>Jvi£ m¿ss ENSAYO SOMHX i\ mmmu de los principales mm Y ESPECIALMENTE DEL RIO DE LA PLATA, POIt mm m^mm i&húmm> (!ATEI>KATrO(> nE (¡HIKCO HN LA UNI VEIIMOAT1 7>B lü'BNOR .IVHK-i — HROFKHOR HE FILOHOFÍ A — I)K LATIN Y FRANCES EN Kt dOLKOIO S W MARflN. l¡nlo>.tidixcaiU il um.nl ,>iem>ni <$. *¿K (iltlKGO KN I.A I SIVKKSIDAIl I)B KC E.VOS AVRKS • MAnm dk filosofía r~ 1>K l.AMV V FRVNCKS EN Kl, tol.VCU) SAN MAKTI.V. BUENOS AYRES, MP. V UMWHA 1IF J. A. RKIÍNHKfM, CAUJ MWWU 73. 1850.Esta obra es propiedad del autor—Cada ejemplar irá revestido de su firma. — Perseguirá ante la ley á aquel que la reimprimiera sin su, prévio consentimiento. PRÓLOGO. Dar una historia completa do la literatura del Uio do la r|alfl seria obra que requema muchos volúmenes. Sin embarco esa no seria su mayor dificultad, á pesar del fastidio que inspira siempre una publicación de grau ostensión en un inun- do y en una época en que tanto gustad de lectu- ras cortas. Allomas, en la hipótesis do que seme- jante publicación tuviera algunas probabilidades ile buen éxito, un autor punca se atrevería á tentarla, al menos por ahora, por la razón muy sencilla de que es impracticable. En electo, la mayor parta de los numerosos elementos que podrían componer una obra semejante, se sustraen aun á Ja luz. Va por modestia, ja por indolencia, ya por cualquier otro motivo, una infinidad de producciones permanecen inéditas, y nadie debe ignorar las dificultades á veces insuperables, y los fastidios siempre multiplicados, inherentes á pasos que tienden á penetrar con una mirada indiscreta y curiosa aquellos archivos de familia. De consiguiente este opúsculo no aspira á la ambición de ser una historia completa , TCON ESPEcrATJPAI) T'EL RIO DE LA PLATA. PRIMER! PARTE. SECCION PRIMERA. Ojeada general. La literatura ea el conjunto do las elegancias del entendimiento, como la moral es el compendio do las gracias del corazón. No es una definición que pretendo dar, sino una idea que deseo presentar, un lado que rao aventuro á indicar de la cosa mas multiforme, mas complexa, y mas rebelde al espíritu de síntesis. Puedo aplicar- se á la literatura lo que dice Winkelraan de la Es- tética, ó ciencia de lo bello: esto se siente y aprecia con las obras, pero no se define. En efecto, las letras nacen de la inspiración y viven con la independencia. ¿Y cómo es posible analizar la independencia? ¿Cómo raciocinar sobrela inspiración? En este dominio del capricho amable y da la libro fantasía, diviso nna multitud do obje- tos quo'halagan y descansan agradablemente el pen- samiento, pero no columbro precisamente ni contor- nos, ni divisiones, ni límites. Recorramos algunos instantes este laberinto encantado cuyo hilo so nos oscapa, respiremos sus esencias, saboreemos sus fru- tas, y sin empofiarnos en sabor por dondo se entra ni por dondo so sale, dejemos al acaso del camino el cuidado do orientarnos. Los pueblos son naturalmente literarios; tienen el instinto y la práctica do las bellas letras antes do filosofar sobre ellas, y aquí al revés de lo qne'sucede en las ciencias, los ensayos do teorías, las tentativas de generalización, las, leyes las reglas y los preceptos, 'todoaquol aparato técnico quo vieno en seguida, solo sirve para poner en relieve la insuficiencia, la inutili- dad,}' á veces también el peligro del espíritu do abs- tracción, aplicado á los juegos de la inteligencia. La literatura es una diversión la mas noble sin duda, la mas augusta, la mas divina, pero 6iemprc os una diversión, esto es, nn terreno neutro en que la libertad reemplaza al pedantismo, la espontanei- dad á las nociones recibidas, los modales francos á las lecciones do etiqueta, el discípulo al maestro, y el aire libre á la sala de estudios. Cuidoso uno do legislar acerca de esta hora do recreo, ¡Adiós placer! La disciplina es la madre del fastidio. Entrelos caracteres queconcurron á ta superiori- dad del hombro sobre los demás seres creados, nno do los mas interesantes sin contradicción os precisa - mente aquella maravillosa facultad que posee do ser una personalidad do capricho, abriéndose una carrera indefinida en el campo do lo ideal, saliendo por una inocente rebelión del círculo estrocho de los conocimientos positivos. No era suficionto para la croatura hecha á la ima- gen de Dios, el someter su razón á la verdad y bu corazón á la ley moral, precisaba aun el poder do crear á su -turno, y este poder artístico, espontáneo, caprichoso, peculiar al sublime Hacedor do los mun- dos, el hombro tiene el insigno favor do participar de él, y, con la sonrisa de complacencia, do decir también al hijo do sus obras : Vid i quia esset ho— num. Solo, digo, on la naturaleza, el hombro so desaho- ga esteriormento por el solo placer de desahogarse, solo produce sin necesidad, solo inventa por decirlo así sin motivo. Conquistador inquieto, su genio tur- bulento tienta escursionos do aficionado en la re- gión de las ilusiones y do las maravillas. So com- place on construir castillos mágicos, dondo so hace derramar por la imaginación y la poesía el noctar quo embriaga, y mientras el animal so guia, en el desarrollo de sus instintos, por la ley inflexible y es- cludva de la necesidad, su rey intelectual ha recibir do el glorioso don de gastar sus facultades en di- gresiones y su alma en pensamientos de lujo. Como la misma civilización cuyo resumen es, la literatura en la eequisita delicadeza de su eeencia, y la desdeñosa elevación de sus instintos, so niega á admitir lo útil Bin lo agradable, y en esto sentidopuedo decirse, según Ja admirable definición dc Mr. do Bonald, que es la expresión de la sociedad, la cual, agregaremos nosotros, irnpelidalpor una ten- dencia invencible, consecuencia de la ley del pro- greso, hácia las preocupaciones dejun orden' inma- terial, fe* ejercita continuamente en los goces que de ella dimanan. El bombre salvago piensa en¿ sus necesidades ; el bombre social se ocupa de sus pla- ceros. De abí, la idea general que podemos formarnos de la literatura, aun menos por lo que es en su esen- cia que por lo que no lo es. De suerte quo ni es la religión, m" la moral, nj la ciencia, ni la política, ni la higiene, ni eníin ninguno de los elementos esenciales, ninguno do los órganos vitales de la bmnanidad, aunque en ellos 60 encuen- tre siempre mas ó menos íntimamente mezclada. Ha- blando con propiedad,no es una necesidad, sinojun ac- cesorio, y si me atreviera á usar de una comparación algún tanto grosera para cosas tan espiritualistas, di- ria con gusto quo dejando de ser indispensable al ali- mento moral de los pueblos, la decencia y el buen tono exigen sin embargo que figuro con regulari- dad á en mesa. La literatura es el postre del enteq- dimiento humano. Consideradas históricamente, las bellas letras no dejan dc ofrecernos esc carácter do juguete y pasa- tiempo. | Pero acaso por eso son menos interesantes, me- nos dignas de simpatía y respeto! No por cierto. 'Felices las naciones que han recibido OQ alto grado — 5 — del cielo el preciosísimo don do divertirse ! ¡ Felices las épocas en quo el espíritu inocente, aquel espíritu tan eminentemente filosófico de que el cristianismo, por el órgano de su divino fundador, hizo una cou- dicion de entrada en el reino de los cielos, derramó sus tesoros, sus atractivos y sus gracias ! ¡Véase como, al remontar á la cuna del género humano, se encuentra eu los monumentos literarios, ese encanto de candor, ese perfume do ingenuidad, ese arrebato natural y sincero peculiar á la edad do oro de la civilización ! La deliciosa simplicidad de la poesía bíblica, com- parada con las inmensas complicaciones do elemen- tos de nuestra literatura contemporánea, puede ser- virnos de punto de partida, desde el cual nuestra mi- rada va á abarcar y medir hasta nuestros diae, en sus tan diversas evoluciones y su marcha tan capri- chosa, el progreso intelectual en los principales pue- blos que han ilustrado la escena del mundo. Las ¡deas ingeniosas, las novedades atrevidas, las creaciones temerarias, los ensayos brillantes acumu- lados do siglo en siglo, todos esos riot fecundos, todos esos torrentes majestuosos del pensamiento que corren al través de la historia, cubriendo sus cami- nos con deliciosos follages y sembrando sus campos do diversas llores, | qué eran al principio ? Agua viva que brotaba de los flancos de la roca en el de- sierto al contacto de la vara de Moisés. ¿Qué eran aun? Una emanación cristalina y ligera, derivada por el génio graciosamente simbólico del Sanscritisuio, de los manantiales eternos del llima-laya cuyos receptáculos culminantes refiejan en su inmobilidad la limpidez de los cielos. En paralelo con la civilización hebraica y la MW erita, otra civilización tan antigua como la de la India, tan circunspecta en sus modales como la de ¿a Judca, inaugura á favor del dogmatismo de Confucio, una literatura profundamente original donde la vanidad nacional do lns suputaciones cro- nológicas ingenuamente absurdas y la poesía mucho mas interesante de las meditaciones cosmogónicas sirven alternativamente de tema á los pasatiempos ingeniosos de aquel singular pueblo chino, á la vez sutil y niño, inventor y estacionario, novelista y mi- santiopo, curiosa mezcla do todos los entremos, ra- reza porsonilicada, paradoja al estado de nación. Respetemos el aislamiento secular de aquel pueblo sui ffcneris, después de Iiaber observado un momento por en cima de la famosa muralla, sus bonzos, sus mandarines, sus literatos, sus torres de porcelana, sus campanillas cascabélicas, pus dragones volantes, 6us hombres de ojos oblicuos y sus mugares sin piés, detengámonos en pais conocido del otro lado del Asia donde las tradiciones tienen á bien esplicarso á los pobres profanos y donde al menos la historia so digna hablar. La India, el Egipto, la Palestina, he ahí la gran trilogía nacional que primero llama nuestra aten- ción. No es mi ánimo ni mi plan el entrar aquí en una disertación mas ó menos sabia, mas ó menos pedan- tesca acerca do lo que el mundo erudito llama lite- I — 7 — raturas pr imitivas. Lo que nes bastará á mí como á vos, querido lector, ambos amigos do tratados cor- tos, sustanciales, sencillos, inteligibles y sobre todo divertidos, loque nos bastará, digo, será una revista rápida de los grandes monumentos literarios cono- cidos. Ivemontar á la infancia del género humano, es re- montar á la fuente de toda literatura, de toda poesía. Allí es doudo se encuentra la ola en su limpidez, allí donde la saboreamos en 6U pura y aérea frescura. En la edad do oro do la humanidad, la inspiración literaria se muestra tan vecina del cielo que á veces parece no tener nada de común con la tierra, ¡Tan profunda os en su sencillez, tan sublime en su can- dor ! El arrebato religioso y la esprosion poética se confunden en unos mismos sentimientos del alma ; C9 entre la creatura y su creador, puestos en relación por decirlo así, inmediato, un cambio patriarcal de respeto, gratitud, confianza y amor. El cántico de Ja oración subo como la nube á la cima del Sinaí, y vuelve á bajar á manera do rio, derramando en el valle aguas generosas y fecundas. Mas tarde, cuando el crimen haya cubierto la superficie de la tierra, la contestación de la montana so complicará con relámpagos y truenos ; pero en la aurora do su inocencia nuestro planeta no conoce aun mas que la ley de gracia. Por eso es que su ve- getación intelectual, correlativa á su vegetación físi- ca, es tan amable y tan dulce en contemplarla. Dios haco la luz, desonreda y organiza el cáos, puebla el cielo do estrellas, el mar de peces, el aire> — 8 — do ates, la tierra do animales, de ñores y frutas, y en fin croa al hombre á su imagen. ¿Quien canta este poema do algunos renglones, tan lleno de magnificencia? ¿La ciencia? Quizás nó. ¿La poesía? Sí. Poro la poesía so acerca mucLo mas á la verdad, en aquella época do visión sin velo, de conocimiento sin intermediario, y do inteligencia sin trabajo. ¿ Donde está escrita la oda do la generación do los mundos? ¿En un tratado científico? No. ¿En los monumentos privilegiados del pensamionto? ¿ Eu las obras maestras del genio humano ? Tampoco. Está escrita en la Biblia, en el libro de Dios, donde el ignorante la lee, donde la muger la interpreta^ dondo el nifio la entiende. Allí, despueé de la historia do la tierra viene la historia de los hombres, igualmente admirable por su inagestuosa simplicidad y su claridad augusta. Es el Evangelio del Edén, leyenda maravillosa que, ai través de las peripecias ora graciosas, ora trágicas de los primeroa siglos de la corrupción naciente, so prolonga hasta la llegada do la civilización. Entonces la humanidad ha dejado de vivir en fa- milia con su creador. So ha aislado y concentrado por decirlo así en sí misma. La infancia ha desapa- recido para ceder su lugar ti la edad adulta ; y mien- tras un solo pueblo, elegido de Dios, conserva con el deposito de las creencias primitivas, la fnente pura del lirismo, las otras naciones, apagando su sed en las aguas turbias del rio, cargado cada vez mas do las mezclas del error y de la depravación, queman incienso á las pasiones, divinizan los vicios, glorifican el orgullo y cantan la voluptuosidad, hasta que lle- gue el segundo evangelio, no el del Edén sino el del Calvario, que purifica y embelleco con el arrepenti- miento aquella pobre poesía humana que había per- dido su corona do inocencia. De ahí tres grandes épocas literarias que corres- ponden á las tres fases principales do la historia del mundo : I. Faso bíblica : es el lirismo. II. Faso heroica : es la epopeya. III. Fase cristiana ó moderna: es ol drama. Sé que á esto plan so lo han reprochado defectuo- sidades y lagunas bastante graves para comprometer su solidez, si todas fuesen averiguadas. Esta brillan- te división, este osplóndido sistema h¡6tórico-litera- rio, debido al genio del pensamiento alemán, si hu- biera de darse fé á algunos críticos, no seria mas que un castillo do cartón, que se desmoronaría al menor soplo del examen filosófico. Verdaderamente seria lástima, porque en ol acto so admira en él la gran- deza, y, bajo ol imperio de tan favorable prevención, el espíritu se inclina á desear á tan bello edificio sino la total ausencia do defectos do construcción, lo quo seria pedir lo imposible á la debilidad humana, al menos fundamentos suficientes para resistir á la apreciación equitativa ó imparcial do todo pensador do buena fó. Me pareco pues que hay cierto fondo do verdad cri 2— 10 — esta novela histórica en tres partea, 6 al menos nn grado muy marcado de verosimilitud. Según la trilógia en cuestión, la literatura ha co- menzado con los himnos, continuado con los poemas y hoy prosigue con los dramas. Hé aquí la grande objeción que se hace á este punto de vista : es cierto que la forma épica ha pre- dominado en las bellas civilizaciones de la antigüe- dad, y con especialidad en la literatura griega y la latina; es cierto aun que la forma dramática es aquella que mejor se armoniza con el génio do las sociedades modernas en que bajo la influencia del cristianismo, el hombre interior vierte todo un mundo de sentimientos apasionados y misteriosas aspiraciones completamente desconocido ora del Politeísmo grie- go, ora del antiguo Fetiquismo chino, ora del Pan- teísmo Indio ; pero no es tan claro que la forma lírica haya estado de moda en las civilizaciones llamadas primitivas. Para verificar el hecho, habria menesterj con la historia de aquellas mismas épocas, de nocio- nes mucho mas completas que las que poseemos. Remontando el curso de sus anales, la humanidad esperiraenta dificultades idénticas á aquellas que afectan la memoria de un anciano que trata de rea- nudar el lejano hilo de sus recuerdos de infancia. A medida que se retrocede, los monumentos faltan, las tradiciones escasean, la obscuridad se hace, la crítica se turba, y la analogía misma, reducida á datos dudo- sos, confusos ó contradictorios, se hace al fin imprac- ticable. I Quién puede asegurarnos que aquellas tinieblas, — li- en lugar de cubrir, como se supone, la cuna literaria del globo, no nos sustraen al contrario una fase ade- lantada de eu vida, parecida á la fáse romana por ejemplo, ó aun á la nuestra ? j Quién puede afirmar que nada hay mas allá de aquellas nebulosas del firmamento de la historia, y porque son impotentes nuestros telescopios para ver mas lejos, no se han de estender aun fuera de los límites conocidos numero- sas constelaciones de siglos, literatos ó el mismo infi- nito ? i Donde está lapat alaxe sensible de una me- dida á otra de aquellas inmensas lejanías, de aquellos luminosos puntos llamados tiempos genesiacos, anti- diluvianos, materia de suputaciones indecisas y cro- nologías elásticas en que el poeta, el cronista y el sábio cuentan alternativamente por dias, semanas, meses, años y siglos ? Esa es la dificultad. Es común á todos los sistemas que tienen por base datos limitados, y por consi- guiente siempre de fácil controversia. En el campo de la crítica conjetural, las mejores ideas no pueden dar cuatro pasos sin tropezar. Dejemos ese terreno movedizo y estérilmente cansado, y hagamos cons- tar que en el estado actual de los conocimientos his- v tóricos, la época bíblica y de consiguiente la litera- tura lírica fué el punto de partida de la inteligencia humana, el primer soplo del entendimiento, el des- pertamiento esterior del pensamiento, el logos, el verbo.— 12 Fase Bíblica. La humanidad, engendrada por la sabiduría eterna, Inació, esta es nuestra opinión, provista do todos los órganos cuyo desarrollo debia marcar fases cada vez mas poderosas, civilizaciones cada vez mas avanzadas; poro al principio estos óiganos fueron débiles, precarios, frágiles, casi nulos. Antes de arti- cular, la humanidad dió vagidos. Este vagido ins- tintivo de la creatura hácia el creador, como el del niOo hácia la que lo dió el 6er, ese es el lirismo. No debe confundirse la poesía con el lirismo. La primera, mas comprensiva que el segundo, me parece abarcar, en su esfera de actividad, el conjunto de creaciones meramente intelectuales, y sin temor de que se le tildo á uno de abusar del espíritu generali- zado^ puede aventurarse á decir que el himno, la epopeya, el drama, la comedia, la sátira, el panegí- rico, la elocuencia, que todas aquellas ramas, todas aquellas florescencias que hau brotado de la libre ins- piración, parten todas de un mismo trouco y recono- cen una misma eávia alimenticia. El lirismo, al con- trario, es una subdivisión de la poesía, ó, 6i so quiere, es la poesía primitiva, la poesía en su infan- cia, en sus tartamudeos, en sus ensayos. ¿Como se ba efectuado eso primer despertamiento de' canto del hombre, resonando en la aurora do la — 13 — creación de 6U alma ? Aristóteles va á ensenárnoslo. "El lirismo, dice en su poética el maestro inmor- tal, parece que debe su nacimiento á dos causas que lia puesto en nosotros la naturaleza, á saber: Io el instinto de imitación, 2 ° el gusto del ritmo. "Tenemos todos por la imitación una propensión que so manifiesta desde nuestra infancia. El hombro es el mas imitativo de los animales; es una de las propiedades que nos distinguen de ellos. La imita- ción es la que nos da las primeras lecciones, hacien- do que nuestra inteligencia pruebe lo que está á su alcance. En fin, todo loque se imita nos agrada has- ta tal punto que, objetos á cuya vista no podríamos resistir sino con repugnancia, si fuesen reales, como animales horrorosos, cadáveres, los contemplamos con gusto en un cuadro. "Así es como no solo los sabios, sino también todos los hombres en general tienen gusto en aprender, y para aprender no hay vía mas breve que la imágen." La segunda causa del lirismo, reconocida por el filósofo griego, el instinto rítmico no es menos apa- rente que la primera para aquel que estudia con aten- ción los primeros monumentos literarios de la huma- nidad. Como la imágen en la imitación, encontramos por todas partes el canto en el ritmo. Ambos elemen- tos desempeñan un rol análogo: son dos espresiunes diversas de un genio idéntico; una misma idea salien- do del alma por el doble canal de la vista y del oido, dos principales entradas del risueño dominio de la inspiración.— 14 — La pintura y la música mezcladas, ó como dirían los químicos, disueltas en amalgama, dan el lirismo por compuesto. De todos los monumentos literarios que se relacio- nan á la cuna del género humano, nuestros libros santos, juzgándolos únicamente bajo el punto de vis- ta profano, son aun aquellos que ofrecen en el mas alto grado aquella feliz mezcla de la imágen y del ritmo. El mismo sánscrito, á despecho do la ilusión de algunos sábios y de la aberración do gusto de un nú" mero diminuto de literatos, parece que no es mas que un eco y un reflejo del hebreo, lengua madre de las maravillas cantadas. El Zend Avesta de los Persas, los poemas de los indianos y la poesía literaria de Confucio tampoco escapan á aquella filiación visible por una infinidad de analogías, comunes á todos los idiomas del Asia antigua. Moisés, David, Osaias, y los.demasrprofeta8, y sobre todo el antiguo poema de Job, al mismo tiempo que subyugan la razón con una moral profunda, fascinan y encantan la imaginación con una amable originalidad. Véase por ejemplo la admirable mezcla del ritmo y de la imágen en esto cántico de Job al creador. "Habéis enseñado al sol la hora de ponerse. Es- parcís las estrellas, y la noche cubre la tierra. En- tonces caminan en las tinieblas las bestias feroces. Entonces los rugidos'do los leones llaman la presa, pidiendo á Dios el alimento prometido á los anima- les. Poro salo el sol y ya se han retirado las bestias crueles; han vuelto á refugiarse de nuevo en sus cuevas. — 15 — El hombre sale entonces para la labor del dia, cum- pliendo su obra hasta la noche. " En vez de una pálida y necesariamente no fiel traducción, si hubiera podido transcribir aquí el texto origina!, so hubiera admirado, á mas de la belleza de los pensamientos , la armonía rítmica de aquella lengua hebraica, cortada simétricamente en oraciones breves, sonoras, con cadencia, y del todo adaptadas á los arrebatos del entusiasmo religioso y á las ingénuas adoraciones de la oración, en vista de las primeras obras de la Providencia. Tengamos eiempre presente que esta poe6Ía primitiva se canta- ba, y que la íntima alianza del canto y del ritmo constituye precisamente la esencia de las antiguas literaturas patriarcales. Como el niño en sus pañales, la humanidad en su cuna se complacía en adorme- cerse al son acompasado de la palabra cantada. En cuanto á las imágenes, eran de una profusión asombrosa. Las lenguas madres no eran menos pró- digas para la vista de sus vástagos que para el oido. Para convencerse de ello, solo basta echar una mirada sobre aquellas descripciones tan amables en su ma- gestad, sobre aquellas figuras tan interesantes, tan encantadoras por su naturalidad en su magnificencia, de que abunda la Biblia, haciendo de este libro una especie de paisage continuo. Por lo que respecta al sánscrito, se sabe hasta que grado tenia este idioma el genio de los geroglíficos, esto es, de imágenes- símbolos , y nadie ignora que la escritura china conserva aun en su forma actual casi todo el antiguo sistema figurativo.— 10 — Un carácter qnc hiero desde luego en aquellas imágenes do la poesía bíblica, es su estrema inge- nuidad. Todo lo contrario de la civilización, que con pretenciosos y afectados adornos engalana pensa- mientos á menudo triviales, la naturaleza, en aquellos tiempos de simplicidad , envolvía en un ropago vulgar conceptos intelectuales de alta distinción y á veces de una rara sublimidad. Así es como las com- paraciones de la Biblia son ingenuas y sacadas délos pormenores mas comunes, do las escenas mas fami- liares de la creación. Diríaso que el escritor sagrado no encontraba nada bajo, nada trivial en la creación física émanada de la mano de Dios, por consiguiente nada indigno do asociarse á la creación moral flore- cida, bajo el mismo soplo divino, de la inteligencia humana. Cuando tratemos la época épica y la dramática, veremos que felices vestigios do aquellas tradiciones de candidez se vuelven á encontrar en Homero, el Moisés de los tiempos heroicos, y sobro todo que vuelven á florecer con abundancia en el Evangelio, Edén literario del genio moderno y de la humani- dad regenerada. ¡ Con qué profundo sentimiento de naturalidad se espresa y canta el lirismo hebraico ! ¿ Quiere hacer resonar la omnipotencia divina, la grandeza provi- dencial en sus efectos ? A la aparición do Jeovah, el pastor do los pastores, las montanas brincan como carneros, y los valles como corderitos. ¿ Es posible hablar en un tono mas amable de cosas mas impo- nentes, iba á decir mas terribles? En aquellos cua- — 17 — dros maestros, ¡ quó armonía do contrastes y que paisage tan grandioso resulta do ella! Al pió del ce- dro el cordero; mas abajo do los relámpagos del Sinaí, la flor del campo, ol lirio del valle, la espiga de la espigadora. A los pies do Jehovah dictando su ley á Moisés aterrorizado, Ruth y Booz sonriendo al código Borní-patriarcal de la partición de frutos en el campo de su huésped. Así pues, encanto de simplicidad y gracia supre- ma de contrastes, tal es, en su flor, la literatura bí- blica, asimilándose también L ella; en los escasos monumentos que nos han quedado, las literaturas de las demás grandes regiones de aquel Oriente, foco común de donde han irradiado sucesivamente las le' tras en Egipto, Grecia, Roma, y en el mundo con- quistado por el pueblo-rey. Aquí debiera dar á conocer detalladamente con nu- merosos trezos la poesía lírica do los libros santos. Pero los exiguos límites de este ensayo solo nos per- miten un rápido bosquejo, y sin tocar una después do otra, todas las cuerdas de la cítara sagrada, debo ce - ñirme á desprender de ellas al acaso algunos so- nidos. Por lo demás ¿quién no conoce la armonía subli- me de aquellas obras justamente llamadas divinas? | Quién, al leer por ejemplo el libro de Job, no ha sentido suspirar las melodías mas inefables, nacidas de las fibras despedazadas del corazón humano ? 2 Quién, al recorrer los siete salmos de la penitencia, no ha sentido su alma deshacerse en una deliciosa melancolía, á los acentos de arrepentimiento del rey 3- 18 - pecador ? Al través de aquellas páginas empapadas de lágrimas, \ no os parece oir las caricias del amor divino, borrando y purificando en el fuego de sus ardoreb los besos del amor culpable ? David invoca un juez para su crimen, y encuentra un padre para bus e8travíos. El Dios de bondad y misericordia re- cibe en sus brazos al niño vuelto al bogar; entonces es un cambio infinito do efusiones abrasadoras, son repeticiones de epítetos amorosos, protestas de ternu- ra y fidelidad. La Bethsabó del adulterio ba cedido su luger á la celestial y pródiga querida de la casti- dad, de la virtud y del deber, y en aquellos abrazos sin fin vuelven periódicamente las mismas oraciones, las mismas palabras, los mismos pensamientos como una íntima conversación entre dos amantes. Aquella confusión sin aparato y aquella abundan- cia sin arte son precisamente las que dan tan inefa- ble encanto á aquellas armonías de la palabra santa. El nombre para la espresion de sus arrebatos mas espontáneos siempre pono cierta preparación afecta- da. Solo Dios tiene el secreto de aquella franqueza del verbo y de aquella limpidez de la palabra, espe- jo puro del pensamiento, éco límpido del corazón, y de ese secreto algo ba dejado escapar en los monu- mentos primitivos, emanados do las aspiraciones de su sabiduría. Hoy estaraos muy distantes de aquellos modelos. Hay mas. No solo nos es vedado alcanzarlos, sino aun habría algunas veces peligro en acercárseles de- masiado. Basta citar el Cántico de los Cánticos para entrever el peligro á que aludo. El ángel caído, Ha— 19 — mado hombre, no puede ver impunemente aquellas encantadoras imágenes de la tierra, para él demasia- do distantes de las místicas apariciones del cielo, de que no son en realidad mas que la encarnación visible. Si para la inocencia nada hay mas casto que la desnudez, no sucede así para una naturaleza corrompida como la del hombre,y sobre todo del hom- bre llegado al punto de civilización en que estamos. Podemos haber ganado, y en efecto hemos ganado incontestablemente en la dura y larga esperiencia del progreso, de las virtudes, ó al menos do las cua- lidades que no conocia la humanidad mas joven; pe- ro hace mucho tiempo que hemos perdido en esa es- periencia la simplicidad, la amable y santa simpli- cidad, y con ella el gusto de la belleza sin adorno y de la desnudez sin velo. Voltaire, que con mucha frecuencia ha emitido juicios tan erróneos en materia de-literatura bíblica, aprecia admirablemente esta diferencia característi- ca que coloca tan lejos do nuestras costumbres cier- tas producciones eróticas de la musa sagrada. El an- tiguo Oriente, el Oriente patriarcal siempre será un misterio para nuestra depravación civilizada. El escándalo producido en particular sobre nuestras imaginaciones por el Cántico de los Cánticos es una prueba barto real de nuestra corrupción. "No se debe, dice á e6te propósito Voltaire con un buen sentido crítico que se sorprende uno agra- dablemente el encontrar en el sistemático censor de la Biblia, no se debe juzgar por las nuestras, de las costumbres de los Orientales, ni de la simplicidad de— 20 — los primeros siglos por el refinamiento de corrupción de nuestros tiempos modernos. Nuestras pequeñas vanidades, nuestras pequeñas delicadezas hipócritas no se conocían en Jerusalen. Al pió del monte Sion se pensaba y so espresaba do un modo distinto que al pió de Montmartre." Me he estendido intencionalmente sobre la poesía primitiva, quizás algo mas allá do I03 justos límites requeridos por esta ojeada preliminar, con el propó- sito do no volver mas sobre el particular. Por otra parto no es en algunas páginas, ni aun en un volu- men que se puedo tratar debidamente del libro por escelencia el que el matemático NewtOB ha pasado su vida en admirar, al que el benedictino don Cal- met ha consagrado sus vigilias on comentar, al que el incrédulo Diderot concedía el primer lugar en su biblioteca, al que el doctor Lowtli, profesor y obispo de Oxford, llama la literatura por esencia, y que has- ta en sus aparentes aberraciones encierra una verdad, en sus falsa3 inconveniencias, una belleza, en 6U pre- tendido descuido, una gracia. A propósito de esto, y antes de poner término á esto párrafo, no puedo resistir á la tentación de esta- blecer un admirable principio de crítica, emitido por Laharpe y adoptado por Shlegel y por todos los grandes ingenios contemporáneos. " Cuando se trata de obras de arte, dice el ilustre juez literario del fia del siglo pasado, no es la ausen- cia de defectos la que importa, sino la presencia de bellezas de primer orden, y cuando abunda esta clase de bellezas, como en la Biblia, es evidente que allí — 21 — está el sello del génio. Canciones de cuerpo de guar- dia como so complaco Voltairo en llamar á algunos salmosjdo un carácter eoldadesco, por ejemplo el 67 ° exurgat Deus, compuesto para la traslación del arca on el Monte Sion sobre el local del templo futuro, estas canciones de cuerpo de guardia no pueden on conciencia dar lugar árisa, sino seria menester olvi- dar que en tiempo do los patriarcas los cuerpos de guardia eran sacristías, los soldados, levitas, y sus re- franes, cánticos. He ahí por lo que toca al lado burlesco en- trevisto por el ojo de lince de aquella crítica ne- gativa, de aquella crítica de defectos de que acabo de hablar. Y en cuanto al lado odioso, descubierto por otros ojos bajo el prisma do preocupaciones de otro órden, se desvanece del mismo modo para aquel que vé sin prejuicio y juzga sin pasión. Me limitaré á un ejemplo entre mil, y á propósito lo excogito do los mas parad ojal es, á fin do que sea mas convin- cente. Quiero hablar del sacrificio de Abraham. Esto pequefio drama que hace nacer en nosotros profunda» emociones en sus detalles, en sus personages, en su desenlace, en sn moralidad, es, perdóneseme la es- presion, la poesía del fanatismo y la idealización de la teocrácia. El monstruo ha perdido su veneno. Es la espresion pura de un principio de mal y de una idea de sangre. En aquellos siglos infantiles tan distantes de noso- tros por la generalización de teorías morales, tan controvertidos, tan inciertos, tan nuevos en materia do deber, ¡cómo se pintan con exactitud las incerti-— 22 — (lumbres de la conciencia llena do embarazos no para abrazar el bien, sino para saber donde está | I Qué lucha patética entre la fé y la humanidad l ¡ Qué empeño en no ultrapasar los límites I ¡ Qué deseo de distinguir en la voz del cielo la voluntad con la ilusión ! ¡ Qué tino ! ¡ Qué sentimiento delica- do de los derechos de la naturaleza en aquel corazón de hijo y en aquella alma do patriarca ! Dio», como contestó muy bien una muger del pueblo, una madre desconsolada después de haber perdido á su hijo y á quien un sacerdote exhortaba á la resignación citándole el ejemplo de Abraham, Dios nunca hu- biera mandado semejante sacrificio á una madre ! Ya es tiempo que descendamos de aquellas altas montanas para abordar rejiones mas familiares. Fáse lieróica. El mundo ha caminado, las familias se han multi- plicado, la sociedad, dividida en grandes y podero- sas naciones ha aumentado sus archivos y acumu- lado sus fastos. La historia salió á luz, no la historia severa y filosófica de mas tarde, sino la historia poé- tica, maravillosa, mezclada de ficciones y fábulas- Es la fáse de la epopeya que sucede á la del lirismo. La acción ha reemplazado á la contemplación. El patriotismo ha venido á modificar profundamente la teocrácia. En el orden cronológico, habría incontestable- — 23 — monte que llenar inmensas lagunas, antes de llegar por el Oriente al Egipto, y por el Egipto á Grecia, representada por los mas antiguos monumentos cono- cidos que son fragmentos do Orfeo, sobre todo antes de llegar á la grande figura de la antigua epopeya, Homero. Semejante trabajo de investigación en las tinieblas de la historia primitiva no está en nuestras faculta- des, ni es el plan de esta obra. Arribemos pronto en medio de la luz literaria, en el espléndido sol de la Iliada. Lo que en el acto distingue al poema-rey, es la íntima mezcla de los dos elementos religioso y he- roico, nqüel tradicional, este innovador. La alegoría, ó, según la espresion do los sabios do hoy, el sistema de las apariencias, se combina cu la poesía de Homero con las realidades nacionales para producir en resultado un maravilloso libro, tan cu- rioso por el fondo como magnífico y rico por la forma. Las pasiones, las virtudes, los vicios, los senti- mientos, los fenómenos morales, todo está divinizado en el hombre y en la sociedad. Los accidentes físi- cos, las leyes naturales, la astronomía, la meteorolo- gía, la botánica, todo está diviuizado también en la creación y en el mundo. Teatro y personages, todo se mueve en este drama grandioso por la acción de las potencias celestiales. Pronto se echa de ver que Homero, en sus largos viajes á Africa y Asia menor^ ha heredado de la ciencia de los Orientales y de la primera filosofía de los Egipcios. La mitología,mezcla do verdades y errores, do desnudeces y velos, de claridades y tinieblas, llena de nn estremo al otro e1 cuadro de su leyenda, junto con la poesía do los liecli03 y la relación do los acontecimientos. Del mismo modo que Pitágoras hubiera reconocido en los misterios de Eleusis un resumen de su doctrina, del mismo modo Platón reconoció un desarrollo do la ciencia en aquella inmensa florescencia del arte Griego, fecundado por el genio do Homero. Sin embargo Platón que como se sabe qneria des- terrar á los poetas do su república, no era muy favo- rablo al cantor de la Jonia. Desde lo mas íntimo de su celo de filósofo, con ojo algo inquieto veia aquella brillante progenie de fantasías y fábulas, cuyo pa- rentezco no podia repudiar, pero quo á pesar do au semejanza habian heredado de la musa homérica, de las ideas, dolos modales, de las tendencias tan diferentes do las suyas. El escrupuloso autor de las ideas innatas so horrorizó de aquella muchedumbre de semi-bastardos, semi-ortodojos, semi literarios que pululaban en las ingeniosas ficciones do la Iliada. La adopción de los contemporáneos culpó al filó- sofo y agradeció al poeta de su lihro fecundidad. Toda aquella maravillosa familia, todos aquellos hi- jos de la inspiración y del capricho se acrecentaron en fuerza y belleza, y la posteridad al adoptarlos, firmó sus títulos de nobleza. La mitología prevaleció. El símbolo desbordó la idea, la fantasía visitó la abs- tracción, la creación invadió el campo meramente especulativo trasformándolo. Fué una revolución completa. — 25 — Las llores y las frutas quo cubren esta vasta co- marca literaria do la Iliada, nuevo mundo verdadero descubierto por el genio de Homero en el universo intelectual, hacen aun, después de tres mil años, las delicias do la imajinacion y el alimento del entendi- miento. Allí, sobro un tema nacional vemos á la hu- manidad toda obrar y moverse Digo moverse, en oposición á las formas especulativas que hasta enton- tonces había afectado la sociedad bajo el imperio do los diversos filósofos; quo con los nombres do Acade- mia, Pórtico, Misterios Sagrados y otras denomina- ciones conservaban en la escuela al linage humano. Bajo este respecto puedo decirse que el nacimiento de la verdadera poesía fué coetánea con los prime- ros grandes movimientos do la vida esterior de las so- ciedadcs.Lacivilizacion Griega, con su genio resplan- deciente y su carácter aventurado, dió la seíial do la emancipación. Su historia, fecunda en maravillas, es una tumultuosa y brillante arena en donde asisti- mos al choque, no ya de las ideas, sino de los hechos. Es la fase de las hazafias, y el poeta quo las cantó, ospresó admirablemente su magnificencia, su esplen- dor, bu colorido, eu variedad, su abundancia. Homero vivia mil años antes de la era cristiana, y de las numerosas ciudades que se disputaron el honor de haberle dado nacimiento, solo dos, Esmirna y Chio, han podido presentar ante el tribunal de la crítica histórica títulos asaz plausibles para esta glo- riosa maternidad. Esta revendicacion postuma do una filiación tan disputada nos deja frios, como to- dos los anhelos nacidos del buen éxito. Ha habido 4— 20 — rivalidad do adopción para con Homero, pero solo ha sido sobre su tumba. La oscuridad cubre su naci- miento, como la miseria pesa sobre su vejez. El niflo nació ignorado, el ciego mendigó olvidado. Todo lo que se sabe de positivo acerca do esta grande existencia, asaz desconocida, asaz problemá- tica para que algunos arqueólogos estravagante3 ha- yan creido poder permitirse el trasformarla en mito, en personificación meramente ideal de una legión de rapsodistas, todo lo que se 6abe es que Homero ga- naba su pan en cantar de ciudad en ciudad en el Asia menor aquella maravillosa leyenda de la guerra de Troya, cuyo asunto se remontaba á 300 años, leyenda formada de las dos cosas que mas nos con- mueven en esto mundo: la mas dulce pasión del co- razón humano, el amor, y la mas formidable pasión de la sociedad, la guerra. ' Respira en la poesía de anciano del Cbio una fi- losofía amable, engalanada con todas las gracias de una lengua armoniosa, y Platón, á pesar de sus es- crúpulos de filósofo, no puede menos de sonreír á conceptos intelectuales que con tanta precisión cor- responden á su ideal de belleza, á formas literarias que de sus aspiraciones y ensueños hacen una reali- dad, á espléndidas creaciones que son la viva aplica- ción de sus teorías. Homero, padre de la alegoría, fuá para el gusto de los griegos un legislador, al mismo tiempo que un revelador para su moral. Religioso y nacional á la vez, el fué quien mas íntimamente se identificó con el genio de aquel pueblo artista y creyente, á quien habia legado su sabiduría la teolo- gía Egipcia y á quien la suavidad de su propio clima impregnaba do un sentimiento tan vivo de lo bello, de un instinto de armonía tan delicado, y de una gracia plástica tan hechicera. Los Gnósticos, 'encan- tados del poeta filósofo, quisieron colocar su cuna en Egipto, patria de todas las inspiraciones, abuela de todas las gracias cuya madre fué la Grecia. En su risueño simbolismo, le hacen nacer de una sacerdo- tiza de Isis, de cuyo seno manaba miel en vez de leche. Alegres gorgeos de pájaros, prosigue aquella her- mosa tradición, reemplazaron á los vagidos del niño, y nuevo tórtolas, revoloteando al rededor de su cabe- za, vinieron á jugar con sus manecillas. Las nueve tórtolas en cuestión corresponden, in- necesario es decirlo, á las nueve castas hermanas que fueron la sociedad del divino poeta, y cuyos juegos, unidos á los pasatiempos do eu imagina- ción, derraman en sus escritos una gracia inocente y variada. Aquella variedad de atractivo, debida principal- mente á la riqueza de armonía de una lengua que sin cesar acaricia el oido, según la feliz espresion do Longin, es tanto mas encantadora en Homero, cuanto que siempre la forma es elegante y distin- guida, por insignificante que sea á veces el fondo. Es cierto que algunas veces duerme el cantor de Ilion, el clásico se lo reprocha no sin razón; pero si acontece que su pensamiento dormite, su estilo siem- pre está despierto. Sus héroes, sus acontecimientos, sus reflexiones, sus detalles, sus episodios, tienen sus» — 2S — momentos do languidez, en verdad muy raros ; pero en medio do aquellos mismos desfallecimientos ó do aquellas puerilidades de la escena épica, el coro, co- mo en las antiguas tragedias, permanece magestuo- so ó interesante. Arriba de los hechos y do los per- sonages, y cubriéndolos como con un brillante man- to de armonía, se sobrepone la voz del corifeo acom- pañándose con la lira, y este canto continuo en su inagotable variedad conserva i n vari ahí emente su entu- siasmo, 6uanimacion, suviveza, su verdor. Ahí,siem- pre está sostenido el tono, siempro poderoso el soplo y el encanto indefinido. Es rmisica en palahras. Se vé uno inspirado de decir á Homero lo que de- cían al dulce autor de la Eneida los contemporáneos de Virgilio : "cantad, cantad 6¡n cesar, vuestra voz nos deleita, cuando no nos interesan vuestros dis- cursos." Este seria el caso de tratar, por medio de una aná- lisis de la lengua griega, de'pedir á la mágia del ins- trumento el secreto de las maravillas del ohrero. •Sonidos armoniosos, palabras ricas en vocales y par- cas en consonantes, construcciones luminosas y sono- ras, períodos acompasados, en que muellemente so mecen, en una sucesión indefinida, parecidas á las aguas del Mediterráneo, las ohis del discurso; genio de las inversiones, pureza musical de las imágenes, originalidad de los modismos, ritmo de la frase, ma- gestuosa y ligera á la vez, desembarazada como es do aquella maleza de pronombres y abuso do artículos que dan á las lenguas modernas el doble inconve- niente de un estilo monótono por la ausencia de los — M — declinaciones, y do una dicción difícil por la repeti- ción parásita do las mismas palabras: ¿todo eso es la lengua griega ? No. Y cien páginas de análisis no la harian conocer mejor. En la fuente es donde dehe uno ir á beber para conocer todo su sabor, toda su generosa embriaguez. Una gota de néctar, recibido en nuestro paladar, os dá mas conocimientos sobre sus divinas propiedades que veinte tratados mas ó menos sábios. He tenido ya ocasión de consignar el importante rol que hace el ritmo en el mecanismo de las lenguas antiguas en general, y con particularidad en la len- *gua helénica. El mismo genio rítmico que, en aquel pueblo esen- cialmente musical y en aquella tierra de todas las ar- monías, presidia á la danza, á las fiestas, á los juegos, á la gimnástica, y hasta á las maniobras de la guer ra, inspiraba generalmente los discursos, ya habla- dos, ya escritos. No quiero decir que todo so dijo y se escribió invariablemente en verso, pero era tal la cadencia natural de las oraciones y si se puede espre- sar así, la muelle flexibilidad de las ideas, que el dis- curso cantaba por sí mismo, privado aun del apara- to técnico de la versificación y de la cesura. "Los antiguos, dice á este respecto el ingenioso autor del Liceo, tenían alas, al paso que nosotros solo tenemos piés. Su prosa, siempre elocuente, valía una verda- dera poesía. Nuestra poesía, incesantemente enca- denada con una multitud de reglas que la incomo- dan y la afean, puede pasar por cscelente prosa." No sé si Laharpe es demasiado severo para con— SO- los pobres modernos, pero por cierto no es demasia- do generoso para con los antiguos. Las hadas litera- rias de las orillas del Sena ó del Támesie, las Wálki- ries sagradas de la selva negra ó del Edda, tienen quizás en sus modales, en sus suspiros, en sus melo- días, en sus misteriosos cautos algo mejor que escelen- te prosa. Quizás aun antes do la aparición do Lord Byron, Chateaubriand, Víctor Hugo, Lamartine, sin hablar do Racine , Corneille y de los poetas propia- mentedichos, y sobre todo sin hablar de Shakespeare, genio á parte, el poético perfumo eshalado por la prosa Virgiliana do Fenelon, y en otra zona literaria, por los ditirambos románticos de Goethe y Schiller, * hubieran debido inducir al crítico francés á suavizar el rigor de su sentencia; pero en fin, para hablar solo de los Griegos de quienes nos ocupamos en este momento, es cierto que su prosa era naturalmente muy poética, y so comprende desdo luego hasta que poder, hasta que magnificencia, hasta que esplen- dor de armonia ha debido llegar el genio de un rap- sodista, armado ademas de todos los recursos de una opulenta y sabia prosodia. De aquella combinación de elementos superiores, de aquella acumulación de poteucias de primer orden nació la litada, maravilla literaria del mun- do heroico. En la Odiséa so notan matices mas suaves pero también bellezas monos sostenidas. Es la zarzuela de la función, es la peti-pieza después del drama. Esto interesa y descansa agradablemente el espíritu, como todo lo que es paseo y viages. Observaciones 6obro costumbres, numerosas descripciones de localidades y pueblos, el capítulo de las aventuras reales combi- nado con el de las maravillas, hó ahí los elementos de aquella novela, á la que me parece se ha dado impropiamente el nombro de poema. Seria bueno reservar este nombre para los grandes asuntos hu- manitarios ó al menos nacionales. La magnificencia resplandece en la Iliada. La Odiséa se distingue por la gracia. En esta se encuentra admirablemente pintada la civilización casi patriarcal de los tiempos heroicos. Paisages do una ingenuidad encantadora y de una calma deliciosa ofrecen al lector una hospitalidad li- teraria llena de atractivos. Un estilo gracioso, en armonía con escenas dulces y amables, exhala como una reminiscencia de las costumbres primitivas de la Biblia. Hemos observado y saboreado ya un delicioso per- fume de simplicidad en las obras literarias nacidas en la aurora del entendimiento humano. La predi- lección por los pormenores familiares y vulgares quo hemos encontrado en el escritor hebráico, al hablar déla naturalez, la volvemos á encontrar en el rap- sodista griego al iniciarnos á los hechos sociales de su época. En la lliada, los héroes nunca dejan de ser hombres no solo en lo moral sino también en lo físico. Al rededor de los reyes no hay ni oficiales ni guardias ; los hijos de los soberanos guardan los re- baños paternos y trabajan en los jardines. Los gefes de las naciones puede decirso que son literalmente pastores de los pueblos. Agamennon se hace la ro^-— 32 — pá por sí mismo, y Aquiles prepara con sus propias manos la comida dada á los diputados del ejercito. En la Odisea so nota la misma ausencia de etiqueta; la sociabilidad, todavía en la infancia, no ha borrado aun la naturaleza bajo el arrebol convencional do las infinitas delicadezas de las épocas mas ilustradas. Las fisonomías aparecen cual las hizo Dios. Acaso hay nada mas amable que aquel grupo idílico, por ejemplo, que aquella -pastorela do aldea en que Nau- sicaa, hija de los jFeacienses, va ella misma á lavar su ropa en el rio. ¡Cómo descuella el retrato de la jo- ven princesa en medio de 6U comitiva, no por el lujo y la soberbia, sino al contrario por mas sensibilidad y naturalidad! Ulises, náufrago, desnudo, cubierto de fo- llages, horroriza y ahuyenta á las mugeres detenidas por Nausicaa avergonzándolas por su falso pudor, por su modestia no humana. Buena, compasiva, se adelanta hácia el desgraciado desconocido, lo prodi- ga los cuidados mas fraternales, y guiada por el solo instinto del corazón, le lleva á casa de su padre quo rivaliza con ella en agasajo y solicitud. ¡Y esto no es acaso la hospitalidad en su ideal, el sentimiento en su flor! Así, gracia suprema por una parte, y por otra, mag- nificencia augusta, tales son las dos cualidades que observamos en el genio de Homero, espresadas por sus dos principales, obras. Mientras quo en un una¿ al menos enjjo que concierne al plan general, todo es sobrehumano, graudioso, olímpico, unido á una múltiple y brillante intervención do Dioses y Diosas, en la otra todo es familiar, natural, accesible al in- — 33 — terós inmediato del lector. Las rivalidadesvdo Venus y Juno, las proezas titánicas de Júpiter y Palas son hermosísimas, pero el alma invadida por la admira- ción ante aquellos gigantescos cuadros del Miguel- Angel Griego, tiene aun bastante lugar para emo- ciones mas dulces, provocadas por los paisages se- renos y las escenas patéticas de la hospitalidad he- lénica. III. Fase Dramática. En la vida de la humanidad, como en la de las naciones y do los individuos, hay ciertas crisis de trasformacion que cada vez señalan hondamente un nuevo punto de partida, siempre hácia el progreso, si se trata del linage humano en general, y alterna- tivamente en el sentido del acrecentamiento ó de la decadencia, si so trata solo de una fracción, conside- rable ó pequeña, nacional ó individual, de la gran familia. La familia humana nunca decrece, este es nuestro pensamiento, y casi diriamos nuestra religión. En efecto, en el destino humano levantado de su primer 5— 34 — caída por el cristianismo, hay un no se qué de an- gustoj de sagrado, de divino que repugna á toda idea de decadencia. Nuestro Iinago po;irá perecer corno La nacido, do un solo golpe por la vo- luntad libre del arbitro soberano de la vida y de la muerte; pero decaer, degenerar, esto me pare- ce contrario á la escelencia de su naturaleza moral, obra futura, no de la creación, sirio de la re- doncion. Que la humanidad, como reina do nuestro planeta, no sea inmortal, no lo negamos; pero ya e9 demasiado santa y hermosa para morir do vejez, y si es cierto que un dia la Providencia deba herirla de muerte ó trasformacion, será en todo el brillo de su gloria y la fuerza de su acrecentamiento. Como ha salido de la nada, es de nuestra dignidad que vuelva á entrar en ella, pero rica de juventud, belleza y vigor. Este preámbulo palingenésico no deja de tener conexión con el título del párrafo que vá á ocupar- nos. El drama, en su mas alta espresion, es el hom- bre íntimo, la dignidad moral, e\j>sic7ié, el espíritu, la pasión, la actividad del alma obrando en su pro- pia esfera y manifestándose por sus obras inmedia- tas. Así como Dios, según la definición original de Hegel, seria el cristianismo con conciencia da sí mismo, asi el hombre moral es ese mismo cristia- nismo en comunicación directa con nuestra inteli- gencia y nuestro corazón. Es la doctrina espiritua- lista, aplicable á la literatura, como á los demás grandes elementos de la vida de la humanidad, doc- trina que en el fondo no es mas que la del progresa porque ¿qué es la fó al progreso sino precisamente aquel sentimiento de lo infinito, aquella 6ed de lo divino y aquella aspiración á un destino siempre mas poderoso, siempre mas alto, siempre mas vecino de la perfección? Hemos visto al hombre, en su inocencia, y su can- dor, tartamudear sus primeros himnos de adoración al ser supremo; le hemos visto en seguida, en medio de las obras y peripecias de su civilización, arrojar en el torbellino de las guerras suscantos retumbantes y hacer bajar del Olimpo intervenciones compla- cientes y acentos cómplices. Ahora vamos á verle ocupado de sus propias pasiones, de sus sentimien- tos íntimos, buscando en los misterios de su natura- loza y el enigma de su destino temas de inspiración y alimento intelectual. Hasta aquí el espíritu del hombre, en 6us subli- mes diversiones, ha recorrido ora á la imitación rít- mica ó figurada de las obras de Dios, reflejadas en el entusiasmo de su gratitud como en un espejo un si es no es pasivo, ora á la descripción de hechos he- roicos unidos á las quimeras y puerilidades de lo maravilloso. En adelante es como hombre que el hom- bre vá á divertirse. | El corazón humano ! Esa es la escena nueva, profunda, misteriosa, infinita que so ha abierto á su inquieta curiosidad. Sus personages serán 6us pasiones, sus deseos, sus esperanzas; el cuadro del espectáculo, los mil incidentes de la existencia íntima; el tema, sú destino. Si el lirismo es la espresion espontánea de los mo- vimientos del alma, y la epopeya, una narración se-— SG- rena, hecha á distancia, de acontecimientos presen- tados en lo lejano del pasado, la combinación de es- tos dos elementos producirá la poesía dramática, la cual es una relación, pero una relación hecha en lo presente, esto es, el oyente y el mismo espectador en escena, conmoviéndose, interesándose, tomando directamente partido; porque la historia que se le refiere es la de su alma, y los acentos que hieren su oido salen de las fibras de bu propio corazón. Himno y relación, todo, en el mas alto grado, lla- ma la energía de su actividad y el poder de su atención. Digo pues que el elemento dramático, entendido de esa manera, es moderno, y que el grande hecho del establecimiento del cristianismo ha sido necesa- j¡o para que el germen se haya arraigado, desarro- llado, generalizado^ y presentado con todos sus frutos y sus condiciones normales de existencia en el cam- po literario. Nada menos ha sido preciso que una revolución completa en el corazón del hombre, para producir una no menos radical en los pasatiempos do su genio. Este es el lugar de decir algunas palabras del tea- tro antiguo. Es un hecho digno de notarse que la antigüedad, áescepcion del pueblo Griego, haya 6¡do tan pobre en grandes obras dramáticas. El teatro propia- mente dicho, al menos el teatro en el sentido 6Ório que damos hoy á esta institución literaria, no existe en el mundo antiguo csceptuando siempre las bellas épocas déla civilización helénica. Ninguu vestigio — 37 — se encuentra de él entre los Ilebreos. El Egipto, cuna de las luces, no conocia las representaciones escénicas. El Asia occidental, los Persas y los Ara- bes estaban en la misma ignorancia. Los anales Chinos hablan decomposiciones dadas en espectáculo á ciertas castas privilegiadas, pero en un género es- clueivaraente burlesco, ó mas bien infantil. Lo mis- mo sucede en la India, donde los Natacks, especies de farsas poéticas, hacían las delicias de la corte de Delhi. Todo esto rodaba en un círculo de imitacio- nes de costumbres y de relaciones de hechos, limita- do á la espresion superficial, pueril y algunas veces grosera, de la sociedad. Llegnemo8en fin á la trinidad trágica que inmor- talizó el teatro de Atenas para encontrar el arte dra- mático en el esplendor de su naturaleza y la verdad de sus condiciones sublimes. Allí todo es grande, todo es digno de aquel pueblo eminentemente pen- sador. Esquilo, Sófocles, Eurípides, hé ahí el mag- nífico trío que se ofrece á nuestras miradas, precur- sor de aquel otro trío de la era moderna, llamado Shakespeare, Calderón, Corneille. Hace dos mil años, esto es, ciento y tantos años antes del advenimiento de la gran revolución cris- tiana, que del seno de una civilización elegante, le- trada, refinada, penetrada del sentimiento vivo de la armonía física y moral, saturada de idealidades y sistemas que le venían de veinte escuelas de filoso- fía, surgió como un resúmen mixto de la sabiduría de los maestros y do la imaginación ingeniosa délos— 38 — 6oíÍ8tas, el gónio de la tragedia sagrada, cuyo primer pontífice fué Esquilo. Se 6abe que entre los Griegos el teatro formaba parte del culto. El coro cuyos cantos lian porpetuadu sus écos hasta en nuestros himnos de iglesia, prin- cipalmente en el Pater, en el Prefacio do la misa Veré dignvm et justum est, en la prosa del Diets ircet y en otras muchas melodías de un estilo antiguo, el coro, decimos, era entre los Atenienses un ele- mento esencial del espectáculo, dando á 6us funcio- nes una magostad, un carácter de emoción religiosa do que con dificultad podemos formarnos una idea. Esquilo, destinado á interpretar la libertad moral y la fatalidad, dogma dualista que encerraba toda la economía do la religión, se portó mas bien como hombre de gónio que como artista de gusto. Los conceptos grandiosos de esto poeta, vertidos en un estilo á menudo áspero ó imperfecto, atestiguan á la vez la infancia del arte, la grandeza de los asun- tos y el vigor de inteligencia del que los puso á eje- cución. Su competidor, su respetuoso admirador y vence- dor, Sófocles, pinta admirablemente á este gónio iniciador con estas palabras filiales: "Esquilo, decía, hace lo que es bien, pero sin saberlo." Acabo de recordar que la fatalidad y la libertad moral estaban en el fondo de los dramas de Esquilo. Nada hay tan original y bello como las luchas de aquellas dos potencias, las peripecias que acarrean en pos do sí, las catástrofes alternativamente conmo- vedoras y terribles, pero con mas frecuencia terri- — 39 — bles que resultan de ellas. El terror y la piedad, al- gunas veces mezclados de una gracia ideal, llenan los dramas del primer trágico griego, de un movi- miento continuo, enérgico y ascendente, en que el resorte del interés, nunca enervado, desarrolla pro- gresivamente la emoción, haciéndola penetrar hasta una profundidad inaudita en el alma del espectador. Diecípulo de la escuela Pitagórica, Esquilo tenia una afición particular por las alegorías sacadas do la tumba, por los misterios de la muerte y por las evo- caciones fúnebres. El discurso de la sombra do CHtemnestre, en su magnífica tragedia de Aga- mennon, es una obra maestra en este género. Es dudoso que Shakespeare le haya sobrepujado. Quisiera poder estenderme aquí con algunos por- menores sobre los nnmerosos dramas de este maes- tro. Sobre todo su Orestes merecería una mención particular. Los recomiendo á los amigos de la alta y grande literatura. Esto es eternamente hermoso, nunca envejece. Orestes, perseguido por el poder terrible do la conciencia simbolizada por las furias, conmueve y despedaza nuestra alma con el espectá- culo de un sufrimiento moral cuya grandeza asom- brosa, aterradora, casi fuera del alcance de nuestra propia apreciación, parece tener algo de sobrenatu- ral. Efectivamente la humanidad se desborda en él. Ya no son las furias, es decir la conciencia que lo arrastra, es mas lejos, en la sombra, la mano invisi- ble de la fatalidad, del inexorable fatum. El carácter de los dramas de Esquilo, simultánea- mente religioso y nacional, en ninguna parte sobre-— 40 — Sale mas que en aquellos cuadros profundamente dramáticos en que el poeta pinta las calamidades de las grandes familias históricas de su patria. Citaré, entre otros, á Agamennon, tragedia en que la gran- deza se combina con el movimiento para invadir y penetrar todas las potencias del alma. Concíbese el efecto que debiera producir en los Griegos aque- lla forma apasionada y viva dada á los principales episodios de sus anales. En Orestes, el remordimiento de la conciencia, simbolizado por las furias, se espro- sa no con gritos furiosos sino con cantos de una me- lodía solemne. Al través de aquellos sombríos acen- tos de la fatalidad antigua, brilla, como un suave ra- yo del Evangelio, un presentimiento de la doctrina cristiana del perdón. El pasage en que Orestes abra- za la estatua de Pálas es de una alta belleza moral. Espiado el crimen, la sabiduría abre al culpable el horizonte sereno y luminoso de la redención. " / Oh noche oscura ! madre de nuestra rasa, es- claman las furias indignadas, ¿ ves como se nos trata ? " Pálas, sin conmiseración por aquella protesta de las tinieblas contra la luz, juzga en favor de Orestes^ obligando á la sumisión á las furias que por su parte obtienen de la Diosa la promesa que tendrán altares en Atenas. Las terribles divinidades, trasformadas en potencias tutelares, fueron en efecto adoradas bajo el nombre antitético de Jiumenidas en la me-' trópoli de la civilización y de la tolerancia. Se sabe que este epíteto griego significa benévolas. — 41 — El feliz rival de Esquilo, el gran Sófocles, comen- zó sus primeras tragedias de edad de 25 afios. Oriundo de padres ricos y considerados, entró en la vida pública en medio de alientos de toda clase. Su génio, exento do la austera y con harta frecuencia enervante educación do la miseria, conoció pronto las caricias do la fortuna y la sonrisa del feliz éxito. Conquistador de la palma trágica en los juegos olím- picos, dió á sus obras maestras aquel sello de perfec- ción y elegancia que tanto agradaba al público griego. El estilo do Esquilo habia sido desigual en sus bellezas; el de Sófocles ofreció una gracia de corrección sostenida. Cuéntase que el padre de la oscona ática tenía la costumbre de embriagarso para componer sus dramas. Según esta tradición referida por Plutarco, Esquilo deberia mucho á la inspira- ción de la musa y un poco á la de Baco. Si fuera cierto el hecho, la posteridad tendría que agradecer á las viñas de Scio las maravillosas virtudes comuni- cadas por ellas á su fervoroso partidario. El hecho es que el teatro del buen patriarca exhala algo del fuego sagrado de las Bacantes ; so perciben en él las llamas do una dulce embriaguez, y algunas veceB también los estravios, las indecisiones, y las incohe- rencias, nacidas de una acumulación harto grande- do los vapores del vino. ¡Disimula, sombra venerable, Noó do los tiempos heroicos, disimula esta irrespe- tuosa suposición ! Quizás, cuando escribías tu6 con- ceptos sublimes, tu garganta era tan sobria como libre tu cabeza ; quizas deban atribuirse tuB desigualda- des, tus oscuridades de estilo ó intriga 6olo á las di-— 42 — ñcnltades do un género de literatura absolutamente nuevo en la época en que tu genio paciento y vigo- roso logró imprimirlo sus primeros rasgos, sus pri- meras formas, sus primeras gracias. I Sófocles bebía los vinos de Scio ó las aguas del Iliso? Me inclinaría por esta última versión. La gracia correcta y armoniosa parece predominar en este au- tor, constantemente medido en su estilo y metódico en sus mismas pasiones. Como Esquilo, tiene el arto de conmover, aterrar, enternecer, trasportar á sus oyentes, pero es merced á la mágia de la dicción y al encanto de la melopea. Su tragedia Antigona es una obra gefe de sentimiento; es la estatuaria griega en su suave ideal. Su JSdipo rey respira, al través de las trágicas peripecias del argumento, todo lo quo sonreia á la índole griega, la cultura moral, la mode- ración, la generosidad, la dulzura, y, como en Es- quilo, la remisión de los crímones. Hondamente re- ligioso, Sófocles solemniza con mas recogimiento aun quo su predecesor, los misterios sagrados de los ritos nacionales. Sus ficciones escénicas, bajo este respecto, respiran á veces una gracia que penetra en lo mas íntimo del alma. | Hay acaso nada mas con- movedor para la imaginación y el corazón quo aque- lla selva de las Euménidas, en cuya sombría estre- midad so ocultan, invisibles á los espectadores, las temibles hermanas? Anunciase su presencia detras do aquellos árboles revestidos del verdor do la pri- mavera, siendo de los mas artísticamente dramáticos el contraste entre las bellezas quo so admiran y los horrores que se sustraen á la vista — 43 — No sé si debo conservar á Euripodes, eí tercero de los tres grandes trágicos de Atica, el lugar tradicio- nal que ocupa con sus dos predecesores. La distancia de Esquilo á Sófocles no es nada, ó casi nada, en comparación de la quo media entre eBtos y el autor de Electro. Eurípides es muy distanto do la energía varonil del primero y del idealismo religioso del se- gundo. Este poeta, á quien el eminente crítico Win- kelman reprocha el ser demasiado pródigo en el arte de halagar los sentidos*, se inspira, sin ser mediocre do genio, en un orden de ideas absolutamente dife- rente. Sus personages interesan mucho menos por los dolores del alma que por los padecimientos físi- cos. Sus dramas artísticamente intrigados, abundan en héroes mendigos, cuyas aventuras melodramáti- cas forman una sério do espectáculos en que las apa- riciones, los sortilegios, las decoraciones fantásticas, los cambios repentinos conducen al espectador, sino al oyente, de encanto en encanto. Se vé que el gusto del público se ha hondamente modificado. Dejo á un lado el teatro romano, porque á la ver- dad no encuentro en él mas quo ensayos poco dignos de los modelos que acabamos de admirar. El pueblo- rey que, en literatura y bellas artes, si so esceptúan sin embargo á las dos musas de la elocuencia y de la historia^ habia sido antes de Virgilio y Horacio el muy pálido imitador de los Griegos, no ha acer- tado á constituir un teatro propiamente dicho. So- bre todo su drama sério ha quedado en el estado em- brionario. Las tragedias que se atribuyen á Séneca son aun mas distantes de Euripedes que lo son de— 44 — Aristófanes las comedias de intrigas de Plauto y Terencio. La. nación quo gastaba sn genio en las mag- nificencias sanguinarias del circo, y mas tarde, en la era do su decadencia, en las exhibiciones materiales de los mímicos, debía tener poca afición para las di- versiones intelectuales y los placeres delicados de la escena. So sabe lo que bo hicieron las letras en la grande invasión délos bárbaros. Solo á fines del siglo décimo quinto de nuestra era empiezan á aparecer, mezclados con las obras nue- vas del ascetismo cristiano, algunos rudimentos del teatro no resucitado sino trasformado. Los dramas griegos y los latinos no salieron de su tumba : el cris- tianismo habia herido de muerte los últimos restos* En su lugar surgió de Belén, del Golgotha y del Thabor, bajo la denominación do moralidades y mis- terios, toda una escuela ingenua y popular, fecunda en muchas familias dramáticas, cuj'a fama reconoce por padres y padrinos á los cofrades de la Pasión. Pero aun no era mas quo la infancia del arte. Ha- bia menester de un esfuerzo ingente para elevar el teatro á la altura de una verdadera institución lite- raria. Esto esfuerzo fué tentado y realizado con uu éxito quo ca una do las glorias del nombro español. Estábale reservado á la nación que habia conquistado las dos Aniéricas con la brújula de Cris- tóbal Colon y la espada de Fernando Cortés el con- quistar con el genio de Lope do Vega y Calderón de la Barca el inmenso y brillante dominio de ta moderna Melnomene — 45 — lie citado ya este último nombre augusto quo, con los do Shakespeare y Corneille, forma la trinidad ri- val, otros dirán victoriosa, de la trinidad antigua Esquilo, Sófocles y Euripedes. El romantismo, esto es, la literatura cristiana por esencia, nos ha venido simultáneamente del Norte y del Mediodía, respectivamente impregnado, según la fuente de que dimanaba, de los elementos nacio- nales peculiares á cada pueblo. Asi es como el genio de los hijos guerreros de Odin imprimió en las poe- sías religiosas ó heroicas de los bardos Irlandeses y de los rapsodistas Escandinavos sus matices de som- bría meditación. Y así es como la musa semi-mo— risca de la España brilló en sus producciones dramá- ticas con todas las magias del sensualismo oriental purificado por^todas las llamas de la inspiración mística. Calderón tuvo en su noble carrera muchos prede- cesores ; anteriormente á él, el teatro español habia conocido brillantes ensayos, gloriosos algunos, pero puede decirse que á esto gran poeta so le debo ha- ber elevado á su apogeo, tanto por la superioridad verdaderamente espléndida de los asuntos que trata- ba, como por la profunda originalidad do la forma. La mezcla de lo trágico y de lo cómico, innovación quo ilustró también á Shakopeare, fué esplotada por Cal- derón con un genio que es uno de sus méritos carac- tírestieos. Asi es como este fecundo é ingenioso autor ha mantenido la escena castellana en un brillo des- lumbrador hasta el momento de su decadencia, al principio del siglo próximo pasado. El destino del— 4<; — teatro español fué arrastrado con el de su mas ilus- tre representante. Mas tarde réremos como el fénix volvió á nacer de sus cenizas. La órden de caballería y sus glorias, el amor y sus misterios, el honor y sus delicadezas, tal es el fondo prestigioso ó inagotable de donde el Cárlos Quinto literario del pais del Cid ha sacado aquella cantidad asombrosa de dramas, que por sí solos bas- tarían para formar una biblioteca. Menos fecundo quizás, el contemporáneo de Isa- bel de Inglaterra, "Williams Shakespeare, nos ofre- ce producciones aun mas admirables. Asi como la España creó el teatro moderno, asi Shakespeare creó el teatro inglés, pndieudo decirse que él solo ha sido un segundo creador, mas completo, mas profundo, mas filósofo que los que lo precedieron. Se le ha dado el nombre de poeta del corazón, humano; este elogio reasume y define á aquel genio tan ad- mirablemente complexo. ¡ El corazón humano ! con que afable maestría nos inicia á sus secretos parecido á un lord que recibe á estrangeros en 6u dominio ! El espectador se pasea en él con toda libertad ; recorre, con el señor to- dos sus encantos, sus bellezas, sus maravillas mas variadas, y sin dejar de admirar y complacerse en él, el huésped se familiariza también con todos los pormenores de la inmensa y misteriosa villa, que él mismo cree ser el verdadero propietario: sublime efecto do aquel talento eminentemente natural y comunicativo. Nacido el 23 do abril do 1564, casi en el límite do las dos grandes épocas literarias de nnestra era, entre el siglo décimo-sexto, primavera déla civili- zación moderna, según la poética definición de Cha- teaubriand, y el décimo-séptimo cuyos rayos cosmo- politas debían ser los del sol de Luis el Grande, Shakepearo paso del oficio de carnicero, sin transi- ción, sin intermediario, sin preparación, sobre el trono dramático. Calderón cerró el primer período de la gloria escénica de 6u patria. Shakespeare inauguró la de la suya. Pronunció eljiat lux lite- rario, y de las tinieblas surgió un mundo inmenso, poderoso, maravilloso. Shakespeare era hijo de carnicero y carnicero él mismo. Es menestar leer en el autor del Ensayo sobre la literatura inglesa, las elocuentes páginas consagradas á defender contra las risas do los profa- nos al salvage en estado de emberiaguez, como lla- maba Voltaire al autor de Ilamlet. Mas respectuo- 60, Chateaubriand lo compara con el patriarca Noé quien, después de haber plantado la viña del Señor, y abusado con inocencia del licor de su fruta, cayó en el estado qno nadie ignora. Del mismo modo, Shakespeare, habiéndose embriagado con la fruta desconocida de su genio, ostenta á las miradas sin- gularidades, indecencias desnudeces. ¿Debe uno en esta circunstancia imitar á los hijos irrespetuosos y reírse en presencia del patriarca tendido 6obre la yerba naciente después del diluvio do la barbarie do la edad media ? No, obremos mas bien como el pru- dente y'gcnerosu Japhet, y apartando piadosamente— 48 — la vista de las csccntricidadcs paternales, cubrámos- las con el velo de la indulgencia. En cuanto al aprendiz do carnicero que so ejerci- taba en improvisar trozos trágicos desollando sus carneros, lejos de recusar estos detalles históricos de la biografía de nuestro héroe, como ha creído deber hacerlo Shlegel por falso y vanidoso pudor, hagá- moslos mas bien constar como un noble ejemplo mas para el honor de las fuentes democráticas de dondo dimanan las tres cuartas partes de los grandes inge- nios de la humanidad. Shakespeare ha sido carnice- ro; ¡pues bieul por eso mismo 03 mas grande el trá- gico inglés. Cuanto mas humilde es la cuna, tanto mas glorioso es el trono do aquellos soberanos advenedizos del genio. Pedro Corneille no era tampoco hijo de emperador ni siquiera do marqués, y su infancia no fué mecida sobre las faldas do una duquesa. El hijo del modes- to ciudadano de Rouon habia bebido en aquel seno privilegiado de la naturaleza quo 6Ín distinción al- guna eligo en todas las clases de la sociedad á sus, vástagos regios, el instinto, el sentimiento y la espre- sion dolos pensamientos sublimes y de las pasiones heroicas. lio aquí otro grande hombre relativamen- te á la inspiración. Calderón fué caballeresco, Sha- kespeare, filósofo, y Corneille fué uno y otro. Guárdeme Dios do imitar, por via do represalias, la parcialidad de los críticos alemanes ó ingleses qxiienes, al comparar los diversos teatros modernos, arrojan coronas por montones sobro las cabezas do los hijos del Norte, mientras quo apenas si se dignan reconocer cierto talento creador en Calderón y Lo- pe do Vega, no encontrando en su esclusivisino es- trecho ni una sola palma para los demás. Según i ellos, la Italia no tiene el sentiJo drai-iático, la Fran- cia mucho menos; Moliere y Hacino merecen solo el segundo rango en la estimación de loa literatos, y en cuanto á Corneille, solo ven en él un imitador mas ó menos feliz do los Españoles. Todos los críticos alemanes, lo sé, no se han vuelto culpables de tan monstruoso conipradrazgo, al quo han casi dado la autoridad do una sentencia literaria el nombre, el talento incontestable, y la posición del profesor de la Universidad de Tena, el ingenioso ó injusto Guiller- mo Shlgel. Afortunadamente la conciencia interna- cional ha apelado ante el tribunal del buen sentido por esta justicia tan estrafla, y así como la ardiente y borrascosa polémica de nuestros románticos ha probado quo todos tenían mas esprii que Voltaire, de la misma manera el gusto general ha probado en nuestros dias, y con una facilidad incomparablemen- te mayor, que el público tenia mas equidad que el Sr. Shlegel. A imitación del célebre profesor prusiano, que pre- tende que fuera del romantismo en goneral, y de Shakespeare en particular, no hay ni verdadera su- perioridad dramática, ni gran popularidad, nigénio propiamente dicho, no diré echando mano de la tésis inversa que, fuera de los grandes clásicos ya antiguos, ya modernos, no hay ni pureza, ni perfec- ción, ni profundo sentimiento del bello ideal, ni res- peto para los principios eternos del gusto, en las 7— 50 — obras serias del entendimiento. ¡No! dejo esta ridi- culez dormir en el polvo de las bibliotecas el sueño del olvido arrollado en el sudario de disertaciones acumuladas desde el penúltimo siglo á propósito do la famosa controversia de los antiguos, así como de- jo también dormir el mismo profundo sueño aunque mas reciente, al otro desatino de los fanáticos litera- rios de 1820, quienes en su feroz entusiasmo por sus nuevos ídolos, lanzaban ignominiosamente los epí- tetos mas virulentos sobre Corneille y Racine. Lo que debe proclamarse muy alto es quo el pa- trimonio de los grandes escritores forma un tesoro complexo, del que no es lícito repudiar ciertas par- tes so protesto que no se asemejan al ro3to; quo la variedad es un bien inapreciable quo debemos agra- decer al génio de las letras, lejos de poder ser un motivo de anatema; en fin, que la tolerancia es la primera virtud, y para espresarnos mejor, el dogma esencial en esta religión del gusto quo admite todos loa cismas y fraterniza con todas las formas, y quo hay crimen de lesa-liíeratura en escamondar una rama cualquiera del árbol, porque por todas par- tes hay flores, frutas, sombra, savia, florescencia y vida. Cada escritor eminente se distingue con una cua- lidad característica. La de Corneille es un vivísimo sentimiento de la grandeza. Si Shakespeare fué el poeta del corazón, Corneille es el del alma. Idealiza la naturaleza y diviniza la humanidad. El teatro español, fuente en quo ha bebido su gónio, le ha co munieado las preciosas virtudes del carácter scmi- — 51 — romano, scmi-oriental de aquel pueblo. Pero el au- tor francés del Cid poseía ya en altísimo grado el Edad media. Desdo Cicerón hasta Trajano, ol espacio do un poco menos do doscientos años, brilló lo que puedo llamarse la edad do oro de la literatura romana. Al- gunos emperadores filósofos, Adriano por ejemplo, dieron sobre todo á los estudios do la jurisprudencia un impulso admirable. Mas tardo so modificaron los gustos volviéndose al griego. Luciano, en sus diálogos de los muertos, es un modelo de aticismo, y Marco Aurelio, el último de los cesares virtuosos, on sus Meditaciones estoicas, nos revela todo lo atractivo y noble quo puede engendrar el pensa- miento de una bella alma. — 65 — Los filósofos griogos á quienes Antonino el pia- doso confió la educación del imperio, propagaron una nueva escuela literaria que, combinando las tradiciones de Platón con las de Aristóteles, dió nacimiento á algunos grandes ingenios. Plutarco es al mismo tiempo Platónico y Pitagórico. El Orien- te tiende á volver á tomar la influencia que en otro tiempo se escapó de aquella cuna do las civilizaciones antiguas. Pero en medio de aquel trabajo de la inteligencia griega regenerada, había germinado, en la extremi- dad de la Jadea, en un rincón del mundo, una hu- milde planta que, luego árbol inmenso y fecundo, debía reunir bajo su sombra y alimentar con sus fru- tas las generaciones ávidas de novedades. Cansado de un largo malestar, el linage humano abrazó con entusiasmo la doctrina cristiana. Sobre todo los dé- biles y los dolientes se apresuraron en recoger aque- lla herencia mística del reino de los cielos, lleno de maravillas imprevistas. Los parias de la tierra Be alistaron en tropel bajo la ley del Redentor, y por la atracción inherente á todo lo que lleva el sello de la belleza moral, una multitud de inteligencias cultiva- das vinieron espontáneamente á engrosar las filas populares, al lado del desheredado y del esclavo, en el fondo de las catacumbas, bajo el encanto de la pa- labra do los neófitos, con el canto fraternal del festin de las ágapas. El Neo-Platonicismo, última espresion do la mi- tología pagana, procuró luchar con la invasión do la fé do Jesús. Julián, el apóstata, ol mas hábil de- 9— ce — fensor de la antigua religión, sucumbiendo en sus afanes y precisado á reconocer que el Gálileano había vencido, arrastró consigo el antiguo partido sacerdo- tal. Todo fué nuevo : las creencias, las costumbres, las leyes, la literatura. Otro cataclismo político y social, correlativo á esta revolución moral y literaria, la invasión do los bárbaros, vino á colocar á la humanidad en una de aquellas crisis de destrucción y regeneración que se- ñalan las grandes épocas de la historia. El mundo conocido, sumergido bajo la inundación de los pue- blos del Norte, volvió á florecer, como después de un diluvio, pero con una vegetación desconocida y un aspecto enteramente nuevo. La semilla cristiana Labia brotado. Tan distante del panteísmo indio y del simbolismo persa como de la mitología antigua, el cristianismo enarboló claramente el doble principio de la unidad de Dios y de la igualdad moral del hombro. Nues- tra naturaleza volvió á tomar posesión del primitivo Edén. De aquí surgieron nuevas y admirables fuen- tes de peesía. Esta vez la luz nos vino del Norte. El Evangelio, acogido por los pueblos de la Germaniá los guió á la conquista del mundo romano que caía en descompo- sición, al mismo tiempo que se combinaba con sus tradiciones nacionales para realizar obras líricas y épicas dignas de llamar la atención. De este número son los cantos góticos que se can- taban baja la tienda de Atila y en la corte de Teodo- rico. El célebre poema de los Niebelungcnes, so eleva — 07 — entre aquellas producciones del genio nuevo como la Iliada de la conquista Alemana. J^íiebelungenes es el nombre do una antigua familia Franca cuyas ha- zanas sirvieron de tema á aquella grande epopeya, que abarca un inmenso ciclo de acontecimientos y héroes. Recojido mas tarde por Carlomagno y Al- cuin, su ilustro preceptor, el poema germánico ha llegado hasta hoy con una escrupulosa integridad que hace aun la admiración de los sábios. Algunos críticos habían imaginado que estos cantos remonta- ban á la época de Hermann y Odin, héroes paganos ; pero la sana crítica ha demostrado que el oríjen de ellos era si no exclusivamente, al menos en gran parte cristiano. Los Sajones, convertidos al Evangelio, aun antes de la conquista do Carlomagno, habían renunciado á Odin, á Thor y 6us misterios. La Alemania es la cuna de la poesía cristiana; este hecho sobresale con claridad no solo de los mo- numentos ya citados, sino también de otros muchos que atestiguan todos la mezcla do las tradiciones he- roicas con las inspiraciones evangélicas. De esta íntima mezcla del espíritu antiguo y del nuevo re- sultó un lirismo enteramente orijinal cuya base era fermada por la sensibilidad religiosa y la exaltación caballeresca. Estos poemas esclusivamente orales tomaban incremento con las adiciones hechas suce- sivamente en ellos por la libre fantasía de cada can- tor, como un tesoro que va acrecentándose ahorro por ahorro, óbolo por óbolo. Todas aquellas gotas de agua, perlas de poesía, todas aquellas piedras vi- niendo unas tras otras consiguieron formar aquel— 68 — gran rio, aquel majestuoso monumento de los Nio- belungenes. Insensiblemente completado por loa ca- pítulos acumulados en 61 por el trabajo lento de las generaciones, á manera do la Iliada, los Niebelun- genes tomaron solo á finos del siglo décimo tercio la forma clásici que hoy tienen. llenos aquí en la edad media, esto es, en las cru- zadas y los trobadoree. Esta época es la de una flo- rescencia literaria tan nueva como abundante para tadas las naciones de la Europa Occidental. De la fusión de los pueblos del Norte con los del Mediodia so formaron algunas lenguas en estado de bosquejo, tartamudeadas por los ¿robadores 6 canto- res populares. | El amor ! tal fué el primer tema que inspiró el corazón adolescente de la musa. Nada hay tan interesante como los primeros cantos de aquella armaniosa prole, nacida en el dulce sol del Mediter- ráneo. De la misma manera que el Rhin fué la cuna de los Niebelungenes, del mismo modo el Mediter- ráneo fué la del poema de la Gaya Ciencia. Estos cantos, de un candor, de una frescura y de un brillo incomparable, iban resonando de castillo en castillo, por medio de la voz del mismo poeta, ó por la de su bandolín. El joven barde, admitido al servirse el postre, en la mesa de la hermosa chatelaine, celebraba las hazañas de su esposo cruzado para la tierra santa, suspirando al mismo tiempo los encantos de su be- lleza, castamente cortejada por algún page de bucles dorados, de rostro de querubín. Los pobres músicos ambulantes que hoy están ar- rastrando su miseria y sus coplas do café en café — 69 — no se imajinan quizás que son los descendientes de aquellos alegres compañeros , verdaderos judíos errantes de la poesía, pero judíos errantes dichosos y agasajados, de la misma manera qno el méndigo ciego que anda de puerta en puerta pidiendo limos- na, tocando su violin ó su guitarra, está sin duda muy distante de pensar que hace como dos mil años otro méndigo, parecido á él, y debiendo mas tarde cubrir el mundo de su gloria, se hacia apedrear por los pilludos de Sainos. La lengua romana, ó celto-romano, la primera engendrada por la conquista Franca, predominó en el Mediodia de la Galia y en la Italia, bajo el nom- bre de Provenzal, mientras que en las rejiones del Norte se implantaba el tudesco por estar mas cerca de los hogares de los conquistadores. Debe notarse como un hecho digno de llamar la atención, el éxito brillante conquistado por los escri- tores que adoptaron los nuevos idiomas, el Proven- zal y el Italiano por ejemplo, comparado con los tristes resultados alcanzados por Jos autores fieles al latin. Aquel latin bárbaro de la edad media nos admira y entristece en verdad : sin embargo no es mas que la consecuencia lójica del capricho de los autores mal inspirados que se adhirieron obstinada- mente á un cadáver de lengua. ¡Estudiar en sus fuentes puras la poesía de Virgilio y la elocuencia de Cicerón, consultar los anales del pueblo-rey en Tito Livio, Salustio, Quinto Curcio, Tácito, enhora- buena ! Pero escribir y tratar de crear en un idioma envejecido, ese fué el error do los escolásticos de la— 70 — edad inedia y también de algunos poetas cuyas obras yacen en el mas profundo olvido, al paso que los novadores, Petrarca, por ejemplo, se han inmortali- zado con las suyas. Si el Norte influyó sensiblemente sobre la litera- tura provenzal y la italiana, el Oriente no tuvo me- nos influencia sobre la española. Las maravillas de los cuentos árabes, la magnificencia morisca, y prin- cipalmente, en las bellas artes, la arquitectura gótica que por sí sola simboliza y reasume el genio de aquella época de inspiración, de delicadeza y de fé, llenan doblemente de encanto la iinajinacion por la poesía de la forma y el profundo sentimiento de la idea. De la pasión oriental y la austeridad cristiana surgió aquel milagro de belleza, concierto de todas las literaturas, donde todo es puro, todo gracioso» todo,armónico, desde el canto del coro unido á las modulaciones del órgano, á los vapores del incienso y al reflejo de los cristales, desde aquel mundo de esculturas, de estatuas y bajos relieves, desde aque- lla lejion de santos pintados sobre el lienzo ó escul- pidos sobre la piedra á quienes se dirijen los himnos de la nave y las preces del altar, basta aquel plan monumental y grandioso del templo cuyas líneas suavemente trazadas en curbas lejanas figuran una vegetación celestial y la selva de Dios. Antes de dejar la edad media, sus trobadores, sus teólogos, sus artistas y sus cruzados, debo citar aun dos célebres monumentos literarios : en el Norte, el canto de Artur y de la mesa redonda, y en el Medio di a, el poema del Cid. La Espafla, tan rica en no- IL ~wi: — 71 — velas caballerescas, siompre vuelve con predilección á aquella obra jefe del genio nacional. Allí es donde so templa el carácter español, allí donde bebo aque- lla indomable paciencia y aquella esperanza infati- gable que deben dar por resultado la espulsion dej estrangero. III. Alemania é Inglaterra. El genio de los pueblos del Norte, estudiado con atención, ofrece en sus producciones literarias, un carácter que inspira desde luego unagrando y pode- rosa simpatía: ese carácter es la predilección por las escenas de la vida interior. La familia, sus miste- rios augustos, sus alegrías y sus dolores, esa es la fuente pura donde bebe sobre todo la inspiración alemana. La musa del hogar es la que esta nación cultiva con preferencia. En el punto culminante de su Parnaso, vemos sin duda brillar la legión nacional de sus héroes, pero sin embargo no es allí donde la literatura ofrece mas interés al observador. Su verdadero triunfo está en un profundo senti- miento de las cosas íntimas; su mas rico santuario, el mas sagrado, el mas espléndidamente ilumiuado, es el corazón humano.— 72 — En este santuario, á la sombra do una veneración religiosa, bajo el triple velo déla gracia, del pudor y de la maternidad, vela una divinidad descono- cida á loa antiguos: la muger, quiero hablar de la muger cristiana. El respeto de la muger, sentimiento esencial- mente cristiano que despertó con tanta energía el Evangelio en la conciencia conmovida y purificada de los Bárbaros, conquistadores de la civilización romana corrompida por la depravación de las cos- tumbres y la institución de la esclavitud, ese res- peto encontró en la nación germánica elementos de fervor estremadamente preciosos. Creen que en la muger hay algo divino, había dicho ya César al ha- blar de los Alemanes; Tácito, á su vez, reconoció con una admiración llena de sorpresa este fenómeno moral, tan nuevo para un observador del tiempo de Tiberio. He dicho una palabra de los poemas heroicos de aquel pueblo. Hablemos ahora de sus obras, im- presas con aquel sello íntimo que acabo de especi- ficar. Allí encontrarémos combinado con los arre- batos del corazón, otro elemento no menos caracte- rístico, la meditación filosófica, la libertad del pen- samiento, libertad que ha tenido, como todas las de- más, sus grandezas y sus escesos, sus obras maestras y sus estravíos. Es digno de observarse que en general los litera- tos alemanes son filósofos. Spinosa, Holandés de nación pero de origen Germano-Sajon, panteista romanesco y apasionado, habiéndose vuelto ateo por querer poner á Dios por todas partes, subyuga la imaginación con una poesía peligrosa, cnyo contra- veneno nos es presentado por la razón mas sábia de Leibnitz. Acabo de nombrar á nno de los hombres que mas han ilustrado á su patria, tanto por la eleva- ción de los sentimientos como por la madurez dé la lógica. La filosofía de Leibnitz que tiené muchos rasgos desemejanza con la del inmortal Descartes, le es snperior por el atractivo de la forma, ó si se quiere, del envoltorio. El pensador francés es mas exacto y correcto; el pensador alemán es poeta y artista. Sus Monadas recuerdan las fantasías del célebre teógono contemporáneo, el fecundo y roma- nesco Fourier. La traducción de la Biblia por Lutero en lengua alemana, hecho capital que imprimió un fuerte im- pulso literario á la musa nacional, engendró, des- pués do las disputas escolásticas de la edad media, una legión dó literatos que empieza con el célebre reformador y se detiene en Goethe y Schiller, pa- sando por Klopstock. La idea protestante no era una idea artística; las proscripciones de los Incono- clastos y la condenación mas ortodoja de las deco- raciones exteriores del caito son de ello suficiente prueba. Sin embargo, Como el instinto poético del hombre nunca pierde sus derechos, sucedió que la libre fantasía herida en la espresion de las bellas artes plásticas religiosas, ganó p'or otra parte, por el lado del lirismo y de la música. Todos saben la impresión profunda que hacían sobre los reformados los cantos corales de Lutero, y el de las comuniones 10— 74 — disidentes admira ann boy por en melodía perfuma- da de idealidad y ternura. La magnificencia de las catedrales salió del genio católico. £1 genio pro- testante hizo nacer en otro dominio, bajo el soplo de una inspiración exaltada, armonías cantadas y escritas de una originalidad incontestable y de un encanto arrobador. El dulce Melanchton, San Juan de la Reforma, apóstol del fogoso Lutero, y el mismo Lutero, eran prosadores llenos de gracia, sentimiento, unción, y á veces de fuerza y vigor. Lutero, en sus caprichos semi-córaicos, semi-sérios, abunda en agudezas re- ligiosas en que el diablo, el personage mas frecuente de su galería, hace apariciones entregándose á ju- gadas todas sumamente divertidas. En una forma mas grave, Erasmo escribió máximas morales dig- nas de un verdadero apóstol. Entre los poetas populares sobresale Llana Sacha, simple obrero, rival del inglés Ghaucer, siéndole aun superior en el concepto de los mejores críticos ; — Jácóbo Boehm, considerado como loco, no siendo sin embargo otra cosa que un poeta visionario; — el silesiano Opitz quien, después de la guerra de treinta afios, resucitó la poesía heroica ; — en fin, bajo el reinado liberal de Federico segundo, toda aquella pléyade llamada Klopstoch, autor de la Me- siade Winkelman, legislador de las artes plásticas, Jxant, gefe de escuela muy renombrado, y los emi- nentes críticos Leasing y Ilerder. Llegamos á los dos mas grandes ingenios de la Alemania contemporánea, Goethe y Scillcr, dos nom- bres rivales on gloria aunquo sean con frecuencia di- ferentes sus inspiraciones. A los caprichos mitológicos de Wieland, gracioso imitador de los partidarios provenzales de la gaya ciencia y aplicador déla rima á la poesía alemana; á las fantasmagorías scudo-cristianas de Klopstock, sucedieron formas nuevas, encarnadas por nna ge- neración mas seria en pensamientos aunque no me- nos rica en imaginación. Una nación que, entro sus joyas literarias, posee el Favst de Goethe y los Ban- didos de Sbiller, es incontestablemente una do aquellas que ban recibido en mas alto grado el fuego sagrado. Igualmente distante del antiguo misticismo mito- lógico y de las meditaciones mas modernas do su vecina, la literatura inglesa, si se csceptúa sin em- bargo la escuela sentimental do los Laicistas, [Tra- badores del lago] se encierra por lo general en un orden de ideas mas positivo y que acerca mas á la vida real. Shakespeare de quien he hablado ya es profundamente realista, y si con frecuencia da á su fantasía un brillante vuelo, no es mas que un juego que él mismo tiene cuidado en presentárnoslo como tal, una diversión convenida en cuyo fondo se des- prende, serio y claro, libro de sus imágenes colo- readas, el positivismo de su pensamiento. Lo mismo se observa en MUton, Homero británi- co, en su Paraíso perdido, obra maestra de pintura dramática y animada, cuadro inmenso y variado donde se mueven las legiones celestiales é infernales, paisage complexo donde se divisan en un rincón, ba-I. II — 7G — jo la verdura y el sol, el Edén terrenal y rus habi- tantes, nuestros primeros padres. En el fondo de to- do esto, j qué hay en realidad ?.... El secretario de Cromwel refiriendo las luchas del parlamento con Carlos primero, las proezas guerreras y religiosas de los Puritanos, y en fin, bajo los rasgos de Eva seducida, el alma humana sucumbiendo en aquella tentación embriagadora, en aquella manzana sabrosa y fatal puesta al alcance de las generaciones moder- nas por el árbol de la ciencia del bien y del mal, y llamada libertad política. En cuanto á la mezcla de la literatura con la filo- sofía, existe tanto en el Támesis como en el Rhin, pero en otras condiciones. El Canciller Bacon, To- mas Morus, y mas recientemente Locke, mucho mas sobrios de imaginación que los Alemanes, ganan en la solidez del fondo lo que pierden en el atractivo de la forma. En el número de los poetas que rodearon como con nna aureola el trono de Isabel, notamos, un poco mas abajo de Shakespeare, al idilico Spenser, de todos los poetas ingleses el que se acerca mas á los Alemanes. Sus poemas caballerescos encantan como un éco armonioso de los Trobadores. Como roman- cista, aparece el virtuoso y atractivo narrador de Clarisa Harlowe, el ilustre Richardson que inspiraba tanto entusiasmo á Diderot. En las generaciones inglesas de estos últimos tiem- pos, pueden hacerse constar dos grandes fuentes de inspiración : la novela histórica, inaugurada por "Walter Scott, fecunda en delicias para los aficiona- — 77 — dos á crónicas caballerescas, y la elocuencia parla- mentaria que ha elevado muy alto la reputación ora- toria de aquel pueblo. Basta citar á Burke, Fox, Pitt, el celebro competi- dor de Napoleón cuya espada ha titubeado en cier- tas circunstancias ante la palabra de! Ulises inglép, y en fin en nuestros dias, el profundo Roberto Peel y el gran tribuno O'Connell. Hay un hecho que no habrá pasado desapercibido al lector, es la influencia de.las instituciones consti- tucionales sobre el desarrollo de la elocuencia, in- fluencia de que no tenemos ningún vestigio en Ale- mania, tan atrasada bajo el punto de vista político, y cuyos frutos se ostentan al contrario tan magníficos y abundantes en el árbol parlamentario plantado des- de temprano en el suelo británico por el genio libre de la tribuna. Terminaremos nuestro pequefio bosquejo sobro la literatura del Norte con un nombre querido entre todos por todos los espíritus románticos, el de lord Byron. En los escritos del bardo ingles se refleja su alma naturalmente heroica y apasionada. Su bor- rascosa juventud, su muerte prematura, su martirio voluntario por la causa de los Helenas, cubren con un velo de indulgencia sus errores de esposo y sus debilidades de hombre privado. Ningún poeta cantó mejor que el simpático cantor de Child-Harold los tiernos estravios del corazón; ninguno incensó con mas suave perfume ol ídolo do la mujer. No es ya la vírjeu cristiana en su pureza primitiva, sino aunla Magdalena, bella y arrepentida, derramando sus esencias y sus lágrimas á los piés de su ideal. IV. Italia y España. Eu la odad media los Trobadores y las Cruzadas habían engendrado dos grandes poesías, una de canto, otra de acción, ambas ricas en entusiasmo. Asi como en el Norte 6e desarrolló con el tiempo el genio de las ciencias, de los descubrimientos, de los progresos materiales y de la filosofía positiva, asi en el mediodía creció y se embelleció la Musa de las pasiones llenas do aventuras y de los amores mara- villosos que, en Italia, contesta á los nombres do Pe- trarca, Boceado, Tasso, Alfieri, y, en Espafin, á los do Corvantes y su escuela. Entre todas aquellas ilustres cabezas sobresale cou la altura de un genio á parte y de un poeta entera- mente orijínal, la del Dante. La Comedia divina, tri- logía que abraza el paraíso, elinfierno y el purgatorio, rio es mas que una alegoría donde se reflejan las pe- ripecias de las guerras civiles do aquella época y los furores de los Guelfos y de los Gíbelinos, pero una alegoría fecunda en grandes pensamientos y en belle- zas literarias do primer órden. La lengua romana estaba entonces eu la infancia ; — 79 — el italiano tartamudeaba, el español balbuceaba; el francés aun no había nacido. Solo el latín do- minaba, soberano semi-cómico, doctor semi-igno- rante, con sus barbarismos y sus mezclas. El Danto titubeó para saber si escribiría su poema en el anti- guo idioma. Felicitemos las letras de la inspiración contraria que prevaleció. El proveuzal, ó lengua romana, disputó también con el latin, en la delibe- ración del bardo florentino, la manzana que en fin tocó al italiano. Desde entonces se realizó el buen éxito de este idioma. Las lenguas no se forman ni prosperan sino con la iniciativa de los grandes escri- tores. Petrarca, héroe del amor platónico, inmortalizado por su casta musa de la fuente de Vaucluse, la her- mosa Laura, á quien consagró varios sonetos que son un modelo de elegancia correcta y perfección rít- mica, Petrarca fué para la poesía lo que Boccacio para la prosa, el segundo creador de una lengua, aun bastante áspera y primitiva en el Dante. Vino el Tasso que le imprimió un sello esplendente. La melodía algo afeminada de aquel idioma de la galan- tería y del amor inspiró al Ariosto cantos de amení- sima lectura, pero que no son precisamente cánticos de puritanos. Todas las inspiraciones son hermanas ; todas las diversas florescencias del capricho humano, bellas artes y bellas letras, mezclan entrelazando unas con otras sus ramas fraternales, sus perftimes armoniosa- mente combinados. Pero aquella mezcla no es idén- tica en todas las naciones. Asi es como la literatura— 30 — propiamente dicha que nos viene do Alemania acompañada de la música, do Inglaterra en nzríon con la elocuencia, nos aparece en Italia, enlazada con otra hermana no menos seductora, la pintura. Mozart y Haydn, Pitt y Lord Ohatam, Rafael y Miguel-Anjel, constelaciones artísticas qne brillan en su cielo respectivo, cruzan sus rayos con los cen- telleos de las estrellas meramente literarias. Lo mis- mo sucede en Espafia, lo mismo en Francia. Murillo y Velazquez fraternizan con Calderón y Lope do Vega; Mirabeau sonríe á Racine, y Víctor Hugo al escultor David de Angers. En cuanto á política, se nos ofrecen pocos monu- mentos en Italia como en Espafia, si se esceptúa sin embargo para aquel pais la gran figura de Maquia vo- ló, hábil escritor y moralista equívoco del siglo XV. En filosofía, esceptuándose algunas nobles víctimas del libre pensamiento como Giordano Bruno, la co- secha es casi toda moderna, pero en estremo rica. Citar á Vico y Beccaria, es recordar en el primero, á uno de los pensadores mas originales y mas fuertes que nunca hayan ilustrado la inteligencia ; es nom- brar en el segundo,' al apóstol de la filantropía, al criminalista iniciador de una reforma evangélica de nuestras leyes aun paganas, al ardiente y generoso borrador del vergonzoso y bárbaro renglón que man- cilla los códigos de los cristianos y se llama pena de muerte. Si del brillante reinado do los Médicis y del siglo maravilloso de León X llegamos á la época actual, nos causa profunda admiración el trabajo de regene- ración intelectual y moral que al través do los pade- cimientos de la política, se observa en aquella nación grande por los recuerdos, infatigable por las esperan- zas. Reconócense en ella algunos vestigios del pue- blo-rey ; siempre es la sangre de los Esci piones y el fuego sagrado de los Brutos. ¡ Tu Marcellus cris ! La Espafia y el Portugal participaron desde tem- prano del espíritu poético peculiar á los pueblos ca- tólicos. El poema del Cid, nno de los mas antiguos monumentos de la literatura española, atestigua la precocidad del genio en aquella parte de la Europa. El mismo sol qne habia fecundado la Italia, hizo nacer en las embalsamadas orillas del Guadalquivir flores de poesía en que se respiran nn heroísmo exal- tado, un entusiasmo patriótico estremadamente vi- vo. En cnanto á nosotros estrangeros, desintere- sados en la cuestión nacional que agitó á Pclayo y á sus nobles y valientes partidarios de Asturias, ve- mos con ojo menos irritado la civilización morisca mezclarse con la de los católicos descendientes de los Visigodos. Las artes, las ciencias, y sobre todo aquella mara- villosa arquitectura árabe de donde han salido nues- tras magestuosas catedrales, abogan con elocuencia en favor de la causa del agradecimiento ante el tri- bunal de la historia que juzga, no en el esclusivo punto de vista de las nacionalidades, sino en el de los intereses generales de la fraternidad de las razas, uno de los grandes instrumentos providenciales del progreso humano-— 82 — Do aquella mozcla del triple elemento romano, vi- sigodo y morisco, résnltó este idioma lleno do ar- monía y magostad, menos dulce qne el italiano, me- nos delicado qne el francés, pero bello de una belle- za varonil y acentuada. Las inflexiones árabes, éco del antiguo hebreo, comunicaron sobre todo á aque- lla música hablada un vigor estraordinario y un tim- bre de^sonoridad rara. Alumbradas en el sol semi-africano, fecundo en prestigios y efectos prismáticos tan coloreados las be- llas letras de la patria del Cid tomaron un vuelo, pro- digioso, principalmente desde el glorioso reinado de Fernando el Católico y de Cárlos Quinto. Aquí ya no encontraremos las licenciosas gracias de los Italianos; todo respira un carácter mas noble y mas puro. La musa nacional y religiosa hace resonar acentos de piedad y honor que elevan el alma sin enervar el corazón, y después de las graves inspiraciones, si con la mano de Don Quijote toca alegres cuerdas, provoca solo una risa inocente y una jovialidad pi- cante sin inmoralidad. Si hay una nación en que el genio poético haya resplandecido con un brillo sin mancha, es ciertamen- te la España. Allí, con muy raras escepciones, todos los productos del entendimiento se resienten del temple nacional y religioso peculiar á aquel pais donde las llamas sagradas del entusiasmo borran y hacen olvidar los fuegos impuros del fanatismo y las hogueras de la Inquisición. Aquella nación, en cuyo dominio nunca se ponía el sol, según la famosa es- presion de Cárlos Quinto, tuvo grandes virtudes al lado de monstruosas exageraciones. Pero pasan las exageraciones, y los frutos de virtud subsisten y se multiplican. Llena verdaderamente do admiración el número de escritores de primer órden que han surgido de aquel suelo privilegiado. Al lado de Calderón, Lope de Vega y Cervantes, brillan no con menos esplen- dor Garcilazo, Santa Teresa, Luis de León, Herre- ra, Gróngora, los Argensolas, Quevedo, Bioja, Vi- llegas, Luzan, Cadalso, Iriarte, Melendez, Iglesias, Morofia, Cienfuegos, Moratin, Quintana, y especial- mente los simpáticos EsproncedayArriaza. Hoy mis- mo, después de la decadencia de aquel pueblo, la lista de las celebridades literarias no seria ni menos ilustre, ni menos larga. La nomenclatura seria nume- rosa desde el célebre dramaturgo y estadista, Martí- nez de la Rosa, hasta aquel malogrado jóven Emilio Castelar, que dicen haberse encontrado bajo las rui- nas de las barricadas populares en los últimos dis- turbios de Madrid. El renacimiento político do la España en es- tos últimos tiempos, al dar el vuelo al diarismo, innovación que ha sido para la península lo que fué en 1789 la tribuna en Francia, hizo surgir de la libertad constitucional de la prensa una multitud de autores llenos de savia. Brillantes folletinistas rivali- zaron, en la arena de las ideas ingeniosas, con la tribu do los diaristas franceses. Entre los mas re- nombrados puede citarse al fecundo y amable Don Mariano José do Larra, conocido en el mundo litera- rio bajo ol seudónimo de Fígaro.— 84 — No es pues sin razón que la América del Sud 60 enorgullece de haber tenido semejantes celebridades en literatura y poesía. Si el Brasil, hijo del Portugal, cita con orgullo el Camoens, la Confederación Arjen- tina no debe menos vanagloriarse con Cervantes, cuya ingenuidad de genio parece volver á nacer en los hijos del Rio de la Plata. Tampoco debe menos enorgullecerse en contar entre sus antepasados de sangre europea á Lope de Vega cuyo talento poético recuerda la asombrosa fecundidad de un célebre dramaturgo y romancista francés, Alejandro Dumas. Según un curioso cálculo de estadística, el número de pliegos escritos por el poeta espafiol, asciende á 133,225, conteniendo mas de 21 millones, 300,000 versos. Desde el siglo 17, sus comedias heroicas ó históricas, censervadas todas en la escena, eran leídas y representadas con pasión en toda España. Por lo demás, nunca poeta fué mas honrado que él; pobre en cuanto á dinero, pero rico en consideración, recibió de todas partes séllales de la mas alta distinción. El papa lo nombró fiscal de la cámara apostólica. Otro autor que recomiendan los elogios de Cer- vantes, elogios entusiastas á veces hasta la exagera- ción, Lupercio de Argensola, ha dejado una infinidad de tragedias cuyo estilo recuerda la pureza correcta de Luis de León, sin que por eso se reflejen en él el espíritu religioso ni los arrebatos de dulce piedad de este último. Villegas, cstremadamente versado en la literatura antigua, ha recibido con justo título el sobrenombro — 85 — do Horacio español. Sus odas sáficas, admirables por la armonía del ritmo, se acercan á la majestad del hexámetro latín. Sin embargo esta forma no se adapta bien al genio de los idiomas modernos; es al menos el concepto de la gran mayoría de los autores de la península que casi todos han dado la preferencia al heptámetro, ó verso de siete sílabas, ritmo que sin comparación hace mas esbelto el corte de la frase. He citado á Fígaro. En la inmensa cantidad de artículos arrojados por este elocuente folletinista en la circulación del buen sentido y del buen gusto, so observan brillantes perlas de sensibilidad y espíritu, entre las cuales se distingue un pequeño fragmento rico de aquel estro filosófico quedes uno de los rasgos de la literatura española. Se trata de un reo de muer' te á quien acompaña Larra desde el instante de su condenación hasta el de su inmolación bajo los golpes do la venganza social. Bajo una forma indi- recta y orijinal, no se abogó nunca de una manera mas formal contra la pena de muerte. Se han escrito muchos libros, acumulado muchos argumentos, vertido todo un mundo de ideas gene- rosas al rededor de aquella grande y noble cuestión de la inviolabilidad de la vida humana. Pero dudo que ninguno de los filósofos que han tratado este asunto, haya pensado nunca en aquel rasgo de luz tan vivo como atrevido que brota de la pluma de este defensor de los derechos sagrados de la huma- nidad, i La sociedad que aplica la pena capital mata, dice Larra, á quién ? A un hombro que le ha muerto á olla ? Nól poro sí á un hombro que solo le— 8G — ha robado uua existencia individual. Do suerte quo la sociedad, á quien no se ha quitado la vida, toma sobre sí el quitarla á otro contra todas las leyes de la reciprocidad. He ahí pues la famosa teoría del talion refutada con sus propias armas. La cnerjía verdadera- mente nueva de esta idea no es solo peculiar á un espíritu ingenioso, sino también á una bella alma, realizándose perfectamente la siguiente máxima de Quintiliano : quo los grandes pensamientos salen del corazón. Debiera detenerme también algunos instantes so- bre unas grandes reputaciones contemporáneas, pero los limites de la obra solo mo permiten el hacer de ellas una demasiado corta mención. Los nombres de Donoso Cortés y Jaime Balmes deben enorgullecer á la España literaria, aquel por el estilo estremada- mente brillante con que engalana las arduas especu- laciones de la filosofía, y este, por atractivos de for- ma quizás menos seductores, pero de una solidez que admira. Balmes ha escrito con elegante simplicidad un tratado de filosofía que es conocido en todas las universidades, y que es tan honrosa para las letras como útil para la enseñanza. Por lo demás, pronto nos volveremos á encontrar con la lengua española y los monumentos literarios que ha producido, cuando hablemos de los principa- les escritores de la América del Sud. — 87 V. Franela. Hemos visto que el Mediodía y el Norte de Eu- ropa presentaban, en su literatura como en sus len- guas, diferencias características, resultado de la ín- dole de cada pueblo y de la influencia siempre tan poderosa en todas las cosas, del clima. Asi es como predominaron en Alemania la meditación especula- tiva del pensamiento y el capricho fantástico de la forma, mecidos con los dulces acordes de la música de Mozart y Webcr, tan meditabunda, tan mística, y á veces tan abstracta como su misma literatura. Asi es también como se han hecho observar princi- palmente en Inglaterra la madurez, el positivismo de las ideas, una poesía rica en fantasías, pero esen- cialmente seria en su objeto filosófico, y sobre todo la grande elocuencia parlamentaria, fruto de institu- ciones libres plantadas desde temprano en el suelo británico. En Italia y España, hemos divisado otras cimas en aquel paisage literario cuyo panorama nos lia sido proporcionado por la Europa. La Italia, apasionada y ardiente en el placer como en la gloria, alternativamente voluptuosa con los besos de un risueño cielo y trasportada de heroísmo con el recuerdo de sus grandes hombros, nos ha ofre- cido, como punto culminante de su genio, aquella mezcla do una blanda dejadez de costumbres, de un vivo y soberbio sentimiento de lo bello, de una ad-— 88 — inirablo comprchcnsion de las artes plásticas y do los Becretos del rasgo y del color, mezcla que en alto grado caracterizaba á la Grecia, su visabuela. Y en fin la España, la caballeresca Espafia, á eu vez tan mezclada en sus elementos, dulce y seductora como las odaliscas de los reyes moros, sombría y fanática como la religión del sable, pactizando con la religión de la hoguera, pero bella, noble, intrépida en su he- roísmo nacional, la Espafia, alternativamente inva- dida por el Norte y el Oriente, ha sido áspera, sen- sata, docta, moral como el primero, ingeniosa y es- pléndida como el segundo, sobre todo por su magní- fica arquitectura gótica, ó, con mas exactitud, sar- racena, el presente mas hermoso que hayan recibido el arte y la Europa. Quizás no hubiera debido pasar en silencio apro- pósito del Oriente y dol Norte, á aquel gran pueblo que participa también do uno y otro, la Rusia, asiá- tica por su despotismo, pero europea por sus gustos, cuya literatura fecundada por la iniciativa de Pedro el Grande, y las correspondencias de Voltaire con Catalina, tiende á adoptar cada vez mas la civili- zación general. La fusión de los pueblos, ley del porvenir, ha principiado ya para aquel vasto imperio, abierto como otra China á las olas de la conquista occidental. La educación de los pueblos se hace con dos cor- rientes, una fatal, la guerra, y otra providencial, el comercio. Vendrá sin duda un tiempo para la hu- manidad, en que el hierro de las armas se convierta umversalmente en rails de ferro-carril. Entonces la civilización so encontrará en sus medios normales de progreso. La gnerra de Oriente que indirectamente ha continuado la regeneración del imperio ruso, ce- derá su lugar á pacíficas relaciones y á tratados de libre navegación. La apertura del istmo de Suez será mas provechosa para la fusión de las razas que la toma de Sebastopol. Pero dejemos la Rusia y lleguemos de una vez á la Francia. Colocada en la frontera de la civilización Germá- nico-Sajona y de la Arabe-Latina, la Francia tiene un genio múltiple y variado como las frutas de su clima. El cosmopolitismo de su idioma, la popula- ridad de su literatura, coronada como la primera de todas por el gusto universal y este sufragio sin ré- plica, atestiguan que, si el genio no es siempre el mas original, al menos es aquel que reúne mas cualidades diversas, y este carácter de afinidad sim- pática no es por cierto una pequefla gloria. Sin embargo la Francia vino tarde á ponerse en el rango en aquel concurso abierto por el espíritu mo- derno á la palma intelectual. La Inglaterra tenía ya formada su lengua cuando los primeros autores fran- ceses tartamudeaban apenas la suya. El Dante y Petrarca habian ilustrado la Italia con obras maestras casi completas respecto de la forma, cuando la Galia habia dado entonces solo ensayos. En fin la EspaQa llegaba á su apogeo y tocaba á su decadencia cuando se preguntaba casi en las orillas dol Sena si algún dia Paris podría 12<¡r* 90 — salir del pantano eemi-latino en qne so revolvía ann el lengnage. Rabelais y Montaigne, amables como filósofos y narradores, escriben una prosa qne es la infancia del arte. Es la 6ávia en ebullición. ¡ El árbol daba ya flores y flores suaves ! Luego abundaron y las bojas y las frutas. Después de los prosadores indecisos del siglo XVI, el creyente la Boetio y el escóptico Montaigne que no puedo uno admirar bastante al través de sus ten- dencias epicúreas ; después de los poetas ingenuos, Villon, Ronsard, Marot, cuya traducción de la Bi- blia vulgarizó el francés como Lutero el alemán, después de aquellos escritores amables del Renaci- miento, nos encontramos ya en plena producción. El árbol literario creció ; estamos en el siglo XVII, en medio del sol do gloria de Luis el grande, cuyos ra- yos se componen en su mayor parte de los literatos ilustres, conocidos en el Orbe entero. Mas tarde vendrá la orijiualidad, bien para las obras de la escena, bien para la elocuencia parla- mentaria, drama político, bien sobre todo para la novela, forma moderna por esencia y encarnación del drama íntimo. Por abora predomina la tenden- cia á la corrección, y todos los esfuerzos de los escri- tores parecen concentrarse en un solo empello, el de fijar en sus bellas proporciones por decir así escultu- rales, la lengua quo mas tarde debia ser el idioma universal. Asi es como Corneillo bebió sus inspiraciones en Espafía, cuyo teatro, profundamente orijinal, so ba- — 91 — bia mostrado libro de toda influencia, de toda imi- tación de los antiguos; asi es como Racine, el suave Racino, procedió do Virgilio y supo dar á los amo- res do sus héroes la májia do la melodía griega. La tragedia de Sófocles pareció revivir, con su fatum y sus furias aplicadas á las catástrofes del corazón, mientras que Atalia, obra maestra del autor y qui- zas de la escena, introdujo con el Poliuto de Cor- neillo, el nuevo elemento religioso quo mas tarde de- bia destronar para siempre la pasión antigua. Pero en medio de aquellos grandes ingenios que procedieron de Sófocles ó Calderón, se elevó otro que no procedió de nadie : quiero bablar de Moliere. El bombre bailó en fin su pintor; una galería de retratos no imaginarios sino naturales, surgió viva del Misántropo, del Tartufo, del Avaro y de tantos otros tipos quo barán eternamente el encanto y la admiración del observador. Filosofía y alegria, be abí en dos palabras á Moliere, el poeta simpático por escelencia y el verdadero descubridor do aquel secreto tan difícil de encontrar, instruir deleitando. Hacer llorar es | ay ! demasiado fácil, pero bacer reir es sin disputa alguna mucho mas delicado. Otro autor, eminentemente orijinal á pesar do su modesta ó ingenua creencia do no ser mas que imi- tador de Esopo, el bueno, el amable La Fontaine, bebió, como Moliere, en las fuentes eternas del cora- zón, y bajo alegorías do un orden graciosamente fa- miliar, paso á contribución toda la naturaleza para pintar, bajo el velo trasparente do la fábula, tipos humanos tan diversos.— 92 — Los personages de La Fontaine y Moliere no son de ninguna época ni de ninguna nación, y pertene- cen á todas. Como los Caracteres do La Bruyere, las comedias y las fábulas de aquellos dos ingenios inmortales abarcan la humanidad de todos los tiem- pos y de todos los países. Es el movimiento de la vida variable, dando vuelta sin cesar al rededor de aquel eje eterno : el corazón humano. Si se consideran ahora los trabajos de los pacientes y laboriosos imitadores de los antiguos, el amable Fenelon, cantor eliseano de Telémaco, los admirables prosadores de Port-Iioyal, las ingeniosas composi- ciones de distinguidos latinistas que en aquella época proporcionó la célebre compañía de Jesús, se de- ben tributar las felicitaciones mas gratas á aquellos maestros por él brillante resultado de su tarea lite- raria. Este resultado fué do una importancia trascen- dental. La lengua francesa, que entonces adolecía de vaguedad ó indecisión, fué fijada al menos en un estado de perfección relativa. A esta obra concurrieron, mucho menos por el fruto de sus estudios clásicos que por la fuerza de su genio personal, dos grandes literatos, ambos po- derosos, uno por la palabra, otro por la pluma, Boa- suet y Pascal. Si Pascal y su émulo en el pensamiento, el inmor- tal Descartes, dieron á la filosofía un impulso nuevo y fecundo, Bossuet, Massillon, Bourdaloue, Flechier abrieron á la elocuencia sagrada una vía espléndida dqnde encontramos aun en nuestros dias á los padres — 93 — Lacordaire, Ravignan y sus rivales do púlpito mas ') menos felices. En cuanto á la tribuna política, solo mas tardo era cuando debía brillar. La veremos luego, astro res- plandeciente, en seguida meteoro fecundo en terro- res, y después aun, despejada de sus sombrías tor- mentas, nacer, resplandecer, oscurecerse, volver á vivir para eclipsarse otra vez. Abrigamos la espe- ranza que no será para siempre y que la volveremos á ver aparecer en nuevas fáses de gloria, rejuvene- cida y transformada con la generación que acaba de crecer. Antes de seguir la huella de losMirabeau, Verg- niaud, Benjamín Constant, Berryer, Guizot, Ledru- Pvollin, tenemos que atravesar una época estraña, complexa, difícil en clasificar como moralidad sino como influencia, quiero hablar del 6¡glo XVIII, que fué propiamente la era de la pluma, como su fin y el principio del nuestro fueron la de la palabra. La escuela enciclopedista, con Díderot, D'Alem- bert, D'Holbach, celebridades militantes, y la mas militante de todas, Voltaire, aquella escuela que, después de la corrupción del reinado de Luis XV, atacó un orden social profundamente desviado de las vías de la moral y la justicia, ¿merece la admiración ó el disgusto, el apoteosis ó el anatema ? En aquella actividad febril do demolición que atacó todo sin distinción alguna las cosas despreciables y las santas, las instituciones abusivas y los sentimientos dignos de respeto, \ deben bendecirse ó maldecirso los ar- dientes y ciegos obreros que preludian, rodeándose do— 94 — ruinas intelectuales, á aquellas otras ruinas menos terribles sin duda que después de ellos traducirán la idea en hecho, ostentando las consecuencias sociales sacadas de sus premisas escritas ? Cuestión abrasado- ra que no me es dado resolver. Las intenciones do los reformadores pueden obtener perdón ante Dios, pero la lógica de los niveladores es inexorable. La pluma siembra, pero el que cosecha es el puDal. La literatura del siglo XVIII fué una hornaza. Todo ardió en ella, religión, costumbres, institucio- nes, tradiciones, vicios y virtudes ; poro también del metal en fusión, arrojado en el molde, surgieron otras virtudes, otras costumbres, y me atreveré á decirlo, otra religión. Por la vez primera resonó una palabra como un dulce eco del Evangelio ¡ tole- rancia ! Otra palabra mas práctica, libertad política, salió de dos iniciativas muy diferentes, una fria y positi- va, llamada Montosquieu, y otra ardiente y roma- nesca que contesta al nombre de Juan Jacobo Rous- seau. Si se considera aquella sorprendente época solo bajo el punto do vista literario, causa profunda admi- ración el inmenso impulso que resultó de ella para el entendimiento humano. Por una contradicción sin- gular que no es un fenómeno menos curioso de aque- lla crisis de descomposición y generación, la escuela materialista fué precisamente apasionada amante y ferviente adoradora do la inteligencia : hecho ates- tiguado por su inagotable fecundidad literaria y fi- losófica. — 95 — Entre el sensualismo de Voltairo y ol espiritualismo de Rousseau, se coloca la bella figura de Bufibn, el que dijo : el estilo es el hombre, siendo él mismo una de las glorias del estilo francés. Sin embargo no queremos que se nos tilde de in- justicia. Es preciso confesar que Labia arrebato, sen- sibilidad, corazón, espiritualismo en fin, no solo en Juan Jacobo Rousseau, sino también en Diderot que inauguró, en el Padre de familia, el dra- ma del sentimiento y del deber. Los adoradores de la materia eran menos idólatras que sus escritos. El naturalismo tendia con evidencia á trasformarse y volver á tomar aquel fondo religioso, aquel culto eterno del ideal, sin el cual no hay poesía. Media aun sin duda una gran distancia éntrelas novelas de Crebillon y el desertor de Sedaine, pero enfin comienza ya en una era nueva. Bajo las influencias de las teorías de Rousseau, bajo la presión del ardiente apostolado del autor de Emilio, las costumbres esperimentaron una profunda reacción. Las lindas ninfas de la regencia que solo pensaban en los amores mundanos se acordaron de que eran madres antes de ser coquetas. Alimentar por sí mismo á sus hijos fué la mania moral, la moda santa qu« hizo furor. Luego, por no sé que ley quo parece una fatalidad inherente á la humanidad, aquel ardiente proselitismo de las costumbres de fa- milia y de las ideas de reforma social se estravió en escesos de una increíble ceguedad. La aurora dé la regeneración se trasformó en astro de muerto: 93 absorvió á 89. Entonces tuvo lugar en Francia, en-— Í)G — tregada á las furias del fanatismo político, un fenó- meno análogo al que pasó á los Puritanos en Ingla- terra y á los Anabaptistas de Alemania. Habiéndo- se propasado el fin propuesto, la sociedad cayó en el abismo de sangre. El filósofo cedió su lugar al ver- dugo ; la tolerancia se llamó terror. Del seno de aquel caos horrible y grandioso á la vez aparecen dos grandes hechos literarios que vati- cinan un nuevo modo de ser del espíritu francos, de- biendo tener una influencia incalculable sobre la li- teratura contemporánea : estos dos hechos son dos nacimientos, el del diarismo y el de la tribuna. La inspiración de la libertad, musa nueva, fué fe- cunda en panfletos de todo color, de todo estilo y de todo ingenio. Jamas efervescencia mas intensa pro- dujo debates do prensa mas animados y mas di- versos. La misma inexperiencia, la misma sávia de ju- ventud y exageración que so nota en el diarismo, se hace sentir en la tribuna; pero aquí el cuadro se ensancha, tomando proporciones mas imponentes. Todas las ideas, todas las teorías, puestas en fermen- tación por la filosofía do Voltaire y Rousseau, esta- llaron en aquel teatro donde nada faltaba, ni público apasionado, ni asuntos grandiosos, ni actores de pri- mer orden. Entre estos últimos descuella Mirabeau, llamado por Laharpe el Demóstenes francés, título justificado por la vehemencia deslumbradora de sus discursos. Aquel poder oratorio fué incalculable en 6us resul- tados; hubiérase dicho que, soberano absoluto de la asamblea nacional, la gobernaba á su antojo en sus pasiones de libertad, en sus aspiraciones de progreso, y hasta en sus pasos retrógrados. Meteoro aterrador y brillante, apareció para dirigir la solución de los mas altos destinos sociales que pudieran jamas inte- resar á un pueblo, escitando menos el aprecio que la admiración. Entre una juventud viciosa y un fin ve- nal, desempeñó mas bien el rol de un gran tribuno que de un hombre probo, llegaudo su muerte en cir- cunstancias favorables para su gloria. Dos célebres facciones políticas, la Montaña y la Gironda, proporcionaron á la elocuencia dos escue- las fértiles en talentos superiores : por una parte Barnave, Vergniaud, Boissy d'Auglas, Gensonnó ; por otra, el orador popular Danton y los demás cor- tesanos de aquel nuevo soberano que con placer se dejaba seducir por lisonjas embriagadoras, y que 6e llamaba pueblo. Echemos un velo sobre la elocuencia de las asam- bleas serviles del Consulado y del Imperio, y en ge- neral sobre la literatura de aquel periodo histórico, en que parece haberse eclipsado ante la poesía de los campos de batalla el pensamiento escrito y ha- blado, y lleguemos al renacimiento literario, marca- do con dos importantes hechos: la resurrección ó mas bien el nacimiento de la tribuna constitucional, y el advenimiento del romanticismo. Bajo el régimen liberal y moderado de la restau- ración de los Borbones, la opinión tuvo intérpretes parlamentarios de diversos ingenios, arrojando la mayor parte un gran brillo. Basta nombrar á Benja- 13— 98 — rain Constaut, al general Voy y á bus brillantes ri- vales de la carrera oratoria. Pero el segundo hecho, la aparición del romanticismo merece sobre todo lla- mar nuestra atención, porque fué el punto de partida del nuevo é inmenso camino, recorrido desde enton- ces por la literatura. Bajo el imperio napoleónico, un hombre dotado por la naturaleza de un genio poético profundamente original, á quien el destierro habia penetrado de un fondo inagotable de melancolía religiosa, Chateau- briand, habia preludiado ya al vuelo déla musa con- temporánea con bizarrías de estilo aplicadas al culto de las tradiciones del pasado. Gomo Juan Jacobo Rousseau, dotado de una mágia de pluma irresistible, el autor del genio del cristianismo, el cantor de Ata- la y de los Mártires, maravilló las imaginaciones con conceptos cristianos revestidos de una forma que era una verdadera innovación. Sus descripciones del Nuevo Mundo, fruto de su destierro, contribuyeron aun poderosamente á entretener aquel encanto de novedad. Para Chateaubriand el entusiasmo fué vi- vo y general. El romanticismo reconoció á su padre. Yictor Hugo y Lamartine fueron sus primeros hi- jos. Aquel, innovador audaz, se aventuró á amasar la lengua en otro molde, haciendo justicia de todas las formas usadas, pero al mismo tiempo de todo lo que el buen gusto nos habia enseñado á amar y res- petar. Aquel eetraño reformador llevó su osadía suma- mente lejos. Como prosador, compuso JVuestra Se- ¿lora de París para probar que la antigüedad no era — 09 — necesaria como fuente de inspiraciones, y que la edad media proporcionaba asuntos eminentemente dramá- ticos, minas de interés romanesco que hasta en- tonces se habian ignorado ó desdeñado. Como poeta, fué aun mas lejos. Grande fué la tormenta sublevada en el teatro por su Hemani, paradoja literaria, desa- fío, sefial de guerra que encendió efectivamente en- tre los dos campos clásico y romántico aquellas lu- chas pintorescas y ardientes cuyo recuerdo vive aun en la generación contemporánea de 1820. Sus poesías líricas, las Orientales, las Sojas de Otoño, y última- mente las Contemplaciones, fruto de su proscripción en Inglaterra, pueden hacer juzgar del poder de or- ganización intelectual del que era ya á los 16 años de edad un niño de genio, según la espresion regia Luis XVHI. Mas clásico, mas igual, mas dueño de sí mismo en sus poesías, Lamartine, con menos nervio y vigor, ofrece mas encanto tranquilo y armonía sostenida. El cantor de las Meditacionss y de las Armonios, el romancista de Jocelyn, hará siempre las delicias de los amigos de la literatura espiritualista interpreta- da con un estilo sábiamente innovador. Lamartine ha tenido una moderación igual tanto en las letras como en política. Este es el logar de hablar de la novela, verdadera forma literaria actual del siglo, no aolo en Francia, sino también, por la influencia de iniciativa de los escritores de aquel país, en el orbe entero. Alejandro Damas, fecundo hasta el punto de hacer dudar de la sinceridad de su firma puesta en unamultitud de obras salidas, dicen, de la pluma de co- laboradores á sus órdenes, brilla principalmente por la prodigiosa abundancia de los acontecimientos, de las peripecias y de los personages puestos en esce- na. Sus novelas son una especie de movimiento per- petuo. Honore de Baízac, pintor de las costumbres con- temporáneas, como Dumas lo es de las costumbres y personages históricos. Exacto, minucioso, casi trivial» calca por decir así sus retratos que nos interesan co- mo lo que se acerca mas á la naturalidad. Es el ro- mancista bourgeois, el relator de las vulgaridades fí- sicas y de los pormenores de la vida moral actual. Merced á su ingenio, no vemos ya á la sociedad lle- na de arrebol y en toilette, sino en desabillé. Eugenio Sue, dramático y conmovedor como Ale- jandro Dumas, pero con tendencias filosóficas pro- nunciadas. Sus Misterios de Paris dan una muestra de aquel espíritu de reforma social unido á la libre fantasía del romancista. Federico Soulió, genio múltiple, muerto joven, in- teresante como Dumas, moralista como Sue, pintor de costumbres íntimas como Balzac. Al rededor de aquellas cuatro principales estrellas del firmamento romanesco, se agrupan, en conste- laciones diversas, aquellas numerosas .y brillantes in- dividualidades de escritores que en nuestros dias han llevado á tan alto punto el arte de contentar : Méry, Amédóe Achard,Paul Fóval, Charles de Ber- nard, etc. etc. Uno de los incidentes mas interesantes de aquel movimiento impreso á la literatura actual por la no- vela francesa, es sin contradicción alguna la apari- ción en la palestra de aquellas amazonas con pluma de las cuales unas nos encantan con poesías me- lancólicas y graciosas, como Melania "Waldor, Flora Tristan y sus hermanas en armonía, otras nos subyu- gan con la influencia de un talento que tiene algo de viril. Jorge Sand, la reputación mas grande entre todas aquellas reputaciones femeninas, hija de Rous- seau en cuanto á estilo, pertenece, por el fondo á la tendencia de los pensamientos, á la escuela reforma- dora y audaz que comenzando en Saint-Simon con- cluye en Carlos Fourier. En aquella carrera otra muger de un mérito eminente la habia precedido con un genio mas grave y una filosofía mas moderna. Aquella muger se llama, bajo e) reinado de Napo- león, Mme. Stael, cuya preocupación justificada por sus escritos habia sido el vengar á los ideólogos del anatema desdeñoso lanzado contra ellos por el dés- pota gran hombre. Desde las señoras Deshouiléres, Cottin y principal- mente Sevigné, escritora deliciosa que»se habia li- mitado á escribir una correspondencia que es una de las joyas literarias de la Francia, hasta la señora Jorge Sand, media una distancia si no de talento, al menos de tendencias, que puede servir de punto de comparación para el espíritu de ambas épocas- Se vé que de por medio existe la revolución francesa con sus osadías. Pondremos término á este compendio de la Fran- cia literaria actual con una revista rápida de las ce-— 102 — lebridades oratorias que han brillado en la tribuna ya constitucional de Luis Felipe, ya republicana de la revolución de 1848. Mientras que Mr. de Oormenin, bajo el seudóni- mo de Timón, recordaba en el panfleto político el estro de Pablo Luis Courrier, y que Casimiro Déla- vigne tenia el orgullo de ver realizar en la revolu- ción de 1830 el despertamiento nacional presentido en sos Mesenianas, la tribuna, rejuvenecida al soplo del liberalismo, vibraba acentos de un entusiasmo juvenil, éco de la voz de Bernave y Lameth. Esta fué efectivamente una época de juventud ó ilusión ; pero una nueva dinastía sucediendo t otra dinastía vino luego á arrojar el hielo del cálculo so- bre las generosas aspiraciones del ideal. Guizot y Thiers se hicieron los grandes sacerdotes elocuentes de aquella reacción monárquica, templada en ideas constitucionales. El primero, austero como los doc- trinarios de quienes era el discípulo fervoroso, se afanó vanamente en acreditar con el puritanismo del hombre privado las debilidades del hombre polí- tico ; el segundo, menos dogmatista, rescató con el brillo de un espíritu fino, ingenioso é inagotable, lo que le faltaba por el lado de la gravedad dogmática y de la pnreza de conducta. Thiers fué el "Walpole de los Tudores de Francia, y Guizot su "William Pitt. Pitt y Walpole tuvieron sin embargo sus Fox y sus Sheridan en Odilon Barrot, Mauguin, y sobre todo en Ledru-Kollin que desde aquella época pre- ludiaba á sus brillantes triunfos de 1848. Pero la — 103 — palma de la elocuencia pertenecía á un representan- te de otro partido, al caballeresco abogado do nues- tros Estuardos destronados, al diputado legitimista Berryer. Vino la república de Febrero de 1848, trueno ruidoso, que con sus prolongadas vibraciones puso en movimiento el cerebro de los oradores y el alma de los poetas. Aquí vemos aparecer en la escena á Lamartine, el orador popular y moderado cuya in- fluencia hubiera podido ser tan grande en los desti- nos de aquella revolución; á Ledru-Kollin, el fogoso y brillante tribuno, y á Luis Blanc, el socialista lle- no de estro oratorio y de originalidad. Como bajo la Kestauracion y la Revolución de Julio, el diarismo de 1848 cuenta con honor nume- rosos escritores de gran talento. Armand Marrast había hecho casi revivir en el Nacional al generoso y enórjico Armand Carrel, escritor-soldado, el mas grande hombre de la prensa moderna, al Junius francés, cuya tumba tuvo la gloria de ser regada con las lágrimas de Chateaubriand. Imposible es hablar de la prensa francesa sin mencionar siquiera á su campeón mas activo, sino siempre el mas recomendable. Emilio de Girardin, sobre cuyo pasado pesa la apología asalariada de ciertos tiranos, ha rescatado en parte sus faltas á fuerza de labores y actividad. Quizás no haya pluma alguna que haya removido mas ideas políticas que la suya. Economista lúcido, reviste con un estilo claro ó incisivo, muchas veces atrayente, las cuestio- nes mas áridas. La señora de Girardin, una de núes-— 104 — tras mejores romancistas, ha sido la digna rival de Lnisa Oollet, de las amables Tastu, y casi de Jorgo Sand, sola en su gloria, como dice Florencio Yarela al hablar de Newton. El nombre de Jorge Sand despierta otro, su ému • lo, ó mas bien su maestro en borrascosa fama. La audacia del pensamiento y la seducción de la para- doja, encontraron á un Rousseau para la filosofía, y á un Lutero para la religión. Queremos hablar de Lamennais, cuyos errores cubriremos con un respe- tuoso relo, considerándole únicamente como uno de los grandes maestros de estilo de nuestra época. Fué para la prosa lo que Beranger para la poesía, y com- partió con Chateaubriand la gloria de ostentar la lengua francesa en todas sus bellezas varoniles, exenta de las excentricidades de los románticos. Be- ranger, el gran cancionista popular, á veces el gran lirista nacional; Lamennais, el sectario ardiente del porvenir; Chateaubriand, el pontífice elocuente del culto tradicional : trinidad de genios que sirve de transición á la otra trinidad que la sigue inmedia- tamente : Jorge Sand, Víctor Hugo, Lamartine. Pero no es precisamente con el diarismo que la literatura francesa actual ha conquistado el pre- dominio intelectual del globo, sino con una parte de él, con el folletín. Allí, en aquel risueño y magnífico salón del pri- mer piso de la prensa, la novela y la crítica han arrojado tantas pequeñas obras maestras que han hecho y hacen aun hoy las delicias de todos aquellos II — 105 que ontro las diversas naciones profesan el gusto do los pb;<:i-iv& del espíritu. ¡ i.l espíritu ! he allí la yran palanca ele la propa- ganda civilizadora de la Francia. El espíritu que se ha encarnado en dos formas igualmente amables : el vaudeville ó zarzuela cuyo decano ingenioso y fe- cundo es Scribe, la conversación escrita de la cual Mery y Julio Janin pueden ser considerados como los reyes, el primero con su alegría completamente marsellesa, el segundo con su charla inagotable. I Y basta todo esto para consolarse del silencio de la tribuna parlamentaria ? No, por cierto. Pero este alto, este silencio de la voz constitucional tendrá su fin, y no está muy distante, eín duda, el momento en que la generación que se aproxima, llegando á su vez en la arena oratoria, engendre ora nuevas for- mas para hablar bien, ora procedimiento^ nuevos para escribir con mas perfección. En Francia, como en Alemania, en Inglaterra, en Italia, las bellas letras marchan de frente con las bellas artes, estimulándose mutuamente. La grande escuela de pintura y escultura francesa está hoy, puede decirse, sin rival, aun en Italia, Y en cuanto á música, basta citar á Meyerbeer, Rossini, Doni- zetti, Halevy y Verdi, para figurarse el brillo que debe arrojar en aquella metrópoli dn la civilización europea, porque Ir gran gloria de la Francia es ser la patria adoptiva de los talentos estrangeros. Este noble proceder satisface el amor propio nacio- nal de los demás pueblos, aprovechándose do ello la civilización. Rossini y Meyerbeer han puesto de 14 /— 106 — moda la ópera en París, y á su vez París la ba pueste- en Londres y San Petersburgo, lo mismo qne en Rio Janeiro y Buenos Aires. Volremos otra vez á nuestro primer pnnto de par- tida, esto es, al lirismo. El nuestro no es precisa- mente el de los tiempos bíblicos. La civilización canta de otro modo que los patriarcas; pero nues- tros tenores y nuestras primas donnas valen cierta- mente las melopeas de los profetas ó los refranes de los rapsodistas que iban cantando de calle en cali* las coplas de Homero en los tiempos heroicos. SEGUNDA PARTE. Rio de la Plata. I. ■ORADORES DEL Affo 10. Al abordar de Europa en el continente americano, nuestra primera estación natural está en los Estados Unidos, donde nos apresuramos á saludar á dos grandes prosadores, Fenimore Cooper y Benjamín Franklin: aquel rival de Walter Scott por la novela histórica y de Eugenio Sue por la de costumbres, este cuyos escritos económicos, concebidos en nna forma popular llena de atractivos, traen á la memo- ria el espíritu observador de la Bruyere y el genio democrático de nuestros reformadores europeos mas sustanciales en cuanto á ideas. Llenado este deber de cortesía y hospitalidad, lle- guemos á la Atenas americana, á la patria de Riva- davia y San Martin.Bajo el dominio español, la literatura Argentina ofrece en sus archivos solo unas pocas obras, protes- tas de hecho contra el cálenlo de obscurantismo en quo el régimen de los vireyes habia basado la sumisión servil de su colonia. Entraba en la política do la metrópoli sofocar cuidadosamente todo vue- lo literario y científico asi como sofocaba todo ger- men comercial ó industrial. Enfin sonó el gran despertamiento de la emanci- pacioif Snd Americana. A aquella señal solemne, salida del Cabildo, enyo eco debia resonar en la cumbre del Chimborazo, con- movióse tuda una legión de pensadores, poetas, ora- dores y guerreros. La revolución de 1810 dió un vivísimo impulso á la inteligencia al mismo tiempo que á las virtudes guerreras do los Argentinos. La palabra y la pluma participaron con la espada de la gloria de propagar- la en toda la América española. Buenos Aires fué ála vez su cuna heroica y literaria. ¡ Qué magnífico teatro abierto á la esplosion de todos los talentos generosos y de todas las virtudee cívicas ! La tribuna y el pulpito, la prensa y el foro segundan de concierto la obra del campo de ba- talla. El guerrero de la ciudad estrecha su mano con la del guerrero del campo: el mismo espíritu los ani- ma á todos. Es una santa y grandiosa emulación de civismo. Sacerdotes, soldados, legistas, cada pro- fesión liberal da su contingente le héroes. Todos los esfuerzos, salidos de diversos puntos, vienen á con- IP^PI w§vm -m — 109 — verger á un solo centro: la libertad. Este concurso de voluntades y aspiraciones, en todas las carreras, marca con un sollo característico la revolución de 1810.- No siempre esta revolución tuvo fe completa en la victoria. Templóse su confianza titubeante en la energía apasionada de los oradores. La voz de la religión por el órgauo de Valentín Gómez y Julián Segundo de Agüero, ambos sacerdotes, del deán Zavaleta, del historiador orador deán Funes, disipaba el desfallecimiento, el temor y la irresolución. Pero es sobre todo en la tribuna política donde ardía el fuego sagrado. Llena de admiración profunda el grado de ener- gía y entusiasmo á que puede subir la palabra hu- mana bajo el imperio de grandes circunstancias. La página histórica de 1810 está verdaderamente es- crita en rasgos de llamas. Allí brillaron los doctores D. Bernardo Montca- gudo, D. Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia, Castelli, Nicolás Rodríguez Peña, y muchos otros entusiastas campeones de la independencia. Allí también se encontró haciendo sus primeras armas el Dr. D. Vicente López, Píndaro de la independencia, autor de la Canción Nacional, cuya muerte reciente lamentan todos los Argentinos do corazón. Este distin- guido patriota, casi el único de los que sobreviven á aquella gloriosa época, acaba de cerrar la galería fúnebre, empezada con Moreno, muerto un año después de la emancipación. Quisiéramos con numerosas citaciones poder dar— 110 — al lector una idea de la elocuencia de cada uno de aquellos grandes patriotas. Escuchemos á Montea- gudo, exaltando con acentos viriles, el borrascoso patriotismo de aquella guerra de gigantes, cuya ilustración había empezado en los campos de batalla de Tucuman. "Yo no pienso, ciudadanos, conmover vuestro do- lor, recordando las heridas de esos intrépidos defen- sores de la patria, cuyo heroísmo acaba de sorpren- der nuestra esperanza ; ni quiero escitar vuestra ad- miración comparando el orgulloso cálculo que hacia la confianza de los déspotas, con el feliz resultado que han tenido nuestros tímidos deseos. En el pri- mer caso ofendería vuestra sensibilidad, marchitan- do los laureles del triunfo en la triste memoria de la sangre que han costado al vencedor : y en el según- do, defraudaría mi principal objeto, sin afiadir es- presion alguna que no haya anticipado vuestro pro- pio corazón. Para evitar ambos escollos, dejemos por ahora descansará los ilustres mártires de nuestra in- dependencia, en el panteón sagrado de la inmorta- lidad; y hagamos tregua á la admiración de sus virtu- des, para reflexionar sobro los deberes que nos im- ponen su ejemplo. «'Cuando yo veo á los guerreros del Tucuman, in. sultar al peligro con denuedo, provocar á la misma muerte con valor, abrir al fin su sepulcro con placer, y presentarse luego á las legiones enemigas, mas bien con el deseo de morir por la libertad, que cou la esperanza de vencer la tiranía, cuando yo los veo — 111 — cubiertos de heridas y de sangre, agonizar con las armas en las manos, al mismo tiempo que huían con pavor los alucinados siervos del protervo Goyeneche; oigo que los últimos suspiros del vencedor moribun- do se dirigen á nosotros, proclamando en el mismo sacrificio de su vida la obligación que nos impone. "¿Y cuál pensáis, ciudadanos, sea el objeto de una obligación fundada en la propria sangre de nuestros hermanos, y sellada por las tiernas lágrimas que os ha causado su muerte ? Permitidme anunciar lo que yo siento, y no culpéis á mi celo, si antes de consul- tar vuestros sufragios me lisongeo de merecerlos, y de no esforzar mis esperanzas mas allá del término de vuestros deseos. "El grande y augusto deber que nos impone la me- moria de las víctimas sacrificadas el 24 de Septiem- bre, es declarar y sostener la independencia de la América. Hé aquí, ciudadanos, el juicio que he for- mado sobre el plan que debe nivelar nuestra conduc- ta, para que ella corresponda á loe últimos votos y esperanzas de esa porción de guerreros que hoy vi- ven en el imperio de la gloria, después de haber sa- crificado á la patria cuanto habían recibido de la na- turaleza. Y si solo el amor sagrado de la libertad ha podido inspirarles una resolución tan difícil para el héroe como terrible para el hombre: si solo por asegurar nuestro destino, y salvar á la pos- teridad, del peligro de la esclavitud, han renun- ciado el dulce patrimonio de la vida, olvidan- do el llanto y los gemidos de sub huérfanas fa- milias : si solo de ver enarbolado el estandarte de laI — 112 — independencia, y publicada la constitución que nos asegnre el rango á qne aspiramos entro las naciones libres; hemos visto á los defensores del Tncnraan, presentar una escena capaz de justificar nuestro or- gullo en lo sucesivo, y de humillar para siempre la esperanza de los que creen decidir nuestro destino l cómo podremos ver sin emulación unos ejemplos tan tocantes, y cómo recordaremos sin entusiasmo, gratitud y ternura la memoria de unos hombres, quu á costa de su vida acaban de cerrar la puerta á I03 peligros que amenazaban la nuestra ? "¿Cuál seria al presente nuestra situación, si cam- biada la suerte de las armas, hubiese triunfado el sangriento pabellón de los tiranos ? Ruinas, cadáve- res y sangre serian quizás el único vestigio por don- de se pudiese hoy conocer el espacio que ocupaba en el globo la heróica ciudad del Tncuman ; y acaso el ronco sonido de las cadenas, mezclado con el óco fú- nebre de las lágrimas hubiese ya llegado hasta los confines meridionales de la provincia de Córdoba, poniendo en un amargo conflicto á las legiones del Norte, y abrumando el celo de esta capital con nue- vos cuidados y fatigas, capaces de producir una in- certidumbre decisiva. Entonces la orgullosa Monte- video dormiría tranquilamente dentro de sus muros, insultando nuestra situación con su mismo letargo; entonces los enemigos interiores acelerarían el mo- mento de nuestra desolación, engrosando como lo han hecho otras veces la masa de las fuerzas opreso- ras, y poniéndonos en la alternativa de dar una esce- na de sangre, ó de dejar abierta una brecha á nnes- — 113 — tra misma seguridad; entonces la fanática pasión del miedo encadenarla los esfuerzos de la multitud, y el conflicto de las opiniones sobre los sucesos de los males públicos comprometerla la suerte de los mas intrépidos; entonces enfin cada uno de nosotros Horaria haber nacido, y estoy cierto que preferiría las sombras del sepulcro, á la terrible necesidad de acompasar el éco de los tiranos, y decir con ellos : ¡ MUERA LA PATRIA l ! I "No lo duden, mis caros compatriotas: este hubie- se sido el preciso resultado de la batalla del Tucuman, si sus bravos defensores no hubiesen redimido con su sangre la existencia pública. Los contrastes se hu- biesen sucedido unos á otros, y eslabonándose las desgracias, estaríamos ya en el caso de temerlas todas. Cada dia con dobles necesidades, y menos recursos con mas angustias que esperanzas y sin otro auxilio que el que debe esperar de sí mismo un pueblo aislado, ¿quién N de vosotros podría prescindir de una zozobra mortal, de una inquietud continua, y de una pavorosa espec- tacion de los últimos sucesos ? Y si por una especial providencia del Eterno, las armas de la patria han puesto á los opresores en la necesidad de rendir la espada, /perderemos el fruto de una acción tan glo- riosa, sofocaremos el clamor de la sangre que ha costado, y limitaremos nuestra gratitud á una admi- ración estéril de estos héroes que han muerto por la libertad ? No, ciudadanos, no ! el medio mas propio de honrar su memoria, de corresponder á sus sacrifi- cios, y de indemnizar su pérdida, por decirlo así, es proclamar y sostener la independencia del Sud. Si 15— 114 — oste ha sido el único y gran móvil de los ilustres guerreros del Tucuman, también es justo que sea el supremo término de nuestros esfuerzos. Un abreviado ensayo sobre las tiernas emociones que acompasaron su última agonía, acabal é de fijar nuestra conducta. "Cuando me traslado á ese terrible y glorioso cam- po de batalla, me parece, ciudadanos» que veo á cada uno de los que espiran, contemplar sus heridas con trasporte, y decir en su corazón antes de entregar el espíritu, ¡Oh patria mia! Yo no lloro otra desgracia en este momento que la de nO poder morir mas de una vez en vuestro obsequio, y solo siento que la posteridad á quien consagro mi existencia inutilice acaso la sangre que acabo de derramar por su salud, desviándose del objeto que me ha impelido á renun- ciar la ternura de mi familia, prevenir un golpe que la naturaleza aun no queria descargar, y ser víctima de mi propio celo, antes que la tiranía inmolase mis justas esperanzas. ¡Oh pueblo americano! ¿Qué glo- ria me resultaría del sacrificio de mi vida, si él no contribuyese á asegurar vuestra libertad? Y como podria justificaros delante del universo, si después de haberme impuesto la dura ley de derramar mi sangre, no os aprovechaseis de ella, y permitiéseis por vuestra indolencia ó apatía, que mis cenizas fue- sen testigos de la ruina de mi patria, y sirviesen co- mo de trofeo al nuevo déspota que se exaltase/ "Ciudadanos: este fué probablemente el clamor y el sentimiento de los defensores del Tucuman, cuan- do vieron ya la muerte pendiente sobre su cabe- za, y abierto el templo de la fama, donde descan- sarán los héroes de la libertad. Sed sensibles á una insinuación tan conforme á vuestros intereses, y proclamad á la faz de los tiranos, el sufragio uni- versal de vuestros deseos. Jurad la independencia, sostenedla con vuestra sangre, enarbolad su pabellón, y estas serán las exequias mas dignas de los márti- res del Tucuman." Los mártires de Tucuman,cantados por todas aque- llas voces inflamadas, tuvieron vengadores, y la vic- toria, como la sabiduría antigua, salió toda armada del cérebro de una multitud de hombres eminen- tes. Acabamos de citar á Monteagudo. Lo que fué este orador por el vigor y la energía, Rivadavia lo fué por la lucidez y la profundidad. Dotado de un genio reformador, Rivadavia, en sus largos viages á Europa, fué á estudiar nuevos elementos de regene- ración para la América del Sud. Quizás estos ele- mentos entraron en las costumbres y en las leyes de una manera prematura. Quizá se hubiera precisado un cuarto de siglo aun para estas poblaciones tan mez- cladas á fin de recibir con fruto aquellas importacio- nes europeas. Sea lo que fuere, el autor de la re- forma eclesiástica será siempre una de las grandes figuras de la época. Discípulo del colegio de San Carlos, único estable- cimiento de educación de alguna importancia bajo los vireyes, el Dr. Moreno habia preludiado su brillan, te carrera de orador político con una importante pu- blicación. Poco tiempo antes de larevolncion, dióá luzun documento interesante sobre el comercio libro. La metrópoli no se engalló respecto de su alcance; vio en él uno de los síntomas precursores de la emanci- pación. Ininteligente y obstinada oyó verdades sábías pero estériles, cavándose con sus propias manos, por la negativa de las concesiones comerciales mas ra- zonables, la tumba en que debía precipitarla el va- lor de la democrácia Argentina. Así es como por la palabra y por la pluma se or. ganizó y se fecundó el movimiento de .1810. La li- bertad, ya en sus tempestades, ya en sns triunfos, debía tener mas tarde otros defensores no menos dis- tinguidos. Los hijos fueron dignos de sus padres. Oradores contemporáneos. A la sombra de instituciones libres, la elocuencia parlamentaria ha tenido y tiene aun actualmente ilustres intérpretes, en cuyo número descuellan el doctor D. Valentín Alsina, estadista de primer orden, dialéctico incisivo, jurisconsulto de los mas distin- guidos de América—el doctor D. Dalmacio Velez Sarsfleld, conocido en la tribuna y en el foro por va- rias importantes publicaciones—los elocuentes D. Bartolomé Mitre y D. José Mármol á quienes vere- mos figurar en la galería de nuestros principales poetas. Una época incontestablemente inspiradora para aquel género de elocuencia fué la de los famosos y dramáticos días de Junio á propósito de la discusión del tratado de San Nicolás. Los oradores que en esta ocasión dieron pruebas de un talento brillante fueron por un lado los doctores D. Juan María Gu- tiérrez y D. Vicente Fidel López, el uno ministro de gobierno, y el otro, de relaciones esteriores é ins- trucción pública; por otro lado, el coronel Mitre que tomó con valentía la iniciativa de la oposición, im- provisando discursos llenos de brillo, y el doctor Velez Sarsfield, cuya luminosa y severa lógica en- cerraba á sus hábiles adversarios en una argumen- tación de hierro. La siguiente citación dará una idea del mérito incontestable de este último orador: " El General Urquiza ha vencido siempre que ha encontrado hombres á su frente; pero ahora se le ha arrastrado á luchar'con upa potencia inmensa, con- tra la cual la lanza y el soldado, el brío y el denuedo en los combates para nada sirven, no pueden herirla ni vencerla. De esas batallas contra la opinión pú- blica, jamás ha nacido un héroe, jamás un canto de victoria ha coronado el triunfo, ni jamás la posteri- dad ha hecho un grande hombre del que ha llegado á sentarse en el poder contra la opinión de los pue- blos. Ciegos y funestos consejeros han puesto su grande nombre á la prueba mas difícil, y ellos serán responsables á la nación si se empaña esa fama queI — 118 — i se creó venciendo al mas grande tirano de la América, y en la cnal lo& pueblos iban á encontrar el vínculo de la paz y de la tranquilidad que babia desaparecido de estas.regiones. Ellos le ban puesto en la mano el tratado de San Nicolás que le dá un inmenso poder en la República; pero ese poder, bijo de un pensamiento tenebroso, nacido fuera del pueblo, creación oscura de oríjenes y consecuencias meramente personales, ese poder con que se ba sor- prendido á Buenos Aires y á su Legislatura, ese po- der que el pueblo no hubiera votado, encuentra con- tra sí toda la opinión de los hombres de esta Provin- cia, sobre cuyos intereses va principalmente á ejer- cerse. Este es el hecho, y este hecho existirá cual- quiera que sea la suerte que corra el tratado en las sesiones de la Sala de Representantes. Cuales sean las causas, cuales las razones por las que ese tratado es absolutamente repelido, las oiremos desde el lugar donde deben escucharse libres de pasiones y de con- sideraciones individuales. Pero repetimos que es un hecho, que la opinión de todo el pueblo de Bue- nos Aires está elocuentemente pronunciada contra el tratado de San Nicolás. Puede ya calcularse si tendrá ó nó la sanción de un Cuerpo Legislativo que hasta aquí ha marchado velando constantemente por los intereses morales y físicos del pueblo que lo ha constituido, i Para qué sirve pues un poder cual- quiera que se arrancára por otros medios que el del voto público ? ¿Así se constituyen las naciones arras- trándolas violentamente para darles el ser que quiera nn hombre fuerte y poderoso ? ¿ Qué fué de Bolívar, » — 119 — el libertador de la América cuando impuso al Perú una constitución que el pueblo rechazaba á nombre do la libertad que él le había conquistado ? El Liber- tador de Colombia tenia glorias inmensas : había vencido todo el poder de la España; tenia un bri- llante ejército, generales y gefes victoriosos en cien batallas. Era el libertador de la Patria; los pueblos corrían á su voz, y su mágico nombre dominaba desde Panamá á Potosí. Pero también consejeros funestos le precipitaron á imponer al Perú un orden político que la opinión pública rechazaba, y to- do aquel edificio tan pomposamente construido, su gloria y las bayonetas que sostenían aquella obra impopular, todo, todo fué reducido á polvo por una pequeña convulsión política ; y el famoso libertador fué á morir obscuramente cargado con las impreca- ciones de los mismos pueblos, cuya independencia había conquistado. La opinión pública, en materias como las del tratado de San Nicolás, es el sentimiento íntimo de cada hombre por el destino de su patria, sentimiento invencible desde que no puede decirse que el poder que se ha creado por el tratado sea un poder votado en las formas legales, teniendo el pue- blo en su constitución toda la parte que debe tener un pueblo que no puede reconocer por su soberano una reunión de Gobernadores, Congreso sin ejemplo para constituir los poderes públicos, Cuerpo Legisla- tivo que el pueblo de Buenos Aires no ha elegido, y cuya voz le es enteramente estraña y desconocida. La opinión pública, sobre el tratado de San Nicolás se versa sobre los primeros derechos de los hombres— 120 — y do los pueblos; todos creen qne una nueva época va á nacer en estos grandes días ; ó que el pueblo de Buenos Aires ra efectivamente á conquistar sus mas importantes derochos políticos, los elementos todos de su futura existencia; ó que va á entregarse para siempre al absoluto dominio de un hombre. Si este juicio es estremado, si este juicio es errado, mués- tresele al pueblo, que él por sí ó por sus Re- presentantes , podría siquiera hacerse escuchar por el Director provisorio : muéstresele al pue- blo qué debe perder todas las instituciones que crió desde 1810 para librar esos grandes po- deres públicos á la dirección de un solo hombre. La opinión pública comenzó á nacer cuando vió un acuerdo ó un tratado que se celebraba en formas inusitadas, que nadie quería adoptar ni defender ; tratado 8¡n los precedentes legales, escondido estu- diosamente del Cuerpo Legislativo, y que debia solo aparecer como documento oficial cuando se hallara en el pueblo el vencedor de Rosas ; como si ese tra- tado no tuviera otra cosa con que ser demostrado que con el poder de las armas. La opinión pública lo ha condenado en fin, después dé bien examinado con todo aquel sentimiento que produce un hecho violento por el que se quiere mudar todo el ser de la Provincia, destruir todas sus leyes, y librar su existencia á lo que hayan dispuesto seis ú ocho Go- bernadores. Éste juicio ha sido un juicio público, que no pueden desconocer los autores de ese tratado que el Gobernador de la Provincia, que lo ha autori^ zado, habrá sentido de una manera inequívoca, y — 121 — que sin duda habrá penetrado hasta el Sr. General Urquiza. Si esa opinión pública tiene derecho á ser atendida en gobiernos populares : si la opinión de un pueblo como Buenos Aires, debe escucharse cuando se pronuncia de una manera tan alta : si para algo vale el asentimiento y voluntad del pueblo que se gobierna : si no pueden mostrarse títulos su- periores á ella en los gobiernos republicanos, bús- quese esa opinión pública respecto al tratado, porque una vez hallada, debe reinar sobre el poder mismo, debe acallar la opinión privada del General, del Go- bernador ó del Ministro; ¿y puede acaso dudarse de ella ? Que no se engañen los hombres que hoy tienen el poder, la opinión de todos contra el tratado de San Nicolás es tan viva, tan ardiente, tan deci- dida, que no se le vencerá con la amenaza de otros males que sobrevendrían si el tratado no se acepta. Los hombres parece que se hubieran dado una cita de vida ó muerte ; todo está en una viva convulsión ; se ha acabado el interés privado. El tratado de San Nicolás absorve la vida de todos, es la arena donde cada uno está actualmente combatiendo por su pa- tria, por el destino que le espera á esta República, agitada desde tantos años por todo género de tempes- tades. Los héroes han perdido su mérito : cada hom- bre se cree un héroe, y el pueblo juzga que puede de- safiar al mundo en esta gravísima cuestión. Decidle que va errado, pero no le podréis contener, vosotros que lo habéis precipitado en un camino en que no pensaba hallarse y en el que jamás creísteis que ól tuviera la valentía de entrar. 16— 122 — * Para qué serviría, pues, un poder como el que constituye el tratado, destituido de toda opinión pú- blica, obligado á alejar de sí á los primeros hombres del pais, y á servirse de solo los que están siempre dispuestos á servir? {Qué bien puede él producir comparable con esta inmensa división del pueblo y del Gobierno General ? g Cómo principiaríamos la Organización Nacional, poniendo en guerra abierta al Director del Estado con todo el pueblo de Buenos Aires ? i Es posible, acaso, hacer algo bueno en un estado político como el en que entraríamos si el tra- tado se adoptára ? ¿ Podría fácilmente dominarse en todo tiernpola opinión pública? ¿O la opinión pú- blica es acaso alguna cosa poco atendible en el Go- bierno de los pueblos ? Decimos, pues, que cualquiera que sea la opinión de los Diputados sobre el tratado de San Nicolás; cualesquiera que sea la opinión del Gobierno de la Provincia, hay una opinión superior que debe vencer á todas las opiniones particulares, cual es, la opinión general del pueblo, elemento in- dispensable en todo orden político, que no debe re- conocer verdades absolutas, ni hechos consumados. Un pueblo violentado no es.'posiblo gobernarlo : ma- fiana se emancipará. Será á toda hora un poder in- menso que esté amenazando al poder existente. Lo vencerá al fin, porque al fin los pueblos siempre ven- cen. " — 123 — III. ■ i Elocuencia judiciaria. El foro porteño, ilustrado con talentos de primer orden, refleja en sus inspiraciones el espíritu liberal y democrático que le dió el soplo de vida. La li- bertad de la tribuna engendró, como acabamos de verlo, verdaderos oradores siendo al mismo tiempo muchos de ellos abogados de una gran distinción. Nos bastará citar aquí al doctor D. Gabriel Ocam- po, quien después de haberse ejercitado en Buenos Aires en las luchas de la palabra, fué en toda la fuerza y la madurez del talento á ilustrar con su elocuencia el foro chileno—al doctor D. Marcelo Gamboa, conocido por la bella defensa que hizo de los Reinafóes en momentos sumamente críticos—al doctor D. Lorenzo Torres, el hombre de las cir- cunstancias difíciles, dotado de una energía estraor- dinaria que ha sabido desplegar con feliz éxito en ciertas crisis—al doctor D. Josó Barros Pasos, orga- nizador de la instrucción pública en Buenos Aires y uno de los hijos mas merecedores de este pais. El nombre de Barros Pasos recordará siempre los mas bellos días de la civilización renaciente en las orillas del Plata. De una inteligencia activa y laboriosa, de una grande altura de miras en sus ideas i— 124 — de organización, el rector actual de la Universidad ha logrado dar á la enseñanza portería un cuadro completo que tiende á ponerse al nivel de los mejo- res centros de instrucción de Europa. Si, como es de esperarse, no se contraría en su vuelo á la gene- ración que viene, esta juventud entusiasta y gene- rosa que frecuenta las aulas de la Universidad dará luego, en las carreras liberales, el testimonio vivo de los esfuerzos continuos hechos para el adelanto de la educación. Lo que decimos de la alta enseñan- za se aplica igualmente á las escuelas gratuitas, cuyos alumnos ascienden á un número cada vez mayor; y que fundadas por la iniciativa del Dr. Barros Pasos son fomentadas hoy por el celo y aptitud del distin- guido literato, D. Domingo Sarmiento. Hombre de progreso, el Dr. Barros Pasos después de haber dado pruebas en el destierro de una rara sa- gacidad de negociador en diversos casos difíciles ocur- ridos en Chile donde ha dejado una bella reputación, lleva á los asuntos de su patria una alma ardiente junto con un espíritu lucido y exacto; y en los asuntos privados, aquellas cualidades de sensibilidad é inteli- gencia no sobresalen ni menos sólidas, ni menos atrayentes. La citación que vamos á producir será de ello una prueba convincente. La habilidad del abogado y las luces del jurista se mezclan en ella con una gran precisión en el método de esposicion y deducción. Se trata de la defensa de un negociante honrado, implicado en una acusación criminal: — 125 — " Exmo. señor: "Io El procurador de pobres en lo criminal por D. Enrique Guzman, preso en un cuartel déla ciudad de Valparaíso en la causa que contra él se sigue de ofi- cio por quiebra fraudulenta, espresando agravios de la sentencia en que el inferior le condena á diez afios de presidio general, ante V. E. conforme á derecho digo: Que su notoria rectitud 6e ha de dignar revo- carla, declarando á mi representado libre de toda pena, ó conmutando, en caso denegado, la fulminada por el Juez, en otra mas leve y mas conforme á equi- dad, y al mérito que suministra el proceso. "2o Antes de descender á la discusión formal de los diversos argumentos de hecho y de derecho con que el Agente Fiscal ha procurado establecer en pri- mera Instancia la criminalidad de D. Enrique Guz- man, trataré de delinear los caractéres morales con < que aparece en este proceso. Desde que en él se en- cuentran datos auténticos acerca de los antecedentes de mi representado, están los jueces en el deber de darles la fó que merecen por derecho, y hacerlos en- trar, como un elemento forzoso, en la apreciación ju- rídica de las circunstancias tanto adversas como favo- rables que ministre la causa. Sin intención no hay delito, y como la intención es un acto íntimo y sico- lógico que no se revela sino por medio de las accio- nes del hombre, para juzgarle, es menester colocar estas en su verdadera luz, examinarlas desapasiona-— 126 — (lamente, explicándolas por sus motivos probables para inferir, por resultado de este análisis, su inocen- cia ó criminalidad. "3o Dotado D. Enrique Guzman de una activi- dad intelectual poco común, y de un amoral trabajo, acreedor á mejor suerte, eligió la carrera del comer- cio, para la cual habia recibido alguna educación preparatoria. Fijó su residencia en Yalparaiso, ó hizo a esa plaza, agitada siempre por un movimiento mer- cantil vivificador, la hizo el teatro de sus especula- ciones y el fundamento de sus exageradas esperan- zas. "4o Giró en ella por algún tiempo, con éxito in- cierto y vacilante, obteniendo á veces en sus especu- laciones algunos resultados que daban pábulo á sus ilusiones de un rápido enriquecimiento, y á veces también otros que, si no destruían totalmente sus desmesuradas aspiraciones, debilitaban al menos la fé ciega que tenia en el éxito do sus concepciones mercantiles. "5o El funesto influjo de una crisis general, el mal resultado de algunas transaciones emprendidas con las mejores probabilidades y otras poderosas con- causas, independientes todas de la voluntad de D. Enrique Guzman, le colocaron el año de 1841 en una situación de tanto conflicto, que no le permitía conti- nuar su jiro sin traicionar la confianza de sus acree- dores, y destruir de un solo golpe los honorables an- tecedentes que habia establecido cou una honradez á toda prueba. Dió punto á sus negocios, y aunque perdió la halagüeña esperanza de una fortuna próxi- ma, conservó no obstante la tranquilidad de espíritu que deja la convicción íntima de no haber defraudado á nadie. "6o Entre los acreedores de D. Enrique Guzman figuraban todas las casas de primer orden de la pla- za de Yalparaiso, que siendo testigos presenciales y perpetuos de la inalterable regularidad de su conduc- ta mercantil, se habian hecho un deber de franquear- le su decidida protección. Ni fué Guzman menos honrado en su infortunio, ni menos consecuentes y generosos sus acreedores en él, pues habiéndoles ce- dido todos sus bienes le otorgaron estos la carta de lasto de f. 26, después de hacerlo remisión do lá tota- lidad de sus créditos insolutos, por las razones allí enunciadas que dan inmenso realce á su acrisolada probidad. "7o La reputación do D. Enrique Guzman salió intacta del juicio de concurso; nada hubo que la man- cillara ni en el tiempo en que bus negocios marcha- ban prósperos, ni cuando la adversidad pareció haber cortado con mano de hierro y para siempre el vuelo de sus gigantezcas esperanzas. Pocas almas hay tan fuertes que salgan puras y triunfantes de las terribles pruebas á que las someten los conflictos ordinarios de una falencia de tanta entidad; pero la virtud de Guzman era demasiado sólida para que pudiera con- trastarla ninguna clase de contratiempo; y ella los dominó. "8o Reapareció D. Enrique Guzman en el co- mercio de Valparaíso en el mismo giro que habia ántes tenido, pero bajo mejores auspicios, y con uncrédito que, durante el tiempo de prueba de la des- gracia, había adquirido mas solidez y mayores di- mensiones. Todo parecía presagiarle la realización de sus grandes concepciones, pues los elementos de un rápido enriquecimiento parecían aglomerarse y ordenarse por sí solos. " 9 ° Parco en los gastos personales y familiares, y basta mezquino, según se espresa el testigo D. Jaime Edward, declarando á £ 22 sobre el particular; mo- derado en lo que reclamaba la subsistencia de sus tiendas y almacén, parecía tener siempre ante sus ojos el principio tan saludable de que, cuanto mayor sea la economía de sus gastos de producción, mayo- res 6erán las ganancias que de ella so reportarán. " 10 Para convencerse de que en sus transaciones tenia siempre por norte invariable la buena fé y la probidad, basta leer las declaraciones contestes de los fidedignos testigos que deponen al tenor del interro- gatorio de f. (Cno; de prueba) la mayor parte de ellos tuvieron numerosos negocios con D. Enrique Guzinan, y con este conocimiento práctico de su mo- do de conducirse en sus contratos, afirman uniforme- mente que siempre cumplió con puntualidad los compromisos que se imponía en 8U6 negociaciones mercantiles. <* 11 Cuando no habia antecedente alguno que au- torizase ni aun al mas suspicaz ó previsor, para pre- decir una catástrofe; cuando todo, por el contra- rio parecía presagiar al comercio de Valparaíso una prosperidad siempre ascendente, sobreviene una fu- nesta crisis, que, sin causa asignable por entonces, - 129 — so radica por decirlo así instantáneamente, cons- tituye su estado normal, devora sus jugos vitales, y le hace tomar un aspecto que anuncia su próxi- mo aniquilamiento. Los funestos efectos de esta pa- rálisis mercantil debian hacerse sentir primeramente y con mas fuerza en las casas de reciente creación máxime si no contaban con otros elementos que los que le proporcionara su crédito. La de D. Enriquo Guzman fué de las que no pudieron resistir los pri- meros embates de esta tempestad, hundiéndose, por desgracia, en un abismo de donde solo la ilustrada rectitud de esta suprema corte puede sacarlo. " 12 Tales son los precedentes del comerciante contra quien se inició por los síndicos, se continuó de oficio y se ha sentenciado de un modo tan terriblo la causa criminal por quiebra fraudulenta que V. E. va á juzgar en último resorte. Si los actos espontá- neos del hombre son los síntomas que con mas certe- za revelan la sanidad ó la corrupción de su alma, parece indudable que la de D. Enrique Guzman no habia perdido su pureza y rectitud, hasta la época en que sufrió el contraste que le ha arrastrado á los tri. bunales. Un hombre cuya reputación ha atravesado incólume por entre los numerosos escollos do que está erizada la carrera del comercio, habiendo pasado por la severa prueba de una quiebra, aparece por cierto bajo buenos auspicios, ante magistrados que, entre sus altos deberes, reconocen como el mas sagrado, e | de acatar la virtud. Es tiempo ya de entrar en el fondo la causa. 0 17— 130 — IV. Prensa periódica. La palabra escrita, esto es, la poesía, la novela, las observaciones do costumbres y viajes, la economía política, b6 ahí el teatro de la literatura propiamente dicha, el campo florido y brillante de la inspiración americana. En presencia de una naturaleza gran- diosa y fecunda se desarrollará en los rayos de un soí generoso el rico genio de la España trasplantado en el suelo de Cristóbal Colon y Belgrano. En estos países, el espíritu contemporáneo se ba encarnado en dos formas de predilección : la prensa periódica y el lirismo. Empezarémos por la primera. En Buenos Aires, e 1 diarismo ha tomado desde temprano un vuelo vigoroso y atrevido. Y sin embargo ¡cuantos obstáculos parecían haberse levantado para romper el vuelo del pensamiento li- bre de la América emancipada ! ¡ El flagelo de las guerras civiles que durante tantos años ha desolado estas bellas comarcas, ha ahogado sin duda muchos talentos en germen, apagado muchos ardores nacien- tes, desviado muchas inteligencias que hubieran te- nido en las letras una carrera espléndida I Pero lo que ha permanecido en'pié forma aun una masa de ilustraciones en todos los géneros, propia para endul- zar nuestros sentimientos. La literatura, como espresion de la sociedad, re- — 131 — fleja siempre sus pasiones, sus luchas, sus fatalida- des, sus costumbres y sus gustos. Es un daguerrec— tipo social. Despertadas al grito de guerra de la independencia, las letras argentinas resonaron pri- mero en varoniles acentos de elocuencia y en himnos de heroísmo. Luego vino el drama som- brío de las facciones. La fisonomía literaria cambió con la de la época. La ardiente polémica inspiró á los pensadores, armados de la pluma patriota. En aquellos tiempos de borrascosas luchas, la musa ciño la espada, y con la pistola en la mesa escribía jade- ante y febril, entre el enemigo de la víspera y el del dia siguiente, sus elocuentes pajinas contra los tira- nos. Uno de los polemistas mas notables de aquella era de proscripciones y guerras es sin contradicción al- guna Florencio Yarela, muerto joven en la brecha, asesinado en la noche fatal del 20 de Marzo de 1848 por el puñal del infame Cabrera. Cortado por una mano impía en toda la fuerza de su crecimiento, aquel bello árbol cayó cargado de flores y frutas. {Cual no hubiera sido la cosecha en el porvenir j Dios lo sabe. Inclinada la frente, henchido de dolor el corazón, la patria argentina, privada de una de sus mas ricas esperanzas, recojió piadosamente la herencia del mártir, tratando de consolarse con lo que le quedaba, como una madre se afana en enga- ñar su desesperación, contemplando las reliquias de un hijo querido. Florencio Várela, refujiado en Montevideo con Rivera Indarte, Valentín Al6i'na y otros muchos có-— 132 — lebres proscriptos de la época, dejó en el Comercio del J?lata, del que era redactor en jefe, artículos es- treñidamente preciosos no solo por el brío de la inspiración, sino también por el sello de una instruc- ción sólida y variada. Sus viajes á Europa, su espí- ritu de observación, sus gustos laboriosos, un vivo- sentimiento de las bellezas de los grandes modelos antiguos, todo concurría a hacer de él un pensador verdaderamente literario. Desde lo alto de la tribu- na parlamentaria, ante un público numeroso y esco- jido, Thiers y Guizot hicieron de este eminente Ame- ricano una mención sumamente honrosa. Várela ha muerto, dejando inéditos todos los tesoros literarios recojidos en sus largos y concienzudos via- ges á Europa. Hacemos fervientes votos para que el público amóricano no tarde en gozar de la herencia que le pertenece y que Buenos Ayres reclama como uno de sus patrimonios de gloria. Uno de los eminentes colaboradores de Florencio Várela, su amigo y hermano en el destierro, Valen- tín Alsina, hoy uno de las columnas de este Gobier- no constitucional, preludiaba entonces la alta influ- encia política que debía ejercer mas tarde, al trazar en el Comercio del Plata aquellas pajinas vigoro- sas que hostigaban al enemigo con una constancia de hierro, aquellos terribles anatemas que no dejaban pasar ningún crimen, ninguna falta, entre aquella multitud de faltas y crímenes, aquellas ardien : pro- clamas á los nacionales y estranjeros, donde se abo- gaba por la causa do todas las esperanzas, po la solidaridad do todos los principios y de todas las — 133 — glorias. Hornos hablado ya del Dr. Alsina como ora- dor; sus trabajos escritos, ya como publicista, ya como abogado, revelan aquella misma firmeza en el estilo, aquella misma austeridad de razón en las ideas que hacen de este hombre de Estado uno de nuestros escritores mas luminosos y mas prácticos* Un hombre á quien parece no haber tentado nunca la gloria de la tribuna, pero á quien la palabra es- crita reconoce por el mas fecundo de nuestros prosa- dores, D. Domingo Sarmiento, ha enriquecido la li- teratura americana con numerosas obras que, cual- quiera que sea el fondo de los asuntos, pertenecen dor la forma á una imajinacion estramadamente rica, segundada por una vasta erudición. En este distinguido escritor hay dos genios, que el análisis distingue perfectamente, genios que á veces se armonizan en algunas producciones, pero que generalmente se pronuncian de un modo separado. Como economista, D. Domingo Sarmiento ha arro- jado preciosas luces para coadyuvar a! trabajo de la civilización naciente de la América del Sud. Esta sociedad, de razas tan mezcladas, dividida por las discordias, en que la barbarie de las instituciones marchaba de frente con las aspiraciones de la liber- tad, esta sociedad en que nada estaba organizado, en que todo estaba por hacerse, no cuenta un obrero mas fervoroso, un cooperador mas inteligente. Sus ideas sobre la instrucción primaria maduraron en Chile donde el ilustrado Gobierno, después de haber honrado con una distinción honorífica sus esfuerzos para el progreso do la educación, le facilitó un viaje— 134 — á Europa, cuyo resultado fué enriquecer aun su cs- periencia con preciosas observaciones sobre esta im- portante especialidud. Como romancista, el Sr. Sarmiento tiene cierto capricho de ideas que en el nada lo iguala sino el colorido del estilo. Su imajinacion de fantasi6ta pasa por todos los prismas, se juega con todas las parado- jas. Este autor pertenece á la escuela de los filósofos romanescos : se nota en él algo de Saint-Simon, de Carlos Fourier y de Teófilo Gautier. En las numerosas obras publicadas por él, hemos cscojido dos trozos que son dos alhajas de estilo, uno como poesía descriptiva, otro como cuadro do género. Veamos primero el cuadro de género: se trata de uno de los tipos mas curiosos del Rio de la Plata, del pallador ó cantor gaucho. "El Gaucho cantor es la idealización de aquella vida de revueltas, de civilización, de barbarie y de peligros; es el mismo bardo, el vate, el trovador de la edad media que se mueve en la misma escena, en- tre las luchas de las ciudades y el feudalismo de los campos, entre la vida que so va y la vida que se acerca. El cantor anda de pago en pago, de tapera en galpón, cantando sus héroes de la Pampa perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda á quien los indios robaron sus hijos en un malón [ l] reciente, la derrota y la muerte del valiente Rauch, la catástrofe de Facundo Quiroga, y la suerte que cupo á Santos Pérez. " El cantor está haciendo candorosamente el mismo tra- (1) EscursioD para robar, Razzia. — 135 — bajo de crónica, costumbres, y biografía que el bardo de la edad media; y sus versos serian recogidos mas tarde como los documentos y datos en que habria de apoyarse el historiador futuro, si á su lado no estuviese otra socie- dad culta con snperior inteligencia de los acontecimientos, que la que el infeliz despliega en sus rapsodias inge- nuas. " En la república argentina se ven á un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismo suelo: una naciente, que sin conocimiento de lo que tiene sobre su cabeza, está remedando los esfuerzos ingenuos y populares de la edad media; otra que sin cuidarse de lo que tiene á sus píés, intenta realizar los últimos resultados de la civiliza- ción europea: el siglo XIX y el siglo XII vienen jun to«; el uno dentro de las ciudades, el otro en las cam- pañas. " El cantor no tiene residencia fija: su morada está donde la noche le sorprende: su fortuna en sus versos y en su voz. Donde quiera que el cielito [1] enreda sus parejas sin tasa, donde quiera que se apura una copa de vino, el cantor tiene su lugar preferente, su parte escogida en el festin. El gaucho argentino no bebe, si la música y los versos no le escitan, y cada pulpería (2) tiene su guitarra para poner en manos del cantor, á quien el gr/ipo de caballos estacionados á la puerta, anuncia á lo lejos donde se necesita el concurso de su gaya ciencia. " El cantor mezcla entre sus cantos heroicos la relación de sus propias hazañas. Desgraciadamente el cantor con ser el bardo argentino, no está libre de tener que habérse- las con la justicia. También tiene que dar cuenta de sen- il) Baile popular. (2) Ventorrillo ó taberna,— 136 — das puñaladas que ha distribuido, una ó dos desgracias (muertes) q'tuvo, y algún caballo ó una muchacha q' robó. £1 año 1840,entre un grupo de gauchos y á orillas del ma- gestuoso Paraná,estaba sentado en el suelo y con las pier- nas cruzadas un cantor que tenia azorado y embebecido á su auditorio con la larga y animada historia de sus traba- jos y aventuras. Había ya contado lo del rapto de la querida, con los trabajos que sufrió; lo de la desgracia y la disputa que la motivó; estaba refiriendo su encuentro con la partida y las puñaladas que en su defensa dió, cuando el tropel y los gritos de los soldados le anunciaron que es- ta vez estaba cercado./ La partida en efecto se habia cer- rado en forma de herradura: la abertura quedaba hacia el Faraná, que corría á veinte varas mas abajo; tal era la al- tura de la barranca. £1 cantor oyó la grita sin turbarse: viósele de improviso sobre el caballo, y echando una mi- rada escudriñadora sobre el circulo de caballos con las tercerolas preparadas, vuelve el caballo hacia la barranca, le pone el poncho en los ojos, y clávale las espuelas. Al- gunos instantes después se veia salir de las profundidades del Paraná el caballo sin freno, á fin de que nadase con mas libertad, y el cantor prendido de la cola, volviendo la cara quietamente, cual si fuera en un bote.de oeho remos, hacia la escena que dejaba en la barranca. Algunos bala- zos de la partida no estorbaron que llegase sano y salvo al primer islote que sus ojos divisaron. " Por lo demás, la poesía original del cantor es pesada, monótona é irregular cuando se abandona á la inspiración del momento. Mas narrativa que sentimental, llena de imágenes tomadas de la vida campestre, del caballo y de las escenas del desierto que la hacen metafórica y pompo- sa. Cuando refiere sus proezas ó las de algún afamado — 137 — malévolo, parúcese al improvisador napolitano, desarre- glado, prosaico de ordinario, elevándose á la altura poé- tica por momentos, para caer de nuevo al recitado insípido y casi sin versificación. Fuera de esto, el cantor posee su repertorio de poesías populares, quintillas, décimas, octa- vas y diversos géneros de verso octosílabo. Entre estas hay muchas composiciones de mérito y que descubren inspiración y sentimiento." A poca distancia de los Andes, hay una tierra privilegiada del cielo, doblemente bella por los es- plendores de la naturaleza y de la gloria; una tierra, cuyos hijos sellaron con su sangre el triunfo de la libertad americana; voluptuosa y perfumada como Atenas, virtuosa y valiente como Esparta, esta tier- ra, la Constantinopla de los libres, el Edén del valor y de las gracias, so llama Tucuman. Las victorias memorables de que Tucuman ha si- do el teatro, la iniciativa de su congreso después de la emancipación, sus lnchas contra las tiranías que siguieron, su fidelidad á la cansa liberal, todo lo que so sabe de aquella población heroica debe aumentar el interés del brillante trozo que se va á leer. Ya no es la Amazona de la libertad con las armas en las manos, y el fuego sagrado de las proclamas patrió- ticas en los labios. Es la Virgen de los Andes en todo el brillo de sus deslumbradores atavíos: " Es Tucuman un pais tropical en donde la naturale- za ha hecho ostentación de sus mas pomposas galas ; es el Edén de América, sin rival en toda la redondez de la tierra. Imaginaos los Andes cubiertos de un manto 1S— 138 — verdinegro de vegetación colosal, dejando escapar por de- bajo de la orla de este vestido, doce rios que corren á distancias iguales en dirección paralela, hasta que em- piezan á inclinarse todos hacia un rumbo, y forman reuni- dos un canal navegable que se aventura en el corazón de la América. El pais comprendido entre los afluentes y el canal tiene á lo mas cincuenta leguas. Los bosques que encubren la superficie del pais son primitivos, pero en ellos las pampas de la India están revestidas de las gra- cias de la Grecia. " El nogal entreteje su anchuroso ramage con el caoba y el ébano ; el cedro deja crecer á su lado el clásico lau- rel, que á su vez resguarda bajo su follage el mirto con- sagrado á Venus; dejando todavía espacio para que alcen sus varas el nardo balsámico y la azucena de los cam- pos. " El odorífero cedrón se ha apoderado por ahí de una cénefa de terreno que interrumpe el bosque, y el rosal cier- ra el paso en otras con sus tupidos y espinosos mimbres. " Los troncos añosos sirven de terreno á diversas espe- cies de muzgos florecientes, y las lianas y moreras festo- nan, enredan y confunden todas estas diversas generacio- nes de plantas. " Sobre toda esta vegetación que agotaría la paleta fan- tástica en combinaciones y riqueza de colorido, revoletean enjambres de mariposas doradas de esmaltados picaflores, millones de loros color de esmeralda, urracas azules, y torcaces naranjados. El estrépito de estas aves vocingle- ras os aturde todo el día, cual si fuera el ruido de una canora catarata..... " La ciudad está cercada de un bosque de muchas le- — 139 — guas formado esclusivamente de naranjos dulces, acopa- dos á determinada altura, de manera de formar una bó- veda sin límites sostenida por un millón de columnas li- sas y torneadas. Los rayos do aquel sol tórrido no han podido mirar nunca las escenas que tienen lugar sobre la alfombra de verdura que cubre la tierra b^jo el toldo in- menso. ¡ Y qué escenas ! Los domingos van las beldades tucumanas á pasar el dia en aquellas galerías sin límites; cada familia escoge un lugar aparente: apártanse los na- ranjos que embarazan el paso, si es el otoño, ó bien so- bre la gruesa alfombra de azahares que tapiza el suelo, se balancean las parejas de baile, y con los perfumes de sus flores se dilatan debilitándose á lo lejos los sonidos melo- diosos de los tristes cantares que acompaña la guitarra. I Creéis por ventura que esta descripción es plagiada de las Mil y una noches, ú otros cuentos de Hadas á la Orien- tal ? Daos prisa mas bien á imaginaros lo que no digo de la voluptuosidad y belleza de las mugeres que nacen bajo un cielo de fuego, y que desfallecidas van á la siesta á re- clinarse muellemente bajo la sombra de los mirtos y lau- reles, á dormirse embriagadas por las esencias que ahogan al que no está habituado á aquella atmósfera....." El autor del Facundo, de Argiropolis, &a. «fea., merecería ocuparnos mas tiempo, pero solo la no- menclatura de bus obras nos llevaría demasiado lejos. Llegar del redactor del Nacional al antiguo re- dactor del Orden, es pasar de Fourier á Montalem- bert, de Mery á Guizot. Don Félix Frias, uno de nuestros prosadores mas sustanciales, se distingue sobro todo por una gran pureza de estilo. Organot — 140 — del partido religioso, este escritor ha dejado en la Revista de Ambos Mundos, durante su larga perma- nencia en Europa, una multitud de artículos qne le han colocado en el primer rango de los pensadores serios y profundos. Desde su regreso á Buenos Aires, el Sr. Frias ba dejado en el Orden artículos que se leen con placer por un gran fondo de ideas y un sello de buena fé. La publicación que vamos á transcribir de este amable escritor, será una imitación de lo que ha tratado de realizar en la tribuna y en la prensa, una fusión entre las doctrinas de libertad y autoridad. Sin adoptar ciertas miras esclusivas de este brillante trabajo, hemos creido poder ofrecerlo sin peligro á nuestras jóvenes inteligencias que siem- pre saben leer con un espíritu simpático, pero inde- pendiente. " El arzobispo de Bogotá acaba de morir en Marsella. Mientras el mártir glorioso encaminaba sus pasos á Ro- ma y sucumbía en el tránsito abrumado por los pesares que angustiaban su alma, desde que el rebaño cuya cus- todia le estuvo confiada sufria el yugo de los que en nom- bre de la libertad despojaban á la Iglesia de todos sus derechos; otro anciano octogenario defiende en Europa con el mismo celo los mismos derechos, y resiste con igual valor las hostilidades de la autoridad civil empeñada en poner á sus plantas á esos confesores de la fé, á quienes conforta un Capitán qne no será jamas vencido y que anunció á la milicia que en su nombre lucha la victo- ria definitiva sobre todos los enemigos conjurados en su daño. — 141 — " El muy ilustre señor Mosquera lega á la Iglesia ame- ricana un ejemplo de fidelidad al dogma que juró sostener, y al gefe supremo del catolicismo, que tendrá sin duda imitadores en aquellos países, hasta que esos poderes transitorios, llamados con razón poderes temporales, no renuncien para siempre y en provecho de los paises que gobiernan á la no ménos injustificable que odiosa inter- vención en el dominio de las instituciones religiosas des- tinadas á imperar en todos tiempos y en todos ios lugares. La ley que no pasa, el dogma de Nuestro Señor Jesu- cristo, que ha sobrevivido á todos sus adversarios, á todas las rebeliones contrarias á la doctrina como á la autoridad de la Iglesia, á las herejías no ménos que á las revolucio- nes, á los ataques armados de los déspotas lo mismo que á los de las facciones, á los argumentos del racionalismo incrédulo tanto como á la fría indiferencia, esa ley divina y el tribunal sagrado que la interpreta y la aplica cuentan en una existencia de diez y ocho siglos la garantia de su marcha victoriosa en los tiempos que están por venir. " La historia universal presenta á los ojos de los que quieren ver un singular espectáculo: es el de un poder puramente espiritual, combatido por todas las pasiones que condena, por todos los errores que refuta, por todas las fuerzas materiales que desdeña; combatido por todos esos elementos reunidos en los tiempos mismos en que ellos bastaban para derrocar los imperios mas firmes y las ins- tituciones mas antiguas ; y sin embargo, mientras todo se desploma en torno de ese baluarte en que se refu- gia un pobre sacerdote al pié de una Cruz, el poder es- piritual queda solo en pié, y después del naufragio los primeros rayos del sol precursor de la bonanza dejan ver en una altura inaccesible para todos los torrentes el mo- numento imperecedero, que salva los verdaderos tesoros— 142 — del linaje humano: la Caridad, la Esperanza y la Fé. La Iglesia católica espera siempre y confia, y por eso no perece jamas. Los hombres y los poderes ciegos que lo hacen la guerra acometen una empresa no menos crimi- nal que temeraria é insensata. Las proscripciones, las pri. siones y aun la mnerte, todo lo arrostran con un valor sereno é incontrastable los sostenedores de una causa in- mortal y á los que están prometidas inmortales recom- pensas. Los defensores de la primitiva Iglesia triunfaron muriendo, y el terreno regado por la sangre de los már- tires quedó abonado para recibir y propagar la semillas de la verdad que después ha civilizado el mundo. No fué poca la sangre de f railes vertida por la guillotina en Fran- cia en los últimos años del pasado siglo. El destierro, las cárceles, las confiscaciones y el degüello, todo eso empleó la revolución contra la Iglesia. La revolución sucumbió, los guillotinadores fueron guillotinados, y la Iglesia rea- pareció triunfante después de la tormenta y tuvo á su ser- vicio la espada mas poderosa á principios del siglo actual. Si el altivo conquistador fué infiel á su propia misión, todo su poder fué impotente ante el no de un anciano encade- nado y sin amparo humano. El mismo Napoleón acabó sus diis en una isla oscura del Océano, mientras el Papa ofendido por él volvió al trono inconmovible, y aquel impetuoso soldado murió en el seno de la religión de que era pontífice en la tierra su antiguo prisionero. Otras ar- mas se emplearon en seguida, pero no obtuvieron mejor «xito. La enseñanza, la literatura, la filosofía, la prensa sin regla ni freno fueron los enemigos que en nuestros tiempos han salido al encuentro de la Iglesia. La sociedad fué mas minada por ellos que la Iglesia ; una nueva re- volución estalló en Francia, y los hombres que de buena fé usaban las armas prohibidas y usaban mal de ellas, se 1¿3 - • apercibiera de que por las brechas que abrian en el sa- grado baluarte, penetraban los bárbaros y que la sociedad civilizada desaparecía. Los liberales se arrepintieron. Mr. Thiers defendió á la Iglesia y á los jesuítas en la tribuna francesa. Mr. Guízot tributó hermosos homenages á la religión católica, que no profesa, y la reacción religiosa se vió aclamada y sostenida por muchos soldados volunta- rios que poco ántes habian figurado en las filas contrarias. Verdad es que al tiempo de iniciarse esa obra de regene- ración, la sangre de un arzobispo había caído en las calles de París confundida con la de los que el socialismo lanza- ra al asalto de la gran capital; y la sangre del pastor no es jamas infecunda para la prosperidad de la grey. " Ese arzobispo de Bogotá, que muere hoy en el suelo francés, donde la admiración de los estrangeros no ha bastado á consolarle de la cruel ingratitud de sus com- patriotas ha sido víctima, no digo en su persona, eso era lo menos para él, pero en los sagrados derechos encomen- dados á su guarda, de las pasiones sublevadas en su des- dichada patria por el ejemplo pernicioso de Paris. Socia- listas hubo allí porque los había en Francia. Los clubs se abrieron, la prensa desmandada se precipitó en los esce- sos de la licencia, mas democracia se pidió de todas par- tes, y el gobierno mismo quiso asociarse al movimiento que debia escandalizar la América y escitar la compasión de los que lo contemplaban desde Europa. Se oyó en nno de esos clubs la voz de un joven, que ostentó ufano la inconsiderada energía de su patriotismo, ofreciendo su brazo para asesinar al arzobispo. El voto de la democracia revolucionaria se ha cumplido. El arzo- bispo no existe ya. No ha sido un puñal, es verdad, el que ha acabado con sus dias. Se le dejó con vida para que— 141 — presenciara los golpes repetidos que debian descargarse sobre la Iglesia de su país; una después de otra fué ella despojada de todas sus libertades; se quiso dispersar la grey proscribiendo á sus pastores, y después de haberla ultrajado y perseguido en sus ministros, en sus preroga— tivas, en sus bienes, el Estado rompió los lazos que lo ligaban á ella, es decir, abdicó todos sus deberes respecto de la Esposa del Redentor, y la abandonó á loa caprichos del mismo pueblo al que se enseñaba en las predicacio- nes do los clubs y de la prensa á despreciar el dogma di- vino y vilipendiar á los servidores del altar, en una pala- bra á emanciparse de Dios. "El corazón del arzobispo de Bogotá no ha sido atrave- sado por el puñal; pero las heridas abiertas en él por los que de esa suerte le lastimaron en sus mas queridas afec- ciones, en sus santos derechos, han sido mortales sin duda y le han conducido prematuramente al sepulcro. Los pe- sares del alma han apagado su existencia, y esos pe- sares eran de tal naturaleza que ni las lágrimas ni las plegarias del venerable anciano han sido suficientes pa- ra reanimar una vida agotada por las amarguras que le hicieron apurar sus adversarios. Ningún tribunal les pedirá cuenta en la tierra de la muerte de ese ilus- tre proscrito, y él mismo no dudamos que habrá rogado en sus últimos momentos por sus enemigos; ay ! á pesar de su caridad ejemplar el anobispo de Bogotá tenia ene- migos en su patria; habrá rogado por ellos y les habrá perdonado. u ¡ Pero desgraciados mil vces los que colmaron de do- lores al generoso pontífice, si no se sienten obligados á inclinarse ante el tribunal que juzga y absuelve las concien- cias ! ¡Desgraciados si como han sido rebeldes á la justi- — 145 — cia son insensibles también á la misericordia de Dios! Que mueran ellos por lo mónos perdonados, ya que no estuvieron dotados do virtudes tan superiores, como las de la víctima de sus violencias, que después de haber re- cibido con resignación todos los ultrajes, fué capaz de amar aun á sus calumniadores ! " El vivo dolor que nuestra alma esperimenta en pre^ sencia de esa tumba abierta en el suelo estrangero para recibir los restos de un insigne varón, de un prelado ador- nado de tan elevado carácter, de inteligencia tan clara y tan bien nutrida, y de esas altas prendas morales que para honra de la Iglesia americana han ilustrado los úl- timos años de su vida, ese dolor crece y se hace muy amargo cuando consideramos que Dios llama á su seno el leal pastor y le corona, al tiempo mismo que nos cas- tiga privándonos de sus consejos y de la satisfacción de ver en medio de nosotros á los que pudieran desarmar su cólera, y alcanzarnos los favores de una misericordia sin la cual nos afanaremos en vano por arribar al puerto anhe- lado del orden al amparo de la justicia. " Cuando hemos visto desaparecer arrebatados por una muerte tan temprana á dos genios, hijos de una gran na- ción, que han levantado su reputación á la altura de las mas renombradas de los sabios del siglo; cuando tan pronto se han abierto las fosas en que yacen Balmes y Donoso Cortés, gloria y orgullo de cuantos pertenecemos á la raza española; nos hemos preguntado si la desapa- rición prematura de esos dos eminentes católicos no era un castigo impuesto por la justicia divina á pueblos in- dignos de poseerlos. Si por desgracia no faltan motivos para afirmar de esos dos profundos pensadores que eran muy superiores £ su pais, ¿ con cuanta mayor razón no 19 íV — 146 — podemos decir que la república de Sud-América, que acojió la primera con ciega admiración las teorías insen- satas dsl socialismo, era indigna del sacerdote virtuoso que proscribió, y que ha ido á gozar en la región de los escojidos de la paz que le negaba su patria en la tierra? " El arzobispo de Bogotá ha sido privado de un gran consuelo. Morir en la ciudad eterna, cerca de la tumba de los apóstoles y á los pies del Padre común de los fieles, ¿ cuál recompensa mas preciosa para su alma cristiana an- tes de confiar el espíritu á su criador ? Dios no lo lyi querido y ha expirado como O'Connell en el camino de Roma. Se nos ha asegurado, y no lo dudamos, que el Santo Padre le esperaba para elevarle á la alta dignidad de cardenal. Si el Ilustrísimo Señor Mosquera no ha vi- vido lo bastante para subir á esa eminencia, su familia enlutada, sus amigos y el clero americano saben por lo ménos que era muy acreedor á ella ; y el corazón de Pió IX se abrió poco ha animado por su paternal benevolen- cia y nos ha dejado ver con cuanta ternura amaba al pia- doso prelado, que ha sucumbido en defensa de la causa santa de que él es el glorioso representante. " En el momento en que depositamos sobre la piedra de una tumba el homenage de nuestro pesar, no quisiéra- mos sentirnos movidos por otros sentimientos que los de la fraternal caridad, que distinguía al ministro de la Iglesia que ella encierra. Sin embargo toda muerte es una lección para los que viven. La del arzobispo de Bogotá no es una muerte vulgar. Mártir de la Iglesia y víctima de la revo- lución que destroza á su patria, su vida es un ejemplar de las virtudes, del celo, de la prudencia y del corage también de que es menester estén dotados los miembros del clero americano, á fin de que hagan fecunda la paz — 147 — por la predicación constante de las máximas saludables del Evangelio, y llamen á cobijarse á su sombra á todos los que sufren sea esa pobreza del espíritu llamada la ignorancia, la del corazón llamada el egoísmo ó la del cuerpo, miseria menos lastimosa aun pero no menos me- recedora de escitar la piedad católica. .Cuando llegue la hora de la lucha, los prelados de la Nueva-Granada sa- brán, y con ellos los de las otras repúblicas de Sud-Amé- rica, igualmente respetuosas por la tradición que les lega el Ilustrísimo Señor Mosquera, que la mas execrable de todas las tiranías es la que oprime á la Iglesia, puesto que ella es la madre legítima de todas las libertades. Obede- cerán á Dios antes que á los hombres y afrontarán toda persecución con energía inalterable, sumisos á las autori- dades y á las leyas civiles, pero reclamando con decisión invencible el mismo respeto en favor de la autoridad ecle- siástica y de la ley espiritual. " El enemigo de la Iglesia, por lo mismo de la sociedad en Sud-América, es la revolución, es ese espíritu de re- beldía contra la doctrina que moraliza las pasiones, que ilumina sin deslumhrar á las inteligencias, que subordina el sensualismo de la carne y la sensibilidad fogosa del co- razón á la regla, á la disciplina, á los mandamientos reli- giosos, quebrantados los cuales, el hombre abdica su pro- pia dignidad y aniquila todas las condiciones del órden y de la paz pública. Esa es la doctrina católica y fuera del catolicismo no hay fuerza humana bastante para enfrenar la revolución, que no es sino la libertad de pecar, y re- ducir á la impotencia. " Cuando la aparición en la Nueva-Granada del socia- lismo, última y monstruosa consecuencia del espíritu re- volucionario, fué conocida en los pueblos de aquel vasto— 148 — continente, de todas partes se levantó un grito de mal- dición contra los insolentes innovadores que anunciaban á ]a América como el símbolo de su regeneración la doctri- na anti-católica, la negación de todo derecho y de toda verdad, la barbarie por fin, hija de la corrupción de las cos- tumbres y de la perversión de las'ideas. Igual á esa indig- nación fué la simpatía dolorosa con que en la Améri- ca toda, desde Chile hasta los Estados-Unidos del Norte, se saludó al venerable anciano, que sacudiendo el polvo de sus plantas salió al destierro agoviado por los años, el infortunio y las dolencias del cuerpo, antes que tender sus brazos á las cadenas de los que pretendían humillar la indomable voluntad de los ministros del Dios Cru- cificado, modelo de todos los sacrificios y juez cuyos fallos alcanzan siempre á todos los impíos sacrificadores. " Todo eso nos enseña la vida y la muerte del Arzo- bispo de Bogotá: fidelidad intrépida á Dios, á su Iglesia» á su doctrina ; guerra á la revolución y á los revolucio- narios, no la guerra de los que aprisionan, persiguen y matan ; pero si la de los que no transijen jamas con el error ni con el vicio, y los combaten con las armas de la palabra, de la persuasión y de la caridad en el interés mismo de los que son presa del mal y de la mentira. Cuando esas libertades, cuahdo esas armas de la Iglesia se ven embotadas, cuando se cierran sus seminarios y se proscriben á los jesuítas primero, después á los obispos ; entonces los jesuítas y los obispos se resignan pero no se someten, abandonan la patria de la tierra para encaminar- se á la del cielo, mueren pero no se rinden, y esa resig- nación y esa muerte son su victoria. " Sí, la Iglesia de la Nueva-Granada vivirá. Los go- biernos ciegos abrirán los ojos y los niños empezarán á — 49 — ser hombres, y repudiarán sus utopias y sus quiméricas esperanzas. Estaban dormidos, despertarán ; y pedirán perdón porque serán perdonados. El arzobispo de Bogotá está hoy en el reino del Padre Eterno, que es Dios justi- ciero y vengador; pero el granadino, que murió por la Iglesia, pedirá que sus virtudes sean contadas en pago du las maldades de sus perseguidores, y obtendrá piedad para los que no la tuvieron con él. " Así se venga la Iglesia y esa venganza no es estéril. Ella contesta al odio con la caridad y sembrando el be- neficio cosecha masó menos pronto la gratitud. El arzo- bispo de Bogotá, primer mártir de la Iglesia do su patria, será su verdadero emancipador; á él se deberá no la emancipación del abandono y de la indiferencia por parte del Estado, sino la emancipación que obliga al Estado al respeto y á la protección del primer interés nacional en un país católico. " Abrigamos la esperanza áe que el día en que ha pe- recido el arzobispo neo-granadino será el primero de la reacción religiosa, y que las vias del orden moral, única base y garantía de todo progreso, no se verán en su pais desiertas y al fin de ellas se plantará la Cruz, símbolo de la civilización moderna y de la libertad racional del bien. " No sabemos cuales son los instrumentos de que Di«*s se valdrá para esta obra^ santa de la rehabilitación de aquella república, que sea dicho sin la menor intención de ofenderla, tenia necesidad de ser rehabilitada ; pero cuando hemos dicho que la Nueva—Granada ha sido in- ingrata con el arzobispo, cuya pérdk'a deploramos como deplorarán los católicos todos de Sud—América, nos hemos referido á la patria oficial, á la patria que habla por el ór- gano de sus gobiernos y de sus legisladores. No ignora-— oO- mos que esa patria no ha contado con la adhesión de to- dos los patriotas; que existen en aquel suelo desgraciado hombres muy respetables, jóvenes muy sensatos, unos y otros católicos sinceros y respetuosos de las cosas sagra- das que han caido allí momentáneamente en polvo, y que deberán á los conatos de gentes tan desinteresadas como ilustradas recobrar el lustre qne perdieron. "No será por cierto en la Nueva-Granada donde me- nos lágrimas se viertan cuando llegue allí la triste nueva: el arzobispo ha muerto/ Ni sus templos estarán vacíos cuando se llame á los fieles á rezar por el alma del que tantas veces oró por ellos ante los altares del Señor. Esas lágrimas son el único tributo de expiación digno del mas bueno entre todos los granadinos. " Chile ha acojido con demostraciones públicas de alto aprecio á uno de los colegas del ilustre difunto, que arro- jado al destierro por los mismos adversarios, llamó á lus puertas de aquel pais católico, habituado á abrirlas al in- fortunio, y que no las habrá abierto nunca con mas placer que cuando el que pedia allí asilo llevaba en su favor re- comendación tan elocuente. Chile enlutará sus templos también y allí también se suplicará á Dios que reciba en las brazos de su misericordia al confesor denodado de nuestra fé. " Otro anciano octogenario, hemos dicho al empezar estos reglones, defiende en el día en Europa la causa á que consagró el Ilustrísimo Señor Mosquera los esfuerzos, á que deberá una celebridad imperecedera en los anales del catolicismo, ese anciano es el arzobispo de Fribourg en el Gran Ducado de Badén. " Allí, como en todos los países en que el poder está en manos de un hombre sin fé, que intenta sin embargo entremeterse en asuntos á que son estraños, la potestad temporal protestante ha querido usurpar las atribuciones de la jurisdicción eclesiástica, y el respetable anciano ha consestado con ánimo tan levantado y expresión tan valiente que la Europa católica se ha sentido conmovida en favor de ese nuevo soldado de Cristo; los obispos de Francia han aplaudido la entera firmeza con que el prelado alemán aboga por sus disputados derechos, y cuantos sienten pal- i pitar en su pecho las emociones que despiertan las bellas acciones, estimulados por la palabra simpática del cris- tiano Conde de Montalembert, ofrecen presurosos sus oblaciones para socorrer á la Iglesia perseguida en el Alto Rhin. ■ Imparcial en nuestra alentadora afección por todo lo que interesa el porvenir literario de este pais, á propósito del Sr. Frias debemos nn Ingar en esta galería á otra representante de las mismas ideas que 6e ha dado á conocer con algunas obras recomenda- bles sobre la educación. Nuestra juventud estudiosa que ha visto y sigue viendo al Sr. canónigo Pifíeiro trabajar con afán, aguarda con interés la traducción de la Eneida que saldrá á luz dentro de algunos me- ses. El mismo autor ha anunciado igualmente la pu- blicación de un curso de filosofía cuya introducción está ya impresa. No titubeamos en pensar que se leerá con placer algunas bellas pájinas de este tra- bajo preliminar que gustoso hubiéramos dado á cono- cer integro si á ello no se hubieran opuesto los lími- tes de este opúsculo. " El hombre. He aquí el gran programa de la creación.— 52 — Dicho el hombre está comprendido todo cuanto ha salido de la mano de Dios. En el primer dia crió Dios la luz; en el segundo, el firmamento y las aguas ; en el tercero reconcentrándose estas en un lugar, apareció la tierra; en el cuarto fué criado el Sol, la Luna y las Estrellas ; en el quinto, los Peces, los Aves y los animales terrestres. Todo está criado ya, menos el hombre. En el sexto dia recien sale de la nada este ser sobre todos los seres. Fué criado el último, porque todo fué criado para él. Si hubiese sido criado antes, no hubiera tenido una existencia digna de si. El monarca del universo no podía presentarse con su cetro en la mano sino después de habérsele preparado su pala- cio y después de habérsele reunido sus subditos. Todas las criaturas eran vasallos, y el mundo su morada. Por eso también es criado como por un esfuerzo del C mnipo- tente. Dijo Dios, hagamos al hombre y hagámoslo á nues- tra imájen y semejanza. Esto es pues, el hombre, la imá- jen de Dios y el Señor del universo. Es criado sobre todos los seres y solo á su autor reconoce por superior. Y si los astros publican la gloria de su criador, publican también la del rey de la naturaleza, ellos están puestos para alum- brarlo durante la noche de su vida. " Asi es que el hombre es el primer actor en el drama de la creación, y no dejará su papel hasta la consumación de los siglos. En todos los tiempos lo desempeñara, y en todos los tiempos estará radiando en su frente el reflejo de la divinidad, luz clarísima de una vida" inmortal. " ¿Pero es esto solo el hombre? Nó, el hombre no es solamente un ser simple, él está compuesto do dos seres unidos por inesplicables vínculos. Por su alma pertenece al mundo de las inteligencias ; por sus órganos, al mundo material. Dotado, por decir así, de una triple vida, como ser pensante existe en el orden intelectual; como ser material, en el orden físico. " El hombre es también un misterio. Su vida es un misterio, su muerte es un misterio. La digestión, la circu- lación de la sangre, la respiración, son un misterio. Y por mas que se jacte la fisiología, todo esto es un misterio porque si ella comprende el juego de los órganos, ignora completamente su principio. La acción de la voluntad en los diversos fenómenos de la vida, es un misterio, el me»- canismo de las sensaciones, la acción del cérebro ó de cual- quier otro órgano en su mecanismo, son otros tantos mis- terios : la sensación, el pensamiento, la inteligencia, todo es un misterio. Pero al través de estas magníficas nubes que ocultando algún tanto al hombre, nos hace admirar todavía mas su grandeza, se descubre una luz tan clara sobre su naturaleza misma qüe nos deja estudiar hasta elevarnos i su mismo autor. Asi es que el hombre es el objeto principal de las meditaciones del hombre. Y he aquí la Filosofía, el estu^ dio del hombre. El hombre es pues el objeto de esta cien- cia. " El hombre en sus desarrollos, obedece sucesivamente á tres móviles ; á las necesidades de la naturaleza, á los necesidades de su corazón, y á las necesidades de su espí» rítu. A las primeras como ser sensible, á las segundas como ser moral, á ks últimas como ser inteligente, y á todas, pero bajo diferentes relaciones, como ser racional. Y hé aquí el oríjen de todas las ciencias. La Física, la Medicina, la Botánica, la Química, la Geometría, la Me- cánica, tienen porobjeto el hombre como ser material. La Jurisprudencia, la Política, el derecho civil, el derecho de Gentes, tienen por objeto al hombre como ser social. La 30Etica ó relijiuo tione por objeto al hombre como ser mo- ral. La Metafísica tiene por objeto al hombre como ser espiritual, la Lójica tiene por objeto al hombre como ser racional. Todas las ciencias tienen un objeto próximo y un objeto remoto. El hombre es de todas ellas cuando menos su objeto remoto. Y como la filosofía considerada en toda su latitud es la reunión ó el complejo de todas las ciencias, se sigue necesariamente que el hombre es el ob- jeto de la Filosofía. Me esplicaré todavia mas. La Filosofía, en su sentido lato 6 total, se divide en ra~ cional y en natural. Tanto esta, que es la de las ciencias físicas, como aquella de las ciencias del alma, se subdivi- den en otras muchas partes. Yo no hablo sino de la filo- sofía rocional, y esto no presentándola sino bajo algunas de sus faces. " La Filosofía racional en la acepción que la tomo no considera al hombre sino bajo el aspecto moral y psicoló- gico, es decir según es considerado por la Metafísica, por la Lójica y por la Etica. Estudio tanto mas importante que el qne se reñere al de la organización del hombre, cuanto es mas escelente su ser espiritual que su ser ma> terial. Sin embargo, por trabazón íntima, por la unión hipostática que existe entre el alma y el cuerpo, por la influencia recíproca de estas dos sustancias, por los des- arrollos de la ciencia física del hombre y por los esfuerzos que se han hecho para traer al centro de la vida material lvs facultades y las operaciones de la personalidad huma- na, se aprovecha también la Filosofía racional de los des- cubrimientos científicos ejecutados en el dominio de la Anatomía y de la Fisiología, ó invoca á la vez la verdad física, los hechos mas notables del organismo en apoyo de la verdad moral. — 155 — " El árbol de la Filosofía nació en el Paraíso con el primer hombre, Adán fué el primer filósofo ; nadie como él ha conocido al hombre, de un solo golpe de inteligencia lo estudió y conoció perfectamente sus relaciones con el Criador y con todas las criaturas- Este árbol precioso corrió la suerte de la humanidad, pero con Noé y su fa- milia se salvó. Después transplantadas en diferentes cli- mas y regado con diferentes aguas, ha participado de diferentes influencias. En unas tierras y en algunas épo- cas ha dejenerado en árbol venenoso, no debiendo ser sino muy benéfico. La mano cruel del hombre soberbio y presumido con su contacto contagioso lo emponzoñó. Mas generalmente ha crecido lozano, fecundo y saludable, cual es su naturaleza; el mismo hombre reconociendo el mal que habia causado, lo remedió. " Sin embargo, solo Platón y Aristóteles son considera- dos como las fundadores de la Filosofía antigua; este es el filósofo de la esperiencia, aquel el de las ideas; Platón todo lo idealiza, Aristóteles todo lo reduce á los hechos. No es que la filosofía haya nacido en la Academia, ó en el Liceo, pues Sócrates fué el maestro de Platón, y la cien- cia del hombre es tan antigua como el hombre, sino que se ha hecho uso d« ella como de las piedras preciosas, que no se conocen hasta qne llegan á las manos de un gran la- pidario. Bacon y Descartes son considerados como los fundadores de la Filosofía moderna, pero mas bien y con mayor pro- piedad los podríamos llamar los restauradores de la Filo- sofía antigua. Platón y Aristóteles, cada uno según su sistema, son como el verdadero pensamiento filosófico, to- dos los demás que Ies han sucedido, han sido como las modificaciones de ese pensamiento. Bacon esplícándolo— 166 — todo por la csperiencia, no hizo sino restablecer el Licio ; Descartes sustituyendo las ideas innatas á los tipos primi- tivos, restableció la Academia ; el filósofo inglés resuscitó á Aristóteles, y el francés á Platón. Descartes hizo mul- titud de prosélitos, Mallebranche, Arnault, Bossuet, Fene- loo, lo siguieron, y casi todo el siglo de Luis XIV tam- bién lo siguió : á los franceses como mas espirituales les cuadró mejor la escuela académica, á los ingleses como mas positivos la peripatética. Locke combate á Descartes, y á pesar suyo, establece el peripateticismo, niega que sigue á Aristóteles, pero, su doctrina lo condena. Leibnitz. trata de reconciliar á estos dos filósofos; queria que se diesen la mano Platón y su discípulo y por eso dió á luz su armo nía praxtabilita. " Asi es que todas las escuelas filosóficas pueden redu- cirse á dos, á la escuela espiritualista y á la materialista - todas las demás no son sino ramas de estos dos grandes árboles. La escuela materialista es una hija bastarda del sistema de Aristóteles, y la espiritualista del de Platón. " SI hombre no es ni pura materia, ni puro espíritu, es un conjunto de estas dos sustancias, conjunto que produce nn ser racional, servido de órganos. Por consiguiente, el sistema qne dá al espíritu lo que es del espíritu, y á la materia lo que es de la materia, el sistema que estudia al hombre y le dá á conocer bajo esta doble relación, es eí mas racional, el mas lójico, el mas filosófico. " Establecido todo esto, la Historia de la Filosofía la deñnimos asi : La ciencia que enseña ai hombre de hoy di~ ferentes sistema» filosóficos del hombre de ayer. Entre los publicistas producidos por la Banda Orienta', es justo dar uu lugar preferente á aquellos, cuyos esfuerzos se han consagrado al acrecentaiuien- — 157 — to de la civilización en el rio de la Plata por medio del llamamiento de la población estrangera, verdade- ra fuente de la prosperidad de estas comarcas y clavo de su futura grandeza. Uno de los campeones mas inteligentes de la colonización europea es sin disputa D. Andrés Lamas cajos escritos han imprimido un gran impulso á este importante ramo de la economía política. La colonización, que el Sr. Lamas llama con gran felicidad de espresion, la redención social para el viejo mundo, ese es el campo de actividad en que se encuentran todos los pensadores del nuevo, ese es el terreno comunjdonde trabajan de concierto nues- tros economistas mas eminentes, momentáneamente decididos por cuestiones de política interior. Bajo este respecto, D. Andrés Lamas puede reco- nocer por compañero de tarea al Sr. Sarmiento, dán- dose la mano Alberdi con Juan Carlos Gómez. El publicista oriental es bastante conocido como publi- cista; vamos á hacerle aparecer bajo otra faz, como literato ingenioso y observador lleno de sentimiento. Escuchad en que delicado estilo Lamas habla de la situación que la desgracia de los tiempos acaba de hacer al Homero moderno. :>« ,--¡\ -u . líTcu/D «l;oi Jliií>f5 "rtrtláW orno© ,toow ^ "El 30 de Marzo, aniversario del dia de 1814 en que to- doa los Ejércitos de la Europa entraron en París á derribar el trono del César moderno, la Europa recibía en París la paz que, desde lo alto de ese mismo trono, le concedía el heredero del César. " Los tratados de 1815 nc son ya el derecho europeo. " En el preámbulo de las tablas del nuevo derecha so158 — escribe—¡á propuesta de la Inglaterra!—el elojio del he- redero del vencido de Waterloo, hoy supremo dispensa- dor de la paz europea ! "No hay fortuna comparable á la fortuna de ese hombre que lleva el nombre de Napoleón III ! "Para qué Dios lo eleva tan alto ?.... "Solo Dios lo sabe !— "Entretanto, me permito pedir que apartando la vista del hombre que, ayer mísero proscripto, es hoy el mas importante personaje del mundo, se fijen, por un solo mo- mento en otro Bey, que recibió de Dios su corona, y que dentro de las paredes domesticas siente la falta del pan de la vejez para sí y para la compañera de su vida;— la siente en ese mismo Paris que un día, no lejano, se pros- ternaba ante el poder de la palabra lírica con que el noble viejo dominaba y apaciguaba las ondas que se levantaban en la plaza de Greve y que podían á cada instante con- vertirse en ondas de sangre para el universo entero. " Lamartine, no tiene pan! Como el mas pobre jorna- lero, está condenado en la vejez, ú ganar con el trabajo de cada día el pan de cada dia ! "Después de haber vendido su cháteau y sus tierras pa- trimoniales para satisfacer á sus acreedores, como Vir- gilio y como Byron,—después de haber trabajado con ardor, como Walter Scott, para cubrir sus deudas, se vé condenado á galvanizar sus fuerzas físicas para trabajar todavía 12 horas por dia! Esa admirable labor, á que hemos asistido asombrados, y que ha producido en breve espacio,—La historia de la Jtestauracion—la historia de los constituyentes—la historia de la Turquía—la historia de la Rusia—y millares de pa- jinas admirables de estilo y de sentimiento, apenas ha bas- tado para saldar sus deudas. — 159 — " Ahora, viejo, enfermo, hastiado,—¡á trabajar para co- mer I " La vida le pesa ¿para qué vivir? esclama en un des- graciado momento. " Ah ! agrega, fuese yo de la relíjion de Catón y ya mil veces habría muerto de su muerte.... " Oh! no ! Poeta de la cruz! no erea de la relijion de Catón, y Dios te levanta, en este momento á nuestros ojos, como un ejemplo sublime de la grandeza y de la ver- dad de la relijion que te arranca de la mano el hierro del suicida. " Tú, poeta, que queriendo el bien, te lanzaste por los escabrosos caminos de la vida y por el mas escabroso de todos, por el de la política ! llegas como hombre al panto de donde partiste como poeta. " En pago de servicios impagables, en pago de haber encadenado la hidra que se desataba en el Hotel de Ville! los hombres te escupieron injurias, todas las injurias, hasta las del peculado ! " Quisiste contener á la revolución en provecho del or- den, y la revolución te injurió. Quisiste traer el poder al servicio de la libertad, y el poder te abandonó. " Perseguías un bello ideal irrealizable, al menos en nuestros dias; y siendo consecuente contigo mismo, te acusaron de inconsecuente todos los que no tienen mas lójica ni mas sentidos que su pasión ó su interés. Abandonado de todos, escarnecido, injuriado, en tus la- bios no aparece ni una queja ni un reproche. "■ En este mismo momento en que llegas por el sufri- miento físico á desesperar de la vida, te oigo decir " he hallado ú los hombres buenos, pero la suerte me ha sido adversa. "— ICO — ^ff " Cantaste como cristiano entre las promesas de tus anos de juventud y de ventura. " Obras como cristiano entre las angustias de tus años de vejez y de desgracia. " Si miras tu corona, veras como brilla con nueva luz el mas eterno de sus rayos. Haces ahora la mas bellas de tus armonías. ¿Por qué está pobre Lamartine I,,»,»» " Tanto valiera preguntar por qué alumbra la luz, por- qué corre el torrente, por qué canta el ave. " Lamartine es una do esas naturalezas escepcionales, en cuyo molde el génio, la imaginación, absorvió la parte de los negocios de la vida común. " Ea el verdadero poeta, Virgilio, Milton, Dante, Tasso, Shakespeare, Cervantes, Camoens, Byron, Chateaubriand. " Tejidos superiores que no pueden amoldarse a los pe- queños dobleces de las necesidades prosaicas de la vida. " Erasmo, caracterizando un filósofo, allá, in illo tem- pore, decia : ** Si es cuestión de ventas, de compras, de " alguna de esas cosas, en fin, que ocurren todos los dias "nuestro filósofo es un ente estúpido, no es ya un hombre. " Si Homero existió, Homero fué un méndigo. " Aqui está su inventario, según Beranger: Au Pamosse la misé re Longtemps a régné, dit-on : Qucls bicns pofcédait Homero f Une besace, un báton. " Dante, recorriendo el imperio eterno que creaba su fantasía, pasaba sin estremecerse ante las imájenes de la lujuria y del orgullo; pero cuando apercibió el esqueleto de la avaricia, el auri sacra-fames, retrocedió moribundo, y petrificado de terror le pidió á Virgilio qne le ayudase — 161 — á huir de aquella bestia sin reposo que le arrojaba allá donde el sol se apaga. Bossuet, el gran orador sagrado, confesaba que no sabia ordenar sus negocios privados á punto de que si no tuviera mas de lo necesario, le faltaría todo lo necesario. Sin duda por esto decia Bossuet:" Dios no nos dá la'luz sinó para los otros ; él nos la quita para nosotros y dos deja fre- cuentemente en las tinieblas en lo que respecta á nuestra propia conducta." " Cuando madama de Sévigné se veía forzada á ocu- parse de los negocios de su casa, esclamaba dolorosainente —il faut aváler ce cálice ! Alfieri refiere en sus memorias que siguió todo el curso de geometría, pero que jamas pudo comprender la cuarta proposición de Euolides—-M¡ cabeza, dice, ha sido siempre perfectamente antijeométrica. " " Chateaubriand, nos dá la siguiente definición del poeta: " Los poetas son de raza divina : ellos poseen el solo talento incontestable de que el cielo ha hecho presente á la tierra. Su vida es, á la vez, candorosa y sublime : cele- bran los dioses con una boca de oro y son los mas sencillos de los hombres; hablan como inmortales ó como niños ; esplican las leyes del Universo y no pueden comprender los mas triviales negocios de la vida ; tienen ideas mara- villosas de la muerte y mueren sin apercibirse como recien nacidos. " " Víctor Hugo, agrega; " No es el interés el que do- mina en la noble naturaleza de los poetas. Suponiendo que la entidad del poeta sea representada por el número 10, será cierto que un químico analizándolo y farmacopolizán- dolo, como diria Rabelais, le encontraría compuesto de una parte de interés contra nueve de amor propio. " 21— 162 — " Hé aquí la genealogía y ia fisiología moral de Lamar- tine. " El se reasume en estas palabras aplicadas á Charles Nodier : "En la vida de la inteligencia y del arte, era un ángel. En la vida común y práctica, era un niño. "El mismo Lamartine ha dicho : Yo aborrezco ta cifra— esta negación de todo pensamiento. " La satisfacción de las necesidades físicas, la conserva- ción y el aumento de los bienes patrimoniales, son nego- cios de cifras. Eso es todo j porque Lamartine es un hom- bre honesto, estrafio á esos vergonzosos desarreglos que, como en A. Dumas, desdoran el talento y desnudan á la desgracia de toda dignidad, de toda simpatía. " La pobreza de Lamartine es blanca como el armiño. No se encuentran en ella ni la impresión de la mano con- cupiscente de la Mesalina, ni la mancha de la espuma vi- nosa de la orgía........ "Apenas supo la Francia que el grande poeta estaba definitivamente condenado á consumir sus últimos dias atado por la miseria á la banqueta del trabajo jornalero, nació el pensamiento de una grande suscripción nacional que le asegurase el pan que necesita. " Lamartine la rehusó. Prefiero morir trabajando, dijo, á ser pesado á mis eoneitidadanos. " Se ha puesto á trabajar! Lo que escribe para vivir lleva por título : Curso familiar de Literatura. " Todos los periódicos Franceses recomiendan la sus- cripción á esta obra. •• En toda la Francia se han constituido, espontánea- mente, comisiones de hombres distinguidos en las letras y en la sociedad para colectar suscripciones á la obra que alguno ha llamado el Canto del Cisne y cuya publicación ha comenzado ya. — 163 — " Es un noble movimiento que no puede dejar de tener éco en todos los países en que sea conocido el genio y el corazón del poeta, vale decir, en todo el mundo civizado. Mas arriba hemos dicho que Alberdi podia, como economista, darse la mano con Sarmiento y Gómez. Lejos de nosotros el pensamiento de despertar, á pro- pósito del célebre publicista de Tucuman, trasplanta, do hoy en París, aquellas cuestiones irritantes que se relacionan á la posición respectiva de Buenos Aires y de las demás provincias de la Confederación Argen- tina. Nuestra fó firme é inconmovible 63 que se disipa- rán todas aquellas nubes que oscurecen el cielo políti- co de los Estados Unidos del Plata, y que la gran fa- milia Argentina se reunirá un dia á la sombra de las mismas instituciones libres. Vinculadas las provin- cias por la sangre, las tradiciones, la religión, las costumbres, el idioma ¿pueden por ventura vivir di- vididas por los intereses? No! ése no es su destino. El tiempo, remedio soberano, cicatrizará las llagas, borrará los errores, anonadará las prevenciones, y algunos impedimentos pasageros de personalidades no obstarén á que la capital se una á las provincias, la cabeza á los miembros, el corazón y el cerebro que elaboran, á los centros secundarios que vivifican y producen. Dejando á un lado los errores de detalle y las ilu- siones de circunstancias que puedan estraviar el jui- cio del Dr. Alberdi, reconozcamos en él un bello talento del que so gloria con razón la patria argen- tina, y saludemos en el porvenir como en el pasado á— 164 — uusábio economista, á un literato fecundo y lumi- noso. V. Poesías. Abordamos la parte mas dulce de nuestra tarea, sin que por eso las llamaB de los partidos y las amar- guras de las discordias intestinas dejen de encon- trarse mezcladas con los cantos inspirados de los poetas Snd Americanos, como con los acentos mas acompasados de sus prosadores. Pero aquí la musa va á estender sobre las miserias y los sufrimientos de sus favoritos aquella rica y suave forma del ritmo que los cubre como con un espléndido manto de con- suelo y gloria. En el fuego sagrado de la poesía todo se purifica, asi como todo sana con su bálsamo divino. Considerémoslos solo como poetas á aquellos hijos de una tierra naturalmente lírica, ya sea que escita- dos como Israel tomen su cítara colgada de los sau- ces de Babilonia y suspiren acentos de sentimiento y esperanza, volviendo sus miradas bácia la tierra prometida, sea que para engallar su tristeza evoquen la gloria de los héroes, haciendo resonar el sonoro clarín de las batallas, sea que rebozando el corazón de júbilo por la vuelta de la libertad y de la paz, — 165 — exhalen en himnos de felicidad su entusiasmo patrió- tico y religioso. Entre los trobadores nacionales que la tumba ha condenado al silencio, recordemos primero á uno de los mas ilustres, á Juan Cruz Várela. Nacido á fines del siglo pasado, Juan Cruz Vá- rela entraba en la adolescencia en el momento de la revolución de 1810. Emulo de Vicente López, riva- lizó en ardor con el Fíndaro argentino para alentar el espíritu público en el movimiento gigantesco que debía poner término á las iniquidades del réjimen colonial. Mas tarde, cuando fatales discordias hubieron di- vidido la sociedad argentina en dos grandes parti- dos, Juan Cruz Várela, fiel á su fé liberal, redobló sus esfuerzos para hacer triunfar las ideas represen- tadas por la escuela de Bivadavia. Pobre y dester- rado, murió en toda la fuerza de su edad, en lo mas récio de las pruebas y de los sufrimientos de su pa- tria, pero firme en sus esperanzas de un porvenir mejor para ella. Desde su infancia, J. Cruz Várela se había ejerci- tado en la poesía. Varios periódicos redactados por él, ya en Buenos Aires, ya en Montevideo, recibieron el tributo de su musa. Legó enfin á su hermano Florencio todos sus manuscritos que había vuelto á ver con el mayor cuidado. Dos tragádias, un prin- cipio de traducción de la Eneida de Virgilio y de las odas de Horacio, figuran entre aquella herencia fraternal, entregada á las manos que debían ellas— 166 — mismas dejar caer tan prematuramente la pluma, bajo el golpe fatal de un asesino. Puede reasumirse el elogio de Juan Cruz Várela en estas palabras consignadas por Juan María Gu- tiérrez en su bella obra de la América poética : "Su nombre es querido entre sus compatriotas, por- que espresó en hermosos versos el sentimiento popu- lar en la guerra, y celebró todas las mejoras socia- les en la paz. " Elejimos como cita, entre mil, algunos trozos de su oda sobre el triunfo de Ituzaingó, una de sus mas bellas composiciones : Triunfo de Ituzaingó. "Descended hacia mí, numen del canto, Mientras el jenio de la historia corta La pluma de oro, que á la tierra deje, Cual yo la miro en el momento, absorta. Mientras jaspes, y mármoles y bronces El buril no penetra, Y á los siglos de entonces Gravada pasa indestructible letra; O mientras en estatuas colosales El mundo no conoce todavia Esos republicanos inmortales Que dieron glorias á la Patria mia, Descended hacia mí, numen del canto; Y, si un mortal feliz pudiese tanto, Mi verso irá por cuanto Febo dora, Del Austro á loe Triones, — m — Y, leído én las playas de Occidente, Llevado por la fama voladora, Admirará después á las naciones Que reciben la lumbre refuljente Del rosado palacio de la Aurora. Pero el bronce tronó: la muerte fiera Subió en su carro á la señal de Marte Y se lanzó en el campo carnicera; El belicoso bruto al punto parte, Que ya el audaz jinete Alzó el acero y le soltó la brida, Y al ímpetu feroz con que arremete Retiembla la campaña combatida. Y retembló otra vez, que el bronce fiero, Lanzando el rayo con letal destín», A la implacable muerte abrió el camino: Saltó la sangre del primer guerrero, Y otra sangre la venga, Y ya no hay dique que el furor contenga, De temor que el estrago á la distancia No tan sangriento, sea, Y de que silbe el plomo en la pelea Sin herir, sin matar, los escuadrones Se acometen, se chocan, se rechazan, Y se estrellan Iejiones con 1 ejiones, Y con mutuo furor se despedazan. Qúeda encerrado en el fusil entonces El plomo matador, callan los bronces; Y en manos del soldado El puñal fiero, y «1 filoso sable, La bayoneta y la tremenda lanza,— 168 — Sirven mas al furor de su venganza; Y, en silencio horroroso y espantable, Se ejecuta la bárbara matanza. Sin elección la inapiadable muerte Ciega revuelve su fatal guadaña, Y ciegamente hiere, rinde al fuerte, Ceba en el débil su sangrienta saña, Y ningún bando es suyo. En la campaña La sangre amiga y la enemiga sangre, A raudales hirvientes y copiosos, Corren mezcladas, cual mezcladas corren Las aguas de dos ríos caudalosos, Después que en la confluencia se encontraron, Y con ímpetu horrible se chocaron. Golpe ninguno se descarga en vano : Brozo á brazo pelea el combatiente! Ni hay punta aguda, ni tajante acero Que no penetre el pecho de un valiente, Que no corte la vida de un guerrero. Y en medio del estrago i Adonde está el guerrero Cuya presencia triunfa, cuyo amago Pavor infunde al enemigo fiero, Y cuyo brazo el jenio de la guerra Armara el mismo del fulmíneo acero, Para que hiciera estremecer la tierra 1 ¿ Lavalle dónde está 1 — Cuál raudo viento Que arrebata en furioso torbellino Cuanto encuentra en su paso, y que, violento, Derribando no mas, se abre camino: O cual de la alta cumbre de repente, — 169 — Las desquiciadas rocas arrastrando, Rápido se despeña algún torrente, Y á los llanos con ímpetu bajando, Todo arranca en su curso, todo arrasa, Y sobre ruinas espumoso pasa; Así Lavallt y su escuadrón valiente Atrepellan, derriban este dia A todos los que hubieron la osadía De ponerse insensatos á su frente; Muy mas allá del campo de batalla Los siguen, los persiguen, los destrozan, Los acaban en fin, y no reposan, Y ála lid vuelven que pendiente se halla. Llegaron, y al instante Disipóse la nube que cubría El rostro al Sol, que á su zenit subia, Nunca mas majestuoso, mas radiante. De lo mas elevado De los aires desciende de repente Un trono refuljente, De azul, y de ero, y resplandor velado ; Armoniosos cantares Mil voces celestiales repetían, Y las sombras de Brandzen y Besares El pedestal del trono sostenían. Belgrano estaba en él. Su frente orlaba * El laurel de la gloría, Y en su mano brillaba La espada que nos daba la victoria, Cuando Belgrano fué. — « Basta de sangre « ( El héroe prorrumpió;) que este es el dia « En que, en otro Febrero, 22— 170 — « Rendir vió Salta el pabellón ibero, « Y cubrirse de honor la Patria mia : « Usté estrago fatal, este escarmiento « Es sacrificio á mi memoria digno, « Y digno de la Patria el vencimiento. « ¡ Arjentinos! triunfad." Dijo, y benigno Sobre la sien de Alvear en el momento Dejó caer el laurel que lo adornaba, Y la visión despareció en el viento. En el medio del campo se entroniza Entonces el terror; el brasilero El estrago contempla, se horroriza, Y deja el premio del combate fiero A quien lo dió el valor. El arjentino También vuelve, y se asombra De mirar á sus pies la horrible alfombra Que le dejó la muerte por despojos. Ella su vista en el estrago ceba; Y, no bien satisfechos sus enojos, Por sobre muertos su carroza lleva. Soler, Mancilla, Lavalleja, Iriarie, Laguna, Paz, valiente Olavarria, l Cuánto os debió la Patria en este dia En que alzasteis triunfante su estandarte, Sirviendo con honor á su venganza ! Y tú también, incontrastable Oribe, El debido tributo de alabanza De la justicia y la amistad recibe. Ni tampoco tu nombre en el olvido Debe quedar, Vilela, sepultado : Tú al campo del honor has conducido Pacíficos vecinos, que al soldado — 171 — Dieron grandes ejemplos de bravura, Cual si en la escuela de la guerra dura Educado se hubieran, Y á sus horrores avezados fueran. ¡ Vivid, vivid, guerreros ! Las hileras Que en el campo formáis, son hoy la Patria; Solo cubren su honor vuestras banderas. Hija de la victoria, ya de lejos Os saluda la Paz, y á los reflejos Do su lumbre divina, Triunfante, de ambiciosos respetada. Libre, rica, tranquila, organizada, Ya brilla la República Arjentina, ¿Ilustre Jeneral! j Oh, si mi verso Al del cisne de Mantua se igualara ! ¡ Cómo entonces por todo el universo Se estendiera tu gloria y lo llenara! Pero admite entretanto De mi cansada Musa el débil canto; Que el dia llegará que el aire rompa La voz del jenio á quien Apolo inspira ; Y, desdeñando ya la humilde lira, Tal vez empuñará sonora trompa El que cantó exaltado Aquella ingrata noche había pasado. Un poeta, muerto en la flor de su edad, Estevan Echeverría, ha dejado una mies lírica que, por su riqueza y estension, bastaría para la gloría de una larga carrera de hombre. Este es otro hijo¡de Bue- nos Aires. Huérfano desde temprano, arrojado en• — 172 — modio do un pais desolado por las facciones, sin otro recurso que una ambición generosa y pura, pasó á Francia donde se dedicó con pasión al estu- dio. Modesto y tímido hasta el esceso, desde su re- greso á su pais natal se aisló en la poesía hácia la cual le impelían un gusto natural y el espectáculo de las tristezas de su patria, huyendo de los elogios y contentándose con cultivar en el fondo de su soledad las inspiraciones de su talento. Todas sus obras res- piran un perfume de gracia y melancolía ; algunas se hacen notar principalmente por la enerjía del pensa- miento y la vivacidad de sus imágenes. Su poema de la Cautiva es una obra maestra de sentimiento. Arrebatado en la aurora de sus días como Millo— voye, tuvo como él, el presentimiento de su fin pre- maturo y sonrió á su destino con una resignación que enternece. Estevan Echeverría se dió á conocer con algunas producciones en prosa que atestiguan las nobles pre- ocupaciones de su alma. Sus ensayos, consagrados á la educación de la infancia, muestran que aquella naturaleza tierna y poética tenía no solo el instinto del lirismo, sino también la ambición de hacerse útil á sus semejantes en el orden de las cuestiones prácticas, interesantes para la civilización y los pro- gresos intelectuales de sus compatriotas. Mi hermoso cielo llora una estrella de menos, puede decir la América del Sud con Beranger, á propósito de aquel modesto y, glorioso literario, hala- ja do virtud y genio que Dios nos ha arrebatado ©n su impenetrable sabiduría. Al menos quo su memo- — 173 — ria no se borro do nuestro corazón. Tratemos de bus- car en algunos de los vestigios dejados por él, un poco de aquel dulce espíritu que le animaba durante su vida. A UNA LAGRIMA. Si la magia del arte Cristalizar pudiera Esa gota lijera De origen celestial; En la mas noble parte Del pecho la pondría : Ningún tesoro habría En todo el orbe igual. Por ella amor se inflama, Por .ella amor suspira, Ella á la par inspira Ternura y compasión : Su luz es como llama Del cielo desprendida, Que infunde á mármol vida, Penetra el corazón. / ¡ Quién mira indiferente La lágrima preciosa, Que vierte generosa La sensibilidad ! Su brillo, transparente Del alma el fondo deja,— 174 — Y hasta el matiz refleja De la felicidad. Permite que recoja Esa preciosa perla; Los anjeles al verla Mi dicha envidiarán : Amor en su congoja, Para calmar enojos, En tus divinos ojos Puso «se talismán. HIMNO AL DOLOR. Devora ñera insaciable, Monstruo ó demonio execrable, Que avasallas la creación ; Devora como lo has hecho, Si no te hallas satisfecho, Con furor aun mas deshecho, Mi robusto corazón. Cebe, cebe en mis entrañas, Con mas rencorosas sañas Tu furia el diente voraz; Y en ella continuo asida, Como el cáncer á la herida, Lo que me resta de vida Consuma en su afán tenaz. — 175 — No abatirá mi arrogancia, Ni mi orgullo tu furor. Nada, nada desconhorta Un corazón que conforta Alma grande, á quien importa Poco, placer, mundo, amor. Yo te provoco;—descarga Sobre mi con mano larga Tus iras :—yo callaré; Y sellando como el sabio A toda queja mi lábio, Cual firme monte á tu agravio Inmoble siempre estaré. Yo te provoco :—Dios eres Dios terrible que á los seres Impones tu dura ley ; Dios que su furia sedienta Con gemidos alimenta, Como el oso su cruenta Zarpa en indefensa grey. Yo te provoco :—al infierno Pide su penar eterno, Su angustia y noche sin fin; Su esquisito sentimiento, El vivaz remordimiento, La congoja y el tormento Del soberbio serafín. Roe, roe ;—tu constanciai yit — 176 — Yo te provoco : cuatro años Los tormentos mas estraños Probaste iracundo en mi; Agotando de mi vida, De mi juventud florida La fuente excelsa, que henchida De un mundo de glorias vi. Yo te provoco :—cuatro ano» De mil y mil desengaños Me hiciste apurar la hiél; Y en un páramo desierto, De todo era negro y yerto, Me dejaste al descubierto Presa de borrasca cruel. Yo te provoco :—tu mano De mis fatigas temprano La copiosa mies cegó, Dejándome los abrojos, Para doblar mis enojos, Y el recuerdo y los despojos De un tiempo feliz que huyó. Yo te provoco :—¿ qué males, Qué ansias ó penas fatales Me podrán sobrevenir, Que no haya firme sufrido ? Qué pasión no habré sentido ? Qué idea no habré podido Grande ó noble concebir ? — 177 — Ven, ven ¡ oh Dolor terrible'. De tu poder invisible Hax un nuevo ensayo en mí; Verás que un alma arrogante Es como el duro diamante, Que siempre brilla flamante Sin admitir mancha en sí. Ven oh dolor! en silencio : Ven, pues ya te reverencio Como á genio bienhechor, Que mueve influjo divino; No cual numen que previno Inexorable destino Para venganza y terror. Como animando la tierra £1 aire impuro destierra Con su ardiente rayo el sol; Así tú, ¡ oh Dolor fecundo! Lacerando el cuerpo inmundu, Que se ase reptil al mundo, Eres del alma el crisol. Tu intensa llama le aplicas-, La limpias y purificas De la escoria material, Sublimando la excelencia De su peregrina esencia, Hasta darle una potencia Divina, cxclsa, inmortal. Tú pruebas su fortaleza, Su constancia y su grandeza 23 TI— 178 — En el yunque del sufrir ; El triunfo glorificando Del que contigo luchando Sufre y calla, sofocando De sus huesos el gemir. Sin tu influjo, el hombre henchido De vanidad, sumergido Yace en el mar del placer ; Y cree en su delirio ufano, Cuando se arrastra gusano, Tierra y cielo soberano Sujetar á su poder. Ven, que tal vez atesora Alguna fibra sonora Mi pecho aun lleno de ardor; Que á tu inhumana porfía Exhalará una armonia Capaz de darme alegría, Y de vencerte ¡ oh Dolor! Ven luego; que una alma noble Firme, incontrastable, inmoble Es contra la adversidad Como el Océano sublime, Que de leí común se exime, Y en cuya frente no imprime Mancilla el tiempo, ni edad. — 179 — Dotado de un templo mas viril, José Rivera In- darto, Juvcnal Argentino, flageló sin piedad desde su destierro en Montevideo los crímenes de la tira- nía que enlutaban á su patria. Indarte formó parte de aquella valorosa falange que combatió sin darles tregua á los opresores de la patria Argentina. Redactor del Nacional en Monto- video, trató de desarrollar en aquel pueblo sus vigo- rosas teorías sobre la necesidad do hacer del Gobierno representativo una verdad, y de los hombres do Es- tado, magistrados probos y morales. Como prosa- dor, su estilo es incisivo y onérjico. Como poeta con- sideraba el lirismo, no como un pasatiempo sino como un instrumento de bien y do progreso- Una do sus grandes máximas consistía en que el amor al bien se componía sobre todo del odio al mal. Inde- pendiente por naturaleza, dedicó al emperador del Brasil, Pedro II, un canto en que se lo pedía la eman- cipación de los esclavos : "Rompe la vil cadena Que á esa raza embrutece ¡ Toda opresión condena El que á Dios obedece ; Porque en la cruz del GóJgota Al espirar el hijo, "Selle mi sangre, dijo, Del hombre la igualdad. " Indarte, como Echevorría, como los Várelas, ha muerto 6¡n haber tenido la dicha do ver la regenera- cion do esta tiorra Americana cuya libertad entre-- 180 — veía sin embargo en sus profóticas aspiraciones. Escuchémoslo pronunciar al oido del tirano el torriblo mane, thecel,phares : BALTHAZAR. Mane thecel Pitares Daniel ,15. En el impío festín El rey Balthazar estaba Con la corona en las sienes Y sobre un trono de plata, Y damas y cortesanos Y toda la siervo grey Se postraba Y esclamaba : Gloria al rey ! De Israel los vasos de oro Que se trageran mandaba, Y en ellos el vino bebían Sus concubinas amadas. De orgullo y lascivia lleno Sus ricos mantos desgarra, Y en la desnudez hermosa Su disolución alhaga, Y damos y cortesanos Y toda la sierva grey Se postraba Y csclamaba: Gloria al reye ! — 181 — —"Los verdes ojos del rey Parecen dos esmeraldas, La púrpura de la rosa Sus rojos labios no iguala. " "Dichosa la virgen bella Que oye sus dulces palabras, —Dichosa la que en sus brazos De amor el aliento exhala." —''Prudente y sabio es el rey Justicia tan solo manda, La tierra adora sus Leyes, Ventura eterna le aguarda.'' —"Que vale el Dios de Israel Contra el poder de su espada De los míseros judíos Cuál es la triste esperanza !" Y damas y demás cortesanos Y toda la sierva grey Se postraba Y esclamaba : Gloria al rey t En esto una horrible mano Sobre la pared grabara, Sentencia que nadie entionde Y el rey Belshazar temblaba. Era mane, thecel, phares La inscripción de la muralla, Y al rey la corte y el pueblo Terror de muerte causaba. A sus magos les pregunta : :'Quó dicen esas palabras?"— 182 — Y olios responden confusos : "Nuestra ciencia no lo alcanza." La reina entonces le dice : "Llama á Daniel, á qué aguardas 1 Es hombre de Dios querido Y en ól tu padre confiaba." Y damas y cortesanos Y toda la sierva grey Se alejaba Y esclamaba : ¡ Ay del rey i —"Si aclaras este misterio Que mi corazón espanta, Segundo te haró del reino Y vestirás escarlata." —" Triste mortal que me ofreces, Cuando á tí todo te falta; En esa inscripción yo leo: Tú vás á morir mañana. En esa inscripción yo leo : El Medo y Persa mañana Se dividirán tu reino, Las riquezas de tu casa. Pues blasfemaste do Dios Tu triste huesa mañana Del último de tus servios Será con desprecio hollada...... El gozo de los tiranos Es cual fosfórica llama Que en la noche tenebrosa De las tumbas se levanta. Solo un instante es la tierra — 183 — De sus caprichos esclava, Pero él pasa y sns verdugos, Son polvo, gusanos, nada." En tanto al misero rey La pena y terror desmayan, Busca á los suyos y encuentra Solo á Daniel que le hablaba. Pues damas y cortesanos Y toda la sierva grey Se alejaba Y esclamaba t ¡ Ay del rey ! EL ROSARIO. Cara memoria do mí tierna madre Del pecho nunca te sabré apartar, Su mano un dia en ól te colocara Como á infalible y santo talismán. A mi frente sus lábios se juntaron , Y su llanto corriendo por mi faz, Alzó la diestra en nombre del Eterno Y pronunció su bendición de paz. Peregrino en el mundo desde entonces, Miro horrísono el trueno retumbar, Y el rayo descender á los palacios, Y á mi mansión humilde respetar. Sin duda por tu influjo misterioso La protección se alcanza celestial;Das en la vida amparo, j en la muerte, La aureola de los justos inmortal. Cuando Satán el libro del pecado Gozoso lleve al juicio divinal, Tú borrarás sus pajinas horribles, Y el fiel de la balanza inclinarás. La ves que tus palabras pronunciamos, Suspende ol purgatorio su penar, Y las míseras almas que allí habitan Cercano ven el término á su mal. Antes que venga de la noche el genio Con su vuelo mis ojos á cerrar, Mi corazón contempla enternecido Esta dulce reliquia maternal. Y después.... ú otro mundo trasladado, Junto á mi tierna madre creo estar : Veo á un ángel de luz sobre su frente, Las alas de oro y nieve desplegar. La galería mortuoria que acabamos do pasar cu revista, no podíamos cerrarla mejor que con el geno- ral Melchor Pacheco y Obes, poeta y guerrero á la ver, al que so puede aplicar lo quo dijo la historia do Jenofonte : eodem animo scripsit quo bellavit. El genoral Pacheco recibió una educación esme- rada en los colegios de Buenos Aires y Rio Janeiro. Su vida militar, política y literaria justifica lo que so ha dicho del verdadero literato, que siempre hay en — 185 — su corazón alguna simpatía por el liberalismo. Solo en Melchor Pacheco, su corazón era republicano y liberal en toda la cstension de la palabra. En sus trofeos crúzanse con las palmas do la poesía los lau- reles do Ituzaingó. Mas tardo Montevideo encontró en él un valiente y poderoso defensor. Nuevo Héc- tor, mas dichoso que el antiguo, tuvo la dicha de sal- var do la barbarie la Troya Americana. Los magníficos funerales, hechos por Buenos Ai- res á uno de sus hijos mas glorisos, atestiguaron po- cos afios há que permanece aun vivo en esta ciudad el culto do los grandes recuerdos y de los hombres de bien. Después de haber admirado al guerrero, disfrute- mos ahora del poeta » £1 cementerio de Alégrete. [ EN LA NOCHE. ] *■ • íiicloa u|p> e Los que en las dichas de la vida ufanos, Corréis jugando su azaroza senda, Ceñidos de fortuna con la venda, Que os muestra otornos sus favores vanos. Los que de risas y ventura llenos, Orlada en flores la altanera frente, Cruzáis por esta rápida corriente Que en barca de dolor surcan los buenos. Los que libáis cu la nectarea copa De los placeres las delicias suaves 24— 186 — Como los trinos de doradas ave?, Como los besos de una linda boca. Volved la espalda á la suntuosa sala, De orgullo y oro y corrupción vestida, Venid á este salón á que os convida La muerte ornada de su eterna gala. Venid á este salón, i cuya puerta Malgrado tocareis en algún dia; Aquí á los vapores de la orgia Vuestra alma libre, se verá despierta. Y es bueno conocer una posada A la que hemos de llegar precisamente, Ya se marche en carroza refulgente, Ya arrastrando entre zarcas la pisada ! Y es útil levantar esas cortinas Que la heredad envuelven mas preciosa, Y del que planta solamente rosas, Y del que coje solamente espinas ! Y es justo contemplar lo que nos queda De todos los regalos que dá el mundo, A los que estamos en dolor profundo, Y á los que enzalza la voluble rueda ! ¡ Oh! no tardéis los favoritos de ella! Lujo hay también en el palacio helado: Cada astro le es un artesón plateado, Cada horizonte una columna bella. Allí está el leño redentor del hombre, Trono de un Dios y de su sangre lleno; — 187 — Y de esas tumbas en el yerto seno, Hay riqueza y poder, beldad y nombre. Todo es sublimo como el Dios de todo, Y de su lampo la verdad le alumbra. La eternidad en pompa se columbra Sobre humana soberbia que ya es lodo. Lodo y no mas, dichosos de la tierra, Seremos y seréis ! ¿ Es un consuelo Que nos permite compasivo el cielo A los que el templo de fortuna cierra 1 Sí, que en dolor el alma desgarrada Al reino de la muerte nos llegamos, Y en su espejo infalible divisamos, Que gloria, pena, dicha, todo es nada! Sí, que en este lugar se os vé temblando Palidecer entre congoja y miedo, Y del manto dal tiempo el viejo ruedo Con mano desperada asegurando, Quisierais detenerle en su carrerra Que os arrastra tranquila y magestuosa, Y al batir de su pié, se abre la fosa Que inevitable al término os espera! Y si de regia pompa precedido Llega á esa puerta el ataúd fastuoso, Es que el mundo que os fué tan engañoso Os arroja de sí con gran ruido. Y si se alza altanero en el momento Para albergar vuestro despojo helado;— 18S — De la humanal prudencia es un legado, Que á la soberbia manda el escaamiento. Y si preces sin fin se oyen on coro A la fúlgida luz de mil hachones, Es remedar sin fé las oraciones Para pedir á vuestras arcas oro. Lo dudáis? preguntad al procer fiero Que entre mármol y bronce allí reposa, Al cresco que recubre aquella losa, Al bravo que aquí duerme con su acero. Adonde está el poder, á dó la gloria Que tanto de la tierra era apreciada? Dó la opulencia que brilló envidiada, Adonde el himno audaz de la victoria ? Todo pasó cual humo disipado, Todo pasó! pero quedó el olvido.... Y ¿acaso en el sepulcro del mendigo Un instante ese bien habrá feltado ? Ahora.... volved á vuestro mundo hermoso, Y en medio del festín y sus cantares, Incensad de fortuna los altares, Envueltos en su brillo esplendoroso. Adormeceos en sitial dorado De la lisonja al embriagante acento: «Caigan virtud y honor para el contento De quien cu noble cetro está apoyado.» Hollad al débil si piedad os pide, Y al mísero que jima eu vuestra sala — 189 — No le deis ni aun las sobras de la gala, Que donde quiera vuestra planta mide ! , Alzad la espada sanguinosa y fuerte Que doma al pueblo esclavitud sembrando, Y de las leyes el altar pisando, Poblad la tierra de horfandad y muerte! -OÍ ,»::.,"(.; -h ^ tloSAlOO OD «JohJSTÍ BflXolíod 8C1 Que yo sobre las tumbas resortado, De vuestras dichas y poder me rio; En la justicia del Señor confío, Que solo el que la ofende es desgraciado ! Los poetas que aun viveü en las orillas del Plata forman una numerosa tribu. En honor de esto pais se ha hecho la lisonjera observación que, bajo su her- moso cielo, los hombres están dotados de un instinto natural de armonía que, algunas veces sin instrucción, sin el menor conocimiento de las reglas de prosodia, produce composiciones llenas de gracia y originali- dao. Larga sería la nomenclatura si debiéramos men- cionar cada talento, saludar cada esperanza. Nos ceñiremos á los principales, á aquellos que la publi- cidad ha sellado ya con un principio de inmortali- dad. Saludemos primero al decano del Parnaso Sud Americano. Nacido en Montevideo, á fines del si • glo que fué testigo de tan grandes acontecimien- tos en la América dol Norte y on Europa, preeurso—— 190 — res de otros no menos grandes qne debían realizarse aquí, Francisco Acuña de Figueroa bebió desde temprano, en el espectáculo de la historia contem- poránea, la inspiración poética. Profundamente ver- sado en las principales literaturas estrangeras, supo en ingeniosas traducciones iniciarnos en sus verda- deras bellezas. Patriota de corazón y de pluma, to- das 6us poesías inéditas la mayor parte de ellas, lle- van el sello de los nobles sentimientos que glorifica- ron su vida y honran aun hoy su vejez. Entre la multitud de sus obras, vamos a tomar algunas per- las para engastarlas en esta recopilación : La calamidad pública. .„ f ..a ...<■ i . rftv^nv-u^k). ri"iü- I oifyoií «ti O-: KLEJIA. ¿Cómo es que solitaria está sentada La opulenta ciudad de pueblo henchida? Cual vida abandonada, Y en dolor sumerjida, De cien provincias la ínclita señora Sin réjia pompa y enlutada llora!! Ya se fué la hermosura De la escelsii Israel: sus anchas puertas Derrumbadas, desiertas, Publican su desastre y su amargura, Y on fúnebres querellas Jimen sus sacerdotes y doncellas. T — 191 — A la hija de Sion, oh Dios tremendo, Cubrió de oscuridad tu mano airada, Porque, á tí desoyendo, Corrió desenfrenada, Y al tocar de sus crímenes la cumbre Probó añiccion y dura servidumbre. Sus muros dominantes La Virgen de Judá mira enlutados, Ni cánticos sagrados Resuenan en su Templo Oh.. ..caminantes, Decid, yo os desafío, Si hay un dolor que iguale al dolor mió!! Asi en Jerusalen desamparada Sus ruinas el profeta contemplando, Con voz acongojada Se lamentaba, cuando £1 Dios de las venganzas por castigo La abandonó al furor de su enemigo. Y tú, oh Patria afligida Del contajiocruel, ¿á quien lamentas? I Como librar intentas Los hijos de tu amor, cuando estendida Miran la espada fuerte Y en la respiración beben la muerte ? i Como al Juez vengador en desagravio No levantas, oh mísera, tus preces 1 Mas ay ! sellas el labio, Atónita enmudeces : Y el remedio á tu inmenso desconsuelo Lo buscas en la tierra y no en el cielo!!— 192 — l No oyes cuán doloroso Dó quier suena el clamor?— Alli una viuda En su adición aguda Se abraza del cadávor del esposo, Se estrecha, y afli jida Quisiera con su aliento darle vida. Aquí una madre en bárbara amargura Exhala su dolor, y delirante Con ardor y ternura Besa al hijo espirante, Que asi transmite á su materno seno Con el último aliento su veneno. Allá june aflijido En torno á un atahud el triste esposo; Aquí mas clamoroso El tierno infante con acento herido Llora, porque ha quedado En mísera horfandad desamparado. Con fatal estridor oruzar'se miran Los carros de la muerte pavorosos, Que ya cansados tiran Los brutos vagorosos; Anunciando su fúnebre trofeo Los oscuros penachos del arreo. Ya en las auras tremendo Vibra su espada el ángel del espanto; El abismo entre tanto Lanza un clamor de gozo, recibiendo Las numerosas almas, Y la profundidad bate sus palmas. — 193 — De una joven en féretro enlutado Miró el cadáver lívido y adusto; Cuál la han abandonado ! ! Con horror y con susto Nadie se acerca en torno de la que ántcs Era tan bella'y tuvo mil amantes !! i Dó está la faz serena, La graciosa sonrisa, el rojo labio ? i Quión, con bárbaro agravio, Mudó en cárdeno lirio la azucena i Dó está el dorado lecho 1 Los que ayer la servían, quó se han hecho \ Vuelve, oh Patria, les ojos A aquel que es solo sábio, solo fuerte. Porque en su fó confía Vence David al bárbaro jigante.... El concede triunfante A Jehú las victorias; mas la impía Jezabel obcecada Fué por hambrientos perros devorada. Así tú solo, oh Dios grande y piadoso, A mi patria infeliz salvar pudieras, Porque oyes bondadoso Las preces lastimeras; Mas, ay del pueblo ingrato á quien desamas. Si en el furor tu indignación derramas!! Oye pues el lamento, Y el hondo cáliz de tu grande ira 25— 194 — Retira, oh Dios, retira, Purificando el aura con tu aliento, Porque en tu templo santo Resuene ele alegría el dulce canto. Entro sus Lijos mas distinguidos, Buenos Aires cuenta con orgullo á un hombre, joven aun, quien después de haber tomado una parte muy activa en la cruzada contra Kosas y desempeñado en seguida un rol importante en loa asuntos de estos países, ha venido á buscar en la capital ateniense, que fué su cuna literaria, las inspiraciones de sus primeros años. Juan María Gutiérrez, madurado hoy por la espe- riencia, ha vuelto al comercio de las musas, el único que no deja ni decepciones, ni tristezas, y después de las ingratas labores de la política, debe esperi- mentar un verdadero placer en descansar, como en otro tiempo, en el generoso y puro reposo del enten- dimiento. El Sr. Gutiérrez tiene una multitud de poesías inéditas. Las que ya han salido á luz honran tanto á 6U carácter como su talento. En las fiestas de Mayo de 1841, abrióse en Mon- tevideo un concurso lírico bajo los auspicios de va- rias celebridades literarias, en cuyo número se en- contraban Juan Cruz y Florencio Várela. En aquel torneo poético acudió el romanticismo, representado por José Mármol, Luis Domínguez y otros brillantes sectarios de la nueva escuela. Los jueces del campo — 195 — otorgaron la palma al clasicismo, siendo Juan Ma- ría Gutiérrez el que tuvo el honor de alcanzarla. Desearíamos poder citar toda la obra coronada, largo ditirambo en que palpitan todas las glorias patrió- ticas cantadas en un estilo digno de Píndaro; pero no queriendo mutilar aquella obra maestra con citas incompletas, hemos juzgado á propósito indemnizar- nos con unas lindas poesías inéditas que harán co- nocer el talento del autor bajo el respecto de la gra- cia y facilidad que le caracterizan en tan alto grado. Lia Bandera de Mayo. Al cielo arrebataron nuestros j ¡gantes padres, El blanco y el celeste de nuestro pabellón ; Por eso en las rejiones de la victoria ondea Ese hijo de los cielos que no dejeneró. Cual águila en acecho se alzaba sobre el mundo, Para saber qué pueblos necesitaban de él ; Y llanos y montañas atravesando y ríos, La libertad clavaba donde clavaba el pié. Del Cóndor de los Andes las alas no pudieron Seguir en sus victorias al pabellón azul; Ni la pupila impávida del águila un momento Pudo mirar de frente su inestinguible luz. Alcemos sus colores con vanidad, hermanos ! De nuestra gran familia el apellido es él : Dos bandos fratricidas le llevan en sus lanzas, Mañana en torno suyo se abrazarán también.£1 Domingo. Como de primavera Las gotas puras que en el campo brillau, Brillaron en la esfera Al santo « fiat» de tu voz, los mundos, Mi Dios, que maravillan. Mares inquietos, pérfidos, profundos Con peces variados, Con rojizo coral, con perlas albas, Diste por linde al globo.—Coronados Fueron los montes en sus frentes calvas Por tu mano, Señor, con fuego vivo; La llama del volcan con nubes bellas; Y el leve ambiente que en azul se baña Con guirnaldas de estrellas. En los pinos, Señor, de la montaña El blando nido del pichón colgaste, Y á los cachorros de la tigra uraña En los robustos troncos abrigaste : Entre las flores del Edén perdido, Pusiste al hombre, tu postrera hechura, Y en sus curvos anilles escondido Al primer seductor de la hermosura. Y viendo que era bueno Cuanto tu mente creó, sublime gozo Iluminó tu faz, llenó tu seno. Entonces descansando En medio al universo que nacia, — 11)7 — Consagraste al reposo, Las horas de este día. -Los .Espinillos. T,iiucau dans le sillón, moucltc sur les lames. (Lam.) Por las faldas de las lomas Del pueblo de San Isidro, Fragantes flores de aroma Desprenden los espinillos En verano. En la grama de los suelos Remedan las cuentas de oro Que pone en nupciales velos El enamorado esposo Con su mano. En una de esas alfombras (Regaladísimo lecho) Entre misterios y sombras Esperando está un mancebo A su querida. Y al decir : "Desde la aurora 'La espero, porqué no viene/" Una mano seductora A la esperanza le vuelve Y á la vida. Mientras la dicha apuraban Entre flores de espinillos,\ — 198 — Sobre el arroyo ondulaban Las dos velas de un barquillo Pescador; Y de la brida, seguro, Haciendo ruido en el freno, Un potro tostado—oscuro Pisaba impaciente el suelo En derredor. Eran el potro y barquilla Del mancebo enamorado. Dejando al potro en la orilja A la barca dando un salto Se arrojó : 'orque era pez en las olas if león en el rodeo; Y nadie en lanzar las bolas O en menejar los dos remos Le igualó. La vela dió al horizonte Cantando en festiva voz : . "Tráeme un durazno del monto Amarillo y abridor, Y abridor. " Era encargo de su bella, Entre besos se lo dió : "No hay durazno como ella" Añadió, dando un adiós, El cantor. — 199 — La .Espuma del mar. (recuerdo) Del huracán las alas tenebrosas, Sobre el abismo enfurecidas ván, Cual fúnebres coronas deponiendo Blancas espumas sobre el negro mar. Vienen en tanto á la memoria mia Las frescas horas de mi quieta edad : Con la inquietud presente se confunden Como la espuma y el horror del mar. Vision de luz ! Amor primero y puro, Cáliz de almibar que arrojé desleal! En esta noche que entristece á mi alma, Eres la espuma que ilumina al mar. Perfumes llegan de mi pátrio suelo, De trébol, rosa», violas, arrayan, Y de esa flor—del—aire misteriosa Que es como espuma blanca de la mar. Siento en la playa del inmenso Río, Correr veloz al férvido alazán, Bañado el pecho en arjentada espuma, Como la espuma que levanta el mar. Madre y hermanos que lloráis mi ausencia, Yo pisaré vuestro desierto umbral : Es el tirano odioso de mi patria Espuma leve que se traga el mar.— 200 — En 183S había en las cárceles do Rosas, nn jó ven de 20 arios que escribía en las paredes do su cala- 1k>zo el siguiente cuarteto : Muestra á mis ojos espantosa muerte, Mis miembros todos en cadenas pon ; Bárbaro ! Nunca matarás el alma, Ni pondrás grillos ú mi mente, no ! Esto audaz prisionero so llamaba José Mármol. Cuando Lord Byron fué á Italia á visitar la cár- cel en quo murió Torcuato Tasso, escribió en la pa- red los siguientos versos en francés : Lá, le Tasse, bruló d'une flamme fatale, Devoré par l'amour, Lorsque son front ceignait la palme triomphale, Descend au noir séjour. Cual otro Tasso, Mármol ora devorado por una llama, pero era un amor grandioso que lo alimen- taba, el amor á la Patria. Proscripto en el AtláDtico y el Pacífico, Mármol publicó muchas poesías de mérito, entre otras, el Peregrino en el mar, el Cruzado, el Poeta, etc., pero su obra jefe es la Amalia, novela histórica que en- cierra un gran periodo de la dictadura de llosas. Diremos algunas palabras de esta obra en el ca- pítulo consagrado á la novela Argentina. lió aquí una bellísima composición que se leerá, estamos cierto, con vivo interés : — 201 — A ROSAS, EL 25 DE MAYO* ■' Al triunfo, la agonía siguió del moribundo, Al viva del combate, de servidumbre el ¡ ay! Yo sé que vendrá, un tiempo para la patria mia De paz y de ventura, de gloria y hermandad." ( JtJAN CART.03 GOVBZ. ) té Miradlo, si, miradlo. No veis en Oriente Tiñendose los cielos con oro y arrebol ? Alzad, Americanos, la coronada frente Ya viene á nuestros cielos el venerado sol. El sol de los recuerdos, el sol del Chimborazo Que nuestros viejos padres desde la tumba ven • Aquellos que la enseña de Mayo con su brazo Clavaron victoriosos en su nevada sien. Veneración! las olas del Plata le proclaman, Y al Ecuador el eco dilátase veloz: Los hijos de los héroes ¡ veneración ! esclaman, Y abiertos los sepulcros responden á su voz. II. Sus hijos ! por qué huyeron de sus paternos lares Cual hojas que se lleva sin rumbo el huracán 1 Por qué corren proscriptos sin patria y sin hogares A tierras estranjeras á mendigar el pan ? Y al vislumbrar de Mayo las luces divinales Por qué no les embriaga la salva del oañon, 26— 202 — Los vivas do los libres, los cánticos triunfales Y el ruido de las ondas del patrio pabellón. La cuna de los libres, la emperatriz del Plata, Por qué está de rodillas sin victoriarte ¡ oh sol! Por qué como otros dias sus ecos no dilata Cuando los cielos tiñes con oro y arrebol ? III. Emboza ¡ o sol de Mayo! tus rayos en la esfera Que bay manchas en el suelo donde tu luz brilló ; Suspende, sí, suspende tu espléndida carrera, No es esa Buenos-Aires la de tu gloria, no. La luz de los recuerdos con que á mis ojos brillas, Para evitar su mengua sepúltala ¡ por Dios ! La emperatriz del Plata te espera de rodillas Ahogada entre jemidos su dolorida voz !■!! Un hombre ha renegado de tu homenaje eterno Robando de tus hijos la herencia de laurel : Salvaje de la pampa que vomitó el infierno Para vengar acaso su maldición con él. IV. ¡ Ah Rosas ! No se puede reverenciar á Mayu Sin arrojarte eterna, terrible maldición ; Sin demandar de hinojos un justiciero rayo Que súbito y ardiente te parta el corazón. Levanta tu cabeza del lodazal sangriento Que has hecho de la patria que te guardaba en sí, Contempla lo que viene cruzando el firmamento Y dínos de sus glorias lo que te debe á tí. — 203 — La mancha que en el suelo no borrarán los años, Porque la tierra en sangre la convertiste ya, Contempla, y un instante responde sin engaños Quién la arrojó, y gozando de contemplarla está!!! V. Contempla lo que viene cruzando el firmamento Con luces que recuerdos iluminando van, Y dínos si conservan memoria de tu aliento Los inmortales campos de Salta y Tucuman. Si el sello de tu planta se mirará en los Andes O acaso en Chacabuco ó en Maipo ó en Junin ; O si marcando hazañas mas célebres y grandes Habremos de encontrarlo por Ayacucho, en fin. Enséñanos siquiera la herida que te abruma, Pero que hermosa y noble sobre tu pecho está, Y dínos que lidiando la hubistes en Ayunia O acaso en Vilcapujio, Torata ó Moqueguá. VI. ¡ Ah Rosas! Nada hiciste por el eterno y santo Sublime juramento que Mayo pronunció, Por eso vilipendias y lo abominas tanto, Y hasta en sus tiernos hijos tu maldición cayó. Cuando de bayonetas se despeñó un torrente Bordando de victorias el suelo de Colon, Salvaje, tú dormías tranquilo solamente Sin entreabrir tus ojos al trueno del cañón. Y cuando tus hermanos al pió del Chimborazo Sus altaneras sienes vestían de laurel,— 204 — Al viento la moleña, jugando con tu lazo, Por la desierta pampa llevabas tu corcel. VII. Ah ! Nada te debemos los argentinos, nada, Sino miseria, sangre, desolación sin fin; «J amas en las batallas se divisó tu espada; Pero mostraste pronto la daga de Cain. . Cuando á tu patria viste debilitado el brazo, Dejaste satisfecho la sombra del ombú, Y al viento la melena, jugando con tu lazo, Las hordas sublevaste salvajes como tú. Y tu primer proeza, tu primitivo fallo, Fué abrir con tu cuchillo su vírjen corazón, Y atar ante tus hordas al pió de tu caballo Sus códigos, sus palmas y el rico pabellón. VIII. Tan solo sangre y cráneos tus ojos anhelaron, Y sangre, sangre á rios se derramó do quier; Y de apilados cráneos los campos se poblaron Donde alcanzó la mano de tu brutal poder. Qué sed hay en tu alma 1 Qué hielos en tus fibras 1 Qué espíritu ó demonio su inspiración te dá, Cuando á tu rudo lábio tu pensamiento vibras Y en pos de la palabra la puñalada va? Qué fiera en sus entrañas alimentó tu vida Nutriéndote las venas su ponzoñosa hiél ? Qué atmósfera aspiraste? Qué fuente maldecida Para bautismo tuyo te preparó Luzbel t — 205 — IX. Qué ser velado tienes que te resguarda el paso, Para poder buscarlo con el puñal en pos 1 Cuál es de las estrellas la que te alumbra acaso, Para pedir sobre ella la maldición de Dios ? En qué horas sientes miedo dentro tu férreo pecho, Para llamar visiones que su pavor te den t En qué hora te adormeces tranquilo sobro el lecho, Para llamar los muertos á sacudir tu sien ? Prestadme tempestades vuestro rujir violento Cuando rebienta el trueno bramando el aquilón; Casoadas y torrentes prestadme vuestro acento Para arrojarle eterna tremenda maldición. ... X. i Cuando á los pueblos postra la bárbara inclemencia De un déspota que abriga sangriento frenesí, £1 corazón rechaza la bíblica induljencia : De tigres nada dijo la voz del Sinaí. El bueno de los buenos desde su trono santo La renegada frente maldijo de Luzbel; La humanidad, entonces, cuando la vejan tanto, También tiene derecho de maldecir como él. Sí, Rosas, te maldigo. Jamás dentro mis venas La hiél déla venganza mis horas ajitó : Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas; Pero como Arjentino, las de mi patria,- no.— 206 — XI. Por tí esa Buenos Aires que soportar sabia Sobre su espalda un mundo, bajo su planta un león, Hoy débil y postrada, no puede en su agonía Ni domeñar siquiera tu bárbara ambición. Por tí esa Buenos Aires mas crímenes ha visto Que hay vientos en la pampa y arenas en el mar; Pues de los hombres harto, para ofender á Cristo, Tu i mágen colocaste sobre el sagrado altar. Por tí sus buenos hijos, acongojado el pecho, La frente doblegamos bajo glacial dolor, Y hasta en la tierra estraña pue nos ofrece un techo Nos viene persiguiendo, salvaje, tu rencor.... XII. Mas ¡ay! de la tormenta los enlutados velos So cambian en celajes de nácar y zafir, Y el sol de los recuerdos nos grita de los cielos Que en pos de la desgracia nos viene el porvenir. Hay mas allá, es el lema de su divina frente Grabado por la mano purísima de Dios, Y el Chimborazo al verlo lucir por el Oriente : Hay mas alna , responde con su jigante voz. Hay mas allá, los héroes al espirar clamaron, Poblando con su grito de América el confín, Y entre vapor de sangre—Hay mas allá, exhalaron Los campos de Ayacucho, de Maipo y de Junin. — 207 — XIII. Sí, Rosas, vilipendia con tu mirar siniestro El sol de las victorias que iluminando está; Disfruta del presente que el porvenir es nuestro, Y entonces ni tus huesos la América tendrá. Sí, Rosas, vendrá un dia terrible de venganza Que temblará en el pecho tu espíritu infernal, Cuando tu trono tumben los botes de la lanza O el corazón te rasgue la punta del puñal. Como rebienta el Etna tremendo de repente Rebentarán los pueblos que doma tu ambición ; Y cual vomita nubes de su ceniza hirviente Vomitarán los pueblos el humo del cañón. XIV. Entonces, sol de Mayo, sus dias inmortales Sobre mi libre patria recordarán en tí; Y te dirán entonces los cánticos triunfales Que es esa Buenos Aires la de tu gloria, sí. Entonces desde el Plata sin negra pesadumbre Te mirarán tus hijos latiendo el corazón, Pues opulenta entonces reflejará tu lumbre En códigos y palmas y rico pabellón. Y al estenderse hermoso ta brillantino manto Ni esclavos ni tiranos con mengua cubrirá; Que entonces de ese Rosas que te abomina tanto Ni el polvo de sus huesos la América tendrá. Montevideo, Mayo de 1843.— 208 — En la galería de los poetas Argentinos figura con gran distinción un nombre, querido de las musas del Plata, honorable al mismo tiempo para la prensa periódica de este capital. Luis Domínguez, que, como redactor en gefe del Orclen, representa en la política un liberalismo sábio y prudente, se indem- niza en la poesía con uno gran franqueza de imagina- ción. En el torneo lírico de que hemos hablado á propósito de Juan María Gutiérrez, Luis Domín- guez recibió del jury una honrosa mención. Esta distinción fué feliz para su musa cuya fecundidad nos ha dotado de numerosos ensayos poéticos, inte- resantes todos por la esquisita delicadeza de la forma y por la inspiración local de los asuntos. El ombú. A Félix FriaSi en Solivia. En el ombú qu? ha brotado Con el gérmen de mi mente Estas letras he grabado: '• A Félix, que no ha olvidado Su patria. Su amigo ausente. * Cada comarca en la tierra Tiene un rasgo prominente; El Brasil su sol ardiente, Minas de Plata el Perú, Montevideo su cerro, Buenos Aires, patria hermosa, Tiene su pampa grandiosa; La pampa tiene el ombú. — 209 ■= Esa llanura cstendidn. inmenso piélago verde, Donde la vista se pierde Sin tener donde posar, Es la pampa misteriosa Todavía para el hombre, Quo & una raza dú su nombro Que nadie pudo domar. No hay allí bosques frondosos. Pero alguna vez asoma En la cumbre de una loma Que se alcanza ¡i divisar, El ombú, solemne, aislado, De gallarda airosa planta Que á las nubes se levanta Como faro de aquel mar. El ombú ! Ninguno sabe En quó tiempo, ni qué mano En el centro de aquel llano Su somilla derramó. Mas su tronco tan ñudoso, Su corteza tan roida, Bien indican que su vida Cien inviernos resistió. Al mirar como derrama Su raíz sobre la tierra, Y sus dientes allí entierra Y se afirma coa afán, Parece que alguien le dijo Cuando se alzaba altanero:— 210 — Ten cuidado del pampero, Que es tremendo su huracán. Puesto en medio del desierto, EJ ombúrcomo un amigo, Presta á todos el abrigo De sas ramas eon amor; Hace techo de sus hojas- Que no filtra el aguacero, Y á su sombra el sol de Enero- Templa »1 rayo abrasador. Cual museo de la pampa Muchasraaas él cobija; La rastrera lagartija Hace cuevas á su pió. Todo pájaro hace nido Del jigante en Ha cabeza; Y un enjambre, en su corteza» De insectos varios se vé . Y al teñir la aurora el cielo De rubí, topacio y oro, De allí sube á Dios el coro Que le entona al despertar Esa pampa misteriosa Todavía para el hombre Que á una raza dá su nombro Que nadie pudo domar. En su tronco se leen cifras Grabadas con el cuchillo, Quizá por algún caudillo Que á los indios venció allí; — 211 — Por ano de esos valientes Dignos de fama y de gloria, Y que no dejan memoria Porque nacieron aquí!.... A su sombra melancólica. En una noche serena Amorosa cantilena Tal vez un gaucho cantó; Y tan tierna su guitarra Acompañó sms congojas, Que el o iribú de entre sus hojas Tomó rock» y lloró. Sobre su tronco sentado El señor de aquella tierra De su ganado la yerra Presencia alegre tal vez; O tomando el matecko Bajo sus ramos frondosos Pone paz á dos esposos, O en las carreras es juez. A su pié trazan sus planes, Haciendo circulo al fuego, Los que van á salir luego A correr el avestruz.... Y quizá para recuerdo De quo allí murió un cristiano Levantó piadosa mano Bajo su copa una cruz. Y si en pos de amarga ausencia Vuelve el gaucho á au partido, ■— 212 — Echa ponas al olvido Cuando alcanza á divisar El ombú, solemne, aislado, De gallarda airosa planta, Que á las nubes se levanta Como faro en aquel mar. Montevideo. Semejante íi Ondina della Su cuerpo airoso d( acuella. . E. Echeverría. De ias entrañas de América Dos raudales se desatan; El Paraná, faz de perlas, Y el Uruguay, faz de nácar. Los dos entre bosques corren O entre floridas barrancas, Como dos grandes espejos Entro marcos de esmeraldas. Saludándolos en su paso La melancólica pava, » El picaflor y el jilguero, El zorzal y la torcaza. Como ante reyes se inclinan Ante ellos ceibos y palmas, Y la arrojan flor del aire, Aroma y flor Amalia