LOS INSURGENTES RENDIDOS Á LA CONSTITUCION. Venando felizmente apareció sobre nuestros orizorurs la brillante luz de una común felicidad, arruinada la antigua scrbidutnbre, puesto en tierra el despo- tismo, y anonadado el jenio dominante, tabla ya solo la justicia, la vcidad, y la buena fé. Grandes resorte?, en efecto, para mover debi- damente el corazón humano, que por pérfido que sea, aun el mas obstinado deberá convencerse, y quedar desengañado con las radiantes lucas, que trajo í nues- tro suelo el grande espíritu de la sábia Constitución de la Mona i guía. La pasada borrasca, que como mar tempestuo- so horrorizó nuestros corazones, ha de calmar con el indujo que presenta el mejor ambiente de un gobier- no protector, sabio, y amaate de la gran felicidad de la nación española. Esta, que siempre se ha distinguido, como una de las mejores de Europa, solo necesitaba el mobil grande, que ahora ha conseguido. La Constitución , como ua eje, hará girar por sí la gran masa de sus dependientes, y las provincias, las aldeas y los campos, pecibirán inconcusamente los grandes frutos de su aclamación. Cuanto mas los corazones de los mismos ciu- dadanos, que conosiendo en sus progresos la dichosa si- tuación en que están constituidos, bendecirán para siem- pre la Poderosa providencia de Dios, y los grandes talentos de uno» ingenios, que sabiendo reunir la líber- tad con la ¡unida, nos han procurado justamente núes- tra felicidad y nuestro honor. Viva para siempre tan sabio Código, cuyo tes* to respetable, deberá transmitirse á las fu úras genera* ciones, y ciertamente nuestros desendientes conoserán también sus ventajas, y aplaudirán su nacimiento. Nosorros, pues, en tanto que hemos alcanzado estos luminosos principios, y que por ultimo debemos cooperar por nuestra parte á cuanto sea condusento pa- ra la común felicidad de todos ¿podremos, podremos sin desdoro menospreciar lo mismo que quisimos? y ú'timament¿, convencidos en forma de la utilidad de este grande y heroico establecimienso, ¿no deberemos pensar de un modo conforme con la rectitud de su* admirables objet»? ¿Y los caprichosos podrán aca-o con- tinuar, procurando que se prosiga la ruina y debastacion de nuciros hogares, de nuestros intereces, de nuestra vida, de nuestras almas? ¡Cuanta sangre! ¡cuantas victimas! ¡cuantos hor- rores! ¡que desgracias! ¡que escesos! ¡que desastres! ¡que sacrilegios no ha sufrido la^pátria por diez años? ¡Cuan- tas veces la casta doncella , la infeliz viuda, el pebre anciano han tenido que padecer grabes calamidades J deshonras en estas turbulencia'!... ¡Cuantas!.....y son casi incalculables las ocaciones en que se han perdido las vidas de los hombres. Este bien inestimable, qu« es don supremo reserbado voló al único autor de lo criado, se ha visto destruir y aniquilar injusta y tira* ñámente: díganlo tantas victimas inmoladas al capricho» sórdido interés, á la sevicia, y á la mayor crueldad..... Si clamasen todos .... y tantas gentes vilmente sacrifi- cadas: si arrojasen su sangre sobre los iniquos agresores: y si la razón se armase con su terrible espada, ¿que se* ría de muchos? ¡que vergüenza causaría, que horror, f que espanto para tantos asesinos, que acaso se ofenden de que se les mate un animal propio; y se decidca—s—T lín conciencia, y sio dar oido i la naturaleza, para eje- cucar los crímenes mas atroces, para robar, para incen- diar, para m itir indebidamente á sus compatriota;, á sus hermanos y aun á aquellos mismos de quienes baa recibido algún favor, la mejor protc-.cion, y aun la misma existencia, que como causas segundas siendo sus padres, les han comunicado!!!... Digalo el reyno de América en diez años de confusión, de muertes sin provecho. De un abismo corrieron á otto abismo, y encrespadas las pa-iones, solo la voz de fuego, de san- gre, de destrucción han sido los ecos que han resona- do por todas partes. ¡Y qué frutos, que bienes han conseguido sus autores? todo ha yacido fatalmente pos. trado, y solo descollaron los particulares resentimien- tos. La codicia, la ribalidad, el fatal entusiasmo, y el falso ardimiento tomaron trono por medio de estos exce- sos, ¿y quedré nos, que sigan adelante tan iniquos pro- yectos? ¿qué vestigios dejjmos señalados á nuestros pós- teros? Nuestro ejemplo jamas será gloroso; si no e$ que sujetos á la verdad y buena fé, acabemos de re* formar la vida; porque en efecto, ya no habrá disculpa, ni un motibo que pueda cohonestar la pasada conduc- ta, mucho mas con respecto á la ulterior que deberá seguirle. Si libertad (no libertinaje): si garantía en los derechos, que son producciones de un sabio gobierno: si exactitud, si justicia, se pedia en el principio de la sublevación; libertad, garantía, y buen gobierno trae en si misma la recta Constitución, que se nos ha ve- nido como un ángel tutelar, para nuestro amparo, y nuestra defensa. Ella, pues, desdeluego será nuestro norte, coa ella vív remos felices, cesaron las atrocidades, los sacri- legios, innumerables crímenes complicados, y las desgra- ciadas circunstancias ea que hemos vivido.Ya que por fortuna llegó á nostros su adroi» rabie destello, logremos la oportunidad; seamos todos iguales, siempre dignos constitucionales, amantes los unos de los otros, siempre hermanos, y siempre en paz, en justicia, en verdad, y en buena te, que son los únicos propios constitutivos de la sociedad arregla- da en que todos debemos vivir bajo la proteccio» do sabias leyes, como las que nos han dictado esos hom- bres sapientísimos, verdaderamente padres de la patria, y autoras de la Constitución política de la Monarquía española, que siempre vive,j hade vivir. C. de Art. A. £ MEJICO: 1820. Impreso en la oficina de X). Alejandro Valdés*