.. ¡ATENCION' QUE LOS APÓSTATAS QUIEREN VARIAR NUESTRA RELIGION. Que el Señor Blanco Withe escriba mil despropósitos con- tra nuestra intolereiancia relijiosa, nada tiene de estraño; et un miserable apóstata, y por lo mismo está acostumbrado á mudar de casaca; pero que el editor de la gaceta diaria de Méjico, hombre católico y contenido, publique como //»- portantes los documentos ó consejos de éste velilre, eso sí nos parece no solamente sensible, sino vergonioso. Nuestros lectores, dice ti diarista, estarán convencidos de la pureza de nuestras intenciones; No lo estarán mucho, Sr. mió: por- que el hecho mi mo de estampar los escritos de Withe, y prometer que se continuarán publicando, es una especie de aprobación y conformidad con tus ideas. Si éstas son erra- das, ¿por qué V. las publica? y si las crée juiciosas, ¿por qué se cubre V. con la salvaguardia de decirnos que está muy distante de conformar tu opinión con la del Sr. Blan- co Withe, que siendo protestante, según su misma con/e- siun, ha de ser precisamente disidente de la iglesia ro~ mana'. Sea en hora buena la intención de V. recta y sana: y yo, que hace muchos años que conozco á V., y que sin li- sonja me meríce V. el concepto de hombre de bien, así lo supongo; pero publicar estos desatinos en un pueblo cató- lico, y ecsitar dudas y disensiones en unos países que están gustosos en la pacíñea posesión de su intolerancia religiosa: permítame V. le diga, que es una conducta poco prudente, y que hace á V. muy poco favor. Pero qué, ¿son efectiva- mente desatinos los que escribe Blanco? Sí Sr., desatinos en lo potinco y en lo moral muy garrafales. Eotrémos aunque brevemente en materia. Es remotísimo, dice Blanco, el riesgo de caer otra2 vez bajo la dominación de España; pero, los riesgos inter- nos son muchos, y todo hombre de honor, debe evitarlos. Si me preguntasen cuales son estos riesgos, creo que podría comprenderlos toctos, é indicar su contra veneno en esta so- la' míe sima: evitar los abusos que han destruido la Espa- ña. Pídasele pues, que manifieste qué abusos son estos, y al instante descubre el mal de que adolece, respondiéndonos se- gún su contesto, que la España se ha perdido por querer con- servar como única la relijion y creencia que recibió de sus padres. Por consiguiente teme que la América corra la mis- ma suerte, y que de este temible mal solo podíanos liber- tarnos desechando preocupaciones', es decir, no siguiendo con la fe pura y sin mezcla, en que por mas de tres siglos he- mos vivido: no manteniendo aquel temor santo que siempre nos ha servido de freno, y nos ha puesto muy distantes de los errores que en materia de relijion han dominado y do- minan á tantos paises verdaderamente infelices: en una pala- bra, no queriendo que haya ley, ni poder alguno que suje- te nuestra rozón; sino que el entendimiento como potencia libre, sin respeto á educación ó autoridad de nuestros ma- yores, abraze, ó deseche á su arbitrio lo que le parezca. Ána izadas sus espresiones, este es su verdadero contenido. \ Após- tata! Sepa V. que no es la intolerancia el oríjen de los ma- les de España; antes bien la España comenzó á ser desgra- ciada, desde que empezó á no ser católica. Me espanto de que tiendo V. español no palpe una verdad como esta. Eche V. una tijera ojeada al estado en otros años tan floreciente de la Península: retrotraiga V. los tiempos, y esto bastará para persuadir á V. pero hasta la evidencia, que el valor, cos- tumbres puras, riquezas, artes, industria, gobierno tranquilo» el alto pero justo concepto ante las naciones todas del mun- do, de una vez, la felicidad y gloria española ha caminado «1 paso de su catolicismo; asi como todo esto se vió ñaquear y empezar i desvanecerse luego que se debiiitó su fe; y que á los malos ejemplos y costumbres estranjeras les permitió al- gún resquicio, que después se ha convertido en un torrente, por donde la han entrado tantos males y perjuicios que hoy llora como irremediables. Es pues un error visible de V- afir- mar, que la intoleran:ia relijiosa es la que ha causado el tris- te estado de la Península. Mas tea de esto lo qu^^a^j^sin disputa una ¡m- ttllll3 política imperdonable perturbar con sus consejos nuestra tran- quilidad! escitándonos con los padecimientos de la España á un nuevo sistema relijioso, y á nna libertad de pensar, que en mas de trescientos años nos fué enteramente des- conocida. Si la masa del pueblo hispano americano supie- se por ejemplo, estas son sus palabras, cuanto ka contri- buido á la ruina de España su intolerancia re'ijiosa, no veríamos con pena y zozobra d los nuevos gobiernos se- guir las huellas de su antigua metrópoli en este punto. Sr. Withe, hacémos á V. merced de su compasión, y será lo mejor que V. no se lastime tanto de nuestros males que teme. Sosiégúese V., y no vaya á morir dt espanto, ó á lo menos á pasar pésimas noches con estas pesadillas. Tenga V. bien entendido, que nuestro sabio gobierno, cerno los «stados todos de Anahoac, están muy persuadidos de la utilidad que trae consigo esa intolerancia que causa á V. tanta zozobra, y viven muy satisfechos con ella. Muy sa- tisfechos (óigalo V. bien) y muy contentos, de manera, que como V. dice es muy aificil desarraigar estas prrocu- paciones nacionales: y yo añado, qne es no solo difícil, si- no en estremo peligrosa cualquiera alteración en la rtlijion que han abrazado los pueblos: por lo que el consejo de Castilla escribió este proverbio: La mudanza de re/ijion casi siempre causa la de la rejion. La historia nos subministra documentos irrefragables de esta verdad: y nuestros prudentes y católicos lejisladores con- vencidos de el a están muy distantes de promover variaciones en una materia tan delicada. Por mas que V. y otros de su ralea in- triguen é insistan en hacernos tolerantes, no lo han de con* seguir, porque al momento se alarmarán los espíritus, y tra- bajarán las plumas americanas para rebatir y echar por tier- ra esas que VV. llaman poderosas demostraciones, y no son mas que unos sofismas, argumentos muy baboseados, y ra- ciocinios sin lójica ni criterio. £1 testimonio de nuestro co- razón es á quien con toda preferencia debe consultarse en este a-unto sobre tedas las pretensiones y motivos con que nos quieran inquietar. Y este testimonio ¿qué es lo que nos dice? Que ni desearnos, ni admitimos otro sistema relijioso, que el que hemos heredado de nuestros padres, y que nos es muy dulce y grato ese á quien tantos protestantes y após- tatas nombran insoportable yugo de nuestra libre razón. i¿>a libertad de pensar tan decantada, tiene, St. mió,4 y debe tener su? límite*, que no es lícito traspasar. Cuan- do »emis que va de por medio ia pureza de nuestra fe, y la santidad de nuestros relijiosos cultos: cuando csperimen- támos qu; esa libertad que V. nos pondera como un don de Dios causi, co;n> efectivamente causa, aunque V. no quie- ra, y ficiüta cierta indocilidad é insubordinación en nues- tro espíritu; es de necesidad eutonces ponerle cierto freno, y ocurrir al cautiverio que pjdia el apóstol S. Pablo. Cau- tiverio muy racional y muy justo, pues con él se asegura nuestra creencia, y sin corrupción ni alteración se propa- gan y conservan los riios, ceremonias y costumbres que for- min lo que llama culto estertor el teólogo sabio, y supers- tición ó fanatismi el charlatán necio. Cautiverio muy ne- cesario para contener á la criatura, y asegurarla en el cum- plimiento de los deberes y obligaciones sagradas que ha con - traído con su Criador. Es una osadía intolerable, que el hombre se atreva á defender los derechos de su libertad, cuando pueden aunque sea lijerísimamente quebrantarse los de Dios. El atrevido filósofo póngase muy distante de fal- tar á lo que debe á la telijion, y no tema violar por esto los privilejios de su libertad» Pero por aora hagamos á un lado estos motivos,, y solo quiero para convencer á V. que me conteste sobre las preguntas que voy á prsentarle. Donde el amor á la li- bertad civil se ha presentada con tanta gloria, el de la libertad intelectual, dice V., no debe ser desconocido. Lue- go por confesión de V. nuestro entendimiento es muy li- bre, y nadie deb¿ violentar nuestra libertad de pensar. Con- vengo con V., está muy bien dicho todo: pero pregunto, si es una e■pecie de tiranía perturbar nuestra libertad civil, ¿qué nom- bre daremos á tas pretensiones con que se ataca la liber- tad de pensar? Despotismo intolerable le llamaremos. Pues amigo mió, concluido está el asunto por los mismos princi- pios de V., y va la .prueba, que me parece tan sencilla como victoriosa. Atención. Según V., nosotros somos muy libres para abrazar el si'tema relijioso que mas nos agrade, sjn que nadie pueda meterse en esto. Es así, que también según V- el que mas nos agrada es el sistema intolerante; lu go somos muy libres para abrazarlo, sin que nadie se meta" en esto. La primera proposición la alirmi V. cien ve- ces; pero principalmente cuauJo prefiere esta sarta de ra-ciocinios disparatados, y sofismas únicamente hnenos para alu- cincr al ignorante vulgo: La creencia, dice V., en tal 6 tal sistema relijioso, es un acto del entendimiento en que ningún gobierno puede intervenir. Y mas abajo: Cuando (el gobierno) priva d los hombres de Ja libertad de ado- rar d Dios según lo dicta la conciencia de cada uno, los despoja de uno de los derechos tras nobles de la natura- leza humana. \Ex posible que los hombres quieran enmen- dar la plana al Autor y Juez supremo del ntundói Es- tadios viendo que Dios ha permitido, y permite las re- ligiones mas absurdas, sin hacer violencia á los que las profesan ... y no obstante esto, todavía se hacen Uyes cons- titucionales contrarias d este plan de la providencia^. Je- sucristo nos dice que no tratémos de arrancar la ¿iza- ña que ka nacido con el trigo. Los males.... Pero me es ya imposible seguir refiriendo unas paridades tan in- sulsas y necias, y unos argumentos fútiles que están ya los catolices cansados de responderlos. No se como siendo estas razones tan débiles, no tenga Withe vergüenza de repro- ducirlas. A mí me parecen tan pueriles, que únicamente las creo propias de un hombre que afirma haber apostatado por íntimo canvencimiento. Y annqoe no merecen respuesta, di- ré á Withe, y á todos sus condiscípulos para que no charlen tanto: que cuando Jesucristo permite estos males, no los aprueba en manera alguna; antes bien los reprueba y pre- para el castigo para su tiempo. Deja crecer la zizaña; pe- ro asegura su exterminio para el tiempo de la siega. Dios puede usar de estas dilaciones, porque aun no ha llegado su vez. El permitir lo malo para sacar bien de ello, per- tenece, dice S. Agustín, al provisor jeneral; pero los jueces particulares, las autoridades humanas, deben en cuanto tales evitarlos con vigilancia y celo, y cuidar de la conducta mo- rdí de los pueblos, apartando con leyes y constituciones sa- bias cuanto sea capaz de corromperla. Su vez y su tiempo llega desde que comienza su gobierno, y obrarían pésima- mente si á ejemplo de Dios difiriesen el remedio del error que desde luego deben condenar. ¿Hasta cuando se querrá en- tender esto? Suplico ó»' Withe, que estudie mejor teolojía, y no tendrá entonces valor de acometernos con popotes. Ar- ma levia puerorum. Pero una vez que le parece á V. Sr. Withe,. too concluyen te el argumente de la zizaña» y que6 tanto le gasta la conducta que asó con ella Jesucristo, lo imi- taremos: es decir, tolerarémot á VV.» y después los quema- remos: pues esto es lo que dice clarito el testo que V. nos cita: Sinite atraque crescerr.w. et in tempore messis dicam messoribus, alligate ea in fascículos ad comburendum. Creo que no le agradará á V. mucho el convenio. Continuémos. La segunda proposición del silojismo también es de V., pues afirma que la mayor parte de nuestros pueblos y el clero está muy contenta y satisfecha con su intoleran- cia. Pues si los antecedentes son proposiciones de V., tie- ne V. que tragar la consecuencia, aunque le parezca mas amarga que una pildora de aza fétida* ¿Y esta consecuen- cia qué arirma? Que nadie debe meterse con nosotros; sino que somos muy libres para seguir en nuestro sistema intole- rante. Resulta de esto indubitablemente, que V. es un en- tremetido cuando nos alarma, diciendo que tiene lástima de nuestra suerte: que es V. un hombre sin lojica, sin con- secuencia y sin política. Sin lójica, porque después de supo- ner V. mi tm los antecedentes, saca unas consecuencias con- trarias. Sin consecuencia, por la propia razón de obrar con- tra sus principios. U.tunamente, sin política, porque injuria gravísimamente á nuestro gobierno, diciendo que Dios no le ha prometido la infabilidad para imponernos la ley funda- mental que nos pone: que obra con ceguedad: y supone que sus leyes manteniendo el predominio relijioso, solo sirven pa- ra hacernos hipócritas: y da á entender claramente que es nn tirano ea lo moral, mandando que adorémos á Dios co- mo el mismo gobierno juzga debe ser adorado: que cuan- do manda, como verdaderamente manda en el art, 3.0 de nuestro código la intolerancia, escede los límites de su ju- risdicción: finalmente, que obra por pasión, y que el artícu- lo ó ley no debe subsistir, por ser una ley constitucional contraria al plan dt la providencia divina. ¿Podrá concebirse mayor atrevimiento? ¿Esperarían al- guna vez nuestros sábios legisladores que les dijesen semejan- tes injurias y desvergüenzas? {Y podremos por lo espuesto di- simular que en la m:sma gaceta del gobierno se publiquen es- tos despropósitos, y se publiquen como documentos impor- tantes} Si se ecsamina quien et mas criminal, si el apóstata que los escribe en un país protestante, ó el que los publica á presencia de un gobierno católico» creo que el mas idiota)calificará por menos criminal al autor qne los remite, que al editor mejicano que los refiere. Repito que no es mi ánimo culpar su intención y catolicismo; ántes bien deseo con esta iujénua representación que conserve sin mancha el buen nom- bre con que siempre lo he conocido, y se abstenga por tan- to de ensuciar con estos documentos la gaceta que á tantos ha escandalizado. Tengo bien presente que el editor nos di- ce en el principio, que los comunica por lo mucho bueno que tienen en favor de nuestra relijion. jPero ignorará aca- so que tenemos nosotros escritores santísimos, profundos teó- logos y escelentisimos controversistas, que sin injuriar al go- bierno, ni perturbar el sosiego de los pueblos nos instruyen mejor que Withe sobre la divinidad de Jesmristo, y sobre la santidad y pureza de nuestra religión? ¡Bonito santo pa- dre se nos presenta! Apuesto cuanto se quiera á que ñinga- no se atreve á publicar documentos contra nuestra federa- ción é independencia por importantes que los juzgue, y aun» que contengan divinidades. Hágalo el que fuere hombre, y ve- rá en Miscalco lo que le pasa, sin que le valgan disculpas. ¿Pues por qué siendo la religión una base tan fundamental co- mo la independencia, sobre ésta se ha de guardar un respe- tuoso é inviolable silencio, y sobre nuestra religión santa se ha de permitir que en la misma gaceta del gobierno se nos vengan proponiendo documentos injuriosos, ideas ofensivas, y eesortaciones subversivas á pretesto de comunicados importan^ tor'¿Quéel editor no vé claramente, que Withe lo que pre- tende es que enteramente se varíe nuestro sistema relijioso, y se quite el artículo 3.0 de nuestra constitución? Luego el Eublicar esto como importante en la gaceta del mismo go- ierno, es en cierta manera ofender é injuriar en su mima cara á los padres de la pátria que formaron unánimes nues- tro código. ¿Pues qué estamos jugando á gobiérnaos para es- tar mudando constituciones cerno mudan los taures hatajas? No solamente se escandalizarían los estados de Anáhuac, sino los países todos del mundo juzgarían con raznn que nuestros lejisladores eran unos hombres ó débiles ó indiscretos. Débiles, si habiendo formado con un maduro eesámen nuctra consti- tución, variaban con esa facilidad que quiere Withe sus arti- culo}; ó muy indiscretos si les faltó el eesámen para formarla. Piada pues el apóstata la esperanza, pues los america- no* en cuanto penda de nosotros, primero hemos de derra-8 mar haua la últma gota de la sangre, que consentir contri lo ya decretado por nuestro gobierno esas alteraciones, que á pesar de cuanto se dice, abren la puerta al indiferentis- mo, y sin sentirlo tarde ó temprano" nos dejan sin relijion. Si él fué fácil é ingrato para volver la espalda á- la iglesia su madre, los americanos estamos muy lejos de semejante cri- men por un beneñcio inefable del Altísimo. Dice que lo hi- zo asi por un íntimo convencimiento, y por las fuertes ra- zones que lo persuadieron: lo desafio en toda forma, para que las proponga, si es tan buen teólogo, y aquí le harémos co- nocer cuan débiles son esos que él llama poderosos motivos. Di* gamos lo que hay, Sr. Withe: V. mudó de casaca no por convencimiento, sino mas bien por tontera. Este nom- bre merece la conducta del hombre que deja á Dios. Abs- téngase V. de inquietarnos, y entienda que en nuestros es- tados tiene el Señor innumerables hijos que no han doblado la rodilla ante Baal. Dios por un efecto de su infinita mise- ricordia, y por aquel singular amor con que siempre he ve- lado sobre la fe de los americanos, dé vigor i los cristianos padres de la pátria para que protejan, como lo tienen solem- nemente jurado, intacta y pura su religión: ilustre á Withe, y á cuantos duermen en las tinieblas y en las sombras de la muerte: y de los estados de la federación digan admiradas las naciones todas: [benditos estados cuya opulencia progresa al paso de su fe, y cuya felicidad es tan estable como su relijion» El verdadero Defensor de nuestra constitución. i t 1.7 pío ar» i MÉXICO: 1825. Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés.