I EL AMOZOQUENO —r A SUS PAISANOS. c ■-Y— onciudadanos: ilustrar á todas las diferentes clases del estado sobre sus deberes y obligaciones: referir to- das sus acciones y conducta civil á la común felicidad, haciendo siempre mas ilustrado el interés personal, que de continuo tira á aislar á cada individuo, hasta hacerle insensible la relación que tiene con la sociedad, de que es miembro, y de cuyas ventajas participa, es el pun- to de vista donde se vienen á reunir todos los artí- culos de la sabia Constitución que hemos jurado: y el proporcionar los medios hasta agotarlos para su completo cumplimiento es la obligación, que se impuso cada uno de nosotros con tan plausible y solemne juramento. Entre la multitud de estos medios que se ofrecen á k vista para llenar tan importante objeto, el que entre todos se descubre como primero y principal es la insta- lación de las escuelas de primeas letras. Una casa públi- ca donde un maestro instruido y religioso observe y aumente los progresos de las facultades intelectuales, en- derece los extravíos de Ja naturaleza sin violarla ja- más, dirija á los sentidos las primeras instrucciones, aproveche la curiosidad de la juventud, enriquezca por ^ste medio la memoria, despierte y arregle la imagina-2 cion, este precioso resultado de las sensaciones, presente !(lue á las pasiones que produce sus verdaderos objetos, cjer- 110 cite la razón aquella facultad a quieirsirven todas las de- a si mas, y al mismo tiempo rectifique el corazón con todo Pre genero de virtudes morales, presentándolas por la parte que tienen de mas amable, esta es digo la base funda- mental sobre que debemos fabricar nuestra felicidad. Porque ¿quien no está plenamente convencido de que estos establecimientos son los que influyen inmediata-, mente en la prosperidad pública ?• En ello- nacen aque- llos hombres, que le can digámoslo así el tono. í toda Ja Nación, que son el deposito de sus luces, Ies que dirijen sus fuerzas, la salvaguardia, ele las .costumbres, el órgano de las leyes, la defensa „de; nuestros :rect- prócos derechos, los que reuniend.o los corazones, de, lps pueblos entre sí ,.y con el Soberano forman el ins- trumento de nuestra quietud y reposo. Con todo, esta verdad tan clara, que proporciona-tantas, y t ventajas como acabamos de ver, en Amozoc por núes- ^os tra desgracia ha sido ultrajada por la indiferencia mas criminal y el mas refinado egoísmo: jamas se ha visto- allí una escuela bien,, formada y á la que concurra á lo menos la octava parte de los niños del pueblo,: ¿ ni como la habia de haber si la dotación de la mejor no ha exeedido en su mayor auge la ratería de cuatro pesos semanarios ? Esta mezquina renta es imposible que- haya, sido suficiente á la subsistencia de los maestros que le han servido, y por esta razón aun las pocas veces que ha sido dirigida por uno ú ctio; inteligente, i:e que pudiera haberla puesto en estado de sobresalir, r- no ha sido asi porque necesitaba de hurtar algunas horas > á su instituto para buscar el completo de los gastos o precisos de su familia; y he aquí el origen de tanto c hombre ocioso, de tanto ignorante, de tanto infeliz como allí se encuentra que á la edad de 14 y también de l, 2.0 y 30 años tal vez no saben ni aun los primeros e y mas necesarios rudimentos de nuestra sagrada reíi- t- gion; he aquí la causa porque tantos se admiran de ;- que pudiendo este pueblo ser uno de los mas civiliza- a dos apenas se encuentran en él muy pocos que, gracias ¡e á la caridad de algunos hombres dedicados, sepan leer 5 y escribir como se debe. El remedio de este vergonzoso i- abuso, que asi se le puede llamar, es el que me mo- e vio á tomar la pítima y al que debe cooperar todo i- ciudadano por cuantos recursos-le ocurran asequibles. Un maestro virtuoso, hábil; é inteligente en el arte,, is y una renta capaz de asegurar la subsistencia de este, son s- los únicos ejementosque necesitamos para la empresa. IS Lo primero es de consecución bien fácil, y no tenemos o. S^e salir á mendigar aquellas cualidades á las ciudades, á á otras poblaciones extrañas , esto no no&haria honor su- u puesto que en ía nuestra no faltan hombres de una >r piedad ilustrada , costumbres irreprehensibles, amantes o de su patria , de buen disernimiento, y de no pq< ie eos conocimientos en la facultad, que son los. atributos >s ^ue á mi parecer, y al de todosA deben constiuir el 1$ carácter de un maestro de primeros letras. », La segunda parte es la que presenta algunas di-r 4 ficultades, principalmente si se trata de criar uf j nueva fundación , cuyos réditos sirvan al objeto; mí ^ en medio de ellas debemos acordar, que nuestro mu u amado Monarca ya nos , dijo que nuestra ventura peí QQ de de nosotros mismos. Esta indubitable naaximí rn( que debe estar gravada en el corazón de todo bue ^c español, á lo menos, en la parte de que aqui habí.' ' mos, muchos dias hace que pudimos haberla'.verificí e do puntualmente, como en efecto se verificó en otra i)U( partes. La Academia de esta Ciudad se abrió i v año de 1812 sin contar con ningunos fondos qd ^ fijaran una renta determinada á sus profesores; per* y un espíritu fuerte y emprendedor amante del sueí-c en que nació, destinado sin duda para beneficiar a 8*. publicó en el tiempo que casi todas las casas de educa pU] \ cion estaban constituidas en la mayor indigencia, cstf tcri genio infatigable en el servicio de sus semejantes, sir. que otro principal qne una contribución voluntaria, fui raz suficiente para plantar aquella sociedad patriótica, arrai- % garhj conservarla y aumentarla con el lustre y expíen- 1 dpr que hemos palpado, hasta hacerla descollar sobre 1 -todas las otras de su especie. ^Y que nos fidta á nosotros í para seguir su ejemplo ? Yo no encuentro ningún obs' 1 táculo- ni para su ejecución, ni para su demora . < Unámonos pues amados conciudadanos, emplemos 1 todos nuestro arbitrios con el zelo mas activo y eír ^ caz en la educación de los niños, que algún dia for- f. maran partes de. la verdadera fuerza de nuestra ado- c rada Patria; el público la desea, la nación la necesita,]^, 1uí Ja constitución misma la reclama, y en el mas feliz m' de nuestros gobiernos es cuando importa dirijir todos mU nuestros pasos á este interesante objeto , cuyo total feí complemento no se verá verificado, si no contribui- Am> rnos cada uno por su parte á unas miras tan bené- ^uc ficas, Nuestro respetable Ayuntamiento y el benemé- •c 1 lto Cura Párroco que nos gobiernan siempre empleados 1Í1C' en nuestro bien sacrificarán todos sus desvelos por el | buen éxito de nuestros designios. Alentemos nuestra débil voz, y dirijámosles nuestros ardientes votos, animados clu de la confianza que inspiran unas potestades tan justas, Pe| y tan humanas, en quienes nos ha vinculado el cielo cuanto pudiéramos pedirle para nuestra prosperidad; y si es cierto como en efecto les es agradable la pureza de unos deseos tan conformes á las sabias de- f. terminaciones de nuestra nuevarlegislacion ¿quien duda ' que oirán con benignidad la voz que parte de un co- . razón y un zelo bien intencionado ? raí- • leiv >bre tros v • )bs- Puebla y agosto i o de 1820, noS Oficina del Gobierno, calle de Herreros. efi- ?or- do- ta« b • w^ , * ' ^recio úf¿ rcaU ) c qu per< uel( r a uca cstf