REPRESENTACION ¿S QUE DE CIUDAD VICTORIA DE DURANGO DIRIJEN K f^JT^^ A SU ECSmO. AYUNTAMIENTO C°N EL OBJETO DE QUE PROMUEVA POR CONDUCTO DEL t5°BIERNO DE ESTE DEPARTAMENTO LA REUNION DE UNA *8aMBLEA NACIONAL, ENCARGADA DE REFORMAR LA C0N6- TITUClON DE J824. VICTORIA DE DURANGO: 1837, Afrenta dei gobierno a cardo de manuel conzaxeí:.JEcsmo. Sr> X-Jos que suscriben no se dirigen á V. E. para c°"stiiuirlo el órgano de la sedición, ni invocan su ^otibre para que proteja movimientos revoluciona- dos que comprometan mas la suerte del pai9, y rea- graven sus males en vez de corregirlos. Ciudada- nos pacíficos, dispuestos á sacrificar sus convenien- tes y bien estar al de su patria, le ruegan que £°risiderc la miserable situación que guarda la gran 'at«ilia mpjicana, y que eleve su voz al Supremo Magistrado de la Nación, á fin de que haga des- aparecer las calamidades que la aflijen. Estienda V. E. la vista hacia todas las clases "6 la sociedad, y no encontrará sino ansiedades, des- c°nfianza, miseria, y un desaliento, que puede de- generar en disolución de tristísimas consecuencias. *^08 pueblos cansados de teorias irrealizables pal- Pan con dolor, que unos cuantos aprovechan suí 8udores, y que para la mayoría nada valen los ea- C|-ificios, ni le producen el menor bien las cuantió- os erogaciones que han hecho bajo la consoladora Csperanza de mejorar de suerte. Llevamos ya dos años de pagar dobles las gavelas, y a esta propor- °ion ve desaparecer el comerciante el consumo de 8lJ8 mercancías, el labrador no recoge el fruto de ?us trabajos, el artesano no percibe provecho de su 'udustria, y el infeliz empleado, y el magistrado intc- K'o entregados al abandono, é imposibilitados de ^jercer cualquiera otra ocupación honesta, tienen el Qescoiisuelo de gemir en la miseria, y de cargar con4. responsabilidades, esperando en vano ta indemniza' eion de sus odiosas tarcas, sin las que la sociedad no puede dar un paso, ni concebirse garantías ¿e ningún orden. En nuestro Departamento jamás habíamos toe*' do en posición tan violenta, ni pudo pensarse que llegáramos á un estremo tan triste. Ahora precisa' mente es la primera, la única ocasión en que se h* visto conducirse á la cárcel á un ciudadano, y pef' tnanecer en ella por mas de veinte días sin que sC le tome declaración por falta de juez, cerrarse d hospital en que se consuela la humanidad doli?"' te, desaparecer la policía, concluir la imprenta, J U" nieipalidad que preside, V'. E; está palpando la v«i*' dad de nuestros asertos, y V. E. recorriendo m*^■1 0. tra historia, puede demostrar, que el Unico remedio & los males que sufrimos es quitar los estorbos que se oponen á la felicidad general, y escuchar los votos do '°s pueblos que quieran ser regidos por las institucio- nes que se dieron libre y espontáneamente en ocho- rentos veinte y cuatro. La federación con las re- formas que la esperiencia ha acreditado ser conve- lientes. Sola la federación puede reanimar el esque» »eto, que nos ha dejado un régimen en que se han ^aerificado los intereses del común y centralisado •03 recursos. Aunque en política se ha reconocido por ac- S|oina, que to los los gobiernos son igualmente bue- nos, eremos que esta regla general en la práctica tiene sus escepciones, y que hay casos en que un Sl*temi puede convenir á un pais y perjudicarle á otro. Entre nosotros se verifica ciertamente esto, y 'a esperiencia de dos años nos ha dado una lección Severa, que es necesario aprovechar, si queremos te- iler patria y libertad. Durante la constitución de 821 ^i'ique se vieron desórdenes, nunca se tocó el es* *remo en que nos hallamos, ni llegó á asomar la crí- *13 que nos amenaza. Cada estado se sostubo mas 11 menos, y á escepeion de algunos trastornos, que bebieron su origen no al sistema, sino á falta de Precauciones cu la carta fundamental, se observó '''oinpre regularidad, y aun progresos en medio de o?» Ifls revoluciones del pais, algunas sin duda bien cos- en *°3as. Durango entre otros pagó siempre religiosa- jáS "tente su contingpnte, y aun adelanto á la federa- ron cien mil pesos, satisfizo los sueldos de to- aO sus empleados, creó establecimientos de prime- en [,as letras en los mas de sus pueblos, planteó una ábrica de tabacos, dió ser á la casa de moneda, se. 0rí?'>nizó una policía en estado brillante, y fomentó fr v^rio.s ramos de prosperidad pública, de los que pr*' a'guuos darían ya frutos, sino prestara oposición á. ggc *Us progrebos el desaliento y escases general que6. sé han fijado entre nosotros desdé que se sancio* naron las nuevas leyes constitucionales. Querer que los pueblos no se muevan por la» esperiencias que palpan, y que busquen el origen de sus padecimientos en causas cuyo conocimiento no alcance mas que el genio entregado á las pro- fundas combinaciones de la política, no siempre in- falibles, es un delirio, es perder el tiempo inútil- mente. Las épocas que han pasado de ochocientos veinte y cuatro á treinta y cinco, y de treinta y seis á treinta y siete no son remotas y han dado* lugar á comparaciones en que las ventajas se ha- llan á favor de las primeras. Estas comparaciones si se quiere no serán ecsactas, pero el hecho es» que han causado una impresión profunda, y que se- ría peligroso no neutralizar las tendencias que han engendrado. Hoy en dia aun la voz centralismo ha llegado á ser sinónimo de miseria, y comienzan á apare- cer menos odiosos los mismos desórdenes de la federa- ción, en que las rentas de los estados bastaban para lo» despiltarros de que era acusado este sistema, y pa- ra sus gastos indispensables y de supererogación. Nosotros no aspiramos á que se repitan las es- cenas que entonces causaron tanto daño á la cau^ sa pública. Dictantes del espíritu de ecsaltacion, que" regularmente es la divisa de los reformadores, y ágenos también del de retroceso en que inciden los que quieren mantener el siglo estacionario; nuestro» deseos se limitan á que se conservo el orden pu" blico, se afiance la felicidad del país, se estableZ' can las garantías de que ahora carecemos, se ase- guren los derechos de los pueblos, y se tomen laS providencias qüe sean- convenientes para recobrar cuanto se ha perdido. Para esto creemos, que eff necesario que vuelva la federación, y que se alien* dan y respeten los intereses de los diversos pue' blos que componen la gran familia mexicana. L°* Sonoreuaea como los Veracruzanos^ loa Durang60"7. como los Poblanos, los Chihuahuonses como los Oajaqucños, colocados á distancias diversas del cen- tfu, necesitan, que una mano que resida entre ellos Mismos los atienda cor) particularidad, considere sus ecsigencias locales, y les dicte leyes según las de* "•ande el estado de su civilización y de sus ciernen* ,f)í<- Algunos de estos necesitarán para progresar que e' comercio sea libre, y otros clamarán por algunas testriccionea en beneficio de su industria; y no será Pstruño que una misma providencia sea favorable * los que se hallan situados al Oriente al tiempo 1ue perjudicial á los del Occidente. Actualmente se agitan do» grandes cuestiones <* consecuencia de haberse declarado á Veracruz Puerto de deposito, y haberse cerrado á Mazatlán. ¿Podrá haber algún derecho para que el primero 8e sobreponga á Matamoros, y el segundo desapa- rezca para reanimar el contorció de Jalisco? Todos ■°s mexicano* deben considerarse con igualdad de j'circhos, y no ecsiste esta si los habitantes de Ja» 'lsco han de ser mas considerados, que los de Du- fango y Chihuahua; y los de Veracruz mas que los de Nuevo-León, Tamaulipas, y S. Luis. En una í'rconferencja tan dilatada como la nuestra es im- posible que los pueblos tengan unos mismos inte- reses, y rigiendo el centralismo es mas imposible ^Ue los que se hallan mas poblados, y que tengan •"as representación, no se sobrepongan á los de nie- tos recursos. Este inconveniente originado del últi- "><> principio, aunque no con la fuerza que en el 8|stema que nos rige, causó los daños gravísimos que *6 padecieron en la federación hasta hacerla des- aparecer, y ahora puede producir esciciones, si no 8e corrige en lo de adelante. Lejos de nosotros un espiritu de provincialismo ty'o escluya la unidad nacional tan necesaria en un País, que tiene una misma religión, y casi identidad hábitos. Una federación sujeta á bases juiciosas8. y prudentes puede conciliar los estrenos y destruí*' r¡ toda tendencia á una independencia absoluia. fl verdadera libertad á que aspiramos no está en cotH « tradiccion con la de los demás pueblos tle nuestra f república, ni creemos que no pueda restringirse ei' (j los casos que lo requiera el bien común. Diez años J de trabajos y de padecimientos han producido unrmo de la Riva.—Pablo Zubia.—Miguel Molina.— An iceto Yañez.—Gregorio Gaíniocliipi.—Aniceto Bar- rara.—Antonio Biviano Dias.—Juan de Dios Pala- cio.—Juan José Dias.—Francisco Manzanera.—Car- los Lodoza.—Manuel de Torres.—J. T. Barraza.— José Francisco Vera.—Miguel Ontiveros.—Antonio Sánchez.—Pedro José Teran.-Ju.an José Liendo.— J'ian Angel Torres.—Narcizo Yañes—Hilario Beni- tos__José Narciso Olea.—Faustino Adame.— Silves- tre Saucedo.—Joaquín Leyva.—Francisco Bustaman- te Filomeno Marin.—Juan Nepomuceno Prieto y Fer- nandez.—Severo Blanco.—Isidro Sánchez.—Luz Ro- dríguez.— Apolinario de la Fuente.—Antonio Días. "--Casiano Galabiz.—Paulino Vázquez.—José María de la O Palomo.—Cornelio Herrera.—Germán del Val.—Eusevio SarirVina.—José de la Luz Quintero. "■—Juan Soto.—Joaquín Salcido.—Juan Isidro Acoeta.p 10. •—Pablo Deras—Macsimo Salazar.—Andrés Soto — Francisco Ignacio Acosta.—Anastasio Burrola.—R»' fuil Campa—V. Viltavicencio.—Francisco Rivera.-— Prudenciarlo Roye6.—José Liceras.—Rafael Salazar. —Bruno Blanco.—Arcadio Basconcelos.—Ciriaco Bas- concelos—Prudencio Prieto.—J. A. Lodoza.—José Ramón Montes.—José María Miniares.—Miguel RuiZ- —Rafael Franco.—Juan Kevueltas.—Francisco Tor* resdegui. Los habitantes del Dppartamcnto de Durango, á la simple vista de las siisrrioiones con que ter- mina esta esposicion, advertirán que las mas de ellas pertenecen á ciudadano» que ocupan un lugar muy distinguido en la sociedad; pero como sus nombres no serán tan conocidos en el resto de la república» eerá útil manifestar que entre los peticionarios se cuen- tan capitalistas, comerciantes, jueces superiores é inferiores, gefes y empleados de oficinas, abogados y ciudadanos de lo mas selecto é ilustrado de eeta capital; y que por la brevedad no suscriben mucbf* aunos que están dispuestos á hacerlo.