 3fí. Caracteres físicos.—El cuerpo de los machos es grueso i achatado, de una forma mui diferente del de la reina i de las obreras, su estremidad posterior es velluda, sin aguijón, debajo del último anillo se nota un tumor co- lor de canela en cuyo medio se ve un punto; de alli salen los órganos jenitales que, a la menor presión, se presentan luego en forma de astas; sus ojos son mui gruesos i sé juntan en la parte superior de la cabeza; sus mandíbulas son mui chicas i su trompa mui corta. Son mucho ma9 velludos que las abejas. 37. Su aparición en la colmena i su número.—Los zán- ganos salen desde la primavera en los países de cultivos variados, i en diciembre i enero en los países de monte. Sucede a veces que se encuentran en enero algunos de una segunda postura en los países de cultivos variados; p^ro entonces son siempre mui pocos. Su número es de 1,000 a 3,000, según la importancia de la colmena, i lo mas a menudo de una trijésima parte relativamente a la pobla- — Í9 — cion de obreras; pero alguna*» veces son exajei adámente numerosos, loque indica una postura viciada o la presen- cía de abejas que ponen, como lo diremos en otra parte> por consiguiente en ausencia de la reina. 38. Carácter de las celdas.— Las celdas que les sirven de cuna son mas anchas que las de las obreras, i la tapa u opóiculo tiene forma de cúpula, bien saliente, bien sepa- rada de las vecinas, de ordinario i lo mas a menudo blan- quizca. 3d. Hai dos clases de machos.—Se suele encontrar a veces machos mui pequeños ; han sido puestos i criados en celdas de obreras, en las que los huevos han escapado a la reina, o aun en la celda réjia, la cual toma entonces otra forma que sí contuviese la especie de larva a que ha sido destinada; o provienen de huevos puestos por obreras hechas fecundas por accidente; se reconoce la presencia de sus larvas en las celdas de obreras en que parecen alar- gadas i mas salientes, pues las abejas habiendo reconoci- do qué clase de larvas estaban criando, les preparan un alojamiento mas estenso. Ellos son mucho ménos gruesos que los machos ordinario!), un poco mas que las abeja?, mas largo?, mui velludos, la cabeza gruesa, los ojos sa- lientes, acercados en la parte superior de la cabeza; no pre- , sentau lanceta i llevan la protuberancia acanalada en la parte inferior del último anillo, de donde salen los órganos jenitales. Esto debe ser bien conocido i bastante frecuente para que, al formar enjambres artificíale-, durante la postura de machos, las abejas agranden las celdas al rededor de una larva de la especie de ellos, i entonces en lugar de reina, se ven nacer machitos, error bastante singular, pero que ellas cometen también cuando el huevo macho es deposi- tado en una celda real. 40. Sus funciones.—La función principal de los machos es la de fecundar a la reina. Sin embargo, la naturaleza les ha dado sin duda otra atribución, puesto que ella no les hubria producido en cantidad tan grande si uno de ellos basta para fecundar una reina por toda su vida. Co-— '20 — 'iBo ellos no acompañan los enjambres cuando emigran, reemplazan las abejas que han salido, i se les ve entonces cubrir los panales a fin de conservarles el calor que nece- sitan los huevo3 para nacer, i es por eso que algunos los han llamado empolladoras, 41. El aparato jenerador de los machos es délos mas completos; no les falta ninguna de las partes de los ani- males mas elevados. Pero por mas ávida que se muestre la hembra para casarse, mas apáticos se muestran los ma- chos, previendo sin duda que la muerte es para ellos la consecuencia de este acto. 42. Sus costumbres.—Sus costumbres son mui pacífi- cas ; excesivamente sensibles al frió, no salen sino en me- dio del dia para volar algunos instantes al rededor de la colmena, alejándose poco de ella para volver a entrar con rapidez al menor movimiento que se hace sentir en el colmenar, luego que se hace sentir el fresco de alguna nu- be: no se les ve nunca en las flores, de las que no podrían sacar nada. En el interior no hacen ningún movimiento; la presencia de una persona que les visita no les causa nin- guna cólera, ellos tratan al contrario de esconderse en el interior de la colmena. No descansan con las demás abe- jas. Se les encuentra comunmente en la tabla de abajo, donde se tienen en gran número. Pasan fácilmente de una colmena a otra, sin que las abejas se ofendan por eso. 43. Su fin.— Su fin es de los mas tristes,-i jamas natu- ral: dotados de una organización que les permite vivir largo tiempo eli ciertas circunstancias, sin embargo, no existen mas que dos o tres meses. Tan luego como la épo- ca de la enjambrazón ha pasado, que la reina últimamente nacida ha sido fecundada, son sacrificados sin piedad ; no teniendo aguijón ellos sucumben fácilmente bajo los ata- ques de las obreras, que se precipitan sobre esas pobres ■víctimas, i hacen de ellas una carnicería espantosa, los es- pulsan de encima de los panales, los apuñalan en la tabla, mientras que otras en gran número voletean alrededor de la colmena para cazar los que tratarian de escaparse. Los que consiguen escaparse son perseguidos por sus verdu- — 21 — gps, que no Ies dejan sino después de haberles asestado el golpe mortal. Asi herido, el zángano cae al suelo para- lizado por un costado ; se arrastra aun algun tiempo, ayu- dado por sus miembros del costado opuesto, tratando de evitar nuevos ataques, pero en vano; luego se para, se es- tiende en el polvo, hace otros nuevos esfuerzos para levan- tarse, cae de nuevo i espira. 44. Su conservado?!.—Sin embargo, si la reina viene a morir ántes de la matanza de los muchos, las obreras los conservan preciosamente durante todo el otoño i aun has- ta el fin del invierno, con la esperanza, sin duda, de que podrán fecundarles una madre ; esperanza siempre falsa si una mano hábil conociendo a tiempo su pérdida, no acude al socorro de ellas. 45. Olor de los machos.—En la época de la enjambra- zón, los machos están mas en movimiento que de costum- bre; despiden un olor mui notable, presajio de una emi- gración próxima i cuyo poder ha parecido sin razón sufi- ciente para fecundar a la reina. § 3. de las onnr.RAS en jenehal» Artículo ti Generalidades. 4G. Su sexo.— Se ha reconocido que las abejas no son muías, que son hembras por su naturaleza, i que si no son fecundas, podian haberlo sido si a cierta edad se las hu- biese rodeado de cuidados i de trabajos convenientes. 47. Su desarro/lo, la. cria.—Depositados en celdas que forman la masa cuasijeneral délos panales, los huevos de donde deben salir obreras quedan allí tres dias ántes de dar nacimiento al gusano. Este gusano o larva rompe su cubieita por la parte dorsal i la recoje debajo de su barri- ga, a donde se la encuentra arrugada. Esta larva es poco aparente el p:imer dia, i forma como una coma encima de la masa acumulada en el fondo de la celda. El segundo. I— 22 — dia toma la forma de una C o creciente de luna, cuyas puntas redondeadas se acercan la una a la otra, se tocan el tercer dia para formar un anillo que ocupa todo el fon- do del alvéolo; i después la cabeza pasando sobre la cola, el gusano se alarga formando una espiral que se avanza siempre hácia el orificio de la celda donde se para cuando la faltan solo cuatro milímetros. El gusano no tiene patas, lo que h ice que se dice que es apoda, no tiene tampoco ano. El llena exactamente la celda, en la que las abejas vacian sin cesar una suerte de masamorra blanquizca compuesta de miel i de polen, que le alimenta. El octavo dia, las abejas cierran la celda con un opérculo de cera, lijeramente acupulado mostrando per- fectamente su circunferencia , de un color amarillento, aterciopelado, sin trasparencia alguna; es debajo de esa tapa donde la larva hila su capullo, i lo hace en treinta i seis horas; entonces se queda sin hacer un movimiento i tres dias después toma la forma de ninfa, que guarda sie- te dias i medio antes de ser abeja perfecta. Se la designa con el nombre de ninfa a causa de su perfecta blancura ; está envuelta por una membrana trasparente mui fina, al travez de la que se distinguen los ojos, las alas, la trompr*. i las patas : antes de nacer, todas sus partes toman color i dureza, loque facilita sus peregrinaciones desde el segun- do dia. El vijésimo dia ella deshace el opérculo desgarrán- dolo en la circunferencia del alvéolo, lo empuja con su ca- beza, i después desenredando sus patas anteriores, ella las afirma en el borde de la celda i se sirve de ellas para ayu- darse a sacar el resto del cuerpo. Tan luego como llega al panal, busca en él una celda que contenga miel i sumeon ella su trompa. 48. Caracteres físicos. — La abeja tiene cuatro alas casi tan largas como el cuerpo, no dejando aparecer, cuando están cruzadas, mas que un punto mui pequeño de la par- te inferior del último anillo. En los costados de la cabeza, que es triangular, se no- tan dos ojos con facetas, i tres pequeños, lisos, en la cima, dispuestos en triángulo. Estos ojos son fijos i sin párpa- — 23 — dos; pero Tos primeros tienen gran cantidad de peles. En- tre esos ojos hai dos cuerpesitos mui movibles i que se lla- man antenas, i en el ángulo inferior de la cabeza, se hallan dos mandíbulas que se abren de dentro a fuera; a mas una trompa que, dividida en dos hácia su medio, es doblada debajo de sí misma, i se desdobla cuando la abija quiere tomar algún alimento. Esta larga lengua queda encerra- da en vainas de sustancia corneada i perfectamente al abri- go del contacto del aire. Es un órgano que se considera como una prolongación del labio inferior; no es hueso co- mo su nombre podia hacerlo creer; es carnudo, surcado transversalmente por numerosas arrugas i cubierto de mu- chos pelos. Su punta sale del estuche, se sume en el lí- quido i por una suerte de movimiento bastante semejante al de la lengua de un perro que bebe, hace pasar el líqui- do en el cuerpo de la trompa, en la que se desliza entre ella i las vainas por una especie de movimiento ondulato- rio o vermiculario semejante al de una sanguijuela que se sacia de sangre. Esta trompa está sólidamente afirmada, asi como sus estuches, en el fondo de la boca, a donde se nota un cuerpo carnudo, grueso i corto, que es la lengua. 49. Organos interiores.—Debajo de la lengua hai un orificio, después un conducto, que es el esófago, el que concurre a la formación del cordón que liga la cabeza al corselé, atraviesa esta parte i se abre en el vientre, donde se alarga para formar el buche, después del cual se halla un intestino grueso doblado sobre sí mismo, que es el es- tómago, dando nacimiento a uno mas pequeño, que se ter- mina por un intestino grueso que es el áltimo, el cual se abre en la cloaca que le es común con el aguijón que ocu- pa la parte superior i la vaina que se abre alli también, i en fin debajo de la estremidad inferior del último anillo se ve el ano. En el punto de junción del estómago i del pequeño in- testino, hai recipientes amarillentos que hacen las veces de hígado. En los costados de la barriga se hallan los res- tos de los ovarios atrofiados, i la vesícula del veneno, así como los músculos que hacen mover el aguijón, los que— 24 — estando intimamente adherentes a los intestinos, los arras- tran casi siempre cuando se arranca el aguijón. Se ve aun debajo de la repon dorsal un largo canal que sirve a la circulación, es un sistema nervioso escalonado de seg- mento en segmento por otros tanto* gangliones comuni- cando por mallas mui distintas; son los nervios. 50. El corselé i las patas.—Después de Ja cabeza se nota el corselé, parte casi cuadrada en que están atadas las alas i las seis patas de las abejas. Las dos primeras pa- rejas de patas están atadas a taparte anterior, tan cerca de la cabeza que es difícil sacarlas sin llevarla. No tie- ne nada notable. Las patas déla segunda pareja, que sa- len de debajo del corselé, llevan una escobilla poco pro- nunciada en la faz interior de la pierna. Pero La tercera pareja es digna de toda la atención del observador : el muslo es mui fuerte, la pierna lleva en su parte esterna una escavacion rodeada de pelos tiesos que bacen como una canasta. La primera pieza del tarso es casi cuadrada i presenta en su parte interna una escobüla euéi jica. Ella se articula con la pierna por un solo punto de su borde su- perior, que forma con el borde inferior de la pierna una suerte de pinza que jira como la hoja de un cuchillo en su mango ; al lado opuesto de la articulación de la pieza cuadrada, hai una especie de punta o diente de sustancia cornea. Esta pata goza de los movimientos de pronacion ¡ de supinación. Las patas son terminadas por dos ganchos, entre los cuales hai una pequeña pelota carnosa que se alarga, se ensancha o se angosta a la voluntad de la abe- ja, particularmente cuando anda en cuerpos pulidos. 51. El vientre de las abejas.—Su vientre, así como el de los machos i reinas, se compone de seis anillos o segmen- tos, que se cubren unos a otros, no formando una sola pieza al lededor del cuerpo ; ellos se terminan en los cos- tados redondeándose para articularse con otros anillos en número igual, que forman la parte de abajo del vientre, menos apretado que los que forman el lomo ; existe entre ambos unos sacos membranosos, mui visibles cuando es- tiramos una abeja por las dos estremidades, en los cuales — 25 — viene a filtrarse una materia líquida que se endurece en ellos ; es lacera con que las abejas construyen sus pana- les. El primero í el último anillo no producen e3ta materia i in portante. Todas las partes del cuerpo de las abejas son cubiertas- de pelos mas o menos tupidos, mas o menos largos, mas- o niénos numerosos, según las partes. 6*2. Los estigmatos.—En los costados, i particularmen- te en el corselé, hai aberturas que sirven a la respiración i que llamamos e-tigniatos. 53. Su estado al momento de salir de Ja celda.—Al mo- mento de su nacimiento, la joven abeja está húmeda, de color gris plomo i débil ; durante algunos meses lleva un pmvito blanco en el último anillo. Después de haber to- mado algún alimento, ella va al sol a secarse, fortificar i tender sus alas, que se hallan arrugadas longitudinalmen- te. Allí las otras abejas la lamen para secarla, i luego ella se entrega al trabajo. 54. Sus costumbres.—La mas perfecta harmonia, la unión mas dulce reinan entre las innumerables abejas que componen una colmena. Su intelijencia paia el trabajo es de las mas perfectas. Pero por mas induljentes que sean entre sí, no dejan de ser terribles para con las estraujeraM que vienen a visitarlas. Las atacan sin compasión ; es una lucha a muerte, aunque las intnisassean mui numerosas. Desgraciada de la que el viento echa a las puertas de una tribu vecina; olfateada por todas partes, reconocida como forastera a pesar de la humildad de su actitud, será sacri- ficada sin piedad. 55. Su irritación contra los visitantes.—El afecto que tienen a su habitación las conduce a espulsar intrépida- mente los visitantes que se acercan mucho i que hacen movimientos que las inquietan. Ellas no hacen caso del color délos vestidos ni drlpelode las personas queseacer- can a ellas. Se ha dicho que el color blanco ñolas irritaba; sin embargo he visto sombreros de feltre blanco cubiertos de sus aguijones cuando se hizo una visita al interior de una colmena en tiempo inoportuno.— 26 — 56. Partes del cuerpo que las abejas atacan con prefe- rencia.—Su furor es tul que pican indistintamente todas las paites del cuerpo, pero parecen alacar con preferencia la cara i las munos. La rapidez de este ataque es tan ins- tantánea, que aunque estuvieseis cubierto de miel, que les es tan agradable, o délos olores que las repulsan con mas acieitD, os alcanzan en el acto. Cuando una os sigue pa- ra picaros, describe círculos al rededor vuestro, haciendo oir un ruido agudo, estridente, i luego se echa sobre el pun- to que ha elepdo i deja en él su aguijón. Si habéis tenido el tiempo, de taparos, ella se queda encima o al rededor de vosotros espiando la primera ocasión de picaros. Lo mas prudente es retirarse despacio a la sombra i no vol- ver tan luej;o al colmenar. 57. Epocas en que son mas terribles.—-Hai tal influen- cia atmosférica bajo la cual las abejas son mas o menos abordables, i tal época de sus ocupaciones interiores que permite visitarlas con mas o ménos seguridad. Asi, en los tiempos nublados i lluviosos i durante el tiempo en que pone mucho la reina, ellas son terribles ; al contrario, en tiempo de calor fuerte, i aun durante una tempestad, están mui tranquilas. 58. Personas privilejiadas.—.Algunas personas son ra- ra vez atacadas por las abejas, o por decir mejor, son in- sensibles a sus picaduras. Las que he encontrado gozando de este feliz privilegio, tenían el pelo negro i liso, la tez morena, las formas huesudas, lo que no quiere decir que todas las que tienen esas formas puedan esponerse sin precaución a la cólera de las abejas. 59. Las abejas no atacan a nadie en los campos.—Las abejas dispersas en las florea, i<>s campos, los jardines, no atacan nunca a los que pasean. Prueba dee>o son las que los cazadores i perros pisan impunemente ; uno puede examinarlas tranquilamente, i sin peligro, presenciar la manera como chupan la miel o se cargan de polen. 60. Hábitos particulares alas diversas especies.i— Entre las espacies de abeja* domesticadas, la holandesita no se defiende con otéaos furor que las da la primera especie — 27 — Pero ella se calma mas luego, no guarda rencor, mientra» que la primera especie os ataca, os persigue a todas dis- tancias i cada vez que volváis al colmenar, si Id habéis v¡- sitado en tiempo inoportuno. Se encuentran enjambres mas malos que otros ; los cul- tivadores saben bien distinguii los i los designan para ser destruidos en la época déla cosecha. He notado que eso» enjambres e>tabm siempre compuestos de abejas de nues- tra primera especie, que es la segunda de la mayor parte de los autores, los que describen cuatro. También esta es- pecie tiene el defecto de abandonar la colmena en agosto i e¡; marzo. Podría también ser mas inclinada a la rapiña que la holandesita. 61. Las abejas no se amansan.—Se ha hablado de abe- jas mansas, se cuenta que una persona quo la» visita a menudo, siempre vestida del misino modo, no está espues- ta a los ataques de las abejas. Ah! sin duda! pasead en- tre vuestras colmenas, tened cuidado de no poneros en el vuelo de vuestras abejas, no hagáis movimientos bruscos, no levantéis vuestras colmenas sino cuando hace frió i después de haberlas ahumado, i podréis esperar que os respetarán. Pero procurad destruir las larvas de tifia que las arruinan, durante la mayor actividad de sus trabajos, cosechadlas en verano para dejar espacio a nuevas pro- visiones, abrid o acostad vuestras colmenas en tiempo lluvioso, i veréis i confesareis por la fuerza que vuestras abejas no son mansas. 62. Ellas pierden a menudo la vida después de haber pi- cado.—La abeja que os pica deja en la herida su aguijón, cuyos músculos motores son unidos al último intestino; entonces una parte de los intestinos se queda en la pica- dura si espantáis bruscamente la abeja. Si, al contrario, sois dotado de mucha paciencia, ella sacará su dardo dan- do vueltas al rededor de la parte en que lo ha clavado. He aquí porque la abeja perece de ordinario ; pero nada paraliza su valor ; ella se ha vengado de un individuo que consideraba como un enemigo, i lo ha obligado a alejarse por el dolor que le ha causado.— 28 — 63. Alimentación de las abejas.—Las abejns se mantie- nen con miel, materias azucaradas i agua. Ellas comen también polen, como se puede ver cuando han caido al • punas partículas de esta sustancia en el tablero, donde lo recojen con el mayor cuidado. Pero ¿será para mantener- le o para hacer con él en su buche alguna elaboración a fin de formar la masa destinada a las larvas? Lo que hai de cierto, e3 que se encuentran partículas de polen no alte- radas en su segundo estómago i lias ta en el último in- testino. 64. Z,as perezosas. Barba formada por las abe}as.— Se ha dicho que había abejas perezosas, que se tenian fuera de la colmena, donde agarradas unas a las otras, forma- ban grujios bastante semejantes a las barbas antiguas. Se han dado aun, en buenos libros, medios para excitarlas al trab ij<>. Pero esta pereza no es mas que aparente. Ella viene de que la colmena está llena; quitadle algunos pa- nales, i las veréis luego volver al trabajo, i que el apicul- tor era el perezoso. 65. Otras causas de pereza.—Una mala reina, demasia- do vieja o que pone poco, hace las abejas indiferentes al traba jo ; no forman la barba, pero salen con poco ardor, no edifican nada i quedan evidentemente en una especie de desaliento. Unos panales deteriorados que las abejas no pueden destruir bastante para reemplazarlos por nuevas construcciones, las hacen renunciara tod i suerte de traba- jos. Un calor de 30 grados obliga también las abejas a salir i no trabajar. En esa», tres circunstancias el ap'cul- tordebe obrar, destruir la reina pira provocar la promo- ción de una nueva, sacar los panales malos, i dar sombra i aire. 66. Perdida de la reina.—A la muerte de la reina o des- pués de que se la ha sacado, las abejas quedan un dia o so- lamente algunas horas en gran có'era, después se calman i trabajan a proporcionarse otra ; i si no lo consiguen, continúan todavía acumulando provisiones de miel de po- len durante algunos dias para las larvas no metamorfo- seadas, en lugar de entregarse a la anarquía, al saqueo, — 29 — como se ha dicho en toda parte. Ellas perecen poco a po- co ; no siendo renovadas, la colmena se estingue insen- siblemente. Sus enemigos la invaden i precipitan su des- trucción. Si al momento de esta pérdida existen todavía los machos, las abejas los respetan con la esperanza de que podran un día serles útiles. 67. Duración de la vida de las obreras.—La vida de las obreras no parece prolongarse tanto tiempo como la de la reina; se estima que de ellas perece un tercio en otoño, otro en invierno cuando se acerca la primavera. Dos col- menas mui pobladas en marzo perdieron su reina ; yo las dejé sin acudir a su socorro, i en el mes de noviembre del año siguiente habia aun algunas abejas que luchaban con la carestía i no vivían realmente sino dia por dia. Lo que lleva la duración de su existencia a un año, como se habia probado ya algunas veces antes de que yo lo hiciera. 68. Causas de su muerte.—Esta vida tan activa que les imponen las necesidades incesantes de la colmena, debe acotar hasta las mas robustas de entre ellas, pero son fe- lizmente reemplazadas sin cesar por otras nuevas. Los pá- jaro», los insectos, muchos accidentes atmosféricos, con- curren a su destrucción, i es necesario verdaderamente que la reina ponga prodijiosamente para sostener una col- mena en un estado constante de prosperidad. 69. Señales de vejez.— Las que sobreviven después del invierno no presentan en el último anillo mas que un pun- tito amarillento en lugar de ser blanco, como en su juven- tud, i que acaba por desaparecer completamente algún tiempo ántes del fin de su existencia. Sus alas tienen en- tonces las estreinidades dentadas, su cuerpo parece dise- cado, i ellas muestran ménos actividad. 70. Acción del frió sobre las abejas.—Espuestas direc- tamente a una temperatura de 3 o 4 grados aun encima de cero, con tiempo nublado, ellas pierden momentánea- mente su existencia, pero con calentarlas se les devuelve fácilmente la vida. La reina, sobre todo, es mui sensible al frió, i yo la he visto caer corno muerta con una tem- peratura aun ménos baja.— 30 — Aglomeradas al contrario en una colmena, ellas arros- tran las temperaturas mas fi ias i saben conservar un calor de 24 a 25 grados. Se puede oir, en medio de las noches mas ríjidas, el frotamiento continuo con que se producen calor, comolo hacemos nosotros mismos ajilando nuestros brazos i piernas cuando tenemos lqs manos entumidas. 71. Influencia de un invierno igual.—Un invierno cons- tantemente trio no perjudica a las abejas ; al contrario, ellas soportan bien ésta temperatura, su apetito no está excitado por las correrías inútiles que las apariencias de buen tiempo provocan en ellas, las hace atacar sus provi- siones i vaciar los almacenes sin que puedan llenarlos de nuevo. . 72. Como toman sus víveres en invierno.—Durante el frió que las confina en su colmena, las abejas, agarradas unas a otras, aglomeradas entie los panales, no se mueven para comer. Las que están en las eeldas llenas de miel, destruyen sucesivamente las tapitas de cera que las cu- bren, sumen en ellas su trompa i la presentan en seguida, cargada de miel, a sus vecinas que pasándola también la una a la otra, envían asi la comida a las mas dis- tantes. 73. Polvo de cera.—Esta destrucción de las tapas de la miel se reconoce al polvo amai¡liento, mas o menos abundante, que cubre el tablero i que es para el buen apicultor un indicio para atender a las necesidades de las abejas. 74. Necesidad del agua.—Las abejas, durante los gran- des calores del verano, son ávidas de agua, i parecen pre- ferir las podridas a las claras i limpias ; o mas bien la to- man aunque podrida. Colocadas en hileras en el barro disecado, forman en la orilla del agua que existe todavía, una larga fila de abejas, chupando el líquido que las de- saltera i les es indispensable. Es por eso que se les en- cuentra en las embocaduras de conductos de aguas sucias i en el orin de los establos. 75. Acción de los gaces del humo.—Hai gaces o vapo- res deletéreos a los que no pueden resistir las abejas, i — 31 — otros que no suspenden sino momentáneamente su exis- tencia. Para preservarse de su acción maléfica, ajitan sus alas con esfuerza, lo que ocasiona un ruido que desig- namos con el nombre do crujido, mientras que se agarran en los panales i no inquietan de ningún modo a los que las cuidan. Si la acción es demasiado maléfica, ellas entran enteramente en Jas celdas vacias, para sustraerse a ella, i no dfjan por eso de perecer. 76'. Grupos que forman en la colmena.—De vuelta a su colmena, las abejas no se alojan en las caldas, ellas se aga- rran unas a otras i forman unas especies de guirnaldas en que quedan colgadas como veinte i cuatro horas, durante las cuales secretan la cera que han menester. 77. Traspiración.— Las abejas traspiran mucho, i se ve a menudo su sudor correr en el tablero con tanta abundan- cia, que se creería que es miel la que corre. Debajo de una colmena ¡lena de abejas conservadas en un montón de trigo, la humedad lo ha hecho brotar en el tercer mes. 78. Reclusión.—Las abejas pueden vivir mucho tiempo sin salir de la colmena, con tal que estén bien abasteci- das, como lo prueba la práctica de encerrarlas en invier- no, los esperimentoa, las esposiciones públicas, asi como el viaje de las colmenas que yo mandé en 1848 a Chile a don Julio Belin. 79. Recepción de una reina estraña, como la cuidan.—« Cuando una reina forastera, estraviada o inclinada al sa- queo, se posa a la entrada de una colmena, en el acto las abejas la rodean en gran número, le interceptan el aire i asi la sofocan ; pues de matarla con clavarle el aguijón, eso nunca lo hacen. Cada vez que la madre corre algún peligro, ellas la ro- dean, asi la preservan de los peligros que la amenazan. Las abejas toman este cuidado en el grupo del enjambre, a donde unos hombres atrevidos i hábiles tienen la destre- za de buscarla i tomarla. Ellas le hacen semejante custo- dia cuando por accidente ella está espuesta al frío o está enferma.— 32 — 80. Su vijilancia.—Cuando enjambra una colmena, ó cuando pasa alguna cosa estraordinai ia en el colmenar, to- das las abejas vienen a las entrarlas, centuplican las centi- nelas por temor de algún acontecimiento que pueda ame- nazar su habitación, i sacan su aguijón, a cuya punta se ve una gotita de veneno. 81. Influencia de la oscuridad i de ciertas circunstancias sobre su jénio.— La oscuridad influye mucho sobre las abe- jas i permite tratarlas con la mayor seguridad. Sin em- bargo, no es un motivo para tratarlas de noche, pues en- tonces ellas se deslizan por todas partes i no pudiendo ha- llar su habitación , con mucha dificultad uno puede deshacerse de ellas. De ordinario ellas no procuran ata- carnos cuando están echando enjambres o saquean- do, pero seria imprudente contar con su mansedumbre. Cuando se les abre la colmena, la luz súbita i el aire nuevo que penetra en ella las irrita muchísimo; pero algu- nos momentos después vuelven a su tranquilidad pri- mitiva. 82. Las abejas son muí rutineras en los hábitos que contraen. Asi vuelven de muí lejos al lugar de donde su las ha sacado, i si se cierra alguna salida, alguna rendija que ellas aficionan, abandonan a veces la colmena. Cuando una abeja ha adoptado un pasaje, si uno lo tapa o lo muda a otro lugar, la abeja lo halla con dificultad, tan acostumbrada está a seguir la misma huella. Se diriu en este caso que todos sus ojos no le sirven para nada. 83. Lo mismo les sucede con el oido. Si golpe.ds la col- mena, ellas responden por un zumbido instantáneo cuasi eléctrico; pero si introducís i tocáis una campana en la colmena, ellas no se mueven ni se fijan en ello. Si golpeáis en los vidrios de una colmena de observación, las veis se- guir trabajando, la reina no se mueve i sigue poniendo; de donde se ha concluido que no oian. Articula S. De las nodrizas. 84. Definición.—Hemos dicho que Jas abejas, según stt orgnnizacion, están encargadas de trabajos distintos que cumplen sin poder cargar con otras funciones. Hasta aho- ra no se ha podido distinguir bien sino dos clases de abe- jas, mui diferentes por sus formas i los trabajos a que se entregan, i son las cereras i las nodrizas. 85. Las nodrizas, sus funciones, su forma.— Ellas son las encargadas particularmente de ir a cosechar los ali- mentos i de traer todos los materiales necesarios al man- tenimiento de la colmena. Su conformación está perfecta- mente entendida para facilitarles durante su vuelo el tras- porte de las sustancias con que cargan sus patas trase- ras. Son mas chicas que las demás abejas; su abdomen es pequeño, ovoide, encojido sobre sí mismo, i son prodi- jiosamente activas. 86. Medios de reconocerlas.—Es fácil distinguir sus for- mas cuando la colmena está abierta i cuando nuestras tra- bajadoras vuelven cargadas a mezclarse con las otras, o también cuando se levanta la colmena en medio de la acti- vidad del trabajo i se la lleva a una pequeña distancia. To- das las que vuelven al dia siguiente o dias posteriores al lugar que ocupaba la colmena, son nodrizas sin mezcla alguno; si se trasporta la colmena a un cuarto de legua, el primer dia i en las primeras horas vuelven ellas con las patitas cargadas de pelotas. Las cereras que aparecen en medio de ellas son pocas, pero puede i aun debe haber algunas entre ellas. 87. Ellas no pueden construir.—Sus ocupaciones son tan especiales, que reunidas solas con machos i una reina, en una colmena sin panales o aun con panales llenos de miel i de cria, ellas no los sueldan con cera en los listones donde se les ha colocado, no toman ningún cuidado de la cria, no botan afuera los cadáveres de los machos que su-— 34 — camben Juego, o de las de entre ellas que mueren en la colmena, i al cabo de algunas semanas, todas perecen sucesivamente. 88. Distancia que ellas recorren.—Jeneralmente las no- drizas se alejan poco del colmenar miéntras los alrededo- res proporcionan provisiones, i su vuelta súbita, al mo- mento Je aparecer una nube, es una prueba evidente de ello. Pero pueden ir mui ¡ejos i conocen perfectamente su camino, cerno se puede probar con llevar ana colmena a un cuarto de legua; las abeja-, acostumbradas al lugar que ocupaba su habitación, vuelven allí durante algún tiempo hn.sra haberse acostumbrado al mu vo sitio de la colmena. 89. Ellas tienen mensajeras.—Es cosa bien conocida que Ls abejas, cuando salen de su colmena i *e posan en forma de enjambre en algún arbolito, no tiene intención de establecerse en él; es un momento de descanso no mas, durante el cual están esperando la vuelta de las que han f-ido enviadas a buscar una localidad conveniente. Algu- nos autores han hablado de estas mensajeras i la razón las admite sin que hechos bastante positivos hayan piobado su realidad. Tres veces, en 1852, las he sorprendido en busca de un alojamiento. Según los consejos de nuestros buenos maestros, entre ellos Lombard, yo habia puesto algunas colmenas vacías en los alrededores del colmenar; habia puesto en ellas panales abandonados desde el invierno an- terior. Un dia vi en una de ellas una docena de abejas re- corriendo, visitando todo el interior; al día siguiente ha- bia mas ; el tercer dia llegaban por centenares ; en fin, todo el enjambre llegó allí uno de los dias siguientes, pe- ro no pude presenciarlo; cada noche la col n ena estaba perfectamente vacía de abejas. En otra hicieron el mismo manejo; pero sobrevino un tiempo lluvioso i no volvie- ron a aparecer. Mi vifu-.tero ha observado lo mismo en su granero, en el que vino a fijarse un enjambre mag- nífico. _ 90. Como cosechan la miel.—De mañana fintea de salir al campo, lo que hacen mui temprano, es examinar coa — 35 — cuidado la temperatura i el estado de la atmósfera. Si no- quedan satisfechas, vuelven i esperan. Pero en los dias se- renos, con los primeros albores del sol, se las encuentra botinando en los puntos que alumbra este astro; introdu- cen su trompa en la corola de la flores, para apoderarse de la miel que se encuentra en la superficie del pistilo i en los nectarios; hallan también miel en las hojas, las ramas de ciertas plantas en que es secretada por los tiempos hú- medos i calientes. Ellas se apoderan también de los jara- bes o almívares que se encuentran a su alcance i los tras- portan a sus celdas sin convertirlos en miel, como me lo- han hecho con un jarabe de glucosa que me llevaron, i cuya mayor parte^jtfedó en suspensión i se separó de las celdas para volver a tomar su primera forma. 91. Celdas que reciben la miel.—Las celdas, cuando han sido desocupadas por la cria, se llenan de miel, pues sirven alternativamente parala cria, para guardar miel, o para guardar polen. Las abejas vienen allí a depositar la miel que se ha elaborado en su buche i que es formada de todas las materias azucaradas que ellas han encontrado en sus peregrinaciones. En este estómago, la miel se desem- baraza de todas las materias heterojéneas o del agua que pudiera encerrar. Cada abeja, entrando la cabeza en las celdas, echa en ellas la miel asi elaborada. Llenan primero las celdas de la parte superior de los panales, i las alargan a veces desmesuradamente cuando hallan espacio sufi- ciente. Tan luego como la miel está a punto de alcanzar al borde de la celda, ellas forman un opérenlo que princi- piando por abajo, se agranda poco a poco i se acaba por arriba, dejando siempre un agujerito hasta que la celda es- té bien llena; entonces ellas completan el opércuio, que es chato, trasparente, delgado, algunas veces aun deprimido. 92. Cosecha del polen.—Se ven las nodrizas volver con las patas cargadas de pelotas amarillas coloradas, mora- das i de otros colores; pero siempre del mismo color en cada pata. Estas pelotas son formadas del polvo que se encuentra en las partes de las flores que se llaman etami- uas, i este polvo ha recibido el nombre de polen.— 36 — Esas pelotas son redondas o un poco ovalas, algunas veces con la superficie desigual i de un aspecto polvoroso. Para apoderarse del polen, la abeja se revuelca en las flore?, i de este modo todos sus pelos se cargan de polen. Después frotándose con sus patas ella fija el polvo en for- ma de pelotas en las canastas que forman sus patas trase- ras. Estas pelotas son mui gruesas algunas veces, en otras mui pequeñas, lo que depende de que ha sido sacado cuaai todo el pólen de las flores i que las abejas pi eneren volver poco cargadas mas bien que recorrer otras plantas,sin cuya previsión habria una gran confusión en nuestras plantas, puesto que la mayor paite de ellas se fecundan por esta peregrinación de las abejas. A veces las abejas desgarran la membrana que encier- ra este polvo, lo agarran con sus mandíbulas i lo llevan de pata en pata hasta la canasta. 93. Depósito de pólen en las celdas.—Llegadas al ta- blero con sus provisiones, las abejas se frotan de nuevo para hacer mas gruesas sus pelotas, i suben a los panales para buscar una celda donde depositar su fardo; introdu- cen en él las patas, se las frotan i se desembarazan asi de las pelotas que las cargaban; se retiran luego i vuelven apresuradamente al campo. Es sobretodo en la madruga- da cuando se ven las abejas volver cafgadas de esta pre- ciosa materia, i traen mucha. Réaumur ha hecho observa- ciones que hacían subir la cosecha anual a 50 kilogramos por una buena colmena. Se sabe que se han encontrado cantidades enormes de pólen en algunas colmenas viejas que los cultivadores de- jaban envejecer inoportunamente, so pretesto de conse- guir mas cera, pues durante mucho tiempo lo han mirado, i en muchos paises todavía lo miran, como materia para la cera; i la ignorancia a este respecto es tal entre ciertos cultivadores, que yo he visto botar al estiércol panales ex- celentes del uño so pretesto que no tenían materia para la cera. Hace, sin embargo, mas de ochenta años que se ha decubierto porque parte de su cuerpo las abejas secretan la cera. — 37 — 94. Uso del pólen.—Esta materia ha recibido-también el nombre de pan de las abeja?, i esta denominación se acerca mucho mas a la verdad. El pó'en mezclado con miel en ciertas proporciones i con una preparación ade- cuada, sirve de alimento a las larvas hasta el momento en que van a metamorfosearse. Por esto, i una prebi feha- ciente de este aserto es , que el pólen no es traillo a la colmena sino cuando hai gusanos o larvas; pero si la reina! perece o deja de poner, se deja de verlo en las patas de la» abejas, i ellas vuelven vacías del campo. Las abejas hacen depósitos continuos de pólen mientras las flores lo producen, a fin de que si la reina viene a po- ner en invierno, ellas puedan preparar la masa de las larvas, que perecerían sin falta si no recibiesen mas ali- mento que la miel. Las grandes cantidades de pólen que hallamos en ciertas colmenas prueban con evidencia que no es el pan de las abejas, es el condimento, el aliño del alimento de las larvas. Este hecho tiene una importancia práctica mui grande i no podemos dejar de propagarlo porque los cultivadores que piensan que el polen sirve pa- ra formar la cera, dejan envejecer sus colmenas con la es- peranza de conseguir grandes cantidades de esta sustan- cia. Sucede precisamente todo lo contrario, puesto que los panales viejos producen mui poca cera, miéntras que los del año se componen cuasi enteramente de esta ma- teria. 95. Como el pólen se acumula en las colmenas.—Las pelotas depositadas en las celdas por las nodrizas son pisoneadas por otras abejas que con su cabeza las apren- san en el fondo de las celdas en montones mui apretados i sólidos. Las celdas no se llenan nunca completamente con pólen, i se ven algunas con miel encima cuando esta sustancia es abundante en los vejetales. El pólen no se ve nunca tapado con opérculo, queda libre. 96. Celdas que reciben el pólen.—Las abejas depositan el polen particularmente en las celdas mas próximas a las que contienen la cria, pero sobre todo en las de abajo i de los costados de los panales i mas especialmente en— 38 — las que sirven de cuna a las obreras. Es raro que se le encuentre en las celdas de la parte superior de la colme- na, entre las que están llenas de miel. 97. Utilidad de las abejas para la fecundación de las plantas.—Las abejas, cuando buscan polen, facilitan sin- gularmente la fecundación de las plantas, i Bosc dice que esta ventaja es superior en la economía jeneral a la que se saca de la miel i de ia cera. A imitación de las abejas, el hombre que quiere fecun- dar planeas que quedarían estériles en ciertos ciiruas, carga con polen un pincel i lo lleva a las partes de esas plantas que deben transformarse en frutas. Seria curioso soltar un enjambre en un conservatorio. 98. Cosecha del propoleos. Para asegurar la salubridad de su habitación asegurándola contra la humedad i los chiflones de aire, para poner obstáculo al pasaje de sus enemigos, las abejas cosechan en las plantas otra materia que traen igualmente en la canasta de sus patas. Esta materia se líama propoleos, porque con ella untan las pa- redes de su casa. Es una sustancia resinosa, mui tenaz, blanda durante el calor, seca, resistente i quebradiza en el fiio, de colores variables, blanca, amarillenta, rojiza, for- mando montones jaspeados de un olor aromático agrada- ble, de gusto amargo, podiendo disolverse en el espíritu de vino, el éter, el aguarraz. Se encuentra el propoleos en todas las partes de la colmena, donde hai rendijas, agujeros, asperezas; con ella las abejas sueldan la colmena con el tablero ; la orilla de las celdas i algunas partes del interior también la tienen. ^ 99. Forma i empleo de las pelotas de propoleos.—Tam- bién bajo las formas de pelotas es traido el propóleos en las canastas de las patas de las abejas. Esas pelotas son redondeadas, lisas, transparentes, pegajosas, algo líquidas i sin embargo pegadas con mucha solidez a sus patas. Por esto las abejas no pueden quitárselas por sí mismas. Cuando traen ia propoleos, se agarran en algún punto de la colmena i las obreras del interior vienen i se lo arran- can con las mandíbulas i lo llevan al lugar donde quieren — 39 — pegarlo ; de este lugar a la pata de la abeja se estiran hilos largos como cuando se trabaja la liga. 100. En que parte del árbol cosechan las abejas el pro- poleos.—Réaumur i Hubert, que han cultivado tanto i tan bien las abejas, al punto de vista de la observación, quedaron mucho tiempo ánti:s de ver las abejas trayendo propoleos con sus patas. Aunque esta sustancia tenga tanta un al ojia con la materia resinosa que tienen los bro- tes de ciertos átboles, como los álamos entre otros, cuan- do se acerca el invierno, nadie ántes que lluberl las habia visto cosecharía, i Réaumur pensaba que la sacaban de otros áiboles que los que designaban los cultivadores de abejas. Para asegurarse del hecho, Hubert puso en el mes de julio (aquí diciembre), delante de sus colmenas, ramas de álamo cortadas en la primavera i vió que las abejas entreabrían los brotes secos i se cargaban con la materia que contenían. El analizó esta materia i la halló idéntica con el propoleos. Después todos han repetido con razón que esto era bien el propoleos; pero nadie podia afirmar haber visto las abejas hacer esta cosecha en los árboles. Estuve yo también mucho tiempo ántes de ver las abejas trayéndolo ¡ no fué ántes de 1852 cuando he tenido la dicha de ver las abejas cosechándolo en un populus balsa' mífera (especio de álamo) de talle pequeño. Habia sabido en 1847 i después, que al fin del verano, en enero i febrero, las abejas cosechaban mucho propo- leos, mientras que en la primavera al contrario, la cose- chaban mui poco a pesar de lo que se decia. Para esto aguaité durante esos dos meses todas las ocasiones po- sibles de sorprenderlas ¡nfraganti. Llegada al árbol, la abeja rasca con sus mandíbulas las partes que llevan esta materia, después con sus esco- billas forma pelotas que lleva a su habitación. Así, cuando uno quiera ver las abejas cargadas de pro- poleos, las vijilará en los meses que preceden la mala estación, circunstancia que *ho se ve señalada en ningún tratado sobre las abejas, si no es en una pequeñita edi- ción de la Casa rústica publicada en 1826.— 40 — Las abejas son mu¡ ávidas de las pinturas alquitranadas con que sé untan los buques. En un astillero de construc- ción se las lia visto en gran número perecer en el alqui- trán derretido cuyo olor los atraia desde niui lejos. Se atribuía la cosecba del propoleos a los enjambres, cuya primera ocupación al tomar posesión de una col- mena, era untarla con propoleos. En las numerosas mu- danzas que he operado he encontrado rara vez esta sus- tancia hasta junio (noviembre). Pero en setiembre (febre- ro) se la ve en abundancia ; i esto debe ser, puesto que las abejas, tan esencialmente previsoras, sienten ¡¡cercarse el invierno i piensan en precaverse contra sus rigores. Hai aun rejiones en que se suele presajiar el rigor del invierno que viene por la solidez de las soldaduras de propoleos. En la primavera se ven los marcos soldados unos con otros por una materia que es una mezcla de cera con propoleos, pero en que domina la primera; esta materia es análoga con la especie de cimiento con que las abejas construyen la primera hilera de celdas cuando los panales deben ser mui pesados. Los antiguos la llamaban metis o pissoceron. 101. Las abejas van también sobre las frutas.—Si se encuentran las abejas en las frutas, si las comen en gran cantidad, siendo de ellas mui ávidas, no lo hacen sino cuando ya otros insectos mas fuertes o los pájaros han desgarrado su cascara. Es una pérdida tanto mas de sen- tir para los propietario*, cuanto que la pulpa de las frutas no contiene miel, lo que he probado al observar que el pe- so de las colmenas no aumentaba en esa estación cuando las abejas dcstruyian mas uvas i cuando se hacian las ven- dimias. 102. Flores en la cabeza de las abejas.—Las abejas vuelven algunas veces con la cabeza cubierta de florcitas terminadas por un penacho de varios colores. Las mas ve- ces estas florcitas están aglomeradas con orden i forman una linda corona. Si con una pincita apretáis la estremi- dad de esas flores para sacarlas, el hilo se estira conside- rablemente i vuelve sobre sí mismo cuando se le suelta. Las encontrareis también algunas veces en los muslos de Ihs primeras patas i en el corselé hasta en las mandíbulas. He visto unas abejas tratar de arrancarlas a las que las llevaban o procurar quitárselas a sí mismas con las patas. Cuando no pueden conseguirlo caen por sí mismas des- pués de cierto tiempo. Colocadas entre las antenas, esta» floiecitas han sido confundida* a menudo con ellas, de donde se había sacado la conclusión de que era una en- fermedad de estos órganos. Pero un exámen mas atento, i sobre todo, la benevolencia del sabio entomolojista M. Duméril, me lian puesto en el camino para conocer su ver- dadera naturaleza. M. Duméril liabia hallado objetos se- mejantes en otros insectos (los bibiones), i no ha queda- do sorprendido cuando K>s ha encontrado en las abejas que yo le presentaba. Esos insectos, como las abejas, los toman en las orquídeas; son etaminas que, desprendién- dose fácilmente, se fijan en los pelos de la cabeza de las abejas, i que se cargan del principio gomoso mui tenaz que se encuentra en esas plantas. Estaa flores, que no son de ninguna utilidad para las abejas, se encuentran con mucha abundancia en las prima- veras húmedas, i hacen conocer la carestía en las colme- nas i por consiguiente que no saldrán enjambres. 103. He visto también en la pane superior del corselé un montón de polen que estaba pegado en él por su par- te puntiaguda, pues tenia la forma de una lágrima i que- daba bien derecho. Sucedió en setiembre (febrero) i el pais producía muchos mimbres. Artículo 3. De las cereras. 104. Las otras abejas u obreras son designadas con el nombre de cereras, porque forman los panales con la cera que producen. Tienen ellas el cuerpo cilindrico, largo, i son mas gruesas que las nodrizas. Su forma es tan distinta, que se las toma a menudo por reinas nuevas ; pero con— 42 — mas atención es fácil distinguirlas porque no tienen el co- lor amarillo de las patas i del vientre, i que sus alas siem- pre son largas como el vientre. Sus caracteres físicos se distinguen sobretodo cuando se encuentran con las nodri- zas cargadas de polen. Esta forma alargada del cuerpo es mui favorable a la construcción de las ctlda*; la capacidad mas grande de su vientre les permite, por otra parte, reunir en él mas miel i transudar, por consiguiente, una mayor cantidad de cera. 105. Secreción de la cera.—Son ellas sobretodo, las que forman esas especies de guirnaldas de que hemos habla- do, i cuando uno quiere ver las lágrimas de cera, debe aprovechar los primeros dias de la entrada de un enjam- bre en una colmena. Entonces producen mucha cera por- que tienen que edificar todo, a tal punto que esas peque- fiitas lágrimas desbordan de los sacos a donde se amoldan i forman al esterior una especie de redondel. 106. Las cereras cuidun del interior de la colmena.— Sus ocupaciones no se limitan a la construcción de los pa- nales, ellas están encargadas de toda clase de cuidados, sea con las larvas, sea con la reina; i a este respecto me- recerían mejor el titulo de nodiizas que aquellas que no son en realidad mas que proveedoras. Ellas limpian el interior de la colmena, trasportan afuera las basuras i los cadáveres, recojen el propóleos que traen las nodrizas i lo emplean en todas partes donde se necesita, no sola- mente para tapar las rendijas que dan entrada al aire o a la luz que no necesitan; pero también con él cubren los cadáveres que no pueden llevar afuera i cuyo hedor las incomodaría. Ellas obligan aloscaracoles a recojorse en su cof.'cha i la sellan tan bien que no pueden salir mas de ella. Cuando las entradas de la colmena son demasiado grande-, ellas las hacen mas estrechas con esta materia, i construyen tam- bién por detras fortificaciones cuando tienen que temer las mariposas llamadas de calavera. Sus precauciones con- tra sus enemigos son tale3, que sellan en la pared de la — 43 — colmena, como lo hacen con los caracoles, todo cuerp» inerte que no conocen, no pudiendo saber si les puede causar algún mal. 107. Ellas entretienen en buen estado los panales i cel- ¿aSm—Cuando una abejí ha salido de su celda, las cereras visitan el interior i sacan todo lo que la larva i la ninfa han dejado, menos el capullo, que queda adherente a la ce- ra como para conservarle bien su forma i darla mas soli- dez. Cuando algunas porciones de panal son alteradas o cuando la larva de la tina ha destruido o deteriorado sus celdas, ellas roen la superficie hasta el tabique, i roen tam- bién éste si la cara opuesta está en mal estado; yo las he visto a la obra, muchísimas ocupadas en ella i haciéndola con mucho aseo. 108. Las barredoras.—Las abejas, cuando vuelven del campo, no tienen siempre las patas limpias, i sus idas i venidas acaban por ensuciar i aumentar el volíimen del borde de las celdas. Para sacar lo mas posible de esas ba- suras, se distingue de distancia en distancia unas cereras ajitando sus alas de una manera mui singular, i no como cuando procuran renovar el aire. La importancia que pare- cen darse esas abejas es mui curiosa : así, llevan la cabe- za alta, las antenas levantadas, cambiando de lugar a me- nudo, i siempre ajitando sus alas con el objeto bien evi- dente, de baner las basuras; por eso la3 he llamado bar- redoras. 109. —Se ha dicho que ellas no salian sino para ir a beber: sin embargo, se ve volver un número bien grande de abejas gruesas que no traen polen, se las encuentra también en las flores; si se aplasta una se la encuentra llena de miel. Estoi dispuesto a creer que ellas salen tam- bién en busca de la miel, lo que se concibe bien, cuando toda la colmena está llena de cera, habiendo una tercera división, no bien definida todavía, que se ocupa esclusi- vamente en las construcciones i cuidados a los chicos. 110. — Las gruesas cereras son las que con su cabeza pi- sonean el polen depositado en las celdas. Apenas ha sali- do una nodriza, una cejrera del grupo vecino deja su lu- I— 44 — gar i entra en la celda; despue3 de haber acabado, ella vuelve tranquilamente con las otras. 111. Son ellas las guardianes ele las colmenas i de las celdas réjias.—Ellas hacen una custodia continua en las puertas de la colmena, visitando todas las abejas que se presentan i obligando a menudo a las que llegan a entre- garles U miel que traen. De noche su vijilancia no es me- nos activa i entonces hacen verdaderas patrullas, que el menor ruido hacen mas numerosas. En el interior de las colmenas la guardia de las celdas réjias les es confiada, ellas las preservan del furor de la reina o de la indiscre- ción de las jóvenes reinas que, no conociendo todos los peligros a que son espuestas, procuian sin cesar echar abajo las puertas de su prisión. 112. —Encargadas de dar el alimento a las larvas, ellas las preparan la comida i saben dar oportunamente a cada una lo que le conviene. Si unas larvas destinadas a ser zánganos son depositadas por casualidad en celdas d<: obreras, ellas las alargan, i si quieren de una obrera hacer una reina, ensanchan su cuna en el sentido trasversal i lonjitudinal. Cuando los gusanos perecen, ellas los llevan afuera i desembarazan también los panales estraños que se introducen en las colmenas de los huevos o larvas no tapados que podrían encontrarse en ellos; pero respetan los que se hallan tapados por un opérculo. 113. Su modo de renovar el aire.— Ellas no permiten ningún aire estancado en la colmena, lo renuevan siem- pre ujitando sin cesar sus alas, sea en el interior, sea de- lante de las entradas de la colmena. En esta operación, que tiene lugar, sobretodo, en los grandes calores del es- tío, ellas se tienen en el tablero afirmadas en sus seis pa- tas, llevando arriba el abdomen fuertemente tendido, el corselé mas bajo, la cabeza lijeramente levantada; sus lar- gas patas traseras cruzándose de vez en cuando. Sus alas se ajitan con tal actividad que no se distinguen sus movi- miento.*.El ruido que resulta de esto, al quebrar el aire, ambiente causa en el interiórese zumbido tan característico de su fuerza i enerjía, Se oye o se provoca este ruido en to- — 45 — dos los tiempos con el menor golpe que se pega a la colme- na. Las cereras que ajitan sus alas a las puertas lo hacen durante diez o veinte minutos, después vienen otras que las suplen, las de adentro como las de afuera se tienen con 13 cabeza dirijida hácia las entrada?. 114. —Sin duda son ellas las que acompañan por todas partes a la reina i le dispensan toda clase de cuidado*, sin embargo las demás quieren también contribuir a ello. Aunque tengan pura con ella todos los miramientos posibles, la muerden, sin embargo, la obligan a alejarse de las celdas que ella quiera desgarrar. 115. Almacenaje de la miel.—Cuando está abundante la cosecha de miel, las abejas que la traen la depositan en todas paites, las cereras la colocan en seguida en las cel- das inferiores i superiores de los panales i las llenan con regularidad. CAPITULO II. Arquitectura de las abejas. 116. —Si las abejas son en todas parte el emblema del trabajo i del orden, cierto es que lo deben a sus costum- bres i a los trabajos que acabamos de describir. Pero ellas son también el modelo de la industria mas injeniosa por sus construcciones tan exactas i regulares. 117. Denominación de sus construcciones.—Se llaman panales los edificios que construyen las abejas en el inte- rior de las colmenas para contener alternativamente la eria, el polen i la miel. 118. Materiales que los componen.—En los primeros dias estos edificios son esclusivamente compuestos de ce- ra i de un poco de propoleos, pero luego ¡os capullos se- dosos vienen a añadírseles. 119. De donde proviene la cera.—Hemos visto ya que las abejas transudaban la cera en una especie de sacos que tienen entre los anillos del vientre, que la cera se encuen- tra en ellos en ciertas épocas i circunstancias b ijo la for-— 46 — raa de hojas mui delgadas ofreciendo el aspecto de na Eentágono irregular. Esta preciosa materia ha sido ela- orada en el sistema glandular, como todos los demás humores, i sus vasos excretadores se abren en el fondo de los sacos en un tejido cuyas mallas tienen la forma hexagonal que se encuentra siempre en las obreras cereras, poco en las reinas i nunca en los machos. Las hojas de cera algunas veces no son mas que sim- ples agujas. ¿Vendrá esto de la poca cera secretada? o {>rovendrá de las nodrizas mal organizadas para producir- as anchas? La cera de estas hojas no tiene las mismas cualidades que la de los panales, que la adquieren por la masticación a la cual la someten las ¡ibejas. Son tan livianas estas hojas, que se necesitan dos cien- tas veinte para igualar el peso de un grano de trigo, de donde se ha concluido que se necesitaban cuarenta millo- nes para hacer un kilogramo de cera. 120. Cantidad de cera producida por diferentes cuer- pos azucarados.—Unas esperiencias hechas hace ya mu- cho tiempo, repetidas en 1844 en el jardin de plantas de París, han probado que 500 gramos de azúcar reducida a jarabe daban 30 gramos de cera, i que la misma canti- dad de miel no daba mas que veinte, lo que se comprende cuando se sabe que la miel encierra otros principios que el azúcar i que no pueden dar cera. 121. Como toman las abejas las hojas de cera.—Cuan- do la abeja quiere edificar, ella toma sucesivamente esas escamas u hojitas haciéndolas caer del saco que las con- tiene, con el dientecito que está en el ángulo superior de la pieza cuadrada del tarso de la tercera pareja de patas, la aprietan con este instrumento injenioso que resulta de la articulación de esta pieza con la parte inferior de la pierna; después los ganchos de las patas se las pasan uno a otro hasta U boca. Entonces la abeja las masca derra- mando mucha saliva, i hace con ellas una especie de cin- ta maleable, la fija en el punto donde quiere construir, i « fuerza de traer hojitas, lo que hacen varias abejas, ella» — 47 — forman un pedazo mui delgado i de algunos milímetros de altura, en el que esculpen el fondo de las celda?; i to- mando por punto de partida los bordes, ellas forman los» tubos que constituyen la celda. Si por casualidad en el apuro del trabajo uno de los hilos está mal ajustado, otra abeja lo saca para colocarlo mejor, i el interior de la cel- da recibe en seguida, por una especie de acepillado, todo el pulido i la forma exagonal que conocemos. 122. La celda.—Es una cavidad que ha recibido tam- bién el nombre de alvéolo, ofreciendo un prisma exago- nal regular, terminado por una pirámide de tres rumbo3 para las celdas de obrera* i de machos. E-tas se abren en las dos caras del panal, siendo adherentes por el fon- do unas con otras, de m mera que cada fondo de una cel- da en una cara corresponda a tres celdas en la cara opues- ta. Son inclinadas de arriba hacia abajo, defuera adentro, bajo un ángulo que es de ordinario de cuatro a cinco gra- dos i algunas veces de mas de veinte. Las celdas destinadas a ser la cuna de las obreras tienen doce milímetros de hondo i cinco de ancho; las .de los zánganos tienen la misma profundidad i siete milímetros de ancho. Estas dimensiones son tan precisas, tan regu- larmente observadas, que a mediados del siglo pasado las proponían como tipo de nuestras medidas. El número de celdas contenidas en una buena colmena es considerable, es de 40 a 50 mil por una colmena de 50 centímetros de alto con 33 de ancho adentro. Un panal de 33 centímetros sobre 16 encierra cuatro mil celdas,que hacen a veces las abejas en un solo dia i aun en menos tiempo, tal es su actividad. 123. Lugar de las celdas para zánganos.—Un panal rara vez es principiado por celdas de zángano-:, ni entera- mente compuesto de ellas; se las encuentra mas comun- mente en la parte inferior de los panales i cuasi siempre en la parte posterior de las colmenas redondas i en las- partes laterales cié las cuadradas. Ellas no pueden existir «ino en una cara del panal, la otra estando ocupada por celdas de obreras. Para construirlas, las abejas agrandan— 48 — poco a poco las celdas de obreras, i cuando ellas lian cons- truido las suficientes, las disminuyen poco a poco para formar celdas ordinarias. Estas celdas, para mas solidez, son guarnecidas a su entrada de un borde de propoleos que es rojizo jeneralmente. Se encuentra aun esta materia en los ángulos de las celdas. Las celdas son de la regularidad mas grande ; pero no son siempre todas hexagonales; la primera hüera, laque está pegada a la parte superior de la colmena, la que sir ve de sosten a las demás, necesitaba tomar un buen pun- to de apoyo; por eso las celdas que lo componen adhieren al listón o al cielo de la colmena por la orilla de ambos lados, lo que les da la firma de un pentágono cuyo lado superior es formado por la pared de la colmena. 124. Desaparición de la cera que las compone.—Las celdas al principio son compuestas únicamente de cera; pero con el tiempo esta materia desaparece casi entera- mente. He aquí como : cada larva deja en la celda un ca- pullito, lo que hace que las paredes de las celdas se hallen apretadas entre dos tejidos sólidos, cada gusano que se cria aprieta tanto la cera de los tabiques con los capullos sucesivos, que ésta sale poco a poco por las orillas, forma allí un bordo que hace desaparecer la forma hexagonal, i va al fin gastándose bajo las pisailas continuas de las abe- jas ; lo que hace que los panales viejos no tengan cera. 125. Celdas réjias.—Las reinas deben ser criadas en celdas anchas, que no las comprimaiKen su juventud. Son éstas unas especies de apéndices que se hallan lo mas a menudo en los orillas de los panales, en los agujeros que tiene, i algunas veces en la parte de abajo ; rara vez se les halla en la superficie de los panales. Estas celdas se pare- cen a unas peritas cuya parte mas ancha parece salir del panal. La base de esas celdas se asemeja perfectamente a la cúpula de una bellota de encina que las abejas prolongan por abajo, a medida que crece el gusano encerrado en la celda , su interior es redondo asi como la base, que es co- mo el fondo de un dedal. Su superficie es grabada muí — 49 — regularmente de pequeñas depresiones triangulares, cuya- dirección es perpendicular al horizonte. Entra tanta cera en un alvéolo de reina, que pesa tanto como ISO alvéolos ordinarios. El número de e^tas celdas es mui variable ; en algunas colmenas son mui raras, en otras hai ocho o diez i mas. Cuando la reina lia salido, las abejas destruyen todo el tubo que servia de prolongación a la base, la que queda so- la i no vuelve a servir nunca. Cuando estas celdas están establecidas en el panal mis- mo, están atadas en él en todo el sentido de su lonjitud, su base no se arraiga allí i su interior queda redondeado. 126. Celdas réjias artificiales.—Existen otras celdas que se han designado con el nombre de artificiales, porque Jas abejas las han becho a e-pen?as de tres celdas de obreras que ellas destruyen para no formar mas que una. Ellas las construyen cuando han perdido su reina i que no hai en la colmena ni jóven reina prisionera, ni cria réjia. Las abejas se proporcionan entonces otra reina con cria de obreras de uno a dos dias de existencia. Hemos dicho en otra parte que ellas destruyen los tabiques de las celdas vecinas, sacaban sus gusanos, saciaban de alimen- tos al que destinaban a ser reina ; entonces hacen un tubo prolongado, principiado a ángulo derecho con la orilla de la celda primitiva, i recibiendo el gusano que se desarro- lla al!í, hace su metamorfosis como las larvas reales ordi- narias. Esas celdas están lo mas a menudo en la superficie de los panales, la base plantada en el panal mismo i ofre- ciendo un fondo piramidal : a veces se encuentran varias aglomeradas en la superficie unas de otras ; rara vez son tan bien heehas como las precedentes, i mui a menudo mui imperfectas. Son entonces unas simples cavidades re- dondeadas en forma de cascabel, i cuyas paredes mui del- gadas no tienen grabado ninguno. Parecería que las abeja» las han dejado asi porque el gusano habrá caído o pereci- do durante los preparativos de su promoción. Se encuen- tra a veces una cantidad considerable de esas celdas, co- mo de quince a treinta, como si hubieran tenido desacier- 7— SO- tos en una tentativa que asombra la iniajüacíon, la llena de admiración, tanto se parece esta operación a la obra de una pita intelijencia. 127. ¡ Qué momento escojcn las abejas para hacerlas1.— Las abej is no saben en el acto la pérdida de su madre, i tan luego como reconocen que la lian perdido, la buscan por todas partes en el interior de la colmena, salen i que- dan en gran desorden ; ellas la reclaman de todo ser que tiene movimiento, i no es prudente acercarse a ellas en estas ocasiones. Al cabo de algunas horas vuelven a su calma i ponen mano a la obra. Las mus veces al dia si- guiente de su pérdida, veinte i cuatro horas después, las celdas réjias son principiadas. Una sola vez las he visto poner m ino a la obra solo cuarenta i ocho horas después. Sucedió la cosa en Burdeos ; liabia traído de Cest'is una colmena que deposité en el jardín del cabildo. El dia mismo procedí a la operación de hacer un enjambre arti- ficial. No vimos celdas réjias sino dos días después, lo que atribuí a la ignorancia en que estaban las abejas de los lu- gares donde podrían hallar el alimento prolífico. Su cons- tiuccion marchó lijero i se vieron algunas celdas cerradas desde el tercer dia, porque las abejas se habían servido de gusanos de dos días completos. Estas celdas se abren por su estremidad inferior para dejar salir la reina, i cuando ella ha nacido, desgarra las otras por el costado. Inmediatamente después de'Ia destrucción de las nin- fas, las abejas sacan los cadáveres, los llevan a fuera i em- piezan a remendar el panal i volverlo a su estado anterior; ellas lo hacen con tanto cuidado, que es preciso haber visto las celdas para creer que han existido. Sin embargo se ve a menudo en el fondo una pequeña pared saliente, proviniendo de la deáti uccion incompleta del tabique de las celdas adyacentes. 128. Loque determina las abejas,—Las abejas se de- terminan a construir celdas réjias al rededor de gusanos de obreras, sea porque se les haya llevado su reina para hacer un enjambre, sea que luya perecido ella natural- mente, pues he encontrado rastros dec.ddas réjias de esta especie en los panales de celdas comunes que yo mudaba. He visto también colmenas atacadas de languidez, en las que ciertos alvéolos contenían algunos huevos i que ence- rraban jeneraImente poca cria, cuya reina estaba eviden- temente enferma o era demasiado vieja ; tentativas de cel- das artificiales, celdas como cascabeles, lo que es la prue- ba evidente de que esas colmenas sentían la necesidad de reemplazar una reina vieja i poco fecunda. Se comprende fácilmente el objeto que tienen las abejas cuando hacen semejante operación. Conociendo por instinto su organi- zación, sabiendo que durante los dos primeros días de su existencia, los gusanos de obreras llevan en sí en toda su integridad los órganos propios a ¡a jeneracion, obran como acabamos de describirlo. 129. Obreras fecundas.—Las obreras son tan aptas a la fecundación, que durante la crianza de las futuras reinas e¡ caen en las larvas déla vecindad algunas partículas del alimento prolífico que las abejas llevan a las reinas, estas larvas se hacen obreras fecundas, i ponen huevos que no produciendo mas que zánganos, acaban la colmena. Si no se encuentran a menudo abejas fecundas, es porque las madres las destruyen. Pero no puede producirlas a su an- tojo. Basta sacar, cuando están cerradas, las celdas réjias artificiales; entonces las abejas fecundadas accidental- mente empiezan a poner luego después de nacidas. 130. Celda rejia conteniendo una larva de zángano.— Hemos visto que la reina puede poner huevos de zánganos en celdas de obreras, i que las abejas con un conocimien- to profundo alargan esas celdas para que el zángano pueda desarrollarse. Ellas hacen otro tanto para las cel- das réjias en que se encuentra por casualidad un huevo de macho; le dan una forma igual i alargada, algunas veces de 48 a 50 milímetros, o se contentan con ensancharla un poco en el acto. 131. Donde las abejas principian su primer panal.—El primer panal se principia de ordinario en el centro de la colmena i en su parte superior. Cuando es un poco prolon-— 52 — gado, las abejas principian otro a cada lado i paralelo a} primero ; dejando entre ámbos un espacio de nueve mi- ]iludios para la libre circulación de las abejas, cuando su- ben a trabajar al mismo tiempo en las superficies opues- tas de dos panales contiguos, liste espacio es calculado por las abejas con ana precisión sorprendente ; dos de ellas espaldas con espalda» forman un espesor de 9 milímetros. Sin embargo, las abejas principian a veces sus panales por uno de los costados de la colmena o uno de los ángulos. 132. Espesor de los panales - -Los panales regularmen- te construidos no tienen mas de 27 milímetros de espesor. Sin embargo se bailan algunos mas espesos en la parte superior donde las abejas ¡es dan aun algunas veces las dimensiones de que hemos hablado. Esta irregularidad se observa sobre todo en las colmenas de cópula, porque la reina poniendo raras veces en la cúpula, las abejas dan li- bre cuiso a la estension desús almacenes que hacen tan grandes como pueden. Existen magnificas muestras de esos panales. 133. Orientación de los panales.—Las abejas no hacen caso de la entrada de las colmenas para dar la dirección a sus panales, esto es tan cierto en los paises de selvas que los cultivadores cuyas colmenas tienen anelws aberturas al rededor, les dan vuelta a fin de poner frente al sol ras orillas de los panales cuya superficie se presenta al sur. A este respecto las abejas son mili caprichosas, i las hemos visto en las colmenas de cajones superpuestos edificar en un sentido en el primer piso i en sentido contrario en el segundo, apoyando los panales atravesados unos sobre otros. Todos los panales bajan verticalmente de arriba a bajo. De ordinario son derechos i planos ; pero se encuen- tran algunos que son encorvados sobre sí mUmos en el sentido de su lonjitud ; las celdas de la parte convexa son mas anchas que las de la parte concava, pero su espesor no varia por eso. 134. Las abejas dejan a menudo en medio de los pana- les unos pasajes mas o menos grandes p:\ra comunicar 53 - de un panal a otro ; son redondeados í mui unidos. Las celdas que los rodean van siempre decreciendo de pro1- fundidad a medida que se acercan a la orilla, de manera que en la parte mediana del panal no hai ninguna. 135. Dirección de los panales cuando hai dos enjambres en una colmena.—Sucede a menudo que dos enjambres vienen a establecerse a un tiempo en una colmena vacía, que se ha dejado afuera : cada uno se apodera de uno de los costados i construye lo mas a menudo en sentido opuesto, de suerte o.ue los panales de un lado caen per- pendicularniente a la superficii de los del lado opuesto i no es sino cuando sus bordes se tocan, que las reinas re- conocen su presencia i se entregan un combate mortal. Otras veces, el primer panal, el del medio, baja bástala basé da la colmena, tocando a las dos paredes laterales, i formando asi un tabique entre los dos enjambres*. 136. En ciertas circunstancias las abejas construyen de abajo arriba, lo que les incomoda mucho ; esto tiene lugar en las colmenas que el cultivador ha despejado por la parte de arriba o en las colmenas de marcos en las qué no se ha puesto arriba 'a parte inferior en lugar de la su> perior que se ha cosechado, o bien cuando un panal se despega del cielo de la colmena o se rompe por el medio. Ellas vuelven a empezar sus construcciones desde la parte superior de la parte despegada i construyen hasta que la encuentren, con tanta exactitud que no hai mas que el co- lor de los panales viejos que pueda hacer reconocer donde está el surcido. 137. Utilidad de la forma hexagonalde las celdas.—Las abejas, al adoptar la forma hexagonal con un fondo pira- midal para sus celdas, han elejido la figura jeométrica que permite crear mas cavidades en un espacio dado i con ménos materia. Ninguno de sus órganos nos esplica esta preferencia ; el instinto que se la hace elejir es un don mas añadido a las demás dotes que poseen. Esta forma las do- mina tanto que si les confiáis cera mal purgada de miel, hacen en ella agujeros que se aunan completamente a esta forma, i los grabados que se ven en la superficie de las cel- i— 54 — uas réjias son como otros tantos fondos piramidales de celdas ordinarias. 138. Las celdas sirven de almacenes i de cunas.—Todas las celdas reciben indistintamente miel, cria o polen. Sin embargo la cria es rara en la parte superior, se encuentra siempre miel en ella i no se le ve polen casi nunca. Pero después de la gran postura, la cria que ha salido es reem- plazada en sus celdas por miel, ien los años abundantes su- cede algunas veces que se encuentra en ciertas celdas miel encima del pulen. La miel es algunas veces tan abundan- te que se encuentra hasta en las partes mas inferiores de los panales, i esta abundancia de miel puede ser tal que la reina, no hallando a donde poner, la población no se renue- va i la colmena perece. Se encuentra algunas veces miel vieja en los panales, i tan cristalizada, que las abejas no han podido consumirla, toda la parte líquida ha sido llevada, i los cristales que quedan son desfigurado?, habiendo sido roídos en sus ángulos. 139. Consumo.— Las abejas comen primero en in- vierno la miel de las celdas de la parte inferior, mientras que durante la carestía del verano, principian por laque contienen las celdas déla paite superior, i conservan la del medio para tenerla sin duda, mas a la mano, de sus larvas. 140. Peso de los panales.-—Tan livianos son los pana- les cuando no contienen ni mi<4 ni cría, como parecen pesa- dos relativamente a su superñcie,cuando sus celdas están llenas de una de estas sustancias o de las tres reunidas. He hallado unos que pesaban cinco kilogramos por ana superficie de treinta i tres centímetros cuadrados. 141. Color de los panoles.—Los panales nuevos, que son de algunos días no mas, son blancos i conservan este color si sacándolos de la colmena se les guarda bajo un vidrio, o si encerrando un panal en una caja de tela metá- lica se cuida de que las abejas no lo toquen. Pero luego en la colmena pasan al color de azufre, que parece de- pender de una capa muí delgada de color que se halla re- — oo — producida hasta en las paredes de las colmenas de nía» dera blanca. Hacía el ñn del año. no es el mismo amanllo, es otro mas subido que se conserva en el segundo año, subiendo mas i mas hasta hacerse pardo, gris, sobre todo abajo, i al fin negruzco. Parece que las abejas untan con su trompad color amaiillo, pero no se sabe de don- de lo sacan. 142. Su solidez.—En el primer año i cuando están en la colmena, los panales son blandos, i firmes i resisten- tes en la parte que ha tenido mucha cria, i mu i quebradi- zos abajo ; cuando están cardados de miel i que hace mu- cho calor, ellos se quiebran i se rajan mui fácilmente. CAPITULO III. X>e los enjambres. § 1. DEFINICION» 143. Aunque toda la aglomeración de abejas haya fe» cibido ti nombre de enjambre, se le da mas especialmente a la reunión de una cantidad mas o ménos grande de abe» jas que en tiempo conveniente han abndonado su colmena, acompañadas por una reina, para ir a establecerse en un lugar mas o ménos apartado, i construir en él nuevos pa- nales, fundar, en una palabra, una nueva colonia. 144. Enjambre natural.—Un enjambre es natural cuan- do sale por su propia voluntad. 145. Enjambre forzado.—Se llama asi un enjambre que hemos obligado a salir por un medio directo como la mu- danza i que llevamos a alguna distancia. 146. Colmena madre.—Las abejas que quedan en la colmena i que van a proporcionarse una reina, no se lla- man enjambre i conservan el de colmena madre o es- tirpe. 147. Enjambre prematuro.—Si tomamos en una colme- na bastantes abejas para constituir un enjambre, dándole ana porción de panal que contenga celda réjia con larva— 56 — O ninfa en ella no pronta todavía a salir, esto se llamará enjambre prematuro. 148. Enjambre artificial.—Cuando se coloca en una colmena una cantidad suficiente de abejas para constituir un enjambre» sin reina i solo con panales conteniendo lar* vas de dos días; si las abejas consiguen una reina, éste será un enjambre artificial. 149. Enjambre inconstante.—Un enjambre es inscons- tante cuando después de recibido en una colmena, la abandona desde el dia siguiente o algunos dias después, Ímra dejar otra vez la colmena en que se le vuelve a co- ocar. 150. El vastago es el enjambre producido por un en- jambre mui precoz ; es decir un enjambre que ha ssalido mui temprano i establecídose en una nueva colmena, en la que trabaja abundantemente ; la reina sigue en ella poniendo zánganos i reinas i después obreras ; i mas tarde, sale otra vez de esta colmena para establecerse en otra parte ; es lo que llamamos un vastago. Este no puede sub- sistir sino en los países i años mui favorables i únicamen- te con reinas de un año de edad al menos; pues las del año, las de los segundos enjambres, salvo muí raras es- cepciones, no ponen sino huevos de obreras durante los once primeros meses de su existencia. 151. Deserción.—"-Después de los inviernos templados sucede a menudo que las abejas abandonan sus colmenas en agosto i aun en marzo, sin causa bien conocida ; pues si a menudo no se hallan mas víveres en las celdas de la colmena asi abandonada, algunas veces los hai todavía, i este año hemos visto una cria de Nantes que tenia todavía mas de 12 quilogramos de miel. Esta deserción proviene o de la carestía, o de la falta de espacio en que pueda poner la reina. He visto enjambres desertores echarse en árboles huecos i terminar poco después su existencia. Otras veces excitadas por la necesidad, ellas se echan en algunas col- menas que se encuentran en su camino. Esas colmenas no forman un enjambre i son abejas que andan como va* gamundas. — 57 — 152. Carácter de los enjambres.—-Los enjambres sOrl tardíos o precoces, sr guu aparezcan untes o después de ra época ordinaria de lu enjambrazón. La enjambrazón es adelantada por la precocidad de la primavera, de los cul- tivos de plantas cuya flor aparece temprano. En los paires en «pie aparecen los enjambres en octubre* los que salen en noviembre son tardíos i pasan por inútiles cuando salen después del 24 de ese mes. 153. Influencia del clima.—No es el calor del clima que hace mas precoces los enjambres, es la existencia de llores en gran cantidad que, con un buen tiempo deter- mina la salida de ellos. Km las rejiones donde los repollos florecen temprano hemos visto zangaños i una larva de reina en los primeros dias de agosto. 154. Fuerza de un enjambre.—Un enjambre es bueno cuando pesa tres kilogramos, i es fuerte si pesa mas. He recojido unos de cinco kilogramos, i he visto otros que pesaban mas; pero los que pesan hasta diez kilogramos, de que he oído hablar, son una exajeracion, o mas bien la reunión de dos o mas enjambres, salidos al mismo tiempo i reunidos en el mismo lugar. Hemos visto cuatro que se habían entrado en una misma colmena de los alrededores de París i que por cieito pesaban bien 12 a 13 kilogramos. Un enjambre es regular cuando pesa dos kilogramos i me- dio, pero cuando pesa inénos es débil. 155. Número de abejas.-'—Cada kilogramo de abejas, según ciertos cálculos, contiene 10,000 abejas, pero mucho menos según otros. 156. Sondad del enjambre.—Pero lo que constituye so- bretodo la bondad del enjambre, es su precocidad i la ju- ventud de la reina. Las abejas de un primer enjambre, viejas en gran parte, agüen idas ya, arrostran fácilmente los calo- res i hallan una cantidad mas grande de flores, hacen lue- go vastas construcciones que llenan con provisiones abun- dantes ; pero ocho o quince dias después, las flores son ya méuos abundantes, hace mas calor i los viajes son mas largos, perecen mas abejas, sobre todo las de los segun- dos enjambres, que son mas jóvenes cuasi todas. 8— 63 — Hemos recojido un enjambre mu¡ fuerte salido diez i ocho o veinte dias después del primero ; un mes después estaba reducido a la mitad, i la colmena no tenia mas que los dos tercios de los panales llenos. § 2. CAUSAS DE LA ENJAMBRAZON. 157. Indagación de las causas.—En vano se ha bus- cado la causa de la enjambrazón en el calor o la estrechez de la colmena ; se ha atribuido también, pero sin mas exactitud, la salida del enjambre al furor, al despecho de la reina, a la cólera que ella esperimenta contra las jóve- nes rivales prontas a nacer i a quienes una* vijilantes guar- dianes protejen contra sus ataques. El exceso de pobla- ción ha sido considerado también, sin mas razón, como causa de la enjambrazón ; pues todos saben que las col- menas muigrandes, los campanarios, vastas chimeneas, árboles profundos, que contienen abejas, echan cada año numerosos enjambres, i que al contrario, ciertas colmenas rebozando de panales, poco pobladas, poseyendo machos, quedan algunos años consecutivos sin enjambrar; cuando al contrario se ven colmenas cuasi despobladas por la salida de los primeros enjambres, echar aun unos nue- vos hasta la estincion de la población de la colmena ma- dre. En este caso no hai ni exceso de población, ni calor de 32 grados; sin duda que tan pocas abejas son incapa- ces de producir. La enjambrazón es una necesidad natu- ral de las abejas, cuya causa primitiva es desconocida, i esta necesidad es tan imperiosa a veces que se ven unas colmenas mui débiles dar, unos sobre otrus, enjambres en gran número, lo que destruye las esplicaciones que se han dado de sus causas, i tiene por resultado la ruina cierta de una parte de esos enjambres i de la colmena que los ha echado. Esta causa primitiva reside ciertamente en la reina,, pues se ven colmenas mui pobladas, mostrando los sínto- mas mas evidentes de enjambrazón i que no enjambran sin embargo. _ 59 — Í58. Condiciones indispensables.—Una población fuer- te i activa, la aparición de los machos en cierta cantidad, la existencia de una o mas reinas prontas a salir» anun- cian siempre la enjambrazón, sin que se pueda sin embar- go contar absolutamente con ella. Un tiempo favorable debe añadirse a estas condiciones : debe ser cálido sin nu- bes ni viento ; i si se han visto salir enjambres a pesar de una lluvia I i jera o con vientos fuertes, el tiempo mas pro- picio sin embargo es el que acabamos de caracterizar. Un tiempo frió i lluvioso, dias secos i calorosos en la estación de enjambrar, se oponen de la manera mas positiva a esas emigraciones. 159. Epocas i horas de su salida.—-La época en que salen los enjambres es mui variable ; como su formación depende de la abundancia de las flores, ella depende de esta circunstancia mucho mas que de la temperatura del clima ; asi se puede a priori determinarla, sin que sea útil citarla aquí para los diversos países. No es lo mismo respecto a la hora. Es mui raro que salgan antes de las diez de la mañana o después de las cuatro de la tarde. 160. Lo que impide la salida de los enjambres.—'Una nube en el cielo, un chubasco de viento bastan para opo- nerse a su salida; i si este estado de cosas dura algunos dias la enjambrazón no tiene lugar ; la reina destruye las nin- fas o reinas prontas a salir a luz. Cuando, apesar de un tiempo favorable i algunas de las condiciones primeras, una colmena no enjambra, es porque, por una disposición particular, la reina no ha puesto huevo de reina en la cel- da oportuna. El colmenero debe aprovechar lo que se presenta para sacar de ello buen partido. La carestía de miel o su superabundancia, son también causas que impiden la enjambrazón, porque en el primer caso, la reina no estando mantenida con buenos alimen- tos no puede bastar para la postura que agota sus fuerzas, i en el segundo caso, todas las celdas estando lle- nas de miel, ella no encuentra a donde poner sus huevos, i si el cultivador no saca algunos panales en tiempo opor- tuno, la colmena perece en medio de la abundancia.— co — § 3. SEÑALES DE LA ENJAMBRAZON I SALIDA DEL EN' JAMDREi 161. Señales probables.—Durante algunos dias el can- to de la reina se hace oir a intervalos distinto», alternan- do con el zumbido de las abejas. Algunos autores i cria- dores aseguran que este cantono tiene lugar sino cuando sale el segundo enjambre. Durante esos algunos dias, las ubejas parecen apresurarse en trabajar, al mismo tiempo queotias en gran número se quedan fuera de la colmena todo el dia. El dia en que debe salir el enjambre, salen merlos abe- jas que de ordinario, aunque el tiempo sea mui favorable a sus e»cm sionesj el canto de la reina redobla de fuerza i se hace mas i mas frecuente. Se siente un olor mui notable. Los machos, tan perezosos de ordinario, están todos afue- ra. Aquellas de las nodrizas que habían salido vuelven cargadas, se paran en el tablero, parecen indecisas i no entran con su precipitación acostumbrada. 162. Salida del enjambre.—Todas esas circunstancias reunidas, anuncian que se va a cumplir un acto grande. La reina se mueve continuamente, recorre la colmena en to- dos sentidos, provoca un tumulto i una ajitaciou estraor- dinarias,de suerte que la temperatura de la colmena sube mucho : asi de 28 grados que son su estado normal, sube a 30 i aun a 32, calor que las abejas no pueden so- portar. Estamos, por otra parte, en la época ordinaria de la enjambrazón, en setiembre u octubre. Poco a poco salen • las abejas en gran número remolinando al rededor déla colmena, lanzándose a corta distancia i describiendo en el aire |>or su vuelo rápido entrecruzamientos increíbles. Luego el aire queda como oscurecido por su gran número, la reina se presenta algunas veces en el dintel de la col- mena. En fin, algunas abejas se paran en una rama de un árbol próximo, hacia el que se diiijeu sucesivamente to- das las que están volando i la reina también. Se agarran 61 — todas las unas de las otras por sus manos, enganchando tas patas traseras de las primeras i forman una pelota mas o menos voluminosa colgando,como un racimo de uvas de la rama en,que se lian pegado. La calma mas perfecta se restablece i las abejas de las otros colmenas, (pie habían centuplicado sus centinelas, vuelven a sus trabajos. 163. Signos que indican que ha sali/lo un enjambre.—La salida ha sido tan rápida, tan tumultuosa, las -abejas de las colmenas vecinas se han pue*to tanto en movimiento, que no es siempre tan fácil como se piensa el saber de qué colmena ha solido el enjambre. Sin embargo queda un medio de reconocerlo cuando uno no ha vian siempre la disenteria. Cuando uno la co- noce a tiempo, debe oponerle prontos i enérjicos reme- iiios ¡ unas fumigaciones con resinas aromáticas; jara- bes compuestos con buena miel, buen vino, con un poco dept'Ivo de nuez de agalla i de harina de habas mezcla- das con una decocción de centaurea (canchalagua); loa mayores cuidados por el aseo ; la destrucción de los edi- ficios deteriorados, aspersiones de vino aromático : tales son los medios mas apropiados para combatir esta afec^ cion, i ellos son de un empleo mui fácil en las colme- nar de marcos. Si todos esos cuidados no restablecen la colmena, es preciso destruirla ¡ recojer la miel que encierra para no perderlo todo. Tened cuidado, sobre todo, de que la población inficionada no se mezcle con la de otra col- mena, a la que podri i inficionar a su vez. Se ha aconsejado de dar a las abejas atacadas por la disenteria púlen que se introduce en la colmena, colo- cando en ella un panal que lo contenga, ?i lo hai dispo- nible. Si las abejas lo comen, podrá producir buenos efectos, porque es una sustancia resinosa, aromática i excitante. Para garantir las colmenas contra esta enfer- medad, es preciso abrirlas en los días de buen tiempo, darlas aire i alejar de ellas las causas de humedad. 179. El vérthjo.— lia el vértigo las abejas dan vueltas sobre sí mismas, van i vienen portólos lados; tienen las partes traseras tan débiles que apenas se pueden sostener; se quedan en el suelo sin poder volar. Se atri- buye esta afección a la acción de la miel que ellas reco- jen en los ombeliferos. Se la observa entre octubre i noviembre. No se conocen medios curativos para esta enfermedad, a no ser que se preserven las ab -jas con encerrarlas — 67 — mientras estén floridas las omheIífera=, suponiendo que sean plantas como sahanorias, coriandra i otras que la causan, i una secuestración en esa época es incompati- ble con las necesidades de la colmena. 180. Cria falsa o podredumbre de la crin.—Se sabe hoi dia que no hai cria falsa i que ningún in*ecto viene a poner sus huevos en las celdas de las abejas. Pero cuan- do la cria verdadera perece en su celda, se pudre i se reduce a una materia que se asemeja a la pulpa de da- mazco podrido, i acaba por no tener ninguna forma. Todas las larvas de obreras, machos i aun de reinas pue- den sufrir esta descomposición. No tiene lugar sino cuando la celd i está e rrada i que la larva se ha meta- morfoseado en ninfa. Se reconoce esta afección por el aplastamiento de los opérculos, que han perdido su apa- riencia aterciopelada; si se las mira con atención, seles ve un ngujerito. Algunas celdas conteniendo cria bien acondicionada se hallan en medio de las inficionadas. Se encuentra algunas veces cria podrida en las colme- nas mejor aeradas, como en las que se dejan en medio de las malezas. Un frió intenso después de un tiempo suave puede ser la causa de esta afección; pero se la ve a veces prolongarse todo el año, lo que indicaría una causa permanente cuya naturaleza no es bien conocida. Unos han pretendido que la ciia nacien lo con la cabeza dirijida hácia el fondo de la celda, perecía porque no po- día fiarse vuelta para desgarrar el opérculo, he hallado efectivamente ninfas podridas cuya cabeza estaba en el fondo de las celdas, pero he visto también muchas po- dridas que estaban en una posición re;ular. En 1850 esta enfermedad ha hecho perecer una gran cantidad de colmenas ; sacábamos de los panales las larvas podri- das, otras nuevas perecían alli todavía. He buscado 1* causa de esto en la salud de la reina, i la he hadado mag- nífica. Quería sacrificarla para sostituirle otra, pero me lia faltado el coraje. Una colmena así inficionada despide un olor repulsi- vo. Si se observa a tiempo, es preciso desti uir todos loa— 68 — panales atáca los; la población siendo numerosa todavía, < dificará ntros, i si la enfermedad no proviene de un vi- cio de la reina, de un contajio, la co'mena podrá resta- blecerse. Pero si la nueva cria viene a podrirse otra vez, no se debe esperar nada, i destiuir la colmena e-> lo mejor, pasarla en la llama ile ramas secas, limpiarla bien antes fie volver n servirse de ella, porque tenemos algunos lie- ehos que nos hacen creer que esta colmena propagaría la enfermedad. Cuando en lugar de sacar los panales inficionados, uno se contenta con rascarlos i sacar lo podrido, las aliejas los limpian i roen las celdas hasta el centro, pero no- dejan de construir otras en su lugar. Las fumigaciones aromáticas, la miel hecha mas excitante con un poco, de vino, pueden mui bien convenir para combatir esta enfermedad ; lo mismo sucede con aspersiones de vino hechas en los panales. 181. Desicacion de la cria.—Cuando la cria se ha se- cado, se creería que se la podria ajitar en la celda tan flaca se ha puesto; la tapa está abierta en el medio por un agujero perfectamente redondo cuyos bordes son levantados i bien cortados ; no se ve en la colmena nin- gún rastro de lnvas de mariposas; la ninfa queda per- fectamente blanca ; i se ignora la cusa de esto. 182. Desnudocion del corselé.—He visto algunas veces zánganos cuyo corselé parecía desollado en su parte supe- rior, la cpie queda blanca como concha de perla. Es- tos machos me parecían mui gruesos i no sufrían de tste estado, aunque estuviesen menos activos. 183. Enfermada I de las antenas.—Hemos dicho en otra parte lo que nuestros piedece^ores habían consi- derado como una enfermedad de las antenas, no vol- veremos mas a ello, sino es para constatar lo que acon- tece cuando la tema ha perdido estos órgano-; ella pierde t da su intelijencia, i hemos visto unas mui her- niosas asi mutiladas de resulta? de algún combate sin duda, c;:ya población disminuya cada dia, porque, aun- que mui {"cundas, perdían sus huevos en lugar de de* posit ii le s en las ce'das. — 69 — 184; Moho.—Los panales son espuestos a cubrirse de moho de diversos colotes ; unos verdes, otros amarillos color de azufre, otros gris plomó. Hemos hallado ert algunos, durante el invierno tan húmedo de 1832 a 1833, tinos hongos o criptógamos llamados dedalea, cuya su- perficie presenta una multitud de anfractuosidades que se tomarían por las celdas de un insecto, Estós hon- gos estaban establecidos en colmenas abandonadas. 185. Degeneración supuesta del pólen.—-El polen no dejen era, como se ha escrito tana menudo; pero el que no han consumido las abejas durante el invierno se en- mohece como los panales i se ve brotar en él grandes barbas que toman diferentes colores, de los que el gHs plomo es el mas comUh. Las colmenas mal aeradas, lás que están espuestas a la humedad o cuya población es débil, son sujetas a esta clase de afección. Para combatirla se sacarán todos los panales atacados, i haciendo nías fuertes las poblaciones desde el mes de marzo, no se verán estos deterioros* CAPITULO V. He los enemigos de las abejas. 186. Pueblo activo, laborioso, económico, sabiendo proveer a sus necesidades i no creándose ninguna, las abe- jas deben tener pocas enfermedades. Pefo no sucedo asi con sus enemigos; ellos son numerosos. Las abejas son di- chosas en su aislamiento, pero su riqueza les atrae envidio- sos enemigos, que las circundan por todas partes i cuyos hábitos perversos debe conocer el colmenero para com- batirlos eficazmente. Pues, a pesar de todo el poder de su instinto i un conjunto tan admirable de acción, las abejas no saben oponer resistencia a los ataques de algunos de entre ellos.70 § I. LOS INSECT08. Artículo 1. 187. Primero las abejas.—Las abejas viven todas en sociedad, en familia; pero cada familia vive perfectamen- te aislada de las deina*. Ellas son rejiJas por el egoiamo mas duro, sin ningunainocion de loa deberes de la hos- pitalidad. No contentas con no socorrer a las forasteras, se muestran sin compasión con la desgraciada que estra- viada o echada por el viento viene a golpear a otra puerta que la suya. Palpada por todas partes por las antenas de las centinelas) es inmolada luego que éstas han reconoci- do que no es de las suyas. 188. Saqueo activo.— Las abejas dé Una colmena este- nuada de necesidad, rondan por todas partes para asegu- rar su subsistencia i acaban por precipitarse juntas aun tiempo en las colmenas de la vecindad, aun en las del mismo colmenar. Saquean primero las ménos pobladas o mal custodiadas, i se establecen en ellas. Pero otras ve- ces ellas se echan sobre colmenas fuertes i bien guardadas; entónces se ven combates cuerpo a cuerpo, combates a muerte i en los que los vencedores quedan en tan poco nú- mero, que la población invadida i la invasora desaparecen. La confusión es estrema, es un ruido aturdidor, los cadá- veres caen por todas partes al rededor de la colmena enla- zados todavía en las patas del enemigo victorioso; una manga de abejas llega de la colmena que emigra a la que se invade ; pasáis en medio de ellas sin que ninguna os toque o se pose en vuestros vestidos. Vuelven mui pocas a la colmena de donde han salido. Aun las que traian polen se lanzan en la espedicion i vienen cargadas a mezclarse a los combatientes i apoderarse de las provi- siones entregadas al saqueo. Este saqueo que llamamos activo, es difícil impedirlo o prevenirlo ; tiene lugar a menudo cuando se saca miel de las colmenas, o cuando se las está curando; atraidas por — 71 — el olor de la miel, todas las abejas se precipitan hacia el lugar dé donde se despide. E-te saqueo es frecuente en agosto i setiembre, asi como en febrero i maizo. Es mui común en los colmenares de varios pisos en los que estan- do dispuestas las colmenas mui cerca unas de otras casi se tocan. La segunda especie de abejas de los autores, de la que hemos hecho la primera de nuestra clasificación, eá mui inclinada a estas depredaciones. Esta especie es des- conocida en Chile. En la época de sacar miel de las colmenas se previene el maqueo con tapar completamente las colmenas que aca- ban de sufrir esta operación. Cuando se curan a las abe- jas en la primavera o al acercarse el invierno, és preciso hacerlo a la oración i no dejar ninguna abertura durante el tiempo de la operación hasta que las provisiones que se les ha suministrado se encuentren al abrigo del saqueo; pero cuando éste ha principiado, es müi difícil hacerlo ce» dar, i no conozco mas que un medio realmente eficaz, i es cerrar la colmena de manera a no dejar pasar mas que el aire estrictamente necesario a la existencia de las abejas, i dejarlas asi encerradas durante algunos dias junto con las que hubieren venido de afuera j se pueden abrir las en- tradas durante la noche, las abejas que estaban a fuera durante el momento del saqueo i que no pudiendo entrar, quedan pegadas a las paredes esteiiores de la colmena, entrarán si se las dirije hacia las entradas con las barbas de una pluma. Las estrañas detenidas cautivas se acostum- brarán con las demás i harán parte de la familia. Para pre- venir el saqueo en la primavera o en otoño, es preciso hacer fuertes sus colmenas, i para preservarse de las abejas de lo» vecinos, no dejar bino pocas o pequeñísimas aberturas. 189. Saqueo latente.—Las abejas tienen otra manera de saquear mas temible, mas insidioso, pues no se aperci- be tan fácilmente. Apenas algunas se han apercibido déla falta de centinelas en una colmena, se trasportan a ella sin ruido i en número reducido, la despojan lentamente, i lo que constituye el peligro en este saqueo, es que Be le re- conoce mui tarde.— t2 — Sin embargó no hai como engafiarse. La colmena mv- ti lleuda no tiene centinelas. A menudo enti'an en ella abe- jas sin carga de polen; su vuelo ¡i la llegada es vacilante, eilas parecen examinar si hai vijilantcs. Su salida es mui diferente, ellas se precipitan afuera i se dirijen a una de las colmenas vecinas. Si acercáis el oido, ois un ruido que no es el que hacen las abejas cuando el trabajo es natural. Levantáis la colmena i la encontráis ya mui liviana; las abejas, t tn prontas de ordinario a rechazaros, están tan ocupadas entonces, que no Ven que las estáis incomo- dando. He dado el nombre de latente a este saqueo, porque sé hace sin ruido i que esdit'icil reconoceilo. Pero en íin, tan luego como lo sospechéis, debéis exa- minar el interior de la colmena ; si halláis la reina i que esté enferma o mui vieja, o M no halláis ningún rastro de ellaj es prec iso reemplazarla cuando lo merece todavía la población; si el tiempo es favorable i los elementos nece- sarios reunidos. Pero si la población es demasiado reduci- da, reunís sus restos a otra poco poblada i entonces es prudente llevarla lejos para engañar a las forajidas i ce- rrar enteramente las entradas. Artículo 2. 190. Las abispas.—Uno de los enemigos mas podero- sos de las abejas, pero que no es el mas péifido, es la abiapa. Ella se introduce en la colmena a pesar de los centinelas, con una destreza i una audacia sorprendente?, la recorre en todos sentidos, se apodera de la miel i mata aun las abejas, las lleva i come lo que contiene su estó- mago. Pnra espulsar o matar una abispa las abejas se juntan algunas en su pasaje, pero la atacan con timidez i consiguen rara vez combatirla con acierto. Cuando las in- vasoras son numerosas desican la colmena en mui poco tiempo, sin encontrar gran resistencia. Las abispas son tan ávidas de comer abejas como de comer miel, a tal punto que una vez habiendo dejado espuestas al sol tres- — 73 — cientas o cuatro cíentas abejas que había perdido por ac- cidente, no hallé al dia siguiente sino las partes d** ellas demasiado duras para ser devoradas. El buen colmenero destruye lodos los abispa ros que encuentra. 191. Las libélulas, llamadas en Chile alguaciles.—Las gruesas libélulas pillan las abejas al vuelo i las comen sin pararse. 192. La esfinje átropos, mariposa calavera.—Esta ma- riposa nocturna aparece en ot< ño, se introduce en las col- menas cuyas entradas son bastante espaciosas i causa én ellas gran terror, haciendo huirse i desterrarlas abejas cuando no alcanzan a matarlas. Esta mariposa desde la oración se prepara a entrar en las colmenas, i en ciertas localidades se ve gran número de ellas reunirse en los al- rededoies. Cuando las divisan, las abejas centuplican sus guardias i quedan a las puertas hasta la noche. Es para oponerse a su entrada que ellas construyen esas especies de fortificaciones con propoleos para hacer mas estrechas las entradas. ¿Qué va a hacer la mariposa átropos en las eolmenas? no tiene armas contra las abejas, no come miel i no puede por su voltimen pasar entre los panales. A pe- sar de todo esto las abejas la temen mucho. 193. Las hormigas.—Ellas son mui ávidas de miel i aun de las larvas, ninfas i abejas mismas : he visto algunas arrastrando una abeja que habia caido al suelo cargada de polen ; ellas saben destapar las ninfas, las despedazan i se las llevan. Las hormigas se alojan en todas partes. Hai ciertos terrenos en que abundan las hormigas. Es preciso poner las colmenas al abrigo de ellas. Muchos medios son conocidos. Uno de los buenos es de colocar de distancia en distancia cerca de las colmenas unes frasquitos cuya en- trada no sea bastante abierta para que puedan penetrar las abejas, se les llena hasta la mitad con agua i un poco de miel deluida, la hormigas vienen en gran número i se ahogan. 102. Los piojos, bracila coica.—Como todos los demás animales, las abejas tienen sus parásitas que no viven i_ 74 — tío se encuentran s-ino en ellas. Los piojos se pegan a sn cuerpo i lo acaban poco a poco. Estos piojos han sido des- critos i perfectamente figurados en Réaumur i Radouan, i yo debo a la bondad de M. Milnc Edwards, el sábio pro- fesor de entomolojia delJardin de Plantas, de sabor que el piojo de las abejas es designado con el nombre de bracíla ccera, que pertenece a la orden de los dípteros i tiene su lugar al lado de los hipobosco*. "Este pi"jo, dice Radouan, no ataca sino a las abejas " viejas i aun a las abejas viejas de ciertas colmenas. Je- " neralmente no se ve sino uno en cada abeja ; es muí " visible, de color rojizo, del grosor de la cabeza de un " pequeñísimo alfiler. •* Este piojo se fija cuasi siempre en el corselé, su cuer- " po es escamoso asi como sus seis patas. Con un lente " se le ve una gran cantidad de pelos. Lo he hallado a me- * nudo cerca del cogote, al oríjen de las alas, i algunas " veces de las piernas.?? El autor de esta descripción no cree que los piojos per- judiquen mucho a las abejas. No es difícil hacerlos mudar de lugar, la menor cosa los hace moverse ; pero no es fácil destruirlos. Se ha propuesto para ello vaiias operaciones tales como el vino, orina, aguardiente. Esas operaciones se pueden ha- cer fácilmente en las abejas que ocupan las colmenas de marcos ;*pero su eficacidad es mui contestable, sobre todo en las colmenas comunes. He encontrado colmenas mui pobladas de las que mu- chas abejas llevaban uno o varios piojos , he visto una reina que tenia cuatro o cinco en el corselé, lo que la ha- cia diforme. He visto piojos en abejas de todas edades, aun en machos, aunque no alcancen nunca a uua edad avanzada. . Las colmenas en que muchas abejas son inficiona- das por esta plaga acaban mal. No he notado que las vie- jas fuesen atacadas mas que las jóvenes , pero podría ser mui bien que estas últimas, desicadas por el piojo, toma- sen la apariencia de viejas. — 75 — 195. Las arañas.—Las arañas se comen perfectamen- te las abejas, sea en las mallas que tienden al rededor de las colmenas, sea directamente, sin darse tanto trabajo. Ellas se alojan en los techos, galpones de los colmenares, en las tablas, i aun en el interior de las colmenas..Es pre- ciso pues buscarlas por todas partes, perseguirlas sin des- canso, i evitar de darles un refujioen los techos o galpo- nes, de los que uno debe servirse únicamente en tiempos de frió o de calor excesivos. 196. La tina.—Es el mas cruel i mas pérfido entre los enemigos de las abejas, el que no contento con alojarse en los escondites mas secretos de las colmenas, se cava, royendo las tablas, abrigos seguros para su capullo ; sur- can en todos sentidos el espesor de los panales, constru- yendo en ellos, para su seguridad, largos cañones de seda que le preservan contra los ataques de las que despoja, formando esos cañones verdaderas galerías, lo que le ha valido el nombre de galería ; pero lo designan comunmen- tecon el nombre de tiña. La tifia construye una cantidad tan grande de esas galerías, forma grupos tan volumino- sos de capullos de un blanco sedoso mui limpio, que los panales desaparecen completamente. 197. Es un enemigo demasiado temible para que no lo hagamos conocer bien (1). Causa sus dilapidaciones bajo la forma de gusano o lar- va i proviene del huevo puesto por uua mariposa de la fa- milia de lo* nocturnos. Se han distinguido dos especies de ellas. (1) Al rejistrar una de las colmenas que recibimos de M. Debeau- voys, reconocimos qne una estaba completamente inficionada por la tifia, que se había propagado durante la navegación. La despojamos completamente reuniendo el enjambre a otro débil i quemamos la colmena. En las muchas otras colmenas que hemos tenido desde en- tonces no hemos visto todavía rastro ninguno de tifia, i creemos ha- ber hecho un gran servicio a la apicultura en Chile con destruir a su llegada este enemigo que hubiera tal vez inficionado otras colmenas. Seguimos al autor en su descripción de ia tiña para dar a los apicul- tores los medios de reconocerla, destruirla si algún dia apareciere en- tre nosotros.— 76 — 198. La (jalearía cerella i la galvearia.—El gusano de ía galearia cerella, o ile Ja cera, es cilindrico, fusiformo, grueso, blanquizco con puntos verrugosos aislados, par- dos, con un pelito apenas visible a la punta. T,a cabeza es de color castaño, asi como el escudo que la sigue, el cual es partido en dos en su lonjitud, por una línea blanca que se prolonga hasta en el lomo. El ano es lijeramente pirdo, el vientre i las patas blanquizcas. Se pueden ver hasta trescientos en uní colmena. Esta larva construye su capu- llo en una vaina o tejido de seda fuerte i apretada. Su cri- sálida es parda colorada i da una mariposa que presenta una gran diferencia en ambos sexos ; los machos son roas pequeños, con las alas superiores cortas terminadas ca*i en cuadro, los palpos cortos escondidos en parte por la frente: en las hembras las alas son mas larcas, mas o trió- nos escotadas, afectando la forma de un tubo inclinado, >os palpos largos i derechos sobrepasando la cabeza. Son de color de ceniza, la cabeza i el corselé gris mas clarn, algunas manchas pardas al largo del bordo- interno de las ala--. Esta mariposa pone dos veces al año, en abril i en julro (en Europa); la larva de abril nace en agosto i no emplea mas que tres meses para su desarrollo ; la de la postrera de agosto emplea ocho o nueve meses en desarrollarse i no aparece ántes de mayo. 199. Golearía altearía o de los alvéolos.—Su gusano o larva es mas pequeña ; sus anillos son menos surcados que los de la anterior. Su mariposa tiene el porte diferente del de la cerella, es mas pequeña, sus alas se tienen cuasi horizontalmente en el reposo, es gris parda, lustrosa en ambos sexos, la cabeza amarillenta, los ojos de un colora- do metálico mui brillante. Su mariposa nace en junio o ju- lio (Europa) i es mas hjil que el de la cerella. 200. Hábitos de las mariposas.—Esas mariposas mar- chan mas bien que vuelan, i su marcha es tan rápida que se sustraen fácilmente a la persecución de las abejas. Se quedan durante el día aplicadas a las paredes interiores de las colmenas, debajo de los techos, de los galpones, i siem- — 77 — pie a la sombra : al ponerse el sol empiezan a volar de una colmen.i a otra i al rededor,de las luces. Ponen hue- vos casi imperceptibles en todas las desigualdades i eu I03 panales. 201. Hábitos de las larvas : señales de su presencia.— •Apenas nucida, lu larvita se hila una vaina o galería cuya estiemidad fija al panal ; al principio esa vaina no e* mas gruesa que un hilo, que se va ensanchando poco a poco, i su estremidnd anterior es siempre bastante ancha para que la larva pueda darse vuelta i evacuar afuera sus dejeccio- nes, lo que hace que se encuentren gran parte de ellas en el tablero; la otra es empleada en hacer una sapa alrede- dor «le la galería. Lo-> excrementos son ne°ros, gruesos co- mo granos de pó'vora de cañón. El largo de estas galerías varia mucho, pasan de la cara de un panal a la otra atra- vesando el fondo de las celdas, i se encuentran algunas de mas de 33 centímetros de lonjitud. Cuando la larva pe- netra en una celda cerrada, destruye el opeiculo i lo reem- plaza por una membrana blanca, sedosa i trasparente. Esta membrana puede no ocupar mas que una celda o estenderse a la superficie de otras i formar una membrana larga i ancha. El alimento cuasi esclusivo de esas larvas es la cera, que ellas comen, evacúan dijerida en parte i vuelven a comer de nuevo, i esto varias veces seguidas. Ellas se colocan a veces en el tablero, se envuelven allí con seda, comen las migajas de cera que caen i no atacan la de los panales antes de que las abejas hayan sacado ia miel. Cuando han alcanzado todo su desarrollo, estas larvas se hilan capullos en todas las partes donde pueden anidarse i algunas veces los ponen simétricamente unos encima de los otros i en grandes grupos. La colmena invadida por este enemigo se hace poco pesada, el tnblero se cubre de nu- merosas partículas de cera i de polvo negro, las abejas de- sieitan poco a poco ; unas numerosas mallas se hallan tendidas entre los panales, la circulación queda imposible i todo se pierde.— 78 — 202. Esta mariposa se encuentra sobre todo en los lu- gares bajos cerca de los montones «le esti-éicol, en los techos i galpones. Se dice que no vuel.i ¡ que las col- menas colocadas a cierta altura no son atacadas por «Ha. 203. Su destrucción.—Es difícil destruir este enemi- go, las abejas rio pueden nada contra él cuando está en su galería. Como no saca afuera mas que su cabeza que es de sustancia comea, el aguijón resbala en él. Si la larva cae de su guarida, una abeja la ataca, la agarra cerca de la cabeza con sus mandíbulas i le da varias ve- ces con el aguijón. Pero ajilándose como una serpiente, golpeando a la abeja con el resto de su cuerpo ésta acaba algunas veces por cansar su enemiga i hacer que la aban- done. Cuando la abeja la ha reducido a no poder de- fenderse, la lleva fuera de la colmena. Si las abejas di- visan a tiempo su presencia en los panales, destruyen una ancha superficie al rededor del espacio que ocupa i la obligan así a caer en el tablero, en el que si^ue man- teniéndose con las migajas que provienen de la destruc- ción del panal. Cuando se hacen pesquizas en los panales, se sabe el lugar que habítala larva por las sedas que cubren las celdas; se las desgarra unas después de otras con una larga espina o un cuchillo, i cuando ee llega a la celda ue ocupa la larva, ésta sale con precipitación, lanzán- ose a cierta distancia. Es preciso buscarlas con el ma- yor cuidado, se hallan en todo el año i aun en invierno. Se siente que esta pesquiza es imposible en las colme- nas comunes i en las de cajones superpuestos; no hai sino las de marco en que no podrían existir por la faci- lidad que hai para destruirlas. Se pueden cazar con redes las mariposas que las pro- ducen, o hacerles quemar las alas a la llama de una vela puesta en una taza, en la que se precipitan i rechazadas por las paredes vuelven a la luz donde se queman. Se las debe buscar i aplastar cuando se hace la visita de las colmenas. Los murciélagos son sus enemigos oatu- — 79 — ral1?, por eso no debemos espantarlos cuando frecuen- tan el colmenar i al contrarío atraerlos con una luz. Para destruir los huevos de ca.is maiiposas, se frotan i razgan bien los tableros. Para salvar de toda destrucción las colmenas comu- nes c j ue se reconocen inficionadas, es preciso sacarlas abejas i casarlas con otras colmenas, estraer la miel i la cera de los panales. Se ha dicho, pero sin razón, que la tina no podía en- contrarse en los pan des nuevos, hemos visto algunos enjambres devorados ántes de principiar el otoño. Es pre- ciso, pues, vijílarlos i visitarlos de vez en cuando así co- mo las colmenas viejas. 204. Los caracoles.—Los caracoles se pasean en las colmenas i ensucian los panales con el unto que dejan donde pasan. Las abejas fastidiadas por sus movimien- tos los pican para obligarlos a encojerse en su concha i los sueldan con propoleos. §. 2. Los PAJARITOS. 205. Los pajaritos) destruyen gran cantidad de abe- jas i su audacia para alcanzarlas es muí grande, sobre todo en tiempo de sus nidadas. Vienen hasta en los ta- bleros ; unos con su pico golpean un poco encima de las entradas para atraer afuera las abejas que caen víctima de este ardid. Otros las esperan a la salida i se las tra- gan. Las golondrinas les hacen una guerra de ester- minacion ; se las ve pasar con vuelo lento a la superficie de las aguas en que se están desalterando las abejas, i las comen. 206. Unas trampas tendidas en los tableros o en la vecindad de las colmenas destruyen gran número de estos pajaritos. La masa fosfórea mezclada con granos o miga de pan hace perecer muchos de ellos. Es útil visitar los colmenares, atraer allí los gatos que espantan los pájaros i cazan algunos. Es bueno también disparar algunos tiros de escopeta.— 80 — lis mui difícil cazar las go'ondrinas i sin (mliargo el'as son las que buen mas daño a las abejas. Es preciso con tiros de escopeta frecuentes hacer que se alejen. §. 3» LOS ROEDORES. 207. Las lanchas i otros.—Laslauclias, musarañas i otros hacen grandes estragos en las colmena?. litios asolan los edificios para alojarse en ellos ; llevan allí yerbas secas pura anidarle, cazan cuantas abejas quieren, i cosa sorprendente, no les comen mas que la cabeza, que separan perfectamente del corselé. Para preservar las colmenas es preciso colocarLas en cuñas de suerte que el tablero desborde. Se l¿s debe también armar trampas. §. 4. Los REPTILES. 208. Lagartijas, sapos, ranas.—Las lagartijas cazan las abejas arriba del corselé, las muelen ¡ tragan. Son tan ávidas de ellas que se encuentran nidadas ente- ras de lagartijas en la colmena misma o debajo del tablero. En los países en que suelen colocarse las colmenas en el suelo, se ven los sapos acercarse cada noche a las col- menas i esperar, como un perro que aguaita una liebre, a las pobres centinelas que hacen de patrulla. He visto uno en una colmena que no se habia levantado desde año i medio o dos años. Era tan grueso que debia ha- ber comido muchí-ímas abejas, pues debia ser mui chico cuando entró. §. 5. El hombre. 209. El hombre no debería ser comprendido entre los enemigos de las abejas, habiendo recibido tantos pre- ceptos e instrucciones a su respecto. Pero es perezoso i ávido. El olvido de los cuidados que les debe, la rapaci- — 81 — dad coa que les saca sus provisiones, causan la pérdida de gran número de colmenas, cuando él no las destruye voluntariamente para despojarlas. Esperemos que su fi- siolojia mejor entendida hará adoptar los métodos mas racionales i que cuidados mas fáciles harán al hombre menos neglijente. CAPITULO VI. Picadura. 210. Medios de curar las picaduras.—Si a pesar de la precaución del ropaje, viniesen una o muchas abejas a picaros, debéis curaros inmediatamente. El primer mo- vimiento que causa el dolor os incita a sacar con los de- dos el aguijón clavado en la cutis; es una mala costum- bre, puesto que de este modo se aprieta la vejiguita que encierra el veneno, i éste entra en la herida, lo que au- menta el dolor. Pasad lijeramente en la cutis el filo de un cuchillo o cortapluma i sacareis fácilmente el aguijón. Frotad en seguida la parte con miel o aceite de comer, agua fresca pura o mucilajinosa, i a no ser que estéis do- tado de una suceptibilidad mui grande, podéis conti- nuar la operación. Como el veneno es ácido por naturaleza, el empleo del álcali o amoniaca líquida se ha aconsejado. Esta sus- tancia puede ser eficaz, pero para ello es necesario in- troducirla en la llaga, i como es difícil, se considera como inútil i puede su aplicación inoportuna causar tales ac- cidentes que se le debe preferir medios mas sencillos, como el agua de cal, agua blanca o los medios simples que hemos indicado ya. Cada país tiene su remedio ; aquí es con tierra; alia con yerbas; otros preconizan el jugo de plantas aromáticas. Pero notad bien que cual- quiera que sea la sustancia que empleis debéis frotar con fuerza, i son estas fricciones las que dan mas activi- dad a la absorción del veneno que se echa en el torrente de la circulación en que se disipa. I-~ 82 — 211. Graves accidentes.—Ciertas personas, apesar de esos cuidados, experimentan una hinchazón de las mas desagradables; algunas se enferman verdaderamente, su- fren una ansiedad primordial mui incómoda, una pe- queña toz frecuentemente renovada, i como una lipoti- mia, uua especie de síncope; ellas se ponen pálidas, i de repente una reacción súbita se hace en la cútis que se one colorada, con una sensación de comezón irresisti- le, que obliga al enfermo a rascarse hasta salir la san- gre . En este caso, después de los primeros cuidados, se deben administrar lijeros sudoríficos, que se hacen mas activos con algunas gotas de amoniaca. Las personas en quienes produce la picadura de abejas tan graves accidentes deben renunciar al cultivo de ellas, porque si recibiesen algún dia muchas pica- duras podrían morir. De las colmenas con marcos urticales; del ropaje i utensilios. CAPITULO PRIMERO. Z>e las colmenas con marcos verticales. La facilidad con que las colmenas de diferentes for- mas pueden producir el rejuvenecimiento do los en- jambres cst por deoirlo, la piedra de toque que hace oonocer la colmena que merece la preferencia. Bsiunibb (de Vendóme). Las colmenas que dan los medios de renovar la ce- ra son mui útiles para las abejas, porque si se alcanza este resultado, no se cosechará mas que cera nueva, i la tifia se establecerá en las colmenas con mas difi- cultad. FeBUBIEB. Con poder mirar en el interior de vuestras colme- nas si la temporada ha sido favorable a vuestras a- bejas, podéis saber lo que debéis sacar o si debéis de- jar todo a fin de que ellas puedan indemnizaros al aiío siguiente. 1)SLA VAlini DE MllBFHY. §. 1 . CONSIDERACIONES JENEBALKS. 212. Estos tres preceptos bien entendidos por los bue- nos colmeneros han hecho adoptar gran número de siste- mas de colmenas, con el objeto de llenar las condiciones sin las cuales la educación de las abejas no puede ser ra- cional ni completamente provechosa.La colmena que voi a describir reúne todas esa» ven - tajas de la manera mas perentoria. 213. Ventajas de la colmena de marcos verticales.— Permite no solo ver lo que contienen los panales i reno- varlos fácilmente, pero se puede con ella también : l.o Recojer la miel i la cera sin destruir ni espulsar ías abejas; 2. ° Dar provisiones a las abejas cuando las tienen escasas; 3. ° Apoderarse del einjambre antes de que salga, obli- gar aun la colmena a darlo cuando lo niega, o al con- traiio impedir que enjambre cuando no se quiere; 4. ° Ver las dos caras de los panales i perseguir los enemigos de las abejas que se establecen en ellos ; 5.o Renovar fácilmente el aire, que no debe faltar a las abejas, aun cuando se trasporta la colmena a lo lejos; G.° Dar a las abejas entradas en número suficiente durante los grandes trabajos, o disminuirlas, suprimir- las aun en los tiempos de saqueo ; 7. ° Poner de manifiesto diferentes causas de mortalidad desconocidas hasta la fecha, tales como la vejez de la reina, la mutilación de sus antenas o de sus alas, la degra- dación de los panales, la podredumbre de la cría; 8. ° Añadiremos a todas esas ventajas que la colmena no siendo de una capacidad absoluta, pudiendo redu- cirse o agrandarse según la necesidad del pais o de la población, es de una aplicación jeneral. Yo no pienso que ninguna colmena conocida pueda responder a un programa tan estraño. 214. Estas colmenas se pueden hacer con tablas de cualquiera madera, la mas barata debe ser preferida. Las maderas blancas, las resinosas ofrecen bastantes ventajas, se pueden trabajar con mas facilidad i dan col- menas mas livianas. Con cualquiera madera que se las haga, se las debe pintar al esterior. Las abejas se encar- gan de untarlas al interior, primero de un color amarillo de azufre, después con la propóleos que las hace impe- netrables a la humedad. — 85 — La capacidad puede variar segun el pais, debe por otra parte poder ser aumentada o disminuida cuando se necesita. Ella presenta la forma de un cuadrado que tiene inte- riormente 33 centímetros en cada cara. Su altura es de 35 centímetros por delante i 45 por atrás para formar techo i para que caigan las aguas de la lluvia ; las ca- ras laterales, que sirven de puertas, tienen la forma de un trapezio cuyos lados paralelos tienen el uno la altura de la cara anterior i el otro la de. la posterior. La pared posterior i la anterior están clavadas en el tablero con fuertes puntas; las laterales se ligan a las demás con ganchos. En la parte inferior de estas cuatro paredes se hacen cinco entradas en cada una para las abejas; tienen 6 milímetros de ancho sobre 12 de alto i distan una de otra de un centímetro. El tablero se hace de madera dura , si es posible, de 3 a 4 centímetros de espesor ; es bastante ancho para que en los cuatro costados de la colmena sobre un espacio de 5 a 6 centímetros acepillado oblicuamente de manera que no se quede el agua. En el medio de este tablero se hace una abertura de 6 a 8 centíme jos cuadrados cerrada con una tela metálica. Adentro se colocan dos picos de marco?, nueve arriba i nueve abajo, soste- nidos en listones clavados en el interior a la pared anterior i a la posterior. Estos marcos son unos para- lelógramos con ángulos iguales a los que la parte supe- rior de las puertas hace con las partes anterior i pos- terior. Son formados de cuatro listones de 27 milími- tros de ancho, 6 a 8 de espesor. A cada ángulo i en la parte lateral del marco se clavan cuñitas de 9 milí- metros de espesor, de 3 centímetros de largo i del mis- mo ancho que el listón del marco. Estas cuñas clava- das en un costado de cada mareo, i todas en el mismo costado, sirven para dejar entre los panales, que las abejas hacen del espesor del marco, 9 milímetros de pasaje, que son el espesor que dan dos abejas espalda con espalda.— 86 — Para poder estrechar la colmena cuando se quiere, se hace a cada puerta un corte que corresponda a los listones que sostienen los marcos para que cuando se han sacado marcos se puedan entrar las puertas i ta- par con ellas todo el espacio que ocupaban los marcos que se han sacado. 215. Motivos de la forma de esta colmena.—La parte superior es oblicua para dar pendiente a las aguas i a la traspiración condensada de las abejas que, siguien- do este plano inclinado, no cae verticalmente entre los panales. Las puertas son movibles para estrechar la colmena en caso de necesidad, i siempre para facilitar el sacar panales que nopodrian pasar entre dos listones sin esperi- mentar algunas rajaduras o el aplastamiento de las abe- jas. Por esto se saca la puerta i el primer panal para examinar los demás. Los marcos son mantenidos a 9 milímetros unos de otros, porque dos abejas espalda con espalda ofrecen este espesor, i que es el que se encuentra en todas las colme- nas. Hai entradas en las cuatro caras para conformarse a los preceptos de los antiguos ; augustos habeant aditus (Virg). Un lado siendo espuesto al sol, el aire del lado que está a la sombra se precipita en la colmena i se esta- blece una corriente ; la abertura de abajo sirve para dar aire cuando están cereadas las entradas, i también para pasar miel a las abejas cuando es necesario curarlas ; para establecer una comunicación con una colmena va- cía que se coloca por debajo i en la que las abejas van a construir i hacer de este modo mudanzas naturales i enjambres artificiales (1). (1) £1 mismo sistema de marcos puede aplicarse a las colmenas de cajones superpuestos en uso en Chile. Dando a los marcos el mismo espesor que hemos indicado i dejando entre cada uno el espacio de 9 milímetros. Su estension será la del cajón. Estos marcos se sacarán por arriba. El tablero será mas grande que la colmena de todo el espacio que hemos dicho i una abertura con tela metálica. El cajón inferior tendrá 5 entradas en cada cara. Aunque esta colmena CAPITULO II. Del ropaje i utensilios. §. 1. Ropaje. 216. Necesidad de un ropaje.—Antes de emprender al- go con las abejas, aunque no fuera mas que para recojer un enjambre i fuerais alguna de esas personas privilejia- das que son insensibles a la picadura de estos insectos, debéis cubriros de tal manera que estéis perfectamente al abrigo de sus ataques. Se han visto accidentes terribles causados por la neglijencia o la temeridad de ciertas per- sonas que se les acercaban sin precaución i pretendían te- ner secretos para obligarlas a quedarse quietas. Las abejas, irritadas por alguna causa, se precipitan con tanto furor en la persona a quien miran como su enemigo, que no hacen caso de las sustancias repulsivas o agrada- bles con que ha podido cubrirse. 217. Descripción.—Un saco de los mas comunes do cualquier color, sin abertura ni por delante ni en los costa- dos, en cuyo cuello se ha cosido un tul de algodón negro 0 verde con mallas bastante abiertas para que no pueda entrar una abeja; este tul tendrá 120 centímetosde ancho 1 60 de alto, su orilla tendrá una gareta en que pasará una cinta que se apretará arriba i al rededor del sombrero. Es bueno ponerse al rededor del pescuezo un cuello de car- tón que impedirá que el velo se acerque a la cara. El som- brero será de paja, porque las abejas clavan su aguijón en el feltre, lo que hace perecer muchas. La blusa o saco debe ser introducida en los calzones de encima o al ménos ser apretada por una cintura. Las manos son garantidas por sacos de quimón doble, no tenga todas las ventajas de la de M. Debcauvoya, al ménos so. podrá con ella cosechar miel i cera escojiendo los panales, para devolver a la colmena los que tengan cria.— 88 — entre los que se pone uno de encerado para mas precau- ción. Estos sacos son bastante largos para ser amarra- dos arriba del codo, sin dedos, ni aun el pulgar, i bas- tante anchos para que la mano pueda abrirse entera- mente. Serán cuadrados i no redondeados. Los calzones de encima serán de cuero, cubriendo el pié i sin abertura, apretados con una cintura, los zapatos serán de forma de brodequines para apretar el pantalón. Bajo este traje uno está cómodo, respira, oye, puede contestar i no está espuesto a ser picado de manera a quedar en su cama. Las abejas tienen un instinto mui particular para des- lizarse a la sombra por los agujeros mas pequeños; por esto uno debe tener el mayor cuidado de que f>u ropaje esté siempre en buen estado. He visto treinta abejas pasar debajo del pantalón al travez de una bota descosida; cuando sucede semejan- te accidente, es preciso quedarse quieto, retirarse a la sombra i en un lugar fresco sin apurarse i allí quitarse sus vestidos despacio. Desgraciado del que se correría o que pegaría las abejas que circulan debajo de sus vestidos ; quedad tranquilo i no os picarán. §. 2. Utensilios, medios faba asfixiar. 218. Ahumador.—Cierta dosis de humo producido por trapos viejos, bosta de vaca seca, heno mojado, cascaras de nuez, pone las abejas en estado de crujido ; en este estado son inofensivas ; pero como se hacen quemar a la llama de esas sustancias, se ha inventado para evitar este inconveniente un ahumador mui cómodo : es un cilindro de latón, terminado a sus dos estremidades por canutos de los qne uno es largo como el de un fuelle i por él se escapa el humo; el otro es ensanchado para recibir el tubo de un fueile que se sujeta en él por un tornillo. La parte del cilindro donde está el canuto qne comunica al fuelle tiene una puertita con visagra; por allí se in- troducen las materias que se quiere encender. Con un carbón i un fuelle se anima el fuego, miéntras que la — 89 — estremidad del otro canuto se introduce en una de las en- tradas de la colmena. Algunas personas se contentan con un hornillo cubierto con una tapa agujereada, o con una especie de embu- do de tierra cocidt. He visto en los alrededores de La Rochelle los injeniosos habitantes de este pais colocar cuerdas des!orciilas entre dos tejas, prenderías, dirijiéu- doles con el vienta, conseguir el mismo resultado. Yo me sirvo pocas veces del humo, mis procederes exí- jiendo necesariamente la ausencia de las abejas i el humo haciendo que las abejas se agarren con mas fuerza a los panales en lugar de espulsarlas, cuando uno no sabe ser- -virse bien de él. Esto sin embargo no impide el ropaje, i nuestras colmenas fe minipulan tan fácilmente ahora, que las abejas se irritan poco con nuestras vi-itas, cuan- do sabemos hacerlas en tiempo oportuno. 219. Sustancias para asfixiar.—Licoperdofl.—El ahu- mador puede servir para introducir en la colmena el hu- mo de sustancias que hacen caer las abejas en un estado de somnolencia o asfixia momentánea, durante la cual se hace loque se quiere en la colmena. Así la cáscara de licoperdon en estado de ignición, asfixia momentá- neamente las abejas por 15 a 20 minutos. Pero es preci- so hacerlo con precaución, porque este humo introdu- cido con exceso las mata completamente (1). 220. Eter, cloroformo.—Para emplear estas sustan- cias con las abejas, se han inventado aparatos conside- rables cuya descripción seria mui larga; el mas nota- <(V) El 22 de mayo de 1850 liemos querido probar el humo de azo- iato de potasa. Pusimos 8 gramos pulverizados encima de un pu- fiado de estopa en el ahumador, i después de tapada la colmena en- teramente para que no escopase el humo, introdujimos el canuto del ahumador por un agujero hecho en medio de la parte inferior déla colmena. Al cabo de un minuto todas las abejas habian cuido sobre el tablero ; pudimos sacarlas i juntarlas con las de otra colme- na débil que queríamos casar. La colmena cuya población numenta- pios así est i ahera en un estado perfecto de prosperidad i ha enjam-r brado dos veces en setiembre. 12— 90 — Me i mejor acondicionado es el del doctor Herbert, que provee a todos los accidentes que puedan suceder. Cuando quiero emplear esas dos heroicas materias, vacío la una o la otra en un platito que cubro con un me- dio globo de tela metálica, coloco este aparatito en una sábana estendida en el suelo; después suspendiéndola colmena en cuñas encima del aparato, levanto el paño i lo aprieto contra la colmena. El medio-globo, por su convexidad hace caer las abejas al rededor de la copa e impide que las primeras anfixia- das queden mucho tiempo espuestas a la acción delec- térea del licor; tan luego como se evapora, se hace un gran ruido durante 5 minutos, después este ruido cesa de repente, saco entonces la sábana, en la que las abejas han caido en gran parte. El éter i el cloroformo son evidentemente las sustancias que deberían ser preferidas para asfixiar las abejas; i mi aparato es el mas sencillo. Pero esas sustancias son mui costosas, tienen ademas el inconveniente de dejar largo tiempo la miel impregnada con su olor. 221. Acido carbónico.—En esta obra, esencialmente destinada a los prácticos, no describiré el aparato nece- sario para producir este gaz, se sabrá solamente que las abejas quedan inmediatamente asfixiadas por el ácido carbónico i que vuelven luego a la vida cuando es puro. Pero es difícil conservarlo, porque se mezcla pronto al aire atmosférico. Por eso es que no se ha hecho uso de él sino por esperimento; pero es una lástima. 222. Por privación del aire.—M. de Frariere, que nos lia dejado un libro mui bueno, colacaba su colmena en un paño i la enterraba ; cuando dejaba de oir ruido, saca- ba la tierra, levantaba su colmena i hacia lo que quería. Es mas sencillo i mas fácil colocar la colmena en un montón de arena cubierta de un lienzo, i de cubrirla con una caja de zinc que se entra en Ja arena, al cabo de media hora las abejas son asfixiadas, se levanta la caja de zinc i después la colmena, i se opera sea un enjambre, sea una cosecha. — 91 — 223. Apreciación de estos medios.—Yo indico estos me- dios mas bien para mostrar todo lo que se lia hecho para alcanzar a tratar las abejas con mas comodidad que para aconsejarlos, porque no me es posible creer que esta suspensión de la vida repetida a menudo no perju- dique a las ab: jas, i la mayor parte de ellas no están al alcance del verdadero productor. 224. Cámara oscura.—Estaríamos todavía largo tiem- po espuestos alas picaduras de la* abejas, al estremo ca- lor i arevolucionar el colmenar, si M. de Chevigné,que si- gue nuestro método precioso con el cuidado mas escru- puloso, i que me honra con su amistad, no hubiese halla- do el jucundé de la apicultura i no lo hubiese puesto con gran habilidad al alcance de todos. Este agricultor tiene cerca de su colmenar una cámara oscura que no recibe mas luz que ra necesaria para ver un poco. La víspera de visitar sus colmenas, él las cie- rra, i después de su almuerzo las lleva una después de otra a esa pieza oscura, las pone en una mesa, las entre- abre i les lanza un poco de humo ni momento del ruido ; abre la puerta, saca los panales cargados de abejas i las • hace caer con las barbas de una pluma en una caja cu- bierta con una cortina para hacerla mas oscura. Cada panal queda así desocupado i visitado, después vuelto a su lugar, i las abejas sacadas de la caja haciéndolas caer en una tabla, son echadas en la colmena que se cie- rra después i se lleva al colmenar. Qué cómodo es esto! Uno no ha sido incomodado por el calor, no ha estado espuesto a las picaduras, todo el colmenar ha quedado tranquilo; el operador no se ha apresurado iba obrado con compás i medida. No podemos recomendar demasiado este proceder puesto ya en práctica con el mayor acierto por algunos apicultores. Q25. El cerátorno o melítomo.—Instrumento destinado a cortar los panales que contienen la miel o los que es- tán desprovistos de ella i que se deben disminuir, pero útil solamente para las colmenas comunes, mui en uso en— 92 — muchas localidades, de forma poco variable, una de sus estremidades es ensanchada en hoja cortante, la otra es encorvada, adelgazada, para cortar igualmente ; no debe tener mas que 9 milímetros de ancho, i la otra estremi- dad 27 a 30. Este utensilio, cuyo uso describiremos en otra parte, sirve sobre todo para cortar los panales vie- jos que se sacan de las colmenas cuando se operan mu- danzas. Pero para la cosecha de la cera o de la miel en nuestras colmenas el cuchillo mas común es suficiente. 226. Coja para los marcos.—Cuando uno quiere ver todos loa panales i limpiar el interior de la colmena, debe colocarlos con cuidado en un mueble hecho a propósito, porque en el suelo, en la arena o la yerba, las abejas corren por todas paites i se pierden. Su construcción es de las mas sencillas, una tabla de 5 decímetros de largo i de 35 centímetro* de an- cho forma el fondo de la caja. Una segunda tabla de la misma dimensión está clavada en uno de sus costados lardos i forma un ángulo derecho. La en- sambladura de esas dos tablas es consolidada por dos otras triangulares clavadas en sus pequeños costa- dos unos listones sirven para aislar los marcos que se depositan en esa caja ; estos listones tienen 1 cen- tímetro o rms de espesor i están clavados en los do3 grandes costados libres de la caja, a 4 o 5 cen- tímetros los unos de los otros. Dos otros listoncitos de un centímetro de espe«or están clavados en la tabla a a, b b, para impedir que se aplasten las abejas que esta- ñan debajo de los marcos planos. Este aparato des- cansa en dos palos o maderos de 8 centímetros de espe- sor. Una asa o argolla esta en su borde superior para llevarlo o colgarlo en el laboratorio. 227. El valdepara lamiel.—Un vnlde de madera o de hoja de lata es necesario para recibir la miel que se cosecha, pero es preciso que su tapa esté dividida en dos partes, la una fija, inmóvil ; i la otra cerrándose con un resorte, dos cueros de 50 milímetros de espesor cla- yados en estas dos porciones hacen bien las veces de — 93 — resorte. El operador no pudieudo olvidar de cerrar la tapa no será saqueado cuando esté obligado a obrar al aire libre, lo que sucede mui a menudo. 228. El melificador.—He dado este nombre a una caja en que espongo los panales al sol para sacarles la miel. Ella será de una dimensión proporcionada a la esplotacion. Por 10 colmenas, basta darle un largo a b de 1 metro sobre un ancho b c de 60 Centímetros, su parte posterior c h tendrá 40 centímetros de altura, i su parte anterior a d 33 ; el fondo i los lados serán per- fectamente trabados ; para que el fondo no se podra en el suelo, que las hormigas no suban en el aparato, Se le pondrán cuatro cuñas de 10 centímetros de largo sobre 8 de ancho en cuadro, lo3 que se colocarán en pla- tos llenos de agua, a 20 centímetros encima del fondo i adentro de la caja, se establecerán listones para servir de punto de apoyo a un bastidor que debeiá entrar li- bremente en la caja. Este será separado en dos partes iguales por un atravezaño. Al rededor habrá una série de puntas sin cabeza clavadas a 4 o 5 centímetros de distancia una de otra, una esterilla muí apretada con una cinta de hilo cosida al rededor se fijará en esas puntas. Debajo del bastidor habrá dos valdés de zinc con orejas para recibir la miel. Encima del bastidor habrá otro con vidrios bien adap- tado al aparato, habrá unas asas a cada estremidad para trasportar el melificador., Este aparato es el mas sencillo i el mejor que pueda haber para beneficiar la miel i la cera. 229. El sedazo.—La miel que ha atravesado la esteri- lla del melificador queda de ordinario entremezclada con mucha cera, para separarla, se cuela en un sedazo de jénero de seda como los que hai en los molinos para cernir la haiina. Este sedazo tendrá las dimensiones re-" lativas a la cantidad de miel que se fabrica. 230. Artículos diversos.—Los recipientes en que se depositará la miel serán de greda para la que -se guardará1 en la casa i de madera para la que se envía afuera. Una— 94 — capacidad pudiendo contener 20 litros de líquido puede recibir 25 quilogramos de miel. Se necesita un lienzo para colocar debajo de la colmena cuando se cosecha, a fin de que las abejas no se pierdan, porque viéndolas mejor uno no está espuesto a aplastarlas; asi como plu- mas para espulsar las abejas de los puñales i barrer las vasuras que hai en la colmena. Un vaso es muí conve- niente para alojar a la reina cuando se quiere hacer un enjambre. Se necesitan tenazas de zapatero para arran- car los atravesaños de las colmenas que se han de tras- mudar ; un buen cuchillo ; alambre para atar panales en los marcos; en fin un frasco de amoniaco o de agua de cal. 231. El saco para enjambres.—Cuando uno corre el campo para recojer enjambres, debe tener un saco hecho a propósito para rec-ojerlos. Porque un enjambre es cosa tan preciosa que uno debe tomarlo cuando lo encuentra i ponerlo como pueda aunque fuera en una camisa,como ha sucedido a un doctor amigo mió, que volviendo de visitar a sus enfermos, no hizo ninguna dificultad para sacarse la camisa i hacer caer en ella, después de haberla convertido en una espe- cie de saco, un enjambre que habia encontrado en un lu- gar lejos de toda habitación. El saco, hecho con esterilla amarilla, con el fondo sujetado por un circulo de mimbre o de alambre i con otro círculo igual puesto a la mitad de su altura tendrá una gareta en la abertura para apretarlo cuando se haya hecho entrar en él al enjambre. Se le podrá dar 0m 33 de altura sobre 30 de ancho. XEItCJE VtA. PABTK. Como se deben cuidar las abejas, o Apicultura propia- mente dicha. INSTALACION DEL COLMENAR; COMPRA I COSECHA DE LOS EN- JAMBRES, DIRECCION DE UN COLMBNAR COMPUESTO DE COL- MENAS DE MARCOS VERTICALES; DE LA MIEL I DE LA CERA. CAPITULO PRIMERO. Instalación del colmenar. Rejiones i plantas favorables al establecimiento de un colmenar; es- posición del colmenar i disposición de lns colmenas, compra de col- menas i su transporte. § 1. REJIONES I PLANTAS FAVORABLES A LAS ABEJAS. 232. Elección del lugar.—Las abejas se dirijen natural- mente a donde la naturaleza les produce lo que necesitan. Cuando uno quiera dedicarse al cultivo de las abejas, de- berá elejir un lugar propicio i que no esté espuesto a reci- bir mejoras agrícolas que puedan hacer desaparecer las plantas que ellas prefieren i cuya presencia es indispensa- ble. Por esto, se proporcionará la cantidad de colmenas que uno quiere tener con la de las flores de la localidad, guardándose de multiplicarlas demasiado al principio án- tes de haber visto como prosperan. Hai rejiones mas favorables que otras; así las islas del— 96 — Mediterráneo, las costas del Océano, rodeandu el pais de una atmósfera siempre húmeda, son singularmente favo- rables a las abeja?. Los paises de selvas, las pampas, los que cultivan el fagopyrum, el colza, los repollos, los na- bos, dan abundantísimas cosechas de miel i de cera. Los paises de montañas, en que brotan naturalmente las plan- tas aromáticas, dan una calidad de miel excelente. Lo« paises en que se hacen prados artificiales de trevol, alfalfa, pipirigayo; los alrededores de las ciudades, que tie- nen gran cantidad de árboles frutales i quintas de recreo; las localidades en que hai muchos árboles verdes convie- nen perfectamente para esta industria. Pero los apiculto- res de los paises en que se cultivan prados artificiales que se cortan para sacar el pasto deben obrar con prudencia en sus cosechas, porque donde no hai mas que prados ar- tificiales no hai nada o cuasi nada para las abejas des- pués de cortado el pasto; sucede lo mismo después que la flor de los repollos i colza lia pasado, si el resto del pais no está ocupado mas que con cereales; por esto es que han acostumb'ado en esos países hacer viajar sus colmenas después de la cosecha de esas plantas o la desaparición de sus flores. En los alrededores de las ciudades las heladas de Iá pri- mavera destruyen las flores de los árboles frutales, i las abejas corren los mayores riesgos, porque no encuentran mas que flores dobles, adorno de los jardines, o legumino- sas que no proporcionan mas recursos unas que otras. 233. Plantas favorables.——^ya. naturaleza de esta obra no permite dar la nomenclatura completa de las plantas favorables a las abejas; seria nombrarlas cuasi todas, i se- ria mas corto designar las que ellas no frecuentan. Para qüe las abejas puedan sacar miel de una flor es preciso que sea muí abierta i que su corola sea poco profunda. Así, las recedás, los tilos, sicómoros, violetas, hisopos, la- vandas, romeros, tomillos, ajedreas, amapolas, habas, cor- talpas, ásteres, centaureas, chicoráceas, cucurbitáceas, ce- bollas, borrajíneas, groselleros, frambuesos, etc., etc., pro- porcionan abundantes cosechas de miel i de polen. Ciertas — 97 — plantas, como los alverjonee, alverjas, dan una miel abun- dante en sus tallos, la misma que se vé en las vieja* hojas de pino, encina, etc. Los retamos, sauce?, olmos, álamos, son también mui frecuentados por las abejas. En fin, no hai ninguna clase de arbole- que produzca una sustancia azucarada, polen o propoleo* en que no estemos seguros de encontrarlas. Ellas frecuentan con avidez los duraznos, almendros, damases, acacias, manzanos i tantos árboles que no podemos enumerar. ?34. Utilidad de las plantas cerca del colmenar.—No se debe creer que sea inú' ¡I plantar alrededor del colmenar, porque si las abajas saben hallar las flores distantes, se las vé, sin embargo, quedarse en las que les convienen bien cuando las tienen a la mano; estas son mui útiles sobre todo en los malos dias, cuando las abejas no se atreven a emprender largas carreras. Si es cierto que ellas se alejan mucho, no es una gran ventaja, porque muchas perecen en el camino i las colmenas quedan débiles. 235. Necesidad del agua.— Entre las ventajas que ofre- cen ciertas localidades, se cuenta la presencia de arroyos de agua no mui dura ni fria, porque las abejas beben mu- cho. Si no hubiese agua en la proximidad del colmenar se- ria preciso proporcionar a las abejas este alimento indis- pensable en los tiempos secos. § 2. ESrOSICION DEL COLMENAR I DISPOSICION DE LAS COLMENAS. 236. Esposicion del colmenar.—Si se juzga por la elec- ción que hacen a menudo las abejas de su habitación, uno podría creer que la esposicion del colmenar es bastante indiferente; sin embarco, los educadores se han ocupado de esta cuestión i la opinión emitida mas frecuentemente es la que consiste en mirar como preferible la esposicion al Este, o sol de las diez de la mañana. Se ven, en efecto, muchas colmenas espuestas de esta manera; pero como se aprovecha jeneralmente de una tapia, un ceico, para abri- garlos, no sucede siempre así i se ven colmenas espuestas 13— 98 — al oeste. Pero en los años buenos i en los países favorables todas las esposiciones son buenas; se ha notado solamente que las abejas de las colmenas espuestas al oeste salen mas tarde, lo que puede perjudicarles, porque en los años secos, la humedad de la mañana desapareciendo tempra- no, las abejas poco madrugadoras no llegan a las flores si- no cuando la sequedad ha endurecido la miel que la hu- medad de la mañana mantenía líquida. La forma cuadrada de nuestra colmena quita toda difi- cultad a este respecto, presentando en cada una de sus ca- ras aberturas que miran los cuatro puntos cardinales; sola- mente »e tendrá cuidado de dirijirla parte inclinada hacia ,el sur, a fin de que el sol seque pronto la lluvia o los va- pores. Cuando uno dispone un colmenar numeroso, deberá preferir la esposicion del este o sol de las diez. 237. Proximidad de los árboles.—Se escojerá también la proximidad de árboles de cierta elevación dejando cla- ros entre sí. Estos árboles cortan el vuelo de las golondri- nas i permiten a las abejas escapar a la rapidez de sus per- secuciones; pero no se las colocará en un lugar rodeado de muchos árboles porque se perderían en medio de las hojas. 238. Posición de las colmenas; precaución contra el ex- ceso de frió o de calor; les galpones.—Se tendrán las col- menas bastante elevadas encima del suelo para que no las alcance la humedad de la tierra i para que los zapos i otros enemigos no puedan penetrar en ellas. Se colocarán en postes a una altura de 35 centímetros. Si este suelo abun- da en hormigas, es preciso echar al rededor del pié del poste una gran cantidad de cenizas o poner la colmena en cuñas que reposan en platitos llenos de agua. Como mis colmenas están abrigadas con una tabla, o tejas opizarrns, yo no las abrigo con ramas o tejidos de paja sino cuando hai exceso de calor o de frío, i en este caso, hago cuerdas de heno con que las envuelvo enteramente. Todos esos abrigos deben visitarse frecuentemente, porque en ellos se alojan un gran número de enemigos de las abe- jas. En los países cálidos se deben hacer muchos agujeros a las paredes de las colmenas sin agrandar las entradas; — 99 — también, i es mejor, se puede reemplazar la puerta por un bastidor de tela metálica. No se deben colocar las colmenas mui cerca de los cer- ros o de las tapias, que sirven de refujio a los pájaros, la- gartijas,^ mariposas, i ofrecen puntos de apoyo a las tela- rañas. Es preciso también poder circular alrededor de ca- da colmena, i vale mejor para visitarlas, pasar por detras que por delante. El suelo del colmenar se mantendrá siem- pre aseado i sólido, seria bueno cubrirlo con una materia que no se redujera a barro ni a polvo. Para impedir que brote la yerba, derramo en ¡a tierra cenizas; pero se ne- cesitan algunos centímetros de espesor. Por cuanto a los galpones debajo de los que se colocan a veces las colmenas, son perjudiciales i se les debe rechazar. 239. Aislamiento de las colmenas.—En los países en que suelen colocar las colmenas mui cerca unas de otras el saqueo es frecuente. E3 bueno tenerlas aisladas para evi- tar este inconveniente; sin colocarlas debajo de los árbo- les, es bueno que algunos de los que hai cubran las colme- nas con su sombra de las doce, esto las refresca. 240. Poco lejos de la casa.—Las colmenas deben estar cerca de la habitación, pero en un lugar que no esté mui frecuentado por los hombres i los animales, porque los mo- vimientos continuos inquietan las abejas, que se precipitan sobre los trabajadores ¡persiguen el ganado; tambíenespre- ciso protejerlas contra los cerdos que pueden echarlas al suelo, las gallinas que comen las abejas, ¡ los ladrones. 241. Lejos de las usinas.—La proximidad de las usinas que producen mucho humo conviene poco a las abejas i ¡as incomoda con las nubes sulfurosas que están obliga- das a atravesar. Cuando las refinadurias de azúcar te- nían sus calderas abiertas perecían muchas abejas en ellas. Pero actualmente su proximidad es un bien para las abe- jas, así como los almacenes délos dulceros. Ellas cometen en esos almacenes tantos estragos que en Nantes han aca- bado por cerrar sus ventanas con tela metálica, lo que ha causado la ruina de muchos excelentes colmenares del su- burbio de la Magdalena.— 100 — El ruido no incomoda las abejas. Hemos hecho co- nocer las dudas que hai sobre si oyen las abejas. Es cierto que el ruido de las campanas no las incomoda, pues- to que se ven enjambres establecidos en las torres de las iglesias; viven allí mucho tiempo i echan muchos enjam- bres i pí desaparecen es para volver. Hemos visto también enjambres establecidos en árboles del camino real i aun cerca de los ferrocarriles, lo que prueba rjue el ruido i el movimiento no les son tan perniciosos t omo unos se ima- jinan. 242. Los montones de estiércol, los pantanos.—Los mon- tones de estiércol i los pantanos no las perjudican tanto por el hedor que despiden i las miasmas o vapores húme- dos que se desprenden de ellos, como por los numerosos insectos que nacen allí o por las ranas que habitan estos últimos i que se tragan las pobres abajas que vienen a desaltera rse. Las personas que no pudieran tener un gabinete, un laboratorio, harán bien con tener un lugar emboscado, de mucha sombra, para retirarse en él con las colmenas que quieran trabajar, la entrada de un sótano también es mui apropósito para esta manipulación. § 3. COMPRA I TRANSPORTE DE LAS COLMENAS. 243. Epoca de las compras.—En los países en que se acostumbra matar las abejas para hacerla cosecha de las provisiones que ellas han acumulado con tanto trabajo i cuidados, es preciso necesariamente elejir, para la compra de las colmenas.la época en que se hace esta matanza, por- que ántes o después de esa época se encuentran mil difi- cultades fundadas en preocupaciones, sin duda absurdas, pero que no dejan de tener por punto de partida el respeto que se tiene jeneralmfnte a las abejas. Como es en octubre (marzo) cuando en nuestros países se hace la cosecha de ta mié1, es entonces i no ántes cuan- do se deben comprar las colmenas a pesar de todos los riesgos que se corren en invierno si las que se han cora- — 101 — prado no eran mui fuertes. Por otra parte, las colmenas en la primavera, un poco antea de la enjambrazón, se venden mas caras i su trasporte es peligroso. Un buen apicultor del distrito de Saumur ha encontra- do que siete de sus colmenas habían consumido 54 kilo- gramos de miel rlesde el 27 de setiembre de 1852 hasta el 12 de abril de 1853, cuando el año anterior no habian con- sumido mas que la mitad. 244. Elección de las colmenas.—Se comprarán con pre- ferencia las colmenas que han enjambrado; porque habrá seguridad de poseer una reina nueva, habiéndose demos- trado que siempre es la vi'ja la que sale piimero para ir a fundar una colonia. No se deberá hacer caso del color ahu- mado de los panales, si la colmena pesa mucho i cuando son mui amarillas i bajan hasta el tablero, es preciso dar vue'ta a la colmena para ver si no han sido roidos en la primavera anterior, buena práctica por otra parte i bastan- te común en ciertos países. Las buenas colmenas están perfectamente soldadas con el tablero, i cuando se les golpee con el dedo, las abajas deberán responder con un crujido sordo i profundo larga- mente prolongado. Si al contraiio el ruido es seco i a>jen- tino, la colmena tiene pocos habitantes ¡ está mal aprovi- sionada. Después de este golpe las centinelas no deben tardaren venir a la puerta para ver lo que pasa. La colmena despejada i acostada debe presentar sus panales cubiertos de abejas, de las que la mayor parte ofrecerán un puntito blanco en el último anillo. Tendrán sus alas poco afelpadas i su cuerpo liso i lustros^; el tablero será aseado ; »i hubiese zánganos todavía, no se deberá comprar la colmena porque no tendrá reina. El peso de una buena colmena es de 20 a 25 kilogramos por una capacidad de treinta i tres centímetros de ancho sobre 50 de alto. 245. Transporte de las colmenas.— El transpórtese hará de noche o mui temprano por la mañana : se st.ca la col- mena de su asiento, se la coloca en un lienzo que se levan- ta al rededor i st: aprieta con un cordel. Después acostán-— 102 — dula se la coloca en una angarilla. Si hai muchas se las co- loca en esta posición en las petacas de las muías o en car- retas sobre la paja; si el rodado tiene resortes, el traspor- te es menos espuesto. E=tas precauciones son indispensa- bles, porque los sacudones despegarían los panales si es- tuviesen en su posición natural; en las colmenas de mar- cos, cuyos panales están sostenidos por los atravesaños, hai menos riesgo; pero no se debe dejar de tomar esta precaución por temor de aecidentes. 246. Instalación de las colmenas.—Cuando las abe- jas han sido transportadas a cierta distancia, es preciso dalles libertad tan luego como lleguen a su destinación. Ajitadas por rl viaje se han calentado i necesitan de aire; pero si se la3 deja algo cérea del colmenar de donde pro- vienen se debe prolongar su cautiverio. Se cuida sola- mente de abril les durante algunos dias las entiadas al entrar la noche para facilitar la renovación del aúe, i se las encierra con cuidado cada mañana. En invierno es inútil encerrarlas. 247. Hora oportuna para tomar las colmenas.—Cuan- do se quiere transportar las abejas, no se debe esperar que se haya cerrado la noche pata encerrarlas, porque es de temer si no hac? mucho frió , que se echen sobre el a- picultor i no sepan en la oscuridad por donde volver a la colmena; ellas incomodan mucho i muchas se pierden. 248. Transporte para el pastoreo.—En los paises en que los cultivos dan flores precoces, se ha acostumbrado hacer una cosecha después de la desaparición de las flo- res i llevar las abejas a otro pais a veces algo distante, en que hai plantas que florecen mas tarde.. A las colmenas viejas se las quita enteramente sus panales, espulsando las abejas i transportándolas en colmenas provisorias i des- pués devolviéndolas a la primera habitación de donde se las habia espulsado ; se encieiran estas colmenas en un lienzo o esterilla, i se cargan en las carretas que las lle- van a 15 o 20 leguas, a países incultos cerca de las selvas. Los enjambres nuevos son respetados, se Ies deja sus pa- ítales. Pero se les carga acostados horizontalmente du- — 103 — rante el viaje. Sucede entonces en la travesía, aunque se haga en nuestros rápidos ferrocarriles, un fenómeno mui notable de su amor al techo maternal. Si, mal encerra- da», se escapan algunas, voletean remolinando al rede- dor del carro que lleva su habitación, a pesar de la ra- dez del viaje, i serecojen en ella de noche. Habia obser- vado ya este hecho en las que se llevan en angarillas. Lle- gadas a su destino, las colmenas son confiadas a un col- menero, encerradas en un mismo sitio, i las abejas llenan p;onto los nuevos almacenes que fe construyen. También en lanchas se hace el pastoreo de las abejas en diferentes rios. Una lancha cargada de colmenas baja o sube él rio i ancla en las localidades bien floridas. Se juzga de la riqueza de las provisiones que acopian por la cantidad de centímetros que cala la lancha a medida que ti aba jan las abejas. 249. No mover las colmenas de su lugar.—Es una falta de las mas gi aves la de mover de su lugar una colmena que se ha colocado en dias anteriores en un sitio que no conviene. Un educador me ha confesado que su colme- nar habia sido cuasi completamente aniquilada porque du- rante una enfermtdad que tuvo, se le antojo a su jardi- nero pasar tal o cual colmena en lugar de otra, las abejas volvían a su lugar acogtumbiado, encontraban otras que las hacían la guerra i el suelo estaba cubierto de cadáve- res. Aunque mudaríais de algunos centímetros una col- mena, las abejas no sabrían hallar la entrada; hacen ten- tativas infructuosas i por mucho tiempo; en fin, cansadas, corren en la colmena, i hallan al fin un pasaje por don- de penetran vacilando, salen i vuelven adentro. Si la lleváis a poca distancia, las veis durante algnnos dias quedarse volando en el lugar donde estaba la col- mena; si habéis dejado allí un poste, una tabla, ellas se amontonan en ellos, se agrupan, pasan allí la noche, i no piensan de ningún modo en la colmena que se ha mo- vido de donde han salido. No debéis moverlas mas que una vieja encina, dice Gé- lien.— 104 — CAPITULO II. - Compra de los enjasnbres 1 manera ¿le recojerlos. § I. COMPRA DELOS ENJAMBRES; MANERA DE RECOJER LOS ENJAMBRES NATURALES; SI SE PUEDE ATAJARLOS. 250. Compra.—En lugar de comprar colmenas, mejor es tratar de hacerse de enjambres. De ordinario los propie- tarios de abejas no hacen ninguna dificultad para ceder- los ; ello3 se encargan aun de alojarlos en las colmenas que les proporcionáis. Pero ci.mo en jpneral no se sabe bien como recojerlos en los lugares donde se han pegado, i menos se sube co- mo obligarlos a salir de sus colmenas antes dej dia en que debian hacerlo naturalmente, es preciso aprender a ejecu- tar por sí mismo estas dos operaciones. 251. Manera de recojerlos.—Si paseando encontráis un enjambre o si él viene a posarse en vuestra propiedad, de- béis saber recojerlo. Antes de todo, es preciso preparar la colmena en que quisiereis colocarlo ; visitáis bien su interior, examináis si los marcos son bien sólidos, i en el del medio atáis un pa- nal regulador, o colocáis un marco con su panal si los hai. Podéis perfumar la colmena con ciertas yerbas aromátieas o frotarla con miel. Lo principal es que la colmena esté bien aseada, tenga burm olor; por esto debéis ponerla mn¡ de antemano en el asiento que le destináis. 252. Para cojer un enjambre, puesto en una rama.—Ves- tido con el ropaje que hemos indicado os trasportareis al lugar en que se ha fijado el enjambre. Estendereis en el suelo un lienzo debajo del enjambre ; i llevando en la ma- no izquierda una canasta, presentareis su abertura debajo del grupo de abejas, i asiendo con la mano derecha la ra- ma en que está pegado, le imprimiréis un vivo sacudi- miento que hace despegar las abejas i caerse en el reci- piente que le9 presentáis; con la* barbas de una pluma — 105 — liareis caer las que se han quedado ; entonces acostareis la canasta en el lienzo, i colocando a su lado la colme- na de marcos abierta por el costado de la sombra, la le- vantareis un poco, le doréis un sacudón seco, las abejas caerán i se dirijirán apresuradas al domicilio que Ies hayáis preparado. Miéntras que so estén alojando, haréis caer las que vuelvan a pegarse en la rama, esperareis un cuarto de hora, colocareis a la colmena su pueita, la atareis con una soga i la llevareis al lugar que le habíais destinado, sin ocuparos si está próximo o distante del lugar de donde ha salido el enjambre. Esta precaución es indispensable porque no debéis es- perar que hayan vuelto al grupo del enjambre las mensa- jeras que han ido a buscar un alojamiento, i que arrastra- rían las abejas consigo. Pero si la rama en que se ha posado el enjambre es de- masiado gruesa para que se pueda sacudir, golpeareis en ella un poco mas abajo que el enjambre un fuerte martilla- zo, con loque caerá infaliblemente, o bien os contentareis con hacer pasar las barbas de una pluma o una varilla entre las abejas i la rama. Si la reina ha caido, las abejas que este movimiento hace voletear, no tardan en reunirse a ella. No se debe temer que las abejas vuelvan a la colmena madre, ellas quedan dos o tres días sin salir, lo que basta para que se desacostumbren. 253. Enjambre en la cumbre de un árbol.—Hemos he- cho la suposición de que el enjambre se ha fijado en una rama poco elevada, i en esta situación es mas fácil cojerlo. Pero no sucede siempre así ; si se coloca en la cumbre de un árbol, en una rama a donde no se pueda alcanzar con facilidad, es preciso amarrar una colmena o una canasta en un palo ahorquillado, de modo que al bajarlo quede siempre arriba la abertura, i se pueda mover fácilmente la canas- ta. Esta colmena o canasta se llevará debajo de las abe- jas miéntras que un hombre subiendo al árbol sacudirá la rama para hacer caer e! enjambre, i se espulsará el resto, con una escobaill. M— 106 — 254. Enjambre colocado en el suelo.—Si el* enjambre se lia colocado en el suelo, basta cubrirlo con una colmena que se envolverá bien para que no pueda salir , porque puede ser que corra bastante tiempo antes que el enjam- bre se decida a subir en ella. 255. Enjambre posado en un cuerpo sólido.—Si se Im colocado en un cuerpo sólido, v. g. una muralla, que no se puede sacudir, le presentareis una colmena por debajo i le liareis caer en ella del mismo modo que si estuviese colo- cado en una rama gruesa; también es el caso de serviros del saco para enjambres , pasando el circulo que esta cer- ca déla abertura entre la piedra i el enjambre , le haréis caer adentro, después apretareis la gareta. 256. Enjambre posado en un cerco o en varias ramas de un árbol.—No es fácil cosechar los enjambres que se fijan en un cerco o se desparraman en varias lamas de un ár- bol. Sin embargo hai siempre un grupo principal, sobre este debéis fijar una colmena provisoria, i sin esperar que se vaya, regarlo con agua fresca, así como los grupos ve- cinos ; sorprendidas por el fresco i la humedad, las abejas se refujian debajo del techo protector que les ofrecéis. Si los grupos son separados como cuando cada uno encierra una reina, es preciso con una pluma dispersarlos, en caso de que el agua que se les echa no las haga tomar una bue- na dirección, i entonces las abejas van al grupo prin- cipal. Si tuvieseis el valor de buscar la reina i la destreza de encontrarla, el enjambre obedecería,, pero seria verdadera- mente perder un tiempo considerable ; el medio que acabo de indicar es pronto i eficaz. 257. Enjambre pegado en una muralla.—Cuando .un enjambre se coloca en una muralla, se le ve desparramado en una superficie ancha; en este caso es fácil buscar la rei- na ; sin embargo si podéis hallarla, es preciso apoyar uno de los bordos de la colmena contra la pared i con una cuerda hecha con un puñado de paja larga, regareis con agua fria las abejas que están alrededor. Si la muralla tiene anfractuosidades, si es hueca, es pre- — 107 — ciso demoler la parte en que se esconde el enjambre para buscarlo i perseguirlo por los mismos medios. 258. Enjambres puestos en troncos de árboles i en chi meneas.—Los enjambres que se han establecido en esas oscuras inoradas que parecen preferir, se sacan con suma dificultad. Si no han hecho panales todavía, podéis espe- rar que con humo liareis salir las abejas i que subirán a una colmena que les pongáis; pero este medio es dudoso cuando se trata de un árbol. La dificultad cuasi insuperable de sacar los enjambres de los troncos de árboles hace que las mas veces se les deja establecerse en ello*, que se corta el árbol al principio del invierno para llevarlo al colmenar, i para aprovechar los enjambres es preciso aguaitarlos. He visto unos conservados así producir muches enjambres, porque no se podia tocar sus provisiones. Pero si que- réis hacer salir las abejas, debéis colocar este trozo de arbolen una tina que llenareis poco a poco de agua; las abejas, espulsadas por este medio, se refujiaián en una col- mena provisoria puesta encima de esta colmena "na- tural. 259" Precaución para cuando se encuentra un enjambre posado.—Si uno no tiene a su disposición todo lo necesa- rio para apoderarse de un enjambre que viene a fijarse cerca de él, o que ha encontrado, debe .cubrirlo con un paño mojado o con sus propios vestidos para albergarlo, porque de otro modo el sol calentándolo lo obligaría a mudar de lugar; i después lo recoje por los medios ya indicados. 260. Manera de atajar los enjambres.—Los enjambres tienen una gran propensión para volver a la vida selvática ; huyen lejos cuasi siempre con tinta prontitud, que es di- fícil seguirlos, lo que hace que se pierde al ménos un ter- cio de ellos. Todos los medios empleados hasta ahora pa- ra atajarlos han quedado sin resultado; unos los persi- guen golpeando en caserolas o sartenes, i este medio no sirve mas que para constatar el derecho del propietario; otros ponen, al alcance de las abejas, miel mol aromática— 108 — en unas ramas de árboles ; otros colocan próximo a ellas unas colmenas provistas de panales calentados al sol, o frotadas con cera i propóleos. Habiéndose reconocido la inutilidad de esos medios, se lia buscado desde algún tiempo procederes que permitiesen apoderarse de los en- jambres antes de su salida ; es una cuestión bastante im- portante para que se hagan todos los esfuerzos a fin de vulgarizar los procedeies mas eficaces de alcanzar este objeto, que nos pune en estado de multiplicar las abejas tanto como lo permite la localidad. Sin embargo, cuando un colmenero no posee mas que colmenas vulgares i.deja salir los enjambres, es bueno que haga alguna tenfativa para atajarlos. Se puede, cuando el enjambre no se ha elevado todavía a mucha altura, lanzar- le arena, agua, dispararle tiros con pólvora, i como es cosa averiguada que las colmenas abandonadas en invierno por sus abejas, conservadas en un lugar sano i. espuestas en tiempo de la enjambrazón, sirven a menudo de refujio a los enjambres, que las escojen naturalmente, es útil colocar de antemano algunas en el colmenar o en sus alrededores, i particularmente en los lugares en que sue- len pararse los enjambres. Della Roca dice que basta frotar bis colmenas inte- riormente con la mezcla de cera i propoleos de que hemos hablado, para que lleguen los enjambres nn cuarto de hora después. Lombard hace de esto una obligación, i no hai un bre- tón que no tenga algunas colmenas vacías en su col- menar. § 2. ENJAMBRES FORZADOS DE LAS COLMENAS COMUNES. 261. Enjambréis forzados.—Como es mui difícil atajar los enjambres, i que el colmenero esta espuesto a perder- los, es preciso que los recoja ántes de que salgan: estos serán enjambres forzados; pueden obtenerse de cualquie- ra clase de colmenas. El procedimiento que voi a describir puede aplicarse a la colmena mas vulgar. 262. Operación.—Todos los signos de la enjambrazón existen ; hai zánganos, la colmena es pesada, la actividad prodijiosa, las abejas mui numerosas ; son las doce i a es- ta hora cuasi todos los zánganos están afuera; aprove- cháis el tiempo de su ausencia, porque no hai necesidad de ellos en el enjambre cuya salida se quiere provocar. Bien envuelto con el ropaje daréis vuelta a la colmena delante del tablero i la reemplazareis por una vacia, des- tinada a recibir las abejas que vuelven del campo. Fija- reis sólidamente la colmena revuelta entre los pies de una silla, un hoyo en el suelo o tres buenos postes, i nada de esto si la cabeza de la colmena es horizontal o plana ; apo- yareis en seguida en un punto de su borde el de una col- mena vacía i común o de un recipiente cualquiera; la tendréis inclinada encima de la colmena llena, de manera que la mayor parte de ésta esté descubierta i que se vea fá- cilmente el interior de la colmena vacía. La apoyareis en en el muslo izquierdo i la mantendréis con la mano del mismo lado. La mano derecha armada con una fuerte varilla o el ceratomo, golpeareis sin cesar en la vieja colmena de abajo arriba, por delante i en los costados. Inquietadas por eite ruido, por este movimiento, por la posición accidental de su habitación ; viendo que están turbadas en ella, las abejas toman la resolución de partir; después de una primera ajitacion, ellas desapare- cen luego i se hace un silencio profundo, como cuando un enjambre natural va a salir. Es que durante este tiem- po ellas se cargan de provisiones, como lo hacen cuando enjambran naturalmente. Un instante después reaparecen algunas abejas i se arriesgan a entrar en la nueva colmena que se les presen- ta con la abertura en la sombra a fin de que su interior esté oscuro. Ellas la recorren en todos sentidos i vuelven a la colmena madre ; después, de repente se oye un gra:» ruido i muchas abejas pasan empujándose unas a otras para refujiarse en el fondo de su nueva habitación. El movimiento es rápido i bastante confuso i necesitáis de la mayor atención para ver pasar la reina; pues no debéis— 110 — creer que es la partida de ella lo que determina la de las abejas, es raro que ella salga entre las primeras. Yo la he visto muchas veces salir con las últimas i obstinarse aun en no dejar la colmena vieja después de haberse presenta- do varias veces a la orilla; pero de ordinario ella aparece, sale después de la mitad del enjambre i algunas veces en el último tercio. Se la ve cuasi siempre pasar, i entonces es fácil tomarla presentándole un vaso o un medio globo de tela metálica que la cubre, la pone al abrigo de todo accidente i permite a las abejas alimentarla si la guardáis cautiva en medio de ellas; pero no debéis apresuraros pa- ra tomarla ; ma« vale dejarla comprometerse en la nueva colmena, porque si la quisierais cojer mui luego ella po- dria volver entre los panales quehabia abandonado i obs- tinarse en no volver. Luego que la reina ha entrado en la nueva colmena, si liai con ella bastantes abejas para for- mar un enjambre, lo que se puede averiguar por el volu- men o el peso ; si el enjambre os parece suficiente , lo encerráis en una esterilla i lo lleváis a la sombra ; en se- guida cuando ha entrado la noche, colocareis en un paño la colmena cuya puerta habéis quitado, i desatando la esterilla echareis las abejas delante de las colmenas con sus tres entradas cerradas, i ellas entrarán allí fácilmente; diri- jireis las perezosas o lus que se alejan con una pluma hácia el lugar de su destinación. Cuando todas hayan entrado ce- rrareis la puerta, abriréis las entradas i las dejareis en su lugar, teniendo buen cuidado de volver a cerrar las entra- das al dia siguiente de madrugada. A la noche es preciso llevarla al lugar que debe ocupar i dejarla en toda li- bertad. Si no adoptáis nuestras colmenas i queréis dejar el en- jambre en la que lo ha recibido, es pieciso dejarlo cautivo el mismo tiempo, i después colocarlo en su lugar. 263. Necesidad de la existencia de un alvéolo rfjio con cria.—Cuando no queréis mudar los panales de la co'me- na madrp, no debéis forzar ningún enjambre sino cuando hai celdas réjias ; poique en las colmenas vulgares es mui difícil constatar si las hai de obreras de menos de tres días. — 111 — 264. Como asegurarse de la presencia de la reina.—Cuan- do ha salido ya una porción considerable de la población i que no se ha visto salir todavía la reina, podéis por dos medios fáciles aseguraros de su presencia en la nueva col- mena. Retirándoos a la sombra, colocáis en un paño ne- gro la colmena que contiene la reina, i un cuarto de hora después la levantáis. En esa época la reina está tan apu- rada para poner, que se encuentran huevos en el pa- ño. ... Este procedimiento, que ha hecho conocer un re- fnjiado español en una nota publicada en 1844, se encuen- tra también indicado en el Jentilhombre cultivador, publi- cado hace 100 años. El segundo modo consiste en esperar las oraciones i echar las abejas en un paño ; buscareis la reina, i es fácil hallarla; o bien colocareis en una misma mesa las dos col- menas una cerca de la otra ; si la reina está en el enjam- bre, las de la colmena madre van a reunirse con ella, i al contrario son las trasmudadas que habéis mudado que vuelven a la colmena madre si la reina no ha salido de ella. La reina se escurre a menudo i debéis buscarla por to- das partes. Una vez la han pillado sobre mí, otra vez de- bajo del velo de uno de mis ayudantes. Si ella se vue- la, otras la siguen i se la encuentra eu un grupo apar- tado. 265. Suplir la ausencia de la reina.—Si por el uno o el otro de esos medios os habéis asegurado que la reina no es- táenla nueva colmena, fijareis en su interior una porción de panal conteniendo cria a propósito para dar una nueva rei- na, ¡a la que las abejas empezarán luego a dar todos sus cuidados para el acierto de la empresa ; no debéis temer que la joven reina que provendrá no sea fecundada, porque aunque operéis a las doce, cuando han salido los machos, siempre han quedado bastantes para esto. 266. Por qué se opera a las doce del dia i por qué se su- jetan las abejas cautivas.—Esta operación se hace a las doce para tener ménos zánganos, puesto que la reina sale fecundada i que ellos son otras tantas bocas inú-— 112 — liles. Os colocareis delante del lugar que ocupaba la col- mena, a fin de recibir las nodrizas que vuelven del cam- po, porque si operaseis a la sombra, se recojerian mu- chas cereras i pocas nodrizas. Si hacéis esta operación en la cámara oscura deberéis llevar la colmena de mudanza en el tablero a fin de recibir las indispensables nodrizas. 267. Obstinación de las abejas en no salir.—Si las abe- jas persisten en no salir aprovechareis el momento en que están en la orilla de los panales para inclinar la colmena que las contiene en la abertura de la que está destinada para recibirlas, i levantándola un po- co le imprimiréis uno o dos vivos sacudones. Des- pués la pondréis al revcs, i las abejas que han quedado en ella, atraídas por la presencia de las que han caído en la nueva colmena, acabarán por salir en número suficiente. Pero uo debéis usar de este medio sino con la reserva mas grande i con las colmenas cuyos panales aparecen sostenidos por algunos atravesaños. Facilita- reis la salida de las abijas secuestrándolas desde la vis- pera con un lienzo o una esterilla. Fastidiadas de su cautiverio, ellas se precipitan ¡_ tan luego como se ven libres. 263. ¿Existe un medio de atraer la reinal—Se ha di- cho que con pegar algunos golpecitos debajo del ta- blero se atraía sin falta a la reina ; o bien que con llevar la colmena a la sombra, se ve la reina venir a pasearse en las orillas de los panales. Aunque no hayamos acer- tado con esto3 procedimientos, será bueno probarlos ; porque si poseéis la reina, la operación se hace en se- guida naturalmente. Guardándola en un lugar apartado, todas las abeja3 vienen a reunirse con ella. He descrito con prolijidad este procedimiento i con todos los detalles que necesita, a fin de hacerlo entender mejor. Con practicarlo de un modo diferente del que se usaba antiguamente, es decir a cielo abierto, es mu- cho mas fácil saber lo que se hace i la ejecución es de las mas sencillas. Voi a indicar los diferentes medios que se han usado para conseguir el mismo resultado. — 113 — 269. Enjambre forzado por medio del humo. —Las per- sonas que saben servirse del humo del heno, de trapos viejos, de bosta de vaca, i que tienen colmenas con dos abertura*, pueden determinar la salida de las abejas con ahumarlas i recibirlas arriba en una colmena vacía. 270. Enjambre forzado por la asfixia.—Se puede as- fixiar ias abejas sea con el éter, el cloroformo, el humo de licoperdon o de azotato de potasa pulverizado, sea por la privación del aire. El éter i el cloroformo se han empleado en esos últi- mos tiempos, particularmente con el objeto de formar los enjambres. El licoperdon, mui común en los países de abejas, produce también una asfixia momentánea. Pero es preciso ser sobrio de estos medios, por los mo- tivos que hemos dicho. Sin embargo cuando ha habido algún motivo para em- plearlos i que las abejas han caido en el lienzo o en el ta- blero de la colmena, buscáis entre ellas la reina i le ad- juntáis una cantidad de abejas suficiente para formar un enjambre. Se puede decir que es cuando se usa de esos medios cuando se puede admirar todo el afecto de las obreras por su madre; ellas la encierran en un gru- po de ubejas para preservada contra los vapores, i pro- ducen el efi-cto contrario, porque encerrándola así, ellas la dejan espuesta mas tiempo a la acción de estos vapo- res que la asfixian y a veces causan su muerte. Haréis esta operación mui temprano por la mañana, porque a las doce hai muchas obreras afuera; en el grupo de abejas que daréis a la reina evitareis de d.irle mu- chos zánganos. Si podéis igualmente asfixiar las abejas por la priva- ción de aire, obrareis de la misma manera. 271. Hácia la mitad del siglo pasado, se colocaba en una tma la colmena cuya población se quería hacer pasara oti a; se le hacia agujeros por arriba i se la tapaba con la colme- na yacía a la que subían las abejas a medida que el agua subía; después se la separaba i había un enjambre hecho. Se ha renunciado a este medio desde muchos años. 15— 114 — 272. Enjambre forzado por superposición de colmena. —Plamazu, i dos autores mas después de él, aconsejan de dar vuelta a una colmena cuyo enjambra se quiere sacar, i de cubrirla con una tabla agujereada en la que se coloca una colmena vacía. Ellos dicen que bis abejas, abandonando sus panales, van a establecerse en la colme- na vacía, i que después de veinte i cinco o treinta cíias se las separa i que entonces la colmena vieja no contiene mas que panales de miel que se pueden cos°char i que. la otra posee un hermoso enjambre. La única vez que hí tentado este modo de mudanza, las abejas han cons- truido debajo de la tabla de separación i bajado sus pa- nales entre los otros; es una lástima, porque seria un procedimiento muí cómodo. §. 3. CÓMO SE DEBEN GOBERNAR LOS ENJAMBRES INTRO- DUCIDOS EN LAS COLMENAS DE MARCOS VERTICALES. 273. Cuidados.—Si el enjambre es natural, podéis de- jarlo libre, porque es conocido que las abejas no salen sino dos o tres dias después, i que este tiempo les es su- ficiente para que pierdan el rastro que seguían. Hemos dicho que si fuese forzado, se le debia sujetar cautivo. Si no habéis puesto en la colmena un panal regulador, por mas prudencia debéis vijilarlo hasta que una prác- tica mas estensa haya venido a confirmaros la influencia de los marcos reguladores; si las abejas no les hiciesen caso, deberíais rectificar la línea i mantener con un alambre la dirección de los panales. Para juzgar el tra- bajo apartareis despacio las abejas con una pluma. Si por acaso el tiempo se pusiese desfavorab'e sea por sequedad o por lluvias prolongadas, proveerían a la ali- mentación de las abejas del modo que se esplicará mas adelante. Si la reina tuviera el humor inconstante, si de-de el dia siguiente o los di¡is posteriores, ella dejase la colmena i que alcanzaseis a pillarla, no deberíais vacilar un mo- mento en cortarle las alas de un lado, pero bastante lejos — 115 — del cuerpo. Era este medio mui en uso entre los an- tiguos. 274. Vijilarla colmena madre.— Aunque hayáis sacado un enjambre, que lo hayáis llevado lejos o puesto en me- dio de las demás colmenas, debéis vijilar la colmena madre, porque la hemos vi-to producir otros algunos dias después, i sino queréis que los eche, debéis arrancar las celdas réjias prontas a dar nacimiento a otras reinas, pero no hacer esta operación antes de 5 o G dias des- pués de la enjambrazón, a lin de que una de ellas haya tenido el tiempo de nacer para reemplazar a la que ha salido con el enjambre. CAPITULO III. Direooion de un colmenar compuesto do colmenas do marcos verticales. Trasporte de Ins abejas do las colmenas comunes a las de marcos verticales, enjambres prematuros, forzados o artificiales , enjam- bres de otoño ; cuidados a las colmenas i las abejas ; organización de la colmena de observación. §. I. MUDANZA DE LAS COLMENAS COMUNES A LAS BE MAR- COS VERTICALES. 275. Habéis podido proporcionaros abejas, i el colme- nar se compone de viejas colmena- comunes, o de enjam- bres que habéis introducido en colmenas de marcos ver- ticales. Cuando habéis comprado colmenas viejas, podéis establecer luego las abejas en colmenas de marco-, las que son dé un uso mucho mas ventajoso. Se trata en- tonces de una mudanza completa de todo lo que con- tiene la colmena común. 276. Trasporte—Empezáis primero por la mudanza de las abejas en una colmena provisoria ; cuando las habéis introducido todas o cuasi todas, colocáis esta en lugar de la que queréis despojar i si hace mucho calor la ta- páis con lienzos. También es bueno taparlas en todo cu-— 116 — so, porque es de temer que privadas de sus panales ellas abandonen la colmena provisoria para ir a echarse en una colmena vecina o fijarse en otra parte. Kntónces os ocupáis en despegar los panales con un cucliillo o con el cerátomo, según la forma de la colmena i la posición de los panales. A medida que sacáis panales los colocáis en fuentes tapadas para que las abajas no vengan a sa- quearles, después los lleváis a una pieza cerrada i empe- záis a organizados en los marcos de la colmena que queréis armar. Colocáis los panales en una mesa i los cortáis de manera que cada uno tenga la dimensión i forma de los mucos en que los introducís fijándoles a los marcos con un alambre. Esta operación debe ha- cerse con sumo cuidado i gran prontitud. Cada panal será puesto en el sentido que ocupaba en la colmena de que se ha sacado; pero no hai necesidad de ponerlos en el mismo órden ; sin embargo colocareis la cria con preferencia en rl centro. Así organizada la colmena, la trasportareis al colmenar i la colocareis en un lienzo estendido delante del adento donde estaba antes la col- mena que habéis despojado i en que se halla la provi- soria que contiene las abejas. Colocareis la colmena de m inera qua el lado donde abriréis la puerta esté a la somb a. Echareis por nn sacudón las abejas en el lienzo delmte de la puerta abierta; en el acto las abejas se apresurarán i se precipitarán en la colmena donde están los pmales i cuyas entradas habéis tapado; después de haber empujado, excitado las perezosas o que se van extraviando a seguir las demás, colocareis la puerta, es- perareis algunos inst intos, msdia hora v. g. para que las que se hayan volado tengan el tiempo de volver ; después tapareis el resto de las entradas a fin de evitar el saqueo (pie tendría lugar sin duda, poique ocupadas las abejas en recojer la miel que corre por todas partes a causa de la mutilación de los panales i en componer las brechas, descuidan de hacer centinela, i las de las col- menas vecinas o de los colmenares vecinos, atraídas por el olor, acuden en gran número i las despojan sin combate. — 117 — 277. Necesidad de saber si la reina ha pasado con el en- jambre.—Aunque esta mudanza de las abejas no tenga por objeto la formación de un enjambre, es preciso sin embargo saber a donde está la reina, porque, como lo hemos dicho, ella no sube siempre i si se ha escondido en el fondo de la colmena revuelta para escapar a los peligros que cree la amenazan, es preciso, al sacar los panales, tener mucho cuidado para no matarla; por eso no se debe temer de sacrificar la colmena i despedazarla a fin de sacar los panales con mas facilidad sin temor de matar las abejas que pueden haber quedado. La reina puede también haberse volado; es preciso, pues, des- pués de la operación, buscarla por todas partes; no estará sola, muchas abejas la habrán seguido: hé aquí porque la asfixia seria preferible si Ja repetición de esta operación no debiese alterar su salud poco a poco; me propongo de reiterar la operación de la asfixia sobre la misma familia. 278. Hora en que se debe operar.—Cuando la noche ha fido fresca, debéis operar por la mañana la mudanza de los panales, el fresco de la noche les ha dado mas firmeza, pues después de un día caloroso, están tan blandos que se derriten entre los dedos. 279. Si no podéis madrugar bastante, si tenéis moti- vos para operar de dia, encerrareis vuestras abejas de noche la víspera de la operación, i al dia siguiente por la mañana las llevareis a la sombra si debéis espeiar has- ta las nueve o las doce. Esta reclusión en los casos or- dinarios tiene por otra parte la ventaja de facilitar la mudanza con hacerla mas pronta, i de impedir que sal- gan las abejas ántes de la operación, lo que las pondría en peligro, porque a su vuelta no encontrando su domi- cilio, creen haberlo equivocado i se echan en una de las vecinas cuyas dueñas las matan sin compasión. La col- mena provisoria no las pone siempre al abrigo de este peligro, puesto que si empleáis demasiado tiempo en organizar los panales de la nueva colmena, se fastidian en ella i van imprudentemente a las vecinas.Si hacéis la operación por medio dé la asfixia, debéis tapar las abejas con un medio globo de tela metálica de estos con que se cubren las viandas para protejerlas contra las moscas. '280. Lo que se debe hacer si la reina se entume o si las abejas se enmielan.—Si operáis en la madrugada hacién- dose sentir un poco el frió, sucede a veces que la reina se entume debajo del vaso en que la habéis colocado durante la operación si no habéis te nido el cuidado de ponerla en la colmena en que están lus abejas; ella parece como muerta, pero es mui fácil hacerla volver de esta postración reanimándola en las manos con el ca- lor del aliento, o colocándola en un plato encima de ce- nizas calientes, como se practica con las demás abejas que sorprendida- or el frió i no habiendo podido reco- jerse a su habitn. ion, quedan como heladas. Se las co- loca entre dos platos ca'entados con cenizas calientes i mui pronto vuelven a la vida. De esto se podria sacar una inducción nueva que permitiría al propietario de un depó? to de nieve de bajar allí las colmenas que quiere operar i trabajarlas durante el tiempo que echan para volver a la vida. Si un gran número de abejas se ha negado a salir i si mientras que sacabais los panales se ahogan algunas en la miel, es preciso lavarlas i ponerlas en un lienzo al sol, se secarán i las demás abejas vendrán a chuparles la miel que las cubre o que ba entrado en sus estigmatos o res- piraderos, i muchts volverán a la vida. 281. En que época se deben hacer las mudanzas.—No se deben hacer sino cuando empiezan a aparecer los zán- ganos, porque la reina corre tantos peligros a pesar de todas las precaucior?es que se observan, que se la podria matar, i su destrucción causaría la pérdida inevitable de la colmena, si no hubiera zánganos para fecundar la nueva reina que naciera después de la muerte de la ma- dre. Sin embargo un accidente puede hacer necesaria esta operación en otro titmpo; pero en este caso es preciso cuidar mucho para que no le suceda ningún mal. — 119 — La mudanza puede por otra parte hacerse desde el mes de julio hasta marzo. Sin embargo no es bueno ejecu- tarla mui temprano porque las abejas no hallarían toda- vía provisiones para llenar la colmena i languidecerían algún tiempo. Es preciso de todo modo conformarse a los recursos del pais. Así, al rededor de las ciudades i en las rejiones de cultivos variados se obrará en setiem- bre ; mientras que en los paises de montes es bastan- te temprano para operar en diciembre o fines de no- viembre, 282. Prontitud de los trabajos de las abejas trasmu- dadas.—Esta operación es larga i minuciosa, ella causa una impresión penosa a las personas que la presencian ; pero cuando se las presenta la colmena tres o cuatro dias después, quedan asombradas al ver la perfección con que han sido compuestas todas las rajaduras i la solidez con que los panales han sido soldados a los mar- cos con nueva cera. Sucede aun algunas veces que se ven nuevos panales principiados, i entonces la reina, que había dejado de poner en Jos viejos panules, ha vuelto a hacerlo con gran actividad. 283. Diez dias poco mas o ménos después de la opera- ción, se sacan los alambres; si se los dejase mas tiem- po, penetrarían en los panales i causarían rajaduras des- agradables cuando se quisiera sacailos. Los he sacado algunas veces ántes de diez dias en casa de personas que deseaban que lo hiciera en su presencia para saber como hacerlo después. Es una operación de las mas fá- ciles, no hai necesidad de tener cuidado con los alam- bres ; sacando el marco fuera de la colmena, i sujetán- dolo con la mano izquierda, el alambre se corta cerca de los listones i tirando por las partes se saca fácilmente. A penas se necesita incomodar a las abejas, parecen no saber lo que se hace. Pero si habia pocos panales i que para llenar,un marco se han ajustado pedazos de panal, es preciso no apresurarse para sacar el alambre. Cuan- do no habia mas que un panal que no alcanzaba a llenar el marco i que se ha puesto un listón para llenar el vacio,— 120 — no hai necesidad de quitarlo, porque el listón no inco- moda a las abejas en sus trabajos. 284. Limpiadura del tablero.—Todos los tr.ibajos de las abejas para restablecer la solidez en los marcos les bacen botar al piso de la colmena cierta cantidad de escombros i cuando bai demasiados, ellas no los sacan afuera. El colmenero debe aprovecbar la visita que las bace para quitar los alambres i sacar los escombros. 285. Condiciones de buen éxito en una mudanza.—Esta operación no es i no debe ser mas que transitoria. Se puede mui bien prescindir de ella cuando se espera la enjambrazón i si el colmenero no está mui apresurado para gozar. Pero cuando uno tiene viejas colmenas en mal estado, debe mudarlas i con tal que opere en tiem- po oportuno i con precaución, que vijile con cuidado la nueva colmena, que acuda a su socorro si el tiempo no le permite acopiar provisiones, el acierto es seguro. Ope- rando por otra parte en el tiempo de lis zangaños, es raro que no haya cria de menos de tres dias, que reem- plazaría a la reina si pereciese en la operación. 286. Hacer un enjambre junto con la mudanza.—Cuan- do se practican esas mudanzas en tiempo de la mayor postura, es preciso tener dos colmenas disponibles. Por- que puede suceder que se hallen alvéolos reales dispues- tos a echar una reina o que nazca una durante la ope- i ación. Si la población es mui numerosa, no deberéis vacilar en partir esta población, lo que liareis echando todas las abejas en un lienzo en que habréis colocado dos colmenas cuyos marcos habrán sido llenados con pana- les en proporción igual, pero habiendo cuidado de colo- car los alvéolos reales en una de ellas. En la otra colo- careis la reina y le duieis ménos abejas que en la que espera el nacimiento de una. Si .no pudierais conse- guir la reina, colocaríais alvéolos reales en las dos col- men as. Las abejas echadas en el lienzo entre las dos colmenas se dirjirán a la una i con preferencia a la que contiene la reina; es preciso con una pluma dirijirlas para que én- tre en la otra la cantidad suficiente. Las abejas en este caso no pican, i con tal que la operación se haga a la sombra, ellas no piensan en volarse. Los alvéolos reales deben guardarse en un lugar ca- liente si no hai esperanza de operar en los dias siguien- tes i si en el momento no se puede dividir la población. Si se los pusiera en la colmena, las abejas los desgarra- rían i matarían sin piedad las larvas que encierran. Estas celdas pueden por otra parte trasportarse léjos o colo- carse en colmenas en que se destruirían las reinas por ser demasiado viejas. 287. Forzar primero un enjambre i hacer después la mudanza.—Es una buena práctica la de no hacer esas mudanzas sino ocho dias después de haber forzado un enjambre, lo que tendría la ventaja de producir luego dos colmenas. Pero para esto es preciso haber recono- cido la presencia de celdas de reina en la colmena que se quiere mudar. Si la reina que se ha pillado parece demasiado vieja, se puede reemplazarla con dar a las abejas una de esas celdas. Si después de haber forzado él enjambre, al cabo de ocho dias no hai en la colmena vieja señal ninguna de enjambrazón natural; ei la fami- lia no ha aumentado, es bueno esperar aun algún tiem- po para operar la mudanza. 288. Suspensión de la postura.—La mudanza de los pa- nales produce a menudo la suspensión momentánea de la postura; no hai por eso motivo de alarmarse ; sin embar- go cuando se nota esto es bueno asegurarse si la reina existe realmente, i si ella hubiere desaparecido o sucumbi- do de resultas de alguna herida, se debe dar a las abeja» los medios de reemplazarla. §. 2. ENJAMBRES PREMATUROS, FORZADOS O ARTIFICIALES. Hemos descrito en el capítulo anterior la manera de vi- jilar los enjambres naturales que puedan echar las abe- 16— 122 — jas, hemos dicho también como se deben recojer; pero liemos aconsejado al mismo tiempo de prevenir la sa- lida de ellos i recomendado la necesidad de hacer enjam- bres forzados. Este método, que no ofrece grandes di- ficultades con las colmenas ordinarias, se ha hecho tan fácil con las colmenas de marcos, que permiten ver todo, juzgarlo todo, que no hai mas que elejir un tiempo oportuno para formar, del modo mas seguro, los en- jambres que se quiera adquirir, obligando las abejas a crearse una reina con cria de obreras, lo que constituye un enjambre artificial, o aprovechando la presencia de las jóvenes reinas encerradas en las celdas reales, lo que dará un enjambre prematuro. 289. Circunstancias i tiempos favorables para los enjam- bres prematuros.—A pesar de la sencillez con que se ha- cen las operaciones con la colmena de marcos en la pro- ducción de los enjambres, esta operación no tendrá un resultado perfecto si no se hace en tiempo i circunstan- cias favorables. Antes de tentarla es preciso consultar no solo la fuerza de la familia, pero también i sobre todo el estado próspero de la florescencia de las plantas, la abundancia de las provisiones que traen las abejas. Un tiempo variable, una sequedad o lluvias continuas deben hacer postergar la operación. Lo esencial es que haya zánganos i celdas retías. 290. Cria de menos de tres dias.—Sin embargo, si la estación es conveniente, si la familia es considerable, es inútil esperar la presencia de celdas rójias, ni esponerse a que I03 enjambres se produzcan por sí mismos ; basta que la colmena contenga cria de obreras que no haya alcanzado todavía su tercer dia, es decir, cuyas dos es- tremidades no se junten como se ve en la figura. Lo he- mos descrito en otra parte i con alguna esperiencia se reconoce fácilmente. Pero es preciso poder ver el panal, porque sucede a menudo que en un tiempo dado, cuando hace seis dias, v. g., que la reina ha principiado a poner huevos de zán- ganos, no queda ninguna cria de obreras en la colmena. — 123 — 291. Presencia de los zánganos.—Otra condición, tan indispensable, es la presencia de los zánganos, nacidos o prontos a nácar a fin de que sus fuerzas sean suficientes cuando nazca la reina para acompaííarla i hacerla fe- cunda. Insisto en esas dos condiciones, porque es por falta da haberlas prescrito absolutamente, por falta de haberlas tenido en cuenta, que los enjambres artificiales, que tu- vieron tanta voga en 1770, no son ahora del dominio de la práctica vulgar, como lo son desde mucho tiempo en Lusacia. 292. Preparativos para la operación.—Tan luego como se hayan reunido todas esas condiciones, visitareis la col- mena que queréis operar ; hácia las doce sacareis la puer- ta i el primer marco, a fin de daros la facilidad de sacar los demás; los examinareis todos, i haréis una seña a los que contienen alvéolos reales o simplemente cria de obre- ras de menos de tres dias. Durante esta visita buscareis la reina, os apoderareis de ella i la colocareis debajo de un vidrio o de un medio globo de tela metálica que pondréis en una tablita i colocareis debajo de los panales si es posible, o le daréis una veinte- na de abejas que colocareis con ella ea una cajita en que pueda penetrar el aire i no tengan frió. 293. Tiempo conveniente.—Escojereis para esta opera- ción un dia hermoso, un dia resplandeciente de los mas puros rayos del sol, un dia sereno, soberbio ; escojeréis también la hora de las doce, porque la ausencia de un gran número de abejas facilita el encontrar la reina. Habréis llevado la colmena a la sombra o a un gabinete oscuro i puesto la colmena vacía en su lugar. 294. Descripción.—Como a las seis de la tarde, cuan- do las que estaban afuera han vuelto, abriréis un costado de la colmena i os retirareis un instante, para dejar a las abejas el tiempo de calmarse de la emoción que esta aber- tura les haya causado. Todos los panales están cargados de abejas ; cansadas por sus numerosas escursiones, están agarradas unas a otras, formando como guirnaldas. Ha-— 124 — Deis puesto en el suelo un ancho lienzo para ver mejor las abejas que caen i no aplastarlas; la colmena en que que- réis echar las abejas está a un lado, a mui corta distancia, a fin de hacer menos movimientos, i le habéis quitado to- dos sus marcos. Tomáis en la colmena madre los marcos que no llevan el elemento para reinas ; habéis dejado un marco vacío cerca del de los costados de la colmena nueva que no se abre, colocáis en seguida un marco lleno i cargado de abejas, otro vacío, otro lleno, otro vacío, un tercero lleno, otro vacío, i un cuarto lleno, en fin uno vacío. Obrando des- pacio i sin sacudimientos, las abejas quedan pegadas a los panales i la colmena quedará bastante poblada. Tomareis entonces la reina, la sacareis de sd prisión i la colocareis en los panales, en seguida cerrareis la puerta i después las entradas. Llevareis esta colmena al lugar que le destináis, la cubriréis con ramas, o mejor, a algún lugar fresco donde no pueda recibir el sol en todo el dia siguien- te. Cerrada la noche abriréis las entradas, pero con la con- dición de volverlas a cerrar mui temprano por la ma- ñana. Volvamos a la colmena madre. Colocareis al lado que no se abre un panal Heno, des- pués uno vacío, el tercero será lleno, asi como el cuarto i llevará el elemento de reinas, el quinto será vacío, el sesto lleno, el séptimo vacío, el octavo lleno i el noveno vacío. Como ésta queda en su lugar, no hai necesidad de cerrar sua entradas. Esta operación, cuya descripción es larga, se efectúa en poco tiempo, cuando sobre todo no tenéis al rededor per- sonas que hacen mil preguntas, o animales que picados por las abejas causan un desorden que lo turba todo. Mis marcos no están pegados a la colmena, i se sacan con la mayor facilidad. 295. Lo que se debe hacer cuando no se ha hallado la rei- na.— Si en la primera visita no habéis hallado la reina, debéis buscarla de nuevo al momento de la operación ; i si — 125 — otra vez no podéis descuhrirla, os aplicareis en hacer una partición cuasi igual de las abejas, i dar a cada colmena un alvéolo real o cria capaz de producir reinas. Podréis buscar donde esté la reina i dejareis las dos colmenas una al lado de la otra, sus puertas abiertas ; al cabo de media hora i a veces menos, las abejas de la que no tiene la rei- na se van, i cuando notéis este movimiento de emigración, debéis cerrar las puertas i llevar luego la colmena hácia la cual se dirijan las abejas, seguro de que la reina está en ella. Si el tiempo no permite las pesquizas, llevareis la col- mena al lugar destinado para ella, dejareis la otra en su lugar, i al dia siguiente en la familia privada de reina, se produce una ajitacion estrema, un furor sorprendente con- tra cualquiera persona que se acerque ; esta ajitacion, por otra parte, no es mas que momentánea, i al fin del dia to- do vuelve al orden i al mas profundo silencio. Al contra- rio, la colmena en que se encuentra la reina queda tran- quila, trabaja como ántes, i las obreras no cesan de traer las provisiones ordinarias. Si os habéis equivocado i llevado la colmena que no contenia la reina, la volvereis a su lugar para que cada una esté a donde debe estar. 296. Precauciones que se deben observar si no se opera de noche.—Podéis formar por la mañana el enjambre ar- tificial o forzado, o prematuro, pero es preciso madrugar mucho para obrar ántes de la salida de las nodrizas ; i quien lo será tanto como las abejas que salen desde el al- ba? Si os decidieseis a operar a esta hora deberéis cerrar de noche la víspera todas las entradas de la colmena, i al dia siguiente llevareis la colmena a un lugar fresco i dis- tante del colmenar. I haréis lo mismo si queréis operar de de dia; para evitarlos peligro-» que correrían las abejas por el calor, guardareis la colmena a la sombra ; pero es indispensable que no se dejen salir las abejas, porque la partición no se haria tan igual. 297. Como se opera asfixiando las abejas.—Cuando procedáis por asfixia momentánea, debéis absolutamen- te guardar encerradas las abejas, a fin de poseerlas todas— 126 — al momento de la operación, la que haréis como se ha di- cho cuando se tratan las colmenas comunes. Haréis la partición ; podríais casi contar las abejas que deis a cada una, después haréis la distribución de los panales, 298. A qué distancia se ha de llevar la colmena que en- cierra la reina.—Se ha ajitado mucho la cuestión de sa- ber a que distancia se debe llevar la reina con su enjam- bre. Se ha hablado de veinte pasos, se ha hablado de me- dia legua. Esta cuestión me parece que no tiene gran im- portancia ; loque es esencial es impedir que salgan de la colmena las abejas que se llevan, i con esta precaución he podido dejar, sin que haya resultado ninguna deserción, la colmena que contenia el enjambre forzado al lado de la colmena madre ; sin Ja precaución de cerrar las entradas, veinte, cien paso9, media legua aun no pueden ser una dis- tancia suficiente para que las abejas no vuelvan a la col- mena de donde han sido sacadas. También conocen ellas todo el pais que las rodea. 299. Vijilancia de los enjambres artificiales.—No basta haber separado un enjambre de su cuna, es preciso aun vi- jilarlo, sobretodo cuando no contiene alvéolo real; cuando así sucede, las abejas ponen luego mano a la obra para darse una reina artificial; pero puede suceder que durante el alargamiento de las celdas, los gusanos que ellas con- tienen vengan a caer ; es preciso pues, hacer una visiti el quinto dia i aun ántes, asegurarse de la presencia de las larvas en las nuevas celdas ; si están vacías i si no hai mas cria conveniente en los panales, e3 preciso añadir otra sa- cada de una colmena vecina. Me ha sucedido hacer esta sustitución hasta cuatro veces seguidas ántes de conseguir un resultado suficiente. 300. Lo que se ha de hacer si las abejas desertan.—Si por falta de cuidados hubierais dejado desertar vuestras abejas de la colmena llevada, deberíais sacarla de su asien- to i colocarla en lugar de la colmena madre, la que lleva- reis en lugar de ella ; al cabo de algunas horas el equili- brio se restablece entre las dos poblaciones, i volvéis las cosas al estado en que deben estar. — 127 — 301. Ventajas de esta clase de enjambrazón.'—A mas de todas las ventajas que hemos señalado, los enjambres pre- maturos, forzados o artificiales, tienen también la de ser he- chos ántes que los enjambres naturales, pues sabemos que mientras mas precoz es un enjambre mejor es. La ventaja de formarlos con las colmenas de marcos está sobre todo en asegurarles inmediatamente todas las pro- visiones que necesitan, i no se hace sino cuando la pobla- ción lo permite, lo que no podemos siempre juzgar con facilidad en las colmenas ordinarias. 302. No se debe temer de contrariar los instintos de las abejas.—En fin si el método de enjambres artificiales está espuesto al reproche de no dejar las abejas libres de se- guir sus instintos, contestaré que no se debe practicar la enjambrazón sino cuando existen las condiciones mas esenciales, i ademas siendo la abeja un animal sujeto a to- das las condiciones de la domesticidad i prestándose mui bien a ellas, ¿por qué no obraríamos con ellas como lo ha- cemos con nuestras aves que obligamos a empollar i que sujetamos en tal lugar que nos conviene? Nosotros contra- riamos evidentemente sus instintos primitivos, puesto que apesar de todos los cuidados que les dispensamos, no de- jan de esconder sus huevos i su cria, cuando no hemos te- nido el cuidado de encerrarlas. 303. Enjambre por mudanza natural.—Hai otra mane- ra de formar los enjambres i que he puesto en uso en 1852. Al momento de la mayor actividad en los trabajos de las abejas, cuando ellas producen mas cera, coloco en los postes una colmena vacía con panal regulador o sin él, saco el listón del medio i su marco; coloco la colmena llena de abejas con gran trabajo encima de ella después de quitada la tela de alambre. Sus entradas quedan abiertas así como las de abajo. Otras veces he puesto una colmena rústica así super- puesta, teniendo el cuidado de tapar las partes de la col- mena que quedaban abiertas ; al cabo de seis semanas la colmena vacía estaba bien llena, i si quedaban todavía algunos zánganos, yo los separaba después de haberme— 128 — asegurado que la una i la otra encerraban los elementos necesarios para constituir una colmena. Esta operación podria hacerse con las colmenas de ca- jones superpuestos si tuvieran la ventaja que tiene la de marcos, que es de poder ver bien, ántes de separarlas, si las dos colmenas contienen los elementos necesarios. § 3. FORMACION DE LOS ENJAMBRES DE OTOÑO. 304. Formación de los enjambres de otoño.—La eepre- sion no es talvez propia, puesto que no hai enjambres en otoño. Quiero hablar de un medio mui cómodo para aumentar el colmenar en la estación avanzada. En este caso la colmena de marcos tiene también la ventaja de que con ella se pueden formar otras cuando no se puede con las ordinarias, i en el momento en que se van a destruir tantas i tan interesantes familias (1). Vuestras colmenas de marcos han prosperado, vuestra localidad es buena; i queréis tener mas colmenas o establecer un colmenar en otra parte; habéis guardado algunas sin cosecharlas ; ha llegado el mes de marzo, traéis a vuestra casa las abejas que vuestros vecinos querian destruir, sacáis cinco mar- cos de una de las colmenas que habéis reservado i los co- locáis en una vacía con uno solo que no tenga panal i que ponéis entre el tercero i el cuarto ; colocáis la colmena abierta en el paño e introducís en ella las abejas. Entráis la puerta hasta que no haya vacío, la ciarais con puntas que podáis sacar con facilidad, cerráis las entradas i lleváis la colmena al asiento que le habéis destinado. En la colmena de donde habéis sacado los panales i obligado las abejas a quedarse con empujarlas por medio de una pluma, colo- cáis uno o dos marcos vacíos entre los del medio, i la es- trecháis también de todo el espacio de los marcos que hayáis sacado, entrando la puerta i clavándola como he- mos indicado. (1) El autor hace alusión a la costumbre bárbara conservada has ta ahora en Europa, de destruir las abejas para cosechar la miel. — 129 — Es bueno hacer esta operación a fines de febrero para que las abejas tengan el tiempo de entrar con propoleos al interior de la nueva colmena, lo que las preserva del frió i aromatiza la colmena, le cía un olor que parece serle útil i que los antiguos trataban de proporcional le con que- mar por debajo planta* olorosas. 305. Otro empleo de las abejas que se pueden recojer en otoño.—Aunque no quisierais organizar nuevas colmena*», no deberíais por eso dejar de recojer las pobres abejas que vuestros vecinos imprudentes sacrifican tanto por ig- norancia como por codicia. Las colmenas no tienen nunca su población demasiado fuerte, i cosa singular, durante el invierno, mientra? mas numerosas son las abejas de una colmena, menos comen ; este hecho se esplica mui bien sin embargo: las abejas, para resistir al frió necesitan mantener un calor conveniente en la colmena, 24 grados poco mas o menos; ?i son numerosas, este calor existe naturalmente; si ai contrario son escasas, no pueden por sí mismas producir un calor suficiente i lo suplen con ali- mentarse mucho, de tal modo que las provisiones desapa- recen rápidamente. Si no queréis, pues, aumentar vuestro colmenar, recojed sin embargo las abejas de vuestros vecinos para añadirlas a vuestras colmenas mas débiles ; para esto ahumáis la colmena que les destináis, la abris i echando las abejas en un lienzo, las repais con agua enmelada a medida que en- tran, i las demás las acojen bien. De este modo se pueden introducir dos o tres enjambres en una colmena, i ésta, cuando viene la primavera, se enriquece luego, echa en- jambres precoces i acopia cosechas abundantes. § 4. COMO SE CUIDAN LAS COLMENAS I LAS ABEJAS. Hemos enseñado en los párrafos precedentes como se organiza completamente un colmenar con colmenas de marcos verticales i como se procede con ellas a la opera- ción de enjambrar ; pero esas nociones no son lo único que impoita saber para la dirección del colmenar. Es pre-— 130 — ciso también, si ge quiere que prospere, dispensar ciertos ciertos cuidados a las colmenas i a las abejas, estos cui- dados son mucho mas fáciles con el empleo de las colme- menas de marcos verticales que con cualquier otro sis- tema. 306. Cuidados a las colmenas.—Las colmenas de tablas no dejan de tener inconvenientes; el mas grande consiste en la dilatación o encojimiento de la madera, que se encuen-. tí a espuesta a la humedad i a la sequedad del aire. De es- to resultan grietas considerables. Se remedia este incon- venienteconclavarle buenos atravesaños.Si no se ha tenido este cuidado i que se hayan producido aberturas, es preci- so taparlas con una masa hecha de greda, cenizas ¡ bosta de vaca; esta masa cuando se seca se encoje poco. Si esas rendijas existen desde mucho tiempo i si las abejas han acostumbrado servirse de ellas como de en- tradas, no debéis apresuraros para taparlas completamen- te, porque se han visto algunas veces las abejas abando- nar una colmena cuando se les hubo cerrado su camino ordinario. Los marcos'pueden deteriorarse, es preciso componer- los o reemplazarlos, sacando los panales que contienen i fijándolos sólidamente en otros. Se visitan también los postes i asientos, i se ponen nue- vos cuando empiezan a podrirse. 307. Debajo del techo es bueno colocar un colchón de paja porque el zinc, las tejas siendo buenos conductores del calóiico, en verano éste penetraría demasiado en la colmena ien invierno estas materias absorverian dema- siado el de las abejas. Si el calor se hace demasiado fuerte, es preciso abrigarlas i durante el frió envolverlas con paja o heno. Esta precaución es necesaria, sobretodo en los paises cuyos inviernos son variables, para garantir las abe- jas contra los calores precoces que provocan su salida, les hacen sentir el hambre i hacen perecer gran número de ellas. 308. Necesidad del aire.—Las abejas necesitan de mu- cho aire en todo tiempo i aun en invierno ; por esto es — 131 — que hai colmeneros que levantan sus colmenas en cufias durante esta estación, lo que es bueno si es húmeda ; oíros al contrario no dejan masque una abertura mui reducida. Entre esos dos estremos hai un termino medio que acon- sejo ; no me parece útil reducir mucho las entrrdas, a no ser que las colmenas estén en el suelo, en cuyo caso es esencial garantirlas contra la humedad, las lauchas i mu- sarañas. Mirbeck hace un agujero en la parte superior de la col- mena i trata de renovar el aire, aunque el termómetro di- ga 0o. En los paises mui calorosos i en los lugares en que circula difícilmente el aire, no se debe temer, en vera- no, de levantar la colmena o dejar uno de sus costados entreabierto, se debe aun hacer gran cantidad de aguje- ros de dos milímetros, tanto por delante como por detras. Es sobretodo en esa estación cuando es útil la puerta de tela metálica. Pero las entradas deben quedar siempre abiertas ; !a es- periencia me ha demostrado que no había ningún peligro en dejarlas asi durante el invierno ; corno son poco ancha* i bastante distantes unas de otras, el viento no ias atravie- sa^sino rompiéndose i pierde entonces mucho de su frió. Las abejas no aprovechan esta circunstancia para abando- nar la colmena en tiempo inoportuno, porque saben mui bien que no lo pueden sin esponerse a muchos inconve- nientes. La abertura de esas entradas me parece aun in- dispensable bajo otro respecto : durante el invierno pere-^ cen muchas abejas cuyos cadáveres incomodan considera- blemente a las que sobreviven, cuando se les cierra las en- tradas en esa estación. Cuando se les abre, se ven muchas abejas muertas que las abejas han trasportado a las puer- tas. Si se abre la colmena, se ven cadáveres en todos los lincones ; sí al contrario se han dejado abiertas ias entra- das, las abejas aprovechan délos primeros dias serenos pa- ra echarlos afuera, i el interior de la colmena queda aseado. 309. Contra la humedad.—En las temporadas lluviosas i largas es menester sobre todo dar mucho aire a las coU menas tan luego como viene el buen tiempo. I— 132 — Se debe también cuidar entonces de que el agua no penetre en las colmenas, i rejistrar los alrededores para qui- tarla nieve que pueda haber caido. Las abejas sufren ménos por una temperatura fria que por la humedad ; sin embargo es preciso precaverlas con- tra los frios excesivos ; no hai mas que las familias muí numerosas que resistan con ventaja al frió i a la hu- medad. 310. Visitas de invierno.—Os abstendréis de visitar las buenas colmenas ; pero cuando la temperatura es sua- ve, debéis visitar el interior de las colmenas débiles, para sacar de ellas los cadáveres que las abejas no habrian po- dido llevar afuera. Debéis guardaros de abrirlas cuando hace mucho frió ; si cometieseis esta imprudencia, gran número de abejas caerían i la población debilitada no podria volver a subir la temperatura interior bajada sú- bitamente. 311. Se deben encerrar las colmenas débiles.—El api- cultor ilustrado debe vijilar con el mayor cuidado para que la población de sus colmenas sea siempre numerosa i activa, i buscar la causa de su debilidad. Para robustecerla i compensar las pérdidas, tomareis en una de vuestras mejores colmenas uno o dos marcos lle- nos de cria pronta a nacer i cubiertos de abejas, asegu- rándoos que la reina no está con ellas, i los pondréis en la colmena que se está debilitando, en lugar de sus dos peores marcos que sac.rreis para colocarlos en la colme- na fuerte, i para esto empezareis por ahumar las dos col- menas i aprovechareis, para hacer la operación, del mo- mento de atolondramiento en que el humo sume las abejas. 312. Robustecerlos enjambres tardíos.—Con nuestras colmenas no hai mas enjambres débiles ; si sale uno tai-, dio, lo recibiréis, le daréis marcos bien provistos, i si su debilidad no proviene de la vejez de la reina, se robustece rápidamente i pasa bien el invierno. Sin embargo su debilidad es a veces tan grande que vale mejor casarlo con otro débil del modo que ya hemos indicado, liareis lo mi*mo si recibís en un mismo dia dos — 133 — enjambres débiles ; los casareis juntos o con otras colme- nas poco robustas. Pero un colmenar bien gobernado no tiene colmenas débiles con los preciosos recursos que presenta el sistema de marcos, infinitamente superior al de las colmenas de cajones superpuestos cuyo contenido se ignora. 313. Debilitación por vejez de la reina.—La colmena puede debilitarse por la vejez de la reina, por alguna en- fermedad de ella o por la destrucción de sus antenas ; de- béis pues? ántes de robustecer la colmena, averiguar el es- tado de la reina, i si reconocéis que es vieja, si veis que ella ha perdido sus mas preciosos órganos del tacto que son las antenas, debéis cuanto ántes reemplazarla. Un buen colmenero debe siempre saber la edad de la reina, cual- quiera que sea el sistema de sus colmenas, puesto que es ella la que sale primero; pero las colmenas de marcos son las únicas que permiten darse una cuenta exacta de su estado. Si observáis que es esta la causa de la debilitación de una colmena en una época demasiado distante de la pre- sencia de los zánganos, i que la población se haya debili- tado demasiado para alcanzar esta época, destruiréis a esa pobre madre i juntareis sus hijos con otra familia; si al contrario esto sucede en tiempo de la enjambrazón, debéis quitarla de la colmena i colocar en su lugar una celda de reina que fijareis en la orilla de un panal con un alfiler o una espina ; sino podéis conseguir una celda réjia, pon- dréis cria de ménos de tres días si la reina que hayáis sa- cado no la ha dejado. 314. Hacer venir de lejos alvéolos reales o dirijirse para ello a algún vecino cuyas colmenas estén en estado mas prós- pero.—He llevado a mas de cincuenta leguas alvéolos de reinas en tiempo en que no había ferrocarriles todavía i al- gunas veces mis vecinos me han mandado también algu- nos. Los pongo en una cajita llena de algodón en que se conservan en buen estado de calor, aunqne se envíen por el correo. 315. Mejorar las especies de abejas.—Hemos hablado de las varias especies de abejas i dicho que la llamada— 134 — holandesita era la mejor. Sin embargo, como hai personas que cultivan otras especies, cuando busc¡»is reinas debéis cuidar de que se os las mande de la especie llamada ho- landesita, porque con una reina da esta especie si la que cultiváis no es la misma podréis mejorar vuestra raza, i con tal que la recibáis a tiempo para que ponga huevos de zánganos i de reinas, hacia el fin de la temporada tendréis una raza nueva i no mejorada como se dice en la crianza de otros grandes animales. Debéis tomar 3 o 4 centímetros del panal en que esté la celda réjia, a fin de poder clavarlo sin ofenderla. Si las orillas del panal no presentan un buen punto de apoyo, haréis una brecha en el medio i colocareis en ella la pre- ciosa cuna. Las abejas reconocen bien esa celda i la acojen favorablemente, la sueldan, la vijilan con cuidado i no se dan el trabajo de crear otras. He visto, seis semanas después de semejante operación, unas pobres colmenas hechas tan ricas i prósperas que no se las podia reco- nocer. 316. No reemplazar inmediatamente la reina que ha pe- recido.—Si por un accidente cualquiera viniereis a perder la reina i lo supierais luego, no deberéis reemplazarla inmediatamente por otra viva, porque ella correría el ries- go de ser sofocada por las abejas si no hubiesen corrido veinte i cuatro horas desde la muerte de su madre que- rida ; necesitan todo este tiempo para olvidarla! I la que seles presenta entonces es acojida primero con una espe- cie de hesitación, pero luego con verdadero afecto. Antes de veinte i cnatro horas, las abejas se acumularían alrede- dor de ella, formarían una masa impenetrable al aire, i si ella no pereciese asfixiada, la guardarían hasta que murie- se de hambre. 317'. Dividir los enjambres reunidos.—En los grandes colmenares sucede a menudo que varios enjambres se reú- nen en un mismo punto. Qué hacer entonces? separarlos en grupos bastantes fuertes para poblar algunas colmenas, pero ¿tendrá cada uno una reina? Seria una gran casuali- dad. Con las colmenas de marcos no resulta ninguna di' — 135 — ficultad en semejante aglomeración. Introduciréis en cada una un panal conteniendo el elemento réjio i le introduci- réis cuantas abejas sean necesarias para formar un bnen enjambre ; si con ellas hai una reina, el panal servirá solo de regulador ¡ si al contrario no la hai, las abejas se apre- surarán en crearse una con la cria que se les haya confia- do, i pro veréis asi cuantas colmenas lo permita la cantidad de abejas que se hayan juntado. 318. Acopio de provisiones para el invierno.—Cuando se acerca el invierno, es preciso aseguraros que las colme- nas han acopiado provisiones suficientes para atravesar la estación rigorosa. Se suele dejar un kilogramo de miel por 500 gramos de abejas ; otros prescriben un kilogra- mo al mes para toda la colmena ; es decir cinco a seis ki- logramos* para todo el invierno. Sin encerrarse en propor- ciones tan precisas, mejor vale darles mas que menos; las abejas, que bien evidentemente se alimentan con miel, no toman nunca mas que lo estrictamente necesario, i el sobrante, si lo hai, se hallará en la primavera. En los paí- ses de inviernos variables, es indispensable que las colme- nas tengan provisiones mui abundantes ; asi, de setiembre de 1852 a enero de 1853, un observador escrupuloso de nuestro pais (Francia)ha notado que sus colmenas habían consumido seis kilogramos de miel. Hácia los primeros dias de marzo las nuestras no habían consumido más que cuatro desde diciembre. Es cierto que en los países cuyo frío es constante en invierno, las abejas consumen mui poco ; se habia dicho que, guardadas en un lugar apartado, oscuro, en un montón de trigo, las colmenas mas débiles gastaban poco ; hemos puesto así una i en tres meses ella ha consumido cuatro kilogramos de miel, exactamente tanto como una igual que habíamos dejado afuera con sus entradas abiertas; esta prisión no ha obrado sobre su sa- lud de una manera perniciosa, pues hemos encontrado en ella solo 211 abejas muertas. La humedad era tal que el trigo empezaba a jerminar. 319. Curación de las abejas antes del invierno.—Para asegurar la mantención de las abejas, no esperareis que— 136 — sé acerque el ¡avíenlo ; deberéis al contrario, en tiempo de la cosecha, conseivar intactas algunas buenas colmenas o apartar algunos panales que reemplazareis por otros tan- tos marcos vacíos, a fin de darlos a las colmenas que no presenten un acopio suficiente de provisiones. Pero sí no habéis preparado este recurso, lo supliréis con llenar de miel las celdas de los otros panales i volvereis a colocarlos en su lugar. Si las abejas hallan que estas provisiones asi colocadas no están seguras, o a su alcance, las trasportan B los panales del centro i las cubren con opérculos como lo hacen con la miel que cosechan ellas mismas. Esta ope- • ración de llenar de miel las celdas es muí larga, i podéis contentaros con colocarles un plato lleno de miel cubierto con paja pi ¡ida o aserrin, cerrar las entradas i renovar estas prov siones hasta que haya la cantidad su- ficiente. Estas curaciones se harán siempre a las oraciones, i las colmenas quedarán cerradas, porque es de temer el saqueo. 320. Curación en la primavera.—La proximidad de la primavera exije también que examinéis si las colmenas en- cierran todavía bastantes provisiones ; i en el caso contra- rio procederéis como acabamos de decir, pero en esa es- tación solamente lo liareis con miel diluida en un poco de vino. Será bueno también que coloquéis aquí i allá algunas colmenas vacías con miel adentro; las abejas se acostum- brarán a frecuentarlas i mas tarde los enjambres podrán ocuparlas naturalmente. 321. Curación en verano.—No es solo en invierno i en la primavera cuando se debe proveer al alimento de las abejas, hai algunos veranos tan secos que ellas no cose- chan absolutamente nada, i consumen las provisiones que habían acumulado en los primeros días de la primavera o conservado desde el invierno ; cuidareis pues en este caso de llevarles socorro. 322. Jarabes para las curaciones.—No se tiene siem- pre a la mano miel para curar las abejas, es lástima, por- que es el mejor alimento para ellas. Unos han imajinado — 137 — de hicer jarabes i han buscado los que poJian costar me- nos sin inquietarse si les convenían bien ; los de azúcar blanca, o prieta, son los mejores. Entre los jarabes menos costosos debemos sefialar el de glucosa, que las abejas comen con avidez cuando está bien preparado i hecho excitante con un poco de buen vino. Habíamos esperado que las abejas lo trusformarian en miel ; pero no sucedió así, ellas lo trasportan a su cel- das i lo tapan con un opérculo ; pero 11 glucosa, que está en suspensión, se deposita i forma ¡ lasas duras, blancas e inatacables por las abejas ; sin embargo he conseguido mantener asi unas pobres colmenas que en otoño no te- nían un átomo de miel i que han podido alcanzar la pri- mavera con el auxilio de este jarabe. 323. Resumen délos cuidados.'—Todos los cuidados de que acabamos de hablar no tienen nada que no sea sim- ple i fácil, i no debéis imajinaros que debéis pasar todo vuestro tiempo en el colmenar. Ellos están al alcance de la inteüjencia mas vulgar, no son ni largos ni minuciosos ; algunas horas bastan al año para cada colmena : i aun- que se necesitaren mas, como curáis vuestros otros ani- males, como los rodeáis de cuidados diarios, aunque los caballos o vacas os recompensen con una patada, podéis bien interesaros también por vuestras abejas, que os dan también productos. 324. Marzo.—Pesareis vuestras colmenas, añadiréis provisiones a las que pesan poco, i tienen bastante po- blación. 325. Agosto.—El colmenar no exije hasta marzo mas cuidado que el que hemos dicho, i entonces debéis hacer una visita minuciosa del interior délas colmenas, exami- nar los panales, ver si no contienen ya algunas tifias, sacar los que se han amohozado o que contienen cria podrida. Rascareis todas las rendijas i asperezas para destruir los huevos de tiñas que pueda haber en ellas; podéis aun en este caso sacar los marcos con sus abejas, pa«ar la col- mena encima de un fuego de paja para purificarla bien, i devolverle sus marcos i sus abejas : todo esto se hace con 18— 138 — un buen tiempo ; estirpareis las malezas i cubriréis el suelo con cenizas o arena. 326. Setiembre o noviembre.—Estos meses son los de la enjambrazón, según los paises ; el apicultor procede a la operación de sacar él mismo los enjambres tan luego como se ¡o permitan las circunstancias. Algunos dias des- pués hace una nueva visita, sea para formar nuevos en- jambres, sea para impedir que la colmena los eche; esta es una de las ventajas de la colmena de marcos, que no tienen las otras ; el apicultor ve Jas nuevas celdas de rei- nas, las destruye i es el único medio] para oponerse a la salida délos enjambres. Los enjambres que hayáis formado deberán ser coloca- dos en varios puntos del sitio, a í n de no perjudicar a las colmenas madres, i en e sto se ve el talento del apicultor : pues vemos acertar en esta industria al que sabe tener col- menas por todas partes sea cultivándolas a medias, sea pa- gando una retribución al que se las aloja. 327. Diciembre i febrero.—Es en uno u otro de estos meses cuando, según las localidades, se debe hacer la co- secha de la miel, procediendo con prudencia i sin avidez, pero cuidando siempre de que Ihs abejas tengan espacio para nuevos panales, nuevas provisiones, i si reina un tiempo mui favorable a la producción de la miel, un tiem- po caliente i húmedo, un tiempo borrascoso sin lluvia, se deben hacer cada diez, quince o veinte dias, nuevas visitas para sacar los panales que se han respetado. § 5. COLMENA DEI, OBSERVADOR. 328. Los hombres instruidos, los jénios del mundo, han sido siempre ávidos del espectáculo admirable que presentan las abejas en sus trabajos i su manera de vivir. Pero no es sino después de Reaumur, el cual derramó vivas luces sobre la vida de las abejas en medio del si- glo pasado, cuando se han construido colmenas que dejan ver bien realmente lo que pasa en su interior. — 139 — Bomet, hácia fines del siglo pasado, aconsejó a llubert hiciera una colmena que no contuviese mas que un solo panal. Es esta la que vamos a desoibir, pero con la ven- taja sobre la de nuestro ilustre predecesor, que los panales puedan sacarse durante la estación mala, para devolvérse- los cuando vuelvan a principiar los trabajos. 329. Descripción.—Esta colmena construida de basti- dores con vidrios, tendrá la altura de cuatro marco3 i el ancho de dos, dejando 8 milímetros de distancia éntrelos marcos i el vidrio. Uno de estos bastidores podrá sacarse a voluntad i cada uno de ellos tendrá un postigo de made- ra con visagras, los que se abrirán cada vez que se quiera ver el trabajo de las abejas, porque si se los dejase siempre abiertos, las abejas, para ocultar sus operaciones, embar- rarían los vidrios con cera o propoleos. Las entradas se practicarán aniba de la colmena, el cielo i la base serán de tela metálica. Encima del cielo se pondrá un techo de madera pintada o de zinc que podrá sacarse cuando se quiera. 330. Su capacidad.—Hemos dicho que esta colmena tendría la altura de cuatro marcos superpuestos, i el ancho de dos, lo que liará ocho marcos. Sin embargo si el país es rico se le podiá dar una capacio ;d igual ala de las colme- nas de marcos ordinarias. 33!. Panales reguladores.—Se llenarán los dos marcos de la parte superior con panales bien ajustados a fin de que sirvan inmediatamente de guia a los trabajos que emprendan las abejas. Para establecer estos panales, se sacará el postigo i el bastidor de vidrio por un lado, i acostando la colmena en el lado opuesto, se precipitarán las abejas en esos panales reguladores ; se esperará un ins- tante que se haya restablecido la calma, i se volverá a co- locar el bastidor con vidrios i su postigo; en seguida se colocará la colmena parada en el lugar que debe ocupar. Se tendrá cuidado de cerrar las entradas. Esta operación se hará a las oraciones ; al dia siguiente se guardarán encerradas las abejas cuidando de preseivar-— 140 — las del calor fuerte, i de noche se abrirá.n las entradas a fin de que puedan salir al campo al otro dia. 332. Armarla con los panales de una cArnena de mar- cos.—Pero si tenéis colmenas de marcos organizadas, sa- careis los marcos, obligando las abejas a quedarse en la colmena. Después los colocareis en la colmena de obser- vación sin inclinarla ; i hecho esto acercareis ámbas col- menas para que las abejas entren en la que tenga los pa- nales, aun las obligareis a ello golpeando en la colmena en que estén, o regando las abejas con agua fria. Coloca- reis en seguida el bastidor de vidrios, i pondréis la col- mena en el lugar que le habéis destinado. 333. Su lugar.—La colmena del observador hace mui buen efecto debajo de un techo o entre árboles. No se la debe dejar espuesta a los chubascos de viento que podrían echarla por tierra. En las espo«iciones públicas, que son asaltadas por los curiosos, es preciso que esté rodeada de mamparas para que los paseantes no puedan tocarla. En este caso se pin- tará con color blanco el corselé de la reina para que se distinga con mas facilidad. Es sobre to:!o en las esposiciones cuando la caja que concluye inferiormente la colmena es útil: cada noche se pone la separación con agujeros que la separa de la col- mena i por allí se pasa el alimento. La* entradas deben quedar cerradas a fin de que no salgan las abejas i no in- comoden al público. Se puede, cuando la jente se ha , retirado, sacarles los panales de los marcos inferiores pa- ra darles la facilidad de fabricar nuevos. Si la localidad lo ^permite se les puede facilitar la comunicación con afuera por medio de largos tubos de plomo. 334. Cuidados a las abejas.—Ellos son mui fáciles, porque se ve luego lo que ellas necesitan ; cuando se las guarcm^licerradas, lo que han menester es miel i agua , el aire les llegará con gran facilidad por la tela metálica, pe- ro se cuidará bien de que el sol no dé directamente en los vidrios, por esto se buscará un lugar a la sombra. — 141 — 335. En los jardines.—Podéis hacer con una de estas colmenas el adorno de vuestra huerta, las abejas trabajan mui bien en ella i acumulan provisiones lo mismo f|ueen las colmenas ordinarias ; podéis i debéis cosecharla de vez en cuando : con este fin tomareis panales de arriba i los reemplazareis por otros de abajo. Se puede hacer esta operación después de puesto el sol ; las abejas no procuran abondonar la colmena. 336. Es un meümetro.—E?ta colmena puede mui bien ilustraros sobre lo que pasa en las demás. Su estado de plenitud o la desaparición de las provisiones indican lo que gasa en cada colmena, i el colmenero sabe lo que debe acer. 337. Para las observaciones.—Podéis con esta colmena hacer reproducir por las abejas todo lo que hemos dicho que eran capaces de hacer, i ver todo lo que hemos anun- ciado que hacian. Asi, descargarse del polen, amontonar- lo en las celdas, barrer los polvos que traen en sus patas ; untar con propoleos los vidrios que no están bien pega- dos ; presenciar cuando pone la reina, ver las construccio- nes principiar i agrandarle ; si tilas construyen a lo largo de los vidrios verías echar la miel en las celdas. Si les sacáis su reina, verlas construir celdas réjias, de donde podéis ver salir las jóvenes reinas que van a matar a las que no han salido todavía. En fin es el espectáculo mas hermoso que podáis pro- porcionaros. Pero cuando necesitáis prolongar vuestras observaciones, debéis producir sombra en los vidrios para que no se calienten demasiado las abejas, lo que las baria dejar la colmena. En los calores estreraos, abriréis el fondo de la caja dejando en su lugar la tabla agujereada, por donde las abejas recibirán aire fresco. 338. Asi dispuesta esta colmena, sacareis las abejas i los panales tan luego como se haga sentir el frío del oto- fio, i aun sin esperarlo, i los colocareis en una colmena de madera para pasar el invierno. I— 142 — CAPITULO IV. De la miel 1 de la cera. Cosecha de la miel i de la cora ; procedimiento para sacar la miel de los pannle» ; sus cualidades ; estraccion de la cera , evaluación del producto de un colmenar ; sus gaslos. § I . COSECHA DE LA MIEL I DE LA CERA. 339. Nada mas exacto qne lo que dice Vi rj i 1 i o de la producción i cosecha de la miel : dos vece9 al año, en efe* to, se pueden cosechar; en la primavera después de la gran * postura, i en otoño en las colmenas muí llenas de provi- siones. Sin embargo las épocas de la cosecha varían se- gún los cultivos. Virjilio quiere también i con razón que la cosecha de otoño se haga con prudencia, a fin de que las abejas no tengan nada que temer de un invierno demasiado pro- longado. 340. Ventajas de las colmenas de marcos para determi- nar el momento de la cosecha.—Con nuestra colmena no puede haber ninguna iucertidumbre sobre el momento en que se necesita procederá la cobecha. Abriréis la colmena después de la gran postura, i sin hacer caso de su peso, lo que es a veces una señal inexacta, visitareis todos los pa- neles, metiendo en el marquero todos los que están com- plétamete llenos de miel, drjando en la colmena los que tengan poco i los que tengan crii. Tendréis cuidado, al cortar los mas herniosos panales, de que hai uuo3 que tie- nen una cara llena de miel i la otra de cria. 341. Cortar.—Se ha hecho mui sencillo desde que se han puesto en práctica los esperimentos de Hubert, en las que ha constatado que la cria puesta al revez no dejaba por esto de desarrollarse. Para apoderaros de los marcos debéis haberos puesto a la sombra, lejos del colmenar, i sobre todo en la cámara oscura. Los marcos que habéis juzgado buenos para cortar deben ser cinco ; habéis espul- — 143 — sado las abejas de ellos, i con un cuchillo ordinario, saca- reis de las paredes del marco la porción de panal que con- tiene la miel ; si hai cria por aqui i por allá asi como polen, pasáis el cuchillo al rededor dejando por arriba un punto de apoyo a la porción que respetáis. Si todo es miel, la saca- reis toda; pero si taparte inferior contiene cria todavía, cuidareis de esta parte del panal i al volver a colocar el marco lo liareis en sentido inverso de manera que lo que estaba abajo quede arriba. Se objetará a esto que la miel puede vaciarse; es un error, porque cuando se hace esta maniobra, la parte que se deja no contiene mas que cria. I si corriese miel, las abejas saben muí bien recojerlai modificarlas celdas para que esto no suceda ; por otra parte lo mas amenudo sucede que es tan poco considerable su oblicuidad, que no se sabe que parte del panal era la-superior o la inferior. Los marcos asi cortados i revueltos se colocan de nones entre los que se han dejado en la colmena que son los pares; asi en el núm. 9 un marco cortado, núm. 8 uno conservado, si- guiendo asi hasta la puerta de la colmena. Con estas dis- posiciones las brechas se encuentran entre dos murallas de miel, lo que obliga a las abejas a construir regularmen- te, i la parte superior de la colmena se halla llena, o al me- nos no queda abajo ninguna porción fie panal encima de la cual las abejas no edifiqeun sino en los años mui abundan- tes o los paises mui rico3. Esta operación de dar vuelta a los panales no causa mas turbación que mudarlos de lugar, i no hai necesidad de sacar los panales nones con preferencia a los pares. Lo que se necesita es escojer los mejores panales para cosechar- los, con tal que al volver a colocar los marcos, haya uno vacío, uno con panal, uno vacío, i así sucesiva- mente. 342. Cortar los panales pares.—Al cortar solo les pana- les nones habréis tenido por objeto el obligar a las abeja» a construir con regularidad i también asegurarles víveres para un porvenir que no se conoce. Pero al cabo de 15 o 20 dias, levantareis la colmena, la pesareis en una romana,— 144 — i si la miel que le habéis sacado (20 o 25 libras) ha sido reemplazada, o poco ma< o ménos, abriréis la colmena de nuevo i coi taréis los marcos que habiais dejado i cuya cria ha salido i ha sido reemplazada por miel, como habéis he- cho cuando habéis cortado la primera vez, dejando en esta los panales nones servir de murallas. Sucede a menudo que ántes del fin del otoño, esas nuevas brechas están com- puestas i que la colmena se halla de nuevo llena de pa- nulss. Esos despojos sucesivos, lejos de cansar las abej is o disgustarlas, de desesperarlas, las escitan al contrario al trabajo forzándolas a compensar sus pérdidas i las hacen producir cantidades de miel tales que ningún otro sistema puede hacerlas p.oducir iguale?. 343. Corlar en otoño.—Si en otoño los panales están llenos todavía, deberéis sacar algunos para dar espacio a las abejas. Asi reemplazareis con marcos vacíos el terceio i el quinto, i s'ulas abejas no volviesen a construirlos podrian quedarse aglomeradas en mayor número entre el segundo i el cuarto, éste i el sesto, i cuando vinieran los primeros dias de la primavera, ellas harian panales nuevos para re- cibir los primeros huevos de la nueva postura. 344. Cortar en la primavera.—Si por exceso de pru- dencia habéis conservado demasiada miel en otoño, debéis en la primavera, antes de la gran postura, sacar la que pue- da quedar todavía en la parte inferior de todos los marcos nones, asi corno su cera si se ha puesto vieja, a fin de que las abejas hagan otra nueva. Pero en esa época, debéis ser prudente, pues nadie sabe como será el dia siguiente de los mas hermosos de la primavera, i tal que se anuncia bien puede acabar por ser seco o lluvioso i ser seguido de una aridez desoladora. Cuando sucede así, si no se han de- jado provisiones suficientes a las abejas, ellas están es- puestas a moiir de hambre como se ha visto en 1850. 345. Cosecha en los países de cultivos especiales.—En los paises donde se cosecha el colza, i praderas artificiales de trévol, alfalfa, etc., i en que se acostumbra cortar el pasto, las abejas, después de haber cosechado en las flo- — 145 — res de e=as plantas i haber llenado sus almacenes, no ha- llando nada en el pais consumirían sus provisiones sin que las aprovechásemos. Entonces se les quita la mié', que es mui blanca, i se mandan las colmenas a los paises de mon- tes, adonde las abejas cosechan ot! a miel en las plantas i árboles silvestres, i en seguida se las vuelve a su lugar. 346. Medio de conseguir miel de calidad superior i de la clase de plantas rjue se quiera.—Si hai cerca de vuestrascol- menas plantas labiadas, o tilos, que dan una miel tan esquí- sita, debéis cortar algunos marcos ái.tes de la florescencia, du esas plantas, a fin de que 1; 3 abejas puedan amonto- nar en su lugar una miel que sea pura de toda mezcla, i podáis cosecharla aparte ; i pura que no cometáis error lia- reis ántes una señal a los marcos que hayáis vaciado. 347. Las colmenas de marcos permiten cosechar miel e;t todo tiempo.— En ciertas circunstancias, como cuando te- neis un niño enfirmo i necesitáis enmelar la copa amargt que debe salvarlo; o si os llegan amigos aficionados a l;i buena miel, nada se opone a que abráis vuestras buenas colmenas isuquiis un panul que hará las delicias de vues ■ tros amigos, o hará méaos repugnante al niño enfermo el gusto u olor del remedio que le presentáis. 348. Hora en que conviene cortar los panales.—Cuando el sol está alto i mas bien después de las doce, es el buen momento para cortarlos panales, porque se acerca la tar- de i el saqueo se teme ménos. Sin embargo tan luego co- mo hayáis cortado volvereis la colmena a su lugar, dejan- do que entren en ella las abejas que se han asüado en la provisoria, si no habéis cuidado de secuestrarlas el dia anterior. Después de media hora a lo mas cerrareis las entradas, i las abejas que pertenecen a la colmena se pegaián alas puertas, formando a las oraciones unos gru- pos debajo del tablero ; entonces abriréis las entradas i di- r jireis las abejas hacia ellas con una pluma. Deberéis te- ner cuidado, al volverá colocar los panales, de no derramar miel en los bordes da la colmena, porque al dia siguiente esta miel atraería las abejas de la vecindad i causaría uik saqueo ; per esto es bueno cerrar de nuevo la* entradas 19mui temprano i llevar la colmena a la sombra para colocar- la en su lugar al dia siguiente. Por falta de observar estáis precauciones muchas colmenas cosechadas son saqueadas i a menudo despojadas. Es algo embarazoso el guardar las abejas en la colme- na que se quiere cosechar ; pero acabareis por haceros dueños de ellas por los diferentes procedimientos que he- mos indicado. I si os servis de la asfixia, debéis operar pol- la mañana ántes de que haya salido ninguna. No aconsejo de atolondrarlas con los humos ordinarios porque en ese estado se agarran mas a los panales i no los abandonan por^ nada, lo que incomoda para sa- carlos. 349. Precauciones para trasportar los panales.—Cada vez que en verano examinéis un panal o lo saquéis para depositarlo en el valde tapado, deberéis tenerlo perpendi- cularmente, porque la miel no estando tapada todavía, se vaciaría por poco que inclinaseis el panal. Debéis aprove- char esta circunstancia para conseguir la miel superfina. Inclinareis cada cara de un panal encima de una fuente, toda la miel no tapada cae i es la mejor. 350. Cortar los panales que está?i debajo del piso.—En abi il debéis sacar las ceras inútiles que están debajo del piso en nuestras últimas colmenas. Antes de esta época toda rajadura derrama miel por todas partes i puede des- truir alguna pervion de lacria ; en fin os pert iréis como lo aconsejaban los romanos respecto de lo que llamaban cerce inanes, Jas ceras inútiles. 351. No dejar des panales vacíos seguidos.—Cuando abráis una de esas colmenas frescas i hermosas cuyos pa- nales están llenos i unidos como tabla,- debéis guardaros de ceder a la tentaeion, mui natural lo confieso, para aquel que no ha cosechado todavía, de sacar dos panales segui- dos. Las abejas 6on tan avaras de su. tiempo i de sus ma- teriales que prefieren alargar las celdas mas bien que cons- truir nuevas. Por esto mas tarde hallareis dos enormes panales avanzándose el uno hacia el otro en lugar de los 'e ellas habrían debido construir, lo que baria después . — 14? ^ mas difíciles lus manipulaciones. Cada ve* fjujj) ^cqntreií esta desigualdad, debéis destruirla i oponeros a que se ic- nueye ; paia este fin restableceréis los panales en el orden que deben ocUpaf. 352. Cuidar delpúlen.—Cuando cortéis panales en la primavera, debéis sacar las celdas llenas de polen, poique no tardarán a encontrar otro nuevo i mejor Jas abejas ; el p61en viejo ocuparía un lugar precioso i es ptít no poder tacarlo, de las colmenas rústicas que se encuentra en canti- dades tan grandes cuando sé las conserva tres años. Pero no debéis sác ulo en las cosechas de verano i de oloño. 353. Medio de calmar las abejas cúundó no se puede operar fuera del colmenar.-.—Abrid piimero todas las col- menas que queráis cosechar, volved a la primera un cuar- to dé hora después i veréis que todas las abejas han vuelto a su lugar. Pero esta precaución es sin efecto si el tiempo es ventoso o amanece la lluvia ; entonces seria-s per- seguido a todo trance i deberíais retiraros ¡ renunciar a vuestro proyecto. 354. Resumen^ época e importancia de las cosechas.— Asi podéis cosechar las colmenas en tres épocas del año : ' I.» en otoño, 2.° en la primavera, 3.° en verano. Debéis usar de grán reserva en las dos primeras. En verano, al contrario, después de la gran postura i la enjambiazon, de- béis hacer una o varias cosechas tan completas como es posible, observando bien sin embargo las reglas que he indicado a este respecto. 355. Estorbar la salida inoportuna de los enjambres.— Aprovechareis la visita de verano para destruir los alvéo- los reales cuyas jóvenes reinas podrían provocar una en- jambrazón tardía i muj inoportuna* 356. Obligar las abejas a producir cera.—Unos se han preocupado muchp de la posibilidad de hacer trabajar las abejas de manera que produzcan mucha cera. Pero todas las veces que un panaljse construye, se llena de miel a medi- da que hai algunas celdas acabadas ; estos dos productos Ion pues inseparables el uno del otro, i nuestra manera— 148 — de cortar es realmente la única que puede hacer producir mas cera. § 2. PROCEDIMIENTO PARA ESTRAER LA MIEL DE LOS PA- NALES ; SUS CALIDADES. 357. Procedimientos para las pequeñas esplotaciones.— La miel puede mui bien ser sacada de los panales con se- dazos, cuando uno no tiene mas que dos o tres colmenas. Las prensas de toda clase para las grandes esplotaciones tie- nen graves inconvenientes, nosotros las reemplazamos por el aparato que hemos descrito bajo el nombre de meli- ficador. 3ó8. Manipulación.— Cuando hayáis efectuado la cose- ha, colocareis el melificador al sol, en algún rincón de la huerta bien espuesto al sol i distante del colmenar. Le- vantáis el bastidor de vidrios, tendéis la esterilla en aquel que tiene puntas, i lo cubris con panales quebrados en pe- dacitos ; los viejos encima de un recipiente i los nuevos encima de otro ; la capa no debe ser espesa. Cubiertos en el acto por el bastidor de vidrios, se hallan luego so- metidos a un calor tal que las celdas hendidas dejan esca- par la miel rápidamente; de hora en hora los moveréis sin aprensarlos; apartareis el borujo i echareis otros. La pre- sión del borujo en la esterilla haria pasar polen, lo que de- béis evitar con cuidado. Cuando baja el calor, sacareis el borujo con el cucharon de madera que os ha servido i le colocareis al alcance de las abejas, que vienen a limpiarlo i no dejan perderse la miel que queda en él. La miel que ha caido en los recipientes se halla mezcla- da con mucha cera i debéis purgarla ; con este fin colareis la miel en un sedazo de seda i la recibiréis en los recipien- tes en que queréis guardarla. Dejareis los pedazos de cera gotear toda la noche, i si hai suficientes los colocareis en un gran lebrillo en cuyo fondo cae la miel. Estos trabajos deben hacerse en un lugar cerrado para que las abejas no — 149 — vengan a ahogarse en la miel, de que son tan áridas, que b»jan aun por las chimeneas para acercarse a ella. Después de haberos servido ele las esterillas, sedazos i otros uten- silios, los dejareis cerca de las abejas para que puedan apoderarse déla miel que haya quedado en ellos. Si habéis cosechado miel en una estación demasiado fria, colocareis el melificador en el interior de la casa, i en lugar del bastidor con vidrios colocareis encima una plan- cha de latón que cubriréis con cenizas calientes ; pero os guardareis de que sea demasiado el calor, porque alteran i la miel de tal manera que sus partículas perderian la pro- piedad de cristalizarse. Algunas personas han pensado que se debia colocar el melificador a la sombra, porque asi la miel conservaba mas p incipios aromático». Per este procedimiento r.o se con- sigue sino miel de una clase : es preciso apartar la que proviene de panales viejos de la que se ha sacado do los nuevos i esta última es mas estimada. La miel vírjen es la que se ha obtenido por el derrame de las celdas no tapadas todavía. 369. Encerrar la miel.—Después de purgar la Ci- ra, colocareis la miel en recipientes (raidos de antemano i tapados inmediatamente. Le ponéis marca i fecha i una muestra que echareis en un frasquito corresponderá a cada barril o vasija para que no tengáis cada vez el trabajo de abrirlos cada vez que se necesite. Después los colocareis en lugares frescos i seco?. Colocareis vuestros barriles en- cima tle cenizas que los protejan contra las hormigas. Podéis llenar completamente vuestros recipientes, porque la miel obtenida como hemos dicho no fermenta i no echa espuma. 361. Calidad de la miel.—Lt calidad de la miel depon- de mucho del perfume de las plantas en que se ha recoji- K XA CERA. "363. Preparación de los panes de cera.—El procedi- miento con que hemos sacado la miel ha preparado ya la hechura de los panes de cera. Los pedazos de cera que han quedado en los sedazos o que han sido colocados en fuentes para que gotee la miel, 6on depositados en un calderón conteniendo un poco de agua, que se calienta en fuego suave evitando la ebullición con ajitarlos un poquito. Cuando se han derretido, se deja enfriar esta masa i se saca de la superficie con un naipe las bolas de aire que se forman ; pero no se debe esperar que se haya enfriado laeera. El pan de cera obtenido por este medio no es mui puro. Si quisierais conseguir la cera enteramente purgada de miel, deberéis dejar espuestos ala industria de las abejas los pedazos obtenidos por el calor ; ellas sacarán toda la miel que pueda haber quedado i la pulverizarán de tal mo- do que derretida después formará el pan mas puro. 364. Cera sacada de los panales viejos i del bortrjo.—Si el borujo enfriado que se ha hallado en la esterilla del meli- ficador e*tá seco baja los dedos que lo aprietan, si no deja ver ninguna partícula de cera, es completamente inútil que lo somrtais ala ebulición; pero cuando ha •perecido una colmena o si hacéis brechas en los panales que son dema- siado viejos o que no encierran miel, sacareis la cera por el mismo medio que hubierais empleado para el boiujo ; ios apretareis para que-presenten poco volumen i los echa- reis en un caldero con mui poca agua, lo bastante para ta- parlos, haciendo hervir despacio i ajitando; en seguida cuando penséis que la cera se ha disuelto, vaciareis el todo en uua esterilla i el agua cargada de cera cae en las fuen- tes i al enfriarse la cera, que es mus liviana, se cuaja a la superficie. Al dia siguiente sacáis el pan que se ha formado, rascáis la mugre que s* ha fijado en la parte infeiior, hacéis hervir de nuevo en mui poca agua i echáis en uua esterilla mas apretada. Esta esterilla debo estar ten-— 152 — tiHu eri un triángulo de madera que tenga puntas para cla- var las orillas. Los recipientes en que se recibe la cera derretida deben ser de metal o de loza vidriada, para que el pan no se les pegue, porque no se podría sacar sin desgarrar la cera, lo que le da una forma fea. 365. Cantidad de cera producida por una colmena.—La cantidad de cera que produce una colmena no está en re- lación con la de la miel que puede contener, pero está en relación con la superficie de los panales i con su pesoiedad.. Todos los autores hin dic!>o,i yo ra-suio be repetido des- pués de ellos, que el peso de la cera cosechada estaba al de la miel como uno es a diez j es un error completo, una colmena que contiene 20, 30 o aun 40 kilogramos de miel, debi ra dar 2,3, 4 kilogramos de cera, pero no da mas que 600 a 700 granos, i este es el pe«o de la cera que dan os panales secos de una colmena cuyas celdas pueden en • cerrar esas cantidades de miel, i aun para esto es necesa- rio que no sean mui viejos : que no tengan mas de un año. Es preci-o acordarse como hemos espücndo que la cera desparecería de los panales viejos, i no se estriñará que dos kilogramos de panales viejos no den mas que 120 gramos de cera. M. Fremiet, en los alrededores de Dijon, ha hecho in- dagaciones que se acuerdan bastante con las mias ; este esperimentaclor paciente ha hallado que la cera estaba a la miel como uno a treinta i seis. Este mismo resultado se ha obtenido en Nutites en 1852. Pero pira hacer bien es- ta comparación, es preciso esperar que les panales estén COTO prieto mente cargados de miel, porque si hubiese poca, Ja comparación seria muí dif< rente, como ee ha visto en casa de uno de mis vecinos, quien por 35 kilogramos de miel lia tenido 5 de cera. 366. Cualidades de lacera.—La mejor cera es la que mejor se blanquea, i la que ofrece esa p eeio.'a calidad es laque proviene de li peor miel. La de lo» panales viejos e-i menos buena que la de los nuevos ; la que proviene de otos es amarilla clara, la otra amarilla cuasi morena. Uai — 153 •— ceras rojiza*, otras de un rojo menos vivo i que no se pne-* den blanquear absolutamente, se dice que esa cera provie- ne de paires de viñ^s. Un químico pretende que esto de- pende de un exce-o de propoleos que ella encierra." Para conservar la cera es preciso colgarla en lugares secos i íiseados; con esti fin se coloca una cuerda en el valde donde se la vacía, o cuando está hecho el pan, se le aguje- rea con una vara de fierro caliente. § 4. EVALUACION DEL PRODUCTO DE UN COLMENAR. 367. Es difícil establecer el producto de un colmenar.— Es difícil determinar, aun aproximativamente, el producto de un colmenar ; ef divamente lo que produce una col- mena varia considerablemente, según la riqueza del pnis, el número de las colmenas que hai en la localidad, la habilidad o pradencia del colmen to. Es preciso, pues, guardarse de creer que con aumentar el número de co'me- na* se tendrá una renta mas considerable; es cosa bien probada que una localidad que puede alimentar, en los años buenos, un centenar de colmenas dando, cada una 12 a 15 kilogramos de mLd.las verá perecer cuasi todas en lósanos calamitosos; mientra'? que la mitad solamente pro- duct ¡an el doble e i los buenos años i se sostendrían sin so orro en los malos. En mi informe pasado a la Sociedad Filoniátiea de Burdeos se lee que las colmenas dan solo un producto de 60 centavos a un peso! No es e«to deplo- rable? I bien! depende deque hai demasiada» colmenas : pero ¿cómo hacer para que los cultivadores no recelen uno deotro? ¿Cómohacerles entender que habiendo demasiada* colmenas, cada una dará poco? ¿Cómo en fin, reglamentar el número de colmenares? Digamos en fin que un colmenar gobernado con juicio cu una buena localidad, dará al año término medio, 12 a 15 kilogramos de miel i 400 a 500 gramos de cera (1). (1) El autor se refiere ni clima de Francia, nosotros en CliiL; c>— fechamos mas del doble en los año* ordinario?, porque 11 bella esfa- eion es mns larga, i porque los propietarios no cortm el pnstu (le alfalfa como se Lace en Francia. 20— t#4 — Afcar», qué predas €S>to? pl precio de !a miel i de la c«t«\ vai'ía según W Pídidad ¡ las localidades, i hai lugares en que no se p¡»ga la miel mas que 6, 7, 8 pesos el quintal, eu otros lugares se paga de 14 a 25 pesoa. El precio de kk cera varia írtenos, se paga de ordinario n 30 oentavos el medió kilógrumo (un poco ménos de la Jibra española 368. Utilidades que producen tos enjambres.—En los países en que no se na propagado suficientemente todavía ía industria de las colmenas, los enjambres que se sa- can cada año de elius son «na fuente de riqueza. El pro- pietario de abejas cuando lia completado la cantidad de colmenas que se propone, puede vender las que le sobren i cada año hacer lo mismo, guardando siempre el número que se ha propuesto esplotar. Esta veuta, mientras dure, es decir hasta que los propietarios del pais se hayan hecho de bastantes colmenas, produce al apicultor nías que sus cosechas de miel i de cera- ESTADO DE LA LEJISLACIOIS RESPECTO DE LAS ABEJAS (2). - COMENTARIOS- Las abejas son puestas por la leí en el número de los animales selváticos que no pertenecen a nadie, ni aun al propietario de la posesión en que vienen afijarse, i ellas pertenecen al primero que las encuentra cuando están en libertad i no establecidas en colmenas ; pero el artículo (1) Estos precios son los de Francia, aquí todavía la miel no tiene precio fijo. Bp grandes cantidad»!* como 20 o 30 quintiles la hemos visto venderse a 15 pesos quintal. Pero en el menudeo se vende hasta SO centavos libra. (2) Aunque en Chile, pais nuevo en materia de abejas, la lejisla- turu no se haya ocupado todavía de esta cuestión, es bueno hacer co- nocer uqiii lo qin: en otros paises se lia dispuesto sobre el particular. Puede suceder mui bien que cuando se haya desarrollado esta indus- tria en el pais se haga sentir la necesidad de disposiciones k- jfulei que Jas rijan- — 155 — 524 del código Napoleón considera las abejas como hacien- do paite del fundo en que están establecida?, i la leí de 28 de setiembre i G de octubre de 171)1, titulo primero, sec- ción III, artículo 5, declara que el propietario de un enjambre de abej is tiene el derecho de aprovecharse de él en terreno ajeno. Pero para esto es preciso que el dueño no haya dejado de perseguir es-te enjambre para probar que es suyo. De eso viene el uso practicado en ciertcs paises de golpear en caldeios, sartenes, caserolas, para avisar a los vecinos que se ha escapado un enjambre i probar su propiedad. Del principio que vincula las abejas a la propiedad mis- ma, resulta que si un enjambre se posa en una finca arren- dada sin que se le reclame en tiempo útil, el arrendatario tiene el derecho de usarlo como del mismo fundo ; por con siguiente queda entendido que al fin de su contrata no tie- ne derecho para llevárselo. No es permitido turbar las abejas en sus trabajos i co- rrerías, i aun en caso de embargo lejítimo, no ss puede llevar una colmena antes de los meses de diciembre, enero o febrero (1). (Lei de 16 de Therrnidor, afio VIII, artí- culo 52,sóbrelas contribuciones). Dos procesos mui graves han tenido lugar en el curso del año 1852. En el primero se trataba de una indemniza- ción bastante considerable reclamada ala administración de mensajerías que habiendo cargado cierta cantidad de colmena!!, las había llevado a su destinación lastimadas, con los panales destruidos, i las abejas casi todas muertas dtbajo de los escombros de panales. £ ¿Debia la administración la indemnización a que se la ha condenado? Yo no lo pienso, porque el dueño, al contrario de todas las instrucciones dadas por los prácticos, hacia viajar sus colmenas en una estacionen que no se las debe remover de su lugar, tinto a cuus i del perjuicio que esto ocasiona en las cosechas que las abejas deben hacer, cuan- to que los panales pesados, húmedos, cargados de miel i (1) Lo que corrospondo en Chile a mayo, junio i julio.— 156 — cria encerindos en un lugar caliento como un rod rUnario es hacer un sobretodo de paja de centeno, 6 a ti kilogramos de paja entera fuertemente amarrada en una de sus estrenudades i ponerla colmena en el medio <¡e manera que las pajas la envuelvan enteiamento i es mu excelente abrigo, sobre todo íi con mía cuerda o un mimbre se amarra de modo que las pajas estén apli- cadas en Jas paredes de ia colmena. Este sobretodo debe descender mas abajo que las entradas para iuter* ceptar la luz sin impedir la circulación del airp. ha» colmenas de madera cuyas paredes tienen dos a tres cent ¡metros de espesor no necesitan de mas abrigo «[ue la tabla que se pone encima para prot"jerlas contra el aguají la nieve. Sin embargo, es bueno que baya peja <> algún otro cuerpo seco entre esa tab'a i la colmena ; esta precaución es indispensable si la tapa es de zinc, porque el zinc, escelente conductor del calórico, quita- ña a las abeja* todo su calor. Se lian imajinado tapas mas o menos injeniosas para: corran la salida a las abejas, seguir los tiempos, i no de- j u les sino el pasaje necesario al air.í (jue necesita tan- to ; poro esas tapas son completamente inútiles. No ha¡ peligro en que Raíganlas ab jas cuando hace un fio muivivo; pero lo hai i mui grande, si el aire no se renue- va en el intprior de la colmena: también ellas deben poder aprovechar de los momentos en que el tiempo e3 mas suave para utilizar las salidas que se les deja i lle- var a fuera los cadáveres de las que han muerto. Por es- to cuantío hai nieve se ven los alrededores de la col- mena cubiertos de cadáveres, no tanto de abejas que hayan muerto por haber salido, como de cadáveres que las hicoiiíodaban adentro. Nos contentaremos pues con estrechar la entrad.» o — 1C5 — disminuir el número de Jas que existen. Solamente, para que las abejas no sean seducidas por algunos buenos momentos de sol que vienen de cuando en cuando, se interceptará su lumbre con una teja, una tabla, una pi- zarra, i no ?e dejarán abiertas mas que las que dan al sur. Si notáis que las lauchas frecuentan las colmena*, debéis armar trampas para cazarlas, o colocar las col- menas en una piedra ancha o una tabla encima de pos- tes, de modo que Jas lauchas no puedan subir a ella. Si en lugar de ser frios, esos me.-es sorr lluviosos, de- beréis leyantar las colmenas en cuñas durante los pocos días buenos que puedan ocurrir, a fin de disipar Ja hu- medad, i en lugar de no dejar mas entradas abiertas que las que dan al no te, las abriréis todas. Los antiguos hacían, en tal ocurrencia, fumigaciones de resinas ¡ parti- cularmente de las llamadas Galbanum ; las creemos mni convenientes. Se practican de noche o por Ja mañana echando esas r« sirias en carbón encendido i colgando la colmena encima del humo, o bien con el ahumador que Iremos figurado ni la lámina del Guia del apicultor; repetidas de cuando en cuando estas fumigaciones, ca- lientan la colmena, secan los ¡ranales, los aromatizan ¡ los preservan del moho. Tendréis el cuidado de sacar las abejas que hayan que- dado en los panales délas colmenas que hayan perecido en esta estación, de envolverlas en un lienzo o tapar bien sus entradas i colocarlas en un Jugar seco pira hacer con ellas el uso que indicaremos mas tarde. Durante el tiempo lluvioso, como la temperatura es mas suave, ave- riguareis el peso de las colmenas i os asegurareis si el consumo (Je provisiones no ha sido superior a lo que habíais previsto, a fin de darles nuevas provisiones sin esperar que las abejas estenusdas no puedan aprovechar el socorro que les dispensáis.— 166 — JULIO. Comprendemos naturalmente eí mes de julio en los cua- tro que componen ti período que llamamos de inverna- ción, i si los inviernos estuviesen mas regulares e iguales en todas partes, podríamos dejar de ocupamos de las colmenas. Pero en algunas partes la teniperatura de la primavera empieza a menú lo desde esté mes, i un poco mas tarde viene un nuevo invierno, invierno tardío i muí intempestivo. El apicultor visitará pues sus colmenas i acordará la mas estricta atención a las poco pobladas, de las que ha debido aumentar la población i los vive- res en su tiempo. He imajinado el aparato siguiente para alimentar las abejas en invierno. Es una cajita de una pulgada de hon- dura, cuyo fondo de tela metálica muí apretada permite a las abejas que comunican con él por algunos agujeros practicados en la parte superior do la colmena, de venir a chupar por debajo la miel con que se llena la cajita. Bien entendido que encima de este aparato ponemos una tapa que la cierra bien herméticamente para que las abe- jas de afuera no vengan a participar de las provisiones que queremos dar a las nuestras (1). (1) Hemos empleado el media siguiente que «onsiste en le- vantar las colmenas i colocar entre su base i ella cuatro listone» s ttreios inferiores de la colme- na; se prende la estopa, se cierra el ahumador i se sopla con un tubo o con un fuelle. En el momento caen las abejas dormidas, aunque la colmena tuviera cuatro o cinco divisiones. Se levanta la colmena i se separan las divisiones ; o si es una de divisiones verticales, se abre i se puede operar sin guantes ni velo. Todas las colmenas, de este modo, se trabajan tranquilamente i sin peligro de ser picado. Es preci-o operar debajo de un árbol, d» un parrón, a la sombra i 'ojos de las colmenas. Medii hora después despiertan las abejas. El salitre purificado cuesta 40 c. los 500 gramos i no se necesitan masque. 8 a 10 gramos para una colmena de 40 centímetros de capacidad. Cuando se opera sin asfixiar las abejas se debe hacer a las doce del dia, hora en que hai pocas en la colmena; se la lleva a la sombra, a una bodega, etc., i se coloca otra vacía en su lugar para recibir las abejas que vuel- ven del campo i las que puedan escaparse durante la operación ; pero es preciso ser prudente, porque estra- ñando la colmena que se les pone para recibirlas i no reconociendo su habitación, creen haberla equivocado i se echan en las demás, a donde se hacen matar. Por eso es una buena práctica de cerrarlas todas en la noche an- terior i cubrirlas con paños mojados para defenderlas contra el ardor del sol- Si se asfixian las abejas, es necesario haberlas ence- rrado en la noche ante ior para tenerlas todas presen- tes en el momento de la asfixia. Entonces no se debe operar sino en la tarde. Cada colmena cosechada se vuelve a colocar en su asiento, se dejan las puertas abiertas durante un cuarto de hora; después es preciso cenarlas i no abiirlas antes de la noche, porque las abejas de la vecindad atraídas por el olor de la miel, vendrían a cometer estragos, tanto— 180 — mas fáciles cuanto que las domiciliadas, ocupadas ellas mismas en lamer la miel que corre, no se defenderían. Después se colocan los panales en una esterilla tendi- da encima de un valde i cubierta con un vidrio espuesto al ardor del sol. EJ ealor que penetia derrite la cera, la que se de*ttfa junto con la miel; pero como la cera es muclio mas lijera, queda encima. Para separarla, se cuela otra vez a la sombra i la cera, que no se derrito, queda en la esterilla ; después se la hace hervir en un poco de agua para formar panes. ENERO. Se ha debido, en diciembre, destruir cuantas mariposas se ha podido i cuidar de que sus larvas no se hayan esta- blecido en los panales, lo que no se puede averiguar b:en en las colmenas comunes sin destruirlas, mientras que en las de marcos no puede haberlas sino por la pe- leza i neglijeneia del apicultor, puesto que le es tan fácil verlas i quitarlas del punto que están atacando. Es la única clase de colmenas que permita su destrucción, i esta ventaja es tal que debe hacer olvidar su precio mas subido i el tiempo- ta! vez un poco mas largo que se em- plea en las cosechas. En enero se continuará esta vijilancia, i si los calores son dema-iado vivos, sedej.rá entreabierto el costado de la colmena que tiene vis.ta al este o se le quitará i reemplazará, poruña tela metálica. Las colmenas oidi- naiiasse levantarán en cuatro cuñas para dar mas pasa- je al aire i su techo se cubrirá con ramas para intercep- tar los rayos del so!. Los enjambres de los paises de monte que han princi- cipiado a salir en diciembre, siguen en este mes i se co- sechan corno los de la primavera. Si la estación ha sido favorable, si las brechas que se han hecho en los edificios en el mes anterior están com- puestas, se pueden sacar otras provisiones.. — m — (Aquí el autor se estiende en consideraciones sobre los efectos dé ciertos cultivos que jeneralizados en ciertas provincia?, aun cuando serian cosechado e»a,s plantas, no quedan en los campos flores para alimentar las abejas i aconseja a los habitantes deesas rejiones no co e- char sus colmenas, sino dejarles desde ahora con que pasar el invierno, o de hacerlas viajar a otras provincias que no están en las whw con- diciones, para volverlas en otoño, práctica en uso desde la antigüe- dad mas remofa. No< parece que estas consideraciones, propias a Euro- pa, no son de ninguna aplicación a Chile, al niénos hasta ahora, porque vemos a los habitantes de este pais principalmente dedicados al cultivó de ceréales i de alfalfa; pero cuando se desarrolle aquí la industria sé odoptará seguramente el cultivo de plantas industriales para abastecer las manufacturas que puedan establecerse, lo que debe modificar en al- o las circunstancias actuales del gobierno dé las nbejas. Entonces sé abrá desarrollado masía apicultura i no faltará quien publique otro tratado sobre la materia, en el que entren los consejos apropiados a las circunstancias). \ FEBRERO-, En los paises de bosques i montes, i con un tiempo fa- vorable, se pueden otra vez cosechar las colmenas i dar- les espacio para nuevas provisiones; pero si el afio ha sido malo, como lo ha sido el de 1856, si las colmenas no están bien abastecidas, es preciso empezar a mantener las que se quiere conservar, i preferir para esto aquella cuya reina no ha cumplido cuatro años. Estas operaciones exijen mucha precaución, porque en este tiempo hai saqueos a menudo. Por eso seria bueno hacerlas en lugar fresco i oscuro i dejarlas allí mientras estén ocupadas las abejas en subir a sus almacenes las provisiones que pe les proporciona, i no volverla» a su lugar sino cuando despiden mas que el olor acostum- brado. En este mes se deben operar los casamientos de los en- jambres que han quedado débiles i que una esperanza abortada hubiera hecho conservar en colmenas a parte. Se pueden casar hasta tres juntos, segur, los preceptos indicados precedentemente. Para practicarlo con nuestras— 182 — colmena*, ahumamos las dos colmenas, i sicando de cada una los marcos menos provistos, reunimos los demás en la colmena que queremos robustecer ; sabemos la edad de las reinas i matamos la mas vieja, que encontramos fácilmente en los panales, espulsamos con las barbas de una pluma las abejas que han quedado en las paredes de la colmena que vaciamos. La neglijencia con que se vijila la salida de los enjam- bres hace que se pierden muchos; es en este mes de fe- brero cuando debemos buscarlos para apoderarnos de las provisiones que las abejas han acumulado en troncos de árboles, huecos de las murallas, chimeneas, etc. Pero, Antes de penetrar en su santuario, es bueno ahumar- las con !a preparación que hemos indicado en el artículo del mes de enero, i obrar temprano por la mañana antes que salgan. Si la abertura del árbol es hueca, rajamos los panales con una cuchara grande de fierro, o si el árbol nos pertenece, le hacemos un tajo largo i anchó delante del edificio de panales. Se podría, ántes de U operación, sacar una gran canti- dad de abejas para robustecer alguna colmena. Para eso se llevaría en la vecindad una colmena cuyas entradas serian provistas de una válvula lijera que las abejas em- pujarían para entrar ¡ que cayendo después les quitaría la salida. Esta colmena seria perfumada con miel i cera, lo que las atrae, i esta caza hecha durante algunos días seguidos, proporcionaría muchas. Esto no se puede hacer sino léjos del establecimiento de colmenas. Pero cuando no se sabe a donde están esos enjambres silvestres, he aquí el medio que indica Olivier de Ser- res, según Columelo, para hallarlos. En los dias cálidos de este mes las aguas son escasas i mui buscadas por las abejas; cuando llegáis a un charco de agua turbia donde las abejas vienen a desalterarse, tened un tubo, una caña hueca, por ejemplo, como el de que se sirven los que prenden las velas en las iglesias ; introducid miel en una abertura que le hacéis i tapad las dos estremí- dades. Colocad esta trampa a donde se van posando las *» 183 — nbejas ; penetral án en ellas sin falta. Cuando veáis qué han entrado gran número de ellas, tomad vuestra caña, tapad la abertura con el dedo i daos vuelta liácia la cam- paña ; levantad el dedo para que salga una abeja i tapad en el acto para guardar las demás encerradas. Seguid la primera que ha salido tan léjos como podáis; ella se dirije infaliblemente hacia su domicilio. Al momento en que dejais de distinguirla, soltáis otra que os hace acertar mas al objeto | después una tercera i otras suce- sivamente que seguís lo mismo hasta que descubráis su alojamiento. Se podría hacer mas visible la abeja atán- dole un hilito a una pata, como hacen los indios de Ca- lifornia con las abispas. Provisto de utensilios convenientes, atacáis las provi- siones corno hemos dicho. Si tenéis una colmena de observación, es preciso en este mes transportar las abejas en una de madera, a fia de que no perezcan con el fí io que se acerca. MARZO. Él mes de marzo debe ser consagrado a asegurar a las ábejas subsistencias suficientes para pasar el invierno, pues no se debe esperar que venga esta estación dura para mantenerlas; i si ellas sufrieren al principio de la primavera o durante las temperaturas suaves de ciertos inviernos, se seminan todo el año de eso. Habéis prin- cipiado ya a curar algunas colmenas débiles, continuad durante este mes hasta que tengan al menos un peso de 12 libras de miel; no temáis de dejarlas 18 o 20 li- bras aun, ellas no las desperdiciarán i hallareis lo que les haya sobrado en las primeras cosechas. Suprimiréis los cajones inferiores para achicar la colmena i cuidar del calor: habréis conservado cúpulas o cajones bien pro- vistos de miel que colocareis encima de las colmenas que no os parecerían suficientemente provistas. Yo pre-— 184 — ■fiero los cajones del medio por esta circunctancia dé que contienen pól?n, que pueden necesitar las larvas en caso de que empiece la reina a poner ántes del tiempo. Sacareis todas las ceras inferiores que son completa- mente inútiles i que se mojan cuando tocan a la tolda inferior i contienen a menudo huevos de mariposas. El arte de acertar bien con las abejas consiste en tener siempro familias numerosas; por eso no descuidéis nin- guna ocasión de aumentarlas. Numerosas, las abejas co- men muclio menos que cuando son pocas. Vaciareis las colmenas evidentemente demasiado débiles, no creáis que a fuerza de cuidarlas podáis salvarlas ; hai en ellas un vicio radical, irremediable, la reina es demasiado vie-1 ja o atacada de alguna enfermedad ; sacrificad también las que han conservado sus zánganos i a las qué no ha- béis dado los medios de conseguir una nueva reina. Su- cede, en este mes, que salen algunos enjambres que abandonan su habitación ; si consegtiis agarrarlos, apo- deraos de la reina i cortadle las alas por un lado. Esta circunstancia se presenta también a veces desde el mes de agosto; seguid la misma práctica, que se usaba mu- cho entre los antiguos. Sacareis también de vuestras col- menas de marcos verticales las ceras viejas, ennegreci- das ; pero cuidareis siempre de que no haya nunca mas de un marco vacío entre dos llenos. Si tenéis cubertura de paja, tabla, piedra, visitareis la parte de abajo, don- de se encuentran a menudo lagartijas, hormigas, arañas i otros animales nocivos para las colmenas. En la épo- ca de vendimias, no dejéis salir vuestras abejas porque sin quererlo los que hacen las vendimias matan muchas de ellas; i si hace mucho calor las abrigareis. Los que tienen pocas abejas han podido guardar sus panales en jarros para sacar la miel i la cera cuando hayan juntado cierta cantidad. Como el sol entonces no puede hacer destilar la miel, se tapa la caja con una hoja de latón en que se colocan brazas encendidas; la miel i la cera pasan juntas; demasiado calor es inútil pero no perjudica de ningún modo a la calidad de la — 185 — tiiiel, que no deja de endurecerse por eso, como lo he> mos probado aun calentándola hasta hervir. La cera po- drá venderse inmediatamente, pero la miel necesita repo- sarse para endurecer. La que se ha obtenido por nuestro proceder no produce espuma, ni suciedades a su superfi- cie; se puede pues llenar completamente con ella los barriles ojanosen que se la coloca» Cuando uno trabija. la miel en grande, no debe botar las aguas en que se lava las manos o los instrumentos de que se ha servido. Puestas estas aguas en barriles i es- puestas en un horno calentado a menudo, ellas fermen- tan i se convierten en una bebida conocida con el nom- bre de hidromel, bebida en uso en Polonia i Rusia, don- de la viña no crecen Hai dos clases de hidromel, el simple i el vinoso. El primero se hace con miel cruda estrujando con la ma- no panales de miel blanca en agua de rio, de manantial o de pozo; se lavan aun en esta agua los sedazos o ca- nastas en que se ha colado la miel; no hai necesidad de observar ninguna proporción entre la miel i el agua por» que las dosis dependen de las personas que quieren hacer un hidromel mas o menos fuerte i agradable. So- brenadando la cera de los panales estrujados, se sao» l con un espumador, i después de haber dejado reposar esa mezcla durante algunas horas, se la vacia en botellas de vidrio espeso o en jarros de greda ; se las coloca en un lugar caliente, como encima de un horno de panadero, o esponiéndolas al ardor del sol, sobre todo en el medio del verano, después de haber tapado la boca con un tra- po, un cartucho de papel o una hoja de parra; pues si se tapase con un corcho reventarian por la fuerza de la fer- mentación. Esta bebida hierve corno vino nuevo, i cuan- do ha dejado de fermentar, se tapan bien las botellas i se colocan en la bodega. La cantidad de miel no hace este licor mas malo ; pero se lo pone tan fuerte o lijo- ro como se quiere con aumentar o disminuir la dosis de miel. El hidromel vinoso exije mas atención, su base es 24— 186 — {•ieniprc la miel ¡ el agua 5 pero con una dosis proporción nada; pues para 30 botellas de agua se necesitan 10 li- bras de miel; pero se puede echármenos, como 10 li- bras de miel por 60 botellas de agua. Se diluye bien i se echa en una paila de cobre estañado ; se hace hervir en el acto i el licor se coloca cuando eité cocido bastante, en otros recipientes para que no se le pegue el sabor a cobre. Se le hace hervir despacio hasta que no despida mas espuma, o que la espuma sea mu i blanca ; es preci- so sonarla bien para no dejar suciedades, en seguida colar en un lienzo claro o en una bayeta peluda i apre- tada. Para sacar este licor mas claro aun, se pueden quebrar huevos frescos de lou que se sacan -las claras que se baten juntas con las cascaras i se echa el todo en el licor iniéntias e&tó hirviendo Después de cocido, se saca con el espumador o colando el licor. Para cono- cer si está bien cocido, se le echa un huevo fresco en- tero ; si nada sin caerse al fondo, es una señal de que está bastante cocido, se lo vacia en un barril que ha sido iavado vaiias veces con agua hirviendo i enjuagado con tres o cuatro botellas de vino escelente o espíritu de vino. Se tapa bien el barril, se ha debido guardar para llenarlo (Humo se inerme cierta cantidad en botellas o jarros tapa- dos solamente con una pelota o cartucho de papel. Todos estos recipientes se colocan en un lugar bien caliente o encima de un horno, o al sol del verano, para hacer fer- mentar el licor durante seis semanas. Es preciso llenar a medida que se necesita sin mover ni cambiar de lugar. El hidromel obtenido por la acción del sol es mucho mejor. Cuando el licor se na calmado, después de la fermenta- ción, cuando no aparecen nuevas "borras a su superficie, i que el bnrril queda bien lleno, se le coloca en la bodega, a donde se le deja pasar tranquilamente el invierno, des- pués de colocada la tapa envuelta con un trapo. El hidromel se compone, según el gusto de las personas, añadiéndole diversos ingredientes ; unos le echan canela o clavos de olor; otros un quinto de jugo de membrillo, llores de saúco, de parra, cojidas i secadas en la estación» — 187 — Estas flores dan un gusto a moscatel de los mas perfectos. Otras personas dividen en cuatro un limón, lo echan en e ^1," ;.°» f ^to^*»t¡HM bien maduras, i cuando sale bastante claro, se embotella.jí X OfC'ü. ni Traductor a sus lectores Explicación de las Aburas. Advertencia.............. PAi. ni v í PEIMEKA ?AHTE. DE LAS A BEJ AS. Fisiolojia de las abajas, N estructura, sus enjambres, su3 enferme- dades, sus enemigos, su picadura. 1. Sus nombres.—2. Su desarrollo desde el huevo hasta su naci- miento.—3. Sus caracteres físicos en sus diferentes edades.— 4. Su lonjevidad.—5. Sus caracteres morales.—(i. Su canto. —7. Su casamiento.—8. Fecundación.—!l. Descripción de los órganos joneradores de la reina.—10. Como se desembarazu la reina de los órganos del macho.—11. Cuando la reina pone regularmente.—Irregularidad en la postura.—1.3. Muerto dé la reina.—14. Cada celda no puede servir de cuna sino pa- ra un gusano a la vez.—1£>. Distribución de lo» huevos en lo* panales; época de la gran postura.—10. Duración de la postu- ra.—17. Causas que la suspenden.—18. La reina pierde fácil- mente sus huevos.—lí>. Ella no puede a reces poner huevos de reinn.—20*. lteinns mutiladas.—21. Forma de los huevos.—22. ¿Habrá huevos especiales para cada clase de las abejas que pueblan una colmena?—2,3. Como gusanos de obreras pueden producir reinas.—24. Caracteres físicos de las reinas arti- ficiales.—2ó. De qué manera deposita la reina sus huevo* — 26V Reemplazo de la madre.—27. La colmena no envejece.— 28. Reclusión de las reinas.—29. La reina provoca la salida, del enjambre.—30. Destrucción de las ninfas rejias.— 31. Destrucción de las reinas nacidas.—32. Carácter inconstante de las reinas.—33. Su timidez. -. 2.-De los machos....................................... 18 34. Denominaciones.—33. Su desarrollo.— 30. Caraclíre» físi- CapítulD I.-Fisiolojia de las abejas.-§ l.-De la reina— 190 — eti- co:—37. Su apnrtcion en la colmena i su ■tom'p. 99. Ca- rácter de los reidor.—30. Ilai do* clases de mucho?.—40. Sus funciones.—41. Su apáralo ji-ner.ulor.—42 Su-; costumbre*. —43. Su fln.—44. Su conservación.—40. Olsr de los machos. 3. -De las obreras en jeneral.............................. 21 Art. I. Jeamralidmdm,—46. Su sexo____47. Su desarrollo, la crio. —48. Caracteres físico».—40. Ortrnr.os infe-iores.—50. El cor- Bale' i las patas.—oí. Kl vientre de los abejae.—02. Loa estig- matos.—03. Su estado al no atento ca.—196. La* arañas.—199. La tina.—197. La tina merece una ulencion particular.—108. La Colearía eerelln i la flWftr—]rfa. 199 Gallería alvaria o de los alvé- olos.—200. Hábitos de las mariposas.—201. Hábitos de las larvas; señales de sn presencia.—202. Donde se encuentran. —203. Su destrucción.—201. Los caracoles. §. 2.-Lofc pajaritos........................................ " 205 Sus depredaciones.—200. Medios de prevenirlas. §. 3.-Los roedores......................................... 80 207. Las lauchas i otros. §. 4.-Los reptiles......................................... 80 208. Las lagartijas, zapos, ranas. ¡j. 6.-E1 hombre.......................................... 80 209. Cómo se hace el hombre enemigo de las abejas. Cap. VI.-Picadura.......................................... 81 210. Medios de curar las picaduras.—211. Oraves accidentes. PARTE SE5UNDA. De las colmenas demarco» verticales. Del ropaje i utensilios. Cap. I.-Colmenas de marcos Terticales.—\. I.-Consideraciones jenerales........•....................................... 8™ 212. Exactitud de ciertos preceptos.—213. Ventajas de la col- mena de marcos verticales.—214. De qué madera se pueden hacer.—215. Motivos de la forma de esta cojmena. Cap. II.-Del ropije i utensilios.—l.-Ropaje................. 87 210. Necesidad de un ropaje.—217. Descripción. 2.-Utensilios, medios para asfixiar......................... 88 218. Ahumador.—219. Sustancias paraasfixiar.—220. r.ter, clo- roformo.— 2.21. Acido carbónico.—222. Por privación del aire. —223. Apreciación de eat03 medios.—224. Cámara oscura.— 225. El eerátomo o melitouio.—220. Caja para Ies marcos. \ — 193 — páj. —««7. El balde parala miel.—228. El meliñeador.—829. El cedazo.—530. Artículos diversos.—231. El saco para enjam - bres. P&ETS TERCERA. Cómo se deben e'obernar las abejas, o apicultura propiamente dicha. 1 ustulación del colmenar; compra i cosecha de los enjambres; di- rección de un colmenar compuesto de colmenas de marcos ver- ticales; de la miel i de la cera. Cap. I.-Instalación de un colmenar. llejiones i plantas favorables al establecimiento de un colmenar; esposicion del colmenar i disposición de las colmenas; compra de colmenas i su transporto. §. l.-Rejiones i plantas favorables a las colmenas............ 05 232. Elección del lugar.—233. Dantas favorables.—234. Utili- dad de las plantas cerca del colmenar.—235. Necesidad del agua. 2. -Esposicion del colmenar i disposición de las colmenas... 07 230. Esposicion del colmenar.—237. Proximidad de los árbo- les.—238. Posición de las colmenas; precaución contra el exceso de frió o de calor ; los galpones.—239. Aislamiento de las colmena».—240. Poco léjos de la casn.—241. Lejos de las usinas.— 242. Los montones de estiércol; los pantanos. 3. -Compra i transporte de las colmenas................... I0O 243. Epoca de las compras.—244. Elección de las colmenas.— 245. Transporte de las colmenas—240. Instalación de ltis col- menas.—247. Hora oportuna para tomar las colmenas.—248. Transporte para el pastoreo.—21Q. No mover las colmenas de su lugar. Cnp. II.-Compra de enjambres i manera de recogerlos. §. 1 .-Co.\npr•••••..............148— 196 — p»,. 8.V8. Procedimiento» para la» pequeñas esplotaclone».—35!». Mii- iiipnlacíou.—300. Encerrar la miel.—«301. falidadde la miel. —302. Falsificación de la miel. 3.-Estraceion de la cera............................ 161 303. Preparación de lo» pane» de cera.—364. Cera sacadR de lo» panales viejo» i del boriijo.—365. Cantidad de cera produ- cida por una colmena.—308. Calidades de lacera. . §. 4.-Evaluación del producto-de un colmenar............... 152 307. Es difícil establecer el producto de un colmenar.—308. Utilidades que producen los enjambre». Estado de la lejialueion respecto n la» abeja».—Comentario»..... 154 ALMANAQUE DEL APICULTOR. Abril.....»»>>»*..............................----......... .60 MayoiJuiiiO............................................... 103 Julio..................•..........................»y....... 1M Agosto.....................................».•» ........ 10" Setiembre............•..................................... 170 Octubre..............................•...................... It3 Noviembre...... ..............».......................>.•■ 17í> Diciembre ... \.. k......•• •..............•..................• 178 Enero...................................................... 180 Febrero.........................•........................». 181 Marzo....................».........«...................... 183 mímLam 1. -ZU L P i ■> ui . >-<■-•' MH Birl'ies.lt \1,