CARTAS I .OBRE LA PRENSA r LA POLITICA MILITAN^ ilBEIOTC*! ^ PEE BS^' JUAN B. ALBERDI. VALPARAISO: roprcnta del Mercurio, calle de la Aduana jN.ES y 21, 1853.ADVERTENCIA. Bueno será que el lector empiece por instruirse de la siguiente carta que ha motivado la presente pu- blicación. DEDICATORIA DE LA CAUTA5 A EN EL EJERCITO GRANDE. Yunr/ai, noviembre 12 de 1852. Mi querido Albkubi: Consagróle a V. estas pajinas, en que hallará de- tallado lo que en abstracto le dijo a mi llegada de Rio-Janeiro, en tres dias do conferencias, cuyo resul- tado fué quedar V. do acuerdo conmigo, en la con- veniencia de no mezclarnos en este período de tran- sición pasajera, en que el caudillaje iba a agotarse en esfuerzos inútiles por prolongar un orden de co- sas de hoi mas imposible en la República Aijentina. Esta convicción se la ho repetido en veinte cartas pol lo menos, rogándole por el interés de la patria i ersuyo propio que no sg precipitase, aconsejándole ate- nerse al bello rol que «sus Bases» le daban en la re- jetieracion arjentiua. Si antes de conocer al jeneral Urquizn, dije desde Chile «su nombra es la gloria m&s alta de ¡a Confederación (en cuanto instrumento do guerra para voltear a Rosas),» lo hice sin embargo con estas prudentes reservas: «¿Será él el único hom- »bro que habiendo sabido elevarse por su enerjia i ta- «lento, llegado a cierta altura (el caudillo) no ha al- «eanzado a medir el nuevo horizonte sometido a sus • miradas, ni comprender que cada situación tiene •sus deberes, que cada escalen de la vida conduro a • otro mas alto? La historia por di «gracia está lle- tna de ejemplos, i de estu pasta está amasada laje- ■tneralidad de los hombres...... I después?.... Después »la historia olvidará que era Gobernador del Eutre- • Itios, un cierto jeneral que dio batallas, i murió do • nulidad, oscuro i oscurecido por la posición de su • pobre provincia.» Ya está en su provincia. La ago- nía ha comenzado, i poco han de hacer los cordiales que desdo aquí le envían i le llegan fiambre*, para mejorarlo. Oígamo, pues, ahora quo habiendo ido a tocar do cerca aquel hombre i amasado en parte el barro do los acontecimientos históricos, vuelvo a este misino Yungai, donde escribí Arjirópolit, a esphear las causas del descalabro que ese hombre ha esperimen- tado. Como so lo dije a V. en una carta, asi comprendo la democracia: ilustrar la opinión i no dejarla estra- viarsa por ignorar la verdad i no saber medir las consecuencias de sus desaciertos. V., que tanto ha- bla do política práctica para justificar enormidadesni que reptignan al buen sentido, escucho primero Ja narración de loa hechos prácticos, i después de lei- das estas pajinas, llámeme detractor i lo que guste. Su contenido, oí tiempo i los sucesos probarán la justicia del cargo, o la sinceridad de mis aserciones motivadas. ¡Ojalá que V. pueda darles esto epíteto a his suyasl Con estos antecedentes, mi querido Alberdi, V. me dispensará que no descienda a la polémica quo bajo el trasparente anónimo del Diario me suscita. No puedo seguirlo en los estravíos de una lójiea do posición senú ofiáuU i quo no so apoya en los he- chos por no conocerlos. No es V. el primer escritor invencible en esas alturas, i sin querer establecer comparaciones ¡dé talento i de moralidad política quo no existen, Emilio Girardin, en la prensa do Paris, logró probar victoriosamente que el pronunciamien- to de Urquiza contra Rosas era un cuento inventado por los especuladores do la Bolsa, i la Europa entera estuvo por un mes en esta persuasión, que la emba- jada de Montevideo apenas pudo desmentir ante los tribunales. Mi ánimo, pues, no es persuadirlo ni combartirlo; V. desempeña una misión, i no han do ser argumentos los que le hagan desistir de ella. El público arjentino allá y no aquí, los que sufren y no Vd., decidirán do Injusticia. No será el timbro menor de su talento y sagacidad el haber provocado y hecho necesaria esta publicación, pues cóustale a Vd., a todos n.is amigos aquí, y al Sr. Lamas en Rio-Janeiro, quo era mi ánimo no publicar mi cam- paña hasta pasados algunos años. Los diarios de Buenos-Aires han reproducido el ad Memorándum que la precede, el prólogo y una carta con que se b acompañó al Diario de los Debates. Véalas Vd. en el Nacional, y observe si Lai consistencia con mis antecedentes políticos, nuestras conferencias en Val- paraíso y los heclios que voi a referir. lie visto con mis propios ojos degollar el último hombre que ha sufrido esta pena, inventada y apli- cada con profusión horrible por los caudillos, y me han bañado la cara los sesos de los soldados que creí las últimas víctimas de la guerra civil. Buenos-Aires está libre de los caudillos, y las provincias, si no las estravíau, pueden librarse del último que solo ellas con su cooperación levantarían. En la prensa y en la guerra, Vd. sabe en que tilas se me ha de encontrar siempre, y hace bien en llamarme el amigo de Bue- nos-Aires, a mí que apenas conocí sus calles, Vd. que se crió allí, fué educado en sus aulas, y vivió relacio- nado con toda la juventud. Hablóle de prensa y de guerra porque las pala- bras que se lanzan en la primera, se hacen redondas al cruzar la atmósfera y las reciben en los campos de batalla otros que los que las dijeron. Y Vd. sabe, según consta do los rejistros del sitio de Montevideo, auien fué el primer desertor argentino de las mura- llas de defensa al acercarse Oribe. El otro es el que decia en la Cámara: «Es preciso tener el corazón en la cabeza!» Los idealistas le contestaron, lo que todo hombre inocente y candoroso piensa: «Dejemos el corazón donde Dios lo ha puesto.» Es esta la tercera vez quo estamos en desacuerdo en opiniones, Alberdi. Una vez disentimos sobre el Congreso-americano, que en despecho de sus lucidas frases, le salió una solemne patarata. Otra sobre lo que era honesto y permitido en un estranjero en Amó-rica, y si¿s Bases le han servido de respuesta. Hoi sobre el Pacto y ürquiza, y como el tiempo no se para donde lo deseamos, Urquiza y su pacto serán refutados lo espero por su propia nulidad; y al dia siguiente quedaremos Vd. y yo, tan amigos, como cuando el Congreso-americano, y lo (pie era honesto para un estranjero. Para entonces y desde ahora, mu suscribo su amigo SARMIENTO.PRIMERA CARTA. Motivos y tendencia conservadores de esta pobuoacio». — PRENSA ARJENTINA.— La NUEVA SITUACION RECLAMA NUEVA PRENSA.— CARACTERES DE AMBAS.-La PRENSA DE GUERRA HA CONCLUIDO SU MISION LIBERAL.— CONATOS DE RESTAURACION.-El. CAUDILLAJE EN LA PRENSA. Quillola, enero de 1853. .'sarmiento, Sea cual fuero el mérito de su Campaña en el ejér- cito grande aliado de Sud-América, probable es que no hubiera yo leído eso escrito, por escasez de tiem- po para lecturas retrospectivas do eso jénero, ni me hubiera ocupado de contestarlo. Pero Vd. ha querido ofrecerme sus pajinas como comprobantes de la justicia con que Vd. ataca al hombre que destruyendo a Oribe y a Rosas, se ha hecho acreedor a nuestra simpatía y apoyo, y dá- donos una prueba práctica de su capacidad do repe- tir hechos iguales de libertad y progreso. Con ello me ha puesto Vd. en la necesidad da escribir, pues si yo callase, mi silencio soria tomado, por Vd. al menos, como señal de asentimiento. Y como lejos de hallar en su CampaTia lajusticia de su resistencia al nuevo órden de cosas, descubro el orijeu— G — personal y apasionado de ella, tengo necesidad de pro- testar contra la obra que Vd. me ha dedicado, con el derecho que rae confiere el honor de su dedicato- ria; contra la dirección que en ella pretendo Vd. dar a la prensa arjentina de la época que ha sucedido a Rosas, y contra eso silencio hostil, que ha dado Vd. ] en llamar abstención, y que no es mas que la sedi- don pasiva i desarmada. La prensa do combate y el silencio de guerra, son ! armas que el partido liberal arjentino usó en 1827; > y su resultado fué la elevación de Rosas y su despo- tismo de veinte años.—Vd. y sus amigos, volviendo a la exaltación bisoña do aquel tiempo no hacen mas que repetir los desaciertos del antiguo partido unita- rio , qne Vd. mismo condenó en Facundo en dias mas serenos, y que hoi, después de veinte años do lecciones sangrientas, pretenden repetir sin tener la escusa de sus modelos. La guerra militar y de csterminio contra el modo de ser do nuestras poblaciones pastoras y sus repre- sentantes naturales, tuvo su fórmula y su código en el Pampero y el Granino, imitaciones periodísticas de la prensa francesa del tiempo de Marat y Danton, inspiradas por un ardor potriótico, sincero, si se quie- re, pero inesperto, ciego, pueril, impacieute, de los quo pensaban quo un par de escuadrones de lanco- ceros de La val le bastarían para traer en las puntas de sus lanzas el desierto y el caudillaje, que es su resul- tado en la desierta República Arjentina. Posteriormente se convino en que no habia mas medio de vencer el desierto y los hombres, las cosas y los usos, quo el desierto desarrolla, quo la inmi- gración, los caminos, la industria y la instrucción po-pukr; pero repentinamente hemos visto caer la polí- tica arjentina en el circulo vicioso y resucitado el programa del Granino y del Pampero en formas rejuvenecidas y acomodadas a los usos del dia. Tras esto vemos también asomar la abstención se- diciosa que dejó todo el poder en las manos inesper- tas de Dorrego, para arrancárselo por las bayoneta» el 1.» de diciembre de 1828. No estoi por el sistema de esos escritores, que na- da tienen que hacer el dia que no tienen que atacar. Aunque Vd., Sarmiento, me dedica su Compaña con algunos denuestos, que no son de buen tono en un escritor de sus años y dirijióndose a persona que pretende estimar, debo decirle que no son ellos el estímulo reprobado de estas cartas. En la misma obra y en otros lugares, Vd. me ha regalado elojios, que compensan y anulan cuando monos sus dicterios. Otro, muí jeneral y desapasionado, es el ínteres que motiva esta publicación. Ni Yd. ni yo como perso- nas somos bastante asunto para distraer la atención pública. Quiero hablar de la prensa, de su nuevo rol, de los nuevos deberes que le impone la época nueva que se abre para nuestro pais desdo la caida de llosas, «propósito de Vd. y de sus recientes escritos. Aunque Vd. nunca ha sida toda la prensa de Chile ni mucho menos la arjentina, Vd. ha hecho campañas en ambas, que le hacen un apropósito digno de este estudio. López, Bello, Pinero, Frias, Peña, Gómez, Mitre, Lnstarria y otros muchos representan colec- tivamente esa prensa de Chile, en que Vd. no ha visto sino su nombre. Vd. posee un crédito lejítimo, que debe a sus no-bles esfuerzos de diez años contra la tiranía derroca- da por el jeneral Urquiza. Ese crédito le ha dado imitadores y sectarios antes de ahora; y tanto como era provechosa su iniciativa cuando Vd. combatía lo que detestaba de corazón toda la república, seria pe- ligroso que Vd. atrajese a la juventud, que conoce sus antiguos servicios, en el sentido turbulento y con- tinuamente ajitador de sus publicaciones posteriores a la caída de Rosas. Con esta mira de órden y de pacificación, voi a es tudiarlo como escritor. No espere Vd. de raí sino una crítica alta, digna respetuosa. Nada tengo que hacer con su persona, sino tribularlo respeto.—Voi a estudiarlo en sus es- critos, en lo que es del dominio de todos. Vd. que tanto defiende la libertad de examinar, de impugnar, de discutir; Vd. quo mide a otros con la vara de la critica, ejerciendo un derecbo innegable, no podrá encontrar estrafio que ese mismo derecho se ejercite para con Vd., considerándole como representante do una tendencia y do una fas de la prensa arjentína. Hablar de la prensa es hablar de la política, del gobierno, de la vida misma de la República Arjen- tína, pues la prensa es su esprcsion, su ájente, su órgano.—Si la prensa es un poder público, la cau- sa do la libertad se interesa en que ese poder sea con- trapesado por sí mismo. Toda dictadura, todo des- potismo aunque sea el do la prensa, son aciagos a la prosperidad de la República. Importa saber qué pedia antes la política ala pren- ra, y quóle pide hoi desdo la caída de Rosas. Desconocer que ha empezado una época entera- mente nueva para la República Arjentiua después ycon motivo do la caída de Rosas, es desconocer lo quo ha sido eso hombre, confundir las cosas mas opuestas y dar prueba do un escepticismo sin altura. Sin dictadura omnímoda, sin mozorca; representado el país por un congreso que se ocupa do dar una constitución a la República; cambiados casi todos los gobiernos locales en un sentido ventajoso para su liber- tad; abiertos los rios interiores al libro tráfico da la Europa, que Rosas detestó; abolidos los lemas de muerte; devueltos los bienes secuestrados por motivos políticos; en paz la República con todo el mundo, jse ocupana hoi la prensa de lo mismo que se ocupó durante los últimos 15 años? No ciertamente; eso seria ir contra el pais, y contra el interés nuevo y actual del pais. El escritor liberal que repitiese hoi el tono, los medios, los tópioos, que empleaba en tiem- po do Rosas, se llevaría chasco, quedaría aislado y solo escribiría para no ser leído. Por mas de diez años la política arjentina ha pe- dido a la prensa una sola cosa:—guerra al tirano Ro- sas. Eso pidió al soldado, al publicista, al escritor; porque eso constituia el bien supremo de la Repúbli- ca Arjentina por entonces. Esa exijencia de guerra ha sido servida por muchos; Vd. es uno de ellos, no el único. Una jeneracion entera de hombres jóvenes se ha consumido en esa lucha. Por diez años Vd. ha sido un soldado de la prensa; un escritor de guerra, do combato. En sus manos la pluma fue una espada, no una antorcha. La luz de su pluma era la luz del acero que brilla desnudo en la batalla. Las doctri- nas eran armas, instrumentos, medios de combate, no fines. No le hago de esto un reproche: establezco un hecho que cedo en honor suyo, y quo hoi osplica— 10 — otros hechos. Comercio, inmigración, instrucción, na- vegación do los rios, abolición de las aduanas, solo eran proyectiles de combato en sus manos; cosas quo debían presentarle un interés secundario después del triunfo sobre el enemigo de ese comercio, de esa na- vegación de los rios, de esa inmigacion de la Europa que Vd. defendía porque el otro atacaba. Desgraciadamente la tiranía que hizo necesaria una prensa de guerra ha durado tanto que ha tenido tiempo de formar una educación entera en sus soste- nedores y en sus enemigos. Los que han peleado por diez y quince años han acabado por no saber hacer otra cosa que pelear. Por fin ha concluido la guerra por la caida del tirano Rosas, y la política ha dejado de pedir a la prensa una polémica quo ya no tiene objeto. Hoi la pide la paz, la constitución, la verdad práctica de lo que antes era una esperanza. Eso pide al publicista, al ciudadano, al escritor. ¡Le dan VV. eso? ¡Sus escritos modernos respon- den a esa exijencia? ¡Representan VV. los nuevos in- tereses de la República Arjentina en sus publicaciones posteriores al 3 de febrero? El mal éxito que Vd. ha esperiraentado por la primera vez entre sus antiguos co-relijíonarioa de la lucha contra Rosas, lo hace ver que su pluma tan bien empleada en los últimos aüos, no sirve hoi dia a los interosos nuevos y actúale» de la República desembarazada del despotismo de Rosas. Ante la exijencia de paz, ante la necesidad de ór- den y de organización, los veteranos de la prensa contra Rosas, han hecho lo ue hace el soldado quo termina una larga guerra deqlíbertad, l o que hace el—11 — barretero después de la lenta demolición de una montaña. Acostumbrados al sable y a la barreta, no sabiendo hacer otra cosa que sablear y cavar, quedan ociosos e inactivos desde luego. Ocupados largos anos en destruir, es menester aprender a edificar. Destruir es fácil, no requiera estudio; todo el mundo sabe destruir en política como en arqui- tectura. Edificar es obra de arte, que requiere apren- dizaje.—En política, en lejislacion, en administra- «ion, no se puede edificar sin poseer estas ciencias (porque estas cosas son ciencias), y estas ciencias no se aprenden escribiendo periódicos, ni son in- fusas. La nueva posición del obrero do la prensa es peno- sa y difícil como en todo aprendizaje, como en todo camino nuevo y desconocido. En la paz, en la era do organización en que entra el pais, se trata ya no de personas sino de institucio- nes; se trata de constitución, de leyes orgánicas, do reglamentos do administración política y económica; de código civil, de código de comercio, de código pe- nal, de derecho marítimo, do derecho administra- tivo. La prensa do combate, que no ha estudiado ni necesitado estudiar estas cosas en tiempos de tiranía, se presenta enana delante do estos deberes. Sus or- gullosos servidores tienen que ceder los puestos, en qno descollaban cuando «e trataba de atacar y des- truir, y su amor propio empieza a sentirse m<\\. Ya no hai ruido, gloria, ni laureles para «1 combatiente; empieza para ól el olvido ingrato, que es inherente a la república. El soldado licenciado de la v"u«ja prensa vuelve con— 12 — dolor su vista a los tiempos de la gloriosa guerra. (*) La posibilidad de su renovación es su dorado ensue- ño. De buena gana repondría diez veces al enemi- go caido, para tener el gusto de reportar otras diez glorias en destruirlo. Pelear, destruir, no es trabajo en él; es hábito, es placer, es gloria. Es ademas oficio que dá de vivir como otro; es devoción fiel al an- tiguo oficio; es vocación invencible otras veces: es to- da una educación finalmente. Al primer protesto de lucha, ¿qué hace el sol- dado retirado do la antigua prensa» Grita a las ar- mas; se pono de pió. $No hai un verdadero llosas? tinje un liosas aparente. Le dá las calidades del tira- no caido, establece su identidad, y asi lejitíma el em- pleo íntegro de sus antiguos medias. La política de la prensa queda reinstalada en su antiguo terreno. Los códigos, la organización, es decir, el estudio de lo quo se ignora, queda postergado para después. Es preciso antes allanar el terreno, destruir el obstáculo. El obs- táculo son los caudillos, es decir, una cosa tan inde- terminada y vaga como los unitarios, que se puede perseguir cien años sin que se acabe la causa de la guerra que es útil al engrandecimiento del gue- rrero. Se hizo un crimen en otro tiempo a Rosas de quo postergase la organisacion para después de acabar con los unitarios; ahora sus enemigos imitan su ejem- plo, postergando el arreglo constitucional del pais has- (*) "Para mí no hai mas que una época histórica que me conmueva, afecte e interese, yak (le Rosas Este se- ra mi estudio único en adelante, como fué combatirlo, mí »o!o estimulante al trabajo, mi eolo sosten en los dks malos".—Sai - miento, en abril de 1952.— 13 — tala conclusión do los caudillos. Siempre que se exija una guerra previa y anterior para ocuparse do constituir el pais, jamas llegará el tiempo de consti- tuirlo. Se debe establecer como teorema:— Toda postergación de la constitución es un crimen de Usa patria; una traición ala República. Con caudillos, con unitarios, con federales y con cuanto contieno y for- ma la desgraciada República, so debe proceder a su organización, sin escluir ni aun a los malos, porque también forman parte de la familia. Si establecéis la esclusionde ellos, la establecéis para todos, inclusos vosotros. Toda esclusion es división y anarquía. ¿Di- réis quo con los malos os imposible tener libertad perfecta? Pues sabed que no hai otro remedio quo te- jerla imperfecta y en la medida quo es posible al país tal cual es y no tal cual no es. Si porque es incapaz fie orden constitucional una parto do nuestro pais, queremos anonadarla, mañana diréis que es mejor anonadarla toda y traer en bu lugar poblaciones do fuera acostumbradas a vivir en orden y libertad. Tal principio os llevará por la lójica a suprimir toda la nación arjentina hispano colonial, incapaz de repúbli- ca y a suplantarla de un golpe por una nación arjentina anglo-republicana la única que estará exenta de caudillaje. Ese Beráel único medio de dar principio por la libertad perfecta', pero si queréis constituir vuestra cx-colonia hispano-arjentina, ea decir, esa patria quo tenéis y no otra, tenéis que dar principio por la libertad imperfecta, como el hom- bre, como el pueblo, que deben ejercerla, y no aspirar a la libertad que tienen los republicanos do Norte América, sino para cuando nuestros pueblos valgan en riqueza, en cultura, en progreso, lo quo valen lo» — 14- pueblos y los hombres de New-York, de Boston, da Filadelfia, etc. El dia que creáis lícito destruir, suprimir ni gau- cho porque no piensa como vos, escribís vuestra pro- pia sentencia de esterminio y renováis el sistema do 1¡o-as. La igualdad en nosotros ea mas antigua que el 25 de mayo. Si tenemos derecho para suprimir al caudillo y sus secuaces porque no piensan como nos- otras, ellos le invocarán mañana para suprimimos a nosotros porgue no pensamos como ellos. WritU do oia que en el uso do los medios violentos los federales de Rosas no habiau sido sino la exajerackm de los uni- tarios de Lavalle. El dia que esto jeneral fusiló a Dorrego por su orden, quedó instalada la política que por veinto años ha fusilado discrecionalmente.—El Graniso y el Pampero inauguraron la prensa bárba- ra, que acabó con él y con los suyos. No hai mas que un medio do admitir los princi- pios, y es admitirlos sin escepcion, para todo el mun- do, para los buenos y para los picaros. Cuando la iniquidad quiero eludir el principio, crea distinciones y divisiones: divide los hombres en buenos y malos; da derechos a Ico primeros y pono fuera de la leí a los segundos, y por medio de ese fraude funda el rei- nado do la iniquidad, que mañana concluyo con sus autores mismos. Dad garantías al caudillo, respetad el gaucho, si queréis garantías para todos. La prensa que subleva las poblaciones arjen tinas contra su autoridad de ayer, haciéndoles creer que es posible acabar en un dia con esa entidad indefini- ble; y pretendo que con solo destruir a este o aquel jefe es posible realizar la reptíbüca representativa desde el dia de su caída, es una prensa de mentira,— 15 — de ignorancia y de mala fé: prensa de vandalaje y de desquicio, apesar do sus colores y sus nombres de civilización. Facundo Quiroga invocaba en sus proclamas la libertad perfecta, el odio a los tiranos cuando devas- taba la Hepública Arjentina en 1830 (1). No es el color lo que hace el rojo, si no el furor de destrucción. Hai ryos azules mas terribles que Bar- bes. Con el color rojo se ha triunfado do liosas; con el aztíl se trabaja por restablecerlo. Es la mala prensa, la venenosa prensa de guerra civil, que tiene la pretensión necia de sor la prensa grande y gloriosa, que en otro tiempo luchaba con- tra el tirano, objeto de escándalo de un siglo y da dos mundos. Hó ahí la prensa dejenerada y bastarda quo he- mos vUto anhelosa de reaparecer después do la caida de Rosas, no solamente, por sus partidarios disfra- zados, lo que no era estraño, sino por sus enemigos «nidos con los otros. ■ Hemos visto realizada por los combatientes de los dos campos de la antigua prensa, una fusión do lucha y de combate, en quo los unos y los otros ce- diendo a la lei común de sus antecedentes belicosos, han proseguido juntos la vida de pelea que llevaron encontrados por diez afios. (I) "Aiukwtinos: Os juro por mi espada que ninguna otra aspiración me nnima que la de la libertad." "Ubre por prin- cipio» y por propensión, mi estado natural es la libertad: por ella vertiré mi sangre y mil vidas, y no existirá esclavo don- de laa lanío» de la Kioja so presenten."—'Oprimidos: los quo deseis la libertad o una muerte honrosa, venid a meíclnros con vuestros c< mpatriotas, y con vuestro camarada,"—Juan. Facundo Quiroga.—(Proclama auténtica de este caudillo) — 16 — Hó allí el terreno en que los escritos de ios últi- mos meses, en que loa antiguos y nuevos enemigos de Urquiza han querido echar la prensa y la política nrjentina, mas por mal hábito que por mala inten- ción. Rosas ha dejado ese mal a la República^ Arjentina. Le ha dejado la costumbre del combate en que hizo vivir todas sus clases por largos años. El soldado, el escritor, el comerciante, haciendo del combato su vida normal, hoi tocan una verdadera crisis al entrar en la vida de paz y de sosiego. No conocen el meca- nismo, los medios do la vida de tranquilidad y de trabajo pacífico; o mejor, no so avienen a dejar las formas y condiciones, que habian dado a su antiguo modo de existencia. La vida de paz pide una prensa da paz; y la pren- sa do paz pide escritores nuevos, intelijentes en los intereses de la paz, acostumbrados al tono de la paz, dotados do la vocación da sus conveniencias, entera- mente opuestas a las de la guerra. Ese rol es imposible para los escritores de guerra. No liai ejemplo da que el soldado veterano se haga comerciante perfecto; y so necesitan fuerzas sobrehu- manas, para que un hombre acostumbrado a predicar la guerra por 15 años, se vuelva un predicador da concordia y de sosiego de un dia para otro. Así al toque da alarma en Buenos Aires el 11 do setiembre incitados por sus viejos hábitos, todo? los escritores de guerra han vuelto a su terreuo favorito del ataque. El objeto personal no existia; pero se convino en que Urquiza seria peor que Rosas, y con solo esa tiranía de convención fué posible restablecer íntegra-Kente la antigua argumentación, el pasado progra- ma, las mismas palabras de orden, el misino tono y los mismos medios, do la prensa y do la política do otro tiempo. En esta posición nueva los antiguos escritores do pelea desconocieron las condiciones que la nueva vida política imponía a la polémica arjentina. Estas condiciones nacian del personal y do las mi- ras de los nuevos partidos en lucha. ¡ La división tenia hoi lugar en el sfeno del partido liberal, en el seno del partido que acababa do destruir a liosas. Eran los antiguos compañeros do armas quo se dividían en des campos rivales. La libertad tenia creyentes y soldados en uno y otro campo; caballeros y hombres de honor habia en los dos terrenos. Y sin embargo, fué atacado el que acababa do dar libertad a ln Itepúblicn Arjentina, con las mismas armas con lúe ante3 so combatía al quo la ensangrentó y en- cadenó por 20 años; el tacto de esos escritores no "upo discernir la diferencia quo dobe exirtir entro el modo de atacar ni quo siempre fué enemigo, y al que ayer fué amigo y prestó a la libertad servicios quo duran hoi y durarán eternamente. Gutiérrez, la primera notabilidad literaria de la República arjentina, Peña, el viejo amigo do Rivada- v¡a, el querido de Florencio Várela, el antiguo di- rector del coltjio de ciencias morales, que tiene discí- pulos ilustres en cada provincia arjentina; López, Pico, Alberdi, Mármol el bardo de la libertad; Ségui, «l que autorizó el grito inmortal de guerra al tirano el 1.° de mayo de 1851, han sido tratados con loi mismos dictados quo se dirijian a los degolladores de Rueños Aires en tiempo da Rosas. La flor do la socio-— 18 — dad culta da Mendoza, ha sido apellidada inashorca.í Los gobernadores provinciales salidos ayer del seno! de la primera sociedad arjentina, han sido insultado*! con el dictado de caudillos y tirano?. Esa aberración de la vieja prensa es imperdonable! y funesta en resultados. Usando contra hombre»! de honor y de patriotismo, el tono y las palabras quo! se emplearon contra Cuitiño, Salomón y otro sma- tadores insignes, esa prensa se muestra torpísima,* desnuda de taeto, y modelo abominable de intoleran-} cia y de opresión intelectual. Para lejitimar el ein-j pleo de ese tono brutal, finja que sus adversarios; actuales son iguales a los pasados, es decir, se haca culpable de calumnia contra sus hermanos de cau-; «a y de padecimientos, y todo por escusar su pereza, su falta de estudio, de educación y de intelijencia práctica en las leyes caballerescas de los debates de libertad. Viene forzosamente para on adelante la vida re* presentativa y de libre discusión; habrá división do opiniones, habrá lucha, habrá debates mas ardiontesj que nunca porque serán mas libres; habrátodo eso» porque todo eso constituye la vida de libertad y unai condición de toda sociedad de hambres. ¿Qué piensa! hacer la vieja prensa en ese tiempo? ¿Piensa emplear; siempre las mismas armas que cruzaba en otra época con los cuchillos de la mazorca? ¿Piensa siempre lla- mar venal, corrompido, servil al esc/itor o al ora- dor que por desgracia no vea las cosas, como las vé el antiguo combatiente contra Rosas? lío teniendo doir ■ de infalibilidad, es creible que encuentre amenudo, preopinantes de honor y de capacidad: ¿pensará siempre sacarlos a la vergüenza pública, ponerlos en— 19 — la picota, /ajelarlos por la espalda, según !ab leyes de Felipe II y do la Inquisición, por el crimen de tener una opinión diferente? En las edades y paises de caudillaje, hai caudillos en todos los terrenos. Los tiene la prensa lo misino que la p jlitica. La tiranía, es decir, la violencia está en todos, porque en todos falta el hábito do some- terse a la regla. La prensa Sud-Americana tiene sus caudillos, sus gauchos malos como los tiene la vida pública en los otros ramos. Y no por ser rivales do los caudillos de sable, dejan de serlo los do pluma. Los semejantes se repelen muchas veces por el hecho de serlo.—El caudillo de pluma es planta que dá el suelo desierto y la ciudad pequefia: producto natural de la Améri- ca despoblada. La prensa como elemento y poder político, enjen- dra aspiraciones lo mismo quo la espada; pero en nuestras poblaciones incultas, automáticas y destitui- das de desarrollo intelectual, la prensa que todo lo prepara nada realiza en provocho de sus hombres, y Rolo allana el triunfo de la espada, quo al instante halla en su contra la ambiciou periodista que antes tuvo por apoyo. Este carácter de la prensa sud-americana es digno de particular estudio en la época quo se abre, de reac- ción del espíritu culto de la Europa contra el espíritu campesino, contra los hábitos da aldea, que provale- ' cen en todas los elementos do la sociedad naciente do Sud América, sin escluirla prensa, la tribuna, ni las ciudades. Tenemos la costumbre de mirar la prensa como terreno privativo de la libertad, y a menudo es refu-— 20 — jio do las mayores tiranías, campo do indisciplina»} de violencia y de asaltos vandálicos contra todas laS; 1 yes del deber. La prensa, como espejo que refleja l«i sociedad de que es espresion, presenta todos los de-j foctos políticos do sus hombres. Aunque nuestras gacetas no so escriben en los cam- po», so escriben en ciudades compuestas de elementos campesinos, ciudades sin fábricas, sin letras, de vida civil incompleta y embrionaria, simples mansiones de agricultores, de pastores, do mineros ricas, que acuden a disfrutar de lo quo han adquirido en la vida do los campos, quo es la vida sud-americana por esen- cia. Do aquí es quo la prensa como el salón, como la tribuna, como la academia misma, están llenas da gauchos o guasos de esterior ingles o francés. El escritor do este jénero, el caudillo do la prensa como el gaucho de los campos se distingue por su amor campestre a la independencia do toda autori- dad, a la indisciplina, a la vida de guerra, de contradi] cion y do aventuras. Detesto todo yugo, aun el do la} lójica, aun el de los antecedentes. Libre como el mil notauro do nuestros campos, embisto a la academia! española con tanto denuedo como a las primeras au-¡ toridades de la república. Es el tipo de escritor quo prevalece en nuestro prensa medio civilizada en usos do libertad como la sociedad sud-americana do que es espresion.—Predi- ca el europeismo y hace do él una arma do guerra contra los caudillos do espada; pero no toma para bí el tono y las costumbres europeas al Times o al i Diario de Débales parisiense en la impugnación y| el ataque. Defiende las garantías privadas contra los f ataques del sable, pero olvida que el hogar pueda— 21 — ser violado por la pluma. Estigmatiza al gaucho que hace maneas con la piel del hombro, y él saca el pe- llejo a su rival político con pretesto de criticarlo. Es- pirita tierno y susceptible (porque al fin es de Sud- Amórica) equivoca la obstinación presuntuosa con el carácter, la concecion civilizada del inglés con la cobardia que se rindo a discreción. Si los gauchos en el gobierno son obstáculo pa ra la organización de estos paises, ¿los gauchos de la prensa podrán ser auxiliares y ajenies da orden y de gobierno regular?—Todo es obstáculo pnra el es- tablecimiento del gobiorno en esta América incon- mensurable, en que la lei es impotente porque esta a pié, sin caminos, sin diuero, sin arma», y el desierto protejo lo mismo a sus ofensoros do espada que a sus ofensores do pluma. Y sin embargo, es menester ca- Winar on la obra de la organización coutra la resis- tencia del gaucho do los campos y da los gauchos do ta prensa. Si los unos son obstáculos, no lo son nic- les los otros: pero si ellos son el hombre sud- americano, es menester valerse de 61 mismo para operar su propia mejora, o quitar el poder al gau- cho de poncho y al gaucho de fraque, es decir, al hombro de Sud-América para entregarlo al único hombre que no es gaucho, al inglés, al francés, al europeo, que no tardaría en tomar el poncho y los hábitos que el detierto inspiró al español europeo del siglo Xv, que es el americano actual: europeo deje- «erado por l'a influencia del desierto y de la soledad.SEGUNDA CARTA. EsTItAVIO DE LA FEENSA LIBERAL DESPUES DE LA CAIDA DE RO- SAS.-C.UirASA Y ESCRITOS DEL Sil. SARMIENTO.-SON ACU- SACION, no iiistoeia; él es tarte, so testigo si juez.— Motivos de su oposición personal acreditados por bus obras.—Base de su critica militar.—Importación indis- creta DE LA CIENCIA FRANCESA EN GUERRA COMO EN POLITICA.— ESA OBRA SIRVE AL DESORDEN, DISTRAE LA OPINION DE LOS ASUNTOS SERIOS Y COMPROMETE LA GLORIA ARJENTINA.—Ca- niCATURA DE LA BATALLA DE CASEROS.—PROPAGANDA DE RE- SISTENCIA ANÁRQUICA. Quillota, enero de 1853. He hablado en mi carta anterior de las condiciones nuevas de la prensa; en la presente rae ocuparé de examinar sus últimas publicaciones con arreglo a los principios allí sentados. Esos principios esplican en parte los escritos de Vd., pero no los esplican dol todo. Eu política es raro el acto que reconoco un solo motivo y no varios. El interés de este estudio es impersonal y desapa- sionado. No intento defender a Urquiza ni atacar a Vd: escribo en obsequio del orden la bibliografía de un trabajo destinado a perturbarlo. Escribo la biblio- grafía de su Campaña, que andará unida con el re-— 23 — cuerdo de la campaña contra Rosas, para hacer rec- tificaciones que importan a la verdad histórica y a la paz de la República Aijentina. Ahora dos afios cuando el jeneral Urquiza no ha- cia destruido a Rosas y solo tonia el antecedente de haberle servido por muchos años, el interés do la pa- tria nos reunió a todos los amigos do la libertad en derredor de aquel hombro que se hizo simpático des- de el dia en que renegó la causa del tirano, prometió un congreso y una constitución a la República. Vd. se hizo adicto suyo y yo también. No es de hoi mi de- cisión por él, Vd. lo sabe. El Mercurio de 1851 in- sertó muchos artículos míos en su apoyo, quo Vd. reprodtijo en el último número do Sud-Amcrica. Cuando Vd. se fué al Plata me dejó escribiendo en favor de Urquiza, a quien yo no conocia, ni habia en» cl'ito ni tenia interés de agradar personalmente. No tenia yo el don de adivinación para saber quo lio- gana tiempo en que podría dar empleos diplomá- ticos. Uoi que tiene la gloria do haber acabado con Ro- sasi reunido un Congreso Constituyente, dado a la República Arjentina diez puertos accesibles a la Eu- ropa e internado en las soledades do nuestro desierto pais el frac, las embarcaciones, las banderas, las len- guas vivas y los hombres de la Europa, quo son sím- bolo do la civilización, hoi con doblo motivo debe- mos apoyarlo, porque esos hechos son prendas qua nos aseguran su capacidad do multiplicarlos. Regresado Vd. a Chile, mo halló escribiendo en el mismo sentido quo antes de su viaje; pero yo en- contró que Vd. habia cambiado en su manera de considerar las cosas que veíamos de un mismo modo— 24 — 1851 y que hasta boi persisto yo en considerarlas como eutoncea. Separado de nosotros, Vd. ataca el hombre y Ia política que estamos apoyando desde 1851 en el in- terés de miras que ha realizado en parte do un modo espléndido.— Tenemos que defenderle boi de lo? ataques de Vd., como antes le defendimos de los ataques de Rosas.—Vd, me ha dedicado su Camjxtña para demostrarme por ella que su cambio es resub tado de faltas que atribuyo al jeneral Urqniza, y yo voi a demostrarle por su propia Campaña, sin pre tender santificar a su adversario, que su separación no aparece allí con mas orijei quo el interés de su propio engrandecimiento, interés quo sin escluir el patriotismo de Vd. esplica enteramente su actitud de ajitador. Hablando seriamente, Vd. concibió esperanza da encabezar el partido liberal contra Rosas y la dejó traslucir mas de una vez. Rosas contribuyó a darlo esa ilusión mas que el éxito de sus escritos lucidos y patrióticos. Vd. publicó su propia biografía en un gtueso volumen encomiástico, que no dejó duda de que se ofrecía al pais para su futuro representante. Vd. escribió a publicistas de Francia pidiéndoles quo apoyasen esa aspiración. Cuando estalló la revolu- ción militar en Entre-Rios, Vd. fuó al Plata y buscó la inmediación de su Jefe, que no la dió la impor- tancia que Rosas la habia dado. Decepcionado, con- trariado en su ilusión de mando y dirección, quedó sin embargo on el ejórcito grande, en la posición do- ble que consta de su mismo escrito. En el ejército grande emprendió Vd. dos campa- ñas: una ostensible contra Rosas, otra latente contra— 25 — Urquiza: una contra el obstáculo presente, otra con- tra el obstáculo futaro. Su arma contra Rosas fué el Boletín; su espada contra Urquiza, fue el Diario de W campana, destinado a ver la las después de caido diosas (son sus palabras). El Mario era la refuta- ción del Boletín, y por eso Rosas lo lialló bueno cuando leyó el manuscrito caido cu sus manos antes de mayo. ' Otra aspiración llevó Vd. quo la de escribir bolo- "^• Vd, aspiraba a dirijir los acontecimientos que reía haber preparado. «Otras funciones empero (quo «s del Boletín, escribía Vd. do Montevideo el 2 de diciembre) rao están reservadas, y asociado a P..... «™s;/ioí formar el Estado-Mayor del ejército.» yuente Vd. mismo su primera conferencia con Ur- quiza:—«Presentóme al fin en casa de gobierno a las 1Qras de costumbre y a poco fui introducido a su Presencia... Mi recepción fuó política... Después do ««otados en un sofá (con el jeneral Urquiza) y pasa- as 'a3 primaras salutaciones nos quedamos ambos filados. Yo estaba un poco turbado, creo que él es- . .a 1° mismo. Yo rompí el silencio dicióndole el 9Mo de mi venida, que era conocer al hombreen l^ien estaban fijas nuestras miradas y nuestras es- peranzas, y para poderle hablar de mis trakijos en "hile, de mis anticipaciones sobre el glorioso papel ?fe le estaba destinado...* ¡Ese era el objeto do su viajo a Entre-Rios? jllabia *d. doblado el Cabo de Hornos, solo para ir a co- no«'" al futuro libertador, y para hablarle de sus trabajos en Chile] ¡Qué importaba eso a ta campaña! tero no es todo.—«Tras este exordio, dice Vd., 6ntró a detallarle lo quo era el objeto piáctico de mi venida, a sabor: instruirle del estado de las provincia», opinión de los pueblos, la capacidad y elementos de los gobernadores, los trabajos emprendidos desde Chile...* {Era eso todo su continjente? {para eso emprendía Vd. su viaje? Vd. no Uabia estado en las provincias;sabia Vd. do ellas lo que sabíamos todo», que el pue* blo detestaba a Rosas y que sus gobiernos lo apoya' ban por miedo y por bu interés propio. {Tenia Vd. trabajos de conspiración! jen quó quedaron? ¿quié" ha visto sus efectos! Las provincias de quo Vd. fué a dar cuenta, no han hecho nada, no han cooperado con un hombre a la caida de liosas. Iba Vd. a ha- blar do un elemento siempre negativo y secundario. Sin embargo Vd. halta dado seguridad de coopera' don y simpatía de parte de las provincias al jeueral Urquiza. ¿Con quó antecedentes]—«Según las segu- guridades que de ello me Habían dado de San Juan,* dice Vd. (1) Se vió que ningún efecto había tenido la seguridad dada por Vd.; ni San Juan, ni otra provincia cooperaron a la caida de llosas. {Qué de- bió pensar el jeneral de los trabajos do Vd. en Chile» y de su influjo en las provincias? Con diez anos de publicaciones nunca pudo Vd. precipitar una contra Rosas, y en los últimos meses con 500 pajinas no ha conseguido Vd. quitar una sola al jeneral Ur- quiza. Vd. llevó la esperanza de dirijír por el consejo al hombre que sin Vd. había organizado el plan de conspiración contra Rosas, formado el ejército mayor | que haya visto la América y resuelto en 4 dias la cuestión oriental que duraba 10 años. Vd. no fué in- terrogado, ni consultado como esperaba, y ese fué un delito de Urquiza, para Vd.—«Esta (la primera) es la única vez que he hablado con el jeneral Urquiza en dos meses que he estado cerca de él. Después es él quien ha haMado, hacióndoma escuchar en polí- (1) Campana, páj. 66.— 33 — tica, en medidas económicas a su manera, en proyec- tos o en sujestiones de actos para en adelante. Aquí está a mi juicio el secreto y la manto do esa sorie de errores que hacen imposible su gobierno si no es en *1 Eutre-llios..., • • • .«Da estos datos, y do muchos otros, qua iba recolectando... yo empecé a ver confirmados los rece- los que traia desdo Chile y resuelto a seguir el plan do vida que he seguido siempre, que consiste en can- servar ilesa la dignidad da hombre, como la única °>*»ia que puede o¡>oner$e al despotismo personal.» • • •. «Había pues en eso (en lo relativo a la cinta) perseverancia bruUl, que huye da ser ilustrada, 1uc insisto en despecho de todo, y que reduce a la condición do siervos a los que por sus luces o supo- 'fcion querrían por lo menos ser consejeros.» Pero ¿qué luces, qué consejos quería Vd. hacer es- cuchar? Sa trataba de cosas militares, hablaba Vd. con Ijn soldado; se trataba do guerra y no do política; iba "i. a un ejército, no a un congreso. Vd. no es mili- tor, no podia ofrecer luces, consejos estratéjico», los "micos quo convenían antes de Ja venida do los con- Siesos deliberantes o del gobierno civil representativo. mI. solo lle\aba provocaciones en osas exijeDcia* in- totnpestivasde dignidad personal. Un escritor, un pu- blicista no va a buscar respetos y miramiontos por aU» lucas entre soldados que habitan el vivac. ¿Quena Vd. pelear por la libertad! Magnífico pen- samiento. Poro debió Vd. tomar el fusil, La subordi- nación y el silencio automáticos del soldado que sa- }*> serlo, en vez de ir a discutir la cucarda que debía •levar el ejército y las medidas económicas que debían ^optarse para después de concluida victoriosamente la 3 '— 34 — campaña, que no habia dado principio. Cuando no se lleva un continjente de diez mil soldados, o una gloria militar que los valga, no se va a discutir esas cosas, do poder a poder. ¿Se puede leer sin asombro el siguiente párrafo! de Vd?—«Lo que mas me sorprendió en el jenerfll { es que pasada aquella simple narración de hecho*: con que me introduje, nunca manifestó deseo de oír mi opinión sobre nada, y cuando con una modestia que no tengo, con una indiferencia afectada, con cir- cunloquios que juinas he usado hablando con Cobdefli Thiers, Guizot, Montto el Emperador del Brasil, quería emitir una idea, mo atajaba a media palabra, dicién- dome: yo lo dije, lo vi, lo hice, etc. Nadie sabe, na- die podrá apreciar jamás las torturas que he sufrido, las sujeciones que me he impuesto para conciliarne, no la voluntad de aquel hombre, sino el que me pro* vocase a hablar, que me dejase esponcrle sus iníerc- kes, la manera de obviar dificultades, el medio de pro- jiiciarse la opinión.» Pero jquó empeño tenia Vd. en hablar? Quería Vd. ofrecer soldados, plata, conspiraciones organizadas?— Eso era lo único que se necesitaba en esos momentos. Consejos políticos son un continjente intempestivo que de ordinario llevan los estudiantes a los ejércitos. ¿Necesitaba el jeneral Urquiza que le espusiese Vd. sus intereses? El que habia formado el Ejército Gran- de y concluido la campaña oriental sin Vd., el quo acabó la de liosas apesar de Vd., quo se movia en un terreno y con elementos pura Vd. desconocidos ¿necesitaba de un tutor para que le dirijese sus inte- reses? El que habia sabido obviar dificultades inven- cibles para tantos poderes, ¿podía necesitar oue >:e U:— 85 — un escritor de periódicos, que jamás Labia fígu- rado como hombro de estado? «Yo notó luego una cosa, dice Vd., y los hechos posteriores me la confirmaron, y esxjue mi reputación e hombre eutendido en las cosas arjentinas rno con- denaba a no poder estar cerca del jeneral».... «Desde niUl '"ego comprendí, pues, que mi papel natural de c°tisejero, de colaborador en la grandiosa obra de ^'Stituir una nación de aquellos países tan favorecí- ,0s- estaba concluido, y debia volverme a Montevi- *°i lo que habría dado un escándalo... o espouerma ^ta lucha diaria consigo mismo por un lado, y por 'o con uqucllas pretensiones que rechazaba.*—Su- , ."'ó esto ultimo desgraciadamente; peco queda csta- ec'do por Vd. quo i'uó al ejército tras de algo mas fio! -V QSPai^a ^e ton'eDle coronel y la redacción del . Al acabar la primera ontrevista que se redujo a . *Jple conversación, el jeneral Urquiza le preguntó 'Oralmente:—«jQuó piensa Vd. hacer?—Nosó, sa- 0ri le contostó para derrotar la mente de aquella j'íegunta oblicua. Probablemente regresaré a Mon- edeo.» e,r°íquó oblicuidad podia babor en la mente de Réjante pregunta dirijida al que decía que solo iba ,'ejército para conocer al jeneral Urquiza y para de- C,'.r l°que sabia de las provincias? ¿Quo otra cosa po- to preguntarse al quo no era soldado, ni ofrecía sus ^vicios do tal?—El hecho os quo de esa entrevista quedaba, dice Vd., un simabor indefinible y casi n° Motivado aparentemente. Jrustrado su papel natural de consejero y colabo- "wr de la grande obra, {qué hizo Vd.'í «Éu la ter-— 30 — cera entrevista con el jeneral le ofrecí mis servicio^ no teniendo plan fijo ninguno... Entonces rae indico encargarme del boletín del ejército, llerar prensa, »i lo que aceptó gastoso, tomando a poco el servicio militar, por ponerme a cubierto de la cinta y por n° hacer la triste fiyura de los paisanos en los ejército*' Recomendó eficazmente a Pauncro, Mitre y Mai' uo, mis compañeros, y pedi licencia para ir a Monte* video a prepararme y marchó a poco desencanto"0 en cuanto a mí.* Tenemos hasta aquí quo Vd. fué sin ser llamado! que Vd. fué sin plan fijo; que Vd. no halló el gf^ papel, que esperó desempeñar; qua ofreció sus serví' cios, y le aceptaron el de escribir el boletin y Uevar uuaimprenta; que tomó la espada por ponerso a cU" bierto do la cinta y por evitar el ridículo de un p&i' sano en un ejército. Ponerme a cubierto de la cintih quería decir llevarla como soldado, y tío como paisano: como 7¡iilitar me la pondré, como ciudadano nuncüi dijo Vd.—Esta idea do dos cucardas, una para el ciu* dadano soldado y otra para el ciudadano civil; esta idea de que una misma divisa, un mismo color «3. de gloria en el chuladuno militar y de vilipendio o° el ciudadano 'paisano, es tan poco seria como tod* la cuestión del cintillo de que hablaré mas tarde- Tenemos también quo Vd. quedó desazonado, desen' cantado de sus primeras impresiones an el ejército. Llegado a Montevideo, Vd. declaró a sus amigo* —o El jeneral persiste en ser quien es y nadie en M tierra lo harft variar do su modo de ser.»—¡Vd. h»' bia llevado, pue3, la idea de cambiar en tros conver- «aciones al jeneral Urquiza? j Y lo hacia Vd. un de" fecto de qua tuviesg una voluntad, un carácter, un*fe suyos, y no tomase como la cora el sello quo quo- 'Ui ^arle un escritor que so creia hombre de estáá¿ Porquo habia escrito periódicos? no estaña llosas "era del poder si hubiese tenido un rival de cera vír {y"' '^Ue tomase lajigura de jeneral romano, o antes, según los deseos do esto o aquel escritor quo 6 ['''«pusiese amoldarlo a su gusto, i " Montevideo concibió Vil. por sí mismo laesjie- '!a'a (1» f-gurar en el Estado Mayor con un rol activo. /«elto a Entre-Río», presentó Vd. al jeneral Ur- IDza a sus amigos Palmero y Mitre, que se féco- . e"daban por su* conocidas aptitudes militares, me- ^"e por el auspicio de Vd. que solo tres veces ha- conversado con el jeneral en jefe. El coronel Paunero fuó hecho jefe del detall d« , * división en lugar de ser nombrado jefe de Jista- 0"-Aiu?/or, como Vd. creyó; el esperado Estado-Ma- í^f .1uBdó sin efecto, y Vd. sin la parte activa, que ^bia esperado tener en él: nuevo motivo personal *hi. • azo" con'ra e' jeneral quo dispuso esa es- Al (]ar vj. cuenta de su comisión, el jeneral Ur- 1 lZ!> le dirijió un reproche por haber traído una lienta pedida contra sus órdenes... Esta recepción H poeo cordial le dejó a Vd. túrbido... Segui i><> V'KUró verlo, cosa que le hizo sospechar que habia 0 9° ,{e rmi en aqUeHa frialdad del jeneral; por ^Uí i*0* pulacirgos son termómetros.» (1) -";'jo esas impresiones de desagrado personal ya 'n]"-jfó Vd. a fijarse en la vida privada del jeneral "l'iiüa, en el réjimen do sus hacienda', etc. 0). Camping, páj. 93. 3— 38 — E¡ Entre-Rios se presentó entóneos a su e«p1' ritu agriado, no ya como en Arjirúpolis lo b»«Í descrito, sino como una grande hacienda con g«na' dos y hombres... reglamentada para producir cierto' resultados; como la administración de Mehemct-A'1' pero tin altura, sin el concurso de la ciencia y de industria europea. Esas buenas impresiones dal bertador empezaba Vi. a consignar en 311 Diario, quí con razón debió agradar a Rosas cuando lo tomó / leyó. Si él hubiese triunfado de Urquiza hoi su C&m paña estaría inserta en el Archivo Americano. Ha»! Vd. mal que el jeneral Urquiza castigase el robo C11 rigor.—No se roba pues, dijo ■Vd.;])ero el hombre h* dejado de ser hombre perdiendo toda espontaneida* y toda idea de justicia... Qué importa el robo de »* cerdo, que remedia una necesidad, en cambio di ffl castigo espantoso <¡uc destruye toda idea de justicial (V Solo la aversión personal que ompezaba a nacer «' Vd. pudo dictarle esa absolución inaudita del comí nismo. Abierta la campafia, empleado Vd. en el ejército i sujeto a la rijidez de la ordenanza militar en esos & sos, so permitió en el Rosario dirijir arengas irnpfí sas en su nombre, a sus habitantes, y enviarla* *s mismo joneral en jefe, con los boletines siete y ocl>8 los ocios del campamento, pone en movimien- 0 !»la población, anima al soldado, asusta a Ro- ía3- etc., etc., f3disciplina militar no reconoco notabilidades lite- rarias. Vd. era en el ejército un simple teniente coro- ne.'i noten'a intimidad personal con el jeneral en je- 9> Admitir ovaciones populares en reemplazo de la Persona Ausento del jeneral en j-f.», era una insolencia (le Parto do un oficial secundario. En el ejército en ca'npafia, no hai mas que una voz, y todo impreso un subalterno dirijido al pueblo en su nombre Pr°pio, desde las rilas del ejército, es un acto escan- daloso de insubordinación. Estuvieso o no contento su rol, ¿qué tenia que hacerlo saber al jeneral! Mribuir oso placer a distracción y no a pena, era po- c° espartano. Decir quo el boletín, y no un cuerpo de ^ mil hombres, es lo que pone en movimiento a la &>l>hcion, anima al soldado, asusta a Rosas, etc., y a' ea Ul1 pai to del comandante Zevallos al juez de •»-—«No es cierto el hecho...» Cor V ^* ÍSto '° ^uo m"rí'' est" jUflt'c'a Por t>\ o i 'd. l£sos choques tuvieron lugar; ellos dejaron le") Pr°funtlas en Vd.—Vd. mismo consigna los ^ os y confiesa las heridas. Pues bien, eso basta jj r» que la narración que Vd. haco de la campaña de 8°a!'" testimonio veraz sino un acto vindicativo reCfimi nación contra su jeneral en jefe, objeto de , «nconp acreditado y confesado. , |ero no solo carece Vd. del carácter y do la autori- . Vde testigo, sino que tampoco es juezni votocn Bia- militares. ¡Con qué lítulo se constituye Vd.juez j una campaña militar? Vd. no es soldado; no conoce g 6stfatejia, que no ha estudiado ni es ciencia infusa. £rado de teniente coronel es gracia que Vd. * 16 al jeneral Urquiza, antes de dar principio a la ( mpafia, no después de la batalla. Su saber militar °.° prueba la jeneralidad do sus lecturas y couoci- 'entos teóricos que lo permitirían disertar con igual Sracia sobro medicina.—Vd. que no habría podido andar Una división; Vd. quo no habia hecho nin- campaña; que no conocía la ciencia militar, jcó- .'° pudiera ser juez competente del que ha mandado ^ ejórcito mas grande que en lo antiguo y mode'no aFa visto la Anióricadel Sud, con un éxito tan com-— 42 — pleto que dejaría en ridículo la censura do la cícuc's politécnica francesa? ¡Y cuál es la base de su criterio militar? El clasisisffl0 mas rudimental y mas rancio do la estratejia europea cuya aplicación ha producido siempre la derrota <3° bus importadores en esta América desierta. Yd.l*111 por la noche manuales de estratejia francesa, y cua11* do a la mafiana siguiente veía Vd. gauchos y no sol' dados europeos a su alrededor, esclamaba Vd. haf' barie, atraso, rudeza. Y repetía las murmuraciones de nuestros oficiales clásicos. ¿Quó es la ciencia militar de nuestros oficiales clá- sicos? El producto de lecturas francesas sobre arte mi- litar, como es la ciencia de nuestros publicistas el re- sultado de algunas lecturas do libros europeos. Esta- ba ya admitido que en política era errado el sistem* de uuestros viejos liberales de aplicar a estos pnises desiertos hoi y ayer esclavos, las últimas prácticas de la Europa representativa. Pero en materia milita' creemos todavía que no se debe hacer concesiones*! desierto, y que nuestros gauchos, que no saben saf ciudadanos en la paz, deben ser ciudadanos literal- mente ingleses en la guerra. {Qué han obtenido en guerra I03 importadores indiscretos do eso sistema?—lo que han obten'»-" do en política y gobierno: derrotas, descalabros y nada mas. Todas nuestras brillantes reputaciones militares han sido chicoteadas por los gauchos. El gaucho hO' pez se burló de Viamont.—Facundo Quiroga, caudK lio sin lecturas ni saber militar, derrotó a Pederne- Ta, Pringles, Alvarado, Vide!a,-Castillo y Lamadrid, brillantes jefe» del tiempo de la guerra do la Iudepec- Iden • — 43 — lle^Ai ^ muflió Rosas dió cuenta Je Uows, Lava- Acl • ivar' ^"S*' Suarez> Martínez, Iriarte,OIazabal, na, Ditt2i uej¡Da etc_ |a Qor ¿e nuestró8 tácticos itéranos. tiiru0* 6ítüs brillantes soldados, llenos de saber Sao I ' C0,nPara^os con sus rústicos vencedores, eran Ta C 8 a su VCZ| s'n i,lstruccion militar respecto de *ei Xf *>ez,le'a> Caserna, CaDterac, Valdés, Rami- , i Wonet, Espartero, Maroto, jenerales europeo» de a capacidad; y sin embargo, esos pobres oficiales et>Uos del tiempo de la guerra de la Independencia «0 v°U <:8te suc'° a 'os venceJ°rcs de Napoleón . ^pafia.—Bolívar, su caporal, ¿fué otra cosa que n idilio como lo ha calificado Vd. mismo eu rf vre®Vd. que Liniers, Elio, Balbiani, Rnavedra, "en, lielgrano, conociesen el arte de la guerra tan fundamente como Witelok y Boresfort? . °m embargo osos militares nuestros desnudos de ^tvticc¡on derrotaron completamente a los brillante» «""«ralea ingleses invasores de 1806 y 1808. Es ol 'JU'fu del saber práctico sobra ol saber incompleto que viene do fuera: es la ventaja del que cono- ® e' terreno y emplea los medios de acción que ¿1 rece, sobro él que trae conocimientos y medios de "■o terreno diferente. ™n Martin decía no há mucho, que con diez mil puchos se reiría de la Francia entera en los desier- tos arjentinos. San Martin desechó a Brayer, jeneral (*9 Napoleón, porquo no sabia hacer la guerra arnericana contra los españoles, cuando el sitio do ■"ilcahuano. Sin embargo, Vd. veia la mas completa deswga-— 44 — nizacion (1) en el ejército que ha triunfado de Ori^a y do Rosas, porque no había en él ni Estado-Mayor; ni jefa de dia, ni ronda, ni rondín, ui patrullas,111 avanzadas, ni orden del dia, ni estado jeneral del ejér- cito, ni edecanes reconocidos, según Vd. refiere.—*4 que ha de admirar Vd. es que sin todo eso el jeiier» Urquiza ha obtenido en 4 meses, lo que eu 15 año* no han podido conseguir nuestra* celebridades taw, tares con Estados-Mayores.jefes do dia, rondas y ron- dines, patrullas y avanzadas; y que el jeneral lírquiz* haya podido decir con razón después de la victoria do Caseros;—Ahi tienen una batalla y una campaña hí' cha sin Estado-Mayor. Pero ya su vé, Vd. lamente que haya sido preciso dar la batalla del 3 de febrero.—Vd. cree que Rosa*, hubiese podido caer.por sí solo: tan sazonado ere')* su desprestijio en el ejército que peleó por él sin qufl lo defeccionase un hombre: creencia quede ningun mo- do hace honor al buen juicio de los que consideraros necesario enviar contra ól uu Ejercito Aliado de 30 mil hombres, pues tanta fuerza no se envía para des- truir un poder que está cayendo por sí mismo. Comprendo que Vd. no gustase de la batalla: evi- tar la batalla, habría sido evitar la victoria y ahorrar- se un libertador. Si no hubiese habido batalla, el je- neral Urquiza no sería el vencedor de Caseros, ni ol Director provisorio de la Confederación. ¿Por qué fatalidad hubo batalla?—por quó no hu- bo Estado Mayor, responde Vd. (2) La falta do Esta- do Mayor orijiuó la defección de la división Aquiuo; (1) Campada, pikj. 120. (2) Campana, pAj. 122._45_ órcito de Rosas, a"i vino la necesidad de destruirlo por una ba- dice vT'*'' SUülovaclon de Indivisión Aquiuo, iQué 68 °' "udo da' dranla de est:l campaña.»-- Mav ,Conexiou tiene esto con la falta de EHado poru—división Aquino, dice Vd., se sublevó Veiii i'0 Crt(^a jtí^e ncalltlJliaüa donde creia con- gos °' ^ a,lue"os sobkdos ausentes de su pais M La \"° l'°dian resistir al deseo de volverlo a ver. ^ I de la Pampa sin obstáculo y la proximidad ^gUS caballo8,/«e la única causa de la sublevación.» lu *Sf'"u esto, un error da Aquino en la elección del datlf t SU aca"toIll,ll)'euto y líl nostaljia de I03 sol- do Jo'' 61011 causa do ese desastro. Si hubiese liabi- lUa ítfdo"^ayor) Aquino habría sabido el lugar en t¡td 4 ac:iutouar, y habría conocido mejor el o*- y lllural ilo los soldados do su inmediato mando. »et^mU 6,1 Oso ^tado Mí>yor debía Vd. tener un rol «a|1V°' Imbelemente le hubiera cabido la dicha do ar^llta ese brillante jefa cou reglas y consejos en el y Me roa del terreno que ól conocía y Vd. no. y . 011 Estado-Mayor habiia caido Rosas sin batalla; a H'ot\¡\ que hoi os dol vencedor de Caseros, seria le**'/1" l'!"'t9 de 'os (luo hubiesen vencido con óvd»- tüi 1 y simP'QS boletines. ¡Quó distintos serian l>or n ru''!S dfl l)6rsünils' l'°di'ia agregar que Jjj frtlta do Estado-Mayor ha habido pacto do San ti«C°\ ^e0111» de junio, revolución do 11 dese- » congreso, campaña de Entre-Kios, sitio, etc. Ca v em )a liuica fa,ta d<íl ejercito?—» Yo era, di- ti único oficial del ejército ivrjontino que en .Empaña ostentaba una severidad de equipo, estrio- ^euto ouropeo. Silla, espuelas, espada bruñida, lo-— 40 — vita abotonada, guantes, quepi francés, paletot en lu" gar «Je poncho, todo yo era una protesta contra el**" pirita gauchesco... Esto que parece una pequenez era tma parte de mi plan de campaña, contra liosas y caudillos, seguido al pió de la letra, discutido con Mitre y Pauneroy dispuesto a hacerlo triunfar sobr" el chiripá si permanezco en el ejército. Mientras n° 1 ko cambie el trajo del soldado aijentino ha de habí* caudillos. Mientras haya.chiripá, no habrá ciudad»' no*...» «y para acabar con estos detalles de mi prof^'' ganda culta, llegante y europea, en aquellos ejército* de apariencias salvajes, debo añadir que tenia bota», de goma para el caso, tienda tuerto y bien construid* catre do hierro, velas de esperma, mesa, escritorio J provisiones do boca...» (i). Si ese plan de campaña contra el propio ejercite había de desplegarse desdo la altura del Estado M*' yor, compuesto de sus iniciadores, digo yo que el j*' ñera! Urquiza mostró mucha prudencia y mucho ti"0 en contraer sus operaciones a liosas, y no ai traje d* sus propios soldados.—Un otichl del traje que Vd> llevaba en un ejército de Sud-Américn, es una figur» curiosa, que debía entretener n la tropa; pero todo uü ejórcitosud americano compuesto do nuestros gaucho» vestidos de levita, qvfpi francés, paletot, etc., etc., m lia una comedia «pie tes lutria caer las armas de 1** manos de risa de verse en traje que el europeo misino ne guardaría dé emplear en nuestros campos. Es»» campañas contra los usos del desierto antes de habe* acabado con el desierto; contra los usos que enjendr» la pobreza, antes de haber acubado con la pobre7.Hi' (1) Campada, paj 108.— 47 — bul/c mala .'áctica- No es dado a un sastre diatri- Grin °" s.u '''i0™ 'a civilización europea o asiática. ,¡"''1u«pi o con paletot, nuestro gaucho siempre so- ^ «'mismo hombre. Traed la Europa por el libro co- mirj?°''lor 'os «ó», por los ferro-carriles, por las in- ,j¡gna<^ones, >' no por vestir do paletot al quo solo es y X ^on esas ideas, de quo probablemente no hizo • misterio, ¿hallaba Vd. estrafio quo el june-ral Ur- n° le admitiese a su consejól he ''i neSar su brillante aptitud periodista, de quo «doy^goi sincero apreciador, ja diró que lejos de br/'0661- 8í9u'«ra el reproche qne VTd. le hace de bom- incapaz de consejo, por haber rehusado el suyo, íu' ;re° (lue ha°ria dado muestra evidente do poco a C1° fregando parta de la dirección do h guerra ciialquier periodista, por espiritual y elocuente que TV6' ^' 'a Prens:l luciese jenerales, Emilio Girardin, s ,,ersi Lamartine, y otros ciudadanos franceses quo ^ hacer libros, periódicos y panfletos admirables, '■n ~ariaii al frente de los ejércitos franceses, de jefas de fr0f ^ayor, divijieudo la guerra a la par du los.gue- j Se engañan, dico Vd., los quo creen quo por m«- 0 de concesiones discretas y oportunas pueda traer- p a Urquiza a la adopción de la buena causa (1). I Un jcómo podía Vd, obtener cosa alguna inane- Wdo medios que hace alarde do des.couoceri Inca- (J) Cuwpafi^ páj. 80. í— 48 — paz de eoncesion, como Vd. misino se dice, ¿qué estrí" fio «raque chocase con Urquiza? He demostrado que la narración de Vd. no es Ia historia de un testigo desapasionado, ni la voz de juez competente en la materia militar, que le es es- traña. ¿Le queda al menos la autoridad de parte acus*' dora? Tampoco, porque la autoridad de toda acusa* cion reside en los documentos justificativos de lo3 hechos imputados. La campaña de Vd. es una historia sin docunicO' tos; es la aseveración desnuda da la parte agraviad»! I que jamas merece fó. Los documentos de que consta el memorándum que precede a la campaña, son documentos contra- producentem, que contradicen la ca.npaña en vez da apoyarla. Por eso es quo Vd. no ha usado de ello' al osponer los hechos. Veamos ahora cuál es la utilidad do su Campañ do duración incierta, al ^ de \ina guerra c]0 20 aíios jera lo que necesitaba ,er^P^^'ica arjentina? ¿Con guerras interminables cu • ^ a ese l1"'8 'as poblaciones, el comercio, los ,nos> que deben salvarlo del desierto, de la po- za y jej atraso que es su resultado? j 'bre de Hosas, la república entraba a ocuparse ^ su institución, de su comercio, de sus finanzas, tos'!1* códigos nacionales, etc.; pero en vez de escri- e i1'"'68 para ilustrar y servir estos intereses, se le t, lan panfletos políticos de carácter incondiario fo /* 8US nufevas autoridades, del mismo jéne- viti 'as 1ue an'os 86 enviaban contra Rosas, eon- >endo la conspiración e.n costumbro y manera nial (]e v¡v¡r) v confirmando el juicio afrentoso de nosotros uabia formado el mundo cuando estab]Cre'a 'ncaPaces do vida seria, ordenada y I ,a Persona del jeneral Urquiza, su prestijio de li- da M ' su Proscnc'a en e' poder, la acoptacion quo Dio ^acian todas las provincias, eran preciosos ele- b« f °S ^e °fden y de gobierno, que era menester ro- ía j rv no debilitar. Catorce provincia* que jamas «it ^i" ente,1dido sobro nada, aunadas en el propó- n la infracción inconsecuente de esas verdades que V. Ponia al jeneral Urquiza un dia en que él le recibió ^cordialidad y expansión, al priucipio de la cam- O0_*a»y>«Saqueasi porjudicala tranquilidad públi- ^> ¿sirve a la gloria nacional? Tampoco.—El Ejército Jtmide que abtuvo Iíi gloria de acabar con llosas cons- W de aliados arjenti nos, brasileros y orientales. El je- walUrquiza representaba inmediatamente el elemen- ' arjentino. Pues bien, el afán do V. en su campaña "probar que este elemento filó nulo y secuudari» y "j"9 el cambio liberal de la República Aijeutina fué ü«bido al estranjero. Por quitarlo a Urquiza, da V. 41 brasil el laurel da la caída de Rosas. No só el motivo por que el jeneral Urquiza Hevaso j1 tubo la campana oriental contra Oribe sin esperar cooperación de los brasileros. Pero si en ello hubo f'l,k>, no le tocaba a un arj«ntino reprochar a uu je- '',;r*l de su pais el que tomase esa gloria esclusiva- "lente, V. hace un cargo al jeneral Urquiza de que pfonniH'iaso osta palabra que honra su egoísmo pa- trio: ¡Por donde iba yo a consentir que ellos tuviesen Ptrte en lu rendición de orientales y arjentinos] (2) '■■ El hecho grande y supremo do ese ejército es la Notoria del 3 de fdbrero. V bien, jcómo presonta V. es» victoria?—como una farsa indigna, como una ba- cila de comedia, que es para burla no para honor do '°s vencedores. Treinta mil hombres tenia el ejército libertador: y *1 vencido, so componía do diez y seis mil, dice V. (1) Ca:n pafía, páj 81. (2) Camp.iBa pij. 68.— 52 — apoyándose en el dicho del joneral Mancilla: la pa'*: bra con q»o el enemigo vencido escusa su derrota,# historia aijentina para V.—Eran, pues, dos horubr^ contra uno; jqué gloria podia haber en vencer? Y de esos hombres de Rosas solo dos mil eran soW*' dos; los demás eranliombres que fusilaron a sus jefe»e" el campo do batalla, recojidos por la fuerza, el batáis de policía de Buenos-Aires, los serenos, mas de dos W1' muchachos, los sirvientes, los presos, hombrea at°r' mentados 20 años, que habían jurado dejar caer a B0' sas (y que sin embargo, ninguno se pasó al enemigo} Hé ahí el ejército de Rosas, según Vd,: (1) el ejérci- to que por 20 años, habia esclavizado la República arjentina. Contra esos dos mil soldados aumentado' con presos, muchachos, domésticos, serenos, etc., nian 30 mil hombres compuestos de la flor de los ejér- citos brasilero, oriental y entrerriano. No habla batalla posible, según Vd. J'.'l combate, dice Vd., se redujo a la casa de Casi- ros, embestida por ti frente y por el costado de la de- recha por diez batallones brasileros y orientales... I" repito, no habia enemiffo que combatir y todo se acabo así que nos acercamos por la izquierda y aun antes í de acércanos por la derecha. Usía fué la batalla de Caseros para los de casd, dice Vd. La batalla para el público puede leerse er* el Boletín núm. 20, novela mui interesante que luvi- mo el honor de comparar entre Mitre y yo, con alju- nos detalles que a su tiempo se verán. (2) Lo que entonces fué para los de casa, hoi lo hace (1) Campafta, páj. (2; Cnmpnna, pAj. 15».-53- • para el publico. A. ser cierto eso, sabe Dios qué utili- Di qué honor habría para la causa triunfadora, en evelar semejantes misterios ni dentro de 100 aüos. oin embargo, esa batalla de Caseros, que V. presenta - WQ farsa cuando la considera como obra de Urquiza, Presenta Vd. como batallla inmortal a renglón se- bW resistencia. Ella presupone y envuelve esencial- mente la obediencia. En 18+5, cuando el partido ra- ^'calista de Chile proclamaba las doctrinas, que Vd. •'guo boi, Vd. las refutaba, en Facundo, con las si- Sientes máximas sobre el orijon y naturaleza da la autoridad: «Cuando la autoridad es sacada de un centro para 'andarla en otra parte, pasa mucho tiempo antes de echar raices. El Republicano (periódico pipiólo) de- c>a el otro dia, que *la autoridad no es mas que un convenio entre gobernantes y gobernados:»—Aquí hai •nachos unitarios todavía! La autoridad se funda en el Sentimiento indeliberado que una nación da a un he- °ho permanente. Donde hai deliberación y voluntad no hai autoridad.»— (Facundo, paj. 139.) Compare Vd. esta doctrina suya de 1815, a las máximas de resistencia, que Vd. propalaba en Bueno» Airea después de la caida do Rosas. Asegurando Vd. a la juventud da Buenos-Aire» que la salvación del pais dependía de la resistencia a— 56 — la divisa colorada quo habia traído Urqniza, Yd. achi- caba, degradaba la gran cuestión arjentina que erS una cuestión de inmigración, de libertad de los rio% de tratados de comercio con todas las naciones bagado* en la mas completa libertad, de abolición de l"9 aduanas interiores, de la creación de un gobierno nacional y de una constitución, que le sirviese de re' gla, de garantías protectoras do la vida, de la propi*' dad, de la libertad del pensamiento, a industria que hemos cultivado. El toque de alar- el grito de guerra, son melodías que nuestros Chachos de la callo ejecutan como maestros consu- j^os, con uu éxito que haco el vilipondio de nues- lí0* pueblos. Lo quo eg raro en Sud-América, lo que es precioso * <%no de admiración y respeto entre nosotros, es el jjrte de poner en paz, el arte de tranquilizar, el arto ?.e disponer la sociedad al respeto y sosten del go- 'erno, que es tan esencial a la libertad como al ór- ?eni y sin el cual la sociedad es una horda.—Was- ^'Ogton representa la causa del gobierno nacional en ■^Hérica, no de la insurrección. Rivadavia jamas fué *a&culote ni opositor armado: fué siempre el hom- del gobierno.—San Martin detestó a los demago- 8°». Sucre fué victima do ellos. Monteagudo es mar- "r glorioso del principio de autoridad.—Eso es díg- 110 de respeto y de imitación en América, y no la ^nalla que solo sabe apedrear sus Reyes en las ca- ntales de la Europa que comienza la revolución de- mocrática de quo estamos saciados on América. Ninguno de los escritos de Vd. posteriores a la ^d» de Rosas, sirve a la causa de este gran princi-— 58 — pió. Aquella carta que Vd. escribió en la habitacio" y con la pluma de Rosas, el 4 de febrero, debió »«'' como dijo, el punto final al alegato de bien probad" ábierto desde 1848. (1)—El 3 de febrero era el tér- mino de la prensa de guerra de que Labia sido Vo> uno de los primeros ajenies. Tero acabada la guerra contra Rosas, Vd. ha e*0' pozado nueva guerra contra Urquiza. La América tá saciada de guerra; necesita de la paz, que h»*4 falta a la plantificación y desarrollo de las institucio- nes.—Vd. que escribió su Arjirópolis para pacificó el pais ajitado perennemente por la ambición de B°* sas, acaba de escribir, después do caído este pertur- bador, su campaña y otros panfletos, que no son rn»* que armas de guerra y de sublevación do ese p*í* embrutecido por la guerra perdurable. Vd. que hablaba tanto de colonización, de inmi- gración, de ferro-carrile9, de educación popular, d9 industria, do comercio, de navegación interior, no b» escrito una sola palabra sobre estas materias despuí* de la caida del tirano que contrarió todos esos intere- ses. Todos sus últimos escritos son de simple polític8 personal. Su Campaña, en vez deun'diario de las jor- i nadas del ejército que destruyó a Rosas, es un pan- fleto político contra el jeneral en jefe del ejército Ü' bertadoY, destinado a minar su crédito, crearle desa- fectos y destruir su autoridad. Su carta-panfleto, del 13 do octubre, dirijida descU Chile, al jeneral Urqniza, es un escrito de guerra des- tinado al mismísimo fin, de suscitar obstáculos y re- sistencias al nuevo gobierno arjentino. , (1) Campana, páj. 163.— 59 — Su panfleto San Juan, sus hombres y sus actos es y n "taque político al vencedor de Rosas, con motí- 0 do las desavenencias domésticas de esa provincia. ^ ™« opúsCui0 sobre la convención de San Nieolas .* Arroyos, es un grito do alarma lanzado a las 1 °\mcias interiores para que rompan y despedacen a convención de 14 provincias, sancionada por 'ece legislaturas, que se hizo con el objeto de mar- a' acordes y uniformes a la reunión do un congreso ' 8'a sanción de una constitución. ■ «6 ahí todo lo que ha publicado Vd. después xle ^«aida de Rosas, fuera de algunos artículos mas in- "diarios todavia insertos en periódicos: escritos de «"erra, política de sublevación, no ya contra Rosas, ,no contra el vencedor de Rosas. . (Hasta cuando, Sarmiento, piensa Vd. vivir pe- cando y combatiendo? {Creo Vd. que a punta de Aterios y de balloneta conseguiremos alguna vez Ipe de los elementos que nos ha legado la vida colo- n,*I; de la anarquía habitual que nos ha dado la re- volica; de la falta completa do inteligencia y prac- ,cas constitucionales, que nunca hemos tenido, sál- 8a una organización política intachable desde el pri- Jner dia, por una elección tan libre y pura como si ,°se hecha en Norte-América por electores enveje-t «idos en las prácticas de la libertad? Cuando ustedes J anit>icionan eso, ¿están en su juicio, o quieren reirse do| """«tros pobres pueblos? El Presidente do los Estados-Unidos^ de Norte- américa condenaba ahora poco las doctrinas subver- *'vaj de ustedes del modo siguiente:—«Acordémonos *'e que las revoluciones no siempre establecen la li- "G'tad. Nuestra» propias instituciones libres no fue-ron la obra de nuestra revolución. Existían ántts- Fueron introducidas en las constituciones libres gobierno ¡copular bajo las cuales crecieron las coló' nías inglesas, y nuestra revolución solo nos libró de' dominio de una potencia cstranjcra, cuyo dominio & oponía a aquellas instituciones. Pero las nación^ de Europa no han tenido «entejante escuela de ff0" bienio 2>opular y todos los esfuerzos para establecer^ por medio de sangrientas revoluciones, serán nulo*' y continuarán siéndolo sin aquel preparativo. La >§ bertad no regulada por la lei, dejenera en anarqtfíi que pronto se convierte en el mas horrible de todo* los despotismos.» Esas palabras del presidente Fillmore, dichas el 0 de diciembre de 1852, en su último mensaje al cotí' greso, eran dirijidas a las naciones europeas que n» se educaron en el gobierno popular, por lo cual son mayormente aplicables a la América Española, cuy0 gobierno do 300 años, fué menos popular que el da muchas mouarquíaa representativas de k Europa.CARTA TERCERA. Roí DE. . PRENSA EN LA CAIDA DE ROSAS.- -AMBICIONES IMPO- BUBJIDAS DE BU SENO.-EsGRITOS DEL SEÑOR SAB- COv'iTO AXTI:,U0EES AL 3 DE FEBRERO.-"FACUNDO," ESCRITO «UCn*3" *"0"' T EL 1>lloCESO DE ^ IDKAS EXALTADAS.-Loü ^^OILLOS SON EL DESIERTO.-La SOCIEDAD ARJENTINA, SU íesielw0 y politica, son espeesion del suelo estenso í % Poblado.—Fuentes normales de la autoridad.—Des- cocidas por los unitarios de otro tiempo y por sus imi- pJ?oaES de 18S3.—Errores de ambos.—Bol de las cam- EN EL GOBIERNO Y CIVILIZACION A RJ ENTINA.-PORQUE f1 diarismo no da hombres de estado.—Biografías he ñudillos.—Porque la frensa contra Rosas era siípe-- l0a A LA actual.—Arjiropolis, o el asiento y la POSl- Uiud de un congreso independiente. .^•ila refutación da su campaña he querido ser- íalos iutereses del órden, de la constitución y de la dación de una autoridad jeneral, que Vd. contraría " r«siste en la persona del ajante y promotor mas aportante de esos intereses. En el exámen de sus fritos anteriores a la caida do llosas, voi a servir los Mismos intereses de órden y progreso. Sus anteriores trabajos de Vd. contra Rosas son «obles, jenerosos, brillantes, y le dán título indis- Potable al respeto de los arjentinos. Vd. os el único que ha venido a comprometer su mérito por su exaje- factony mal uso.— 02 — Mi propósito no es negar, oscurecer ese mérito'. 9a. ria iniquidad sin objeto, por mas qua Vd. abuse » con daño do la paz, del prestijio queje dan sus a0" guos servicios a la libertad. , Vd. qua so ha dicho apó.-tol de la libertad de e**¡ men, no podrá menos que reconocer y aplaudir derecho y el ejercicio que de él hago, examina1111 las obras de un publicista, que pretende hacer de c" un pedestal do autoridad y un título de direccio"" {Qué privilejio tendrían los libros de Vd. para q°¡T dar eternamente al abrigo de la crítica lícita y u", que han tolerado los mas ilustres escritores "e mundo? Tiempo hubo en que esa crítica hubiera sido per niciosa. Cuando Vd. servia n los intereses de tod"8 atacando a Rosas, el mayor tirano que haya existia0' todos lo ayudábamos, todos lo aplaudíamos. A tod* lo que aparecía de bu pluma, nuestra palabra de °r' den era, bravo, estupendo! Lo aplaudíamos sin leerl* A mí me sucedió eso de ordinario. Habia en ello d{ esas injusticias de! espíritu de secta y propaganda. P°( Íviolento y rudo que fuese su lenguaje, ¿qué import*' bar caia sobre degolladores. La pluma debia ser u"a espada; cuanto mas sangrienta, mas propia de st misión justiciera contra la mazorca. Pero hoi que han cambiado las condiciones de 1* polémica; hoi que la lucha tiene lugar entre cabal!8' ros y amigos do la libertad por uno y otro partida no es posible tolerar que Vd. siga empleando contr* hombres iguales a Vd. en amor y en servicios a I* civilización el tono y el lenguaje que en diez años «a acostumbró a dlrijir contra los asesiuos de nuestro» hermanos y de nuestras libertades.— 63 — . «oí alaca Vd. al vencedor do Rosas con la violen-! 4. Coií que atacó en otro tiempo a sus sostenedores;^ a¡7?.tla Vd. probablemente, a Várela, a Rivadavia.j q Ü° del sol, si estuviesen en lugar JoUrquiza, por H 6 serian a los ojos de Vd. usurpadores del puesto \i C.ons'^era Vd. pertenecerlo con el derecho que a .ojos le dan sus antecedentes de escritor. ar» ponerle en paz con el pais y consigo . 8lüo, para que deje do ajitar por ocupar el po r que considera do su pertenencia desda luegc * 6 ,8e reputa un mito, es necesario probarlo que que considera do su pertenencia desda luego 0 .8e reputa un mito, es necesario probarlo quo la ® títulos para serlo y probárselo con toda i Publicidad de la critica leal y franca, a fin de Kj,.f do cada lector un juez o un testigo, y del , uco un cooperador en esta misión de paz. Sé» jijante critica es la reforma del ejército después do j guerra: una necesidad de la paz. Después do una 8a lucha, la prensa como las casernas quedan Ile- 48 de soldados peligrosos. iPorqué Reconsidera Vd. un mito político, o un «üidato al gobierno arjentino? jPor haber escrito ez años contra Rosas? No hai duda que bnber es- Z1'0 diez años contra el tirano do la República, es ," titulo de gloria; pero es mucho mayor el de haber- ? Volteado en campo de batalla. ¿Quién confundi- 'a 'a gloria do Mma. Stael con la de Wellington, co- vencedores de Napoleón? {Quién diría que mil ^.'üinenes de crítica tenían la eficacia de la batalla do ,VVaterloo, en la caida de Napoleón 1.°? {Quién ha 'Sualado la gloria de la palabra a la gloria do la acción? , ^ues bien; Vd. que atacó n Rosas de palabra sin bRjarle del poder, Vd. ha olvidado en un instante la 8'oria del que le derrocó, no de palabra, sino de obra,— G-t — y hollando con el mayor menosprecio osa gloria rea í positiva como la verdad material, Vd. mismo ' creado la regla para que se estime en nada su coB,'> to decenio de palabras, que tomó a liosas sinu soldado y lo dejó con treinta mil. . , La guerra de la prensa no ha tenido jeneral en )e_ por parte do la oposición a Rosas; si la prensa hub'5" so derrocado al enemigo por una revolución popu ,' (única victoria que la prensa puede llamar suy»)> gloria del triunfo no habría sido de Vd. solo sino «' veinte escritores iguales a Vd. en servicios. Carlos > en Francia, sí que fué destronado por la prensa, i1 quó escritor tuvo el coraje de arrogarse esclusivacoett' te la victoria de tantos? Gomo le ha dicho a Wl Frias, con la sensatez que le distingue, habrían siá" Indarte, Várela, Alsina, Marmol, en tal caso, M»9 acreedores que Vd. a la palma del éxito, comosold9' dos de la prensa, que mas ha labrado el poder <18 Rosas, por la ventaja de su inmediación. Por haber escrito, diez volúmenes ¿seria Vd. político en su pais?—Alejandro Damas ha escrito 700 volúmenes, y si so pretendieso mito por es» causa, sxitaria la risa de sus paisanos, jila disputado por eso el gobierno de la Francia a Luis Napoleón que apenas es autor de una o dos malas obras con- tra la monarquía! El nombro de un escritor pueda ser un mito o" la itnajinacion del pueblo; pero ¿la gloria literaria es antecedente de. gobierno en ninguna parte? ¡No han touido esa asendiente initolójico o fabuloso en nues- tro pais, Belgrano, Moreno, San Martin, que liber- taron la América, y lo tendria un escritor do la prensa periódica! JA! -Gó- tao ^Una Vez cieo ^a^er'° dicho: muchos siglos fel- ]ect í)1'ra lúe los presidentes de paisos tan poco inte- Pfon 3 como 'os nuestros, salgan del terreno de la ^ir'T' ^° '0S ^ 'a l)I-ensa ^e Norte-América! El Su Per0 Ilat'a concluye. La víspera es toel i' ^ Agítente, siempre es su descalabro en •a S,Us empresas de ambición política. ^ 'os que Vd. ha escrito, de guardar silencio so- ,¡ne e< Plata, al mismo tiempo que hablaban do Ra- il 7 de Polonia. Representaría una quinta paito de Adacción colectiva, la {.¡irte consagrada a los los S arjelltinos- D<3 los diez afios hai que deducir ^ (lUe ba viajado Vd. en Europa. Tenemos sogun es- ^1«e los 10 años de trabajos periodísticos da V., ao- r l'a República Arjentina largamente computados, so üucen a j09i y como esos dos años han sido ro- Aerados por los editores y empresarios con suel- IUq por toda la redacción pagaban, se deduce jj?ya están pagados por los editores chilenos y que, eii^pública Arjentina no debo empleos a cuenta do 0si sino un cortés y sincero agradecimiento.— 60 — ;í jLos diez años da redacción espresan la consta» do su patriotismo? No negaré su patriotismo, P, no me negará Vd. tampoco, que siempre ha escrl, periódicos por sueldo, corno medio honesto de g11' el sustento de su vida. Ellos espresan, pues, a 1* v que patriotismo, necesidades satisfechas. , . Sus trabajos de diez años contra Rosas, son bol" i cumentos que obran contra Vd.—Cuanto mas re lan ellos la iniquidad del tirano destruido por ¿> ¡ neral Urquiza, mas prueban la ingrata inconsec«e cia con que Vd. trata al libertador con peores c* res que al tirano derroc.ido por él. iQuó son sus libros y escritos políticos de Vd- ( permítame estimarlos uno a uno, con una rapidez 1 no dañará la justicia. ' El Mercurio, el Nacional, el Eraldo, el Progt1^ fueron los papeles periódicos que Vd. escribió oo ' primeros años de su llegada a Chile en 1841.—* riódicos chilenos, menos el Eraldo, servían a W^vL sea y cuestiones de Chile. ¿Qué ínteres, quó paH|íl político de Chile abrazó Vd.? el partido y los ti® rases del poder, representado entonces como un úfi no, como el obitáculo para el progreso del pais. citado por los liberales chilenos, por órgano del je"6 , Las-lleras, se negó Vd. a eu solicitud, porque sacó^ limpio, después de ocho dias de deliberación, qu*. partido liberal chileno no tenia elementos de triuof* era una tradición no un hecho. Prefirió Vd.^el partí'' del poder, para alejar el dictado de perturbador,^ dicioso'y anarquista, (dado por Rosas a sus enemig0'' que en Chile se hubiera visto justificado viéndoU1 oposición siempre con los gobiernos. Quiso Vd. p1?" bar a la América que no era utopia lo que nos Aflí* É67 ¡Znr Per*ecucion, y que dada la imperfección de . fiemos americanos, estábamos dispuestos a acep- > ' ?* como hechos con ánimo decidido de inyectar- **»«fr,tzon 1ua dio 14 ',l Crónica y a sus j* "J'caciones de entonces ese tinto liberal quo le 'a mas en armonía con su liberalismo arjen- g Muí lejos estoi de reprocharlo quo ndoptara en l(/eso partido, aunque hubiese querido verlo do- ln''l!ido a él por motivos mas elevados, quo los ¿ 6 VJ. mismo asigna a su couducta on sus Se- ^ erdos de provincia; pero lamento quo osos motivos ^ le hicieron gubernamental en Chile no lo hayan j^tlio serlo también en el Plata, después do caído i,08**, para impedir quo Chile y la América nos *f''lZ.* cion arjontina representada por el partido uniWf' Como estos errores vuelven hoi a disputar la direcC'0 del pais, y lo que es raro, a impulsos del jueí/l . los condenó, el estudio de Facundo, se hace ho' <* mas vivo y palpitante interés. La obra ha sufrido una mutilación en esta últi"' parte que interesa conocer. La primera edición de Facundo tenia una in^ duccion en que se daba la teoría del caudillaje pf sentándolo como espresion normal de la vida arjen'l' na; y dos capítulos tíñales, sobre el gobierno unitaf>!! y el Presente y Porvenir arjentino, en que hacia justaacusncion al liberalismo destituido de sentido pí** tico, que hoi reaparece en la lucha. Esa introducción y esos dos últimos capítulos b*" desaparecido en la segunda edición do Facundo, f°J consejo del Dr. Alsina, representante actual del guo partido unitario. M. de Mazade, mas hábil ¡á*f! ca que el Dr. Alsina, no halló do mas en la obra «s* trozos suprimidos; pero el Dr. Alsina, mas hábil 9ue Mazade on el conocimiento de los intereses do partid"' hizo bien de hallar concluida la biografía de Quirog* con su muerte, y superfino el proceso de sus ide.ns u»1' furias. Esa supresión cambió el sistema y el caráctí* del libro, despojándole do su imparcialidad en gW9 parte, no del todo. * Ese libro es el mas imparcial de cuantos ha escrit" el Sr. Sarmiento. Debió su inspiración a los desasir**— 69 — ^téiiEQ3 Qn resultado práctico y facundos en lección, 'as gnarm c¡v-jie3 ¿0 1830 y 1840. La nueva ja- ^ «cion, entraña en cierto modo a las luchas de uní- exion p. °.s Y federales, aprovechó do la lección, y mas i kpor su edad, pudo elevarse por la reflexi... ta ver claro y darse cuenta desapasionada del ca- orqitc cree U aplica suficientemente una de las dos tenden- na*, Una de las dos fases diversas que luchan en el de aquella sociedad singular... En Quiroga no (') Facundo, 1.a edición, pajinas S, 6 y 14,—Me referiré ^ toda» las citaa a la l. " «diciou.70 ve un caudillo simplemente sino una manifesté- de la vida arjentina tal como la han hecho la coló"1 zacion (300 años) y las peculiaridades del terr(l. (el Sr. Sarmiento llama peculiaridad al ¿e®e¡! que es accidente del terreno arjentino).—Fae&jñ espresion fiel de una manera de ser de un pae ¡. de sus preocupaciones e instintos... es el persoiw^ mas singular que pueda prrsentarse o la conteiW don de los que comprenden «.que un caudillo í | encabeza un gran movimiento social no es mas q de una nación en una época dada de su hi$t°fl j Por esto (dice el autor de Facundo) nos es «fíÉj ¡ rio detenernos en los detalles de la vida interior rf pueblo arjentino, para comprender su ideal, su ?** BONIFICACION.» Presentar a Facundo Quiroga,—uno de \osra*f res malvados que preséntela historia del inundo,-^ rao la personificación, como el ideal, como el espeJ fiel de la República Arjentina, es el mayor insulto se pueda inferir a ese pais, honesto y bueno, que t,e no la desgracia de perseguir la realización de 1» ,e' pública representativa sin tener para ello sino eleffleir tos imperfectísimos. Pero el insulto está solain'11'* en la exajeracion de un hecho que tiene algo de ^st' dadero en el fondo. Quiteso la exajeracion del au'0' de Facundo, y quedará una verdad histórica que otro* antes que el habían señalado ya, a saber, que el c»ttJ dillaje y su sistema son frutos naturales del árbol "s desierto y del pasado colonial. El Sr. Sarmiento esplica esta verdad histórico-]10' litica, que ól desconoce hoi, con un éxito do espresi»"— 11 — test8 jSent¡do, qua lo hacen digno de reproducción "Muchos filósofos han creido que las llanuras pro- P^abau las vias al despotismo... Esta llanura sin li- j 'tes constituye uno de los rasgos mas notables do j, "Sonoinía interior de la República» (arjentina)... ■ ? Materia do caminos la naturaleza salvaje dará la *j¡ Por mucho tiempo, y la acción de la civilización Permanecerá débil e ineficaz. estension de las llanuras Jor^.A 'a v'da del interior cierta tintura asiática que "''ja de ser bien pronunciada. j *"a' «lgo en las soledades arjentinas que trae a •ueinoria las soledades asiáticas; alguna analojia Cuentra el espíritu entro la Pampa y las llanuras lUe median entro el Tigrli y el Eufratei* (bueno is bordar que el autor no conocía entoucos ni Ja Pam- " ni la llanura asiática)...v • • • •. «Es el Capataz un caudillo, como en Asia e¡ J '3 de la caravana: necesítase para este dcst no una O'Untad de hierro, un carácter arrojado hasta la té- pandad, para contener la audacia y turbulencia de 03 fiibustieros de tierra quo hado gobernar y domi- ar él solo cu el desamparo del desierto.» ...«Así os Cc"no en la vida arjentina empieza a establecerse por |'stas peculiaridades el predominio do la fuerza bru- ?'> la preponderancia de) mas fuerte, la autoridad í.ltl límites y sin responsabilidad de los quo man- i n> la justicia administrada sin formas y sin de- batos., J imprima por otra •Por aquella estension sin limites tal como la lie- gos descrito, están esparcidas aquí y allá catorce ClUdades capitales de provincia.— 72 — .... «La clasificación (do dichas ciudades) q^' haca a mí objeto es la que resulta de los medios o8 vivir del pueblo do las caro paila», que es lo que in' (luye en su carácter y espíritu».... «Todos los Pl,e' blos arjentinos, salvo San Juan y Mendoza, vive" de los productos del pastoreo. ----«La ciudad capital de las provincias pastor!"3 existe algunas veces ella sola sin ciudades inenort* y no falta alguna en que el terreno inculto H( hasta ligarse con las calles. El desierto las circuí) a mas o menos distancia, las cerca, las oprime; naturaleza salvaje las reduce a unos estrechos o*fe do civilización enclavado' en un llano inculto de ce»' tenares de millas cuadradas. ... .«Estudiemos la fisonomía cstorior do las e** tensas campañas que rodean las ciudades y penetra' roos en la vida interior de sus habitantes. ....«Ya la vida pastoril nos vuelve impensada* mentó a traer a la imajinaeion el recuerdo del A*'8» cuyas llanuras nos imajinamos siempre cubiei'^14 aquí y allá do las tiendas del Ivulmnko, del eusacp-0 del árabe. La vida primitiva de los pueblos, la vid* eminentemente bárbara y estacionaria, la vu'il AbraUam, que es la del bedyino de hoi, afonía en l°9 campos arjentinos, aunque modificada por la c¡w!¡z-v cion do un modo estrafio. .... *EI progreso está sofocado porque no puedí haber progreso sin la posesión permanente del sueiOf sin la ciudad, que es la que desenvuelve la capad' dad industrial del hombro y la permito estender *u* adquisiciones. .... «Imajinaos una estension de dos rail legua* ' «adradas cubierta toda do población, pero colocada»hábil 73 — litaciones a cuatro ¡egtiaa do distancia unas de a*> » ocho a veces, a dos las mas cercanas. (| ,L,a sociedad ha desaparecido completamente; que- Juü 'íl familia feudal, aislada, reconcentrada; y no ; llen(lo sociedad reunida, toda clase de gobierno se ce imposible; la municipalidad no existe, la política jP''ede ejérceme y la justicia civil no tiene- medios "'cunzur a los delincuentes. Ignoro si el mundo °derno presenta un jónero da asociación tan mona- 0stá8° 001110 est-:»....«La tribu salvaje de la Pampa (.i J 0rganizada mejor que nuestras campañas para ^arrollo moral. ¿e ! Pr<>greso moral, la cultura de la intelijeneia io!/U''^"'1 en 'a tr'mi ^'':l'>a üt-ái'tara, es aguinoso- "Jtoéuidada sino imposible. ¿Dónde colocar la es- j. l!i para qua asistan a tomar lecciones los niños J*WninadoB a diez leguas de distancia en todas dí- ^cj(»i«s? Asi,púa, la civilización es del lodo irrea- a"íf, la barbarie es normal.... la relijiuu sufre las Secuencias de la disolución de la sociedad: el cu- > nominal, el pülpito no tieno auditorio, el sa- lóte huye de la capilla solitaria. í*MJ!l v'''iU'l!' campo desenvuelve en el gaucho ciaü . 63 físicas, sin ninguna do las do la intelijen- , . ■ Su carácter moral se resiente do su hábito do r¡t]U!^,r ^e °l»*táculós y del poder de la natu- . e*«: es fuerte, altivo, enórjico. Sin ninguna ins- .Uecion, sin necesitarla tampoco, sin medios de snb- ler»cia como sin necesidades. (1) ^ *Oe las condiciones de la vida pastoril tal como la constituido la colonización y la incuria, nacen (') Facundo, cap. 1. °, parte 1. * as_ m — graves dificultades para una organización polít'^ cualquiera, y muchas mas para el tiurtfo de la cit> lizrcion luropta, de sus instituciones, y de la rtj*"* y libertad, que son sus consecuencias. «Con esta sociedad en que la cultura del espír' es inútil e imposible, donde los negocios raunicip'1? 110 exisien, donde el bien público es una palabra s' sentido, el hombre dotado eminentemente se cs^lie^ por producirse y adopta para ello los medios Y' caminos que encuentra. Él gaucho será uu chor o un caudillo.... «Costumbres de esto jónero requieren medio3 rl gol osos do represión y para reprimir desalmado* j necesitan jueces mas desalmados aun. Lo qlie principio dijo del capataz de carretas, se aplica eS*e tamente al juez de campaña. Ante toda otra cy necesita valor: el terror de su nombre es mas V roso que los castigos que aplica...«Por supuesto q"e justicia que administran es de todo punto arbitr»1,18"" jg A veces suele haber jueces de estas qno lo son do $° vida y que dejan una memoria respetada* I'<-'r0 . coucicncia de estos medios ejecutivos y lo arbitral do las penas, forman ideas en el pueblo sobre el P9^ der do la autoridad, qno mas tardo vienen a prod" cir sus efectos. El juez »o hace obedecer por su repp tacion do audacia terrible, su autoridad, su juicio *■ formas, su sentencia, su yo lo mando y sus castigó inventados por ¿1 mismo.» No olvidemos que el aator ha considerado ese jl,e? y esa judicatura como una necesidad do las costu»1 bres creadas por la vida pastoril argentina. «Lo que digo do juez, prosigue, es aplicable al mandante de campaña... «El gobierno de las ciudad**el — 75 — Pero e* t'tu'° ^e comandante da campaña; tia conio la ciudad es débil en el campo, sin influen- te/ Sln fictos, el gobierno echa mano de los hora- tod0AUe 11,88 terror le inspiran... «Es singular que do c ñudillos de la revolución arjentina han si- '¡da man<^antes de campaña... «Es el punto de par- ^ Para todos los ambiciosos.» °i tanta importancia a estos pormenores, porque allómenos so- — revolución que se ha estado obrando en la "WW«a Arjentina. ida de los campos arjentinos tal como la he <¡¡a¡6sServi|'án a esplicar todos nuestros fen fe 8 V la revolución míe na Via fisgarlo ob blic tttost3a"** Qe 108 camP0S arJentmos tal como la ne c°«q/ ' no es un acc'^ente vulgar; es un órden de (¡n • ' Un Eterna de asociación, característico, normal, (sp¡°a 1ni juicio, en el mundo, y él solo basta para J:C(lr toda nuestra revolución.-» (1) 8|. | 0 abí la ])intura que el Sr. Sarmiento hace del da 1°' *^e' hombre, de la vida, de la sociedad normal República arjentina. pe, 0 respondo de la exactitud do las apreciaciones; v6 ? reconozco que hai infinito talento y mucho de h¡(/ ero etl e^as- ^° son concesiones que el autor . «se a Rosas, como pretendo hoi que son sus apre- biaC1|Unea <*e Urquiza en Arjíropolis. El autor J° quo creia una verdad filosófica, jj * f>í el suelo estenso y desierto, por la coloniza- ^, española mal establecida, por los restos de ra- 8 indíjenas, por esos hechos, que él llama normales 0 s_on, esplicaba la existencia y manera de ser de sociedad política y de los caracteres quo son su re todo normal. El caudillo en todas las jerarquías (') i'acundo, capítulos 1, ° y 2, °. escn--7G- . i do la vida arjenlina, es la autoridad diserecio»9 . irresponsable y es así por una necesidad derivad;»" modo do sor de esa nación pastora. | El Sr. Sarmiento no traia esos hechos para ver ni justificar el caudillaje, sino para dem°5 por la filosofía la raiz normal del poder arbitraria '' la República Arjentina, y establecer como >lia^ único de estirparlo la supresión gradual y lenta las causas naturales que lo hacian existir. Esa fi'0^ fía conducía derecho a la adopción de una poli'1 Jj tolerante, paciente, moderada, en la república arjen tina, como la que servia en Chile de lección y ej^"1 pío en esa época al autor de Facundo. De esa doctrina resultaba que el caudillaje es W mal, pero que ese mal es un hecho y un hecho ar'*1' gado, profundo y normal; que era necesario coid°A. tirio gradualmente, combatirlo en sus causas, no e un resultado aislado. Combatir el caudillo y el caudillaje, quiere de*"' acabar con el poder discrecional, o lo que es ig"9 fundar el derecho y la libertad. Pero si el caudillo una espresion necesaria y útil de la vida pastora cual hoi existe, no hai mas medio de acabarlo (segu" el sistema de Facundo) que concluir con el desieW con las distancias, con el aislamiento material, con '* nulidad industrial, que hacen existirá! caudillo coi*0 su resultado lójieoy normal. Hó ahí la política del* razón, la política sensata que parte de donde del>4 partir, del estudio imparcial del suelo, del hora»'6* de la sociedad peculiares de su aplicación. }Esa era la política do progreso y do mejora, a 'as ciudades y otra en las campañas. Mas adelanto aró ver las consecuencias prácticas do este error con- ,ra 'os intereses da la paz y del orden en la América da'Sud. • , í'ero tenemos ya clara y terminantemente estabjeci- 10 por el autor de Facundo, que el partido opiato a 10 que 61 llama caudillaje, representaba una civiliza- (1) Facundo, pij. 86. 1— ra — f cion irrealizable por inadecuada a la manera ¿e presente y normal del pais, y que su rival no era # nos utopista en sus conatos de retrogradaeion. S?íj „ eso, la verdadera civilización, es decir, la civilizaCl° que convenia a las condiciones peculiares del pai*i ^ existia, no tenia seividores ni representantes en 'arelV. blica arjentina hasta 1825, según ti autorde FacuW^ Un partido estaba un siglo atrás, el otro un s'S adelante, ninguno estaba en su siglo. Faltó el "ü sentido que no está ni adelante ni atrás: está sieiflP' donde debo estar. Y el buen sentido en Sud-A'Bf rica está mas cerca do la realidad inmediata y f^f< tante, que de los libros que nos envia la Europa "e siglo XIX, que será el siglo XXI de Sud-Arnói'0"' Asi el gaucho arjentino, el hacendado, el negocian^' son mas aptos para la política práctica que nuestro* alumnos crudos de Quinet y Michalet, maestros que todo conocen, menos Sud-América. , «Y en efecto, sobre esas llanuras, que según lo>r lá tofos preparan las vias al despotismo; que en i"*' terias de camino recibirán por largo tiempo la U¡ " la naturaleza salvaje; cuya esterision imprime o ^ vida cierta tintura asiática, y hace pensar en las miras del Tigris y del Eufrates; sobre esas 14 'v% dudes esparcidas uqui y allá en la eslension sin b' mi/es, circundadas, cercadas, oprimidas por el sierto; en esa soledad arjentina, imájen viva del A&b en quo e] progreso está sofocado porque no pud1 haber progreso sin la posesión permanente del sue'0' en que la civilización es del todo irrealizable y ^ barbarie normal; en que el hombre, iudtpendientt <*' toda necesidad, libre de toda sujeción, sin ideas "e gobierno, porque lodo orden regular y sistemado ¡(Ve — Í9 — f» a Punto imposible; y en que esa vidn, no ien a^c'^enle, sino un orden de cosas, un sistema QflOr' ' ----- --- —' " Nfl ,C10,Í nor>nc>l, mico cu el mundo; ¡intentó el íl« t° . a' cal'diUaje, establecer un gobierno . .. tuviese algo do asiático como el suelo do su "Pación p't^il,c,üü, y en que las reglas del gobierno ro- S|) ,entativo ingles o norte americano, cediesen de ítJ'k'01" 8 '1Loliticas de quo los unitarios se habian c.'mt'iitado h;ista 1820 eran incompleta!» e insufí- ^'ites para establecer el gobierno y la libertad; bas- ^ 1ue so ajitnse la Pampa (esta Pampa rebelde, quo scq ¿o ^M inDjajíneteg n desmoronar, bajo el pió U© Rila „ .l 11 1 _ • .•. ! .».-•»• i J l¡: Su-3 Caballos, las instituciones civilizadas de las ciu- ij! —bastó que se ajilase la Pampa para echar f Wrra su edificio basado sobre arena.» (2) . *"ivadavia renuncia en razón de que la voluntad loJ pueblos está en oposición»... «Hizo bien en re- ""ciar! Kivadavia tenia por misión ]>resentamos el "Witucionalismo de Benjamín Constan t con todas 13 palabras huecas, sus decepciones y sus ridiculeces. Campaña, páj. IOS.—El Sr. Sarmiento confunde la °">/> aunea Uw indios han bollado nuesíriis capitales.—San Ni- i ,iíUii Alt eo, Lujan, el Monte, etc. no son la Pumpa, pero son ¡hfl1Un'v'">:l ^* Buenos-Aires, quo nunca se movió sino por flueDrias salidos de la capital La campada es instrumento, an poder que inicia. (2) Facundo, p¿j. 812.— 80 — Rivadavia ignoraba que»... «Los pueblos en su infe" cia son unos niños que nada proveen, que -nadi» ^ nocen y es preciso que los hombres do alta previ*'0 y de alta comprensión les sirvan de padres.» (l) «Dorrego que ha llegado al gobierno por, la op" sicion parlamentaria y la polémica, trata de atraers,( | a los unitarios, a quienes ha vencido. Poro los p!,r| dos no tienen caridad ni previsión. Los unitarios se ríen en las barbas, se coinplotan y se pasan la pa': bra: «Vacila, dicen, «dejémosle caer.»—(2) «El 1.° da diciembre amanecieron formados 60 plaza do la Victoria los cuerpos de línea desern'':,r' oados. 121 gobernador Dorrego habia tomado la d"1' paila; los unitarios llenaban las plazas, hendiendo e aire con sus vivas y sus gritos de triunfo. Alj;""ú1 dias después 700 coracero* mandados por 14 ' go yacía traspasado a buluzos.n (•)) • Los que asj aniquilaron una autoridad que Ies di* gustaba, con el fin de establecer la verdadera autor'' dad, ignoraban las verdades contenidas en la siguió"' te púj. del señor Sarmiento:—«Cuando el mal exi8':'3 en porque está en las cosas y allí solamente ha do'' (1) Facunda, páj. 163. (2) Facundo, páj. 167. (3) Facundo, páj. lQá,^»^?rSe'e: s' un hombre lo representa, haciendo- >tr,.|'' !recer la personificación, so lo renueva. Cenar l, j¡|'0 mas temibltj que Octavio.» «Esto sentir do Uttn^n.° (prosigue Sarmiento) esprosado antes por i„. «ler y otros mil, enseñado por la historia tan» H«rt¡(l 8er'a un «"loronismo objetarlo a nuestros 'WT ^iU,ta 18"9 educado» con I:» exajorada* fe,V7* Mably, liaynal, Rousseau, sobre k»éñpt* H<¿ , "*"«"ía, y tantas otras palabras que aun ve- blijg . después formando el fondo de las pu- t«s n °nes ^e 'a prensa. Lavalle no sabia por enton- to, (jUe datando el cuerpo no se mata el alma y que ttnc;¡'6r8o,1ajes políticos traer, su carácter y su exis- tofth l'e' 'c,n(!° ';ls ¡deas, intereses y fines del <íl¡¡ | 0 que representan».. .. «aun fusilando a Boi y Do^ ^'"P'ñ" 110 habría carecido do representantes h¡8.. *° babria beclio mas quo cambiar un cuadro p nc<> por otro.» (1) ti,j0°r mi Vd. caraoterán del modo siguiente el par- ^J. ^Uq on 1825 no acertó a fundar la antori- hjn'r^'El antiguo partido unitario sucumbió bace ¡Í¡j*j 0s añas. Poro en medio do sus desaciertos o lUo'l"10^ k^sticas tenia tanto da noble y grande f^tn a j°l,erilc'on que le sucede le debe los mas WifOSOS 'lonor0* fúnebr.s. Muchos do aquellos i)0 res quedan aun entre nosotros (on 1845) poro t|„ como partida organizado; son las momias jj* ftepdblica Arji-ntina».... «EsU>s unitarios del ^Os v *?rman un ''P0 separado que nosotros Babe- an 1lst'nou'r por la figura, por los modales, por el ^°de ]a voz y por las ideas»....- «fas fórmulas legales ^ Facundo, pój. 169.— 82 — w son el culto esterior que rinde a sus í Jólo',_'aC° J titucion, las garantías individuales. Su relijio" J porvenir de la República cuya imájen colosal, finible... no le deja ocuparse de los hechos o,»6 sencia... «Es imposible imajinarse una joneracio» ^ razonadora, mas deductiva, y que haya carecido & ( alto grado de sentido práctico. Llega la noticia « ^ triunfo de sus enemigos; todos lo repiten; el P^'8^ cial lo detalla; los dispersos vienen heridos. U» ^ tario no cree en el triunfo y se funda en razone3 concluyentes, que vuestros ojos no creen aunque*3 viendo.» (1) 1, jPodia un partido tan razonador compreno61^ autoridad en su orijen filosófico e histórico tal cO lo espresó Vd, con tanto talento en las sig1" jü tes líneas?—«Cuando la autoridad es sacada d.6^, centro para fundarla en otra parte pasa mucho ^ po antes de echar raices. El Republicano (perl°. pipiólo) decia ni otro dia (en 1845) que la**10 y dad no es mas que un convenio entre gobernad' ' gobernados.* Aqui hai muchos unitarios todavi*' y clamaba Vd.) La autoridad se funda en el °;sel>^ miento indeliberado (decia Vd.) que ana nad0" a un hecho permanente. Dot.de hai deliberación f luntad, no hai autoridad.» (2) fl ^ Se vo, pues, que como nosotros los jóvenes de j nos-Aires en 1838, Vd. vió en 1845, dos P0''^ erradas en las que seguían los dos antiguos pa^y (1) Esta alusión del autor de Facundo, páj. 137, iiCp al Dr. AMiia, que en, 1840 probó por el razonamieu'0 no había tenido lugar la conocida batalla Ue QtteW^ triado. ('?) Facundo, paj. 139.H , —83 — latinos; la de la e«» tido. v ®Parándose de amlws, indicó la política que con- , Jna en el porvenir, la de moderación (l), que ¡ "Ca> y no la exaltada que suprime, (2). «Ni creo Posible, decia Vd., que a la caida de llosas se su- ¡aía'"mediatamente el órden.... «-por lo mismo que hn Pfeíen*iones exajeradas de libertad, que abriga- ios unitarios han traído resultados tan calami- °8i los políticos serán en adelante prudentes en sus Pósitos, lo «partidos medidos en sus exíjenciast (3). I^aido Rosas y llegada la oportunidad de fundar ^JfMoridad, de crear el gobierno regular da la íte- (I cai ¿qiió ha hecho Vd?—olvidar sus máximas >, .^45, para ir mas lejos on atraso político que los "'torios de 1820 condenados por Vd. en ese tiempo, i autoridad arjentina surjió de los hechos en fj- c,efo de 1852, su fuente ordinaria y normal. Mere- i a su. existencia puesto quo emanaba de un hecho 13 ''Wtad.—Vd. mismo había contribuido a crearla, rni/ ro' después do nacida, ¿¡juó hizo Vd?—So en- j°16 en las filas del Dr. AlsioB, unitario de 1820, y . ayndó a combatir esa autoridad naciente, por vi- 08 <}e forma, porque no era conformo a las reglas A?nst¡tucionales de Benjamín Constant, porque la 'fusión y la deliberación mas libres y mas comple- habían precedido a su sanción. 0) Facundo, páj. 319. J|) Facimdo, p'ij. 160. \V Facundo, jjáj. 319.— 84 — El acuerdo do San Nicolás instituido para cii»tr? dias, fué examinado como un contrajo de derecho vil, y la política arjentina fué reducida a un pleito d nulidades, en que so apuró la chicana del foro. " reinstaló la prensa, el sistema electoral y todo el S°| bienio inexperto ensayado por Rivadavia después a(r cuados ese gobierno y esas instituciones do Rivad»4'"1' so convirtió en su mas caloroso defensor, para e*tab Padres jesuítas, que hubieran eternizado nuestra su- jeción a la España si no so van? Su ejemplo nos en- *efia que no basta saber las matemáticas y el griego Para ser soldado do la libertad, ni basta ignorar esas ^sas para serlo del atraso. Con la mejor intención íe puede desolar el mundo, y mientras quede al error la escusa de la sinceridad será mas temible 1ue el dolo porque será mas escnsable. Volviendo a Facundo, y con esto motivo, al fondo "e la cuestión arjentina—i|ue se roducode 40 años a **ta parte, a indagar, como se ha de formar la auto- ftdad,—haré notur el grave error que Vd. padece L-86- cuando esplica toda la revolución democrática y civ' arjentinas, por el influjo de la Pampa, El aislamiento colonial había tenido estos pa's8S a 300 años de la Europa representativa. La revolu- ción que acabó el aislamiento político de un dia y>*Ti otro puso en presencia la sociedad española del sig!o XVI y las ideas del siglo XIX de la Europa no pe' n insular. La guerra da la revolución no consistió en «' choque armado de esas sociedades. Ningún clefeO' sor americano tuvo la sociedad realista española. Fua la guerra entro americanos y españoles, entre colonos quo querían emancipación, y metropolitanos qu° quedan dominarnos. El principio republicano no tu- vo un solo opositor americano. No (teniendo adver- sarios, ól no podia ser causa de lucha. Los partido3 fueron personales. La diversidad y oposición entre lo antiguo y 1° nuevo, pudo ser un auxilio de la lucha, pero solo ac cesoriamento, pues, lo repito, el antiguo rójimen oO tuvo defensores aijsntinos. Anehorena, Mediano J otros federales son signatarios do la acta do la in- dependencia firmada en Tucuman en 1810. Pero supóngase que tal diversidad constituyese d- fondo do la guerra civil arjentina, por lo menos Vd- so estravia de la verdad histórica al localizar esas -ideas, como lo hace. Vd. pone en los campos la edad media y el anti- guo rójimen español,y cu las ciudades el siglo XIX y el moderno rójimen. La vista nos ens*ña que no es asi.—La colonia, os decir la edad media de la Europa estaba en los cam- pos y estaba en las ciudades, lo mismo que habia— 87 — *l8tido en Europa. La revolución a su vez, e9 decir, >gloXlX de la Europa, invadió todo nuestro sue- > aorazó los campos y las ciudades. De ambas par- salieron los ejércitos (pie conquistaron la inde- '^"•'iicia. Las ciudades dieron infantes, los campos oallcrias. Los gauchos nunca han sido realistas UísP««s de 1810. *jos campos fueron siempre el bal;'arte do nues- »independencia,.y el paisano, el gancho su primer l(*ado. Catorce escuadrones de caballería estrecha- *[}' precipitaron a Witelok en la derrota. , &m Martin, Suarez, los Necocheas, Lavalle, La* adrid, Pringles, etc., fueron oticiales do gauchos, 1°r'}ne fueron jefes do caballería, que se componía 8 campesinos y no de zapateros y sastres, ■^as victorias de San Lorenzo, Tucuman, Chacabu- ^ Rio-Bamba, Pichincha, Junin o itusaingo, son que so deben a nuestros campesinos, pues '1 obtuvieron principalmente por la caballería, pu- dendo muí bien decirso que la España fuó cebada Q* estos paises a lazo y bola. l>d los campos es nacida la existencia nueva de es- 3 América; do ellos salió el poder que echó a la TÍafla, refujiada al fin del coloniaje en las ciudades, * } »' tipatias artificiales entre localidades que se necesi' tan y completan mutuamente. ¿En quó pais ¿e* íuuudo no es la campaña mas inculta que las O*" dades? El catecismo de esa falsa doctrina, es el Facundo- Si fuese preciso localizar el espíritu nuevo y el <>3' píritu viejo en Sud-Amórica, la simple observacio" nos baria ver que la Europa del siglo XIX, atraiáj por la navegación, el comercio y la emigración está en las provincias del litoral, y el pasado ma9 particularmente en las ciudades mediterráneas. Es° •so comprende porque se ve, toca j palpa. 116 ahí su publicación mas celebro de cuantas ha dado a luz contra liosas.—Facundo es llosas con otr" nombre. Pero, si sus trabajos de 10 años en la prensa no ve- presentan sacrificios quele hagan merecedor del poder ¿representan al menos la ciencia política y la instruc- ción en cosas públicas, que dau la competencia d° hombro do estado? lio hecho notar que sus trabajos políticos no j*** san de gacetas. La ciencia pública no lo debo un S* fcro dogmático, ni un trabajo histórico de que pueda-8o- Par mano el hombro de estado o el estudinnto do brecho público. I • prensa periódica desempeñada por Iarg09 aíios, ,J°sdeser escuela del hombre da estado, es ocupa- *,0& en quo se pierden las cualidades para serio. La 1320,1 es obvia. La reserva, la meditación detenida, * espera, quo son las cualidades del estadista, serian aruinadeun periodista, que tiene que pensar al j^oque escribe, por no decir después. Hombre pro- bólo, máquina de divulgación y publicidad, hablar "nto él es hablar ante escribano y dos testigos, es ' ¡tf*t artículos editoriales, disposición eficacísima pa- Ta enajenar la confianza de quo tanto necesita el hom- t0 do estado. Por otra parte, la prensa como el pro- pio desarrolla la vanidad, quo es enemiga del se- cfeto, y sin el secreto se puedo gobernar por una lio- Ia do asonada el populacho do la calle, pero no una República. Esta observación no so aplica a Vd. par- llcularmente, sino al periodista consuetudinario do n£ hington y do Franklin, han dado mas amigos n13 República, que las de Nerón y Domiciano. Él cri*W nismo civiliza por las vidas de los santos, no de \os píos.—Educa mucho el ejemplo, es verdad, pe'0 0 t-jemplo bueno y no el malo quo es contajioso coi*10 todo ejemplo, bueno o malo. Sus Recuerdos de Provincia, son su biografía) J10 un libro do política. Historiándose a sí mismo no V podido aprender mas de lo que Vd. sabe. Eso tr*' bajo no es un servicio hecho a la República Arjent'' na, y dudo que lo sea para Vd. mismo. Es el pii"1* ejemplo que se ofreco en nuestro pais, tan abunda"' te en hombres notables, de un republicano, °,ua j publica doscientas pajinas y un árbol jenoalójico para 1 referir su vida, la do todos los individuos de su pa" \ réntela y hasta de sus criados. San Martin, no qll° \ ría que se tomase su retrato. Rivadavia, Monteagp' j do, Passo, Alvear y cien héroes arjentinos, están s'Bb. — 91 — '?Srafi«, y la misma República, quo es toda gloria * hefoiciJad, está siu historia. Várela dejó de sí unos Jl 08 renglones biográficos, quo no vieron la luz sino espues de su muerte. Poro su biografía do Vd. no 8 l"i simple trabajo de vanidad, sino el medio mui ailo y mui conocido en política de formar la caudi- ajura de su nombre pura ocupar una altura, cuyo < "bfrlo lejítirao por otra parte, lo.hace ajitador incan- sable, j oos escritos ajenos a la política, sus escritos sobro instrucción, que son los mas serios y mas dignos, 16 darían la compotencia do hombre de estado? Lo 3°,*! ?s ajeno a la política no puede hacer hombres Políticos. Esos trabajos lo hacen merecedor de su ^•eiito en la facultad do humanidades do la Univer- yau do Chile, pero la pedagojía no es la ciencia del Pl,MieL-,tn ni las humanidades hacen ministros do «stado enseñanza ha dado a luz mas de un hombro pií- wljeo es cierto; pero es ]a a]ta enseñanza política, la pro - '"nda enseñanza histórica, que dió a Guizot el derecho ~6 gobernar esa Francia tan bien esplicada por 61, no 'a instrucción primaria, quo apenases la preparación a la enseñanza. Sabor leer -y escribir, es ponerse. Cfl aptitud do empezar a educarse. La instrucción PJUnaria es a 1¡ educación, lo quo es tener un esco- P'o a saber la carpintería. V. mismo ha reconocido fl,l|o su libro do educación primaria, llevaba Ímpro- bamente el ponderativo título de educación popular. Su libro es la obra do un hombro do bien, pero no e' trabajo do un hombro do estado. Costeado por el gobierno do Chile, nada lo debe por ól la República Arjentinn; y hasta hoi no ha producido una institu-— 02 — tion práctica ni allá ni aqui.—Debiendo ser la con- ducta del autor el mejor comentario de su obra, re' cuerdo V., que la ajitacion demngójica no es la edu- cación que requiere la juventud de estas infelices ra- públicas. Por lo demás, observaré no en perjuicio do V. sin0 en bien de nuestro país, que mas necesita de escola- res que de escuelas nuestra América desierta; y ma9 bicu medios de emplear el tiempo sobrante que mé- todos para abreviarlo sin necesidad. Mucho podr» deber al alfabeto, pero mas falta le hacen hoi la ba- rreta y el arado. Esta es la educación popular qua necesitan nuestras repúblicas, y por cierto quo ella no se toma en la guerra civil. La Crónica y Sita-América periódicos hebdoma- darios de buena inspiración, de excelentes materiales y bien impresos por Belin y Ca., ocuparon a Rosas mas quo a la República Aijentina, y su persecución pueril dió al autor mas espectabilidad que sus escri- tos menos populares quo los de Várela e Iudarte. La diplomacia y el ejército que han destruido a llosas, no tuvieron inspiración en esos escritos apare- cidos a este ludo del desierto y de la Cordillera da los Andes, sino en intereses vivísimos, que palpita- ban en las rnSrjenes del Plata, inflamadas por la prensado Montevido, de Entremos y del Brasil. En esas" publicaciones no está Vd. solo; está una emigración entera, que lo apoyaba no solo por la suscripción sino por la inspiración. Pero sucede quo »íu la prensa, como en la guerra, el jefe de su nom- bre a la columna. Especie do epílogo o recapitulación do la prensa arjentina do veinte afios, esas publicaciones le per--03- *necian a Vd. mas por la forma, que por la inspi- 'acion. ¡ ^| cambio de cuestión ha dejado enanas muchas lte'ijencias, que antes descollaban.—Escritores que I Parecían tan luminosos cuando combatían contra Ro- I as> se han mostrado abyectos y pequeños después .8 s« caida. jPor qué razón?—porque antea vestian lo ' J6^0! y hoi aparecen con lo propio. tn efecto, la acusación y el juicio que pesaban con- ra Rosas y su sistema, eran la obra de veinte años ,e discusión, de todas las intelijencias arjentinas, do aprensa y délos oradores de Inglaterra, de la Fran- Pj J'dt l Brasil. Todo el mundo culto había dado 8U Palabra sobre Rosas. El proceso arrojaba luz por to- fas partes. Todos lo sabían de memoria, y los quo , Petian sus medios de acusación contra el tirano, repe- ,a" a Várela, Rivera Indarte, a Abrantes, a Mertigny, a Thiers, a los primeros escritores de la prensa ingle- p y francesa. ¿Qué gracia era hablar bien contra 'osas?—Después de su caída, las pobres cabezas no aQ conocido la orijinalidad de la situación, ni sabi- flo sentar do nuevo las cuestiones, y han hecho apli- t-lciones plajiarias y ridiculas contra los vencedores '10 ,s es lo que persigue la Europa representativa liace 'rt *'Slos- . ia¡r> ¿Cómo tener un congreso libre e independien!0,. los gobiernos do nuestro suelo, o bien sea del . Haje!—Colocándolo en el aire, sin duda; pero cow eso es imposible, so le podría colocar en una isla, <1 siendo arjentina, no estuviese en poder de los nos arjentinos: en Martin-Garcia, v. g. que cuto so hallaba en poder do los franceses. Este fue el cubrimiento político, que Vd. hizo:—colocar el c'1 greso legislativo fuera del país, para que no lopu"1 sen dominar los gobernantes del país. El remedio es eficaz; pero ¿de qué serrina 1¡»0.,, de ese congreso en el país que debía reci birla? ¿Qul£ nes la harían cumplir y observar? Las influencia3 '. cales, temidas como opresoras del lejislador, jD° serian de la lei, venida de suelo independiente? Quiero decir quo el país tendría la cabeza en li^' tad, y el cuerpo en cadenas. Buscando un congreso libre do las influencia9 Rosas, del Paraguaí y del Uruguai, quería Vd. " positarlo en manos do la Francia, tenedora entoUc" de Martin-Garcia, quo debía ser según Vd. capif de esos Estados refundidos en uno solo.—Hoi que busca Vd. libre de la influencia de L'rqtiiza t clel íp| IDKAS FIJAS SOBRE FORMA DE GOBIERNO. — NUEVOS A.MK1"8 _^ Buenos-Aires y sus pruebas.— Insultos contestado*^ Desacuerdos consigo, llamados desacuerdos con orí"*, Política atacada y después recojida.—Sí ARjmor°pf es copia o es orijinal.— Ideas viejas sobre libert*' 3 ix» rios, inmigracion , ferrocarriles, abolicion us xas interiores, poutica esteriou, etc. Valparaíso, febrero de 1853. Andaré breve en esta carta para cumplir antes con V.,—porque espero que en mi crítica s*3'' y respetuosa de su persona y talento, reconozca ' el ejercicio do un derecho, que el talento verdad^*0 respetó siempre cuando se ejerció en su contra-"' Ocupaciones mayores que mi tiempo y mis fuerK*8' me han obligado a emplear el feriado, pasado^0 Quillota, en esta redacción de mero interés polít"3"' —Vd. me lleva la ventaja de vivir en la prensé mientras que yo apenas puedo regalarle toó insta11' te ¡ que me d*'jn el foro. í % . i ««i e H: 5o, *o¡ 1 *n H 'i 1.ft;»ra vezo nunca hablo de mí. Tengo por ridículo y°< como dico Pascal.—El yo 03 odioso, ha dicho fuyere, y permítame agregar que el yo es cul- ¡r '«> cuando la agonía de la patria impone a sus pi i' deber do olvidarse de sí, para pensar en ella. Jüj t')'ar siempre de si parece necesidad emanada I sentimiento de una reprobación universal. Tengo Va"idad do creer que no necesito vivir vindicáu- ome. 1 , ^obespierre y Marat hablaban constantemente de I ^'sinos. Tenian razón, lo necesitaban: debia ha* ar*a tanto mal de ellos. i* sabe Vd. por qué hablo hoi do mí!—por la ne- j^'Uad de defeuder las doctrinas orgánicas, que Vd. Pedido dañar con su anhelo do desconsiderar la ^ona del autor. Después do su odio y do sus ata- p'3 al qU(J lia volteado a liosas, no podia sorpren- ^rme su prevención contra el autor de las Bases i organización para, la República Arjentina, Sus i^u'tos a mi persona, son la bibliografía, que le de- ¿ "u libro, y el apoyo a su doctrina. No lo ha men- eado sino para decir que era hijo de sus escritos. Pífale haró ver quo Vd. padece una equivocación Vd. do un acuerdo tenido conmigo para no ^ciarnos en la política actual do nuestro país. Un •Dpromiso de Vd., obtenido por roí, en su obsequio, f 8upono Vd. común. Las. veinte cartas en que dico haber pedido mi abstención, son veinte pruebas ¡j lue no la había prometido; y mis contestaciones a ílsi «on otros %mte documentos justificativos d« * jamas prometí tal abstención, "fletando abstinencia, mi falta no habría estado tn — 97— 08 escribir, sim en prometer el silencio. Tal ]ir0."lf!j¡ habría sido un abandono rii u cas, que son el anhelo que me hizo salir de la pa ^ esclavizada hace doce años.—¿Debia yo combatir ^ que era ejecución de las ideas de mi libro? {"e . ¿ oponerme al pacto de San Nicolás, aconsejado?! mi libro en sus principales disposiciones? (1) fl**S merecido la risa de todos;—La contradicción Dí> niia, sino de los que hallaron bueno mi libro, y °!eJf! tnblo lo que era deducción práctica de él. Hele» *jj mis Bases; todo lo escrito por mí después de c=s .} bro, es simple desarrollo de la doctrina que Vd. inó su credo. (2) 1s» l i 'l *< I» (1) Véase Bases y puntos de partida, etc., pajinas 131» 148, 163,180,183, 184, 189, 192, 217. . . ¿ (2) En carta particular de 18 do setiembre me escril»* Sr. Sarmiento lo que sigue: „ "Su constitución es un monumento; Vd. hulla qu« es Ia!['. lizacinn de las ideas de que me he constituido apóstol. » (¡¿ j," pero es Vd. el lcjislador del buen sentido bajo las furnia8 '"s la cicucia.'' «» "De todos modos su constitución es nuestra bandera, °a ¿¡ tro símbolo. Asi to tomahoi la república Arjcutina. Yo cr que su libro va a fjercer un efecto benéfico.' "Ka posible que su constitución tea adoptada: es P¡*S¡ quo sea alterada, truncada, pero los pueblos por lo suprffl^ffi o alterado verán el espíritu que dirije las supresiones: sOyj bro, pues, va a ser el Decálogo arjentiuo; y salvo la supr^jj del parágrafo indicado, la bandera de tojos los hombres i ir m \ k. v n ■te— 99 — fer i tntro 1U'S itleas Pract'cas ylas do al" «i>ci "^d de que emanase el del>er de esa abs- *U ,111Cumu"-—V- debia abstenerse, porque pen- ' s°ore Jos hechos, al revés de todo el mundo, y roei«)do eso, lo aconsejaba yo el silencio, eu ob- ''ti- Hbj s" tranquilidad.—Para Vd. escribir era fart' C°n toc'os sus eoropatriotaa. 80 '° probó su I? al jeperal Urquiza? if a amigo común mo pidió el acercamiento con I 'j|o en mi oltsequio,—yo no estaba aislado,—sino. ^ sequj0 de V. quo era el do posición excepcional. a ™niun amigo no mo pidió el abandono de una porque en todo pensaba él como yo y yo ■ IJ todos.—Me aconsejó muchas veces, que no ma ta&e a la publicación do las Bases; que agregase . ai dos, tres y mas publicaciones. I apruebo hui su política de Vd. por las mis U razonoi 1lie mú 'a hicieron desaprobar do j*l'iano en uii libro, que yo siempre he creído quo • "plaudió por bondad mas que por convicción. Íítapoco es de hoi quo desa])ruebo la polí- P|flé Buenos Aires, do 11 do setiembre, tan reco- rdada por Vd.—Desde antes quo existiera la ha- ¡y£ y* desaprobado, en las pájinas 140 y 141 de mis- il *fí. Si Vd. no encuentra oposición entro el siste- L político do mi libro y el proclamado por el go- fr»o de 11 do setiembre, vuelvo a espresarlo mi yJf de quo no conoce a fundo mi libro. ,£°jno ho provocado sus insultos ni su polémica, ^u devuelvo1»su autor estos cumplimientos; no los acepto, ,f iloso cómo pueda aplaudirse con sinceridad la doctrina [*W libro y apoyar al mismo tiempo una política de insu- den y d* guerra.— 100 — cS como Vd. pretende. La última publicación de q1'0^ responsable mi nombre ante el público, es w" |„ de las fiases; y ese escrito de ciencia impersonal ^ podría ser provocación para idiotas o envidios°s> ^ cuyas dos categorías no puedo colocar a Vd.-^^ las ideas que Lace suyas un periódico respond y-4 redacción, no el sospechado autor, que no esta ^ gado a suscribir, como no está el redactor mi*^10^] un periódico. Faltando al buen uso, Vd. ha dad0 ^ Hombréala redacción anónima de los periódi^03 Valparaíso, atribuyéndome un disimulo, de qua tas cartas son una rectificación. tgí jUice Vd. con seriedad que a mí so debo la Pu ^ de su Campañat En ella se lee que fué escrita ffi ver la luz después de caído liosas. Aunque se biese escrito para publicación postuma o de tumba, ¿después del 11 da setiembre la hubiese tenido inédita? ¿Qué publicista saca a luz lo qua be dormir muchos años, por una provocación d°™ riódico? -J^ Dice Vd. que mi lójica es de posición semi-°ficl l que mis escritos son el desempeño do una niisiü,"!„ que un empleo diplomático es el móvil de mis op|B ^ lies conservadoras.—Dos años antes quo Vd. deji,se }. líepública arjoutina, tno habia espatriado yo vül"n ñámente por no sufrir la tiranía.—He pasado cu 8 j( lo estranjero lo mejor do mis años; y este anteced*"^ no me libra do que Vd. vea en el interés do ell1P -,o teda mi moral política. Traduciendo miceloC°j¿ «implo interés egoísta, juo teme Vd. que su Q hablar de patria sea interpretado del mismo modo" «j W/tr* tiene Vd. un 0.° sentido aparte para amar la K*P^ blica con otro amor quo el de sus compatriotas?— 101 — Cuando me felicitó Vd. por el empleo diplomúü- ?° lúe me ofreció el gobierno arjentino y me brindó *d. su cooperación para desempeñarlo, le espresó m> indecisión a tomarlo. Hoí le rovelo a Vd., que nunca estuvo indeciso, y mas tardo sabrá Vd. si lo admití.—No soi empleado, no lo lie pretendido, no quiero serlo. Mi presencia en la prensa debo pro- bárselo mejor que nada. Só lo que un empleado di- plomático debe a su rango para ocuparse de hacer Pamfletos. Cuando yo me decida a servir a la patria en un empleo, contestaré a la prensa con hechos, y "o usaré otro lenguaje. Tampoco he creído nunca qi» rao hallo se en él easo de merecer empleos a eso título. No defenderé mi competencia para ellos, pero sí haré justicia a la Promoción. Convendrá V. en quenoestoi tan a ciegas sobro derecho público internacional, derecho comer- cial y todo lo que en conocimientos doctrinarios y elaciones personales con negociantes y hombres pú- hlcios puede ser útil para desempeñar tratados do co-_ Hercio y de amistad entro Chile y nuestro pais.—No" me hallo implicado por haber defendido a favor de Chile derechos territoriales, que a sor léjítimos en mí KMJ¡ opinión, habría ido a declararlo en la legislatura de mi ¡ pais, no en el paÍ9 estranjerodo mi hospedaje Si esperase yo admitir el empleo, seria una razón ilo mas para anticipar esta critica de sus obras de opo- sición, pues por las instrucciones que ya conozco, de- sempeñándolas lealmento, a cada publicación suya tendría que ofrecerlo mi correo diplomático para di- fundirla en nuestro pais, lijos do peiscguirla: hoi nadie es mas fuerte contra V., qu« V. mismo. I'othoi no deseo empleos que rae aten la mano de escritor. 1— 102 — jQuó me haría anhelar ese empleo, en que Vil. f8 el móvil do mis escritos? El rango?—yo creo que es mayor el de un abogado do una república en p"2» que el do un ministro de una república en anarquía- La luz?—cree Vd. quo la diplomacia la dé a la cien- cia?—El sueldo?—aceptando ese empleo tendría que disminuir mis comodidades y mis entradas, Vd. 1° sabe.—Tengo medios de servir a la patria menos su- jetos a la calumnia, y miras mui sérias en mis escritos para dar a la calumnia un pretesto de mancharlos. \ Eu su Campaña y en los periódicos de Buenos- Aires, me compara Vd. a Girardin, con el fin sin , duda de acreditar la, doctrina de mis Bases.—Yo soi a l^f" ¿bogado de profesión; Girardin es impresor y gacete- i ' ro 'le oficio. Comparar un abobado con un periodista, ! es poco espiritual. Yo no debo ni he debido mi pan cuotidiano a 1» ¡» ^ '{ prensa o a la política; ól vive do la prensa y de la po- lítica. Yo paso mis dias contraído a la lucha del iivo; , -H Girardin pasa su vida en ligas y peleas con los míala* ¿ffV*^ iterios. - Yo visito la prensa por accidento y regalo mis ma- nuscritos a los editores; Girardin so titula La Preste, como otro so ha dicho la prensa de Chile por mu- chos años, y vende sus renglones a! público. Girardin tiene adoración de sí mismo, y el yo no so le cao de la pluma; es mui raro que yo hable de mi mismo. Yo soi conservador aqui y conservador allá,—allá en acción, aquí por simpatía;—Girardin recorre en un año los bandos contrarios, y tan pronto es rojo como conservador, siendo a veces lo uno y lo otro a un mis- mo tiempo.— 103 — Grij-arttln ayuda a subir a Napoleón, y luego que está arriba lo combate; yo apoyó a Urquiza cuando so levantaba contra Rosas, pero no lo ataco por ha- > tar dado en tierra con eso tirano. Ahora pregunto jsoi yo el quo so parece a Emilo GirardinJ (f******»Ja*«^«>? / f»«*, S*a»~U.i*4.C •) Los que sufren allá y no yo, dico Vd., decidirán o-rticulares, su- yos o de su provincia, a entrar en un arreglo defi- nitivo de este triste estado de cosas, que ha hecho del Hio de la Plata la fábula del mundo, y un caos de con/usiony de desastres,* — -Eso decía Vd. en Arjirópolis (cap. 2.°),cn 1850. Visible y realmente aludí» Vd. a Buenos-Aires. Y en 1852, ha publicado Vd. su panfleto, sobro el acuerdo de San Nicolás, para demostrar, eu derecho, que sin la asistencia de Buenos-Aires, seria imposible legal- mente teucr congreso ni constitución da la repú- blica. Pretende Vd. que le he llamado amigo de Bue-/ nos-Aire?. Podía Vd. señalar el lugar en que le hoj dado ese titulo. Podrá Vd. serlo, pero no conozco las! obras que lo acrediten, y, sí, couozco antiguas pala- bras suyas, quo lo hacen dudoso, y modernas que lo hacen mas dudoso todavía. Permítame copiárselas, para que su memoria no crea que invento. Creia Vd. en la perfectibilidad de Ro^as, poro sin que eso estorbe que Buenos Aires venga a ser como la Habana, el pueblo mas rico do América pero tam- bién el mas bárbaro y degradado.* (I) *En vano le han pedido (a Biieuos-Airos) las pro- vincias que les dejase pasar un poco de civilización, de industria y de población europea: una política es tupida y colonial se hizo sorda a estos clamores. Pero (I) F.icut!lo,paj. 16.— 108 — las provincias so vengaron mandándole en Rosas imr clio y demasiado de la barbaria que a ellas les sobraba- Harto caro la han pagado los que decían:—la repú- blica arjentina acaba en el Arroyo dtl Medio.* (1) aTucuman tiene boi una grande esplotacion do de azúcares y licores, que seria su riqueza, si pudiese sacarlos a poco costo de flete a las costas, o permutar- los por las mercaderías europeas en esa ingrata y torpe Buenos-Aires, desde donde le viene hoi el movimiento barbarizudor.... «Pero no bai maks que sean eter- nos y un dia abrirán los ojos ésos pobres pue- blos».... (2) «Ekl! vergüenza de Buenos Aire, os habéis hecho la guarida de todas las alimañas, qlie Taz hace huir del interior! Sin vos, sin vuestros caudillos, la civili- zación europea triunfa entonces definitivamente.» (3) «Diréselo a Vd. al oido, fó de privinciano, porque el pueblo de Buenos-Aires, con todas sus ventajas es el mas bárbaro que existo en América.» (4) Sus escritos de doce años abundan de esto.i con- cfptos con cuya reproducción no molestaré al lector de estas cartas. Tampoco dá Vd. prueba do amistad a ese pueblo, lisonjeando hoi dia sus malas disposiciones de guo- na que debo a liosas, para echarlo contra las provin- cias, como antes empujaba a estas sobro Buenos- Aires. Algún dia so verá quien ha sido en esta época (1) Facundo, púj. 2í!. (2) Facundo, páj. 2S3. (S) Facundo, pS). 195. (4) Sarnñeut», Sud-América, tomo 2, núm. 2.'—Mav> 1.9 da 1851.— 109 — jias amigo de Buenos-Aires: si Vd. aconsejando que llevase la guerra alrededor do la República, o yo n 'jUe encerrada en su suelo local, pidiese el respeto do , . • • Jus autoridades provinciales en cambio del suyo al Jt^} directorio y al Congreso de la República. ri En mis Bases Le probado mi alta preocupación en favor de Buenos-Aires. Después he sentido que fuese fc'la la promotora de la resistoncia al nuevo orden do \ cosas, pues si en lugar suyo hubiera sido Tucmnan, " -- • •a liabria juzgado con doble severidad. Yo no me ,1* ptk> a esta o aquella provincia sino a todas juntas, / Porque solo juntas componen la república. Y en Prueba de mi amor a Buenos-Aires, le debo verda- | \ aunque sean amargas, y no mentiras aunquo * . { 1 *ean dulces. Como yo, han juzgado los hechos ihfi» * ^ s j •litosporteños de honor y da lealtad, a quienes ha [ i 4 'üsputado Vd. el amor al suelo en que ellos nacieron ^ í <*t" y tienen sus hogares, y en quo Vd. estuvo apena* 4 -*-f-* 1 arjontino do las murallas do defonta «1 acercarse '****' Oribe. El otro es el que decia en la legislatura: Ri pre- ciso tener el corazón en la cabeza.» (1) ¡Esperó Vd. a que pasaran doce años y a que yo escribiera el libro do las Bases para hacerme ese ro- , cuerdo} Se lo agradezco, porque mo dá ocasión da V*"" ' romper una arma oculta de la emulación. El sitio se entabló en kbroro de 18 43; yo partí (1) Campalia, páj. -49— 110 — ile Montevideo en el raes do abril, dos meses despu^8 do entablado, no al acercarse Oribe. Los rejistros de su memoria, y no de Montevideo, andan mal en o3'6 ^ punto. Mi ausencia no podía constar de ello?; era un hecho mui insignificante para registrarlo en 8Ínfip*s parte. Yo dejaba el puesto de soldado en la miUcl pasiva que ocupaba como abogado y como enferM0" Lo dejaba porque tenia el derecho do dejarlo.—". deba saber que soi nativo de la República Arje'1'''' na y no do Montevideo, donde estaba accidental' ¡w*,t\_> A mente. La presencia do llosas en el gobierno arjo11' tino me tenia allí. Tampoco debe serle desconoció0 el derecho de tydo estranjero, do ausentarse del p*" que no es el suyo cuando no quebranta contrí»t°' o deberes privados o públicos. {Cual os el dorecb" con que podía Montevideo retenerme allí? ¡yo roe1' bia sueldo? Tenia el fu amigos, como cuando el Congreso Americano y ' que era honesto para un ostranjero.» (1) En esas tres veces V. no ha estado en desacuerdo 'amigo, sino consigo propio. Sobre el congreso ame- 1 *ano, V. me refutó 15 dias, para adoptarme a los 1 ta años, en Arjirópolis. Vd. mo sostnvo que el ea- 'anjero tenia derecho político de injerirse en la9 di- fusiones civiles de pais ajeno, y después adoptó mis 'oses, en que desconozco al estranjero ose derecho lioso al paso que le reconozco todos los derechos ri- fes sin escepcion. Pedir que la Jei sea fácil para dar udadania «1 estranjero, no es pedir que le dó dere- ^ospolíticos antes de sor ciudadano. Darte todos los trechos civiles no es concederle un solo derecho po- lka. Sobre el pacto de San Nicolás estuvimos (I) Campana, paj. 80.Í4.3 ¿11 — 112 — i; «le acuerdo, cuando V. aprobó mis Bases, en qufl c i pacto es propuesto y aceptado: propuesto solaro*0 „ r-----„ r._r —,-------r—r„------ en mi primera edición; propuesto y aceptado en 1»^. gunda edición quij fuó la leida y aplaudida por para impugnar mas tardo su sentido. En mi Memoria de 1844, propuso una polítlf\ americana, y como medio de acordarla, un congi'^V El congreso era un accidente, la política era el foi>'1( Una política se acuerda, o por un congreso o por 1: tos o tratados parciales. Vd. atacó el accidenta ¡guardó el fondo para desenvolverlo en Arjiróf0"' ^ i como suyo. Pudo haber paralojismo en lo acciúV" ' tal de mi escrito, es decir, en lo relativo al congreS<,'m pero yo hacia una tesis universitaria, para toro»* i grado en la facultad do leyes y ciencias política*- L paralojismo es la sal de la tesis. Sin embargo, Cb', E ab»' pedia un Congreso-Americano. El Sr. Bello, pu cista eminente, lo apoyaba. Frías, defendió mi 0 1. moría atacada por V. y Florencio Várela la aplaudifv íQuó política pedia yo en mi Memoria par*\ América del Sud?—la política económica, en vez <•' ^ la política do derechos abstractos; la política que £® tr bierna y mejora por la libre navegación do los no'j ^ por la abolición de las aduanas interiores, por e lf Zolverein al estilo jermánico, por la inmigrac'0!', ^ por los ferro-carriles, por la paz, el comeveio }' ff industria. Esa es la política que proponía yo en 18* e y la misma que he propuesto en 1852 en mis DostS ¡Qué congreso pedí entonces? No congresos de P° litica y guerra, como el de Panamá, suscitado por v° livar contra Europa; sino congresos esconómicos, co"5 gresos comerciales e industríales, como los suscita"^ ¡ or Cobden, en la Europa contemporánea: Congres03•n — 113 — _ N atraer la Europa y no para alejarla. Lo que pe !,te1 entonces a un congreso americano, pido ahora al s¡. Egreso arjentino y a todos los congresos nacionales ' 'a América española. No reclamaré a Arjirópolis, pero vindicaré mi ica tnioria, o mas bien la antigüedad de mis conviccio- s i- .Wp>. gl¡K> liosas, apesardo Rosas y para destruir a Rosas; fw»«*- v |ja Ptra es la de refundir en un solo pais político, el \\.ira¡/uai, la República Oriental y la Confederación fe Dentina.—Estas ideas principales le pertenecen a Jé, fc y asi lo declaro sin perjuicio do los derechos dej-^ 0 ¡a )lías a la invención de la última, jj T.as ideas accesorias do Arjirópolis no diré quo ,0. 'n mias, sino quo yo las escribí seis años antes de 'oS, íribirse Arjirópolis, en la Memoria, quo Vd. refutó, ¿líela cual reproduciré los siguientes párrafos, no í via de ütijio, sino do propaganda de doctrinas, quo )-¿ deben repetir en todas partes, a propósito de todo sn toda ocasión, para que no se olviden de tal modo, iS: e parezcan inventadas cada seis años. )0' lo- Territorios, ipS |u- «El terreno está demás entre nosotros; y la Amó- (C»aa no podrá entablar contiendas por miramientos» a — 114 — c. sin incurrir en el ridículo de esos dos locos ¡guiones Montesquieu supone dueños solitarios de orbe y disputando por límites. «En América el vasto territorio es cansa de de'°r den y atraso: 61 hace imposible la centralización 0* gobierno, y no hai estado ni nación donde haya tí* de un solo gobierno. El terreno es nuestra peste el 1 América, como lo es en Europa su carencia. Chita er0 mas pequeño de los Estados de América, es mas n<-0i mas fuerto y mas bien gobernado que todos. Mas cb>' co que él, es el Estado oriental del Uruguai, y resis'1 a la grande y anarquizada República Arjentina. .» Navegación interior. V'.' \c. «Nuestra navegación so dividirá en oceánica, <]*" 'ir es base del comercio esterior; y mediterránea o »'¡" fju rana, que es el alma del comercio interior para c,cl ¡lo tos estados, y para otros de todo su comercio esterDí % y central. Reglar la navegación es facilitar el leí mienco de nuestra riqueza, cuyo mas poderoso tr culo de desahogo y circulación, es el agua. Se ha" u< mucho de caminos en este tiempo: no olvidemos & ( los ríos son caminos que andan, como dice Pascal. 1,1 % ra hacer transitables estos caminos caminantes, es prl p cisoponerlos bajo el amparo del derecho. Su prop,e i ( dad aparece dudosa para ciertos estados, y su uso fsi< ¡ j sujeto a dificultades. Estos puntos exijen esclarecer3 Sp y determinarse cuanto antes; y nadie mas coin|'c ür tentó que un congreso jeneral para ejecutarlo. 'J ti navegación de los ríos de Sud-América enviH^ y( grandes cuestiones de interés material, entre las 1* i/¡------ ■ -" del ex . e — 115— 'ublicas do la América occidental y las que ocupan U litoral del oriente.» Libertad de los rios. «La ciencia internacional enseña que la nación 'opiotaria do la parte superior de un rio navegable, icf ene derecho a que la nación quo posee la parte in- Wj ¡fior no le impida su navegación al mar, ni le rao- ¡s'e ¡sto con reglamentos y gravámenes que no sean ne- farios para su propia seguridad.» .... «El congre- go Viena sentó está doctrina por base de los regla- mentos do navegación del Rhin, el Ncckar, el Mein ' -¡fósela, el Me usa y el Escalda: hizo mas todavía, Miará enteramente líbrela navegación en todo el íj" "rso de estos rios (son las palabras del Acta de ! , riena), desdo el punto en quo empieza cada uno de El08 8 ser navegable basta su embocadura».....«El K fístula, el Elba, el Pó han sido sucesivamente so- *y letidos, en el uso do sus aguas navegables, al mismo trecho marítimo, por actos firmados en 1815 y 1821. uede, pues, sentarse que la Europa ha reconocí- Q la libertad casi completa de sus rios navegables. a América del Norte consagró este mismo principio propósito de la navegación del Missisipi en la ópo- P1* I (1792) en que poseedores los Estados Unidos do parto superior do este rio y su orilla izquierda, la paña era dueña do la boca y ambas riberas infe- ores. No habría razón, ¡mes, para que la América ti Sud no consagre esta misma doctrina en sus yes de navegación mediterránea. Ella debe dar ab- orí ift, ' I f 'luto acceso al tráfico naval de sus rios, en favor — 110 — de toda bandera americana y con cortas limitaciones de cualesquiera otra bandera, sin esclusion. «La frecuencia de la Europa en nuestras costas m»' rítimas ha sido benéfica para la prosperidad ameri- cana; ¿por quó no lo seria también su internad0" por el vehículo de nuestros rios? Yo veo todavía cn nuestros corazones fuertes reliquias de la nversi"" con que nuestros dominadores pasados nos hieie'0" ver el ingreso de la Europa en el seno de iiuesti0 continente monopolizado por ellos: prohibiciones odio- sas establecidas en oprobio nuestro y para provee''0 de! tráfico peninsular, que queremos mantener co»10 leyes eternas do nuestro derecho do juntes privad0'* Comercio internacional. «Este punto conduce a otro de los sérios asui>t°9 do que deba ocuparse el Congreso Americano: el »or aquí para concluir por la completa realización de las sublimes promesas deór- den político contenidas en los programas de la revo- lución. El nuevo congreso, pues, no será político sino accesoriamente: Su carácter distintivo será el de un congreso comercial y marítimo, como el celebrado modernamente en Viena, Stuttgar, con ocasión da Ja centralización aduanera de la Alemania» .(Zol- verein.) Enemigos internos de América, «Los actuales enemigos de la América están abri- gados dentro de ella misma; son sus desiertos sin ru- tas, sus ríos esclavizados y no esplorados; sus costas despobladas por el veneno de las restricciones mezqui- nas, la anarquía de sus aduanas y tarifas; la ausen- cia del crédito, es decir, da la riqueza artificial y espe- culativa, como medio de producir la riqueza positiva— 118 — y real. II¿ aquí los grandes enemigos contra los que el nuevo congreso tréne quo concertar medidas dé combate y persecución a muerte....» «La unión continental de comercio d*be, |>nes, comprender la onifbrrttidad aduanera organizándose poto mas o menos sobre el pié de la que ha dudo prin- cipio, después de 1830, en Alemania y tiende a vol- verse europio.. En ella debe comprenderse la aboli- ción de los aduanáis interiores, ya sean provinciales va nacionales, dejando solamente en pié la aduana marítima o esterior.» a Hacer de estatuto americano y permanente,/" uniformidad de monedas, de pesos y medidas quo heñios heredado do la España. La Alemania está ufana du haber conseguido uniformar estos intereses, cuya anarquía hacia casi imposible el progreso de su comercio,! Caminos, jiostus. . «La construcción de un vasto sistema de caminos internacionales) a espensas reciprocas, que, trazados sobre-datos modernos, eoticilieu la ecotiothi», la pron- titud y todas las nuevas pxijenc'ras del moderno réji- meii de comunicación y fose interior: M'posta psíMIOÍ o de Estarlo a Estado, consecueneia precisa del esta- blecimiento de nuevos vinculóse int■ re?e»joncrale?, sometida a un imjiutsto vínico y continental: l>é aquí dos objetos mas dignos do particular atención por paite del congreso.» — 110 — Política con la Europa. «Fn cuanto a ta política con la Europa, ella Jebe ser franca, porque no está en el caso de temí)'; mas propia para atraerla que para contenerla: paciento y blanda, mas qué prbvoejitivoi modesta', como su edad: parlamentaría mas bien <\a<¡ guerrera: la civi- lización y no la yloria militar, es su yran necesidad, y en ello yanará con el rose inalterable de la Europa: no Jebe abusar de su derecho de eseonnudcacioii, mi poder do resistencia aega'tjváj áci.i al europeo, • |uj el misino europeo jeneroianunto, I» lia d¡ido a euiiueer pues en tales escomunicueJ eüa lio pierda liiciios que c! eseluido.» Neutralidad iltl comercio. «Volviendo a los objetos de mero interés fiujérSea* no, de (¡noel Congreso deba Ocuparse, no bastrnú prevenir la guerra, desterrarla en lo posible; sene nece- sario sujetarla a un derecho y a formas nuevas en los rasos en ejue fuere inevitable. Si es rcce-saiio que por largo tiempo sea ella un rasgo éarséteristííi) de la vida americana, démosla a lo menos Úttti forma que ln haya minos capaz de destruir el proyrtso del co- mercio y la riqueza de los Nuevos Estados; hayamos hasta cierto punto conciliable su presencia con la da la prosperidad mercantil e industrial, dundo a estos intereses cierta neutralidad que los substraiya a los malos efectos de la yuerra.n «Uno de los medios de llegar a esto fin en la guerra— 120 — de mar, será la supresión del corso, declarado pira- tería con tanta razón por los poderes marítimos mas respetables. El comercio es el grande aliciente que estos países ofrecen al estranjero, y su mas grande instrumento de población: hagamos, pues, do modo que él subsista inviolable, como un medio reparador de las devastaciones operadas por la- guerra,* Población, colonización. «Lospueblos de América habitamos un desierto in- conmensurable. Es necesario escapara la soledad,po- blar nuestro mundo solitario. La colonización, es un gran medio de llegar a este resultado; pero en medio que despierta recuerdos dolorosos. Sin embargo, como quiera que haya sido el carácter del empleado por la Europa en los pasados siglos, a él le debemos nuestra existencia; y a él es posible que deban su ser en lo futuro millares de pueblos americanos. No le escluya- mos, pues, de nuestros medios de civilización y pro- greso. Si no le podemos emplear nosotros, dejémoslo usar por los que pueden hacerlo. Propongamos mo- dificaciones en su ejecución; esto entra en nuestro de- recho; pero no la pongamos trabas absolutas, porque esto sale de nuestro poder.» «Tengamos prudencia y tratemos de promover lo que talvez puede obrarse a nuestro despecho. El mun- do social necesita espacio: nosotros le tenemos de so- bra: podremos rehusárselo impunemente?» Política esterior, inmigración, caminos de ferro. «Otros pueblos podrán tener en su seno los jórme- nes de su prosperidad: los de América desgraciada- mente los poseen fuera, y de fuera deben entrar los— 121 — manantiales do su vida. La Metrópoli no plantó en ellos semillas de progreso, sino de estabilidad y obe- diencia. La vida estertor nos debeabsorver en lo futu- ro. En ella somos inespertos, porque hemos sido educa- dos eh la domesticidad colonial y para la vida privada y de familia. Dejemos que nuestros pueblos empíezen su grande aprendizaje. La necesidad de esta nueva tendencia se revela por e! movimiento normal de las cosas. La América, de íntima y mediterránea que antes era> ahora se hace esterna y litoral. Habia sido hecha para vivir en reclusión y se la hizo habitar lo mas central de nuestro suelo: desde su entrada en el mundo, ha salido a las puertas para recibirlo. Los pueblos mediterráneos si quieren prosperidad en ade- lante, que aguarden a los tiempos de los caminos de fiirro: por ahora, bienaventurados los que habitan la orillas de los mares, parque solo ellos 2>itedcn ver la cara del mundo, y recibir con su contacto el espí- ritu de su vida moderna.—Veamos lo que paja en Chile, lo que pasa en el Plata: Santiago, apenas se acrecienta en tanto que Valparaíso se duplica: Potosí, Córdoba, se despueblan en tanto que Montevideo se hace capital do Estado, y Buenos-Aires recibe de las aguas del Plata, barcadas de hombres que cu- bren en el acto los claros que hace el cañón do la guerra civil. A la vida esterior y jeneral, sí; que el feudalismo, quo ol espíritu do aldea nos ahoga por todas partes.» K*, que dejo trascritas, no son tomadas lis, ni do Sud-América, ni do la Cróni- Estas idea- do Arjirópo/is ca, sino do la Memoria sobre el congreso americano, quo escribí ocho años untos do ésas publicaciones da VJ., y qoé V'l. atacó con tanto encarnizamiento co- mo si fueran ¡dea» inquisitoriales; y no eran, coino.se vé, sino las ideas que Vd. ha adoptado n.as tarde, y que son el fondo de mis Bases. La navegación de los rk)S de Stid-Ainérica, pon- Sarniento que ha ocupado de largo tiempo a los go- biernos de América y de Europa, a publicistas J viajeros de ambos mundo*; que ha sido objeto de discusiones y esploraeiones cientiSeasy de guerras ci- viles en nuestro mismo país, ha sido disputado por V. al jeneral Urquiza, como idea orijiual suya, dando el primer ejemplo de u i escritor que acusa a nu gobierno de que realice lo bueno que él propone. liabrfi mucho de V. en mis Busci Tomando lo qiíé Labia en el buen sentido jeneral de esta época, habré tomado ideas a todos, y de ello me lisonjeo, porqii < no he procurado separarme de todo el mundo, sino es- presar y ser eco de todos, .l'ero creí* no hahercopiad ) a nadie tanto como a mi mismo.—Las fuentes y ori- jines de mi libro de las Bases, sor.: Preliminar al estu- dio del derecho, de 1So7; mi palabra simbólica, en el credo de la Asociación Mayo,'ds 1838; el Nacio- nal,da Montevideo, de 18S8; Crónica de la Revolu- ción de Mayo, de 1838; el Porvenir, de 1830; Memo- ria sobre un congreso americano, 1844; Acción de ligo twsotr'oi porque los fres ■ rtductorcmV. esa ciencia se bailan en el campo, c|iiu FVA.combat".—Echeverria no vive, pero sn csplrilu eí-tá con nosotros, no con Vd , | tengo de ello pruc- I bas póstunias, . «A ¿f tet.: /¿"t ^te ttpf*. / ' / / ~y' / / "7*" ^ / . ' , ' / y? ¿-1 TÍ »* ¿z* *m y ¿y , y ^7 ^PVAs&e&^aJet^ p. / / / y- ' /' Creí. en;.