\ SOBRE LA HISTORIA EN EL DIA DE LA INAUGURACION DE LA ALLA DE HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORANEA, EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS-AIRES, POR EL CANÓNIGO DON MAR- TIN AVELINOlPlSERO^ PROFESOR DE HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORANEA EN LA u MISMA UNINERSIDAD Y PROFESOR DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES EN EL LICEO PEÍ. PLATA. MONTEVIDEO—1856 ■ nip. d« VAt'tOV..*! Ilnstradoalio^ado doctor D. .lo.li serait honletix, je ne dis pas á un prince, mais en jénéral á tout honnéte homme, d'ignorer Je genre liu- u»in, el les chnngements memorables que la su i te des temps a fait d;ms le mortde. Bossnet Discours sur la Histoire Universclle. Seria vergonzoso no digo á un principe, pero en TeñeraI á todo hoiñl>re de bien, ignorar él jénero hu- mano, y Tos cambios memd rabies que la acción del tiempo ha hecho en el mundo. ITo*»uet Discurso tobrt la Historia Universal. INTRODUCCION. Juventud estudiosa— I. Llega por fin el dia en que debía te- ner lugar la apertura de la aula de la histo- ria moderna y contemporánea, hoy lo de noviembre es ese dia,dia q' considero feliz para vosotros, para la patria y para las le- tras. Os felicito y me felicito á mi mismo. El vacio de esta clase, asi contó el de !a Historia Antigua, de Literatura, de Econo- mía Política, de Griego y de Idiomas, era una necesidad,que la altura a que se lia ele* vade este establecimiento,exijia se atendie- se, y se atendiese cuanto antes. Felizmente ya ninguno de esos vacíos existe. La ilustre Universidad de Buenos-Ayrcspucde hoy po- nerse a la par de las Universidades mas celebres de Europa, merced á los afanes y desvelos del sábio Rector que lia preside, y á la liberalidad del jeneroso protector que la fovorece. ¡ Cuauto no debe esta Univer- sidad como todos los establecimientos de educación al primer Gobierno Constitu- cional de este Estado ! Las crecidas sumas invertidas en este ramo son la prueba mas elocuente de esta verdad. 2. Pero ni la je'iíerosTdád dé la actual administración, ni el zelo del ilustrado Héctor nos hubieran proporcionado tantas Ventajas, si sus esfuerzos no estuviesen pto- tejidos por el Anjel de las instituciones y por el de la Paz. Solo en el dia es queso puede trabajar con resultado, las Institu- ciones y la Paz es el dia de los Pueblos. Merced pues principalmente a estos dos Anjeles tutelares de las Sociedades que esta Universidad en tan breve tiempo haya he- cho tan rápidos progresos. ¡ Que hermosa, que fecunda es la Paz ! ; Que interesantes son las Instituciones ! Nada hay tan importante para los pueblos como la Ley y la Paz. La Paz y la Ley son los dos ejes sobre que jira la prosperidad de las Sociedades. A la sombra de estos dos árboles frondosos duerme tranquilo el ciudadano y t'odos los elementos del en- grandecimiento déla humanidad se desar- rollan de una manera prodijiosa. La Re- líjiou, las ciencias, tas artes', el comercio', todo progresa. El hombre social, el hom- bre relijioso, el hombre intelectual, el hom- bre material ocupa cada uno y lodos á la vez su respectivo puesto, ese puesto quesiempre debiera ocupar en tuerza de la na- turaleza do su soi. Vuelvo á decir, nada hay tan importan - te para los Pueblos como la Ley y la Paz. Ved sino cuanto poseemos en un dia de Paz y de instituciones; tenemos Diocesa- no, tenemos Seminario, tenemos templos embellecidos, tenemos cima, tenemos hos- pitales, tenemos Sociedad de Beneficencia, tenemos Facultad de Medicina, tenemos multitud de escuelas en la ciudad y en la campaña, tenemos diferentes cátedras nue- vamente instaladas, tenemos prensa, tene- mos guardia nacional, tenemos municipa- lidades, tenemos muelle, teñamos gasóme- tro, tenemos teatros, tenemos magníficos edificios, tenemos clubs, tenemos filarmó- nicas, tenemos........¡ pero qué no tene- mos!......lodo cuanto veinte años de ti ranía nos lian negado, tenemos, y lo tene- mos en un solo dia de Paz, en un solo dia de Instituciones. Amemos pues la Paz, amemos la Ley. Sepamos apreciar estos dos presentes del cielo con que los Pueblos grandes son lo que son. Sepámoslos conservar, sepas- muslos clasificar. La paz del hombre indi- vidual consiste en dar á Dios lo que es de Dios,á sí mismo lo que es de sí mismo y á sus semejantes lo que es de sus semejan- tes, es decir, consiste en dar á Dios nues- tro corazón y nuestra lengua en testimonio de nuestra gratitud por habernos criado, conservado y redimido; en querer para nuestros semejantes lo mismo que quere- mos para nosotros,y en no querer paradlos lo que para nosotros no queremos. Solo cu esto consiste la paz del hombre individual, porque solo esto puede dar una conciencia pura. Por consiguiente, fuera de esto no puede el hombre conseguir la verdadera paz por mas opulento, por mas honrado. por mas sabio que re considere, si es que sin eso puede haber ni verdadera ciencia, ni verdadero honor, ni verdadera riqueza. Del mismo modo, la paz de un pueblo y por tanto la verdadera dicha consiste en dará Dios lo que es de Dios, en dárselos ciudadanos reciprocamente lo que a cada uno le corresponde, en dar á la Autoridad lo que es de la Autoridad, á los subditos lo que es de los subditos y á los otros pue- blos lo que de derecho les corresponde. De aquí nacerá necesariamente la armonía particular j la armonía jcncral, y por con- siguiente la [taz. Esta filosofía de la Reli- jion está demostrada prácticamente por la Historia Universal desde la cuna del mun- do hasta la actualidad. 3. Pero volvamosá nuestro objeto, ocu- pémonos de la solemnidad del acto litera- rio de este dia. Yo deseo, Síes, intere- sar vuestra atención sobre la Historia,de- seo mostraros lo que es la Historia, clasi- ficar los principales Autores, que han es- crito sobre ella é indicaros la utilidad que nos resulta de la ciencia de la Histo- ria. ¡No dudo que los que mejor que yo co- nocéis esta importante ciencia,'os compla- ceréis en recordarla, y que los que aun no la conocéis, tendréis satisfacción en to- mar algunas nociones, estimulándoos al mismo tiempo 1 poseer la cien- cia que enseña el conocimiento del jénero humano. Por jonsiguienle, mi discurso tendrá tres partes. 1. 40 Lo (pie es la Historia. 2. 9 Noticias do los principales autores que han escrito las mejores historias. 3. ™ Utilidad del conocimiento de la his- toria.- Os pido que os digneis prestarme vues- tra atención. PRIMERA PARTE. 4. ¿Qué es la Historia? ¿Cual su difiiu- cion? Cicerón la llama, el testimonia de los tiempos, la luz de la verdad, la vida de- la memoria, la muestra de la vida, el mensa- jero de la antigüedad. Cesar Cantú, el cé- lebre César Cantil, el mejor historiógrafo del siglo, dice que la historia es la narra' donde los sucesos tenidos por verdaderos, á (iu de deducir de lo pasado probabilida- des para lo venidero acerca del desarrollo de la aclivida. Yo analizaría filosóficamente estas definiciones, pero me seria necesario alar- garme demasiado, y mi misión en estos momentos no es sino la de definir la his- toria según que me parezca mas filosófi- ca. Ademas debo enseñarla Historia, y de- seo enseñarla según mis convicciones y no según las convicciones de otro. JVle es pues necesario establecer el principio de mis convicciones, principio que será la base de mi enseñanza. Por tanto, sin pre- tender considerarme, no digo superior uí igual a estos autores, pero ni aun compa- rarme con ellos, ni con nirigun otro, séa- me permitido definir y dividir la Historia scfun yo la comprendo. Espero, señores, que no sera indigna de la atención con que me honráis. Mi definición es esta: Histo- ria es » IIi»cona de la edad Media, es nía narra- ción clara y sencilla de la vida de los [nie- blas, enseñando verdades útiles al hombre, desde el año de 476 de Jesucristo en la destrucción del Imperio Romano de Occi- dente, haata la loma de Conslanlinopla pol- los turcos en el año 1-453.» Historia Moderna, es «la narración clara y sencilla de la vida de los pueblos, en se- ñando verdades útiles al hombre, desde la toma de Constantinopla por los turcos en el año 1453 hasta la Revolución de Francia en 1789.» Historia Conlenqporánpg, es «la narra- ción clara y sencilla de la vida de los pue- blos, enseñando verdades tiltiles al hom- bre, desdé la Revolución de Francia en £7.89, hasta la actualidad.» 8. Entiendo por verdades útiles al hom- bre las que tienden 4 formarlo relativamen- te a su fin próximo que es la felicidad tem- poral y relativamente á su fin remoto, que «su felicidad eterna. La felicidad tempo- ral debe dirigirse siempre á la-felicidad eter- 4ia. Asi es que nada que este en oposición coa la felicidad eterna, puede.considerarse como útil para la felicidad temporal, pues esta consiste esencialmente en dirijirlo todo a aquella otra. De tal suerte que, filosófi- camente hablando, la felicidad temporal del hombre no es otra cosa, que el princi- pio de su felicidad eterna, pues que el hombre ha nacido para ser eternamente feliz desde q.ue ha sido criado inmortal. 9. La vida de los pueblos es como la de los hombres. El hombre, según la natura- leza ile su ser, tiene una cuádruple vida, la vida intelectual, la vida relijiosa, la vida social, y la vida mateiial: cuádruple vida que viene a formar una sola yida, la vida individual. T>cl mismo modo, Ips Pueblos, como que son la reunión de hombres, tie- nen la misma cuádruple vida. La Historia que comprende lodo á la vez y el desarrollo de la vida intelectual, y el desarrollo de la vida religiosa, y el desarrollo de la vida social, y el desarrollo de la vida material de los Pueblos, es la Historia déla Civili- zación de la humanidad, pues que Civiliza- ción no es otra cosa que «el desarrollo pro- gresivo, simultaneo, intelectual, religioso, social y material» segun lo establezco en mis Principios itc Educación. 10. Segun oslo la historia de la civili- zación se divide en tantas parles, como son las qae ella comprende, es decir, se divido en historia intelectual,'en historia relijiosa. en historia social y en historia material dar- los pueblos. La historia intelectual es la historia de la literatura délos pueblos. La historia relijiosa, es ra historia del culto de los pueblos á la divinidad. La historia so- cial, es la historia política de los pueblos. La historia material, es la historia geográ- fica y artística de los pueblos. 11. La historia de la literatura de los pueblos cemprende la noticia de todas sus ciencias, es decir, de su teolojia. de su fi- losofía, de su lejislacion, de süs bellas le- tras, etc., considerándolas en su oríjen, en su crecimiento, en su desarrollo, en su perfección y en su decadencia si la ha habido. Esta historia nos muestra los grandes aciertos y los grandes descarríos déla razón humana: sus grandes acier- tos, mientras se ha sujetado a la razón divina: sus grandes descarríos, mientras quede ella ha prescindido. La? obras de Dios, es decir, la naturaleza ó el mun - do, es un vasto y magnifico palacio, cuyas maravillas no pueden verse perfectamente, si no es á la luz del sol de la revelación en su zenit, cual está ahora después de los Patriarcas y de Moisés. La opaca antor- cha de la inlelijcncia humana no puede mostrarnos ese mismo palacio, sino cual el astro de la noche nos hace entrever como á lo lejos, la hermosura de los campos. 12. La Historia del culto de los Pueblos á la Divinidad, da noticia del modo con que ellos adoraron á Dios, de su fé, de sus creencias, de su superstición, de su incre- dulidad y de las causas por las que asi esta como aquella fueron producidas. Esta Historia nos muestra como la Providencia ha velado siempre sobre los destinos de la Humanidad, como Dios ha comunicado con los hombres desde Adán hasta Moysés, desde Moysés hasta Jesucristo, y desde Je- sucristo hasta la actualidad, comunicación que no acabará sino para tenerla mas ín- tima cara a'cara con Dios por los siglos de os siglos.Esta Historia nos muestra q' esta comunicación del Criador con la criatura ha sido y es necesaria para el cumplimiento de la voluntad suprema entre los seres racio- nales, cuyos conocimientos naturales 'no pueden por sus propias fuerzas entrar en posesión délas verdadessobre naturales,que son de otro género.Esta historia nos muestra la gran revolución obrada por el Hombre- Dios, esa revolución suspirada desde la transgresión del primer hombre,esa revolu cion divina q' habia de poner a Dios en pose sion de sus altares, que habia de vengarla virtud restableciéndola en el trono que le habia sido usurpado por el vicio; esa re- volución benéfica de la Redención que ha- bia de regenerar al linage humano, que ha - bia de producir la verdadera civilización, que habia de establecer la verdadera Iglesia sobre bases indestructibles para que fuese eternamente el órgano de la voluntad de Dios eu esle mundo. Esta historia nos mu- estra la felicidad de los Pueblos que han es- cuchado la voz de Dios antes que la del hombre, y la degradación cu que se han hundido los que por escuchar al hombre, han despreciado a Dios. La Historia de la fé relijiosa de los pueblos nos mui'slpa esta degradación y aquella felicidad, haciéndo- nos una reseña del Paganismo, del Maho- metismo, de la Herejía, del Filosofismo y del Cristianismo. Los Pueblos (¡tie agru- pados al rededor de la Cruz, han creído, ainado y esperado, han sido siempre felices, siempre grandes; y á proporción que su Ce, que su amor y su esperanza ha crecido, su dignidad y su grandeza se ha aumentado. Los Pueblos que, prosternados ante el hombre, han proclamado la independencia de la razón humana del poder de la razón divina, han sido degradados, anonadados : de la independencia han pasado á la indi- ferencia, de la indiferencia á la increduli- dad, de la incredulidad al ateísmo, del ate- ísmo á la nada : de la independencia reli- jiosa han pasado á la independencia poli- tica, déla independencia política al ateísmo político, al desconocimiento de toda auto- ridad, del ateísmo político a las revolucio- nes; de las revoluciones al caos, del caos a la muerte. Esto nos dice la Historia reli- jiosa del Universo entero. Y á la verdad, el hombre no puede exis- tir sin creer; si no cree á Dios, necesaria- mente ha de creer al hombre. El hombre no puede existir sin Dios; no puede ver na- da si no vé las cosas en Dios. De Dios de- be deducirlo todo, y lodo debe dirijirlo a Dios. Dios es el principio y fin de todas las cosas, y de una manera especial del hom- bre. Dios ha hecho al hombre para sí, y el corazón de la imajen de Dios no puede es- tar tranquilo hasta no descansaren él. Mi- entras el hombre se separe mas de Dios, se aproximara mas á su última ruina. Dios es su luz, Dios es su ciencia, Dios es su ali- mento. Separándose el hombre de la luz, desdeñando la ciencia, reusando el alimen- to, se hundirá en las tinieblas, se esclavi- zará á la ignorancia, y finalmente morirá. Hoy que por los espíritus insubordina- dos, hoy, permitidme señores las voces de10 — que me voy a servir, boy que por ellos todo se racionaliza, que todo se desrelijioniza, que todo se protestanliza, que todo se pa - ganiza, hoy que por los espíritus presun- tuosos todo se invierte, todo se desordena, ¡ qué útil, que necesario, se hace el estudio déla historia relijiosa de los Pueblos ! Es- te estudio les mostraría prácticamente, que los intereses temporales del hombre es- tan vinculados á sus intereses eternos, y que en tanto que se afana por estos es que obtiene aquellos. 13. La historia política de los pueblos da noticia de su origen, de su desarrollo, de su comercio, de sus formas de gobierno» de sus conquistas, desús alianzas, de sus guerras, de sus hombres, de sus vestidos, de sus costumbres. Esta historia nos mues- tra el orijen de la sociedad, de sus diver- sos estados, la dignidad del matrimonio, los inconvenientes del divorcio, los males de la poligamia, las necesidades, los inte- reses, los derechos y los deberes diferen- tes que resultan de la naturaleza de la so- ciedad. Esta historia, refiriendo las creen- cias sociales y la práctica de todas las na- ciones, nos muestra que los derechos de la sociedad no se apoyan en ningún pacto, ni en ningún contrato libre, sino que están establecidos por la misma ley natural, estoes, que están establecidos en las ne- cesidades y en las cualidades naturales del hombre, en el sentimiento de la moral y en la noción de un Dios, y que por consiguien- te, los derechos de la sociedad son invio- lables y que la religión establece y consa- gra todos sus deberes. Esta historia refi- riendo el estado de los pueblos salvajes y el de los pueblos civilizados, nos muestra que las ventajas de la sociedad civil nos compensan ampliamente de la independen- cia que sin ella pudiéramos tener, que la autoridad no es el producto ni de la violen- cia, ni de la usurpación, ni de loa amaños, aino que es una exijencia, una necesidad de la naturaleza de la sociedad, asi como esta es una exijencia, una necesidad de la natu- raleza del hombre. Finalmente, esta His- toria nos muestra como los pueblos, por fas ventajas de la sociedad, se proporcio- naron su felicidad temporal, como la obtu- vieron mientras respetaron el principio re- lijioso y el principio de autoridad, y como la perdieron tan luego como desconocie- ron estos mismos principios. La historia política de los pueblos, mos- trando el instinto social y relijioso de to- dos los hombres garante, sanciona, consa- gra la filosofía del cristianismo: ella la vin- dica victoriosamente de los sarcasmos de la impiedad. 14. La historia geográfica de los pue- blos da noticia de su posición física sobre la tierra, de sus producciones naturales, de su esplotacion, del modo de hacerlas mas valiosas etc. Esta historia nos muestra co- mo los pueblos se procuraron su felicidad temporal material, como la consiguieron mientras que contentos con su suerte, no aspiraron á subyugar á los mas débiles, y eomo la perdieron luego que se estendieron mas allá de la razón y la justicia. Roma estendiendo sus brazos hasta los confine» del mundo, la Inglaterra eslendiéndolos hasta la América del Norte, la España es- tendiéndolos hasta la del Sud, Portugal es- tendiéndolos basta el Brasil y las Indias, re- ventaron de vano esfuerzo y perdieron hasta lo que pudieron haber conservado, y quien sabe cuanto mas perderán todavía, aun se están desangrando por las venas ro- las en su postrer esfuerzo. El calor del poder no tiene influencia sino eu los cuer- pos regulares. Por eso los monstruos casi no tienen vida, apenas aparecen para mos - trarse que son monstruos. Todo esto es pues la historia, todo eslo- es la humanidad. 15. Si consideramos la Historia com- prendiendo todas las épocas de los pue- blos, desde el nacimiento del mundo hasta nuestros días, la podremos llamar, Histo- ria universal material. Si consideramos la Historia comprendiendo ia cuádruple vida de los Pueblos, la podremos llamar, His- toria universal moral. Si consideramos la Historia comprendiendo simultáneamente todas las épocas y la cuádruple vida de los Pueblos, la podremos llamar, Historia uni- versal mista. 16. Tanto la historia universal material, como la historia universal moral, se divi- den en partes. La Historia universal ma- terial se divide, como he dicho antes, eu Historia Antigua, de la Edad Media, Mo- derna y Contemporánea. La Historia uni- versal moral se divide en Historia Cientí- fica, Relijiosa, Política ó .Social, y Artís- tica. Cada una de estas partes tiene sus divisiones y subdivisiones. Cada una, re- lativamente á su objeto, es la narración claray sencilla de verdades útiles al hom- bre. 17. La Historia universal moral puede ser, ó universal relativa, b universal abso- luta. Será lo primero, cuando solo se ocu- pe de la cuádruple vida de alguno ó de al- gunos Pueblos: Será lo segundo, cuando se ocupe de la cuádruple vida de lodos los Pueblos del universo. 18. Yo solo enseñaré dos partes de la Historia Universal Material, porque solo enseñaré la Historia Moderna y Contempo- ránea. Pero en estas dos partes enseñaré la Historia Universal Absoluta, porque en- señaré la Historia Moral de todos los pueblos considerándolos bajo su cuádruple vida. 19. En mi enseñanza procuraré dos cosas especialmente, la verdad y la utilidad, como lo indico en mi definición de la His- toria. La verdad para instruir, y la utili- dad para moralizar.Racional y relijioso co- mo es el hombre, jamas debiera ni pensar, ni hablar, ni practicar nada que no fuese para instruirse y moralizarse asi mismo, para instruir y moralizar á sus semejantes, para instituirse é instruir en las verdades sólidas, para moralizarse y moralizar suje- tando siempre la razón á la ley; á la ley di- vina y á la ley humana, á la ley relijiosa y á la ley social. 20. El hombre vive no solo para hoy: vive también para mañana: es el habitan- te del tiempo y el habitante de la eternidad. La vida presente no es para él sino el pri- mer acto del magnifico drama de la Huma- nidad, de ese gran drama cuya representa- ción jimas acabara: la muerte es el segun- do y la resurrección el tercero, acto inte- resantísimo, que es la inmortalidad. Eslo es una verdad, es un principio, es un dog- ma. Esta verdad, este principio, este dog- ma será la estrella que me dirija en la mar- cha de la enseñanza histórica, como es la que medirijeen cualquier otra enseñanza y laque me dirije en el océano de la vida. Siempre debiéramos dirijirnos por esta es- trella para no perder el rumbo en el viaje a la eternidad, en este viaje que nos dará por resultado, ó el piierto de la felicidad si so hace bien, 0 el puerto de la infelicidad si se hace mal, y de una felicidad ó una infeli- cidad tan duradera, como el mérito de la virtud y del vicio. Si, vuelvo á decir, esta sera mi estrella, esta será la estrella que se verá radiar eu mi aula de Historia Moderna y Contemporá- nea, como es la que se vé en mi aula de Filosofía, en mi aula de Retórica, en el co- lejio donde enseño y en mis pobres escri- tos. Porque señores, si en lodos tiempos debiéramos guiarnos por esta estrella, hoy debemos hacerlo de una manera especial, hoy que preocupa todos los espíritus, co- mo dice Guizol, la gran cuestión suprema entre los que reconocen y los que no reco- nocen un orden sobre natural, cierto y soberano, aunque impenetrable á la razón humana; entre los incrédulos, panteistas, escépticos, racionalistas y los cristianos, hoy que se ajila la gran cuestión entre el supernaluralismo y el racionalismo. No parece sino que ciertos hombres tratan hoy día de desterrar a Dios de sus escritos, de sus conversaciones, de las universidades, de la educación, de la majistralura, de la sociedad y confinarlo al retiro de los claus- tros. Pues por lo mismo es necesario re- petir llenos de respeto, con la lengua y con la pluma, una y mil veces este nombre sa-i2 — crosanto, cslc nombre adorable, este nom- bre consolador, el nombre de Dios, que en si encierra el de Criador, el de Conservador, el de Redentor, el de Remunerador, el de Relijinn, el de Sacerdote, el de Altar, el de Templo, el de Sociedad. Es necesario mostrar a cada paso con la Filosofía en una mano y la historia en la otra que no puede babor, ni ha habido pueblo verdaderamente civilizado que no baya prosternado su ra- zón ante la razón divina. Es necesario de- cir siempre con esc famoso publicista, que tenemos necesidad del Dios viviente del Cristianismo y no del Dios estatua de esos hombres abandonados á sus propios deli- rios, que «es menester para nuestra salud presente y Tulura que la fé en el órden na- tural, que el respeto y la sumisión en él or- den sobrenatural, entren en el mundo y en el alma humana; en los grandes espíritus co- mo en los espíritus sencillos, en las clases mas elevadas como en las mas humildes.» (l)Espues necesario decir siempre todo es- to, y que vale mas un solo grano de fé que montañas de duda y de indiferencia.—(2^ Vengamos ahora á la clasificación de las principales obras sobre Historia, que es en loque debo ocuparme en la segunda parte. (1) Guizot. (2) Guizot. SÜGUMDA PARTE i&xg'2<&ii£>. a>a 2*&3 a>2i2Sí(a2ií^^3i3 (Dolíais 3©3íaa OKMftMNKUt. 21. En esta parte, señores, seré mas largo, pero ¿ os pareceré largo i1 Yo espero que el interés y variedad de la materia, os la hará aparecer menos larga, y aun acaso agradable. La clasificación que me pro- pongo, la considero no solo útil, sino tam- bién necesaria. Segun las fuentes son las aguas,según las aguas es la salud de los que las beben. Los libros, y especialmente los libros elementales, son las fuentes donde bebe el alma, en ellos es donde el espii ilu se forma. Es pues necesario dar á conocer las fuentes puras y las que no lo son para que no se contajien las ideas y muera el al- ma á la verdad. Si todos los Profesores en sus respectivas aulas tuviesen este cuidado analizando á la luz déla Relijion, las obras que pudieran venir á las manos de sus discípulos, no cundieran como cunden en muchas parles, las funestas opiniones que destierran a Dios de la Prensa, de la Filo- sofía, de la Historia, de las Ciencias, del corazón, y que establecen el paganismo práctico en el seno de las sociedades cris- tianas : difícilmente nos olvidaríamos que el hombre no es criado para vivir en este mundo y después morir, no nos olvida- ríamos que el hombre os inmortal. Actualmente hay un gran mal casi en la sociedad universal, un mal trascendente que esta minando la felicidad temporal y eterna del hombre, un mal funesto, funes- tísimo, el mal del paganismo en la educa- ción, el peor de lodos los males. Hoy, ge- neralmente hablando, todo es carne, nada hay de espíritu: todo es tierra, nada hay de cielo : todo es para boy, nada para mañana. El árbol santo de la cruz ya casi no se en- cuentra sino en los jardines de los conven- tos, se ha lomado una planta exótica en la sociedad. Los hombres, en la mayor par- te, contentos con tener el signo de la Re- dención en la cúpula de los templos, ó so- bre un aliar, lo han arrancado de su cora- zón : relijíosos en lo eslerior y paganos en lo interior, civilizados materialmente, y barbaros cspiriiualmcnlc, solo dan un pe- dazo de su cuerpo a Dios, mientras que su alma entera la consagran á otras divinida- des. Y ¿ cual es la causa de tamaño mal ¡' ¿ cuál es la causa de esa especie de paga- nismo en la educación ? Yo pienso que los libros sin Dios, sin Relijion, sin Iglesia, sin Autoridad, sin vida espiritual ; pienso que esos libros llenos de materialismo, de in- diferencia, de insubordinación, de paga- nismo, es la causa principal. Por eso pro- curo de lodos modos, y especialmente cnlas materias que enseño, que tales li- bros no sean conocidos de mis discípulos^ sino para combatirlos, reprobarlos y detes- tarlos. Y no penséis por esto, señores, que yo trale de formar frailes, según se csplican algunos, no por cierto, trato de formar hombres, y trato de lormarlos no fanática sino filosóficamente, examinando la natu- raleza de su ser y de su destino—El hom- bre tiene alma y cuerpo. Luego debe for- mársele, como que es un compuesto sus- tancial de estas dos sustancias—El hombre percibe, juzga y raciocina. Luego es racio- nal. Luego debe formársele, como que es racional—El hombre no puede vivir solo, es nn ser de reproducción física y de repro- ducción moral: se reproduce físicamente por la generación, se reproduce moral-mente por las obras déla inteligencia: no so puede reproducir ni de uno, ni de otro modo si no vive en sociedad. Luego el hombre, según su naturaleza, ha nacido pa- ra la sociedad. Luego debe formársele pa- ra la sociedad—El hombre es criado por Dios, redimido por Dios, conservado por Dios. Luego el hombre debe sus respetos y su gratitud á Dios como que es su bien- hechor—En esto es que consiste princi- palmente la Religión. Luego el hombrees religioso. Luego, siendo por su naturaleza religioso, debe formársele como religioso. El hombre de la República Argentina, co- mo el de la mayor parte del mundo, reco- noce una Iglesia,reconoce I03 sacramentos, reconoce al Papa, á los Obispos, á los sa- cerdotes: cree y confiesa que esta Iglesia es la única que tiene todas las notas de la ver- dadera Iglesia de Jesucristo,y que no pue- de haber otra verdadera, desde que el si j el no no pueden ser verdaderos á un mis- mo tiempo. Luego el hombre de la Repú- blica Argentina, como el de la mayor par- te del mundo, es católico. Luego debe for- mársele como Católico. Esto pues, no es Formar frailes, es for- mar hombres, y es formarlos filosóficamen- te, según la naturaleza de su ser. Asi es como yo formo al hombre cuando le ense- ño las ciencias. Y no solo me propongo este objeto, no solo deseo proporcionar aguas puras con respecto a la parte religiosa, deseo ademas proporcionarlas también puras con respec- to a la parte literaria. Muchos han escrito Historias, pero son muy pocos los que pue- den ser modelos. La Historia, como la ora- toria y la poesía, tiene sus reglas, tiene su estilo propio. Esto solo se aprende en los clásicos, y el modo mas ventajoso de apren- derlo es estudiando el juicio de los auto- res competentes que han analizado cien- tificamente á los mismos clásicos. Todos los que han escrito Historias pretenden contar la verdad, pero son pocos los que lo hacen, y mucho menos los que la cuentan como deben contarla. El juicio de los sa- bios en la materia nos hace conocer los historiadores que cuentan la verdad, como deben contarla. Tal es pues, señores,el doble objeto que me propongo en la clasificación de las obras principales sobre la Historia—Os pido de nuevo vuestra atención. C*íóncsls. 22. La primera Historia del mundo, la mas antigua, la mas elocuente, la mas cé- lebre, es el Génesis. La historia primitiva, como la filosofía primitiva, como toda ciencia primitiva, reposa en el seno de la religión. Como la Rihlia, todas las histo- rias tienen por primer capítulo el Génesis, ha dicho el Barón de Barante. El Génesis es el primero de los libros de Moisés, en que se refiere la creación del mundo y la Historia de los Patriarcas desde Adán hasta Jacob y José, es la His- toria de casi dos mil trescientos sesenta y nueve años, desde el principio del mundo hasta la muerte de José, según el cálculo del texto hebreo. "Este escrito de Moisés abre la fuente de la historia, dice el Abate Bergier, presenta el interesante espectácu- lo de la dispersión de los hombres, del na- cimiento de las sociedades, del estableci- miento de las leyes, de la invención de las artes: aclarando el origen de lodos los pueblos,destruye las pretensiones de aque- llos euya historia se pierde en el abismo de los siglos." Court deGibclin en su Mundo primiti- vo diceqtie Moisés, enseñando á los israe- listas su propio origen, ha trazado la pri - mera carta geográfica conocida, resto pre- cioso de los conocimientos antiguos, que en vano buscaríamos á peso de oro entre los indios, chinos y mejicanos. m El libro mas importante del antiguo testamento, es incontestablemente el Gé- nesis, dice el abate Feller; como que es el fundamento de todos los demás. El trán- sito de la nada al ser; el principio del mun- do, el nacimiento y desarrollo de toda la naturaleza, la causa de su fecundidad y de 15 — sus progresos, se ven allí espresados con una sencillez y una fuerza, á que no ha po- dido llegar jamas la elocuencia humana. Las hipótesis físicas mas acreditadas, al la - do de la narración de Moisés, no parecen á un espíritu sólido mas que sueños. Este solojlíbro lo esplica todo,y nos instruye mas que todas las especulaciones de los filóso- fos. Allí se ve como en un cuadro la ver dadera dignidad y grandeza del hombre, pues que es la imágen viva de Dios por su alma espiritual, libre intelijente é in- mortal. (Génes. c. 3 v 26)____Su domi- ' nio universal sobre todas las criaturas, fundado en la concesión que le hizo Dios el dia en que le crió, (v. 26.) Su ecselen- cia y superioridad sobre todas las criaturas visibles. (Gen. 2 v. 7), porque si en cuanto al cuerpo está formado como ellos de la materia, las supera infinitamente por aquel aliento divino que recibe, es decir, por el origen divino de su alma (23). Allí aprende el hombre los miramientos y atenciones que debe tener para con su mujer, que ha sido formada de una de sus costillas, y sa- cada de la parle inmediata a su corazón, para que entienda que ha de ser su com- pañera, y no su esclava; y que nada hay mas contrario a las intenciones de un Dios Criador, ni mas afrentoso para la huma- nidad, que la brutalidad mahometana; que sacrifica la mitad del género humano, á la fuerza, y á la voluptuosidad de la otra. Allí se instruye de la respetable indi- solubilidad del matrimonio (14), puesto que el marido debe dejarlo todo para unir- se inseparablemente con su mujer; allí aprenden que 110 deben tener mas que un solo corazón, ó voluntad, asi como son dos en una carne.....Allí lee la caída del hombre, la causa de sus desventuras, y la promesa de un Mediador que lo reparará to- do. (Gen. c. 3. v. I y sig)..... En él se descubren las razones de la unión, del amor y paz que deben reinar entre todos los hombres, como que todos son hijos de un mismo padre, y realmente no forman sobre la tierra mas que una sola familia. Por úl- timo, allí aprenden tos sagrados deberes do la Religión, el culto, la adoración, el reco- nocimiento y amor |>ara con Dios, su cria - dor, pues que se lo debe tedo, y ha sido distinguido por ¿I con tantos beneficios, privilejios, gracias y honores.» Historiadores griegos. Herodoto. 23. Fuera de los libros sagrados y de los escritores orientales, la Historia de He- rodoto es la mas antigua, siendo por esto llamado el Padre de la Historia. Antes de este Autor, la Historia no era sino poe- sías y monumentos. A él es á quien debe- mos los pocos conocimientos de las anti- guas dinastías de los Medos, de los Persis, de los Fenicios, de los Lidios, de los Grie- gos, de los Ejípcios, de los Scitas. Su obra se compone de nueve libros, á que sus contemporáneos llamaban las nueve Musas, prueba evidente del gran concepto en que era tenida la Historia de Herodoto. La Harpc, hablando sobre este escritor, dice: que«J sufragio de todos los siglos lo ha puesto en el número de los autores clasi- cos. De Saint-Croix. (Examen critique des historiens dAlexandre) emite su juicio de este modo: «Grande imitador de Homero, Herodoto adopta la forma épica, traspor- tando de un golpe á sus lectores al reinado de Creso, y encadenando los hechos con una acción principal, la lucha de los Grie- gos contra los bárbaros, cuyo desenlace es la derrota de Jerges. Esta idea era bella y atrevida: la ejecutó con tanta habilidad co- mo suceso. Geografía, costumbres, usos, religión, historia de los pueblos conocidos, todo fué pintado en este bello cuadro. El, en cierto modo corre el velo que cubría el universo á los ojos de los griegos,demasia- do prevenidos en su propio favor para pro- curar conocer las otras naciones. A las bellezas del orden, Herodoto junta los en- cantos inimitables de la dicción y del co • lorido. Sus cuadros son a nimados y llenos de esa dulzura que lo distingue eminente-mente, dándoles á la vez la sombra melan- cólica del espectáculo de las calamidades humanas. « Sus digresiones son episodios siempre variados, mas ó menos inmediatos al ob- jeto principal, pero sin serles jamas estra- ños. j Cuánta sencillez, claridad, elocuen- cia, y aun elevación tiene este escrito ini- mitable! En fin, Ilerodoto canta mas bien que cuenta, tan barmonioso y tanj^oélico es su estilo.» El Abate Bergicr cree que Ilerodoto no estaba en el caso de juzgar sobre la anti- güedad de los Egipcios y que lo que lia «li- dio del orijen de la circuncisión es ine- xacto. Según Strabon, no merecen mas fé Cle- sias, Ilelanico, ilerodoto, que Homero y Ilesiodo; y si por algunos es llamado el pa- dre de la Historia, por otros es denomi- nado el padre de la mentira. Pero sabios y eruditísimos escritores, como Cesar Can- til, vindican perfectamente al ilustre his- toriador, de un juicio tan severo y abso- luto. Cicerón lo compara á un límpido arro- yo que se desliza suavemente. Pero el mé- rito que mas apreciaron en él los antiguos, fué el arle perfecto que lo ha hecho el mas completo moJelo de los historiadores cía sicos. Pasamos á Tucidides, que es el segundo historiador griego. Tucidides. 24. Este célebre historiógrafo que na- ció según conjeturas en 471 antes de Je- sucristo, quince años después de Herodoto, ademas de esclarecido escritor, fué tam- bién valiente guerrero. «Los justos aplau- sos que los Griegos tributaron á Herodoto, dice el mismo De Sainte Croix, exilaron la emulación de Tucidides. Desterrado de Atenas, su patria, empleó veinte años, ya reuniendo los materiales de su historia, ya redactándolos. Yo no escribo, dice, para agradar á mis contemporáneos y obtener la corona sobre mis rivales, sino para dejar un monumento á la posteridad. El asunto de su historia es la guerra del Pelopoueso, objeto mucho menos grande que el de la de Ilerodoto. No adopta la forma épica, que la halla sin duda llena de inconvenientes, se vale del orden cronolójico, sujetándose lanío á él, que á veces por esto oscuro y confuso en sus narraciones su estilo es aus- tero. Aunque mas celoso de instruir que de agradar, sin embargo ha sabido embe- llecer su obra con rasgos dignos de un gran pintor. La pinlura que hace del es- .tado de la política de la Grecia, y otras, son verdaderamente, obras maestras. Mu- chas de sus arengas deben servir de mode- lo. Su alma valiente, porque era elevada, rechaza siempre la mentira, y sacrifica a la verdad hasta sus propios resentimientos.El estilo de llerodolo fue la regla del dialecto iónico; y el de Tucidides vino á ser el del Atico. El primero es recomendable por su claridad, y el segundo por su precisión. El uno exelenlc en la pintura de las costum- bres, y el oli o en lo patético. Ambos tie- nen elegancia y majcslad. Tucidides tiene mns fuerza yenerjía; sus colores son mas fuer les y variados. Herodoto lo exede en mucho por las gracias y por la sencillez de su estilo : agrada y persuade sobremanera. Con cualidades diferentes eslos dos histo- riadores merecen el primer rango, cada uno en su jénero, y son preferibles a todos los otros. Mas una gloría particular que nadie puede arrebatar á Tucidides, es la de haber, por decirlo asi, creado la elocuencia ática, y la de haber formado al mas grande de los Oradores. • En efecto, Demoslcnes, sino se formó sobre las obras de Tucidides, al menos tu- vo mucho que aprender en ellas, pues se- gún cuenta Encano, el orador griego copió nueve veces de su propia mano la Historia de Tucidides i ¡ Magnifico elojio que eleva hasta lo sumo el mérito de este escritor ! ! «Tucidides es á mi juicio,dice J. J. Rous- seau, (Emilio lib. 4.°) el verdadero modelo de historiadores. Cuenta los he- chos sin juzgarlos; pero no omite las cir- cunstancias propias para hacernos juzgar á nosotros mismos. Pone a la vista del lec- tor todo cuanto cueuta. Lejos de interpo- nerse entre los sucesos y los lectores, pres- cinde completamente; no se cree leer, se cree ver. Desgraciadamente habla siempre de guerras, y casi en lodos sus escritos no se vé sino lo menos instructivo del mundo, cual son los combates.» Os cito, señores, este talento funesto, porque aun que ¡rapio, como literato es un voto esclarecido. "Pero el juicio que muestra todavía mas el mérito de Tucidides, es el de M.Daunon, Tucidides, dice este autor, estudiando y profundizando su asunto, ha observado fiel- mente las principales reglas del jénero his- tórico; jamas ni se han buscado, ni reco- nocido, ni manifestado los hechos con mas csactilud y escrupulosidad. Los razgos de superstición griega son lijeros y poco fre- cuentes: sin estar enteramente excento de este jénero de ilusión, era en su país y en su siglo, uno de los hombres de ideas mas rectas y de razón mas despreocupada. No ama las ficciones, no forja fábula ninguna; su designio es el de componer una historia exacta. Las arengas es la única especie de embellecimiento con que él ha creído ador- nar la historia, j de tal suerte ha juzgado convenirle esta belleza, que con respecto á esto se ha abierto á si mismo una carre- ta libre, en la cual con su ejemplo ha ar- rastrado la mayor parle de sus sucesores Sus treinta y nueve arengas y otros trozos oratorios menos estensos, forman una parle esencial de la historia : nada se les puede quitar sin empobrecerlos, sin eclip- sarlos. Aquí es donde él pinta ios personajes, aquí donde prepara y esclarece los sucesos, aquí donde esplica las causas y los efectos de los acontecimientos. Puede ser que por es- to haya Tucidides multiplicado tanto sus arengas militares. Algunas parecen sepa- rarse roas délo que conviene de las circuns- tancias que las suscitan, caer cu lugares co- munes, en una palabra fallarles la orijina- lidad, y por consiguiente, cnerjia.- mas también sabe componerlas elocuentes y verdaderamente guerreras, que comienzan en cierto modo los combates que anun- cian, y que resuenan los golpes diríjidos al enemigo. Frecuentemente ellas esplican las maniobras y los choques que van á realizarse, nos instruyen y nos conmueven como á las tropas que las escuchan. Sin embargo, doude mas brilla el talento de Tucidides, es en las arengas políticas; sin ellas no podríamos saber hasta donde llega la sensibilidad de su alma, la profundidad de su pensamiento, su elocución flexible y encadenada." "Se ha pretendido que Tucidides no ha escrito la historia del Pelopoueso sino para tener ocasión de publicar una colección de arengas militares, políticas y morales, á fin de ofrecer sobre diferentes materias tan- tos jéneros de elocuencia. Pero el carácter serio y austero de este grande escritor, de ningún modo permite suponer que baya es- crito una historia solo ron el objeto de in- sertar sus discursos; y antes se ve muy cla- ro que los ha compuesto solo para adornar y completar Ja historia." "El talento de narrar, que posee Tuci- dides en un grado poco común, casi no lo ejercita sino en asuntos militares, en lo que no se puede vituperar, por que al fin la his- toria es sobre una guerra. Cuando el curso natural de las cosas lo coloca en la escena de los debates y de las intrigas políticas, él sabe sacar cuadros animados y fieles, pero conteniéndose rigorosamente en los limi- tes de su objeto. A exepcion de su digre- sión sobre las Pisistralidas, y algunos otros accesorios de poca consideración, no se toma otras licencias que la de arengar en nombre de sus personajes." "El carácter de su estilo consiste en esa dignidad y en esa cnerjia constante á que los a ntiguos retóricos dan el. nombre de sublime. La prosa, aun en el jénero ora-Í8 — lorio, no sabría elevarse, ó al menos soste- nerse mas alto." "La oscuridad hace desmerecer alguna vez la dicción de Tucidides: esta imper- fección ha sido notada por los antiguos; es de suponer que los copistas la han aniñen • lado mucho mas." "Pero el mérito principal de la historia de Tucidides esta cifrado en estas palabras de él mismo: Quiero antes desagradar proclamando la verdad que ser aplaudido contando fábulas. Si agrado menos al lec- tor, le seré mas útil. No quiero perjudi- ciarle condecendiendo con su mal gusto. Todavía, señores, emitiría el juicio ilus- trado del Abale Rollin y de Cesar Cantú sobre Herodolo y Tucidides, mas no quie- ro abusar tanto de vuestra induljcncia. En lo que convienen lodos los críticos con res- pecto al mérito de los dos mas grandes historiadores de la Grecia, es en que el asunto del primero es incomparablemente mas interesante queel del segundo;que este es serio y conciso, aquel bello y florido: que Ilerodoto se propone principalmente agradar y que es mui fabuloso, y que Tu- cidides se propone principalmente instruir y que es mui despreocuparlo, al menos cuanto se podia serlo en su época y - en su patria, dominadas del espíritu mito- lójico; en una palabra, que cada uno en su jéncroes modelo, que ambos, son clásicos; ¡Cual no seria el mérito del historiador que reuniese las perfecciones de uno y de otro! Genofonte. 2o. El tercer historiador de la Grecia, es Genofonte, poco mas de veinte años me- nos que Tucidides. No solo fué historia- dor, fué ademas guerrero y filósofo. Su Retirada de los diez mil es lo que lo ha hecho inmortal. Su estilo bajo un aire de simplicidad y de dulzura natuial, dice Ro- llin, oculta gracias inimitables, que le han hecho decir a Cicerón, que las musas pa- recen haber hablado por la boca de Geno- fonte. Quinliliano le ha tributado también sus homenajes, «quealabanzas, dice este maestro de la elocuencia, que alabanzas no merece esa dulzura encantadora de Ge- nofonte, tan simple, tan distante de toda afectación* y á la cual ninguna afectación se acercará jamas? No se diria sino que las Gracias mismas, han compuesto su len- guaje, y se le podría aplicar justamente, lo que la antigua comedia decia de Pericles, que la diosa Je la persuacion residía so- bre sus labios.» «Esa gracia, esa espresíon dulce y fiel, dice Thomas (Exsai sus les Elojes), que embellece pareciendo ocultarse, que dá tanto mérito a las obras que no se saben definir bien, esc encanto, que es necesa- rio al escritor, como al escultor y al pin- tor; que Homero y Anacreonte tuvieron entre los poetas griegos, Virgilio y Hora- cio entre los latinos, que Apeles y Praxí- tiles entre los artistas: en fin esa gracia, ese don.tan raro que no se advierte sino por un gusto fino y delicado, es el mérito dominante de losesctitos de Genofonte.» «Sí entre nuestros escritores modernos, hay alguno con que Genofonte pueda com- pararse, es Fenelon. Se encuentra en am- bos la misma dulzura de estilo, las mismas gracias, el amor de las leyes y de los hom- bres, una virtud sin esfuerzo, y ese natu- ral insinuante que gana la confianza al lec- tor y lo persuade sin fatigarlo.» «(Genofonte, dice la Harpc en su Curso de Literatura, fué como Cesar, historiador desús propias azañas, como él juntó el ta- lento de escribirlas á la gloria de ejecutar- las: como él merece una fé completa, por- que tenia testigos por jueces. Desde éi hasta Fenelon, ningún hombre ha poseído en el mismo grado el talento de hacer ama- ble la virtud. Los antiguos no hablan de él sino con veneración, y se sabe que Sci- pion y Lúculo hacían sus delicias de sus obras. Este hombre, que tuvo en sus es- critos todo el encanto de la elocuencia ática tenia en el alma la fuerza de un es- partano.» 19 — Las materias que trata Genofonte, agre- ga De Sainte-Croix, son felizmente cscoji- das;las dispone también con arte,y su narra- ción es siempre agradable, variada, llena de dulzura y de gracia. Su dicción puede com - pararse á la de Herodolo, y si algunas ve- ces lees inferior,otras le ¡guala. Noble y elegante como él, emplea siempre la pala- bra propia, y se espresa con tanta claridad como gracia.» « Pero quien en mi concepto, pinta me- jor el carácter del historiador de que nos ocupamos, es el historiógrafo de la época, el eruditísimo, el relijioso Cesar Canlü. En su Historia Universal clasifica de este mo- do á Genofonte: «Carece, dice de la poe- sía de Herodoto, asi como de las varias v delicadas observaciones que revelan en Tu- cidides la costumbre de jeneralizar los he- chos: á menudo hace intervenir a los dio- ses en los sucesos complicados y da dema- siada importancia á los sueños, á los ora- culos, a los pronósticos y á otros delirios populares: pasa de largo por revoluciones importantes operadas en las costumbres y en las constituciones, para detenerse en de- talles estratégicos de escaso valor para la posteridad.» « Es con frecuencia descolorido en sus Helénicas, y el amor que profesa á la pa- tria adoptiva le hace injusto con Epami- nondas. Siempre moral, aunque infiel á veces, la Ciropcdia, novela histórica, nos da noticias acerca de la Pe-rsia, dignas de ser consultadas, pero también revela cierta manía de Ulósofar que se introdujo en la Grecia, cuando Alcibiades y Epamiiiondas se formaban en la escuela de los sofistas, y Dionisio los acojia en su corle. Atribu- ye a Ciro un gran mérito por haber cons- tituido el imperio tal como estaba, cual sino tuviera delante de los ojos la inmi- nente ruina á que aquella Constitución hu- bo de arrastrarle.» « Su Retirada de los diez mür cuyo úni- co mérito es la claridad y el sentimiento moral, pone en evidencia el carácter flexi- ble de los griegos, que ensayan, cambian y no ceden á los primeros obstáculos, á la par que los persas, inmutables en sus de- signios, los prosiguen hasta qae sucum- ben. » Hé aquí, señores, los tres grandes his- toriadores griegos. Las producciones de los demás escritores que se ocuparon en historia han perecido. Filislo de Ciracusa. comparado por Cicerón á Tucidides, dejó una triste celebridad por haber prostituido su carácter de historiador adulando á Dio- nisio el Joven yá los demás tiranos, con lo cual les acostumbraba á no sonrojarse de sus desafueros, ni temiesen la tardía, aunque inevitable justicia de la historia. Pasemos á los historiadores latinos. Historiadores latimos. 26. Fábio Píclor fué el primer Romano que escribió una historia en prosa latina, en tiempo que sus rudos compatriotas pre- ferían el último de los soldados y aun el último de los cocineros y de los esclavos a aun escritor. Aun cuando son notables los defectos de su estilo, Fábio no debe ser olvidado. Tito-Livio confiesa que éi es una de las fuentes donde ha bebido con con- fianza. 27. Pero dejando á un lado una multi- tud de historiadores que apenas son cono- cidos por algunas vagas citaciones, ocupé- monos, según nos habernos propuesto, de los mas principales. Julio Cesar es el pri- mero. En sus comentarios se muestra este grande hombre lo que fué en toda su vida, es decir, César, y sin igual, como dice un autor. Posee en el mas alto grado los ta- lentos que deben distinguir á un historia- dor, intelijeneia, estilo, claridad, precisión, sencillez. Es superior al mismo Genofonte, dice otro escritor. « Me parece, dice Montaigne, que César merece ser estudiado de una manera es- pecial, no solo por la ciencia de la historia, sino por él mismo, tan perfecto y exelente lo considero sobre los demás, y aun sobre el mismo Salustio. Por cierto que cuando he leido este autor, lo he hecho con un no-— co de mas reverencia y respeto que se sue- len leer las obras de los hombres; ora lo considere en sí mismo por sus propias ac- ciones y por el milagro de sus grandezas ; ora lo considere por la pureza é inimitable pulidez, de su lenguaje, que ha excedido no solamente al de todos los historiadores, co- mo dice Cicerón, pero ann a Cicerón mis- mo. » « Nada hay mas perfecto en su género que los Comentarios de César, dice Hollín, (Traite des Eludes). . . . Por todas partes se nota una elegancia y una pureza de len- guaje admirables lo que es su carácter par- ticular. Los elojios que Cicerón tributa á esta misma obra son magníficos. » Por esta misma obra Tácito dio á César el título de divino, Summul auctorum divas Julias. Y Napoleón se encantaba tanto, y recibía tanta luz con su lectura, que los comentó. El elojio que de ellos hace César Canta, revelan todo su mérito. «El monu- mento mas notable de aquella ¿poca, dice este Tamoso historiador, nos le suministra César con sus Comentarios, única historia verdaderamente orijinal trasmitida por los Romanos, sin que pueda comparársele mas que la retirada de los diez mil por Genofon- te, que con todas sus bellezas es muy in- ferior en cuanto al hecho narrado y al nar- rador mismo. ... Si leyendo á Saluslio, á Tito-Livio, a Cicerón, no es posible pres- cindir de acordarse de Herodoto, Tucidi- des, Demostenes, Platón, examinando los Comentarios no se vé sino á César, al ge- neral invencible, al escritor inimitable. <> Tan magnífico elojio en la pluma de Can - til, es una verdadera prueba del mérito de los Comentarios de César; Cantú, señores, el sábio Canta por su modestia no puede ser muy pródigo en sus encomios. Salustio. 28. Saluslio de quien tenemos la histo- ria de la Conjuración de Catilina y la de la Guerra de Yugurta, es un gran pintor de caracteres. Enérjico y conciso hácese admirar por la fuerza de su lenguaje. Sin embargo, muchas veces no es tan claro, ni tan natural, ni tan igual como César. Frecuentemente se advierte en su estilo el esfuerzo y el estudio del arte, y que se propone por modelo la gravedad y profun- didad de Tucidides. No obstante, Salustio ha sido clasificado por Marcial, com o el pri- mero de los historiadores latinos, Crispus Romana pfimus in historia. Y el Abate Rollin en su Histoire ancien- nc, cree que Saluslio ha merecido justa- mente ese elogio de Marcial: «No sinra- zón, dice, se le ha llamado a Saluslio el primero de los historiadores romanos,y que ha podido igualar á Tucidides, tan jeneral- menle eslimado entre los historiadores griegos: Nec opponere Thucididi Salluslium verear (Quintil). Mas sin tratar aqui de reglar los rangos, que no seria convenien- te, basta considerarlo como uno de los mas ecselentes historiadores de la antigüe- dad.». « La cualidad dominante de sus escritos, continúa el mismo Autor, y que carac- teriza a Saluslio de una manera mas pro- pia y mas singular, es la brevedad del es- tilo que Quinliliano llama immortalem Sa- lustiivelocilalem. Scaliger es el único que le disputa este elogio .... Puédese com- parar su estilo á esos rios que por ser muy estrechos, son mas profundos y llevan cargas mas pesadas.» « No se sabe que admirar mas en este ecseleutc autor, sí sus descripciones, ó sus retratos, ó sus arengas.....Ellas son de una fuerza, de una vivacidad, de una elo- cuencia tal, que no se Ies puede añadir mas.» No ha faltado quien diga con La Harpe, que Saluslio es superior á Tucidides en ve- . Iiemenda y energía, como Tito-Livio en dulzura y suavidad á Herodoto. Séneca dice que de Tucidides podría sacarse algu- na cosa sin que por eso desmereciese en nada el mérito de la dicción, ni alterase en lo mas mínimo los pensamientos, cuan- do en Salustio una palabra sola suprimida, bastaría para destruir el sentido. Un defecto muy notable hay en Saluslio, y es como lo advierte La Harpe, no ser bas- tante imparcial cuando trata de Cicerón, El Senado decretó se diesen las gracias á Cicerón, en los términos mas honoríficos, por haber libertado 'a la República sin efu- sión de sangre; esto es, un acto público y solemne de que hacen mención todos los historiadores, y Salustio lo calla. Catulo y Calón, en una asamblea del Senado, dan i Cicerón el nombre glorioso de padre de la patria, nombre que le ha conservado la posteridad: Salustio ni lo menciona. Los majistrados de Capua, primera ciudad municipal de Italia, decretan la erección de una estátua en honor de Cicerón, por haber salvado á Roma durante su Consula- do: nada de esto refiere Salustio.Finalmen- te todo lo que se lee en la Conjuración de Catilina, esta perfectamente detallado si se eceplúa lo que hizo Cicerón, y en su obra no le damas alabanza, que las que absolu- tamente no puede disimular uu historiador sin faltar á la verdad. Se sabe que casi siempre vivió enemistado con él, y esto tai- vez le obligó a callar lo que no debiera, ó bien derivó este silencio de haber escrito su obra en el reinado de Augusto, en cuya época la memoria de Cicerón era un rc- cuerdo muy poco grato al Emperador. Pe- ro de todos modos lo que hizo Salustio con el primer orador romano, en un hom- bre indiferente habría sido una omisión reprochable, y en un enemigo fué nna ba- jeza. Lo que es mas admirable en Salustio, es la cnerjia con que declama contra los vicios, y en particular contra la ambición y con- tra el modo de adquirirse las riquezas por medio dé exacciones é injusticias. En otro que no fuese Salustio, diríamos no hay mas que leer sus escritos para deducir su carácter, pero como todas sus acciones durante su vida estuvieren, directamente «n contradicción con la buena moral, añadiremos: que teniendo un esácto cono- cimiento de le-mal que obraba, quiso de- jar á la posteridad una prueba de que no desconocía la virtud. (1) Tito-Livio. 29. Basta leer lo que sobre este autor escribe Cesar Cantú, para formar idea de su carácter, de sus perfecciones y de sus defectos. Heis señores, sus mismas pala- bras: «Las obras anteriores a este siglo (al si- glo en que floreció Tito-Livio) son mas bien ensayos que verdaderas historias; vie- ronse sin embargo á fines, escritores dig- nos de figurar ep primera línea, y á su ca- ca beza se halla Tito-Livio. El desagrado con que los grandes hombres de entonces observaban el decaimiento de su patria, 6 no tocó á Tito-Livio, ó le afectó de distin- ta manera que a los otros. Mientras que Saluslio, Suelonio, Tácito, hacen ver que los vicios han empujado la República a su caída, él se complace en demostrar que la virtud la levantó al mas alto punto de gran- deza, y q' á la sazón se doblega bajo el pe- so de su gloria. Su ídolo es Roma: su amor a ella es la musa que le dicta su re- lato, y deslumbradole con su eternidad en que cree firmemente, no le permite dicer- nir la verdad y la justicia. Disimula la per- fidia y opresiones, y si no alcanza á disi - muía rías, exagera los desafueros del venci- do. De este modo se muestra menos hom- bre que ciudadano, bajo este aspecto exe- de á todos los historiadores paganos.» «Casi nunca le agita la duda: tiene cer- ca de sí inmensos archivos: solo necesita subir al capitolio para interrogar á las an- tiguas inscripciones, y no se cura de ello por que a su cuadro no le interesa: halla- ba cómodo copiar, y i veces traducir a Poltbto. Le parecía rebajar la grandeza de su tarea, descendiendo a pormenores acer- ca de la forma de gobierno; por eso lo descuida, á no ser que los disturbios pro- ducidos por el espíritu de igualdad y de libertad te obliguen a bajar hasta este pun- (4) Da la Biografía.22 — lo. Y entonces, como siempre, se adhiere á un partido y juzga los hechos con suje- ción á las miras de este. Casi se escusa de interrumpir la narración de la guerra pú- nica para hablar de los debates suscitados con motivo del lujo por la Ley Oppía. Lle- no de un convencimiento que tiene mucho de inspirado, es en la concepción poeta: el estilo de su narración es vasto y ma- jestuoso, tal como conviene en un pais en que la elocuencia poética se hermanó con la del Toro. Sus caracteres pertenecen siempre á lo ideal, tanto en los vicios co- mo en las virtudes. No sabría dedicarse a comprender ni a revelar los pueblos y los tiempos, según el carácter de cada uno; por eso los dibuja a lodos con arreglo á un modelo concebido de antemano....Aplau- de lo que es virtud a sus ojos, sin fulmi- nar anatemas contra el vicio: como es mas poético lo maravilloso y da magnificencia al relato, finje creer en las causas divinas mas que eu las humanas aun cuando ya había mucho que nada se crcia en Ro- ma.» Tal es, señores, el juicio critico del sa- bio c imparcial Cesar Cantil sobre Tito Li- vio, como historiador. Sobre su estilo, está de acuerdo con todos, clasificándolo de este modo: «¡cuanto goza uno con la bri- llantez de su frase, siempre clavada! A pe- sar de todo, jamas olvida la gravedad que se impuso. ¡Que sucesión de cuadros ad- mirables, de carácter grandioso, de sober- bias arengas! ¡Cuanta habilidad en la elec- ción de los detalles, que perfección de es- tilo, que multitud de bellezas se advierte cada vez que se le lee! Fué tan célebre Tito Livio en su tiempo, que se cuenta que un sujeto de Cádiz dejó su patria é hizo viaje á Roma solo por co- nocer á este hombre de tan alto renombre; pasaje que le hizo decir k S. Gerónimo: Es realmente una cosa estraordinaria que un esírangero busque en Roma otra cosa que la misma Roma. Vuelvo a decir, señores; todos están acordes en tributar á Tito Livio mil ho- menajes por las belleza» de su estilo. Su narración, dice Quintiliano es singular- mente agradable y. de una claridad la mas pura. Sus arengas tienen una elocuencia sobre toda espresion. Todo ¿l se adapta perfectamente á los personajes y á las cir- cunstancias. Y en lo que mas se distingue es en exprimir los sentimientos dulces y to- cantes, ningún historiador es mas patético. Elojio que La Harpe considera que es muí justo y al cual, dice: se le podía añadir que eljénio de Tito Livio sin dejar ver jamas el trabajo ni el esfuerzo parece elevarse na - turaitmente hasta la gra ndeza romana. «Reina, dice Rollin, en todas las partes de la obra de Tio Livio una elocuencia perfecta, y perfecta eu todo jéneno. Sean narraciones, descripciones, sean arengas; el estilo aun que variado hasta lo infinito se sostiene siempre del mismo modo, senci - llo sin bajeza, elegante y adornado sin afec- tación, grande y sublime sin hinchazón, eslenso y conciso lleno de dulzura y de fuerza, según la exijencia de las materias, mas siempre claro é inlelijible, lo que no es un pequeño elojio en un historiador.» Están pues acordes todos los críticos en la clasificación del estilo magnifico, claro y encantador de Tilo-Lívio- en su Historia- Romana. ¡Ojalá que se hubiese conserva- do toda entera la apreciable obra de osle célebre escritor! Desgraciadamente no po- seemos sino treinta y cinco libros, y algu- na» no completos, de ciento cuarenta ó ciento cuarenta y dos que la componen. Tácito. 30. Tácito es otro de los grandes his- toriadores de la antigüedad. La obra en que escribe la vida de los emperadores desde la muerte deGalba hasta la de Do- miciano inclusiva, vivirá para siempre en el mundo literario como viven todas las pruducciones clasicas que inmortalizan a sus autores. Tácito, señores, es para mi el escritor mas querido de entre los anú- 25 — guos. Su estilo me encanta, pero su filo- sofía me arrebata. ¡Cuánto aprende el hombre moral en las obras de este hom- bre tan filósofo como elocuente, y tan elo- cuente como virtuoso! Parece que su al- ma gozaba ya de la influencia de la Cruz sin conocerlo. Tácito, señores, no es un hablador de la virtud, como Salustio; él la hace amar u sus lectores, porque también la ama: la elogia, la encomia, la encarece de lo mas íntimo do su alma, porque por la practica conocía su hermosura. Su dic- ción es fuerte como su espíritu, singular- mente pintoresco sin ser jamás demasia- do figurado, conciso sin ser oscuro, ner- vioso sin ser descarnado, ha dicho un au- tor. El famoso Racin llama á Tácito el pin- tor mas grande de la antigüedad. Montes- quieu debería haber traducido á Tácito, dice un escritor.Juan J. Rousseau lo ensa- yó-, pero no pasó del primer libro. Ln tan duro censor me cansó muy luego,confiesa el mismo con la poética franqueza de Mon- taign. "El libro de Tácito, dice J. Chenier, es un tribunal donde los oprimidos y los opresores son juzgados en última instan- cia: en este historiador de los pueblos y de los principes, cada linea es el cas- ligo de los crímenes v la recompensa de las virtudes." El carácter principal de Tácito es la ver- dad, y este es su mayor elogio como his- toriador; él mismo se jacta de esto con noble orgullo, y de haber escrito sin ódio ni prevención ninguna, sine ira et studio. Y por cierto que era necesario que este grande hombre amase mucho la verdad, para escribir las cosas que escribió sin temor de desagradar á los déspotas de su tiempo. Por eso decía Marmontel: " Amo mucho la manera ingenua y simple de Tácito, que con cada rasgo de buril nos hace sentir lo que el mismo esperiroenta- ba, cpmo cuando describe los principios de la dominación de Augusto. En estas pocas palabras, dice este autor, el carác- ter de un opresor diestro, de un pueblo envilecido, de un senado corrompido, y la mpresion que este estado de Roma hace en el alma del historiador, hiere tanto mas vivamente, cuanto que la energía de la espresion no es otra qne la de la verdad pura. ,, " Asi mismo, ora Tácito nos muestre toda la negrura del alma de Tiberio, las torpezas de Agripína, la ferocidad de Nerón; ora nos represente la insensibili- dad estúpida de Claudio; ora nos descri- ba la muerte filosófica de Séneca, la mu- erte heroica de Traséas, la muerte mas filosófica y mas heroica de Otón, ó la de Petronio, tan singularmente mcsclada de una indolencia epicúrea y de una cons- tancia estoica, el vicio, él crimen, la vir- tud, su mésela, todo en su estilo lleva el doble carácter del objeto y del escritor No parece sino que tiene un fierro escán- deme para marcar el vicio y el crimen, y los colores mas suaves para representar la virtud. Véase sino en un mismo cuadro la pintura que hace del alma de Domini- ciano y la de Agrícola. El trozo del reinado de Tiberio pasa, según Rollin, por la obra maestra de Tá- cito con respecto á política. Lo demás de su historia, dice el mismo escritor, podría ser compuesto por cualquier otro, y Ro- ma no carecía de declamadores, para pin- tar los vicios de Calfgula, la estupidez de Claudio y las crueldades che Nerón. Mas para escribir la vida de un principe como Tiberio, era necesario un historiador cómo Tácito que pudiese desenredar todas las intrigas de gabinete, señalar las causas verdaderas de los acontecimientos, y dis- cernir el prelesto y la apariencia por la verdad. Juventud estudiosa que me escucháis, leed á este grande hombre para q'aprendais á ser hombres. Su estilo es duro, no bai24 — duda, y aun á la vez oscuro, pero este es un defecto imperceptible a la par de sus perfecciones y del interés que inspira to- do cuanto trata. Escuchad lo que dice Tomas (Essaisur les Eloges) "Por muí po- co sensible que se sea, solo al nombre de Tácito la imajinacion se exalta, el alma se cíeva. Si se pregunta ¿quién es el hombre que mejor ha pintado los vicios y los crí- menes y que mas indignación y desprecio inspira contra los que han hecho la des- gracia de los hombres? Yo respondería: que Tácito, ¿Quien infunde mas tanto res- peto para la desgraciada virtud, ni la re- presenta de una manera mas augusta, ya sea en las cadenas, ya sea en los cadalsos? Tácito ¿quién mejor ha clasificado los es- clavos, y los que engañan, lisonjean, esta- fan y corrompen en las cortes de los empe- radores? Tácito: que se me cite un hombre que haya jamás dado un carácter mas im- ponente á la historia, ni un aire mas terri- ble a la posteridad. Felipe II. Enrique VIH y Luis XI nunca verían á Tácito en una bi- blioteca, sin una especie de susto. «Si de la parte moral pasamos á la del genio ¿qué hombre ha designado mas fuer- temente los caracteres? ¿Quién ha sondea- do mejor la profundidad de la política? ¿Quién ha sacado mayores ventajas de los mas pequeños sucesos? ¿Quién ha hecho mas bien en cada línea, en la historia del hombre, en la historia del espíritu del hombre y de todos los siglos? ¿Quien me- jor ha descubierto la bajeza que se oculta y que se esconde? ¿Quién mejor ha mos- trado todos los jéneros de temor, todos lo? géneros de valor, todos los secretos de las pasiones, lodos los contrastes entre los sentimientos y las acciones, lodos los mo- vimientos que el alma se disimula? ¿Quien ha trazado mejor la mezcla arrogante de virtudes y de vicios, la reunión de cuali- dades diferentes y ála vez contradictorias, la ferocidad fría y sombría en Tiberio, la ferocidad ardiente en Caligula, la ferocidad imbécil en Claudio, la ferocidad sin freno y sin vergüenza en Nerón, la ferocidad hipócrita y tímida en Domíciano; los crí- menes de la dominación y los de la escla- vitud; la fiereza que sirve de una parte pa- ra mandar de la otra; la corrupción respe- tuosa y atrevida; el carácter y el espíritu de las revoluciones, las vistas opuestas de los jefes, el instinto feroz del soldado, el ins- tinto tumultuoso y débil de lamultitnd. «En fin, diez pajinas de Tácito enseñan mas a conocer los hombres, que las tres cuartas parles juntas de las historias mo- dernas. Este es el libro de los viejos, de los filósofos, de los ciudadanos, de los cor- tesanos y de los principes. Él consuela a los hombres-que están lejos de los hom- bres, y esclarece a los que deben vivir con ellos.» Magnífico elojio, señores, pero todo me parece poco para el mérito de Tácito. Ca- si todos los críticos se espresan en térmi- nos semejantes cuando hablan de ese hom- bre que nunca morirá en la memoria de los sabios. «Tácito es el mas grande de to- dos los historiadores, diée Villemain, por- que siendo el mas integro, es, me atrevo á decirlo, el mas apasionado; porque dis- cierne como un juez, y depone como un testigo todo conmovido y todo encoleri- zado por lo que ha visto.» ¿ Dudáis señores de esto? ó juzgáis que se exajera demasiado el mérito de este grande hombre? Abrid cualquier pajina de sus Anales j principalmente de sus His- torias, y juzgareis, no lo dudo, que nin- gún elojio es demasiado, mas, que todo elojio es corlo. 31. Nadaos digo ni de Cornelio Nepo- te, ni del florido Quinto Cursio, ni del recto Suetonío, porque estos son mas bien biógrafos que historiadores, todos tres de un gran mérito en su jénero. Floro aun- que tiene el mérito de haber abreviado la historia romana hasta Agusto en un volu- men muy pequeño sin omitir ni un solo hecho importante, pero que su trabajo es solo un elojio del pueblo romano y no una historia. Pasemos ahora á los historiado- res modernos y comlemporáneos. 32. Muchos son los que han escrito his- torias en estas dos épocas, pero como en la antigüedad, son muy pocos los que se distinguen como los Hcrodotos, Tueidi- des, Gcnofontes, Saluslios, Tito-Livios, y Tácitos. Los clásicos en todas las épocas han sido siempre muy raros. Sin embar- go, os haré una reseña de los mas princi- pales, y me detendré algo en los que crea deben interesar vuestra consideración. Y para ser metódico, los dividiré por na- ciones. 33. Ingleses.—De esta ilustrada nación los que mas se distinguen como historia- dores, son David Hume, Wílliam Roberl- son, Eduardo Gíbbon. El primero escribió su Historia de Inglaterra, que concluyó en 1761. Su estilo es claro,animado, á la vez elocuente, siempre fluido, pero muchas oca- siones incorrecto. El segundo que floreció en 1781 y 1793, es sin duda uno de los mejores historiadores de los tiempos modernos. Su historia de Escocia y su historia de América son buenas obras; pero la obra maestra es la Historia de Cárlos Y. y principalmente la Introducción. El esti- lo de Robertson,como lo ñola un escritor, es puro, agradable, lleno de fuerza. Su ma- nera de agrupar los hechos es hábil y bri- llante, su narración clara y precisa, y sus descripciones pintorescas. Su juicio sobre los hombres y sobre las cosas es de una exactitud remarcable en un hombre que ha pasado toda ta vida en el retiro; circuns- tancia que sí bien le hizo perder en ardor político, le hizo ganar mucho en candor é imparcialidad. El tercero, contemporáneo de Roberlson, ha escrito su Historia de la decadencia y ruina del imperio romano. Tiene cosas mui buenas y cosas mui ma- las. "Gíbbon dice Guizot, no ha visto otra cosa en el cristianismo, que instituciones que han establecido vísperas, monjes des- calzos y procesiones, en lugar de las mag- nificas ceremonias del eulto de Júpiter, y de los triunfadores del Capitolio.» No bai duda, señores, Gíbbon deprime ála vez al cristianismo, cosa verdadera- mente eslraña en un talento como el de este hombre y en un sábio que no debía ■gnorar que no ha habido civilización per- fecta sino después de Jesucristo. Por eso dice Dussnull (Anuales lilleraires): «Se ve pues que la obra de Eduardo Gíbbon es una de aquellas que necesitan y que mere- cen ser revisadas, comentadas, rectifica- das por un escritor sensato, instruido é imparcial, cuya pluma severa marque los errores del talento seducido por el resplan- dor de sus propias concepciones, ó des- carriado por sus pasiones y preocupacio- nes.» Consiguiente en mis principios, os de- bo advertir, que también Roberlson y Hu- me están prohibidos en el Indice de liorna. De este todas sus obras, en cualquier idio- ma, por decreto de 19 de setiembre de 1827 y de aquel, solo la traducción de la Historia de Cárlos V en 1771 por decre- to de 31 de enero de 1777. Como católicos, y como hombres de- bemos respetar mucho el juicio de la Con- gregación del Indice. Congregación com- puesta de hombres esclarecidos no menos por sus virtudes que por su ciencia. Enrique Hallam se ha hecho de un nom- bre europeo por su Europa de la Edad Media y por su Historia constitucional de Inglaterra—La Historia de la República de Inglaterra de Goudwin es una obra maes- tra de investigaciones y de imparcialidad de juicio. 34. Alemanes.—Los de este pais, cuya literatura es de las mas ricas y sólidas, cuentan un sin numero de historiadores, pero los mas principales son Juan de Mu- ller, (1752—1809) es llamado el Tílo-Lí- vio de Alemania por su Historia de la Confederación Helvética, Hcrder cuya filo- sofía de la Historia lia sido traducida en otros idiomas, Pjister, Raumer, Rauke y otros. 3o. Italianos.—La Historia ofrece en esta nación muchos é interesantes monu- I26 — mentos. Los mas notables son: la Historia del reino de Ñapóles por P. Giannone, los Anales de Italia por L. A. Muratori, la Bi- blioteca de la Elocuencia Ttaliana por G. Fonlanini, el Diccionario Brilo (1S69) Freiré de Andrade (♦587), considerado como un modelo de elocuen cía. Esta nación valiente y emprendedora tiene ademas multitud de relaciones de via- ges del mayor interés. 37 Españoles.—Al frente de los histo- riadores de nuestros abuelos esta el céle- bre jesuíta Juan de Mariana, llamado has- ta por sus mismos adversarios el principe de los historiadores españoles. Su obra His- toria de España, ya en lalin, ya en caste- llano, no solo ba dado á su sabio autor un nombre europeo, sino que lo ha inmortali- zado. Nada mas castizo, nada mas fluido, nada mas elegante, nada mas claro y sen- cillo que el estilo encantador de Mariana en esta su obra. Sus juicios, sus rcílecsio- nes son las mas morales, las mas sólidas y sensatas. Sus investigaciones, sus noti- cias son las mas exactas, las mas ¡mparcía- les. Señores, ¿queréis conocer perfecta- mente la España? Leed la Historia del ilustrado jesuíta. Dignaos escuchar lo que diceWeissen su Biografía Universal ha- blando sobre la Historia de España det I». Mariana: «Esta obra, dice, es eslimada so- bre lodo por las investigaciones que con- tiene, por la exactitud que se observa en los hechos, por las sabias reflecsiones de su autor y por la hermosura de su- estilo, á la vez sencillo y elegante, estilo que se acerca mucho al de Tito Livio a quien Mariana parece haberse propuesto por mo- delo.» Renato Ra pin hablando sobre la misma obra dice: «Ninguno de los histo- riadores modernos han escrito con mas jui- cio que el Autor de la Historiado España. Por esta apreciable circunstancia es su his- toria el modelo délas que se han escrito en estos íillimos siglos.» Asi se espresan los estrangeros, como se espresaran los compatriotas » El último número del Libro Cuarenta y nueve termina con una lección llena de verdad, llena de esperiencia y de sublime elocuencia. Ocupándose el Autor del mé- rito de Prccy dice : Este hombre «fuéaco- jido con respeto en el destierro, y no vol- vió á su patria sino con los Borbones, en- vejeciendo sin recompensa y sin honores bajo su reinado, porque las cortes no quieren sino a los cortesanos......... Los principes y los hombres son de tal na- turaleza, que aprecian mas a los que par- ticipan de sus fallas, que á los que sirven sus intereses.. Nadie se acordó de Prccy, sino después de su muerte. Lyon le hizo unas magnificas exequias en la misma me- seta de Brotteaus, regada con la sangre de sus compañeros de armas, enterrándole al lado de los restos de aquellos héroes del sitio. Sus restos mortales descansan allí en el sitio de su gloria. Las guerras civiles no premian siuo con sepulcros.» ¿ Que os pa- rece, señores, este pasaje ¡> ¿ No es verdad que parece Tácito, ó Bossuet quién acaba de hablar ? Esto no es lindo, esto es elegante, esloes magnífico, esto es sublime; ra- ras veces escriben los clásicos con tanta elevación. Esta misma sublimidad, muestra La Martine al fin del número Xdel Libro cincuenta y dos, cuando tratando sobre las victimas ilustres que sacrifi- caba la guillotina, dice con oración de' suplicio de Baitly: «Pocas victimas han encontrado verdugos mas viles y pocos ver- dugos tan altas victimas. ; Vergüenza al pié Jel cadalso, gloria encima de él, com- pasión en todas partes! ¿Vergüenza dá el ser hombre al contemplar aqnel pueblo, pero se gloría uno de este titulo, contem- plando á Bailly.» Varios otros pasajes como estos tiene el Autor de los Girondinos, que yo no los re- produzco por no seros molesto. Me per- donareis si acaso he sido largo en referiros los trozos magníficos que acabáis de oír. Cou ningún otro de los historiadores que clasifico, hago esto: me he particularizado con La Marline por el pequeño defecto que le he atribuido de considerarlo mas poeta que filósofo, siendo por otra parte un es- critor de tanta reputación y de una reputa- ción tan marcada. En una palabra, señores yo deseara qne el Autor de los Girondinos no tuviera ni el defecto mas insignificante: deseara que fuera en mi concepto com- pleto, completísimo. 51. Guizot. Hcis aqni al hombre de mis simpatías cutre los conleporancos, al hombre de la época como publicista, como político, como filosofo, como orador, co- hisloriador. Guizot por su conocimiento del corazón humano, por su respeto al hombre, por su condición elocuente, por su filosofía religiosa, por su talento espe- cial, por 3u moral, por su profundidad, por su lógica, interesa, convence, persuade, cautiva, arrebata, conquista el corazón de quien lo lee. ¿Habéis leído, señores, la Historia de la Civilización por este grande hombre? ¿No habéis esperimeniado todas estas emociones a la vez? Es imposible leer esta Historia sin concebir una idea su- blime de su Autor, sin respetarlo, sin amar- lo, sin admirarlo. Dignaos escuchar como la Historia de la Civilización es clasificada por el mismo Thieis: «Ora discutiendo, dice osle célebre escritor, ora historiando, ora en fin citan- do mui á propósito hechos, ha trazado el señor Guizot pcrfectísimamcnlc el estado moral, político y material de las naciones de Europa, en el momento en que apare» ció el cristianismo, y jamás,he visto una pintura hecha con tanta claridad, con tan-, lo interés y con tanta intclijcncia.Siguicn- do su plan, narrativo a veces y á veces po- lémico, conduce como por la rr.ano, á los56 — hechos hasta la época en que queda esta- blecido el feudalismo formando un verda- dero sistema con sus teorías y sus leyes; en seguida analiza esa mezcla de la lei bár- bara romana y eclesiástica, cuya amalga- ma puede decirse que ha producido la Constitución de los Estados actuales. £1 señor Guizol ha lomado la Francia como punto de partida para esplicar todas las re- voluciones que ha sufrido la civilización; esto tiene la ventaja de ser el proceder mas lójjco por cuanto la Francia es el punto central física y moralmcnte hablando, y la nación que ha ejercido una influencia mas directa en la suerte de las naciones mo- dernos. En una palabra, el señor Guizot, con esta nueva obra contribuye poderosa- mente á adelantar el estudio del análisis de las sociedades de nuestra época, y aquí es donde encuentro su mérito principal.» Sin embargo, señores, la Historia de la Civilización Europea es en mi concepto un día, generalmente claro, pero algunos mo- mentos nublado: es un torrente de verda- dades puras, masá la vez enturbiado con el cieno de las preocupaciones que arras- tra en su carrera. Si, oscurecido con las preocupaciones, porque los hombres gran- des tienen también-preocupaciones. El se- ñor Guizot dice q' la abolición de la esclavi - tud no es exclusivamente obra del cristia- nismo. «Mil veces se ha dicho y se 7*a repetido, son sus palabras, que la aboli- ción de la esclavitud en los tiempos mo- dernos, es debida enteramente a las máxi- mas del cristianismo. Esto es á mi enten- der, adelantar demasiado: mucho tiempo subsistió la esclavitud en medio «le la so ciedad cristiana, sin que semejante estado la confundiese é irritase mucho.» Admiro á la verdad semejante aberración en un ta- lento como el de este hombre tan eminen- te, y admjra todavía mas el fundamento en que se apoya. De haber subsistido por mu- cho tiempo la esclavitud cu la sociedad cristiana, se puede deducir Ipjicarnentc que su abolición no se debe esclusivamenle al cristianismo? Yo al menos no lo veo. ¿Era por ventura posible la abolición súbita de la esclavitud? Después de realizada una revolución, ¿se colocan de golpe todas las cosas en su quicio? ¿Se reforma todo? ¡Cu- anto tiempo no es preciso para conquistar una sola institución! Señores, ¿qué tiempo hace que nos hicimos independientes? ¿y es- tá todo arreglado? ¿somos en todo verda- deramentedemócratas? ¿que tiempo hace q' sacudimos la tiranía de Rosas? ¿corre todo por su cauce? no hai ya nada que reformar, ni progresos que hacer? Sí se esperímen- tan tantas dificultades para obtener todos los resultados de una revolución que no comprende sino un millón de habitan- tes, y cuya misión no pasa de la esfera po- lítica, ¿cuanto mas difícil no seria obtener cñ poco tiempo lodos los resultados de la gran revolución cristiana que debía trans- formar al mundo entero bajo todas sus relaciones sociales y relijiosas ? Dios ha dispuesto que el desarrollo del cristianis- mo sea, jeneralmentc hablando según el Or- den natural de las cosas, ¿ y era posible se- gún este órden de la providencia, que ni en muchos siglos destruyese el cristianis- mo todo lo malo que estaba profunda- mente arraigado en las entrañas del mun- do, ni que edifícase todo lo bueno que de- bía establecerse ? Todavía hoy mismo, señores, después de mil ochocientos cincuenta y cinco años, no vemos todos los resultados del cristianismo. Yernos todo lo que ha hecho, pero no podemos ver todo lo que ha de hacer, lodo lo que neceseria- menle ha de hacer. La acción del cristia- nismo en 3u desarrollo total, no es simul- tanea, es progresiva como es la humanidad sobre la cual debe ejercer sn influencia y su misión. No hemos visto todo lo que el cristianismo debe destruir, ni todo lo que debe edificar. La marcha progresiva de la civilización, que es la misma del cristianis- mo, nos va mostrando gradualmente los resultados de e¿a revolución divina que nunca dejará de obrar en pró de la humani- dad, mientras haya un solo hombre sobre la tierra. 37 — Ademas el Sr. Guizol dice también en la Lección II que uno de los primeros y mas fecundos principios de la civilización europea, cual es el individualismo, es de- cir, el sentimiento de independencia per- sonal, fué desconocido de los romanos y de la Iglesia, é introducido por los bar- baros. En la Lección IVatribuye al feuda - lismo y no al catolicismo la idea de la san- tidad del matrimonio y el sentimiento de pudor elevado al mas alto grado de deli- cadeza y que tanto realza a la muger cris- tiana. Y en la Lección VI por sus miras particulares, el señor Guizot dá una gran- de importancia á Juan Erigene, á Roscelin y a Abelardo. Yo rae detendría en rebatir al señor Guizot sobre todo esto y sobre la injusticia que hace á los jesuítas, pero el tiempo no me lo permite : durante el curso de Historia Contemporánea lo haré. En- tre tanto podéis leer al célebre Balmes en su Protestantismo comparado con el Catolicis- mo. En esta obra clasica del siglo diez y nueve encontrareis rebatidas victoriosa- mente todas estas aberraciones de la His- toria de la Civilización Europea. Sobre el error de la segunda Lección leed el capítulo XXI y XXIII; sobre el de la cuarta leed el capitulo XLVI y la Historia Relijiosa Política y Literaria de la Compañía de Jesús por J. Cretineau-Joly. Finalmente sobre laabolicion de la esclavitud consultad también la obra del malogrado Balmes en el capítulo XV. 52. Mignet. Este amigo íntimo del se- ñor Thiers ha escrito también una Historia de la Revolución de Francia, mucho mas corta que la de aquel. Su estilo es elevado y sostenido pero tiene algunos errores y esta prohibida en el Indice jeneral por De- creto de 5 de setiembre de 1825. 53. Sismondi, Simonde J. C. L. dice un francés, ha hecho un verdadero servicio á la literatura tratando la difícil Historia de las Repúblicas Italianas de la edad media, y un servicio igual a sus numerosos lec- tores, reduciendo su inmenso trabajo a dos volúmenes. Pero os debo advertir, Señores, que la obra grande en once volú- menes se halla también en el Indice jene- ral prohibida por Decreto de 22 de dici- embre de 1817. 54. Millot. El Abate Millot entre las di- ferentes obras que ha dado á luz, tiene los Elementos de la Historia jeneral antigua y moderna, que es la que mas nombre le ha dado. Esta obra á pesar de las prevencio - nes que á cada paso muestra contra la igle- sia, ha sido traducida en lodos los idio- mas europeos. El Indice general la prohi- be en cualquier idioma por decreto de 7 de julio de 1835. 55. Anqueta. Este laborioso escritor entre sus muchos trabajos literarios tiene una Historia Universal. ¡Ojalá que el autor hubiera sido lan feliz en esta producción como lo (ué en su Espíritu de la Ligal Este trozo de historia es clásico, la Histo- loria Universal no pasa de una medianía, según el juicio de las críticos. 56. Reynal. La Historia filosófica de los establecimientos y del comercio de los euro- peos con las Indias, es la obra que ha da- do nombre al abale Reynal. Fué publica- da en 1770 y el suceso demasiado equivo- co que luvo, lisonjeó mui poco el amor propio de su autor. Toda ella eslá llena de impiedad por lo que el Indice ge- neral la prohibió por decreto de 16 de fe- brero de 1784, La opinión común es que este trabajo no fué esclusivamenle del aba- le Reynal, por cuanto le ayudaron varios de sus amigos. Deleyre se encargó de reu- nir los materiales, los condes de Aramia y de Souza proporcionaron las memorias, el barón de Holbacb, Dubuc, Juan de Pech- meja, y sobre todo Diderot trabajaron también. «Quien no sabe, dice Grimm,que casi una tercera parte de la Historia filosó- fica pertenece á Diderot? él trabajó duran- te dos años, y nosotros con nuestros mis mos ojos lo habernos visto componer una buena parte. Muchas veces se admiraba él mismo de la osadía con que su amigo de- cía que todo era obra suya propia» Que es- traño pues, señores, que el fruto de talesárboles y <1e tales ingertos esté lleno tic veneno? Reynal tuvo que sufrir no poco por cau- sa de su Historia. El 29 de diciembre de 1772 fué prohibida por el gobierno, y por fin su autor se vio en la necesidad de salir á viajar por no oir las observaciones y los defectos que le enrostraban. Después de ha- ber regresado de Inglaterra, se refujió en Ginebra, donde hizo una nueva edición ríe su obra, llena de correcciones titiles y de noticias exactas sohre la China, sobre los Estados Unidos y sobre el comercio en je- neral pero en cambio su Odio contra la relijion fué todavía mayor. Como si no se pudiera ser republicano sin ser impío. Después por decreto del parlamento lué condenada, á las llamas. La Sorbona decla- ró que la Historia filosófica era una obra abominable, y la clasificó con mucha razón, el delirio de un alma impía. Se decretó también que su autor fuese puesto en pri- sión, lo que llegado á su noticia se retiró de Coiirhcvoie, donde se hallaba, y se fué á las aguas de Spa. La Harpe tributó mil elogiosa la histo- ria de Reynal desde su primera publica- ción, pero fueron elogios dictados por un espíritu de secta y no por un hombre im- parcial. Jóvenes que me escucháis, guar- daos, de beber en esta fuente impura; en la Historia filosófica no se encuentra sino confusión y aun absurdos, declamaciones cansadas contra las leyes, contra los usos establecidos, contra los gobiernos, y sobre lodo contra el sacerdocio. El mérito que esta obra tiene por las memorias sohre el comercio de algunas naciones esta con- trabalanceado por los errores, por las inc- sacliludes sin número; como dice Feller, y para las relaciones licenciosas repugnan- tes ú las buenas costumbres y á las conve- niencias sociales. Reynal, señores, declara la guerra no solo á la revelación, sino tam- bién á la moral y á toda autoridad civil. El Dios de los judíos no es para él sino un Dios local como el de las oirás naciones, y el establecimiento del cristianismo no es sino el efecto de una mala lógica. Toda su moral se funda en estos dos principios: Deseo de gozar, libertad de gozar. ¡De cuanto no es capaz el hombre abandonado á si mismo! 57. Voltaire. Nada os diré yó, Srcs. so- bre la Historia Universal del hombre mas funesto á la moral y á la Religión. Esos mismos que se llaman espíritus despreocupados son los que clasificarán la obra del hombre mas impío de losliempos modernos. Mably en su Tratado De ma- nera de escribir la historia se espresa en estos términos: «Estaba, dice, entera- mente dispuesto á perdonar á Voltaire su mala política, su moral perversa, su igno- rancia, y la desfachatez con que trunca, altera y desfigura la mayor parte de los hechos; pero yo hubiera querido al menos encontrar en el historiador un poeta do- tado del suficiente criterio, para no obli- gar á hacer muecas á sus personajes, v que trascribiese las pasiones con su Carácter propio; nn escritor que tuviese siquiera el buen gusto de no permitirse jamás bufona- das en la historia, y que hubiera conocido lo bárbaro y escandaloso que es reirse y ha- cer mofa de los errores que afectan á la felicidad de los hombres. Lo que dice no está mas que bosquejado: cuando quiere, llegar al objeto que se propone, lo traspasa, llevándolo al estremo. «Lo que mas me asombra es que este historiador, este patriarca de nuestros fi- lósofos, este hombre en fin, a quien nos presentan como el mas poderoso injenio de nuestra nación, no ve mas alia de lo que tiene á la vista. «¡Cuantas cosas inútiles se permite un historiador cuando es del todo ignorantel «Desgraciadamente este autor ha dado cima á todas sus obras antes de saber a punto fijo lo que deseaba hacer en ellas. «A veces la verdad no es ni verosímil siquiera, y no necesita mas para que un historiador que se pica de filósofo, sin ha- ber estudiado a fondo las estravagancias del espíritu humano, ni los vaivenes de nuestras pasiones y de la fortuna, califique de error lodo acontecimiento que le pa- rezca estraordinario. Este es el estilo de Voltaire. «Para probarme cuan severa y circuns- pecta es su crítica, tal vez me diga que la aventura de Lucrecia y la de la hija del conde D. Julián, no se apoyan según su opinión en fundamentos de grande auten- ticidad. La razón que alega en último re- sultado consiste en decir que por lo jene- ral es tan difícil de probar como de come- ter una violación de tal especie. Un hom- bre chocarrero y sin gusto puede reírse de tan inicua burla, pero á un historiador le deshonra. «Su historia Universal es un libelo dig- no de los que bajo la fé de nuestros filó- sofos le rinden su admiración por tributo. ,! Que otro historiador hubiera podido decir que 1os hijos no se hacen á rasgos de pluma ? Un escritor juicioso hubiera creído mancillar su decoro con tan impú- dica bufonada. Voltaire ha derramado en su historia universal una porción de chan- zonetas que tienen chiste y que yo alabaría en una sátira 0 en una comedia, pero que en una historia se hallan fuera de su lugar y son impertinentes. No es este solo, señores, e! juicio que asi vitupera la Historia Universal del tá- lenlo más funesto de los últimos siglos, el mismo Benjamín Conslant, autoridad nada sospechosa, decía que para mofarse como lo había hecho Voltaire de Ezcquiel y el Génesis, era necesario reunir dos cosas que hacen de bien miserable condición se- mejante burla; la mas profunda ignorancia y la mas lastimosa lijereza. Vil lema ¡n también, señores, este mode- rado y prudente crítico de la época con- temporánea, con todo de ser uno de los que mas respetuosos se han mostrado por el patriotismo de la Enciclopedia, en la Lec- ción XVI. de su Curso de Literatura fran- cesa, hablando sobre Voltaire dice : « El punto de vista burlesco bajo el cual consi- dera el cristianismo, altera la verdad de 4a 30 — historia, se roba su interés y sustituye ca- ricaturas al cuadro del espíritu humano. No debemos suponer á Voltaire jeneral- menle inexacto......Lo que falta á su obra es cabalmente lo que mas había pro- metido, esto es filosofía......Había es- tudiado medianamente la antigüedad, de la cual aspira á presentar después de Bossuet una idea sucinta. Errores de nombres y de fechas, citas truncadas, y forzoso es decir- lo, ignorancias abundan en su pretendida crítica de la historia antigua. «Voltaireque tan amenudo se lamenta de las mentiras históricas, concluye desgra- ciadamente por reducir la historia al pane- gírico ó al folleto. Finalmente señores, la congregación del índice de acuerdo con el voto universal, prohibió el Ensayo sobre la Historia Uni- versal de Voltaire por decreto de 2i de no- viembre de 1757, como también prohibió por otro decreto de la misma fecha el Com- pendio de la Historia Universal desde Carlos Magno hasta Carlos V.'y la Historia de las Cruzadas por decreto de f 4 de marzo de 754. El trabajo de Voltaire que es sin duda una obra maestra y única en su jénero, co- mo la llama un escritor, es su Historia de Carlos XII. Su ensayo sobre las costumbres de las naciones y su Siglo de Luis XIV son también obras de un gran mérito que ele- van á su autor al rango de los primeros historiadores modernos. Si todo el mérito de la elocuencia de la historia consiste en el arte de preparar los sucesos, en su esposicion siempre clara y elegante, en un estilo vivo y preciso, eu la pintura verdadera y fuerte de las costum- bres jeneralcs y de los principales perso- najes, en las rcflecciones incorporadas na- turalmente en la relación de las cosas, no hay historiador mas elocuente que Voltaire en estas obras que acabamos de citar. « Voltaire, dice Montesqttieu, no forma- ra jamás una buena historia í se parece á aquellos monjes que no escriben para el asunto que tratan, sino para la gloria de su40 — orden : Vollairc escribe para su convento.» Pero seamos justos, señores, este juicio como dice Chateaubriand, aplicado al Siglo de Luis XIV, y a la Historia de Cárlos XII, es demasiado severo, si bien muy justo por lo que mira al Ensayo sobre las costum- bres de las naciones. í>8. Hollín. Si Genofonte, señores,se hi- zo acreedor al título de la Abeja de Atenas por su encantadora dulzura, el amable Ho- llín mereció por esa misma dulzura el nom- bre de la Abeja de Francia. La pluma sen- cilla de este sabio escritor, esparciendo so- bre las rudas virtudes de Esparta y de Ro- ma la miel de la moral cvanjélica, ha hecho amar las ideas y las máximas políticas de la antigüedad aun á aquellos mismos que por hábito ó interés se han inclinado á des- conocerlas y odiarlas, dice un escritor. La Historia Antigua de Rollin, como to- das las obras de este sabio infatigable tuvo ti mejor resultado por el doble mérito de ser escrita por un hombre de bien y de ha- cer respirar á la juventud el perfume de la virtud y de la bondad. Señores, ¿habéis leidoTa Historia Antigua de Rollin? ¡ Cuan- ta unción; cuanta dulzura no habéis encon- trado en cada una de sus pajinas! ¿ No es cierto que toda esta obra se halla llena de un dulce calor, de una unción tocante que desde luego se comunica al corazón ? Cada pensamiento del sexajenarro Autor no pa- rece sino la inspiración de las gracias. Leed jóvenes á vuestro amigo, al amigo de la ju- ventud, al anciano siempre joven, al vir- tuoso Rollin, y esperímentaréis en vuestro espíritu las mas tiernas emociones de amor a lo bueno y horror a lo malo. Y no penséis que al daros esta idea, exajere en nada el carácter del amable Ro- llin; oid al melifluo escritor de la época, al relijioso Chateaubriand : « Rollin; dice el autor de! Genio del Cristianismo, es el Fe- nelon de la historia, y á su semejanza ha her- moseado el Ejipto y la Grecia. Los prime- ros volúmenes de la Historia Antigua están llenos del jénio de la antigüedad. La nar- ración del virtuoso rector es copiosa sen- cilla y tranquila, y enterneciendo el Cris- tianismo su pluma, le añade algunas cosas que conmueve las entrañas. Sus escritos descubren por todas partes aquel hombre de bien cuyo corazón es una fiesta continua, según la maravillosa espresion de la Escri- tura (1). No tenemos noticia de obra al- guna que tranquilice al alma con mas dul- zura. Rollin esparció sobre los delitos de los hombres la calma de una conciencia limpia, y la suave caridad de un apóstol de Jesucristo. ¿ No veremos jamás renacer aquellos tiempos en que la educación de la juventud y la esperanza de la posteridad se confíe á semejantes sujetos? » ¡ Magnífico homenaje, señores, de la ciencia y la virtud tributado á un hombre sábio y á un hombre justo ! 59. Fleury. La Iglesia de Francia ha sido en todos tiempos una de las que ha prestado servicios mas remarcables al ca- tolicismo. Los oradores sagrados que ella ha dado, los filósofos, los teólogos los moralistas, los historiadores que del pié de sus altares han salido, son muchos en nú- mero y de un mérito relevante. El Abaté Fleury, como historiador eclesiástico, es- tá al frente de todos los de su nación; él ha sido la fuente donde han bebido cnan_ tos le han sucedido. Todavía mas, la Histo- ria Eclesiástica de Fleury, en su género, es una de las primeras que se han escrito en la Iglesia universal. Su estilo, señores, si bien no tiene ni bellezas, ni pinturas, ni delicadezas afecta' das, pero tiene el precioso adorno de la naturalidad, carácter infalible de la ver- dad: es claro, sencillo, preciso, elocuente, como el de lodos los sabios: se acerca mu* cho al de los libros sagrados. D' Alem- bert mismo en su elogio al Autor de la Historia de la Iglesia se espresa asi: «Se puede decir que el Abate Fleury se ha pro- puesto por modelo la simplicidad de los libros santos y que ha descrito la propa- gación del cristianismo con la misma plu- ma que los escritores sagrados han trazado su nacimiento.» (t) Ecles. cap. 30 v. 27.- 41 — ¡Ojalá, juventud estudiosa que me cs- cuchai.;, ojalá que os acostumbréis á la lectura de libros redactados en este estilo, en este estilo sólido que tanto interesa á los sabios.' vuestras Moas serian mas csactas, vuestros pensamientos mas sublimes,vues- tras palabras mas sentenciosas, vuestra es- presion mas elocuente. Por eso la histo- ria de que nos ocupamos es una de las obras que todos los sAbíos y las personas de espíritu y de gusto hasta ahora han apre- ciado sobre manera, como dice el Abate Desfontaines. ¿Queréis, señores, conocer todavía mas el mérito rio la 'Historia Eclesiástica del Abate Fleury? Oid a La Harpe: *Es hon- roso al cristianismo, dice este escritor, que sea un sacerdote quien ha hecha la Histo- ria de la Iglesia y que la baya hecho como un verdadero filósofo y como un verdadero cristiano. Dos títulos cuie léjos de escluir- se, se dan la mano y se fortifican mutua- mente.» La Ilf's/oría Eclesiástica del Abate Fleury es el resultado de treinta años de un tra- bajo asiduo, compuesto en veinte gruesos volúmenes, donde se contiene la noticia de catorce siglos de la iglesia, es decir, desde el establecimiento del cristianismo hasta la apertura del Concilio de Constan- za. Esta Historia es un gran monumento que honra á la Francia, que enriquece á la iglesia, que inmortaliza a su autor. Después de la muerte del ilustre Fleury se continuó la Historia de la Iglesia, si bien con el mismo espirilu, masno con el mismo talento, según el juicio de La llar- pe, quien la clasifica ademas como una compilación^ no como una historia. Sensible es que el Catecismo Histórico del Abate Fleury se haya notado on el In- dice, donce corrigalur, por decreto de 1 ° de abril de 1728. G0. liossuet. Si de los historiadores an- tiguos, es Tácito el escritor de mis simpa- tías, y de los contemporáneos Guizot; os aseguro señores, que de los modernos es JJossuet, el incomparable Bossucfc el ora- dor elocuente, el consumado teólogo, el gran filósoío, el sábío político, el prudente consejero, el virtuoso obispo, el ciudadano ilustre, el clasico historiador, el profundo, el inmortal Rossuct. Paséale y Nicole con sus Pensamientos, Labruyerc con sus Caracteres, Kempis con su Imitación de Cristo, son los hombres que forman mis delicias; son los que me hacen conocer al mundo y á mi mismo;son los que me ponen á la vista mí propia na- da, al mismo tiempo que me hacen tras- lucir mi grandeza; son los que me enseñan á vivir, á mirar el mundo con una prove- chosa prevención, h precaverme y saber usar de él, á mirar con horror las cortes y los cortesanos, a palpar sus intrigas, sus manejos, su doblez, sus falsedades, su ego- ísmo, su indiferencia para los demás, su ■nliumauidad, su hipocrecia, su realidad, su bajeza; son los que me hacen buscar el retiro, amar el estudio y deleitarme en la vida interior; son tos que me unen al Cria- dor; son los que me enseñan a gozar délas verdaderas delicias, las delicias del hombre racional. Pero IJossuct con todas sus obras y especialmente con su Discurso sobre la Historia Universal no solo me enseña to- do esto, sino que eleva también raí alma, y hasta me transporta. Señores, si Bossnet con sus Sermones convence y se apodera del corazón, si con sus Oraciones fúnebres llena al alma de una profunda,de una jalee y rel'ijiosa melanco - lía, si con su Lojica y con su Conocfmü»»/o de Dios y de sí mismo enseña de la manera mas clara U conocerla verdad, deleitando, al mismo tiempo; con su Ifistoria Univer- sal, con este gran bosquejo, como dice D'Alembert, hace admirar todo lo vasto y profundo de su injenio, de un injenio qne desdeñando los detalles frivolos tan caros á los historiadores vulgares, vé y juzga de un golpe de vista los legisladores, los con- quistadores, los reyes y las naciones, los crímenes y las virtudes de los hombres, y traza de una sola pincelada enérjica y rápida el tiempo que lo devora lodo, la man© d«.4-2 — Dios sobre el Universo entero, y los reinos que mueren ron sus señores. Sabéis muí bien que Rossuct, ó como lo Ifcima Labjuyere en el lenguaje de la pos- %cridatl, que osle Padre da la Iglesia es en todouoa escepcion„¡No me permilireis usar también de una escepcion con él, demo- rándome algo mas sobre la Historia lUi- versal (pie lo quo lo lie hecho en las obras de otros escritores? Yo os lo suplico, se- ñores, os pido que me lo permitáis. ¡Ojalá, juventud amable, qne os penetréis da lo que es el Discurso sobre la Historia Univer- sal de liossuct. La Harpc, hablando sobre esta produc- ción del Obispo de Meaux dice:—«Nada tenemos en francés mas bien escrito como esta obra, que no ha tenido modelo—E" ella todo es lójico, v sus resultados mora- rales loman su evidencia de los hechos mismos. Su pensamiento marcha con el tiempo y con los sucesos, desde el naci- miento del mundo hasta nosotros, y espar- se por todas partes rayos de luz que escla- recen y hacen verlo todo, los siglos, los hombres y las cosas.» Yoltaíre mismo se- ñores, apesar que dico temerariamente que líossuet íio ha sido sino el historiador del pueblo judio, hjereza que La Harpe clasifi- ca de ridicula, después le tributa este ho- menaje: « El discurso sobre la historia Uni- versal, compuesto para la educación del Delfín, nona tenido ni modelo, ni imita- dor____Su estilo no ha encontrado sino ad- miradores. Pasma esa fuerza majestuosa con que él describe las costumbres, el go_ bienio, la elevación y las caídas do los grandes imperios, y esos rápidos rasgos de una verdad euérjiea, con que pinta y juzga ¡as naciones.» Rollin también nos muestra el mérito de la obra de Bossuet con un magnifico elogio que deella hace-. «El discurso sóbrela histo- ria Universal, dice, es una de las obras mas admirables que han aparecido en nues- tro tiempo, no solo por la belleza y por lo sublimidad del estilo, sino todavía oías poi la grandeza de las cosías mismas, por la solidez de las reflecciones, por el profun- do conocimiento del corazón humano, y por esa vasta estension que abraza todos los siglos y lodos los imperios. Con un placer inmenso se ve como pasar revista ele todos los pueblos y de todas las nacio- nes del mundo con sus buenas y malas calidades, con sus eostumbres, con sus inclinaciones diferentes: Egipcios, Asirios> Persas, Metlos, Griegos, Romanos. Se ve a lodos los reinos del mundo como salir de la tierra, elevarse poco á poco creciendo insensiblemente, estendieudo en seguida por todas parles sus conquistas, llegar por diferentes medios al apogeo de la grandeza humana, y por súbitas revoluciones caer de golpe de esa elevación, é ¡r por decirlo asi, á perderse y abismarse en la misma nada de donde habían salido. Pero lo que es mucho mas digno de atención, es ver en las costumbres mismas de los pueblos, en sus earacters, en sus virtudes y en sus vicios la causa de su engrandecimiento y de su rui- na: Se aprende no solo á descubrir esos resortes secretos y ocultos de la política humana, que dan movimiento á todas las naciones yá todas las empresas sino tam- bién á conocer en todas las cosas un *.er soberano, que vela y preside á todo, quo arregla, y dirijo todos los sucesos, qué dis- pone y decide como señor de la suerte de toilos los reinos y de todos los imperios del mundo.» Dussault cree que el Discurso de Ros- suet, es la obra mas clásica de todas las do este grande hombre. Heis, señores sus palabras: «El autor de la Política de la Escritura Santa, del Tratado del Conoci- miento de Dios y de si mismo, de la Us¡>o- sicion de la Doctrina Católica, de la Hís- loria de las variaciones, y de tantas otras obras marcadas con el sello de superiori- dad, en el Discurso sobre la Historia Uni- versal parece haberse escedido á si mismo: en esta obra gefe se muestra á la vez ana- lista sabio y exacto, teólogo de primer or- den, politico profundo, escritor de una elo- cuencia superior á todo elogia.» Pero ninguno como Chateaubriand mues- tra el mérito del Discurso sobre la Histo- ria Universal. Su juicio es eslenso, señores, mas creo que os sera grato escucharlo: es un análisis comparado de toda la obra. ¡Ojalá q* al menos en el fondo quedase con- signado en vuestra memonaasi para q' los q" aun no la habéis leído forméis alguna idea de ella, como para que todos tributemos al gran Rossuet el homenage de la justa admiración que se merece por su obra in- mortal! Os lo reproduciré íntegro. Conozco que insertar en una Disertación juicios tan prolijos, es un defecto y una falta contra todas las reglas de la oratoria. Pero yo prefiero la utilidad á las perfec- ciones de formas. Mañana, con vosotros hablo, jóvenes estudiantes que me escu- cháis, mañana este mismo Discurso os da- rá algún resultado por las noticias que él , contiene. No todos os podéis proporcio- nar muchos libros, ni todos tenéis volun- tad de leer muchos. Dice pues el Vizconde de Chateaubriand en su Genio del'JCristianismo: En el Discur- co sobre la Historia Universal es donde mas se puede conocer cuanto influye el genio del cristianismo en el génio de la his- toria. El obispo de Meaux es político como Tucidides, moral comoGenofonle, elocuen- te como Tito Livio, tan profundo y tan gran pintor como Tácito. Tiene ademas de esto un estilo grave y un carácter sublime, de que na hay ejemplar sinó en el admira- ble principio del libro de los Macabeos. « Bossuet no es solamente un historiador sino un padre de la Iglesia, y un sacerdote inspirado, en cuya frente se ven de conti- nuo rayos de fuego, como en la del lejisla- dor de los Hebreos. ¡ Que examen hace de la tierra ! á un tiempo se halla en muchos lugares. Patriarca bajo la palma de Tofcl, ministro de la corte de Babilonia, sacerdote en Menñs, lejislador en Esparta, muda de tiempo y de sitio cuando quiere, y pasa con Ja misma rapidez y majestad que pasan lo8 siglos. Con la vara de la ley en la mano, y eon una autoridad increíble, ceba indistin- tamente al sepulcro á los .ludios y Gentiles; viene finalmente en seguimiento del con- voi de tantas jenernriones, y marchando apoyado en Isaias y Jeremías, levanta sus lamentaciones proféticas al travez del pol- vo y de las ruinas del jénero humano- « La primera parte del Discurso sobre la Historia Universal es admirable por su nar- ración; la segunda, por la sublimidad del estilo y sutil metafísica de ideas; y la ter- cera, por la profundidad de conocimientos morales y políticos. ¿ Hay por ventura ni en Tito Livio, ni en Silustio, cuando tratan de los antiguos Romanos, cosa alguna mas bella que estas palabras del obispo de Me- aux ? « El fondo\de un Romano, por decirlo asi, era el amor de su libertad y de su patria: tina de estas cosas le hacia amar la otra; porque amando su libertad, amaba tam- bién á su patria como á una madre que le educaba en los sentimientos igualmente ge- nerosos y libres. Bajo el nombre de liber- tad se figuraban los Romanos y Griegos un estado en que nadie estuviese sujeto sino á la lei y donde la lei futse mas poderosa que nadie, ect. « ¿ Quien mejor que Bossuet ha hablado de los vicios y de las virtudes? ¿quien con mas exactitud ha pesado las cosas hu- manas ? De cuando en cuando se le esca- pan algunos rasgos que no tienen modelo en la elocuencia antigua, y nacen del mis- mo jénio del cristianismo. Por ejemplo, después de haber ponderado las pirámides de Ejipto, añade : « Por mas esfuerzos que hagan los hombres, aparece por todas lur- tes su nada. Estas pirámides eran unos se- pulcros : aun los mismos reyes (pie las eri- jicron no han podido enterrarse en ellas, tu disfrutar su sepultura, (i) «No se sabe aquí que es mas sublime, continua señores la encantadora pluma de Chateaubriand, si la grandeza del pen- samiento ó la fuerza de la espresion. La (t) Discurso sobre la Historia Uní versal, 3 a. paite.- 4i — palabra disfrutar, aplicada á un sepulcro, manilicsi i á un mismo tiempo la magnifi- cencia de cate lúgrubre depósito, la vani- dad de los Fnraone.- que le erijieron, la ra- pidez de nuestra existencia, y finalmente, la increíble nada del hombre que no pu- diendo poseer en este mundo otro bien real <(tie un sepulcro, aun se vé pri- vado algunas veces de este triste patrimo- nio. «Tácito también liablóde las pirámides, (l) pero toda su filosofía no lt; suministro cosa alguna que se acercaseá lo bella rcflcc- cion que inspiró la religión a Bossnet; in- fluencia bien notable del Genio del cristia- nismo en el pensamiento de un hombre grande. «El mejor retrato histórico de Tácilo es él que hace de Tiberio; pero es oscurecido por el de Cromwel por liossuet. ¿Que «bre- mos del grifo dcalegriaque dio Tácito ha- blando de los Bructeros, que se degollaban á la vista de un campo romano? «Gracias á los Dioses, tuvimos la satisfacción de mi- rar este combate sin mezclarnos en el. Co- mo simples espectadores, vimos con admi- ración degollarse sesenta mil hombres para nuestro recreo. ¡Ojalá que los naciones, enemigas nuestras, se conservarati recípro- camente en sus corazones un ódío eterno!^) « Oigamos ahora a Bossuet, dice Cha- teaubriand. «Después del diluvio fué cuan- do aparecieron aquellos desoladores délas provincias, llamados conquistadores, los cuales llevados de la sola gloria de man- dar, acabaron con (amos inocentes..... Desde aquel tiempo acá juguetea la ambi- ción sin límite alguno con la ;ida de los hombres, llegando a tal punto la locura que se matan sin aborrecerse: el colmo de la gloria y la mas brillante de todas las arles ha sido la de destruirse recíprocamente uno á otros. (3J <• Es difícil dejar de adorar "a una re- (1j Tácito, cotlumhres Je los Gitiihjjios 33- (2; Anal, libro 2. ° v 61. ■3i Discurso sohre la hiit. uiu'v. lijion que hace se diferencie lanfo la moraí de Bossuet de la de Tácito. » Tal es, señores, fa clasificación del «Dis- curso sobre la Historia Universal de Bos- suet, » según el juicio de Chateaubriand, de Dnssault, Hollín. La Harpe, Vollaire y D'Alemberl, y semejante es también la cla- sificación de fa misma obra según el jui- cio de todos ios críticos de las demás na- ciones. El mérito, el relevante mérito, el mérito superior del «Discurso sobre la His- toria Universal, » es incuestionable, es el voto de todos los sabios y de todos los li- teratos del mundo. 6t. Mézeray. A juzgar por la aceptación que tuvo la Historia de Francia de Méze- ray, no puede dudarte de su mérito ma- yormente atendido el carácter de este au- tor, que era un hombre sin amigos ni fa- vorito de nadie. Luego que apareció ef primer tomo de su Historia en 1643, tuvo tan buen resultado, que el autor fué retri- buido por la corle con una pensión de cua- tro mil libras, y rn 1646 en que se publicó el segundo, Mézeray recibió el nombra- miento de miembro de la Academia para reemplazar á Voilure, y en seguida fué elejido secretario perpetuo en lugar de Con- zart. El tercer volumen que no vió la luz sino en 1651 mereció una acojida no me- nos favorable. Un escritor dice que Mézeray eon su Historia se babia hecho superior a cuantos en este ramo de literatura le habían pre- cedido. Sin embargo, señores, no lodos han estado de acuerdo sobre este voto lan honroso para un historiador. « El ama la verdad, dice La Ilarpc, pero no la busca con mucho cuidado; y, sea por negligen- cia, sea por misantropía aceptó con dema- siada lijcrezalas inculpaciones aventuradas; es verdad que juzga sanamente los hombres y las cosas pero no sabe ni profundizar las ideas ni pintar los objetos. Su narración no carece de naturalidad, y aunque sin gracia ni interés, es agradable por cierto su lono de franqueza. Incapaz de cuidar de nada, y todavía menos del estilo, Mézeray ha es- - 45 — Crilo su Historia como una conversación familiar. » Mas Palissot no es lan severo en su jui- cio. A pesar, dice, délo descuidado de su estilo; de ntieslros historiadores es el que tiene mas carácter, y cuya lectura com- place, una vez vencida la primera impre- sión desagradable. « Y el autor de la Historia de Francia que- da lodavia mas vindicado por el juicio muy compéleme del sabio D. Agucsscau. Este ilustrado escritor, comparando al jesuíta Da niel con Mézeraj dice : Se puede decir de Mézeray y de Daniel, lo que Qui n ti lia■ no ha dicho de Salustio y de Tilo Li- vio, pares munisqnom símiles. Mézeray tie- ne mucho mas jénio, mas carácter y mas estilo de historiador; se siente la fuerza, el nervio y la superioridad en la manera de escribir. Si su dicción no es pura, sabe al menos pensar noblemente. Sus rcfleccio - nes son cortas y sensatas, sus espresiones aunque no pulidas, pero cnérjicas, y su historia está sembrada de rasgos que pue- den hacer honor á los mayores historiado- res de la antigüedad. El P. Daniel escribe de una manera diferente, su estilo es mas \ bien de un diserlador que de un historia- dor. Mézeray piensa mas que habla, el P. Daniel habla mas (pie piensa; pero para eso este licnc mas orden, mas melodo, mas claridad en la série de los hechos. También ha desenmarañado mejor que nadie el caos de la primera raza; su composición, ó pa- ra hablar en el lenguaje de los pintores, su combinación es mucho mejor que la de Mé- zeray. . .i. . . el Pi Daniel es un Poussin para la parle de la composición, pero peca como este pintor por el colorido; en vez que Mézeray es un Rubens que hiere la vista por la fuerza de los rasgos y por la vivacidad del colorido, mas á la vez es confuso en su disposición. Mézeray, señores, puso el sello á su re- putación como¡liistoriador,|con su Compen- dio Crotwlojico de la Historia de Francia, que publicó eu 1G68. Esta obra tuvo el me- jor resultado por la parle literaria, fué uná- nimemente elojiada, pero ocasionó a sit autor la pérdida de sus cuatro mil libras por haber desagradado á Colbcrt las reflexio- nes fuertes que en ella hacia sobre los im- puestos de Francia. En todos tiempos ha habido hombres injustos, que abusando del poderse han vengado y no castigado con la leí. G2. Daniel. El P. Daniel, nacido en 10 JO y muerto eu 1728, se hizo célebre por su Historia de Francia. Vollaire, Ma- bly, Millol y Lenglet-Dufrcsnoy han cri- ticado amai gánente este trabajo del ilus- tre jesuíta; pero si bien es cierto que mu- chas de sus observaciones son mui justas, también es verdad que ótras muchas son mui injustas. La narración del P. Daniel es pura, sencilla, clara; su órden es muy ad- mirable, y su imparcialidad es mayor de lo que jeneialmente se cree. La Haipedice que su dicción no es ni elegante ni noble, pero también confiesa q' la historia del P. Daniel fué en su época la obra que estuvo en voqa, son sus mismas pa- labras. Y apoyados en esle mismo juicio de La Harpe,¿nopodremos creer prudentemen- te que losdefcctos que esos críticos encon- traron en el P. Daniel,no debieron ser lan notables, siendo que en su época llamó lanío la alencion? _ 63. Señores, he concluido la clasifica- ción que me habia propuesto: he sido lar- go, según os lo anuncié: vosotros veis que no ha podido ser de otro modo; pero creo que también os habré sido útil. Sin embar- go, sí os he sido molesto, perdonadme. No dudo, permitidme jóvenes que os dé un ti- tulo tan simpático para vosotros, como pa- ra mí, no dudo, amigos mios, que ademas de haberos indicado las fuentes puras don- de podréis beber sin temor ninguno las aguas de la Historia, os habré ahorrado, cuando ineuos, algunas vijilias de estudio; me parece que podré tener esta satisfac- ción. Siempre procuro y aun estudio como aliviaros en vuestra diíicil carrera, íi fin de proporcionaros las mayores ventajas y que aprovechéis mucho con el menos trabajo— 4G — posible.¡Ojalá que todos los maestros pro- curasen también esto mismo! 6i. Pero, antes de terminar la segunda parte os debo hacer una observación. Un cstailo vacilando sobre el Autor que de- bería adoptar para texto. Dos se me ha- bían propuesto, el Alvaro Levi y el Abate Drioux. Después de haberme impuesto de. ambos, me he resuelto por el segundo, asi por considerarlo mas completo, como por saber que es e| testo de los Seminarios en Francia y por las recomendaciones del Sr. Arzobispo de Tours y de los Sres. Obispos de Langrcs, de Dijon y de Cbartres. Estoi cierto, que gustareis mucho de el. El mé- todo de Levi es a la verdad muí claro, pe- ro el fondo no me parece tan bueno como el de Drioux. _ 47 — TERCERA PARTE. 63. En esta parle, señores, seré muy breve, pudiera y deseara estenderme, pe- ro solo me contentaré con indicaros las ventajas que nos proporciona la ciencia ó el conocimiento de la Historia. No es justo que abuse do la bondad con que os habéis dignado escucharme. 66. Para demostraros la utilidad de la Historia, me bastaría solamente hacer fi- jar vuestra atención sobre lo que he di- cho en mi primera parte, cuando (en el número 6) determiné la misión de la His- toria, y cuando (en los i:umeros 1.1, 12, 13 y 14) deslindé el campo «le la Historia religiosa, de la Historia literaria, de la His- toria política y de la Historia geoyráfica de los pueblos. Sin embargo, os diré toda- vía una palabra mas. 67. Ora consideremos al hombre como ser racional, ora lo consideremos como ser social, ora lo consideremos como ser relijioso, le es útil y auna la vez necesario, el conocimiento de la Historia. El hom- bre, señores, como impelido por la fuerza de un instinto, procura buscar siempre el porque de todos los fenómenos internos, que constituyen la propia esencia, y el de todos los fenómenos estemos que constituyen la esencia de cuanto ec-? ^ siste fuera de si. Cuando interrogándose á si mismo, é interrogando á la naturaleza entera, encuentra ese porque de las cosas, advierte que como a* pesar suyo, se levan- ta dentro de si mismo un grito de placer que le dice: ¡.Soy dichoso, mi razón des- cansa] Todo cuanto contribuye á este fe- liz descubrimiento lo considera útil, muy útil. ,iY donde sino en la Historia, es que el hombre encuentra el porque de una multitud de esos fenómenos? ¿Dónde, sino en la Historia, es que se ve consignado el principio y desarrollo de las ciencias? ¿Dón- de, sino en la historia, es que se vé el orijen de las sociedades y el principio de la Auto- ridad? 7Dónde,si no en la Historia, es q" se vé la razón de sus creencias relijiosas? ¿Dón- de sino en la Historia, es que se vé que e' primer pensamiento del hombre fué una emoción «le gratitud hacia su Dios? ¿Dón- de, sino en la Historia, es que se vé que aprende íi conocer el género humano y los cambios memorables que la série de los tiempos ha hecho en el mundo? ¿Dónde, sino en la Historia, es que descubre lo que pueden las pasiones mal dirijidas, los inte- toreses egoístas, los buenos y los malo.* consejos? ¿Dónde, sino en la Historia es que el hombre empieza á vivir? Si, no hay duda, en la Historia es que el hombre en- eneoeotra el porque de una multitud de los fenómenos que lo rodean, en la Historia es que viene en conocimiento del estable- cimiento y ruina de los imperios, y de una Providencia que resplandece en todos los acontecimientos de la caída délos pueblos, en la Historia es que se vé el dedo de Dios en la elevación de unos hombres y en la humillación de otros, en la Historia es que admira el milagro perpetuo que conserva siempre flotante la gran nave de la Iglesia, agitada y combatida por la furia de sus ene- migos en el mar borrascoso de la sociedad humana, cu la Historia es que se ve á la virtud vengada y al vicio condenado, en la Historia es que vé a la tiranía y anarquía horrorizadas de sí mismas, en la Historia es que descubre los siniestros caminos de la pérfida política, de los infames manejos,, de las crueles venganzas, de las negras ca- lumnias.48 08. Pero bagamos lodavía mas scn- sible la utilidad de la Historia. ¡Quedo ventajas no nos lian proporcionado el va- por y los telégrafos! ;Qne de ventajas no nos resultan de la posesión de un verdadero amigo, y de la adquisición de un sabio maestro/ ¿ Y qué otra cosa es la Historia? ¿La Historia, señores, no puede ser con- siderada romo un gran navio, que des - lízándose con mas velosidad que la del vapor por el océano inmenso de los tiempos, nos trac noticias desde Edeo hasta nuestras playas y nos conduce la ¡migración délas ideas y de I03 progre- sos de la humanidad en todas las edades para enriquecer y poMar la nuestra'* ¿No es la Historia el prodigioso telégrafo qué en un momento nos pone en contacto con el universo entero y noscomuníca instantá- nea raénte la guerra, los tratados, la paz y la prosperidad de lodos los pueblos nues- tros hermanos? ¿No es la Historia el del amigo del hombre y ile las naciones, que nos estimula á practicar el bien, refiriéndo- nos con verdad, desinterés y llanura la felicida:! de los pueblos virtuosos; y que nos impide practicar el mal, refirién- donos asi mismo la desgracia de los pueblos corrompidos? ¿No es la Historia el maestro sábio y prudente que nos enseña con el ejemplo' de los que nos han precedido la ciencia practica de ser felices en la Sociedad? Yo al menos lo considero asi, y Cicerón también la llama la muestra déla vida. 69. ¿Y es esto solo la historia? No es ademas el consejero del hombre, y espe- cialmente de los que gobiernan y de los que han nacido para gobernar? Aun cuan- do ¡a historia fuese inútil á los otros hombres, le esnecesaria álos principes,decía el gran líossuel á su ilustre discípulo el hijo no Luis XIV. ¿Y por que la Historia les sera necesaria á los principes? Yo entiendo que por (pie ella es quien les aconseja sin lisonjearles jamás sus pasiones y diciéndo- les siempre la verdad para que sepan go- bernar con rectitud. Ahora bieu?señores, y todos nosotros, en fuerza de nuestra for- ma do gobierno, ¿no somos otros tantos principes? ¿no estamos todos habilitados para poder dirijir un día los destinos de la patria? ¿no tenemos todos el derecho de optar al trono democrático? jAhtcuanlos de vosotros, amables jóvenes que me es- cucháis, no estaréis designados por la pro- videncia para gobernar alguna vez la Re- pública Argentina? por esto también creo, que si el estudio de la Historia es útil en las monarquías, en las repúblicas es nece- sario. Asi es, señores, que estudiando filosófi- camente nuestras costumbres, no se por que; que para defender un pleyto, para curar un enfermo, para medir una cuadra de lier ra, para dirijir una bala, para levantar una casa, se nos han de exijir tantos esludios, tantas pruebas, laníos exámenes; y para go- bernar nose ha do exijir sino quo se tenga treinta y tantos años, y que se haya naci- do en la tierra. ¿Ea por ventura de menos importancia sabor gobernar, quo saber cua- lesquiera de esas otras ciencias? El dere- cho civil, el de joules, el eclesiástico, la economía política y muy particularmente la Historia Auligua, .Moderna y Contempo- ránea abrazando todos los ramos de cada una de ellas, so debería exijir en mi com cepto, ademas de la virtud en quien hubie- ra de gobernar, ¿ Si se exijiese todo esto en los que debieran desempeñar la primera majislralura habría lo que vulgarmenlo se llama entre nosotros caudillos? ¡Quo frecuentadas se verian entonces las aulas! ¡Que realzo tomaría esta Universidad! ¡Como se popularizaría la ciencia! Cuanta ilustración sólida se desplegaría! Que famosos gobernantes .poseeríamos! Me diréis que esto es impracticable, pero yo os contestaré con solo esta pregunta; ¿Lo habernos esperimentado jamas? A los principes se les educa como que un día han de mandar; no se porqué a noso tros su nos lia do educar como si siempre hubiéramos do obedecer y nunca gobernar. Señores, treinta y seis años de edad y s§j 40 hijo de la tierra no dan ni las virtudes, ni lá«apariencia, ni el conocimiento del co- razón humano, requisitos tan necesarios para saber vivir, mucho mas para saber gobernar. Sin virtud ni ciencia, es impo- sible gobernar bien; la virtud y la ciencia no se adquieren en un dia, es obra de la educación. Por eso la naturaleza del go- bierno Republicano exije en los pueblos mayor ciencia y mayor virtud, es decir, exije que la ciencia y la virtud sean tan po- pulares, que no haya ningún hombre que no las posea, desde que no hay hombre ninguno que sea escluido para poderman- dar. Por eso también, la educación debe ser mucho mas esmerada en las repúblicas que en las monarquías. Seestúdia entro no- sotros esa filosofía de la democracia? Con- tentos con procurar salvar una situación inmortal quo sucesivamente se ha re- producido desde la independencia has- ta la actualidad, no pensamos en educar al pais según la naturaleza del gobierno que nos habernos dado, sino según las antiguas influencias, ó según á cada uno le parece, ó según las circunstancias, sin tener nin- gún principio fijo, emanado de la natura- leza de nuestro modo de ser político y re- ligioso. Perdonadme, señores, esta digre- sión; no la creo tan fuera de propósito. 70. Todavía otra refleccion. No hay du- da, todas las edades tienen sus ventajas y sus inconvenientes para el hombre. ¡ Que útil seria poder reunir todas las ventajas de las diferentes edades en una sola ! No ha- blo aquí >le lainfancia, deesa bella aurora del dia tempestuoso de la vida en que no se sa- be sino ser feliz : ya esos ensueños majicos han desaparecido para todos los que en es- te salón nos hallamos, y jamás esas ilu- siones fugaces tornarán á hechizar nues- tros corazones. Hablo solamente de las dos edades* clasicas del hombre. ¡ Cómo nos encanta el joven Telémac^J ¡ Cómo nos transporta el anciano Mentor ! ¡ Cuantas veces al contemplar esta emanación pura y sublime del alma grande de Fenelon, ha- bremos csclamado : Quién pudiera reunir á las perfecciones del sensible hijo de Ulises, las de su prudente conductor ! Qué bello, que magnifico, quo perfecto, que ventajoso conjunto no resultaría de la unión de las perfecciones de la juventud con las de la vejez ! Bien pues, jóvenes, ¿ queréis con - seguir este conjunto. Conseguirlo com- pletamente es imposible. Pero es muy po- sible aproximarnos á él. Lo dudáis? Es- cuchadme. ¿Cual es el carácter distintivo, la perfec- ción natural de la edad provecta? ¿No es la esperiencia? Yo lo comprendo asi. Los an- cianos son respetables, como los hombres de consejo? No os verdad? Y por que son respetables los hombres de con- sejo? Es por que son prudentes ¿no es asi? ¿ Y por que son prudentes? Es por que son sabios, es cierto? Y por que son sabios? ¿es precisamente por que ha- yan estudiado las ciencias? No, pues, mu- chas veces sin haber frecuentado las aulas, se hallan llenos de sabiduría. ¿Quien pues, les habrá infundido esta sabiduría ? Parece que necesariamente debemos de- ducir que han sido los años, que ha sido la esperiencia. Sino asígnesenos otra cau- sa. Esto sin duda es lo que ha hecho decir á Rocheffoucauld que mas cale estudiar los hombres que los libros. Estudiando los hombres, se adquiere ef conocimiento del hombre, el conocimiento de la sociedad y el conocimiento de !as costumbres esta es precisamente la obra de los años. Luego este conocimiento es el resultado de la es- periencia. Es pues la esperiencia, el carác-' lar distintivo, la perfección natural de la edad provecta. Consigamos por tanto la esperiencia, y nos veremos adornados de esa perfección jefe de la vejez, de esa per- fección que da á los anéjanosla respetabi- lidad que el mundo entero les tributa, con- servando por otra parle los encantos de la edad florida. Pero me diréis ¡pues que el fruto de los años se podrá recoger sin haberse pasado por ellos! Os ruego me volváis a escuchar. 750 — ¿Que osla espcriciH ia? \o entiendo que hay dos clases de esperiencia, una fruto del estudio y otra fruto de los años ó natural. Esta, segtin yo la comprendo, es el conoci- miento que se adquiere sucesivamente co» los años, viendo las cosas, viajando y tra- tando con difercnles personas. La otra es el conocimiento que se adquiere de las cosas casi simultáneamente, imponiéndose de la vida de los pueblos. Esta esperiencia uni- da á la natural, sin duda que es la mas completa y que fínicamente poseen los vie- jos literatos. Pero la esperiencia, fruto del estudio, ¿no suple en gran parle y aun a la vez aventaja la esperiencia natura!? Parece indudable. ¿Y esta esperiencia no la podre- mos conseguir aun antes de llegará la cum- bre helada de la vejez? Porque no, estudie- mos la Historia, que esquíen nos impone de la vida de los pueblos, y la obtendremos. ¡Cuantas ventajas resultan del conocimien- to de la Historia. Una palabra mas y con- cluyo la tercera parte. 7!. La utilidad de los viajes, me pare- ce, señores, que es incuestionable. La ra- zón lo demuestra, y la esperiencia lo con- firma. Solón no dictó leyes a su patria sino después de haber conocido al Egip- to y otros países y aun habiendo enrique- cido á Atenas con su código, volvió nue- vamente al Egipto, visitó la Lidia, viajó por Chipre para regresar otra vez a la patria, cargado de nuevas ideas y de nuevos co- nocimientos cu beneficio de sus compa- triotas. Licurgo tampoco legisló en Lace- demonia sino después de haber viajado por Creta, Egipto y Asia. Pitagoras no prin- cipió su enseñanza en Samos s;i patria, si- tió después de haber debido sus conoci- mientos astronómicos á los Caideos, su estudio de la jconielria á los Fenicios, su arle de curar á los sacerdotes Ejipcios, y cuando hubo viajado por el Asia menor, por la Grecia superior, por la Persia, por la India, y después de las relaciones con los Hebreos y con los Druidas de las Calí- as. Confusio no realizó su misión de mo- ralizar la China y de escribir sus obras in- mortales, sino haciendo continuas escur- cones por el imperio. Platón no dió a los Cretenses sus doce libros de leyes, nj dírijió á Filón y Heraclides, libertadores de Tracia, ni abrió su famosa escuela sino después de babor o ido la dialéctica á Euclides en Mágara, las nuevas ideas filosóficas á los discípulos de Pitagoras en Italia, las lecciones de filosofía á Teodoro en Cirene y las doctrinas Egip- cias al sacerdote Sechnufis en Heliopolis. Cicerón, aun cuando sin haber salido de Roma, ya se había hecho conocer por la famosa defensa de Roscio Amerino, pero su celebridad no principió sino después de haberse ejercitado con los mejores orado- res de Asia y de Grecia,y con Posidonio en Rodas. Plutarco tampoco estableció su academia filosófica en Roma, sino después de haber corrido la Grecia y el Egipto. Montesquieu no dió á luz su grande obra del Espíritu dalas Leyes, sino después de haber conocido toda la Europa. Y Cha- teaubriand no nos hubiera dado ni su Atala, ni sus IValches, ni su Ensayo sobre las Revoluciones, ni sus Viajes, ni sus Me- morias póstumas, sin l is impresiones sen- sibles y patéticas de la América y sin sus cscursiones por la Europa. Raimes y Do- noso también viajaron. Guizot, Thiers, La Martirio también ha viajado. Y cual de nuestros escritores, ¿no ha viajado? Mas ó menos, todos lo han hecho. En una pala- bra, la mayor parte de los sabios no se han granjeado su celebridad, sino después de muchos viajes; estos hombres son los grandes mercaderes de las ideas, que es- portan é importan nuevos conocimientos á la plaza natal. JNo se, señores, loque tie- nen los viajes, parecen el jenio de la ins- piración. Son sin duda grandes sus ven- lajas. ¿Pero podemos lodos viajar? leñemos elementos para hacerlo, ó el bastante va- lor para arrancarnos del bogar doméstico, dar un largo adiós á la patria, lanzarnos en los peligros de la mar é irá ver caras y costumbres estraiias? Solo un medio 51 — nos queda, señores, priru sin desprender- nos de los brazos de la patria,reemplazar en mucha parte las ventajas ciertas de los via- jes. Este único medio es el conocimiento de la Historia. Ella nos hará conocer las costumbres de todos los pueblos, su na- cimiento, su desarrollo, sus ciencias, sus artes, su civilización, su actualidad, su porvenir, y nos dará los resultados favo- rables que á este conocimiento son con- siguientes. Pascal, Rossuet, Labruyere, Fenelon jamas salieron de la Francia; sin embargo, por el conocimiento del cora- zón humano, fruto principal de los viajes, parece que una gran parte de su vida la pasaron viajando. ¿Y como sino por el co- nocimiento de la Historia reemplazaron las ventajas de los viages? Estudiemos pues la Historia, y reporlarémos en gran . liarte la utilidad de los viajes. 72 Después d_e esto, señores, ¿qué mas podre agregar para demostraros lo que es la Historia? Me parece que lo que Unica- mente me resta, es reasumir todas las ideas que he emitido para presentaros co- mo en un solo golpe de vista la grande utilidad de la Historia. Si'a Historia nos es útil por cuanto nos proporciona en gran parte las ventajas de los viajes ¿no nos es útil también por otras muchas ra- zones? ¿No es ella quien adorna a la juven- tud con las perfecciones principales de la vejez, comunicándoles la esperiencia? ¿no es ella quien casi instantáneamente nos pone en contacto con el universo entero, con el mundo actual y con el pasado? ^no es ella el prudente consejero, el fiel amigo, y el sabio maestro del hombre y de los pueblos? no es ella quien muestra al hom- bre la dignidad de su ser, contándole como fué criado y redimido por Dios? ¿no es ella quien nos hace conocer el orijen de la sociedad, el orijen de la autoridad, el principio de las ciencias y de las artes, las revoluciones que sucesivamente han cam- biado la faz de las sociedades, las causas que han producido estas mismas metamor- fosis y una Providencia adorable que por medios los mas raros ha dispuesto y dirijido lodos eslos acontecimientos? En una pa- labra, ¿no es útil la Historia bajo cual- quiera de las relaciones que se con- sidere al hombre, ya sea con relación á Dios, ya sea con relación á la sociedad, ya sea con relación asi mismo ? ¡ Qué importante es, señores, la Historia! ¡ Qué sublime y ventajosa es su misión ! ¡ Ah ! cómo palpitaran vuestros corazones, jóvenes que me escucháis, por adquirir es- ta interesante ciencia, que poniéndoos en posesión del conocimiento del jénero hu- mano, os dá las lecciones mas instructivas para que os sepáis conducir en la carrera de la vida, ora os veáis en los primeros puestos, ora seáis simples ciudadanos .' Pero ya que conocéis las fuentes puras y lasque no lo son por lo que os he dicho en la segunda parte, bebed en aquellas y no en estáis. Si os agrada la belleza del es- tilo, las imájenes, las figuras, tenéis á He- rodoto a Tito Livio y á Salustio entre los antiguos; á Rollin y Solis entre los moder- nos; á Lamartine y Lábrente entre los con- temporáneos. Si os complácela profundi- dad, la majestad, la sencillez y la conci- sión, tenéis á Tucidides, a Tácito, á Ma- riana, á Thiers, á Guizot. Si os deleita y buscáis todo á la vez y belleza de estilo, y grandeza de ideas, y pureza de moral, y sublimidad, 5 naturalidad, y claridad, y sensibilidad, y filosofía, y erudición, y política y elocuencia, y todo cuanto puede haber de interesante, tenéis á Rossuet, al gran P.ossuet, al incompara- ble Rossuet. Leed y releed, jóvenes, el Discurso sobre la Historia Universal; aprended de memoria, si es posible, esta obra, que después de los libros santos, es en mi concepto, la que está al frente de cuantas se han escrito en este jénero no solo en la época contemporánea, sino tam- bién en la moderna y aun en la antigua. ¿No es cierto, señores, que Rossuet es el hombre mas clasico como historiador:' 73. Antes de concluir quisiera, amables jóvenes, haceros una advertencia d<- la52 mejor importancia sobre el estudio «le la Historia. En todas las cosas que empren- ' { ilcnios nos debemos proponer un fin para E^acar fruto Je ellas, ¿no os parece esto Imuy razonable? Pues bien, ,'cuál seria el fin que nos debemos proponer en el estu- dio de la Historia? ¿será solamente el de saber los hechos? JSo por cierto, sino prin- £ cipaltnenle el de hacerlos útilizar en bene- ficio nuestro, con relación á nuestra felici- dad presente y futura, blanco de todas las operacionee del bombre. ¿ Y como conse- guiremos esto? ¿solo conociendo los lie- dlos? Imposible : es necesario ademas es- tudiarlos, raciocinando sobre ellos. Guando veáis pasar,decia Bossuel al Delfín de Fran - cia, como en un instante á vuestra vista, no solo los reyes y los emperadores, sino también los grandes imperios que batí he- cho temblar al universo; cuando veáis á los antiguos y modernos Asirios, á los Medos, iulos ('.riegos, a los Romanos, presentarse sucesivamente a vuestra consideración, y caer, por decirlo asi, los unos sobre los otros, no os contentéis con saber única- mente estos sucesos, sino que debéis exa- minar también las causas que ios produ- jeron; porque la verdadera ciencia de la Historia consiste en marcar en cada época las secretas disposiciones que han prepara- do las grandes revoluciones y los ajenies que las han hecho estallar,pues es cierto que en todos los sucesos hay alguna cosa que los prepara, y que los desenvuelve. Esto es tanto mas conveniente entre vosotros, jóvenes queme escucháis, cuanto que nues- tra Historia contemporánea es una Historia de continuas revoluciones con solo algu- nos episodios de paz: el estado anormal de los otros paises, es el estado normal de nuestra República, triste verdad que nos debe ser duro confesar. Cuarenta y cinco años de independneia no nos lian dado sino rios de sangre, partidos, disolución, odios, venganzas y lágrimas; funestos re- sultados de la ambición, enfermedad cró- nica que devora las entrañas de la Patria y (permitidme que aunque traspasado de dolor manifieste mis temores) y que amenaza ano- nadarla: parece que este mal se transmite de padres á hijos sin poder nunca ser cura- do de raiz. No basta pues, conocer simplemente los hechos, es necesario ademas estudiarlos y examinarlos. Quien quiera saber a fondo las cosas humanas, decia el mismo Bossuel á su ilustre discípulo,debe tomarlas de mas alto; le es necesario observar las inclina- ciones y las costumbres, ó para decirlo en una palabra, el carácter asi de los pueblos en jeneral, como de los principes en parti- cular, y en fin de todos los hombres ex- traordinarios que por el papel que han de- sempeñado en el mundo, han contribuido para bien ó para mal de los Estados y á la fortuna pública. Jóvenes, estudiad asi la Historia, y re- portareis todas sus ventajas, y seréis ma- ñana la columna firme de la relijion y de la Patria. He ««ici o