LOS FRAILES SE HAN PRONUNCIADO CONTRA EL CONGRESO MALVADO: Y A LA FAZ DE LA NACION HOY HACEN VEER LO QUE SON. AL CONGRESO DE VERA-CRUZ. SEftOR: el mismo modo que á Godoy le acomodaron el pomposo renombre de Príncipe de la Paz, se pue~ de, y con mucha mas propiedad acomodar á Vuestra Soberanía, el de Padre de las luces; porque todas las que tan rápidamente se difunden nos vienen de Vera- Cruz; porque allá llegan, antes que á los demás Es- tados, los libros exlrangeros que las depositan; y por- que Vuestra Soberanía es por lo mismo el primer ilus- trado, fraternizado y despreocupado de nuestros dias; hasta tal grado, que si los demás Congresos son Jú- piter , por su Omnipotente y colosal poder; Vuestra Soberanía es Neptuno, por los mares que lo amenizan, en cuyas olas Vuestra Magestad nada; por el triden- te que lo distingue: signo del hambre, que por la fe- ¡kidad íomun lo aguijonea; y por lo que dejo en ti tintero para cuando los ciudadanos mejoren de fortu- na.. Dígnese, por lo expuesto, aceptar la Dedicatoria de este impreso, que, si lo comprare, tendrá este título mas para ser yuyo; y reciba con él las altas conside^ ra ciones que á Vuestra Soberanía Nacional y Pontificia son debidas. SeSor: á los Nacionales Pies de Vuestra Sobera- nía con toda la República. Uno de tantos. .,t-ios filósofos y los democráticos oyen el nombre de Fraile con el mismo asco, rabia y disgusto con que todo hombre de bien oye el de Democr&tico; y acaso es este el mayor elogio que jamas se hizo ni se pueda hacer de los frailes. Sin embargo, no todos los cole- brf*s débiles, ni todob' los cabezuelas, tunos y perillanes, han sido de este parecer; sino que ,par un efecto todo contrario, en vez de sa- car estimación y benevolencia hficia los frailes, de los improperios, . rabia y calumnias de los impíos, han sacado odio y furor. Es cosa inconcebible cómo muchos, que por otra patte tienen unos senti- mientos regulares, se precipiten en el golfo de las iniquidades mas horribles, con el único fin de abrirse paso é desfogar el infernal ■fldio que tienen S los frailes, y que «s igualmente ciego que injusto," ,,En vano se buscarfi ua motivo racional, 6 -en política, ó en moral, 6 en religión, que pueda justificar el r-encor de estos ener- gúmenos fratrífugos.. Porque ¿cuál es el mal de que se puede acu- sar 6 los frailes, como frailes? ¿Y se podrán negar tantos y tan esen- ciales bienes como el género humano, y aun sus mismos enemigos reciban cada dia de estos mártires de la sociedad? ¿Qué hay en la Eu- ropa (I) de ventajoso y útil, de que no sea deudora por la mayor parte á los frailes.' Agricultura, industria, ciencias, artes, historia, descubri- mientos de todo? géneros; todo se lo debe á los regulares; y hasta Vol- taire, y Helvecio., se vieron forzados £ confesar esta verdad. La ci- vilización de tantas naciones bárbaras- esa multitud de salvages re- ducidos fi sociedad civil, las incalculables ventajas que de ello han resultado al comercio. S la industria y á la dilatación de las luces en nuestro globo., ¿no son obra suya? ¿Quién se sacrifica en la sociedad con mas vivo ejemplo de humanidad verdadera en el socorro y consuelo de los pobres, de los enfermos:, oprimidos y moribundos? ¿Quiénes tan (1) ¥ en casi todo el mundo.s solícitos como los regulares en conservar la paz en Jas familias, en. reconciliar encmietudes, en prevenir «i impedir las venganzas, y en educar la juventud en la religión, en las ciencias y en las virtudes morales y civiles? ¿Lo haríais vosotros, enemigos de estos incansa- bles operarios, y lo hnrínis por el precio que ellos lo hacen? Una miserable celda, un hábito to=co y una comida corta, y las mas de las veces muy mezquina, es todo lo que el fraile saca de sus fati- gas, y con lo que no se contentaría el mas miserable artesano. Es- to mismo poco que gasta y consume, no es una carga do la socie- dad; son beneficencias de nuestros mayores, que juzgaron no po- dían emplearlas mejor. Y lo que sobra de la mezquina manutención del fraile ¿en qué se invierte? ¿No so distribuye cotí la mayor utilidad entro los pobres? ¿No es todo del mendigo, del necesitado, del medi- co, del legista, del artesano y del trabajador? ¿Y quién es el que no come mejor que los frailes? ¿Hay en la sociedad algún individuo que con menos se contente, ni que le sea menos gravoso que un fraile? ¿Y quiénes son, finalmente, estos monstruos imaginarios? ¿De dónde han venido, señores filántropos, los do la universal frater- nidad? ¿Han venido del Africa, de la Groelandia, de los Patagones, 6 descienden de otro padre que VV.? ¿No son hermanos, hijos, nie- tos y parientes vuestros, sin diferenciarse do VV, en nada mas que en haberse consagrado mas estrechamente á Dios, sacrificándose en ventaja vuestra y en la de otros? ¿Qué, no conocéis ya á esos que abrazando la abnegación, os dejaron con los bienes que renunciaron en favor vuestro, doblemente ricos en posesiones y heredades? ; Có- mo es que tenéis alma para perseguir é insultar d aquellos hombres verdaderamente liberales y generosos, que abrazando una voluntaria pobreza, (\ os pusieron en estado de poder dotar mejor vuestras hijas, (i os descargaron del mantenimiento de un hijo, un nieto ó un hermano? ¿Qué es, hombres alucinados, lo que concita vuestra rabia contra estos ciudadanos de paz y do moderación?" „Rn las afusaqiones que para cubrir la perfidia y la alevosía de sus intenciones, hacen contra los frailes, se ve de bulto el des- arreglado y disparatado modo de raciocinar do estos fanáticos, pri- vados, igualmente de lógica, que de humanidad y pudor: lo cual debe siempre necesariamente suceder á todo aquel que se pone & raciocinar por una vil pasión. Comienzan por querer probar que los frailes sud inúiiles; y la prueba do esta inutilidad de los frailes so reduce casj siempre en torios los discursos y libros escritos contra ellos, á lo de qup los frailes no labran la tierra- Pero el argumen- to de, (¡|»e e.í :nú(il el que no labra la tierra, ¿no es igualmente ri- dículo que injurioso? Y por esta regla ¿no son inútiles los jueces, soldados, abogados, literatos, oficiales, mercaderes, artesanos.... digámoslo de una vez, todos los vecinos y habitantes de ciudad? ¿No serán inútilísimos los mismos detractores de¿ los frai!cs¡ que nopertenecen ciertamente al nrtmero de los que-labran la tierra? Que los braceros se lamentasen contra quien no la labra* y goza del fruto de sus sudores y fatigas, aun cuando no tuviesen razón, tendrían al minos alguna apariencia de equidad; mas que uno que no labra la tierra llame inútil fi otro |>orque tampoco la labra, hé aquí lo que no, se sabe 6 qué pertenezca mas, si á lu impudencia, 6 6 la locura. En todo caso los lamentos y quejas de los labradores recaudan mu* cho mas bien sobre los enemigos de los frailes, que aobro los fraií les mismos. Por lo menos de estos reciben consuelo en sus desgra- cias, luz en sus dudas, y asistencia y cuidados en sus enfeimeda- des; cuando el mayor elogio de estotros seria el que no desprecia, sen, oprimiesen y desollasen vivos & los mismos que sudan y se fatigan por ellos." ,,Les frailes son unos ocioso!. Mentís. No, malvados, no es ocioso el que predica, el que instruye, el que administra los sacra- mentos, el que conserva y defiende la teligion y las buenas cos- tumbres, el que educa la juventud, e! que ayuda y consuela al po- bre y al enfermo, el que asisto ni encarcelado y al moribundo, et que ora y suplica fi Dios, ©1 que da buenos ejemplos de virtud, da moderación y paciencia, el que civiliza las naciones bárbaras, las cultivn, instruye y liace morigeradas. Si estos son ociosos, /cuáles son vuestros gloriosos trabajos, señores parlanchines y detractores? ¿Queréis que yo os lo diga.' Pues sabed, para vuestro consuelo j gobierno, que desde el muchacho de espuerta al funcionario mas elevado, ninguno duda ya que todos vuestros sudores y afanes se reducen (i la inocente niñería de esterminar la religión, establecer el ateísmo, y cstender y apadrinar la disolución y el hbertinage. Sa- bed también, que todos estfin firmemente creídos en que si los frai- les se hubioran alistado en vuestras infernales banderas, ó concer- tfidose con vosotros para trabajar en vuestra viña infamo, no solo les haríais representar otra muy distinta figura, sino que los cele- braríais como útilísimos operarios. Sí, esta ya el mundo bien ente- rado, en que en vuestras lenguas y plumas es siempre un ocioso el que no trabaja por llevar á colmo vuestros detestables y horrorosos planes." ,.¿Queréis saber quién es el ocioso? Aquel y aquella que pasa todo el dia en la cama, y que no vela de noche sino para emplearla en juegos, liviandades y borracheras. Aquel y aquella que han re- cibido como un don inútil de la naturaleza, no solo los brazos, si. no las piernas, y, lo que es peor, la cabeza. Por lo que respecta á vosotros, el mayor elogio que se os podría hacer seria el de llama- ros ociosos. Y en verdad que ganaríais mucho en ello, -pues siem- pre es mejor no hacer n?da, que hacer mal: y sin duda alguna no es el empleo do los impíos, filósofos, revolucionarios y enemigos de los frailes, el hacer algo de bueno." 2„Los fraile» no se cesan'.—-TA Celibato, según los filósofos, es contrario á las lijes de la natunilrza, al bien de la sociedad y á los deberes del ciudadano; no obstante que el republicanismo filo— «ótico tenga rio pequeñas obligaciones á los no casados. Entre los padres de familia no podía él bailar, y «■lectivamente no ha hallado, muchos propagandistas ni secuaces; porque no es muy fácil que un padre sacrifique sus hijos á la loca y momentánea satisfacción da hacer figura en ux>a silla legislativa, dictatorial ó presidencial, ni ol- vidarse del todo de las propiedades que tiene, por mas que vea que no puede ya con seguridad social transmitírselas en herencia. El amor de padre lo fuerza á amar la justicia, el orden, la seguridad social, la religión y las costuaibros: por consiguiente detesta una democracia que aniquila todo lo bueno, y pisa y huella aun lo mas tanto y justo. Es verdad que una tilosolia impía y brutal, que apa- ga todos los sentimientos (ñas dulces dt! la naturaleza, y que orí- salza tal vez y celebra los mismos parricidios, es capaz de estermi- nar de los corazones aun el amor paterno; pero también lo es, que no triunfa tan fácilmente de un corazón en quo la religión, la ra- zón y el deber van unidos á una inclinación tortísima de la natu- raleza. Por el contrario, el joven celibatafio que ni se ocupa ni pien- sa sino en sí mismo, ve con la mayor frescura é indiferencia, pere- cer á todo el mundo, con tal de saciar su ambición, sus pasiones y eu lujuria. ¿Se puede negar que los mas fanáticos ó impíos repu- blicanos, son aquellos colibatones que ni tienen muger legítima, ni legítimos hijos?" Los padres de familia, que con sentimientos no fin- gidos, ao han hedió á la banda do la demociacia. son, por )u ma- yor parte, ó hambreónos y locos desesperados, que no pueden em- peorar, de condición, ó algún tal cual delirante por irreligión ó co- dicia. Pero los mayores luminares filo-óticos ¿no son aquellos quo íi la par que vomitan hiél y veneno contra ol celibato, se pasan to- da su vida sin casarse?" >• ,,Para espiiear este misterio filosófico, conviene distinguir dos es- pecies «ta.celibato. Uno bueno, n ligioso ]¡ racional; y otro libertino. •El primero es pintado por los filósofos con los negros colores de antinatural, antisocial, y dañosísimo hasta el estremo. El segundo es piuv lüirho de todo filósofo, y, sobre todo, conforme al derecho <£loso|ico de libertad." . Cuando se trata del celibato eclesiástico, quo es el justo y honesto, y que se profesa como máxima de perfección religiosa, pa- la servir mejor S la sociedad, y para ventaja de las propias familias, enes con la mayor herencia que se deja á los hermanos y dote & lo»!hermanas, se promueven mas los matrimonios, el celibato es ¡a ruina 4e la> sociedad la cansa total y parcial de la despoblación; y los- defectos ly .faltas de> algunos poco- eclesiásticos, se ponderan y aumentan de tal modo, que no parece sino que el dicho celibatob •s el principio y origen de toda la relajación y de todos los escfin» dalos que hay, y ha de haber en el mundo." ,,¡Válgame Dios! ¿conque tan malo como todo est» es el celi- bato? Yo no sé qué época es esta que no hay forma de que á lo blanco se le llame blanco, y negro á lo negro. Digo esto, porque ó el celibato consiste en no casarse, y no tener hijos; ó en abste- nerse de lo uno y lo otro, para vacar mas libremente á Dios. Si en lo primero, ¿cómo tienen cara los filósofos para improperar fi los sa- «erdotes el no casarse, cuando casi todos ellos se andan viviendo al pillage, sin pensar siquiera en cosa que huela á casamiento? Si mientras hay en la república mil religiosos que no se casan, hay cien mil seculares que viven solterones, y que pudieran y debiera» por justos motivos casarse, ¿S qué tanto estrépito y alboroto sobre el celibato de los mil eclesiásticos, y tanto silencio sobre el de loa cien mil seculares? Y si consiste en lo segundo, ¿por qué no es es- to, y no el celibato á bulto, lo que se condena en los sacerdotes? Séamos sinceros y justos: cásense autos todus los seculares que se hallan en estado do poder hacerlo, y después hablarémos sobre el casamiento de los sacerdotes. Esto no se compone con declamacio- nes, chulerías ni desvergüenzas, sino poniendo manos á la obra. Con* que, señores filósofos anticelibatarios, vamos apretando los puños £ casarse, que eso se hallan hecho para cuando comiencen la reforma/' „Otra cosa noto en VV„ y es, que deben de ver cerno los gi- gantes, pues á no ser así, no podrian dejar de conocer el celibato de tantos seculares, que á los pocos dias de casados abandonan á la infeliz muger, para ir á encenagarse en la mas infame, torpe, su- cia é infructuosa liviandad. Contra ésto3, señores embuslerones, con- tra éstos es contra quienes deben VV. aguijar su celo. Dest.rúyanse tales celibatos matrimoniales, persíganse á sus profesores á sangre y, fuego, cásense todos los seglares que pueden y deben casarse, y ciertamente se verá la república mucho mas embarazada en p'rover de subsistencias á la población, que en aumentarla. Verán como entóneos se tiene por felicidad el que los religiosos no se casen." ,,Los filósofos deístas ó ateos, no pierden la coyuntura, cuan- do se traía de población, de poner en obra toda la elocuencia con- tra el celibato eclesiástico. Ya se ve, como que una de las princi- pales obligaciones de todo verdadero filosofastro, es la de denigrar por cuantos modos pueda la religión, y presentarla siempre como contraria al bien de la sociedad, Pero tan cuidadosos y dili- gentes como son en esto, tan perezosos y torpes están en descu- brirnos con franqueza las verdaderas y legítimas causas por qué en tantas partes escasea la población. Mas ya que ellos, constantes en *u buena fe, se desentienden de darlas, y hacen de los olvidadizos, ■e las recordaremos nosotros." „La presente guerra, que solo la impía filosofía y 6U digno b>t e. .j.,^ ^ ... •, ... jo el republicanismo han atizado, ¿no es una de Mas verdaderas cau- sas de la despoblación? ¿Cuántos millones de hombres, todos en 1» flor de su juventud (y cuasi todos de aquella población útil í la so- ciedad, cuales son los artesanos y labradores), no lleva ella á est» hora sacrificados á su furor? ¿Cuantos millones de millones que de ellos esperaban la existencia en los siglos futuros, no se han que- dado en la nada? ¿Son acaso, señores antropófagos, esos clamores porque los sacerdotes se casen, para ver si con la sangre de sus hijos podéis apagar la rabiosa sed de sangre, que con la de tantos millones de seglares aun no habéis podido mitigar? ¡Qué dolor, qué desgracia tan grande para esos corazones filantrópico», la de que en una batalla en que sacrificasteis dos mil hombres, no hubiesen sido veinte y cinco mil! Debéis sin embargo consolaros, pues si hasta ahora no hay hijos de sacerdotes y religiosos que llevar al matadero, tenéis religiosos y sacerdotes á quienes ne os descuidáis en llevar." ,,Y el lujo, que tantos defensores tiene entre los filósofo?, ¿no es uno de los mayores impedimentos 5 la población? Es necesario ser poco ménos que un Creso, para poder en estos tiempos pensar en muger. Una suma que bastaría pora comprar un terreno capaz de mantener una familia, ño alcanza, ni con mucho, para los trages, vestidos, joyas, relojes, &.c. que el imperio de la moda y el uso han establecido echar á cuestas fi una muger. Y si eí-to es una ver- dad, ¿dónde hay razón ni justicia para pretender que jóvenes hon- 'rados y circunspectos deban arruinarse con el matrimonio? Y en ta- les circunstancias ¿no es c! libertinage una consecuencia poco mé- lios que necesaria? Vamos S otra cosa." „La falta do religión que tan estendida estS en nuestros dias; (gracias á los misioneros y propagandistas filosóficos) ¿no es otro de los principales motivos de la despoblación? ¿Por qué causa squel pisaverde libertino no s* casa, sino que trae una vida estragada y óbcena, ocupada toda en poner lazos y asechanzas á las mugeres de otros, sino porque no tiene religión? ¿Por qué el que tiene mu- ger propia la abandona, y se echa en los brazos impddicos de una meretriz, sino porque es un hombre sin religión? ¿Por qué el joven honesto y religioso tiembla aun de pensar en casarse en medio de una corrupción tan universal, sino porque no hay tálamo seguro, y que no manche el irreligioso libertinage?" ,,EI remedio, pues, para el aumento do la población, no debo buscarse en la abolición del celibato eclesiástico, el cual por otroBÍ la promueve de muchos modos; sino en atajar el lujo, la irreligión y el libertinage. Y ya ejde tapio furor y rabie tengan por rriordis- car el celibato, ¿por qné no lo emplean contra el celibato filosófice> y deshonesto, que es el que pre.-ta pina ello un amplísimo campe? Señores libertinos, si VV, no tienen alientos para desliarse del ira-7 puro comercio con las personltas, y vivir castos, dejen al raénos que otros lo hagan; y no sean como el Diablo, que cifía su felici- dad en arrastiar consigo á la perdición á todo el linage humano. Dejen que un religioso con su honestidad y desinterés, y á costa de su propia mortificación, renunciando á su porción de herencia, ponga á sus herinanitas en estado de hallar maridos, y á sus her- manos en el de poder tomar mugeres. Dejen que entre tantos que ni piensan, ni pueden pensar en otros que en sus propios hijos, ha- ya obispos, párrocos fiailes y sacerdotes, que piensen en ios age- nos, y empleen sus tiernos y amorosos cuidados en los desgraciados hijos de la sociedad. Dejen que mientras ese espantoso número