15 "715 ■ ? 12 DICTAMEN TEOLÓGICO QUE £L PRESBITERO LICENCIADO JOSE MARIA. GUERRERO, CONSULTOR DE LA JUNTA DE CENSURA RELIGIOSA DE MÉXICO, PRESENTÓ A LA MISMA RESPETABLE JUNTA Y FUÉ APROBADO CON UNANIMIDAD EN SESION DEL 20 DEL CORRIENTE MAYO, CONTRA EL ENSAYO SOBRE TOLERANCIA RELIGIOSA, POR EL CIUDADANO VICEJTTE ROCAFUERTE, EN EE PRESENTE ANO DE 1831. PUBLICADO EN MÉXICO CON SUPERIOR LICENCIA. Impreso en México en la Oficina riel Ciudadano Alejandro Valdfcs. AÑO DE 1881.Estos son los que se separan por sí mismos de la grey de Jesucristo por el cisma que forman en la Igle- sia: hombres sensuales, que no tienen el espíritu de Dios. Corregidlos, convencidos de su error.... y aborreced co- mo un vestido súcio todo lo que participe do la corrup. cion de la carne.—Ixtbae Íí. 19. 22. 23.3. SEJVOR PRESIDENTE DE LA JUNTA DE CEJYSURA RELIGIOSA. Me habia parecido locura imaginar que en una república católica, cuya primera base inmutable en todo tiempo es la religión católica, apostólica ro- mana, viese la luz algún escrito que nos escitase á abjurar nuestra divina religión, abriéndonos la puer- ta al detestable deísmo. Pero mis ojos me han desengañado. £1 ensayo sobre tolerancia religiosa, que el ciudadano Rocafuerte ha publicado, y que la bondad de V. S. se sirvió cometer á mi censura, es Un verdadero parto del protestantismo mas refinado, que según la confesión de Isaac Papinio, antes mi- nistro de la iglesia anglicana y después católico, (1) nos conduce hasta el ateísmo. En este impreso, lle- no de ideas contradictorias, de palabras insignifi- cantes, de proposiciones oscuras, de historias mal acomodadas, y de discursos sin enlace, se hallan es- parcidos muchos y diversos errores, mil veces repe- tidos por los enemigos de la verdad, y siempre con- denados por la iglesia. Mas como su objeto princi- pal es descatolizar á nuestra América, é introducir en ella la tolerancia religiosa, beregia la mas de- testable de cuantas hasta aquí evocó el abismo y evocará hasta el fin del siglo, me limitaré á él úni- camente, y en cuanto lo permita la cortedad de mis (!) Lee drux voies opposees en materie de religión, 1'examen pttr- ticulier et 1' autorite. 11. parí, mi. I. núm. 13. #Si luces manifestaré: ].°, que promueve el cisma, alar- mándonos contra el pontífice romano: 2.", que des- truye la gerarquía eclesiástica: 3.°, que establece cla- ramente el protestantismo: 4.°, que admite al seno de la religión cristiana todas las diversas sectas que reciben la revelación: 5.°, que afirma que en ellas puede hallarse la virtud y salvación: 6.°, que prefie- re el protestantismo á la religión católica. Con esto he dicho, que este opúsculo debe condenarse como sismático, y como que contiene en sí diversas heregias. PRIMERO. PROMUEVE EL CISMA. Los muchos y reverentes homenajes que los concilios generales han tributado á Pedro, como al príncipe grande y sumo entre todos los apóstoles, (l)y al respetable obispo de Roma, como á sucesor de aquel (2) soberano pontífice de los obispos, (3) pri- mado del orbe (4) y cabeza de todas las iglesias, (5) cuyo principado y plena potestad de apacentar, regir y gobernar se ejerce por disposición divina so- bre toda la cristiana iglesia; (6) los brillantes títu- los de llavero de la casa de Dios, que ha recibido las llaves del reino de los cielos para comunicarlas á los demás pastores; (7) pontífice llamado á la ple- nitud del poder (8) y origen de la unidad sacer- dotal, (9) con que entre otros innumerables le ha significado sus respetos toda la venerable antigüe- (11 Conc. Constantinop. IV. act. III- (2) Conc. florent. in Decret. unión. (3) Conc. Nic. I. c. XXXIX. MJ Conc. Nic II. M Conc. Vien. (6) Conc. Lat. ann. 1219. Conc. Florent. in Decret. unión. (7) S. Optat. milev. Lio, VII. Cont. parm. ntim- III. Oper. V. (8) S. Bern. lib. II. cons. cap. VIH. (9) S. Cip. Epist. III.5. dad del cristianismo; y las gloriosas confesiones que de su escelsa dignidad han hecho las iglesias Ru- ca y Griega, llamando ya á Pedro príncipe de los apóstoles, piedra inamovible de la fe, eterno funda» mentó de la iglesia, pastor del rebaño que habla, llavero de las llaves del cielo, elegido entre todos los apóstoles para ser después de Jesucristo el pri- mer fundamento de la santa iglesia, ya al pontífi- ce romano, firme apoyo de la verdad, gloriosísimo dueño de toda doctrina ortodoxa, órgano verídico de los preceptos sagrados que ha confirmado la doctrina divina, y cerrado la boca impía de los he- reges, heredero del trono de San Pedro, y pastor supremo de la iglesia que está bajo del cielo; (1) no dejan ciertamente la mas mínima duda de la celestial y soberana dignidad del supremo pontífice romano. La iglesia romana, dice el protestante Pu- ffendort, es una monarquía, (2) y no puede dudarse que el gobierno de la iglesia no sea monárquico y necesaria- mente monárquico. (3) Ni el consentimiento de los obispos, ni las pretendidas y tantas veces decantadas usurpaciones de la curia romana, ni el favor y prepotencia de los soberanos temporales, pudieron dar á los pontífices romanos aquel alto poder con que so presentaron en el centro de la iglesia universal en su mismo na- cimiento. Jesucristo, á quien se liabia dado toda po- testad en el cielo y en la tierra, no instituyó, en sen- tir de Gerson, gobierno inmutablemente monárquico y en cierta manera real, sino el gobierno de la iglesia, (4) el mismo según las espresas confesiones de la iglesia griega en los primeros ocho siglos, institu- yó en San Pedro y en su sucesor el pontífice ro- Íl) Cande de Mais totn. I. fol. 97 y siguientes. ?í De Habir. Relig. Chris. ad vit. Civil, i XXXVIII. 3) Id. de Moaarch, Pont. Rom. 4) Lib. de Auferibüit, Papae Cwisid. VIII,6. mano un gefe venerable de los santos obispos, un gefe divino del sagrado concilio que ilustrase el tro- no de los apóstoles, á cuyo rededor se uniese el sacerdocio para anatematizar la heregia, y con cu- yo ausilio en los últimos peligros se llenase el lu- gar del mismo Jesucristo que lo habia instituido. (1) El fué, según las frases del Ilustrísimo Bossuet, quien colocó á cada uno de aquellos á quienes di- jo: todo lo que vosotros desatareis frc. debajo de un poder dado á uno solo sobre todos sin escep- cion, en el cual han confesado los antiguos docto- res de Paris la plenitud de la potestad apostóli- ca, y quien ordenó á Pedro apacentase y goberna- se todos los corderos, las obejas, los hijos, las ma- dres, y los mismos pastores, que no son mas que obejas relativamente á Pedro [2]. Jesucristo fué el que dijo á Pedro: tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia., á tí daré las llaves del reino de los cielos (3). Jlpaccnta mis obejas y corderos, [4] y confirma á tus hermanos. [5] Por todo esto decreta el sagrado concilio Florentino, que el supremo pontí- fice romano es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y verdadero vicario de Jesucristo, cabeza de toda la iglesia, padre y doctor de todos los cristianos, á quien en la persona de San Pedro se dió por el mis- mo Jesucristo plena potestad de apacentar, regir y go- bernar la iglesia universal. [6] Pero he aquí que este dogma, base firmísi- ma en la que se apoya todo el edificio de la igle- sia, según aquellas terminantes palabras del mismo Jesucristo: tu eres Pedro, y sobre esta , piedra edificá- is Conde de Maist. tora. I. fol. 96, (2) Bossuet Serm. sobre la unidad. Matlu XVI. XVIII. XIX. (4) loatrn. XXI. t. XVI. XVII (s) Lur. XXII. V. XXXI. XXXII. (6) Deeret. unión.7. ré mi Iglesia (1), es el que con mas vigor ataca el ciudadano Rocafuerte: porque en primer lugar nos dice: „que la Iglesia se gobernava por obispos, an- „tes que se estableciese la dignidad Papal" (2) Esta proposición, ya la babía sentado antes Juan de Hus, cuando dijo: que los apóstoles y fieles sacerdotes del Señor, gobernaron cscelentcmentc la iglesia en las co- s«í necesarias para la salud, antes que se introdugera ti oficio del Papa (3); pero también la había ya con- denado como herética el concilio de Costancia, por legarse en ella la primacía de Pedro, espresa co- mo ya se ha visto en las sagradas Escrituras, en- señada por todos los padres y doctores, confesada siempre por todos los católicos, admitida por las iglesias Rusa y Griega en los primeros ocho si- glos; y hasta el siglo décimoquinto respetada en el Pontífice Romano por todas las iglesias protestan- tes, y no desconocida aun después de su separa- ción por algunos gefes de ellas, á quienes se lea ha escapado algunas veces la verdad. Aquí agrega „ que la dignidad Papal fué apo- 5,yada y estendida después por Cario Magno, y que m podemos representarnos á este emperador como una „ especie de salvage, formando del papado un idolo „que él mismo adornó y enriqueció; idolo que hi- „zo temblar á los pueblos, y en el que la arobi- „cion veía la obra de sus manos,, (4) Estas pro- {)OSÍciones estaban ya proscritas como heréticas, por a misma razón que la anterior, en aquella otra do Juan de Hus condenada también por el concilio de constancia: la dignidad, Papal se ha estendido por el César, y la presidencia i institución del Papa provino 1) M'Mh. XVI. 2) Fol. 17. (3) Proposit. 29. (4) Fol. 17.8 del poder del César, (1) „Los soberanos pontífices, dice „en otra parte „ dueños de la opinión pública por „ medio de la confesión, poseedores de la terrible „ arma de la cx--comunion, ayudados por los tribu, „ nales de la Inquisición, sostenidos por la Francia- „la España, Portugal, Nápoles, y gran parte de la „ Italia; se declararon los primeros soberanos del mun- „do, y sueñan aun ser los jueces competentes de to- „das las naciones" (2) „ Causas físicas unidas „á otras morales, inspiraron á los papas y á la „ corte de Roma el proyecto mas basto, que ha con- cebido la imaginación humana; el de mandar al „ mundo entero, no por la fuerza brutal, sino por „la sagacidad, por la fuerza del ingenio, por la fe- „liz aplicación y diestro manejo de los cuatro prin- „cipales resortes del corazón humano: á saber; el „ dolor y el placer, el temor y la esperanza" (3). La institución pues del supremo pontificado, y la autoridad que ejerce sobre toda la cristiana iglesia es en la doctrina del señor Rocafuerte obra de la ambición de los pontífices, inspirada por algu- nas causas físicas y morales, y realizada por el fa- vor y prepotencia de algunos soberanos temporales, por la inquisición, confesonario, &c, Vuelve pues a enseñar la misma heregía, condenada en todos tiem- pos por la Iglesia, que ha reconocido siempre y confesado que la soberana autoridad de los pon- tífices romanos es de institución divina, como con- cedida á ellos por el mismo Jesucristo en la perso- na de S. Pedro, primer vicario suyo, de quien todo pontífice romano es sucesor lejítimo. Allí increpa á Bolibar, porque „ después de haber librado á los colombianos del yugo español, los sujetó (con pe- „dir obispos) á la coyunda Romana, sin preever que (1) Prop. 8. (2) Fol. 51. (3) Fol. 60.9* ,; mientras no se cmaticipen de la dominación usur- eada por la curia, restableciendo la observancia „de 4os antiguos cánones, nada han hecho con es- tablecer la libertad; porque tienen debajo de sus „ pies una mina, que en la hora menos pensada rc- «ventará y volará el edificio." (I) ¡Como crecen los errores! Lutero, para revelarse contra el vicario de Jesucristo, se acogió á la libertad evangélica, ad- quirida según 61 por el bautismo. ¿El papa, decía, nos ha dado leyes? ¿Quién le dió la facultad de cauti- var esta nuestra libertad, guc se nos concedió por el bau- tismo? (2); y en sentir del Sr. Rocafuerte, básta- nos la libertad civil para sacudir ese yugo, que le es tan importuno, y si no, no hay libertad. Por es- to, y para que no nos quede duda, que habla de la potestad espiritual del pontifice romano, y no de aquella parte de la jurisdicción temporal con que lo enriquecieron Constantino y Cario Magno, dig- n°s á todas luces de numerarse entre aquellos prín- cipes religiosísimos, á quienes tributa magníficos elo- gios la misma iglesia universal, congregada en Tren- to por el espíritu divino, levanta la voz contra el pontífice: „ ¿qué ha ganado la América, dice, en „haber cortado con valentía el cable que la tenía „ amarrada al trono de España, si queda aun atada „al carro triunfal del rey de Roma? ¿Podemos „ llamarnos republicanos, dependiendo de un monar- ca que reina á orillas del Tibér? ¿Cómo trazar la „ linea divisoria entre el poder temporal y espiritual? „(3) Los pontífices romanos se declararon los pri- „ meros soberanos del mundo, y sueñan aun ser los „jueces competentes de las naciones. ¿Consentiré. „*mos que estienda á nuestro hemisferio ya indepen. 0) Fol 52. (2) Lib. de Captiv. Babil. Eccae. tom. II. (3) Fot. 49. 211). „ diente esas estr.'ivagantes pretensiones? Habrá en „ cada nueva república dos autoridades, una civil, „ residente en esta parte de los mares, y oirá c-- „piriluat en el centro de la Italia?" (!) No puedo usarse de un iengunge, ni mas enérgico para ecsi» tar la rebelión contra el vicario de Jesucristo, ni mas opuesto á las verdades reveladas. Yo- no quisiera interrumpir el discurso; mas no puedo menos que advertir una de las muchas con- tradiciones que contiene este escrito, muy seme- jante á aquello que nos pinta Horacio, cuando di- ce Humano- Capiti 8,-c. Aquí no puede el Sr. Ro- cafuerte trazar la linea divisoria, entre el poder tem- poral y espiritual, sin acordarse que antes había sentado, „que la religión no tiene ningún contacto „Con la política; que la una se ocupa de los inte- reses del cielo, y la otra de los de la tierra; que „ ambas deben sor independientes, y que entre ellas „debe haber tanta distancia, como la que separa el „ firmamento del globo terráqueo*' (2): muy grue- sa debe ser, a la verdad, la linea que no quepa en el inmenso espacio que divide á los cielos de la tierra, ó muy mal geómetra el que no sopa trazar- la. Pero tomemos el hilo del discurso. Según los principios de la fe católica, no fueron los pontífices romaiioa los quu por una ostra- Vagante pretensión se declararon los primeros sobe^ ranos del mundo; sino el mismo Jesucristo, como se ba visto: y pensar de otro modo de la autoridad pontificia, es incurrir en el anatema fulminado ya des- de el primer concilio de Nicéa. (3) Consentiremos pues que el pontífice estienda á nuestro hemisferio no sus estravagantes pretensiones, como se llaman^ (1) Fol. 51. (2) Fol 6. 14 c. xxxix.u. sino su verdadera, legítima y divina, autoridad, si ensenados por el espíritu divino queremos confesar con los concilios y doctores, que es verdadero vica- rio de Jesucristo, y que á Jesucristo se le han dado en herencia todas las naciones. (1) Habrá una autori- dad civil residente en esta parte de los » mares, }' otra espiritual en el centro de la Italia, si Reiremos creer, como todo cristiano verdadero, que el pontífice romano ocupa en ta . tierra el lugar de Jesucristo, y que el imperio de Jesucristo debe cslen- dcr$e del uno al otro mar, y desde el rio hasla los úl- lunos términos del orbe. (2) En una palabra, perma- neceremos sujetos al pontífice romano, si no que- remos abjurar la religión católica que hemos prole* sado, y renunciar á la eterna salvación. Es cosa muy digna de notarse, que cuando los protestantes han dejado correr alguna vez de su rebelde pluma, que Dios ha situado el trono de su religión en el centro del mundo; que ha puesto allí un P°ntíjice único, hacia el cual todos deben volver los ojos para mantenerse mas fuertemente en la unidad; que el papa es un instrumento de que Dios se sirve para con- servar el depósito de la fe en toda su integridad; que sin SU primado no habría absolutamente medio de terminar las disputas y de fijar la fé; y que la monarquía ecle- siástica es absolutamente necesaria para mantener el or- den y unidad enmedio de la agitación de los espíritus y del furor de los partidos: (3) el Sr. Rocafuerte in- tente, que un pais católico, que profesa y ha jura- do la religión católica, apostólica, romana, como la base fundamental de su constitución política, le- vante la bandera de la rebelión contra el pontífice. Ya se vé, estos protestantes no tuvieron desde lue- go bastante energía para mantenerse firmes en los (i) p«. 2. ir. vin. (*) I's. 71. v. VIII. ^3) Cgnd. de Mai¿t. tom. I. fol. 86 y siguiente».12; principios adoptados, fueron demasiado intolerantes y se convirtieron en aduladores viles de la silla pon- tificia; mas el Sr. Rocafuerte es consiguiente á sus principios, y eminentemente tolerante. Sabe muy bien que „la Iglesia se gobernaba por obispos antes que „se estableciera por sí misma la dignidad papal, «.apoyada y estendida después por aquella especie „de ealvage Cario Magno, é irritado contra este „ abuso de la curia, introducido por la ambición ea „el primitivo cristianismo, desea vér restablecidos „los antiguos cánones" y en todo su esplendor la aur toridad episcopal: y por e.=o no quiere que la Igle- sia americana se gobierne ni por las estravagantes pretensiones del pontífice, como hemos visto; ni por la autoridad legítima de ios obispos, como vere- mos ahora. SEGUNDO. IMPUGNA LA GERAUQUIA ECLESIASTICA. „La marcha de la América, dice el Sr. Rocafuerte, comparada á la de Europa, está en ra- zón de velocidad de veinte á uno" (1); y es nece- sario concedérselo, por lo menos cuando se trata de impiedad. Los primeros protestantes de Europa, á quienes tantas veces nos pone por modelo, juzga- ron útil la autoridad pontificia y respetaron la au- toridad episcopal. Nuestras gentes, son palabras de Melanchton [2] conceden y quedan de acuerdo so- bre que la policía eclesiástica, en la cual se reconocen por superiores los obispos de muchas iglesias, y al obispo de ¡toma por superior á todos los obispos, es permitida; y también es permitido á los reyes el dár renías á ¿a (1) Pol. 18. (2; Bossuet. híst- vm. toro. % fel. 35.13. Iglesia: por lo cual es indisputable la superioridad del papa; y lo mismo es sobre la autoridad de los obispos; y así el papa como los obispos pueden fácilmente conser- var esta autoridad: porque son necesarios á la iglesia los conductores y directores, para mantener el órden, y para vigilar sobre los que son Ikanados al ministerio eclesiástico; y sobre la doctrina de ¡os presbíteros y sa- cerdotes, como también para ejercer los juicios eclesiás- ticos. De manera que, si no hubiera tales obispos, sería necesario i-nstituir/os. Mclanchton dice: nuestras gentes, co"cedtn y quedan de acuerdo: en lo que manifiesta el sentir, no solo suyo sino de ios otros protestan- tes de su partido. ¡Qué triunfos tan gloriosos nos proporcionan siempre los enemigos de la verdad con sus recípro- cos combates! Si no hubiera tales obispos, dice aquel moderado protestante, sena necesario instituirlos; y el Sr. Roeaíuerte lleva muy á mal que se hubie- sen nombrado obispos en Colombia [1]. Ab conce- der cosa alguna al Orden sacro, repite Melanchton [2], c* una grave sinrazón, y si no se restablece la autori- dad de los obispos, la discordia será eterna, y se- guula de la ignorancia, la barbarie, y toda especia de maks 6 infelicidades. „ La misma revolución, replica „el Sr. Rocafuerte [3], habiendo desorganizado en „ Colombia los elementos de superstición, habiendo „ disminuido los frailes, casi acabado los obispos y „ canónigos, habiendo insensiblemente acostumbrado „al pueblo á nuevas roformas y á un nuevo orden „de cosas, había allanado las grandes dificultades, „ que todo clero opone siempre al establecimiento de „la libertad y triunfo de la tolerancia, que [4] for- „.man la base de la columna que sostiene al genio (I) Fol. 48. (2> Bossuet. hist, var. tom. II. fol. 34. (3) Pol. 51. (4) Fol. 5.14. „de la gloria nacional, bajo cuyos auspicios gozan „los pueblos de paz, virtud, industria, comercio y pros- „peridad. Los mexicanos no quieren ocuparse de ellas, „í/c fas reformas religiosas; se desentienden del ries- ,, go á que la superstición espone sus instituciones, „ y duermen tranquilos sobre el cráter de un volcán „que está bramando y amenazando con el nombra- „ miento de obispos y canónigos una nueva irrup- ción de lava, revolucionaria. [1] El mejor medio de gobernar la iglesia, clama Lulero [2], es Uncir que. los obispos aunque desiguales en los dones, queden iguales en su ministerio; y al Sr. Rocafuerte no causa pudor manifestarse mas impío que el mismo Lutero. .ple- nos gravoso, dice, [3] hubiera sido al estado este arbitrio (de mandar á Nuevo Orleans á los que quisie- ran ordenarse,) que la dotación de^nuevos obispos y canónigos." Los obispos, añaden todos los aníilo-cal- viüistas, son de histitucion divina, y nadie puede anidar su autoridad. ..Los párrocos, replica el Sr, Rocafuerte, ,, pon los únicos ministros indispensables para satis- facer las necesidades espirituales del pueblo, y á „ este único objeto, como promovedor de las bue- ., ñas costumbres, debió haberse ceñido la solicitud ,, del libertador presidente." [4] ¡Que cierto es que la impía marcha de América comparada con la de Eu- ropa está en razón de velocidad de veinte á uno! Pero si el Sr. Rocafuerte dá pasos tan agi- gantados en el camino del error, la Iglesia católica levantada sobro la firme roca de San Pedro, per- manece inmutable en sus infalibles dogmas, y cree ahora lo mismo que creyó en su nacimiento. Ella ge remonta hasta su origen, y vé constituidos por el 7nismo Jesucristo unos apóstoles, [5] que sujetos á la (!) Fu). 60. " ~~ ' (2) Bo;s. lúst. var. tora, I. fo). 260. (3) Fol. 52. (4) Fo). 52. (5) Ephcs. IV, XI.15. autoridad do Pedro deben recorrer el orbe, publicar el evangelio en todo el ñauído, y gobernar la iglesia dtl Sdior: [1] aplica el oido á la predicación del apóstol de las gentes, y escucha que este enseña a los efe- cinos la institución divina de los apóstoks: [2] y que el eepírííu divino puso á los obispos para regir la Iglesia de Dios; [3] á Timoteo y otros, las esccientes cali- dades que deben caracterizarlos, para cumplir fiel* la^ute los deberes que les impone tau alto ministerio: LA] ¡1 Tito, que los presbíteros deben recibir sumisión de ¡os obispos, y que á este fin lo deja en Creta para que uivíe presbíteros á /«* ciudades. [5] Ella observa, que a Pedro succedki Lino, y á los demás apóstoles otros obispos, á cuyo cargo ha estado siempre la cristia- na Iglesia: registra los escritos de los padres, y halla, que esta sucesión episcopal ha sido mirada siempre como uno de los caracteres distintivos de ta iglesia: me tiene jusñsimamente en la iglesia católica, decía San Agustin, la sucesión de sacerdotes desde la vitsma silla del apóstol Pedro, á quien el ScTior después de su resurrección encargó que apacentase á sus oosjas Ivtsta el presente episcopado. |"6] Esto mismo había di- cho Tertuliano, manifiesten, decía, manifiesten los here- ges el origen da sus iglesias, despleguen la séric de sus obispos; mas de tal manera, que bajando desde el prin- cipio por medio de las sucesiones, el primer obispo haya tenido por autor y antecesor á alguno de los apóstoles 6 de los varones apostólicos que permanecieron con ellos: así como la iglesia de Smirna presenta á Policarpo coloca' do por san Juan, [7] La Iglesia en fin, apoyada en estos irrefragables testimonios, declara en el concilio 11) Marc. XVI. XV. l¿) Ephes. c&p. IV- (3) Act. C. XX. ver. XXVIII. (4) 1. ad Tim. C. III. (5) Cap. I. V. (6) Lib. adversus Manich. Cap. IV. (7J Lib, de praegeript, Cap. XXII.16. general de Trento, que fuera de los otros grados ecle- siásticos, pertenecen principalmente á ests orden gerár- (¡uico los chispos, los cuales succedieron en el lugúr de los apóstoles, fueron puestos por el Espíritu Santo, como dice el mismo apóstol, para regir la Iglesia de Dios, y son superiores á los presbíteros; y en consecuencia sujeta al anatema á todo el que digere, que en la Iglesia ca- tólica no hay tina gerarquía establecida por ordenación divina, que consta de obispos, presbíteros, y ministros, [i] No querer pues, que en las Américas se nom- bren los obispos,.es intentar que desaparezca de e'las la cristiana Iglesia; y decir que „los párrocos son „ los únicos ministros indispensables para satisfacer „las necesidades espirituales del pueblo" es csceder en furor á los primeros protestantes; y lo que mas nos interesa, oponerse á las santas escrituras y cons- tante tradición: es enseñar una heregía monstruosa condenada por la Iglesia, é incurrir en el anatema fulminado en el último concilio general. Era creíble, que el Sr. Rocafuerte, consi- guiente á sus principios, sostuviera á los presbíte- ros, como los únicos ministros necesarios. Pero nada menos que eso: atiende mas á las perniciosas miras de destruir la Iglesia, que á las doctrinas que establece. Intenta realizar en nuestro suelo el plan de los filósofos; y por eso, después que alarma á Jos obispos contra el pontífice romano, asegurando que „la Iglesia se gobernaba por obispos, antes que los papas concibiesen el ambicioso proyecto de do- minar al mundo entero" alarma contra los obis- pos al presbiterado, enseñando que los párrocos son los únicos ministros necesarios, y después de entronizar á los presbíteros, levanta al pueblo pa- ra derribarlos. Entre muchos lugares de su opúscu- lo escogeré uno ú otro: „ mucho influjo, dice, tu- (1) Sess. XXIII. Cap. IV. y c. VI.17. «vieron en la decisión de esta cuestión [sobre to- lerancia religiosa] los clérigos que habia en el con- »»greso, lo que suministra una nueva prueba de lo «perjudicial que son en el ejercicio de los negocios « públicos, y cuan importante es aislarlos á sus igle- sias, y dejarlos ejercer su imperio espiritual sin raez- «cla de lo temporal [como sucede en el Norte «América]; pero rodeados de respeto, de comodi- ndades, de los profundos sentimientos de veneración «que ecsige la alta dignidad de su ministerio". (1) Sea enhorabuena, sepárense los clérigos de los negocios públicos, y ejerzan su imperio espiritual sin mezcla de lo temporal, y veamos ahora qué juz- ga el Sr. Rocafuerte de este nuestro imperio espi- ritual. „E1 nacimiento, dice en otra parte, el ma- «trimonio, la muerte, la pompa del culto, todo en- «tra en la esfera del clero, quien encadenando los ta sentidos del hombre, cautiva su razón, escudriña n su alma, y penetra hasta las entretelas del cora- vZon, los confesonarios del magnífico templo de S. Pedro, en donde hay sacerdotes que confiesen en «todos los idiomas de la tierra, parece manifes- tar que Roma árbitra del orbe:::: dueños de la «opinión pública por medio de la confesión::::: „Lob pontífices romanos se declaráronlos primeros „ soberanos del mundo". [2] Nuestro imperio espiri- tual, pues, en la pluma del Sr. Rocafuerte, todo lo traa bajo nuestra esfera, encadena los sentidos, cautiva la razón, escudriña el alma, penetra hasta las entre- telas del cotazon, nos hace dueños de la opinión pública por medio del confesonario &c. ¿Se podrá admitir en un pais libre? Ciertamente nó en los sen- timientos del Sr. Rocafuerte, que nada desea mas que la perfecta libertad, y especialmente la de la (1) Pol. 65. (*) Pol. £0. y 61. 318. conciencia. Pues ya que los clérigos no tengan influ- jo en los negocios públicos, porque en ellos son per- judiciales, ni se les deje ejercer su imperio espiri- tual, porque este reduce al hombre á servidum- bre; ¿se les permitirá á lo menos vivir en un pais li- bre? De ninguna manera; porque „ disminuyendo „Ios frailes (nos dice el Sr. Rocafuerte) acabando „ con los obispos y canónigos, acostumbrando al pue- „blo á nuevas reformas, y á un nuevo orden de co- „sas, se allanan las grandes dificultades que todo cle- „ro opone siempre al establecimiento de la liber- tad y triunfo déla tolerancia." [1] ¿En donde es- tá, pregunto yo ahora, la iglesia de Jesucristo sin pontífice, sin obispos, sin presbíteros? ¿en donde ese imperio espiritual, ese respeto, esa veneración que ecsige la alta dignidad de nuestro ministerio? No nos fatiguemos: el Sr. Rocafuerte impugna de alto abajo la gerarquía eclesiástica, para conducirnos al deísmo por medio del protestantismo mas des- enfrenado, asentando proposiciones las mas incohe) rentes y contradictorias; sin acordarse que Lutero di- jo: no puedes conocer las mentiras con mas certidumbre, que cuando son contrarias á sí mismas; porque asi es- tá ordenado por Dios, que los impíos se confundan siem- pre á sí mismos, y que las mentiras no concuerden, sino que siempre atestigüen contra sí. [2] No lo hubiera im- pugnado mejor un santo padre, que lo hizo este patriarca de la reforma. TERCERO. ESTABLECE EL PROTESTANTISMO. Negada la obediencia y sujeción al sobera- (1) Fol. 51- (2) Lib. de vot. Monast,19. no pontífice romano, reducida á nulidad la autori- dad visible de la iglesia, y admitida la sagrada bi- blia como en todas sus partes lo hace el ciudada- no Rocafuerte, es del todo necesario proclamar la independencia y soberanía de la razón humana en la inteligencia de las santas Escrituras. Desde que Lutero, ciego se aplicó á sí mismo con inesplicable acierto aquellas palabras que David puso en la bo- Ca- de los rebeldes enemigos del Señor y de su Cris- *0: rompamos sus ataduras y sacudamos lejos de nosotros *H yugo: [I] palabras del todo semejantes á las que nuestro autor usa, escitándonos á romper los víncu- los que nos atan al pontífice romano, y sacudir su yugo, no hubo ya fuerza alguna capaz de contener á la razón desenfrenada. ¿Qué reprimió las furias de Lutero en el principio de su apostacía? después que hube separado, son palabras suyas, todos los argumen- tos que se me proponían, me restaba un últi nó que ape- nas pude vencer con el aucsilio de Jesucristo, con una suma dificultad y mucha angustia, y era el ser necesario w* y obedecer á la iglesia. [2] Atribuye blasfemo á un aucsilio de Jesucris- to, el criminal desprecio de la iglesia y la resisten- cia á los celestiales aucsilios de la gracia que aun no le abandonaba; aplícase á si mismo las palabras del salmo referido, y desde aquel momento su des- enfreno ya no tuvo límites, y sus discípulos cum- plieron al pie de la letra lo que él se había pro- fetizado cuando dijo: temo que muerto yo vuelva á oscurecerse esta doctrina:::: Así esta nuestra iglesia, her- mosísimamente establecida, será trastornada de manera, que ya no quiera mas reconocerme como á su doctor; esto su- cederá alguna vez si no viviendo yo, en mi muerte. [3] En efecto, en vano clama este blasfemo apóstata: (t) Sahri.II. y. III. (J) Fraef. oper. Luter. tit. I. (3) Gott. Ver. Christ. Eccles. fol. 69.20. cualquiera que no recibiere mi doctrina, no puede salvar- se, porque es de Dios y no mia: [1] sus discípulos, siguiendo mas su pernicioso ejemplo que sus doc- trinas arbitrarias, sacudieron al momento el yugo fér- reo que quería imponerles, y justamente; porque si él se juzgaba con derecho para sacudir el suave yu- go de la iglesia, ¿con qué derecho intentaba po- ner el suyo á sus discípulos, y sujetar su razón á una arbitraria servidumbre? Tertuliano decía, hablan- do do los hereges de su tiempo: miento si por sus re- glas no varían también entre sí mismos, modulando cada cual á su arbitrio lo que aprendió, así como á su arbi- trio lo compuso el que lo enseñó. Los valentinianos pu- dieron lo mismo que Valentino:::: innovar la fé á su an- tojo. [2] En materia de creencia toda autoridad falible es nula en sí misma; ninguno es capaz de hacer que los demás entiendan necesariamente las sagradas Escritu- ras como él las ha entendido; ni persona alguna puede fiar el negocio de su eterna salvación en la opinión de un hombre espuesto á errar. Fué pues de absoluta necesidad, que los protestantes se bur- lasen de Lutero, de Melanchton, de Calvino, de to- dos los padres de la reforma religiosa, y que mi- rasen de común acuerdo á la Escritura como la úni- ca regla de su fé, cscluyendo toda autoridad visible. Oigámos á Chillingvvorth ministro protestante: [3] pura conocer la religión de los protestantes, dice, no de- hemos atender á tomar la doctrina de Lutero, ni la de Calvino 6 Melancihon, ni la confesión de Angsbvrgo á de Ginebra, ni el catecismo de Heidelberg, ni tos artícu- los de la iglesia anglícana, ni aun la armonía de (odas ¡as confesiones protestantes; sino aquello á que suscriben todos como á una regla perfecta de su fé y de sus acciones, (I) Lib. Cont. Stat. Eccles. Í2> De PracBcript. adv. haer. cap. XLII. {S) La Relig- des protestaos uiw voie süre au. salut. cap. VI. LVI.21. en decir, la Biblia, sí, la Biblia sola es la religión de los protestantes. Mas como la muda Biblia, sea oscura en muchos lugares, y todo hombre llamado á la ver- dadera religión, era forzoso buscar en cada uno de nosotros un intérprete fiel que la esplicase. De aquí provino el estravagante sistema de la inspiración par- ticular; de aquí aquella religión ridicula brutal y sen- sitiva, en la que por sentimiento, por gusto, como dis- tinguimos lo frió de lo caliente, y lo dulce de lo amargo, íe gustasen los dogmas necesarios; de aquí en fin el cristianismo racional, tan celebrado en Alemania 6 Inglaterra, al que el Sr. Rocafuerte llama puramen- te intelectual, y en el que se concede á la razón del hombre el derecho de interpretar por sí sola las sa- gradas letras. Hé aquí el grado del protestantismo, al que nos llevan las doctrinas ya calificadas, y que con claridad enseña nuestro autor en su impísi- ^o cuaderno: razón humana y Biblia. «Atengámonos, dice, [1] á Id esencia del cris- «tianismo, y no á sus apariencias: seamos tolerantes «como su divino autor, y fijémos nuestras institu- « ciernes sobre la diamantina base de la moral evan- gélica y de la virtud. El evangelio [2], repite, es «la ciencia do la caridad; y así las varias y diver- jas sectas cristianas, libres de toda opresión, gi- „ ran en perfecta armonía sobre el centro común de „la revelación y sagradas Escrituras. La razón hu- mana, vuelve á decir, ilustrada con la meditación ,, de los santos evangelios triunfa hoy de los abusos in« ,, troducidos por Roma en el primitivo cristianismo. « [3] La emancipación espiritual, asienta en otra «parte, es decir, la aplicación de la inteligencia y »de la libertad al estudio de la Biblia y del ver- (0 Pol. 83. 2) Pol. 27. W Pol. 16.22. „dadcro cristianismo es la base de la felicidad de „ que gozan los Norte Americanos. [I] La libertad „mas ilimitada en materia de religión, clama con „ Mirabeau, es á mi ver un derecho tan sagrado, que si „ quisiera espresarse por la palabra tolerancia, esto mis- „mo me parecería tiránico; pues la ecsistcncia de „una autoridad, que tuviese el poder de tolerar, „ atacaría la libertad de pensar; y en el hecho mis- „ rao que ella dijese que toleraba, suponía que po- „día también no tolerar.» [2] ¿Quién habrá que no vea en todos estos lugares el protestantismo mas refina- do? No se predica mas que Biblia, razón humana ilustrada con los santos evangelios, aplicación de la inteligencia y libertad al estudio de las sagradas le- tras, emancipación espiritual, derecho sagrado de pen- sar en materias religiosas, sin sujetarse á autoridad alguna; en una palabra, independencia y soberanía de la razón humana en la inteligencia de las sa- gradas escrituras. ¿Y quién no vé en estas doctrinas uu error que contradice á las verdades reveladas, que se opo- ne al unánime consentimiento de los padres, que está ya reprobado por el uso constante de la igle- sia, condenado por la declaración del sagrado con- cilio Tridentino, lo diré en una palabra, una heregía? Bienaventurado eres, son palabras de Jesucristo, ¿tcn- aveniurado eres Simón hijo de Juan, porque no te re- velaron el misterio de eu divinidad, la carne y san- gre, sino mi Padre que está en los cielos. [3] Debemos comprehender ante todas cosas, son palabras del apóstol Pedro, que ninguna profecía de la escritura depende de ¡a interpretación de un particular, puesto que la profecía ttmás ka procedido de la voluntad humana, sino de la nspiracion del Espíritu Santo, por la cual han hablado (1) Fol. is. (2) Ff). 56. (3) Math. Cap. XVI. f, XVII.23. los hombres santos de Dios. [1] La fé, enseña el após- tol de las sentes, eí el fundamento de las cosas que dt- óen esperarse, y un pleno convencimiento de las que no se vén ó no se conocen claramente por la razón huma- na. [2] Las armas de nuestra milicia, repite á los de Corinto, no son débiles como la carne, shio poderosas en Dios para derribar toda fortaleza que se le oponga; por ellas destruirnos los consejos de la razón humana y toda al- Ura que se eleva contra la cieneia de Dios, y [reduci~ 7,105 á servidumbre todo entendimiento en obsequio de Js- "teristo.] [3] ¡O profundidad, esclama hablando á los Romanos, ó profundidad del tesoro de la sabiduría y cien- cia de Dios, cuan incomprehensibles son sus juicios é in- Vestigabies sus caminos! [4] La misma es la doctrina de los padres. Tes- tigo sea Basilio el Grande: la fe es un asenso á la verdad que no se apoya en ningún eesámen previo; [5] porque si quisiéramos sujetarlo todo á la esfera de nues- tra inteligencia, y despreciar aquello que no podemos en- tender, se perdería ciertamente la remuneración de la fe y * la esperanza. [6] Testigo sea Atanasio: la creencia de verdades manifiestas no puede llamarse fe. [7] Testi- go sea el Crisóstomo: por eso nos llamamos fieles, pa- ra que despreciada la verdad de los conocimientos huma- nos, nos elevémos á la altura de la fe. [tí] Testigo .sea por último Agustín, ya en el libro ds Utilitale crc- dendi, en donde exprofeso impugna el error del ciu- dadano Rocafuerte, y ya en su tratado 20 sobre San Juan. Creemos, dice, para conocer; no conocemos para creer: porque ¿qué cosa es fe, sino creer lo que no (1) II. cap. t. ir. XX. XXI. 12) Ad. Haeb. XI. V. I M Epist, ii. cap. x. ir. IV. V. i4) XI. (5) Hom. u PsaJ. <^XV. (6) Lib. II. adv. Eunom. P) Lib. II. Contr. Apollin. úe Salut, advent. J. C. núm. XI. (8J Houi, XXIV. ta Joan,24. se ve? [1] Lo mismo enseña el uso constante de la igle- sia católica; porque en ella ni se ha tenido como dogma revelado, sino lo que la autoridad infalible de la misma iglesia ha tenido como tal; ni se ha ter- minado jamás cuestión alguna sobre las verdades con- tenidas en las santas escrituras, sino por el juicio de los legítimos pastores. ¡Qué temeridad! El grande apóstol de las gen- tes Pablo, llamado Vaso de elección, según enseña Snn Gerónimo, por ser como un armario de la ley y santas escrituras, [2] aquel Dr. de los gentiles, enseñado por Jesucristo, como él mismo lo asegu- ra en aquellas palabras dirigidas á los fieles de Co- rinto: ¿por ventura buscáis prueba del que habla en mi que es Jesucristo? (3) Ese grande apóstol, repito, que enseñó lo que habia aprendido del mismo autor de las verdades reveladas: porque yo os hago saber, decia á los de Galacia, que el evangelio que os he anuncia- do, no lo recibí 6 aprendí de los hombres, sino por la revelación de Jesucristo: [4] ese maestro celestial con- ferencia con Pedro y espono su doctrina á los após- toles en compañía de Tito y Bernabé, para no cor- rer en vano en la predicación del evangelio: [5] y el Sr. Rocafuerte pretende, como todo temerario protestan- te, juzgar por sola la razón humana de los profun- dísimos arcanos contenidos en las divinas letras; y esta diferencia, ¿por qué? porque Pablo, aun cuando fué perseguidor de la cristiana iglesia, seguía las tra- diciones de sus padres, y habia aprendido en el Deu- toronomio aquella ley: pregunta á tu padre y te lo declarará, á tus mayores y te lo dirán; (6) mas los (1) Tract. XX. in Joann. (2) Epist. ad Pnulin. , (3) H. Corint. XIII., ^. NI. U) Ad Galat. cap. I. V. XII. . (5 Ad. Galat. cíp. I, Y. XVIII. «»p. II. V. I. II. M XXXII. t. Vlf.35. protestantes, al revestirse de la dignidad de após- toles, sin carácter ni misión alguna, se ban rebela- do contra toda autoridad, despreciado á todos los padres y doctores de la iglesia. Con rason el sai- grado concilio Tridenüno, (I) para contener enios in- genios petulantes decreta: que en materia de fe y costum- bres, nadie fiado en su prudencia se atreva á interpretar *H Sagradas Escrituras, ni contra el unánime consn tir- mienio de los padres, ni contra el seviido de ta iuntu ¡gle- á quien pertenece juzgar del verdadero setjiúo c in- terpretación de la divina palabra. Quede, pites, sentado que el Sr. Rocafuerte no solo nos conduce, sij;o que enseña la heregia monstruosa, que es como h base de toda la teología protestante: y continuemos ob- servando la cadena de sus errores. CUARTO. admite al seno de da rbligion 'cri°tiana t0pa6 lab Diversas sectas o.ue se creen apoyadas en das sa- gradas ESCRITURAS. Jamás fué el Sr. Rocafuerto mas consecuen- te á sus principios que cuando dijo: „el cristianismo „e» puramente intelectual y eminentemente toléren- le." [2] Porque una religión que se funda müo em las divinas Escrituras, entendidas según las luces naturales de cada uno, como pretende nuestro autor sea el cristianismo, no puede ser ma» que una ciencia de puro raciocinio, que á cada instante tome tantas for- mas, cuantos sean los diversos caprichos de sus pro- fesores, y que admita en nu seno é todos ellos, sean cuales fueren su creencia, su culto y sus costumbres. Eata verdad es tan clara y manifiesta, que tan Igft? ..........' " ■ .....■' 1 j 11 1 ■. - "11! . I'. . K (1) Scbs. IV. Decrt. 1J. (2) Fol. 12. y 13. 426. go como los protestantes se levantaron contra la vi- sible autoridad de la infalible Iglesia, única capaz de fijar la inconstancia del espíritu, quedaron fluctuando como niños, dejándose llevar de todo viento de doc- trina, y multiplicando sin cesar los símbolos y confe- siones. Los padres de la reforma, ó llevados de! amor á sus propias opiniones, ó conservando acaso un res- to de su antigua creencia, quisieron sustituir su au- toridad personal á la legitima: convocaron concilios, sancionaron decretos, fulminaron censuras, se anate- matizaron, y no omitieron ni aun condenar á vivas lla- mas al que rehusó sujetarse á sus doctrinas. Pero to- do en vano, porque ninguna autoridad era legítima; cada protestante levantaba orgullo contra orgullo, y dogmatizaba sus caprichos, apoyándose siempre, á su- entender, en la pura palabra del Señor. Valiéronse después de conciliaciones ridiculas, en las que un partido cedia al otro algunos dogmas; como si la verdad eterna estuviese sujeta á los convenios de los hombres. Entretanto Tos católicos, combatiendo á to- dos ellos, les decian: pues no hay entre vosotros unidad, carácter inseparable de la fe, como apoyada en la verdad eterna é inmutable, es necesario con- feséis que no pertenecéis ya á la religión de Jesu- cristo. Ved aquí í los protestantes en la mas dura alternativa: ó restablecer la autoridad infalible do la Iglesia que habian ya repudiado, para contener el vario flujo do ■ doctrinas nuevas; ó llevar consigo al cristianismo todos los errores; ó confesarse esclui- dos de la religión cristiana; ó predicar una religión eminGutcmcMite tolerante. Pero ;cómo confesarse se* parados de la religión cristiana unos hombreB que se habian ya presentado con el carácter de envia- dos del Altísimo para restituir la religión á su pure- za primitiva? ¿Cómo restablecer la autoridad visible de la Iglesia, cuando la misión estraordinaria de27. estos nuevos apóstoles no tenia otro objeto, según se habia dicho, que reformar los abusos de esa mis- ma autoridad? Y aun cuando se quisiera, aniquilán- dola reforma, reconocer de nuevo la" autoridad di- vina do la Iglesia, ¿cómo sujetar á un pueblo, en quien se habia ya consagrado la soberanía de la ra- zón? Fué, pues, una consecuencia necesaria predicar ^a tolerancia religiosa. Mas como el raciocinio in- contestable del catolicismo quedaba siempre en to- "° su vigor, era indispensable inventar un sistema, eQ que la religión fuese una por su fe, y al mismo tiempo prestase asilo á todos los errores. La resolución del problema es imposible; y por eso, después de que Jacobo I. (1) y Mestresat (2) apenas pudieron bosquejarla; el primero que la propuso, Claudio, escribió con una pluma dudosa y vacilante de un cuerpo de cristianos, dividido en muchas comuniones particulares, al cual se le puede dar tambitn, en cierto modo, el nombre de iglesia; porgue iodos los cristia- Wo* están también bajo ciertos respetos en el recinto genc- tQl de h vocación del evangelio. [3] Esta Iglesia en cierto modo, y esta unión bajo ciertos respetos, no podía satisfacer: habla Jurieu con menos rodeos y mas atrevimiento, y dice: queremos (pie la Iglesia cató- lica y universal esté estendida por todas las sectas, y que tenga verdaderos miembros en todas ¡as sociedades que no han derribado el fundamento de la religión cristiana, aun cuando estén tan desunidas entre sí, que lleguen á csco- mulgarse mutuamente. [4] Pero; ¿quién fijaría este fundamento de la re- ligión, para distinguir las sectas que la poseían ó nó? ¿quién discerniría entre todas las verdades reveladas, los artículos fundamentales? ¿quién resolvería cues- co Vid. Replique Du. Cardinal Du. Perron. 2) Traite, de I,.' Eglise p. 186. 371. 3) Üefense. de la Reformo, p. 200. ,4) Le ürai Sisteme de V Eglise. p. 79.28. tion tan espinosa y tan difícil, según las palabras de Jurieu? [1] Las sagradas páginas no los dis- tinguían: la autoridad humana estaba repudiada. No quedaba mas que la razón, cuya soberanía, en la in- teligencia del sagrado testo, se habia ya proclamado. Así fué, que condenadas al desprecio por toda la reforma las reglas que Jurieu propuso, se inventaron otras, que no distinguiéndose en nada de la base del protestantismo, y dando además á la razón la facul- tad de violentar las sagradas Escrituras, cuando en- señan cosas ininteligibles, y que no estén al alcance de la razón del hombre, abrieron las puertas de la religión cristiana á toda secta, sin . esceptuar alguna, formando de ellas la cristiana Iglesia. Esta es la to- lerancia religiosa, ó mas bien, el deísmo temido y disfrazado, que ha prevalecido en las sectas protes- tantes, como que sale del fondo de sus mismos prin- cipios: este es el resultado necesario, que según el raciocinio producen las doctrinas del Sr. Rocafuer- te, calificadas ya como identificadas con los princi- pios délos protestantes: este es el cuarto error que manifiestamente enseña en su cuaderno. „ El carácter esencial de nuestra religión, en- seña el Sr. Rocafuerte, „es la humildad y la tole- rancia: [2] el evangelio es la ciencia de la cari- „ dad: y así las varias y diversas sectas cristianas „ giran en perfecta armonía sobre el centro común „de la revelación y sagradas Escrituras. [3] Lejos „ de haber roto, han estrechado mas con sn recí- proca tolerancia religiosa los vínculos de fraterni- dad; [4] y* prescindiendo de toda diferencia en pún- alos de disciplina, forman usa verdadera sociedad y de hermanos* que adoran al mismo Dios de cari- 1) Lug. citad. 2) Fot. I». '3) Fol. 27. f4) j Fol. 27.29. „dad. [1] y en quienes resplandor© la concordia y „ verdadera caridad cristiana." [2] No se csplicó cier- tamente con t nto desembarazo et tímido protestan- te Claudio; y el atrevido Jurieu no se hubiera fa- tiy;.ido en inventar reglas espinosas y difíciles sobre los artículos fundamentales, para defender en el pro* l« tantismo la unidad da creencia, carácter indeleble de la religión cristiana, si con nuestro amor hubie- ra visto, "que la tolerancia de todos los errores es ".■■vínculo que liga y une estrechamente á los cris- tianos en la plenitud de la verdad. Tan monstruoso absurdo estaba reservado al primero ó los primeros protestantes de la América septentrional, cuya impía mar- cha debía ser por lo menos veinte veces mas velos ene la de los europeos; pero la marcha de la Iglesia es siem- pre, la misma, y combate á estos con las mismas armas que á todos los hereges. ¡Afirmar que estas sectas, á las que "npiamente se dá el nombre de cristianas, rebeldes * la autoridad suprema de la Iglesia, privadas de la sucesión episcopal, divididas en su creencia, nue- vas en sus dogmas, marcadas con el carácter del error, y tolerantes por su misma naturaleza, poseen hi> religión de Jesucristo, y forman una verdadera so- ciedad de hermanos enlazados con losvínculos de la verdadera candad cristiana! Esto es contradecir abiertamente á las santas Escrituras, en las que se nos enseña: que et que n& escucha á ¡a Iglesia, sea tenido como gentü y publicanóf (3) ffie lü iglesia de Dios debe ser regida principal*, mente, par los venerables obispos; (4) que el- cristianis- mo es uno en su fé; [5] y que el que innova las Joe- (li Pol. ts. 12) Fo). 87. , f») Math. XVIII. V. XVII. (4) Act. XX. V XV11I (5) Ad. Ephee. -IV. V, ■ an ai30. trinas la corrompe; [1] que el espíritu efe la verdad per- mamcerá eternamente con los fieles; [2] que el que enseña el evangelio de un modo distuto de aquel con* que lo hemos recibido,, aunque .por imposible sea un ángel dd cielo, es anatema; (3) que huyamos del hombre herege; [4] que si alguno viene á nosotros y no profesare la misma doc- trina, no Je .recibamos. en nuestra casa, ni aun le saludemos. (5) Siendo do advertir, que el apóstol S. Juan, de quien son las últimas palabras, y á quien persona al- guna podrá notar de supersticioso, sin ser blasfema, confirmó esta doctrina con sus hechos; porque vien- do que el Heresia rea Cerinto se acercaba al baño en que él estaba, huyó precipitado diciendo estas palabras memorables: ¡ huyamos de aquí, no sea que el baño en que mora Cerinto, enemigo de la verdad, desplomándose re- pentinamente nos oprima, como oprimió, en efecto á Cerinto y sus compañeros, habiéndose separado el santo apóstol (Jo). Esto es oponerse al unánime consentimiento de los padres:,porque, ¿qué cosa mas clara que aque- llas palabras de S. Cipriano: ¿puede creer que tiene fié el que no conserva la unidad de la Iglesia? ¿el que se qpone /y msiste. á la Iglesia puede, confiar que está en ella, cmmdo tlthienüveiUurado upóstol Pablo nos enseña este sa- ej'wnetilQjifi j/ntiUid, y nos..predica un solo cuerpo, un so- lo espíritu, nn solo señor, una sola Jé, vn solo bautismo? [7] ¿que cosa'roas manifiesta que estas otras del mismo pa,dre? ¿por ventura le parece á alguno que está con Je- sucristo, cuando obra contra'los sacerdotes de Cristo? El que se uparla de la sociedad del clero, porta armas contra ' ,m. ...,—l—¡—u—^-—L_ (1) II. Aá Tim. H. Ír. XVII. XVIII. ¡2) Joaun. XIV. V. XVJ. XVIL Aá GaKtrr t. vrrrviir. ix. (4) Ad Tit. ni. V. X. (5) II Joann, X. XI. OÍ Policarp. Apud Ircn. I. III. adver. Ilner, c. NI. (7) Cyprian. íe vnitat. Eocles. p. 78. Edif. .Ow.31. la Iglesia:::: [l] La Iglesia no es una muchedumbre de con- tumaces; sino un pueblo unido al sacerdote, y una grey que sigue á su pastor. Así que los que no están de par- te de hs obispos, no están en la Iglesia; y eri vano se lisonjean de ello los que no tienen paz con los sacerdo- tes; porque la Iglesia católica, que es una, no está dividí-, da, sino enlazada y unida con los vínculos de los sacer- dotes (jue se unen entre sí (2). ¿Qué cosa mas terminan- *e que estas de S. León? entiende que no tiene par- 'e en el ministerio divino, el que se atreve á separarse de la firme silla de Si Pedro [3]. ¿Qué cosa mas espresa y contraria á las sectas, que estas de S. Agustin? Ni en la confusión de los paganos, ni en las inmundicias de los hereges; ni en la falta de espíritu de los sismátieos, ni en la ceguedad de los judíos se ha de buscar la religión; sino solamente entre aquellos que se llaman cristianos cató- licos ú ortodoxos; esto es, conservadores de la unidad. [4] Afirmar, pues, que todas las diversas sectas, a las que impíamente 6e dá el nombre de cristianas, Se hallan contenidas en el recinto dé la religión cris- tiana, es condenar á toda la Iglesia universal, que ya dispersa, y ya congregada en los concilios, ha echado siempre de su seno á todos los hereges, y que en el concilio Constantinopolitanó primero, de- finió ser la Iglesia una, santa, católica, y apostólica: es enseñar una heregía proscrita en todos tiempos por la Iglesia. QUINTO. AFIRMA QUE EN CUALQUIERA SECTA SE PUEDE CONSEGUIR LA SALVACION. Habrá un tiempo, decia el apóstol San Pablo (1) In lib. de Simplicit. praelat. (*) Epíst. ad Pupian. mon. IV. lib. VII. Quest. prim. (3í Epist X. alias EXXX1X nd Epíst. per prov. vienn. const. aun.Dom. (4) De ver. Relig. cap. V. núm. IX.32. á Timoteo, en que los hombres no podrán mas sufrir la sana doctrina; sino que para satisfacer sus deseos, bus- carán maestros que alhaguen sus oirías, los cerrarán á ja Verdad, y se convertirán á las fábulas, A tí, pues, loca ve- lar, trabajar, obrar como evangelista, Iknar tu ministerio. [\\ Prea%a la palabra del Señor, insta oportuna é im- portunamente, argulle, ruega, amenaza sufriendo y ense- fiando, [3] conserva un ejemplar de la doctrina que te he enseñado en la fe, guarda el buen depósito, (3) trubaja como buen soldado de Jesuprisio, [4] evita los discursos vanos, porque aprovechan mucho para Ja impiedad. Este higua- gC cunde como el carnet, y los que se apartan de la ver- dad en algún dogma, corrompen la fe de algunos. [5] Convine, repetía á Tito, que el obispo esté asiuo fuer- temente á la fe, según se le ha enseñado, para que pwda ecshorlar, según la sana doctrina,y convencer á los que certra- dicen: parque hay muchos desobedientes que se ocupan en contar fábulas; seductores á quienes conviene callar la bo- ca, y ios que pervierten todas las familias, enseñando lo qv,e no conviene. [6] Por esta causa repréndelos con dure- za, pafa que conserven la pureza de la fe, y no atiendan Ó, ios fábulas judaicas y á las doctrinas de los hombres que se apartan de la verdad; [7] por lo que á tí toca, habla lo que convenga á la sana doctrina: [U] eeshorta, arguye con toda 5 el monopolio religioso es perjudicial á la propaga- ción de la moral," (2) ¿qué juicio deberémos formar de Jesucristo que estableció una religión, no solo dominante, sino única, y la mandó proclamar en to- do el mundo, condenando á eterna pena al que no 'a recibiese y conservase en toda su estension? Id & todo el mundo, manda á sus apóstoles: picdicad el evangelio á toda criatura:::: El que no creyere se con- denará. (3) ¿Será infinitamente sabio el que, cuando intenta destruir todos los vicios, establece una re- Ügiou perjudicial á la propagación de la moral? ¿Se- rá Dios un opresor injusto? Si la tolerancia cristiana es preferible en la, moral á la intolerancia, luego han errado siempre en Punto de costumbres todos los venerables padres de |a Iglesia, todos los ilustres doctores, todos los ce- losos apóstoles de Jesucristo, todos Jos pontífices r°rnanos, concilios particulares y ecuménicos, procu- rando sufocar toda secta ú heregia en su mismo na- cimiento: y si han errado, ¿en donde está la Iglesia del Dios vivo, que según San Pablo, es la columna ti firmamento de la verdad? (4) ¿En donde el espíritu divino tantas veces anunciado en los profetas? Ni Jesucristo ha enviado al espíritu co^olador, como lo habia dicho á sus discípulos: si yo me fuere lo en- viaré á vosotros; [5] ni este espíritu de verdad nos ha enseñado todas las verdades según se habia anun- ciado: cuando viniere el Espíritu de verdad, os enseñará toda verdad. [6] Ni Jesucristo ha permanecido con (l) Fol. 14. Fol. 14. . Ature, cap. XVI. V. XVI/ 4) I? «id Tim. l'I. vS) Joarm. XVI. V. VII, % l<) Joarm. XVI. 3)44. Slt Iglesia,' á pesar de aquellas magníficas promesas: yp estaré con vototros lodos los dios hasta la consuma- ción del siglo, [1] Ni la Iglesia prevaleció jamás con- tra las puertas del infierno, sin embargo de aquellas palabras terminantes: las puertas del infierno no preva- lecerán contra ella. [2] Nada es preferible á la verdadera Iglesia de Jesucristo, como fundada por el mismo Dio*, para conducirnos á la eterna bienaventuranza: si pues la tolerancia religiosa es preferiblo á la intolerancia, y el cristianismo tolerante es el que difunde en todas las clases del estado „espíritu, de caridad, amor al „ orden y benevolencia; [3] si en las sectas protes- „ tantes se hace el hombre mas virtuoso, mas cari- tativo, mas cristiano que en la Iglesia católica, „ apostólica romana," [4] no es ésta ciertamente la verdadera Iglesia de Jesucristo; y si esta sociedad, que en su origen se remonta hasta Jesucristo y sus apóstoles, y en la que mas brillan los divinos carac- teres de unidad, visibilidad &c., que distinguen y re- comiendan á la verdadera Iglesia, no es la Iglesia de Jesucristo, no hay Iglesia cristiano, no hay cris- tianismo. Repito, que no puedo dar calificación de. terminada á qsta doctrina, en la que se prefiere en la moral la toieranria religiosa, ó indiferencia pro- testante á la unidad católica. Ella es blasfema, por- que hace injuriará Jesucristo, autor de una religión intolerante; impía, porque tiende á destruir el único <¿ultQ verda4er°,; escandalosa, porque abre la puerta á cien y cien errores; cismática, porque nos sepa~ ra do los legítimos pastores; herética, porque contie- ne en sí en un grado eminente todas las hc-regias que hasta aquí he manifestado en este opúsculo: in- 1) Math. cap. XXVIII tf. XX. 2) Matth. cap. XVI, f. XV11I, • {?.) Fol. 15. (4) Fol. 32.45. diferontkrao religioso, protestantismo .el map. desen- frenado, independencia del pontífice romano, y::: qué se yo que mas errores: cuantos son necesarios para destruir de alto abajo el cristianismo. Pero qué jfqjo cu la moral es preferible la tolerancia religiosa á la unidad católica? de ningu- n$ manera, responde ol Sr. Rocafuerte; porque si ü'en es verdad, que „ la tolerancia religiosa á dife- rencia de la tolerancia de opiniones políticas no tie- ne concesión alguna con nuestra eosistencia civil, y );que por eso deban tolerarse todos loa sectarios" [1] sm embargo „es tal su fuerza mágica, que ella so- »i lo puede sacar á un estado de la nulidad, y ele- varlp al poder y la grandeza; [2j y por eso toca „á los verdaderos amantes del pais, generalizar las j, ideas sobre tolerancia religiosa, para introducir con si ella la reforma de las buenas costumbres, el es- tablecimiento de colonias estrangeras, la abolición »de la mendicidad, el aumento de la pobjaeion, el fo- »j inento de la agricultura, el impulso del comercio, >,y los progresos de la industria.» ¡Qué consecuen- cia tan bella de principios! ¡cuáa poco interesante al intento del Sr. Rocafuerte! ¿En que quedarémos? ¿La diversidad de opi- sectarios, porque las diversas opiniones religiosas no tienen conecsíon ninguna con nuestra ecsistencia civil: si nada influye, nos engaña cuando nos dice que con la tolerancia se introduce la reforma fre; pe- ro sea loi que fuere, la tolerancia influye, y no influ- ye, porque „su fuerza es mágica, ella es el resorte „ moral mas poderoso para fijar la tranquilidad pú- I ) Pol. 82. 46. ,,'blica, [1] el infalible medio de llegar á la gloria „ nacional, [2] y la base déla felicidad de un pue- „blo. (3) Los pueblos mas libres y mejor goberna- dos, son aquellos en donde hay mayor circulación „ de biblias, y la prosperidad moral está en razón di- recta del mayor ó menor grado de tolerancia re- ligiosa, (4)' La prosperidad de Inglaterra comen- ., 7.6 á rayar con la reforma religiosa, [5] y desde „ aquella feliz época, en que gloriosamente triunfaron „ la libertad política y la religiosa, de que depende ^aquella: la Inglaterra ha ido creciendo en po- ,, der y gloria, ha dominado los mares, y con el „ tridente de Neptuno ha envuelto al globo en la „red de su política é intereses mercantiles". (7) No hay que admirarse: ¿se ha apoderado de las rien- das del gobierno un despota? Pues, „Ia tolerancia ,, religiosa neutraliza los efectos del despotismo ci- „ vil y del gótico feudalismo" [8] ¿Se ha nacido por desgracia en un suelo ingrato, rebelde é infecundo? pues „el ingenio cultivado por las luces evangéli- cas y la educación popular sacará de la aridez mis- „ ma, conveniencias mayores que las que gozan otros „ hombres bajo de un cielo mas favorecido. [9] ¿Trá- tase de prolongar nuestros dias sobre la tierra? Pues la tolerancia religiosa es el árbol de la vida. En una palabra, „los protestantes son mas afeados, [10] „mas activos, mas industriosos, mas ricos, [11] mas „nnidos, mas ubodienttjs a la» leyes, [12] mas entre- l I ~ ———« (1) Fol. 12. (7) Pol. 22. (2) Fol. 18. (8) Fol. 24. (3) Fol. 15. (9) Fol. 23, (4) Fol. 19. (10) Fol. 96. (5) Fol. 20. (11) Id. (6) fol. 19, (12) Fol. 27. y 28.47. «gados al trabajo y al cultivo de su inteligencia por „medio de la biblia, [1] mas instruido», [2] mas li- ebres, mas bien gobernados, (3) mas virtuosos, mas «caritativos que los católicos; (l) viven mas que los «católicos sobre la tierra, (5) y gozarán después de »uua eterna bienaventuranza." (ti) ¡Oh error el mas monstruoso de cuantos evocó el abismo! Tú haces aparecer á Jesucristo, autor divino de nuestra au- gusta religión católica, como un monstruo el mae abominable de crueldad, de despotismo, y de tira- nía. Pero ello es, que estos son hechos innegables, dice el Sr. Rocafuerte; y no hay mas que estender la vista a las naciones protestantes, y compararlas después con las católicas: para concluir, que es mejor en todo la suerte de los protestantes, que la délos papistas ó católicos. ¿Son heehos innegables? pues dígalo el protestante Puffendort: es muclw mejor la con- dición de los papistas que la do los protestantes; porque i°s papistas reconocen todos unánimtmente al pontífice ro— mimo como supremo gefe y cabeza de la Iglesia; y cuan' do no sea en el ánimo, á lo menos en el estertor están uniformes en el culto; mas no así los protestantes, porque éstos caretitndo de una cabeza visible, no solo fluctúan, ñno que $e desgarran además y hacen pedazos vergon- zosamente por la división violenta de sus ánimos. [7] Dí- galo Erásmo: poned los ojos en este nuevo pueblo evan- gélico, [los protestantes] será desgrnrin mia; pero ya ni uno solo de ellos he visto que no haya ido de mal Á) Fol. 28. (9) Pol. 19 y 32. (3) Pol. 19. (4) Pol. 321 (5) Fo!. 77. (6) Pok 32. (?) Lib. de Monorch. Pontif. Rom, pág, 134,)i í t L • algunos, á quienes antes halla yo conocido, re- comendables por su inocencia de coslumbi :s, por su L.-i- dad y rectitud, apenas han abrasado esta seda da los pro- testantes , han ca/nemado á hablar y conversar con ?.< - gercülas prostituidas, á entregarse á juegos de suerte y ftír- tunu, á abandonar la oración, y mostrarse hombres títtfo- sivamenlc mundanos, impacientes, rogativos, van os, siem- pre dispuestos á despedazarse Unos ú otros como ribo f: Y hablo por tsperiencia. [2] Dígalo (.opitón, cor..¡in- fiero de Encero en el ministerio de la iglesi-. de btvas- burgo: Dios me dá á conocer qué cosa en ser pastor, y el perjuicio que hemos hecho á ta Iglesia por d precipi- tado juicio y la inconsiderada vehemencia que nos ha he- cho resistir 'y -déSechar ai papa; porque el pueblo, ya ha- bituado y como alimentado con la licencia, ha repelúlo to- talmente el freno: [3] y esta era la Iglesia, que para acallar las quejas de Erasnio le proponían los re- formados corito la mas arreglada y moderada entre todas sus iglesias. Dígalo Calvino: entre tantos miña- res de hombres, que renunciando al papismo 'han abrasa- do con tanto fervor el evangelio, cuan pocos son los que han refórrñtcdo su vida. Al contrario, ta mayor parte de tifos [iofo ■%réteé'lc% toniarse mayor licencia, y abandonar- se a todo genero de desórdenes, sacudiendo el yugo de ht sn;parsticidn.. (í) Loi Luteranos son unos cíclopes rcrli- ~0hosós\ ,facción soberbia de giqctntts, frenéticos, bestias, pfadi troducir el desorden general y la anarquía, con ía propagación de biblias sin notas de doctores cató- (I) Poatill. guper Evan?. Dom. 26 post. Pentee. (21 Epist. ad Jacob. Presbyt. Eccl. Bremens. Doct. (31 Tom. XI. suorum operura Gerrj). jdionuU f. 188. (4) Pastorin. hist. de la Igles. 5? edad.50. lico«, en todos los idiomas; [1] los sacrilegos y es- candalosos amancebamientos de los patriarcas de la reforma, que de luego á luego justificaron aquella sentencia de San Gerónimo: „los hereges rara vez aman la castidad;" las ochenta mil mugeres prostitutas públicas, que hace cuatro años se nos dijo se conta- ban solo en Londres; [2] la embriaguez, de la que di- ce San Agustín, que es blando demonio, dulce veneno, y que el que la tiene, no se tiene á sí mismo, el que la ad- mite, no admite el pecado, sino que todo él es pecado; [3} él frecuentísimo suicidio, último.resultado de la su- ma depravación de las costumbres; la:::: pero ¿cuan- do- acabaría? ¿Son hechos innegables? El Sr. Rocafuerte, se- gún entiendo, ha viajado, oido las doctrinas de las «aciones protestantes, visto sus costumbres, y leído no solo los libros que la Inquisición nos permitía á nosotros, sino todo género de escritos; y al escri- bir su cuaderno, debió temer no se le dijera aque- llo de Lutero: si alguna vez se me cojieru en mentira y falsedad, y se descubriera que habia yo errado rtéciamen- te, desde luego quedaría enteramente desacreditada toda mi doctrina, perdido mi honor, mi crédito y fidelitlad; cada cual me debería contar en el número de los malvados é in- fames embusteros. [4] No es mi ánimo, á la verdad, dar este nombre y calificación al Sr. Rocafuerte: res- peto su persona, é impugno sus doctrinas con el tes- timonio del patriarca de ia reforma. ¡Que benevolencia al prójimo! [qué espíritu de orden! ¡qué tranquilidad! ¡qué paz! ¡qué libertad! jqué industria! ¡qué obediencia á las leyes! ¡qué se- guridad personal! ¡qué prosperidad civil con la to- lerancia protestante! Según los principios de estos (1) Conservateur tomo. III. p. 63. (2) Un nuro. del periódico del Sol del aüo de C¿) Hovdr? art. intí-mperant (4) Lio. eont. Ercsu,51. nuevos evangélico», es menester sangre para estable- cer el evangelio. Todo cristiano goza de perfecta inmunidad de todas las leyes humanas y divinas; todo hombre está sujeto a una fatal necesidad; per- sona alguna está obligada á amar ni al mismo Dios, para conseguir la eterna salvación; no hay necesi- dad de ejecutar el bien para salvarse; todo ea líci- to al cristiano; el uso de las mugeres, aun casadas, es común; ningún miembro de la sociedad puede poseer nada con esclusion de los demás; el que ca- rece de la gracia, es un usurpador, y despojándole se ejerce un acto de justicia; la propensión, que nos inclina al mal, es una vocación de Dios, en la que cada cual debe permanecer para cumplir con el mandato del apóstol. Tales son las doctrinas de algunas de las innumerables sectas protestantes, [1] é infinitos los errores de toda especie, que compren- de su tolerancia ilimitada. ¿ Habrá repúblicn mas feliz y floreciente que aquella, cuyos miembros se dirijan por tan bellas reglas? ¡Desgraciada América, si se estendiese has- ta nosotros el germen destructor que la tolerancia religiosa ha hecho brotar en la infeliz Europa! En- tonces sí dormiría tranquila sobre el cráter de un volcan, que después de habernos sepultado bajo sus cenizas íí la primera vez que reventase, amenazaría espantosamente á todas las generaciones venideras. Veríamos tolerados todos los errores, y lo que es peor, solo perseguido el catolicismo: porque los er- rores se toleran por principios; mas no pueden su- frir á la verdad que los condena á todos. Veríamos eesecrados, robados, é incendiados los templos del Dios vivo; ultrajadas, perseguidas y violadas las vír- genes consagradas al Señor; empapado nuestro sui-lo con la sangre venerable, según el mismo ciudadano Ro. (ij Luter. y Libertin. vid. Uotti..52. cáfuerte lo confiesa, de los ministros del Altísimo; despojados de sus bienes, espatriados y condenados al último suplicio los verdaderos discípulos de Jesu- cristo; derribadas las potestades seculares; amotina- do el pueblo; desterrado el orden; desorganizado el cuerpo social; violado en fin todo derecho; y redu- cida á la última desgracia nuestra América. Sedición, alboroto, crueldad, sangre y muerte, son los terribles efectos del protestantismo; éstas las armas con que ha enarbolado su estandarte en la infeliz Europa, y éstos los espantosos caractéres con que lo describe el mis- mo Dios en las sagradas letras. El protestante tie- ne cara de hombro, porque nos promete libertad, y nos alhaga con palabras artificiosas; pero tiene ca- bellos de muger por su torpeza; su avaricia destruc- tora es insaciable como la langosta, y sus dientes, como de rugiente león, todo lo destruyen y aniquilan. ¡Oh! si la brevedad lo permitiera, y mi oficio no estuviera limitado á censurar teológicamente este impío escrito; yo haría ver con mas estension estas verdades, y manifestaría con suma claridad: que ea todos los anales de la historia no hay cuadro mas horrible y espantoso que el de la reforma religiosa. Y después de. esto ¿se dirá que la prosperidad cau- sada por. la reforma es un hecho innegable? Aun cuando todas las naciones protestantes se hubieran elevado al sumo grado de prosperidad civil, y el pro- testantismo no se hubiera introducido, como se in- trodujo, y es indispensable se introduzca á fuego y sangre, y causando los incalculables males que la his- toria nos demuestra, no bastaría eso solo para de- cidirnos á favor de la tolerancia religiosa. Conocido el hecho, era necesario remontarse hasta su cauea, y hacer ver, que esa felicidad es un efecto de los ruinosos principios de la tolerancia. El Sr. Rocafuer- te lo. afie^.a^J¡!ácjLe.s_. decirlo; mas. imposible pro- barlo.53. Imposible, sí; porque ¿qué locura rio serta atrfc huir una sanidad perfecta á los errores adoptados eo la ciencia médica, á la corrupción de todas las me» glicinas saludables, y al mortífero veneno administra- do en todos los alimentos? pues mayor es atribuí* la prosperidad y vida nacional á la admisión de io- dos los. errores, á la libertad de decir, pensar, y ha* ■cer cnanto se quiera, y á la propagación de unog ■principios, que nos rebelan contra toda autoridad, que Tompen los estrechos vínculos sociales, que destruyen los lazos de la caridad fraterna, que nos hacen mi- rar con desprecio al mismo Dios, lo diré de una •vez, que corrompiendo la creencia, el cultor las eos* lumbres, y aun los sentimientos naturales de hones- tidad y de virtud, causan necesariamente la división,, la anarquía, el desorden, la inmoralidad, la desoía» cion y total ruina de la nación mas floreciente. Ta- los son los resultados de la tolerancia religiosa, co» mo se vé por los pocos errores que arriba he in» ■sinuado, y que son nada en comparación de los in- numerables que ella admite, y que han prevalecido ya en las sectas protestantes» Pero me he alargado demasiado, y acaso es* cedido do los límites de i consultor: prescindo, co- mo dije al principio, de otros errores esparcidos en este cuaderno sobre celibato clerical, votos monas» ticos, misiones evangélicas Sfc: consecuencias todas de los errores refutados; y concluyo sujetando mi du> támen á la respetable junta de censura. Si el Sr. Rocafuerte es cristiano verdadero» debe levantar la voz hácia el pontífice romano, y decirle con el mismo Jesucristo: tú eres Pedro; [}] con el concilio Sardicense: esto se juzgará excelente y con- gruentísimo, si de todas las provincias recurrieren á la, ca~ [l] Matth. XVI.M. heza, es decir á h silla del apóstol Pedro; [I] y con el gran P. S. Gerónimo.* yo, no siguiendo mas que á Je- sucristo, me asocio á tu beatitud, esto es, me uno en la co- munión del bienaventurado Pedro Yo sé que sobre esta piedra está edificada la iglesia; cualquiera que comiere fue- ra de esta casa, es profano; si alguno no estuviere en es- ta arca, perecerá [2]. Si por desgracia es tle los cris- tianos nuevos, confiese á lo menos con los patriar- cas de, la reforma religiosa: que es mucho mejor la con- dición de los papistas que la de los protestantes. [3j Si deísta, conozca con Rousseau, que la ecsistencia de una divinidad poderosa, inteligente, benéfica, previsora, y provi- dente, la vida futura, la felicidad de los justos y el casti- go de los malos, son dogmas positivos; que el príncipe pue- de desterrar del estado á cualquiera que 193 los crea como insociable, y que si alguno, después de haber reconocido pú- blicamente estos mismos dogmas, se porta como si no los creyera, debe ser castigado con pena capital: [4]y con Mon- tesquteu, que cuando está en manos del gobierno recibir una religión nw.va en el estado, ó no recibirla, no debe per- mitir se establezca, y cuando está establecida se debe tole- rar. [5] Si ha declinado al paganismo, repita con el gentil Platón, que en toda repídilica bien ordenada el pri- mer cuidado ha de ser, establecer en ella la verdadera re~ Ugion, y no una falsa ó fabulosa; escoger por cabeza al que haya sido criado en tila desde su infancia, y no otro; [6] que á ninguno se debe permitir tener dioses particula- res, adorar al Dios verdadero á su arbitrio é idea, ni ha- cer una religión aparte para sí; (7) y que el verdadero culto es el apoyo de la rcpúbliea. [8] Finalmente, si tan- [1] Rpíst. Syod, ad Jul. Pap. [2] Episti. LVH. ad Damas. [3] Pufftnd. )¡b. do Monnrch. Pontif. Rom. [i] Contr. toe. [5] Esprit. Des !ois. [G] Plat. lib. S de Repub. [7] Lib. IV. de Legibua, L«l Ibid.55. to defiere á la irrecusable autoridad del sabio y virtuoso lllptd. Fenelon, que, concluye su opúsculo con un testi- monio suyo muy mal entendido y aplicado, escuche con atención este otro del mismo Fenelon con el que yo concluyo mi dictamen: lo entenderá muy bien, porque es bastante claro, y según él confiese fran- camente que es' ateo: no time el hombre que escoger ni deliberar, dice en sus cartas' al duque de Orleans; cualquiera otro culto que el católico no es una religión:::: No hay medio entre el ateísmo y el catolicismo: reconOZ" case, pues, el Sr. Rocafucrte por ateo. ", *¿¿jíi£t J.t* téX TIL Dios guarde á V. S. muchos años. Semina- rio de México y Mayo 10 de 1U31. Lic. José María Guerrero, A» tiPRINCIPALES DOCTRINAS ANTI-CATOLICAS Que ¡ai*** ©ira* s? hallan en el opúsculo del C* Vicente Bocafuerte, sobre tolerancia religiosa. «SOtnoai • >Vi a . ..->., v, yrt«s <•■■.. - ,\ PRIMERA. LA AUTORIDAD PONTÍFICrA «O E3 DE INSTITUCION DIVINA. Herética, por oponerse á las santas escritu- ras: Tu es pelrus, et super hanc petram aedificaho Ec- clcsiam meam, et tibi dabo claves regni coelorum, et quod- cumque ligaueris super terram crit ligatura et in coelis: et quodcumquc sóhteris super terram erit solulum el in coelis. Math. cap. XVI. V. XVIII. y XIX. Pasee agnos meos. Pasee oues meas. Ioann. XXI. V. XV. XVI. y XVII. Et tu aliquando conuersus confirma fratres titos. Luc. XXII. V. XXXII.—á la doctrina constante de loa padres. Ego nullum primum, nisi Christum sequens, Bca- tilúdini tuac, id est, cathedrae Petri communione consó- cior: super illam petram aedificatam Ecclesiam seto. Hye- ron. Epist. LVII. ad Damas.—y á las declaraciones de los concilios generales. Definimus sanclam Jlpostólicam Sedera, el Romunum Poníificem succesorem esse B. Petri principis Apostolorum, et verum Chrisli vicárium, totiuS' que Ecclesiae capul, el omnium christianorum Patrcm ac doctorem existere, el ipsi in B. Peíro pascendi, regendi tt guuernandi vniuersalem Ecclesiam á Dómino noslra lesu Christo plenam potestatem tríiditam esse, quemádma- dum etiam in gesiis oecumenicorum emieiliorum, et in sacris canónibus continctur. Coue. Florent. Decret. vnion.57. SEGUNDA. LOS OBISPOS NO SON NECESARIOS PARA SATISFACER LAS NECESIDADES ESPIRITUALES DEL PUEBLO, SINO SOLO LOS PARROCOS. Herética, por oponerse a las santas escritu- Tas. Ipse dedil qmsdam quidem ¿¡postólos. Ephes. IV. V. XI. Huitis rei gratiá constituí te Cretcte,... ul consliluas per ciuilales presbíteros. I. ad Tit. V. V. Posuit vos spi- rtlus Sanclus Epíscopos régcre Eccksiam Dei. Act. XX. ^. XXVIII.— á las doctrinas de los padres: in Ca- tólica Ecclesia me iuslíssimé tcnet ab ipsa sede Petri Jlpós- toli cui pascendas oues suas post resurrectioncm Dóminus commendauit, vsque ad praesentem Episcopaium succesio sacerdotnm. Aug. adu. Manich. cap. IV.— y á las de- claraciones de los concilios generales: Sacrosancta Sy- nodus declaral praeter cocieras Ecclesiáslicos gradus, Epís- copos, qui in jíposlolorum locum succcsserunl ad hunc Hierárcnicum orginem praccipue pertincre, el pósitos sicut ídem apóstolus ail á Spírilu Sánelo régcre Ecclesiam Dei, eosque Praesbíterts superiores esse. Conc. Trideut. sess. XXIII. cap. IV. TERCERA. £A RAZON HUMANA NO ESTA SUJETA A LA AUTORIDAD DE LA IGLESIA EN LA INTELIGENCIA DE LAS SANTAS ESCRITU- RAS! ELLA SOLA BASTA PARA CONOCER LAS VERDADES REVELADAS. Herética, por oponerse á las sagradas Escritu- ras: Arma militiac nostrac comalia non sunt, sed polentia Deo ad destruetionem munilionum, consilia déstritéhtes, el ómnem altitudinem exhllentcm se aduersús seieniium Dei, et in captiuitalem redtgentes-intelietí'¡tm in obsequium Curis- ti. U¡ ad Corint. cap.' X. t. IV. y V. Omnis própke- tia Scripfurae prtyria ínterprctatione non Jif. II." Petri. cap. I. V. XX.—á las doctrinas de los patíres: iac.t. XX in loanr».— á la creencia y uso constáis ta 4e la Iglesia, y. á las declaraciones de los con- cilios generales; Ad cocrcenda petulanlia ingenia decer- nit BamtU. SynodM&tM wmo suae prudentiae inhixus m rehus fidei et imriimt wl aedificaiiontm doctrinas chrisiia- wa