DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL CIUDADANO. COMPRENDE OCHO ARTICULOS DISTRIBUIDOS \ EN IG-UAL NUMERO DE CARTAS. rOR EL GALLEGO J. T. puebla: 1820. Oficina del Gobierno, calle de Herreros.Sapentem nsmnem fuisse nisi ¡iberum. Cicero. Farad. 5.NúM. t. * CARTA t*. Art. í. Reflexiones generales sobre la sumisión que el Ciudadano debe tener al Gobierno bajo de que vive. ¡^XU¿ haces en la Corte querido hermano, cuando tanto deseo tu com-» pañia! ¡Siempre ocioso y divertido! Ya que no puedo romperlas cade- nas que te detienen, quiero á lo menos distraherte, escribiéndote las con- versaciones que he tenido con el caballero Kirban. Hace algunos dias que nos acompaña en este delicioso retiro de Tecomaluca, en que se han reuni- do la libertad y la filosofía. Este Inglés es político, sabio y con un carácter dulce que nada retiene del orgullo de sus compatriotas isleños. Yo estoy- encargado de cortejarlo, comisión que en otro tiempo me hubiera sido cíe carga muy pesada y que ahora desempeño con satistaccion, mirándola como un favor singular de mi fortuna. En los primeros cumplimientos le dije que el mundo camina por conti- nuas revoluciones, y que algún dia los Ingleses llegarían á aquel extremo de obediencia que nosotros tenemos;, nosotros lo abandonamos todo á la fatalidad; ¿de qué nos serviría tirar coces contra el aguijón? Sentiríamos mas su peso, y aumentando la indignación de nuestro amo, haríamos mas duro su gobierno. Quizá la mejor filosofia consiste menos en raciocinar sobre nuestra situación que en acomodarse á ella, es necesario hacernos ruido, ejercitarse en la paciencia que todo lo halla bueno y lo hace so- portable, haciendo casi iguales todo» los estados de la vida. Me vi satisfecho con semejante discurso, y creí que habia hablado de un modo que no ofenderia á mi amigo; pero sucedió todo lo contrario. Kirban se manifestó descontento de mi filosofia, y en medio de sus ex- presiones políticas, conocí que la filosofia de que yo tanto me vanagloriaba, es una cobarde y perezosa pusilanimidad que algunos libertinos adopta- ban por sistema, que los ignorantes teguian por necedad, los picaros por maldad, y los poltrones por pereza. Perdonadme me dijo Kirban; las voces de libertad y esclavitud jamás me dejan la sangre fria. Aun cuando yo no tubiera idea de los lazos que unen á los pueblos, aun cuando no su- piera que debo desear el bien á todos mis semejantes; por amor de mi pa- tria solicitaría que fueran dichosos, porque su felicidad daría á mis compa- triotas una emulación útil; asi como se adoptan los vicios de los extran- geros, se adoptan tambieu algunas virtudes. ¿Como he de ver sin emoción los progresos del despotismo que hace olvidar en la misma Europa el ob-3 jeto y el fin de la sociedad? Cuando ' el nombre ignorando que tiene de- rechos y obligaciones de Ciudadano, se degrada hasta buscar razones pa- ra persuadirse que debe ser esclavo y estimar sus cadenas, temo que es- te ejemplo contagioso prepare la servidumbre de todo su pais, temo que las pasiones acaben de evilecer su carácter, y cometería! un crimen ocul- tando ó disfrazando l^-,verdad. Disimulad mi inconsideración, le interrumpí, deseo aprovecharme de vues- tras luces, y os voy á decir con franqueza mi modo de pensar. Yo creo que todos- los hombres salieron iguales de las manos' de la na- turaleza, sin derechos los unos sobre los otros, sin reyes, magistrados, va- sallos ni esclavos; esto me (parece cierto, cojno.irta'mhien que nos dictó Ja ley de que cada uno. trabaje en hacerse.féfe Mientras los hombres du- raron en este estado, sus derechos eran tan extensos, como limitadas sus obligaciones; cada hombre era una especie de monarca que tenia derecho á la monarquía ^universal; respecto dé las obligaciones imagino que nadie podia ser culpable porque cada individuo se lo debia'todo á sí mismo, y era imposible que no obedeciera la ley que le impuso la naturaleza de hacerse dichoso. £1 nacimiento. ó formación de la sociedad produjo una revolución singular, el hombre ya ciudadano convino con sus: semejantes en no buscar su felicidad sino con ciertas condiciones, según ciertas regias, y con determinadas modificaciones; de ambas partes se hicieron varios sa- crificios y obligado á respetar en otro aquellos derechos que quería ver respetados en sí mismo, se vio el Ciudadano con unos límites muy estrechos en aquel poder absoluto que tenia como hombre. No bastaron estos convenios para asegurar los fundamentos de la sociedad en su orí- gen: este nuevo edificio debía desplomarse si no se cumplían las leyes, y fue necesario crear magistrados ,en cuyas manos renuncia el Ciudadano su independencia: desde este .momento, amigo, ya no veo en el hombre sino un rey destronado, me parece qre ha mudado de naturaleza, y que |para graduar sus nueva* obligaciones en esta nueva situación, será necesario conocer los pactos que fia celebrado con sus conciudadano*, y principalmente examinar las leyes, constitutivas de su gobierno: conside- rado el Ciudadano con respecto al orden público, es como merece un examen particular. En una Nación el pueblo es su propio legislador, en otra un senado compuesto de la nobleza posee la Soberanía; en otra está confiada á un solo hombre. El código de las Naciones presenra una pintara muy fiel de los caprichos y extravagancias del espíritu humano; cada pueblo tie- ne su moral, su poütica y sus leyes todo diferente: en medio de este caos tenebroso ; como se han de encontrar los derechos y obligaciones que pertenecen al Ciudadano? .T'n Inglés tiene razón en Inglaíe-rra, un Francés en Francia &c. Yo . be. leido á Hobbes, Grocio, VV'olf, l'u- fendorf, y estos me dicen qne un Ciudadano está sujeto á las leyes de ta sociedad de que es miembro, y los creo sin trabajo, por qued^eir queestas leyes no son la medida de los derechos y obligaciones del Ciuda- dano, sería arruinar la sociedad, á la cual debemos dirigir nuestras ne- cesidades, nuestras pasiones y nuestra razón, y sin la que no podran te- ner los hombres felicidad. Kirban me había escuchado con bastante atención; y ,tomando la pala- bra me dijo: permitidme que no sea yo en todo de vuestro parecer: se ha creído con demasiada facilidad que los derechos del hombre no teniau límites antes de fundarse las sociedades, j que tampoco tubo obligaciones que cumplir. Esta doctrina seria cierta en los primeros momentos del nacimiento del" genero humano, y en la suposición de que los primeros hombres semejantes á un niño recien nacido, tenían'-'necesidad de de- senvolver, esiudiar y perfeccionar el uso de sus sentidos de donde, de- bían nacer las ideas; pero ni nosotros nos hallamos' en esta situación, ni quizá ha existido jamás .sino en el Cerebro d.e los filósofos. .Ahora bien, cuando el sentimiento continuado de dolor y placer gravó en la memoria cierto nrítnero de Ideas; cuando los hombres con el socorro de, tí expericrcia comenzaron ;á distinguir las relaciones entre los objetos que lo rodean ; cuando pudieron n-li^xionar, comparar y raciocinar, ¿ sería verdad decir que sus derechos' eran sin liiníiesj y que no conocían nin- guna obligación ? ¿ Por qué esta razón naciente no había de ejercer nin- guna autoridad sobre unos seres que comenzaban á ser racionales? Lo que nosotros' llamamos, justo ó injusto, honesto y deshonesto, bueno y malo, ¿tenia necesidad del socorro, de ¡as leyes políticas' para pare- cer igual y arbitrario? Antes de todos los-convenios civiles, la buena fe se distingeia de la pc-vfidia, y la crueldad de la beneficencia, poique el hombre está formído de manera que-debía sentir placer ó dolor de las ac- cionas benéficas ó crueles de sus semejantes, manifestando de este modo aquel instinto moral que tanto honra nuestra-naturaleza. D.ebeis advertir, que la idea del bien y del nial ha producido necesaria- mente el establecimiento de la sociedad: - sin este socorro ¿de que medo hubieran imaginado los hombres hacer leyes? Vuestra filosofía os condu- ciría á reconocer efectos que vno tenían causa. Si ics hombres conocían el mal en el estado de la naturaleza, no les era permitido todo, porque la razón era, ia ley y los magistrados, y por tanto sus derechos eran limita- dos. Si conocian el bien, unían obligación de practicarlo. Conveuid amigo, añadió>Kirban sonriendose,- en que el establecimiento de la sociedad, lejos de degradar al hombre, lo ha perfeccionado. Las leyes y roda Ja ma- quina del gobfer.no político no se ha fundado sino para ayudar á nues- tra vasi-'.in, casi siempre impotente corma las .pasiones. De este principie debo concluir, si no me engaño que el Ciudadano tiene derecho para exigir, que la sociedad haga mas ventajea tu «itaa—. cion. Yo convengo un. que las leyes y los ¡tratados ó pactos que hi- cieron .los honibiesj- ''reuniéndose en íocitdad, ron general».ente las reglas- de sus derechos- y . ebílgacir nes;. el Ciudadano dtbe obedecer, ir.ienirts ua> coucce otras mas sabias: peto si su razo» se halla mas ilustrada y pee-fecciorada, ¿quien lo ha condenado á ser sacrificado al error? Silos Ciudadanos han hecho convenios absurdos,, si han establecido un go- bierno incapaz de proteger las leyes, ü gor desgracia se han dejado ex- traviar por conductores pirlidos é ignorantes, si buscando el canimo de Ir felicidad han seguido e¡ del error, ¿ estarán condenados á ser eternas víctimas ele un yerro, ó de la ignorancia? ¿La cualidad de Ciudadano debe destruir la dignidad de hombre? ¿Las leyes hechas para ayudar nues- tra razón y sostener nuestra libertad, han de servir para envilecernos y hacernos esclavos? ¿La sociedad fundada para alivio de nuestras necesi- dades, nos hade hacer mas desgraciados? El deseo que tenemos de ser dichosos reclama continuamente contra la sorpresa ó la violencia que se hace al hombre, ¿por qué no he de tener derecho para representar con- tra unas leyes que veo incapaces de producir el efecto que deben en la sociedad? Los escritores que habéis leí Jo ("continuó in¡ amigo] son hombres Ciertamente de muy distinguido mérito; pero cuando escribieron, se hallaba establecido en cusí todo el universo el Gobierno Monárquico, remplazando la política tendal que habla inundado al globo de las preocupaciones mas groseras; y los reyes, ó mas bien sus ministros, abusaban de su nombre y autoridad para tener á la verdad tan esclavizada como á los pueblos. Grocio era mas erudito que filosofo, y se conoce que el genio profundo con que encontraba casi siempre la verdad, estaba falto de fuerzas; asi es que una verdad valiente lo acobardaba y le faltaba el valor necesario pa- ra destruir errores que.veia reverenciados. Naeió en una república nueva en que se conocía el precio de la libertad,, pero por su destierro, lo lle- vo la fortuna al servicio de la rcyna Cristina, y entonces compuso su de~ r¡v/w de p.iz y de guerra y tubo el capricho de publicarlo bajo los •usp.cíos de Luis XIíl. l'ufendorf n'a.ió en un pais en que no habia libertad sino para los opresores de' ¡a'naciónj_ algunas'veces parece de- masiado filosofo y dispuesto á disfrazar la verdad que conocía muy bien y á la que no quiso dar en sacríociqlos.beneficios de los principes que lo piotegian. Wollio [dice Mably ]'tiehi 'todos ios errores de los dos sábiós anteriores, nadie tendrá paciencia ja.-a te'ír.éii obra tan cansada, ni jamás pudo instruir ó encañar á alguno! HobbeV, hubiera podido quitar á Lokc la gloria de haber dado á conocer los;,' principios fundamenta- les de la socieJad, pero unido por casualidad o por interés á un parti- do desgraciado, empleó todo su genio en restablecer un sistema funesto ;í la humanidad, que hubiera condenado ciertamente si en vez de los des- órdenes de la anarquía, hubiera sentido los horrores . del despotismo. Jamás estos escritores os presentarán un objeto por todos sus lados, tan pronto dividen con sutileza una cuestión, tan pronto la sobrecargan de accesorios inútiles: añaden sefisitias sobre' sofismas;' hablan del 'respeto profundo que se le debe á las leyes, y cuidan muy bien de advertir al lecto: que si luy leyes justas y proporcionadas á nuestra naturaleza, también las hay injustas á las que no se puede obedecer sin humillarni envilecer la humanidad, preparando la decadencia y ruina de tes Es- tados. A veces fingen: que no conocen á los h< mbres ni á los resortes piopios para moverlos, y si alguna ocasión hallan ^ue una adtr.iiiistra- cioa dianletralmenre opuesta ai fin de la sociedad, ha producido ca-' sualmente algún bien pasagero, os dirán con atrevimiento que es una ma- ravillosa política, y que se debe temer desarreglar su armenia. Os oirán que se debe obedecer ciegamente á la ley, y os ponderarán los peligros que hay en examinarla, finalmente ellos triunfan cuando habían ét. las turbulencias de la anarquía, de las guerras civiles; quieren que ia ra- zón calle delante de los magistrados, alarman la imaginación, y se pierde el que los crea bajo su palabra. Si yo os probara también el origen tan fecundo de males que es una ley injusta, si yo os demostrara que los vicios mas enormes de la mayor parte de los gobiernos deben su origen á un ligero error que se dirigía á degradar la dignidad de los hombres, si os manisléstára las funestas conse- cuencias de una obediencia ciega y :ervil, que en desprecio de la razón con que nes dotó naturaleza, nes trasíorma en autóniatos; si os hiciera ver que el despotismo con sus prisiones, suplicios, robos, desvastaciones 1 sordas, necedades débiles y crueles, es el término inevitable de ¡os princi- pios de vuestros jurisconsultos, ¿no lo aborreceríais con justicia? Amigo mió: jamás se aparta el hombre impunemente del orden que le estableció la naturaleza; es muy justo que nos castigue cuando querunos ser mas «ábios que ella, ó queremos ser felices sin consultarla.... Basta haberos dicho algo, rio hagamos enojoso' nuestro paseo hablando mas de 1 derecho natural y público.... No, le respondí yo con viveza, en vano queréis mudar* conversación: dignaos manifestarme el error; ocultar la ver- dad, es un crimen; ¿tendréis alguna satisfacción en haceros criminal? Mi ignorancia y mis preocupaciones las dejo á vuestro cargo; Filosofemos ■ pues, me dijo Kiiban, mas para no engañar-nos guardémonos de caminar con mucha priesa, marchemos con método y examinemos con cuidado la* naturaleza del. hombre. SI encontramos que hay cosas que le pertenecen tan. esencialmente que no se. pueden separar sin degradar al hombre, con- cluiremos que ni la sociedad ni el gobierno tienen derecho para privar de ellas"1 á un Ciudadano. Nuestro atributo mas esencial y noble es la razón; órgano per el cual nos instruye Difis de nuestves deberes y la guia que bien dirigida puede- conducirnos á la felicidad. Esta es aquella ley eterna é inmudable que,, cerno decia Cicerón, ni e! senado ni el pueblo pueden dispensarnos de ella; es la misma en Rema y en Atenas, subsistirá en tedos losi.tiempos;. y no conformarse á ella sería dejar de ser hombres. Si el gobierno bajo de.-, que vivimos nos deja el uso libre y entero de la razón, si el gobierno sir- ve para asegurarme en ¡a practica de mis obligaciones, que creo ser esen- ciales, debo respetarlo. El magistrado entonces cumple los deberes de la; humanidad, el mió es obedecerlo y ayudarlo contra las.'pasicnes .que tur- ban la armonía. Pero si acaso vivís en un pais en que el estado se baila sa*-6 orificado á las pasiones del magistrado, si el despotismo, enemigo del or- den y de] la naturaleza, os trata como á esclavos, la razón os reclama y os dice que no es este el fin de la sociedad cuando formó las leyes y el gobierno. Si Dios me hizo hombre ¿ no tendré derecho contra un déspota que me ordena ser bruto? ¿Tengo alguna obligación de auxiliar su injusticia? La libertad es el segundo atributo que nos dio naturaleza; son insepara- blei. ¿De qué nos servirá la facultad de pensar, reflexionar y raciocinar, si por falta de libertad no podemos hacer usa de nuestra razón ? Si Dios hubiera querido que la voluntad de un magistrado fuera ley para los demás, hubiera formado para tan augustas funciones una especie partir cular y privilegiada del error; no !o ha hecho, luego soy libre. Las le- yes, el gobierno y los magistrados deben ejercer en la sociedad el mis- mo poder que la razón ejercita sobre el hombre; la razón se nos dio para dirigir y arreglar nuestras pasiones, conocer y prevenir los errores y para esto deben servir las leyes y los magistrados. Volvamos ahora los ojos sobre las locuras que se han condecorado con el honroso nombre de política y gobiernos, ¿me diréis que ha de cerrar el hombre los ojos, abandonarse al error, y reservarse solamente el dere- cho de sufrir con paciencia la injusticia? Yo pregunto á los partidarios que no gustan de reformas' en el gobierno, si rehusarían á un ludio Apa- lache el derecho de mejorar el gobierno de sus compatriotas, y en este caso ¿por qué un español ha de carecer del mismo privilegio cuando vé á sus conciudadanos sumergidos en la ignorancia, 6 que después de haber cono- cido los verdaderos principios de la sociedad, vé que el tiempo y las pa- siones lo ha trastornado? Ninguno ha tratado todavía á Licurgo de se- dicioso ó embustero, porque sin tener comisión de hacer leyes reformó el gobierno Je Esparte, haciendo de sus compatriotas el pueblo mas vir- tuoso y feliz de la Grecia. Esta doctrina, concluyó Kirban, necesita un comentario muy largo, ya es tarde, retirémonos, mañana volveremos á proseguir nuestro paseo riloso- fisico. Me parece, querido hermano, que vamos á tratar la materia mas intere- sante á la sociedad; no me olvidaré darte cuenta de nuestras conversa- ciones. A Dios, tuyo siempre. El Gallego J. T. Agosto 3 de 1820. i