CUESTION DEL DIA, ó NUESTROS MALES MEXICO. IMPRENTA DE MARTIN RIVERA, A CARGO DE M. GONZALEZ^ Calle del Espíritu Santo núm. 6. 1834.::<^^-:>r:<>:::o^::cw:>c-:>^vw;oco:::-^gj f JMi é&r 9&* iíi W ¥Ü 7o ¿e or not to be, Ihat is the question. Se trata, ¡cuestión fuerte! Si seremos de vida, ó si de muerte. .CHÍX3M .ó misn qSfrao no eseribir, 6 hablar de las personas es la dura alternativa de un escritor en estu república. El primer estremo no está en nuestros principios, porque precisamente creemos que una de las oausas de nuestras turbaciones, es la apatía de todos aquellos que de una ú otra manera debieran tomar una parte activa en las cuestiones que á todos interesan. Es preciso, pues, tener que pasar por el segundo, por mas desagradable que sea, cuando no se puede hablar de las cosas sin que ellas solas anuncíenlas per. sonas que las hacen ó que las producen. Así, no vea el lector Una diatriva en algunas partes de ía redacción, y crea mas bien que nos ha sido necesaria una violencia cada vez que tropezamos con un procedimiento que enciende la indignaccinn. Abrazamos literalmente lo que decia el Sr. Pedraza en su manifiesto de 831, publicado en NuevaOrleans. „Espondré desnuda la verdad: el que se ofenda, cúlpese á sí mismo; yo seré relator imparcial. Es una fatalidad verse obligado á censurar la conducta agena; pero al escribir los sucesos de una época de desvarios, los hombres que han representado en ella, no deben esperar un panegiris. Yo procuro ceñirme á hablar de sus hechos (páginas 6 y 59)." Debe adver- tirse también que las medidas que se reprueban do las cámaras no fueron acordadas por unanimidad; y aunque el voto de los tres 6 cuatro que se oponían, se perdía en la vocería del mayor nú- mero, su opinión es en apoyo nuestro, tanto mas, cuanto que su fe política no debe ser sospechosa á. los que votaron en contra. Por último, entre estos hay muchos cuyas intenciones rectas co- nocemos, y á quienes no se puede tener sino por unos fanáticos li- berales. No hay sacrificio que no hubiésemos hecho por no ha- berlos visto caer en los lazos de los demás, así como no lo hay que no haremos por probarles nuestra amistad. Todo esto supuesto, nos proponemos en esto papel indicar: 1. ° los principales estravíos que necesariamente han debido conducir á la república al estado espantoso en que hoy se halla: 2. ° los riesgos que correen él: 3. ° el remedio que nos parece. Empe. ceñios. ¡ío El que esto escribe abrazó en el año de 1828 la causa de la pre. sidencia de D. Manuel G. Pedraza con aquel calor y con aquella buena fe con que un hombre en sus floridos años se consogra á sa opinión. Lo creía el hombre fuerte, el hombre de la fibra, el ne-4 _ cesarlo para enfrenar la muchedumbre viciosa, preparada ya ba- jo su competidor, á hacer su patrimonio de los negocios públicos, y á vivir del gobierno El que esto escribe se engañó miserable- mente; no podía entrar en su previsión que fuese posible tanta nulidad, tanta inconsecuencia, tantos y tan increíbles ras- gos con que después apareció su candidato. Hágasele la justi- cia de presumir que no podia desear á su patria lu cadena de ma- les que este le forjó, ya ocasional, ya eficientemente, pues que ahora después de hechos, no cabe en' el juicio que hayan podido tener lugar; y este es el caso, ó nunca lo hubo, de decir con Boi- leau: que hay verdades que no son verosímiles. Yo no hablaría de él, ni comenzaría por aquí un discurso que tiene muy distinto objeto, si no fuese él el origen y la clave del estado en que nos hallamos, después de los horrendos males que por su causa hemos sufrido, y los que Dios sabe nos quedan por h-ufrir. Yo no perdería mi tiempo en ocuparme de él, si los re- sultados de su conducta le fuesen personales, por mas indisputa. ble que sea mi derecho para juzgarle tal cual aparece en nuestra historia; mas la necesidad del órdeu en cuanto se diga ó se escri. ba de esta época, lo presenta luego como el principio de donde se «Jebe partir para enumerar nuestros errores y nuestras desgracias. No es la suya de aquellas conductas equívocas ó controvertibles que se deben dejar al juicio de la posteridad; él se ha hecho juz- gar en vida, y la historia contemporánea, cualquiera que sea el sentido político del que la escriba, lo delatará como el colabora, dor por una parte, y por otra como el autor único de la muerte de su patria. En una sociedad incipiente, sin costumbres con. formes con sus instituciones, y á quien por primer ensayo se la da por ellas el último grado de libertad, estaba indicada la nece. sidad de un brazo de fierro, bajo el cual se garantizase la inco- lumidad del pacto y el verdadero reinado de las leyes. Esta fué la mira política, la intención pura de los que eligieron á Pedra- za; mas él no quiso ni concurrir á esta grande obra, ni responder á las esperanzas de los buenos; se empeñó, al contrario, en demos, trar desde aquel momento hasta hoy, cuánto la nación habría te- nido menos que arrepentirse si se hubiese entregado á un hom- bre cien veces inferior á Guerrero. Apénas se comenzó á nece- sitar su energía, rasgó con sus propias manos el velo tras del cual se había formado una reputación usurpada. Su ensayo en el primer peligro, es abandonar á sus partidarios, atados de piés y manos, al puñal de sus enemigos. Üna revolución sórdida en su origen, vil en su objeto, formada de hombres desacreditados, estimulada con la promesa del pillage y manchada con carac. teres vergonzosos para los mexicanos, triunfa, porque el corifeo, desertor de su propia causa, deja á la nación sin gefe y sin ob-jeto en su resistencia: aun mas, desarma de heclio los millares de brazos levantados para vengarlo y sostenerlo. Dentro y Ibe- ra de la República, y en cien escritos derramados en el público nacional y estrangero, ha protestado tic la manera mas solemne su renuncia á los derechos (pie le pudiesen asistir á la presiden- cia, sin serle, dice él mismo, exigido por nadie, sino de su libre y espontánea voluntad: (1) en este sentido salió del pais, sin que nadie lo espulsase, y si volvia en 18EÜ fué repitiendo esta protesta, muy ageno de pretensiones al mando, y solo ¡por el estado de su bolsillo! Si estos antecedentes bastaban para poner de manifies. to que no era este el hombre que había de regenerar un pueblo, que no era este el que la nación buscaba, le quedaba á lo ménos la cinilidad que se le suponía de desprendimiento; mas á renglón seguido, y con sorpresa del mundo, se presenta desconociendo cuanto ha existido y reconocido él mismo en su ausencia, y cual otro Luis XVIII 6 Fernando VII, alegándonos una restauración de postliminio. Se había ensordecido á la necesidad que la na- ción tenia de su supuesta firmeza; nada fué á sus ojos el llama- miento canónico de once legislaturas, y espera después la insu- bordinación de un general particular, y el grito tumultuario é in- significante de una media docena de ayuntamientos, para decir- nos que lo llamaba la voluntad nacional. El que aspiró siempre ú la opinión de estoicismo no tuvo inconveniente en venir á pres- tarse de instrumento pasivo y ponerse á la merced de los que le habían puesto la planta en el cuello, que lo llamaron con tanta sinceridad, cuanto que la víspera de hacerlo imputaban esto mis- mo por crimen al gobierno á quien hacian la guerra. (2) Había di. cho que en las aras de la patria inmolaría toda clase de sentimien- tos, mas que nunca transigiría con un hombre como el general Santa- Anna; y cuando este lo sentó como un manequin en el po- der, le llama el genio, el guerrero, el libertador, y nos hace de él el Napoleón mexicano. La fijeza de sus principios, ó por decirlo claro, la desnudez absoluta de ellos, es tal, que en la cesación de las hostilidades, dice en una proclama á los sol. dados de Santa-Anna, que cumplieron con la patria, y á los de [1J En ese acto (de la renuncia) no fui violentado: hice lo que tenia resuelto desde setiembre: tuve toda la libertad posible, y repetí, ría la renuncia mil veces si fuese necesario (pág. 91). Se pensó que iba á reclamar un derecho que tengo renunciado (pág. 101). Allí se empeña en probar el derecho que tenia para hacer la re- nuncia. [2] En su manifiesto habia dicho: Todo magistrado elevado al poder por una facción, no es mas que un esclavo de la misma: á esc precio ganan el rango y el poder los gefes de partido; pero los que resienten el mal, son los pueblos ¿fe. (pág. 100)B Hustamante. que cumplieron con la ley. ¿Qué especie de patria 09 esta cuya existencia pugna con la de la ley, a quien la ley mata, como mataban unos soldados á otros? Posteriormente rom- pe la constitución para disolver el Congreso, é invoca la consti. tucion para reunir ka mitad de un todo que disuelve. En el triunfo de Pedraza son los pedracistas los que pierden; porque en- tra al poder, y tiempo le falta para proscribir á sus antiguos par- tidarios. Si Semíramis aprovecba el dia de reinado qne le concede Niño, haciéndole cortar la cabeza, es precisamente porque ese dia no tenga fin, y quedarse para siempre con el cetro de Babi- lonia; pero Pedraza no puede conservar el de su mando la ma- (im i siguiente, y en vez de emplear sus pocos instantes en ven. dar siquiera, heridas que no tenia tiempo de cicatrizar, en vez dd legar la parte odiosa de su imperio al que inmediatamente le iba á succeder, manteniéndolo todo en el estado que lo recibió, como 10 habriu hecho cualquiera otro, .se apresura á sacar el jugo, por decirlo así, á su efímera autoridad, cumpliendo promesas de fa. voritismo á espensas del servicio público, y dando tajos y reveses como si esplotase un furor hasta entónces represo, ó como si so hubiese propuesto no dejar ningún mal por hacer. Descienda hasta el estremo subalterno, solo propio de un malvado vulgar, de calumniar á sus víctimas paru sacrificarlas. La deserción del primer magistrado fué la señal de alarma pa- ra los mexicanos: ella debia tener por consecuencia necesaria en la serie de las pasiones humanas, la guerra á muerte entre los partidos que aspiraban al puesto abandonado por el miico que lo debia ocupar; la puerta abierta á las pretcnsiones de los que no tenian mas derecho que su ambición y su fuerza; el semillero, »;n fin, de cuestiones, sin otra resolución que el triunfo del que mas pudiese. Si la presidencia es un beneficio canónico para servir la vanidad y la bolsa del titular, ó una carga que la na- ción echa sobre los hombros de aquel de sus hijos que cree ser- lo necesario; si por consiguiente es ó no renunciable; si la cá- mara de 1829 estaba ó no'autorizada para admiiir esta renun. cía; si tuvo ó no derecho para declarar insubsistente una elección ya hecha, y hacer otra que la constitución no le cometía; si Guerrero fué ó no presidente legítimo; si fué ó no vice-presiden, te Bustamante; sí Pedraza tenia derecho a lo que espontáneamen- te había renunciado, y después de habérsele admitido su renun- cia, &c. «Stc &c. Todas estas cuestiones fueron otras tantas nubes preñadas de muerte y de desastres para los infelices mexi. canos. En lugar de un reinado de paz y de prosperidad; en lu. gar de un gobierno tan legítimo como el precedente, que se ha- bían prometido bajo lJ. Manuel Pedraza, no fué para ellos sino lluvia copiosísima do calamidades. Revolución del general Santa-Anna en 1 «28; revolución de la Acordada; revolución do7 Jalapa en 1879; revolución y guerra del Sur durante los años de '.10 y 31; segunda revolución del general Santa- Auna en 18H2: batallas tan carniceras como si fuese de bárbaros ó contra ene* ruidos esteriores, pues que de la proporción de muertos con los que se presentan en ellas, apenas habrá ejemplo en las que inun- daron de sangre la Europa á principios del siglo y fines del pa- sado: fusilamientos aquí y acullá: horrores de todo género, nue- vos para nuestros pueblos: abandono por supuesto de todo aque. lio para que se lia menester la paz: emigración de unes, y envío á fuera de los capitales de otros, y préstamos locos, y rio revuelto para empleados, y agiotistas, y ruina de la hacienda pública, y retroceso en la civilización y desmoralización universal. ¿Cómo puede dormir tranquilo una sola noche el Sr. D. Manuel G. Podra- za? Debe ser muy fecunda en subterfugios su imaginación para, echar un velo ?obre este cuadro de su obra, que por mas lamentable que sea, no podia dejar de tener lugar. Eh bien, no es esto lo mas. I-a esperanza del mexicano afligido y deseoso de tener patria un dia, era la elección de 1832. Ella debia ser el remedio á tantos males, y la resolución de todas las cuestiones: ella nos debia vol- ver á la senda constitucional, de que nos habíamos estraviado en 18,'8, y de que vagábamos errantes después de cuatro años. Pe. ro una mitad de los estados se negó á votar, só pretcsto ridícu- lo, mentido y vergonzoso de falta de libertad: esto dijeron preci- samente aquellos que no eran el teatro de la guerra, y con el so- lo objeto de que no so terminase. ¿Quién se podría imaginar que llegase á tanto la rabia revolucionaria, la ignorancia de los deberes mas sagrados, la falta de pudor individual y la resolución de cometer á sabiendas un crimen horrendo, imperdonable ante las naciones de régimen representativo, como que las deja en horfandad, abre un germen inagotable de ilegitimidades y revo- luciones sin término, entrega á su furor el destino de las genera- ciones futuras? Mintieron en su pretesto, porque no hicieron ver qué medios directos ó indirectos se emplearon para inferir, les violencia, á lin de que votasen en tal ó tal sentido, y se en- vilecieron con una causal, que no alegará nunca el magistrado ín- tegro, el simple c entinela, el cobarde que no haga alarde de ser- lo. ¿Qué clase de liberal es aquel que dice se está batiendo contra la tiranía, y no tiene bastante firmeza para emitir un vo. to conforme su conciencia? Suponiendo que este desagradase á. ios gobernantes de entónces, ¿nos persuadirán á los mexicanos y á las naciones éstrangeras, que por no haber votado un indivi- duo de su devoción, se les había de haber fusilado, ó que su des. agrado fuese capaz de inspirar miedo que cae en varón constan, te? Según la legislación común de todos tiempos y de todos los pueblos, en materia de elecciones, es inconcuso que pierde su de. recho de elegir, el que por su culpa no concurrió a ejercerlo, y8 queda sujeto al resultado de los que usaron de él. Ahora bien, aunque de los enfados que votaron no resultó elección de presi. dente, sí la hubo de poder legislativo, porque fueron los de ma- yor población y dieron mas del número que se ha menester pa- ra ambas cámaras. Estas eran la autoridad constitucional, ge- nuina, legítima: á ellas tocaba resolver sobre el ejecutivo y so. bre los diputados de los demás estados; sin que se diga que estos no se hallaban representados en tal congreso, porque los repre- sentantes no lo son de tal ó tal estado, sino de la nación, así co- mo México, por ejemplo, está sujeto á las leyes que le concier- nan, no solo aunque por un accidente no las hayan votado sub diputados, sino aun cuando hayan votado todos en contra. Es- tos no son paralogismos de partido; esta es la ley y los profe- tas. Mas aquí vuelve D. Manuel G. Pedraza á sellar el fata- lismo de su patria. No contento con lanzar á punta de espada al legítimo congreso de 1832, con la misma arma y con el mis. rao derecho cierra las puertas á loe llamados por la constitucioa pava 1833, y nuestros legítimos representantes se hallan hoy des. pojados de su poder y la nación burlada, y el pacto conculcado como en 1829. Allá en Zavaleta se conviene con sus dos ene- migos, (3) y los tres soldados de por sí y ante sí, sin que les hubié. somos dado poderes al efecto, anulan lo hecho conforme á la ley, y por medio de sus corevolucionarios hacen los legisladores y el ejecutivo que es de su buena voluntad. En el tercer periodo presidencial tenemos autoridades de hecho, tan disputables, y nos hallamos envueltos en las mismas cuestiones de ilegitimidad que en el segundo. Esta nulidad no proviene solo, como equivoca- damente creen los Sres. editores del Telégrafo, de no haberse hecho las elecciones en el tiempo, lugar y forma que la consti- tución previene, sino, lo que es mas esencial, por legislaturas nu. las, á las que la constitución no cometía ese derecho; y todo, hi. jo, 6 practicado á virtud de un plan reprobado por una represen, tncion nacional legítima. Si á lo menos esas autoridades apócrifas hubiesen rescatado la nulidad de su origen con una buena administración, nadie se ha- bría metido en indagar aquel, y se las habría sostenido, recibien- do el bien de cualquiera mano que viniese; pero ¿qué otra cosa han hecho mas que succeder en facción 4 otra facción, un par- tido á otro partido, y traer á la nación en oscilaciones de perse- cución, de perjuicio y escándalo? Cada bando que ha asaltad* fál Desde entóneos parece que los Sres. Santa-Anna y Pe. draza se aman recíprocamente; y eso prueba que las facciones no ■siempre producen animosidailes, y que alguna vez son un nudo de alianza para los caudillos, aunque á espensas de los pueblos (pá- gina í)7).el poder, ha venido á incidir en los mismos 6 peores excesos con que acriminaba á la que derrocó. No hay uno solo de loa errores imputados á la administración de Bustamantc, de que ha. ya estado exenta la que le succedió, ó que no haya cometido ea un grado muy superior. Se afectaba temer que aquella atacase el sistema, para lo que no hubo mas razón con carácter de tal, que la conducta del ministerio de la guerra con ocasión del aten, tado del general lucían; y este general es sostenido, y croo que aun premiado por los que se alarmaron por su procedimiento, y jamas el sistema fué conculcado en sus fundamentos, como por los legisladores y gobernantes de 833. Se reprueban con justa razón los galardones por victorias alcanzadas sobre compatriotas, como lamentables estas, y de un funesto ejemplo aquollos; y lo» primero de que se cuida en el plan de Zavaleta os de confirmar por un artículo espreso y dar por válidos los ascensos que ambos partidos habían acordado á sus respectivos prosélitos, sin rubor de revelar que estos provechos eran el blanco de la revolución. Se declama contra la perniciosa política de una espada decreta, da á Bravo, porque derramó sangre mexicana; y no por otro me. recimiento se prodigan los empleos de todo género. Escanda- lizó que D. Antonio Fació postergase á diez y ocho coroneles para hacerse á sí mismo general; y las legislaturas, sin facultad para ello, y la de la Union, derraman por el suelo las bandas, yéndolas á levantar simples paisanos ó militares de procesión que en su vida oyeron mas cañón que el de las salvas. Se persigue á muerte á los que mataron á Guerrero, y se premia á los que mataron á Codatlos, porque éstos y no aquellos tomaron partido por la revolución. Se reprueban los bárbaros asesinátos de San Luis y Valladolid; y se perpetran y se aprueban los de Oa- jaca hechos en niños de catorce y diez y seis años, y los de Do- mínguez por Alvarez, y de Corral por Alquiciras, y se envian inocentes á millares á perecer de una muerte lenta al estrange- ro, después de haberlos tenido largos meses atestados en infestas prisiones, sin cuidarse ni de darles de comer, y divirtiéndose con hacerlos disponer para ser fusilados, ó disparándoles tiros dentro de sus calabozos en medio del sueño para asustarlos por juguete. ¡ Es este gobierno? ¿es este el sistema? ¿son estos hombres, ó son furias del averno? Se pretendía exigir la responsabilidad al mi- nisterio de Bustamante, por las cantidades erogadas en los día. ríos que sostenían su causa, al mismo tiempo que se decretan ¡30©! pesos para los que han de sostener la propia! Se hacia burla del fomento efectivo que tomaron todos los ramos en aquella admi. nistracion, y aun se voceaba en ironía el cuadro de prosperidad; y vive Dios, que ni en los tiempos mas florecientes del gobierno español se llegaron á reunir como en el segundo año económico de D. Rafael Mangino 27 millones de pesos, merced á una ver- 110 sacion pura, y ú un poro fie paz en los principales estados de lo república. Erró, ó no erró el ministerio Alamán con el proyecto del banco de avío; pero él no toé concebido con ti designio (Je ha- cer el mal. Y hoy ¿qué tenemos? El informe, apéndice á. la llamada memoria de D. Carlos Cíarcia ¿no es una cabeza de proceso en gada página contra la revolución, y un monumento de vergüen- za para el pais? Dejar por concluirse obras de grandiosos rcsul. t ados y de costos inmensos: dejí>r á los patriotas robarse las pie. zas mas acabadas del convento de Santo Domingo; dejar per. derse razas puras de animales exóticos importarlas á la repúbli. ca con sumo trabajo: dejar sin pagar artistas y artesanos traídos (je lejanos paises hasta provocar reclamaciones de las legaciones estrangeras: dejar poner en la cárccl'á los agentes del gobierno ■ en el csterior, por haberse generosa y personalmente obligado por ol honor del mismo á satisfacer pedidos que no se lian satisfecho: dejar los empleados nueve, meses.sin un real de sus sueldos, estando los gobernantes adelantados de los suyos: arruinar torio sin reparar nada, es seguramente un cuadro de ménos prosperi- dad que el que habia do producir el banco de avio. Después de sorprenderse encontrando en ruinas ü la joven América, pues que no son otra cosa el muelle de Veracruz, canal de cuan - to consumimos y gasta el gobierno, la fortaleza de Ulúa, una de las primeras del mundo, un estrnngero, digo, al abordar las playas de la república y al ver abandonadus en ella, oxidadas y perdi- das máquinas de notoria utilidad y de immenso valor, no podrá ménos de preguntarse: ¿qué especie de nación es esta que so queja de que todo se lo consume al estrnngero, y cuando se lo trahe con que enseñarla á ser productora y trabajar para sí mis- ma, lo tira por los suelos? Yo estoy muy lójos de emprender la defensa de la administración de Brotamente en toda su marcha gubernativa; y si con sus hesitaciones y faltas inconcebibles cuan, do se la atacó, no hubiese arrastrado con la suya la suerte de la na. cion, yo se la daria por muy merecida. Pero este cuadro de ■prosperidad que acabo de pintar, es el quo substituyeron al suyo los que la derrocaron y el que derroca una administración, se constituye por el mismo hecho obligado á mejorarla. _£Q Vengamos ahora á las faltas mucho mas torpes, y á los ataques al sistema de la última administración, llamada por antífrasis de federalistas y liberales. La ley de 23 de junio es el primer ejemplo en su género que se ha dado entre nosotros de un despotismo brutal, que razón al- guna alcanza á justificar. Una usurpación y abuso de autoridad, un ataque brusco á la sociedad entera, un alarma á todos los in. dividuos, un ultrage á la justicia y á los derechos, no del ciuda- dano sino del hombre, un proceso preparado por sus autores con. tra sí mismos, en íin, un crimen y una falta. No solo ejercer uan poder que no so tiene, sino ejercerlo de una manera que no lo puc de hacer el que lo tiene. La ley que espulsó por cuatro ó seis aíioe a los revolucionarios de Tulancingo en 1628, no se puede citar como un antecedente; porque allá se trataba de individuos rebe- lados contra la constitución y un gobierno legítimo, cogidos con las armas en la mano en el campo de batalla, á quienes se estaba procesando, y se les había oído por los tribunales competentes, y de los cuales tres caminaban ya al suplicio conforme á las leyes; aun cuando se dijese que el congreso no tenia facultades para hacer conmutación de penas, la hizo en esta vez en favor de sus enemigos; mas aquí se sorprende on el reposo, á los unos porque pensaron, á los otros porque dijeron, á alguno porque no decía nada, y á varios porque escribieron y obraron á fin de desbaratar la revolución de que se les tenia por cómplices. Ni aun se decía la causa en que se les creía incursos, para poderse precaver de in- currir en ella los que quisiesen abrazar la de los mandarines, porque iban envueltos en la proscripción y mezclados, hombres de todas las opiniones y de antecedentes políticos muy diversos. Salgan, y salgan porque á roí se me antoja ¿es esto ó no con- culcar el sistema en sus fundamentos? Si oste es liberalismo ¿.qué pueblo, ó qué hombre hay en el mundo que apetezca el ré. gimen liberal? ¿es esto ó no conspirar contra la libertad y la pa- tria, haciendo uno y otro odioso aun á los que trabajaron por ollas? pues ¿qué? ¿la nación hizo su independencia para que un pu- ñado de hombres la hiciera lo que no quería la hiciese un dés- pota estrangero? y ¿qué clase de hombres? la gran mayoría de ellos que no ha pasado una mala noche por la causa qne invoca, que no es capaz no digo de ofrecerse al peligro, pero ni de cum- plir con sus obligaciones cuando en ello puede haber alguno: pues que entóneos pretesta falta de libertad. Estos son los que proscriben á los ciudadanos mas ilustres, que veiute años ántes arrostraban la muerte por dar una patria á sus verdugos! ¡Es- tos son los que persiguen por enemigos de las instituciones fede- rales, á los fundadores de las instituciones federales! ¿son estos mexicanos, ó son agentes de la venganza española? La esencia do nuestro sistema es la división de poderes, y es- ta división du poderes tiene por objeto que ninguno de ellos sea omnipotente, y que el ciudadano no tenga nada que temer de los que los ejercen^ mientras la ley no lo ponga al alcance de al- guno de olios en sus respectivos casos y atribuciones, fuera de los que, pueda hacer responsable al presidente y á todo aquel que lo mande aquello |>ara lo que no esté facultado expresamente por el pacto. Las constituciones no son para los pueblos; son estos los que las dan para limitación de los poderes y para pautarles las re- glas bajo las cuales quieren ser administrados; porque aquellos de entre el pueblo que ejecutan, que legislan, ó que juzgan, no tic-m «en mas vida ni mas ser político, ni mas autoridad que la del pacto expreso y esplícito. Mas entre nosotros, después de que estos principios le dicen al ciudadano: tú eres libre, tú eres inde- pendiente individual, eres señor de tu casa y de tus propiedades, vives en un pais donde no tienes mas amo que un pacto hecho y una ley escrita, después de esto, digo, el dia menos pensado un conciudadano igual á mí, que se dice vice-presidenle, á quien yo no conozco y que por este dictado le supongo el instituido para que se me cumpla todo esto, él, creyéndose instituido subdelegado del tiempo colonial, me dice: „lárguese V. de aquí."—Pero ¿qué es esto? y ¿por qué causa?—Porque está V. en el caso.-—Y ¿qué caso es ese?—Que su superioridad de V. por su fortuna, por sus talentos, por su buena fama, ó por sus merecimientos de la pa- tria me mortifica, porque ve V. en nú elevado un hombre inepto y ordinario, porque cuando V acompañaba á Iturbide para ha- cer la independencia, me encontró V. de teniente-coronel de los patriotas que levantó el gobierno español, porque Hustaniante fu- siló á este ó el otro—Y ¿por qué ha de castigar V. en mí cosas in. dependientes de mi voluntad, de que yo no tengo la culpa? ¿No puedo yo aborrecer á V. y amar el sistema ó la causa que V. de. tiende?—V. no puede dejar de conspirar contra mí, porque ha per» tenecido V. a tal ó tal partido.—Hágame V juzgar por mis jueces naturales, y allí le probaré á V. que está V. equivocado y que soy partidario de V.—No, porque me mortificaría mucho mas sujusti. ficacion de V. ,-y me es mas espedito que se largue V., y que sea conducido en cuerda, y sin recursos, y á pié, y por el camino y por el puerto que á mí se me antoje.—Y ¿quién ha autorizado á V. pa- ra tanta iniquidad?—El congreso.—Y al congreso ¿quién loha au- torizado?—Basta, y agradezca V. que no lo fusile.—Esto no es sistema federal, esto no es libertad; esto es una trampa, una ase. chanza; esto es, tomando vuestro lenguage, eminentemente picalugano; y yo prefiero mil veces el régimen de Nicolás en Rusia, que si ha cometido iguales horrores con los po- lacos, no los ha engañado con pactos de libertad y sistema fede- ral.—Pero en tiempos borrascosos no hay leyes; estábamos, di- cen, en imminente peligro, la tranquilidad estaba amenazada, nos iban á asesinar.—D José Domínguez, (4) D. Juan G. Navarrete, y tantos otros, ó del carácter mas dulce y pacífico, ó padres de nu. merosas familias, y todos honradísimos ¿erar» los asesinos?—De esa clase de hombres se temía su influjo.—¿Se temia su influjo que. [4]. Compañero del primer grfe en la campaña de independen, cia: primer ministro mexicano: magistrado de la alta corte. Fué espulsado y hecho embarcar estando gravemente enfermo. Huyendo del mortífero clima de Nueva Orleans, murió ú bordo de un vapor el 17 de mayo.13 dando aquí mientra» las moratorias de un tribunal, y ¿no se teme su influjo para tenerlos cinco y seis meses atormentando de mil maneras á cuales mas bárbaras, truyéndolos de Hcrodes á Pila- tos, excitando mas el interés por ellos, y dejar.do libres y en sus Casas á otros no se sabe por qué? Yo nie canso inútilmente en impugnar razones á qirien bacia alarde de obrar sin ellas. Nueve meses después, la comisión, que mas propiamente se de. beria llamar, de inseguridad pública, abre dictamen para que el go. bienio determine y sentencie como le acomode, las causas de los reos de opiniones políticas. En este pais de sistema federal, con una Constitución, son inútiles los jueces; el gobierno lo hace todo; y en este pais de libertad, hay causas y hay reos de opiniones poli, ticas. No se buscan siquiera las palabras que aunque conduzcan al mismo fin, den un aire de consecuencia con los principios quo se invocan: no se dice, de delitos políticos, sino de opiniones. So- lo en España, y solo bajo la inquisición, cuando el hombre se ha visto mas degradado, ha sido delito el opinar. Y ¿hemos sacudi- do el yugo de la España, y hemos abolido la inquisición para te- ner reos de opiniones, y que el yugo pese mas ignominiosamente sobre nuestro pensamiento? ¿Es esta la civilización, y es este el liberalismo? Yo, dirá el pueblo, que me quejaba de la tiranía de Fació, me veo mucho peor bajo la vuestra. La guerra de suc- cesion ni trono de Castilbi, entre la casa de Austria y la de los Borbones, que causó la pt zuda de 5008 hombres á la nación espa- ñola, dio origen á la ingeniosa fábula, del asno á quien su dueño apresuraba el paso porqua lo alcanzaban los ladrones, y le res- pondía ,,corre tú, porque alcanzándome ellos, no me han de echar mas albarda que la que tú me echas." Por nuestra desgracia es tal el atraso de nuestra civilización, que las muchedumbres se pagan de las palabras, por mas en contradicción que estén con la realidad de las cesas. Véase la historia de estas, y no se en. contraía ni en tiempo de los inquisidores, ni de los virreyes, ni fcajo ningún gobierno de los nacionales, una opresión mas despóti- ca, ni mas degradante que la de los años de 33 y principios de 34. Si no es el cetro y el título lo que haco los reyes, sino el absolutis- mo y la facilidad de ser arbitrarios, jamas los mexicanos tuvieron un rey mas absoluto que D. Valentín Gómez Farías: ja, mas se vieron tan desarmados, tan inseguros en el rincón de sua casas, tan ultrajados en sus personas y propiedades, mas envile- cidos, mas llenos de desconfianzas, mas penetrados de terror. Su nombre en la república se convertía por unos en Furias, porque parecía que se habían desatado las de los infiernos, y por otros en Faraón, porque en su reinado cayeron en este suelo la peste del cólera, la guerra, el hambre y todas las plagas de Egipto. Y ¡ qué era este rey? Exactamente el leño caido en el lago de las xanas. No cabía en su juicio, que pudiese haber república con14 hombres ricos; en la historia que tenia de ellas, no sabia que la vecina es precisamente la mas floreciente, porque en ella abun- dan tanto los ricos, como en esta los pobres; que en ese misino tiempo moria en Filadelña un Girard, hijo de Burdeos y natura» lizado en los Estados-Unidos, testando 13 millones de pesos, con que funda una porción de establecimientos de beneficencia en favor de su patria adoptiva, y cuyo caudal ¡inmenso fué comen, zauo con el oficio de escoba de un buque. Ignoraba el vulgarísi. mo axioma, de que la riqueza pública está en razón directa,ante to. das cosas, de ta de los particulares, pues que en sus crónicos fu- rores solia exclamar, ,,he de tener el gusto de arruinar á todos estos capitalistas." De modo que el propietario, el nervio del estado, el que con sus contribuciones sostiene el edificio social, paga un gobierno no para que lo proteja, sino para que lo desuu. de. ¿Qué sociedad puede existir sobre tales bases? Si en nive. lar las clases despojando á las acomodadas, si en echarse coa mano armada sobre las fortunas, entendiéndose con los adminis- tradores para que las entregasen sin orden ó contra la voluntad do sus dueños, si en quitar á cada uno lo que es suyo, consistiese la ciencia de gobernar, ninguna nación abundaría como esta en hombres de gabinete. En la república francesa decia Maraten su Amigo del Pueblo: las clases no son iguales, porque los pobres estamos de rodillas y los ricos en pió; hinquómoslos A lo que res. pondian Sczo y los girondinos mas políticos que Marat: esa es la fácil ciencia de los salteadores. Si las clases no están iguales por. qtio los ricos están en pié y nosotros hincados, levantémonos. En fin, lo que no se puede perdonará la mediocridad ó vulgaridad del Sr. Gómez Farías, es que haya calumniado ú la nación que pre- sidia y á la que debia dar un mejor nombre entre las demás, di- ciendo en un manifiesto que había una parto do ella que forma, ba un partido por la dominación española. For fortuna acom- pañó esto mentira con la de que tenia datos para asegurar queso preparaba una espedicion en España, con el plan de coronar á D. Francisco de Paula en México, con lo que en el esterior y en la misma Península no darían entero crédito á la primera especie, sospechando que el gobierno mexicano estuviese tan instruido del espíritu público en su casa, como de lo que pasaba fuera de ella. En efecto, acertó á decir esta especie á la sazón que estallaba en aquella nación una tormenta que se preparaba después de mas de un año, y por intereses que afectaban mas de cerca 4 todos los espa- ñoles. Acertó á decirlo precisamente cuando allá no faltaban de entro ellos quienes opinasen por el reconocimiento, que aun cuan- do se suponga quo con tales ó tales pretcnsiones, da por senta- do también su propia convicción, de la imposibilidad de pensar en reconquistas ni espediciones. Se disminuía también la acción del tiro, con la multitud de otros de que se bailaba acompañudq,15 y efe un lengunge que daban una muy trisío ¡dea del autor. Sin embargo, el Sr. Gómez Parías es deudor á la república do una. fniisí'nccioí!, manifestando cuales son esas pruebas que tiene de que en ella hay partido por tus espuñoles, 6 cuales las razones para no haber perseguido en juicio como buen gobernante á los que protegían el plan, y eran capaces de tamaña traición. Así nos dijo en su diario oficial que el gabinete de Madrid con el fin de reconquistarnos, metia la cizaña entre los altos gobernantes; como si el gabinete de Madrid fuese el autor de la desigualdad ele cualidades y de caracteres, y por consiguiente de la antipatía de los señores Santa-Anna y Parías; como si de allá le sugiriesen Hl uno las especies, de que el otro es un fatuo que se da tono do monarca, y al otro, las de que el uno es un canalla sin educación, y qüe tuvo necesidad de ocho dias para hacer limpiar las habita- ciones de palacio y quitar los trastos mas immundos de las salas He recepción. Esto es carecer hasta de decencia, esto no se pue- de escribir sino creyendo en su pequenez que se habla á imbéci. tes, ó que tales especies se quedan en casa. ¡Cómo no se reirán y qué no dirán de nosotros en España, de donde no se dice mu- cho bueno en el resto del mundo! • So proponen nuestros legisladores reformar el ejército, en el que como en todas las cosas no hay que confundir lo útil con lo pernicioso, ni declinar de la gratitud, honor y toda clase du rernu-' aeraciones que se deben á los que derramuron su sangre por ad- quirirnos nuestra independencia, al inconveniente de que en seguida so crean los señores de la nación, ó que esta haya de estar trabajando para consumir todos sus sudores en mantener nn enjambre de veinte ó treinta mil canónigos con charreteras, entregados al do/ce far rúente y á forjarle revoluciones. Mas para hacer esta reformu, no se parte del examen, como pu. recia natural, de cuanta y cual es la necesidad que tenemos de un ejército: de si la tranquilidad pública no puede existir sin él, de si bastará la fuerza que se le designa para nuestra seguridad al esterior. No se toma en consideración cual es nuestra pobla- (íion, qué brazos quedan, deducidos mugeres, niños y viejos: cua- les se calculan aunque en globo, consagrados á profesiones in- compatibles con la de las armas: qué clases componen esta masa restante: qué espíritu anima ó conviene inspirar á estas clases, si el de una profesión militar & salario como en la Suiza, ó el de un trabnjador y solo defensor de su patria, como en el Norte de nues- tro continente: en qué proporción se hallan estos contingentes eu las demás naciones para que no perjudiquen á la industria, ni queden ellas indefensas: si nuestras circunstancias son las mis- mas: qué puntos de nuestro vasto territorio presentan flancos ame. nazables y que se deban y puedan fortificar: cuales son los ene. niigos que tenemos y podemos tener: qué conviene hacer y teñe.10 preparado para en caso de que una 6 dos fragatas estrangerasse- echasen sobre Veracruz ó Tani¡)ico y se apoderasen así de la llave de la despensa de la república, como ha sucedido á Buenos- Aires con las islas Malvinas, á Chile con un contrabandista ame. ricuno, y en estos dias á Cartagena con un buque francés: no se dice si nuestras tropas han de ser movilizables y se han de ocupar de trabajos públicos en tiempo de paz. La mayor parte de las obras de utilidad ó de ornato que sorprenden en Europa, se deben á la economía, orden, concurrencia de muchos brazos y disciplina mi. litar de los cuerpos que están de cuartel, sacando así las nacio- nes mucho provecho de lo que gastan en ellos. En el espacio do cinco semanas en el año pasado se han hecho como por encanto caminos soberbios en el campo de S. Omer, montañoso ó intran* sitable, por las tropas acantonadas en 61, y dirigidos los trabajo» por el duque de Orleans, primer hijo del rey y comandante de aquel destacamento. ¿Qué provecho ha sacado la república me. xicana do 130, 6 140 millones de pesos que ha consumido ea ijus soldados desde su independencia, deducción hecha del tiem- po y de los que se han ocupado en el sitio de Ulúa y campaña de Tampico? No se han echado los ojos al estrangero para ver da qué manera están organizados los ejércitos, según las distintas clases de gobierno. Nuestros vecinos, á quienes se nos quiera dar por modelo y á quienes no queremos imitar, con doble pobla. cion de la nuestra, apenas tienen 6D soldados permanentes: ne se ve uno solo en ninguna ciudad ni pueblo, porque no salen de las fortiñeaciones, ó están destinados en las fronteras; pero tie. nen millón y medio de cívicos, muralla impenetrable de la inde- pendencia y del sistema. Entra nosotros ¿hay la misma educa- ción y los mismos elementos para esta institución? Allá se reti- nen ciertos dias del año los de cada pueblo para el ejercicio de las armas, tratando siempre de que esto no les sea oneroso ni les perjudique en sus respectivos giros, porque aun para ser cívico se ha menester una propiedad, ó como capitalista ó como artesano. Aquí nuestros cívicos ¿saben siquiera lo que son? Tanto soldados como oficiales toman luego el aire y las pretensiones y el gusto por la ociosidad militar, acabando muchos porque en sus grados roe los hagan activos ó permanentes ¡qué republicanos! Lo peor de todo es que después de ser una carga pesadísima para un hom- bre ocupado, es además una institución peligrosísima para la ju- ventud ¿qué no hace un padre de familia para que no le metan í su hijo entre los locales? No so quiso tomar el fácil trabajo en este negocio de consultar á nuestra propia esperiencia, y ver en cuales y cuantos puntes ha estado el vicio de nuestro ejército, por lo que ha sido funesto algunas veces á la república, convir- tiendo contra ella unas armas recibidas para tenerla en paz: por qué principios su desorganización lo ha tenido excéntrico del sis-n tema, y aun lo inclina fácilmente á dar con él en tierra y ser- vir á la tiranía. En fin, no se tomó nada en consideración, si- no que sin pena y sin estudio, se cogió la pluma, se escribió que ya no habia de haber mas que seis mil hombres, distribuidos así y asado, y héte la reforma del ejército, quedándose todo en el mismo estado: el militar con la misma funesta facultad de deli- berar en los asuntos del pais, de ejercer sus derechos de petición á punta de sable, y de no dejarlo de la mano hasta que se le cum. pía el antojo, y el oficial, entendido que cada revolución lo lia de procurar un ascenso, y el paisano, que nada importa que lo sea para que por los mismos medios brinque sobre todos y se fa. jo una banda de general, aunque en su alma las haya visto mas gordas, y la cuestión peor que ántes. Se lu fué á tomar por un extremo, dándolas con los pobres soldados, cuando el soldado me- xicano es el depósiío del honor, de la constancia' en el peligro y de la fidelidad. Creyendo disminuir el número de estos, se aumenta realmente, porque nunca han existido en la república »eis mil soldados, aunque se hallan listado muchos mas para su erario. En el Telégrafo se ha publicado dias pasadt-s un esta- do de las fuerzas militaros de todas las naciones conocidas, con la proporción de su población y de sus rentas, do que resulta, que tal nación gasta en este objeto una sesta parte de las que per- cibe alano, tal otra la quiala, tal otra la cuarta ó la tercera, y la mexicana gasta mas de lo que le producen sus rentas, con esta remarcable circunstancia; que todas tienen ejércitos formi- dables sobre las armas, y lu mexicana no lo tiene, porque con 18D oficiales, no hay 419 soldndos. Pues bien, el modo de re- formar y remediar este mal, era regalar, sin necesidad, mas y mas despachos de coroneles y generales, envilecer así la profesión y arruinar el erario. En la cuestión de crédito público y ocupación de bienes mo. nacales, so cometieron faltas de mucha torpeza. Yo no entraré en el exámen detallado del proyecto, respecto del cual pensaba de distinta manera la cámara de senadores, y no hay culpa algu- na en resolver con mas ó ménos acierto. Solo noto la bancarro- ta que alarmó á todo el mundo en la clasificación de la deuda, por la que por ejemplo, se reconoce íntegra la do los agiotistas que prestaron en créditos y papel con un interés de 50, 60 y 70 por 100, y á los que prestaron dinero efectivo sacándolo de su bolsa y llevándolo á imponer sobre hipotecas especiales que existen, solo so les reconoce un 30 por 100, defraudándoles con infrac- cion de todas las leyes, un 70. Sobre réditos, pagúese el 5, el 4, el 3, ó no se pague si no se tiene ó no se quiere; pero negarse á devolver un capital [6 titulo de qué? Supuesto que los fondos que se iban á ocupar se hallaban en agenas manos, y que habían de- hacer resistencia, ¿á quién no lo ocurre aun ántes de que se 31* anunciase la intención de ocuparse del asunto, mandar interve- nir su administración? Se sabe que el mayor valor de mucho» bienes inmuebles consistía en su existencia, y debía prudente- mente temerse lo quo sucedió, que no se estaba á la mitad de la discusión, cuando aquella habia desaparecido, y á la hora de ir- tos á ocupar no se encontraría mas que tierra eriaza, sin un ár- bol y sin utensilios con que cultivarla, y mucho mas gravada que antes. Si se anulaban estos empeños desde un cierto tiempo an- terior, como se pensó, se irícurria en la injusticia de dar leyes retroactivas, sin llegar jamas á conseguir el objeto, porque-es muy superior el ingenio del interés particular, para eludir una ley que el del legislador para proveer todos los fraudes, ni ¿cómo remediar ventas de ganados ú otros artículos que pasaron por muchas manos y ni fin se consumieron? Lo mas interesante de la cuestión era saber su importancia y su resultado. ¿Cuánto de- bíamos! ¿cuánto íbamos á tener? Los bienes que se ocupaban ¿se adjudicaban por su avalúo á los acreedores, se administra- ban para pagar con sus productos los intereses de los capitales reconocidos, ó se ponían en pública subhasta? Sí lo primero, era necesario saber si después de hecha la adjudicación, supo- niendo que los bienes bastasen para amortizar la deuda, queda- ba aun lo suficiente para que la nación atendiese á las cargas quo se echaba encima dato tanto mns esencial, cuanto que unos de. cinn, según la comisión, que había 80 millones de manos muer- tas, otros que habia 18, y no faltaba quien dijese que llegaban á 200 millones. Estas diferencias prueban que nadie lo sabia ni lo sabe. Sí lo segundo, ¿cuúles y cuántos serían los produc- tos do esta basta y complicada negociación, que suponiéndola muy pura y sin ninguno de los vjci&s de la do las aduanas, bas- tasen para satisfacer las obligaciones contraidas, pagar réditos y amortizar una parto de los capitales, y qué parte? Si por fin se sacaban esfi s bienes al repinte ¿cómo ocurrir al ob\io inconvenien- te de la inmensa depresión^!e su valor por la repentina y simul- tánea aparición do esta ruma de valores? ¿cómo impedir su pro- pía mina, evitando que lo que era mucho, so convirtiese en bu. mo y nada? A nadie es le ocultará la importancia de cada una de estas cuestiones, y la necesidad de abrir una discusión en tan árdua materia, para oír la opinión de todos aquellos de dentro y fuera de la república, capaces de emitirla, á fin de encaminarse mejor al acierto. El asunto envolvía nada ménojs que la vida ó la muerte de hupatrin: ó salir de una vez de ahogos, ó acabar con la mns alhagüeña de nuestras esperanzas, con la última alhaja de la casa. Aunque muchos pretendan cubrir la respon- sabilídad de dejar á las generaciones venideras la gravosa he. rencia de los préstamos que se levantan en esta, con la razón de; (¡ue la actual ha si:¡6 lu creadora, la víctima, la de las turba-19 ciones y desgracias, para que las futuras solo vengan á reco- ger los frutos, ¡cuánta mas ¡{loria y cuánto mas derecho tetodria la presente á las bendiciones de la posteridad, si la transmitiese una herencia toda de goces, toda de felicidad' Yo para mí ten- go que esto es posible, y creo que tal ha sido la intención loa. ble de los que quieren en México la organización de un crédito publico; mas un negocio de tal entidad fué tratado con la fmyor festinación, porque á esta legislatura, dice la comisión, estaba re- servóla la dulce satisfacción de acometerlo todo, y sin necesidad de detenerse en los asuntos según su gravedad, porque l:d es— planacion seria ofensiva á la ilustración de mía cámara en que muchos de los que votaban, hacían alarde de no entendwJo ni quererlo entender. Por fortuna atajó el mal, por c! acci- dente de que la cámara revisora disentía en un punto esencia!, estando mas bien por la realización de li s bienes, que por la creación de una oficina mas; de otro modo, la cosa iba como en- tierro de pobres, y no habríamos hecho m \?, q'ie los españoles que lo perdieron todo, sin lograrlo, ni los ptiseetídres da los bie- nes, ni los liberales, parecidos á los nuestros, que se los qni'aron- ütro punto capital se dejó también sin resolver: tal era el de si los estados eran 6 no la nación, y por consiguiente oU'gados á pagarla deuda nacional. Algunos de ellos, olvtdandafee del artí- culo lt*l de la constitución, y del principio de que donde hay do- rechos hay obligaciones, y declarándose dueños do cuanto existe en su suelo, cualquiera que sea su procedencia, han dejado esta carga general al distrito y territorios, no su sabe por qué, y no ha faltado donde se ha hecho un diviserUHt si/»' rati/iienta, cen una depreciación que aturde, y en términos que les va á ser 4 ellos mismos muy funestos, porque son un semillero de pleitos. Esta es la obra de nuestros liberales legisladores. La acusación de la alta Corte de Justicia y la declaración de haber lugar á la formación do causa, es otra prueba de que no eran los principios, sino el sentimiento de ódio ó de afjccion á las personas, el móvil de sus operaciones. Se abrió un proceso í un poder tan supremo en su órbita como el que lo condenaba. ¿Traicionaría, pues, á su institución, ála causa de la independen- cia, á la de la libertad? ¿abusaría de su autoridad 'para oprimir á un ciudadano? ¿se manchó con un prevaricato, con una venalidad! ¿falló en asunto grave con una sentencia escandalosa? No señor: decidió una competencia de jurisdicción entre dos irrferiores. ¡Có- mo! ¿por una tal frivolidad se condena á un tribuntl supremo? ¡por lo que no es motivo suficiente para apercibir á un juez du letras? Pues no es cío lo mas; sino que la decisión de I < com- petencia fué conforme á las leyes y á la inteligencia é intere- ses del que promovió la acusación, pues quo el mrSmo en u» principio hubia opuesta al juez del estado la escepcion declina.m toria. Este espíritu de parí ido se cuidaba tan poco de disimular ni de darle el varniz de opinión, que cuando se comienzan á pul- sar embarazos para substanciarse la causa á los supuestos reos, nada se resuelve, y se atrinchera la ignorancia detrás del poder. So consulta á la cámara si los encausados tienen el dereeho de recusar á sus jueces, y hasta cuántos, y si con causa ó sin ella, y en el primer caso ¿quién califica? Por toda respuesta se le di- ce al gobierno ,,que se atenga á las leyes comunes." Señores, se les dice, no hay leyes comunes que decidan estos puntos, porque en la legislación española, que es lo que tenemos por leyes co- munes, no se conocen estos juicios especiales, ni esta clase de reos, ni esta clase de delitos, como que no se conoce en ella el sistema federal. — Respuesta.—,,Que se atenga el gobierno á las leyes comunes." Se consulta igualmente si este juicio no ha de tener mas que una instancia, ó se podrá apelar de la sentencia, 6 habrá lugar al recurso de nulidad de la definitiva que cause ejecutoria, en caso de que hubiese omisión ó inversión de trámi- tes en la substanciación.— Respuesta.—,,Aténgase el gobierno á las leyes comunes." De modo, que ó no se sabia qué responder en dificultades obvias, que el derecho común no puede resolver, ó se había satisfecho lo que se quería, quo era dar un golpe y quitar del medio á hombres á quienes so tenia mala voluntad, importando poco que se interrumpiese 6 no so empezase su cau. sa, se probase su culpabilidad ó su inocencia, se resintiese su falta en la administración de justicia, y el erario quedase como se ha quedado, pagando por tiempo indefinido dos altas cortes á la vez, la suspensa y la suplente. Para componer esta, fueron nombra- dos algunos sugetos con tanta pericia en la jurisprudencia, como la de los que los nombraron en la ciencia de gobernar un pue- blo. (6) Todo esto se ha tratado como asunto de niños. Vongámos á la ley de curatos, falta grave del fanatismo libe- ral, que no perdonará el enemigo de la intolerancia y del poder clerical. Muchos do los que se lian alarmado por ln religión con osta ley, no saben que tuvo su origen en el empeño do algu- nos clérigos del seno de las cámaras por sor curas, abndosúobis. pos, y que se despachó como otras varias con la estipulación de fació ul facías: vétame para abad de Guadalupe, y yo te voto pa- ra general de división. Esta era la voz que corria entre los mis- inos diputados. Pero á los quo votaron sin eso interés y de bue. (0) Se dice que el señor Pedraza se incomoda de informes en estrados que pasen de cinco minutos. ¿Qué liarán los infelices li- tigantes cuando les interese que sus abogados informen por odio dias consecutivos? He consolarán con la consideración de que el que fuere juris ignaras, se quedará tan en vísperas al cabo de ocho dias, como con hs cinco minutos.2f lia fe, yo les pregunto: ¿qué utilidad reportan los principios ni la civilización de que los curas seun propietarios ó interinos, de que haya 6 no haya curas? Esta cuestión es enteramente exéntrica á aquello», y a vuestro pesar os había de conducir á vosotros y ít las cosas á un punto totalmente contrarío del qno os habíais pro- puesto; no podia tener otro resultado que alarmar á los devotos, á los poco instruidos en su misma creencia religiosa, que rs la gran mayoría de la nación. Ella daba tanto testimonio de la ilus. tracion de sus autores y de aquella, cuanto que presenta al mundo «1 vergonzoso espectáculo de una república envuelta cnel siglo 19 on las guerras de religión que ensangrentaron la Alemania en o! 16. Ella puso a vuestros adversarios en su arena para cmbrol. laros con escolasticismos interminables; quisisteis tronchar él nudo con vuestras absolutas acostumbradas y expeditivas de destierros, y las muchedumbres respondieron vuestros argumentos salíendoen masa délas poblaciones á reeondiicir á sus pastores. Así, con una cuestión de barandilla os atasteis las manos para emprender ¡as mejoras que reclaman las luces y el bienestar común. Hoy por vuestra ley, México está en este punto á la retaguardia de todas las repúblicas americanas. ¡Bella obra por cierto! ¡brillante resul- tado do vuestro ilustrado liberalismo y de vuestro conoci- miento del pueblo que gobernáis! Si hubieseis dicho: Yo no reconozco mas potestad que la mia: yo no puedo consen- tir otras leyes que las mias: yo no quiero tolerar un estado dentro de mi estado, una soberanía dentro de mi soberanía: yo im- partiré cuando me convenga, 6 no impartiré mas, la tuerza que el imperio ha querido antes impartir al sacerdocio, porque yo no le- gislo ni tengo derecho á legislar en conciencias, habríais obrado en vuestra órbita, habríais dicho con razón, habríais triunfado sin contradicción ni estrepito. No so os habria objetado la promesa de proteger la religión con leyes sabias y justa», porque la reli- gión no consiste en la existencia de los frailes, ni en que so opri- ma á un subdito vuestro con penas civiles, no habiendo cometido un delito civil. Habríais en razón declarado: Yo nó mando que se profese la religión católica; pero protejo la religión católica porque esta es la de los mexicanos. Yo acuerdo el fuero eclesiás. tico en los asuntos espirituales y eclesiásticos; pero si c! nuncio apostólico me perturba el Orden, si comete un crimen ó un delito político, yo lo juzgaré como al último de los habitantes por mis leyes y por mis tribunales. Parece que esto está en las faculta, des de todo soberano, que es conforme con las le yes de toda so- ciedad y con la doctrina cristiana. Pero si la tolerancia se con* vierte en persecución del catolicismo, es una iniquidad, es una falta política, y, loque es mas de tenerse presente, un afati inútil. Un pueblo no puede vivir sin religión: ella es en la muchedumbre la fiadora de la moral, porque sigue al'homlrre en las accionesMí in.-3 secretas do su vida, á donde no alcanza la acción de ningún potentado.do l« tierra. ¡Si un pueblo no tuviese religión, seria iH.ci.suno dáiwla, y en buena política yo le daria la cristiana, por. que ninguna otra eleva tanto la dignidad del hombre, ninguna le inculca, tanto el amor social y fraternal, ninguna en tan conforme ron las instituciones republicanas, ninguua reprueba mas termi- nantemente la existencia de los royes, rndescribe con mas verdad y energía cuán desagrndablo es á Dios, y cuán humillante al hom- bre su gobierno (7). Es un error querer quitar al pueblo un fre- no que él mismo se ha impuesto y quiere tener, así como lo es airearlo en lo que tiene de tnua caro. Tal es su culto, y aquellos ministros do su culto que por;la pureza de sus costumbres han lie. gado á merecer tanta veneración, como su doctrina. >ji el fa. natismo religioso es brutal en su3 excesos, y peca contra la cari- dad evangélica, tiene sin embargo, dice Rousseau, un principio de elevación de alma y de generosidad. Por otra parte, si voca- (6Keo me quiero consagrar á Dios de la manera que mejor me convenga, con tal (pie no hiera los intereses de otro ó de la socie- dad, si yo quiero pagar mi sacerdote, comq pago mi médico y mi abogado cuando los he menester, ¿qué autoridad hay sobre la tier- ra que tenga derecho para impedírmelo? Yo debo, pues, ser en esta parte enteramente libre, y la legislación do mi pais, de acuer- do con el derecho natural y la ley do Dios, no me debe inferir vio- lencia ni en uno ni ea otro sentido. En fin, la persecución al clero por animosidad 3' á secas, digamos así, envuelve un carác. ter de ingratitud, porque á él se debe una gran parte del suceso de ja guerra de independencia. El tiene derecho á la participación i'.e sus frutos, como compuesto do mexicanas, y nosotros debemos procurársela miéntras no sea á costa de la libertad y de la civili- zación. Por no haber.partido de estos principios nuestros nove- les políticos, empeoraron la carsa de la humanidad y labraron su misa. . ...„•..'. . ... •■ El geoeraJ Santn-Anna en su hacienda, donde so hallaba con una licencia por seis meses, recibe diarnunento ¡representaciones de,todas penes do la república coujui4nd.de á que la sn've de su ominosa administración, volviendo d tornar las riendas del gobier- no. Viene á él en efecto, y los llamados legisladores no viendo « a ¿1 la docilidad, y conformidad 'd,c id;:a? (pío en J). Valentín G, Parias, dirigen ■todos sus e;.fuorzo(9¡y poíítioa íi ¡irosq.-it£>rlo odb- se á la nación, y separarlo del mando. En.vann aquoj.los.reuao en jimias privados para demostrarlos el estado de d 'scotitont.i ¡:á b,lico por sus medidas odiosas, .perseguidoras y mal conducidas; en vano les hace, ver que el camiuo eb las revolución*;* no con- duce á otro término que la muerte de. la libertad, y que 110 i:u\ ————— > 1 ■ "! (7) Lib. l.° de les Jueces. Samuel.Vi mas salvación que en el pacto oscrito. Estas conferencias no pro. dujeron mas fruto que atrepellarse en las sesiones los proyectos para proscribirlo, donde hasta el lenguage era mas bien el del frenesí que el de la decencia. Previendo en sus disencioaes con el gobierno que este no miraría conveniente ála cosa pública vol- verlos á reunir.' y estando para espirar el término de los tit irita días, "porque se habían prorogado las sesiones, inventar ni e! es- pediente de suspenderlas, á reserva de tener las cuatro ó seis que les faltaban cuando y como les pareciese. Esta peregrina iiiieli <>cn. cia chocaba con la esencia del sistema y con torios los princi; ios, Lo primero, porque aquel no quiere que jumas el ejecutivo que. de enteramente solo: en la constitución le prescribe !,is a'ribucio. nes que no podrá ejercer sin la concurrencia de una sección del legislativo, permanente en su receso; El acuerda do lea cámn. rus, tal cual se dió, importa tanto como una deserción d.;l poder, como un abandono de los pueblos, habiéndolos instituí lo estos pu- ra custodios de sus libertades, como un rebelde desconocimiento de la ley fundamental, supe:icr á todas las autoridades y reglas de sus operaciones. Por o:ra parte, quebranta el principio, de que las sesiones ordinarias deben tener un tiempo limitado; flfin. cipio que formu uno de los cimientos sobre que está levnntudo el edificio del sistema representativo. No hay una sola du las cons. tituciones, de los pueblos que han sido regidos por él, que no lo tenga por un artículo espreso, desdo la del año de (50 para el parlamento inglés, la del do 76 para los Estados-Unidos, la tU 1 de 91 para la Francia, repetido allí misino en la del imperio dj i año de 4, en la carta de la restauración del año de 1 i, en la do la revolución de julio do 1830,hasta la constitución espr.ñ.Au. del año de 12, porque en todas paites se ha reconocido como m innl la perpetuidad ó continuidad de un cuerpo que no tic.no mas oficio quo hacer leyes. ¡Con cuánta mas razón se debe estar á la rigurosa observancia de este saludable principio entre nosotros, don de la novelería de soberanos y la visoñería en la ciencia de legislar, la ha convertido en apetito desornado de estar quitan lo y poniendo, ó cambiándolo todo por sacudimientos! En todas, como en nues- tra constitución está prescrito que el cuerpo legislativo r,o podra reunirse extraordinariamente sino para asuntos dados, sin pt.!, n se ocupar de ningún otro. Esto es lo que teniian nues tro;, invaso* res, y á trueque de no dejar su supuesta omnipoteucia, aunque so incurriese por su interpretación en el absurdo de quo seis sesio- nes se podrian tener en seis años, aunque no se cenasen jamas las cámaras, aunque se implicasen las cosas en términos do que existían aquellas, porque tendrían derecho para reunirse cuando quisiesen, y no existían de hecho, poique en la realidad no esta, ban reunidas, aunque de este modo no pudiesen citarse las ex- traordinarias, y lo resintiese una legislación en que todo está24 por crear, aunque la nave del estado quedase on estos momen- tos borrascosos abandonada a la tempestad de la agitación pú- blica, y el gobierno entregado á sus propias fuerzas. ¿Se puede jugar man con el buen sentido y con una nación? Alas aquí fué donde esta vió colmarse su paciencia; aquí fué donde acosada por el sufrimiento, gritó por unanimidad: „abajo unos legislado- res, que mas bien han sido unos perturbadores de mi óiden pú- blico, unos agentes de la opresión ó de mis mas crueles enemigos: abajo la inepcia y la perfidia." Apénas se tomó la iniciativa en esta resolución por el estado de Veracruz, fué repetida en todos los demás como el eco que transmiten las montañas; en algunos fué consultada por sus gobernadores la opinión de las poblacio- nes de su territorio, y todas de común acuerdo emitieron la que algunos de aquellos no deseaban, lo que prueba hasta la eviden- cia cuan en contradicción se hallaban los intereses populares de los de sus mandarines. Esta pugna no podia ser duradera, y en ella debían venir abajo los que no se apoyaban en la voluntad y bien general, como el coloso del sueño de Nabuco que tenia los piés de barro. Mas líenos aquí en una posición mal asegurada, en una crí. sis espantosa, en la que hace estremecer la sola idea de los pe- ligros que se corren. Aunque el triunfo sea cierto, no está com- pletamente alcanzado; aun se encuentran algunas capitales ha- ciendo resistencia al torrente de sus pueblos y de la federación: sus señores alargan todavía un brazo trémulo para sostener el edificio que se les desploma. Por otra parte, y para desgracia nuestra, la naeion está muy léjos de tenérsela por formada. No hay que juzgarla por su conducta en esta vez, en la federación y en la independencia, porque el instinto getieral por romper el ce- tro de una dominación estrangera, por sacudir el yugo del desór- den y despotismo demagógico, y por acercarse cuanto sea posible el remedio de sus necesidades sociales, es mas bien hijo del sen- timiento que de la reflexión. Iturbide nos decía: ,,yo os hice in- dependientes, 4 vosotros toca haceros felices," y tan gloriosa co- mo fué su obra, era indisputablemente menos difícil que la núes- tra; ta prueba es, que él bastó con su genio para concluir la suya en siete meses, do una manera que envidiarán todos los pueblos del globo, y nosotros hace doce años que nos estamos destrozan- do por consumar la que nos dejó. ¿Por qué? porque para esta se ha menester lo que no necesitaba aquella, y lo que no so adquiero en toda una generación; porque esta no está ligada á un sido re. aullado que todos comprenden y á que todos concurren por los mismos medios, sino que es complicada, abraza otras muchas, cada una de las cuales se subdivide en mil inteligencias ó inte- reses opuestos. Todas nuestras guerras intestinas, no son otra cosa que el afán por estar mejor, cada uno ¡i su modo. Las mas"*5 erradas providencias, han sido acompañadas de protestas por nuestra felicidad: hemos perdido hasta los pocos goces que se tie- nen bajo el despotismo, por querer de una vez abrazar todos los de la libertad: por no ser oprimidos, fuimos encadenados; y el go- bierno de 1833 para hacernos felices, inventó el medio de hacer- nos los hombres mas desdichados de la tierra (8). La cadena de sucesos que hemos referido ántes, nos ha conducido á una posi- oion en que nada hay de legítimo, en que la nación se encuentra acéfala y casi en estado de naturaleza, como acabado de derrocar el gobierno español. En 30 de julio de 830 se hallaba la Francia «n igual caso, destronado Carlos X, desconocida su abdicación en si duque de Angulema y la de este en el duque de Burdeos. Pe. ro después del sacudimiento universal acaecido en 780, habia si- do necesario el trascurso de cuarenta años, y en ellos el terror de la república, las guerras civiles y estrangera, el despotismo glo- rioso del imperio, la paz de la restauración, y las muchas produc- ciones buenas entre tantas malas de todos estos periodos, para obrar una distribución de propiedades, una masa de luces, y una tal revolución en la condición del pueblo francés, en que ademas habia el grande antecedente de un siglo de Luis 14, que en la época de que hablaba se apresuró á asirse del duque de Orleans como de una tabla en el naufragio, y se libertó de la anarquía. Se apresuró también ií reformar la carta, y hoy goza de órden y de libertad, y con algunas exepciones de cuando esa caria no una verdad, es de los pueblos mas felices de Europa. Mas entre nosotros, raza española, con todos los vicios de tal, que carecemos de historia propia, que no hemos aun aprendido en nuestra propia esperiencia, que perdimos las costumbres del órden bajo la mo- narquía y no hemos aun adquirido el de la república, que carece- mos de espíritu público y de hombres de estado, capaces de crearlo, ¿qué garantías tenemos de que se afianzará un centro de unión al rededor del cual nos coloque un mismo espíritu para no volver á los males de que acabamos de salir, para que la última revolu- ción que se ha hecho, no sea una mas, entre tantas de las que nos han tenido en continuo mal-ostar? El terror de lo que acabamos de pasar, la confusión y el error en las causas á que se atribuye, la falta de análisis en el examen de la fuente de nuestras turbacio- nes, el participio tumultuario en la cosa pública de aquella clase que debe por su naturaleza ser conducida, y de quien está escrito que es infinito su número, y los artificios de la que ha caído en el último cambio, tienen hoy á todo el mundo en una tal agitación, en una tal fiebre, que ó perece el cuerpo político por la disloca- [8) Uno de nuestros espulsos escribe de N. York con mucha gracia, que á lo ménos duerme tranquilo, porque nadie se desvela allí por hacerlo feliz, 4Ib cion de todas sus partes y en medio do horribles convulsiones, ó convalece con nuevo vigor y asegura para siempre su salud. En- tretanto, la vida de cada día es un milagro. Los unos temen que el general Santa Anua se convierta en tirano, y otros lo desean; estos tiemblan de la sola posibilidad de una reacción, en la que los anarquistas no se contentarían con ostracismos, y el mis- ino Gómez barias no estaiia seguro do no ser declarado aristó- crata y ahorcado como tal; aquellos ven el mal en las bases del sis- tema ó en el sistema mismo. Los síntomas de estos diversos sen- tidos se manifiestan por una parte en ei proyecto de coalición, y por otra en el de centralismo. Uno y otro son una prueba de lu lamentable ignorancia de muchos de nuestros polílicos, y de la ino. pia de hombres de juicio para dirigir la multitud. Lo primero, es uno de aquellos estruvios que solo se han visto entre nosotros, un er- ror crasísimo del congreso generalde 33 y 34, ¿qué otra cosa hicie- ron los estados en 1924 sino es una coulicion? ¿para qué se fede. ruron ó coligaron, que es lo mismo, sino para hacer todos una sola nación, pura resistir juntos tanto una dominación estrangera, co. nio una tiranía doméstica y conserv ar el sistema federal? No do otra mnnera se coligaron los cantones de la Suiza, y los estados un- glo-americanos. ¿Qué otra cosa es la constitución jurada que el pac- tus foederis, el tratado, el convenio de esa coalición? ¿qué otra es la institución de los supremos poderes, mas que la reunión de aquellos hombres que envia cada uno de los estados coligados para enten- derse en nombre de todos ellos ó de la nación, que todo es uno, con las estrangeras, para dirimir sus diferencias entre sí, para sen ir de mido de esta coalición, y vigilar sobre su observancia? Respecto de cada uno de los estados, ¿qué importan los términos espresos del artículo 34 de la acta constitutiva? Coligarse, aliarse, federarse, todo es una y misma cosa; lo demás, es ignorar el sentido de las pa- labras, es no saber su propio idioma. Si en ello han entrad» hombres á quienes no se puede hacer esta imputación, no ha lu- gar á pensar otra cosa, sino que han subscrito, por miedo de ser tonidos por poco celosos del sistema y por una concesión al vulgo liberal. Mas no podían dejar de ver que la reunión de los comi- sionados de los estados en Querétaro, ó cualquiera otra parte, es otro congreso general: que la de las fuerzas militares y el nom- bramiento de un general que las mandase, era la creación de otro poder ejecutivo: que todo ello era una superfetacion de federa- ción, un pleonasmo federal. Sí se dice que era un antemural de reserva en caso de que prevaricasen los poderes generales del distrito de quienes no se tenia confianza, era necesario ir pensan- do en dónde colocar otro para el caso de que prevaricasen los de Querétaro. Este es el caso de un fiador á quien se le pregunta, ¿y a vd. quien lo fia'' ó el de enviar á buscar un perdido, y luego un tercero para que busque al segundo que tambion se perdié.Este es el lado ridículo del negocio; por el serio, es un monstruo espantoso. ¿Quién no ve en él una doble necesidad de contribucio. nes, una nación con dos cabezas, un germen de desconfianzas y rivalidades, un cisma que acabaría por hacer trozos la república? Si el presidente de esta se quiere erigir en tirano y cambiar el sistema, el remedio está en este mismo. Concurran todos los es' tados á desconocerlo, y él no tendrá un ejército para cada uno de ellos: las Fuerzas de que él dispone, no se pueden sostener sino con las rentas de la federación: estas las producen los estados con sus contingentes ó con sus puertos; niéguenlas estos, y aquel se quedará como el tirano á cuya voz supone Volney que no res- pondieron sus soldados. Por tercera vez se habia negado la cáma- ra de los loores en Inglaterra á dar la reforma de representación que exigían algunas ciudades; y las poblaciones de Bristol, Bii- mingham, de Manchester y otras entraban en masa en Londres, gritando por las calles y fijando en las esquinas no bilí, no laxes. si no hay reforma, no hay contribuciones; y fué necesario darla porque el gobierno no vive mas que por el pueblo y para el pue- blo. Esto ha sucedido en 1832 en esa caduca Europa que se di- ce encorbada bajo la tiranía. El general Sanla-Anna tiene demasiado buen sentido para de- sear á su persona la suerte de todos los que han aspirado á ella. Hoy está apoyado aun por los que han sido sus enemigos, porque se tiene necesidad de él para afianzar la paz; pero el día que nos turbase esta so pretesto de ella misma y de voluntad de los pue- blos, desde el momento que desmintiese tantas y tan solemnes protestas como ha hecho en todas sus revoluciones, de que no bus- caba su engrandecimiento personal, debía contar por sus enemi- gos á todos los que le han supuesto 6 temido de él este móvil in- noble, á todos sus compañeros de armas, á los iturbidistas, á los republicanos, á toda la nación. El espíritu de esta, nuestra espe- riencia, la historia mas reciente y la política continental,' deben ser en esta parte nuestras garantías. Demasiado sabe todo esto el general Santa-Anna para marchitar sus laureles y acertar con el medio de que no durase • quince dias. El solo nombre de dictador ó emperador indignaría á un pueblo, á quien hacen mas sensación las palabras que la realidad de las cosas, y en que no pudo sostener este título el hombre á quien tuvo mas que agradecer. Iturbide sin él habría sido realmente em- perador de los mexicanos como lo era de sus corazones. Jamas con el cetro en la mano cometió un acto de tiranía de los que han hecho verter lagrimas y que han sido tan familia- res después en los que lo mataron y en los demás gobiernos re- publicanos. ¿Qué fué pues lo que prestó armas á sus enemigos? el nombre, y nada mas El imperio de un hombre salido del pue- blo no puede nacer sino de una inmensa gloria, y su sosten en-m vuelve la indispensable c idicion de mantenerlo ooo lo misma que le dió origen. La ¡mera vez que la victoria volvió la es- palda al emperador de los franceses, acabó con él y con su di- nastía. El general Santa Auna ¿tiene un teatro en que cumplir esta condición, y que le procure las ocasiones de no dejar enfriar- se su prestigio! Por este principio cayó Iturbido y por el misino caerá todo el que quiera imitarlo en su error en las Améncas. Nada es mas fugitivo que la aura popular, y el género humano es tan malagradecido como menesteroso. Pttion, Bailly, Malesher. bes y todos los demás autores de la revolución mas noble y mus generosa fueron sus primeras víctimas, y guillotinados por los que poco antes los habían paseado en triunfo. Napoleón fué ven- dido por los franceses, á quienes* había colmado de gloria y de ri- quezas: nuestro grande hombre atravesó proscrito la nación que hizo independiente, y mexicanos fueron los que prestaron sus vo- tos y sus manos para la venganza que se perpetró en aquel de quien recibieron la potestad de votar. Ese pueblo que hoy grita, viva Sunta-Anna, yo le he oido gritar que muera, en 1823 líl único paréntesis monárquico del continente de Colon, es el imperio del Brasil, sobre cuya duración no seria prudente el apos- tar, por ese mismo aislamiento, por la desconfianza que su forma de gobierno inspira á las repúblicas, á que ya han amenazado las pretensiones de D. Pedro, por laa relaciones que existen entre portugueses y brasileños, que son tan simpáticas, como las de los españoles y ereollos, las de los ingleses y anglo americanos, las de rusos1 y polacos. Ya han asomado algunos intentos hace do» años de derrocar á la regencia, y espulsar á los europeos. Baste esta indicación para los que concebirán que las relaciones de ambos países no me permiten estenderme en este punto. Dios le dé á ese gobierno amigo toda clase de prosperidades, y no per- mita que la política del infante nos dé motivo como la de su pa- dre para desearle otra cosa. Es por otra parte una ilusión creer que la tranquilidad se ase- guraría 6 que el gobierno adquiriría mas fuerza, si fuese de un» solo, bajo cualquiera denominación; porque este dictador ó em- perador, ó señor, ó lo que fuese, no había de reasumir en sí todos los poderes como sistema, porque, como acabamos de decir, el siglo ya no lo sufre ni aun en España, y entre nosotros es tan imposible como la reconquista. Por consiguiente debia haber siempre un cuerpo representativo, y, ó este habia de entrar en pugna con el ejecutivo, ó habia de incidir en los mismos erro- res que el pasado, todas las veces que tuviese una mayoría tan mal compuesta. Los pueblos que no hacen esta observación tan sencilla, y que solo ven que han estado mal bajo el sistema de federación, buscan toda otra cosa creyendo que mejorarán de condieion, sin ver ó sin poder ver si el mal ha estado en el sis-r00 tema ó en sus bases, 6 en sus administradores, 6 en el abuso que éi; él se lia heolio, ó en su inobservancia. En Cuernavaca se ha pretendido posteriormente estender el pronunciamiento á que se cambie el sistema en central, y últimamente se recogían fir- mas al efecto en las demás poblaciones del estado, de las que ya habia, dicen, recogidas en Toluca cuatrocientas. ¿No es la mayor tristeza que se vean así tratados asuntos de tanta enti- dad, cuando nuestros males vienen precisamente de que nadie ha entendido lo que trae entre manos? Con perdón sea dicho; pero de los cuatrocientos que subscriben esa representación, ¿ha. hrá cuatro que sepan qué cosa es federación ó centralismo? Sin verlo, me atrevo á asegurar que bastará la ortografía de las tirinas, para decirnos que no. Mas este hecho nos comprueba que el «spíritu público corre hoy el riesgo de estraviarse iiácia una mu- tación de esta naturaleza, y dar así en la manía de estar cam- biando todas las formas sin haber ensayado ninguna. La fede. ración ha creado sus intereses, y no hay que dejarse arrastrar de la idea de que solo los ha creado en los empleados que viveu de ella, porque las razones que se han tenido hace once años para fundarla, no han cambiado de naturaleza. Dos son las principales que hacen su superioridad sobre todo otro gobierno: la primera, que el hombre en sociedad se acerque cuanto posible el socor- ro de sus necesidades sociales, y no tenga que ocurrir desde Du. rango 6 desde Yucatán á México, para que se le acuerde abrir un camino, 6 se le administre justicia en una segunda ó tercera ins. tancia. Bu Jalisco, por ejemplo, no podía su gobierno en otro tiem- po gastar 41 pesos sin licencia del de la metrópoli, y muchas veces por las moratorias indispensables para obtenerla, eran necesarios 4000 para lo que se pudo al principio remediar con aquella can- tidad. La otra razón muy poderosa para fundar las ventajas del sistema federal, es que bajo de él, cada estado es una nación que tieno que combatir el ambicioso que se subleve y triunfe de los poderes generales, todo invasor que ataque la independencia del pais; entónces estas secciones de él, que obran como supremas, cada una en su casa, son por decirlo así, otras tantas poten- oias federadas ó coligada*, que se dan la mano, y no provincias subalternas, que no pudiendo disponer de un soldado sin la or- den superior, tienen que sucumbir, una vez tronchada la cabeza, y seguir la suerte de los que se hallan á ella, sin poderla siquie- ra socorrer. La prueba mas de bulto que se puede presentar de esta verdad, es la revolución de 182.'); aun no estaba plan, teado este sistema, y bastó que la nación lo aclamara para quo se hubiese salvado de las consecuencias del plan de Casa-Mata, y para desbaratar sus notorios ulteriores fines. ¿Por qué, pues, hemos estado tan mal bajo este sistema? Yo lo diré en dos palabras; porque se ha querido plantear la república3» sobre bases monárquicas, de que lia resultado que aquella no lia existido sino de nombre, pugnando sin cesar con las costumbres, todas españolas. Uno de los efectos de estas es la manía de vivir del gobierno, y el poco valor que se da entre nosotros á la inde- pendencia individual. (9) De ahí ha sido que en todas partes se ha planteada el sistema, no para los pueblos, sino para vivir do él: veinte ó treinta diputados, quince ó veinte senadores con sus res- pectivas secretarías, consejeros y sus secretarías, docenas de gefes políticos y sus secretarías, y tribunales de á doce ministros y sus secretarías, y jueces inferiores á profusión, y medio estado de empleados, y todo el mundo á sueldo. Como una de las quejas que teníamos del gobierno español, era que no empleaba jamas á los hijos del pais, parece que estos se apresuraron á indemnizarse. Hemos estadomal, porque la constitución general y las de los estados se han vuelto hojas de papel: en vano se han marcado en ellas sus ¿funciones á cada uno: en vano se han prohibido tales y cuales excesos: los unos mas y los otros ménos, todos los partidos con todos sus nombres y diversas combinacio- nes, las han hecho pedazos, cada uno á su vez y so pretesto de propia conservación anterior á toda ley. Todos han querido li- bertad para sí, y despotismo bárbaro para los demás. Un escri- tor ilustre, después de haber declamado en este sentido con la brillantez de su pluma, viene á erigirse en déspota y á obrar en los mismos términos que censuraba á los otros. Alegaba que no debía haber garantías para los enemigos; y cuando se le retorció su argumento, con que el verdadero delito de Bustamante en ese ca. so, era no haberlo ahorcado á él y á media república, no tuvo que responder; pero su conducta continuó la misma. Así es que lu tal república federal mexicana, no ha sido en realidad mag que unas Galias en tiempo de Cario Magno, ó una Alemania di- vidida en feudos, cuyos gobernadores en vez de llamarse come ontónces, del castillo, se han llamado del estado; pero cuyas ar- bitrariedades, cuyas invasiones á las fortunas de los particulares, cuyas facultades en fin, han sido las mismas, y verdaderamente cstraordinarias. No les ha faltado mas que el derecho de pri- micias en las recien casadas; le droit de pucellage. § Hemos estado mal, porque no hay entre nosotros espíritu público, y por nuestra habitual apatía dejamos que se haga, abandonamos el campo á la canalla sedienta de empleos, contentándonos coa " (9) La mayor parte de nuestros generales y coroneles sin haber mandado un cuerpo ni haber estado jamas en una acción, encuentran muy cómodo el oficio de parásitos del erario. El Sr. Pedruza nos dice sencillamente que no renuncia el destino de co- ronel por la nrcesidad de subsistir del gobierno, no teniendo re- cursos para comer, (P. 95) Alabamos la ingenuidad.j 81 quejarnos aisladamente cada uno un el rincón de su casa. Si todos conviniésemos á lo que á todi.s nos interesa, si los con- gresos y domas autoridades se hubiesen formado de las clase» laboriosas, no hubieran sid > estas invadidas; pero á ningún pue- blo se puede aplicar con mas exactitud la observación de Casi- miro Perier, que las facciones no triunfan sino por la indolen- cia de las mayorías. Hemos estado mal, porque para el alto y delicadísimo en- oargo de legislador, no hemos buscado mas que la fe políti- ca, sin exigir en el eligendo garantías de órden, ni por la familia, ni por la propiedad, ni por la profesión ó industria. Con esto se esplica el fenómeno que parece inconcebible, de que un elector escoge para administrador de los asuntos de la nación á un individuo á quien no encargaría los propios suyos. Do ahí ha venido también que un estudiante ignorantuelo y con la charlatanería del colegio, viene á una cámara, creyéndose un Canning ó un Solón, á trastornarnos la sociedad con proyectos «pie en vez de dirigir la opinión, la irritan y empeoran las cues, tiones. En un pais acabado de salir del gobierno colonñil, no es cstra- ño escaseen los hombres instruidos. A esta baso no se ha con- sultado para las renovaciones por totalidad y en periodos dema- siado estrechos, que por solo el espíritu de copiar, se han estable- cido en nuestras constituciones. Raras veces concluye una le- gislatura con el furor y disparates con que empieza; mas apénas un diputado honrado comienza á adquirir conocimiento y táctica de los negocios, es relevado por otro de cuya visoñería no pue- den dejar aquellos de resentirse, aun suponiéndolo igualmente ap. ,to y bien intencionado; sino es que en las incesantes renovaciones y en la escasez de hombres de que echar mano, se ven los congre. sos compuestos de lo que hay de mas acanallado en la sociedad, que solo se pueden llamar representación nacional, porque en la nación abunda mas lo peor como en ellos. Sin consultar tampoco a los objetos del sistema y á las circuns. tancias diversas de población y de necesidades de nuestro basto territorio, se han creado estados que no pueden serlo, y al lado de uno que tiene un millón de habitantes, se halla otro que no tiene 100®, y cuyas rentas no bastan para sus señores feudales: donde ni una escuela ni un periódico dan indicios de alguna civi- lización. Las cámaras generales no son masque una naranja dividida en dos mitades, sin contrapeso de una á otra, que se puedan servir de freno recíproco, ya para las pretensiones de los que quieren en- torpecer la marcha de la civilización, ya para los empujes forza. dos á esta y avances immaturos. Parece que en la de senadores . se debiera exigir una mayor y considerable propiedad, y que solo 32 en ella pudiesen entrar las gentes de fuero, que cerno no del co- mún, no debieran tener lugar en la que debe ser una representa» cion toda popular. Déla misma manera los poderes, siendo ca- da uno supremo en su órbita, no están equilibrados, porque im- punemente el uno invade la del otro, y el judiciario por ejemplo, que debiera ser el guardián de las garantías protectoras del ciu- dadano y del hombre, no está espresamente obligado bajo lo pena de la infamia, y de la pérdida del empelo de sus miem- bros, á contener á los otros dos en sus usurpaciones; ántes bien, se ha conducido como subalterno respecto de ellos. De la elección del ejecutivo á la entrada en su ejercicio, me- dia la enornio distancia de siete meses quo no se sabe qué objeto tuvo, y en cuyo periodo hay tiempo para organizar setenta re- voluciones que embaracen el segundo acto. El legislativo, que debe estar sujeto, como cualquiera délos otros a la ley fundamental, no reconoce un conservador del pacto, que le vaya á la mano en su continuo afán por poderlo todo, ni como se acá- ba de indicar, ni en las legislaturas, ni aun siquiera en la opinión, por- que al que opina, lo ahorca. Así hemos tenido cuerpos legislativos que conocen á D. Fulano y á D Sutano, ó para que se los quites del medio, ó para que se les despoje de lo que tienen, sin que se les admita ni la escusa de que no es suyo lo que se les arrebata. Esta es la palizada que se ha llamado entre nosotros sistema fe. deral. ¡Se quiere ahora saber quiénes han hecho eficientemente las revoluciones? Recorrámoslas todas cronológicamente, y sin liacer observaciones sobre los móviles é intentos de cada una por demasiado conocidos. 1. a Mayo de 1822 por el sargento Pió Marcha, apoyada en una representación al congreso para coronación de Iturbide, fir- mada por lor generales Negrote, Echávorri, Quintanar, Busta- mante &c. &c. 2. a En el mismo año, grito contra Iturbide en Provincias in. ternas por el general D. Felipe de la Garza. 3. a Febrero de 23 id. por el general Santa-Anna en Vera- cruz. 1 4.a Plan de Casa-Mata por los generales Negrete, Echavarri, Vivanco, Bravo, Guerrero &c. 5. a Fines de 23 por el general Echávarri en Puebla. 6. a Enero de 24, grito contra españoles por el general Lobato. 7. a Guerra contra Jalisco por los generales Negrete y Bravo. • 8.a Año de 27, grito en el Sur contra españoles por el gene- ral Montesdeoca. 1 8. a 1.° de enero de 28. Revolución de Tulancingo por los generales Bravo, Barragan &c. 10a. Setiembre del mismo año. Revolución contra la elección del general Pedraza para la presidencia, por el general Santa- Anna.33 11.a Diciembre del mismo año. Id. id. en la Acordada, por los generales Guerrero y Lobato. Hay en ella uno que no es militar,'Zavala. 12 a Noviembre de 29. Destrucción de la federación y sis- lema central militar en Yucatán por el genera/ Car\ajal. 13." Diciembre del mismo año. Plan de Jalapa por el gene. r.al Bustamante, y demás oficiales del ejército de reserva. J4.° Año de 30. Guerra del Sur sostenida por los genera- les Guerrero, Codállos &e. 15 " Enero de 3 . Pian de Veracruz para remoción del mi. Misterio por el general Santa-Anua. 16 ' Junio dt:l mismo año. Continuación del mismo, que toma un nuevo carácter en junio para reposición de Pedraza por el ge- neral Santa-Anna, el mismo que bizo la que depuso. 17. " Diciembre en Zavaleta, plan contra el congreso gene-» ral y la constitución por los generales Pedraza, Santa-Anna, Bus» tamante &c. 18. a Mayo de 33, revolución contra las reformas y el sistema, jor los generales Arista y Durán. l!j.a Fines de 33. Revolución en el Sur por el general Bra- vo, según sus manifiestos, porque lo iban á prender. ¿Por qué estas asonadas militares han logrado sacudirá toda la Ración'! Porque los estados con todo su pomposo y ridículo dic- tado de libres, independientes y soberanos, no se han conducido sino como vilísimas provincias, en las ocasiones en que han de. bido desplegar aquel carácter. Hacen una elección constitucio- nal, conónica, intachable; y en lugar de-sostonerla como lo hizo el de Chihuahua, que les enseñó el camino á los demás; en lugar de decir á Guerrero „nada has hecho con tu triunfo de la Acodada, porque yo no le reconozco;" en lugar de apoyarse en la fuerza mo- ral de su soberanía, victorean al primer soldado que se burla de ellos y gritan: „viva Guerrero." Viene después Bustamante á decir que ni Guerrero ni Pedraza, sino él, y gritar: „viva Bustamante." Lo reconocen y obedecen por largos dos años, al cabo de los cua- les aparece otro general del ejército para echarlo abajo, y hasta emónces se acuerdan de reclamar su primera elección, para ha- cer tarde, y estemporánea, y tumultuariamente,loque debieron ha- cer ántes en el ejeicicio de su dignidad, y de una manera ho- norable. En el mismo tiempo en que desconocen abiertamente la administración de Bustamante, se dicen oprimidos por ella pa- ra hacer una elección conforme a su soberanía, y encargada á. ellos, como la primera base del sistema y la obligación de mayor responsabilidad. ¡No tienen libertad para votar, y la tienen pa. ra negar la obediencia! ¡Son soberanos para oprimir a sus súbdi* tos, y no lo son para no dejarse oprimir ellos! ¿Qué tienen hoy que quejarse, si los pueblos los detestan? 534 w Resulta pues de todo lo espuesto, que lójos de que el sistenta federal sea el origen de las turbaciones y malea que liemos sufri- po, estos no han tenido lujjar, sino porque no su ha observado el sistcua, porque no ha habido tal sistema entre nosotros. Así, ¡6 pueblos! dejaos de alucinar por falta de exámen, y de bascar oí remedio en un centralismo, bajo r.uyo régimen tendríais la misma condición, la misma suerte agitada é infeliz, si hubian de quedar los mismos vicios. La sana razón, el sentido común basta para convencerse de que vale mas rectificar la forma que tenemos, colocarla sobro bases homogéneas, en relación con su objeto, en. caminarla al aseguramiento de la libertad y de la paz, al prove- cho del común y no del empleado, que ensayar otra, á reserva d« cambiarla también. Una vez lanzados en esta carrera, el pro- greso es indefinido, y adiós de patria; mas valiera habitar en un, antro de ladrones. Los franceses juraron siete constituciones ea diez años; con ninguna se hallaron bien, hasta que cayeron bajo el despotismo y el oprobio de que la planta estrangera hollase su suelo y les trajese á su pesar la dinastía que ellos habían sacudido í¿4 aiios ántes, Nosotros tenemos sobre esta nación la gloria de no- haber jurado mas que una constitución, y de haber llegado al pe- riodo señalado por ella misma para su reforma. Si ella no ha sido acomodada á nuestras necesidades y circunstancias; si he- mos tenido revoluciones, no pueden compararse estas ni con mu- cho, a las que mancharon la Francia. Tengamos pues la gloria también de evitarlas y de poder decir siempre lo mismo. Haga- mos á nuestro sistema federal las reformas que nos ha indicado la esperiencia de nuestros padecimientos, y ensayémoslo; porque si bajo el régimen central no se exije que solo el propietario, el industrioso, el que paga contribución pueda tener derecho de ele- gir, y que este derecho envuelva la obligación de ejercerlo, el resultado en las elecciones será el mismo. Si resta el inconve- niente de lo dispendioso que es la administración federal, el re- medio está indicado con reducir los empleados al número estric- tamente necesario, y que algunas cargas, principalmente las legis- kttivassean consegiles. Así serán ocupadas por hombres que pres- ten garantías de orden, y no asaltadas por especulación. De to- dos modos, bajo el'centralismo había de haber gefes políticos y diputaciones provinciales; la, diferencia es que los unos se llaman gobernadores, y las otras, legislaturas. No hay que disputarse por nombres. Lo que importa es que cada uno en su casa pueda sin la tutela perjudicial de la metrópoli, promover sus adelantos, sobre todo, cuando todos nuestros ramos se hallan en un estado semisalvage; que á cada uno se le imparta lá justicia hasta en sus •últimas instancias, y que un representante en el poder ejecutivo so pueda presentar á esta nación desventajosanwnte entre las de- más, arrebatándola su dignidadss En fin la peer de las desgracias X que estamos hoy espuestas, y de cuya sola ¡dea no puede dejar de temblar el que tenga el corazón patriota, es que la rabia de los que han perdido en ul úl- timo pronunciamiento, que el temor real ó ficticio de caer bajo el despotismo, impulse á tal ó cual estado á segregarse de la federa- ción, como por igual motivo lo hicieron Quito y Venezuela. De una nación que aparecía en el mundo con tanta gloria, que inspi- ró tanto interés á los amigos de las Américas, y que prestó tantos y tan bellos materiales á los escritores ilustres de la Europa, se hicieron tres que no se pueden llamar naciones, por su debilidad en todo género, y se intrincaron en las cuestiones consiguientes de límites,de relaciones, de pago déla deuda, &c, acabando por hurlar las esperanzas que se habían concebido de la hermosa Co- lombia. Los enemigos del sistema federal adoptaron este medio en 1823, á fin de que nunca se llegase a plantear, sugiriendo á los partidos y pequeñas municipalidades que se segregasen de las ca- pitales y se erigiesen también en estados. Desde entóneos dejó Colima de pertenecer á Jalisco, y poco faltó para que sucediese lo mismo con Tepic. El crimen es horrendo, es el mas infame que se puede concebir: el gobierno español en el furor de su ven- ganza no lo podria inventar mas propio para neutralizar los fru- tos de la independencia, para acabar con la nación y llenarla do ignominia. Pero él es posible, y ¿de qué no son capaces los re- publicanos que han ido á ofrecer la corona de México al rey do España José Napoleón? No, general Santa-Anna: primero morirás que dejar venir bajo tu administración tamaño mal: tú no verás coa indiferencia que el último resultado de tus revoluciones, sea la muer- te afrentosa do la nación, que después de la ignominia de verse- borrada la gran México de la lista de las demás, te culpen los mo- xicanos de verse cstrangeros en Jalisco, y los jaliscienses en S. Luis. La sota posibilidad de esta desgracia, te debe apresurará salir tú, y sacarnos de este estado ansioso y precario. Es la mas aventurada de las imprudencias entregarse, como estamos, 4 vi. vir de la casualidad hasta el año venidero. Tú, cuya suerte no so puede hoy desprender de la de la nación, estás espuesto con ella k la defección, al estravío de la opinión pública,á las desconfianzas., á la traición, á las asechanzas de nuestros enemigos, y cuando na- da de esto tuviese lugar en un pais en que tenemos de todo tantos ejemplos, una «nfermedad accidental basta para esponer á la re- pública á ser desgarrada por el furor de las pasiones.; Desdichada Ja nación cuyos destinos dependen de la vida de un solo hombre! ¿Cuál es pues el partido que hay que abrazar? ¿Qué se hace? Para indicar el que nos parece, se debe partir del principio do que no hay poder divino ni humano que nos vuelva ul estado quo teníamos cuando se comenzaron á conculcar la constitución y las Joyes: que hoy no bay ni unas ni otra: que no hay principios, ni88 | centro, n! punto alguno de reunión: que el plan de Cuernavaea, por el que se dan pronunciado los pueblos, deja los'estados acéfalos: que en mu ■.nos había autoridades supremas, canónicamente cons¿> t¡! lid is, aunque estraviadas en su marcha: que todas, con las ile- gítimas, han venido indistintamente atiajo: que no hay tnas fuen. te de legitimidad que en la nación, de cuya voluntad únicamente debe derivarse el poder de presidirla y administrarla: que sin sa . autorización nadie ha nacido con derecho para regirla bajo rai ó tal forma, ni para legiti mar las elecciones prevenidas por el plan de Zavaleia: que lo« poderes ejocuiivo y legislativo, hijos de es- I te, son nulos, y cuanto se ha liec-ho por ellos, es nulo y de ningún, valor, i lo que nadie esta obligado, y por el contrario se debe res- ti'.uir á cada un» loique es suyo, de que fué despojado por la vioj leticia y por la fuerza de unos mandarines intrusos. No, señor Santa Anna, yo no reconozco á vd. por presidente legítimo, porque no es vd constitucional, porque no es vd. nom- brado en tiempo y forma por la constitución; si hasta ahora no se le ha disputado á vd. su legitimidad, es porque la autoridad de sus enemgos se debe al mismo origen, y en ellos hay adema» usurpación, existiendo los nombrados constitucionalmente. Pero vd. es para mí el legítimo gefe de la nación en este momento: la misión que yo le reconozco 4 vd. es la de reparar el mal que nos ha hecho. Vd. mismo en sus escritos públicos nos confiesa que hizo mal en 1828, y que se rebeló contra los estados y el siste- ma, haciéndose superior á este, y resistiendo la autoridad de los otros: aquella fué la fueute de todo lo que ha tenido lugar suce- sivamentc hasta el punto en que nos hallamos. Vd , como to- dos los que hacen revoluciones, no llegó al fin, ni en aquella ni en esta, con los mismos hombres ni con las mismas cosas que se prometía. El partido sobre que vd se apoyó para derrocar primero la ley y desoues al gobierno, le había de reclamar su parte en el botin, y el pago de sus servicios; y, ó tenia vd. que prestarse á discreción íl todas sus exigencias, como Pedraza se prestó 4 vd., ó era vd. mismo su víctima al primer desaire que le hiciese. Adoptó vd. el primer estremo hasta un cierto punto; mas horrorizado del abismo á que lo arrastraban, se detuvo en sus bordes, y para consuelo y,bien de la nación, se resolvió por fin a no com-urrir á precipitarla, abrazando la causa de esta y haciendo la guerra abierta á sus antiguos cómplices. Por todas partes pululan las manifestaciones d ■ los pueblos que siguen á vd., en las que no hay que ver esolusivaó superficialmente el ce. lo por la religión, que de ninguna manera es atacada, porque los curas sean propietarios ó interinos, sino el deseo de la libertad, la resolución de sacudir el yugo vergonzoso é insoportable de unos legisladores omnipotentes, invasores, impolíticos, y mil veces tnas despóticos que los reyes absolutos del norte de la Europa.He aquí el fundamento de la legitimidad de vd ; si se abriese un registro cu cada pueblo de la república, á que concurriesen todos los (>adres de t'.unilia, todos los que pagan contribución, ¿quién duda quo vd. soria el escogido Úuauiíiieuté para salvarnos? A.sí pues esta legitimidad so apoya eu la voluntad tácita y presunta de la nación, de aquella que dicen los juristas ralani rem dominum habiturum, la que tuvo Iturbide para presidir á la nación en su in- dependencia y nnéntras fue esplíeitamcnte representada; hoy co- tolo enlóuces nos hallamos'rásicii' estado dé naturaleza: esta le. gitnoidad se apoya eu la obvia necesidad, en el estado actual de las cosas de que vd. es autor, en la inmensa responsabilidad que pesa sobre vd. delante de las naciones, que esperan de la misma mano el desenlace de este gran drama. Sabemos que Luis Fe- lipe ha preguntado á los mexicanos en París, quién era, qué co- sa era el general Santa.Anua, y que elloB le respondieron, que la revolución nos lo iba á decir. Esta legitimidad y esta misión se afianzan en el prestigio de vd., en sus cualidades personales, en su fuerza, y mas que todo en su buen sentido. Por último ha re- cibido el sello de la sanción de los pueblos que se han pronunciado. Bajo este respecto yo soy el primero en reconocerla. Siendo esto así, la reorganización que piden 'os pueblos, para la que han facultado al presidente, es reponer en cuanto sea po. sible todo lo que, se halla dislocado pnr la infracción notoria de la constitución y de las leyes: se debe llamar sin éscepcion á los in- numerables inocentes que gimen eu el destierro, condenados por quienes no eran sus jueces y sin formación de causa, á reserva de hacer juzgar conforme á las leyes á los que fuesen delincuen. tes: se debe restituir a sus deslinos á los que fueron lanzados de ellos, é indemnizarles de lo que han dejado de percibir, igual, mente que de lo que se les ha hecho erogar en injustas prisiones, en viages de un estado á otro, y á los puertos Cada día de Ion que esos infelices pasan en el es ado á que los ha reducido la mas atroz de las barbaries, clama venganza al cielo, no solo contra los autores de sus desgracias, sino contra el que no las hace cesar, ya que no las puede remediar. No solo la justicia reclama la reparación de estos mates, sino que la patria tiene necesidad de los servicios de sus hijos espulsos. Entre ellos hay algunos que por su integridad, su desínteres, su amor a! bien público y su ilustración, que no es ni retró. gada, ni invaSora, manifestada en cien escritos brillantes, única cosa nuestra que se lee en el estrangero, como digna de figurar enire las mejores producciones de la Kuropa, tienen, digo, la mi- sion de dirigir la cosa pública. Privarla de tales directores por resentimientos personales, ó por el qué dirán de tal sugeto 6 de tal partido, es mal servir á la nación. Desearíamos saber de qué principio se na partido para revocar la ley de ostracismo eu una38 mitad, ó suspenderla, que os lo mismo. Soa que so haya recono- cido la nulidad del congreso, sea que so ,'iaya desconocido su fa- cuitad para darla, sea en fin que los pueblos hayan pedido su re- vocación, es claro que lo tía debido ser por entero, y no concebi- mos la necesidad de un decreto para no perseguir a los que no han resentido sus efectos y se hallan en su casa. Si so dice quo el decreto protege á los que están en la república, y que el que vuelve, está en ella, permítasenos observar que esto tiene un airo de fraude ó de superchería, que es muy ageno de la dignidad con que la nación ha declarado su soberana voluntad, que se acoge- rán á eno los espulsos acosados por el hambre 6 el deseo de ver á sus familias; pero que entro ellos hay muchos que no querrán en- trar como tolerados, ni dejar sin una pública revindicacion los puntos en donde han aparecido como proscritos. De acuerdo con el querer de los pueblos, se han restituido á sus plazas á mucho*; que estaban separados de ellas, y Ion infelices desterrados, ¿ni cuando triunfa su causa, han de ver aliviada su horrorosa condi- ción? ¿ni han de tener el consuelo de que el que la ha hecho triun- far vuelva los ojos del lado de ellos? ¿se ha creído mas urgente y justa la reposición de los canónigos, que la reparación de tanta iniquidad y enjugar las lágrimas de tantos huérfanos! Si se ha temido incurrir en una responsabilidad por revocar toda la ley, mucho peor es en nuestro concepto revocarla en una mitad; por- que lo primero supone el reconocimiento de un principio, y lo se- gundo, un capricho 6 la infracción por consideraciones de una ley que se reconoce. ¿De qué principio se partió para derogar de por sí y ante sí la ley que removió el ayuntamiento? Por cualquier la- do que veamos este deereto sobre la ley de 28 de junio, nos parece un paso en falso; no encontramos su conveniencia, ni que se haya dignamente representado la voluntad de los pueblos. Mucho me- nos, queriéndolo buscar en la redacción de la parte espositiva, en donde se dice que se da aquella providencia, por cuanto se tenia hecha iniciativa al efecto,'es decir, me creo autorizado para esto, porque he reconocido la necesidad de pedir que se me autorizc. Nos parece mas fundada la órden del gobernador Romero para que ¿ él se le entregasen los rendimientos de minería, por cuanto el general Santa-Anna habia cerrado el salón del congreso. Allí había inconexión; aquí hay implicancia. Se debe reponer á los ministros de la alta corte de justi- cia, nula, inicua é indignamente suspensos, por un pretesto, que aun cuando fuese positivo, no merecía la formación de un proceso ¿cuanto menos no habiéndoseles hasta ahora for- mado ninguno? Se debe indispensablemente convocar á la na- ción como en 1821 para formarse de nuevo. De todas partes de ella se deben llamar diputados con poderes especiales para formar una asamblea ó convención, que se encargue esclusiva-39 mente de hacer las reformas á la constitución, y de designar los términos en que han de ser constituidas las autoridades fu-ur.is, describiendo de la manera mas marcable sus órbitas respectivas. Muchos se alarman al solo nombre de convención, mirando en ella un cuerpo sin regla ni freno, y recordando los honores con que escandalizó al mundo la convención francesa; mas no quie. ren detenerse á examinar si los cometió, porque se llamaba con. vencron, ó por su organización. Temen también que el objeto de reuniría, sea el de cambiar el sistema. Estos inconvenientes tunen su remedio obvio, sencillo, natural y necesario, pues que los que la deseamos y creemos indispensable, no la invocamos segurame nte para que venga a embrollamos en mas complicaciones, ni á produ. eir mas males, sino i^ura subsanar en lo posible los que tenemos, y reorganizar la sociedad de manera que no pueda temer su vuel- ta, evitándola con cuantos medios quepan en lo humano y ha in- dicado nuestra propia esperiencia. Este argumento no tiene res. puesta: el fin de toda constitución es la libertad individual, latran. quilidad interior y la seguridad al estertor; si entre nosotros le «no ha de pugnar con lo otro, porque todas las veces que se ha amenazado la tranquilidad pública, ó que se ha dicho amenaza- da, se ha de suspender la constitución con facultades estraordi- narius, y el individuo se ha de ver atacado por una legislatura, un gobernador, un presidente, en sus derechos naturales, de que la nación misma no le puedo despojar, nuestra constitución es in- suficiente para sus objetos, y es inevitable, si se quiere vivir en sociedad, ponerla en relación con ellas Pues esto no lo puede hacer un congreso ordinario, ni conforme á la constitución, como pretenden los señores editores del Telégrafo, porque es una im. plicancia. A mas de que es necesario infringir la constitución para la formación del senado, es necesario también infringirla para cada reforma, y para todas, porque ella señala los trámites, los periodos y los congresos en que se debe hacer. A esto di- cen que todo se salva con que los diputados vengan ■plenísimamen- te facultados; y en este caso estamos de acuerdo, con la diferen. cia de que nosotros queremos una marcha franca, y esos seño- res se empeñan en llamar congreso ordinario al que tiene facul- tades y funciones de constituyente; ademas, ellos se aventuran á vivir de casualidad seis meses mortales; y nosotros creemos que cuantum cilius, tantum melius, ántes de que una asechanza, una defección, un tabardillo, ó el cólera que nos ha anunciado el go- bierno del distrito, nos arrebate al salvador en cuyas manos úni. camente han de estar mientras nuestros destinos. Todo lo que no sea arrancar la raiz del mal, es quedarse con él; y es una cora, pasión que cosas tan claras, sean tratadas de teorías, cuando su aprendizage nos ha costado un mar de sangre en el segundo cua- díicnnio presidencial, cuajado bu interés abruza todos los inte-4* reses y todos los partidos, cuando es lo únic» que no quedará es- puesto ú contradicciones ni reclamos. Maldita la intención que les pasaba por la cabeza de llamar á Padrazo á los revolucionarios de 1832, ¿por qué apelaron a él m un momento de apuro? porque calcularon bien lo que sucedió, que úna muchedumbre mócenle había de auxiliarles luego, buscando en aquel géfe el primerpr/n- cipio de legitimidad constitucional, á pesar de sus renuncias, á pe. sar de la declaración de la cámara de S;0, á pesar del gobierno de Guerrero, y a pesar de la acquiescencia y reconocimiento de la nación por D. Anastasio Bustamante. En la balanza del vulgo principista de eniónces, pesaba mas la piivacion de una adminis- tración que tenia por legítima, aunque fuese de tres meses y aun. que no fuese buena administración, que la tolerancia de un usur- pador; y pesuban también mas los males que hizo la de Busta- mante, que los que hizo la revo'ucion que la echó abajo, aunque fuesen como de uro á ciento. Y todavía después de estas leccio. lies, ¿no se quiere estar á la única regla, que son los principiost Por otra parte, ¿con qué derecho inculpamos a los enemigo» del sistema y del reposo público, de quebrantar la constitución, si no- «otros hacérnoslo mismo? La necesidad que nosotros alegamos, es la que alegan ellos, y queda á cada uno recíprocamente el de- recho de calificarla La convención francesa deshonró la especie humana, porque estaba organizada de una manera que no podia producir otros re. sultados. Todos los poderes se ejercían por ella, y hasta los mi- nisterios .se despachaban por comisiones suyas. Aunque la jus. ticia se decia que se administraba fuera de su seno, el tribunal re volueionario no era mas que el verdugo de la comisión de se- guridad pública: una denuncia de Garriere ó de Saint Just era una sentencia de muerte, y á casa de Robespierre ocurría Fouquier Tuivillo por las listas di.*riasde los guillotinandos. La nuestra se ha de componer de diputados, á quienes se les dé poder en sus creden. ciales para reformar la constitución, y solo para esto, sin dar una Sola ley, ni decreto aisladr, ni quedaren el salón al dia siguiente de concluir su obra. Sus miembros no deben percibir retribución de ninguna clase por sus trabajos; así se buscarán hombres que sol» ambicionen, y a quienes baste, la gloria de haber dado ser á la na- ción. La constitución refundida no regirá sino después dehabersid» aceptada por la nación en el tiempo y lonnaque se reglamentará, quedando por supuesto sellada con la sanción de la mayoría. Ks. ta es otra medida saludable, en cuyos fundamentos y ejemplos ds otros pueblos no nos estendemos, por no ser tachados de la preten. sion de eruditos, y por ser ya demasiado largo este papel; pero que provocarán la meditación de aquellos lectores que tengan alguna parte en este negocio Solo citaremos como mas conocido el ejemplo de Napoleón, cuaudo disolvió el consejo de los quinten»41 ios el 18 brumario. Mandó abrir un registro en toda la Francia para canonizar su procedimiento, que lo fué en efecto con una immensa mayoría. Propuso también á la aceptación del pue- blo la nueva constitución que le dió, y su exaltación al consulado. En todas partes cosas de esta naturaleza no las ha legitimado ni las puede legitimar, mas que la nación. Por último, no se llama- rá convención nuestra asamblea, si se teme el contagio de las pa- labras, ni se llamará constituyente, porque ya estamos constitui- dos, y no se la convoca para estarnos constituyendo á cada rato, sino para mejorar nuestro sistema republicano y representativo, bajóla misma estructura y forma federal. Se llamará, pues, si se quiere, congreso estraordinario, congreso reorganizador, asam- blea nacional. Cualquiera que sea su nombre, su convocación es inevitable. La circular del ministerio de relaciones de 9 del corriente ju- lio para las elecciones de legislaturas en los estados, y de senado- res para las cámaras de la unión, ha hecho caer sobre nuestro co- razón el desaliento, no porque no esté en nuestro modo de pensar, porque con el mayor gusto prescindiríamos de él si viésemos que se iba al fin por otro mejor; sino porque nos manifiesta oficial- munte lo que con dolor veíamos en su man'ha, y es que el gobier. no no tiene plan en ella, no conoce su posición ni la de los pue- blos, se deja empujar á pasos inciertos y mal asegurados, según que le vienen las aprehensiones en tal ó tal sentido, en vez de po- nerse á la cabeza y dirigir á los pueblos que lo llaman á gritos en el inminente riesgo que corren de su disolución. Son tantas las ideas que se atrepellan en nuestra imaginación acerca de esta produc- ción inesperada, que no tenemos mas que el embarazo de la elec cion y de darlas algún órden. Por la repetición de ciertas frases, estudiadamente intercaladas, hechas venir á propósito de una ma- nera forzada, y que todas no son mas que variantes de un tema, sospechamos que la tal circular es un manifiesto disimulado para hacer una profesión de fó política, por cuanto el gobierno ha lle- gado á entender la necesidad de esplicar sus intenciones, de ata- jar la sangre que se derrama entre combatientes quu podrían en- tenderse, y que muchos hacen resistencia por estar equivocada- mente imbuidos en que propende á un culto heterodoxo en punto á sistema. Mas creemos que mejor habría servido á su objeto con la convocatoria de una asamblea estraordinaria y reforma- dora de la constitución, cuya primara base fuese la subsisten- cia de la federación. El medio que se ha escogido tiene por primer vicio, como dijimos arriba, que supone no conocerse , absolutamente el carácter de la revolución actual, por la que la república entera clama porque el sistema se constituya de manera que sea para su provecho, y no para su daño. Supon, gamos que sea posible dar cumplimiento á la órden del mi- nisterio: que en ninguna parte hay dificultad física ni legal pa- ----—42 ra la» elecciones: demo* por sentado, que no es poe* dnr, que los hombres que no ambicionan los puesto3, sean ran activos co- mo los que están sedientos du ellos y de teatro en que vengarse: ¿de parte de quién está el mayoi número? Supongamos que el nú. mero es igual: ¿de parte do quién está la thayw ansia por hacer- se de las elecciones? Con que toda nuestra salvación eslá en e! acierto en estas: vamos á correr un albur, cuyas probabilidades son de perderlo; y si así sucede, como en 1829, como en 1H 3, el congreso que de aquí resulte, volverá á las mismas 6 peores medidas: el presidente ó los pueblos se oponen á ellas, y vuelta al recurso de otra revolución, ¿y qué hemos adelantado entóneos con la que se ha hecho hoy ? ¿para esto se levantaron los pueblos? Por otra parte, se mandan renovar las elecciones de senadores en totalidad; luego el senado elegido á virtud del ominoso plan de Zavaleta, y cuyo periodo era de 33 a 36, ¿es nulo? He aquí la cuestión que no se quiere abordar francamente, y es una ansie, dad, un embarazo en sus operaciones para el gobierno y para los puehlos pronunciados, un mal trascendental, no saber qué es \