/ BE LA LIBERALIDAD DEL INDIO. tSste y les stgtentes artículos son en conthiuacU»- del ¿>a¡.& titulado Ifatiiraleza d*l indio* »' ————............■»»»■" ■ 1 ..... o parece que siendo tan pobres, puedan s?r li- berales ios indios, y después de eso, es constante que ion hberalisimos, como si fueran muy ricos. "Por- que como quiera que esta virtud no la hace ma- yor la materia, sino el deseo, y en un principe suele ser menos dar una Ciudad, que en un po- bre cuatro reales; y por eso Jesucristo, Señor núes- • tro, á la viegesita que ofreció al Templo dos blan- css, alabó mas que á otros que con meno3 afec- to dieron muy grandes limosnas. (*) Asi los indios, aunque cada uno no pnede fructificar copiosamente; pero todos juntos, es ciertfsiroo que lo dan tolo, y que obran con gran liberalidad; porque estos pobre- sitos, como no conocen, ni codicia ni ambición, son partidísimos, y si tienen dos puñados de maiz, con gran gusto dan el uno á quien le pide. A todas horas están abiertas sus casa» para hospedar y ayudar á quien los ha menester, como no los atemorisen ó vean alguna violencia, que entonces, si no pueden defenderlas, suelen dejarlas y «desampararlas, é irse huyendo por los montes. Al cul- (*) Le. c 21. v. 2»fo divina. ya hemos dicha que ellos son quien le sus- tentan: las ofrendas y los derechos de los curas doc- trineros, todos los emolumentos, ellos son los que los causan. Jamás van á ver á sus superiores, de cual- quier calidad que sean, ya eclesiásticos o seculares, que no les lieven galiin-as, fruta, huevos, pezcado y cuando no pueden mas: les llevan flores, y que- dan consolados si las reciben, y afligidos si no ad- miten sus presentes. Andará un pobre indio cincuen- ta lecuas cárgalo de fruta, ó miel, ó pezcado, ó pa- vos, q e llaman ga linas de la tierra, ú otros fru- tos de ella, solo p ra que se lo reciban, y pedir ai- puna cosa que pe^a y vale menos que lo mismo que él ofrece, y que de derecho se le debía ro«ar con lo que pide, cuanto mas dárselo, pidiendo acue- llo que te le debe. En. prestar cuanto tienen, 110 reparan, y no sO'O lo que tienen, sino á ellos mismos te,prestan, y como sea con buen modo, á cualquier indio que se encuentre en la calle, si se le manda que Heve alguna carca, o que barra ó sirva en ahjuna casji» y se esté sirviendo en ella uno ó dos días, dán- dole-de coaier, suele prestar su trabajo sin descon- suelo, con cualquier motivo que para ello $e le ofrez- ca. Finalmente, sobre no tener los indios codicia, ni avaricia, ni amibicion» bien %e ve cuan fácilmen- te serán liberales, como hombres que ni desean, ni adquieren^, ni guardau, ni pretenden, ni granjean.. PE LA DISCRECJION Y ELEGANCIA DEL INDIO. Cualquiera que ¡ryere este discursó, y IK> conociere iu naturaleza de «sios pobr;sitos indias, le parecerá que es*.a paciencia, tolerancia, obediencia»s pobreza .y otras heroica» vnt.:des precedan cíe una. demisión y bajeza de ánimo grande, ó de' foffeib de entendimiento, siendo cieno todo lo con'rarir». Forqi'.e no Ies taita entendimiento, antes le tenieñen muy despierto, y' fio solo para Ib práctico, sino para lo especulativo, y moral y teológico^ He visto yo natura'es de indios muy vivos y muy buenos estu- diantes,- y ha sustentado con grande eminencia en Mé- xico públicas concluciones, un sacerdote que hoy vive. Son despiertos al discurrir, y muy ¿legan- tes en el hablar. Y cierto, que andando por la N. E. visitando, he llegado á algunos lugares donde los indios me han dado la bien venida, con unas plá- ticas, no solo tan bien concertadas, sino ran elegan- tes y persuasivas, y bien concertadas razones, que me dejaban admirado. Y en un lugar que se lla- ma Zacat.án, un gobernador indio dijo tantas 'razone» tan elocuentes, y con tales comparaciones'y tan ajas* tadas, ponderando la alegría que sentían de que su padre y pastor los fuese á visitar y consolar, y eí sentimiento con que se hallaban de lo q e habría padecido en la aspereza de los caminos; ' y 'dicien- do, que como el sol alumbra la tierra,^, así iba ú alumbrar sus almas; y que como él no se cansa de hacer bien, m su prelado te cansaba de cuidarlos y ayudarlos; y que las fores y los campos se ale- graban de la venida de su padre y sacerdote; y comunmente todos hablan con mucha e'eganria. Y es- ta lengua, sola de cuantas yo he penetrado'y oí- do, habiendo corrido la Europa, aunque entre la grie- ga y la latina tienen silabas reverenciales y de cor- tesía, y que poniéndolas significan sumisión, y qui- tándolas, igualdad: como para decir, padre: se sig- nifica con la voz. éaily y para decirlo con reve- rencia, se dice, tatzin: y sacerdote se dice, íío*- ^ixc¿ue, y con reverencia, te dice, teofixcaUim y4 de es*a sucrtci en la misma palabra manifiestan fc* cortesía y reverencia con que hablan. Cuando tal ver vienen á hablar a sus superiores, en cualquie- ra materia que sea, ó declamatoria quejándose, ó lau- datoria dándole gracias, dicen muy ajustadas y no superfinas razones, y rauy vivas, y son muy pron- tos en sus respuestas, y tan despiertos, que muchas veces convencen á las naciones que andan entre ellos,* y esto, con grandísima. \ resteza. Fundióse una campana en la Catedral de los túpeles, que pesaba ciento y cincuenta quintales, y salió algo torpe a! principio en el sonido, y afli- gióse un prebendado porque había sido comisario de la obra» y d-jole un indio oficial que la ayudó & hacer: no te aflijas, pidre, que luego que nacis- te, tío tufiste hallar, $ después c*n el uso luiblasté hitn; asi esta campana, ahora está recien nacida «n meneando muchas Veces la lengua, ven el uso ha? iilari claro. Y íue así, qi:e quebrantado el me- tal con el ejercicio de la lengua, salió de race* tente voz^ XE LA AGTTDEZ V Y PRONTITUD DLL INDIO. Cuando ellos, defienden su razón, la repre*- *entan con discuno* vivísimos, y la dan á enten- der de manera que convence, de lo cual propon* dré aqui un caso bien raro- Caminando un in- dio y otro vecino español» entreanibos á caballa» acertaron á encontrarse en tm pár.imo ó soledad, y el rocín del vecino era muy malo y viejo, y «1 del indio muy bueno. Pidióle aquel hombre al indio que te lo trocase» y e'l lo reusó por lo «iu« perdía en ello, prro como el uno traía ar- ju», y el «vio oo Uh traía, coa la 'tmoa útiI poctef, y con ta fiirtsáiccion áe ta fuem, fe qní-i tó el caballo al indio, pasando su sitia á el, f ie caminando, drjándo'e en su lugar a! pobre in lio *l mal caballo, y el hombre negaba que se k hu- biese quitado. Llegaron con esta quen y pendencia al lugar, en donde el alcaide mayor llamó á aq iel Jhouibre á instancia del indio, y haciéndole traer allí el caballo, le preguntó ¿por qué se lo habia quitad» til indio? Respondió y juró que no se lo habia qui- tado, y era falso cuanto decía aquel indio; por- que aquel caballo era suyo, y el le habia criad» tlssde que nació. El pobre indio j ró también q.i« se lo había quitado, y como no había nías tes- tigos ni probanzas que el juramento encontrado de la» partes, y d uno poseía el caballo, y el o ro ¡« pedia, dijo el alcalde mayor al indio, que tuvieso paciencia; poique no constaba que aquel hombre le hubiese quitado el caballo. El indio viéndose >ii* cecurs-c alguno, dijo al juez: yo -probará que este coba" lio es mió, y no de este hombre: di jóle que 1» jrobuse; y lue;jo quitándose el indio la tilma que traía, que es la que á ellos sirve de capa, cu-» brío la cabezt á su caballo que el otro le había1 quitado, y dtp ai juez: áile á¡ este hombre, que ^iíe¡ el alce que ha ctr/uto e>fe caballo, diva lue- go ¿Je e«4uüj