A CATÁSTROFE DE CÁDIZ POR EL PENSADOR MEJICANO. or artículo de gaceta de Madrid de »8 de Mar* , supimos el acontecimiento de Cádiz. £1 ¡mpre» á la letra es como sigue. »Un gran número de cartas de Cádiz refieren ircunstanciadamente los deplorables sucesos últimos e aquella ciudad. De muchas de estas cartas y de otras arias relaciones que hemos cotejado, y de cuya au- enticidad estamos perfectamente seguros, resulta lo sí- mente. El 9 á las nueve de la mañana salió del Puer- o de Santa María el general Freiré con sus ayudan- es y el intendente de su ejército para la plaza de Cá- ¡z, donde enterado de la exaltación con que muchos Reíales del ejército y armada y un gran número de ecinos solicitaban y promovían la jura de la Constí- cion, y considerando que era inútil resistir á un de- eo que se pronunciaba tan enérgicamente, dispuso ac- :der á él; y anunciando que el día io se haría la ce- emonia de la jura, se colocó en la tarde del g una ápida provisional en la plaza, y hubo á la noche ilu- tación general, autorizando todos estos actos el ge- eral en gefe y el capitán general de la armada D. uan María Villavicencío. En seguida dió el gen.» al en gefe los correspondientes avisos al ejércitomandó cesar tas hostilidades; y comunicó estas ocur- rencias a) coronel Quiroga, previniéndole enviase ofi- ciales de su confianza á Cádiz para concertar lo con- veniente, corno lo hizo aquel comandante, enviando i su ge fe de Estado mayor D. Felipe de Arco Agüero y varios oficiales de artillería» Entre tanto el batallón de Guias; compuesto de unos 400 hombres pasados de la Isla, se confabuló coq el de la Lealtad, parte del de América y algunos mi- licianos, y formaron el inicuo pho de turbar el júbilo común; con lo que á las diez y media de la maña- na del 10, cuando estaban hechos todos los prepara- tivos de la jura, desembocó el batallón de la Lealtad por la calle Ancha, echando algunas partidas por las de Murguia y Jardtoillo, y esto cuando ya habian lle- gado los Guias, que pasando por la calle del Veedor y sus guerrillas por la del Fideo y Oleo, entraron eo la plaza de S. Antonio, y i los gritos de viva el Rey rompieron un fuego horrible contra los vecinos que viéndose asaltados tan alevosamente, acudieron por ar- mas al parque; pero éste se hallaba ya tomado; de mo- do que murió cuanta gente se asomó al campo, cayen- do los que pudieron dispersarse en manos de los de la Lealtad que los asesinaron ó los robaron indignamen- te. Al mismo tiempo cayó también sobre una gran por- ción de vecinos de ambos sexos que aguardaban en la puerta de tierra la llegada dé los de la Isla, un des- tacamento dé caballería que acuchilló y persiguió á aquellos ciudadanos pacíficos hasta empujarlos sobre la infantería, que los recibió á fusilazos, ayudando desde la muralla las milicias de Bujalance á completar el es trago. Estos asesinatos espantosos eluraron basta las tres de la tarde; pero aun después continuaron recorrien- do las calles partidas' de aquellos facinerosos, llevando ubi de ellas dos violentos, y saqueando algunas casal y establecimientos públicos.Durante la refriega, parece que el general c i gefe había sido retenido en su casa, y obligado á dar ordenes revocatorias de las del dia anterior, y tal se dice que era su situación cuando llegó á la plaza el general Ferraz, gefe del Estado mayor Este pasó á ver al general Freiré y le facilitó salir de la plaza 4 pesar de las dificultades que se ofrecían; y volviendo al puerto de Santa María en la noche dei dia 10, man- dó que se suspendiese la jura de la Constitución, pe- ro esta orden era tardía; pues los dos regimientos de Valencey y Soria y el de dragones del Rey habían ya jurado en jerez, y la segunda división de infantería en Chiclana, sin ser dado á ningún poder humano so- focar los sentimientos constitucionales que se habían manifestado muy abiertamente. Galino, Arco Agüero y otros que habian ido de la Isla escaparon milagro- lamente, refugiándose en casa de D. Josef Morel, de donde se dice que fueron después trasladados á un cas* tillo. Los muertos del 10 fueron 426, y hasta 900 los heridos, de los nne después han perecido muchos. Durante todo el dia 11 hubo fermentación en el ejército y vacilación en la autoridad; pero sin mas ocurrencia notable que un motín de los dragones del Rey, que abandonando á sus gefes y oficiales se mar- charon de su cantón, matando á un alférez aue in- tentó oponerse á su voluntad. En Cádiz hubo también* una ú otra desgracia. £1 11 llegó el real decreto del 7 en que S. M. declaraba haberse decidido á jurar la Constitución, y esto unió y tranquilizó al ejército en algún modo, pe- ro no totalmente, pues vistas Jas órdenes y contraór- denes anteriores y los asesinatos de Cádiz, todo el mun- do manifestaba una desconfianza justísima. £1 13 y el 14 continuaba Cádiz siendo vícti- ma de una tiranía militar espantosa, y de los furores de una soldadesca brutal. £1 pueblo de aquel auti-guo baluarte de la libertad española engañado de un modo inaudito, no respiraba mas que sangre y venganza, Del general Freiré se decía en el cuartel general que se preparaba á marchar coc el conde del Abisbal; pe. ro es verosímil que ni para esa empresa ni para otra alguna tenga el general Freiré en lo sucesivo un solo soldado con quien contar. Tal es el resúmen de los acontecimientos de Cá- diz de que los diarios de aquella plaza, sujetos á una censura inquisitorial no hablan una sola palabra. Los hechos que hemos cuidado de referir con la exactitud mas prolija, no señalan á los autores ó cómplices de aquellos horrores de uo modo bastante circunstanciado para que nosotros los designemos ya á la anirradver- sión publica y ya á la venganza de las leyes. Cartas muy respetables que á la vista hablan con una indignación profunda del general Campana y de la junta de reem- plazos; pero estas son quizá suposiciones, y es menes- ter que el tiempo revele b que puedan tener de real. En cuanto al general Freiré, su conducta muestra i lo menos una debilidad, una incertidnmbre, una fluctúa- cion que han hecho á muchos dudar de la rectitud de sus intenciones, y bien que nosotros acostumbrados á presenciar grandes sucesos, y enseñados en la escue- la de la adversidad á examinarlos con sangre fría, há- yamos reusado fijar nuestra opioion sobre esta mate- ria, no podemos menos de creer, juzgando por los an- tecedentes conocidos, que costará trabajo al general jus- tificar plenamente sn conducta. La indignación que ha causado en Madrid la noticia de los asesinatos de Cádiz ha penetrado des- de los palacios de los grandes hasta los talleres de los artesanos: por. todas partes el grito de la inocencia, vil y cobardemente inmolada, ha despertado los sentimien- tos generosos que seis años de vergonzosa opresión ha- bían sofocado en los pechos españoles, y no ha deja-do de aumentar esta indignación la noticia de que el real decreto de 7 de Marzo no llegó hasta el día 11 al Puerto de Santa María, cuando hubiera debido lle- gar el 10. Los horrores del a de Mayo armaron la España en 1808 contra las* huestes formidables que la invadían; los del 10 de Marzo de 1820 la armarán también contra los asesinos que han teñido sus manos en la sangre de 500 de sus compatriotas* £1 gobier- no ha despachado al coronel de artillería Don Josef Herrera Dávila para enterarse, según se dice, de to- das esias ocurrencias, y llevar al teniente general Don Jnan O Donojú su nombramiento de general en gefe del ejército que estuvo á las órdenes del general Freiré.9 Conciudadanos: ya veis el efecto de las pa- siones desordenadas. Nuestros hermanos los de Cá- diz perecieron desgraciadamente á manos de los mi- mos suyos, ¿y por qué? porque anhelaban por ver* se restituidos en sus derechos. £1 pueblo ansiosamente deseoso de celebrar su libertad, corre alegre por las calles y plazas es- perando impaciente el momento de la jura apeteci- da, cuando las viles hordes de soldados corrompi- dos y aduladores, se echan alevosamente sobre el triste pueblo inerme y descuidado. La muerte vuela en los filos de sus inicuas bayonetas. Nada perdo- na su furia destructora y asesina. La casta madre, el desarmado esposo, la tierna doncella , el pobre en- fermo, el inocente niño, el viejo débil todo es obje- to de la zafia de estos ¡lustres y valientes guerreros. Por todas partes corren despavoridos los mi- serables gaditanos, buscando un seguro donde es- conderse de los malvados y crueles asesinos; peroen vanq. Las calles se hallan ocupadas de verdugos. Acuden á los claustros á refugiarse, juzgan- do hallarse en ellos seguras como en lupa res san- tos. .. mas (ó dolor! los religiosos cierran las puer- tas y los dejan abandonados á la furia y encono de Jos leales. Todos perecen porque los frailes de Cá- diz se niegin á salvar Jos que pudieran. ¿Esta es la santa ley que profesamos ? ¿ Asi se cumplen los preceptos de la caridad que nos manda amar al- prójimo como á nosotros mismos ? ¿ De este modo se siguen las huellas de los Santos fundadores? ¡Ah! curramos un velo sobre procedimientos tan impíos y alabemos, colmemos de bendiciones á los FP. fran< ciscos que se distinguieron esclarecidamente, fran- queando á los prófugos infelices el sagrado y se- guro de sus claustros. Entre tanto duraba la cruel carnicería, no se descuidaban los valientes defensores del Rey en ha- cer su negocio. Se allanan las casas de los pací- ficos ciudadanos, se saquean su bienes y el robo y el pillaje son como los écos de la acendrada fde- üdad de aquellos bravos. Todo es carnicería, todo matanza, depredación violenta y sacrilegio. ¡Víctimas infelices de nuestra apetecida li- bertad 1 vosotros descendisteis al sepulcro por los mismos principios que los Daoiz y Vela-rdes, que los Portieres y Lacys, Sírvaos de recompensa á vues- tro mérito la grata y lastimosa memoria que haré- mos de vuestros infortunios. Y vosotros, huérfanos desdichados, tristes viudas, padres y esposos que dejasteis de serlo en los aciagos momentos del. azaroso 10 de Marzo,recibid'la ternura de nuestro corazón : afcrid vnes tros senos para depositar en cítus la* lágrimas de Insinceridad y del amw...>. , ¿Pero acaso hallareis algor* alivio real en estos sentimientos. desnudos de socon o ? ; A h ! no. El llanto estéril no aprovecha de nada al desgra- ciado. Probemos el mejor medio de aliviaros en la siguiente SUBSCRICION. Queda abierta desde hoy pira el socorro de aquellos desgraciados, en la librería de Don Juan Bautista de Arizpe, calle de la Monterilla, quien dará á los señores subscritores sus correspondientes recibos, sea cual fuere la cantidad con que se sebs- cribieren. Dentro de un mes se dará gratis á los se* ñores subscriptores la lista de los que fueren y de las cantidades con que se subscribieren. Por ahora se ha subscrito £1 Pensador con............... 10 ps. £1 dinero que se colectare quedará á dis- posición del Señor Coronel y Alcalde de primer voto Don Josef Ignacio Aguirrevengoa, quien lo re- mitirá á Cádiz para que se destine á su objeto. De la inversión de lo remitido y personas socorridas se dará á su tiempo la debida satisfacción al público. Ricos generosos, almas sensibles: manifestad en esta vez el noble desprendimiento que sabéis te-(«) ner de vuestros intereses en beneficio de la indigen- te humanidad. Abrid las puertas á la caridad para que se os abran las puertas del Paraíso: echad una mirada de compasión sobre aquellas infelices fa- milias que han quedado sumergidas en el dolor y la miseria sin el menor delito: acordaos que son es- pañoles , que son nuestros hermanos, nuestros ami- gos, nuestros conciudadanos, nuestros semejantes y lo que es mas, unos desgraciados que reclaman con imperio vuestra compasión, y que elevan sus vo- tos al Padre de las misericordias, para que las der- rame sin medida sobré vosotros y sobre vuestros hijos. Méjico, Julio 14 de 1820. J. J. F. de L. /i. té.* fltitictrri- LTAtiS» :Lh¿e+¿- vc-tuli** 7 ^ U / cclcí ri*- «vi -Vi x*.;a* i* 22 AT tfe» -. : MEJICO: 1820» níFRSNTA »5 OMTIVEROSLf ( 8 ) ner de vuestros intereses en beneficio de la indigen- te humanidad. Abrid las puertas á la caridad para que se os abran las puertas del Paraíso: echad una mirada de compasión sobre aquellas infelices ta* mi lias que han quedado sumergidas en el dolor y la miseria sin el menor delito: acordaos que son es* panoles, que son nuestros hermanos; nuestros ami- gos, nuestros conciudadanos, nuestros semejantes y lo que es mas, unos desgraciados que reclaman con imperio vuestra compasión, y que elevan sus vo- tos al Padre de las misericordias, para que las der- rame sin medida sobré Vosotros y sobre vuestros bíjos. I Méjico, Julio 14 de 1820. 7. y. F. de L. mk pis*» « / íi * i ' « i - ! ' A it 1 22 AF Ü8 1 *£infrt$n *{, pbiikiipi ¡oí -b nout^wu t. sil MEJICO: 1820. OfP&BMTA D* GNTI VESOS.