2Ü? SfS W¿ m CfS m m <:Y¿ m pp CI¿ m ¿it cxt ex 1H DEL 'lUIIINI DE £3 A LA OFERTA."*/;. DE ' • ■ ' Y ' Apuntes sobre esta respuesta «■ jg CU I».*1>AS<*. S / . Juan Manuel Rosas, Gobernador del Bueno* Aire» la rechazado la mediación, que para terminar la guerra, en que nos ha empe- gado, le ofrecieron u nombre de sus respectivos soberanos, los Plenipotencia- rios de Inglaterra, y Francia pero no es conocida, sino de muy pocos, la no- ta, que D. Felipe Arana Ministro de este Gobernador, pasó á los Plenipoten- ciarios, para fundar la repulsa de la mediación, y justificar á bu Gobernador. Apena'*pasó el Sr. Arana esta nota á los Plenipotenciarios, cuando la liiio leer á algunas personas de su intimidad, Nacionales, y Fxtrangeros, como ana pieza que hacia honor ú sus talentos, yá la Diplomacia del Gobierno ú quien sirve. El Sr. Arana oia la lectura de esta nota con tan visible satisfac- ción, que se conocía, que estaba diciéndose: He a/tí un modelo: asi es que sin dificultad consintió en que se tomasen algunas copias, al mismo tiempo se hicie- ron sacar otras para los Procónsules de las Provincias, á quienes, el Goberna- dor ha pedido su opinión, corno á la Junta de Representantes, y quienes, co- mo esta, le enviaron en cambio, elogios, y felicitaciones exageradas. Una de estas copias ha sido remitida en estos últimos dias, á un ciuda- dano respetable de esta capital, y es laque con su annuencia, entregamos al juicio de todos los hombres, sin mas comentarios-, que los ligeros apuntes ó indicacio- nes, que el mi si u o, que recivió esta copia, ha querido hacer. Los apuntes é indicaciones, que publicamos á continuación de la nota, están escritas con tanta moderación, que pneden parecer débiles y descoloridas: sin embargo sirven poderosamente para hacer resaltar la virulencia, y encono 4«e tanto disgustan, y chocan en la respuesta del Gobernador Rosas: la mode- 'icion, y la calma deben distinguir este genero de escritos.- mejorarían, si fuera posible, en concepto de los hombres sensatos, la causa mas bella, y justa; no obstante hubiéramos deseado menos laconismo en las indicaciones, y reflexio- nes que hace y muestra el autor de los apuntes. Como las razones, que la nota emplea para justificar al Gobernador de Buenos Aires son todas de la vida pu- aTí blica del Presidente General Rivera como los argumentos mas enérgicos, y felices de este documento modelo, son calumnias, improperios, y denuestos con- tra este General, ilustre (mal que le pese al Gobernador Rosas) por su valor por su generosidad, y por cien combates gloriosos para él, y para su Patria, el autor de los apuntes se ha contraído, también exclusivamente á la parte bio-' gráfica, que la nota desfigura, y altera tan pérfidamente, confundiendo tiem- pos, y sucesos, como ha creido que convenia á su proposito. La nota del Sr. Arana es una mésela, y repetición fatigante de cosas, é ideas, contiene periodos tan largos, contradicciones tan palmarias, que no era fácil hacer, en pocos días, un análisis detenido, y una refutación completa, de cuanto dice esa pieza modelo, y no es de estrañar, que el que la recivio, se limita- se á unos apuntes lijeros, ni que nosotros nos reduscamos á ir.-' ligeras obser- vaciones, sobre algunos pasages de la nota, que no ha tocado el autor de los apuntes. Kl estilo de la nota es confuso, obscuro, pesado: resaltan en eiiaia atrabilis, intolerancia, pequenez, y egoismo, que forman el carácter de su re- dactor D. Tomas Manuel Anchorena: se ve en ella retractado el hombre, que por alarde de patriotismo, decía, ahora dos años, & unos que le felicitaban so- bre la conclusión de la cuestión francesa, mostrando el pabellón Ingles enar- bolado sobre la casa del Ministro de esta Nación No seremos independientes y libres, mientras se vea entre nosotros aquella banderita. A pesar de. todos estos defectos, que hacen cansada, y penosa la lectu- ra de esa notar á pesar de esa erupción de injurias, y dicterios, que en ella, como en- los- demás papeles oficiales, derrama sobre sus enemigos el Goberna- dor de Buenos Aires, y que tanto ofende á todo hombre delicado, y decente, este documento es curioso á muchos respectos. El hace la revelación de los principios, y sentimientos que sigue, y abriga D. Juan Manuel Rosas en toda su conducta: contiene la confesión involuntaria, que se le escaño en un ac- ceso de rabia, de la envidia, y encono con que mira la prosperidad, y engran- decimiento de nuestra República: es el manifiesto que justifica le guerra, que sostiene la República del Uruguay, y que hace el General Rivera, y cuantos han empuñado las armas contra su odiosa dominación. La nota se introduce, quejándose de los Ministros de Francia, de Ingla- terra por haber igualado los títulos de ten intruso con los de una autoridad emi- nentemente popular y legal; á pesar de esto, y de que los /techos consignados en la nota de 3 de Setiembre del año próximo pasado huya fundado ya en el Mundo civilizado un testimonio irreprochable de la justicia del Gobierno Argentino en esta lid, quiere tener la condescendencia el Sr. Gobernador de Buenos Airea de entrar en nuevas explicaciones. / La autoridad del Gobernador Rosas eminentemente popular ! No nece- sitaba decirlo la nota: Una autoridad, que en doce años no ha cesado de hacer hecatombes humanos de ciudadanos inofensivos, de ancianos inermes, de prisio- neros, que la deseperacion habia armado, debia ser muy popular: y lo mues- tran, 25 mil emigrados de una población de 170 mil almas, que tiene la Pro- vincia de Buenos Aires y que vagan por Chile, Bolivia, y Banda Oriental; * muestran las confiscaciones con quo ha empobrecido á centenares de los kV mados federales, y que fueron sus mas decididos partidarios. Legal el Poder del Gobernador Rosas f Digalo el acta de su . nombra- miento al exercicio do toda la suma del poder público y el tiempo designado «* esa acta: Díganlo los tumultos de Octubre de 1834, y la sublevación de alg»1' nos caudillos de campaña, quo derribaron la administración del General »»•" ni cárcel, promovidas, y oficialmente aprobada por el General Rosas, a pretexto deque era una administración unitaria. Pero ningún extrangero tiene el dere- cho de inquirir el origen de la autoridad de un pais independiente, y nos abs- tendríamos de hacer estas indicaciones, si la farsa que el Gobernador Rosas bace de todo lo mas respetable que hay entre los Pueblos cultos no nos obliga- rá ú ello. Pero la notoriedad de los hechos consignados en la nota de 3 de Setiembre de 8 11, h i fundado ya en el mundo civilizado un testimonio irrefragable de ln justicia del Gobierno Argentino en esta lid. ¿Es esto ignorancia ó impudencia 1 Los Diarios de Inglaterra, Francia, España, y Estados-Unidos. Las solemnes, y significativas palabras de Sir Roberto Peel en la sesión de 8 de Agosto; las instancias, que el Almirante Mackau hacia en Febrero de esto año á D. To- mas Guido, para que los amigos del General Rosas, le indujesen á dejrir un sis- lema que horrorizaba hi Europa: la nota misma de los Ministros de Francia, é Inglaterra al ofrecerle la mediación de sus respectivos soberanos. Y la decla- ración, que sabemos han hecho á D. Felipe Arana en su respuesta á la noti- tiflcacion oficial del voto de la junta de Representantes, dan testimonio irrefra- gable de que el Mundo civilizado reconoce la Justicia del Gobierno Argentino en la guerra con la Banda Oriental. No tenemos tiempo ni intención de seguir la nota del Sr. Arana en to- das sus aserciones, y periodos llenos de una ridicula abundancia de palabras. Los que lean esa nota, con la historia del Gobierno del General Rosas en la mano, desde que lo elevó la anarquía, sabrán apreciar lo que valen en sus do- cumentos oficiales, eso de sistema de la Confederación Argentim.: dignidad na- cional: seguridad: leyes <$-z. &c. de que es tan prodigo 'en las ocasiones solemnes: El estado del comercio en Buenos Aires: la despoblación de esta ciudad, que en un tiempo «pasaba por la primera de la America del Sud. Los epígrafes de los actos oficiales: los gritos de orden de la sociedad popular de la Mías- horca: el nombre mismo de esta horrible sociedad, responden mejor, que todo lo que pudiéramos decir, á esas palabras, y protestas triviales: pero no pode- mos dejar de hacer una observación. D. Juan Manuel Rosas se elevó al mando de la Provincia de Buenos Aires en Diciembre de 1829, entre otras causas por los esfuerzos, y-por el vo- to de muchos hombres notables, por su fortuna, educación, y posición social: Buenos Aires salia de la guerra civil, y de la anarquia, y esto hizo fácil su despotismo: todos hicieron gustosos una renuncia tacita de sus derechos, y li- bertades políticas, á cambio, y con la esperanza, de que preparase la de sus hi- jos, y los conservase en tanto en paz, orden, y seguridad: reunía pues en su favor, sino el consentimiento unánime de la Población, por que estaba divi- dida en partidos, almenos, la sumisión mas completo de todos: dispuso, como quiso, de las fuerzas, recursos, y voluntad de todos. Ha tenido la oportunidad y el poder do dirigir todos estos elementos, hacia una gloria sólida para su ambición, y un porvenir próspero y estable para *------— -----i»-- t--U~ ~--„|A^. .-.degradarlos. »ida, como si la de los Pueblos no fuera mas larga: todo su ponderado saber, ca- rácter y esfuerzos, los ha empleado en conservar un poder absoluto, y sacrificar a w» existencia en el mando hombres y pueblos, y todo el porvenir de la RepúblicaIV Argentina : nada que preparase y dispusiese esa desgraciada República á gozw con el tiempo, de una libertad racional .- nada que pudiese preservarla de nuevo» disturbios y revueltas : ni un solo monumento, ni un solo principio político, nin- guna institución, ningún sistema, que produzca y fomente una Nacionalidad ; na- da que pueda sobrevivir a su funesta existencia : hijo de la anarquía, que promo- vió y fomentó desde 20 años há, morirá dejando la larva de la anarquía, y un nombre mas injurioso que el de Nerón. El Gobernador Rosas, en la nota que publicamos, como en otras ocasiones, no descuida de prevenir este cargo que le hará la posteridad, y que ocurre a¡ simple buen sentido ; y cree haberlo satisfecho con la disculpa pueril y común á todos los partidos, de imputar al partido contrario todos los males .• Ims desgra- cias públicas tuteen líe la hostilidad permnnente de mis enemigos : Ellos me impi- den hacsr el bien .- Las consecuencias, que la guerra produce contra las propieda- des y conveniencias individuales, no se me pueden imputar. Escusa miserable y trivial, que no admitirá la severa é imparcial posteri- dad. Ella sabrá que el General Rosas subió al mando, como lo hemos notado, ro- deado de una inmensa popularidad, con un g¡ au prestigio de capacidad, dotado de un carácter firme, y cuando el cansancio general habia postrado á todos, y haci» 2"e u°Í"S estuviesE. El gobernador de Buenos Ayres al desechar la mediación de la Ingla- terra y de la Francia, ha personificado la República del Uruguay en su digno Préndenle el Sr. general Rivera, y ciertamente que no podia nacer á su enemi- go personal un honor mas grande. Le representa influyendo en los destinos de su patria, desde que saliendo apenas de la adolescencia, ciñe una espada y hace inscribir su nombre entre los primeros defensores de la libertad Americana. Desnaturaliza, calumnia, ó silencia sus hechos mas gloriosos. Acumula á su odio iodos los odios; pero mientras mas se agita para convertir una biografía ilus- ire en un libelo, mas sin esplicacion deja el fenómeno del ciudadano, y el guerre- ro, que ha conservado por mas tiempo en los nuevos Estados de América un as- cendiente mas constante, sin confiscaciones, proscripciones ni matanzas. En el interés de su fama, esta sola observación escusaria la tarea, que nos imponemos al hacer estos apuntes; pero és en él que se ataca la patria del Ge- neral Rivera, y és el honor, la independencia, y las libertades de la República del Uruguay lo que defendemos defendiéndole. Dividirémos por épocas, nuestro pequeño trabajo. En la primera entraré- mos en pormenores, de que por la distancia de los tiempos podemos ocuparnos tomo si fuésemos la posteridad. En las dos siguientes prescindirémos hasta don- de esto sea posible, de nuestras diferencias interiores, y de los actos que priva- tivamente nos conciernen, como á nación independiente ; pero como el gober- nador de Buenos Ayres los alega en favor de su causa, y la justicia de la nuestra se funda en la injerencia, que se ha permitido de todos modos, en nuestros negó- nos domésticos, no nos será dado omitir los que sean necesarios bajo cualquiera de estos respectos. Al hablar del actual gobernador de Buenos Ayres en estos apuntes, le llamaremos siempre el restaurador ; título, que él aprecia; y que ni él, ni nuestros lectores, podrán tomar en mala parte.PRIMERA EPOCA. LA PROVINCIA ORIENTAL. El Exmo. Sr Brigadier General D. Fructuoso Rivera dos veces Presiden- te de la República Oriental del Uruguay, recibió laeducacion, que daban en el país los padres acomodados á sus hijos, cuando no se les destinaba á la carrera de las letras. Por lo que hace á principios é instrucción al empezar la carrera mi- litar, los americanos cuando dieron el grito de libertad, tubieron el instinto de 'su fuerza y de sus talentos : nada han debido á los ejemplos y á los maestros en el arte de vencer ; pero han vencido. El mas noble titulo de gloria de los que se han elevado por sus hechos de armas á los grados mas altos és que se sepa desde don- de han partido : honor, que no puede negar el restaurador al general Rivera, por lo mismo que se empeña en deprimirle. El General Rivera entró á servir el año de 1811, bajólas banderas de la libertad, no es á él, sino al Pueblo Oriental y a la causa americana, á quienes el restaurador injuria, denominándolas de la anarquía. Desde el año 12, al 10, sostubo como uno de tantos gefes ú oficiales, y bajo las órdenes del gobierno de su provincia los derechos proclamados en ella. Si hubiese obrado de otro modo el restaurador diria, que habia traicionado á su patria. Se olvida que la República Oriental fue en esa precisa época la cuna y el General Artigas el patriarca de esa misma federación, que el restaurador ahora llama santa. Se olvida que el cabildo de Buenos Ayres de 1815, á la ca- beza del partido á que se asoció después él mismo, mandó é hizo quemar por la mano del verdugo las proclamas del gobierno general contra el protector de los pueblos libres, y declaró injusta y tiránica la guerra que se le habia hecho ; sien- do una de las razones en que se fundó para derrocar aquella administración, y disolver el congreso general. De todos modos, para los que aun pudieran hacer- se ilusión de que el restaurador no hace la guerra á la República del Uruguay, sino al general Rivera, este recuerdo de la que se hizo al gobierno general el año doce es una gran revelación. La resistencia, que hizo en ese mismo periodo la provincia á las pre; tensiones del gobierno general, y su decisión á sostener sus derechos en una lucha tan desigual, la empeñaron en medidas rigorosas que muchos gefes exage- raron por inesperiencia ó por pasión, autorizando desórdenes por otra parte infe- riores á los de una época mas reciente en la capital y demás pueblos de la confe- deración argentina. Si el General .Rivera, acaso no fué el solo, fué al menos el que mas se distinguió en reprimirlos, y apareció como una segunda providencia en su pátria, dando los primeros ejemplos de humanidad y grandeza de alma con que ha señalado toda su carrera, y á que debe entre otros titulos la reputación eminente de que goza entre sus compatriotas. El año de 1810, invadió el territorio de la provincia un ejercito portu- gués, al que opusieron los orientales una resistencia obstinada por el espacio de10 cuatro años, teniendo al fin que ceder á la superioridad de las fuerzas enemigas, y a una convinacion de circunstancias que es inútil recordar. Todo estaba do- minado, menos el general Rivera que á la cabeza de una pequeña división de orientales, resistió por el espacio de muchos meses (esto se dice en pocas pala- bras) á las seducciones, á las amenazas, á las miserias, á las fatigas y ú la perse- cución activa que desplegaron contra él, sin tener otra atención, los invasores. Fué recien el año de 1820 en que vencido por los consejos y respetable media- ción de las autoridades patrias, qué consideraron con razón, no solo inútil, sino contraria á los intereses actuales de la provincia, una resistencia tan prolongada que el General Rivera estipuló como lo habian hecho ya todos los departamen- tos, su sumisión al Enno. Cabildo de la capital en el carácter de representank' legitimo del pueblo oriental, conservando las armas y el mando de su división, como una garantía real para sus compatriotas. No era solo el honor lo que su salvaba. Un gobierno patrio no habría podido negarle desde entonces, sin injuria, como no se la negó después el gobierno general, la mas alta graduación, que le correspondía por escala, en recompensa de sus heroicos servicios ; pero ese go- bierno no existia, y le cupo con este motivo un nuevo género de honor—con- viene á saber—que su elevado mérito fuese reconocido por un gobierno estrange- ro, y que confiriéndosele el titulo de general, tubiese á sus órdenes una brigada de tropas escogidas con gefes distinguidos, que respetaban la superioridad de su esperiencia y talentos militares. El acta del Congreso Cisplatino, fué un trabajo arreglado con los ciuda- danos mas influyentes de la época. Fué una obra de circunstancias, sin resul- tado para lo futuro, y con inmediatas consecuencias para la situación del mo- mento en que la provincia oriental como todas las litorales del Rio de la Platí. estaban incesantemnnte amagadas de una espedicion española. En esa acta, que no es un cargo para nadie, como nada de lo que se hizo bajo el imperio de una fuerza mayor, ni tubo para que figurar la influencia del General Rivera,ni en ella se desligó la Oriental de las demás Provincias, que fueron bien, que á su pesar, espectadoras pasibles de la invasión, y ocupación de nuestro territorio por las tropas del Rey de Portugal. En 1822 pertenecía ya el General Rivera al Ejército del Brasil, que se separó de su Metrópoli sin traición; no podía, pues, ser solo aquel el que trai- cionase la causa de Portugal; él menos aun, que los Brasileros, que estaban uni- dos á esa nación con otro genero de vínculos. En 1823 se conservó en las filas imperiales, y si las hubiese abandonado, el Restaurador le acusaría con la misma justicia, que lo hace después, qw había traicionado al Brasil.—Algunos Patriotas Orientales creyeron, que era ese el momento de substraerse á la dominación de los estrangeros, aprovechan dose de sus discordias. Fué una cuestión aislada de oportunidad, y el mismo Gobierno de Buenos Aires consideró, que aun no era llegada, sin perjuicio de las naturalas simpatías de la causa.—El General Rivera en situación enetrar en el territorio patrio, aunque a la cabeza de un ejército, respetando la obra de sus enemigospersonales,porque habian hecho á la autoridad instrumento Je su error, ó de su colera, modesto y generoso como el Romano Camilo, decia al nuevo gobierno en data del 18deNbre.de 1828 estas memorables palabras. " Los gefes, oficiales y tropa del ejercito del norte, cnagenados con la perspec- " tiva del nuevo estado á que pertenecen, ánada mas aspiran, que á la dicha do " saber, que su patria libre de enemigos y puesta en el goce de su soberanía, "pueda ya restituirles sus padres, sus esposas é hijas para volar hacia ellos, raos-18 '■ trarles sus heridas, llorar con ellos de gozo, y poner sus espadas á los pies rio " la patria. " La Asamblea General no trepidó entre el peligro^ dc^ ofender á los altos detractores, y los que debía de justicia al DIGNO Y BENEMERI- TO GENERAL: le abrió "sus brazos y le recibió en su seno con e-fusiones. (Véase la nota segunda.) *J]*rOA. EPOCA . LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY HASTA 1638. Desde que de hecho ó de derecho se fraccionaron las Provincias denomi- nadas en común del Rio de la Plata, se aumentaron enormemente las dificulta- des para entenderse los que antes eran miembros de una misma familia. La prudencia no ha alcanzado á preservarse de los inconvenientes de una posi- ción tan nueva. Los vencidos en las disenciones interiores de cada Estado, se refugian en los vecinos invocando el asilo y la protección como un derecho; demostraciones que recienten al poder victorioso, reputándolas contrarias á la neutralidad. jCómo conciliar tan opuestos intereses? Chile y Bolivia han teni- do en esta línea motivos de graves disgustos con el restaurador, y el Estado Oriental en contacto por mas puntos con la confederación, unidos, mas bien que separados por rios que les son comunes, y por vínculos morales todavía mas fuertes, ha debido sentir con mas frecuencia, y mas vivamente los embarazos de su posición. Es una injusticia la acusación que se le hace, en el periodo, que nos ocupa, de parcialidad. La República Oriental ha recibido con una igual benevolencia á los emigrados argentinos de uno y otro bando, y si alguna vez ha contrariado hasta cierto punto c&e sentimiento, no es ciertamente quien de- be quejarse el restaurador- En 1220, dispensó á los gefes y ciudadanos mas notables del partido fede- ral, todas las consideraciones que eran debidas á su carácter y á sus desgracias, sin ponerles algún género de trabas en el ejercicio de su libertad personal, y sin creerse responsable por el abuso que hiciesen en daño del bando dominante, de sns medios naturales de acción. El restaurador debió estar bien satisfecho de la conducta de nuestro gobierno, cuando invocó su mediación para el arreglo desús diferencias con el General Lavalle; lo que no tubo ulterioridad, porque en esos precisos momentos se arreglaban olios mismos. Estos arreglos produjeron instantáneamente la emigración, mucho m«* numerosa de los gefes y ciudadanos de todas las clases del partido contrario. Jü gobierno oriental, a cuya cabeza no estaba el General Rivera, recibió a los titu- lados unitarios como había acogido en la víspera á los federales. Las incursiones del General Lavalle en el Entre-Rios, fueron golpes de mano que no podía impedir toda la vijilancia de la autoridad, ni pueden por lo mismo imputársele mucho menos al General Rivera, que elevado á la presiden- cia en vez de proteger esas tentativas, mandó deshacer por la fuerza en la barra de San Salvador, una reunión acaudillada por el comandante Maciel, que se había formado con el mismo designio. El silencio del Restaurador sobre otros-agravios hasta el año de 1834 és una prueba evidente, deque no se le dieron en ese intervalo, que comprende (oda la presidencia del General Rivera, sino muy acabados de buena armonía y amistad. Es en efecto durante esa Presidencia, que empezó á publicarse un im- preso intitulado otro periódico, redactado por un emigrado argentino de talen- to y animado de la mas viva pasión contra el Restaurador, y su Gobierno ;y aun que, según nuestras leyes, el General Rivera no podia emplear su autoridad para impedirlo, pero en ejercicio todo su ascendiente personal y el de sus re- laciones, para recabar del Editor, como lo obtuvo, que desistiese de su empre- sa. Mas adelante y durante la misma presidencia, hubo una cisión en el partido federal, que nos trajo otra nueva emigración. El Presidente para alejar la oca- sión de un nuevo compromiso, y hasta la posibilidad de que los recientes emi- grados renovasen la tentativas de los anteriores, pasó por la mortificación de hacer intimar á los gefes mas distinguidos, que acababan de asilarse en nues- tro territorio, que eligiesen su residencia á distancia de las costas, y soportó el grave disgustos de que esos gefes le acusasen, no solo de parcialidad, sino de violencia, y que prefiriesen los riesgos, que corrían en una Provincia de las mismas confederadas, el Entre-Rios, á una hospitalidad, á un genero de hos- pitalidad, que no creían poder aceptar sin humillación. Fué por el contrario durante esa misma Presidencia, que el Gobierno de Buenos Aires favoreció la organización, equipo, y armamento con que el Ge- neral Lavalleja penetró por las Higueritas en el territorio Oriental, y que otras fuerzas á cuya cabeza se presentó un gefe del Ejército Argentino, inva- dieron el departamento del Cerro-Largo. Estos actos de una declarada, y no provocada hostilidad, fueron acompañados de una denuncia, que hizo por cir- cular el mismo Gobierno de Buenos Aires á todos los Estados Americanos en> que acusaba á los miembros superiores de nuestra administración de un pro- yecto de entregar el pais á un infante de España ; patraña pueril, que ni ha mereció lugar entre las innumerables acusaciones calumniosas de que está pla- gada la nota que dá materia a estos apuntes, y que prueba no la habilidad, s'no la intención de sus autores, y su connivencia con los descontentos de nues- tro Estado para subvertir el orden publico, y derrocar las autoridades constiiu- cionales. El silencio del Restaurador, se ha dicho, hasta el año de 1834, y no es porque en ese año se haya cometido de nuestra parte el menor acto hostil. L.os mas ciegos partidarios contrarios han tenido que bajar los ojos al ver ci, retende probar, que el General Rivera ha sido un enemigo perseverante de a confederación; pero en este plan, le quedaba el largo intervalo de nueve años, sin hallar un solo hecho en que apoyar la imputación, y eso ponienda gratuitamente en cabeza de nuestro Presidente, las tentativas de los emigrados sobre el Entre-rios en 1830 y 31. Para acortar el intervalo no le ha ocurrido otro arbitrio, que el de desfigurar mas un hecho ya desfigurado y darle colocación en 1834, en seguida la ocupación de Martin García en 1836, no habiendo ocur- rido sino tres años después, y por ultimo en 1838, el negociado con los Go- bernadores Beron de Estrada y Cuiten para la ruptura del tratado con Inglater- ra ! Se ven estas especies escritas, y cree uno que le engañan los ojos. Corresponden á esta época como que tubieron principio en 1836, nuestras desgraciadas disenciones interiores, ocurridas durante el periodo de la segun- da presidencia; pero como no parecen que ocupen seriamente al restaurada!- las teorias constitucionales, ni su aplicación á nuestros negocios„sea de su compe- tencia, diremos algo en cuanto lo considerémos oportuno sobre los incidentes. La emigración argentina, ó se han confundido en la masa, y sujetadose á las reglas de los demás cstrangeros sin cónsules, ó se han considerado en el ple- no goce de los derechos cívicos, perteneciendo á la clase de los oficiales que han combatido en los ejércitos de la Nación. Bajo cualquiera de estos respe- tos han tenido el derecho y el deber de prestar á la República sus servicios, aso- ciándose á la causa que les haya parecidomas justa. Tal ha sido durante las disen- ciones de la segunda presidencia, su conducta. Los unos se incorporaron á las fuer- zas que estaban á las órdenes del General Rivera ; entre ellos, pero no á la cabe- za el General Lavalle. Otros como el Genera] Soler y varios gefes y oficiales subalternos, sirvieron en las filas del partido contrario, y el general Soler en 1* capital á la cabeza. Otros en fin, guardaron hasta el último una absoluta neutra- lidad, como el General La—Madrid, y los coroneles Soares, Olavarria, "Vega &■ Esto prueba evidentemente que las diferencias interiores de esa época no te- nían relación con la causa de los emigrados argentinos al menos de parte del Ge- neral Rivera, aunque por otra sea cierto, que desde antes el Ex-Presidente Oribe hubiese concertado apoyarse en el restaurador, haciendo, en cambio sacrificios in- debidos á sus exigencias. De todos modos el número de los emigrados argentinos se perdia en la masa de los Orientales de uno y otro bando, y en cuanto á k>* indios de Misiones organizados en cuerpos de linea desde 1828 tan lejos d" servir de apoyo al General Rivera fueron en los principios el único, que tubo el Gobierno en la campaña 4 las ordenes del General Bri toe, y con que sa- lió de la capital el General D. Ignacio Oribe para formar el ejercito. Las fuer- tas del General Rivera eran de Orientales, y el Restaurador nos ha presentado' la ocasión de demostrarlo. La defección del General Raña á instigación del Restaurador, ó sin ella (porque no lo sabemos ciertamente) la defección de ese General, que no sedu- jo, sino vendió la mayor parte de las fuerzas, que reconocían por gefe supe- rior al General Rivera, le obligaron á retirarse con los restos al territorio del Brasil, donde se conservó respetado, y á donde fueron á unírsele nuevamente loa Orientales, que habian sido traicionados. Con ellos y no con indios, y Brasile- ros volvió á su Patria, señalando sus primeros pasos con una victoria. Des- pués de la acción del Yí, el ejército del General Rivera era mas fuerte, que el del Ex-Presidente, y lo prueba el que sin refugiarle segunda vez al Brasil (noso- tros sabemos nuestra historia) obtuviese la completa victoria del Palmar, que puso fin á la cuestión. La unión á los Agentes y al gefe de la fuerza naval de la nación france- sa es uno de los anacronismos intencionales de la nota. Cuando se trata da saber quien es el que ha provocado y dado causa á la guerra es escencial la mas rigorosa exactitud en las datas. Él Restaurador tiene interés en invertirlos.- nosotros vamos á restablecerlas, aun que no es solo de datos, que vamos á ocu- parnos. En Francia se desplomó en tres dias una dinastía quo contaba siglos de existencia. En nuestros países despoblados y sin medios rápidos de comuni- cación, es mas lenta la acción de la mayoría que resiste al poder. Era en 18A después de la jornada de Yucutujá, que se hizo preponderante la causa que de- fendía el General Rivera desde 1836. A esta altura ya hacia tiempo, que eran proscriptos á muerte sus partidarios en la Confederación Argentina, por públi- cos decretos, y á esa altura pasaba con las divisas federales un batallón del En- tre-Ríos, á sostener el cantón establecido por la Ex-presidencia en Paisandú.- Creemos sinceramente que el Ex-presidente Oribe, no previo todas las consecu- encias, quo traería para sí y para la República este atentado, que rehusamos ca- lificar con nombres mas duros. El hecho era notorio y le negaban los minis- tros en el seno de las cámaras. La causa del Ex—presidente poniendo en la ba- lanza un elemento extrangero, había recibido el golpe mortal. He ahí un hecho bien anterior á todas las relaciones del General Rive- ra con los agentes franceses: he ahí dos hechos, que suponen en su intérvalo una série de hechos con la misma tendencia, y que establecen invenciblemente •a ingerencia del restaurador en nuestros negocios domésticos, y la violación con fuerza armada, sin provocación y sin pretesto, del territorio de nuestra Re- pública. Vaya otro hecho mas gráve, y tan cierto ; pero, que se ha afectado igno- rar, y quo efectivamente ignoran la generalidad de nuestros compatriotas. Los Socios del Ex-Presidente no mejoraban con los socorros medidos del restau- rar, que se complacía entre sí, de verlo cada dia mas empeñado en dificulta- íes tan serias. Eran los trances estremos. Entonces un comisionado, que en- tretenia las relaciones entre el Ex-Presidente y el restaurador, vino á proponer «reincorporación de la Banda Oriental á las Provincias de la confederación, y á esta condición el restaurador ofrecía su eficaz cooperación al sosten del partido «spirante. Todo estaba calculado hasta los momentos. Se añadía que el acu er- do habia de ser enteramente secreto, para, ponerse en ejecución en tiempo- fortuno, y que si llegaba á divulgarse, el restaurador quedaba desligado de 'us compromisos.La proposición se hizo al Ex-Presidente, que según el testimonio del eo- misionado, respondió, que él no podia aceptarla, pero que se comunicase a los amigos. Se les comunicó efectivamente en una reunión de notables tenida en casa del mismo comisionado, y la indignación fué general. Esta conducta les honra, y no creemos que les pesa. Pero ellos saben que el restaurador manifestó su voluntad y después de esto, el Ex-Presidente v sus Íntimos han aceptado su protección y su servicio. El restaurador es quien los envia con un ejercito poderoso a subyugar su patria.....oh! pasiones! Es una falta, ó un crimen? Y nos anuncian el degüello y el estupro ! Y nos aconsejan guardar silencio/rar malo, rjue sea lo que se haga, y que gritémos con los que gri- ten, y que no intercedamos por nadie ! Vamos á los agentes de la Francia. Todavía después de los hechos refe- ridos se conservaba entre ellos la mejor armonía. Fué después que apareció en esta capital el general Brown enviado por el restaurador para ponerse á la cabeza de nuestros buques de guerra y comprometer al Ex-Presidente con la Francia, aunque en realidad no hizo otra cosa ; fué después, que se sublevaron dos buques de guerra, que habiendo solicitado el Ex-presidente, que las fuerzas francesas los persiguiesen como piratas, que el cónsul general contestó, quede clarada como estaba la existencia de la guerra civil, según el decreto, que ofici- almente se le habia comunicado, no le era dado prestar ayuda á ninguno de loa partidos á nombre de su nación. Esta respuesta que privaba al Ex-presidente de otpo elemento extrangero, fué el principio del desacuerdo entre el Ex-presidente y el Cónsul general ; pero sin que hubiese un acuerdo entre este, y el General Rivera hasta la ocupación de la capital, ni mucho tiempo después. La causa del General Rivera habia triunfado sin la cooperación, ni aun indirecta de un poder extrangero, y á despecho de la cooperación extrangera. EPOCA i kiu j^ka. Guerra de la República con el Restaurador. La guerra civil, habia terminado por un avenimiento solemne, y nosotros no debemos dar cuenta á nadie en la presente ocasión, y al restaurador en nin- guna, porque no fué una sincera reconciliación. El Ex-presidente con autoriza- ción del cuerpo legislativo, dió sus plenos poderes á una comisión para tratar con el General Rivera, sobre la base de su descenso del poder, y después de la con- vención hizo su formal renuncia ante las cámaras, y le fué admitida. Las conse cuencias de este hecho, podrán servir si se quiere, de materia á discusiones entre nuestros conciudadanos; pero el hecho es el derecho para las naciones ex- tranjeras. La neutralidad exige que ellas le reconozcan impasibles y todo pro- nunciamiento en sentido contrario supone el estado de guerra, ó es en si mismo la ruptura de la paz. El restaurador que cubre de nombres tan odiosos la declaración de W de Marzo de 1839, ¡ en qué estado se consideraba con Muestra República á es9 ts fecha ■ El habia proscripto á nuestros ciudadanos en el territorio de la con- deracion, y violado el nuestro con sus tropas. Después de estos, y otros antece- dentes referidos en la época anterior, el General Rivera ocupa á Paysandú, y encuentra el batallón de Entre-Rios. Siendo de morenos, pudo reteniéndole incorporarle en sus ñlas, pues que por él nada se habia estipulado en la conven- ción, y en vez de eso le deja repasar intacto con sus armas el Uruguay, y da por el hecho la prueba mas concluyente, de que superior á los peligros, y a las provo- casiones, solo un sentimiento le domina—el de la paz. Y que hace de su parte el restaurador en esos precisos momentos para cor- responder á una conducta tan generosa? Recibir al Ex-presidente después de ad- mitida su renuncia por la Asamblea General en el carácter de presidente de la República, y en el respectivo á los exfuncionarios que le acompañan, conser- vando en armas el cuerpo de tropas, quehabia seguido al Ex-presidente á la capi- tal, y por si esto no bastaba, declarando oficialmente, que no reconocía las auto- ridades existentes en la República. ¿ I£s esta ó no, una declaración de guerra, y a la vez una continuación de la que habia estado haciendo el restaurador por los medios mas reproba- dos en el derecho de gentes, y desde muchos años atrás, á la independencia de la República ? Que se compulsen los documentos públicos de la época, que se evoquen todos los recuerdos, y que se señale un solo acto del General Rivera, que pudie- se servir de pretesto plausible á un procedimiento tan contrario á las leyes de la neutralidad. Los emigrados argentinos, que pertenecían al ejército, eran bien inferiores en número á los que se incorporaron en sus filas, durante las disencio- nes del año 32,en la primera presidencia del General Rivera. Las disenciones terminadas, los emigrados argentinos se restituyeron a sus ejercicios pasibles, y muchos de los gefes principales dejaron de pertenecer al ejército de la Repú- blica para siempre. La gratitud del General Rivera no se puso entonces, ni se habría puesto después en el compromiso de acreditarse á costa de la neutra- lidad y buena armonía, que ha deseado conservar siempre con los estados ve- cinos. Era, pues, el Restaurador, quien sin provocación, sin causa y sin p re- testo, exercia los actos mas hostiles contra la República Oriental, difiriendo el desarrollar todo su plan, y desplegar todas sus fuerzas, apenas se viese libre de las atenciones del bloqueo. Nosotros no hemos elegido la ocacion, sino que el Restaurador nos ha impuesto la necesidad de defendernos. El exige miramientos delicados de parte de sus enemigos á quien se ofende sin piedad. El tiene por buenos to- dos los momentos para el ataque ,y nosotros hemos de reparar sus angustias para nuestra defensa ! De todos modos la coincidencia de nuestra declaración del año 39 con el bloqueo francés, no puso un elemento estrangero en una guerra civil, sino en una guerra estrangera, y la Francia no tiene pretencíones sobre el territorio de la República, cuando el Restaurador aspira, y solo él á reincorporarnos á la confederación, y á este titulo es para nosotros el mas peligroso de los extrange- ros. La República, en suma, nada ha hecho durante la guerra, que no ha- ya hecho antes el Restaurador; pero no ha degollado ú los prisioneros indefen- •oSf no ha derramado á manos llenas la calumnia sobro sus enemigos, no ha perseguido sus familias.Se ha hablado de una maquina con que se pretende haberse atentado ¿ la preciosa vida del Restaurador, y es mas humano creer, que se haya in, ventado para dar ocacion á los Te-Deum, y las fiestas, que para poner en peligro lo dias de nadie; pero sea ello lo que fuere, el ponerla á cargo del General Rivera, que ha ocupado toda su vida en perdonar, es una lógica po- bre, y en los intereses del Restaurador un mal calculo. Cuando con la mano en el pecho, se hace á otro la imputación de una acción infame, se muestra tal vez sinceridad; pero es a expensas del honor. £1 Restaurador dice, que nosotros deseamos la paz por la conciencia del crimen. Crimen ! De una nación á otra se cometen agravios y daños, cuya repa- ración se pide por la via de las negociaciones ó se vengan por las armas. Jjog crímenes son de la competencia de los magistrados nacionales, y el Restaura- dor se descubre, hablando en el tono de que lo fuera nuestro. ¿Que es él para la República del Uruguay, que nos llama bando rebelde ? Viene ya rein- corporado á la Confederación ? Es ya el tiempo oportuno de dejar caer la mascara ? Dice, que deseamos la paz por el convencimiento de nuestra impotencia para luchar por mas tiempo contra la opinión, que nos resiste. De que opi- nión habla? De la opinión suya, y de los ocho, diez ó veinte mil soldados con que se propone invadirnos ? Si nosotros sucumbiéramos en la lucha. ¿ Seria gor voluntad del Pueblo Oriental, ó por la virtud de las bayonetas estrangeras? erian esos medios coherentes con el ejercicio de la soberanía de un Pueblo inde- pendiente ? Nosotros deseamos la paz, porque es un gran bien. Estamos dispues- tos á hacer todos los sacrificios y á correr todos los riesgos en sosten de nu estros derechos; pero preferimos escusarlos, siempre, que lo podamos sin desdoro, y hacemos alarde de no haber omitido medio alguno razonable para obtenerlo. A si es que ofrecimos la paz después de una victoria, y fué de- sechada. Continuamos defendiéndonos; pero sin perder de vista nuestro d eci' dido proposito de arribar por un camino mas corto, y menos costoso, á vivir en Í>az. Invocamos por lo mismo la mediación de la Gran Bretaña, prefiriendo a de esta nación poderosa por dos razones. 1 ? por que eran tan insignes y recientes los favores, que había dispensado al Gobernador de Buenos Aires, que no podia ofrecérsele un juez menos recusable de las diferencias, que se sostenían con las armas. 2 ? por que era tan intima la conciencia de nuestra justicia y de la moderación de nuestras pretenciones, que no temíamos las des- conociese, en el examen, que hiciese de ellas, un gabinete tan circunspecto, é ilustado. Hacia honor á dos nuestra confianza. La augusta Soberana del Reino Unido, se prestó generosamente á nuestra demanda, osando probar la humanidad y la gratitud del Restaurador; pero tubo bien luego la ocacion de reconocer, que habia pn sentimiento mas fuerte en el corazón del hombre, que habia salvado, su rencor personal. También fué desechada la mediación. Pero los derechos ultrajados de la humanidad son de la competencia de todas las naciones, y desde que habían exitado la atención, y el ínteres de una de las mas poderosas, no era seguramente para abandonar plegandose al capricho de un hombre enconado, El Gobierno Británico para que no se in- terpretase el ofrecimiento de sus buenos oficios, como un acto de simple bene- volencia internacional, concebido sin conocimiento de causa, é intentado sin consecuencia, y para dar á su insistencia un carácter mas serio, invitó ai 0* m bierno de otra gran nación y de otros antecedentes para con el Restaurador, á unir sus esfuerzos para procurar la paz á la República del Plata. El Gobi- erno de S. M. el Rey de los Franceses adhirió sin trepidar & la invitación, y es justo decirlo, sin que le fuese nuevo el noble pensamiento de asociarse u la In- glaterra para hacer mas respetable el ofrecimiento de su alta mediación, y mas eficaces sus resultados. Esta doble y carectizada oferta ha sido menos afortu- nada aún, que las anteriores. En la primera repulsa mostró el Restaurador su rencor personal; en la segunda afecta satisfaccer á este cargo con un rencor mas vivo: Antes no po- día tratar con un hombre; ahora estiende la esclusion á todas las influencias, que se ha creado. A la 1.* mediación, dijo, que no podia aceptarla sino so- bre la base de que D. Manuel Oribe fuese reintegrado en la Presidencia de la República; á la 2. " dice, que la paz no es conciliable con que vivan en el pais, ni el Presidente ni alguno de los que el Restaurador tiene la cortesía de llamar bando execrable. En suma: a la mediación de la gran Bretaña, propuso, aunque proforma y absurda una condición. Cuando la Inglaterra y la Francia se unen en el mismo interés, y le incitan á reflexionar maduramente antes de rc- chasar la intervención amistosa, que le ofrecen dos potencias poderosas en nom- bre propio, y como los órganos de los deseos de la Europa entera, entonces la repulsa es categórica, perentoria, y absoluta. El Restaurador, colocando su imagen al lado de la Divinidad, ha pasado un nivel sobre las cabezas de todos, y con la misma arrogancia pondrá 4 prueba el sufrimiento de los Pueblos, que le obedecen, la moderación de sus enemigos, y la noble continencia de las gran- des naciones.JVOTAS (1 ? ) Se leían en el consejo del emperador los despachos del PresU dente de la Cisplatina en que anunciando las disenciones de los principales gefes Orientales, y exagerando sus consecuencias, predecía la disolución de nues- tras fuerzas, y el próximo y completo triunfo de la causa imperial. Las espe- ranzas renacieron. Pero en seguida se leyeron otros despachos en que se daba cuenta de la ocupación de los Pueblos de Misiones por el General Rivera, y el Emperador dijo á sus consejeros: con otra nueva discordia de losgefes Orien- tales se vienen hasta Puerto- Alegre: es preciso hacer la paz. (2?) Se pretendía por muchos, que esas cualificaciones de mono y benemérito oeneral, aunque honoríficas y significativas con alusión á antece- dentes recientes, no eran bastante enérgicas para borrar la impresión, que hubiese hecho, ó dejase la calumnia, y el Diputado de la constituyente D. Ata- nació Lapido en la Sesión de 5 de Enero de 1829 hizo formal moción, que fué apoyada, para que se declarase al General Rivera exento de las imputaciones hechas a- su lealtad. Otros por el contrario—creian, que estando ileso el ho- nor del General, que había respondido á las injurias con victorias, las circuns- tancias aconsejaban, que so arrojase un velo sobre las pasiones de sus difamado- res. La reputación de virtud y de patriotismo del General Rivera dijo en la sesi- en del 29 de Enero la comisión por el órgano del miembro informante, han podido mas que todos los decretos, y que todos los dicterios, que se han proferido contra él. iVo abramos mas las heridas de la Patria. Este sentimiento preva- leció al sacionarsc en la misma sesión el siguiente— DECRETO. I>a Asamblea General, constituyente y legislativa del Estado. Considerando, que al decretarse en sesión de 30 de Diciembre ultimo que los gefes, oficiales y tropa, del antes llamado Ejercito del Norte, serian re- conocidos pertenecientes al Ejercito de este nuevo Estado, se calificó al Briga- dier D. Fructuoso Rivera de digno y benemérito general. Considerando, que esta calificación no podia hacerse por la Representa- ción soberana del Estado, sin que por el mismo hecho, quedasen en toda la estension de su territorio, destruidas y sin valor alguno, las imputaciones odiosas con que en una época anterior habian sido atacados el honor y cré- dito de dicho Brigadier General. Considerando, que en el mismo decreto se le reconoce en pocesion y ple- no goze de todos los derechos cívicos, y de la mas alta decoración á que puede aspirar en la gloriosa carrera de las armas un distinguido servidor de la Pa- tria, Considerando, que esta declaración se hizo en circunstancias, que el re- ferido Brigadier General pudo haber sido desconocido por la Representación 37 nacional, y negadose la reintregacion de *us derechos, toda vez que esto hu- biese 9Ído compatible con la justicia y la naturaleza sus servicios. Considerando, que por lo mismo una tal declaración es mas honorífica v solemne, que otra especial y aislada, que nada añadiría a la hecha, en los momentos de aproximarse el anunciado Brigadier General con parte de la fu- erza de su mando por orden del Gobierno y en conformidad á los votos de los buenos ciudadanos, con lo que recibe el testimonio mas inequívoco de la confianza, que inspira al Pueblo y á las autoridades; DECRETA; Art. I ? Se considera innecesaria la nueva declaración solicitada por ano de los Señores Representantes al dicho respecto. Art. 2 ? Remítase el presente decreto al Gouierno para que lo comuni- que al Brigadier General D. Fructuoso Rivera y disponga su publicación por la prensa. Véanse en el diario de las sesiones impresas las de 3 y 30 de Diciem- bre de 1828, y de 5 y 29 del siguiente.