Núm. r. La chanfaina sequita. CARTA AL PENSAIJOR MEJICANO. jQue se cumpla la ley con la ironía, como buen ciudadano promovía. Mi,' uy Señor niio: No rengo el honor de cono- cer á V., pero ciertamente Je compadesco, por considerarle muy atareado con la multitud de co- sas que Je ocurren. Todos le han constituido su oráculo, y hasta las ciudadanas y los colegiales Je consultan sus dudas. Yo, que naturalmente soy compasivo, quiero distraerle un rato de sus aten- ciones, divirtiéndole con contarle un cuento. Va- ya: quítese V. las gafas: deje esos librotes que se Parecen á los de coro: tome un polvo, y présteme atención, En un convento de poca renta había un Prelado muy mezquino, el que por esta causa y el Poco dinero daba de comer irremisiblemente á la comunidad chanfaina en caldo muy aguado y sin ninguna espec ie. Si á los tres dias ya csiaban abur- ados los frailes con el tal plato, ¿como lo esta- ban después de dos altos? Considérelo V. por la regla de que aun perdiz diiíiaifcteftie enfada. Pues,como digo de mi cuento, ellos rechinando fueron adelante^ masen sus conversaciones se desquita- ban. La materia favorita era la malditísima chan- faina, de laque decían primores5 amen de los ta- jos que de ribete le tocaban al prelado. Un reli- gioso grave, de genio socarrón, y con mas con- chas que un galápago, calculó que el disgusto de sus hermanos podría^ ser la escala ascendente para colarse en la prelacia. Toma el partido de j granjear su estimación j en medio de la risa y la broma, y en las conversaciones sérias Ies decia: Si alguna vez fuere prelado, que no lo espero, ! crean VV. RR. que la chanfaina se-quita. Tan- | tas ocasiones lo repitió, que la comunidad se de- j cidió á favor de su persona. Llega la ocasión: I pénense en movimiento todos los resortes que en semejantes casos se acostumbran; y héteme aquí á nuestro buen fraile de prelado. El gusto fué uni- versal: se daban los parabienes unos á otros: to- do era bulla; y hay memoria de que rompiéron las dos esquilas mas grandes de tanto que repicá- ron. Aquel dia, como que muy entrada la maña- na concluyó la elección, comiéron con paciencia la chanfaina, por considerar no haber habido tiempo para disponer otro guiso; mas el siguien- ; te, en que todo dependía ya de las órdenes del elejido, aguardaban la hora del refectorio, como la tierra la agua de mayo. Hasta adelantáron el re- lox de la torre. Sea de e.* ^uiazncJ BÍ ^blKíA a.il «oh, ;> .'.rjod»! eo oMoaiBiiñ otnairn 322 snL fi*wqf>X* .nobfliabom y bBbilMbctó ó I MEJICO: 18 ao. t¡. Ib jvji.i'Ánm to 9fjp'ioq . .. 'fe, £a la oficina de D. Alejandro Valdes» ^ H