«e. desemgafie á, los seducidos ,poc tí: que te decl, abiercarnence contra las distinciones, y preeminencias, te embriagas coa ellas en cal grado, que llegas á dei.| conocerte: que detestas la mentira, la simulación, el ar. tiñcio, y no permites la menor enerada á la verdad, á lt jbuena fe: responde: . detente un momcuto: la razón mk mate habla: escúchala; pero jabí tu sigues tu precipitad! .marcha, despreciando su voz: te desdeñas de oiría; j aún procuras desterrarla de codos los países que dominas; mas nó: no lograrás librarte de su imperio, por ta» que huyas: ella será tu juez: ella condenará siempre ti proceder, marcará Cu erguida frente con el sello de la in- famia, y liará que tu nombre sea de oprobio, y execra* cion hasta en la mas remoca posteridad. Manes respets* bles de las victimas desgraciadas de la tiranía: aquella sen quien os vengue: sí, frias cenizas del amigo mas amado, del mas digno.- tu memoria será presentada á las naciones venideras con todo aquel realce que solo es debido á la almas grandes: ellas conocerán tu relevante mérito: lee- rán en la historia can respeto, y veneración cu nombre: verán que has sido un verdadero mártir del estado: te colmarán de aquellos elogios apreciables que solo pronun- cia la verdad en el tiempo en que yá no tiene cabida lt adulación; y hallarán un consuelo ai dolor que debe cau- sarles can trágico suceso, al ver que si perdiste la vicia á manes de la mas barbara crueldad, te mostraste en aquel momento terrible con toda la serenidad de animo , con toda la constancia , con todo el valor que infunde la ui* cenci», gue caracteriza el verdadero heroísmo. •OI-.'j -J «i •(! } -Jt;. o n'í *»rr. i ¿ : a! £3'til ni 13^¿1Í' pfc.*: cr:- : > =. a í j «¡le í s tai *l ?«vsil au'p o?eT Ib . Lsbli' OOiShi 'n , n0 í;iq8 a! lií:.o> iB:!:j.'e-b *j s jo , circsiii1 tii t* ! i ni»: ;«cr.il nít wutíx* el su; •• ■ éklti éftsíiup , fc i \r ¡rtjiaiv la fsis -i iatfl si 9ii . OÍJCflSll fiivcl*» ' I W >tOSii «tíniJctí í MEMORIA SOBRE LOS PRINCIPIOS POLITICOS QUB SEGUI EN LA ADMINISTRACION DEL PERLÍ, Y ACONTECIMIENTOS POSTERIORES A MI SEPARACION, fe I SHOl'LC BE JNCONSISTENT WITH THE PRINCIPIE* I PROF»SS, Ií I DECUNKD AN ÜPPRAL TO THE GOOD SKNSR OF THK PEOPLK , OS DIO NOT VWLUNGI.Y SUBMIT MYSELK TO THE JUDÜEMENT O» my peers. Junios ' s ietter L1V. Yo seria inconsecuente con los principio» que profeso, «i re- busase apelar al bnen sentido del pueblo, ó no me sometiee* voluntariamente ai juicio da mis iguale*, A. P. V. REIMPRESO EN SANTIAGO DE CHIL1 EN LA IMPRENTA NACIONAL 1823.3 v 1.° JL o no escribí) para inflamar pasiones age- ñas , ni para desahogar las inias: un sentimiento de respeto á la opinión de los hombres, me obliga á interrumpir el tÜencio , con el cual he contes- tado siempre á las declamaciones del espíritu de par- tido, y á los argumentos del odio. Por otra parte, después de haber sido un funcionario público, la dignidad del Ministerio que obtuve, exige, que no abandone mis derechos al juicio tumultuario de mis propios agresores. Mi objeto is defenderme sin usar de represalia : el improperio y la calumnia son las armas, que emplean los que no saben combatir , sino desacreditando su carácter y revelando los miste- rios vergonzosos de su alma. Yo dejo á mis ene- migos en posesión de sus recurso*! 2. ° Para vindicarme ante los hombres que piensan , únicos jueces competentes de mi causa , me basta exponer los principios políticos que he seguido, mientras tuve á mi cargo el Ministerio de Estado y relaciones exteriores del Perú. El .'os han ndo prosiripios sin examen, y en su Jugar se han proclamado idéas contrarias con el aparato de un triunfo, al cual han servido de trofeos la libertad de calumniar , y el empefio de sugerir innovacio- nes, para desagraviar resentimientos. Pero mis opi- niones no dependen de los sucesos de un dia, ni de la malignidad de algunos hombres ; y declaro que ellas serán siempre la? mismas, cualquiera que sea la distancia á que yo me halle de los negocios políticos y del teatro de ia revolución. 9. ° Es imposible juzgar los principios que profesa un hombre público, sin contraerse á las cir- cunstancias , que lian influido en su conducta. El . íallo que se pronuucie stbre les que yo he seguid do y solo puede ser exacto, después de considerar el estado presente del Petu, sin ¡as excepciones que admite cuanto se di«a de él en general. Yo voy a hablar con toda la franqueza de mi zelo ; ¡_- 4 y si en el fondo de mis pensamientos no se en- cuentra siempre el mas puro ínteres por la caus* de los pueblos, consiento en que caiga sobre mi nombre la indignación de los patriotas virtuoso-, cuy» ira nunca se enciende sin justicia. No trato de li- sonjear á ningún partido, sino de exponer los pe ligio* en que todos se hallan , y doy por última garantía de mis intenciones, la protesta de pres- cindir enteramente de los que á fuerza de prodi- garme injurias, han creído envenenar mi ánimo, y hacerme perder esa inapreciable tranquilidad, que no depende de la conciencia de mis enemigos , si no de la mia, 4. ° El Perú como todas las antiguas pose- siones españolas en el nuevo mundo , sufria tres siglos bá el régimen devastador, que habia fun- dado la espada de algunos aventuraros inhumanos. Hasta fines del siglo pasado , la España ira nece- sitó otra fuerza para mantener el sistema coloniul, que la superstición ó ignorancia de los pueblos. Algunas explosiones parciales se dejaban sentir do tiempo en tiempo; peró ellas no excitaban en la metrópoli inquietud , sino venganza ; aunque basta- ban para avisar á los políticos , que exíttia en Ja pobluciou de América una masa inflamable, que tarde ó temprano presentaría el horrible espectá- culo de un incendio universal en la mitad del globo. 5. ° La revolución de los establecimientos in- gleses en N. América , y la estrepitosa alarma que dió Ja Francia al universo , despertáron . en las co- ¡onias españolas el espíritu de resistencia. El en- tusiasmo con que timbas naciones llamaron al gé- nero humano , para que entrase en la época de grandes sueesos; hizo pensar sobre su suerte á americanos del sur. Entonces empezáron á sen- la opresión , que antes sufrían con una pacien- supersticiosa, que se confundía con los acto» espontáneos de la voluntad. Para quejarse de uaur- ó pación, es preciso conocer los derechos que se defraudan; y mientras cada americano creía, que su libertad consistía en obedecer, ninguno se con- sideraba esclavo , porque la opinión gobierna á loa hombres y fija siempre el carácter de sus senti- mientos. G. ° El ejemplo cambió repentinamente esta opinión: el clamor de independencia resonó en di- versas partes del continente, y bien presto se ga-~ neralizó la idea de sacudir un yugo , que era na- tural aborrecer con vehemencia , después que se habia respetado cou fanatismo. La transición de ua extremo á otro, es la alternativa que siguen las afecciones humanas. 7. ° Con la idea de independencia empeza- ron también á difundirse nociones generales acerca de los derechos del hombro: mas- esto era un íengua- ge, que muy pocos entendían.- la ciencia que enseña los derechos y las obligaciones sociales, es vasta y com- plicada .• ella exige un largo aprendizage, y Ja his- toria de todos los pueblos sin exceptuar uno solo» demuestra, que en nada es mas lenta la marcha del género humano, como en el conocimiento prao- tico del término de las relaciones que uncu á los gobiernos y á sus subditos. 8, 5 No era de esperar , que la población americana adquiriese nuevos principios con la ra- pidez, que habia cambiado de sentimientos. Detes« lar para siempre la dominación española, y con- vertir el suelo patrio en uua espantosa soledad, antes que depender de los herederos de Pizarro y Cortés; estos eran los votos generales que siu ambigüedad, sin discusión y con certidumbre de su importancia, hicieron todos los habitantes de estas regiones. Desdo el rio de la Plata hasta la nueva California, la guerra se emprendió con este objeto; y nadie pensaba en otra cosa, que en destruir á los Españoles-, á excepción de algunos, que tenien- do mas [«revisión, ó mas osadía intelectual, traza-6 ban ya los planes constitucionales, que cada uno Oreja mu análogo» á la sección en que se hallaba. 9. ° Lis armas americanas empezaron á triun- far , el orgullo que causa la victoria ex<ó Jas imaginaciones, 3* ol zelo se convirtió en pasión ; desde entonces los hombres que habian inflamado el odio contra lo$ Españoles, crcieron que para difundir el amor á la Libertad, era preciso pro- Í>agur principios, que embriagasen á los pueblos con n esperanza de una absoluta demoerácia. liste fué en aquella época un error excusable, porque bay circunstancias en las cuales 110 se pueden cometer sino faltas, (a) 10 La fortuna en los piimeros combates, fué por decirlo así, el vehículo de aquellos principios; bien presto se sintió su efecto: asomó la hidra de Ja discordia , y ya fué preciso combatir á los que peleoban contra la independencia, y á los que ata- caban la unidad. Unas veces la ambición, y otras la ignorancia, levantaban el estandarte seductor de la igualdad mal enteudid.i, conlr* los verdaderos, intereses de la independencia proclamada. 11. Todo al continente habia probado las vi-, cisitudes de esta doble ludia ton excepción del antiguo virreynato del Perú, donde el despotismo, conservaba el apoyo de la fuerza, y con un tri- ple muro de cadalzos impedia Ja entrada al es-, píritu de insurrección. IjQ. sangre y los tesoros de la tierra del sol, se empleaban para ap»gar la lia-, ma sagrada, que habia encendido el amor A la in» dependencia; y desde el Ecuador hasta el Rio de la Plata, el nombre de la Capital de Lima ha- cía estretnerer de indignación a los que habian tomada las aruias, no para vengar sos própios ul- trages, sino los de toda la gran familia americana, 12. Pin embargo, los habitantes del Perú er> o-eneral estaban ya animados del mismo t¡entirnien* (•) El Cardenal de Rete. T te bus opresores lo habian difundido á fuerza de contrariarlo. Cada proclama en que proscribían lo» nuevos principios, servia para hacerlos abrazar á los que no habian reflexionado sobre ellos. Todos queriau la independencia, y los que se creían lla- mados A dirigir esta obra, después de haber oido por el espácio de diez arios defender con ardor , é impugnar á sangre y fuego la Libertad y la igual- dad, esperaban con inpaciencia el momento de po- der rivalizar á los mas acalorados defensores del contrato social. 13. Tal era el estado político del pais en 1820, cuando el ejército unido Libertador desembarcó en las costas del Perú, y anunció á los Españoles, que allí estaban Jos que jamás habian recibido he- ridas por la espalda. No es mi objeto entrar en los detalles de esta campana memorable , porque es imposible reducir á un episodio el argumento de un heroico drama. Yo me contraigo por ahora al resultado de sus esfuerzos, que fué la ocupaeiou de Lima en el mes de Junio de 1821 , y á la parte que desde entonces tuve en el gobierno del Perú. 11. Hasta 1.° de Enero de 1822 estuvo á mi c.n go el Ministerio de Guerra y Marina, cuyas funciones babia desempeñado eu toda la campaña; en aquel día pasó á servir el de Estado y relaciones ex- teriores, y entré en la época de mi mayor respon- sabilidad, porque en la primera, mis deberes esta» ban limitados á la parte administrativa, que en tu estro sistema y circunstancias no exigía sino un trabajo asiduo, pero material. Es tiempo que ha- ble de la marcha, que me propuse seguir en el 1 uevo departamento á que luí promovido. 15. Luego que tomé posesión de él, conocí que se me abría un v^sto campo de gloria y de peligros. Confieso que amo la gloria coa pasión , y que los peligros después de catorce auos que be vivido en ellos, han perdido para mí el pres-8 tigio que loi haca foryiid ..bles. Sin emb.irgo, oorrro ato no bastí para llenar grandes deberes, deses- peraba de todos mía recursos, menos de mi zelo: este es infatigable, porque nada sé e¡jiprender á raé lias: mis enemigos no negarán , que mientras he tenido carácter público , yo ho trabajado mas «te lo que podía esperarse de un solo hombre: la constancia dependía de mí solo: el acierto era obra de las circunstancias. 16. Desde el 25 de Mayo de 1803 , mis pensamientos y todo mi ser estaban consagrados á Ja revolución: me hallaba accidentalmente en ¿a ciudad de la Plata, cuando n juel pueblo he- roico y vehemente en todos sus sentimiento?, dió el primer ejemplo de rebelión: entóuces ¡no tenia otro nombre, porque el buen éxito es el que cambia Jas denominaciones. Yo tomé una parte activa en aquel negocio con el honrado general Arenales, y oíros eminentes patriotas , que han sido víctimas de Jos Españoles. DesJe aquel día vivo gratuitamente: una vez condenado á muerte, y otras proxí no á encontrarla, yo no pensé sobre- vivir á tanto riesgo. 17. Mis enormes padecimientos por una parte, y las ideas demasiado inexactas que entonces tenia de Ja naturaleza de Jos gobiernos, me hicieron abra/.ar con fanatismo el íistema democrático. El pacto social de Rousseau y otros escritos de este género, me parecia que aun eran favorables al despotismo. De los periódicos que he publicado en ¡a revolución, ninguno he escrito cou mas ar- dor, que el Mártir ó Libre, que daba cu Bue- nos Ay res .• ser patriota, sin ser frenético por la demoeráeia era para mi una contradicción , y esto era mi texto. Para espiar mis primeros errores , yo publiqué en Chile en 810, el Censor de la hkvolucion ; ya estaba sano de esa especie de fiebre mental, que casi todos hemos padecido; y ¡desgraciado el que cou tiempo no se cura de eílai 0 1$. Cuando llegó al Perú el ejercito libertador, mis ideas estaban marcadas con el sello de doce anos de revolución. Los horrores de la guerra civil, el atraso en la carrera de la independencia, la ruina de mil familias sacrificadas por principios absurdos, en fin, todas las vicisitudes de que había sido espectador ó víctima , me hacian pensar na- turalmente , que era preciso precaver las causas de tan espantosos efectos. El furor democrático, y algunas veces Ja adhesión al sistema federal, han sido para los pueblos de América la funesta caja que abrió Epimetéo, después que Ja belleza de la obra de Vulcario sedujo »u imprudencia. 19. Penetrado de estos sentimientos, yo no podia ser infiel á ellos, cuando las circunstancias me daban una parte activa en la dirección de los negocios. Al tomar sobre mí la que me cabía de tan enorme peso, escribí en la tabla de mis deberes los principios, que mi conciencia me dio- taba. Los he siguido con puntualidad, y los pro- feso con firmeza, porque mil veces seria víctima de Ja revolución, antes que cambiarlos. Yo ruego, que se examinen sin parcialidad, no por mira- miento á mi individuo, sino á Jos grandes inte- reses que se versan en esta contienda. 20. Aunque el Perú tenia los mismos mottvo» de resentimiento contra el gobierno peninsular, que el resto de América, en ninguna parte estaba mas radicado íu influjo, por el mayor número de Españoles que existían en aquel territoiio, por Ja gran masa de sus capitales, y por otras razones peculiares á su población. El odio á los desoladores del nuevo mundo, había sido en los demás países el agente principal de la revolución: la fuerza de este resorte estaba conocida: digámoslo franca méate: con excepción de algunas docenas de hombres, el resto de los habitantes no tuvieron mas objeto al principio, que arrancar á los Españole»: el poder ( de que abusaban, y complacerse é vist«fld*l con-( 210 traste que debía formar su semblente despavorida y humillado, con esa frente altanera, donde los Américanoa leían desde la infancia el destino ig- nominioso de su vida. 21. Era preciso generalizar este sentimiento en el Perú , y convertirlo en una pasión popular, que haciendo tomar un fuerte interés por la cau- sa de la independencia, borrase hasta los vestigios de esa veneración habitual , que los hombres tribu* tan involuntariamente á los que por mucho tiem- po han estado en posesión de hacerlos desgraciados. Hé aquí el primer principio de mi conduela pú- blica. Yo emplee todos los medios que eétab tn á mi alcance para inflamar el odio contra los espa- ñoles : sugerí medidas de severidad , y siempre es- tuve pronto á apoyar las que tenían por objeto disminuir su número, y debilitar su íirfiujo pú- blico 6 privado. Este era en mí si-tema, y no pasión : yo no podia aborrecer á utiu porción de miserables , que no conocia , y que apreciaba ed general, porque presindiendo de los int res a de América, es justo confesar, que los españoles tie- nen virtudes eminentes, dignas de imitación y de respeto. 22. Cuando el ejército Libertador llegó á las costas del Perú , existían en Lima mas de die¿ mil españoles distribuidos en todos los rangos de la so- ciedad ; y por los estados que pasó el Presidente del Departamento al Ministerio de listado , poco antes de mi separación, no llegaban á seiscientos los que quedaban en la capital. Ésto es hacer re- volución , porque creer , que se puede entablar un nuevo orden de cosas con los mismos elementos que se oponen á él, es una quimera. Unos salie- ron voluntariamente , *y otros forzados , aunque to- dos lo eran , porque conocían su situación ; y yo tenia buen cuidado de aumentar sus sobresaltos, pa- ra que ahorrasen al gobierno la incomodidad de multiplicar intimaciones. 11 23. No quiero atribuirme lo que no me per- tenece las órdenes ejecutivas para que saliesen los españoles que fueron en el Milagro y otros buques, emanaron del Marques de Trujíllo . que era en- tonces Supremo Delegado: yo aplaudí y coadyuvé su zelo , porque estaba de acuerdo con el mío. Las medidas que se adoptaron contra una parte de sus bienes , mas tuvieron por objeto interesar en su salida á la clase menesterosa, que en estos casos calcula siempre á su modo, que enriquecer el tesoro. Ya no era tiempo de pensarlo , pues todos los habitantes de Lima saben , que con mu- cha anticipación , los es-palióles pudientes habían sacado sus caudales, y los demás fácilmente ocul- taban lo qt.e tenían , porque era peco. Los que han declamado sobre esto , han declamado para sí 6olos : yo no temo las acusaciones, que carecen de argumento y de pruebas. 24. El segundo principio que seguí en mi ad- ministración , fué restringir \as ideas democráticas: bien sabia que para traerme el aura popular , no necesitaba mas que fomentarlas ; pero, quise hacer el peligroso experimento de .«ofoCar en su origen la causa , que en otras partes nos había producido tantos males. El ejemplo empezaba é formar un torrente : yo conocia que no era fácil detenerlo , y que después seria mas difícil hacerlo retrogradar : me decidí por el primer partido, porque á mas de estar convencido de su justicia, no me era in- diferente la gloria de dar á la opinión un impul- so, que, aunque se interrumpa, la experiencia lo renovará 9011 mejor éxito. ¡ Ojalá que las des- gracias, no ejerciten el terrible ministerio de hacer llorar á los pueblos su desengaño. 25. Para demostrar que las ideas democráti- cas son abso'utamenfe inadaptables en el Perú, yo no citaré al autor del Espíritu de las LL., ni buscaré en los archivos del género humano ar- gumentos de analogía, que mientras no varíe su ,12 constitución física y moral, probarán siempre lo mismo en igualdad de circunstancias. Las autori- dades y los egemplos persuaden pooo , cuando las ilusiones del momento son las que dan la ley. Solo un raciocinio práctico puede entonces suspen- der el encanto de las bellezas ideales , y hacer soportable el aspecto severo de la verdad. 26. Yo pienso , que antes de decidir si las ideas domocráticas son , ó no adaptables en el Pe- rú , es preciso examinar la moral del pueblo , el estado de su civilización , la proporción en que es- tá distribuida la masa de su riqueza, y las mu- tuas relaciones que existen entre las varias cla- ses que forman aquella sociedad. He reducido á estos cuatro principios cuanto se ha dicho por los mejores maestros de la ciencia de gobierno , y en su elección he seguido mis propias observaciones , sin tomar ningún sistema por modelo .* mi plan es indicar hechos , que nadie ponga en duda , y que cada uno ámplie sus rtflexiones , hasta donde yo no puedo extenderlas por miramientos, que no se- rá difícil penetrar. 27. La moral de los habitantes del Perú, considerada con respecto al orden civil, no podia ser otra, que la de un pueblo que ha sido esclavo hasta el ano 2], y que aun lo es en mucha parte de su territorio. La censura á que están sugetas sus costumbres en este punto de vista , es un argumento de execración contra la España, y un motivo mas para substraer aquel pais á las nuevas desgracias en que se vería envuelto por la falta de sobriedad , en la reforma de sus instituciones. Sus principales y mas antiguos hábitos han sido, obedecer á la fuerza, porque antes nunca ha go- bernado la Ley: servir con sumisión para desarmar la violencia , y ser menos desgraciado.* atribuir á las clases privilegiadas esos derechos imaginarios , que todo gobierno despótico sanciona, interesado en exaltar á los primeros que oprime, para que estos sean opresores á su turno: en fin, ser todos en general esclavos* y tiranos á la vez , desde los que ocupaban el rango mas elevado , hasta los que dirigían el trabajo de los negros en las plan- taciones de la Costa. La cadena era siempre la misma, aunque algunos eslabones brillasen mas que otros. 23. La virtud y el mérito solo servían para atraer los rayos del despotismo sobre las cabezas mas ilustre*. Una inversión total en el objeto y en los médios de ser feliz , hacia buscar los honores y las recompensas por las sendas mas extraviadas de la moral pública: el dinero suplia la idoneidad, la adulación valía mas que la mo- destia , y las súplicas interpuestas por medio de blandas voces, alcanzaban lo que no podia obtener el heroísmo de algunos Peruanos superiores á los obstáculos de su educación, y á las costumbres de su siglo. 29. Un pueblo que acaba de estar sujeto á la calamidad de seguir tan perniciosos hábitos, es incapáz de ser gobernado por principios democrá- ticos. Nada importa mudar de leuguage, mientras Jos sentimientos no se cambian ; y exigir repen- tinamente nuevas costumbres, antes que haya pre- cedido una serie de actos contrarios á los anterio- res , es poner á los pueblos en la necesidad de hacer una mezcla monstruosa de las afecciones opuestas, que producen la altanería democrática y el envilecimiento colonial. De aqui resulta esa lu- cha continua entre el gobierno y el pueblo, que unas veces obedece como esclavo, y otras quiere mandar como tirano: tan presto recibe las refor- mas con veneración, como trata de abolirías, des- plegando el orgullo legislativo, que es inherente á la democrácia: cada uno en su oíase se esfuerza h conservar las prerrogativas y ascediente que antes gozaba, y al primer grito de un ambicioso demagogo , todos gritan, igualdad, sin entenderla14 ni desearla; en íln, loa empleos se solicitan sin trabajar por merecerlos, y los descontentos que forman el mayor número, denuncian como una infracción de los derechos del pueblo la repulsa de sus pretericiones. 30. El estado de la civilización del Perú, es proporcionado á Ja latitud que concedían las leyes y repetidas cédulas, que la generosidad de los reyes de España dictaba en favor nuestro. .La edu- cación de un pueblo destinado á la obediencia pa- siva se reduce á hacer á los hombres metafísica*, para que nunca descubran sus derechos en ese caos de abstracciones, donde toda idéa práctica desaparece. Algunos sabios que se formaban como por sorpresa en el fondo de la soledad , han pro- curado en varios tiempos introducir el estudio de las ciencias exactas y naturales , al menos con aplicación á los usos mas necesarios de la sociedad. Sus esfuerzos aunque han tenido algún efecto, no- han podido extenderse mas allá del estrecho cír- culo á que los limitaban los cautelosos permisos de la Corte de Madrid. Entre tanto , la masa de la población seguia siempre sepultada en las tinieblas, y su ignorancia llenaba de placer á los Españoles, porque era natural se deleitasen en contemplar la obra de sus manos, y en calcular la duración de su imperio por la fuerza de las. preocupaciones en que se apoyaba. 31. Yo quiero ahora conl raerme á la clase de ilustración, que exige el gobierno democrático,, para que sea realizable. Todo el que tiene alguna parte en el poder civil, debe conocer la naturaleza y término de sus atribuciones, y la relación que estas dicen al sistema administrativo en general. En el gobierno democrático, cada ciudadano es un funcionario público: la diferencia solo está en, el tiempo y molo de ejercitar esa especie de magistratura, que le dan las leyes: el mayor número usa de este derecho en las asambleas electorales,, IS y los demás en la tribuna. Pero la frecuencia de las elecciones aumenta sin cesar la lista de los candidatos , y exige un sobrante indefectible de hombres capaces de administrar los interéses de su país, que supone en circulación las luces necesarias para llenar esta continua demanda. Por desgracia la mayor parte de la poblaciofl del Perú carece de aquellos conocimientos, sin los cuales es imposi- ble desempeñar tan difíciles tareas. El estudio de la Política y de la Legislación, ha sido hasta aquí tan peligroso , como inútil: la ciencia económica estaba en diametral oposición con las leyes colonia- les: la Diplomacia no tenia objeto, y habría sido tan superñuo contraerse á ella, como aprender en Lima el Deidam de los Bracmanes: en una palabra, todos los conocimientos que son accesorios á estas ciencias, ó no habían medios para adquirirlos, 6 era preciso arrostrar anatemas para no ignorarlos. Yo pregunto, si el pequeño número de los que han cultivado aquellas ciencias, es capáz de suplir el inmenso déficit, que se encuentra en la totalidad de la población , para poder realizar las formas democráticas. 32. La proporción en que está distribuida la riqueza nacional, que es Ja suma de las fortunas particulares, merece un examen no menos deteni- do ; porque después de las luces, nada determina tanto como las riquezas el gobierno de que es oa- paz un pueblo. Cuando la generalidad de los ha- bitantes de un pais, puede vivir independientemen- te con el producto que le rinde el capital, hacien- da, ó industria que posee; cada individuo goza de mas libertad en sus acciones , y está menos ex- puesto á renunciar sus derechos por_ temor, 6 ven- derlos é vil prácio, porque asirlo compra todo el poderoso al miserable. Es verdud que ios que vi- ven en la abundancia, pueden ser alguna vez tan corrompidos .como los que gimen en la miseria .* pero.no es probable, que todos los que cuentan16 con una subsistencia segura, vendan su voto en las asambleas del pueblo; prostituyan su carácter en «1 seno de ia representacion nacional; busquen los empleos con bajeza, para abusar de ellos; prepa- ren ios tumultos, y se reúnan en las plazas pú- blicas á gritar con el despecho de la mendicidad. £1 que posée un Capital de cualquiera especie, con el cual puede satisfacer sus necesidades, solo se interesa en el orden, que es el principal agente de la producción: el hábito de pensar sobre lo que perjudica ó favorece á sus intereses , le sugiere nociones exactas acerca del derecho de propiedad; y aunque ignore la teoría de los demás, conoce mi naturaleza por reflexión y por practica. Donde existen tales elementos, no seria difícil establecer la democracia. 33. Examinemos la situación del Perú en este punto de vista. Calculando su extensión, fecundi- dad y producciones que encierra en los tres reinos de la naturaleza; ciertamente es uno de los países mas opulentos del globo á los ojos de un filósofo. Pero si se considera su riqueza económicamente, y so o se estiman los valores que están actualmen- te en circulación, dista mucho de poderse igualar aún á los estados, que se hallan en la mediocri- dad. La falta de datos, estadísticos en unos pue- blos cuyo gobierno ha ignorado la aritmética po- lítica, no permite avaluar su riqueza con exactitud, aunque para mi objeto basta observar por mayor la proporción en que ella está distribuida. La can- tidad mas considerable resulta del precio de las fincas rústicas, ó urbanas, y en especial de las primeras por los valeres, que en ellas se acumulan para las tareas de la agricultura, ó para las mezquinas fá- bricas que permitía el gobierno español. Las mas, 6. están vinculadas en cierto numero de familias, ó lo que es peor pertenecen á manos muertas. £1 número de los particulares propietarios de bie- nes raices, sobre ser muy corto eu proporción á. IT la superficie del territorio y al total de sus habi- tantes, son pocos los que no están gravados con pensiones á favor de las clases monopolistas. A esto se agrega, que atendida la .poca demanda que hay de bienes raices por la falta de capitales, su piécio es muy bajo en el mercado, y la renta que producen, deducidas las pensiones ordinarias, en general no basta para que sus poseedores puedan ui ir independientes. 34. L<»s capitales del Perú, siguiendo la acep- ción económica de esta voz, aun se hallan distri- buidos en menor número de individuos, porque los obstáculos que hasta aquí se ban puesto á la pro- ducción, no han permitido que aquellos se multipli- quen; para que en proporción se difundan. El dinero que siendo una mercancía intermediaria influye en el aumento de las demás, es escaso y se baila en pocas manos: las materias primeras y todos los otros productos, cuya acumulación forman ios ca- pitales, no corresponde á la demanda que se hace de ellos, ni pasan de un estrecho círculo en cada provincia. Con respecto á la industria del Perú , apenas hay materia para un análisis: ella supone, como lo observan los economistas, un gran núme- ro de sabios, que conozcan las leyes de la natu- raleza: mayor número de emprendedores, que apli- quen los conocimientos de aquellos para dar utili- dad á las cosas; y obreros que ejerciten las vá- rías tareas que exige la subdivisión del trabajo. A excepción de esta última clase , que tampoco es capaz siuo de aquello á que está acostumbrada , es doloroso tener que decir, que las dos primeras no existen.* hay eábios en el Perú, pero no son de aquella clase que necesita la industria para inventar y perfeccionar sus producto?.' los empren- dedores están reducidos á obrar por tu tina, y ofre- cer, en el mercado algunos artículos paru los uso*, mas comunes, y casi siempre para las últimas clases... El. resultado ;es, que lu .distribución de capitales ,.y de imiúsf ría en el Perú» no asegura la indepen- dencia individual den sus habitante*, de un- modo adecuado al espíritu de las instituciones democráticas. 35. Las mutuas relacione» que existen entre las varias clases que forman la sociedad del Perú, tocan al maxiuiun de la contradicción oon los prin- cipios democráticos;. La diversidad de condicio- nes y multitud de' castas, la fuerte aversión que se profesan unas á otras, el carácter diametraj- ínente opuesto de cada una de ellas*, en fin , la diferencia en. las ideas , en I03 usos, en las cos- tumbres , en las necesidades, y en. los medios de satisfacerlas; presentan un cuadro de antipatías ó intereses encontrados, que amenazan la existencia social, si un gobierno sabio y vigoroso no pre- viene su influjo. Este: peligro es boy tanto mas grave, cuanto mas se han relajado los miramien- tos y habitudes que: servían de freno á las animo- sidades reciprocas: ellas serán mas vehementes y funestas á proporción que se generalizen Jas idéas democráticas, y los mismos que ahora las fomentan, serán acaso sus primeras victimas. 36. Aun los hombres que piensan y son ca- paces de analizar los nuevos principios que adop- tan , cometen frecuentes errores en su aplicación , hasta que la experiencia rectifica su juicio. Las di- versas castas que forman la mayor parte de la po- blación del Perú; lejos de poder entrar en el aná- lisis de la mas simple idéa, apenas ejercitan su inteligencia, porque la política feroz de los Espa- ñoles empleaba todos los medios de extinguirla* En tal estado, y sin mas criterio que aquel de que son susceptibles los hombres oprimidos 6 in- sultados por continuos ultrajes, naturalmente oreen al oir proclamar la libertad y la igualdad, que la obediencia ha cesado ya de ser un deber; que el respeto á los magistrados es un favor que se les dispensa, y no un homenaje que se rinde á la autoridad que ejercen ; que todas las condicione! Ü son iguales , no solo ante la «ley , porque esta es -usa restricción que.no comprenden , sino en la mas absurda latitud del significado que admite la 'igual- dad ; y en -fin, que *s llegado el tiempo , <én que si se les -niega el ejercicio de sus 'quiméricos derechos, hagan valer el número y robustez de sus -brazos endurecidos en las fatigas -de la servidum- bre, y demasiado desiguales en fuerza respecto de los que animan á la democracia oon escritos, que se resienten de 'la debilidad de su complexión. Es necesario concluir de todo, que las relaciones que existen entre amos y ««clavos, entre razas que se detestan , y entre hombres que forman tantas subdivisiones sociales , cuantas modificaciones 'hay en su color, son enteramente incompatibles oon la* idéas democráticas. 37. Expuestas las razones que tuve -para res- tingir aquellas idéas, voy á hablar -del tercer -prin- cipio que me propuse seguir en mi administración: fomentar la instrucción pública, y remover todos los obstáculos que la retardan. Yo creo, que el mejor modo de ser liberal, y el único que puede servir de garantía á las nuevas instituciones que se adopten, es colocar Ja presente generación a nivél oon su siglo, y unirla al mundo ilustrado por medio de las idéas y pensamientos, que ;hasta aquí han «do prohibidos, para que la separaeion durase mas. Esta es la empresa mas digna del zelo, y de la perseverancia de los verdaderos patriotas.- este es el medio de disponer los pueblos á recibir esas reformas, que la oportunidad hace saludables, y que siendo extemporáneas ,, envenenan la sociedad y la destruyen: este era en fin el proyecto que mas me ocupaba en medio de mis grandes tareas, y 6 pesar de los obstáculos, que la guerra y la esea- séz de fondos oponían á mis empresas. Yo recibo ahora -mismo la remuneración de mis deseos, pues reeuerdo con placer , que hize por mi ¡jarte cuanto pude, y que mis intenciones eran las mas. \20 puras y sinceras: lo digo con firmeza, porque no temo que mi conciencia alze la voz, y me des- mienta. 38. En mi exposición de las tareas adminis- trativas del gobierno hasta el 15 de Julio, de- tallé las medidas á que habia cooperado con este objeto la Biblioteca publica es un establecimiento digno de la capital del Perú, y me queda la sa- tisfacción de haberlo dejado casi concluido. En el estado actual de los conocimientos humanos, el mejor medio de generalizarlos es, adoptar en todas partes el sistema de enseñanza recíproca : una de las instrucciones que di al Señor Cabero, cuando pasó á Chile en comisión diplomática, fué que hiciese proposiciones á Mr. Thompson miembro de la so- tildad Lancasteriana de Londres, que se hallaba en aquel pais , para que viniese á Lima: en el poco tiempo que medió desde su llegada basta mi salida, se hicieron los preparativos para este es- tablecimiento al cual espero se le dé toda la ex- tensión que yo deseaba. Mi plan era formar un Atenéo en el Colegio de San Pedro , y concentrar allí la enseñanza de todas las ciencias y bellas artes , con cuya mira escogí una parte de aquel editicio para la Biblioteca pública. Yo consultaba frecuentemente mis ideas con varios hombres , que para mi serán siempre respetables por su literatu- ra y probidad ; y no dudaba del buen éxito , por- que contaba con su zelo : la constancia y la bue- na intención eran el único fondo con que yo pen- saba contribuir á estas empresas. 39. El último principio que me propuse por norma de mi conducta pública, fué preparar la opinión del Perú á recibir un gobierno Constitu- cional , que tenga todo el vigor necesario para mantener la independencia del Estado y consolidar el orden interior, sin que pueda usurpar la liber- tad civil, que la constitución conceda al pueblo, Atendidas las circunstancias políticas y morales en 21 qüe actualmente se halla. El Perú como todo Es- tado que acaba nuevamente de formarse, necesita suplir la respetabilidad que imprime el tiempo á las instituciones humanas , con Ja mayor energía en las atribuciones y ejercicio del poder ejecutivo, á quien toca defender los derechos que eniíinan de la independencia nacional. Cuando un gobierno em- pieza á existir por si solo , su situación respecto de ios que ya se hallan establecidos, es la mas desventajosa y desigual, tanto en la paz como en la guerra : esta es la lucha de un ser reciente- mente organizado, con otros que han llegado al colmo de su robustez. Por mas que estudie sus intereses políticos , no puede conocerlos en toda su extensión , porque solo una larga experiencia es capaz de descubrir las combinaciones, que admi- ten con los de otros estados ; y para terminar las diferencias que el mismo desenlazo de los sucesos produce necesariamente , al fin es preciso batirse ó negociar .• en ambos casos , no es difícil decidir de parte de quien se halla la superioridad. Los gobiernos antiguos tienen mas medios disponibles para emprender la guerra , mas crédito para ha- cer valer sus ¡pretensiones , mas astucia para diri- girlas , y menos consideración á los gobiernos na- cientes : estos por el contrario, agotados por la con- tienda que generalmeute precede á su existencia , no pueden renovarla sin dobles sacrifioios : el nue- vo rango que ocupan entre las naciones, hace mi- rar con desden y zelos sus empresas : ineepertos en el giro de las transaciones diplomáticas', obran con desconfianza y calculan con timidez: en fin, el prestigio de la antigüedad les hace pagar á des- {>echo suyo un tributo de consideración , que entre os gobiernos como entre los particulares, disminu- ye casi siempre la osadía de sus designios , y la firmeza de sus determinaciones. 40. Solo un gobierno eminentemente vigoroso, capaz de deliberar sin embarazo y de ejecutar con-22T rapidez-, podrá eqúnibrar rtan grandes 4e3ventajas, «teniendo , al menos siempre -expedito el primer re- eunjo para todas las empresas, que es la resolución. Peno -si en los conllictos >teme ¡mas los amagos de la democracia , que las hostilidades externas ; si el ¡no es sino un siervo de las asambleas ó congresos, y no una parte integrante del poder nacional ; si ía.s medidas que necesitan el voto legislativo se entorpecen por zelos, ó se frustran por la suspi- cacia popular ; últimamente , si en vez de encon- trar el gobierno a pojo para sus planes, los dema- gogos fomentan contra ellos un maligno expiona- ¡ge , que paraliza su curso ; se hallará inferior en 'todo á las demás Potencias con quienes tenga, que batirse ó negociar. 41. La consolidación del orden interior, to- davía exige en el gobierno mayor grado de fuer- za orgánica para vencer la vehemente , y conti- nua resistencia de los hábitos contrarios. Después de una espantosa revolución , cuyo término se ale- ja de dia en dia, no es posible dejar de estreme- cerse , «i contemplar el cuadro que ofrecerá el Pe ru , cuando todo su territorio esté libre de es- pañoles , y sea la hora de reprimir las pasiones inflamadas por tantos arlos: entonces se aoabarán ■de conocer los infernales afectos del espíritu de- mocrático .• entonces desplegarán las varias razas -de aquel a población , el ódio que se profesan y el ascendiente que adquieran por las circunstancias de la guerra ."entonces el espíritu de localidad, se presentará armado de 4as quejas y resentimien- tos que tiene cada provincia contra otra ; y si él gobierno no es bastante vigoroso para mantener siempre ia superioridad en tales contiendas, la anar- quía levantará su trono sobre cadáveres ,. y el tirano que suceda á su imperio , se recrbirá 'oomo un don del Cielo, porque tal es el destino de los pueblos, que en ciertos tiempos llaman felici- dad á la desgracia que los salva de otras mayores. 42. Pero j mil veces desgraciado el Perú ; fr- en medio de aquellas oscilaciones busca la tabla' del naufragio en el sistema federal ! Como indi- viduo de la sociedad humana yo deseo que el pais de donde ba venido este ejen%pío, conserve' y aumente su prosperidad yo deseo que reciba 1«' sanción de los siglos , y que llegue á servir de modelo , pues hasta aqui no es mas que un peli- groso experimento , como observa uno de sus me- jores políticos: cuarenta años de duración prueban poco á favor de su estabiüdadi Mas si el Perú1 ijuiere adoptar la forma de los Balados Unidos , llegará á su ruina con la misma velocidad, qué caen desde la cima de los Andes, las grandes ma- pas que pierden su equilibrio. Al menos no es du- dable , que el sistema popular representativo- dila- taría su procelosa existencia, como ciertos remedios, que no pudiendo curar á un enfermo, prolongan en él por algún tiempo la capacidad de sufrir. Los que creen , que es posible aplicar al Perú las reformas constitucionales de N. América , ignoran Új olvidan el punto de dondej ambos países han partido. 43 La misma deferencia de circunstancias existe entre el Perú y los Estados Unidos, que entre la Inglaterra y la España de que antes de- pendían. Si la península proclamase la Constitu- ción de la gran Bretatia , y las Cortes sanciona- sen las mejores leyes , que desde el tiempo del grande' Alfredo se han establecido hasta Jorge IV. , el pueblo español se vería en peor estado , que el en que se encuentra , tan solo por haber adopta- do algunos de los principios generales de aquel gobierno. Lo mismo sucedería en el Perú con res- pecto á lá -federación. No hay , ni puede haber analogía entre unas provincias despobladas , remo- tas unas de otras , y cuyos recursos físicos y mo- rales son nulos sino se concentran bajo un buen sistema, y los Estados Unidos que al tiempo de24 emanciparse , tenían una población menos dispersa y mas independiente ; estaban acostumbrados al ejercicio de ¡as funciones legislativas, aunque eran limitadas ; y vivian bajo una forma de gobierno, que Jes «lijaba' trazado el plan de sus actuales instituciones. Hay por último una gran razón de diferencia, que abraza todas las demás. El Perú no ha tenido otro Legislador, que la espada de los conquistadores ; y las principales Colonias de N. América recibieron sus primeras LL. de los Filósofos mas celebres de aquel tiempo : Guillermo I^nn fundó la Pensilvania á sus expensas : Locke , el padre del entendimiento humano , fué el legis- lador de la Carolina ; y ambos establecieron pací- ficamente los principios, que habian costado á la Kuropa torrentes de sangre. No me extiendo mas pobre esta inaleiia , porque no es mi principal ob- jeto ; y concluyo recordando á los federalistas las horribles desgracias en que precipiíó al heroyeo pais de Venezuela la Constitución del alto 12. 44. Yo vuelvo al análisis del cuarto princi- pio que propuse : disponer la opinión del Perú á recibir un gobierno capaz por su energía de He» nar los fines que lie indicado, sin que pueda usur- par la libertad, que la Constitución conceda al pueblo , atendidas sus aptitudes sociales. VA gran Desiderátum de todos los políticos es , encontrar las mejores garantías contra el abuso del poder : yo prescindo de las opiniones que se han formado sobre esto ,. desde los tiempos á que alean/.a la his- toria de los gobiernos;y me contraigo á dur la mia , no poique crea que es la mas acertada, sino porque me he impuesto el deber de decir lo que s entó. La ilustración del pueblo, -el poder cens orio moderadamente ejercido por. la Imprenta , y la atribución inherente ' á la Cámara de". Representan- tes de teuer la iniciativa en todas las leyes sobre contribuciones ; estas son en mi opinión las mejores garantías de la libertad civil. 15 45. Nadie emprende violar los derechos de otro , sin calcular la resistencia que tiene que vencer, y los medios con que para ello cuenta: lo que es moral- mente cierto , respecto de cualquier particular, lo es también respecto de los que administran el poder.' la variedad de objeto no altera la naturaleza de los me- dios que deben emplea i se á un mismo Un. Cuando p ira usurpar el gobierno los derechos del pueblo , «abe que necesita autorizar la conciencia de sus subditos á desobedecerle , por que ellos no ignoran los términos á que se extiende el deber de la sumisión; él entra á calcular primero sus recursos coactivos, que for- man la base de sus operaciones : si aquellos pen- den del sufragio publico , no le queda medio en- tre corromper la nación, lo cual es imposible estando ya medianamente ilustrada , ú obrar con despecho que es el agonía de los tiranos, t£s eterto, que cono- ciendo las nih'cultades de una usurpación repentina, podria adoptar el plan de anular gradualmente las prerrogativas del pueblo , y hacer imperceptible el trastorno de la Constitución: pero estando expedito el derecho de censura , para llamar siempre la atención por la imprenta sobre los abusos clandes- tinos del poder, jamás pasarían estos en silencio, ni prescribirían por el olvido. 46 Falta hacer otra importante observación acerca de los medios de frustrar el último peligro, que por lo mismo, fue es menos imponente, es mas temible. Yo supongo, que la Cámara de Re- presentantes, tenga la atribución de acusar á los Ministros que abusen del poder, y pedir su re- moción. De aqui nace otra garantía, que se fun- da en las propensiones que distinguen al espíritu representativo, del espíritu ministerial: no es pro- bable , que todos los Ministros tengan el plan, y la osadía, necesaria para trastornar la Constitución/ pero es moralmente cisrto, que los Representan- tes del pueblo tendrán siempre el mismo zelo par», conservarla. Esto recurso unido a los demás, ase» 420 guraria al Perú su libertad civil, no solo en el grado á que debe restringirse actualmente por su propia conservación, sino en toda la amplitud que re- ciba del progreso que bagan los pueblos en la car- rera de su civilización. 47. Al terminar esta materia no puedo dejar de añadir algunas reflexiones que satisfagan á los argumentos que pueden hacerse contra mis princi- pios, y que al mismo tiempo sean la recapitulación de cuanto he dicho. En el conflicto de reducir á pocas páginas la manifestación de mis idéas, com- binadas con hechos y observaciones, que se mul- tiplican cuanto mas se analizan ; yo he tenido que ceñirme á indicar aquellos pensamientos, que so- breabundan de verdad , y que no pueden oirse con indiferencia, por cualquiera que haya presenciado los sucesos de la revolución. Algunos se irritarán de la franqueza con que. hablo, pero ¿basta cuan- do alucinar á los pueblos con declamaciones va- cias de sentido , y con esperanzas tan seductoras como falsas? No , yo no seré cómplice en el mas horrible atentado que puede cometerse contra la sociedad , que es infatuar á los pueblos con idéas, cuyo efecto estoy profundamente convencido, que tarde 6 temprano será la ruina del pais, y su retorno á la esclavitud. Este escrito, sea oual fuese su mérito , vivirá mas que yo ; y cuando las pci- siones contemporáneas huyan callado en la tumba, espero que se hará justicia á mis intenciones: ellas son las de un Americano, las de un hombre que no es nuevo en la revolución , y que ha pa- gado por tod is las alternativas de la fortuna en él espacio de catorce anos. 48. El principal argumento que puede hacer- se centra mis principios, nace de la inteligencia que se dé á mis observaciones, cuanto he dicho sobre la moral, la civilización , la distribución de riquezas, y variedad de relaciones que existen en- *re los habitantes del Perú, para probar que es" 21 inadaptable el sistema democrático; nada arguye contra la opinión de formar un gobierno constitu- cional , que concille los derechos de la libertad , con los interses de la independencia. Bajo esta forma de gobierno, las costumbres recibirían mo- dificaciones útiles , que ni fuesen violentas, ni dege- nerasen en abusos por el frene«í de los reformado- res. El grado de civilización en que ha quedado el Perú al separarse de la RspwSa , y el número de hombres ilustrados que á pesar del espionaje metropolitano pueden reunirse, luego que todos los departamentos estén libres; bastarían para poner ea plañía un gobierno vigoroso y sobrio, cuya fuer- za no consistiese en el numero, sino en la ener- gía y duración de sus resortes. Por otra pirte , una vez dado el impulso á la ilustración, ella no p:«ede quedar estacionaria : sus progresos serán siem- pre adecuados á la naturaleza y necesidades de un gobierno constitucional; pero serian por mucho tiempo insuficientes para dirigir y mantener las ins- tituciones democráticas. La riqueza nacional, que necesariamente se aumenta bajo los gobiernos que aseguran mejor el orden interior y su respetabili- dad externa ; se difundiría proporcionalmente exten- diendo , los beneficios de la Independencia indivi- dual. Finalmente , las relaciones que existen entre los habitantes del Perú , cesarían de ser peligrosas bajo un gobierno enérgico, que los desarmase de sus mutuas pasiones, y mejorase la condición de cada nno. La nobleza conservaría entonces sus pri- vilegios , y aumentaría su esplendor: el clero obten- dría prerrogativas mas ventajosas á sus intereses, que las que necesariamente debe perder en el estado actual de la civilización del siglo; y todas las de- más clases podrian aspirar á ser: felices, sabiendo que su fortuna no pendía ya sino de sus aptitudes. 49. Ksfe es el gran secreto para contentar á l°s hombres, y hacerlos pacíficos este el objeto de los gobiernos, y el li:i que se proponen los que .28 de buena intención promueven las revoluciones. La felicidad de las varias razas que pueblan el Perú, no consiste en tener una parte mas ó menos inme- diata en el ejercicio del poder nacional; sino en vivir bajo un gobierno que favorezca el desarrollo de sus facultades, que les facilite los medios de ad- quirir, y les afíanze la seguridad de gozar el fru- to de sus talentos, de su industria , y de mi traba* jo. Extinguir la esclavitud con prudencia , y sin defraudar el derecho de propiedad: fomentar la edu- cación de los indígenas, y emanciparlos de otro genero de esclavitud aun mas terrible, que consiste en las preocupaciones con que nutren su alma , los mismos cuyo ministerio es anunciar verdades ; en fin, levantar ej entredicho en que han vivido aquellas clases con todo lo que puede servir de esti- mulo á la virtud, y de recompensa al mérito: es- tos son los medios prácticos y reales de calmar los espíritus, y de restablecer el orden: la miseria y el despecho de la desgracia, causan las revoluciones: la abundancia, y el sentimiento de la felicidad las pacifican. 50. He concluido la exposición de mis prin- cipios políticos aplicados á las circunstancias del Perú , y contemplando la situación de aquellos pue- blos, rigorosamente tal, cual es: yo bien sé, que las generaciones venideras ofrecerán el reverso de la descripción que a jui he trazado.* pero mientras ellas lleguen, juzgo que es impracticable cualquier otro sistema que se adopte, y que será infructuoso gritar en las asambleas del pueblo libertad, liber- tad. Si ella no es moderada , sino guarda propor- ción con las aptitudes sociales de los que la pro- claman; su nombre no será, sino la resena de grandes atentados, y el escudo con que se cubran sus autores. La marcha del género humano hácia la. perfección de sus instituciones es lenta y progre- siva : (b) ningún pueblo puede precipitarla impu- (b) Le modde avec lenteur marche ven la sagéste. Volt 29 nemente, ni contrariar el espíritu del siglo, que es el termómetro para conocer el grado de su ci- vilización. Los gobiernos Constitucionales con mas ó menos amplitud en el ejercicio de la libertad civil, forman el espíritu del siglo presente: la democracia, el feudalismo, el poder absoluto han tenido sus épocas, y ya han pasada. Esta es una razón mas para no temer el despotismo, á menos que se bus- que por el camino de la anarquía. El mar negro sirve de termino á los gobiernos absolutos: desde alli al Este del mundo podrán quizá durar algunos siglos, pero en las demás partes es imposible esta- blecerlos, y mucho menos conservarlos, sin perder el crédito entre las Naciones oivilizadas, y atraerse el desprecio y la execración de todos los hombres. 51. El peligro inminente de este siglo, no es recaer bajo el despotismo , que ha hecho gemir á nuestra especie con interrupciones tan momentáneas como costosas: es abusar de las ideas liberales, y pretender que todos los pueblos disfruten el gobier- no mas perfecto, como si todos tuviesen las mismas aptitudes. Hoy se teme conceder demasiado po- der a los Gobernantes, (decia un filósofo , cuyo nombre no puede ser sospechoso al partido demo- crático, porque es el que arrancó el rayo á los cie- los, y el cetro á los tiranos.) tero en mi concep- to, ES MUCHO MAS DE TEMER LA MUV PoCA OBE- DIENCIA de los gobernados, (c) Por desgracia, no solo entre nosotros, sino también en Europa , hay un gran número de periodistas exaltados, que alarman la multitud inflamándola en deseos, que no puede satisfacer: algunos extienden su impru- dencia hasta el extremo de dar planes de refor- ma para el nuevo mundo , desde las márgenes del Tamesis ó del Sena.- los motivos de su zelo pueden ser plausibles, pero sus efectos nunca serán (c) Fraoklin, lettro XCIV. A. Al. le Velliard de Passj.30 saludables porque ignoran el pormenor de nuestra situación, y acomodan sus principios á las circuns- tancias que ellos imaginan de antemano. 62. He dicho sobre mi conducta pública ruan> to he creído que bastaba, no para satisfacer á mis enemigos, sino para Henar mis deberes.- he hablado en el lenguaje de mis sentimientos , y nadie me acusará de disimulo: me he abstenido de entrar en los demás detalles, de mi administración , porque después de beber explicado mis principios, la ma- lignidad no tiene derecho á que yo le rinda el homenage, que solo es debido á la opinión de los hombres sensatos. Tempoeo estoy obligado á dar satisfacción sobre mi conducta privada : ningún mortal está autorizado á examinar las acciones y opiniones de cualquier individuo de la sociedad*, mientras no tengan una trascendencia al orden pú- blico: el espíritu inquisitorial que desde fines del s¡u;lo XIí ocultó aquella verdad á los pueblos para embrutecerles, ya no existe sino en la historia de los crímenes y calamidades que han consternado al mundo. Los que conservan esas máximas, que han hecho tantos desgraciados, son como la lava de un volcan, que dura después de la erupción, y sirve para recordar á cuantos pasan el estrago de los años antiguos. 63. Para completar el plan que me he pro- puesto, solo me resta dar una rápida idea de los acontecimientos que motivaron mi separación de Lima, v aíiadir algunas reflexiones sobre el decre- to expedido por el Congreso - en 6 de Diciembre último. En el mes de Julio del ano pasado los negocios del Perú ofrecían la prespectiva mas Iison- gera, que en aquel periodo de la revolución podia de- searse. El gobierno marchaba con la regularidad que permitían las dificultades que lo rodeaban. La suerte de las armas, no nos había sido contraria, sino en lea; y la masa de nuestros recursos se resintió bien poco de aquella desgracia. Las relaciones exteriores empezaban 31 á cimentarse con los Estados limítrofes: yo habia con- cluido un tratado de amistad y alianza con el Ple- nipotenciario de la República de Colombia; y al iirmarlo, gozé la dulce ilusión de creer que seria durable: nunca dudé que fuese útil. El orden in- terior se mantenía con pocos sacrificios: aun no se habia dado el primer escándalo, que es el que abre la puerta á los demás. Los planes de paz y guerra que se meditaban, podian fallar en fuer- za, de las vicisitudes humanas: pero las combina- ciones eran tan verosímiles , que casi anticipaban los sucesos. El General San Martin, salió á princi- pios de Julio para Guayaquil.* él habia empeñado su palabra al Libertador de Colombia, que ven- dría á tener con él una entrevista, luego que se aproximase al Sur. Yo tomó un grande empeño en este negocio, y me lisonjeo de ello, porque el resultado nada prueba contra mis miras: esperaba que la entrevista de dos gefes á quienes acompa- ñaba el esplendor de sus victorias, y seguía el voto de los hombres mas céiebres en la revolución; se- llaría la independencia del continente, y aproxima- ría la época de Ja paz interior.- ambos podian ex* tender su influjo á una gran distancia de la equi- noccial, uniformar la opinión del Norte y del Me- diodía, y no dejar á los Españoles mas asilo, que la tumba ó el océano. Por mi parte yo quedé lle- no de estas esperanzas, y á esto aludí, cuando dije en mi exposición del 16 de Julio, que nos hallábamos en la víspera de gran Jes acontecimientos políticos y militares. •54. Apenas salió de Lima el General San Martin, se empezaron á notar los síntomas precur- sores de un trastorno: yo estoy persuadido hasta Ja evidencia, que pudo evitarse ; pero no podría demostrarlo, sín fi.tar á la promesa que he hecho de prescindir enteramente de los que eontríbuieron á mi seperacion. Ha habido un empeño en atri- buirme la dirección ca>i exclusiva de la adminis-82 trac ion del Perú: yo no aprecio la intención de mis enemigos;, aunque en realidad ellos me han hecho un cumplimiento que no merezco. Mi influjo na- turalmente se extendía mas, porgue el doble Mi- nisterio que tenia á mi cargo, abrazaba mayor nú- mero de negó, ios: e?te exceso relativo de poder, debia ser en cualquier trastorno el primer objeto de ataque. El 25 de Julio se presentaron los com- batientes: 30 renuncié por decoro antes de ser de- puesto (H): bien ronocia el teatro en que estaba, y la impaciencia con que a'gunos de los especta- dores despeaban figurar en él. A lo* tres días recibí un pliego del Supremo Delegado en que nue or* denaba, que saliese para embarcarme en el Callao, {>orque asi convenia. Pasé desde lugo á bordo de a Corbeta de guerra Limemi, que tenia orden de conducirme al Ystmo. Mi salida faé una señal de inteligencia para variar completamente el sistema administrativo del Perú: era de esperar , que los reformadores acreditasen su misión , lisonjeando á la multitud. Todo lo demás que sucedió, solo pudo tener un aire extraordinario para los que recien entraban en la revolución; el ceremonial que se observa, cuando cae un Ministro en estos tiempos, es igual en todas partes. 55. En el mes de Setiembre regresó de Guaya- quil á Lima el General San Martin, y fué recibido con aclamaciones.- pero estas ya no eran, sino una maniobra de la ingratitud, que tomaba las aparien- cias del agradecimiento para obrar sin obstáculos. (d) M. I. S, = Leído en el Consejo de Estado el pape], que esa Municipalidad acompañó á su. nota de hoy, sobre separar ai Honorable Ministro Coronel D. Bernardo Mouteagudo del Despacho, se ha admitido la renuncia que hizo éste en el acto de su empleo, y el gobierno se «marga de nombrarle sucesor. —Dios guarde á V. &. 1. muchos anos-Lima Julio 25 de 1822 v El Marques de Trujillo.—M. 1. Municipalidad de pata Capital 33 Mi nombre servia de velo á los ataques que se hacían al General San Martin: aún no era tiem- po de que se pusiesen en campaña contra él, como lo han hecho después Conociendo la nueva situación de los negocios, él se apresuró á cumplir el voto mas antiguo de su corazón, que era dejar el man- do. Los Gefes del Ejército saben, que cuando lle- gamos á Pisoo, todos exigimos de él, el sacrificio de ponerse a la cabeza de la administración, si ocupábanlos á Lima , porque créimos que este era el medio de asegurar el éxito de las empresas mili- tares.* é¡ se decidió á ello con repugnancia, y siem- pre por un tiempo limitado. Luego que se reunió el Congreso, dimitió solemnemente el mando, como lo habia ofrecido tantas veces pública y privada- mente. Un ambiciono no cumple sus promesas con esta fidelidad; pero el General San Martin volvien- do á la clase de un simple particular, juzgó que recibía el mas alto premio de sus servicios. Poco después se despidió del Pueblo, y se embarcó para Chile: el dia que abandonó las playas del Perú, ganaron los enemigos una victoria memorable: sus trofeos quedaron esparcidos en todo el territorio , y por desgracia ya han empezado á recogerlos. Esto estaba en él orden de los acontecimientos políticos á los ojos del vulgo, ellos se suceden unos á otros; pero, todos se encadenan a los del hombre que piensa, (e) 66. Yo no puedo calcular el pe>o de las circunstancias que precipitaron la idea del General San Martin ; sin embargo , pienso que rió pudo ser superior á las calumnias de la ingratitud, y que habiendo perdido la confianza que antes te- nían en muchos de los. que figuraban en aquel teatro, creyó que no podía continuar en él, siu degradarse á negociar con las nuevas pasiones $ intereses, que se habían formado en su ausencia. Ari fué qué no tardaron mucho tiempo en qui- tarte la máscara, lo? que sólo creen que hay 1¡- . (ej Boxke* % 4 ^34 ■ ... fcertad de imprenta cuando pueden, ejeroífar 1a detracción. El General San Martin, el héroe de Cbaeabuco y Maypú, el que aun fué mas héroe emprendiendo libertar al Perú con un pequeño número de bracos, el que sin ceñir su frente de nuevos laureles manohados en sangre , triunfó de inumerables obstáculos por medio de la prudencia, el que salvó d Lima de las catrastofes que todos Í)resagiaban á sus habitantes para la hora en que os antiguos resentimientos se diesen la señal de alarma, el que alzó de la miseria con sus pro- pias manos á muchos de los que hoy son sus ene- migos; el mismo, ha sido insultado en algunos pe- riódicos de aquella capital con impunidad y es» cándalo de su honrado vecindario. Rera sus bri- llantes servicióos a la causa de América desde el aHo XII, y los que ha hecho al Perú, abrién- dole la puerta para que entre á su destino , son una propiedad de la historia, á la cual nada puede defraudarse. 57. Mientras la capital de Lima ocupaba la atención pública con estas desagradables ocurren- cias, yo me hallaba en Panamá, y no pensaba entonces regresar al Sur. Sin embargo, por mo- tivos que no ignoran mis amigos, me decidí de un momento á otro á venir á Guayaquil .* ningu- na mira política cambió mi resolución de pasar al mar de las Antillas. Luego que supieron en Lima mi regreso, se quiso adivinar el objeto que tenia: esto era imposible, porque nadie se inclina, ba á lo mas natural, y cada uno quería encon- trar un misterio en lo que solo era obra de mis combinaciones particulares. El resultado fué, que el 6 de Diciembre, el Congreso* expidió en se- sión secreta un decreto poniéndome fuera de la ley ^ en el caso que pisase cualquier punto del territorio del Perú. El decreto se funda en una sentencia que supone , pues dice, que fui expul- sado por enemigo del Estado. Los trámites que se siguieron para mi salida , fueron muí sencillos: tin tumulto hizo las veces de proceso, y la orden U del Supremo Delegado que he citado, sirvió de sentencia definitiva. Es verdad , que se nombró una c omisión del Consejo de Estado ; para que me tomase residencia ; pero luego solicitó la Mu- nicipalidad „que se evitase aquel juicio,, y que sa- liese fuera del territorio, (f) Por consiguiente yo salí, sin que hubiese podido recaer ninguna de- claración «obre mi causa. 68. A fin de que no se extrañe mi silencio, haré algunas reflexiones sobre aquel decreto: él me dejó tan poca impresión, que confieso que mi áni- mo uo eslá preparado á impugnarlo: lo único que me importaba eu este negocio, era exponer los principios de mi conducta pública : lo demás , yo sé el valor qae tiene en las épocas de revo- lución; y nunca me afano en disminuir lo que es eu sí pequeño. 59. El extrañamiento es una pena, que su- pone la agresión de un delito, las fórmulas estable- cidas por derecho , y la sentencia pronunciada por la autoridad que corresponde. Para decretar el mió, exigía la justicia, que yo hubiese viola» do alguna ley, que señalase aquella pena, y que convencido en juicio, un Tribunal competente fa- llase sobre mi causa. Como Ministro de Estado, jo he quebrantado muchas leyes, porque era pre- ciso derribar el antiguo edificio para levantar otro nuevo. La misión de todos los que formábamos el gobierno directivo , era romper los vínculos que unian el Perú á la España, y administrar provisionalmente los negocios públicos por los mis- mos principios , que nosotros trazásemos, pues que no podíamos seguir otros. Un gobierno provisio- nal formado á la retaguardia del egóroito enemigo, y rodeado por toda», partes de |>eligro», casi no tenia elección sobre el p an que debia seguir. Salvar la tierra y vencer todas las resistencias que se en- centrasen: esta era la ú íiea norma de su con- ducta y y ewi» e* )» que yo he seguido como > ■« -— i i.»............ » ■ ■■ ■ '■ b - 0> Oficio de i» Maaiáfsüdad «i Gestarlo de 2» é» Jetio» js« miembro del gobierno. 60. Aun suponiendo que mis principios polí- ticos estuviesen en oposición co¡i alguna ley exis- tente , no se me podi;i condenar por esto: las teo- rías no son delitos, y á la sumo podrán censurar* se como errores. Mas no habiendo leyes prexís- tentes á mi administración por las cuales debiese dirigir los negocio* ; mi obligación t omo hombre público era seguir e¡ plan , que en mi conciencia fuese mas equitativo y practicable. Por lo demás, yo estaba tatísfecho , que mi consagración á la causa del Perú no tenia límites: apelo á todos los hombres que me han visto trabajar , desde que desembarcamos en Pisco. Conociendo cuales eran lar armas mas temibles en una guerra de opi- nión , jamas gozé otro reposo hasta el dia que sa- lí del ministerio, que el que queda después de ha- ber cumplido un deber, para tener tiempo de lle- nar los demás. JLa imprenta del ejército y algu- nas de Limn , son testigos del zelo con que yo procuraba difundir el entusiasmo por la causa da la independencia y prosperidad del Perú. 61. Hasta aquí yo no descubro ja ley que he quebrantado , pero aun suponiendo la infrac- ción , todos paben que he sido condenado sin ser oido. Con (respecto á la autoridad que ha pro- nunciado el fallo, permítaseme decir , que ha sido incompetente. Decretar el extrañamiento de un ciudadano, es ejercer las funciones del 'poder ju- dicial, porque aquel es un acto, que supone la aplicación al hecho de una ley ya promulgaba. El Congreso no cieñe mas atribuciones , que las del poder legislativo : en fuerza de ellas, pudo es- tablecer una ley declarando que si un Ministro seguía principios contrarios á los que ha mandado observar , incurría en la pena de extrañamiento. Aun en este caso , yo no podía ser juzgado por aquella ley , como no puedo serlo por uinguna de las declaraciones del Congreso á menos que se les dé un efecto retroactivo, que es el mayor absurdo en materia de legislación. Entre tanto senei- 37 ble , que el primer cuerpo representativo que se ha reunido en el Perú , autorize un ejemplo que puede serle funesto, y que acusi de levedad sus decisiones. Los Señores que hicieron aquella mo- ción, jodian haber llenado su objeto, sin com* prometer la dignidad del Congreso. Todo lo que tiene apariencias de pnsion es degradante, y el de- creto de 6 de Diciembre no esté concebido en tér- minos que la disimule. 62. Ya que he hablado del Congreso , quie- ro añadir una breve digresión sobre los fines que por mi parte me propuse , en acelerar su reunión. Kl General San Martin estaba firmemente decidido á no continuar en el gobierno: el es hombre de guerra, y siempre ha tenido aversión á las tareas del gabinete: su salud estaba también muy que- brantada , y era preciso nombrarle un sucesor ; pe- ro las circunstancias habían cambiado enteramente desde el mes de Agosto de 821 : este nombramien- to debian hacerlo los representantes del pueblo : el negocio era de gran transcendencia , y no po- día ya diferirse. A mas de esto , ex gia el crédito da la causa pública , que las actas provisionales del gobierno directivo recibiesen la sanción del Con- greso, y que este dictase los reglamentos que de- bian servir de norma á la administración. Jamas creí, ni pude esperar, que abrazase otros objetos.* la mayor parte de él , se compone de diputados suplentes: las provincias mas interesantes se hallan en poder del enemigo : la guerra aun no permite peonar en los establecimientos, que aseguran la paz ; y seria por ahora una quimera formar la constitución del Perú, tan solo para los pueblos de la Cost-t , y antes de ver las nuevas convina- eiones que resultan, de los sucesos de la guerra. En mi opinión , él debió contraerse á aumentar la respetabilidad del gobierno, y hacer algunos ensayes legislativos sobre el sistema de administra- ción .* lo demás es multiplicar los obstáculos , - que la experiencia tendrá que vencer después . y olvi- dar la suerte que lian corrido en otros- pueblos las. 88 constituciones prematuras de los primeros Congresos. 63. Antes de llegar al término que me he propuesto, haré por decoro una observación sobre los libelos que se lian publicado contra mí. La mayor parte de ellos son una amarga sátira con- tra sus autores, y contra Lima : yo no los impug- na , porque la pobreza de sus ideas, la impetuo- sidad de sus pasiones y la inexátitud de su lógica me excusan de este trabajo. Antes de escribir , es preciso aprender á pensar ; y el odio, es un maestro muy estúpido para dar lecciones á los que necesitan de ellas. Sin embargo de esto , creo que habrán merecido el aplauso de algunos , porque no HAY NECIO, QUE NO ENCUENTRE OTRO MAS NECIO QUE ho admire, (g). Yo les doy las. gracias por el empeño que hau tomado en hablar de mí .* en la revolución lo que importa es no sobrevivir uno á sí mismo : el que cae en olvido , queda ya fuera de combate. Las injurias y los elogios hechos con justicia , ó sin ella , producen en estos tiempos la utilidad de conservar la memoria de aquel á quien se dirijen. Cada uno entra después á formar su propia opinión , y al fin prevalece la verdad , por mas que se desfigure. El mérito y el demérito , son las cosas mas reales, que hay en este mundo: ambas han sido siempre independientes de los li- belos ó de las apologías , que en general no son, sino el diá'ogo de un escritor con s h pasiones. 64 A los que deseen saber mi situación , des- pués de las vicisitudes que he sufrido, yo tengo el placer de asegurarles , que vivo suelto de cui- dados é inquietudes ; libre de rivales, pues que á nada aspiro ; y lleno de gratitud por la hospitali- dad que he recibido eu este pais, célebre por su patriotismo,.. y por la sobreabundancia de buenas cualidades, que distinguen á sus habitantes. Su memoria aumentará, en mi el numero de aquella* reflexiones, que sirven de desraso al alma, cuando •s fatiga de recordar las calamidades incesantes de *m~-m-r*rn:-—---------1 fg) üa sai tres y» tosfsai» oa. pis» sot tpi 1* aáarire usswuuuav 39 la vida. Con respecto al porvenir, estoy también tranquilo , cualquiera que sea el plan que las cir- cunstancias me obliguen á seguir. Yo no renuncio la esperanza de servir á mi pais, que es toda la extensión de America: mi edad me permite todavía formar calcules, que aunque necesite algunos anos para realizarse, me dejan entrever á la distancia la satisfacción de salir de este mundo, sin haber vivido en él en vano. 6S Un ssolo sentimiento tengo, y es el no ver yá al Perú enteramente h'bre de Españoles: los tro- piezos de nuestra infancia política, entretienen su confianza, y ciertamente dilatan nuestros últimos triunfos. Mas ellos deben reflexionar, que el Perú" es un pais nuevo en el teatro de la revolución, y que le interesa pasar por la prueba de los peligros, para desarrollar todos sus recursos y conocer su valor , siguiendo el ejemplo que le han dado des- de el Norte al Mediodía los heroycos pueblos de México, Colombia, Chile y el Rio de la Plata. Yo no puedo , aunque deseo lisonjearme con la idea de que las calamidades de America terminen pron- tamente: ellas durarán algunos anos, para que se envejezca en la generación presente el odio contra los Españoles, que las han causado: pero jama», jamas volverán ellos á dominar la tierra, de don- de los ha arrojado la naturaleza, el espíritu del siglo? y el resentimiento universal de sus habitantes. Aun suponiéndolos capaces de mayores esfuerzos, que los que hasta aqui han hecho, ningún corazón Americano, debe dudar del triunfo. Pasó el tiem- po, en que desde Madrid se dictasen leyes de san- gre, que el Nuevo Mundo obedecía temblaudo en mas de ochenta grados de latitud; y sean cuales fuesen los horrores y duración de la guerra, todos prefieren hoy sacrificarse á la Patria en medio de un solemne incendio, antes que dejar á los Es- pañoles otra satisfacción « que la de aplicar al Pe- rú las tristes reflexiones de Fingal, cuando con- templaba las ruinas de la antigua Batciutha: y ÜB VISTO SUS M.UROS DESOLADOS.* £L FUEGO BA40 SONADO EN EL INTERIOR DE SUS EDIFICIOS, Y TA NO SE OYE LA VOZ DEL PUEBLO (h) 66. Por concluMon, solo me resta expresar mi» ardientes votos por el buen suceso de todos los que están llamados á influir en favor de la independencia, y libertad racional del Perú: el templo de la gloria está abierto para ellos , y la revolución les ofrece cada día nuevas lecciones para marchar con acierto. Energía en la guerra, y sobriedad en - los principios liberales: este es el resumen de las máximas que proclama la experiencia. A los hombres de talento, QUE SON LOS MAGISTRADOS NATOS DE SU PATRIA: (y) á los que sienten en su corazón el germen de las grandes virtudes: á los que se miran en la poste- ridad, y desean transmitir á sus hijos la herencia dé un ilustre nombre: á los guerreros, en fin, que han adquirido en el campo de batalla el derecho de reprimir las facciones, para que no destruyan la obra de sus sacrificios; á ellos toca cicatrizar las heridas de la revolución, y consolar á los pueblos, afianzando su prosperidad sobre bases sólidas, que duren tanto, como las instituciones de esa isla clá- sica , cu yo ejemplo ha dado en ambos mundos el primer impulso á la libertad. Pero si algunos hombres llenos de virtudes patrióticas, acreditadas en los combates, © en la dirección de los negocios, empléan su influjo en hacer abrazar á los pueblos teorías, que no pueden subsistir, y que perjudican á sus mismos votos; la posteridad exclamará contra ellos, apropiándose el pensamiento de Adisson , cuando dice de Cesar en la tragedia de Catón. Malditas sean sus virtudes.- ellas han causado la Ruina de su patria [j].—Quito y Marzo 17 de 1823. B. MONTE AGUDO. ^ tbj Garthon, poena of Ossian, (y) Raynal. J (jj Caraooa hísvirtaes, tbeyhave andoneáis country. c 2333333333333333333333333333333a REGLAMENTO INTERIOR Asamblea G. C. jr L. - * DEL 8 ESTADO ORIENTAL DEL Adoptado provisionalmente por la misma en resolución de a3 de Noviembre de 1828. MONTEVIDEO: IMPRENTA de la CARIDAD. Año de 1829. ©:3333333333333333333333333333333