CONSTITUCION, Ó MUERTE. La Constitución, si las virtudes no la abri- gan, jamas obtendrá ¿as bendiciones del cie- lo. Palabras de la estupidéz en su despreciable papelucho. P oner en duda que las virtudes abriguen la Constitución, es dudar que un edificio se apo- ye en sus cimientos. El que desea poseer de- terminado cbj to, es porque no lo tiene; y desear c^ue la Constitución se abrigue en las virtudes, es suponerla exenta de ellas. ¿Como exenta, si la Religión del Salvador divino, es según el santo Código, la útiiea entre los es- pañoles ?¿Exenta sin embargo?: entonces he aquí ta consecuencia. O ía Religión del prometi- do á la casa de David no es venida ds Dios, ó si viene, nuestra Constitución 6e abriga en la virtud. El estúpido duda que nuestro justo libro se abrigue en las Virtudes: luego á la sazón desconoce estas: luego la Religión la* desconoce: la Religión, cimiento en que se apoya. ¡ Ah ! la proposición del ignorante es mentida fárraga para alucinará los incautos, y mentidas también las preces de que habla el amigo de la Constitución. I Y podríamos mirar indiferentes el tor- pe papelucho ? No, lo hemos jurado todos los liberales: ántes la indignación, que con- sentir palabras capciosas, y enemigas de nues- tra libertad. ííarto tiempo nuestros labios no osaron desplegarse; pero el Señor es ju?to: él volvió por nosotros; y podemos decir al orbe entero : Constitución, ó muerte. Temblad, genios sedientos de opresión y de sangre. Los liberales y los serviles no pode- mos á ui tiempo caber en la Nación. Salgan de ella los que la deshonran con su vida : al¡&asienten su trono: allá donde su aliento no infeste la patria que ya es libre. Lss luces nos enseñan á los liberales, los socolor de virtud aspiran á oprimir; y k histeria de los siglos nos enseña también á no ser tolerantes. Los pueblos, á proporción