REFUERZO AL BENEMÉRITO AMANTE DE LA CONSTITUCION, CONTRA EL PAPEL TITULADO CENSURA DE UN LIBERAL. ^-Jeñor Liberalote: O yo tengo muy cortas las *?an'ces, o V es un verdadero hipócrita, que dis- frazado con la capa de la religión y la piedad, 3briga en su pecho ideas muy contrarias al sis- *crna sabio y justo que nos gobierna, y que ha- j^á causado en V. alguna privación que le ha si- muy sensible. Sépase V. amigo, que si teme le digan an- ticonstitucional, y por eso se quiere llamar libe- r?'» aunque real y verdadéramente no lo sea, otros 'le'i blan, y con muchísima justicia, aunque ya no 'a)a Inquisición, de que les digan anti religiosos; y esta es la causa porque en la cuestión presen- ? no se dije correr la pluma como merecía el aHinto, y el fárrago con que las exita, para sos- tener un papel digno á todas luces, que so-o lian Podido ver con horror los espíritus serviles y ñ c- jantes, como el de V., y causar escándalo á os *a»áticos, que hacen consistir la religión santa ea ridades. Sin embargo, por lo que, á mi toca, paraaquietar la delicada conciencia de V.» y de su gran compañero F. R , me he creído en la obligación de hacerles ver: que sus escrúpulos, son púramen* te farisaicos, y que las proposiciones que trans* crihe nada tienen de impiedad, ni merecen los de mas epítetos, con que ha pretendido tan tamera* riamente desacreditarlas. Se olvida V. eti primer lugar, de que el es- tilo de nuestro autor es elocrente , y que. en él pasan ce mo bellezas de su carácter, los h-rpérbo- íes, que son aquellas proposiciones que abrazan un concepto en lo genera¡ y por lo que comunmen' te sucede, sin entrar en los pormenores, aunque, puedan ser contrario?; ó lo que es lo mismo, qL,e aumentan, ó disminuyen escesívamente la verdad de las cosas de que se habla: así, por ejemplo, deci' rrtos muy biert, que hemos vivido tres siglos en t*t mas riguroso y cruel despotismo, que hemos su*, frid'o un yugo de fierro, sin que esto signifique * ni rueda, ni deba interpretarse, que en toda esta desgraciada época, hayan faltado ministros ni jue ees sabios, llenos de virtud y justificación, recto* en su conducta, y que á nadie han hecho mal» procurando siempre la observancia exacta de las leyes, y seguir en todo las intenciones piadosas de los monarcas; como tampoco, quiere decir, que á »odos haya agoviado" ese yugo , puesto que mu- chos, por los caminos de la intriga y de la adu- lación, prostituyéndose, y sacrificando sus propias almas, han logrado sacudirle, y sobreponerse á suS merecimientos. Ahora bien, sabrá V. asimismo, Señor mío» que cuando los franceses invadiéron el territorio- español, todos los religiosos abandonaron sus con* ventos; de manera que si el intruso Rey José Barñaparte, tenia premeditada su estincion, se valió de ese pretesto, que proporcionaron ellos misnos, para decretarla: y no solo esto, sino que trato de justificar su conducta, pues á las monjas que mas impávidas que aquellos permanecieren en sus claus- lros, nadie las inquietó, ni perturbó sus costum- bres y distribuciones religiosas. Los obispos y cabildos protejiéron á algu- nos religiosos, dándoles curatos, tenencias, vicarías, Sacristías; pero otros muchos, y los mas, quedaron sin destino y sin socorro, aunque todos contentos er» el seno de sus familias, ó de sus amigos, y no se les notaba deseo alguno de volver á ta cíausu- ra'- se dispersáron por todas partes, tomaron di- osas formas y ocupaciones, y V. y yo los lie- gos visto errantes y aventureros en este reino, ?°n disfraces y empleos, tal vez contrarios á su 'nstituto y profesión, mezclados entre las trepas, y causando no poco estrago y escándalo por su £°nducta privada, y por los descubrimientos que ^an podido hacerse. Los franceses se fueron, y las Cortes se abs- tuvieron de deliberar, sobre si los regulares debían, 0 no restituirse á sus conventos. Como habían ya ^pirado el aire libre del siglo, y aficionádose á e¡> y por otra parte pesaba sobre sus conciencias e' recuerdo de los votos con que estaban ligados, ?cudiéron á la silla apostólica, y á los obispos, l!T>petrando bulas de secularización, que obtuvié- rt.)ri con facilidad, porque el sumo pontífice cono- c,a cuan difícil era que volviesen útilmente á la *lda monástica, personas que habían perdido el uso íe ella, y estaban acostumbrados por largo tiem- P° á la sociedad del siglo: y así se asegura, que Piaron de veinte mil los breves que se despacha»ro í con este objeto, á todos los cuales se Ies nc gó después el correspondiente pase del consejo» en la vueta de nuestro monarca. En consecuencia de esto se obligo á los re* ligiosos á restituirse á sus conventos, y estos sC poblaron de hombres disgustados con el gobierno que los violentaba, y mal hallados con el uuevo género de vida, llevaron al claustro los usos f costumbres del mundo, que habían dejado con pe" sar , y que no se pueden nunc3 conciliar con 'a pureza del estado religioso: siguióse á esto una es- pantosa y considerable deserción., y la Francia (i' tá llena de regulares que, ó han apostatado, ó ha11 ido alia para hacer vaUr ante aquellos obispos l°s breves que obtuvieron de secularización, y que no pudieron pasar en la Península. (*) Sepa V. mas: En la actual época de núes* tra feliz y nunca bien celebrada restitución a '3 libertad, no ha sido mas regular y justa la coO' docta de la mayor parte de los religiosos. So" muchos los pueblos de España, que se hallaba11 lastimosamente estraviados por su influjo é ins1' ruaciones: aun después de publicado y recibido memorable decreto de S M. de 7 de marzo, ptc' dícaban contra ta Constitución, tratando de libe*" tinos, impíos, y fracmazones á los adheridos á el'a: a<í sucedió en Zrmora, en Tarragona, en Alforja en Poroleda| y otros lugares. En alguno, pudo tari' to este predominio, que estrechados los vecinos3 nombrar electores para formar su ayuntamiento» los elijiéron todos eclesiásticos, y habrían querid0 también la aprobación del papa; y en otro exit3' (*) Miscelánea c*e comercio, artes, y literatura: impreso en dnd, oficina de D. Francisco; Martínez Dávila, impresor de ¿»,fon tarto el furor del pueblo entusiasmado por la defensa de sus derechos , que le hicieron CO' freter los mas horrorosos desacatos y escesos con- lra el estado, que es preciso olvidar y ocultar éter- órnente. (•) Pues bien, dígame V. ahora, Señor Liberal de mi alma : un hombre que ha visto por sus Propios ojos esta serie de acontecimientos, que ha presenciado esta conducta de los religiosos en la Península, que ha sido testigo de sus estravios, de su dispersión y abandono, y ve también que s°n en mucha parte la piedra de escándalo, y el Acollo en que tropieza la común felicidad ¿ por ^üé no ha de poder esclamar, que la restitución de Fernando fué debida tínicamente á los brios ^pañoles, y no á las mentidas preces de los frai- 'es? ¿Por qué no ha de estampar esta espresíon hi- Perbólica que tiene tanto apoyo; y con serlo, sal» va muy bien el que hubiese, sin embargo de lo ^puesto, muchos varones llenos de virtud y pro- bidad, que jamas se olvidaron de su instituto, y su- pieron contrarrestar, en medio de tan deshecha bor rasca, á los estímulos que les presentaba el desorden? ¡Ah! bendigamos sin cesar al Todopodero- 50» porque en este suelo nos libro de semejante P;aga la mas cruel, la mas terrible que puede ima- narse! No faltaron, en verdad, algunos que ol- eados de ser ministros de Dios, y arrastrados ^e su carácter servil y adulador, hicieron sacrifi- c'os á Baal, saliendo, como unos seudoapostoles, * profanar sacrilegamente el evangelio, á manchar ía pureza de la religión, con un gran número de (*) El mismo periódico, de donde se han copiado estas especies *>$i á la letra, porque no se crea son invenciones, ó ardides pura- mente de la guerra.6. indecentes y falsas historias, patrañas despreciable supuestos milagros, imposturas, y abominables i'1' persticiones: y otros que arrojando la palma y Jf oMva, y revestidos de leones sangrientos empurtf' ron la espada , llevando la muerte y horror pof todas partes: pero en medio de esto, la mayor y mas sana parte de nuestros regulares, conservó su instituto, se dolia amargamente del extravío el candaloso de sus hermanos; los conventos fueron siempre los aiilos de la piedad y religión , y ^aS preces que en ellos se hacían llegaron a! AltísimQi y fueron benignamente oídas, porque no fueron mentidas, sino puras, fervorosas, y eficaces. Me parece habrá V, quedado satisfecho, J su digno compañero F. R. sobre aquella prop0' sicion, que siendo una en su concepto y sentid0 Ítenor gramatical, quiere que conste de dos; £ abrá conocido ya que no fué tan temerario m1 autor, en suponer que las preces de los frailes en lo general fueron mentidas: porque aunque sea prl' vativa de Dios la calificación del valor de las ot&' ciones, también nos es lícito juzgar por lo que ve mos, y conocer al hipócrita, que si bien se pi"e* senta en los templos, hiere su pecho, y obra to' das las apariencias de virtud, no olvida sus pasto' nes é intereses particulares, y el Salvador del mun* do enseñaba á distinguirlos, diciendo: cor autei* ejus longe est á me. Se introduce V. después hablando de to¿3 la nación española, que en ella hay muchos rectol en su modo de pensar y orar: que ellos tienen i'*1 gran valimiento con Dios, y desarman á veces & justa indignación. Todas son proposiciones de un* eterna verdad; pero suponer que el Amante de 1* Constitución, desacredita á cuantos hombres justo*hay en su patria, que no cree , y desprecia sus oraciones, y que estima los pasages de historia sa- grada por falsos, y patrañas indecentes, como di- ce V. mas adelante, esta sí es una atroz calumnia, Un arrojo temerario y criminal. Vamos, Señor mió, no hay que imitar á los fariseos, que se escanda- lizaban de que Jesucristo predicase los sábados, siendo ellos los primeros en quebrantar la ley, y los que se hallaban llenos de iniquidad. Todo el mundo católico sabe que Dios nues- tro Señor es el autor de lo bueno, que preside las batallas, y es dueño de las victorias; sin em- bargo su infinita bondad deja obrar á las causas segundas, y no quiere que todo sea milagro: algo teas, permite que la gloria y alabanza de las ac* ciones se atribuya á sus criaturas, para premiar aun en la tierra sus heroicas virtudes : y asi aunque David maravillosamente mato á Goliat, y en ello obro' su poder infinito, y la fe de aquel santo Vey', el pueblo le elogia juntamente, le aclama, y hace autor de la derrota de los filisteos. Por esto verá V., Señor Liberal, que yo, y el dignísimo autor que defiendo, creemos la eficacia y el poder de las oraciones de los buenos, y no obstante esto, tributamos todos los encomios que merece el brio y esfuerzo español, con que se contrarestd al po- der colosal de la Francia; y no podemos alcanzar á que vienen los pas3ges de historia sagrada y Profana que V. refiere de Escequias, y de los Al- fonsos, y batalla de Lepanto, si no sea .por mos- trarnos una ridicula é impertinente erudición, ó para probar que la restitución de nuestro amado .Fernando fué solo obra de milagro: y entonces, reciba V. las gracias que le doy á nombre de nuestros caros; hermanes los de la Península, por8. haberlos privado de todo merecimiento en el su- ceso mas grande, mas heroico, y valiente que han visto los siglos, y que todas las naciones, mé»oS astutas y avisadas que V. les atribuyen, admirán- dolos y elogiándolos como es justo. Otra proposición que V. trunca y refiere es: que los frailes son inútiles y perjudiciales , ya p°r su número, y ya por la poca observancia de su itts tituto: útiles acaso en la época de su fundación, / de ninguna manera al presente. (*) Cuanto se ha dicho al principio, convence con evidencia la jus* tificacion de este concepto; y la convencen tam- bién las causales y fundamentos en que se apoya» Son intítiles pues, y perjudiciales, no como quiera, Señor mió , oiga V. por qué: por su número, y por la poca observancia de su instituto. ¿ No sfi sorprehende V. al ver veinte mil buletos de se' cularizacion? ¿Y cuantos omitirían pedirle? ¿Y cuan- tos hay todavía dispersos y ocultos por esos mundos- Pero V. dice, que todas las religiones, e institutos han sido aprobados por el Papa, y p°r el común consentimiento de la Iglesia católica; Y yo respondo, muchas cosas: tenga V. paciencia '• Que el Sumo Pontífice no fué infalible en esto» que lo hizo porque semejantes establecimientos pu- diéron ser íítiles en sus principios, y no lo son ahora, por su número, y por la poca observancia de su instituto: que sin embajgo de lo que V. dice» en todos tiempos hemos visto, con aprobación de la silla apostólica, y sumo aplauso y satisfacción de la Iglesia, la estincíon total de varias religiO' nes que fuéron titiles, y la relajación de sus eos* tumbres é institutos, las precipitó á su ruina: quc (*) Díganlo los sucesos espantosos de Cádiz.er> el día se prodigan los breves de secularización, 7 se han concedido hasta el niímero de veinte que nuestro amado Fernando, por sus reales decretos de 20 y 21 de abril último, quiere que 'os regulares sean admitidos en los concursos á cu- ratos de provisión ordinaria; y que siendo el me- lü|* medio de conservar los institutos religiosos, con el decoro y respeto que les corresponde, el 9üe ningún individuo permanezca en ellos con vio- lencia » tengan su cumplido efeco las seculariza- c,ones concedidas por los RR. obispos de Espa- nji en el tiempo de la incomunicación con la cor- te de Romi, y que ningún obstáculo se oponga, a los que intenten en lo sucesivo secularizarse: y finalmente respondo, que el art. 12. de nuestra sabia Constitución no habla de la religión de los templarios ó capuchinos, sino de otra que creo que ». na entiende bien. Siglos ha que se declama contra el escesivo número de regulares, principalmente en España, y que se patentizan los perjuicios que esto causa: \l yo fratase de mostrar erudición le citaría á V. a Moneada, Navarrete, Zavala y otros autores eco- nomistas, cuyos sentimientos religiosos nadie ha po- dido dudar; pero no quiero sino que recuerde que en este reino continuamente se están pidiendo mi- siones, que se despachan, y proveen allá sin em- barazo á proporción de los fondos y disposiciones óigalo V. Señor Liberal, las Cortes, por su decre- to de 18 de febrero de 813, prescriben diversas reglas para evitar el escesivo número de religío- sos; y en el artículo 5 del mismo decreto, man* dan que no se den hábitos hasta la resolución del espediente general, cjue giraba sobre este asunto. Todas las cosas tienen su medida, y están sujeta* á las reformas justas y racionales qué dicta la pru* dencia: la virtud misma degenera en vicio, cuan* do se exagera, como se ve en el fanatismo, que no es otra cosa, que la exa'tacion indiscreta del celo religioso. Estoy muy lejos de reprobar que existan los conventos, esas casas donde se promue* ve y fomenta tan útilmente el culto y la devoción, y donde reunidas muchas personas fervorosas tra- bajan en la salvación de las almas, é imploran del cielo sus misericordias sobre los que estamos ro- deados de peligros y escolles en el mundo: soy adicto á ellas por constitución y por principios; pero defenderé siempre que la inobservancia de los institutos en España, el desorden y escándalo es- perimentado en esta época desgraciada, y el esce- sivo nxlmero de los regulares, hace rodo que allá, donde también escribid mi autor, sean inútiles y perjudiciales, y que su proposición no es anti- constitucional, anti religiosa, ni menos anrí-social¿ sino ajustada precisamente á los verdaderos, prin- cipios de la razón y la equidad, Que una precion de frailes hayan profana- do el sagrado testo, y manchado la pureza de la religión, con gran número de falsas historias, é in- decentes patrañas, de supuestos milagros, y abomi- nables supersticiones, es una verdad que se com- prueba con tos hechos que se refieren al principio,W este papel, y pluguiese á Dios no hubiése- mos aquí esperimentado otro tanto: aun existen ' entre nosotros estampas y documentos irrefra- gables : a'gunos me han librado ya de la pena de citarlos (*)• y yo solo quisiera sev borra- Sen hasta de la memoria de los hambres, nnos peritos que nos* h;fcen taV poctr«fírtrlm-, y con- firman los abtfcos enormes dfe'T$»tos tienlpos , de Süe hemos sido testigos, y'qiie debérüoV^Uorar Memamente. £ * Y bien, ¿el lamentar tamaña desgracia, y re- ^ri-la con dolo*,, íTiltia V. hacer sospechoso et *vangelio santo7l^*lfr"'divina revelación? ¿Así trata 9 los que defienden y sostienen su pureza, á los Süe declaman contra el error, y los falsos profe- 'as ? ¿Y será lo mismo esro, que suponer son in- ocentes patrañas las tradiciones verdaderas y le- pimas de la Iglesia? ¿Quién ha dicho semejante "'asfemia? ¿Así confunde V. y transgiversa las es- Pfcies, y los hechos? ¡Ah! ya veo, amigo mió, Sue V. es uno de los que iban á bailar á San Gonzalo, y registran con cuidado el cielo, por Ver si se descubren algunas palmas, íí otros sig. ^s, que signifiquen va á abolirse la Constitu- c'on. No, el cielo mismo la proteje: la mano "el Todopoderoso la formo , y nos la ha dado Para nuestro común remedio : la sostiene un fey justo , que nada anhela , sino el bien de Süs vasallos : y estos que están íntimamente con- ocidos de ser el apoyo de la religión , y de '' felicidad del estado, la defenderán también coa (*) Lai cartas de Querétaro.=El amolador.12. sus vidas contra los hipócritas, sectarios verda" deros del despotismo, y la arbitrariedad. Méjico jülio jo de 1820. N. Impreso en Méjico, en la oficina de D. Alcjafl' dro Valdws, año de 1820. •1 T 1 i 3 I I