LA NACION NO QUIERE DIEZMOS NI CANONIGOS OCIOSOS,""** O sea apología de la ley que hizo cesar la coacción civil en la contribución de diezmos. Opxis in-Jifareas agricolis. íyon este pomposo título hace pocos dias une sí1 cir- culó un impreso en esta capital, que pensando probar el pro da las razones mas convincentes para el con- tra. Dejaríamos pasar tal mamarracho sin contestación, si la esperiencia algo costosa que ha sufrido la nación no nos pusiera en el deber de refutarlo: sin que se entienda por esto que somos apoderados ni defensores del licenciado Marín; pero pertenecemos á los ilustra- dos poblanos V no queremos estar sumergidos en el si- lencio sepulcral en que se nos atribuye haber cai/ío. Según el mismo impreso, torios en general deben pagar diezmos cuando son considerados como un arbi- trio para la decente subsistencia del cuito; hace des- pués aunque con poca esactitud, una breve reseña his- tórica de la aplicación de los diezmos, y cree por es- tas razones que está muy bien dada la que el llama ley que quita el auxilio de la fuerza temporal para la ¿succión de los diezmos. Sabido es, que las leves cuando les falta la justicia distributiva no son tales, üi debeu obligar á ninguu subdito de la que habla-2 mos, claro está por el mismo impreso que todos de- ben pagar diezmos, y que si no los pagan mas que los labradores y los indios, es por una verdadera cor- ruptela introducida hace mucho tiempo: si el congre- so de 833 hubiera tenido presente las razones del im- preso que refutamos, bien se deja comprender que no hu- biera dado tal disparate con nombre de ley: porque lo que debiera haber hecho era recabar el concordato con la cabeza vicióle de la iglesia para arreglar con una justicia distributiva la contribución decimal en todos los habitantes de la federación mexicana; porque introdu- cirse el congreso á hacerlo, ni podia, ni tenia faculta- des, sin incurrir en el cisma de disciplina interna y es- terna que tanto se lia reprobado y condenado en ios griegos: luego haber quitado la coacción civil que ec- si^tía para los labradores y los indios, solo ha sido con- trariar la costumbre, autorizarlos á todos para que co- metan delitos, y perjudicar á la parte respetable de la república que se mantiene con dichos diezmos: luego el sr. Marín cuando sentó el pretesto de destruir de- bilitando la religión, no hizo mas que sentar una ver- dad mas clara que la luz del medio din, si dijo que no reconocia mas que por unas reuniones privadas á los congresos que tal barbarie hicieron, fué por silen- ciar con política sus crímenes, nosotros que no goza- mos la categoría de autoridad, diremos con toda fran- queza que semejante absurdo llamado ley, no es mas que el espíritu resacado del jacobinismo; pues como su objeto principal era destruir el altar, el medio mas ti pro- pósito es quitar la decente subsistencia á sus ministros y con el cebo del ínteres, seducir al incauto labrador y al pobre indígena para que cometan pecados que con el tiempo los hagan prevaricar del cristianismo. Destruir, sin antes edificar, solo estaba reservado pata la leperocracia de este infortunado pais. ¿Con (pie se cubre el déficit ó nulidad de la renta decimal por falta de la coacción civil;' ¿Los que inconcusamente te- nían un derecho á ella, con que viven en el dia? ¿han3 dejado de ser ciudadanos y acreedores á la protección le¿a! de sus propiedades por solo mantenerse pfioiíieos en sus honres desempeñando sus deberes? ¿En qué se diferencian los legisladores del ano de 833 que qui- taron la coacción civil en el pao o de diezmos; del la- drón del camino real que quita á uno mil pesos para darlos á otros que no los tienen? En nada seguramen- te. ;Y ;í qué viene la situación lamentable de los curas párrocos que han abrazado tan penosa carrera con ¡lle- no convencimiento de no tener opción á diezmos.-' Lo mismo que pedrada en ojo de boticario. Todos los fon- dos rurales (pie tiene la federación mexicana, desde e! tiempo de la conquista de Cortés, han mudado de po- seedores, se han póslipreciado y comprado bajé el su- puesto de la pensión decimal; quitar esto unos legis- ladores, cuyo principal norte debia ser garantir las pro- picíeles, pocos de ellos son capaces k calcular ¡o que de tal absurdo, por precisión resultaría: nosotros con- vendremos si se quiere, en que la renta decimal nece- sita un arreglo; pero ninguno tendrá por tal, quitar la coacción civil. ¿Acaso deja de ser un contrato co- mo todos ¡os dem s el pago de diezmos? ¿No confie- sa el mismo vadulaque escritor, que el quinto precep- to se ludia en toda su fuerza y vigor? ¿Y por qué reu- sarle la protección civil? ¿Y habrá quien dude que en dar dicho decreto se faltó al artículo 3. ° de la carta fundamental, y á otra porción que garantizan la propie- dad individual? ;Y por que el timorato licenciado Ma- rín y el general León, hayan obrado con arregla á los rectos sentimientos de su conciencia, se les ha de tra- tar por un charlatán de anárquicos y revolucionarios? ¿m qua urbe v'mimus? ¿quan repnblican habemus? Her- rar es propiedad de la misma humana, sostener los errores es solo para criminales; y estos siempre son el desdoro de las sociedades en que se hallan. Pocos o ninguno dudarán el objeto que se propuso el jaco- binismo atraviliario que reinaba en 833 al dar esc de- creto, y por si alguno lo ignora, no era mas que des* I4- íruir la religión fiel crucificado! quererlo aun defender cuando vuelta en sí la nación, ha conocido los precipi- cios á que la encaminaban sus mas desapiadados pa- drastros, eso si es querer la anarquía; ya se vé quie- nes medran en e|!a, no es estraño que la soliciten por cuantos medios son imaginables. El resultado de un arreglo en la renta decimal, bien pudiera ser minorar las cuotas hasta la fecha co- nocidas, pero en ningún caso levantar la coacción ci- vil, porque siendo un contrato el que forma toda na- ción con su clero, no se puede quitar la intervención judicial al poder que la ejerza, a menos que los ecle- siásticos dejen de gozar Jos fueros que los demás ciu- dadanos. En nuestra constitución han sido g irantidos nuestros eclesiásticos, quedando bajo las mismas au- toridades que tenían ¿y cómo si 11 faltar á dicha car- tar se puede levantar la coacción civil? ¿qué derechos podria alegar la nación para optar la declaración del patronato á su Santidad, cuando una protección que habia ofrecido tan solemnemente la deroga des- pués, siendo muy disputable si para ello tiene auto- ridad congreso alguno? Pues con efecto, la religión cris- tiana en la repúbliea se adoptó de un modo en la car- ta fundamental, que ademas de ser inamovible, debe en todo caso ser protegida ¿de dónde vino á los sanseulotes autoridad que ningún congreso puede te- ner? Solo su audacia y supina ignorancia. También es notable en dicho impreso la ningu- na consideración con que se trata al poder judicial, mies según su concepto la coacción civil era una no- toria injusticia: ¡pobres juecees mexicanos! Algunos no dudamos que merezcan semejante calificación, pero suponer que todos y sin eeepciou tic ninguno obra- ban injustamente en la coacción civil, es la ofens \ na- cional toas grosera que se puede hacer á uno de tos supremos poderes. ¿Cuánto mas valia que en vez de qui- tar la coacción civi1, en que, como dice el impreso se cometiau injusticias, y que como hemos dicho nada tie-5 lié que ver ron el arreglo de los diezmos, se hubie- ran entretenido en arreglar el sistema judicial, pues es- to si era completamente una de sus mas preeminentes atribu iones? ¿A quién sino al congreso de 833 po- seído del espíritu jacobino le podia haber ocurrido sem< jante dislate, de que porque el me cader, el empleado, el militar y el artesano no pagan diez- mos como debieran, según el mismo impreso, no lo han de pagar los labradores y los indígenas que estaban en costumbre de hacerlo? Con (pie poique Juan mató á Pedro autoricemos a Diego para que mate á Roque y así sucesivamente ¿podrán hallarse principios mas maquiavélicos en ningunos legisladores? Esto sí que ha reprobado, reprueba y reprobara siempre la na- ción mexicana; porque si hubiera podido presumir (pie algún dia en sus congresos habían de prevalecer es- elusivamente las doctinas destructoras de la desgracia- da Francia, estemos seguros que no hubiera escogido el sistema representativo, porqoe ella aspira indudable- mente á su felicidad, y de ningún modo á su des- gracia: con sus diezmos y con su religión cató ica apostólica romana* habia progresado en poco ti anpo hasta su edad viril, se halló demasiado .vigorosa para conquistar su independencia; piensa y creé adquirir una libertad ordenada y llegar al apoteosis de una nación independiente con sus mismas costumbres y virtudes; si estas no le conducen á tan grande objeto, menos lo ha de lograr con las falsas doctrinas de Diderot, Vol- taire, y otros politicastros que acaban de poner á la Europa en el ultimo borde de su ruina. Lo mas gracioso del impreso está en querer ha- cer creer á la nación mexicana, que es mas estúpida ó demente que los que llevan á ÍS. Hipólito. ¿A qué hombre se le podia hacer pagar una pieza de cobre por igual valor que una de oro tan solo por tener la primera los mismos beneficios que se dieron á la se- gunda? Cualquiera diría y diría muy bien, por mas be- neficios que tenga ei cobre nunca puede tener el va-I 6 lor que el oro. Esto misino quiere deeir el autor deí impreso que revatimos con las formalidades constitu- cionales que dice tener la ley que quita la coacción civil de diezmos: si ella no tiene los requisitos esen- ciales que la deben constituir tal. por mas que la ha- ya sancionado un congreso legítimo, aunque jacobino, y un poder ejecutivo el mas prestigiado, nunca será otra cosa que cobre beneficiado con respecto a oro. lias leyes se llaman ta Fes, es verdad, cuando reciben la sanción, pero si les lana la equidad, la justicia y el bien general, sin (tilda que por mas sanciones que se las den no serán tales en los sistemas- representa- tivos, siendo tai vez esta la única circunstancia en que se diferencian de los absolutos, y despóticos. Ultimamente, los errores en materias gubernativas de una nación que se baila en su infancia, son tole- rables en los individuos, y por eso vemos con gusto la ley de amnistía que acaba de decretar el actual con- greso general; pero querer publicar aquellos errores co- mo principios, y defenderlos con sofismas que insultan la sana n¡zon, es pertinacia insufrible y que desdora niuübo a la república literaria: pudiéramos presentar una nueva era en México, en que acreditando la seusatea y los principios inalterables de una recta justicia, y resca- tariamos de algún modo la opinión que se ha perdido por la desenfrenada demagogia; pero creernos hallarnos to- davía muy distantes: si en los pasados congresos vi- mos y resentimos los males de una ignorancia crasa, de un atrevunia.te sin límites y de un jacobinismo des- carado que profesaban los Alpuches y Acesias, al me- nos llevaban en su favor el audcwcs fortuna yubaí: pe- ro en el actual congreso ya notamos la timidez, mas insufrible y el egoismo mas refinado en algunos dipu- tados y señad aes, con la cualidad que Qvan ea con- tra el limidosque repclií cuestión. Cuestión es de bas- tante interés el dilucidar, si cuantos males ha resenti- do la patria en sus terribles convulsiones políticas, han provenido directamente de la audacia demagógica, o de7 la timidez de los sensatos, que en muchos llega ya á ser un verdadero crimen; de esto puede que nos ocu- pemos otra vez con mas detenimiento, en el Ínterin se despiden por ahora.— Varios Poblanos, MEXICO: 1835. Impreso por /. Uribe y alcalde, calle de Ver gara núm. 10.