IDEAS POLÍTICAS Y LIBERALES POR EL PENSADOR MEJICANO. 2VTi7 factum si aliquid supcrest agendum. Nada se ha hecho si falta algo que hacer. En Ja imprenta Imperial. AÑO DE 1821 primero de nuestra Independencia.PRÓLOGO. Decidido á ser útil á mi patria desde que se nos permitió por la primera vez el uso li- bre de la imprenta, no temí estampar las ver- dades que me parecieron conducentes al bene- ficio de aquella, y esto bajo los gobiernos des- póticos de los Venegas y Callejas, y aun des- pués en el del Señor Apodaca. Son bien públicas las persecuciones que he sufrido por esta cau- sa. Sin embargo, no me ha faltado la firmeza necesaria para hacer frente á las murmuracio- nes de los necios, á los ladridos de los envi- diosos, á las injurias de mis enemigos, y al terror que deben infundir tres prisiones. Cuando nada de esto me ha arredrado para decir la verdad en los tiempos de la opre- sión, ¿como la dejaré de decir ahora bajo un gobierno que deberá ser verdaderamente liberal y benéfico, y cuando la patria espera y aun desea que se la digan con franqueza? No me tengo por un oráculo para exi- gir una fé rendida de mis lectores. Tal vez ó siempre me equivocaré en mis conjeturas, se confundirán mis ideas, se contrariarán mis prin- cipios, y se errarán mis cálculos enteramente.Empero, esto será efecto de mí poca instrucción, de mi escaso talento y de mi nin- guna práctica en asuntos de tanta gravedad co- mo los que se deben tratar hoy j mas cuando por estas causas sean despreciables mis reflexio nes, no deberá serlo la buena intención con que las escribo, que no es otra sino que mi pa* tria disfrute alguna vez de verdadera felicidad.IDEAS POLITICAS Y LIBERALES. Capitulo I. la felicidad de ¡a América no consiste en que sea independiente de la España, sino en que con* serve su independencia con brillo y magestad. Ei -J\ hombre del siglo, el padre de la Patria, el inmortal Iiurhide acaba de perfeccionar la grande obra de nuestra in- dependencia, obra tan magnífica en so conclusión romo di- fícil en sus principios y fines; obra augusta que necesitaba na héroe que reuniera el valor y la prudencia, la práctica y la teórica en el arte de la guerra, el talento, la afabilidad, la resolución y..... tantas virtudes cuantas son necesarias en un General que no trata de vencer sino de atraer á sí á los enemigos de su empresa. Los Hidalgos y Allende?, los Matamoros y Mo- rolos, los Brabos y Galeanas, los Minas y cuantos gefes ta* bu la insurrección desde sus principios hasta el felice mar* i ) de 821. fueron asimismo beroes y padres de la patria, su memoria siempre *crá grata á todo buen americano, y sus nombres permanecerán indelebles en las páginas de lá historia. Pero ¡ó desgracia! el reino estaba envuelto en las ti* nieblas d¿ la ignorancia. La Inquisición, muchos eclewásti* eos y algunos hombres sabios, (1) por adulación ó por ma- licia, y confundiendo los fiites con los medios, trataron dé hacer causa de Religión la que era puramente dt estado» persuad éi Joños á que era la voluntad de Dios que fuéra- mos esclavos eternamente. Aunque casi todos los primeros gef s de la revo- lución estaban adoraaius de muy bellas circunstancias, no (1) No ha falndo ahora tal cual cura, y uno qtte otro escr ¡torcido obv.uro qu¿ ¿ los principios de nuestra gloriosa lucha, trataron de de- sacreditar al heme y la causa que defendía; pero muy en breve te vie- ron despreciado* por Ii opinión común y enmudecieron confundidos «ouio los ídolos de Egipto á la presencia del Mesías*% i reunid ninguna todas las necesarias para el caso. Así es que el que era valiente, oo era sabio; el que tenia intrepidez, ca- recía de prudencia; ti que estaba adornado de literatura, no tenia táctica militar; el que era buen guerrero, era mal po- Jítico y asi todos. LV la multitud de tales gefes, de los que nadie que- ría ser el último, resultó entre ellos la emulación y descon- fianza, la que se hizo tracendental á las tropas, llamadas por el gobierno de México chusma y p t\ i.Ias con toja propie» dad, por su poca ó ninguna disciplina, y su casi general in» moralidad é insubordinación, con cuyos vicios no podiendo muchos ser soldados, se convirtieron en opresores de los pueblos. No fue mucho que bajo tal aspecto presentase la insurrección una faz horrorosa desde sus principios, ni que sus mejores ge fes hubiesen sido destruidos y olvidados, ni que contrariada la opinión y aun casi como extinguido en todos el amor de la patria, hubiera triunfado el gobierno opresor, de la const >ncia de los buenos, después de haber talado nues- tros campos, asesinado á nuestros defensores y derramado núes* tra sangre con tanta profusión como inhumanidad. En este triste estado, sin gefes, sin arm\j, sin sol* dados, sin protección y sin concepto estábamos llorando eo el silencio las desgracias de nuestra patria, mirando entroni- zarse á les aduladores y egr ¡«tas, acaso y sin acaso sobre ias ruinas de los hombres de bien, y precisados á sucumbir al capricho y antojo de los directores del gobierno. Asi permaneciéramos si el cielo, apiadado de nues- tras prolijas desventuras, no nos hubiera deparado un ángel tutelar, un genio bicrhiíthor en el inmortal lturbide, que dan- do en el pueblo de Iguala el grito santo de la independen* cia, y resonando por todo el septentrión Americano, al sua* ve impulso de sus dulces ecos, cayeron rotas nuestras vie- jas cadenas con la misma facilidad que en otro tiempo se desmoronaren las murallas de Jericd al ruido de las trompe- tas que atrmp¿.ñ-ban la Arca del antiguo testamento. El Dios de Israel, que libertó á su pueblo de la dura esclavitud de Egípt , es el mismo que visiblemente ha protegido nuestra causa Estemos obligados al mas sinréro re- conocimiento, y desde luego le tributamos las mas rendidas gracias por tan visibles beneficies. Empero, este Dios augusto que sdoruó á Moisés/ con las vírtndes necesarias para qoe fuese libertador de Is- rael, adornó á nuestro digno General con las mismas, para qoe fuese el Moisés de nuestros días, el libertador del Ana- hnac* A Dios se debe dar lo qoe es de Dios, y al Cesar lo qoe es del Cesar, Las primeras gracias se le deben á Dios como autor de todo lo bueno, qoe destinó al inmortal Itur- bide para esta grande obra, y las segundas al héroe porque correspondió fielmente á sus bondades, usando bien de las virtudes que se le concedieron, con cuya reunión ba logra- do la completa emancipación de la América, de un modo y en un tiempo, que hará la admiración de las edades presen • tes y futuras. Es decir, sin sangre (2) y en el corto espa- cio de seis meses. Pero y qué ¿la felicidad de la patria consistirá en ha* berse hecho independiente de la España? De ninguna mane* ra, si esto es lo que se ha conseguido solamente. La felici- dad sólida de la pátria no está en no recibir leyes de Espa- ña, ni de otra potencia extrangerá, no estriva en que los primeros puestos civiles, políticos y militares los ocupen sus hijos, ni menos en que se llame potencia soberana ó magno imperio* Con estos titolos augustos, con esta absoluta libertad de darse le» yes, y con la facilidad que ya tiene de premiar á sus hijos benemé- ritos, no pasará de un reino obscurecido, y jamás figurará entre las altas potencias de la Europa, si no procura desde los princi- pios que su soberanía sea respetable, inviolable su unión in- terior, «as leyes sabias, su gobierno benéfico, y su indepen- dencia brillante y duradera. En ecto si que consiste la fe'i« cidad de la pátria, y no en una aparente independencia que con nombre de Señora la haga esclava del lujo y de las eos» tumbres extrangeras, la sujete á los caprichos de ágenos ga- binetes ó la subordine á los antojos de sus propios, mal ele- gidos gobernantes. ¿Y como conseguirá libertarse de unos males que ya desde lejos le amenazan? volviendo atrás la vista, advir* • (a) Aunque se ha derramado alguna sangre en Tepeaet, Córdors, Qucréfero y Azcapotzalco, ha sido muy peca, comparada ion la que debía haberse derramado, si otro gsfe menos prudente y humano hu- biera emprendido tan alta empresa.tiendo, que como decían los antiguo*: »Nada se ha hech* si /¿lia alga que hacerse,« Hacer ver cuanto es le que nos fal- ta para asegurar nuestra felicidad, y de que medios nos de* hemos valer para conseguir lo que nos falta, será la materia de los capítulos siguientes. • Capitulo II. Es de la primera necesidad instalar un gobierno pro xicional que juzgue, en lo que no se oponga á nuestro sistema indeotnáientt* con arreglo alas antiguas leyes y constitución española, inttrin se ce- lebran las Cortes Americanas. X-Sas leyes y los gobiernos justos son tan necesarios pan que florezcan los estados, como las velas y los timones para que las naos naveguen felizmente. Las leyes sen los preceptos por los que se arreglan 4 deben arreglarse las acciones de los hombres reunidos en so- ciedad, y los g«¡bremos son los conductos por donde se co- municar) tiros preceptos, ó mas bien; las fuerzas motrices que dan impulso y v¡g ,r á estas leyes, que escritas y sin prac* ticarse no son sino conceptos quiméricos, ó entes de razón imaginarios. Tan ciertos han estado los hombres de estas ver- dades, qt * apenas hubo pueblos, cuando dictaron leyes y es- tablecieron gobiernos protectores de la seguridad individual del ciudadano y de sus intereses. Y si estos auxilios han si- do tan urgentes en los principios de las sociedades, ¿cuanto ñas lo serán en las mutaciones de tm sistemas poiíticos? Este es uno de los puntos de la mayor atención que debe ocupar la dt los que se han encargado de la felicidad de la patria. Difícil es dictar leyes justas y sabias para un pue- blo naciente, y que acaba de salir de la barbarie; pero lo es mucho mas dictarlas para un grande imperio ya ilustrado, que no neccMta que lo arreglen sino que lo mejoren de legislación. Siempre son peigrosos los tránsitos repcn:tncs de un estado á otro, sea en lo físico ó en lo moral Por tanto juzgo de la mayor delicadeza la i ai tala, ion del nuevo gobierno, yme parece moy conveniente, qne sea como fuere, importa macho que por ahora se hagan pocas innovaciones en la le* gitlacion, sino que se juzgue según el sistema liberal con arreglo á la constitución española, en cuanto no se oponga al sistema liberal independiente que hemos adoptado, ya por* que no conviene poner de on golpe en posesión de toda su libertad política, á un pueblo acostumbrado por tantos año? i la mas ciega subordinación; asi como no conviene franquear una mesa espléndida á un febricitante en el primer dia de su convalecencia; y ya perqué siendo tal vez necesaria 1? crea» cion de nuevas leyes, tendrían éstas siempre el defecto de na* lidad por falta de autoridad bastante en los dictadores. De que deducimos: primero, que es necesario un gobierno para la recta administración de justicia, y para la conservación del orden público. Segundo: que no residiendo en estos gobernantes fa- cu'tades legislativas, deben regirse por las mejores le) es que nafta hoy conocimos, cuales son las constitucionales de Es- paña, hasta tanto no se instale el augusto Congreso de lai Córtcs Americanas. Capitulo IlL De la necesidad de la pronta celebración de Cortes f del modo conque debe procederse á la elección de Diputados. L naturaleza de los males indica Ta clase de los reme- d'ms oportunos, y la urgencia de aquellos, inspira la pronta aplicación de estos. Un reino que a.aba de hacerse indepen- diente porque, entre otras cosas, no se acomoda con el go- bicno español, no debs de estar contento muchas días coa que se le mantenga b. jo el mismo, ni bajo las. mismas leyes» pues dirá y dirá bien; que estas no le proporcionan la fe - licidaJ que desea, y que so independencia es fantástica y se ha quedado en juego de palabras.. A on golpe de vista se ve, qne no nos seria de nin- gún provecho el descontento general del pueblo por. esta cau* *3t y todo político convendrá en que interesa removerla, dando prisa á la instalación del Congreso, como qne él6 tolo puede crear leyes nueva*, ¡astas, valederas y benéficas i la Nación que legítimamente representa. Hay cosas tar claras que luego que se dicen se en. tienden, y es acreditarse de ignorantes insistir en probarlas. Tal es la necesidad de la pronta instalación de Cortes Pa- semos á tratar de la elección de Diputados Esta es una materia tan importante al pueblo, que txije mas prolija detección, y deseara tener el caudal de lu* ees suficientes para tratarla con la debida dignidad; pero di- ré brevemente lo que me parezca con la claridad y sencillez posible, en obsequio de una pátria que tanto amo. Es tan importante el acierto er. la elección de Di- putados, que de él pende nada menos que la felicidad de los pueblos, y siendo siempre necesario este acierto, lo es aun mucho mas en las primeras elecciones, como q us los primeros Di- putados son los que van á zanjar, no menos que los cimientos de la grande ebra que se va á levantar á nuestra vista. Pero qué ¿el pueblo ha de elegir á su* representan* tes? Si, el pueblo es á quien pertenece únicamente tan alta é interesante facultad. Al pueblo digo, y no á algunos del pueblo, toca elegir sus Diputados, porque en todo él, y no en algunos reside la soberanía, y a<¡ todo él es quien pue- de delegar en algunos ana gran parte de esta soberanía auto- rizándolos para que desempeñen sus funciones en beneficio de la pátria. Y pregunto: según estos principios inconcusos ¿se verifica que el pueblo elija Diputados, eligiéndolos como pre- viene la Constitución Española? Elegidos de esta manera ¿se- rán válidas las elecciones: He aqui dos preguntas que pue- den cuestionarse con ardor; pero que son bien fáciles de re- solver. Venero como debo los talentos de los señores que prescribieron la fórmula de las elecciones de Diputados; pe- ro si no me engaño, creo que bajo de ella, no le queda al pueblo la justa libertad para elegir, y de consiguiente que son nulas las elecciones, hechas á nombre del pueblo, y co por el pueblo mismo, % Los únicos que elige el pueblo libremente ron los compromisarios: después de estos nada elige, y de aqui se sigue que pas.da la gerga de electores de parroquia y de partido, van saliendo unos Dipurados, mil veces, tan contra la voluntad general, que el puebio se admira y au.i se ir*n 7 rita de que lo representen unos hombres de quienes siem- pre ha desconfiado, y á quienes jairas tuvo intención dt elegir. ¿Y de qoe nace esta monstruosidad? De qne el pue- blo cüje libremente (3) compromisarios, estos eligen electo* res de parroquia con menos libertad: los de parroquia coa menos á los de partido, y estos con menos que nadie á los Diputados á Cártel: de modo que en estas elecciones alambicadas se va perdiendo la libertad del pueblo á pro- porción qce se va subdelegando de unos en otros; asi co. me, según las leyes del movimiento, el cuerpo impelido «a perdiendo su fuerza á proporción de lo que se aleja del cuerpo impelente. De todo lo qnc se deduce, que el modo de ele» pt Diputados conforme al sistema español, es casi siempre moy expuesto á las intrigas, coechos, y seducciones de los nulcs, y esto trae funestos resultados, que deben serlo mas en las próximas y primeras elecciones de la América, si no las hace el pueblo inmediatamente' y con entera libertad. Nirguna dificultad s*. advierte para que esto suce- da si se quiere. Avísesele al pueblo con tiempo para qué día se hao de hacer las elecciones de Diputados en cada Capital de Provincia, y en cada lugar que llegue a mil vecinos. Hecho esto, el dia citado, después de una mi bre los santos evangelios. La fórmula del juramento seria esta, juráis d Dios, (3) Cuando los elije libremente , pues las mas veces los elija según I* voluntad de lo* Cura» v jueces. d<- lo¡> pucb'os El año pasado en Oaxaia fueran L» elecciones ca'ónict mere-nt les Est» aechas al gu»to de cja.ro canóaijjos y ouoa tauto» cjiucrciautcs.8 (diría ta autoridad eclesiástica) Juráis ,i Dios cumplir fiel j exactamente con ti encargo que os hace la nación 1 = Si ja. fOf respondería el juramentado, se Si asi lo hiciereis, couinua» ría el superior, Dios os proteja, y si not os castigue seve- ramente. Sin embargo de una conminación tan siria en on acto sagrado y religioso, como la vieja decia que con ex* comuniones se podia pasar; pero con multas no; porque la humana miseria mas se contiene con la amenaza de penas tem- porales que con las eternas seria muy útil que concluido el juramento, se levantara el Síndico del común, y leyese en vos bien atta y comprensible el siguiente decreto: =» La regen.¡a del imperio manda que a cualquiera de los jueces y jura* mentados que aqui nos hallamos, que se le advierta y jus tinque alguna ocultación de votos, t^ferencia de ellos, u otro género de maquinación, sea en el acto, y á presenJa del pueblo pasado por las armas, sin darle mas tiempo que Una hor* para que se disponga á morir, siendo su cabeza puesta en un palo ^or tres dias en este mismo lugar, coa un mote que diga « por traidor 4 la confianza pública. Si por desgracia hubiera alguno tan desesperado que se atreviera á serlo, seria ejecutado en el acto é inmediata* mente se escogería de entre la multitud otro individuo qoe lo reemplazara, y se continuaría la votación, corregido el vicio castigado. Para esto asistirían tres jueces letrados con su es- cribano y el número de tropa suficiente para sostener su sen- tencia y sus personas. La votación se haria de esta minera: solamente lo. padres de familia de todas clases y castas del estado tenJmn voz y voto en las elecciones, sin que ningún eclesiástico, ni soltero ni viudo la tuviese. Asi se haria tan apreciaMe el matrimonio como ahora lo es el celibato para los libertinos. Cada casado padre di familia antes de votar pre- sentiría á los jueces por medio de ios colectores de vetos ll certiá.acion de su cura Como estas elecciones en las ciudades populosas debían distribuirse por Parroquias , seria muy necesario que a«i>te>en á ellas los curas acompañados de sus nótanos que llevasen ios libros de partidas de matrimonios, para que en caso de duda, pudiesen comprobar fácilmente las cuiMuacio*pes qae presentan tai feligreses, para cerrar asi la poerra á toda superchería que propendiera á suplantar las firmas, ó á fingirse con diverso nombre del propio. Concluida esta diligencia, se procedería i la vota* cion por cédulas asi como usaba n so ostracismo los griegos y romanos. Cada votante pondría en la cédula so nombre y et de la persona á quien daba so voto. Esta cédula la entregaría al colector qne le tocara, quien la tomaría, y levantada en alto la colocaría en uno de muchos y grandes tablones que debían estar á los lados d«l tribunal con sus líneas señaladas con grandes números, y allí «e pegaría con engrudo, de suerte que cualquiera pudiera estar seguro de que su voto estaba en el número 6. ó 10 ó 20. ó mil. Puestas las cédulas en este orden y con tal publi- cidad; uno de los revisores por una parte, y otro por otra iria leyendo en alta vez los votos de esta manera: numera uno, D. Fulano de tal, diciendo el nombre del votado y runca del votante. Los escribientes formarían sus listas encargándose de una ves del nombre de los votados, del número á que correspondían y de los votos qae sacaban, que se pudieran hacer de este modo: Números. Nombres* Votos, 12......., . . . D. Juan H. ¡ • % • • ocooooo. lf...........D. Pedro B.....oooo. 125...........D. Andrés N.....0000. 'ó sí hallaban otro modo mas seguro y fácil, se valdrían de él, el caso es que las listas se facilitaran á la comprensión de los jueces y secretarios. Cotejados los votos y sacado el número exedente i favor de los votados, el fiscal revisaría las listas para sí es- taban correctas, presentarlas con su visto bueno á los Señores jueces para su autorización; y si no, corregirlas ú averiguar (1 fraude si lo hubiese. Cualquier votante estaría autorizado para advertir un10 fraude cuando lo notase: por egemplot el colector leía» nú- mero 10 D. Francisco Carrucho: nú ñero II D. Manoel Pe* rez: nú ñero 20 D. Francisco Camacho. En este caso cual- quiera podría decir: ese nombre está en el número 10, y no necesita sino ana raya mas, y asi en el número 20 debo ha* ber otro nombre distinto. No sé si me he explicado, y deseo ser claro en estas ocasiones. Pondré las listas de los tablones. Números. Personas. Votos. 1............• D, Juan N. • • . . . 0000 2.............D. Pedro B.....0000 3* t * *.........!)• Ignacio Z.....coco Asi es que los colectores tendrían el trabajo de re- visar los nombres y de ir poniendo su raya (que aqui im- preso vale por ceros) á cada voto. Aqui ocurre una dificultad y no pequeña. Hay en uua Parroquia dos ó tres sugetos beneméritos á quien mochos dan su voto, y son de un mismo nombre y aoellido. ¿Qué haremos para saber quien tiene la pluralidad? Yo no encuen- tro sino este- Que después de escribir en las cédulas el nom- bre del votado se ponga su oñcio u ejercicio público ; esto es: D. Juan N. abogado. D. Juan N. labrador, &c. y de este modo cuando se hallen dos de un mismo apellido, fue» den distinguirse por sus oficios ú ejercicios, Yo conozco y. confieso que esto es muy difícil, que es muy trabajoso para los colectores y rasadores de votos; pero no encuentro medio mas fácil con .que simplificarlo. El caso es que conviene que el Pueblo , digo , todo individuo de él esté satisfecho de que se publica, se escribe y se co- teja el nombre del sugeto á quien dé tu voto. Haga juicio el público de que si con tantas reser- vas y prolijas precauciones se notan mil dificultades para ex- primir el voto legítimo y uniforme de la nación, ¿qué será si se hace con el atropellamieoto y exposición que se nota en el modo anterior? Hechas las elecciones de esta suerte , en un mstno día» supongamos, el primero de finero, y en todas las Ciuda-II del y Pueblos grandes de Provincia, se imprimirían listas de ios individuos que en cada parte hubieran sacado mas votos, y se fijarían en los parages públicos, asi como se hace con los números premiados en la lotería. Donde no hubiera im- prenta, se harían en el acto las listas manuscritas; pero de un modo ó ds otro se fijarían autorizadas por los jueces, para que fuesen dignas de crédito. Inmediatamente se pasarían copias certificadas á las Capitales de Provincia, y en estas el dia cinco, previas las formalidades del juramento, se abrirían publicamente, se lee- rían, se cotejaban y se extractarían los sogetos que hubiesen reunido la pluralidad de votos de todos los pueblos, los que serian los legítimos Diputados á Curtes. Acto continuo se darían á conocer af pueblo por medio de listas, y al dia siguiente con asistencia de los que hubiese en la Capital, se cantaría una Misa solemne en ac- ción de gracias al Todopoderoso. Sin pérdida de tiempo se daría parte de todo i (a Capital del imperio, y el dia quince en esta se publicarían los nombres de todos los Srés. Diputados. Para el día treinta y uno deberían estar en Méji- co todos los Señores Vccales, y el día primero de Febrero asistirían á una misa solemne que en invocación de la gracia del Espíritu Santo diría, per ahora, el Sr. Arzobispo, y en los añes siguientes el Eminentísimo Nuncio Apostólico que debe residir en la Capital del Imperio. Concluida ia misa, saldrían en procesión los Seño- res Diputados acompañados de las primeras dignidades ecle- siéiticas y autoridades civiles y militares, repicándose gene- ' raímente en el acto y haciéndose por la artillería y tropas las mismas salvas qne se harian á un Emperador á la entrada en su Capital. De esta manera se couducirian al Salón de Cortes, y después de arengar el Presidente, se abriría la pr¡« mera sesión. He aquí el modo mejor á mi entender de que las elecciones de Diputados fuesen libres, públicas, justas, vale- deras y á satisfacción de todos. Acaso se notaran mil di- ficultades, que vencerían los talentos ilustrados poco á poco» según las mismas dificultades se ofreciesen; pero sin perder de vista el ponto principal de que fuesen hechas inmediata*tímente por el pueblo, y tan á ta satisfacción qne descan- lará con confianza en sus representantes» Resuelto el mejor modo de la elección de estos, pasemos á instruir al pueblo en las drcunsnacias que debe tener un Diputado*Nrfm. 2. Fól, ij. IDEAS POLITICAS Y LIBERALES. 43)o====o== ood" CAP. IV. De las cualidades que deben tener los Diputados, y cuanto conviene que los mas sean seculares. T^Ll Coman del Paeblo eree qae son mochas tas cualida- des qae se requieren en el qae ha de ser Diputado á Cor- tes , y machos piensan que son tales que pocas veces se reúnen en un mismo individuo, poique se persuaden que ti que ha de ser Diputado debe ser muy sabio, rico y con alguna investidura ó representación de carácter, de empleo é* de literatura; como eclesiástico* licenciado ó* doctor. De este error nacen machos, no siendo los me- nos la vacilación de los electores, el desprecio de los be- neméritos y la preferencia que conceden mil veces al ran- go de los que eligen sin considerar otra cosa. Empero, ahora que tratamos de persuadir la jus- ticia y la necesidad qne hay de que el Pueblo todo elija sos representantes, inmediatamente por sí, y sin el auxilio de intérpretes que muchas veces no corresponden al idio- ma de sn voluntad» es de nuestra obligación decir á este Pueblo soberano y elector que para ser Diputado solo son necesarias tres circunstancias, de modo que el individuo qoe las reúna, será un excelente Diputado. Las circunstancias ó cualidades esencialmente necesarias son estas: 1. Mucho amor á la Patria, 2. Regalar talento. 3. Firmeza de carácter* Cualquiera del Pueblo que posea estas prendas, se- n un Diputado digno de la confianza de la Patria, sea quien fuere. Como tenga mocho amor á su Patria con un ta-lento regalar; aunque no tea sabio, se hará} estudiando , y consultando con los sabios y con la razón ; y después de que esté asegurado de que á la pátria le es interesan- te esta ley ú aquella reforma, la sostendrá cen firmeza de carácter que posee, sin que lo intimide la singularidad de su opinión, la preocupación general y contraria, ni la muer* te misma. Si, Nación Americana: cuando tengas cnos repre- sentantes ?Jornados de tan nobles virtudes, descansa en ellos, y gloríate de que harán tu verdadera felicidad por muchos siglos. Estas cualidades habréis de solicitar en vuestros Di- putados, Pueblos todos de la América septentrional, y no el brillo del empleo, el aparato del dinero ni la distinción dei trage. Donde se halle un hombre que os ame con de- cisión y que tenga valor de sacrificarse por vosotros en caso necesario, allí hay un Diputado: elegidlo con los ojos cerrados, sin ver si es pobre ó tico, noble ó plebeyo, li- terato ó lego. Os lo repito: amor á la patria, talento re» guiar y firmeza de carácter es lo único, es todo lo que se necesita para ser buen Diputado en Cortes, y no ca- rácter espiritual, títulos ni condecoraciones civiles, ni sun- tuosos aparatos de ricos. Dios dá las cualidades que os digo á quien quie- re: á vosotros toca elegir los que las tengan. ¿Y como po- dréis saber quienes de vuestros conciudadanos las poseen y quienes no? Os lo diré para que os aprovechéis La com- paración, dicen los filósofos que es uno de los modos de saber; pues comparad entre este, aquel y el otro quien de los tres ha dado mejores pruebas del amor á su Patria, y cuando la experiencia y la razón os persuada, que Pedro labrador es mejor para el caso, que el cura Antonio y el conde Juan , elegid para Diputado al labrador sin acorda- ros del cura, ni del conde. No por esto digo que conviene excluir del Con ^rcro á los eclesiásticos, á los nobles, á los letrados, ni á nineuna ciase del estado. La soberanía reside en la nación, y componen jóse esta de varias clises, todas la represen- tan, V cscluir" á algana de la debida repren-nuebn , seria agraviarla é incurrir en el mismo defecto de que acusarnos á las Cortes españolas , cuando escluyeron á las castas de Ja clase de ciudadanos.f • >w Pretendemos, {mes, que el Congreso se componga