PROCLAMA DE LAS PROVINCIAS REPUBLICANAS A LA DE MEXICO. *T ucblos mexí "anos. Cuando, en nuestro suelo conocimos únicamente la ca- dena de seres opresores que una corte inhumana destín-ib i para arrimarnos, gemimos a la par vuestra el largo esoacio de tres siglos, arrastrando igno- miniosamente el signo de la esclavitud. Las vicisitudes que sufrimos en la panosa lucha para conseguir nuestra libertad, nos hacen hov apelar al san- tuario de la razón, siguiendo la senda y buscando el origen de nuestros ma- les para cortarlos en su principio antes de instalar el gobierno que debí re-» gil nos: de nida servirá constituirnos si quedan'subsistentes los vicios que con- tagian la sociedad: es necesario manifestar al mundo que somos susceptible* de la mejor formi de gobierno que se ha conocido sobre el globo. Cuando vuestra capital era la escala de la arbitrariedad de Madrid, sufríamos por segunda mano las duras leye* que nos mandaban aquellos déspotas:, penetrados hoy de nuestros deremos, conocemos que es un deber de nuestra obligación el hacer nuestros códigos arreglados á las circunstanr cias que demandan materias tan delicadas; que son atributos que nos perte- necen por. derecho natural; que. ningún pueblo tiene necesidad de ser man* dado por la pesada vara que una lejana corte les destine; que en nuestro suelo tenemos lo que. hemos menester, sin necesidad de ocurrir por la jus- ticia que jamas tiene su asiento en los corrompidos palacios de una co.te tumultuosa; y finalmente, que nuestros funcionarios públicos y geres que nos gobiernen serán de nuestra satisfacción, evitando la dura pena de su- frir la alternativa de tiranos que por el cohecho, la intn'gi, y cabalas nos mandaba el gobierno para saquearnos y sumergirnos en la miseria. E,te es en resumen el anhelo que nos anima á enai bular el estan- darte de la justa libertad que nos peitenece: un gobierno federativo que una y enlace los intereses generales, es el blanco de nuestras miras: con él restau- raremos en poco tiempo los robos que nos han puesto en el último grado de la indigencia: las i*yes benéficas.que resulten de su establecimiento, servirán de cimentar con soliden o i grande edificio de I4 prosperidad publica: se aü-. i- ran los manantiales inagotables de la riqueza nacional: se activaran ios ra-» ni os paralizadas de nuestra industria: se aseguraiá la confianza publica que constituye la felicidad de las sociedades, y pasando con rapidez del mísero estado en que nos vemos ala abundancia conque nos enriquece piódiga,-a mente la naturaleza, serénaos" el objeto del celo de las naciones que gozan menos privilegios. Este es, pueblos, el brillante y elevado fin que presenta el sístéma re- publicano "federal: él extinguirá como á enemigos del bien común esa multi- tud de privilegios que gozan muchas clases del Estado, tan perjudiciales á la parte laboriosa de los ciudadanos: él quitará de encima esa pesada carga de distinciones y empleos superfluos é .inútiles que .influyen en la miseria gene- ra!, absorviendo las rentas de la nación, recogidas de los afanes y sudores de los miserables: él, por último, velará sobre la justa distribución de los inte- reses, comunes repartiendo al mismo tiempo sobre los hombros de todos el ia\ soportable peso que agoviá á uíi pequeño número de nuestros hermanos. En vano se constituirán sobre bases justas y- liberales I09 pueblos, si no cortan el cáncer del corruptor veneno que los inficiona: es preciso hacer una manifestación pública de las usurpaciones ilegítimas que muchas autori- dades se han abrogado, prevalidas de la ignorancia y obscuridad de los nasa- dos tiempos: los intereses y las pasiones humanas han traspasado los límites de la justicia al abrigo de leyes caprichosas, emanadas de una autoridad ab- soluta: tales han sido infinitas en el orden eclesiástico que se deben patentizar al público con pruebas de bulto, para que los ignorantes se satisfagan y no Jos escandalicen los hipócritas y maliciosos. Vamos á probarlo. ¿Por qué goza vuestro arzobispo Ir exorbitante renta de doscientos mil pesos anuales, y nuestros obispos de ciento, ochenta, setenta, y el que menos cincuenta mil? ¿No estarían bien pagados el primero con quince y los demás con ocho mil? ¿Por qué losícanónigos que son de ninguna utilidad al público, han de recibir unas desmedidas rentas para ostentar un sobresaliente lujo, cuando hay una multitud de sacerdotes que se han encanecido en el sagrado ministerio de la administración de los pueblos y los vemos acabar sus días en la miseria, ate- nidos únicamente á la piedad de algunos devotos que por lástima tal vez les mandan decir algunas misas? ¿No estarían mejor empleadas estas cuantiosas rentas en los que se han fatigado en conducir á la humanidad por el ver- dadero camino de la virtud, y la han consolado con lá benéfica doctrina del evangelio en sus postreros Instantes? ¡Ahí es muy doloroso ver invertir los fondos de diezmos con tanta injusticia entre cuatro holgazanes, dejando una muí itud de ministros del altar expuestos al abandono para que se vean obligados á ..ejercer muchas cosas vergonzosas y denigrativas á su carácter y ministerio. ¿De que os sirve, pueblos, esa otra polilla de frailes monacales que absorve y consume una gran parte de vuestros intereses, siendo inútiles en todas sus partes -a la sociedad? Esa multitud de haciendas y ranchos, esa por- ción de bellas fábricas urbanas que tienen en las ciudades y pueblos que les producen cuantiosas sumas ¿acaso son de ninguna utilidad á los ciudadanos?" Si estos las poseyeran ¿ no habría una multitud de familias felices y útiles á la nación ? Si se les quitaran á las manos muertas y se distribuyeran en la porción de brazos laboriosos y de sugetos hábiles que yacen envueltos en la miseria por falta de arbitrios ¿no resultarían incalculables beneíicios á lapa- tria? Si en lugar de encerrarse esos caudales en lus lóbregos y obscuros re- cintos de los claustros que los amortizan, refluyeran sob e nuestra indus- tria,- agricultura, y comercio ¿no es evidente que cesaría nuestra pobreza y llegaríamos al colmo de la felicidad? Y por último, si esa porción de se-3 res muertos para el mundo., como dicen, alternaran con los demás de! es- tado sufriendo sus cargas, y ocupándose en la vida laboriosa para ganar el pan ¿no es claro que se aumentaría nuestra población, que sc'm bue- nos padres de familias y contribuirían al fomento de la' prpspenc nacio- nal? ¡Ah! cuan sensible es á los ojos de los celosos patriotas que úú se ha- yan exterminado unas instituciones diametralmente opuestas al beneficio general. Despertad, pueblos, de vuestro letargo: escuchad el acento de la ver- dad para que entréis en el círculo de vuestro deber. La república nó ad- mite en sí esa multitud de bordados ni galones, porque tiene una justa aversión á los holgazanes: ella mas estima al ciudadano industrioso, al ar- tesano útil, al activo comerciante y al labrador diligente, que son los bra- zos únicos que sostienen al estado: ella con el rasero de la igualdad nive- la las clases de la sociedad distribuyendo con imparcialidad la justicia, que ■los gobiernos aristócratas aplican con arbitrariedad por los empeños y el dinero: ella no admite excepciones en sus leyes, que tanto alcanzan al pre- sidente del senado como al mísero pastor, al prelado eclesiástico de mayor dig- nidad como al mas ínfimo de su ministerio. Nadie, nadie se exime de go- zar la beneficencia de tart sublime organización, ni se retrae de sentir él justo castigo en las infracciones: ella no'distingue otros méritos que los emanados de las virtudes, á los que abre anchas puertas y prepara infini- tos caminos con las ^recompensas: y ella, finalmente, de-eosa de los adelan- tamientos, siempre vigila y no omite medios ni sacrificios para, elevar al mayor estado d; g'an ieza á los ciudadanos que h componen. - ¡ Y ¿podréis encontrar, pueblos, sistema que . iguale al federal en vis- ta de tan supremas ventajas que presenta su constitución? Á vosotros se dirige el discurso, porción útil y laboriosa, decidnos ¿no os encanta la alha- gueña esperanza de vuestra felicidad futura? El respetar vuestros derechos, mirar como sagradas vuestras propiedades y quitaros de encima las cade- nas que os eslabonan atándoos al carro de los privilegios de vuestros opre- sores ¿no os llena de júbilo y os trae á la memoria el dulce placer que se os prepara en lo sucesivo? ¿Dudareis un momento en adheriros á tal for- ma de gobierno sin haceros criminales y reos contra vuestros derechos v atribuciones? Conocido el error y engaño ¿no es pertinaz quien persiste en seguirlo contra Jos gritos de su propia conciencia? No, no es de esperar de vosotros conducta tan extraviada: sois dóciles y amantes de la razón y de la verdad: vuestro carácter es bien notorio al mundo: siempre habéis segui- do el sendero de la filantropía, y solo los engaños que la audacia malicio- sa de algunos ha influido en vuestro espíritu os ató en otro tiempo las ma- nos y consiguieron esclavizaros, siguiendo las huellas góticas que trazó la antigua opresión de los tiranos. Grandes obstáculos hay que superar para conseguir la completa or- ganización de un gobierno que tiene poderosos contrarios: estos pelean con superiores armas y arrollan á la multitud, porque las clases privilegiadas tienen infinitos arbitrios que desplegar: ellas tienen dinero y les sobra ilus- tración: de aqui se sigue el influjo que. gozan en el vulgo: con las armas que le habéis prestado os hacen la cruel guerra de teneros abatidos: con ios recursos que han adquirido injustamente de vosotros os someten á una vergonzosa y degradante esclavitud, en qn-» quieren conservaros; y con el ma-4 nanti.il de ríqttcpas que poseen labran los grillos que os hacen inte'ices. Ved aquí, pueblos, la máscara con que ocultm el fdolq que no po- déis descubrir. El retinado egoísmo que aprendieron de los maestros de U iniqaan(j lo emplean en labrar vuestra ruina: este es el acero que debéis que- brar p n]A conseguir la justa libertad que apetecéis: estos institutos sou l°s que se', han de derribar para que respiréis el suave ambiente que soplara un gobierno que coite el corrompido y mortífero veneno que os inficiona. Si queréis llamaros libres, si tratáis de alistaros en el catalogo de las naciones ilustradas, y solicitáis alternar con los ciudadano*.que gozan la plenitud de sus desechos, identificad los vuestros con los venturosos ha- bitadores dé Pensil van ¡a, New-jersey y New-York: seguid los pasos de estas ilustres sociedades, que luego que rompieron las cadenas -opresoras que ios encorbaron un tiempo, jurar o'n con sagrada solemnidad que no sufrirían en sus territorios un déspota que los abrumase. Si os constituís en república federada no consintáis esa nobleza que arrastra con orgullo la soga del despotismo, para emplearla en ataros a la muralla de su coloso y despojaros de los atributos que os pertenecen por derecho natural. No seáis tan insensatos consintiendo una república mo- narquista, imperialista, ó aristócrata, porque jamas las injustas atribuciones de estos gcbiei nos guardarán armonía con el sublime federativo que igua- la los intereses comunes. Ün conclusión,, pueblo?, á vosotros toca elegir la forma que mas •.>•}•• ?/p rSJj lV* ■jL:tjCf.!'\ici/ wirmi.