'APUNTES HISTORICOS SORBK LAS AGRESIONES DEL DICTADOR ARGENTINO* D. JUAN MANUEL ROSAS. CONTRA LA INi3í:rEN0HN'ClA I>E LA O Vi» @ © 9 f Se | B.IPBBL1CA ORIENTAL DEL IRÍ GÍ Ai. | | »2t Artículos ¥5 e/ Na» lo.y.u. rfe Monccoidco, 9 9 9 POR IJ. *J»ÍÜRE8 LAMAS. 1828 á 18$8 MONTEVIDEO; I 9 9 i •9»9©99900C»00©ü©9'0#eC»99999'a^v:»C 9 & o i n # 9 w 9* APUNTES HISTÓRICOS LAS AGRESIONES DEL DICTADOR ARGENTINO D. JUAN MANUEL ROSAS CONTKA LA INDEPENDENCIA i DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL DlDttOi!, Artículos escritos en 1845 para el Nacional de Móntete, leu, )'OR |>. ANDRES LAMAS. í 1828 ;í 1«38. MONTEVIDEO. J 84 9- /Imprenta Hitpano-Americana. ADVERTENCIA. Ex J84ó escribimos para el Naciojíal los artículos que forman este libro.—Escribíamos de un dia para otro, y á grande prisa/porque consultábamos de paso, creci- dísimo número de papeles y documentos, lo que nos llevaba lo mejor de nuestro tiempo. La redacción padece, por consecuencia, de suma incorrección y vá falta de método, auti en la colocación de documentos, que alguna vez nos llegaban ú la mano cuando ya estaba lleno el lugar en que habrían tenido mejor cabida. Estos defectos no han podido enmendarse? en la presente edición, porque se hacía á la par del Diario y con la misma composición que había servido en éste. No pequeño sacrificio os publicar un libro así; pe- ro lo hacemos sin trepidar, porque esta obra es la única que, hasta hoy, reúne mayor copia de los documentos y noticias que es necesario consultar para apreciar correc- tamente el •¡•tema lie RoMI y sus agresiones contra la Independencia de nuestro Pai», Esos documentos y noticias, son, en rigor, lo que queremos difundir. Retamos á los publicistas de llosas y á sus agen- tes y panegiristas, á que contesten, si pueden, la au>IV tenticidad de los documentos, tomados de la propia Ga- ceta Oficial de Buenos Ayres,que registráoste libro, y suplicamos á todos los hombres imparciales, que, de- jando a parte lo que nosotros escribimos, juzguen y fallen por el solo texto de esos documentos. La demora que ha sufrido esta publicación ha de- pendido hasta principios de 18 U>, de obstáculos pura- mente materiales; y después de esa fecha, de la posición política en que nos encontramos colocados. Nos ocupábamos de dar término á esta publica- ción, cuando el motin militar de I. ° de Abril de aquel afío, colocó en el Poder al Sr. General D. Fructuoso Rivera; entonce? renunciarnos á ella, porque en las pá- ginas Je este libro habíamos escrito, estando el Gene- ral en el Janeiro y en una posición desgraciadísima, varios elogios, cuya publicación) después de aquel in* fausto dia, podía, tal vez, interpretarse como medio de buscar una rehabilitación que, francamente,no que- ríanles. Uno de los Caballeros que compusieron la nueva administración de Abril y á quien hoy mismo aprecia- mos^niucho, aunque estarnos distantes, tuvo la bondad de invitarnos,- por intermedio de uno de nuestros ami- gos,— cuya carta conservamos — á publicar la obra; y en esa ocasión tuvimos el honor de manifestar con nues- tro sincero agradecimiento por sus atenciones, el moti- vo que acabamos de consignar. Ahora/nuestras situaciones personales han vueN te á invertirse, estamos libres de ese inconveniente, pero si^Ja actual situación del Genera! Rivera nos per- mite decir que hicimos con conciencia los ebjios suyos une publicamos, ella «os ata — nos ata completamente, — para explicar con la historia polí'ica y militar de los diez afioa, mas ó menos, que nos separan de los últimos actot que narrarnos en la obra,—los que han cambiado, —en nuestro sentir con sobra de justicia y necesidad, — la posición que ocupaba en el país. Kl General.— iios causa pena decirlo,—no ha comprendido esta reserva ó ha abusado de los respetos v y consecuencia de su estado, para herir la moralidad del pais, á cuya mayoría ríe hombres públicos acusa de inconsecuencia y de deslealtad,-—esto nos obliga, en el interés común, á hacer breves indicaciones, que, sin la mínima ofensa de su carácter, bastarán á nuestro ver, para que se aprecie nuestra conducta. El Dictador Rosas ha verificado un cambio pro- fundo en la guerra de estos países: él ha comprendido la superioridad, incontestable, de las ¿ropas regladas y de la guerra regular; y aunque incapaz de hacer la por sí mismo, ha tenido el buen sentido de intentarlo por todos los medios que han estado á su alcance—Los Ejércitos con que nos ha invadido traen una composi- ción regular y prepondera en ellos la infantería por el modo en que viene organizada. El General Rivera, que ha sido el primer caudillo del pais mediante la guerra irregular, en la que es ha- bilísimo y á la que debe la alta influencia deque ha gozado, carece :Je instrucción paia la organización y las maniobras de un ejército regular;—es enteramente estrafío, al manejo y á las aplicaciones de la caballería reglada, de la infantería y de la artillería— De ahí, que sus ultimas campañas son una serie, no interrumpida, de pasmosos desastres. — Todo cuanto ha llevado á los campos de batalla, se ha perdido en ellos; y se ha perdi- do totalmente como en el Arroyo Grande y en la india Muerta. En ese convencimiento, resistimos el mando en (jefe ile las.Armas de la República que se obstinaba en conservar el General Rivera Su aspiración á eso mando, después de los desengaños práctico! de la guer- ra actual, nos parece, i>n acto de ceguera,inconsistente con los intereses y con la salvación del pais. Estamos convencidos, además, de que la política del General, en los últimos años, hace inconciliable la influencia suprema, que pretende, con las relaciones externas á que hoy está librado lo mejor de nuestro! destinos. Paramos aquí—, Pai a qué decir masrEsas son nuestras convicciones, erradas tal vez, pero sinceras. Aunque estubieramos estrechamente ligados ai General Ribera,—qué, en cuanto á nosotros, años hace que léjos de estarlo, vivíamos con él en profunda disi- dencia—¿ piensa que le debíamos el sacrificio de esas conviccionos ?—¿ piensa que debíamos sacrificar á su persona los intereses del pais, tal corno nosotros los comprendíannos ? Esas convicciones se combinan, sin embargo, en nosotros, y muy bien, con los respetos que siempre tributaremos a los eminentes servicios que le ha debido, en otras épocas, la independencia del pais, y á los que inspira su presente infortunio—Daremos testimonio de esos respetos, no escribiendo una palabra mas, mientras tenga la posición que hoy, por mucho que seamos pro- vocados. Volviendo á nuestro libro, diremos, que como en él hay muchas referencias á documentos inéditos, que existen originales en poder del autor, no podía ser un libro anónimo. —Por eso lo firmamos. Ajídres Lamas. La República Oriental se honra en declarar que ella no lleva sino que contesta la guerra : su rol, es pues, enteramente defensivo aun en el caso probable de tener que invadir. ( Manifiesto de guerra publicado en Montevideo el 11 de Marzo de 1839.) Im condición de que el general Oribe seria restablecido al poder, es inadmisible. Es evidentemente imposible que el Gobierno Británico ó Francés sancionen por su mediación el deseo del general Rosas de constituir en la Presidencia de Montevideo ú ese individuo par- ticular. r Los referidos Gobiernos solo pueden convenir en ofrecer á cualquiera de las partes beligerantes aquellas condiciones, que un Estado Indepen- diente puede, en consonancia con su honor, aceptar de otro. — Los habitantes y el Gobierno de Montevideo solo piden la paz, y la mas legítimafacultad del mundo, — la de determinar ellos mismos sus Go- bernantes y su forma de Gobierno. — ( Notas de los Sres. Ministros Man- dcville y Conde De-Lurde fecha en Bue- nos Aires el 30 de Agosto de 1842. )El Gobierno mira como el primero de sus debe- res el de lidiar hasta vencer, porque no puede ad- mitir la posibilidad siguiera de transigir ó ajustar una paz, mientras el enemigo ocupe una sola pulgada del territorioNacional. ( Mensage del Poder Ejecutivo fecha 24 de Febrero de 1843. ) La paz es la primera necesidad de los pueblos cuando pueden gozar de ella sin mengua del decoro y la dignidad Nacional. — ( Comunicación de la H. C. de Re- presentantes fecha 28 de Febrero de 1843.) La paz es un bien santo que la Cámara de Se- nadores quisiera ya dar a la República, tan tra- bajada por una guerra interior y esterior de mu- chos años ; pero la mengua del honor Nacional, es calamidad mas terrible que la miseria, que la proscripción, que la misma muerte, y crée que mientras exista en nuestro territorio una sola bayo- neta estrangera levantada en el aire, hablar de paz seria vilipendiar el pundonor de nuestra Na- ción. (Comunicación del Honorable Sena- do fecha 28 de Febrero de 1843. El Gobierno sin ocultarse los peligros que ro- dean su situación, elevando sus votos á la Provi- dencia y firme en su justicia no reconoce derecho en nadie para imponerle por la fuerza el abando- no de sus deberes; los llenará i siempra sea cual fuere la suerte que el destino le reserve. ( Nota del Sr. Ministro D. Santiago Vázquez al excónsul de Francia D. T. Pichón, fecha 27 de diciembre de 1843.) CAPITULO I Guerra, entre la República Argentina y el Imperio del Brasil , sosre el dominio del territorio que hoy forma el Estado Oriental. — Mediación de la Gran Bretaíía. — Termino- de esa guerra por la Convención Preliminar , de Paz y de 27 de Agosto de 1828. — Examen de esta Convención. Se pierde en los tiempos primitivos de la conquista de es- tos países, el origen de las disputas entre las Coronas de Espa- ña y Portugal sobre los limites de sus posesiones en la banda septentrional del Rio de la Plata. Este territorio pertenecía al antiguo Virreynato de Bue- nos Aires. No es de nuestro objeto tocar, ni ligeramente, la historia y la razón de esas contiendas, aun que alguna de las cuestio- nes que las encendieron nos haya cabido en herencia, y ten- gamos el deber y la necesidad de debatirla. Partiremos en estos brevísimos apuntes, de una época mucho mas cercana. La Provincia Oriental enflaquecida y postrada por la anarquia, habia caido bajo la dominación del Portugal, con el nombre de Provincia Cisplatina , y mas tarde quedó incorpo- rada al nuevo Imperio del Brasil. Al prepararse este cambio (1823) lució, por un momento, la esperanza de quebrar la cadena que debíamos mas que á todo, á nuestra insensata discordia, á la necesidad de orden y reposo. La luz de esta esperanza brilló como una exalacion fugaz; la incorporación se consumó, pero aquella chispa pasa- ge ra si no fué una victoria, al menos, no puede desconocerse que era una protesta y un voto. La realización de este voto, espresion indudable de la voluntad del Pueblo, no era para todos los Orientales, paralos que lo proclamaban lo mismo que para los que lo calla- ban, sino una simple cuestión de oportunidad, y los términos de esta cuestión, lo único que los dividía y los colocaba bajo las diversas enseñas que entonces podian adoptar. El dia que la lucha se empeñase, todos tendrían una sola bandera ; la bandera de la Independencia Oriental. Asi es que, cuando dos años después, el 19 de Abril de 1825, la lucha se inició decididamente, la bandera de la Patria se viú rodeada por todos sus hijos, y ellos la hicieron triunfar en el Rincón y el Sarandí. Estos sucesos condujeron á la República Argentina y al Imperio del Brasil i, que librasen á su fuerza material la reso- lución de sus reciprocas pretericiones de dominio sobre este territorio. Tampoco entra ahora en nuestras miras, el examen de los titulos en que apoyaban sus pretenciones. Es bien sabido que la civilización de nuestros dias ha des- peado á la guerra, en sus medios y en su fin, del carácter que tubo en las edades bárbaras.—No solo ha abolido las practi- cas salvajes, no solo ha domesticado, digamos asi, las pasiones y los instintos feroces, sino que ha establecido, como uno de sus principios primordiales, que la nación que recurre á las armas no lo hace para saciar venganzas de canibal, para obte- ner, á todo trance, la destrucción de su 'enemigo, sino para traerlo á medios racionales y convenientes de conciliación. La guerra entre la República Argentina y el Brasil, po- deres civilizados y cristianos, tocaba este resultado, á que los acercaban gradualmente la fatiga y los daños de una lucha pro- longada, las complicaciones interiores que se agrababan en cada uno de esos Estados por las consecuencias mismas de la guerra, y los buenos oficios de la Inglaterra, tan interesada, como potencia mercantil de primer orden, en parar la des- trucción de estos vastos mercados que la paz debia ensanchar prodijiosarnente, con incalculable provecho del comercio uni- versal. El honorable Lord Ponsomby, Ministro de S. M. B., se hizo cargo de la cuestión. ■ " La República Argentina creia empeñado no solo su ho- nor, sino sus intereses de otro género en sostener Jos limites del Sud del antiguo Virreynato.—Sin el dominio de las dos orillas del Plata, juzgaba comprometida su seguridad. El Brasil creia indispensable para la conservación y prosperidad del Imperio que sus dos grandes fronteras fueran el Amazonas y el Plata, á los qué consideraba sus limites na- turales.—Si la República Argentina dominaba las dos riveras del Plata, juzgaba comprometida su seguridad. — 5 — Estas convicciones eran inflexibles.— Eran las mismas que durante dos siglos habían estado en permanente colisión, sin que ni las armas ni los tratados hubieran podido acomo- darlas solidadamente; y esio era forzoso que sucediese. Solo la emancipación de este continente hacia posible la adopción de un medio capaz de producir una conciliación du- rable; medio que no había estado al alcance de España y Portugal. Lord Ponsomby lo propuso fijando las siguientes bases.— 1. " Independencia de la Banda Oriental. 2. p No tendrá el nuevo Estado Oriental libertad para incorporarse á otro. 3. p Las plazas fuertes se entregarán á los mismos Orientales. Este mismo medio no fué admitido de plano. Los beli- gerantes necesitaban lá paz, pero eran tan fijas sus ideas, que aun les costaba aceptar esa solución. Al fin la aceptaron ; y esta aceptación común produjo la Convención Preliminar de Paz que, bajo la mediación de la Gran Bretaña, se firmó en » Janeiro el 27 de Agosto de 1828 por los Plenipotenciarios Argentinos y Brasileros, y que fué después debidamente ra- tificada. Esta Convención que le abrió á nuestro pais una nueva era—que llenó sus esperanzas—que hizo justicia á su esfuer- zo—que él ha adoptado y sostenido como la primera ley de su derecho público, porque ella reconoce y sanciona la espresion mas auténtica de su voluntad y de sus mejores intereses—que' es, á la rez, una ley de la República Argentina y del Imperio del Brasí!, encierra, sustancialmente, la única base firme y es- table de la paz de estos paises y es la pauta reciproca de sus derechos y deberes internacionales.—Fuera de esa Conven- ción, solo-hay deshonor para el*que la quebranta,'guerra y trastorno y mal estar para todos ;—guerra perdurable, que se renovaría como el Fénix de la fábula, sin otro término posi- ble que la base misma de esa Convención:—la independencia absoluta, perfecta, real del Estado Oriental—Contrariarla es atormentar á la humanidad en una lucha sin porvenir : es des- pedazarla inútilmente en un circulo de hierro que no tiene mas que esa salida. El conocimiento de ese pacto es de absoluta necesidad siempre que hayan de juzgarse las relaciones posteriores de estos paises; asi es que, al proponernos demostrar las sistema- das agresiones del hombre que se alzó con el poder público en la República Argentina, contra la independencia de nues- tro pais, hemos creído que debíamos empezar nuestro pe- queño trabajo por un rápido estudio de esa Convención :— ella es nuestro punto de partida.Por el articulo 1 P y Tí ? la República Argentina y el Im- perio del Brasil renunciaron todas sus pretensiones de domi- nio y soberanía sobre el territorio Oriental, para que se cons- tituyera en Estado libre é independiente de toda y cualquiera Nación, bajo laforma de Gobierno que juzgase mas conveniente ú sus intereses, necesidades y recursos. Este medio era el único para obtener una paz estable. El satisfacía á los intereses, y basta á las aprensiones de los poderes beligerantes. Creaba uh estado intermedio que separaba y garantía sus fronteras abiertas, mejor que pudieran hacerlo los mas ro- bustos limites naturales. Divididas asi, desaparecía de raíz la ocasión de renovar conflictos frecuentes y ordinarios entre vecinos poderosos, que habian debatido sobre esas mismas fronteras cuestiones tra- dicionales. Ninguno de los dos se engrandecía con la adquisición del territorio que se habia disputado, y este territorio convertido en Estado neutro, soberano é independiente, serviría á man- tener el equilibrio de sus fuerzas, y tal vez un dia á hacer imposible la guerra.— Estas consideraciones, que apenas indicamos, porque son generalmente bien comprendidas, pues han servido de base á multiplicadas v conocidísimas transaciones diplomáticas para la organización del equilibrio Europeo, adquirían en nuestro caso, una fuerza especial por circunstancias locales. La República Argentina y el Imperio del Brasil eran dos sociedades en revolución: colonias ayer, hoy estados so- beranos, en que este cambio profundo luchaba aun por adqui- rir una solución apropiada, una forma'estable, no solo nece- sitaban equilibrar su poder colocando un tercero entre sus fronteras,sino también que e»te nuevo vecino yaque no auxi- liase con su ejemplo la obra de organización que se operaba en los estados limítrofes, al menos no la dificultase. No era el antagonismo entre la democracia y la monar- quía feudal lo que debía inquietarlos;—ese antagonismo no existe aqui. Era algo peor;—era la anarquía y los gobiernos efímeros é irresponsables que ella produce, los hábitos del vandalage, de la vida indisciplinada y aventurera, lo que podia llegar á amenazarlos bajo un doble aspecto:— ]. ° Como elemento de destrucción de la entidad nacio- nal que acaban de crear, y que tanto les importaba conservar.— El recuerdo de una época, no muy lejana, debía hacerles comprender que esa individualidad podia sino extinguirse to- talmente, al menos quebrantarse en manos de la anarquía. 2. ° Como elemento de propaganda y contajio.—El or- den moral, como el orden físico, tiene leyes de asimilación que ejecutan una atracción incesante y poderosa; y en el estado embrionario de fas sociedades, donde las bases del orden legal no se han arraigado por el tiempo, por la práctica, por la edu- cación, por el goce de sus beneficios; donde las ambiciones no han aprendido á desarrollarse por el ejercicio de la inteligen- cia y de la industria, donde todavía no se han acostumbrado á llegar por esos medios al predominio social, aquella atracción es singularmente peligrosa. Les importaba, pues, vitalmente, robustecer en el nuevo Estado, que iba á dividirlos, los medios de mantener la paz y de establecer una organización regular; les importaba no abandonarnos en momento tan solemne como aventurado, en que tan fácil era que nos estraviasemos y prendiera un incen- dio que, pudiendo aniquilarnos, pusiera en contacto con sus territorios el fuego de la anarquía; y solo asi podemos esplicar- nos las limitaciones, que varios artículos de la Convención ha- cen, por tiempo determinado, á nuestro derecho político. Estas limitaciones están contenidas principalmente, en los artículos 7 y 10 de la Convención, y son correlativas de las obligaciones que se imponen los contratantes, y en que se manifiesta ampliamente el espíritu á que las hemos atribuido. Por el articulo 7. ° se dispone que los representantes del nuevo estado, que según los artículos anteriores debian ser convocados inmediatamente que la Convención fuese ratifi- cada,—después de elegir un gobierno provisorio, se ocupen de formar su Constitución política.—El Brasil y la República Argentina se reservaban el derecho de examinar esta Consti- tución, antes de que fuera jurada, aunque para el único fin de ver si en ella se contenia algún articulo ó artículos que se opu- sieran á la seguridad de sus respectivos estados. Pero como no basta sancionar una Constitución 9Í la prac- tica no la arraiga en los hábitos del pueblo, acostumbrando á todas las ambiciones á luchar en el terreno legitimo, la Repú- blica Argentina y el Imperio del Brasil reconocen por el arti- culo 10 que es un deber suyo auxiliar y protejer á la Provincia de Montevideo hasta que ella se constituya completamente, y se comprometen á que si antes de jurada la Constitución y cinco años después, la tranquilidad y seguridad de este Estado fuere perturbada por la guerra civil, le prestarán á su Gobier- no legal el auxilio necesario para mantenerlo y sostenerlo. El objeto y termino preciso de esta protección se estatuye por el articulo ll, que dice textualmente :— " Ambas altas partes contratantes declaran muy esplicita " y categóricamente que cualquiera que pueda venir á ser el— 8 — " uso, de la protección que en virtud del articulo anterior se " promete á la Provincia de'Montevideo, la misma protección " se ¿imitará en todo caso á hacer restablecer el orden y cesará " inmediatamente que este fuere restablecido. " Esta protección solo debia durar cinco años después de jurada la Constitución. Pasado este periodo cesa la protec- ción y Ja nueva República " será considerada en estado de per- afecta y absoluta independencia. " (Art. 10.) Dentro del tiempo en que tedian la obligación de dispen- sarla, debia ser ejercida por los dos poderes colectivamente : prestarán dice el articulo;—pero aun que no estuviera en la letra de la Convención, ese es su espíritu, esa es el alma de to- das las estipulaciones.—No puede presumirse que ninguno de ellos tubiera la intención de consentir en que uno solo desem- peñara qsa peligrosa función; podría venir á establecerse, cuando menos, una alianza virtual entre el Gobierno protejido y la nación protectora; la voluntad del uno se doblaría ante la prepotencia del otro y de hecho no seria mas que un inferior suyo. Desaparecería entonces la garantía del otro limítrofe ; Ja obra de la Convención estaría minada por el cimiento; la independencia del Estado intermedio no seria mas que una forma, una abstracción.—Bien se vé cuan lejos está esto del pensamiento fundamental del pacto de 1828.—Pero aun que no puede caber duda alguna racional en que la protección de- bia ser colectiva, agregaremos que esa es la inteligencia au- tentica, la inteligencia confesada sino por los dos, por uno de los contratantes.—En un caso (4830) en que esa protección fué solicitada del Brasil, contestó, terminantemente, que no le era dado proceder en este negocio sino de común acuerdo con el Gobierno de Buenos Aires. "Vencidos los cinco años, tiempo que debió considerarse - bastante para afirmar la organización del nuevo Estado, y que, sin duda» lo habría sido si la educación constitucional de nues- tro Pueblo, no hubiera sido pervertida hasta por los mismos que tan obligados estaban á sostenerla en toda su pureza, nin- gún derecho les quedaba á los Gobiernos contratantes para intervenir en los negocios domésticos de un Estado soberano é independiente. Pero quedaba siempre subsistente el ínteres permanente de esos Gobiernos ;—garantir Ja conservación de su obra—la independencia é integridad del nuevo Estado, fuese cual fuese su régimen interior; y este ínteres está consignado en el articu- lo 3. ° que dice — " Ambas altas partes contratantes se obligan á defender - Ja independencia é integridad de Ja Provincia de Montevi- " deo, por el tiempo y en el modo que se ajustare en el tratado " definitivo de Paz. " Era natural que en las estipulaciones que en ese tratado tocasen al Estado Oriental interviniese este mismo Estado so- berano:—lo demás seria un atentado injustificable á sus pri- mordiales derechos—y el los tenia incuestionables para aceptar ó nó, el tiempo y el modo en que su independencia é integridad hubiera de ser defendida por sus augustos garantes. Para negárselo sería necesario desconocer su absoluta y perfecta independencia sancionada en esa Convención del modo mas esplícito (1): indispensable negarla Constitución de este Estado, admitida y reconocida como base de su existencia pol- los mismos poderes que firmaron la Convención (2) y que de- clararon que ella podra ser inmediatamente jurada y debida- mente ejecutada en la forma adoptada y prescripta por la misma Convención. (3) Aun habríamos considerado necesaria esa intervención en la misma Convención Preliminar por la futuricion que en ella tenia, sino hubiera pedido acudirse á una ficción legal dando por representada á la Provincia Oriental, por el Gobi- erno general de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. La parte que debia caberle al Estado Oriental en las negociaciones del tratado definitivo era muy principal, singu- larmente sobre los siguientes puntos. 1. ° El articulo adicional de la Convención dispuso, sin su consentimiento espreso, y cuando solo se podia suponer que lo prestaba por medio de la ficción que hemos indicado, de un derecho inherente al sucio, inherente á la soberanía terri- torial que se disputaban los beligerantes, haciendo común al Brasil y jó. la República Argentina, al menos por 15 años, la navegación del Uruguay, que hace una parte de nuestras fron- teras.—La forma de esta navegación debia reglarse por el tratado definitivo. 2. ° El articulo 7. ° provee simplemente á la desocupa- ción del territorio Oriental, sin designar los términos de este territorio.—Este articulo.al que teóricamente nada ten/lriamos que objetar, si hubiera sido entendido en el sentido recto, por- que su silencio, en ese punto, importa el statu qúo de derecho, nos dejó en la pi.'etica una cuestión de limites que ventilar con el Brasil, lo que, por otra parte, lo pone fuera del espíritu de todas las otras estipulaciones calculadas para prevenir disturbios y colisiones: —El sLalu qúoeva la demarcación de de- recho al emanciparse las colonias americanas de sus antiguas metrópolis;—esto es, la demarcación ajustada entre las cortes de España y Portugal en el tratado definitivo firmado en San Ildefonso el II de Octubre de 1777.—Los derechos á esa de- marcación se nos habían reservado, espresamente, en el pacto de incorporación ¡* la Corona de Portugal. 2Hemos admitido hipotéticamente, que nuestra cuestión de limites se trataría en el tratado definitivo,—aunque la Con- vención no lo determina, pues que ni aun se hizo cargo de la cuestión y no la refirió á aquella negociación como lo hace en punto á la navegación del Uruguay,—poique la República Argentina tenia un interés visible en apoyar nuestra justicia para que el estado intermedio no se debilitase en provecho del Brasil; pero se entiende, sin que esto menoscabe de ningún modo el derecho perfecto que tenia el Estado Oriental para ventilarla por si mismo.siempre que sus intereses lo exigiesen. Si en esto podia haber alguna duda ella ha desaparecido por el ministerio del tiempo, y esto nos traé á hacer aquí una observación esencial. ¿ Era indeterminado, imprefijo el tiempo en que habia de negociarse el tratado definitivo de paz ?. . El articulo 17 déla Convención dice—que tratarian de nombrar los Plenipotenciarios que debian ajustado después de canjeadas las ratificaciones de la Convención;—y el articulo 18, que en el caso, no esperado, de no llegar á ajustarse en el dicho tratado por cuestiones que pudieran suscitarse, apesar de la mediación de S. M. B., no podrían renovarse las hostili- dades entre el Imperio y la República Argentina antes de pasados los cinco años estipulados en el articulo 10, etc. La intención de entrar en la negociación del tratado antes de vencer esos cinco años, que terminaron el 18 de Julio de 1835, nos parece patente. ¿ Pero de esto podría deducirse que con este término haya espirado la obligación de celebrarlo ?... .Nos parece que no, máxime desde que por circunstancias interiores, ó por otra causa, sea visto que de común acuerdo, tácito, al menos, han convenido en prorrogarlo, y esto ha sucedido en nuestro caso en que hay algo mas que un convenio tácito. En 1838, [tres años después de vencido el término del articulo 10 de la Convención, la República Argentina y el Imperio del Brasil convinieron en reunirse para ajustar el tratado difinitivo, y declararon en el hecho, bien esplicitamen- ic,' que no consideraron aquel término fatal, que en ningún tiempo podia una de ellas, sin otro procedente, negarse á entrar en ese ajuste si la otra se lo demandaba: que ninguna de ellas podia desatarse por su sola voluntad, de la obligación del articulo 3. ° de la Convención que le prescribía mante- ner la independencia é integridad del Estado Oriental, sin descubrir miras que debian alarmar justamente al otro contra- tante, sin provocar inmediatamente la guerra.—Esa obliga- ción, es pues tan permanente como el interés de evitar con la conservación del Estado Oriental, como nación neutra, las complicaciones, las zozobras, las usurpaciones que han teñido con sangre de origen español y portugués, las aguas de la Ban- da Oriental del Rio de la Plata, desde los días de su descubri- miento hasta nuestros dias. El único, que como inculpable de esa demora, y en uso de la perfecta y absoluta independencia y soberanía de que goza, podría declinar total ó parcialmente,y en lo que tocase á sus intereses ó dignidad, la protección ofrecida, seria el Estado Oriental. Solo él está rigorosamente en plena posesión del Casus Fcederis, y en aptitud por consiguiente,, de negociar ó nó, en común ó individualmente. Pero en cualquier tiempo en que el tratado definitivo se negociase,nos parece incontro- vertible nuestro derecho, á ser representados en esas negocia- ciones si asi lo demandábamos; esta pretensión de justicia y enteramente conforme con el derecho universal, aparece corroborada por el reconocimiento de los mismos contratan- tes de la Convención. A virtud de solicitud del Gobierno Oriental en 1830, el del Brasil hizo de plano ese reconocimiento. " Me fué contes- " tado por el Ministro, que el Gobierno Oriental puede, ob- " tenido el accésit del de Buenos Aires, proceder sin deten- " cion, á nombrar los plenipotenciarios que han de repre- " sentar los derechos é intereses de esa República en el " tratado definitivo." (4) Hecha la misma solicitud al Gobierno de Buenos Aires, prometió contestar " tan lueso como recibiese algunas noticias " de su comisario en Rio Janeiro, concernientes á prevenciones y li órdenes que. le tenia hechas,"—Esta respuesta, que no es fá- cil comprender, fué seguida de algunas esplicaciones que, si bien dictadas por un espíritu que no se nos mostraba muy be- nébolo, eran, al menos, mas plausibles atentas las circunstan- cias de aquel pais. (5) Ya por ese tiempo (1830), la política de aquel gabinete principiaba á inclinarse, aunque levemente y con habilidad, á las miras que en el cuerpo de este escrito veremos desarrolladas. Asi es que, pendiente aun la contes- tación ofrecida, nombró, sin hacernos ninguna prevención, en 1833, un Ministro, para asistir por su parte, á la celebración del tratado definitivo. (6) Este nombramiento no tuvo ulte- rioridad alguna.< Pero mas tarde, cuando sus intentos adelantaron lo que no debia esperar, sin todos los nuestros hubieran guardado in- maculada la honra nacional, ese gobierno, que cómase vé, no habia pronunciado una negativa directa, reconoció nuestro de- recho y hubo de convenir en la intervención del Estado Orien- tal ; nos apoyamos para asentarlo formalmente, á falta de do- cumentos emanados de aquel gobierno, que no poseemos, en— 12 — uno que no podia existir sin su consentimiento, sin ese con- sentimiento que era la condición sine quá non del reconoci- miento que hizo de nuestro derecho el gobierno del Brasil. El documento á que aludimos, y nos parece concluyente dado ese antecedente, es una nota del Encargado de Negocios de esta República en Janeiro, fecha el 24 de Agosto de 1838. En ella le anuncia al Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, uno de los objetos de su misión, en los términos si- guientes; " Su misipn ha sido investida con los poderes necesarios " para intervenir en las estipulaciones del tratado definitivo do " paz que se disponen á celebrar las altas partes signatarias de " la Convención Preliminar de 1828, esperando tan solóla " participación de que sus respectivos Plenipotenciarios se " hallan en aptitud de abrir su negociación para exhibir aque- " líos y ejercer en nombre de la República del Uruguay un " derecho inherente á la categoría de Estado Soberano, limí- " trofe y amigo de cada una de ellas, toda vez que en ese pac- ¥ to hubieran de hacerse algunas provisiones que tengan un " grado de relación cualquiera con el ejercicio de esa misma ¥ Soberanía.—Tal es al menos la presunción que ha podido " prohijar el Gobierno del abajo firmado desde que fué invitado " por el de S. M. á concurrir ú dicho ajuste. " Esta invitación,—el tiempo en que fué hecha, y no solo el consentimiento, sino la perfecta uniformidad y acuerdo en que se colocaron Jas legaciones Argentina y Oriental sobre tocios los objetos de sus respectivas misiones, en que se comprendía por nuestra parle, no solo la intervención en el tratado defini- tivo, sino la celebración de un tratado especial de limites nego- ciado con separación de aquel entre el Brasil y el Estado Oriental, no dejan la mas mínima duda ds que nuestro dere- cho fué solemne y ampliamente reconocido. Reasumiendo lo que tiene mas inmediata relación con nuestro proposito actual, podemos colocar fuera de toda con- troversia. La República Argentina y el Imperio del Brasil quedaron solemnemente obligados por la Convención de 1828, concluida bajo la mediación de la Gran Bretaña, según acaba de verse: I. Hasta el 18 de Julio de 1835—en que se cumplieron 5 años después de jurada la Constitución —si la tranquilidad y seguridad fuese perturbada en el Estado Oriental, aprestará su gobierno legal el auxilio necesario para mantenerlo y sos- tenerlo. II. Esta protección debia limitarse, en todo caso á ha- cer restablecer el orden, y debia cesar en el momento que fue- re restablecido. \ — 13 — III. Esta protección debia ser colectiva. IV. Desde el 18 de Julio de 1835, el Estado Oriental, queda en el goce de la mas absoluta y perfecta independencia, cesa ta protección ofrecida y ni aun á ese titulo la República Argentina ó el Imperio del Brasil, pueden, ni deben, intervenir en las disenciones y cambios domésticos del país. V. Es una ley común á Ja República Argentina y al Im- perio del Brasil, y una obligación reciproca de esos dos Esta- dos, respetar y defender la Independencia é integridad del Estado Oriental: el uno contra el otro, y colectivamente con- tra un estraño. CAPIT'ULO II. Cambios interiores que se siguieron en la República Aumou y en el Brasil a la Paz de 1828.— Naturaleza e influencia de estos sucesos.—Apa- rición de Rosas.—Su sistema, sus medios- de acción y de Gobierno.—Resultados y necesidades de este sistiíma. Las complicaciones interiores á que hemos aludido en el capítulo anterior, aumentaban los inconvenientes de la guer- ra en que se hallaban empeñados el Brasil y la República Ar- gentina ; pero la paz, en la misma proporción que disminuía los peligros esteriores , ensanchaba la esfera, la actividad y los elementos de la lucha doméstica. Esta lucha no debia continuarse, por desgracia, con iguales medios, en los dos países. La República Argentina, como todas las antiguas colo- nias españolas, había conquistado su independencia en los cam- pos de batalla. Sus pueblos, en un periodo dilatadísimo, ha- bían contraído el hábito de conseguir y celebrar los triunfos de la razón por medio de la espada, y el elemento militar era, por consiguiente, preponderante por sus servicios y por su gloria. Estos títulos incontestables adquirieron mas brillo durante las últimas campañas. No asi el Brasil;—allí la independencia, proclamada por el Principe eminente que estaba al frente del Gobierno, nodfó-, — 14 — > ocasión al desarrollo del elemento militan todas las grandes ilustraciones de lá emancipación del Brasil, son, esclusivamen- te, ilustraciones civiles, y las campañas del Sud nada habían producido que pudiera equiparárseles.—Al contrario,—dice un historiada!- del Brasil,— "el constante malhado de las armas brasileras produjo el efecto de aniquilar la ambición de las distinciones militares, que demasiados incentivos pre- sentan á los hombres de espíritu ardiente y entusiasta. La energia de la géneracion naciente, por una consecuencia de aquellos desastres, se inclinó mas á la carrera civil que á la mi- litar; y los mejoramientos sociales que resultaron de esta po- sición han preservado al Brasil de una completa anarquía." (7) Esta diferiencia capital y que merece observarse con de- tención, se hace mas notable por sus resultados: estos resulta- dos muestran, en buena luz, la inmensa superioridad de los f>rocederes regulares, aunque lentos, de lns vias ordinarias, de a acción que dentro de ellas, ejercen los que están legalmente habilitados. Ellas imponen la contemporización de algunos abusos, comprimen el espíritu encerrándolo en espacio deter- • minado, mortificándolo por el señalamiento de tiempo y de modo, poniendo á veces, á dura prueba, la paciencia y el pa- triotismo;—pero estos inconvenientes, si asi puede llamárse- les, inseparables de la organización humana, en que no hay nada absoluto, en que la absoluta perfección es una tópia , es- tan sobradamente compensados por los bienes que producen, por la marcha normal de los negocios, por la seguridad, por la estabilidad, por el progreso también, gradual, pero infalible, del bien estar social; por el desarrollo, sobre todo, del elemen- to industria], hijo de la estabilidad, agente providencial de la paz doméstica, de la paz universal. El uso de medios extraordinarios, de remedios heroicos, para, casi siempre, y con mas frecuencia donde los intereses industriales y el amor al orden que ellos engendran, no están estendidos y arraigados, en la aparición de poderes análogos. —No basta para arrojarse á esos cambios la pureza de la in- tención:—subvertido al orden, créada una situación violenta que levanta nuevos intereses, que lastima los antiguos, que pro- voca cambios súbitos de posición y de fortuna, la lucha de doctrinas degenera en [lucha de individualidades, y en estas luchas todo es exepcional;—la duración, la forma, el término. En estos periodos inminentes es en los que, de las entrañas de la anarquía, nacen las dictaduras, los gobiernos con facultades extraordinarias ó con la suma del poder público según la noví- sima clasificación inventada en Buenos Aires. • El movimiento que por aquel tiempo se ejecutaba en el Brasil, apesar deque el sistema representativo no funcionaba / / — 15 — con precisión, como sucede con las máquinas que se ensayan, llegó á su objeto sin derramar sangre, sin pervertir las cos- tumbres de trabajo y de orden, alcanzando el 7 de Abril de 1831 la abdicación del Emperador D. Pedro 1; ° y después la Acta adicional á la Constitución del Imperio.—Este movi- miento era esencialmente peligroso: el Imperio habia sido in- vadido por ideas ultra-democraticas y el resultado que anun- ciamos lo entregó á los azares de la menor edad del Monarca al paso que debilitaba la acción de su gobierno. Pero los mismos medios que sirvieron para arrancar esta concesión, han provisto después al remedio de los males que ella producía, y las legislaturas subsiguientes han ido restituyendo á la auto- ridad pública parte de la acción de que fué irracionalmente despojada. Asi es como el sistema representativo—sobre cu- yas ventajas creemos deber inculcar siempre—dá entrada á todas las opiniones y á todos los partidos que combaten legíti- mamente, y el gobierno representa, sin desorden ni desorgani- zación, la lucha y la sucesión de las ideas y de los intereses so- ciales; de las necesidades permanentes y de las necesidades accidentales de la vida del Pueblo. En la República Argentina, circunstancias cuya esposi- cion necesitaría mucho detenimiento, le hizo tomar la otra vía; los partidos prefirieron cortar el nudo de la dificultad y arribar u desenlace por el camino mas breve. Por mal de todos, se derramó sangre, se interrumpió la industria, se contrariaron los hábitos de orden, y después de esta contienda apareció él gobierno con facultades extraordinarias; se levantó Rosas. Este hombre se encontró inmerecidamente al frente de uno de los partidos que combatían en la Provincia de Buenos Aires, y obtuvo la cesación de la guerra por un abuso de con- fianza, por una violación de la fé pública. (8) La cuestión que se ajitaba era de organización, y sus estremos no eran irreconciliables : la cuestión no era de aquellas en que no hay avenimiento ó resignación po- sible; ella recaía no sobre los principios que sirven de base á la sociedad y al gobierno, sino sobre la mas ó menos concen- tración de este gobierno, que para todos debia ser representa- tivo y republicano. El sentimiento que debia dominar en esa situación á todos los hombres bien intencionados , era no compro- meter la sustancia por la forma; comprar á precio de cualquier sacrificio de teoría, la paz, que era la necesidad real y palpi- tante. Parece que nunca se puede desear bastante la paz, pero entonces creemos que se deseó con demasiada impaciencia;—- que se sacrificaron los arreglos y garantías de detalle á preciode obtener pronto el bien supremo; que se tubo demasiada confianza en el poder de los principios y de los recuerdos — Jamás debe creerse imposible el despotismo y sin embargo entonces se creyó:—lo creyeron unos dejando las armas, otros votando un poder extraordinario, aunque temporal. Estos cambios, cuya marcha acabamos de indicar, debian tener marcada influencia en los destinos del nuevo Estado Oriental. Esta influencia puede considerarse bajo dos aspectos— influencia de principios —influencia de hecho en la ejecución de la Convención. Pero por cualquiera de estas faces, debia ser singular- mente poderosa la de la República Argentina, á cuya asocia- ción habíamos pertenecido , con la que estábamos estrecha- mente ligados por comunidad de origen, por comunidad de tradiciones y de glorias, por una analogía perfecta de formas políticas y de elementos sociales. Nos es, pues, forzoso detenernos aquí, para bosquejar la naturaleza del sistema de Rosas; sus tendencias, sus necesida- des y sus medios.—Sin esto, seria diñcil apreciar bien los su- cesos de que vamos á ocuparnos: es,e antagonismo permanen- te, esa lucha diaria y tenaz que se prolonga por años enteros, que ha envuelto al Rio de la Plata en una nube de sangre, y que, al fin, despierta la atención del mundo, y empeña los inte- reses de su comercio en estas regiones. ¿ Cual es el sistema de Rosas ? Es en vano buscar su definición en los libros de los pu- blicistas, ni en las instituciones coétaneas de los pueblos civi- lizados. No podemos tampoco encontrar definición que le cuadre, en la historia de las usurpaciones de nuestros dias. I Que objeto tiene la dictadura de Rosas, á donde vá, que se propone ? ¿ Intenta consolidar en su persona la conquista de la re- volución y vincular en ella la primera Magistratura, como pa- recen delatarlo los honores regios, las prerrogativas mas que regias que se ha hecho acordar ? Si ese ha sido su propósito, el sistema con que le ha ser- vido es completamente inhábil, aun mas, completamente ab- surdo, porque no se encarna en ninguno de los elementos du- rables del pais, no se liga á ninguna idea fecunda, á ningún sentimiento honesto, á ningún pensamiento político. Si el sueño que agitó el alma de Bolívar, y le hizo luchar con su virtud y con su gloria, lo ha deslumhrado á Rosas ¿so- bre que ha pensado afirmar su trono ? Sobre el prestigio de su gloria personal ? no tiene gloria. — 17 — ¿ Sobre la sabiduría de sus leyes ? El no ha publicado sínó decretos de muerte, tablas de proscripción, leyes odiosas: toda la legislación de Rosas es una mezcla apasionada de ren-1 cor y de barbarie;, una legislación ad hoc para servir á la pa- sión, al interés del momento. ¿ Sobre los beneficios de la paz ? El ha mantenido á su pais bajo el doble azote de la guerra civil yde la guerra extrangera, todos los dias de su gobierno son dias de sangre, de trastorno, de aflicción. ¿ Sobre los beneficios de creaciones sociales, de insti- tuciones, de progresos económicos ? El ha pervertido la So- ciedad, ha aniquilado la industria, ha cambiado los arados por puñales, ha combatido la realización délas teorías mora- les y económicas que dominan al mundo civilizado. ¿ Sobre el honor, que Montesquieu establecía como base de la Monarquía, sobre la exaltación de algo grande, deslum- brante, fascinador ?—El lo ha deshonrado, lo ha empobreci- do, lo ha humillado todo;—nada hay comparable á la bajeza de los sentimientos, á la grosera degradación de que se ha ro- deado;—á la repugnante aridez, al cinismo de crimen y des- lealtad que brotan todos los actos de su Gobierno. Nos parece inútil buscar el jérmen de organización, el elemento de porvenir sobre que alza Rosas su sistema perso- nal.—Vemos un crimen inmenso, pero estúpido ; vemos ins- tintos, necesidades de temperamento, masque miras políticas, y esto no es sin ejemplo en la historia de otr.is edades—¿ eual era el pensamiento político de Nerón cantando á la luz del incendio de Roma ?. •. . Lo que ahora hay de sistemático, de lógico, en la marcha de Rosas, son las necesidades de su propia conservación.— 1 Rosas, hombre excéntrico al movimiento civilizador de su pais, que, refugiado en las Pampas, había vivido en ellas á mano con la ignorancia, que la habia sometido, en la esfera que alcanzaba, por sus arranques biliosos y cstravagantes, {)or sus crueldades caracteristicas, por sus aberraciones mora- es;—que habia ensayado gobernar al hombre y al caballo, por los mismos móviles ; que conocía y participaba las preo- cupaciones vulgares, las nociones atrasadas, las ideas incom- pletas, los resabios rústico», que se encerraban en el fondo de las masas, y que se encontraban mal avenidos con la estre- mada cultura de algunas clases,—ingresado al poder, no repre- senta en él sino un elemento disolvente, un elemento de guerra social profunda, que no tiene mas término posible que la desaparición de Rosas, ó la disolución de la sociedad ac- tual. Este juicio que á primera vista parecerá muy apasionado,es en nosotros una convicción sincera, una opinión de con- ciencia, cuya rigorosa exactitud esperamos demostrar. Lo juzgaremos á Rosas á la luz de los datos históricos de su país, y este trabajo, que no podrá comprender detalles y exepciones, servirá de paso para rectificar algunos de los er - rores en que han incurrido casi todos los estrangeros que se han ocupado de esta cuestión.— Rosas ha buscado los elementos de su poder en la parte viciada, en la parte ignorante de su pais;—alli ha encontrado los restos, que él ya conocia, y se armonizaban con su indóle, de la educación colonial y de los vicios de la revolución. Los elementos de la vida colonial eran conexos.—La educación y los hábitos del pueblo estaban en relación di- recta é inmediata de la política colonial. En la colonia no habia vida pública—libertad de pensa- miento—libertad de exámen—libertad de industria—libertad de acción. Eran sus dogmas obediencia pasiva, sin razón, obediencia habitual y de rutina, á dos potestades superiores á todo, que se refundían en una misma':—al depositario de la autoridad real, única fuente de los bienes terrenos; al sa- cerdote, depositario de la autoridad religiosa, única fuente de los goces celestiales,—á ambas autoridades, intimamente li- gadas por su titulo divino y por las leyes humanas, que te- nían en su mano y dispensaban á su grado, la felicidad ó el infortunio en esta vida transitoria, las recompensas ó los cas- tigos de la vida eterna; que dominaban de consuno el cuerpo y el alma, el espíritu y la materia. La revolución no podía nacer de la masa de una población sometida á este dualismo inflexible ;—educada para la inmo- vilidad que el producía y al que todo se habia amoldado. De aqui la diferencia entre la revolución de las Colonias inglesas y la revolución de las colonias españolas. En aquellas la sociedad democrática, industrial, mercan - til, estaba organizada y vivía de su vida propia, del ejercicio de su inteligencia y de su riqueza : alli nada podía empren- derse que no fuera el resultado de la necesidad y de la rázon de la mayoria.—El vinculo que las unia á la metrópoli era meramente oficial, y el dia que este vinculo frágil se quebró, la nación quedó organizada tal como antes estaba ;—nada le hacia falta;—la obra estaba acabada y todo se reducía á un cambio de fórmulas en las regiones superiores y en los atri- butos de la soberanía.— Al contrario en las colonias españolas—Aqui la revolu- ción no era la obra de la masa, sino la concepción de unos po- cos varones esclarecidos y esforzados, que habian alcanzado las grandes cosas que se realizaban en el mundo, y aprove- — 19 — chaban circunstancias especiales y que favorecían, providen- cialmente, su pensamiento de emancipación. Asi es que los autores de nuestra independencia no pu- dieron declarar abiertamente su alto propósito;—tubieron que acatar con humildad el trono que meditaban derribar, enca- bezar sus actos con el nombre del Monarca á cuya corona iban á arrancar los mas preciosos florones, de cuyo imperio iban á desmembrar un mundo. El pensamiento de la independencia era el alma de todas las manifestaciones oficiales, de todos los actos de nuestros gobiernos desde la instalación de la primera Junta que gober- nó estos países á nombre de Fernando VII; se rompían uno á uno los lazos que nos ligaban á*la metrópoli—nos separába- mos de ella para siempre, pero no se promulgaba esplicita- mente el hecho. Una vez iniciado el movimiento, el poder colonial caía por su base: la revolución ponia término al aislamiento en que él nos colocaba, y este aislamiento era la piedra augular del edificio. Abiertas nuestras poblaciones al comercio y á las ideas del mundo civilizado, esta sola innovación debía alterar la unidad primitiva de la costumbre colonial, despertar nuevas necesida- des por la introducción de nuevos goces, por el descubrimien- to de veneros desconocidos de riqueza, de poder, de ilustra- ción, por el conocimiento de verdades peregrinas, de utopias sublimes, de paradojas seductoras, y todo esto al mismo tiem- po que el prestigio del trono se desvanecía, que se discutían sus títulos, que la púrpura se veía escarnecida y salpicada de lodo. Desde entones era imposible el retorno á la situación pasada. Esta situación era de manera que, una vez roto el prisma, ya no podía restablecerse. Las ideas nuevas vinieron á ser una máquina de guer- ra; se arrojaban de tropel y súbitamente al fondo de la so- ciedad para sacudirla, para conmoverla, para batir instan- táneamente el dominio de las ideas antiguas.—Se comprende bien el vértigo que debía producir la filosofía del siglo 18 in- troducida, sin preparación, en una colonia española, en una colonia de la nación que se habia mantenido impenetrable por su fanatismo y por la altivez de su carácter al movimien- to filosófico de la Europa;—de una nación en que existia la inquisición en el siglo 19. Esta introducción, sin embargo, debí a agitar los ánimos con un entusiasmo capaz de las mayores empresas,(9) y la em- presa de la independencia se consumó en efecto por un entu- siasmo sublime.— 20 — La resistencia armada que encontró la revolución la hizo militante y conquistadora. La fuerza,—único medio de convencimiento y de propa- • ganda que se había conocido en America desde la conquis- ta—vino á ser la potencia decisiva, y mientras guerreaba cru- damente á los enemigos de la Independencia, asistía é Ínter- venia en las mutaciones y trastornos internet que eran consi- guientes á aquel grande é intonsísimo sacudimiento. La falta do teorías sociales bien comprendidas, la. exage- ración naturakde los nuevos principios y su inesperta aplica- ción, abrían ancho campo á las ambiciones personales; entre estas ambiciones tenían naturalmente el primer lugar las de los depositarios de la fuerza mtiterial, que no estaba, como he- mos indicado, subordinada á otra idea definida que la de la in- dependencia del suelo. Ese es, en nuestro sentir, el origen lógico, de los partidos que aparecieron desde los primeros dias de la revolución, y que han dejado sus tintas sombrías en el gran cuadro de aque- llos sucesos memorables. Esta lucha de partidos y ambiciones que se inició sepa- rando del poder la inteligencia superior del Dr. D. Mariano Moreno y dándole tumba en el Océano, no podia terminar con la guerra de la independencia, ni cambiar de palestra y de armas por solo este evento. Cuando el pais fué ya independiente todavia no estaba organizado. La fuerza debía ceder el primer lugar que ocu- pó durante la guerra exterior, pero como no había una creen- cia uniforme, un sistema basado ya, que le arrancase su pre- pominio, ella intervino todavia en la guerra social, en la guer- ra de las teorías de organización y de sociabilidad que iban necesariamente á debatirse. • De ahi, pues, la continuación de la guerra civil, conti- nuación tristísima pero que hemos juzgado inevitable.—Cono- cidos estos orígenes, nos parece que ellos desmienten, por en- tero, las ofensivas apreciaciones que se han hecho del carác- ter de estos pueblos. En estas guerras han intervenido las tendencias enemi- gas que co-existian en el seno de nuestras sociedades;—la tendencia absolutista y retrogada, emanación de las tradicio- nes seculares de la Colonia, y la tendencia democrática y pro- gresiva de la revolución.—En una de estas dos grandes divi- siones históricas se han afiMado, algunas veces sin conocerlo, los diversos bandos que se han disputado el poder bajo ense- ñas personales ó por divergencias de detall. Cuando el partido liberal se ha dividido, el elemento re- trogrado ha auxiliado á la facción cuyo triunfo le éramenos — 21 — hostil; y todos los partidos han contado y debido contar, como cuentan en todas partes, con la cooperación, en sus horas de fortuna, de los hombres viciados y sin conciencia que especu- la^ en motines y revueltas.— Pero todas estas banderías, que nacen y mueren rápidamente, no tienen mas influencia impor- tante y que merezca recordarse, que la que han ejercido como auxiliares de aquellos dos grandes partidos irreconciliables. La tendencia democrática, por un achaque común ú todas las innovaciones, quiso, en algunos periodos, escalar como los gigantes de la fábula, por esfuerzos sobrenaturales, el cielo de la civilización; y dotar á nuestros pueblos de libertades mas la- tas que las que su estado soportaba, ó de creaciones, que irrea- lizadas, se convertían en su daño. Sus reformas chocaron al- gunos intereses y preocupaciones, aumentando asi con auxilia- res eventuales, la resistencia de la tendencia absolutista. Er- rores generosos, de cuyos autores dirá el futuro historiador de nuestros diás: ¡quien no querría haber cometido sasful- tasl (10) Esescusado que digamos, que la tendencia absolutista era débil; si podia pugnar, fortificada con los errores de los libera- les y entre el vértigo de la guerra civil, su triunfo era imposi- ble, porque su triunfo no podía afirmarse sino sobre las ba- ses coloniales, y estas bases solo podian restablecerse por la réalízacion de muchos imposibles; uno de ellos, secuestrar de nuevo estas regiones al trato y al comercio de la civilización. La administración que se apoyara en ella no podia dejar de contrariar la mayoría de su pais, las ideas y los intereses crea- dos por la revolución, y buscar, mas tarde, ó mas temprano, el aislamiento de la tierra, único medio de asegurar su do- minación. El Dr. Francia, emprendió aislar el Paraguay; pero lo emprendió en la oportunidad en que era hacedero; cuando ese trato no existia;—la revolución habia sido alli un cambio momenfaneo.El aislamiento del Paraguay, no fué mas que una continuación pura y simple, sin intérvalo alguno, del aisla- miento colonial. Cualquiera interrupción lo habria hecho imposible. (11) Rosas, pues.se ha»encontrado en aquella situación, y ha producido, como era de esperar, una conflagración universal, un trastorno completo. Esto se comprenderá mejor por la enumeración de sus actos mas importantes: esos actos mostrarán el uso que él hi- zo del estado en que encontró á su pais; la dirección que dió á los elementos que hemos señalado, los sentimientos que ha cultivado, Esta enumeración que sera, incompleta, pues la hacemosincidentaímentc y con escasos materiales, hecha por nosotros que tenemos á honor consagrar nuestra vida á la oposición al gobierno de Rosas—gobierno que juzgamos incompatible con Ja independencia y la libertad de nuestro pais—habrá de ser do- blemente diminuta, pues no le atribuiremos un solo hecho que no podamos probar con un documento suyo de los que tene- mos á la vista—Rosas ha utilizado la misma enormidad de sus atentados para hacerlos increíbles, para pasar muchos de ellos por calumnias de sus enemigos. Con una audacia, con una hipocresía que confunde, que trastorna, ha negado sus acciones mas patentes y poniendo á Dios y al Pueblo que opri- me por testigo, ha pretendido ahogar la voz y los lamentos de sus victimas, gritando, — Calumnia ! Si nuestra palabra es vehemente no por eso dejará de ser verídica:—escribimos la verdad de nuestro sentimiento, la verdad de nuestro juicio, sin sugecion á un plan meditado para producir efecto especial.—Produzca Ja verdad el que le es propio:—nosotros no hacemos una obra literaria, sino una obra patriótica. Si Rosas hubiera tenido la intención de poner fin á la revolución, organizando la República Argentina, como lo es- peraban los federales de buena fé que le prestaban su apoyo,— que le habian investido para ello con facultades estraordina- rias, habría debido empeñarse en la templanza de los áni- mos exacerbados por las agitaciones anteriores, en preparar Ja creación de una situación legal que comprendiese á todos los partidos, porqué sin esa situación la luchase renovaría por el camino de la insurrección: la insurrección es el recur- so del oprimido que no encuentra medio legitimo de defen- sa.—Rosas hizo lo contrario:—sostituyó los antojos de su vo- luntad sombría y antojadiza á todas las instituciones, á todos los principios que habian salvado del naufragio:—sopló el fuego mal apagado de la discordia, le dió una exageración salvage á todos los rencores; materializó el odio, lo hizo here- ditario, odio de raza. (12) Apoderado de la enseña federal, hizo un insultante reme- do de la politica de los primeros gobiernos revolucionarios: colocó á la federación en el lugar en que aquellos colocaban á Fernando 7. ° , y gritando ¡ Viva la Federación !—se enca- minó á llegar, como ha llegado, á la centralización mas com- pleta, mas absoluta, mas estremada, El espíritu de localidad, de provincialismo, que es tan pronunciado en la raza española, es suceptible, como todos los sentimientos de su especie, de producir grandes bienes ó in- mensas calamidades; de ser un instrumento poderoso de me- jora y civilización, ó de atraso y de barbarie.—Esto depende — 23 — de la dirección que se le dé.—En la República Argentina ese elemento había constituido la fuerza del partido federal; es inútil decir que se había exagerado;—se sabe bien que todo lo que interviene en esas luchas se exagera sin remedio.—El debía servir por su triunfo, de base principal á la organiza- ción de la República y esta obra había de modificarlo y traer- lo necesariamente á mejor camino.—Rosas comprendió esto perfectamente, y aumentando la violencia de ese sentimiento en el sentido que le había dado la guerra civil,—fomentó las suceptibilidades de pueblo á pueblo—hizo mas honda su divi- sión—los debilitó por el aislamiento y después como era de esperar, los dominó por ese medio. Una organización cualquiera era mortal para el intento de Rosas, asi es que cuando fué invitado á la reunión del Congreso que debía dar la constitución, cuando se pidió el cumplimiento del articulo 16 del tratado celebrado entre las Provincias litorales el 4 de Enero de 1831, se sintió profunda- mente herido y sin miramiento á su solemne compromiso, de- claró delito esa invitación. (13) Defirió la época de llenarlo con pretestos capciosos y magnificas promesas de una mejor oportunidad. Entretanto azuzó nuevos odios y perpetuó la guerra hasta que por la unidad de su acción, por la superioridad de los re- cursos físicos y morales de la Provincia de Buenos Aires, por la hipocrecia con que velaba sus intentos, y los mostraba á los ojos ignorantes de las masas, como enderezados á asegurarles los beneficios y la independencia que creían vinculada en el triunfo de la federación:—dominando á unos por el terror, alagando á otros con el pillage y la holgazaneria, abusando de Ja Cándida credulidad de muchos, declarando unitarios á los que penetraban y se oponían á sus miras,—y presentando las resistencias que él producía como esfuerzos sistemados y re- nacientes de los unitarios, á quienes siempre declaraba dis- puestos á castigar su vencimiento con venganzas sin medida de que todos estaban amenazados, y á someter las provincias á un régimen tiránico, logró deshacerse sucesivamente por él veneno, el puñal ó el destierro de los mas renombrados cam- peones de la Federación,—anular virtualmente la existencia federal de las Provincias, y constituirlas en feudos suyos don- de sus feroces procónsules se permiten todo genero de esce- sos y de delitos.—Estos caciques, que tienen pendiente sobre sus cabezas la espada de Damocles, espian con la muerte los mas leves indicios de independencia ó bajan á la tumba como forajidos cuando el amo quiere dar á los secretos que les ha confiado, un depositario mas discreto que su pecho. (14) Al lado de las antipatías de localidad se alza el senti-miento religioso. 101 sentimiento religioso intolerante du- rante la Colonia, instrumento en ella de Ja política, se mezcló por este carácter nia^ que todo, en los trastornos de la revo- lución. El sentimiento religioso tiene á nuesr.os ojos una impor- tancia inmensa; sin el no concebimos sociedad posible;—socie- dad y ateísmo son términos que se excluyen, que no podemos ligar. Nuestra religión organiza la familia, principio y base de la sociedad; y ella es el mas poderoso elemento de organización que poseen estos países. La religión cultivada en toda su pureza y altura, será no solo un venero de consuelo, de her- mandad y de moral sino también de virtud democrática que ci- catrizará todas las Hagas con el balsamo de la doctrina que nos haceá todos hermanos, á todos libres, á todos iguales; que ga- lardona y castiga con recompensas y con penas eternas, la virtud y el vicio. Pero siendo esto cierto, también lo es que los rigores y abusos del fanatismo, que han alterado la pureza, la tolerancia y la mansedumbre de la doctrina del Crucificado; que han puesto esa doctrina al servicio de intereses terrestres y de grandezas mundanas, que la han arrojado á las luchas de las pa siones, han producido mas atéos que los errores de los filósofos y las seducciones del pecado. La religión emancipada'de mezquinos cálculos, debe do- minar á todos los partidos como Dios domina todas las obras de la creación: debe atarlos con el mismo lazo de amor que li- ga al cielo con la tierra. La religión debe colocarse donde Dios ha colocado la felicidad y lu virtud, en el centro, no en los extremos. Estraviarla de esta vereda, es profanarla, es debilitar la creencia, es comprometer el pais inorganizado que debe apo- yarse en ella para resolver el problema de su organización. Con motivo de la reforma eclesiástica emprendida en la administración del general Rodríguez, por el Ministerio de ltivadávia, una parte del clero, que no podía avenirse con ella, puso en egercicio su influencia. La revolución no había lo- grado arrancar totalmente del seno de la población el rai- gambre del antiguo fanatismo, y no fué por consiguiente en- teramente nula la influencia de algunos sacerdotes domina- dos por ideas ascéticas exageradas, y de muchos mas aqueja- dos por intereses y conveniéncias mundanas. A su voz sur- gieron los restos del antiguo fanatismo, y hubo todos los sín- tomas de un cisma: se predicó largamente contra el atéisino; se declararon atéos los actos de la reforma,la enseñanza filosó- fica y literaria que á lu sazón se daba en la Universidad y en — 25 — rarios establecimientos particulares; en fin a nombre de la re- ligión se intentó derramar sangre humana y operar cambios de gobierno. Los hombres políticos que utilizaron este medio peligro- sísimo de oposición, no eran fanáticos; el fanatismo religioso no existe, ni en mucha ni en poca proporción en las clases su- periores de nuestra sociedad: asi es que derribada la presi- dencia de Rivadavia. la administración federal, á cuyo servi- cio se había puesto, lo abandonó, y ningún acto suyo vino n darle existencia oficial.—La reforma eclesiástica quedó con- sumada, y la enseñanza no recibió modificación alguna sus- tancial. Le estaba reservado á Rosas exhumar el fanatismo ven- cido y preparar de nuevo un porvenir de incredulidad, de menosprecio al sentimiento religioso.—El no ha trepidado ante esta consecuencia tremenda, infaltable !—Se propu- so fecundar la semilla del fanatismo; revivió las acusa- ciones de incredulidad disparadas contra los autores de la reforma eclesiástica, y recurriendo á las tradiciones colonia- les, que son su código, se declaró campeón de la fé y á sus ene- migos, enemigos de Dios. (15) Para justificar este titulo revivió varias disposiciones de Tas le- yes de Indias, congruentes con la existencia de la Inquisición, y tomó otras que á los ojos de la muchedumbre debían apare- cer como las emanaciones de una moral severa y melindrosa (10)—Restableció alguna délas comunidades regulares que se habían extinguido: sugetó á todo el clero á una clasifica- ción de partido, despojó de sus beneficios eclesiásticos á los que no consideró abanderizados en su facción y los dió á los que pertenecían á ella y de cuya dedicación á su persona es- taba cierto— Desde entonces la religión fué uno de los resortes de sir política:—corrompió ó atemorizó á sus Ministros,y esperó que estos deificasen su persona y fortificasen su imperio en la grey que apacentaban. El, que tan intratable pretende mostrarse en pun- tan de soberanía, que aspira al rango de defensor de las prerrogativas del Continente Americano, por el rigorismo con que proclama que resistirá el mas leve acto de los poderes eu- ropeos que roce la epidermis de la soberanía Argentina, se mostró humilde y contemporizador con el acto que daba la silla Episcopal de Buenos Aires al Dr. 1). Mariano Medi ano; acto que heria suslancialmentc las mas altas regabas de la soberania,(17) y esto solo porque ese débil anciano.que tan in- digno se ha mostrado de su elevada dignidad, debia contribuir 3— 26 á la prostitución de la Iglesia, á la decepción que ella ha he- cho á las conciencias Cándidas y timoratas. (18) Rosas creyó que su obra necesitaba para completarse en esta parte, no soloexitar el fanatismo que se levantaba pegado á su poder como lo ostra á la peña, sinó estenderlo y consoli- darlo. Habia resucitado las antiguas misiones no para con- vertir á la fé a los indios que él enseña ú matar á los cristia- nos, sino para que predicasen la obediencia á su tiranía, la su- misión á sus mandatos, el respeto á su persona, el odio á sus enemigos; (19) disponía con ese objeto del pulpito y del confe- sionario—con pocas aunque honrisimas exepciones:—necesi- taba, pues, apoderarse, de la educación y armonizarla con los servicios que de ellos recibia. En esto no era solo su mira perpetuarse en las genera- ciones nacientes; era aprovechar la influencia que los hijos ejercen sobre sus padres; era hacerse de conductores por don- de introducir en los hogares las máximas que prescribía ú las escuelas.........Para esto cerró algunas grandes institucio- nes de enseñanza, y dotó de profesores de su secta las escuelas primarias, y pensó en monopolizar la educación en una es- cala mas estensa por medio de una sociedad religiosa, ligada á la historia de estas regiones y de la que conservan las masas reminiscencias profundas. Con este fin llamó álos Jesuítas, les costeó el viage—les volvió el antiguo colegio de que habían sido desposeidos en 1767 por la espulsion que hizo de ellos Carlos 3. ° , y los mantubo con los fondos del Tesoro de Buenos Aires.—Por suerte Rosas se equivocó con la mayoría de los RR. Padiesde la Compañía de Jésus: tenían ellos mas ciencia y virtud que !a que Rosas apetecía, y se negaron á segundar sus propósitos de impiedad y tiranía.—Esto les va- lió una proscripción, que es ejecutoria de su mérito, y la ca- lificación de unitarios. (20) Sin esta circunstancia, estrema- damente feliz, el porvenir de aquel país se habria empeñado mas seriamente. Todo esto no llenaba el plan de Rosas.—Detubo, mate- rialmente, á la civilización que desde las ciudades se derra- maba por los campos, para producir la reacción de la barba- rie, para hacer invadir á las ciudades por las costumbres de las tribus nómades, por los restos incultos de las costumbres coloniales.—Hizo perseguir con violencias rudisisimas, hasta el uso de los trages y maneras de la civilización, y forzó á la culta saciedad de Buenos Aires á que manchase su dignidad con ese retroceso—Rosas comprendió por intuición que el trage, la manera, la altura y pureza de la palabra, tienen mas influencia que la que le atribuyen los espiritus frivolos. —Asi como el bienestar, la cultura "del trage, de los modales 27 — y del idioma levantan el ánimo, le dan dignidad, lo predispo- nen al uso independiente de la lázon, é influyen de ese modo, en el destino de la sociedad. Esas violencias satisfacían también una pasión que es natural en las gentes que están colocadas en los últimos escalones, de la sociedad; —les venia la ocasión, tanto mas grata cuanto mas inesperada y anormal, de humillar aquello que tanto los habia mortificado ;—Veian igualado con el pol- vo de sus pies lo que habian visto tan alto ! Rosas debió regocijarse.—La envidia, el torcedor de su vida oscura, tenia écos;—no era una arma inútil.—Arrojada contra el seno de la sociedad la heria profundamente. Asi ha ido levantando Rosas, el edificio de su poder. Sorprendiendo la buena fé de los partidos y esplotando el horror á la guerra civil, habia alcanzado el poder en la Pro- vincia de Buenos Aires. Prometiendo afirmar la organización de la Nación por medios vigorosos que subordinasen los elementos disidentes, se habia investido de facultades estraordinarias. Exaltando las antipatías de localidad y las divisiones provinciales, habia estendido su dominación á las otras Pro- vincias. Sembrando recelos y animosidades entre los caudillos, sirviéndose alternativamente de los unos contra los otros, ha sido omnipotente sobre todas. Apoderándose de los restos del fanatismo religioso, ha traído la religión á que santifique su usurpación. Sublevando á las masas incultas, satisfaciendo la propen- sión á la violencia, que es una de las dotes de la ignoran- cia, rompiendo los lazos de la guerarquia social, invir- tíendola, se hizo de la fuerza física que debia sostener la obra de esa larga cadena de decepciones, de esas escandalosas violaciones de todos los pactos, de todos los compromisos. Para mantener á su devoción esas turbas indisciplinadas, . á las que iba á inutilizar para la vida laboriosa y honesta, debia crear una situación en que el ignorante clasificase ai hombre civilizado de salvaje; en que la civilización y la riqueza fueran tierra enemiga puesta á tributo de la ignorancia y de la holgazanería; donde el vicio y el delito pudieran dominar á la virtud.—Una situación cuyos eslabones fueran los críme- nes, vinculo con que Rosas ha reemplazado el amor y las no- ciones del deber. Apesar de que este plan no se desenvolvió sino, como se habrá advertido, por una serie de perfidias y de engaños, eY debia encontrar inmensas resistencias.—liosas las ha combati- do por el terror.— 28 — El terror de Rosas ha revestido formas terribles, y que- epilogan y contienen todo» sus medios de política y de Go- bierno. El organizó la corrupción, el robo, el asesinato. (21) Los hombres fueron degollados en el seno de la familia 6 en la calle pública. (22) LosMajistrados al pié de la tribuna que ilustraron en otro tiempo, los Representantes del Pueblo Argentino; (23) cuando vimos esa tribuna salpicada por la sangre de un ancia- no, nos pareció ver manchadas todas las viejas glorias de aquella tierra! La confiscación seguía á la muerte. El duelo de la fami- lia era acompañado del escarnio y de la mendicidad. Los ase- sinos despojaban al mismo cadáver de su victima, y las pren- das del muerto, salpicadas en sangre, figuraron en las entra- das del tesoro de Buenos Aires. (24) Los asesinos, los cortu-cabezas recibían su salario de las arcas públicas, y el pago de estas bestias feroces, figuró entre los gastos nacionales. (25) El degüello—ésta horrible ejecución que desarrolla tan- tos jérmenes de ferocidad , que es una degradación de la es- pecie, se ha elevado á ejecución oficial. (26) Bandas de degolladores han recorrido las ciudades y los campos.—Durante quince años siempre ha corrido sangre so- bre la tierra Argentina. (27) La familia—esta arca de alianza—se ha roto en manos de Rosas. (28) fc La infame delación se ha adornado con las charreteras de honor que eran premio á las duras penalidades y á los al- tos hechos de la guerra, al mismo tiempo que las cabezas de gloriosos adalides eran clavadas en las plazas y caminos pú- blicos. (29) Desapareció la fé de las capitulaciones: los prisioneros, los capitulados han sido degollados ú centenares. (30) Todos los principios han sido conculcados. La guerra que hace Rosas está fuera de la civilización, y seria en cual- quiera de sus detalles, oprobio de los tiempos bárbaros (31). De los cadáveres insepultos y profanados se han arranca- do pedazos de piel para trenzar adornos de caballo (32). Miem bros humanos se han traído á los solaces de Rosas y han sido prendas de su familia (33). Hemos visto uno de sus ejércitos persiguiendo, no á un ejército. .no !—persiguiendo, única, espresamente, la cabe- za de un cadáver ! (34) Todo el que no está del todo con migo, es mi enemigo, (35) y este que fué el primer capitulo del programa administrativo — 29 — i de Rosas, aplicado al principio á los que habían pertenecido al antiguo partido unitario, se estendió después á todo lo que había de noble, de ilustre, de civilizado, de patriota en el par- tido federal. Desechos estos partidos, cuando ya no hay mas que vic- timas, unidas por el infortunio, verdugos, ligados por el cri- men, liosas ha conservado sus pasadas denominaciones y su grito de guerra, contra todos sus enemigos, interiores y este- riores ha sido—¡ mueran los salvages unitarios ! El que desagrada al tirano ó á algunos de sus seides,—el que rehuye su brazo ó su aplauso al crimen, es salvaje unitario*. El que rinde culto á las glorias de su Patria y no escon- de en el pecho la lágrima que brota en los ojos al recuerdo de su pasado esplendor, es salvage unitario ! El que no aborrece con odio de canibal, el que no maldi- ce la ceniza ó el nombre del deudo ó del amigo que gime en el destierro ó yace en el sepulcro, por la voluntad de Rosas, es salvage unitario ! El que es industrioso, el que ama la ciencia, el que re- pugna el roce de los asesinos, de los delatores, de los taber- narios que forman la aristocracia de esa sociedad conocida con el nombre de la mas-horca ; (36)—el q* noTemeda las ma- neras de los toscos habitantes de la Pampa, es salvage unitario! Y se;* salvaje unitario es tenér en la pátria una colocación peor que la de los Parias en la India : es estar fuera de la ley civil y de la ley divina: es tener fuera de todo amparo la vida, la hacienda, el honor de la muger, la castidad de las hijas (37). Es vivir méndigo en el estrangero, sintiendo mas que la pros- cripción y la miseria la amargura ó la afrenta de la familia desolada, á quien tal vez ya no se verá;—es estar en la patria, encorbado por el temor, leyendo en todas partes la sentencia de muerte, que está escrita en todos los rostros, en todas las pa- redes, en todos los papeles; (38) que se muestra en todos los pe- chos sobre un fondo de sangre, que se promulga en las calles en !as plazas, en los teatros, (39) en los templos ; que en las al- tas horas de la noche viene á despertar al infeliz al compás del relox.... (40)—oh! sin duda, que este grito horrible, irfbesante, que se introduce con el aire, que persigue con la luz, que aterra en la oscuridad, es un género de tormento, un refina- miento de odio, que hace olvidar las torturas de Vcnecia, las venganzas de los Borjias..... Y este grito, Dios mió ! se repetía en tus altares! Y,la boca del Sacerdote que celebra el sacrificio incruento Jo pronunciaba ! . Y el retrato del impío, Dios mío, recibía adoraciones so- bre tus altares !'Y ese retrato se paseaba en solemne procesión por las calles del Pueblo mártir, y se le abatían las banderas, y el pueblo se posternaba con la cabeza descubierta ! (41) Y ese retrato se conducía en un carro que arrastraban, en el lugar de las bestias, hombres vestidos de generales, ma- tronas, esposas de generales de Buenos Aires ! (42) Y las campanas tocaban á vuelo para recibir en el tem- plo á ese retrato ! Y los adornos dal templo y los vestidos de los Santos, os- tentaban los colores de sangre que Rosas ha adoptado para la librea de sus esclavos! (43) Y un Obispo, que no tiene la conciencia de su misión evangélica, viste sus ropas episcopales y rodeado de las altas dignidades de su Iglesia, pisa el umbral del Templo, no como San Ambrosio para defender la pureza de su altar, y detener alli al profano llevando ásu alma el arrepentimiento, sino pa- ra mostrarse el primero de los esclavos, para introducir la imajen del sacrilego en el templo, para acrecer el orgullo del Idolo, para descarriar á la grey y empujarla en los caminos do la iniquidad y de la esclavitud.... 1 (44) Y los sacerdotes que no han celebrado el sacrilegio, hu- yen proscriptos, ó han muerto como mal-hechores! [45]—han muerto de esa muerte que no tiene tipo ni entre los horrores del circo Romano:—de esa muerte en que los dolores, las con- gojas de la agonía se han multiplicado y prolongado por un arte infernal; en que la victima no se cubre de flores, ni reci- be los consuelos de una religión que tiene misericordia y espe- ranza mas allá de la tumba, sinó que la cubren de escarnio, de rabia, de desesperación;—le despiertan y embrabecen todas las pasiones mundanas al borde del sepulcro, y la precipitan en él, paso á paso, acompañada de esos diabólicos cantares, que han sostituido á las inspiraciones de la musa cristiana, que desertó aquel charco de sangre......! (46.) Y esto ha durado años;—y esto ha pasado á la vista de los representantes de los grandes poderes de la Civilización, que han escuchado impasibles los lamentos de los degollados, (47) que han asistido á las profanaciones de los templos como á una fiesta oficial; (48)—que han visto vagar por la Repúbli- ca Oriental, Chile, Perú, Bolivia, el Brasil, en desamparo y miseria á miles de proscriptos y de familias argentinas; que han visto multiplicarse estas emigraciones dia por dia, hora f)or hora ; que las han visto engrosarse con hombres de todos os partidos ; con los hombres de letras, con los hombres de armas, con los hombres del comereio y de la industria, con propietarios opulentos, con artesanos honrados, con ancianos, con mujeres, con niños inofensivos!......que han visto que — 31 — Rosas para contestar esta irresistible protesta, esta condena- ción solemne, ha tenido que recurrir á torpísimas difamacio- nes, á calumnias escandalosas y patentes, á falsificar la historia ds su pais, á difamar la sociedad entera: y llamados á decidir entre la perversidad de una sociedad, ó la perversidad de un hombre que destila sangre, han cruzado los brazos, y se han detenido indecisos ante el espectáculo nefario! Graves equivocaciones han contribuido, sin duda, a pro- ducir esa impasibilidad, y á que se continuase tratando co- mo Gobierno á un hombre desnudo de totfo lo que constitu- ye ese carácter; cuya inhumanidad era conocida y confesa- da, (49) cuyos actos lo colocan, decididamente, en la clase de esos enemigos del género humano á quienes todos tienen el derecho de quitar el ptoder de dañar. Nos haremos cargo de esas equivocaciones aunque no con el detenimiento que talvez seria de desear. Pero son tan patentes los errores de que proceden que, por poco que hagamos, hemos de llegar á desvanecerlas por entero. 1 f Equivocación.—" El estado de la República Argen- tina era tal, tan intensa la inmoralidad y la anarquía, que el despotismo de Rosas era necesario.—Este despotismo es hor- rible, pero el refrenar la anarquía compensa todo: era la única salida que tenia el caos." Esta teoría, que es la de una escuela histórica de mere- cidisima celebridad, que respetamos y seguimos, ha sido apli - cada sin cabal conocimiento de los hechos históricos de la República Argentina, que son los únicos datos sobre que puede apreciarse su estado social, y las necesidades de ese estado. Como se ha visto,no hemos disimulado la descomposición de esa sociedad , no hemos negado que hubo anarquía,—al contrario, hemos mostrado que la hubo, y que la hubo necesa- riamente. Pero en esa guerra social, cuyos elementos hemos indica- do, debía triunfar el mas preponderante, y su triunfo es el único dato sobre que, en nuestro sentir, puede establecerse un juicio racional acerca de las necesidades de esa sociedad y de los medios de asegurar su bienestar. Tomaremos el periodo en que la anarquía fue mas vio- lenta, mas decisiva;-el año de 1820;-año de verdadera inver- sión, de verdadero caos, de trastorno sin igual; en el que los cambios de gobierno se contaban por meses, por semanas, por dias y hasta por horas-¿A que voz se encadenaron los elemen-s v tos de la discordia?—á que voz se sosegaron las pasiones? ¿que {jobierno fué el que cerró el abismo?—Fué un gobierno regu- ar !La administración del General D. Martin Rodríguez — de -quien era Ministro D. Bernardino Rivadavia—nacida de Jas entrañas de esa anarquia, le puso término echando un velo «obre los actos y los errores pasados; amnistiando los partidos, acercándolos á todos por el interés público; organizando la sociedad sobre bases de justicia y de libertad; garantiendo el ejercicio de todos los derechos y el respeto de todas las opi- niones, i Esta administración que no se apoyaba sino en la fuerza de los principios, en el predominio que esos principios habían ad- quirido en Ja sociedad, gobernó todo el tiempo que le señalaba la ley hasta el 2 de Abril de 1824:—entonces la reemplazó, por mi- nisterio de la misma ley, la administración del General Las Ho- ras, que se conservó en ejercicio hasta 1826 en que el Congreso Nacional eligió Presidente de la República á D. Bernardino Ri- vadavia que lo fué hasta Julio de 1827.—La Presidencia dejó su puesto cuando los embarazos producidos por la guerra del Brasil habian aumentado sus dificultades, pero sin hacer impo- sible su gobierno: ella no quiso luchar, porque creia que la obra era indestructible y que la variación en el personal de la admi- nistración no podia aniquilar las instituciones que habian sal- vado al pais de los horrores de la anarquia y le habian dado li- bertad y prosperidad.—Esto es de rigorosa verdad histórica. De esas administraciones datan la mayor parte de las instituciones que organizaron la sociedad y la administración de Buenos Aires, y en ejlas se echaron las bases sobre que de- bían afirmarse el orden y la prosperidad de aquel pais. A osa época pertenece la reforma militar, concepción que abra- zaba á la vez el premio de los servicios prestados á la inde- pendencia, y los intereses de la tranquilidad y prosperidad del pais, convirtiendo al comercio y á la industria los brazos y Jas inteligencias que ocupaba la carrera de las armas. El complemento, de esta reforma era un acto de justicia y de mo- ral y una garantía de orden y de libertad. A ella también pertenece la reforma eclesiástica, de que hemos hablado, encaminada á dar vida al principio reli- gioso. La reforma eclesiástica, tópico fecundo de amargas diatrivas por parte de liosas, es un pensamiento que muestra que la administración que la emprendió comprendía bien la importancia de la religión como agente de civilización y de orden. Al mismo «tiempo que se decretaba la abolición de los conventos de regulares, institución viciosisima y relajada en el estado de nuestras sociedades, y que desdoraba la dig- nidad del sacerdocio, se dió esplendor al culto, se exaltó y do- tó el clero secular: se puso gran esmero en la elección de los (Juras; se multiplicaron los curatos de campaña; se erigieron — 33 — nuevas iglesias; se establecieron cátedras de instrucción re- ligiosa; se estableció y dotó un colegio destinado esclusiva- niente á la enseñanza de sacerdotes que honrasen al altar por la ciencia y la virtud; se nombró un vicario general de Mi- siones, se hizo, en fin, todo cuanto era posible para dar lus- tre y valimiento á la Religión y á sus ministros.—Esta obra es una de las que Rosas ha destruido Entonces también se abolió el fuero militar y eclesiásti- co en los negocios de la vida común, se dió independencia y dignidad á la administración de la justicia, se decretaron numerosos establecimientos de enseñanza; se educó á la socie- dad entera por la practica del sistema representativo, por el goce de la inviolabilidad de la propiedad, de la vida y el honor, por el ejercicio de todos los derechos del ciudadano, por la ejecución estricta de la ley; se levantó, en suma, la opinión, y se hizo culto suyo la libertad, la gloria, el decoro y la prosperi- dad del pais. (50) El reproche de los administradores de ese tiempo es haber querido hacer demasiado bien, y hacerlo demasiado pronto. Rosas subió al poder cuando el pueblo había gozado de esas instituciones, que no conocía antes de 1820: cuando, como hemos dicho, los derechos individuales se creían tan sólida- mente establecidos que nadie pensó seriamente en la posibili- dad de perderlos; cuando el sentimiento mas dominante era el horror á caer en la anarquia que podia turbar el ejercicio de la libertad. Las interrupciones que habia sufrido el oiden legal — interrupciones que condenarnos abiertamente— no podían equipararse á ninguno de los trastornos anteriores al año 20, en que el orden legal no habia existido; y el sentimiento que esas mismas interrupciones habian producido era un nuevo elemento de órden de que podia disponer Rosas, si hubiera tenido la voluntad, como tubo el poder y los medios de dotar á su pais de una organización regular. ¿Cuales son, pues, los modos de gobierno que mas con- vienen á la República Argentina?—¿Los modos legitimos y sua- ves que le dieron á Buenos Ayres sus bellos dias de engrande- cimiento y de prosperidad, que le produjeron el aplauso y el respeto del mundo civilizado, ó los medios violentos é ilegíti- mos que ha empleadoRosas y con los que ha yermado y em- brutecido su pais, presentándolo al mundo como objeto de lástima y de horror?.... Esta es cuestión practica, cuestión de hechos, y los he- chos nos parece que la resuelven irrecusablemente. Pero aun prescindiendo en algún modo de ese parangón examinaremos la cuestión en otros términos : veremos si el— 34 — resultado de las interrupciones que sufrió el orden legal, des- pués de 1820, era otro que el que hemos señalado;—si en 1829 era imposible el camino de 1820. « —¿Ha sido la dictadura de Rosas una de esas dictaduras necesarias, fatales, precisas? Cuando un pueblo llega á situación tan deplorable y es- trema, la libertad ya no es la religión de la mayoría; el culto es la paz.—Entonces ss levantad Dictador yes omnipotente desde luego. ¿Es esta la historia de la exaltación de Rosas? El no ha tenido un dia, un solo dia de dominación tran- quila. Poseedor del poder desde 1829 tubo que combatir no so- lo con las armas, sino que hacer diarias concesiones á la opi- nión; y apesar de los prósperos frutos que cosechó de las di- visiones que sembraba, y del prestigio de que habia logrado' rodearse, era de tal marca la resistencia al poder dictatorial, que, en 1832, hubo de ceder el puesto á una administración salida de las filas de su partido, para gobernar legalmente.— Esta administración fué la del General D. Juan Ramón Bal- carce. ¿ Qué hizo esta administración que representaba, sin du- < da, una gran opinión del partido Federal ?..—Volver al pueblo al ejercicio de sus libertades; preparar por la templanza la fusión de todas las opiniones.—Este que era, sin duda, el ca- mino de llegar á la paz, era el mismo camino de 1820. Pero Rosas que habia conservado el mando de las armas; q' a pretesto de ensanchar en el desierto las fronteras de Buenos Aires y someter á las tribus indias, se habia apoderado del material de guerra y de toda la fuerza organizada que aumen- taba con esas mismas tribus de indios,—-á las que llama ami- ¿Ta*.--y con las ínfimas clases de la campaña, se declaró en cons- piración permanente contra la administración federal del Ge- neral Balcarce, y convirtiendo en provecho de su ambición las divergencias de detall y la lucha que es inherente á todo Go- bierno representativo, obtuvo, en último resultado, que aquella administración fuese derribada á mano armada. Volcada esta administración, y dividido asi el poder y la opinión del partido federal, era Rosas el Dictador • de hecho por la incontrastable superioridad de la fuerza bruta, de la fuerza organizada que tenia á su mando. La administración Balcarce fué reemplazada por la del general don Juan José Viamont, y las ideas de este gobierno electo por los hombres del partido federal, que habian hecho la oposición al anterior, se pronunciaron también por la organización regular del pais. Rosas combatió solapadamente — 35 — á este gobierno y abusando de los elementos materiales y de las pasiones oscuras de que disponía, lo cercó de innumerables obs- táculos; llenó de escándalo á Buenos Aires; manchó sus calles con sangre, derramada alevosamente, y al fin produjo un dos- quicio total é hizo imposible el ejercicio de toda autori- dad. (51) . . Entonnes, dueño del terreno, cuando todos principiaban á temblar por sus vidas, sujetó á la provincia de Buenos Aires á que nombrase uno tras otro, cinco gobernadores, que, ater- rados, no aceptaron el cargo; no habia un ciudadano que se atreviese á levantar la investidura de la primera magistratura de su Patria, vilipendiada en aquella farsa escandalosa!—Al ca- bo, después de haber colocado á sus mismos partidarios en la desesperación, de haber rechazado cuatro veces el nombra- miento de Gobernador, lo oceptó, cuando con el puñal al pe- cho, se le otorgó el poder para que gobernase según su ciencia y conciencia. Ro*sas llama a la investidura que usurpó por esos medios, poder legal, como si una sociedad pudiera . enagenar sus pri- mordiales derechos para transferirlos á un hombre; como si pudiera considerarse válido un contrato en que no hay interés recíproco, ni libre voluntad; en él que hay violencia paten- te. (52). . . . Pero aun entonces,y apesar de ser á la vez el depositario de la fuerza y 2. rt Equivocación, consiguiente de la anterior, sobre el carácter de nuestros pueblos y la moralidad de nuestros hom- bres públicos. Rosas, para apoyar las difamaciones conque, ha robustecido esto error, ha tiznado toodas las reputaciones del Rio de la Plata, ha recurrido á las vulgarísimas y pasage- ras acriminaciones de los partidos. La América Española no podia producir un Washington: ella debia entrar á la Inde- pendencia por entre tempestades y disturbios y descomposi- ción social, y en esos tiempos calamitosos de divergencias y de penurias, no se levantan reputaciones inmaculadas para Ios- contemporáneos;—todos los hombres públicos tienen dos re- putaciones, todas las acciones dos faces—una pura, otra man- chada. La revolución es una fiebre aguda que produce deli- rios sublimes y delirios miserables, que modifica é interrumpe el desarrollo pacifico y normal de las propensiones del alma: los hombres que viven tales días deben amurallarse en el santuario de sus intenciones y estar templados para mandar sus nom- bres al juicio de la posteridad.—Se comprende bien que todas las reputaciones son en tales casos puntos de controversia. Pero no son las reputaciones individuales las que han de servir de medida al juicio sobre la moralidad del pueblo y de la mayoría de sus hombres públicos, sino los hechos de la vida de ese pueblo. La guerra de la Independencia, las adminis- trad ones de que nos hemos ocupado, la pureza y sabiduría d e sus instituciones, la actual resistencia invencible á los horrores y á las inmoralidades de Rosas, hablan mas alto que la escoria de las pasiones y los accidentes de esas luchas. Oponemos ese alto testimonio á las calumnias de Rosas. 3. w Equ ¡vocación, sobre el poder y las miras actuales de Rosas. Han creído que este poder reposaba en bases po- derosas, y deplorando el honor de sus manifestaciones se han figurado que él se consolidaría, y (pie su consolidación trae- ría la paz. . Desvaneciendo la primera equivocación hemos dicho cuanto basta á contestar la presente. Agregaremos sin em- bargo, que no han advertido, aun dándole mas poder que el que tiene en realidad, que el poder de Rosas no vive sino por la violencia; que esta violencia se redobla con las resistencias que provoca y tiene necesariamente, que tocar su máximum. El dia que lo toque se quiebra el resorte, y debe desaparecer sin dejar mas que ruina y escarmiento. Rosas no puede fundar ninguna situación regular y tran- quila:—se ha inhabilitado por entero. ¿Como gobernará Rosas el dia de la paz?--¿Como evitará el poder de la reacción que vendrá el mismo dia que se debi- lite el nervio de su sistema?—¿Que hará de esas bandas de degolladores, de esas tropas de cosacos que ha formado, en los que la violencia y el desenfreno es ya una segunda naturaleza, á los que ha enseñado á vivir como los buitres de despojos y de violencias?—¿quien creerá su palabra?—¿cual será la formade su gobierno?—¿como se avendrá 61, como se avendrán las suyos, á ser contradichos, ó no poder estender el brazo hasta donde quiera la voluntad?—¿de donde sacarán riquezas"que sir- van de pábulo álas pasiones que han alimentado tantos años, con el botin que arracaban á sus enemigos?—¿Como cumpliría sus compromisos pecuniarios con esa muchedumbre da gefes y soldados que tiene en armas por su causa, y á quienes ha adju- dicado valiosísimas recompensas para el termino de la guer- ra; á quienes matiene prendidos al cebo de magnificas prome- sas que se veria en la imposibilidad de llenar, desde que no pueda despojar las fortunas de los particulares?—¿Como hará Rosas para sostenerse luego que la paz vaya restableciendo las gerarquias que el ha invertido?—¿Como evitará la superiori- dad del talento, de la virtud, de la industria que son los anti- podas de los elementos de su poder'' ¿Como le perdonarán sus victimas, como le perdonarán muchos de esos mismos que le rodean, el vilipendio, Ja zozobra á que los ha reducido?— ¿Como le perdonarán sobre todo, los que hoy le tienen miedo? —Una minoría viciada, á la que no repugna ningún exeso, pue- de someter por el terror—que es á lo que Danton llamaba ha- cer miedo—á una doble mayoría; pero tiene que vivir por el terror.—El día que se relaje ese resorte tremendo, se vá con él el poder á que servia, y los que han sentido miedo, los que han bebido esa hiél, no perdonan jamas. El poder de Rosas no puede cambiar. El tiene que mar- char siempre por el mismo camino, sin pararse, sin modifi- carse, hasta que aparezca la reacción que ha de postrarlo. Es- to está en la naturaleza humana, y es lo que enseña la historia de todos los pueblos. Pero, ¿como ha durado tanto, como puede aun tanto? El poder d« Rosas ha durado, porque aun puede crecer, Korque aun puede desarrollarse. Por lo demás, el 9 Thermidor lobespierre tenía la centésima parte de las resistencias visibles que cercan á Rosas; en un instante, en que aun se creia omni- potente, una sola palabra le arrancó el poder, y le arrancó la vida. Asi son todos los tiranos. Lo pueden todo, hasta el momento en que dejan de existir. El poder de Rosas, lo hemos repetido ya hasta el fastidio, como él de todos los tiranos, solo es sostenido por una minoría, cuyos instintos feroces y crimi- nales él protege, y con la cual sujeta, despoja y mata á la mayo- ría de la nación. Lo contrario no solo es opuesto á la ver- dad de los hechos, sino imposible y absurdo. Una mayoría no necesita de violencias para gobernar. Hemos dicho q ue el sistema de Rosas aun puede desarro- llarse, por que aun que ese hombre ha vencido las resistencias armadas quese habian levantado antes de ahora en su país, aun- — 39 — que se ha hecho proclamar allí dueño absoluto é irresponsa- ble de la sangre, de la hacienda y hasta de la fama del pueblo que oprime, su sistema se halla todabia incompleto y no ha podido desenvolverse ampliamente, merced á esa continuada resistencia interior. Ese sistema no puede completarse sino por el aislamiento de estos países de la civilización europea, ó por el sometimien- to de los intereses europeos en el mismo grado en que ha sometido los nacionales Es inútil demostrar de nuevo hasta que punto es incon- sistente su sistema con la civilización y el comercio. Pero nos parece que los estadistas extrangeros no le han prestado hasta ahora, á esta faz, principalísima, de la lucha ac- tual, la suficiente atención; la séria atención que ella merece. Tal vez, si han compredido la necesidad imprescindible que tiene Rosas de cambiar la situación de los intereses estrange- ros, han creído que el poder, verdaderamente efectivo, de las grandes naciones, era bastante por m solo para ponerlos á cu- bierto de toda eventualidad: pero aun en esta hipótesis, opina- mos que han caido en error. Los intereses europeos en estas regiones, estarán siem- pre mas eficazmente protejidos por los principios que por las armas, mas por la moralidad de nuestros gobiernos, que por los pactos y por las fuerzas europeas. Escritores independientes, decimos la verdad como la concebimos á la luz de la historia y á la luz de nuestra rázon. Entendemos que los poderes europeos se han exagerado sus propias fuerzas;—que no las han calculado con relación á las distancias y á las localidades ,—que en el Rio de la Plata puede darse un estado de cosas, en que esas fuerzas sean ine- ficaces—en que vendría á ser una cuestión de difícil solución páralos gabinetes europeos, si les convenia mas renunciará los mercados del Río de la Plata y sus tributarios ó abrírselos por las armas ;—en que el primer estremo de esta cuestión podría parecerles el mas aceptable. Ese estado de cosas es el blanco de los conatos de Ro- sas ; á él encamina todos sus actos ; ese es el término que al- canzará, sin remedio, si triunfa definitivamente en la guerra que hoy mantiene ; y esa es también la clave que nos esplica las estrañas complicaciones que han intervenido en ella. Esa aspiración por parte de Rosas, es completamente lógi- ca y necesaria. La existencia de los estrangeros en el gócc de las inmuni- dades que les otorga el derecho de gentes y los tratados, pro- duce la existencia de dos legislaciones, de dos hechos que están en perfecta é inevitable pugna.La población se divide en dos clasos.— Los nacionales, desposeídos de toda protección en sus vi- das, en su hacienda, en su industria; sujetos a la voluntad ti- ránica de un hombre, imposibilitados para adquirir, sin garan- tía para conservar. Los estrangeros, con, derecho a ser protejidos en sus vi- das, en su hacienda, en su industria ;—con capacidad para ad- quirir, con capacidad para conservar. Esta situación no puede mantenerse largo tijinpo; uno de estos hechos debe vencer al otro:—no pueden co-existir. Si triunfa el hecho que, por nuestro infortunio, es ahora peculiar de los estrangeros, se establece el Gobierno regular— el imperio de la civilización y del derecho—la dominación de la ley.— Entonces desaparece el sistemado Rosas. Si triunfa el hecho contrario, el que, vergüenza para no- sotros, se pretende llamar principio americano, viene la situa- ción opuesta ; puede desbordarse sin límite la arbitrariedad y la barbarie, porque se aniquila el derecho que gozan los es- trangeros.—Entonces triunfa el sistema de Rosas. Rosas se lia hecho cargo de este dilema inevitable, y jus- to es decirlo, lo ha encarado con firmeza. El no podia buscar su resolución fuera de los elementos con que ha formado su poder.—lia recurrido, pues en primer lugar, á los restos de la educación colonial. El amor esclusivo, estremado, á lo que es de la tierra, á lo que es oriundo de la tierra, es un rasgo profundo y varonil do la fisonomía moral de la raza española.—Guardónos Dios de condenar este sentimiento, manantial purísimo de amor y de virtud patria, base sobre la que se levantan las nacionalidades robustas y potentes.-Pero este sentimiento, como todos, puede torcerse, yél.mas que otro alguno, una vezestraviado, es capaz de hacer retroceder á la sociedad hasta el estado sal vage. Ese sentimiento, unido á la creencia religiosa que se iden- tificó con él, nutrió y sostuvo la nacionalidad española du- rante setecientos años de lucha; pero estraviado, le costó á nuestra antigua metrópoli, á la vue'Ita de poco tiempo, el alto puesto que llegó á ocupar entre las potencias europeas.— El la condujo á mutilarse á sí misma; la espulsion de la población judia y de la población árabe le costó á España la mejor parte de su comercio y de su riqueza, de sus artes y de su industria ; su desapego á frecuentar gentes y mercados estrangeros hizo casi nulo su movimiento y su navegación mercantil, y esa'obstinada resistencia á todo lo que no era indigéna de su suelo, exaltada fuera de propósito, la segregó de la Europa en la época del renacimiento, y todas estas cau- sas cuyo peso no pudieron equilibrar ni su gioria militar, ni el vigor dé su nacionalidad, la precipitaron en la lastimosa decadencia que hemos presenciado. La legislación de Indias cultivaba el desarrollo de esta faz del carácter nacional por medios directos y especiales.—» La España que poseía un territorio de 96,000 leguas cuadra- das y veinte millones de habitantes, de que estaba separada por el Océano, se empeñaba en cerrarlo al trato del mundo, y la política y la iglesia se esforzaron en acrecer las repugnan- cias á todo lo que era estrangero, como el modo mas eficaz de conseguirlo. En las poblaciones atrasadas esto es fácil; el hombre in- culto mira siempre con enojo' tada especie de superioridad ó rechaza con desdén lo que no alcanza su inteligencia. El Inca que tiraba el libro que le presentó el estúpido Valverde, por que no le decia nada á su oído, es una imagen perfecta de oste sentimiento. Nuestra revolución que lo ha debilitado, y aun arranca- do casi totalmente de cierta clase de nuestros pueblos, no ha podido extinguirlo, y—preciso es no equivocarse^—él tiene existencia todavía y existencia que puede ser vigorosa y cambiar, muy en daño de todos,el aspecto de estos países. Rosas se ha empeñado en producir odio á los estrangeros y hacer de este odio un principio americano. Se ha dado con este intento á extraviar el sentimiento de la nacionalidad que es tan poderoso en poblaciones viriles, guerreras y pastoras como las nuestras. El hombre de nues- tros campos que encuentra en ellos con que satisfacer casi to- das sus necesidades, que duerme sin mas techo que el cielo, que se alimenta con la carne de nuestros ganados, que bebo el agua de nuestros ríos, es suceptible de llevar la exageración de la nacionalidad á un grado mas subido que el que le dieron nuestros progénitores. Pervertido ese sentimiento, llevado al estremo que puede tocar, nuestra decadencia no seria como la de la España: no- sotros volveríamos á un estado casi primitivo y la obra de la civilización retrogradaría por siglos.—Ay! de todos entonces. Nuestra civilización, nuestra industria actual es un em- brión;—ella ha de ser el resultado de la civilización, de la in- dustria, de la población extrangera que mezclándose con no- sotros, aclimatándose en nuestro suelo, esplotándolo, si, expío* tándolo, ha de producir, cuando nos bastemos á nosotros mis- mos, cuando rellenemos los desiertos*, cuando uniformemos nuestra educación, una civilización, una industria améi icaria. El camino que nos está trazado en este sentido, el único que puede llevarnos á un alto punto de engrandecimiento y de civilización, á una verdadera y sólida independencia, es el 4— 42 — que nos enseña )a América del Norte:—ella ha llamado la po- blación extrangera por la liberalidad y la protección de sus leyes; ella la ha' aclimatado haciendo fácil el aeseso á los go- ces de la ciudadanía, abandonando, por entero, las rancias y absurdas limitaciones que podian embarazar el ejercicio de to- das las profesiones, de todas las industrias. Asi ha duplicado su población y sus productos en menos de un siglo, asi han surgido de aquellas selvas prodigios de civilización y de riqueza—dejando que todos trabajen, que todos . enriquez- can; protejiendo el derecho, el trabajo y la riqueza de todo»: no mezclándose ni en su creencia, ni en sus opiniones, ni en su modo de vivir,—no preguntándole ni de donde viene, ni á donde vá;—dejando al hombre, en una palabra, en el pleno ejercicio de todas sus facultades, en cuanto no dañe á terce- ro ó turbe el orden público. ¿Y aqui mismo, entre nosotros, en ¡Montevideo, no tenemos un ejemplo poderoso de la sencilla y fecunda aplicación de esta doctrina?—Con solo dejar hacer, Montevideo no ha cuatripli- caflo en poquísimos años su población, su comercio, y su ri- queza? ¿Todos no hemos visto que asi como brotaba el agua de la piedra tocada por la vara de Moisés, ha brotado de nues- tro suelo al tocarlo en libertad la población estrangera, una ciudad esplendida, un nuevo Montevideo que no habíamos ni soñado algunos años antes? Ese es pues, el gran principió, y fuera de él no hay sino retroceso y humillación. Para adquirir población necesitamos estimular , protejer la emigración estrangera: ella nos dará industria crecida y proficua : ella nos dará su ejemplo para hacer conocer y apreciar de todos nuestros conciudadanos el precio de la in- violabilidad del derecho del hombre y de la tranquila y de- sembarazada aplicación de sus fuerzas; nos dará su ejemplo f>ara hacer amar el bien estar, la vida laboriosa y honesta que o produce, la existencia del orden legal que lo asegura. Entonces los intereses industriales, que son intereses de orden, darán estabilidad á nuestras instituciones y á nuestros Gobiernos. Nosotros creemos con Mr. Chevalier, que en nuestros tiempos la industria contrapesa Iqs intereses militares que hasta ahora habían gobernado el mundo, y que la profe- cía de Isaías, que anunciaba, hace dos mil años, que había de llegar un día en que se transformasen enrejas de arado los hierros de las lanzas, está para cumplirse; al menos, en el sen- tido de que las lanzas no se esgrimirán sino con el previo per- miso y según la voluntad de la reja del arado. La diferiencia que resulta entre el modo en que nosotros comprendemos los intereses americanos, y el modo en que loa — 43 — sostiene Rosas por sus ¡deas y por las necesidades vitales de su sistema, es el punto culminante de la cuestión actual.—Es lo que lo ha llevado á Rosas, por el interés de su tiranía salva- je, á buscar la solución de la cuestión poniéndose en aptitud de despotisar ú su grado las intereses estrangeros; y de eso también viene la armonía en que se han encontrado las preten- siones de los estrangeros y las pretenciones de Jos enemigos de Rosas;—de ahí su unión necesaria, indisoluble; su destino común. Rosas ha hecho cuanto le ha permitido su capacidad pa- ra sublevar contra los estrangero», el sentimiento nacional y el sentimiento americano. Ha revivido los áridos recuerdos de la Europa conquista- dora y absolutistá: le ha atribuido miras de ambición ter- ritorial, y la ha querido mostrar, por todas partes, entregada á amagos y proyectos siniestros. En vano los hechos, la sana razón, el simple sentido co- mún, han protestado contra esas dolosas sugestiones y pérfi- das alarmas.—En vano la historia de las colisiones de Rosas con los estrangeros, demuestran que ellas no tienen otro ori- gen que las violencias y los despojos de su sistema de tiranía, de su sistema de dominación bruta.—En vano la misma con- ducta de los gobiernos estrangeros en esos tristísimos episo dios, patentiza que la Europa no arriesgaría una tentativa in- sensata ; que la alejan de ella las razones de equilibrio á que se ha sometido para mantener la paz del mundo, y la omni- potencia de los intereses industriales que van sostituyendo en nuestro siglo, las ocupaciones bélicas por las operaciones mer- cantiles, que quieren mercados para su comercio y no Esta- dos para las coronas de sus reyes; que saben bien que el co- mercio les dará en estas regiones cuanto de ellas pueden pro- meterse racionalmente, sin empeñarse en guerras apartadas y ruinosas, en guerras de conquista que les crearían muy gra- ves é incompensables complicaciones.—En vano, en fin^ los que tienen á pecho, los que aman con pureza y sinceridad los verdaderos intereses y la dignidad americana, han puesto fuera de cuestión que deben estos países por su bien entendi- da conveniencia, por egoísmo, sino por decoro y por justicia, que su porvenir está empeñado, en darle á la Europa cuanto ella nos ha pedido hasta ahora;—esto es, libertad y seguri- dad para sus intereses comerciales, respecto á los derechos del hombre:—que otorgándole esto, que no podemos re usar sin afrenta, nuestra dignidad estará á cubierto y habrán cesa- do los motivos vergonzosos que nos tienen en permanente disputa con los Cónsules y Comandantes navales :—que el— 44 — día que tíos respetemos á nosotros mismos, todos nos res- petaran (56) Rosas no desiste, ni era posible que desistiera. El ha comprendido bien que no hay termino; que el derecho es co- mo el Soló—no alumbra Ja tierra, ó la alumbra por entero:— y por eso ha vigorizado sus medios de influir en la opinión de las poblaciones atrasadas del Continente; se ha hecho par- te en todas las cuestiones que han suscitado atentados análo- gos á los suyos; ha aplaudido las manifestaciones de todo es- pirita atrasado, y muy recientemente,—en momentos en que para consumar su conquista de Montevideo queria tranquili- zar á la Europa,—ha votado una acción de gracias á ese Se- nado de Nicaragua, especie de Diván Americano, que ha for- mulado en una ley los principios de la edad media. Esa ley es el código de Indias en el espíritu y en la letra, y Rosas no ha dudado presentarla al mundo como la tablaade los verdade- ros principios Americanos. (57) Esa predicación que puede creerse estéril, este titulo de Defensor Heroico del Continente Americano con que Rosas so decora, y que parece una puerilidad, todo eso tiene porvenir si él consuma los proyectos de que se ocupa, la obra que ha es- tado á punto de realizar. Escederiamos en mucho las proporciones de este escrito, si emprendiésemos la revista de los móviles a que Rosas ha recurrido para estraviar el sentimiento nacional en las clases atrasadas de su país. La misma desventaja en que están colocados los nacio- nales,—merced al sistema de violencia y caudillaje de que es Rosas la mas completa personificación^-le ha suministrado medios eficasisimos. El hijo del país que no trabaja, que no conserva, vé al estrangero que ha poco pisó la tierra, levan- tando en ella una fortuna pingue , que goza tranquilamente, mientras él humedece con lágrimas el escaso pan con que sé alimenta, ó no sale de la medianía en que se encontraba.—El contraste es desgarrante; no investiga, se subleva contra él, y entonces le sale Rosas al encuentro para decirle—" Loses- trangeros lo son todo, son los amos de la tierra; si yo triunfo, M vosotros, Vds. los hijos del país, se señorearán de este suelo " en que hemos nacido, que es nuestro, solo nuestro; ellos no " serán entonces mas que unos miserables. (58) Si no nos " traen telas nos cubriremos con el vellón de las ovejas de * nuestros campos, si no nos traen sillas nos sentaremos en " cabezas de baca (59). No os apenéis; servid mi causa, yo os " repartiré la riqueza de los unitarios; esterminemolos y esa " riqueza es vuestra; yo os la iré adjudicando desde ahora.. " (6d) L03 unitarios le han vendido la Patria al estrangero; * pongámosles marca do traidores y no les demos cuartel. " Ellos son la causa de que los cstrangeros sean todo y voso- " tros nada en vuestra misma tierra ; han querido hacer de " vuestra tierra una sociedad europea, ¡hasta os querían vestir " como franceses! (61) Por eso los estrangeros han sida " siempre sus aliados; por eso los gobiernos estrangeros no " nos hacen justicia, y abogan por los unitarios. Los es- " trangeros tienen todos los goces, vosotros todas las cargas: " ellos no comparten vuestras fatigas y quieren especular so- " bre la riqueza de nuestro suelo, mientras vosotros perdéis " vuestros bienes y derramáis vuestra sangre «= ellos! ingratos, " injustos estrangeros, que desconocen que solo deben su exis- " leticia á la clemencia de vuestro Restaurador \ por que voso- " tros los odiáis, ¿no es verdad?.... [62] Y ios odiáis con " razón: ellos son nuestros enemigos natos y debemos levantar " un muro entre ellos y nosotros. (63) Ellos nos niegan el " ejercicio de la soberanía que habéis conquistado con heroi- * coesfuerzO; rehuyen someterse á nuestras leyes. — Arriba " valientes! Esta tierra, esa agua, ese aire, la luz de ese sol es " nuestro y podemos limitar su uso. podemos gravarlo. Nues- " tro derecho es soberano. (64) Abrid el código de las na- " ciones y en él encontrareis que todo estado tiene la facul- " tad de dar ó negar entrada al estrangero, de permitirle ó ** no que posea bienes en su suelo. (65) Su entrada en el " nuestro es perniciosa; ellos son, no las ambiciones de los " caudillos, los que han encendido la tea déla guerra civil; " atraviesan el Océano no á buscar riquezas, ni bien estar, " sino á derramar vuestra sangre, á vivir entre la ruina y el " horror de las luchas fratricidas. (66) La Europa quiere " conquistarnos, quiere conquistar á la America; desperte- " mos, embravescamos la colera de nuestros hijos, y cuando " sus fibras se sacudan en odio contra los estrangeros, ponga- " moles las armas en las manos. . .. az uzemoslos... . á ellos!.. " . ...á los estrangeros.....(67) — Estamos en una nüe va guerra " de Independencia: Europeos son los que tenemos al frente. » (68) Temeríais el poder do la Europa?—No sabéis como he " hecho inútiles dos años de bloqueo y he alcanzado en la lu- " cha con la Francia gloria inmarcesible, renombre America- " no? (69) Y si la Europa entera se desplomase contra no- " sotros—¿no se levantaría la America contra ella, no forma- " riamos una liga Americana? (70) Y aun á nosotros solos " ¿que nos haría ? Podría herirnos en los litorales, mien- " tras nosotros le habririamos una herida profunda, irrepa- " rablel (71) Nos sepultaríamos en ruinas con los autores de " la Intervención, (72) ó les cederiamss las costas y ocuparia- " mos las Pampas: allr estaría la Patria: seriamos soberanos, ** inexpugnables. (73)I — 46 — Es fácil calcular el efecto de estas declamaciones oficia- les, repetidas con perseverancia , y formuladas de varios mo- dos, para acomodarlas á todas las inteligencias, para que obren sobre la imaginación de masas cuya situación es en rea- lidad muy inferior á la de los estr angeros que viven su mis- ma tierra, en masas endurecidas en la fatiga y en la vida er- rante, que aman la, gloria y el peligro; que no tienen goces presentes á que renunciar; en las que pueden despertarse an- tipatías vigorosas que satisfacer. Y ese efecto se comprenderá mejor observando que en todo el territorio que está sometido á Rosas no suena mas voz que la suya: sus ideas son las únicas que pueden mostrarse á la luz, estenderse y dominar. El odio á los estrangeros, la facultad de oprimirlos ó es- pulsarlos de la tierra, son dogmas que nadie puede levantarse á contradecir ó discutir alli:—Rosas propaga sus principios como Mahoma propagaba el Alcorán;—con el hierro en la mano.—Es preciso creer ó huir, es preciso creer ó morir.___ Es preciso huir ó morir ó vencer el hierro con el hierro.— ¿ Quien discute donde está Rosas ? (74.) Asi la lucha que baña en sangre estos paises ha venido á adquirir una nueva fórmula: desalojada la civilización de to- das las palestras en que hasta ahora ha combatido se ha de- tenido y ha trabado su último combate á muerte dentro de los últimos baluartes que le quedan en estas regiones, los únicos que han resistido la erupción de la barbarie:—la independen- cia Oriental y el derecho y las inmunidades de los estran- geros. Estos dos principios se han unido.se han encarnado, por- que todos han llegado á comprender que son completamente solidarios. Y si nuestra cuestión actual hubiera sido bien estudiada en Europa; si los estadistas europeos hubieran levantado su vista, si hubieran sacudido su ánimo de las preocupaciones y el hastio que han adquirido considerando la superficie de nuestras guerras civiles y nuestras difamaciones insensatas, si hubieran investigado la marcha de la civilización en estos paises, los princípios'y los intereses que se encuentran com- prometidos debajo de esa capa de lodo sangriento, las ideas que se Cubren con esos hárapos que visten los combatientes, y no Je habrían preguntado á Jas poblaciones europeas—¿por- qué os armáis? ¿porqué abandonáis nuestros talleres por el V campo de batalla?~Vivid y trabajad: mantened vuestra neu- tralidad—¿que os importan esos debates ? (75) No__Enton- ces habrian visto que esas poblaciones han obedecido á la pnm?ra ley de Ja humanidad, la ley de la propia conserva- r/ion: habrian comprendido que ante los muros de Montevi- deo se juzgaba el gran pleito de la civilización de estas re- giones, y que no solo los principios, sino todos los intereses europeos estaban profundamente comprometidos en la lucha- se habrian convencido en fin , de que Rosas se preparaba á triunfar en ella, á triunfar de Ja civilización y de los intereses europeos, destruyendo la independencia Oriental. En efecto, Rosas sabe que la Europa es poderosa tenien- do en el Rio de la Plata un pedazo de tierra amiga donde apoyarse en la civilización y en los intereses industriales de estos paises.—Su teoria sobre el poder de nuestras localidades _que juzgamos muy correcta—no puede desenvolverse con éxito sino por la unidad del territorio, por su sometimiento absoluto, por la poses'ion de todas las costas. El dia que la Europa no tenga una orilla, una población amiga en el Rio de la Plata—en que Rosas domine desde el Cabo de Hornos hasta el Cabo de Santa Maria, será impoten- te para domarlo. Si recurre á los bloqueos no obtendrá sino resultados nugatorios y se encontrará en la imposibilidad de mantener- los. El solo bloqueo del litoral argentino que la Francia no pudo hacer totalmente, le habría sido del todo impracticable é inútil sin la alianza del Estado Oriental y la cooperación de la emigración argentina. El dispendioso medio de las .expediciones le impondría á la nación que lo adoptase dificultades graves con relación á las otras Potencias; dificultades muy serias también respecto á las poblaciones de estos paises, y la abrumaría con los inmen- sos costos del transporte y manutención de un gran ejército á dos mil leguas, sin otro resultado que la ocupación de algunos puntos litorales que la condenarían á sostener una guerra in- terminable y devoradora. La guerra de América con solo elementos europeos, seria un cáncer intratable. Rosas, pues, necesita apoderarse á toda costa del Estado Oriental, ya clavando en él su bandera, ya estableciendo un gobierno que esté vinculado á su suerte de todo punto, y en to- da eventualidad. La posesión del Estado Oriental le habilitaría para com- pletar el sometimiento de todo el territorio argentino que hoy se conmueve. El del Paraguay seria consiguiente. El Paraguay no podria, por si solo, forzar el Paraná, único camino que Dios le ha abierto para ponerse en relación directa con el mundo. Pero ¿y el Brasil? Al Brasil, Rosas !o guerrearía abiertamente, dando asi48 — ocupación y botin á las numerosas fuerzas de que entonces dispondría, ó lo revolucionaria. Que Rosas atentaría con suceso á la paz del Brasil noa parece evidente; ese ha sido ya su recurso para ensanchar su acción en el Estado Oriental. El encontraría medios para perturbar al Brasil en buena parte de la población del Rio Grande;—esa población tiene muchas afinidades con las nues- tras:—él Jos hallaría también en la raza esclava del Brasil, cuya libertad escribiría en las banderolas de sus lanzas: no seria difícil que los encontrase en el espíritu de las facciones que él se ha dado á estudiar; el espíritu de facción es ciego, y la tierra del Brasil, como toda la de esta América, es aun tierra movediza, donde nada se ha consolidado firmejnente. El mis- mo Americanismo de Rosas, que ha tenido algunos ecos en el Brasil, le serviría poderosamente. Pero sea de esto Jo que quiera, Rosas, vencido el Estado Oriental, tendría el poder bastante para neutralizar Ja acción del Brasil, y en todo evento el Brasil, arriesgando mucho, so- lo dísminuíria en mínima parte los inconvenientes de la posi- ción que tendrían los extrangeros en el Rio de la Plata. Esta posición podría extenderse: la similitud que existe entre el origen de las colisiones de Rosas con los extrangeros, y las causas que produjeron el bloqueo de Méjico por la Fran- cia en 1838 y que después han enjendrado diversas complica- ciones con aquella República, y las que dan lugar á diarios conflictos en las costas del Perú, podrían traer una similitud de resultados. Esos caudillos que quieren dominación á todo trance, no serian insensibles á la palabra de Rosas victorioso. El habla- fia no solo á la ambición de los caudillos sino á las antipatías de las poblaciones atrasadas, antipatías que se tocan, que sal- tan por todas partes, y tal vez,—¡ no lo permita Dios!—se rea- lizaría la primera liga americana para arrojar á la civilización al otro lado del Océano. Preveemos que muchos mirarán este termino como impo- sible:—pero hace muy pocos años ¿quien no habría declarado imposibles los sucesos de que hemos sido espectadores y vic- timas?. ... Y estos sucesos eran sin duda mucho mas improba- bles que el buen éxito de la propaganda del sistema americano de Rosas, si este tirano haciendo caer en sus redes á la Europa, venciéndola con su astucia ya que no le es dado alcanzarlo por la fuerza mientras exista como hoy, realmente independiente, elEstadoOriental, logra asegurar su dominio en estos países.— Entonces solo necesita tiempo,y quizá menos que el que calcu- lamos, porque es verdad, para e! bien lo mismo que para el mal, lo que dijo Mr, De Pradt— en América no hay imposibles. La fortuna de Rosas deslumhraría y el secreto de esa for- tuna está al alcance de todas las medianías: ella consiste en Id violencia que es innata en el caudillaje y en la tenacidad que suple al genio y á menudo lo aventaja. Nada está mas en camino de obtener pasmosos resultados que una medianía obs- tinada. Preponderante en el Estado Oriental la influencia sino, las armas de llosas, la faz de la America podría cambiar por entero, y por lo pronto el sometería á la Europa en el Río de la Plata; la sometería sin remedio. Oh! entonces Rosas seria verdaderamente poderoso: él no conoce mas derecho que la fuerza, y la fuerza seria suya. Es á este estado de cosas al que antes nos hemos referido, y en el que, es nuestra opinión, la Europa se inclinaría á abandonar estos mercados. La civilización se había adormecido por que no ha pro- fundizado esta cuestión: por que no se ha hecho cargo de que los tratados son vínculos frágiles para un gobierno basado en la mas completa decepción, en cuya composición no entra jer- men alguno de moral: por que no ha observado, sobre todo, que Rosas no puede acomodarse con ella, no puede cambial' de sistema sin perderse por entero. Por eso solo ha conseguido irritarlo, enconarlo profunda- mente, amenazándolo y arrancándole algunos tratados: y para alcanzar este efímero resultado ha tenido que descubrirle to- das sus dificultades por tentativas incompletas y apoyándose en la oposición á Rosas sin empeñarse en su triunfo. Estas tentativas lo pusieron á Rosas en las puertas de la V muerte, le aclararon su situación, y le inspiraron el plan que desde entonces ha desenvuelto, guiado mas por sns instintos que por la capacidad que se le atribuye. (70) Ha hecho el sacrificio de detener algunas violencias, se ha empeñado en presentarlas como accidentes pasageros aun que penosos, de una lucha tenaz, y encaminada por su parte á dar estabilidad á Ja paz: ha invocado el derecho como invoca el sistema representativo, y há llenado el mundo con apolo- gías compradas á precio de oro y destinadas á desfigurar el pasado, á dar esplicacion plausible del presente y tranquilidad sobre el porvenir Esto ha considerado que bastaba para se- parar á los gabinetes europeos, que miraban con repugnanria aumentarse sus embarazos por intereses apartados, y n<> bien definidos, de medidas eficaces y que asegurasen sólidamente el porvenir de su comercio. (77) • Al mismo tiempo detenía la acción de los agentes que re- siden á su lado conminándolos con la responsabilidad de una crisis en que se hundirían las vidas y los intereses de los sub- b— 50 — ditos estrangeros. y presentándoseles, él, cuya voluntad es la ley suprema, anterior á todo, á la que todo obedece estupida- mente, como dominado y esforzandose en detener la esplo- sion tremenda de la efervescencia popular, y recibiendo del mas escandaloso simulacro de representación publica que han conocido los siglos, los preceptos por que regla su conduc- ta. Mientras que asi ha ido engañando, negociando y discu- tiendo, sin dejar de alimentar ni un solo instante su fuego sa- grado, el odio á los unitarios y á los estrangeros, ha adelanta- do, cuanto le ha sido posible, la conquista del Estado Orien- tal. Gracias y adelante! le decía en 1842 á la Inglaterra y á la Francia. Gracias y adelante! y precipitaba sobre el Esta- do Oriental la guerra de esterminio. Rosas contó entonces seguro su triunfo en la margen oriental del Plata, por que no creía en los milagros del patriotismo; porque no «¡abia que las paredes de Montevideo lo encerraban grande, sublime, capuz de inesperados é irresistibles esfuerzos; y la aptitud que asumió mientras nutria esa ilusión, mientras despreciaba co- mo inútil y momentánea nuestra resistencia, muestra bien que él esperaba solo el vencimiento de este pais , para completar su sistema y someter los intereses europeos. La resistencia del Estado Oriental rompió la dorada co- pa de sus esperanzas de 1843, y le ha hecho aplazar de nue- vo sus proyectos, cercándolo de dificultades y peligros. No seria por eso estrañojque en 1845, colocado, como se halla, en una posición difícil; no habiendo vencido al Estado Oriental y teniendo sus ejércitos empeñados en esta lucha te- naz y de éxito dudoso, al paso que se organizan y se mue- ven elementos con que no puede luchar en su propio pais, sin tener alii estos ejércitos, hoy tan aventurados, diga á la vez—■ á los estrangeros, negociemos;—á sus ejércitos, adelante!—ó que negocie en efecto, sino comprendiendo sus enemigos la fuerza y el poder de su posición, si olvidando la gravedad de sus responsabilidades, la altura de sus peligros, les faltase, lo que no es de esperar, en los últimos trances, la constancia y la firmeza con que han soportado tan prolongado y hermoso sa- crificio, y le diesen probabilidades de alcanzar negociando y á la vuelta de poco tiempo, lo que no han podido arrancarnos sus armas, lo que no arrancarán jamas, si conservamos las nuestras levantadas y con el brio que hasta aquh—la inde- pendencia real, absoluta del Estado Oriental. Juzgamos que si hemos tenido la fortuna de indicar las necesidades del sistema de Rosas, se habrá comprendido que él no puede ceder, que no puede retroceder sin abdicar su poder ; que en el estremo ú que la lucha ha llegado, Rosas de- be ser necesaria, irrevocablemente, vencido ó vencedor. Tal es Rosas; tal es su sistema. Este sistema, según lo hemos demostrado, es por su mis- ma naturaleza:—antisocial, contrario á la opinión y á las ne- cesidades de su pais=inconsistente con la paz y la indepen- dencia de los Estados limítrofes, hostil ai comercio y á la ci- vilización universal. Bajo todos estos aspectos él ha sido incompatible con la independencia y los intereses del Estado Oriental. Vamos á ocuparnos especialmente de sus agresiones contra este Estado. Después de haber mostrado el espíritu y los móviles de la política de Rosas, necesitaremos poco mas que la simple esposicion de los hechos que constituyen su conduc- ta respecto á nuestro pais, y la comparación de estos he- chos =que estableceremos con documentos irrecusables=con las obligaciones que le imponía la convención preliminar de paz de 1828 que hemos analizado en el Capitulo 1. ° CAPITULO m. Relaciones del Gobierno Oriental con el de Buenos Aires desde 182» a 1834.—Acusaciones de Rosas sobre la conducta observada con los emigrados argentinos y trastornos del Entre-Ríos. — Primera Presidencia Constitucional del Ge- neral Rivera.—Alzamiento del General La- valleja en 1832.^Agresiones sistemadas de Ro- sas contsa el Estado Oriental, y abierta viola- ción POR SU PARTE, DE LA CONVENCION DE Paz DE 1828. La ejecución leal de la Convención de 1828 habría ahor- rado grandes calamidades. Ella habría consolidado al Estado Oriental,— y sus limítro- fes hubieran reportado los importantes provechos que la in- dependencia y el arraigo de lu paz y del orden legal en este país ha debido producirles.4 — 52 — Pero para conseguir esos fines, era necesario que las Po- tencias signatarias de aquel pacto hubieran considerado siem- pre y de buena fé, la créacion del nuevo Estado como un he- cho consumado y necesario;-que ya que habian tenido la fortu- na de arribar á la paz por una solución, hija legitima de la emancipación americana y que satisfacía sus primordiales in- tereses, como lo hemos indicado en el rápido análisis que con- tiene el capitulo 1. ° , hubieran emancipado también su poli- tica de las miras envejecidas y de los rencores irracionales que ajitaron á los gabinetes de nuestras antiguas metró- polis, Pero por desgracia, parece que las inspiraciones tradi- cionales de un¿ mala y errada politica fueron mas poderosas en los gobiernos de aquellos países que la voz elocuentísima de su propia conveniencia, y que solo han mirado nuestra in- dependencia como una consecion forzada, arrancada por los daños de la guerra, con la que no podían reconciliarse y que expiaban con ansia el momento propicio de retractar. Esas miras no deben sorprendernos en un gobierno como el de D.Juan Manuel Rosas: han visto ya nuestros lectores, que no es la religión del honor.de la palabra dada,de la fé em- peñada, la religión de ese gobierno; — y habrán observado tam- bién que, para mayor infortunio, esas miras se mezclaron con intereses bastardos, con necesidades imperiosas de otro géne- ro, y que de ahi ha resultado que se convirtieran en agresiones abiertas y descaradas, en agresiones singularmente funestas y destructoras. La estabilidad del orden y el crecimiento consiguiente del Estado Oriental era un obstáculo para el que intentara domi- narlo, y es claro que el gobierno que abrigase ese pensamiento no contribuiría de buen grado á la ejecución de medidas que habian de dar ese resultado preciso. Pero Rosas no se lia limitado á no fomentar nuestra pros- peridad, manteniendo, como estaba obligado á hacerlo en de- terminado periodo, el orden y las instituciones de nuestro pais, sino que ha empeñado todo su poder en hacer imposible nuestro régimen constitucional, en desacreditarlo por la anar- quia y los trastornos, en impedir los progresos morales y ma- teriales de nuestro pais, en aniquilarlo y someterlo de todo punto á mísera y ominosa esclavitud. Narraremos sencillamente los hechos de que tenemos co- nocimento por documentos intregiversables.—Esta esposicíon será una refutaccion perentoria de las calumnias de liosas: él ha suprimido ó alterado los sucesos, ó los ha dislocado en su sustancia, en su forma, en su misma cronología. El orden cronológico de los hechos nos trac á tratar en — 53 — primer lugar, de las famosas acusaciones de que ha hecho Ro- sas su caballo de batalla, para agredir á nuestra patria. Eos trastornos de la República Argentina en 1829 coincidie- ron con los primeros días de nuestra existencia independiente, y nuestras nuevas instituciones se ensayaron dando inviola- ble asilo á distinguidos ciudadanos argentinos del partido federal á que Rosas pertenecía. Estos emigrados tenian derecho no solo al asilo debido al infortunio, sino á especialisímas consideraciones: muchos de ellos habian combatido por la emancipación de esta tierra. Tubieron pues, asilo y consideración; y aunque nuestro gobierno se encerraba, como era de su extricto deber, en una severa neutralidad respecto de los partidos beligerantes , cu- yo avenimiento era lo único que deseaba, lo único que podia desear, es un hecho que, sin que bastaran á impedirlo las me- didas de nuestras autoridades, Rosas recibió desde Montevi- deo auxilio de armas, que los emigrados federales compraron en secreto é hicieron pasar á las costas argentinas, á las que ellos mismos se trasladaron poco después, para incorporarse al ejército que sostema su partido. Fué imposible, sin despojar á los emigrados de su libertad natural, impedir el abuso qu*j hicieron de ella en daño de sus enemigos, en daño de los uni- tarios. Rosas no se ha quejado jamás del abuso que hicieron del asilo que encontraron en el Estado Oriental los emigrados de su partido, y del que reportó tanto provecho. Ese abuso, que en cierta escala es casi inevitable, y por eso lo vemos repetido en la historia de todas las emigraciones, aun en paises perfectamente organizados, dió lugar á que el go- bierno Oriental adoptase algunas precauciones mas para di- ficultar su repetición, pero no alteró, sin embargo, la benej volencia con que había acogido a los emigrados del partido político que lo cometió.—Lejos de eso, Rosas solicitó sus bue- nos oficios y lo encontró francamente dispuesto á ejercitarlos. Esta amigable interposición no llegó á tener efecto, por haber arribado á entenderse en esos dias, por si solos, los partidos argentinos. (78) Vencido en esa negociación el partido unitario, el Esta- do Oriental recibió á los nuevos emigrados con las mismas consideraciones que había dispensado á los anteriores, y á que tenian titulo igual. Estos emigrados no vinieron en cuerpo ni tomaron su residencia en un solo punto: llegaban aislada- mente y se establecian donde creian que les convenia mas, usando de la libertad que nuestras leyes acuerdan, sin excep- ción, á todos los extrangeros. No conocemos, ni croemos que existe ninguna reclama-— 51 — cíon del gobierno de Buenos Aires , desde Septiembre dé 1829 en que desembarcó en nuestras cosías el general don Juan Lavalle, hasta el último tercio de Septiembre de 1830. Este vacío es sobrado elocuente; él prueba, cuando menos, que durante ese periodo, la conducta de nuestro gobierno fué tan ajustada á los principios de una rigorosa neutralidad, que no ofreció ni pretexto para que emplease su celo el de Bue- nos Aires; y precisamente ese periodo comprende toda la pri- mera administración de los ciudadanos á quienes llosas acusa de haber empleado, sin interrupción, el poder que egercieron en este estado, para promover disturbips en favor del partido y de los emigrados unitarios. (79) El 16 de Septiembre de 1830 se alzó en el puerto de Bue- nos Aires el coronel argentino D. Leonardo Rosales, con la goleta de guerra Sarandí, y entró con ella al Uruguay. Es- te suceso dió lugar á la primera reclamación de Rosas. La reclamación fué dirigida de un modo inusitado, y en términos inconsistentes con la dignidad y la independencia de nuestro pais. Bl Ministro de la guerra de Buenos Aires pidió á nuestro Ministro en igual Departamento, la captura y'la extradiccion de los sublevados que conducía la Sarandí. El derecho para exigir la extradiccion de un Estado inde- pendiente, no es, como se sabe, un derecho natural; solo puede adquirirse por los tratados, y no hay nación que respetándose á si misma pacte en nuestros dias la extradiccion de los refu- giados por motivos politicos. Ningún acuerdo sobre estradic- cion existia por otra parte entre estos países; y sin embargo el Gral. D. Juan A. Lavalleja, entonces Gobernador de este lista- do con solo el acuerdo de su Ministro de Guerra D. Ignacio Oribe, por un error que nunca puede deplorarse bastante, asin- tió de plano á la exigencia, y separándose de la imparcialidad que hasta aquel momento había reglado la política circunspecta de nuestro pais, forjó el primer eslabón de la cadena que mas tarde, debía atarlo á la bandera de Rosas. Vamos á copiar integramente la contestación de nuestro Ministro de la Guerra. Ministerio de Guerra y Marina. Montevideo Setiembre 24 de 1830. El Ministro Secretario de Guerra y Marina del Gobier- no de la República Oriental del Uruguay, ha recibido con esta fecha la nota del 19 del corriente del Sr. Ministro de Guerra y Marina del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en que se sii've comunicarle la sorpresa y robo de la — 55 — goleta de guerra "Sarandi," cometido por el coronel D. Leo»- nardo Rosales y ayudante D. José María Martínez, con todo lo demás que dice relación con aquel escandaloso suceso. El Gobierno de este Estado antes de recibir la comunica- ción del Sr. Ministro á quien se dirije, la había ya recibido del Comandante del Pailebot Nacional "Constitución" surto en el Uruguay, y había en su consecuencia, dictado las provi- dencias convenientes, como podrá verlo el Sr. Ministro, en la copia autorizada que se le acompaña. Puede el Sr. Ministro asegurar á su Gobierno que el de este Estado sabrá llenar su deber hacia un Gobierno amigo, con quien se halla en la mas perfecta armonía, y que todos sus esfuerzos se contraerán á perseguir á los perpetradores de un tal atentado, poniéndolos á su disposición luego que fuesen aprehendidos. El interés de ambos Gobiernos está fundado en destruir aquellos crimínales, que con desprecio de las leyes, y de la tranquilidad publica, entran en la carrera de los delitos, por fomentar la desunión y la guerra civil, constituyéndose inde- pendientes de toda autoridad legal. Asi pues, este Gobierno por identidad de principio! é intereses con el de la Provincia de Buenos Aires, adoptará cuantas medidas halle justas, para que su dignidad no sea mancillada por unos facciosos que se han sublevado contra el Gobierno de que dependían. Estos son los sentimientos del Gobierno de este Estado, quien ha ordenado al infrascripto ¡os transmita al Sr. Minis- tro á quien se dirije, para su conocimiento: aprovechando es- ta oportunidad para saludarle con su mas distinguida consi- deracion.=(firmado) Ignacio Oribe.^=Sr. Minjstro Secreta- rie de Guerra y Marina del Gobierno de Buenos Aires, Ge- neral 1). Juan Ramón Balcarce. La aparición de esta nota—que se publicó en el Univer- sal del día 27 siguiente—exitó un sentimiento de sorpresa y de profundísima indignación de que participaron algunos miem- bros de la administración sin cuyo acuerdo se había tirado. —El Gobernador Lavalleja, apesar délos compromisos en que indiscretamente y tal vez sin comprenderlo bien, había entra- do con Rosas, tuvo que retroceder en presencia de ese movi- miento uniforme de la opinión y de la dignidad nacional: y el dia 29 inmediato, se publicó la nota del señor D. Juan F. Giró, Ministro de Relaciones Exteriores, y el Aviso del Ministerio de la Guerra que copiamos textualmente.— 50 — Ministerio de Relaciones Esteriores. Montevideo Setiembre 28 de 1830. El abajo firmado Ministro Secretario de Relaciones Ex- teriores de ía Kepublica Oriental del Uruguay, tiene el honor de dirijirse al de igual clase de la Provincia de Buenos Aires, para manifestarle de orden de su Gobierno, que habiendo reconsiderado con la atención y pulso necesarias, la comuni- cación del 19 del corriente que su Ministro de Guerra y Ma- rina recibió del de igual departamento en Buenos Aires, sobre la sorpresa y substracción déla goleta de guerra Argentina "Sarandí," asi como la contestación que por el mismo depar- tamento le fué dada con fecha 24, ha acordado se esprese por el conducto competente que cualesquiera que sean los concep- tos de la referida contestación del 24, y la interpretación á que pueden dar lugar, la intención y los príncipips de este Gobierno han sido y son, de no separarse de los que hoy re- glan la practica de las Naciones cultas en tales casos, asegu- rando que en cualquier ocurrencia á que dé lugar aquel suce- so, ó en cualquier otro caso, cumplirá el Gobierno Oriental su déber para consigo y para los estraños, tal cual lo exige la po- lítica franca y leal que le corresponde, y el respeto debido á los principios ó instituciones. El Gobierno declara que este es el sentido que ha queri- do dar á su espresada comunicación, y que sus resoluciones serán consecuentes á él. Al hacer esta rectificación, el abajo firmado de orden de su Gobierno, tiene el honor de saludar al Sr. Ministro á quien se dirige, con las protestas de su mas alto aprecio.— (firmado)—Juan Francisco Giró.—A S. E. el Sr. Ministro Se- cretario en el Departamento de Relaciones Esteriores de la Provincia de Buenos Aires. Nota del Ministerio de la Guerra. Por una equivocación en la nota dirigida al Ministerio de Guerra y Marina del Gobierno de Buenos Aires, se indica- ba que se pondrían á su disposición los individuos que se aprehendieran en la goleta de guerra " Sarandi; " pues de- bía decirse, ú disposición de la Autoridad competente en este Estado.— Rosas, que sin duda habia explorado anticipadamente la opinión personal del gobernador, ó la habia estraviado con falsas nociones de derecho y conveniencia, quiso aprovechar sus ventajas, y contando conque una vez empeñada la admi- — 57 — nistracion en el mal camino, por la resolución que esperaba del Ministerio de la Guerra, no le seria dado retroceder, dirigió' por el Ministerio de Relaciones Exteriores una nueva recia' macion. Para los individuos de la Sarandí, habia podido invocar el pretesto de haberse alzado con un buque de guerra , pa- ra clasificarlos, como los clasificó arbitrariamente, de piratas, en cuyo supuesto basó su reclamación. Pero los otros refu- giados no estaban en ese caso: muchos habian salido de Bue- nos Aires por órden espiesa de Rosas, y casi sin excepción, habían llegado á nuestro pais con sus pasaportes regularmen- té expedidos; sin embargo, no se limitó á exigir las medida» que por el derecho internacional podía esperar de un . estado independiente, amigo de la República Argentina, pero neutral en sus cuestiones domésticas; aventuró la idea de que no sería estraño se negase la hospitalidad á los refugiados, atenta la gratitud y los intereses comunes de los pueblos del Plata, y de- mandó en tono imperioso, se limitase la absoluta libertad de que usaba la imprenta Oriental. (80) Nuestro gobierno la contestó del modo que va á verse:—- Ministerio de Relaciones Exteriores. Montevideo Setimbre 30 de 1830. Habiendo el Ministro que subscribe llevado al conoci- miento de su Gobierno la comunicación de 20 del corriente que tubo el honor de recibir el 29 del señor Ministro de Re- laciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires, tiene or- den do contestar, que el Gobierno Oriental, tan interesado en su tranquilidad como en la de sus vecinos, y bien penetrado de sus deberes para consigo y para con los demás gobiernos, ha hecho desde luego las prevenciones necesarias á la Policía, y tomado todas las medidas conducentes á indagar sí efecti- vamente se construyen ó se reparan armas de cualquiera es- pecie que sean, en talleres particulares de esta capít al; y á celar é impedir que en adelante se fabriquen, compongan & extraigan del pais, sin conocimiento de la autoridad, en can- tidad bastante á presumirse que se destinan á usos ilegítimos y á promover planes hostiles, tales como los que el señor Mi- nistro denuncia en su expresada comunicación; estendiendo estas y otras precauciones á todos los puntos de la costa, á fin de descubrir y castigar á los que intentasen comprometer la franqueza y buena fe, que reglan su política, y abusar de la hospitalidad que este pais dispensa á los que no contravienen á sus leyes. 6— 58 En precaución de semejante compromiso, y por avisos que el Gobierno tuvo de que se aseguraba de que en el Departa- mento de Soriano se promovía una reunión de hombres arma- dos á quienes se atribuye el proyecto de hostilizar alguna de las provincias Argentinas, impartió desde el 24 del corriente las ordenes convenientes á las autoridades locales, á fin de que impidan ó disipen semejantes reuniones en caso de inten- tarse, por todos los medios que están a sus alcances: debiendo asegurar al S. Ministro, para conocimiento de su Gobierno, que el de este Estado, que no desconoce los principios genera- les y comunes que respetan las Naciones cultas, ni tiene otra regla de conducta que ellos, ni necesita para obrar en con- formidad el estimulo de otros sentimientos. Quisiera el Gobierno poder satisfacer con igual suceso, los deseos manifestados por el Sr. Ministro, de que los perio- distas de este Estado guarden al de Buenos Aires, en sus es- critos, las consideraciones que le son debidas. La libertad de imprenta, consagrada por las leyes de este pais, que señalan á los agraviados los medios legales de obtener su satisfaccion,y el castigo de los que abusen do ella en cualquier sentido, no deja á |a autoridad publica otro medio de intervención que el po- co ó ningún influjo sobre las opiniones de escritores que no de- penden de ella: pero promete emplearlo con todo el interés á que, en igual caso, tendría derecho á esperar del Gobierno de Buenos Aires. Habiendo el infrascripto cumplido las ordenes de su Go- hierno, haciendo esta contestación, tiene el honor de saludar al Sr. Ministro á quien se dirije, con su mas distinguida con- sideración (firmado).—Juan Francisco Giró.—Exmo. Sr. Mi- nistro de Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos Aires. Este triunfo de los buenos principios debia desazonarlo á Rosas, j hacerle advertir mas netamente la imposibilidad de que pudiera predominar su influencia, mientras el gobierno Oriental existiera regularmente . Aplazo pues , para mejor oportunidad, la realización de sus designios, y no quiso expo- nerse por una tenacidad indiscreta, á maiograr las buenas dis- posiciones en que estaba la administración: disposiciones que le eran de suma importancia en el estado de las provincias argentinas, y que no podia tener esperanza de adelantar, mien- tras no alcanzase, á la sombra de la anarquía, manchar nuestra historia con las aberraciones y los errores que ella enjendra. En efecto, nuestro gobierno estaba irrevocablemente de- cidido á consei'var por todos los medios que estubieran en la esfera de su poder, las relaciones de cordial amistad que había cultivado con el de Buenos Aires, y no economizaba las ocasiones de acreditarlo. El Ministro de la Guerra le había acompañado al de Bue- nos Aires con su infausta nota.de 24 de Setiembre, copia de las instrucciones que había expedido al Coronel D. Manuel Soria—ruyo celo en el caso no podia ser equivoco—comisio- nándolo especialmente para que impidiese á todo trance, cual- quiera tentativa que quisieran hacer los refugiados argentinos contra las autoridades existentes en su pais.—Rosas se mos- tró muy satisfecho de estas instrucciones, cuyo espíritu pue- de apreciarse por el de la nota de que son coetáneas, y su Mi- nistro de la Guerra decía de ellas, al acusar su recibo:— " Las instrucciones dadas al Sr. Coronel Soria comprueban " de un modo evidente el interés que inspira á las autorida- " des de aquel pais, la suerte de este y la tranquilidad de sus " beneméritos y pacíficos habitantes, aceehada incesante- " mente por un círculo de ambiciosos, sin mas títulos para f sus aspiraciones que su audacia, su corrupción y su infedi- " lidad á la sagrada causa de su Patria.—La provincia toda de Buenos Aires no podia esperar otra conducta, de los " nobles sentimientos y sanos principios del gobierno de esa " República; y la administración que la preside no omitirá " testimonio alguno de su reconocimiento " (81) Estas instrucciones que no le dejaban que desear, fueron severisimamentc ejecutadas, y aunque pocos días después (el 6 de Octubre) Rosas recomendó al coronel I). Juan Correa Morales en el carácter de Comisionado ad hoc para recibir las propiedades de la Goleta Sarundi, que se habían desembarca- do en nuestras costas y se conservaban en rigoroso depósito á disposición del Gobierno de Buenos Aires, y exigir nuevas medidas para prevenir las maniobras hostiles de los emigrados que se hallaban en la costa del Uruguay, es para nosotros evi- dente que la verdadera misión de (Jorrea Morales era estre- char relaciones é inteligencias privadas con el General Lava- lleja. El Gobierno recibió con particular distinción á este Uo- misiwnado, y en breves días satisfizo, por entero, los objetos públicos de su encargo, mandando entregar las enunciadas propiedades y librando á las autoridades del Uruguay las ór- denes nuevamente requeridas- En este pié de perfecta y mutua amistad se encontraban las relaciones entre los dos paises, cuando aurf gobernando el General Lavalleja, tubo lugar una revolución en Entre Jilas que Rosas llama, por un escandalosísimo abuso de idioma, inr. tsion del Enlre-Rios. liaremos la verdadera historia de estos sucesor.El |..° de Noviembre de 1830 apareció en Entre- ftios una revolución contra el gobierno de D. León Sola, que triunfó completisimamente en cortos dias : los gefes de este movimiento fueron D. Ricardo López Jordán, Comandante Ge- peral del segundo departamento de aquella provincia, y los co- mandantes D» Mateo Garcia, D. Felipe Rodríguez, Urdinar- rain y Urquiza, los que se pronunciaron simultáneamente en Gualeguay, Gualeguaycbú, Arroyo de la China y otros pue- blos. (82). Ninguno de ellos era emigrado,'y todos estaban a) servicio del orden de cosas existente ; entre Jos motivos de su alzamiento, puramente local, no encontramos nada que- tenga relación con la gran cuestión que se habia debatido en- tre unitarios y federales. ' El Gobernador Sola ensayó una resistencia inútil y se vió obligado á emigrar; entonces el Congreso de Entre-Rios, que estaba reunido en el Paraná, eligió Gobernador proviso- rio á López Jordán, el que se dirijió desde luego á los otros gobiernos federales para fortificar las relaciones que existian entre ellos, declarando que aquel cambio en nada alteraba los principios que habian regido la Provincia. (83) Después de verificada la revolución y cuando Sola intentó combatirla, va- rios de los emigrados qué vivian en nuestras costas, y que cre- yeron sin duda que el Gobierno de López Jordán les seria menos acerbo que la ex-pat:-¡acion, máxime si concurrían á su triunfo, vadearon individualmente el Uruguay y se presenta- ron en su campo, donde aquel gefe los recibió probablemente con la benevolencia que dispensan todos los revolucionarios á los que en el momento de la lucha, les ofrecen su brazo para cooperar á ella. El pasaje de unos pocos hombres aislados, ni aun fue sentido en la soledad de' nuestras costas. Rosas y López, el Gobernador de Santa Fé, deseaban cons- tituir en el Gobierno de Entre-Rios una hechura suya, y en este sentido resolvieron restaurar el de D. León Sola. La cir- cunstancia de que este gefe no tenia medios en su provincia para restablecer ni para conservar su poder, era la mas positi- va garantía da que su Gobierno no podría separarse de la ab- ' soluta dependencia en que querían mantenerlo. Decididos á esto, lograron verificar una contra-revolu- cion, iniciada por la defección de D. Pedro Espino, uno de los gefes de Entre-Rios , y apoyada por las fuerzas estra- ñas á la Provincia que suministraron las de' Santa Fé y Bue- nos Aires. (84) Las tropas de López Jordán, que se compo- nían, en su mayor parte, de vecinos déla misma Provincia, que apenas logrado el objeto habian regresado á sus casas, no pudieron resistir por el momento, y aquel gefe " se encontró vencido á mediados de Diciembre de 1830. La conducta de los reacrionarios que depusieron á Jor- dán y sobre todo la de los auxiliares de ^anta Fe que talaban los campos de Entre-Rios, produjeron una nueva sublevación (85) en los últimos dias de Febrero de 1831. Jordán volvió á levantar su bandera, y varios emigrados, de los que se encon traban en nuestro territorio, volaron á incorporársele. Entre ellos pasó el Uruguay el General Lavalle acompañado de al- gunos oficiales, y desembarcó en Nogoyá e\ 6 de Marzo (86) Jordán fué vencido de nuevo por una serie de sucesos casi in- comprensibles, y en los últimos dias de aquel mes se vieron sus partidarios y los que habian ido á correr su suerte, en la necesidad de volver á emigrar. Estos son los hechos: ellos demuestran que lo que Rosas llama invasiones del Entre Rios no fueron sino sucesos inte- riores de esta Provincia, preparados y ejecutados por Gefes y elementos suyos. Los emigrados Argentinos residentes en nuestro territorio que se incorporaron á los revolucionarios lo hicieron aisladamente, por impulso individual y del mo- mento, y no necesitaron ni protección ni ayuda para verifi- carlo. No necesitaron tampoco ir en cuerpos ni en tren de guerra porque no iban á hacer una revolución , sino á ofrecer su cooperación á las autoridados del pais, que eran las que la habian verificado. (87) La primera revolución de Entre-Rios á la que so incor- poraron los emigrados, tubo lugar, como ya lo hemos dicho, durante el gobierno del General Lavallcja, a! que Rosas no ha hacho cargo por ella. Conocidas las disposiciones de ese go- bierno, es de toda evidencia que si él previno el paso de los emigrados fué por la absoluta imposibilidad de prevenirlo. (89) Cuando se realizó el segundo movimiento presidia ya la República el General Rivera, y fue entonces que entre los emi- grados que acudieron a sostener la revolución de Entre-Rios se presentó el general Lavalle, cuyo nombre dió bulto á aquel suceso. A pesar de haber terminado su misión oficial, el coronel Correa Morales, continuaba su residencia en esta ciudad, ocu- pado, como después se vió, en convertir en facciosa la oposi- ción que tenia la Presidencia, y el 20 de Enero de 1ÍS31 diri- f;ió á nuestro gobierno una reclamación sobre la conducta de os emigrados. El gobierno no podia reconocerle la capaci- dad oficial que se atribuía ; pero tomó su nota por un aviso y expidió medidas de verdadera vigilancia y precaución. Po- co después, por impulso propio, amplio estas medidas (80) y sinó logró impedir el paso del general Lavalle, alcanzó á deshacer violentamente la única reunión considerable que habian realizado los emigrados, y que fué encontrada en las— 02 — inmediaciones de Soriano, al mando del coronel Argentino D. Patricio Maciel. (90] El Presidente Rivera adoptó en seguida tales providen- cias que los emigrados que regresaron de su segunda malogra- da empresa, quedaron en incapacidad de repetirla, y el go- bierno de Buenos Aires fué debidamente satisfecho (91) Con un ligero conocimiento de la topografía de las costas del Uruguay, y de l-t clase de vida que se hace en nuestros campos, se puede apreciar bien la dificultad de impedir'no so- lo el pasage rápido, y casi individual que hicieron los argen- tinos por aquel rio, sino mas grave expedición que pudieran haber meditado en circunstancias, en que recien se estaba montando la organización del pais, y en que el ejército, com- puesto de unos pocos cientos de hombres, apenas podia dar algunos destacamentos diminutos, y que dominaban cortos es- pacios. (92.) Sin embargo se ha visto que con estos medios se deshizo la reunión de Soriano, y con ellos se pusieron en tal estado de respeto las costas que los emigrados no volvieron á abusar del asilo que se les dispensaba. El presidente Rivera deseando conciliar este resultado con los principios de humanidad que han ennoblecido su lar- ga carrera pública, y con las consideraciones que merecían y el pueblo tributaba á esos argentinos proscriptos, que poco antes habían combatido en defensa de nuestra tierra en la tri- buna ó en el campo de batalla, manifestó confidencialmente á Rosas que arrancar á los emigrados de las costas era dificul- tarles infinitamente los medios de adquirir su subsistencia y colocarlos en una situación desesperada ; y que para remover toda dificultad ulterior de modo que se atendiese ála vez la con- veniencia y la dignidad de los dos países, le proponía que seña- lase á los emigrados una pensión equitativa, y duradera por to- do el tiempo de su espatriacion que debería fijarse: que esta pensión se pagaría por el Erario Oriental, que seria reembol- sado oportunamente por el de Buenos Aires, y que asegurada asi la subsistencia de los emigrados, el Gobierno les designa- ría residencia precisa, y respondería absolutamente de su con ducta. Rosas desechó de plano este arbitrio, el único que en- tonces podia servir honestamente de base ú un convenio sobre el derecho de asilo en estos países. La ostensión y el suceso de las medidas adoptadas con la emigración eran bastantes para satisfacer á cualquier gobier- no que tubiera el sentimiento de la justicia ;—no podia hu- manamente exigirsenos mas. Pero en todo caso, si hubiera sucedido lo que no sucedió, — 63 — —¿ de quien habria sido la culpa?—¿ quien habría tenido de- recho á quejarse ? Rosas arrojaba sobre las fronteras del Estado Oriental millares de emigrados acerbamente perseguidos, sin mas pen- samiento que el de regresar ú su hogar de que acababan de ser despojados; lejos de disminuir el número de los proscriptos, lo aumentaba cada dia ; en vez de suavizar su situación, la exacerbaba negándoles toda esperanza.—Estos emigrados, á cuya familia política acabábamos de pertenecer, que tenían vínculos de amistad y de sangre en nuestra población, debían ocuparse solo, esclusivamente, como era natural, de espiar el momento y las medios de volver á su patria, á sus familias, á sus fortunas—¿ que vigilancia humana basta para prevenir é impedir los conatos de una numerosísima emigración de esta clase, colocada en tal estremo? El Gobierno que no puede regir á su pueblo sino por medio de cotidianas y copiosas pi-oscripcíones, con las que mantiene en perpetua dificultad y embarazo á sus ve- cinos, multiplicando sus atenciones y haciéndoles sufrir las consecuencias de .un estado anormal y cuyo término no se alcanza— ¿ es él que tiene titulo para quejarse de los males que él mismo produce?—¿ no lo habrían tenido sus limítrofes para exigir un término á tal estado de cosas y á los gravísimos perjuicios que él les irrogaba gratuitamente ? Apenas podría darse prueba mas plena de la deferencia que ha encontrado Rosas en el Estado Oriental que la falta de una reclamación positiva sobre ese punto, máxime desde que se negó el Gobierno de Buenos Aires á celebrar ningún acuerdo para mejorar la condición de los emigrados. La conducta que estos observaron durante el resto de la Presidencia del General Rivera, es un verdadero prodigio, obrado por el deseo mas sincero y positivo de conservar la mejor inteligencia con el Gobierno de Buenos Aires. El nuestro hizo en este sentido cuanto fué dable: citaremos para abundar un nuevo hecho. Rosas miraba, como se ha visto, con vehemente disgusto la libertad de nuestra imprenta, aun que al lado de la censura se levantaba el elogio, y si había alguno de nuestros periódicos que se le mostraba adverso habia también otros que le eran completamente favorables, como sucede en todas partes don- de es una verdad el libre uso de la palabra escrita. El Ge- neral Rivera hizo cuanto le era permitido para satisfacer á Rosas; empeñó sus respetos y sus relaciones privadas, y entre los resultados que obtuvo fué el mas notable la supresión de una publicación diaria que con el titulo de—Otro Periódico— emprendió el distinguidísimo literato Argentino D.Juan Cruz— 64 — Várela.—El primer numero de este diario apareció por la im- prenta de la Caridad el dia 3 de Octubre de 1831, y amenaza- zaba herirlo á llosas profundamente por el ejercicio mesura- do pero severo, de la razón ilustrada; el Sr. General Rivera interesó á muchos amigos do D. J. C. Várela, él mismo le rogó personalmente á este .señor que como una muestra de defe- rencia al pais cesase la publicación, y así lo consiguió:==El Otro Periódico cesó con el numero 6. Asi quedó también cumplida á la letra la promesa que contenía Ja nota del Minis- tro Giró de 30de Setiembre de 1830. Pero el Gobierno Oriental no podia hacer mas; y la practica del sistema representativo, la existencia del orden le- gal, era una acusación permanente del sistema de Rosas, una desmentida perentoria de los pretestos en que lo apoyaba.^: Rosas no podia resignarse:=:nuestro ejemplo le hacia mal. El General Lavalleja era por ese tiempo el Gefe'de la oposición á la Presidencia del General Rivera; esta oposi- ción luchaba en la imprenta y en la tribuna: en la imprenta con una virulencia que tocó el escándalo y le dió un colorido sangriento. Pero el Gobierno llenaba todas las condiciones del sistema representativo, y contaba no solo con el poder de la opinión, que ilustraba con una ilimitada publicidad por to- dos los medios regulares, con la fuerza y el prestigio de las instituciones, sino también, para el dia en que las facciones osasen quebrare! freno de las leyes, con la cooperación exter- na de la República Argentina y el Imperio del Brasil. Esta situación era particularmente feliz, y todo hacia es- perar que respetarían los opositores la linea que separa la oposición del crimen, y la educación política del pais adquiri- ría una base sólida. Pero llosas debia destruir tan bellas esperanzas, abrien- do las puertas á los funestos estravios que ennegrecieron nues- tros anales. Sincerisimo es el dolor que sentimos al poner la vista so- bré esas páginas, y un sentimiento de patriotismo nos obliga á no tocarlas, sino en lo que sea rigorosamente necesario para el objeto de este escrito. Las prensas de Buenos Aires se desencadenaron contra nuestro gobierno: esto que en otro pais no seria una hostili- dad al!; lo era, y muy marcada: la imprenta no tenia libertad y estaba sujeta al gobierno. (93) Esta conducta era agra- vada por un empeño constante de discutir agriamente todos los negocios que ocurrían, de no convenir jamas en ninguna solución y de mantener la apariencia de nuevas é inacomoda- bles dificultade-N-;— mientras que el Coronel Correa Morales hacia comprender aqui que el Gobierno de Buenos Aires le- jos de sostener á la autoridad constitucional, chi cumplimiento* del articulo 10 de la Convención , apoyaría abiertamente lo* que se hiciera para derribarla.—Este es tal vez el único ori- gen de la revolución. Nuestro gobierno soportaba con paciencia esta sitúa' eion , cuando el 29 de Junio de 1832 se pronunció en el Durasno una insurrección militar, atentando contra la vi- da del Presidente Rivera que se salvó arrojándose á las aguas del Yí.—La noticia de este escandaloso atentado llegó á Mon- tevideo al anochecer el dia siguiente, y este Gobierno á quien Rosas ha acusado de tiránico, para justificar virtualmente la rebelión que el provocó, en vez de tomar por si mismo, con la soberana autorización del peligro nacional, todas cuantas me- didas creyese convenientes para ahogar la sublevación que pu- blicamente se promovía en la misma capital, por respeto al principio de la seguridad individual se dirigió á la Comisión Permanente del Cuerpo Legislativo, solicitando su acuerdo para suspender las garantías constitucionales momentánea- mente y proceder al arresto de los gefes visibles de la conspi- ración. La Comisión Permanente entró á deliberar en la forma ordinaria, sin acordarse de que Catilina le golpeaba la puerta con la punta de la espada, y en esta deliberación la sorprendió, como lo había anunciado el Gobierno, la subleva- ción de la única fuerza militar que había en la capital, el 3 de Julio, de dolorosa memoria. Los Poderes Constitucionales fueron derrocados y sos- títuidos por la autoridad revolucionaria del general Lavalleja proclamada por la voz del motín. (94.) El pais entero se levantó para condenar esta revolución, y en breves, muy breves dias, loS revolucionarios se encontra- ron en la imposibilidad de sostener la efímera ventaja que al- canzaron, merced al nimio respeto que el gobierno tributaba á las leyes. Ni tuvieron el honor de medir sus armas: se encontraron en tal minoría, que no pudieron sostener la pre- sencia del Ejército de la Constitución, que se adelantaba al mando del Presidente Rivera . En la misma capital hubo una reacción el 5 de Agosto, y el 13 la legitima autoridad fué solemnemente restablecida. Pocos dias Idespues, nuestras tro- pas presenciaban sobre el Yaguaron, el triste espectáculo que" ofrecia la emigración del general Lavalleja, acompañado de un puñado de Orientales. En los momentos del movimiento anárquico, el Vice-Pre- sidente de la República, que se hallaba al frente del gobierno, se dirigió á los gobiernos obligados por la Convención d& 1828, á sostener el orden legal. He aqui el texto de este documento. 7— Ofi — ' Ministerio de Relaciones Exteriores. Montevideo, Julio 10 de 1832. " Las consecuencias de un movimiento militar de las tro- pas que guarnecían estaciudad, ejecutado el dia 3 del corrien- te Julio, el cual ha tenido por objeto desconocer la autoridad de los poderes constituidos, han colocado al Vice-Presidente de la República en el deber de anunciar á los gobiernos de los Estados Contratantes en el tratado Preliminar de Paz, que las atribuciones y acción del gobierno legal han claudicado de hecho, no hallándose en posesión de hacer uso de los medios constitucionales que le están especialmente cometidos, para sofocar cualquiera conmoción interior. En tal situación el Vice-Presidente de la República, no puede dispensarse de transmitirlo inmediatamente al conoci- miento del Exmo. Gobernador á quien se dirige, saludándole con laespresion de su mas alta consideración y aprecio.-— Luis Eduardo Pérez.—José Maria Reyes.—-Exmo. Sr. Go- bernador de la Provincia de Buenos Aires. Rosas que después ha manifestado tanto celo por el prin- cipio legal en este pais, que se ha permitido toda clase de manifestaciones para sostenerlo, cuando no tenia ya título ninguno para hacerlo, se encerró entonces en un profundísimo silencio, y ni siquiera dirigió una simple nota de cumplimien- to al Presidente de la República, en quien se habia reasumi- do de hecho la Autoridad y que no dejó de ejercerla en el pais ni un solo dia (95). Este silencio confirmaba-las prome- sas anteriores. Restablecido el Gobierno Constitucional el 13 de Agosto puso este suceso en conocimiento del de Buenos Aires: y so- lo muy entrado Setiembre, cuando la revolución no tenia un solo hombre armado en nuestro territorio, se recivió la si- guiente comunicación. " Buenos Aires, Agosto 31 de 1832. Al Exmo. Sr. Ministro de Relaciones Esteriores del Es- tado Oriental del Uruguay—" Dispuesta la contestación á la nota de S. E. el Sr. Vice- presidente de la República de 10 de Julio último en que S. E. anuncia á los gobiernos de los Estados contratantes en el trata- do preliminar de paz, las consecuencias de un movimiento militar ejecutado el 3 del mismo mes ; se supo en los mismos momentos por los papeles públicos de ese Estado, que S. E. el Sr. Vice-Presidente habia cesado en el mando. Entonces — 67 — no existiendo en esa capital autoridad á quien dirigir la con- testación fué ya indispensable suspenderla.—Mas ahora que por comunicaciones del 13 del corriente, avisa S. E. que la autoridad constitucional ha sido felizmente restaurada, el in- frascripto tiene orden del Exmo. Gobierno Delegado para decir á S. E. el Sr. Vice-Presidente por el órgano del Sr. Ministro á quien se dirige, que le es satisfactorio saber que la seguridad pública de esa capital se halla garantida; asi co- , mo le es el manifestar que las pruebas de virtud y de patrio- tismo que han dado en todos tiempos los orientales en ho- nor y defensa de su suelo, se reproducirán siempre, consa- grando á la ley el respeto y las atenciones que se le deben.— El infrascripto se complace de la ocasión de repetirás. E. su aprecio y distinguida atención.—Manuel V, de Maza. Esta nota de mera forma , fria é insignificante, que no le fué dado escusar, es todo lo que Rosas hizo para llenar el solemne compromiso que habia contraído su pais por la Paz de 1828.—El estaba obligado á auxiliar y proteger al Gobierno Legal, y sin embargo permaneció impasible en presencia del escandaloso motin que atentó á la existencia de ese Gobierno y perturbó la paz pública y el orden constitucional, alentan- do con esa conducta á los revolucionarios, que la habian pro- nosticado con anterioridad. Restablecidos los poderes Constitucionales por el buen sentido y la decisión del pais, no se limitó Rosas á reusar el apoyo que tenia el deber do prestarles ;—era visto que el or- den legal no lo necesitaba y que no habia elementos nacio- nales que, por si solos, bastaran á producir nuevos sacu- dimientos.—La lección habia sido elocuente. Pero estas circunstancias favorecían los intentos de Ro- sas: la debilidad de la facción vencida la colocaba mas inme- diatamente en su dependencia, y como toda minoría turbu- lenta es capaz de dejarse arrastrar, exasperada por su misma impotencia, á los mas violentos estremos y á las mas crimí- nales condescendencias, Rosas encontró en la que acaudillaba D. J. A. Lavalleja el instrumento que buscaba para mantener- nos en permanente ajitacion, detener el crecimiento de nues- pais, enflaquecerlo y desmoralizarlo. Apenas restablecidos los Poderes Constitucionales hubo de repetirse en esta Capital el espectáculo de una nueva su- blevación de la misma tropa que se habia amotinado el .'? de Julio, y vuelto después a .sus deberes, por la reacción de ■"> de Agosto. Los conspiradores contaban con el efecto de sus :;educ-r-íoncs en la tropa, y con los auxilios que esperaban de Buenos Aires. Descubiertas sus maniobras en el momento preciso, la autoridad se apoderó de los principales conspiradores en esta Capital, y adelantado el sumario resultó cabeza de la sedi- ción el coronel argentino l>. Juan Correa Morales, pretendido Ajente del Gobierno de Buenos Aires que ss conservaba en Montevideo con los objetos que ya hemos señalado,—La casa de este coronel habia servido de punto de reunión á los con- jurados,—y él mismo debia poner su espada al servicio de Ja revuelta. La proclama encontrada entre los papeles de la conjura- ción introducía, por primera vez, en nuestro pais, las clasifica- ciones de los partidos arjentinos, y ligaba nuestras diferencias domésticas á cuestiones que siempre han debido sernos es- t rañas (96.) De Buenos Aires debian venir, según las revelaciones que se hicieron al Gobierno, las armas y las municiones con que habian de despedazarse los pechos Orientales, en provecho de la política de Rosas.—Llegan en efecto estas ar- mas al puerto de Maldonado en la Zurnaca Argentina Inven- cible; la autoridad se apodera de ellas, y resulta que se habian embarcado en Buenos Aires bajo la protección de la goleta de guerra Sarandi y con el auxilio de sus lanchas. (97) listos son los hechos comprobados por el proceso labra- do á los reos de la conspiración de 15 de Setiembre de 1832; sus crímenes eran de aquellos que, por la legislación de todos los países, exigen reparación de sangre;—pero nuestro Gobier- no los levantó del sepulcro, mandando sobreseer en la causa -por un acto de su ilimitada clemencia, y estrañando del pais solo á los que resultaron autores principales de la proyectada sedición. (98) Todos estos procedimientos fueron públicos y solemnes; pero el Gobierno de Buenos Aires se creyó en el caso de acudir á la defensa de Correa Morales, atribuyéndole un carácter diplomático de que no estaba investido; (99) y pidió esplicaciones sobre los motivos de la prisión que habia sufri- do aquel conspirador, (100) espresando su desagrado por- que no se le hubiesen guardado inmunidades á que no tenia titulo alguno. Asi se anticipaba Rosas á la justísima reclamación que debia hacerle nuestro Gobierno por los hechos que hemos re- ferido, y se preparaba á tomar nuevos pretestos para conser- var la espectativa de un rompimiento entre los dos países, y cohonestar de algún modo su visible mala fé. Conocido este objeto, nuestro Gobierno se limitó á obser- — 69 — varia falta de todo carácter público en Correa Morales, pero lo envió sin embargo, á presencia de su Gobierno, con copia del proceso que le habia formado, que era cuanto.aun en otro cáso, podia esperarse en una causa de aquella naturaleza; y no se reusó á dar ninguna de las esplicaciones que sin mengua de su decoro, podían contribuir á vencer las apreensiones del Gobierno Argentino. (101.) Era imposible satisfacer á Rosas; apenas agotado un tó- pico de discusión el tomaba otro cualquiera del hecho mas sencillo, y á falta de un hecho le pedia al porvenir una ilu- sión, que apenas desvanecida, se reproducía bajo otra for- ma. Asi es que no teniendo motivo alguno de queja por la conducta de los emigrados Argentinos, que no le volvieron á inquietar jamas, apesar de la desinteligencia en que él se co- locó con nuestras autoridades, y de las ocasiones que durante ella ofrecieron los trastornos de la República Argentina, to- mó pretesto de haberse incorporado algunos de esos Argenti- nos á nuestro Ejercito en la campaña contra la anarquía, pa- ra mostrarse alarmado por efusoque harían de sus armas.— Nuestro Gobierno se apresuró á satisfacerlo: esos Argenti- nos tenían su titulo de ciudadanos Orientales en la Constitu- ción del Estado que la República Argentina habia examina- do y aprobado (102); y la misma circunstancia de combatir bajo nuestra bandera lejos de ser un motivo de inquietud, debia serlo de confianza, «por que ella hacia mas definida y mas directa la responsabilidad del pais y del Gobierno que les habia confiado sus armas; no eran en el caso emigrados, eran soldados orientales, dependientes de la autoridad publica y empleados en su servicio. Ademas su numero era limitadísimo; no era, como puede suponerse al ver este hecho objeto de una reclamación, un cuerpo de tropas; eran apenas cinco ó seis gefes y algunos oficiales,—que recien terminada la primera campaña, que lo fué en poquísimos días, regresaron á sus hogares sin mando ni distinción alguna. Entre tanto los sediciosos de nuestro pais se habian, en gran parte, refugiado al territorio Argentino; unos á Entre- Rios y otros con su gefe Lavalleja á la misma capital de Bue- nos Aires. La aptitud de estos emigrados era una asechanza viva, una agresión permanente contra nuestro sosiego, y mante- nían al pais sobre las armas con grave daño y menoscabo de su prosperidad. En estas circunstancias el Gobierno tentó el único me- dio de arribar, si era posible, ú una inteligencia que pusiera— 70 — termino, de algún modo, á esa penosísima "situación. Acre- ditó un Ministro publico cerca del Gobierno de Buenos Ai- res, y eligió para esta misión al Sr. Brigadier General D. Jo- sé Kondeau. Esta elección bastaria, por si sola, para dar idea de las rectas intenciones del Gobierno; el Sr. Rondeau que habia regido mas de una vez los Ejércitos y desempeñado la suprema magistratura de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, era una de las mas puras reputaciones de estos países: unía á la respetabilidad, de su rango y de sus servicios, una probidad intachable y una moderación suma, calidades que le habian sustraído al encono de los partidos y daban á su pala- brá y á sus canas la autoridad del patriota esclarecido y del hombre de bien. La misión que aceptase el General Ron- deau no podia ser sino misión de buena fé, de paz y de ar- monía. Este era, en efecto, el carácter de su misión. El Gobierno aspiraba á colocar sus relaciones con el de Bue- nos-Ayres sobre bases sólidas , desvaneciendo todo motivo de prevención, empeñándose en compromisos formales, netamen- te formulados, sobre los puntos que la habian producido, y sis- temando un comercio ín-timo que estableciese y consolidase la mutua confianza. (103)—Eran entonces los últimos dias de 1832;—Rosas acababa de dejar el Gobierno, y le habia reem- plazado D. Juan Ramón Balcarce, antiguo amigo y hermano de armas del general Rondeau. Las conferencias entre estos dos señores se abrieron con el aspecto mas lisongero ; los do- cumentos en que están consignadas tienen un sabor de senci- llez y de sinceridad que contrasta dolorosamente con la amar- ga perfidia que vino a esterelizarlas. La influencia de Rosas era predominante y no podia de- jar arrancar la cizaña que habia sembrado. Sus ideas se habian engrandecido desde que alcan- zó introducir la anarquía en el Estado Oriental, y ya entonces meditaba arrebatarle su independencia.—Desde que logró desunirnos principió á despreciarnos , primera consecuencia que le depara á su país la facción que, ciega de pasión, come- te el pecado, irremisible, de tomar las armas del extrangero para vengarse de la Patria! El camino que habia dado al negocio el Gobernador Bal- carce, le alarmó, pues, muy seriamente, y al momento se puso en aptitud de hacerlo retroceder.—Por desgracia, la adminis- tración Balcarce tenia que hacer concesiones á la política de Rosas, que es este siempre el sistema á que recurren los par- tidos antes de resolverse á herir de frente la influencia perso- nal que los tiraniza; y no es de estrañarse que una de estas uoncesiones fuese la relativa a nuestro pais, que les tocaba — 71 — menos directamente que otras que se veian obligados á otor- garle.—Ni el poder de la verdad, ni la fé de los p.ictos, ha- bian podido evitarla; no es de estrañar que fueran ineficaces los respetos del "General Rondeau y los buenos oficios del dig- nísimo ciudadano L). Julián de Gregorio Espinosa que por en- cargo especial de nuestro gobierno y por sus exelentes senti- mientos, empleaba su influencia en auxiliar la obra de recon- ciliar estos dos paises. Realizado el cambio de política á satisfacción de Rosas, el General Rondeau comprendió desde luego que el mal era in- curable y que ni aun lograría que se le recibiese en su carác- ter público, y propuso el medio que le ocurría de evitar el de- saire que, á su juicio, le esperaba á nuestro pais. (104) Nuestro Gobierno no podia equivocarse; pero juzgaba sin duda, que era deber suyo no desesperar y persistir por todos los recursos de su prudencia y de su celo, en evi- tarle al pais los conflictos con que se le amenazaba. Se resignó, pues, á conjurar, hasta donde su dignidad lo permitiese, el nuevo ejercito de fantasmas incorpóreas de que se mostraba alarmado el Gobierno de Buenos Aires, y lo que era mas positivo, á luchar con la anarquía que se prepa- raba á invadirnos. Con cada sol surgía un nuevo motivo de queja, una espe- cie alarmante, una voz de insulto ó de calumnia, que era in- mediatamente contestada provocando siempre una inteligen- cia oficial que pusiera fin á aquella perenne agitación. (l05) Los anarquistas se reunían y acantonaban militarmente en el Entre-Rios delante de nuestras costas sin que el Gobier- no encargado de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, se creyese obligado á tomar otra medida que la de indicar que se hiciera la reclamación á las autoridades de Entre-Rios, sin miramiento á que, hacia poco tiempo, se ha- bía-reputado por ofensa el que asi se hubiera verificado. (106) Mientras así se descartaba de las reclamaciones de nuestro Gobierno, Rosas no se creia aun seguro, y antes de salir de Buenos Aires para su célebre espedicion al desierto, quiso que la administración Balearse se comprometiese por actos mas positivos. El primero de estos actos fué revivir el negocio de Cor- rea-Morales para aprobar, como se aprobó solemnemente, por decreto de 13 de Febrero de 1833 , la conducta que aquel co- ronel habia observado , en el Estado Oriental. Esc decreto contenia ademas, en términos inconvenientes,graves censuras contra la conducta de nuestro Gobierno (107). Inmediatamente después se principiaron á activar, publi-— 72 — camente, los preparativos de'una nueva cruzada anárquica á cargo de D. J. A. Lavalleja. Nuestro Gobierno dolido del infortunio de los emigra- dos orientales, ostentaba sus disposiciones de favorecerlos y atraherlos al seno de la patria. En un momento, sin duda de desaliento, se dirigió á él el mismo Lavalleja y le encontró generosamente dispuesto ; en este concepto se abrió una espe- cie de negociación en que sirvió de intermedio el Almirante argentino D. Guillermo'Brown,—y de que también tuvo co- nocimiento el señor cónsul francés Mr. Mandeville. El pri- mer efecto de las nuevas ilusiones de D. J. A. Lavalleja , fué romper, con su calor habitual, aquella negociación, que tantos infortunios le habría ahorrado á él, tanta pena á nosotros(108) En seguida se reusó abiertamente el reconocimiento de nuestro Encargado de Negocios, fundándose en que los moti- vos de queja que tenia el Gobierno de Buenos Aires, y que no especifica en la nota que tenemos á la vista, no le permitian, aun cuando pudiera prescindir de la posición política en que se hallaba este Estado según el tenor espreso de la Convención de Paz entre la República Argentina y el Imperio , prestarse á recibir por ahora agente ninguno público con carácter diplomá- tico (109). Invocar la Convención de 1828 para desconocer la plena independencia del Estado Oriental que ella consigna del modo mas esplíto, era llevar hasta el cinismo el desprecio de la ra- zón y de la fé publica; y someter á durisima prueba la mode- ración de un pueblo pundonoroso y valiente. Esa negación era doblemente grave en los momentos en que se hacia: Rosas afilaba las espadas con que se disponían á enrojecer nuestro suelo los insensatos Orientales cuyas pasio- nes esplotaba, y á nadie le era ya permitido dudar el objeto de la protección que se les dispensaba. Lavalleja estaba para terminar sus aprestos y alzaba a la vista de todos, la bandera de recluta del ejercito Restaurador, que este nombre tomó desde entonces aquel grupo aventurero. La administración Balcarce una vez empeñada en la mala política de Rosas sobre nuestros negocios, se encontró comprometida á seguirla, y se llegó hasta el punto de que un Gefe Argentino, de notable rango, renunciase sus fun- ciones para alistarse en la empresa de derrocar el Gobierno legal del Estado Oriental Rosas habia madurado ya el proyecto de la nueva calami- dad que nos habia preparado, y al separarse de Buenos Aires se desarrolló con rapidez. El Coronel Argentino Olazabal se embarcó publicamen- te para amenazar nuestra frontera del Yaguaron, abusando 73 — del territorio Brasilero, (110) al paso que Lavalleja salía de Buenos Aires, con pasaporte, para colocarse al frente de lo» elementos que se habían organizado sobre el Uruguay (111).- Por el territorio argentino terrestre y maritimo transita- ban libremente los soldados y las armas de la anarquía, y si alguna disposición se tomaba para atenuar el colorido dees- tos atentadas, no pasaba jamas de una farsa inhábil ejecutada desdeñosamente. Al paso que, ni por respeto á la moral publica, se daba á ninguna de estas medidas deceptorias la menor eficacia aparente, se tomaban en realidad y se ejecutaban con rigor todas cuantas podían perjudicarnos. El Gobierno de Buenos Aires no tubo embarazo en prohibir que el de este Estado, al que estaba obligado á auxiliar y protejer, se proveyera en aquella ciudad de los materiales de que necesitaba; no permi- tió la extracción de armas para Montevideo. (112) No tardó Lavalleja en presentarse sobre las márgenes def Uruguay, ostentando la protección que se le acordaba como- uno de los medios de atraer prosélitos. (113) Apesar de esto la presencia de la parte del Ejército Na- cional acantonado sobre las márgenes de aquel rio, le hizo desesperar de su fortuna y no se atrevió á provocarla. Menos felices nuestras armas en la frontera del Yaguaron, sufrieron una sorpresa en la Villa del Cerro Largo el 7 de Abril de 1833.—Acaudillaba la fuerza que la ejecutó el Coro- nel Argentino I>. M. Olazabal, el que apenas posesionado de la villa promulgó el siguiente bando. " U. Manuel de Olazabal. Coronel de Ejército y Coman- dante en Gefe del Segundo Cuerpo del Ejército Restaura- dor etc. Acuerda: Art. 1. ° Habiéndose abierto la Campaña por el Ejér- cito Restaurador comandado por S. E. el Exmo. St. Briga- dier General D. Juan A. Lavalleja, contra los opresores de las Leyes é instituciones del Estado; quedan desde este momento separadas de sus funciones todas las autoridades tanto civiles como militares que emanen del opresor de la República I>. Fructuoso Rivera. * Queda reconocida por única autoridad principaf en el país la persona de S. E. el Exmo. Sr. General en Gefe D. Juan Antonio Lavalleja. 3. ° Nómbrase interinamente Comandante civil y mili- tar del ^Departamento al ciudadano D, Ramón Monteros. E°s habitantes del Departamento serán respetados por el Ejército Restaurador en sus personas v propiedades cualquiera que hayan sido sus opiniones hasta el día de hoy, 8— 74 — (exceptuándose solamente aquellas que abiertamente hayan cooperado á la causa del tirano, y que hay datos positivos que no variaran de sistema) pudiendo por consecuencia habitar donde les convenga. 5. ° Ningún estante ni habitante de la Villa podrá se- pararse de ella, sin el correspondiente pasaporte del coman- dante civil y militar. 6. ° Todos los habitantes de esta Villa que quieran in- corporarse al Ejército Restaurador lo harán en el dia de hoy al gefe de la división, y los de la campaña dentro de cuatro dias al comandante civil y militar del Departamento.—Y para que llegue á noticia de todos se publicará en forma de bando en los parajes de costumbre. Dado en la Villa de Meló á los 11 dias del mes de Abril del año de 1S33.—Manuel de Olazabal.—(114) Instantáneamente se presentaron delante de los invasores las fuerzas del Ejercito Nacional que debían arrancarles el estéril suceso que obtuvieron, oprimiendo alevosamente al puñado de bravos rendidos por la sorpresa y por el hambre en el cantón del Cerro Largo—Los invasores fueron batidos, per- seguidos y obligados el 14 de aquel mes á abandonar el terri- torio que habían profanado, refugiándose al brasilero.—Nin- guna simpatía habían encontrado en la parte del paisque ocu- paron accidentalmente, y el sentiminto de veraz indignación con que fueron repelidos debió ser un desengaño saludable para los eternos enemigos de nuestra tranquilidad. Casi en los momentos en que iba á realizarse esa invasión, las aguas del Uruguay eran teatro de un atentado de otro género. El Gefe de nuestra escuadrilla en aquel Rio, D. Pedro Natal había recibido las solicitudes de uno de nuestros emigrados llamado Cirilo Saraví que, por su conducto, se acogia á la cle- mencia del Gobierno. Recibida esta pretencion conla benevo- lencia de costumbre y otorgado el indulto, Saraví pidió al co- mandante Natal lo fuese á recibir en la costa la noche del 30 de Marzo. Natal tuvo la imprudencia de acceder á esta suplica y abandonó su buque para conducir por si mismo al emigrado; llegado á la costa, Saraví le instó vivamente que saltase á tierra para darle allí, sobre la tierra en que había llorado proscripto, un abrazo de amistad y gratitud, que esperaba le permitiese repetir al pisar el suelo Oriental:—Natal accedió ; pero ape- nas habia puesto el pié en el borde del rio y cuando se arro- jaba en los brazos de Saraví, le rodearon 30 hombres arma- dos que estaban en asecho, le aprisionaron cruelmente y lo condujeron al Arroyo de la China: el comandante de aquel punto le colocó en una rigorosa incomunicación v le puso una barra de grillos— En el acto de apo- derarse de Natal, agravaron este hecho descargando sus armas sobre nuestra falúa, de lo que resultó herido un marinero con cuatro balazos (115) Las autoridades de nues- tra costa reclamaron, sin suceso, délas de Entre-Rios, la li- bertad del gefe de la escuadrilla, y esta conducta abiertamente hostil, aumentólos motivos de desagrado que crecían por mo- mentos. (116.) El General Rondeau se mantenía entre tanto en Buenos Aires en el empeño de vencer &quella mala disposición, espe- rando que el ejercicio de una prudencia inagotable y el con- vencimiento de que nuestro orden legal resistía victoriosa- mente las tentativas con que se pretendía desquiciarlo, obrasen un cambio en el espíritu y la política de aquel Gobierno, y se economizase la sangre de estos pueblos, tantas veces derra- mada ú impulsos de innobles pasiones. El Gobierno de Buenos Aires eligió esta coyuntura para resolver nuestra pretensión á ser representados en la nego- ciación del tratado difinitivo, pendiente desde el año'de 1830. —El buen derecho que nos asistia era indisputable, y ningún interés podía tener la República Argentina en la injuria de desconocerlo, sino abrigaba el proposito de menoscabar la independencia de este Estado, que debia'servir de base al tratado que iba á celebrarse. Hemos dicho en otra parte de este escrito que el Brasil había asentido de plano a nuestra intervención; (117) pero el Gobierno de Buenos Aires, sin dignarse discutirla, cortó el nudo de la dificultad nombrando por decreto de 20 de Abril de 1833 al General D. Tomas Guido paia que asistiese, por su parte, á la negociación de aquel tratado, sin darnos ni aun aviso de este importantísi- mo suceso.—Es imposible sustraerse á la evidencia de estos hechos, ni á lu luz en que ponen los intentos de aquel Go- bierno. Si alguna duda cabia en ellos, vino ¡i disiparla un aconte- cimiento inesperado. El 21 de Mayo de aquel año (1833) se presentó en el puerto de la Colonia el lanchon argentino Jo- sefina y una ballenera de catorce reinos, cuyas tripulaciones se habían amotinado en el Paraná, en ocasión que lo navega- ban llevando á su bordo a un aventurero que se titulaba coro- nel al servicio de Lavalleja, armamento, municiones, equipo, banderas, y lo que era mas importante, una abultadísima cor- respondencia dirijida á aquel caudillo. (118) Esta correspondencia era, á lo que entendemos, una com- pletísima rebelación de todas las asechanzas tramadas én Buenos Aires: todo debían decirlo aquellos papeles : ya no debia haber lugar á tergiversaciones. ¡ Parque— 76 — nuestro gobierno no los arrojó al mundo, por que no rasgó el velo, ya demasiado trasparente, de aquellas agresiones contra la existencia y la prosperidad de nuestro pais ! Pero esta publicidad érala guerra, y el Estado Orien- tal amaba, necesitaba y buscaba la paz, y resolvió no servirse de aquel instrumento que la Providencia habia puesto en su ma- po, para precipitar las calamidades que se esforzaba en evitar. AI contrario, se prometió emplear la nueva superioridad dg razón que le daba aquellos documentos sobre el gabinete de Bueuos Aires, para atraerlo á mejores sentimientos. Todo concurría á este fin ; el desenlace de los sucesos del Yaguaron y la aptitud de las fuerzas nacionales, apercibidas á escarmentar á los invasores, introdujeron el desaliento en sus filas, y las autoridades del Entre-Rios sea por este motivo, sea por alguna razón du política y conveniencia interna que no conocemos bien, se resolvieron, por primera vez, á remo- ver el escándalo del Uruguay, internando á los emigrados y dando libertad al Gefe de nuestra Escuadrilla. D. Juan A. Lavallcja se retiró de nuevo á Buenos-Ayres donde apareció también el coronel Olazabal.—Aquel gobier- no volvió á recibir á Lavallejacon demostraciones de aprecio, y dió-de alta en el Ejército Argentino al coronel Ola- zabaJ, —Nuestro Gobierno cerró los ojos para no ver estos actos.— Esta conducta y las divergencias interiores que principiaban á agitarse en Buenos-Ayres.restablecieron la calma por algunos meses. En efecto, la administración Bal- earce había iniciado la lucha con Rosas, en quien se estrella- ban sus propósitos de organización regular.—No habían bas- tado las conseciones, y era forzosa una lucha de otro género. En esta situación nuestro Gobierno se abstuvo de crearle nuevas dificultades, y cuando los partidos agriaban sus dispu- tas imputándose los hechos con que se habian compro- metido las relaciones entre este pais y el Pueblo Argenti- no, lejos de hacerse parte en la querella para atraerse la volun- tad de alguno de los contendentes, se ostentó generoso, grave y mesurado, y no manifestó otro voto que el de su entrañable amistad hácia todos los argentinos (119). Rosas venció en aquella lucha como es sabido ; y siendo, como era, enteramente suya la política seguida con nuestro pais, no trepidó en servirse de los mismos actos con que habia comprometido a aquel Gobierno para justificar su re- belión, chivándolos él mismo en la historia argentina de un modo permanente (120). El triunfo de la rebelión de Rosas arrojó á nuestras pla- yas á fines de 1833, una numerosa emigración. — 77 — El Estado Oriental, tan cruelmente ofendido, habría podi- do lisongearse con la idea de retornar á Rosas las zozobras y las contribuciones de sangre y de dinero que nos habia im- puesto por tan largo tiempo. Atizando la guerra en el terri- torio Argentino, como en varias ocasiones pudo verificarlo sin grave compromiso, tal vez con solo dejar hacer á los emi- grados, podríamos haber aspirado á distraer la atención y los recursos de Rosas, y entregarnos tranquilamente á la repa- ración de los daños que debíamos á su desacordada ambición. Pero no podia ser esta la politica[del Gobierno Oriental cuyos intereses de paz y cuyos principios, nunca desmentidos, hemos manifestado con la irresistible elocuencia de los he- chos. Consecuente con ellos, el Presidente Rivera para alejar la ocasión de un nuevo compromiso, y hasta la posibilidad de que los recientes emigrados renovasen las tentativas de los anteriores, pasó por la mortificación de hacer intimar á los gefes mas distinguidos, que acababan de asilarse en nuestro territorio, que eligiesen su residencia á distancia de las cos- tas, y soportó el grave disgusto de que estos gefes le acusa- sen, no solo de parcialidad, sino de violencia, y que prefirie- sen los riesgos que corrían en una Provincia de las mismas confederadas—el Entre-Ríos— á una hospitalidad, á un gé- nero de hospitalidad, que no creian poder aceptar sin humilla- ción. (121) Pareció por un momento, que iba á renacer la buena inte- ligencia que están llamados á estrechar, con inmensa utilidad común, las dos Repúblicas del Plata. Vino á fortificar esta ilu- sión una propuesta del Gobierno de Buenos Aires de 6 de Di- ciembre de 1833 para estableceren comunidad una barca de luz al Este del Mundo, como á seis millas del Banco Ingles; á pe- sar del tono en que estaba concebida, nuestro Gobierno la reci- bió con muestras de inequívoco regocijo, y nombró inmedia-> tamente al senador Dr.D.Joaquín Campana para que pasase á Buenos Aires á estipular lo conveniente á la mas pronta eje- cución de aquel proyecto, y á la resolución de varias propues- tas para la policía y mejor navegación de los ríos que se le habian hecho desde 1829, y sobre las que no se habia obteni- do hasta entonces contestación alguna. Esta misión destinada á establecer relaciones por las cuales ambas Repúblicas pudieran en adelante obrar de con- suno en todo lo concerniente al interés común de la navega- ción de los Ríos, ó al progreso de su comercio con las nacio- nes amigas, arribó al punto de que se conviniese en el- nom- bramiento de comisionados debidamente autorizados para <— 78 — discutir y acordar las estipulaciones que debían llenar aque- llos importantísimos objetos. (122) Pero á la sombra de esta pacifica negociación, Rosas se preparaba á continuar su obra, introduciendo de nuevo la anarquía en e 1 Estado. Todos los pretestos de que ella se alimentó en la lucha ante- rior, habian caído en un profundísimo descrédito:-era necesa- rio renovar la bandera cuyos colores se habian borrado con el polvo de la derrota, y Rosas se encargó de ofrecer un nue- vo estandarte á la anarquía. El medio de que se sirvió revela toda la corrupción, la audacia y las altaneras pretenciones deque luego ha dado tan insignes ejemplos. Hizo hablar á su Plenipotenciario en Londres; lo hizo hablar para negar la independencia de este Estado; para des- honrarlo á la faz de la América atribuyéndolo parte en la iniciativa de un absurdo y quimérico proyecto para monar- quizar en provecho de los Borbones de España, esta parte del continente ;—lo hizo hablaren fin, para hacer caer sobre la administración que entonces regía este pais, la mancha de traición á sus leyes fundamentales y á la causa de la revolu- ción americana. Es necesario, para que pueda apreciarse bien esta ma- niobra, conocer integramente el texto del siniestro y pérfido documento en que está consignado aquel solemne atentado del Gobierno de Buenos Aires. Dice asi:— I,EGACION DE LAS PROVINCIAS U JUDAS Londres 0 de Noviembre de 1833. Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia. Al Exmo. Sr. Ministro de Relaciones Exteriores. Me apresuro a pasar á manos del Sr. Ministro de Rela- ciones Esteriores, para conocimiento del Gobierno, la adjunta copia de comunicación de la Legación de Méjico en Paris a, su Gobierno, que me acaba de transmitir su Ministro Plenipo- tenciario en Londres, y es referente á una negociación ó pro- piamente á una maniobra insidiosa del Gabinete de Madrid para con los Representantes Americanos residentes en Paris. El Gobierno de Méjico recibió la dicha nota después de la caída del partido Español en Méjico que se habia apodera- do del Gobierno y de la accesión del General Santa-Ana á la Presidencia; y al mismo tiempo que la hizo pasar á su Mi- — 79 — nistro en Londres con orden de comunicarla á sus colegas americanos, para que estuviesen al cabo de este notable inci- dente, lo que no habia hecho el de Paris, ni «1 Sr. Barra En- cargado de Negocios de Chile, la hizo publicar por la prensa con el siguiente epígrafe. "Nota diplomática de la Legación Mejicana cerca de S. M. el Rey de los Franceses, al Supremo Gobierno de la Federación. „Sobre el reconocimiento de nuestra independencia por la España con las clausulas depresivas de subsidios y sujeción pecuniaria á aquella corona, la destrucción del sistema fede- ral, y establecimiento de una monarquia de la dinastía rei- nante de ella en la persona de uno délos infantes de España. Méjico. 1833. Después de dicha nota el Sr. Manquino que pertenecía á la administración anterior fué separado de su destino. Aun que la ha vestido de observaciones muy recomendables y justas no solo con respecto á Méjico sino á los demás Estados de América, es fácil apercibirse del embarazo en que se halla- ba al comunicar al Gobierno un neg >cio de esta naturaleza, para que no se le hiciera cargo en algún tiempo de haber oido tales propocisiones; pues cansado Méjico de las repeti- das infidencias de sus agentes, tiene sancionado una ley que fulmina la pena de siete años de presidio al Agente Diploma- tico que oiga solamente proposiciones de España, que no sean el reconocimiento absoluto y sin condiciones de la indepen- dencia; y la pena de muerte al que las admita ó reciba Debo hacer notar que este proyecto promovido como fué antes de la muerte de Fernando, no era mas que una nueva forma del que trajo á Londres la misión secreta del General Cruz, Ministro de Guerra en Madrid y del conde de Puño en Rostro de que avisé en nota reservada de 18 del mismo, nf 77 para deshacerse de D. Carlos, dándole á este un establecimi- ento en América, un Rey Borbon que á su tiempo la volviese á incorporar á la España. En mi nota de 27 de Febrero de 1832, núm. 84 tuve el honor de informar al Sr. Ministro, de la miserable y baja inci- tativa que se transmitió de Montevideo al Gabinete de Ma- drid por el finado Herrera y su partido, pidiendo encarecida- mente al Infante D. Sebastian para Rey del Estado Oriental, y de que el consejo puso por principal reparo la pequeñez de aquel territorio, y que se consideró en substancia que un ce- tro tan insignificante seria en efecto un verdadero destierro para el Infante, Combinando sin embargo la buena disposición de los traidores de aquel Estado con el deseo fijo de Fernando de— 80 — remover las dificultades de la sucesión con la persona de D. Carlos, concibió el Gabinete de Madrid la idea de procurar- le una corona compuesta de todo el antiguo vireinato de Bue- uos Aires, incluyendo á Chile, Bolivia y el Perú: y este plan es el que, paliado c >n el nombre de reconocimiento de inde- pendencia y de concesiones se propuso al Sr. Barra, agente de Chile, y en que han intervenido las gestiones de Montevideo, y la persona de un particular ; tomándose los primeros un ca- rácter por la América del Sud que no se puede comprender, y el último una acción que tampoco puede esplicarse. Tal es el uso que impropiamente hacían los conspiradores del Esta- do MEDIATIZADO ORIENTAL, d& la SEMI-SOBERANIA (¡Ue tiene SU provincia bajo la inspección y garantía de Buenos Aires y el Brasil. Aunque este plan absurdo y desleal ha caido con la muer- te de Fernando, y las circunstancias posteriores de España, el puede no obtante revivir si la guerra civil de la Península termina en favor de la Reina, pues entonces quedará siempre D. Carlos en la situación de un pretendiente que conviene alejar. El punto de vista en que he comunicado este aviso, que es tan de mi deber dar al Gobierno, está fundado en datos au- ténticos, que reclaman una atención particular, y una viji- lancia incesante. El Gobierno hará de ello el q#o que crea correspondiente. Dios guarde al Exmo. Sr. Ministro muchos años. Manuel Moreno. La nota del Ministro Mejicano Manquino á que se re- fiere el Argentino se reduce á dar cuenta de indicaciones, que supone de la corte de Madrid, encaminadas á obtener al- gunas concesiones y provechos á trueque del reconocimiento de la independencia de varios de los nuevos estados ameri- canos, con esclusion de Méjico; y no hay en ella ni una pala- bra que justifique el titulo con que, según el Ministro Argen- tino,la publicó el Gobierno Mejicano.—-No habiéndolo visto en otra parte que en la nota que dejamos transcripta, nos se- ria permitido dudar de su exactitud, pero admitiéndolo como se nos presenta, no vemos en esa superchería mas que el efecto de una de las pasiones que han agitado .á aquella República donde la sombra de la Monarquía y del partido español, co- mo alli se le llamaba, han producido tantas agitaciones y dis- turbios. Pero la misma nota del Sr. Manquino con el sumario tal cual lo conocemos, no tiene minima relación, ni remotísima ana- logía con las especies y comentarios con que la decora el Ple- nipotenciario Argentino. Todo lo que noq toca, absolutamente todo, descansa sobre la palabra de esc señor, y sobre las induc- ciones que por una lógica, enteramente suya, se ha permitido sacar. De la unión de las notas de los Srs. Manquino y Moreno resulta un caos de palabras incoherentes, sin referencia á nin. gun hecho averiguado, á documento de ningún gén«ro. (123) Sin embargo, el gobiemo de Buenos Airps, con agravio del buen sentido, y de las mas tribiales conveniencias se pre- sentó con el absurdo libelo á su Cuerpo Legislativo, lo comunicó á las otras Provincias Argentinas, lo hizo re- producir por sus prendas oficialmente, y con alarmantes comen- tarios , y últimamente lo circuló á todas las Repú- blicas Sud-Amcricanas , y se dirigió al Estado Oriental para que declarase cual seria su conducta en e! caso de que los hilos de la trama volviesen á anudarse al término de la guerra do- méstica que despedazaba á nuestra antigua Metrópoli. El gobierno de Buenos Aires no se cuidó de velar el se- creto de esta conducta, ni lo absurdo del pretesto de que se scrvia;--sobre las que hemos hecho,una breve observación basta para patentizar el único y verdadero fin de aquella farsa. La nota de su Ministro en Londres no es, según ella misma, sínó una reproducion de la que, dice, comunicó á su gobierno en 27 de Febrero de 18.32—¿porque entonces, cuando aunvivin Fernando 7. ° y el proyecto no habia caido con su muerte, cuan- do por esa circunstancia era mas serio 6 inmediato el peligro, no se alarmó el gobierno de Buenos Aires? ¿Porque no des- cubrió en aquel tiempo hábil las traiciones que se nutrían en el Estado Oriental ' ¿Porque se durmió sobre el volcán, y al despertar después de pasada la tormenta y decidirse á acu- sar á los muertos, no publicó, al menos, aquella nota de 1832 sin la que la otra estaba incompleta ?— Se le pidió espresa- mentc que lo hiciera, y no lo hizo!—¿Para qué, en fin, añadir ultrage á ultrnge, y negarle al Estado Oriental su rango de nación independiente? Para que desconocer su soberanía?..... Nadie pudo equivocarse; la solemnísima patraña fué tan verazmente despreciada que llosas, apesar de la rabia vertigi- nosa con que ha amontonado las mas absurdas calumnias con- tra esto pais y su administración de aquella época, jamas lia vuelto á recordar la famosa denúncia de 1834. Nuestro Gobierno la contestó desdeñosamente, pulveri- zando la inhábil y pérfida acusación, pero exigió, como era de su deber, un pronunciamiento esplicito del de Buenos Aires sobre el concepto que le merecía la independa acia de este Es- tado. (124) Las aserciones del Plenipotenciario en Londres respecto a nuestro estado político son evidentemente contrarias á la— 82 — letra y al espíritu de la convención do 1828; á eso pacto y á l.i Constitución que fué una de sus consecuencias y en que si- consigna la perfecta y absoluta independencia tic nuestro pais. La protección que debían dispensar á nuestro orden legal durante cinco años los Poderes que lo firmaron, bien le- jos de limitar la independencia del Estado Oriental no tenia mas objeto que hacer efectiva y radicar nuestra plenísima soberanía, cubriéndola, durante su infancia, de las influencias que en su mal, ejercitase la anarquía y los que estuvieran in- teresados en promoverla, pero sin menoscabo, sin gravamen alguno de esa independencia, prenda de la paz común. Era pues, deber del Gobierno de Buenos Aires, de su honor, de su lealtad, condenar aquellas aserciones categóricamente; pero sobre todo, declarar, con abierta franqueza, cual conviene á un Gobierno que se respeta á si mismo, que respeta la moral y la razón pública, cual era su concepto en punto tan grave y trascendental, en el que no cabia exitacion sin duda de nin- guna clase, en que toda exitacion, toda duda, iba necesaria- mente á dañar las relaciones de estos paises y sus mas precio- sos intereses. El Gobierno de Buenos Aires dejó subsistente, sin embargo, la duda que él mismo había producido, encer- rando su respuesta sobre la materia en las lineas que vamos ú copiar textualmente, de su nota de 27 de Febrero de 1834. " El Gobierno de Buenos Aires, contestando á la esplica- " cion que se pide sobre lo que entiende y juzga á cerca de la " situación politicia de esc Estado en cuanto á su soberanía, " no tiene inconveniente en declarar que no ocurre motivo " para alterar el sentido en que coloca á la República Orien- " tal el tratado entre la República Argentina y el Imperio " del Brasil." (125) Entretanto se preparaba una nueva empresa anárquica, que debia caer de improviso sobre nuestras costas, y era la verdadera solución del negocio: pero varias medidas adopta- das por nuestro Gobierno en beneficio del comercio y de la agricultura (126) apresuraron esos aprestos y los pusieron á la luz: no podía tolerar Rosas la ejecución de medidas que tendían á fomentar y estender nuestros intereses industriales, y quería sin tardanza,ensayar los medios de distraer y apartar la atención, los brazos y los capitales que se convertían á aquellas fuentes de riqueza y estabilidad. La publicidad que en consecuencia tubo la nueva em- presa de Lavallcja, inutilizó la sorpresa á que fiaba la mejor parte del éxito; los periódicos la delataron designando menu- damente sus elementos y nuestro gobierno se colocó en apti- tud de resistirla. Entonces la diplomacia Púnica de Rosas se propuso repa- rar el mal, calmando toda alarma y recelo y dando por rota y deshecha, eficazmente, la tentativa de la anarquía. Ks indispensable escuchar las palabras y las promesas que entonces prodigó el Gobierno de Buenos Aires, y compa- rarlas con los hechos, para acercarse á tener idea del doblez, de la deslealtad, de la intensísima inmoralidad de su política. El mismo se adelantó á toda reclamación, y publicó una no- ta de fecha 25 de Febrero de 1834, en que su Ministro de Rela- ciones D. Tomas Guido ponía en noticia del Gobierno de En- tre-ríos la tentativa de Lavalleja y las medidas adoptadas para reprimirla.—Tomamos de esta nota, que fué puesta inmediata- mente en conocimiento de nuestras autoridades, los siguientes periodos. „ El Gobierno acaba de ser informado por distintos •' conductos de que se proyecta una nueva invasión al Estado " Oriental del Uruguay, solicitándose y enganchándose á este " efecto individuos por medio de agentes, los que igualmente " se procuran armas —El Gobierno de Buenos Aires lejos de " consentir ó disimular se fragüen en su territorio esas em- " presas desorganizadoras, ha tomado ya medidas positivas y " está dispuesto á tomar cuantas considere necesarias para des- " baratar cualquier plan dirijido á renovar en el Estado ve- " ciño la anarquía felizmente sofocada en él. No es solamen- " te la simpatía por la suerte de aquella República, la que " deba influir en el Gobierno de Buenos Aires, para mostrar- '• se fiel á las relaciones de vencidad y de buena armonía, y " aplicar en pró de esta la política mas benéfica, sino el deber " en que se considera en virtud de compromisos públicos de no " mirar fríamente el trastorno del árden Constitucional que " por fortuna prevalece en aquel Estado. ™ (127) Pocos dias después el mismo Ministro Guido dirigió á nuestro Gobierno una nota fecha del 28 de Febrero, en que refiriéndose á la noticia, que ya había dado, de las tentativas contra este pais que alarmaron su celo, anunciaba la eficacia de las medidas que el le había sugerido y daba por aniquilada material y moralmente la empresa desorganizadora.—Oiganse sus mismas palabras. " El Gobierno de Buenos Aires informado por varios " conductos fidedignos de que en las costas de esta Provin- " cíase preparaban clandestinamente planes hostiles á la tran- " quilidad de esa República, ordenó al infrascripto tubiese la " honra de comunicarlo al Exmo. Sr. Ministro de Negocios Estranjeros de ese Estado para que por su conducto llegase " á noticia de su Gobierno__Pero dadas al mismo tiempo por S. E. órdenes prontas y positivas para desbaratar é inu- " tilizar toda tentativa calculada en perjuicio de la paz del— 84 — H Estado Oriental, es satisfactorio anunciar á S; E. el Sr. Mi- " nistro, á nombre de su Gobierno, que mandado el Inspcc- 4> tor y Comandante General de Armas á recorrer en persona " el litoral del Norte y deshacer cualquier reunión sospechosa, « con designio de pasar á la banda opuesta, acaba de asegu- " rar oficialmente, de regreso de su comisión, que se ha disi- " pado todo lo que había justamente alarmado el celo de la Au- " toridadporqué los ilusos quedan persuadidos de la disposición " inalterable del Gobierno de impedir, en la esfera de su poder, «* todo acto peligroso á la tranquilidad de ese país—S.E.juz- " ga poder lisonjearse de que las providencias libradas basta- H ran á desalentar á los individuos que hubiesen fiado la ejecu- " cton de sus proyectos á la esperanza ilusoria de no ser » contenidos en ellos.—Tan penetrado está S. E. de la exacti- " tud de este juicio que no trepida en declarar, leal y solemne- * mente, que no permitirá en manera alguna que la hospitali- •i fidad y el asilo concedidos al infortunio, sirvan de salva- » guardia en la Provincia de Buenos Aires, para acumular m impugnemente elementos de perturbación contra ese Esta- « do. « (128) No puede darse nada mas espreso ni mejor calculado para inspirar una ciega confianza, máxime cuando el teatro de los preparativos anárquicos estaba á las puertas de Buenos Aires, y el Gefc de la proyectada invasión residía en aquellaiciudad, asiento del Gobierno, que tan decidido se mostraba á impe- dirla, Pero en los mismos momentos en que estas comunicacio- nes espontaneas se recibían por nuestras autoridades, Lavalleja so ponía desembarazadamente al frente del grupo que debía acompañarlo, y el Gobierno de Buenos Aires firmaba una se- rie de reclamaciones que, en prosecución de la táctica que habia empleado en situaciones análogas, debían favorecer á la anarquía con la apariencia de un rompimiento entre los dos países. Estas reclamaciones son varias;—una sobre los artículos ü y 7 del decreto de 9 de Febrero de aquel año, reglando las condiciones y formalidades que debian observar los buques que hacian la navegación interior;—otra sobre el derecho im- puesto por decreto de 81 de Diciembre del año anterior á los buques que navegaban r¡\ Uruguay con el fin de proceder ál abalizamiento de los bancos de aquel rio, importantísima obra para que en vano se solicitó el concurso del Gobierno de Buenos Aire*, y que hubo de realizar por si solo el Estado Oriental; y la tercera sobre el decreto de 28 de Diciembre de 1833 que adjudicaba, de conformidad con las leyes y disposi- ciones vigentes, á los actuales poseedores los terrenos de pro- — 85 — piedad particular, abandonados durante la revolución, salvo el derecho de los propietarios supuestos ó verdaderos, á ser indemnizados en los términos que se estipularen. Esta ulti- ma reclamación es de tal naturaleza, tan contraria á la razón y á la soberanía territorial de este Estado, que bastaría para descubrir la intención con que se dirigía. (12U) AI fin apareció sobre nuestras costas D. Juan A. Lavalle- ja al frente de la fuerza reclutada en Buenos Aires, ó invadió nuestro territorio por las Higueritas el 12 de Marzo de 1834. El llamado Ejercito Restaurador no se componía de emi- grados Orientales, nó; los hombres que capitaneaba Lavalleja eran, casi en su totalidad, soldados del Ejercito argentino con oficiales suyos; y criminales á quienes se habían abierto las prisiones de Buenos Aires para que se alistasen en la empresa' que tan altamente condenaba y habia desbaratado el Gobier- no de Buenos Aires! (130) Lavalleja anunció el motivo de aquella invasión por me- dio de lá Proclama que vamos á transcribir. He aquí el úni- co efecto visible de la famosa acusación del Ministro argenti- no en Londres. El General Lavalleja á sus compatriotas. Orientales: ú la voz de la Patria está en peligro, venciendo mil dificultades he venido en su defensa. Los vencedores en Sarandí han renovado sus juramentos de Libertad ó Muerte, y yo he unido mis votos á los suyos. Un Gobierno que solici- ta un Principe Est.rangero, no puede mandar en la tierra de la Libertad. Orientales: el Gobierno os traiciona, él no tiene Patria ni honor, y si fio queréis que vuestro nombre sea el oprobio de la America, es preciso que os levantéis contra él, haciendo ver al mundo que jio habéis desertado de la causa de la Independen- cia. Compatriotas y amigos.—Vamos a salvar la Patria. El tirano tiembla á la vista de los patriotas,por que su crimen se ha descubierto. Volad al Ejercito, veréis llamear el estandar- te de la Libertad. El orden reina por todas partes , y Liber- tad ó Muerte, es el grito universal de los bravos que componen el ejercito de los libros. Recordad, Orientales, vuestros tra- bajos y sacrificios/w la causa Americana, y contad con los esfuerzos de vuestro compañero.—Juan A: Lavalleja (131). Esta proclama vino acampanada del siguiente decreto:-»— 80 — D. Juan Antonio Lavalleja Brigadier General de la República Oriental del Uruguay y General en Ge/e del Ejercito Restaurador, acuerda. Art. 1.° el General D. Fructuoso Rivera que ha catado desempeñando la Presidencia de la República, queda dimitido del mando que ejercía y declarado reo de lesa nación. 2. ° Todo aquel que obedesca sus ordenes; le dé auxi- lios directos ó indirectos, de cualquiera clase que sea, ó indivi- duo que siga su opinión ó partido se declara traidor de la Pa- tria, y como á tal se aplicará la pena que corresponda. 3. ° ' Cesan todas las autoridades civiles y militares que existan en el pais y no sean rivalidadas por el que firma ó por los gefes de su dependencia. 4. ° El articulo anterior no comprende á los Jueces encargados de la administración de justicia, pues para el cese de alguno de estos, será necesario una orden especial. 5. ° El presente acuerdo se publicará y se fijará en los parages públicos.—Costa del Uruguay 12 de Marzo de 1834—Juan A. Lavalleja.—Es copia—Lucas Moreno. (132) Estos atentados fueron estériles para sus autores, y la nue- va compaña aun mas desastrosa que las anteriores. Ni un solo hombre aumentó las filas de los invasores, ni les fué dado detenerse breves momentos en un solo palmo de nuestro territorio, que tubieron que atravesar á escape cerca- dos por todas partes de la indignación y de las armas de la Nación, y sembrándole de despojos y rendidos.—A los ocho dias de haber desembarcado en las Higueritas se salvaba D. J. A. Lavalleja por la frontera del Cuareim, acompañado solo de 18 hombres, entre oficiales y soldados, y dejando en manos de sus vencedores sus armas y parte de las ropas que vestía.—Sus esfuerzos posteriores tubieron el mismo éxito. El pais había condenado aquellas empresas, con sello de perdurable repro- bación. El Gobierno de Buenos Aires, después de realizada la invacion, se dirigió al nuestro con fecha 14 de Marzo lamen- tándose de lo sucedido y acompañando varios documentos destinados á probar la lealtad de sus procederes, y declaran- do que rcusaba decididamente su voto á la empresa que halda acometido Lavalleja fugando ocultamente de Buenos Ai- res. (133.) El derecho público provee de remedio para el caso de vio- lación por parto de los refugiados de las condiciones del asilo, y para el abuso que hacen de el comprometiendo al pais que lo dispensa; y la aplicación de este remedio es un deber necesa- rio, só pena de mostrarse parcial y connivente en las crhpre- sns de los refugiados. — 87 — Cual era el caso del Gobierno de Buenos Aires bien se vé de los hechos que hemos referido; y bastará indicar, para cer- rar esta tristísima hjstoria, un acto suyo que no necesita co- mentario. Vencido difinitívamentc Lavalleja se refugió de nuevo á Buenos Aires, y aquel Gobierno le dispenso, sin alteración al- guna, la misma protección y consideraciones de que habia abusado por actos tan repetidos. En esta situación el nuestro guardó la conducta circuns- pecta que ya hemos demostrado: fuerte en la opinión de su pais y deseoso de conservar la paz, que era el primero de sus votos y necesidades, se abstuvo de dirigir al Gobierno de Buenos Aires inútiles quejas, de que este se habría aprovecha- do para mantener interminables controversias; y esperó, con un silencio lleno de dignidad y de fuerza, á que el convenci- miento y el tiempo produjesen mejores resultados. Entretanto era un hecho indubitable que la Convención de 1828 habia sido sistemada y sacrilegamente violada: que el orden legal no habia encontrado la protección y auxilio que ella le acuerda. Este hecho podía ser fecundo: y en precaución de sus resultados el Gobierno decidió poner en conocimieuto de la Potencia Mediadora en aquel pacto, que el Pueblo Oriental estaba resuelto ú vivir independiente, por su propio derecho. Esta comunicación fué dirigida por nuestro Ministro Dr. D. Lucas José Obes el 14 de Julio de 1834 al Ministro Plenipotenciario de S. M. Británica en la corte del Brasil. Después de recapitular las infracciones de la convención de 1828, que instruye documentadamente , cierra nuestro Ministro aquel notable documento con ios siguientes periodos: " Si la República Oriental no hubiese contado mas que " con las garantías de los poderes Argentino y Brasilero des- de el año 30, es evidente que hubiera vuelto á la nada, " cuando no hubiese servido para dilatar las fronteras del " uno ú otro de sus augustos garantes* " " Cediendo á la fuerza de esta convicción el Gobierno " supremo de la República Oriental del Uruguay se ha puesto en el caso preciso de existir por el mismo dordeho que •' otro cualquiera de los Estados de Sud-America, y librar al favor de la Providencia mas que á sus fuerzas, tanto como " á la regularidad desús institu«iones y conducta, la conser- vación de una categoría de que no duda considerarse dig- na, después de habérselo dicho como Mediadora la Nación " que tiene mas derecho á juzgar y ser oida en lo concer- niente á la división de esta parte del mundo. " El Gobierno supremo de esta República *e lisonjea— 88 — " mas y con igual confianza que si los sucesos lo reclamasen, «• el Gabinete de S. M. B. no perderá de vista los graves mo- " tivos de interés común á toda la America que le indujeron •* «á proponer la creación de un Estado soberano entre las po- •* sesiones de la RopuhlicaArgcntina y el Imperio del Brasil, " ni tendría por indiferente la ruina de este monumento que *'• puede ser uno de los que acreditan el poder y la gloria de " que la Providencia se ha dignado colmarla en nuestro si- " glo." (134) La impotencia de la anarquía y la lealtad y templanza de nuestro Gobierno bastaron, por fortuna, para mantener la paz, aun que mesclada de los temores que son inevitables en la vecindad de un poder como el de Rosas; y en este estado llegó el termino de la primera Presidencia Constitucional del General Rivera. Durante esta Presidencia el progreso moral y material del pais, fué crecidísimo apesar de los embates de la anarquía : se realizó el prodigio de habilidad, virtud y moderación de resistir, evitando las calamidades de la gfterra, la ambición y las agresiones de nuestros limítrofes:—la República se hizo respetable por su propia fuerza y por la uniformidad de su espíritu;—las instituciones se vigorizaron por la aplicación constante de las leyes y de la justicia; por el brillo que derra- mó sobre ellas la devoción y el entusiasmo con que fueron sostenidas. Si algo faltaba para completar esta obra, el General Ri- vera lo hizo.— Este General habia sido electo Presidente el 24 de Oc- tubre de 1830.—El articulo 75 de la Constitución dispone que las funciones del Presidente duren por cuatro años. El Presidente Rivera no se habia recibido del Gobierno hasta el 6 de Noviembre de 1830; y en las diversas campañas contra la anarquía que hizo como General, habia desempeñado «1 Poder Ejecutivo el Presidente del Senado, de manera que el ¡Presidente Rivera no habia ejercido verdaderamente sus funciones sino por corto periodo.—Por estos hechos se divi- dían las opiniones, sobre la inteligencia del término de aque- lla Presidencia; y algunas de estas opiniones eran un titulb para la ambición del ciudadano que lleno de popularidad se hallaba al frente de la fuerza pública. No necesitan esplicarsc las seducciones que en aquellos momentos supremos, debían rodear al General Rivera: para su gloria, les cerró el oído,—y separándose del Ejército que te- nia á sus órdenes se presentó solo en esta Capital el 24 de Oc- tubre de 1834.—dia en que se cumplían los 4 años precisos de — 89 — su eleccioh-y se despojó solemnemente de la investidura de la Suprema Magistratura. (135) Este descenso del General Rivera es el hecho mas alto de nuestra historia constitucional.—El debió consolidar el imperio de les instituciones.—¿ A que quedaba reducido el prestigio personal en presencia del poder de esa ley, delante de la cual se igualaba con la tierra el mas encum- brado ciudadano ? Otro descenso como el del General Rivera, y se hubiera cimentado para siempre el orden constitucional.—(136) ¿Por- que -no sucedió?........Vamos á escribir el capitulo 4.° CAPITULO IV, Influencia del General Rivera.—Elevación de D. Ma- nuel Oribe a la Presidencia de la República en 1835.—Termino de la protección estipulada en la Convención de 1828.—Oribe desciende a Ge- fe DE FACCION Y PROVOCA LA GUERRA CIVIL.- conseciones a rosas.- revolucion de 1836.- Intervención de Rosas.— Origen délas divisas que dieron nombre a nuestros partidos.-guer - ra civil de 1836 a 1838.—Rosas invade con sus armas y su bandera el territorio oriental.- Violaciones de la Constitución del Estado y de la Convención de 1828.—Vencimiento de Oribe. —Rosas prolonga su agonía para arrancarle un pacto que confedere esta República a las Provincias Argentinas.— Oribe trata con el General Rivera.—Convención de 22 de Octu- bre de 1838, que puso termino a la guerra civil. —Renuncia de Oribe y su aceptación por el Cuerpo Legislativo.—Sometimiento del General Lavalleja y completa pacificasion de la Repú- blica. Ninguno de los nuevos estados Americanos habia al- canzado en tan breve tiempo, y á precio de menos sacrifi- cios, la situación en que se encontraba nuestro pais al tér- mino de la primera Presidencia Constitucional. • 10— 90 — La Autoridad de la ley habia sido bastante poderosa para someter los elementos anárquicos y refrenar las am- biciones ilegitimas:—el pais habia sentido, prácticamente, la hermosa verdad del sistema legal;—habian co-existido el or- den y la libertad, y á su sombra se desarrollaban rápidamen- te los gérmenes de la prosperidad pública. Todas las causas que habian concurrido á producir este importante resultado, eran conocidas. Nuestro pais no habia entrado á su vida Constitucional en aquel estado en que la educación y los intereses sociales dominan y aniquilan las in- fluencias y los intereses personales.—Pero, por fortuna, la influencia personal culminante en nuestro pais, la que se le- vantaba sobre todas las otras influencias del mismo género, se uniformaba por sus antecedentes y por sus tendencias con las necesidades de la época.—El orden era la primera de nuestras necesidades, y precisamente el orden, la protección á la seguridad y á la libertad del hombre es la primera y so- lidísima basa de la influencia que, por tan largo tiempo, ha ejercido el General Rivera. (137) Elevado este ciudadano á la Presidencia por el voto de la Nación, legal y tranquilamente manifestado, se identifico no solo por posición sino por sentimientos, con la causa de las instituciones, y correspondió, como sé ha visto, á la ilimita- da confianza de que se le habia investido. El descenso de la Presidencia aumentó sus títulos á esta confianza;—y el Magistrado que habia fundado el respeto á las nacientes instituciones, que habia triunfado para ellas sin manchar su victoria, sin abusar del poder y de la situación en que lo colocó, insensatamente, la anarquía y la conjura- ción de las ambiciones subalternas; que se habia prestado, de buen grado, ú oscurecer y postrar por si mismo su influen- cia personal ante el poder de las leyes, que arraigándose de- bían arrancársela por entero, vino á ser, naturalmente, el re- presentante mas caracterizado de los principios y de todos los intereses de orden y de estabilidad; á contraer compro- misos y habitudes que interesaban profundamente su porve- nir y su gloria en el mantenimiento del orden legal. Colocada en este camino la única influencia personal do- minante que nos habia legado la revolución, debilitada ya por los beneficios que empezaba á producir la práctica de las instituciones, todo lo que el pais requería era conservar su paz doméstica, respetando los hechos establecidos, los intere- ses creados, subordinándolos con prudencia y suavidad, para que los goces pacíficos y los progresos de la civilización y de la industria pudieran estendersc y consolidarse.—Era fá- cil en aquelly dias y necesario, de todo punto necesario, evi- — 91 tar la ocasión de nuevos conflictos de armas; los caudillos son hijos de la guerra civil; ellalos enjendra y los nutre, y en medio de sus horrores se multiplican.—El medio, único, de destruir el poder ominoso de fas individualidades es el pro- greso de la civilización, hija de la paz; ella las ahoga y las mata, y la aplicación de esta sensillisima verdad, que esclu- ye todos los sistemas formulados á priori, todos los recursos violentos, todas las reacciones materiales y las provocado - nes estremas, debe ser, á juicio nuestro, la primera condición, el fundamento de la politica de salvación para estos paises. Este pensamiento era bien apreciado, según todo lo que sabemos, al finalizar la primera Presidencia, y él, tanto como la posición, el carácter y las tendencias del General Rivera han contribuido á dar consistencia y acrecentamiento al Eiartido politico que ha merecido y contado con el apoyo de a Nación. Aquella pues, era la misión que estaba llamada á desem- peñar la segunda Presidencia que, como debe suponerse, iba á elejirse bajo la influencia del partido representado por el General Rivera. Un error generoso, pero funestísimo de este General, error que nunca lamentará bastante nuestro pais, le condujo 4 pre- sentar á D. Manuel Oribe como candidato para aquel eleva- do puesto. El carácter, los antecedentes, el hecho mismo en virtud del cual habia venido á formar parte de la administración del General Rivera, todo parece que debia concurrir á alejar á este General de aquella elección.— Pero Oribe, enemigo mortal del General Rivera, se ha- bia puesto á su lado para defender las instituciones contra la anarquía de 1832:—el General Rivera no quiso ó no pudo es- tudiar esta acción en sus causas intimas y verdaderas; y lejos de ver en ella, lo que era en realidad, y después se ha visto por todos,una defección de sus amigos políticos y de sus com- promisos por motivos innobles, solo la consideró como un ras- go de elevada virtud cívica en que el respeto de la ley se ha- bia sobrepuesto, á la vez, á las afecciones de la amistad y de la sangre, y á los rencores de una pasión envejecida. (138) El General Rivera quiso honrar el amor á las institucio- nes en la persona de su enemigo personal, y creyó que era digno de elevarse á alto rango social el que tanto se habia levantado á sus ojos sobre mezquinas pasiones y odios persona- les. (139) La candidatura de D. Manuel Oribe era, por otra parte, una nueva prenda de paz y devoción á las leyes: ella mostra- ba que ninguna consideración individual era superior al mé-— 93 — rito contraído en su defensa.—La sostubo, pues, decididamen- te el General Rivera, apesar de las resistencia» que encontró en su mismo partido, con todo el poder legitimo de su influen- cia; y D. Manuel Oribe fué electo Presidente déla República, por unanimidad de votos, el 1 ? de Marzo de 1835, de ne- gra recordación. (140.) Oribe no estaba, bajo ningún aspecto, á nivel de esa en- cumbrada posición. Era incapaz de comprender la gloria del Magistrado que alzándose sobre los intereses y los odios de los partidos, los encadena con el ascendiente de la ley y con la impacible dis- tribución de la justicia; lo desarma con la prudencia y la tem- planza, y los dirige en el sentido de la prosperidad pública por medio de una administración próbida y entendida. Oribe vió sobre esta gloria con que le brindaban las es- peranzas y las necesidades del país, el poder del caudillo, y lo juzgó mas eminente : soñó conquistar una autoridad cuya vi- da y estension no estubíera limitada por la ley, y dominado de esta ilusión mesquina, no trepidó en abdicar su rango de Gefe lejítimo de la Nación, por el puesto de gefe de una de sus fracciones. El Presidente Oribe se abajaba asi ante su ruin ambición personal, en los mismos momentos en que la Nación se eman- cipaba de la protección estipulada en la Convención de 1828. El término de esa protección lo ponía también á las irra- cionales deduciones con que se había pretendido contestar la plenitud de nuestra independencia; y este suceso, que alejaba del país toda clase de intervención estraña en nuestros nego- cios interiores, fué recibido con la entrañable satisfacción de no haberla necesitado para mantener nuestras institucio- nes. (141) Decidido Oribe á provocar una lucha en el miserable terreno de los partidos personales, y no teniéndolo suyo, se propuso reconstruir y reabilitar la facción vencida en 1832, á que él había pertenecido, y reforzándola con les medios que le daba su carácter oficial y la acción de su Gobierno, arro- jar el guante al partido del General Rivera, agotar su mode- ración, exasperarlo, precipitarlo, y arrojándolo fuera de la palestra legítima, esterminarlo, simultáneamente, con la espa- da de los facciosos y con rayos de la ley. Estas breves líneas reasumen todo el pensamiento políti- co de la 2. rt Presidencia, y los tristísimos sucesos de que va- mos á tratar no son mas que emanaciones suyas. Los compromisos de la facción que Oribe volvia á adop- tar, y su falta de fé en el poder de los elementos nacionales de que iba á servirse, lo llevaron á solicitar la alianza clan- — 93 — destina de Rosas, cuyo encono contra el partido que había servido hasta entonces de valladar á su ambición, se había ir- ritado con la resistencia. Oribe—gefe de una nación independiente y pundonoro- sa—se sometió á mendigar la benevolencia de Rosas, por los medios de un pretendiente oscuro y vulgar, interesando rela- ciones privadas y de familia, prodigando protestas y agra- decimientos personales. (142) La situación en que se colo- caba Oribe respecto del hombre ambicioso que cortejaba; la situación en que dejaba esta conducta al Gobierno de nues- tro país, que hasta entonces habia sabido sobreponerse á las insidias de Rosas por una política llena dé dignidad y mode- ración, no necesitan esplicarse. Las solicitudes privadas, fueron seguidas por las conse- ciones publicas. Oribe se apresuró á retractar dos actos que él mismo ha- bia sostenido, pocos meses antes, al parecer con sincera con- vicción, como Ministro de la anterior Presidencia.—Por de- creto de 4 de Abril de 1835 derogó los artículos 6, 7 y 8 del de Enero de 1834 sobre guarda-costas, y en 15 del mismo Abril suprimió la diferiencia del derecho de avalizamiento del Uruguay, establecido en 31 de Diciembre de 1833, no por homenaje á la justicia sino para conciliar (son palabras tex- tuales) ¡as consideraciones que se deben á los Gobiernos de las Provincias Argentinas. (143) Estas y otras muestras de adhesión, fueron seguidas, po- cos meses después, por la ruptura de las negociaciones enta- bladas con la administración anterior para el ajuste de un tra- tado de comercio propuesto por el Gobierno de S. M. B. en los mismos momentos en que Rosas ponía en cuestión la inde- pendencia y soberanía de este Estado.—(144.) El Gobierno había recabado del Cuerpo Legislativo la autorización de que carecía cuando recivió la propuesta del tratado presentada por el caballero Hamilton Hamilton, Plenipotenciario de S. M. Esta autorización allanaba la única dificultad que habia detenido el progreso de aquella negociación; pero Rosas ha- bia espresado altamente el desagrado que le causaba, y al re- gresar M. Hamilton á esta capital encontró en el Gobierno de Oribe la resolución de inutilizarla y no arribar á la celebra- ción de un tratado con la Inglaterra, como en efecto no se ar- ribó entonces, ni mientras duró aquella administración. Pero todas estas concesiones no podían llenar las miras de Rosas, y era fácil concebir que él no desistiría jamas de las pretensiones que habia manifestado. En efecto, en Diciembre de 1836, reprodujo Rosas la reclamación contra la libertad de Imprenta que habia diriji-I — 94 — do á nuestro Gobierno en 1830 y que fué satisfecha del modo que conocen nuestros lectores. (145) Rosas pedia la violación abierta de la Constitución del Estado, y no la pedia simplemente: la exigía anunciando que se alterarian las buenas relaciones existentes si aquella exi- gencia no era perentoriamente satisfecha, y que para este ca- so estaba dispuesto á tomar medidas y adoptar las providencias que estuvieran dentro de la línea de sus atribuciones para preve- nir los males que nuestra prensa pudiera ocasionarle. (146) El conflito de Oribe fué terrible; colocado entre la có- lera de Rosas y la opinión del país, que no se atrevia á exas- perar mas, vaciló por algunos momentos; pero Rosas se mostró inflexible, y la administración de Oribe, para indeleble borrón de su memoria, espidió el siguiente acuerdo. 0 ACUERDO. Ministerio de Gobierno. Montevideo, Diciembre 24 de 1835. " Considerando el Gobierno que ni el sistema político de naciones independientes, ni los actos administrativos de sus Gobiernos pueden ser objeto de las leyes de un país extraño y consiguientemente que la libertad de imprenta, como cual- quiera otra, lejos de considerarse estensiva, á negocios de es- te orden, debe al contrario entenderse, limitada á solo aque- llos que tocan á la sociedad para que fue sancionada. Que la utilidad y el interés común de esta, son el verdadero y único fin de toda disposición legal, y que en defecto de ella el Go- bierno encargado de conservar la paz interior y las buenass relaciones con las otras naciones, no ha de suponerse impedi- do para usar de los medios indispensables al logro de un ob- feto de la máyor importancia en que se interpone la salud del 'ueblo; finalmente:—Que todas estas razones autorizan al Gobierno para tomar una resolución tal cual demanda la gra- vedad del negocio, si la persuacion en que se halla, de que basta hacer conocer los inconvenientes que presentemente ofrece la libertad con que se censura el sistema político y los actos administrativos de las naciones amigas, para que los es- critores públicos se abstengan de ocuparse de negocios extra- ños, y para interesar su patriotismo á que no den lugar á las consecuencias que cualquiera resistencia á este respecto pudiera producir: acuerda se publique esta invitación, reservándose en el caso de que ella no sea suficiente á prevenir los emba- razos que toca el P. E. en sus relaciones internacionales, es- — 95 — pedir otras resoluciones análogas y conformes á las circuns- tancias que las demanden." Francisco I.lambí." En este deplorable documento se ven miserablemente subvertidos los hechos y los principios-—Era absolutamente falso que en nuestras prensas existiese la licencia de que se quejaba el Gobierno de Buenos Aires.—El único diario que publicaba con sistema algunos documentos argentinos era el Moderador, recientemente establecido, y que creemos que era en efecto redactado por ciudadanos arjentinos ; pero este pe- riódico no había hecho mas que relatar algunos sucesos, inser- tar documentos, hacer votos por la paz y la dicha de aquellos pueblos ;—no hay, en todos los números del Moderador, nada que pueda calificarse no solo de licencia, pero ni aun de cen- sura en el sentido que se le daba. El Nacional, que era el órgano mas caracterizado de las doctrinas del partido del Ge- neral Rivera, no se ocupaba de los negocios argentinos. Los otros diarios, con ecepcion del Independiente, estaban bajo la influencia de la administración de Oribe, pero ni en unos ni en otros se hallaba organizada la oposición que tanto alarma á Rosas. (147) Esto en cuanto á los hechos : pero aun dando por verda- dera la existencia de la temida censura de los actos del Go- bierno de Buenos Aires, no estaba en las facultades del nues- tro restringir la libertad de la palabra hablada ó escrita. Esta libertad, que es uno de los derechos naturales del hombre, proclamada por la civilización, declarada por ella en todas las constituciones de los pueblos libres, está consignada en la de este Estado, en términos precisos-—Según nuestra Constitución es enteramente libre la comunicación de los pensa- mientos por la prensa en toda materia sin previa censura. (148) —Ninguna de nuestras leyes limitaba, como no podia limitar- se sin pervertir la índole de nuestras instituciones, el ejercicio de esta libertad diciéndole al pensamiento del hombre—no pa- sarás ese rio.—No estando, pues, comprendido el acto de dis- cutir y publicar los de un gobierno estraño entre los abusos de aquella institución, únicos que condena la ley, ese acto estaba bajo la doble garantía del artículo constitucional que declara la libertad del pensamiento, y del que reconoce en el hombre la facultad de hacer todo lo que la ley no le prohibe. (149) Como se vé no podia caber duda en ese punto; pero aun en el caso de haberla el Ejecutivo no podia dirimiría por si mismo, y haciéndolo violaba también la Constitución, que consigna, espresamente, el principio de que la esplicacion au- téntica de la ley pertenece al Legislador. (150)— 96 — No juzgamos necesario detenernos mas en esto para ha- cer conocer toda la trascendencia de aquel acto, que Rosas debe contar como uno de sus mas señalados triunfos sobre las instituciones y la dignidad de nuestro país. Oribe, puesto ya fuera de la Constitución por ese ominoso acuerdo, no se detuvo en una estéril amenaza.—Ensayó con- sumar materialmente el atontado, y lo consumó intimando al propietario de la imprenta del Moderador, por medio de la Policía, que le prohibía ocuparse de asuntos que tocasen á la República Arjentina bajo pena de destierro. Esta orden conte- nia muchas otras violaciones de la Constitución. Por ella se me- noscababa la libertad de industria que aquel hombre tenia el derecho de ejercer sin mas limitación que la de las leyes; (151) por ella se le despojaba de su derecho de entrada y permanen- cia en el territorio del Estado con solo sujeción á las mismas; (152) por ella se le conminaba con la pena gravísima de des- tierro, á despecho del principio que garante á todos los habi- tantes del Estado el derecho de no ser penados ni confinados sin forma de proceso y sentencia legal; (153) por ella, en fin, se desconocía la igualdad de los hombres ante las leyes y se de- claraba que el extranjero ¡oh vergüenza! no debía tener entre nosotros el libre ejercicio de su rázon, don del Cielo, conce- dido al hombre para que lo ejercite en todas sus relaciones, y recorra, como el aire, la humanidad entera. A virtud de estos atentados se suprimió violentamente el Moderador, (154) y la República vió con indignación aco- metido el edificio de nuestras leyes á la voz del mandón extranjero. Nunca, mas que en aquella ocasión, pudo medirse la fuerza que ya habían adquirido entre nosotros, las Institucio- nes; dos de nuestros Diarios (155) tomaron la enérgica resolu- ción de sostener los principios, y combatir, hasta el último extremo, en defensa de las leyes ultrajadas ; la opinión públi- ca sostuvo con su poder irresistible esta resistencia, y Oribe no se atrevió á jugar su destino en la coyuntura aniqui- lando á los periódicos que habían iniciado aquella resistencia. Ella no fué, sin embargo, bastante para reparar la brecha abierta con la supresión del Moderador; y este precedente fu- nestísimo para el país, exasperó las pasiones y lo colocó á Ori- be bajo el pié de Rosas, qus lo tomó en sus redes de un modo singular. Oribe había cabado un abismo, que la conciencia de su propia deslealtad le presentaba mas profundo, entre él y el partido del jeneral Rivera : y teniendo que Apoyarse en los re- rolucionarios de 1832, no había logrado cantarse la confianza absoluta de esta facción que, en buena parte, se conservaba - 97 — aun con su antiguo gefe Lavalleja en aptitud amenazante.— Rosas cuidó de tener en su mano este instrumento, mante- niendo á su lado á Lavalleja, cuyo ódio á Oribe le era conoci- do, y de cuya opinión sobre la le de este hombre participaba abiertamente. Lavalleja era entonces, en el fondo, el verdadero hom- bre de Rosas; pero este astuto ambicioso alhagaba las aspira- ciones de Oribe, y establecía el precio de su amistad que se aumentaba en razón de los compromisos en que lo empeñaba: las exigencias crecían a manera que eran satisfechas, como acontece siempre en estos casos, sin que la medida se colme jamas; á la mas lijera repugnancia, aparentaba retirar su amistad, como si nada se le hubiese otorgado, para volvérse- la á Lavalleja. Así fué que al presentarle su demanda contra la libertad de la prensa, de que acabamos de ocu- ltarnos , asomaron los anuncios de una nueva invasión preparada en Entre-Rios, por los antiguos revolucionarios, contra el Gobierno de Oribe. (156) Satisfecha aquella pretencion del modo que se ha visto, llosas fue adelante, y se preparó á aniquilar nuestro progre- sivo comercio, el cimiento de la prosperidad y de la sólida in- dependencia del país. El 4 de Marzo promulgó el siguiente decreto — Departamento de Hacienda.—Buenos Aires, Marzo 4 de 1836. —Año 27 de la Libertad, etc.—El Gobierno ha acordado y decreta la adición siguiente á la ley de Aduana, que deberá someterse al examen y deliberación de la H. J. de Represen- tantes. Art. 1. ° Todos los efectos de ultramar que se trans- bordaren ó reembarcaren de cabos adentro y se introdujeren en esta Provincia pagarán una cuarta parte mas sobre los de- rechos que les correspondan, según la ley de Aduana. 2. ° Esta disposición no tendrá efecto hasta pasados los 30 dias que establece la misma ley. 3. ° Publiquese é insértese en el Registro Oficial:—Ro- sas.—José Maria Rojas. En los momentos en que espidió esta medida, que en- volvía un agravio intolerable y debia producir el mas serio conllicto entre estos dos países—despachó para esta capital, con el carácter de comisionado ad hoc del Gobierno de Buenos Aires, al coronel D. Juan Correa Morales, cuyos antecedentes respeto ueste país hemos relatado en otra parte. , Correa Morales, según lo que hemos podido comprender, pues no conocemos sobre esta misteriosa misión ningún docu- mentó directo y decisivo—debia vencer las vacilaciones de 11— 98 — Oribe, traerlo á nna alianza absoluta y difínitiva, afirmar sus ideas sobre la revolución del Rio Grande, (157) y sobre todo hacerlo inaccesible á la conmoción, verdaderamente nacional, que era de calcular produciría el decreto citado. El Agente de Rosas llegó á Montevideo el dia 6 de Mar- zo, en el mismo buque, ( el Relámpago) que condujo el De- creto del 4. Profunda, como era natural, fué la sensación que pro - dujo ese documento, y por extremo penosa la situación en que vino á colocar á la administración de Oribe, tan empeñada, como se ha visto, en el mal camino. Oribe nopodia, sin embargo, cualquiera que fuese su po- sición, escusar una reclamación perentoria, y la hizo en efecto el dia 8 de aquel mes. Vamos á copiar integramente el texto del documento : esto nos ahorara en parte la tarea de indicar los agravios y las consecuencias que envolvía el decreto de Buenos Aires. "Ministerio de Relaciones Exteriores. Montevideo, Marzo & de 1836. "Impuesto S. E. el Presidente de la República del decreto expedido por el gobierno de esa Provincia con focha 4 de Marzo del corriente año por el cual se recarga con una cuarta parte de derechos sobre los establecidos generalmente por la ley de Aduana, los efectos que por transbordo ó reembarco de Cabos á adentro se introdujesen en sus puertos ; ha dado or- den al infrascripto para protestar contra la disposición del citado decreto, reclamar la supresión de sus efectos por ser ^ contraria á la práctica umversalmente observada entre nacio- nes amigas, y á la justicia y derechos que la República consi- dera tener para que los artículos procedentes de sus puertos sean considerados en esa Provincia al nivel .de los que en ellos se importaren de cualquiera otros de las demás Naciones ex- trangeras que, por tratados especiales no hayan conseguido ecepcíones á la ley jeneral, según hasta ahora se ha practi- cado y practica en los de la República con los que proceden de los puertos de esa Provincia. "El infrascripto se permite con ese motivo hacer notar á 8. E., el Sr. Ministro, á quien se dirije, que, si las considera- ciones de vencindad, las que se deben á la identidad de orijen, idioma y costumbres; los vínculos de sangre y amistad que ligan á los habitantes de ambos países no pudieran ser títulos bastantes para que sus relaciones comerciales fuesen rocípro- ► camente favorecidas, la conveniencia de uno y otro exije al menos que se eviten resoluciones que estableciendo diferen- cias en contra de estas y en favor de las que cultiva con las demás naciones extranjeras, solo pueden dar- por resultado hostilidades que muy pronto contribuirían á la completa des- trucción del comercio que hoy entretienen utilmente los sub- ditos de uno y otro Gobierno. No se oculta á S. E. que den- tro de los Cabos del Rio de la Plata no existen otros puertos que los de esta República á que puede ser aplicable la dispo- sición del citado decreto: esta circunstancia no permite du- dar que ella sea dirijida á prohibir ó coartar, al menos, los transbordos ó reembarcos que se hacen en sus puertos, y por consiguiente á destruir también la navegación de los Rios que se ha sostenido hasta el presente, sino con ventaja del co- mercio de Buenos Aires, al menos con utilidad común. AI Gobierno de la República le seria sensible establecer Jos mismos principios para desviar de sus puertos la introduc- ción de efectos de ultramar procedente de esa Provincia, por . que aunque esta medida cediendo en grave perjuicio del Co- misión de Buenos Aires, fomentaría considerablemente el de esta Capital, que en ese caso proveería esclusivamente todos los consumos de la costa Oriental del Uruguay, no seria al fin obtenida esa ventaja local sino por medios violentos y en con- tradicción con las relaciones naturales que conservan los pue- blos según la posición geográfica que ocupamos; pero estos principios que hasta ahora dirigieron al gobierno porque está persuadido que entre dos naciones comerciantes las ventajas mas ó menos grandes de una no privan á la otra de la utilidad que también reporta, no podrán ser aplicables desde que el honor nacional de la República se considera vejado por un recar- go que se supone establecido en odio suyo. — No és justo desco- nocer los derechos de ese gobierno para fijar los impuestos que son obligados á pagar los estrangeros á la introducción de sus mercancias en el territorio de su mando. No lo seria tampo- co cuando se propusiera favorecer la navegación de su marina mercante haciendo concesiones á esta que no quisiera conce- der á las embarcaciones extrangeras; pero cuando se trata solamente de estas ó de efectos procedentes de sus puertos, no és posible dejar de mirar como una inmerecida ofensa el que •os artículos de ultramar importados por transbordo ó reem- barco en las costas del Brasil ó de cualquiera otra nación, no sean recargados con esa cuarta parte de aumento que se recar- ga á los que en la propia forma se importaren de esta Repú- blica.-—No és fácil adivinar la razón porque el comercio de las primeras deba ser favorecido obteniendo preferencia so- bre el de un pueblo vecino, amigo y que corresponde á la gran familia de America;—sea sin embargo de esto lo que— 100 — fuere, el Gobierno no puede dejar de reclamar la perfecta igualdad con aquellas, y la reciproca correspondencia á las franquicias y libertades que permite en sus puertos á todos los buques procedentes de esa Provincia. El Gobierno de la República espera que persuadido S. E. el Sr. Gobernador de la Provincia de Buenos Aires de la justicia de la reclamación, de los perjuicios que á uno y otro país irrogarían las providencias que ambos pueden tomar pa- ra fijar una justa reciprocidad, y finalmente de los que pro- duciría una riv alidad innecesaria en este orden, se dignará mandar suspender la ejecución del citado decreto de 4 de Marzo del corriente año. Ruega por tanto el infrascripto al Sr. Ministro á quien se dirije se sirva elevar á su conocimien- to el contenido de esta nota, y comunicarle oportunamente su resolución. El que firma saluda &a. (Firmado)—Francisco Llam- bí. (158) En verdad, aquel decreto hacia revivir la envejecida ri- validad que ha existido entre Buenos Aires y Montevideo, como consecuencia de las atrazadas nociones económicas de la época colonial, que en éste, como en muchos otros casos, han servido de basa á la política de Rosas. El provocaba represalias que debían ser funestas á los dos países, porque el verdadero interés de estos pueblos no consiste, ni era posible que consistiera, en arruinar al vecino para alzarse sobre sus ruinas: hoy se comprende bien que los beneficios que resultan de la concurrencia de un vecino rico, feliz, industrioso y mori- gerado, son infinitamente superiores, moral, política y econó- micamente, á todo cuanto puede prometerse de la cercanía de un pueblo empobrecido y desgraciado, el calculador mas cie- go de codicia y egoísmo. Pero la represalia era inevitable si el Gobierno de Bue- nos Aires no retractaba su decreto, ó las Autoridades de este país no prevaricaban abandonando la gestión de los intereses nacionales; y así és que la represalia fué propuesta inmediata- mente en la Cámara de Representantes, por uno de los dipu- tados mas votados á la causa de Oribe,—en los términos que vá á verse por el siguiente extracto. "Cámara de Representantes.—Sesión del 7 de Marzo de 1836. "Antes de entrar en la órden'del día—el Sr. Pinilla pidió la palabra y expuso, que el Gobierno de Buenos Aires acababa de dar un decreto hostil contra nuestro comercio, recargando ron una cuarta parte mas de derechos á todos los efectos de — 101 — ultramar que se transbordasen ó reembarcasen de Cabes á dentro con destino á aquella Provincia. Que en consecuen- cia era indispensable que el C. L. tomase también alguna me- dida que disminuyese en parte el perjuicio que causaba el ci- tado decreto, y al efecto tenia el honor de presentar el si- guiente proyecto de ley, que si mereciese el apoyo de algunos • SS. RR., suplicaba que se recomendase a la Comisión respec- tiva su despacho con la posible brevedad. Se leyó, y es como sigue : PROYECTO DE LEY. "Art. 1 ? Todos los efectos de ultramar que por trans- bordo ó reembarco de Cabos adentro se introdujesen en cual- quiera de los puertos de la República, pagarán sobre los de- rechos que les correspondan por la Ley de Aduana un aumen- to igual al que se halle establecido en los puertos de que pro- cedan sobre iguales efectos reembarcados ó transbordados de los de este Estado. 2 ? Esta disposición empezará á tener efecto un mes después de su promulgación. 3 ? Comuniqúese &a.—Basilio Antonio Pinilla. Habiéndo sido suficientemente apoyado, pasó este pro- yecto á la Comisión de Hacienda." (159) Pendiente el resultado de ese grave negocio, no era de presumir que nuestro Gobierno se prestase á reconocer á Cor- rea Morales en el carácter en que se presentaba: máxime cuando ese reconocimiento envolvía una nueva consesion á Rosas. Correa Morales, como se ha dicho, había sido espulsado de la República por haber aparecido comprometido en una conspiración contra el orden legal, que aun amenazaban sus mismos cómplices desde territorio Argentino. Rosas lejos de haber desaprobado la conducta de su ajen- te, la había sancionado oficialmente, y para que no quedase sobre esto mínima duda, lo enviaba de nuevo en desprecio de todas las conveniencias internacionales y de los usos diplo- máticos. El acto de volver á recibir á este ájente era por parte de nuestro Gobierno, una retractación paladina de sus procedimientos anteriores. , A esto se agregaba que el Gobierno de Buenos Aires se habia negado á recibir, en 1833, un ájente Oriental con carác- ter público, en el concepto de que nuestra independencia no era perfecta; y que, sin duda en ese mismo concepto, jamas ha bia acreditado cerca del nuestro ninguno que lo tubiese, y pos- teriormente, 1834. habia evadido la ocasión de esplicarse sobre— 102 — (a calificación de semi-sobe rano y Estado mediatizado que hizo de nuestro país el Ministro Argentino en Londres. El honor y los intereses del país exigian, pues, una acla- ración términantc sobre este punto; tanto mas necesaria cuan- to que Correa Morales solo venía en su antiguo carácter de comisionado ad hoc, y era visto que apesar de haber vencido los 5 años de que habla el art. 10 de la Convención de 1828, Rosas persistía en no enviar á este país ningún agente con carácter diplomático determinado. Sobreponiéndose á todas estas consideraciones y á la si- tuación que habia creado el decreto hostil de 4 de Marzo, y aun ántes de hechar recibido ni contestación á la reclamación que sobre él habia dirigido, Oribe se sometió á reconocer al Agente de Rosas del modo que esto lo habia exigido; y pro- mulgó el decreto que copiamos á continuación— " Ministerio de Relaciones Exteriores.—Montevideo, Marzo 17de 1836.—Estando acreditado el Coronel D.Juan Correa Morales, como Agente y Comisionado ad hoc del Gobierno de Buenos Aires cerca del de esta República: el P. Ejecutivo ha acordado y decreta : Art. 1 ° Queda reconocido como Agente y Comisiona- do adhoc del Gobierno de Buenos Aires, el Coronel D. Juan Correa Morales. 2 ° Comuniqúese y publíquese.—Oribe.—Francisco Llambí." (160) Con fecha 28 del mismo mes contestó Rosas la reclama- ción pendiente, anunciando la resolución de sostener en todas sus partes, la medida de que se quejaba nuestro Gobierno ; y este replicó en una nota de 14 de Abril siguiente, que ter- mina con estas palabras— . . . ."Pero no encontrando en la dignidad del que preside "la Provincia de Buenos Aires la justicia que debia esperar, "juzgará por ella del aprecio que le merecen las relaciones "francas y amigables que constituyen la política de este país "para con las naciones amigas, y especialmente para con los "pueblos vecinos, y nivelará su línea de conducta, por la que "se tenga, con la que tiene el honor de presidir ; se considera- rá igualmente autorizado para tomar todas aquellas providen- cias que le proporciona la posición misma que motiva el decreto "reclamado:' (161.) Rosas miró con desden este destello de independencia: habia calculado el efecto de las menguadas pasiones de que estaba poseída la administración de Oribe, y contaba con que habia de postrarse á su voluntad en el momento en que sus — 103 — desaciertos produjesen la lucha que insensatamente provoca- ba, y estaba ya á punto de empeñar. Rosas no se equivocaba, y bastará para que se aprecie hasta que grado sacrificaba Oribe los intereses y la dignidad del país á sus miserables miras de pandilla, que reasumamos el desenlace final de este deplorable negocio, en breves pala- bras. Oribe no volvió á insistir en su reclamación ; no adop- tó ninguna de aquellas providencias que, según sus mismas palabras, le proporcionaba la posición misma que habia motiva- do el decreto reclamado: y habiendo el Cuerpo, Legislativo san- cionado una ley sobre la base del proyecto del Sr. Pinilla, que hemos insertado, el Gobierno suspendió la ejecución de la ley !—la suspendió para que no se alterasen las buenas relacio- nes existentes, para que no se enojase Rosas ! (162) Todo lo que esto revela no necesita esplicarse: ahí está el hecho, palpitante, elocuente, irrecusable ;—asi quedó en vi- gor con la adquiesencia de nuestro mismo Gobierno, del Go- bierno que se llamaba Nacional, un decreto que bastaba para perturbar las relaciones de estos países y que debia mante- nerlos en pugna abierta y desastrosa ;—un decreto cuya dero- gación es una de las primeras condiciones, condición indispen- sable, á juicio nuestro, para el restablecimiento de toda inte- lijencia amigable y decorosa entre este Estado y Buenos Ai- res.—Ese decreto no puede co-existir pacificamente con la in- dependencia del Estado Oriental; con la existencia en este Estado de un Gobierno digno de su puesto. Después de las concesiones que hemos referido, creemos completamente inútil detenernos en otras de menos monta. Era natural que las hubiera y las hubo en efecto, pero á to- dos les parecerían, como nos parecen á nosotros, levísimos ac- cidentes, indignos de mención, después de haber traído á la memoria aquellos grandes sacrificios del honor y de la con- veniencia Nacional. Pero Oribe no se creia ya en estado de retrogar; y aun- que no le hacemos á él, y mucho menos á otros hombres de su partido, la injusticia de suponer que convenían entonces en en tregar el país á la influencia de Rosas, y subordinar por entero nuestros intereses á los de Buenos Aires, és cierto que, ciegos de espíritu y rencor de partido, próximos y decididos á librar su suerte y la realización de sus sueños de ambición, á un con- flicto de armas con el partido del General Rivera, creian ele- mento principalísimo para su triunfo, la bevcvolcncia y el au- xilio de Rosas, y contaban, de cierto, con que desembarazados- de Rivera, consolidada su victoria, podrían volver á cobrar la independencia que tanto menoscaban aquellos aeto.».---¡ Tris- t— 101 — tisíma disculpa si como lo creemos firmemente, éa esa la úni- ca disculpa que pueden darnos ! Los sucesos de 1832, 33 y 34 Ies mostraban que el Go- bierno legítimamente establecido tenia, por ese solo título, un gran poder nacional que lo hacia innaccesible á los embates de la anarquía; y que si no adjuraba las condiciones de su existencia, si conciliaba la opinión dal país, sino descendía de su asiento , para hacerse gefc de facción, podia mantenerse en él á despecho de la cólera de Rosas y conservar intacta la dignidad y los intereses do la República. La esperiencia estaba hecha : el poder del gobierno legal se habia robustecido por esa misma esperiencia, y bastará observar la importancia que daba Oribe á la benevolencia de Rosas, el precio á que la compraba, para apreciar con rigoro- sa exactitud, la política de su administración y el estado de la opinión del país. Como ya lo hemos dicho, no historiaremos todos los actos que habian conducido al gobierno de Oribe á la lastimosa si- tuación de no poderse sostener sino triunfando en la guerra civil, que habia provocado para aniquilar el partido y la in- fluencia del jeneral Rivera. Esta historia es puramente nues- tra, .puramente Oriental, y seria, por lo mismo, completa- mente agena de nuestro intento.—Tratamos de las agresiones de Rosas, y él no tenia, ni tiene ningún gobierno extrangero, la facultad de juzgar y decidir nuestros negocios internos ; mas adelante tocaremos, con la detención que sea convenien- te, los pretestos de que Rosas ha hecho uso para paliar la injustificable intervención que se ha atribuido en estos ne- gocios. El gobierno de Oribe no se 'satisfacía con poder go- bernar ; no se contentaba con la obediencia lejítima.—Echa- do en los brazos de Rosas, y de los revolucionarios de 1832, contando como base de su poder esta facción, vencida por la Nación, era un gobierno de reacción. El hacia con esta conducta inevitable la guerra civil; poi- que—como dice Sismondi, con palabras que parecen escri- tas ante el espectáculo que ofrecía el gobierno de Oribe—"hay y habrá revoluciones cuando los gobiernos no escuchan mas que la cólera y el espíritu de venganza y no contentándose con reusar á sus subditos las garantías debidas á los hombres quieren ademas humillarlos y castigarlos.—Hay gobiernos que desde su origen llevan el sello de la insolencia estrangera, de la humillación nacional, y cuya existencia es una revolución continua." Amagado de muerte el partido político del General Rive- ra por las incidías de Rosas y Oribe, coartado en sus mas — 105 — sagrados derechos, cercano áser escluido, por entero, del goce de ellos, próximo yá ú sucumbir á los golpes convinados de la coalición formada en su daño, sin esperanza de salvarse pol- los medios legales—amenazado seria y personalmente el Ge- neral Rivera, se alzó en armas el 16 de Julio de 1836.... (163) Una de las primeras medidas de Oribe para combatir este movimiento fué dirigirse a Rosas, provocándolo á que se mez- clase en la contienda; á que interviniese en los negocios domes- ticos de este pais, en los negocios esclusivamente Orientales; abriendo así, sacrilegamente, las puertas de nuestro país á la ambición y á las miras bien conocidas del Dictador de Bue- nos Aires y complicando nuestras cuestiones con las cuestio- nes Argentinas.—Esta és la obra de D. Manuel Oribe, y su- yos son los días de sangre y desolación que ella ha produci- do :—él és quien ha llamado al estrangero al suelo de la Pa- tria. Comprendemos bien la gravedad del cargo, y vamos á presentar el documento en que lo fundamos. Ministerio de Relaciones Exteriores.—Montevideo, Julio 19 de 1836. El infrascrito Ministro Secretario de Relaciones Exte- riores de la República Oriental del Uruguay, ha recibido or- den de su Gobierno para dirigirse á S. E. el Sr. Ministro en el mismo Departamento de la Provincia de Buenos Aires para manifestarle que habiendo descubierto una conspiración én el territorio de la República, promovida por el General Rive- ra, en que resultan complicados el General Lavalie y algunos otros Gefes Argentinos, ha dictado las providencias conve- nientes para sofocarla y prender á aquellos que resulten com- plicados. Esta circunstancia, en el concepto del Gobierno de la República descubre miras ulteriores que á su vez afectaran también la paz y tranquilidad de ese país ; y és con este moti- vo que se apresura á ponerla en conocimiento de V. E. Si el mutuo interés de ambos países exigia hasta aquí estrechar las relaciones que deben siempre existir entre pue- blos vecinos, el descubrimiento de una conspiración, cuyas ulterioridades no pueden ocultarse á V. E. exije doblemente que ellas sean cultivadas, transmitiéndose reciprocamente los conocimientos que el curso de los sucesos haga descubrir. Con este objeto, he sido autorizado por mi gobierno pa- ra hacer acreditar cerca de la persona de V. E., con el ca- rácter de Agente confidencial al Coronel graduado D. Manuel 3>ona, quién transmitirá á V. E. cuanto pueda convenir al 12— 106 — interés de la República. En consecuencia podrá V. E. pres- tarle fé y crédito en cuanto diga á nombre de este Gobierno. El infrascripto &a.—(firmado)—Francisco Llambí. (164) Este es el documento público : fácil es comprender cuales serian las instrucciones privadas del comisionado ; cual el li- nage de relaciones que se solicitaba estrechar por intermedio del Agente confidencial; y al mencionar este título se nos per- mitirá observar, la absoluta conformidad que manifestaba Ori- be con la voluntad de Rosas en la denominación del comisiona- do : Oribe no podia dejar de recordar que el hombre á quien brindaba con el acceso al sagrado de nuestros negocios do- mésticos, era el mismo que repugnaba la independencia del país hasta el punto de no poder soportar á su lado la residen- cia de un enviado Oriental con carácter público. Pero era tal el concepto que el mismo Rosas tenia del poder de Oribe que, creyéndolo, como nosotros, por estremo frajil y en incapacidad siquiera de luchar, contestó racional y mo- deradamente á la nota que hemos transcripto.—Sabia Rosas que eran mentidos los pretestos y temores que invocaba Ori- be, para incitar su intervención, y sím duda no quería preci- pitarse de manera, que pudiera encontrarse solo en la palestra, antes que la guerra civil se presentase en aptitud de devorar- nos y de allanarle el camino que buscaba, hace tantos años, para establecer su predominio en este país por medio déla anarquía. No habló pues, ni palabra dé los unitarios, ni de legiti- midad, ni de gobierno legal, y no se permitió ninguna de esas calificaciones injuriosas y absurdas que hizo, algo mas tarde, del general Rivera y su partido. Arana, contestando á la nota de Llambí del 19 de Julio, decia el dia 23— " Al paso que desea cordialmente S. E^ el Sr. Gobernador que cuanto antes sea restablecida en ese Estado la paz que desgraciadamente ha sido alterada, le es grato manifestar a S. E. el Sr. Ministro, para que se sirva manifestarlo á su go- bierno, que el de Buenos Aires, lo mismo que todos los de la Confederación, consecuentes á las relaciones sincéras de amis- tad y buena intelijencia que tan justamente se recomiendan en la nota que el infrascripto tiene4el honor de contestar, presta- rán todos'aquellos buenos oficios que para tales casos prescribe el derecho de gentes entre Estados vecinos y amigos." (165) El alzamiento no fué tan general y no obró tan rápida y decisivamente como se habia esperado; algunos gefes que se contaban en las filas del partido del General Rivera (entro estos los entonces Coroneles D. Manuel Britos y D. Servando — 107 — Gómez) se pronunciaron por la causa de Oribe, y este, aunque todavía sin probabilidades de triunfo, principió á reunir un ejército, con lo cuál fué visto que iban á librarse batallas y á caer de recio sobre el país el azote de la guerra civil. Era seguro que iba á derramarse copiosamente la sangre Orien tal, á perturbarse el imperio de las instituciones, á interrumpir- se Ja costumbre constitucional, á detenerse, sino á retrogradar nuestro progreso moral y material, á pervertirse los hábitos de trabajo y de orden; que, en suma, se iba á enflaquecer y de- sorganizar el Estado. Era esto precisamente lo que Rosas necesitaba para mezclarse en favor del partido mas débil, que era, naturalmente, el que solicitaba apoyarse en el extrange- ro, propender así á que hubiera mas equilibrio entre los par- tidos beligerantes y de consiguiente á la prolongación de la contienda, á la mayor desolación del país. Cierto yá de que Oribe tenia elementos para luchar, de- jó la aptitud que habia tomado por la nota de 23 de Julio, y se resolvió á intervenir abiertamente : ya habló de unitarios y de autoridades legitimas, y se declaró en hostilidad con el partido del General Rivera, aplicando á los ciudadanos Orientales la suma del poder público que ejercia sobre los Argentinos. El I. ° de Agosto publicó los siguientes decretos.— ¡ VIVA LA FEDERACION ! Departamento de Gobierno—Buenos Aires, Agosto l.° de 1836.—Año 27 de la Libertad &a. El Gobierno con esta fecha ha acordado y decreta:— Art. 1.° El Gefe de Policía elevará diariamente dos partes oficiales por escrito uno al Gobernador y Capitán Ge- neral de la Provincia, y otro al Ministro de Relaciones Exte- riores, de todas las personas, con sus nombres y apellidos, lu- gar de su origen y domicilio, calle y casa de su habitación, que en aquel dia hayan solicitado pasaporte para pasar al ter- ritorio Oriental del Uruguay, y en la misma forma de las que hubiesen llegado de aquel Estado á esta Ciudad. 2. ° No se dará por la Policía pasaporte á ninguna per- sona de cualquier clase ó condición que fuese para pasar á dicho Estado sin obtener para ello espreso permiso del Go- bierno por escrito, y el pasaporte que en este caso se diere, deberá ser firmado por el Ministro de Relaciones Exteriores. 3, ° Comuniqúese, publíquese é insértese en el Registro Oficial. (firmado) Rosas. (El Oficial Mayor del Ministerio de Gobierno) Agustín Garri- gós.— 108 — ¡ VIVA LA FEDERACION I Departamento de la Guerra.—Buenos Aires, Agosto l.° de 183G.—Año 27 de la Libertad &a. No pudiendo la República Argentina ser insensible al gran cúmulo de desgracias y peligros que sufre el Estado Oriental del Uruguay, ú consecuencia de haber estallado en él una sublevación, que según comunicaciones oficiales de aquel Gobierno ha sido promovida por el Brigadier D. Fruc- tuoso Rivera, con los pérfidos unitarios emigrados de este á aquel Estado, pues humea aun en todos los puntos del territo- rio Oriental la sangre Argentina derramada con valor heroico en defensa de la Libertad e Independencia de ese mismo Es- tado, y se oyen entre nosotros los gemidos de la indigencia y horfandad que produjo en innumerables familias de esta Re- publica, tan noble como generoso empeño, el Gobierno im- pulsado por estas y otras consideraciones, usando de la suma del poder público con que se halla investido, ha acordado y de- creta :— Art. 1. ° Ninguna persona existente en esta Provincia, podrá, directa ó indirectamente, suministrar en manera algu- na pólvora, armas, munición, ni ningún articulo de guerra á los sublevados contra el actual Gobierno legal del Estado Oriental del Uruguay; ni inducir ni prestar para ello su coo- peración. 2 ? —Tampoco podrá prestar ninguna clase de coopera- ción á los sublevados. 3 ? Queda escluidopara siempre de poder venir á esta provincia toda persona aunque sea estrangero, que hubiese to- mado ó tomase parte alguna en la espresada sublevación, ó prestase cualquier clase de cooperación á los sublevados. 4. ° El que infringiere cualquiera de los tres artículos anteriores, con solo la simple justificación del hecho será casti- gado á juicio del Gobierno hasta con la pena de muerte, según las circunstancias del caso. 5. ° Comuniqúese, publíquese é insértese en el Registro Oficial. (firmados) Rosas. El Inspector General—Agustín de Pinedo. (166) Este último decreto se califica por sí mismo. Rosas in- terviene por él, soberanamente, en la política interior del Estado Oriental y no solo proteje á un partido contra otro sino que decreta penas atroces y arbitrarias á hombres que no habían cometido ninguna falta contra él, ni en sus dominios, tratándolos con mas rigor, con muchísimo mas rigor, que la — 109 — misma autoridad contra quien se habían alzado :—hace por él la introducción neta y descarnada de su sistema y de sus medios de gobierno, sin ningún miramiento á lo que en el ca- so le prescribía el derecho de gentes, y los tratados existentes. Al dia siguiente de la publicación de esos decretos, diri- gió Rosas á los gobiernos de las otras Provincias Argentinas la circular que vamos á copiar.— " Buenos Aires, Agosto 2 de 1836.—Al Exmo. Sr. Go- bernador y Capitán General de la Provincia de.....—Es hon- roso al infrascripto dirigirse á S. E. para manifestarle que sien- do notorio que en la sublevación que ha estallado en la Repú- blica Oriental del Uruguay acaudillada por el Brigadier Gl. D- Fructuoso Rivera contra la suprema autoridad legal, los pér- fidos Unitarios que existen allí refugiados, son los principales y mas activos agentes que lo acompañan y reúnen los ele- mentos para una guerra sangrienta, y siendo de esperarse que aquellos mismos malvados, en todo caso, ó bien de derrota ó de triunfo contra la justicia de la causa del Exmo. Sr. Presi- dente de la República Oriental, se lanzarán por alguna parte de la República Argentina, á perturbar su sociego ; el infras- cripto, por tan fuertes consideraciones, resuelto como se halla á desplegar la acción que reclaman el bienestar de los pue- blos confederados y el crédito de su gobierno, según lo exijan las circunstancias y convenga á la paz pública y dignidad de la Santa Causa de la Federación, considera conveniente y de urgente necesidad, que S. E. autorice competentemente al Gobierno de Buenos Aires para que poniéndose de acuerdo cion el Exmo. Sr. Gobernador de la Provincia de Santa Fé Brigadier D. Estanislao López, pueda expedirse libremente como encargado de las Relaciones Exteriores déla Confede- ración Argentina con toda la plenitud de facultades que es tan necesaria para salvarla de las asechanzas de los feroces Unitarios, y proveer á todo cuanto pueda convenir á la con- servación del orden y tranquilidad de que ellas felizmente go- zan, como también á fortificar las estrechas relaciones de amistad y buena inteligencia con el Exmo. Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay, prestándole toda clase de cooperación y auxilios que sean convenientes, sin esperar á que los indicados acontecimientos, ú otros no previstos, causen funestos efectos á los pueblos confederados.—Dios guar- de &a. (firmado) Juan Manuel Rosas.—Felipe Ara- na." (167) Es casi inútil decir que los gobernadores de las Provin- cias contestaron todos en el sentido de la Circular de Buenos Aires, pero dando, generalmente, mas ostensión y claridad á— 110 — sus conceptos, como tiene Rosas costumbre de exigirlo en los negocios árduos.—Sirva de muestra el período que vamos á tomar literalmente, de la contestación del de Santa Fé. ........-Sanio Fé, Agosto 16 de de 1836. ........"El Gobernador de Santa Fé que conoce todo el valor de las poderosas razones epilogadas en la nota á que contesta, que está bien instruido de la saña feroz que alimen- tan los inicuos unitarios contra la dicha de nuestra República, y que abunda en datos positivos que prueban á toda luz, que en la criminal sublevación del Estado Oriental del Uruguay se comprende un plan, antes de ahora meditado, de sangre y de exterminio para con los pueblos que forman la Confederación Argentina, no solo está muy conforme sino enteramente de acuerdo, usando del poder extraordinario que inviste en auto- rizar plenamente y sin ningún género de restricción, como por la presente autoriza al Sr. Gobernador de Buenos Aires, en el modo y forma que lo pide y para todos los obgetos que lo solicita en la referida nota circular, para que pueda obrar libremente respecto á la rebelión que ha estallado en el Es- tado Oriental, prestando al Exmo. Sr. Presidente de dicho Es- tado toda la cooperación y auxilios que considere ser necesa- rios, sino que ofrece y promete de la manera mas solemne, con- currir y cooperar con todos los elementos de que pueda dis- poner en la provincia que preside,para eslerminar para siem- pre á los malvados unitarios enemigos implacables del sociego público, persiguiéndolos, si necesario fuere, entre las mismas breñas del Estado Oriental del Uruguay; á cuyo efecto pro- mete que cumplirá y hará cumplir las ordenes y disposiciones que sobre tan importante negocio tenga S. E. á bien impartir. (Firmado) — Estanislao López.—Domingo Cullen. (168) Todos los Gobernadores de las provincias al conferir ó Rosas la autorización que solicitaba, en términos substancial- mente idénticos á los empleados por el de Santa-Fé, promul- garon decretos semejantes á los de Buenos Aires, por medio de los cuales también los otros Gobernadores de las Provincias Arjentinas juzgan y penan los actos políticos de los ciudada- nos Orientales, practicados en el territorio Oriental. Esta conducta que le daba á Rosas tan alta superinten- dencia en los negocios de nuestro país, alarmaba, muy justa- mente, á una parte del mismo partido de Oribe, y singularmen- te á aquellos ciudadanos que, sin pertenecer en el fondo á esa facción, creyeron deber suyo permanecer al lado y al servi- cio del Gobierno legalmente constituido. Rosas conocia bien esto9 escrúpulos, y como su objeto no — 1)1 — era propender al triunfo del Gobierno que habia sido legal- mente electo, sino al de una facción que se le sometiera ab- solutamente, que adoptase por entero su sistema y viviera pe- gada á su poder como planta parásita, principió á manifestar la distinción que hacia en el partido de Oribe, entre los que solo deseaban una alianza pasajera para destruir á Rivera, y los que aceptaban la idéa de una liga estrecha y permanente que, de facto, los ataria perdurablemente al destino de Rosas D. Manuel Oribe no gozaba todavia la confianza de Ro- sas, y no era á sus ojos mas que un tránsfuga ; — que por otra parte, vacilaba aun en someterse á todas las exijencias, y aun que muy manchado ya por sus conse- ciones, aun que muy perjudicado por ellas en la opinión del país, no se atrevía aun á insultarlo con los procederes y el idioma de aquel tirano, y se esforzaba en mantener ciertas formas externas de dignidad y de independencia; la apariencia de Gobierno Oriental, y cierto género de respeto á los derechos y garantías que establece la Constitución, la suavidad de nuestras costumbres y hábitos de guerra. Asi es que Rosas, desde que tuvo abiertas las puertas del país, en lo primero que pensó fué en fortificar la fracción que le estaba mas intimamente ligada, y para esto introducir en él con un mando importante y con visos de independiente á I). J. A. Lavalleja, que habia conservado á su lado como una ame- naza perpétua contra Oribe. Lavalleja se encontraba, como hemos dicho, refujiado en Buenos Aires, y desde 1832 habia sido borrado de la lista mi- litar del Estado, y privado de todos sus títulos y honores. Lo natural era que solicitase, y Oribe le concediese la reintegración de sus empleos, incorporándolo de nuevo al ejér- cito Oriental; pero para esto era necesario reconocer la justicia con que habia sido despojado por actos que Rosas habia patro- cinado. Rosas no habia dejado, ni un solo dia, de considerar á Lavalleja como Brigadier Jeneral de este Estado ;—y con este carácter, sin mas trámite, al menos conocido del público, lo hizo preparar para una invasión compuesta de los mismos ele- mentos de la que habia traído en 1834. Lavalleja desembarcó en nuestra costas acompañado de una división compuesta, casi en su totalidad, de Ar- gentinos, y todos sus soldados traían en el pecho la cin- ta punzó con el letrero Restaurador de las Leyes, y en todo idénticas á las que usaban los maz-horqtieros en Buenos Aires : al pisar el suelo de la Pátria publicó la siguiente proclama ^e Agosto, impresa en Buenos Aires en la Imprenta ael Estado, con tinta punzó.- — 112 — El Brigadier General D. Juan Antonio Lavalleja—Al Pueblo Oriental. Compatriólas y amigos:— Los peligros que agitan mi Patria y mi obediencia al Gefe Supremo del Estado, me ponen entre vosotros.—Juré un dia sacrificar mi vida por salvarla; y vedme hoy, amigos, repitiendo de nuevo mi solemne promesa. Un bando pérfido de impíos Unitarios y de viles traido- res á su Patria, atacan insolentes las libertades públicas, y se atreven á violar la Constitución y las Leyes, y menosprecian audaces la autoridad del Exmo. Sr. Presidente de la Repúbli- ca que ha aumentado las glorias de su Patria con su sabia é ilustrada administración; esos mismos que llenaron su país de sangre y luto, asesinando en los campos de Navarro al ilustre Dorreqo, en los momentos que acababa de dar existencia á esta República con una paz gloriosa—esos mismos que jamas fueron fieles á la causa nacional de la Independencia, y lleva- ron insolentes la espada del Imperio al corazón de los libres— esos mismos agotaron los tesoros del Erario, é inundaron de horror esta tierra. Pero el Cielo al fin prepara un término feliz á tantos ma- les. La voz de la Pátria llama á sus hijos y el patriotismo que siempre acreditaron les prepara nuevos laureles. Sus heroi- cos esfuerzos salvarán su existencia que hoy peligra, y si des- graciadamente no fuese eso bastante, Orientales, tenemos la amistad de un Perteño esclarecido—el que salvó su Pátria del poder ominoso de los que hoy atacan vuestra existencia poli- tica ;—la valiosa amistad del Ilustre Restaurador de las Leyes D. Juan Manuel de Rosas. La política de su administración siempre franca, siempre ilustrada, siempre amistosa y leal para el Estado Oriental, no permitirá que aleves Unitarios turben el sociego y la tranquili- nad de este país : no permitirá que el lustre de sus glorias lo empañen los asesinos feroces de ilustres hijos de la Pátria.— Confiad, amigos, en la amistad que siempre profesó á nuestro país, y gloriaos de tener en nuestro apoyo á los Gobiernos de la Confederación Argentina. Nada tenemos pues, que temer de un puñado de malva- dos, que sin pátria, ni hogar, ni títulos á la estimación pública, solo aspiran á existir entre el pillaje y la anarquía, Desgraciadas de nuestras familias, de nuestras esposas, • de nuestras hijas, de nuestras fortunas, siesos infames alcan- zan el poder público. Perderías para siempre vuestra pátria y libertades. Re- cordad cual fué nuestra suerte no ha mucho tiempo :—dad una J — 113 — mirada á lo pasado, y solo veréis crímenes espantosos, horrores inauditos, Orientales/—Escarmentar esos monstruos será vuestro deber, Ja esperanza de la pátria y el timbre mas glorioso de vuestro compitriota—- (firmado) Juan Antonio Lavalleja. (169) Este documento to esplica todo.—D. Juan A. Lavalleja, el Oriental que tiene la tristísima prioridad de haber atentado contra el orden constitucional de su país, de haber ensayado, el primero, después de constituida la República, reemplazar los procederes del sistema representativo por los motines milita- res, és el mismo que lo firma.—Concebimos, y aun habríamos aplaudido que reconocido el error, que podia esplicarse como se esplican, aunque no se justifiquen, muchos atentados políticos, Lavalleja volviese al gi émio de la Patria; poro no és eso, ni nada parecido á eso. lo que revela el documento. Al contra- rio, nada ha cambiado en su bande.-a sino alguna palabra ; és la misma bandera de la vencida anarquía, sus mismos odios, sus mismas acusaciones, su misma causa en fin. Lavalleja no la adjuraba, y consecuente con ello, deduce lógicamente que el apoyo prestado á ¡a anarquía por el Go- bierno de Buenos Aires, durante todo el período en que estaba obligado por la fé de los tratados á combatirla, le daba dere- cho para afirmar, como lo hace, que la política de aquel Go- bierno habia sido siempre amistosa y leal para el Estado Oriental.—¿ lira, pues, e¡ principio légale) que venia á soste- nerse? ¿Kra el principio legal el que se robustecía glorifican- do y justificando los crímenes de la sedición?—¿Cabia equi- vocación?........ Pero no és esto todo, ni lo mas negro.—Yá hemos visto que el Gobierno de Oribe no era mas que una reacción en fd- vorde la facción vencida por la anterior Presidencia; pero no se encerraba en ella el único objeto. Lavalleja viene en nombre de las cuestiones y de la polí- tica de las Provincias Argentinas: yá no se trata solo de de- batir, al menos ostensiblemente, intereses ó pasiones Orien- tales : se proclama, á la luz del dia, oficialmente, que se trata de pasiones y de miras estrañas.—Lavalleja habla el idioma de la política de Rosas; viste sus colores y declara altamente su proposito:—si los Orientales resisten, sino se someten á la fac- ción que sostiene Rosas; si esta facción no puede triunfar da Ja voluntad nacional, si no fuesen bastante sus esfuerzos, vendrá Rosas.. ..¿1 no permitirá, dice Lavalleja hablando en su país, y á su país____¡ J Nos hacemos violencia para narrar esto» hechos; nuestros 13— 114 — lectores advertirán el penoso esfuerzo con que corre nuestra pluma, desde que hemos principiado á ocuparnos de compa- triotas nuestros. Pero los hechos son tan decisivos por sí mismos, que no tememos que la arides y ia ligereza de nuestras observaciones perjudique á la justísima causa, en cuyo servicio tenemos el honor de escribir. Recordamos de nuevo, con sincer satisfacción, la indig- nación que los hechos y documentos que preceden produjeron entre muchos de los Orientales, enemigos políticos nuestros, que pertenecían á la facción Oribe. Este mismo se mostró penosamente afectado por la pro- clama y las divisas de Lavalleja. Las proclamas se insertaron, sin ninguna clase de comen- tario, en sus poriódicos, que eran yá los únicos que se publi- caban, (170) y en cuanto á las divisas se resolvió rechazarlas. Pero incapaz Oribe de hacerlo noble y abiertamente, de perderse, si era necesario, antes que tolerar los imperdonables ultrajes que acababan de inferirse á la independencia del país, adoptó, aun en eso, uno de los espedientes de que son tan fértiles los partidos, para engañarse á sí mismos, en sus horas de vértigo y pasión. Amidtió el uso de las divisas, decretando una suya, con lo cuál impedia virtualmente el uso de la estraña. Este decreto és de fecha 10 de Agosto de 1836, y por él se estableció la divisa blanca con el lema—Defensores de las Leyes.—Del color de esa divisa, ha tomado su nombre popular el partido de Oribe. El partido contrario adoptó, de consiguiente otra divisa para distinguirse de sus enemigos, singularmente en las funcio- nes de guerra.—Su primer color fué el celeste, tomado déla escarapela nacional, pero este color, débilísimo en los tejidos de que podian hacerse las divisas, no resistía á la acción at- mosférica; de ahí vino la necesidad de cambiarlo y se cambió naturalmente por el colorado (rubro) de mayor firmeza, y que es el mas común en las telas que se emplean en la campaña para forrar los ponchos, para hacer los chiripases Am.—De ahí, pues, se llamó colorado al partido que combatía á Oribe. Este és el orijen de las divisas que han dado el nombre á nuestros partidos, y que llevamos, hace tantos años, colocadas sobre nuestras frentes como signo de desunión fraticida.—El objeto de Rosas se llenó por entero ; la familia Oriental, cuya umon é indivisibilidad simboliza el glorioso color de nuestra bandera, se presentó, desde entonces, materialmente dividida por esas cintas blancas y coloradas: y esta distinción material era muy aproposito para los fines del que especulaba en nues- tro infortunio y quería aniquilar en este país el orden legal. Presentados los documentos y los hechos que prueban la — 115 — ingerencia de tiosas en nuestros negocios de familia; resultan- do de ellos mismos la naturaleza y la tendencia de esos actos, solo nos cabe hacernos cargo del pretesto de que se sirvió pa- ra cohonestarlos. Este pretesto no era entonces mas que uno; el que le mi- nistró Oribe en la nota de 19 de Julio—la complicidad de los emigrados Argentinos en la revolución del General Rivera. Esta acusación que después se ha repetido y se ha agranda- do tanto; que hoy mismo se repite, y que, al menos en efestran- gero, se tiene por fundada, és completamente falsa; no hay en ella un ápice de verdad. No ha existido tal complicidad en la revolución de 1836, ni sombra de complicidad. Si ella ha sido un error, és puramen- te nuestro.—Rosas y Oribe han adulterado la verdad á sabien- das y con dolosa intención. Hemos esplÍGado, tratando de los sucesos de 1832 en el capítulo 3. ° , cuál era la posición de los Gefes Argentinos : la parte de la emigración que no estaba en el caso de pretender derechos cívicos se encontraba en el de los estrangeros sin Cónsul, y todos en aptitud y en el deber también, de tomar parte en la lucha. Este hecho no habría debido alarmar á llosas; no era una conspiración: resultaba simplemente de la aplicación de las leyes del país, y se había verificado en 1832, en circunstancias mucho mas peligrosas para el, sin que de ello le viniera ningún daño. Era un hecho sobre todo, acerca del cuál podría, si se quiere, pedirse esplicaciones, tal vez seguridades, pero no pro- ducir por sí solo, como no habia producido ántes, el cassus belli. Pero ni aun ese hecho tubo lugar: la emigración Argenti- na tomada en su parte alta, en la parte capaz de combinarse en una empresa política, permaneció perfectamente estraña al de- bate:—no bastaron á ponerla en nuestras filas ni las miras de Rosas, claramente manifestadas, ni las condescendencias de Unbe.—Esto puede parecer estraño; pero esto es cierto. La neutralidad fué la regla de su conducta; y si algunos individuos se separaron de ella, lo hicieron en favor de uno ó de otro partido, indistintamente según sus simpatías ó posición personal. Es verdad que el General Lavalle, amenazado personal- mente, se. incorporó al General Rivera; y con este hecho cier- to, se ha pretendido, presentando al General como Gefe de la emigración, como cabeza de un partido, probar un hecho abso- lutamente falso. El del General Lavalle no fué un acto colectivo, un acto e partido : fué un hecho meramente personal, por razones y— 116 — peligros personales—Así és que se incorporó casi solo; y sus compañeros de armas.de infortunio y de causa, los mismos que ¿ntes y después han cooperado abiertamente á sus empresas de interés Argentino, permanecieran entonces impasibles, y algunos tomaron parte en las filas contrarias, como ya hemos indicado. Esta és la verdad, que no puede ser racionalmente con- tradicha. Si algún escritor de Rosas lo pretende, hemos de confundirlo ejemplarmente. (17 J) Apartada asi hasta la sombra de ese insuficiente pretesto, la agresión de Rosas aparece en entera desnudez; y ceemos que puede medirse mejor el tamaño de su atentado, y el del cri- men de los que, debiendo resistirlo, lo provocaron y se asocia- ron ñ él. Encendida la guerra en la campaña, el territorio'del En- trc-Rios se convirtió en tierra al servicio de Oribe, y allí fue- ron á"rehacerse y recibir auxilios sus partidarios, durante laa primeros contrastes parciales. (172) Cerca de sesenta dias consumieron los beligerantes en prepararse a un suceso mas grave: tubo este lugar al fin el 19 de Setiembre de 1836, en los campos de la Carpintería, y aun. que el éxito no favoreció las armas del General Rivera, el con- traste no fué de ningún modo decisivo. Oribe lo celebró con entrañable jubilo por que, con razón, exedia, tal como era, las esperanzas que le era permitido tener; y debió parecerle pre- cursor de una ventaja de otro género que ansiosamente soli- citaba. (173) En efecto,el Coronel D. José María Raña, en quien de- positaba el General Rivera una ciega confianza, que no pudie- ron conmover ni indicios vehementísimos, ni advertencias muy oportunas, entregó,—vendió, que esta és la palabra—lo vendió á Oribe el cuerpo que mandaba, y que era la división mas fuerte del Ejército de Rivera. (174) Esta defección, que se consumó el 11 de Octubre hirió pro- fundamente al General: personas que lo rodeaban nos han espií- cado la intencidad de su dolor; el dolor que inspira latraicion d el amigo. La resolución del General Rivera fué instantánea é irre- vocable ;—decidió abandonar el país, y á los muy pocos dias se encontraba en territorio brasilero seguidoa de muchos de sus compañeros de armas. Esta determinación puso término á la campaña de 1836. No podemos determinar con precisión la parte que cabe á Rosas en la corrupción del Coronel Raña; se creía, en la épo- 8a, que habia contribuido poderosamente a ella.—Raña era — 117 — oriundo de la Provincia (le Entre-Ríos y tenia alli intereses materiales y relaciones intimas. Jamas hemos hecho, ni la mínima diüjencia, para penetrar aquel misterio de iniquidad. Lo cierto és que esa defección resolvió la suerte de la campaña y que Rosas se felicitó oficialmente de haber contri- buido al triunfo y al restablecimiento de la paz. Al abrir las sesiones de su Cuerpo Legislativo el 1.° da Enero de 1837, pronunció las siguientes palabras sobre loa su- cesos de este país.— " En la República Oriental del Uruguay tuvo lugar una - sublevación contra las leyes y autoridad lejítima, encabezada " por Rivera, Lavalle y otros Unitarios, á quienes ha hecho " notables su perversidad. Al Gobierno no pudo ser extraño " un procedimiento semejante en una gavilla de malvados, con- " servados en una aptitud completa para continu ir alli la car- «' rera de sus enor*mes delitos. Los pueblos todos de la Con- " federación inmediatamente se pronunciaron con la energía, " dignidad y decoro del honor Nacional. Uniformemente au- " torizaron al Gobierno encargado de las Relaciones Exterio- " res, para que, poniéndose de acuerdo con el Gobernador de " la Provincia de Santa Fé, Brigadier D. Estanislao López, se " expidiese libremente con plenitud de facultades. Las pro- " vincias limítrofes tomaron las armas en precaución, y se fa- " editó la cooperación y auxilios que fueron convenientes.— " La República toda manifestó al Gobierno Oriental la since- *' ridad de su amistad, sus ardientes votos por el desagravio " de las leyes, por el exterminio del bando amotinado, y su dis- "posición para combatirlo en caso necesario. Estos eficaces " buenos oficios han contribuido al triunfo de las leyes y al " establecimiento de la paz en aquella República vecina y •' amiga." (175) En este documento,—que es uno de los infinitos compro- bantes de la ingerencia ilegitima de Rosas,—no solo hace gala de ella, sino que declara, esplicitamente, que ha contribuido al triunfo de Oribe, y consigna de una manera indeleble su voto de esterminio contra un partido Oriental y su disposición a combatirlo por sí tnismo. Mientras que el mandón de Buenos Aires publicaba esta» declaraciones, los Orientales que la traición de Raña había puesto en manos de Oribe, emigraban del país á buscar á su antiguo Gefe, ó se preparaban en él á emprender de nuevo la lucha y borrar, con sangre, la página de la campaña anterior. La paz era inconsistente con el triunfo de Oribe, y no hu- 0— 118 — bo nadie que no comprendiera perfectamente que lo que se ha- bía conseguido era, cuando mas, una simple tregua. En el curso de los meses que corrían en la anciedad pro- pia de esa situación, y preparándose Oribe para la nueva cam- paña, publicó Rosas su declaración de guerra al General Santa- Cruz, Presidente de la República de Solivia, con fecha 19 de Mayo de 1837. Desde el ingreso de Rosas al poder sus limítrofes re- ciben cotidianamente una parte de la población Argentina, proscripta de sus hogares, las tramas de los unitarios son un tópico inagotable de discusión ; y, como és de suponer, gran parte de la esposicion de los motivos de aquella guerra, se re- fiere á estas asechanzas, que vé Rosas sobre todas las fronteras, en que sus victimas pueden respirar el aire de la libertad. Aprovechó de paso, la solemne ocasión que le ofrecía aquel manifiesto para subsanar, de algún modo, la estrema debilidad del único motivo en que había basado su intervención en este país, y dar á sus imputaciones la apariencia de un plan vasto, organizado para desquiciar la Confederación Argentina, y su- ponerlo parte de la política representada por el partido del General Rivera. Permítasenos copiar algunas líneas del Manifiesto.—Es imposible, sin tener á la vista el documento, hacerse idéa del impudor, de la inaudita inmoralidad del Gobierno actual de Buenos Aires, y del abandono que hacia Oribe de todo senti- miento de respeto y pundonor Nacional. Dice—" En 1834 al tiempo que el Gobierno encargado " de las Relaciones Esteriores, firme en el principio de procu- " rar la paz déla República, autorizaba á un ciudadano Argen- " tino en el carácter de Cónsul General en Bolivia, con el de- " signio de ostentar en este paso su constante propencion á la " mejor inteligencia entre ambas Repúblicas, se desprendía de " la Banda Oriental del Rio de la Plata un enviado con la fatal " misión de organizar un plan con el General Santa-Cruz para " desquiciar la Confederación. El proyecto lo habia concebi- " do un Ministro Oriental, siempre ominoso á la República, por " la conciencia perfecta de la analogía de política de la admi- " nistracion á que pertenecía con la del General Santa-Cruz. " Administración de funesto recuerdo á la Confederación Ar- " gentina." ......"El encargado de la ejecución del pensamiento del " finado Ministróle avisaba desde Chuquisaca el 9 de Diciem- " bre del mismo año, que el General Santa-Cruz se habia pe- " netrado de la importancia y latitud de su misión; y que se- " gun sus palabras la abrazaba de todo corazón. Se celebró " un tratado y se estipuló en él la misión de un Comisionado " del General Santa-Cruz al Estado Oriental con acuerdo de « cuyo Gobierno se exigiría de la República Argentina una nueva u organización por medio de un Congreso general para partici- " par entónces del tratado de limites con el vecino Imperio. ......" Tratábase de exítar con la invitación á un Con- « greso en la Confederación la suceptibilidad de los unos y la " ambición de los otros : tratábase de dividir la República ínvo- " cando nombres sagrados y teorías seductoras para dár paso á " la detestable facción unitaria, y habríanse renovado los dias " de duelo, si esta trama insidiosa no hubiese sido desecha por el " Gobierno patriótico sucesor del de D. Fructuoso Rivera. ¡Y ' la abraza de todo corazón el General Santa-Cruz !! Des- " miéntanse estos heclws apurando el sofisma: el Gobierno contes- " tará que con documentos auténticos á la mano, se redacta " este vergonzoso episodio." (176) Rosas aludía á la misión enteramente pacifica y nacional, (pues solóse referia á las bases del arreglo de los límites co- munes con el Brasil.) que desempeñó en Bolivia en 1834 el Sr. D. Francisco J. Muñoz.—Tomaba la fecha exacta de la misión, algunas palabras también correctas, pero falsificaba, á sabien- das, su aplicación y su objeto; confundiéndolo todo desordena- da y pérfidamente, truncando la frase, torciendo su sentido, que en esto y en la impávida y eterna repetición de la calum- nia, consiste la principal habilidad de la Cnancillería de Rosas; y de ese modo és que ha hecho materia de perdurable é in- trincada controversia las verdades mas sensillas, los hechoá mas irrecusables. Contaba Rosas con que el Gobierno Oriental toleraría la calumniosa inculpación, no se atrevería á desmentirla y le deja- ría agredir impunemente, en esa nuova forma, el honor del país. Por eso, sin duda, no trepidó en aseverar en tan grave documento, y la faz de todas las naciones, á quienes era diri- gido, que poseía documentos auténticos que comprobaban la acusación. No se engañaba Rosas á cerca de Oribe, á pesar de que la calumnia lo manchaba á e«te personalmente, como Ministro que habia sido de la administración de 1834.—Temió Oribe su cólera y soportó humildemente el cargo de deslealtad que se hacia á su país por actos en que habia intervenido. Pero existia eñ Montevideo, para mal de Rosas, el mismo Señor Muñoz que desempeñó la misión de 1834; y si Rosas y Oribe contaron con el silencio de este ciudadano, muy en bre- ve debieron convencerse de que habían hecho injusticia á su carácter énergico y a sus sentimientos nacionales. El Sr. Muñoz ocupaba en ese momento preciso el Minis- terio de Hacienda, y era claro que no podia desmentir á Ro-— 120 — «as sin romper abiertamente con la adininistracian y aventu- rarlo todo.—Pero el Sr Muñoz no trepidó un solo instante en volver por el honor de su país.—Al dia siguiente de ser cono- cido en esta capital el Manifiesto do Rosas, publicó el Ministro Muñoz la siguiente insigne y perentoria desmentida. " El manifiesto que el Gobernador de la Provincia de " Buenos Aires ha publicado con fecha 19 del corriente, para "justificar los motivos de la declaración de guerra con la Rc- M pública de Bolivia, contiene varios períodos referentes al " Gobierno del Estado Oriental del Uruguay, en los que toma " por motivo de una grave imputación el espíritu del proyec- '* to, iniciado por él en el año de 1884, de un tratado de lími- " tes entre la Corte del Brasil y los Estados colindantes de es- •* te Imperio.—Y como yo sea la persona á quien el Gobierno " de la República confió en aquella época la misión de invitar á los gobiernos de Bolivia, del Perú y de Colombia á la " adopción de un pensamiento, en cuyos efectos tenían un in- " terés común con la República Oriental del Uruguay ; es de " mi deber, no menos que del honor del Gobierno de mi país, " declarar, como solemnemente declaro :— " Que todo lo que el Gobernador de la provincia de Bue- " nos Aires dice en el expresado Manifiesto, relativo á la or- " ganizacion de un plan para desquiciar la Confederación Ar- " jentini proyectado por el Gobierno de la República Orien- " tal del Uruguay ; cuyo plan se supone que hacia parte da " mi comisión, es enteramente falso. " Que S. E. el Sr. D. Manuel Oribe, actual Presidente de " la República, y uno de los Ministros de Estado de aquella " época, tuvo conocimiento de mi misión, y él la consideró no ** solo digna, sino eminentemente patriótica. M Que el Sr. Dr. D. Francisco IJambi, actual Ministro de "Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores ha re- ■ cibido todas las notas relativas a mi Comisión : y es el que " las ha contestado, encargándome de su dirección. " Que nada puede tener el Gobierno de Buenos Aires, que " pueda llamarse auténtico, que revele ese plan desorganiza- " dor de que hace mérito en su manifiesto ; y no lo tiene por " quenada, absolutamente nada ha existido que tenga relación con él. " Que el Gobierno del Estado Oriental de quien depen- " do, no me encargó de tal misión ; de que solo podría encar- " garse un conspirador. Me confió, sí, un objeto grande y eminentemente patriótico y republicano; y á solicitud de él - fui al Perú á buscar, no conspiradores sino Gobiernoa Ikw* — 121 — " trados ; tuve la fortuna de encontrarlos, y mi misión conclu- m y5 satisfactoriamente. u Todos los documentos orijinales relativos á este nego- fi c¡0 están hoy en mi poder ; si recibo la autorización del " Gobierno para publicarlos verán la luz ; entretanto todas las •' personas que se interesen en verlos podrán ocurrir á mi " casa, por tres días, desde las seis hasta las ocho de la noche, " y quedaián, cuando menos, convencidos de la ligereza con m qUe ha procedido el Gobernador de Buenos Aires en nego- " ció tan delicado." (firmado)—Francisco J. Muñoz. (177) Este veraz desmentido selló los lábios de Rosas : no tenia una sola palabra que replicar, porque su estrepitosa y formal acusación—una acusación destinada á justificar el derrama- miento de sangre humana, y las calamidades de la guerra,—era absolutamente falsa, falsa en todas sus partes. Había afirmado, hablando con el mundo, que la redactaba sobre documentos auténticos: que tenía estos documentos á la mano, y la verdad era que no existían, que no habían existido jamás semejantes documentos.... ! Así es, que ni entonces mencionó, ni ha recordado nunca, el desmentido del Sr. Muñoz.—El impostor se humilló silen- ciosamente :—¡ y á ese hombre se le ha considerado, se le tra- ta aun como gobierno I.... Entretanto el acto del Sr. Muñoz no solo lo perjudicaba á Rosas restableciendo la verdad de los hechos que él adulteraba, y desacreditando los pretestos á que recurría para justificar su intervención, sino que tendía, visiblemente, á levantar la políti- ca de nuestro gobierno del carril vergonzoso en que la habían colocado odios y pasiones miserables. El ejemplo del Sr. Muñoz podía ser fecundo, y la coyun- tura del todo decisiva para la ilegítima influencia que Rosas ejercía en la administración :—el Ministro Muñoz no podía permanecer en ella sin emanciparla, y emancipado nuestro Go- bierno de aquel maléfico influjo, la obra de la pacificación del país se habría facilitado mucho:—hubieran podido ejercitarse sobre él los sentimientos y los intereses completamente nacio- nales, de paz y de concordia, y tal vez las bases que, en esos mismos momentos, presentaba el jeneral Rivera para poner tér- mino á la guerra civil hubieran tenido mejor suceso, y preve- nido las acerbas calamidades que nos ha traido la continua- cionde aquella lucha sacrilega. La separación, pues, del ministro Muñoz debió ser, aun que no la única, la primera exijenda del gobierno de Buenos Ayres. 14I — 122 — No conocemos detalladamente el proceso de estas exijen- cias, que se presentaban confidencialmente por el agente Cor- rea Morales ;—y aunque comprendemos cual sería su natura- leza y estencion, y algunas personas que se hallaban bien colo- cadas, nos han comunicado muchos datos y aclaraciones sobre ellas, no teniendo ningún documento con que poder probar nuestras aserciones, nos limitaremos á decir lo único que está en el dominio público. El Presidente Oribe se encontraba en el ejército acanto- nado sobre nuestra frontera, y que se preparaba, como hemos dicho, para la nueva campaña, cuando el Ministro Muñoz des- mintió á Rosas. A los pocos dias se anunció que, á solicitud de éste, Oribe regresaría á la Capital; y en los círculos mejor informados se daba por indudable que separaría al Ministro, y restablece- ría las relaciones con Buenos Ayres de manera que conservase el apoyo de Rosas. El dia 4 de Agosto, á las siete de la noche, entró en efecto el Presidente Oribe á esta ciudad. El 7 hizo desmentir por el Universal la idéa de haber prestado oido á las proposiciones de avenimiento del General Rivera, á que hemos aludido, y que, en verdad, fueron recha- zadas. (178) El 0 se admitió la renuncia del Ministro Muñoz, y se le reemplazó por D. Gregorio Lecog. (179) En esta misma fecha se mandó secuestrar por la Policía una imprenta, en que, hacía muy pocos dias, se había publicado el anuncio de un escrito contrario á la dictadura de Rosas ; y se suprimió un diario, recientemente establecido en ella, porque dió lugar á un artículo que provocaba la clemencia y la recon- ciliación con los Orientales proscriptos. (180) El viaje de Oribe, que se detuvo solo breves dias en esta Capital, no había tenido mas fin, como se vé, que satisfacer á Rosas con las medidas enunciadas, á precio de los intereses y de la dignidfl del país y de su propio decoro personal. Vuelto el gobierno a la influencia de Rosas, Oribe regresó á la frontera á colocarse al frente del ejército de operaciones, y al principiar Octubre—cerrado el camino a. toda inteligencia pacífica—las fuerzas del General Rivera pasaron la frontera. Oribe anunciaba, con fecha 12 de aquel mes, que una fuerza de 200 hombres al mando del coronel D. José María Luna, se había internado hasta el Arapey, y que el dia 4 se había derramado la primera sangre de la nueva campaña en una guerrilla sobre las puntas del Cuaró. (181) El ejército de Oribe se puso en marcha sobre el Arapey. y el dia 22 acometió al del General Rivera en el potrero de — 123 — Yucutujá.—Oribe sufrió allí, en aquel mismo dia, una derrota completa. ()82) ..... La noticia de su desastre llego a la capital el 28, y en e?te dia,«como primera medida de salud, el Gobierno se diriiió al de Buenos Ayres, para darle cuenta del suceso, y decirle lo siguiente :— " Fundando el Gobierno grandes esperanzas en la opinión " y lealtad de los pueblo*, no menos que en los elementos que constituyen la fuerza pública, y que respiran un entusiasmo « digno de la causa que han sostenido y que sostendrán hasta " el último trance, ha creido, no obstante, que en precaución '• de cualquier suceso adverso, debe el Excmo. Gobierno de esa " Provincia conocer el estado actual de las circunstancias que " ocupan á este Estado, para apreciar las medidas que ellas le " aconsejen, desde que no es dudosa la trascendencia que llevan " los planes de la anarquía sabré los destinos de la Confedera- " don Argentina." (183) Rosas debió saber al recibir esta nota, la impresión de de- saliento que, apesar de lo que ella dice, había producido el de- sastre de Yucutujá, y calculando, sin duda, que su contestación podía contribuir á neutralizarla, y restablecer ei ánimo que- brantado de algunos de los defensores de Oribe, se apresuró a darla con suma celeridad, y en términos inequívocos. La nota de nuestro Gobierno es de fecha 28, y la de Ara- na, que contiene la contestación, del 30; en ella, antes de ofrecer, como ofrece decididamente al concluir, la misma co- operación que había prestadoen la campaña anterior, provocaba al partido de Oribe á que desplegase, para resistir, los grandes recursos que encerraba el país.—Su agente confidencial esplica- ba aquí la inteligencia de esta frase, que ya se sabe lo que im- porta en el idioma de Rosas.—Copiaremos sus palabras o. cíales— " Elevada (la nota del 28) al conocimiento del Exmo. Sr. " Gobernador y Capitán General de la Provincia, el infras- " cripto ha recibido órden de espresar al Sr. Ministro á quien " se dirije, que en medio del pesar que le ha causado el des- " graciado suceso del 22, le ha sido grato observar la enérgica " disposición de que se halla animado el Exmo. Gobierno del " Estado Oriental del Uruguay, á desplegar los grandes recur- " sos que tiene esa República, y los que suministra la decisión " y lealtad de los pueblos que no quieren ser víctimas de las hordas de bandidos que forman los unitarios bajo la direc- " cion del cabecilla Rivera. S. E. el Sr. Gobernador invaria- " ble en sus principios, &c. " (184) A consecuencia de su derrota, Oribe se replegó sobre las fuerzas del segundo cuerpo, que estaba á las órdenes de su her-— 124 — mano D. Ignacio; principió á reunir, sobre esa base, los restos del primero, y á concentrar allí todos los diversos destacamen- tos que guarnecían el territorio, con ecepcion de las tropas acantonadas en Paisandú, que se fortificaron en aquella villa auxiliadas por los de Entre-Ríos^é inmediatamente protegidas por la escuadrilla de Rosas al mando del coronel arjentino Toll, que se estacionó de nuevo en aquel punto para cooperar como cooperó activamente, á su defensa. Después de diversos movimientos se encontraron los ejér- citos beligerantes el 21 de Noviembre al Norte del Yí, á poca distancia de este rio, y á la vista del pueblo del Durazno. Los lances de la batalla fueron de éxito diverso, por cau- sas que no es de esta ocasión investigar.—En el centro se pe- leó con energía y resultado dudoso : la izquierda de Oribe hu- yó en derrota del campo de batalla, arrastrando en su fuga al mismo Oribe y al general Lavalleja, pero su derecha aprove- chando algunos accidentes del terreno y el alejamiento de las fuerzas que se habían empeñado en la persecución, hizo cejar á la izquierda de Rivera. Esta se replegó sobre los pasos del Yi, y en el del Durazno se trabó una reñida contienda en que se derramó copiosamente la sangre.—No habiendo podido el enemigo vencer esta resistencia, ni por consiguiente forzar el paso del rio, tan gallardamente defendido, la batalla no tuvo, consecuencia alguna decisiva.-Oribe pudo llamarla victoria para sus armas porque quedaron en el campo de batalla, pero el General Rivera se retiró á los Porongos, sin ser perseguido, y principió á prepararse allí para ulteriores operaciones. (185) Esta batalla, sin embargo, dió aliento á los partidarios de Oribe, y ensanche á sus esperanzas.—Su gobierno la puso sin tardanza, en noticia de Rosas, á quien comunicaba, oficialmen- te, el detalle de las batallas que lidiaban los Orientales por di- vergencias que nadie, sino ellos, tenía el derecho de juzgar. El 27 de noviembre (6 dias después de la batalla), Rivera sorprendió el mismo pueblo del Durazno y derrotó la fuerza que lo guarnecía (180) ; el resto de ese mes y el siguiente, se ocupó en maniobrar al Sud y Norte del Rio Negro, con mucha habdidad, haciendo recorrer el país por sus fuerzas en diversos sentidos. Lasque operaban frente á Paisandú cerraron y hostiliza- ron estrechamente á ese pueblo, y en los conflictos á que dió lugar este cerco—que duró, casi sin interrupción, hasta la ter- minación de la guerra,—continuó la intervención de las armas de Rosas, que se asociaron abiertamente,y en mayor escala que en la campaña anterior, á la defensa de aquel punto. La repetición de este hecho gravísimo, por medio del cual Rosas se acababa de constituir gratuitamente en perfecto cs- — ¡25 — tado de guerra con este país, si triunfaban las armas de Rivera, consta de documentos oficiales.—Vamos á copiar de algunos de los partes del coronel D. Eugenio Garzón, gefe de aquel punto, los períodos pertinentes. " Tercer Cuerpo del Ejército.—Paisandú, Diciembre 11 de 1837.—Al Exmo. Sr. Ministro de Guerra y Marina, D. " Pedro Lenguas.—Exmo. Sr.— ...."Una columna enemiga " descendió por Ja margen del Uruguay, en disposición de en- " trar al pueblo por nuestra retaguardia. Dos tiros de cañón " ti bala disparados del buque ai gentino que manda el Sr. Coro- '• nel D. Antonio Toll, detuvieron su marcha y la hicieron re- '• troceder. En esta ocasión, como en otras de igual natura- " leza, y aun mas importantes, coopera siempre ese distingui- " do gefe por la causa que el Supremo Gobierno sostiene. Me " es altamente honroso hacer llegar al conocimiento del señor " Ministro los recomendables servicios que presta á la Repú- " blica el espresado coronel. "—(firmado)—Eugenio Garzón. (187) " Tercer Cuerpo del Ejército.—Paisandú, Diciembre 18 " de 1837.—Sr, Ministro.... El buque de guerra argentino ha •' disparado sobre los enemigos algunos cañonazos con el me- " jor suceso, tanto el dia IG como ayer : su digno comandante " el Sr. Coronel Toll nos presta muy buenos servicios."—(fir- " mado)—Eugenio Garzón. (188) " Tercer Cuerpo del Ejército.—Paisandú, Diciembre 27 " de 1837.—Sr. Ministro.—Si es cierto que el heroico y de- " nodado pueblo de Paisandú, y las valientes tropas que com- " ponen el 3." Cuerpo del Ejército, han concurrido con sus " esfuerzos y patriotismo á sostener la causa del orden y las " leyes, no es menos positivo que el digno y benemérito general " argentino D. Justo José Urquiza, ha cooperado del modo mas " eficaz,para que nuestros esfuerzos hayan sido mas completos. " El no ha omitido ningún sacrificio.—Nos ha hecho una remi- " sion de armas y municiones considerable.— Todas las tropas " y vecindario de esta guarnición consumen la carne que se trans- " porta de la Provincia de Entre-Rios, de donde nos viene dia- " riamente un número de carradas de pasto, para mantener nues- " tros caballos : en todos los trabajos y detalles que se precisa " emplear para la reunión de estos esenciales elementos, no se " siente sino la mano bien hechora y la actividad del acendra- " do patriota General Urquiza.—Por último, Señor Ministro, " basta saber que él se halla acampado en la orilla del Rio, en- " frente mismo de nuestro puerto, donde de dia y de noche traba- " ja, con el celo mas ardiente, en bien de nuestra patria...."— (firmado)—Eugenio Garzón. (189) Los documentos que prueban esta intervención injustifi-— 12G — cada y sangrienta, son numerosos ; pero creemos bastantes á nuestro objeto los que hemos estractado. Pero esa intervención armada se limitó á Paisandú ; y aunque impidió la rendición de aquel punto y distrajo allí du- rante toda la campaña, á la división de Rivera que mantubo el ■ sitio, el conjunto de los sucesos colocó entonces, en buena luz, la verdad de la situación :—la batalla del Yí abria una nueva campaña de carácter durable y de inmensa ruina. Así terminó el año de 1837; y Rosas, en su Mensaje anual, se espresó en los siguientes términos :— " El escarmiento que sufrieron el cabecilla Rivera y los " infames unitarios de su bando en su primera invasión al Es- " tado Oriental del Uruguay del año anterior (190) no fué " bastante eficaz para destruir sus planes desoladorcs. Esa *' República ha vuelto á sufrir la sensible desgracia de ser tur- " bada por aquella cuadrilla de anarquistas. Es grato anuncia- " ros haber renovado las medidas saludables que contribuye- " ron á sofocar la escandalosa sublevación del año 36, y que " los demás de la Confederación, instruidos del nuevo atenta- " do, han correspondido al encargado de las Relaciones Exte- " ñores con energía, dignidad y decoro. Aunque los anar- " quistas lograron á su ingreso en el territorio de aquel Esta- " do, una ventaja sobre las fuerzas legales, fueron después " derrotados por éstas en una acción general.—Este impor- " tante suceso es un nuevo, irrefragable testimonio del odio " con los que mira el pueblo Oriental. Cualquiera que sean los " esfuerzos de ese bando formado de Unitarios y sublevados, la " Confederación Argentina nada tiene que temer. Los funes- " tos efectos de una liberalidad mal entendida con los enemigos " de la quietud pública, no serán quizá lecciones inútiles para los " Gobiernos que deseen fundar sólidamente la paz----Pero si al- " guna vez llegara á favorecerlo la fortuna la Confederación " cuenta con las medidas de precaución que ha tomado y con " los abundantes recursos que le proporcionan su valor y su " patriótico entusiasmo. Firme en el primeipio de no hacer " nada á medias, cuando se trata de reprimir la osadía de los •* Unitarios y Anarquistas, cree que indudablemente hará desa- " parecer, para siempre, esa turba de malvados. (191) Este documento reasume y esplica todos los actos y las miras de Rosas, poniéndolas en completa evidencia. Si sostenía un principio, una causa oriental ; si el apoyo que le prestaba a Oribe era leal y sin siniestro propósito-¿ por qué no ponía, de una vez, todo su poder en la balanza ?—¿ por qué no auxiliaba á Oribe, decididamente, y permitía que él y el país se estenuasen en una contienda prolongada ?—¿ por qué — 127 — no disminuía, en favor de su protegido, las aventuras y las de- vastaciones de la lucha? No le detenía, .sin duda, el respeto al pacto de 1828, que tan abiertamente violaba, ni la justa alarma que su intervención debía producir en el gabinete del Brasil :—esa intervención era tan efectiva como acabamos de mostrar, y en el punto de de- recho-único que bajo ese aspecto podía embarazarlo,—no ha- había mas ni menos. En la larga exposición que hemos hecho, documentada- mente, de los ultrages y de las agresiones de Rosas, se ha visto también que su acción no estaba reprimida por ningún linage de consideración sincera, ó simulada, á las justas suceptibili- dades de los Orientales, á la dignidad de nuestra Patria, ni á las terminantes disposiciones de nuestras leyes. ¿ Que era pues lo que lo detenía ?—¿ por qué limitaba la intervención de sus armas á las balas que disparaba sobre los Orientales, el coronel Toll, desde abordo de sus buques ? ¿ por qué no vadeaban sus fuerzas de tierra el Uruguay ? .... Esto,—tratándose, sobre todo, de Rosas, que no hace nada ú medias, que no se para delante de ningún obstáculo moral— no tiene mas esplicacion que la que ya hemos apuntado en otros lugares de este escrito, y que sin embargo vamos á repro- ducir aquí con mas estencion. El fin de Rosas era la dominación del país; sus medios to- dos los que, sinexepcion, podían llevarlo á su objeto ; y»entre estos medios el primero y principal.el que le enseñaba la historia y las tradicciones de la política proterva de los tiranos ; devi- dir el país, debilitarlo por sus divisiones, deshacerlo física y moralmente por la guerra civil, que, entre nosotros, iba, nece- sariamente, á aniquilar los hábitos de orden, á separarnos de la senda constitucional en que estábamos aprendiendo á marchar; á ponernos, de nuevo, bajo el dominio de la fuerza animal, que no enjendra mas que monstruos de corrupción y de vio- lencia :—de la violencia que no produce mas que reacciones —de las reacciones que habían de matar, por consunción, la libertad y la verdadera independencia de la Patria. De la guerra civil fluia, desde luego, la interrupción de la costumbre constitucional, el descrédito de las instituciones re- gulares, la cesación de sus beneficios, la paralización de la pros- peridad que se levantaba á su nombre ; y estos resultados, por si sólos, eran ya un inmenso triunfo para Rosas. La existen- cia de nuestro orden legal era, como ya hemos dicho, una acu- sación pespetua de su dictadura, un desmentido á la necesidad de sus medios de gobierno :—La práctica saludable, la verdad del sistema representativo, se alzaba en la margen de este rio. como un acusador inflexible de su tiranía......Una nube do— 128 — sangre iba á cubrir el símbolo de salud, y nuestro ejemplo le- jos ya entonces de dañar á Rosas.le ministraría un nuevo argu- mento para abogar su causa, ante estos míseros pueblos'que solo han visto la libertad al través de nubes de sangre, que no han podido distinguir bien su latnpo vivificante del fuego de- vastador que arranca el sable de los caudillos y las pasiones de la anarquía :—que no han podido distinguir la libertad de la licencia. Este primer resultado allanaba,'de diversos modos, el ca- mino de su usurpación. Debia suponer que en la guerra civil Íbamos á consumir lo mejor de los elementos, con que podíamos resistirla. Cualquiera que fuera el partido que triunfase, el país que- daba debilitado y dividido. Si triunfaba Oribe—¿ estaría en situación de resistir la dominación de Rosas ?—i podría, aunque quisiera, resistirla ? No se habrá olvidado la posición en que se encontraba Lavalleja, y que los enemigos del partido de Rivera estaban divididos en dos fracciones, de las que la de Lavalleja estaba mas ligada á Rosas. Lejos de aproximarse y refundirse estas fracciones que combatían juntas, su división era cada dia mucho mas visible, por la nimia escrupulosidad con que Oribe alejaba á Lavalleja de toda posición influyente. (192) Si Oribe resistía, Rosas se apoyaría naturalmente en La- valleja, y cualquiera que venciese en la lucha miserable que entonces se hubiera empeñado, las disenciones civiles habrían producido tantos estragos y aberraciones, que Rosas habría lle- go a su objeto sin remedio. Si por el contrario—como era de esperarse, y ya entonces lo presentía Rosas—vencía el partido del General Rivera, en el que no podia contar con la sumisión que buscaba-lo comba- tiría abiertamente, incorporando á sus filas, como subditos su- yos, á los hombres sin creencias prufundas, y á prueba del po- der de las pasiones, que iba á arrojar en sus brazos el infortu- nio.—Que tal era su resolución lo manifiesta el documento que acabamos de copiar. En él dice, francamente, que si ese par- tido llega á triunfar lo combatirá hasta hacerlo desaparecer, hasta exterminarlo. Para esta lucha, en que debía entrar inmediatamente que cayese Oribe, para no dar tregua al partido vencedor que po- dia en ella reponerse de la lucha y hacer respirar al país, pre- paraba sus elementos, como también lo confiesa, los robuste- cía y organizaba, y se guardaba mucho de no comprometerlos, y de economizar la sangre de los suyos, mientras Oribe tubic- ra sangre Oriental que derramar. — 129 — Un solo medio tenía Oribe para alcanzar de llosas auxilio mas eficáz, y ese medio consistía en anticiparle el resultado fi- nal á que encaminaba su obra de disolución—someterle abier- tamente el país. Hacemos á Oribe la justicia de creer que entonces repug- naba ese medio, que, por otra parte, habría sido resistido, um- versalmente, aun por los ardientes enemigos de Rivera.—Rosas mismo conocía que todavía era muy temprano, y así veremos como deja que Oribe y sus amigos lleguen á las últimas estremi- dades, y que solo en los momentos de un peligro, que no deja- ba esperanza, les descubre la condición—siise qua non,—el pre- cio á que comprometería en la lucha todo su poder. Ni era necesario este último hecho, que narraremos mas adelante, para conocer la mira de Rosas:—su conducta en todo ose periodo, la pone en la última evidencia. La guerra, pues, debía alimentarse con los elementos orientales, mientras que Rosas, azuzándola en su provecho, ha- ría solo lo necesario para mantener vivo el incendio que nos de- voraba.—Y así aconteció, para desgracia de todos los hijos y.ha- bitantes de este nuestro infortunado país. El General Rivera por medio de habilísimas maniobras, atrajo á Oribe con el Ejército que se decía vencedor en el Yí, al Norte del Rio Negro: allí le entretuvo y luego le desorientó tan completamente que mientras su enemigo,—de cuya vista de- sapareció en una noche—le buscaba en dirección al Departa- mento de Paysandú, Rivera vadeaba el Negro y el Yí y amena- zaba la Capital. Oribe se apercibió tarde del engaño y aniquiló sus caballa- das en una contra-marcha desesperada. El General Rivera se presentó entretanto en los suburbios de Montevideo, en un pié de fuerza respetable, el 24 de Enero de 1838; y llenó, por entero, con esa aparición, uno de los varios objetos que aquí le conducían, destruyendo de raiz las impresiones equivocadas que pudieran haber producido las abultadas consecuencias que se atribuían a la batalla del Yí. Esa actitud de fuerza le permitía también solicitar, de nuevo, el acuerdo de familia á qué, como vá dicho, invitó á Ori- be, sin suceso, antes de abrir aquella Campaña, en que tanta tingre hermana se había derramado yá. Con ese propósito se dirijió á la Comisión Permanente del Cuerpo Legislativo; y esta Comisión, cuya mayoría era la es- presion fiel de las idaas que dominaban la política de Oribe, le ilió una repulsa que cerraba el camino á toda conciliación. 15— 130 — Vamos á copiar el documeeto en que esa repulsa está con signada, y servirá en breve, cotejándolo con los que siguieron á la batalla del Palmar, para que se aprecie bien la situación á que, después de ella, quedó reducido el partido de Oribe. Dice así— ** Montevideo Enero 24 de 1838. *' La Comisión Permanente en sesión de hoy ha acordado " se devuelva cerrada al Poder Ejecutivo la nota cuyo sobre in- " dica serle dirijida por el Caudillo de la anarquía; porque no " existiendo ninguna clase de comunicación legal ni constitucio- " nal entre ella y el espresado Caudillo, no le es dado tomarla '* en consideración.—Lo que el Presidente que suscribe tiene la satisfacción de comunicar á S. E. el Sr. Vice-Presidenle de " la República, y la de saludarle con su mas atenta considera- " cion.—(firmados)—Juan Susbiela.—Miguel Antonio Ber- ** ro, secretario." (193) El General Rivera desapareció al siguiente dia con esta nueva prueba de que todo dependía del éxito de las armas:— el partido de Oribe quería el juicio de Dios. Rivera, burlando do nuevo á Oribe, que se hallaba yá á corta distancia de la Capital, le dejó ahí en una postración tal que no podía moverse. Esas maniobras, que despojaron el Ejército de Oribe de sus medios inmediatos de movilidad, cansaron y desmoraliza- ron al Soldado é hicieron caer á su Gefe en profundísimo des- crédito.—En consecuencia, se vió forzado á resignar el mando del Ejército en su hermano D. Ignacio, qiie lo condujo hasta el término de la Campaña. Puesto de nuevo en acción el Ejército de Oribe, manio- bró débilmente, por algunos meses, hasta que en Mayo pasó al Norte del Rio Negro y buscó una batalla, que se dió el 15 de Junio sobre la márgen derecha del Santa Ana, en la inmedia- ción del Palmar, de que ha tomado su nombre. Esta batalla fué decisiva y en ella quedó vencido, sin es- peranza el partido de Oribe-.—A los muy pocos dias todo el pais estaba bajo la obediencia del General Rivera, con la sola exepcion de la Ciudad de Montevideo y de la Villa de Paysandú. Las fuerzas de Oribe se encerraron en esos dos puntos, que fueron inmediatamente cercados, el 1.° por una división á las órdenes del Coronel ü. Fortunato Silva, y el 2." por las que teuía á sus inmediatas órdenes el General en Gefe. — 131 — En Montevideo apenas tenía Oribe los Cuerpos Urbanos y estaba dominado por la creencia tradicional de que la suerte de esa Capital se decidía en la guerra de Campaña, que no te- nía como recomenzar. En Paysandú con algunas fuerzas de línea, había un bata- llón Argentino, á Jas órdenes del Comandante Galán, que le- vantaba sobre aquellos muros, la bandera Argentina. Nosotros vimos flamear esa bandera, desde la línea si- tiadora; y ella decía bien alto que la Constitución del Estado y la Convención de 1828 habían sido torpe y sacrilegamente ¿aerificadas á estrechísimos intereses y rencores de partido. Encerrado Oribe en lo que hoy se llama Ciudad Vieja, su si- tuación era de naturaleza que no podía ocultarse.—Estaba ven- cido, en la acepción mas lata de esta palabra, y de un mo- mento á otro padía verse materialmente arrancado del asiento del Gobierno. En tan grave conflicto recurrió al Cuerpo Legislativo y sn Ministro de Hacienda é interinamente de Guerra hizo la si- guiente manifestación— « Asamblea General.—Sesión Extraordinaria de8deJu- lio de 1838. " Tomó la palabra el Sr. Ministro de Hacienda y dijo:— '* El Poder Ejecutivo me ha honrado con la misión de vc- *' nir al seno de esta augusta Asamblea, para informaros de las " causas que, en su concepto, han hecho necesaria la reunión " extraordinaria del Cuerpo Legislativo. Después de haber lu- " chado dos Años, con fortuna varia, contra la rebelión que en ** 1836 atentó á las leyes y á las autoridades constitucionales, " había dedicado nuevos esfuerzos y recursos, para poner al " Ejército de la Nación en aquella aptitud de fuerza y movilidad " convenientes, para buscar al enemigo en su refujio y vencerle " en una batalla general. Tuvo ésta lugar, en efecto, en los " campos del Palmar, el dia 15 de Junio próximo pasado; y el " valor heroico de los Orientales, iba á ser coronado por los " laureles de la victoria, cuando sucesos imprevistos, de aque- " líos que dependen mas bien de la instabilidad de la suerte, que " de la bravura y pericia de los guerreros, " arrebataron el " triunfo á nuestras armas, y cambiaron la gloria y nuestras " justas esperanzas en un dia de desastre para la Patria." Este " suceso desgraciado aunque no destruyó enteramente los re- " cursos del Gobierno, los debilitó considerablemente " en ra- " zon del extraordinario esfuerzo que había hecho para reunir-— 132 — ** los y para organizados ", después de tantos otros consagra- ** dos, durante aquel dilatado período, ** en una guerra por- ** íiada y dispendiosa. La trascendencia moral de aquel contras- •• te, ha completado la situación ya demasiado delicada" en ** que habia quedado ya el pais, por la gravedad del suceso " mismo.—Sin embargo, ni el P. E. se considera vencido, ni se " han agotado todos sus recursos. El valor del Pueblo Oriental. " y Ja justicia de la causa que defiende, no pueden dejar de ser " fecundos en resultados; y no hay razón para dudar exista en 'e él la misma disposición que antes de haber ocurrido ese suce- ••' so desgraciado: pero como los elementos de que puede dis- «* poner el Gobierno se hallan dispersos, todos sus conatos se " contraen á reunirlosy reorganizarlos, " no obstante que la. " aptitud preponderante del enemigo amenaza destruirlos."— M El P. E. ha creído que, en tal conflicto, debía venir á expo- •< ner en el seno de la H. A. G. la situación política del pais. " No se considera vencido, co-mo ya lo ha dicho; pero sí debi- •• litado. Sin embargo, está resuelto á mantener el puesto en que le colocó la ley, hasta el último trance, y a no abandonar esc depósito sagrado, sino cuando ya no exista recurso algu- no. Este es su deber, "úu perjuicio de someterse á lo que delibérela H. H. G.; y al efecto, le pide una resolución que le " señale la marcha que debe seguir." La espera tranquilo en el " lugar que ocupa, y que ocupará hasta que el enemigo " le ar- " ranque por la fuerza de las armas", sí por desgracia de la " Patria llega;;e tal extremo. Esta es sustancialmente la misión •• de que ha sido encargado el Ministro que habla, y que termi- M nará pidiendo á nombre del Ejecutivo, que la H. A.G. se digne •* tomarla en consideración y "señalar la senda que ha de " seguir." (194) La confesión no podía ser mas paladina, ni el sometimien- to á la decisión de la Asamblea mas espontáneo y absoluto. La Asamblea se declaró en permanencia y la Comisión de su seno encargada de dictaminar en el negocio le presentó el proyecto que vá á leerse. « La H. Asamblea General de la República Oriental del Uru- « guay.—Considerando:—Que el estado á que ha llegado fe « guerra interior, después de dos años de una lucha tenáz « con las fuerzas disidentes, lo han constituido en una GUERRA ■< CIVIL, que ha consumido muchos hombres, la fortuna pú- u Mica y la de los particulares:—Que, para llevarla adelante - — 133 — « será preciso conocer, que el Gefe de los disidentes no está « dispuesto á respetar los principios fundamentales de la Socie- « dad en qne nos hallamos constituidos; en cuyo caso, se mul- « tiplicarán los sacrificios de los habitantes para conservar la « integridad é independencia de la Nación y la seguridad de las « personas y propiedades:—Que dispuesta, por otra parte, la « Asamblea General á manifestar á los Pueblos que representa, « todo el interés que toma en volverles la paz de que se han « visto privados por tan largo espacio de tiempo, ha acordado « y decreta:—Art. 1." Se nombrará por la Asamblea General « una Comisión compuesta de tres miembros de la misma « Asamblea, y dos Ciudadanos particulares, para que pase al « Campo ó residencia del Gefe de los disidentes, á celebrar « convenios para el restablecimiento de la paz pública.—Art. « 2.° El convenio que celebre la Comisión, debe ser presénta- te do á la Asamblea General pan su aprobación.—Art. 3.° El « Poder Ejecutivo facilitará á la Comisión todos los auxilios « &.a—(firmados)—Antoni.no D. Costa.—Justo D. González. « Juan Susviela.—Gregorio ÜAñoBEiTiA.—Florentino Caste- « llanos " Puesto á discusión este dictamen la Asamblea sancionó, por unanimidad, la siguiente ley. « El Senado y Cámara de Representantes de la República A.)—Sr. I). Felipe Arana—Montevideo Julio 28 de 183S.—Muy Señor mió, de todo mi aprecio:—Después de lo que comuniqué á V. en mi carta anterior, no ha ocurrido mas de particular, que el nombramiento de I). Pedro Pablo Sierra en reemplazo de D. Juan María Pérez, el cual debió salir ayer á incorporarse á la Comisión. Los sitiadores se mantienen en las inmediaciones del Cerrito, y de noche mandan algunos hombres á tirotear las avanzadas de esta plaza. Se sabe que en Paysandú permanece todo en el mismo estado. — 141 — «« La noticia que transmití á V. de haber pasado al bloqueo el Almirante francés, es falsa, pero se aseguró de tal modo que hasta el Universal la dió. <« Por el Mayor Serrano que ha llegado déla Isla de Martin García, he sabido se encuentra la guarnición escasa de muni- ciones de guerra y boca. El Sr. Oribe me dice piensa proveerla de ambas cosas. " Soy de V. atento y afectísimo servidor Q. B. S. M.— Juan Correa Morales." Los Franceses comprendieron entonces cuan necesario les era para mantener en bloqueo los rios Uruguay y Paraná, ha- cerse dueños de la Isla de Martin García. Igual pensamiento te- nía el General Rivera y á este objeto preparaba una espedicion naval. Los Franceses conocieron entonces que no les quedaba otro recurso que entenderse con él, traicionados por Oribe, y sabedores de todo el plan de Brown, contra cuyo nombramien- to habían reclamado ardientemente, pero en vano; el mismo Brown dice el Sr. Baradere:—" nos inició en el plan de cam- paña, y quien nos instruyó de que su primera operación des- pués de su salida de Montevideo, debía ser el fortificar á Martin García, echar al Uruguay, la flotilla del general Rivera, y reno- var contra ella y contra la " Expeditive" su famoso combate de 1827, contra el comandante brasilero Jacinto. Fué con es- te objeto, con el que se sacaba del Fuerte de San José, una gran parte de las piezas de artillería de mayor calibre, bajo el ridícu- lo pretesto de hacerlas servir para ti armamento de goletas de una construcción, sin duda, demasiado débil, para tales piezas. Y si estos proyectos eran dudosos, la partida pricipitada de Broun para Buenos Ayrcs, después de la toma de esta Isla, de- be desvanecer toda duda. El vió desde entonces trastornado su plan; y renunció á arrostrar los peligros de su salida de Monte- video." La unión de las fuerzas del General Rivera con las france- sas para ocupar á Martin García para un objete de seguridad co- niun fué á fines de Octubre y se vé por la relación documenta- da que acabamos de hacer de los sucesos que dieron el triunfo á los colorados, que ella no tuvo ninguna influencia en la situa- ciou desesperada de Oribe, como con vigorosa lójica lo de- muestra el Sr. Baradere en el manifiesto á que nos referimos:— w ¿Son acaso los Agentes franceses los que influyeron en las Cámaras para que éstas decretáran la necesidad de la paz t— 142 — " ¿ Son acaso los Agentes franceses los que impulsaron «1 muchos oficiales, magistrados, comerciantes, conocidos todos por su adhesión y cooperación á la causa del Sr. Oribe, á pre- sentarse á él para obligarle á poner término a cualquiera costa, á las calamidades de tal estado de cosas ? "¿Son los Agentes Franceses los que provocaron el nom- bramiento de la Comisión encargada de negociar la paz ? "¿Son los Agentes franceses los que influyeron en lo mas mínimo en el Gobierno para hacerle aceptar las condiciones impuestas por el General Rivera ? "¿Son, por fin, los Agentes franceses los que han violen- tado directa ó indirectamente al Sr. Oribe, para obligarle á ha- cer esa renuncia solemne ofrecida á las Cámaras, con una ma- no, mientras que la retiraba con la otra, si hemos de dar crédito á la data de su protesta ? "Dígase ¿quién hizo imperiosa esa renuncia, sino el mis- mo estado desesperado de sus negocios? "Atribuir esa renuncia, ó lo que es lo mismo la caida de Oribe, á los Agentes de la Francia, es tan exacto, tan cierto, tan consecuente, como si se les acusase de la pérdida de la batalla del Palmar. Allí fué, en efecto, donde quedó Oribe herido de muerte: todo el tiempo (pie corrió después no fué mas que una larga y cruel agonía." (201) Desvanecida esa torpísima acusación , continuaremos la narración de los sucesos. Desde que Oribe no era auxiliado por Rosas en grande es- cala, su suerte estaba irrevocablemente decidida y DO había instante que perder.—La catástrofe era inminente. En ese concepto, nombró Oribe cinco Comisionados á quienes confió el 18 de Octubre sus plenos poderes para que negociasen la paz con el General Rivera, bajo la basa de su dé- se nso del mando. Reunidos estos Señores con los que por su parte autorizó el General Rivera, firmaron, tres dias después, la siguiente— CONVENCION DE PAZ. " Deseando el Exmo. Sr. Presidente de la República, Bri- gadier General D. Manuel Oribe, y el Exmo. Sr. General en Gefe del Ejército Constitucional, Brigadier General D. Fruc- tuoso Rivera, darle paz á la Nación; nombraron para conve- nir en ella ó en su base, á saber:—S. E. el Sr. Presidente por — 143 — sus Comisionados á los SS. Brigadier General D. Ignacio Oribe, Presidente del Superior Tribunal de Justicia D.r I). Julián Al- varez, Colector General D. Francisco J. Muñoz y Ciudadanos D. Juan Francisco Giró y D. Alejandro Cbucarro; y S. E. el Sr. General en Gefe como Comisarios ad noc, á los SS. D. Santiago Vázquez, su Secretario de Negocios Interiores, Exte- riores y de Hacienda, Brigadier General D. Enrique Martínez, su Secretario de Guerra y Marina, Brigadier General D. Añáde- lo Medina, Auditor General de Guerra D. Anducs Lamas y Ciu- dadano D. Juaquin Suarez; los cuales después de haber cangea- do v examinado sus respectivos poderes, entraron á conferen- ciar sobre el desempeño de sus encargos, y convinieron en las estipulaciones siguientes:— " 1.a—El Exmo. Sr. General en Gefe del Ejército Consti- tucional reconoce y respeta las garantías que la Constitución y las Leyes otorgan á las personas, propiedades y empleos. " 2.°—El Exmo. Sr. Presidente actual de la República, re- signará su autoridad inmediatamente, y con la posesión en el ejercicio de ella del que debe subrogarle, la paz queda entera- mente restablecida. "Para lirmeza de lo cual, Nos los Comisionados de S. E. . el Sr. Presidente de la República y los Comisarios ad hoc de S. E. el Sr. General en Gefe, firmamos la presente con nues- tros puños, y le hicimos poner el sello de que usamos, en las márgenes del Miguelete á los veinte y un dias del mes de Octu- bre de mil ochocientos treinta y ocho. (L S.)—Ignacio Orire. (L. S.)—Santiago Vázquez. Juijan Alvarez. Enrique Martínez. Francisco J. Muñoz. Anacleto Medina. Juan F. Giró. Andrés Lamas. Alejandro Ciiucarro. Joaquín Suarez. (202) Apropósito de este acto, se encuentra en un escrito muy notable, que ya hemos citado, algunas observaciones, que que- remos consignar mas permanentemente:— " Esta convención tan formal y circunspecta, promovida |>or el mismo Oribe, autorizado previamente, y con repetición, por pl Cuerpo Legislativo, y terminada en toda forma, era una ley para el pais; y siendo celebrada en guerra civil, esto es, por partes que se reputan en derecho igualmente soberanas, ligaba a Oribe tan estrechamente como le ligaría otra celebrada con— 144 — una Nación estraña. Pero sobre todo, quien menos derecho te- nía á desconocerla, era un gobierno estranjero. No lo podía, ni bajo el pretesto de ser Rivera un insurrecto, pues la misma autoridad lejítima que asilo declaró, proclamó después que no lo era; ni bajo el de que debía su triunfo á los franceses, pues <\sta nécia invención se desvanece con solo el relato documen- tado y sereno de los hechos; ni bajo el de que esa convención fué obra de la violencia y coacción. Así es que Rosas, hacien- do que Oribe es tendiese después una celebérrima Protesta, no solo atacó la Soberanía Oriental, sino que también se cubrió, y cubrió á su protejido, de un ridículo perdurable. Este tirano tan audaz como ignorante, no supo que para nada sirve una protesta que prescindiendo de los hechos ó cuestionables ó evidentemente falsos en que se apoya, está en abierta oposicioü con el tenor de un pacto bélico. ¡ La violencia ! A Dios huma- nidad, á Dios fé pública, á Dios reposo de los pueblos, si la de- mente doctrina de este salvage, llegara á ser el derecho común de las Naciones ! ¿ qué otra cosa que violencia , fuerza, coacción, es esencialmente todo cuanto se hace en la guer- ra ? El que la emprende, lo hace no solo invocando, sino ade- más sometiéndose á la soberana ley de la victoria. Ya sabemos que Oribe resignó el bastón forzado y violentado; pero el ven- cido en la guerra, el General juramentado el Gefe que capitula, el Comandante que entrega una Plaza, ¿ proceden acaso de otro modo ? ¿ dejan por eso de estar rigorosamente obligados i la observancia de aquello que pactaron ? " Oribe en cumplimiento de lo que había pactado, la renun- cia qne vá á leerse y cuyo contexto prueba la buena fé con que, en ese momento, la hacía. " Montevideo, Octubre 23 de 1838.—Convencido clPre- " sidente de la República de que su permanencia en el mando, f* es el único obstáculo que se presenta para volver á la misma '* la quietud y tranquilidad de que tanto necesita, viene ante Vuestra Honorabilidad, á resignar la autoridad que, como 4í órganos de la nación, le habíais confiado. — No es en este ins- ** tan te útil ni decoroso entrar en la explicación de las causas " que obligan á dar este paso; y debe bastaros saber, como lo sabéis, que así lo exijen el sosiego del pais y la consideración " de que los sacrificios personales, son un holocausto debido '« á la conveniencia general.—Dignaos, pues, Honorables Se- ** nadores y Representantes, admitir la irrevocable resignación — 145 — « que hago en este momento del puesto que he desempeñado. « y concederme, además, como á los ministros que quieran •« seguirme, una licencia temporal para separarnos por algún it tiempo del pais; pues asi lo aconseja nuestra posición.—Ho- " norable Asamblea General. —(firmado) Manuel Oribe. "(203) La Asamblea se la admitió así— " El Sanado y Cámara de RR. de la República Oriental del n Lruguay, reunidos en Asamblea General, decretan.—Art. .í 1 © Admítese la resignación que hace del cargo de Presidente .. dé la República el brigadier general D. Manuel Oribe—Art. a 2 © El Presidente del Senado entrará á ejercer las funciones • • del Poder Ejecutivo, en conformidad del artículo 77 de la a Constitución.—Art. 3© Se concede al señor ex-presidente • • de la República y á los ciudadanos que han sido sus ministros. • < licencia para salir del territorio, por el tiempo «pie creyesen " necesario.—Art. h © Llegado este caso, una comisión de la f* Asamblea General, nombrada por su Presidente, pasará á • < acompañar al brigadier general D. Manuel Oribe, hasta el «< punto de donde verifique su partida; y A agradecerle, al ** mismo tiempo, á nombre de la misma, los distinguidos ser- «« vicios que ha prestado á la República.—Art. 5© Comuní- *' quese&a.—Sala de Sesiones en Montevideo á 2/jde Octubre « de 1838—(firmados) Lorenzo .1. Pérez: vice-presidente.— '* Luis Bernardo Cavia, secretario. " (204) En consecuencia el ex-Presidente y los Ciudadanos que habían sido sus Ministros, acompañados como de 150 hombres entre gefes, oficiales y soldados se embarcaron para Rueños Ayres el dia 27 de aquel mes. Organizado el nuevo Gobierno se comunicaron los docu- mentos de la pacificación al General Lavalleja, Gefe de la guar- nición de Paysandú, que era la única fuerza que, fuera de los muros de Montevideo, obedecía á Oribe en el momento de fir- marse el tratado. Lavalleja luego que los recibió prestó obediencia al nuevo Gobierno por sí y á nombre de sus tropas, que. dice, recibieron con jubilo la terminación de la guerra. Estos son los documentos. "Ministerio de Guerra y Marina.—Montevideo 29 de 17— 146 - Octubre de 1838.—A mérito de la Convención de Paz que en copia autorizada se acompaña bajo el número 1.° el Presidente de la República, Brigadier General D.Manuel Oribe,resignó este cargo en el Presidente de la H. C. del Senado, en conformidad al art. 77 de la Constitución; y hallándose éste en el pleno ejer- cicio de las funciones del P. E. según lo manifiestan los docu- mentos que también en copias autorizadas se incluyen bajo los números 2, 3, 4, y 5, el Gobierno ha acordado que tan luego como el Sr. General reciba esta nota, ponga a disposición del Sr. General en Gcfe del Ejército Constitucional Brigadier Ge- neral D. Fructuoso Rivera todas las fuerzas que tenga á sus ór- denes, así como el armamento, municiones, artillería y todo lo que corresponda al Ejército de su mando, conforme se ha veri- licado en esta Capital donde reside el Supremo Gobierno. " Al mismo tiempo hallará V. S. adjuntas las copias del decreto que el Gobierno se ha servido espedir derogando el de 12 de Julio del corriente año, por el que fué el Sr. Briga- dier nombrado Gefe del Ejército situado en ese punto.—Dios guarde &.a—Alejandro Chucarro.—Sr. Brigadier General D. Juan Antonio Lavalleja." (205) "Ejército Nacional3.°—Paisandú Noviembre 5 de 183S. —Exmo. Sr. Ministro Secretario en todos los Departamentos, Ciudadano D. Alejandro Chucarro.—Sr. Ministro:—Con fecha de ayer recibí la respetable nota de V. E. del próximo pasado, así como los cuatro documentos que la acompañaban relativos á la pacificación de la República y ordena, á ese respecto; conse- cuente pues, con lo ordenado en ella, ayer á las cinco de la tar- de convidé al Sr. General A guiar para una entrevista, á la cual compareció inmediatamente y le impuse que en virtud de lo or- denado por el Superior Gobierno, había enterado de todo á las tropas de mi mando las que como siempre, recibieron respe- tuosamente las citadas superiores disposiciones demostrando el MAYOR JUMLO POR LA TERMINACION DE LA GUERRA. •'Mañana será entregado al referido General Aguiar to- do el material del Ejército, lo que se ejecutará con las formali- dades de estilo.—(firmado)—Juan Antonio Lavalleja." (206) Existía todavía en Paysandú el batallón Argentino de ne- gros, con bandera Argentina, á las órdenes del Comandante Gates. Él no estaba, como se vé, comprendido en ninguna de las estipulaciones; y el General Rivera pudo, legítimamente, con- — 147 — siderarlo prisionero suyo, ó retenerlo, al menos, hasta que las autoridades argentinas, le dieran garantías de no continuar en las hostilidades que tan gratuitamente habían proclamado, y ejer- citado contra él.—Pero dominado por el deseo de la paz, el Ge- neral Rivera, lo dejó volver con sus armas al Entre-Rios. Así la paz quedó, de todo punto, restablecida, y el deseo de todos los que aman la prosperidad de la tierra, fué que ella abriese una época de reparación. Pero del otro lado del Rio, existía Rosas... ., y él decre- tó, bajo el atentatorio pretesto de restablecer á Oribe en la Presidencia, el aniquilamiento y la esclavitud de nuestra Patria. Hé ahí el origen de la guerra en que arde el Rio de la Pla- ta, y que ha convertido, en sangrientas ruinas los hogares Orien- tales. Si la justicia de los hombres es impotente, la del que todo Jo puede, alcanzará, sin duda, al injusto y bárbaro causador de tantas calamidades.NOTAS Y DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS. (1) El tratado definitivo no importa mas que "'la confirma- ción de los preliminares de Paz, que son aquel ensayo 6 bosquejo de un tratado que encerrando los artículos principales del ajuste que tienen intención y deseo de concluir, debe servirle de basa (Martens. Lib. 1 ? ) (2) —El Estado Oriental es, y será para siempre, libre é independíente de todo poder estrangero. —Jamasserá el patrimonio de persona ni de familia alguna._ —La soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, á la que compete el derecho esclusivo de establecer sus leyes.— (Constitución de la República—art. 2, 3 y 4.—Sec. 1 f — Cap. 1 y 2.) Las disposiciones siguientes, que son el desarrollo de esas bases, consignan el mas amplio y absoluto ejercicio de la Inde- pendencia y soberanía del Estado.—No hay nada pasagero, limi- tado, condicional, dependiente de otra voluntad que la suya. (3) Auto de los plenipotenciarios encargados de revisar nuestra Constitución, fecho en Janeiro el 26 de Mayo de 1830. (4) Nota del Encargado de Negocios D. Nicolás Herrera, fe- cha en Janeiro g1 22 de Marzo del 830.— (5) Mensage de nuestro Gobierno de 22 de Octubre de 1830.— (6) Decreto del Gobierno de Buenos Aires de 20 de Abril de 1833. (~) Historia do Brasil, desde á chegada da Real Familia de Braganza en 1808, ató a abdicagao do Imperador D. Pedro 1-0 en 1831; por Joao Armitagc.—Traduzida do Ingles.—Rio de Janeiro, 1837.— (8) El partido Unitario podia combatir ; el General Lavalle estaba apoyado por el Pueblo de Buenos Aires y por varios cuer- pos délos gloriosos veteranos de la República, y el General Paz se encontraba con un ejercito de los mismos soldados con que acababa de hacer la campaña del Brasil, en las Provincias interi o- res, que se pronunciaron por su causa organizando la liga de que luu Protector.(II) Pero cedían al deseo general de la paz y no conocían á Ro- sas.—A conocerlo es seguro que hubieran muerto con las armas en la mano.—Solo miraron que todos eran Argentinos y se habla- ba de entenderse, de abrazarse como hermanos, de hacer en fami- lia la felicidad del pais. Esto era sincero en la mayoría de am- bos partidos, pero no en el Gefe que la fatalidad le había dado á uno de ellos. Se firmó, pues, la Convención de 2% de Junio de 1829.—En esta Convención se decretó olvido de lo pasado (art. 7.) y se dispuso que se procediera á nuevas elecciones de Representantes, los que eli- girían un Gobierno al que todos se someterían, (arts. 3 y 4.) No cabe en este lugar la historia de los modos con que Rosas, una vez en la ciudad, eludió el cumplimiento de lo pactado. El resultado fué que los que pudieron probar fortuna pe- leando como buenos, vencidos sin pelear, se vieron borrados de las listas civiles ó militares á que pertenecían, proscriptos pri- mero, degollados después. Las elecciones no tubieron consecuencia' se restableció la Sa- la vieja, es decir, la Sala anterior a la Revolución de Lavalle, y esta Sala eligió a Rosas Gobernador con facultades estraordina- rias. Este Rosas que habla firmado, por ejemplo, el articulo 7? de la Convención que dice literalmente— " 7P Ningún individuo, de cualquier clase y condición " que sea, sera molestado ni perseguido por su conducta ú " opiniones políticas anteriores á esta convención: las autor ida- " des serán inexorables con el que de palabra ó por escrito con- travenga ú lo estipulado en este articulo. " (Recopilación de las Leyes y decretos promulgados en Rueños Aires etc, tomo 2? pag. 972.) No tubo dificultad en publicar su lé púnica firmando el siguiente decreto.— Buenos Aires Marzo 13 de 1830. " Art. 1 P Todo el que sea considerado publicamente co- " mo autor, fautor ó cómplice del suceso del 1 P de Diciembre, " ó de alguno de los grandes atentados cometidos contra las ie- " yes por el Gobierno intruso que se erigió en esta ciudad aquel " mismo día, y que no hubiese dado, ni diese de hoy en adelante " pruebas positivas é inequívocas de que mira con horror tales ** atentados, será castigado como reo de rebelión. " Art. 2.° Será castigado del mismo modo todo el que, " de palabra, por escrito, ó por cualquier otra manera, se ma- " nifieste adicto al espresado motín de 1 P de Diciembre, ó á " cualquiera de los grandes atentados de que habla el articulo " anterior. (Recopilación citada—tomo 2.° pag. 1047.) En seguida dispuso que en los cuerpos urbanos se clasifica- i ( III ) se á lo» unitarios que hubiera en sus filas, para destinarlos á la campaña que emprendió sobre las provincias.—Antes habia ya rasgado las cartas de ciudadanía otorgadas por el Gobierno ante- riora los Franceses que tomaron las armas (Rec. cit. pag. 1034.) y declarddo por una ley libelos infamatorios todos los papeles impresos en Rueños Aires desde el 1? de Diciembre, mandando hacer con ellos un auto de fé, (Rec. cit. pag. 1028.) y después mandó perpetuar las divisiones, que habia pactado olvidar, decre- tando—el uso de un distintivo de color punzó, colocado visiblemen- te en el lado izquierdo del pecho con la inscripción Federación ó muerte, y prescribiendo este uso á militares y empleados, secula- res y sacerdotes;—(Rec. cit. pag. 1117)—después lo estendió por otro decTeto hasta á los niiLot de las escuelas, (Rec. cit pag. 1278.) y nti'S tarde hizo colocar en él sh retrato al lado de la inscripción —¡Mueran los salvages inmundos unitarios]—Y se esmeró tanto en arraigar ese se ntimiento de división, que no solo dispuso que los espedientes se cosieran con hilo punzó, y que las notas y ofi- cios se cerrasen con oblea punzó, (Rec. cit. pag. 1301) sino que exigió y obtuvo del Obispo Medrano un decreto por el que ésto Prelado ordena ol clero de Rueños Aires no use en las esclavinas, que-es el principal distintivo del clero secular, sino el color punzó, blanco ó morado, ó matizada de los tres. (Rec cit. pag.1324). Esta innovación injustificada contrariaba la costumbre inmemorial del clero español y americano que no usaba sino el color azul ó mo- rado, para sostituirlo con el color de sangre que adoptó Rosas, y era signo de su rencor Habia pactado olvido y la conservación de todos los destinos, y fueron destituidos á centenares los empleados civiles y militares, los juvilados y pensionistas, al paso que él se hizo elevar al rango de Brigadier y declarar Restaurador de las Leyes y beneméritos de la Patria á los que habían servido á sus ordenes. (Recp. cit. pag. 1038.) Espllcando esta conducta fué que Rosas pronunció en un momento de espancion, el famoso apotegma, que han debido estu- diar siempre sus enemigos, pero que han olvidado muchas veces, por desgracia, dando lugar á que se lo recordasen dolorosas espe- nencias.—Rosas dijo,—Los tratados no son sino trampas para CAZAR TIGRES! (9) Palabras del Dr. Moreno.—Introducción el Contrato So- cial de Juan F. Rouseau.—Buenos-Ajres, 1810. (10) Thiers.—Histoire de la Revolution Franjjaise.—Juicio de los Girondinos. (H) Rosas es, sin duda, el único que ha podido, sin contra- decirse, pronunciar en el Rio de la Plata el elogio del Dr. Francia, de ese hombre tenebroso que hizo del Paraguay, durante su vi- da, una tierra fabulosa^( iv ) En efecto, Rosas ha insertado en su Gaceta la oración fuñe- nebre pronunciada en elogio del Dr. Francia al dar sepultura á su cadáver en la Asunción, y cuando reinaba jtun el estupor que había producido; y después ha honrrado su memoria y ha pro- badoque en nada se ha opuestojamas a la política de aquel hom- bre.—Esta os la verdad,—pero comparece el respeto y la simpa- tía que llosas ha tributado al Gobierno de Francia, con la políti- ca que después ha desplegado con el Gobierno liberal que ha su-, cedido á aquel tirano sombrío, y se comprenderán mejor sus mi- ras. Aislado el Paraguay del comercio del mundo no era obstácu- lo á los planes de Rosas, y él podía consumarlos seguro de que aquella tierra entraba en ellos.—Pera abierta á la civrlízacion y al comercio la situación vaiiabi por entero; asi es que al mo- mento se ha puesto de pié p j ra detenerla en su nuevo camino; la muerte do Francia ha burlado sus cálculos y le ha creado esta otra dificultad. Asi, pues, si Rosas termina la guerra exterior y la guerra interior que hoy mantiene, le queda la guerra del Paraguay, y la guerra del Brasil obligado por la Convención de 1828 y por sus mas caros intereses á defender la independencia del Estado Oriental, y por sus recientes compromisos á «sostener el reconocimiento de la del Paraguay.» (12) Vamos á estractar algunos documentos oficiales de Buenos Aires. — Estos documentos son una completa revela- ción do los sentimientos que Rosas ha cultivado. Todos ellos han merecido los honores de la publicidad por órden suya.— « No, Exmo. Señor habrían visto desenrollarse el torrente popular, habrían visto sangro y sangre, envolver en su justa fu- ria & cuantos se considerasen el origen del infernal plan, « sin que escapasen ni sus descendientes. (Oficio de! Juez de Paz de Balvanoda D.Eustaquio J. Ximenes en el número 5,297 de la Gaceta de Buenos Aires de 12 do Abril de 1841.) .... Es muy cierto que los salvages unitarios, bestias de carga, agoviados con el peso de sus enormes delitos, «las as- querosas unitarias y sus inmundas crias » habrían muerto de- gollados.....pero el horrendo montón que formasen « las en- sangrentadas osamentas de esta maldita infernal raza » podría manifestar al mundo una venganza justa únicamente, pero nun- ca el remedio á los males inauditos que nos ocasionara su per- versidad asombrosa.— «(Oficio del Juez de Paz de Monserrat D. Manuel Casal Gae- te y Alcaldes de su sección, publicado en el número 5,27" de la Gaceta arriba citada. »)— ' —Infame y asquerosa raza,.... dice el Juez do Paz Espole- ta en la misma Gaceta ; la sangre Inmunda de esos nial vados salvages asesinos salvages unitarios, csclama el Comandante Maestre, habría corrido á torrentes « sin quedar uno solo deesa (y) riza de luciferes que no hubiese sido degollado por las calles;» Olirio Inserto en el número 5,298 de la Gaceta de 13 de Abril de J8jj )—y el coronel Cuitiño jura que su puñal seria incansable paia hacer correr á torrentes por las calles la sangre inmunda de esos caribes (oficio Inserto en el número 5,299 déla Gaceta). Esto lo repetía toda esa turba embrutecida de proceres de Rosas, que predica el degüello de los unitarios hasta en su mas remota descendencia por los siglos de los siglos. Y estose publica en frase mas horrible, si es posible, á nombre de los ministros del Dios de Paz y Caridad. Véanselas siguientes palabras— «¡Insensatos! Los pueblos hidrópicos do colera os buscarán por la» calles, en vuestras casas y e i los campos, y segando vues- tros cuellos formarían «una honda balsa de vuestra sangre donde « se bañarían los patriotas para refrigerar su devorante ira.»— (Oficio del Juez de Paz y CURA VICARIO de la guardia del Salto publicado en el numero 5,308 de la Gaceta do Buenos Aires de ¿4 de Abril de 1841.) El odio de Rosas es implacable y gigantesco; se ahoga en el reducido espació de una generación y aspira a perpetuarse en la eternidad do los tiempos.—Toma á las nuevas generacio ríes en la cuna para enseñarlas á aborrecer; pretende nutrirlas con veneno de odio; y este odio comprende lo mismo á sus enemigos exte- riores que intoriores.—Durante el bloqueo Francés ha sembrado su pasión contra esta nación por los mismos medios: — .....« Nosotros compondremos un cántico nuevo sobre este mote:—«Viva la Independencia, odio á los Franceses;—Viva la Independencia, odio á los franceses», enseñaremos á pronunciar á nuestros mas tiernos hijos.—«Viva la Independencia, odio á los Franceses», repetirá nuestra mas lejana posteridad.—(Dis- curso del Dr. D. Baldomcro García, Magistrado y Diputado de Rueños Aires y actualmente su Ministro coreado la República' de Chile.) Esta enseñanza era la déla familia en el hogar, la del pue- blo en todos los actos oficiales.—^Citamos todas las Gacetas de la época. —Después ha estendido su odio á todos los estrangeros, y esto tiene necesariamente porvenir si Rosas triunfa, porque es no solo una pasión, es una necesidad, una base do su sistema. (13J Por el articulo 15 del tratado celebrado el 4 de Enero de 1831 entre los Gobiernos de las Provincias litorales, se esti- pulaba que se reuniría en Santa-Fé una Comisión compuesta de un Diputado por cada una de las Provincias de la liga—que se denominaría--« Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias litorales de la República Argentina.» Entre las atribuciones que acuerda a esta Comisión el arti- culo 16 se encuentra la siguiente. «Quinta.—Invitará todas las demás Provincias cuando es- 2( VI ) «ten en plena libertad y tranquilidad, ú reunirse en Federación « con lastres litorales, y á que por medio de un Congreso Ge- « neral Federativo se arregle la administración general del pais <( bajo el sistema federal, su comercio interior y esterior, su na- ce vegacion, el cobro y distribución de las rentas generales, el ee pago de Id deuda de la República, consultando del mejor mo- « do posible la seguridad y engrandecimiento general de la He- te publica, su crédito interior y exterior, la soberanía, libertad « C independencia de cadr. una de las Provincias. »— (Registro diplomático del Gobierno de Buenos Aires pag. 109 ) Restablecida la paz, el Diputado de Corrientes Dr. Leiva y el de Cordova Dr. Marín, alarmados por las miras de Rosas, pro- movieron el cumplimiento del articulo que acabamos de copiar. Rosas, apoyado en esa circunstancia por el General Quiio- ga, se quejó amargamente de ese intento y reclamó de los Go- biernos de Corrientes y Cordova el castigo de sus Diputados, co- mo agentes de rebelión y de anarquía.—Ellos pedían que se cons- tituyera el pais bajo el sistema federal, y según muchas délas teorías atrasadas que hoy mismo sostiene Rosas « como princi- pios americanos» y de las ideas de que se ha proclama- do campeón; pero en ninguna organizacioa por mala, por ab- surda que fuese, podia alcanzarla «omnipotencia personal » á que aspiraba, y tomó pretesto de ese incidente para retirar su diputado de la « Comisión Representativa » y conseguir su toUI disolución, como defacto la consiguió. El Gobernador Federal de Corrientes sostubo dignamente su puesto.—Transcribiremos algunos párrafos de su contestación - la reclamación de Rosas, que pintan con verdad la situación del püis y descubren por entero los intentos do este hombre.— Dicen asi— <( Sigue después diciendo en sustancia el Sr. Leiva que lo « considera al Sr. Acuña instruido de los últimos sucesos de la « revolución, q'los gobiernos litorales tomaron ú su cargo la li- te bertad de los pueblos, q' consiguieron con la cooperación desús « amigos, y que en consecuencia la « Comisión Representativa de « los misinos, residente en Santa Fé, en ejercicio déla 5 5a atribu- te cion que establece el articulo 16 del tratado de 4 de Enero, ee sancionó la invitación á los gobiernos del interior, para que ee adhiriesen á él; y que á su juicio no se ha presentado oportu- ec nidad igual á la República para organizarse ; que si hoy • no se hacen los arreglos indicados en la precitada atribución, ee nos reduciremos á un caos y miseria!»—Si esto no -es verídico en el modo de pensar del Exmo. Gobierno de Buen os Aires, el que firma se forma el deber de hacerle algunas obser vaciones.— ¿Cuando es que se ha presentado, desde nuestra revol ucion, épo- ca igual áesta, en que todos los pueblos están confo rmes en el sistema de Gobierno que debe regir á la nación, segu n el pronun- ciamiento espreso de los mismos?—¿Y quien dudará que es esta ( VII ) la vez primera que se ha proporcionado la República una uni- formidad tan completa de sentimientos, que por si sola allana los inconvenientes que en otro tiempo nos privaron de tan sublimes deseos?—¿Se querrá acaso que el fuego devorador de la discordia disconforme y divida nuevamente para entretenernos, y hacer que el sistema que ha triunfado hoy, pierda con el tiempo su in- flujo, á fin deque adopte el que han detestado los pueblos por el siniestro manejo de las manos que le han hecho perder su cré- dito? Los arreglos de que consecutivamente habla la predicha carta, son consecuencias precisas de la organización de la Repú- blica. ¿V habrá quien crea, Exmo. Sr., que mientras no se lle- nen estos importantes objetos, no marchamos á pasos acelerados á consumar nuestra desgracia? ee Cuando el dice (el Diputado Leiva) ee que Buenos Aires únicamente ha de resistir á esta medi- da por estaren oposición á sus intereses,» ha tenido razones bastante poderosas para creerlo asi; primero por la oposición manifestada por el Exmo, Gobierno de Buenos Aires en la Capi- tal de Santa Fé por medio de su comisionado el Sr. Olavarrieta, á la invitación que debía hacerse á las demás provincias por la Comisión Representativa, en concepto á la ante-dicha atribución, como es constante á no dudarlo en dicha ciudad, y los mismos comisionados de los Gobiernos aliados lo justificarán, si es quo también no son considerados ya menos dignos de criterio. En segundo lugar, se ha hablado con bastante generalidad, que uno de los primeros cuidados del ejercito de Buenos Aires cuando entró á Cordova, fué persuadir con frivolos protestos, ee que no era oportuna la reunión de la nación»; y aun que el Go- bierno de Corrientes bien dispuesto á no dar crédito á vo- ces vulgares, se hizo entonces el deber de escuchar con des- precio aquoHas indicaciones, que no hacían honor á uno de los respetables Gobiernos que por el tratado de 4 de Enero parecía haberse ligado con los demás litorales bajo la mejor buena fé, ahora que tiene á la mano documentos que acreditan la preindi- cada ee oposición dei Sr. Olavarrieta y que ha sido efectiva la circulación de cartas a los pueblos del interior » al mismo objeto de prevenir, ee no manden sus diputados á la Comisión,» el in- frascripto no puedo menos de convencerso de la realidad de las noticias que se han propagado con respecto á dicho ejercito.— Compárese pues, la indicada conducta con las sinceras y atentas espresiones de la carta escrita por el Diputado de Corrientes, y juzgue el publico imparcial cual de ambos procedimientos debe sindicarse de anárquico, si el que se opone á que el país se orga- nize sobre base solida, ó el que trabaja por conseguirlo.—¿Y se quiere todavía, Exmo. Sr. que en vista do oposiciones tan abier- tas, y la falta de religiosidad en el cumplimiento del tratado do 4deEnero> jos ofendidos cierren sus labios, que cedan á la injus- ticia con que se desatienden sus reclamos, y no se agravien con- tra los autores de ella? ¿Hasta cuando la República y los aman-( VIII ) tes de su prosperidad rían de estar bebiendo de este cáliz? ¿Has- ta cuando se pretendo aparar el sufrimiento de los pueblos?— El que habla no trepida aceverar que 22 años de revolución y otros tantos de persecusiones, contrastes y miserias, han sido bas- tantes para justificar la decisión de los pueblos y rectificar al mismo tiempo la marcha política de ese Gobierno»-¿Que ventajas puede producirnos la paz, si ella mediante, no se trata de arri- bar al importante objeto de la organización del pais? — «A consecuencia de lo relacionado, el Gobierno de Cor- rientes no dista ya de creer, que el Exmo. de Buenos Aires quie- ra, á pretesto del incidente de que se trata, infringir su solemne compromiso contraído por el tratado de 4 de Enero celebrado en la ciudad de Santa Fé.»—Pero aun hay mas, Ewno. Sr. seria es- te un procedimiento justo, por criminal- que fuese la comporta- cion del comisionado de Corrientes y la de otros, al inferir el agravio de que se queja V. E., para privar á la nación de laopor- tunidad que se le presenta para labrarse el bien á que aspira, y que en cierto modo lo tiene ahora en sus manos, á costado in- mensos sacrificios, que no son desconocidos?—Quiera, pues, S. E. con una larga esperiencia harto dolorosa, economizar la sangre Argentina tamas veces vertida al influjo de pasiones innobles; después de tan desecha borrasca, como la guerra última, sea S. E. el iris de paz para toda la República..... (Oficio del Gobernador de Corrientes fecha 21 de Junio de 1832.—Colección de Documentos Oficiales, pag. 38 á 49.—Bue- nos Aires—1832.) Los Reínafés mandaban en Córdova, pero apesarde su inte- ligencia con López el de Santa Fé,—ge fe intimo aunque no os- tensible de la idea de organizar entonces el pais,—no ^nian los ele- mentos ni la situación topográfica de la Provincia de Corrientes, y el poder de Rosas combinado con el de Quiroga , el temible Tigre de los Llanos, los podia aniquilar en un momento.—Hu- bieron pues do ceder.—Su Diputado Mario se declaró á si mis- mo enfermo mentalmente é inepto,» y los Reinafes se plegaron á la voluntad de Rosas; pero aun en el oficio que le dirigieron se notan los siguientes periodos. a Si mortificante ha sido al Gobierno de esta Provincia que la irregular conducta de su diputado haya puesto en igual posi- ción al Exmo. de Buenos Aires, le ha sido muy satisfactorio es- cuchar del mismo Exmo. Gobierno* en la misma comunicación, los sentimientos mas firmes y patrióticos de arribar oportuna- mente á la organización general y & constituir la República. En esta parte el Gobierno de Córdoba, se hace un deber de protestar á S. E. el señor Gobernador de Buenos Aires estar enteramente conforme, y se persuade que este sea el mismo sentimiento de todos los gobiernos y ciudadanos argentinos.—La República de- be constituirse, porque á este fin se han dirigido veintidós anos de incesantes sacrificios, y porque solo esta consoladora esperan- ( IX ) za ha podido hacar soportar en los pueblos tan larga carrera de sufrimientos. ( Oficio del Gobernador de Córdoba fecha 3 de Julio de 1832. Colección citada p»g. 29.) Del texto de este documento resulta que el deseo de organi - zó la República era opinión uniforme, y Rosas el « único obstá- culo.» « - El pais estaba en plena paz: la opinión federal habia triun- fado completamente, y sin embargo Rosas prefirió encender de ► nuevo la guerra civil, dividir el « partido federal, » como se divi- dió en efecto, antes que consentir en la reunión de los diputados de la Nación.—Heaqui el origen de las calamidades, de los tor- rentes desangre, délos crimenes que están desolando estas co- marcas.—Rosas no puede desmentirlo Los amaños y los crimenes que ha consumado para dominar y tpgañar la opinión de su pais son infinitos, y de una perfidia exquisita.—Él tubo el arte de ir aplazando la oportunidad de reunir el Congreso, y de condenar como ana rquicas las opinio- nes que se oponían á cada una de esas postergaciones dolosas. — Asi iba deshaciéndose de los hombres influyentes, délos hom- bres de opinión y de conciencia, y de cada una de estas dificul- tades sacaba un nuevo argumento para probar que las pasiones no estaban calmadas. (14) En 1832, como hemos dicho en la nota precedente, Rosas se apoyaba en el General Quiroga para impedir la organi- zación del pais, ó inutilizar los propósitos de D. Estanislado Ló- pez, Gobernador de Santa-Fe.—López habia sido el Generalen (Jefe del Ejército qúe sometió á las Provincias disidentes del inte- rior y al romper las hostilídedes, en 1831, les dirigió una pro- clama prometiéndoles que si triunfaba en aquella lucha, se or- ganizaría la República convocando al efecto un Congreso Consti- tuyente para que dictase la Constitución.—Después del triunfo deseaba cumplir este compromiso solemne en que Rosas y él ha- bían entrado.—Rosas lo entretenía con hipócritas razones, al mismo tiempo que se atraía a Quiroga atribuyendo á López el intento do hacerse Gefe de la República, cosa que agriaba á Qui- roga de un modo singular.—Seguro ya de este apoyo promovió la disolución de la « Comisión Representativa, » como se ha vsto en la nota anterior, y López comprondió el peligro de resistir por entonces. Quiroga dió el primer paso dirigiendo á los Dipu- tados Leiva y Marín unas cartas, que Rosas publicó oficialmente, en —Tales antecedentes decidieron al Presidente á hacer su "renuncia no tan solo del cargo que ocupaba en este recinto,( XX ) "sino también de la Presidencia del Tribunal de Justicia. Re- lien entonces se apercibió que debia alejarse de esta tierra, "y no ponerá prueba tan difícil la irritación del Pueblo, y ]a "justificación del Gefe ilustre del Estado que fluctuaría entre "el severo deber de Ja justicia, y el cruel recuerdo de una an- "tigua amistad ".... ...." En tal estado señores, ¿ qué cosa resta á la II. Sala "que dar cuenta de este trájico suceso al I1. E. acompañándole "todos los antecedentes de la materia, para en su vista dicte "las medidas que su sabiduría le aconseje "... .Una resolución silenciosa así lo acordó.— (Sesión del 28 de Junio de 1839, publicada en la Gaceta núm. 4,806 el dia G de Julio siguiente.) Ese documento horrible no necesita comentario.—Si exis- tían las pruebas ¿ por qué no se juzgó al Dr. Maza ? ¿ por qué no se le juzgó breve, sumariamente, de algún modo siquiera ?— ¿ Por las inmunidades del carácter que investía?—»(Es cruel hablar de inmunidades en Buenos Ayres, peí o aun en los paí- ses en que tienen mas valedera existencia ellas solo importan la observancia de algunas formas mas, pero no la inmunidad del delito.—¿ Por qué no fueron los antecedentes á la Sala, pa- ra que ella entregase, como debía, el criminal, al fuero común ' —¿ Por qué se prefirió mandarlo perseguir por la mashorca, y hacerlo, al fin, matar á cuchillo en la misma Sala de la Pre- sidencia ?.... En la mañana siguiente al asesinato del Dr, Maza fué fusilado en la cárcel su hijo el Teniente Coronel l>. Ramón Maza.—Antes de fusilarlo se le dió, espresamente, la noticia del asesinato de su Padre. — El cadáver de este anciano esta- ba en la puerta, tirado sobre un carro del servicio de la Po- licía, esperando al cadáver del hijo que*alli se le reunió, pocos momentos después, y juntos los recibió la tierra en una de las zanjas del Cementerio! Tampoco el jóven Maza fué sometido á ninguna clase de juicio; se consumó un doble asesinato puro y simple, desnudo de toda especie de justificación: bien es cierto, que su forma la excluye de todo punto, Rosas se hizo felicitar por estos asesinatos, por todas las corporaciones y empleados públicos; y solo leyendo esos do- cumentos de que están llenos los periódicos do la época, se puede formar idea de la audacia con que Rosas ha quebrado todos los vinculos sociales, como ha pervertido el sentimiento moral. Como si se hablase de un criminal juzgado y senten- ciado, tratándose del Presidente de la Legislatura y del tri- bunal de justicia, asesinado á puñaladas cuando aun estaba en el ejercicio de estas altas funciones, y contra el que no se ( XXI ) habia iniciado siquiera acción alguna, todo el mundo tuvo que dar el parabién al asesinato "en virtud del descubrimiento del ' feroz, inicuo y salvage plan do asesinato, premeditado por "los parricidas, reos de lesa América, traidores Manuel Vi^ "cente y su hijo espúreo Ramón Maza, vendiéndose al in- fundo oro francés." (Oficios del coronel don Nicolás Granada, publicados en el número 4,819 de la Gaceta del 24 de Julio de 1839.) El tono, las ideas, las palabras de estos documentos ofT' ciales, muestran toda la inmoralidad, el embrutecimiento que Rosas derrama en esa sociedad que se ha empeñado en des- hacer. Haremos el sacrificio de copiar algunas líneas mas de esos documentos. " Está bien convencido V. S. que el Dios de los Ejércitos "protege la causa de la justicia, poniendo en descubierto los "planes infernales, los traidores sobornados por un vil interés, "como sucede con el traidor, sucio, inmundo y feroz Manuel "Vicente de Maza y su hijo bastardo, que ni sus cenizas debían "existir entre nosotros. (Oficio del coronel Santiago Villa- mayor, publicado en la Gaceta de 24 de Julio, ya citada.) Estas felicitaciones brutales fueron seguidas de las fiestas parroquiales de que hablamos en algunas de nuestras notas, i que hicieron de Buenos Ayres, por muchos dias, una inmensa baca- nal.—Nunca se ha ostentado en ninguna parte mas lujo de pros- titución y de sacrilegio.—En todos los púlpitos, resonaron las alabanzas del asesino deificado ;—el asesinato se presentó co- mo la obra de Dios, y del dia del delito se decía en la cátedra del Espíritu Santo.—"Yo no haré otra cosa en esta mi breve alo- "cusion que exortaros con las palabras del Profeta real á esta- "blecer este dia solemne hasta el cornijal del altar ; Constituite "Dieni solemnem ñique adde cormu altaris; solemne llamo este ''din por el feliz descubrimiento de la trama hoy rorosa contra la "vida de Nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes ; solemne lla- "mo á este dia, "por el escarmiento público, que la Divina Provi- "denciu hizo de los enemigos de nuestra libertad, é •independencia' •«......La Divina Providencia........ella quizo qne este ''din del descubrimiento fufse un dia solemne para el escarmiento "publico........á la verdad, Dios vela sobre los buenos y sobre "tos malos ; sobre los buenos pa? a darles á su tiempo el premio "del ciclo, sobre los malos para darles á su tiempo el condigno "castigo." (Oración pronunciada por el cura de Dolores D. José Accame.—Está publicada en el número 4850'de la Gac eta, el1 11 de Setiembre de 1839.)( XXII ) (24) En las entradas del tesoro de Buenos Ayres en 1839 se lee la siguiente partida. Enterados por el Gefe do Policía D. Bernardo Víctorica, pertenecientes al reo de lesa América Ramón Maza. 2196 pesos papel. Un alfiler grande dé brillantes. Un dedal de oro. (Número 4948 de la Gaceta de 1. ° de Enero de 1840— página 4. rt ) El alfiler era el que ese malogrado joven tenía en el pecho cuando Rosas lo hizo asesinar ; el dedal era el de su esposa. Esta señorita, á quien Maza había desposado hacía pocos dias, es parienta del mismo Rosas. La confiscación ha pesado sobre esa sociedad en una es- cala inmensa. La propiedad de las clases acomodadas, ha sido, sin exageración, el botin puesto á disposición de los ase- sinos organizados. Escribimos á presencia de miles de testi- gos y de víctimas. La fortuna de mucho* propietarios opu- lentos, que hoy están en suma miseria en Montevideo, ó en los otros estados limítrofes de la República Argentina, ha sido repartida entre los hombres que Rosas ha levantado del cieno, y la gozan a la vista del pueblo de Buenos Ayres —Solo una mínima parte de la propiedad confiscada, y está vendida ¡í vilísimo precio, ha entrado en el tesoro de Buenos Ayres.— Sin embargo en todos los estados que publica Rosas se encuen- tran crecidísimas cantidades de ese origen: tomamos los si- guientes guarismos que darán idea de la importancia de la confiscación y por consiguiente de la clase de la población enemiga de Rosas. En el número 5,503 de la Gaceta de 1. - de Enero de 1842 en la página 4. rt y 6. rt se encuentran un Estado del que toma- mos los siguientes números — Caudal entrado ^ $ 1,703,410 4 En esa suma la perteneciente á bienes de Unitarios es de $ 708,208 6¿ En el número 5,023 de la Gaceta de 9 de Julio de 1842. Caudal entrado $ 90,099 3Í En esa suma la perteneciente á bienes de Unitarios es de $ 72,470 (25)- En los Estados del tesoro de Buenos Aires so en- cuentra la siguiente partida— '• Al coronel D. Ramón Rodri- " guez para remitir al Juez de- " Paz de la 4.01 Sección de ( XXIII ) " Monsalvo para pagar á 3 in- " dividuOS QUE CORTARON 1A " cabeza al reo malhechor José " Ignacio Frias. $ 800 (Gaceta de Buenos Ayres de 29 de Setiembre de 1840.) (96) En los ejércitos de Rosas el degüello ha reemplaza- do á las penas de la Ordenanza.—Tenemos en nuestro poder algunas órdenes originales en que se mandan degollar varios soldados por deserción, al fíenle de la tropa. --Copiaremos una orden tomada en el combate de la Orqucta del Rosario. ¡ Viva la Confederación Argentina !—¡ Mueran los salva- jes unitarios !—Orden General.—Febrero 23 de 1843. Art. 1. De orden del Exmo. Sr. General del Ejército han sido degollados ayer el cabo Ramón I .allana y los soldados Fran- cisco Olmo y Julián Gómez, y castigado con 300 palos Anto- nio Ceballos, todos pertenecientes á la 5. w división, por ha- jer desertado de las filas del Ejército abandonando á los vir- tuosos soldados federales que lo componen.—Art. 2. etc. UrDINARRAIN. (27^) En todos los puntos que han dominado las armas de Rosas se han repetido las escenas de que ha sido teatro Buenos Ayres.—Estos cruelísimos hechos no están consignados en otros documentos, que el testimonio de millares de testigos :• pero el que tiene conocimiento de las matanzas de Buenos Ayres, puede calcular lo que ellas habrán sido en las míseras y aisladas provincias del Interior ! Las mismas tropas regladas de Rosas no son, con propie- dad, sino bandas organizadas de degolladores.— Los documen- tos que publicamos en otras notas lo prueban incontestable- mente ; pero para abundar, agregaremos algunos hechos. En Enero de 1810, D. Manuel Oribe, que se hallaba en Entre-Ríos con un mando subalterno en una de las divisiones de Rosas, tubo .ocasión de hacer pasar eí Uruguay j&r una de esas bandas, y lanzarla sobre la población Oriental de Belén, á la sazón indefensa. El coronel D. Angel M. Nuñez que ser- vía entonces bajo la bandera de nuestra Patria, describe en los siguientes términos el espectáculo que ofrecía el Pueblo de Belén después de esa incursión. Dice el parte oficial de aquel gefe fecho en Tapeví á 17 de Enero de 1840.—"El 17 del corriente saquearon el Pueblo "de Belén, incendiaron la mayor parte de sus ranchos, asesi- naron todas las personas de ambos sexos que encontraron "escepto las jóvenes, que creyeron útiles para sus inmundos( XXIV ) "vicios ; y no contentos con estas atrocidades asesinaron en "el bosque del Uruguay, una multitud de madres errantes que "con sus tiernos hi jos huian de los puñales de aquellos verdu- "gos, las que han sido encontradas con sus hijitos degollados "en los brazos y con los pechos de aquellas colocados en las "bocas......, .Incendiaron nuestra escuadrilla, saquearon una "porción de buqués mercantesjque acto continuo hicieron atra- ncar con sus tripulaciones á la costa de Entre-Rios, y verificado "que fué las mandaron saltar á tierra, y las asesinaron á lanza, "sin dejar un solo marinero, "— De las Provincias Argentinas del interior podríamos ha- cinar innumerables hechos de tan útil y repugnante ferocidad, que no estrañamos, de ningún modo, que se tomen por los es- traños por exagerados, por increibles también.—Esta duda, honrosa para la humanidad, desapai'ecerá para los que se pe- netren del espíritu de Rosas, consignado en todos sus documen- tos :—por lo que él ha confesado, pueden adivinar lo que calla. Sin embargo, tomaremos algunos períodos de una esposicion dirigida al Consulado Francés de Buenos Ayres por un ciuda- dano de esa nación. Dice así:-"que estraño contraste no ha ofrecido la ocu- pación de Mendoza por los generales La-Madrid y Pacheco. En la primera se notó las calles sembradas de flores y colmadas de una multitud cuyos rostros respiraban la mas pura alegría ; en la otra no se veia correr sino arroyos de sangre ! " "A las cinco ó las seis de la tarde del 24 de Setiembre de 1841, entraron á la ciudad algunos soldados desvandados del ejército victorioso del general Pacheco. Su primer cuidado, como se debe creerlo bien, fué saquear la ciudad, y para ha- cerlo se dirigieron al centro donde mi casa está situada, yá achazos y tiros comenzaron á romper las puertas y á hacer saltar las cerraduras de algunas tiendas de géneros que dista- ban de mi casa cincuenta ó sesenta varas.—Al otro dia, 25, entraron las tropas en la plaza, y entonces comenzaron las pesquizas de los desgraciados vencidos, quienes al instante que eran hallados eran degollados.—Hablo solamente de los oficiales, porque los cabos y soldados eran incorporados á las tropas del general vencedor—Estos asesinatos duraron has- ta el momento de mi partida (el 1. ° de Noviembre) porque algunos dias antes de" efectuarla hicieron salir de la prisión en que yo estaba dos oficiales superiores llamados Bejarano y Zarate.—Los desgraciados se despidieron de nosotros llenos de gozo creyendo que habían obtenido la libertad.—Fueron degollados á un tiro de pistola de la prisión en un paraje lla- mado el Zanjan.—(Exposition des violences, outrages et perjudi- ces cíe—por J. N. Harraut.—1842)-IIeinos conocido á este ( XXV ) «eñor Barraut en los últimos tiempos, en la comitiva del Ex- (,'onsul Pichón, y suponemos que aun se encuentra en Mon- tevideo. (28) He aqui un documento oficial publicado por Rosas en su Gaceta sobre la celada y traición de Cayastá el 26 de Marzo de 1840. •'El infrascripto tiene la grata satisfacción de participar á ■ tro poder, pero perdonadas y garantidas i.as vidas de los rendidos, entre ellos se halla un hijo de Madrid. Después seré mas circunstanciado felicitando á V. E. por tan gran triunfo:—Es de V. E. afectísimo servidor Q. B. S. jyj._José Santos Ramírez. Está conforme: de Orden de S. E.—El oficial I. ° de Se- cretaria, Faustino Ferrari.—Está conforme, Carlos Amezaga, secretario,—Córdova.—Imprenta de la Universidad. Desaguadero, Setiembre 22 de 1841. ......El titulado Salvage General Mariano Acha, fué decapitado ayer y su cabeza puesta á la espectacion pública en el camino que conduce á este Rio entre la Rt presa de la Cabra y el paso del Puente.—Ansel Pacheco.—(Número 3,067 del Diario de la Tarde de Buenos Ayres de 22 del mes de Rosas (Octubre) de 1841.) En la Gaceta de Buenos Ayres de 6 de Diciembre de 1841 se encuentra el parte oficial de la toma de San Juan por el General D. Nazario Benavides ; Rosas suprimió la parte que se referia á la capitulación, pero en la lista de prisioneros que lo acompaña, el primer nombre quw se lee es—titulado Gene- ral Mariana Acha. Rosas no se atrevió á llevar mas adelante esta ruin falsifi- cación, y no ha desmentido al Boletín de Córdova ni el de Mendoza, en que está la parte referente á la capitulación que él suprimió. Miraflores, en marcha, Julio 7 de 1842. En mis anteriores anuncié á Ud. el objeto con que con- servaba al salvage Ciríaco Lamadrid (hijo del Pilón) y sa- biendo con evidencia que éste último se ha dirijido á varios gefes de la provincia para que defeccionen hice decapitar al primero en mi arribo a la Rioja acompañado del salvage unitario Manuel Julián Frias, natural de Santiago.—Nazario Benavi- des. (Carta dirijida á Rosas y publicada en el número 5,703 de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1842.) El joven Madrid era de los capitulados en San Juan; y como se vé del anterior documento fué degollado por la con- ducta de su padre. Santiago, Junio 20 de 1841. El director de la guerra de la espirante coalición del Nor- te, el salvage unitario traidor Tomas Brizuela, ha regado con su sangre inmunda, en este dia, el suelo de la Patria.—José Félix Aldao. (¡V. ° 5,403 de la Gaceta de 2\ de Agosto de 1841.)( XXVIII ) I Provincia de Entre-Rips. Campamento en las Puntas del Monte, Mayo 22 de 1842, E. M. Orden del día. Art. 1. ° S. E. el Exmo. Sr. Gobernador de la Pro- vincia, ordena que el individuo sin exepcion de clase, que pida por un salvaje sufrirá la misma pena que el reo.—-Juan Are- llíno.—Es copia : Urquiza.—Cuya orden se publicará en to- das las divisiones y cuerpos pertenecientes al Ejército Entre- Riano.— Urquiza. (Impreso en el Paraná.) ¡ Viva la Federación !—Sr. General D. José Félix Aldao. Cuartel General en las Barrancas de Coronda, Abril 17 de 1842. Mi estimado General y amigo—Con mucha satisfacción participo á Ud. que el dia 15 en la tarde, fué derrotado y com- pletamente disperso el salvaje unitario Mascarilla por la Van- guardia de este Ejército, al mando de los señores Coroneles Flores y Andrada, cerca de la estancia del finado general D. Es- tanislao López.—Treinta y tantos, muertos y algunos prisione- ros, entre los cuales quedó el salvaje titulado General Juan Apóstol Martinez,—el que le fué ayer cortada la cabeza, fue el resultado de este hecho de nuestras armas federales. La persecusion del salvaje Mascarilla aun sigue.—Felicito á Ud. por este glorioso suceso y me repito su muy atento seguro servidor y amigo Q. B. S. M.—Manuel Oribe. (Boletin de la Provincia de Mendoza.) El General D. Juan Apóstol Martinez era Oriental, com- pañero y amigo estrechísimo de Oribe en los dias de su juventud. El Gobernador Delegado de la Provincia de Salta. Salta Agosto 4 de 1842. .......El salvaje Florentino Santos que encabezaba á los invasores y 15 mas de estos, que han sido capturados en las alturas de la Sierra, fuera de los 19 que cayeron prisioneros, pagarán con la vida su alevosía etc.—Manuel Antonio Saravia. —Fernando Arias. Nómina de Jos salvajes unitarios que cayeron prisioneros en Rumiguasi, y lian sufrido por castigo la pena ordinaria de muerte. Coronel—Florentino Santos.—Comandante—Juan Vi- cente Torres. —Capitán —Pedro Pablo Paz.—Ciudadano,-— Benjamín Orn.il.—Siguen los nombres de tres sargentos y diez ( XXIX ) toldados.— Salta Agosto 9 de 1842.—Está conforme—Aftas' (Núm. 5,703 de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1842.) El Gobernador de la Provincia de la Rioja. Rioja, Agosto 18 de 1842. Al Sr. Coronel y Comandante General D. Lucas Llanos. Han sido capturados y decapitados en esta capital los saí- vages unitarios Domingo Antonio Villafañe, Francisco Doria, Timoteo Gonzales y Benito Vila, estos dos últimos naturales de Buenos Ayres—Dios guarde á Vd. muchos años.—Hipólito Tello. Exmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas. Tucuman, Setiembre 14 de 1842. ....Nada ocurre por acá digno de su conocimiento, mas que la toma y decapitación de los salvages unitarios cabecillas Honorato Gordillo y Ramón Moreno, cerca de Belén. Está visto que todos craeián en poder de la justicia, pues muy po- cos han quedado, como lo verá V. E. en el Monitor Federal._■ Adeodato de Gondra.. Cuartel General en el Ceibal, Setiembre 14 de 1841. .... Entre los prisioneros (de la batalla del Monte Gran- de) se halló el traidor salvage unitario ex-coronel Facundo Borda, que fué al momento ejecutado con otros traidores titulados oficiales de entre los de caballería é infantería.—Manuel Oribe. ....(Parte oficial inserto en el número 3067 del Diario de la Tarde de Buenos Ayrcs de 22 del mes de Rosas (Octubre) de 1841.) La ejecución del coronel Borda fué una de las mas atroces que ha hecho practicar Oribe.....Este hombre, como se sabe, hizo cortar y salar las orejas de Borda, y se las remitió á Rosas. Cuartel General en Metan, Octubre 3 de 1841. ....Los salvages unitarios que me ha entregado el co- mandante Sandobal, que lo fué de la escolta del Lava- lie) Marcos M. Avellaneda, titulado Gobernador General de tucuman, coronel titulado J. M. Videla, comandante Lucio Usas, sargento mayor Gabriel Suarez, capitán José Espejo y teniente primero Leonardo Sousa----lian sido al momento eje- cutados en la forma ordinaria á excepción de Avellaneda a JWftM mande cortar la cabeza que será colgada á la espec ucion publica en la plaza de Tucuman.—Manuel Oribe. Santiago, Octubre 8 de 184Í. bre "". como 'a cabeza del salvage Acha está puesta so- sal™" a 6n el camino de Mendoza, de igual modo las de los aivages Avellaneda y Casas están en la plaza de Tucuman. ,Tyr. A ieodato de Gondra. ^um. 5483 de la Gaceta de 0 de Diciembre de 1841.) 6( XXX ) Edurraldc, 14 de Octubre, del mes de Rosas de 184], Soíior D. Juan Ortiz de Rosas. ... .Yo voy en marcha para Cátamarca á darle también en la cabeza, en la misma nuca, al cabecilla salvage unitario Cubas.—Habrá violín y habrá violón.—Mariano Maza.—(Nú- mero 5483 de la Gaceta de 6 de Diciembre de 1841.) Cátamarca, 29 del mes de Rosas de 1841. Exmo. Sr. Gobernador D. Claudio A. Arredondo. .... Después de mas de dos horas de fuego, y pasado á cu- chillo toda la infantería, ha sido derrotada toda la caballería, y el cabecilla solo huye por el Cerro de Ambaste con 30 hom- bres ; se le persigue y pronto estará la cabeza en la plaza, así como están las de los titulados ministros González y Dulce y tam- bién la de Espeche, Gobernador que puso el pilón.—Maria.no Maza.—(Número 5483 de la Gaceta ya citada.) ¡VIVA LA FEDERACION! Relación nominal de los salvages unitarios titulados gefes y oficiales, que han sido ejecutados después de la acción del 29. Coronel, Vicente Mercao. Comandantes, Modesto Villafañc, Juan Pedro Ponce, Damacio Arias, Manuel López, Pedro Ro- dríguez. Sargentos mayores, Manuel Rico, Santiago de la Cruz, José T. Fernandez. Capitanes, Juan de Dios Ponce, José Salas, Pedro Araujo, Isidoro Fonce, Pedro Barros. Ayu- dantes, Damacio Sarmiento, Eugenio Novillo, Francisco Quin- teros, Daniel Rodríguez Teniente, Domingo Diaz. Cátamarca, Noviembre 4 de 1841.—Mariano Maza.- (Gaceta citada en la anterior.) Exmo. Sr. Gobernador D. C. A. Arredondo.—Cátamarca No- viembre 4 de 1841. ....En fin, mi amigo, la fuerza de este salvage unitario tenaz, pasaba de seiscientos hombres, y todos han concluido,pues así les prometí pasarlos á cuchillo.—Mariano Maza.—(Gaceta citada en la anterior.) Señor D. Juan Ortiz de Rosas. Cátamarca, Noviembre 4 de 1841. Yo anuncié a Vd. que habíamos derrotado en esta plaza completamente al salvage unitario Cubas, que era perseguido y que pronto tendríamos la cabeza de este bandido. En efecto fué tomado en el Cerro de Ambaste ; fué tomado en su misma cama. Queda pues, también la cabeza de dicho foragido Cu- bas &c, en la plaza de esta ciudad. Después de la acción han sido tomados, entre gefes y on- ( XXXI ) cialcscomo J9 que iban en alcance de Cubas: no he dado cuar- ■ te¡ ¡ el triunfo ha sido tan completo que uno no ha escapado.— jyjlRlAN0 Maza.—(Gaceta citada en la anterior.) Oribe, al poner estos sucesos en conocimiento de Rosas, j¡ce :—El ejército que V. E. tubo á bien poner bajo mis órde- nes, ha llenado su gloriosa y digna misión.—Manuel Oribe.— (Gaceta citada en la anterior.) Es de todo punto imposible encerrar en estas notas el es- tracto de los documentos de este género que ha producido la administración de Rosas, y tenemos á la vista. Los anales de la larguísima época del Gobierno de Rosas, están cubiertos de un espeso reguero de sangre que no se in- terrumpe ni un solo día : no hay una sola hoja de los laureles que le hadado la fortuna durante 15 años, que no esté empa- pada en la sangre de los vencidos, derramada fria y atrozmente. Los enemigos de Rosas, esclavos de principios y de doc- trinas generosas, han probado detenerlo en su camino de es- terminio, con la práctica de una clemencia ¡limitada y caballe- resca ;—si alguna vez oprimidos por la evidencia práctica de las cosas, han proclamado y jurado cubrir con un velo los prin- cipios, hasta obtener Ja regularizacion de la guerra, hasta igualar la condición de los beligerantes, y que siendo el riesgo igual, cada uno pudiera elegir libremente su puesto—lo que era la victoria para nosotros,—ha sido una palabra vana, un decreto inúlil que no han tenido corazón para ejecutar un solo día, que han abjurado inmediatamente :— llosas, y después Oribe, han sacado de esto un nuevo ele- mento de poder :— -El que se ha levantado contra Rosas lo ha espuesto todo :—la familia, la hacienda,—la vida en el azar del comba- te y después del combate :—ha debido renunciar por el hecho á todo loque hay de precioso en este mundo : -El que ha estado con Rosas, no ha espuesto nada, mas que la vida en el azar de la batalla.-Vencedor ó vencido, no ha pesado ni la miseria, ni la persecución sobre su familia -Prisionero, ha encontrado no solo la protección del dere- cho, sino las mas generosas y extraordinarias consideraciones: na encontrado siempre mas que olvido de su conducta ante- rior ........ Así nosotros mismos hemos contribuido á hacer mas vi- gorosa la coacción que ejerce Rosas, sobre la opinión de su país : todo el que no ha tenido el altísimo coraje de renunciar a tpdos los goces de esta vida, el que no se ha decidido á dejar huérfana y mendiga la muger y los hijos, a ver desaparecer su( XXXIl ) fortuna, ha estado forzosamente con Rosas ó le ha combatido flojamente, embargado por falaces ilusiones. —Esto es natural. En otro capítulo de este escrito nos ocupamos especial- mente de la conducta del Sr. General Rivera con sus enemigos; pero en esta nota citarémos un hecho que deja en buena luz Jos procederes de dos partidos: que los califica completamente. El 29 de Setiembre de 1840 fué tomada, á viva fuerza, por una división del Ejército Argentino Libertador á las órde- nes del general D. Tomas de triarte, la ciudad de Santa-Fé, defendida por una fuerza de Rosas al mando del general D. Eugenio Garzón.—Quedaron prisioneros entre mas de 500 individuos, el general Garzón (que manda actualmente el ejército de Rosas en Entre-Rios,) el coronel D. Antonio Acuña ( ahora gefe del pueblo de Maldonado ), el teniente coronel D. Andrés Gómez y cuatro oficiales mas que hoy se encuentran con Oribe en el Cérrito.—Todos estos prisio- neros fueron rodeados de las mas prolijas atenciones y cui- dados, y vivían entre sus vencedores sin zozobra ni mortifica- ción alguna. Poco después, el 28 de Noviembre siguiente, el Ejército Libertador fué vencido en la funesta jornada del Qucbrachüo: en medio de la derrota el General Lavalle se acordó de sus prisioneros y de las penalidades á que debía someterlos en su nueva situación. Entonces, magnánimo como era nuestro querido amigo, volvió su caballo, vino á ellos, les dió libertad, y para que pudieran llegar con seguridad al campo de Oribe íes hizo acompañar en clase de parlamentario, por el aprecia- bilísimo joven Dr. D. Rufino Várela.—Várela, de alma genero- sa, de costumbres suaves y de una educación esmerada, había dulcificado en mucho la suerte de estos prisioneros y le eran deudores de las mas finas consideraciones y servicios : Várela en el asalto de Santa-Fé había espuesto su vida para salvar las de sus enemigos, y alguno de los que iban allí, (el capitán D. Lindolfo Argerich solo vivía por él.) Várela cruzó el campo del combate, sembrado de peligros, Íguardando las vidas de los enemigos á quienes llevaba á la ibertad, y llegó bizarramente á entregarlos en las guardias enemigas. De allí debía regresar ; pera allí se le detuvo..•• allí se Te insultó, allí lo asesinaron infamemente; allí, delante del general Garzón y de los otros prisioneros que acababa de sal- var ; delante de Oribe que galardonaba con la muerte una vi- da pura, una acción gallarda y generosa. . Retamos á la Gaceta que nos desmienta : la retamos for- malmente. El asesinato de los prisioneros y de loe "capitulados es la ( XXXIII ) regla para Rosas : uno que otro caso, rarísimo, que pueda ci- tarse en contrario, es la ecepcion, y ecepcion en que va en- vuelta alguna segunda mira. Y esta regla ha sido aplicada con inquebrantable ferocidad ; podríamos venir probando su aplicación desde el asesinato de los prisioneros de Mendoza en ]829 y en San Nicolás de los Arroyos y otros puntos en 1830 v 31,*hasta las matanzas de Arroyo Grande en 18á2, de la campafla del Estado Oriental en J843 y 1844; de la India Muerta en este mismo año de 1845. Del Arroyo Grande es- cribía el coronel D. Gerónimo Costa al Fraile Aldao, desde el mismo campo de batalla el 7 de Diciembre de 1842—"hemos "tomado mas de ciento cincuenta entre gefes y oficiales que en "el acto fueron ejecutados." (Esta carta se publicó en el nú- mero 12 del Boletín de Mendoza.) En la India Muerta el asesinato de los prisioneros es un hecho. El mismo General vencedor lo confiesa en los partes de este suceso. En el pri- mer parte (Boletín número 105 del Cerrito) dice—"Entre los '•prisioneros hay un gran número de titulados géfes y oficiales "contándose entre estos a Eufemio Izaurral-y Flores (el chile- "no) quien comandaba la infantería, la cual está en nuestro "poder etc." Y en el parte detallado (Boletin núm. 107 del Cerrito) no dá prisionero á ningún géfe, pero incluye en una larga lista de géfes muertos, á los mismos dos de la infantería que dió prisioneros en el anterior;—al coronel D. Lorenzo Flores (el chileno) y al^comandante D. Eufemio Izaurral.-- —¿Para qué amontonar mas horrores? (31) "Luego que nuestro enemigo está desarmado y ren- "dido ya no tenemos derecho sobre su vida.-Antiguamente habia el error horrible y la pretensión injusta y feroz de apro- piarse el derecho de quitar la vida á los prisioneros de guerra ; pero hace ya mucho tiempo que se han adoptado principios mas justos y humanos."-(Wattel, lib. 3 cap. 8.) Esto escribía Wattel y se sabe cuanto la civilización de nuestros dias ha modificado las doctrinas de este mismo pu- blicista. Bien podríamos, pues, referirnos á los hechos regis- trados en la nota anterior para justificar el aserto del texto.— Rosas ha excedido los actos que Wattel condenaba como in- justos y feroces degollando á sus prisioneros, insultándolos y despedazando los hombres vivos y los cadáveres. Ha asesinado también á los parlamentarios, personas sa- gradas é inviolables por el derecho de gentes, (Wattel lib. 4, taP- 7.) como se ha visto entre otros, en el caso del Dr. Vare- la que investía ese carácter, para devolverle al enemigo sus pri- sioneros, circunstancia que agrava mucho el asesinato perpe- trado en su persona.( XXXIV ) Pero desgraciadamente Rosas nos ha ofrecido en esta guerra otros hechos, si es dable, mas atroces. — Se ha violado el sagrado de los Hospitales y se han dego- llado en ellos á los heridos, á los enfermos, á los médicos y ciru- janos. El 29 de Diciembre de 1839 en los campos de Cagancha en lo mas recio de la pelea, se destacó una división de llosas acaudillada por D. Juan Antonio l.avalleja sobre las carretas en que estaba colocado el hospital y allí fueron asesinados en- fermos, heridos, mugeres, niños, cirujanos; se rompieron los instrumentos quirúrjicos, se inutilizaron los vendages y las me- dicinas.— Este hecho que se publicó oficialmente en nuestros perió- dicos, no ha sido contradicho; y si lo fuera atestarían la hor- rible verdad centenares de testigos. En Ja presente campaña un hospital del Ejército de la República se estableció en el Durazno ; allí se curaban no solo nuestros enfermos y heridos, sino también los heridos y enfer- mos del enemigo. Este destacó contra él una división á las órdenes de Marcelo Barreto y Feliz Peñarol, y el 30 de Di- ciembre de 1843 el hospital cayó en su poder, y degollaron á los cirujanos, á los practicantes, y ú los enfermos que allí encon- traron. Oribe no puede negar este hecho : ahí está el boletín del Cerrito número 42. Es verdad que poruña inhábil falsifica- ción, ha querido ocultarlo no nombrando el hospital, y hablan- do de una fuerza ; pero léase el boletin que citamos, y en la lista de los gefes y oficiales muertos, se verá, el primero, el uom- bre de D. Juan Tigrimbú :=D. Juan Tigrimbú era el Cirujano Mayor del Ejército. El capitán D. Gregorio Mas, que le sigue en la lista, y que era una de las mejores lanzas de esta tierra de bravos, estaba postrado por heridas que había recibido en bue- na guerra: solo pudo hacerse levantar del lecho, para recibir la muerte en pié. Sabido es también que todo el mal que se hace al enemi- go sin necesidad, que toda hostilidad que no se dirije á con- seguir la victoria, no solo es una indigna cobardía, sino una crueldad contraria á las leyes de la guerra. Y¿cual era el objeto bélico de las traidoras minas que ha preparado Oribe al frente de esta ciudad?... .despedazar algunos valientes, derramar su sangre inútilmente, por solo el placer de derramar- la. Desearíamos que la Gaceta nos digose sino fué eso lo que se propuso Oribe, qué es Ij que se propuso: qué es lo que se pro- pone en las balas que arroja por elevación á esta ciudad, que fin tienen la mayor parte de las estériles y sangrientas hostili- dades en que persevera. ( XXXV ) No cerraremos esta nota sin agregar dos lineas mas.— Las fuerzas marítimas de Rosas extrajeron de la Goleta hj- quesa Buena Esperanza, á los capitanes D. Juan Raya y D. l'osidonio Rodríguez y á dos ciudanauos mas que los acompa- ñaban. Conducidos á presencia de Oribe, este hombre los hizo traer atados en la madrugada del 7 de Octubre de 1843 á la vista de nuestros puestos avanzados ; allí los hizo degollar, y le arrojó al Pueblo de Montevideo los cuatro cadáveres con las gargantas partidas ú cuchillo! ° ' Pieguntádle á Oribe cual fué el destino del laborioso y pacífico Oriental D. Félix Sobredo. El os dirá—porque no puede negarlo—que lo hizo extraer de una polacra que nave- gaba bajo la bandera sarda y en la que el infeliz Sobredo ve- nia del Rio Grande á Montevideo á buscar á su mujer é hijos (Boletín del Cerrito núm. 44) que lo hizo traer á su presen- cia...-¿y después?... .que lo hizo degollar—Aquí está, en Montevideo, la huérfana familia á cuyas lágrimas, lo mismo que al recuerdo de una antigua amistad, fué Oribe perfecta- mente insensible. I Cual es el fin bélico de la violación de esas banderas neutrales, del asesinato de esos viajeros indefensos ? (32) Es un hecho notorio y de que estamos plenamente convencidos; pero no tenemos ningún documento con que abonarlo. (33) Esto es también notorio, y podemos ofrecer un testimonio intachable.-El Britanjíia, periódico inglés que se publicaba en Montevideo, con merecida aceptación, dijo lo siguiente : Tenemos que anunciar la partida en el paquete de S. M. Cockatrice, del capitán Carlos Colville Franckland, en conse- cuencia de su promoción al rango de capitán de navio. Durante cerca de un año que este bravo oficial ha mandado en esta es- tación la corbeta de S. M. Pearl, se ha adquirido la amistad de muchos individuos que sentirán sinceramente Ja perdida de su amable sociedad. Tenemos razón para creer que el capi- tán Franckland recordará su recepción de Montevideo con sentimientos bien diversos de aquellos que se confundirán con su8 recuerdos de Buenos Ayres, donde fué testigo ocular de muchas atrocidades y donde su repugnancia é indignación, subieron de todo punto, por un suceso, que excede en barbarie, todo lo que puede presentarse en un país civilizado á las obser- vaciones de un oficial ingles.- Podemos referir los detalles con plena confianza, pues que han sido con frecuencia referi- dos por el mismo capitán Franckland á sus amigos de aquí.( XXXVI ) Con motivo del triunfo obtenido por las tropas del gobernador Rosas, sobre una división de sus enemigos, el capitán Fran- ckland, fué convidado á una tertulia en casa del gobernador, donde se presentaron á los convidados LAS OREJAS de un infeliz prisionero ! Cuando le dijeron al capitán Franckland, que las OREJAS SALADAS estaban en un plato sobre el piano forte, se salió para no mirarlas ; y jamás volvió á poner allí los pie.*, para no esponerse, como decía, á un segundo insul- to, si tal vez le presentaban una cabeza humana.-Tal es Buenos Ayres actualmente !" (The Britannia N. ° 4 June 25—1842.) Este .articulo se publicó en presencia del señor capitán Franckland, que no lo contradijo de ningún modo. Las orejas saladas que se mostraron en la tertulia de Ro- sas eran las del infortunado coronel D. Facundo Borda, prisio- nero de Oribe. (Yide nota 30.) (34) Una de las acciones mas hermosas de esta guerra de quince años, tan rica de heroísmo y de sacrificio por una par- te, como de abominable barbarie por la otra, es la defensa dej cadáver del general Lavalle. Es una acción digna de la mas alta y religiosa epopeya. Pero ante ese puñado de bravos, escapados á la muerte en los campos de Famalla, que se detie- ne en los límites de su patria y los cierra con su sangre al paso de cuadruplos enemigos ; de esos soldados que caen y mueren allí, sirviendo de escudo al cadáver de su general, que luchan con brio indomable y se sacrifican con júbilo solo para que ese cadáver tenga tumba cristiana en la tierra extrangera que vá á servirle de asilo-que ofrecen su sangre y sus cabezas á la rabia de sus enemigos solo para que no profanen la cabeza de su muerto general..........ante este espectáculo de heroica piedad, Oribe y sus compañeros de crimen, no sintieron ni enervado el brazo, ni conmovido el pecho, ni enaltecida la mente, ni ennoblecida siquiera la palabra........ Esto muestra al hombre, lo muestra todo entero. Es uno de esos hechos que son una verdadera autopsia moral. En el momento en que supo Oribe que había caído sin vida, el valiente soldado de Maipú, Chacabuco, Pasco, Rio- bamba, Pichinca, Bacacay, Yerval, Ituzaingó, el soldado de la Independencia de cuatro Repúblicas, mandó perseguir su cadáver con encarnizamiento y que se le arrancase á la tier- ra aquella noble cabeza, si la tierra la había acojido en su seno ! Entonces se vió, por primera vez, ocupado un ejército en rastrear los huesos de un muerto. Todos los Gobiernos de ( XXXVII ) las Provincias, se ocupaban de averiguar su sepulcro, todos os Curas Párrocos se apresuraban á certificar que no habían dado ecleciástica sepultura al ilustre difunto. • Hé aquí el Certificado de un. Párroco : «El Presbítero José Antonio Duran de Rojas, en vista de la nota de V. S. certifico con la verdad que me caracteriza, que habiendo llegado á este punto los alevosos é indecentes salvajes unitarios el dia 10 del presente mes y año á las cua- tro de la tarde, en la que habiendo llegado á mi casa el salva- je unitario Pedernera me pidió permiso para depositar en la Iglesia el cuerpo de un compañero: y preguntando yo cual era, Lavalle, me dijeron los mismos soldados que era el muer" to.—Inmediatamente corrí á la Iglesia para cerciorarme del caso y lo encontré en la puerta de la sacristía atravesado so- bre un caballo, puesto sobre unos cajones vacíos que seria sin duda para que no se les cayese por el camino.—Al instante trataron de sepultarlo metiéndolo en la Iglesia.—Estos infeli- ces salvajes unitarios estuvieron en esta como dos horas y ha- biéndoseles acercado una pequeña partida salieron precipita- damente en fuga llevándose siempre el cadáver.—Esto es, V- 8. lo que certifico en obsequio do la verdad y de la justicia y para gloria del Sr. Presidente Rosas lo firmo hoy dia 15 de Octubre de 1841.—José Antonio Durando Rojas."—(Núm. 5,483 de la Gaceta de 6 de Diciembre de 1811.) El siguiente es el estracto de uno de los oficios de los go- biernos de las Provincias.— •'El cadáver de Lavalle fué destripado nn Chorrillos, des- carnados los huesos en Rodero, mas allá de Ilumahuaca, por no poderse sufrir la hediondez de la carne, y luego que el salvage Pedernera llegó á Mojo (primer pueblo de Bolivia) depositó los Iiujsos en la Iglesia.—En el referido pueblo de Mojo fué desarmado el grupo miserable que condujo el salvage unitario Pedernera. (Oíieio de Miguel Otero, Gobernador de Salta, publicado en el número 5423 de la Gaceta de 0 de Diciembre de 1841. ¿ i para qué esta impía persecución ? Oribe lo dice—"líe mandado hacer adióos pesquizas sobre el lugar donde está enterrado vi cadáver, para que Ir córtenla cabeza y me la traigan ! — (Carta de Oribe al gobernador de Córdoba D. C. Arredondo, fecha 12 de Octnbro de 1841.--<- bsta carta está publicada en ol boletín do Córdoba y el llrdish l acket de Buenos Ayres la ha estraetado en su numero a suecos de Octubre. El dia 5 de Abril, se proparaba un baile en el cuartel de serenos, que del bía darse á la noche-, 1(¿'or lo mañana de ese dia, dicen, (no lo he visto) que en el mercado, un carnicero tenía sobre una mesa cabezas de carnero, y una cabeza humana ; dicen, que algunas criadas, que manifestaron con gritos, un sentimiento de honor fueron golpeadas con verga, y otras llevadas presas. A la no- ( XLI ) che de ese dia 5 tubo lugar el baile, y en ó! tiempo que baila- ban los unos, {de esto estoy cierto) á distancia de menos de cien pasos otros eran degollados. Cada dia de ese mes fué dia de espanto y de luto para muchas familias de esa capital. Esos crímenes horrendos hasta fines de Marzo y principios de Abril, habian sido cometidos con un cierto misterio, y de no- che, pero ya mas avanzado el mes, se cometieron á la luz del dia, á las 10 y media de la mañana en presencia de varias per- sonas, un catalán fué asesinado, degollado en el Muelle. ' A las dos y media de la tarde el Dr. Zorrilla, que vivía en unos altos de la Recova nueva, plaza de la Victoria, fué asesinado en su bufete, por cuatro hombres que en él se introdujeron, so pre- testo de consultarlo. Un comerciante español llamado Martí- nez, que según se decía estaba ligado por intereses mercantiles con el general D. Lucio Mancilla y su sobrino Adolfo, había convidado á comer en su casa á los dichos, después de comer, sedirijianlos tres, Mancilla, su sobrino y Martínez, á casa del primero para tomar café. En el tránsito cerca de .San Miguel fueron encontrados por una de las bandas de degolladores que recorrian la ciudad. Estos dejaron pasar al general Mancilla y su sobrino: se apoderaron de Martínez; y á poca distancia, de San Miguel, lo degollaron, y habiéndole sacado las bo- tas hallaron que tenía puestas medias celestes; entonces furio- sos, pusieron el cadáver dentro de un barril de alquitrán que ardía'en la calle. "El 15 ó 16 hubo un gran baile en el departamento de policía. Esa noche fué también señalada por muchos asesina- tos, perpetrados algunos, por hombres que estuvieron en el baile, antes y después de haberlos cometido. "A las cinco ó seis de la tardo, era tan general y tan gran- de el terror de los habitantes de la desgraciada ciudad, que cada uno se retiraba á su casa y cerraba sus puertas, así es que la capital entera estaba entregada á las bandas de asesinos, "Si esas horribles escenas no hubieran cesado, si duran ocho dias mas, hubiera habido algún suceso terrible. Los es- trangeros todos estaban armándose. La autoridad mando dar nna esos cscesos, y cosa singular, las patrullas que recorrian « ciudad para restablecer el órden y la tranquilidad tenían en sus hlas algunos de los hombres que ántes la turbaban con sus crímenes. "Estos hechos todos son ciertos, nosotros todos los emi- grados y desterrados orientales, los hemos presenciado, y á su v"sta hemos deplorado la desgracia de nuestro país, si esas es- cenas se repetían en él. (Exposición de D. J. Lasserre, ya citada.) Esta espantosa degollación principió en los últimos dias>( XLII ) de Marzo, y recien el 19 de Abril expidió Rosas algunas orde- nes al Gefe de Policía, al de serenos, etc., firmadas por su ede- cán Corbalan, en que diré :— "El infrascripto ha recibido orden del Exmo. Sr. Gober- nador de la Provincia, Brigadier D. Juan Manuel Rosas, para decir á V. S. que ha mirado con el mas profundo desagrado los escandalosos asesinatos que se han cometido en estos últimos dios, los que aunque han sido sohre salvages unitarios, nadie, absolutamente nadie, está autorizado para semejante bárbara feroz licencia, siendo por tanto aun mas estraño á S. E. que la Policía se halla mantenido en silencio sin llenar el mas principal de sus deberes. En su virtud, S. E. ordena á V. S. que desde el momento de recibir la presente, ponga en ejercicio toda la acción del Departamento para que haga desaparecer tanto es- cándalo—que al efecto haga V. S. desde esta noche salir pa- trullas etc.—y que á los asesinos ó sospechosos los haga pren- der y conducir á la cárcel pública con grillos dando cuenta directamente á S. E.—Manuel Corbalan.—(Gaceta núm. 5913 de 20 de Julio de 1843.) La Gaceta hablando de estas degollaciones dice—no han muerto miles, no cientos sino cuarenta y tantos que impudente- mente azuzaron á un pueblo indignado—(Gaceta de 12 de Julio de 1843 ya citada, pág. 2, columna 3. 83) El Brithisk Packet hablando de esos atentados, son sus pa- labras, que nunca pueden deplorarse bastante, asegura que en los de Abril on había muerto ningún extranjero. (Brithisk Pac- ket número 818.) Rosas estaba en Buenos Ayres, le rodeaba un ejército, que tenia a su disposición, pero no dá un paso, no adopta me- dida alguna en semanas enteras de degollaciones en todas las calles y plazas, en las que se pregonaban con satánica burla, las cabezas humanas, y solo cuando la población estaba sumida en el estupor, cuando el terror obraba los efectos á que estaba destinado, publica las úrdenos que hemos copiado y que son una amarga irrisión. La prensa patriota, extrañó, con razón, con muchísima razón, que los Ministros públicos de las naciones cristianas y civilizadas continuasen tranquilamente su residencia en aquel lodazal de sangre. La Gaceta dijo, replicando, que los ex- cesos de Buenos Ayres eran insignificantes comparados con las matanzas de la Nevera en Francia en 1792, con las de Se- tiembre de ese mismo año en París, con las de Londres en 1780 !—(artículo editOrral del núm. 5,933 de la Gaceta de 8 de Julio de 1813.—pág. 2. rt i. - columna.) La pretendida rfervecencia popular es un insulto al buen sentido. En Buciijs Ayres* todos los atentados, todos lo¿ ( XLIII ) clamores son oficiales ; son los medios de gobierno de Rosas. _Es la Policía, son sus empleados, todos ellos afiliados en |a mas-horca, los que los perpetran.—Esto es notorio ; pero )o probaremos también.— En 1842 con motivo de la mediación de Inglaterra y Francia, Rosas, antes de pronunciar su insultante é inhumana negativa, creyó necesario imponer á propios y á extraños con los amagos de una tremenda esplosion de esfervescencia popular. A este objeto recorrió la mas-horca las calles vociferando gri- tos de muerte á los mediadores, que después esplicó Arana d¡- ciéndoles que no se le podia ocultar á su Jiña penetración la di- ficultad en que muchas veces se ven los agentes del Gobierno pa- ra evitar actos que no pueden considerarse regulares. (Nota de Araná á los Sres. Mandeville y De Lurde, fecha 24 de No- viembre de 1842.)—Pues bien ; esos actos irregulares que no podían evitar loa agentes del Gobierno eran perpetrados por esos mismos agentes y Rosas lo sabía, y ninguno de ellos á si- do castigado por ello. Los Sres. Conde De Lurde y Mandeville son los testigos que citamos. Buenos Aires Noviembre 18 de 1842. " Las escenas de desorden que han ocurrido publicamen- " te en Buenos Aires, me constituyen en la penosa necesidad " de ocupar de ellas á V. E. y de llamar su mas seria atención. " Grupos mas ó menos numerosos han podido recorrer las ca- " lies de Buenos Aires, profiriendo gritos de muerte contra " los estrangeros; gritos de muerte á Iss franceses, muerte á los " vascos han sido pronunciados. Si demostraciones tan cul- " pables no hubieran sido hechas sino por algunos miserables, " aislados y desconocidos, no podrían inspirar otra cosa que " un profundo desprecio; pero asumen una importancia del " todo diferente cuando se haya acreditado que empleados del " Gobierno, cuyo deber habría sido impedirlas, han coadyubado " aellas, y que individuos conocilos hace tiempo por anteceden- " tes los vías desagradables han tomado una parte activa.-- * Conde de Lurde." La nota del Sr, Mandeville, de la misma fecha de la an- terior, es sustancialmente idéntica. Pero si algo faltase para demostrar toda la insolencia de las esplicaciones que (li Rosas de esos hechos, aun ofrecería- mos otro testimonio que el mismo nos ha suministrado. D Lucas González, antiguo y opulento vecino de Buenos Aires fué una de las infelices victimas de las saturnales de Octubre de 1840; y el Gobierno en prueba, sin duda, de su reprobación á " estos actos de atroz licencia," como hipócrita- mente les llama, confiscó " los bienes de D. Lucas González,( XLIV ) que no habían podido ser robados por la mashorca, coando salteó su casa. La vajilla de esa víctima se trajo á la casa del Gobierno para el servicio del Sr. Almirante Mackau. En los Estados del Tesoro de Buenos Aires hemos leído también la entrada de gruesas cantidades pertoneoientes á D. Lucas Gon- zález, y en el momento podemos citar las siguientes: En el estado de entradas en Enero de 1841 El Gefe de Policía don Bernardo Victorica, entregó del salvage unitario Lucas González......ps.—19670. El escribano d^n Marcos Agrolo entregó de orden del juez doctor don Jacinto Cárdenas, pertenecientes al salvaje unitario Lucas González. .. " 81348. (N. ° 5,244 de la Gaceta de 1. ° de Febrero de 1841 pág. 1. «) En el estado de las entradas de de Febrero de 1841. El géfe de Policía D. Bernardo Victorica entregó en metálico del salvage unitario Lu- cas González......................... 8 1,700. (N. ° 5,264 de la Gaceta de I. ° de Marzo de 1841, pág. 1. *) D. Pedro Echenagusía fué degollado por la mas-horca el 8 de Octubre de 1840; y poco después se publicaba en loa diarios el siguiente aviso :- "Remate por J. J. Arrióla. En la calle de Lujan núm. ** 10.— Hoy Jueves 31 del corriente á las 10 de la mañana " de orden del Sr. Juez de 1. rt instancia Dr. D. Lucas Gmza- " lez Peña, se rematarán á la mejor postura las existencias de u dicho cuarto, que pertenecieron al salvage unitario Pedro " Echenagusía."—Sigue una relación de muebles y ropas de uso. (Núm. 5,220 de la Gaceta de 31 de Diciembre de 1840 pág. 2. « ) No sabemos de una sola de esas víctimas de la atroz li- cencia, cuyos bienes no haya confiscado Rosas.—Si hay algu- na agradeceríamos a la Gaceta la nombrase. (37) En varias de las notas precedentes hemos referido con el texto mismo de los documentos de Rosas, según es nuestra costumbre, mas de lo necesario para que se aprecie bien esta situación. Añadiremos á estos testimonios los que ministra la legislación que se ha generalizado con los triunfos de Rosas en todas las infortunadas Provincias Argentinas. Todos los de- cretos que vamos á citar han sido espedidos después de haber sometido enteramente el territorio en que se dictaban ;—d« haber vencido, aniquilado á sus enemigos; cuando ya no exis- tían allí sino hombres desgraciados, resignados á la suerte del vencido, ó míseras familias, cuyo único delito era llorar sin cs- » ( XLV ) peranaa, la muerte, ó la proscripción de los hombres que ÍC9 pertenecían.— El Gobernador y Capitán General ) de la Provincia de Tucuman. ) Considerando, etc.—ha acordado y decreta í Art. 1.° Quedan ocupados todos los bienes muebles, inmuebles, raices y semovientes en esta ciudad y campaña, de los salvages unitarios, vecinos ó naturales de esta provincia, que fugaron dentro ó fuera de su territorio como salvages unita- rios, etc. o,. Una comisión de cinco individuos procederá á nom- hrar individualmente los prófugos, y á aplicarles la pena esta- blecida en el artículo anterior. 3. Esta comisión procederá á la clasificación de los salva' ges que con el disfraz de la Federación residen en esta ciudad y su campaña, después de haber cooperado con su influjo, y por obra á fomentar la guerra contra la Federación. 4. Los bienes de estos, muebles, raices ó semovientes, derechos y acciones de cualesquiera clase que sean, serán igualmente confiscados en beneficio del Estado. Siguen otros artículos, imponiendo pena de la vida al que no denuncie los bienes, declarando fraudulentos sin valor ni fuerza los contratos celebrados con la anterior administración, impo- niendo la devolución de los documentos de esos contratos, tam- bién dentro de 3. ° dia y bajo pena de la vida etc.—Dado en la easa de Gobierno de Tucuman á 20 dehmes de Rosas (octubre) de 1841.—Celedonio Gutiérrez.—El oficial mayor en la secre- taría de Gobierno.—Avelino Román.—Por mandado de S. E.— Pedro Gregorio Gómez : escribano público y de Gobierno- (Número 5255 de Ja Gaceta de Buenos Ayres de 29 de Enero de 1842.) Por otro decreto del 28 de Noviembre se dispone para acelerar la ejecución del que acabamos de estractar lo siguiente» Art. 1. o Los miembros que nombrase el Gobierno par» integrar la comisión de que habla el artículo segundo del citado decreto deberán aceptar el cargo sin escusa ni réplica, sopeña de incurrir en la nota de salvages unitarios y quedar sugetos a las consecuencias de tal clasificación. 2. Si concluidos los trabajos de la Comisión el gobierno supiese que algún salvage unitario de los comprendidos en el artículo primero y tercero del decreto citado hubiese sido «xeptuado intencionalmente por los comisionados, serán tfaUsS- cados y penados como aquellos.—-—Gutiérrez.-Adeoduto de bondra. 1 (Véase la Gaceta citada en la anterior.) 8( XLVI ) El mismo gobernador expidió con fecha 1. ° de Diciem- bre del mismo año otro decreto, que sentimos no copiar ínte- gro por su estencion: estractamos de él lo que sigue : El Art. 4. ° pone fuera de la ley por los parágrafos I 2. ° y 3. ° á los que supone autores de la muerte del general Heredia—á los Representantes ó miembros del Poder Ejecu- tivo que firmaron el pronunciamiento que hizo la Provincia de Tucuman contra Rosas el 7 de Abril de 1840, y á todos los que tomaron las armas en ese sentido. Los otros parágrafos pe- nen fuera de la ley. § 4. ° Los que por pítblica voz y fama se sabe que deni- graban la patriótica conducta de los Éxmos. Gobiernos de la Confederación, la de los esclarecidos generales de sus ejércitos, y muy especialmente la del Grande Americano, Ilustre Res- taurador délas Leyes, Brigadier General D. Juan Manuel de Rosas justamente amado y respetado por los buenos argentinos. § 5. ° 'Los que voluntariamente han donado ó prettado sumas de dinero y servicios de gravedad á los traidores gober- nantes de esta provincia ó á los titulados generales de las hor- das salvages, que han desolado la República. § 6. ° Los que hayan servido á tan execrables bandi- dos en calidad de espías, chasques ó vaquéanos, Art. 5. ° Todos los argentinos están autorizados á quitar la xrida á los comprendidos en el anterior artículo en cualquiera lugar del territorio de la República; para cuyo efecto el go- bierno pasará una lista de ellos á los demás de la Confedera- ción, haciendo saber sus enormes crímenes y solicitando su castigo. Art. G. ° El gobierno se dirigirá oficialmente al Excmo. Sr. Gobernador de Buenos Ayres, ilustre etc., pasándole una lista de los salvages unitarios de Tucuman designados en el articulo 4. ° y suplicándole se sirva hacer publicar sus asque- rosos nombres para que sean conocidos, detestados y despre- ciados como merecen por todos los pueblos del Continente Americano.-Gutiérrez.-Adeodato de Gondra. Sigue una lista de las personas que cualquiera particular puede matar, en que se encuentran militares, diputados, sacer- dotes, comerciantes, etc. Rosas publicó I s decretos, la lista y una nota suya, fecha 14 de Enero de 1842, en que dice, que le es muy grato manifes- tar su aprobación por las enunciadas medidas, que ha ordenado se publiquen, y que felicita al gobierno de Tu«uman por esa marcha justa, ardorosamente enérgica, contra !os salvages uni- tarios, brutales enemigos de Dios y de los hombres ; y que tan dignos principios son la mejor garantía de la libertad, indtP1'1' dencia y honor de la Con fetti ración. (Véase la Gaceta ya citada.) ( XLVH ) El Gobierno Provisorio de Catamarca. ¡ Viva la Confederación Argentina !—¡ Mueran los salva- jes unitarios !—¡ Rosas, independencia ó muerte ! Considerando que os un crimen el mirar á los malvados facinerosos con clemencia, y que lejos de ser conveniente á la sociedad, le es enteramente perjudicial : deseando el gobierno estirparde raíz males trascendentales y que los malvados de- sorganizadores del orden social que no hubiesen expiado sus crímenes en las lanzas del ejército de la Confederación no que- dan impunes etc....el gobierno ha acordado el siguiente de- creto : Art. 1. ° Quedan proscriptos para siempre v fuera pe la ley todos los individuos de uno y otro séxo que se hallan alis- tados en las filas de las dos divisiones de bandidos y malvados salvages inmundos unitarios. 2. ° Son comprendidos en el artículo anterior todas las jicrsonas de uno y otro séxo que hubiesen cooperado y prestado su influencia á los perversos asestadores del orden actual. 3. °. Será igualmente comprendido en el art. 1. ° todo aquel queasilase, protejiese ó escondiese alguno de los dispersos ófc, debiendo necesariamente dar parte en el acto que llegase a su noticia, al Juez ú Oficial de su Departamento. Publiquese por bando, léase en las Parroquias y dése al R. O.—Dado en la casa de Gobierno á 29 de Julio de 1842. —Gregorio Segura.—Luis Antonio Olmos, escribano público y • secretario interino de Gobierno. (N. ° 5,703 de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1842.) Después de la desastrosa jornada del Arroyo Grande las armas de Rosas, sometieron por segunda vez, á la Provincia de Corrientes, y le impusieron por Gobernador á D. Pedro Dionisio Cabral. Uno de los primeros actos del nuevo Go- bierno fué un atrocísimo decreto de confiscación, de cuya parte dispositiva copiamos los siguientes artículos. ' " Art. 1. ° Quedan declarados reos de alta traición á la Patria, y como tales, fuera de la Ley, Pedro Ferré y todos sus cómplices y fautores ; y comprendidos en esta declaratoria to- dos los que han fugado de la Provincia, y desoído los genero- sos llamamientos del Gobierno. 2. ° Todos los bienes pertenecientes á los mencionados traidores, quedan afectos á losfondos públicos en justa compen- sación de los males de todo género que han causado al país en general, y al estado en particular, gravándolo con una deuda enorme, y depredándolo últimamente en los momentos de su fuga. " 3.° Todo el que mantuviese correspondencia con los antedichos, ó á favor de estos implíD-nse la clemencia del gobier-( XLVIII ) W, ó por algún modo se le probase adhesión á ellos, son incuraoi en la misma pena. *• 4. ° Las ocultaciones de propiedades, que por algún título les pertenezcan, son graduadas en el mismo caso. * Corrientes, Marzo 20 de 1843.-Cabral.-Teodoro Oauna. "—(Núm. 5869 de la Gaceta de 20 de Abril de 1843.) Mendoza, Mayo 31 de 1842. El P. E. de la Provincia de Mendoza. Considerando que desde el principio de la lucha de los fe- derales contra el bando salvage de unitarios, han manifestado estos últimos un desquicio completo de su cabeza etc.—En uso de las facultades ordinarias y estraordinarias que inviste, ha acordado y decreta: Art. 1. Es encargado el Gefe de Policía de disponer una casa de las del Estado, para asegurar á todos los salvage* unitarios que á su juicio se consideren mas frenéticos. 2. Ningún salvage unitario podrá disponer de mas del valor de diez pesos, sin prévio conocimiento de la Policía, á cuya autoridad se les nombra como tutor y curador. 3. Será de ningún valor todo contrato de compra y ven- ta, donación y cesión, habilitación, mutuo, préstamo, arriendo de bienes, sean muebles, semovientes ó raices, que exceda del valor espresado sin el prévio conocimiento del Gefe de Policía. 4. El escribano que procediere a autorizar algún contra- to de la calidad referida, sin una constancia de haber sido vi- sado por el Gefe de Policía, será penado con la pérdida de su oficio. 5. Serán declarados salvages unitarios los que resulten comprendidos en las listas de clasificación que con esta fecha ge pasan al Gefe de Policía. 6. Ninguna persona, sea extrangera ó de la República, tendrá obcion á reclamar sobre cualquier contrato que tenga con los comprendidos en el artículo anterior, sin que antes ha- ya precedido el consentimiento de la Policía. 7. No podrán servir de testigos en ningún instrumento público ni privado, asunto, ni causa civil ó criminal, excepto «n los casos de grave urgencia en que no se encuentre otra persona hábil, y después que el Gefe de Policía, sea certificado por un facultativo de confianza, de hallarse en disposición de que su juicio se haya restablecido algún tanto. 8. Sus esposicionos no harán fé enjuicio, sino después de obtenido el conccnso del Gofe de Policía, á virtud del re- conocimiento respectivo que mandará practicar de su estado y capacidad. 9. Publíquesc poi bando, fíjese, circúlese y dése al Re- ( XLIX ) oistro._Alda o.— De orden de S. E. y por no haber ministro de la confianza del gobierno, el oficial primero de la Secretaría.— Santiago Miranda. Este último documento, cuya abominable estravagancia es completamente original, fué publicado en el Bolctin de Mendo- za ; de allí le tomó el Mercurio de Valparaíso del que lo co- piamos. (38) Es bien sabido que en Buenos Aires el—mueran los salvages unitarios—es el principio de todas las cosas: con esc lema sangriento se encabezan todos los documentos y gctos públicos, las sentencias y los proveídos de la administra- ción de la justicia civil, la correspondencia de todo género oficial y confidencial, y hasta, lo que parece increíble, las invi- taciones para los oficios mortuorios, y los avisos que publican las iglesias designándoles á los fieles los días de señaladas fun- ciones religiosas.—Esto no nececita probarse; tome cualquiera los papeles de Rosas y verá hasta que punto se ha estendido ese .¡so. Pero eso no le bastaba á Rosas; quiera mas, --y á la divi- sa punzó, al mueran los salvages unitarios, agregó el bigote co- mo señal de esterminio. A propósito del bigote tal vez no será fuera de propósi- to hacer notar que su uso—que aun se mantiene rígidamente fué establecido y generalizado no solo como señal de estermi- nio á los unitarios, sino—son palabras de un documento ofi- cial—en señal también de la guerra esterminadora y eterna que haremos todos los federales libres á los piratas inmundos fran- ceses enemigos de la libertad americana. (Véase el documento en el núm. 2446 del Diario de la Tarde de Buenos Ayres de 9 de Setiembre de 1839.) Con motivo de este úso, como de los colores, de las bar- has etc. Rosas ha prescripto degradaciones que parecerán fabulosas. He aquí una muestra oficial— El Capitán del Puerto de Buenos Ayres D. Francisco Crespo, actualmente géfe de la Isla de Martin García se diri- ge á Rosas con fecha 18 de Setiembre de 1839, y le dice muy formalmente. " El que firma tiene el honor de participar á V. E. el grande sentimiento que tiene por no poder usar el bigote, apesar de la última tentativa que hizo cuando V. E. se recibió del mando supremo que tan dignamente desempeña ; de cuyas resultas se asomaron los inconvenientes de fogaje que me acomete en las ternillas de la nariz; mas como no obedeciese la naturaleza apesar de los remedios etc* (Num.4867 de la Gaceta de 20 de Setiembre de 1839:)( L ) Estos sor los grandes dignatarios de Rosas; ese ridículo •vilipendio es el que Rosas derrama á manos llenas para postrar el ánimo, para quebrantar el corazón, y cerrándolo a todo impulso propio y generoso, avezándolo á la abyección mas estúpida, convertir al hombre en un autómata ó hacerlo es- trellarse, desesperado, en el destierro ó en la muerte. El li- góte es un anillo de esa inmensa cadena que ha ido forjando poco á poco. » (39) Las funciones teatrales se abren con lo que los anun- cios del teatro de Buenos Ayres, llaman proclamas. —Estas proclamas son las conocidísimas salves á Rosas, y gritos de muerte á sus enemigos. La influencia del teatro sobre las costumbres es conocida, y por eso la perversidad de Rosas ha convertido lo que nues- tros padres llamaban Escuela de búenas costumbres, en Escue- la de degüello. Léase el siguiente período de un anuncio de Teatro. Dice así :—"Concluyendo el espectáculo con la muy ad- " mirable y nunca vista prueba de — Pll duelo de un Federal con " un Salvaje Unitario ;—en el que el primero degollaba al se- " gando á vista del público." Este anuncio está inserto en todos los periódicos de Bue- nos Ayres de 23 de Diciembre de 1841 ; la exhibición tubo lugar en la noche de ese dia, y su producto de 6,11 i pesos, se puso á disposición de Rosas. Esto no necesita comentario :—desafiamos á que se nos presente un hecho semejante en los anales de ningun.^>aís. (40) Por una orden directa de Rosas los Serenos cantan las horas acompañadas del grito— / Mueran los Salvagcs Unitarios ! Puede verse esa orden en el número 5,474, de la Gaceta de 25 de Noviembre de 1841. (41) " La cuadra de la Iglesia estaba toda adornada de olivo y lindas banderas, las cuales fueron tomadas por los ve- cinos y de golpe las rindieron al pasar el retrato hincando la rodilla, causando un espectáculo verdaderamente imponente el repique de las campanas, cohetes de todas clases y vivas del inmenso pueblo que había allí reunido ; al llegar al atrio toma- ron el Juez de Paz y el Sr. Maestre el retrato, y entraron con él á la Iglesia " en cuya puerta el Sr. Cura y seis sacerdotes de sobre-pelliz " acompañaron el retrato hasta que se colocó en el lugar destinado, y como se retirase la comitiva por no empe- zarse la función de Iglesia se dejaron dos Tenientes Alcaldes # ( LI ) uno á cada lado del retrato haciéndole guardia........hasta que concluida la función tomó asiento el acompañamiento es- perando al Sr. Cura y demás sacerdotes que de sobre-pelliz salieron á acompañar al retrato que fué sacado por el Sr. Ins- pector y Juez de Paz hasta el átrio, donde lo recibió el señor Juez de 1.* Instancia D. Lucas González Peña........ (Descripción de la fiesta de la parroquia de Monserrat, publicada en el número 4834 de la Gaceta Mercantil de Bue- nos Ayres el 10 de Agosto de 1839.) Estos actos eran seguidos do las siguientes escénas desti - nadas á combatir los usos y las maneras de la culta sociedad de nuestros pueblos.—" Gran porción de vecinos se reunió en •' la casa contigua á la del Juez de Paz, donde fué servida con " abundancia carne con cuero ; concluida la comida se formó " del contento general lg»mas federal y republicana danza en " el patio de la casa del Juez de Paz, adoptando nuestra alegre " media-caña por baile, la que era tocada por la música restau- radora: en esta danza aceptada únicamente por todos, no " quedó nadie sin bailar, pues todos entreverados no se conoció "distinción.—La señorita Da. Manuelita de Rosas, digna hija " de Nuestro Ilustre Restaurador y la respetable familia de S. " E. dieron realce con su presencia, etc. (Descripción ya citada de fa Gaceta de 10 de Agosto de 1838.) & Estas orgias de carne con cuero, vino y media-caña eran parte integrante de todas las festividades, con poquísimas exep- ciones. Nos ha sido imposible detenernos en todos los medios que Rosas ha empleado con el objeto á que iban encaminados estos actos, porque no entran en nuestro plan sino liierísimas indicaciones y estas tomadas, casi á la casualidad, de los in- completos materiales que tenemos á mano, y redactadas con la incorrección y la premura con que se escribe para un perió- dico—Pero esos medios son infinitos :—el hombre que princi- pio por hacer pintar bigotes con corcho quemado á sus gene- ra'es, (uno de ellos fué el general D. Tomas Guido, hoy su Ministro en Janeiro) que proscribió el frac, cortando por sus mismas manos los faldones del frac del Sr. Gómez de Castro, en un baile público en la casa del Gobierno ; que se ha pre- sentado en mangas de camisa, sino en trage mas inconvenien- e> en momentos notables; que ha organizado cuadrillas de ombres degradados que recorrían las calles tuzando las bar- bas cié los hombres y pegando con brea los moños colorados as cabezas de las mugeresen las mismas puertas de las Igle- Dut ^n?e- Para complemento, las ultrajaban y escarnecían e- jg, °r s^xo í que ha hecho bailar á su hija y á sus general - con negras y mulatas en la Alameda y en las plazuelas de( LII ) las Iglesias ; que se solaza en el martirio de los locos y bufo- nes que ha reunido y con los que representa indecentísimas farsas y parodia, las cosas mas serias y respetables, sin mira- miento á la dignidad de las personas que se le acercan ;—para llegar á conseguir que todo el pueblo vistiese chaqueta, y usase chaleco colorado ; que las puertas y las paredes de las casas se cubriesen de ese color ; que todos llevasen bigote comosig- no de esterminio y luto por su finada muger como domésticos de su casa ; que se levanten templos cristianos para perpetuar la memoria de esa muger (Véase la Gaceta de 12 de Agosto de 1839) ; que se considere prueba de federalismo afectar mane- ras rústicas y emplear modismos bárbaros y palabras soeces; que por el temor, se afilien personas de clase, olvidadas de sí mismas, en la sociedad de la mashorca, y asistan á sus robos y asesinatos, contribuyendo, por via de noviciado, á romper muebles y a asustar mugeres y niños, #n hacer ni un gesto de horror al ver echar en un barril de brea encendido el cuerpo de un hombre cuya sangre aun circulaba, (el del español Don Juan Martínez Eguilas) ó algunas cabezas humanas anun- ciadas como duraznos por las calles ó colgadas en las carnice- rías del mercado, (vide nota 36) para concluir en fin, por pro- ducir en unos un terror que raya en imbecilidad, en otros un profundísimo desprecio por la sangre humana, por el honor de ¡a muger, por la dignidad del hombre, por el porvenir de los hijos, por el nombre y por el porvenir del país, es preciso que haya empleado en estensísima escala todos los resortes que pueden torcer la índole de un pueblo y llevarlo á las mas tristes y amargas aberraciones.—Esta parte del sistéma de Rosases digna de un estudio especial y detenido. En los hechos que apuntamos, como en todos los que en- cierra este escrito, no ponemos ni la mínima exageración : al contrario, desechamos muchos que, apesar de creerlos ciertos, sonde tal naturaleza que no tenemos coraje para repetirlos: temeríamos que nuestra pluma se hiciera cómplice de la pro- pagación de una lepra social de espantoso carácter.—Podría- mos fatigar á todos nuestros lectores documentando hasta la última de las palabras con que describimos los hechos, sino lo juzgásemos inútil para el que haya leído las notas anteriores y para el que lea las que ahora publicamos. La degradación que revelan estas notas, no es natural, y mucho menos en Buenos Ayres. Ella es producida por el ter- ror, y es necio Rosas cuando pretende que estos hechos son hechos espontáneos de entusiasmo, y piensa, con esa inútil pa- labrería, lavarse del cargo de haber tiranizado á ese Puebla con una tiranía sangrienta y embruteeedora. ( luí > Si algo faltase á lo que revela la adoración de sil retrato*, a^rc^arémosel siguiente documento. ° « A las 10 de la mañana del 29, el Juez de Paz y vecinos» se dirigieron con un elevado carro triunfal á casa del Héroe á sacar sil retrato y el de su esclarecida esposa ....... •»,... Al recibir el retrato, el Juez de Paz pronunció en vm puerta de la calle de Nuestro Ilustre Restaurador la alocu- ción que vá señalada con el número 1. ° "....En su centro (en el de las tropas de caballería é in- fantería que escoltaban los retratos) conducía D. Luis Beláus- tegui un rico estandarte de seda punzó, alegóricamente borda- do'de oro, costeado para este acto por el mismo ciudadano. "....El retrato fué recibido en el atrio por el Sr. Cura con otros ecleciásticos, y colocado dentro del templo al lado* del envangélio.—El templo estaba espléndidamente adornado la magestad con que brillaba persuadía que era el tabernáculo- de! santo de los santos. "La misa fué oficiada á grande orquesta, y la augusta so- lemnidad del coro no dejaba nada que desear. Nuestra Ilus- trísimo Sr. Obispo Diocesano, Dr. I). Mariano Medrano, asis- tió de medio Pontifical, y celebró nuestro digno Provisor, ca- nónigo dignidad de Presbítero D. Miguel García.—El Sr. Cu- ra de la Catedral D. Felipe* Elortondo Palacios, desempeñó con la maestría que lo tiene acreditado, la difícil tarea de encomiar el mérito celestial del Arcángel San Miguel, mesclando opor- tunamente elocuentes trozos alusivos á la función cívica, en ho- nor del Héroe y en apología de la causa federal.—Fué en segui- da presentado el nuevo estandarte ante las aras, y recibió la bendición episcopal /".... (Descripción de la fiesta de la Parroquia de San Miguel, publicada en el número 4,891 de la Gaceta Mercantil de Bue- nos Ayres de 21 de Octubre de 1839.) El estandarte que recibió la bendición episcopal, y qu» era uno de esos trapos sangrientos emblemas del sistéma per sonal de Rosas, fué presentado después á los hijos de este hom- bre, que le sirvieron de padrinos, para que custodiasen con él á su l'adre. (Vide el deumento citado.) (42) ■ Luego que el Sr. Inspector General dispuso la re- tirada del retrato empezó la marcha en el mismo orden siguien- do la columna por el expresado arco principal y de éste por ta calle de la Reconquista hasta la casa de S. E.—Al salir de la fortaleza el acompañamiento se empeñaron las Señoras en? conducir el retrato de S. E. tirando del carro, que alternativa- mente habian tomado los Generales y Géfes de la Comitiva al conducirlo al Templo.—Las Señoras mostraron el mas delica- 9( LIV ) do y vivo entusiasmo, y vimos con inmenso placer á las distin- guidas Señoras Da. Pascuala Beláustegui de Arana, Da. Gui- Herma Irigoyen de Pinedo, Da. Carmen Quintanilla de Airear Da. Juana Manuela Maciel de Rolon y Da. Dolores Quiroga, y otras damas no menos respetables alternarse en esta demostra- ción federal y patriótica.—Al llegar á casa de S. E. las mis. mas Señoras depositaron el cuadro en el Salón de S. E. donde la Comitiva fué recibida con la mas delicada urbanidad por su respetable familia." (Descripción de la fiesta de la Catedral publicada en el núm. 4,866 de la Gaceta Mercantil de Buenos Ayres el 19 de Setiembre de 1819.) El Carro que arrastraron estas señoras tenia, según el mismo documento que citamos, las siguientes dimenciones co- losales :—nueve varas de elevación, cinco de largo y tres dt ancho. (43) Los colores de los ornamentos para la celebración de los divinos oficios tieenen su sentido místico y espiritual, y están rigorosamente determnadios por las leyes canónicas.— Los designa menudamente el Ritual Romano, y de ellos tratan todos los canonistas:—Murillo (Jus Canonicum) los esplica en el libro 3 de Decretalium, tit. 41. Entre esos colores esta el verde que significa la contempla- ción. El blanco y el azul-celeste, pertenecen á la Inmaculada Concepción, razón por la que estos colores son los de la placa y la orden de Carlos III creada con la advocación de aquella nuestra divina Señora. Pero Rosas ha proscripto el verde, que en el lenguaje mun- dano de los colores significa \aesperanza, último consuelo, y P'1»- trer arrimo del desgraciado, y el bicolor blanco y azul-celeste de la bandera Argentina. (I'uede verse entre otros el acuerdo al- terando el trage de las huérfanas inserto en el lib. XIV del Re- gistro Oficial de Bs. Ayres, púg. 120.) Y esa proscripción losha alcanzado dentro dü la Iglesia ; ya no se vé en ellas nada ce- leste ni verde, y el dia que pontifica el Obispo Medrano todo es punzó, hasta con esclusion de los otros colores no proscrip- tos como el violado. Li misma transformación decolores han recibido las vestiduras do las imágenes de los .Santos : de lo- dos esos vestidos ha desaparecido el celeste y el verde, y lo h1 sostituido el punzó lo mismo que en los adornos interiore;, y aun en las puertas y pinturas exteriores. En varias des- cripciones de festividades religiosas hemos leído —la iglesia es- .taba federal y vistosamente adornada. Estos hechos, contrario» unos á los cánones y otros á la práctica de la Iglesia son noto- rios, y alií están en Buenos Ayres á la vista de todos. ( LV ) En las ropas de los ecleciásticos se ha hecho la misma al- teración : hemos citado en otra nota (vide nota 1. rt ) el decre- to que proscribía el celeste de las esclavinas del clero secular ; ahora todo es punzó hasta el cíngulo que ajusta el alba.—Tam- bién es punzó el forro del sombrero del Obispo Medrano. El color delsombrero de Obispo es verde y solo los Cardenales lo usan punzó por concesión de Inocencio IV en el Concilio Lug- donense.el año de 1240. Rosas exigió el cambio del verde, y (1 Dr. Medrano tomó el punzó desde luego, pero el Obispo *lt- partibus Escalada se negó abiertamente á ese acto opuesto á la disciplina y que era á la vez una degradación : al dia siguiente de su negativa apareció colgada en la puerta de su casa una verga pintada de punzó. Desde aquel día, y sin duda para no esponerse á mas grave atentado, el Obispo Escalada ha ves- tido de simple clérigo particular. Hace muchísimo tiempo que nadie le habrá visto cruzar las calles en otro traje. También en algunas iglesias se ha puesto en la cabeza de las imágenes el moño punzó cuando las adornaban para esas impías festividades de Rosas ; y este trapo colorado que Rosas ha impuesto á las señoras de su país y que Oribe les pone á las que del nuestro tiene ahí en el Cerrito, traé su orijen de una anti- cua ley española, y era signo de infamia.-Esa ley impo- niendo penas de vergüenza á las mancebas dice—" que trayan "agora y de aquí adelante cada una de ellas un prendede- ro de paño bermejo tan ancho como tres dedos encima de "las tocas, público y continuadamente en manera que se pa- dezca." (Ley 21 tít. 3. lib. l.°del Ordenamiento Real.) (44) ... .En la entrada del templo se agolpaba un nume- roso gentío, y saliendo á la puerta el Senado del Clero fué in- troducido al templo el Retrato de S. E. por los mismos Gene- rales que lo habían recibido etc,—La función fué celebrada con magestuosa solemnidad,—Nuestro venerable y digno com- patriota el Iltmo. Obispo Diocesano de Buenos Ayres Dr. D. Mariano Medrano rodeado de todo el esplendor y pompa con que se ostenta el culto de la Iglesia Católica en sus augustas tiestas, ofició en tan importante acción de gracias.--Una magnifica orquesta acompañabael cantode algunos profesores y aficionados.—Concluida la misa se entonó el te-Deum por el lltmo. Prelado, que se anunció al público por repiques de pámpanas y una salva do artilleria en los baluartes de la forta- leza.—En seguida fué reconducido el retrato de S. E. al Carro, ba caballería formó en columna etc. (Descripción de la fiesta de la Catedral publicada en el N. ° de la Gaceta Mercantil de Buenos Ayres el 19 de Se- tiembre de, 1839.)( LVI ) (45) Esto es de rigorosa verdad.—Rosas ha exijido que los sacerdotes no solo dieran ejemplos de abyección sínodo crudísimo odio contra una parte de su grey;- que trocasen su apostolado de paz y caridad, por la predicación del esterminio y contribuyesen así á aumentar la violencia de esas persecu- ciones atroces y á confirmar con su ejemplo el desprecio de la sangre y del infortunio de sus semejantes, porque, como dice San Ambrosio.—Exemplun sacerdotis rnundani confirmatun sivt in bono, sive in malo. En las provincias interiores donde este ejemplo puede ser aun mas eficaz, les ha exijido si es posible, mas que lo que les ha exijido en Buenos* Ayres; y así hemos vis- to levantarse en ellas, en medio de sus mas mayores de- sastres á José Manuel Eufracio, obispo de Cuyo, para alen- tarlas y empujar á los vencedores al esterminio de los ven- cidos.—Este prelado se colocó al frente del gobierno de San Juan y en ese doble carácter presidió á las horribles escenas de fines de 1841; allí, casi á su vista, estaba clavada en un palo la cabeza del valiente Acha ; los enemigos de Rosas huian ven- cidos y sin esperanza, y huyendo del puñal que los amenazaba caían entre los hielos de los Andes que se desplomaban sobre ellos. Era un espectáculo tremendo, y en medio de esta car- nicería, delante de esos desgraciados que luchaban con todos Jos rigores de la fortuna y de los elementos,el Obispo levantaba su báculo, gritando — muerte y esterminio á los vencidos !...... Esta conducta le mereció las mas entrañables congratula- ciones de parte de Rosas ; vamos á estractar algunas líneas del documento en que están consignadas con fecha 5 de Noviem- bre de 1841. Dice Rosas= " Descargando V. S. I. un anatema justo contra los salva- " ges unitarios, impíos enemigos de Dios y de los hombres, " ofrece un lucido ejemplo eminente.—Resalta la verdadera " caridad cristiana que enérgica y sublime por el bien délos " pueblos, desea el esterminio de un bando sacrilego, feroz, bár- " baro....—Altamente complacido el infrascripto por los es- " pléndidos triunfos conque la Divina Providencia se hadig- " nado enlucir las armas de nuestra libertad y honor, quedan- *' do esterminados los feroces salvages unitarios, siente unasa- " tisfaccion pura en retorn.ii á V. S. I. sus benévolas congra- " tulaciones.— Juan M. de Rosas."— (Oficio dirijido al Obispo de Cuyo, é inserto en el numero 5483 de la Gaceta de 6 de Diciembre de 1841.) Con este motivo la Gaceta, dando una dolosa aplicación11 algunos textos de los ¡Santos Padres y torciendo su senti*»0 ( LVII ) reeto y natural, presentaba la conducta de ese prelado como el modelo á que debía atenerse el clero argentino.-El ofrece, decía, á los Ministros del Aliar un ejemplo luminoso de que. . ......"el odio á los salvages unitarios es un sentimiento de la " naturaleza y de la sociedad, santificado por la Religión. ".... (Gaceta citada arriba).—Y en ese mismo artículo recomen- dando á los federales que se guarden de esos sacerdotes que son mansas ovejas hacia los impios salvages unizarios, concluye _Designémoslos uno á uno para que queden al descubierto " y caigan bajo el justo anatema de la religión que profanan y '• de la patria que cruelmente ofenden é intentan despedazar.'' Estas palabras blasfemas encerraban una sangrienta pro- fecía, y en efecto cuando se pronunciaban ya Rosas se prepa- raba a derramar la sangre de algunos sacerdotes ejemplares por su caridad cristiana, para ahogar con ella el deber y la for- taleza de los que quisieran imitarlos, obedeciendo al espíritu incruento del evangelio. Varios sacerdotes fueron presos y el 10 de Mayo de 1842 se fusilaron en los Santos Lugares de Rosas entre otros des- graciados, cuatro ancianos y venerables ministros del altar. La prensa patriota anunció este suceso con entera ver- dad.-Estas son sus palabras. " Han sido fusilados en los Santos Lugares los cordove- u ses D. Gregorio Pruneda, D. Carlos Pruneda, D. Pedro Avi- " la, D. Tomas Martínez, D. Francisco Luque, D. José María " Requena, D. Manuel Iglesias, I). Avelino Paez, L>. Faustino " Lobo, y los cuatro ancianos, venerables curas D. Francisco So- " laño Cabrera, D. Felipe Fi ias, D. Manuel Frias y D. Grego- " río Villafañe.—Estos csclesiásticos antes de morir, fueron dc- " sollados en la corona y manos, ú jiretesto de degradarlos de su " carácter sacerdotal." La Gaceta contestando no niega el fusilamiento de ningu- na de las personas nombradas ; pero agrega que lo fueron "por horribles crímenes." Así contesta siempre Rosas ;—" por hor- ribles crímenes," sin designar los actos que los constituyen, y por esa clasificación, que no reposa sino en su palabra, hace quitar la vida sin figura de juicio, ni de defensa, sin trámite alguno, y por " una simple orden suya," á centenares de per- sonas ! El que así mata, ya está juzgado. La Gaceta confesando que han sido fusilados solo asegura, -—" Escusainos decir que es notoriamente falsa la historia de la desolladura." (Número 5945 de la Gaceta de 22 de Ju- lio de 1843.) Lo notorio es la verdad de esa historia, pero no tenemos otra clase de prueba y dejamos al juicio del lector el que crea ó no esa circunstancia.( LVIII ) (46) Al recordar los tormentos que Rosas ha impuesto á sus infelices prisioneros y á los miles de personas que, con va- rios pretestos, ha sepultado en sus cárceles, cuarteles y campa- mentos, sentimos toda la importancia de la traba á que nos he- mos sujetado. Rosas no ha publicado, ni era posible que publicase, la cró- nica de sus prisiones, de las horribles torturas que ha sufrido en ellas la humanidad. Pero cualquiera puede representárselas por el espíritu que revelan los abominables actos que hemos documentado. Entre un número crecidísimo de relatos que podíamos ci- tar, y cuya lectura nos hace el efecto de una horrible pesadilla, elegiremos la esposicion de Mr. Rarraut, que es una de las que muestra menos atrocidad. Mr. Rarraut refiere sencillamente la larga série de pena- lidades y humillaciones á que fué sometido con sus compañeros de infortunio. " El primer trabajo, dice, á que fui condenado con mi " amigo el Sr. D. José María Pizarra, fué á llevar una enorme " tina de agua para el baño de un negro sargento que coman- " daba la guardia dé S. E. Esta agua era traída de larga distancia. "Al dia siguien- " te , cambiamos de cuartel y se nos condujo á un bata- " llon de infantería, cuyo buen comandante, el Señor San " Millan, nos hizo arengar por un criado negro que nos llenó " de injurias : en seguida nos empleó en cabar tierra y en " transportarla de un ladoá otro en carretillas. Para ser con- " ciso bastará decir que se nos hacía diariamente cambiar de " cuartel, en cada uno de los cuales se nos ocupaba en trabajos " mas ó menos humillantes, durmiendo siempre á cielo descu- " bierto, espucstos de dia al ardor del Sol ó penetrados por la " lluvia hasta los huesos. El Coronel D. N. Hernández habia " adoptado un diferente modo de atormentarnos. Es cierto " que de dia nos dejaba en campo libre, pero en cuanto venia " la noche, nos encerraba en un ranchito, que á lo mas ten- '• dria cien pies cuadrados. Se vé bien que 57 hombres no po- " dian estar con comodidad en este sitio, estando obligados a " pasar la noche en pié ó cuclillas. Después de lo que precede " se vé que en todas partes hemos sido tratados con rigor, obli- " gándonos diáriamente á formar montones de cadáveres de " animales corrompidos, de una infección insoportable; pero " en ninguna parte hemos sufrido mas que en el cuartel de la " Escolta á Caballo del Gobernador; no á causa de los cabos " y soldados que nos trataban, mas que otra parte, con huma- " nidad, sino por las órdenes de su comandante el sargento " mulato Miguel. Este comenzaba por emborracharse por la ( UX ) i mañana y entonces era que brillaba su valor en todo su es- • plendor. Inventaba los trabajos mas penosos y no nos deja- •< ba ni un instante para respirar. Nos forzaba á limpiar una 14 distancia inmensa y á cargar las inmundicias en cueros. Nos m obligaba á cazar ratones en los ranchos de un montón de ne* '• eras, mientras las princesas africanas estaban tendidas en " sus camas. El era quien ademas nos hacia desarraigar " troncos de durazno con las uñas ; y mientras que cstenuados " por el sudor y la fatiga, nos resignábamos sin murmurar á los f tormentos que nos imponía, él se complacía en agoviarnos á " palos, sin que le hubiésemos dado jamas el menor motivo •' que pudiese justificar conducta tan atroz. Pero lo que pone " colmo á estos horrores son las órdenes que se daban á nues- " tros guardias. Por la noche estendidos en campo raso sobre " dos ó tres malos cueros, no teníamos para abrigarnos sino '• algunos andrajos, frecuentemente empapados en agua. En " posición tan incómoda no podíamos darnos vuelta sin pedir " permiso á nuestros centinelas que por todas partes nos ro- " deaban, esponiéndonos en caso contrario á ser asesinados á " balazos ó bayonetazos por#que tales eran sus órdenes, Can- " sados al fin de maltratarnos, fusilaron al fin á mis compañeros * de viage, y á mi, consecuencia de reclamaciones, muchas ve- " ees repetidas, del Sr. Recourt, se me transfirió al cabo de 37 " días á la cárcel de policía, donde permanecí 70 dias mas."— (Esposition des violences outrages et prejudicos »tc. par- Victor Barraut.) La armagura de esos tratamientos está también en reía cion de la diferencia de clase y educación, que ha mediado por punto general, entre las víctimas y los soldados de Rosas. —El hombre bien educado sufre tormentos que no conoce el hombre rústico y grosero, y lo que á éste le parece una ligera corrección puede ser para el otro una pena desgarrante é in- sufrible. I*as crueldad de Rosas que, de propósito, hace pasar á sus victimas por esa senda de dolores seria, mas patente y se descubriría toda la ferocidad de su corazón, si á la pálida rela- ción de Barraut, añadiésemos las escenas que todos conocen en el Rio de la Plata; la historia de ese hombre á quien ensillaban como á un caballo, y sobre el que cabalgaba un verdugo que Je despedazaba el vientre con las espuelas y se negaba á darle la muerte que el valiente, asi crusificado, demandaba por pie- dad; laagonia prolongadísima de esos miseros presos que en ca- da ruido creen distinguir el paso y la voz del q'vá á degollarlos; que beben lentamente la muerte—que presencian transidos de norre-r, el degüello del amigo ó del hermano: que creen sentir, " cada momento, el frió del cuchillo que se introduce en su a( LX ) carne !... .Los misterios de dolor y de sangre que encierran las paredes de las cárceles de Buenos Ayres, y cuya revelación llenará muchas páginas de la historia de Rosas, no pueden ser indicados en cstasnotas.-Muchos creerían que componemos un romance, porque, lo repetimos, los que no han vivido aqui, de- lante de Rosas, se niegan, con razón, á dar crédito á todos estos excesos de atrocidad, y por eso nos hemos atenido, y nos atenemos por ahora, solo á la letra de los mismos docu- mentos de Rosas. La ejecución á degollado-que es una ejecución oficial— (vide nota 20) produce una agonía dolorosisima, eje cutada lentamente y con cuchillos de poco corte, como la practican casi siempre—Los degollados no reciben los consuelos con que la religión prepara á los hombres para el trance supremo ; y hay varias canciones canibalescas que acompañan o prece- den las ejecuciones. La de mas negra celebridad es la res- balosa.—No tenemos á la vista la letra de esta canción, pero sí la de otra, publicada por la imprenta del Estado de Buenos Ayres que corre á cargo de D. Pedro Angelis. Dice una de sus estrofas— " Al que con salvajes Tengan relación, La verga y degüello Por esta traición; Que el santo sistema De Federación, La de á los salvajes, Violin y violón. " El violin y violón es una frase que nuestros lectores no pueden haber olvidado: fué empleada por Mariano Maza (vide nota 30) para anunciar el degüello de los prisioneros de Catamarca. - Desde entonces ella fué admitida en el vocabu- lario de Rosas para espresar el degüello, y la decapitación. La canción que citamos—y que se dedomina-.De/ Violin y del Violón—se canta en los Ejércitos de Rosas.— (47) Vide nota 30. (18) Entre las personas que asistieron á la función de la Parroquia de San Miguel, de cuya descripción hemos copiado algunas lineas en la nota núm. 44 se encuentra el Exmo. Sr- Ministro Plenipotenciario de S. M. B. Caballero Juan Henn- que Mandeville Es verdad que el Sr. Mandeville es el único representante estrangero que vemos figurar en esas fiestas. ( LXI ) (19) El Sr. Mandeville y el Sr. Conde De Lurde hrtn ■onfesado oficialmente la inhumanidad del Gobierno de Rosas.- C " Es con el mas profundo pesar que he observado la indi- " feriencia tan obviamente manifestada por este Gobierno sobre '•'todo sentimiento de humanidad, «I negarse a admitir una pro- •' posición, mediante cuya adopción tanta pérdida de vidas y " de propiedades habría sido ahorrada tanto á los campa- u tr¡0tas de V. K. como á centenares de extrangeros ínocen- * tes, y protesto contra esta medida en cuanto afecta las vidas " Británicas y la propiedad Británica, haciendo responsables '• á los autores de ella, y á cuantos tomen parte en actos por " los que se ponga en peligro las personas y las fortunas de •' subditos Británicos." (Nota del Ministro Mandeville al Gobierno de Rosas, fe- cha 22 de Marzo de 1843 num, 11. del Archivo Americano de Buenos Ayres pág. 251.) " Sustancialmente idéntica es la nota del Sr. Conde De Lur- de del mismo dia. Estas notas se referían al sitio de Montevidee, que Rosas, negándose á oír toda proposición humana y racional, ha con- tinuado, inútilmente, por veinte y ocho meses, con inmensa efusión de sangre é incalculable pérdida de propiedades na- cionales y extrangeras. Si algo faltase para declarar que el gobierno de Rosas está, por su ferocidad, fuera de la civilización, obsérvese la conducta actual de Oribe; obsérvese corno obra ese hombre err estos mismos momentos, en que debe estar plenamente conven- cido de que toda gota de sangre que se derrama no solo es inú- til sino cruel, y se tendrá ta medida de la profunda crueldad que caracteriza ese sistema, que pugna abierta y obsecadamente contra todo principio, contra todo sentimiento de humanidad Escribimos estas lineas en momentos en que sentimos la de- tonación de los cañones de Oribe, disparados, villanamente, contra las mujeres y los niños de Montevideo. (50) Gran parte de estos actos están consignados en laf Recopilación de Leyes y Decretos de la Provincia de Buenos Ayres, tomos 1. ° y 2. ° , desde la página IM hasta.la página (51) Al vencer el período legal de su gobierno, la Sala reeligió á Rosas, pero con solo facultades ordinarias. Rosas luchaba entonces por impedir la organización del país, que era el voto universal y altamente pronunciado dch partido federal. E n las notas 13 y 14 hemos indicado las malru- artes y per-* 10( LXII ) fidias con que venció la opinión de las Provincias r pero indi, cado solamente, porque no nos permite otra cosa la naturaleza de este escrito. En las Provincias de Buenos Ayres esa opinión era tan uniforme como en las demás, y sin duda mas racional y con- cienzuda. La reelección sin facultades extraordinarias fué para Ro- sas un rayo de luz que le iluminó su verdadera situación. En. tonces se separó del gobierno (Diciemb. de 1832) reservándose, merced á la popularidad que aun gozaba, el mando de la fuer- za armada con el título de " Comandante General de Campa- ña." Para sustraer á las tropas del contágio de la opinión, propuso y obtuvo conducir el Ejército al Desierto, á pretesto de reducir los indios y asegurar las propiedades de campaña. Esta operación le permitía atraerse la voluntad de esos soldados ; engrosar sus filas, disponer de crecidos caudales que lo habilitasen para corruptoras liberalidades, y lo que era mas importante, rodearse del prestigio de una empresa que ofrecía grandes provechos al país. Así, mientras ardían en la Provin- cia las divisiones y los escándalos que él fomentaba y promo- vía, se presentaba en lontananza ocupado solo del bien del país y como estraño á rencillas y banderías. Los Federales de buena fé que sostenían ó combatían la administración Balcarce, no se hicieron cargo de las conse- cuencias de llevar la disputa al último estremo. Pero la histo- ria, que es el gran maestro de la humanidad, enseña todo lo que ciegan, por desgracia, las pasiones y los intereses del mo- mento, y vemos con dolor, pero sin sorpresa, que la oposición de Balcarce no comprendió la necesidad de reusar el apoyo de Rosas, y de tranzar las diferencias, de modo para asegurar el fin, no dando á aquel caudillo mas importancia personal que la que ya tenía. Pero los opositores se hicieron una ilusión que casi siem- Rre se apodera de los hombres que se#colocan en su situación, lo tuvieron en cuenta que el vencimiento y la humillación de un enemigo, que era fácil conciliar y sufrir, podía nutrir al ti- gre que se había refugiado en el desierto, y darle aliento, esten- der sus miras, habilitarlo para mas alta empresa :—no advir- tieron que ellos mismos quedaban despojados de toda inmuni- dad, de toda garantía, permitiendo que la violencia de un hom- bre se sobrepusiera á los respetos de todos y trastornase á su antojo la sociedad y el gobierno. Pero en esos casos el mismo amor propio que empeñadlos descarriados opositores en la contienda del dia, les hace despreciar el riesgo lejano y sueñan el poder de subordinar al instrumentó de que se sirven. Sin esta ilusión Rosas estaba perdido, y tanto mas perdí- ( LXIII ) Jo cuanto que ese hombre que tan fiero se nos muestra ahora en'el poder, tiene un corazón cobarde y que Maquea en el peli- gro individual. Esplicaremos esto que puede parecer una contradicción, y que no es sino un misterio de fortuna. En 1828 después de ía jornada de Navarro, en que fué vencido el gobernador Dor- rego, Rosas voló, en alas del miedo, á refugiarse en Santa-Fé : llegó allí asustado y tembloroso, y todos los esfuerzos del Go- bernador D. Estanislado López, que se declaró campeón de su causa, no pudieron restablecer por el pronto su tranquilidad. Entonces solicitó y rogó que el general Lavalle le otorgase ga- rantías personales y un pasaporte ; quería irse á los Estados- Unidos, á cualquiera parte.—Detenido en el país y forzado á seguir la bandera de López entró con ella en la Provincia de Buenos Ayres, y sin haberse aventurado, se encontró al reti- rarse López, gefe de la resistencia y en aptitud de tratar con el general Lavalle y obtener la pacificación de la Provincia por un medio suyo, (vide nota 8) y luego la primera Magistratura. En 1833 se repitió la misma escéna. Apesar de hallarse en el desierto al frente de un ejército y con la aptitud que he- mos descripto, la prensa de Buenos Ayres que empezaba á mi- nar su poder y á ocuparse de sus miras, aunque con embozo y delicadamente, lo aterrorizó, y al momento escribió á sus ami- gos, lloroso y suplicante, para que le permitieran dejarlo todo, abandonarlo todo y salir del país.—Sus amigos le calmaban y con mas brio que él hicieron la revolución contra Balcarce en los primeros dias de Octubre de aquel aflo. Solo entonces se presentó en su verdadero carácter de revolucionario, adoptó la obra hecha, y enseñado por la espericncia de 1828 se dispuso á esplotar la nueva situación. Tal vez esta cobardía de Rosas fué lo que hizo menos temible ásus amigos, y ella, sin disputa, ha hecho en él, muchas veces, el oficio de la prudencia y del di- simulo, y en este sentido, le ha favorecido inmensamente. Podríamos corroborar con todos los hechos de la vida pú- blica de Rosas estas aserciones ; pero volviendo al objeto de esta nota, mostraremos con algunos documentos, que la opi- nión de todos, rechazaba la dictadura como dice el texto. Uno de los primeros actos de la administración del Ge- neral Balcarce fué restablecer la libertad de imprenta que Ro- sas había encadenado por un decreto ; (Ley de 22 de Junio de 1833. Recop. de Leyes y- Decretos tom. 2 púg. 1169) é inme- diatamente después la Sala de Representantes encargó á una comisión de su seno, que le presentase antes del 30 de Setiem- e de aquel año, un proyecto de Constitución para la Provin- C1»i bajo la forma representativa republicana, debiendo ser ar- dido espreso de esa Constitución que la provincia no se reu-( LXIV ) piria en Nación si no bajo el sistéma federal (Ley de 8 de Julio de 1833. Recop. citada tom. 2 pág. 1170.) La administración de Balcarce fué derribada por la opo. cicion que Rosas fomentaba y á la que prestó su apoyo,—Esta oposición fué á su vez gobierno y he aquí el programa quo formuló después de su triunfo. Extracto de un oficio del gobierno á la Sala de Represen- tantes fecha 6 de Diciembre de 1843. " Cuando el gobierno se encargó de restablecer y conser- " var el orden en circunstancias críticas y peligrosas, contó y h debía contar siempre con la cooperácion decidida y constan- " de del Cuerpo Legislativo. Esta consideración basta por sí " sola a fundar el derecho de apelar al celo de los Honorables H Representantes de la Provincia, para que, haciendo un es- " fuerzo digno de su patriotismo, aceleren cuanto les sea posi- 1 ble el curso de sus trabajos. —........No puede prescindir " de hacer presente la Sala que la interrupción de sus trabajos, " ó una lentitud notable en ellos alejando el término de la san- " don de la Constitución, que cree debe ser el término natural " de la actual administración, puede producir una vacilación ** en su marcha capaz de comprometer su crédito y de afectar " las garantías públicas. Y aunque el Gobierno fiel al objeto " principal á que se han consagrado no descuida un momento *i en preparar todas las vias á un órden Constitucional permn- " nente siente cada vez m.\s el vacío de la acción ¡lustrada de los M HH. RR. para satisfacer la justa sepectacion jmblica.—Juax " J. Viamont.—Manuel J. García. (Núm. l.°del Monitor de Buenos Ayres del 11 de Di- ciembre de 1833.) Se vé bien que en punto á constituir el país no habia di- vergencia ninguna ; que el órden regular era, en el sentir de todos, el único término posible á aquellos conflictos.—Porque pues, no empleó Rosas, no tentó siquiera este medio?—¿P°r qué ya que negó su apoyo á la administración Balcarce, no se le presto a la administración Viamont nacida de la oposi- ción en que él se habia afiliado y cuyo triunfo celebraba ? Días amargos fueron aquellos para Buenos Ayres ; el Go- bierno que contaba, como era natural, con Rosas, tardó, por su mal, en desengañarse. No quería enagenarse su apoyo, y viéndole descontento le decretaba honores y recompensas: levantaba monumentos á la expedición al Desierto y le creaba un feudo con su nombre, en la Isla de Chuelechel. (Rccp. ci- tada tgm. 2. ° pág. 1,190, 1,227, 1,235 y 1.230.) Todo era en vano , Rosas desechaba hioócritamente esos honores y presen- taba hasta la renuncia de sus anteriores condecoraciones. ks- to fortalecía su prestigio en la multitud cuyas malas pasione» ( LXV ) escitaba, en la misma proporción que disminuía el crédito y c respeto de la autoridad. Era general el mal estar ; Rosas disponía de los ele- mentos que turbaban el órden, y, al fin. no pudiendo re . sistirle en el momento, y sin preveer todavía hasta donde iba ese hombre, le concedieron el poder que ambicionaba!.... Grande y útilísima enseñanza puede recojerse en la triste his- toria de esa época, cuyo estudio recomendamos encarecida- mente á nuestros compatriotas. No fué, pues, ni el estado ni la opinión de su país, lo que ha investido á Rosas con la férrea dictadura que ejerce.—lía llegado á ella por una série de traiciones y engaños y no estan- do por eso basado su poder en las necesidades del país, ha si- do constantemente combatido, y lo será indefinidamente.-- Según entonces oímos, uno de los hombres que mas conti ¡hu- yeron á la elevación de Rosas, y de los que él despertó mas cruelmente, le dijo, el dia que le confesó que habia decepcio- nado á sus_ amigos :—Señor D. Juan Manuel, soy amigo de Ud. y debo decirle que Ud. entra hoy en un callejón que no tiene mas salida que la muertel Sea ó no cierta esta anécdota, esas palabras encierran to- da la verdad de la situación de Rosas. Hemos dicho en el téxto que las calles de Buenos Ayres, fueron manchadas con sangre en los dias anteriores á la eleva- ción de Rosas.— listo es completamente cierto como todo lo que narrarnos. El Gobierno del Jeneral Viamont que—son las palabras de uno de sus escritores,—se encontraba hostigado por enemi- gos ocultos y no encontraba en sus amigos la energía y la coope- ración bastante (núm. 175 del Monitor de 17 de Julio dé 1831) era acometido en la persona de sus Ministros por asesinos que se abrigaban bajo la ala de Rosas. En la noche del 15 de ese mes de Julio recorrió las calles una banda de asesinos que atentó á la vida del Ministro D. Manuel J. García, disparan- do una porción de armas de fuego contra las ventanas de la sa- ja de su casa, en que se encontraba. A pocos pasos de la ha- bitación del Ministro fué asesinado el joven Badhalan; y en varias otras casas de personas muy distinguidas se repitió la escena. Estos medios son los que están en el carácter de Rosas y con este motivo consignaremos un hecho suyo que es verdade- r» retrato moral de ese hombre. , Apenas entró á su primer gobierno en 1830, resolvió des- hacerse del sargento mayor Montero ; no conocemos las razo- 3 cjuc tuvo para ello ; pero sí los medios de que se sirvió para consumar su propósito. Lo primero; fué recatar sijilosa-( LXVI ) mente, esconder en lo mas hondo del pecho las sospechas ó el ódio que alimentaba contra Montero, después lo llamó, lo aca- rició, le prometió protección y mejor fortuna; y en seguida de haberle inspirado confianza, y aun agradecimiento, le en- tregó, apretándole afectuosamente la mano, una carta para su hermano D. Prudencio Rosas. El infortunado Montero supo- niendo que era la recomendación en su favor que le habia ofrecido, toma un caballo para ir mas á prisa, corre, llega al cuartel de la Recoleta donde estaba Prudencio Rosas, entrega la carta, se abre........era una órden para que lo fusilasen en el acto !—y en efecto, fué fusilado pocos momentos después el 23 de Enero de 1830. La muerte de un hombre, sin juicio ni defensa, tiene mu- chos ejemplos, y la razón de estado, este manto real que ha cobijado tantos crímenes, se ha invocado con suceso muchas veces para justificarla ; pero el modo es peculiar de Rosas ; de modo es que ha levantado su poder ; la misma maniobra que ejecutó con Montero, realizada en punto mayor, le dió la dic- tadura que ejerce. (52) Copiamos literalmente la ley que confirió la suma del poder á L). Juan Manuel liosas. Buenos Ayres, Marzo 7 de 1835. Art. 1. ° Queda nombrado Goberdador y Capitán Ge- neral de la Provincia, por el término de cinco años, el Briga- dier General ü. Juan Manuel de Rosas. 2. Se deposita toda la suma del Poder Público de esta Provincia, en la persona del Brigadier General D. Juan M. de Rosas, sin mas restricciones que las siguientes:— 1. m Que deberá conservar, defender y proteger la Religión Católica, Apostólica Romana. 2. w Que deberá defender y sostener la causa Nacional de la Federación que han proclamado todos los pueblos de la Repú- blica. . ■ 3. El ejercicio de este poder estraordinario durará por todo el tiempo que á juicio del Gobernador electo fuese nece- sario. (Recopilación de Leyes y Decretos, tomo 2. ° pág. 1345.( El objeto de la Ley, no es" otro que el de la misma socie- dad ;-obtener el mayor bien estar posible ; y este bien estar no puede existir sino por la conservación de los derechos na- turales del hombre ; estos derechos son, principalmente, segu- ridad, libertad, propiedad- La renuncia de estos derechos es ( LXVH ) imposible, por que tanto valdría renunciar á la felicidad, en oposición á todas las leyes físicas y litorales de la organización humana. Esta renuncia nunca puede ser mas que, ó un suicidio, estoes, una prueba de verdadera demencia, ó el resultado de una coacción ; es un acto esencialmente nulo é irrito, que no puede crear ni derecho, ni obligación. Es así como toda ley en que tal renuncia se consigne no puede ser mas que un acto de violencia y de opresión, contra- rio á los fines de la asociación y que por ello, no obliga á nin- guno de los asociados. Estas verdades comunes bastarían para calificar el docu- mento que hemos transcripto, sino conociéramos la violencia deque se sirvió Rosas para arrancarlo—Tirano menguado, que teniendo su título en los puñales de una multitud viciosa y en la hipócrita deslealtad con que había divi dido y engañado á lo* que podían resistirle, quiso cubrir su origen con una hoja de papel, y hacer creer al mundo que un pueblo que conocía sus derechos y sus intereses, se le había entregado de propia voluntad, amarrado de pies y manos para que lo degollase y lo robase á su capricho. Tirano de quien puede decirse como de Tiberio que no sabe disimular sus horribles atentados con el disimulo que tomó por divisa.—Nescit regnare, qui nescit dissimulare. Ese papel que muestra como el documento de la legalidad de su poder, no sera, a los ojos de todos, mas que el monumento de su usurpación y de su perfidia : y para eso lo consignamos aquí__ Apesar de que no creemos necesario entrar á examinar detalladamente Ja pretendida ley que hemos copiado, no po- dernos dejar de hacer una observación que hará resaltar mas la violenta usurpación de Rosas. Hoy hace mas de diez años que esa ley fué promulgada, y j» pesar de lo capcioso de su redacción es evidente que ella no le confería el gobierno absoluto á Rosas, sino, cuando mas, por anco años. Rosas no se ha despojado, ni por un solo instante, del po- der que lo hacía omnipotente ; de la tremenda facultad de aho- gar en sangre toda opinión, toda idéa que le desagrada ; ha epurado frecuentemente por la muerte o por la proscripción, ^sa reunión de hombres que irónicamente llama Sala de Repre- santes, y por consiguiente, no ha habido, ni podido haber de C n ren<>vase legalmente sus poderes.—En vano se pretan- hara lenaT este vacío con esas ridiculas renuncias que Rosas rePeVao'. B}n devolver efectivamente el poder, sin dar tre- fe al ejercicio del mando absoluto.con el cual es inconsistente( LXVIII ) la libre espresion de la voluntad de la mayoría, única fuente de poder legítimo. (53) Estas concesiones son un poderosísimo argumento contra la pretendida armonía entre el sistéma de Rosas y el estado de su país.—¿ Si esa armonía existía, por qué no pro- nunciaba abiertamente sus principios ?—¿Porqué se traicio- naba á sí misino adjurándolos solemnemente f—¿ Por qué no decía, por ejemplo, yo tengo el derecho de despojar de sus bienes al que se levante contr\i mí ?—¿ Por qué proclamaba lo contra- rio ?- Poi que conocía que la opinión rechazaba abiertamente su sistéma, porque comprendí;! la fuerza de los principios en ese país que se empeña en deshonrar y marcar en la frente con marca de barbarie, para justificar su sangrienta dominación. Rosas, como lo hemos repetido muchas veces, solo ha su- bido á la altura en que se encuentra por una série de engaños y falcías, por una usurpación hipócrita y gradual. El hecho que vamos á citar lo comprobará plenamente, y será un nuevo testimonio de la fé de Rosas, La confiscación de bienes no existía de hecho ni de derecho ftn el Rio de la Plata ; su nombre era una palabra olvidada, y á nadie se le ocurría que ese atroz principio pudiera evocarse entre nosotros.—Sin embargo Rosas apenas se alzó con la suma del poder público, menesteroso como estaba, de adormecer con caricias la opinión que se le mostraba intratable, y de dar al- gunas garandas á esa sociedad que iba á tiranizar, abolió por un decreto la confiscación de bienes ; declaró solemnemente que esta abolición era sin restricciones y para siempre.—Asi el pueblo podía contar con que una de las bases de la sociedad sería respetada ; que el derecho de propiedad quedaba asegu- rado en el nuevo órden de cosas. Rosas anunció este acto en su Mensage de 31 de Diciem- bre de 1835, con las siguientes palabras: " Tanto por colocarse al nivel de la opinión pública, como " para hacer sentir todo el respeto que se debe á la propiedad " en un país libre, derogó las leyes que imponían la pena de " confiscación de bienes. (Mensaje á la XII Legislatura. Núm. 1399 del Diario de la Tarde de Buenos Ayres de 13 de Febrero de 1836.) Es imposible dar cosa mas expresa, y muchos brazos se desarmaron delante de este acto que parecía anunciar un me- jor porvenir. Algunos creyeron candidamente que Rosas abri- gaba una ambición alta y pura, y que por concesiones suce- sivas llegaría á organizar el país. ¡ Pobre ilusión que el tiempo ha desvanecido !—Rosas no ( LXIX ) rofesaba el principio de la propiedad como no profesa e< Principio que consagra la libertad y la vida del hombre ; y tan fuco como se le deparó la ocasión abrogó su insigne compro' miso, por medio del siguiente decreto. Buenos Ayres 16 de Setiembre de 1840. " Art. 1. ° Se declaran especialmente responsables los bienes muebles é inmuebles, derechos y acciones, de cuales- quiera clase que sean, en la ciudad y campaña, pertenecien- tes á los traidores salvages unitarios, á la reparación de los quebrantos causados en las fortunas de los fieles federales, por' las hordas del desnaturalizado traidor Juan Lavalle ; á las ero- gaciones extraordinarias á que se ha visto obligado el tesoro público, para hacer frente á la bárbara invasión de este exce- crable asesino, y á los premios que el gobierno ha acordado en favor del ejército de línea y milicias y demás valientes de- fensores de la libertad y dignidad de nuestra confederaciou y de la América. " 2. El que dispusiese del todo ó parte de sus bienes ó bien hipotecándolos, traspasándolos, cambiándolos, semidán- dolos, ocultándolos, ú obligándolos de .cualquier manera que tienda á enajenarlos, con perjuicio de la responsabilidad á que son afectos por el artículo anterior, será castigado con la pena discrecional que juzgue el gobierno, y al individuo que resul- tase cómplice ó'se prestase á alguna simulación de ocultación del todo ó parte de los bienes de algún salvage unitario, des- pués de incurrir en la pena de igual cantidad á la que fuese materia del contrato, incurrirá en las discrecionales que el gobierno considere deber imponérsele según el caso. " 3. Ningún escribano podrá otorgar escritura alguna de venta, hipoteca, traspaso, cámbio, ni obligación alguna de cualquier especie, tendente á enajenar, simular, ocultar, ó frustrar, directa ó indirectamente los efectos del artículo 1. ° El (jue lo hiciese, después de sufrir para siempre la pérdida de su oficio, y de otro tanto á que asciende la cantidad del fraude en que se le aprendiere, será castigado con otras pe- nas arbitrarias, según las circunstancias del caso ; y la escritu- ra será absolutamente nula y de ningún vak>r, ya sea por venta, hipoteca, traspaso, convenio, ú obligación alguna, sea de la clase que fuese. "4. Lo ordenado en el artículo anterior á los escribanos públicos, debe entenderse igualmente respecto á los corredo- res. ° K "5. Los tribunales de justicia y jueces de paz de la ciu- dad y campaña, son inmediatamente responsables de cualquie- ra contravención que autorizen en la administración de justi- 11----- --. .„_.„ ( j XX ) cia, en oposición á lo prevenido en el artículo 1 • ° ó de qae no dén cuenta á la autoridad. " 6. Comuniqúese á quienes corresponda, publiquese c insértese en el Registro Oficial.—Rosas.—Agustín Garrigos." Este decreto, que aun hoy se encuentra en vigor, y qUe fué la señal de las nuevas ruinas de que se han cubierto los bordes del Rio de la Plata, ha venido a dar una tremenda uni- formidad al sistéma de Rosas, y á hacer mas intensa é irre- conciliable Ja lucha y la división que él ha producido. (54) Este es un hecho muy notable. .Antes de Rosas Buenos Ayres no conocía esta clase de es- cénas de sangre.—Retamos á la Gaecta á que nos cite, en toda la historia de su país, en el período de la revolución de la inde- pendencia, en los trastornos que la siguieron, en todos los días de aquellos grandes y profundos sacudimientos, un solo ante- cedente, un solo acto que se aproxime á las degollaciones que se han ejecutado en la época de Rosas. El pueblo de Buenos Ayres rio había conocido nunca, ja- más, esos funestos y horribles asesinatos ejecutados en las ca- lles y en las casas ; y respecto á ejecuciones por delitos políti- cos nuestro amigo el Sr. Rivera Indarte ha sentado las siguien- tes proposiciones, que la Gaceta no ha podido contradecir.- " Durante la guerra de la independencia el gobierno de " Buenos Ayres no hizo ejecutar sino cuarenta individuos, en " diversos territorios y en distintas épocas. De estos solo ocho fueron muertos sin prévio juzgamiento; pero los otros trein- " ta y dos sufrieron la última pena solo después de probada su " culpa, después de oídos y juzgados.--Pero aquellos y estos " murieron rodeados de cuantos consuelos son compatibles con " tan triste situación." " En las luchas intestinas que agitaron la República Ar- " gentina desde 1810 hasta 1829 fueron ejecutados en Buenos " Ayres dos individuos sin ser juzgados y nueve después de un " proceso regular." " En esas ejecuciones, justas ó injustas, las víctimas per- " dieron la vida por un medio pronto, sin tortura, recibieron " en sus últimas horas los auxilios de la religión, legaron sus " bienes á sus herederos, sus deudos no tuvieron mas que sufrir " por la culpa que á ellos les hacía perderla vida, podían vestir " luto, honrar su memoria, consagrar un sepulcro á sus ceni- *' zas."—{Rosas y sus opositores pág. 316.) Las Tablas de sangre de la administración de Rosas, que ha publicado el Sr. Rivera Indarte, y que tanta impresión han producido en Europa dán el siguiente resultado : ( LXXI ) Resumen total de las tablas. Envenenados.......................... 4 Degollados............................ 3765 Fusilados.............................. 1393 Asesinados............................ 722 Muertos en acciones de armas.......... 14020 Muertos según cálculo muy bajo, en escara- musas y persecuciones que han precedido á las batallas y combates generales que hemos nombrado, fusilados y lanceados por deserción en la formación de los di- versos ejércitos que han combatido desde 1829 hasta este momento (1843), debién- dose advertir que Rosas ha castigado con profusión bárbara hasta el conato de de- serción en sus soldados................ 160Q (Obra citada páginas 362 y 363.) Este resultado es verdaderamente espantoso, atenta la po- blación del Rio de la Plata, y Rosas ha sentido todo el poder de esa demostración. Por eso es que aprovechando algunas pequeñas inexactitudes, inevitables en una obra como las Ta- lilas de Sangre, se propuso combatirlas, y en el delirio de su rubia impotente, ha vomitado contra el patriota y valiente es- critor, las mas atroces injurias. En un apéndice que agregaremos á estos apuntes, si tene- mos el tiempo necesario nos prometemos demostrar con los mismos documentos de Rosas, la verdad, la horrible verdad de las Tablas de Sangre. (55) Rosas no ha sido jamás el gobierno de su país, sino el gefe de una facción. Desde que ha empezado su gobierno, dejó de existir la Nación Argentina; desde entonces los Argentinos ya no fue- ion hermanos por el amor de la Patria, sino enemigos por la voluntad de Rosas. llosas entró al Gobierno declarando en 1830 que no que- ría gobernar Argentinos sino Federales; en 1833 que no que- ría gobernar á todos los Jederales, sino á los federales lomos co- lorados y no á los federales lomos negros; luego á los federales apostólicos, y no á los federales cismáticos ; mas tarde, única- mente á los federales netos ; hoy á los federales netos, defensores wróicos del Continente Americano que han puesto á su disposi- ción la vida, la hacienda y hasta la fama. (Esta renuncia de I( LXXII ) la fama, que es por sí misma sobrado elocuente, fué iniciada por los pretendidos Representantes en Noviembre de 1839,) Basta la simple enunciación de este hecho para probar que Rosas no ha representado jamas, en ningún sentido, las necesidades ni los intereses de su país, y para poner fuera de toda duda las rigorosas conclusiones del texto. Este solo hecho encierra la historia y la condenación del gobierno de Rosas, y muestra que él es incompatible, de todo punto, con la paz y progreso de su país. Basta también para probar que Rosas solo puede estar sostenido por una minoría cuya fuerza consiste en la inmo. ralidad y la violencia. Si algo mas se necesitára para reconocer la evidencia de este hecho nos podríamos referir á los que encierran nuestras notas anteriores, que reasumiremos brevemente. Rosas ha resistido la reunión de,la Nación ; no ha queri- do jamas que representada legalmente pudiera espresar la vo- luntad de la mayoría, Rosas no ha podido gobernar un solo dia sin facultades extraordinarias. Rosas ha empleado el terror y la corrupción en inmensa escala, ha hecho en su país la guerra de exterminio, y no ha podido dejar las armas de la mano ni un solo dia; no ha podido en quince años, á pesar de la superioridad de sus recursos y de su acción, vencer las resistencias interiores que encuentra su sistema. Rosas ha degollado ó proscripto á la parte intelijente y laboriosa de su país. Rosas ha tenido que despojar al rico para atraerse al hombre vicioso ú holgazán ; que desterrar la ciencia para «■ bagar á la ignorancia, que perseguir á la virtud para fomen- tar y hacerse propicio el crimen. Rosas, en fin, no solo ha tenido que apoyarse exclusiva- mente en la parte embrutecida de la ociedad, sino que sa- jir de la sociedad cristiana y civilizáda, y traer del desierto las tribus de indios salvajes, adiestrarlos en las armas, é incorpo- rarlos á sus ejércitos, ofreciendo repartirles por botín la ri- queza de sus mismos conciudadanos. A cada peligro, á cada nuevo evento, ha tenido que prometerles mas y mas espléndido botin. Estos últimos hechos, que son decisivos, constan auténti- camente de los mismos documentos de Rosas. . En 1839 se alzó en armas contra Rosas la campaña del Sud de Buenos Ayres. Rosas tuvo que prometer á los que siguieran su bandera y combatieran esa revolución los siguientes premios. ( LXXIII ) A los Jencrales :—G leguas de tierra : á los coroneles 5 le- guas : á los teniente-coroneles, 4: á los mayores 2 : á los ca- pitanes una : á los oficiales superiores, tres cuartos de legua : ¿ los sargentos, media: á los cabos y soldados, un cuarto.— (Ley de 9 de Noviembre de 1839. —Núm. 4,907 de la Gaceta de » de Noviembre de 1839.) En la enumeración de su fuerza que hace uno de los jefes de Rosas, cuenta—"A mas, dos casiquillos, una capitanejn y " 80 indios que al mando del sargento inayrr D. Pablo Castro, " que á la voz que los unitarios venían, se presentaron en esta " para salir con los valientes de la 1. rt división que salió de '• esta, y habiéndoles dicho el sargento mayor D. Bernardo " Echevarría, cuando pasó por esta que podían marchar á las " órdenes del Cacique Catrié etc." (Nota del Coronel D. Vi- cente González, inserta en el número 4,911 de la Gaceta de 16 de Noviembre de 1839.) Rosas ha tenido que ir doblando el cebo de esos premios, a cada ventaja que obtenían sus ejércitos. A los vencedores en Pago Largo el 31 de Marzo de 1840, les acordó por decreto de 17 de Diciembre de 1840 magnífi- cos premios de medallas, títulos etc. El artículos 9 de ese decreto dice: "Art. 9. De las haciende: que fueron de los salvoges uni- " taños en la Confederación se concede al General-en Gefe de " dicho Ejército 3,000 cabezas de ganado vacuno y 3,000 la- nares.—A los generales 2,500 vacunas y 2,500 lanares.—A los coroneles 1,500 vacunas y 1,500 lanares.—A los tenientes co- roneles, 1,000 vacunas y 1,000 lanares.— A los mayores 500 vacunas y 600 lanares.—A los capitanes 400 vacunas y 500 lanares.— A los tenientes 300 vacunas y 400 lanares.—A los alferes 200 vacunas y 300 lanares. — A los sargentos 100 vacu- nos y 200 lanares.—A los cabos 80 vacunas y 180 lanares.—A los soladdos 50 vacunas y 150 lanares." "Art. 12.— Los indios amigos—gozarán, según sus clases, de los mismos' premios honoríficos que acuerda este decreto." A los vencedores en el Qucbrachito Ies acordó por decreto del mismo día iguales prémios:—El art. 9 le designa á cada cla- se el mismo número de cabezas de ganado del que perteneció á los salvages unitarios, y el artículo 12 declara que los indios amigos gozarán de esos prémios.—Estos dos decretos se en- cuentran en el número 0213 de la Gaceta de 21 de Diciembre de 1840. Rosas ha decretado después nuevos prémios—á los ven- cedores de San-Calá, á los vencedores del Monte Grande, del •J0 eo je] ]\fecj¡0j etc^ ^e fuguen qUC jlov representan un guarismo inmenso que Rosas está obligado á satisfacer al tér-( LXXIV ) mino de la guerra, con los bienes de los ciudadanos de Bue- nos Ayres. Rosas invierte también crecidísimas sumas, según puede verse en todos sus estados, en mantener y obsequiar á los ¡n- dios .—en pagar y recompensar a sus soldados de toda cíase. Todo tiene su precio: y a mas de los premios acordados por decretos públicos, de los sueldos, gratificaciones y pensiones, hay otros que Rosas distribuye particularmente. Véase el siguiente documento. Santos Lugares de Rosas, Octubre 20 de 1 840. " Por cuanto el teniente alcalde D. Manuel López, ha de- sempeñado un servicio de recomendación en favor de la Santa Causa de nuestra Libertad, de nuestra Confederación y de la América, habiendo aprendido al salvage unitario Pedro Oro- na.—Por tanto, y habiendo por su fidelidad y ardiente amor á ella, héchose digno del aprecio del Gobierno y de todos sus compatriotas y compañeros de armas, lo declaro por el presen- te acreedor, ademas del premio de tierra, ganado vacuno y me- dallas de honor acordado á todos los gefes, oficiales y tropa de línea y milicia del ejército de esta Provincia, defensores he- roicos de la sagrada causa de nuestra Confederación, sobera- nía y mas valiosos derechos del hombre, al especial con que en su consecuencia le valdrá el presente y es por doscientas cabe- zas de ganado vacuno y trescientas lanares; el que se repite ser ademas y por separado del que le corresponde como á indivi- duo del ejército, al terminarse la campaña, y que—se sacara de las haciendas y tierras de los salvages, asquerosos-, inmundos unitarios."—Juan M. de Rosas. = (Núm. 5054 de la Gaceta de 19 de Junio do 1842.) El número de obligaciones de esta última clase és inave- riguable. A todo esto deben agregarse las exenciones y privilegios que les ha ofrecido ; los escesos y criminales grangerias que les tolera y autoriza. Muchas de aquellas execciones constan de documentos públicos; citaremos el decreto de 26 de Marzo de 1841, del que copiamos los siguientes artículos : " Art. 1.° Los ciudadanos federales de la Provincia que en la actualidad se hallen en campaña en tierra y agua, com- batiendo triunfantes por la libertad é independencia de la Confederación, contra el salvage bando unitario, y que per- maneciesen en las filas del ejército y servicios relativos hasta la conclusión de la campaña y pacificación de toda la Repúbli- ca, quedan exonerados por el término de veinte años, del pago de las contribuciones directas. " Art. 2. c Quedan también exentos por el dicho ter- ( LXXV ) -—■ ^ . i mino de veinte años, del pago de los impuestos de patentes y boletos de registros de marcas y de carruages. " Art. 5. ° Las viudas é hijos en común de los indivi- duos del ejército de la Provineia^jue hayan muerto en Ja cam- paña gloriosamente, contra los salvages unitarios, optarán á las exenciones establecidas por los artículos 1 y 2." (Núm. 5509 de la Gaceta de 12 de Enero de 1842.) En todo el sistéma de Rosas, se vé la violencia, el terror, el crimen, la corrupción.=¿ Gobierna así un gobierno de mayo- ría, un gobierno de opinión, de intereses ó convicciones nacio- nales ?—Necesita un gobierno justo,'nacional, dividir la socie- dad, fraccionarla á lo infinito, siíhlevar á la hez de la población aumentarla con los salvages del desierto, nutrirla con la rique- za pública y particular, para que le dé fuerza y arrimo ?_ ¿ Necesita fascinar á esa multitud bruta, mover sus rencores y pasiones salvages, excitar su codicia, y mostrándole la riqueza de las clases laboriosas y acomodadas, empujarla contra ellas, gritando—mata, degüella, estermina, y toda esa riqueza es tuya f ....yo te la adjudico !... .yo te la repartiré el dia que merced ú tu esfuerzo, mi voluntad sea omnipotente !........ Es esto sin embargo, precisamente esto, lo que hace Ro- sas, y esos son los elementos que constituyen su poder. (56). Una de las pruebas que Rosas ha exhibido al mun- do de la injuria que nos hacen los extrangeros y de la traición que nosotros hacemos á la América, tolerándola, son las cé- lebres palabras que el honrado Comodoro Purvis dirijió á Ori- be, con motivo de la Circular de 1. ° de Abril de 1843. M " La crueldad de las amenazas que contiene, dijo el no- " ble Comodoro, y el lenguaje en que está concebida son ta- les que en mi opinión, deshonrarla aun á los pequeños Esta- dos de Berbería." Lo único amargo que tienen esas palabras es su amarguí- sima verdad. Oribe se dirije á los ajentes extranjeros para notificarles que sus nacionales que « ejerzan influencia en favor de los sal- u VaJes unitarios, han de ser tratados como tales salvajes unita- „ noí> es decir, los voy á degollar como he degollado á centena- " aCí'SIfi ^ura de juicio, ni de audiencia, ni de defensa; les voy " 'con*jscar sus bienes, y los de su familia á quienes no me ^rva dego'lar, quedarán en la miseria." Y esto firmado por hor"'M ^e clue no so'° habia puesto su nombre al pié de bridd amenazas> smo que le habia dado imborrable cele- san 'a cjecuc'°n constante y sistemada de los atroces y gnentos atentados que aumentaba en aquel documento.( LXXVI ) ¿ Donde está la mengua para la América —¿ En la pala- bra ó en el hecho ? I Cómo lavaremos nosotros, americanos, la afrenta de esos horrores mas que berberiscos ?—¿ Condenando ó defendien- do el crimen ?—Eh ! El úníft>, el verdadero americanismo es la abominación de esos delitos de caníbales. Arranquémos de la vida de nuestros pueblos esa dominación de bandidos: alcemos en alto las tablas de nuestras leyes, y el mundo se descubrirá para saludarnos con respeto.. (57) La Esposicion del Senado y la ley de Nicaragua, encierra todos los principios del título 27 libro 9 de la Recopi- lacion de Indias. » La Gaceta de liosas sosteniendo la ley de Nicaragua al publicarla en su núm. 6,332 del 29 de Noviembre de 1844 es- tablece los principios teóricos del modo mas torcido y sinies- tro ; y por una contradicción, que no es fácil esplicar, sino por su costante sistema de decepción, Rosas que aspira á fun- dar un sistema americano, esplica como remedio á las nece- sidades de la América, la lejislacion de las naciones viejas de Europa sobre población y extranjeros.—Esta aplicación ab- surda no es di¡ buena fé.—Rosas sabe que la Europa está so- bre cargada de población, tiene una población que necesita tierra porque está oprimida en la suya; que le sobran hombres y la devora el pamperismo y que su lejislacion es natural- mente acomodada á esta situación. En América sucede enteramente lo contrario.—Poseemos un gran continente virjen y desierto, y necesitamos adquirir numerosísima población que nos traiga brazos é industria. La población y la industria harán de lo que hoy son estados débiles, naciones poderosas, opulentas y civilizadas.—Nos so- bra tierra, nos faltan hombres.—¿ Cómo pues será apliclable á nosotros, la lejislacion europea sobre población y sobre in- dustria ? No es esta cuestión para tratarse en una nota breve; pe- re basta asentarla para quitarle á Rosas el escudo de la lejisla- cion europea con que ha querido cubrirse. Es este uno de los casos en que basta el simple sentido coinun para advertir que debemos hacer exactamente lo inverso de lo que hace la Europa. Kosas, sin embargo, no cita solo la lejislacion vijente sino la lejislacion en desuso y la lejislacion ecepcional de que casi no hay ejemplo de aplicación en este siglo. El Alten Bill de Inglaterra es una ecepcion no una regla, es una cosa extraordinaria no una cosa coinun, es para los ingleses lo mis- mo que la suspensión del Habcas Corpus. ( LXXVII ) Rosas puede sorprender con estas citas la ignorancia de las poblaciones que embrutece, pero ellas revelan el dolo, la malísima intención con que quiere apoyarse en ellas. (58) El Diputado Dr. D. Eduardo Lahitte después de acusar a los unitarios de haber sido aliados de los franceses, razón para no hacer jamas paz ni avenimiento con ellos, y de asegurar que los estrangeros han estado siempre del lado de los rebeldes, dice—" Y ¿ alguna vez, Señores, se presentaron al lado de los gobiernos á ofrecerles su cooperación para sos- tener el principio de la legalidad?—No; jamas. Al contrario. Decididos é interesados por vernos siempre en guerra, siem- pre en campaña, siempre sobre las armas para ser ellos los esclusivos dueños del comercio, de la industria y de las artes han sembrado siempre la discordia.—¿ Que quieren los estran- geros?—¿Quieren el orden ?—¿Quieren la paz ?—¿ Quieren la prosperidad del pais?—No, Señores.— " Si, un dia llegará: no está distante.—Y entonces, noso- tros, dueños del suelo que nos vió nacer, nos señorearemos so- bre él: gozaremos ampliamente los derechos que nos dá nues- tra nacionalidad y la naturaleza, mientras los estrangeros sean en nuestro pais, lo que nosotros en el suyo,—es decir,—mise- rables estrangeros." (Discurso del Dr. D. E. Lahitte, Diputado y Magistrado y actual Ministro Plenipotenciario de Rosas en Bolivia. Se- sión de 12 de Noviembre de 1843.—Número 5771 de la Ga- ueta.) (59) " ¿ Que nos importa que no nos venga nada de Eu- ropa ?—Si no tenemos sillas de madera en que sentarnos, nos sentaremos en cabezas de vaca—(Aplausos.)" (Discurso del Dr. D. Lorenzo Torres, Diputado y Ma- gistrado de Rosas. Sesión de 12 de Noviembre de 1842.—- Núm. 5771 de la Gaceta.) (60) Uno de los motivos que ha dado Rosas para la con- fiscación de bienes es que los unitarios han traicionado á la America; y una de las razones que dió para rechazar la me- diación inglesa y francesa en 1842, fué que el General Rivera triunfó de Oribe en combinación con fuerza estrangera. (Nota de Arana á los Sres. Mandeville y De Lurde fecha 18 de Oc- tubre de 1842.)—Esa fuerza estrangera era la de la Francia según el Manifiesto de Oribe publicado en Buenos Ayres en 1838. (61) El Diputado D. Baldomero Garcia, acusó á loa 12( LXXVIII ) unitarios de la maldad refinada, de la predilección que tienen por todo lo estrangero; de que concibieron el imbécil designio de hacer de esta tierra una sociedad europea;-"con estrangeros dice, se asociaban sus hombres de Estado, de estrangeros se valian para todas sus empresas, estrangeros presidian á la edu- cación de la juventud, los estrangeros eran todo, y ningún hijo del pais valia ante la autoridad si no se le presentaba imitando en sus vestidos, modales é idioma al mas refinado pariciensé." (Sesión de 12 de Noviembre de 1843.—Núm. 5771 de ía Gaceta.) (02) El diputado Dr. D. Lorenzo Torres, decía:—Ellos, si sefiores, extrangeros son los que entre nosotros, por una in- munidad ¡/prerrogativas inmerecidas, y peor correspondidas, defienden descaradamente especies alarmantes. Ellos, extran- geros, son señores, los que han creado—este ódio á la generali- dad de los cxtra?igeros que vá estendiéndose,—porque, después de vivir en nuestro país, llenos de garantías ; sin carga alguna pública, como en ninguna parte del mundo, y mejor que noso- tros los hijos del país, son ingratos, son injustos y hasta altivos se nos presentan, desconociendo, que su existencia, desde que han excitado el furor del pueblo, solo á nuestro Ilustre Res- taurador la deben........Este es el que ha contenido la ira popular, este es el único que la contiene hoy. (Sesión de 12 Noviembre de 1843.-Núm. 5771 de la Gaceta.) En esta sesión fué en la que el diputado Campana, des- pués de condenar dogmáticamente la Revolución FYancesa, preguntaba, ¿ por qué raz m Luis Felipe, vastago el mas her- moso de los descendientes de San Luis, aboga hoy por los re- beldes ? (63) " Desengañémonos :—Las intrigas de la mediación prueban que los extrangeros son nuestros enemigos natos, y de- bemos poner cuanto antes un muro entre ellos y nosotros. (Discurso del diputado Torres, núm. 5771 de la Gaceta.) (G4) El doctor Anchorena ha sido el gefe de esta doc- trina. El establecía a su modo, un curiosísimo contrato inno- minado do ul des ele. entre el extrangero y el dueño de la tier- ra. Ese hombre obstinado y retrógrado, es, sin duda, el per- sonage mas sombrío é influyente del círculo de Rosas : soste- niendo ahincadamente esos principios contribuyó á producir la cuestión con la Francia, y en los documentos relativos es donde se encuentra desenvuelta la peregrina doctrina que in- dicamos. ((>.">) Estos son los principios de la ley de Nicaragua, quü ( LXXIX ) ■e prohibía á los extrangeros el derecho de adquirir bienes raices, el de ciertas industrias, el de casarse libremente en el naís, etc. Ley que, como hemos dicho, fué fervorosamente cnzálsada por la Gaceta. (Nota 57.) (66) " Sí, señores, ese cruel reproche de las guerras civi- les se hace á los Estados de América por el que las fomenta entre nosotros, y les dirije ese punzante insulto un extrangero, cuando la historii' de la revolución demuestra, que en todas par- tes donde ha ardido la guerra civil, allí se hallaba la mano del extrangero con.la tea encendida para inflamarla; y cuando en fin, su prolongación es siempre emanada de la cooperación que presta el extrangero á los caudillos de la anarquía. Discurso de D. Agustín Garrigós diputado, y encargado del Ministerio de Gobierno de Rosas.—Sesión de 15 de Di- ciembre de 1843. (Núm. 11 del Archivo pág. 282.) (67) " En los principios de una buena política la con- currencia de extrangeros es conveniente ; pero por una ines- piicable anomalía, entre nosotros es perjudicial. " En estas cuestiones de política yo creo que debe hablar- se con la mayor franqueza, y aquí me permito llamar la aten- ción de todos los gobiernos americanos, sobze la necesidad de unirnos estrechamente, y terminar esa fria indiferencia con que se miran las desgracias de una República hermana, como se nos ha mirado á nosotros aunque felizmente de nadie hemos necesitado. " Yo no tengo esa confianza que se quiere inspirar en los gobiernos europeos. Se observa que estas potencias lejos de mirar el sistéma colonial como concluido, tienen un grande empeño en sostenerlo, haciéndose de territorios no solamente en Asia y Afiica sino también muy particularmente en Amé- rica. " La Inglaterra, no contenta con las Malvinas, ha intenta- do comprar las Californias,-y pretende las costas de Mosqui- tos, en Guatemala, haciendo valer el testamento de un indio salvaje en favor de la Reina Victoria, y quiere apoderarse del Kio Orinoco de Venezuela. " El gobierno francés ha solicitado del de Chile comprar 'as islas de Chico, y algunos diarios anuncian que las ha to- mado. A mi juicio es el mayor insulto proponer á los gobier- nos de América la compra de tierras. " La Polonia dejó de existir en Europa por el escandaloso aparto que hicieron de ella los gobiernos de Rusia, Prusia y Austria, y las mismas razones con que quisieron justificar este( LXXX ) acto de piratería, son las que hacen valer para ocupar nuestro territorio. " La comisión aconseja que el gobierno debe pedir uua satisfacción completa á la Inglaterra por los ultrajes que ha hecho á la República el comodoro Purvis. " No será la primera que ha dado. La dió al emperador de Rusia ; pero si resiste, y desgraciadamente llegara el caso de un rompimiento, nuestro deber, señores, es llamar á nues- tros hijos, referirles la injusticia que se nos hace, el empeño que se tiene en mantenernos en esclavitud, y cuando veamos sus cabellos erizados, y sus ojos encendidos, pongamos las ar- mas en sus manos, y digámosles—á los extranjeros.... /.' (Discurso del Dr. D. Manuel Irigoyen diputado y oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rosas, se- sión del 15 de Diciembre de 1843, número 11 del Archivo, página 295.) (68) " Ya lo dije otra vez desde este lugar.—No ha cos- tado mas adquirir la independencia en los campos de batalla, Sue lo que le cuesta ahora al Gobierno del denodado general losas sostenerla contra pretenciones siempre renacientes.... ¿ Pero qué digo ?......Estamos ahora en una nueva guerra de independencia: europeos son los que ahora, como entonces te- nemos al frente, pero europeos que ningún antecedente pueden alegar para combatirnos y que ningún título tienen á nuestra consideración y simpatías. Esta reflexión exalta nuestro en- tusiasmo. (Discurso de D. Baldomero García, diputado y magistra do,actual plenipotenciario de Rosasen Chile, sesión del 15de Diciembre de 1843, número 11 del Archivo Americano de Buenos Ayres, página 282.) (69) Rosas ha celebrado el tratado de 29 de Octubre de 1840 eomo un espléndido triunfo ; se hizo decretar magníficas ovaciones-"por haber, dice un documento oficial, solo,sin mas apoyo que su invencible valor y denonada constancia, sostenido con magnánima firmeza el honor, dignidad é inde- pendencia de nnestra Confederación y de la America : haza- ña inmortal que la historia transmitirá en páginas brillantes a las jeneraciones venider is."— (N. ° 5,201 de la Gaceta de 4 de Diciembre de 1840, página 3. ■) Seria cansadísimo ennumerar todos los honores que se hizo decretar principiando por el Monumento de Gloria y el título de Gran Mariscal que le otorgó la Sala de Buenos Ayres, hasta venir á pararen el siguiente decreto del Gobernador de Entre-Rios fecha 5 de Noviembre de aquel año.—M Art. 1. ( LXXXI ) Se establecen tres dias en cada año que se denominarán Car- nes Tolendas de Octubre, en conmemoración del dia29 de este mismo mes."—Vide el número 5,201 de la Gaceta ya citada.) En todas las Provincias el mes de Octubre se llamó mes de Rosas como puede verse en varios documentos que hemos co- piado en estas notas.—La elación de Rosas no tuvo límite. (70) Pero séame permitido felicitar al Sr. Diputado que me precedió en la palabra, el Sr. Garrigos, por el pensa- miento feliz que ha desenvuelto sobre la Liga Americana que mucho tiempo há ha debido formarse, para que en caso como el presente, el agrabio que por el extrangero se haga á una ¿ ^ República, se entienda directamente hecho á todas. (Discurso del Dr. D. Cayetano Campana, Diputado y Majistrado de Rosas.—Sesión de 15 de Diciembre de 1843, N. ■ 11 del Archivo pág 297.) (71) Véanse las Gacetas de Buenos Ayres de Abril y /c< t Mayo último. SO T " (72) Antes habríamos permitido ver convertida en ce- nizas la República, quedar repultados con los autores de la In- tervención, bajo sus escombros, y desaparecer para siempre del catálogo de las naciones, que sufrir tan humillante abyec- ción. (Dicurso de D. Agustín Garrigós ya citado.) (73) " Nosotros no llamamos nuestra Patria lo material do nuestra población que se ocupare alguna vez por nuestros enemigos, ni por ningún poder extrangero que Ies auxilie, sino al Gran Rosas, á la existencia de éste, á cuyo lado, aunque sea en el Desierto tendremos nuestra Patria y ni la libertad ni la independencia pueden perecer jamas. Bien conocen esta ver- dad todas las naciones. " (Discurso del Diputado D. Lorenzo Torres. Sesión de 12 de Noviembre de 1842, núm. 5771 de la Gaceta ya citado.) Véanse las Gacetas de Abril y Mayo último. (74) El Dr. Anchorena, en clase de ministro de Rosas, sostubo que habia adquirido el Gobierno de Buenos Ayres por el contrato do ut des etc. el derecho de obligar al servicio •> las armas á los extranjeros ; y que siendo tal derecho un simple poder, que en latín se llama jus mere facultatis, podía amblen por consideraciones que á él solo tocaba apreciar, e*imir de hecho á los extranjeros que le pareciere. (Véase la corr^Pondencia oficial entro el Gobierno de Buenos Ayres y el Cónsul de Francia.—1838) Estos principios y todos los ■I( LXXXII ) He la antigua lejislacion española sobre avecindados y domici- liados, que tenian su raíz en el feudalismo y en los derechos que él daba al Señor de la tierra, sostenidos violentamente por Kosas dieron orijen á la Cuestión Francesa. Intimado el bloqueo, Kosas los sometió al juicio de su Sala de Diputados de Buenos Ayres. Este cuerpo no existe de derecho desde la promulgación de la ley que confirió á Rosas 1 a suma del poder público, y él mismo lo reconoció de plano. Pero Rosas sin atribuirle existencia alguna legal quiso con- serdar ese irrisorio simulacro para atenuar el repugnante es- pectáculo de su gobierno.y declaró que aunque á consecuencia .del ilimitado poder que " se le había confiado fuera ¡nnecesa- .' ria la existencia de la Honorable Sa!a, esperaba que los SS. • Representantes aun cuando tuvieran á bien cerrar la Legis- ** latura y suspender sus sesiones, harían que continuase la H. " Sala renovando cada año los Sres. Diputados que correspon- " dan y observando ledas las demás formalidades necesarias " para su conservación." (Oficio de Rosas de 4 de Abril de 1835.—Recopilación de leyes y decretos, tomo 2. ° página 1350.) En consecuencia la Sala declaró por ley de 25 del mismo mes, que mientras durase el ilimitado poder de Rosas, las Legislaturas solo se ocuparían de los asuntos que él some- tiese á su consideración. (Reg. Ofic. lib. 14 núm. 4 pág. 61.) Sin embargo este Cuerpo encerraba aun en su seno algunos patriotas que daban culto á los principios, y tenían el coraje de esponer la cabeza para sostenerlos. Asi es que apenas les sometió Rosas el conocimiento de la Cuestión Francesa, prin- cipiaron por preguntar ¿ cual era el carada- que debían tener sus resoluciones ? qué valor tendría la resolución de la Sala en la posición que ocupaba desde que el Gobernador había rea- sumido en su persona la suma de todos los poderes públicos sin limitación ? Y si algún valor tenian sus resoluciones aun des- pués de este evento, como el cuerpo que las dictaba no seria, cuando mas, sin > la Representación de la Provincia de Bue- nos Ayres. ¿ Con qué objeto iba á pronunciarse en un nego- cio que concernía á todas las Provincias, cada una de las cua- les tiene una Lejislatura Provincial, cuyo voto es del mismo poder é importancia que el de la Lejislatura de Buenos Ayres.... Estas diversas cuestiones prévías lo colocaban á Rosas en un díléma terrible. O él atribuía á la Sala algún poder legal y entonces limitaba el suyo, y la Sala podría detenerlo en las atrocidades que condena la opinión de su país, podría luchar al /■ menos, ó lo negaba toda clase de validez á sus decisiones y en este caso la Sala no debía ocuparse inútilmente de la cues- tión francesa. Rosas no podia elojir ninguno de los términos del dilema ( lxxxiii ) El no podia confiar ni á sus amigos, ni á los mismos hombres que le habían votado la investidura del supremo poder, el li- bre examen y discusión de sus actos ; y llamamos sobre esto particularmente la atención para que se comprenda mejo r cuanto pugna el sistemado Rosas con la opinión y los intere- ses de su país. Pero tampoco tenia el valor de asumir abierta- menteja responsabilidad de sus hechos, y su miedo le hacia la ilusión de que podría repartirla con la pretendida represen- tación Provincial; tenia también en vista servirse de ella, co- mo se ha servido, para engañar al mundo, y para burlar, como ha burlado, á los diplomáticos estrangeros que han venido á Buenos Ayres. Asi, pues, lo primero que hizo fué lo que hace siempre;—clasificó de unitarios á los Diputados que ha- bían iniciado las cuestiones previas, cuya resolución evadió, y esa clasificación se arrojo en los debates de la Sala. (Véanse las sesiones de 30 y 31 de Mayo de 1838.) Tomado este camino lo demás era consiguiente: apareció en la Gaceta Mercantil un articulo en que se decía que los que hacían oposición á las ¡deas del Gobierno eran cuatro díscolos a los que habían de arrastrar por las calles. (Véanse las Ga- cetas de Buenos Ayres de 28 de Mayo al 6 de Juli o de 1838. No las tenemos á la vista, y por eso no copiamos textualmente el articulo á que nos referimos; pero retamos á la misma Gace- ta áque nos contradiga.) La amenaza de la Gaceta fué acom- pañada por la circulación de un pasquin, en cuyo estremo superior se dibujaba un puñal, y en el que se designaban por sus nombres y como traidores á los cuatro Diputados que habían iniciado la discusión en el sentido que desagradaba á Rosas, y á Ips que ya este, por el órgano de la Gaceta, había condenado a muerte. En todas partes los satélites de Rosas pregonaban el asesinato, y los miembros mas desalmados de la mas/torca in- vadieron las tribunas de la Sala de Diputados llevando al pecho, públicamente, tremendos puñales. La Sala sobrecojida abandonó las cuestiones prévias y en- tru u considerar el negocio como quería Rosas. Sin embargo, cuando el diputado D. Agustín F. Wright se levantó gallarda- mente para replicar al Dr. Anchorena, y le dijo—tema el señor diputado que lo que se llama la opinión de cuatro díscolos sea la opinión del pueblo sensato de Buenos Ai/res, ruidosos aplausos cubrieron la voz del orador ; aquel pueblo víctima aun delan- te de los puñales de la mashorca, hacia la última ovación al diputado que'sostenía inútilmente, y por la postrera vez, uno de los principios de la revolución americana—el principio del comercio. En efecto, el Sr. Wright demostró que ese princi- P'° estaba consignado en la Acta de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y propuso el siguiente( LXXXIV ) proyecto que fundó luminosamente, dando insigne ejemplo de valor civil. PKCI.AUACION DE PRINCIPIOS. * Í. ° La Provincia de Buenos Ayres declara el princi- pio de que todos los extrangeros, cuyos gobiernos han recono- cido la Independencia de la República de las Provincias Uni- das «del Hio de la Plata, deben ser, como han sido de hecho hasta ahora, considerados en la provincia del mismo modo que establece para los subditos de S, M. B. el tratado celebrado entre la Inglaterra y la República.en 9 de Febrero de 1825. " 2. ° El gobierno pondrá esta resolución en noticia de todos los gobiernos amigos, bajo el concepto de que debiendo ella tener desde luego cumplimiento en la provincia, cesará toda vez que en los diez y ocho meses subsiguientes á la notifi- cación á esos gobiernos, no acuerden estos en sus respectivos territorios y dominios á los ciudadanos de las Provincias Uni- das del Rio de la Plata, la reciprocidad que les acuerda en los de S. M. B. el referido tratado. " 3. ° Comuniqúese, etc. —A. F. Wright. (Sesión de 6 de Junio de 1838.—Diario de Sesiones, nú- mero 604, página 6.) Esta valiente conducta tuvo pocos imitadores dentro del recinto de la Sala. Uno de los mismos diputados que se ha- bían opuesto á las idéas de Rosas, retrocediendo delante del peligro, decía, hablando de las circunstancias del país.-"Hé ahí lo que yo no puedo medir. Hé ahí el Sanctum Sanctorum en que no puedo entrar ni pueden entrar los Diputados que estamos encargados de resolver esta cuestión ¿entonces quién será ?—El Supremo Sacrdote ; el gobierno solo. El gobierno á quien toda la provincia, á quien sus representantes han di- cho :-Vos solo, señor, sois digno de ocupar este puesto, vos so- lo sois el que podéis hacer uso de las facultades extraordinarias que os dimos : vos solo que tenéis la suma del poder ; en vos con- fiamos ; vos ?iai>eis de defendernos, porque vos solo sabéis lo que podéis.... ¿ qué importan nuestras dudas y dificultades 7.. • • ¿ Quién es el que puede discurrir sobre ellas ?......¿ Quién sin contravenir la resolución de la Sala ?... ,¿ Quién, el que vá á preguntarle al Gobierno cuando haga algo, por qué lo hizo ?— El puede hacer cuanto crea conveniente á su objeto porque tiene facultad de hacerlo,—(Diario de Sesiones, número 605, página 28.) La declaración de principios presentada por el Sr. Wright fué desechada por grande mayoría.—Los Diputados que aven- turaron su cabeza en aquella memorable discusión, salvaron sus v4das en el destierro. El Sr. Wright se encuentra hoy pros- cripto en Montevideo: el Dr. Pórtela, otro de esos diputados, se halla en Rio Grande. ( LXXXV ) Así, á punta de puñal, ha cerrado Rosas toda palestra de discusión ; así, á punta de puñal, arranca esos homenages, esa uniformidad que presenta al mundo como el resultado del apo- yo q"e tiene su sistéma en la opinión de su país. Todos están en estado de apreciar lo que representa esa titulaba Sala de Diputados, ante la que Rosas se inclina hipó- critamente ; lo que son esos diputados con cuyas lenguas ha escupido Rosas el veneno de su ódio contra los extrangeros, y ha burlado y denostado, impunemente, á los representantes de las grandes naciones, que han residido ásu lado. (75) Decimos que los Gobiernos europeos no habían es- tudiado esta cuestión, fundados en su misino testimonio. " A tanta distancia, decía Mr. Guizot, en la ignorancia en 3ue nos hallamos de los acontecimientos, sería mas que impru- ente, y—séame lícito decirlo—sería un ciego orgullo el querer decidir donde está el derecho, quien es moderado y quien vio- lento. " (Séauce de la Chambre des Députes, du 29 Fevrier 1840.) (7G) En el último tércio xle 1840, Rosas se encontraba totalmente perdido.—Le habían retirado sus poderes y se ha- llaban en armas contra él la mayor parte de las Provincias Ar- jentinas : el Jeneral Lavalle se encontraba con un ejército casi á las puertas de Buenos Ayres: el Jeneral La-madrid venia con otro ejército de las Provincias á colocarse en línea de operaciones con el de Lavalle.—El Jeneral Paz había marcha- do t levantar, como levantó, un nuevo ejército en Corrientes. El Estado Oriental estaba intacto.—La Francia bloqueaba los puertos arjentinos;—un esfuerzo mas, y el horrible sistéma d« llosas había desaparecido. En este conflicto extremo hizo su tratado con la Francia el 29 de Octubre de aquel año. Este tratado cambió la situación ; los ríos quedaron en poder de Rosas, y completamente aislados el ejército de Lava- lle, Corrientes y el Estado Oriental : la influencia moral da esa transacion inesperada obró poderosamente en favor de llosas, levantando el ánimo de los suyos, atrayéndole los es- píritus tímidos, desconcertando de un golpe los planes y las es- peranzas de sus enemigos. Rosas conoció entonces que el poder de la Europa auxi- liado por los elementos nacionales que están en oposición á su sistéma, era irresistible. Transó, pues, con la Europa pa- la arrancarle ese apoyo, y la prueba de que transó solo para e»o, es que ni un solo dia, ni un instante solo, ha dejado de mantenerse en hostilidad abierta con los intereses europeos,. 13( LXXXVI ) que ha conservado vira la llaga, que la ha cxarcerbado, qw» ha formulado en dogma el ódio á los extranjeros. (Vide notas 56 á 73) y que auxiliado por la poca disposición que mostra- ba la Europa á encarar nuevos conflictos en América, ha ido tomando medidas evidentemente calculadas para preparar el desarrollo futuro de su sistéma. De. estas medidas citaremos el decreto de 26 de Marzo de 1841. (Vide el texto en la nota 55.) En ese decreto todos los federales en armas en favor del sistéma de llosas quedan eceptuados por veinte años del pago de las contribuciones directas, de patentes, rejistros de carruajes etc. ; y como Rosas llama al servicio á la población en masa, es claro que, rigorosamente, todas las contribuciones directas solo pesan sobre los extranjeros, ó mas bien las ha con- vertido en un inmenso gravamen inherente a la calidad de es- tranjero. El ha ido adelantando en ese camino paso á paso, hasta llegar á arrancar de las manos de los extranjeros la en- señanza de todos los ramos del saber humano: (Decreto de 26 de Mayo de 1844, número 6,186 de la Gaceta.) Esto de- creto es mas grave de lo que á primera vista aparece ; él aleja del país á la porción de población extranjera que pudiera de- dicarse á la enseñanza, y dificulta el arraigo de las demás, quitándoles los medios de preparar el porvenir de sus hijos.— De la ejecución de este decreto ú la abrogación del artículo 12 del tratado concluido con la Gran Bretaña en 1825, la dis- tancia es muy corta; basta deducir una consecuencia natural del principio en que se basa el decreto. Estos actos y muchos otros que pudiéramos enunciar, inician las futuras cuestiones que trae el sistéma de Rosas, y que él se ha preparado á decidir ventajosamente, utilizando la situación que adquirió por el tratado de 1840. En efecto, después de ese tratado desplegó un rigor for- midable : ciego de encono por los tormentos y las aventuras er#que locoloco la alianza del partido civilizado con la Fran- cia, resolvió estirparlo, ahogarlo en torrentes de sangre, y la sangre se ha derramado á mares. Véase la fecha de las mas atroces carnicerías de Rosas (Vide nota 30) y se advertirá, que desde aquella época no ha economizado ningún medio de destrucción. Vencedor en su país, volvió contra el Estado Oriental, término de sus esperanzas. En vano la civilización le Hamo á la paz ; en vano el Estado Oriental, según la espresion de los señores MandcviMe y De Lurde, se mostraba ansioso por la paz, y pronto á celebrarla sobre bases racionales. (Nota de 30 de Agosto de 1842.) Rosas declaró, que cualquier avenimiento era imposible y se negó á escuchar toda proposición que no envolviese la ( 1XXXVII ) sumisión de este estado, su conquista real, pues que esto im- portaba imponerle gobernantes á su elección, que estaban á su sueldo, que peleaban debajo de su bandera, que no pertencen ya á este país, bajo ningún aspecto. Esta obstinación de Rosas, no tenia, sin duda, por objeto un acto de caballería hacia D. Manuel Oribe, ni el mentido amor ú un principio de legalidad, absurdo y ridículo: ningún espíritu serio puede detenerse en la contemplación de esas ra- zones. El fin era evidentemente otro ; era la dominación del país á toda costa, para adquirir, entre otras, la seguridad de que no se repetirían los conflictos de 1840, y la aptitud de dar ám- plio desarrollo á su sistéma. Y aquí daremos un nuevo ejemplo de la fé que Rosas guarda ú los pactos y del respeto que les tributa, pasado el peligro que se los arranca. La Francia estableció por el artículo 4. ° del tratado de 2» de Octubre de 1840, que Rosas respetaría la independen- cia del Estado Oriental. La intelijencia del principio es obvia, y el Señor Barón de Mackau, negociador del tratado, le dijo á un comisionado de nuestro Gobierno, que siendo incuestionable que un Estado independiente y soberano como el Estado Oriental, tiene el de- recho de dnrse el Gobierno tj el réjimen interior que mas le con- luenga, habría creído hicer un agravio al Plenipotenciario Ar- gentino preguntándole si entendía los principios como los entien- den todos los pueblos civilizados. (Conferencia de UEclair el 11 de Noviembre de 1840.) Sin embargo, la misma Francia lo dijo en 1842 por medio del Sr. Conde De Linde.-"La República Oriental no pide mas que el respeto del principio consignado en el artículo 4 de nuestro tratado : admita V. mi mediación para negociar la paz sobre esa base. (Nota de 30 de Agosto ya citada.) Y Rosas desechó la ba.se rotundamente : manifestó que no haría la paz sin colocar ú U. Manuel Oribe, general argentino, en el gobierno Oriental, es decir :—" sin despojarnos del derecho de darnos el Gobierno y el régimen interior que creyésemos mas conveniente." ¿Qué es pues, el /artículo 4.° del tratado con ja Francia ? O no importa nada y en ese caso Rosas burló á la r rancia, la tomó en una de sus redes-ó Rosas ha violado impunemente el Tratado. Ese articulo fué en efecto, como todo lo que pacta Rosas, una cruelísima decepción, y una decepción en ódio de la Fran- ct*» dirijida al objeto que hemos señalado-á quitarle á la civilización el apoyo que tenía en este estado. En el numero B5I(í de su Gaceta de 5 del presente mes de( LXXXVIll ) Julio de 1845, dice desembozadamente, ¿ Por qué no recono- ció el Gobierno Argentino el hecho de 1838 y ha sostenido el de- recho del Gobierno Legal restablecido hoy ?—1. ° Porque Rive- ra atacó con la intervención extrangera la seguridad de la Con- federación y el Gobierno Argentino no podía ni debía reconocer un hecho que atacaba directamente su seguridad y derechos ; y después añade que habiendo garantido la independencia de este estado, no debía reconocer derecho en el Gobierno con que la in- tervención extrangera atacaba esa independencia, smo en el que la defendía- " Del sentido genuino de esta declaración se deduce que no ha tratado paz ni reconocido á nuestro gobierno porque hizo alianza con la Francia durante su guerra con la Confederación, y que sostiene á Oribe por haberse unido á él contra la Francia en la misma circunstancia. ¿ Era esta la inteligencia del artículo 4. ° ?—¿ Pudo nunca la Francia pactar la continuación de esta guerra, la desolación del Estado Oriental por ese motivo ?—¿ No es flagrante la ma- licia con que Rosas firmó ese tratado ?—¿ No se vé que es im- posible arribar á entenderse con él en ningún punto sobre prin- cipios de justicia, de simple buena fé ?—¿ No se vé que él lo entiende todo al revez de la civilización y de la moral, que los principios, que las palabras mismas, tienen para él una inteli- gencia desconocida, que traiciona, que engaña, que desconcier- ta ?—¿ No es evidente, según esa misma declaración de Rosa», que su objeto actual es adquirir la se'guridad de que el Estado Oriental no volverá a estar en aptitud de hacerle la guerra co- mo en 1840 ?—¿Y como puede adquirir esa seguridad, sino es esclavo suyo el Gobierno Oriental, sino está perfectamente identificado con él ?.. .. (77) Rosas que subió á la silla del Gobierno con todos los instintos del hombre salvage, con odio y desprecio por la* luces no ha descendido al campo de la discusión, sino cuando ha sentido el poder de las dificultades con los gabinetes euro- peos, cuando la activa propaganda de sus enemigos ha atrave- sado los mares y llevado el horror de que estaban poseídos por sus atrocidades, á las mas cultas sociedades ; entonces y solo entonces, conoció la importancia de la pVensa, asalarió escrito- res por todas partes, hizo hablar ásu papel oficial y lo derramo por el mundo, adulteró los hechos mas irrecusables para noso- tros, pero dudosos para los extrangeios, y con este medio se cubrió á los ojos cstrañ<>s con esa mascara que les ha impedid0 conocer la fisonomía de su bárbaro sistema; pero cuando esas di- ficultades no habían nacido y solo tenia delante una opinión o na- cional o americana, «ntonecs trató siempre de dominarla por a (LXXX1X) fuerza, por el terror, jamás por el raciocinio ó el convenci- miento : jamás hizo escribir una línea para mitigar el horror de sus crueldades, porque él quería dominar, no por el derecho sino por la fuerza bruta: pero cuando las complicaciones exte- riores le hicieron entrever trabas al desarrollo de sus plañe* de dominación bárbara, echó mano de ese grande elemento del hombre civilizado y escribió para ofuscar á la Europa esos es- critos vertiginosos en que todo está invertido y falseado, por- que él no escribe para nosotros. En prueba de lo que dejamos dicho, regístrense los papeles públicos de Buenos Ayres hasta la época áque nos referimos, y se hará palpable esta verdad. (7S) Éstos son hechos notorios, y ademas se han publi- cado sin que Rosas los haya contradicho. (Vide, Apuntes sobre la Respuesta del Gobierno de Buenos Aires ú la oferta de Mediación Anglo-Fi anecsa. Montevideo 1842.) Latransacion á que arriban n fué la convención de 1829 de que hemos dado noticia en nuestra nota núm. 8. (79) El Sr. Brigadier General D. José Rondeau, electo primer Gobernadór Provisorio del Estado en Diciembre de 1828, ejerció estas altas funciones hasta el 17 de Abril de 1830. Fueron sus Ministros en ese período, entre otros, los Srcs. General D. Fructuoso Rivera, Dr. D. Lucas José Obes, Dr. D. JoséEllauri, D. Gabriel Antonio Pereira y General D. Julián Laguna. Durante el Ministerio del Sr. General Rivera fué nom- brado Encargado do Negocios en Buenos Ayres el Sr. D. Santiago Vázquez. El objeto esencial de esta misión era negociar el nombramiento del Comisario que por paite de la República Argentina debía concurrir á la revisacion de lu Constitución de este Estado con arreglo al articulo Tf de la Convención. Para el mismo fin fué acreditado cerca del Gobierno del Brasil el Sr. Dr. D. Nicolás Herrera: El Sr. Vázquez tenia ademas el encargo de estrechar los vínculos preciosos que ligaban á los dos países, y de promover vanos acuerdos de importancia común,—el establecimiento de luces en las costas y en particular la de un farol en la Isla de Lobos, facilitar y asegurar la navegación desdo esa Isla por medio de balizas y por la buena organización del servicio de jracticos Lemanes:—la rrgularizacion de la navegación del Uruguay; y muy particularmente la adquiesencia, que no se °orót , y la contestación del Dr. Ellauri, Ministro de Relaciones Ex- teriores, de 5 *de Abril siguiente. El Ministro le asegura que antes de recibir su aviso, prevenido el Gobierno por las noti- cias que habían circulado en esta capital, había expedido órde- nes en todas direcciones para impedir cualquier movimiento por parte de los emigrados. Las noticias que dieron lugar á estas medidas no eran exactas, y el editor del Universal que en su diario del 23 de Marzo la habia dado de una revolución en Entre Rios. y de la prisión de su Gobernador Sola, declaró en el de 13 de Abril siguiente que eila aparecía enteramente destituida de funda- mento. La solicitud de nuestro agente, las medidas de nuestro go- bierno, de que no tubo conocimiento ni el público ni las auto- ridades de Buenos A y res, descubren la delicadeza v la comple- ta lealtad de los ciudadanos que Rosas ha calumniado, después confundiendo de propósito los sucesos y acusándolos de haber- lo ofendido en 1830. Entonces no le fué dado negarles el homenage á que eran acreedores ; y he aquí literalmente su nota de despedida al señor Vasquez. "Ministerio de Negocios Extrañaros.—Buenos Ayres, Agosto Jl de 1830.-El Ministro de Relaciones Exterio- res que subscribe ha recibido y puesto en el conocimiento de su Gobierno la distinguida comunicación de 7 del corricn- < XCI ) te á la cual el Señor D. Santiago Vasquez encargado de Nego- cios del Estado Oriental del Uruguay acompaña una nota de g. E. el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de dieho Esta- do, manifestando haber determinado su gobierno el cese de la Comisión de que estaba encargado.—Muy sensible es á S. E. la separación del Sr. Vasquez cuya conducta honorable en el desempeño de los negocios que ha tenido á su cargo lo ha he- cho justamente acreedor, al aprecio que se merece y espera que el Sr. Vázquez al presentarse á su Gobierno se sirva ma- nifestarle el ínteres que S. E. tiene en los progresos del pue- blo Oriental, y el vehemente deseo que lo anima de conser- var la buena armonía y amistad franca que felizmente reina entre ambas Repúblicas.--En su consecuencia al remitir al Sr- Vazquez el pasaporte que solicita se le incluye también la carta credencial que se servirá entregar al Exrno. Sr. Mi- nistro.—El que subscribe sentirá la mayor satisfacción al ins- truirse que el viaje del Sr. Vázquez ha sido perfectamente feliz, y aprovecha esta oportunidad para saludarlo con su mas distinguida consideración.—Firmado.— Tomas Manuel de An- chorena.—Sr. D. Santiago Vázquez, Encargado de Negocios del Estado Oriental del Uruguay.—" La legación Oriental fué retirada por la administración del General Lavalleja que succedió á la del General Rondeau, y Rosas no podrá negar que, al menos, la primera época del Gobierno de los ciudadanos á quienes presenta como eternos trastornadores del orden social, no le dió ni mínimo motivo de queja:—que si algunos emigrados abusaron del asilo fue- ron los federales y en provecho suyo, no los unitarios, con quienes nos supone ligados desde aquellos tiempos; y final- mente que estos emigrados permanecieron por cerca de un año sin causarle alarnía. i Por qué ha ocultado Rosas estos hechos ? El objeto es daro;--Rosas no escribe para nosotros.y al hilbanar los libelo? infamatorios que ha escrito durante esta guerra en forma de (racetas ó de Notas diplomáticas, ha querido probar que el par- tido que lo combatees compuesto de hombres que no han profesado jamas principios de orden ni de moral.-.- (80) Nota del Ministro de Buenos Aires D. Tomas Ma- nuel Anchorena fecha 20 de Setiembre de 1830.—Está publi- cadaenel número 374 dol Universal de 1 ° de Octubre si- guiente. f k^1^ Oficio del Ministro de Guerra de Buenos Aires, 'echa 28 de Setiembre de 1830.—Núm. 375 del Universal de 2 de Octubre siguiente.( XCII ) (82) Núm. 40G«lcl Universal de 9 de Noviembre de 1830. (83) " Circular.—Paraná Noviembre 23 de 1830-----Con focha de ayer, ha sido el que suscribe electo por la Honora- ble Representación de esta Provincia, Gobernador provisorio de ella; al ponerlo en conocimiento del Exmo. Gobierno de la de Santa Fe, tiene la satisfacción de asegurarle que no existe una fuer/a capaz de hacer variar las relaciones de paz y amis- tad que han unido hasta ahora á las dos Provincias, y que los principios que han regido á la que tiene el honor de presidir serán siempre lot ?nistnos. El que suscribe se reserva poner, en cuanto sus ocupacio- nes se lo permitan, en conocimiento del Exmo. Gobierno á quien se dirige los poderosos motivos que han tenilo los ha- bitantes de esta Provincia para insurreccionarse contra la ad- ministración del Exmo. Gobernador Sola, pues era la única via que les habia dejado la arbitrariedad y despotismo de este mandón. ICsta manifestación la exije el honor de la Provincia y del que suscribe. El infrascripto saluda al Exmo. Sr. Gobernador de Santa Fé, ofreciéndole su respeto y consideración distinguida.—- Ricardo López Jordán. —Justo José Urquiza, Secretario inte- rino.-— Exmo. Gobierno de la provincia de Santa Fé.—(n f 405 del Universal de 13 de Diciembre de 1830.) El Secretario Justo J. Urquiza—que fué uno de los revo- lucionarios, es el mismo que hoy manda el Ejército de Caba- llería de Rosas que se encuentra en la Campaña Oriental: el Comandante Urdinarrain, que nombramos en el texto, es su actual gofe de las divisiones de vanguardia. (84) Véanse las notas de D. Pedro Barrenechea y D. Pedro Espino.y la del Gobernador de Santa Fé D. Estanislao López en el numero 411 del "Universal" de 21 de Diciembre de 1830. (85) Núm. 501 del "Universal" del 5 de Marzo de 1831. (8G) Núm 507 del "Universal" de 14 de Marzo de 1830. (87) La simple narración de los hechos lo demuestra suficientemente; la idea de llamar á los disturbios de Entre- Ríos invasiones de los emigrados es una invención muy PoS,c' riorde Rosas, desmentida por todos los documentos oficiales de la época. Citaremos el mas clásico de todos; el ultimátum ( XCIH ) que el Gobernador Ix»pez de Santa Fé dirijió por si y á nom- bro de sus aliados, al Congreso de Entre-Ríos, para el resta- blecimiento del Gobierno depuesto por la revolución, El § que se refiere á los emigrados dice textualmente.—" Obliga- » ráá hacer repasar dicho rio (el Uruguay) á todos los ofi* m ciales que tuvieron parte en el movimiento de I. ° de D¡- « cjeinbre, en Buenos Aires, y á todas las personas de cual- « quicr clase venidas de la Banda Oriental con el objeto de se- ' •• gundar la revolución." (Nota del Gobernador López fecha en Santa Fe á26de Noviembre de 1830. Número 434 del Universal yji citado.) (88) La revolución se verificó, como hemos dicho, el 1. = de Noviembre, y el General Lavalleja gobernó hasta el 6 del mismo mes en que se instaló la primera Presidencia Constitucional del General Rivera El decreto correspon- diente se encuentra en el lib. 1. ° num. I. ° pág. 3 de nues- tro Registro Nacional. (89) Estas órdenes eran terminantes y su ejecución fué cometida al señor General D. Julián Laguna, quien se dolía de la posición en que ellas lo colocarian con sus antiguos her- manos de armas, en el caso de que persistieran en reunirse luego de requeridos para no verificarlo.—El Gobierno podía contar con la obediencia militar de este antiguo soldado, y sin embargo, á pocos dias de haber comisionado al General Liguna, aumentó los medios de precaución destinando al mis- mo objeto varios otros gefes. Tenemos casualmente á la vis- ta la nota en que se dió ese encargo al Coronel D. Juan Are- nas, y la copiamos literalmente ú continuación:—en ella se le autoriza» para poner en armas á todos los ciudadanos del De- partamento á que se le destinaba.—Así eran las demás..-El Go- bierno no trepidaba, á precio de mantener su neutralidad, en- inducir tan grave trastorno en el país. MINISTERIO DE OI'EnitA. Montevideo, Febrero 20 de 1831. El infrascripto se dirije al señor coronel graduado D. Juan Arenas manifestándole : que el Gobierno ha sido impuesto de los rumores y noticias que corren, de que por la costa de So- rianoy otros puntos hay reuniones de gente armada, y que- riendo saber exactamente el grado de veracidad que en ellos se encierra, ha tenido á bien nombrar al señor coronel, para que recorriendo con la mayor circunspencion y prudencia toda la costa de los Departamentos de la Colonia y Suriano obser- ve cuanto ocurra, avisando al Gobierno y á S. E. el Presiden- 14( XCIV ) te en campaña, sin demora alguna, todo lo que merezca llegar á su conocimiento. Las adjuntas instrucciones dadas por s. E. al Sr. General Laguna servirán al Sr. coronel para arreglar sus operaciones en la comisión que se le encarga ; si fuese ne- cesario hacer uso de la fuerza para el desempeño de la comi- sion reunirá en caso indispensable toda la milicia del departa- mento de la Colonia que tenga armas.—El gobierno ha nom- brado al Sr. coronel para este encargo, cierto de los conocí, mientos que tiene, en los puntos que debe recorrer y confia en el celo demostrado por el señor coronel y su acreditrda activi- dad. El abajo firmado al recomendar el cumplimiento de las anteriores disposiciones, previene al Sr. coronel debe hacerlo con la mayor reserva y moderación. Saluda al señor coronel con estimación. José Ellanri. Sr. Coronel graduado D. Juan Arenas. (90) Rosas no ha negado este hecho que ha sido con* tantemente alegado por nuestra parte. Se ha desentendido de él—¿y puede haber algo mas elocuente que ese hecho?— El bravo coronel Maciel, de quien dijo un valiente gene- ral, que era el hombre fundido para la guerra, no pisó el En- tre-Rios hasta que en 1839, lo llevó allí él destino á caer pri- sionero de la división en que Oribe sentó plaza de degollador de Rosas.—El coronel Maciel fué degollado. La falta de este valiente y de la gente que se encontró á sus órdenes en 1831, tal vez decidió el mal éxito de la revolución de Entre-Rios; ¡ y Rosas dice que él que mandó deshacer á balazos esa fuerza, axiliaba á los emigrados, para que in- vadiesen el territorio arjentino. (91) El 28 de Marzo de 1831, cuando ya se hablan to- mado todas las medidas que hemos indicado, el coronel Cor- rea Morales, apesar de su falta de carácter público, reclamó al gobierno sobre los acontecimientos que hemos referido. El gobierno se desentendió, como debía, de esta reclamación incompetente, pero se dirigió sin demora al gobierno de Bue- nos Aires , manifestándole las diferentes medidas adop- tadas sobre Jos emigrados, y haciéndole saber que se ha- bían hecho retirar de las costas del Uruguay, todos los que no ofrecían garantías deque respetarían el asilo y las resolucio- nes de la autoridad del pais, con lo que quedaba ditinitivamen- te concluido aquel asunto, y satisfecho el gobierno de Buenos Aires. (92) Rosas que exigía da nuestro pais algo mas que 1* 9 » ( XCV ) ejecución precisa de medidas de la mas vigorosa y com- pleta administración , ha confesado , con otro motivo , cual era en aquellos tiempos nuestro verdadero estado. En su nota de 18 de Octubre de 1842 á los ministros mediadores, dice á propósito de esplicar la elevación á la Presidencia del General Rivera—" En aquellas circunstancias no tenia aquel *• pais ni organización nifuerza militar:" esto era en 1830; y doce aüos después alega el pasage de algunos emigrados, es- capados á la vigilancia de la autoridad en 1830 en una esten- sisima linea de costa desierta, y cuando el pais estaba, cual confiesa, inorganizado, como uno de los motivos de esta des- apiadada guerra á muerte!—Rosas no puede dejar de contra- decirse: todos sus cargos son mentira é iniquidad. (93) Las hostilidades de la prensa de Buenos Aires dura- ron sin interrupción hasta que Rosas logró hacer predominar su influencia en la administración de Oribe. Los ataques de esta prensa eran terribles, y cada Íaquetc conducía gran porción de escritos incendiarios, ué de los mas celebres un panfleto del Dr. D. Lorenzo Villegas, magistrado de Buenos Aires; era un verdadero arse- nal y los opositores, encontraron en él armas de todo genero. No era censura, no, la de aquella prensa; era difamación, adulteración de los hechos oficiales, aun de los tratados de gobierno á gobierno: era provocación abierta, provocación a gritos, de la anarquía. Las siguientes lineas escritas en la época por O. Anto- nio Díaz, actual General de lastropas de Rosas, y Ministro de la Guerra en la Presidencia de D. Manuel Oribe, clasifican este hecho con precisión. " No podemos concebir—decia el Sr. Diaz— en que ra- " zon de política puede fundarse la tolerancia que, contra " sus principios, tributa hoy el Gobierno Buenos Aires á los u periódicos de aquel pais, que de algunos dias á esta parte se han desatado en injurias é invectivas contra las autoridades Constitucionales del Estado. Admira, á la verdad, que en " la ilustre Capital del Pueblo Argentino, que tantos títulos tiene ya á la perfección social, pueda llevarse hasta tal pun- to el abuso de la imprenta, cuando ella se emplea en deni- " grar al legitimo Gobierno de una República amiga y rcla- ' cionada con aquel pais por vínculos tan sagrados; al paso que existe en Buenos Aires en todo su vigor un decreto que restringe el derecho inestimable de publicar las ideas. íun- " dado precisamente en la necesidad de contener, cntn: otros abusos, el de verter conceptos irrespetuosos contra jni res- pectivos Gobiernos de las Provincias Argentinas, jMr que( XCVI ) " desacreditan la situación del pais y perjudican las relaciones f amistosas que guardan entre si. (Introducción al decreto f* del Gobierno de Buenos Aires de 1.° de Febrero del cor- H rtente año—1832—) " Es bastante estraño que un gobierno que ha conside- " rado digna do tamaño sacrificio la conservación de las re- " iaciones amistosas entre las Provincias aliadas de la Repú- " biica, no crea preciso llenar respecto de un estado inde- " pendiente y constituido, un deber que no exige sacrificio " alguno, sino el noble cumplimiento de los preceptos de M Ja moral que se observan entre todas las naciones civiliza- " dás; deber reclamado por su propia dignidad, jx>r la del " pueblo que preside, y por el interés mismo de esas relacio- " nes de amistad y buena inteligencia que tanto importan en f* el espíritu de todo gobierno justo é ilustrado; y que tanto " han valido en el actual de Buenos Aires, cuando se decidió «• á coartar una de las primeras libertades del pueblo, porque " en su opinión podia comprometerlas.—Sensible es que en " un pais civilizado y acreedor á tantas consideraciones co- " mo Buenos Aires, se observe una contradicción tal de prin- " cipios en la política de su gobierno; y vergonzoso ademas, " que se apoderen de la prensa hombres ignorantes ó tan apa- " signados; y que, la degradación que se infiere al carácter " eminente de aquel pueblo con la pubicacion de tan desati- H nadas é indignas producciones, sea sobrellevada por el ta- h cito consentimiento que la autoridad acuerda á su circula- " don," (Articulo editorial del núm. 948 del Universal.) El gobierno de Buenos Aires tenia ó sé había arrogado }a facultad de tasar la libertad de imprenta, y de no permitir ,que se publicase nada que perjudicase á su política interior ó exterior. Eas publicaciones, pues, do la imprenta de Bue- nos Aires debian considerarse la espresion del espíritu de su gobierno. Ellas provocaban la anarquia en el Estado Orien- tal, combatían, hasta con armas vedadas, la existencia dejas autoridades Constitucionales, á las que además la República Argentina debía su apoyo por un pacto solemne; luego esas publicaciones eran verdaderas agresiones del gobierno de iJuenos Aires, contra hi paz y el gobierno de nuestro pais. (04) El carácter de este acontecimiento era inequivo co, y no cabía duda ni cspectacion alguna . Si no era este e paso del articulo 10 de la Convención de 1828, ese caso no podia existir jamas. Un coronel al frente de un batallón de linea, hizo cesar jas autoridades constitucionales, por la siguiente orden. ( XCVII ) « El ciudadano coronel Eugenio Garzón, gefe inmediato de la fuerza armada del Departamento de Montevideo, de acuerdo con los ge fes y oficiales que se han puesto bajo sus órdenes, resuelve: 1. ° Que cesa desde este momento la autoridad del Vi- ce-Presidente de la República. 2. ° Que las oficinas generales de la administración que- dan bajo su inmediata dependencia. 3. • Que esta resolución se publique en forma de bando, y se comunique al Sr. General D. Juan Antonio Lavalleja, como única autoridad que reconoce la fuerza armada. Montevideo Julio 11 de 1832.—Eugenio Garzón. (Num. 882 del Universal.) (95^ Aunque de hecho y de derecho se reasumía la autoridad suprema en el Presidente de la República, que era el único que se hallaba en aptitud de ejercerla en aquel mo- mento , por encontrarse al frente de la fuerza pública, el Vice-Presidente , lo proclamó asi solemnemente al de- clarar qua cesaba por la viojsncia en el ejercicio del Poder Ejecutivo. Este documento fecha 11 de Julio de 1832 se pu- blicó en hoja suelta al dia siguiente, y el 13 lo insertó el Uni- versal; y nadie aquí ni fuera de aqui, pudo ignorar donde exis- tia la Autoridad Suprema del Estado. (96) Todos estos hechos constan del sumario de que se publicó un largo estracto en el núm. 971 del Universal de 29 de Octubre de 1832, á que nos referimos. En la proclama que se encontró entre los papeles de la conspiración se leían las siguientes lineas.—"Mueran los unitarios y el caudillo Rivera etc. Vide el documento en el Universal citado. (97) " Maldonado Setiembre 15 de 1832. " Hoy recibí el oficio reservado de V. E. sobre la Zunia- cá argentina Invencible, de Nicolás Cazareto, que conducía armas para Lavalleja encargadas aqui á D.Carlos Navia; pero llegó aquel en circunstancias que ya el Comandante D. José Suarez la había abordado: encontró al principio solo 18 terce- rolas, 2 sables de latón y 34 paquetes de cartuchos; pero hace pocos momentos se ha dado aviso de existir enterrados en la Isla de Gorriti 12 cajones de á 20 armas cada uno con la mar- ca F. C. y ya ha ¡do el comandante Suarez á recojerlos.—D. Carlos Navia y D. Rafael Fuentes habían ido abordo esta madrugada y de allí pasaron á la Isla, y se hallan actualmente presos en tierra, lo mismo que la tripulación del barco. Anti - °*po á V. E. este aviso, y pronto despacharé el espediente con< XCVIII ) todas las diligencias en órden, saludando á. V. E. entretanto con su mayor consideración—José Machado. (Núm. 940 del Universal.) Inventariadas las armas, resultaron las siguientes;—16 cajo- nes con 608 armas entre tercerolas y sables, 5370 cartuchos de carabina á bala; I barril y 20 tarros díPpolvora. (Núm. 944 del Universal.) De la causa formada con este motivo resulta plenamente justificado que ese armamento fué embarcado como dice el texto.—Copiaremos el cstracto de las declaraciones de la tripulación de la Invencible. Estrados del proceso. Núm. 8—Eugenio Alfaros, Pedro Casaria, Víctor Simón y Nicolás Francia, marineros de la Zumaca Invencible.—Dz- claran,que se contrataren en Buenos Aires con D. Nicolás Ca- zareto por 11 pesos al mes: que estando próximos á dar la vela en el puerto de Buenos Aires bajaron á tierra todos los de la tripulación y cuando volvieron abordo encontraron sobre cu- bierta 15 cajones grandes y 4 chicos; que estos cajones los condujo abordo la lancha de la goleta de guerra Sarandí y ios desembarcaron en la Isla de Gorriti dejándolos cubiertos con piedras y tierra. " (Num. 971 del Universal.) (98) Calificación de los reos según el mérito del proce- so:— " En consecuencia, estando á lo espuesto como resultado " del sumario hasta el punto en que V. E. ha ordenado que *• sirva de regla para este procedimiento; y presindiendo de " los diversos comprobantes que pudiera suministrar la cor- respondencia y papeles interceptados, especialmente á Da. " Ana Lavalleja; el Fiscal califica como autores principales de " la sedición do! 15 de Setiembre último, á Da. Ana M. Lava- " lleja. al Coronel de la República Argentina D. Juan Corred " Morales, á D. Antonio Arraga (hijo) y á D. Angel Casapi: „ como cómplices etc. (Firmado)—Jóse Conti.-—(Núm. 971 " del Universal.) (99) Como recordarán nuestros lectores el coronel Correa Morales vino en 1830 en el carácter de comisionado confidencial con una misión ad hoc, que evacuó en breves dias, y luego se conservó en esta capital con el objeto que se ha visto.—Es verdad que mas de una vez se dirigió al Go- bierno como hemos indicado también en el texto, pero el Go- bierno lo rechazó constantemente; y habiéndose quejado el de Buenos Aires con fecha 2 de Mayo de 1831 de la ninguna acogida y consideración que habían merecido las insinuado- ( XCFX ) nes y repetidas instancias de su comisionad» «1 coronel Carrea Morales, le fué contestado por el nuestro con fecha 18 del mismo mes de Mayo, que al comisionado confidencial Coro- nel Correa Morales se le habían dispensado aun mas considera- ciones que las que par su ningún carácter publicopodia exigir ni prescribe el derecho internacional, pero que en esta parte el Gobierno habia sido arrastrado por los sentimientos nobles de su franca politica y amistad sincera h?icia un pais de quien poco ha formaba parte la República Oriental. " Esta definición del carácter de Correa Morales, no fué alterada ni modificada de manera alguna; aquel coronel no se encontraba, pues.en el goce de ningún carácter publico, que ja- mas le fué reconocido. A los que quieran conocer mas á fondo el incidente de Correa Morales, log remitimos á los números 1062, 1063 y 1064 del Universal, y los números 10 y 11 del Investigador, publicados en esta capital en 1833. (100) Correa Morales no estubo arrestado en la Cinda- dela sino los primeros momentos; de alli fué trasladado á la casa de su amigo personal D. Manuel Oribe, á la sazón Co- mandante General de Armas en esta Capital, donde vivía co- mo en la suya propia. (101) " Nuestras relaciones con la República Argen- " tina, con ese pais al qua nos unen mas, y mas sagrados vin- " culos que á ningún otro no se hallan (por una fatalidad de " que el Gobierno se lamenta) en el pié de completa armonía é " inteligencia, que era de esperarse; aun que no se hayan sal- " vado hasta ahora los limites de mutúos respetos y conside- " raciones debidas entre naciones amigas. La desgraciada " necesidad en que se víó el Gobierno de espulsar del terri- " ritoriodel Estado un pretendido Agente sin ningún carac- " ter publico que aquella* República mantenía en esta Capi- " tal, y que apareció complicado en la conspiración descu- " biertaen Setiembre del año anterior de que os halláis ins- " truidos de antemano, dió origen á esplicaciones poco lison " geras entre ambos Gobiernos, en las que el de la República " tubo el sentimiento de no arribar á persuadir al Argentino, lajusticia de aquel procedimiento, apesar de la ilimitada franqueza con que el Gobierno le instruyo circunstanciada- " mente de todo lo ocurrido en el negocio. " (Mensage del Gobierno Oriental á las H. H. Cámaras.— Marzo 1833.)( C ) (102) D. Antonio Diaz, actual General de Rosas, escri- bía las siguientes lineas sobre esta peregrina cuestión. —"No es el caso tratar ahora la cuestión del derecho sa- grado de asilo y los deberes entre los asilados y los Gobiernos del pais en que se refugian, cuando nos referimos á los mili- tares argentinos que residen hoy en el territorio Oriental y que han tomado las armas en apoyo de la autoridad Consti- tucional. Hablando de emigrados ó asilados de otra clase y procedencia, debería considerarse para algo el principio reco- nocido entre todas las naciones civilizadas, de que aquel que no es miembro de la sociedad en que se halla carece de fa- cultad legal para tomar parte activa en sus cuestiones políti- cas; pero cuando nos referimos á ciudadanosrde la República Oriental, como lo son por nuestras leyes los gefes argentinos que han peleado por su independencia en la campaña del Bra- sil, y hoy están al servicio de su Gobierno no hay cuestión alguna que ventilar, ni otra cosa que decir en la materia, sino lamentar, como ya otra vez hemos hecho, que en la ilustre ca- pital de Buenos Aires se apoderen de la prensa hombres tan ignorantes y de espíritu tan mezquino como demuestran serlo los que provocan tales discusiones." (Núm. 9.50 del Universal de 3 de Octubre de 1832.) El articulo relativo de nuestra Constitución, dice á la letra—"Son ciudadanos legales:—>los estrangeros que en cali- dad de oficial, han combatido ó combatieren en los ejércitos de mar ó tierra de la nación. (Sec. 2. cap. 1 f art. 8 f de la Constitución.) (103) Siempre que nos es posibje preferimos presentar el texto de los documentos, aun á riesgo de hacer molesto este escrito, ya demasiado estenso.—Por eso vamos á copiar integramente las instrucciones originales que hemos encon- trado entre los papeles del señor General Rondeau.—Estos papeles han sido puestos generosamente á nuestra disposición por nuestro apreciabilisimo amigo el Sargento Mayor D. B. Mitre, que se ocupa de escribir una Memoria Histórica sobre la vida pública de aquel benemérito General. He aqui el texto de las instrucciones. Instrucciones que deberá observar el Sr. Encargado de Ne- gocios cerca del Gobierno de la República Argentina. 1. ° El primer interés del Gobierno Oriental es la con- servación de las relaciones de amistad y confianza con los de la República Argentina:—el primer objeto del señor Encarga- do es cultivar esa amistad, alejando todo recelo, y desvane- ciendo todo motivo ó pretesto que pueda perturbarla. 2. ° Aunque su carácter es de Ministro residente por ( CI ) la naturaleza y objetos que abraza su misión é incidentes que puede producir, el señor Encargado convertirá todo su celo u llenar actualmente el articulo anterior, bajo el concepto de que una prudente economía y la necesidad de sus servicios ocasionará el término de su comisión luego de conseguido aquel objeto, á no ser que el Gobierno Argentino embie una legación cerca de este Gobierno, en cuyo caso será conserva- da la suya; de este concepto podrá desde luego hacer mérito para evitar equivocaciones. 3. • Tendrá presente que las hostilidades cometidas por algunos gefes argentinos en tiempos anteriores contra la Pro- vincia de Entre-rios ocasionaron prevenciones en el Gobier- no de Buenos Aires contra el de este Estado; el señor Encar- gado se cuidará particularmente de desvanecer estas preven- ciones sirviéndose de los conocimientos que tiene de la con- ducta leal de este Gobierno, sobre lo que se le enviará «de- mas una memoria particular. 4. ° Igual prevención parece ocasionada por los servi- cios prestados por esos argentinos en la última campaña, é igual interés debe tomarse por desvanecerlas manifestando el estado actual de retiro á la vida privada de aquellos seño- res, y asegurando, positivamente, que este Gobierno no per- mitirá jamás empresa alguna contra el territorio vecino mien- tras subsistan las actuales buenas relaciones. 5. ° Instruido por las copias que se le acompañan de las quejas de este gobierno, sobre el apoyo que presta el de Entre-Rios á los grupos anárquicos, fijará su atención especial en recabar que aquella provincia se reduzca á dar asilo y hos- pitalidad, y prive terminantemente reuniones armadas, en par- ticular sobre la costa del Uruguay. 6. ° Aumentando también sus preparativos el gobierno de Entre-Rios á pretexto de la especie vulgar que propagan los anarquistas de una invasión á aquella provincia, capita- neada por el general Lavalle, desmentirá solemnemente aque- lla imputación, y contraerá sobre su falsedad absoluta, cual- quiera compromiso. 7. ° Si se presintiese alguna indicación sobre transac- ciones que quiera promover el gobierno de Buenos Aires á beneficio de los emigrados de este pais, acogiendo la idea con benevolencia, pedirá particulares instrucciones, dando cuenta con los detalles que pueda adquirir sobre la naturaleza de las pretensiones. Debiendo este gobierno prometerse la interven- ción vital para este Estado de un Ministro ó Comisario suyo e» el tratado difinitivo entre la República Argentina y el Im- perio del Brasil, limitándose por ahora á indicaciones indirec- 15( CII ) tas y mesuradas, cuidará de saber y avisar el tiempo en que aquella República deba enviar su Ministro para promover en- tonces este punto directamente, bajo las instrucciones que se- le darán oportunamente. 9. ° Siendo estos por ahora los principales encargos de su misión, el gobierno se promete, que su desempeño cor- responderá al celo, inteligencia y probidad que constituyen las bases de su carácter, y si algunos mas ocurren en lo sub- cesivo, se le transmitirán por este Ministerio en la corres- pondencia particular que debe sostenerse reciprocamente.— Montevideo, Diciembre 28 de 1832.—(firmado)—Santiago Vázquez. (104) Vamos á copiar en esta y las siguientes notas, al- Sunas piezas de la correspondencia intima del Sr. general Ron- eau; el carácter de veracidad de su autor y la circunstancia de ser rigurosamente privados, le dán á estos documentos en nuestra opinión, una autoridad de verdad irrecusable. Todas están de la escritura del General: las autógrafas de las del Sr. Ministro Vázquez están acompañadas de una copia exactísima del puño y letra del mismo general Rondeau. Confidencial del general Rondeau, al Ministro Vázquez. Buenos Aires, Enero 4 de 1833. Es indudable que el Sr. Balcarce abrió conmigo la ne- gociación Confidencial respecto á las diferencias de uno y otro estado, muy dispuesto á transarlas por la razón y el con- vencimiento, apoyado en la base de que solo conmigo podía hablar de estos negocios como me lo dijo, de cuya manifesta- ción hay un testigo de excepción, y lo demuestran también las conferencias hasta el 8 del pasado y sus cartas particulares que están en poder de Vd. Mas llegó el caso de verse es- trechado ú contestaciones dífinitivas, y como no pudiese obrar por si solo, (aunque persuadido de que todo se allana- ría, pues tampoco debe olvidarse que también me había dicho contaba con la buena disposición de su Consejo de Ministros) abrió sin duda la consulta para dar aquellas, y entonces es que fué iniciado en la política de su predecesor (Rosas) y circulo, en la que de grado, ó por fuerza le ha sido necesario entrar, porque sucede lo que tal vez él mismo no creyó al recibirse del mando, y es que nada puede hacer sin anuencia de aquel, porque está (como dicen sus amigos) con las manos atadas; resultando de esto el cambio notado, y \>°* consiguiente el haberse propuesto el sistema de entreteni- miento que también seguirá el Ministro de Relaciones Ex- teriores. Esplícaré el misterio que encierra la política de que he ( CIII ) hecho mención, según lo que se me ha comunicado bajo la ma- vpr reserva: ella consiste en la incorporación de esa Repúbli- ca a la Argentina llegado que sea el periodo del tratado defi- nitivo valiéndose de cuantos medios sean conducentes á su consecusion, siendo uno de los principales contar como se cuenta, con los disidentes de este Gobierno residentes aquí y en ese Estado, mas con la masa de pefsonas que puedan alu- sinar ati ibuyendo miras siniestras á esa administración. Claro es pues, que concebido este proyecto no se quiere reconocer la independencia absoluta de esa República, por un acto oficial cual seria el reconocimiento de un Ministro públi- co, V si por el contrario considerarla como en pupilage hasta que llegue el caso de desplegar ese plan maquiavélico. Y po- drá esperarse, teniendo en vista estos antecedentes, que yo ú otro alguno pueda ser recibido en comisión?—yo creo que nó, al menos yo desespero de que en mi se verifique: pero como por otra parte es preciso sostener la demanda por el estado en que se halla hasta ver si la contestan, ó algún tiempo mas confirma lo que dejo sentado, soy de parecer (salvo lo que el Gobierno crea mas conveniente) que retirándoseme los pode- res, ya supuesta una renuncia mia, ó ya bajo otro pretesto de- ceroso que el Gobierno sabría acordar.se invista con el mismo carácter que á mi se me ha dado al Sr. Espinosa, quien tal vez porsus muchas relaciones é influencia con personas que in- tervienen en los negocios de este pais, pudiera cruzar este injusto proyecto, y arrivar al fin que se desea, que es el de que se le reciba, aunque dudo pueda alcanzarlo. He estado con nuestro amigo el Sr. Espinosa, el sin duda diráá Vd. lo que habló con el Sr. Rosas, por que yo no tengo tiempo sino para decir á Vd. que hoy como siempre eto. (Firmado) José Rondeau. (105) Confidencial del Ministro Vázquez á el Gene- ral Rondeau. Montevideo 23 Enero 1833. Mucho nos ha sorprendido la alteración repentina de las relaciones confidenciales con ese Gobierno, y á decir verdad, cuanto mas fuertes fuesen los pretestos para ella, tanto mas notable el resultado; pues si se quiere salir de incertidumbres", y se desea evitar sus malas consecuencias, no puede descono- cerse que el medio único es una inteligencia oficial que compro- meta la fé pública de ambas partes, compromiso que una y otra apreciarían en lo que vale. Pero vamos á contestar las nuevas observaciones, y espe- ramos hacerlo de un modo satisfactorio: sin embargo antes de, •odo advertiré a Vd. que las notas que fueron dirijidas á Vd.( CIV ) cerradas por el Ministerio de Relaciones Esteriores, y de que por separado se incluyeron á Vd. copias para su gobierno, de- ban entregarse desdé luego, como que su objeto es urgente é in- dependiente de la comisión de Vd.: se dirigieron por su conduc- to para dar ese motivo de que hablasen á Vd. sobre ellas; en consecuencia tan luego como Vd. reciba esta proceda á entre- garlas ó enviarlas, sea cual fuese el estado de las relaciones. No hay en verdad un motivo para que ellas se entibien Ea 1 f de las observaciones sobre la falta de contestación á la nota de 7 de Diciembre, queda destruida con la entrega de esa contestación que esta en poder de Vd. hace muchos días. Manda una Goleta nuestra un joven oficial llamado Cor- dillo, de quien solo sabíamos que habia servido con el Gene- ral Brown; pero lo esencial es que no tenemos oficiales de ma- rina: sin embargo se ha mandado que esa Goleta regrosé aqui y tan luego como se nos depare quien reemplase al Cordillo, que sirve en comisión, irá ú su casa como los demás. En cuanto á la amenaza del Ministro Vázquez me parece que nada hay que contestar; cuando fuesen ciertas las espre- ciones que se le atribuyen ni serian amenazantes ni ofensivas; tube en efecto conversación con el Sr. Soler (D. Gregorio) en que nsegurandole las buenas disposiciones y deseos de nues- tra parte, añadi que nos preparábamos para nuestra defensa tan natural; todo fué en este sentido, y en el de lamentar que no se estrechasen las relaciones:—-el Sr. Soler faltaría á la verdad si hubiese dicho otra cosa. Es falso que este Gobierno haya enviado comisionados ni á Inglaterra ni al Brasil; pero sentiríamos que hechos de esta clase fuesen un pretexto de queja, por que nos consideramos con derecho para enviarlos libremente á todas partes, sin que aun por política creamos que debemos dar cuenta á nadie, ni que nuestro silencio pueda ser motivo de alarma: pero repito que es falso el hecho, y también que cualquiera que sean nues- tras relaciones con la Inglaterra, nos persuadimos que ellas podrán conservarse y adelantarse sin necesidad del envió de un diplomático, quc^Jucharia con nuestra pobreza. Por lo demás nuestra franqueza no puede ser mayor ni nuestra deferencia mas marcada; antes de ahora el Sr. Rosas fundó queja por que se tubiesen inteligencias directas con las autoridades de Entre-Rios, y ellas mismas indicaron que de- bíamos dirigirnos al Gobierno de Buenos Aires; ahora este indica que seria oportuno salir de esa marcha: htímos preten- dido conciliar lo uno y lo otro pasando en copia al Gobierno de Entre-Ríos la reclamación que hacemos al de Buenos Aires, y pidiendo resolución pronta; Algo sabemos, ó al menos se ( CV ) no« asegura, que es conforme con nuestros deseos.—Quiera la fortuna que no nos engañemos. Con estos antecedentes continué Vd. sus trabajos, recí- base de una vez y háganos buenos amigos de quienes siempre hemos debido serlo.—Créame Vd. su afectísimo etc. (Fir- mado) Santiago Vázquez. Confidencial del Ministro Vasquez al General Rondeau. Montevideo Enero 29 de 1833. Contesto á las apreciables del 24 y 26: nos ha disgustado sobre manera que el Sr. Balcarce dé ocasión á que V. dude de la decisión que habia manifestado por estrechar nuestras relaciones: no atinamos con el objeto que pueda conducirle sea como Magistrado Argentino, sea atendiendo á su gloria individual: esta indudablemente se elevaría á un grado emi- nente restableciendo la amistad que la naturaleza inspira y los intereses provocan, y que otros no supieron ó no quisieron cultivar; aquel carácter de Gefe recibiría también un grado mayor de fuerza moral y respetabilidad en proporción del aumento de sus relaciones; todo esto importa mas si se ad- vierte que las pasiones y los intereses de algunos individuos ni participan ni disminuyen la responsabilidad de ese Go- bierno, ni tampoco están identificados con su gloria y su pros- peridad. Pero entretanto V. vé bien que por nuestra parte se han apurado el convencimiento, la deferencia, la franqueza y el empeño por satisfacer, alliagar y atraer la amistad de ese Go- bierno: no puede hacerse mas, ni tampoco puede dilatarse por mas tiempo el estado de incertidumbre en que nos halla- mos; es preciso que nuestra posición se clasifique sobre datos conocidos, como que las circunstancias que nos cercan de- mandan también una marcha pronunciada y decisiva. Mientras que hace tiempo reconocemos la necesidad de conducir nuestras relaciones sobre tales principios, ostenta- mos á la vez una deferencia sin limites para satisfacer obser- vaciones que pudieran bien calificarse de pretestos, y una tolerancia estiaordínaria para guardar silencio ó circunspec- ción sobre hechos intergiversables. Se alarma el Gobierno de Buenos Aires por que dándo- le previo aviso de los motivos y objeto, cubrimos nuestra frontera del Uruguay, y el mismo Gobierno repentinamente y sin prevención alguna envia 200 soldados á la Isla de Mar- tín García, bajo el protesto, que pudiéramos llamar ridiculo, de que pensamos apoderarnos de ella; y mientras que noso- ros nos apresuramos á darle aviso del riesgo que puede cor-( CVI ) rer una goleta suya por un ataque estrangero, él acoge la idea peregrina de que hemos armado tres para hostilizarle— ¡que contraste! Se queja ese Gobierno de que se detuviese una contesta- ción, que lo fué por incidente casual, mientras que el Sr. Balcar.ce ha subido al mando desde la misma época próxima- mente, y nosotros observamos silencio sobre el que él ha guar- dado para dar el aviso de ceremonia y practica sobre su ac- cesión al puesto que ocupa, y en el que sinceramente le desea- mos toda prosperidad. En tal estado recomendamos difinitivarnente á V. se con- duzca de manera que arribemos cuanto antes á un pronuncia- miento sobre si se admite ó no, la representación que V. in- viste, y empiezan nuestras relaciones ú tener,un carácter ca- lificado que honre la moral y la buena fé de ambos Gobier- nos. Es preciso que V. inste por un resultado, por que si no se obtuviese llegaría a ser necesario mandar retirar á V. de esa capital, suceso tanto mas sensible si en efecto el Sr. Bal- earse está tan animado como nosotros de sentimientos verda- deramente amistosos. Aun esperamos que vuelva y se adelante el aspecto lison- gero que presentó la comisión de V. de quien me repito etc.— (firmado) Santiago Vasquez. Confidencial del General Rondeau, al Ministro Vázquez. Buenos Aires, 27 de Enero de 1833. La chismografía anda lista por acá, aun no se acaba de esparcir un rumor contra ese Gobierno, cuando sale á luz otro: ya dije á Vd. lo de Martin Garcia, pues ahora corre que ese Gobierno vende á la Inglaterra ese Estado, y quien sabe si la observación de que se habia mandado Comisionado á Inglater- ra no rodaba sobre esta base tan firme como son las palabras del que la hizo ? Agregaré que con motivo de esta venta de- be pasar Lavalleja á defender la campaña. Queda de Vd. etc. (firmado) José Rondeau. (106) La reclamación de que se desentendió el Gobier- no de Buenos Aires, es la siguiente, que copiamos integra- mente, porque reasume algunos de los hechos que la brevedad de nuestro relato no nos permite abarcar. En una de las confidenciales del señor Ministro Vázquez, que contiene la nota núm. 105, se encuentra el medio adopta- do para que en adelante la dirección de esta reclamación no ( CVII ) sirviera de un nuevo protesto de queja; porque tal era la im- pudencia con que aquel gobierno se mostraba olvidadizo de sus mismas palabras é indicaciones. •' Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores de la República Oriental del Uruguay—Montevideo Enero 2 de 1833.=E1 infrascripto Ministro Secretario de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores tiene el honor de di- rigirse de orden de su Gobierno á S. E. el Sr. Ministro de igual clase de la República Argentina, para manifestarle que ya en nota de 1. ° de Diciembre último se avisó á S. E. que habia motivos poderosos para persuadirse de las maniobras de los anarquistas fugitivos para aglomprar nuevos elementos en los paises limítrofes, y que á esas asechanzas era debida la aproximación de una parte del Ejército á las fronteras. S. E. el Sr. Ministro tubo á bien contestar con fecha 7 del mismo alejando todo recelo de nuevas tentativas relativa- mente al territorio de Buenos Aires, y asegurando la disposi- ción amigable de los Gobiernos litorales ; es por lo mismo que en conformidad de la citada nota del 1. ° , el infrascripto tie- ne orden de interpelar la atención del Gobierno encargado de las relaciones exteriores de la República Argentina, sobre los hechos siguientes que están en contradicción de los principios recibidos del derecho internacional, de la conducta que en ca- sos semejantes han guardado las autoridades de esta Repúbli- ca y de las disposiciones amigables que ellas alimentan y se prometen de sus vecinos. Apenas sofocada la rebelión y perseguido todavía el gru- po conducido por el caudillo Lavalleja, el Paredes fugitivo y refugiado al Entre-Rios pasó á este territorio en combinación con aquel, acompañado de veinte hombres armados;—igual invasión verificó el Francés Echeveste y el Indio Tacuabé, unos y otros por el mes de setiembre último; perseguidos pol- la fuerza pública, después de algunos robos y asesinatos, bus- caron de nuevo refugio en aquella Provincia, con los restos de sus reuniones; y aunque parece que entonces se dijeron ar- restados, ello es, que actualmente se hallan en libertad y capi- taneando un grupo como de ochenta naturales armados y acampados sobre las Barrancas. Después de datos positivos de aquel hecho, el Gobierno Oriental los tiene no menos ciertos de que el caudillo Manuel Lavalleja arribó al mismo territorio con treinta hombres ar- mados y once oficiales, los cuales fueron acampados militar- mente desde principios de Diciembre anterior y se conservan «rniados; posteriormente verificó igual empresa el caudillo Araujo con cuarenta soldados que se hallan reunidos á los an-( CVIH ) teriores sobre el mismo Uruguay, de manera que desde la mar jen de este rio, se vé el brillo de sus sables. Estos hechos incontestables acompañados de otros de menos importancia, aunque de igual tendencia no pueden ser considerados por las autoridades orientales sino como fruto del empeño conocido de combertir el asilo de la desgracia, en el taller de una nueva rebelión, como una asechanza positiva, como una hostilidad en fin preparada al abrigo de las relacio- nes de amistad y confianza. Los primeros pasos de aquellas maniobras motivaron la aproximación de una parte del Ejército; la estension que ellas reciben y los anuncios de que se aumentarán con los residuos que aun abriga el territorio brasilero, demanda mayores pre- cauciones, harto costosas á un Estado naciente, y sugetas á interpretaciones sacrilegas. Como tal aprecia este Gobierno las voces propagadas acaso por los mismos anarquistas, sobre una invasión próxi- ma al ftntre-Rios capitaneada por los Gefes Argentinos, y este cambio de ideas puede hacer temer los mayores males positi- vos, como producto de equivocaciones preparadas por ene- migos del sociego común. En tal situación es que el Gobierno Oriental protestando de que en su conducta no hay otro objeto que el de la defensa del territorio, y la disposición mas pronunciada a estrechar los vínculos tan naturales de amistad y consecuencia con la Re- publica Argentina, reclama con vehemencia del Gobierno encargado de sus relaciones esteriores, haga cesar los motivos de alarma que deja espuestos, y que sin perjuicio del asilo y hospitalidad que merece la desgracia, no pueden ser mirados con indiferencia por todo Gobierno amigo de la República Oriental del Uruguay. El de esta aprovechará toda oportunidad de confirmar los sentimientos que ha manifestado y desvanecer cualesquiera ilusión que se Ies oponga, lisongeándosc entretanto, de que el Argentino, poseido de los mismos podrá inspirar igual con- fianza sobre la conducta de los litorales, que la que ha produci- do relativamente al de Buenos Aires su nota citada de 7 de Diciembre. El infrascripto tiene el honor de recomendar la gravedad y urgencia de este negocio y aprovecha la ocasión de reiterar á S' E. el Sr. Ministro á quien se dirijo las seguridades de su respeto y consideración distinguida. (Firmado) S.v.ntiaoo Vázquez. (107) Puede verse el texto de este decreto en el núm.» 1069 del Universal de 98 «le Febrero de 1S33. ( CIX ) El negocio de Correa Morales fué tema fecundo para la prensa de Buenos Aires, que vomitó, con esc motivo, atroces injurias contra nuestro pais y nuestro gobierno. En las columnas de la Gaceta Mercantil apareció un cor-» responsal que se firmaba:— El Oriental de Cinta Colorada. Asi Rosas se principiaba á solazar con la idea de in- famar un pecho oriental con su divisa de sangre ! * (108) Confidencial del general Rondeau al Ministro Vázquez. Buenos Aires, 27 de Febrero de 1833. Ayer ha vuelto á verme el general Brown, quien me ha dicho, que encontró á Lavalleja de tan distinto modo de pen- sar, que á las pocas palabrás que había pronunciado le dijo és- te con exaltación, quenada quería oir de ese gobierno, de quien tampoco quería cosa alguna, y que él se lo facilitaría todo. El Sr. Brown me ha encargado manifieste á Vd. este resultado , para no molestarle con otra carta que diría lo mismo. He dado á Vd. noticia del viage de Lavalleja proyectado por las Islas del Uruguay, y que avisaría lo que adelantase á este respecto; efectivamente, es indudable que le esperan en una de aquellas Islas para fines del corriente, agregando, que de allí debe pasar al Entre-Rios, desde donde partirá á incor- porarse á la fuerza que tiene Garzón á su mando, que según los montaraces pasa de mil hombres. Dul total de esta fuerza supongo al gobierno instruido, y si no fuese asi conviene que sepa, que por una persona que ha estado hace pocos días allí, lo estoy yo, de que ella no pa- sa de 300 hombres. En consecuencia es ya muy creible que Lavalleja desapa- rezca de un dia á otro de esta ciudad, movido de algún nuevo plan. Me repito etc. (firmado) José Rojídeau. (109) Extracto de la nota del Ministro Ü. Manuel V. de Maza de 1. ° de Marzo de 1833. El mismo concepto se encuentra en el Mensage á la Le- gislatura de que extractamos el siguienje periodo. " Nuestras relaciones con el Estado Oriental del Uruguay han sido sostenidas por el Gobierno de un modo franco y amistoso. El Encargado de Negocios que el Gobierno de la República Oriental avisó haberse nombrado, para que resi- diese en esta no ha sido admitido: porque aun permitiéndose e' Gobierno prescin dir de la posición política de aquel Estado 110 ha obtenido todavía ni satisfacción á sus reclamaciones, ni 16i ex ) garantía para preservarse en adelante de males iguales á lo» que las han motivado. Pero, sin embargo, es de esperarse, que no serán difíciles los medios de una aproximación á tér- minos saludables para ambos gobiernos, á cuyo importante objeto ha manifestado hallarse dispuesto á recibir un comi- sionado ad hoc. (Mensage á la XI Legislatura de Buenos Aires, Mayo 31 de 1«33.) (110) Confidencial del General Rondeau al Ministro Vázquez — Buenos Aires 8 de Marzo de 1833. Lavalleja está aquí todavía y ayer se me ha asegurado debe marchar dentro de tres ó cuatro días; ha conseguido un empréstito de diez mil pesos fuertes. Me han dicho también que lleva armas y algunos vestuarios. En la imprenta en que se dá la Gaceta Mercantil se han tirado 600 ejemplares de la esposicion de que habla la misma, creo que la del dia 6; aun no se han repartido, su publicación será tal vez la señal de la salida del dicho Lavalleja. El coronel O. Manuel Olazabal ha hecho dimisión de su empleo aqui para alistarse bajo el Pabellón pirata de aquel, digo pirata porque este hombre no respira sino esterminio. Olazabal se ha embarcado esta tarde para el Rio Grande ó Puerto Alegre abordo de la goleta portuguesa Bella Angélica con un soldado por ordenanza armado. Dia 9.--He adquirido las noticias siguientes:—que en todos los paquetes y buques* del cabotage que dan la vela para esas costas han ido hambres enrolados por Lavalleja;—cuídese particularmente le los estranjeros y otros hombres descono- cidos en esos Pueblos. Que efectivamente lleva vestuarios porque hacen algunos dias mandó teñir de amarillo muchas varas de paño blanco (por no encontrarse en ninguna parte de aquel color) para vivos y vueltas. Por último desde que he llegado á entender que D. Juan Manuel Rosas en una conversación con persona de su amistad y confianza, dijo (hablándose de los aconteci- mientos notables de por acá) que nada de esto le daba cuidado y si mucho lo de la Manda Oriental, es de creerse firmemente que la aptitud en que se ha puesto Lavalleja es obra suya se- gundada por D.Juan Ramón aunque como he dicho antes.yno me equivoco.contra su voluntad y conciencia.—Rosas toma el pretesto de evitar cualquiera combinación de los emigradas que están en esa con los unitarios de acá mientras él se halla internado en la campaña (pues ya marchó) y para que esto no suceda quiere él y los Anchorenas sus consultores, que por ( CXI ) medio de Lavalleja se promueva la anarquía en ése territo- rio para tener ocupada la atención de ese Gobierno y sus re- cursos contra ella;«con que no hay mas advitrio que preparar- se de firme. Por mi parte nada espero de la conferencia que debe te- ner hoy nuestro amigo D. Julián Espinosa con D. Juan Ra- món, sino disculpas sobre la parte que ha tomado en el nego- cio de Correa Morales de que tengo ya algún conocimiento, y las ideas de alucinamiento que le sugiere la falsa política enquese vé ya empeñado. Ojalá que me equivoque.—Que- dando de V. etc.—(firmado)—José Ron dual. (lll) Confidencial del general Rondeau al Ministro Vázquez. Buenos Aires 16 de Marzo de 1833. Contésto á su apreciable del 12, diciendole, que por el Sr. Espinosa habrá Vd. sabido ya que Lavalleja se fue, y su salida fué tan pública, que no hubo quien la ignorase en el mismo dia: llegó al puerto del Tigre en San Fernando en el carruage en que salió de esta, allí lo dejó, y se embarcó en un lanchon santa-fecino de nueve remos por banda, que le espe- raba; ¡quien había de creer qve este gobierno tan descarada- mente protejiese los planes de aquel! está visto pues, que no me he equivocado en lo que indiqué á Vd. en mi anterior so- bre las resoluciones de los hombres de acá, y ahora se me di- ce que también son estensivas á los de Santa-Fé y Entre-Ríos, y que es un plan convinado entre ellos el mandar á Lavalleja para que entre-tenga la atención de ese gobierno, mientras que se ocupan respectivamente en la guerra contra los sal- vages. Rectificaré ahora la noticia que dimos precipitadamente por las cortas horas que mediaron entre su recibo y la salida del paquete. El teniente coronel entre-riano de que se ha- bló» es Araujo, uno de los 33, venia á buscar Lavalleja, pero se desencontraron. Ha llevado Lavalleja camisetas coloradas y gorras azules de paño para sus soldados: puede suceder que hayan salido de este Parque. El paño amarillo era para pocos uniformes con 1ue vestirse sin duda su escolta, cuando la forme, bien que es- to sea lo primero.—Quedo etc. (firmado) José Rondeau. ("2) Confidencial del General Rondeau al Ministro Vázquez. Buenos Aires 2 de Abril de 183.?. Ayer se embarcaron en la Sarandí, goleta de guerra/ I te- jiente coronel Araujo, y treinta cinco individuos mas enti o ofi-( CXII ) cíales y reclutas, y hoy se han transbordado ó una balandra con bandera Oriental que se puso anoche al costado de aquella. Be cuatro dias á esta parte, esté gobierno ha tratado de indagar como se fué Lavalleja, si con pasaporte ó sin él. El gefe de Policía que fué interrogado, dijo que por su departa- mento no se le había expedido, pero el Inspector General de Armas manifestó que él se lo había extendido, pero para uno de los puntos de esta provincia; de esto ha resultado prohibir- ue que el Inspector dé pasaportes, sin conocimiento del Mi- nistro de la Guerra. Se ha encargado a la Policía por un. nuevo decreto la vi- gilancia sobre que no se saquen armas para ningún punto fuera de la Provincia: se cree que es con motivo de un pedi- mento que en estos días se ha hecho para llevará Chile una partida como comprada á este fin tiempo hace, lo que no se conseguirá, y se ha exitado la vigilancia con aquella solici- tud; mientras tanto han desaparecido del taller las que se esta- ban arreglando y todo lo demás relativo á este ramo de que se tenia noticia, y que probablemente han idp en el buque de que he dado aviso antes. ¡Que embrollas!—Queda de V. etc. (firmado) José Rondeau. Las armas á que se refiere el Sr. General Rondeau, y cuyo despacho se solicitó para Chile no habiendo posibilidad de conseguirlo para esta ciudad, eran para nuestro Gobierno: lo sabia el de Buenos Aires y negó el permiso. Apremiado por la urgencia de armamento que tenia nuestro Gobierno, el Sr. D. Julián de Gregorio Espinosa se aventuró á remitir alguno, sin solicitar aquel permiso imposi- ble; y como la acción de las autoridades de Buenos Aires era eficacísima siempre que se empleaba en nuestro daño, la ten- tativa se fustro completamente y aquel respetable ciudadano se encontró envuelto en graves compromisos y disgustos: y entre tanto no ya en los talleres particulares, sino del mismo parque del Gobierno de Buenos Aires se armaban los anar- quistas! ¡ y la fó de ese Gobierno estaba empeñada en pres- tarnos auxilio y protección!—¿Seria mas negra la fe punten. (113) Confidencial del Ministro Vasquez al General Rondeau. Montevideo 3 de Abril de 1833. Muy ocupado aviso á V. para su Gobierno que según no- ticiasdel 28 ultimo que acabamos de recibir del Uruguay, ya las autoridades del Entre-Rios, ó con mas propiedad el Co- mandante 1). Justo Urquiza, propagan á cara descubierta que |a empresa de Lavalleja es protejida por los Gobiernos litora- ( CX1II ) les: el general Lavalleja parece se hallaba en la Matanza.—De V. afectísimo etc.—(firmado) Santiago Vasquez. (114) Este documento se encuentra en el suplemento al num. 47 del "Investigador" publicado en esta ciudad de 3 de Julio de 1833. (115) Todos los pormenores de esta única celada se en- cuentran en el número 1099 del Universal de 11 de Abril de 1833. (116) Confidencial del Ministro Vázquez al general Rondeau. Montevideo, 11 de Abril de 1833. Añada Vd. á todas las que ya tenemos, la atroz felonía que acaba de hacerse con nuestro comandante Natal en el Uruguay, y observará, que si no se procede muy luego á devol- vernos esa victima imprudente de una confianza ligera, ya no queda duda alguna de que se nos hostiliza directamente; no- sotros somos gente de mucha moderación y calma; pero no quisiéramos que se nos pusiese á esta ruda prueba. Quedo de Vd. etc. (firmado) Santiago Vázquez. (117) En el capitulo 1.°; alli debe verse la natura- leza y la justicia de nuestra solicitud y los términos de la udquiesencia que encontró en el Gobierno del Brasil. (118) El pretendido corone í era un francés llamado Hi- pólito que lo mismo que un Henrique Luc que hacia de Coman- dante del buque, fueron muertos luchando con los amotinados. Estos depositaron en la Comandancia de la Colonia, se- gún el parte oficial de las autoridades de aquel punto, cinco fusiles sin bayoneta sueltos, nueve caravinas, catorce pisto- las, un sable latón y diez y seis de baina de zuela; doce cajo- nes grandes con armamento ; un fardo de camisetas, algunas municiones y tres banderas ;—una Oriental, otra Argentina, V otra colorada con una calavera y dos canillas, y varias co- municaciones que cerradas se remitieron al Gobierno.—(No. 1.135 del Universal de 28 de May o de 1833.) (119) He aqui algunos estrados del espíritu de la prensa que sostenía la marcha de nuestro Gobierno. Hace algunos dias que en los periódicos y en la Tri- na de Buenos Aires se agita una cuestión de derecho publico, con motivo de haber el Gobierno de aquella Provin- Cla reincorporado á la plana mayor del Ejercito permanente( CX1V ) al coronel retirado D. Manuel Olazabal, cuyas circunstancias con relación /tueste Estado nos parece escusado referir. El ¿»V. Anchorena pidió en la Sala de Representantes que los Ministros de guerra y Relaciones Exteriores fuesen llama- dos a dar esplicaciones sobre este negocio, y las dieron efec- tivamente; el primero diciendo que al reincorporar al coronel Olazabal el Gobierno habia obrado dentro de la órbita de sus atribucioncs;cl segundo decía i ando que con ese motivo nohabia reclamación alguna departe del E. Oriental, y uno y otro sos- teniendo no tener certidumbre moral de que el coronel Olazabal hubiese en esta banda militado contra el Gobierno legal del Es- tado Oriental. . • En medio de esta cuestión acalorada que hoy ocupa á los Legisladores, á los ministros y á los escritores públicos de Buenos Aires, nosotros creemos deber limitarnos á agradecer el interés que toman los unos en la conservación y cultivo de las buenas relacionesque felizmente reinan entre este y aquel Estado; y en general á lamentar que nuestras pasadas convul- siones hayan venido á dar materia ahora para complicar, algo mas de lo que está, la discordia que por desgracia reina en Buenos Aires. Por lo demás estamos persuadidos que nues- tro Gobierno no se afecta de la política interior de los otros cuando ella se ejerza por actos privados. El atiende solo á los hechos, y sobre estos tampoco le inquieta nada de lo pa- sado ; porque cree, sin dude, mas arreglado á sus principios mirar solo al porvenir.—Ha triunfado de todos los enemigos del orden que aspiraban á establecer la anarquía sobre las ruinas del peder establecido por las leyes; y ya sabe que para conservarlo solo debe contar con la»fuerza moral y con los re- cursos poderosos del espíritu público. No estrañe pues el Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires que no haya habido reclamación alguna por parte del Gobierno de este Estado; y sino nos hemos equivocado en la esplicacion de los principios que suponemos dominan en la politica de nuestro Gobierno, uno y otro partdo en Buenos Aires pueden dar por terminada la cuestión en la parte que se contrae á las relaciones de aquel con este pais; por que confiamos que ellas no serán alteradas por un objeto tan subalterno al lado del grande iuterés que a unos y otros nos resulta de que se conserven inalterables." (Núm. 1228 del Universal de 25 de Setiembre de 1833.) t (120) Es innecesario amontonar nuevos testimonios de que las agresiones contra este Estado son obra esclusiva de Rosas. Los documentos que contienen las notas anterires dicen mas de lo necesario á este respecto. ( CXV ) Es una perfidia nécia la que emplea Rosas para alejar de si este reproche. La simple cronología de los sucesos basta á desmentirlo; él presenció y dirigió la empresa de Lavalleja, antes de salir de Buenos Aires para el desierto, y su influencia estubo re- presentada en la administración por los Ministros D. Manuel V. de Maza, y D. Victorio Garcia de Zuñiga, hasta entrado el mes de Julio de 1833, época en que lu empresa de Lavalleja se habia desbarratado por la derrota del Yaguaron, é interna- ción de los emigrados en Entre-Rios. Pero si algo faltase para demostrar esa verdad, bastaría fijarse en que esa politica nació en su primera administración, y ha continuado siendo la del gobierno de Buenos Aires hasta este mismo instante. Pero como Rosas no tiene miramiento alguno á la moral, no trepidó en servirse de los mismos actos que él produjo y que muy en breve debía reproducir, para acriminar á sns ene- migos y justificar su conducta de sedicioso. Vamos á copiar algunas lineas de la solicitud dirijida á la Sala de Kepresentantes, para que declarase legitima la revolu- ción que derrocó al gobierno de Balcarce. En ellas encontra- rán nuestros lectores suministrada por el mismo Rosas, la prueba de la importancia de las comunicaciones que condujo lá Josefina. Dicen asi:— " Se habian comprometido también nuestras relaciones " exteriores. No solo se sustrajo un gran armamento, con el " objeto de remitir esos artículos de guerra á los que en el " estado vecino hostilizaban al Gobierno, sinó que hicie- " ron servir para ocultar ese comprobante á la goleta " nacional Sarandí. El armamento fué remitido á Santa " Fé con una correspondencia que cayó en manos del Gefe " del Estado Oriental, en la que retendrá documentos vergon " zosos para nuestro pais. " Un gefe del Ejército de esta Provincia fué en- " viado á tomar una parte activa en la guerra civil del Esta- " do vecino. Espulsado de alli, fue otra vez llamado por el " Gobierno al servicio con infracción manifiesta de esos de- '' beres respetables que sanciona el derecho internacional.— Un Diputado patriota clamó en la Legislatura contra esa conducta escandalosa; el Ministerio no pudo resistir á la ' evidencia de tan grave negocio." (Petición elevada á la Sala de Representantes de Buenos Aires, para que declarase legitimo el movimiento de 11 de Octubre de 1833—No. 1334 del Universal de 14 de Febrero «e 1834.)( CXVí ) Este es Rosas;—de los mismos sacrificios que el habia impuesto, de los hechos que tal vez habia hecho ejecutar y cuya responsabilidad caia sobre el Gobierno, de compromi- sos que él habia creado y en que se mantenían los hombres do honor, una vez comprometidos, tomaba temas de acusación contra los patriotas que, para evitar mayores calamidades, habian tenido que consentirlos y soportar dificultades que sin él, sin su ominosa influencia, creemos firmemente no hubieran existido.—Los nobles esfnerzos que luego hizo la administra- ción Balcarce, y que merecen las mas puras simpatías, lo prueban suficientemente. (121) Reproducimos este hecho, muy conocido, y que en su tiempo fué largamente comentado, con las mismas pala- blas que empleó para referirlo en la página 19 de su escrito, el ilustrado autor de los Apuntes sobre la Respuesta del Go- bierno de Buenos Aires á la oferta de Mediación Anglo-Fran- cesa, que ya hemos citado en otra nota. (122) Todos los documentos relativos se encontrarán en los números 1317, 1338 y 1339 del Universal y en los nú- meros 5 y 10 de laRevista de 1831. (123) La estension de la nota del señor Manquino nos impide reproducirla; pero provocamos su lectura.—Se en- cuentra en el núm. 1,317 del Universal de 18 de Febrero de 1834. (124) Nos hemos ocupado, mas tal vez de lo que debía* mos de la denuncia del Gobierno de Buenos Aires.—El hecho de haberla abandonado un hombre como Rosas, revela con una precisión, á que nada puede agregarse, todo lo que tenia de absurda y calumniosa la pretendida nota del Plenipotenciario Argentino en Londres; y pretendida, decimos, porque aun no es un hecho averiguado si el nombre del Sr. Moreno fué ó no invocado sin su previo conocimiento, para acudir a la urgen- cia de suministrar un pretesto á la anarquía. Sin embargo, no j permitiremos conservar en esta nota el texto de la contestación de nuestro Gobierno. Ministerio de Relaciones Exteriores. Montevideo Febrero 13 de 1832y El abajo firmado Ministro secretario de Estado en el de- partamento de relaciones esteriores de la República del Uru- fjuay, ha recibido y puesto en conocimiento de su Gobierno a nota del 24 del próximo pasado Enero con que S. E. el Sr. ( CXVII ) Ministro en igual departamento de la República Argentina re- mite copia fiel de las comunicaciones orinales que le han sido dirigidas por el ultimo paquete de Inglaterra, relativas al plan iniciado por la corte de España para monarquizar la America del Sud bajo el reinado de uno de los Borbones, in- terpelando á nombre "de los derechos políticos de la América" un pronunciamiento positivo sobre el concepto que haya merecido al Gobierno del Estado Oriental la tentativa de la corte de España para establecer en este continente aquella dinastía. El Gobierno de la República del Uruguay, aunque muy distanfe de apreciar en mas de lo que puede hacerlo el bueir sentido, asi las maquinaciones del Gabinete de Madrid, co- mo los medios que parece haberse propuesto emplear, para realizarlos, ha creido que un sentimiento de consideración hacíalos pueblos de la América del Sud, cuyo derecho invoca el Gobierno de Buenos Aires para hacerse escuchar en el asunto, pedían de su delicadeza una contestación mas seria de lo que en otro caso le seria permitido. El Gobierno de la República del Uruguay, no mira con estrañeza que una nación impotente para desplegar otra es- pecio do energía contra un enemigo que acaba de arrebatarle la mas preciosa de sus casuales conquistas, recurra de buena fé á miserables intrigas de Gabinete, ó para dañar solamente o para distraerse al menos de su dolor, y ponerse á punto de aprovechar cualquier accidente de la fortuna; pero que err los asomos de esta política pueda aparecer uno que sea capaz de poner en agitación el espíritu de las Repúblicas de sud América en vez de recordarles sus triunfos, y de hacerles en- trever la esperanza de adquirir otros, que fortifiquen su viri- lidad, aumenten sus glorias, y sirvan á robustecer los princi- pios de independencia y libertad que respiran del primero al «timo, del mas conspicuo al mas adyecto de todos los hijos de Sud América; el Gobierno de la República se halla tan agenode presumirlo como de creer que el establecimiento de una gran monarquía de la familia de los Borbones de España ra el nuevo mundo, sea un proyecto para tratarse seriamente en un Consejo de S. M. C. y dos ó tres particulares sin ca- rtetar ni figura conocida. Seria preciso olvidar que existe en el nuevo mundo un í-'ran poder tan interesado en la existencia de las Repúblicas 'le sud América como puede serlo la España en su ruina, y que en la Europa misma no seria tan fácil recabar de los dife- rentes Gobiernos que lian reconocido la existencia de esas cpublicag, el consentimiento y cooperación que no podría MftM de mendigar a stls encimaros. 17( CXVIII ) ¿Y cuando todo faltase, cuando alguna Potencia Kurn- pea cerrase los ojos al interés que tienen todas, y el que han manifestado desde su conquista hasta nuestros dias, y al que es preciso que tengan especialmente los poderes marítimos y comerciantes en que la America Española no retrograde á la antigua esclavitud, nos faltaría también el sentimiento nacio- nal, el valor á prueba, y la constancia heroica de los hombres que inermes y sin esperiencia, con su brío y sus brazos sola mente derrotaron la monarquía y fundaron la República' Suponerlo es una injuria atroz de que no se han hecho dignos los hijos de Sud America; y no suponerlo es declarar que el proyecto de la corte de Madrid, es un delirio quimérico en su fundo, ridículo y despreciable por cualquier lado que se mire. Ese mismo proyecto se nos asegura que ha caducado con la muerte del Monarca, en cuyo reinado fué concebido y pro- puesto á la Legación de Chile por los buenos oficios de un incógnito Argentino, no quedando, (según también se dice) sinó el temor de resüreccion que podia acontecer, cuando pueda concluir la guerra civil en que arde la Península. El Gobierno de la República del Uruguay concibe que solo una imaginación profundamente herida de aprensiones melancó- licas puede exaltarse hasta el punto que parece haberle acon- tecido á S. E. el Plenipotenciario Argentino, cerca de S. M. B. y a su gobierno por simpatía. El Gobierno de la República del Uruguay, por consecuen cia de este, que mira como un hecho positivo, entra en la jus- ta duda de si el gobierno de Buenos Aires, sea por si, ó como encargado fie las Relaciones Exteriores de la República Ar- gentina, se halla en el caso de pedir á sus ¡guales, y estos en la obligación de darle un nuevo y esplicito pronunciamicnlo sobre lo que seria de su conducta cuando los sucesos se enla- zasen y descmbolyicseh del modo que lo teme el Ministro Ar- gentino, pues(que en el Código de los derechos políticos de la América, tal cual por ahora puede imaginarse, ni el de las Na- ciones cultas ha dicho jamás que un Estado Soberano, tiene el derecho franco de ejercer su curiosidad, á espensas de la dignidad de sus vecinos. Un fundamento es preciso; y el Gobierno de Buenos Ai- res no alégalos suyos ni puede lisongearsc de haberlo hecho con referirse á una nota de su minístro.Una duda sobre aquello que se pregunta, es también indispensable que exista: y aquí no se vé de donde nazca la que aflije al Gobierno de Bueno» Aire», con respecto al Estado Oriental del Uruguay <¡"C P°r Ley fundamental és invariable, de consiguiente, sostiene v ha jurado á la faz de ambos mundos. ( CXIX ) l.o El Estado Oriental del Uruguay, es, y será para siempre libre é independiente de todo poder cstrangero. 2.° Jamas será el patrimonio de persona ni familia alguna. La pregunta pues de que se trata vendría ú ser esta, si el Gobierno de la República Oriental se halla en animo de dar en tierra con la gran base de su Constitución política en el caso que el enviado de Chile, un incógnito, y la corte de Ma- drid, le proponga el establecimiento de una monarquía bajo la dinastía de los Borbones, en lo que el Gobierno de la Repú- blica del Uruguay no se considera tan favorecido como tenia derecho á esperarlo de la justicia de sus vecinos. No es de presumir que para sincerar este paso, se quiera ha- cer llamar la atención del mundo Americano, acia lo que S. E. el Plenipotenciario Argentino cerca de S. M. B. afirma ser la raiz de este negocio, inculpando á un hombre que también ya no existe, y á su partido, la de haberse dirijido á la Corte de Madrid solicitando el establecimiento del Infante D. Sebas- tian en un trono que el dicho particular y su partido |le erigi- rían en esta semi-soberania del Estado Oriental, porque no es á la circunspección de un Gabinete como el Argentino, que le sea permitido dar valor, ó á los delirios de un particular difun- to ó á las equivocaciones posibles de un Ministro que no es infalible, para formarse dudas sobre la dignidad y Mi patrio- tismo de sus iguales, para hacerlas entrar en su conducta po- lítica y para derramarlas por el mundo con todo el aparato de las cosas que merecen su noticia. No existe yací Dr. D. Nicolás Herrera y de su partido, pul formarse una idea provechosa seria preciso que su ¡lus- tre acusador diese nociones que no deja por si aquella pala- bra y mucho menos el significado que pueden afectarle estos partidos. La revelación por consiguiente será perdida para el Estado Oriental á menos que el Gobierno de Buenos Aires se sirva comunicar al de la República del Uruguay la nota numero 77#pagina en que S. E. el Ministro Argentino dió la primera cuenta del pésimo uso que hacía este Estado "me- diatizado du la semi-soberania" de que goza bajo la inspec- ción de Buenos Aires, y que hubiera sido bien conocer en a<|uella misma época para prevenir ulterioridadcs tan lamenta- bles como lasque ha tenido el caso en Europa, y las que aun puede tener en America, si al infante D. ('arlos le toca la mala suerte de SJr vencido por la esposa del finado Sr. D. t emando 7. ° y ú esta le cubo Ja dicha de hallarse en Esta- do de fundar monarquías, que luego serán colonias Española* cllos misinos países «pie ha poco abandonaron sus ejércitos H'ncidos y sus partidario! cubiertos de ignominia.( CXX ) La lectura de aquellos antecedentes, que no conoce toda. vía la Anlerica, le darán á ella una idea del uso que hacen los pueblos Orientales de su actual "completasoberanía" y al Go- bierno de esta República un conocimiento de los traidores que asi han obscurecido la gloria de sus bien notorios sacrificios por la libertad é independencia de otros y la suya en parti- cular. Entre-tanto el Gobierno de la República del Uruguay, cuidadoso cuanto debe serlo, de que su modo de existir no sea un problema entre los pueblos de Sud-América, y caso de serlo, que este conocimiento sirva de nivél á su conducta pa- ra con ellos, ha ordenado al infrascripto que pida un pronun- ciamiento esplícito del gobierno de Buenos Aires, como En- cargado de las Relaciones-Exteriores de la República Argén tina, sobre lo que él mismo entiende y juzga, acerca de la me- diatizacion de este Estado, y semi-soberanía de la Provincia Oriental, según la formal y confidente declaratoria de S. E. el Plenipotenciario de la República Argentina cerca de S. M. B.. pues que siendo este sentimiento directamente contrario á los del tratado Preliminar de Paz y la Constitución forma- da en su concepto, con especial aquiescencia de la República Argentina y el Imperio del Brasil, al gobierno de la Repúbli- ca Oriental del Uruguay, no le es dado mirarlo con la in- diferencia que se merecen los avances de un Agente Diplo- mático, fuera de la linea de su misión , y facultades rela- lutivas. Y el abajo firmado, después de haber cumplido con las órdenes precisas de su Gobierno se hace un grato deber en saludar á S. E. el Ministro de Relaciones Exteriores del Go- bierno de Buenos Aires con lo mas distinguido de su conside- ración y particular aprecio. Lucas J. Obes. Exmo. Sr. Ministro Secretario de Estado en el departa- monto de Relaciones Exteriores de la República Argentina. (125) Está inserta en el numero 13(>5 del "Universal'' de 11 de Marzo de 1843. (120) Son muchas y muy ^importantes estas medulas adoptadas durante el Ministerio del Sr. Dor. D. Lucas J«* Obes. Pueikn verso en el tomos (5. ° y 7. ° del Registro Na- cional. (127) Esta inserta en el numen) 13oo del -Univc ya citado. ( CXXI ) (128) Está inserta en el numero 1305 del "Universal" ya citado. (129) Estas reclamaciones están insertas en el número 1367 del Universal de 13 de Marzo de 1834. En la imposibilidad de publicarlas literalmente, nos limi- tamos á transcribir en esta nota á la contestación que dio nuestro Gobierno—después de verificada la invasión de La- vallcja—á la última de las reclamaciones que hemos menciona- do—Esta contestación descubre la irritante injusticia y el mal espíritu que dominaba aquella reclamación. Ministerio de Relaciones Esteiuores. El infrascripto Ministro de Relaciones Esteriores tiene el honor de informar á S. E. el Ministro de la misma reparti- ción de la Provincia de Buenos Aires, que el gobierno de la República Oriental del Uruguay, no pudiendo tomar en con- sideración las protestas del gobierno argentino contra el de- creto de esta República que adjudica ú sus poseedores los ter- renos abandonados en el curso de la revolución, ha ordenado al infrascripto que ponga esto mismo en noticia de S. E. el Ministro á quien se dirije, y le haga una franca manifestación de las razones que tiene e) gobierno de la República Oriental del Uruguay, para mirar este procedimiento como proscripto á su deber por el interés común de las naciones y el particu- lar de su incuestionable soberanía. Al cumplir con este encargo de su Gobierno el infrascrito no puede escusarse de observar, que seria preciso renunciar á toda idea de paz y buena inteligencia entre Estados vecinos, si la razón y la justicia no hubiesen concedido á cada sobera- no el poder de administrar los negocios domésticos conabsulu- ta independencia de sus iguales; porque apenas habría uno de tales negocios que no diese á la razón de Estado grandes pro- testos para erigirse ya en juez de un soberano, ya en procura- dor de sus subditos naturales. Pero felizmente las Naciones lian conprendido, como lo comprende la República Orien- tal del Uruguay, que cuando los actos de un Poder So- berano ni atacan directamente el derecho universal de las so- ciedades, ni el particular de algunas de ellas, es preciso res- petar sus consecuencias distantes y de un orden inferior, para evitar que la anarquía, la confusión y la fuerza se apoderen de todo y quiten á los pueblos el recurso á su código conocido y fiable, para entenderse y tratarse como verdaderas familias destinadas á poblar la tierra y hacerla una inorada digna de seres racionales. Con las luces que suministra c»la obsei \ ación, y advir-( CXXII ) tiendo que «1 Decreta protestado, no puedo ofender sino á los subditos de esta República, y accidentalmente á los que sin ser- lo por su nacimiento y domicilio se hallan al nivel en cuanto al fuero que surta la propiedad, es fácil comprender.—Lo 1. © que el haber ellos ocurrido al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, para que los ampare y proteja, es suponerse des- tituidos de leyes y tribunaJes, capaces de tomar en considera- ción su causa, ó buscar dolosamente fuera del pais por virtud de cuyas instituciones se titulan propietarios, un procurador bastante para imponer, yaque no lo fuere para pedir. Lo 2. ° que los dichos propietarios han elegido aquel ar- bitrio raro, con el expreso designio de violentar Ta política in- terior de un Gobierno independiente y ponerlo en la alterna- tiva de retroceder, ó sostenerse á riesgo de las consecuencias que tienen por lo común estas reclamaciones, en que un Ga- binete empeña decididamente sus respetos. Acaso ellos han contado con algo mas, y es el aliento que la publicidad de esta tentativa pudiera dar á Jos quejosos en el momento que la anarquía se arrojaba sobre las costas de esta República con todo el furor de su despecho habitual, y acaso también el no comprenderlo asi el Gobierno de Buenos Aires haya dado margen á la singular coincidencia de aquel movimiento, con las reclamaciones de los Argentinos propie- tarios de terrenos abandonados y las protestas de su Gobier- no contra una medida que tiene por objeto la consolidación de la paz interna de esta República, que le ha merecido un tan sincero interés en el presente, como en otros casos de la mis- ma naturaleza. De cualquier modo, el Gobierno de la República Orien- ta 1 del Uruguay, habiendo espuesto las razones que le impi- den considerar el asunto de la nota del Gabinete Argentino, y ocuparse en justificar el decreto que adjudica á sus poseedo- res los terrenos abandonados en el curso de la revolución, salvo el derecho de propietarios supuestos ó verdaderos, es- pera que su franqueza sea estimada como el mejor testimonio de los sentimientos que le animan con respecto á los subditos argentinos que tienen propiedades en el territorio de su do- minio, y hacia el Gobierno de quien dependen por derecho de oriundez. El infrascripto aprovecha etc.—Lucas J. Obes. (130) D.Antonio Diaz, actual General del ejercito de Rosas, dió cuenta al público de los elementos de que se com ponia la fuerza que acaudillaba Lavalleja. Momentos antes de saberse en esta capital la invasión de Lavalleja, decia el Si . Díaz, refiriéndose ú las noticias contes-. ( CXXIII ) tes de Buenos Aires . " Se halla ya en campaña aquel cau- .. djltocoo 200 hombres; muchos de ellos pertenecientes á la k división del General Quiroga, y algunos presos é individuos " de la guarnición del Pontón de Buenos Aires; unos y otros se dicen desertores de la República " (Núm. 13G9 del Uni- » versal de 15 de Marzo de 1834.) Puestos ya en nuestro territorio pudieron determinarse ron exactitud los individuos que acometían aquella empresa; y el mismo Sr. Díaz publicó la lista detallada de los oficiales que acompaban á Lavalleja. Es la siguiente: " D. Manuel su hermano, D. Hermenegildo Fuentes, D. " Abdon Rodríguez, los dos Palomeques. D. Manuel Fagardo, - D. Kafacl Fguren, D. Felipe Carballo, D. Lucas Moreno ■ Secretario) y diez oficiales perten ecientes a la divícion de » Quiroga y Buenos Aires." (Núm. 1.372 del Universal de 19 - de Marzo de 1834.) D. Manuel Oribe, Ministro de la Guerra do la presiden- cia del general Rivera, se mostró poseído de la indignación que produjo la presencra de aventureros extrangeros ,cn ar- mas sobre el suelo sagrado de la Patria. Entonces levanto su voz para abominar el crimen de buscar en el extrangero armas para destrozar el seno de la Patria, y parecía estreme- cido de horror, al exclamar " Ciudadanos: un caudillo que " no puede decirse sin nombre, porque lo ha manchado con " grandes crímenes, acaba de presentarse en las playas de la " República, asociado de un puñado de bandidos extrangeros! " (Proclama inserta en el núm. 1,371 del Universal del 18 de Marzo de 1834: está firmada por D. Carlos Anaya como Vi- ce-Presidente, y por 1). Manuel Oribe como Ministro.) Y di- rigiéndose á los soldados Orientales para anunciarles aquel atentado, decía.-—Soldados: " Con esa horda de foragidos " insulta vuestra antigua gloria y los laureles inmarcesibles " que ciñen vucstn» frente. Soldados! que ultrageü!" (Pro- clama firmada por los mismos Srcs. Anaya y Oribe. Núm. 1373 del Universal del 20 de Marzo de 1834) ¡ Que punzante debe ser para don Manuel Oribe, sí aun cabe el remordimiento en su pecho, el recue rdo de aquellos días en que aun gozaba el dón inapreciable de poder hablar como Oriental, con amor á la dignidad de su sucio, con odio al crimen que lo ensucia con el pié de viles mercenarios!' ¡que amargo, en efecto, que amargo para él, Oribe, que no solo ha cometido esc crimen, sinó que á sueldo del extrangero, vistien- do sus colores, ha guiado, ha conducido por si mismo bandas de degolladores, sedientas de la sangre y de la riqueza del ueblu Oriental, y ha presidido el estrago, la ruina, la espan- »( CXXIV ) tasa ruina de que so ha cubierto su tierra;--que la lia envuelto; y la mantiene en una guerra de execración ' Sin advertirlo nos apartamos del objeto de esta nota destinada, únicamente, á consignar el hecho de que I). Juan Antonio Lavalleja no solo tuvo libertad, apcsar de las eficaces medidas del Gobierno de Buenos'Aircs, para reunir los pocos, por íbrtuna muy pocos Orientales que quisieron seguirlo, sino que pudo disponer de oficiales y soldados argentinos, y falsear las puertas de las prisiones de aquella ciudad. (131) Estáinserta en el núm. 1377 del Universal de20 de Marzo de 1834.—Tenemos un ejemplar de los mismos que circuló Lavalleja que dice: Imprenta del Ejército, pero que es evidentemente impreso en Buenos Aires. (132.) Está inserto en el núm. 1374 del Universal de 21. de Marzo de 1834. (133) Estos documentos se encuentran en los números 1370 y 1377 del Universal de 24 y 20 de Marzo de 1834. (131) Debemos á la amistad con que nos honraba el ilustre Ministro Dr. Obcs el depósito de una copia de este do- cumento, de que hoy hacemos un uso que, sin duda, le seria grato. (135) Las siguientes palabras que pronunció el Sr. Ge- neral Rivera al entregar el mando al Presidente del Senado manifiestan que obró con plena conciencia del bien y rectas intenciones. " Exmo. Sr.---En mi larga carrera, yo no creo haber he- cho por la Patria otra cosa mas que pagarle una deuda que na- die puede negarle:—amarla mucho y servirla en cuanto estu- bo á mi alcance.—En el mando y fuera de él, el Pueblo Orien- tal debe saber que yo no soy mas que un soldado pronto a derramar su sangre por su libertad v sus instituciones." (Num. 1543 del Universal del 25 de Octubre de 1834.) (13G) Vamos á estractar algunos documentos en que se re- gistran las opiniones de D. Manuel Oribe y de varios de los in dividuosque le acompañan, y que hoy hacen profesión de con- denar á aquella administración por actos deque han sido solida- rios y admiradores.—Asi, por innobles pasiones, abaten aho- ra á los pies de Rosas las mas legitimas glorias do su país. ( CXXV ) Ministerio de Guerra y Marina. Montevideo Noviembre 4 de 1834. Pescando el Gobierno dar un testimonio público del aprecio que hace de los servicios distinguidos que ha prestado el Sr. Brigadier General D. Fructuoso Rivera a la causa de la Independencia de la República y á la conservación del or- den y de sus instituciones en los acontecimientos que han te- nido lugar desde el año de 1832. y sin perjuicio de proponerá la A. G. el premio y distinciones con que á juicio del mismo Gobierno debe ser condecorado aquel benemérito Gefe, ha acordado y decreta. Art. 1. ° Dentro de la cantidad designada en el presu- puesto de gastos y que no esté invertida se costeará una espa- da que llevará en la guarnición un letrero que diga—>2¿7 Po- der Ejecutivo al General Rivera. 2. ° La espada de que trata el articulo anterior será presentada al Sr. General D. Fructuoso Rivera con copia de este decreto, y como un testimonio de la consideración que han merecido sus distinguidos servicios. 3. 0 El Ministro secretario en el Departamento de Gucr ra y Marina queda encargado de la ejecución de este decreto, que se publicará é insertará en el Registro Nacional. Anaya. Manuel Oribe. (Tomo 8. ° n. ° 5 púg. 180 del Registro Nacional.) La Cámara de Representantes acordó un premio al Ge- neral Rivera en los términos de la mas alta estimación por sus eminentes servicios á la independencia, á la libertad yá las instituciones del pais. El Poder Ejecutivo al instruir al C. L. en el Mensaje de la de Febrero de 1835 de la creación de la Comandancia Ge- neral de campaña y de haber colocado á su frente al General "'vera, decía— " El Gobierno se complace en manifestaros que ha pues- to a su frente al ilustre General que ha rendido á la Patria servicios de tanta importancia durante el periodo de su ad- minislracion como Presidente de la República, bien persua- rt,d0 Hue no podría colocar destino de tan alta confianza y ii resl>onsabilidad en mejore* manos que en las mismas que por tanto tiempo empuñaron la espada de la victoria, ilus- " ron °í1 analcs (,ü 'a República las armas que defendie- " des SUS i GS' y (,uo í>,,n(,aron su propia independencia, |>ucs de haber tenido una parte gloriosa on la guerra de 18( CXXVI ) " su libertad. El premio de esos servicios, jsi esos servicio; " pueden téncr otro premio, que el del indeleble testimonio " de gratitud y admiración que le consagrará la historia de su " patria y el corazón de sus conciudadanos , lo había previs. " tó á esta época el P. E., si en vuestra sabiduría no hubic " seis encontrado los medios de anticiparos á este rasgo de " honor y de justicia." Este documento está firmado por lo* Síes. D. CAiuns Anaya, Presidente interino, y sus Ministros D. Josó Maria Reyes y D. Manuel Oribe. (No. 1,634 del Universal de 17 de Febrero de 183.1.) D. Antonio Díaz, actual General de Rosas y minisim de la administración de Oribe, es el autor del siguiente juicio sobre la Presidencia y descenso del Sr. General Rivera. " El General Rivera llega al termino de su Gobierno " dejando en pos de su nombre y sus relevantes servicios ¡i la causa del orden y las instituciones un recuerdo indeleble ¡i " todos los Orientales que aspiran á vivir tranquilos bajo la " .influencia de las Leyes. Su administración ha abrazado un " periodo turbulento y lleno de peligros; y es justo decir que si " el pais se ha salvado del abismo en que iva á ^sumergirlo la " anarquía, es debido á los esfuerzos de aquel ilustre ciudada- " no, á su constancia infatigable, al sacrificio heroico de su " bien estar y su reposo, y ú la entera consagración de su in- " fluencia y de su crédito en obsequio de la causa pública. Hablamos á los contemporáneos y no hacemos mas que re- " producir en el papel lo que á todos dicta su propia concien- " cia y lajusticia." (¡Múm. 1540 del Universal, Octubre 23 de 1834.) " Dichoso el pais, si el grande ejemplo que acaba de re- •* cibir no es perdido, y si todos los que sucedan al general " Rivera, en la árdua y peligrosa carrera que¿él abandona, " pueden dejar á la posteridad recuerdos tan gloriosos de su " nombre v sus servicios" (Núm. 1543 del Universal.—0c- " tubre 25"de 1834. " La carrera que se abre ante los pasos (de los nuevos man- " datarios) queda trillada, y no presenta ninguno de los gran- " des obstáculos y peligros que embarazaron la de sus antece- " sores;, obstáculos que sin duda hubieran hundido al país en- " tre las convulsiones de lá discordia y de la guerra civil, hasta " su entera disolución, sin los esfuerzos heroicos que se emplcaj " ron para estirparlos. Al transmitir el General Rivera >• «« mando de la República á su sucesor, deja el pais tranquil"' " libre y respetado: deja sobre todo una lección importante " las facciones y un ejemplo de sumisión á las leyes, ttj» " mas laudable, cuanto que la anarquía había creído ha' Jl ( CXXVII ) - un pretcsto plausible á sus culpables empresas, calumnian- • do las intenciones de aquel ¡lustre ciudadano, sobre el uso « que haría de la influencia de su reputación combinado con • el poder'de la suprema magistratura." (Num. 1545 del Universal, 28 de Octubre de 1834.) (137) La prensa de Buenos Aires se ha empeñado, hace liempo, en atribuir la influencia del General Rivera á causas impuras y vergonzosas.—Todos conocen aqui la enorme in- justicia que en ello se nos hace: aquella influencia tubo origen en cualidades eminentes; en el amor al orden, en el horror á la anarquía y á la violencia bruta y desatada, á que rinden ho- menaje los escritores que nos injurian. Creemos que no por ,.tro camino que el que se abrió el General Rivera al princi-' pió de su carrera, hubiera podido consolidar su reputación.— Este es honor de nuestra tierra, y lo es también de todos los desgraciados pueblos de esta sección de America el hecho de que esa reputación, establecida por el respeto á la sangre del hombre, por tendencias de libertad y civilización, ha sido la mas durable de todas las de su clase, la única que ha logrado levantarse sobre los trastornos de la revolución. Todos los caudillos que han fiado su existencia á las vio- lencias y á los atentados, han caido envueltos ep las ruinas de que se rodearon; y Rosas, en quien parece que se han con- cretado todas las fuerzas de aquel ominoso sistema, para dar su ultimo combate, no ha gozado en paz, un solo dia, de su san- griento poder; no ha podido consolidarlo por la victoria:—no lo consolidará jamas. ^ liosas nos permitirá que sobre el origen de la populari- dad del General Rivera, le contestemos haciendo oír la voz de D. Antonio Díaz, actual General de sus Ejércitos y -Ministro de la Presidencia de D. Manuel Oribe. Reproducimos textualmente sus palabras— " Asi como las mayores prendas que adornan á un indi- " viduo suelen desaparecer bajo el influjo de un triste destino M Peisonal, las virtudes eminentes de un ciudadano sobresalen " mas, cuando es mas desgraciada la suerte fiel pais que las reclama. Hubo qn tiempo, que todos recuerdan todavía, ' en que los habitantes de la Randa Ortcntal sumergidos en e¡ abismo del desorden,no contaban con otras garantías so- cíales que las que debían á la voluntad del caudillo que rc- u g'asus destinos: en medio de aquel caos, y bajo un sistema «e tolerancia de todos los escesos, fué que el General D. "ictuoso Rivera, entonces subalterno, empezó á desplegar «-n beneficia de sus compatriotas aquellas cualidades que, e'angcandolc entonces el reconocimiento publico, fueron( CXXVHI ) " progresivamente estableciendo y consolidando la rcpuia. " cion que hoy goza, y por medio de la cual ha podido so- " breponerse á las vicicitudes de la revolución y á todas las " asechanzas de la envidia. " " Hemos querido elegir esta época de su carrera publica " para dar principio á nuestras reflexiones , por que refirien- " donos á ella exitamos un recuerdo que no puede dejar de " arrancar el sufragio de todos los hombres justos. El pue. " blo en que escribimos no olvidará jamas que después de un " período muy funesto en que el mas bárbaro despotismo hizo " sentir á Montevideo todo el peso de sus crueldades y estra- " vagancias, aquel gefe fué destinado al mando de las armas " de esta plaza, y que distinguiéndose de la marcha general " hizo suceder inmediatamente á los dias de terror y conster- " nación los efectos del orden, do la tranquilidad y la segu- '« ridad." " Desde aquella misma época, y constantemente en todas " las succesivas de la revolución, el General D. Fructuoso " Rivera manifestó su aversión al régimen de la arbitrarle- " dad y la licencia, que por desgracia era en aquellos dias de " escándalo el simbolo político de la administración del Pue- " blo Oriental, y manifestó su decisión de sostituir á él los " principios jjb la civilización, atrayendo á si los hombies "de un patriotismo ilustrado , y agrandando con ellos *' la esfera de sns relaciones, sin dejar por eso de con- " servar el ascendiente de su reputación sobre los habitantes H de la campaña, adquirida por el desinterés de sus servicios " á la causa de la libertad, y poi^Ia practica constante de las " principales virtudes que inspiran adhesión individual, y " atraen la consideración y benevolencia pública: tales como " la liberalidad, el valor, la perseverancia, la generosidad, la " moderación, la clemencia y la justicia." (D. Antonio Diaz.-— Articulo titulado.--El señor General D. Fructuoso Rivera y la Constitución.—Núm. 984 del Univer- sal de 14 de Noviembre de 1832.) (138) No intentamos escribir una noticia biográfica de D. ¡Manuel Oribe:—es muy limitado el tiempo que podemos dedicar á este trabajo, y debemos reducirnos á indicar ligera- mente algunos rasgos de su carácter. No recordaremos todas las graves crueldades que oscurecie- ron los servicios de Oribe en el asedio de esta ciudad en 18*' y 2G: ¿quien ignora, por ejemplo, la lúgubre historia del infeliz Pintos?—amigo, bienhechor do Oribe, le pidió que tolérese )a introducción do algunas cabezas de ganado vacuno á la P**' za sitiada, tolerancia que aquel ge fe dispensaba en la cscaa ( CXXIX ) que conocen todos los que entonces habitaban en Montevideo. _Oribe le dió su beneplácito, le señaló el derrotero, pero lue- go |o hizo sorprender en é' y conducir á su presencia en r¡ - (rorosa prisión para borrar con esta muestra de celo y severi - dad, las faltas de que se le acusaba.—Las reconvenciones do Pintos lo desarmaron; peroá los pocos dias, creyendo que la sangre de su amigo seria mas eficaz para acallar la voz del es- cándalo, que las otras penas que le había impuesto , resuelve sacrificarlo, y el mismo- se lo anuncia en el momento en que comían juntos en una mesa y en la mas cordial amis- tad.—Pintos escuchó la voz de Oribe que le de ia—Compadre voy á hacerlo fusilar para que no digan que protejo el contra- bando y solo persigo infelices, y no la creía el desgraciado. —Salió del alojamiento y de la mesa de Oribe con la orden do prepararse á morir, y dudaba todavía. — Esta «luda solo debió desvanecérsele al caer en el sepulcro.—Nosotros hemos dormi- do, muchos años después, con D. Manuel Oribe bajo el mismo techo de la casa de Pintos. Oribe recordó á su víctima, y sin embargo, durmió tranquilo. Tan conocido como el de Pintos es el episodio de la di- solución de la Sala de Representantes de la Provincia el año de 1827 en la villa de Canelones.— Kl Gobernador Lavalleja habia resuelto aquel golpe de estado; I). Manuel Oribe prome- tió que no lo sostendría, y sin miramiento á su compromiso aceptó solícitamente el encargo de concurrir, como concurrió, á la ejecución de aquel atentado. £). Manuel Oribe que ha profesado siempre rencor brutal contra el General Rivera, el rencor (pie nutren las al- mas inferiores, admitió con entusiasmo, en Marzo de 1828, la comisión de perseguirlo y lo persiguió á muerte. Pero todos sus esfuerzos fueron inútiles para destruir al puñado de Orien- tales que seguían al general Rivera, y á que se agregaron des- pués algunas de las mismas fuerzas que se dirigían contra él.-— Oribe estaba en manos de su adversario, pero este prefirió vengarse de todos sus detractores, hiriendo al enemigo común. Pasó el Ibicuy y venció en Misiones.— Este suceso espléndido que apresuró la paz del Brasil, y es uno de los hechos mas im- portantes y gloriosos de las armas Orientales, llenó el alma do Oribe de negra y devorante envidia, se sintió humillado.—El General Rivera esperó de su brillante proeza otro resultado, y en consecuencia comunicó á Oribe el suceso de las armas de la Patria» pidiéndole prestase auxilio á los chasques que llevaban con el parte oficial de la victoria, los homenajes de su respeto y obediencia al Gobierno Nacional. No saben.»>s con (pie palabras narrar loque hizo Oribe: rasgó los oficios y mandó fusilar á los conductores.—Este es( CXXX ) el hecho.—Consta de muchas publicaciones de la época: cita- remos entre ellas los números ¿3, 28 y 30 del Tiempo periódico publicado en Buenos Aires en 1828. Tenemos en nuestro poder la lista autógrafa de los que componían la pequeña división que venció en Misiones á las órdenes del General Rivera. — En ella están anotados los nom- bres de los soldados fusilados por Oribe—son los siguientes. Juan Tomas Sosa, natural de Entrc-Rios.—Tomas Baca, Oriental.—Encarnación Parraguirre, natural de Buenos Ai- res.—Modesto Lugo, Oriental.—Manuel González, Oriental. Terminada la guerra del Brasil por la independencia de nuestro pais, el General Rivera ocupó la posición superior que le estaba destinada, mientras que Oribe simple Coronel, hubo de confundirse en la oposición á la primera Presidencia. Sus pasiones son violentísimas y se hizo uno de los mas exa- gerados opositores; en ese carácter contrajo con Correa Mo- rales, agente de Rosas, la amistad que hemos indicado en otra parte (nota 100.) Estuvo en todas las confidencias de los revolucionarios de 1832 hasta el último momento; era su espada una de las pri- meras que debian desembainarse contra el Gobierno Consti- tucional; pero al trabarse la lucha comprendió que sus amigos se perdían y la volvió contra ellos, sorprendiendo asi á todos los partidos.—De ahí nace la enemistad que existió desde en- tonces'entre Lavallcjay Oribe, y de que necesitaremos hablar mas adelante. Si estos sucesos no fueran tan conocidos, los probaríamos de un modo irrecusable. (130) D. Manuel Oribe era simple Coronel al presentar- ai General Rivera para defender las instituciones. La administración del General Rivera le acordó por de- creto de 14 de Agosto de 1832 el empleo de Coronel mayor de los Ejércitos de la República. Por decreto de 18 de Setiembre del mismo año el de Ge- fc del E. M. G. y Comandante General de Armas de este De- partamento. Por decreto de 9 de Octubre de 1833, el de Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina. Por decreto de 26 de Febrero de 1835 el de Brigadier General. (110) Este es un hecho que no puede negar don 3IanueI Oribe, pero no intentamos disminuir con él, ni en un ápice, la legalidad de su elección: ella fue incuestionablemente legal, como hija de influencias legitimas , que no se separaron del terreno de la Constitución. ( CXXXI ) pero D. Manuel Oribe se verá forzado á convenir con nosotros, en la necesidad de dar á Rosas una solemne y for- mal desmentida. Rosas le ha negado, oficialmente, al partirlo político representado por el general Rivera, desde su origen hasta nuestros días, toda clase de poder nacional,de influencia legitima: ha asegurado formalmente, que esc partido no ha re- piesentado jamas la opinión nacional, que ésta opinión loba rechazado constantemente. Si Rosas dijera verdad en esto, la elección de D. Manuel Oribe seria tan ilegitima como id- partido que la hizo; y este Sr. no habría sitio Presidente Le gal de la República, ni un solo dia: su titulo estaba viciado originariamente. Si por el contrarío, don Manuel Oribe se decide á des- mentirá Rosas, paiM poder mantener siquiera la legitimidad . Senadores. D. Julián Alvarcz, D. Miguel Barreiro, D. Francisco Llambi, I). Lorenzo Justiniano Pérez, D. Javier G. de Zuñiga. Representantes.—\y. Joaquín Suarez, I). Vicente Saenz, D. Antonino D. Costa, I). José Ellauri, D. Felipe Gabriel Picdracueva, D. Basilio A. Pinilla, D. Simón de la Torre, D. Víctor Barrios I). Manuel Lagos, D.Juan P- Ramírez, D. Juan Susbiela, D.Benito Chain, D. Pedro Antonio de la Ser- na, D. Francisco Antonino Vidal, D. Joaquín Sagra y Períz, D. Ramón Artagaveitia. D. Juan M. Pérez, D. Manuel Basi- lio Bustamante, D. Alejandro Chucarro, D. Francisco G. Cor- tina, D. José Vidal, D. Pedro Campos, D. Ramón Márquez, D. Roque Graseras, D. Gregorio Vega, D. Matias Barrios, D. Francisco Haedo, D. Ramón Masini, D. Vicente Vázquez. Varios de estos señores han muerto.—Algunos transfugas se encuentran hoy al lado de la nueva bandera de D. Manuel Oribe, pero la mayoría de estos electores, fiel á los principios políticos que ha profesado, se encuentra aun en estos momen- tos, sosteniéndolos, y con ellos la independencia de la Repú- blica en la lucha actual. D.Manuel Oribe afecta desconocer á los que representando legítimamente á la nación lo eleva- ron á Ja Presidencia, y haciendo uso de lo que ha aprendido en Buenos Aires, les llama inmundos salvajes unitarios! (141) Como Rosas parece que no es enteramente de nuestra opinión en este punto, transcribimos las siguientes li- neas, escritas por f?. Antonio Diaz que espresó en aquella ocasión el sentimiento publico. Dice asi:— " Las Poten- " cias signatarias de la Convención Preliminar de Paz, se " impusieron por el articulo 10 el deber de proteger nuestra " infancia politica,y se arrogaron con este motivo el derecho " de intervenir y mesclarse en nuestros negocios domésticos, " por el termino de cinco años contados desde la jura de la " Constitución. Este termino acaba el 18 del presente mes de Julio, y quedamos libres de esa protección generosa, pero " depresiva que nuestros autores quisieron concedernos.— " Ella en nada afectaba nuestra independencia; sin embargo, " la protección que se ofrece, ó se recibe, por desinteresada " que sea, humilla al protegido. No hemos reclamado esa pro- " tección, apesar de habernos encontrado en el caso pre- " visto. Nos hemos bastado á nosotros mismos, hemos sabi- " do constituirnos de un modo acomodado á nuestros intere- " sesy necesidades, combatir la anarquía y conservar las ins- ( CXXXII1 ) .. (¡tuciones; y al ver fenecido el termino de esa protección, ,. recordaremos con orgullo que nos ha sido innecesaria. " (Num. 1,750 del Universal de 16 de Julio—1835.) (142) La prueba de hechos de esta naturaleza es poco menos que imposible, y es necesario referirse á la notoriedad de los hechos. Pero, por una rarísima casualidad, está en nuestro poder autógrafa la contestación que dió D. Gervacio Rosas á una de las personas encargadas de esas diligencias. Tomamos de estacaría, con la debida autorización, los siguientes periodos: " La estimada carta de V. de 7 del presente ha llegado a '• mi poder; V espresa en ella desea (para satisfacer á un " amigo) investigar la disposición de este Gobierno etc. " Diré pues que sin duda el sucesor del Sr. Maza será • instruido de los buenos deseos, que animan al Sr. Oribe, " asi me lo han prometido, agregando, que por parte de nues- ," tro Estado se na cuidado conservar siempre las relaciones '• de amistad y buena armonía, apesar de las heridas ofensivas '• con que se ha ultrajado el honor Argentino.-—Todo esto ■ nada vale si quieren entenderse, pero hoy que se espera de " de un dia a otro un cambif político, nada puede hacerse, " lo hará el nuevo gobernante, y estoy autorizado para creer " que este negocio terminaráfelizmente. " Esta carta está fechada en Buenos Aires á 10 de Marzo de 1835;—y esta fecha debe llamar la atención.—En los mis- mos dias en que se daban estos pasos cerca de Rosas, y en que sus hermanos estaban autorizados para anunciar la marcha futura del pais, son los mismos en que Rosas representaba la farsa de despojarse de todos sus títulos y rechazaba con de- cisión,-que llamaba irrevocable, toda participación en el Go- bierno de su pais.—La ley que eligió á Rosas Gobernador con la suma del poder público, es de 7 de Abril siguiente. (143) Registro Nacional, tomo 9, número 4, páeinas 242 y 244. r 6 (144) D. Manuel Oribe participaba entonces de la satis- facción con que recibió la administración del General Rive- ra la iniciativa de S. M. B.; y espresando este sentimiento fir- mo los renglones que van leerse— " El Gobierno ha tenido la satisfacción particular de ver- se invitado á celebrar un tratado de paz, de comercio y na- " M^RC'°n ' °n que actuanc'0 de una P»*te el gabinete de S. M- B., es fácil conocer si es en concepto de que el Estado Ur'ental del Uruguay puede ser todavía un pais mediatizado 19( CXXXIV ) " en la opinión de las Potencias que tienen el mejor orden m. " ra juzgar de su actual categoría, " (Mensage de 15 de Fe brerode 1835.—Está firmado por los Sres. D. Cárlos Anava, José Maria Reyes y Manuel.Oribe—Núm. 1634 del Univer- sal.) (145) Véase nuestro capitulo 3. ° (146) Nota del Ministro Arana fecha 14 de Diciembre de 1836.—-Núm. 1,883 del Universal de 22 del mismo. (147) Nos referimos, con plena seguridad, á la colección del Moderador que se compone de 35 números y un suple- mento. En cuanto al Nacional hacemos igual referencia, agre gando las siguientes líneas que el mismo publicó al abrir su impugnación al Acuerdo de 24 de Diciembre. " Conducidos por un sentimiento de benevolencia hacia •* la República Argentina, habíamos hecho estudio de alejar " espresamente de nuestros discursos toda cuestión relativa a " los actos y á la politica, aun internacional, del Gobierno de " Buenos Ayres, cuyos principios no podian estar en armonía " con los nuestros ; conducidos, decimos, por nuestra bene " volencia, porque ninguna otra consideración nos hubiera " detenido, sino el presentimiento de que nuestros escritos " lejos de beneficiar, perjudicarían á los Argentinos por cuya " suerte no podemos idejar de sentir el interés mas positivo: " por consecuencia de aquel sistema es el Nacional tal vez el " solo de nuestros periódicos á quien en nada tocan las conmi- " naciones y con quien mas se conforma el objeto presumible " del acuerdo del Gobierno de 24 del presente : nada tendria- " mos que alterar en nuestra marcha, si hubiésemos de re- " ferírnos á los deseos que suponemos en la autoridad, de que " se guarde un profundo silencio respecto de la administra- " cion de Buenos Aires. "—(Número 222 del Nacional de 30 de Diciembre de 1835.) (148) Artículo 141 de la Constitución de la República (149) Artículo 148 de la Constitución. (150) Artículo 152 de la Constitución. , (151) Artículo 149 de la Constitución. (152) Artículo 147 déla Constitución. (153) Artículo 136 de la Constitución. ( CXXXV ) (154) La historia de este suceso se encuantra en el su- plemento al número 35 del Moderador. Este documento fue reproducido por el Nacional en sus números 228 y 229 de 8 y je 9 de Enero de 1836, (155) El Independiente y el Nacional. (156) Esta apariencia de invasión alarmó sériamente á Oribe, y tanto que la hizo objeto de una reclamación oficial, (¡ue sp publicó en el mismo número del Univetsalen que se encuentra la del Gobierno de Buenos Aires contra la libertad de Imprenta.—Véase el numero 1883 de ese periódico de 22 de Diciembre de 1835. (157) Rosas ha acusado al General Rivera de que pro- movió la insun-eccion del Rio Grande: algunos hombres pú- blicos del Brasil, olvidados de la historia de su mismo pais, han prestado oido y han repetido, indiscretamente, esta ca- lumniosa inculpación. Es difícil que nadie, que no haya sido, como los que vivi- mos en estos países, victima del sistema de decepción de Ro- sas, pueda comprender toda la perfidia, la hipocresía, la in- moralidad, que él encierra; la frente inmoble, serena, tranqui- la, con que ese hombre cambia y prostituye, en voz alta y reposada, á la luz del dia, en presencia de todos, la verdad de los hechos, la verdad de los principios, sin acobardarse jamas, t9 una cosa que, á veces, desconcierta á muchos de nosotros mismos. Indicaremos la posición relativa de Rosas y del General Rivera al pronunciarse la insurrección del Rio Grande en 1835. Laque estalló en nuestro pais en 1832 contra la autori- dad Constitucional del General Rivera, batida en nuestro territorio encontró amparo y protección decidida,—en Bue- nos Ayres en D. Juan Manuel Rosas, como lo hemos demos- trado, y en Rio Grande en el coronel Bentos Gonsalves da lIva' a 'a sazón Comandante de la Fronterajdel Yaguaron, y en otras autoridades locales ligadas intimamente a aquel gefe Hue lo fué de la insurrección contra el Imperio en 1835. Las órdenes que el gabinete imperial expedía para que cesase aquella protección contraria á los compromisos del Im- Peno, y á sus mas estrictos deberes, no eran ejecutadas.—Solo AI-L C' ^residente Gal rao, recientemente Ministro de S. - ( CXXXVII ) m bunio ni comprometerse personalmente V. S. contrayendo " obligaciones sobre ninguno de los objetos de esta conferencia, •> y en el caso que se exigiera a V. S. un compromiso formal " debe escusarse con la dignidad nacional que no permite al i Gobierno tratar sino con el Gefe Supremo del Imperio y que " no es este el modo reconocido entre las naciones de celebrar " pacto alguno. " Tenemos en nuestro poder este documento de puño y le- tra del Ministro Llambi; y'respecto á las miras del General Rivera que manifestamos, y á la severa verdad de los hechos que hemos relatado, apelamos á los documentos públicos coe- táneos y á los recuerdos del Sr. Mariscal Barreto y de todos los Brasileros que intervinieron en esos negocios. La insurrección estalló al fin, y, como era de esperarse, los mas ardientes enemigos del General Rivera que aun se halla- ban emigrados, se presentaron en armas incorporados á las fi- las de la revolución.—Sangre suya fué la primera que corrió contra el Imperio en la Provincia del Rio Grande.—La noti- cia de este suceso está inserta en el número 1817 del Univer- sal de 6 de Otubre de 1835. Esa insurrección vino á ser un nuevo tópico de divergencia entre el Presidente Oribe, coloca- do ya bajo la influencia'de Rosas, y el General Rivera. El General Rivera como Comandante General de Cam- paña había obedecido siempre las ordenes del gobierno de Oribe, según vá á verse confesado por ese mismo gobierno;— pero Oribe no podia confiarle su secreto ni prometerse su coo- peración á una política desleal y que envolvíala ruina déla política que representaba el general y sus amigos. Asi sucedió que apenas recibió la noticia de la revolución se trasladó á la frontera con el Ministro Llambi, declarando pa- ra hacer mas soportable este agravio al General Rivera,gwe iba a ponerse de acuerdo con él sobre las medidas necesarias para preservar el pais y mantener su neutralidad. Oribe y Rivera se vieron en el Cerro Largo, y parecían sus alojamientos dos campos rivales: allí estaban materializa- das, digamos asi, las simpatías y los principios de que eran representantes.—-Al lado de Rivera estaban Silva Tavares, Calderón y otros legalistas; con Oribe, Ismael Soarez y varios otros revolucionarios. Las conferencias fueron detenidas: Rivera sostuvo con respetuosa energía, la conveniencia de no favorecer una in- surrección injustificable, gemela de la que acababa de despe- dazarnos, ligada con ella y ramificada en Buenos Aires cuyo Gobierno intentaba influir en nuestros negocios por medio de '°s anarquistas que protejia. El General Rivera tocaba rec- ámente la cuestión; Oribe la eludía unas veces, otras hablaba( CXXXVIII ) con calor de las simpatías naturales por una revolución repu- hlicana......todo advenimiento era imposible entre esos dos gefes:—entonces el General Rivera cerró solemnemente la conferencia, declarando que, en su opinión, el Gobierno sacrificaba los principios del órden legal y equivocaba los intereses del pais. pero que él llenaría su puesto obedecién- dole como debia. Al otro díase separaron, y Oribe se trasladó á la villa de S. Servando, que esta colocada en la margen del Yagua ron frente á villa brasilera del Cerrito situada en la margen opu- esta, como á una legua de distancia. Bentos Gonzalvez mudó en esos dias su Cuartel General ;i la villa del Cerrito, y Oribe envió á felicitarlo inmediatamen- te. Esto sucedió al entrar Noviembre de 1835, el mismo dia en que Bentos Gonzalvcz hizo su entrada en aquella villa. Me- diaron esplicaciones directas entre los dos gefes, y todo esta- ba concluido. Nuestro Gobierno quedó decididamente en los intereses de la revolución. Entre el viage del Presidente Oribe á la frontera y su arribo á ella, llegó á esta capital una nota de Bentos Gonzal- vez, que un suceso posterior de la guerra puso en nuestras manos original, y la copiamos á continuación porque ella con- firma todo lo que hemos dicho respecto ¡i la posición relativa del General Rivera. Dice asi:— Com dactade quinze do corrente me derigí á Vossa Ex- cellencia, communicándolhe os acontecimentos da capital,ó demais pontos desta Provincia, desde o dia vinte do próximo passado mez, athé á quella dacta, á fin d' afastar de Vossa Ex- celencia qualquer receio, ou alarme que podesse ter'occaziona- do ó repentino, é geral armamento dos Rio Grandenses, o pelo manifestó, e mais documentos relativos, que na mesmaocca- ziaó Ihe remettí, deveria Vossa Excellencia ficar informado de que os filhos do Rio Grande enpunhando as ármas naó se pro- poseraó a otro fim do que salvar a Patria do abismo de males em que se precepitaba pela inepta, e ante-nascional admenis- tragaó do Senhor Doutor Antonio Rodríguez Fernandez Bra- ga; assim como das rasoés que me abrigáraó a por-me á fren- te de meus concidadaós. Tenho agora agrata saptisfacao d annunciar á Vossa Excellencia a total dispersaó dos facciosos, na Cidade de Pelotas, Rio Grande, e Villa de Sao José do Norte obtida pelas forgas de meu mando, logrando escapar- se para esse Estado o traidor, e sanguinario Silva Tavares, com oitodos mas compromettidos, resultando disso a completa pacificagao desta Provincia, sob o Gobernó do Excellentissi- mo Senhor Doutor Marciano Pereira Ribeiro, o quál foi ( CXXXIX ) formalmente reconheeido no dia vinte i hum do corren- te pelas Cámaras Municipáes de ditas cidádes , e vi- lla, únicos pontos que ocupava á faccaó sustentadora do Governo intruso do Doutor Braga , cuya aucthoridá- de caducou de facto, e de díreito no dia vinte i hum do passa- do mez, dia em que a Cámara da Capital deu poce conforme a Ley ao actual Vice Presidente ; accrescentarei mais que no dia vinte i trez do corrente, ó Doutor Braga que de alguns dias* se achava a bordo d'huma das erqbarcaeiónes surtas Ra barra, dio á vella com directo ao Norte, completando com asua fuga a tranquilidade da Provincia. ( onstame agora que ó referido Silva Tavares depois d' emigrado para esse Estado, a presentou-se no dia dezanove, ou vinte ao Senhor Coronel Servando Gómez, commandante dá Fronteira Jaguaraó» e que logodepuis repassou para cá com alguns homens de seu sé- quito, alardiando que em breve teria forgas dessa parte para invadirnos, e hostilizar-nos : fosse como fosse : estas ameagas, as correspondencias, e nestas circunstancias suspeitozas do Marechal Barreto, com o Senhor Fructuoso Rivera, e os inovimentos que se tem observado de grupos armados por esse ládo, tem chamado á attengaó dos habitantes des- ta Fronteira aos quáés me tenho derijido, assigurando-les a ninhuma ¡ntervengaó directa, ou indirecta das Autho- ridádes dá República Oriental na presente questaó i que ao mesmo tempo ja tinha mandado forgas para ese ponto afín de po-los a coberto de cualquer tentativa dos anarchistas: como porem o senhor commandante da fronteira lemitrophe naó deixa regressar, os brasileiros que residentes na nossa linha tomárao parte nos movimentos de vinte de Septembro, i virao-se no principio o brigados a procurar siguranga nesse Estado para salvarem-se da sanha do immoral Silva Tabares, en cuanto que permitte aos nossos innemigos, fácil transito para a nossa fronteira, o que indica huma particular protec- fiao contraria ao espirito de neutralidade de que deve estar possuido; le officíei nestadacta reclamando en nomo do Gober- nó a que tenho a honra de pertenecí' ó regresso delles, espero ae vossa Exelencia que tomando em consideragaó a justiga de rninha reclamagao, dé positivas ordens a este respeito Os niovimentos observados, sendo por forzas desse Estado como eu suponho, naó mé admiraó, pois que nao me hé descon- necido que toda a vez que hum Estado se acha em crises, i commogao, os Estados visinhos langao sobre elles suas vistas inquietas, s tomao medidas de precaugaó athé que volte a to "lar andamento regular, i pacifico: a vista disso confio que o ^ustrado Gobernó Oriental, huma vez certificado da pacifica- Sao desta provincia suspenderá cualquer medida que tenha to( CXL ) mado cu consequencia dos movimentos de vinte de Septembro. Dezejando tranquillizar exuberantemente a vossa Excelencia Sobre este negocio, e submenistrar-lhe todos os esclarecimen- tos possiveis, o portador do presente quesera o cidadao José Carlos Pinto, pessoa de minha confianga acompanhada pelo capitao Manoel Joaquim de Oliveira, vai por mim cncarrega- do de apresentar-se a vossa Excelencia, e por elle conhecerá os ineos vivos dezejos de conservar a melhor inteligencia é boa armonía com esse G^verno, consultando o bem estar de" am- bos os Estados. Aproveito esta occaziao de assigurar a profunda estima e particular amizade que consagro a V. E. aquem Dios guarde por muitos annos Cidadedo Rio Grande 25 de Octubre de 1835. lllmo. Exino. Sr. General D. Manuel Oribe Presidente do Estado Oriental. O Corel. Bentos Glz. da Silva. El Vice-Presidente de la República ü. Carlos Anaya que recivió esta nota en ausencia de Oribe, tubo largas y reserva- das esplicaciones con su conductor José Carlos Pinto, y con- testó á Bentos Gonzalvez satisfaciendo su reclamación. La nota de Anaya concluye con los siguientes periodos. " El Sr. Mariscal Barreto tampoco ha podido procurar " otra clase de protección en este Estado, que complique los " principios del gobierno, pues al emigrar á los Cantones de " Tacuarembó, ha encontrado terminantes órdenes coinuni- " cadas por el Comandante General Rivera, como encargado " de la seguridad del territorio, y de las medidas que deben " garantir las resoluciones del gobierno; ¿ni como podía espe- " rarse semejante contradicción en una república en que todo " está subordinado á la voz de la autoridad suprema, coloca- " da al frente de los negocios públicos, donde ni las pasiones " del agravio personal, ni las amistades mas estrechas, ni la " gratitud misma, abrigan otros sentimientos que los de la au- " toridad legal, que hace y manda ejecutar con arreglo á las " leyes? Hablo al Sr. coronel Bentos Gonzalves en este - lenguage claro y franco, por si algún escrúpulo le quedare, " respecto al general Rivera, que ya por propia convicccion, ya por subordinarla algefe de la República, sabe cumplir los " deberes que le prescribe su empleo en el recinto de las atribu- " dones que le están marcadas por la ley y por el gobierno. Fi- " nalmente la permanencia de S. E. el Sr. Presidente Propie- " tario de este Estado ha sido en la provincia limítrofe del " Imperio del Brasil, por solos los dias precisos á sistemar los " principios de neutralidad de acuerdo con el Sr. Comandan- ( CXLI ) •• te General de Campaña y en este tiempo aunque coi to, el u Sr. Coronel Bentos González no dudo habrá tenido prue- < has suficicntemetc justificadas de la conducta honorable con • • que aquel Magistrado se ha versado en rigorosa consecuencia •• con aquellos conceptos y con una política digna de su • • elevación. " Esta nota es de fecha \h de Noviembre de 1835 y tenemos ¡m nuestro poder una cópia autorizada de puño v letra del mis- mo Sr. D. Carlos Anaya., que no tendremos" dificultad en exhibir. Esta vez, como se observa en los anteriores documentos, no creyó la administración de Oribe comprometida su dignidad explicándose de iguala igual con un gefe militar hasta entonces sin carácter definido. La posición relativa de nuestros partidos acerca de les •gocios del Brasil y Ja parte que sus principios y compromisos le señalaban en ellos, se pusieron en completa evidencia, de manera que no qudaba asidero á duda ni disfraz de ningún géne- ro, por medio de la prensa. Mientras que periódicos que estaban bajo la inmediata «Mllucncia déla facción en que se apoyaba Oribe, «balaban ar- diente entusiasmo por la revolución del Rio Grande y sostenían -desacordadamente á nuestro entender—el establecimiento de la forma republicana en el Brasil. El Nacional que era, co- mo ya hemos dicho, el órgano mas carácteriza|do del' partido del General Rivera, sostubo los principios conservadores y los intereses de orden que profesaba este partido y combatió, leal- MBto, hasta su último número, en su defensa, aplicándolos á ■ - negocios del Brasil.—Para que no quede sobre esto la mínima duda basta leer los artículos editoriales del Nacional de lfi de Octubre, 17 y 18 de Noviembre de 1S3Ó. (]5S) Se encuentra en el número 1,949 del Universal. (159) Sesión de la Cámara de Diputados publicada en los Harneros, 286 y 287 del Nacional. (160) Se encuentra en el núm. 1,950 del Universal. (101) « u ea C| num 4 i)80 de (102) La Asamblea se sometió silenciosamente, y la ley fW UMa v otado quedo sin ejecutarse. («•) Como en el solemne Mensaje presentado por el Co- cino clel General Oribe á la Asamblea General, fué acusado el cont'r°hAÍ"iQÜE K£DACTABA Er< autor de estos Apuntes, de haber nmuido a fomentar la anarquía, pedimos licencia para :>0( CXLII ) consignar aquí, en presencia de los contemporáneos que pueden desmentirnos, que no entramos, ni indirectamente, en ningnn plan que tubiera por medio un movimiento militar;—que notu. bimos ni ocasión dé sospechar que en tal medio se plisase;-. que solo adquirimos conocimiento del movimiento dlspuesm ejecutado—y que entonces U desaprobamos mas r,i conde» mos, privada y publicamente. De esto dan acabado l"sf¡mooio los artículos que escribimos en ese mismo Nacion al, bajo nues- tro propio nombre, los dias 10 y 20 de Julio de 1830. Debemos agregar,—por que es verdad, y tal vez verdad provechosa,---que los Sí es. D. Santiago Vázquez y D. Lucas Jo- sé Obes, á quienes f uimos a pedir razón de lo que pasaba el día mismo en que supimos del movimiento, nos manifestaron quí- solo habían sido instruidos 24 horas antes por el Coronel Osono y que reprobaban, decididamente, lo que se había hecho:— Órire, me dijeron, ha conseguido su objeto; i.o ha prf. despo- jos mortales,—'' Oribe ha hecho hacer una revolución i bu DEVOLUCION PIERDE AL PAtS. Ya NO ESPERE V. TAN JÓ VEN COMO fc. MAS QUE ANARQUIA, DESPOTISMO. . . . QUIZÁ, LA DOMINACION ARJIW- riNA—Estas eran sus palabras, bien lo sabe Dios ! Oribe que quería aniquilar un partido, cerró el oidoá la verdad: elijió sus víctimas á pretesto de la revolución y las víc- timas, huyendo el sacrilicio, aceptaron el combate ch el único, terreno que les quedaba:—el terreno de la resistencia arauril (104-) Se encuentra en el núm. 2,050 del Universal. (165) »« *e en el núm. citado en la anterior. .100) " . re ( CXL1II ) lit deOlazabal y muchos otros.-En Mercedes, los señores Co- roaelesD. José Otabarria, D. Isidoro Suarcz, D. Aniceto Vega v otros. —En Paysandú, el señor Coronel I). Pedro José Diaz, j,0y prisionero de Rosas--En la Colonia, el señor General D. Ignacio Alvarez de Tomás, á quién Oribe desterró al Janeiro por instigación de Rosas.—Los otros (Jefes que hemos nombra- do permanecieron en el pais y en la posición que hemos señala- do hasta después del término de la Presidencia de Oribe. Los pocos que tomaron parte en la guerra civil hemos aíir- uiado que lo hicieron en uno ú otro partido. El General Lavalle y algunos otros estaban al lado del Ge- neral Rivera:--en el partido opuesto se enn olaron el Brigadier General D. Miguel Estanislao Soler que fué entonces Gefe del E, M. G. de Oribe y Gefe de las Armas en Montevideo; el señor Carene! D« Indalecio Cbenaut, boy Gefe del E. M. del Ejército Libertador Correntino y otros. (172) El parte oficial de D. Vicente Nubel, Gefe de Oribe, qne confirma ese hecho, se encuentra en el núm. 2,082 del Universal. (173) El detall del suceso, según el vencedor, se registra en el núm. 2,104 del Universal. (174) La división que vendió Raña se componía de 000 soldados de caballería, 150 infantes y una pieza de artillería. Vide núm. 2,119 del Universal. (175) Gaceta de Rueños Ayresde 2 de Enero de 1S37. (176) Se encuentra en el núm. 2.302 del U.mversat. (177) '« ** en el núm. citado en la anterior. O78) " . " en los núms. 2,358 y 2359 del mismo. (170) « «< en el núm. 2,303 del mismo. ¡180) El escrito era una refutación de várias aserciones favorables al sistema tle Rosas que contenía un libro Publicado °u üll(,".?s vvres- Y fil periódico llevaba por título " Otro Dia- r.io "-—El autor de estos Apuntes lo era de ambas publicaciones. J la Imprenta en que las hacía fué secuestrada, segunda ve/, por orden del Cobierno. (181) Se encuentra en el núm. 2,418 del Universal. (182) El parte de Oribe se encuentra en el núm 2,428 del mismo. 183) Se encuentra en el núm. 2,481 del mismo. " " en el núm. citado en la anterior. V1S5) El parte detallado de Oribe en el núm. 2,457 del ^Mvlrsal. (186) La noticia del suceso en el núm. 2,454 del mismo,( CXLIV ) (187) Se encuentra en el mím. 2,472 del mismo. (188) " ** en el núm. 2,477 del mismo. (189) te " en el níim. 2,479 del mismo. (190) Esto de primera invasión muestra con cuanta pre- caución deben leerse siempre los documentos de Rosas.-Como se ha visto del simple relato de los sucesos, lo que se llama primera invasión, es una revolución verificada dentro di i país. (191) Gaceta de Buenos Ayres de 2 de Enero de 1838. (192) El General Lavalleja no obtuvo, basta los último? conflictos, mando alguno importante. Oribe lo tenía según sus - propias palabras, haciendo oficio de sargento de partida. (193) Se encuentra en el núm. 2,/i98 del Universal. (19-i) " " en el níun. 2,630 del misino. (195) " " en el nüm. 2,031 del mismo. (190) •• Post-data por un Argentino A la carta de un Caba- llero Ingles dirijida al muy honorable Conde de Aberdecn."- Nacjonal de 23, 2A y 25 de Julio de 18AA. (197) Se encuentra en el núm. 2,032 del Universal. (198) «« «« en el núm. 2,088 del mismo. (199) Todo cuanto acabamos de decir se encontrará jus- tificado por las siguientes cartas que conservamos originales. "Sr. D. José .María Palacios.—Montevideo Julio 9 de 18t& -Mi apreciado amigo.-La Asamblea se ha reunido y ha preve- nido al Gobierno que nombre una Comisión para arreglar con Rivera, eJ modo que cose la guerra. Pasado mañana saldrá m Comisión, y del resultado se le «visará á Vd. Es uccesario pM en consecuencia de esto, que V. sostenga ese punto y esté n cuanto le prevenga el Ifmisterio en su nota. Sin mas se l*pi* de V. su amigo.—Manuel Oribe. " " Sr. I). José María Palacios.—Montevideo Julio 9 de 1838. —Estimado amigo:—Tengo ft la vista su aprcciablc de 8 del corriente, y en mérito de lo que en ella me manifiesta debo decirle, que la situación del pais es la queV. debe conocer por la nota oficial que le acompaño para que Vd. haga uso de ew como corresponde; por separado solo diré que sea cual sea la si- tuación azarosa en que nos encontramos, la autoridad legal M puede ni debe descender sino de un modo digno y decore»; el Gobierno así lo hará. . «« Creo que Medina no se negará á la suspensión que propone, pero si así no fuese y no quisiese esperar Ala transi- ción que se inicia, debe V. defenderse dignamente, y por ww» ( CXLV ) obrar sogun las instrucciones que ya tiene: nada de dejarles ele- mentos de guerra en un caso de adversidad, todo reembarcarlo ,'. inutiliza1* los cañones; si por el contrario se acomodasen y hu- biese una convención de paz, se cumplirá en todas sus partes por nosotros. '•Remito á V. dos mil cartuchos de fusil á bala. «A Donati le recomiendo laseguridad del buque. ■'l)c V. affnio. amigo Q. B. S. M.—Pedro Lenguas." «Montevideo Julio 22 de 1838.—QueridoGarson:—Es- tamos con Fortunato Silva y con /|00 hombres al frente, pero no pa-an de dia del Cerrito, y de noche se retiran basta Toledo. " Hoy no han parecido á la vista, pero esta tarde se hará H ntir alguna partida. *' Turreyro. él Cefe Político de Canelones, él en persona los salió á recibir fuera de la población de dicho pueblo, ; qué tal ? •'En otra ja le avisaba á V. de lo ocurrido en la Colonia, pero todos han salido y solo han dejado la Policía en el pueblo. " Por hoy esperamos la Rosa y veremos que nos trae. "De la Comisión, sabemos se hallaba hace cuatro diasen el Dnrauio, y dicen que Rivera les había avisado que lo espera- sen para venir con él hasta Canelones.—Su amigo.—Francisco La-Sala." '* Sr. D. Pedro José Sierra.—Sandú Julio 2h de JS38.— inutdo mió:—Por Berdun supe que V. ha llegado de afue- ra. Aquí estamos sitiados lo mismo 6 peor que los Godos, á rera lo tenemos al frente con 800 hombres, pero no lo mue- ve ni el carro de la basura; el pueblo está en continua alarma; nía* de las dos terceras partes de las casas están destruidas ó nadas, y por este orden vá todo; la pobreza nos devora, los Bojdadot no vén medio, y la carne no ts muy de sobra; las es- tancias de los partidarios del Gobierno van de capa caida, todo anuncia un porvenir desastroso. '■Mil espresiones á la faindia, y V. reciba las de su ami- - que lo estima.—Ma.ncel Lavalleja." Sr. I). Juan Ardíanos.—Montevideo Febrero 28 de 1838. —Oliendo amigo:—Ale he alegrado mucho de recibir su carta, y uia> todavía de saber de su buen viaje y que está gozando del porque nosotros suspiramos sin conseguir alcanzarlo. Nitstra situación se complica, á mi juicio, cada vez mas, yes-*( CXLVI ) toy temiendo el momento en que hemos de quedar impotentes, ya por hacer la paz, ya por hacer la guerra. "Nuestra política hoy nadie la entiende por que es esclusfoi del Presiden te. Todos preguntan que hay ? ¿Que Be hace ?< nadie sabe dar razón. Observamos sin embargo que est i mu- quina se mueve, ya hacía á la guerra, ya asía Ja paz. como si fuese impulsada por dos potencias igualmente poderosas pero opuestas; lo que resultará de tantos retrocesos y vacilaciones nadie puede adivinarlo, mas se puede creer que no será nada bueno. Tenemos á Fortunato Silva al frente con 400 ó 600 hombres. Yn\d. sabrá que Palacios y Turreiros se pasaron ai enemigo y que todo el pais (ecepto esto y Paysandú) es de él Sin embargo Leonardo Olivera ha hecho en Maldonado una reunión, sobre el número se habla con variación, Lnosdieen que pasan de i .000 otros que DO llegan. Saura está para llegar y de San losé hay poca esperanza. Muñoz dicen que tiene al- gunos en (Ierro Largo, y Velez en el departamento de So- riano anda errante con unos pocos. D. Juan María regresó del Durazno sin haber hablado á Frutos, por que éste contestó SSC marchase la (¡omisión hasta Paysandú. en cuyas inmediaciones está, y en lugar de él ha ido 1). Pedro Pablo Sierra el asentista déla plaza de toros. Su viage ha sido emprendido directamen- te á Paysandú por mar y se teme que su aparición repentina en aquel punto aumente los conflictos, y dé la señal de la desmora- lización. No sabemos que pensar de todo esto, pero creemos que nos perdemos,que no hay elemento que baste sin que haya quien haga á ^u tiempo y prudentemente uso oportuno de él. Quiera Dios que me equivoque, pero soy tan infeliz que ni para consolar- me puedo pensar que me equivoco. Sobre los auxilios que nos ofrecen de ahí vea V. loque le digo al General Soler, pero ten- ga cuidado con mis cartas, no por mí sinó por los interesesclt mi familia por que todo se escribe de allá y lo saben. He escrito mucho y no puedo ser mas largo, bien que tampoco hay nada que añadir á lo que le he dicho, sinó que soy sienqire su afeetisí- mo amigo que S. M. B.—Francisco Rivaróla. " " Sr. General D. Miguel EstanisladoSoler.— Montevideo Julio 28 de 1888.—Distinguido General.—Me ha COmplackfH infinitó saber por su estimable del 23, de su feh» arribo á esa, y délos activos servicios que ha prestado V. yn manifiesta en obsequio de nuestra justa causa y de sus desgraciabas amigos, Ins cuales luchan en vano con una porción de fatalidades cuyocou- curso no está hoy en sus manos, ni destruir, ni detener siquiera. ( CXLVII ) >< La situación en que nos hallamos es demasiado crítica v apurada, para que podamos esperar, sin que seamos arrastrados v envueltos en .sus terribles consecuencias. Ya V. ha visto los desastres que nos causa el primer paso equívoco de nuestro .Go- bierno \ sus vacilaciones. Perdimos los restos dispersos del Ejercito: sufrimos otra derrota eu Maldonado, hubo una vil traición en la Colonia, yá su ejemplo otra igualen Canelones. «EstOB desastres han aumentado nuestros conflictos, han relajado por todas partes los vínculos de la obediencia hácia el GnbieroOi y han debilitado su acción á tal grado, que ya todo el pais (sinó; es esto y Paysandú) está en poder del enemigo que ha "añado en proporción á lo que hemos perdido. •'Nuestra desmorilazion es completa, y aun que no dudo que en medio de este caos hay muchos hombres que se mantie- nen firmes y beles á la causa Constitucional; ¡sin embargo, creo que nada podríamos hacer con una cooperación como la que V. me significa, lentaéincierta; sinó con otra, poderosa, activa y eíicáz. Solo una semejante podría, á mi juicio resta- blecernos y sacarnos del estupor en que nos han sumido tantos desastres. De otro modo no haríamos otra cosa que prolongar nuestros males y hacerlos mas intensos. No hay que equivo- carse, las derrotas aquí son amagos allá, si se vacila mirar para no-otros. ¿Qué haríamos nosotros con retirar nuestras co- municaciones y volverá la guerra sin contar cou una fuerza po- sitiva para hacerla ? ¿ Quién nos asegura el resultado de la re- cluta í i Se alistarás solo algunos hombres, ó los que precise- mos? Venando asi sea. ¿ Cuál es la organización militar de stt gente? ¿ Cuál su espíritu ? ¿ O se esperará hasta formárse- los? i y entre tanto, como nos sostenemos? ¿ Cómo resisti- mos al poder del caudillo, A sus sugestiones y á la de sus parti- darios que tenemos en nuestro seno? " V. querido general, sabe por esperiencia que ellos traba- jan asiduamente, y trabajan con el prestigio de la victoria y del poder. £n tal estado de cosas es preciso oponer otro, pero i*al, positivo, que esté al alcance de todos, y que obre con la cridad y enerjía que demandan nuestras actuales circunstan- cias. Asi bí> reanimarían los hombres, nadie vacilaría, y todos volverías á abrazar con ardor una causa que nos ha costado ya t;mto. De otro modo nada haremos, sinó la ruina absoluta BBegtra, y del Pais en general. Fsta es mi opinión y creo que ta de algunos. '• Si los auxilios que se nos ofrecen, no son otros que los 'fue V, Ille indica, yo creo que son ineficaces y hasta perjudicia-( CXLVIII ) lesá esc país mismo; sin embargo debo advertirá V. que mi juicio se ha formado solo por Jos conceptos de su carta y nuestra situación aparente. Ignoro si las ofertas al Gobierno son ti» otra naturaleza, si así fuere, él siempre encontrará cooperado- res y yo tendré el honor de contarme en el número de ellos, como ruego a V. me cuente en el de sus amigos. "Es de V. affmo. amigo Q. B. S. M.—Francisco R(- varola." (200) Hemos registrado este gráve episodio con las mismas palabras con que fué" escrito por el ]).r D. Julián Alvaroz rae tenía de él pleno conociinienlo.—Uno de los asistentes nosha confirmado, además, la entera exactitud del relato. (201) Todo lo relativo á los Agentes Franceses, amtt reproducios textual de lo que dijimos sobre ese puuto en un escrito que publicamos en el Nacional de 11 y 12 de Encn- de 1843, bajo el título—" Confederación m los Blancosgm iiosas.—nacionalismo de los c0l0r,aix»s ex su guerra v tbfl v fo sobre Oribe. Lascarías de Oribe y Correa Morales y el borrador de Vi- llademoros, están ordinales en nuestro toder. (202) Se encuentra en el núm. 2,719 del Universal. (203) " " en el núm. 2,722 del mismo. (204) '* ** en el núm. citado en la anterior. (205) ** en el núm. 2,725 del mismo. (200) ** « en el núm. 2,731 del mismo. INDICE CAPÍTULO PRIMERO. PÁGINAS. Gserra entre la República Argentina y el Imperio del Brasil, sobre el dominio del territorio que hoy forma el Estado Oriental.—Mediación de la Gran Bretaña.—Término de esa guerra por la Conven- vención Preliminar de Paz de 27 de Agosto de 1828.—Examen de esta Convención.......... 3 capítulo segundo. Cambios interiores que se siguieron on la República Argentina y en el Brasil á la paz de 1828.—Na- turaleza é influencia de estos sucesos.—Apari- ción de Rosas.—Su Sistema, sus medios de ac- ción y de Gobierno.—Resultados y necesidades de este sistema.......................... $8 CAPÍTULO TERCERO. Relaciones del Gobierno Oriental con él de Buenos Avies desde 1829 á 1834.—Acusaciones de Ro- sas sEA. iUCE. tli'.c i; LXA31.I 11 24 topía u t opía g 33 al orden el orden 10 18 augular angular 21 17 sas sus •27 30 guerarqtiía cera roma 35 7 Entonnes Entonces « 15 oceptó aceptó 36 22 Abril de 1841 Abril de 1842 « 46 toodas todas 5 soló sol ó 57 16 hospitacidad hospitalidad 61 3 produjeron produjo « 31 hacho hecho 67 37 nuez nuestro 74 24 siutimicnto sentimiento 82 17 sin duda ni duda 102 12 hechar haber 105 8 enterviniese interviniese 116 17 las los 34 se consumó que se consumó »< » que hirió hirió 118 8 el ingreso que por el ingreso. 120 1 administraban admistracion 127 43 pespetua perpetua 128 42 reponerse de la lucha reponerse m 27 la renuncia hizo la renuncia