NO MAS CHANFAINA, —^ Ó CARTA AL IRÓNICO. M. .uy Señor mío: Por más investigaciones que he hecho por saber como s< llama V. nada he podido adelantar, y has- ta el dia no sé m á quien tne dirijo es alto, ó chaparro, gor- do» ó flaco, y si es blanco, ó moreno. V. será como la na- turaleza lo formó, y sea así, ó asado, ello es que desde que 'eí su gracioso papel titulado la Chanfaina 6-¿r., luego tu- Ve á V, cierta inclinación y afecto, que ha crecido mas y lnas, al par que voy viendo lo bien que adec«ó su apólo- go al estado actual de cosas. Yo, si he de hablar á V. fran- camente, nunca he sido del número de aquellos que creen que con la publicación, y jura de la Constitución se van á re- mediar nuestros males: ello así debia ser; mas son tantas las ''abas que hay que quitar, tantos los obstáculos que superar, y ... todo emanado de la misma esencia de nuestro antiguo 5'stemá, que para plantear el nuevo en su totalidad, y ver »Dí frutos, estoy en decirle que era necesario que nos reen- 8enJrásemos política, y naturalmente. V. puede ser testigo de que á pesar de que ese li- bro precioso contiene en sí el germen de la felicidad de am» 024 espartas ha sufrido sus. contradicciones en la Península desdi que se proyectó, y que los agentes superiores, y su- balternos del poder absoluto estuvieron en continuo acecho Para impedir su curso, y para que el gobierno ministerial recuperase su antiguo faustOj y grandeza. Unos porque se **s escapaban de las manos los medios tortuosos y bajos ^e lucrar, otros porque desaparecía su antiguo esplender: aquellos porque ya no tenían parte en las deliberaciones de 6" gobierno depresivo, estos porque de funcionarios] públi- c°s ¡asaban á ser ciudadanos sjmples, y sin aquel ornato que farrea lisongeros; y en suma, müchos porque no enten- 01.n ni entienden la Constitución, se alarmáron contra ella, y sus miras sórdidas se vitírun realizadas en la conjunturaque debió ser la cías halagüeña para 'todo buen español. Esto sucedió allí, y en nuestra América aunque pa- recía que el código constitucional era bien recibido general- mente, ya viraos la facilidad con que se derogó, y como se infringió nn juramento el mas solemne que se ba prestado, y que desearía se me dijese si se nos relajó, y si la relaja- ción fué legítima. Pero sea bien, ó mal hecho, al punto cam- bió la escena, y volvimos á nuestras añejas usanzas, que se decia iban á desaparecer con la publicación de esas outítras leyes fundamentales. La abolición de estas el año de 14'nos dio á conocer que tenia prosélitos; pero que asimismo había un crecido número de antagonistas, y que muchos aunque Ja apreciaban, esto era solo con respecto á la antigua España; pero nunca á esta, como si la naturaleza, y la racionalidad hubieran bastardeado por la trasplantación de europeos, y afri* e-anos á e<:os países: como si el enlace de estas dos nacio- nes enn los indios hiciera degenerar la especie humana, sin mas de que porque se nació adqtiem de los mares, y como si la estnpidez, y barbarie en que ha estado la masa común de americanos, y que se ha sestenido por una de aquellas combinaciones que hace la política depradadora, debiera ser puestra herencia, y nuestro habjr: por masque la justicia, U razón, el derecho natural, y el estado de! cultura de las na- ciones modernas lo contradijese. V. recordará que la vez pasada que rigió la carta preciosa que hoy vemos recuperada, hubo sus debates para cada artículo que se trataba de cumplir, principalmente si era provechoso « este suelo. Entonces ¡siento decirlo! aparecié- ron hombres que poseídos de un espíritu cuyo nombre yo me se; pero que es mejor omitir, aspiraron á quitarnos la representación nacional en el Augusto Congreso. Este, siguien- do los principios luminosos del derecho públido, sancionó el número de diputados que debia dar la Monarquía, é igualó ambos mundos, consiguiente á lo que la Central había ya dispuesto en el hecho de declararnos parte integrante de ta corona, y sacándonos de la abyección en que estábamos, no mas que porque nuestras provincias eran coloniales. Las ra- zones que los autores de ese folleto vertieron para fundar su solicitud, fuéron las'roas á propósito para desunirnos con nuestros hermanos de Europa, las mas absurdas, y escanda- losas, y las mismas que siglos atrás sostuviéron escritores sin- ■> critica, y sin conocimientos, filosóficos. Por ventura no se sa- lieron con su intención: y aunque pudiéron, á merced de su °ro, iludir la pena que la ley de partida impone á los que diíiman, y atacan directamente el honor de otro hombre, es- carneciéndolo, y diciendo mal de él, con intención de facer tuerto, quedaron desairados en lo principal. Pero no recru- dezcamos especies tan odiosas que pudiéron suscitar alboro- tes» y producir conseqüencias funestas: á tamaña ofensa, gran olvido, y cubriendo este quadro con un velo tan denso co- mo conviene á su deformidad, contentémonos con que no han faltado hombres verdaderamente filantrópicos que hayan hecho ver los sarcasmos, é impolítica de que abunda ese papel, así como la inexactitud de sus ideas, y noticias. Esto sucedió en aquellos días, y por nuestra común desgracia aun hay, sí, lo repito con dolor, quien opine co- mo estos, y como los que dije á V, que solo creían adap- tahle el plan constitucional para las provincias ultramarinas. Yo lo he oído, y aunque he callado como quieto y pací- fico americano, bo he podido ménos de llorar en los rin- cones de mi casa el estado de bajeza á ¡que se nos quie- re reducir. Pero aun hay mas: las noticias del grito nacio- nal en ultramar para que se restituyese la gran carta de nuestra libertad, así como las de la deferencia del pruden- te Fernando nuestro amado rey al voto general de sus pue- blos, aunque se recibiéron en Méjico, y en otr*s lugares por conductos que no daban lugar á que se dudara de su cer- teza; se trató empero de sufocarlas, de darUs diverso colo- rido; y lo que es mas. cuando ya las circunstancias exigían 'niperiosamente á que se jurase, y publicara, no era esta la opinión, da todos: éralo sí, la de la mayor parte, y éralo la de los buenos; mas los egóistas, los agentes de la arbi- trariedad,. los ■ que negocian á la sombra del despotismo, es- taban azorados: dije mal, que fe azoraron, se irritaron so- bre manera, y se puede asegurar sin equivocación, que si las bayonetas hubieran estado á sus órdenes, jamas habriamof visto la resurrección de ese código, sin mas motivo de que e't él se ataca al déspota, é iguala á todos á presencia de la ley. La palidez de su semblante, su mirar torvo,, su teifjfltdtdj su aire sombrío, y criminal conducta, anunciaban 'a inquietud que agitaba su corazón. Su «uñoso manejo, sus siniestras maniobras no alcanza-4 ron á contener, y paralizar en estos palies el cumplimien- to del famoso decreto de S. M. de 7 de marzo último, ni monos que no nos volviera á amanecer el claro dia de nues- tra libertad civil, y por fin se juró, y publicó esa obra Je la mediracion en que tanto trabajaron las*verdaderos padres de la patria. Mas ¿esto solo basta para desterrar abusos de tres siglos, desarraigar vicios con que nos hemos nutrido, y con los cuales están hallados muchos? So, na, no: la luz, aunque es Ij que mas pronto se difunJe, padece la resis- tencia del medio, y su propagación no es súbita: se su,;etá á. cierto tiempo, aunque brevísimo, y toda trabajo es impro- bo si se le quiere acelerar. ¿Que retardo, pues, no deberá sufrir el que se difundan las luces constitucionales? Para que veamos sus saludables efectos, no es suficiente que sea recibi- da con agrado por el mayor húmero de la Nación, es in- dispensable que los que p'inen la primera mano en esta gran- de, y delicada obra, sean constitucionales por principios, no por ideas rateras, y mezquinas; que estén poseídos de un verdadero entusiasmo nacional; que ámen esclusivamenre el bien de sus conciudadanos; que se encarguen á fondo de la empresa que se les ha confijJo; y que no pospongan el ínteres general al privado, y de familia. Pero no basta esto solo: lo antedicho es la mitad; y en mi concepto, á las cua- lidades que he numerado aunque de paso, debe añadirse U de que sean de carácter sostenido, no caprichudos, ni tena- ces, sino que nada los formide, ni los detenga en el cum- plimiento de sus deberes. Si de estos hombres en quienes concurran copulativamente los requisitos que he apuntado se han de componer las Cortes, las juntas provinciales, y los ayuntamientos, bien podemos presagiarnos el dia de nuestra redención política, y de nuestra abundancia. Haria un notorio agravio á mi país si dudara que en- tre nosotros tenemos europeos, y americanos, que poseen tan ventajosas virtudes cívicas: con todo, ya V. verá, si Dios nos da vida, como se hacen las elecciones de parroquia, cómodas de partido, y las cabalas qne hay para sacar diputados de Cor- te, y de Provincia al que sabe negociar, y hacer suya la vocación por medio de resortes, y empeños, ó por otras vias tortuosas, y rateras. Acostumbrados nosotros todos tlos ame- ricanos, y si no todos, á lo menos la mayor parte á no hacer nada que pueda desagradar al que nos gobierna, por más jus-ticia que nos asista, luego que percibimos, que nuestras ideas chojan con las suyas, abandonamoj el partido que habíamos emprendido, y seguimos el del prepotente, por mas injus- to, é ilegal qoe sea. Hay también otro inconveniente en la materia de elecciones que be tocado, y es que por lo co- mún los que han de nombrar, y elegir á los representantes de la Nación, ó de Provincia, son hombres rutineros, y que 5¡n analizar si D. Martin v. g porque tiene caudal, y ha ejercido cargas consejiles, será apto ó no para diputado, re - cie sobre él la votación, siendo así que el haber sido regi- dor, ó procurador, ó fué porque no lubia otro, ó parque J6 encontró á propósito para engrosar aquellos partidos que nunca faltan en los ayuntamientos, y que se quieren hacer preponderantes. Otras veces los electores no queriendo, o no pudbndo elevarse sobre su esfera mesquina, votan á los pu- ramente teólogos, ó puramente legistas, ó canonistas: en es- te caso, es verdad, son ménos culpables, y que la presunción de ciencia está á favor de aquellos; mas ¿son bástanles las 'deas abstractas, y metafícicas del Biluart, del Goti, las em- palagosas doctrinas del Pichardo, las compilaciones del Di- gesto, las resoluciones del Antonio Gómez, y las conclusio- nes del González, si están aisladas, para hacer feliz una na- ción, concentrar sus derechos, y dar energía á los ramos Que forman su economía, y comercio? Yo creo que no. Pe- to nada de esto se medita en las elecciones, en aquel acto que para mí es el mas serio y circunspecto, y del cual pen- de nuestra felicidad; y así es que por lo regular no se en- via para comitentes lo mejor que tenemos en cada una de nuestras respectivas provincias. Tales inconvenientes, y otros mil que emanan de la costumbre en que hemos estado de ser regidos por nn go- bierno absoluto, son otras tantas trabas qne impiden la mar- cha del sistema constitucional: la forma, y manera que ayer de- jamos habia hecho en nosotros un hábito inveterado, y á se- mejanza de aquellos arboles muy antiguos que tienen echa- das profundas raiees, ásr hay dentro de nosotros todavía cos- tumbres serviles que nos tienen encorbados, y por las cuales Do osamos enderezarnos. Para arrancar las preocupaciones de tantos años, son necesarios brazos robustos, y animosos, que no se desmayen por las dificultades que presenta toda plan- tación nueva, y que va á subrogar á otta que le es opues-\u Si los que han dos hacer esta mudanza son apáticos,'me* ' drosos, ó deferentes á insinuaciones respetuosas, y de farni* li.i, nada hemos adelantado, y valia mas trueno hubiéramos oido la halagüeña voz de libertad civil. Estoy muy distante de incluir entre estos á los indi- viduos de las juntas provinciales, y de los ayuntamientos instalados: conozco las dificultades, que tienen que vencer, y resistencias con que luchar:" esto debe ser según la natura- eza de las cosas, y no soy de aquellos que porque ven inau- gurados esos cuerpos constitucionjlís, esperan desaparescan luego luego nuestros antiguos males. De estos,' unos necesi" tan tiempo, y lentitud para curarse: y querer que ¿hoy se siembre, y mañana se coseche, es ver los objetos de lejos, y no como son en sí. Con todo, no puedo ménos de notar con V. , que híy otros que se pueden quitar cou una orden, ó con una circular por ejemplo, y con seguir el espíritu de nuestras instituciones constitucionales sin andar con interpre- taciones, tal vez violentas, ni barrenar sus artículos. El hacer alto en aquellos, es mucha fogosUad: pero el ver con indi- ferencia estos, prueba mucha inercia, poco patriotismo, y ppr decirlo de una vez, ninguna disposición p3ta que se nos tra- te como á hombres libres. V. i lo que advierto tocó algunos puntos de los de la segunda clase, y otros que verdaderamente impertan muy. ocp. Vamos por partes: eso de las comisiones, fiscalía de acienda,, fraudes, en las ventas del ir.uiz &c, está muy en razón ( i ); pero no pienso comí) V. en cuanto á lo de si el Seminario de Minería debe tener el rótulo de real, ó na- cional: esto es andarse parando, en los accidentes, y no ir derechos al punto Je la dificultad. Nada varia la esencia del establecimiento ej .que se le llame de este, ó de aquel mo- do: lo que importa es que sus alumnos al cóncliar sus cur- sos sepan dirigir ,el laborío de nuestras minas, que, .adel.ant&n. el beneficio de los metales por amalgamación, que- trabajen sobre la ,perdida, y coGsumidQ del(j.azogue; y no nos sal- gan, irnos-, petritnetr.es, diesttos solo en valsar, ca^ vestirse de. moJi, y en otras yagatelas, Y si no, óigame V., ya que lu- .- .!• til ••' mi- •:*! >í r . ..' i; tifl'j :r»mifco on , ( i) Así como lo están ¡os clamores contra los pasapor- tes: contra ese establecimiento tan ominoso, y opuesto ¿ I4 /¡na. beríad natural, .como contrario A tatestro actual sistema. •olamos de rotulones, sean nacionales, ó reales los estanqui- llos por ejemplo, ¿no es cierto quede todos modos el re- soltado es qrie esre renglón que se consume generalmente, lo compra el -.público á fuerza, mal beneficiado, y peor labra- do? Lo que importaba es que esta materia, así como las de- mas primeras que tenemos, y de que carecen otras naciones, •e librarán de gabelas, que hubiera libertad para usar de'ellas, y que se quitaran esos estorbos que impiden, y atrasan nues- tra riqueza. V. tiene laces, y talento despajado según lo demues- tra su^papel, y así continúe le ruego notando- les defectos que provienen de voluntad: «l campo está abierto, y es di- latado. Diga V. algo sobre distribución de partidos, sobre la mezquindad con que se han instalado las juntas provinciales en el territorio de esta Audiencia, privando á las provincias de tener cada una su junta, como parece quiere las terga la ley fundamental del caso. Este abuso se introdujo desde la *ez pasada, y así es que tiene V. en la junta provincial de Méjico siete provincias reunidas, y en la de San Luis agre- gada la de Guaoajuato, con harta mengua de este real, que e» el primero del reino, que tiene el segundo lugar en po- blación, que da cuatro diputados de provincia, cuando San Luis solo da tres, y cuyo distrito es el mas feraz de la N, E. Pero entonces se trataba de fomentar á San Luis, tuerto, ó derecho, se hizo lo que so quiso, se despojaron á las pro- vincias del de tener cada una su junta; y ahora no comprehen- do por que se adoptaron ciegamente aquellas ideas. Puedo equivocarme; pero me parece que teniendo ca- da provincia la suya, llenaría esta mas cumplidamente sus atribuciones, no habría intereses encontrados entre sus indi- viduos, y como que solo tenia que atender á lo de dentro de su casa, se removerían aquellos inconvenientes, y morosi- dades que origina toda oficina recargada de negocios intrin- cados, y acaso de difícil f resolución, por la incoherencia de los vocales que han de decidir, y acordar sobre ellos. ¿Pe- ro adonde voy á parar? Vuelvo á mi asunto, que no fal- tará quien reclame sobre lo que he dicho. Los abusos que se pueden remediar con la facilidad con se introdujéron, será muy conveniente que V. los re- clame con el tino que los anteriores," Quizá así variaremos de platillo, y no será Chanfaina y mas Chanfaina nuestra8 comida, y si se varia es solo en el nombre; pero en la rea- lidad el mismo guisote, que ya nos tiene ostigados. Concluyo pues diciendo á V. que si queremos ser consiguientes á nuestros juramentos, y constitucionales acaba* dos, es preciso sobreponerse á todo, y no andar con mi- ramientos. Ni por esto me haga V. amigo de bullicios: mí genio es paciñcot aborrezco las animosidades, mas aún que se perturbe el orden sscia!; y detesto los alborotos injustos, y desastrosos. Venero las autoridades constituidas, y diez años de lucha al lado de los amantes de la quietud sirvien- do al estado, cerno lo haré ver con documentos que obran en mi poder, me ponen á cubierto de la malignidad, y de tocia siniestra sospecha. Empero ya que el heroico Fernando VII. es rey constitucional, que la libertad es la opinión pú- blica, que tenemos á la frente un Virey, buen católico, de las mejores intenciones, y que nada desea tanto como el acier- to, lo que puedo testificar de ciencia propia, sería un crimen no cooperar á esta grande obra del medo que cada uno pue- da, para cimentarla, y consolidarla, de manera que nada la destruya, ni altere. Si no obramos así, eso de que el des- potismo huye despavorido á vista del nuevo código, y que este es la carta sagrada &c, &c. solo serán teorías, y nada mas. -1, PREGUNTA INTERESANTE, De fuera de Méjico me han encargado varios amigos corra yo aquí con algunos negocios que tienen pendientes: así lo he hecho, y como se me han despachado por el Ase- sor en comisión unos, y otros por el Fiscal de Hacienda pú- blica, les he pagado los derechos que me han exijido, satis- fecho por otro lado de que justamente aspiran á la remu- neración de su trabajo. Estas cantidades las be de cargar á mis poderdantes cuando les rinda las cuentas, y me temo no pa- sen por ellas, haciéndome ver que estos funcionarios, ó co- misionados no entraron en el plan de la Constitución, que le son contratios; y que la paga que hice fué indebida. En tal evento : quid juris, Señor Irónico? ¿Como satisfago esta objeción que ya preveo, y en que se interesa tanto la con- ciencia como el bolsillo? Méjico agesto 2 de 1820. ÍUJprenia de Don Alejandro Valdes.