Coi» a-o í COLECCION DI DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS ESPECIES VERTIDAS CONTRA LA BENEMERITA PROVINCIA DE BUENOS-AIRES SU GOBIERNO, POR LOS SSt FERRE, MARIN Y L.EIVA. IMPRENTA DE LA INDEPENDENCIA.COLECCION DR DOCUMENTOS. -At» - I. Oficio del Exmo. Sr. Brigadier D.Juan Facundo Quiroga, descubriendo las tramas de los Srs. Leiva y Ma- rín contra, la provincia de Buenos Jlires. Rioja, ftbri' 17 He 183?. El que subscribe se halla en la dura é indispen- sable necesidad de poner en conocimiento de S. E. copias legalizadas de las comunicaciones de dos Re- presentantes de la Comisión Representativa de los Go- biernos aliados, que la casualidad ha puesto en sus manos, y de las que con tal motivo ha dirigido á sus autores. El infrascrito, tan celoso como interesado en que( 4 ) la Carta de Constitución de la República, á que tanto anhelamos todos los argentinos, sea obra de la mas libre y espontanea voluntad de los pueblos, se ha de- cidido delatar de sus desvios á los referidos diputados, que, olvidados del deber á que les sujeta el destino en que se hallan colocados, se han ocupado con descaro de alarmar las provincias contra la benemérita de Bue- nos Aires, como satisfacción condigna á los heroicos y penosos sacrificios que generosamente ha prodigado, para sacarlas de la humillación y abatimiento en que yacían bajo la mas cruel opresión de los gefes suble. vados en 1.° de diciembre de 1828. A S. E. toca el deber sagrado de poner á salvo la provincia de su mando de las asechanzas y perfidias que, por desgracia, tan temprano se hacen sentir, por aquellos mismos de quienes se aguarda la organización general de la República ; y no sin fundamento cree el que subscribe que 6e habrá desoído la seducción de esos hombres calumniantes que no conocen mas patria que su interés panicular, para quienes es cosa muy pe- queña hacer á los pueblos el ludibrio de sus ridiculas maquinaciones. El que subscribe tiene la satisfacción de haberse descargado de una responsabilidad que pesaría sobre sus hombros, si tuviese la debilidad de silenciar la tortuosa marcha de los señores Diputados de los pue- ( 5 ) blos aliados que pone de manifiesto, al tiempo mismo que saluda con atención y respeto al Excmo. ¿>r. Go- bernador y Capitán General á quien se dirige. JUAN FACUNDO QU1ROGA. Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la provincia de Mendoza. II. Copias de comunicaciones de los Diputados de la Comisión Representativa de los Gobiernos aliados, que para inteli- getteia y precaución de los Gobiernos del interior, se ponen en su superior conocimiento, para que con anticipación pre- vean las funestas consecuencias que debe traer á la Repú- blica conducta tan atroz y calumniante, y no se dejen sor- prender y alucinar con promesas halagüeñas y alarmantts contra la benemérita provincia de Buenos Aires, que por tantos títulos se ha hecho acreedora á la mas eterna grati- tud y reconocimiento de los pueblos que ««y icn ía Repú- blica Argentina. Carta del Sr. Leiva á D. Tadeo Jicuña. Santa Fé, marzo 9 de 1832. Sk. D. Tadeo AcuiIa. Mi estimado y antiguo amigo. Nuestra amistad y el i?oble é importante objeto que motiva esta coruuni-( tí ) cacion,me hacen esperar que será bien acogida de V.s asi es que no he trepidado en dirigirla, haciéndole al- gunas observaciones, y empeñándome para que segunde nuestros pasos, dignos de todo buen americano. Lo considero á V. perfectamente instruido del pormenor de los últimos sucesos de 1» revolución, y de que estos lo habrán convencido, de que la liga de los Gobiernos litorales tomó á su cargo la libertad do los pueblos, y que lo ha conseguido con la cooperación de sus amigos; pues la Gomision Representativa de estos mismos Gobiernos y sus aliados, en reunión de este dia, ha aprobado una minuta de comunicación que debe dirigirse álos Gobiernos del interior, invitándolos a adherir y firmar el tratado de alianza ofensiva y de- fensiva, celebrado en esta ciudad, el 4 de enero del próximo pasado: cuya invitación se hace de confor- midad con la atribución quinta que el mismo tratado le acuerda en el artículo 16. Mas como en la misma atri- bución se habla de arreglar la administración general del pais, bajo el sistema federal, su comercio, la nave- gación de los rios, distribución de rentas, &c., la co- misión hace presente esto mismo á los Gobiernos, y al invitarlos á adherir al tratado, manifiesta sus deseos de que se forme el Congreso General Federativo que debe hacer estos arreglos; esperando que los Gobiernos, al mandar sus enviados, los instruyan y autorizen para ( * ) señalar el dia en que este augusto cuerpo deba insta- larse, el lugar de su reunión, y el numero de Diputados por cada provincia, de que debe formarse. Yo creo que esta es la primera vez que se presenta á los pue- blos argentinos un llamamiento del todo conforme con sus verdaderos y mas caros intereses, y que la época es la mas favorable. V. conocerá muy bien, que si hoy no se hacen los arreglos que se proponen en la espresada atribución quinta, nuestra patria será siem- pre un caos; nuestro estado insubsistente y precario, porque carece de base sólida que lo sostenga; nuestro comercio cada dia mas ruinoso, porque el extrangero lo acaba, destruyendo nuestras producciones é indus- trias; nuestros rios infructíferos á la generalidad; nues- tras rentas hechas el patrimonio de uno solo, y todo el país pobre y miserable. Las provincias de Cuyo son el mejor testigo de estas verdades, como que ellas son las mas perjudicadas, por la libertad concedida al co- mercio extrangero, proporcionalmente los demás pue- blos. Buenos Aires es quien únicamente resistirá á la formación del Congreso, porque en la organización y arreglos que se meditan, pierde el manejo de nuestro tesoro, con que nos ha hecho la guerra, y se cortará el comercio de extrangería, que es el que mas le produce: pero por esas mismas razones los provincianos debe- mos trabajar en sentido contrario á ellos, para que( 8 ) nuestro tesoro nos pertenezca, y para oponer trabas á ese comercio que insume nuestros caudales, ha muerto muestra industria y nos ha reducido á una miseria es- pantosa. Nada importan, mi amigo, la paz y tranqui- lidad, si la industria territorial, que es el manantial fecundo de la riqueza, ha de quedar sin protección, el tesoro de la nación, siguiendo el problema de si nos pertenece á todos, ó solo á los señores porteños, como hasta aquí, y nuestros puertos desiertos. No es por que hoy pertenezca á Corrientes como diputado de allí; pero esta provincia, es indudable que en medio de la guerra, y sin los recursos y auxilios de un orden general, por haber adoptado el sistema de leyes res- trictivas al comercio extrangero, y de protección á su industria, es una de las mas florecientes, j Ojalá que el ejemplo que nos ha dado, sea^ imitado de todos! Trabaje, pues, en el sentido que trabaja la Comisión Representativa : deteste á los partidarios del aisla- miento de las provincias; bien cierto, que estos, como los unitarios, eoiu aspiran al engrandecimiento del gran pueblo y ruina de la República; interponga su influen- cia y relaciones, para que cuanto antes venga el Dipu- tado de esa provincia, y su misión sea para llenar los objetos indicados, manifestando el Gobierno su pro- nunciamiento por la pronta instalación del Congreso General Federativo. Si asi se hace, tendremos patria. ( 0 ) y seremos felices; y si no, yo no veo muy distante la época* en que rindamos la rodilla á olro amo, tal vez peor que los españoles. Contésteme con la misma franqueza que yo le hablo, y ordene á su atento ser- vidor Q. S. M. B. JWanuel Lciva. III. Carta del Sr. Dr. JYlarin áD, Tadeo Jicuña. Córdob-i, marzo 20 de 1832. Sr. D. Tadeo AcuñA. Mi estimado amigo y señor. Acabo de llegar de Santa Fé comisionado de aquel Gobierno para condu- cir la circular inritatoria al Congreso, como lo acre- ditan los adjuntos documentos que acompaño. Tenga V. la bondad de hacer este servicio á la República y a su pais, nombrando y remitiendo un di- putado provinciano mas hombre de bien que ilustrado; pues entiendo que, siendo de la primera clase, tratará solo de hacer feliz esa provincia, y saldremos de la mi- seria en que hemos quedado con la revolución do los decembristas. Yo entiendo á mas, que con solo la in- troducción de adherirnos los provincianos á una base, habremos llenado nuestro deber y engrandecido nues- 2C TO ) iras provincias: porque siendo uniforme nuestra mar- cha, no hay que dudar, que los porteños seguirán de •\ecesidad la opinión de las provincias interiores, que han quedado en esqueleto, por el sistema de extran- geria que ha adoptado Buenos Aires para señorearse sobre las cenizas de las provincias. Ya pues es lle- gado el tiempo de que unidos uniformemos nuestra marcha con Santa Fé, Corrientes, Entre Rios y Cór- doba, que sigue intimamente ligada con estas provin- cias, y no dudo que con solo esta medida, seremos fe- lices para siempre, y eternizaremos el nombre de la República Argentina. Para dar estos pasos progre- sivos á tamaña felicidad, es preciso cerrar los oidos á los silbos encantadores de los porteños, que tratarán de alucinarnos con promesas de maravilloso porvenir. JNo creamos que Buenos Aires jamas nos proporcionará sino grillos y cadenas de miseria por felicidad ; pues estamos viendo que se complr.ee de nuestra miseria. Con este motivo tengo el placer de felicitar por primera vez su colocación en la dirección de esc gobierno y reanimar nuestra amistad. Sirvase V. de ponerme á las órdenes de Pedro y de todos los hermanos, y en especial á Da. Clara, que aun vive Gregorio en mi co- razón, y V. reciba las mejores consideraciones de este Q. S. i\l. B. Dr. Juan Bautista Jilarin. ( 11 ) IV. Carta del Dr. Marin, á D. Paulino O r ítmela . Córdoba, marxo 20 de 183-J. Sn. D. Paulino Orihuela. Mi estimado pariente. He recibido las dos que con fecha 20 de dicl- mbre y 18 de enero me dirije al destino de Santa Fé ; por ellas quedo satisfecho y agra- decido á los buenos oficios que han disfrutado mis re- comendados con la protección que V. Ies ha dispen- sado; ala qué seré eternamente agradecido, como si fueran hechos á mi individuo. En cuanto a la post-data de la ds 13 de enero, veo la gran equivocación que ha padecido ese Gobierno, de la que queda satisfecho el Gobierno de aquella capital, y los comisionados de aquella comisión, pues esta no tiene otro fin, que unir- nos las provincias de la República, por los artículos de los tratados de las provincias litorales, a la liga ofensiva y defensiva* y según la atribución quinta del art. 16, invitar las provincias del interior á un Congreso Fe- deral, como lo hacemos con la adjunta circular á di- chos Gobiernos. La Convención acabó por decreto de la misma Convención de tantos de setiembre del año 29, declarándose en receso por cuatro meses;( 12 ) después de los cuales, si los diputados de las provin- cias no volvían á reunirse, quedaba disuelta dicha Convención : por consiguiente no habiéndose reunido» q-,edó disuelto dicho cuerpo, y sus diputados cesaron absolutamente, y nómbranse otros para los ñnes arriba indicados. Aquellos señores quedan plenamente sa- tisfechos de su buena fe e intención, y estoy encargado de ellos estreche mis relaciones con ese Gobierno, y le dirija su marcha, á fin de propender á la reunión de la República Argentina, y propender a su engrandeci- miento v felicidad con la misión de su diputado, mas hombre de bien que ilustrado; pues siendo de la pri- mera clase no omitirá paso para ser benéfico á su pro- vincia ; porque siendo porteño, viva satisfecho que será infeliz su provincia, y todas las que no formen su mar- cha á unirse para su engrandecimiento y libertad de sus derechos. Ya estamos desengañados, pariente, que Buenos Aires, no nos dá otro destino mas honroso que de ganaderos ó pastores, y que solo los extran- geros son nuciros amos para sostenerse de la sangre de los provincianos. Abramos los ojos, mande su di- putado en el plazo de dos meses, sin otra instrucción que la de seguir la marcha de Santa Fé, Córdoba, Entre Rios y Corrientes, que así yo salgo de fiador, si no es feliz la Rioja á la par de las demás provincias. Con este motivo tengo el placer de saludarle á nombre ( 13 ) de todos aquellos señores y Gobierno, y de parte de madre, de toda la familia, y de este su afectísimo pa- riente y capellán Q. S. JVJ. 13. Dr. Juan Bautista JYlarin. Está conforme.-Qltiroga. V. Carta del Exmo. Señor General Quiro- ga, al Dr. Marin. Rioja, abiil 14 de 1339- Sr. Dr. D. Juam Bautista Marín. Muy señor mió. Un acontecimiento inesperado, y demasiado sorprendente para mi, me obliga á tomar la pluma para dirigirme á V. por primera y última vez. Cuando he dicho que un acontecimiento inespe- rado y sorprendente es el objeto de esta comunicación, ya V. debe estar advirtiendo que ha caido en mis manos, la que con fecha 20 de marzo le dirige á su pariente: entremos, pues, en materia, señor doctor. Que en los desvarios de su aturdida cabeza, se cree( 14 ) capaz de dirigir V. la marcha del Gobierno de mi pais, y que tenga el atrevimiento de aconsejarle, que mande su diputado, sin otra instrucción que seguir la mar- {!.u de Córdoba, Santa-Fé, Entre-Rios y Corrientes, y prometa salir de fiador si asi no es feliz la Rioja; no ío entraño, porque todo aquel que nada tiene, aunque sea mil veces fiador de un compromiso, le importa poco, puesto que nada arriesga perder: pero preten- der alejar esta provincia de la confianza que pudiera tener de algún hijo de Buenos Aires para que repre- sente sus derechos, es puramente obra de la mas negra y atroz intriga para arribar acaso á un punto, que por los medios legales no alcanzarían, y que ya debe inferirse, sin riesgo de padecer equivocaciones, que será indudablemente con perjuicio de la nación. Pues, ¿qué otra cosa debe esperarse de un cuerpo, que desde sus primeros pasos dió por guia la mala fe, según la espresion con que V. se significa, ser encarga- do de aquellos Señores á estrechar sus relaciones con este Gobierno y dirigir su marcfia? ¿Qué derecho tiene, señor doctor, para decir á este Gobierno, que siendo porteño el diputado, viva satisfecho que será infeliz la provincia, y todas las que no formen su marcha á unirse para su engrandecimiento y libertad de sus derechos? Ya estamos desengañados, parien- te, que Buenos Aires no nos dá otro destmo mas honroso t 15 ) qve de ganaderos ó pastores, y que solo los extrangeros son nuestros amos para sostenerse de la sangre de los provincia- nos. Abramos los ojos, mande su Diputado en plazo de dos meses, &c. Ya se puede disponer, señor doctor, pu»a contestar sobre los cargos que se le hagan á su muy atrevida y mordaz lengua: yo también soy provinciano, é interesado, como el que mas, en la felicidad de todos los pueblos que componen la República, • én cuya línea á ninguno cedo: porque aun cuando huy otros que han trabajado mas que yo por el bien general, ninguno de ellos dejará de confesar, que no he omi- tido ningún género de sacrificio, habiendo estado en la «sfera de mi poder; y si fuera efectiva la acrimina- ción que V. hace á la provincia de Buenos Aires, yo seria el primero en detestar su marcha, y aun oponer- me á ella del modo mas formal, como lo hice el ano 26 por mi solo, contra todo el poder del Presidente de la República: pues que viendo yo la justicia de mi parte, no conozco peligro qua me arredre ni que me haga desistir de buscarla. Las autoridades que presiden la provincia de Buenos Aires, solo llevan por norte hacer la felicidad de todas : que á no ser asi, no se habria sacrificado bástalo sumo para restituirles la libertad y derechos, de que se hallaban privadas por los gefes amotinados en primero de diciembre de 1828. Yo fui mandado( líí ) por el Gobierno de Buenos Aires, con una división costeada á sus espensas, á dar libertad á los pueblos que yacian bajo el yugo de la opresión; de aquella autoridad recibí instrucciones terminantes de no mez- clarme en la organización que debia suceder, obtenida su libertad; y por esto es que en Mendoza prohibí absolutamente que ningún individuo dependiente de la división, pudiese tener voto activo ni pasivo en el nombramiento del Gobierno, y esta misma conducta ha sido observada desde San Luis al Tucuman; y aun después de separado del mando del ejercito, he resistido con constancia á las repetidas instancias que ■e me han hecho para que diese mi dictamen cerca del individuo que debia nombrarse de Gobernador en propiedad de este pueblo: hasta que, desengañados de su empeño, se expidieron los Representantes, y nombraron al señor D. Jacinto Rincón del modo mas legal. Volvamos, señor doctor, á nuestro asunto: las razones que llevo expuestas, y los hechos que he citado, prueban hasta la evidencia, que la provincia de Buenos Aires está muy distante de tener las aspi- raciones que V. le supone, y que esto mismo, que V. lo sabe mejor que yo, es tan cierto, como lo es que V. ya se ha vendido por cuatro ó seis pesos. Es tan errada, señor doctor, su cavilosidad y la del señor D. Calisto Maria González, Gobernador sostituto, en ( 1? ) deternerme al extraordinario Games, para darse tiempo á manejar la intriga en que se hallan complotados, que puede ser que no recojan otro fruto, que una simple esquela los haga amanecer colgados: pues este es cabalmente el premio de los malvados insen- satos, que pretenden que los pueblos sean el juguete de sus ridiculas maquinaciones. V. debe saber, señor doctor, que desde el mo- mento en que yo le he tomado su comunicación, ya se halla inhabilitado para rolar con los diputados, de quienes los pueblos esperan su organización general, y no dude por un momento que lo he de delatar ante el recto tribunal público, quien decidirá si su con- ducta es propia de un representante ó de un malvado. Quiera, pues, V. desistir, no solo d> ser intrigante é infame calumniante, si también de ser Diputado de una corporación que debe ser compuesta de ciuda- danos tan honrados, como inflexibles á todo genero de intriga. Quiera igualmente no.desoir mi insinua- ción, ya que le es imposible hacer el mal que se propuso á la República, y disponga como guste de su obediente y atento servidor que del modo mas vivo le compadece de un desvio tan abultado como ogeno de los ministros del santuario. JUAN FACUNDO QUIROGA.VI. €)arta del iE/Xtno. Svñor Gre-neml Quóraga Rioja, abril 17 de 1832. StñoR D. Mavücl fiMpnM 'Seflbr 'efe mi riteftefón y respeto, víáto con «tforjfresá la ««íurrfcacion qiíe V. dirigió >al Ministro 'de Gobierno dé Ofíl arria rea, por eüaritb eíraes^ÜUc- torá y álaritra-íree contra la benémefita provincia dte fíbeilós Aires. Se^or mío, jó e^cyJseg,uro- peculativo? ¿ Será delito ó intriga decir á mi pariente abra los ojos para hacer una confianaa de tanto Ínter res? ¿ Me fijo en qoe sea cordobés, porteño, santa/er sino, ni de ninguna provincia, sí solo que sea riejane con preferencia á todas las demás provincias ? ¿ Cuál pues es mi compra, con qué fio mi venta ? ¿ Mi con- sejo privado es una sentencia decisiva ? ¿ No este CU la mano de ese señor tirar mi correspondencia al fogón» © al lugar roas inmundo de su case? Me parece, Excmo, Sr., que mi franqueza é ingenuidad genial no arguye una exclusión de los hijos de primera clase, sino una preferencia de los néjanos en los segundos. JSo me- nos degradante es,- Excroo. Sr.. las «?presionen que se rae testan, cuando salgo fiador por la felicidad «Je 1» nación, si los Diputados «pn de las provincias en la forma que fee indicado. Jama* creeré que la felicidad de una nacioe se acredite, ni se abone y afiance cpn bienes de fortuna, W\Q de principios, En estos sale de «ador el Dr, Marta p> wendo hambrea de bjefl Jos Repseseutantes de las previne»», ímé fg&» Ja nac^n; i 28 I no -en sus bienes, ipues ui ios ha tenido .ni los tiene, y si dice que ni les desea, no se lercreerau Asimismo »se me hace foargo del complot con elSr. ©elagado Epor la demorra 'de ¡la cortee pendencia quezal correo Ga mes condujo. Declare dicho Gamos ^cuantos dias llegó á'Córdoba 6 pisó su «pvovñncia ¡primero que yo. Pues, yo jpisé.mi provincia el -de maezo ,el 24 á las 7 ;pasa las 8 de Ja noche, y llegué á Córdoba, el 28 a las 11 y 3 cuartos del dia, como lo acreditará todo el pueblo. A las 5 de la tarde del mismo dia entregué, la correspondencia. Mi venida nadie la sabia, pues1 venia contra la orden de mi Gobierno, y solo con una *h>se»itím,presurtra*ae,mifGobÍerno ,y que el eoncepto equivocado que ha ib añado de Juan Bautista Marin,,puede haberlo ooasioaado su en- ferme'dad 6 ineptitud en expresarse, y>no .su jnaJa.ftí. .Pues, V. E. me conoce : soy un>hombre de b ten,.agra- decido* á-m¿$ .bienhechores, y mas «á jdús libertadores( 24 ) del vugo opresor de los decembristas. Y en prueba de ello, el 22 de abril á las ocho de la noche recibí su comunicación del Sr. Brigadier, el 23 hice mi renuncia por escrito, que me insinúa en la suya ; y si otra sa- tisfacción exije ese Sr., estoy pronto á darla en prueba que soy apasionado de dicho señor no menos que de V. E. su servidor y capellán Q. B. S. M- Dr. Juan Bautista Marín. IX. Oficio del Exmo. Sr. Gobernador de Bue- nos Aires al de Córdoba, quejándose de la conducta del Dr. JVlarin. Buenos Aires, mayo 12 de 1832. El infrascrito se vé en el penoso deber de pasar al Exmo. Sr. ^Gobernador de la provincia de Córdoba copia de la carta escrita por su Diputado, D. Juan Bautista Marin, y de la del de Corrientes, D. Manuel Leiva, para que, por el tenor de estos vergonzosos documentos, venga en conocimiento del espíritu que han desplegado algunos miembros de la Comisión Re- presentativa de los Gobiernos aliados, residente en Santa Fé, y de las ideas anárquicas que se trata de propagar desde el seno de una corporación llamada, C 25 ) por su naturaleza y por sus deberes, a ser el anillo principal de la cadena social que, en virtud del tra- tado, estrecha ya á las provincias que lo han aceptado. Tan absurdos, mezquinos y pequeños son los principios de la política que intenta dictar el diputado Marin, que el infrascrito no debe descender á con- trariarlos con reflexión alguna, sin ofender al bunu sentido de S. E. el Sr. Gobernador de Córdoba.—Bas- tará recordarle que, con mucha anticipación, y por los justos recelos que abrigaba el infrascrito, le ha mani- festado, en un lenguaje franco y sincero, la necesidad de que cesase la Comisión Representativa tan luego como quedase cumplida la atribución 5.a del arti- culo 16 del tratado de 4 de enero de 1831: pues en- tonces las provincias, que no estuviesen adheridas á él, podrían hacerlo por un pronunciamiento público de sus Legislaturas, facultando al Poder Ejecutivo para comunicarlo á los Gobiernos de la República. La comportacion del diputado, poc el Gobierno de Córdoba en la Comisión Representativa, está cir- cunscrita á los términos mas marcados de una con- ducta aleve contra el Gobierno y pueblo de Buenos Aires.—El agravio podría demandarlo el infrascrito en un juicio severo contra ese agente notorio de la dis- cordia; pero no lo hace porque quiere agregar este sacrificio á los que ha hecho la autoridad de esta pro- 4( 26 ) vincia y sus habitantes por el bien de toda la Repú- blica ; y porque quiere defraudar á los enemigos del país la satisfacción que les causaría la publicidad de este atentado. £1 infrascrito dá cuenta de él, á pesar de haberlo denunciado ya el Sr. General Qüiroga ante lps Go- biernos de la República, según consta de la adjunta nota ; á fin de que este descubrimiento importante sirva de una nueva lección para convencer á los preocu- pados, que si las corporaciones numerosas constituidas en autoridad, pudieron ser buenas en los dias de pe- ligro, porque se subordinaban todas las pasiones á la necesidad del triunfo, obtenida la paz, son capaces de exponer á la República á mayores desastres, si no se dá tregua para la consolidación de la tranquilidad in- terior de cada provincia, y si no se escoje, cuando llegue la época de la organización nacional, a ciuda- danos dominados de un interés común. Antes de llegar á noticia del infrascrito el desa. gradable suceso que ha dado lugar á la presente nota, habia ordenado á su diputado en la Comisión Repre- sentativa se retirase, por haber ya cumplido el último deber para que le faculta el tratado de la liga en la atribución 5.a del articulo 16.—Hoy, con el poder ir- resistible que ministran las revelaciones de la siniestra intriga de los enunciados diputados, reitera la orden ( 27 ) para que se despida j manifestando que la provincia de Buenos Aires se conservará siempre pronta á reno- var sus esfuerzos en provecho de la patria común, y á negarse á cuanto pudiere apartarla de la unión y con- fraternidad que desea conservar con todos los pueblos de la República. El infrascrito no duda que el Exmo. Sr. Goberna- dor de Córdoba comprenderá bien toda la gravedad y trascendencia de la pérfida comportacion de 6U Dipu- tado, deduciendo de este desagradable acontecimiento la saludable lección práctica de que las provincias en su estado presente nada mas deben hacer que repa- rarse, entretanto calman las pasiones, y llega la opor- tunidad de pensar en la organización de la República. Quiera S. E. el Sr. Gobernador aceptar los senti- mientos del alto aprecio con que lo saluda JUAN MANUEL DE ROSAS. X, Contestación al ofició anterior. Córdoba, julio 3 de 1833. Era en poder del infrascrito Gobernador de la pro« vincia de Córdoba una copia igual á la que S. E. el Sr. Gobernador de Buenos Aires le acompaña á su respe-( '28 ) table nota, fecha 12 de mayo, de la carta del ex-dipu- tado D. Juan Bautista Marín, que el Sr. General D.Juan Facundo Quiroga le remitió luego que llegó á sus ma- nos. La lectura de un documento de esta clase sor- prendió fuertemente al Gobernador que firma; no habia podido estar á sus alcances que el ex-diputado Marín contraríase tan diametraímente los sentimientos mas sinceros de su Gobierno, y que olvidase tan sin es- crúpulo la circunspección, delicadeza y primeros debe- res de un agente diplomático, convirtiéndose de un fun- cionario de paz, unión y fraternidad por parte de esta provincia, en un sugestor de odios, enemistades y discor- dias. No ha sido esto solo: como si peregrino fuera á los sucesos mas recientes, elex-Diputado Marín desconoce ó afecta desconocer los generosos sacrificios del gran pueblo de Buenos Aires, y los heroicos esfuerzos de f-u actual Gobierno para restituir las Provincias Argen- tinas al pleno goce de su libertad y de sus derechos. Solo una prevención irreflexiva, ó una ingratitud alar- mante, ha podido' desconocer unos hechos que por tan recientes, aun no pertenecen á la historia de lo pasado, ni ha podido todavía tergiversarlos el tiempo. Tal es, Señor Exmo., la calificación que ha merecido del Gobierno de Córdoba la conducta del Señor ex diputado Marín; y quiera S. E. el Señor Goberna- dor de Buenos Aires, aceptarla como una satisfacción ( 29 ) debida á la denuncia que le hace por su citada nota de tan desagradable ocurrencia. Si mortificante ha sido al Gobierno de esta pro- vincia que la irregular conducta de su diputado haya puesto en igual posición al Exmo. Gobierno de Buenos Aires, le ha sido muy satisfactorio escuchar del mismo Exmo. Gobierno, en la misma comunicación, los sen- timientos mas firmes y patrióticos de arribar oportu- namente á la organización general y á constituir la República. En esta parte el Gobierno de Córdoba se hace un deber de protestar á S. E. el Señor Goberna- dor de Buenos Aires estar enteramente conforme, y se persuade que este sea el mismo sentimiento de todos los Gobiernos y de todos los ciudadanos argentinos. La República debe constituirse, porque á este fin se han dirigido veintidós años de incesantes sacrificios, y porque solo esta consoladora esperanza ha podido hacer soportar en los pueblos tan larga carrera de sufrimientos: mas elegir el momento oportuno para verificar con suceso esta grande obra, última repara- dora de nuestros males, será también en su género el mayor y la obra gefe de la política. Y desde luego, á juicio del Gobernador de Córdoba, no puede pre- ferirse para tan interesante designio la época en que todavia viven en todo su vigor y fuerza la división, las pasiones y todos los estragos que ha dejado en pos de( 30 ) «j una guerra civil acaloraba y desastrosa. Sin em- bargo, el Gobierno de Córdoba y la provincia que preside se someterían á este respecto á la voluntad pronunciada de la mayoría de las provincias: este es un deber en una asociación fedetativa que esta pro- vincia y su Gobierno, sabrian llenarlo escrupulosa- mente. Quiera el Señor Gobernador de Buenos Aires aceptar las seguridades de la alta estimación y cons- tante amistad que protesta á S. E. José Vicente Reinare. Dionisio Centeno, Secretario interino. Exmo. Sr. Gobernador Supremo y Capitán General de la provincia de Buenos Aires. XL Observaciones del Lucero sobre ta expo~ sicion del Dr. JWarin. El Gobierno de Córdoba, justo apreciador de los esfuerzos que ha hecho la provincia de Buenos Aires para cooperar á la libertad de los pueblos, ha repro- bado pública y solemnemente la conducta de su dipu- tado cerca de la comisión representativa de los ( 31 ) Gobiernos aliados en Santa Fé. No se esperaba menos de la lealtad y patriotismo de él que preside los destinos de una provincia, donde el recuerdo de los servicios prestados á la República, debe ser mas pro- fundo é indeleble, por haber sido el centro del despo- tismo militar, que se habia entronizado sobre los escombros de las instituciones del pais. Sentimos sobre manera que el carácter sagrado de un ministro del altar se confunda esta vez con el de detractor, que sin ningún motivo plausible se atreve á mancillar los timbres de gloria adquiridos en los últimos conflictos de la República por una provincia, cuyos méritos no detallamos pora que no se nos acuse de jactancia. Ha creído el señor diputado de Córdoba poder justificar sus anatemas lanzados contra los porteños, diciendo que hay entre ellos dos clases de hijos, lo mismo que en las demás provincias......Pero si esta clasifica- ción no es tan solo aplicable á la provincia de Buenos Aires, y envuelve á todas las demás, no vemos porque son individuales y esclusivos los reproches del señor diputado de Córdoba, y con que justicia proscribe en globo á la numerosa población de Buenos Aires, donde la acogida que se hace á los naturales de las provincias hermanas, siempre ha sido distinguida y amistosa, hasta partir con ellos los pocos empleos de que puede disponer el Gobierno de Buenos Aires ?( 32 ) Pero otro es el cargo que el señor Diputado de Córdoba se cree en derecho de hacer á los porteños, y aunque nos repugne entrar en prolijas explicaciones con él, nos incumbe sin embargo no dejarlo sin con- testación. l4No creamos, sentó este señor en la carta que "dirijió á D. Tadeo Acuña, que Buenos Aires jamas "nos proporcionará sino grillos y cadenas de miseria por "felicidad; pues estamos viendo que se complace de "nuestra miseria." Por mas que el señor Diputado de Córdoba qui- siera torturar estas palabras, le seria imposible variar su sentido, que comprende no solo á los hijos desna- turalizados, sino á todos los habitantes, y muy espe- cialmente al Gobierno de Buenos Aires. En esto el señor diputado no acredita la franqueza é ingenuidad genial de que hace alarde, ni tampoco el que sea el hombre de bien, agradecido á sus bienhechores y nths á sus libertadores del yugo opresor de los decembristas : porque no puede haber ohidado que la'provincia de Buenos Aires se levantó en masa á la voz del ilustré y Gran Ciudadano que la preside hoy dia, para engro- sar las filas del ejército libertador que se organizaba bajo las órdenes inmediatas del Exmo. Señor Gober- nador de Santa-Fe: que en Buenos Aires se reunió ese puñado de valientes, que al mando del invicto ( 33 ) General Quiroga, é imitando su noble ejemplo, fue á plantarlas banderas de la federación hasta el pie de los Andes; y que en fin, con una magnanimidad sin ejemplo, se prodigó nuestro oro, no para hacer la guerra á las provincias, según blasfemó otro tnaldi- cente, (1) sino para libertarlas. Estos esfuerzos extraordinarios agotaron de tal modo los recursos de esta provincia, que el Gobierno tuvo que estimular el patriotismo de sus habitantes, nacionales y extrangeros, para desembarazar el erario de una masa considerable de valores que se emitieron para hacer frente á los inmensos gastos de la guerra, en la que quedaron sumidos todos nuestros recursos; á pesar del aumento enorme que recibieron las cargas publicas, que aun gravitan sobre este benemérito vecin- dario, tan inicuamente acusado de complacerse en la mi- seria de sus hermanos. * Muy equivocadas deben ser las ideas que tenga el Sr. Diputado de Córdoba para creer que, está en el in- terés de la provincia de Buenos Aires el contribuir al empobrecimiento de la República. Lo que mas con- viene á esta provincia es que todas prosperen, pa.ra no verse otra vez en la precisión de imponerse tan costosos sacrificios, si hubiese (aunque no parezca probable) (1) Vcase lo car^a escrita por el señor D. Manuel Leivq, dipimdo de ■Corrientes, al mismo D- Tadeo Acuña. -7 5C « ) quien osase avasallarlas. Cuanto mas progresen, tanta mas consistencia adquiere la República, y mas activi-t dad el comercio interior, sin el cual el exterior de- caerla prontamente, con grave detrimento de todos i porque este cambio de productos y de valores es el móvil principal de nuestra industria, y el vehículo ne* cesario de nuestros producios naturales. + Pero no « este el lugar de ventilar estas cuestio* Bes, que por otra parte son tan sencillas, que solo un espíritu preocupado puede desconocerlas. Ni tampoco es nuestro ánimo oponernos á un prin- cipio emitido por el Sr. diputado de Córdoba, que sin los impertinentes comentarios de que lo ha rodeado,, hubiéramos sido los primeros en aplaudir. Que al llegar la época oportuna para ocuparse de 3a organización de la República, cada provincia cm- pieze por buscar en si misma los que deben represen- tarla, nada mas justo : no por los motivos que aduce el Sr. diputado . de Córdoba, que están desmentidos por los hechos; sino porque* así lo aconseja la razón y la conveniencia. Pero, para inculcar este princi- pio, ¿se necesita echar mano de calumnias tan grose- ras como las que forja el Sr. diputado de Córdoba ? ¿Y no bastaba enunciarlo para que todos lo hubiesen ad- mitido ? Efectivamente, después de las relevantes pruebas ( 35 ) 'que tiene dadas nuestro Gobierno, (queen esto, co- mo en lo demás, es órgano fiel y legitimo de la gran ma- yoría de la provincia ) es la mas atroz injusticia pre- tender que solo piense en esclavizar á los pueblos, ó en erigirse en arbitro desu voluntad y de su suerte, j Hay un solo rasgo que acredite su ingerencia en los asuntos que^ les son peculiares ? ¿Y no ha manifes- tado mas bien su firme y constante proposito de ce- ñirse á los objetos de su competencia, y de respetar -religiosamente las prerogativas de sus amigos y aliados ? ¿En que les ha faltado, para que se le acuse, á la faz del mundo, de querer proporcionarles grillos y cade- nas, y señorearse sobre las cenizas de las provincias}—¡ La cenizas de las provincias!!!.... Y no es Buenos Aires la que ha franqueado todos los recursos para derrocar áese poder tiránico que nos amagaba con sus bayonetas? El Sr. diputado de Córdoba pasa en silencio estas frases én su ridicula vindicación, y solo en esto ha da- do prueba de cordura ; porque realmente no vemos lo que podia decir para justificarlas. Por lo demás, ninguna contestación séria debe darse á este Sr., desde que tiene la estolidez de des- mentirse públicamente á si mismo, declarando en su esposicion, que volvió á Córdoba contra la orden de su Gobierno; mientras que, en su oficio al Sr. Presidente de la Comisión Representativa de Santa-Fé, afirmo*( 36 ) que había obtenido del Gobierno de Córdoba ta venia para trasladarse a aquella provincia !!! ¡ Que hay de estraño si el que miente en su correspondencia oficial, calumnia en sus cartas privadas! No queremos insistir mas en esta desagradable controversia: y tal vez tenemos qüe agradecer al Sr. ex-diputado de Córdoba, cuya petulancia nos ha proporcionado la satisfacción de re- cibir las protestas tan positivas de amistad del Gobier- no de Córdoba, después de haber oido la declaración tan lisongera para nosotros de los sentimientos del Exrao. Sr. General- Quirooa, á quien nadie se atreverá á acusar de complicidad en el plan, que tan torpemen- te nos atribuye el Sr. Dr. Marín, de querer encadenar y empobrecer álos pueblos. Í XII. ; Oficio del Exmo. Sr. Gobernador de Buenos •rieres al de Corrientes, quejan" dose de la conducta del Sr. Leiva. Buenos Aires, maye 12 1832. El infrascrito se vé en el penoso deber de pasar al Exmo. Sr. Gobernador de la provincia de Corrientes co- pia de la carta escrita por su diputado D. Manuel Lei- va, y de la del de Córdoba, Dr. D. Juan Bautista Ma- J ( 37 ) rin, para qae por el tenor de estos vergonzosos docu- mentos, venga en conocimiento del espíritu que han desplegado, después de la guerra, algunos de los miem- bros de la Comisión Representativa de los Gobiernos aliados, residente en Santa Fé, y de las ideas anár- quicas propagadas desde el seno de una corporación, llamada por su naturaleza y por sus deberes á estre- char la unión de las provincias. El infrascrito no debe descender á comentar las acusaciones absurdas, y las sombrías pretensiones del diputado Leiva, porque está persuadido que el Exmo. Sr. Gobernador de Corrientes notará en ellas el mis- mo lenguaje el mismo espíritu de que se habría valido un agente de Fernando VII., para abrasar á la Repú- blica en los celos mas indiscretos, y obtener su com- pleta ruina. La conducta del diputado de Corrientes constituye un delito atroz, y un agravio manifiesto con- tra el Gobierno de Buenos Aires, pero el infrascrito no reclama como podía un juicio severo contra es- te agente de la discordia, porque quiere agregar este sacrificio á los que han hecho la autoridad de esta provincia y sus habitantes por el bien de toda la Repú- blica, y porque quiere defraudar á los enemigos del país la satisfacción que les causaría la publicación de este atentado. El infrascrito espera que el Exmo. Sr. Gober-( 38 ) nndor de Corrientes comprenderá bien la gravedad y trascendencia de la coro portación de su diputado, y hará justicia al sentimiento que debe haber inspirado en el infrascrito, quien aprovecha esta ocasión de sa- ludar á S. E. con su distinguida consideración. JUAN MANUEL DE ROSAS. Al Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la provincia de Corrientes. XIII. Contestación al oficio anterior. Corriente*, junio 22 us distintas producciones sienten el mismo quebranto, y de todo ello deduzca S. E. si no es justo que los aman- tes del país toquen todos los resortes posibles, y pro- muevan los medios necesarios para evitar tantos ma- les. (1) Esto y no mas es lo que ha hecho el comisionado D. Manuel Leiva quien concluye su comunicación diriendo "que las rentas nacionales son el patrimonio de uno solo," sin nombrar cual sea este; mas el que habla quie- re suplir esta falta diciendo que es el Gobierno de Buenos Aires. ¿ Y esto es inexácto ? ¿ Las provin- cias que componen la República Argentina saben na- da de sus rentas ni de su inversión ? ¿En veinte y dos años que contamos de nuestra emancipación de la an- tigua metrópoli, se conocen acaso las que esclusiva- mente deben pertenecer á esa provincia como sucede con las demás ? ¿ Como es pues que los pueblos han de reconocer, que el de Buenos Aires sacrifica sus fon- dos en favor de ellos, como se ha decantado hasta ahora? Queda desde lueg» demostrado, que la opinión del Sr. Leiva respecto á las rentas naaionales es exacta, y el infrascrito cesa de inculcar sobre la materia, porque (1) Véate lo que sobre este particular espuso el diputado de Corrientes ea su Informe «I 13 de agosto de 1830.( 44 ) se vé en la sensible necesidad de bosquejar otra mas amarga, hallándose en el caso de juzgar á eu comisio- nado, reprendiendo ó justificando el procedimiento deque se le acusa. Cuando él dice "que buenos-Aires únicamente ha de resistir á esta medida por estar en opo- sición á sus intereses" ha tenido rasiones bastantes po- derosas para creerlo asi: primero, por la oposición mani- festada por el Exmo. Gobierno de Buenos Ajres en la capital de San ta-Fe, por medio de su comisionado el Sr. Olavarrieta, á la invitación que debía hacerse á las de- mas provincias por la Comisión Representativa, con concepto á la antedicha atribución, como es constante á no dudarlo en dicha ciudad, y los mismos comisiona- dos de los Gobiernos aliados lo justificarán, si es que también no son considerados ya menos dignos de criterio, En segundo lugar, se ha hablado antes con bastante ge- neralidad, que uno de los primeros cuidados del ejército de Buenos-Jlires, cuando entró á Córdoba, fue persuadir con frivoloc nretestos, que no era oportuna la reunión de la nación: y aunque el gobierno de Corrientes bien dis- puesto á no dar crédito á voces vulgares, se hizo enton- ces el deber de escuchar con desprecio aquellas indi- caciones, que no hacían honor á uno de los respetables gobiernos, que por el ti atado de 4 de enero parecía ha- berse ligado con los demás litorales bajo la mejor buena fé, ahora que tiene a la mano documentos queacredi- ( 45 ) tan la preindicada oposición del Sr. Olavarrieta, y que lia sido efectiva la circulación de cartas u los pueblos del interior al mismo objeto de prevenir no manden sus dipu- tados á la comisión, el infrascrito no puede menos que convencerse de la realidad de las noticias que se. han propagado con respecto á dicho ejército al mismo intento. Compárese, pues, la indicada conducta con las sin- ceras y atentas espresiones de la carta escrita por el di- putado de Corrientes, y juzgue el pueblo imparcial cual de ambos procedimientos debe sindicarse de anárquico, si el que se opone á que elpais se organize sobre base sólida, ó el que trabaja por conseguirlo. ¿Y se quiere todavía, Exmo. Sr., que en vista de oposiciones tan abierta-, y la falta de religiosidad en el cumplimiento del tratado de 4 de enero, los ofendidos cierren sus labios, que cedan á la justi- cia con que se desatienden sus reclamos, y no se agra- vien contra los autores de ella ? ¿ Hasta cuando la Repú- blica y los amantes de su prosperidad han de estar bebiendo de este cáliz amargo ? ¿ Hasta cuando se f 'ende apurar el sufrimiento de los pueblos? El qu»¿ iiabla no trepida aseverar, que veinte y dos años de revolución y otros tantos de persecución, contrastes y miserias, han sido bastantes para justificar la decisión de los pueblos, y rectificar al mismo tiempo la marcha política de ese go- bierno. El ha conocido en varias épocas la dignidad de aquellos, como también la inalicnabilidad de suse 4G ) derechos. ¿ Y aun hay quien se atreva á profanarlos provocando su moderación ? Preciso es, Extno. Sr~, no olvidar que llegará un dia en que temblarán los ambiciosos con la justa irritación de los pueblos. I Que ventajas puede producirnos la paz, si ella mediante no se trata de arribar al importante objeto de la organización del puis ? Sin esto él vendrá tal vez a sepultarse bajo sus propias ruinas, como lo dá á entender el Sr. Leiva, en conformidad con el pueblo cor-i rentino, que al favor de sus leyes, y la libre y sabia elección que ha hecho siempre de sus Representantes, ha podido precaver muchos males, y proporcionarse por si solo el bien que le ha sido posible. Concluye el autor de la carta acusada, exorlando á su amigo, ''interponga sus respetos é influencia para que el comisionado de su provincia venga á la mayor brevedad con las instrucciones convenientes para llenar lodos los obje- tos ya insinuados. ¿Y á donde se descubre esa calum- nia atroz? ¿Qué tiene de vergonzoso esa carta? ¿Donde está la justicia con que se le acusa? Seria necesario consentir, que en el dia la verdad se ha con- vertido en calumnia, y que es vergonzoso dar su opi- nión un artiigo á otro sobre los medios que pueden fa- cilitar la constitución del pais que, si queremos tener patria, debemos apetecerla con ansia, procurando re- mover los inconvenientes que se oponen á su consecu- ( 47 ) síon, que es todo el contenido de la sobre dicha carta. A con*ecuenciá de lo relacionado, el Gobierno de Corrientes no dista ya de creer, que el Exmo. de Buenos Aires quiera, á pretesto del incidente de que *e trata, infringir su solemne compromiso con- traido por el tratado de 4 de Enero celebrado en la ciudad de Santa-Fé, y admitido por el de esta pro- vincia como su primer negociador con toda aquella previsión, que una bien meditada desconfianza le hizo presentir tos resultados que desgraciadamente hoy vé realizados. Pero aun hay mas, Exmo. Sr., seria este un procedimiento justo, por criminal que fuese la com- portacion del comisionado de Corrientes y la de otros, al inferir el agravio de que se queja S. E. para privar á la nación de la oportunidad que se le presenta para la- brarse el bien k que aspira, y que en cierto modo lo tie- ne ahora en sus manos, á costa de inmensos sacrificios, que no son desconocidos ? Quiera, pues, S. E. con una larga esperiencia harto dolorosa, economizar la sangre argentina, tantas veces vertida al infkjfo de pasiones innobles: después de tan desecha borrasca como la guer- ra última, sea S. E. el iris de paz para toda la Repúbli- ca : aparezca de una vez como un Gobierno paternal ; y de esa manera los pueblos todos, sin duda, serán idóla- tras del que dio el primer grito, y ha sido la cuna de la li- bertad nacional; cuya recomendación es tan grata como( 48 ) digna de la memoria de I09 verdaderos hijos de la pa- tria : nadie disputará entonces las ventajas de ese bene- mérito pueblo, ni los bienes con que le ha enriquecido la naturaleza. Persuádase S. K. que el diputado de Cor- rientes en nada se ha desviado de sus deberes ; que no ha he- cho otra cosa que segundar la opinión bien marcada de sus comitentes, como consta por documentos que se han dado á la prensa en esa provincia y esta, y por la comunicación amistosa que el infrascrito ha tenido á bien di- rigir á los gobiernos del interior, sobre el mismo asunto, y de la que incluye á S. E. copia, para su conocimiento. En resumen, según el juicio que ha formado el Emo. Gobierno de Buenos Aire?, sobre el tenor de la carta acusada, y que aparece en la nota á que se con- testa, es el de Corrientes el que debe ser responsable por la opinión qwe ha emitido su comisionado D. Ma- nuel Leiva; mas él siente la satisfacción, de que sí hoy es mirada con indiferencia la opinión referida, los amigos del pais, y el recto tribunal de la posteridad le honrarán á su tiempo con la justicia que corresponde. Por último, antes de cerrar esta comunicación, quiere el que firma protestar de nuevo, como lo hace al Exmo. Sr. Gobernador de la provincia de Buenos- Aiies, á quien se dirige, que al contestarle en los indi- cados términos su ya citada nota, le ha sido preciso al infrascrito violentar de todo» modos la moderación ( *> acostumbrada de su carácter, sin que sea su ánimo ( qué no lo ha sido ni serájafnas) defraudar a ese pueblo los relevantes méritos que durante el curso ríe la revolución ha contraido con la República entera, por sus gran- des servicios en favor de la causa de la' libertad ; antes si, asegurando á S. E. iguales sentimientos, aprovecha esta ocasión para saludarte con el mas distinguido apre-. cío que le merece. Pedro Ferré. Exmo. Sr. Gobernador y Capitan General de la provincia de Buenos Aires. XIV. Circular del Sr. Ferré á los Gobiernos del interior.- Corrientes, abril 13 de 1832. Mi distinguido compatriota y amigo: al cabo ba- bia de llegar un tiempo, que restablecida la paz en toda la República Argentina, proporcionase á los aman- tes de su prosperidad aquel desahogo de sentimientos que exigen la confraternidad- y las simpatías que na- turalmente deben ligarnos como á hijos de una mis- ma patria é individuos de una sola familia. Debo, pues, felicitar á Vdi, como le felicito con toda la es- 7C 50 ) presión de mi cordialidad, por haber llegado la ¿poca en que, terminada felizmente iu sangrienta guerra civil, haya recuperado esa benemérita provincia los goces pacíficos de sus mas preciosos derechos, el de su libertad é independencia política. E*te momento mrl veces suspirado por todos los buenos argentinos, no dudo será un motivo poderoso para que dispen- sándome Vd. la franqueza y satisfacción que me he tomado al dirijirle esta, quiera igualmente persuadir- se de la buena fe y de la sinceridad de sentimientos que me animan para ello. Yo por mi parte no pue- do dejar de creer, que en vista del triste cuadro que jnas de una vez ha presentado la República con los desastres de la guerra, no re halle Vd. afectado de Jos mismos sentimientos, y dispuesto en consecuencia á cooperar de todos modos a que ella sea preserva- da para siempre de semejantes horrores y calami- dades. Bajo éste supuesto es, que me tomo la confian- za de dirigirle, por medio de esta carta, los votos que á este respecto ira pronunciado libremente el pue- blo cor rentino, que tengo ei honor de presidir. Cote ciertamente no ha hecho mas que uniformar su opi- nión con los litorales y demás pueblos, que adhirien- do al tratado de «lianza celebrado en Santa Fe el 4 de enero del alio próxima pasado, han entrado en ( 51 ) liga, enviando sus respectivos comisionados á incor- porarse á la comisión Representativa de lo» G lucr- óos aliados existentes en dicha ciudad; y á mi junio se irá muy conveniente que ese Gobierno piomovie- se cuanto antes la remisión de su diputado al «fic- to, pues lo estipulado en la 5 rt. atiihuciou, que por el artículo 16 del referido tratado se da á la Comisión Representativa, nos presenta la mas Lisongera esperan- za de poner un termino feliz á nuestras desgracias; y que los pueblos de la República, volviendo sobre sí, y consultando sus verdaderos intereses, adopten todos los medios necesario*,,.para que de una vez se arregle la administración general del pais en .los términos que espresa el mencionado articulo. No diré que pa-a la consecución de tan importantes objetos no se nece- siten esfuerzos superiores, y que la empresa no sea aun difícil en las presentes circunstancias, y en el es- tado de aniquilamiento en que por la funesta guerra civil han quedado las provincias; pero sí soy y seré siempre de opinión, que por el mismo motivo son de temerse mayores males y peores miserias, permanecien- do los pueblos en un estado de aislamiento, pues en es- te, lejos de poder proporcionarse recursos, para con- servar su existencia, es un medio forzoso para per- derla inevitablemente, y quedar sepultados bajo sus propias ruinas. Preciso es, por lo tanto, hacer todo( 52 ) él esfuerzo posible sin perdonar sacrificio alguno, pa- ra aprovechar la oportunidad que se nos brinda por medio de la paz y tranquilidad en que se hallan to- das las provincias de la República; porque si bien han debido agobiarnos los males que por tanto tiempo he- mos esperimentado, también es indispensable trabajar para que los pueblos se conserven y prosperen en ade- lante, puesto que han logrado sobrevivir á tantos y tan grandes peligros. Con justicia, pues, debemos con- vencernos, que no el estado de aislamiento, sino una estrecha únion de todos los pueblos, es el objeto úni- co que debe fijar nuestra atención, sí queremos tener patria, y hacer que esta prospere-hasta lograr su engran- decimiento, arreglar su interés, consultando su crédi- to interior y exterior, con lo demás que detalla el artí- culo arriba mencionado, y sobretodo promover por cuan- tos medios sean posibles la industria territorial, y procurar alejar cuanto, pueda estorbarla ó dañarla: he aquí los obje- tos en que debe ocuparse todo Gobierno que aspira á hacer feliz el pueblo, cuyos destinos le están encomendados. Meditando sobre las ventajas que debe producir al pais la promoción y protección de su industria ter- ritorial, hallará Vd., Sr. mió, mil reflexiones que jus- tifican la necesidad del arreglo indicado. ¿Que recur- sos no contaban en otro tiempo las provincias por me- dio de su propia industria? Recuérdese lo que impor- ( 53 ) taban sus producciones, y se verá que si la guerra las ha aniquilado por una parte, no ha sido ni será me- nos cruel á este respecto la libre concurrencia de lus extrangeros con sus efectos de toda clase al único puerto de importación y exportación que tiene la Repú- blica; asi es que, para que las producciones de esta prosperen como en tiempos pasados, es necesario apar- tar y remover todo obstáculo que pueda impedir su industria, es decir, prohibir absolutamente la impor- tación de algunos artículos que ella produce y puede proporcionarse, y al mismo tiempo habilitar otro ú otros puertos mas que el de Buenos Aires paru el comercio de extrangeria. Habilitado, por ejemplo, .el puerto de Santa-Fé, se disminuirán las distancias que los artícu- los de comercio ,del pais tienen que correr hasta lle- gar al mercado de Buenos Aires, y por supuesto se ahorrarán gastos de conducción: prohibida la introduc- ción de vinos, aguardientes, tejidos y demás artículos gue proporciona nuestro feraz territorio, las produc- ciones de e»le adquirirían la debida importancia, y e.n igual sentido á proporción .todos los ramos de in- dustria nacional que se crearen, aumentarán el valor de sus productos, asegurando la subsistencia de numerosas familias, sin que pueda dudarse que este es un bien positivo y duradero pata la República. En vano cier«( 54 ) to número de hombres cargados de fortuna, afecta opo- nerse ul sistema de prohibición rigorosa de importar algunos adíenlos que produce el suelo, á que creen pertenecer: ellos no manifestarán otros medios de que se hayan valido para perfeccionar su industria los pue- blos de la Europa culta, cuyas producciones les asom- bran. Si por lo humilde y de inferior calidad de nues- tros productos, como han dicho algunos, no hay jus- ticia para prohibir la importación de aquellas, señalen cual es la nación de las conocidas en el orbe civili- zado, que no haya empezado por lo pequeño. Solo la Argentina, por su gran nombre, salió de este orden de la naturalezá, porque su inmensa riqueza en me- tálico, le dejaba en otro tiempo lo bastante para sal- var la diferencia de su consumo á sus productos; mas el metálico se acabó ya, merced al libre comercio ex- trangero. Y en este estado de cosas, apreciado compatrio- ta, no ¿será un bien al país arreglar sus intereses del modo que queda dicho? Parece qué la gran mayoría de la República asi lo exige, y £ mi juicio es lo que dé- be hacerse, sino queremos dejar perecer pueblos ente- ros dignos de mejor suerte, y qué, sí no me engaño es la nuestra misma; ¡oh que reflexiones se agolpan á la imaginación hablando de este asunto! Mas ¿que podré decir á Vd. sobre el particular, cuando debo su- ( 55 ) ponerle vivamente penetrado de estas máximas, co- mo t?in interesado en los negocios de nuestra patria querida? Baste pues lo dicho, mi buen amigó, para que obre en su ánimo el convencimiento de que es de absoluta necesidad que esa benemérita provincia en- vié su diputado lo mas breve posible á la Comisión Representativa de los Gobiernos aliados, para tratar sobre Jos objetos arriba indicados. No ignora Vd. que pasó el tiempo en que los desengaños venían á per- der su influencia, estrellándose contra (os deseos desarre- glados de un porvenir maravilloso: todo lo que salga del orden natural no puede tener buen éxito: los ob- jetos que hoy merecen la atención de los Gobiernos litorales y demás aliados, los impera y demanda el orden mismo de los sucesos: es de esperar por lo tanto resultados loa mas feliees, haciendo lugar á las fuertes lecciones que nos ha dado la experiencia en la última guerra civil. Basta ya de alucinarnos; pues el estado de aislamiento en que se pretende sumir á los pue- blo?, solo puede producir ventajas á la provincia que, en cierto modo, se ha hseho arbitraria del tesoro nacional con- tra el voto público de aquellos. Concluyo, pues, respetable conciudadano, rogan- do á Vd. quiera admitir estos votos, no ciertamente como miiw en particular, sino del pueblo correntino y demás aliados, til viéndose contestarme con la mis-( 56 ) ma franqueza que me dirijo á Vd. y de la que, es- calpándome al propio tiempo, tendré mucho gusto en que Vd. ordene como mejor le parezca en la «ana amistad de sir afectísimo' seguro servidor Q. B. S. M. Pedro Ferré. Está conforme. Viüagra. Señor Gobernador de la provincia de......... XV. Vindicación de los Sres. Brigadieres Gene* rales, Balear ce y Martínez. Buenos Aires, 8 de agosto de 1832. Si los asertos en que se funda la carta de 22 de iulio último del Eimo. Sr. Gobernador de la provincia de Gómenles, dirigida al Poder Ejecutivo de la de Buenos Aires, son tan débiles é inexactos, como los que ha tenido para la delación pública que hace, cuando afirma, que se había hablado antes con bastante ( 57 ) generalidad, que uno de los primeros ciüda^hnos^ del ejér- cito de reserva de Buenos Aires cuando entró á Cór- doba, fué persuadit con frivolospretestos, que no era opor- tuna la reunión de la nación; tendrá sin duda S. E. el Sr. Gobernador de Corrientes el sentimiento de ver- los desvanecer de un modo incontestable, y sin que quede ni una sombra en que pueda apoyarse la lige- reza con que se ha querido ofender á los generales y gefes de aquel ejército, que supieron llenar sus deberes de un modo honroso, y que dieron ejemplos notorios de obediencia al Exmo. Sr. General en Gefe a cuyas órdenes habían sido puestosí y de quien re- cibieron no solo particulares demostraciones de con- sideración y aprecio, sino al mismo tiempo las re- comendaciones públicas que hizo á su Gobierno, de haber sido tan exactos en el cumplimiento de sus órdenes, como en todo lo demás que podia tener relación con los objetos importantes á que fueron destinados. Sentimos que el Exmo. Sr. Gobernador de Cor- rientes nos ponga en la honrosa precisión de con- testarle, que no han sido exactos los informes que ha recibido da la conducta pública que guardó el ejército en todas las posiciones que ocupó. No po- drá presentarse una sola letra, ni persona, sea del carácter que se quiera, que se atreva á decir, que( ) los generales y gcfes del ejército en su marcha mi- litar, desde su cuartel general de Careaga á la ciudad de Córdoba, ni en el tiempo de su permanencia tan eventual en ella, hubiesen ni inderectamente mani- festado su opinión acerca de la oportunidad, ó ino- portunidad de la reunión de un Congreso general .• su objeto esencial era otro bien notorio, y ellos se honran al repetir que lo llenaron dignamente sin que se pueda presentar ni un solo atestado que lo des- mienta. £1 estado de guerra en que aun se hallaba la provincia de Córdoba al tiempo de la retirada del coronel La-Madrid con la fuerza que después ocupó á Tucuman, y en unos momentos en que no se oian mas que lagrimas y desgracias, y sin ningún arbitrio para empezar á enjugarlos, se presenta muy estra- vagantc la idea que se imputa al ejército de Buenos Aires, y aun á los habitantes de aquel territorio para atender á prestarse á sus sugestiones. Los Generales que hablamos no tememos ser des- mentidos ni por la mas audaz maledicencia, cuando aseguramos, que en asuntos de nuestra obligación y en los de política, si alguna vez se han tocado como incidentes de una conversación amistosa, no han ha- blado con otra persona en el corto periodo de su mansión en Córdoba, que no haya sido conS. E. el ( 59 ) Sr. General en Gefe del ejército auxiliar confede- rado; y él mismo, con el carácter franco y veraz que lo distingue, no podrá negarse á manifestarlo de urt modo público, y sostener que los individuos de todas clases del ejército de reserva en ninguna ocasión ge mezclaron en los negocios gubernativos, y menos en aquellos que se llaman populares y de l<* exclu- siva intervención de los ciudadanos ó hijos de aquel territorio. Apelamos también al imparcial testimonio de estos, que nos dieron tantas pruebas de aprecio y estimación cuando fuimos sus huespedes. ¿Con que antecedentes, pues, contará el Exmo. Sr. Gobernador de Corrientes, que tan distante ha estado siempre del teatro de la guerra, para desmentir una conducta tan públicamente sostenida? Lo inter- pelamos para que los publique, y quedamos desde hoy comprometidos á desvanecerlos victoriosamente; ma- nifestando entre tanto á S. E. cuanto sentimos que no hubiese reforzado con una división de la benemé- rita provincia que preside, al ejército auxiliar con- federado: por este órgano hubiera recibido informes mas imparciales y verídicos, como procedentes de com- pañeros de armas que habrían existido en mas con- tacto con nosotros, y no nos encontraríamos hoy ne- cesitados á desengañarlo de los que ha tenido por otros conductos tan notoriamente falsos.( 60 ) No somos por otra parte capaces de hacer á las luces del Exmo. Sr. Gobernador, á quien tenemos por primera vez el honor de dirigirnos, el agravio deque se haya propuesto formarnos un cargo, cuando nuestra comportacion en Córdoba hubiese sido la que motiva esta verídica y sencilla exposición: la clase militar, Sr. Gobernador, á quien tenemos el honor de pertenecer, no nos inhabilita para hablar de este esunto, y manifestar nuestra particular opinión que- remos decir, que si S. E. puede hablar entre sus ami- gos y conciudadanos de la necesidad en que estemos hoy de la reunión de la nación, iguales títulos inves- timos nosotros para contestarle (si así pensásemos) que no habia tal necesidad; pues es incuestionable, que ni por voluntad de V. E„ ni por la nuestra aquella lo verificaría. En lo demás de haberse dirigido a las provincias hermanas del interior con el anterior motivo, nosotros no nos mezclamos; pues aunque somos partes, no somos jueces para pronunciarnos acerca de la ilegalidad, ó legalidad con que haya podido hacerse. Nos hemos reservado, al cerrar la precedente expo- sición, apelar también al testimonio del único juez com- petente que tenemos para juzgar del desempeño de nuestros deberes públicos, que lo es el Exmo. Sr. Bri- gadier General, Q. Juan Manuel de Rosas, Goberna- ( 61 ) dor y Capitán General de la Provincia á que tenemos el honor de pertenecer, interesando su bien acreditada rectitud para que manifieste, si lo tuviese por conve- niente, los informes que haya tenido de nuestra com- portacion al tiempo de llenar la importante comisión con que se nos distinguió. Entretanto, con este motivo nos es satisfactorio pu- blicar la alocución que S. E. el Sr. Gobernador de Bue- nos Aires, al tránsito del ejército de reserva, de re- greso de Córdoba por su cuartel general en Pavón, le dirigió, saludándolo en los términos mas honoríficos a su conducta circunspecto, digna y patriótica ; y también la demostración pública de despedida con que el Exmo. Sr. General en Gefe del ejército auxiliar confederado, distinguió al de reserva de Buenos Aires al partir de Córdoba. Buenos Aires, 8 de Agosto de 1831. Juan Ramón Balcarce. Enrique Martínez. Proclama del Exmo. Sr. General en Gefe del Ejército Auxiliar Confederado. i Soldados ! Cuando abandonasteis la deliciosa Buenos Aires( 02 ) para poneros en campaña y correr los azare* de la guerra, lo hicisteis con un entusiasmo y decisión admi- rables. Ardía en vuestros pechos el deseo de combatir por la libertad de nuestra Patria, y aunque no á todos concedió la forluna este favor, todos habéis merecido la estimación pública por vuestras virtudes marciales. ¡ Soldados ! Llegó la hora de regresar & vuestros hogares : volved en hora buena llenos de la sólida satis- facción de haber dado á nuestra Patria libertad y leyes. Gozad con justicia de este dulce recuerdo. Si los amo- tinados del funesto diciembre eclipsaron las glorias de la República, vosotros se las habéis vuelto con mayor brillo, y donde los facciosos han ejecutado las mas inau- ditas violencias, las mas horrendas atrocidades, vosotros habéis practicado todo g-énero de virtudes. No solo habéis humillado á los rebeldes por vuestra disciplina y valor, sino que habéis honrado el nombre argentino con vuestra subordinación y constancia ! Ilustres gefes, dignos oficiales, valientes soldados ! Vosotros habéis merecido el glorioso titulo de Defensores de la Libertad, y con él os saluda y se despide vuestro general y amigo. ESTxlNISLAO LOPEZ. Cuartel general en Córdoba, 5 de agosto de 1831. ( 63 ) Proclama del Exmo. Sr. Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos A ires. 1991, Septiembre 4, en Pavón. Ai- General Balcarce, al Ejercito— jSALUD! ¡Salud por siempre, Soldados de la Patria! Lecciones frecuentes, repetidas os son debidas, dignas de la memoria de los siglos. El espectácu- lo de la libertad que inflama y llena á los hombres de ese ardor santo que obra prodigios, lo acabáis de ofrecer á la vista de los pueblos. Los escollos que encubre el camino que guia el republicano al templo de la inmortalidad, los habéis salvado, demostrando vuestra docilidad para evitarlos. Habéis acreditado que las marchas gloriosas que perpetúan el nombre del buen ciudadano se fundan, no en las torpes y desmoralizadas licencias, no en- tre las ruinas y los escombros, sí sobre la base in- mutable de la justicia y el respeto de los derechos á Dios, á la Patria y á los hombres.( 64 ) Por donde quiera que habéis andado, Soldados de la Patria, habéis consagrado los sentimientos dé subordinación con admiración, de humildes sin de- gradación, moderados sin presunción, virtuosos sin bajeza, libres sin escándalo, religiosos sin hipocresía, y en fin de valientes sin orgullo, dóciles y consecuen- tes á los principios; mostrándoos fíeles á las institu- ciones, y prontos á reprimir á los malvados unita- rios, feroces autores de las desgracias de la tierra. ¡Honor, gloria y gratitud á los defensores de la paz pública bajo la conveniente forma federal! ¡ Loor por siempre á los restauradores de las leyes, ba- jo la divisa de la Federación! Reproducid, constan- tes Patricios esos tan admirables ejemplos: sed siem- pre acreedores á que por vuestros hechos y virtudes se repita en todas ocasiones ¡Salud para siempre, Soldados de la Patria.' Santo Generales—Balcarce, Martínez. JUAN MANUEL DE ROSAS. ( 65 ) XVI. Refutaciones de los papeles publicados por el Sr. Ferré. EL COSMOPOLITA. Empiezo, ¿r. Editor (\), á cumplir mi palabra, ha- ciendo uso de vuestra oferta generosa. Cuando inter- pelé vuestra bondad, solicitando un lugar eu las colum- nas de ese bien conceptuado diario, para ocuparlas con las observaciones que ofrecí, conté, casi sobre seguro, que no quedaría defraudado en mi esperanza. Ni po- día prometerme menos de vuestro espíritu público, y del interés que siempre habéis manifestado por el de- coro y crédito de nuestio país. En lo que á mí toca, me formo un honroso deber en manifestar mi srrati- ¿ud por esta prueba de benevolencia.—Comencemos.— Tres piezas son las que juegan un rol análogo en el asunto que voy á examinar. Primera : la carta del Sr. D. Mznuel Leioa, dirigida desde Sania Fé, en 13 de marzo ultimo, al Sr. D. Tadeo Acuña. Segunda : la carta circular ( conñdencial como la anterior ) del Sr. D. Pedro Ferré, Gobernador de Corrientes, espedida desde dicha ciudad, en 13 de abril siguiente, k los Go- (1) Eite articulo fue dirigido al editor de la QaceU Mrrca.itU. 9( 06 ) bernadores de las demás provincias, exceptuando la nuestra, como era consiguiente. Torcera y última : la contestación oficial dada por el Gobernador de Cor- rientes, en 22 de junio próximo pasado, á la nota del mismo carácter que en 12 de mayo anterior le había dirigido nuestro Gobierno, quejándose del agravio que le había inferido el Sr. Leiva en su enunciada carta. Dije arriba que estos tres documentos jtiegnn un rol análogo en el asunto en cuestión. Añadiré ahora, que el último es el complemento de los otros dos, su epílogo, glosa y comentario, y el que desenvuelve, hasta hacer uso de la virulencia y comunicaciones, el espíri- tu turbulento de aquellos. De consiguiente, estando reasumidos y amplificados en él los envenenados repro- ches que la malevolencia, la envidia, ó una prevención Injusta, (por infundada) han asestado en las dos prime- ras piezas contra nuestro gobierno en particular, y ge- neralmente contra los porteños, con pasar en revista y refutar la nota oficial del 'Gobierno de Corrientes al de nuestra provincia, habremos hecho correr igual suer- te á las otras dos filípicas, en cuya protección y ampa- ro ha salido la última bajo les auspicios de un carác- ter mas autorizado. Tendremos, (lo protestamos de buena fé ) un pe- sar positivo, si en el curso de este análisis nos viéramos alguna vez obligados á emplear el lenguage de las ín- ( 67 ) culpaciones. Tratamos de persuadir, no de irritar. A»í es que solo una necesidad forzosa podrá hacernos adoptar en algún periodo (como por excepción de re- gla ) el sistema de recriminación.- No encuentra culpable el Sr. Gobernador de Cor- rientes á su comisionado por las especies injuriosas que vierte en su carta contra el Gobierno y pueblo de Buenos Aires : ni por la zizaña que derraman sus prevenciones suspicaces ; ni tampoco por la discordia que naturalmente deben producir esas flechas empon- zoñadas. Todo esto es de ningún peso en la balanza de las combinaciones políticas y de las sublimes con- cepciones del Sr. Ferré. El contempla, no sin satisfac- ción, esos manejos de su mandatario, como una prue- ba inequívoca de su patriotismo y fidelidad, y como un título intachable á ta benevolencia del comitente. El Sr. comisionado Ijeiva podrá haber sido fiel á las insinuaciones de su patrono. Creemos con efecto que así habrá sido; pero, ni es envidiable una fidelidad apoyada ea la injusticia y la calumnia, ni puede acre- ditarse de patriota el que no exhiba otras credencia- les, qae las de haber intentado hacer bambolear la má- quina social, derramando receles y alarmas, en ve? de inspirar confianza, y aconsejar unión, simpatías y fraternidad. Después de la borrasca que acaba de correr la República, so quiera provocar otra. Aun no( 68 ) tert>e por lo visto el Sr. Ferré concitar nuevos elemen- tos de perturbación y desorden. Este es lo mismo que anunciar anticipadamente, que si ellos desfogasen otra vez, volvería á introducirse con prudente cautela en puerto de salvación.......... , . EA Sr. Gobernador de Corrientes, después de ha- cer una salva al patriotismo y fidelidad de su comi- sionado, desciende á justificar la opinión que este emi- tió en su carta seductiva, en orden á que no se habia presentado a su juicio-, oportunidad igual á la Repúbli- ca para organizarse 8gc. Dejaremos algunos momentos al comitente y al comisionado gozar de sus ilusiones en esta parte, aunque bastarían á disiparlas la alarma é inquietudes que han esparcido en los ánimos los me- dios poco decorosos, y aun podria decirle rastreros, de que se han valido, al haber tomado la iniciativa en es- ta misión y predicación verdaderamente volcánicas. V en efecto : ¿ que idea podrá formarse de la oportunidad que presenta hoy la República para constituirse, si se juzga por el espíritu de chisme y detracción que preside á las pastorales de los SS. Leiva y Ferré 1 ^ Se creerá que reina la armonía, la buena inteligencia y confianza, tan necesarias en todo arreglo amigable de intereses de familia, cuando unos miembros de ella se empeñan en desacreditar á los otros ? ¿ Cuando Ies acusan publicamente de usurpudores delpatritnonio ( ( 09 ) Común? ¿Cuando los delatan ante el tribunal de la opinión publica como unos ambiciosos que provocan; la irritación de los demás hermanos ? ¿ Cuando les1 amenazan finalmente, con que llegará un dies irce en que temblarán al solo aspecto de sus co partícipes ? Pues esto, y nada menos que esto, es lo que han tenido la impudencia de propalar Tos SS. comisionado y comi- tente, dos pueblos juzgarán quienes sontos que se hallan poseídos de pasiones innobles : si los que exci- tan de este modo los odios y los enconos, haciendo sublevar aquellas; 6 los que acaban de dar pruebas tan prácticas, como recientes en obsequio de la li- bertad, y demás derechos sagrados de los mismos pue- blos. Desengañémonos ya : esas erupciones de odio impotente y ridículo, que han salido de la boca y ma- no del comitente y comisionado: esa lava infecta de suspicacia y calumnia, con que pretenden destruir y carbonizar reputaciones bien establecidas ; son otras tantas pruebas de hecho, (y como tales, irrefragables y conctuyentes ) de que no está bien radicada la con- fianza en los espíritus ; que germina todavía, por des- gracia de nuestra patria, la simiente fecunda de lar discordia; y que es preciso dedicarnos con prefe- rencia á desalojar esta raíz maléfica del campo en que debe fructificar nuestra ley política fundamen- tal. Si habia algunas probabilidades antes de aho-( 70 > ra, de que la República estaba en calma, y en opor- tunidad para ocuparse de su organización general, las invectivas de los SS. Ferré y Leiva, sus maniobras subterráneas, y sus tiros embroquelados han venido á disipar la ilusión, desde que han salido al raso. ( 1 ) Esta es la ocasión de decir, una vez para siem- pre, que no deja de ser un consuelo, el que los re- proches amargos que ae hacen á nuestro Gobierno, sean dirigidos por un gefe, que, aunque preside al destino de una provincia benemérita, no se ha reco- mendado ala confianza pública de los fedérale?por servicios importantes que haya prestado á la causa de la restauración. Esta calidad debe disminuir en gran parte la dosis amarga, esa confección inmunda de hiél y vinagre, que ha presentado el Sr. Ferré á nuestro digno compatriota, el Sr. Gobernador y Ca- pitán General de esta Provincia. Si al fin el caRz amargo hubiese sido enviado á este por alguno de los otros gobiernos litorales, que con decisión heroica, y haciendo de sus pechos un dique impenetrable, su- pieron contener el torrente devastador de los usur- padores de diciembre : 6Í esas increpaciones, de que (1) Cono aumento a esto cargo,, podríamos también hacer mención de ia otra pastoral del Sr. Morir, comisionado del Gobierno de Córdoba. Pero al fin este individuo ha dicho, jjcenitet me, y su Gobierno ha tenido dignidad y justi- ficación bastante, para d-ar ai nuestro una satUfWccion expiatoria, ( 71 ) abunda la nota oficial que analizamos, hubiesen emanado del impertérrito General de la división auxiliar de los Andes, ó de los otros gefes que coo- peraron con su influjo y esfuerzos á derrocar en las provincias internas el sombrío solio de los parricidas, tuviera entonces algo mas por que contristarse el dis- tinguido ciudadano, que dirige hoy el timón de nues- tra nave pública. Pero por fortuna es el St. Ferré., Gobernador de Corrientes, el que ha intentado empa- ñar el honor terso y el patriotismo acendrado del Sr. Rosas: es él que hizo una diversión .peligrosa á la empresa de llevar la guerra á la ramificación usur- padora del interior, esforzando en momentos tanictl- ticas pretensiones de un orden subalterno, que solo afectaban intereses locales, cuando todo de Lia callar, en medio de aquella crisis, para no frustrar ó entor- pecer el gran proyecto de fia expedición litoral: (2) (2) El publico no habrá olvidado la célebre gestión de puerto*frttneot, y hjjcs restrictivas del comercio extranjero, que el Sr. Ferri, comisionado en- tonces de so -Gobierno, elevó á la Comisión Representativa litara', cuando todos los verdaderos amantes de la patiii solo se ocupaban del gran proyecto de solo argentino, que no desee ver constituida y organi- zada la nación. Pero, ¿á quien se dirige esta observación vaga ? ¿Al cierto número de hombres, ó á nuestro Gobierno como una persona moral, comprendida en aquel núme- ro? Esto último debe ser. De lo contrario no se en- contraría la conducencia, con que el Sr. Ferré, habría hecho esa indicación ; pues en todo el contesto de la nota se ven diseminadas otras observaciones, y referi- das algunas anécdotas, para deducir que esa oposición (a constituirnos nacionalmente) ha sido manifestada por el Ex/no Gobierno de Buenos Aires, ya en la capital de Santa-Fé, por medio de su comisionado el Sr. Ola- varrieta, ya en Córdoba, por conducto del ejército de Buenos Aires, por cuanto uno de los primeros cuida- dos de este, cuando entró á aquella ciudad, fue per- suadir con frivolos pretestos, que no era oportuna la reunión de la nación. Sin contradecir,, ni tampoco asegurar la verdad de los hechos que denuncia el señor Ferré, crtemos po- der desarmar todo el aparato de sus alegaciones. Pura conseguirlo no apelaremos á otra cosa que á ios recur- sos de una buena lógica, y al texto literal y genuino del tratado de 4 de enero del ano próximo pasado, sobre cuya infracción por parte de nuestro Gobierno, ha dado el señor Ferré tan fuertes y tan desgraciados( 74 ) nlnrilns. Por lo «lemas, el Gobierno de esta provine!», ó bien el diario oficial se dejaran tal vez oir en el asunto; y con otros datos, de que el Cosmopolita carece, po- drán ilustrar mejor el juicio público. Aislamiento. Seria preciso que el genio del mal concitase mu- chos elementos de inquietud y anarquía, y que las in- justicias prevenciones del señor D. Pedro Ferré, con- tra el Gobierno y pueblo de Buenos Aires, llegasen i formar la orden del dia en el resto de las Provincias Unidas del Itio de la Plata, o que fuesen acogidas fa- vorablemente por los hombres de influencia que dirigen la opinión en ellas, para que el resultado de tamaña injusticia fuese el que U provincia de Buenos Aires se aislase de las demás por algún tiempo, ó se separase definitivamente de la asociación argentina, pues no sa- bemos hasta que punto eleva el señor Ferré, lo que él llama sistema de aislamiento, Pero por fortuna de to- dos, las probabilidades están en contrario. Seria hacer upa injusticia enorme á la probidad y criterio publico de nuestros compatriotas del interior y del litoral, el creer- los dispuestos i recibir las siniestras impresiones, que el espíritu de demagogia pretenda grabar en sus áni- mos. Los pueblos son ya demasiado previsores, y tie- nen un instinto de conservación y conveniencia, que ( 75 ) les hace distinguirá sus verdaderos defensores y ami- gos, de los que solo intentan elevarse, burlando su cre- duliilad, y lisonjeándolos con promesas aereas y pala- bras infladas. JLos pueblos están á las obras; y en los últimos acontecimientos, de que acaban de ser tes- tigos, tienen un fanal de luz perenne, que los guiará «jo duda en sus combinaciones y cálculos. Si el se- fi »r Ferié ha creído embaucarlos, á merced de cuentos y de carlitas, ellos tienen delante de sí abierto el gran libro, en que están inscriptos los nombres de los go- biernos y varones fuertes que han concurrido á re- dimirlos de la opresión é ignominia, en que los tenían sumidos unos rebeldes y amotinados. ¿A quien cree- rán? ¿A. lo que han visto con sus ojos y palpado con sua manos, ó á las declamaciones huecas de los que les vienen hoy á hablar de libertad y de derechos, después de haberse estado á la capa en las horas del conflicto?........No hay en consecuencia, ni puede ha- ber temor racional de aislamiento, ósea anseatismo, por- que no hay probabilidades, de que el pueblo de Bue- nos Aires se vea hostilizado por sus hermanos, y hos- tigado á echar mano de ese recurso, que sería el úl- timo, á que podrían conducirlo injustas provocaciones. Oposición a constituirnos. Al dirigir el señor Ferré esta inculpación á nuag-( 76 ) tro Gobierno, ha sido tan desgraciado como siempre, pero mas superficial y contradictorio que al hacer la» otras. Unas veces deduce lo positivo que ha sido esa oposición, de la que manifestó el Sr. Olavarrieta en Santa Fé, á la invitación que debia hacerse á las demás provincias por la Comisión Representativa, con concepto á la atribución 5 a . del artículo 16 del tratado de 4 de enero. Otras la pretende comprobar con la persuacion que empleó ('según su palabra honrada) el ejército de esta capital, en su entrada a Córdoba, para con vencer que no era oportuna la reunión de la nación. Finalmente en otro periodo se refiere á documentos que tiene á la mano, y acreditan la preindicada oposición del Sr. Olavarrieta, y que ha sido efectiva la circulación de cartas á los pue- blos del interior, al mismo objeto de prevenir no manden sus diputados á la comisión. En la situación embarazosa y penible, en que por lo visto se ha encontrado el elaboratorio político del señor Ferré, al estar organizando su indigesta contes- tación, comparamos á este caballero con un artesano, que en el apuro de concluir una obra, que debiese acreditar toda la extensión de sus conocimientos mecá- nicos, echase mano indistintamente de todos los ins- trumentos y materiales que tuviera en su taller, y so- brecargara su obra, faltando á las reglas, ó por exceso ó por disminución, ó por mala dirección de las pro- ( 77 ) porciones. ¿Seria el hombre de nuestra hipótesis un buen artista, porque hubiese mucha materia, pero nin- guna forma.en la obra de su predilección? El pú- blico lo decidirá. Entre tanto, la serie de estas obser- vaciones demostrará, que ese hábil artesano es el se- iior Ferré. La 5». atribución declarada en el articulo 16 del tratado de 4 de enero, á la .Comisión Representativa de los gobiernos de las provincias litorales de Ja Re- pública Argentina; comisión que fue creada por el ar- ticulo 15 del mismo tratado, por el tiempo perentorio y en los términos que están detallados en él, es el tópico y punto de partida, de que arrancan las incul- paciones, que el Sr. Ferré, afectando una grande aus- teridad, dirige á nuestro Gobierno, con cierto aire de triunfo, como si le tuviera ya pillado en el garlito. Nosotros recurriremos á la misma fuente, para hacer la apología del Gobierno con los mismos materiales, que se han empleado con tan poco criterio al objeto jde labrar su descrédito. Es preciso insertar ambos artículos por la gradación de su orden numérico. Articulo 15. " Interin dure el presente estado de cosas, y mien- tras no se establezca la paz pública de todas las provincias de la República, residirá en la capital de la de Santa Fé, una Comisión, compuesta de un üipu- t( 78 ) tado por cada una de las tres provincias litorales, cu- ya denominación será* Comisión representativa de los gobiernos de las provincias litorales de la República Argen- tina ; cuyos diputados podran ser removidos al arbi- trio de sus respectivos gobiernos, cuando lo juzguen conveniente, nombrando otros inmediatamente en su lugar." Articulo 16. "Las atribuciones de esta Comisión serán.......... 5 w . invitar á todas las demás provincias de la Repú- blica, cuando estén en plena libertad y tranquilidad a reunirse en federación con las tres litorales; y á que, por medio de un Congreso general federativo, se arregle la administración general del país, bnjo el cisterna federal, fu comercio interior y exterior, su na- vegación, el cobro y distribución de las rentas gene- rales, y el pago de la deuda de la República, con- sultando del mejor modo posible la seguridad y en- grandecimiento general de la República, su crédito in- terior y exterior, y la soberanía, libertad é indepen- dencia de cada una de las provinnins." Ya hemos vi«to el texto. Entremos ahora en las glosas, y raciocinemos. Repetimos que no tenemos conocimiento de la conducta oficial que ha observado el Sr. Olavarrieta, como representante de este Gobierno en la Comisión ( 79 ) representativa litoral. Sentiríamos que fuese cierto el cargo que en esta parte forma el Sr. Ferré, y que el Sr. Olavarrieta hubiese hecbo resistencia á la invi- tación que debia hacerse á las demás provincias para que se reuniesen en federación á las litorales, (ó, lo que es lo mismo, para que se adhiriesen ai tratado de 4 de enero, celebrado entre estas] y también á que se predispusiesen á arreglar la administración general del país por medio de un Congreso general federativo. Esto se halla esplicitamente designado en el tratado consabido, y aun debe haber formado par- te de las instrucciones del Sr. Comisionado. No es posible en consecuencia resolverse á creer, por solo el aserto del Sr. Gobernador de Corrientes, que el Sr. Olavarrieta, hubiese desmentido en ocasión tan solem • ne la rectitud bien conocida de sus principios, y se hubiese puesto en pugna abierta con el texto literal del tratado que debia ser su norma. Nos confirmamos mas en este concepto, después de haber observado un descuido padecido por el Sr. Ferré, que le descubre y traiciona su secreto; que pone á la luz pública su mala fe ó su ignorancia; que sin perjuicio de todo esto deja traslucir su impreme- ditación, y su poca destreza en ser coherente consigo mismo, para no exponerse á que se le clasifique de contradictorio y fritólo. El mismo nos ha dado la clave para descifrar su cargo misterioso.( N ) Medítese con reflexión sobre aquel periodo etr que, después de anunciar con pompa el Sr. Ferré tener en su mano documentos qué acreditan la oposición he- cha por el Sr. Otavarrieta a la invitación que debía ha- cerse á las provincias, con concepto á la atribución quinta, añad« que esos mismos documentos demuestran, que ha sido efectiva la circulación de cartas á los pueblos del in- terior; AL MISMO OBJETO de prevenir no manden sus diputados á la Comisión. ¿Lo habéis oído, leetóres? Al mismo objeto. Y es el Sr. Ferré el qiie nos lo dice. El mismo es en consecuencia el que ha descubierto su arti-maña, y el Cosmopolita debe decirle con satisfac- ción ; oretuotejudico. Tenemos pues, Sf. Ferré, por vuestra propia declaración, (y ya snbéis que, confesión de parte releva de prueba, que la circulación de cartas al interior fue al mismo objeto de prevenir no mandasen sus diputados á la Comisión. Ergo, secundum te, la opo- sición del Sr. Olavarrieta no fue á la invitación que d'e- bia hacerse á las provincias con arreglo á Ja preven- ción quinta, sino solamente á que no enviasen sus di- putados á la Comisión representativa ; pues de no ser asi, la circulación de esas cartas que denunciáis no hubiese sido al mismo objeto. El apuro es grande, y el Sr. Gobernador de Cor- rientes no puede salir ileso de él, aunque, echando por el atajo, diga con la impavidez^que le es propia, que tina y otra cosa son idénticas, y que haciendo oposí- ( «1 ) don á esta, se hace también á aquella. Después que hemos visto todas las inepcias, que el Sr. D. Pedro ha vaciado en su contestación, no estrañariamos oírle ésta otra. Mas es preciso que sepa que lejos de haber identidad, hay diametral oposición entre aquellas dos cosas, y que en el tratado hay prevención para que se realice la una, y prohibición, para que se haga la otra.—¿-Prohibición, Sr. Cosmopolita?—Si, Sr. Gober- nador; y V. S. va á quedar convencido de ello á su mismo despecho. No hay disputa sobre la invitación que ha debido hacerse á las Provincias, para reunirse en federación con las litorales, &c. Esto se halla clara y terminan- temente prevenido en la 5.a atribución. Hay si pro- hibición de invitarlas á que envíen sus diputados á la comisión; y esa prohibición viene aparejada con la naturaleza del articulo 15 del tratado, ó mas* bien, con la naturaleza de la Comisión representativa, creada por él. La vida legal ó la existencia legitima de dicha Comisión fue circunscripta por el mencionado articulo al solo tiempo que durase el estado que tenian entonces las cosas: esto es, mientras continuase la resistencia armada que hacían los usurpadores, y mientras no sé estableciese, la paz pública de todas las provin- cias. Desde que esto último tuvo lugar, la Comisión cesó de derecho, y debió también cesar, de hecho,( 82 ) cumpliendo con la última de las atribuciones, con que se le habia ordenado sellase su misión, que era la invitación á las provincias,, al objeto explicitamente designado en la 5.* atribución. Estandolc, pues» ve. dado vivir mas allá del periodo que perentoriamente se le prefijó, quedo igualmente inhibida de invitar á las provincias enviasen diputados, que debian incor- porarse á ella, cuando ya no podia tener ni cuerpo ni alma. Si desnaturalizándose ella misma, y preten- diendo conducir su existencia mas allá del término fatal, designado por los Gobiernos que le dieron ser legítimo, ha entrado en ultcrioridades arbitrarias, por laudable que haya sido el objeto que en ello se pro- pusiese, usurpó facultades agenas, y todo cuanto de sus resultas haya emprendido es irrito, nulo y de ningún valor. Seria abusar de la paciencia de nuestros lecto- res entrar en mayores explicaciones á este respecto. Lo deducido basta para probar hasta la evidencia, que toda la vocinglería del Sr. Fcrrp en orden á in- fracción del tratado de 4 de enero, no es mas que una treta para meterlo todo á barato, y un triste ma- nejo para hacerse cspectalble ante los pueblos, dán- dose celebridad después de la paz, que le indemnice del poco crédito que ha sabido labrarse e-n la guerra. V después de todo esto, ¿qué es lo que viene á que- ( 83 ) dar de útil de todas ctas declaraciones, bravatas, ir- ritacion de los pueblos, 22 años de desengaños prácticos, es- periencias dolorosos, ahorramiento de sangre argentina, y demás paparruchas que ha amontonado el Sr. Gober- nador de Corrientes en su incivil y provocativa con- testación ? [ 1 ] ¿O ha coucebido tal vez el Sr. Ferré el caballeresco proyecto de ponerse á la cabeza de alguna cruzada, sobrogarse en el lugar y preeminen- cias del ya olvidado .Artigas, y renovando sus pre- tericiones y sü odio á Buenos Aires, ofrecerá los pue- blos ser su conductor, y el ángel de nuestro extermi- nio ? ¡ Pobre Sr. Ferré, si él cuenta en el dia con la cooperación de ningún pueblo, para perturbar el or- den público, y meterse á Quijote ! Su fin seria ».l que tuvo el llamado Protector de los pueblos libres. Es verdad que para este caso ya tenia bastante adelan- tado en la amistad que se dice cultiva con esmero con el Dictador del Paraguay. (I) Un amigo respetable ha asegurado al Cosmopolita haber vi.to la Bota que nuestro Gobierno pasó al de Cor. i-ntes, quejándose del procedimiento del Sr. Lciva. > os ha indicado también que la moderaciou de nuestro Gobierno llegaba basta el extremo de no exigir juicio, ni de consiguiente satisfacción pú- blica, porque quería defraudar á los enemiyos del país la satisfacción que le* resultaría, si se publicase el atentado del Sr. Incita. En consecuencia nuestro Gobierno nada mas hacia, que desahogar su sentimiento cu el seno del Sr. Go- bernador de Corrientes, esperando que este le haria justicia. ¡Que correspon- dencia ha tenido tan noble y generosa comportacion ! Cuando esta llegue ¡¡ manos del Sr. Gobernador de Corrientes, él desmentirá, si tier.e valor, A nuestro amigo.( 84 ) Mas, ¿adonde se queda ( dirá el Sr. Ferré] la persuasión que empleó el ejército de Buenos Aires, en su entrada á Córdoba, sobre no ser oportuna la reunión de la nación ? ¿Y como nos prueba la par- tida el Sr. Gobernador de Corrientes ? Y probada, ¿qué es lo que puede deducirse de ella en contra de nuestro Gobierno ? ¿ Será este responsable de las opiniones individuales, y mucho mas, cuando se versan sobre cuestiones de política, de sujo tan inciertas, modiñcables y dúctiles ? Al fin no está tan malo, que el Sr. Ferré no haga otro cargo al ejército de esta provincia, sino el haber empleado la persuasión. ¡ Qué seria, si á imitación del Sr. D. Pedro hubiese aquel hecho uso de la detracción y calumnia!......En- tonces, por lo menos, habría tenido el Sr. Goberna- dor de Corrientes ese pretesto plausible y no habría sido tan dislocada, intempestiva y audaz la nota que analizamos. El señor Gobernador de Corrientes se ha hecho un punto de honor, en avanzarse mas que su comi- sionado en la carrera de los denuestos y provoca- piones. Habia dicho el señor Leivq en su carta, que las rentas nactonules son el patrimonio de uno solo. Es- to pareció al señor Ferré poco digno y valeroso; y queriendo aventajarse en intrepidez ó insolencia á su representante, declaró en su nota oficial, que ese uno C «5 ) es el Gobierno de Buenos Jlircs. No puede negarse sin injusticia al señor Ferré el funesto talento de sem- brar la zizaña. Al menos loa arbitrios, de que ha hecho uso en su contestación, son los mas propios para propagarla. Dos extremos hay que considerar en la propo- sición que acabamos de transcribir. Primero: si las rentas que ha recaudado el erario público en Bue- nos Aires, como producto del comercio esterno, en lodo el tiempo que ha trascursado desde que se dio el primer grito de libertad, y las que continuare per? cibiendo, hasta que se constituya la República, son nacionales, ó de la provincia que las ha percibido. Segundo: si es cierto que esas rentas, sean de la na- turaleza que fueren, han sido y son solamente el par trimonio del Gobierno Bonaerense. En cuanto al primero, creemos que seria hoy peligroso, ó al menos perjudicial á la buena harmo- nía é inteligencia que con esmero debemos cultivar entre todos los miembros del Estado Argentino, en- tablar una discusión. Ella podría tener el triste re- sultado de acumular nuevos combustibles en rededor de la hoguera de las pasiones públicas; y nosotros no imitaremos en esto el menguado ejemplo que nos ha dado el señor Gobernador de Corrientes. Por lo tanto reputamos como mas circunspecto esperar( m ) del tiempo y de la reunión del Congreso general federativo, la resolución de ese problema, en que sin duda se empeñarán muchas razones por el pro y el contra. No sucede asi con el segundo extremo. Nada perjudica á la concordia general, antes por el con- trario tiene una tendencia visible á proporcionarla, el desvanecer engaños aparentes, ó equivocaciones verdaderas, que puedan padecerse en este asunto. Esas rentas, que la mas descarada impostura preco- niza ser esclusivamente el patrimonio del Gobierno de Buenos Aires, han sido invertidas en sostener la guerra ds la independencia. ¿Quien ignora de bue- na fé, que ellas han sido el primer elemento, con que se ha hecho frente á los gastos enormes, impen- didos en la lucha gloriosa de nuestra emancipación política? ¿Se habría sin ellas llevado la guerra á los enemigos de la libertad americana, que tremo- laban los estandartes de la Iberia en Chile, y en el ba- jo y alto Perú? Antes de esto, ¿se habría llevado sin esas rentas el gorro de la libertad á la hoy Re- pública Paraguaya; se habría desalojado á los espa- ñoles del castillo de San Felipe en la plaza de Mon- tevideo? Acercándonos á tiempos menos remotos, ¿no ha sido también la inversión de esas rentas la que sostuvo el honor nacional, arrancando á un po- ( ** ) tentado vecino y poderoso la provincia cbplatina, convertida después en República Oriental del Uru- guay? Y en la última contienda, en que acabamos de triunfar, esa lucha encarnizada de los amigos de las leyes y de la libertad contra unos usurpadores desenfrenados, que pusieron en combustión toda la República; ¿no han sido también esas rentas el pri- mero y mas poderoso agente, que facilitó recursos y elementos marciales, que allanó las vias y que pu- so todo en saludable movimiento, para encaminarse hasta los últimos escondrijos, en que ocultaban su ignominia y sus crimines los restos postreros de los amotinados de Diciembre? ¿Como, pues, se tiene la audacia y el descaro de asentar á la faz de toda la República, que el Gobierno de Buenos Aires es el único que se aprovecha de ese patrimonio? ¿lian refluido en solo beneficio suyo, 6 de esta provincia, esas operaciones? ¿No han cedido ellas en honor, lustre y seguridad de toda la familia argentina ? ¿Y como puede creerse que haya disposiciones mora- les para constituir la nación, al menos en esos hom- bres impudentes y genios díscolos, que derraman la calumnia á manos llenas, y que, á trueque de hacer prosélitos, arrostran por todo; bollan los mas altos respetos, conculcan y profanan toda reputación, y llevan su impavidez hasta el extremo de querer per¿' ( 38 ) suadir todo lo contrario á lo que han presenciada dos ó tres millones de individuos? Aqui sí que es indispensable apartemos de la vista un cuadro tan triste que la pluma rehuye trazar en oportunidad tan ven- turosa. No se crea, por el que acabamos de bosquejar que esas rentas (nacionales, ó de la provincia dé Buenos Aires,) hayan hecho todo el gasto en la fun- ción. Seria tan injusto y maldiciente como el Sr. Ferré el que denegase á los pueblos todos de la Repúbli-' ca (cual mas, cual menos, según sus proporciones y poder) la coadyuvacion heroica que han presta- do á todos los objetos de interés nacional. Tam- poco se crea, que las sobredichas rentas han sido bastantes, para llenar los grandes compromisos, en que tuvo que entrar el Estado Argentino, desde que sacudió el pesado yugo colonial, los cuales se han aumentado en'el curso de la revolución, tanto por nuestros triunfos, como por nuestros reveses, y ex- travíos. Hay contraída una deuda pública exterior é interior, que sino es enorme en comparación de la grandeza del objeto a que se ha dirigido, lo es pro- porcional mente á la cortedad de nuestros recursos, al estado violento, en que por tantos años ha subsis- tido nuestra sociedad, y á la disminución (consecuen- cia forzosa de esos antecedentes) de nuestro comer- í 89 ) ,cio interno, é industria agrícola, y producciones na- turales de la pastoría. Fuera de esto, las fortunas particulares están poco menos que arruinadas por tanta série de vicisitudes y contrastes, como trae consigo la guerra ; y esta calidad, que con pocas diferencias es común á casi todas las provincias de la República, reagrava mas los quebrantos sufridos en la nuestra, de resultas del establecimiento de un nuevo medio circulante, que reemplazase Ja falta del anterior, para ocurrir á los ingentes gastos que de- mandaba la guerra nacional, en que el honor de 4a República se habia empeñndo con el imperio vecino, y que fue terminada con tanta dignidad y honor pa- ra ella. Se han traído á recuerdo todos estos incidentes, para demostrar bástala evidencia las injurias que nos prodiga el Sr. Ferré, cuando dá á entender ( de un modo oblicuo, pero bastante perceptible ) que los habitantes de esta Provincia nos hemos grasado y hecho grandes adelantamientos con el manejo de las rentas nacionales. [ i ] El solo apuntar estas especies trae consigo aparejado un fomes de discordia. Este (I) Es verdad que el Sr. f'erri solo dirige esta inculpación al Gobierno de Buenos Airea. Pero en.el curso de «>tc trabajo ver»«nos que él mismo nos d.á la clave para penetrar hasta el recinto de aus recóndito* arcano», y encontrar allí este lema: ruando se trata de denigrará Buenos Aires, sou sinónimo* para iu>', Gobierno y el Pueblo. 13( 90 ) es el espíritu que preside á toda la comunicación, con que ha escandalizado á la República el Sr. Go- bernador de Corrientes. ¿ Y aspirará, con estos nía- nejos de por medio, á que se le considere eomo pa- triota y nombre honrado ? ¿ Creerán los pueblos á un gefe, que, no habiendo podido estorbar se llevase la guerra á los restos sublevados, que tenian su man- sión en Córdoba, pretende ahora, con intrigas asque- rosas, inutilizar los frutos que debiera producir la paz pública, de que goza el Estado Argentino, des- pués de la destrucción de aquellos ? Esto si es pro- piamente apurar el sufrimiento de los pueblos. No puede tener en vista el importante objeto de la organización dtl pais el que se esfuerza en perturbar con celo6 indis- cretos y alarmas injustas las francas y amigables re- laciones de los pueblos y de los gobiernos entre si. Pero las provincias que componen la República Ar- gentina nada saben de sus rentas, ni de su inversión. Lo sa- brán á su tiempo, Sr. Gobernador, cuando llegue i declararse, por quien tenga misión legitima para ello, ( no usurpada, como la que V. se ha arrogado ) que las rentas, producto del comercio externo, son nacio- nales. Entonces se sabrá, porque la averiguación es muy fácil, cuales son las rentas que estlusivamente deben pertenecer á esta provináa. Entretanto este no es un motivo para alarmarse con recelos que ni hacen honor ( 91 ) al que los abriga, ni á aquellos contra quienes se diri- gen. Tampoco presta mérito ese incidente para en- cender mas las chispns de la discordia, y para echar en rostro á Buenos Aires que es incierto lo que él ha decantado hasta ahora, de que sacrifica sus fondos en fa- vor de los demos pueblos. ¿ A qué conducen, Sr. Gobernador, todos estos1 recuerdos ingratos y calumniosos á la vez? A fo^ mentar la discordia. ¿ Pero es cierto que el puebla de Buenos Aires haya decantado alguna ocasión lo que V. le atribuye? ¿Cuando y por que órganos a conductos ? Si en alguna discusión lo hubiere dicho' algún escritor: mas todavía : sr algún Gobierno ío hu- biese éspresádo asi, ¿ deberán reputarse esas insi- nuaciones como voz viva del pueblo de Buenos Aires ? Sr. D. Pedro Ferré, muy pronto nos ha dado V. la cla- ve de 1© que mas arriba le digimos, y aun no será la última. V. tiene un talento particülar/> La oil:osidad del señor Ferré á la fran'juszd qm Se ha dxrl) alcomsrcio extranjero, Mega hasta el grado de hidrofobia; No se pondría mas energúmeno el mismo Fernando Vil, á quien esa' franqueza ha contribuido a* hacerle perder siis dominios coloniales. El Señor Gobernador de Corrientes no se lia fijado seguramente en esto : de lo contrario-, no miraría de tan mal ojo un recurso que ha sido sin disputa de los que mas han facilitado y afianzado el logro de nuestra independen- cia. Sin aquel arbitrio, ¿con qué habríamos subvenido á los ingentes y ejecutivos gastos que demandaba el apresto y conservación de los ejércitos y escuadras que han hecho respetable nuestro nombre, y dado celebridad al pabellón argentino? ¿Habrían bastado á llenar estas erogaciones los derechos que pródugesen los tegidos, las suelas, las maderas, y las naranjas de Corrientes, los caldos de las provincias de Cuyo, y en fin, los demás artículos á que estaba circunscripto nuestro escaso comercio interior? Mas supóngase que este tráfico fuese grande y muy productivo en tiempos de paz. ¿Y podría serlo igualmente en el periodo de una guerra, en la que era preciso echar el resto, ocupar todos los brazos vigorosos que pudiesen empa- ñar las armas, y hacer todos los esfuerzos imaginables para no sucumbir en una lucha, en que se versaba inda menos que nuestra esclavitud ó nuestra libertad ( 93 ) y gloria? El señor Ferré, dejaría en muy mal punto de vista su patriotismo, si sostuviese su oposición al comercio extrangtro, ana en el caso de que su prohibi- ción nos hubiese vuelto- a la humilde condición de colonos. Mas hagámosle justicia, devolviéndole finezas por agravios. El no se ofenderá porque nos manifestemos dispuestos á creer, que respeta todas las exigencias paradas, y las medidas que se adoptaron cuando estuvo amenazada nuestra independencia política, con el objeto de salvarla de un naufragio; pero que, pues ya han cesado' esos peligros, solo exije que de aqui en adelante 6é plantifique y ejecute religiosamente su sistema prohibitivo,, El sefior Ferré puede* ver logrado este objeto de su. anhelo, y debe esperarlo con paciencia, pero sin saltar la barrera de la moderación, de la reunión del Congreso general federativo. El debe estar conven- cido por el texto del articulo 1G del tratado de 4 de enero, que ese cuerpo nacional no es solo constituyen- te, sino que también debe arreglar la administración general del pais, su comercio interior y exterior, su navega- ción, &fc. Pero es preciso que, mientras ese cuerpo deliberante se reúne, y para que no se frustre su reunión, no atize el señor Ferré el fuego de la discor- dia ; no haga injusticia, ni calumnie á individuos respe-( 94 ) tablea, que han hecho esfuerzos no comunes por asegurar la libertad de los pueblos ¿ en fin, que se contraiga á tratar del arreglo y prosperidad del terri- torio, cuyos destinos preside* sin intrometerse en Ja domesticidad de otras provincias, que ni le piden ni necesitan su protección; sin tratar de hacer causa común en algunas con las clases de artesanos, por ejem- plo, y sin remontarse á investigar en otras, si las comu- nicaciones y cartas misivas están garantidas, ó no. Deje el señor Ferré todos estos arreglos al cuidado de aquello?, á quienes competen. Los que han propor- cionado á los pueblos sin la concurrencia, y aun tal vez, contra los deseos del señor Ferré, la libertad de que gozan, coronarán sin duda su obra, sin que le» sea necesaria la excitación de un intruso. Pareciera que el señor D. Pedro hubiese olvidado, que JKX debf . mos meter la hoz en mies agena. Por lo demás, ni nos consideramos con todos los conocimientos necesarios en economia política, para decidir la grave cuestión, de cual de los dos sistemas conviene mas al país, si la franqueza del comercio ex- tranjero que detesta el Sr. Ferré, ó sus leyes restricti- vas, objeto de su idolatría, ni un diario es tampoco el lagar mas adecuado, para ocuparse seriamente de este problema. Diremos con todo, que cada cual tiene sus ventajas é inconvenientes : que el sistema ( 86 ) franco proporciona dos grandes bienes, cuales son proveer á los pueblos á mejor mercado, tanto en precio como en calidad, de los artículos necesarios ó agradables á la vida, y proporcionara! erario público rentas (eventuales, es verdad) pero siempre mas seguras y valiosas, que las que en muchos tiempos podrán resultar de nuestra industria territorial, si aten- demos á la despoblación del país, al decaimiento de las fortunas particulares, al desfallecimiento de los ánimos, á los odios y prevenciones, fruto amargo de nuestras disensiones civiles, y á todas esas otras concausas, que el hombre menos esperto descubre á cada paso en la naturaleza de nuestra situación política. £1 sistema prohibitivo, en cambio de la'única ventaja que podría producir, á saber, el adelantamien- to y mejora de algunos ramos de nuestra industria agrícola, lleva envuelto consigo dos graves inconve- nientes, de los cuales el uno haria comprar á lo* pue- blos á un precio muy caro y sensible e*a mejora y ade- lantamiento, y el otro impediría -ese mismo progreso, ó lo anularía fcasi en el todo. El primero de eso-incon- venientes es^ que 'se establecería on monopolio le- galizado, en que una ú otra clase de" la sociedad se>- ria la beneficiada, y las demás tendrían que recibir la ley que se les quisiera imponer, viéndose obligadas( 96 ) á comprar por ocho un articulo ó fruto, que podría* obtener del franco comercio por la mitad, y de ca- lidad mas selecta. Vean el Sr. Ferré, y demás par* tidarios del sistema piohibitivo, si es equitativo, poli- tico, ó justo tiranizar la gran mayoría de las clases, meramente consumidoras, por beneficiar á loa artesa- nos, á los labradores, por ejemplo. El segundo incon- veniente es, 'la necesaria desmoralización del comer- cio y de las costumbres con el establecimiento del fraude ó contrabando, que resultaría del sistema pro- hibitivo, como sucede y ha sucedido en todas partes y tiempos. Habituados los hombres por una larga serie de años á gozar de las comodidades de la vida, y de los frutos de una industria muy adelantada, se avendrían muy mal, 6 no se avendrían de modo al- guno á las privaciones que traen consigo las leyes res- trictivas del comercio. El resultado necesario seria, que habría siempre demandas de los artículos ó pro- ducciones prohibidas; y como estas introducciones clandestinas reciben siempre un gran estimulo del lu- cro que ofrece el mismo peligro de su importación, sobrarían especuladores en e] titileo vedado que bur- larían la mas activa vigilancia. Entraría, pues, por me- dio del contrabatido, lo que ahora se introduce por las puertas de la aduana: los artículos ó frutos na- cionales, cuya elaboración ó producción se quisiese i 97 ) favorecer, estarían siempre estacionarios, sin avanzar cosa alguna: el erario perdería lo que ahora reporta en derechos moderados; y por remate de fiesta el frau- de, esa carcoma de los Estados, vendría a empeo- rar nuestros hábitos y costumbres. Si se fijan los ami- gos de las leyes restrictivas en la naturaleza y osten- sión de nuestras costas, y en los egemplos que dolo- rosas experiencias nos suministran, conocerán que no es exagerada la pintura que se hace délas facilidades que encontrara el sórdido ínteres, para burlar los efec- tos de la mas rígida prohibición. He aquí bosquejado en pocas palabras el cuadro que necesariamente presentaría el sistema prohibitivo del Sr. Ferré. ¿ Y llegará su egoísmo hasta el extremo de mirar con indiferencia el trastorno que produciría su plantificación en las costumbres públicas, por el deseo de la miserable mejora que podrían tener los te- gidos, y por la mayor exportación del algodón, naran- jas y mandioca, de que abunda su país natal? Sr. D. Pedro Ferré : desengáñese V., que ya tiene edad para ello. Solo la libre concurrencia pene todas las cosas ai nivel. [ 1 3 Hemos llegado al término de nuestra carrera. ]Vo (1 ) Los que dseeen mayor ilustración en el asunto pueden leer el mrmo- rfindunt presentado á la Comisión Representativa litoral por el Sr. Rs principales artículos de tráfico de aquellas provincias son los vinos y los aguardientes, que llegan sin estorbos, y se venden con ventaja en los almacenes de Buenos Aires ; es decir, que los 620 pesos, que se obtienen en el dia por una pipa de ng-uardiente de España de 25 gra- dos, quedan reducidos á 372, después de pagados lo? 248 pesos á que montan los derechos de aduana de 40 p. §■ ; mientras que el producto de una pipa de nguardiente de SafT Juan de igual grado, cuyo va- lor en el dia es de 450 ps., por estar libre de de- rechos, queda todo en beneficio del vendedor : 6, en otros términos, la pipa de aguardiente produce á los que la importan de España 372 pesos, y á los que la traen de San Juan 450 pesos—resultando una diferencia de 74 pesos á favor déla del país, que es un verdadero premio acordado por el gobierno de Buenos Aires á este renglón de la tierra. ( *M ) El vino de Málaga ordinario, que tiene mas ana- logia con el de Mendoza, vale en la plaza 4S0 pesos que, defalcando los 192 pesos de derechos, quedan re- ducidos á 288; es decir 112 ps. menos que el vino dulce de Mendoza, ó San Juan, que se vende en 400 pesos la pipa, libres de todo derecho.— Las aceitunas de España valen 15 pesos la arro- ba, y pagan el 24 por ■% de derecho : asi es que diez arrobas producen 114 pesos líquidos ; mientras que la misma cantidad de aceitunas de Mendoza, que valen 14 pesos la arroba, producen 140, dejan- do un sobrante de 26 pesos á favor de estas úl- timas. Nos seria muy fácil multiplicar los ejemplos y probar que el Gobierno de Buenos Aires no favo- rece al comercio de extrangeria, como se ha dado á entender, sino que dispensa una protección real y de- cidida á los pocos productos de la industria del pais; mientras que el Sr. Ferré, que deplora tanto la suerte de liis provincias de Cuyo, ha puesto su firma í pie del siguiente decreto. "Todo aguardiente y licor, que se introduzca en la pro- vincia será comisado y publicamente derramado ; á mas de aplicarse una multa á los introductores, á razón de dos cientos pesos por cada 32 frascos, f1,660 pesos fuertes por pipa ! !! ) ( 1 ) (I) Articulo 6 de la ley de 20 de enero de 1S30.( 112 ) Dejaremos que decidan los habitantes de Cuyo si €9 mejor la acogida que se hace á sus caldos en Corrien- tes donde se derraman, que en Buenos Aires donde pueden venderlos con un premio de 18 pesos por pipa. En cuanto á nosotros nos limitaremos á señalar cerno objeto de maravilla la singular avilantez del diputado de Corrientes, que, después de haber ensalzado el sistema de leyes restrictivas adoptado por sü patrono, exclama en tono de satisfacción. ¡ Ojala que el ejemplo que nos ha dado sea imitado de todos ! "¿ Y cual sería la suerte de la República si se. reali* zasen esos voto9 sacrilegos ? Los pueblos, desconocién- dose á si mismos, se aplicarían mutuamente las medidas que Napoleón, en el colmo de^su delirio, tomó contra In- glaterra ; y las provincias, que se titulan libres y her- martas, se llenarían de barreras, y establecerían pea- ges, como en la época mas tenebrosa del feudalismo en Europa. Mil vecen mas tiranizados que en tiem- po de los españoles, los pueblos de estas regiones, que transitaban antes libremente el inmenso conti- nente americano, desde las orillas del Plata hasta las fronteras de California, no podrían salir de sus ter- ritorios sin exponerse á perder el fruto de sus su* dores y de su industria. P En vista de estos resultados, no sabemos que valor pueden tener esas palabras endulzadas con que el Sr. Ferré encabeza su circular á los gobiernos. ( ÜH ) "Al cabo habia de llegar un tiempo que, restable' " cida la paz en toda la república argentina, pro- " porcionase á los amantes de su prosperidad aquel " desahogo de sentimientos que exigen la confrater- «•• nidad y las simpatías que naturalmente deben li. " gamos como a hijos de una misma patria é indi- " viduos de una sofá familia 11 En la misma nota encontramos otra frase que también nos parece irónica en boca de Sr. Ferré : " &oy y seré siempre de opinión que por el mis- " mo motivo son de temerse mayores males y peores "miserias, permaneciendo los pueblos en un estado "de aislamiento." ¿ Y que mas aislamiento que el que resulta del sistema adoptado por «I Sr. Ferré ?—sistema que, á mas de ser antisocial, descubre un fondo de egoísmo, de qne afortunadamente no ofrece olro ejemplo nues- tra historia. Todas Lis provincias admiten libres de todo de- recho Ls artículos de exportación de Corrientes, y el Sr. Ferré promulga decretos para que se derramen los aguardientes de Mendozu, se sobrecarguen de mul- tas á *us introductores, y de derechos ¿ todas las mer- caderías y fruto* de legitima producción de las provin- cias conocidas por las de la unión argentina ! Este sistema es tanto mas absurdo, cuanto que 15C 1*4 ) nd corresponde a las esperanzas de su aotoi*; Itf» que se hallan claramente espresada» en un papel publicado en Corrientes, en setiembre de 1829, por un confi- dente y apologista del Sr. Ferré. "Como los frutos de e»t* provincia, diré BeancJot, "fortunadamente so» estimables fuera de ella, he ahí "como con la exportación de ellos, siendo bastante pa< "ra retornar lo necesario, se evitará la extracción de "moneda sonante, en cuya conservación debe intere* "sarse todo pueblo que quiera figurar ante los denlas. (1) Estos deseos están de acuerdo con los principios que profesa el Sr. Ferré, y que prevalecían én el si- glo anterior, cuando las ciencias económicas no ceta' taban aun con los importantes descubrimientos de su mas ilustre Corifeo, Adam Smitii. Prescindimos de la» teorías, en las* que puede ha- ber divergencia de opiniones, y nos limitaremos a Ios- hechos, que recogeremos de los documentos oficíales de ha misma provincia de Corrientes. El objeto que se ha propue&to el Sr. Ferré, es- poner trabas al comercio exterior, para que haya exce- so de exportaciones sobre las importaciones, y se incli- ne la balanza hacia si* país. Con estas miras ha dic- tado varios decretos que se suceden sin interrupción desde el año de 1825 hasta ahora. Nosheroo* t«ma- (1) N 6mero 99 d* la Verdad ri* rodeo». i 116 0 do el cuidado de examinar los estados de aduana que corresponden al mismo periodo, y he aquí su resultado. Estados de la importación y exportación de la provincia de Corrientes desde el año de 1825 hasta fines de 1830, por ser ¿os únicos que hansidopublicados. 1825— Import. 357,624 $ Export. 172,238 Diferencia - 185,386 1826— Import. 391,073 Export. 258,371 Diferencia - 132,752 1827— Import. 385,411 Export, 286,879 Diferencia - 98,532 1828— Import. 196,801 Export. 206,549 Diferencia en favor de la export. 9,748 1829— Import. 626,448 Export. 411,203 Diferencia - 215,245 1830— Import. 462,934 Export. 241,967 Diferencia -220,967( té* ) Tolal del exceso de las impor- taciones sobre las exporta- ciones 852,882 Bajando el sobrante de U ex- portación del año de 1828 9,74S Liquido en favor de la importación % 843,134 Asi es que, á pesar de toda la severidad de las leyes prohibitivas, no ha sido posible contener los pro- gresos del comercio extranjero, que excepto en un solo año, en que, por causas accidentales, (2j las ex- portaciones excedieron en muy poco las importaciones, son estas últimas las que han triunfado de todas las trabas, y frustrado todos los cálculos. "Pero contestará el Sr. Ferré, esto sucede por- que mi sistema de prohibiciones no se extiende á los demás puntos de la República ; porque en este caso, en vez de recibir de los extranjeros lo que puede (2) En loe ocho primeros meses de este año se interrumpieron las comu- nicaciones entre el puerto de Buenos Aires y los del Paraná, por las hostilidades que estallaron entre el Gobierno intruso de esta provincia y el Exilio, de Santa Fé ; y es natural que disminuyesen nuestras exportaciones á la provincia de Corrientes. Si la balanza se hubiese inclinado liácia ella por efecto de las leye» prohibitivas, ¡ por qué se ha vuelto á declarar á facor del comercio extranjero en los »fios posteriores, en que se- multiplicaron las trabas, lejos de disminuir- las ? Esta tola circunstancia debería convencer al Sr. Ferié de aue su sistema es erróneo, y sus resultados quiméricos. ( H7 ) suministrar cada provincia, se aumentaría la exporta- ción de Corrientes, puesto que contada con un ma- yor numero de consumidores." Para que asi se verificase, debería el Sr. Ferré considerarse con el singular privilegio de enviar sus productos á las demás provincias, y continuar derra- mando los aguardientes de Mendoza ; porque a no ser asi, su sobrante de exportación se balancéaria con otro igual y tal vez mayor de importación.—Y ya que ha- blarnos de privilegios será oportuno decir algo sobre el sistema prohibitivo, as-i como lo concibe el Sr. Ferré, que en el estado actual de nuestra industria, no seria mas que un privilegio acordado á la mediocridad, para que se prolongue ó se perpetué. La protección que los Gobiernos creen de su deber acordar ¿'algunos ramos de industria, nunca es conveniente llevarla has- ta el extremo de cerrur la puerta, en todos tiempos y en todos casos, á los géneros y demás producciones extranjeras; porque esto seria desnaturalizar los bue- nos principios, haciendo de su aplicación un uso vio- lento, con perjuicio de los intereses generales del país, y de la mayoría de sus habitantes. Muchas son las razones que se oponen á la prohi- bición absoluta en los términos que la solicita el Sr. Ferré. J. La falta de una principal parte de estimulo< 118 ) pava adelantar y perfeccionar la industria del país, cuando nada hubiera que recelar de la concurrencia extra ng-era. 2. El abuso que se haria para fijar arbitraria- mente los precios. 3. La notable inferioridad en que quedaría la industria del país en este estado de aislamiento. 4. La actividad que se pondría en la introducción clandestina. 5. La injusticia por parte del Gobierno en pri- var á los ciudadanos del derecho de comprar lo mejor, cuando es mas barato. Pero i tendremos que abusar de la paciencia de nuestros lectores, para probar lo que nadie ignora:—á saber, que no son las leyes de rigorosa prohibición las que promueven la prosperidad de un país, sino la paz, á cuya sombra crece la población, aumenta el trabajo, se perfecciona la industria y se activa el comercio, cuya decadencia en ningún caso puede ser síntoma favorable de los adelantamientos de una nación ? Lo mas estraño es que el Sr. Ferré nos reprocha favorecer al comercio extrangero, mientras muy pocos son los países, cuyos derechos de aduana son tan altos como los nuestros. Es verdad que no por sistema, sino por necesidad, el Gobierno de Buenos Aires se ha Visto precisado á subirlos ; pero el haberse resignado ( m > á este inmenso y doloroso sacriñcio debió ser para el Sr. Ferré, que ostenta tanto celo por el honor del país, un titulo de agradecimiento y no de reprobación. IM. Rentas nacionales. De las tres cuestiones suscitadas por el señor Ferré la mas indiscreta es la que vamos k examinar. Puede baber en las otras un exceso de celo que obce- que, 6 una falta de Conocimientos que extravie : peía» se necesita un gran fondo de ingratitud y de petulancia» para pronunciar estas palabras : la»provincia» que com-> ponen la Repíihlira Argentina, nada sabén t/e sus rentas ni de su inversión*" ¿Quien nos hubiese dicho que al cabo» de 22 años de sacrificios para fundar el imperio de las leyes, donde antes reinaba la tiranía;— después» de derramados torrentes de oro y de sangre par* destrocar las cadena» de coafro repúblicas hermanas; de haberrtos desprendido de nuestro? caudaíes; des-* nudando nuestros parques; vaciado nuestros alma- cenes para armar y costear a- tos liberta dores del Alto y Bajo Perú, de Chile, y del Estado Oriental en taá guerra» exteriores que ha sosfeirido la Re- pública Con tant* gloria de! pabellón argentino j después de haber prodigado nuestros recursos, para* derrocar el ominoso poder militar que se había en-( 120 ) tronicado sobre los escombros de nuestras liberta- des, nos acuse el Sr Ferré de haber dilapidado las rentas nacionales ?—Conviene también en otro cargo que nos hace su protejido Leiva; el de resis- tirnos á la convocación de un Congreso, por no per- der (según se es presa) el manejo de nuestro tesoro con que {Buenos Aires) nos ha hecho la guerra. Estas acriminaciones son graves, y sin embargo, en un articulo del tratado estipulado en Corrientes el 11 de diciembre de 1827, el señor Ferré se complace en recononer el distinguido mérito que se ha concillado ti Gobierno de Buenos Aires en este periodo de acefalia nacio- nal; y en la misma nota que analizamos, considera digna de mejor suerte á la benemérita provincia de Buenos Aires, por los sacrificios que ha prodigado en favor de la causa común ; recordando que dio el primer grito; que fue la causa de la libertad nacional; y los relevantes méritos que, durante el curso de la revolución, ha contraído con la república entera por sus grandes servicios en favor de la causa de los pueblos. Esta versatilidad del señor Ferré nos deja en la incertidumbre sobre sus verdaderos sentimientos; pero manifiesta la equivocación que padece en caracterizar nuestras rentas; y por lo mismo se hace preciso pro- barle que las que llama suyas pertenecen á la provincia de Buenos Aires. c tu ) Veinte y dos años de esfuerzos magnánimos para conquistar nuestros derechos, ó afianzar los de nues- tros hermanos, hacían necesaria la creación de un fondo nacional para costear los gastos de la guerra. La provincia de Buenos Aires, considerada como el cetitro de los recursos, ofreció generosamente los suyos; y después de haberlos agotado, empeñó su crédito y arrostró toda clase de compromisos para sostener el honor del nombre argentino. La indiscreción del Beñor Ferré nos pone en el caso de recordarles, que cuando el Gobierno de Bue- nos Aires se decidió á auxiliar á los Orientales en la lucha que'habian provocado contra el Emperador del Brasil, no contó con las rentas nacionales, pues que no existían, si no que enagenó sus fincas, hipotecó sus tierras y consumió sus propios caudales, los que fue preciso reemplazar con una moneda ficticia, que gra- vita aun sobre la propiedad é industria de esta bene- mérita provincia. Por estos arbitrios, pudo entre otras cosas satisfacer la demanda del Gobernador de Cor- rientes, que lo era entonces el mismo señor Ferré ; quien prometió un refuerzo de 500 hombres, que nunca llegaron, á condición de que se le pagaran 8,000 pesos fuertes que le fueron entregados. Todos los gastos y subvenciones para activar fa guerra, a que estaba vinculado el honor y la misma( 122 ) existencia de ia república, no salieron de las arcas de la nación, sino de las de Buenos Aires: asi es que, á pesar de los bienes con que la ha enriquecido la naturaleza está muy lejos de poderse apropiar lo que el señor Leiva dice de Corrientes, que en medio de la guerra, es una de las mas florecientes: porque si el señor Ferré, en vez de quejarse del ningún conocimiento que se le dá de la inversión de las rentas que llama suyas, se impusiera de los estados que publican mensualmente todas nuestras administraciones, veria que el fondo nacional solo se compone de deudas, que hasta ahora gravitan exclusivamente sobre esta provincia; y que no basta la totalidad de nuestros recursos para pagar los intereses de nuestras obligaciones. Y para que se convenza de esta verdad el señor Ferré, le some- teremos nuestras cuentas, ya que se muestra tan em- peñado en revisarlas. ESTADO DE LA DEUDA. Para garantir las notas en circulación, se- gún el último balance del banco..... 15,283,540 Fondos públicos................ 15,781,485 Empréstitos de Londres, 4,885,000 pesos metálicos, multiplicados por 6 dan.. 29,310,000 Dividendos de diez semestres vencidos á 150,000 ps. cada uno multipli- cados por 6.............. 9,000,000 ( 123 ) Amortización id. id. de 12,500 pesos por cada semestre, multiplicados por G. 750,000 Comisión id. id de 1,500 pesos, multipli- cados por 6. . ............ 90,000 A la caja de amortización, por adelantos.. 2,499,500 Créditos procedentes de los auxilios sumi- nistrados al ejército. ... ¿ ... . 2,900,000 75,614,534 Promueve dudas el señor Férré sobre el uso de estos fondos, y no cree que la provincia de Buenos Aires los haya invertido en favor de los pueblos: pero nadie desconoce que nuestras rentas ordinarias serian mas que suficientes para cubrir nuestros gastos, y por hallarnos en el dia gravados con tantas deudas, debe- riamos haber empleado su producto en obras públicas* ¿Y cuales son las que tenemos?. .. .Nuestro comercio reclama imperiosamente un muelle que se pensó construir con el producto del empréstito de Londres, y la guerra del Brasil lo absorvió en gastos de arma- mento terrestre y marítimo. El plan de una nueva linea de frontera, tan necesaria para asegurar nuestras propiedades contra las depredaciones de algunas tribus de indios fronterizos, aun no ha podido reali- zarse por falta de recursos, á pesar de haber sido calculado con la mayor parsimonia.( 124 ) La ciudad no cuenta con ningún edificio, digno de fijar la atención de los extrangeros ni de lisongear el amor propio de los nacionales. Dos salas del único asilo que la caridad de nuestros mayores abrió á la humanidad desvalida, están apuntaladas, y se ha teni- do que trasladar provisoriamente á los enfermos bajo las bóvedas de un viejo templo, cuyo piso está sin ladrillos y las paredes sin reboque, por la absoluta imposibilidad en que se encuentra el Gobierno de preparar otro local mas aproposito. Nuestras cárceles no corresponden á la dignidad de un pueblo libre, ni á las ideas filantrópicas del siglo en que vivimos, ni al interés que inspiran algunas cla- ses de presos, que contra los principios de policía y de higiene, se hallan todos reunidos en un pequeño espacio, y en el centro mismo de la población. Está suspendida desde muchos años la obra de la Catedral, cuyo abandono haria dudar de la piedad de un pueblo católico, sino fuese tan generalmente conocida la falta de recursos para terminarla. En el mismo estado se encuentra el nuevo coliseo, cuyos cimientos fueron puestos aun antes de nuestra gloriosa revolución, sin que ninguno de los tantos Gobiernos que se han sucedido, haya podido distraer una pequeña parte de las rentas de la provincia, para concluir un edificio ya bastante adelantado. ( 125 ) La casa de justicia no tiene donde abrigar con decencia á un juez: la Universidad ha tenido que hospedarse en el rincón de un convento, y el mayor estorbo á la reorganización de un seminario y de un colegio, cuyas tareas, por motivos imperiosos, fue preciso interrumpir, es la dificultad de encontrar loca- les convenientes para sus respectivos objetos. La administración no desconoce estas exigencias» y quisiera satisfacerlas : pero el estado deplorable de nuestra hacienda, por el cumulo inmenso de obliga- ciones que la agobian, se opone no solo á la creación de nuevos establecimientos, sino aun á la conservación de los que existen. El señor Ferré quisiera que el Gobierno de Bue- nos Aires substituyese a los derechos que cobra, la exclusión absoluta de algunos géneros de importación extrangera. Hemos apuutado las resultas de este sistema, cujas funestas consecuencias lo hacen inad- misible en cualquier pais, é inaplicable en el nues- tro. Ni crea el señor Ferré que hay egoísmo en esta resistencia: porque siendo indudable que los derechos que se perciben sobre los artículos de importación, se pagan en último análisis por los consumidores, resulta que son los habitantes de esta provincia los que car- gan principalmente con este impuesto, cu jo producto,C 126 ) sin ser nacional, se invierte en el pago de las deudas de la nación. Para probar de un modo incontestable, que Buenos Aires es el principal consumidor de los efec- tos extrangeros, produciremos el estado comparativo de la entrada marítima y de la salida terrestre del último semestre, que por haberlo obtenido de la Re- ceptoría general, debe tenerse por autentico. Por el total monto de los efectos introdu- cidos de ultramar en el primer semestre del presente año, según los avalúos de los vistas, con arreglo á los precios corrientes de la plaza, en sus épocas.. . 15,092,062 Resumen de los valores á que montan los efectos exportados á las provincias en el primer semestre del presente año. . . . 2,654,383 Diferencia.--12,437,679 De los 2,651,383 pesos, que exportan las provin- cias, hay que rebajar una porción considerable de valores, que no hacen mas que transitar por el interio^ y que se espenden en los mercados del Perú y de Chile. Pero* aun concediendo que todo lo que se exporta de Buenos Aires queda y se distribuye en el territorio de la república, no seria menos cierto que de los 15,092,062 pesos de géneros importados, cerca ( 127 ) de la sexta parte pasa á las provincias, quedando 12,437,679 pesos á cargo de Buenos Aires: y aun cuando se quisiese sostener, lo que no se verifica en ningún pais de transito, que esta pequeña parte gra- vita directamente sobre los consumidores del interior, no alcanzaría á cubrir los gastos corrientes de la lis-ta diplomática, del ministerio, y demás atenciones del resorte del departamento de relaciones extrangeras; quedando ademas la inmensa deuda nacional, que con sus crecidos intereses, carga exclusivamente sobre la provincia de Buenos Aires. Asi es que con la mayor impropiedad, el señor Ferré ha llamado suyas y nacionales las rentas de Buenos Aires; porque lo único que hay de nacional es el honor del pais, cuya conservación cuesta á esta pro- vincia sacrificios superiores á sus recursos, y la man- tiene en la situación azarosa, que solo el señor Ferré puede desconocer. Memos impugnado las opiniones del Sr. Gobernador de Corrientes, y nos queda que clasificar su conducta. Esta segunda parte de nuestra tarea nos es tan gravosa, como la primera nos ha sido fácil; porque nos es im- posible conciliar los sentimientos de respeto que nos merece el carácter público del señor Ferré, con la natural indignación que inspiran sus desafueros. Si las quejas del Gobierno de Buenos Aires leC 128 ) parecían infundadas, ¿ que necesidad había de deni- grarlo ? ¿Y con que derecho el Sr. Gobernador de Corrientes cita al gefe de otra provincia ante su tri- buna], constituyéndose su acusador y su juez ? Entre los demás cargos que le hoce, hay uno que, si fuese merecido, como afortunadamente no lo es, bastaría por si solo á tildar la presente administra- ción de esta provincia. Infatuado de sus ideas de comercio exclusivo, y empeñado en generalizarlas, el Sr. Ferré lamenta la suerte délos que no las adoptan con la latitud que propone, y atribuye los males á que considera ex- puesta la provincia de Buenos Aires á la indiferencia con que su Gobierno ha mirado los intereses de la co- munidad ; aparentando ignorar los inmensos sacrificios, y la solicitud verdaderameR.íe paternal del CIUDADA- NO que la preside en el dia, para mejorarla condición de sus habitantes, y estimularlos al trabajo por su egem- plo y por la generosa protección que dispensa á los hombres industriosos. Es verdad que, mas ilustrado que su acusador, no busca la riqueza en la estagnación del comercio, sino en su actividad ;—que no 6e cree autorizado para coarlarla voluntad de sus conciuda- danos en los asuntos de su particular conveniencia :— que los deja en libertad de vestirse y alimentarse á su gusto y según mas convenga á sus intereses :—que C 129 ) no se atrevería á imponer una multa de mil pesos me- tálicos á un honrado vecino (1) por haber querido introducir tres barrilitos de azúcar, no para venderlos sino para el grsto diario de su propia familia :—que no extiende su despotismo hasta el tocador de una dama, privándola déla inocente satisfacción de en»a- lañarse, y rechazando las peinetas trabajadas en Bue- nos Aires, en contradicción de los mismos principios que proclama en favor de la industria del país:—que no decomisa seis chaquetones hechos en Buenos Aires y enviados al capataz de la estancia de Rio-Corrientes, para el uso de sus peones! Todos esos vejámenes han sido egercidos, y se egercen diariamente en Corrien- tes, cuyo ejemplo se quiere que imiten los demás Go- biernos ! Compadecemos al virtuoso pueblo Correntino, que sufre con paciencia los caprichos del Sr. Ferré, y no podemos menos de admirar su heroica y ejemplar resig- nación. Después de estos hechos, tendrá valor el señor Ferré para hablar de la inalienabilidad de los dere-. cho8 de los pueblos ¿ Y cuales son los que ha respe- tado y respeta ? Serán los de las provincias hermanas, cuyos aguardientes derrama en su territorio, ó los de (t) El Sr. Araujo deGuja. 17( 130 ) »us compatriotas que arruina con las crecidas multas que les impone ? Pero nada caracteriza mejor e) sistema del señor Ferré como un fumoso decreto contra la extracción de metiles preciosos, promu'gado en Corrientes en 3 de dicie ubre de 182b), y que no ha sido revocado ha»ta ahora. Merece ser transcrito por entero. " El Gobierno, considerando que las leyes y reglamentos vigentes del país, relativos á prohibir la extracción de oro y pla- ta fuera de la provincia, no han surtido hasta ahora los efectos que se desean, y á que debe propender en beneficio público, ha ve. oído en ordenar y decreta : Ait. 1 ? Se declara que las leyés y reglamentos Vigen- tes sobre la materia, son absolutas y comprensivas á todas las clases de personas que componen la sociedad de la provin- cia. ( 2 ) 2 Cada ano de los ciudadanos, de cualquier condición que sea, está obligado a denunciar ( 3 ) ante la autoridad legítima res* pectiva, los sujetos que al ealir del pais tratan de llevar los ar- tículos arrib.i indicado?, aplicándole desde luego al denunciante la mitad, y la otra mitad á los fondos públicos. 3. Los contraventores del presente decreto ( 4 ) sufrirán por ■ (i) E-lu quiere decir que, en un país donde ettá proclamada la iguatdad legal de lo - > iudailtno», puede haber leyes que i.o comprendan á toda* laa cía. ¡ Que disparate ! (3) Principio eminentemente moral, y digno de ser propuesto i los pnebloi para que lo adopten. (4) Esto en, los que estraen oro y plata, y los que no loa denuncian. ¡ Que buena justicia distributiva! ( 131 ) primera vez la pena de la confi-cacion de todos sus "bienes y f->r- t„n« habidos, QUEDANDO SUJETA SU VIDA Y LA DE SU FAMILIA, á la disposición que se reserva el Gobierno (6) &a. !'-' Véase hasta donde lleva la falsa aplicación de un principio, y decídase si puede admitirse un sistema, que exige Ja expoliación délas familias, y el sacrificio de la vida de los ciudadanos por un crimen imaginario, ó por el no-cumplimiento de un deber que no e.-tá en las facultades de ningún gobierno el imponer. Por- que la revelación es obligatoria cuando el silencio compromete la seguridad pública, ó la vida de algún individuo: pero pretender que todos los ciudadanos se pongan á denunciantes, pnra impedir la salida del oro ; y sujetarlos á la pérdida de su fortuna, de su vida y ha-ta de la de sus familias para conseguirlo, es lo mas atroz que pueda citarse en la historia de los desmanea legislativos, y que sobrepuja á la inhumanidad de las mismas leyes de oracon, que se decía haber sido es- critas con sangre. Si el objeto de un buen gobierno es hacer feliz al pueblo, cuyos destinos le están encomendados, no es por cierto el Sr. Ferré quien deba considerarse con derecho á su gratitud; porque de todos los pueblos que componen la gran familia argentina, nirguno es menos libre, y por consiguiente menos feliz, que el (f>) i Friolera ! ¿ Y que se hará en caso de reincidencia ?—Arrasar el bairiu ; y borrar el nombre del almanaque.( 132 ) correntino; quien, con mucha mas razón que el Sr. Ferré, podría decirle: \ Hasta cuando hemos de estar bebiendo de este cáliz amargo ! Hasta cuando se pre- tende apurar nuestro sufrimiento! Perdonará el Sr. Ferré si nos ingerimos en los asuntos de su administración ; pero convidados á tomar- la por modelo, teníamos que descenderá este examen, y presentarla á los pueblos en todo su explendor. Du- damos sin embargo que, en el estado actual de nuestras opiniones, estas doctrinas hagan prosélitos, y tal vez no sea exagerado decir que no encuentren ninguno. Lo que mas quieren los argentinos es paz y libertad, que es precisamente lo que procura arrebatarles el Sr. Ferré: su conducta no puede menos que amagur la primera, y sus principios anonadar la segunda. Es imposible que haya paz, donde los gobiernos, que están mas comprometidos á cimentarla, trabajan sordamen- te en fomentar rivalidades é inspirar recelos. Este re- proche se dirige exclusivamente al Sr. Ferré, que con- tra el sentido literal del articulo 4 del tratado de 4 de enero, al que se ha adherido, ha hecho proposi- dones por si solo, sin previo avenimiento espreso de las provincias de la Federación, á los demás Gobiernos de la República, agravando esta culpa con la violación escandalosa de otro artículo (1) del mismo tratado. (1) £1 sexto. ( 133 ) que le imponía el deber de no tolerar que se ofenda á cualquiera de las otras provincias de la liga, y » guar- dar la mejor armonía posible con los gobiernos amigos. Si el Sr. Ferré, por vias legitimas, y no con me- dios alevosos, hubiese manifestado al Gobierno de Buenos Aires sus deseos, y aun sus opiniones sobre lo que juzgaba mas oportuno que se hiciera en favor de la industria del pais y de los intereses recípro- cos de las provincias, ningún obstáculo hubiera en- contrado en adquirir todos los conocimientos necesa- rios para resolver con acierto las cuestiones que pro- movía. Pero el Sr. Ferré, que no aspira al bien ge- neral de la República, sino á los objetos de su par- ticular conveniencia, ha hollado todos los respetos, salvado todas las barreras, esperando levantar su frágil edificio sobre las ruinas de una provincia, cuyo ere- dito está cimentado en servicios reales que ha pres- tado á la causa común. Asi es que. en vez de re- probar la conducta sumamente culpable de su Dipu- tado Leíva, que aconsejaba á los provincianos, que ira- bajasen en sentido contrario a los porteños, que solo aspiraban al engrandecimiento del gran pueblo y ti la- mina de la República; en vez de reprobarla, deci- mos, l,i ensalza, y hasta declara que de-pues de "ha- "ber examinado las lineas todas de la mencionada car- "ta (la del Diputado de Corrientes al señor Acuña)C 134 ) "había advertido, no sin satisfacción, que su comi- sionado no había hecho mas que dar una prueba "inequívoca de su patriotismo y fidelidad á los» justos "sentimientos del pueblo que representa/' Tan buen concepto nos merece ei pueblo mr- rentino, que no iludamos de su ninguna adhesión á los sentimientos espresados por el Sr. Leiva, aunque los apruebe el Sr. Ferré. Es imposible que los ha- bitantes de Corrientes se conformen con un ti»tema que los condena á vivir de privaciones por la espe- ranza de fomentar la industria del país: y que que- den satisfechos con los principios exclusivos, calcula- dos mas bien en el interés de unos pocos individuos que en el de la comunidad. Aqui se detiene nuestra pluma, y no por falta de hechos que podríamos alegar en prueba de nuestros aserto?, sino para que no degenere en personalida- des una polémica que sostenemos con el noble obje- to de defender los derechos y el crédito de esta pro- vincia. Nos basta haber probado, y probado sin replica: 1. Que no se promueve la organización de la República por los medios insidiosos de que se ha valido el Sr. Ferré y su diputado Leiva. 2. Que todas las provincias son libres é in- dependientes, y que nadie tiene el derecho de ( 135 ) arrastrarlas por la fuerza á una asamblea na- cional. 3. Que las doctrinas económicas, con la la- titud que les dá el Sr. Ferré, producen efectos contrarios á los que espera; y que deben ne- cesariamente ocasionar la ruina, y no la pros- peridad del pueblo que las adopte. 4. Que es calumnioso el cargo que hace al Gobierno de Buenos Aires de arruinar la in- dustria del pais, siendo mas bien el que mas la favorece. 5. Que es el colmo de fa impertinencia del Sr. Ferré llamar nacionales á las rentas de la provincia de Buenos Aires. * 6. Que los gastos de todas las guerras empren- didas por la República Argentina para conso- lidar su independencia, afianzar sus libertades, ó auxiliar á las repúblicas hermanas se ban he- cho con los caudales de la provincia de Buenos Aires, y con los vestuarios, armas, pertrechos y cañones salidos de sus almacenes, 7. Que estas erogaciones han absorbido no solo todo su capital metálico, sino que la han sobrecargado con una deuda de mas de setenta y cinco millones de pesos.( 136 ) 8.- Que Buenos Aires consuma una parte in- finitamente mayor de los artículos que se im- portan del extrangero; y por lo mismo carga con los derechos de aduana, que el Gobierno de Buenos Aires ha tenido que aumentar por hacer frente á sus compromisos. 9. Que el ejemplo del Gobierno de Corrien- tes no merece ser imitado por ningún gobier- no ilustrado; siendo una continuación del régi- men colonial de Jos españoles. 10. Y finalmente, que la conducta del Sr. Fer- ré es sumamente reprensible por haber infrin- gido el tratado de 4 de enero de 1831, turban- do el sosiego de la República, calumniando á una provincia amiga y haciendo proposiciones, sin el previo consentimiento de sus aliados, 4 las demás provincias. Sean cuales fueren los argumentos que emplée el Sr. Ferré para justificarse, nunca llegará á borrar la siniestra impresión que debe haber producido en el público el exámen imparcial de sus doctrinas j de sus obras, porque las hemos calificado por he- chos tan perentorios como incontestables. ( 137 ) EL PORTEÑO. Aunque el desprecio general con que se ha leido entre los habitantes de esta provincia la nota oficial y carta circular del señor D. Pedro Ferré, Gobernador de Corrientes, publicados en los números 2,543 y 2,544 de su muy aprecia ble periódico (1), y en el número tíJ2 del Lucero, parece que hace innecesaria toda refuta- ción, y mucho mas desde que debemos suponer corran igual suerte en los pueblos interiores, cuando observen como los Gobiernos de Santa-Fé y Córdoba se han apresurado á manifestar los nobles y justos sentimien- tos que les animan en favor del Gobierno y provincia de Buenos Aires, y el desagrado con que han visto la conducta de los diputados Marin y Lejva; sin em_ bar^o de esto, y de que casi nada se puede agregar á las juiciosas observaciones que se han hecho en los papeles públicos contra esos dos ridiculos documentos» creo que conviene aun inculcar sobre este grave negocio, para que vertidas las mismas ideas de dife- rentes modos, se hagan perceptibles á todos los ha- bitantes de la República, y conozcan todos quien es D. Pedro Ferré, y cuales son sus verdaderas aspira- ciones. Con este importante objeto, y bajo la confianza de que se servirá V. dar en su periódico un lugar á este comunicado, me contraeré á recopilar varios (1) Este aitículo fue dirigido «1 editor de la Gaceta Mercantil.( 138 ) hechos notorios-que son los mas propios para clasificar la conducta pública del Sr. Ferré, y después de hacer las principales deducciones á que ellos dan lugar, me ocuparé de desvanecer las calumnias y sofismas con que trata de denigrar al Gobierno y provincia dé Buenos Aires. Sin duda, el Sr. Ferré al tramar la negra intriga de que se confiesa autor, y al circular por todas partes con cierto aire de satisfacción y arrogancia sus libelos infamatorios, ha creído que es lo mismo hablar con los desgraciados habitantes de Corrientes, á quienes ha hecho sus tributarios por medio de un impudente monopolio, y á quienes procura mantener aislados y en la mas profunda obscuridad de sus derechos é intereses, para que no piensen jamas en poner limites á su insaciable avaricia, único móvil del señor Ferré en toda su carrera pública. Pero se ha engañado so- bre manera este caballero, y debe hacérsele entende^ ya que su fátuo orgullo no le ha permitido advertirlo, que se traslucen y conocen muy bien sus siniestros manejos, y que desde que su grosería y torpeza han hecho necesario etque se publiquen por todas partes, ya no le queda otro recurso que resignarse á esperar su merecido, rogando á Dios que la pena no sea la que solia aplicar Andresito á sus desgraciados tri- butarios. ( 139 ) Con efecto seria preciso tener formada li cabeza como suele decirse, á escoplo y maceta, ó tener muy maceteado el cerebro para no conocer la pérfida y tortuosa conducta que de años á esta parte ha obser- vado el Sr. Ferré en su cirrera pública con relación á los intereses generales del Estado. Es bien sabido que después de haber sido la persona mas influyente para que la provincia de su mando no prestase coope- ración alguna á la dispendiosa guerra contra el Empe- rador del Brasil, ha propendido á la usurpación que se ha hecho á la república de quinientas mil ó mas cabezas de ganado vacuno, que como un cuantioso botin tomado al enemigo, debió adjudicarse al resar- cimiento en parte de los inmensos gastos hechos por la República para la espresada guerra. • Que desen- tendiéndose de que Corrientes es una provincia de la República Argentina, que por si sola no puede entrar en tratados ni relaciones políticas con ningún Gobier- no extraño, 6 rebelde á la República, los tiene pri- vados y secretos con el del Paraguay. Que ha hecho sus tributarios á los pueblos de la República, obligando á todos los buques que vienen desde aquella provincia con destino á Santa-Fé, Entre-Rios y Buenos Aires, a que aduanen en Corrientes, y paguen allí derechos exorbitantes por el tabaco, á fin de destruir el comercio de este artículo, y obligar á dichos pue-( 140 ) blos á que consuman precisamente el correntino, que es mucho mas inferior en calidad. Que conociendo Jas ventajas preferentes que ofrece á estos pueblos el comercio del Paraguay, respecto del de Corrientes, él, por medio de esas relaciones secretas y misteriosas que ha entablado con el Dictador Francia, procura hacerlo exclusivo entre las dos provincias, sugiriendo á Francia ideas y prevenciones contra los demng gobiernos litorales; y después de la paz con el Brasil, no solo le hizo entender que el de Buenos Aires trataba de invadir al Paraguay, sino también le ofreció su auxilio y cooperación para defenderse. Que siendo el pastoreo y cria de ganados el medio mas expedito de proporcionar cómoda subsistencia, y aun adquisición .de riquezas á todos los habitantes de Corrientes, como esta ocupación no admite mono- polio, porque cualquiera puede ser ganadero ó pastor, ha puesto tales trabas al comercio é industria del pais, que haciendo decaer el precio de los gana- dos, somete una gran parte de la población á la nece- sidad de ser jornalera, y á sacrificar el sudor de su rostro al monopolio de unos cuantos plantios de caña dulce con establecimiento de alambique, que solo pueden poner y conservar por medios violentos el Sr. Ferré y algunos otros de su circulo. Que el princi- pal de estos empresarios, es el mismo Sr. Ferré, quien ( m ) prohibiendo la introducción de aguardientes y azuca. de cualquiera otra parte, alambica a todo Corrientes, obligándole á consumir su solo aguardiente al precio que el quiere ponerle, y lo mismo una tierra parduzca y melosa, que el fabrica con el nombre de azúcar.— Que en medio de los clamorosos alaridos de fingida' compasión que hace resonar en sus indecentes libelos contra Buenos Aires, aparentando defender la causa de los demás pueblos argentinos, igual impuesto de 15 y líl por ciento de introducción carga á los efectos que van de dichos pueblos, que á los procedentes de puertos extrangeros, como son los del Estado Oriental; y debiendo, para ser consecuente, acordar la introduc- ción exclusiva de los vinos y aguardientes de Mendoza y San Juan, y prohibir la de harina% extrangeras, prohibe indistintamente la de todo aguardiente, aun que sea del pais, y permite introducir libremente harinas y vinos extrangeros con iguales derechos que los del pais, pagando las harinas un impuesto muy moderado. Que en todas las demás restricciones y prohibiciones, del mis no modo considera las manu- facturas fabricadas en cualquiera de la* piuvincias hermanas, que las que proceden de países» extrange- ros, y que por todos estos medios injustos, violentos e injuriosos á los pueblos argentinos, se hace de un cuantioso ingreso de rentas que se absorbe sin ayudarT 1*2 ) «con un centavo de ellas á los gastos que demanda el sosten de las relaciones exteriores, ni al pago de la deuda y compromisos nacionales contraidos, no por el Gobierno de Buenos Aires, como provincial, sino como general de toda 'la República, autorizado por todos los pueblos que la componen. Esta conducta fraudulenta tan pérfida, tan aleve y tan perjudicial á toda la República, produce en el señor Ferré los mismos sobresaltos y temores que el robo en el "ladrón, .y hace que recele de todos los pueblos y gobiernos argentinos ; pero con especiali- dad de los de Santa-Fé y Entre-Rios, que como mas cercanos le observan mas prolijamente sus intrigas y usurpaciones, y sienten mucho mas que otros los males que ellas producen. Mas el Sr. Ferré, que desde que dejó en la playa del rio la maceta y el formón, y de un triste carpintero de ribera, (cuyo oficio ciertamente no lo deshonra) se ha visto repentinamente elevado al rango de coronel mayor y gobernador de una rica y muy importante provincia, sin haber prestado ser- vicio alguno particular al pais, y sin otro título que haber intrigado con felicidad en medio de un pueblo sencillo como es Corrientes, se ha considerado con derecho á ocupar un lugar distinguido entre los pri- meros ciudadanos de la República, y creyendo que los Señores Gobernadores de Santa-Fé y Entre-Río» ( 143 ) son unos hombres susceptibles de cualquiera vann impresión, ha concebido que le es muy fácil alucinar- los y distraerlos de la atención hacia él, adulándolos y lisonjeándolos con ciertas fatuidades y inanias contra Buenos Aires, que se ha propuesto hacer valer á su modo. A esto está reducido la sábia-y profunda política del Sr. Ferré. Su objeto es que todos los pueblos de la República estén en continua discordia para que no se ocupen en contener los fraudes y usurpaciones que ha cometido, y prosigue cometiendo contra ellos des- de Corrientes; Nada le es roas temible que la paz de la República, nada mas odioso que lá organización generak El es el único que desea y debe desear para siempre el sistema de aislamiento, porque solo bajo de este sistema puede sostener el estanco, monopolio y fraude con que se ha propuesto enriquecerse y enriquecer á los de su circulo. Esos alaridos y ese furor contra los que resisten la reunión dé un congreso en las presentes circunstancias, es porque conoce que sin él se mantendrá en paz Ta República, y que entonces tal vez el mismo pueblo de Corrientes sea el primero en tomarle cuenta de sus inicuos manejos. Si aun se quiere mas prueba de esta verdad recuér- dese el silencio que ob»er\ó durante el motín de prime- ro de diciembre: recuérdese que vencido Lavalle, deshe»( 144 ) cho el ejército sublevado que encabezaba, y cuando por el completo triunfo sobre este, las provincias de Buenos Aires y Santa-Fé se hallaban á la vista de todos en aptitud de acabar con el resto de los amotinados que oprimían á los pueblos del interior, entonces se apa- reció repentinamente el señor Ferré en Santa-Fé, y negoció con aquel Gobierno, sin la menor previa no- ticia del de Buenos Aires, el que se celebrase una liga ofensiva y defensiva entre las cuatro provincias litorales bajo el sistema de federación ; que con este hecho y las ideas que arrojan los artículos 2 f 3 ° y 4.° del convenio, trató de ganarse la benevolencia del Sr. Gobernador de Santa-Fé, haciendo al misino tiem- po una cierta desconfianza y desprecio del de Bue- nos Aires, á «quien por otra parte fingía hícerle honor obligándose á exigir de su Gobierno lo encargase por su parte de las relaciones exteriores, que todos saben cuanto pesan sobre esta provincia. Recuérdese que esta conducta rastrera y mañosa fue mirada entonces por muchas personas como un ardid para crear pre- venciones y celos entre ambos Gobiernos, y debilitar esa unión que tanto ha importado á la salvación de toda la República, y que no solo se ha estrechado pos- teriormente, sino que será cada dia mas fuerte por iden- tidad de intereses, para no ser el ludibrio de intrigantes y egoístas como el Sr. Ferré, y so peña de que en ca- ( 145 ) so contrario perecerá la República. Recuérdese que celebrado igual convenio con lí jenos Aires, y reunidos ta Santa-Fé los comisionados de los Gobiernos litora- les para la formación de la liga, como el Sr. Ferré ob- servase que los negocios con el general Paz iban pre- sentando un aspecto sombrío y borrascoso, estrechó con este sus relaciones; trató de entorpecer los pre- parativos de guerra que se hacian por parte de Bue- nos Aires y S*nla-Fé; hizo cuanto le fué posible para persuadir al Sr. general López que desistiese de la empresa de marchar sobre el tirano del interior ; tomó un empeño en eludir los efectos del convenio, sus- citando cuestiones impertinentes y odiosas, intrigando y fomentando la discordia entre los diputados, retirán- dose en seguida á Corrientes bajo protestas falsas de vol»er dentro de- veinte dios, para no hacerlo, como no lo hizo hasta mucho después de concluida la guer- ra contra los anarquistas, á pesar de habérsele mani- festado repetidas veces la suma necesidad de celebrar cuanto antes el tratado de liga, y ocupándose por ul- timo en repartir desde Corrientes papeles incendia- rios que tendían á suscitar la guerra civil entre I09 mismos pueblos litorales. Recuérdese que después de una conducta tan indecorosa, habiéndose ajustado al fin la liga entre las tres provincias Santa-Fé, Entre- Ríos y Buenos Aires, ya en loa momentos mismos 19C ) de romper las hostilidades contra el tirano de los pue- blos interiores, después de haber corrido mas de seis meses de demora, y habiéndose estipulado en uno de los artículos del tratado la invitación á la provincia de Corrientes, para que entrase en ella, viendo el señor Ferré frustradas todas sus maquinaciones tuvo la im- pudencia de quejarse porque se hahia celebrado sin el concurso del comisionado de la provincia, que ya entonces estaba presidiendo, cuya remisión habia él mismo retardado maliciosamente. Recuérdese en fin, todos los rodeos que ha dado para adherirse & dicho tratado ; que al fin lo ha hecho cuando habían pa- sado ya todos los riesgos en que se ha visto la Repú- blica, y que en el momento mismo en que acaba de restablecerse la paz general, es que se afana por todos los medios y modos que le son posibles para encender nuevamente la guerra civil entre los pueblos argenti- nos. Es, pues, indudable que el Sr. Ferré no quiere paz, orden y unión en la República ; no quiere organiza- ción general ; lo que quiere es discordia, confusión y guerra civil entre Santa-Fe, Entre-Rio*, Buenos-Aires y los pueblos del interior, para hacer exclusivo a él y á unos cuantos monopolistas de su facción el comercio del Paraguay ; para llevar adelante su sistema de usurpación y monopolio, y ditponer á su arbitrio de ( 147 ) las cuantiosas rentas que se proporciona por estos medios injustos y violentos ; para Incer que carguen exclusivamente sobre los demás pueblos, y con espe- cialidad sobre Buenos Aires la deuda genera), gastos y demás compromisos de la República, y para domi- nar arbitraria y despóticamente á Corrientes, enri- queciéndose él, y haciendo enriquecer á los de su cír- culo íi costa del pueblo correntino. Pasaré ya á des- vanecer Ia9 calumnias con que el Sr. Ferré se empe- ña en difamar á Buenos Aires y su gobierno. Para espedirme en esta fastidiosa tarea, no me ocuparé do todas las sandeces y necedades que vierten sus libelos ; y contrayéndome alo principal contestaré á. los cuatro cargos siguientes.— Infracción del tratado celebrado en Sanla-Fé el 4 de enero de 1831. Injusta oposición a la actual reunión del Con- greso general federativo. Usurpación de Lis rentas nacionales. Franquicias al comercio exlranguro, perjudiciales á la industria del país. Empezernos pues por la primera calumnia—Infrac- ción del tratado de 4 de enero de 1831. Para hacer, verla injusticia y procacidad del señor Ferré, basta poner á la vista el mismo tratado, que dice este en '•1 articulo 16—" Interin dure el presente estado de( M5 ) cosas, y mientras no se establezca la paz pública de todas las provincias de la República, residirá en la capital de la de Santa-Fe una comisión compuerta de un diputado qor cada una de las tres provincias Inórales, cuya denominación será—Comisión Representativa de los gobiernos de las provincias litorales de la República Argentina " ¿ Y que atribución se le dá en el artículo 16 á etta Comisión representativa relativamente á pro- mover la unión de las provincias argentinas, bajo el sistema federal ? " Invitar á todas las demás provin- cias de la República, cuando estén en plena libertad y tranquilidad, á reunirse en federación con las tren litorales ; y á que por medio de un Congreso general federativo se arregle la administración general del país bajo d sistema federal, &c." Luego, según estos dos artículos, inmediatamente de baber cesado el estado de cosas que se esperimentaba cuando se celebró el tratado, y de haberte restablecido la paz pública de toda* las provincias, debió hacer la Comisión repre- sentativa la invitación que expresa el artículo 16, y disolverse, porque hasta este momento y no mas le dá existencia el tratado. Luego, hecha la invitación, ha podido y debido cada diputado retirarse déla comi- sión, y en caso de no hacerlo ha debido su respecti- vo Gobierno ordenaiie que se retire en cumplimiento de ese mismo tratado, ¿ Y que otra cosa ha hecho ( 149 ) el Gobierno de Buenos Aires? Nada mas que ceñirse á la letra del tratado.— Restablecida la paz general en todas las provincias, y hecha la invitación expre- sada, ordenó í su diputado se retirase de ¡a Comisión representativa, porque esta ipso jure habia dejado de existir en fuerza de ese mismo tratado que le dió el ser. Tengase presente que por el tratado se autorizó a la Comisión representativa para invitar á las demás provincias á la unión federal y á la reunión de un Congreso general federativo ¡ pero no para que ella hiciese dicha reunión, ni la esperase para disolverse. Ahora toca á las provincias invitadas manifestar su deferencia á las demás para esta reunión en Congre- so, si la estiman conveniente, y acordar donde, cuan- do y como se ha de verificar.—Sobre si esta es la oportunidad de que se verifique, que es la materia del segundo cargo, satisfaremos á las fingidas declamacio- nes del Sr. Ferré. He dicho fingidas declamaciones, porque creo ha- ber demostrado hasta la evidencia sus verdaderos de- seos á este respecto.—Y á la verdad se han produ- cido razones tan poderosas y convincentes en contra de la oportunidad, que solo el Sr. Ferré la sost en;; en el dia • y si ha sido posible obscurecer de a'gun modo una verdad tan manifiesta, ella te presenta cam( «*) todo su brillo, desde que se Iwih hecho públicas todas fea intrigas del Sr. Ferré, y desde que este profundo estadista aparece ahogado de cólera al verlas frustra- das en sus primeros pasos. Un congreso de pleni- potenciarios destinados á conciliar, discutir y ajustar los intereses de todas las provincias, debe ser formado por un deseo sincero de paz y de concordia.—Mas el Sr. Ferré pretende formarlo suscitando desde el principio entre sus miembros el odio y la discordia, de que se infiere que pretende tenga el mismo resultado, ó peor que los Congresos anteriores. Pero, á pesar de ser muchas y muy juiciosas las observaciones que se han hecho sobre este importante negocio, yo me atrevo k agregar las siguientes que considero graves y de muy fácil comprensión— Primera.—En épocas mus felices en que los pue- blos de ta República gozaban de abundancia, muchos de ellos no podiun pagarsus diputados en Congreso, y suplía sus sueldos la Provincia de Buenos Aires, con cargo de leintegro. Esta en la actualidad no se pres- tará á iguales suplementos, porque no le es posible hacerlos. ¿ Como pues se proveerá al envío de esos diputados? ¿Podrán esos pueblos, en el estado rui- noso en que se hallan, sufragar unos gastos que no podían soportar en tiempos mas piósperos ? Segunda.—Para la formación del Congreso gene- ( m ) rül federativo deben elegirse no solo ciudadanos de probidad, luces y larga experiencia adquirida en la escuela de la revolución, sino también de los mas vinculados al pais, y que por el bienestar de su&> fa- milias y seguridad de sus intereses deben propen der mas á la paz y tranquilidad de toda la Rep- blica. ¿Y en seguida de un sacudimiento tan espan (oso, como el que acaban de sufrir todos los pueblos, que ha puesto la República en una posición y bajo un aspecto que nos es absolutamente nuevo y des- conocido hasta ahora, habrá alguno de esos hombres que quiera proceder á ciegas, y comprometerse de este modo á darle una organización permanente? ¿Y cuando no ha habido familia ni fortuna que no ha- ya experimentado grandes desastres, será posible que esos vecinos quieran desamparar su casa y sus in- tereses, ausentándose á larga distancia por todo el tiempo que necesitará el Congreso para reunirse, y concluir su ardua y penosa tarea? De ninguna ma- nera, y esto lo e-abe mejor que nadie el Sr. Ferré. Es bien notorio que en medio de los grandes sacrificios que han hecho los pueblos argentinos por la seguridad interior y exterior de la República, la provincia de Corrientes solo se ha ocupado de sí misma, y á juicio del Sr. Ferré es la única que haC 152 ) progresado bajo el influjo de .su sabía polítiticn. Tam- bién lo es que el Sr. Ferré y los de su facción no se ha i descuidado de engrosar sus fortunas á costa del pueblo correntino y de toda la República. Sin embudo de esto, cuando tuvo que nombrar en 1831 el co nisionado que debia concurrir con los de las otras provincias litorales, se fijó en D. Manuel Lei- va, q'i'tzá el único unitario que había en todo San- ta-Fé, conocido y reputado públicamente por un va- go, que como tal, no obstante ser nativo y vecino de aquella provincia, jamas há sido ocupado, ni consi- derado para el desempeño de ningún destino pú- blico, pues el único suceso que ahora años hizo so- nar su nombre en los demás pueblos, fue una re- volución que intentó contra el actual Sr. Goberna- dor D. Estanislao López, que conociendo su imbe- cilidad, por toda pena lo entregó personalmente á su madre enc&rgando á esta que estuviese á la mi- ra de su hijo, y que si no se portaba con juicio, le sacudiese una buena tunda á calzón quitado. El Sr. Leiva que conocía su posición despreciable, re- nunció el cargo; pero el Sr. Ferré le instó y rogó pnra que lo admitiese, asegurándole no encontraba en su provincia perdona de su confianza á quien po- der nombrar porque lodos lo aborrecían. Aquí se- guramente hablaba el Sr. Ferré de los que no ti«- ( tt* ) nen parte en él monopolio, y procedía en el-supues- to de que era inútil nombrar á cualquiera de los participes porque no quería desamparar su negocio. De que t*e infiere que, si en la feliz y opulenta pro- vincia de Corrientes los vecinos pudientes y que mas participan de su industria y comercio, no quieren separarse del seno de sus familias ni aun pira afian- zar su proficuo sistema de finanzas, mucho menos querrán hacerlo en otras provincias infortunadas ve- runas, que necesitan contraerse á un asiduo trabajo para reparar sus fortunas destruidas, y no verse re- ducidos á la mendicidad. He contestado ligeramente á los dos primeros car- gos, porque después de lo mucho que robre ello se lia escrito y publicado por la prensa, estoy cierto que no hay ya quien desconozca la mala fe con que los forma el Sr. Ferré; y también por entrar cuanto antes á tratar del tercero, que ha tido siempre el mas vo- ciferado y odioso, con que los intrigantes y anarquis- ta» lian logrado muchas veces producir alarmas contra la provincia de Buenos Aires, y envolver la República en los mas espantosos desórdenes. Dice el Sr. Ferré, que las rentas nacionales son el patrimonio del gobierno de Buenos Aires, y que tata ahora las provincias que componen la Repúbli- ca no saben nada de ellas, ni de su inversión. Pero sí 20( 154 ) ha babid? (ales rentas nacionales ¿ que culpa tiene la pruviiK'ia de Buenos Aires y su actual gobierna de que los representantes de los pueblos reunidos en Con- greso no hayan pedido cuentas de la administración de esas rentas á los que han debido darlas? Hallándose Róenos Aires abrumado con un peso enorme, de conti-ihucionea que se hacen necesarias pa- ra poder atender por «i sola á las mas graves urgen- cias de la República, y habiendo convertido su medio circulante de oro y p'ata en un signo ficticio que re- pres-enta una gran parte de la deuda general ¿ no c» la lamentación del Sr. Ferré, mas bien (pie un car- go contra Buenos Aires, un motivo que tendría esta provincia para quejarse de los demás pueblos y sus respectivo? gobiernos por la indolencia con que, sabien- do de e.'te gran tesoro, han dejado impune una omi- sión de sus Representantes en asunto tan grave y de tanta importancia ? Mas entrando en el fondo de la cuestión l cua'es son esas rentas nacionales ? j Son aca- so el total de contingentes anuales en moneda qn« haya remitido cada provincia á Buenos Aires para loi eraste* «renerales ? Pero hasta ahora no tenemos noli- cia de la mas pequeña remesa. ¿ Son el producto de iil:.HinOs impuestos que se hayan destinado p^ra su- fragar éi esos gastos generales ? Pero estimos cieiuw que no hay ley alguna que los haya establecido; an- ( 155 ) tes por el conlrario sabemos todos que tanto la asam- blea general que se instaló el año de 1813 en Buenos Aires, como el Congreso general instalado en Tucu- man el alio de J81G, ordenaron que todos aquellos di- putados que no pudiesen ser pagados ni expensados pnr sus respectivas provincias, lo fuesen por la de Bue- nos Aires, con cargo de reintegro; y si hubiese ha- bido rentas nacionales, de ellas se hubiesen pagado no solo esos diputados, sino también todos los demás, por ser esta una corporación nacional, sin que sus res- pectivas provincias quedasen ob'igadas á reintegrar co- sa alguna ¿Cuales son, pues, esas rentas nacionales? ¿Son acaso los derechos que recauda Buenos Aires por bu aduana ? Peio esos derechos han sido reconocidos por los Congresos de la República como una propie- dad de esta provincia desde que mandaron que los sueldos y gastos que suministrase para el sosten de diputados de otras provincias, le fuesen reembolsados por sus respectivas cajas.—De consiguiente todo esa grita del Sr. Ferré, acusando á Buenos Aires de usurpación de rentas nacionales,-no es mas que un conjunto de calumniosos improperios, que ha inventado la intriga y la perfidia para convulsionar los pueblos, y sumir á la República en los borroresde la guerra civil. Aquí debiera concluir la contestación á esto ter- cer cargo ; pero conviene abundar en razones, y por esto es que voy á indicar las que debieron tener( ) presentes los Congresos generales para (ornar las re- soluciones que he recordado, no obstante que desde mucho antes de su instalación ya se oia la grita de los intrigantes y revoltosos que hoy se desgañifa en repetir el Sr. Ferré. Es indudable que toda sociedad política, libre é independiente tiene un derecho propio y exclusivo sobre el territorio que ocupa y cuanto se comprende en él: que este derecho importa dos cosas, primero el dominio, en cuya virtud puede la sociedad usar sola de aquel país para sus necesidades, disponer y tocar de el la utilidad de -que sea capaz : segundo el imperio, ó el derecho del mando soberano, por el cual ordena y dispone á su gusto de todo lo que pasa en el pais. También es íbera de toda duda que las costas de mar, puertos, ensenadas, radas y ba- hías propiamente dichas, pertenecen incontestable- mente al soberano del pais de que hacen parte, y en cuatito a los efectos del dominio y del imperio son considerados con la tierra misma. Por otra parte todo estado libre, en razón del derecho que tiene á con- sultar su felicidad y bienestar, lo tiene también para comerciar con los que quieran prestarse á ello, y para poner las condiciones que juzgue conveniente al permiíir el comercio á otro estado, porque per- mitiéndolo concede un derecho. «q^Bh)s tenemos Ii- ( 157 ) bertad para poner la condición que nos agrade so- bre lo que concedemos voluntariamente. Ahora bien:1 es un principio proclamado desde el 25 de mayo de 1810, por todos los habitantes de la República, que cada una de las provincias que la componen es li- bre, soberana é independiente do las demás: luego la de Buenos Aires puede usar sola de su territorio, costas de mar, puertos, ensenadas, radas y buhias, se-? guu lo estime conveniente para sus necesidades; pue- de sacar de ellas toda la utilidad de que sean ca- paces; puede comerciar con los que quieran, pres- tarse á ello, y puede permitir el comercio á otros estados, bajo las condiciones que tenga á bien im- ponerles, y de consiguiente lijar los impuestos quo deban pagar en su aduana los frutos y efectos dgn importación y exportación.^ Luego ella es exclusiva- mente ia verdadera dueña de todos los lucros que reporte tanto de sus costas y puertos, como del co- mercio que haga con otro.9 estados. Luego, siendo los derechos de su aduana lucros de ese comercio de importación y exportación con las naciones ex- trangeras, á ella sola le pertenecen exclusivamente. He dicho que las rentas de aduana son lucros del comercio de importación y exportación que hace con las naciones extrangeras, porque ella no grava el comercio que tiene con las provincias interiores ni( 1^8 ) aun con los impuestos precisos para indemnizarse de Jos gastos y perjuicios que le causa; mucho menos imita la arbitrariedad y tirania del Sr. Ferré, que obli- ga á aduanar en Corrientes y pagar allí derechos ex- cesivos al tabaco que viene directamente del Para- guay, con destino á las otras provincias litorales. Supuesto, pues, que en el cobro de tales derechos sobre el comercio con los extrangeros usa del que tiene en virtud de su libertad é independencia, si algunos de estos efectos son extraídos después para las pro- vincias interiores, este accidente no invalida el titulo legitimo con que cobró el derecho de importación en su territorio. A esto se agrega que en un pais, comerciante por su situación local, cuyas principales y mas precisas rentas deben sacarse necesariamente de los ingresos de aduana, la suma total de impues- tos que se cobra sobre los artículos comerciales, es lo que se considera necesario para facilitar las re- laciones de comercio en todos sus detalles, y dar á estas las precisas garantías, como también á las personas y propiedades de los comerciantes, mien- tras existen en el pais, en el goce de todos los de- rechos, libertades y franquicia que forman el alicien- te de dichas relaciones. Si pues por parte de la pro- vincia se han llenado estos deberes del mejor modo que le ha sido posible con respecto á los efectos ( !*• ) que se extraen al interior, y se continúan llenando con respecto á las personan y relaciones de los que Jos han importado ó revendido, y de los que han pres- tado para todo esto su cooperación eii el pai-¡, ¿por qué principio de justicia ni equidad se le querrá pri- var al tiempo de la extracción al interior, de unos derechos que cobró legítimamente al de pu importación, y que se le deben en pago y para sosten de las expre- sadas facilidades y garantías? Supóngase que siendo pocas ó muchas las que hoy presta, no pudiese prestarlas por falta de ingre- sos de aduana: ¿ habría entonces el concurso de comer- ciantes, la variedad, abundancia y baratura de efectos de ultramar que hay al presente ? ¿ Se venderían con la estimación, que ahora tienen, los frutos del pais que sirven para la exportación en cambio, y de los que una gran parte procede del interior? Ciertamente que no. ¿ Y por que razón entonces Jos cr nsurnidores del inte- rior, que participan de estas grandes ventajas, lo mis- mo que los de Buenos Aires, no habrán de sufrir igual- mente que estos, Jos gastos necesarios para su adqui- sición ? Ni se diga que esto es ideal é imaginario; pues para ver todo lo que tiene de real y positivo, basta cotejar los gastos interiores de marina y guerra, de resguardo, aduana, policía de ciudad y campaña, ad-C 100 ) ministrador) do justicia Scc, que ha demandado y demanda la provincia, desde que abrió las puertas al comercio extrangero, con los que hacia en tiempo dej gobierno español. Si la provincia de Buenos Aires negase sin justo motivo á los pueblos de la República, el goce que les permite su distancia y posición de las ventajas con que la ha dotado la naturaleza ; si recargase con de- rechos el comercio que hacen sobre esta provincia, exigiéndoles mas de aquello que es justo por vía de indemnización; si ademas de esto se aprovechase exclusivamente de ledos los bienes que puede sacar de la provincia sin hacer participes á las demás, po- drían estas en el primer caso quejarse de violación de un derecho imperfecto en el 2." y 3.c, de mezquindad ó falta de generosidad, pero nunca de usurpación., porque en todos ellos, Buenos Aires dispondría de lo que era exclusivamente suyo, y sobre cuyo uso á él solo le toca decidir. Mas cuando esta provincia tiene la gloria indisputable de haber prodigado sin medida sus tesoros, y la sangre y fortuna de sus hijos por sos tener la independencia de toda la República, y dar libertad á cuatro naciones hermanas; cuando para superar la magnitud de estas empresas, ha apurado los recursos de su crédito hasta el extremo de reducir todo su medio circulante en oro y plata ■. un signo ( 1C1 ) fctticio que ha arruinado las fortunas de muchos dé bus habitantes, y paralizado los progresos de su co- mercio; cuando se ha prestado á ser patria común de toJos Jos argentinos, y á no hacer distinción entre sus hijos y las de los otras provincias; cuando Ies otorga íal libertad en el comercio, que no les carga ni aun aquellas indemnizaciones que le son debidas de justi- cia ; cuando por atender ella sola al pago de la deuda nacional, y á todos los gastos generales de la Repú- blica, se ha sobrecargado de un peso enorme de impuestos y contribuciones directas hasta en los artí- culos de primera necesidad, y se lia sometido á priva- ciones casi insoportables, y de la mayor trascendencia; cuando acaba de hacer los mas heroicos esfuerzos por arrancar á los pueblos del interior de las garras de la urania militar; cuando después dé tantos y tan enor- mes sacrificios, al ver el sentimiento general de grati- tud que han desplegado esos mismos pueblos, se resigna aun á continuar llevando sobre si el peso dé f(aátos generales, deudas, responsabilidades y obliga- ciones de toda la República para sostener su crédito, j con tal de que no se precipite la reunión de un Con- greso, que en vez de producir bienes, venga por sü inoportunidad á ser el foco de las intrigas, y á reagra- var los males que nos han causado los anteriores : ea íaler; circunstancias acusar á Buenos Aires y su Go- 21( l« ) bienio, de que rehusa tal reunión, por continuar usur- pándose el tesoro nacional, solo puede caber en un corazón corrompido, que no conoce sentimiento de pudor ni humanidad, y que se complace en el desór. den y ruina de nuestra amada Patria. Siento tener que lncer esta odiosa calificación de la moralidad del Sr. Ferré, porque tal vez no filiarán quienes la consideren injuriosa y demasía, do irritante; pero en tal caso apelo al sentimiento intimo de los hombres de honor para que digan si puede calificarse de otro modo, en vista del noto- rio exceso de ii justicia con que procede, de la in-. sultante arrogancia con que implícitamente increpa la conducta de los demás pueblos que hoy se ma- nifiestan en la mas intima unión con Buenos Aires, y de la tendencia horrorosa que tienen los pasos del Sr. Ferré. Sin duda este caballero, en los raptos de furor por habérsele lustrado sus pérfidos designios, ha lle- gado á persuadirse que puede alucinar hoy día á los pueblos argentinos, haciéndoles creer que la or- ganización nacional se reduce á que reunidos los di- putados de las Provincias, dispongan de cada una, 6 de todas juntas, según crean mas conveniente i sus pretenciones é intereses particulares, como cuan, dq. crearon la Presidencia, capitalizaron á Buenos ( Mi ) Aires y pretendieron despedazar su territorio; poro *e engaña miserablemente, porque la experiencia vá doctrinando cada dia mas a los hombres, y tal vez rio hay ya un solo Argentino a quien se le oculte, como no se le oculta al Sr. Ferré, que la organiza- ción de la República importa la creación de un po« der legislativo y ejecutivo general, que baja el sis- tema de unión federativa do todas las provincias que la componen, las represente y dirija en cuer- pos de nación, dejando salva la soberanía, libertad é independencia particular de cada una. Que an- tes de instalarse esta autoridad nacional, debí desig- narse el lu¿ar de su residencia, y cuota con que haya de concurrir cada provincia de las federadas para su sosten, para los gastos de su administra- ción, y para el pngo de la deuda y domas respon- sabilidades de la República. ¿Y podrá nadie figu- rarse que esto venga mal á la Provincia de Buenos Aires? ¿En tal caso no seria muchísimo mas lo que ella debería recibir de la caja nacional, que lo que tuviese que dar? Aqni seria preciso repetir lo que dije antes sobre los improperios que el Sr. Ferré di- rrje á nuestro Gobierno; pero pasaremos ya al últi- mo punto de la acusación. No me empeñaré en sostener el sistema de fran- quicias y libertades sin limites en favor del comer-( KM ) ció extrangero, porque concibo que hay cosas en que pueden ser útiles algunas restricciones. Por ejemplo, ^i en el pais no se produce un articulo tan barato, abundante y de buena calidad como el que se introduce de afuera, porque al principio se ne- cesita correr riesgos y hacer gastos que no serán compensados teniendo que someterse á la libre con- currencia de los introductores, creo que en este ca- so serian convenientes aquellas restricciones y re- cargos de derechos de introducción necesarios á vencer estas dificultades en los primeros ensayos; pero considerando que para tomar una medida de esta naturaleza debe todo Gobierno asegurarse bien de sus ventajas en favor del pais, estaré siempre en (posil ion al sistema general de restricciones y pro- hibiciones; y sin entrar en discusión sobre si con- viene ó no, poner trabas á la introducción que hoy se hace libremente de varios artículos en esta pro- vincia, me contraeré por ahora á desmentir varios hechos falso*, que supone como notorios el Sr. Fer- ré, para hacerse de prosélitos en la República. Increpa agriamente a nuestro Gobierno por el estado de miseria á que, dice, están reducidos los labradores y artesanos de nuestro país á causa de la introducción de harinas, muebles, calzado y ropa hecha, que se permite al extranjero, y también por ( »• ) la falta de consideración á los pueblos de Mendo- za y San Juan en no hacer exclusivo erBuenos Aires el consumo de sus vinos y aguardientes, Al leer estas increpaciones se presentan varios objetos que no pueden menos que excitar la risa. El pri- mero es la cara de D. Pedro Ferré bañada en lá- grimas por la pobreza en que vé á los de Buenos Aires, al mismo tiempo que los trata de ladrones y usurpadores de las rentas nacionales. El segundo es la arrogancia con que se presenta este sabio de maceta y formón, dictando desde Corrientes leyes iobre finanzas á toda la República, y particularmen- te á esta provincia. El tercero es el tono de com- pasión con que habla de Mendoza y San Juan, sien- do asi que á sus vinos les impone \od mismos de- rechos que á los extrangeros y prohibe absolutamen- te la introducción de sus aguardientes. El cuar? to es la seriedad con que pondera el estado de mi- seria en que se hallan sumidos nuestros labradores y artesanos. Fp cuadro, pues, tan ridiculo de nece- dades y contradicciones me escusa de toda contes- tación séria, y por lo mismo me reduciré á dar Jas gracias al Sr. Ferré por mi y á nombre de los hi- jos de Buenos Aires, y á rogarle con todo enca- recimiento pprmita en Corrientes la libre introduc- ción de vinos y aguardientes de Mendoza y San( 1*36 ) Juan, exonerándoles de derecho, y recargando el cua- renta por ciento a los extrangeros, como se hace en esta provincia; y que si gusta ver multitud de labra- dores y artesanos ricos, como no se veían antes del 25 de Mayo de 1810 en todo este contineuet, ni se vea rdiora fuera de Buenos Aires, venga á esta ciudad, y no solo saldrá del error en que está, si- no también podrá aprender á gozar de los frutos de su alambique tomando lecciones prácticas de mu- chos pardos y morenos, sastres y zapateros sobre el modo de comer, vestir, y tratarse en su casa con abundancia, aseo, comodidad y gusto. Debe el Sr. Ferré acceder á esta suplica con tanta mayor satis- facción y confianza cuanto que la hago á presencia de esa clase de hombres que él cree, ó aparenta creer, sumidos en la miseria por culpa de nuestro Gobierno, y que no me dejará mentir. He concluido, señor editor, mi larga y penosa ta- rea. Ahora solo me resta implorarla indulgencia de¡ público, si cree que me be excedido en algunas expre- siones. Para obtenerlo, suplico te tenga presente el tamaño de la injuria que ha dado motivo á ellas, quien la hace, á quien, en que circunstancias, de que mo- do, con que objeto, y cuales serían mis terribles re- pollados, si surtiese los efectos que desea su autor ; también espero no se me acuse de haber personalizado ( 167 ) la cuestión, porque no he vertido una sola idea contra la conducta del Sr. Ferré, que no sea por su tendencia á fomentar discordias en la República y sepultarla en el abismo de una nueva revolución. Saluda á Vd. con toda atención y respeto. Un PoRTEñO.INDICE DE LOS DOCUMENTOS. NOM. 1. Oficio del Exmo. Sr. Brigadier D. Juan Facundo Quiroga, descubriendo las tramas de los señores Leiva y Marin contra la provincia de Buenos Aires, pág. 3 2. Carta del Sr. Leiva á D. Tadeo Acuña. 5 3. Carta del Sr. Dr. Marin á ü. Tadeo Acuña............- , • • . 9 4. Carta del Dr. ¿Marin á D. Paulino Ori- huela.................. 11 5. Carta del Exmo. Sr. General Quiroga al Dr. Marin.............. 13 6. Carta del Exmo. Sr. General Quiroga al Dr. Leiva.....,........, líi 7. Comunicación del Dr. Marin á la Comi- sión Representativa, residente en Santa Fé................... 19Num. 8. Exposición del Dr. Marín........P> 20 9. Oficio del Exmo. Sr. Gobernador de filíenos Aires al de Córdoba, queján- dose de la conducta d