o NUESTROS MALES SEGUNDA PARTE. GUADALAJARA. OFICINA DEL C. MANUEL «HAMBTLA. Calle segunda del Seminario nwm. 7. 18J4.To be or not to 6c, that is tke qntstion. Se trata, ¡cuestión fuerte! Si seremos de vida, ó si de muerte. P JL^l acogimiento que se ha dado á otro folleto del mismo título ue lleva éste, del que no bastó una edición, el empe- ño que vimos en distintas partes por reimprimirlo, y las raa- flifestac ones que se nos han hecho aún por personas que no ti nemos el honor de conocer, nos dan á esperas que no serán ab solutamente perdidos nuestros trabajos; y una sola semilla que germine, los corona en mas de lo que ellos valen. Es- to y la distancia en que vemos al giro de la administración pública, y al que reclaman los intereses nacionales, son razo- nes mas que suficientes para ponernos otra y otras veces la pluma en las manos, no para interesar con cosas nuevas, si- tto j;ara insistir en la necesidad de relacionar aquellos, hasta hacer prácticas en los gobernantes presentes y futuros, las ver- dades que todos reconocen. Nunquam satis dicitur, quod nun- quam satis discitur. En efecto, después de haber enunciado las causas que mediata ó immediatamente han concurrido á producir la falsa posición en que se halla la República, na- da queda que decir de nuevo, y solo tenemos el dolor de ver confirmadas nuestras ideas, con la lamentable circunstancia de que cuando se escapa la feliz coyuntura de cimentar para en adelante el órden y la libertad de una manera estable, ve- mos á la mediocridad aparecer con sus mismas faltas, con las cismas que alli le hemos citado, con su misma ceguedad in- corregible, cometiendo en distinto género los mismos errores que cometió, presidiendo á los que se llamaban liberales, amon- tonando los gérmenes que nos traigan su vuelta, y obstinán- dose en desaprovechar las lecciones que tan repetida y tan4. costosamente le ha metido la experiencia por"los ojos. Ha- blando de toda la República, citaremos con frecuencia al Es- tado de Jalisco, por pie es el ejemplo que tenemos á la vis- ta, porque i él debemos de preferencia consagrar nuestros afanes, aspirando á la gloria de pagarle, mejor que nadie de sus hijos, nuestro contingente de amor y patriotismo. Una de las consecuencias ordinarias de las continuas turbaciones polí- ticas, y en ellas, del empeño nue se succede con los partidos de hccharlo todo á perder, es el desaliento de los que ven in- fructuosos sus esfuerzos, es el ¿qué me importa? de todos aque- llos á quienes importa mucho. Parece tener razón el que se aisla á salvar su individuo, cansado de ver que sus tareas, en vez de endprezar la cosa pública, no producen resuitados mns nue para él, y estos no son otros que enemigos y per- secuciones. Pero esa oscuridad es imposible en tiempo de convulsiones; ni ¿como resistirse al impulso poderoso que nos arrastra á amar nuestra patria y á la gloria de sacrificarse por ella ? ¡ Qué" dulce es y que mágia tiene este solo nom- bre de patria! ¡Este nombre que recuerda los lugares en don- de se pagaron los primeros afios, en donde se sintieron las pri- meras emociones, en donde se gozaron los placeres ino- centes de la infancia, cuya memoria no se horrará nunca y antes bien ella será la que deje algunos encantos en el resto de la vida! Este lenguage parecerá afectado á los que no han sentido alternativamente en la casa agena el or- gullo v la vergüenza de ser mejicano; á los que después de unos cuantos arios de verse lejos de su pais, no han sido de- vorados de impaciencia por volver á él, de aquella impacien- cia oue hace contar los dias, las horas y los instantes que pre- ceden inmediatamente á esta vuelta; de aquella impaciencia por la que de buena gana se descontaría de la ecsistencia qve. nos está destinada, el tiempo que se debe impender en regresar. Parecerá afectado al que no siente su pecho latir en sobresalto al entrar en el valle del lugar oue lo vió na- cpr: nue todivia en el anhelo de hallarse á la sombra de los e^:íicios que va se divisan, no puede resistirse al impulso de parar" un momento la velocidad de su carrera, por cortar una flor cualquiera, del campo que atraviesa, pero que no habia visto en mucho tiempo, y cuyo olor trae consigo relacionados jantes v tan deliciosos recuerdos. Mas al llegar ¿como dejar de sentir su corazón oprimido al encontrarse viciado, retrogra-dado, desfigurado, inconocible aquel Jalisco que era nuestro orgullo hace once años, aquel Jalisco que salvó á la nación en 1828? ¿como dejar de sentirse humillado al decirse á si misino ,,mi pais pudiera ya tener muchos de los adelantos de la civilización y de la libertad?" Estos sentimientos son tam- bién los que no" obligan á escribir. No somos nosotros mismos lo que tenemos por objeto eu este trabado, como para brillar en una obra de literatura, pues que entonces no hablaríamos mas que, de lo que era y de lo que es hoy este Estado: este papel no llevaría el IÍt t 'lo que tiene, y nos propondríamos por modelo al autor de la Grandeza y decadencia de los Romanos;" al revez, como escritores en política, sacrifica idos la corrección á la oportu- nidad, y embiamos á la justa censura de aquellos que nos enva- necieran con su aprobación, un trabajo que no puede menos de resentirse de la premura con que lo reclaman unos mo- nientos, en que se ván á elegir representantes á un congre- so, cuya reunión deseamos y tememos á la vez. Nos espo- nemos á la inutilidad de nuestras tareas, á la persecución de los que no quieren consejos ni sufren observaciones, y, lo que «s peor para nosotros, á la falta de filosofía de algunos ami- gos que estimamos. Si algunos se encuentran retratados en Una pincelada, ó se reconocen los responsables de una providen- cia de que nos quejemos, no nos aborrezcan, cuando Ies que- da espedito el medio de su justificación; nadie la espera ni cree tanto en ella como nosotros. No podemos ser felices mientras no lo sea nuestra patria, de cuya suerte no nos es posible desligar la propia nuestra; asi es que nuestra pluma no se cansará de correr, en tanto que haya un error que ad- vertir, ó un bien que promover. Por mas empeño que se haya tenido para ello, no perdemos todavia la esperanza de que guita cavet lapidem. Vamos á ver si esto puede ser nación. Ninguna como la mejicana ha podido serlo con mas fa- cilidad y sin la mancha de las disenciones. Sea influencia de nuestro bello cielo y de la atmósfera que nos rodea, sea el hábito de una obediencia pasiva por tres cientos años, no hay un pueblo mas conducible y menos turbulento que el me- jicano. Se le ha calumniado cuando se ha dicho lo contrario, y tanto, que á su carácter dulce y solo á él, debemos no haocr tenido entre nosotros una época como la de 1793 en Fran-6. cia. Cualquiera otro en la desmoralización que debia pro- ducirse por veinte año., de malos ejemplos y disolución, ha- bría renovado aquellos horrores y se habría familiarizado con los crímenes mas atrozes, con tanta mas probabilidad, cuan- to que no ha sido distraído por una guerra estenor. Los fran- ceses qie ignoran ó que para criticamos, afectan olvidar su historia muy reciente, en vano buscarán en la nuestra pobla- ciones enteras asesinadas en masa, la de una ciudad convo- cada en una calle para metrallarla, promesas de perdón a l..a escapados de la primera descarga para que se pusiesen en pie y descargar de nuevo: no verán en la nuestra, millares de in centes de ambos secsos, atados por los dedos pulgares y ahogados en los ríos, añadiendo á la crueldad el insulto de llamarlos, matrimonios republicanos: en ninguna parte han vis- to levantada una guillotina pennaueute por espacio de diez y ocho meses, y á cuya hacha insaciable no bastan 00, »0 y 100 víctimas por dia. No, elt clima de Méjico no pn-uace monstruos: su suelo no tendrá la deshonra de alimentar ca- níbales que en otros mas civilizados han sido el descrédito de la tspecie humana. En vanas ve* es su conducta ha hedió justicia á sus sentimientos. A mediados del año pasado, al gobierno y congreso de la unión, amenazados de la revolución de Arista, les ocurrió en los mezquinos alcances de la que llamaban su política, convocar al pueblo de Méjico para que asaltase las casas de los españoles, las saquease y asesinase á sus dueños; el pueblo se conmovió en efecto, pero fué de horror á tales providencias, y para aprontarse á cuidar de la seguridad de los que se le mandaba degollar. En la misma revolución de la Acordada fué necesario que se le conduje- se de la mano al robo del parían; y fuera de aquel sitio que se le había prometido como botin legítimamente ¿ahado á su« enemigos/no atacó la casa de niugun particular, hallándose entregado á su sola voluntad, como no lo hizo en cuatro días antes que nadie pedia impedírselo. Al año siguiente en otra revolución, bastó solo el gubernador del distrito rodeando el mismo parían para salvarlo. Todo el que ha mandado, ha te- nido un grande apoyo en la fuerza moral de su sola inves- tidura: todo el (pie ,ha entrado al poder, ha debido contar coa el hábito de obedecer y con la presunciuii en su favor. In- creíble sería, si no lo hubiésemos vMo, que un puiVdn de hom- bjrea desacreditados, inepto», invasores, los que mas provoca-7. ban la indignación, se hubiesen hecho obedecer en distintas épo- cas, é indistintamente en casi todos los Estados de la Repú- blica, por largos meses, y en la última, por mas de un año. Todos los que han caido del poder, se lo deben á si mis- mos, unos por pie no han sabido conducirse cuando han sido atacados, y todos porque en su administración se han empe- ñado en dar pretestos á los que espían sus faltas y que apo- yados en el descontento público, se sublevan en nombre de la libertad para hacer desocupar el puesto que apetecen. Comparando los males que nos han hecho la maldad y la ignorancia á título de autoridades, con los que nos habría causado la indignación de un pueblo amotinado, no sabemos 8i felicitarnos del carácter del nuestro, ó entristecernos de au- gurar hombres nacidos para la servidumbre. Lo que sabemos positivamente es, que no tienen perdón aquellos individuos que üunca faltan en el seno de las naciones nías pacificas, que ó por temperamento ó por una ambición que los devora, y que de nada tiene menos que de noble, parece que han tomado á tarea, corromper este pueblo y tenerlo en continua agita- ción, hoy porque sí, y mañana porque nó. Ellos conocen bien la nación, con quien se las tienen y para conmoverla se han formado una táctica, que por mas audazmente embuste- ra que ella sea, no deja de alhagar á quien ama el reposo, y la libertad. Por eso en este pueblo, que proclamamos de cos- tumbres tan dulces, y pacificas, se han sucedido tan rápida- mente las conmociones, llegándose á hacer tan generales en todo el pais. Todos los revolucionarios comienzan siempre por asus- tar á la nación con la nación misma. Todos dicen que to- man las armas para evitar la revolución que la amenaza, aún cuando no la amenaze ninguna, y aun cuando ésta nación haya de estarse tranquila mientras no se la venga á revolver. Asi se decia en Veracruz en 2 de enero de 1832. Y ¿qué revolución podia amenazar á la nación mas sangrienta, mas injusta, mas horrorosa que aquella? ¿Qué males se podian te- mer, que fuesen comparables á los que ella nos hizo? Se de- cia que el gobierno de entonces tendía al despotismo mil - iar y á la destrucción de la constitución; y este temor lo rea- lizó aquella revolución, es decir, los revolucionarios de Ve- racruz nos hicieron aquello mismo de que se nos ofrecían á garantirnos. El plan de Zavaleta con todas sus consecuen- cias, es el colmo del despotismo militar, y la tumba de la8. constitución. Nosotros queremos hacer al general Santa-Anna el obsequio de creer, que si hubiese tenido delante de los ojos el cuadro de los resultados de su levantamiento de 1832, se habría estremecido de hor.or y no lo habría intentado. Su conducta nos presta motivos para esta presunción. Primero, él no ha amado nunca á los demagogos, con cuyo vestido se disfrazó entonces para emprenderlo; hoy llegado a su térmi- no, ha dado con el pie á los imbéciles que lo creyeron y que pa- ra apoyarlo le prestaron el hombro: en seguida, él llama li y en su denedor y proclama como únicos capaces de regir la co- sa pública, á los mismos que tan atrozmente denunció en aquel entonces como enemigos de ella. Su fé es tan turne en esta parte, que habiendo reconocido y dejado fuucionar por largos dos meses un tribunal notoriamente nulo, no se resuel- ve á disolverlo hasta que asi se lo ecsige la suerte de ü. Lucas Alamán, cuya inocencia es el primero en proclamar de los crímenes que él mismo le imputaba. No, nada de lo que se dijo fué motivo ni objeto para su revolución de en- tonces. Al proclamarse en Veracruz, no se sabia que simul- táneamente se estabu anunciando desde Europa. l£n la secreta- ría de relaciones debe ecsistir una nota del consulado de bur- deos de 2 de enero de 1882, en que se hace una reseua del estado que tensan al principio de aquel año ias uauonea todas del viejo mundo, y se predecía para el nuevo, la revolución que se verificaba en aquel instante. Por otra parte, cada turbulencia abre las puertas de otra» cada cambio hace nacer nuevos interese», cada aoiou ion en ¿rau- de, despierta una multitud de ambiciones suua.ternas, las cuales saben que los torbellinos políticos son como los ael aire, que levantan á lo a*to, lo que en un orden regular, se arrastra por los suelos. Hé a puí porqué es íacil y muy concebible que haya revoluciones en un pueblo pacdico, y que el nuestro, sm estos accidentes, ha debido estar mas que ninguno otro, esento de ellas. Digo sin estos accidentes, por que acabada la guerra de independencia, no ha habido jior- qué derramar una sola gota más de sangre entre nosotros, l o- dos aquellos bienes de que nos privaba la sugecion á una metrópoli estrangera, y a que aspirábamos al sacudirla, los hemos podido lograr sin sacudimientos, y ¿quién duda que catorce años de esta nueva ■ ecsistencia habrían bastado para cambiar la faz del pais, para llamar la atención del orbe en-9. *ero? Se ha cambiado en efecto, pero para comparaciones desventajosas respecto del estado que tenia en tiempo colo- sal: hemos hecho también á las naciones grandes volver lo» °jos de lado nuestro, pero para solo un muy merecido des- precio. ¡ Ah! si á lo menos cayese solo el desprecio sobre tos que por los principios mas innobles lo han hecho es- *ender á toda esta inocente nación.! Yo no me desentien- do de la naturaleza de las cosas, que debia con la inde- pendencia humillar á unos, hacer hipócritas á otros, y po- ner en juego intereses y pasiones nuevas. Con esto y con encontrarse la generación presente en un teatro desamo- ldo, se esplican nuestros primeros quebrantos y alguna pá- 3ma oprobiosa en la historia de ese tiempo. Nosotros he-, uios debido pagar nuestro tributo de novicios, y se concibe que hayamos sido cogidos en las ledes de nuestros anti- guos enemigos, para tener papel-moneda, en lugar de vé* por primer efecto circular entre nosotros los millones que anualmente pagábamos á España. Los nombres seductores' de república y libertad, han podido alucinarnos á tal pun- to que permitiésemos nuestra propia deshonra, y dejásemos caér sobre nosotros la mas negra mancha de ingratitud, to- lerando ó prestándonos á una cruel venganza. Estas faltas inmediatas á nuestro nacimiento político, son las que yo pasa- ré á los que nos repiten que todos los pueblos las han te- jido antes de constituirse; pero no les pasaré las últimas que »Os han hecho, queriendo con e9tas palabras substraerse á la vergüenza de ver á su patria hecha la presa de las revolu- ciones, y tener, asi una patente para hacerlas sin cesar. Esto no los salva ni á éllos ni al país de un merecido des- crédito, por que en primer lugar, no ha habido en él tal ne- cesidad de esas turbaciones; en véz de que éstas hayau sido una consecuencia, que se pudiese llamar, necesaria de su nue- va ecsistencia, mas bien diremos que si para nuestra debgra- oia no hubiésemos tenido en el seno un muy pequeño núme- ro de víboras, que no llegan á seis, la misma naturaleza de las cosas, es decir, la facilidad que ha habido de gozar sin íesistencia de todos los grados de libertad, el carácter nacio- nal, y el orden glorioso y admirable con que se hizo la iiv dependencia, habrían impedido las guerras civiles. Luego que se dio la acta constitutiva, que la nación se dió una ley fun- damental, conteniendo ella misma los medios de reformar sus 2.10. defectos, que en fin no se tenia ya nada que temer ai que pedir, el que esto escribe se felicitaba hace diez años, al ver, asegurada una quietud inalterable y un porvenir todo de in- cremento y de felicidad. ¿ Como habia de entrar en su pre- visión todo lo que después ha concurrido para degenerar las cuestiones políticas, en partidos por personas.? Aunque tuviese los ojos puestos sobre los que pudieran marchitar su gloria con pretensiones fundadas en ella, no ecsistía ya el único que podia decir, lo que Bolívar al congreso de Colombia „un hom- bre como yó es peligroso en una república", y respecto de los otros, debía uno fiarse en lo que creen todos los políti- cos, á su cabeza Voltaire: que en las repúblicas, la ambición de los unos neutraliza la de los otros, por la igualdad y aún superioridad de títulos que un ambicioso debe ver en sus. competidores; aquellos publicistas no conocieron la república mejicana. Por último ¿cuanto ha de durar en ella este no- viciado de disensiones, por el que han pasado todos los pue- blos ? ¿ no bastan primero once, y hoy todavía no bastan veía- te y cuatro aííos de haber seguido el ejemplo? ó* ¿hemo3 de estar sempiternamente en ellas, supliendo siempre con esta escusa los bienes de que nos privamos por nuestro poco jui- cio? ' El autor del „Ensayo sobre la historia de las revolu- ciones de Méjico, queriendo en el Censor de Veracruz en- noblecer la de 1832, decía que era la guerra de los princi- pios contra los privilegios. El tal escritor podia ser creído donde ni él ni nuestras cosas sen conocidas; pero entre no- sotros es una audacia, que como una arma de rutina se usa en toda revolución injusta y que no tiene mas objeto que la elevación de los que la promueven; así és que el solo desenla- ce que tuvo aquella, y que hacía su único objeto, fué la pre- sidencia de la república, el gobierno del Estado de Méjico, las docenas de bandas de todos colores, y para la nación el retroceso en todos los ramos. Estos puestos eran los princi- pios* los bienes que nos arrebataron con la paz y la libertad, cu- ya pérdida lloramos todavía y lloraremos sabe Dios hasta cuan- do, eran los privilegios. Es una vergüenza que aquel escritor haya querido aceptar el ridículo de los que repiten aristocracia y clases privilegiadas en este país. Al comparar lo que asi se llama en otros, y lo que se tiene por tal en el nuestro, no se puede dejar de alzar los hombros de compasión á tan-, ■atrevimiento y tanta ignorancia. Los nobles en Inglaterra tienen dividido entre sí todo el suelo de la isla con el nombre condados; algunos, que no son pocos, disfrutan rentas de mi* üoncs de pesos, se han negado á varias concesiones á las clases •nanufacturera y comercial, hasta no querer ni admitir en la finara de los comunes la representación, que conforme el ^cremento de la población, demandaban algunas ciudades. *odavia hoy se desdeña un noble de habitar en una calle donde se venda una vara de listón. Las rentas eclesiásticas, compuestas de diezmos, de obvenciones, emolumentos diocesanos, &c. suman anualmente cuarenta y cinco millones de pesos. En ^rancia los antiguos nobles tenían á menos tratar con las cla- ses industriosas, poseían la mayor parte de los fundos territo- riales, habían monopolizado hasta los empleos mas subalternos. El clero era dueño de una mitad del terreno; él solo hacía en los Estados Generales un tercer estado. En España, la clasificación de los habitantes abatía de tal manera á los trabajadores, y trababa de tal modo la producción, que Fe- Üpe III se vió en la necesidad de declarar nobles á todos los que se dedicasen á la agricultura. El clero posee aun lo •"as, y mejor que tienen el campo, y las ciudades: solo de enclaustrados, hay el número de 88.364, cuya mantención im- productiva absuerve veinte millones de pesos por año. Cuan- do se dice clero, no se entienda que todos sus miebros son igual- mente ricos; en él sucede lo que en esas naciones, que la opulencia está amontonada en pocas manos, y la muchedum- bre perece. Hay en eso tal desproporción que en Hungría» por ejemplo, no gana un ministro para comer, y él arzobispo de Gran disfruta una renta de 300 mil pesos: 10 mismo que pa- sa entre nosotros. Mas el espíritu de cuerpo aparte, y sus privi- legios, juntos con los de la nobleza, son los pólipos que hace rancho tiempo han estenuado la Italia, el Portugal, y otro» paí- ses. Compárese lo dicho, con la población de las Ameritas Es- pañolas. No había ni ha habido mas clasificación en palas, que la de los hijos del suelo llamados criollos, y los de la metrópo- li; aun la altivez, con que estos veían á aquellos, nunca llegó 4 la de los ingleses en la India, que se desdeñan de alternar en público, con los naturales del país, y envían sus muge- res á parir á Inglatera ó al mar, por no tenei hijos de la co- lonia. Desde el momento que hubo gobierno nacional, acabó por una consecuencia necesaria esa clasificación entre noso-12. tros, y ya de hecho, ya por leyes posteriores, dejaron los espa- ñoles de ser, como eran por solo su na-¡miento, la primera cías»; déla población. Nuestra porción nobiliaria no pasaba de una ve- intena de condes, y marqueses, con mas influencia en la socie- dad por sus cuadales, que por sus títulos, pero no de aquehV que podía entrabar el nuevo régimen ni hacer peso alguno 01. cualquier estremo de la población, pues que aun la supresión de sus insignificantes títulos, se hizo sin ruido, y" sin oposición • Con esepcion de uno 6 dos de entre ellos, su rose con las de- más gentes, su manera de vivir, su trato, &c. era el común, y aun su educación, por no ser especial ni esmerada, era mas bien, inferior á la de una familia regular. Como esta nobleza no habia tomado su fuente en hombres que ilustraron su descen- dencia con acciones brillantes, cuyo solo nombre recuerda las épocas gloriosas de una nación y que por lo mismo es una pro- piedad de su historia, sino que era comprada con los productos de una hacienda 6 de una mina en bonanza, los titulares, para hablar netamente la verdad, eran, por la mayor parte, lo que liabia de mas común, y ordinario. Nuestro alto clero, aunque contase, con obispos de á 100 mil pesos de renta, y con ca- nónigos de á 10, y 12, ni aquellos pasaban de cinco ó seis, ni estos se podían llamar de una clase elevada, mas que res- pecto del resto del clero, que los primeros miraban como su plebe. Mas su influencia en el régimen político, era á poco mas ó menos nula. Gobiernos que el apoyaba, con todas sus fuerzas, han venido abajo; y se han levantado y sostenido otros contra sus intereses, y su poder. Este clero no podia oponer sino una resistencia vencible á las reformas racionales. Ese escritor, de quien hablábamos, dió la iniciativa en las le- yes que levantaban la coacción civil para el cumplimiento de los votos monásticos, y pago de diezmos; y estas leyes pa- saron en ,1a multitud, y fueron espresamente aceptadas por el clero. Fué menester que aquellas leye» se estendieran des- pués k despojos directos, á inversión de principios sociales, á invasiones á todas las clases, á depredaciones y desbanda- mientos frenéticos, para que este clero, en la pequenez de su poder, aprovechase nuestro zelo por la religión y la indigna- don general, para mezclar su causa en la común, haciéndola la principal, y queriendo cosechar esclusivamente los frutos de una reacción, que fué mas principalmente la obra de la13. propiedad, de la seguridad, de la libertad, y de todos los d#- -techog atacados. Si ha habido y hay verdadera clasificación en loe h bitantes de este pais, que se pueda Jlauiar aristocracia, es la de la raza española, es la de esos que repiten tan ri- diculamente el nombre de aristocracia, sobre ¡la raza indígena. Para esta no ha habido independencia, ni los pretendidos de- mócratas le han alargado, no ya una mano de iguales, mas ni de unos protectores que con leyes filantrópicas y sabias 'e abran el camino al mejoramiento de su triste condición. Providencias aisladas y parciales para que á los indios del distrito federal, se repartan las tierras de S. Juan y Santia- go, ó se les ecsima de los derechos municipales, parecen mas bien una ostentación de caridad, que un plan combinado pa- ra sacarlos del estado en que se hallan, hasta hacerlos ca- paces de la participación igual de todos los derechos. Ellos continúan allí y en todas partes, siendo vejados por las ga- belas de aduana, y las de 6us supersticiones, acerca de las que no se ha tratado todavia de ilustrarles. Aunque el produc- to de todas ellas, sea para el erario una miseria, para ellos en detal importa tanto como mantenerlos en la imposibilidad de abrigarse 6 de comer un pedazo de pan. Víctimas de la barbarie de sus conquistadores, lo 3¡guen siendo de sus com- patriotas, y bajo los liberales, como bajo los españoles, pare- ce ser el patrimomonio de esta infelicísima porción de me- jicanos, el hambre y la desnudez, los vicios, la ignorancia y U abyección mas degradante. No hago la observación de ha- ber sido ellos los pobladores de estas regiones cuando las to- maron los españoles, porque de aquí sacan estos un argu- mento contra la soberanía de sus hijos en ellas. £1 ga- cetero de Madrid y los políticos que valen tanto como c'J. confunden groseramente el derecho de patria con el de propie- dad, y son tan pequeños en su discurrir, que creen que el mundo no ha sido ni podido ser de otro modo que como ellos lo encontraron. Su argumento prueba tanto, como qt:r las razas europeas son un Juan-sin-tierra, ó una Judea en- te sin patria reconocida. No son indios los que no descien- den de los indios, ni son ingleses, ni son españoles, ni poi- tugeses, los que no nacen en Portugal, ni en España, ni en Inglaterra. Los indios que hallaron en Anáhuac los esponj- áis, no fueron sus primeros pobladores, y por aquella regla.14. «i Ñapóle©» fué francés, ni los franceses tienen derecho en 1* (¿alia, ni los rusos en la Escitia, ni los españoles en la Ibe- ria &c. &c. Lo que hay de positivo, es que todos los nacidos' en un suelo, tienen caeleris paribus, igual acción al goze de los derechos civiles y politices, sin mas diferencia que la que Jlaya establecido la naturaleza en la capacidad intelectual de tas castas por su respectiva organización. Quien creyera des- pués de esto que la última legislatura del estado de Méjico en la tarifa de peages ¡clasifica los indios entre los jumen- tos! ¿Y es á estos demócratas á quienes se puede oir en pa_ ciencia hablar de derechos del hombre y quejarse de aristo- cracia? Abstracción hecha de las diferencias que ecsistieron en la independencia de los Estados-Unidos del Norte, la vida social y política de las Américas españolas, ha podido, como en aquellos, ser fácil y pacífica. Sus necesidades mas ur- gentes para sacudir el yugo de la metrópoli, eran: una recta y suficiente administración de justicia, una libertad absoluta, tal cual Dios la ha dado a los hombres, para buscar su subsisten, gia, esto es, sin el monopolio para el comercio de los privi- legiados nacidos en la península, y sin las prohibiciones de cultivar tales y tales productos, la puerta abierta á todas las inteligencias y merecimientos para el participio igual de to- dos los empleos públicos. Todo esto se ha podido y de- bido lograr muy fácilmente. La revolución que debia obrar- se en nuestras costumbres, el desprendimiento de prevencio- nes añejas y de todos los demás resabios nuestros y de nues- tros padres, debían ser corolarios de aquellos bienes goza- dos en paz, y no por los ataques que para solo estre- llarse y hacer mas retrogadar, se ha intentado últimamen- te. Las formas que se conocen de gobierno, no son mas que medios para alcanzar y conservar a ]uellas ventajas que lo* hombres buscan en sociedad. Nosotros creemos y debemos creer que, atendidas las distancias de nuestro basto territo- rio, teniendo la esperiencia de la verdad política, de que cuanto mas lejos del centro, tanto mas se relaja la acción protectora del gobierno, tanto mas crece el despotismo su- balterno, y tanto mas se dificulta el consuelo del oprimido, y hallándonos por otra parte amenazados de perder la inde- pendencia acabada de adquirir, ninguna otra forma ocurría mas suficientemente á todos estos objetos, que la federal.15. El que esto escribe, es el primero que la proclamó en la dación, y sus primeros inmediatos resultados, no dieron motiva toas que para darse los parabienes, los que buscaban de buena *f una pátria libre y floreciente. Hubo en el congreso cons- tituyente muchos mejicanos que comprendieron esta cuestión, V que habrían sido capaces de dirijirla; se engañaron solo en Cteer a todos tan bien intencionados como ellos. Mas al des- cender á las porciones de la república para ennoblecerlas, no se encontró mas que miseria, y al desarrollarse el sistema fe- deral, parece que no se tuvo de él otra idea en todas par- tes, que de una vendimia de prebendas. Hombres que en órden regular de cosas, no habrían tenido otro paradero *lue una horca, ó con quienes no alternaría por su ordina- rez la familia mas humilde, subieron á los primeros puestos, tirando en ellos, mas bien una dignidad, que un teatro que los daba mas á conocer, y figurándose cada uno en su ínsu- la barataría, el succesor de Fernando VII lo menos. Mada- ma Stael decia de Henrique IV que su carácter valía una Constitución; tales gobernadores ha habido en S. Luis, en Mi- choacán y otros estados, que nosotros podemos decir, que Malquiera de ellos vale el descrédito del mejor sistema. ¿ Qué tulpa tiene este si los gobiernos se han establecido en favor, suyo y no en el de los pueblos.; En efecto, como la minería, único ramo que ha prosperado, debe esta su prosperidad á la 'ntroduccion de capitales ingleses, se puede sentar con ver- dad que ni uno solo de los que hacen la riqueza de las na- ciones, ha debido el mas pequeño impulso á los gobernan- tes liberales. El comercio se ha aumentado, pero no recípro- co, sino de provisión; y aunque se haya logrado con solo esto el destierro de la desnudez con el abatimiento de los precios, era tiempo de que se hubiese ensanchado en efectos esportables. La agricultura en el suelo mas fértil conocido, no ha mere- cido un canal, un solo puente, ni aun la reparación de un camino. Sus frutos, reducidos á un rutinero, y mezquino nú- mero de variedades, alimentan localmente al que los cosecha, y Pocos son los puntos aun en el interior del país, donde recorran una distancia de mas de veinte leguas, por que su valor no cubre los costos de la traslación. La admiuistracion que prestó una protección directa k esta industria, y á la manu. «.cturera, fué hechada abajo por los liberales. En ninguno de log estados, se ha hecho en diez años un censo: no se sabe a pun.16. to fijo que número, y que clase de habitantes tiene: no se ha tratado ni aun por aprocaimacion de averiguar, cual es bu ter- reno, que diversas temperaturas tiene ya por las latitudes, ya por las circunstancias topográficas, cuales son sus calidades ter- rosas, y ácia que parte son las minerales, á cual las salitrosa* í cual las laborables, cuales, y cuantos los frutos que puede» rendir, por qué medios procurar la población, y salubridad de *us tierras calientes: cuantas, y de que clase son las necesi- dades de los habitantes; cuales de estas son socorribles dentro de casa, y cuales han menester el ausilio estraño; por consi- guiente, qué especie de relaciones ecsisten, y pueden en ade- lante estrechar mas los vínculos que ligan í los unos con los otros. Todas estas cosas no son amenidades caprichosas de la pluma del que escribe, ni son tampoco un empeño de buscar cargos que hacer; son las bases de la ecsistencia posible de cualquiera porción del género humano, en todo punto donde se la suponga para vivir en sosiedad. Es verdad que los go- biernos no deben ser empresarios, proposición que es verr dadera hasta cierto punto1, y que su principal carácter es el de removedores de los obstáculos, dejando el camino libre a* desarrollo del interés individual; mas es claro que se necesita» conocer los inconvenientes para obviar á ellos. Pongamos por ejemplo el comercio, para dár una idea de la importancia de lo que se acaba de decir. Es un principio reconocido entre los economistas, y una verdad demostrada por la historia de lag naciones, que suprimir una aduana, rebajar una tarifu, no solo es mejorar la condición pecuniaria del que vende, y del que compra, no solo es facilitar los cambios, sino activar la impor- tación recíproca de las costumbres y de las ideas, es marchar con un paso tanto mas firme, y seguro cuanto es menos es- trepitoso que el de las invasiones, y propagandas, ácia la amalgamación de las diversas castas de la especie bmnaua, á la nivelación de la luz moral, que como la Rsíca, penetra por todas partes donde no se la opone una barrera opaca, á Ja dulzura de la sociedad, al conocimiento de los idiomas, á la perfección de los artefactos, y de todas las indusirhs; en fin á otra multitud de bienes que no se alcanzarían, en siglos ente- ros de incomunicación é intolerancia; porque las naciones sor» lo mismo que los individuos que la componen: mientras mas tráfico tengan entre sí, mas sin trabajo aprovechará una la in- vención que ocurrió ¿ rimero á las demás. El adelantamiento17 ^tá, en razón directa de la libertad, y de la civilización. En * rancia, en Inglaterra, en donde quiera que se admite al hom- ^re de todos los cultos, y con menos derechos de introducción, todo es movimiento, todo es vida, todo prosperidad, y si no se tiene toda la que se debiera en esas naciones que marchan á cabeza de la civilización, es precisamente por su servil adhe- sión á un sistema antiguo de aduanas en que no ha podido pene- trar todavía la demostración, porque sus gobiernos no piensan "vis que eB iQ que han menester pro hie et nunc. La economía Cs el mejor amigo de la política, y la política es el peor ene- ^'go de la economía. En la tierra clásica del hombre, en *°8 Estados-Unidos, es imposible seguir el desarrollo en todo Señero de todos los ramos, desde los primeros años de su ec- "istencia. Apenas cuentan de ella un medio siglo y ya dán e«te año el ejemplo nunca visto de una nación sin deuda. ^1 lado de estos pueblos ¿qué son los españoles con su sis- tema de intolerancia, de prohibiciones, de recargados derechos, y de todo lo que noi enseñaron, y de cuya rutina no que- braos nosotros salir? ¿qué son.? Los indios de la Europa. ¡Ah! no son capaces los legisladores de calcular los inmen- sos bienes que hacen á sus naciones y á todo el género hu- mano, con cada real que rebaja» de derechos en una adua- n«i, con cada traba la mas ligera que quitan al comercio. Se han dedicado tan pocos de los nuestros á su propia instruc- ción que creo diríamos mejor: no saben nuestros legisladores V gobernantes los bienes inmensos que harían á la nación* V las lágrimas y descrédito que le ahorrarían con cada me- dia hora que se diesen al estudio. Si hubiesen cuidado si- guiera de saber cómo viven, y de que se ocupan los demás hombres en el resto del mundo, no tendríamos la vergüenza de ser testigos en nuestro congreso general, de hechos que so- lo son creíbles porjue los hemos visto y solo concebibles supues- ta una supina ignorancia. El año de 26 se prorrogaron las 'esiones ordinarias por los treinta dias mas, para que faculta la ^nstitucion, y ¿para qué? para declarar dia de fiesta el de Felipe de Jesús. ¡Este fué todo el fruto de treinta días **e sesiones.! En otra vez un proyecto de camino de Vera- c*uz á Guanajuato, para el que había ya reunidos algunos mi- Nones de pesos de casas inglesas y mejicanas, fué desechado, Porque unos señores eclesiásticos de Puebla, dijeron que, eso 31$. se querrían los amigos de los españoles para facilitarles 1* conducción de sus cañones. Otro proyecto de un canal de Méjico á Tampico, cuya primera obvia utilidad, sería la afi derramar en el Panuco las aguas de Tescoco, tampoco füü tomado en consideración, porque otros señores diputados ob- servaron que se perjudicaba a los arrieros. Quisiéramos bor- rar estas páginas de nuestra historia, ó poder cubrirnos la ca- ta, como Bruto en la ejecución de sus hijos traidores. Go- bernar es un arte, como cualquiera otro, cuyas reglas no se pueden saber si no se han aprendido. En su ejecución pue- de aparecer un genio creador, y de ello hemos tenido ejem- plos ilustres los americanos; mas no por eso deja de tener es* ta árte, mácsimas, y principios recibidos, que son en sí mismos susceptibles de mejoramiento, con el progreso de las luces. Su ignorancia ó la adopción de otros falsos, es una de las causas de nuestras desgracias. Uno de los que nos han sido mas fu- nestos, como lo es y será para todo gobierno que lo abraze, es el de que en política, todo medio es bueno con tal que conduzca al fin propuesto. Dias há, que la ilustración ha dester- rado esta macsima perniciosa, depravada, y falsa: no quedan hoy mas que los tiranos, las facciones, que es lo mismo, y lo* políticos de docena, creyendo que hay una moral para el hom- bre privado, y otra para el público, una en política, y otra en so- ciedad. Los gobiernos liberales, cuya institución, es el bien común, están convencidos por la esperiencia de la estrecha re- lación que hay entre la propia conveniencia, y la justicia Apenas comenzaron en Jalisco á fungir de tales nues- tros legisladores en 1823, dirijieron sus tiros y toda su aten- ción á los canónigos, queriendo remedar á los liberales que eu otras partes se quejaban de las clases privilegiadas, y paro- diar en gobierno y en obstáculos, lo que no se nos podía apli- car con seriedad. No éra la institución bajo las relaciones de inconveniencia con el libre ejercicio de la potestad civil, con el fomento de la producción agrícola, ó con el derecho de la meritoria clase de curas, y ministros, lo que tomaron en con- sideración, sino las personas del cabildo, en la mayor parte, las mas respetables, y benéficas; era el clero todo, era el culto, que quisieron abatir hasta el polvo, aunque disfrutásemos t¡u la república, y principalmente en Jalisco la ventaja de tener un clero, de lo» mas morigerados de los países católicos. Es- ta animadversión á la totalidad no es estraña donde sus eos- 19. lUmbres la han hecho desmerecer la consideración pública. ¿v¿ue pueblo no se indignará al vér un padre general de provincia, pasar una circular á toda su seráfica milicia para sublevarla en masa por la causa de d. Carlos, mandándola, se ^rva 4 ]a Vez del cristo, y del puñal, combata en el con- donarlo y en el pulpito como en el campo de batalla? ¿al ver entrar en Pamplona trescientos frailes cojidos prisioneros por e* Pastor con las armas en la mano? Mas entre nosotros se buscaba solamente un punto en que poder hacer ostentación ^e liberalismo, mas fácil y ruidosamente que en un sistema de hacienda, que en una estadística &c. No se ha ad- vertido que aún para este brillo falso, no se ahorra la ne- cesidad de estudiar.? Cual hay de estos legisladores que sepa el resultado de sus cálculos, sí es que los hizo.? Los diezmos en efecto han disminuido, y tanto, que en los últimos anos, han salido los capitulares debiendo las mesadas, en el repar- timiento de la masa decimal. Pero ¿cual es en guarismo la diferencia que por esta razón resulta entre el producido de hoy de la agricultura y el de diez años atrás. ? No ha ha- bido una memoria de gobierno que nos los d.ga: no ha ha- bido un diputado que lo pregunte. Enarrar detalladamente lo ocurrido en Jalisco en on- ce años de sistema federal, sería una larga y fastidiosa tarea; dk's no podemos dejar de hablar de los tiempos últimos en que se disputaban la palma, la ignorancia, la maldad del co-' razón, y la miseria. No hay que enfadarse: yo no tengo la eulpa de que la historia que abro, presente en cada pá- gina un proceso; por otra parte yo no cito los males, sino pa- ra indicar los remedios y probar la necesidad de aplicarlos; además no soy capaz de referir ni nadie de creer á cuan- tos y á cuales escesos arrastró por un lado un vértigo in- audito, y un sufrimiento inconcebible por otro: por último, Aquellos que han obrado por falta de instrucción, ó de cono- amiento de su terreno, se convencerán de la necesidad que hay de estudiar para gobernar, de que es indispensable cul- tivar la planta para que dé frute; y los que lo hicieron por *nalicia, no merecen ninguna consideración. La libertad lo« •esecra mas que la justicia, cuanto que prestaron armas para que con el nombre de esta se haga odiosa, y se retarde el rei- nado de aquella, no pudiendo eesistir la una sin la otra. No hay una ley de la última' legid uura ni de su vicario20. la diputación permanente, que no haya «ido de cricunstancias, provocada por motivos particulares, y estos, los mas innobles. Aquel lugar se habia convertido en una bolsa de comercio, cuyo cambio se hacia de la justicia y el pudor, por el des- caro y la venalidad. Un abogado patrocinaba un pleito de- sesperado, cuyo fallo le debía ser adverso en los tribunales; remedio fácil: proposición en el congreso, para espulsar al juez por aristócrata, para inhibirle el conocimiento de aquel negocio, ó para no pararse en frioleras y decidir el litigio por medio de una ley. Como á poco mas ó menos, todos los miembros tenían interés en diversos asuntos, ese abogado ó ese amigo del abogado, estaba seguro de obtener el voto de sus colegas, porque en su mano estaba rehusarles el suyo » su vez. El padre del diputado, ó el diputado mismo, gi- raba en cierto artículo de agricultura ó de comercio: propo- sición en «1 congreso para ecsimir ese artículo de los impues- tos á que están sujetos los de todos los demás ciudadanos del estado. Si hay alguno que, aunque con el estilo de la chan- za, murmure ó heche en cara una conducta tan poco delica- da, no hay mas que responder en el mismo y sin embarazar- se, que es necesario sacar todo el jugo posible al oficio de diputado. Si repetidas sentencias pasadas en autoridad de co- sa juzgada después de largos años os defienden el goze de los bienes que codiciáis, no hay mas que ganar por cuales- quiera medios, que todos son buenos, algunos diputados, y ellos por una ley os pondrán en posesión, aun cuando vues- tro alegato tea el mas ridículo, y el que mas pugne con la instituciones mismas bajo que se vive. ¿Se quiere que se sepa quien es cada uno en este irónico sistema popular y que el clarín de las guardias, supliendo el de la fama, dé en el es- tertor una importancia que no se puede sacar de sí mismo. ? Pues proposición en el cnngreso para que no se dispensen los honores cuando bu honorabilidad, ó su soberanía, ó su ma- gestad vayan por la calle, ó pasen de una parte á otra de sus habitaciones, aunque solo sea para dignarse socorrer sus necesidades animales; ¡qué miseria.! ¿Qué dijera de estos re- publicanos el presidente de una república, que á la vez que envia escuadras á las primeras potencias de Europa y Asia para hacerse pagar lo que se le debe, sale á abrir la puer- ta' de su casa, si su criado no está en ella? Respecto de providencias generales para sostener su21. partido ¿ qué juicio formarse de la capacidad de unos estadis- tas que decretan para el estado un ejército de 60 mil hora- des, los cuales se han de poner en estado de batirse en el término de dos mese:*? Esos políticos no saben ni lo que Pasa en sus dias. El único adversario que encontraba la ""agía de Napoleón en Francia, era la conscripción, y el Húmero de combatientes que pedia el año de 14 á una na- ción de mas de 80 mdlones de habitantes, no ecsedía del que el congreso de Jalisco pide á un estado de medio mi- llón. Por decirlo en una palabra, esto no tiene sentido co- Hun, y mas bien parece que se estaba, como los niños, ju- gando £ gobiernitos. Acerca de la ley de espulsion nada tenemos que de- Clr de nuevo sobre lo que dijimos en nuestra primera parte con ocasión de la que di© el llamado congreso general. Le 6racioso es que todavía se nos quieren disculpar con que ta- medidas se las arrancaba la salvación del estado, lo que nos recuerda una terrible observación de un hombre de la toas baja clase. Todos tienen noticia de una compañía de 'Qcendiarios que se propagó en Francia en tiempo de la res- tauración. Uno de los que se ocupaban en este indigno ofi- cio, y qUe para entrarse á las haciendas y las casas á ejer- cerlo, profesaba ostensiblemente el de mendigo, preguntaba Una vez al que le pagaba ¿qué diablos de objeto tenia aquella devastadora empresa.?—Cállate imbécil, le decía el pagador: *u no entiendes de eso; es para salvar la Francia —El mo- do de salvarla ¿es quemarla? respondió el mendigo: est-ce pour }**auver, gu' on la brule? ¿Es para salvar á la república, que se destierran sus hijos y pobladores á millares, y se des- poja á los que se ván como á los que se quedan de todo 1» que tienen, que se derrama el terror y la amargura en to~ das las familias? Es para salvarla que se hace todo lo con" trario de lo que hacen todas las naciones para que sus indi- viduos se enriquezcan, vivan tranquilos, libres y felices? Es Para salvarla que se sistema en ella el odio á todo lo que es política, el miedo de habitarla si se tiene algo, y que se la des- tina á ser talados sus campos, y sus paredes desnudas por loe descamisados que se queden, á reserva de seguir ellos devo- rándose entre sí.? Un volumen entero no bastaría para hacer el comen* tario de la célebre ley llamada de manos muertas, que pos22. cualquier aspecto que se la mire, lo decimos sin escepcio/Tr «no ofrece mas que escándalo, hace tomarse la cabeza de aturdimiento, á la vista de tanto estravio, de tal trastorno de ideas, coronado con un artículo último, monumento de tan poca delicadeza. Desde luego declaramos que cuanto dijimos en nuestra primera parte, sobre que los estados se habían ol- vidado para el pago de la deuda nacional, de obligaciones que les impone la acta constitutiva, y su condición de partes in- tegrantes de un todo, y que en este asunto habían tocado á monte-parnaso, es el estado de Jalisco que tuvimos presente. Como si los individuos que lo habitan no hubiesen de pa- gar, como cada hijo de vecino lo que debe la nación, sus re- presentantes se desentendieron completamente de eso, y no quisieron aliviarles la carga con ese recurso. El principio, san- to en su origen, de embiar á la circulación una sangre estan- cada, de aumentar los propietarios entre la gente pobre, pe- ro honrada y laboriosa, y de servirse de riquezas propias, fué envilecido y convertido an objeto de odio para todo hom- bre de bien. Esta cuestión, como todas las que trataron tan ineptos legisladores, se puso de tal condición que difícilmente se volverá á tocar, cuando urgentemente lo reclama el im- pulso al trabajo. Justo y muy justo ha sido y es, obligar á las manos muertas á vender fundos estancados, y perjudicia- les en su estado actual; pero inicua y muy inicua es la cla- sificación que se hizo de manos muertas, y mucho mas lo fué obligar (i todos los poseedores que se llamaron asi, á perder sus propiedades, y a despojarse de lo que tenia un valor po- sitivo y cuantioso. Reducir á la mendicidad á ricos propieta- rios, arrebatar por la fuerza el pan á los que lo comen, no de fundaciones antiguas, si no de dinero propio suyo, llevado á un establecimiento con sus propias manos, tender una red i los candorosos denunciantes para posesionarse de lo que ellos mismos 'no creían poder pertenecerles, y que cualquiera que fuese el sesgo que tomasen las cosas políticas, no habían de trasmitir á sus hijos, dar una lección pública de inmoralidad; familiarizar la novelera juventud á jugarse con lo ageno, f con lo que hay de mas sagrado y no sacar de tanto desper- dicio un solo provecho directo ni indirecto para el estado, es- ta es la ley de manos muertas en Jalisco. Decimos esto coa tanta csactitud, cuanto que al mismo tiempo que se sacabas á la rebatiña pública las fincas mas valiosas rústicas y ürba-23. "ttas, el gobierno por una parte, y el congreso por otra, no de- jaban descansar al vecino, arrancándole con el nombré de prés- tamos forzosos, y cuya fé valía tanto como la de los salteado- res de caminos, en un dia los dos mil pesos, en el siguiente tos tres mil, al otro, el caballo ó los quince pesos; y el pre- sidio de Mezcala al que no completaba su cuota aunque no tuviese con que completar el diario de sus hijos. ¡Qué ec- sistencia! No descendemos á detalles, porque sobrarán lecto- res que recuerden y publiquen á voz en cuello, todos los que ocurrieron en la aplicación de estas leyes, tanto de parte de los agentes en gefe, y subalternos, como de algunos particu- lares que contaban para cebarse en infelices, con el favor de Aquellos, y con un corazón malvado. Familias que tenian fin- cada su ecsistencia en casas que habitaban con cómodo ar- rendamiento, después de un gran número de años, erán lan- zadas á la calle y entregadas á la miseria, por un pillo al- tanero á quien nada había costado el adquirirla, y que con- tando con la disposición de alcaldes tan prostituidos como él, fo le pagaba ni lo que la pertenecía, ecsistente en la casa. Fun- dos y edificios de 40 mil pesos de valor, se remataron en 3 ó 4, y estos quedaron al reconocer. Yo mando que v. ven- da lo que tiene, y lo venda por lo que le den por ello, y aunque le prometan y no le den, yo protegeré al que se resista á pagar á v.; lo mando porque lo quiero, y lo quiero por- que tengo la fuerza. Si es este el sistema federal, maldito él sea una y mil veces y maldito aquel que nos esponga á su- frir otros federalistas semejantes. Para colmo de insulto al sentido común, se manda por otra ley aceptar á los que fue- ren cívico3 el descuento de sus sueldos. Escándalo fué para todo hombre la anomalía en el estmdo libre de Jalisco, de cívicos permanentes, 6 cívicos á sueldo, que fes lo mismo. ¡Qué idea de esta institución.! Tales legisladores merecían bien el freno del presidio que ellos mismos creyeron necesario impo- nerse en el último artículo de su ley. Esto se llama tener la conciencia de lo que se vale. El artículo segundo es el conjunto de todas las injus- ticias, de todos los derechos atacados. Los primeros que lo fueron en esa absoluta, son los de la nación. Ella, y nadie otro, es la dueña de aquellos bienes de fundación piadosa, cuyo objeto se alteró, ó cesó, ó pasaron á poseedores que no son yá de la voluntad del testador, de quien no quedan he-*24. rederos forzosos. Sobre estos no tienen autoridad los esta- dos, sobre ellos cuenta en parte la nación para amortizar sli deuda, y esta distinción se ha debido hacer de los demás bie- nes de manos muertas. Respecto de estos otros, la autoridad pública podrá obligar al poseedor á sacarlos á la circulaeion, mas no podrá obligarle á despojarse con pérdida, y en termi- no» contra su voluntad, ó á que tome dos por lo que vale diez, porque este es un robo tanto mas cobarde y criminal, cuanto que se comete por la autoridad instituida para velar por la propiedad. Esto es tan notoriamente nulo, que no lo salva la decisión del congreso: primero, porque el de Jalisco no representaba en esta parte la voluntad ni los intereses del es- tado: segundo, que la justicia intrínseca, de las cosas no se al- tera porque se mezcle en ella la mayor autoridad de la tier- ra. Si fuese posible que todos los habitantes de Jalisco qui- sieran que se me quitase lo que es mió, querrían una injus- ticia, que de mis primeros derechos sociales, ó civiles, no me puede despojar legalmente ni la misma nación. Los que creen que esta ley fué el colmo de las torpe- zas, no han tomado en sus manos el presupuesto de gastos comunes del año de 1833. Este nombre de comunes que se dá á los gastos, hace infelicísima la suerte de los jaliscienses. Ellos solo saben que para los gastos comunes de un año, tie- nen que desembolsar mas de 600 mil pesos, y parece que es- tá en el interés de sus visires que no sepan de donde han de salir, porque en este soi-disant presupuesto, no se calculan las entradas comunes de las fuentes del erario. No se nos di- ce cuantas ni de que clase son ó han de ser las contribucio- nes: cuales sus rendimientos, que relación guardan entre sí y con sus trabajos productivos, las directas ó indirectas. &c. Por hacienda pública se entiende en todas partes, el produ- cido de los predios rústicos pertenecientes el estado, ó admi- nistrados por él, ó d;idos en arrendamiento ó en enfiteusis: las fincas urbanas, y todo lo que es dominios nacionales, En to- das las naciones se ha tratado de ensanchar estos, para que eso menos tengan que contribuir los ciudadanos, y los jalis- cienses debemos tener la gloria de haber dado patria al mag sabio político y economista que ni tenido la América, que creyó haber resuelto el problema de hacer á un estado opu- lento, sin que sus subditos contribuyan con un solo medio real. El grande y filosófico pensamiento del dr. Maldonadq,25. *o es tan paradojal como se lo suponen muchos, que no son capaces de comprenderlo. Antes de las guerras y el lujo ^6 los gobiernos, que los ha puesto en el pie de gasto que tie- nen desde fines del siglo pasado, este ramo dábala décima, la ^tava y hasta la quinta parte de las entradas en las naciones Europa. En segundo lugar, se colocan los monopolios del •fiobierno, tales como el tabaco en Jalisco, en cuyo estableci- miento han desbarrado mucho los liberales españoles y ame- ricanos, como tendremos en otra parte ocasión de demostrar- el servicio de los correos, los sellos &c. &c. En último *ugar son las contribuciones, yá sobre los capitales, ya sobre fcl consumo anual, ó lo avanzado por un vendedor, que es lo ^'le las distingue en directas ó indirectas. Esto, se me dirá? Quiere decir tanto, como ecsijir un sistema de hacienda, cosa que no se ha hecho ni en el gobierno general. Esto tiene va- fias respuestas: la primera, que la misma inculpación hago al 8°biemo g-eneral: segunda, que su ejemplo no autoriza para 'mitarlo en lo que es contra nuestra conciencia y obliga- ción; por último, que es mas fácil la estadística, y por esta el sistema de hacienda, en un estado como dos, que en uno como cuarenta, porque ella es la suma de las unidades y la comparación de los datos sencillos que vienen de las es; tremidades; por consiguiente es necesario comenzar por estas. La verdadera solución es, que esto demanda estudio, y es mas fácil sin tomarse ese trabajo recetar seiscientos y tantos mil pesos á los jaliscienses, que investigar do donde han de «alir. En todo el congreso no hay un diputado que sepa el capital en jiro que representa una contribución de seiscientos ttiil pesos: no hay uno que sepa cuanto vale Jalisco por sus tierras, sus casas, sus artes y comercio. Pero ¿qué importa? "Si por esta ignorancia se incurre luego en el inconvenien- te de que esa suma se quede en los guarismos del papel) y no entre en las cajas del tesoro, queda el espediente fácil de asaltar al vecino en su casa, con la intimación muy libe- tai de largar lo que tiene, ó disponerse para marchar en cuer- da al presidio de Mezcala. Asi se le hará creer que sus re- presentantes s(e desvelan por hacerlo feliz. Si aun se enca- pricha en no comprenderlo, figurarán en este presupuesto pa- ra testimonio de la pureza de los liberales, dos partidas na- da menos que. de á 46 mil pesos una, para pagar á los pres- tanistas, y otra de á 100 mil que se lomaron de varios fun-26. dos por ordenes superiores. ¡ Bravo! Esto se llama no pa- rarse en bagatelas; y ¿de qué fondos se tomaron? y ¿para qué.-" y ¿en qué se invirtieron, que ámí, contribuyente, me haya re- sultado beneficio? y ¿qué cuentas se han dado de esta inveEr sion? ¿Se me ecsije pagar lo que no se me demuestra que debo? Parece que mi derecho a preguntar y saber todo es- to, es tan patente, como el printipio de economía y de jus- ticia de que: toda contribución que no refluye en beneficio de> contribuyente, es un robo. Solo para la milicia cívica figu- ran 190 mil pesos. Pues ¿qué especie de milicia cívica es esa, que cuesta tanto á un estado de medio millón de almas? ¿en qué proporción está su costo con las rentas, y el aúmero de sus individuos con el de los habitantes? ¡ Una milicia ciudadana á sueldo en su propia casa! La constitución y las leyes ge- nerales previenen que cuando sean sacadas de su domicilio las de los estados por la federación, eu caso de una invasión es- trangera, ó que las ocupe en otros, serán indemnizadas por Ia hacienda federal; pero en ninguna parte se ha dicho, ni se podía decir que los estados la pagasen en su propia casa. Es' to sería un contrasentido tan absurdo, que alteraria la institu- ción en sus fundamentos. No hay que decirnos que eran cir- cunstancias cstraordinarias, que esa milicia estaba sobre las ar- mas para defender nuestras libertades, porque ante todo; el pre- supuesto dice en su encabezamiento que se trata de gastos co- munes: además, se manda por una ley recibir un abono á los cívicos en pago de las fincas de manos muertas; con que ó no se tenía por accidental ese sueldo, ó era una superchería para pro- teger el cogerse lo ageno: por último ¿cuales son, y quieit.. atacaba esas libertades? Mis libertades no se interesan en que gobierne Ju ;n ó Pedro; ellas precisamente consisten en un go- bierno protector y barato, en que no se me reagrave la maldi- . cion de comer del sudor de mi frente, quitándome lo poco que gano, para un ejército permanente á sueldo, para un ejér- / cito cívico 4 sueldo, para un ejército civil á sueldo, para un cj'rcito legislativo á sueldo. Que todas esas legiones, sobre todo, la última, que no tienen mas (trabajo que ocurrir inensalmente con sus recibos á la tesorería, desciendan de sus sillas, y vengan por un solo dia al lado del estudioso médico, del ¡llanoso abogado, del activo viandante, del incansable tejedor, del infeliz y tostado labrador, y allí aprenderá» lo que se lla- man libertades publicas. No les hacemos la injusticia de su- \27. Poner que les quedasen ganas de ir á recetar esas sangriaí. medio do esa profusión que equivale á un propósito sis-. temado de arruinar á los jaliscienses, como si se viviese sobre yn país enemigo, aparece un rasgo de beneficencia, ¿quien, te creyera:? la traslación de peces del mar á la laguna de, Chápala. El lector que no lo haya visto, esperará una gran su- ^a destinada á este objeto: parturient montes: ¡400 pesos! Con h>s peces que se trasportasen por esta cantidad, y su cria, no dejaríamos en la primera cuaresma de renunciar los privi- legios de la bula del padre Artaza. En el ramo judicial, in- dispensable sin duda, pero que nos cuesta 66.180 pesos, es decir, el cuadruplo de lo que costaba hace doce años, con una *rea doble de jurisdicción, era regular se nos hiciese saber la di- ferencia de sus trabajos y de sus resultados. Con la felici- dad que so nos ha procurado en todo este tiempo de una 6c- 8l«íencia soberana, libre é independiente, era de esperarse, que, cOmo en los pueblos civilizados, el incremento de las rique- 2as, <3e la población y de los giros, hubiese multiplicado los c°ntratos y las transacciones, y por consiguiente, impreso, una mayor actividad á los tribunales. ¿Cuantas y que sumas han •techo los de Jalisco volver á la bolsa de los acreedores ha- ciendo efectivo el suum cuique, desde que cuestan esas sumas *1 estado? ¿Qué mejoramiento ha producido la corrección? y ¿qué estado guardan hoy respectivamente á once años atrás, crímenes contra las personas y contra las cosas?—Esto no *e importa á v. señor estado de Jalisco: conténteso v. con sus ^tulos, y con saber que ha pagado el tiempo que lleva de honrarse con ellos, solo para la gente del foro, los alfileres *fe 727.980 ps. sin contar lo que se gasta en cárceles, sus fa- bricaciones, sus reparaciones, sus empleados y mantención de Presos, cosa que no hay necesidad de espresar en el presupuesto. Veamos en fin, en recompensa de qué se les pide á jaliscienses 600 mil pesos. No pudiendo vivir sino en so- ledad, y no pudiendo ecsistir la sociedad sin orden público, 'e* es necesario pagar un gobernador, unos legisladores, y ^nos jueces, con sus respectivos agentes, para vigilar por él, y Poderse entregar individualmente á buscar la vida con la l'bertad, y con seguridad en sus bienes y en sus personas, facilitando al mismo tiempo este objeto con una suma de po- der que no es alcanzable por las unidades. Para estos ob- J^tos emplean todas las sociedades mas ó menos porción de28. individuos de su seno, y gastan mas ó menos de sus rentas. En España hay un empleado sobre 462 individuos: en Prusia, uno sobre 630: en Inglaterra uno sobre 1.000 &c; en Jalisco no se puede decir cual es esta proporción, porque el llamado presa puesto no comprende los empleados en casa de moneda, adua nas, tabacos, y demás oficinas de recaudación, hospitales, hos^ picios, policía, municipales, eclesiásticos &c. &c. &c. Sin ha- Éer cambiado sensiblemente en sus necesidades sociales, ha centuplicado los costos de su gobierno. Bajo un sistema desr pótico, bastaba una audiencia y un presidente para admmis trarlo en 1803; hoy tiene gobernador, y vice-gobernador y treinta diputados y que se y ó cuantos senadores y conseje- ros y gefes políticos y asesores &c. &c. &c. ¿Está por esto mejor administrado? Si hay diferencia, es en sentido con- trario. Si habia entonces ejemplos de despotismo, hay que partir primero del principio de que el sistema era para eso, sin garantías ofrecidas á los individuos, y en segundo lu- gar, esos actos eran aislados; hoy son los guardianes de esas garantías los que ejercen el despotismo mas brutal, y lo ejer- cen á ciegas y en masas de la población. Ahora bien; como los enemigos del alma, los del orden público, también son tres: los ataques á las personas y á las propiedades, las pes- tes ó calamidades físicas, y el abuso de la imprenta. ¿Cual de estas cosas está bien consultada en Jalisco. ? Vergüenza dá entrar en este ecsamen, porque ya no se habla de ladrones en el mundo que se llama civilizado, mas que en Italia, en España y en la república mejicana. Espantados quedaron los escritores de Europa al saber que la posta real en Espa- ña habia sido detenida por los bandidos 21 veces en el espacio de dos años, y no concebían como se podia vivir en tal país; pues ¿qué dirían si supiesen que solo de Puebla á Méjico, y en solo el año pasado habia sido asaltada 23 ve- ces la diligencia? El que esto escribe sabe tan positivamen- te este estado de cosas, cuanto que tiene que quejarse de que no una, sino varias veces, cosas que habían salvado con felicidad una distancia de 2.500 leguas, al llegar á las manos de sus dueños, han sido robadas en las orillas de Guadala- jara. No es ecsageracion decir que en este estado bajo tp" dos los gobiernos sin escepcion, los ciudadanos han vivido aban- donados al derecho del rnas fuerte. Hubo un tiempo, 1.8ÍC, en que los bandidos tenían mejor sistemada su administración29. que el gobieno. Ellos estaban relacionados de uno á otro es- tremo: el botin de su infame oficio, tenía distintas aplicacio- nes, entre las que, se contaba un fondo destinado para la corrup- ción de los jurados y jueces, cuando llegase alguno á ser Aprehendido: publicamente se sabía que su cuartel general es- lava en la Barca. Sus espediciones eran tan bien y tan des- caradamente dirigidas, que una partida de solo veinte hombres íe apoderó de la garita del Astillero, ocupándose dos dias com- pletos en desnudar y aprisionar á mas de doscientos viajeros Cjue venían de uno ú otro lado, y después de escoger los obr Jetos de su codicia, designaron á los dueños una casa de la Ciudad, y un dia en que hallarían los demás que no toma- Wn, con la particularidad de que cumplieron su palabra. ¿No Parece todo esto fabuloso? Y bien, todos recordaran este hecho. cedemos en esta parte la supremacía á nuestros padres, '¡no porque allá, no se pueden atravesar algunas distancias, por ejemplo, de Madrid á Sevilla, sin pasaporte de alguno de los salteadores, que son conocidos en todos los mesones: no Se la cedemos, siao porque allá ha tenido el gobierno que entrar en transacciones con el célebre bandolero José María, cu- ya historia saben todos. Con alguna diferencia hemos estado aquí siempre lo mismo, y en tiempos mas inmediatamente decientes, se ha dado el escándalo á la moral pública de de- jar impunes, crímenes, cuya sola memoria hace estremecer de horror, y de que felizmente no hay muchos ejemplos. Según el informe pasado por el gobierno de este es- tado al general con fecha 9 del corriente, las victimas del colera—morbus en el año pas ado, fueron un número de 20 mil; no nos parece esacta la noticia, porque la tenemos de que á esta hora no han venido los partes de todos los puntos del estado; por consiguiente deben haber sido mas* No estamos detalladamente instruidos sobre la conducta que se guardó en esa época de calamidad, y sabemos que fueron muchos los infelices que se enterraron vivos, y no fueron po- cos los casos de encontrarse al cabo de muchos dias, uno. ó dos cadáveres en casas abandonadas, y en alguna se alió viva una criatura que se empeñaba en mamar los pechos del cadáver de su madre. Sea de esto lo que fuere ¿hay una c0sa mas criminal ni mas inhumana que el servicio de la sa- nidad pública? Increíble seria, si no la viésemos, la inopia que »ay de médicos y cirujanos en una población de 60 á 80 rail30. almas. El abandono con que se vé el servicio del ramo fa*1- maceutico, no tiene perdón. No se oye por todas partes otra queja que la mala confección de los medicamentos y ios fu- nestos resultados de los quid-pro-quo de los boticarios. Por último el vehículo de la ilustración, el teinióine- tro de los pueblos cultos, el freno de los abusos, la impreA-' ía, ni ha corregido uno en Jalisco, ni ha promovido un bien, ni ha sido otra cosa mas que el arma de los cobardes. Por un escrito en que se vé aislada una buena idea, hay ciento de que se ofenden á un tiempo, el buen gusto, la decencia, la moralidad, y hasta el idioma mismo. En esta segunda ciu- dad de la República, no hay un solo periódico diario: los dos que hay de dia9 á la semana, no tienen 50 subscritores; no llegan á media docena las que se llaman imprentas; eri ellas no hay letras ni manos bastantes para imprimir un plie- go al dia, ni en dos días. Esta es una de las. razones pop que el que esto redacta, no tiene tiempo, ni aun para dar. un poco de orden, y una media corrección 4 este foileto. Es- to solo dará una idea del estado en que se halla en este dizque civilizado puebla el pasto del alma, que son las letras en los que son civilizados realmente; sin que reste ni el con- suelo de que se cultivan por obras que vieuen de fuera. La mejor librería del mejor literato, y todas las librerías juntas de Guadalajara no valen el mas inste gabinete de lectura, no de una ciudad de cuarto orden de Francia, sino de una aldea de la república vecina. El hombre de letras mas curioso de esta ciudad, no recibe ni un periódico estrangero, ni una obra de las mas clásicas, y que operan revoluciones en las ciencias en el resto del mundo ¿que digo?; las primeras au- toridades de Guadalajara no tenían noticia de obias escritas y publicadas en la capital de esta república, que el autor de este folleto habia leído en Francia. La libertad de escribir no debiera tener, en opinión del que habla, mas límites que los .que tiene la de hablar. Respetar lo respetable, creo que debe ser toda la regla del que conversa con el público, como del que lo hace en una buena sociedad. La mordacidad, principalmente sobre cosas frivolas ó privadas, y que no tenemos derecho de traer á nuestro juicio, es el fácil talento de los que no tienen otro: es el signo de un> corazón dañado, y de una mala educación. Sin embargo, co» tuo fácil, es el talento que cultivan todos y en todos los par-"dos. Un cualquiera, sin instrucción y sin costumbres, que rio 6s capaz de faltar á otro en una conversación, lo toma por Cebo á su innoble pluma, y aspirando á una gracia para que no tiene vocación, se consuela por la imprenta y á espensas del héroe de su sucia composición, de la inferioridad en que se *econoce. El anónimo por la imprenta, es el recurso de su Cobardía. Lleno de pretensiones, sin haberse tomado jamas la Pena afanosa del estudio, y sin haber dado una pequeña pro* Succión de ningún género, el miserable aprovecha el único c°ntento que le queda i su nulidad, mordiendo lo que en to- das partes honra una ecsistencia, y es un título á la considera- ron; Because to the unworlhy, there 's no greater insult as the merit. El encabezado de algunos de estos escritos es una in- juria, y el acento maligno con que los anuncia el vendedor, es otra injuria; ¿y esta infamia se tolera todavia públicamente fcn un pueblo que se dice culto? Asi se ha logrado entre noso- tros convertir en detestable, una de las libertades mas im- portantes, y temible en las familias, la invención que rege- neró al mundo. Mas yo aconsejo á los que hayan sido, ó friese» víctimas de estos escritores, adopten la conducta de ^lonteagudo, y las palabras de su memoria publicada en Quito «n 182S. dejar de pesarse, por cualquier gobernante que no se a*e las manos para todo: siendo moderadas las acciones, en- fará en la sociedad un mayor número de individuos: los productos de la empresa serán un ausilio á la subsistencia ^el pobre, que aunque corto al principio, será mas y mas c°nsiderable: por último, cuanto mayor sea el número de los Accionistas, tanto lo es también el de los interesados en el or- den, y tanto mas se disminuirán las revoluciones, las cuales, contarán desde entónces con esos prosélitos menos y esos ene- migos mas. Permítaseme hacer despertar el interés de lo que estoy diciendo, con un ejemplo. De Manchester á Liverpool, distancia de doce leguas, se ha construido un camino de fierro, P°r el que se recorre esta distancia en hora y media, llevan- do las diligencias de 3 á 400 pasageros, precedidos de carros Argados con animales en gran cantidad y de todos tamaños, Mercaderías de todas clases con pesos tan enormes, que ape- gas es creíbie, y todo tirado por una máquina locomotriz. Para Construir y nivelar esle camino, se ha cavado, subterránea- mente la ciudad de Liverpool, se han revanado y perforado Algunas montañas, se ha cegado, endurecido y calzado un ter- *eno cenagoso de tres leguas, se han construido 61 puentes, °»ue desafian los acueductos romanos &c. &c.; pues bien, es- tos costos han salido todos de una asociación; y después de haberse reintegrado esta del desembolso, los accionistas tienen ya el dia de hoy una utilidad anual de 7 p. § Los re-34 saltados para el país son: que hace 7 años, no esplotaba de carbón de tierra, mas que el necesario para su consumo, boy provée toda la Escocia, la Francia, el Egipto y parte de las Américas: apenas 30 fraguas había en Glasgow; hoy pasan de 200: la ciudad de Manthester, casi no tenia un oficio; hoy tiene mas de 30 mil oficios. Esto es lo mas de bulto; y ¿quiéo vét á calcular las ramificaciones á que abre la puerta un im- pulso cualquiera que se dá á la industria, sabiéndose que to- do está relacionado en este mundo? Un solo camino de está- clase (para el que hay una propuesta pendiente) de Méjico i Veracuz, bastaría para cambiar la faz de la república en dos años. Si nosotros no podemos emprender obras de esta naturaleza ¿qué dificultad había para una asociación que tu- viese por objeto la construcción de un camino regular de La. gos á S. Blas, cuya distancia de 140 leguas se pudiese re- correr en tres 6 cuatro dias en coches comunes? 150 hay de París á Burdeos, que sin mucho correr se andan en 56 horas. Para reglamentar y poner «n obra esta negociación, no se ha menester un gran talento en un gobernador; basta un» voluntad firme de ampararla. No sabemos el resultado que habrá tenido el impulso que se dió en el estado de Zacate- cas al espíritu de asociaciones; pero cualquiera que haya sido, aplaudimos á aquel gobernador en esta parte, y estamos profundamente convencidos de que es el único medio de sa- lir de nuestra estacionaria miseria, y de dar al país alguna vida. En «1 presupuesto de gastos comunes del estado, aparea cen 7500 pesos invertidos en los empleados y herramientas que se ocupan en la composición de caminos. No sabemos que siquiera se haya barrido la piedra suelta que en muchas partes es todo el embarazo con que se tropieza; lo que sa- bemos es, que nada hay mas infame en este mundo como en- contrarse en medio de una barranca sin poder ir atrás ni ade- lante, *in tener quien componga el carruage hecho pedazos en un camino infernal, y que en medio de esta congoja, aparezca el insolente guarda á cobrar el peage, que luego se vá á in- vertir en cívicos y espiones. Pasar de Mochitiltic ó de Cal- derón sin quti suceda esta desgracia, es mas aventurado que atravesar el estrecho de Magallanes: por el primer punto no pasa coche, y por el segundo, nadie pasa en él, yendo el carruage y el amo cada uno por su lado, á quien sale al otro, menos estropeado.35. No ecsistiendo caminos ni aun regulares, ya se supone cUal será el servicio de los correos. Yo se muy bien que la actividad en la correspondencia epistolar, es el resultado de |a de los negocios mercantiles, y que atendido el estado de 0s nuestros, no se puede sin ridículo ecsigir la que hay en °tras partes. Yo no pido que todos los dias entren y salgan, correos y que se repartan las cartas á domicilio, cosa que no ^ parece, que tendría dificultades ni produciría para la renta y para el público pocas utilidades; pero no se puede dejar de ^mentar que al cabo de 14 aííos de libertad, se halle este ser- bio en el mismo estado que bajo el gobierno colonial: que' Méjico á Veracruz pueda un particular ir y volver en seis las por la diligencia, y para la respuesta de una carta tenga. 1ue esperar dos semanas: que de Guadalajara á Morelia, distancia de menos de 100 leguas, tarde un correo ¡20 y fritos dias! que en Jalisco sea la administración tan vicio- Sa> que una comunicación circular del gobierno tenga que v°lver de la cabezera de un departamento, á un punto ,ntermedio que ya habia recorrido con tres, cuatro y cinco dias ^e anterioridad. Este ramo de la administración pública no se considerado nunca como una de las fuentes del erario; y au»ique siempre le ha producido alguna cosa, be ha cuidado mas bl«n do que cubra sus gastos, ó proporcione acelerar y mejorar en ^do el servicio. Ningún paiitcular puede ir á ver personai y si- multáneamente á todos los scgetos con quienes tiene necesidad ^e comunicarse, ni tostear un mensagero para cada uno y para cada negocio. De aquí la institución de los correos, cuya Esencia, como es claro, estriba toda en el respeto á lo qi¡e *o nos pertenece. En este ramo, sobre todo otro de la' °rganizacion sotial, se vé mas patentemente que ti primer Sefe de una nación, como el último de los empleado., no mas que sus criados, á quienes ella paga un sueldo para que sirvan á todos los individuos que la componen. Una fa- •ÜBa envía entre las manos de unos empleados y de unos •nensageros desconocidos, un secreto de que depende su bu» su fortuna, su vida y la de sus hijos, y hace de elics Uaa ciega confianza, porque sabe qtie nada hay mas sagrado 8°bre la tierra, y que solo el hombre que no se estima á si mis- líl0, es capáz de vender la que hace de,él su propio enemi- go. El punto á que ha llegado la arbitrariedad de los gobier- nos mas absolutos en momentos, tan difíciles como los de un 8lt¡o, ha sido ó de suspender la* cuinunicaciones, ó no penai-36 tir que se hagan en cartag cerradas. ¿Qué dirémos después de esto de la conducta de los liberales en la república me- jicana, que en su inmundo diario de Veracruz titulado el Cen- sor, no tenían empacho de publicar casi todos los dias del año de 32, cartas particulares, ó haciendo las mas necias é insulsas interpretaciones de las palabras mas inocentes, ó mofándose ett soez algazara de las espresiones de la intimidad, y todo esto en un artículo del diario, destinado solo á este objeto, y bajo el rubro de \Corrctpondencia atrapada] Cuantas veces tuvie- ron los mejicanos residentes en Europa que esconderse en sus casas, por no oir observaciones á toda clase de gentes acerca de esta conducta! ¿Qué diremos de un gobierno liberal qüO llevó en Guadalajara sus manos audaces hasta lo mas sagra- do de los ciudadanos, á quienes envileció y degradó mas de lo que lo ha sido el hombre en ninguna parte del mundo, coü el nombre de vasallo? Estaba reservado á los liberales el res- tablecimiento de la inquisición: de una inquisición mil vetes mas déspota é insoportable que la de los españoles. Aquella perseguía á los reos que se le delataban de haber hecho y de haber dicho: aquella tendía redes á la fé privada de la amis- tad, estendía el espionage, y cebaba su crueldad en el inte- rés del tirano que adulaba, ó en el propio suyo; la inqui- sición de los liberales en Guadalajara después de haber hecho todo esto, hizo todavía mas que esto; ella inquiría, buscaba los supuestos crímenes y á este fin tuvo la audacia de atentar además á la fé pública: no respetó su propia dignidad, ni lo que han respetado los mas grandes tiranos. Son los que se llaman liberales, los que en Guadalajara dieron órden para que los ciudadanos abriesen y manifestasen sus cartas á los emplea- dos en la oficina de correos, los cuales tenían la facultad de retener aquellas cuyo contenido por cualquier título debía ser denunciado; y como si se tratase de una cosa muy sencilla y no, de una violación horrorosa de todos los derechos á la vez, no s>c hizo saber por bando ni por ninguno de los me- dios legales, sino por una prevención comunicada creo que verbalmente á los ejecutores, en cuyo cumplimiento hubo tales da las incidencias é indecencias que sería largo referir. ¡ Como no hubo un jalisciense con la bastante dignidad de hombre libre para partir en dos mitades la cabeza del insolente que primero hizo la intimación de abrir una carta ? En esa cadit' ca Europa, aun en la parte que realmente está encovbada bar37. J° la tiranía, como nos decía, aquí uno de nuestros políticos, creo que no habría quedado piedra sobre piedra, ni de la ofi- cina, ni del palacio de los reyes, con un solo caso de esta na- turaleza. ¡Qué papel por otra parte, el de un gobierno ar- *ebatando de las manos las cartas á los particulares, para bus- car si hay conspiraciones contra él! Horror y ecsecracion á tal gobierno! Así sabía el muy bien que la opinión por sü par- ado no se estendía mas allá de las murallas deque se rodeó: e* estrecho recinto que ellas encerraban, estaba indicando que eran los intereses del estado ni aun los de la capital, lo que ellas defendían, sino solo al poder y á los que vivían ^e él. Y ¡qué hombres de revolución, que confian su segu- ridad on unas trincheras de tierra, y no saben que la cóle- *a pública es mas poderosa que las trompetas de Jericó! Así fué que en Jalisco, como en los demás puntos de k república, esa facción cuya fuerza era facticia en cuanto sfc había escudado con el santo nombre de libertad, fué des- hecha con la facilidad que lo es la tormenta, al trueno del cañón._Mas también tenemos que lamentar que en Jalisco toas que en ninguna otra parte, hayan faltado hombres capa- es de enseñorear la revolución y de impedir que se la hi- ciese dege»erar hasta el punto en que aparece hoy. Esa re- acción, que, como hemos dicho, no podía dejar de tener lu- gar, porque nunca se profanan impunemente los derechos de Un pueblo, en este estado parece lo fué de un partido, que vuelve á la escena á administrar esclusivamente sus intereses, á combinar de todas las maneras posibles la perpetuidad de su influjo, y á obrar como si la nación fuese lo de menos en la cuestión. Nosotros no entramos en el ecsamen de la le- gitimidad constitucional de la elección del gobierno actual, porque es notorio que no podía haber constitucionalidad ni formas donde se estaba batiendo en brecha á la anarquía desen- cadenada. Emancipar al estado del reinado ya demasiado lar- go de esta, era lo mas urgente y principal. Un solo hombre que lo hubiese hecho, habría indisputablemente representado *u voluntad general; no es este el vicio de la junta que e Ñamó de notables. Aunque las notabilidades que entraron eu »u composición, lo sean por principios muy diversos, su mayoría fué sin duda de lo mas respetable de la capital. Ella debió pioceder á poner en manos seguras el timón del estado, & reserva de legitimar después por él mismo, su procedimientoj38. pero ni son tan escasos en Guadalajara los ciudadanos nota- bles por sus luces y hombria-de-bien, ni los pocos que com- pusieron la junta, tenían poder de nadie para dar facultades; omnímodas. Teniendo el honor de conocer íntimamente á al- gunos de sus miembros, presumimos que por este acto no en- tendieron otra cosa, sino que el gobierno creado entonces es- taba facultado omnímodamente para asegurar el triunfo de la libertad, y del orden contra los esfuerzos que para frustrarlo- hiciese la tiranía que se acabaoa de derrocar; rnaB de ningún modo para que se ejerciesen estas facultades en los términos que se ha hecho después, no pudiéndose apoyar ni en la ne- cesidad, ni en la voluntad presunta del estado. Conocidas son 6}li duda las rectas intenciones y las cualidades de la perso- na escogida, entre las que no es la menos, la de no haberse servido de su poder físico y de sus facultades omnímodas para vengarse en los que se sirvieron de ellas para perseguirle en- carnizadamente. Por lo mismo que es tanto de nuestra apro- bación el gobernador nombrado, sentimos que no sea él, el gobernador, y que desconociendo la naturaleza de la rerolu-- cion que lo creó, se haya puesto tan en manos de una sola clase del pueblo, que se crea bu poder ejeruliuo, y se olvide de las demás. El primero y mas grave error del partido que 10 agovía con sus ecsia;encias, estampado en tono de acsioma en un impreso y que sabe Dios á donde nos conduciría, si es- tuviera en otras manos el poder, es el de que el gobierno del 11 de agosto, no debé su origen á (onstitucion ni á ley algu- na, sino al plan de Cuernavaca; por consiguiente no está obli- gado íi su observancia. Se e luivocan mucho y muy torpemente esos señores; porque en tanto la nación se apresuró á abrazar el plan de Cuernavaca, en cuanto las autoridades de la unión y de los estados, legítimas unas, apócrifas otras, habían sal- vado todo freno y barrera, habían querido sistemar el des- potismo, se habían ellas mismas dispensado de la observancia de la constitución. I,a -narjon no quiso herbar abajo un reina- da de capricho, para substituirle otro reinado de capr cho, ni puede mirar'bien en Pedro, lo que miraba mal en Juan. Si no se comprende este raciocinio, ese absurdo horroroso está desmentido con el testo mismo del acta de ese dia. fin la parte e'spositiva se dice esnresamente que se trata de volver deveras al gobierno, constitución i que solo ecsisiía nominalmentc, y en el art. 3. ?. del acuerdo, dicen los mismos que declaran las519. facultades omnímodas, que el individuo que se nombre para fl gobierno, se ■ arregle en lo posible en su ejercicio, á las leyes vigentes, Mas ck este errado principio, se ha partido segu- ramente para sistemar la admtnisiracion tal cual está. La ley de 15 de setiembre último, no reconoce reg:a ni freno algu- no5 ella es el manifiesto práctico de los principios que profesa el gobierno, que como allí se vén, no son otros que los de 8Í1 buena voluntad. L* conducta que se propuso observa* ■I legislatura actual del estado de Méjico, de nombrar gober- nador al estado, renunciar las dietas y suspender el ejercicio de 8us funciones hasta saber á que atenerse en las reforma» ^e el congreso general haga al sistema, nos parece la ma» prudente en las presentes circunstancias; porque ellas pueden 8er tales, que interesen la ecsistencia misma de las legislatu- ras, si se hace una reducción de estados, y cuando esto no •uceda, es una y la principal de nuestras necesidades, demar- °ar una nueva pauta de facultades y restricciones á las legis- laturas. Pero en Jalisco, es el gobierno el que asi lo de- termina de por 9Í y ante sí, dando leyes al cuerpo á quien »e las debe pedir. El considerando de su decreto, indica la conveniencia de la medida, y sería de desear, que así lo hu- biese espresado el estado en su pronunciamiento; pero ne prueba que el gobierno esté autorizado para hacerlo. £1 de- creto posterior de '23 de octubre en que quiso enmendar es- te y otros errores, deja la dificultad en pie; porque si «n el Primero, le inhibe al congreso el conocimiento de todo negó- lo, en el segundo le previene que no se ocupará mas que de los que él, tenga á bien comunicarle. ¿En nombre de quien habla el señor gobernador? Si no lo previene así ley alguna, ni el estado en su pronuciamiento, es entonces su soberana volun- tad la que nos intima, alzándose á este carácter absoluto, del de mero ejecutor de las leyes, que es en todas partes un go- bernador. Muchó mas caprichosa y arbitraria es la prevención del *rt. 4. ° del mismo decreto para que se pueda elegir gente afo *ada al congreso del estado, porque esa es contra artículo espreso de la constitución. El conocimiento personal que tenemos del se- ñor gobernador, y la circunstancia de estar motivado y tan ma¿ motivado el artículo, nos hace ver casi con los ojos, que es una *Uano interesada la que lo ha redactado. La primera razón de ^Ue solo en Jalisco hay esta esclusion, es inconducente; porque40. no se pretende que se obedezca en loe demás estados, y el que no la haya en ellos, e9 un atraso: la segunda, de que ella coarta la libertad de los pueblos, es ridicula. Esto se pa- rece á lo de Iturvide cuando los soldados retiraban á los peros que le salían al paso á ponérsele de rodillas: dejad" los, decia, que son libres." La última, de que ella es opueS" ta á la voluntad nacional, no nos consta; hasta ahora no he* «nos visto una representación, un impreso, una sola manifes- tación que lo diga: decir que la particular del estado se ha- lla estampada en el art 4.° del pronunciamiento de esta capi- tal, perdónenos el señor redactor, es un mal artificio. En él se declara haber sido de la desaprobación del pueblo los decretos de e9ta legislatura y los de las anteriores, dados en perjuicio de los derechos, eclesiásticos y militares. Es uno de ellos, el ser di- putados? Hacer parte de los cuerpos legislativos de la repú- blica mejicana ¿es también inmunidad, apoyada en el código de Graciano ó en el Fuero-juzgo? Además, que allí se habla de decretos y no de constituciones: ese soberano pueblo que se reunió ese dia, sería en efecto un soberano muy inconse- cuente, si para volver al órden constitucional que solo nomr nalmante ees istia, comenzase por hacer nominales las bases constitucionales y las de su soberanía. No hay que alegarnos el resultado de las elecciones, que será un concilio lateranen' se en vez de legislatura, para probarnos la voluntad del esta- do, porque por un lado los artículos 14 y 20 de la convo- catoria escluyen despóticamente de votar á muchos que tie' nen ese derecho, dejando á un solo hombre en cada mesa, la terrible facultad de calificar si el que se acerca tiene ó no en su favor la opinión pública; así ha sucedido, aplicar el art. 4.° del plan de Cuernavaca, á individuos que lo procla- maron, como enemigos y víctimas de los anarquistas, pero que al sacristán repartidor de voletas, no le acomodaba que vo- tasen., Este solo vicio, en donde abundan tantos, bastará pa- ra temer que dude de su propia validez el congreso que se reúna el 20 de noviembre. Por otra parte sabemos que en una sesión de la junta de notables, que se convocó ad hoc y ante diem, se tuvo la frescura de proponer una lista de di- putados, y comunicarla por circular á los departamentos, „por que, se dijo, los pueblos ya no quieren congresos, y solo le» liaremos entrar por ahí, haciéndoles saber de antemano, lo» que los han de componer." No se entienda por lo dicho que41. "Os anima una prevención desfavorable respecto de los ecle* másticos; testimoniós de todo género hemos dado y estamos dis- puestos i dar á algunos, del grado en que apreciamos su amis- tad y sus talentos; revindicamos solamente la legalidad de las cosas, queremos que sacudida la arbitrariedad de una facción, 110 sea otra la que la substituya, sino que el gobierno se pre- 8ente con toda la dignidad de la nación y con la ley siempre en la mano, superior á intereses esclusivos: siendo esencial-, ^nte secular la naturaleza de los asuntos que 6e versan en los gobiernos, y esencialmente espiritual la vocación de los mi- nistros del altar, gustamos por su propio interés, de que trac- 'eií fahrilia fabri. Gustamos de la igualdad y de la con- fluencia, es decir, que aquellos que son tan celosos de suá lliinunidade* y que no nos dán un asiento en sus concilios n) en sus cabildos, lo sean también de las leyes que les pro- hiben mezclarse en los intereses mundanos. La influencia en silos de un cuerpo que pretende ser privilegiado, los desequi- libra en perjuicio de los pueblos; así es que el partido ecle- siástico tiende hoy nada menos, que á una monarquía abso- rta; porque quiere que para reformar el sistema se Hame á 9* Agustín Iturvide, y no admite elecciones ni aun con las re- formas que se han indicado en nuestra primera parte. A al- gunos señores que nos han hablado del proyecto, no hemos hecho otra observación mas que la de preguntarles, si quiereh eUos encargarse de Írselo á proponer al sr. general Santa— Amia.—En seguida él ha dado á la cosa pública un tal ses- 8Qi qué por su cuenta no pararíamos hasta llegar á un esta- do igual al de 18Ó8, y todo por unos pasos que parecen da- dos por niños ó por gentes que no han visto la instabilidad °e las cosas humanas reinar por escelencia en las cosas mejicanas, kas reformas que se esperan en nuestra ulterior ecsistenci;^ Parece que sugerían hoy mas que nunca la juiciosa política ^e reducirse el gobierno provisorio á mantenerlo todo in slatu ?tto, tratando solamente de conservar el orden y la libertad, v cuidando de que no se estraviase la opinión en la díscú- •^on que el mismo debía provocar entre los escritores públicos. Pero, como si el teatro que apareció la mañana del 12 de Agosto, fuese el en que definitivamente había de quedar ¿1 estado, todo se dispuso en comecuencia, hasta cerrar coiiío para siempre el local de la legislatura. Muy digna por tier- 642. to es la imagen de la virgen de Loreto del mas bello edifir do, con el vestíbulo mas soberbio que hay en la república mejicana; pero como dejar de reírse del contrasentido que re- sulta de convertir en iglesia un local fabricado espresamente para un cuerpo deliberante? A un busto del gobernador San^ chez, creo que se le ha puesto un capelo del angélico doctor Santo Tomás: la estatua de Jalisco tremola la bandera del arcángel S. Miguel, y dos imágenes en pie y de bulto, co- locadas en frente una de otra en plazas destinadas á los di- putados, parece que han tomado la palabra, y contra el re- glamento de debates, la están usando á la vez. Con esto y con la aria de Fígaro tocada muy á propósito inter missa- rum solemnia, el que esto escribe, no podía á pesar de sus esfuerzos, recojer su espíritu para contemplarse en la humil- de casa de Loreto. No sabemos hasta que punto será cierta, pero está de acuerdo con estas, la especie de que sí han des- truido unos modelos que se trageron para la academia de di- bujo, porque estaban al natural; fué menos escrupulosa la mu- ger de un escultor, quien por el mismo motivo, viste con su basquina una Venus de Médicis, y á un Hercules envuelve en una bata de su marido.—Vos sois una vándala, la dijo és- te, cuando vio* así desfiguradas sus bellas obras.—Y vos sois/ un indecente, le replicó ella.—Aficionado nomas, señora, con- testaba el pobre artista. En el informe pasado por el gobierno del estado al do la unión con fecha 8 de octubre, hablándose de lo que cos- taban los establecimientos de enseñanza, no se dice que pa- radero y nuevo destino han tenido, los libros, instrumentos, aparatos y utensilios que se acopiaron é hicieron venir para ellos. Sabemos de un eclesiástico que mirando detalladamen- te lo» muebles del Liceo, no creía que aquello pudiese ser- vir para muchachos, y con aire de malicioso aseguraba que no potiíii tener otro objeto que las orgías de las logias. Entre lo que talaron las manos esterminadoras de los anarquistas, había cosas que debían venir abajo y creadas otras que se debieron aprovechar. Tales son todas las relati- vas á la enseñanza, cuyos bienes aunque en embrión, debe- mos en justicia datar á los que nos hicieron en lo demás tan* tos males. El restablecimiento de la universidad tal cual es- taba, es un retroceso tan vergonzoso y tan inoportumo, y tan Violento, como lo eran los ataques de la administración pasa-Se equivoca tanto el señor redactor del informe citado-* "ablando de ella, que ninguno de los hombres ilustres, com" Prendido el mismo, ha brillado par lo que en ella aprendió? y precisamente sus alumnos mas aprovechados, son y han si- "° aquí y en todas partes su3 mayores enemigos. El mas **bio doctor de Guadalajara y de la república, que ya he- *os citado otra vez, llamaba las universidades, el últimd atrincheramiento de la ignorancia. ¿Qué testimonio mas par tente de esta verdad que las mismas representaciones en qué *0s señores del claustro, con un lenguage, que nada tiene de c&stizo ni florido, alegan para su restitución, sus derechos á las propinas, á los privilegios en sus entierros y á otros mur cAos rasgos de la munificencia real y pontificia.!!.'? Los bi- rretes en que se convidó en esta ciudad para la inauguración ^e iu local, fuero» concebidos en términos injuriosos. ¡ Insul<- tos en uu convite! Apelo á los señores doctores, verdadera* ^•nte doctos, si era de una tal corporación, dar esta lección de urbanidad ó de mansedumbre evangélica. Sentimos hace* ^tas observaciones; pero nuestros amigos no verán que hay sn nuestra censura otra cosa, que referir las que ha hecho todo el mundo y han hecho ellos mismoi, y que sentimos *Oueho mas, que en el nuevo órden de cosas, se haya dado lQgar á ellas. Es porque hemos contribuido en nuestra pe- quenez á ese triunfo, es porque somos partidarios suyos, que *ns lastimamos de que se le desnoblézca, y se trabaje en ale- jarle á sus amigos, que lo son, todos los de la civilización y de 1» libertad. Las medidas de seguridad pública, «obre que no se ande er» la calle después de ciertas horas de la noche, sino las per- sonas que no sean sospechosas, nombres vagos de que se ha servido siempre la arbitrariedad, sobre que se disuelvan las reuniones que pasen de cierto número de individuos &c. pare- cen dictadas en la policía de las facciones que ha hechado «*bujo la indignación nacional; por mejor decir, son los signos de un gobierno espantadizo, que en cada palabra vé una se- ñal de inteligencia, en cada corrillo, una conjuración, y se asus*- como el caballo de Alejandro, de su propia sombra. Tran- quilízese el seaor gobernador, y no tema los hombres y la* reuniones con cuyas murmuraciones ó amenazas se le quiera 'ntimidar; son los trozos de la víbora tronchada, que aun se *gitan.44. Aunque sea una incidencia demasiado en detal, no po- demos dejar de hablar, de la orden para que en tiempo de!", pa.-eo de S. Pedro no andubiese nadie en el eamino después* de las ocho de la noche, so pena de ir á la cárcel^ para cuyo fin» unas partidas de tropa patrullarían hasta las doce. Este es n»- acto de despotismo, hijo solo de una buena, pero ignorante in- tención, 6 mas bien, que supone una ausencia absoluta de ideas, de gobierno. ¿ Conque el modo de proveer á 1 asegundad pu- blica y evitar desgracias, es que los ciudadanos se estén en su casa, para que nada les suceda fuera de ella? Atacar la libertad para proveer á la seguridad. ¡Valiente descubrimiento 1 Y ¿ quién ha dado á nadie derecho para disponer de mi per- sona ? Si los agentes que yo, Público, costeo á la autoridad, no le bastan para defenderme á todas horas de los malhe- chores, no le toca otra cosa que hacer, mas que poner en ta} conocimiento las horas del servicio. El camino de fierro de Lyon á S. Estevan en Francia, pasa debajo uc una mon- tafía^ en cuyo punto teniendo una ligera inclirr.cion, los oo- ches, sin caballos ni máquina motriz y solo abandonados á su propia pesantéz, adquieren una tan terrible velocidad, que es necesario trincar las ruedas de los de atrás, para que opon- gan alguna resistencia. Como la escavacion apenas basta para el espacio que ocupan los coches, ha sucedido que pereciesen al principio algunas personas que por allí pasaban, cuando aquellos, cargados con cosas voluminosas, llenaban completa- mente el hueco. Parece que aquí, siendo el riesgo mas eviden- te, era el caso de que interviniese la autoridad publica; no,' señor. Los mismos de la empresa han puesto en la boca de} subterráneo "se prohibe pasar por aquí, só pena de ser hecho pedazos." Si la policía de Guadalajara supiese adonde alcan- za su autoridad, se habría limitado á decir al público "se advierte que no se puede pasar por este camino después de lal hora, sopeña de ser robado". Pero que haya patrullas en él, y que estas no sean para aprender á los ladrones, sino al pacífico vecino que se pasea, no se concibe que quepa en cabeza de hombre cuerdo. Dias pasados fué cateada una casa en la noche, y es- 1 raidos de ella unos ciudadanos que se condujeron á pasarla res de todos los tiempo» y de tod»s los lugares, y solo tie- ^e Por objeto ocurrir á las diferentes necesidades locales: si a las legislaturas se las sugeta á su verdadero carácter, que ^° debe ser otro que el de las sociedades que se llamaban *Je amigos del país, con la diferencia de obrar sin necesi- to de previa aprobación: si se las quita la posibilidad Qe atacar al particular y de imponer contribuciones acciden- a'es, 6 levantar préstamos: si se aplica una pena condigna á miembros, cuando sin escusa legal se reusen á. desempe- "ar las funciones que les comete la constitución: si se arre- gla- en ellas y en la general, la formación de las leyes, y e' derecho de iniciativa: si por requisito de las constituciones Se prescribe la elección para ellas, de sugetos que no tengan ^cesidad de indemnización, y que la sirvan consejilmente: se sistema la autoridad délos gobernadores de manera que 110 sea» ni alguaciles del presidente, ni sultanes en sus «s- «clos; y si en fin se reglamenta el derecho electoral, como in- ,camos en nuestra primera parte, pregunto ¿volverán á te-. Jjer lugar los escándalos que han hecho odioso el sistema fe- eral? Resta, se me dirá, el modo de poner en planta estas re^°rmas. Yo no dijo que sea obra muy sencilla, pero no la Cle°, ni imposible, ni muy difícil; si esta parte no fuese re- glamentaria, entraría también en este ecsamen. Un solo pun- servirá de ejemplo, y de honorable memoria á los constitu- JfciUes de 1324: las casas de moneda, son una prueba piác" ,Ca de que se puede aspirar á la perfectibilidad posible las cosas humanas, en el arreglo de un gobierno federal. ^ n esos establecimiento* está perfectamente delineado lo que ra utihdad de los estados, y lo que deben ceder á la fede- ^'on. Si á pesar de todas estas precauciones habíamos volver á las andadas, no creo que fuese mas asequible el50. fin bajo el centralismo 6 la mornaquía. Quiere decir que «0 hemos nacido para el caso: que debemos desesperar de una Or- ganización racional y pacífica: que ó debemos llamar á loa es- pañoles para vivir en paz, ó resignamos al fatalismo de que las revoluciones son nuestro patrimonio y que por los hispano- americanos se dijo tradidil r.iundum dispiitaliotii eorum. Conv enimos en que hay otras leyes que no siendo cons- titucionales, son tan indispensables y fundamentales tomo la constitución. Tales son las que arreglan la hacienda, el ejér- cito, los negocios eclesiásticos y la administración de justicia; sin estas cosas no se puede vivir, y por mas espinosas que ellas sean, es necesario poner la mano en ellas, si de buena fe se busca el restablecimiento de la paz, y se procura fundar una nación. El arreglo de la primera está tan relacionado con el ramo de la guerra, que es inútil pensar en tener hacienda, ni paz» ni libertad, ni gobierno, ni república, mientras no se corrija ese caos de dilapidaciones y desorden que se llama ejército; todo esto por la sola razón de lo que dice un proverbio que. sucede en una casa donde no hay harina. Lot gastos anualc3 do relaciones, comprendidos en ellos, seguridad pública, cuya par- tida suma por si sola 141.598 ps., cárceles y hospitales que as- cienden á 120,000; museoe, jardines, colegios, escuelas, acade- mias &c. &c. son al rededor de COO.000 ps. Los de justicia y negocios eclesiásticos, á los que se han agregado los de palacio, importan 224.959 ps. 4. Los gastos de hacienda suman 1.08-2.331 es decir, toda la lista civil no llega á 2 millones de pesos. La militar, en estado de paz, sin hallarse en campana y sin tener que temer hostilidades de parte de la potencia á quien se tiene declarada la guerra, asciende á 10.450.151.0. 5. sin comprender fortificaciones ni armamentos, antes bien, no se ¡ncbiycn en esta cuenta los millonea que paga ¡a nación de intereses por la enorme deuda que sin necesidad contrajo para estos objetos. Solo la* pensiones militares cuestan 200.000 p-, le: retirados mas de medio mülon, lo» oficiales sueltos, 800.000 ps., de modo que el ministerio de la guerra solo en la gente que no esta en servicio absuerve tanto como los otros tres ministerios, come todos los demás ramos del servicio juntos. ¿Se pue- de vivir así? No ha habido un ministro que haya entrado r* la secretaría de kacienda, que no lo reconozca; pero todií» tienen miedo de hablar siquiera de ello, por los pronunci»-51. cientos. En nuestra primera parte hemoá sentado, é insisíi- m°8 todavía, en que la nación no reconoce, n: cí.Iú 0¿>hgar ^a a pagar mas que los grado- ganados íi e*p5nsa4 <:e lo* enemigos, y no de ella misma, es decir, los akauzudo* so- b*o los españoles en la guerra de independencia, en el sitio de ^hia, y en la campaña de Tampiec, con las. promociones en la carrera conforme las leyes; mas da ningún modo puede n> debe reconocer los que se han gafado destrozíindc-lu. ;Qué? úel estado: pero «asta el de recargarse este con una obligación onerosísima, y ia insuficiencia con que quedan ellos dotado< toda su vida. A Acepción del de Rusia, no hay clero mai miserablemente do- tado que el de Francia. El Arzobispo de París tiene 8 mil Pesos: los demás arzobispos 3: los obispos '2: los canónigos de ^ á 400: hay curas de provincia (enue los cuales está un c*nóuigo de Méjico) que no tiene» mas de 180 pesos al año. Con todo, es un renglón de mucha coaudcr icion en el presu- puesto francés. Prescindiendo de la cuestión de simonía, en cUyo ecsamen no debe entrar la potestad civil, teniendo el servicio del culto como una de las uecei.dades sociales, y apoyado en las palabras de S. Pablo, qui aliario servit de Otario vivat, yo no veo de otra manera 1. s obvenciones por k administración de los sacramentos, qu couij «1 honorario se paga al médico y al abogado, cuando ejércen su mi- nisterio. Si esta se pudiera llamar um «ontribuoon, tendría sara amparar á cual- quiera ctro profesor, á quien se ocupa y á quién se defrauda su indemnización. Esto han venido á recoiocer en parte nues- tros políticos, y dieron sus leyes de conformidad, que la po- testad ecelesiástica no pudo resistir, y antes aceptó muy es- presamente; pero de aquí saltaron á meter su os en mies agena, á usurpar atribuciones que nadie les dio, y á querer como Pedro 1. ° calzarse el patriarcado. Las consecuencias han probado bastante si este fué un eiror. La provisión de curatos, la de canongias, el número de estas plazas, sus do- taciones &c. nunca ha debido tocarse, ni aun para interven- ción. Aun la cuestión de patronato no se ha suscitado sino para hacer teólogo-escolástica á la nación. No solo se debe dejar á los eclesiásticos arreglar entre sí y con los fieles, el modo de presentar sus beneficiarios, sino crear, si quieren, un obispado de cada pueblo. Entiendan todos, los habitantes de «¿te suelo, que no hay mas que una ley y una autoiidad para todos, y en lo demás, cada uno debe ser libre para diri-54. gir sus asuntos. En la república nuestra vecina, se presenta un individuo, que ni aun es natural del país, manifestando sus bulas de (Jbwpo de tai diócesis; y se le deja hechar sus ben* diciones y confirmar. Ejemplo viviente de esta verdad es el arzobispo actual de Burdeos que fué diez años obispo de Boston, donde, como en todas partes, dejó una memoria de veneración y *dc agradecimiento. De la misma manera apare- cé otro con elección de ministro de la Iglesia evangélica, J se le deja publicamente predicar; mas todos saben que son miembros de una familia, que tienen un padre y un rector común. ¿Há sufrido por esto el culto católico? lejos de eso, se ha aumentado un ¡*5 p. g y de solo dos obispos que ha- bía hace ."0 años, hay ya diez el dia de hoy. En cuanto á las comunidades religiosas, con solo haber- las dado un carácter de Vcneficencia pública, se habría con- sultado á la vez 6 los votos de los que las componen, al es- píritu del evangelio, y al ae lo» que ven con odiosidad unos cuerpos meros consumidores. ¿Qué cosa mas santa y conforme al verdadero liberalismo, quo lo?, establecimientos ya de hom- bres ya de mugeres, cuya institución es ensenar al que no sabe, corregir al que yerra, y curar al enfermo? ¿Quién no Venera esos mongos de S. Bernardo, que establecidos desde el año de 963 en las cimas descarnadas do los Alpes, son el refugio de los que estraviados, no deben esperar mas que una muerte cierta en medio de aquellas montañas de nieve? En los hospitales comunes, muaren por ejemplo en Viena 1 p. 15 de los enfermos que allí entran: en Turin 1 p. 12: en Ma- drid 1 p. 9: en París 1 p. 8. Ahora bien, los hermanos de la caridad de Austria recibieron en 1826, 16.605, enfermos de todas creencias; salieron curados 15.175, es decir 10 p. 11,- en Breslau los mismos religiosos asistieron en 13S0, 1140 y curaron 1094, es decir 21 p. 22: las hermanas de Isabel re- cibieron en el mismo año 579, la mayor parte mugeres; se curaron 489, esto es 29 p. 30. El año de 31 y el deS2 las La--, manas de caridad de París se fueron espontáneamente á Var- sovia, a mas de 600 leguas, á curar coléricos. A su celo y al de lo3 médicos se debió en Francia que esta horrible enfer- medad no doblase el número de sus víctimas; y para citar ejemplos mas de bulto ¿hay un habitante de Guadahjara de- 40 á 50 años de edad que no haya sido testigo ocular de la utilidad de los belemítas y de los juaninos, en cuyos bus-P'tales competía la abundancia con la buena calidad, tanto ei> la asistencia alimenticia, corno en la medicinal? La razón, de su diferencia hoy es muy patente: los enfermos son un ob- 3eto de especulación para medico-., boticarios, y cuantos era- idearlos se ocupan en un hospital común; y cuando la asis- to* de la humanidad doliente es una vocación para entrar rdigioso en un establecimiento piadoso, es de necesidad que ^3 resultados sean mejores. Sabemos que del consulado de árdeos se ha recomendado con repetición al gobierno gene- rul> el establecimiento en la república de las hermanas de la en'¡dad, instruyéndole detalladamente de lo útil que es esta uistitueion, á cuyo elogio no bastan tod?.s las palabrita imagi- nables, y de la buena disposición, ó, por mejer decir, del deseo de la madre abadeza de aquella ciudad, que es una es- pañola, para pasar á estas regiones con algunas de sus cora- Pineras ; Por qué no se ha tomado este asunto en considera- ron? Esta es una de las desgracias de que nos lamentamos. Si alguna* órdenes de ambos secjos se resisten á tomar un C;'ficter de beneficencia y son perjudiciales! al público, se Puedo adoptar el temperamento del rey de Ñipóles, que sien- do católico y estando á un dia de distancia de la capital del °rbe católico, ha reglamentado los noviciados en términos que ^an siempre menos que los fallecimientos. Asi sin estrepito y sin resistencia, ha visto ya en algunos afío*, cstinguirse al- gunas órdenes, y refluir sus rentas al estado. La uniformidad en la legislación común de toda la re- Pública es una de las principales necesidades, cuyas consecuen- cias en todo género no se sabrían calcular. Las mas obvias son evitar la heterogeneidad, ó división en porciones de su» habitantes, que no puede inspirar u:i sentimiento bastante fuer- te de patriotismo, y sabe Dios hasta donde conduciría el es- píritu de localidad que en lugar de emulaciones en las cien- cias y las artes, enraizaría tal vez odios iuestinguibles que aca- basen por dividir a la nailon. Además, InrÍMOpi con la federa- ción, lo que otros países Uua hecii i por el medio de los privile- gios y de las circunstancia* histórica*. Nc; hay una cosa mas sa- bida que la complicación ó gerigonza ¡jue por esta razón em- orolla la legislación inglesa y es(i,i'iOtu: en ia una el common- totc, el stalul-law, el p.'ctd'/r-nnv, y loi bxjlaws, y en la otra el fuero de Castilla, el de ¿Irugon, los códigos de Ga- licia, de Valencia, de Cataluña fye. á mas de hacer de la56. ciencia de las leyes un monopolio para abogados, procura- dores, y todo ese enjambre de vampiros, alteran, desequili- bran en gran manera la administración de justicia y l°s derechos de la vida civil. Por otra partej, y con la in- teligencia que hemos hecho de la federación, no reparamos en que merecemos ya mas que la metrópoli el ridículo que le imputábamos de la multitud de sus leyes. Ellas fueron el resultado de trece siglos, y por una regla de proporción ¿cuan- tas produciría la república mejicana si solo en el estado de Ja- lisco y en el espacio de diez años ya caminamos al millat? Caiga ma9 el ridículo sobre nosotros cuando con este flujo de leyes, no ha quedado organizado de una manera esta- ble un solo ramo de los de la administración pública. No sa- bemos que fin tuvo el trabajo de una comisión encargada de la redacción de los códigos; solo tenemos noticia de* embarazo en que se hallaba un hijo ilustre de Jalisco, d. Juan de Dios Cañedo, para concluir la gloriosa tarea que empren- dió .de redactar el código de procedimientos, poique todos los dias ha estado el congreso dand* leyes que los alteran, tanto en los tribunales y jueces, como en la substanciación de los procesos. Este autor podía responder lo que el galeote que escribía su propia vida, y á quien el hidalgo de la Mancha preguntaba si ya se había acabado la obra; ,,si no se ha aca- bado mi vida, decía, ¿como se ha de haber acabado su his- toria?" Si se quiere facilitar la vida, hacer mas compacta la masa nacional, envanecer al individuo de pertenecer á una nación grande, simplificar la ciencia del derecho, y vivir en paz doméstica y social, una ha de ser para toda la repúbli- ca la legislación, como unos deben ser la moneda, el peso, y la medida. Nada tiene que ver en este punto la indepen- dencia interior de los estados: sus diferencias geográficas y locales no tienen relación con el derecho privado de la jus- ticia del mió y el tuyo, y de la remuneración en las acciones. Esas diferencias no pueden ser tales, mi se puede ser en es- te país mas celoso de su provincialismo, que lo son las na- ciones de Europa de su independencia absoluta; y sin em- bargo, todas han tenido una tendencia general á uniformar su legislación, ya por el código prusiano, ya por el código Leopoldo, ó bien por el código Napoleón. Yucatán y Ca- lifornias no son tan desemejantes en costumbres y localidad como la Lithuania por ejemplo, y la Francia que se rigen por es-57. j* último. Nuestro sistema federa] no ha tendido, eomo lo de- berá hacer esperar su propio nombre, á acercar mas y mas Unos ciudadanos con otros, sino, al revez, á romper los vín- culos que ya los unían. Nadie nos quitará de la cabeza que bastarían estas re- formas para asegura la paz y la libertad, que son el fin de Muestra independencia y de tantos trabajos, como son también J°s medios, la condición sine-qua-non, de que entremos en la carrera de los pueblos cultos y de que en poco tiempo apa- Pa*ezca esta nación floreciente. Para probar la necesidad tenemos de estas reparaciones y creaciones en nues- *r° edificio social, y que de su falta han provenido nuestra» ^gracias y nuestros escesos, nos ha sido indispensable hablar *te estos: referir las inconsecuencias de los unos y advertir la imprevisión de los otros: para aplicar los remedios, se ha ^e comenzar por decir cuales han sido los males, cuales son, y cuales pueden ser. No queremos encender de nuevo pasio- nes que deben vencerse, ni venganzas que deben olvidarse etl una reconciliación universal. No ha sido nuestro ánimo fortificar á nadie; muy al contrario, ignoramos los autores de *^unos hechos, y quemamos ignorarlos todos: no hablamos contra ellos; es á ellos mismos á quienes hablamos. Es á ellos á quienes reclamamos los atrazos de todos los ramos, has" *a de las artes mecánicas, hasta del tono que se tenía hace n,uy pocos años en la sociedad de Guadalajara. Entrar en el interior de las familias en esta ciudad, digna de mejor suerte, es querer sentir su corazón oprimido: por una familia con, comodidades, se ven 200 pereciendo: no hay espectáculo que "^pire tanto interés, como el de tantas infelices huérfanas y viudas, que habiendo sido en otro tiempo rodeadas de h°nienages, y nías res-pe taljes cr sus cualidades que por autoridades actuales, hallarse á merced de las facciones, e bregarse los intereses particulares á toda clase de escesos, J que sé yo cuanta otra cosa, con un estilo de gradación que nos hace recordar un bufo de Moliere, i. quien no hace revé- lar un secreto ni el cadalso, ni.....ditz francos de multa. L» nación en esta vez y en 1821 ha desmentido de hecho el cumplimiento que le hace ese escritor. Ella porque no suce- diera nada de lo que este le receta como una consecuencia necesaria, se ha h echado hoy en los brazos del sr. d. Anto- nio López de Santa-Ana, como se puso entonces en los de el sr. Iturvide. Una nación se dice que está en estado natural cuando no tiene constitución, ó cuando la que tenía, se destru- yó de modo que no pueden las autoridades crearse conforme á ella; ni reconocen las que ecsisten esta única fuente de legitimidad. El gobierno de la unión parece que tiene por constitucional el plan de Zavaleta, que destruyó la constitu- ción y que reprobó la nación por medio de un congreso le- gítimo. Reconociendo como tal el que acaba de salir, le cer- ró las puertas á todo él, y le cierra todavía las de una cá- mara & la composición de cuya mitad le llamaría en ese caso la constitución; se apoya para esta conducta, solamente en los pronunciamientos de los pueblos, y esta aclamación, no la tiene por bastante para sí mismo. Esta complicación de cuestiones es la que nos obscurece el horizonte en la aurora de 1835. l'or lo demás, nosotros vemos con indignación esa clase de detractores maliciosos, que hechándola de políticos, propa- gan especies que son las que en justicia se deben llamar ma- lignas. Según ellos, todo el mundo está engañado: la poli-6!. hea no gira hoy sobre otro eje que el engrandecimiento per- ■ooal del general Santa-Arma: que con ese objeto se están destac ando á lo* estados gefes adictos á su persona, ó por afeo to ó por comunidad de inte.eses: que todo el enjuague está ya c°mbinado para que el aparezca retirarse con una afectada ^OJe-tia del mando, y una multitud le vaya á sacar de sa ístiro, á la manera que en 1832, como el único capáz de *Herezar los negocios, siendo su autoridad vitalicia ba,. J° cualquiera denominación: que en él la presidencia no ha >lq*o jamás un fin, sino un medio; y que con tal que no sal- 6a del poder ni ahora ni nunea, pasará por todo &c. &c. •'^airados! No basta la reputación generalmente sentada> 01 basta la notoriedad de los hechis para detener su mahg- D|dad. La peor de las desgracias, decia Cicerón, es baber pres- ado grandes servicios á la pátria. Pero si en esta nación h<¡.y «ombreg tan ingratos que piensen asi, ella en su mayoría es- tá convencida de que una profesión de fé, tan terminante, tan franca y tan enérgica como la de 15 de octubre, no es ^a prenda que ha soltado un traidor torpe para su propio proceso: esta nación ha cerrado los ojos al poner entre las tornos de su ilustre presidente el depósito sagrado del arf l7l de la constitución de 1824; su confianza no será burlada. El nombre de Santa-Auna no es solo de la nación mejica- na, ni de la generación presente; este nombre se debe ade- más al mundo civilizado, y con lustre 6 sin él, pasará á nues- *ros hijos para ser bendecido 6 escecrado. A sus hij.»s mismos, &o les toca otra herencia que ese nombre, que llevará con- migo la gloria ó el menosprecio. Si su marcha política ba podido estraviarse basta per- petuar el vicio de incompetencia en el cuerpo que nos debe reorganizar, este embarazo será allanado por el mismo con- greso, y pasarémos t ¡dos gustosos por encima de las fórmu- las, en cambio de una razonable organización. Los horabref escogidos por todas partes para componerlo, bastan por si boÍM para reanimar la esperanza. Jalisco no aparecerá en él des- ventajosamente representado: los electores no darán un escán- dalo de impenitencia final, obstinándose en la maldad que imputamos á los auar juLtas y que citamos en nuestra pri- mera parte, co dio una de las» fuentes mas notorias y mas ge- nerales de nuestras desgracias: tal es la de no bubtar en el candidato mas que la i'é de partido, deseutendiendo^e de sa8f. aptitud, por sus conocimientos, su imparcialidad, su buena fé*> ■u valor cívico, y su amor al trabajo. El elector dirá delante de Dios y á su conciencia: los individuos que yo he esctgido reúnen todo* y cada uno, en el concepto público, todas erlas cualidades; yo no me he dejado llevar de esteriondades en* ganosas, ni de ligeros ó injustos conceptos, para reusar mi voto al que, en mi concepto desearía el estado todo: yo he medido toda la importancia y trascendencia de la obra que se vá á edi- ficar, y no me contentaré con enviar á Méjico una procesión de disciplinantes, en lugar de una horda de frenéticos.--^ Esto esperan el estado y la nación, contentos con que no «s tarde el bien como venga: que aunque comenzemos de nuevo en 1835, pero que comenzemos de una mane- ra firme é ilustrada en la carrera de la civilizaciom. Tan- to hemos tardado en este camino, que ya entraron en él lot españoles y los portugueses ¿Nos dejarémos pasar por ellos que estaban á la retaguardia, y les darémos la gloria de verlos ir delante, quedándonos á acompañar á los griegos, de cuyo juicio y organización han llegado a desesperar sus mejore» amigos? No hay mas que un medio seguro de evitarnos este oprobio, no hay mas que un remedio á nuestros males: sur- tamos & estar y pasar por la nueva organización que se ha- ga, por defectuosa que sea, si se conservan las bases del art. 17] de la constitución de 1824. Concurrir todos al restable* •imiento del imperio de las leyes, porque sin leyes no hay patria. Llegue cuanto antes el dia en que nos podamos enor- gullecer de la que nos tocó en suerte. Guadalajara 17 dé noviembre de 1834. Un mejicano.NOTA. Después de eecrito este papel, ha recibido su autot cartas de Madrid, acompañándole copia una nota que con? Jtcha 12 de junio último pasó el sr. Martínez de la Ro- *a> ministro de relaciones, en contestación á otra del En- viado de los Estados- Unidos de 24 de febrero, en que á nombre de su gobierno, invita al de María Cristina al re- conocimiento de la independencia de las repúblicas ameri- canas. En Inglaterra parece que se agita con calor esta cuestión, y es bien estraño que los diarios de Londres sean menos liberales en su lenguage, que el gabinete españolt tunque manifiesten la misma buena disposición. Ya en este folleto n» es posible hacer sobre este asunto las observaciones á que dá lugar; publicaremos por Aparado estas notas y una memoria que se presentó al go- bierno á principios de este año. Pero nos adelantamos á Manifestar nuestra fé en la nacionalidad det gobierno ge- *teral, que sabrá dirigir este negocio con todo el tino que ecsige su delicadeza, y que nos ahorrará lo que sería el cohno de nuestro vilipendio, « una humillación con un Hibierno sin el cual hemos podido ecsistir y á quien supi- mos hechar por tierra sin ausilio de nadie, ó dejar de sa- car un partido ventajoso por susceptibilidades pueriles. ¡ Que lauro para el caudillo que preside los destinos de la re- pública, si en su tiempo y bajo su acertada política ter- minasen esta cuestión, hombres capaces de rtpresentar la lacion en toda su dignidad.! AVISO. Esta y la primera parte se venden en Guadala- 3ara en la tienda de d. Guillermo del Valle, portal da tíidalgo núm. 9, y de d. Manuel Vallejo, esquina de las Portales de Hidalgo y Mina.