PRETENSIONES DE LOS ANGLO-AMERICANOS. _^migo mío: siento infinito no poder satisfacer entera- mente ia curiosidad de V. con las noticias que me pide; pues constando solamente al gobierno las actuales preten- siones de los americanos, y no habiéndose comunicado al públido de oficio cosa alguna sobre el particular, todo se vuelve conjeturas y opiniones. Diré no obstante la mia: y si por los antecedentes puede V.' sacar la consecuen- cia, no dudo que variará sus planes, y no volverá á pen- car en establecerse en Tejas, pues buscando la tranquili- dad iba V. á meterse en una provincia, que tarde ó tem- prano vendrá á ser el teatro de la guerra, y aun tal vez una de las mejores posesiones de los Estados unidos, sino se toman las providencias mas activas para impedirlo. Es- pondré los motivos que tengo para pensar de este modo. Cuando vendió Bonaparte la provincia de la Lui- síana, es de sospechar premeditaba ya apoderarse de nues- tra península; pero al mismo tiempo que necesitaba con urgencia dinero para mantener sus' ejércitos, temia igual- mente perder la espresada colonia con motivo de la guer- ra. Para evitar lo uno y conseguir lo otro, propuso á la España primeramente la compra de aquella, aunque con falsa política; porque empeñada esta con los ingleses, y haciendo los mayores sacrificios para auxiliar á la Fran- cia su aliada, no se hallaba en estado de comprarla, y así es, qne vimos con el mayor dolor pasar aquella hermo-2. 5a provincia desde nuestras maoos á las de los ambicio- sos colones. El resultado de esta trama del Corso ha sí- do tan funesto para nosotros, como ventajoso á los Es- tados-uniJos, pues con dicha adquisición les es muy fá- cil invadir nuestras provincias de oriente á norte, y aun de penetrar en lo interior del reino, como lo efec- tuarán siempre que se les presente ocasión favorable. Exa- minémos ahora cuales puedan ser sus pretensiones sobre nuestro territorio, y las razones en que se fundan. Al tiempo de verificarse la entrega de la citada provincia de la Luisiana á los angla-americanos, se acor* dó el que por parte de su gobierno y el nuestro se nom- brarían comisionados para la demarcación de límites, y lo fué por la nuestra el señor Coronel Marqués de Ca- sacalbo, el cual se presentó en abril de Í06 en Nacog- doches, último puesto de nuestra frontera en la provin- cia de Tejas, con el objeto de ver si encontraba allí al- gunos documentos que diesen luces sobre el particular; pe- ro hallándose estos en el archivo del gobierno, determi- nó esperarlos en aquel puerto, hasta que los remitiesen de Bejar: mas como quiera que dicha demarcación quita- ba toda esperanza á los americanos para sus miras am- biciosas, procuraron que no se verificara por medio de una orden intempestiva que mandaba salir de la provin- cia de la Luisiana, en el preciso término de cuatro dias, á todos los individuos que habían tenido en ella algún empleo ó comisión por nuestro gobierno, y que por con- siguiente no esceptuaba ni aun al espresado Marqués, por cuyo motivo se vió precisado á regresar precipitádameu— te á la nueva Orleans para trasladarse á la Havana. Yo mandaba entonces la frontera, y temiendo se hubiese de- clarado la guerra , en vista de semejante procedimiento, tuve por conveniente acompañar á dicho señor Casacalbo basta el primer fuerte de los americanos para cerciorar- me; pero su comandante Porter dijo que no se había de- clarado aquella, y que ignoraba la política de su gobier- no sobre lo acaecido. Entre varias órdenes que se me dieron para des- empeñar con acierto el delicado mando de Nacogdochetá fines del año de £o$. se me encargó muy particuipr- mente guardar la mayrr armonía con los comandantes dé- los puestos militares de la Luisiana; pero que sin embar- go de esto no dehia permitir en manera alguna á las tro» pas americanas, ni habitantes de aquella provincia, pasasen de este lado del arroyo hondo, el cual siempre Isa sido reconocido como límite ó línea demisoria de la de Tejas, dándome esto bastante que hacer varias ocasiones, en que He vi precisado á desalojar de nuestros terrenos á algunos de los indicados habitantes que intentaren establecerse en ¿J> )' vea V. aquí las objeciones que oponían para resis- •irse. Decían pues, que las tíerrss que defendíamos eran propiamente de los indics , á quienes no las habiames comprado como hacia su república con las de otras na- c,ones salvajes sus limítrofes: que llamábamos provincia de Tejas al inmenso espacio que se halla entre sus provin- cias y el rio grande, sin otro motivo ni derecho que el de tener en ¿1 .-Jgunos destacamentos para contener á los bárbaros: y que no veían, desde las fronteras del nuevo Méjico y desemboque del río Misuri en el Misisipi has- la la costa del seno mejicano, otros establecimientos fuer- Ies Ai hack-ndas que las de S. Antonio , Bahia y puesto de Nacogdochei, cuya total población no ascendía á seis Hil almas: (i) y aun cuando los espresados terrenos no Ee considerasen de los indios, era cierto por lo menos tyie se hallaban despoblados, indefensos, incultos y aban- donado», debiendo ser por tanto del primer» que los ocu> Pase, añadiendo por último , que el comisionado por ia 'rancia para presenciar la entrega de la provincia habia dado á entender que los terrenos de ésta confinaban con e' espresado rio. Todas estas y otras razones sin duda mas cap- ciosas y aparentes, que no reales y verdaderas, las desva- necía yo, manifestándoles priméramente en mapa topográ- fico de la provincia de Tejas; y hacíales ver después, que *°das las naciones de indios bárbaros qne pisaban aque- llos terrenos estaban de paz con nosetros, (2) reconocían " nuestro soberano por dueño lejítimo de aquel pais, 74- sus capitanes ó gefes traían escudos de plata como pre- mió y distintivo de su fidelidad: qae iban en tiempos se- ñalados á S. Antonio de Bejar á recibir cierta especie de regalo, para cuyo efecto destinaba nuestro gobierno tres mil pesos anuales, é igual cantidad en Santa Fé del nue- vo Méjico, proporcionándoles asimismo comercio y cam- bio de sus peleterías por medio de una compañía de tra- tantes establecida en Nacogdoches con este objeto : que mirasen todavia existentes las ruinas del antiguo presidio de los Adaes inmediato al límite del arroyo hondo, en el cual estuvo anteriormente el gobierno de Tejas; y que el motivo de no haberse poblado en las inmediaciones de aquella provincia, era porque debiendo volver esta á po- der de la Francia después del tiempo estipulado, se evi- taba de este modo la deserción de las tropas, la emigra* cion de los pueblos, y el contrabando: y finalmente, les hacia observar, que los Estados-unidos habían comprado solamente la provincia de la Luisiana, y que el comisio- nado francés no tenia facultades para otra cosa, ni exis- tían documentos que lo acreditaran. Conque amigo mió» si estos son los cimientos sólidos en que nuestros veci- nos quieren fundar; sus pretensiones quiméricas, desde lue- go podemos convenir en que la ambición los ciega, y querrán tal vez justificar sus procederes con las armas en la mano. También debemos inferir de lo espuesto que en aquella épo^a tenia Napoleón sus miras sobre la España, y que tratando bien de antemano suscitarla enenigos por esta parte, daría á su embiado las instrucciones necesa- rias para sembrar la discordia, así como lo verificó con todo suceso por medio del infernal Davimar: mas para dar á V. una idea del terreno deseado, le diré, que el rio grande ó bravo tiene su origen en el centro del nue- vo Mé|ico, y dividiendo una parte de esta provincia igual- mente que de las de nueva Vizcaya, Coahuila, Reino de León, y Colonia en Santander , viene á desaguar en el seno mejicano, y por consiguiente el espacio contenido entre dicho rio y la frentera de los Estados-unidos vie- ne á ser mas de una tercera parte del territorio de uue- rva España, como puede demostrarse geométrica ó geográ- ficamente. En esta inteligencia no parece muy verosímil que esos republicanos quieran emprender una conquista tan injusta; y siendo nuestras conjeturas mal fundadas, puede también suceder que solo pretendan comprar el espresa- do terreno: pero sean caales fueren sus ideas , lo cierto es, que ya han hecho dos tentativas bien escandalosas pa- ra metérsenos en casa. En la primera se hallaba el gene- ral Wikilson de este lado de los límites con fuerzas sufi* cientes para apoderarse de Tejas; pero le fué forzoso acu- dir á marchas dobles á contener la rebelión que se te- mía en la nueva Orleans, y se disipó la nube con tan fa- vorable accidente. En la segunda logró internarse un tro- pel de americanos bagamundos sin orden ni disciplina: tomaron á S Antonio y la Bahía, y después de haber sa- queado estos pueblos, cometieron en ellos las mayores atrocidades: sin embargo, aunque después fueron dirijidos por el insurjente Toledo, perdieron todos la vida en la completa victoria qus consiguió sobre ellos el señor Co- mandante general D. Joaquin de Arredondo. Durante estas escenas han frecuentado con toda seguridad nuestras islas, sin dejar por eso de permitir á los corsarios armar libremente en sus puertos para que in- festen las costas con gravísimo perjuicio de nuestro co- mercio. Conque, después de semejante conducta y unos hechos tan recientes jqué juicio podrémos formar de ese gobierno y sus habitantes? Debemos por lo menos supo- ner á aquel de mala fé, sin vigor, sin energía 6 indo- lente, pues ni quiere ni puede dirigir y contener á sus subditos; y á estos, como á unos hombres sin religión, subordinación ni costumbres: por cuyo motivo soy de pa. recer, que ni de grado ni por fuerza, venta ú otro con- venio alguno, debe consentirse que la provincia de Tejas venga á caer en manos de esos colonos, pues de lo con- trario, es lo mismo que entregarles las llaves del reino y ponernos á su discreción. Para demostrar a V. esta verdad me bastará de- cirle, que la estension de esta provincia junta con su fer-6- lili dad pre?e n.-.rter.er y contener la mitad de la pobla- ción de nueva Hiparía, y me quedo corto: que en el lo- merío de S. Sabas, !uy muchos y muy ricos minerales da ero y plata, corno también de cobre y plomo: que des- de el presidio de S. Joan Bautista de rio grande hasta Bejar y Bahía del Espíritu Santo, es necesario caminar coa la mayor precaución, llevando mozos por delante pa- ra ahuyentar los trozos de caballada mesteña que se aparece todos los días , y se llevan consigo los avios ó remuda , estendi;ndose esta aun con mas abundancia ácia la costa y llanos de la Tortuga , pudiendo asegu- rarse , que solo en Tejas hay mas caballada mesteña que mansa en todo el reino; que desde las alturas del citado lomerío de S. Sabas alcanza la vista á divisar en los pla- nes desde i; á to mil reses de ganado cíbolo , siendo cosa particular, el que este solamente se halla y cria en los terrenos de dicha provincia, y del nuevo Méjícot produce muchas y crecidas maderas asn para construc- ción, principalmente desde el rio Colorado hasta la fron- tera de la Luisiana: la riegan cuatro rios de bastante consideración , que son el Colorado, rio de los Brazos, Trinidad, y Sabinas; y ocho menores, á saber: rio de las Nueces, Riofrio, Medina, S. Antonio, Guadalupe, S. Marcos, Angelina y Necbas; sin otra multitud de arroyos, ojos de agua, y charqueras considerables de agua permanente: en las inmediaciones de la costa pro- duce mucha y buena viperina , añil sin cultivo alguno , palo zarzafras, y sobre todo el chocolate de indio, que es el verdadero té de la India, pues habiéndose he- cho su análisis en esta ciudad por algunos inteligentes químicos, se le han hallado á esta planta las mismas vir- tudes , propiedades y semejanza: sn tabaco es mncho me- jor que el de las villas de Córdova y Orizava: es abun- dantísima en caza y pesca: y finalmente su temperamen- to de los mejores que se conocen. ¿Dígame V. ahora, si unos hombres que no han visto en sus minas otras me- tales que el cobre y plomo , y que en el Natchez ó en la nueva Orleans dan cuarenta <5 cincuenta pesos por una yegua bruta: dígame V., repito, si estos hombre»xe hallarán ó no en estado de oprimirnos, si se apoderan de Tejas? Pues nada de cuanto llevo dicho está exaje- rado, y en Méjico existen varios sujetos á quienes cons- ta esto mismo. En otra carta sabrá V. las cansas principales del abandono en qne se halla esa provincia tan rica y dilatada, como interesante y espuesta, y asimismo los me- dios que considero mas á proposito para su fomento: con- cluyendo ahora con decir, que no ha tenido la culpa nuestro gobierno, ni tampoco los gefes que la han man- dado , pues aunque en distintos tiempos han hecho es- tos ver lo que convenia para los fines indicados, han fe- nido siempre en contra al consulado y comercio de Ve- racruz, que con el oro en la mano han sabido perorar con mas energía y elocuencia. (1) En el dia no tiene la provincia cuatro mil alma» de población en los dos únicos puntos de S. Atonio de Bejar y Bahía del Espíritu Santo, inclusas en este número las tres com- pañías que los guarnecen. (2) Todas las naciones bárbaras de la frontera de orien- te están ahora de guerra: no tenemos tratante alguno entre el tas al mismo tiempo que varios perversos españoles y también an- glo-americanos dirijen sus correrías y hostilidades, siendo por esta causa mas temibles. De buena gana hubiera tratado aquí acerca de la guer» ra ofensiva y defensiva que podría hacerss á este enemigo en caso de que se aproximase; pero temiendo se estravie alguna de estas cartas y vaya á dar á sus manos, no lo hago, pues le se- ria fácil cortarnos á tiempo el revesino. MÉJICO: 1820. Impreso en la oficina de D. Alejandro Valdes.