LA LIBERTAD DE LA IMPRENTA. VOTO QUE SOBRE LA MATERIA DIO EL SEÑOR DIPUTADO MEJIA, i.l '>k o■.■•.■:ttoi srifuíi!íííü.. ¿ > .« ■.IrrA ~:lC : '■■ d EN EL CONGRESO DE LAS CORTES GENERALES Y EXTRAORDINARIAS CUANDO SE DISCUTIA ESTE PUNTO, ^^<3><¡>-^^^<>"©--©-©SS-<3>--©" Señor: Sujetar á un autor á que no imprima sus libros sin que los censuren primero, y los censuren con intención y de orden de los mis- inos jueces, que pueden detener las obras que es- timen, o afecten estimar por malas; jueces, que á los que declaren autores de ellas han de castigar ellos mismos con las mas formidables é infama- torias penas; esto es y será siempre sujetar las ideas y la propiedad, el honor y aun las vidas de los desdichados autores, al terriblemente vo- luntarioso capricho de los Censores; es decir, al irresistible capricho de unos hombres que tenien- do ya por sí mismos todas las pasiones, todas las fragilidades, toda la ignorancia de cualquier hom- bre, están ademas subyugados por todos los erro- res, todos los intereses y todos los resentimien- tos; están armados con todo el poderío, toda la impunidad de las autoridades, que les confian la vara de hierro de la censura, con el intento y en la persuacion de que la sacudirán en pro, y á placer de ellas mismas.2 Luego si la esclavitud no es mas que la dependencia del arbitrio de otro; si la libertad no sufre mas yugo que el de la ley, defender la acostumbrada censura previa de los libros que han de imprimirse, es constituirse abogado de- la esclavitud de la imprenta; es querer que los au- tores sean esclavos de los esclavos de los que mandan, sia acordarse de que los mandones mis- mos son frecuéntemente esclavos de las bajas pa- siones. Luego seria menos malo, valdria mas, que en vez de conservar las cadenas de dicha prévia censura, se prohibiese absolutamente escribir, y aun hablar sobre toda materia; porque al fin el ciudadano ilustrado y franco, no sería miserable juguete de un censor, de un juez ignorante y ar- tero, pues no habría hombre tan imprudente, que reusáse pasar por mudo, á trueque de no espo- nerse á que le arranquen la lengua. Luego la libertad de la imprenta consiste en la abolición de la censura prévia: verdad lu- minosa y fecunda, de donde necesariamente se infieren las importantísimas consecuencias siguien- tes. 1. Que si dicha abolición fuere entera d par- cial, absoluta o restringida, lo será igualmente, y en los mismos casos,, la libertad de la imprenta, de que tanto hablámos todos, pero (creo) entien- den muy pocos, 2. Que les que quieran que todas las obras pa- sen por tal censura, quieren (acaso sin quererle, pues no le conocen ), que todos los autores sean totalmente esclavos. 3. Que los de buena fe se contentan con la abolición de la censura en unas materias, convie- nen en su continuación en otras: se contentan 13 con ser Ubres á medias, y consienten en ser to- davía medio esclavos; y como no cabe mas me- dianía entre la libertad y la esclavitud, que el intermedio concepto de libertinos, (esto es, liber- tos del que se digno darles la libertad, que ellos no tenian por sí, ni debían tener de justicia) resulta que estos ciudadanos medianeros, estos li' teratos medidos, procuran que la líberalísima pro- fesión de un escritor público envuelva el villano concepto de ser los hombres, de ser los autores mismos, libres por gracia y á merced, pero es- clavos por naturaleza y obligación. 4. Que estos mismos demasiado prudentes, pe- ro poco cautos reclamadores de esta mediocre li- bertad de imprenta, no hablan mas que de me- moria, no calculan sino sus buenos deseos, d es- tablecen mas que una impracticable teoría; olvi- dando en esto (pues ya sé que no lo ignoran), la ingénita invariable é incorregible depravación del corazón humano: depravación que ha hecho, y ha de hacer siempre, que en sujetando á cen- sura previa, aunque no sea mas que la religiosa, los escritos concernientes á las cosas sagradas, quedará efectivamente (á manera que ha suce- dido en todas partes con los bienes de los ecle- siásticos ), religioni'z.ado, espiritualizado, consagra- do, canonizado todo lo que se escriba aunque sea meramente legislativo, judicial, político, adminis- trativo, literario, o militar; porque los censores que ni lo legislativo, ni lo judicial, ni lo litera- rio, ni lo militar &c. &c. en una palabra, ni una respiración, ni un ademan está exento de poder contener doctrinas, miras, aiuciones reli- dirán, ya tienen dicho) *giosas. Y entonces, supuesto que los libros irre- ligiosos no deben imprimirse; supuesto que los autores irreligiosos deban ser castigados, y su- puesto que los que han de calificar la irreligión han de ser religiosos, han de ser regulares, o á lo menos religiosos discípulos de regulares; ¿don* de está el libro, donde está el autor, donde le inviolable diputado, donde las soberanas cortes, (¡este último asilo santo de la madre pátria! ) que no estén espuestas desde ahora á ser, que no hayan de ser efectivamente algún dia declaradas y violadas, quemadas, aniquiladas por aquellos mismos á quienes estarnos procurando hacer feli- ces á costa de nuestra propia felicidad.? ¡O Sócrates! ¡O Galileo! ¡O Padilla! ... ¡Vosotros maestros, modelos envidia mía! voso- tros sabéis, que aunque no rengo vuestro saber, he tenido desde la aurora de mi razón, y tengo ahora que es el medio dia de la libertad espa- ñola; he tenido y rengo sí, vuestras ideas, vues- tra virtud, y ese vuestro noble deseo de haceros acredores auna suerte gloriosamente desgraciada!.... Pero ¡ah! ¡Gali'éo! ¡Galilé>! ¡tú me has enseña- do con tu vergonzosa retractación, que pueden temerse el saber y los deseos de Sócrates! (¡til- tima trinchera de la miseria humana!) ¡ah! til me has enseñado con tu supersticiosa manda al morir, que los que mueren peleando centra la superstición, suelen morir supersticiosamente!..., Pero (¡gloria al nombre español en roda la tier- ra!) ¡Tú, divino Padilla, ápice sumo delsab^r, de la libertad y de la virtud! mejor diié tu maestra (esa tu nobilísima, heroica, inmortal mu- ger) me habéis enseñado á ser lo que nadie fué nunca á un tiempo,... á súber, sabio, libre y vir-tuoso por igual: y á desear serlo hasta la muer- te, y á morir efectivamente por haberlo sido, y siéndolo! ¡Y vosotros, venerables representantes de la soberanía del pueblo, vosotros los que habéis protestado, que el pueblo es el origen y el tér- mino, el regulador y el juez inapelable de vues- tra representación popular, avergonzaos noble- mente, avergonzaos os ruego, de no haber ya pedido para ese vuestro constituyente, vuestro maestro y vuestro rencidenciador, al menos una parte de la inviolabilidad que os habéis decreta- do para vosotros, y que yo (como que soy y me apellido popular) exijo de vosotros para este mismo pueblo, desde que sea pueblo escritor, pueblo de autores! Finalmente, vosotros, valientes diputados, que impugnando la libertad de la imprenta, sos- tenéis la libertad de votar esa piedra angular de vuestra libertad futura : vosotros digo, celosos ca- tólicos, que con denodada entereza habéis defen- dido la que os ha parecido causa de la religión santa, dignaos desengañaros. La religión no quie- re de nosotros sino un obsequio razonable: la re- ligión nos manda á todos nosotros, que nos pre- paremos, y pongamos en estado de dar á todos la mas racional y fundada razón de los motivos de nuestra fé, y de los fundamentos de nuestra esperanza. Acordaos, que si los hombres de Dios hablaron inspirados del Espíritu Santo, el Espí- ritu Santo inspira á quien, y como le place, pues (según la espresion de Santiago) Dios no rega- tea las luces, ni abochorna al que se las pide, = Mirad, que es una especie de irreligión el empe- ñaros en ser mas religioio de lo que fueion6* el sagrado Esdras, el apóstol Pablo, y el águila de los doctores y padres, Agustino; y sabed que Esdras, Pablo, y Agustino no intentaron jamas estorbar que se escribiese libremente, aun sobre la misma religión católica; reservaron solo el pre- cioso derecho de destruir los errores, y el vigi- lante cuidado de indicar imparcialmente á los fie- les las malas obras que los contengan.. No temáis: que á los que amánios á Dios, todo nos saldrá bien: y si Dios con sotros; ¿quien contra noso- tros? ¿Quien? No temáis que por ser enteramente li- bres baya¡s de sérmenos católicos,menos españoles. El crisol del catolicismo fué antiguamente la Es- paña. Los padres toledanos fueron y serán siem- pre los maestros de la religión católica: y esos mismos venerables padres, no solo no quemaron al hereciarca Prisciliario; no solo no le impidie- ron que él y sus sectarios escribiesen cuanto qui- sieran ; sino que aun viéndole escomulgado por el Sumo Pontífice, acordándose que si esta cabeza visible de la Iglesia es sucesora de San Pedro, ellos eran, y son sucesores de otros apostóles; no le apartaron de su comunicación, hasta que ellos mismos le juzgaron herege.=¿Y qué mal siguióse de esto, Señor? ¡Ah! mejor diré ¡cuantos bienes no se siguieron! La destrucción de esa pestilente heregla se debió á la sábia, á la liberal conducta de aquellos padres. = Pero ¿cómo habían estos de tener otra conducta ejemplar del santo obispo de Tonrs, el grande S. Martin, que increpó, arre- dró,' anatematizó moralmente á los fanáticos per» seguidores de los hereges, que protestando que desean que estos se vayan al cielo, se dan prisa á echarlos de la tierra, y precipitarlos en los in- fiernos, ó que incurriendo en la piadosa impiedadde enmendar el sublime plan que se propuso Dios en la creación del hombre, quieren que el hom- bre no sea libre, para que pueda ser santo: es de- cir, le imposibilitan á ser lo que quieren que sea. Temo cansaros, respetables diputados de la nación, y estoy fatigado yo mismo. Acabo pues, recordándoos, que también los hereges, y especial- mente los hereges franceses, afectan este bárbaro celo destructor de la humanidad Ya el francés Calvino hizo quemar al español Servato: y no se- rá mucho que José Bonaparte, que ha usurpado el dictado del rey católico, si llegamos á caer en sus manos, se declare también estirpador de la heré- tica pravedad, y nos haga quemar vivos á todos. Lejos pues, de nosotros vulgaridades: adi ■profanum vulgus. Si queréis, libres diputados, una libertad de imprenta verdadera, útil, durable, y no espuesta á mayores abusos, abolid en toda ma- teria, y sin restricción alguna, toda, toda censura prévia; pero disponeos desde ahora á castigar á todos los que abusando de este vuestro don mu- nitícentísimo, aunque muy justo, vulneren la re- ligión o la soberanía, ó degraden al ciudadano. = Tal es el objeto del reglamento que he tenido el honor de presentaros el m<.*riorabIe dia de nues- tro idolatrado FERNANDO, y ahora me tomo la libertad de pediros, lo hagáis leer antes de pa- sar adelante: no porque yo aspire á frivola satis- facción de acreditar que he previsto mayores in- convenientes, y prevenido mas oportunos remedios, que los sabios autores del proyecto que se discute; sino precisa y únicamente porque estoy persuadi- do, que si dais este paso con magestad, correréis agigantadamente al templo de la inmortalidad : templo que la providencia ha levantado sobre las8 eternas basas de la verdad, la libertad y la feli- cidad general de los hombres. Para llegar á ran alto y anhelado término no necesitáis de mas guias ni estímulos, que el ejemplo de los toledanos prelados. El gran Jiménez Cisnéros, cardenal primado de Toledo, será el de- chado, y modelo de los regentes de España: El cardenal de Borbon que se ha postrado á jurar á las Corres, será de los leales, obispos y magnates de España; el toledano Lazo, violado diputado en Cortes, lo será de vosotros, inviolables diputa- dos de España; y los concilios toledanos, primi- tivas Cortes de España, deben serlo de las Cortes estraordinarias de la real isla de León. De este modo pensando, hablando, obrando como toleda- nos (es decir, á la antigua española), siendo to- dos y cada uno de nosotros mas libres que el mis- mo Adán, (pues tenemos la gracia de Cristo) se- remos justamente tan españoles como el Cid, tan católicos como el papa. Este ha sido y será eternamente mi deseo, mi lenguaje, mi voto el mismo que alegremente sellaré con toda mi sangre. MÉJICO: 1820. . Impreso en la oficina de Don Alejandro Valdea, calle de Santo Domingo.