7f. ¿4 szS 7' - 7 :jr P ¿5 v \- MEMORIA HISTORICA (/ ) A. . V "lC^ ' SOBRE (§r | LOS DERECHOS DE ¡SOBERANIA Y DOMINIO DE LA A LA PARTE AUSTRAL BEL CONTINENTE AMERICANO, COMPREN- DIDA ENTRE LAS COSTAS DEL OCEANO ATLANTICO Y LA GRAN CORDILLERA DE LOS ANDES, DESDE LA ROCA DEL RIO DE LA PLATA HASTA EL CARO DE HORNOS, INCLUSA LA ISLA DE LOS ESTADOS, LA TIERRA DEL FUEGO, Y EL ESTRECHO DE MAGA- LLANES EN TODA SU EXTENSION. POR MIEMBRO DE VARIAS SOCIEDADES LITERARIAS, EN EUROPA Y AMÉRICA. BUENOS-AIRES,V li O E M I 0. Uno de los deberes mas inexcusables del Gefe de un Estado es liaccr respetar los títulos de soberanía del país que preside, conservar la integridad de su territorio, mantenerlo en el goce de todos sus privilegios. Cualquier descuido en la defensa de estos derechos, lo baria bajar del puesto eminente á que lo han elevado los sufragios de sus conciudadanos, y entregaría su nombre al desprecio y á la maldición de la posteridad. Cuan distinto hubiera sido el resultado de las guerras que han asolado el mundo, si todos los gobiernos, penetrados de este deber, se hubiesen resistido al ospíritu de conquista que los amagaba! Sin buscar en los tiempos pasados lo que puede la firme resolución de un pueblo decidido á no dejarse arrebatar su independencia, nos bastaría recordar la heroica oposición de los Españoles á los ejércitos que los habían agredido, cuando las de- mas potencias se humillaban ante el genio y el poder del Gran Capitán de la Erancia. Uno de los mayores peligros que corren las naciones,es la am- bición de sus vecinos que, cuando no.enciende de pronto la guer- ra, la prepara; y hace inevitable, aunque á veces sin provecho pa- ra ellos mismos. Y sin embargo tan seductora es para algunos la idea de ensanchar los límites á que deberían circunscribirse, que sin detenerse en las enemistades que provocan, ni en los males que causan, se lanzan, con una audacia incomprensible, a empresas que ni pueden justificar con razones, ni sostener por la fuerza. En- tretanto estas tentativas malogradas alteran las buenas relaciones que tanto importa conservar entre estados amigos, inspiran re-celos, y dejan impresiones profundas que no siempre es dado borrar, por grande que sea la moderación de los gobiernos, y el carácter bondadoso de los pueblos. Esta es la ingrata situación en que se encuentra la Confe- deración Argentina, por la ocupación de una porción de su ter- ritorio por parte de una República hermana, que nunca se apartó de los principios de justicia tan firmemente seguidos bajo la ilustrada administración del General Bulnes, y pro- clamados por su antecesor en la guerra contra el General Santa Cruz. No tenemos á la vista el decreto de erección del Fuerte de Bulnes, levantado en el centro del Estrecho de Magallanes; pero ateniéndonos á lo que hallamos en un documento oficial, debemos creer que esta usurpación de una parte del territorio Argentino, es el resultado de un error, que aun así -no basta á disculparlo. Ponderando el Ministro del interior del Gobierno de Chile, en uno de sus informes al Congreso, la influencia, que tendria en lo venidero, sobre la prosperidad de la Repú- blica, el facilitar y asegurar la navegación del Estrecho de Ma- gallanes, dijo, que por este motivo "era de evidente urgencia "posesionarse formalmente de ese punto extremo del territorio "Chileno, antes que alguna nación Europea, apreciadora de su "importancia, hiciese flamear allí su bandera. (1)" Si realmente el Gobierno de Chile ha creído que sus dere- chos territoriales se extendían hasta el Estrecho de Magallanes, este error lo ha arrastrado á un ataque muy brusco contra las prerogativas eminentes de una nación amiga, y debe agrade- cernos el cuidado que tomamos de ilustrar su conciencia, pre- sentándole con fidelidad, aunque en resumen, los títulos de so- beranía de la Confederación Argentina sobre esa parte extre- ma de su territorio. Fundaremos nuestros asertos, no en hipó- tesis ó conjeturas, siempre vagas y disputables, aunque vestidas de formas brillantes, sino en datos auténticos, en declaraciones explícitas del poder que por mas de tres siglos estuvo en pose- sión tranquila de estos vastos y valiosos dominios: y para no multiplicar inútilmente las pruebas, escogeremos entre las in- finitas que podríamos alegar, las mas irrefragables y convin- centes. Lo único que nos permitiremos agregarles, será el re- cuerdo de los inmensos sacrificios hechos por Jos Gobiernos de Rueños Aires, antes y después de la dominación Española, para llenar los deberes anexos al carácter de dueño absoluto y perpetuo de esos parages. Prescindiremos de los detalles de su descubrimiento, que <1) Memoria de) Departamento dcl^¿AÍI«líí^pngre8o Nacional, del dia 12 de Sep- tiembre d« 1846. ^?5¿v^1jl\ se encuentran en todas las obras que tratan de la conquista de América, y nos limitaremos á demostrar que todos los trabajos, que se emprendieron para reconocer y colonizar las costas de Patagonia, la Tierra del Fuego, y el Estrecho de Magallanes, son debidos á la actividad y al celo de las autoridades que pre- sidieron las Provincias del Rio de la Plata. Cuando el Gobierno de Chile luchaba sin fortuna con las tribus belicosas de Cau- polican y Eautaro, y le era imposible evitar la destrucción de to- dos sus establecimientos, desde la Concepción hasta Valdivia, Las tropas Argentinas, guiadas por sus primeros magistrados, penetraban con arrojo en los puntos mas retirados de las Pam- pas, desafiando el poder y la ferocidad de sus moradores. Con igual resolución extendían sus conquistas los Misione- ros, amparados por la fuerza pública, que por órdenes expresas y repetidas del Gobierno Español, les franqueaban las autorida- des de estas Provincias.....Pero no debemos invertir el órden na- tural de nuestro trabajo, y antes de hablar de los servicios pres- tados por los Gobiernos de Buenos Aires, queremos hacer la exposición de sus derechos, yá que han sido desconocidos y atro- pellados, PRIMERA PARTE. exposición i>r ros hechos. Los derechos que tiene la Confederación Argentina sobre la parte austral de estas provincias, hasta el cabo de Hor- nos, incluso el Estrecho de Magallanes, desde el Cabo de las Vírgenes, en el Océano Atlántico, hasta su desemboque en el mar Pacífico, le han sido transmitidos por el que los poseía co- mo primer descubridor y ocupante; y para disputárselos, habría que negar los que ejerció sin contestación la España so- bre todas sus antiguas colonias, sin exceptuar los que ha invoca- do, é invoca el Gobierno de Chile, para dominar su propio ter- ritorio. Cuando la América so levantó en masa para sacudir el yugo de la metrópoli, no aspiró sino á ser libre. La guerra que sostuvo no fué de conquista, sino de independencia, y bajo este nombre, la ha registrado la historia. Todos sus sacrificios fueron generosos, como lo era la cooperación que se prestaban mutua- mente los pueblos para salir de la opresión en que habían gemido por tantos años. Los Argentinos combatieron, y triunfaron de los ejércitos Españolas, en Chile, en el Perú, y hasta en las fronteras de Co- lombia, y cuando vieron afianzada la suerte de sus hermanos,— 6 — volvieron á sus hogares sin pedir premios, y sin mencionar si- quiera los sacrificios que habian hecho para libertarlos. No hace mucho que el Gobierno de esta provincia, tan so- brecargado de gastos, tuvo que reembolsar una cantidad crecida á un comisionado de la República do Chile, al que había garan- tido el pago de dos buques de guerra que fué á buscar á Jos Estados Unidos, para, contribuir á Ja emancipación de aquel Estado. Cuan legítimos, eminentes y privilegiados fueron estos dercclios de España sobre todas las partes del nuevo conti- nente, descubierto y conquistado por sus firmas, no es materia de controversia, por estar consignados en los anales políticos y diplomáticos del mundo. La extensión, y la celeridad de estas conquistas no le permitieron someterlas igualmente á la in- fluencia benéfica de las leyes, mientras duró la lucha con los aborígenes, que á petar de su estado salvage, le opusieron una tenaz resistencia. El primer objeto del conquistador fué vencer estas dificultades, y establecer centros de población y de fuerza para afianzar la conquista. Lo demás debía ser obra del tiempo, y del desarrollo natural y progresivo de estas colonias. Muchas causas se opusieron á estos progresos, algunas de ellas debidas á la época de su creación, otras al carácter de sus fundadores. Los principios que dominaban entonces en los varios estados de Europa, sin excluir lo» mas adelantados, nada habian perdido de la asperidad de los siglos anteriores, y la barbarie, la superstición, la ignorancia, se disputaban el impe- rio del orbe. El espíritu de caballeria, que hubiera podido suavizar estas costumbres, contribuyó á pervertirlas, por los vicios que fomentaba en las clases elevadas, y la nul.'dad á que condenaba las humildes. El feudalismo hizo de la sociedad el patrimonio de unas cuantas familias,que partían con el soberano y el clero, todos los honores y los provechos, sin dejar mas lugar al pueblo que el de proletarios y esclavos. Las guerras de religión habian exaltado los ánimos, y familiarizados los hombres con las escenas de inhumanidad en que se hacia con- sistir el heroísmo; y tal era el trastorno de las ideas que los monarcas españoles creían llenar un acto de piedad asis- tiendo á los autos de fe, para dar gracias á Dios del buen éxito de sus guerras. Los conquistadores del Nuevo Mundo, que miraban como una necesidad la destrucción de todo cuanto encontraban, no pusieron ningún esmero en reedificar loque habian destruido, y aun cuando lo hubiesen deseado, no tenian á su disposición los elementos que se necesitaban para realizarlo : porque, ni la po- •— 7 — blacion de Europa era exhuberante, ni el espíritu de emigración se había apoderado de las varias clases de Ja sociedad, que prefe- rían la oscuridad de su hogar doméstico á las promesas mas brillantes de la fortuna fuera de su patria. Ni eran estas las úni- cas trabas que so oponían al espíritu de colonización. Desde ta muerte de Fernando y de Isabel la Católica, hasta la exalta- ción al trono de Carlos III, es decir en el largo período de dos y medio siglos, la España fué casi exclusivamente ocupada en mantenerse á ta altura á que la había elevado el genio de Carlos V. La abdicación de este gran rey puso en las manos inex- pertas de su hijo la suerte de los vastos estados de la monar- quía española, y por ingentes que fuesen sus recursos, no siem- pre bastaron á cubrir los gastos aun mas excesivos del erario. La reunión de Portugal á España, la sublevación de los Países líajos, la expedición de una grande armada contra Inglaterra, la protección acordada á la liga en Francia, y las guerras con- tinuas é interminables contra la Turquia, la Holanda, y casi todos los príncipes protestantes de Alemania, hicieron del reina- do de Felipe II una de las épocas mas agitadas de la España. Decaída de su grandeza, no tardó en expiar las faltas de sus gobernantes ; las qüe agravaron después los sucesores de Felipe II, por la expulsión de los Judíos y de los Moros, que la privaron de las riquezas y del trabajo de una parte considerable de sus habitantes. El poder colosal, que sin aliados y sin amigos,habia humilla- do á la Francia, contenido los progresos de la reforma en Ale- mania, la ambición de Solimán en Turquia; la voz que había si- do oída con respeto en la dieta de Worms, en las conferencias de Canibrai, de Katisbona, y hasta en el gran Concilio de Trento; la espada que habia pesado tanto en los destinos de Eu- ropa en tiempo de Carlos V, no pudieron sostener sus conquistas en tiempo de Felipe IV, que tuvo que renunciar á la posesión de las Provincias Unidas, y devolver el Portugal á la casa de Dra- gan z a. La regencia de Ana de Austria en la minoridad de Carlos II, no hizo mas que aumentar los males de la monarquía Espa- ñola. Humillada por Luis XIV, abandonada por la Inglaterra, hostilizada por la Holanda, no pudo sustraerse á las duras con- diciones que le fueron impuestas en Aquisgran y Nimega, y su rey recibió como un favor la paz y la mano de una hija del rey de Francia. Después de la muerte de esta princesa, con los vín- culos de familia se aflojaron los de amistad, y la España entró en la liga de la Europa, para oponerse á la ambición de Luis XIV. Esta determinación le atrajo la guerra en sus propios es- tados. Los Franceses pasaron los Pirineos, y después de haber bombardeado á Alicante, amagaron el Aragón, invadieron unaparte de Cataluña, y se apoderaron de su capital Barcelona. La paz de Riswick puso fin á tantos desastres. El cardenal Portocarrero decidió el rey á llamar un princi- pe Francés á sentarse en el trono de España y de las Indias, y veintidós coronas se reunieron sobre la cabeza del jóven duque de Anjou, nieto de Luis XIV. La muerte de Carlos II, que se verificó aquel mismo año, fué la señal de una guerra que abrasó á toda la Europa, habién- dose declarado contra su testamento el Emperador de Alemania,la Ynglaterra, la Holanda, Portugal, la Prusia, la Saboya, reunidos por-el tratado conocido bajo el nombre de la grande alianza. Los primeros generales del siglo, al frente de ejércitos nume- rosos, y como nunca los habia visto la Europa, combatían con varia fortuna en España é Italia; y mientras el Príncipe Euge- nio destrozaba las tropas francesas en Carpi y Chiari, el Duque de Bervvick se coronaba de laureles en Almanza, y el Duque de Vendóme en Villaviciosa. Estos sucesos hicieron sentir la necesidad de una paz, que fué firmada en Utreque, y que costó á España el sacrificio de sus posesiones en Italia. El espíritu inquieto y audaz del cardenal Alberoni, no pudo conformarse con este abatimiento, y desde que fué llamado á los consejos del rey, pensó en levantar la monarquía de la nulidad política en que la había hallado. Arbitro de la voluntad del rey, y disimulando el objeto de la reorganización y del aumento de las fuerzas terrestres y marítimas del estado, entró en negocia- ciones secretas con los príncipes italianos, á quienes prometió sustraer de la influencia austríaca, como aspiraba á librar á la España de la preponderancia de la Francia y la Inglaterra. Pe- ro, prevenido en estos manejos, sucumbió al poder de sus ene- migos, y la desgracia de este ministro fué seguida de la abdi- cación del rey, y de la paz de Viena, que quitó á la España el cetro de Ñapóles y de Sicilia, con sus últimas pretensiones sobre el Milanés y los Países Bajos. La muerte del Emperador Carlos VI volvió á encender la guerra en Europa, en la que tomó parte Felipe V, sin prever que moriría con el desconsuelo de no alcanzar su término. Bajó al sepulcro con el presentimiento de mayores desastres para la monarquía Española, que dejaba en desquicio á un Prín- cipe débil é hipocondriaco. Su sucesor, en sus raptos de me- lancolía, solo hallaba algún alivio en el canto, y este servicio hizo de un histrión (2) su primer ministro y confidente. Nin- gún hecho memorable señaló el reinado de Felipe VI, que me- (2) Farinelli. reció el dictado de sabio, solamente porque no babia aumentado las desgracias de España. Su heredero, Carlos III, subió al trono con otras ideas, y con mejores auspicios» Como guerrero habia hecho sus prue- bas en la conquista del reino de Ñapóles; y como adminis- trador, en el modo de gobernarlo. Príncipe virtuoso, humano, benéfico, en quien la falta de instrucción era suplida por un corazón puro y una mente despejada. El primer acto de su gobierno fue renovar el pacto de familia , que lo reconcilió con la Francia. Esta alianza lo obligó á acompañarla en sua. guerras contra la Inglaterra; y fueron los recelos que le infun- día la ambición de esta potencia, que nunca habia abandonado la idea de desplegar su supremacía en los mares, que llamaron la atención de la Corte de Madrid á la defensa de sus posesio- nes ultramarinas. Hasta entonces se habia limitado á recomen- dar á sus delegados la conservación de sus dominios, y de man- tener en su dependencia á las tribus que los habitaban. Se pro- puso también, desde los primeros tiempos de la conquista, hacer ocupar los puntos mas des* mparados de la costa, y con este ob- jeto varias expediciones se habían organizado en los puertos del Perú y España. Una de las mas mentadas fué la que salió del Callao en 1579, para reconocer y poblar el Estrecho de Magallanes. Es imponderable el celo con que su gefe, el capitán Pedro Sarmien- to de Gamboa, registró todos los senos, sondeó todos los puer- tos, y exploró todas las costas, de las que hizo una minuciosa descripción en su diario. "Son innumerables, escribe con verdad un escritor acreditado, (3) las islas que descubrió y de que tomó posesión." Esta era una de las obligaciones que le impuso el vi- rey en sus instrucciones, (4) y que fueron llenadas con todas las formalidades que se acostumbraban entonces. El mismo Sarmiento, al dar cuenta de uno de estos actos, dice—"Se enar- "boló una cruz alta, que todos adoraron con mUcha devoción, "y cantóse el Te Deum laudamus de rodillas, y con gran regoci- jo dieron gracias á Dios, conociendo las mercedes que de su "divina gracia habíamos recibido. Esto hecho, el capitán supe- rior Pedro Sarmiento se levantó en pié, y echando mano á una "espada que tenia en la cinta, dijo en alta voz en presencia de "todos—Que le fuesen todos testigos, como él, en nombre de la Sa~ "era, Católica, Real Magostad del rey Don Felipe, Nuestro Señor, "rey de Castilla y sus anexos, y en nombre de sus herederos y suce- "sores, tomaba posesión de aquella tierra para siempre jamás. (3) Argensola—Historia de las Molucaa. T.ib. 3.°. (4) Art. 8. ° —"A donde quiera que llegáredes y saltáredea en tierra, tomareis poeeaion "en nombre de S. M., de todas las provincias y tierras y partes, adonde llegaredes, haciendo la "solemnidad y autos necesarios, de los cuales darán fé y testimonio, eu pública forma, los eecriba- "nos que lleváis. 2— 10 — "Y en testimonio de ello, para que los presentes tuviesen "memoria, con la espada que tenia en la mano, cortó árboles, "ramos y yerbas, mudó piedras, y de ellas bizo un mojón en se- dal de posesión." Hemos recordado estos detalles para contes- tar de antemano á los que, no sabemos con qué fundamento, han pretendido, que ningún caso debia bacerse de la bula de Alejandro VI, si no babia actos explícitos de posesión que la acompañasen. Estas tomas de posesión fueron repetidas en varios puntos del Estrecho, dejando declaraciones escritas y enterradas al pie de las cruces que levantaban. El virey Toledo, en la carta que escribió al Gobernador del Rio de. la Plata, para recomendarle de prestar á Sarmiento los auxilios que pudiese necesitar, y de transmitirle sus comuni- caciones, se quejaba amargamente del Gobernador de Chile, que lnibia omitido informarle de la llegada de un corsario Ingles al . puerto de Santiago (así está escrito), "donde habia robado un navio con cantidad de oro, ademas de otros robos en todas aquellas costas." Poco antes de desembocar al Atlántico, observó Sarmiento j un parage muy angosto al que llamó Angostura de Nuestra Se- ñora de la Esperanza, y que le pareció á propósito para dominar el Estrecho, por no tener mas que media legua de ancho, en el espacio de tres leguas, y con barrancas altas por los dos la- dos. (5) A su llegada á España, presentó Sarmiento la relación de su viage á Felipe II, que se hallaba entonces en Badajoz, y so empeñó en probarlo la necesidad y facilidad de asegurar esta comunicación entre los dos Océanos. El rey abrazó estas ideas, á pesar de la tenaz oposición del Duque de Alba, personage in- fluyente de su corte, y puso á disposición de Sarmiento una es- cuadra de 23 naves con 2500 hombres, para establecer fuertes y poblaciones en el Estrecho de Magallanes. Nada prueba me- jor la importancia que se daba entonces á la ocupación de aquel punto, que la fuerza, comparativamente excesiva por aquel tiempo, de esta expedición. Colon, al cabo de ocho años de di- ligencias y súplicas, apenas pudo conseguir tres buques para em- prender el descubrimiento que anunciaba: su competidor, Ame- rico Vcspucio, siguió sus huellas con cinco: Vasco de Gama se lanzó á la conquista de la India con tres: Cortes á la de Méjico con diez; y Magallanes, que descubrió, y dejó su nombre á este Estrecho, no tenia mas que cinco buques, y 230 hombres de tri- pulación. Pero, sea la contrariedad de los vientos, sea la imperio (5) El Capitán Filz Koy, en su último viage de exploración, le llamó firtt narróte, (primera angostura.; — 11 — cia délos pilotos, ó lámala inteligencia que desde el principio se manifestó entre el gefe de la escuadra y el de la expedición, de este inmenso armamento, y de cuatro buques mas que se le agregaron después de su salida de España, apenas cinco llegaron al Estre- cho con 530 hombres de equipage. Se malogró pues una oca- sión tan propicia para echar en aquellas costas los cimientos de un grande y sólido establecimiento. El mal éxito de las poblaciones cíe Sarmiento hizo caer en descrédito estas empresas, á lo que contribuyó también el des- cubrimiento de un nuevo paso, por las tierras de los Estados y del Fuego, que pareció preferible al Estrecho de Magallanes. Cesaron pues las expediciones marítimas, y empezaron las terrestres, que fueron encomendadas al celo de los Gobernado- res de Buenos Aires. Un antiguo escritor ha dejado consigna- do en su obra los motivos de esta preferencia, que justificaba, por otra parte la posición geográfica de estas provincias. "Esta "empresa, dice el Dr. Xarque, es mas fácil desde Buenos Aires, "porque está libre de las serranías insuperables, que cierran el "paso desde Chile: por lo cual ha mandado S. M. que el Provin- cial del Paraguay envié los Misioneros competentes, y que á "estos les hagan escolta los soldados españoles de Buenos Aires "que parezcan necesarios" (6) Y efectivamente la Gran Cordille- ra, en sus últimas ramificaciones, se presenta como un obstáculo insuperable entre Patagonia y el antiguo reino de Chile, cuyos límites no se extendían al sud mas allá del archipiélago de los Chonos. El P. Mascardi, uno de los mas intrépidos misioneros que haya tenido la Compañía de Jesús en estas regiones, tuvo que abandonar el proyecto de predicar el evangelio entre los Puelches y los Poyas, pueblos comarcanos que habia juntado en la reducción de Nahuelhapi, y sin embargo separados por pre- cipicios impracticables. Los Gobernadores de Buenos Aires no habían necesitado estos estímulos para someter las tribus belicosas que poblaban una gran parte de su territorio, y son memorables en los anales Argentinos, las dos expediciones que bizo personalmente el ade- lantado Iíernandarias de Saavedra, en su segundo gobierno, para descubrir los Cesares y debelar los Pampas. Otras acometie- ron algunos Gobernadores del Tucuman, cuyo recuerdo nos ha conservado la historia. La mas antigua es la que preparó Gon- zalo de Abren en 1578, y que no pudo realizar por la insurrec- ción de los Indios del Valle de Calchaqui. Otra emprendió Gas- par de Medina en 1589, á la que se asoció el venerable P. Alonso de Bárcena, que tanta fama adquirió después por sus trabajos (6) Insignes Misioneros de la Compañía de Jeaus, en la Provincia del Paraguay—Fam piona, 1G87, pág. 424.— 12 — evangélicos; y á las de Hernandarias de Saavedra que acabamos de nombrar, sucedieron Jas del Licenciado Luis Peso, teniente del Gobernador del Tucuman en 1609, y de Gerónimo Luis de Cabrera en 1622, antes que fuera llamado al Gobierno de la provincia de Buenos Aires. La falta de un plan combinado, la ignorancia del terreno, la exigüidad de los recursos, de que podian disponer separada- mente-los Gobernadores de las provincias, siempre agitadas por sus convulsiones intestinas, suspendieron por algún tiempo estas empresas, que solo recordamos como un testimonio anti- cipado de los extensos límites de la jurisdicción de los Gobiernos del Rio de la Plata. Pero en 1671, el Gobernador de Buenos Aires, que lo era entonces el Maestre de Campo D. Andrés Robles, recibió órden de la reina Ana de Austria, regente del reino en la minoridad de su hijo Carlos II, de acordar con el Obispo de su diócesis, y los Gobernadores y Obispos de las demás provin- cias, las medidas mas eficaces para reducir á los indios que llaman Pampas, (7) y se dispuso á llenar personalmente este encargo, cuya responsabilidad partió después con su propio hermano D. Manuel Robles, á quien confió el mando de una fuerte división que salió de Buenos Aires en Diciembre de 1677. En unajunta, á la que asistió el Obispo y el Cabildo se- glar de esta ciudad, se trató del modo de llevar á efecto Jas disposiciones reales: pero, por un cambio que sobrevino en el gobierno, todo quedó suspendido hasta el ano 1681, en que se reencargó al Gobernador D. Joseph de Garro, sucesor de Robles, la conversión de los Pampas, reduciéndolos á poblaciones, por medio de la predicación evangélica. (8) Esta resolución esta- ba conforme con las contenidas en las cédulas de 15 de Mayo y 17 de Agosto de 1679, de 13 de Enero de 1680, Jas que fueron repetidas é inculcadas en las de 21 de Maj o (le 1684, y de 1.1 de Agosto del año siguiente. En la primera de las que acabamos de mencionar, se demarcaba con tanta precisión el territorio de esta gobernación, que era imposible desconocer sus límites. Des- pués de haber recordado las disposiciones anteriores, se encar- gaba al Gobernador de Buenos Aires de proponer los arbitrios que rfbdrian adoptarse, para reducir á los Pampas y á los Serra- nos "en los términos de su jurisdicción, por la parte del sud, y "confines de la Cordillera de Chile y Provincia de Tucuman:" y tanta era la extensión de los poderes acordados á los que pre- sidian estas provincias, que por la cédula de 21 de Mayo de 1684 se autorizaba al mismo Gobernador de Buenos Aires, "para tras- (7) Real Cédula de 22 de Mayo de 1675. (8) Real Cédula de 13 de Enero de 1681. — 13 — "mudar estos Indios Pampas al reino del Perú, aplicándolos al "trabajo de las minas," según habia sido propuesto por el Go- bernador del Tucuman, D. Fernando de Mendoza, Mate de Lu- na. Esta idea de formar reducciones entre los Pampas habia si- do indicada por el Padre Diego Francisco de Altamirano, Pro- vine ifil entonces de la Compania de Jesús en el Paraguay, en un papel anónimo (9), que dirigió á la reina Ana de Austria, y ya habia sido apuntada por el Doctor I). Antonio de Azcona Imbcr- to, cuarto Obispo de Buenos Aires, y abrazada por el Goberna- dor I). José de Herrera y Sotomayor, en un largo informe que mandó al Rey Carlos II, sobre el modo de llevar á efecto las cé- dulas de sus antecesores, "para convertir á los innumerables In- dios (son palabras del informe), de diversas parcialidades y na- ciones l)árbaras en su vivir, que pueblan los dilatados espacios y costas de mar, qne hay desde el distrito de este puerto de Bue- nos Aires, hasta el Estrecho de Magallanes; fuera de otras par- cialidades y naciones que están poblndas tierra adentro sobre Jas márgenes de los rios y lagunas, que tienen su principio en la Gran Cordillera de Chile (10)." Las consecuencias de estas reducciones, en el sentir del au- tor del informe, eran— 1. ° Aumentar los subditos de la Corona. 2. ° Asegurar la posesión de las costas del mar, desde Bue- nos Aires hasta el Estrecho de Magallanes. 3. ° Tener paso seguro y entrada, por aquel lado, á los ma- res del sud. 4. ° Pacificar los Indios que infestaban el reino de Chile. 5. ° Y ahorrar los grandes gastos que se hacían para pre-* servarlo de sus incursiones : objetos importantes que acreditan el celo con que los Gobernadores de Buenos Aires han tratado de arrancar de su vida salvaje á esos pueblos nómades que in- festaban una gran parte de su territorio, y para conservar el alto dominio de toda la región austral, incluso el Estrecho de Magallanes, en toda su extensión. Entre las tentativas que se hicieron para reunir estas tri- bus, citaremos dos, la una al principio, y la otra al fin del siglo XVII. Una de las memorias que ha dejado la Compañía de Jesús en estas provincias, es una relación en que se dá cuenta del estado de la Misión de Buena Esperanza en 1619. Esta reducción es remarcable por el lugar que ocupaba, en un tiempo en que la zona habitada de la gobernación del Rio de la O) Informe de un celoso de Buenos Aires, á la Reina Gobernadora, sobre los indios Pam- pas. Buenos Aire9 1.° de Septiembre de 1673. (10) Caria informe del Gobernador de Buenos Aires, en qne hace presente al Rey los medios que se pueden proporcionar, para emprenderla conversión de todas las nació bárba- ras hacia el Ebtreclio de Magallanes. Buenos Aires, 2.'! '— 14 — Plata se extendía «apenas á cuarenta leguas de Buenos Airea. Este lugar, según informes de viageros modernos, se halla en la costa septentrional del Estrecho, como á 80 leguas del Caho de las Vírgenes, y ha conservado el nombre que le dio Sarmien- to en su primer viage,y que era el de su buque. Por lo que se ex- presa en esta relación ánnua, parece que no era esta Ja única reducción de aquellos parages, porque se habla siempre al plural. Por exemplo—"un día que Estábamos ocupados en estas reducciones ; "un día que se dijo misa en una de estas iglesias, etc." Y debe suponerse ademas que serian bastante adelantadas, porque se describe también la ceremonia de la entrega que los Misioneros hicieron de un estandarte á un cacique; y en cuanto al número de los neófitos, la misma relación que conservamos originalmente, afirma haber sido ciento veinte y cinco los que fueron bautizados. El otro monumento de los trabajos evangélicos de aquel siglo, es la misión fundada en 1G91, en el parage llamado el Es- pinillo cerca del Rio Cuarto, por los PP. Catalayú y Caballero, bajo los auspicios del Gobernador del Tucuman, D. Tomas Feli- pe de Argandofía. No fueron felices sus resultados, por causas que se apuntan en su historia, en donde se halla la prueba que no se habia abandonado la idea de restablecer las reducciones del Estrecho. "Quiera Dios, dice el autor de esta memoria, que "tenga efecto la misión de Magallanes, de que ha desistido el "Gobernador de Buenos Aires en estos dias, porque este seria "un remedio eficaz para la conversión de los Indios Pampas, "como ellos mismos me lo han asegurado." (11) Lo que mas contribuyó á paralizar estas empresas fueron los cuidados que rodearon al Gobierno de Buenos Aires para resistir á los enemigos que amagaban la seguridad interior y exterior de estas provincias. En aquel mismo año, en que salían de Córdoba dos misioneros para fundar una reducción en el Rio Cuarto, se presentó una escuadra francesa de 24 buques, al man- do del almirante Pointis, delante de Buenos Aires, en donde aun fermentaba el espíritu de sedición que se habiu apoderado de sus tropas. La paz firmada en Ryswich en 1697, que restableció la tran- quilidad entre las potencias de Europa, fué turbada por el tes- tamento de Carlos II, que dispuso de sus estados á favor de un extraño. La muerte de este príncipe fué la señal de una guerra contra España, la que amagó la seguridad de sus co- lonias. Repetidas y urgentes fueron las órdenes para preca- verlas de un asalto, y no contenta la Corte de Lisboa con la (11) Relación de una Misión de los Pampas, que se intentó fundar en el Rio Cuarto c¡ año de 1691, por el P. Lucas Caballero de la Compañía de Jesús, (inédita) — 15 — devolución que se le hizo de la Colonia del Sacramento, apro- vechó estos conflictos para ocupar las Misiones Orientales "contra las estipulaciones explícitas del tratado de 1701. Al recibir este anuncio el Gobernador Prato reúne todas las fuer- zas que pudo juntar en Buenos Aires y en las provincias mas inmediatas, para obligar, como hizo, á los Portugueses á aban- donar los puntos que habían ocupado. Este primer suceso estimuló la Corte de Madrid á tentar otros, y 1). Alonso Juan de Valdez lucían, con su nombramien- to de Gobernador de Buenos Aires, recibió la órden de desalojar á los Portugueses de la Colonia, lo que consiguió después de un largo sitio, y reñidos combates. Mientras los Gobernadores de Buenos Aires resistían á los ataques exteriores, los Indios asaltaban los pueblos fronterizos del Chaco, desde Santa Fé hasta Salta; y en una situación tan azarosa, se recibió el anuncio de haberse concluido el tra- tado de Utreque, por el cual se mandaba devolver la Colonia á los Portugueses, lo que importaba volver á abrir la puerta á to- das las intrigas y á todos los nbusos de una potencia rival, Este estado se agravó en la administración del Gobernador D. Bruno Mauricio de Zavala, por la ocupación que-los France- ses hicieron de Maldonado y de Castillos; y sobretodo por la anarquía en que cayó el Paraguay, por la debilidad de su Go- bernador Reyes, el carácter turbulento de Antequera, y sus. competencias con los Jesuítas. El Gobernador Zavala tuvo que abandonar cinco veces su asiento, para restablecer el órden en aquella provincia, y librar á Santa Fé de los Indios que la aso- laban. Entretanto los Portugueses, siempre en acecho para exten- der su dominación en la Banda Oriental del Rio de la Plata, echaban los cimientos de una nueva población en Montevideo, adonde fué personalmente Zavala á desalojarlos; y para asegu- rar de una vez este punto importante de la costa, tomó la reso- lución de cubrirlo con fortificaciones. Pero ningún cuidado era bastante para oponerse al contra- bando que los Portugueses hacián desde la Colonia, y los Ingle- ses, á la sombra del asiento do negros que les habia sido conce- dido, y de que abusaban para su comercio clandestino. La re- sistencia que opuso un capitán de esa nación á la visita de su buque, todo cargado de mercaderias extrangeras, dió motivo al Gobernador Zavala á hacer uso de la autorización que tenia, para ejercer represalias contra los Ingleses, y confiscar sus propieda- des. La muerte de este Gobernador puso término á la larga admi- nistración de tan infatigable magistrado, pero no á las desave- nencias de Portugal y España, que solamente acabaron por— 16 — la paz ajustada en Paris en 173G, bajo la mediación de la Fran- cia, de la Inglaterra y de la Holanda. La guerra de sucesión que se encendió en Europa por hi muerte del Emperador CaFlos VI, y la que la misma Inglaterra habia declarado á España por sus pretensiones sobre varias partes de sus colonias en América, no tardaron en envolver a la monarquía en nuevos conflictos. Sin embargo no fué posible sus- pender por mas tiempo los trabajos iniciados en la región Pata- gónica. Alentados por Ja inacción en que por algunos años se había mantenido la autoridad pública de estas provincias, los Indios mas cercanos á sus fronteras se lanzaron á invadirlas. Sus primeros ataques se dirigieron contra los partidos de Areco y Arrecifes, que fueron asolados. El Maestre de Campo San Martin, á quien el Gobernador Salcedo habia mandado en per- secución de estos malhechores, acometió á los inocentes, no habiendo podido castigar á los culpables. Esta injusticia con- movió á todas las tribus, que se pusieron de acuerdo para ven- garla. Por fortuna un cacique de gran séquito, que estaba en relación con el Gobierno, se ofreció á apagar este incendio, y lo logró con el auxilio de los Misioneros, que nunca habían re- nunciado á la idea de catequizarlos. Desde este momento fueron incesantes los conatos del Go- bierno de Buenos Aires para atraer á la vida social á estos in- dómitos moradores del desierto. Cuando subió al mando el Go- bernador D. Domingo Ortiz de Rosas, solo existia una reduc- ción, fundada en 1740 por los PP. Strabel, Quirini y Machoni, bajo la advocación de la Concepción de los Pampas, cerca del Cabo San Antonio, y á poca distancia del Océano atlántico. (12) Deseoso de multiplicar estos focos de población, propuso el Gobernador Ortiz de liosas aumentar Ja asignación de los Misioneros, de la que se harían cargo las cajas de esta provin- cia, así corno de los demás gastos de la reducción ya fundada, y de cualquier otra que se fundaría en las tierras del Sur. (13) En este mismo oticio evacuó el informe pedido á su antece- sor Salcedo, por real órden de 11 de Diciembre de 1741, sobre el número, Jas calidades, el génio de los 1^ 'ios Pampas, y la distancia á que convenia establecer la población, propuesta por el Provincial de la Compañía de Jesús en Buenos Aires. Esta reducción habia sido aprobada por cédula de 5 de Noviem- bre de 1741, en la que, de conformidad á lo proscripto en la de 1684, se mandaba dar una escolta suficiente á los Misioneros, para que entrasen á los Patagones, y demás naciones que median hasta el Estrecho de Magallanes. Y tal era el interés que tomaba (12) Del otro lado del rio Salado, en los 3G. ° 2' latitud austral. (13) Oficio del Gobernador Ortiz de 29 de Octubre de 1744. la Corte de España en estas empresas, que acordó privilegios y exenciones, poco comunes en taquel tiempo, á dos particulares que se ofrecieron á llevar Misioneros á la costa Patagónica, "pa- ra conseguir el importantísimo fin de la reducción de los Indios Patagones, Pampas, Serranos, y demás que habitan el terreno desde el Cabo San Antonio hasta la entrada del Estrecho de Magallaues. (14) Y cuando estos faltaron á sus compromi- sos, se encargó de esta expedición el Gobierno, y puso á la disposición de los Misioneros un buque de guerra y un destaca- mento de infantería y de Dragones para acompañarlos en este viage de exploración, que tomó desde luego un carácter cien- tífico. Este reconocimiento fué hábilmente ejecutado por el P. Quiroga, \ descrito por el P. Lozano; nombres ilustres en la historia Argentina por los trabajos con que la han enriquecido. Pero la dirección suprema del viage fué confiada al Gobierno de Buenos Aires, en cuyo puerto se completaron los aprestos de la expedición, que ha quedado memorable en los fastos de los descubrimientos, por la importancia de sus resultados. En el corto espacio de cuatro meses, desde el 5 de Diciembre de 1743, hasta el 4 de Abril de 1746 (15) en que regresaron, no hubo un solo punto del vasto litoral, comprendido entre los 36° 40', y 52" 20' de latitud austral, á saber, en mas de quince grados del meridiano terrestre, que no hubiese sido diligentemente examinado y descrito. La configuración de los puertos, la pro- fundidad de las aguas, la naturaleza del fondo, los accidentes de la costa, los cálculos astronómicos, las variaciones de la aguja magnética, todo entró en el plano de los exploradores, que obra- ban con arreglo á las instrucciones recibidas del Gobierno de Buenos Aire.C Ninguno de los viageros anteriores habia llevado tan lejos el espíritu de observación y análisis. Al volver de este viage, el P. Cardicl emprendió otro para reconocer el terreno al sud de la reducción del Cabo de San Antonio, con el objeto de establecer otras mas. Contando con la protección y los auxilios del Gobierno, los Misioneros se em- peñaban en prolongar esta linea de puntos habitados, para en- trar en relación con las tribus mas remotas, y exercer sobre ellas el influjo benéfico de su ministerio. Ya habían conseguido fundar dos otras reducciones cerca de la Sierra, una bajo la advocación de Nuestra Señora del Pi- lar, en el parage que aun conserva el nombre de "Laguna de los (14) Son palabras de la cédula de Diciembre de 1744, repetidas en la real órden de de Eocro siguií iitt. (15) Sé equivoca el aulor de la Noticia de las exprdiciones de Magallanes, que preei la "Relación del Ultimo viage ni liitreclio.de Magallanes, de la fragata Santa Mana de la ». beza, cuando dico, pág. 277, que este viage del Padre Quiroga, se verifico en el ano de 1748.— 18 — Padres," y la otra con el título de Nuestra Señora de los Desam- parados, á cuatro leguas de la primera. El P. Falkner, el que le- vanto el primer mapa de la región Patagónica, y que describió con tanta exactitud las costumbres de muchas naciones desco- nocidas, fué uno de Jos fundadores de estas nuevas reducciones, cuya existencia fué efímera. La tropa encargada de su defensa, y que debia haber dado el exemplo de la moderación y de la templanza, se entregó á los mayores excesos, y la indiferencia con que los miraban sus gefes, cuando ellos mismos no los co- metian, influyó siniestramente en la suerte do estas colonias. Ni fué posible conservarlas, por el descrédito en que habia caido la .Compañía de Jesús, con motivo de la tenaz resistencia que ha- bían organizado entre los Indios deias Misiones Orientales del Uruguay, para oponerse a la ejecución del primer tratado de lí- mites del año de 1750. Y la supresión subsiguiente do este ins- tituto obligó á buscar otros arbitrios para contener a los infie- les, ya que no era posiblo evangelizarlos. Desde entonces em- pezó ese lento y laborioso trabajo de los fuertes de campana, que tantos gastos ha ocasionado á la administración de Buenos Aires, sin conseguir su objeto, que era poner la provincia á cu- bierto de los acometimientos de los,Indios. Sobrevino también otra circunstancia que interrumpió la obra de su reducción. Las guerras casi continuas que habia sos- tenido la metrópoli, después de la muerte de Carlos II, le habian quitado gran parte de su grandeza. El reinado tranquilo, pero inerte de Fernando VI, habia dejado á su sucesor la difícil tarea de levantar á la España de ese abatimiento. Uno de los prime- ros cuidados de Carlos III, al ceñir la corona, fué restablecer el pacto de familia, exponiéndose, como hemos referido, á partir con la Francia los azares de una guerra contra la Gran Bretaña. Esta guerra fué desgraciada: la ocupación de las Fi- lipinaSj de la Ha vana y de la Florida; la pérdida de una escuadra, y de inmensos caudales procedentes de las minas del Nuevo Mundo, aumentaron, en vez de disminuir, los males del esta- do, y en estos conflictos se hizo sentir la necesidad de vigilar con mas cuidado en la conservación de las colonias. Estos re- celos no eran nuevos. En los últimos momentos del largo reina- do de Felipe V, cuando mas ardía la guerra de sucesión, se previno al Gobernador D. Domingo Ortiz de Rosas, que aun se hallaba al frente del gobierno de Buenos Aires, que una escuadra Inglesa de siete navios, con tropas de desembarco, habia sido avistada en Ja altura de Rio Janeiro, con dirección al sud; "y "siendo la estación avanzada para montar el Cabo de Hornos, *'era muy probable que se dirigiese a hostilizar alguno de los es- tablecimientos del Rio de la Plata." Se le encargaba pues, prevenir, ó evitar cualquier insul- to, en todas las costas de su gobierno, y en el caso que pasase el Cabo de Hornos, informar inmediatamente al virey del Pe- rú y al gobernador de Chile, de lo' que creyera pudiese preca- verles de cualquier ataque que se intentase en las costas del sud. (46) A falta de otras pruebas para determinar los límites ju- risdiccionales del Gobierno de Buenos Aire?, bastarían las últimas palabras que acabamos de transcribir de este documento oficial. La vigilancia de este Gobierno debia extenderse hasta el Cabo de Hornos: exclusivamente suya era la responsabilidad de pre- servar estas costas de cualquier insulto de una fuerza exterior, y solamente en el caso que la escuadra que los amagaba pasase aquel Cabo, debia avisarlo á los Gobiernos del Perú y de Chi- le, para que se precaviesen de iguales ataques contra sus cos- tas. Estas disposiciones se hallan repetidamente confirmadas en muchas cédulas y reales órdenes posteriores que no menciona- mos, porque nada agregarían á la evidencia de un hecho incon- testable. Sin embargo, para no dejar la menor duda sobre la ex- tensión de territorio comprendido en los límites jurisdiccionales del Gobierno de Buenos Aires, transcribiremos algunos párrafos de la real orden de 29 de Diciembre de 1760, expedida por el Ministerio de la Marina de España. Infructuosas habian sido hasta entonces las diligencias prac- ticadas para descubrir el paradero de un establecimiento ingles, formado clandestinamente en la parte mas austral del continente Americano. Algunos decian que se hallaba en la Tierra de los Es- tados, al éste del Estrecho de San Vicente, ó Le Maire: otros en alguna isla de la Tierra del Fuego, y tal vez en las mismas costas del Estrecho do Magallanes. La ocupación de cualquiera de es- tos puntos era un ataque á los derechos de soberanía de Es- paña, tan celosa de la conservación exclusiva de sus colonias. Importaba pues salir de estas dudas, y oponerse formalmente á estas usurpaciones. Acababa la España de restablecer su domi- nio sobre las islas Malvinas, ¡legalmente ocupadas por una com- pañía de San Maló bajo la dirección del Sr. Bougainville. La situación tan retirada de estas islas pareció á propósito para exercer una activa y continua vigilancia, sobre los parages in- mediatos; y el Bailio Arriaga, que presidia entonces el departa- mento de la Marina, encargó al Gobernador de Buenos Aires, que lo era entonces el Sr. Bucareli, "de avivar las providencias para el logro de este obgeto, que por lo respectivo á esa costa hasta el Estrecho de Magallanes, inclusive este, y sucesivamente hasta el Cabo de Hornos, ha de ser de la inspección de V. E. Y entrando en detalles sobre el modo de llevar á efecto este reco- nocimiento, agregaba—"Disponga V. E., por los medios que su (16) Real Orden de 25 de Octubre de 1745.— 20 — ''conocimiento le dicte, que se reconozca costa á costa, con "embarcaciones á propósito, la distancia que media desde eso "rio hasta el Estrecho de Magallanes, y la parte que puedan de "este, y que en lo restante, hasta el Cabo de Horno.?, se practi- que igual diligencia," acabando con el siguiente párrafo, en que la dependencia del Estrecho de Magallanes del Gobierno do Buenos Aires está tan claramente expresada, que no deja la menor duda, ni lugar á interpretaciones. "Fuera do los expresados medios, quiere el Rey (pie V. E. "(el Gobernador de Buenos Aires) haga partir uno de los oham- "bequines, ó si lo halla mas conveniente una fragata, con órden "de que, observando en lo permitido á su buque el propio reco- "nocimiento hasta el Estrecho, lo continúo en todo este, hasta "su embocadura en la parte del sud, y vuelta por el mismo á eso "puerto." Ni se diga que estas disposiciones se limitaban al reconoci- miento de las costas, porque le citaríamos otras reales órdenes que daban al Gobierno de Buenos Aires, los mismos poderes y la misma autoridad para administrar y explotar aquel territorio, que tenia para cualquiera otra parte de sus provincias. "Se pre- venga al Gobernador de Malvinas, decía el mismo Ministro al "Sr. Bucareli, de tener allí una fragata de dotación para el uso "de la colonia, con las embarcaciones menores que se encuen- "tran en ella, para su comunicación con Montevideo, y los obje- "tos que, sobre el reconocimiento del Estrecho, disfrute, de las made- 'ras y del cultivo de los indios, se prevendrán adelante;" (17) Se in- vestía pues al Gobierno de Buenos Aires del alto dominio sobre las cosas y sobre las personas, con el cuidado y la responsabili- dad de preservarlas de los insultos y ataques exteriores. ¿Y no es esto lo que constituye el ejercicio del derecho de soberanía en su sentido mas lato ? A pesar de la exigüidad de los recursos con que contaba el Gobierno de Buenos Aires, y de las multiplicadas atenciones del Gobernador de Malvinas en los primeros momentos de su instalación, se llevaron á efecto estas medidas. Tres expedicio- nes salieron casi al mismo tiempo, y por distintos rumbos, del Puerto de la Soledad, al mando del capitán D. Domingo Perler, del teniente de navio D. Francisco Gil, y del teniente de fragata D. Manuel Pando, para averiguar el parage de la población in- glesa, que todos afirmaban existir en el Estrecho de Magallanes, ó en sus adyacencias. En una instrucción, hábilmente formada por el Comandante de Malvinas, se manifestaba el objeto de es- te reconocimiento, con un trasunto de las reales órdenes que io inculcaban (18). Debian entre otras cosas, reunir cuantas no- cí?) Real Orden de 3 de Octubre de 17C6. (18) Estas n al» s órdenes son las de 29 de Ficiembre de 17C6, de 7 de Febrero, 29 de Septiem- bre, 13 y 14 de Nuviembre de 1767, d las que pueden agregarse otras que indicaremos def-pu.es. — 21 — ticias les fuese posible adquirir sobre la navegación del Estre- cho de Magallanes, y reconocerlo prolijamente hasta donde le permitieran los tiempos y los víveres que llevaban. (19) Entre estas "medidas de seguridad hubo una de progreso, y es de sentir que se hubiese malogrado. A principio del año de 1765 un buque español, de los que se llamaban registros, con destino al Callao, naufragó en la costa oriental de la Tierra del Fuego, en los 54" 30 'de la titud austral. Afortunados en su desgracia, to- dos los individuos de la tripulación, que constaba de 200 hombres, se salvaron, y corno sucede en estos casos, se ocuparon en reti- rar del buque que se había inutilizado, todo lo que podia servirles á construir otro. En esta embarcación volvieron á Buenos Aires, y dieron cuenta de lo que les había sucedido, y de lo que ha- bían observado. Lo que mas ponderaron fué la seguridad del puerto, y la hospitalidad de sus habitantes; y estos informes, transmitidos ala, Corte de Madrid, la decidieron á mandar que se hiciese un formal establecimiento en aquellos parages, para que sirviese de puerto de arribada "para los buques que no pu- diesen montar el Cabo de Hornos;" encargando al Gobierno de Buenos Aires de enviar á la Tierra del Fuego dos ó mas Misio- neros para poblarla. (20) Estas disposiciones, repetidas con empeño (21), tropezaron en l i contrariedad de los tiempos, según resulta de los diarios de navegación: y cuando el Gobernador Bucareli dió cuenta de estas dificultades, se le contestó que preparase una nueva expe- dición, y adoptase todas tas providencias para que tuviese el efecto que deseaba su Magcstad (22). No eran pues efímeros estos proyectos: ellos anunciaban un vasto plan de colonización que meditaba la Corte de España para asegurar estos puntos extremos de sus posesiones ultramarinas, contra las miras patentes ú ocultas de las potencias rivales. Y do una de las reales órdenes que acabamos de citar (la de G de Diciembre de 1709), se infiere quo el principal objeto que se tuvo en vista en el establecimiento de Nuestra Seííora de la Soledad cu Malvinas, fué el reconocimiento del Estrecho de Magallanes, y el entrar en relaciones con los indígenas, para explorar su terri- torio. Tal era el celo con que se miraba la introducción de los ex- trangeros en cualquier punto de la región Patagónica, y de la (19) Las instrucciones son las de 8 de Febrero de 1769. (20) Real Orden de 2, 3 y 4 de Octubre de 1766 (21) Reales Ordenes de 29 de Diciembre de 1766, de 7 de Febrero, 21 Je Agosto, 17 y 29 de Septiembre, 13 y 14 de Noviembre de 1767, de 3 de Septiembre y 25 de Febrero de 176r', de 1.» de Mayo, íi y 11 de Dieii inbre de 1769, y de 7 de Febrero 1770. (22) Real orlen de 11 de Septiembre de 1769.Tierra del Fuego, incluso el Estrecho de Magallanes, que ha- biendo enviudo una fuerza naval al mando del capitán de navio D. Juan Ignacio Madariaga, para desalojar á los Ingleses del Puerto Egmont en las Malvinas, y temiendo que estas hostilida- des hiciesen mas difícil la negociación de paz, entablada con la Inglaterra, para la cesión pacífica de aquel punto, expidió órde- nes urgentes al Gobernador de Buenos Aires de Suspender, si posible fuera, por entonces este ataque, y de limitarse á una nueva protesta contra el establecimiento del Puerto Egmont, ó de algún otro parage de las islas Malvinas; "pero de llevar a "efecto, con fueren y vigor, las órdenes relativas á la ocupación "de cualquier punto de estas costas, del Cabo de Hornos, del Ks* "trecho de Magallanes, y de la parte del sud del continente, ó "tierra firme." ('23) Estas expediciones, sin resultado por causas extrañas á la colonización intentada en la Tierra del Fuego, fueron propicias á la de Ja costa Patagónica. El Comandante Pando, á su regreso de aquellos mares, recaló en Puerto Deseado, cuyo reconoci- miento formó el objeto de un trabajo especial en que trató de las ventajas de su situación, para la fácil arribada de los buques que navegan al sud, por fortuna de mar, ó para rehacer sus provi- siones, á lo que se prestaba oportuñámente por la abundancia de caza, pesca y agua potable. Estas noticias, y las que habia transmitido el capitán de fragata D. Domingo Perler en otro re- conocimiento, que por órden del Gobernador Bucareii habia he- cho en toda la costa, desde el Cabo de San Antonio ha »a el Estrecho de Magallanes, llamaron la atención del Gobierno Es-, panol sobre esta parte del Continente Americano: y mientras so tomaban nuevos informes sobre Puerto Deseado, mandó que se procediese sin demora á la fundación de dos establecimientos en el Puerto de San Julián, y en la Bahia sin Fondo: y en ins- trucciones reservadas con que acompañó la cédula (24) al Virey, bajo cuyas órdenes debia obrar el Superintendente de estas nue- vas poblaciones, expresaba el motivo que tenia para apresurar su existencia, ó importa a nuestro objeto manifestarlo. "Con rao- "tivo, decia el Ministro Galvez, de la guerra que subsiste entre "la Inglaterra y sus colonias sublevadas de la América Septen- trional, y de la poca esperanza que tiene el Gobierno Británi- "co de reducir á la obediencia aquellas grandes posesiones que "hacian uno de los mayores resortes de su poder marítimo, pien- "sa la Corte de Londres indemnizarse de la pérdida que la ame- "naza, por el medio de adquirir alguna posesión en la América "Meridional, haciendo establecimientos en la expresada costa (23) Real Orden de 21 de Agosto de 1770. - (24) La cejóla es de 24 de Marzo de 1778, y lat instrucciones llevan la fl-clia de 8 de Jumo siguiente. "Patagónica, que tienen bien explorada y reconocida varios na- vegantes y aventureros de su nación..................... "Son dos los parages principales á que debemos dirigir la "atención, para ocuparlos desde luego con algunos estableci- "mientos que sucesivamente se vayan perfeccionando, y que sir- "van de escala para otros. El primero es la Babia sin Fondo, 6 "Punta de San Matias, en que desagua el Rio Negro, que se «interna por cerca de 300 leguas al reino de Chile: y esta "circunstancia hace mas precisa su ocupación, y que se erija allí "un fuerte provisional. Y el segundo la Bahia de San Julián, ú "otro parage de los situados mas al sud, y con mayor inmediación "al Estrecho da Magallanes, si aquella bahía no ofrece propor- ciones, como aseguran algunos que dicen haberla reconocido, "para que en ella, ó en su inmediato terreno, se establezca una "población capaz do subsistir por si misma, á beneficio del tiem- "po, y de servir de escala ó apoyo para otras mas avalizadas que "se deben erigir después." Estos conceptos confirman la intención ya manifestada por la Corte de España, de ir progresivamente estableciendo guar- dias y poblaciones en la parte austral del vireynato de Buenos Aires, sobre las costas del Océano, y en el Estrecho de Maga- llanes: obra inmensa, librada al celo y á los recursos del Go- bierno de Buenos Aires. Antes de lanzarse á nuevas empresas el virey Vertiz, re- cien promovido al mando de estas provincias, se dedicó á poner- las á cubierto de los Indios que las amagaban. Sus continuas agresiones habían hecho resaltar el mérito de varios gefes, de quien se habia echado mano para escarmentarlos. Los de mas nombre eran los Maestres de Campo, Quiroga, Pinazo, Eche- varría, Cabañas, Amigorena, y los capitanes de frontera Bagne y Hernández. Todos ellos fueron convocados á una junta para acordar el mejor modo de poner las nuevas poblaciones, que iban á fundarse en puntos aislados y distantes, á cubierto de los ata- ques de los bárbaros. El virey D. Pedro de Ccballos, cansado de sus repetidas incursiones, habia concebido el plan de ha- cer una gran expedición, sin calcular la magnitud y las dificulta- des de una empresa tan vasta. Sometido este pensamiento al juicio y á la experiencia de los miembros de la Junta, se advir- tió desde luego la imposibilidad de realizarlo. El poco, ó ningún conocimiento que se tenia del terreno, el carácter belicoso de los Indios, las penalidades deldesierlo para hombres civilizados; teniendo por otra parte que contemporizar con los hábitos bru- tales de una población nómade, eran obstáculos insuperables en el estado en que se hallaban entonces estas provincias. Ni era posible levantar una fuerza de 1,200 hombres, como lo habiapropuesto za y á las a trabajos. Ni eral y cuya enuí culo aterra^ que se nceol sideral >le. Sj esta memoi* y comparar: los indios d muy poco q La opí bia abandota baros, y lin brian los pu en una imp<¡ con ingente Al salu dos puntos rase el año pedición en que se le hi líes de este ta de celo» Estalló tain expedición,, te de estas i Los re< Fondo dier falta absohi ban las inst cimientos d parages ma¡ Incidei vieron la se tiempo, pop ocupar un i de escala, ó pues; (2.">) Jas debidas ba al Conn (25) Apuni Patagónica—Ari ees poco i con los daciones, indígenas lacion de >iloto Vi- jdiatos al tertos de asó á ex- Buen Su- la espe- r) los tres , dejando ocimien- f hostiles ido entre e fuertes s rurales ran tirios, mpliendo ! ejemplo eclararse rtamente s y diez- les; mas ¡vió á de- |uiso ha- embargo itros que s retraia i de reu- egurarla. /íllarino, ÍS: inguna las, y los r nada se ptiembre as aguas i las nie- un sacar ara arras- i alcanzó vado, del— H — propuesto el Sr. CebaHoe, sin quitar á la agricultura, á kl labran- za y á las artes, la mayor parte de los brazos ocupados en.sus trabajos. Ni eran estas las solas dificultades que señalaba la Junta, y cuya enumeración liemos compendiado; sino que hacia un cál- culo aterrador del inmenso número de caballos, bueyes y víveres que se necesitaban,para poner en movimiento una fuerza tan con- siderable. Si no recelásemos distraernos del objeto principal de esta memoria, multiplicaríamos los extractos de este dictamen, y compararíamos lo mucho que se pedia entonces para alejar á los indios de los parages mas inmediatos á la frontera, con lo muy poco que se ha gastado después para sugetarlos. La opinión unánime de los miembros de la Junta fué que de- bía abandonarse la idea de una expedición general contra los bár- baros, y hlóiflintri á aumentar el número de los fuertes que cu- brían los puntos ma> expuestos á sus incursiones, manteniéndose en una imponente y vigilante defensiva; y esto fué lo que se hizo, con ingentes gastos, y muy poca ventaja para el pais. Al salir de estos trabajos, se pensó en establecerse en los dos puntos indicados por Ja Corte de España, y antes que expi- rase el año de 1778, zarpaba del puerto de Montevideo una ex- pedición encargada de efectuarlo. Cumpliendo con las orden; s que se le habían comunicado, el virey Vertiz abandonó los deta- lles de este servicio al Intendente de Buenos Aires, que por fal- ta de celo, ó de capacidad, no correspondió á esta confianza. Estalló también una fuerte desavenencia entre los gefes de la expedición, y con tales preludios no era posible afianzar la suer- te de estas colonias. Eos reconocimientos que se practicaron en la Babia sin Fondo dieron por resultado la imposibilidad de ocuparla, por la falta absoluta de agua potable; y usando de la latitud que deja- ban las instrucciones, se buscó otro á propósito para echar Jos cimientos de la primera población, que se fundó en uno de los parages mas resguardados de la península de San José. Incidentes que no es del caso relatar en este escrito, detu- vieron la segunda expedición hasta Febrero de 1780. Posterior en tiempo, pero mas importante por su objeto, debía, según dijimos, ocupar un punto inmediato al Kstrccho de Magallanes, para servir de escala, ó apoyo á otras mas avanzadas ana dehian erigirse des~ pues; (25) Y en el caso que la Babia do San Julián no ofreciese las debutas proporciones para este establecimiento, se autoriza- ba al Comisario encargado de esta expedición, pura bacerlo en (25; Apunte» ó advertencia» parn establecer poblaciones y fuertes provinionoles en la coita Patagónica—Aranjuez 8 de Junio de 1778. - 31 — ba, los puntos principales de la costa, que eran entonces poco menos que ignorados. En todos ellos entró en relación con loa Indios cuyos caciques nombra en su diario; y estas relaciones, de un carácter benévolo, tenían por objeto atraer los indígenas á la .amistad de los Españoles, para facilitar la fundación de nuevas colonias. Entretanto continuaba con un celo incansable el piloto Vi- llarino sus reconocimientos en los parages mas inmediatos al fuerte del Cánnen. Después de haber examinado los Puertos de San Antonio y San José en la Babia de San Matías, pasó á ex- plorar la Bahía de Todos los Santos, las Islas del Buen Su- ceso, y el desagüe del rio Colorado, que sondeó con la espe- ranza de hacerlo navegable. En estas diligencias invirtió los tres primeros anos de su permanencia en aquellos destinos, dejando para después las mas arduas de todas, cual era el reconocimien- to del Rio Negro. En aquel tiempo eran numerosas y hostiles las tribus diseminadas en el vasto territorio, comprendido entre la Cordillera y las costas de Patagonia. Una linea de fuertes se desplegaba al derredor de los pocos establecimientos rurales de la frontera, y sin embargo eran insuficientes para garantirlos. Los vireyes trataban con miramiento á los caciques, cumpliendo con las órdenes que recibían, y amoldándose también al ejemplo de Jos Gobiernos europeos, que no tenian en menos de declararse tributarios de los berberiscos. Esta conducta no era ciertamente la mas acertada para someter á los que amagaban el pais y diez- maban á los ha bitantes. Otra fué la que se adoptó después; mas ninguno de los delegados del Gobierno Español se atrevió á de- safiar abiertamente á los Indios. El virey Ceballos que quiso ha- cerlo, encontró una fuerte oposición en sus gefes, y sin embargo todos ellos habían acreditado valor en los varios encuentros que habían tenido con los bárbaros: lo que indica que no los retraia el miedo, sino la magnitud de la empresa, y la dificultad de reu- nir los elementos que consideraban necesarios para asegurarla. Contra estas preocupaciones tuvo que luchar Yiílarino, cuando se propuso examinar el curso del Kio Negro. Ninguna relación existia entre los Indios que poblaban sus orillas, y los que guarnecían el fuerte recien levantado en su boca, y nada se sabia de aquellos parages. Villarino salió del Fuerte del Carmen á fines de Septiembre de 1782, con 4 buques y 08 hombres de tripulación. Las aguas eran bajas, porque aun no habían empezado»á derretirse las nie- ves : muchas veces tuvo que armar espías y sirgas, y aun sacar del cauce ya soco, ó embarazado, sus embarcaciones, para arras- trarlas penosamente á brazos de hombres. De este modo alcanzó á un punto, de donde aseguró haber visto la cumbre nevada del Cerro de la Tempestad.— 32 — Quiso penetrar en un rio que fluye de la laguna de Térmi- nos,6 Huechum-lauquen, y de allí seguir su camino por tierra hasta Valdivia, que según le afirmaban los Indios, solo distaba de aque- lla laguna 18 leguas : pero no pudo efectuarlo por los muchos saltos y despeñaderos, que imposibilitaban la navegación, sobre- todo estando el rio bajo. A este punto concurrían todos los años los cristianos de la plaza de Valdivia, á comerciar con los Au- caes y los Pehuenches, que les vendían animales á cambio de géneros. A la muerte de un cacique llamado Guchumpliquí, es- taba en su toldo uno de estos especuladores, venidos de Valdivia a comprarle todo el ganado que habia robado en las estancias de Buenos Aires. 'Ya hemos hablado de la indiferencia con que las autorida- des chilenas miraban tales depredaciones, y este descuido tuvo consecuencias muy funestas para las provincias Argentinas, que veían atrasar su industria, mermar su población y sus haciendas, por falta de cooperación en un gobierno amigo, que especulaba sobre estos crímenes, cuando debia haberlos escarmentado. Uno de estos caciques nombró á Villarino veintisiete de" sus compa- ñeros que vivían de esta industria, y con séquitos tan numerosos, como "/os granos de arena que tiene el rio en sus orillas." Sin contar con mas recursos que los que le proporcionaba el hurto, y contando con la protección que encontraban en el es- tado vecino, se lanzaban con furor sobre nuestras estancias, y mantenían en alarma á sus pobladores» Entre otras irrupciones fué memorable la del año de 1780 en el partido de Lujan, uno de los mas centrales de Ja provincia de Buenos Aires. Muchas fueron las medidas que se tornaron para asegurarla en lo sucesivo, y una de ellas fué la de aumen- tar el número de los fuertes y las milicias, obligando á sus ha- bitantes a concentrarse para hallar la protección que era im- posible darles en puntos mas distantes, líubo pues que abando- nar establecimientos recien fundados, resignándose á pérdidas considerables, y renunciando al desarrollo de la industria y de la riqueza de la provincia. Al año siguiente algunos caciques Aucaes mandaron á solicitar la paz al virey de Buenos Aires, no porque estuvie- sen dispuestos á desistir de sus robos, sino para inspirar con- fianza, y prepararse con mas seguridad á perpetrarlos. El Virey se negó á esta demanda, y tuvo después motivo de felicitarse de su resolución, por haber sabido que el mismo cacique, que habia venido á tratar de paces en Buenos Aires, habia dejado en el campo á sus indios, para acometer á las estancias mas avanza- das. Mientras se sufrían estos males por la incuria del Gobierno Chileno, el de Buenos Aires hacia construir nuevos fuertes para asegurar Jas comunicaciones con el Perú y con Chile. — 27 — los establecimientos que se iban formando: ni eran menores los esfuerzos de las otras provincias, para rechazar á los bárbaros, cuyas frecuentes incursiones tenian asolados sus campos. Largo seria enumerar todas las expediciones que se hicie- ron desde 1776 hasta el año en que empezaron los trabajos de colonización en las costas de Patagonia. Pinazo, Hernández, Sardens, Betsebé en Buenos Aires; Arrascaeta, Chavarria, Al- fonso, Baigorri en Córdoba; Amigorena en Mendoza, gefes acre- ditados del ejército, fueron infatigables en su persecución, y lo- graron muchas veces el triunfo. Pero ni su valor, ni el celo de la autoridad, ni los sacrificios de los pueblos, bastaban á conte- ner á los Indios, por la facilidad que tenian de resarcir sus pér- didas. Su poder no era lo que es ahora, ni estas provincias con- taban entonces con los recursos que han adquirido después. A los Pampas, Ranqueles, Tehuelches, Huilliches, Peuhenches, etc., tribus fronterizas de las provincias del vireinato de Bue- nos Aires, se agregaban los Aucaes que procedían del otro la- do de la Cordillera, sobre los cuales el Gobierno de Chile, en cuya jurisdicción se hallaban comprendidos, no ejercía ningún poder, y que incitaba indirectamente al robo, por los motivos que , hemos expresado. ¡Cuantos gastos, y sobretodo, cuanta sangre se hubiera ahorrado, si se hubiese puesto algún cuidado en su- jetarlos, ó al menos, en quitarles el aliciente de sus depredacio- nes! Estos trabajos fueron continuos, desde el viage del P. Car- diel en 1748, hasta el reconocimiento practicado en 1825, de que se ocuparon hombres inteligentes, como se verá en la enu- meración de los documentos, editos é inéditos, sobre la región Patagónica. Entretanto no se suspendió la exploración de las costas, y se fortificaron los puntos destinados á la fundación de nuevas colonias. Tenemos á la vista una real órden, (29) en que * se halla el programa de estos establecimientos. Su primer plan- tel debia ser de labradores, y artesanos de o/icios útiles, prefirien- do los casados á los célibes. Ademas de los gastos de conduc- ción, se les ofrecía una habitación, con tierras en propiedad, instrumentos de labranza, una ó dos yuntas de bueyes, semillas, y un año de manutención, desde el día en que llegaban á su destino. Muy prolijas eran las instrucciones que se daban á sus en- cargados, para adquirir un conocimiento exacto del terreno. La dirección de las costas, la capacidad de los puertos, la facilidad ó dificultades de su acceso, los vientos, las mareas, las aguas, los combustibles, etc., todo debia entrar en el cuadro de estas in- vestigaciones, que sé extendían al carácter, á las costumbres y hasta al idioma de los habitantes. (29) Del Ministro Galvcz, de 1¡> de Septiembre de 1779.— 28 — Eran continuas las recomendaciones del Gobierno de fran- quear á los pobladores todos los auxilios que pudiesen necesitar, para que no se arrepintiesen de su resolución. "Aunque esté "persuadido el Rey, decia el Ministro Galvez al Intendente de "Buenos Aires, que V. S. habrá procurado la mayor comodidad "y beneficio de todos los que se hayan embarcado para la expe- "dicion de los establecimientos en la costa Patagónica. . . ., no "obstante le prevengo, de orden de S. M., cuide muy particular- "mente de que los víveres con que haya de socorrérseles sean "de la mejor calidad, y en términos, que al tiempo de haberlos "ellos de pagar, les salgan con la equidad que sea asequible (30)." Sentimos tener que decir, que estas intenciones no fueron bien comprendidas, y que tropezaron en la falta de celo y de bue- na voluntad de los que debían realizarlas. Contribuyó sobretodo é su mal resultado la rivalidad que existía entre el Gobernador y el Intendente que, en los asuntos de hacienda, obraba con' independencia absoluta de la primera autoridad de la provin- cia. Este vicio era orgánico, y por consiguiente inevitable. Pero hubo otros inconvenientes, que con un poco mas de amor al bien público podían haberse evitado; y tal fué el ningún caso que se hizo de la persona y de las representaciones del ¡Superin- tendente General de los establecimientos Patagónicos, asi como el espíritu de insubordinación que se fomentaba en alguno de sus subalternos. Hubo también mezquindad en los aprestos, ó mas bien infidelidad en el manejo de los caudales. Y como si todo debiese conspirar contra la prosperidad de las nuevas colonias, las usurpaciones de los Lusitanos en la frontera de la Provincia Oriental, obligaron al virey Vertiz á tomar el mando del egérci- to, que fué improvisado al primer anuncio de estas hostili- dades, para defender los derechos y dominios de la corona de España. De algunos de estos desórdenes tuvo noticia la Corte de Madrid, y procuró remediarlos. "Sábese aquí, escribia el Minis- tro Galvez al Intendente de Buenos Aires, que las primeras fa- "milias pobladoras que han llegado á Montevideo de la Galiciaj "han padecido en aquella ciudad la falta de asistencia con que "debia tratárselas, según lo que se les habia ofrecido: y como "quiera que noticiosas de este trato las que faltan de embarcar- le podrían retraerse de su intento, se hace preciso encargar á "V. S. con toda recomendación, cuide de disponer el buen acogi- "miento de estas personas en Montevideo: advirtiéndole, de ór- "den del Rey, que si no bastase; la asignación que se les haya he- "cho para su manutención en aquella ciudad, la aumente V. S. "en la cantidad necesaria; y que en todo caso, destine sugeto de (30; Real Orden de 13 de Moyo de 1779. — 29 — "la mayor satisfacción, que cuide de ellas, en calidad de Comi- "sario, mientras no pasen á los nuevos establecimientos (31)." Cada una de estas palabras era un reproche, que debia«haber despertado en el Intendente un sentimiento de rubor por su in- curia, ó de arrepentimiento por su prevaricación: pero ningún efecto produgeron en él, y las cosas quedaron en el mismo esta- do que antes. Si el objeto del presente trabajo fuese llamar á juicio á los que comprometieron la existencia de las nuevas colonias, fácil nos seria multiplicar los cargos. Todos ellos se hallan fielmente formulados en el diario del Superintendente D. Juan de la Pie- dra, víctima lamentable de las intrigas, y de la animadversión del Intendente de Buenos Aires. Pero si los malos informes le habían acarreado una desgracia, le prepararon también un triunfo. Privado injustamente de su empleo, justificó su conduc- ta, y fué reintegrado poco después, para ir á terminar trágica- mente sus dias á manos de los infieles. El servicio público debia naturalmente resentirse de estas competencias, y fué lo que sucedió. El carácter turbulento del que reemplazó al Superintendente La Piedra, y que habia sido el instrumento - principal de su desgracia, preparó nuevas tor- mentas en el seno de estas poblaciones, y poco faltó que no hi- ciese imposibles los reconocimientos tan fuertemente recomen- dados por el Gobierno. Se necesitó todo el celo y la abnegación de los encargados de estos trabajos, para no abandonarlos, y tanta fué su contracción, que en los dos primeros meses del año 1779 fué registrada y sondeada toda la costa, desde el rio Co- lorado hasta la Babia San Matías, ó sin Fondo, inclusos los desagües del Colorado y del Negro con los Puertos de San An- tonio y San José. Todos estos reconocimientos fueron adelantados el año siguiente, en una nueva expedición, destinada principalmente a penetraren el Rio Colorado. Su gefe era el mismo piloto Villa- rino, que salió del campamento formado en aquellas inmedia- ciones, el 23 de Abril de 1780, y adonde volvió el dia 27 del mes siguiente, después de una penosa navegación. Examinó con el mayor esmero todo cuanto podia contribuir á dar una idea, sino perfecta, al menos clara de la importancia de este canal desco- nocido, para comunicar con las provincias mas retiradas del vireinato. Halló las orillas muy pobladas de ludios, con quie- nes tuvo frecuentes relaciones, y allí conoció al famoso Cacique Negro que debia en estos mismo campos ser su verdugo. Los gastos de estos establecimientos, onerosos en tiempo de paz, llegaron á ser insoportables, cuando estalló la rebelión (31) Real Orden de 23 de Julio de 1779.— 30 — entre los Indios del Perú, capitaneados por el famoso cacique Tupac-Amaro. Toda la atención de los Gobiernos inmediatos, todas las fuerzas y los recursos de que podían disponer, fueron empleados en apagar este gran incendio que amenazaba consu- mir el poder de la España en sus colonias. La insurrección ha- bia cundido con una rapidez asombrosa, y solamente un esfuerzo extraordinario podi;i contenerla, sino sofocarla enteramente. An- tes que llegasen las órdenes de Madrid, se habian puesto de acuer- do los vireyes de Buenos Aires y de Lima, para dirigir sobre el Perú sus mejores cuerpos que debían obrar de concierto para atacar á los Indios en sus propias guaridas: pero, por mas pron- tos que fuesen estos auxilios, la sangre corrió á torrentes, antes que se pudiese estancarla. Las distancias eran inmensas, y la as- pereza de los caminos, la falta de medios de conducción para los bagages y el tren del ejército, oponían obstáculos continuos y á veces insuperables, á sus movimientos. Todo el año de 1781, y gran parte del año siguiente,fueron señalados por grandes des- astres é imponderables sacrificios. Entretanto, tal era el fervor con que se llevaba adelante la obra de la colonización, que no fué interrumpida. Mientras se extendían los reconocimientos al rededor del establecimiento recien formado en el Rio Negro, se echaban los cimientos de otros en la Bahía de San Julián, pun- to indicado en las instrucciones del Ministro Galvez al Virey de Buenos Aires, como mas inmediato al Estrecho de Magalla- nes para dominarlo. D. Andrea de Viedma, encargado de esta expedición, salió de la rada de Montevideo, á principios de 1780, en tres buques de la marina real. La navegación fué larga y enfadosa, y apenas se consiguió dar fondo en la Bahía de San Julián á los 70 dias de viage; tanta fué la impericia de un piloto Ingles embarcado abordo del navio almirante ! Después de reconocido el terreno y de trabar amistad con los caciques de las tolderias vecinas, se señaló el parage que pa- reció mas á propósito para la población, y se dieron las órdenes para fundarla. Entretanto se recojian datos, y se hacían apres- tos para explorar el país, empezando por el sud, con el objeto de abrirse camino para el Estrecho. El Superintendente Viedma dirigió personalmente esta expedición, que debia examinar el curso del Rio Santa Cruz, del que hizo una prolija descripción en su diario. La exactitud de sus observaciones ha sido atesti- . guada por el capitán Fitz-Roy, uno de los últimos y mas diligen- tes exploradores de la región Patagónica y del Estrecho de Ma- gallanes, quien se valió de los descubrimientos de Viedma, para determinar el origen y el curso de aquel rio, tan retirado como desconocido. Una prueba mas positiva del mérito de los traba- jos de Viedma, es haber fijado con una precisión ciertamente sorprendente, por los pocos ó ningunos auxilios con que conta- — 25 — el Rio Santa Cruz, ó en el de Gallegos, siempre con el objeto de arrimarse al Estrecho de Magallanes. (26) Uno de sus principales encargos era examinar con el ma- yor cuidado el pais adyacente, extendiendo los reconocimien- tos á la parte interior, y enviar cada año sus embarcaciones á reconocer los puertos y todas las costas colaterales. Estas obli- gaciones eran inherentes á la autoridad que presidia estas pro- vincias, que por voluntad expresa del Rey estaba encargada de la dirección y vigilancia exclusiva de las costas de Palagonia, del Cabo de Hornos, y del Estrecho de Magallanes^ desde su entrada en el Océano Atlántico, hasta su salida al Pacífico. (27) Estos puntos en la costa Patagonia se convirtieron luego en dos centros de indagaciones y reconocimientos científicos, se- gún estaba mandado por las cédulas reales; y á pesar de las difi- cultades inseparables de los nuevos ensayos, y de las aun mayo- res que presentaba el terreno, en la breve existencia de estas co- lonias, se reunieron datos bastantes para formar una idea ade- cuada de su importancia. Al cabo de tantos años, estas inves- tigaciones nada han perdido de su mérito, y pueden ser consul- tados con provecho los diarios de Villarino, Viedma, Zizur, etc., que casi podrian llamarse sus descubridores: y una prueba del es- mero que pusieron en sus cálculos, se halla en la conformidad de sus observaciones con las de los últimos y mas diligentes exploradores de los mismos parages. Las latitudes de Santa He- lena, San Gregorio, San Julián, Santa Cruz, Cabo de las Vírge- nes por Viedma, muy poco difieren de las que les han asignado Morrell, Weddell, King, Fitz-Roy; y en cuanto á la descripción del interior del pais, y del carácter y costumbres de sus habitan- tes, ninguno los ha aventajado. Entre estos puntos extremos, se ocuparon otros interme- dios, para facilitar los reconocimientos y la defensa de las cos- tas. Un establecimiento formal se hizo en la boca del Rio Ne- gro, que el P. Falkner habia indicado ya al Gobierno Inglés, como un camino fácil para penetrar hasta las faldas de la Gran Cordi- llera; y otro se fundó en Puerto Deseado, que desde los prime- ros tiempos de la conquista habia servido de punto de arribada á los buques europeos. El piloto Villarino, después de haber visitado y descrito los Puertos de San José y San Antonio en la Bahia sin Fondo, se dirigió al Rio Colorado en donde penetró con bastante diíicultall por el poco fondo y los muchos bancos que embarazaban su boca. Aun así hubiera llevado mas lejos su exploración, á no haber sido por el gran número de Indios que atrajo la curiosidad á su barco, y que agotaron en un momento (26) Instrucciones citadas. (27) Rea) O. Jt-n ya citada, de 29 de Diciembre de 1766.— 26 — sus víveres. La mayor parte de estas indiadas eran Tehuelches, entremezclados con Pampas, Aucaes, y hasta con habitantes del Puerto de San Julián que venían encabezados por su propio cacique. Mientras se registraban todos los senos, desde el Cabo San Antonio hasta el Estrecho de Magallanes, en las provincias meridionales del vireinato se hacian aprestos para rechazar á los Indios, y precaverlas de nuevos acometimientos. La Provincia de Mendoza, una de las mas expuestas á sus invasiones, era la mas interesada en estas medidas, y con un espíritu de fraterni- dad laudable franqueaba sus auxilios á los mismos Chilenos que venían á solicitarlos. Así sucedió en Febrero de 1779, cuando llegaron al Fuerte de San Carlos algunos individuos de Colcha- gua, enviados por el Gobernador de aquel partido, á quienes los bárbaros habian robado unas cuantas muías en su propio cor- ral. Al recibir esta noticia, se convocaron al tóque de cam- pana las milicias de Mendoza, y su Comandante General de Armas, el acreditado Maestre de Campo D. José Francisco de Amigorena, salió con una fuerte división en persecución de los cuatreros. En el diario en que se apuntan los varios inci- dentes de esta expedición, se hace una relación tan prolija del terreno, que solamente por no salir de los límites que nos hemos trazado, nos hemos resistido al deseo de publicarla. Y este mismo mérito se encuentra en los demás itinerarios de Amigo- rena, que recorrió en todas las direcciones la parte meridional, y poco conocida de la provincia de Mendoza, de la que fué un incansable defensor. Por aquel mismo tiempo, el Cabildo de Buenos Aires or- ganizaba á su costa una expedición á Salinas, donde existen grandes criaderos de sal (28) que proveían á los habitantes de la que necesitaban para sus usos domésticos. Rara vez estas ex- pediciones volvian á la ciudad sin tener algún encuentro con los Indios que venian del otro lado de la Cordillera á depredar nues- tras estancias, cuyo ganado llevaban después á los mercados Chilenos. La facilidad de venderlo, y la impunidad con que con- taban, eran otros tantos estímulos para perseverar en el robo, á que los arrastaban su naturaleza y sus hábitos. Vanas eran las reclamaciones del Gobierno de Buenos Aires, por la ninguna dis- posición que hallaba en el de Chile á satisfacerlas, mostrándose, si no propenso, al menos indiferente á estos desórdenes. No quedaba pues mas arbitrio que rodear de fuertes la parte habitada de la provincia,resignandose á las crecidas erogaciones que demandaba su construcción:, y como el aumento progresivo de la población y de la industria hacia necesaria la translación de las fronteras, se veia el Gobierno obligado á emprender nuevos gastos, para cubrir (28) En esta provincia de Buenos Airea. — 33 — Con distinto objeto, pero con igual tendencia á hacer nue- vos reconocimientos en la parte austral del vircynato, encargó ol Gobierno al piloto de la real armada D. Pablo Zizur, pro- yectar oin camino que pusiese el Fuerte del Carmen en contacto con la capital de la que quedaba separado por tierra. Esta em- presa ofrecía muchas dilicultades, por el gran númeráfcle Indios que infestaban aquellos parages, desde la Sierra del Tandil has- ta el Rio Negro; y para dar una idea de ellas, baslará decir que, para recorrer un espacio de 191 leguas, cuantas son las que se- paran aquel fuerte de la Guardia del Monte, de donde salió la expedición, se emplearon mas de dos meses y medio. En este estado se hallaban los trabajos de la región Patagó- nica, cuando ocurrió al virey Vertiz suspenderlos. Los obstácu- los que se tocaban para la conservación de las nuevas colonias, y los ingentes gastos que ocasionaban al vircynato, fueron los motivos principales de esta proposición, que fué aceptada por la Corte de Madrid. Al olicio del virey de 22 de Febrero contestó el Ministro Galvez el 1. a de Agosto siguiente que: "se abandonase efectivamente el establecimiento en los puertos '*y parages de la Babia de San Julián, dejando en él una co- "lumna ó pilastra que contenga las reales armas de S. M., y una "inscripción que acredite la pertenencia de aquel terreno, el cual ha- "brá dfí ser visitado y reconocido todos los años al mismo, tiempo "que lo es el Puerto de Egmont en las Islas Falkland, pudiendo en- "tonces, y aun debiendo ejecutarse lo mismo que en el Puerto De- "seado, donde oceurren iguales motivos para su abandono.'''' "También deberá abandonarse, continuaba la real órden, el "puerto en la Babia de San Joseph, dejando la misma señal; "respecto á que todas las circunstancias que hasta ahóra se han "reconocido en él y sus inmediaciones, le hacen inútil del todo: "y para mayor seguridad en lo venidero, podrá ser reconocido "todos los años desde el rio Negro," Este era el único esta- blecimiento que debia dejarse en pié, por lo mucho que habia costado, así como por la extracción de la sal, de la que hay criaderos abundantes en sus cercanías. Se sentía también la necesidad de mantener una guarnición en aquellas costas, que sirviese al Gobierno de Buenos Aires, sea para facilitar los re- conocimientos anuales, sea para estar á la mira de los extrange- ros que intentasen ocuparlas. Con la opinión del virey Vertiz no se conformó D. Fran- cisco de Viedina, Superintendente del Rio Negro, quien rebatió todos los argumentos en que la habia fundado, (32) represen- tándole, entre otras cosas, el feliz resultado que habia tenido la expedición del teniente Salazar, encargado de hacer un nuevo (32) Oficio de 13 de Octubre de 1733.'— 34 — y prolijo reconocimiento del camino descubierto por el piloto Villarino, y que debia poner en comunicación el Fuerte de San Joseph con el del Cármen. Pero estos informes llegaron al vi- rey cuando ya no le era posible retroceder de lo que habvi pro- yectado. La cAfianza que era natural que inspirasen las opiniones del Gefe del vireynato, arrastró á la Corte de Madrid en sus errores; pero quedaron perplejos los ánimos de los Ministros al tomar una resolución tan contraria á la idea que se babian for- mado de la utilidad de estos establecimientos. Si el virey Vertiz se hubiese fijado con mas detención en la cédula ereccio- nal del 14 de Mayo de 1778, hubiera comprendido que dos eran los objetos que se tenian en vista en Ta colonización de las costas Patagónicas: el uno, impedir que los extrangeros se internasen en el vireynato, y el otro, que se estableciesen en sus costas. De estos dos objetos, el primero debia considerarse alcanzado, por la imposibilidad de penetrar en el rio Colorado y el Negro, según lo habían declarado los que los habían re- corrido: pero subsistían los.temores de una ocupación clandes- tina que estos mismos extrangeros hiciesen de algún punto del li- toral, y el abandono de los pocos fuertes ya erectos no era cier- tamente lo mas á propósito para calmarlos. Estas consideracio- nes no se ocultaron a la penetración del Ministro Calvez que, á las demás instrucciones dadas al Marques de Loreto, suce- sor del virey Vertiz, agregó la órden "de reconocer y exami- "nar, con la reflexión y exactitud que le son propias, todos los "documentos y planes que existen en la secretaria, ó archivo de "ese vireynato, relativos á ese importante asunto, tomando las "demás noticias que estimare precisfis. Y que bien meditado "todo, especialmente los dictámenes, que dieron á su antecesor, "el Brigadier D. José Custodio de Saa y Faria, y el Capitán de "navio D. Pedro de Cárdenas, sobre la Bahia y Puerto de San "Joseph, exponga V. E. el juicio que formáre sobre el abando- "no de este y los otros establecimientos de la Bahia de San Ju- "lian y Puerto Deseado; como también sobre la reducción del "de rio Negro, á fin de que, bien enterada S. M., pueda resolver "con el debido conocimiento, si han de quedar enteramente "abandonados y desiertos los referidos parages, 6 si convendrá "volver á erigir pequeñas poblaciones en algunos de ellos, cuan- "do lo permitan los grandes gastos y empeños con que se baila "gravada esa real hacienda, de resulta de las guerras últimas y "conmociones interiores de esas provincias." (33) El Marques de Loreto, que se inclinaba al fomento de las colonias, no pudo salvarlas, porque á la llegada de la real órden (33) Real Orden de 19 de Septiembre de 1789. — 35 — que acabamos de transcribir, ya se habian retirado los poblado- res y la guarnición de la Bahia de San Julián, y por haber crei- do poco importante la ocupación del Puerto de San Joseph. To- da su atención se concentró desde luego en el establecimiento del Rio Negro, y en trabar relaciones con los Indios para conte- nerlos en sus depredaciones, ya que era imposible sujetarlos de otro modo. A fines de aquel año de 1784, vino personalmente á Buenos Aires el famoso Cacique Negro, con una numerosa comitiva, á tratar de paces con el Gobierno, y de los informes que dió de las tribus mas inmediatas á las fronteras, resultaba que ascen- dian á cerca de 4000, diseminados en una gran extensión de ter- ritorio, desde las faldas de la Sierra de la Ventana hasta las ori- llas del Rio Negro. Venia este cacique como enviado de 16 de bus compañeros, que ofrecian someterse al Gobierno bajo algunas condiciones que fueron admitidas. Pero este arbitrio, ni suspen- dió las incursiones de los Pampas, ni contuvo á los Aucaes, que continuaban á talar nuestros campos. Se reconoció pues la necesidad de renunciar á las medidas pacíficas, y de tomar la defensiva contra estos irreconciliables enemigos del nombre cristiano. El desenlace de la rebelión de Tupac-Amaru habia resta- blecido el órden en todos los pimtos del vireynato, y no fal- taban elementos para emprender otra guerra. Todos los cuerpos que se habian enviado al Perú habian regresado; y las milicias, que en su ausencia habian ocupado su lugar en el servicio públi- blico, se hallaban en el mejor pié de organización y disciplina. Las invasiones de los Indios, hechas mas frecuentes desde algún tiempo, habian contribuido á formar su espíritu, y á inspirarles confianza en sus gefes. Uno de los que mis se habian distingui- do, por su pericia y valor, era el Maestre de Campo Amigorena, que mas ocasiones habia tenido de ilustrarse, y este fué el desti- nado á ponerse al frente de la expedición, que debia obrar con- tra los Pehuenches, en la frontera de Mendoza; mientras que otra fuerza atacaría á los Pampas que habian vuelto, ó que mas bien nunca habian desistido de sus acometimientos. Esta última expedición, que salió del fuerte del Cármen al mando de su mismo Superintendente D. Juan de la Piedra, fué sumamente desgraciada, y costó la vida á su gefe, y al piloto Villarino, que cayeron en la red que les habia tendido el Ca- cique Negro. El único que se salvó de estas asechanzas fué el teniente D. León Ortiz de Rosas, á quien respetaron los Indios, como yerno de D. Clemente López, hombre de gran prestigio entre ellos, por la nobleza de su carácter y la generosidad de sus acciones. Estos sucesos, y los recelos, que nunca abandonaban la Cor-— 36 — te de Madrid, de las miras de las potencias extrangeras, la inci- taron ;i renovar las órdenes de reconsiderar las medidas provo- cadas irreflexivamente por el virey Vertiz. (34) Ni eran infun- dados estos temores, porque, casi al mismo tiempo, se esparció la voz de dos establecimientos Ingleses, formados, uno en Puer- to Deseado, y otro en un parage misterioso, designado con el nombre de Nueva Irlanda, que por las indicaciones que se da- ban, correspondía á la Isla de los Estados, al este de la Tierra del Fuego. El que primero divulgó la noticia de este último es- tablecimiento, fué el capitán de un buque inglés nombrado Har- fort Packet, testimonio intachable por su origen, y por la re- lación que hacia de su descubrimiento. Exhibió originalmente al Gobernador de Malvinas el diario de su navegación, en que habia apuntado la latitud del punto ocupado por la nueva colo- nia, y el número de sus habitantes que, según dijo, no eran mari- nos, sino agricultores, protegidos por una guarnición y un buque de guerra. Estos detalles llevaban tal carácter de gravedad y evi- dencia, que no permitian al Gobernador de Buenos Aires, muy especialmente encargado de la conservación y vigilancia de esta parte importante de su territorio, de trepidar en tomar las medi- das mas eficaces para desalojar á los intrusos. Nadie le pa- reció mas á propósito que el mismo Gobernador de Malvinas, D. Ramón de Clairac, oficial distinguido de la marina real, y observador diligente de aquellos mares. Se le ordenó pues embarcarse á la mayor brevedad, y empezar sus reconoci- mientos por Puerto Deseado, para continuarlos hasta mas al sud del Estrecho de Magallanes. Salió efectivamente el Gobernador de Malvinas del Puerto de la Soledad, y á mediados de Abril de 1789 llegó á Puerto Deseado, en donde un marinero portugués le informó que, á menos de dos leguas, al norte de aquel punto, Jos Ingleses habian construido una casa de madera, cerca de una salina, de la que se vahan para curtir cueros; y con ar- reglo á sus instrucciones, mandó al comandante de otro buque de su convoy á destruirla. Incidentes que no es del_ caso rela- tar, retardaron la ejecución de la segunda parte de este encargo, y solo al cabo de algún tiempo la llenó el teniente de navio D. Juan José Elizalde, pero sin poder sorprender á los invasores, que ya se habian retirado de la Babia de Nueva Irlanda, á la que fué dado el nombre de Puerto Arredondo, en obsequio al virey que presidia entonces estas provincias. Las continuas tentativas de los extrangeros para apode- rarse de las pesquerías, en estos y otros mares contiguos á los dominios Españoles, indugeron la Corte de .Madrid á organi- zar una Compañía Marítima (3f>) para la. explotación de este im- (34) Real orden de 13 do Agosto de 1787. r35) Re»l Orden de 25 Febrero 17D3. . — 37 — portante ramo de industria; y uno de sus principales asientos fué Puerto Deseado. (36) Con esto motivo volvió á levantarse este establecimiento, y debían formarse otros, para dar mas im- pulso á los trabajos de la^Compañia. No se ocultó al genio pers- picaz del Conde de Floridablanca, recien llamado á los conse- jos de la Corona, cuan impróvida habia sido la medida tomada por sus antecesores, de apagar los focos de población que de- ////«> bian animar á esas partes extremas de las posesiones ultramari- r / ims; y cuando el Director de la Compañía Marítima representó la imposibilidad de sostener la colonia de Puerto Deseado, dis- puso el Ministro que el virey de Buenos Aires le franquease todos los auxilios, "porque convenia, mantener á toda costa, la "posesión do aquel punto, aunque solo fuera como presidio." Y el deseo de ponerla fuera de toda emergencia hizo exo- nerar después á la Compañia, de la obligación de fomentarla, to- mando el Gobierno á su cargo enviar pobladores y soldados á San José, Rio Negro, Puerto Deseado y demás presidios que se lucran formando, sin mas obligación por parte de la Compañía* que sostener sus factorías, para lo cual se hicieron nuevas y mas generosas concesiones. (37) Pronto se descubrió que sus apuros provenían de la prevaricación de sus agentes, que fueron rem- plazados, y obligados á volver á España á presentar sus descar- gos. (38) Estos desórdenes comprometieron por segunda vez la existencia de estos establecimientos, que otros sucesos hicieron perder de vista' después. Subsistió el de Puerto Deseado hasta fines de 180(3, en que fué desamparado. Lo que mas influyó en este abandono, según representó su último comandante, fué la falta de víveres, y la ninguna esperanza de conseguirlos del Go- bierno de Buenos Aires, ocupado entonces en rechazar y repa- rar los estragos de la primera expedición Inglesa, al mando del General Berreslbrd. (39) No dejó por esto el Gobierno de atender á la costa Patagó- nica, donde quedaba en pié el Fuerte del Cármen en la orilla del Rio Negro. Su primer explorador habia revelado la importancia de este rio, y el partido que podia sacarse de él para facilitar la comunicación mercantil con el reino de Chile; como habia ma- nifestado también la necesidad de ocupar Ja isla de Choelechel, paso preciso de los Indios que vehian del otro lado de la Cordi- llera á depredar nuestras estancias. Con estos antecedentes pro- puso el Síndico del Consulado de Buenos Aires, que lo era en- tonces D. Vicente Antonio de Murrieta, practicar un nuevo (3fi) JC".lr« ordi'nea de 2 de Agosto y 18 de Septiembre de 1792. (37) Real Orden de 15 de Sepiiernbre de 1793. (30) Oficio de JD. Juan Cmóstorno Martínez, de 23 de Diciembre de 1807, al virey de Buenos Airen. (39) Informe de Villsreal, sobre contener y reducir á la obediencia á los Indios del reine de Chite. En el lomo 23 del Semillarlo Erudito, pág. I2j y 177.— 38 — reconocimiento para completar los trabajos de Villarino. Coin- cidían estos deseos con la tradición de un antiguo camino car- ril que cruzaba las Pampas, y se dirigia por un bosquete, cerca de Valdivia, y con la opinión de I). Feliz de Azara, que encargado por el virey Meló de proyectar una nueva línea de fronteras, había indicado la ocupación de este punto de Choe- lechel, como indispensable para asegurar los establecimientos mas al sud do estas provincias. Los peligros que corrían recla- maban toda la atención del Gobierno, que era por otra parte lla- mada, por órdenes urgentes de la Corte de Madrid, á la defensa de las costas. Tan completa era la confianza que se tenia en el celo del Gobierno de Buenos Aires, que de las tres expediciones (40) que se organizaron en Europa en el curso de pocos anos para explorarlas, ninguna debia ocuparse denlas poblaciones extran- geras que pudieran haberse establecido clandestinamente en al- guno de aquellos parages. Y lo que prueba que no era menos el crédito de que disfrutaban los trabajos executados en Buenos Aires, fué la recomendación hecba al virey (41) de comunicar- los á Mahaspina, encargado de un reconocimiento Científico del vasto litoral del continente Americano, para completar los traba- jos hidrográficos de la monarquía Española, emprendidos y lle- vados á cabo, bajo la dirección del Brigadier Tofiíío, y de otros oficiales de la marina real. ✓ Los recelos de la Corte de España se habían aumentado por la guerra en que se hallaba con la República Francesa, y como se consideraba asequible la navegación del Rio Negro y del Rio Colorado para conmoverlos reinos del Perú y Chile, el virey Meló, por órdenes expresas que le fueron f ransmitidas, mandó hacer un nuevo y mas prolijo reconocimiento de este úl- timo rio,que no estaba tan resguardado como elprimero.Presentó el Piloto Peña el diario de su viage, (42) cuyo resultado fué de- jar confirmado el juicio que habia formado de él Villarino, aun- que con alguna diferencia en los detalles. Poco fondo, muchas restingas en la boca, tierras anegadizas en las orillas, y expues- to á los vientos del sud y del sueste, que son dominantes en aquellos mares. Pero ya empezaba á sentirse la necesidad de extender mas al sud las fronteras del vireynato, y de abrir comuni- caciones mas fáciles con el reino de Chile. Las noticias que (40) La primer» y segunda al mando del capitán de navio D. Antonio de Córdora en. 1785 y 1786, 1788 y 1789 ; y la tercera bajo la dirección de D. AlejanJro Mala^pina en 1791. (41) Reales Ordene* de 12 de Marzo, y de 4 de Abril de 1791. (42) Diario que hizo el primer piloto de la Real Armada D- Joseph de U Peña, det Rio Negro de Patagones i la Bahía de todoa los Santo*, Babia Anegada, y Kio Colorado, en Mayo de 1795. — 39 — habia recojido Villarino en su exploración del Rio Negro, despertaron el celo de los amigos del bien público, que se ofre- cieron á prestarse mutuamente el auxilio de sus luces y expe- riencia. No todos convenían en el punto mas favorable al trán- sito de la Cordillera. Cerro y Zamudio daban la preferencia al boquete de Atuel que se dirige á la ciudad de San Agustín de Talca; Barros al boquete de Achihueno, que conduce á la de Chillan; Molina y Cruz, al de Atuco que desemboca á la isla de la Laja cerca de Chillan ; y Souillac que, por órden del virey Sobremonte, filé á reconocer el camino señalado por Zamudio, confirmó y amplió sus descubrimientos, habiendo presentado un proyecto para hacer navegable el Rio Claro, y poner en contac- to la ciudad de San Agustín de Talca con la Nueva Bilbao en la boca del Maule. ¡ Cuántas ventajas hubiera reportado el co- mercio de estos descubrimientos, si el Gobierno de Buenos Aires hubiese sido segundado por el de Chile, que era el mas intere- sado en sacar á su comercio del estado de aislamiento en que ya- cia! Pero nada pudo vencer su apatía, y Zamudio, Molina y Cruz, que eran Chilenos, presentaron sus diarios al Cabildo de Buenos Aires, teniendo mas confianza en una corporación extra- ña que en la de su propio pais. Y realmente si se recorre la historia de los tiempos pasados, se hallará al Gobierno de Chile siempre indiferente á todo cuanto podia contribuir á estrechar sus relaciones con el de Buenos Aires. Ya hemos visto el ningún cuidado que tornaba de sus In- dios, cuyos acometimientos favorecía; y muchas pruebas de su indolencia ministrarían los anales de las provincias de Cuyo, que • por tantos años formaron parte de su jurisdicción, sin que les quedase un solo monumento de sus desvelos. Por su singularidad merece ser recordado un hecho clásico de esta indiferencia, tan opuesta al celo incansable de los Gobiernos de Buenos Aires. El rico mineral de Uspallata en la provincia de Mendoza fué descubierto en IG38, y cerca de un siglo y medio después, en 1776, cuando las provincias de Cuyo fueron reunidas á este vi- reinato, se hallaban en el mismo estado en que estaban el dia de su descubrimiento. Este abandono se notaba hasta en los asuntos que debían haberlo estimulado, por las ventajas que les prometian. Nada mas importante para él que la abertura de un camino carril, que activase su comercio interior con las provincias y la ciudad de Buenos Aires; y sin embargo cuando Zamudio llegó á San Agustín de Talca en un carro que habia hecho rodar por la Cordillera, la sorpresa que causó su aparición no pareció digna al Ayuntamiento de aquella ciudad del sacrificio de 213 pesos ue habia franqueado á Zamudio,,bajo la garantía del Consula- o de Buenos Aires. Muy crecida seria la cuenta de lo que ha_^ 4 0 — eostado á Buenos Aires en sangre y dinero la exploración de Ja región Patagónica, cuyo dominio íe disputan ahora los que nada han hecho para ayudarle. Ni se entibió este zelo bajo las autoridades nacionales que reemplazaron á los delegados de la monarquía Española.Los cui- * dados y los peligros que rodearon á los magistrados nuevamen- te electos, no les hicieron perder de vista esa parte importante del territorio de la República. La l.rt Junta que se instaló des- pués del dia memorable de 25 de Mayo de 18J0, recibió el ho- menage espóntanoo de los caciques de las tribus del sud, y una de sus principales medidas fué preparar una expedición- al mando del Coronel D. Pedro Andrés García, pa*a organizar- ías. (43) Si no temiésemos rebajar la dignidad de este acto, diriamos que equivale á la aceptación que hace el legatario de una herencia, con la obligación de conservarla. Con este objeto convocó á principios de 1812 á los princi- pales caciques Pampas para comunicarles su intención de arran- carlos á la vida errante, y de reunirlos en poblaciones, empe- zando por la de Salinas. Otro parlamento de caciques y capita- nejos (44) se celebró en la frontera de Mendoza para hacer re- conocer al nuevo Gobierno de estas provincias; el que tuvo lu- gar en el mismo Fuerte de San Carlos, donde pocos años des- pués volvieran á juntarse por órden del General San Martin pa- ra segundar uno de sus estratagemas. Después de los gloriosos triunfos de Tucuman y Salta, toda la atención del Gobierno de Buenos Aires se dirigió á la or- ganización de un ejército destinado á ^continuarlos. Sin dejarse arredrar por los obstáculos que le oponía la naturaleza, el Gene- ral Argentino, con el valor que desplegaron Aníbal y Napoleón en el paso de los Alpes, se decidió á trepar los Andes. Seis ca- minos, mas ó menos frecuentados, pero todos escabrosos, le ofrecia esa inmensa cadena de rocas que corre de un cabo al otro del continente Americano. El 1. ° en la Provincia de la Kioja que desemboca á Coquimbo: el 2. ° , llamado de los Pa- tos, entre la provincia de San Juan y el valle de Putaendo: <•! 3. ° de Uspallata, entre la provincia de Mendoza y el valle de. Aconcagua: el 4. ° del Portillo, que conduce al valle de San Ga- briel: el 5. ° de las Damas, en el valle Colchagua; y el 0. ° del Planchón, en el de Talca. Este último, el mas al sud de los que acabamos de nombrar, fué el que prefirió el General Argen- tino para distraer la atención del Gefe Español del verdadero punto que habia escojido. Y para dar á este ardid toda la apa- (43) Oficio del Presidente de la Jün'.a, de 15 de Junio de 1810, veinte días después de «u instalación. (44) En la Gaceta ministerial del Gobierno de Buena» Airee, de 19 de Junio de 1819, sa registran éuí nombre*, con otros detalle» de aquella reunión. — 41 — riencia de un plan acordado, hizo pedir formalmente á los Caci- ques que habitaban aquellos valles el permiso de transitar por au territorio. El dia indicado se presentaron efectivamente los Caciques con gran séquito al Fuerte'de San Carlos, donde los aguarda- ba el General San Martin, y allí del modo mas solemne fué pe- dido y acordado el paso, con demostraciones inéquivocas de ad- hesión y respeto. Los sucesos de la guerra, y otras causas que no es del caso enumerar por ahora, hicieron malograr es- tos ensayos, que con mas persistencia hubieran librado á estas provincias de muchos desastres. Pero no eran muy comunes entonces las ideas de atraer á la vida social á los Indios por medios suaves. Los que se preferían eran los rigurosos, por un resto de las antiguas preocupaciones que los hacían mirar como incapaces y hasta indignos de elevarse á la condición de hom- bres civilizados. Si el respeto con que los trató el General San Martin no hubiese pareeido una parte necesaria de un estratagema de guerra, hubiera sido desaprobado con. la mis- ma unanimidad con que fué aplaudido. ( Pero no se tardó en reconocer que solo debia echarse ma- no del rigor cuando se agotaban los medios de templanza. Así fué muy grande el disgusto cuando el Gobernador D. Martin Rodríguez, sin necesidad, ni objeto, acometió en 1821 á los Pampas en Chapaleofú, que venían á someterse al Gobierno de la provincia. Esta injusticia predispuso fuertemente á los Indios contra todo proyecto de pacificación, y por poco no comprometió la suerte de una gran expedición que se hizo en 1822, con el obje- to de examinar las inmediaciones de la Sierra de la Ventana, para extender la línea de los tuertes que cubrían por aquel lado las fronteras de la provincia. Las dificultades y los peligros de esta expedición se hallan extensamente relatados en el diario que llevó el ingeniero que la acompañaba,(45) como se detallan en otros los incidentes de los dos reconocimientos que se practicaron, con el mismo objeto, en 1825 y 26, el Io al sud,. desde la costa hasta el Tandil, (4b) y el 2,° al oeste, desde los 36° 27' 15", donde aca- baba la línea que habia recorrido la 1.a expedición, hasta la- Provincia de Santa Fé, por los 34° 18' 10". (47) Entretanto continuaban los trabajos de exploración en la costa, en los pueblos mas en contacto con los establecimientos públicos y particulares de la provincia. En 1822 fueron someti- dos á un nuevo reconocimiento, el Rio Negro, el Colorado, y todo el litoral, desde el primero de estos ríos hasta la Bahía (45) Un sido publicado en el IV tomo de nuestra Colección de documentos inéditos sobro «1 Rio de la Plaia. (4fi; E>te Diario se halla en el tomo VI de la misma Colección. (47) El diario de la segunda Comisión que recorrió la (romera del oeste, es inédito. 6— 42 — de Brigtman al norte del segundo. Ignoramos el destino que ha- yan tenido los planes que levantó el Coronel Cramer, encargado de esta exploración; lo único que conservamos es el borrador autógrafo de su diario. (48) Para completar estos trabajos se nombró otra Comisión con destinó a la Bahía Blanca. Este punto, donde existe ahora una población y un fuerte, quedó ig- norado hasta el año de 1790, en que Malaspiha, al pasar á los mares del sud, notó este seno que no se hallaba indicado en sus mapas. No se detuvo á examinarlo; pero á su regreso, encargó al comandante de uno de sus buques, que debia mandar la esta- ción de Montevideo, de explorarlo, para completar sus recono- cimientos en las costas de Patagonia. Estos trabajos fueron elevados al virey Arredondo, que se hallaba al mando de estas provincias, y desde entonces no se vol- vió á hablar mas de Babia Blanca; sea por descuido, sea mas bien por temor de señalar un nuevo punto de arribada á los bu- ques extrangeros que se ocupaban en la pesca de los anfibios. Hasta que penetrado el Gobierno de la necesidad de extender las fronteras, se fijó en Bahia Blanca, que se presentaba como el mejor puerto de aquellas costas, (49) y decretó la creación de un nuevo pueblo con un fuerte para protegerlo contra cualquiera tentativa, y bastaron muy pocos años para hacer de este destino un punto importante. Pero pronto debian anublarse los dias de serenidad que ha- bían brillado sobre la República. A los desórdenes interiores se agregaron luego los males de una guerra exterior, que agotó los recursos del erario, y en este desquicio se perdió de vista la reducción de los Indios, que lo aprovecharon para organizarse. Sus continuas incursiones mantenian en alarma á toda la provin- cia, y era imposible permanecer en este estado. Los hacendados ofrecieron su cooperación para asegurar sus propiedades, y la esterilidad de los medios de que se habia echado mano hasta en- tonces para contener á los Indios, decidió el Gobierno á hacer una formal expedición para atacarlos en sus propias guaridas. Varios sucesos hacían urgente esta medida. Un tal Hermosilla, compañero dsl famoso bandido Pin.cheira, atrajo insidiosamente en sus tolderías al Gobernador de Mendoza, con una numerosa comitiva, y de un solo golpe enlutó las familias mas respetables de aquella provincia.. Mientras se consumaba este atentado en Chacay, Pincheira amagaba la población de Patagones, Toriano la de Bahif;. Blanca, Chocorí, Llanquetruz y otros salteadores, recorrían el campo, asaltaban las estancias, mataban, ó cautiva- (48) Se halln también en el tomo VI de nuestra Colección. (4S) El informe de este reconocimiento ha sido publicado en el número 16 de! Bcgiitro Ettádistico de Butnol Ayret. / ban á las familias, contando con las dificultades con que lucha- ban los Gobiernos, y con la imposibilidad de escarmentarlos. Pero, ¿como pensar en expediciones contra los indios, cuando la guerra civil prdia en todos los ángulos de la República? Ni entonces, ni después fue posible organizarías; y solamente el dia 9 de Marzo do 1833, el egército de la provincia pudo romper su marcha de la Guardia del Monte, é ir á acampa, ,-e en la mar- gen del Colorado, do oonde salieron fuertes divisiones, para re- correr aquello- campos, buscando y combatiendo á los bár- baros. Se ra: ncó' ¡L.-nbiou ocupar 'a Isla do Choelechel, para cortar el paso ó I03 indios Araucanos; se sometió á un nuevo reconocirnieoío el Rio Negro y el Colorado, desde sus desagües en el Océano, hasta donde fué posible remontarlos; y se despa- chó una partida avanzada hasta el rio Balchitas, al sud del Rio Negro, para entrar en relaciones con los indios Tehuelches, y otros que pueblan ls? península de San José, y las inmediacio- nes de Puerto Deseado. Era intención del Gefe de la expedición hacer de estos dos puntos el centro de las operaciones que debian emprenderse para someter á todas esas tribus, que vagan sin freno en las in- mensas soledades del sud, á cargo á sí mismas y k sus vecinos. Pero nuevos trastorno? que estallaron en tiempo de la adminis- tración del General Balcarce no permitieron lleva" mas adelan- te esta empres. . Quedó sin embargo consignado en la última proclama dirigida al egército expedicionario, el derecho de la Confederación á la soberanía del territorio hasta el Estrecho de Magallanes. "Hacen do? meses, se decia en aquel documento, que "perdisteis do vista vuestros hogares para internaros en las yer- "mas y vastas pampas del sud. Habéis operado activamente y sin "cesar todo el invierno, y terminados los trabajos de la campa- "ña en un año, como os lo anuncié al tiempo de nuestra mar- "cha. Vuestras lanzas han despoblado de fieras al desierto; han "castigado los crímenes y vengado los agravios de dos siglos. "Las bellas regiones que se estienden hasta las Cordilleras de, "los Andes, y las costas que se desenvuelven hasta el afamado "Magallanes, quedan abiertas para nuestros hijos. Otra causa que se opuso á estos nobles deseos fué la usur- pación de Malvinas, que hizo sentir al Gobierno de Buenos Aires la necesidad de guarnecer los puntos que ocupaba, con fuerzas numerosas, para que bastasen á su defensa; y las cir- cunstancias del pais no permitian entonces desmembrar el ejér- cito de la Provincia. Ni ha sido posible hacerlo después, por los conflictos en que se ha hallado la Confederación para defen- derse contra los ataques exteriores. Y no es de dudar que con la misma firmeza sostendría los que le corresponden, de un.44 — modo tan legítimo como evidente, sobre toda la parte austral de la República, hasta donde se extiende el continente Ame- ricano. HMM9M9H* _ / SEGUNDA PARTE. OISCUSIOX I>E PRINCIPIOS. Después de haber recordado los títulos de posesión de la Confederación Argentina á la parte austral de su territorio, hasta el Cabo de Hornos, incluso el Estrecho de Magallanes, nos queda que indagar los que pueda haber invocado el Go- bierno de Chile para violarlos. No tenemos á la vista el decreto de erección del Fuerte de Bulnes en el centro del Estrecho, donde existió en otro tiempo la colonia fundada por Sarmiento, é ignoramos por consiguiente lo que se ha alegado para justificar la ocupación de un terri- torio separado enteramente de la República Chilena, y que nunca ha figurado en el número de sus posesiones: pero bastan estos datos para declararla ilegítima. Los límites de esa República no pueden ser otros que los del antiguo reino de Chile, por razo- nes tan óbvias, que es escusado reproducirlas. El respeto ú los limites establecidos por el poder que go- bernó por tantos años estos Estados, ha sido mirado siempre por el Gobierno de Buenos Aires como una garantía de seguridad y órden para todos^los pueblos. Así lo expresó al primer Enviado que le mandó el Gobierno de Washington» "A los grandes prin- cipios, dijo, de la abolición de la guerra de corso, y de la no "colonización Europea en el territorio de América, conviene "agregar este otro—que ninguno de los Gobiernos nuevos de este "continente, mude por violencia los límites reconocidos al tiempo de "la emancipación. Así podria sofocarse la semilla de guerras que, "brotando juntamente con los nuevos Estados, tendrian una "influencia funesta en su civilización y costumbres." (50) Fue- ra de este principio no queda mas que la usurpación y la conquista, que amagarían, no solamente los derechos territo- riales de cada Estado, sino lo que tienen de mas precioso los pueblos, su libertad é independencia. Al reinado tranquilo de las leyes sucedería la agitación de la guerra, la ebriedad del triunfo, con todos los peligros y males que trae consigo una lucha exte- rior, sobretodo, cuando es injusta. (50) Mínenle del Gobierno de Bueno» Aires, 4 la IV Legislatura. — 15 — Lo que mas sobra á los Estados Americanos es su territorio. Una gran parte del que poseen es inhabitado é inculto: ¿ de qué les serviria aumentarlo ? En el largo período de la dominación Española, cuando la jurisdicción del Gobierno de Chile se ex- tendía hasta las provincias de Cuyo, al éste de la Gran Cor- dillera, su autoridad, en el sentido mas lato, expiraba en el Ar- chipiélago de los Chonos, en los 45 ° de latitud austral, y aun era nominal este dominio, porque desde la Concepción podían avistarse las tolderias de los indios independientes» Estos límites están ademas tan fuertemente trazados por la naturaleza, que se oponen á cualquier proyecto de engrandecimiento, aunque fuese lícito concebirlo. Las últimas ramificaciones de la Cordillera por aquel lado, cortan todas las comunicaciones exteriores é in- teriores. La mar, que se estrella con furor en la costa, los cerros que se levantan con altivez sin dejar ningún paso, sea por lo es- carpado de sus flancos, sea por las nieves eternas que cubren sus cumbres, son obstáculos formidables que quitan toda espe- ranza de vencerlos. "Desde aquel punto, (el golfo de Ancudjfc "dice un observador moderno, separados de sus llanos y de sus "bajas compañeras de la costa, el cordón de los Andes se vé de "repente bañado por el Océano, y desde allí corre por la orilla "misma, enfurecido con sus repetidos volcanes." (51) Muy distinta es la perspectiva que se presenta del lado de la República Argentina. La ocupación del Estrecho de Magallanes, que nunca ha dejado de ser parte de su territorio, no" tiene para ella ninguno de estos inconvenientes, y cuando el Gobierno de Buenos Aires pueda ocuparse de la realización de tantos planes que deja en suspenso la conservación de su independencia, nada se opone á llevar los límites de la provincia hasta donde se extien- den sus derechos. Estos derechos son ciertos y evidentes, y no vemos como podrían ser disputados. La real órden de 29 de Di- ciembre de 176G, que hemos citado en la primera parte de este escrito, no era una delegación nueva, sino la confirmación de un hecho preexistente, y contemporáneo á la fundación del Gobierno de Buenos Aires en los primeros años de la conquis- ta. Su mas antiguo historiador, en la descripción que hace de su territorio, afirma que el Rey le concedió 400 leguas de costa sobre el mar "desde la Cananea en la frontera del Brasil, hasta "el Estrecho de Magallanes; (52) y no se necesita ser muy ver-- sado en los usos de aquel tiempo, para saber que en esta con- cesión se comprendía todo el territorio que se abre tras de la linea bailada por el Océano. Así es que lds primeros ensayos de colonización en el Estrecho se practicaron bajo la inmediata (51) Domeyko, Araucama y sus habitantes. Santiago de Chile, 1645. (59) Rui Diaz de (juzmau, Argentina, cap. 2."— 46 — dirección de los Gobiernos de Buenos Aires; que á ellos, y á ningún otro, se comunicaban todas las órdenes, todas las cédu- las, para su conservación y vigilancia; y que la única voz que se ha levantado, hasta nuestros dias, contra cualquier tentativa hecha para ocuparlo, ha salido única y exclusivamente de Bue- nos Aires. A los demás hechos que hemos citado agregaremos otro, que por su posterioridad manifiesta el celo constante d<í este Gobierno en mantener ilesos los derechos de la Confedera- ción Argentina sobre aquella parte extrema de su territorio. En Diciembre de 1833, los Sres. Arms y Coan, misioneros Norte-Americanos, desembarcaron en la Bahia de San Gregorio, con ánimo de establecer una misión en el Estrecho de Magalla- nes. El General Rosas, que habia vuelto á tomar el mando de esta provincia, al poco tiempo de haber regresado de su ex- pedición al desierto, en su primer mensage á la Legislatura, anunció este hecho, diciendo: "Tiene el Gobierno entendido que "otra invasión (acababa de dar cuenta de la de Malvinas) de di- "verso género, se ha hecho al territorio de la República. Se di- "ce que en la Bahia de San Gregorio, cerca del Estrecho de Ma- gallanes, ha sido introducida una pequeña colonia extrangera, "que, bajo el nombre de misión religiosa, ha entablado relacio- "nes con los indígenas. El Gobierno no puede ser indiferente á "un suceso semejante, y tomándolo oportunamente en conside- ración, propondrá á los Señores Representantes las medidas "que crea convenientes adoptar en defensa y seguridad de los de- rechos de la República." (53) Hemos buscado atentamente en los documentos de igual naturaleza que el Gobierno de Chile ha publicado en estos últi- mos años, los fundamentos de su derecho sobre el Maga- llanes , y no hemos hallado mas que detalles sobre la difi- cultad de colonizarlo. La inclemencia del clima, la esterilidad del suelo, la falta de maderas y de aguas potables, han obligado aquel Gobierno á trasladar, al cabo de pocos años, su pequeña colonia á otro punto mas inmediato al Cabo de las Vírgenes, y por consiguiente al lado opuesto de su territorio. En una Memo- ria del Ministro del Interior se insiste en el principio de utili- dad, y en la evidente urgencia de "posesionarse formalmente de "este punto extremo del territorio Chileno, antes que alguna na- "cion Europea, apreciadora de su importancia , hiciese lla- mear en él su bandera." (f>4) Que pueda parecer útil al Gobier- no de Chile extender su dominación hasta el Estrecho, no es lo que le contestamos, sino que baste esta conveniencia para ocu- parlo. Tampoco podemos admitir que se llame territorio Chilena (53) Mensage á la XIII Legislatura. (54) Memoria del Ministro del Interior al Congreao Nacional de — 47 — lo que nunca le ha pertenecido, y que para prevenir la invasión de una potencia Europea, se haya considerado con derecho pa- . ra usurparlo. No recordamos haber visto en ningún código esta facultad de tomar para si lo que corre riesgo de caer en manos agenas. Ni la Confederación Argentina ha dado pruebas de de- bilidad, para creer que miraria * en silencio ha agresión do una potencia Europea donde alcanza el poder de sus armas. Si ha sido posible privarla de las Islas Malvinas, no lo seria ciertamente hacer otro tanto en ningún punto continental de su territorio, por mas poderosa que fuese la nación que lo intentase. Si ningún título tiene el Gobierno de Chile sobre el Estre- cho de Magallanes, ,¿ en qué puede haber fundado su resolución de ocuparlo? ¿Seria acaso por haberlo considerado como tierras nullius, ó por el derecho que los publicistas llaman de usucapión, declarando arbitrariamente prescriptos los derechos de la Con- federación? Pero muy fácil seria probarle que, ni la calificación de tierras nullius, ni el principio de la prescripción, ó de la usucapión, son aplicables á aquella parte de América. Tierras nullius, según lo indica la misma palabra,son las queá nadie pertenecen, y el Estrecho de Magallanes, desde su descu- brimiento, ha pertenecido á la España, por el derecho de descu- bridor y de primer ocupante: y su gobierno, usando de este de- recho, agregó esas tierras á la jurisdicción territorial del de Bue- nos Aires, como mas próximo y en contacto con ellas. Esta, de- legación, que se funda en títulos tan claros y eminentes, nunca fué revocado, mientras duró la dominación Española en el Nue- vo Mundo, y son infinitos los testimonios del celo con que fué desempeñada por los gobernadores y vireyes de estas provin- cias. Expediciones, reconocimientos, fundaciones de colonias, trabajos científicos, sacrificios imponderables, todo enfin lo que acredita miras de conservación, y no intención de abando- narlas. Las autoridades patrias que los reemplazaron, no pusieron menos interés en el cumplimiento de estos deberes, y si por el estado del pais no han podido hasta ahora desenvolver sus pla- nes, y extender los límites de la República hasta donde pueden llevarlos, no por eso han caducado sus derechos, que son im- prescriptibles por las leyes de las naciones. "Si una nación, "dice un escritor, cuyas opiniones son decisivas en estas "materias, deja parajes incultos y desiertos en su territo- rio, nadie tiene el derecho de ocuparlos sin su consentimiento. "Aunque no se valga de ellos actualmente, son suyos estos pa- "rages, tiene interés en conservarlos para servirse de ellos en "lo venidero, y no está obligado de dar cuenta á nadie del uso "que haga de lo que le pertenece." (55) Y esto es lo que acon- (55) Vattel. Derecho de GenteB, cup. 7, lib. II, par. 86.I* .ffi — seja la razón; porque ¿que seria la soberanía de una nación, sin el derecho de disponer a su albedrio de lo que le corresponde; de hacer lo que no puede, 6 no quiero en un tiempo deter- minado, y de tomar resoluciones y medidas prematuras, para no correr er riesgo de perder una, parte de su territorio? Larestriccion que algunos publicistas han puesto a este de- recho, alegando que, "una nación no debe apropiarse una exten- " sion de pais demasiado vasta," y reducir los demás-pueblos á carecer de asilo y subsistencia, entra en el número de aquellas ideas abstractas, que suelen emitir los escritores para ostentar liberalidad de principios, 6 esmero en mirar las cuesliones por todos lados. Contra la aplicación de esta doctrina, ó mas bien opinión, hay argumentos de derecho y de hecho; y el primero que se presenta á la mente de cualquiera que la analice, es la imposibilidad de establecer una autoridad que determine la can- tidad de territorio que pueda ocupar una nación. Su existencia, aunque fuera el producto del consentimiento unánime de los pue- blos, los degradaría á todos, porque los baria bajar del alto pues- to que ocupan como estados soberanos é independientes. Se opone también á este principio la práctica de todas las naciones, antiguas y modernas, mucho mas imponente que los conceptos de un escritor, cualquiera que sea su mérito: y basta tender la vista á las posesiones Inglesas en el norte de Europa, á sus vas- tas colonias en la Nueva Holanda, en la Nueva Zelanda, y á tan- tos otros puntos de la Polinesia; á las costas norueste de Amé- rica, adonde ha desbordado la dominación Rusa, ya demasiado extensa en Europa y en Asia, y á muchos otros ejemplos, que seria largo é inútil aducir. Muy privilegiados deberian ser esos derechos, para prescribir los de la Confederación Argentina, que los ha proclamado y ejercido, cuando los que invoca el Gobier- no de Chile son nominales é ignorados. Pero, supóngase que fuera obligación precisa de los Esta- dos que poseen mas territorio del que pueden poblar, cederlo á los que no tienen bastante para su sustento. ¿Es este -el caso en que se halla la Confederación Argentina con los Chilenos ? ¿ No ponderan los escritores do Chile la extenskm y la feraci- dad de sus campos, no deploran la escasez de sus habitantes, y no se empeña en' este momento su Gobierno en atraer á loa extrangeros para aumentarlos ? Este mismo principio de hospitalidad es el que profesa el Gobierno Argentino, y la fácil y benigna acojida que hallan en- tre nosotros los emigrados que abordan á nuestras playas, á pe- sar de los muchos motivos de disgusto que nos han dado mu- chos de ellos, quitan toda su fuerza al único argumento en que se funda la restricción al principio de la inviolabilidad de los derechos territoriales de una nación, porque el Gobierno Chilena — 49 — ofrece voluntariamente á los extrangeros el asilo y la subsisten* cia que no hallan en su propia tierra. Y aun sin esto, no basta que un pais sea desierto para declararlo abandonado. En tiempo de Nerón un gefe de los Germanos reprochaba á los Romanos conservar en su poder un pais que habían convertido en desierto sobre el Rin, diciéndoles: que "como el "Cielo pertenece á los Dioses, así las tierras vacias son comu- "nes á todos los hombres." Pero este desierto era necesario á los Romanos para defenderse contra las irrupciones de pueblos be- licosos que habitaban la orilla opuesta del rio: lo que prueba que hay casos en que el abandono de una parte del territorio nacio- nal, envuelve el egercicio deliberado de un derecho superior á todos los demás, cual es el de su propia conservación y defensa. Ni es por otra parte tan absoluto y determinado el derecho de prescripción ea los asuntos internacionales como lo es en los civiles; y hasta creemos que ninguna analogía puede haber entre ello3. La proscripción entre particulares tiene por objeto cortar desavenencias, evitar pleitos, mantenerlos en posesión tranquda de un bien adquirido sin desconfianza: pero muy distinto seria su efecto en las cuestiones políticas. Ningún pueblo sufre con resignación la desmembración de su territorio, y el resentimien- to que dejan estas ofensas, no se oculta, ni se olvida, sobretodo cuando viene de los vecinos. Las ventajas que el Gobierno de Chile se promete son inciertas, la enemistad que engendra su usurpación es indudable, y podría ¿lar lugar á un conflicto : por- que el Estrecho de Magallanes, por su.posición geográfica, es un punto indispensable á la seguridad de la Confederación Ar- gentina, y ninguna consideración puede inducirla á dejarlo en poder de otra nación, por mas estrechos que sean los vine ulost de amistad que la unen á ella. Esta desconfianza debe haberse aumentado por la natura- leza de los recursos con que cuenta el Gobierno de Chile para el fon-rnto de su nueva colonia. Su Ministro del Interior, en una de sus memorias que hemos citado, (56) solicita la coope- ración del Congreso, "para llevar á efecto sus planes, á lo que "nada contribuiría mas eficazmente, que su autorización para "traer la emigración necesaria del punto, ó puntos de donde con- tenga, para repartir entre los colonos una porción de territo- "rio capaz de sostener sin conflicto una familia, único incentivo "que puede obligar á abandonar el patrio suelo." Y un dia- rio de aquella República (57) nos revela inciden talmente la condición de los primeros fundadores del Fuerte de Bulnes, que (56) La de 1846, pag. 15. (57) El Progreso, en ms números de 4 y 5 de Srpüembre de 1849.«e componen nuda menos que de deportados. A los demás cuida- dos que tiene pues el Gobierno de Buenos Aires, para mantener el órden interior de la Confederación y asegurar su independen- cia, se agregaría el de vigilar sobre un presidio, fundado en sus dominios por un poder extraño, no solamente para descargarse de sus malhechores, sino para que sirva de asilo á todos los fa- cinerosos del mundo. Y esto es lo que el mismo Ministro en su última Memoria (58) llama:—Ensayo honroso, base preciosa, centi- nela avanzada de la nacionalidad é integridad de la República ! No pretendemos negar al Gobierno Chileno el derecho que tiene cualquier gobierno, de deportar á los criminales: digno es ciertamente de una administración ilustrada, mitigar el rigor de las penas, y pensar en la regeneración de los que las sufren.. Pero es en sus propios dominios que debe establecer estos pre- sidios: practicar lo que hacen la Inglaterra, la Francia y la Ru- sia, que no descargan Ja hez de su población sobre otros es- tados, sino que la confinan á Botany-Bay, á Cayena, á Sibe- ria, para no contaminar los demás pueblos. Sin esto la Confe- deración Argentina tendria que agregar á la pérdida de una gran parte de su territorio, la no menos importante, de su seguri- dad: por que un asilo abierto á los vagos y facinerosos de todo el mundo, á espaldas de sus provincias, en contacto inmedia- to con los Indios que habitan los parages intermedios, fuera de la esfera de acción del poder que los coloniza, seria un amago continuo al órden y tranquilidad de la República. Por mas ge- nerosa^ que fuesen las ofertas del Gobierno Chileno, para po- blar su colonia en el Estrecho de Magallanes, no conseguiría atraer la parte pura y laboriosa de la emigración Europea, y solo veria llegar á aquellas playas los que no hallan cabida en ninguna sociedad bien organizada. ¿ Qué medios de coacción, tendria el Gobierno de Chile para- contenerlos, si en cerca de tres siglos no ha podido semeter á su poder á los Indios que lo rodean? Estos extranjeros, ya desmoralizados, se unirian a las tribus fronterizas, y á su natural inclinación al robo, agregarían! otros estímulos, para hacer mas peligrosa su existencia. En cual- quier disputa con los demás gobiernos, loe que no se atreverían á atacar á la Confederación Argentina, se valdrían de este punto apartado de su territorio, para promover defecciones y preparar- dificultades, que embarazarían al Gobierno, si no llegasen á desquiciarlo. Otro motivo en que el Gobierno de Chile ha fundado esta ocupación, es "lá influencia que tendria en la prosperidad de "aquel estado el paso del Estrecho de Magallanes, si, como se "espera, llegase á hacerse fácil y seguro, reemplazando el viage (56) La tic 1646. — 51 — "por el Cabo de Hornoa, siempre proceloso y prolongado." £59) El principio de la utilidad ano no ha llegado,, y talvez nun- ca llegue, á crear derechos y á justificar usurpaciones. "Un fin '•laudable, dice un escritor que puede citarse con confianza, no "basta á legitimar los medios, que deben ser legítimos por si mis- "rnos. Cuando no se puede alcanzar algún objeto bueno y plau- sible, sin hacer uso de medios ilegítimos, debe tenerse este "objeto por imposible, y abandonarlo." (60) Admitiendo, lo que no está confirmado por la experiencia, que la navegación interior por el Estrecho de Magallanes sea preferible á la exterior del Cabo de Hornos, ¿cuántas de estas mejoras no ha señalado el estudio de la geografía, sin que haya .««ido posible practicarlas?^ No estáu también indicados los istmios de S uez, de Panamá, y otros puntos de Centro-América, para facilitar las relaciones comerciales de Ja Europa con el Asia? Y sin embargo ha bastado la oposición del Bajá de Egipto, y la dificultad de entenderse con el Gobierno de Guatemala, para re- traer á las Compañías y á los Gobiernos que ofrecían sus cauda- les para abrirlas. Fuesen alíñenos adecuados los medios de que so vale el Go- bierno de Chile para conseguir este objeto. Los obstáculos que se oponen á la navegación del Estrecho no se vencen con esta- blecer un presidio en sus costas? Se necesitan prácticos, marinos, hidrógrafos, hombres científicos, y no facinerosos, para repetir los reconocimientos en este paso difícil de uno á otro Océano. La opinión de los que lo han examinado con mas esmero es que estos obstáculos son insuperables. "El camino descubierto por "el mar libre, es mas fácil y de menos riesgo que e¡ indicado por "Magallanes," dijeron los Nodales, al dar cuenta de su reconoci- miento del Estrecho de San Vicente, ó Le Mairc; y tales fue- ron las dificultades y los peligros, que encontró el Gefe de las dos últimas expediciones que mandó el Gobierno Español al Es- trecho de Magallanes, que al tratar del problema de la navega- ción que debía preferirse por la mar del sud, dijo: "Otros han "creido ventajosa la del Estrecho de ¡Magallanes, si volvia á es- tablecerse la Colonia de Sarmiento, en la que encontrándose "los navios con prácticos, cesarían muchos de los riesgos de la "navegación. Pero los rigores del clima que no pudieron resistir "aquellos Españoles, ni aun los Holandeses que invernaron "en el Estrecho, y el mucho costo de su manutención, son consi- deraciones muy poderosas. De suerte que la razón y la expe- l.59>> Menoría citada del Ministro dv\ Interior ai C cigrreo Nauioaa! J« le!46. ^60) Vattel, ]ib. 1. • , rap. 14, $ 184.'■riejicia se unen para determinar que se abandone la navegación "del Estrecho de Magallanes." (61) No seremos tan severos como los marinos Españoles,-aun- que nos merezcan crédito sus conceptos. Los progresos de las ciencias, el perfeccionamiento de las artes, han introducido me- joras considerables en la náutica, y sin pretender que se eviten las penalidades de una larga navegación, podría conseguirse hacerla menos peligrosa. Si el Gobierno de Chile," penetrado de las ventajas que re— portaría su pais de la abertura de comunicaciones mas directas, 6 mas fáciles con el comercio extrangero, hubiese organizado juntas y expediciones para alcanzarlo, no solamente no hubiera encontrado obstáculos en el Gobierno Argentino, sino que podia haber contado con su concurrencia. A ninguna nación se ha estorbado en sus trabajos científicos, y el Capitán Fitz-Roy, en la rejacion de su viage, habla con gratitud de la acogida que recibió en el campamento del Colorado. El Sr. Barral, de la ma- rina Francesa extendió sus reconocimientos en el Rio de la Plata y en sus afluentes, hasta los puntos mas retirados de la costa, y que podían habérsele cerrado. Si así se ha procedido con los Europeos, que no se hubiera hecho con los Americanos:' Pero el Gobierno Chileno no se contenta con explorar el Estrecho, lo que quiere es ocupar lo que nunca le ha pertenecido, y que hasta está fuera de sus límites naturales. Ni puede atri- buirse esta ofensa á ignorancia, porque, ¿como suponerse desco- nozcan en Chile los verdaderos límites de aquella República? ¿En qué libro, en qué documento se habla del Estrecho de Magalla- nes como de una parte del territorio Chileno ? ¿ Cuando su ju- risdicción se ha extendido hasta el Estrecho, ó cuando ha pen- sado en dominarlo?—¿V cómo lo hubiera hecho? Invaden y con- quistan los que tienen lo que se necesita para realizarlo; pero, ¿ quién se lanza á ocupar puntos marítimos, sin contar con me- dios adecuados para guardarlos ? Y sobretodo, ¿ como quitarlos al que dispone de egércitos numerosos ? Dos grandes potencias navales no han podido dar un paso fuera.del único punto que guarnecen en el Rio de la Plata, ¿qué haria el Gobierno de Chile para mantenerse en el que ha tornado en el Estrecho ? Ya lo hemos dicho, y no está demás repetirlo : el Estrecho de Maga- llanes no es Malvinas, y sobran medios al Gobierno Argentino para hacer respetar sus derechos á los que persistiesen en vul- nerarlos. Pero abrigamos la esperanza de que el recuerdo de los títulos del Gobierno Argentino sobre el Estrecho de Magallanes, la rc- (61) Relación del último viage al Estrecho de Magallanes, de la Fragata, de M. S. Santa Mari» de la Cabeza, en los años de 1780 y 1786. Madrid 1788, pag. 1C3. — 53 — lacion de sus trabajos en la región Patagónica, y sobretodo el convencimiento del ningún derecho que asisfe a la República Chilena para llevar sus límites mas allá de los que le ha asignado el poder do quien deriva, y que la misma naturaleza les ha trazado, basten á retraerlo de una resolución inconsiderada. Demasiados objetos llaman la atención de los Gobiernos Ameri- canos para acometer nuevas empresas do un éxito peligroso é incierto. Respetar los derechos de los vecinos para que no se atente á los propios, es lo que aconseja la razón y prescribe la justicia. Si cada Estado, por ambición ó egoísmo, abusase de su poder para ensanchar su territorio, muy luego todo este conti- nente se convertiría en una palestra, en que se verían combatir á los individuos de la misma familia, no para defenderlo contra 103 extrangeros que lo amagan, sino contra sus propios herma- nos. Y, ¿en qué momento? Cuando la Gran Bretaña, en nombre del titulado Rey de Mosquitos, á quien declara su aliado, se apo- dera de los puntos mas importantes del Yucatán, y hace recono- cer las bocas del Orinoco, para extender los límites de las posesio- nes inglesas de Demerara, á expensas de los Estados America- nos ! Cuando la Francia manda explorar el curso de las Amazo- nas, 6 invade una parto del territorio del Brasil, del otro lado del Oyapock, donde nunca han llegado los establecimientos France- ses de la Guayana ! Cuando subsiste aun vivo el recuerdo del insulto hecho por el Comandante de un buque ingles en Africa, y de la multa impuesta al Gobierno Chileno, por los supuestos perjuicios irrogados á un Cónsul Francés en Valparaíso; y cuan- do aun truena el canon de la intervención europea en las aguas del Plata! Lejos de romper los lazos que unen á los Estados Ame- ricanos, deben esmerarse sus Gobiernos en hacerlos mas firmes é indisolubles, para oponerse á las tendencias agresoras de la Europa. Solo así pueden esperar librarse de sus acometimientos. Parece que el Gobierno de Chile no ha previsto todas las consecuencias de su ataque contra los derechos de la Confede- ración Argentina. El título común de soberanía sobre las distin- tas partes del continente Americano que ocupan, emana del que les ha transmitido el Gobierno Español:—título eminente, que ha resistido por tantos siglos á la ambición de los grandes pode- ren del mundo, aun en el estado de desamparo en que yacía una gran parte de sus costas. La conservación de este derecho debe ser el objeto constante de sus conatos, porque se atacarían á sí mismos, si atacasen á sus hermanos. El principio en que funda su usurpación el Gobierno de Chile, si no fuese falso, deberiacombatirse como peligroso. Por- que son también vacias y desiertas sus costas, aun mas al nor- te de los Tres Montes, que por una disposición reciente de suCongreso, (62) marca el límite meridional de la Gobernación marítima de Chiloé, tras de la cual sigue otra, aun mas desierta y abandonada. Si de nada sirven los títulos primitivos de sobe- ranía; si no bastan los trabajos, los gastos, los sacrificios hechos, para explorar y conservar un pais, no usurpado, sino poseido le- gítimamente desde el primer dia de su descubrimiento, ¿ qué res- peto podría merecer la organización nominal de departamentos marítimos, donde ni hay pueblos, ni seria posible formarlos, por mucho tiempo y con crecidas erogaciones? Si la falta de pobla- ción hiciese caducar los derechos de una nación sobre una parte de su territorio, ¿cuan reducidos y precarios serian los estableci- mientos Europeos en Australasia, y en lodo el litoral de Asia, Africa y América ? Lo que los ampara, no es la población que es diminuta, ó nula en la mayor parte de ellos, sino el carácter de descubridor, de primer ocupante, de poseedor tranquilo de esos parages, que son precisamente los títulos que reúne, re- vindica, é invoca el Gobierno Argentino sobre toda la parte aus- tral del continente Americano, en la región Patagónica, Estrecho de Magallanes, Tierras del Fuego y de los Estados, hasta el Cabo de Hornos. (62) Ley de 30 de Agoeto de 1848. >>MIHAHM. Enero d* 1849. 4i. EL REY. Maestre de Campo D. Joseph de Garro. Caballero de la Orden de Santiago,iui Gobernador y Capitán General de las Provincias del Ilio de la Plata, ó á la persona á cuyo cargó fuere su Gobierno— Con ocasión de la representación que se hizo d*? la lástima q-ue cau- saba el ver tantas almas de Indios infieles, que no tenian las reducciones que se debiera, y particularmente ios Indios que llaman Pampas, que pertenecen á vuestra jurisdicción, que entraban cada día en tropas con sus familias en esa ciudad, los que, aunque eran encomendados, no tenían reducción ni doctrinante, tuvo por bien la líeinu mi Madre, por Cédula de veinte y dos de Mayo de mil seiscientos y setenta y cinco, mandar ti D. Andrés Robles vuestro antecesor en esos cargos, que comu- nicando, y dándose la mano con el Obispo de la Iglesia Catedral de esa ciudad, y los Obispos y Gobernadores de las Provincias de Tucuman y el Paraguay, aplicase su mayor cuidado y desvelo á disponer la reducción Je lqp Indios que estaban levantados en ese distrito, obrando con los que no estuviesen de guerra, por medio de la predicación evangélica; para cuyo efecto se valiese de Religiosos misioneros, egecutando lo demás que se refiere en la Cédula citada. Y satisfaciendo á ella el dicho D. Andrés do Robles, en carta de veiiite de Abril del año pasado de mil seiscientos setenta y ocho, d¡6 cuenta de lo que había obrado para recoger todos los Indios encomenda- dos, yendo personalmente á este efecto, y que después envió cien caballos, y cincuenta infantes, por el mes de Diciembre del año pasado de mil seis- cientos setenta y siete, á cargo del capitán I). Manuel de Robus: y de los que voluntariamente bajaron con la noticia de que los iban á buscar, y con los que hallaron en la sierra, se juntaron hasta trecientas personas, algunos (le las encomiendas de Córdoba que andaban huidos de ellas, y los trajo á esa ciudad y puso con sus toldos abajo de la estacada del Fuerte, á la pai te del líio, donde los tenia sustentando y trabajando eu las obras de la República; habiendo hecho padrón en forma de ellos, porque no lo tenia. Y que babiendo enviado á recojer todos los demás Indios que esta- ban situados en la Laguna de Aguirre, que eran los ina* seguros, para se- ñalarles puesto mas vecino de esa ciudad, y asimismo los que estaban debajo de la estacada, por haberse así conferido en una junta que hizo en •casa del Obispo, con asistencia de] Cabildo seglar y otras personas prác- ticas; estando en este estado, se le mandó os entregase el Gobierno, cou 8 ■que hasta que Uegásedes se habia suspendido todo, y obraríades lo que o» pareciese mas conveniente ii mi servicio. Y habiéndose visto por loa de mi Junta de Guerra de Indias, con lo que en razón de esto escribió el Sr. Dr. D. Gregorio Snurez Coidero, en carta de 18 del mismo mes de Abril, ha parecido dar la presente, volvién doos íi encargar (como lo hago) con todo aprieto, la conversión de I03 di- chos Indio3 Pampas, por medio de la predicación evangélica; y que para conseguirlo, dispongáis que se reduzcan á poblaciones, y (pie se les den Curas, que con todo celo y cuidado los doctrinen y mantengan en vida cristiana y política. Y lo mismo egecutareis con los demás Indios, que ha- biendo estado reducidos, hubiesen faltado á la obediencia: obrando en todo lo tocante a esta materia con particular desvelo y aplicación, por ser esta la obligación principal que se debe asistir, y tan del servicio de Dios y de mi conciencia, en que os encargo la vuestra. Y de lo que egecutáredes me daréis cuenta, que lo mismo se encargó, por despacho de este dia, al Obis- po de la Iglesia Catedral de esa ciudad. Fecha en Madrid, á trece de Enero de mil' y seiscientos y ochen- ta y un años. YO EL REY. 2. Proyecto de lina expedición al Estrecho de Magallanes, SEñon— No cumpliera yo con las obligaciones de cristiano y de vasallo, de muchas maneras obligado al servicio de V. M., si todo lo que, con bueno» fundamentos y sólidos, ocurre y se ofrece al aumento de la gloria de Nuestro Señor, y al acrecentamiento de la Corona y señorios de V» M., representando y previniendo inconvenientes, que con el tiempo pueden ser de cuidado, con disminución de la dilatada monarquía de V. M. en las Indias, si no las propusiese, como lo bago en este escrito, que rendi- do á sus reales pies pongo, llevado de los motivos y razones que, comoá vasallo afectó á su Señor natural, me mueven, por hallar en proponerlo, conforme á las noticias que me asisten, conveniencia grande para todos, y medios proporcionados, fáciles y de poco gasto, que juntamente se me ofrecen. El intento de esta propuesta, Señor, no es otro, que el que se pro- cure, en la forma que diré, la conversión de innumerables Indios que ha- bitan, de diversas parcialidades y naciones, hoy enemigas del Español, bárbaras en su vivir, que pueblan los dilatados espacios, y costa larga de mar que hay desde el distrito de este puerto de Buenos Aires hasta el Es- trecho de Magallanes, por espacio de 2j^S leguas que hay de graduación desde esta ciudad: fuera de otras parcialidades y naciones, que están po- bladas tierra adentro, sobre las márgenes de los rios y lagunas, que tienen su principio en la gran Cordillera de Chile. En cuya empresa, lo primero que se viene á los ojos es el servicio y gloria de Nuestro Señor, el aumen- to de la Iglesia Católica en la conversión do tantos infieles cuantos son ellos, y cpmplimiento y ejecución de lo que por cédulas repetidas tienen mandado el Sr. D. Felipe IV, de gloriosa memoria, y Padre de V. M. » Y conseguirase en servicio de la Diviua Magestad grande logro de ran- chas almas que se salvarán por la ejecución de este intento. Aun, como mas cvirVnte, se reconoce la utilidad que puede se- guirse y esperarse en aumento del servicio de V. M. y señorios. L,o pri- ini'io, en el nuevo acrecentamiento de muchísimos y nuevos vasallos, por ser muchas y numerosas las naciones y parcialidades que hay en dicho espacio, costas y tierra adentro. Lo segundo, asegurarse con esta diligencia y prevención las costas del mar, de aquí á dicho Estrecha de Magallanes, quedando conquistadas por este medio por la Corona de V. M., no e9tá:id»lo sino en manos de enemigos hasta ahora; y que no las pue- blen Ingleses, Portugueses, ó cualesquiera otras naciones extraogeras, y por allí no asistan, y hagan escala por estas Indias por las poblaciones que pueden hacer, y se sabu han anhelado por ellas, asentando el pie en este imperio por aquella parte, y grangear para si todo el gentío de los Indios de dicha costa, y con el tiempo irse entrando y señoreando de él: y lo principal, tener paso seguro, y entrada por allí á la mar del sur, é infes- tarla, y como enemigos corsarios, impedir el paso, y aurt intentar quitar el tesoro de estas Indias que se despacha á Panamá. Y como quiera que todo está ya poblado deenemigos, y no se tiene comunicación alguna con ellos, es fácil tengan yá alguna, ó algunas po- blaciones que no se sepan, en algunos puertos de dicha costa: ni ha^ modo de reconocerlo por la falta de embarcaciones armadas y á propósito; y es- tando por tierra los caminos impedidos por los Indios infieles. Es también de comodidad extraordinaria para descubrir y labrar la mucha riqueza de metales de oro y plata, que es común fama haber en muchos parages y s?rranias de dicha Cordillera de Chile, de que se han visto yi\ piedras de meta! de mucha ley en algunas que usan por armas los Indios que las habitan; del que se ha hecho ensayo, y sacado plata: los cuales por no estar aun conquistados, no se descubren y labran: que de internar- se viene á lograrse de nuestra parte el tesoro, que de no emprender esta conquista es muy contingente lograsen extrangeros enemigos, con sobrado perjuicio de este imperio. No es de menor importancia y peso abrirse por este lado puerta, y fundada esperanza de pacificar, andando el tiempo, los Indios enemigos que infestan el reino de Chile; con el ahorro que podrá tener la Real Ha- cienda de la grande suma de gastos que se invierten en la milicia v pre- sidio de aquel reino, defendiéndola de ellos, si 6e conquistasen los de la costa de acá, como dije adelante. Y no los de Chile solos, mas los de la Provincia de Cuyo, y de los coQnnes de los llanos y caminos de esa Provincia á la de Tucuman: sien- do estos llanos la guarida y retirada de los do Chile, cuando por allá se ven acosados de los Indios amigos, y soldados Españoles: y cogidos en medio los (pie estuviesen rebeldes, pudiera de una vez acabar la guerra de Chile, y el gasto de 300,000 $ de situado, que se lleva todos los años, con solo el fruto de contenerlos en sus guaridas y tierras. A este puerto, por inmediato á estas tierras, también se añade la comodidad de librarse de las invasiones y hostilidades que padece de los Pampas, y fuera el medio mas proporcionado y eficaz para la conversión p e".08' .milcbas veces encargada del Padre de V. M. y Nuestro Señor. *'acilitariasc el camino por tierra, libre de las nieves que le impiden par* el ruino de Chile, cerrado é impenetrable por ellas mas de los ocho meses W ano, por el abierto ahora, sin conocerse otra parte en lo descubiertoVi para desecharle: cuvas comodidades son mas de las que aquí puede» decirse. Y cuando no se conociera otro, era inexplicable el que por este medio se espera que el Español sea señor, y posea todo cuanto hay et> este imperio: v se faciliten «le este puerto y gobierno las noticias que piden priesa, para darlas al del reino de Chile, ó recibir las de este por medio de aquel Gobierno. Y por esta conveniencia sola, intentó esto mismo 1). Angel de Peredo, siendo Gobernador de Chile, que atajó haber acabado eu gobierno cuando lo comenzaba: desnaturalizando y sacando á los que impedían por quedarse rebeldes, y no quererse reducir á ptra.s partes, donde no fuesen de estorbo para lo dicho, (que hay muchas donde pue- dan mudarse muy seguras) quedaba llano todo, y conseguido el intento y conveniencias dichas á la Real Corona, á estas Provincias, y la mayor, y que solo bastaba ¡1 la gloria de Nuestro Señor, y la de tantas almas perdidas ahora, que con el cargo de su remedio, tiene Nuestro Señor da- das y adjudicadas á los Católicos y Señores líeyes de España, abuelos de V. M. por cuya cuenta corren hoy. Vengo ya, Señor, á la facilidad, modo y forma de esta expedición y Conversión, cuya facilidad, tanto en sí por las comodidades que hay en ella, como apr no añadirse nuevos gasto.s á la lleal Hacienda mas de los he- chos, y sin la esperanza de las conveniencias ya solo brevemente apunta- das, no es el menor y eficaz motivo para emprenderla. La forma, Señor, que me ocurre, es que esta conquista se en- cargue primeramente á los Religiosos do la Compañía de Jesús, por la experiencia que se tiene de su celo, espíritu, perseverancia, y medios pro- porcionados que siempre han puesto en semejantes conquieras, con muy buenos efectos, y logro de grandes conversiones, y tesón continuo en con- servarlas, y todo" atropellando por cuantas dificultades pueden ofrecérseles, una vez empeñados: viéndose domesticadas las naciones de estos Indios, por fieras y bárbaras que sean, y siempre con grande aumento, así en la doctrina y enseñanza cristiana, como en el de los pueblos y doctrinas que han reducido. Y luce aun mas este aumento cuando se reconoce la dismi- nución en todas las que no gozan de su cuidado y celo, y con el interés con que atienden solo al servicio de Dios, y enseñanza cristiana ; envian- do Vuestra Majestad algunos Religiosos de ella para esta expedición á la elección de su Provincial, sirviéndose V. Id encomendársela. Han de destinarse de escolta y resguardo á estos Religiosos como 150 soldados, mas ó menos, como las circunstancias presentes lo pidieren: de los mismos que son de esta provincia de Dueños Aires, para escusar de nuevo este gasto. Los cuales, situados en la ribera del Rio de los Sauces, ó de cualquier otro de los que desembocan al mar, que también sirva de puerto y abrigo á las embarcaciones, que sean como presidiarios de ella, y principalmente de los Ministros Evangélicos que entran á convertirlo» Indios, y los soldados que estén ¡i la mira para resistir los enemigos, y cas- tigar los atrevidos contra los. operarios dei Señor; asegurando solo sus vi- das, sin muestra de hostilidad ó guerra ofensiva. Y en orden i ello, se entrará, prometiendo y ofreciéndoles perdón general á todos los que se redugeren á nuestra Santa Fé, de los robos y muertes cometidas contra los Españoles, y otras personas. Y juntamente á los que no fueren de impedimento á que se reduzcan á ser cristianos, y amigos de los Españoles, ofrézcaseles para facilitar su conversión, el que, vu convertidos, y reducidos á vida cristiana y política, no serán trasplantados ni desnaturalizados de sus tierras, antes serán mantenidos en ellas; ame- nazando con el castigo de haber de mudar y desnaturalizar a los rebel- des y tercos en no ser cristianos y amigos nuestros. . Ni este auxilio y escolta son un nuevo gasto de la Real Hacienda, siendo asá que han de ser de soldados pagados ya de este presidio. Ni por desmembrarlos de él para este efecto,.queda el de este puerto mas flaco para la defensa de esta ciudad: quedando, como quedan, en bastante núme- ro los restantes, y los mismos vecinos de la campaña : y para la oca- sión de cualquier invasión extrangera y enemiga, es fácil traer y llamarlos, por la comodidad que hay en lo que se ha de caminar: siendotoda tierra llana, de tal modo, que sucede en cinco dias caminar mas de cien leguas con mediana diligencia. Y asimismo se pide el socorro á Córdova, Santa Fé, y Corrientes, como en otras ocasiones ha sido socorrido de esas ciuda- des este punto. Facilita mucho este intento lo pingüe y graso de las tier- ras, que son todas fructíferas y de pan llevar, con las demás comodidades, y de poblaciones Españolas muy llenas. Y siendo así, queda la provisión y sustento fácil, sin afanes de acarrear, ni gastos nuevos en comprarlos. Ul- timamente, Señor, las conveniencias que esta expedición ofrece, los incon- venientes que ocurren, y de tan gran perjuicio como se muestran, la fa- cilidad y comodidades que convidan á esta empresa, no parece dejan res- quicio para que se quiera, por uno ó dos años, mande V. M. se pon- gan los medios que la misma experiencia enseñará, los mas eficaces y oportunos. Puestos ya en la obra, descubriránse, con la vista y toque, mayores conveniencias ó inconvenientes que desengañen; para que con- curran ó no de todas estas Provincias á poblar ó no, (según se considere) los Españoles que las habitan, y mantengan en la obediencia, servicio y vasallage de V. M.; y no sea necesario para mas adelante el que aun los 150 soldados de este presidio falten de este puerto, ó dejando del todo la empresa, por juzgarse mas conveniente; ó, lo que tengo por ma3 cierto, que poblándose Españoles, llevados de la bondad y comodi- dad del terreno, y gente de servicio en abundancia, no serán para dicha escolta necesarios, y quedará la puerta abierta para todo lo o^ie al prin- cipio propuse en este papel, llevado de mi afecto y obligación. Guarde Nuestro Señor á V. M. como desea este su mínimo vasallo* y la cristiandad necesita, con aumentos de nuevos reinos y señoríos. Buenos Aires, y Enero 23 de 1C83. D. JOSEPH DE HERRERA Y SOTO MAYOR. 3. EL REY, Mi Gobernador y Capitán General de las Provincias del Rio de la Plata— Por parte de Diego Altamirano de la Compañia de Jesús y Procu- rador de esa? Provincia?, las del Paraguay y Tucuman, se me ha repre- sentado que desde esa ciudad de Buenos Aires, y costas del Rio de la Pla- ta, que miran al sur, hasta el Estrecho de Mayallanes, hay algunos centena- res de leguas, por la longitud y latitud de las tierras pobladas con nacionesvi ri de infieles, unos enemigos declarados de los Españoles, por las hostilidades que en varias ocasiones se han hecho, otros no sugetos á mi obediencia, por no haber tenido quien les instruya en la vida cristiana, no obstante que por los años de mil seiscientos y setenta y cinco, Nicolás Mascardi, de la misma Oompañia, corriendo las serranías de Chile y costas del mar del sur, para atraer al conocimiento de la l e, ú los muchos infieles que las pueblan, dió vuelta á la Cordillera Nevada, que divide aquel reyno de esas Provincias, y la de Tncuman, y en los llanos que corren hacia el alto rio, halló naciones que con veras pedían el bautismo, que les hubiera conc edido, si antes de instruirlos, no le hubieran los Poyas, otra nación mas bárbara, dado muerte violenta, y otras se hallaban mas dispuestas para ser atraídas á la Fé: pues hacía años se conservaban entre ellos alguuos Españoles, que apresados de los enemigos Araucanos en las guerras de Chile, pasan- do de una nación en otra, han llegado a esa ciudad. Y siendo tan de mi celo el dilatar la Santa Fé, hoy parecía esta la mas necesaria empresa, no solo porque tantas almas conozcan su Criador, sino porque los Portugueses no prosigan adelantando sus poblaciones á la de San Gabriel, desde ese Rio de la Plata hácia el Estrecho de Magallanes, viendo desamparada «le Españoles toda la espaciosa costa del mar del norte, como han intentado otros extrangeros, y aun se juzgaba tenían una población hecha, de que con el tiempo se potlian seguir al Perú los daños que se venían ií los ojos; y mas si ocupasen las minas que habia en dichos espacios, de donde ta- caban los infieles piedras que se habían visto en esa ciudad, pasadas de plata muy fina, y si las naciones que estaban en medio se reducían, se- ria fácil el que entrasen después Españoles á labrarlas, é impedir á los extrangeros que asentasen el pie. Y atendiendo n estos inconvenien- tes, y á que su instituto era solicitar la salvación de todas las naciones en nombre de su Provincia del Paraguay, ofrecía emprender esta misión, señalándole alguna escolta de cincuenta soldados ó los que pareciese convenir, para que defendiesen los Iteligiosos de los infieles mas fieros, que eran los mas cercanos á esa ciudad, de donde podrían fácilmente vol- ver á ella, con que no se añadiria gravamen á mi hacienda, diciendo lo demás que*uvo por conveniente, Y habiéndose visto por los de jní Consejo de las Indias, con lo que cerca de esta materia escribió D. Joseph de Herrera y Soto mayor, exer- ciendo ese cargo en cartas de veinticinco de Diciembre de mil seiscieu- tos y ochenta y dos, y veintiséis de Marzo de seiscientos y ochenta y tres, é informe rpie se pidió en esta Corte al Maestre de Campo D, Andrés de Robles, con otros papeles tocantes á esto; y sobretodo á lo que dijo y pi- dió mi Fiscal de dicho Consejo, y dádome cuenta de ello en consulta de doce de Mayo de este año, he resuelto conceder licencia, como por la pre- sente se la concedo, á la Religión de la Compañía de Jesús para que cua- tro Religiosos, los que eligiere, puedan entrar á tratar y disponer obra tan del servicio de Dios, y descargo de mi conciencia, fiando de la dicha Reli- gión que eligirá sugetos de la virtud, egemplo y prudencia que requiere negocio tan importante, y que lo gobernarán con el acierto que asegura la experiencia en las demás misiones que están á su cargo. Y para que estos puedan obrar con algún resguardo, sin quedar sugetos á los daños y hosti- lidades que suelen recibir de los Indios gentiles, os ordeno y encargo se- ñaléis á los cuatro Religiosos que han de ir n esta misión, la escolta de soldados de los de ese presidio, que se les podrá dar, sin que hagan falta para la defensa de ese puerto y ciudad de la Trinidad, dejando (como IX dejo) esto á vuestro arbitrio, y del Superior de la Compañía de Jesús en esas Provincias, para qne con su comunicación resolváis lo que hubiéredea por mas conveniente. Y es mi voluntad, que los soldados que se eligieren v fueren á esta misión, estén á urden de los Religiosos misioneros} y ege- éuten lo que ellos dispusieren, con que se asegurará el acierto: y que las poblaciones que se hicieren de los ludios que se redujeren, hayan de ser en lo mas mediterráneo, y tierra adentro de dichos parages, huyendo de hacer poblaciones en la costa, sino desviadas adentro de ellas, á lo menos treinta leguas, por ser mas conveniente que esté despoblada dicha costa, para que nunca hallen abrigo extrangeros enemigos, ya que no es posible fortifi- carla con armas reales. Y para alentar á los Indios que se reduzcan, sin el temor de la servidumbre, ni de ser encomendados, he resuelto asi- mismo, que sobre los veinte años que están concedidos á los Indios del Paraguay de exención du t.iibtftos, se les aumente esta gracia con otros diez mas, de suerte que en todos sean treinta años. Lo cual haréis notorio en las partes que convenga, pues esto puede facilitar mucho la conversión de aquellos infieles, á cuyo fin obrareis por vuestra parte cuanto sea po- sible. Fecha en Madrid, á veinte y uno de Mayo de mil seiscientos y ochenta y cuatro años. YO EL REY. 4. • EL REY. Mi Gobernador y Capitán General de la# Provincias del Rio de la Plata— El Obispo de la Iglesia Catedral de ellas, en cartas de 9 y ] 1 de Enero del año pasado de 1683, satisface las cédulas de 1(5 de Agosto de 679 y 13 de Enero de (580, en que se le encargó la reducción y enseñanza de los Indios Pampas, y los proveyese de Ministros que los doctrinasen, representando la dificultad de su reducción por su natural inconstancia }■ horror que tienen á la vida política, y que por esta causa se habían des- vanecido las poblaciones á que se redujeron, y que siempre habia sido de parecer que los Indios se tuviesen en los arrabales de esa ciudad de 'a Trinidad, doude á todas horas estuviesen á la vista, y se les pudiese pre- dicar la Fé; y nunca se habia seguido su dictámen, sino que los habían enviado á sitiar lejos, donde no habian permanecido. Y habiéndose visto por los de mi Consejo de las Indias, con lo que sobre esta materia me escribió ü. Fernando de Mendoza Mate de Luna, mi Gobernador de la Provincia de Tucuman, que fue á ella por ese puerto; y sobre la habitación de los dichos Indios, en carta de 30 de Julio de 1682, proponiendo que el medio mas á propósito seria el trasmutarlos á las Provincias del Perú, aplicándolos al trabajo de las minas; y lo que sobre todo dijo mi Fiscal de él, ha parecido responder al dicho Obispo, que con vista de esta proposición, se ordenó al dicho raí Gobernador de! Tuc uman, por despacho de 30 de Enero de este año, diese cuenta do ella á mi Virey de las dichas Provincias del Perú, para que proveyese lo mas conveniente. De que se os dá aviso para que lo tengáis entendido, encargándoos (comolo hago) que por vuestra parte fomentéis se ejecuto esta orden con toda brevedad. De Madrid, á veinte y uno de Mayo de mil seiscientos ochenta y cuatro años. YO EL REY. S. EL REY. Por, cuanto, en cinto de Noyienabre del año d;> rail setecientos cu.a- renta y uno, se expidió la cédula siguiente— EL II EY—Por cuanto Diego Gaf*eia. de la Compañía de Jesús, Procurador General por su Provincia del Paraguay, Tucuman y Buenos Aires, ha representado que á petición del Brigadier D. Miguel de Salce- do, mi Gobernador y Capitán General de las Provincias del Rio de la Plata y Buenos Aires, y con la aprobación del Cabildo Eclesiástico de aquel Obispado, se encargó dicha su Provincia dé la conversión de los Indios Pampas y Serranos en la otra banda del rio Saladillo, distante cincuenta leguas de la capilal de Buenos Aires, y reconociendo dicho Go- bernador que para dicha empresa debian ser ayudados con algún socorro pecuniario los PP. Jesuítas que se encomendaban de ella, les asignó cuatrocientos pesos, que mando se les paguen en aquellas Cajas Keales, á los PP. Manuel Quirini y su compañero, como se egecutó en el año próximo pasado de setecientos y cuarenta con feliz suceso; pues el mismo año lograron los expresados PP. fundar pueblo bastante numeroso: y que no habiendo de ser perpetua la asignación de los cuatrocientos pe- sos á los referidos Jesuítas, sino interino, y con cargo de quu para los años subsiguientes so pidiese y #ca«e mi real confirmación, suponiendo que, respecto de estar mandado por Real Cédula de diez y siete de Diciem- bre del año pasado dé mil setecientos diez y seis, á la Audiencia de Char- cas y Oficiales Reales de Potosí, que no solo se diesen doscientos pesos en cada un año para cada Jesuíta de los que asistiesen en las misiones de Chiquitos, sino á los que en adelante fuese preciso enviar á ellas; lo que parece comprender á todos los que fuesen enviados por mis Ministros ¡i la reducción de los gentiles; pues lo contrario causaria no pequeña novedad, que á mas de exponer s«3 vidas, hubieren de costear á sus expensas en dicha milicia, se les dé confirmación de lo determinado por el referido Gobernador, en órden á los doscientos pesos para cada Misionero de los Pampas y Serranos: y que por punto general se mande que á los demas,quo en adelante saliesen para semejantes empresas, se les asista con los di- chos doscientos pesos anuales, desde el día en que salieren á ella. Y que por cuanto en dicha nueva reducción de los expresados Indios no puede am- pararse á los recien convertidos, ni la Compañía tiene posibilidad para cos- tear el preciso adorno de alhajas y ornamentos para los divinos oficios, se mande que de las Reales Cajas del Presidio de Buenos Aires, se libre lo que fuere necesario para dichos ornamentos y alhajas precisas, y lo demás que está prevenido en punto de nuevas reducciones. Y que en atención á que por Reales Cédulas de seis de Diciembre y de veinte y uno de Mayo del año de mil seiscientos ochenta y cuatro, está ^nandado, por la primera, áe acudaá los Misioneros del Chaco, con escolta de veinte ó vein- ticinco soldados, y por la segunda está dada la misma providencia para XI la misión de- las naciones que hay desde Buenos Aires á Magallanes, se mande renovar, ó dar órden nueva, para que, con parecer de mi Goberna- dor y del Provincial del Paraguay, se ponga la escolta necesaria en la referida nueva reducción de los Pampas y Serranos, para que desde ella {que está en el camino) se haga entrada á los Patagones, y demás nacio- nes que median hasta el Estrecho de Magallanes, para que con este auxilio vaya en aumento dicha nueva conquista, y no se impida, como en otras muchas ocasiones ha sucedido, con la muerte de los Misioneros á manos de los bárbaros. Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con lo que dijo mi Fiscal de é!, y tenídose presente, por la certificación que ahora1 se ha presentado, ser cierto estar fundado dicho pueblo de Indios Pampas y Serranos, he resuelto que á cada uno de los dos Religiosos, que están empleados en la educación de los Indios del dicho Pueblo nuevamente fundado, se les acuda anualmente coh doscientos pesos, desde que asistie- ron á dicha reducción, descontados por razón del primer año los cuatro- cientos pesos que se les libraron y percibieron de las Reales Cajas; con tal que esta cantidad no exceda ele lo que ha sido y es estilo, y parezca correspondiente ú la manutención de cada uno: y qué para su recibo hayan de presentar certificación de existir en dic ha misión, de los adelantamien- tos que lograren, y del cierto número de Indios que se hallen catequiza- dos y convertidos. Y (pie á eeta proporción, y según lo prevenido por la expresada Real Cédula de 17 de Diciembre de mil setecientos diez y seis, se asista con la misma cantidad á I03 Religiosos, precediendo acuer- do del Gobernador y Oficiales Reales, y del Reverendo Obispo, sede va- cante, se enviaren á dichas misiones para su continuación y nuevas re- ducciones que se vayan haciendo. Que según lo prevenido por la Ley séptima, Título segundo, Libro 1.° de la Recopilación de ludias, se acuda, á costa de mi Real Hacien- da, con un ornamento, cáliz con patena, y una campana para la Iglesia de la nueva reducción, y lo mismo se ejecute con las qne se vayan ade- lantando al tiempo de fabricarse las iglesias, con acuerdo de mi Gober- nador y Prelado: advirtiendo que no se entregue su importe en especie de dinero, como so ha hecho otras veces; sino que so han de dar las alhajas, comprándolas por su mano los Oficiales Reales, con el posible ahorro y economía. Que según lo prevenido por la Real Cédula de veinte y uno de Mayo de mil seiscientos ochenta y cuatro, se les acuda por rni Gobernador con la escolta necesaria, arreglándose en todo y por todo á su contenido: de forma que, por falta de seguridad y asistencia para la precisa manu- tención de los que se emplearen en obra tan importante, no se retarde empresa que es tan del servicio de Dios y mió. Por tanto mando á mi Gobernador y Capitán General, que al pre- sente es, y adelante fuere, de la referida ciudad de la Trinidad y Puerto de Buenos Ayres, en las Provincias del Rio de la Plata, Oficiales de mi Real Hacienda de ella, y demás personas y Ministros á quienes tocare el cumplimiento de esta mi real resolución, que así lo cumplan y ejecu- | ten, sin ir contra su tenor en manera alguna, que tal es mi voluntad. Dada en cinco de Noviembre de mil setecientos cuarenta y uno. YO EL REY—Por mandado del Rey Nuestor Señor—D. Miguel r>E Vjllanueva. Y ahora por el Padre Juan Joseph Rico do la Compañia de Jesús, Procurador General por bu Proviucia del Paraguay y Buenos Aires, se 9XII ha representado, que la citada Real Cédula de mil setecientos cuarenta y uuo se expidió hallándose de Gobernador de Buenos .Aires D. Miguel de Salcedo; y aunque no duda se haya dado cumplimiento á lo manda- do en ella, sin embargo, para su mas exacta observancia, me ha suplicad.) se repita, entendiéndose con el actual Gobernador D. Domingo Ortiz de Rozas, y asimismo con el Reverendo Obispo de aquella Diócesis: encargán- doles que cada uno por su parte don á los Jesuítas el fomento posible para que, no solo se mantenga dicha nueva reducción, sino que fc logren hacer muchas otras con las semillas del Evangelio. Y habiéndose visto esta nueva instancia cu mi Consejo de indias, con Jo que dijo mi Fiscal de él, he convenido en ello. Por tanto por el presente os encargo, y mando á vos, el Brigadier D. Domingo Ortiz de Rozas, mi Gobernador y Capitán General de la Pro- vincia de Rueños Aires, el cumplimiento de la precitada Real Cédula de cinco de Noviembre de mil setecientos cuarenta y uno, y que por vuestra parte deis á los expresados Misioneros el fomento posible, para que con él se asegure esta empresa que es tan del servicio de Dios y mió. Así lo executareis, dándome cuenta de todo lo que se fuere adelantando, así en la conversión de estos Indios, como de las demás reducciones que se hi- cieren por los Misioneros de la Compañía de Jesús, que tal es mi vo- luntad. Dado en San Lorenzo á veinte y cuatro de Noviembre de mil se tecientos cuarenta y tres. YO EL REY. 6. ' J ! * EL REY. Por cuanto en veinte y cuatro de Noviembre del año de mil se- tecientos y cuarenta y tres se expidió la Cédula que sigue— EL REY—Brigadier D. Domingo Ortiz de Bozas, mi Gobernador y Capitán General de la ciudad de la Trinidad y Puerto de Buenos Aires en las Provincias del Rio de la Plata. Juan Joseph Rico, de la Compañía de Jesús, Procurador General de la Provincia del Paraguay, ha representado (entre otras cosas) que aunque los Misioneros que se hallan entendiendo en las reducciones de los Indios Pampas y Serranos, distantes de esa ciudad cincuenta leguas, n la otra banda del Rio Saladillo, que es camino y entrada á los Patago- nes y demás naciones de Indios que están desde el Cabo de San Antonio hqsta el Estrecho de Magallanes, hayan de hacer la entrada por tierra, será muy conveniente que en el patache del Registro, ó en otra embarca- ción pequeña, si la hubiese, se registre por mar toda aquella costa hasta el Estrecho, llevando dos ó tres Jesuitas que reconozcan el génio de aque- llos bárbaros, y hallando algunos dispuestos á reducirse, fe queden con ellos con alguna escolta, si pareciese necesaria, como lo tengo mandado por Real Cédula de veinte y uno de Mayo del año de mil seiscientos y ochenta y cuatro, para hacer nuevo establecimiento á di.-tancia del mar, desde donde se podrá por tierra hacer correrias hasta el pueblo nuevo de los I'ampas. Y que, ademas del bien espiritual que se podrá conseguir xirr c;m esta diligencia, la considera también importantísima al temporal inte- rés de mi Real Corona. Y que se repita una vez cada año, para tener pron- tas noticias de si los extranjeros intentan hacer algún establecimiento en dicha costa, á qu;i les convida verla desamparada, y haber en ella buenos puertos y ensenadas, en que estos últimos años han entrado á hacer agua- da navios Ingleses: con cuyo conocimiento se podrá dar pronta providen- cia p ira desalojar cualesquiera extrangeros que lo intenten, y no dar lugar á que cja el tiempo y la dilación, se haga imposible su expulsión. Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con lo que dijo mi Fiscal de él, he resuelto encargaros (como por el presente os encargo) dispongáis se haga este reconocimiento, con concurrencia de dos ó tres Padres "de la Compañía de Jesu?, con la escolta proporcionada, y embarca- ción que tuviereis por mas conveniente; procurando que los gastos que en esto se ocasionaren, sean con el mayor beneficio y ahorro que se pueda de mi Real Hacienda; y que experimentándose que del primer reconoci- miento se pueda esperar conseguir el fin que se desea, fomentéis el conti- nuarlos para lograrlo, dándome cuenta de lo que en esto resultare, en las primeras ocasiones que se ofrezcan. De Sau Lorenzo, á veinte y cuatro de Noviembre del año de mil setecientos y cuarenta y tres—YO EL 11EV—Por mandado del Rey Nuestro Señor—Miguel oi£ Villanuf.va. Y ahora el referido Juan Joseph Rico,"de la Compañía de Jesús, Procurador General por su Provincia del Paraguay y Buenos Aires, ha representado que por lo que mira al reconocimiento de la costa menciona- da, se mandó al Gobernador de Buenos Aires practicase lo conveniente para que se egecutase así, con asistencia de Religiosos de la Compañía. Y que deseando que mis Reales Ordenes tengan el debido cumplimiento, por lo que toca á lós individuos de su religión en cualesquiera casos, su- plica se expida á los Superiores de ella Real Cédula, noticiando las pro- videncias que hubieren dado al referido Gobernador; pues debiendo concur- rir Religiosos do la Compañia, será indispensable acuerden con el Provincial lo que en este asunto se deba egecutar, para el servicio de Dios y mió. Y que, siendo asimismo consecuente á las anteriores Reales Ordenes que la escolta que hubiese de ir en dicha embarca- ción para la seguridad de los Misioneros en tierra, sea á elección y sa- tisfacción del Provincial de la Compañia y Misioneros, se mande así, con la precisa circunstancia de que la escolta expresada vaya sugeta y su- bordinada al Superior de la Misión; para lo cual será también muy conve- niente qué el sueldo de los soldados y su Gefe, se les exhiba con interven- ción de los Misioneros, cuya providencia asegura el mas puntual servicio mió, y estimulará á los Religiosos á que pasen con entera satisfacción, á aquellos remotos parages, á la empresa citada. Y que asimismo se mande, por punto gr: r '.1, á los Gobernadores de .Aires, Paraguay y Tucuman, que comprehen le »u citada Provincia, que cuando ocurran escoltas para las Misione?, sean con la subordinación y circunstancias expresadas, como anteriormente estaba mandado por lo respectivo á los Indios del Chaco y Patagones, en cédulas de veinte y uno de Mayo de mil seiscientos y ochenta y cuatro. Y habiéndose visto cu mi Consejo de las Indias, y tenídose presen- te al mismo tiempo, que por la enunciada Real Cédula de mil seiscientos y ochenta y cuatro, se concedió liceucia á la Religión de la Compañía de Jesús, para que cuatro Religiosos, los que eligiese, pudiesen entrar a hacerXIV ' / misión en aquellas Provincias, para convertir las muchas naciones de In- dios que hay en ellas, y para que estos pudiesen entrar con algún resguar- do, sin quedarsugetos á los daños y hostilidades que suelen recibir de los Indios infieles, les mandó señalar la escolla de toldad oí que se les pudiese dar del presidio de Buenos Aires, sin (pie hiciesen falta para la defensa de aquel puerto y ciudad, y que los soldados que se eligiesen y fuesen á esta facción, estuviesen ¡i la órden de los Religiosos Misioneros, y egecntasen lo que ellos dispusiesen, para asegurar el acierto; he venido en condescen- der á esta instancia. Por tanto por el presente mando al Gobernador de Buenos Aires, que al presente es, ó adelante fuere, lo tenga abí entendido para el mas efectivo cumplimiento de la precitada Ueal Cédula de 24 de Nyviembre del año próximo pasado de mil setecientos y cuarenta y tres, y la que asi- mismo se cita, de mil seiscientos y ochenta y quatio, á fin de que por su parte dé á los expresados Misioneros el fomento y auxilio que sea po- sible, para que con él se asegure la empresa, que es tan del servicio de Dios y mió: arreglándose á lo que en ellas está prevenido en cuanto á que la escolta, que haya de ir en la referida embarcación, vaya sujeta al Superior de las Misiones, y que el sueldo, de los soldados se les exhi- ba, con intervención de los Misioneros. Y así lo exeeutaicis, dándome cuen- ta de todo lo que se fuere adelantando, así en la conversión de estos In- dios, como de las demás que se hic ieren por los expresados Misioneros de la Compañia de Jesús, que tal es mi voluntad. Dado en San Ildefonso ú veinte y tres de Julio de mil setecien- tos v cuarenta v cuatro. YO EL REY. 7. • ' REAL ORDEN. Por Real Cédula, expedida en 00 de Diciembre próximo pasado, que se ha remitido á Cádiz para que se conduzca en el navio, que al cargo de D. Francisco Garcia Huidobro está pronto para salir de aquel puerto, y navegar á ese de la Santísima Trinidad de Buenos Aires, manda S. M. á V. S., con el mas estrecho encargo, se dedique á poner en práctica las pro- videncias que le previene, para conseguir el importantísimo fin al servicio de Dios, y logro de los piadosos deseos de S. M., de la reducción á nues- tra Santa Fe* Católica de los Indios Patagones, los Pampas, Serranos, y demás que*habitan el terreno, desde el Cabo de San Amonio de esa cos- ta, hasta ta entrada del iistrecho de Magallanes, por medio del santo celo de I03 Misioneros Jesuitas, y de las disposiciones cpie en la misma Cédula ordena S. M. se practiquen. Y como la execucion de las mas principales se fiaba á lo que debían observar, y se han obligado, ü. Francisco Garcia Huidobro v D. José de Villanueva Pico, y para lo que concedió S. M. al primero, pudiese llevar á cargo del segundo una embarcación de ochenta toneladas, que sirviese de patache, debajo de las condiciones que, para su apresto y carga, y para su admisión en ese puerto, se han expresado en Jas órdenes expedidas al Presidente de la Contratación y « V. S.: habiendo faltado D. Joseph de V illanueva á hallarse en Cádiz con una embarcación que compró en San Sebastian, y que se le permitió empezase á cargar en XV C5C puerto para el referido fin, sin que se tenga noticia de ella, y malo- fiándose en esta tardanza la oportuna estación de salir á navegar desde Cádiz el navio de Huidobro; no queriendo S. M. que por su detención se frustren ó dificulten los importantes fines y proyectos, que en las órdenes que debe conducir se mandan poner cu práctica, ha resuelto, que el expre- sado bajel se haga luego á la vela, y para que lo egecute, se previene con feclia de boy lo conveniente al Presidente del Tribunal de la Contratación, como para que quede abolida la gracia concedida á Huidobro para la na- vegación del patache al cargo del citado D. Joseph Villanueva. En consecuencia de todo lo referido, manda S. M. que después que V. S. se haya enterado de lo que se le previene en la citada líeal Cédula, convoque 11 su casa al P. Juan Joseph Rico, Procurador de la Misión del Paraguay, y á D. Francisco Garcia Huidobro, y que conferencien sobre el modo en que la expedición se ejecute, concediendo V. S., si fuese necesario, alguna nueva ventaja á Huidobro, ya que no disfruta la que se le concedió en la embarcación que ha faltado, y que debia servirle de patache. En caso que este no quiera aun así continuar la obligación, vea V. S. si hay alguna persona que quiera suplir los gastos que sean necesarios, concediéndole V. S. las ventajas que le parecieren proporcionadas al desembolso, y procurando con la mayor eficacia, que la expedición se haga sin la menor dilación, con el mayor secreto, y las mejores y mas adecuadas medidas para su logro: porque la intención del Rey es esta, como cosa que', según qudda expresado, importa tanto al servicio de Dios y al suyo. Que si hubiere en esas Cajas caudales de líeal Hacienda, se supla de ellos lo necesario para la referida expedición, egecutándose con la ma- yor economía que sea posible, y avisando V. S. en la primera ocasión cuan- to se hubiere practicado, para que S. M. tome la resolución convenien- te sobre la obligación otorgada en el asunto por D. Francisco Garcia Hui- dobro, y D. Joseph Villanueva. También me manda advertir S. M. á V. S. cuide muy particular- mente de que el navio que lleva Huidobro, ni otro alguno, en que haya tripulación extrangera, se emplee en esta expedición, pues conviene mu- cho reservarla con el mayor cuidado ele la noticia de todo extrangero. S. M. confia en el celo, prudencia y conducta de V. S., desempe- ñará estos encargos con el acierto que tiene tan acreditado en otros de su real servicio. Dios guarde á V. S. muchos años, como deseo. El Pardo 26 de Enero de 1745. Ei. Marques de la Ensenada. Sr. D. Domingo Ortiz de Hozas. 6. ' REAL ORDEN. Con la fragata nombrada Maria la Afortunada se dirigió ú V. S. la Cédula, de que es duplicado la adjunta, sobre asistir con auxilios, medios y providencias á los Misioneros Jesuitas que pasan á predicar el evange- lio en el territorio que hay desde el cabo de San Antonio al Estrecho de Magallanes; y respecto de que en la propia embarcación se dirigió para Ofi-XVI ciales Reales la correspondiente á subministrar para el mismo fin el caudal correspondiente, ha resuelto el Hey que V. S. saque desde luego del poder de los Oficiales Reales la expresada Cédula, pues ha considerado S. M. puede tener graves inconvenientes el que se sepa el destino de los ex- presados Misioneros: pretextando V. S. para ello el que no tiene efecto la id/a de ellos al referido parage, mediante que en esta ocasión se pre- viene á los Oficiales Healcs lo que corresponde á la subrninistracion de los caudales que V. S. pidiese, que lo deberá hacer de solo los precisos, ■ y al tiempo que haya de tener efecto la ida de los citados Misioneros. La referida Cédula me devolverá V. S. en primera ocasión que so ^ofrezca. Dios guarde á V. S. muchos años. El Pardo 9 de Febrero de 1745. Marques de la Ensenada. Sr. D. Domingo* Ortiz de Rozas. 9. REAL ORDEN. Por un Ministro fidedigno, y de toda confianza y satisfacción, se lia puesto en noticia del lley. que al recalar la flota del Portugal, que acaba de llegar á Lisboa, á las bocas del Janeiro, encontró una escuadra Inglesa de siete navios de linca, que pudo reconocerse llevaba tropa de desem- barco, y que siendo ya en tiempo avanzado para montar el Cabo de Hor- nos, no se dudaba en aquellos parages que se dirijian á hostilizar alguno de los del Rio de la Plata. Aunque se habia tenido noticia de este armamento, no se pudo ad- quirir la de su destino, ni alguna que diese el mas ligero- fundamepto é presumirle: y si bien es crcible que al arribo de esta orden haya su.Comau- dante puesto en execucion cualquiera proyecto que llevase formado, ó idea que haya podido disponerle, ó facilitarle la mayor casualidad, aun en medio de la mayor prevención, y no dude S. M. que en uno ú otro caso habrá acudido V. S. con las providencias correspondientes á frustrarle todo in- tento, dirigidas con el acierto y oportunidad que prometen las experien- cias de su celo y amor al servicio, su actividad, y conocimientos, ayuda- dos de los socorros, aplicaciones y afecto de esos naturales, y de la buena disposición que habrá en ellos facilitado su fidelidad, y la conveniencia de su propia defensa, me manda S. M. hacer á V. S. el mas esencial encargo deque esté muy á la miia de todas las intenciones de esta escuadra, pro- curando por los medios mas seguros, cuantas noticias conviniere adquirir, así para prevenirse á evitar cualquiera insulto, en todo lo que comprende la costa de esa gobernación, como para impedir que al abrigo de esta fuerza pueda egecutarse algún comercio ilícito. Si llegare el caso de que se dirijan á pasar el Cabo de Momos, ó entendiere V. S. tienen ánimo de egecutarlo, dará V. S. inmediatamente aviso al Virrey del Perú, y al Gobernador de Chile, y de cuanto V. S. com- prendiere pueda importar á que se precavan á cualquiera invasión que lle- ven ideada en la costa del sur, á fin que desde luego,anticipen sus provi- dencias, y apliquen las importantes á donde sean mas precisas: pues en el caso de que hayan montado el Cabo,' ó navegado á egecutarlo, uo duda S. M. habrá V. S. dado con anticipación y oportunidad á aquellos Ministros los avisos y noticias convenientes. XVil Como la distancia no permite acudir desde aquí con las providencias que se quisiera, para que nada faltase á la mas regular defensa de cualquier parage insultado, confia su Magestad que la pericia de V. S., su acreditada conducta y actividad, aplicará todas aquellas que dispongan, en la forma posible, la conservación del honor de sus armas, y el escarmiento de sus enemigos. Corao no es imposible que estos hallen en I03 Portugueses de la Co- lonia del Sacramento algún abrigo, socorriéndolos con armas, municiones y otros pertrechos, con los que les faciliten cualquiera expedición, y que esto seria una indisculpable infracción de la religiosa neutralidad que tienen prometida y deben observar en esas partes, quiere S M. que V. S. se dedique con todo cuidado, y la reserva correspondiente, á un punto de tanta entidad, á averiguar positivamente lo que sobre él puedan facilitarle su mañosa diligencia, y los medios mas seguros de conseguirlo. S. M. aguarda que V. S. dé con puntualidad estas noticias, las de las providencias que haya dado para prevenirse á las operaciones de la es- cuadra, las que haya podido adquirir de sus movimientos y las de su estado y rumbos. Y para que con la brevedad posible pueda tenerlas S. M., despa- chará V. S., inmediatamente que reciba esta, un aviso dando de todo indivi- dual cuenta, y de lo demás que ocurra digno de su real noticia, si lo que ahí hubiese sucedido, ó debiere recelarse, mereciese esta diligencia. Dios guarde á V. S. muchos años como deseo. San Lorenzo el Real, ú 25 de Octubre de 1745. Marques de la Ensenada. Sr. Gobernador de Buenos Aires. I©.' REAL 03DEN. Enterado el Rey de las noticias que contiene el papel adjunto, re- lativas á la Tierra del Fuego, dende estuvo la gente del Registro la Con- cepción que se perdió en aquella costa, y considerando que seria de gran- de importancia tener en aquel pais una colonia y puerto de arribada para las embarcaciones que por alguna desgracia no pudiesen montar el Cabo: y sobretodo, atendiendo su católico celo á que, según las demostraciones / de amistad y cariño que en aquella ocasión manifestaron aquellos Indios, / prometen la mejor disposición de catequizarse - me manda S. M. pafearlo a / V. E., á fin de que, tratando sobre este asunto con los Superiores de la Re- ligión de Santo Domingo, acuerde con ellos el envió de dos ó mas Religio- sos á la citada Tierra del Fuego, en alguna embarcación pequeña, para que tanteen el logro de tan .interesante objeto. Disponiendo V. E. que este gas- to se costee de cuenta de la Real Hacienda, y facilitándoles los demás auxi- lios que tenga por convenientes y precisos para la execucion de esta empre- sa, dando cuenta de sus resultas para conocimiento de S. M. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 2 de Octubre de 1766. • El B. F. D. Julián Arriada. Sr. D. Francisco Bucareli.xvm PAPEL ANEXO. La Concepción de Ctirruchea que iba al Callao, se perdió el diez de Enero en la costa de la Tierra del Fuego en los Mi de latitud. Todo el equipage se salvó, porque vararon con buen tiempo. Sacaron víveres, her- ramientas, madera , algunos géneros de telas, y todo lo que necesitaban para mantenerse algún tiempo en aquel parage. Hicieron su real en una llanura, al abrigo de un bosque inmediato á un buen puerto de ¿26 pies de agua: su fondo arena y fango, y cabrán en él basta cien embarcaciones. La entrada estrecha, y hay en él 5£ brazas de agua. Empezaron á cons- truir una goleta de *23 codo?, su quilla era de un mastelero de gavia; para la tablazón aserraron el bauprés, palos, vergas y masteleros, y de la mitad del casco del navio que la mar echó á la playa, sacaron la clavazón después de haberle quemado. Salieron de este puer.o, el dia ;3 de Abril, 19í3 hombres, y llegaron á.Buenos Aires con pérdida de :J el día 24 del mismo. Parte de esta tripulación tengo en mi barco, y de algunos hombres de ra- zón é inteligencia he procurado adquirir estas noticias, en las que todos convienen. °Es muy fértil, tiene mucho ápio silvestre de un gusto muy de- licado, abundancia de una especio de fresa*, manzanilla en unas matas como espinos, y otra frutilla, todo de muy buen gusto. Los naturales son muy humanos y afables , de estatura mas que mediana, blancos, rubios" y de buena disposición. Su trage el de pieles do guanaco y de lobo marino, sus armas son el arco y la Hecha, su mantenimiento es pescado, y en aquel tiempo habia varado una balle- na en la playa, de la .pie iban partiendo trozos que metían bajo de tierra, de la que los iban sacando para comer á medio asar. Traen rosarios al cuello, y manillas ó pulseras, cuyas cuentas son de piedrecitas y con- chas del mar, y querían que la marinería les regalase algunos. Sacan fue^o refregando dos palos para encenderle en donde quieren. Cuando se. embarcó esta marinería fué á hombros do los indios, porque voluntaria- mente quisieron hacer estas manifestaciones de amistad y carino: por lo que no hay duda que será muy fácil domesticarlos, y que si es tan buen temperamento, y el pais fértil como dice esta gente, convendrá mucho tener allí una colonia y puerto de arribada para las embarcaciones que por alguna desgracia no pudiesen montar el Cabo. Hay arboledas de diferen- tes calidades, y se eucuentran algunas maderas de construcción. 1 S. REAL ORDEN. Ademas de lo que en órdenes separadas so previene á V. E. sobre las Malvinas, ha resuelto el Itey que en la fragatas Liebre y Esmeralda se embarquen, para ser transferidas á Europa, las familias y demás individuos Franceses que no se acomoden á quedar en aquellas islas. Que deter- mine V. E. con el Gobernador, si fuese preciso que se mantenga en ellas una de las fragatas por ahora, ó si atendido á los dispendios que esto atrae, bastara quede allí la fragata el Aguila Francesa, que ha de ser de dota- ción de aquella colonia para su uso, con las embarcaciones menores que se encuentran en ella, para su comunicación con Montevideo, y los ob- ietos que sobre el reconocimiento del Estrecho, disfrute de sus maderas, y cultivo de los Indios, se prevendrán en adelante. Que D. Miguel de XIX Bernazani, que vá de Ministro en las citadas fragatas, hade quedar en las Malvinas para hacerse cargo de los objetos pertenecientes á la Ueal Hacienda, bajo las órdenes del referido Gobernador, pues hay que recibir de los Franceses quanto allí existe: y también para la administra- ción subsecuente de reses, víveres, y demás efectos que corresponda. Que las reses que se embarquen en Montevideo, y las demás que después se envíen, son para establecer hatos de ganado de cuenta de S. M., y subsis - tencia de aquella población. Que el ingeniero D. Estovan O'Brien destinado á Malvinas, debe pasar con el Gobernador, y también el oficial de artillería D. Francisco de Orduña, aunque vayan solo cuatro ó seis ar- tilleros: pero si V. E. necesitase á este, se quedará en Buenos Ayres. Que V. E. haga que vuelvan luego las referidas fragatas, ó una si no hubiese precisión de ellas; pero que si están aun los navios Diligente y Ga- llardo, prefiera V. E. el regreso de estos. Que respecto del destino de Bernazani, vaya en las fragatas otro oficial del Ministerio de Marina, que desde el arrivo á Montevideo se haga cargo del de los navios, y de cuales- quiera otras embarcaciones del Rey que allí existan, cesando en el inte- rino D. Pedro Bermudez. Que los dos cirujanos.de la armada que van de supernumerarios en las fragatas, queden en las Malvinas con las dos cajas de medicina que llevan, á mas de las de su dotación, si se contem- plase preciso. Todo lo cual participo á V. E. de orden de S. M. para su inteli- gencia, y á fin de que disponga lo conveniente al efectivo cumplimien- to de esta real determinación. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 3 de Octubre de 1766. D. Julián Akriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 12. REAL ORDEN. Con el fin de que tengan en las Islas Malvinas el pasto espiritual que conviene, ha resuelto el Rey que V. E. pida á los Superiores de la Religión de San Francisco, dos Religiosos de entera satisfacción, para que ademas del referido objeto, pueda emplearse uno en el de tantear en las costas del Estrecho de Magallanes la reducción de aquellos Indios, que según han experimentado los Franceses, se manifiestan afables y propor- cionados al trato de gentes. Participólo á V. E. de su real orden para que disponga su cumplimiento. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 4 de Octubre de 1766. D. Julián Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 13. • REAL ORDEN. Repetidamente confirmadas las noticias que habrá V. E. recibido al arribo á Montevideo de las fragatas Liebre y Esmeralda, del intentado 10XVIII PAPEL ANEXO. La Concepción do Curruchea que iba al Callao, se perdió el diez de Enero en la costa de la Tierra del Fuego en los M£ de latitud. Todo el equipaje se salvó, porque vararon con buen tiempo. Safaron víveres, her- ramientas, madera , algunos géneros de telas, y todo lo que necesitaban para mantenerse algún tiempo en aquel parsge. Hicieron su real en una llanura, al abrigo de un bosque inmediato si un buen puerto de '26 pies dea"iia: su fondo arena y fango, v cabrán en él basta cien tmbarcacioues. La entrada estrecha, v hay en él 5¿ brazas de agua. Empezaron a cons- truir una goleta de '23 codo?, su quilla era de un mastelero de gavia; para la tablazón aserraron el bauprés, palos, vergas y masteleros, y de la mitad del casco del navio que la mar ec hó á la playa, ^carou la clavazón después de haberle quemado. Salieron de este peen©, el día o de Abril, I Jo hombres, y llegaron á. Unenos Aires con pérdida de JJ el día 24 del mismo. Parte de esta tripulación tengo en mi barco, y de algunos hombres de ra- zón ú inteligencia he procurado adquirir esta; noticias, en las que todos convienen. °Fs muy fértil, tiene mucho apio silvestre de un gusto muy de- licado, abundancia de una especio de fresas, manzanilla en unas matas como espinos, v otra frutilla, todo de muy buen gusto. Los naturales son muy humanos y afables, de estatura mas que mediana, blancos, rubios' y de buena disposición. Su trago el de nicles de guanaco y de lobo marino, sus armas son el arco y la Hecha, su mantenimiento es pescado, y en aquel tiempo había varado una balle- na en la playa, de la que iban partiendo trozos que metían bajo de tierra, de la que los iban sacando para comer á medio asar. 1 raen rosarios al cuello, y manillas ó pulseras, cuyas cuentas son de piediecitas y con- chas del mar, v querían que la marinería les regalase algunos. Sacan fue^o refregando dos palos para encenderle en donde quieren. Cuando so. embarcó esta marinería fué á hombros do los indios, porque voluntaria- mente quisieron hacer estas manifestaciones de amistad y carino: por lo une no hay duda que será muy fácil domesticarlos, y que si es tan buen ♦emneramento, y el pais fértil como dice esta gente, convendrá mucho tener allí una colonia y puerto de arribada para las embarcaciones que por ahuma desgracia no pudiesen montar el Cabo. Hay arboledas de diferen- tes calidades, y se encuentran algunas maderas de construcción. I I. REAL ORDEN. Ademas de. lo que en órdenes separadas so previene ii V. E. sobro las Malvinas, ha resuelto el Uey que en la fragatas Liebre y Esmeralda se embarquen, para ser transferidas á Europa, las familias y ¿^¿"í^"0» Franceses que no se acomoden á quedar en aquellas islas. Que deter- mine V E. con el Gobernador, si fuese preciso que se mantenga en SIMA una de las fragatas por ahora, ó si atendido á los dispendios que esto atrae, bastara quede allí a fragata el Aguila Francesa, que ha de ser de dota- ción de fuella colonia para su uso, con las embarcaciones '-«ores que se encuentran en olla, para su comunicación con Montevideo, y los ob- jetos que sobre el reconocimiento del Estreche, disfrute de y cultivo de los Indios, se prevendrán en adelante. Que D. Miguel de XIX 13ernazani, que vá de Ministro en las citadas fragatas, ha de quedar en las Malvinas para hacerse cargo de los objetos pertenecientes á la tteal Hacienda, bajo las órdenes del referido Gobernador, pues hay que recibir de los Franceses quanto allí existe: y también para la administra- ción subsecuente de reses, víveres, y demás efectos que corresponda. Que las reses que se embarquen en Montevideo, y las (lemas que después se envíen, son para establecer hatos de ganado de cuenta de S. M., y subsis- tencia de aquella población. Que el ingeniero D. Estevan O'Brien destinado á Malvinas, debe pasar con el Gobernador, y también el oficial de artillería D. Francisco de Orduña, aunque vayan solo cuatro ó seis ar- tilleros: pero si V. E. necesitase á este, se quedará en Buenos Ayres. Que V. E. haga que vuelvan luego las referidas fragatas, ó una si no hubiese precisión de ellas; pero que si están aun los navios Diligente y Ga- llardo, prefiera V. E. el regreso de estos. Que respecto del destino de Bernazani, vaya en las fragatas otro oficial del Ministerio de Marina, que desde el at rivo á Montevideo se haga cargo del de los navios, y de cuales- quiera otras embarcaciones del Rey que allí existan, cesando en el inte- rino D. Pedro Bermudez. Que los dos cirujanos de la armada que van de supernumerarios en las fragatas, queden en las Malvinas con las dos cajas de medicina que llevan, á mas de las de su dotaciou, si se contem- plase preciso. Todo lo cual participo á V. E. de orden de S. M. para su inteli- gencia, y á fin de que disponga lo conveniente al efectivo cumplimien- to de esta real determinación. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 3 de Octubre de 1766. D. Julián Aiíriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 12. REAL ORDEN. Con el fin de que tengan en las Islas Malvinas el pasto espiritual que conviene, ha resuelto el Rey que V. E. pida á los Superiores de la Religión de San Francisco, dos Religiosos de entera satisfacción, para que ademas del referido objeto, pueda emplearse uno en el de tantear en las costas del Estrecho de Magallanes la reducción de aquellos Indios, que según han experimentado los Franceses, se manifiestan afables y propor- cionados al trato de gentes. Participólo á V. E. de su real órden para que disponga su cumplimiento. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 4 de Octubre de 1766. D. Julián Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 13. REAL ORDEN. Repetidamente confirmadas las noticias que habrá V. E. recibido al arribo á Montevideo de las fragatas Liebre y Esmeralda, del intentado 10XX establecimiento (ya formado) por los Ingleses en alguna isla de esos mares ó los del sud, y acaso en sus costas, y no habiendo podido saberse el preci- so parage, urge cada dia mas el encargado descubrimiento de el, y por con- secuencia el avisar las providencias para este logro, que por lo respectivo á esa costa hasta el Estrecho de Magallanes, inclusive este, y sucasiclí- mente hasta Cabo de Hornos, ha de ser de la inspección de V. auxilián- dose con el Gobernador de Malvinas D. Felipe Iiuiz Puente; disponga V. E., por los medios que su conocimiento le dicte, que se reconozca costa á costa, con embarcaciones á propósito, la distancia que media desde ese Rio al Estrecho de Magallanes, y la parte que puedan de este; y que en lo restante, hasta el Cabo de Hornos, se practique igual diligencia. Para lo que acordará V. E. con el citado Puente la parte de que haya de encargar- se él, luego que se posesione de las Islas Malvinas, no solo por lo que mira á todo el continente de estas, y las de que tenga noticia en aquellos mares, sino es también por la costa, desde el Estrecho á Cabo de Hornos: aunque á la embarcación con que V. E. despache, según se le mandó, los Misione ros á la Tierra del Fuego, donde se perdió el Registro la Concepción, le será mas adaptable este examen. Y deberá V. E. instruir á los Capitanes, á fin de que, entrando en el parage donde encuentren el establecimiento, para reconvenir, como sorprendidos de él, de su intrusión en dominios de S. M., contra la buena fé de los tratados y armonía que subsiste entre las dos naciones, protestándoles sohre su contravención, se valgan de la forzosa detención para enterarse de la entidad del establecimiento, el número de gentes y extensión de fortificaciones, regresando inmediatamente á dar cuenta á V. E., quien despachará, sin pérdida de instante, un aviso á estos reinos con estas noticias. Fuera de los expresados medios, quiere el Rey que V. E. haga par- tir uno de los dos chambequines, ó si lo halla por mas conveniente, una fragata, con órden de que, observando, en lo permitido á un buque, el pro- pio reconocimiento hasta el Estrecho, lo continué en todo este hasta su desembocadero en la parte del sud, y vuelva por el mismo á este puerto, trayendo un exacto diario de su navegación, y novedades que le hayan ocurrido; que entregado á V. E., lo pasará á mis manos para noticia de S. M. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 29 de Diciembre de 17GG. D. Juli.w Arruga. Sr. D. Francisco Bucareli. 14. REAL ORDEN. El Comandante de la fragata el Aguila, que ha regresado de la* Islas Malvinas á San Maló, llamado Mr. Guyot, ha asegurado, en cuanto á si los Ingleses habían hecho algún establecimiento en aquellas islas, que no se ha descubierto rastro alguno de semejante establecimiento en las Malvinas, y que tiene por evidente que no lo hay; pues á haberlo, hubiera sido casi imposible que los Franceses no lo hubiesen penetrado, mediante los reconocimientos que habían hecho casi al rededor de toda ella. Manifes- tando que no puede asegurar con igual certeza, que no lo hayan hecho en lo interior del Estrecho de Magallanes, ó á la otra parte de él, en alguna costa XXI do la mar del sud, y que aun se inclina.á creer, que haya podido ser en un* muy pequeña isla que está casi en el medio del Estrecho, llamada la Isla Delfín*, ó San Luis, que jamas ha estado habitada, ni poblada por nadie. Que un piloto Inglés, con quien habló en la Isla de Madera el mes de Enero del año pasado, le dijo habian arribado á ella dos fragatas Inglesas, las cuales iban á continuar la expedición del Capitán Byron, v que tenia fundamentos para sospechar fuese la idea de los Ingleses el ha- cer un establecimiento en la referida Isla Deltina, ó San Luis, ó bien en la Isla de ¡a Madre de Dios, que está dentro de la mar del sud, siguiendo la costa del continente, entre 50 y 53 grados de latitud austral: y le aña- dió, que ae inclinaba mas á esto último que al establecimiento de la Isla Del fin a. Enterado el Rey de estas noticias, me manda comunicarlas á V. E. á fin de que, consiguiente á lo que sobre este asunto* le está mandado en órden de 29 do Diciembre último, le sirvan de gobierno para tomar las medidas correspondientes al mas exacto cumplimiento de lo resuelto por S. M. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid, 7 de Febrero de 1767. D. Julián Ahuiaua. Sr. D. Francisco Bucareli. 10. REAL ORDEN. Desde el 16 de Febrero último, con cuya data se avisó á V. E. lo que hasta ella se sabia de un establecimiento de los Ingleses en esos mares, nada ha podido adelantarse sobre la averiguación del fijo parage en que se haya practicado, y sí solo probables luces de que no sea en la Isla de la Ma- dre de Dios, entre los 51 y 53 grados de latitud, siguiendo la costa de aquel continente, que entonces se creia, y si á la parte de acá del Estrecho de Magallanes, en una isla no distante de las Malvinas; pues las noticias que se esparcen en Londres soa tan artificiosamente vertidas, que permanece la duda. En ese supuesto, solo espera el Rey aclararla por los exámenes y reconocimientos que á V. E. se le tienen recomendados, y nuevamente le encarga S. M. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 21 de Agosto de 1767. D. Juman Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 16. REAL ORDEN. Respondiendo V. E. á la orden do 2 de Octubre del año próximo pasado, manifiesta en carta de 9 de Abril del presente, que las noticias que se le dieron, relativas á la Tierra de! Fuego, se conforman en todo con las que ha adquirido de algunos individuos del Registro la Concepción que se perdió en aquella costa, y aun permanecen ahí: añadiendo V. E. que, en habiendo caudales para sufragar los gastos de esta expedición, y la cons-XXII micción de una embarcación proporcionada, se pondrá de acuerdo con los Superiores de la Religión de Santo Domingo, y se enviarán allí algunos Religiosos que tanteen el logro de tan interesante objeto. Enterado el Rey de todo, reencarga S. M. á V. E. esta importancia, V es su real ánimo, que vaya en la embarcación algún sugeto de confianza, á quien V. E. cometa el reconocimiento de toda la costa, por si se logra descubrir si hay algún establecimiento de extrangeros. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 17 de Septiembre de 1767. D. Juman Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 17. Oficio del Gobernador de Buenos Aires. Exmo. Se ñon— Muy Señor mió: En carta de 16 del último Agosto, relativa á las órdenes de '27 y 29 de Diciembre del año pasado, manifesté á V. E. los motivos que en aquella ocasión imposibilitaban su cumplimiento, y aun- que en la presente ocurre la misma dificultad, porque son siempre mayo- res los objetos que los auxilios, apurando todos los arbitrios adoptables á la práctica, en las precisas circunstancias en que me hallo de atender ú otros mas graves y egecutivos, con la irremediable falta de embarcaciones proporcionadas, y especialmente de las que vinieron para ello, y por pos- teriores órdenes tuvieron distinto destino, despaché en 23 del anterior Di- ciembre al Capitán de fragata D. Domiugo Perler, con el chambequin de su mando, nombrado el Andaluz, á reconocer costa á costa la del sud, desde esta al Estrecho de Magallanes, y la parte que pueda de él y su des- embocadero, advertido de cuanto debe practicar en su navegación, y con los Ingleses, en caso de encontrarlos establecidos en algún parage de la extensión señalada á su examen y descubrimiento; y á su regreso llegue á las islas Malvinas, á informar á aquel Gobernador de las resultas de su co- misión, por lo que pueda convenir á la cometida á este para el continente de ellas, y demás de que tenga noticia. De las que produzca uno y otro en la aplicación de las que tienen á su cargo, y mi eficaz solicitud, avisaré á V. E. con la posible puntualidad, para que se sirva pasarlas al Rey. Y ahora con esta satisfago la órden de 27 de Agosto, y la de 29 de Septiembre, que recibí ayer por el bergantín nombrado Hopp, que en 18 del presente ar- ribó al puerto de Montevideo. Nuestro Señor guarde á V. E. muchos años como deseo. Buenos Aires 24 de Enero de 1768. P. D. Exmo. Señor : Me dedicaré á saber la distancia que hay desde la isla á tierra firme; pero antes quiero oir á Perler, que espero lo traiga averiguado; y según mi concepto, este nombre de Falkland, fue confirmación que le dieron los Ingleses á la parte de las Malvinas que ocuparon. Francisco Blxaheli. Exmo. Señor D. Julián Arriaga. XXIII 18. Oficio del Gobernador de Buenos Aires Exmo. Seüor— Muy Señor mió: Como no pude encontrar embarcación alguna proporcionada á la práctica de los objetos que prescribe la Real Orden de 2 de Octubre de 66, relativa á la colonia, y puerto de arribada que el Rey ha resuelto establecer en la Tierra del Fuego, ni otro arbitrio mas oportuno á su cumplimiento, que el propuesto á V. E. en mi carta de 7 de Abril de 67, tuve por indispensable la providencia de cons- truir un bergantín capaz de verificarlo; y concluido, habilitado, y provisto de todo, á satisfacción del Teniente de fragata D. Manuel Pando, que comi- sioné á esta importante expedición, se hizo á la vela la tarde del 17 del presente, con cuatro Religiosos Dominicos, un sargento, seis soldados de infantería y otros individuos, que con el repuesto correspondiente de pro- visiones de boca y guerra, y diferentes efectos, propios al entretenimiento y reducción de los Indios, han de quedar allí, en el parage mas conforme al fin á que se dirigen las intenciones de S. M., advertidos de cuanto conviene al logro, y á este oficial de lo que debe practicar en su navegación, reconoci- miento de la costa, y con cualquiera nación extrangera que halle en la ex- tensión señalada á su exámen; y de las resultas daré á V. E. noticia con la posible puntualidad, esperando ahora se sirva pasar esta á la de S. M., y merecer su real aprobación. Nuestro Señor guarde á V. E. muchos años. Buenos Aires, 28 de Enero de 1768. Francisco Bucareli. Exmo. Señor D. Julián Arriaga. 19. REAL ORDEN. . Continuando á V. E. los avisos que se iban adquiriendo sobre el parage en que "hubiesen hecho los Ingleses su nuevo establecimiento, en islas, ó tierra firme de esos reynos, pude decirle, con fecha de 29 de Sep- tiembre del año próximo, con la certeza que ya había, de ser en la Isla Falkland. Posteriormente se ha asegurado mas, por las cartas que se recibie- ron del Gobernador de las Islas Malvinas, de que naturalmente estará ya V. E. advertido por el mismo Gobernador, respecto de ser sus fechas de 25 de Abril del referido año, habiendo padecido notabilíssimo extravio. Aunque es constante este primer establecimiento en el citado para- ge, no por esto disminuyen los recelos de que intenten, ó hayan intentado otros en islas, ó tierra firme de la banda del sur; y aun hay modernos reiterados anuncios de que su idea sea en el Puerto del Hambre, que ellos nombran Famine, y también en la Isla de la Madre de Dios. Y en una carta de fecha de 11 de Agosto último, que escribió á V. E. D. Antonio Guill, (que se ha recibido en esta misma ocasión) tratando de las providen- cias que daba, según las órdenes que tenia, para resguardo de aquel rei- no, expresa habérsele asegurado hallarse establecidos ya Ingleses en la Tier- ra del Fuego, con fortificación, y una embarcación en su puerto.XXIV Bien que se halla S. M. enterado, por la contestación de V. E., de fecha 20 de Agosto de 67 á las órdenes que recibió de 29 de Diciem- bre de 176G, del cuidado con que quedaba para precaver los designios de los Ingleses, y que debiendo haber recibido las que sucesivamente se le han ido comunicando, y con especialidad las de 7 de Febrero, y 21 de Agosto de 1707, se persuade el Rey esté V. E. procediendo con su acos- tumbrado celo y vigilancia; como según los antecedentes que van re- feridos, á proporción que se renuevan los motivos, es necesario que mas y mas se esmere la actividad de V. E. para superarlos; me manda S. M. encargar eficazmente á V. E. esté muy á la mira para no permitir esta- blecimiento alguno de los Ingleses; y que de los que tengan hechos, los expela por la fuerza, si no sirven las amonestaciones, arreglado á las leyes, y sin necesitar mas órdenes, ni instrucción, ni observar en esto mas me- dida que la precisa de sus propias fuerzas con las que ellos tengan, poí- no exponerse con inferioridad á no lograr el fin. Para cuyo caso, y el de la premeditación de otras peores consecuencias que V. E. pueda deducir en el estado de esas Provincias, usará del medio de protestas, y reconvenciones de su intentada usurpación, manifestándoles se contiene de hechos por dar parte á S. M., y esperar sus reales órdenes. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 25 de Febrero de 1768. D. JULIAN AllRlAGA. Sr. D. Francisco Bucareli. SO. Oficio del Gobernador de Buenos Aires, Exmo. Seííor— Muy Señor mió: Con destino á la práctica de las órdenes relativas al nuevo establecimiento que el Rey ha resuelto formar en la Tierra del Fuego, y al reconocimiento de la costa, descubrimiento de los Ingleses, y demás objetos que prescriben, salió de este puerto en 19 de Enero el Te- niente de fragata D. Manuel Pando.en un bergantín provisto de cuanto con su intervención se juzgó oportuno á verificar perfectamente el cumpli- miento, como entenderá V. E. por mi duplicado separado oficio. Pero ha- biendo llegado á aquellos parages, y tratado con los Indios, esforzando con la mayor actividad su diligencia, se vió en la precisión de cesar en ella, pasar á las Islas Malvinas, y volver aquí, por los motivos que expone en la adjunta carta que tuve suya, y contiene el diario, que á su arrivo me presentó, y di- rijo también á V. E. Esperando se sirva informará S. M. de todo lo ocurri- do en esta expedición, y que pondré los medios eficaces á concluirla en la siguiente estación, enterado de lo que conviene para conseguirlo. Nuestro Señor guarde á V. E. muchos años como deseo. Buenos Aires 2 de Mayo de 1768. Francisco Bucareli. Exmo. Señor D. Julián Arriaga. XXV 21. REAL ORDEN. He dado cuenta al Rey de la carta de V. E. de 28 de Enero último, en que avisa^ la salida del bergantín que hizo V. E. construir para la Tierra del Fuego, habilitado y provisto á satisfacción del Te- niente do fragata D. Manuel Pando, con cuatro Religiosos Dominicos, un sargerto, seis soldados y otros individuos, con efectos propios á la reducción de los Indios, para quedarse allí en el parage mas conforme á sus reales intenciones, explicadas á V. E. en orden de 2 de Octubre de 1766; advertidos de cuanto conviene al logro, y al referido oficial, del exámen y reconocimiento de la costa, y de cualquiera estableci- to de nación extrangera. Y habiendo merecido todo la aprobación de S. M., me manda participarlo á V. E. para su inteligencia y gobierno. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 3 de Septiembre de 1768. D. Julián Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 22. REAL ORDEN. Queda enterado el Rey, por carta de V. E. de 2 de Mayo últi- mo, y diario y carta que acompaña del Teniente de fragata D. Manuel Pando, de todo lo ocurrido en su expedición á la Tierra del Fuego, y motivos que le obligaron á cesar en su comisión: y espera S. M. apro- veche V*. E. la estación oportuna para proseguir esta empresa. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 6 de Octubre de 1768. D. Julián Arriaga. Sr. Gobernador de Buenos Aires. 23. Oficio del Gobernador de Buenos Aires. Exmo. SeAor— Muy Señor mío—El capitán D. Domingo Perler, y el Teniente de fragata D. Manuel Pando, que informé á V. E., en carta del último 0 de Marzo, salieron de este puerto por distintos rumbos, comisionados al descubrimiento de los Ingleses, y nuevo establecimiento de la Tierra del Fuego, volvieron á él de los parages que le fueron señalados para verificar- lo, como expuse á V. E. en otra de 10 de Mayo, habiendo conseguido anos únicamente reconocer la parte designada en los "adjuntos diarios y pí que ofrecí remitir á V. E. para su noticia. Aprovechando la actual estación, despaché en 7 del presente á D. Alanuel Pando, con dos embarcaciones bien dispuestas, municionadas y artilladas, un sargento, y ocho soldados, tres Religiosos Dominicos, y varias especies oportunas al entretenimiento de los Indios para la Isla del negó, con orden de formar la población en el puerto mas útil, y venta-XXVI joso, á los interesantes objetos a que se dirige, de permanecer en ella hasta la primavera ventura, reconocer toda su costa, la de Patagones, y del Estre- cho de Magallanes hasta el Puerto Famine, para desalojar á los Ingleses, 6 reconvenirlos, caso de encontrarlos, siendo superiores las tuerzas, quedán- dose con una embarcación, y enviando la otra con las noticias que ad- quiera. En 22 del mismo salió también, conduciendo víveres á las Malvi- nas, y con igual objeto por lo respectivo á los Ingleses, el Teniente de navio D. Francisco Gil de Taboada, en la fragata Santa llosa de su car- go, reforzada de marineria y guarnición, y con orden de pasar observando las que lleva mias, y las que le comunique el Gobernador D. Felipe Ruiz Puente á su arribo á aquella isla, á reconocer las costas, y parages que le señale, auxiliado de una de las embarcaciones de su puerto, que previene le facilitase: y de las resultas de la diligencia de uno y otro comisionados, avisare á V. E. con la posible puntualidad. Nuestro Señor guarde á V. E. muchos años. Buenos Aires, 30 de Diciembre de 1768. D. Francisco Bucareli. Exmo. Sr. Conde de Aranda. 24. REAL ORDEN. En carta de 12 de Mayo último acompaña V. E. el diario de la na- vegación que hizo el Teniente de fragata D. Manuel Pando, con destino á la formación del nuevo establecimiento en la Tierra del Fuego; y no ha- biéndolo verificado por la contrariedad de los tiempos, me manda el Rey prevenir á V. E. disponga su cumplimiento en estación mas oportuna, adop- tando todas las providencias para que tenga el efecto que desea S. M. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 11 de Sep- tiembre de 1769. D. Julián Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 25. REAL ORDEN. Aunque en órdenes de 1.° de Mayo, y 11 de Septiembre de este año, está recomendada á V. E. la continuación del envío de embarcacio- nes en solicitud del establecimiento de Ingleses, y de formar una población en la Tierra del Fuego, como quiera que á estos propios fines se dirigió principalmente la posesión de la Isla Nuestra Señora de la Soledad de Malvinas, por la mas fácil proporción que ofrece su situación, si se lograse ponerla en un estado de vecindario regular, y abundantes producciones de semillas, ganado y demás necesario á la vida humana; me manda el Rey prevenir á V. E. que, teniendo presente cuanto se le comunicó en orden de 2 de Octubre de 1766, no pierda de vista esta importancia, propor- cionando los auxilios que para su logro le pidiere aquel Gobernador, así en remisiones de víveres, efectos, reses y caudales, como destinándole la XX Vil embarcación ó embarcaciones propias á mantener esa correspondencia, y á ser empleadas en los reconocimientos del Estrecho de Magallanes, con- ducción de maderas, y cultivo de aquellos Indios. Dios guarde á V. E. muchos años. Madrid 6 de Diciembre de 1769. Julián Arriaga. Sr. D. Francisco Bucareli. 26. REAL ORDEN. Recibida la descripción y plano que V. E. incluyó en carta de 30 de Junio último, de Puerto Deseado que reconoció el Teniente de fragata I) Mauuel Pando, en su navegación á verificar el establecimiento man- dado formar en la Isla del Fuego, y con atención á las ventajosas pro- porciones que ofrece por nu terreno, abundancia de caza, pesca y lo demás preciso á la mejor subsistencia, y también para la fácil arribada de los navios que navegan al sud, sin la precisión de ejecutarla al Janeiro, ni á Buenos Aire?, por necesidad de temporal ó de refrescar sus ranchos; quie- re el Itey que, examinado nuevamente este parage, y tomando V. E. mas noticia-! di resultas de la segunda salida al primer objeto, encargada á V. E. en 1 1 ele Septiembre próximo pasado, acuerde V. E. con el Comandan- te d.j Marina y sugetos prácticos, si convendrá dar principio con algunas familias á establecer población, sin llevar este pensamiento por ahora mas que hasta el término de hacer experiencia, para que sucesivamente, verificada la utilidad que se cree, se puedan tomar otra? providencias que afiancen e¡ acierto: á cuyo fin será también conveniente que V. E. instruya al Gobernador de Malvinas, y espere su dictámen. Dios guarde á V. E. muchos año3—Madrid, 7 de Febrero de 1770. Julián Arriaga. Señor D. Francisco Bucareli. 27. REAL ORDEN. Enterado el Rey, por la carta de V. E. de 9 de Abril, de la de- terminación que habia tomado de desalojar á los Ingleses de su nuevo es- tablecimiento de Puerto Egmor.t, enviando á este fin las fragatas de guerra, que se hallaban en Montevideo, mandadas por el Capitán de Navio D. Juan Ignacio Madariaga encargado de esta expedición; y aun verificado en pos- teriores fechas de 16 de Mayo, que habia héchose á la vela para su cumpli- miento el dia 11, me manda S. M. prevenir á V. E. que, si al recibo de esta órden no se hubiese egecutado, suspenda esta operación, despachando in- mediatamente las órdenes correspondientes á este efecto al Gobernador de Malvinas, D. Felipe Ruiz Puente, y á D. Juan Ignacio Madariaga, incluyén- doles los adjuntos pliegos, que al mismo fin se les dirigen : siendo el ánimo del Rey que, repetidas las protestas, sin proceder á mas, y poniendo V. E. á Ruiz Puente en estado de sostenerse contra cualquiera insulto, y dando cuenta de cuanto vaya ocurriendo, espere V. E. nuevas órdenes para su gobierno. 11XXVIII Esto es respectivo al mencionado establecimiento del Puerto Egmont, ú otro cualquiera en las mismas islas, quedando en su fuerza y vigor la orden de 25 de Febrero de fiS, para lo respectivo al continente de tierra firme de esas costas, hasta Cabo de Hornos, Estrecho de Magallanes (que era la mente de ella), y la parte del sud que se comunicó al Virey del Perú como de su pertenencia. >^ . Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 24 de Agosto cuidando que los nuevos pobladores sean casa- dos y de buenas inclinaciones, y que con ellos se destinen sacerdotes que les administren los sacramentos, profesores de medicina ó cirugía para su curación, y los precisos artesanos con las herramientas respectivas á ca- da oficio, y listas individuales de todos los utensilios. Ademas de las simientes de hortalizas y legumbres que procurarán llevar los comisio- nados en su primer, viaje, para hacer alguna experiencia en los terrenos que se regulen mas á propósito, mientras se construyen los edificios pro- visionales, se les enviarán, después que hayan dado aviso de estar fijados los establecimientos, granos de todas especies, animales, aves domésti- cas de todas clases, para que procreen y con el tiempo provean las nuevas poblaciones de todo lo necesario á subsistencia y aumento: pues hasta que se hallen bien establecidas, no deben cesar los socorros y envios de Bue- nos Aires; bien que siempre ha de subsistir la comunicación con aquella capital, cuyos gefes deben informar al Rey de los progresos que hagau los nuevos establecimientos. Verificado el de la Bahía sin Fondo, ha de quedar en él el segundo comisionado con uno de los contadores; y D. Juan de la Piedra seguirá con el resto de la expedición al reconocimiento de la Babia de San Julián, ó de otro parage mas avanzado hacia el Estrecho de Magallanes, donde convenga hacer el otro establecimiento. Y sí la estación, ú otros motivos lo impidieren absolutamente, retrocederán las embarcaciones al primer pun- to de Bahia sin Fondo, y volverían á Buenos Aires, si fuese preciso, con el fin de proveerse y emprender de nuevo el viage á dicha Bahia de San Ju- lián, al Puerto de Santa Cruz, ó Knsenada de Gallegos, donde se cree que hay agua y leña en abundancia, para que pueda establecerse población. XXXI El Comisionado de Bahia sin Fondo hará practicar los mas exactos reconocimientos del país inmediato,-y procurando sacar de ellos todo el provecho posible para la solidez y aumento de aquel establecimiento, ex- tendiendo sus exploraciones a los terrenos internos, procurará dirigirlas por mar, como á primer objeto, hácia la boca del Río Colorado, á las Bar- rancas, que se interna también en el reino de Chile, y se halla situado como á veinte leguas al norte del Rio Negro, que forma el puerto de la Bahia sin Fondo.1 Como en dicho Rio Colorado se asegura haber abun- y dantos salinas de excelente calidad, y que de ellas puede proveerse á Bue- nos Aires para salar las carnes que se pierden en dicha provincia, y que beneficiadas formarían un importante ramo de comercio, se debe encargar al mismo Comisionado de Bahia sin Fondo que destaque alguna tropa y artífices para que construyan un fuerte en el parage mas conveniente de la costa, á la entrada de dicho Rio Colorado, ó desaguadero de Mendoza, de suerte que queden defendidas las salinas y asegurada su posesión; forman- do allí como un presidio dependiente del establecimiento que se haga en Bahia sin Fondo, y encargando al Comandante de aquel pequeño fuerce que reconozca los terrenos inmediatos, para informar si convendría esta- . blecer en ella alguna población, que se utilice del beneficio délas salinas. Deberá encargarse estrechamente á los comisionados, y coman- dantes de los fuertes que se deben erigir en los nuevos establecimientos, el buen trato y agasajo de los Indios de aquellos países, como punto elemental y esencialísimo á facilitar el logro de los importantes objetos que el Rey so ha propuesto; y para ello convendrá que lleven provisión de bugeiías con que regalar á lus Indios, y que se procure sobretodo contener la licencia de los operarios y soldados, á fin de que no les hagan agravio alguno, ni á sus mugeres é hijos; cuyo trato debe solo permitir á los Eclesiás- ticos y Misioneros, que con el tiempo podrán atraer los naturales al ver- dadero conocimiento de nuestra Fé Católica. Si fuere posible erigir el segundo establecimiento en la Bahia de San Julián, ó en otro parage de los ya indicados y mas cercanos al \ Estrecho de Magallanes, deberían ser las disposiciones sustancialmente las mismas que s¿ hayan observado para el primero de Bahia sin Fondo, y seguirse el propio método. Pero convendrá advertir en la instrucción que ha de formar el Virey de Buenos Aires, que si el Comisionado, de acuerdo con los pilotos y oficiales, tuviese por mejor dirigir el viage á Malvinas desde la Bahia sin Fondo, y desde aquellas islas tomar el Tam- bo directo á la costa para reconocerla, y recalar á la Bahia de San Ju- f lian, puedan practicarlo á su arbitrio, á fin de asegurar mas el buen éxito de la empresa, y poder recurrir á dichas islas como á un punto de apoyo, remitiéndose entonces á ellas, desde Buenos Aires, los víveres ' y socorros necesarios para aquel establecimiento. Desde él se han de reconocer las costas colaterales, y construirse un fuerte subalterno en Puerto Deseado, según las reglas prescritas para el del Rio Colorado, dependiente de Bahia sin Fondo, que es escusado repetir. Y el Comisionado de San Julián, ó de otro parage donde se ve- rifique este segundo establecimiento, cuidará también de hacer reconoci- mientos en el pais interno, y en la_costa que corre hasta el Estrecho de Magallanes, informando con individualidad de los parages adonde con- ceptúe que se deben erigir nuevas poblaciones en lo venidero, para evi- tar que, ocupados por otra nación, se aventure la seguridad de aquellos dominios, y nuestra libre navegación en sus manos.XXXII Las noticias circunstanciadas que vayan comunicando los Comi- sionados y Comandantes de la Bahia sin Fondo y de San Julián, de sus fuertes subalternos, al Gobierno de Buenos Aires, prestarán luces y conocimientos para tomar en lo sucesivo las medidas convenientes, á fin de conseguir la idea que S. M. se ha propuesto, de asegurar la pura posesión de aquellos dominios, y de precaver los designios peligrosos del Ministerio Británico, cuya ambición mira hoy como principal objeto el im- perio de la América Meridional, conociendo que sus riquezas han de aumentar considerablemente el poder de la España, mediante las venta- jas conseguidas en su última expedición al Rio de la Plata, y la libertad del comercio que el Rey ha concedido á sus vasallos. Y respecto de que la3 demás prevenciones que deban hacerse á los Comisionados, se dictarán con mayor conocimiento y acierto por el Virey de Buenos Aires, cuya pericia militar y celo auxiliados por la actividad del Intendente de aquellas Provincias, proporcionarán cnanto necesite esta im- portante expedición, deja el Rey al cuidado de aquellos Gefes que tomen todas las medidas que regularen precisas al completb logro de ella, fiando del verdadero amor que profesan á su real servicio, y de las grandes obli- gaciones en que les constituyen sus empleos, que no perdonarán diligen- cia, trabajo, ni fatiga que pueda facilitar el buen éxito que S. M. desea. Aranjuez, 8 de Junio de 1778. Josepii de Galvez. 30. REAL ORDEN. Se ha sabido con certeza que una Compañía de Londres, autori- zada y movida por el Ministerio Británico, está armando con actividad va- rias naves, de fuerza algunas de ellas de cuarenta y cinco cañones, con el fin de dirigirse por el Cabo de Hornos á hostilizar nuestras colonias de la Mar del sud. Para precaver los daños que pueden causar estos corsarios antes de llegar á su principal destino, donde están prevenidos para repeler bus insultos, quiere el Rey, que haga Vr. E. salir algunos buques de guerra bien armados, que reconozcan esos mares, resguarden los nuevos estableci- mientos de la costa Patagónica y Malvinas, á que los Ingleses pueden di- rigir sus miras, y hagan la posible diligencia para encontrarlos y destruir- los, antes que puedan montar el Cabo de Hornos. Es regular que sus naves vayan dispersas y quebrantadas de una tan larga navegación, y así no será extraño que se arrimen á hacer escala en algún paraje de esas costas, ó en los dominios del Rey de Portugal. Si esto sucede, como es de creer, tendrá V. E. medio de espiar sus movi- mientos, y combatirlos, á menos que tengan una decidida superioridad de fuerza. Se lo participo á V. E. de real orden para su gobierno, para que ron- tribuya con su acostumbrada diligencia y actividad al desempeño de este importante servicio. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, 15 de Agosto de 1779. JOSEPB DE GaI.VEZ. Sr. Virey de Buenos Ayres. XXXIII 31. REAL ORDEN. En carta de 20 de Julio del año próximo pasado, noticia V. E. ha- ber recibido cartas del Contador D. Antonio de Viedma desde el Puerto Deseado en la costa Patagónica, y acompaña el diario de su navegación y reconocimiento de la Babia y Puerto de San Julián, del Puerto de Santa Helena, del de San Gregorio y del Deseado, cuyos planos remite; y tam- bién otro de la parte septentrional del Golfo de San Jorge, de cuyos para- ges habian tomado posesión en nombre del Rey. En otra carta manifiesta á V. E. que, el no haber subsistido en San Julián, lo ha fundado en la dificultad de conducir la carga de los buques, por los inconvenientes que dice, á la distancia de tres cuartos de legua donde propone la población. Que en la instrucción que V. E. le dió, le previno que, cuando no hallase las debidas proporciones para hacer el estableci- miento en San Julián, procurase egecutarlo en el Rio de Santa Cruz, ó de Gallegos, siempre con el objeto de arrimarse al Estrecho de Magalla- nes. Pero que, habiendo emprendido el reconocimiento del primero, ha manifestado D. Antonio Viedma que no pudo hacerlo á causa de los con- trarios tiempos, y tomó el partido de arribar á Puerto Deseado, con el fin de reconocer el mejor sitio para la formación de un fuerte, dependiente de la población de San Julián, y ocupar la gente, durante el invierno, en sacar piedra para él. De todas estas noticias se lia enterado el Rey con satisfacción, y aprueba S. M. á V. E. que le franquee, como ofrece, todos los efectos y operarios que le ha pedido Viedma, para que de este modo se verifiquen aquellos establecimientos, según tiene mandado. Dios guarde á V. E. muchos años. El Pardo, 28 de Marzo de 1781. Joseth de Galvez. Sr. Virey de Buenos Aires. REAL ORDEN. ^ En carta de 3 de Febrero de este año expone V. E. las justas con- sideraciones que le han impulsado para haber nombrado como Goberna- dor de Armas á D. Francisco Viedma, Superintendente de los estableci- mientos del Rio Negro, para que, con las facultades de este mando, pueda tener mas expedidas las suyas, y que nadie repugne estar á sus órdenes, como principal responsable de todo. Con este objeto, y para que el man- do estuviese unido en un solo sujeto, dice V. E., le expidió el correspon- diente título, extendiendo su jurisdicción desde el Cabo San Antonio hasta el Puerto de Santa Helena inclusive: expresando que desde dicho puerto, hasta el Estrecho de Magallanes, pertenecía al Comisario Superin- tendente de San Julián, para que de este modo el de Rio Negro tenga por bu dependiente el Puerto de San José, y el de San Julián, al De- seado.xxxiv S. M. pe ha servido aprobar esta determinación de V. E., como dirijidaal mejor desempeño de las obligaciones de ambos Comisarios Su- perintendentes, v lo participo á V. E. para su gobierno. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso, Septiembre 9 de 1781 rirey de Buenos Aires. JoSEPII DE GALVF.Z. 'K* 33. L^fy'^ffi'' ' REAL ORDEN, \f 'En carta de 2'2 de Febrero de este año, y con inclusión délos in- J\ • /formes que ha tomado, y experiencias que ya tiene acreditadas, manifiesta V. E. lo gravoso que son al Real Erario los establecimientos que, con loa- bles fines por entonces, se proyectaron en la costa Patagónica: y fun- dando la dificultad de que subsistan, y la que tendrían los Ingleses, ú otra cualquiera nación que intente navegar á esas costas, de apoderarse y situarse en los parages ya reconocidos por nosotros, ¡i causa de los gran- des estorbos irremediables que hay para que puedan conseguirlo, opi- na V. E se abandonen del todo los establecimientos de San Julián y San José, dejando en ellos señales constantes del dominio que pertenecen á S. M. de aquellos parages, y que se mantengan solo el establecimiento del Rio Negro. En vista pues de esta proposición de V. E. y bien enterado el Rey de los fundamentos que por menor expone, y mejor deseo de su real ser- vicio con que apoya este pensamiento, mayormente cuando la experiencia ha acreditado el ningún interés que ha resultado, ni puede esperarse do llevar adelante aquel proyecto de poblar la costa Patagónica, ha resuelto S. M. que efectivamente se abandone el establecimiento en los puestos y y parages déla Bahía de San Julián, d¿jando en él una columna ó pilastra que contenga las reales armas de S. M , y una inscripción que acredite la pertenencia do aquel terreno, el cual habrá de ser visitado y reconocido todos los años, al mismo tiempo que lo es Puerto Egmont en las Islas Falkland: pudiendo entonces, y aun debiendo ejecutarse lo mismo en Puer- to Deseado, donde concurren iguales motivos para su abandono. También deberá abandonarse el puerto en la Bahia de San Jos j, dejando la misma señal, respecto á que todas las circunstancias que hasta ahora se han reco- nocido en él y en sus inmediaciones, le hacen inútil del todo: y para mayor seguridad en lo venidero, podrá ser reconocido todos los años desde el Rio Negro. Este es el único establecimiento que quiere el Rey subsista, por lo mucho que se ha gastado en él, y por que puede conducirse de allí por- ción de sal, y servir de algún fomento su comercio: pero reducido al fuerte, y á la cortísima población que buenamente se pudiese mantener á su abri- go, por que mas distante se hace imposible, según las noticias que V. E. comunica. Y en él quiere S. M. se destine un comandante con el sueldo que V. E. propondrá, y la gente que parezca pueda mantenerse y subsistir allí, con el fin de sacar algún partido de aquel paraje. Para cuyo efecto seria conveniente se ponga V. E. de acuerdo con el Intendente, y con el Comisario Superintendente D. Francisco de Viedma, á quien, como igual- mente á su hermano D. Antonio que está en la Bahia de San Julián, pro- XXXV porcionará S. M. otros destinos; y lo mismo á los demás empleados por S. M. allí, que en adelante no fueren necesarios respecto de esa reforma. Prevengo á V. E. todo de orden del Rey, para que con interven- ción de ese Intendente, á quien se comunica esta resolución, disponga el mas pronto y eficaz cumplimiento de ella por los términos que entre ambos acordaren. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 1.° de Agosto de 1780. JüSEPH DE GaLVEZ. Sr. Virey de Buenos Ayres. 34. INSTRUCCIONES. VaJ-. S*/*7} . En consecuencia de las noticias comunicadas por el Capitán de • fragata D. Ramón de Clairac, Comandante y Gobernador de las Islas Malvinas, de haber conseguido las que le participó el Capitán Inglés del bergantin l,Hateford Packet," que dijo llamarse M. James Barret, de es- tar poblados I03 de su nación en una isla que denominaban la Nueva Irlan- da, por la latitud de 53° 45' S., y 309° 44' de longitud, en la cual se halla- ban establecidas varias familias, y como unos cien hombres de guarnición, con una corbeta de guerra, cuyo porte ignoraba, y las fortificaciones que que tuviesen; pero que la isla era muy fértil, producia grano, y abundancia de una especie de pimienta : aseverando el mismo Clairac, que el Capitán Ingles extrajo el punto de sus observaciones náuticas en su presencia, de que quedó satisfecho, y que podria estarlo igualmente S. E., y sin el menor escrúpulo, tener por verídica en el todo la noticia de la situación en que se halla la espresada Nueva Irlanda. Y como la real orden de 26 de Marzo del año próximo pasado de 1738, previene á S. E. de las providencias capaces de evitar cualquiera tentativa, ó designio de los Ingleses, con el pretexto de la pesca de la bal- lena, desterrando, en cuanto sea permitido, la concurrencia de tantas em- barcaciones juntas, voy á expresar las ideas que me ocurren sobre este importante asunto. Sentada la expedición que S. E. manda salir al mando de D. Ramón de Clairac, para relevar en el Puerto de la Soledad en las Islas Malvinas al Teniente de navio D. Pedro de Mesa, y que este se haya de encargar de la que de aquel puerto debe pasar á Cabo de Horno?, (compuesta de cua- tro (embarcaciones, que son, la corbeta San Gil que se halla en dicho Puerto de la Soledad, la corbeta Santa Helena, el paquebot Belén, y el bergantin Carmen y Animas) para emprender y verificar la expedición que le encarga el Exmo. Señor Virey, que es la de navegar con dichas em- barcaciones al reconocimiento del establecimiento mencionado que dicen tienen los Ingleses, ó en la Tierra del Fuego, ó en la Isla de los Estados del Estrecho de Magallanes, que se debe buscar por la latitud y lon- gitud expresadas, corriendo el paralelo de esa latitud ha3ta el cabo mas occidental de la Tierra del Fuego, que en los mapas impresos se sitúa en la latitud de 55°, y lougitud de 303° y 30': y sucediendo que en este tramo no se encuentre el predicho establecimiento, será importante que siga mas por el oeste, hasta llegar á la salida del Estrecho de Magallanes 12XXXVI del mismo lado: pues será factible que hayan ocupado los Ingleses alguna de las muchas islas que se hallan inmediatas á la del Fuego, y forman el Estrecho. Como para este descubrimiento se hace indispensable pasar por el Estrecho de Le Maire, y buscar el Cabo de Hornos, será útil revistar desde la entrada del Estrecho de Magallanes, do la parte del este, la costa que se encamina á dicho cabo, y llegando al de Le Maire examinar igualmente las costas de la Isla de los Estados, y también para que no sea necesario volver ú aquel parage: porque siendo posible llegar á la salida del Es- trecho de Magallanes del lado del oeste, como queda dicho, seria con- veniente que entrase por ella, y lo examinase hasta llegar á.su entrada del este; con lo que quedarían evacuadas sus observaciones por esta parte, conformándose con la real orden de 29 de Diciembre de )7(¡(¡. Parece que el método mas seguro para este descubrimiento seria entrar nuestra expedición en algún puerto, ó ensenada abrigada, de las que hay en aquellas costas, y fondeando en ellos, salir de allí, en tiempo á pro pósito, á examinar los mas próximos, con una ó dos embarcaciones; y esto se puede ir continuando á proporción en toda la derrota, y con el fin de no arriesgar todas las embarcaciones á un temporal que puede sobrevenir en aquel tempestuoso mar; y también, porque con este método se podrá hacer la averiguación con mayor exactitud. Deben ir instruidos los comandantes de las embarcaciones, á fin de que, entrando en paraje donde encuentren el establecimiento, para recon- venir, corno sorprendidos de él, "de su introducción en los dominios de S. M, contra la buena fé de los tratados, y armonía que subsiste éntrelas dos naciones, protestándoles sobre su contravención, se valgan de la forzosa detención, para enterarse de la entidad del establecimiento, el número de gentes y extensión de las fortificaciones. Iguales protestas se deben hacer á las embarcaciones que encuen- tren, y que se encaminen á la pesca de la ballena en aquellos mares pro- pios de la Corona de España, indicándoles se abstengan de tan irregulares procedimientos. Se formará el diario de la navegación como se practica en todas, circunstanciado con la mayor claridad, y ampliado con las noticias de su descubrimiento, notando los puertos y ensenadas que encontraren, y en que fondearen, sus rumbos, latitudes, longitudes y bajíos; y si fuese posible, su configuración, para que salga esta obra completa, útil y estimable. Concluidas que sean estas operaciones, despachará el Comandante una ó dos de las embarcaciones de su expedición al puerto de esta capital, con todas las noticias adquiridas, para S. E. hacerlas presentes á S. M. sin pérdida de tiempo: y con las restantes embarcaciones navegará revistando los puertos de la costa Patagónica, principalmente el del Rio de Santa Cruz, en el cual procurará avistarse con los Indios de aquel distrito, que no dejarán de aparecer para solicitar algún regalo; pues tiene S. E, noti- cia que en el año de 1787 entró en él una fragata (que debia inferirse ser extrangera), cuya gente hizo tratos con ellos, y les regaló sables gran- des, ollas, bayetas y abalorios, bfreciéndoles poblar aquellas tierras, y aconsejándoles, según se explicaron, que los Castellanos cortar pescuezo: lo que dá justo motivo á ratificar estas noticias, con la deposición de los mismos Indios, examinando si hay algún establecimiento ó vestigios de intentarlo, lo que se conseguirá por medio de regalos, para conocer las intenciones, entretener su amistad, ver si llevan armas, que puedan ha- XXXVII berles suministrado los enemigos del Rey, y solicitar su cambio con gé- neros. Concluidas estas determinaciones en el Rio de Santa Cruz, de- berá examinar loa puertos que se siguen para el norte, como la Bahía de San Julián, y Puerto Deseado, que son los mas expuestos á estable- cimientos extrangeros, y bien conocidos de los Ingleses; procurando in- quirir de los Indios con quienes consigan tratar, todas las noticias respecti- vas á los fines expresados. Y sin tocar los puertos de San José y de Rio Negro, se recogerá á esta capital, con el duplicado de las noticias que tenga participado á S. E., como queda apuntado. Permite S. E. que si dicho D. Pedro de Mesa hallase mas propio el paquebot San Julián (que ahora vá con víveres para Malvinas) para su expedición, que otra cualquiera de las embarcaciones mencionadas, lo pueda trocar con otra que no lo sea tanto. Custodio Sa y Paria. 35. DICTAMEN. Sin embargo de que conoce S. E. estar adelantada la estación para poderse poner en práctica la navegación proyectada al Estrecho de Maga- llanes, y Cabo de Hornos, (principal motivo para esperar la ocasión mas propia) con todo no juzga invencibles todos los obstáculos ponderados en el oficio del Comandante de la Marina, pues las grandes empresas jamas se consiguen sin dificultades y peligros. S. E. no duda, ni lia dudado, que el reconocer el Estrecho de Ma- gallanes tenga sus dificultades; mas no lo juzga imposible, sabiendo muy bien que lo han transitado los Franceses é Ingleses: ni tampoco imprac- ticable el reconocer la Isla de Nueva Irlanda, donde se dice está un esta- blecimiento de los mismos Ingleses; pues siendo verdadero este estableci- miento, ¿qué dificultad habrá de llegarse ú él, si los Ingleses lo frecuentan? Y si una y otra diligencia son impracticables, como dice el Comandante de Marina, serian inútiles las expresiones de la real órden de 29 de Di- ciembre de 17(if!, en que positivamente ordena S. E. "el reconocimiento hasta el Estrecho, y que lo continué en todo este, hasta su desembocadero en la parte del sud, y vuelva por el mismo." La misma real orden se expresa en los precisos términos si- guientes— "Que se tenían noticias confirmadas, de que se hallaban estableci- dos los Ingleses en alguna isla de los mares de la costa Patagónica, ó en las del Mar del sud. Que urge cada día mas el descubrimiento, y por consecuencia avivar las providencias para este logro. Que por lo respec- tivo á esta costa hasta el Estrecho de Magallanes inclusive, y sucesivamente hasta el Cabo de Hornos, ha de ser de la inspección de V. E." Esta real órden, aunque mas antigua, tiene todo el vigor para su execucion; y mucho mas, hallándose corroborada con otra real órden de 26 de Marzo del año próximo pasado de 1788, en que se previene á S. E. dílas providencias que crea correspondientes á evitar cualquier objeto, ó mira de los Ingleses con el pretexto de la pesca de ballena, des- terrando en cuanto sea permitido la concurrencia de tantas embarcaciones juntas.XXXVIII A mi entender, esta última real orden comprende todo lo que con- tiene la del año de 1766; pues se previene á S. E. en ella, de las providen- cias que crea correspondientes á evitar cualquier objeto, etd ¿V qué mayor objeto que el de un establecimiento extrangero dentro de los dominios de S. M.? Esto supuesto, conociendo S. E. el ser indispensable esta cxpedi- ffon, en cuplimiento de las reales órdenes, y considerando no ser 1a es- tación v propósito para su salida, será preciso que, en cuanto no llegare el tiempo propio, disponga el Comandante de Marinase reconozcan las em- barcaciones precisas, y se apronte loque se hace indispensable para ellas, formando un cálculo de todo lo que debe participar á S. E. Pues, aunque se halle encargado D. A ntonio de Cordova de semejante expedición, no teniendo S. E. aviso de oficio á este respecto, no puede suspender los so- bredichos preparativos: á lo menos en cuanto no tiene respuesta de la Corte á sus oficios, en que participó-á S. M. las noticias del nuevo estableci- miento ingles. No parece desacertada la pronta salida de las embarcaciones al reconocimiento de la costa Patagónica y Rio de Santa Cruz, como apunta el Comandante de Marina, y de la manera premeditada por S. E., procuran- do de vuelta de esta diligencia, hacer la de encontrar la Isla Pepys. Según la resolución que el Exino. Señor Virey tomase sobreesté asunto, se puede disponer todo lo que conduzca al fin determinado; dan- do el Comandante de Marina la minuta, ó dictámen, para las instrucciones de esta expedición. Buenos Ayres, 19 de Febrero de 1789. Custodio Sa y Faria. 36. Artículos relativos á la Costa Patagónica, extractados de la Cédula de S. M., de J9 de Septiembre de 1789, para el establecimien- to de la Real Compañía Marítima. Aut. 12. La Compañía podrá formar establecimientos, ya sea en Buenos Aires, ó donde le parezca mas á propósito, para la salazón de carnes, á fin de proveer de ellas á sus barcos pescadores, navios y colonias, ó para dar mas extensión á este ramo de industria nacional: y en uno y otro caso gozarán dichas carnes de la franquicia de todo derecho á su intro- ducción en cualesquiera de los puertos de mis dominios. Aut. 23. A los Capitanes. Oficiales y otros empleados que se hicieren aeree- . dores á alguna distinción relativa á sus méritos y servicios, y me fue- ren propuestos para estos efectos por la Dirección General de la Com- pañía, les concederé los grados de mi Real Armada, ú honores que juz- gáre por conveniente. Y desde luego, para dar una prueba á la Compañía del interés con que miro á su prosperidad, y considerando que es conveniente para- este fin alguna distinción en los Comandantes de la "primera expedición destinada ála Costa Patagónica, para animar su celo, y premiar el mé- XXXIX rito que van á contraer; he concedido el grado de Teniente de fragata de mi Real Armada al Comandante en gefe D. Juan Muñoz, con las fa- cultades que expresa el artículo 72; y el de Alférez de navio al segundo gefe D. Manuel de Marien y Arróspide, que van mandando las fragatas, debiendo llevar ambos sus respectivas divisas sobre el uniforme de pi- lotos : y también he concedido graduación de primeros pilotos, y el uni- forme correspondiente á esta clase, á D. Francisco Antonio de Orbegoso, y D. Domingo Bolao, comandantes de las goletas de la propia expedición. Art. 69. La Compañía tendrá tres Inspectores, que nombraré á proposición de la Dirección General de Madrid, para que vigilen, uno sobre las pes- querías que se establecieren en Europa, otro en las de Canarias y par- tes de Africa, y el tercero en la Costa Patagónica, Rio de la Plata, is- las y demás de mis dominios en América. Y desde luego, para dicho empleo de Inspector de las pesquerías que la Compañía estableciere en Europa, nombro al referido Director nato D. Felipe de Orbegoso y Larrañaga; como igualmente para Inspec- tor de las que la Compañía llegue á establecer en mis dominios de Afri- ca, á D. Manuel Joseph de Marien y Arróspide, también Director nato. Art. 72. También nombraré, á proposición de la Dirección de Madrid, cuan- do esta lo hallare conveniente, los Directores necesarios en los puertos de Africa y América, y en los establecimientos de donde se formáren las pesquerías en aquellos dominios: y estos Directores servirán igualmente sin sueldo fijo á la Compañía,- la cual les reconocerá una comisión de dos por ciento sobre el importe de las ventas de los productos de la pesca, y demás artículos que cada Director desde su distrito remitiese á Europa. Debiendo por lo demás conformarse á los reglamentos que hiciere relativamente á ellos la Dirección General de Madrid, precedida mi real aprobación. Y quiero que por ahora, y sin que sirva de egemplar para lo sucesivo, sea gefe de las primeras expediciones y establecimientos que se hicieron para la pesca en la Costa Patagónica, y en otras partes de mis dominios de América, el Director nato de la Compañía, D.. Juan Muñoz, Teniente graduado de mi Real Armada, como expresa el artículo 23; con facultad de apremiar y remover de sus empleos á los Capitanes y demás oficiales y subalternos que deben ir bajo sus órdenes á la pri- mera expedición. Y hasta tanto que hallare Yo por conveniente disponer otra cosa, le concedo las mismas facultades en los mismos establecimien- tos y colonia, ó colonias que acaso se habrán de fundar sobre la Costa Patagónica, cerca de las pesquerías que estableciere en ellas de cuenta de la misma Compañía, conforme á las instrucciones y órdenes que re- cibiere de la Dirección General de Madrid. Y por razón de dicho em- pleo se le tiene aplicado en lugar de sueldo la comisión de dos por ciento, destinada para los Directores sucesivos que se empleasen en dichos es- tablecimientos.XI, 37. Oficio del Presidente de Chile- Exmo. SEñoit— Por la de V. E. de 12 de Agosto último quedo inteligenciado de los seguros indicios de la habitación de los Ingleses, y estable población deno- minada Nueva Irlanda, en la Isla de los Estados, que se deducen del arribo á las de Malvinas, en solicitud de auxilios, que hicieron la balandra la Audaz de la misma nación, y la goleta Americana la Peregrina. Y como es de presumir, y V. E. fundadamente discurre, ser su objeto propor- cionarse á esta Mar del sur, con otras miras sobre nuestro continente, es esta noticia de importancia para mi gobierno, por lo que estimo á V. E. el aviso. Nuestro Señor guarde á V. E. muchos años. Valparaíso, 4 de Oc- tubre de 1790. Exmo. Seííok. Ambrosio O'Higoins Ballenar. Exmo. Señor D. Nicolás de Arredondo. 38. Oficio del Virey de Buenos Aires. Seúor— Por varias ocurrencias y consideraciones, se fue deteniendo en ese puerto la expedición destinada el año próximo pasado al mando del Te- niente de navio D. Pedro Sanguineti al reconocimiento de los parages inmediatos al Cabo de Hornos y Tierra del Euego, en que pueden haber- se establecido los Ingleses: de modo que se hizo infructuosa, aun habiendo limitado posteriormente sus obgetos al mero examen de cualquiera de las Islas de los Estados y Nueva Irlanda, en que principalmente se les cree situados. Con esta consideración tuve por necesario repetir expedición al mismo efecto, y en tiempo oportuno en el presente año, compuesta, co- mo en el anterior, de igual número y clase de buques de la carrera de Malvinas, y con igual instrucción que expedí al principio para aquella, á fin de que se hagan los reconocimientos con !a extensión y exactitud po- sible, según es conducente al logro del descubrimiento de aquellas'po- blaciones. En consecuencia de esta resolución, he elegido á Vd. para que proceda á su práctica con la corbeta de su cargo, y el bergantín San Julián, que á este efecto se ha puesto al mando del piloto de la Ileal Armada, D. José de la Peña, por su inteligencia y actividad: quedando yo persuadido á que estas mismas circunstancias, y demás que concurren en Vd., me han de proporcionar la satisfacción de ver evacuados unos reconocimientos tan importantes como retardados. A este efecto dirijo á Vd. copia de la instrucción que formé para el expresado Sanguineti, á fin de que la observe Vd. en todo lo respectivo á reconocimientos y forma de proceder á ellos. Pero en cuanto á reque- rimientos é intimaciones á los Ingleses que encuentre Vd. situados ó na- vegando, como quiera que han variado las circunstancias, por la reciente Convención hecha entre nuestra Corte y la de Londres, debe Vd. limi- XLI tarlos á los casos en que notase infracción de lo estipulado en ella, y guardando la mayor moderación, para no dar motivo de alterar la amistad que se procura entablar con aquella nación. Estos casos quedarán á Vd. manifiestos por el adjunto egemplar impreso de la misma Convención: entendido que, según el literal sentido del artículo G.,° no deben los Ingleses egercitar la pesca, ni hacer bar- racas en costas que, aunque desiertas, están al norte de territorios ocu- pados ya por la España, como las costas de Puerto Deseado, las de San José, y aun la Bahía de San Julián, y otros sitios en que hayamos te- nido, ó tengamos población ú ocupación, ó sean accesorios de distritos ocupados. Y bajo este concepto debe Vd. reconvenirles por cualquiera infracción, y persuadirles que se retiren, protestándoles los daños, y que se dará en queja á su Corte; formando justificaciones y relaciones cir- cunstanciadas del abuso que hiciesen, para la real noticia. Si considerase Vd. que, sin perjuicio de esta comisión, puede en- trar en Puerto Deseado á reconocer las circunstancias y proporciones que tenga para población, ser;i bien lo egecute, dándome cuenta de las re- sultas desde Malvinas, con la posible individualidad de cuanto hubiese observado en él, conducente á formar concepto en el particular. Por lo respectivo á las bugerías y demás efectos que expresa la instrucción, y debe Vd. llevar para el caso de entrar en el Rio de Santa Cruz, doy las correspondientes providencias por la via de hacienda. Buenos Aires, Noviembre 22 de 1791. Nicolás de Arredondo. Al Teniente de Navio D. Juan José Elizalde. 39. REAL ORDEN. Exmo. Seúor— En atención á la imposibilidad en que representa hallarse D. Juan Muñoz de sostener el establecimiento que formó en el año de 1790 en Puerto Deseado, por encargo de la Real Compañía Marítima, y á haber resuelto S. M. conservar aquel puerto por su mucha importancia, me manda prevenir á V. E. que ayude á Muñoz con los auxilios que necesi- tare, porque conviene á toda costa mantener la posesión de Puerto De- seado, aunque solo sea como un presidio, cuando la Compañía no pueda sostenerlo con algunos auxilios. Lo participo á V. E. de real órden para su inteligencia y cumpli- miento, y ruego á Dios guarde á V. E. muchos años. Aranjuez, 25 de Fe- brero de 1792. El Conde de Folrida Blanca. Sr. Virey de Buenos Aires. lO. Oficio del Teniente de Navio Elizalde. Exmo. SEñon— Dirijo ú V. E. el extracto de mi diario relativo á la comisión que V. E. me encargó, con instrucción de 22 de Noviembre de 1791, en que he procurado emplear con tesón mis débiles fuerzas al cumplimiento de lasXLII órdenes de V. E.: pudiéndole asegurar no existir por ahora establecimien- to extrangero alguno en Puerto de Año Nuevo, ni menos en las costas orientales ni meridionales de la Tierra del Fuego. Pero no puede menos mi celo por el real servicio, hacer presente á V. E. (según mi corto en- tender) que muy en breve los haya, particularmente en Año Nuevo, 3ue es el único puerto bueno que hay por estas regiones. Asimismo suce- erá otrotanto en Bahia de Arrecifes y Puerto de Arredondo, que son I03 únicos fondeaderos regulares (y en mejor proporción que Año Nuevo) en la Costa del Fuego, el primero por !a latitud de 53° 45' S. y en la longitud 61° 36' O. Cádiz, y el segundo en la latitud de 54° 32' S., y longitud 60° O. Cádiz. Cuyos dos puertos aun se hallan ignorados al presente de todos los navegantes, por lo poco ó nada cursados de esta costa, que muy en breve será bien conocida, por las grandes miras que una de las principales potencias de Europa tiene á los mares del sud y costas de Ca- lifornia; para cuyo tránsito (que ya comienzan i frecuentar muchas de sus embarcaciones) ofrecen ambos puertos, para sus recaladas y refrescos de tripulaciones, buena comodidad. Muy al contrario de las costas meri- dionales, que siempre serán abandonadas aunque haya buenos puertos, por lo arriesgado y peligroso de abordarlos, como conoce todo regular marino. * Nuestro Señor guarde á V. E. muchos años. Abordo de la cor- beta San Pió, en la Soledad de Malvinas, á 7 de Marzo de 179-2. Exmo. SeFioh— Juan Joseph de Euzalde y Uztariz. Exmo. Señor D. Nicolás de Arredondo. 41. REAL ORDEN. Exmo. SeAor— A petición de la Compañia Marítima, ha resuelto el Rey que se establezca en Puerto Deseado un presidio, con la tropa necesaria para su seguridad y defensa; y que V. E. proteja este establecimiento, facilitándole los auxilios que pida la Compañia. Prevéngolo á V. E. de órden de S. M. para su cumplimiento. Dios guarde á V. E. muchos años. San Ildefonso 13 de Septiem- bre de 1792. Gardoqui. Sr. Virey de Buenos Aires. 42. Oficio del último Comandante de Puerto Deseado. Exmo. Seiior— El 29 de Junio del año próximo pasado de 1806 llegué al estable- cimiento de Puerto Deseado á encargarme de aquel mando, en donde sub- sistí hasta el 8 de Octubre del presente, cuando obligado de los fuertes motivos que voy á manifestar á V. E. me vi precisado á abandonar dicho parage. XLIÍÍ Luego que arribé á dicho destino con el destacamento de mi car- go, se me entregaron los víveres que en aquella ocasión conducía el ber- gantín Arrogante para aquel punto; y aunque se me dijo que eran los suficientes para quince meses, estos no me duraron mas tiempo que el de trece. Pero habiendo durado mi permanencia en aquel puesto quince meses, después de consumidos los alimentos, me vi en la mayor necesidad, subsis- tiendo únicamente todos los Indios de aquella dotación con carne de caba- llos, de los que existían en aquel destino, sin esperanza de otro auxilio, y sin poder salir un hombre á proveerse de la caza, que escasamente ofrecen aquellos contornos; respecto á que los Indios, quejosos del poco agasajo, no lo permitían, ni aun á la distancia de dos millas. En estas circunstancias se presentó á la vista un bergantín procedente del Ilio Negro, su capitán el Americano Carlos Boeli, quien traia carta del Sr. Comandante y otros, dándome aviso que Montevideo estaba en posesión hacia tiempo de los In- gleses, y se aseguraba que Buenos Aires lo estaba también desde el 3 de Julio en que liabia sido atacado por catorce mil enemigos. Esta conside- ración, mas que la necesidad que dejo expuesta, la ninguna esperanza de so- corro, y el empeño con que todos los Indios me representaron mi retirada á este rio. me precisó tomar este partido. Máxime habiéndome instruido el mismo Capitán Americano que, no obstante de que el Comandante del Rio Negro solicitaba socorrer al de Puerto Deseado y Malvinas, dificul- taba lo verificase en mucho tiempo, por hallarse el bergantín de armadi- 11a enteramente descompuesto, y que por lo mismo le habia comisionado para conducir la tropa de San José y su Comandante, antes de su arribo á Puerto Deseado, para reuniría en Rio Negro. Con presencia de estos acontecimientos, y por parecerme mas conveniente al real servicio, he resuelto regresarme con todos los de mi cargo á este establecimiento, evitando de este modo una invasión como la que experimentó mi anterior destacamento por una fragata Inglesa de que V. E. estará bastante impuesto; dejando aquel establecimiento enteramente arruinado, y en términos de no poder practicar defensa alguna en caso de ser atacado, á que está muy propenso, por ser este un punto donde continua- mente hace esta nación su tráfico. Y habiendo solicitado al efecto dicho Capitán á que nos condujera á su bordo, lo rehusó, insinuándomelo que se exponía siempre que se encontrase con un buque enemigo. Pero instándole, mediante la necesidad que el mismo presenciaba, y que no podía socorrer- nos de ningún modo por ser cortos los víveres que tenia, convino con tal que por este servicio particular, y en consideración á sus atrasos, se le diese por mi un documento asegurándole mil y quinientos pesos de gra- tificación, para poderlos percibir de nuestro real erario: lo que verifiqué, concediéndole una certificación para con ella solicitar esta cantidad. Todo lo que pongo en noticia de V. E., esperando que este procedimiento será de su superior aprobación. Dios guarde á V. E. muchos años. Fuerte del Carmen en Rio Ne- gro, 28 de Diciembre del 1807. Exmo. SeAor. Juan Crisostomo Martínez. Exmo. Señor Capitán General de las Provincias del Rio de la Plata. 13XLIV ■1». Extracto de] Mensaje del Gobierno de Buenos Aires á Ja Cuarta Le- gislatura de la Provincia. 3 de Mayo de 1&24. La paz se ha conservado con las naciones del continente, y todo corazón verdaderamente americano ha rebozado de contento al recibir en nuestra ciudad el primer Ministro Plenipotenciario de los Estados Unidos. Este honor ha sido correspondido con el envió de otro Ministro igualmente caracterizado, que ha partido ya para Washington. El va encargado también de insinuar al Gobierno de aquella Repú- blica cuanto convendría el que á los dos grandes principios de la aboli- ción de la guerra de corso, y de la no colonización europea en el territorio de America, se agregase este otro—"Que ninguno de los gobiernos nuevos de este continente mude por violencia sus límites reconocidos al tiempo de la emancipación." Así podría sofocarse la semilla de guerras que,-bro- tando juntamente con los nuevos Estados, tendrían una influencia funesta en su civilización y sus costumbres— 44. Proclama al Ejército expedicionario del Sad. Naposta, 25 de Marzo de 1834. ¡ Soldados de la Patria ! Hace doce meses que perdisteis de vista vuestros hogares para internaros por las yermas y vastas Pampas del sud. Habéis operado ac- tivamente sin cesar todo el invierno, y terminado los trabajos de la cam- paña en un año, como os lo anuncié al tiempo de nuestra próxima mar- cha. Vuestras lanzas han despoblado de fieras al desierto, han castigado los crímenes, y vengado los agravios de dos siglos. Las bellas regiones que se extienden hasta las Cordilleras de los Andes, y las costas que se desenvuelven hasta el ajamado Magallanes, quedan abiertas para nues- tros hijos. Habéis excedido las esperanzas de la Patria— ¡ Entretanto ella ha estado envuelta en desgracias por la furia sañosa de la anarquía......! ¿Cual sería hoy vuestro dolor, si al divisar en el horizonte los árboles queridos que marcan el asilo doméstico, al- canzaseis á ver las funestas humaredas de la guerra fratricida......! Pero la Divina Piovidencia nos ha librado de tamaños desastres. Su mano, poderosamente protectora, sacó del seno mismo de la discordia un Gobierno paternal, á quien habéis rendido el solemne homenage de vuestra obediencia y reconocimiento— ¡ Comp.uieros.' Jurad aquí delante del Eterno, que grabaremos siempre en nuestros pechos la lección que se ha dignado darnos tantas veces, de que solo la sumisión perfecta á las leyes, la subordinación res- petuosa á las autoridades que por él nos gobiernan, pueden asegurar la paz, libertad y justicia para nuestra tierra— XLV ¡Compatriotas, que 03 gloriáis con el título de Restauradores de las Leyes! Aceptad el honroso empeño de ser sus firmes columnas, y de- fensores constantes...Adiós!—Vuestro General, que ha tenido siempre sobrado valor para llenar en esta parte sus deberes, sin temor á los peli- gros, ni á la ferocidad de los tiranos,- no lo tiene para despedirse de vosotros. 1.». Extracto del Mcnsage del Gobierno de Buenos Aires á la Decüua- Tercera Legislatura de la Provincia. 31 de Diciembre de 1835. Tiene entendido el Gobierno que otra invasión de diverso género se ha hecho al territorio déla República. Se dice que en la Bahía de San Gregorio, cerca del Estrecho de Magallanes, ha sido introducida una pequeña colonia extrangera que bajo el nombre de misión religiosa, ha entablado relación con los indígenas. El Gobierno no puede ser indiferente á un suceso semejante, y to- mándolo oportunamente en consideración, propondrá á los SS. RR. las medidas que crea conveniente adoptar en defensa y seguridad de los de- rechos de la República.iaf mi DE LOS TRABAJOS EMPRENDIDOS Y EJECUTADOS, BAJO LA DIRECCION Y LOS AUSPICIOS DEL GOBIERNO DE BUENOS AÍRES, EN LA REGION PATAGONICA, ESTRECHO DE MAGALLANES, TIERRA DEL FUEGO Y DE LOS ESTADOS. 1619—Relación de una Misión á Buena Esperanza, en el Estrecho de Magallanes. 1673—Informe de un celoso de Buenos Ayres (el P. Diego Francisco de Altamirano) á la Reina Gobernadora, sobre los Indios Pampas. 1683—Representación del Gobernador de Buenos Aires, D. José de Her- rera y Sotomayor, sobre los medios que pueden emplearse para emprender la reducción de todas las naciones hacia el Estrecho de Magallanes. 1691—Relación de una Misión de los Pampas que se intentó fundar en el Rio Cuarto, frontera de Córdova, por el P. Lucas Caballero, de la Compañía de Jesús. 1742—Memorial del P. Juan José Rico, de la Compañía de Jesús, supli- cando se conceda una escolta á los Misioneros para continuar la conversión de los Indios de Patagonia. 1744— Informe del Gobernador D. Domingo Ortiz de Rozas sobre el nú- mero, calidades y génio de los Indios Pampas. 1745— Carta de D. José Ruiz Arellano al Gobernador de Buenos Aires, sobre varios medios y arbitrios para contener las invasiones de los Indios Pampas. ---Istrucciones que deben observar inviolablemente el Capitán de la fragata nombrada San Antonio, D. Joaquin de Olivares, y el Ofi- cial que va mandando el destacamento de infantería y dragones, al descubrimiento de la costa, desde el Cabo de SanAntonio hasta el Estrecho de Magallanes. —--Viage marítimo de D. Joaquin de Olivares desde el Rio e la Plata hasta el de Gallegos.XLVIII 1745— Diario del mismo viage, por el Piloto Mayor de la expedición, D. Diego Tomas de Andia y Várela. -Relación del mismo viage formada sobre las observaciones y apun - tes del P, Quiroga, por el P. Pedro Lozano. 1746— Mapa de la costa que corre entre el Rio de la Plata, y el Estre- cho de Magallanes, enmendado desde el Cabo de Santa Elena has- ta el Rio Gallegos, por D. Diego Tomas de Andia y Várela. -Plano de la Bahia sin Fondo, levantado por el P. Quiroga. -Plano del Puerto de Santa Elena, por el mismo. -Plano de la Bahia de Camarones, por el mismo. -Plano de la Bahia de San Gregorio, por el mismo. -Plano de Puerto Deseado, por el mismo. -Plano de la Bahia de San Julián, por el mismo. -Plano de Ja Ensenada de Santa Cruz, por el mismo. -Plano de la Barra del Rio Gallegos, por el mismo. -Carta del P. Cardiel sobre los descubrimientos de la Costa Pa- tagónica. -Declaraciones tomadas á Juan Bautista Zamudio y Pedro José Espinosa, que se salvaron del poder de los Indios Aucaes y Ser- ranos, sobre las tribus que pueblan los campos, adonde los ha- bían llevado, y otras circunstancias de su cautiverio. 1748—Viage del P. Cardiel, desde Buenos Aires hasta la Sierra del Vulcan, y de este, siguiéndola Costa Patagónica, hasta el Arroyo de la Ascensión, con un mapa. 1751—Petición dirigida al Gobernador de Buenos Aires, por el P. Ma- nuel Arnal, Procurador de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, á fin de que le conceda un destacamento de tropas, para la conservación y defensa del Pueblo de Ntra. Sra. del Pilar de la Sierra. 1753— Proyecto de una expedición de las Milicias de campaña para con- tener los insultos de los Indios bárbaros. --Diario de la navegación y reconocimiento de las costas, desde el Rio de la Plata hasta el Puerto de San Julián, por Jorge Barnes, con un mapa. 1754— Diario y otros anexos de la campaña que hizo el Maestre de Cam- po D. Cristoval Cabral en las Pampas de Buenos Aires contra los Indios infieles. 1759— Diario del viage de la goleta Aguila, desde el Puerto de Buenos Aires hasta la Bahia de San Julián en la Costa Patagónica, por su comandante D. Manuel Joaquín de Zapiola, con un mapa. -Resumen histórico de todas las medidas tomadas hasta ahora para contener á los Indios que habitan las Pampas, por D. Francisco Pérez de Saravia. 1760— Diario y planos del reconocimiento de la Costa de Patagonia, desde el Cabo de San Antonio hasta el Estrecho de Magallanes, por el Teniente de Navio de la Real Armada D. Domingo Perler. 1765—Relación del naufragio del Registro la Concepción de Curruchea en la Tierra del Fuego. 1768—Diario del viage á la Tierra del Fuego, del bergantín nombrado San Francisco de Paula, por el Teniente de Fragata D. Manuel Pando. -Descripción de Puerto Deseado por el mismo, con un mapa. 17GÍ>—Plano de la Costa oriental de los Patagones, nuevamente levantado por los pilotos de la Real Armada. 1770—Diario de la expedición contra'los Indios Tehuelches, de órden del Virey Vertíz, al mando del Capitán D. Juan Antonio Hernández. ,--Reconocimiento del Puerto Deseado por el Piloto D. Juan Portu. -.— Descripción del mismo puerto pot el Capitán de Fragata D. Do- mingo Perler. _--Informe sobre el mismo, por D. Domingo de Nava. 1771 — Relación individual de los parages mas á propósito para fortificar y poblar en la campaña de Buenos Aires. 1772—Calidades y rasgos mas característicos de los Indios Pampas y Au- caes. --Noticia individual de los caciques Pehuenches y Pampas que resi- den al sud, cerca de las fronteras de la Punta del Sauce, Ter- cero, Saladillo, etc. -Diario de D. Pedro Pablo Pavón, que contiene la indicación exacta de los rumbos, distancias, pastos, bañados y demás particulari- dades que notó en el reconocimiento que hizo del campo y sierra al sud de Buenos Aires. 1778—Diario de la expedición que marchó al campo del enemigo hasta Salinas, á las órdenps del Maestre de Campo D. Manuel Pinazo. --Apuntes y advertencias para las instrucciones que se deben formar en Buenos Aires por el Virey de aquellas Provincias, para estable^ cer poblaciones y fuertes provisionales en la Bahia sin Fondo, la de San Julián y otros parages de la Costa oriental llamada Pata- gónica, que corre desde el Rio de la Pbita hasta el Estrecho de Magallanes. -Acta de la Junta de los Maestres de Campo del Vireinato de Bue- nos Aires, para dar su dictamen sobre el proyecto de una expe- dición general contra I03 Indios bárbaros. -Instrucciones para el reconocimiento de la Bahia sin Fondo, por el Brigadier D. Custodio Sá y Faria. -Estado de la expedición parala Bahia sin Fondo al mando de D. Juan de la Piedra. 1779—Extracto de lo practicado en la expedición del descubrimiento de la Bahia sin Fondo en la Costa Patagónica, por el Brigadier D. Custodio Sá y Faria. -Explicación del plano que comprende desde el Rio Sauce hasta el Puerto de San José en la Costa oriental de Patagonia, le- vantado por el Teniente de infantería, D. Pedro García. --Informe sobre los medios de resguardar la campaña de las Pro- vincias del Rio de la Plata, de las irrupciones de los Indios, por D. José Baigorri. ■---Noticia diaria de todo lo acaecido en la expedición efectuada con- tra los Indios bárbaros, al mando del Maestre de Campo -D. José Francisco de Amigorena. --Diario que manifiesta lo acaecido en la expedición que acaba de hacer á las tierras de los Indios bárbaros, el Comisario de Guerra D. Pedro José Nuñez de Guzman. --Diario del reconocimiento de la frontera, y plan de fortificaciones, elevados al Virey Vertiz por el Comandante D. Francisco Bet- bezé Ducos.__Observaciones diarias practicadas en el reconocimiento de la frontera. __Diario de la persecución de los Indios, en la invasión que hicie- ron en la Provincia de Mendoza el dia 1.° de Abril do 1779, por el Maestre de Campo D. José Francisco de Amigorena. ___Diario de la descubierta del Rio Colorado por D. Basilio Villarino. —i-Plan de defensa del Fuerte del Carmen en el Rio Negro, por su Comandante D. Josó Marti. _Descripción geográfica de la Costa oriental Patagónica., compre- hendida entre los 40 y 43 grados de latitud S., con todos sus puertos y entradas, reconocidos por el Piloto de la Real Armada, D. Basilio Villarino, desde Enero hasta Julio de 1779. -Diario del reconocimiento de una isla incógnita, situada en el Rio Negro y el Colorado, por I). Gerardo Bordas. -Diario del mismo reconocimiento por D. José Miehan. -Información del Teniente D. José Salazar sobre el Puerto de San José. -Informe de D. Francisco de Viedma sobre la expedición del Tenien- te D. José Salazar al Puerto de San José. _Plano y descripción del Puerto y Bahia de San José nuevamente descubierto por los pilotos de la expedición, al mando del Supe- rintendente D. Juan de la Piedra. 1780—Informe sobre la Bahia y el Puerto de San José, por el Capitán de Navio D. Pedro de Cárdenas. -Primer informe sobre el puerto de San José por el Brigadier D. Custodio Sá y Faria. -Segundo informe sobre el mismo puerto. -Reflexiones sobre el descubrimiento del Rio Negro ó Sauce, por el Brigadier D. Custodio Sá y Faria. -Diario de lo acaecido en la expedición contra los Indios Pehuen- ches, por el Maestre de Campo D. José Francisco de Amigorena. -Diario de los reconocimientos del Rio Colorado, Bahia de Todos los Santos, é internación del Rio Negro, por el Piloto de la Real Armada D. Basilio Villarino, con" un mapa. -Informe sobre las enfermedades observadas en el hospital de Puer- to Deseado, por el Cirujano mayor D. Vicente Verduc. -Relación de la situación y demás circunstancias de la Costa Pa- tagónica por el Teniente D. Manuel Soler. -Razón de los acaecimientos principales que han ocurrido en la expedición, bajo el mando de D. Juan de la Piedra; para los es- tablecimientos de la Bahia sin Fondo y San Julián, por D. Fran- cisco de Viedma. -Principales motivos, reales órdenes, oficios y sucesos acaecido» en los años de 1778, 79 y 80, para formar poblaciones en la Costa oriental llamada Patagónica, que corre desde el Rio de la Plata hasta el Estrecho de Magallanes, por su Superintendente D. Juan de la Piedra. -Plano del Puerto de Santa Elena en la Costa Patagónica, nueva- mente reconocido y enmendado por los pilotos de la expedición del Superintendente D. Antonio de Viedma. -Plano de la parte septentrional del Golfo de San Jorge, nuevamen- te reconocido y levantado por los mismos. -Plano del Puerto de San Antonio, por los mismos. >-Plano del Puerto de San Gregorio, por los mismos. i.i 1780— Plano de Puerto Deseado, por los mismos. _—,— Plano del Puerto de San Julián, por los mismos. .-Plano é informe del reconocimiento del puerto y Rio de Santa Cruz, egecutado por el Piloto de la Real Armada D. José do la Peña. 1781— Diario del reconocimiento del Puerto de San Antonio en la Bahia sin Fondo, por D. Basilio Villarino. -Vocabulario de los Indios que habitan las inmediaciones de la Ba- hia de San Julián, por D. Antonio de Viedma. .-Diario de la navegación del Piloto D. Basilio Villarino desde el Rio Negro, á reconocer la costa, la Bahia de Todos los Santos, Islas del Buen Suceso y demás adyacentes, buscar el desagüe del Rio Colorado, y penetrar en su entrada; con un mapa. ° --Continuación del diario de los acaecimientos y operaciones del es- tablecimiento del Rio Negro, desde el dia 6 de Abril hasta el 22 de Diciembre de 1781, por su Superintendente D. Juan de la Piedra. 1782— Dictamen del Capitán de Navio de la Real Armada D. Pedro de Cárdenas, sobre los establecimientos de la Costa Patagónica. -Diario para inspeccionar y demarcar el camino desde la ciudad de Buenos Aires hasta el establecimiento del Rio Negro, y costas adyacentes, por el primer Piloto de la Real Armada D. Pablo Zizur. -Informe del Comisario Superintendente D. Francisco de Viedma sobre la naturaleza y circunstancias de los terrenos de la Costa Patagónica. 1783— Representación del Vi rey Vertiz para que se abandonen los esta- blecimientos de la Costa Patagónica. -Diario y relación de todo lo acaecido en la expedición que contra los Indios barbaros del Monrc, ó Pampas, se ha hecho desde la ciudad de Mendoza, al mando del Maestre de Campo D. Fran- cisco de Amigorena. --Informe del Comisario Superintendente D. Francisco de Viedma sobre el nuevo camino descubierto desde el Puerto de San José hasta el Rio Negro, y sobre las «circunstancias de este ultimo puerto. Diario del reconocimiento del Rio Negro de Patagonia, por el Pi- loto D. Basilo Villarino; con un mapa. Informe del PÜoto Villarino sobre los puertos de la Costa Pa- tagónica. Diario de un viage á las costas de Patagonia, para reconocer los puntos en donde establecer poblaciones, con una descripción de la naturaleza de los terrenos, de sus producciones y habitantes, des- de el Puerto de Santa Elena hasta la boca del Estrecho de Ma- gallanes, por D. Antonio de Viedma. 1784—Memoria sobre los obstáculos que ha encontrado, y las ventajas que prometen los establecimientos de la Costa Patagónica, por D. Francisco de Viedma. --Diario de la expedición hecha desde Mendoza contra los Indios Pampas, al mando del Maestre de Campo D. José Francisco de Amigorena. "--Instrucción reservada que deberá observar el Comandante de Rio 14Negro D. Francisco Xavier Piera, en la expedición que se Ic confía contra los Indios infieles de aquellos parages, dada por el Virey Marques de Loreto. 1784— Declaración del Cacique Maciel de las varias tribus, y de los ca- ciques que habitan las Pampas. 1785— Diario de la expedición salida del Fuerte del Carmen en el Rio Negro contra los Indios infieles, situados en el llio Colorado, Sierra de la Ventana y sus inmediaciones, al mando del Gobernador y Superintendente D. Juan de la Piedra, por D. Lázaro Gómez. 1786— Dictamen del Intendente D. Francisco de Paula Sanz, sobre la conservación 6 abandono de los establecimientos de la Costa Pa- tagónica. -Dictamen del Brigadier D. Custodio Sá y Faria sobre el mismo asunto. -Diario de una expedición á Salinas, por D. Pablo Zizur, primer Piloto de la Real Armada. --Carta plana que comprende la demarcación del camino desde la Guardia de Lujan hasta la laguna conocida bajo el nombro de Salinas, levantada por el mismo. --Plano topográfico de la laguna de Salinas, por el mismo. 1789— Expediente promovido por el Síndico del Consulado, D. Vicente Antonio de Murrieta, para que se continúe el reconocimiento del Rio Negro. 1790— Plano del Rio Gallegos, levantado por el Piloto de la Real Armada D. José de la Peña. 1792—Diario del reconocimiento practicado en la Tierra del Fuego, por el Teniente de Fragata de la Real Armada D. Juan José de Elizalde y Ustariz. --Plan del Puerto Arredondo en la costa oriental de la Tierra del Fuego, levantado por el Piloto de la Real Armada D. José de la Peña, en la expedición del Comandante Elizalde. -Plan de la Bahia de Arrecifes en la costa oriental de la Tierra del Fuego, por el mismo. -Diario del reconocimiento de los parages inmediatos al Cabo de Hornos y Tierra del Fuego, practicado por el Teniente de Navio D Pedro Sanguineti. 1794— Diario de los reconocimientos practicados en la Costa Patagónica por el Capitán de Fragata D. Juan Gutiérrez de la Concha. --Plano del Puerto de Santa Elena en la Costa Patagónica, levan- tado por el mismo. -Plano del Puerto Arredondo en el Golfo de San Jorge, por el mismo. -Plano del Puerto de Meló en la parte norte del Golfo de San Jor- ge, por el mismo. -Plano del Puerto de Córdoba en el Golfo de San Jorge, por el mismo. 1795— Diario de la navegación que hizo el primer Piloto de la Real Ar- mada D. José de la Peña, desde el Rio Negro de Patagones hasta la Bahia de Todos I03 Santos, Babia Anegada, y Rio Colorado. 179G—Noticias de la Costa Patagónica, por el mismo. -Plano del Golfo de San Matías, hasta la boca del Colorado al nor- te, y la Bahia sin Fondo al sud. -Diario de la expedición, destinada por el Virey D. Pedro Meló de LUI Portugal, á reconocer la frontera del sud, con el fin de adelantar- la, al mando del Capitán de Navio de la Real Armada D. Feliz de Azara, con la asistencia de D. Pedro Antonio Cerviño y D. Juan Lisiarte; con un mapa. 170íi—Informe de D. Nicolás de la Quintana sobre el proyecto de ade- lantar la frontera del sud. ---Informe del Maestre de Campo General D. Manuel Pinazo, sobre el mismo asunto. 1797— Plano de los terrenos que se hallan entre la boca del Rio Negro de la Costa Patagónica, y la Bahia de Todos los Santos, levantado por D. Pedro Antonio Cerviño. 1798— Diario de mi viage por tierra desde Puerto Deseado hasta el Rio Negro. 1802 — Representación sobre la translación de las fronteras de Buenos Aires al llio Negro y al Colorado, por el Capitán de Milicias de Caballería, D. Sebastian de Undiano y Castelu. 1503 — Derrotero de un nuevo camino desde la ciudad de San Agustín de Talca basta Mendoza, con una representación al Virey de Buenos Aires, por D.José Santiago del Cerro y Zamudio. 1304—Plano de la Costa de Patagonia, desde el Cabo San Antonio hasta los 42° 20', por el Piloto de la Real Armada D. José de la Peña. -Diario del reconocimiento de la frontera del sud, hecho de orden del Exmo. Sr. Marqués Sobremoute, por D. Pedro Antonio Cerviño. 1805—Descripción geográfica de un nuevo camino por la Gran Cordillera, para facilitar las comunicaciones de Buenos Aires con Chile, por D. José Sourryere de Souillac. -Cálculo de la distancia de Buenos Aires á los varios pasos de la Cordillera, por el mismo. --Latitudes y variaciones calculadas y observadas en el camino, desde Buenos Aires hasta la Cordillera, por el mismo. -1—Descripción del nuevo Fuerte de San Rafael en la frontera de Men- doza, por el mismo. 1S0S—Diario de un viago desde el Fuerte de San Rafael del Diamante hasta el de San Lorenzo en las puntas del Rio Quinto, por D. Estevan Hernández. 1307—Informe de los comisionados del Consulado sobre el Diario de D. Luis de la Cruz, do su reconocimiento de un camino por la Cordillera. --Informe de D. Pedro-Antonio Cerviño sobre los trabajos y descu- brimientos de D. José Sourryere. 130S—Diario de una expedición á Salinas al mando de D. Juan Igna- cio Terrada. 1809—Representación del Piloto D. José de la Peña sobre los medios que deberían emplearse para relevar de su decadencia el esta- blecimiento de Rio Negro. 1810 — Diario de un viage á Salinas Grandes en los campos del sud de Buenos Aires, por el Coronel D. Pedro Andrés Garcia, con el plano de la laguna de Salinas. 1811—Carta esférica de las Pampas de Buenos Aires, y de la parte austral de Chile, por el Coronel D. José Cabrer. 1814—Plan de extensión de las fron'¿ras del sud, por D. Pedro An- tonio Cervino.1315 — Proyecto de una nueva línea de fronteras al sud de estas Pro- vincias, por D. Francisco Xavier de Viana. 1816—N'ueva plan de fronteras proyectad.) por el Coronel D. Pedro Andrés García. -Derrotero del egercito que salió de Buenos Aires el dia 0 de Di- ciembre, al mando de su Gobernador, para la Sierra del Tan- dil; con un mapa. 1622—Reconocimiento del Rio Negro, del Colorado, y de la Bahia da San Jo;é, por D. Ambrosio Ciamer. -Plano de la Bahia de Todos los Santos, ó de San Blas en la Costa Patagónica, y hasta la Baliia Verde, por el mismo. --Piano del R>o Negro, desde su boca hasta el Fortín de San Xa- vier, por el mismo. -Plano de la población de Patagones. --Memoria interesante en el dia, en que se trata de expediciones á los Indios infieles, con el objeto de establecer paz con ellos, por D. Antonio Millan {impresa). -Diario de la expedición de ltf-!2 á los campos del sud de Buenos Aires, desde Morón hasta la Sierra de la Ventana, al mando del Coronel D. Pedro Andrés García ; con las observaciones, descripciones y demrs trabajos científicos, egecutados por el Oficial de Ingenieros D. José María Reyes; con un mapa. -Congreso (pie celebraron los Caciquea Aucacs, Pampas, Huili- ches y Tehuelches, en los toldos del Cacique Llanqueleu, para ajustar paces con el Gobierno -de Buenos Aires. 1823— Memoria geográfica de la campana hecha el año de 1823 al es- tablecimiento de la nueva linea de defensa al sud de la Pro- vincia de Buenos Aires, por D. José Maria Reyes, (impresa). 1824— Reconocimiento de la Babia Blanca, por D. Martiniano Chilavert y D. Fortunato Lemoino, con un mapa. -Diario de la expedición que salió del puerto de Buenos Aire3, con destino á poblar !a Bahia Blanca y á reconocer la costa desde el Cabo de San Antonio hasta aquella bahia. 1825— Diario del viage del bergantín de guerra "Belgrano," al reconoci- miento de las costas del sud de la República. --Diario de la Comisión nombrada para establecer la nueva linea di frontera al sud ele Buenos Aires, con planos y mapa. 1826— Reconocimiento de la nueva línea de frontera por la segunda Co- misión, desde el Paso de las Toscas en el Arroyo de las Flores, hasta la frontera de Santa Fé, por el Oficial de Ingenieros D. José María Reyes; con un mapa. 1828—Diario de la expedición para la nueva línea de fronteras, por el In- geniero Parchappe. -Itinerario del Tandil á la Bahia Blanca, por el mismo, con un mapa. --Plano del Fuerte de la Bahia Blanca, por el mismo. --Plano de la Bahia Blanca, según el reconocimiento de 1824, por el mismo. -Plano de la parte interior y de los alrededores de la Bahia Blanca, por el mismo. 1833—Diario de las marchas y operaciones del egercito expedicionario contra los Indios bárbafl<»s del sud. --Reconocimiento del Rio Negro de Patagones, desde el Fuerte del JLT Carmen hasta la Isla de Choelechel, por D. Nicolás Descalzi, Pi- loto del egercito expedicionario; con un mapa. 1833— Diario del Rio Negro, ó reconocimiento del Rio Negro de Patago- nia, desde la Isla do Choelechel hasta la confluencia del Limay y del Neuqucn, por el General D. Angel Pacheco; con un mapa. --Expedición sobre I03 indígenas del sud—diario de marchas, situa- ciones y acontecimientos acaecidos en la División de la derecha, que se movió de Mendoza etc., por el Coronel Velasco.—(Cua~ derno primero, y único que se ha publicado.) 1834— Relación de los cristianos salvados del cautiverio por la División iz- quierda del Ejército Expedicionario contra los bárbaros—(im- preso.) »INDICE. l'roomio...............................................................pñg. 3 Primera Parte—Exposición de los hechos........................ 5 Segunda Parte—Discusión de principios......................... 44 Documentos Justificativos. Céduladel Rey, de Enero 13 de 1681........................ IIP Proyecto de una expedición al Estrecho de Magallanes, por D. Joseph de Herrera y Sotomayor, Enero 23 de 1683..... IV Cédula del Rey, Mayo 21 de 1G84......................... VII Otra del mismo mes y año............................... IX Otra de 24 de Noviembre de 1743........................ X Otra de 23 de Julio de 1744................................ XII Real Orden de 20 de Enero de 1745.............................. XIV Otra de 9 de Pebrero de 1745........................... XV Otra de 25 de Octubre de 1745.................................. XVI Otra de 2 de Octubre de 1766...................................... XVII — Papel anexo............................i.......... ................ XVII Real Orden do 3 de Octubre de 1766............................ XVIII Otra de 4 Octubre de 1766.......................................... XIX Otiade 29 Diciembre de 1766....................................... id. Otra de 7 Febrero de 1767.......................................... XX Otra de 21 Agosto de 1767............................................ XXI Otra de 17 Septiembre de 1767...................................... id. Oficio del Gobernador de Buenos Aires, de 24 de Enero de 176S.......................................................... XXII Otro de id., de 28 Enero de 1768.....*.............................. XXIII Real Orden de 25 Febrero de 1768................................. id. Oficio del Gobernador de Rueños Aires, de 2 de Mayo de 1768. XXIV Real Orden de 3 Septiembre de 1768.............................. XXV Otra de 6 Octubre id.................................................... id. Oficio del Gobernador de Rueños Aires, de 30 Diciembre id... id. Real Orden de 11 Septiembre de 1769............................. XXVI Otra de 6 Diciembre id.........................................•...... id. Otra do 7 Febrero de 1770............................................ id. Otra de 24 de Agosto de id........................................... XXVII Otra (reservada) de Marzo 24 de 1778............................. XXVIII Instrucciones para establecer fuertes y poblaciones en la costa que corre desde el Rio de la Plata hasta el Estre- cho de Magallanes...........................«................. id. Real Orden de 15 de Agosto de 1779........................... XXXII Otra de 28 de Marzo de 1781..................................... XXXIII Otra de 9 de Septiembre de 1781................................... id. Otra de I.° de Agosto de 1783...................................... XXXIV Instrucciones............................................................. XXXV Dictamen................................................................. XXXVII Artículos relativos á la Costa Patagónica, extractados de laLTIII Cédula de S. M., de 19 de Septiembre de 1789, para el establecimiento de la Real Compañía Marítima.... XXXVIIJ Oficio del Presidente de Chile........................................ X¿ Otro del Virey de Buenos Aires.................................... id. Real Orden de 25 de Febrero de 1792......................... XLI Oficio del Teniente de Navio Elizalde............................. id. Real Orden de 18 de Septiembre de 1792......................... XLI| Oficio del último Comandante de Puerto Deseado............... id. Extracto del Mensage del Gobierno de Buenos Aires á la Cuarta Legislatura de la Provincia..................... XLIV Proclama al Egército Expedicionario............................... id. Extracto del Mensage del Gobierno de Buenos Aires á la Dé- cima-Tercia Legislatura de la Provincia............. XLV Noticia de los trabajos emprendidos y ejecutados, bajo la di- rección y los auspicios del Gobierno de Buenos Ai- res, en la región Patagónica, Estrecho de Magalla- nes, Tierra del Fuego, y de los Estados................ XLVI1 TITULOS DE LA REPÚBLICA DE CHILE A LA SOBERANÍA I DOMINIO DE LA ESTREIHIDAD AUSTRAL DEL CONTINENTE AMERICANO POR MIGUEL LUIS AMUNÁTEGEI. «FUTACION DE LA MEMORIA HISTORICA QUE EN 1862 HA PUBLI- CADO EN BÜENOS-AIRES DON PEDRO DE ANGELIS CON EL OBJE- TO DE SOSTENER LA SOBERANÍA I DOMINIO DE LA REPÚBLICA A KJ ENTINA SOBRE EL MISMO TERRITORIO. Lu república! de la América del Sod, al desliarse de loa vínculos que laa unían a la metrópoli, i al constituirse en estados sobe- ranos e independientes, adoptaron por base de su división territorial, la misma demar- cación que existia entre los varios virreina- tos que la constituían. Nota pasada por el ministro de relacione* estertores de la Confederación Arjentina al de igual clase en Chile para reclamar con- tra la fundación de una colonia chilena en el estrecho da Magallanes. !"»A\TIlCiO, IMPRENTA DE JULIO BELIN I Ca. — 1853.—