<3íada-d«*>os v yó os suplico! qué dlfirmdeisi mi» arrojo : yo escribo provocado , mi Hite tito >es hacei» etimudecer á estos Zoilos para que Buenos Aires no aparezca tan de trapillo ante la expectación délas, naciones civilizadas por causa .de los libros de (rocina oon que nos favorece la libertad de imprenta qua ojalá se suspendiese basta que lhos nlojo¿ o nue_-í i ,u luces y eos tu «ib ros. Dios os guarde muchos anos. Buenos Aires y. agosto 28 de 1822.^-Vueati p conciudadano.—MI ex-inquisidor contra La herética pravedad. • iip \i\ or, i, ^cr o 'r,f\i** ¡\i• i oi'o /wr.,iii ..... :i t: Olll NOTA. ni".' »? ssiobitKMM rii^í 6/ oi»p oJ ufl n . ■- »»«>ni ol> Se ha entendido que la disculpa de no contes- tar al Ambigú, en el número J 1 de Da. Maria He- tazos se ha interpretado muy mal; á su tiempo s| conviene se dará la explicación , y los autores del Ambigú sabrán cual es el templo Scc. u /jmeil »i T-o ol o;* . (vi , íí v i ,. .'■¡•i(( j oi't. i NOTICIA. Ha llegado el Gauchi-político de Santa Fó, donde ha estado nueve meses tratando oon*el go- bernador López sobre asuntos importantes de aque- Ua provincia, por cuyo motivo se habian suspendido sus números; el sábado de esta semana continuará sus tareas con toda moderación, pues el hombre viene tan manso que parece otro. BUENOS AIRES": ImPEBNTA DE. AtVAKEZ. viTvmcAciorv EN" SU REVOLUCION as cmifAj ti XMií;hai)o» ar.if?íti3(i'J. Santiago he Crilb, abrii. 23 de ion. IMPRENTA LUÍ ERAL,,\ INDICACION DE LA REPUBLICA " A RJENTI NA KN SU REVOLUCION Y SUS GUERRAS CIVILES, JPor Jl. y X., EMIGRADOS ARJE.NTINOS. .LiOS autores de este escrito malo ó bueno, son ilel crecido número de aquellos que pisan el suelo estranjero ; porque están proscritos en su Patria. Al encontrarse á cada paso con hombres estraííos que la compadecen creyéndola perdida, ó «pie la acriminan, y que piden cuenta á sus hijos de su situación y de sus desgracias, los ■tutores han sentido una viva necesidad de rehabilitarla y de vindi- car el carácter honorífico de la actual emigración, l'.ra preciso pa- ra esto patentizar el desarrollo que lian recibido los elementos sociales en la República Arjeutiiia; y establecer bu inculpabili- dad, demostrando que su situación actual es tan lojien como tran- sitoria, y que subsisten palpitantes y vivaces en su corazón todos los principios de la civilización del siglo representados por la emigración. Los autores han creído que una investigación seria y sincera de la historia de la República Arjenlinu producirla ese resul- tado : y también, que semejante investigación no .« !,■■. estéril tal- \"/. para las Repúblicas hermanas que reconocen con aquella un origen común. Todas encierran unos mismos elementos morales. Será pues servirla causa de la civilización Sud -A inericana ofre- cer un ejemplo, una fuente de meditaciones, en la historia de2 aquel do los pueblos de- este continente- en cuyo seno Kan com- batido, y se han desenvuelto mas, Uxfcts las teorías, las reformas, los intereses y las pasiones, que con mayor 6 menor fuerza se ve germinar en los otros piuldos Sud-Americanos. El que pri- mero atraviesa los peligros enseña el modo de evitarlos. Los autores na hablan sino de su Patria; pero inducen á reflexio- nar sobre la América del St»d. Jan uua palabra, hacen lo que hacen todos, los historiadores. Los que esto eseribeu padecen todas. las desgracias y esca- seces consiguientes \ una emigración larga y vi denta. Miran como un honor el titulo de emigrado, y confiesan con dignidad que uo les queda otra fortuna que el ejercicio de sus estudios. Esta si- tuación tos obliga a proponer una suscricion que se cobrará .d entregar cada cuaderno de su- obra. Por aliora so U> quiereu. fir- mas do suscritores que Ies garantizen el contrato que tienen- que hacer con el impresor. Para que los suscritores sepan á que atenerse y conozcan el carácter de este escrito, se les presenta aquí el PLAN 1>E LA OBRA. INTRODUCCION (*) La historia de España es un punto de partida necesario pa- ra escribir la historia de Sud-América—Situación de la Espa- lda al conquistur á la América—Caí los 5. °—Lulero—Felipe '¿. c — Decadencia—Sistema colonial— Doctrinas filosóficas de los fran- ceses en el siglo pasado—Imprenta—Revolución francesa—Con- ducta del gabinete español— Es-pediciones de los ingleses sobre las costas de Buenos-Aires—Triunfos obtenidos sobre ellas—Efectos políticos y morales—Pa'a coi» la Inglaterra—Arjentinos—Eco de la tribuna y de la literatura francesa—F.co de la revolución Norte- Americana- -Diferencias profundas. (*) Esta introducción es tina revista rápida do los micesos que prece- dieron y prepararen la revolución del -ó de mayo de 1810. s Situación de La República ArjentIna; desarrollo be 'SUS ELEMENTOS SOCIALES. NecESIBAD, UTILIDAD Y. MORA- LIDAD DE SUS GUERRAS CIVILES. CAPETELO ii Caída de los Borboues do España—Napoleón en la península— (Juerra—Organización de las juntos provinciales—Rebote de c»»e trastorno social sobre la América del Sud. y en especial sobre Buenos-Aires—Atraso político de la población—Tuerza y exijencia de las circunstancias—Revolución del 25 de ma- yo de 1810; su grandeza é importancia. CAPITULO II." yerra de la Independencia—Consumo de recursos de todo je- nero que exijo—Absorve todos los cuidados y atenciones de los gobiernos revolucionarios— Invasión en los vireinatos limítrofes—Simpatías fuertes y decisivas de las poblacio- nes— Victorias. CAPITULO III. . ÍJecgrafra de la República Arjentiiia ; ostáculo para conseguir de pronto la organización completa -Situación inora!, inte- lectual, é industrial de las masas—Cuatro elementos sociíiles diverjentes—1.° Políticos filósofos—2. a Políticos retrógra- dos—3.° Militares—4.° Masas—Choque—Disolución del vínculo nacional ; consecuencia inevitable de la revolución }' de sus doctrinas absolutas de igualdad y de independencia —Intereses centralistas — Intereses diverjentes—Buenos-Aires — Las provincias—Guerra civil---Caudillos—Revolución d© A requito—Triunfo del sistema, del aislamiento. CAPITULO IV. Poder del partido ilustrado en la provincia do Buenos .A ¡res— Su debilidad en el interior de la República—Organización de Buenos-Aires bajo la influencia de este partido— Orga- nización del interior bajo la influencia de los caudillos y tle- «las ideas retrógradas— Córdoba—Tucutiian y Salta—Transac ciones mutuas, mancha pacífica é independiente—Desarro¡!( »le la civilización y de la prosperidad — Actividad y movi- miento jeneral de toda la provincia—Reforman—Leyes po- líticas, relijiosas y orgánicos—Hacienda pública---Educa- ción—Oposición—Gobierno «leí jeneral Las-ileras—Influen- cia de la provincia de Buenos-Aires sobre las demás—Mhi cha hábil y sensata de su gobierno—Interesen centralistas y provincialístas renacientes—.Esperanzas é intenciones respec- tivas— Brasil—Montevideo—Instalación del congreso nacio- nal—Guerra con el Brasil — Di verj encía de opiniones polín- cas -Tentativa de centralización—Debutes lej isla ti vos—Capi- talización «le la provincia de Buenos-Aires — Conclusión dil sistema provincial. CAPITULO V. Alarmas y movimientos de los caudillos de lns provincias —Apoyo de las masas—Guerra civil—Guerra nacional—Victoria de Itit¿aingó—Sui inmensos resultao so<:i«l consiste en aprender á hacérsela sin destruir los vín- culos sociales, satisfaciendo cada vez mayor número de intereses i dando entrada á mas ideas, por nuevas qite sean, en la di- recete*! de los pueblos. La guerra civil tiende á destruir sin examen aquello mismo que se discute i se adopta en los cuer- pos lejislativoR, por cuya razón la forma parlamentaria »s la mas preciosa de las conquistas de nuestra época.C 3 ) Antes que tuviera lugar el debate legal entre los nuevos ¡ los antiguos intereses , los partidos so vieron siempre precisados á armarse para defenderse i para triunfar , i desde entonces era natural preferir la fuerza á la sabiduría , el número á la razón, i la preocupación al convencimicntc. I este es el sentido en que se ha desenvuelto la historia de casi todos los pueblos con- temporáneos : una de las dos banderas-ha sido siempre enarbo- Jada por los gobiernos i sus enemigos. lista lucha desarrolla la vida propia i peculiar de las na- ciones, presenta en la ■.tlpreficie las ideas i las pasiones que al- teran su fondo, las muestra sin disfraz, fáciles de estudiar, ta- le* cuales Lis ha formado la educación, i cuales las preparan ¿ ser las ideas i los intereses de su porvenir; en este punto en fía es donde vienen- á figurar los hombres i las clases con todos sus vicios i todas sus virtudes, i á declarar el grado de progr-.- so á que llegaron. Nu obstante esta lucha perpetua los partidos alcanzan sus grandes dias de victoria; las ideas i la organización que algu- no de ellos representa triunfan sobre sus adversarios i se des- pliegan sin insistencia aparcute. He aqnl lo qnc constituye una época : l.i oposición entonces es silenciosa i lenta ; marcha, pe- ro sin hacerse sentir; estudia cou perspicacia los defectos de la organización establecida: señala las desventajas de W idea que le sirve de base ; se constituye órgano del bien social, i va pro- gresivamente subiendo al poder sobre el descrédito del partido que lo maneja. I la sociedad, basada unas veces sobre el- uno, basada otras veces sobre el otro, cae de cuando en cuando, pero progresa siempre , porque los pueblos marchan como el hombre por la perpetua mudanza de sus dos pies : cuando el uno es irn- ( 3 ) potente para avanzar , so para en él i avanza con el otro. Basta una viata vulgar para comprender que no todas las in- novaciones son titiles^ para iodos los pueblos, i que un cambio de instituciones, una revolución cualquiera, exije su momento oportuno. En esta oportunidad consisten los errores i la cordura de los partidos , i en la duda de haberla ó no encontrado con- sisten sus enemistades i su lucha. Los interesen i lus preocupa- ciones se combinan mil veces para amarrarlos á las columnas abandonadas de un edificio viejo c inservible : otras veces viven i se -alimentan todavía bajo esas columnas grandes intereses, i la intención de arruinarlas levanta contra sí el poder i la grita de una nación entera. Cierto es que el deseo de libertad insta á depurar de sus vicios toda organización social ; pero ántes es necesario convencer la razón de los pueblos, formurla si no la tienen, enseñarles á pensar i á trabajar, porque la libertad es el 2>an que ellos 'ganan con el sudor de su frente. Uti sistema , por perfecto que sea, el sistema representativo por ejemplo, que ha arrancado el poder de las manos del indi- viduo para depositarlo en el seno de la razón social, de nada vale, en nada influye, sí no está ya formada esa. razón, i si por el contrario la ignorancia i la pobreza ponen á los pueblos en I.» imposibilidad de manejarlo : la libertad entonces debe empe- zar por la educación. La tarea de educar sí un pueblo es difícil i está llt>i,a de contradicciones. Son grandes i poderosas las influencias sociales que se le oponen , i para no ver arruinados sus intereses, des- truidas sus creencias, i maiceradas sus esperanzas, la anatema- tizan como revolucionaria i desorganizadora, fío se engañan. Grandes influencias sociales también »>c ponen a la cabeza dela educación ¡ del adelanto, i lidian por cimentar la revolu- ción bajo la cual anuncian sus nueras ¡deas de libertad i de bien social. Estas influencias, enemigas entro sí, están jeneralmonte re- presentadas por los gobiernos, i por los jemos , por los estados, i por las revolucione». Los pueblos se ajitan enlro estas dos cau- sas, reciben de ellas su impulso , i educados unas veces en la escuela anárquica de las revoluciones, i otras en la escuela tei rorista del despotismo , se preparan poco á poco á compren1! ¡ y realizar las ideas de bien i de moral que produjeron el cho- que con la antigua organización , i trajeron la guerra hasta sa .eno. r.n uno de estos momentos estaba la Europa, cuando un hombre verdaderamente de jenio concibió un mundo nueve eu medio dul Océano, ¡ pasando audaz sobre la burla i la erudición del charlatanismo clasico de su época, puso su idea Á los pies de los reyes de España cenvertida en un inmenso, rico i fértil territo- rio. La ajitucion i el desorden de aquella época, el •espíritu de aventuras, la codicia , i mil otras pasiones é intereses atrajeron desde el principio ni suelo de Colon una emigración numerosa, 1 la América perdiendo desde entonces la orijiualidad de- su ci- vilización indijena se puso del todo bajo la lei i la acción del pensamiento europeo. El idioma, la industria, la relíjion, el es- tado, todo cuanto constituye un pueblo se formuló en el suelo americano bajo el modelo de los consquistadores ; i así es como empezaron a crecer las que hoi son repúblicas Americanas, cuyo único e integro oríjen es la sociedad europea. Mr. de Tocqueville en un libro admirable por su sabiduría, y sensatez (1) nos ha pintado el oríjen i el desarrollo de los [1] De la dcinocralie en Amerique pueblos anolo-americanos que viven bajo el ciclo del Norte. Priu- ipios distintos, creencias contrarias , pobladores diversos fueron los que pusieron el pió rn las playas del Sur; i de esto sim- ple hecho naceu precisamente todas las diferencias que se noten en el desarrollo de las dos razas. Para formar un juicio exacto de las revoluciones que han esperimeutado las repúblicas sud- americanas es necesario ir á buscar en Europa los elementos de la sociedad i apoderarse allí del jermea de todos los movimien- tos que hoi esperimeutamos. Como alumnos de la EspafUt debemos estudiarnos en ella, deducir las leyes de nuestra vida social, uues- tias ideas , i nuestras preocupaciones del rol que jugó entonces ui la -encarnizada lucha que ajitaba á la Europa. La España, al comenzar el siglo XVI, era una nación quo hauia llegado á una organización perfectamente cimentada sobre el' sistema i las creencias de la edad media. El estado i la relijion , la ciencia i la literatura afectaban un carácter nacional fijo i fuertemente pronunciado. Ella era- sin duda ¡a nación mas .completa de su tiempo, i por eso es que mientras vemos -á las demás sjitarM en medio dol desorden i de las guerras intesti- nas , li España presenta un todj homcjéiieo i majestuoso que constituye una patencia fuerte en el csterior i tranquila ep el interior. Mil causas habían contribuido á darle tan ventajosa si- taación, desenvolviendo en toda su población un sistema de cre- ucias y jerarquías análogas, (pie por lo mismo eran amadas, líecoidarcmos rápidamente que su situación jeográfica la pu- so por mucho tiempo en el centro de los dos grande! impulsos de la edad media; el catolicismo, i el mahometismo. Fué el puesto avanzado de la Europa Cristiana, i la presa mas inme- diata ofrecida sí la codicia del Africa. Su territorio fue un per.( 6 ) pctuo campo de batalla entre las do» razas i las dos doctrinas. Pasemos á examinarlo. Acostumbrada la nació:) española al dominio de las leyes ro- manas, 6 mas bien hija lejitima de BSS.S leyes i de las costum- bres europeas, tenia ya una fuerza de vida propia i seguía el rumbo jeneral de la Europa miéutras se desorganizaba el vasto imperio de Roma. El catolicismo formaba el nudo de la socie- dad i estaba pronto á desenvolverse cuando cayó de pronto so- bre ella la invasión de los sectarios de Mahoma. No solo el idioma sino la doctrina , no solo el carácter 1 las costumbres sino todo cnanto puede Caracterizar una raza dis- tinta , venia escrito en la bandera de los africanos. La España no podia menos que chocar con un pueblo tan distinto de ella, i cuya pretensión era variarle su modo de ser peculiar. Ningún pueblo se somete sin resistir, i se necesitará' una debilidad es- trema para sucumbir humildemente al yugo de una raza que no promueve simpatías , ni muestra un carácter análogo al pue- blo invadido. La España , confiada en el vigor de su doctrina relijiosa, sostenida en su retaguardia por toda la Europa, alen- tada on sus desgracias por la voz del pontífice católico, se sos- tuvo con heroísmo. El espíritu nacional no sucumbió jamas, i emigró puto á las montanas para continuar desde allí la mas vi- va guerra contra el pueblo conquistador. Las convicciones cre- cian, i el espíritu do la rcbjioii combinado i coufuudido con el pa- triotismo, cundía i se fortalecía extraordinariamente en los habi- tantes. Así es como mientras en el resto de la Europa lidiaban unos con otros los cristianos, en España «o sucedía así, sino que estaban todos agrupados al rededor de una solo bandera, unidos por un mismo peligro i al servicio de una causa común. Esta ( 1 ) guerra continua, sostenida para defender el suelo de la patria con. tra enemigos hábiles i valientes, desenvolvió en toda la nación un fuerte espíritu militar. No solo eran guerreras las clases eminentes, sino que como su situación había obligado á la socie- dad entera á levantarse en masa contra la conquista, el último plebeyo era importante, creía i amaba su relíjion, i esta fé lo hacía un soldado necesario en aquella lucha. Así atravesó la Es- paña esa época de oscuridad , ese embrión de nuestro siglo, que se llama lio i edad inedia. Sus habitantes triunfaron al iin de los africanos : el brazo que manejaba la cimitarra cayó humillado bajo las banderas del cristianismo i entonces fué cuando se des- plegó en libertad la sociedad española con todas sus creencias j todas sus jerarquías. La lucha que antes hemos descrito tenia tres caracteres dig- Uos de observarse; relijiosa , militar i plebeya; i estos caráete- res han decidido de la organización política de la España. El clero, i el poder militar representado por el monarca, han sido las verdaderas -i únic as jerarquías de la España, i si bien había •"linios de grandeza, jamás constituyeron ellos una verdadera aris- tocracia. Peligras comunes, idénticas convicciones habían llegado á establecer una frai.fr lidad real entre el clero, el reí i el pue- blo: no eran las herejias ni las revoluciones bis que estaban des- tinadas á medrar en el suelo español. La guerra de «Jos comune- ros i domas turbulencias parciales de la Castilla prueban hasta la evidencia la homojeneidad de la nación , pues se ve en ellos movimientos diríjalos A asegurarle mejor situación rechazados por la masa de las poblaciones i sofocados sin verdadera conmoción. La España , pin s , habia llegado á un grado do organización perfecto : todo el poder de la sociedad permanecía sin contradiccio-ni las manos del monarca, toda la influencia mora! 011 las ruanos del obro. A ambos veneraba el pueblo ; en la corono ilol uno ostalx: escrita una larga tradición de victorias , en la del olro toda la sabiduría do la época , .todas las capacidades que se. necesitan para dirijir las conciencias individúale*, i ser eí núcleo do la conciencij social. ¡S11 fanatismo era un resultado de la guerra sus preocupaciones un resultado de laa pasiones fuertes con que había conseguido la victoria; su intolerancia era hija do lasoie- etlcia firme de haber hecho triunfar la única rerdad i de per- tenecer á la única fé digna del hombi<\ Mas esta situación no era ciertamente la situación jeneral de la Europa. Los pueblos que no habían visto aTncada su independencia por lo» enemigos do la fé cristiana no habia» llegado tampoco á confundirla eon el patriotismo : se habían hecho la guaira entre sí en virtud d. tales 6 cualoa intereses i no en razón de sus creencias rolijiosas: Viyian. sin duda del espíritu de la época ; su sistema dominan- te era en tenias partes católico, i sus -contiendas no provenían do haberle declarado la guerra. La organización social halda llegado ¡i tal estado de desar- rollo que era necesario (pie sucediera una de dos cosas , ó que la humanidad no tuviera ya que adelantar , mida que mejorar ; 6 que se abriera nuevas rutas do progreso. Tan claro es que no habia sucedido lo uno, como que- indispensablemente debia su- ceder lo otro. La civilización de aquellos tiempos estribaba en un sistema compacto, cuyas bases i consecuencias nacían todas del princi pío do la autoridad teolí'.jica. Ni un pensamiento, ni una Verdad eran lícitos, sino tetaban aprobados i recibidos por la antoiidad competente : toda novedad científica era" el parto de una ma- ( O ) quinacion infernal; toda ¡dea libro el jérrneh de una herejía ; todo cambio social una horrorosa revolución.Tal era el estado de desarrollo i de organización á ejuc habia llegado la sociedad entonces, que el mas débil movimiento la ajilaba, i producía uuu ofensa intole- rable. Desde que una sociedad se pone en seoipjante situación es indispensable que combata á cada hora con ! >.!... las ideas i que oprima sin cesar la multitud de intereses i necesidades que todos los dias se forman en el corazón do los pueblos, Esto sucedió entónces en la Europa, i en esta situación está el oríjeu de la supremacía política de la Espafía. Efectivamente, era tiempo de que ella se apareciera ya con su fuerte unidad política i relijiosa a sostener los intereses i las creencias reconocidas, porque la revolución i el descontento las amenazaba ya formalmente. Ella disponía de una fuerza militar mui imponente por su disciplina i su numero : libre de enemigos en él interior podía ocuparla completamente en decidir las cuestiones internacionales de la Europa. Todas las poteucias bus- caron su alianza i se le unieron, i cuando poco tiempo después «alió la Francia a disputarle su preponderancia tuvo la vergüen- za de ver a »ü rci Francisco 1, vencido i prisionero en Madrid. El espíritu revolucionario habia cundido estraordinariamente én el norte, i lo mismo habia sucedido en Francia con el espí- ritu literario i cientílico. Las guerras intestinas por un lado i los progresos que habia hecho la enseñanza en las celebres universi- dades de Alemania y de I'aris, despertaron fuertemente la inte- lijencia i sostuvieron el espíritu de iudependencia que combatía contra los obstáculos con que se quería paralizar el desarrollo lihre de la razen. La corte de Roma sobre todas habia usur- pado el dominio del pensamiento i rechazaba abiertamente todo( io ) cuanto no era análogo i favorable i sus intereses, cuya ambición la puso en lucha muchas veces contra los sabios. Otras veces sus intereses temporalea atrajeron sobre ella las armas de los re- yes europeos. Ello es que las nniversidados i los reyes atacaron de consuno el majestuoso poder que después de haber salvadu la libertad i la ciencia del caos que la había amagado, quería cojv vertir su influencia para amarrar el pensamiento ; la situaciou do los pueblos á los intereses político» de su dominación. La Alemania tra sobre todas las naciones la que roas ha- tya tenido que entender i que sufrir en estas contiendas. Ningu,, na hahia ventilado con mas calor los intereses del imperio i del sacerdocio; i esta contienda^habia desenvuelto eu su seno un pat. tido notable i numeroso contra la corte de Roma. Tal era su si- tuación , cuando sucesos , pequeños en realidad, vinieron á ser la ocasión de que estallase el gran movimiento revolucionario que emeabezó Lutero, i que de tanto tiempo atrás estaba prepara- do. No entra ciertamente en nuestro plan, .tJ ocuparnos minucio- samente de sus causas i de los hombres que lo dirijieron ¡ sola nos tocaría examinar su influencia en el desarrollo de la civili- zación europea : pero gracias á los grandes maestros que lo han hecho de un modo inimitable, no nos vemos precisados á empren- der este trabajo: Villers, Hertler, Cousin, Guizot i tantos otros nada han dejado que decir sobre este particular. Sincnibarg» conviene que dejemos establecido que la libertad de pensar i de propagar las ideas recibió de ese movimiento un impulso desco- nocido hasta entonces : conviene no olvidar que la única nación que le puso coto fué la España. La Erancia se dejó arrastrar : en vano se esforzaron sus reyes en sofocar la emancipación del pensamiento francés ; porque á los cuarenta años de despotismo ( 11 ) rénació la libertad con mayor fuerza, formando ese siglo colosal que llamamos siglo xvm. El pensamiento invadió entonces todos Jos elementos do la sociedad, y puso á la humanidad en las puer- tas de un cambio universal.—'Pero volvamos al siglo xvi ; aun no es tiempo de abandonarlo porque no hemos concluido de ca- racterizarlo. Principiaba la reforma protestante cuando una coincidencia bastante rara colocó sobre la cabesa de Carlos, rei de España, la corona imperial de la Alemania. Un mismo hombre vino á ser el jefe de dos sociedades diamctralmcnte opuestas en sus ten- dencias. Obediente sifimpre la una á la bandera del catolicismo, con que había conquistado su independencia , estaba constituida en un fuerte i estrecho centralismo político i relijioso : mientras que la otra, electiva, confederada, i acostumbrada á ciertos fue- ros que le aseguraban una parte de libertad , había tenido que luchar mucho tiempo contra las pretensiones del poder papal. Su enemistad con este poder se había desenvuelto i fortificado de un modo estraordinarío por la nueva revolución que la traia f»n ajitada, i su situación interior formaba el mas completo con- traste con el sosiego inalterable en que reposaba la España. Car- los, emperador i rei, fué á la vea el dominador de un país só- lidamente organizado i el monarca de otro pais completamente revolucionado. Su situación fué singular ; su conducta encendía necesariamente la guerra civil en alguno de sus dos dominios. Si se declaraba sostenedor de la reforma causaba un inmenso es- cíndalo en la España que acabaría por rebelarla : un rei protes- tante en España es el anacronismo mas completo que puede iina- jinarse en la historia. Mas si Carlos atacaba la reforma luterana se ponia do frente c"-*n el desarrollo del pueblo alemán , i la( 12 ) r guerra interior era inevitable. Carlos V. vaciló : político hábil, guerrero experto, no tardó muchq en comprender que prefinen, do a la Espafía favorecía el absolutismo de su poder, i se ;>o- nía on el caso de disponer de mas medios i simpatías para sos- tener sus guerras contra la Europa. Lotero fué entonces declara- do enemigo del imperio, perseguido como enemigo del órden, i la Alemania ofendida por esta bofetada de su monarca se rebe- ló i le declaró la guerra. Las universidades, los electores, los pueblos , se alzaron sucesivamente $ defender la libertad de sus conciencias, i el espíritu revolucionario se propagó con admirable rapidez por todo el Norte. Sobrecójase e! emperador; temió el empuje de Jas innovaciones, i firmó una paz por la que la re- volución social promovida por la reforma quedó tan sólidamente establecida como las antiguan jerarquías. No liabia en toda la 'Europa una nación para quien pudierr. ser mas choennte la reforma que para la Espaf.a. Los principios i la tendencia de esta revolución eran un ataque directo á sus creencias, á sus costumbres, i á sus tradiciones : decidía la rui- na de todo un edificio social, ú que era inherente su modo de, vivir. No era un rei , ni uua clase, mí un partido los que re- sistían allí á la reforma; por el contrario era la nación en musa, eran los sabios, los niajistrados i el pue blo. Tampoco era este un fenómeno inexplicable, sino mui claro: si se atiende al modo con que se formó su unidad territorial, política i relijiosa, i sobre to- do si se atiende á su desarrollo social. Pocos años bacía que des- cansaba envainada la espada con que se había enarbolado en los minaretes del árabe el pendón del catolicismo. Larga había sido Jucha, i su duración fué la que fortaleció en el seno do la «a eion el exclusivismo del espíritu relijioso, que no solo era un ur- ( 13 ) tíc-.ulo de fó, sino elemento de patriotismo i de interés. Sin su- cesos históricos i sin desarrollo preparadores de la reforma, la Es- parta se penetró para con sus adictos de las mismas antipatías jon que había perseguido á lo» infieles; i obedeció á su espí- ritu cuaodo se colocó á la cabeza de los adversario» de la re- volución social. Llena de admiración el ver como- provee la providencia á Jas necesidades de la sociedad : dado un fu;rte impulso, sea de acción « de reacción, aparecen al fin los hombres capaces de di- rijirlo. Carlos V, habia logrado un armisticio, i mientras Unto el espíritu nuevo se fortalecía i se preparaba al momento inevitable del estadillo. Entonces fué que el poder cayo en las manos del monarca mas hábil para manejarlo, i para luchar contra el espí- ritu nuevo. Si por una parte estaba» Lotero, Isabel, Mauricio, el principe de Orangc, Enrique IV i Calvino en el otro lado es- taban los Guisas, el duque de Alba, Sixto V,'i sobre todo Fe- lipe II. lie aquí un principe dotado de un carácter frió é in- flexible, de una iiitelijeiicia fuerte, atr.-vida i prespicaz, de 111 je- Mío ambicioso, emin-ntemente egoista i reservado, un hombre en fin cuyo conjunto era grande pero diabólico. Su educación , su complexión misma lo adherían intimamente a las ideas intoleran- tes de su nación, tanto mis omato que las sonda tan favorables al desarrollo de su absolutismo. Estos motivos poderosos hicie- ron de él un enemigo implacable de la regeneración que se ha- cia sentir en el suelo europeo : todo su anhelo fue destruirla. Es te rei concibió el atrevido plan de una restauración universal, que no era ciertamente un mero capricho suyo , sino uua tendencia pronunciada del pueblo «pie ¡robernaba. Si Felipe II "<> triunfó 'ué porque tenia por enemigo el progreso de la humanidad que( 14 ) se había puesto Á marchar con firmeza en el crimino ele ta re- jeneraeieiu. El hizo contra ella cuanto pucele hacer un hombre grande : la Alemania, la Holanda, la Inglaterra, la Fruncía ('Z} i la América sufrieron la infitioncia de mi política i la acción de su nervudo brazo. Desde que Felipe II se declaró el enemigo de las innova1 ciones, el ardornacnn.il se convirtió con furia contra In herejía, envolviendo en la niMfnn proscripción todo descubrimiento cien- tíñeor, toda idea nueva, todo aquello enfin que saliera del estre- cho círculo en que la Inquisición ence rraba el pensamiento i la bbertad humana. /Quién al hablar de la Inquisición no se sien- to arrastrado ¡í conteirrplarlu? Se necesita on esfuerzo para ocu- parse de ella con calma, porque aun hoi que están tan lejos sus extravios, su sola sombra excita el pavor í provoca las vengan- zas del j< ñero humana. Pero en íin la Inquisición no era el co- tolicísmo ; era una institución puramente política i á la verdad mui racional en el orden de las ideas i del ge>bíeriro español. [J«M nación tan unida i tan exclusiva en sus creencias, euya organización ¡ cuyo poder exterior estrilaba todo en la conser- vación i triunfo de esas creencias, necesitaba. levantarlas al ma- yor grado de poder posible i reunirías en un centro tan fuerte ['?] Sabemos que ta victoria Jel espíritu nuevo no fué completa en Kianr',a, i que «I protestante de la .Navarra a) convertirse en reí de Fruncía tuvo que contemporizar i someterse, tal vea en aparien- cia, á los dogmas del érden antiguo. Por este misino hecho es una prueba de los avances de la revolución en e1 pueblo fruncí s ; ti ma- nifiesta por un lado la decadencia del partido reír*'godo i In fuerza del partido reformador : ambos se respetaban i se temían, i si la mo- narquía de Enrique IV, fué una victoria, su sumisión fué una señal de temor. Ademas de eso es innegable que el espíritu critico i li- terario formaba el carácter dominante de la ciencia francesa contri- buyendo á establecer ciertas libertades relijiosas, i cierto modo de proceder que garantizaba Ja formación i ia propagación de lns ideas. ( 1& ) que fuera capaz de sofocar el vuelo del espíritu revolucionario. E» licito dudar si el rei tuvo mas parte- en el desarrollodel po- der inquisitorial como hombre ó como representante de bu pue- blo. De todos modos esta es ia necesidad fundamental que es- tableció ese edificio donde vinieron á revolverse todas laa pa- siones, la barbarie, las intrigas i la hipocresía que siempre acom- pañan los pasos de los partidas rctrógados. Esta sociedad anti- gua que se desplomaba encontró dos grandes apoyos, las bayo- netas ele Felipe II i la acción moral del jesuitismo. Después de una lucha sangrienta i tenaz, en e¿ue no se des- doró su gloria militar, la España sufrió un completo desengaño. La Inglaterra siguió el impulso de la revolución por sí sola ; i la Ilustrada Francia triunfó al fin en la celebre jornada de Rocroy: "allí fué," seguu el elocuente decir de. un sabio contemporá- neo (3), "donde sucumbieron Henos de gloria aquellos viejos tercios "espartóles que; habían puesto el peso de su espada eu la ba- " lanza de todos los negocios importantes de la Europa." Eos bra,- ze>s poderosos de la Francia i de Conde abrieron irremisible rúente las puertas de! porvenir al espíritu nuevo , i desde entonces se desenvolvieron con libertael los jérmenei ele la sociedad actual. Digna es de notarse ahora la situación interior de la España. Ha- bía sido la primera i la mas fuerte cuando tenían vida i simpa- tías las ideus de epie pe había nutrido : pero, rechazadas ahora como un obstáculo á la nueva marcha del espíritu humano, >e encon- traba desprovista ele elementos para seguir esta marcha i larga- mente acostumbrada á combatirla. El amor propio, la tenacidad, las preocupaciones tradicionales, todo en fin contribuyó á retí- [3] Cousin,C !« ) rarla cada vez mas de!, camino nuevo en que se desenvolvía la f'iropa. Este retiro ocasionó la perdida completa de su influen- cia diplomática , poniéndola en una serie continua de decaden- cia que acabü por «-(instituirla en un estado perfecto de nulidad. Perdió gradualmente todas sus posesiones estrafias en Europa i tuvo al fin que retirar su brazo ántes-dominante. Envuelta en su manto monárquico i relijioso vió pasar con odio por delante nmenso bullicio i los trastornos que causaban los otro pue- blos : cuanto pasaba era un escándalo para ella. La actividad del espíritu revolucionario era incesante ; gana ba .terreno de dia en dia, i la electricidad del pensamiento co- menzaba á escalar Ioá Pirineos. Bajo mil formas, ya abstractas, ya abiertamente revolucionarias, intentaron introducirse en la pe- nínsula las nuevas ideas ; pero ella no estaba tan descuidada. La in- quisición i el despotismo velaban á sus puertas mientras la gran masa nacional dormía tranquila. El movimiento de la intelijen- cia española era completamente contradictorio con el de la Eu- ropa : se puede decir que la una corria en medio del huracán, mientras que la otra permanecía barada en el placer, i á medida que se aumentaba la distancia se hacia mas uotable el triste es- tado de su industria, el atraso i la indijencia de sus masas, el per- juicio de sus preocupaciones, en fin su miseria jeneral. Tal era el pueblo que colonizaba la .América del Sur; tai el que ponia los jérmenes de la sociedad que nos toca ahora examinar en su desarrollo. Pero antes preguntamos : ¿dejarian es- tos jérmenes de desenvolverse? ¿es acaso dado á la mano i á la voluntad del hombre paralizar las leyes del mundo i del pensa- miento? No lo creemos. Un elemento social cualquiera que sea necesariamente se desenvuelve; se le paralizará dos ó mas nio- C 17 ) yicntoi, pero no siempre. Veamos ahora lo que sucedió en cs»a parte del mundo : nos parece que podemos averiguarlo ya quo conocemos medianamente la situación jeueral de la Europa i la particular de España. No nos sorprenderán nuestras revoluciones, pites que reconoceremos Jos elementos que las ocasionan en cada aparición nueva que hagan eu la escena. Sigamos. Los colonos con que empezaron á poblarse nuestras costas no eran ni agricultores, ni empresarios de otra industria que vi- nieran buscando con ella la riqueza i el bienestar; tampoco eran sectarios de alguna nueva creencia perseguida en su nación que vinieran buscando en la soledad de nuestros campos la libertad de practicarla i de establecer vínculos sociales análogos á ella : — eran soldados españoles; como tales pertenecían al pueblo. Su in- telijencia i su corazón estaban nutridos de todas aquellas ideas i sentimientos que, segun dijimos ántes dominaban en su patria: eran enfin atrasados corno hombres, i perfectamente retrógrado» como organizadores. Todo su sistema industri il estaba reducido á recojer las riquezas que ya. habia producido el Continente Ame- ricano ; toda su misión á vencer en nombre del soberano para arrebatarlas á los indíjenas, i repartirse el bolín con aquel. No eran tampoco tropas regladas sino compañías de voluntarios aven- tureros, encabezadas por hombres oscuros i que solamente se die- ron á conocer después que pisaron este suelo. La posesión militar del pais es un hcejío necesario para dis- frutar de sus riquezas, i así es que se estableció una línea de pues- tos militares, i se mandaron continuamente soldados que los guar- necieran. El alboroto que habían causado el oro i la plata re- .•ojidos en el nuevo mundo atrajo necesariamente á él una multitud de hombres que vinieron en clase de negociantes i «c introdujeron co-. C i« ) mo tules en I03 puestos militares ; i tle aquí nació un nuevo jiro (jiic produjo al finias colonias, po-quo atuiK'iiló en aquello» lo» in- tereses i las necesidades. A medida que estas poblaciones au- mentaban i se desenvolvían «a hacia también-' menos necesario et> uso de la fuerza armada; Unto por la decadencia i diminución de la raza indíjena, por su ignorancia i falta absoluta de medio» guerreros, CUMlto porque el número de loa mismas habitantes da-, ba un residido de lumbres capaz de defender los intereses comu- nes. Tvi estas colonias no se nota elemento alguno aristocrático, porque todos los habitadores, ■óldadós i negociante»^ pertenecí án- á la clase trabajadora, i no tenían otros medios de elevación que lo* de su industria personal; por consiguiente la carrera estaba abierta S todo*. En ona que otra pjwte la configuración peen- ría* del terreno ha diviiido ta ripiza nació i il de wt modo nv>.< análogo ■ 1:1 c ristil icion aristocrática, pero sin habar Helado nunca á formar la verdadera uriatocrácia política. Por otra par- ió ti centralismo de ta monarquía tampoco tenia una base sóh- la en sud-améríca. Las poblaciones Estaban rodeadas de desiertos nmensos, atravesados por caminos muí difíciles, casi totalmente desligadas, i la acción monárquica era por consiguiente débil: su verdadera influencia consistía en el tributo pecuniario con que se enriquecía el tesoro roal. Así es que las poblaciones ameri- canas vivieron pobres, tranquila» i descuidadas, sin ser otra cosa qu« la fuente que nina es;.» riquezas. Tara decirlo de una vez eran una nulidad en el mundo, Cada Btfa de las ciudades era un pequeño centro que toma poco mis ó meaos poblada su cam- pana, i este descuido, esta inercia de la acción i d* 1 pensamien- to español era naturalmente mas notable en la campana; i se preparaba á dar sus resultados. Sincmburgo los pobladores es- C I» ) parcinn i transmitían sus creencias, pero sin.sistema, i con tan poca perseverancia que mas bien se puede decir que la Améri- ca estaba abandonada a la ignorancia, que no que se favorecie- ra i se instigara el desarrollo de aquellas cieencias retrógradas ■que con tanto ahinco había sostenido el gobierno español en me- dio de los desórdenes re j enerado res de la "Europa. La tiranía i la persecución peco tenían que trabajar rn el suelo amét icano: sociedades nacientes, sin fuertes intereses, sin mó- viles, completamente separadas del movimiento intelectual i po- lítico, nada podian producir de sospechoso i amenazante para las creencias reinantes. Un deseo pueril de imitación, i que prueba hasta donde era tenaz el carácter español, trajo a las américas la Inquisición tan sin objeto que no tuvo jamás que producir un servicio real. Es abominable sin duda uno que otro de los hechos con que se ensayó ; pero afortunadamente no le propor- cionaba el estado social gran coaecha de liberales que inmolar ; su terrible puesto estaba allá en el sei o del movimicato y de la revolución. Cuando se ha querido abogar en favor del sistema cotoníaI se ha . cuidado de hacer hincapié eii esta quietud social i *n la ■v^tnbra de municipalidades que con el nombre da cabildos esta- ba establecida en caifa capital de provincia Lo primero es mas bien para nosotros un motivo de queja, si da que fuese racio- nal tener quejas contra la nación española ; porque ni el hom- bre, ni los pueblos, están formado* por Dios para vejetar, án- tes al contrario el trabajo i la libertad son las condiciones del progreso i del verdadero bienestar. Cota respecto á lo segundo pensamos que es un absurdo equivocar los cabildos de las anti- guas colonias con lo? verdaderos cuerpos municipal**. ; Donde es-( 20 ) taba el espíritu público que les aervia de a1n«? ¿Cuáles eran los servicios que podian hacer sin est espirito ? ¿Dónde estiin los caminos, los edificio*, las rentas que nos han dejado ? I ¿por úl- timo ; la acción consejil' donde se encuentra en los negocios po- líticos 1 A nuestro modo de ver nada de esto podían product! los antiguos cabildos. La esfera de su acción era tan limitada qui- no alcanzaban á manejar ni aun todos los resortes de la policía. La verdadera municipalidad es otra cosa : es u la vez el mo- tor de' los intereses comerciales i la garantía dt las libertades iih'iv i.linles ; i solamente cuando es tal.es cuando deja costum - bre- i pone antecedentes á la libertad política de las naciones. 'Jal era el estado de nulidad en que v< jetaban aún la» co- lonias sud-américanns cuando tula la Europa, inclusive la Espu- ria, se ajitaha ya con el ruido sordo que anuncia las grandes re- volucionas. La libertad de pensar i de escribir habían llegado a tal desevolviniiento, i adquirido tal influencia, con especialidad en Francia, que no había poder, institución, ni doctrina-que se escapara al escalpelo d¡: la crítica mas aguda i penetrante. La socie- dad toda se había puesto en la escuela de una secta de lilósofos ob- servadores i revolucionarios que anhelaban á reducirlo todo á sus eló- menlos precisos i racionales : la bandera de lá época era la li- bertad del pensamiento, su independencia de toda autoridad so- cial ; la observación racional era el único imperio reconocido. Des- de entonces fácil es patentizar todos los vicios de las institucio- nes reinantes : progresa el ardor literario i la tendencia á formar utopias : se ataca con ventaja las creencias establecidas; i el irresistible impulso de la ra/.on se dirije contra toda la o-gani- zacion social cuyos vicios están de manifiesto. El gobieruo, la relijion, la industria, la lilosi fia, las bellas letras, i ea rio todo ( 21 ) el pensamiento del siglo xvm se desbordó sobre la sociedad eu- ropea como un torrente fuera de cauce. El cristiamismo hubia usa- do de un gran medio de acción , al que debió am iluda su in- menso proselitísmo : la predicación evanjelica fué la poderosa pa- lanca con que la doctrina nue\a rejeneró fundamental mente la so- ciedad, antigua. En el siglo xvm empero ra humanidad estaba en posesión dre otro1 medio mucho mas eficaz aún que aquel, por su carácter propagador, i con especialidad por la infinita varie- dad aT« formas bajo las cuales permitía presentar las concepcio- nes del pensamiento. La imprenta era á la vez la fuente i el foco de donde partían todas las tendencias i toda la actividad de la época. Ea librería (4) tomó un carácter popular , i por un movimiento de independencia se desprendió de las formas especu- lativas da la cien.ii afectando est 1 usivamente el tono i los me- dios del sentido común. Empezó también desde entonces á tener lugar otra clase de publicaciones, mas lijera quó el libro, mas hija de las necesidades del momento, i dirijida únicamente á ha- blar con el pueblo i la sociedad del diá—los diarios i los folle- tos. Eu fin la prensa tomó uu vuelo asombroso i se convirtió en un cuerpo volaute de guerrillas que poi todos ludos atacaba la organización vieja promoviendo activamente las nuevas teorías i dirijiéudolo todo á una grande i necesaria revolución. "Hasta "aquella época, dice Mr. Guízot , su mayor actividad , su mas ' fuerte ímpetu estaba contenido por ciertas barreras : hasta aque- lla época la consideración qua inspiraban al hombre los hechos ' i las instituciones existentes reprimían hasta cierto punto su mo- "viiniento; mas yo no sibria decir cuales eran I03 hechos é ins- [4] No habiendo encontrado una palabra que espíese con exac- titud nuestra idea ¡lemus imkIo esti para significar el conjunto de libros que circulaban en aquella época.C 22 ) "titucioncs que fueron respetados en el siglo wni : el estado So- "cial entero era un objeto de desprecio ó de odio—Endif>rm- 'dose el espíritu humano , considerándose como una especio d<3 "creador acometió la empresa mas vasta i mas atrevida que se •haya concebido jama*: instituciones, creencitis , costumbres, la "sociedad, el hombre mismo quiso que se. reformase de nueva; "nunca el pensamiento hahia sido mas audaz i -temerario, (ó/' He aquí el nuevo impulso de que se voia amenaza la la or- ganización política de la Francia. Los restos da la monarquía, de Luis XIV estaban aun en pié, i sostenidos por los esfuerzos de dos clases poderosas ; el clero i la aristocracia. Puro do fué en vano : llegada la hora oportuna estalló el sacudimiento mas terrible i profundo de cuantos ha experimentado la limnani- d.id. La sociedad vieja se ai ruinó sobre sus bases ti los golpes furiosos de la innovación, i este sangriento combate se realizó en el centro mismo de la Europa, en «I seno de una nación que l>or sus ideas, su jenio, su posición, i notables adelantos interve- nía necesariamente en los destinos de los demás pueblos. I.a Fu- ropa, sintió el golpe desorganizador que le descargaba la revo- lución francesa i se alzó en armas contra ella. Los nuevos su- cesos tenían un carácter tan jeneral que fué indispensable á la España mezclarse en ellos i salir do su nulidad i retiro. La Francia después de su revolución tomó la actitud mas imponente que se ha conocido en las naciones modernas ! des- de el primer dia empezó humillando con innumerables victorias a sus enemigos, i aterrándolos con una enerjía fuertemente dts jdigada. Sabido-* son los horrorosos detalles con que In infle- xibiiidau revolucionaria lle\ó a cabo la rejeneracion social : no [5] "iíiito/ia jeneral de la civilización europes." Lección *iv. ( 23 ) nos detendremos sobre ellos, pero estableceremos que aterrado el gabinete español por e\ irresistible poder del nuevo gobierno francés, que. reducido a una debilidad estreñía por las flacas ma- nos que lo manejaban, convencido de la impotencia de sus ar- mas en el primer ensayo, creyó que el único medio capaz «le Sustraerlo a las consecuencias i a la acción de la polítiía re- volucionaria, era respetarla, adularla en fin, mientras la Europa luchaba contra ella i se decidía el éxito de la lid. La Fraticiatriunfaba por todas partes : un hombre colosal por su jenio, esencialmente guerrero i administrador, se había coloca- do á la frente de sus destinos , i paseaba triunfante por toda la Europa el pendo» tricolor : solo una nación eludía el poder de sus huestes, gracias al mar que la separaba. Por lo demás el gabinete español, estaba en una de las situaciones mas críticas que puede presentar la política, cortado del resto de la Euro- pa por el inmenso poder de la revolución i de Bonaparte, i pues- to al mismo tiempo á la cabeza de un pueblo atrasado, lleno de preocupaciones enemigo de la revolución i de' todas sus doc- trinas i consecuencias, no tetiia por delante sino tina senda ver- gonzosa i llena de peligros. Si hubiera continuado en la liga de los reyes europeos contra la Francia habría tenido que levantar sus masa» para resistirla, lo que sin duda era uti medio aterra- dor i talvez funesto. Justamente alarmado este gabinete puso todo su anhelo en contemporizar i fué tan deshonrosa la debi- lidad que manifestó "en su diplomacia que se atrajo el despre- cio de todos los gobiernos, i el del pueblo que rejio. Sometido i las órdenes imperiosas del primer cónsul ¡ degradado por su humillación á los ojos de la Europa , se malquistó con la In- glaterra, teniendo mucho que sufrir por sus hostilidades. He aquí( 24 ) M .suceso (juc morete detenernos por lus fecundos é importantes resultados que tuvo en el suelo sud-nmerienno. A pesar de la completa incomunicación que, la separaba de los trastornos europeos la época se había hecho también sentir, i ya por algunos libros introducidos, ya por las reflexiones indispen- sablemente promovidas por la ajitacion universal había en América hombres que deseaban i comprendían una revolución. Se habian for- mado capacidades americanas que se resentían al verse humilla- das i separadas de la influencia que juilatm-ute merecían, sin nías razón que la de no haber nacido r.n la península. El gabinete inglés trataba de arrebatar * Ir España sus co- lonias calculando sobre los inteicses de sus comercio, el incremen- to de su marina i los feljces resultados que este acontecimiento podia tener en la política europea. Tiempo hacia que, se pensa- ba seriamente ^¡c:i tomar posesión de las riberas del JJio de la Plata. La situación de la ciudad de Buenos-Aires lo hacia un punto excelente para dominaren los mares del.Sud i ejercer una influencia poderosa «sobre las riquezas de! Perú, pues «pie el.,, era el depósito principal de donde salían para España. Din Tíos los ingleses del cabo de Buena Esperanza se encontraron en una si- tuación mili favorable para espediciouar sobre aquel punto, i lo hic'eron poniendo una fuerza de 1,(500 hombres á las órdenes del celebre jeneral Lord Beresford. El virrei de "Buenos- A ires Marques de Sobremonte manifes- tó en todas sus operaciones de defensa una grande impericia :. : ) Cuando se desengañó acerca de las miras de los invasores, fué cuando supo que habian desembarcado á cuatro leguas de la cui- dad , i que dirijian su marcha sobro ella. Entonces fué cuando oiiiso contenerlos mandando ¡í su encuentro una columna mal or- ganizad* i peor capitaneada que fué envuelta i desecha con la mayor facilidad. ' Tan! grande fué el pavor de quo este acontecimiento llenó el indeciso ánima dil virei que sin tomar ningijjia de aquellas medidas que en casos semejantes aconseja el honor i la razón, hu- yó precipitadamente á refujiarse eu la ciudad de Córdoba aban- donando la de Buenos-Aires, que fué ocupada en la tarde del 27 de junio de 1806 por la columna inglesa. Semejante conduc- ta do parte de! primer funcionario publico inspiró un fuerte sen- timiento de odio i de desprecio íí tenia aquella población que se miraba entregnda á una naciou estranjera , i casi traicionada por !a cobardía dí su jefe. Comandaba á la sazón en el departamento i puerto de la Ensenada el capitán de navio P. Santiago Liuiers , francés de ila- ción al servicio de España. Indignado al ver la nulidad con quo Sobremonte habia malogrado tantos medios de defensa como en- cerraba la capital, dejando que 1600 hombres, se apoderasen de ella contra la voluntad jeneral de su población , (6) se diri- jió á la banda oriental del rio con el objeto de pedir algunas tropas ai gobernador do Montevideo, i emprender con ellas la reconquista. El gobernador de esta plaza puso ¡i las órdenes de r6l La sijruíente relación del armamento encontrado en Buenos- Aires fué duda por los infríese. ! 45 piezas de fierro del calil.ro desd« 18 á 3: piezas de bronce de 3-' á 3 incluyendo mor ta. os: , ohesttil : total 86 piW SSO perfile, do p.Vvora : al), reHOTCon bayonetas: 616 carabinas 40)9 pistolas I 31 trabucos i I^WM 7 piezas de bronce abandonadas por ol virei ea su fu;;* i W» msi.es.( 2G ) Liniers 000 hombres que «.'unidos á ií'25 maricos i JOO tuili cianos de la Coloaia compusieron el total do la columna liber- tador ... Lipicra efectuó su desembarco ti 5 dp agosto, después de haber burlado la vijilancia de la escuadra enemiga que ocu- paba todo el litoral del rio. Así que pisó el suelo do la pro- vincia de Buenos-Aires la columna de Liniers, corrió multitud de voluntarlos á engrosar sus filas, i provista délo necesario pa, ra emprender sus marchas, las dirijió rápidamente sobro la ciu- dad misma. IÍ1 dia 10 ocupó los arrabales i desde allí intimó al enemigo iá evacuación de la plaza i su pronta rendición, si- no quería sufrir el duro trance de la guerra. Beresford contestó, como un valiente que habiendo tomado sus medidas para defen- derse , i aun para triunfar si la suerte de sus armas lo quería, estaba dispuesto íí sostener el honor i la gloria de gil patria i qu« él respondía que la defensa de la pinza de Buenos- Aires se- ria tan glorieta como aquella. Liniers entonces emprendió >1 dia 11 un ataque mui bien calculado sobre la plaza del Retiro, i habiéndose apoderado de tila chjó reducido al enemigo á la for~ talfza i plaza -mayor, cuyas alturas i entradas estaban defendí, das por 10 piezas de artillería i por todas las tropas inglesas. Sir Jlome Paphani , comandante de la estación naval , en el parle oficial de esta jornada que dirijió al Almirantazgo, di- ce : "que habiendo bajado á tierra supo que á mas del ejército ene- " migo, que dividido en varias columnas ocupaba las entradas de " la ciudad, los habitantes estaban todo» armados, i se abrigaban "en los techos de las casas ¡ de las iglesias con el designio de "hacer una guerra-de emboscada." Efectivamente el jemral ¡n- glé¿ se había metido en una guaridla de leones : la población entera se preparaba á arrojarlo i tomaba las armas para vengar. ( 27 ) se de. la ignominia con que la había cubierto la ineptitud i co- bardía del virei español. JEl 12 al ammecír nuestras columnas avanznron por las ca- lles sobre los puestos i artillería del enemigo haciendo un fuego vivísimo. En vano fué que los ingleses hicieran esfuerzos inau- ditos de arrojo i de valor, pues tuvierou al fin que replegarse al ímpetu furioso do los nuestros, que precipitándose con audacia á las entradas de la plaza se apoderaron de ella á viva fuerza. Convencido entonces Beresford de que era inútil llevar mas ade- lante la resistencia ', i temeroso sobretodo del asalto á la forta- leza, qne ya se amenazaba dar, izó la bandera parlamentaria. No bastó esto á contener el ímpetu de las tropas vencedoras y tuvo que sostitutrla con el pabellón español, manifestando asi que se constituía, con sus oficiales i tropa, prisioneros de guerra i que se rendían á discreción. Una victoria tan completa, alcanzada sin la ¡ntervencio del virei , i tan solo por el movimiento popiilar i entusiasmen de las masas, era un acontecimiento nuevo en el suelo americano, i que podia tener resultados fecundos en el desarrollo sucesivo de este país." lia victoria habia venido á aumentar el desprecio de que se había hecho digno el virei Sobremonte , i cxiijeraHdo, como era natural, en los habitantes la idea del poder ¡ de la gloi ia qiíe habían conseguido, preparaba un rompimiento formal entre el pue- blo i aquella autoridad. El mismo Sir Home Pophani , en el documento que ántts citamos, dice que todas las desgracias que» sufrieron las fuer/as inglesas en aquel dia fueron debidas á los habitat.tes que ocupaban los techos de las'-casas i de lffs iglesias, que á no haber sido por ellos, los ingleses habrían concluido totalmente con las tropas invusoras. El cuerpo municipal habia( 20 ) trabajado mucho para conseguir el desalojo do la ciudad, i ro es- tando dispuesto á que el virei luciera »us servicios, alentaba la ambicien de Iyluiéi» i fomentaba loa sentimientos populares tan desfavorable» á Sobrcmonte. El Avunlamienro convocó con lecha 13 de aposto ú la Au- diencia, clero, corporaciones i vecinos respetables de la ciudad para proveer lo que en aquellas circunstancias conviniera mejor á los intereses ¡ buen servicio del rei i de la palria. En el -esta- do en que permanecían los ánimos era imposible que se pudiera verificar semejante reunión sin que S3 deshojasen los sentimien- tos del pueblo contra Sobrcmonte ; mas este era cabalmente eJ resultado que buscaban los mismo cspaííoles que promovían aque- lla asamblea, ya por la ambición, ya por convencimiento de la ineptitud iW virei, se querian valer de su descrédito para obtener de la Corte los asensos debidos a su celo i ¿oñalados- servicios. Ve- rificada la asamblea hubo voces tumultuosas pidiendo la destitu- ción de Sobre-monte i á pesar do la resistencia de algunos oi- dores se nombró gobernador i comandante militar al jeueral Li- niers. No atreviéndose este a hacer uso de su nombramiento dio parte á Sobremonte, que volvía ya á JUuenos-Aires, aparentando acia su persona un respetuoso homenaje. Mas el virei que sa- bia bien cuanto pasaba, i que conoció ademas los pocos títulos con que contaba para seguir á la cabe/a de un pueblo altivo i vencedor sin haber hecho él otra figura que la de un fujitivo, con- firmó el mando militar en Liuiers, i delegó el administrativo en la audiencia alegando motivos que lo obligaban á retirarse á Mon- tevideo. iMitónces fué cuando el pueblo de Buenos-Aires empezó á echar los cimientos incontrastables de su emancipación política. - ( 20 ) Obligado el nuevo gobierno á resistir una nueva invasión de par- te de la Inglaterra, detc/.nínó armar .toda'la población, i adies- trarla en la disciplina i táctica militar. Liuiers que no esperaba grandes auxilios de una metrópoli tan anulada como la Esparta se dedicó, con imprudencia sin duda, á ensanchar el entusiasmo público , organizó las milicias con un esmero singular , i ya sea por las circunstancias de superioridad ea que estaban los ame- ricanos, ya par imprevisión, clasificó por provincias los distintos cuerpos cívicos otorgando las graduaciones por votación de los mismos cuerpos. Los celebrados batallones de Patricios i Arri- beños formaron usa imponente fuerza militar superior en todos sen- tidos á los batallones europeos i veteranos que componían el res- to de la guarnición. Su lucimiento i aun su brío era mayor por la razón, muí real cu la guerra, de que defendían la ciudad na- tal á la vista de sus familias i de sus amigos. Citamos con gus- to sobre este particii'ar un historiador espafiol que, si bien algu- nas veces, so vuelve estúpido por su odio á la revolución i amor al absolutismo, acierta en esta ocasión á retratarnos. ''Hasta el '-'mismo gobierno, dice Torrente, (7) se deslumhró con el brillo i "pompa de los naturales : aquel entusiasmo'gurrero que se nota- * ba en todas las clases, la emulación de gloría, los desprendi- "mientos jeuerosos, la joaeral disposición de sacrificarse todos por "sostener el honor de las armas españolas, i la firme dicision i «'confianza con que desafiaban al gran poder británico , hicieron "creer que un pueblo, dota lo tan nobles sentimientos, no sc- "ría capuz de volver las armas contra aquel mismo soberano qvv. "de tan buen fe se las había confiado para su propia defensa. Aquella ciudad que con tanto heroísmo se preparaban sus hijos [7] Historia de la revolución hjipano-arnericana. Cap. I.'* pag. 13.( 30 ) ¿i defender no tenia mamilas que detuvieran el paso de los sol dados ingleses; no eran los baluartes los que sostenían lacón fianza de los arjentinos : ellos sabían bien que tenian que guer rear cuerpo i cuerpo en las calle», en las plazas, en las .casas ¡ donde quiera en fin que pudiera partirse soldado con su fucil. Tal era el estado de altirez en que labra puesto á los por- teños la reconquista gloriosa de la ciudad , altivez que ahora se encontraba aumentada con la disciplina militar que les dalia nue- vas seguridades de mayores triunfo*. Llegó entonces la noticia de que una fuerte escuadra ingle?» que traía a su bordo numerosas tropas de desembarco surcaba las aguas del Plata i ataaogmbtf la plaza de Montevideo. Coi» semejante nueva subió de punto el ardor guerrero dtel pueblo dándose ya por seguro otro dia de gloria para la patiia. Se es- peraba también que la espedícion inglesa sufriera algún contras- te delante de Montevideo, pues esta plaza estaba bien defendi- da i bajo la« órdenes de Sobremonti; tan interesado como hom- bre i como rnajistrado en recuperar el honor antes perdido. Mas cualesquiera que fuesen las altivas preocupaciones del pueblo, \a fuerza inglesa era tan imponente por su número como por la calidad de las tropas i oficiales que la capiumeaban. Sobrcmonte fué completamente derrotado en cuantos entílenteos tuvo con el enemigo, i se vió al lin obligado a abandonar la plaza aposar del valor de la guarnición i del podttoso auxilio con que se la había reforzado dtsde Buenos-aires. inrlaniados de rabia los habitantes de esto 6"It:ma cíurlad con este desgraciad* suceso no supieron tener límites en su ene- mistad contra el virei, i convocada a mediados de febrero de 1807 una junta joneral por el ayuntamiento se decretó la destitución >: ( 31 ) ,¡ prisión de Sobremontc, quedando desde entonces el supremo mando militar encomendado al jeueral Liniers, i el político ala Audiencia i al Ayuntamiento, l'sto» trastornos ocurrían en unas circunstancias funestas para la dominación española. Ademas de la fuerza armada , cuya mayoría decisiva era de los hijos del pais, habían empezado también a circular las doctrinas revolu- cionarias del siglo xviii, diariamente reñían á enardecer las cabe- zas de la -juventud ilustrada los terribles sucesos de la revolu- ción francesa. La palabra libertad causaba urt efecto niá j ico . la palabra jHowjí'i suponía la destrucción de todo el réjimen co- lonia! ; i como eran oídas i sentidas por la primera vez hacían un proselitísmo admirable. La nueva tendencia era mortal para la dominación metropolitana, rota ya, se puedo decir así, por la im- potencia i degradación de los funcionarios del rei. Uu pueblo q'ie cual el de Buenos-Aires se sentía capaz de rechazar por sí so- lo la dominación inglesa ¿podía desconocer su . capacidad para romper la ignominia del vínculo colonial? Siucmbargo la fuerza de los hechos mantenía la sumisión do lus masas ¡ la intención de libertarse era por entonces la idea de los escojídos. Los ingleses reunían en Montevideo un ejército formidable para invadir a Bucuós-AIrcs. S !-»j*wtc itueral Whiteloeke, encargado de rcali/.ir esta empresa, estaba ya á las puertas de la ciudad cuando llegaron comunicaciones de la corte do España nombrando virei al jeneral Liniers. Este, acontecimiento signifi- caba mucho sn favor de los americanos .- él era una manifestación inequívoca de que el rei de España se hallaba en el caso de obe- decerlos. El bravo Liniers quedo saslifecho de la corte, pero sin preveer qu2 si desde aquel dia empezaba su lealtad , empezaba también la distinción entre sus iutereses i los del pueblo aijcu-( 32 ) tino. .Amenazado por el ejercito enemigo so presentó á sufren te en actitud de batallar sin nías fuerza que 0,000 ciudadanos única guarnición de la plaza. Los ingleses despreciaron el com- bate, i por un rodeo de la parte Sor ácia la del Oeste se pre- sentaron en los arrabales de la ciudad. Linter» volvió á la plaza • tomó las medidas convenientes paja defenderla ¡ Qué dia tan solemne para la juventud ftrjentitta! Kl invencible batallón de Pa- tricios, cuyo solo nombre es hoi una pirámide de gloría, coro- naba la mayor parte de las azoteas de la ciudad. Todo «1 ejér- cito enemigo, dividido en- columnas se precipitó por las calles íi lomar las altaras do los conventos i á apoderarle de la plaza central ; pero una sola do ellas no llegó á realizar su objeto, i todas sucumbieron valientemente dejando las calles atestadas con sus cadáveres. Los mas famosos caudillos del enemigo rin- dieron su espada i sus pendones á los piés de los héroes del pueblo, i la victoria roas completa hubiera acabado con todo el ejército inglés si el benigno Linitrs, arrastrado del deseo de ahor- rar sangre-, inútil á uno i otro bando, no hubiera propuesto una capitulación honrosa, que fué aceptada. Quedó evacuada por ella la plaza de Montevideo , i devueltos los prisioneros de una y otra pai^te. El poder de Buenos-Aires llego entónces á su colmo; la altivez de sus hijos se hizo sentir en' todos los ramos de la sociedad : el que tenia talentos los cultivó con independencia, el que tenia espada se habia abierto con ella la carrera de la glo- ria, i era difícil ya cerrársela. El jefe que estaba á la cabeza del vireinato era un jefe electo por el pueblo mas que por la corte , un jefe que representaba con el nombre antiguo de vi- rei el presidente de la República, la soberanía popular. Después de un sacudimiento tau grande dado á Ins pasio- ( 33 ) nes i á las ideas era imposible volver á entrar en la inercia i en ia monotonía da la antigua vida colonial ; todo el mundo se ocu- paba de los negocios públicos , los juzgaba, se creía interesado en dirijirlos, i sobre todo en tener una intención reservada para el porvenir. Se conocia ya i se odiaba l.t cadena de oprobio arrastrada por tres siglos, sin intervenir, sin aprender, sin presen- ciar siquiera los grandes adelantos J jéuero humano. Se volvía los ojos al inmenso i fértil territorio de la patria, i se le encon- traba inculto i descuidado : se observaba que los frutos del pais, que eran la fuente de suv verdadera riqueza, estaban anulados, i en una quiebra asombrosa po<- solo el capricho de favorecer un infame monopolio. En relámpago nos habia ensenado la belleza de la luz , i con justicia andábamos todos, conocerla. Desde- aquel momento en que Buenos-Aires habia sabido elevarse á la dignidad de la victoria se había hecho ya imposible contener, como hasta entónces, los instintos perfectibles de sus hijos. Desarrollarse es para los pueblos lo mismo que para los in- dividuos üñ'a leí eterna i esencialmente necesaria , i como todo cuanto se desarrolla esperimenta un cambio, ó, lo que es lo mismo, una revolución, resulta que las revoluciones son la con- secuencia inmediata de todo desarrollo. Tal era el estado de la provincia de Buenos-Aires; su desarrollo era inevitable; lo eran también sus revoluciones, así como lo era que, el carácter de es- tas fuera un resultado neto de los elementos sociales del pais. En este desarrollo nada lia habido que no contribuya á hacer gran- de á nuestra patria, i á prepararle un porvenir inmenso en el dra- ma futuro de la civilización sud-americana. La primera serial de vida que dió el pueblo arjentino fu£ la de contener con dos victorias las armas de la primer potencia( 34 ) de !a Europa. El pueblo sobre cuya frente infantil cayó esc bau" tlisiao de gloria abrigaba en su corazón todos los instintos qi¡e te requieren para encargarse de las u ra rules evo presas de la libertad, i ser algunas veces víctima de su misión. Era desde entonces un pueblo audaz i jeneroso ; fácil- para arder con la mas peqoéfla chispa revolucionaria ; tan pronto para comprender como rápida pura obrar ; amigo ardoroso, i tul vez imprudente , de las ideas nuevas i de las reformas; desprovisto de aquella innoble i falsa sensatez que hace despreciar los intereses de los demás para no ocuparse sino de reducir ú uu estrecho .círculo los propios; alti- vo i perseverante en sostener el partido ó la causa una vez abra- zada ; era un pueblo enfio consagrado desde el primer dia de su vida á no abandonar el sable sino después de haber hecho triun- far la revolución en el esterior i de haber radicado las reformas i las ideas que la completan en . el interior. En esta misión pro- videncial está encerrado el secreto de. sus revoluciones i de sus guerras interiores, i aunque hayan sido grandes las borrascas que . lo detgvieron en su camino, él ha. sabido siempre conservarse dig- no, i firmemente resuelto á rejenerarse. FE DE ERRATAS. En la pajina 0, línea 9.8, dice : solo léase sola. — 13, id. V2, dice : estadillo, léase estallido. — 14, id. 26, dice: Por. léase- PEKO.Esta obra se publicará por cuadernas de cuatro pliegos, mas o miño», de impresión ; xj su solida, que se anunciará por carte- les, será <7 1.° y 16 de cada mes. El precio de cada cuaderno para los Srcs. subcriptores será de cuatro reales, y cinco para los qvm no lo fueren. Los suitcriptSkt recibirán eti $ns casas los ejemplares, abo/tundo al tiempo de la entrega su importe. Se WM* dcrá en Santiago en la esquina de D. Antonio Hamos y en la Imprenta de su publicación. 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