CASO ORIGINAL SUCEDIDO EN ESTA CAPITAL, Ó SEAN ^hy :¡fff* disertaciones importantes y consulta al pública. Señores escritores todos y los que no lo son, y vd. principalmente, señor Pensador Mejicano, <)ue ha dado pruebas á lo menos de su buena disposición, cuando no sea del mejor de los co- taentistas de nuestras nuevas instituciones. ¡ Ah, •í, cuanto debe á vd. Méjico, y la nación toda de ^üe nos haya aclarado é ilustrado los artícuos i, 2, y particularmente el 3 y otros de nuestro sa- grado Código ! Vaya, parece que ya no quedaba la de diez reales, he tenido que roer el hueso exhibiendo trece pesos dos rs. Un sudor frió me cubre todavía cada vez que me fo recuerdo, y le aseguro á vd. que en aquel primer acto hube de necesitar de toda mi na- tural robustez para superar á una especie de bahí- do ó síncope de que me conocí acometido ¿Ca- torce pesos y medio de multa, digámoslo así, á un pobre hombre que sabe Dios si los con ice ? ¿ Catorce pesos y medio por un paso escaso dado en un asunto en que no defendía otra cosa que el honor del gobierno ? ¿Y qué hubiera sido de mí, si comu soy hombre solo me hubiese casado aho- ra ocho ó diez años, y me viese rodeado de am- brientos chiquillas? ¿Y qué si por un efecto de mis once ovejas siguiese la causa á mí costa hasta5 su conclusión? ¿No me había conducido mi li- beralismo á una miseria y perdición ? Pero quitémonos de imprecaciones y que- jas inútiles, y supuesto que ya está vd. impuesto, señor Pensadgr, en el motivo de mis cuitas y la- mentos-, veamos de reríffediarlos para lo sujeti- vo, evitando que otros sean cerno yo víctimas de su buena disposición y sentimientos; para lo cual cuento con las luces de vd. y con las'd¿ los demás ilustrados escritores de esta capital; si bien en Dios y en mi conciencia debo excluir, como lo hago con todas las protestas legales, á los que en sus papeles usan de muchos latines; pues des- pués que yo no entiendo esse idioma, se me ha puesto en la cabeza que son de aquellos que co- mo siempre, quieren formar nación aparte, y no Jos tengo por jueces muy ingenuos é imparciales en estas materias: ademas que me ha dado en las narices qoe el autor del impreso que me ha mo- tivado estos quebraderos de cabeza, es uno de sus reverencias que Dios le premie de gloria. Todo se sabe á su tiempo. Fstoy muy distante de criticar la con- ducta del juez en lo que ll;vo referido, y semi- na en mi corazón que hallase algún motivo de ofenderse, por cuanto estoy peneirado de su hon- radez, hombría de bien y demás cualidades apre- ciabas que lo distinguen; y no quisiera tampo- co desmentir mi proposición de que soy liberal por principios y convencimiento, por Lo .que eniiend.o el respeto que debo á las auínrid idesj establecidas, aun cuando no me ío mándase e6 artículo 7 de la Constitución: de consiguiente so- lo me quejo de mi ignorancia ó de la naturale- za de las mismas teorías que están sujetas ó es- puestas en la práctica á estes obstáculos ó inco- herencia; porque así es que ni en ía Consiituciori, ni en el reglamento de ¿ibertad de imprenta se nos explica el modo de producir nuestras quejas por los trámites judiciarios en el caso indicado, y en la terrible alternativa de sufrir con sereni- dad los insultos de los atrevidos, ó hacer una erogación de gastos que tal vez no sufren las fa cultades, el medio es muy desesperado; y si bien por la imprenta podemos invitar á las autorida- des el desempeño de sus funciones, también esto demanda gastos, pérdida de tiempo y mil com- promisos, porquo no todos, ó por mejor decir, muy pocos saben desempeñar este ministerio con la dignidad que corresponde; y en fin si á estos pocos y muchos no les da la gana de hacerlo, no hay una razón para que quede sufocada la buena disposición de otros, por desconocer el tér- mino medio mas sencillo y fácil: así es que ana- lizada mi consulta al público está reducida por las observaciones hechas á las preguntas siguien- tes. Cuando advertimos en algún papel público especies subversivas de las leyes fundamentales de la Monarquía, licenciosas y contrarias á las buenas costumbres; y vemos por otra parte omi- sión en el letrado designado para su fiscalización, como por desgracia hemos observado hasta aquí con harto detrimento de la opinión publicábante qué jueces debemos instaurar nuestra demanda6 qneja contra ellos? ¿en qué forma y térmi- nos ? ¿ Están obligados estos á proceder á trá- mites por representación de cualquier ciudadano, aunque por sí no observen cosa disonante ó con- traria en los papeles denunciados? ¿Y en tal caso deben proceder de oficio desde los principios en las causas? Bien conoz :o que en la práctica de esto mismo habría sus dificultades, pero del mal el menos. Ha sido muy escandalosa la omisión y tolerancia del fiscal en el desempeño de su encar- go 5 y antes que tengamos que llorar con lágri- mas de sangre las tremebundas consecuencias de semejante apatía é insensibilibad, es necesatio con- sultar el remedio de los males en que nos debe envolver y nos amenazan. Nos hallamos infesta- dos de papeles sediciosos y alarmantes, j, y don- de están los castigos? ¡ Salva y perecerás, Fer- nando ! decia el Amante de la Constitución en Madrid 5 y ¡salva y perecerás, Apodaca! digo yo en Méjico, tal vez con mas motivo. El justo castigo de los malos es la mas segura garantía de los buenos, y el premio de estos el camino que debe conducir á aquellos á la virtud. J. M. D. M. MEJICO: 1820. Imprenta de Don Mariano Ontiveros.