a, gracias á Dios, tenernos libertad de imprenta: nos comunicaremos con los sabios de todo el mundo: las naciones cultas juzgarán del grado de nuestra civiliza- ción por los datos seguros de nuestras producciones, ¿Qué dirán los sabios del Entremetido, de fus impug- nadores y chistoso historiador? ¿Qué ju>gárán del que proclamó á sus ce nciudadanos, de les diálogos del Te- jedor, del Ciudadano á su cocinera &c. &c. Hasta aqui vamos bien : se deduce de estos escrito*, buenos ó malos, una verdad importante; y es, que en Puebla el espíritu público esta formado y decidido por el ré- gimen liberal de la Constitución : que detestamos el despotismo, y hemos abrazado con ardor el sistema de la libertad. En la causa del mal-hadado Entremetido se ob- servó la plausible singuhridad.de que contra uno solo sospechoso, á la verdad, cargaron como de concierto los escritores constitucionales, y con el torrente de su indignación lo sofocaron y redujeron al silencia. Por cierta fatalidad que se opone al progreso de nuestra ilus- tración salió entonces un D. Toribio contradiciendo lo que bien ó mal no hablaba con él, y se había escrito í mas de dos mil leguas de su gavíncte, y en circunstancias de que no puede t¿ ner i leas: véase otra manzana de dis- cordia tacto mas funesta que la pastda, cuanto que aqui los escritores constitucionales no obran con la pruden- cia que en la contienda pasada, pues un señor cjue setitula: Impar cial y amiga de su razón, con su ca« lifkacion inoportuna, y su crítica tan ::: como imper- tinente va á producir la desavenencia entré las armas bien unidas de los autores conocidos hasta 3qui. Aquí es Troya: aquí es el zafa-rancho de Já venta de D. Quijote. Vamos por lo que á mí toca. Señor Amigo de su razón: ¿no nos hará favor "'"de explicar á que viene la hoja de servicios de V. que se lee en el primer párrafo de su coloso papel ? ¿ Es d ble que su noble fmtasia haya crecido á tan suma gradó que sé nos proponga por modelo de utilidad d stis concntiaiahbs, y perqué alguno no se con- forme con su modesta conducta lo trate de cuerpo* muerto? ¿Qué viene V. de la ís'a de León, ó de la 8 Galicia ? ¡Santo cielo! Si hablamos de Constitución y, gracias á Dios, aqui se ha establecido sin que se gaste un cartucho, ¿á que salen nueve mo$ de ataque y derramamiento de sangre? La peor es, señor mió, que V. que defiende al Ex no* Sr. Agar, alega unos servia cios que no serán de su aprobación: no le gustaba á. este humano gefe la gueira con nuestros hermanos* de America. El la indica en la proclama misma que V. defiende. 1 Seamos filósofos: es a'go difícil con tanto amor- propio: pero ahora no se ha de menester mas que un. poquito de equidad. Si V. se propone al publico como un. modelo de bravos y filósofos militares ¿por que no pue* «V conscr tir que el que proclamó á sus conciudadanos "haga alarde de haber festejado la Constitución- mas queninguno otro, en esta ciudad ? Vea V. que es una cosa no- toria! en ese día habia algo de tibieza; ahora hay algo menos. Ya se vé , si batí llegado de España muchos buques cargados de patriotismo; de suerte que se han deciJivlo hasta los que repugnaron las muestras de mi adición al sistema liberal. Conque, señor mió, si V. és ejemplar en su carrera, y lo sabemos por su boca, yo lo soy entre los celebradures de la Constitución; si soy culpable en ostentar publicamente mi mérito que nadie contrajo, V. por lo menos, lo es tanto como yo: si uno y otro hemos hecho mal, aquí viene á cuento esta conclu- sión de la,fábula que imprimió cierto ciudadano: Lo mismo dicen los necios cuando dan én ser matracas,, unos á otros se murmuran el vicio que entre ellos anda. Mr papel Conchrfatanoi, si reflexiona- V. tiene el estilo de su genero, esto es, claridad y concisión . Lástima que no haya una academia de ciencias que ad- judique entre nosotros el premio de la elocuencia. V. como calificador de piezas, quien se lo concedería? Yo habia de proponer que al que se hallase con mas hinchazón y verbosidad, y estuviese- dirigido al peque- ño objeto de decir lo que todos saben, porque con me- nos aparato lo escribieron otros. ,En la disertación no pequeña de Wse encuentra lo que advirtieron elLi* beral y el Gallego, con la diferencia de que esjtos nos hablaron en menos palabras conocidas, y como pru» dentes. se limitaron á contender con el Entremetido deD. Toríbio; pero V. en lenguaje qne parece griego ha declarado una guerra á Ja boha del público. Si señor, del público, pues aunque la Constitución tiene trecien- tas rr.ii espadas y otras tantas plumas en su defensa,' los ciudadanos que forman el público no tienen tre- cientos mil reales que emplear en papelones de críticas, réplicas, impugnaciones, vindicaciones del honor lite- rario. Dc de su sepulcro ha exclamado el caballero Man- chego: Non mi quietud con voces alborotes, Ni demandes mi ayuda azar resuelto: Pues te fago saber, y es bien lo notes, Que si anda agora el murda tan revuelto Es solo porque en él sobran quijotes. :::::: Arriaza. NOTA. Cuanto se puede decir del Hablador, es que merece c^te infame título: sus excesos y mordacidad lo hacen indig- no de que se le trate en lo público, pues tan descarado far- sante no se corregirá por el camino de la discusión y el ra- ciocinio: para tales entes son los frenos de la ley. El Constitucional. Puebla Junio jo de 1820, Oficina de D. Pedro de la Rom. Gratis^