APOLOGIA DEL MANIFIESTO DEL SEÑOR AGAR. XVXuy señor mió: la pública ilustración, la necesidad que te* Temos de desterrar muchas preocupaciones que se oponen al f»oce de nuestra felicidad, el conocimiento claro de nuestros de- beres, una declaración de nuestros derechos para usar con justi- cia de ellos, ía verdadera libertad del hombre, la ciencia de la legislación,.,., estos eran objetos dignos de su pluma, y lo que yo esperaba de sus delicados conocimientos, de su vasto genio, y de su conocida filantropía. Este es el único fin que nos había- mos de proponer en la libertad que tenemos de publicar nues- tros pensamientos, esto es lo que ordena nuesira Constitución, y lo que únicamente debe desear un buen Español, ¡Que desgracia] ver un literato reducido al pequeño círculo jar cubierto el va ío que dejaban aquellos capitales, y sus pro- ducciones? Que hubiera sido mejor {pagar á los pobres sacer-dotes, pagar á las tropas, ó proveerías vacantes, y restaurar á los PP. Jesuítas? Que hubiera sido mej..r ¿abstenerse de aumentar los impuestos al pueblo, y no traer i los padres Jesuítas, ó aumen- tar y agravar las pensiones, y restaurar á los PP.i Espero su respuesta á estas preguntas, y solo añado, que verero la virtud y literatura de esn ocupada su Metrópoli, y á su Rey en país enemigo, pudo, y debió formar Cortes, arreg'ai sus leyes, quitar Los vicios de su administración, reformar sus ministros, y tribunales, y dar Un nuevo ser á la real hacienda, á la milicia, á la policía, al comercio, y á todo lo que íazgase" útil, bueno y justo. V. dice que no mudó gobierno, pues no ha hecho otra co- sa que restablecer el antiguo. Esta es la contradicción mas cla- ra que puede ieeirse. El Señor Don Carlos IV no observaba el antiguo gobierno de la Españ.i; luego si la España restable- ció en las Córtts su anticuo gobierno, mudó ciertamente de go« bierno. Mas claro: el gobierno de Señor Don Carlos IV. no era el mismo que el gobierno antiguo de la España; luego cuando la Na. ion en Cortes dejó el gobierno de Peñr r Don Carlos IV. adr p'ó elantigúo, se debe decir que la Nación mudó de go- ieroo. Compara V. el gobierno que se adopta, respecto de otfo que se deja, en un Vi y que se va y su menor que viene; con una casa que se cae, \ las p .redes que se levantan. Entraño mu- cho esta esplilacion en boca de un jurisconsulto sábio: la compara- Clon no tiene términos: ningún Virey ha traído jamas sobre su antecesor el poder legislativo, n la casa que se levaría aunque 5ea igu.r, se acornó que vivía- V. dr penseme que no lo crea bajo su pa- labra. En lt.g.atcia, cu.,nüo Alaría la hija de Enrique y Catalina lisíA ,Q 5biai.Su si a» lííúgho út roq t>**I<Í*u3 aa nai<*miáe Aragón disputó el trono á Juana Grey; cuando subió !a Isabel &c. no se mudó Dinastía, y moría el cuerpo político, como dice Goldsmitht y si no fueran tan largos los pasajes que M. de Real trae cuando llabta de Genova, y Venecia en el tómo a, de su obra , Ciencia del gobiérnalos copiaría con muellísimo gusto para que V. conociera su equivocación. Valga la verdad, Sr. D. Toribio: el público pr> *abe todav ia lo que quiere decir muere el cuerpo polí- tito: necesita, y desea saber antes,otras nociones mas sencillas y fá- ciles, como las que forman el principio de la ciencia de la legisla- ción: lo que se le 4ebia enseñar al público es, que el objeto de la legislación se deduce de la sociedad; que la legislación tiene sus reglas, y que sus errores son el principal daño de la nación: se le debe enseñar la decadencia de los códigos, las dificultades que en- cuentra una nueva legislación, ó la restauración de la antigua, y la madurez que debe tener el estado del pueblo, para que pue- da conocerla, y abrazarla Cuando V. le haya esplicado todas es- tas cosas si público, y á 6u cafetero Damián, se podrá enseñdrle como muere el cuerpo polítho. Sin estos conocimientos, sería lo mismo que hablarle en griego; lo leerá, y lo disputará, si acaso se juntan dos cafeteros tan sabidillos cerno Damián; pero ¿q