*• LA DEFENSA DE LAS FEAS - »c Y SU SUPERIORIDAD ENTRE LAS BONITAS. i el hombre debe complacerse naturalmente en aque- llas cosas que le suceden en pro, ya vengan por una casualidad imprevista, ó ya por una sucesión de cosas pencadas, ¿con cuanta razón, mis amadas pirraquillas, no deberé congratularme en la presente ocasión que me toca en suerte el panegírico bitejible de las feas? No hay que torcer los fruncidos ociquitos, profesoras del gran cuño, las feas s 11 seguramente las únicas que fa- vorecen mi sensibilidad, por quienes suspiro larga y di* fusamente. divinizándolas en mi acalorada imaginación, .y las que van a ser en este rato el objeto de mi gran Cabeza Yo considero que de noventa y pico de mada- miselas que me están escuchando, ninguna se juzgará comprendida en el áureo número de mis elogiandas, á pesar de que he visto al entrar en e'StjB museo ambi- guo mas de cuatro ojos lagañosos, la mitad y otro tanto apagados, aigunas caras convertidas en arnero, tal cual nariz aplanada, y no pocos mascarones y a/rugas, di- simuladas con albayalde y nácar. Tampocq|treo que las lindas se tendrán por agraviadas en las contraposicio- nes que intervengan en mi discurso, porque ellas He Van siempre consigo su elogio, y nada de lo que yo 2. g.i ¡a purka verdad. Prestadme, pues, vuestra atención y no h.:y que arrugar esas cejitas encanta .loras. Aquí el orador tosio\ escupió, tornó un polvo; se esiendió un susurro suave en el brillante auditorio con se-retitcs risueños, tronaron los abanicos, se exbalaron algunos suspiros y /usgo continuó, parando todos las ore-las. Si el atractivo de las mugeres consistiera pre- cisamente en la hermosura del semblante, dice un au* torcho á la telégrafo, se veria la mayor parte de ellas abandonada al desprecio universal, pues e¡ número de las feas es el mas crecido. Si este tilosorillo hubiera con- sultado su sentir con las pirraquillas de nuestros tiem- pos, no hubiera encontrado un voto tn pro, cuando ellas están persuadidas de lo contrario, y bastante es- cudadas con el epíteto de bello sexo, que se las atí¡« buye Y á la verdad que á mí me dan tentaciones de convenir cen ellas cuando observo lo que pasa entre tos cortejos lebitines y de patilla doble. Dias pasados se unió uno de estos con una jóven ciertamente linda, y á los seis meses ¡ cosa r¿>ra! Ya le parecia mejor una recamarera tuerta y lagañosa, amén de una pata chue- ca, y un despiltarro de tirador de imprenta. Pensión es esta sin duda de toda la n¿turale/.a que todas las cosas muda, pues con ansia se desean y con fastidio se gustan. En efecto, señores, ¿ queréis decirme cual es la definición de ra hermosura ? j En qué consiste ? ¿ Cua- les son sus dituensiones? Es ciertamente una cosa muy equivoca, y que hasta e^ dia no se puede responder sino con opiniones meramente arbitrarias é insubsisteo* tes, apoyabas solo en la diferencia de los gustos. Hu- bo un tiempo en que por dos ojos azules se consu- mían mas*de cuatro cabecitas enrizadas, cuando hoy por una docena no hay quien exhale un suspiro galo- pado: los ojos dormidillos, las nances aguileñas, las bocas espaciosas, y los labios belfos, tuvieron su épo» ■ca dorada. Pasó esta : dominaron las chatas ; nada va* leo hoy las de ayer: las de hoy no gustarán mañana? y sucede con las hermosuras !o' mismo que con las mo" das, que hoy son ridiculas y mañana graciosas-, cómo- d^s y económicas, porque para todo encuentran razo- nes sus partidarios. Los hombres tienen por belleza lo que conge- nia con su fantasía, y si se preguntase al que hace la rueda á una tuerta, y al que pierde el juicio por una roma, cada uno diría que su pirraquiiia era una Ve- nus; que era su ídolo y su micomicona. ¿Qué con- cluiremos de esto? ¿Que todas son feas, ó que todas son bonitas ? Yo me hallaría perplejo para decidirme á uno ú otro estremo, si no se hubiera inventado la fi- losofía : pero filosofemos aunque sea en cabeza agena, como hacen los escritores del nuevo cuño. Veamos co- mo determina la belleza un célebre humanista, y de aquí conocerémos la fealdad por contraposición, por comparación, ó por lo que ustedes quisieren, pues á mí lo que me importa es elogiar á las feas bonitamente. La belleza del rostro humano, dice Hugo Blair, es sin duda la mas complicada. Ella comprende la be- lleza del color que resulta de las de icadas sombras de la complexión, y la belleza de la figura, que nace de 'as lineas que forman las diferentes facciones del ros- tro. He aquí una idea de fas bonitas que aun no pue- de determinar la afición del cotSzon humano ; porque 'a muger que reúne estas prendas, es por lo regular Orgulloso, tonta, pasteles ú otros defectos que la cons- tituyen una mera muñeca; pero una pirraquiiia que aunque sea lagañosa y tuerta sabe reunir las prendas de la insinuación y el atractivo, interesará mas segu- tameote que una bella esquiva y taciturna. Entended, tnis armidas pirraquillas, que hablo de aquella joviali- dad que de ninguna manera pueda contradecir con la Modestia que debe caracterizar á vuestro tsexo para ha*cerse apreciable y justo entre 1os hombres sensatos. In medio consistit virtus La demasiada rusticidad, asi co- rno el excesivo descaro, son los dos estreñios que de- gradan á una señorita. En el medio consistí; la virtud. La principal belleza, dice el mismo Blair, depende de una misteriosa impresión de tes cualidades del ánimo, del buen juicio ó buen genio, de la viveza, candor, .benevolencia, sensibilidad, y otras prenda* amables No es fácil resolver, porque en nuestra idea está conexa cierta conformación de facciones con ciertas calidades morales; y así llegamos á formar esta conexión por instinto ó por esperiencia, y á leer en el ánimo por lo que ve mos en el semblante; pero es hecho cierto y recono• cido, que lo que hermosea el rostro es su esprtsion, ó una imagen qus concebimos de sus prendas ñútales. Oid por vida vuestra lo que di e uno autorci* to de igual farn3 entre los literatos. Hay entre las que se tienen por feas, bellezas que la vista no perche; jamas una unión durad ;ra dejr de t->tar fundada sobre un mérito cierto. No son las mugeres mas her- mosas las que inspiran las pasiones m3S fuertes. ¿Quien es capaz de conocer al ver una niu^e»' todo el interés que puede inspirar en una conversación? ¿Se puede adivinar el juego, el arte, la sal de sus espresiones ? ¡ Cuantas gracias animadas no salen de sus ojos que parecían fríos ó distraídos! Así, pues, una sonrisa in* flama un corazón, cuando á otro nada mueve. Esta di» versidad de gustos hace que todas las mugeres hallen amantes, y que la que parece mas desgraciada no ten- gi muchas veces que envidiar á la que recibe público* aplausos, que no se sostienen siempre en un trato, ó en una conversación seguida. Allí desaparecen regular* mente los engaños del arte ; allí ¡a hermosura feroz y soberbia no tiene las mismas perfecciones, y la rival que desdeñaba, recibe triunfos multiplicados, debidos i gracias que no dependen de la hermosura altiva y vana.Si el amor, como d e a Ninoo de Len:los, es 'a pieza en que los entreactos son los ma? Lugos, ¿qué ccsa mas agradable que hallar en una pasión, que al- Runas veces envilece al hombre, esta arroble y gracio- sa razón que le ilustra y le instruye, y convierte los placeres puros que solo pertenecen al filma i Mas para que veáis que mi gran cabeza no es» tí muy exhausta, de títecillos y autoridades conque apoyar mi discurso, oid todavía otros que vanágaran- tir el elogio de mis clientulas. El impío Voltaire empeñado en envilecer al hom- bre y en igualarlo á las bestias, decía que el amor era puramente Hsico, esto es, que no hay amor entre per- sonas de diferente sexo? que no lleve precisamente el ínteres de los sentidos ó del placer de la concupis- cencia; pero piensa el ladrón que todos son de su con- dición. Aquel malvado materialista no sabia amar segu- ía n en te sino^apoyándose á su impiedad. Veamos lo que dice el Abate Noriote, aquel sabio impugnador de 'os filósofos impíos Hay amor puro, asi como lo hay concupiscible, y no siempre es el interés de los sen- tidos el que dirige sus movimientos apacibles. Unas mis- tnas pasiones son bien diferentes en los hombres: el mismo objeto les puede agradar por diversos respectos; v- gr, á una muger, á quien muchos se le aficionen, pueden unos amarla por su espíritu, otros por su vir- •tud, otros por sus defectos &c: ¿luego se puede bus- Car en el alma alguna cosa mas pura que el interés de nuestros sentidos? Asi lo creo yo : véase aquí en que me fundo, continúa el autor. Veo cada dia que un hombre rodeado de mageres, á quienes nunca ha hablado, no siempre prefiere á la mas bonica, aunque •e parezca tal. ¿ Por quél. Porque cada hermosura de- S|gna un carácter particular, y nosotros preferimos el que se acomoda mas al nuestro: luego es el carácter °,uien nos determina: luego es el alma loque bus-(5. carnes : no se me puede negtr. Supuesto, pues, que te do cuamo se presenta á nuestros sentidos, no nos agrá da sino en cuanto es imagen de lo que se oculta á h vista, se infiere que amamos las cualidades sensibles, cuya imagen son; luego es verdad á lo menos, quo' el alma es la que mas nos mueve : el alma no es agrá» dí¡b!e á toa sentidos sino, al espíritu ; luego el interés del espíritu es el interés principal, y si el de los sen* tides le es opuesto, se lo sacrificamos: bastará para es* to que se nos persuada que le es enteramente opues- i to, y que es un borrón para el alms». He aquí el amoc i puro, espücado por este sabio defensor de ía religión, i y de las costumbres de los católicos. El marqués de < Vauveuargue apoya también este sentir cuando dice en i su obra del Conocimiento del espíritu humano, que en i ei amor se mezcla regularmente mucha simpatía; esto i es, una inclinación, cuyo modo forman los sentidos; c mas aunque formen el nudo, no sienffire tienen ellos t el interés principal; pues no es imposible que haya un í amor exento de grosería- h Ya veis, pues, mis amadas chucurracas, que so« e lo aquellas personas que semejantes á los animales no b conocen mas placeres que los de los sentidos, tendrán o por cosa muy difícil el que entre sujetos de distinto h sexo suspire por otra causa que no sea el amor im* o puro Pero contesad al misino tiempo Contra los partí" r¡ darios de las bonitas, que solo á las feas es dado el d inspirar estos dulces y apacibles sentimientos, bajo las Hi leyes de una moderación discreta, y que a proporción Si de que crece la hermosura corporal, es mas peligrosa gi la adhesión de los sentidos Lue^o las feas en todo* *o tiempos serán tas mas amables para los justos aprecia* «1 dores de la virtud y el mérito. ju ¿Pero qué diremos chucurtaquicas mias si vo*