EL HUAJUAPENO A SUS CONCIUDADANOS. c V^ompatriotas: cuando llegó á nuestros oídos el eco dulce de la libertad proclamada tan heroi- camente por nuestros hermanos de ultramar: cuando supimos que nuestro Rey constitucional habia jurado el Código santo de las leyes fun- damentales del estado; y cuando esta América hizo otro tanto bajo el mas público aparato, nuestros pechos se inundaron en el mas puro gozo, y arrebatados de sublime entusiasmo y de Ja mas tierna gratitud, poblábamos el aire con Jos .vivas á la: Constitución, i Fernando eljusto, y á nuestra ínclita Nación. ¡Oh!, viva, decía- mos, la carta constitucional, que lijando las leyes del pacto social, nos asegura para siempre 1* libertad porque «hemos, suspirado sigros en- teros. Viva Fernando, el. amado Fernando que negando sus oidbs á las voces seductoras de la- mas corrompida lisonja, con que q.uérian enga- ñarlo aun los fautores del despotismo, supo co- ronar sus virtudes,, dando á la gran familia .es^- pañola la libertad que le es debida de justicia.. Y viva nnalmente nuestra gran Nación, que excediéndose á sí misma, supo de un golpe la- brarse de las cadenas que la tenian atada al' infando carro del mas duro servilismo. Así esclamabamos transportados' de alegría, firmemente persuadidos, de que era. llegará*, la ■ época feliz en que poniéndose en planta la Constitución, nos venarnos libres de la cruel; é infamante servidumbre, del trato inhumano y altanero, de las vejaciones y saquéos que nos hacían experimentar aquellos que can: el nombre de pastores,- con el de ministros de justicia, y con el de gubernantes devoraban nuestras pro- piedades, sacrificaban nuestros* derechos, y atro- pellaban nuestros individuos con el descaro f3 desvergüenza que acaso no se encontrará en los mandones de Marruecos. Pero, ¡ay! debimos :pensar que el monstruo de la tiranía tenién- donos entre sus garras, en los mementos críticos