A LiA MEMORIA DEL ILUSTRE CIUDADANO DON BERNARDINO RIVADAVIA. * vi Las puertas de la patria se han abierto Al funeral estruendo del cañón; Que á las cenizas de un ilustre muerto Rinde este pueblo espléndida ovación! Hijos del crimen, déspotas y esclavos, La frente torpe y sin pudor, bajad! Hijos de Mayo generosos, bravo», La libro frente ennoblecida, alzad! Ante los yertos, últimos despojos Del genio augusto que sembraba el bie.i, Huya el malvado los protervos ojos, Como los huye ante la cruz, Luzbel. Sí; no mancillen con su inmunda planta Los instrumentos réprobos del mal, De Rivadavia á la memoria santa Este homenage justo y popular. II. Contempla, ó Buenos-Aires, esa urna cineraria, Envuelta en los colores del patrio pabellón: Ya está sobre tu playa bendita, hospitalaria, Buscando en esta tierra la paz del panteón. El Plata ha humedecido sus pálidas cenizas, De orgullo sacudiendo su nacarada crin; La Pampa las perfuma al soplo de l-u? brisan <¿ue baüau aromosas de América el Jiifin.El sol de la esperanza que brilla en nuestro ciclo Trasmíteles el fuego de su calor vital; Y de emoción, parece que, estremecido el suelo, También rinde tributo al pr.ócer inmortal. Oid la voz del sabio provecto, encanecido Ante ese helado cráneo!.... Mirad la juventud Alzando generosa su acento conmovido! Y madres ved y niños en torno el ataúd! Acaso son exequias aquestas ovaciones Que todo un pueblo libre tributa á un hombre? nóf De gracias son el voto que las instituciones Dedican al patriarca que un ara les alzó. Tus huesos corroidos, Solón Americano, Recorren esta tierra con pompa triunfal : En ellos ha incrustado del justo Dios la mano La cívica corona de gloria perenal. Cuando llevado en hombros de ilustres veteranos Ya misero cadáver de Europa el vencedor, Tornaba á Francia, en sangre teñidas ¡ay! sus manos- Manchaban la memoria del gran conquistador. La Francia celebraba sus gigantescas glorias, Asombro de los reyes y de la humanidad: Mas generosa sangre ahogaba esas victorias Que el trono salpicaba de la alma libertad. Si al pasear en triunfo, cubierta de laureles La sombra de ese genio de Areola y Austerlitz. Lloraban de entusiasmo sus veteranos fieles, Venganza! á Dios clamaban los libres en París. No hay manchas en tu gloria, virtuoso Presidente De las provincias bellas de América del Sud, Bendice tu memoria un pueblo independiente Y abraza enternecido tu fúnebre ataúd. Tus memorables triunfos son bienhechoras leyesr Instituciones sábias de amor, virtud y paz; Eternos monumentos que envidiarán les reyes Sin sangre levantados del orbe ante la faz. Así tu augusta sombra tan solo hallará amigos En esta bella Atenas del mundo de Colon, Hundidos on la nada tus tercos enemigos, Los bárbaros que execran la civilización. III. Tu nombre, Rivadavia, Escrito está do quiera Que se alza la bandera Blanca como los hielos Y azul como los cielos Que izó la libertad. La patria á tí es deudora De mil instituciones, Hermosas creaciones Del génio que animaba Tu espíritu y templaba Tu firme voluntad. Para el enfermo alzaste Y el infeliz demente, Ministro inteligente, De caridad hospicios; Y mil, mil beneficios Hiciste á la viudez. El óbolo te debe De la beneficencia La mísera indigencia; Y lienzo y pan y lecho Bajo propicio techo La huérfana niñez.Fuiste, rival del rayo De Prometeo, un dia Aliento, luz y gui» Para la adolecencia Que en alas de la ciencia Se alzaba al porvenir; Y letras, ciencias y arte3 Te deben incentivos. . . . Museo, aulas y archivos Harán que tu memoria Laureada por la gloria Jamás llegue á morir. Pero los hombres nunca Asaz te comprendieron; Si algunos bendijeron Tu noble patriotismo, No pocos un abismo Cavaron á tus pies. Porque á la lucha estraño- Dc la civil contienda. Jamús alzaste ofrenda Propicia á la discordia, De paz y de concordia Apóstol á la vez, Entonces por la saña Sangrienta combatido De un reprobo partido, Quisiste, hombre modesto, De guerra hasta el protesto Mas frivolo evitar; Y descendiste, procer De la argentina historia, Del cénit de la gloria .... Mas ¡ay! el ostracismo Fué el premio á tu civismo Sublime y ejemplar. IV. Y allá donde los hombres son siervos de los reyes. Allá en la madre patria del mundo de Colon, Donde maldice un trono de América las leyes. Proscripto de esta tierra, bajaste al panteón: Mas no hallaban reposo tus pálidas cenizas: Faltábate en la tumba del libre la oración, La sombra de los sauces y aroma de las brisas De tu querida patria á ti, nuevo Solón. Ya estás en Buenos Aires, en tu soñada Atenas. Tu bello paraíso, tu encantador Edén! Descansa, si, descansa—que fueron hartas penas Las que á la muerte helada doblaron ¡ay! tu sien. Descansa, sí, en el templo sagrado y solitario, Asilo de los muertos que hiciste levantar : Allá bajo las ramas del sauce funerario, Iremos en tu sombra la gloría á contemplar. Buenos Airen—Hay» «le 1857. M. A. H.