EL LEGITIMO AMANTE DE LA CONSTITUCION, Legítimos y amables compatriotas habitantes de ambos hemisferios, pues lo mismo es el suelo espa- ñol que el americano. Cuando la patria peligra^ todos sus hijos deben armarse para defenderla : ¿y qué mas peligro real é inminente, que ver vulnerada nuestra sagrada Religión por unos es- critos de los sectários de Volter, Roseau y Ro- bespierre, en quienes respira Un odio implacable contra el sagrado estado de la Iglesia, contra los sucesores de un Pedro, contra los hijos de les Do- mingos, Franciscos, Agustinos, Ignacios y otros patriarcas, fundadores y padres de las sagradas re* ligiones. Dice nuestro sabio Código en sirprimer ar- tículo: en el nombre de Dios lodofoderpso,L Je 2. Padre, Hijo , y Espíritu Santo : y continih en el segundo: nuestra nación no admitirá mas religión que la católica, apostólica, romana, única verdadera', y la nación la protegerá por sabias y justas leyes; luego el que atentare contra estos dos sagrados y santos artículos será un anticonstitucional, y no amante y sectario de nuestro Código, lo demostraré fácilmente. Siendo incocuso el que nuestro sabio Có- digo pone su base y fundamento en estos cimien- tos ó principios, el que atentare contra ellos pro» curará el destruirlos, pues derribados los cimien- tos no puede permanecer en pie el edificio. El estado eclesiástico es, ha sido y será el único apoyo y fundamento de nuestra sagrada Religión, pues Jesucristo dijo á Pedro: tú eres Pedro , y sobre\ esta piedra aseguraré mi iglesia. Hablen los libertinos y fracmasones, que las puertas del in- fierno no prevalecerán contra ella. Esta Religión, es sólida, pues está fundada sobre una firme roca, Pedro delega sus facultades en los apóstoles, que son los obispos: éstos en los setenta y dos discí- pulos, que son los párrocos: y luego se extienden al clero y sagradas religiones, único apoyo y fundamento de nuestra sagrada Religión. Ex- pliqúense los políticos sobre el despotismo de losinquisidores, pues el estado eclesiástico necesita le- nidad . Jesucristo lo dijo: sed maní os y humil- des como yo, Pero, decid, sabios de los siglos pa- sados , cuando los señores obispos manejaban este santo tribunal, ¿ con qué amor no se trataban sus reos? Hable un Atanasio, un Nicolás de Barí en el concilio Niceno. ¿Cómo fue tratado un Árrio? con amor y dulzura, y persuadiéndolo con la razón y la escritura, no con rigor y despotismo. Vuelvo á mi intento: varios papeles mas mordicantes que instructivos, mas irreligiosos que píos denigran á los señores obispos, tratándolos de comodinos, avaros y otros dicterios poco re- ligiosos y nada decentes a la alta dignidad á que son constituidos estos sucesores de los apestóles, pues el Señor en cabeza de san Pedro les dice: apaetntad mis ovejas. Y que bueno seiia que Jas ovejas se rebelaran contra el pastor, ce rno lo han hecho algunos impíos en esta ciudad, deni- grando á nuestro benéfico y sabio prelado con pasquines indecorosos a su íábio, político y be* néfico gobierno. Otros habían diciendo que los señores canónigos cuentan el dinero en talegas y no en miles, sin ser útiles a la república: ¿y quién ha metido á estos escritores en censurar lo que de tiempo inmemorial está instituido? En el4- libro sagrado del Exodo se lee, que los diezmos se instituyeron para el sustento de los levitas que cuidan del santuario con el sumo Sacerdote^Y quie« nes son reputados por levitas? ¿quién por sumo Sa- cerdote ? los canónigos y los obispos. Si estos no cumplen con ser despensadores y tesoreros de los pobres, no serán todos, pues hay muchos egemplares, que reparten gruesas sumas de limos- nas ; y de que uno ú otro sean opulentos en banquetes y lujo no se infiere el que lo sean to- dos , pues una proposición particular no destru»- ye una universal. Volvamos á nuestras sagradas religiones, que se explican ser unos frayles serviles, inútiles, y solo quizá útiles al tiempo de su fundación, y de ninguna manera ahora. ¿No tiene presente •crte antimónaco los servicios hechos por éstas á la Religión y al Estado? ¡Ó no habrá Ieido las historias acaecidas en las conquistas? Los Fran- ciscanos acompañaron á Colon en el descubri- miento del nuevo mundo: los Mercedarios en su conquista: los Jesuitas r¿duj¿ron á la fé á las Islas Filipinas; y á costa de la sangre de los frayles Dominicos, Franciscos, Agustinos y Jesuítas re- conocieron el suave gobierno de España: hable aqui el Orinoco. ¿Quién enseñó la labranza ? unJesuíta que uncido con un buey araba la tierra, cosa que no haria ningún potentado en servicio del rey ni de la patria ; hé aqui los vichos servi- les y despreciables dándonos modo de aumentar la agricultura útil á la nación. ¡Há señor' v. no habla por la nación, sino por su capricho: amor á los frayles, pues estes religiosos, aunque sean malos|, sus plegarias unidas llegan al cielo. Traiga v. á la memoria al cardenal Cisneros, fraylq Francisco, deteniendo al sol su curso para ganar la batalla de España. ¿Y qué dirían nues- tros antimónacos ? que eran decantadas y mentí- das sus preces. ¿Á quién se le debió la victo* ría, á 1 as armas ó i su oración? ¡Ay Dios mío! ¡Cómo consientes á la f¡z de la tierra tanto número de profanadores de tu leyS ¡ Cómo abandonas á tus siervos y ministros! ¿quie«> res sellen tu religión y !a firmen con su sangre? enhorabuena: vengan los martirios y tiranos, que estos están prontos á ofrecerse víctimas por tu amor; pero ¡óh Dios! conserva la Religión y esfuerza a tus ministros para que eítos ex- pliquen los dogmas, y hagan ver á los ignoran* tes que primero deben dar el cuello 3 una cuchi*" lia que abandonarla, y apoyar m¡ximas falsis contra el evangelio que profesamos, Corregid«nhorabueria, beneméritos sacerdotes: corregid desde esa cátedra santa el vicio: apoyad la vir- tud y no temáis los riesgos. El monarca es ca- tólico: el supremo congreso se compondrá de hombres píos y religiosos que deberán amar vues- tro estado: los gefes que nos rigen dan claras muestras del amor y adhesión que os profesan; y quando asi no fuera, el Dios omnipotente ve- lara sobre vosotros y os defenderá: y nosotros reunidos los católicos levantaríamos la voz para defender la religión que profesamos, y la sabia Constitución que hemos jurado, apoyo y funda* mentó de nuestra Religión sagrada, derramando gustosos nuestra sangre en obsequio de la fé, de h patria y de la Constitución, cumpliendo con él deber de buenos republicanos y zelosos ca- tólicos. Y vosotros, amados hermanos y buenos conciudadanos, observad inviolable la religión que jurasteis por medio de este sagrado código: él asienta por preliminar la religión católica, apostólica, romana; luego el que la violare será transgr; sor de esta ley. La religión está apoyada en los ministro* del evangelio, en los sacerdo- tes santos; y asi el que los denigrare y ultrajare será un anticonstitucional. No creáis las amena-zas de los libertinos para intimidaros: oíd la voz de un ciudadano rústico é ignorante legítimo aman- te de la Constitución y de su religión sagrada que se explica con el siguiente SONETO. La Religión Católica ha fundado por principio la gran Constitución, y en la ley que promulga d su nación por su base y cimiento la ha asentado: ¡Y en quien pende derecho tan sagradoi ¿quien sostiene tan santa Religión7, el clero secular y regular, su profesión siempre pura é ilesa la ha guardador Luego el impio sacrilego que intente tirar contra el estado clerical,. no es. Constitucional, miente, sí, miente; Porque siempre la mira nacional es que la Religión santa se aumente en los estados, clero y monacal. Puebla 3 1 de Tül o de 1820. J. M. D. G. Imprenta, de D, Pedro de U Ros*. Piecio un real.