DERECHOS DE LAS AMERICA*?. Ocursos que en pleno congreso dijeron á las Cor- s Generales, los Señores Inca Tupangui, diputado rel Perú, y Lis perguer, diputado por Buenos-dyres, elañodeüifr K INCA Oeñor: no he venido á ser uno de los individuos que proponen este cuerpo moral de V. M. para lisongear- J^Para consumar la ruina de la gloriosa y atribulada **sPaña, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa Perica. He venido, si, á decir á V. M. con el respe- lo que debo y el decor© que profeso verdades amar- ísimas y terribles si V. M. las desestima; consola- Joras y llenas de salud si las aprecia y efercita en ^neficto de su pueblo. No haré, Señor, alarde ni osten- sión de mi conciencia; pero si diré, que reprobando estos principios arbitrarios dé aHa y baja política em« Piados por el despotismo, solo sigo los recomendables P°r el evangelio, que V. M. y yo profesamos. Me pro- nto, fundado en los de equidad que V. M. tiene adóp- telos que no querrá hacer propio suyo este pecado Pavísimo de notoria y antigua injusticia. . Es la primera y quizá la única causa por que a mano poderosa de un Dios irritado pesa tan grave- ante sobre este pueblo nobilísimo digno de mejor for- ^a. Señor: la justicia divina proteje á los humildes y De atrevo á asegurar á V. M. sin hallarme ¡lustra- dor el espíritu de Dio?, que no acertará á dar unpaso seguro en la Überjad de la patria mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia en llenar sus obli' gaciones con las Americas. V. M. no las conoce: Ia mayor parte de sus Diputados y la Nación apenas tte' ne noticia de este delicado continente: los Gobiernos anteriores le han conciderado poco, y solo han procu* rado asegurar las remesas de sus preciosos metales orí* gen de tanta inumanidad, del que no han sabido aprovc charse. Lo han abandonado al cuidado de hombres co' diciosos é inmorales y la indiferencia absoluta coa quí han mirado sus roas sagradas relaciones con este pa¡$ de delicias ha llenado la paciencia del Padre de las mi' sericordias, y forzadole á que derrame parte de la amargura con que se alimentan aquellos naturales so- bre nuestras provincias Europeas. Apenas queda tiempo ya para dispertar del le' targo y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del orgullo y vanidad. Sacuda V. M. apresura' 1 damente las envejecidas y odiosos ideas y bien pene' ( trado de que nuestras presentes calamidades son el re* 1 sultado de tan larga época de delitos y prostituciones» ' no arroje de su seno la antorcha luminosa de la sa' 1 biduria, ni se prive del ejercicio de las virtudes. Uf ' pueblo que oprime á otro no puede ser libre: V. M. w c ca con las manos esta terrible verdad. Napoleón, tira- ' no de la Europa su esclava, apetece marcar con este se s lio á la generosa España; esta que lo resiste valero' c sámente no advierte el dedo del Altísimo, ni conocí " que se le castiga con la misma pena que por espacio J de tres siglos hace sufrir á sus inocentes hermanos. Ce 11 iro Inca, Indio y Americano ofresco á V. M. un cu3' b dro sumamente instructivo: dígnese hacer de él un* a comparada aplicación y sacará consecuencias muy sa^ d Ise b!as é inportantes. bli' Señor: ¿resistirá V M. á tan imperiosa verdad? la ¿Será insencible á las anciedades de sus subditos Euro- lie* Peos y Americanos? ¿Cerrará V. M. los ojos por no ios ver con tan brillantes luces el camino qne aun le mani* :U' fiesta el cielo para su salvación? No, no sucederá. Yo ri- 'o espero, lleno de consuelo, de los principios religiosos ic y de la ilustrada política con que procura señalar y ase- co' gurar sus soberanas deliberacionee. ais - ai- LISPERGUER la ,o< O *^eñor: fas enfermedades del cuerpo político á mane* le ra de las naturales deben curarse cortando la raíz. La íes America está enferma, y sabemos que es la que única- a' Mente ha de sostener nuestra guerra, y que si la per- ic Pernos ni tendremos soldadas, ni dinero, ni cosa algu- rc na y habremos de sucumbir á la fuerza bajo el yugo es» del tirano. Es presiso, pues, examinar la enfermedad po- a' to¡ca de la America para lo cual no es necesario déte» JD nerme mucho, por que esta lo mismo que la España des» co- ^su descubrimiento hasta hora ha estado sumergida en a' 'a ignorancia, digámoslo asi, en la costumbre de estar se ^yugada por el despotismo. Pero la America parti- o' alármente ha sitio el objeto de una tirania de que quizá ice n» hay egemplo. No obstante acostumbrada á sufrir este :\o Vügo no se había resentido. Su ignorancia la tenia sin o' Movimiento} pero ha sucedido que de rrepente ha reci- 3' bio!0 un golpe de luz tan grande que en otros trecientos na años no pudiera haberla recibido. Ha llegado el caso a* de saber sus derechos, y procurará sacudir este yugo.Ve que los Españales pelean, no como en la guerra de succecion, cuando en lo menos que se pensó fué en constituir sus derechos, sino que pelean por a rtar la cabeza al despotismo "y á la arbitrarisdad. Lo mismo ha conocido la America, y justamente la España es la que le abre camino para todo lo que está haciendo. La España tomó vigor y lo mismo quiere hacer Ame* rica.España le ha dicho: ya eres libre: ya se acabó el despotismo. Si, Señor, se lo ha dicho, pero ¿han correspondido las obras á las palabras? Todo lo con- trario: se ha pasado aquel momento en que se le ha- lagó, y las obras están tan distantes, que lejos de ha- ber calmado el despotismo nunca ha habido en Ame- i rica mas injusticias que las que hay en el dia. Vé el i desprecio con que la tratan sus mismos hermanos: to- t do esto lo conoce, y ¿es estraño que sacuda el yugo. ) Y ¿cual puede ser el remedio á tanto mal? la igual- \ dad en todos los derechos que gozan los Españoles, J las mismas gracias, la misma libertad, y que tengan á parte como ellos en la Constitución. No me detendré d en decir á V. M. la multitud de tiranias que ha su- h frítlo la America: la ingratitud aun contra aquellos tí mismos que derramaron su sangre, y disiparon sus q¡ caudales; pero si diré que no puede V. M. sin faltar *c al decreto, con que declaró á la America parte in- bt¡ tegral, y un mismo pneblo con España, no puede, Pr digo, dejar de declarar que la representación america- ^ na debe ser en los mismos términos que la de España, y 'e, MEJICO: 1820. ^ Imprenta de Don Mariano Ontíveros. 0