DEFENSA BEL INSTITUTO RELIGIOSO, H e leído un papel con el título de El amante de la Cons- titución, en que su autor vierte la siguiente proposición. ¡Quienes son los enemigos de la religionl Una turba de frai- les inútiles, y aun perjudiciales, ya por su número, ya por la poca observancia de su instituto, útil acaso en la época de su fundación, y de ninguna manera al presente. Quisiera saber, en que funda este escritor su duda acerca de la utí• lidad del instituto de los religiosos, y esto aun desde su fundación: Ya hable de algunos institutos en particular, ó ya bable de todos en general, yo le manifestaré que: todo» los institutos religiosos son útiles, no dudosa sino ciérta- mente. Tres son los fines con que se fundaron las sagradas religiones: el primero y mas noble es el de la gloria de Dios: el segundo, el que el cristiano tenga un asilo en que se- parándose del muodo corrompido, pueda con mas seguridad conseguir su salvación; y el tercero es, el de la utilidad de la Iglesia, y beneficio de los prójimos. Para demostrar la verdad de estos tres fines, hablaré del objeto con que se fundaron algunas de las religiones que mas comunmente se conocen en España. Las órdenes de Santo Domingo y San Francisco se estableciéron para poner diques, y contener el torrente de vicios y de iniquidades que iba sumergiendo to- da la tierra: y para oponerse y rendir las furias infernales de la heregía. Las órdenes de nuestra Señora de la Merced, y de la santísima Trinidad se fundaron para redimir á los cristianos, que gimiendo cautivos baj» el yugo de los bár- baros y enemigos de Dios, corren sumo peligro de perder el tesoro inestimable de la fé, y desertar de las banderas de Jesucristo; ya por el interés temporal, ya por eltemor, y 2ya por e! mal ejemplo. La orden Je las escuelas pías <3« San Jr.sá Calazans se estableció para la instrucción de los niños en la doctrina cristiana. La Compañía de Jesús se ins- tituyó para la educación piadosa de la juventud, para la predicación del evangelio, aunque fuese en las parres mas remotas del orbe, y p2ra la defensa de la Iglesia contra los hereges. La orden de San Juan de Dios se estableció para la asistencia y el alivio de los enfermos pobres y des- validos. La orden de San Camilo se fundó para fortalecer el ánimo abatido de los agonizantes, prestarles los auxilios de la Iglesia, y bendecir sus últimos suspiros para que se presenten justificados ante el tribunal del Juez supremo; y así po- dría ir discurriendo sucesivamente de las demás órdenes reli- giosas. Con lo que se \é claramente que el instituto de las religiones se dirige con estos tres fines á llenar y sa- tisfacer perfectamente las tres obligaciones que el hombre tiene para con Dios, para consigo mismo, y para con sus se- mejantes. Paso ahora á demostrar, que et instituto de las ór- denes regulares, es ciertamente útil por lo que han practi- cado las mismas religiones conformándose con él: que es de- cir, aprobar la utilidad cierta de la causa por los efectos ciertamente útiles de ella. Esto lo haré refiriendo los he- chos en que supongo muy instruido al Señor Amante de la Constilucion, que constan por las historias de la Iglesia, y las de los reinos y pruvincias en que ha resonado el cla- rín divino d¿l evangelio, y en que ha fructificado ta se- milla de la doctrina celestial del Dios crucificado. Contra los hereges Arrianos se levantaron en oriente y en occi- dente las órdenes de Pan Antonio Abad , de San Basilio, de San Agustin, y de San Benito. A los hereges líuti- quianos se opusieron los discípulos del Abad Sabás •• contra los Iconoclastas se levantaron los discípulos de Jannicio: al cisma da los griegos hicieron resistencia los Cluniacenses , los Caraalduience;, y los de Valleumbrosa: contra los abo- minables hereges Nicolaitas se levantaron los Cartujos con San Bruno: los Cistercienses con ti grande Padre San Ber- nardo, y los rrerndstráteoses. con San Norberto. Para re- frenar el finor infernal d¿ Igs Valdeases, de los Alvigen-«es, de los Flagelantes, de los Hnsítas, y otras chusmas de hereges, se presentó con intrepidez evangélica e! ejercito Dominicano, capitaneado por su esforzado Patriarca, y por otros campeones apostólicos. I'ara derrotar las escuadras in- solentes de estos mismos hereges, y para derribar los ído- los en los lugares mas remotos del universo, se alarmó la milicia del humildísimo Francisco, Para reprimir las furias lanzadas del aberoo, de los Luteranos, de los Calvinistas, de los Socinianos y otros, salió á la campana la valerosa Com- ñía de Jesús con su caudillo San Ignacio de Loyola, el quo supo manejar mejor las armas espirituales en esta guerra, que la espada material en los campos del honor. La Francia fué convertida á la fé de Jesucristo por un Remigio, la Suecia por un Martin, la Tesandria por un Lamberto, la Inglaterra por un Agustino, la Frisia por un Vüfrido, la Alemania por Bonifacio, y Lugdero, la Sajonia por Suitberto, y Vilsebrordo , la Bohemia por Cirilo, y Metodio, la Pomerania por 0:on, ia Vandalia, por Vicelino, la Panonia, la Resia, la Lituania, y la Polonia por Adalvcrto, la Irlanda por Patricio, parte de la Tarta- ria por los Dominicanos. En España fueron convertidos innumerables judíos y mahometanos por un Vicente Ferrer: pirte de la Per- sia y grandísima del suelo Americano por los Francisca- nos: el imponderable Francisco Javier andubo á pie por la gloria de Dios incinerables provincias; huredujo la fé en el Japón, y otras seis regiones de la India, convirtió cente- nares de miles, y bautizó á grandes Príncipes y Reyes, se- gún dice la Iglesia. Sus hermanos los Jesuítas, alcanzaron á costa de mil fatigas y peligros, que en 22 de msrzo ds 1692 se publicáse en tedo el vastísimo imperio de la Chi- na un decreto del Emperador Kh.'itnhi, en que concedía li- bertad á los Ministros evangélicos de predicar la religión de Jesucristo en todos sus dominios. Si hubiera permanecida ¿¡te Orden benemérito que tantos servicios ha hecho á la Iglesia, probablemente ea el dilatadísiaio imperio de la Chi- na seria adorado Jesucristo. Todos estos varones apostólicos qrte convirtiéron tantos reinos, nacicBss, y gentes, y de los que muchosson Santos, fueron de! estado monacal, á quienes común - mente llamas frailes. Pasémos adelante. Del retiro de los claustros fueron sacados á ocupar ¡a Cátedra de San Pedro con la investidura de Soberanos Pontífices rr.as de cincuenta individuos, siendo uno de ellos el Papa actual según he oi- d . decir. De estos, diez y ocho están colocádos en el ca- tálogo de los Santos. Muchísimos han sido los religiosos que por su sabiduría y por su virtud, han sido condeco- rados con la púrpura Cardenalicia, y de quince Santos que cuenta el sagrado Colegio de Cardenales, once son de las órdenes regulares, ademas de los muchos que murieron en opinión de santidad. Ninguno es capaz de reducir á gua- rismo el número de los Patriarcas, Arzobispos y Obispos que salieron de la soledad de los monasterios Son innume- rables los Doctores y escritores , que desde sus humildes celdas con la pluma en la mano combatieron las heregias, desterraron los errores, eítirpáron los vicios , corrigieron las costumbres, plantaron las virtudes, convirtieron las almas, ¿ ilustráron al universo. Y finalm nte, me parece que sería mas fácil contar las estrellas del ciclo, qne numerar los Sautos con que las religiones han poblado la pátria celestial de los bienaventurados: entre los cuales ocupan un lugar muy distinguido seis de los Doctores principales de la Igle- sia latina y griega, que son: San Gregorio el Grande, San Agustín, San Gerónimo, San Basilio Magno, San Gregorio Nazianzeno, y San Juan Crisóstomo, que juntamente con otros padres de la misma Iglesia vistieron el hábito reli- gioso. Atendiendo á los fines santísimos del instituto de las sagradas religiones, que daban tan fundadas esperanzas de producir los saludables frutos, de que he hablado, y otros infinitos que es imposible referir, los soberanos Pontí- fices, algunos concilios particulares , y aun generales, des- pués del examen mas maduro, detenido y prudente, después de haber invocado la asisitencia del Padre de las luces, apro- baron, y confirmaron dichos institutos, y conforme la ex» periencia fué acreditando la utilidad ciertísima que ellos prometían; los mismos Papas los fueron aprobando, y confir- mando de nuevo, y futron colmando á las órdenes regu- lares de ¡numerables privilegios, gracias, y escenciones. Es*to mismo movió á los Reyes, y Príncipes católicos, á abri- garlas, protegerlas, fomentarlas, y distinguirlas. Ellas han me- recido el amor, la veneración, y la confianza de los sabios, de los piadosos, de los santos, y aun de los hombres mas de- pravados, y finalmente, de todas las gerarquías, y de to- das las clases de h Iglesia y del estado. Dice el Aviante de la Constitución, que el insti- tuto de los frailes en ninguna manera es útil en el tiempo presente: Util acaso en la época de su fundación, y de nin- guna manera al presente. Ésta proposición es impía, c ir- religiosa; pues dice, que es inútil un conjunta de reglas, é instrucciones para que las respectivas órdenes regalares observen exactamente los votos solemnes que han hecho al pié de los altares, y que están aprobados por la iglesia, y que es inútil también en la época presente buscar la mayor gloria de Dios, asegurar el hombre de un modo particular su propia salvación, y promover el beneficio, y salvación de los prójimos, pues para estos fines santísimos están esta, blecidos los institutos religiosos. Pero si este escritor dijere, como parece que dice, que dicho instituto es ¡nú;il en la época presente por la poca observancia ¿e él, digo: que pa» ra que el instituto sea útil en sí mismo, no es necesaria la mucha observancia de él: por ejemplo, tan útil fué por sí mismo el evangelio en los primitivos tiempos del cristianis- mo en que se observaba exactamente su doctrina por la ma- yor parte de los fieles, como lo e? al presente, en que por la imponderable corrupción de costumbres es observado por la mayor parte de los cristianos, y lo mismo sería si lle- gara el caso imposible, que ninguno lo observara; pero aun suponiendo que la utilidad del instituto dependa de su ob- servancia, digo: que este escritor incurre en una contradi- cion; porque dice, que de ninguna manera es útil, y por otra parte dice, que se observa poco; pues esta poca obser- vancia es alguna utilidad: y decir que una misma cosa en un mismo tiempo de ninguna manera es útil, y de alguna manera es útil, es una contradicion mafiesta según fos principios de una buena lógica. Pero si el Amante de U Constitución insistiere diciendo, que él no duda de la utilidad del instituto de las religiones por lo que es en sí mismo; sino porque en es- tas corporaciones hay muchos individuos que viven muy po-(6) co conformes con la santidad de sa estado, y de sn carácter, pregunto: ¿en qué clase, en qué corporación de todas las del mundo no hay malos y malísimos? ¿Que se ha olvidado es- fe escritor deque los religiosos cuando hacen su profesión no se desnudan de la naturaleza de hombres, que están sugetos á tentaciones, que tienen enemigos poderosos de su salvación, y que aunque se les redujera á mayor reclusión^ en mu- chísimos casos se verían precisados á recibir los aires pesti- lenciales del siglo, y á tratar con los habitadores de un mundo perverso, corrompido, lleno de abominaciones y de escándalos, y que es la madriguera de los seres mas malvados? En la familia de Isac hubo un Jacob escogido, y un Esau léprobo: entre los hijos de Jacob santo, hubo un José castí- simo, y un Rubén iucestuoso. Según el sapientísimo padre de la Iglesia Tertuliano, de los discípulos del apóstol San Pablo cuatro fueron Heresiarcas. El mismo fin desventura- do tuviéron siete de los discípulos del evangelista San Juan, y catorce de los ciento y veinte que recibiéron el Espíri- tu Santo, en el dia sagrado de Pentecostés; según dice Cli- roaco. De la escuela del mismo Jesucristo, Judas cometió el crimen de venderle, Pedro tuvo la flaqueza de negarle, y los demás la debilidad de abandonarle cuando le pren- dieron sus enemigos: y últimamente, la tercera parte de los ángeles, que son millones, se revelaron contra el altísimo, en aquel corto tiempo en que aun eran pecables estos espí- ritus angélicos. Ni se crea por esto, que yo intento justi- ficar la conducta de los religiosos malos; 'yo convengo de buena fe, que los religiosos que olvidados de sus sagra- dos deberes, profanan su estado y su carácter, tendrán que sufrir un juicio mas severo, y mas formidable que los se- culares, malos porque ellos deben ser mas virtuosos, y mas ejem- plares, y porque no siéndolo, dan ocacion á que sus comunidades, y sus religiones sean difawadas, y perse- guidas por sus enemigos. Esta mala conducta de algunos sirvio en gran parte de prestesto para que todos los re- ligiosos sufrieran infinitas persecuciones y vejaciones , en la Francia , y otras partes, por los filósofos falsos , y apóstatas impíos de la religión , y de la Iglesia. Si , pretendo defender solamente: que el institu- to religioso, y las,órdenes regulares han sido útiles en I( 7 ) . su origen en los tiempos posteriores, y aun al presente, concluyendo con este discurso. Habiéndose propuesto los soberanos Pontífices en la aprobación, y confirmación de las órdenes regulares, la utilidad de la Iglesia, cuando conocieron que algunas de ellas ya no eran útiles las abolieron y estinguieron: y así vemos que el Papa Cle- mente IX. abolió las tres órdenes de San Gorge, de San Gerónimo de Fioseli , y la instituida por San Juan Columbino. San Pió V. estinguió la orden de los Humilla- dos. Urbano VIII. suprimió la Congregación de los re- ligiosos conventuales reformados, y el orden de San Am- brosio, y San Bernabé. Inocencio X. estinguió el orden de San Basilio ira Ar-miáis , y asi otros Papas estmguié- ron otras órdenes regulares. Pues si los Papas cuando se convencieron de que estas órdenes eran inútiles las estin» guiéron, es muy creíble que sus sucesores que han go- bernado la Iglesia en estos últimos tiempos, si hubieran juzgado que las religiones existentes eran inútiles ya las labrian abolido y suprimido: y mucho mas creíble es esto respecto del Papa actual, que ha palpado tas cau- sas, porque han sido perseguidas las órdenes regalares, y pudo sin ningún trabajo, ni dificultad, haberse aprovecha- do de la oportunidad de verlas estiBguidas casi en to- da la Europa, per Napoleón, según consta por los papeles pú- blicos, venidos de España; pero hemos visto todo lo con- trario, pues el Papa, ha restablecido las riligíones pro- tegiéndolas y favoreciéndolas, y esto mismo han hecho en sus dominios los Príncipes católicos. Lo que prueba que la Iglesia romana, y sus hijos los Reyes ¡católicos, no juzgan que las órdenes regulares, son inútiles al presente, no óbstanrate, que el Amante de la Constitución juzga lo contrario; y ya se ve claramente cual juicio es de mas peso y autoridad. Para evitar interpretaciones siniestras, protesto con la mayor cinceriJad: que mi ánimo no es reprobar lo que el Amante de nuestra Canstitucion sabia y justa, ha escrito 4 favor de ella : ni es tampoco censurar con algu- na nota de impiedad á esfe escritor, cuya intención la supongo católica y sana; pero si es mi áni.uo moverle, y cxitarlc con las razofljs que he espuesto á que esplique, ydiga el motivo, y la razón qae tiene para dudar de la utilidad del instituto de las religiones en su origen, y afir- mar, que de ninguna manera es útil al presente; para que esplieando el espíritu de dicha proposición, él, ó cualquie- ra ([ue lo perciba mejor que yo), en un sentido y ¡adoso, como es de esperar, me restituya la tranquilidad que me ha robado con su espresion, st aquieten los ánimos de mu- chísimas personas de talento y de virtud, á quienes ha chocado dicha proposición, cesen tantas roces que se han proferido, que le hacen muy poco honor, y para que las sagradas religiones, que se han dado por ofendidas, que- den satisfechas: y en fin, en cualquiera caso todos los ca- tólicos debémos decir con nuestro santísimo padre el Señor Pió VII. aquellas palabras de su bula de 7 de agosto de 1814. Las órdenes regulares son la ¿loria y el apoyo de la religión y de la iglesia católica. A LAS SAGRADAS RELIGIONES. V enerables órdenes regulares: aunque estoy plenamente con- rentido de que abundáis en sugetos sábios, al ver yo que su modestia les impide dirigir una pluma mejor cortada que la mía para hacer vuestra mas completa defensa, conducido im- petuosamente de un impulso de mi voluntad, he hecho esta {nal formada apología. Detesto tanto la vil adulación que apenas la conozco por el nombre, y estoy satisfecho de que traslado al papel los sentimientos propios de la ingenuidad, y de la franqueza que me caracteriza. Por tanto, recibid benignamente este corto testimonio del amor, y veneración con que siempre os he mirado. Yo aunque el mas perverso de los seres, dirigir* al trono del Eterno mis humildes vo- tos, diciendole como su hijo divino cuando le encomendó sus Apóstoles: Paíer Sánete, serva eos in nomine tuo. R> A* MÉJICO 1820. Oficina de P. Alejandro Valdes. I