/0t, MANIFIESTO DEL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS-UNIDOS MEXICANOS, A SUS COMPATRIOTAS. MEXICO 1824. Imprenta del Supremo gobierno de los Estados-unidos mexicano?, en palacio.MEXICANOS. (Lamado por ruestros sufragios al alto encargo de pres dente de los Estados-unidos, cuando creia llegado el momer to de retirarme á gozar en medio de mis conciudadano del benigno influjo de las leyes, bajo un gobierno libn adquirido por los heroicos esfuerzos de los valientes hij de la patria; debo dirigiros la palabra, para espresaros mi sentimientos, mis deseos y las ideas que me propongo se- guir constantemente como regla invariable de mi conducta. Inútil sería hablaros de mi incapacidad para desempe- ñar las obligaciones que me ha impuesto Ja patria: la ma- lignidad atribuiría á falsa modestia la ingenua confesión de -un hombre, que si ha aprendido á desafiar todos los peli- gros, y á arrostrar á la muerte con todos sus horrores, no puede lisongearse de poseer los conocimientos necesarios para dirijir una nación grande, y mucho menos al tiempo de constituirse, y cuando acabada de salir de una revolución prolongada, los partidos aun pueden hacerla vacilar. Sin em- bargo, os quiero asegurar la pureza de "mis intenciones, y presentarme á la faz de la nación sin el remordimiento de haber tenido jamás un mal deseo contra su felicidad. Cator- ce años de una conducta uniforme y constante, me dan al- gún derecho á ser creido sobre este particular. Los recomendables esfuerzos del supremo poder eje- cutivo que acaba de entregarme el mando, la constante ac- tividad con que ha trabajado por consolidar la administra- ción, el prestigio que debja causar en los pueblos ver «1 timón de los negocios en manos de hombres tan recomen-il. iiaendables por su patriotismo y por sus señaladas virtudes, han producido los efectos que admiramos en el estado ac- tual, después de los'tristes y túrbulerrtós diasque precedie- ron al tiempo de la tranquilidad. En estas circunstancias todo parece anunciar orden, abundancia y prosperidad: la constitución federal nacida en estos dias del seno del congreso general, viene á dar la última mano al hermoso edificio de la sociedad mexicana. -ieo-iq na vgmom ola. »¿ ?o¡gfv;1ii« zw&ui , c:;í í i L _¡, La subordinación y diciplina en el ejercito, la uniforme -U9ÍUUUI JO OtsfiJguII j :'• ' Ol/iWC» eaOb.aU'ttOlMSJád 801 SH 9if > marcha de los Estados de la federación, la afluencia de ¿QWbSbunaoo uta. oh ■ . > . ^ ¿ ottn^ii^i rb oí estrangeros en nuestras poblaciones interiores, el movimiento «jídíT"Oínaidog au o>f¿- ■ * ' •'» oymm oiv^ui'M La que reciben los diversos géneros de industria de sus brazos fcfcüu ?.Oti ••• ■. sol í*b 11 • Tioq ouHJüpDfl laboriosos, la laudable hospitalidad con que son acogidos tua eoifiaoiq -i i.a■ ■ por los hijos del pais, la inumerable concurrencia de sus buques en nuestros puertos de uno y otro mar, el interés xííwFfl03 un oh 9lii¡m&i.u -:»nv.t <• rv j que dosrgrandes potencias toman directamente en la conso- 'MqfíOH^W anuií í¡í¡iu'5cqf;'íí!' . •' . I lidarion de nuestras, instituciones para dar el ejemplo de reconocimiento de nuestra ecsistencia política: la tendencia ' ' ' ' . de la opinión á mantenerlas y perfeccionarlas; los progre- —újq Sol í^i»oJ 'ihi.a.--: ■■■ f¡ <»iiiLi4J»i _ sos que se advierten en las primeras fuentes de nuestra ri- queza; la masa de luces y conocimientos que diariamente se estiende sobre nuestro orizonte, todo, conciudadanos, debe darnos esperanzas muy lisongeras de que la nación no re- trogradará durante el tiempo de mi administración. Mi alma se llena de inefable placer al contemplar que puedo de al- guna manera contribuir á dar estabilidad, aumento y perma- nencia á estos preciosos bienes. Ved aqui, mexicanos, mis deseos y el objeto á que se dirijirán mis mas ardientes votos. Al poner en ejecución los medios para conseguir el lleno de mis intenciones. /Cuan- tas dificultades no se presentan á cada paso/ /que de obs- taculos no se oponen á la marcha/ El sistema de rentas que todavia no ha comenzado á ponerse en movimiento, la com- plicación que ofrece la diferencia de su recaudación y des- tino; el embarazo en que se hallan las autoridades con laHI. novedad de las instituciones: la fuerza de los lrabiíos y de las preocupaciones que se oponen al curso libre y. espedi- to del sistema; los intereses encontrados en todo genero que es necesario allanar; la organización misma social, tan distan- te de la monstruosa administración española, son otros tan- ios embarazos que á cada paso se opondrán á la consecu- ción de los santos fines que me propongo, y que venceré si es en mi ayuda vuestro patriotismo', y esa constancia heroica que habéis manifestado contra un enemigo obstina- do y feroz, hasta conseguir vuestra libertad 6 independencia. Si he contraído nuevas obligaciones para con la pa- tria al llamarme el voto público á la cabeza del gobierno, la nación ha quedado asi mismo obligada á prestarme to- dos los ausilios necesarios para el desempeño de los gravea encargos que me confiara. Recordad, mexicanos, que no es la mano de la tiranía la que debe dirijiros después de que babeis formado un gobierno verdaderamente nacional; y al iTÍlecsionar sobre este objeto, no olvidéis la diferencia que ecsiste entre los esclavos de un déspota que solo obedecen á la voz del miedo y del terror, y los ciudadanos libres que convencidos de la necesidad de vivir bajo el imperio de la» leyes, no solo cumplen con esactitud lo que estas ordenan sino que velan y cuidan reciprocamente sobre su más firme ejecución. Esta es, conciudadanos, la base de la libertad y la única garantía de vuestros derechos. A la voz de la ley, desaparecen todos los partidos, todas las divisiones, todas las rivalidades: vuestro presidente os ofrece, que nada en el mun- do será bastante á separarlo un punto de esta senda segu- ra é infalible, que mirará siempre como el mas firme apoyo de la ecsistencia nacional. Las vicisitudes políticas que hemos esperimentado, han debido dar origen á la formación de algunos partidos, que van ya desapareciendo después de haber cesado las cau- sas que los produjeron. Vacilante é incierta la mayoría de la nación sobre la forma de gobierno que debia adoptar pa-IV. ra rejirse d -pues de roto el vínculo con la llamada ma- dre patria, y echado á tierra el sistema imperial, no podían dejar de multiplicarse los partidos en la elervecencia de las pasiones animadas en medio del desorden y sin ningún fre- no que pudiera contenerlas: la ambición desplegó todos sus resortes: el enemigo se aprovechó de la confusión univer- sal: íluctuaba la nave del estado en medio del borrascoso occeano de opiniones contrarias, y la parte sensata de la na- ción suspiraba por una ley constitucional, ó un sistema fijo y uniforme que reuniese bajo un mismo pabellón los bue- nos hijos de la patria. Ha llegado este momento: fijada irre- vocablemente la suerte del Anáhuac, todo paso que tienda á rescindir el pacto que solemnemente acaban de celebrar los estados unidos, debe ser considerado como un alenta- do contra la patria y castigado con la severidad que las le- yes han querido. Una será la senda que conducirá á los ciudadanos al aprecio y consideración de las autoridades y de la na- ción. La aplicación al trabajo, el respeto á la relijion y á las leyes, la map severa observancia de la moral pública, el deseo de la conservación de la paz y la tranquilidad. Los partidos en su acaloramiento estravian la opinión pública; porque jamás se limitan á la discusión de los asuntos que al parecer se propusieron, encarnizan á los ciudados unos contra otros, y fomentan el espirítu de discordia é insubordi- nación, y dan entrada al influjo estrangero, librándose en su calor á los brazos del que les ofrezca apoyo y protección. Esto divide la opinión nacional, la deja sujeta á las inspira- ciones de otros gobiernos, porque no puede manifestarse una voz uniforme y regular, ni el voto de los pueblos. Huid pues, mexicanos, de este abismo en que procurarán pre- cipitaros nuestros comunes enemigos. Anatema, compatrio- tas, á los que provocan la división, suscitan cuestiones inú- tiles , en que no se interesa el bien público, y con- tra esa especie de hombres que ecsiste en las socie- dades mal organizadas, cuyo único objeto es mantener la di-v. rision á toda costa entre los hijos de la patria, ó entre estes y los estrangeros. Desaparezca de entre nosotros todo odio personal que degrada siempre á un gran pueblo, y demos mas y mas pruebas al mundo civilizado de que los mcxU canos á la dulzura y amabilidad de su carácter, unen }a hospitalidad y la práctica de todas las virtudes sociales. No por esto, conciudadanos, intento en manera algu- na adormecer el espíritu de independencia de que estáis ani- mados, ni entibiar el entusiasmo que arde en vuestros pechos contra toda dominación estrangera. Por el contrario, mi pri- mer deber es el de mantener ese fuego santo que jamás se ha estinguido en mis víanos, después que una vez lo con- duje desde los altares de la patria á los campos del honor contra sus enemigos. Pero es necesario evitar dos eseo^ líos sumamente peligrosos. Con el nombre de amor á la in- dependencia se puede revestir el odio personal, para acri- minar y perseguir á una clase de hombres, cuya situación e$ al mi6mo tiempo digna de nuestro respeto y de nuestra aten- ción. Su conducta pública es la única que está sujeta á la inspección del góbierno, y mientras ella sea conforme á las leyes, ni éste ni ningún ciudadano tiene derecho á pertur- barlo en el goce de su tranquilidad. Por el contrario, es un deber de la sociedad el conservarles todos los derechos jpU viles que debe á los asociados que contribuyen á su ec- sistencia y su mantenimiento; mas sí saliendo de la órbita á que las circunstancias los han reducido, intentan dar algún impulso al espíritu de partido, ó crear y fomentar de cual- quier modo las facciones, la severa mano de las autoridades sabrá reprimirlos y reducir á su deber, y la opinión públi- ca, viniendo al aucsilio del gobierno, afirmará Ja independen- cia y la constitución sobre bases indestructibles. El estado de nuestro erario demanda toda la aten- ción del gobierno, como uno de Jos principales cimientos del edificio social. Aunque un porvenir risueño nos pre-^ senta los recursos de la nación mexicana muy superiores.....m _ •sus necesidades, cuando su industria en movimiento bata dado valor á sus ricas producciones, y puesto en circula- ción sus inmensas riquezas, nos hemos visto en la triste ne- cesidad de empeñar el crédito publico á un interés muy subido en las naciones estrangeras, entrando á representar en los mercados de Europa un papel subalterno al de otros estados, que no pueden Compararse Con la opulenta Mé- xico. Aqui, Conciudadanos, me será permitido hechar un velo sobre las causas de riuestro descrédito. Y ¿para qué recordamos nuestras desgracias y nuestros infortunios? ¿ á qué fin resucitar la memoria de sucesos que no debie- ran acaecer? Busquemos mas bien el remedio de nuestros males, y demos á los pueblos cultos pruebas evidentes de que somos capaces de reorganizar lo que trastornó la ines- pericncia de nuestros mandatarios. Ya el supremo poder eje^ cutivo ha dado providencias que hacen honor á sus luces y buena fé; el actual ministerio ha avanzado en esta metería un paso, cuyo écsito dependerá en gran parte de la marcha que la nación siga en el nuevo orden de cosas. Sin una se- vera economía en los gastos públicos, sin el pago esaclo de los intereses á los acreedores de la nación, sin hipotecas es- peciales destinadas á la estincion de las deudas á cuyo pa- go está identificado el honor nacional, y mas que todo sin tranquilidad y paz bajo él réjimen constitucional que hemos jurado solemnemente, seremos desgraciados por mucho tiempo, y los pueblos cultos nos mirarán como el oprobio de los estados americanos. El congreso general se ocupa sériamente de cuanto puede conducir á la estincion de la deuda pública y pago de los intereses; el gobierno reprimirá con el brazo indomable de las leyes los amagos de cualquiera facción enemiga de la con- fianza pública si desgraciadamente estallase entre nosotros, no dejando por esto de conservar intactas todas las leyes protec- toras de las garantías sociales. Este será, compatriotas, uno de los objetos á que dedique mi atención con la preferencia y celo que demanda. Establecido el crédito sobre bases sólida», seVII. •multiplicarán nuestros recursos, á la voz dé la nación acu- dirán caudales inmensos en nuestras necesidades, 6 inspiran- do confianza veremos en poco tiempo convertirse nuestro suelo en el gran mercado de las naciones comerciantes que aun no han fijado la residencia de sus cambioe. Esta es, mexicano*, una de las grandes revoluciones que la independencia de la América debe producir en el comercio del mundo, y ved á que alto grado de prosperi- dad y consideración nos llaman nuestros prósperos destinos. Un pequeño intervalo nos separa de este grande aconteci- miento; la consolidación de nuestro gobierno, es decir, la fiel observancia de la constitución general y el esacto cumpli- miento de las leyes que emanan de las legislaturas: la seve- ra observancia de las reglas de la moral, y un respeto in- violable á la religión que profesamos. La licencia y .él fanatismo son igualmente enemigos de la prosperidad de lo» estados, y en los anales de todos los pueblos no se encuen- tra u;)"> solo que haya podido conservarse sin religión y sin caito. Estas ideas llevan entre sí, una concesión íntima, y cuando las naciones ilustradas se convengan de que el gri- to do independencia y la creación de nuestras institu- ciones, no han sido efecto de un movimiento insignificante, ó de un entusiasmo efímero; cuando penetrados de la unifor- midad de nuestros sentimientos, vean que la religión, la mo- ral y la legislación caminan en consonancia para afirmar nues- tro gobierno; cuando no adviertan otro impulso entre noso- tros que aquel que vivifica la riqueza y hace nacer la abun- dancia en medio de la tranquilidad y de la paz, entonces correrán de todas partes á poblar nuestros inmensos y fe- cundos desiertos, á esplotar las preciosas producciones de nuestras montañas, á convertir en edificios ilotantes nuestros envejecidos bosques, á hacer navegables nuestros rios, á. construir hermosos caminos en todas direcciones; finalmente á dar vida juvenil y vigorosa á esta sociedad, proporcionán- donos todas las comodidades de que disfrutan los pueblosVIII. civilizados, patisfaeiendo nuestra» necesidades, y haciendo fro- tar todas las artes, que embellecerán este sucio, tan favore- cido de la naturaleza. .-,<><] -ío Todo el nuevo mundo presenta una ecsistencia llena de vida y de grandes esperanzas á la faz del universo; pe- ro al entrar México en la enumeración de los estados que han hecho s(i independencia de la Europa, esta parece res- petar en él su futura opulencia, y el poder inmenso que vá á conducirla al primer rango entre todos los pueblos libres. Y esta gran nación, poblada de valientes ¡aun tiene bí>jo sus baterías un puñado de enemigos obstinados! ¡Aun insulta el magestuoso pabellón nacional un destacamento de espa- ñole* refugiados en un peñasco, á una milla de nuestra* pla- yas! Mexicanos, él honor nacional esta comprometido, y vues- tro presidente ama la gloria de su patria; el águila de Áná- liu ic, batiendo sus alas sobre ese miserable reducto, triun- fara Completamente de los que no pudiendo resistir el ar- dor de nuestros bravos, han buscado un asilo en las agua» del occeano. Las naves de Cortés desaparecerán para siem- pre de miestras "playas, y el obstinado ibero reducirá su do- minacion á los antiguos límites. Mas acá de las;columnas de Ib'reules, solo eésísté libertad. Mas allá: la anarquía y el despotismo envilecen al pueblo quevnos dió señores, y hoy envi- dia, sin esperanza, la suerte venturosa del sUelo que oprimió. El estado de nuestra fuerza naval aun no presenta una perspectiva muy ventajosa, como débenos esperar pa- ra lo succesivo. Ocupado el gobierno hasta ahora en orga- nizar la fuerza permanente de tierra, y en los diferente» objetos que simultáneamente llaman su atención: escasa la tiacion de recursos de todo género, en el golfo de tantas necesidades, no pudo atender con la preferencia que de- Beaba este ramo importante y útil que pone en comunica- ción todos los pueblos del globo, y dá á las naciones una influencia decidida sobre el comercio. Nuestras costas que *e estienden entre quince y mas de cuarenta grados de la-titud norte en uno y otro océano, ecsijen imperio?amente uua vigilancia activa, asi para repeler cualquiera agresión del enemigo con quien en el día estamos en guerra, como p iv i impedir la for n icion de colonias á los muchos aven- tureros que buscan asilo lejos de los gobiernos organizados. Estas consideraciones y otras que he tenido presentes me empe- tVi'i a dirigir varias providencias á tan recomendables objetos. Nuestro sistema de gobierno me dispensaría de ha. iu.ir de la fuerzi permanente de tierra, de ese ejército que se ha cubierto de gloria al hacer la independencia y liber- tad de la patria, si no me acompañase la satisfacción de po- der asegurar que los virtuosos militares de la república son satJkiis ciudaJunos. Convencido el ejército de que so- lo debe emplear su irresistible fuerza contra los enemigos estertores y para el sostenimiento de la constitución y de las leyes, será considerado como una de las mas Armes y solidas columnas. Dedicaré muy seriamente mis atenciones á la disciplina, al orden, á la subordinación y entero arreglo de todo el ejército; y jamás perderé de vista el pago esac- to de los prest, el aseo y compostura de la tropa, y la conser- vación de aquel pundonor delicado que honra á esta profe- sión y conoce sus fundamentos en la observancia de la moral. Subsistentes y vigorizadas las relaciones que la justi- cia y la conveniencia hicieron nacer entre ésta y la repú- blica que fundó la espada de Simón Bolibar, yo me compla- ceré mas y mas en secundar los votos y los esfuerzos del héroe del Ecuador y en afirmar del Sud al Setentrion el pen- dón santo de la libertad. Los principios que profesa la nación, las relaciones de amistad y armonía entre nuesiro gobierno y el de Guate- mala, el decoro y dignidad de ambos pueblos, demandaban que las dudas que se habian suscitado sobre á cual de iae dos naciones debería pertenecer el territorio de las Chía- pas, después de la separación de Guatemala de México, se evacuase por la deliberación de sus habitantes. Los papelesX. públicos os han anunciado el resultado de esta celebre de- claración que hará honor á los dos grandes estados entre Jos que se halla situada esta provincia. ¡ Plegué al cielo que de esta manera se terminen todas las diferencias que en todo tiempo puedan suscitarse entre los gobiernos del nue- vo mundo, y que estos principios de respeto y de defe- rencia á la voluntad de los pueblos llegue a|gun dia á ser la base de los trabados entre las naciones.! No quiero terminar esta alocución sin tocar una lec- ción importante para todos los hijos delAnahuac. Adoptado el sistema federal por el voto unánime de los pueblos y re- gularizado en la sabia constitución que acaba de darnos el congreso general, no podrá olvidarse, amados compatriotas, lo que en ocasión semejante decia el inmortal washigntotí á sus conciudadanos: „ Si los estados no dejan al congreso ge- iiírul ejercer aquellas funciones que indudablemente le ha conferido la constitución, todo caminará rápidamente ú la anarquía y confu- sión: necesario es para la felicidad de los estados que en alguna parle se halla depositado el supremo poder, para dirijir y gober- nar los intereses generales de la federación, sin esto no hay unión y seguirá muy pronto el desorden ::: que toda medida que tienda á disolver la unión, debe considerarse como un acto hostil contra la libertad é independencia americana, y que los autores de estos actos deben ser tratados como corresponde" Ved aqui en pocas palabras reasumidos los elementos de nuestra organización social. Permitidme que me atreva á usar para con vosotros del mismo idioma de aquel bombre inmortal, que tantos derechos reunió al amor y veneración de sus compatriotas: mi débil voz se hará escuchar al anun- ciar con el mas profundo respeto al Héroe del norte, y no temo ser censurado cuando me cubra su augusta sombra. México 10 de Octubre de 1824. = 4. © de la independencia, 3. ° de la libertad y 2. ° de la república federal, Guadalupe Victoria.