AMOR A LA LIBERTAD. _ '¡y /o\ CDIO ETERNO A LOS TIRANOS. ^^exícanosí al pasó qt?e la luí se difunde, desaparecen la» tinieblas y los anímale» nacidos rara e las: la ilustracirn r>a hecho rápidos progrese* en nues- tro suelo: los titanos al abrigo de la ignorancia imperan; no estamos en el caso de transigir con ninguna de ellos. En vano la vieja é in potente Pspsña querrá aun tenernos bajo de su férula; desde las poblaciones calurosas dtl Sur hasta las helada» del Norte, una es la opinión, una es la voz, Independencia y odio etern» í la casa de Bor- tón. Si en medio de nosotros hay peninsulares que soplen la rea de la discor- dia, que aspiren al bárbaro placer c!« ver destruirse hermanos con hermanos, Jore- ruos an'e las sncrosantas aras de la humanidad lanzar á monstruos tan execrable*. A'aririe'aionos siempre que sea necesario para sostener nuestros derechos; de- iroi pruebas a! mundo de que trabajadnos por la utilidad pública, no por la de un par- tibiar, de que México es libre, de que México no es patrimonio de ninguna tami'ia. líos insultan, los que pretenden aterrarnos con el santo nombre de la libertad. Tan solo espanta á seres envilecidos, á empleados ambiciosos, á militares opresores a rta^iiSrados venales, á clérigos fanáticos, & gobernantes usurpadoics. La maledicencia grita que los liberales quieren destruir la moral, ]o% calum- nia. Reclaman los derechos del pueblo soberano ultrajados en la representación na- cional redaman las escandalosas infracciones de la ley; reclaman el bien estar da todos los ciudadanos, y este sistema no se opone á una Ke'igion de caridad. te nos dice que la paz es á todo preferible; y la paz que se nos quiere dar es la que pozan los que están cargados de prisiones, los que esrán encerrados en las cárceles. ConciudadatK», se trata de alucinarnos para que doblemos ia cerviz á Bne~ vas cadenas, nos quieren engañar como en el año de 810. Nacimos libres, el Autor de la naturaleza nos enriqueció con este don, á «lis decretos se oponen los que no quieren que la eozemos: nos quieren sofocar los sentimientos de la naturaleza. Se castiga por opiniones liberales, y se ciejan ico» punes á los que aspiran a una monarquía absoluta. Al Congreso se le imputaba los delitos que se cometían en su tiempo... De- tractores, ya no hay Congreso: y los robos mas descarados y los asesinato* mas ale- ves nos diuen que de día en día está mas espuesta la seguridad individual. A los delincuentes y á los vagos los vemos sin castigo, y aun ha habido quien los prote» ja; son los mejores agentes de esas intrigas, que ruborizan á los hombres de honor. Ciudadanos; velemos sobre eso» pérfidos que profanaron el santuario de las leyes. Cuando la representación nacional se haya establecido, no dudo que Je tri- butarán sus homenajes; pero son lobos que para mas asegurar la presa se cubren con piel de oveja. Antes de ahora prometieron y juraron respetar la raagestad del Congrego, reconocieron su legitimidad, y ya tal vez meditaban asesinar á los mas ilustres diputados, y decir que era nula su misión. No nos dejemos engañar: hom- bres viles jamas cuidaron ni de sosteuer su palabra» ni de no faltar ¿ sus prome- sas; credulidad y docilidad sin limites serán los enemigos que nos pierdan. Volverá* á haber facciosos que digan ser la voluntad general que..... Conciudadano*: no nos creamos libres de las maquinaciones de almas bajas bas- ta que en todas partes halla una milicia nacional, que sostenga todas las delibera- ciones de nuestros representantes; de otra manera el Estado estará expuesto á repe- tidas convulsiones, y Jos patriotas á que viles denunciantes por una simple palabra los conduzcan al olvido de las cárceles. Necesario es que estemos vigüantes, que s. amos lo voz de los buenos ciudadanos, que obedezcamos al Soberano Congreso, siemfre que obre cen tosa la -plenitud de su libertad, que juremos un ooio cier- ro á cualquiera tirano, que transmitamos ¿nuestros descendientes la libertad, ó que demos ia vida antes que sufrir la menor señal de esclavitud* México marzo 6 de 1»2'5, MEXICO: 1823. En la imprenta de D. José María Benavente y Sécios. i.