I>. SsntoF Filfwcreflo. 1> f bliiau Vimaiidi a. U. Fraaciao Marión» Orina. I). Cr« foKo Gómez u . 1). Peoro Cortina. . . ~\) .Ii.s¿ Mana ilieia. D. Manuel Vtewrt» Maza JJ. lleudo Goy« na. . . 1>. JiiHn Fianciaco Gil. Fr Kiz». Fr. Mariano E»|»iiiwsa. . Fr. Manux! Virtz. Fr Ignacio Maestre. . . El Provincial de -Sun FraucUeu Fr Agustín Muñoz. ...... Padre Piedra Kueiia. . < . Fr. Francisco de P. B«s¡>>- Fr. Cayetano José RodrigOor. Fr. Fi auei80« Xavier Ij.via Fr. Frataciae» Ca-.afieda. . . Fr Manuel (ar.aiiza. Fr Fraai iace roaz Veles. . '. Er, Juan Hatera i Soto.. . Fr. Ciríaco Rodríguez Valdivieso Jone Ruaw Grela. . Martin Eapmti. Juan Patrón. . v . Huelle ventura Hidalgo Manuel >. uíai. , Revun.....". . * Fr. Fr. Fr Fr Fr. P Fr. Hiuólito S«IE ERRATAS. pá/tina. Linea. Diré. Lian. n 1.* ambos á la vez ronvutnir ambo» ata ves ji Hecheliett. Riehelien. 86 3' Apuilar. A¡ruiar. 34 ia sosteiu rio. som (erlo. 41 46 caluuiai, colonia». K' du Noviombrc dp lWfi,) /«« (tío'l "Comorcio del-Plata" del H de Noviembre < Ortjen de los males y desgracias de Lis Rcpúbli cas del Plata. Documentos curioso* para la história, publicados por el Jtneral G. Jl de la M.—¿Montevideo Noviembre de 1846. k Con ese título se lia publicado, hace pocos días, en esta capital, un folleto que encierra cuatro docu- mentos, de r.tiya autenticidad, dice su editor, no debe dudarse. Dejamos á un lado el primero, por- que, iiuténtico ú apócrifo, nada puede interesar á la historia ni al crédito de ia revolución americana: los que lian hojeado un poco los papeles do 1819 y 1820 saben que nada era mas común, en aquella época de anarquía y disolución social, que esa3 apa- sionadas acusaciones de los hombres y de las pro- vincias, Jas unas contra las otras; siendo, por lo je- neral, la de Buenos Aires el blanco á que mas tiros se asestaban, por lo mismo que en ella residían las autoridades nacionales, de las que todos ss queja- ban. Cien documentos deesa clase presentaríamos sin dificultad, contrarios los unos & los otros: pero el que en ellos se propusiese buscar la verdad do los hecho? y de sus causas—estudiar la historia,—so mostraría tan incapaz de escribirla como de com- prenderla. ;Qué importancia histórica pueden te- ner las acusaciones que hoi dirijo contra el gobierno oriental su enemigo del otro lado del Plata? Pues A osa misma categoría corresponde el primor docu- mento del folleto. JNio sucede lo mismo respecto do los otros tres: y, á pesar de la fé que individualmente nos merece 61 jefe, compitriota nuestro, que 'os ha dado luz, no solo dudamos de su autenticidad, sino que ia con- tradecimos abiertamente; y esperamos que no ha de haber una persona sola que la admita, después que haya loido lo que en este artículo diremos. Desempeñamos, al escribirle, un impivscindiblo deber de patriotismo: hijos del Rio de la Plaia, cofa un periódico á nuestra disposición, no bailaríamos disculpa ante nuestros compatriotas, ni ante nuestra conciencia propia, tí dejásemos correr, sm proen^ rar atajarle, ese torrente de negra difamación contra las glorias y las tradiciones de la resolución teñen-cana, y contra el carácter moral de ios puebloi á que pertenecemos. No son los hombres por esos documentos difamados los que tratamos de defender; ese cuidado será suyo: hai entre ellos mui pocos á quienes conozcamos hoí; otros de cuya amistad nos honrábamos cuando vivian, y cuya memoria vene- ramos ahora: otros, por fin, que mandan en la ac- tualidad batallones del dictador Rosas, que son sus consejeros íntimos, ó sus ajentes en el exterior: to- dos nos son iguales en este caso: no son ellos, lo re- petimos , es el pais, es la moralidad de su revolu- ción de 1810, son las glorias y los principios políti- cos y sociales de su gueria de la independencia lo que vemos atacado, lo que tenemos que defender. Nada queda á nuestros pueblos del Rio de la Plata, que pueda todavía sostener alzada su frente, en medio del descrédito a. que los condena su estado actual, sino es la moralidad, la elevación, el fin político y social del pensamiento de la emancipación america- na; y los sacrificios y los triunfos con que la con- quistaron: es eso lo único que estos pueblos conser- van para probar que no siempre han sido loque son hoi, y que tienen capacidad para elevarse é grandes concepciones y á grandes hechos. Bórrese todo esto de los analus del Rio de la Plata, ¿y qué nos queda? Pues todo eso aparece borrado en los documen- tos que nos ocupan. Los grandes hechos políticos y militares de la revolución se presentan ahí como la obra oscura de la casualidad, sin que el jénío los preparase ni los ejecutase el valor: Montevideo apa- rece arrancado á sus conquistadores, en 1814, con- tra las intenciones y los deseos del jefe que le resca- tó; el asombroso paso de los Andes aparece efectua- do á pesar de los obstáculos que pérfidamente opo- nían los mismos que aparecían promoviéndola colosal empresa; y la libertad de todo Chile, ganada en un solo dia sobre los llanos de Maipú, no se debió (segun esos oprobiosos documentos, sinó ú tm acceso jtfr. locura, á uno de los accidentes comunes en la guerra. ¿Que mas dirían—que mas han dicho, en realidad—los acérrimos enemigos de la indepen- dencia americana, que en épocas diversas, han escrito para difamarla?. Ninguno, á la verdad, ni el mismo historiador Torrente, empleado por el re» Fernando con el objeto solo de desfigu- rar la revolución, y de denigrar á sus autores, ha rebajado las glorias de aquella tanto como el papel de que tratamos, ni ha trazado jamas un cuadro de desorden, de inmoralidad, de corrupción profunda, de pérfida traición, y de desvergonzado cinismo, en los houibres que dirijis conoce- mos hace dos años, y los conocen muchas personas en Montevideo y fuera de él, como adelante dire- mos. Nunca pudimos, por mucho empeño que an- tes de ahora hemos hecho, averiguar, con entera exactitud, quien fué el hombre degradado que se manchó con esa falsificación indigna; ni la época precisa en que ese'criinen so cometió; ni el objeto directo que se tuvo en vista al cometerle.—Muchos Je suponen obra de un desgraciado que ya no existe, no sin buenos fundamentos para creerlo. En cuan- to á la época, escasa duda nos queda de que fué por los afíos 1821, cuando ul partido que se llamó do Sarratea perdió toda esperanza de volver al gobier- no, establecido sólidamente por el Jenoral D. Mar- tin Rodríguez. Hai quien piensa que el objeto fué el de ganar prosélitos para aquel partido en la elec- ción de diputados á un congreso que se proyectaba: pero cualquiera que fuese, es evidente que no pudo dejar de ser una alevosía , una calumnia fraguada contra hombres, á quienes había designio de sacrifi- car en la opinión de los pueblos. Sin mas, investigar lo que no puede averiguarse, el hecho es que semejantes documentos fueron jene- i alíñente ignorados hasta después que el dictador Rosas ocupó el gobierno de Buenos Aires: no se »abe do donde los obtuvo; pero eou-;tu que, desde1836, tuando menos, empezó él á esparcir copias manuscritas, dándolas como -enteramente auténticas, y con aire de grande reserva. Muchas envió á las Provincias Arjentinas, y ¿ los Estados vecinos; y fué especialmente solicito en darlas á diversos ajen- ies extranjeros que residían en Bueno* Aires; de esto último tenemos personal conocimiento, como le tienen de la existencia de copias en los pueblos arjentinos, en Chile, en Bolivia, y otrr>3 estados, personas diversas residentes en esfa capital. Esos documentos, que tan equivocadamente se publican ahora como armas contra el dictador, han sido pre- cisamente en sus manos grandes auxiliaros de sus mi- ras; con ellos trataba él de persuadir, especialmente a los extranjeros, á que todos los gobiernos anterio- res al suyo habían sido anarquía, confusión, traición y desórden, y que solo un poder de fierro podía re- jenerar países tan profundamente desmoralizados, como en esos documentos se pintan. Ese era el uso que de ellos hacia Rosas; para eso los derrama- ba con misterio, guardándose de publicarlos, poi- que sabia bien que, como toda intriga destinada á jerminar en la oscuridad, caería aniquilada con solo presentarla á la luz. En este sentido, miramos co- mo una fortuna la publicación de esos documentos: corrían sijílosamente evitando una desmentida que destruiría el efecto con que se circulaban: ahora su publicación ofrece la oportunidad de quebrantar ese instrumento de perfidia. Entremos ya en esa tarea. El suceso que sirve de oportunidad, ó de motivo, á la falsificación de esos documentos—es decir, la llegada á Buenos-aires, en 1820, de una comisión española, que se anunció como encargada de nego- ciar—ocurrió del modo siguiente: El día 4 de di- ciembre de aquel año, só presentó en la rada de Buenos-aires el bergantín de guerra espalíol ¿¡qui- tes, teniendo á su bordo á los Síes. I). Manuel Herrera, D. Tomás Comyn, D. Feliciano del Río y I). Manuel Martin Mateo; que se decían Co- misionados Rejios: el mismo día 4, du ijieron á la Junta de Representantes una nota en la que anun ciaban que Fernando VII, rei constitucional do las Españas, ltabia confiado a su celo el encargo de "acelerar la termincion de las diferencias existentes "entre individuos de una misma familia, y procurar "dejar sólidamente cimentada la concordia jene- raj,; ¿ y pedían, pía poder desempefíar su comisión con la debida independencia,'que la Junta expidiese . "El mas amplio salvo-conducto resentido de las Ml«mnU«- des y garantías necesarias, para que, doelarnda la inviolabdi- dad do una perdonas, papeles, y equipajes, y las inmuni- dades, y demás pfivilojio», que prescribe,el derecho de rentas .u tales casos, so pudiesen consideraren un todo asegurado» bajo del sagrado de la fe pública como legados del rei consti- tucional de la* L'spaiias, y desembarcar cjii su* criados, y oquipajeg de abordo del borgantin de; la armada nacional el l(/un't/ como aparecían, sobre todo, en la célebre y calumniosa causa de los Congresales, impresa en 1820: la única diferencia consiste en que esos cargos y calumnias eran hechos á los hombres que firman la supuesta nota por sus enemigos políticos, mientras que en ésta aparecen como confesión propia de los culpables. Esa circunstancia es la primera que rechaza de plano, pata todo hombre de buen sentido, la autenti- cidad de ese documento. Se comprendo bien, para mengua de la naturaleza humana, que haya hombres que cometan los críme- nes que en la nota se atribuyen á los que la firman; pero que los haya, capaces de reunirse, en número de 23, para extender un documento escrito y firmado, en que expontáneamentc, se acusan á si propios de haber ejercido vejaciones odiosas sobce el vecinda- rio, de haber dilapidado y empleado en fomentar la guerra civil el dinero que, por esas vejaciones, ar- rancaban al pueblo; de haber "arruinado las fortu- nas particulares" (entre las que naturalmente irían las suyas envueltas) ; de haber formado el plan "de exterminar las provincias," las unas por medio de las otras; de haber hecho "que los ejércitos de una "y otra parte se destrozasen; que las familias com- "prometidas abandonasen sus hogares, que se con- "suruiesen los fondes de toda especie;" de haber dado entrada á los Portugueses en la Banda Orien- tal, haciendo que se apodeiasc-n de paite do sus ga- Inados; de haber tenido "por objeto principa! «fo- rjar bien excitado el odio y la animosidad en- "tre los pueblos hermanos;" de estar acoslum brados por principios, á medidas de sangre, de tener por sistema celebrar "alianzas fraudulen- tas*'; de calcular para todo, " con su propia igno- rancia y corrupción que ellos mismos fomentaban "y perpetuaban"; de no haber tenido, en fin, otra ocupación en 7 arlos consecutivos, que la traición, el fraude, el esrerminio de sus conciudadanos, la permanente conspiración contra su patria;—quede todo esa se acusasen expontáneamenfo, por escrito y bajo su firma; que el jeneral D. Martin Rodrí- guez, á quien todos conocimos tipo de intachable probidad política, reconociese haber sacrificado de intento una división cuyo mando se le confió, ha ciéndola derrotar por los españoles; en fin, que to- dos esos hombres se hagan un mérito de esos delitos y abominacionesl y traten de recomendarse por ellos ante otros hombres estraños,........¡oh* eso no lo cree nadie; de eso no hai un ejemplo solo en la historia hario manchada, de las maldades humanas; eso es necesariamente falso, porque no puede ser verdadero. Ninguno cíe esos hombres ha te- nido jamas farna de loco: ¿como creer que no hubie- se uno siquiera á quien ocurriese la idea de que los comisionado* réjios, á quienes dirijian ese testimonio do la mas abyecta degradación moral, habían de mi- rarcon repugnancia y con horror á entes tan despre- ciables y corrompidos? Esa sola reflexión bastaría, aun á presencia de firmas que pareciesen orijinales, para dudar de su autenticidad; cuando se trata de una simple copia, basta para afirmar la falsificación. Y en efecto, el mismo jeneral LaMadrid la ose- gura positivamente: el dice que su firma ha sido subplantada, como lo serán tal vez algunas otras; ¿y quien ignora que documento en que hai una firma falsa es falso en todo su contesto? Si la del jeneral LaMadrid ha sido subplantada, ¿porque no lo ha- brán sido del mismo modo todas las demás? El que falsificó positivamente una, y tal vez algunas otras, ; porque no habrá falsificado todas? La asevera- ción del jeneral Lamadrid respecto de su firma, destruyo perentoriamente la que él mismo hace de la autenticidad del documento: son dos ideas que so repelen, tanto en jurisprudencia como en simple buen sentido. La misma desmentida que hace el jeneral LaMadrid hacen también el jeneral Alvar»*, y D. Braulio Costa, que se hallan en Montevideo; el primero de estos afirma que, á la fecha del do- cumento, no se hallaba siquiera en Buenos Aires, sin© en .San Nicolás de los Arroyos: tenemos, pues, «res firmas reconocidamente falsas: ¿quien abona la verdad de todas las otras? Sigamos examinando. Suponiendo que los que aparecen en la nota hu- biesen tenido toda la degradación necesaria para firmarla, natural era que no confiasen documento tan grave, sinó á personas en quienes tuviesen prévia y completa confianza. Sinembargo, de la propia respuesta que se supone dada por los comisa- rios réjios, resulta expresamente probado que no existia entre ellos y los que firman la nota, la míni- ma uitelijcncia: algo mas: en esa respuesta so hace decir á los comisarios, que la misma desd'-fiosa re- pulsa que hacen de la traición do la sociedad secreta la hubiau hecho de antemano á algunos miembros de ella: "Así lu dijimos en el Janeiro" está escrito en la pag. 40 del folleto, "al Sr. D. Manuel Jos<. ,,(.jarcia, luego que nos hizo tas primeras apertura- ,,de estos negocios en aquella corte; nsí lo manifes. ,,tamos en Montevideo a! Sr. D. Juan Marlin Puey- ,,redon, y al Sr. D. Antonio Saenz con igual moti- ,,vo; y tenemos el honor de repetirlo hoi a Vr. S.S. ,,en contestación á su nota muí reservada." Exis- tiendo e3os antecedentes, ¿habria la Junta insistido en poner ese documento en manos de I03 que ya habian rechazado sus ofertas? No queda el arbitrio ile decir que ignoraban esta repulsa; pues que la su- puesta nota de la junta , dice expresamente (pag- 40,) que la tenian preparada luego que se supo que iba la misión; y es natural que los ajenies en Mon- tevideo, si no el de Janeiro, les hubiesen preveni- do la repulsa de los Comisarios rejios. Es tan re- pugnante al buen sentido la idea de que los culpa- bles confiasen su propio proceso do infamia y de muerte á hombres con quienes mediaban esos ante- cedentes, que todos admitirán esa circunstancia como una nueva prueba de la fiilsedad del documento. No es menos clara la que resulta, comparando la hora en que los comisarios recibieron k bordo la- 1U — nota de la Junln, con la en que se supone que I? contestaron. Al empezar esa nota reservada, se dice que la respuesta pública iba inclusa en el mis- mo pliego: por el parte del Capitán del puerto ar- riba inserto aparece que ese pliego fué entregado en el bergantín Jlquiles á las 8 de la noche del dia 6; y la supuesta contestación tiene fecha del m¡6ino dia, á las 9 de la noche; una sola hora medió, pues, entre el recibo y Ja contestación de la nota: ese tiempo apénas büstaba para la lectura seguida y rápida ile un documento' que tiene 26 páginas impresas: pero los Comisarios aparecen, á mas, diciendo que D. Félix Alzaga, enviado por la Junta para darle UMM informes "ha tenido la bondad de acompañar- ,, los en su lectura, haciéndoles sobre todo los de- ,, talles y explicaciones que juzgó necesarias;" y por último la respuesta de aquellos tiene cinco pá- jinas de impresión. ¿Puede admitirse que, en una hora de tiempo, loa Comisarios leyeron las notas de la Junta, oyeron los detalles y explicaciones del Sr. Alzaga, escribieron el borrador de su larga res- puesta, y le copiaron en limpio para remitirla? Esperamos que no se nos dirá que solo presenta- mos pruebas negativas: desde luego, es una negativa, lo que con ellas tratamos de probar; y, después de eso, pruebas de esa clase Lai, tan irresistibles como las positivas. Continuemos manifestándolas. Pocos habrá entre nosotros, que no conozcan la Historia de la revolución hispano-americana, por D. Mariano Torrente: para escribirla, por órdenes es- peciales de Femando 7. ° , se abrieron al autor to- dos los archivos que contenían documentos sobre los sucesos que debia tratar: no hai hecho ninguno militar, politico, diplomático, y aun puramente ad- ministrativo, en conexión con la revolución america- na, de que no muestre el escritor español conoci- miento perfecto y oficial, aun que los desfigura y re- fiere conforme á su propósito. En esos archivos debieron naturalmente bailarse los muchos documen- tos, que, según la nota de la Junta, probaban sus servicios al monarca: ella dice, pag 2J, que el Ga- binete español sabia bien el plan y Ies tratados se- cretos que tenían con el Brasil, porque se les trans- mitió desde el principio; y habla con repetición de los informes que sus ajentes remitían á la Corte, — 11 — • y al embajador español en el Janeiro: algo de eso debiera haber llegado á conocimiento del historiador Torrente; y nada habría podido servir mejor al objeto único de su libro, que eradifamar la revolución y sus autores. Pues bien, Torrente no encierra una palabra, una indicación siquiera, de que existiesen jamas los planes ni las intelijenuins que la nota supone: mui al contrario, en su tonto empeño do persuadir que la América suspiraba todavía por la antigua metrópoli, dice precisamente que los únicos de quienes nada habría que esperar serian los Buenos-aireños, á quie- nes ataca como los mas rebeldes, mas tenaces y de- magogos, I?ero oso es poco; ese mismo historiador des- miente perentoriamente mas de uno do los hechos re- feridos en la supuesta nota. Era, en efecto, de es- trañar que, en medio de la desmoralización social, de la arraigada corrupción que aquella probaría, si fuese cierta, no se hubiese dado, hasta su fecha, un solo ejemplo de traición en un jefe militar, que se hubiese pasado al enemigo: la nota para llenar ese vacio, ci- ta al jeneral Rodríguez cuando era sarjento-mayor, á las órdenes del jeneral Rondeau. Pongamos en parangón lo que á ese respecto dice la nota y lo que Torrente dice. Según la primera, D. Martin Ko- driguez, "Encargado de una fuerte división, sobro el ejército del reí, "fué su primer empeño sacrificarla y entrégame prisionero u "los finen que se le indicaron: él !o realizó todo á satisfacción •'en Venta-y-media... . Instruyó Rodríguez al jeneral Pezuela "bien á fondo de nuestra situaetbn y nuestras miras, como de "las suyad personales; y regresó en claxe de fugado, ó suelto "jeiurosaminte por el enemigo." Eso se supone firmado por el propio Rodrigues: he aquí como refiere ese miVmo suceso el historia- dor español, sobre lo que veces diversas hablamos con el viejo jeneral, que se re;a al recordar el modo como engañó á Pezuela. Después de decir que la fuerza de Rodriguez era de cincuenta hombres, re- fiere como fué atacado por t80 al mando del coman- dante Vijiljque Rodriguez se parapetó en una casa, donde Vijil le atacó; y 'uego añado: "La resistencia fué tenaz y vigorosa, hasta que viendo los insurjentes su inevitablo ruina y¡la inutilidad do sus eafuereos, rindieron sus amias coronando las sienes de los realistas con un ilustre triunfo, no tanto por ol número como por la calidad de los prisioneros, entre los que se contó el mismo Rodriguez, que era el alma de las operaciones de Rondcsu."— 12 — ••Habiendo determinado Pezuela remitir i Lima varios pri- sioneros quo no dejaban de embarazar sus operaciones, em- pleó el mayor Rodríguez todos los resortes do la malicia <'• in triga para no ser alejado de aquel país en el que esperaba ejer- cer todavía su maJ éneo indujo. Con su hipocresía y con una ali ti .ida resignación, capaz de deslumhrar al hombre mas pre- veuido y desconfiado, espuso al jeneral en jefo los deMos dn letirarae á su casa si M le quería cangear por dos oficialas de igual graduación, pro.-.ietiendo desengañar á Hondean do lo infructuoso de sus esfuerzos en continuar una guerra, cuya ter- minación llevaba todos los caracteres de serte adversa, desdo que el lejítimo Soberano habia sido ■ restablecido al trono d<; sus mayores con aclamación jeneral. Fué aceptada dicha pro- posición de Rodríguez y admitido su cange por los corono!. ., Suarezy Sotomayor." Allí esiá según el testimonio del enemigo, una resistencia tenaz y vigorosa, en vez de «no entrega por traición que figura la nota: una fuerza de 50 hombres, peleando contra 180, en vez de una fuerte división sacrificada de intento; una astucia del pri- sionero, que burló al enemigo, y evito que le man- dasen á las casas-matas de Lima, en vez de una conspiración en favor de ese enemigo; y por último, itn canje por dos coroneles, en vez* de la fuga ó la soltura jenerosa. ¿Cual de los testimonios será mas atendible? ¿Que duda puede quedar de la fal- sedad de un papel, así desmentido por quien ten- dí ia mas interés en confirmarle? ¿Quien no vé que el odio de partido al noble gobernador de Bue- nos-aires en 1821, fué el orijen de esa calumnia, de que le defiende el mas competente y acerbo de sus enemigos ? La nota dice también^ pag. 20, que «1 Congreso de Tucuman "declaró Ta independencia solo por "captarse la aura popular, de acuerdo con el ilus- "trado ministro español que tenia la embajada en el .Brasil." Existía, pues, en manos de la España ose gran documento, ese gran hecho, que alegar, no solo en la América, para desconcertar á los que con- tinuaban haciéndola la guerra, sino también en Eu- ropa, ante las potencias que la amenazaban de reco- nocer la independencia de las colonias. Sin embar- go, en tanto como se ha escrito en Espr,ña, y en los puntos de América ocupados por sus armas, contra los independientes del Rio de la Plata, no lia aparecido una indicación siquiera de ese hecho fun- damental, cuya prueba oficial s-e dice que tenia el Embajador en el Janeiro. ¿Puede haber explicación alguna de ese silencio, si no es la completa falsedad del hecho? - 13-- Uno de los méritos mas recomendados en la su- puesta nota de la Junta, es que á los esfuerzos de esta se debió la odupacion de la Banda Oriental por las Troj>as Portuguesas en 1817: se dice expresa- mente que tenían tratados secretos con el Re i Juan Vi; que los portugueses eran sus aliados (pag- 26); que á sus esfuerzos se dcOia el que estos tuviesen la provincia oriental (p. 25,) y esa idea se repite mil veces, designando siempre á I>. Manuel José García como el ajenie de la Sociedad en el Janeiro. Bien, pues: ese mismo I). Manuel García, fué-quien fir- mó la nota de 4 de Noviembre de 1825, que sirvió de declaración do guerra al Brasil, por causa do la Banda Orienta!: la ocasión era la mas propia para echarle en rostro fu perfidia; sin embargo, sucedió todo lo contiario. El manifiesto, que con ese moti- vo publicó el gobierno imperial, el 10 de diciembre de aquel mismo año, es un libro de 240 pájinas; de las que 224 están ocupadas con documentos: e'i objeto del Imperio fué demostrar que el tenía la provincia oriental, por voluntad de esta, por que sus pueblos le habían llamado, aclamado y jurado: en ese empeño dió á luz cuanto documento pudo reu- nir, de los que la seducion y la fuerza arrancaron •desde 1817 á los Cabildos de los pueblos Orienta- les: publicó también su correspondencia con el En- viado del gobierno de Buenos-aires, y, sin em- bargo, no haí una idicacion solatle esos trata- dos secretos, de esa negociación con la Sociedad. Mui lejos do eso; el manifiesto d'\co que "es en fin "tiempo de descubrir al mundo entero1' que el go- bierno de Buenos Aires fué siempre pérfido y "tra- "bajó sin interrupción en las tinieblas para compro- meter la marcha del Brasü." ¿Y que perfidias que trabajos tenebrosos son esos que el Brasil de- nuncia? No son otros que los esfuerzos y los traba- jos para impedir que aquel se apoderase y conservase la Banda Oriental; tan lejos de haber sido para dár- sela, y para traer su conquista. Y téngase presente que esas quejas del manifiesto empichan desde 1810, "cuando rebentó la revolución de las provincias "españolas del Rio de la Plata, incluso Buenos "Aires " Esos son documentos públicos, de au- toridad indisputable; ellos confunden las calumnias, vulgares en IS17 y años despues; sobro intelijen-— 14 — cías de los gobiernos de Buenos Aires con ei reí Juan VTI, y olvidadas posteriormente, Como desmen- tidas por los sucesos. * Entre los hombres á rjuienes mas se calumnia en )u nota, de haber servido á las miras de la España, como militar, como diputado, como director supre- mo, se cuenta el Jeneral Pueyrredon. Prescinda- mos de que no hai quien ignore en el Rio de la Pla- ta las instigaciones de ese jefe á sus amigos, aun an- tes de venir él de España, para que promoviesen la revolución contra la metrópoli: hai, fuera de eso, un hecho de su administración, un hecho solemne, his- tórico, que desbarata, por sí.solo, todas las calum- nias acumuladas en la supuesta nota: hablamos de la insurrección en la Isla de León del ejército español, destinado al Rio de la Plata en 1820. D. Andrés Arguibel, ayudado, en mucha parle, por D. Tomas Lezica, ambos de Buenos Aires, fueron los que, por instrucciones del gobierno de Pueyrredon, y de acuer- do con él, pronunciaron y lograron la insurrección de aquella expedición, cuyo arribo habría puesto en mui grande conflicto la causa de la independencia. Los servicios que entonces hizo Arguibel hubieron de conducirle al cadalso; tuvo que fugar de Cádiz, y i efujiarseenC ibralntr,desde donde continuó sirviendo» á su pais. Existen autógrafas, en nuestro poder, algu- nas cartas suyas,escritas desde Gibraltar, después de aquel suceso, «entre las que hai una dirijida á ese mismo D. Ambrosio Lezica. cuya firma aparece al pié déla supuesta nota de la junta: todas ellas con- tienen avisos importantes y reservados sobre los planes de la España contra la América, que le co- municaban desde Cádiz sus ajentes. Arguibel vol- vió á Buenos-Aires, donde justificó todos sus ser- vicios en la insurrecion de la expedición de Cádiz, para obtener el reembolso de lo que en ese objeto gastó. Los archivos de Buenos-aires deben encer- rar esos documentos. Esos fueron los servicios y conspiraciones en favor de la España del gobierno del Directorio: mmarle, desde Buenos-aires, sus ejércitos, y sublevarle una expedición pronta á dar la vela contr.; el Rio de la Plata. No ttrmiitnriamos este articulo—-que ya no cabe en las proporciones de nuestro Diario—si hubiése- mos de continuar desmintiendo, tuto á mío, los he- — 15 — chos que esas notas suponen. Cerraremos esta tarea con uno, que, aunque insignificante en si mismo, suministra una prueba concluyeme de que esos docu- mentos fueron forjados despttes de la fecha que lle- van. En la pag. 24 hablan sus supuestos autores de "la necesidad en que se ven de aplaudir tos triun- fo* del Jeneral San Martín en el Perú, por no ser descubiertos; y mencionan las ventajas adquiridas por él en la actual campaña de Lima. Pues bien, la noticia de los primeros ensayos de los valientes liber- tadores del Perú, comunicada a! gobierno de Bue- nos Aires, por el director de Chile, Jeneral O'Hig- gins, de cuya nota hemos copiado esas palabras, no llegó á Bue'nos Aires hasta el 21 de Diciembre, dia en que la publicó un extraordinario de la Gaceta; por lo que se ordenaron fiestas públicas en la. capi- tal. La nota en que se dice que se veian forzados á celebrar esos triunfos, es de 6 de diciembre, 15 dias antes de que se supiesen en Buenos-aires.'! ■. • - Hai duda de que fué forjada después de su fecha?— Por que no suponemos que se diga que la nota so refiere á la primer noticia del desembarco de la ex- pedición en Pisco, recibida á fin de noviembre; pues ella no comunicaba triunfos ningunos ni venia- jas adquiridas en la campaña sobre Lima, ni oca- sionó fiestas, nt aplausos públicos; esto solo tuvo lugar á la noticia de los primeros ensayos victorio- sos recibida, como hemos dicho, después de la fe- cha de la nota. Está cumplida nuestra tarea. Réstanos ahora esforzarnos por que esta rápida y sencilla defensa de las glorias y de la moralidad de nuestra revolu- ción, circule y se reproduzca en todas partes donde puedan haber llegado los documentos con que se queria ennegrecerlas; en eso esperamos ser ayudados por cuantos aman esas glorias y el nombre de su pais.— 16 ai usada, romo calumniosa y difamatoria, pnc los Sres. Jenerules, D, Ignacio Alvaic/., 1). Braulio (^osta, Dr. J> Antonio Rodrigue/., hijo del jcneral l>. Martin, L). Juan Antonio Lezica, I). Manuel Antonio Castro y i). Pablo Goyena, los tres últimos •i iiouibrc también de sus respectivos j>udrcs. / ----,--- , , , ...— Montevideo Impirntn del Comercio del Pinta. » xbe nnsn su iimi. i LüTTER ADDRESSD TO THE NaCÍONAI. , N.° 1953 OP THE 18th June 1845, Translated from toe Spanish. MONTEVIDEO: 1845.